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CARTA A JUAN

A tantos días del mes tal del año X.

Muy estimado Juan:

Aunque hace ya tiempo que recibí tu carta, en la que me dices que decidiste estudiar
arquitectura, y que has empezado ya a dar tus primeros pasos dentro del fascinante
mundo del diseño, es hasta ahora que he podido sentarme a escribirte, pues bien sabes
que no me gusta hacerlo a la ligera, y menos, dada la importancia de lo que en ella me
dices.

Me pides mi consejo, basándote en lo que tú llamas "mi experiencia", para que te aclare
un sinnúmero de cosas, conceptos, procesos, etc.

Creo que me sobreestimas, pues para muchas de ellas no tengo respuesta que darte, o si
la tengo, es muy "mi respuesta", quizá demasiado personal, y estoy seguro además de
que muchos no comparten mi manera de pensar.

Son tantas las cosas que quieres que te resuelva, y me las planteas en una forma tan
desordenada, que voy a tratar de seguir una secuencia, que, aunque quizá tampoco sea
muy ordenada, sí creo que te aclarará mis puntos de vista.

Empiezas diciéndome que escogiste la carrera de arquitecto y que quieres saber si hicis-
te bien, pues no estás muy seguro de "a qué le tiras", como tú dices.

Creo que la arquitectura es una actividad, no hablaremos por el momento, sobre si es


arte, ciencia o técnica ⎯pues su concepto o significado mismo, ha ido evolucionando
con el tiempo⎯ que requiere de una natural habilidad, disposición, en pocas palabras de
vocación. Muchos creen, y sus papás así se los han hecho saber, que porque de niños les
gustaba jugar con dados y hacían unas casitas muy bonitas, o cuando iban a la playa ha-
cían unos fantásticos castillitos de arena, o porque dibujaban más o menos bien, o ilu-
minaban con cierta gracia sus cuentos de "Pinocho o del Superman", eran ellos factores
decisivos e indicativos de una segura vocación de arquitecto.

No creo que sea así de fácil. Sí pienso que si tienes una imaginación despierta ⎯no ca-
lenturienta⎯; un gran sentido común ⎯que desgraciadamente es el menos común de los
sentidos⎯; un espíritu creativo manifiesto en los diferentes órdenes de la vida y apre-
cias la belleza en todas o en algunas de sus manifestaciones artísticas, vas por el camino
correcto.

Te harán falta las matemáticas, una cierta afición por el humanismo, y digo así, porque
si tienes la suerte de tener buenos maestros, ellos harán que se despierten en ti múlti-
ples inquietudes filosóficas, en otras palabras, ansias de conocer al hombre; al del pasa-
do, a través de la filosofía, la historia y la literatura, hombres como Platón, Aristóteles,
o un Tomás de Aquino, por mencionarte algunos. Algún día reconocerás que el conoci-
miento del hombre le es básico al arquitecto, dado que a él será al que el arquitecto
sirva, y aunque ese arquitecto no sirva, el estudio del hombre le hará ser más hombre, y
adquirir la necesaria madurez en la vida, para obtener un profundo conocimiento y una
auténtica comprensión de sus semejantes. Obviamente, deberás también conocer al
hombre del presente, y si Dios te dio un poco más de inteligencia que a la mayoría, po-
drás imaginarte y predecir al hombre del futuro. Pero dentro de todos esos hombres, los
del pasado, los del presente y los del futuro, el que siempre te debe interesar por cono-
cer a fondo, eres tú mismo, y cuando logres esto, llevarás ya recorrido un buen trecho
del camino.

También necesitarás una cierta facilidad para el dibujo, y no te preocupes si no es mu-


cha, pues siempre ha habido grandes arquitectos que no han sido grandes dibujantes. El
dibujo, y fíjate bien en esto, es para el arquitecto tan sólo un medio de expresión, de
comunicación. Es uno de los medios, quizá el más usual, para transmitir sus ideas a los
demás; es un medio gráfico de representación, para que sea posible llevar esas ideas a
la realidad, ejecutándolas y construyéndolas. Cuando esos dibujos, fabulosos, buenos o
medianamente aceptables, son hechos realidad, son materializados, es cuando se em-
pieza a hacer arquitectura. Mientras las ideas están o quedan en papel, son sólo eso,
dibujos y papel, más no arquitectura.

Te ejemplificaré eso Juan, para aclarártelo un poco más. Los indios, las gentes primiti-
vas de ayer y de hoy, han hecho y hacen sus casas, sus chozas, sus centros comunales,
basándose sólo en su experiencia, en las ya construidas con anterioridad, y lo más seguro
es que las hayan hecho sin planos, quizás sólo trazando con una vara sobre el terreno lo
que iban a hacer. Ellos hacían y hacen arquitectura, contrariamente a todos aquellos
que tienen increíbles proyectos, maravillosamente dibujados, guardados en cajones o en
rollos.

Créeme Juan, la arquitectura ni se guarda ni se enrolla; se exhibe y se construye; se


edifica, se hace realidad, se vive. Lo otro, es soñar a un precio muy alto y no pasarán
todos esos grandes proyectos de ser tan sólo grandes sueños.

Me preguntas ¿qué es la Arquitectura? ¡Vaya pregunta! son muchas las gentes que la han
querido definir y nadie está conforme con las diferentes definiciones, pues independien-
temente de la opinión personal y de los diversos criterios, existe el factor tiempo que va
haciendo que una palabra vaya cambiando su significado, unas a través de los siglos,
otras de los años y quizás algunas hasta de los días. Trataré de decirte solamente, y es-
pero que me comprendas, que la Arquitectura es crear espacios bellos y adecuados para
lo que fueron creados, ya sean exteriores o interiores, para que sean vividos plenamente
por el hombre.

No sé si ya caí también en lo que tanto tú criticas: el lenguaje y vocabulario de tus


maestros, que no saben ser sencillos en su forma de expresarse y siempre recurren a
"palabrotas ininteligibles" y cuando las pronuncian dices que se les llena la boca de "sa-
piencia" y que creen que ello los coloca en un nivel superior sobre los demás. Sé que eso
es un vicio y cada época tiene expresiones propias, al igual que cada profesión. Así por
ejemplo cuando oigo a mi hijo Fernando, que estudia medicina, decir "cefalalgia" para
decir que tiene dolor de cabeza, o "narcolepsia postprandial" para decir que tiene floje-
ra después de comer, "astenia" en vez de decir cansancio, se rasca porque tiene "prurito"
en vez de comezón y cuando se acuesta se pone en posición "decúbito dorsal", no me
queda más que morirme de risa. Pero de cualquier forma, nosotros los profanos en me-
dicina, entre más "palabrejas" nos suelte un médico creemos que más sabe. Igualmente
eso pasa en arquitectura y cuando decimos palabras o expresiones como "contexto, es-
tratificación del espacio, áptico, diagrama centrípeto, rol, parámetro, etc." estamos
tratando quizá también de impresionar a los demás.

