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CRISTOLOGÍA

José Antonio Pagola (2007). Jesús, aproximación histórica. PCC, Editorial y distribuidora,
SA.

JESÚS PROFETA DEL REINO


Jesús lleva consigo un fuego en el corazón. Necesita anunciar a aquellas pobres
gentes una noticia que a él mismo le quema dentro: Dios viene ya a librar a su pueblo de
tanto sufrimiento y opresión. Sabe lo que quiere: “poner fuego en la tierra” (Lc, 19 49),
anunciando la irrupción del reino de Dios.

I. Profeta itinerante
Jesús no se instala en Nazaret, sino que se dirige a la región de lago de Galilea, y se
pone a vivir en Cafarnaúm, en casa de Simón y Andrés. probablemente Jesús lo elige por su
ubicación estratégica desde donde desarrollar su actividad profética itinerante.

Aquí en Cafarnaúm tampoco se instala, es desde allí que hace muchas giras misioneras. No
es posible reconstruir los itinerarios de sus viajes, pero sí es claro que recorrió los pueblos
alrededor del lago, entre ellos: Cafarnaúm, Magdala, Corazaín, Nazaret, Caná, Naín, Tiro,
Sidón, Cesarea de Filipo y la Decápolis.

Se queda a orillas de las ciudades, en las aldeas, siempre en búsqueda de los más pobres.
Está acompañado de un pequeño grupo que anda con él. Se acerca a las casas y sale al
campo para dirigirse a los jornaleros, en todo siempre está en las periferias. Acudía los
sábados a la sinagoga y con su pueblo rezaba, cantaba y escuchaba la Escritura.

Ya el pueblo no sale al desierto, es Jesús profeta, que viene a los pueblos a dar un mensaje
a su pueblo, les invita a entrar en el reino de Dios que irrumpe sus vidas. Las parábolas que
extrae de la vida cotidiana de la gente, se convierten en “parábolas del reino”.

Su vida itinerante es signo de libertad y de su fe en el reino de Dios. A la vez, su itinerancia


indica que el reino de Dios no tiene un centro de poder desde el que se pueda controlar.
“Sed itinerantes” (Apócrifo de Tomás)

II. La pasión por el reino de Dios


La causa a la que Jesús dedica su vida, su tiempo, sus fuerzas es lo que él llama “reino de
Dios”. Es el núcleo central de su predicación, su convicción más profunda, la pasión que
anima toda su actividad. Todo lo que dice y hace está al servicio del reino de Dios.

El pueblo se encuentra con Jesús, un profeta apasionado por la vida más digna para todos,
que desea que el reinado de Dios en justicia y misericordia se vaya extendiendo.
III. El anhelo que venía de lejos
El reino de Dios no es una especulación de Jesús, sino un símbolo bien conocido, que
recogía las aspiraciones y expectativas más hondas de Israel. La utilización de ese término:
reino de Dios, lo decidió usar Jesús de forma regular y constante. No encontró otra
expresión mejor para comunicar aquello en lo que él creía.

Todo se pone en manos de Dios, su reino es seguro, inquebrantable y absoluto. Desde el


antiguo Testamento ya se veía un Dios como “liberador”, lo experimentaron como su
“pastor” y su “padre”. Ahora Dios restauraría este pueblo humillado y lo liberaría de la
esclavitud.
Is. 52,7 Que hermosos los pies de mensajero que anuncian la paz, que trae buenas nuevas y
que dice a Sion: “Ya reina tu Dios”

IV. En medio de un pueblo en ardiente espera


Sin duda Jesús conocía el libro de Daniel, el escrito apocalíptico más popular, escrito en
tiempo donde la opresión desbordaba todo lo imaginable (Antíoco IV).

Seguramente también Jesús ha rezado esta plegaría (Qaddish):


“Que su nombre grande sea ensalzado y santificado en el mundo que él ha creado según su
voluntad. Que su reino irrumpa en nuestra vida y en nuestros días...”
El pueblo ferviente esperaba la pronta intervención de Dios, verdadero rey de Israel, que
establecería su reino eterno por medio del Mesías, de la familia de David.

