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LA MORAL COMO FENOMENO SOCIAL

El término moral es de origen latino, mos, significa costumbre o modo de vivir. (Pautassi, 2004:
22). La moral entonces está íntimamente relacionada con la adquisición de hábitos. La palabra
“hábito” es de gran riqueza significativa. “En español no solo se refiere a la predisposición de las
personas a tomar decisiones y a actuar en un sentido determinado, sino que también se refiere a
“habérselas con la realidad de una u otra forma”. (Cortina, 2000: 19). Es durante el proceso de
enfrentarse a la realidad que el individuo desarrolla buenos o malos hábitos, es decir, que se
desarrolla moralmente.
Desde muy niños aprendemos que hay cosas buenas y cosas malas, que unas actividades son
simplemente toleradas, otras premiadas y otras castigadas. La familia, que es la base
fundamental de la sociedad, es el primer vinculo del individuo y es el más importante donde se
gestan los conceptos de lo que es bueno o malo, luego viene el colegio, la televisión, las lecturas,
etc., van habituándonos paulatinamente a diferenciar los comportamientos positivos o buenos
de los negativos o malos. “Esto es bueno”, “aquello es malo”, “no debe hacer eso”, “debes
portarte bien”, etc., son expresiones que el niño va grabando en su mente y operan en ella
inconscientemente como condicionadores de la conducta. Esto indica que la moral está presente
en la vida de todos nosotros y cualifica las relaciones sociales.
A medida que crecemos, esta primera y sencilla diferenciación de los actos se vuelve más
compleja y se interioriza hasta distinguir las normas de conducta de acuerdo a su origen. Así, lo
bueno y lo malo pueden referirse a diferentes aspectos de la vida humana. Pueden referirse al
ámbito de las costumbres sociales, como las formas de comunicación, las normas de urbanidad,
respeto a las tradiciones; pueden referirse también al ámbito de la religión, como los
mandamientos que Dios ha dado al hombre; y pueden referirse, por último, al ámbito de los
valores que nos conducen a la perfección humana, independientemente de toda la prescripción
religiosa o social. Cada uno de estos ámbitos posee su propia criteriología. A veces coinciden o
se complementan. Otras veces se oponen. Cuando una sociedad es tradicionalmente religiosa,
resulta muy difícil distinguir el fundamento de una valoración determinada. Por ejemplo, en el
caso del aborto o del divorcio, tan pronto oímos condenaciones como aprobaciones, en las que
los planos unas veces se confunden y otras se enfrentan radicalmente.
La moral no es algo yuxtapuesto a la persona, sino su vida misma evaluada desde un determinado
criterio de perfección o de realización. De ahí la existencia de una terminología moral que dice
relación al estado anímico de las personas. Cuando alguien ha sido afectado por un
contratiempo, decimos de él que está desmoralizado, sin moral, con la moral caída o con la moral
en los pies; o bien, al contrario, que está recuperado o levantando la moral, que tiene la moral
muy alta. Aunque el significado de este lenguaje es más psicológico que moral, lo mencionamos
para hacer ver que en la mentalidad común lo moral y lo vital se hallan tan estrechamente unidos
que llegan a confundirse. En esto, el pueblo espontáneamente, al margen de toda elaboración
teórica, expresa una profunda realidad: la moral es algo vital, algo existencial, en la vida misma
en su búsqueda autoevaluada de la perfección.
A través del lenguaje descubrimos la costumbre social de distinguir las conductas, de acuerdo a
su moralidad, en buenas y malas. Esto nos permite concluir que el sentimiento moral es algo
vital, existencial, en cada uno.

Utilidad social de la moral

La personas a la hora de referirse de la moral lo toman simultáneamente de aceptación y rechazo,


tan pronto echamos mano de la moral y la defendemos como la hacemos a un lado para escaparnos
a sus requerimientos, así que a esto se le puede llamar lo denominado doble moral.