Dices que el maestro "simplemente los está queriendo apantallar", pero creo que tú
pronto harás lo mismo. Todo es cuestión de cultura. Claro está, que si tú ya has leído
bastante, tu vocabulario también será amplio y si dominas la "semántica" eso ya no será
difícil; de cualquier forma sí te doy la razón en que hemos abusado de ello. y hablando
de la lectura ojala y tomes el hábito de leer mucho y se te convierta casi en un vicio.
Por leer mucho nunca te arrepentirás. Por no leer, siempre lo lamentarás.

Me dices de tus maestros que no sabes cómo juzgarlos, si por lo que son, por sus obras o
por lo que dicen. Yo tuve la suerte de haber conocido y tratado, o sido alumno inclusive,
de muchos de los grandes arquitectos de nuestra época y por favor no lo tomes como
pretensión de mi parte, pues creo estarte hablando con toda sinceridad, y podría yo
agregar que puedes tener grandes maestros y no aprenderles nada, por falta de capaci-
dad. Sí te puedo asegurar que no necesariamente los grandes arquitectos son buenos
maestros, e igualmente te podría decir, que es muy frecuente que los buenos maestros,
no sean muy buenos arquitectos.

Normalmente casi todos los maestros tratamos de enseñar y tratamos de hacerlo lo me-
jor posible, aunque muchas veces nuestra falta de capacidad o de vocación, nos dejan
tan sólo en la categoría de personas cumplidas y empeñosas en nuestro trabajo, pero
sabemos que estamos muy lejos de ser "maestros" y te le pongo así entre comillas.

La vida me ha enseñado que todos tenemos algo que aprender de cualquier otro hombre
y la sabiduría consiste en poderle captar a cada uno su parte positiva.

Es por ello que te aconsejo que pases por la vida tratando de aprender algo de todos; en
unos su sabiduría, en otros su bondad o tenacidad, agudeza o simpatía, en otros el sen-
tido humano de la vida, etc. Creo Juan, que todos tienen algo que dar. Por ello te acon-
sejo que nunca seas duro en tus juicios hacia los maestros pues creo que en casi todos
los casos serías injusto hacia ellos en el mejor de los casos, caerías en una falta de cari-
dad hacia tu prójimo, virtud que ojala llegues a poseer, pues del aprecio de tu prójimo
depende tu propia felicidad.

Me preguntas después, Juan, que ¿cómo se hace la Arquitectura?, que ¿cómo se hace un
diseño? ¡Ojala y que te pudiera dar una respuesta clara y simple! Desgraciadamente ello
es algo muy complejo y es difícil contestarlo como un todo. Ya que a la larga esta va a
ser tu meta, creo que será más fácil explicártelo por partes, para que lo vayas enten-
diendo gradualmente.

Te podría yo preguntar Juan, por qué dices que tu novia es una chica maravillosa y tu
respuesta rápida e inmediata quizás sería "porque sí". Pero si yo quiero de ti una res-
puesta más amplia quizás me contestarías que porque es una muchacha alta, bien for-
mada, porque tiene unos ojos increíbles, un pelo largo y sedoso, que contrasta de mara-
villa con su cara y con ese par de ojos soñadores. Además, podrías decirme que es inteli-
gente, comprensiva, cariñosa, no vacía, culta y si te dejo hablar Juan, quizás te pasarías
las horas describiéndola, en parte como es, en parte como tú crees que es, y todavía si
siguiéramos esa descripción se complicaría más, pues día a día le descubres nuevos ma-
tices y nuevas cualidades. Al principio no me hablaste de su cutis y después me has di-
cho que lo tiene como de piel de durazno; al principio tampoco me hablaste del tono del
mismo y ahora me dices que el contraste de él con el color de su pelo y el de sus ojos, te
pone a pensar en no sé cuantas cosas; ahora has descubierto que canta y que pinta y si
es que te casas con ella Juan, dentro de cincuenta años seguirás encontrándole nuevos
aspectos y nuevas facetas.

Ella es igual que la arquitectura; nunca la podrás conocer del todo y todos los días des-
cubrirás cosas nuevas en ella y, al igual que una mujer, nunca la podrás dominar, sino
siempre será ella la que te domine a ti.

Así pues, vayamos por partes si no te importa, pues creo que será lo más claro.

Para poder hacer arquitectura, te había yo dicho, tendrás que dominar e imaginar los
espacios abiertos y cerrados, exteriores e interiores, al igual que los volúmenes que los
limiten, los formen o los encierren. Vas a manejar formas y volúmenes. Nuestra arqui-
tectura contemporánea la hemos querido simplificar siguiendo al "racionalismo o funcio-
nalismo", dentro de simples cajas blancas, simples prismas, que para esas corrientes o
movimientos, ellos fueron sus puntos de partida, y en cambio, para nosotros, se han
constituido en verdaderas metas. Con estos espacios, tú vas a tratar de lograr unión o
integración en unos casos, o aislamiento en otros, pero en todos ellos vas a tratar de
componerlos. De ahí que a esta materia que hoy se le llama diseño, antes se le llamaba
"composición". Vas pues a tratar de hacer de cada una de sus partes un todo armónico,
vas a "componerlas".

Pero esos volúmenes o espacios que tú vas a crear, no los puedes crear de la nada, pues
tu propia mente no puede crearlos si siempre ha estado vacía o en blanco. A través de tu
vida y de tus estudios, la haz ido llenando inconscientemente de muchos elementos,
formas, colores, armonías, etc., que hacen posible que en el proceso de gestación de
una idea creativa, se junten y tu mente dé a luz ese "algo", ese "algo" que para que des-
pués sea arquitectura deberá materializarse mediante otros "algos", que son los materia-
les, y esos materiales los tendrás que trabajar mediante otros "algos", que son los proce-
dimientos.