V. Ya está Dios aquí


Jesús sorprendió a todo con esta declaración: “El reino de Dios ya ha llegado”. Su
seguridad tuvo que causar verdadero impacto. Dios está ya aquí, actuando de manera
nueva, su reinado ha empezado a abrirse paso en las aldeas de Galilea.
El reino de Dios está entre nosotros, Ha llegado, está aquí, aunque todas las apariencias
estén en contra, Jesús invita a creer. Dios ha llegado para imponer su justicia, no es
intervención espectacular, sino fuerza liberadora, humilde pero eficaz.

VI. La mejor noticia


El mensaje de Jesús impresionó desde el principio, la manera de hablar de Dios provocó
entusiasmo en los sectores más sencillos e ignorantes de Galilea. Su mensaje es que, a Dios,
le preocupa liberar a las gentes de cuánto les deshumaniza y les ha ce sufrir.

Ha empezado un combate decisivo, Dios no viene a destruir personas, sino el mal que está
en la raíz de todo, envileciendo la vida entera. No es un combate mítico, sino concreto que
se produce constantemente en la historia humana.
Más Jesús no habla de la ira de Dios, como el Bautista, él habla de la compasión, de la
misericordia, del amor desbordante. No llama a Dios “rey”; se dije a Dios como “Padre”. Él
comunica su propia experiencia de Dios, así como él lo ha experimentado.

VII. Dios, amigo de la vida


Hay algo que todos, al escuchar a Jesús, podías comprender: lo importante es la vida de la
gente, no la religión. Hablaba, curaba, sanaba, liberaba, pues el reino de Dios corresponde a
las aspiraciones más profundas. Jn. 10,10 “Yo vine para que tengan vida y vida en
abundancia”.

Los campesinos de Galilea captan en Jesús algo original, algo nuevo Jesús despide a la
gente con las palabras Shalom: ¡Vete en paz!,, les desea lo mejor, la salud integral, por eso
les sana y les da le bienestar completo. Toda la actuación de Jesús se dirige a generar una
sociedad más saludable.

VIII. Tienen suerte los pobres


Todos pueden entrar en el reino, pero no de la misma manera, pues la misericordia de Dios
está urgiendo antes que nada que se haga justicia a los más pobres y humillados. Jesús
declara de manera rotunda, que el reino es para los pobres. “Dichosos los pobres, porque es
suyo el reino de los cielos” (Lc. 6, 20-21). Si Dios se pone de su parte, no es porque lo
merecen, sino porque lo necesitan.

Dios defiende a los que nadie defiende. “Defenderá a los humildes del pueblo, salvará a la
gente pobre…se apiadará del débil y del pobre… Salvará la vida del pobre, la rescatará de
la opresión y la violencia. (Salmo 72, 4. 12-14). Dios es amante de la justicia.

IX. Las cosas tienen que cambiar


La irrupción de reino de Dios está pidiendo un cambio profundo. Hay que “entrar” en el
reino, eso es dejarse transformar por su dinámica y empezar a construir la vida tal y como
la quiere Dios. Jesús soñaba esa transformación al ver al pueblo viviendo según la Alianza:
un pueblo se pudiera decir que reinaba Dios, pertenecerle enteramente a Él.

Todo profeta ha tenido el mismo sueño: “un pueblo de Dios”. Esto no es meramente un
asunto religioso, sino de consecuencias concretas en el plano político y social. El reino de
Dios exige terminar con la inicua explotación del pobre y revalido, pues de verdad “no se
puede servir a Dios y al dinero al mismo tiempo” (Mt. 22,21). Jesús trata de introducir un
nuevo modelo de comportamiento social, basado en la justicia social y el amor.

X. Lo mejor está por venir

El reino de Dios ha llegado y su fuerza está ya actuando, pero lo que se puede comprobar
en Galilea es insignificante, lo que espera Israel y el mismo Jesús es mucho más. ¡Que
venga tu reino! Est germinando un “mundo nuevo”, pero solo en el futuro alcanzará su
plena realización. El reino de Dios está en forma de “semilla” cuyo fruto se podrá recoger
como “cosecha final”.

