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EL SENTIDO DE LA MEDITACIÓN DEL REINO

1. La Primera Semana ha debido suscitar en nosotros:

a. Una inmensa gratitud ante la misericordia de Dios, manifestada y


hecha realidad en Jesús.

b. Un deseo profundo de pagar amor con amor: ¿Qué he de hacer por


Cristo? Es decir, para la gloria de Dios, para la salvación de mis
hermanos. “La gloria de Dios es el hombre viviente”: San Ireneo.

2. San Ignacio nos invita a contemplar ahora la vida de Cristo nuestro


Señor, que es el Camino, la Verdad y la Vida. Y lo hace comenzando
por la meditación del “rey temporal que ayuda a contemplar la vida
del Rey Eternal”: EE. 91-100.

“Y la vida eterna consiste en que te conozcan a Ti, el único Dios


verdadero, y a Jesucristo, a quien Tú enviaste” Juan 17,3.

3. Se trata de una clave, de una óptica, que va a condicionar el resto de


nuestra contemplación de la persona de Jesús. La manera como nos
acerquemos a Él dará origen a nuestra vida apostólica como
religiosos, con sus características propias.

4. Todos nosotros necesitamos en la vida algo que nos ayude a polarizar


nuestras energías y, sobretodo, nuestro afecto. No fue la caballería la
que hizo descubrir a Ignacio el Reino de Cristo, sino su fe cristiana
aún rudimentaria. Y el Espíritu se sirvió de ella –y con sus mociones
de consolación y desolación- le hizo tomar conciencia de que lo que
buscaba, sin saberlo, era a “Cristo, el único Señor”. Tenía, pues, que
elegir entre los ideales de este mundo y la imitación de la vida del
Señor, emulando lo que hicieron los santos.

5. Algunas características de la “vocación”:

a. Se trata fundamentalmente de un llamado; no, por tanto, de una


opción nuestra.

b. La vocación significa, en nuestro caso, una relación personal con


quien nos ha llamado: con el Señor Resucitado, en continuidad con
Jesús de Nazaret.
c. Nunca acabamos de entrar totalmente en la vocación, porque ésta es
siempre nueva. La vocación es un misterio que, como las semillas,
crece, sin que sepamos cómo. De ahí la utilidad de hacer aún
anualmente los Ejercicios Espirituales; esta experiencia responde a
nuevas circunstancias que caracterizan nuestra relación en
radicalidad con el Señor.

6. San Ignacio utiliza una parábola. También Jesús las empleó para
hablarnos del Reino. No es por poner ejemplos bonitos y atrayentes.
La parábola –como la poesía- nos remite a realidades espirituales
profundas e interiores que no se pueden “cosificar”.

7. Veamos algunos de los elementos más importantes de la parábola del


Rey Eternal:

a. El Rey. Tres veces lo aplica Ignacio a Jesús en esta meditación. Se


indica así su dominio sobre el mundo y los acontecimientos de la
historia.

b. Christo nuestro Señor. Seis veces Ignacio le da a Jesús este título en


la meditación del Reino. Es el que está elevado a la derecha de Dios
y que intercede por nosotros. Título estrechamente ligado a la
obediencia de Jesús y a su muerte en cruz:

“Por eso Dios le dio el más alto honor y el más excelente de todos
los nombres, para que ante ese nombre concedido a Jesús, doblen
todos las rodillas en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra, y
todos reconozcan que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios
Padre”: Filipenses 2,9-11.

c. El primer preámbulo: EE. 91. “… será aquí ver con la vista


imaginativa sinagogas, villas y castillos por donde Christo nuestro
Señor predicaba”. ¿Dónde sigue hoy el Señor haciendo escuchar su
voz?

d. Segundo preámbulo: EE. 91. Pedir gracia para que “… no sea sordo
a su llamamiento”. Ese llamado no es otro que el “de conquistar todo
el mundo” para el Padre: EE. 95. Se trata, en el fondo, del “Principio
y Fundamento”. Hagamos nuestra petición.

 Pero, para esto, Jesús necesita de mí, como necesitó de sus


apóstoles. Cristo sigue viniendo a nosotros, “sigue pasando y
sigue llamando”, como en la vocación de los primeros
discípulos: Juan 1,35-51.

e. La imitación de Jesús: EE. 95. “Por tanto, quien quisiere venir


conmigo ha de trabajar conmigo, porque, siguiéndome en la pena me
siga en la gloria”. Nos dice el Vaticano II, a propósito de la vida
religiosa:

“El mismo estado (religioso) imita más de cerca y representa


permanentemente en la Iglesia el género de vida que el Hijo de Dios
tomó cuando vino a este mundo, y que propuso a los discípulos que
le seguían” Lumen Gentium, capítulo 6, número 44.

f. La gran diferencia. “Considerar que todos los que tuvieren juicio y


razón, offrecerán sus personas al trabajo”: EE. 96. Es algo
comprensible y justo.

- Pero: EE. 97: “Los que más se querrán affectar y señalar en todo
servicio del rey eterno y señor universal…” Entramos en el “magis”.
Estamos en el plano del afecto. El amor tiene su propia lógica; no
puede detenerse en el camino sino llegar al final. No puede sufrir el
llevar una vida diferente de la persona que ama. Y, entonces,
pasamos a ofrecernos.

8. El ofrecimiento: EE. 97 y 98. Aquí podemos ya decir que salta en


pedazos la parábola. La participación en los “trabajos”, a la que
aludía el texto: EE. 94, toma una dirección inesperada, y diferente de
la lucha “exterior” “contra todos los enemigos”. No se tratará aquí,
en este momento de los EE., de imaginar “proyectos” que vamos a
ejecutar por Cristo! Estamos en la línea del “magis” que, en Jesús, se
convierte en un “minus” por amor a nosotros. Y pedimos –si es su
mayor servicio y alabanza- “de imitaros en pasar todas injurias y
todo vituperio y toda pobreza así actual como espiritual…”

- Se trata, entonces, de un duelo a muerte contra nuestro amor propio,


contra cualquier autoafirmación al margen de Dios. Contra los
intereses que no sean los de Jesús. Nos orientamos a abrazar la cruz
de Cristo: “queriéndome vuestra sanctíssima majestad elegir y
rescibir en tal vida y estado” EE. 98.

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