Cuando tú reúnes simultáneamente en tu mente esa concepción de espacio y esa inter-


pretación a través del material y del procedimiento, llegas a una forma, una forma que
es y debe ser, consecuencia de ese proceso que te he indicado.

En cambio, cuando tú concibes una forma bella, si tú quieres, y la tratas de rellenar con
una función y después comienzas a pensar de qué material y cómo la puedes hacer, no
estás siguiendo una creación propia de un arquitecto, sino que sigues, quizá más bien, la
de un diseñador industrial, como más adelante veremos.

La forma en arquitectura es siempre consecuencia del material y del procedimiento.


Debemos, creo, para que te quede más claro, diferenciar francamente la forma artísti-
ca, la forma técnica y la forma arquitectónica.

En la forma artística, el artista tiene la obligación de crear una forma bella de acuerdo a
su criterio y a su concepto de belleza, sin preocuparse en lo más mínimo, al escoger el
material, de si contradice o no la forma lógica de usar dicho material. Él puede usar la
madera en el sentido equivocado de la veta, si es que eso le ayuda para realizar su con-
cepción artística, al igual que el vidrio, el plástico o el papel, si con ello logra expresar
lo que él siente.

En la forma técnica, en cambio, lo que se requiere es eficiencia, sin importar la forma


resultante y cada material deberá estar usado para obtener de él esa máxima eficiencia
con el menor costo; y así Juan, te podría yo citar como ejemplos las formas de un motor
de coche, el circuito electrónico de una radio o las resistencias de una plancha eléctri-
ca.

Muchos han creído, que la forma arquitectónica es la sobreposición de las dos anterio-
res, es decir de una forma técnica y funcional, a la cual se le sobrepone una forma artís-
tica y bella, y creen que eso da como resultado una forma arquitectónica; eso es diseño
industrial. Cuando lo aplicamos a los mismos ejemplos que te dí anteriormente, puedes
obtener un extraordinario coche, un precioso radio o una bellísima y funcional plancha,
todos ellos encierran en sus interiores formas técnicas, las cuales nosotros los arquitec-
tos las encontramos bellas por la sinceridad con que han sido tratadas, pero que a ojos
profanos son simplemente máquinas, piezas de motor eficientes pero no bellas.

La forma arquitectónica debe tener una gestación simultánea entre la función, los mate-
riales, su proceso constructivo, su costo, su tiempo histórico, etc. Cuando todos estos
elementos reunidos nacen, nacen juntos como un todo, igual que el ser humano, al cual
no se le agrega al cuerpo la cabeza, las extremidades, los ojos, el pelo, pues eso sería
hacer muñecos. El ser humano originado de dos células, va formándose integralmente,
hasta que nace reuniendo quizá casi todas las partes básicas de que consta también una
muñeca, pero no en forma aislada o adicionada, sino integral; fue formado y concebido
ese todo como un todo.

Así pues, te das cuenta que crear una forma arquitectónica no es tan simple y quizá por
ello los arquitectos contemporáneos nos hemos conformado con seguir repitiendo las
formas, esas cajas blancas de que te hablé y que fueron producto de un punto de parti-
da, que tanto Gropius, como Mies van der Rohe, como Le Corbusier, obtuvieron hace
más de 50 años y que nosotros los seguimos usando como si fueran contemporáneas. Casi
te podría decir, caricaturizando, que tal parece que entre más experiencia tiene un ar-
quitecto, más grande es su colección de cajitas blancas, en diferentes tamaños y pro-
porciones y su habilidad consiste, ya tan sólo, en juntar la número uno con la siete,
combinación que ya ha sido aprobada por los cánones, o la dos con la catorce, o repetir
tres veces la número cuatro. A eso se ha reducido nuestra hoy llamada creación arqui-
tectónica, quizá por falta de espíritu creativo de nuestra parte, o quizá también por
falta, en estos momentos, de otros genios que nos indiquen nuevos caminos.

Si la forma es importante, básica y fundamental en la arquitectura para la concepción


de ese espacio, igualmente lo son la textura y el color, características propias e inheren-
tes de los materiales y lógicamente de los espacios con ellos construidos.

Libros hay, mi estimado Juan, que son verdaderos tratados sobre textura y color, ojala y
los pudieras leer; pero ahora tan sólo me limitaré a decirte que serán tu sensibilidad y
capacidad, las que te podrán hacer dominar estos dos aspectos fundamentales de la ar-
quitectura. Cuando te des cuenta de que existen texturas suaves o lisas, fuertes o rugo-
sas, y que las hay de detalle o de conjunto, empezarás tú a sentir inquietudes sobre el
uso de las mismas. Obviamente, a ti te es imposible el experimentar por ti mismo todas
y cada una de las miles de posibilidades de combinaciones que existen en cada material
o juntando varios de ellos, pero sí puedes a través de tu observación repasar el pasado y
el presente de lo que el hombre ha construido, para conocer esos resultados.

No sé si conozcas alguna catedral gótica como las de Chartres, Colonia, León, Reims o
Nuestra Señora de París, y si nunca has estado en una de ellas, te invito a que tomes un
libro con fotografías y que ayudándote de tu imaginación, la cual creo debes tener, en-
tremos en una de ellas.

En la fachada principal normalmente encontrarás verdaderos encajes de piedra, tanto


alrededor de sus puertas, como en el ventanal superior o vitral que por su forma se le
denomina rosetón. Ya dentro y al cruzar el dintel, sentirás una emoción, propia de la
sensibilidad que te debe caracterizar, de un espacio increíblemente concebido y todo
ello construido sólo con dos materiales: piedra y vidrio. La piedra tratada en sus paños
lisos de los muros y las columnas estriadas, que se remontan en la altura y jalan de tu
espíritu hacia un Ser Supremo, hacia un Dios, para el cual fue creado ese espacio para su
encuentro y para elevar tu espíritu.

Quizás puedas darte cuenta, siguiendo con la vista los arcos, de la forma estructural, las
bóvedas de crucería, con las que ha sido resuelto dicho espacio. Pero si a ese espacio le
pusieras luz fluorescente, de seguro que lo destruirías en la forma más profana imagina-
ble. En cambio, ese espacio, con la luz difusa que pasa por los vitrales en colores ámbar,
azul y rojo, que baña la superficie de la piedra y además, las luces de unas velas que
iluminan triste, pero cálidamente, alguna imagen primitiva en algún rincón, hacen sen-
tirte sobrecogido de un respeto y admiración por aquél que fue capaz de crear tal mara-
villa y quizá para "Aquel" para el que fue creado.

