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Breve Biografía de Isaías

 Isaías (del hebreo—‫שעיהו‬Ieshaiáhu): “Yahveh es salvación”.


 Nació en Jerusalén perteneciente al Reino de Judá
 Vivió en el Siglo VIII A.C.
 Era Casado y tenia al menos 02 hijos (Is. 7:3 y 8:18).
 Hijo de Amoz de descendencia real.
 De carácter humilde y compasivo (IS. 6:5, 16:9, 21:3 y 65:2.)
 Época: llamado al servicio profético en el año de la muerte de rey Uzías (Is. 1:1, 6:1) ejerció su ministerio hasta
el final del reinado de Ezequías, entre estos dos reyes hubo los reinados de Jotan y de Acaz. Pero todo induce a
creer que prosiguió su ministerio uno o dos años durante el reinado de Manasés, pues la tradición judía relata
que Isaías murió mártir en el año 686 durante este reinado.

El estilo de Isaías sin duda da cuenta de su privilegiada educación. Según Enciclopedia bíblica internacional “Isaías no
tenía superior ni rival en términos de versatilidad expresiva y genialidad de imaginación. Su estilo marca la cúspide de
la literatura Hebrea”. Su versado manejo de epigramas, metáforas, expresiones interrogativas, diálogos, hipérboles y
parábolas “posiciona el libro de Isaías como la obra más brillante de la literatura Hebrea”

Contexto histórico
La primera sección (caps. 1-39) proviene en su mayor parte del mismo profeta Isaías, aunque también contiene
algunos fragmentos de origen diverso, en especial, el llamado “Apocalipsis de Isaías” (caps. 24-27) y el epílogo sobre la
actividad del profeta en tiempos del rey Ezequías (caps. 36-39).
La segunda sección (caps. 40-55) tiene un trasfondo histórico muy distinto. Cuando el Pueblo judío estaba desterrado
en Babilonia, un profeta anónimo dirigió un mensaje de esperanza a los exiliados, anunciándoles su próxima
liberación. Los oráculos de este profeta fueron luego incorporados al libro de Isaías, y a su autor se lo designa
habitualmente con el nombre de “Déutero Isaías” o “Segundo Isaías”.
La tercera sección (caps. 56-66) reúne una colección de oráculos pronunciados por varios profetas de la escuela de
Isaías, cuando el “Resto” de Israel ya había regresado del exilio y trataba de instalarse nuevamente en la Tierra de sus
antepasados.
Isaías profetizó durante el periodo del reino dividido. Durante la vida de Isaías el reino de los asirios llevó cautivo a
Israel y amenazó a Judá en tiempos de Ezequiel Este libro fue escrito en una época agitada. El pueblo se había alejado
de la religión y se había corrompido.
En los primeros años de su actividad profética, la principal preocupación de Isaías es la situación moral, social y
religiosa de Judá y de Jerusalén. En medio de la indiferencia generalizada –consecuencia de la prosperidad
momentánea que vive el país– el profeta lucha por disipar la ceguera de sus habitantes. El Señor había plantado a su
Pueblo como una “viña” y lo había cuidado con solicitud paternal. Pero esa viña no produjo los frutos que él esperaba,
sino las uvas amargas de la rebeldía y la injusticia (5. 1-7). Judá se ha convertido en una “nación pecadora”, en
un “pueblo cargado de iniquidad” (1. 4). Sus hombres se consideran sabios e inteligentes (5. 21), pero son incapaces
de reconocer “la obra de las manos del Señor” (5. 12). Son arrogantes y orgullosos, pero “se postran ante la obra de
sus manos” (2. 8). Los poderosos sólo piensan en acrecentar sus riquezas, conculcando el derecho de los pobres (5. 8).
Sin embargo, el Señor es “el Santo de Israel” y no puede soportar la injusticia y la soberbia. Por eso, ya se percibe a lo
lejos la amenaza del ejército asirio, que será un instrumento en las manos de Dios para el juicio purificador (5. 26-30).
Mientras tanto, la sentencia divina queda en suspenso. Frente al inminente Juicio de Dios, sólo hay una posibilidad de
salvación: cambiar de vida, practicar la justicia y hacer el bien (1. 16-17).

