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Extracto de “El ser y el Uno”, JAM. Primera sesión del Curso 2011 / Miércoles 19 de enero 2011
Si desde este punto de vista tuviese que calificar lo que hice y, quizás, lo que hubiese
debido hacer aún más [al establecer los Seminarios de Lacan], diría que reside en traducir a Lacan.
Se trata de una traducción.
Lacan se expresaba en una lengua, no hablada más que por uno solo y su esfuerzo
consistía en enseñarla a los demás. Se trata de comprender esta lengua y puedo decir que estos
últimos años me di cuenta que en definitiva, no la comprendía verdaderamente sino después de
haberla traducido. Antes de hacerlo, sin duda, en el recorrido hecho repetidas veces de sus
Seminarios –¿cómo decirlo? –, sentía de qué se trataba. Lo registraba con suficiente nitidez como
para deducir a partir de allí los teoremas susceptibles de inspirarme a mí mismo para este Curso.
Pero al fin de cuentas, es sólo una vez que establecí, que escribí el texto y en el movimiento de ir
haciéndolo, que se pusieron de manifiesto para mí, de manera decisiva, los lineamientos, la trama
bien ajustada de la invención de Lacan.
“La arquitectura –dice entonces– presenta una singular ambigüedad, en la medida en que,
por un lado, este arte parece poder, en función de su naturaleza, ligarse a la plenitud y a los
volúmenes, vaya a saberse a qué completud, en tanto por otro revela, en definitiva, estar siempre
sometido al juego de los planos y de las superficies. No resulta menos interesante reparar en
cuanto queda ausente: toda una clase de cosas que el uso concreto de la extensión nos propone,
por ejemplo, los nudos.”
Vemos allí aparecer, como por un atajo, aquello que ocupará de inmediato todo el interés
de Lacan. Agrega entonces: “Antes de ser volumen, la arquitectura se habituó a movilizar, a
disponer, a ordenar superficies alrededor de un vacío”.