La textura es claro-obscuro y el color es vibración, y si cierras los ojos y te imaginas tú


dentro de un mundo, dentro de una gran esfera, blanca o lisa, te sobrecogería el pavor
ante tu insignificancia; y si pensaras lo que sería de nosotros dentro de un mundo blanco
y negro, de seguro que morirías de tristeza.

El hombre vive en un mundo de color, donde un cielo azul contrasta con un sol naranja,
que en sus ocasos, pasa por toda la gama de los colores cálidos. Los bosques y los árbo-
les ⎯y te invito a que te acerques a la naturaleza⎯ nos ofrecen toda la gama de los
verdes y, en el otoño, en muchos países, se cambian por maravillosos ocres, rojos, ama-
rillos y naranjas, en contraste con los tonos cafés, y en los campos llenos de flores sil-
vestres, ninguna flor se acobarda de enseñarle a la otra lo encendido de cada uno de sus
colores, armonizando todos ellos no obstante la variedad de los mismos. ¡Sólo la natura-
leza puede darse ese lujo! La naturaleza, Juan, siempre te dará una enorme fuente de
inspiración y nunca acabarás de aprender de ella lo mucho que tiene por enseñamos.
Nuestro problema, quizá, es que ya no la apreciamos. Ya no tenemos tiempo para admi-
rarla; ya damos por hecho que el cielo es azul, los árboles verdes, las mariposas tienen
muchos colores y compiten quizá con las guacamayas. Al alejarnos de la naturaleza nos
hemos desensibilizado y con este proceso, nos hemos deshumanizado.

Quisiera llamarte la atención sobre algo más que considero muy importante, básico, di-
ría, si realmente pretendes hacer buena arquitectura. Te hablaba de lo importante que
era, si querías ser ya no tan sólo arquitecto, sino realmente un hombre en toda la exten-
sión de la palabra, el conocer al hombre. y cada hombre, de cada distinta región del
mundo, piensa y siente distinto y en lo que a color y textura se refiere, siente la textura
en forma distinta y vive el color en forma diferente.

Quizá para un sueco, donde la naturaleza le ha dado muy pocos días de sol y el invierno
lo afecta notablemente, su carácter y sensibilidad sean distintos; ellos por nórdicos pre-
ferirán las texturas lisas y los colores tenues. Pero cuando hablamos de nosotros, los
mexicanos, y si lo que estamos tratando de hacer es una arquitectura mexicana, debe-
mos tratar de comprender a ese hombre, al mexicano. El mexicano es un individuo ba-
rroco hasta el extremo, casi te diría yo que hasta la "médula de sus huesos" y entre más
recargada sea una textura, más gozará de ella y más bella dirá que es. Por favor Juan,
ya no insistamos en hacer infeliz al mexicano dentro de esas cajas lisas, blancas y frías.
El mexicano se viste, y nuestro folklore así lo confirma, haciendo alarde de color; en
nuestras fiestas los adornos derrochan textura y color y ningún mexicano puede concebir
el que una piñata fuese una esfera blanca y lisa, pues eso no sería una piñata para nin-
guno de nosotros. Nuestro clima nos permite, al igual que a los mediterráneos, tener una
propia manera de ser y carecer de complejos hacia el color y la textura. No creas Juan,
cuando tus maestros te digan que una caja blanca de zapatos es el estuche ideal y el
espacio soñado para que viva un mexicano, pues si haces eso, lo único que conseguirás
será hacer inmensamente desgraciado a ese mexicano de museo que no existe y que
nosotros los arquitectos hemos querido crear. El mexicano, para ser feliz, necesita color
y textura, pájaros y macetas; jarros de todos colores, pericos y enaguas rojas, y un fol-
klore cotidiano que está muy lejos de la idea de belleza, limpieza y sencillez que noso-
tros los maestros hemos querido inculcarles a través de nuestras enseñanzas a nuestros
alumnos, quizá porque a nosotros también así nos lo enseñaron.

Factores muy importantes por considerar deben ser la dimensión y la escala dentro de
los espacios que tú crees y concibas. El dominio de estos factores, al igual que los que
hemos hablado en forma elemental, te podría decir que también se basan en el hombre,
en la escala antropométrica. Ella es insuficiente para resolver la arquitectura, pues
aparte de ella existen entre otras: la sicológica y la ambiental, por nombrarte tan sólo
algunas.

Si antes te invité a entrar a una catedral gótica, ahora te invito a ir a esa maravilla que
es la Plaza de San Marcos en Venecia, donde si no has ido, no dejes de hacerlo apenas
puedas.

Si tú ves una fotografía de ella, pensarás que se trata de una plaza monumental, con
grandes edificios y una gigantesca basílica al fondo. Pero si te pones a observar con cui-
dado, te darás cuenta de que las construcciones que circundan la plaza, las que forman
ese espacio exterior, no son tan altas, sino que por el contrario son pequeñas y, en con-
secuencia, la propia basílica es chica, es probablemente la más pequeña en el mundo,
pero tiene una increíble escala y dimensión dentro del conjunto, que se acentúa con ese
elemento vertical que es el Campanil. Ahí Juan, encontrarás lo que quisiera transmitirte
cuando me refiero a escala y dimensión y que sólo mediante una sensibilidad refinada
puedes apreciar. Ojala y pudiéramos hacer como los ladrones que para abrir una caja
fuerte y captar la combinación del mecanismo, se lijan las yemas de los dedos para au-
mentar su sensibilidad. Tú, como futuro arquitecto, debes tratar de hacer lo mismo,
lijándote todos tus sentidos y puliéndolos, asistiendo a espectáculos bellos que te sensi-
bilicen. Tu oído, oyendo buena música; tu vista, asistiendo a funciones de Ballet, ya clá-
sicos, ya modernos, a museos de arte tradicionales o contemporáneos y si eso no lo pue-
des hacer, bastará, como te decía, que contemples la naturaleza, que contemples el
fuego o el mar, que contemples una mariposa.