Este fue el tiempo de mayor amenaza y trato con otras naciones que Israel tuvo en la historia de los profetas. Sus
profecías fueron de índole histórica, las cuales tenían que ver con la relación de Israel y Judá con las naciones vecinas
de Asiria, Siria, Egipto y Babilonia. Estos eran años de crisis, y el profeta ofrecía sus consejos a los reyes
contemporáneos con él[. Dentro del contexto de Isaías y algunos de sus relatos encontramos hechos como la alianza
de Israel con Siria, la oposición experimentada de Asiria y el vuelco de esta historia terminando en guerra con Siria y
aliados con Asiria, el cual “responde saqueando a Gaza, llevando a toda Galilea y Galaad en cautiverio y finalmente
capturando Damasco”.
Isaías vivió en los últimos tiempos del rey Uzías (Is. 6.1). Uzías fue un símbolo de éxito espiritual, político y económico.
Comenzó a reinar a los 16 años siendo un rey ejemplar (2 Cr. 26.4), asimismo su hijo Jotam (2 R. 15.34). Todos sus
hechos como rey de Israel se relatan en 2 Crónicas 26, constituyendo reformas sociales, políticas de seguridad y
reformas económicas.
Aún siendo años ricos en el reino del sur, el tiempo en el que Isaías profetizó fue un año lleno de crisis, ya que después
de este tiempo de seguridad en el reinado de Uzías vino un tiempo de gran prueba de conflictos políticos e
imperialismo.
Dentro de todos estos conflictos políticos, podemos encontrar un propósito divino para alumbrar a las naciones con el
mensaje profético. Isaías enfocó su mensaje con la misma fuerza hacia Judá que hacia las naciones, teniendo como
propósito principal recordar a sus lectores la relación especial que tenían con Dios

1-El plan de Dios en el libro


La Palabra de Dios desglosa el proyecto de Dios y enumera los elementos clave de la misión universal y eterna. La
misión de Dios para la tierra es que le conozca y le glorifique. Esta misión comienza en Génesis 12 y finaliza con los
santos de todo el mundo adorándole en Apocalipsis 7.9.
La gran comisión es encontrada en esencia a lo largo de Isaías. Y vemos en este libro el mismo corazón misionero de
Dios para todas las naciones.
El propósito de la adoración en Israel, aún dentro de su propia liturgia, en su propio templo, era glorificar a Dios a tal
punto que las naciones también lo hicieran. Aún cuando en la cultura judía no se permitía que un extranjero sacrificara
en el templo, sino sólo se le daba la parte llamada “patio de los gentiles” para habitar y ser un prosélito, el plan de
Dios abarcaba mucho más que solo pararse en el patio.
El corazón de Dios deseaba “que [los pueblos gentiles] amen el nombre de Jehová… y abracen mi pacto” (Is. 56.6). Él
quería aceptar sus sacrificios, quería escuchar sus oraciones y que hiciesen suyo el pacto con Israel.
El deseo de Dios de juzgar la tierra es evidente en estos pasajes. Él no solo quería sorprender a Israel al conocerle, sino
también asombrar a muchas naciones. Él no solo quería ofrecer salvación a Israel, sino desde antaño quería “[quitar] la
afrenta de su pueblo de toda la tierra” (Is. 25.8).
¡El banquete estaba provisto para todos los pueblos! Si tenemos una idea de un Dios encerrado en un templo en un
pequeño pueblo de Israel por casi 3000 años estamos equivocados. Este Dios de Israel quería gozarse con todas las
naciones tal como quiere hacerlo ahora. El problema es que Israel nunca quiso reconocer esta realidad. Y aunque
había suficiente banquete para todos, nunca quisieron compartirlo. La Iglesia de este siglo está viviendo una situación
muy similar.
La perspectiva de Dios dentro del libro de Isaías era global, y no local. Ministrando, dando profecía de castigo y
bendición y promesas del Mesías venidero a todas las naciones, no particularmente la nación de Israel.
La gran comisión no fue un mandato improvisado de un Cristo que ya no tenía otro mandato que dejar porque su plan
había fallado. La gran comisión es un mandato que nace del corazón de Dios desde la antigüedad, manifestado a lo
largo de la historia y a lo largo de toda la vida del Salvador en la tierra.
La misión mundial siempre ha tenido como fin la manifestación de Dios en la tierra, y este debe ser también nuestro
fin: El buscar que Dios sea glorificado por todas las naciones, así como también Isaías lo proclamó.
Este es el enfoque que no podemos perder dentro del libro de Isaías, ya que la bendición que perderíamos de estar
junto al corazón de Dios sería significativa. Isaías experimentó en su tiempo el mismo Dios que podemos experimentar
hoy, un Dios que ama las naciones y quiere ser glorificado en medio de ellas.