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González Faus (2016). La humanidad nueva, ensayo de cristología, Presencia teológica.
Sal terrae.
La muerte según las Escrituras: muerte del Profeta, muerte del Justo y muerte del
Siervo
1. La muerte del Profeta:
Las primeras teologías vieron en la muerte de Jesús la cumbre del destino trágico de
todos los profetas de Israel. Parece convertirse en Ley para todos los que escogen la lucha
por la justicia, la libertad o la dignidad del hombre, dondequiera que se hallen. El mismo
Jesús parece reconocer que el destino de la sangre justa es ser derramada sobre la tierra
(Mt. 23,34-35).
El profeta es una figura que, a la larga, resulta intolerable a todo sistema, y los
responsables de este no tienen otro camino que deshacerse de él. Para explicar la muerte de
Jesús, hay que decir que los fariseos de todos los sistemas tomarán siempre el hecho de que
existan falsos profetas como una prueba de que no existen los buenos.
Al morir a manos de la comunidad oficial, el profeta no deja de identificarse con
ella; pero, al hacerse en la forma del castigo y no de la complicidad, esta identificación
evita convertirse en una aceptación del “orden establecido”. La muerte del profeta redime
en cierto modo al sistema.
Jesús es más que un profeta particular y porque su pretensión tocaba al hombre
mismo, es por lo que es teológicamente legítimo considerar a la humanidad total, y no a los
judíos de una época determinada, como la verdadera responsable de su muerte. Pero, por
eso mismo, su muerte significa que este hombre extraño no sale del sistema humano, no
niega su solidaridad con el hombre.

2. La muerte del justo


Si en el profeta se plantea el nivel último de sentido de toda lucha, el justo se
plantea el nivel último de sentido de toda fe. Toda la religiosidad veterotestamentaria y toda
la experiencia de fe de la comunidad judía se apoyaba en una captación profundísima de la
identidad entre Dios y la Justicia. No hay en todo el Antiguo Testamento otro concepto más
vinculado a Yahvé que el de la justicia
3. La muerte del siervo
Ese dolor tan enorme no responde al pecado propio, sino al de todo hombre y todo
el pueblo. Con ello se invierte –y se completa– el primer esquema que había vivido el
pueblo en el desierto: no es que el grupo pueda pagar el pecado de uno, sino que uno puede
pagar el pecado de su grupo.
Esta experiencia es la que se aplica ahora a Cristo. Por tanto, si sobre Jesús recae
este salario del pecado, se indica que es un miembro de esta familia de pecadores. Pero,
otra vez, no un miembro cualquiera, sino aquel cuya solidaridad con la familia llega hasta
el límite.
Las categorías del Profeta y del Justo apuntaban a subrayar que Jesús, pese a su
muerte, era inocente.

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Cosenza D. (2004) Jesús el profeta de Galilea.
http://www.geocities.com/domingocosenza/index.htm

JESÚS, EL PROFETA DE GALILEA


El Profeta del fin de los tiempos
En la época de Jesús el antiguo profetismo se había extinguido desde hacía tiempo en
Israel. En el lugar de la palabra viva del profeta se había introducido la autoridad de los
grandes profetas del pasado donde El don de la profecía se presentaba, entonces, cada vez
más como un fenómeno que sólo reaparecería al final de los tiempos, y lo haría de una
manera muy visible.
La aparición de Juan el Bautista podía ser considerada como un acontecimiento que
manifestaba el fin: un profeta vivo había surgido nuevamente, como en los siglos
anteriores. Su mismo bautismo pudo haber sido estimado como un gesto profético, como
era el caso de las acciones simbólicas que habían acompañado la predicación de Jeremías,
Isaías o Ezequiel.
Por aquel tiempo estaba también extendida la idea de un único profeta; El Espíritu Santo
habría dicho a Jesús durante su bautismo en el Jordán: "Yo te he esperado en todos los
profetas, a fin de que tú vinieras y yo reposara en ti". El Profeta aparecería al final de los
tiempos en su forma definitiva y plena, y la profecía llegaría entonces a su término y
cumplimiento.

La aparición de Juan el Bautista.