En todo tu hacer debe predominar un factor que para mí es fundamental en arquitectu-


ra: la verdad, la sinceridad. En arquitectura, las formas, los materiales, los procedimien-
tos deben obedecer esas virtudes. Cuando usamos el fierro a la tensión, el fierro es bello
porque estamos denotando su característica. Cuando usamos el mármol, el mármol es
bello en sí, pero si está trabajado a la compresión es más bello aún. Pero si nosotros
pintamos un muro de concreto de manera que parezca de mármol, o le pegamos una
impresión fotográfica de mármol, estamos faltando a la verdad, estamos haciendo esce-
nografía, mas no estamos haciendo arquitectura.

Cuando visites en México el Museo de Antropología, Juan, no dejes de fijarte en muchas


de las piezas arqueológicas que probablemente llamen tu atención por su magnitud y
tamaño. Un Coloso de Tula o una Cabeza Olmeca, que son bellas como formas artísticas
en sí y porque se aprecia en ellas lo que la escultura sobre piedra pudo dar. Pero si al
tocar estas piezas que te digo, te suenan huecas y te das cuenta de que son de plástico
reforzado con fibra de vidrio, sentirás de inmediato una frustración, consecuencia de
que has sido engañado, pues no es piedra, sino plástico, y lo mismo que te digo de ese
ejemplo te lo podría yo decir de tu novia.

Si algún día descubrieras que ese bellísimo pelo del que me hablabas, no era de ella,
sino tan sólo era una peluca; si esas increíbles pestañas que te hacían languidecer, no
eran de ella sino que eran postizas, y cuando me decías que estaba increíblemente bien
formada, no era más que "un truco escenográfico", ese día tu novia se acababa. Estoy
seguro de que tú la preferirías pelona, con pestañas "de aguacero" y flaca como sardina,
a que te estuviera engañando, en forma por demás olímpica. Ella estaba faltando a la
verdad.

Eso mismo pasa en la arquitectura. Una puerta debe ser una puerta; una ventana debe
ser una ventana; un volumen debe corresponder a un espacio interior utilizado; una co-
lumna debe cargar y así todo lo demás. Es preferible que cuando uses los materiales,
aunque sean humildes los muestres en todo su esplendor, pues el costo y la belleza nun-
ca están reñidos. Este valor de sinceridad y de verdad debe ser congruente en todo lo
que hagas y en tu propia y misma manera de ser. La forma arquitectónica es bella en sí,
si encierra verdad.

Las formas que fueron consecuencia de épocas pasadas, como las Pirámides, el Palacio
de Versalles o las casas provenzales del sur de Francia o inclusive las mismas catedrales
de las que hemos hablado, son bellas y tienen un valor arquitectónico porque encierran
la verdad de su época, de la época que las originó, del hombre que las vivió. Mas si noso-
tros hoy en día, tratáramos de hacer una iglesia gótica en concreto armado, pintando
sobre él las piedras, faltaríamos a la verdad en cuanto al material, forma, textura, pro-
ceso constructivo, tiempo histórico y, en consecuencia, eso no sería arquitectura. Nues-
tros frontones de la Ciudad Universitaria tratan de tener la forma de pirámide, creyendo
que la tradición radica en la forma, y faltan a la verdad, puesto que no son pirámides,
sino frontones.
Todas las casas afrancesadas de hoy en día, producto sin duda alguna del hastío de las
cajas blancas de que tanto hemos hablado, faltan a la verdad pues esa arquitectura, ni
está hecha en el sur de Francia, ni obedece a una época y estamos copiando tan sólo la
cáscara exterior para dar, en cambio, espacios interiores con todas las conveniencias
modernas.

Creo que ahora sí ya te puedo decir y lo podrás comprender, lo que es "estilo" en arqui-
tectura. El estilo es una consecuencia y resultante entre la obra realizada, la función
que cumple, los materiales usados y los procedimientos, todos en una perfecta adecua-
ción a su función y a la época en que fue hecha. Así pues, si tú ahora con toda honesti-
dad proyectas o diseñas cualquier espacio, cualquier "obra arquitectónica" que va a ser-
vir al hombre de hoy, deberá estar hecha con los materiales y los procedimientos de
hoy, y el resultado será un estilo que pertenece al día de hoy. y más aún, eso es lo que
ha permitido precisamente el poder valorar cuándo una arquitectura ha sido realmente
representativa de la época en que fue hecha; cuándo ha habido verdad entre la obra
lograda, la técnica y los materiales, las condiciones sociales, su tiempo y el hombre que
la creó.

Eso es lo que ha hecho que a través de la historia hayan aparecido los diferentes estilos.
Quizás unos te parezcan a ti más bellos que otros, quizás te guste más lo renacentista
que lo neoclásico, lo griego que lo romano, lo inglés que lo provenzal, pero cada uno de
ellos fue consecuencia de una época y por lo tanto, faltaríamos a la verdad y a la since-
ridad si hoy en día repitiéramos o usáramos cualquiera de ellos. Creo que si observas y
te invito a pasear nuevamente ahora, por la ciudad de Washington, en los Estados Uni-
dos, verás las reproducciones contemporáneas de edificios griegos o romanos, y te darás
cuenta de por qué a esa ciudad se le dice que es un "pastel escenográfico". Cuando tú
aprecias, en cambio, el uso de la verdad en muchas de nuestras obras contemporáneas,
gozas de su autenticidad y de lo representativo que son de su época.

Así pues Juan, cuando tú diseñes, cuando tú quieras hacer arquitectura, lo primero que
tienes que hacer, como ustedes dicen es "echarle verdad". Con tus inquietudes de ese
momento, con los materiales y procedimientos de ese día, con la tecnología correspon-
diente, con los sentimientos del hombre para el cual estás construyendo y dentro del
marco social y económico, y el lugar en que quedará ubicada, pon todo lo que tengas, no
trates de copiar a nadie, trata de ser auténtico y original. El resultado será tu estilo;
será el "estilo de Juan".

Quizá entre tantas cosas que te he dicho, me salte un valor o factor que creo debes con-
siderar si vas a manejar la verdad y la sinceridad como base de tu arquitectura: el "re-
gionalismo". Estamos esperando a vivir el resurgimiento mundial del "regionalismo" en
oposición al "internacionalismo". Para que comprendas esto haré nuevamente uso de tu
imaginación y te pido que por un momento te conviertas en Marco Polo y hagamos juntos
cualquiera de los viajes por él realizados. Puedo asegurarte que conforme él iba pasando
por pueblos, ciudades y países, iba descubriendo en cada lugar nuevas formas, todas
originales, nuevos materiales o diferentes formas de usar estos mismos, pero que debido
y gracias a la falta de comunicación entre los pueblos, cada uno de ellos construía a su
manera, de acuerdo con su tradición y con los materiales locales de que disponía.