Aquí quiero agregar algunos elementos más, pues el pasaje presenta una visión amplia de lo que Dios quiere para
una sociedad bendecida.
1. En el versículo 16 se habla de una obra especial de Dios. No podemos esperar esta sociedad sana sin la
obra de Dios. No sólo la iglesia debe evangelizar en el poder de Dios, sino también practicar la acción comunitaria
bajo la dirección del Espíritu Santo y en el poder de Dios. Es un proyecto de toda la iglesia.
2. Dios quiere que su pueblo se goce, se alegre en lo que Dios ha creado y en sus hechos (v. 18). Dios quiere
que su pueblo goce de los bienes materiales. Es cierto que Isaías condena al pueblo porque ha divinizado e idolatrado
los bienes terrenales, pero Dios quiere que los disfrutemos dependiendo de él y agradeciéndole. La injusticia reinante
en el mundo hoy hace difícil realizar este propósito de Dios.
3. Dios no quiere que la gente sufra (v. 19). Es cierto que los que viven fielmente para Cristo van a sufrir,
como también que todos sufrimos por ser parte de la raza humana caída. Pero Dios quiere aliviar el sufrimiento de su
pueblo. El ministerio de Jesús nos da un buen ejemplo; siempre estaba liberando, sanando y ayudando a los que
sufrían.
4. En esta visión integral de la sociedad, los niños no deben morir. Uno de los graves problemas de nuestros
días es la muerte de muchísimos niños, sencillamente por las injusticias de la sociedad. Cada vez más iglesias están
abriendo hogares para niños de [Pág. 166] la calle y huérfanos. Si tomamos en serio esta
«agenda de Isaías», también debemos atacar las causas de tanto sufrimiento infantil.
5. Puesto que nuestra sociedad de consumo sólo da importancia a los que producen y consumen, también
descuida a los ancianos. Pero en el propósito de Dios, los ancianos deben vivir dignamente (v. 20). También muchas
iglesias están empezando a dirigirse a esta necesidad, que es parte de la misión de la iglesia.
6. La visión integral de la misión busca más equidad en la sociedad. En el presente orden económico crece la
brecha entre los ricos y los pobres. Algunos acumulan muchas casas y mucho dinero, mientras la mayoría no tiene
vivienda digna. El versículo 21 indica el propósito divino de que cada uno disfrute de su propia casa.
7. Asimismo, esta visión contempla que cada uno disfrute de los recursos de la tierra (v. 21) y los frutos de la
obra de sus manos (v. 22). Como iglesia nos toca promover todo lo que posibilite esto, dentro de la comunidad de fe
y también en nuestra sociedad.
8. Hoy muchos son tan pesimistas en cuanto al futuro que desesperan al pensar en la vida de sus hijos y
nietos. Este pesimismo también influye sobre los hijos: la juventud tiende a vivir sólo el presente porque tampoco
tiene esperanza en cuanto al futuro. Pero en la sociedad que Dios quiere hay seguridad y esperanzas de una vida
sana para los descendientes (v. 23).
9. El mundo que no cree en Dios también busca todas estas bendiciones. Precisamente, lo que dicen los
profetas es que la sociedad no puede encontrarlas a menos que las busque en relación con Dios. De cierta manera, la
Biblia nos presenta un enigma; Dios quiere que disfrutemos los bienes materiales, pero si vivimos para ellos no
podremos disfrutarlos. El versículo 24 indica la clave para esta sociedad sana: la confianza y dependencia en Dios.