Según todos los evangelios, la entrada en escena de Juan el Bautista y su actividad
precedieron la historia de Jesús. Para la tradición cristiana primitiva había en ello algo más
que un simple recuerdo histórico. He aquí que yo envío mi mensajero delante de ti, que
preparará por delante tu camino. En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de
mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los
Cielos es mayor que él" (Mt 11,7-11).
La tradición cristiana, que reconocía a Jesús como el Mesías, siempre consideró a Juan
como el profeta precursor apoyándose en la valoración que el mismo Jesús había hecho del
Bautista.
Jesús profeta del anuncio
Lo peculiar de Jesús fue, entonces, no la coexistencia en su mensaje de presente y futuro,
sino la afirmación de que el Reino futuro ya había comenzado. Los fariseos oraban cada
vez con mayor insistencia: "Bienaventurados los que nazcan en aquellos días, para
contemplar los bienes de Israel en la reunión de las tribus. ¡Ojalá! Dios apresure su piedad
sobre Israel. Nos liberará de la impureza de los enemigos impuros. El Señor es nuestro rey
para la eternidad y aún más" (Salmos de Salomón 17,50). En cambio, Jesús aseguraba que
sus testigos oculares debían sentirse beneficiados por esa bienaventuranza y que, por tanto,
no debían seguir esperando: "¡Bienaventurados vuestros ojos porque ven, y vuestros oídos
porque oyen! Pues os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros
veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron" (Mt 13,16-17).
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José Luis Sicre Díaz, (1978). Jesús el profeta de Nazaret. Proyección: Teología y mundo
actual, ISSN 0478-6378, Nº 110, 1978, págs. 171-181

Los rasgos proféticos de la persona y del mensaje de Jesús no sólo son evidentes a
través de los textos evangélicos, sino de los más atractivos para muchos contemporáneos.
Sin embargo, las afirmaciones del Nuevo Testamento sobre el tema son más ricas y
complejas de lo que parecen a primera vista. Para muchos contemporáneos, Jesús fue
simplemente un profeta. Para otros, especialmente entre sus seguidores, fue el profeta
anunciado y esperado de los últimos tiempos. Pero Jesús es también, sobre todo, más que
un profeta.
Para poder adentrarse al profetismo de Jesús hay que tener en consideración algunos
aspectos contextuales que ubican en su sitio justo a Jesús profeta:
a) La idea del profetismo en tiempo de Jesús
Desde ha ce varios años, el pueblo tenía el convencimiento que el espíritu d Dios ya no
entra en contacto directo con el hombre y que por lo tanto no existen profetas. Pero se
admite la posibilidad de que pueda surgir un profeta, e incluso se espera con ansia su
aparición.
Las diversas corrientes teológicas y religiosas perciben ese profeta que vendrá, de manera
diferente unos de otros según las corrientes. Se espera su venida, un gran profeta, semejante
a Moisés, que no se identifica con ninguno de los anteriores.
Otros piensan que el profeta que vendrá será como Elías, esa es una postura de la
teología del pueblo, no la oficial. El pueblo consideraba al profeta venidero como un
“Libertador”, el cual tendría una misión política muy definida. Los relatos evangélicos
dejan ver que el pueblo no es tan exigente como los teólogos oficiales.

b) Jesús, un profeta
Son muchos personajes que expresarn en los evangleios, su convencimiento de que
Jesús es un profeta:
 La samaritana (Jn.4,19
 El ciego de nacimiento Jn 9, 17
 La resurrección del hijo de la viuda de Naim Lc. 7,16
 “Un profeta como los demás profetas” Mc. 6,15
 “uno de los profetas Mc. 8,27

La gente advierte que Jesús tiene dos grandes poderes: el hacer milagros y el de
conocer cosas ocultas. Pero, además de eso, hay otras cualidades de la personalidad de
Jesús que hacen que el pueblo lo perciba como profeta: su vida, su mensaje y su modo de
hablar.

