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DECIMA ETAPA

Resucitar a una vida nueva


El gran director de cine, Cecil B. DeMille, se hallaba una vez descansando, con un libro en
la mano, en una canoa sobre un tranquilo lago. Miró hacia un lado, y le llamó la atención
una especie de escarabajo de agua que, lentamente, subía por el costado de la canoa.
Observó sus movimientos, hasta que el bicho quedó absolutamente inmóvil, como si
estuviera pegado. DeMille continuó leyendo.

Bastante tiempo después, volvió a fijarse en el escarabajo. Esta vez quedó asombrado con
lo que vio. La parte trasera del bicho estaba completamente abierta y parecía que algo
estaba saliendo de allí: primero una brillante cabeza, luego unas alas, por fin la cola. Era
una libélula que echó a volar al viento, en libertad. DeMille tocó cuidadosamente con su
dedo la cáscara seca del escarabajo. Ya no era más que una tumba.

+ + +

En ninguna parte de la Escritura se nos dice cómo fue la resurrección del Jesús. No hubo
testigos del acontecimiento; sigue siendo un misterio. Pero la experiencia que los
discípulos tuvieron del Señor resucitado, durante “cuarenta días” después de su muerte y
entierro, fue tan convincente que supuso la fundación de la cristiandad.

Para los discípulos, la experiencia de Pascua comenzó con una tumba vacía. Las mujeres,
que fueron las primeras en llegar al sepulcro el domingo por la mañana, se alarmaron al
encontrar la tumba vacía. Pedro volvió a casa perplejo. María Magdalena no sabía qué
hacer, fuera de la tumba, creyendo que alguien había robado el cuerpo. A pesar de las
afirmaciones de los ángeles, no se hallaban consolados ni convencidos. ¡Parecía que su fe
estaba muerta!

Solamente resurgió su fe después de haber visto, personalmente, al Señor Resucitado. Sus


temores se tornaron en alegría, sus dudas en fe, sus desalientos en esperanza. La
confusión y el miedo que siguieron a la crucifixión dieron paso a la convicción de que Jesús
era, realmente, el Mesías. Todo lo que antes les había enseñado Jesús comenzaba ahora a
tener sentido.

Jesús, ciertamente, estaba otra vez vivo. Pero su apariencia era distinta. Aún aquellos que
habían vivido junto a él tropezaron, al principio, con dificultades para reconocerlo. Pero
había señales inequívocas que indicaban claramente que el que veían “era el Señor”.
Además, su fe ¡había revivido!

Resulta muy significativo que el Señor Resucitado se apareciera solamente a los que
habían creído en él, y no a los escribas y fariseos ni a las multitudes. No pretendía
demostrar nada ante el público. Sólo quería reconstruir su comunidad de discípulos y
hacer que el amor de éstos por él fuera lo suficientemente poderoso como para tomar el
mundo por asalto. Esto lo realizaría por medio de su Espíritu.

La resurrección de Jesús no es sólo un acontecimiento del pasado. Es una realidad del


presente… y del futuro. El Señor Resucitado está hoy, en todas partes, vivo en su Espíritu.
Enseña, cura e inspira. Y ejerce una poderosa influencia sobre los corazones de todo el
pueblo.

Durante este último estadio de nuestros Ejercicios, avivaremos nuestra fe en el Señor


Resucitado y en el poder del Espíritu presente en nuestras vidas. Pediremos dedicarnos a
Cristo con una entrega más profunda y con un mayor deseo de servirle, para continuar su
obra de edificar el Reino de Dios sobre la tierra.

Lucharon vida y muerte


en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

¿Qué has visto de camino,


María, en la mañana?
A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Primicia de los muertos,


sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate


de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.

Secuencia de Pascua

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