Entonces habrá una verdadera shalom, una paz y un bienestar total de la comunidad que «no harán daño…en todo
mi santo monte». ¿Cuándo veremos cumplida esta visión integral de la [Pág. 167] sociedad? Los que no ven aquí
ninguna profecía del futuro dicen que es sencillamente la agenda para la sociedad en la que debemos trabajar,
aunque emplee un lenguaje un tanto hiperbólico.

2- La misión del pueblo o la iglesia Uno no puede desligar la misión al pueblo de Dios —la iglesia— de la misión al
mundo no evangelizado. En Isaías, la misión de Dios también incluye un ministerio al mismo pueblo de Dios. La misión
no es solamente ir a otros pueblos: es también ministrar a los que tienen el mensaje de Dios y se consideran parte del
pueblo de Dios. Podemos entender esta faceta de la misión especialmente al examinar el ministerio del profeta, del
Siervo de Jehová y del remanente. La misión de Dios incluye hoy, de manera similar a la época del Antiguo
Testamento, un ministerio dirigido a la iglesia, para llamar al pueblo de Dios a arrepentirse de su sopor, de sus
idolatrías, y a volverse a él con todo su corazón. El mismo pueblo de Dios tiene que volver a mirar la grandeza y el
poder de Dios. Debe aceptar su mensaje de esperanza y promesa. Y hoy, como en el tiempo de Isaías, este despertar
de la obra de Dios produce una nueva visión misionera: «Entonces las naciones andarán en tu luz…» La historia de la
iglesia muestra que el empuje misionero más fuerte de la iglesia siempre ocurre cuando la misma iglesia experimenta
renovación y avivamiento

El pueblo de israel
De acuerdo con el plan de Dios para su pueblo, Israel cumple su misión viviendo de acuerdo con el proyecto divino
más que viajando hacia tierras lejanas para anunciar ese proyecto.
El pueblo de Israel, según este pasaje, fue llamado no sólo para ser el siervo del Señor, sino para ser luz a las naciones,
para mostrar la salvación hasta lo último de la tierra. Es evidente que Israel debía asumir una actitud misionera. Pero
esto no fue cumplido hasta la venida de Cristo, se hace necesaria su aparición para cumplir este mandato.
Por tanto, el propósito de Israel, así como el de la Iglesia, es ser como Cristo y así llegar a ser luz hasta lo último de la
tierra. Es por eso que no podemos pasar por alto el reflejo de Cristo en este pasaje. Él es la salvación del mundo, Él es
la esperanza y Él es la “Luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel” (Lc. 2.32).
Hechos 13.47 hace eco a este mandato haciéndolo nuestro “Porque así nos ha mandado el Señor, diciendo: Te he
puesto para luz de los gentiles, A fin de que seas para salvación hasta lo último de la tierra”. El propósito de Israel y de
la Iglesia es glorificar a Dios y mostrar su salvación al mundo entero.
Esa es la obra de Dios hacia un pueblo no alcanzado. Ese es el corazón de Dios cuando mira las naciones. Pero más
glorioso aún es ver que Él nos incluye en este plan como sus testigos, en este caso incluyendo a Israel para ser su
proclamador dentro de las naciones, dentro de gente desconocida.