 Su vida: hace recordar a muchos profetas del Antiguo Testamento. Su acción se


desarrolla en ocasiones en el templo, pero mayormente, al aire libre, entre la gente,
tiene gran valentía de denunciar, s vida, como la de los toros profetas, está marcada por
la persecución, la cárcel y la muerte. El mismo, considerando su destino afirma, “No
cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén” (Lc. 13, 33).
 Su mensaje lo sitúa también en la línea de los grandes profetas, el llamado a la
conversión, el anuncio del Reino de Dios, constituyen el núcleo de su predicación. “El
tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está cerca. Convertíos y creed en la buena
nueva” (Mc. 1, 15).
 La manera de hablar, su modo de hablar es profano, popular y directo. Con una
argumentación agudísima, lenguaje expresivo, concreto, plástico. No está atado a
dogmas ni fórmulas.
Un dato interesante es que, contrario a los antiguos profetas, Jesús no usa oráculos,
ni dice “esto dice el Señor”, él habla por sí mismo, quizá desde su convección de ser más
que un profeta.
c) Jesús, el profeta:
La multitud que asiste a la multiplicación de los panes, exclama “Este sí que es el
Profeta que tenía que venir al mundo” (Jn. 6,14) y en Jerusalén, algunos de los que oyen
hablar de Jesús, confiesa: “Este es realmente el profeta” Jn. 7,40.
Jesús se aleja del profeta, presentado como Elías, por un lado, se ve como el Nuevo
Moisés, pero lo sorprendente es que él se percibe bajo la figura profética del siervo de
Yahvé, reflejado en el episodio de la transfiguración del Señor, “Este es mi hijo amado,
escúchenle” Mt. 17,5 que hace referencia a Dt. 18,15 “Un profeta de los tuyos, de entre tus
hermanos, como yo, te suscitará al Señor, tu Dios, a él escucharán”.
La voz del cielo quiere presentar a Jesús como el gran profeta anunciado en el
Antiguo Testamento; pero no como el segundo Moisés, sino también como el siervo de
Yahvé.
Paralelismo con Moisés:
Ambos están desde nacimiento amenazados, la matanza de los inocentes, el sermón
del monte (Moisés sube para recibir la ley y promulgarla, Jesús desde el monte da su
discurso de las bienaventuranzas), ambos pasan en el cerro 40 días, en el caso de Jesús lo
hace en el desierto.
En la perícopa de los discípulos de Emaús se dice que Jesús era un profeta poderoso
en signos y prodigios ante todo el pueblo, como también lo fue Moisés en el A. T. En la
multiplicación de los panes, es otro texto dónde se ve que Jesús es percibido claramente
como “el profeta que debía de venir”

La iglesia primitiva vio en Jesús el siervo de Dios, por ejemplo, se lee en Hechos 8,
26-40, cuando Felipe se encuentra con el eunuco de Etiopía, aplicándole a Jesús lo que el
relato de Isaías habla sobre el siervo (Is. 53,7-8). A diferencia de Moisés, Jesús no se limita
al pueblo sino se are a todas las naciones.

4. Jesús, más que profeta


¿En MT. 16,13-16 cuando la pregunta quien piensan que es él? La respuesta e Pedro
es definitiva, “Tú eres el Cristo, l Hijo de Dios” Jesús es presentado como algo más que un
profeta.
En hebreos 1,1-4 “En muchas ocasiones y de muchas formas, manifestó Dios antiguamente
a nuestros padres, por los profetas. Ahora en esta etapa final, nos ha hablado por su Hijo”.
Jesús es reflejo de la gloria del Padre, impronta de su ser.
A dios nadie lo ha visto jamás, es el Hijo único, que es Dios y está a su lado, quien nos los
ha mostrado (Jn. 1,17-18) Jesús nos trae la comunicación divina, el amor y la lealtad.
Conclusiones
Hablar de Jesús como profeta hoy, es más que hablar de su denuncia y de condena de las
estructuras sociales, es eso, pero va más allá, sino empobrecemos su rol de profeta.
La centralidad del reino es el núcleo central del mensaje profético de Jesús.
En conclusión, se puede afirmar que Jesús es el profeta, no como los del antiguo
testamento, sino el profeta original, profeta eterno con un mensaje y una acción de perenne
actualidad.

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