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29º Domingo del tiempo ordinario (C)

Una verdadera oración: el ejemplo de la viuda


Lucas 18, 1-8
1. ORACIÓN INICIAL
Jesús, amigo mío, aquí estoy a tus pies. Pongo mi corazón en tu mano. Tú me conoces bien. Conoces mis
necesidades y mi corazón. Me conoces desde antes de nacer y me amas como nadie puede hacerlo. Por eso 1
quiero estar aquí, dejándome amar por Ti. Hace dos mil años tu discípulo Juan descansaba en tu pecho, en
silencio, en una oración de corazón a corazón. Así quiero estar, sin ruidos, sin preocupaciones, descansando
en Ti. Jesús, amigo, gracias por abrirme tu corazón. Amén
2. Lectura del Evangelio según San Lucas 18,1-8. Leámoslo despacio, sintiendo el “peso” de las
palabras:
1
Les propuso una parábola para inculcarles que era preciso orar siempre sin desfallecer: 2 «Había en una
ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. 3 Había en aquella misma ciudad una viuda
que, acudiendo a él, le dijo: `¡Hazme justicia contra mi adversario!' 4 Durante mucho tiempo no quiso, pero
después se dijo a sí mismo: `Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, 5 como esta viuda me causa
molestias, le voy a hacer justicia para que deje de una vez de importunarme.'»
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Dijo, pues, el Señor: «Oíd lo que dice el juez injusto; 7 pues, ¿no hará Dios justicia a sus elegidos, que están
clamando a él día y noche? ¿Les hará esperar? 8 Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando el Hijo del
hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?»
PALABRA DEL SEÑOR

