Hoy comienza algo a lo que llamamos "materia". Y lo llamamos de esa manera porque pone entre nosotros algo muy concreto y material, algo que nos dedicaremos a mirar juntos durante algunas semanas, algo que nos mantendrá atentos y ocupados, reuniéndonos regularmente, algo sobre lo que intentaremos estimular nuestro propio interés. Algo, además, que merece nuestro interés porque tiene también cierto interés público. Sí me disculpan el enredo de palabras: creo que va a ser interesante que nos interese a nosotros, porque le interesa al mundo. Escribo estas líneas sentado en la mesa del comedor. Miro a mi alrededor y veo una bandeja colgada. Y pienso: la bandeja de plata que cuelga decorando la pared del comedor, si es mirada con atención y con interés, revela su potencia de embajada móvil de la tierra, de suelo circular que reniega de toda raíz y se desplaza, llevando sobre sí como inmóviles pasajeros, una taza, una jarra, una azucarera. También me detengo en las formas geométricas en las baldosas del patio, las miro a través de la ventana y deposito en ellas toda mi atención. Y siento entonces que me invitan a descifrar un código de movimientos continuos, una circulación intermitente en la que se insinúan ciudades, fluidas y veloces. Y en estos delirios espontáneos, creo, hay una pista sobre esa materia que se interpone entre nosotros y nos invita a mirar con detenimiento las cosas. En este caso se trata de las cosas de la Pedagogía, porque lo que fluirá entre nosotros durante un cuatrimestre es precisamente esa noble y antigua disciplina, acerca de la que tanto hay para conocer y conversar. ¿Y cuál será el rostro de esta materia? De a ratos tal vez sea mi voz, que desplegará frente a ustedes algunos argumentos, algunas historias, y buscará enlazarse con sus voces en una conversación. Habrá también algunos textos, que pondré a su disposición para que los leamos y los comentemos juntos. Yo, claro, los habré leído antes, los habré seleccionado cuidadosamente de entre un montón de otros textos, y habré realizado sobre ellos algún subrayado pensando en ustedes. Pero también subrayo las ideas pensando en el mundo común que habitamos, que merece ser visto a través de algunas lecturas subrayadas. Un poco porque el mundo mismo es un texto al que miramos con un lápiz en la mano, y nuestras conversaciones no son en algún punto otra cosa que un modo de subrayar el mundo para poder mirarlo y leerlo mejor. Hay una frase muy famosa, muy hermosa y también repetida hasta el hartazgo: dice que "la lectura del mundo precede a la lectura de la palabra". Puede leerse en un libro escrito por Paulo Freire en 1993, cuyo título en español fue traducido como "Cartas a quien pretende enseñar". En el título original en portugués, en realidad la palabra no era pretender sino "osar": Cartas a quem ousa ensinar. Me gusta esa palabra, la osadía, que tanto en portugués como en español supone un mayor grado de audacia, de coraje, de conciencia sobre la aventura que se tiene por delante. Y la aventura que tenemos por delante implica cierto grado de osadía. Hay que animarse a salir de lo cotidiano. Hay que atreverse a desafiar la pereza y la cobardía a la que la vida contemporánea nos tiene acostumbrados. Hay que tener bastante coraje para dedicar el propio tiempo a profundizar en asuntos aparentemente inútiles, pero que resultan bellos pretextos para convertirnos en algo mejor, a través del estudio, el ejercicio, el pensamiento y la conversación. No serán bandejas ni baldosas, sino argumentos y reflexiones acerca de la educación, pero la idea es mirarlas con la curiosidad y las ganas de pensar con que cualquier cosa puede ser mirada. Al fin y al cabo, toda teoría pasa de moda, tarde o temprano. Lo que realmente me interesa es que hagamos el ejercicio de pensar algo juntos, y de elevarnos así por sobre nosotros mismos. Creo que no soy un profesor especialmente divertido. A veces además soy un poco desordenado, y comienzo cosas a las que me cuesta seguirles el hilo. Agrego a esta lista de defectos que me cuesta bastante recordar los nombres de cada integrante del grupo. Me disculpo de antemano si alguna de estas cualidades entorpece nuestro vínculo. Lo que puedo asegurarles es que escucharé con atención y cuidado sus intervenciones y sus preguntas, porque me darán la pauta de que estanos juntos en esto. Y que leeré sus producciones y las comentaré con respeto y cordialidad, pensando a esas escrituras como un modo más de encontrarnos. Y puedo también asegurarles que amo esto que vengo a traerles, y que tengo la firme intención de despertar en ustedes un amor parecido. Seguro que en alguna medida lo lograré. E igualmente seguro que, en alguna medida, no lo lograré. Los efectos que esta materia tenga sobre sus vidas serán inciertos para mí, por más evaluaciones que pretenda desplegar. Incluso esos efectos tal vez sean un poco inciertos para ustedes... ¿Cuántas veces las cosas no cobran sentido hasta mucho después? Por eso, no desarrollaré una obsesión sobre la medición de esos efectos sino, sobre todo, un fuerte compromiso sobre la propia tarea compartida. Espero que vengan a las clases, que lleguen a la hora que la clase comienza y no la abandonen antes de que termine. No las importunaré con reproches, pero sepan que no me da lo mismo si están o no. La escuela (y nuestro encuentro sucede en un aula, dentro de una escuela) vale sobre todo por el tiempo que ofrece, y ese tiempo solo se concreta sí estamos juntos en el aula. Espero entonces que me acompañen, que seamos amigos por unos días, cómplices en esta aventura por algunas semanas. En fin, las saludo, y les doy la bienvenida. Daniel Brailovsky Su profe de Pedagogía