Bastaría ver una fotografía de cada uno de esos lugares, para casi poder hacer un estu-
dio, con bastante precisión, del tipo de clima ⎯frío o caliente⎯; la precipitación pluvial
la sabríamos de acuerdo con la inclinación de sus techos; conoceríamos los materiales de
la región y podríamos inclusive medir sus avances técnicos o, dicho en otras palabras, su
tecnología, de acuerdo con lo primitivo o lo avanzado de sus construcciones. Podríamos
inclusive saber cómo vivía cada uno de esos hombres y todos ellos en conjunto, anali-
zando sus construcciones. Qué increíble debe haber sido eso para Marco Polo, el ir des-
cubriendo en cada pueblo una expresión arquitectónica diferente, netamente regional y
original.

Si te hablo de un "iglú" pensarás de inmediato en Alaska, y si te enseño en cambio una


fotografía de la ciudad de Anchorage, capital de Alaska, podrías pensar que puede ser
inclusive una ciudad como Johannesburg, en África del Sur. Las formas, los materiales y
la tecnología han permitido y traído como consecuencia la estandarización de la arqui-
tectura en el mundo entero y eso es lo que hoy llamamos "internacionalismo". Pero creo
Juan, que esas mismas formas, que también las hemos repetido en México, deben hacer
infelices a cualquiera de los tres hombres que las habitan, ya sea al de Alaska, al de
África o al mexicano. Ellas fueron creadas quizá por un alemán, que nada tenía que ver
con el hombre de estos tres lugares que te he mencionado. Todo ello ha sido posible
gracias a las comunicaciones y a la técnica; pues lo que un inglés, sueco o japonés hace
el día de hoy, en cualquier ciudad del mundo, ese mismo día ya lo estamos viendo en la
televisión, en el periódico o en la revista especializada; y esos materiales o técnicas
empleados, de inmediato un representante importador de esos productos nos los estará
ofreciendo en nuestros despachos al día siguiente. El mármol de Carrara se vende ya en
todo el mundo y no sería difícil que, en nuestro afán por exportar, el adoquín de Queré-
taro pronto lo veremos colocado en las calles de Tokio. Sería tonto de mi parte que te
dijera que cuando hagas arquitectura, te conformes con usar los materiales y la técnica
de la región y que ignores el aire acondicionado, los cristales polarizados o los de doble
pared. En cambio sí creo que sería sabio decirte que no olvides al hombre para el que
estás proyectando.

Quizá en ciertas obras, que creo serán las menos, no te debe importar el costo de las
mismas y podrás usar todos los materiales que quieras y los más adelantados avances de
la técnica. Sé que la mayor parte del trabajo que hagas será en México, para los mexi-
canos y dentro del nivel promedio económico de nuestro medio social. En él no podrás
usar el aire acondicionado, pues su costo es prohibitivo, y ello te obligará a buscar solu-
ciones naturales. En donde haga calor, buscarás la circulación cruzada del viento, los
voladizos en los techos, que impidan la entrada del sol o los árboles que te den sombra,
dándoles a los muros un espesor tal que te aíslen del exterior. Igualmente para el frío,
no siempre podrás usar calefacción; ni en las escuelas, escaleras eléctricas. Las solucio-
nes que de esta situación se deriven estarán impregnadas obviamente de ese regionalis-
mo y de una gran verdad, no sólo en el enfoque del problema, sino por la solución del
mismo.

Me haces finalmente otra pregunta, que la sientes tan fácil como si me pidieras una re-
ceta para hacer "hot-cakes" y que es: ¿cómo le hago para proyectar?, ¿cuál es el método
que debo seguir? Me estás preguntando nada menos Juan, cómo se hace para crear. Te
diré lo fácil, lo elemental, que ya por ti mismo irás descubriendo el resto y te irás em-
papando poco a poco de capacidad creativa. Ante un problema cualquiera lo primero
que debes hacer es pensarlo, meditarlo, masticarlo, "rumiarlo" y digerirlo. Debes obte-
ner toda la información correspondiente para formar un programa de necesidades, lo
más exacto posible y apegado a la realidad. Ese programa que obtengas estará constitui-
do obviamente por todos aquellos elementos o partes que formarán ese todo. ¿Ya las
encontraste Juan? ¿Ya están completas? ¿Estás seguro de que no falta nada? Al decirte
esto tienes que pensar en detalles tan absurdos, si tú quieres, como el closet para esco-
bas o el espacio para poner los medidores de luz y el tanque de gas.

Si ya tienes todo, demos el siguiente paso; o sea, tratemos de dimensionar cada una de
las partes. Si es una recámara, sepamos cuántas camas van a haber, cuánto mide una
cama, qué otras cosas habrán dentro de esa recámara, qué espacio se necesitará para
circular. Esto te da una medida aproximada, no exacta, pero que sí sirve inicialmente
para tener una idea de dimensiones generales y de espacios requeridos.

Ya podemos dar el siguiente paso. Necesitamos establecer ahora, después de un con-


cienzudo análisis, cuáles son las relaciones entre estos espacios, tratando de vivir cada
una de las situaciones posibles, inclusive llegando también hasta las más absurdas, como
las de cómo meter los muebles en un edificio de apartamentos, o cómo sacar un cadáver
de un hospital sin que sea visto; cómo meter la comida en un internado y cómo impedir
que salga en un restaurante; por dónde entra la gasolina para los aviones en un aero-
puerto; cómo evitar que se escapen los presos de una cárcel, etc. Concluido eso, habrás
hecho un análisis que te servirá de base ya para un proceso de síntesis. Vuélvelo a mas-
ticar, digerir y "rumiar" y comienza a pensar y a imaginar el espacio como tú lo sientas
que se requiere para alojar esas funciones humanas, para alojar a ese hombre, para in-
tegrarlo a la naturaleza o para aislarlo del ambiente exterior, si eso se requiere.