La iglesia

Como cristianos, somos parte de un plan global de Dios, hemos recibido un canon de Escrituras y nuestra perspectiva
debe tomarlo en cuenta Este énfasis integral es importante para nuestra comprensión de la misión de la iglesia. Las
enseñanzas que Dios ha dado a su pueblo por medio de toda la Biblia deben formar nuestra visión de la misión
Debemos tomar a Isaías, por lo tanto, como un eslabón en el proyecto global de Dios que se desarrolla a lo largo de
toda la Biblia
Es interesante notar que Cristo nos es introducido en Isaías no como una esperanza para los judíos, sino para los
[(ethnos) LXX] de la tierra. Cristo no es introducido como rey y luego como siervo, este es el Cristo que las naciones
necesitan. Un Cristo Glorioso como señal para los pueblos. Es por eso que no podemos solamente encerrar el próximo
versículo a los Israelitas, sino debemos reconocer la obra de Dios en todas las naciones.
Es menester para nosotros reconocer la obra fiel de Dios dentro de las naciones, sobreponiéndola a nuestro alcance
evangelístico infiel e inconstante que se identifica con el pueblo de Israel. No sabemos cómo la providencia de Cristo
abarca esos pueblos aún cuando Israel no asumió su responsabilidad de ser luz, pero de eso se trata la providencia de
Dios, que todo depende simplemente de Él.
El corazón de Cristo llama a la gente desconocida para nosotros. Su misión abarca los no alcanzados, aunque la nuestra
no la tome en cuenta. Él quiere salvarlos, quiere que corran hacia Él y liberarlos del yugo del pecado. Cristo tiene el
mismo corazón compasivo por las multitudes necesitadas de un pastor. Cristo quiere ser su pastor. Esa es su misión,
ese es su llamado.
Es hora de que los cristianos tomemos conciencia de la visión bíblica de la historia y, a la vez, de nuestra
responsabilidad de cambiar la historia, de hacer historia. El evangelio de Cristo, proclamado y vivido en el poder de
Dios, influye en la historia, cambia la historia, hace historia. Es el medio que usa el Señor de la historia para llevarla a
su meta: el Reino de Dios
3- Énfasis misionero del libro.
En los profetas, hay la doble misión de anunciar y denunciar, pero hay uno que se destaca por ser el profeta de la
esperanza mesiánica, es Isaías, El enfatiza La santidad, majestad y justicia de Jehová; la compasión y misericordia
salvadora de Jehová; el papel central de Israel en los planes de Jehová para las naciones y el mundo; el papel central
de Sion en estos planes; el papel redentor del siervo sufriente de Dios; el futuro final glorioso que Dios tiene reservado
para los que son suyos.
Isaías sin duda tiene parte en el plan global de Dios dentro de las escrituras, y en efecto, dentro de la revelación de
Dios para el mundo. Es el libro que habla de la Gracia de Dios, del Reino de Dios, del Santo de Israel. Los profetas se
vieron a sí mismos como eslabones en una cadena de profetas, siendo partes de la revelación progresiva y aportes a la
escatología.

El pueblo de Dios necesitaba una nueva visión de su propio Dios. En la primera parte de Isaías hay mensajes que
enfocan la grandeza de Dios. ( Is. 12:4–6).
Pero los pasajes más sublimes sobre la grandeza de Dios se encuentran en la segunda parte. El profeta llama a su
pueblo a mirar a Dios y reconocer su incomparable majestad y poderío. (Is. 40:3, 9, 22).
Isaías dentro de su libro ministra al pueblo de Dios como bálsamo dentro de los años de cambios que estaban y
seguirían viviendo. Ministró a sus contemporáneos en la ciudad de Jerusalén dando esperanza de un libertador y un
mesías en un mundo que recientemente había querido tomarlos cautivos.
Y además ser un libro con profecías hacia el pueblo de Israel, Isaías es también un libro enfocado hacia las
naciones, dándonos un espacio de al menos 20 capítulos directamente enfocados hacia las naciones gentiles. La
sección identificada por MacArthur como “Oráculos de juicio y salvación (13.1-23.18)” incluye al menos 11 naciones
presentes y futuras en el tiempo de Isaías. Otro tema misionero en Isaías es la urgencia de llevar el mensaje de Dios.
Israel es parte del plan de Dios (43:10; 44:1, 21) que extiende hasta abarcar a todas las naciones (43:8–9; 45:5–6, 22–
23). Dios llama a su pueblo a ser testigo para llevar las buenas nuevas al resto del mundo.
No temáis, ni tengáis miedo. ¿No te lo hice oír y te lo dije desde antaño? Y vosotros sois mis testigos. ¿Hay Dios
aparte de mí? No, no hay otra Roca; no conozco ninguna (Is. 44:8).
Como aporte a este oráculo, Isaías enfatiza la singularidad de Dios para un mundo sincretista e idólatra. el énfasis de
Isaías en la singularidad de Dios: sólo hay un Dios, no hay otro. Los mensajes contra la idolatría son fuertes a lo largo
de todo el libro. Asimismo, las advertencias contra el sincretismo religioso son necesarias hoy.
La visión misionera de Isaías también se pone en evidencia en las invitaciones a la gente de todo el mundo para que
venga a conocer al Dios verdadero y a disfrutar de su gracia. Con razón [Pág. 153] muchos evangelistas encuentran
aquí textos apropiados para invitar a aceptar a Cristo. (Is. 45:20–23).

