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No debemos tomar toda esta comunicación como un reto molesto que superar o
dominar, su existencia no es casual. La etología nos ha remarcado que la
comunicación no verbal posee una indudable ventaja evolutiva. El mismo Darwin
hacía referencia a ella en su obra “la expresión de las emociones en el hombre y
los animales” ya en el S.XIX, y es que estas manifestaciones permiten que los
otros miembros de la especie tengan evidencias externas del estado interno del
individuo y siguen presentes, de forma inevitable, debido al valor que tuvieron en
su momento para la evolución de la especie (Hinde 1972, Tinbergen 1952). Hoy
gracias a la psicología social podemos identificar correspondencias de forma
universal en al menos cinco gestos que expresan nuestras emociones básicas
compartidas, a saber, miedo, tristeza, cólera, alegría y asco (Baron y Byrne 1998).
Sin embargo, hoy en día proliferan los cursos y talleres para saber expresarse
correctamente. Asimismo son incontables las terapias individuales y de pareja en
las que los profesionales escuchamos expresiones como “siento que las personas
no me entienden” o “nadie presta atención a lo que digo y no se por qué” o bien
“no me siento comprendido”. Pues bien, ¿qué es lo que ha ocurrido para que los
seres humanos hayamos perdido nuestra maestría con la que veníamos de
fábrica, aquella que nos hizo ser capaces de manipular con gran éxito todo nuestro
entorno prácticamente desde que éramos recién nacidos? Es quizá un hecho
consustancial a nuestra “sociedad de la información”. Inevitablemente todos nos
veremos inmersos en una lucha no deseada entre nuestra vertiente instintiva y
nuestra faceta social y estratégica, y no resulta nada sencillo falsear esta
comunicación de forma consistente. Existen por ejemplo patrones no voluntarios
en las emociones genuinas, tal como la famosa sonrisa de Duchenne: es la sonrisa
espontánea, que tiene que ver con el sistema límbico que a grandes rasgos
gestiona respuestas fisiológicas ante estímulos emocionales, contra la sonrisa que
podemos emitir de forma forzada o la llamada “sonrisa social”, la cual involucra a la
corteza motora, resultando de la voluntad del individuo y no tanto de una genuina
expresión de alegría.
Finalizamos repitiendo las palabras que inician este artículo: en efecto no existe
comunicación no exitosa, sino resultados no deseados. Así que lo importante es
ser capaces de transmitir lo que queremos y no producir inadvertidamente un
resultado no deseado. He aquí cinco aspectos básicos que facilitan el éxito:
Las manos por lo general jamás deben cerrarse con el gesto del puño y en
cualquier exposición deben moverse entre el espacio que va desde la cintura y el
pecho.
Atención a los pies: suelen pasar desapercibidos pero suelen otorgar información
extra sobre la atención. La postura en “V” invertida dará impresión de pasividad y
timidez, y colocar las piernas separadas junto con los brazos cruzados resulta en
una “postura alfa” que trata de imponer su mensaje de forma autoritaria y se cierra
a sugerencias.
omunicación no verbal
La Sonrisa y la Mirada.
La sonrisa cumple varias funciones, una mostrar cercanía e incluso ayuda a
entender que el comportamiento no es amenazante; otra, es transmitir felicidad.
Una mirada directa es una conducta con alta probabilidad de atraer la atención
incluso a distancia, implica un fuerte componente emocional y afectivo (como la
expresión de agresividad).
Los oficiales de policía tienen que darse cuenta que ellos mismos
se comunican no verbalmente con los delincuentes y con el
público en general (Jacobs, 1993). Según Jacobs (1993), los
delincuentes y traficantes de drogas están siempre en busca de
señales no verbales, como el contacto visual y la apariencia de
los compradores de drogas, para tratar de descifrar si son o no
son en realidad un agente encubierto. No sólo en operaciones
encubiertas hay que tener cuidado con el lenguaje no verbal, sino
también en el trabajo de uniforme. La investigación en tres casos
distintos en que fue asesinado un agente de policía ha concluido
que la apariencia de ser firme, con autoridad, y en posesión del
control pueden impedir que un oficial sea el objetivo al azar de un
asesinato (Pinizzotto & Davis, 1999). La seguridad de un oficial
de policía depende de su capacidad de establecer la autoridad y
del dominio verbal cuando se trabaja con el público en
situaciones tales como paradas rutinarias de vehículos. La forma
en que un oficial de policía puede garantizar su seguridad es a
través del contacto visual directo, la proximidad física, el control
de la voz, y un aspecto físico cuidado (Burgoon et al, 1984;.
Tusing y Dillard, 2000; Mauro, 1984).