Sin darte cuenta te irás metiendo en el campo de la forma, te irás metiendo en el mate-
rial, en las instalaciones, en el color, la textura, en el cómo y con qué construirlo. Co-
menzarás a obtener soluciones. Que si tu habilidad es poca, tendrás que irla expresando
en dibujo o en croquis hasta encontrar todas las que tú creas que sean factibles; y si tu
experiencia es mucha, mentalmente las irás descartando en tu proceso de análisis y de
síntesis, y quizás sólo transportes al papel aquellas que realmente ameriten sopesarse,
compararse y estudiarse detenidamente, para que puedas llegar a una decisión final.
Pero eso sí, no seas flojo, siempre búscale por todos lados y no creas que sólo hay una
solución.

Difícilmente encontrarás una solución que resuelva todo a la perfección. Lo que en una
logres, en otra no lo tendrás, y deberás aprender a sopesar, a jerarquizar, para que se-
pas qué es lo primordial, lo importante y lo superfluo. Siempre en arquitectura habrá
sacrificios. Pero debes saber decidir siempre qué es lo que debes sacrificar. No cometas
tampoco el error tan frecuente de confundir un diagrama de funcionamiento con un es-
quema de solución, o partido, como algunos le llamamos. Muchos siguen ese proceso y
limitan en consecuencia su creación espacial y creativa, pues no están desarrollando un
proceso de síntesis. Están simplemente poniéndole masas o volúmenes a un diagrama.

¡Que crees que ya obtuviste una solución! Vívela, camínala, ve de un lugar a otro, méte-
te dentro de los pantalones del hombre que la va habitar y ve qué sucederá en todo tipo
de situaciones; en otras palabras, estarás comprobando su funcionamiento. Pero claro
está, ese funcionamiento es sólo parte del programa. Muy importante, desde luego, pero
debes estar pensando dentro del concepto espacial interno, por una parte, externo por
otra, del medio que lo rodea, o sea desde el punto de vista de su ubicación y de sus re-
laciones con todo el conjunto. Muchos te dirán, con el "contexto urbano"; yo prefiero no
usar esas palabras, pues sé cómo te molestan.
En la escuela te insistirán en que la expresión de esa disposición espacial, o sea las plan-
tas de tu obra arquitectónica, sean "bonitas" y le buscarán y aplicarán una serie de adje-
tivos, virtudes y defectos, que si bien al principio no los comprenderás, la práctica hará
que te familiarices con ellos. Esas plantas nunca nadie las verá; ellas serán vividas. Esas
plantas que contienen ya una segunda dimensión, te ayudarán a obtener los alzados, las
elevaciones como les llaman, a las cuales también tus maestros les aplicarán otra gama
de adjetivos. Pero deberás pasar todavía a una tercera dimensión, o sea el volumen. Si
lo representas gráficamente quizás te mienta, pues lo dibujarás como tú quisieras que
quedara y no como realmente quedará; por ello muchas veces recurre a hacer perspecti-
vas y maquetas para visualizar la tercera dimensión.

Por el hecho de que hayas logrado una planta bonita y equilibrada; unas fachadas con-
gruentes, movidas, masivas, contrastadas o los adjetivos que quieras ponerles, no quiere
decir que estás haciendo arquitectura, porque, te insisto, la arquitectura no son ni plan-
tas ni fachadas. La arquitectura son espacios, representados muy ingratamente en plan-
tas y fachadas. Desgraciadamente la única manera de comprobar su resultado espacial
sería hacer una maqueta a escala natural en la que, metiéndote tú, pudieras corregir el
espacio por ti imaginado e ideado, así como la resultante. Como esto no es posible, ten-
drás que confiar en tu imaginación creativa para llegar al resultado que tú persigues. Si
lo realizas, ojala y te quede tal como la habías imaginado. Si no, fíjate en qué fallaste,
para que no te vuelva a suceder.

Te imaginas Juan ¡qué difícil debe haber sido determinar la altura de una catedral góti-
ca! La planta, los alzados y cortes dicen algo, pero están muy lejos de la resultante es-
pacial obtenida. Te imaginas qué difícil fue para Miguel Ángel determinar e imaginar el
diámetro para su cúpula de San Pedro. Te imaginas qué difícil debe ser imaginar el ta-
maño de la plaza central de una ciudad. Esto te lo dará la experiencia y tu sensibilidad.
Ve y observa, asimila espacios, asimila dimensiones, compara espacio todos los días e
invoca a las musas... en el momento del parto ¡Qué ellas te cuiden!

Me imagino que estarás pensando, ya lo sé, que qué difícil debe ser proyectar una ciu-
dad, o un hotel muy grande, o una fábrica, o un hospital. Todo ello es tan difícil como
proyectar una recámara o una cocina. Si tu análisis del funcionamiento de una cocina
está bien hecho, verás que es igual al de una fábrica donde también se debe seguir un
proceso y se debe tener un funcionamiento, dando ciertas condiciones de circulaciones,
luz ventilación e higiene. ¿Ves, Juan? ¡es lo mismo que una fábrica Si vives una recáma-
ra, tendrás una cama, tendrás que ir a un closet o guardarropa, tendrás un escritorio
probablemente, quizás tengas un vestidor y un baño, y si te mueves dentro de este pe-
queño conjunto comprenderás sus relaciones. Que sí las entiendes, pues entonces pue-
des proyectar también un hotel, un hospital o una ciudad. Serán más las piezas que for-
men el conjunto, será más complejo el diagrama de funcionamiento, el de circulaciones,
el de instalaciones, pero es lo mismo y si puedes hacer una cosa, también puedes hacer
la otra.

Hay escuelas que prefieren enseñar el proceso de diseño, yendo de lo general a lo parti-
cular; del conjunto al detalle; de la ciudad a la recámara. Hay otras que prefieren inver-
tir el proceso enseñando a proyectar primero una cocina y de ahí seguir hasta llegar a
proyectar una ciudad. Cualquier método es bueno, si existe capacidad por parte tuya y
cualquier método es malo, si careces de ella. Es complejo el mundo del diseño, pero
creo que te encontrarás con maestros que llevándote de la mano, te enseñarán primero
a través del "diseño básico" las cualidades que normalmente llena un buen diseño y, pos-
teriormente, cuando llegues al "diseño arquitectónico" encontrarás profesores que tam-
bién te llevarán de la mano. Si son buenos, simplificarán lo que aparenta ser complicado
y por supuesto que te tratarán de influir con su personalidad. ¡Ten cuidado Juan! ¡No
dejes de ser Juan!