Punto adicional
El método de la misión
Isaías también provee material sobre los métodos que Dios usa para cumplir su misión. Por falta de espacio
no voy a desarrollarlos aquí. Sólo ofrezco algunas sugerencias que pueden ampliarse en otro momento.
La proclamación (comunicación)
Los profetas eran muy buenos comunicadores. Ponían mucho énfasis en la proclamación de la Palabra de
Dios. La proclamación de Isaías es un ejemplo de buena comunicación. Casi todo el libro es poético, con los versos
más hermosos y sublimes del Antiguo Testamento. Además, el profeta usa todo tipo de símbolos y ayudas
visuales para comunicar la Palabra de Dios a la gente.
[Pág. 170] Así será mi palabra que sale de mi boca: No volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será
prosperada en aquello para lo cual la envié (55:11).
Por amor de Sion no callaré, y por amor de Jerusalén no me quedaré quieto, hasta que su justicia irradie como
luz, y su salvación arda como antorcha … Tampoco le deis reposo, hasta que él restablezca a Jerusalén y haga de
ella una alabanza on la tierra (62:1, 7).
Llevar el mensaje (testificar)
Ya hemos hablado de la importancia de llevar el mensaje de Dios. Para cumplir la misión de Dios a las
naciones es necesario ir, como dice la Gran Comisión en Mateo 28:19–20, Marcos 16:15; Lucas 24:46–48; y
Hechos 1:8.
Vivir el mensaje
Todos sabemos que debemos vivir el mensaje, pero a veces lo olvidamos. Isaías destaca la sinceridad en la
adoración a Dios y la importancia de profundizar la comunión con él.
Vosotros sois mis testigos, dice Jehová; mi siervo que yo escogí, para que me conozcáis y me creáis, a fin de que
entendáis que Yo Soy. Antes de mí no fue formado ningún dios, ni lo será después de mí (43:10).
Orar
Cada vez más se reconoce la oración como base fundamental para llevar a cabo la misión. Isaías oraba y
también enseñaba sobre el tema, la grandeza de Dios, su interés en cada persona, su invitación a acercarse a él.
A los hijos de los extranjeros que se han adherido a Jehovah para servirle y que aman el nombre de jehovah
…a éstos yo los traeré al monte de mi santidad y les llenare de alegría en mi casa de oración. Sus holocaustos y
sus sacrificios serán [Pág. 171] aceptos sobre mi altar, pues mi casa será llamada casa de oración para todos los
pueblos (56:6–7).
¿Quiénes realizan la misión?
En el libro de Isaías, a menudo se lo llama a Israel el «Siervo de Jehová». Todo el pueblo tiene una misión. A
veces se dice que el remanente tiene una misión a lodo Israel. Otras veces se habla de un profeta o un siervo de
Jehová en particular. El Nuevo Testamento ve al Mesías como el que cumple el papel del Siervo de Jehová. El
tema del Mesías también se aprecia en otras partes de Isaías, quien le asigna un papel preponderante en el
cumplimiento de la misión.

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