La moralidad brota de la conciencia de la responsabilidad y la libertad, por lo tanto se puede decir


que el hombre en cuanto hombre es un ser moral y también en todos los pueblos por más primitivos
que sean siempre aparece una estructura de lo moral. La diferencia entre los pueblos y los individuos
no reside en ser morales sino en el contenido de su vida moral, pero también cabe recalcar que
alguien por malvado que sea no quiere decir que carece de conciencia moral, lo que definimos como
“inmoral

Esta doble actitud revela un hecho elemental: la vida en sociedad necesita una serie de normas
que aseguren la paz y el orden entre los individuos, de forma que los intereses particulares no
atenten contra los intereses comunes. Acordes con la racionalidad surgen elevados ideales de
perfección, que la sociedad difunde e impone como principios de comportamiento que todos
deben obedecer: respeto a la vida, a los bienes, a la fama de los demás, amor a los semejantes,
cumplimiento de la palabra dada, respeto a las instituciones, veracidad, educación, etc. Estos
principios representan el bien moral, por cuanto miran directamente a la perfección y al bienestar
social; sus contrarios constituyen el mal moral. Sin esta distinción entre el bien y el mal, la
sociedad no podría subsistir. De ahí que la moralidad sea defendida por todo sistema social,
como código de comportamiento aceptado y respetado por todos. La conciencia de cada
individuo es más eficaz que las leyes escritas.
Sin embargo, y aquí viene el problema, el individuo se siente limitado en sus intereses por las
normas morales. Entonces, o bien renuncia a sus intereses para observar una conducta recta, o
bien adopta conductas condenadas por la moral pero que a él le satisface. Más aún, se da el caso
de que algunos individuos rechazan como equivocadas determinadas normas establecidas y
adoptan conductas opuestas, con lo cual entran en abierta crisis los valores morales tradicionales.
Contra este peligro, la sociedad se vale de diferentes instituciones para mantener y reproducir
sus patrones morales: la familia, la escuela, el gobierno, la religión, los medios masivos de
comunicación.

De aquí podemos concluir un cierto relativismo de los principios o normas morales definidos
por una sociedad. Sabemos que la sociedad no es un ente abstracto y trascendente, en el que
reside la verdad eterna. La sociedad, nuestra sociedad, está conformada por grupos con intereses
antagónicos. Un grupo minoritario, el de las familias acomodadas, dueño del poder económico
y político, y orientador de la religión y la cultura en general, se identifica a sí mismo con la
sociedad. Otro grupo, el conformado por las familias de bajos ingresos, que son la mayoría,
como carece de poder, se ve obligado a aceptar los patrones impuestos por el primero. El orden
moral establecido durante siglos por los poderosos, que responde a sus intereses, se hace
aparecer como “el orden moral” sin más. Como los poderosos ocultan tras él su propio interés
de clase egoísta, pronto el “orden” se ve como un desorden y las instituciones tradicionales
pierden la autoridad moral necesaria para hacer respetar los principios en que se apoya.

De ahí la actitud generalizada de burlar las exigencias morales siempre que es posible; actitud
que se da tanto en los ricos como en los pobres, en los adultos como entre los jóvenes, en los
educadores como en los educandos, en los gobernantes como en los gobernados. Así se
generaliza la denominada “doble moral”, tan común entre nosotros; se tiene una moral en la
iglesia y otra en la calle, una en la vida pública y otra en la vida privada, una para los demás y otra
para uno mismo.
Las diferencias entre los pueblos y los mismos individuos residen no en el hecho de ser morales
sino en el contenido de su vida moral. No siempre lo que es bueno para unos resulta bueno
para otros, ni lo que es considerado bueno hoy lo ha sido siempre. El desarrollo del hombre,
tanto a nivel colectivo como individual, abre ante él nuevas posibilidades, nuevos horizontes de
realización que transforman sus cánones de valoración moral. El hombre antiguo pudo
encontrar buena la esclavitud, la poligamia, el asesinato de los vencidos, el sometimiento de la
mujer al varón, la tiranía. Sin embargo, a medida que se ha desarrollado en la humanidad la
conciencia de la dignidad e igualdad de todos, estas prácticas han sido abandonadas y
prohibidas. En ambas situaciones hay algo en común: el sentido moral, que justifica o reprueba.
Lo mismo se puede decir de cada individuo particular. Ningún sujeto normal, por malvado que
sea, carece de conciencia moral. En el lenguaje común utilizamos el término “inmoral” para
calificar a una persona que obra en contra de los principios comúnmente aceptados. Pero
etimológicamente inmoral significa carente de moral. Sólo los dementes podrían ser inmorales
en el sentido etimológico del término. Lo que sucede con el lenguaje es que moral y moralidad
han pasado a ser sinónimos de rectitud moral, y, consiguientemente, inmoral e inmoralidad,
sinónimos de falta de rectitud.
La moralidad es algo común a todos los pueblos.
Todas las personas normales tienen conciencia moral.