Para entender los sistemas seguidos para su enseñanza, te podría ayudar una analo-gía.
Hay quien prefiere enseñarte a nadar obligándote a echarte al agua desde un trampolín,
para que tú solo trates de salir como puedas, nadando como perro al principio, o casi
ahogándote; pero siempre estará la mano del instructor, en el cual debes confiar, pues
si él sabe lo que está haciendo, te salvará del problema, y perdiéndole el miedo inicial,
ya podrás después nadar por ti mismo. Habrá otros, en cambio, que preferirán enseñarte
a nadar, dándote primero los ejercicios de respiración, luego los de brazada, luego la
patada y después te pedirán que sincronices todo ello. Si tú tienes facilidad para nadar y
disposición para ello, quizás el resultado sea muy parecido y serás un brillante nadador.
Si tú, en cambio, eres negado para la natación, así te amarren flotadores y te pongan un
motor fuera de borda, es casi seguro que te ahogarás.

Creo Juan, que hemos llegado finalmente a la conclusión, diciendo lo mismo que al prin-
cipio: que para ser arquitecto se requiere vocación. Si la tienes saldrás adelante; si no,
ten la sinceridad de que ya habiéndote formado como hombre, escojas otra actividad en
la vida, en la que sí puedas ser feliz, aunque sea la de paletero, pero que estés seguro
de que tus paletas serán las mejores o por lo menos serán muy buenas. Sí te aconsejo
que, por ningún motivo, estudies para ser un arquitecto fracasado, un arquitecto impo-
tente, pues es seguro que estarás desperdiciando cinco años de tu vida y estudiando sin
querer una carrera muy común: la de cómo llegar a ser un hombre desgraciado.

Claro que leo en tu carta y me doy cuenta de lo preocupado que estás por tu futuro. Es
lógico que así sea y que no veas con claridad qué será de ti el día de mañana, cuando
logres acabar tus estudios. Tú apenas empiezas a adentrarte en el bosque y pasará mu-
cho antes de que puedas salir a la claridad y tranquilidad del valle. El futuro que a ti te
espera desde luego es muy diferente que el mío cuando yo estaba en tu situación. En mi
época el trabajo era mucho, muchas las oportunidades y pocos los arquitectos. Hoy en
día las oportunidades son pocas y los arquitectos somos muchos. En las épocas gloriosas
de la arquitectura del pasado, siempre el arquitecto sirvió al rico, al poderoso, a los
reyes, a los Papas; hoy en día son pocos los ricos, ya casi no hay reyes y tenemos un solo
Papa, al que creo que no le interesa la arquitectura. Los que pueden ordenarte ese tipo
de trabajo que tanto ambicionas, las grandes obras, serán las grandes compañías, los
grandes consorcios, el propio gobierno, que a fin de cuentas será el encargado de ver
por todos los que no son ricos y que, en nuestro país Juan, desgraciadamente son la ma-
yoría.

Hoy en día, los arquitectos como yo somos ya verdaderos artículos de lujo, pues fuimos
educados para servir a esas minorías privilegiadas de las que hemos hablado. En cambio
ustedes, los futuros arquitectos, serán arquitectos cuya misión será trabajar para las
mayorías, como una eminente labor social, consecuentemente. Antes, por nuestras "ge-
nialidades" nos pagaban lo que queríamos, pues éramos miembros mimados de nuestra
sociedad, como todos los grandes artistas de todas las épocas, pues eso decíamos ser,
grandes artistas. Hoy lo seguimos diciendo y ya nadie nos lo cree, ni nadie nos hace ca-
so, ni nos quieren pagar igual. Estoy convencido Juan, por otra parte, que la arquitectu-
ra del futuro será totalmente diferente a la del pasado y a la del presente, no sólo en
todo lo que ya hemos hablado, sino en sus propios y particulares enfoques y principios. Si
la pasada arquitectura fue eminentemente artística, y la del presente se ha simplificado
al máximo, aunque en nuestro país sigue siendo todavía una arquitectura artesanal, la
del futuro, Juan, será en cambio eminentemente técnica. Los factores de costo, econo-
mía y producción serán definitivos. El material y el procedimiento serán sus factores
principales, y conste que no quiero que creas que esto es un comercial, por enseñar yo
casi siempre esas materias. Ésa será la única manera de dar habitación a los millones
que la necesitan, y la necesitarán, ante nuestra aterradora explosión demográfica.

No creo que ésta sea una predicción hecha sobre una esfera de cristal de las que usan
los magos, tampoco una como las de Nostradamus; es simplemente valorar la realidad en
nuestro campo y enfrentarlo a la realidad industrial de nuestro mundo; la construcción
será la base del diseño, y el material y los procedimientos son la base de la construc-
ción. La técnica mandará sobre el arte. Así pues, Juan, al principio te decía que la ar-
quitectura podría ser un arte, una ciencia, una técnica. ¿Que la del pasado fue un arte?,
no hay duda. ¿Que la del futuro será una técnica?, es casi seguro, pero siempre será be-
lla y apasionante.

Ustedes formarán, además, parte de un mecanismo cada vez más complejo en que, en
lugar de ser partes vitales de esa maquinaria, serán tan sólo pequeños engranes de la
misma, y no digo tornillos, porque creerías que te estoy insultando y menospreciando.
La ley de la oferta y la demanda te ubicará dentro de una posición social igual a la de
cualquier otro profesionista y, ojala Juan, que tú tengas la capacidad suficiente para
que no seas desplazado por una computadora que diseñe mejor que tú.

Pero una computadora nunca ha enfrentado el problema con ella misma, de realizarse
plenamente como computadora y ser feliz pues, afortunadamente, carece de sentimien-
tos. En cambio tú Juan, eres un hombre cuya obligación es realizarte plenamente en la
vida y ser feliz, y si la arquitectura es el medio para que tú lo seas, sé arquitecto Juan,
que ya sabes que te deseo lo mejor para ti, y que siempre encontrarás en mí, a un amigo
para ayudarte en el fascinante mundo de la Arquitectura.

Sinceramente.

Fernando Barbará Zetina


• Arquitecto, profesor de la Facultad de Arquitectura de la UNAM.

Material de Lectura para la Unidad de Competencia METODOLOGÍA DEL PROYECTO ARQUITECTÓNICO del primer semestre
de la Licenciatura en Arquitectura de la Facultad de Arquitectura, Universidad Autónoma de Chiapas. Responsable: Fredy
Ovando Grajales.

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