Lo que cambia entre los individuos y los pueblos son los contenidos de esa conciencia moral.
CUESTIONARIO DE PREGUNTAS POR CIPAS. 1° ENCUENTRO

1.- Cuando se dice de alguien que esta desmoralizado, significa: ¿Qué no logra distinguir lo
bueno de lo malo. ? Argumenta.

La palabra moral derivada del latín, con un significado aproximado a costumbres, el concepto
moral consiste en una serie de normas, reglas, valores, ideas y creencias; en base a las cuales
un ser humano viviendo en sociedad manifiesta su conducta

Una persona desmoralizada infringe las normas, y esto lo conlleva a ir encontra de la ética.
El significado de desmoralizado habla de la incapacidad humana de mantener la posesión de
sí mismo, de ser desquiciado y no vivir su propia vida, no logra una eficacia en su medida
humana.

De acuerdo a lo anterior, podemos afirmar que una persona desmoralizada si puede


distinguir lo bueno de lo malo, porque es la misma sociedad que establece estas normas de
sana convivencia que son un “código de conducta” a lo largo de la historia y esta intrínseco
en cada uno de nosotros distinguir lo bueno de lo malo de acuerdo a lo que aprendemos en
la familia, en el colegio, en la sociedad desde nuestra infancia.

Es aquí donde, Luis José, González. Ética, El búho – 1996 afirma “Ningún sujeto normal, por
malvado que sea, carece de conciencia moral” “Sólo los dementes podrían ser inmorales en
el sentido etimológico del término”.

2.- ¿La moral como fenómeno social, es exclusiva de los pueblos más civilizados. ?
Argumenta.

No, la moral no exclusiva de los pueblos más civilizados de acuerdo a lo siguiente:

 La moral solo puede surgir cuando el hombre deja su naturaleza instintiva y tiene una
naturaleza social cuando ya forma parte de una colectividad de la vida social garantiza
la subsistencia y afirmación de la gens o de la tribu así surgen una serie de normas
mandatos o prescripciones no escritas La necesidades de ajustar la conducta de cada
miembro de la colectividad a los intereses de esta determina que se considere
intereses de la colectividad solidaridad ayuda mutua disciplina amor a los hijos de la
misma tribu
 La moral como fenómeno social, posee un carácter universal. Debido a que es algo
arraigado en el mismo ser del hombre, este ha sido cualificado desde sus orígenes

 La moral, debe ser entendida como una capacidad universal propia de todos los seres
humanos y producto de la evolución, capacidad de diferenciar lo bueno y lo malo, de
hacer juicios morales para distinguir claramente entre lo reprochable y lo que no lo
es. La moral puede decirse que es una manifestación de la autonomía

 El hombre antiguo pudo encontrar buena la esclavitud, la poligamia, el asesinato de


los vencidos, el sometimiento de la mujer al varón, la tiranía. Sin embargo, a medida
que se ha desarrollado en la humanidad la conciencia de la dignidad e igualdad de
todos, estas prácticas han sido abandonadas y prohibidas

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