3. Un momento de silencio orante para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar
nuestra vida.
4. ESTUDIO DEL TEXTO BIBLICO
a) Clave de lectura:
La liturgia de este domingo nos pone delante un texto del Evangelio de Lucas que habla de oración, un tema
muy querido para Lucas. Es la segunda vez que este evangelista trae palabras de Jesús para enseñarnos a
orar. La primera vez (Lc 11,1-13), introduce el texto del Padre Nuestro y mediante comparaciones y parábolas,
nos enseña que debemos orar siempre, sin desfallecer. Ahora, esta segunda vez, (Lc 18,1-4), Lucas recurre de
nuevo a parábolas extraídas de la vida de cada día para dar instrucciones sobre la oración: la parábola de la
viuda y del juez (18,1-8), del fariseo y del publicano (Lc 18,9-14). Lucas presenta las parábolas de un modo
didáctico. Para cada una de ellas, prepara una breve introducción que sirve de clave de lectura. Después viene
la parábola, y, finalmente, Jesús mismo aplica la parábola a la vida. El texto de este domingo se limita a la
primera parábola de la viuda y del juez (Lc 18,1-9). En el curso de la lectura es bueno prestar atención a
cuanto sigue: “¿Cuáles son las actitudes de las personas que aparecen en esta parábola?”
b) Comentario del texto:
Lucas 18,1: La clave para entender la parábola
Lucas comienza una parábola con la frase siguiente: “Les propuso una parábola para inculcarles que era
preciso orar siempre sin desfallecer”. La recomendación “orar sin desfallecer” aparece muchas veces en el
Nuevo Testamento (1 Tes 5,17; Rom 12,12; Ef 6,8; etc.). Era una de las características de la espiritualidad de
las primeras comunidades cristianas. Y también uno de los puntos en los que Lucas insiste mayormente, tanto
en el Evangelio como en los Hechos.
¿Qué quiere inculcar Jesús? Lo notamos en las tres convicciones que sostienen la nueva enseñanza sobre la
oración: Como lo indica esta primera frase del texto, Jesús parte de una realidad positiva: la oración –en
cuanto tensión permanente del corazón hacia Dios- debe caracterizar la vida entera del discípulo en todo
instante, no puede venirse al piso (18,1).
Mediante la oración perseverante en tiempos de prueba los discípulos –llamados aquí “los elegidos”- expresan
su fidelidad (=fe que se sostiene). Con esta actitud ellos aguardan la intervención definitiva de Dios en la
historia, cuando ponga todo en su lugar e instaure victoriosamente su Reino de Justicia (=la venida del Hijo
del hombre; 18,8).
Lucas 18, 2-3: El contraste entre la viuda y el juez
Jesús nos muestra dos personajes de la vida real: un juez sin consideración a Dios ni al prójimo, y una viuda
que no desiste en luchar por sus derechos ante el juez. El simple hecho de que Jesús nos muestre estos dos
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personajes revela que conoce la sociedad de su tiempo. La parábola no sólo presenta a la pobre gente que
lucha ante los tribunales para ver reconocidos sus derechos, sino deja también entrever el contraste violento
entre los grupos sociales. Por un lado, Este juez, por su venalidad, no tiene ética. “No le teme a Dios” es un
juez insensible, sin religión. Por otro, la viuda de la parábola de Jesús representa a un pobre del pueblo a
quien, en medio de su necesidad, el único recurso que le queda es su palabra abierta, atrevida e insistente,
que, sabe a qué puerta llamar para obtener lo que le es debido.
Lucas 18, 4-5: El cambio que se da en el juez y el por qué del cambio
Por mucho tiempo, pidiendo la misma cosa cada día, la viuda no obtiene nada del juez inicuo. Finalmente el
juez, a pesar de que “no temía Dios ni respetaba a ninguno”, decide atender a la viuda y hacerle justicia. El
motivo es: liberarse de las continuas molestias que comienzan a amargarle la vida, y, prevé que pueda
sobrevenirle algo peor.
¡Pero la viuda obtiene lo que quería! Es esto un hecho de la vida de cada día, del que Jesús se sirve para
enseñarnos a orar.
Lucas 18, 6-8: Una aplicación de la parábola
Jesús aplica la parábola: “Oíd lo que dice el juez injusto; pues ¿no hará Dios justicia a sus elegidos, que están
clamando a él día y noche? ¿Les hará esperar?” Y añade que Dios hará justicia en breve. Si no fuese Jesús el
que nos habla, no tendríamos el valor de comparar a Dios con un juez en la forma de comportarse
moralmente. El proceder de Dios con los pobres que le claman es completamente opuesta a la del juez
corrupto. Lo único que tienen en común, Dios y el juez, es que harán “justicia pronto” (18,8ª) a aquel que
clama insistentemente, pero ciertamente las motivaciones de cada uno son diferentes.
Lo que importa en la comparación es la conducta de la viuda que gracia a su insistencia, obtiene lo que quiere.
Lucas 18,8b: Palabras sobre la fe
Al final, Jesús expresa una duda: “ Pero cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?”
¿Tendremos el valor de esperar, de tener paciencia, aunque Dios tarde en respondernos? Es necesario tener
mucha fe para continuar resistiendo y para obrar, a pesar de que no se vean los resultados. Quien espera
resultados inmediatos, se dejará vencer por el desaliento. En otros diversos puntos de los salmos se habla de
esta resistencia dura y difícil delante de Dios, hasta que Él responda (Sal 71,14; 37,7;69,4; Lm 3,26). Citando
el salmo 80, San Pedro dice, que para Dios un día es como mil años (2 Pe 3,8; Sal 90,4).
En Conclusión: Habiendo abordado el tema de fondo, hagamos finalmente el listado de las principales
enseñanzas que se desprenden del pasaje:
(1) La fidelidad de Dios con los “elegidos”: “Dios hará justicia…”: podemos estar seguros de la justicia de
Dios, pero tengamos claro que no se trata de algo inmediato (notar el futuro). “…A sus elegidos…”: si el juez
le hizo justicia a la viuda –que era una persona extraña para él- cómo será entonces Dios con aquellos que son
“suyos”. El Dios de la Alianza es fiel con sus compromisos ahora y en el tiempo final. “…Que están clamando a
él día y noche…”: en esta relación de Alianza con Dios hay que atreverse a expresar las necesidades con la
confianza de que serán atendidas. Claro está, las necesidades presentadas tienen que ver con la vivencia de la
“elección”.
(2) La paciencia de Dios es un signo de su amor: “…Y les hace esperar”: La aparente dilación de tiempo
por parte de Dios para responder a los “elegidos” tiene que ver con la expectativa de la conversión de los
injustos y con la maduración en la fe de sus discípulos. Dios piensa en los justos pero también en los injustos.
Por tanto, el presente es tiempo de evangelización y de compromiso profético.
(3) La paciencia no quita la prontitud: “Les hará justicia pronto”: Suena paradójico con la frase anterior
sobre el “esperar”. En la pregunta y la respuesta de 18,7-8ª se deduce:
• ¿Dios le hará justicia a su pueblo? Respuesta: sí, y más ciertamente que el juez injusto quien actuó
contrariamente a su oficio.
• ¿Ellos tendrán que esperar mucho tiempo? Respuesta: Dios no es como el juez que tuvo que ser
presionado para que se ocupara de la viuda, él responderá pronto. 3

Hay un intervalo necesario de tiempo antes de la intervención final de Dios, si bien al “elegido” -en su
situación de aflicción- puede parecerle que éste es excesivo. El cuándo no lo sabemos.
(4) Sostener fielmente el discipulado: “Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la
tierra?” (18,8b). Puesto que el Hijo del hombre es la respuesta de Dios a la justicia que esperan sus elegidos
cabe aquí el tema de la fe en Jesús. Se dice “la fe” (con artículo) como una manera de indicar el aceptar a
Jesús y a su mensaje, por tanto describe una vida de discipulado.
La perseverancia-fidelidad en el discipulado es lo que se requiere para acoger plenamente –en el momento
indicado- la justicia final de Dios. Y en esto los discípulos tienen una responsabilidad histórica: su posible
desánimo e inconstancia pone en juego el tiempo final en el que serán reunidos los elegidos. Pero también es
verdad que el compromiso al cual los impulsa “la fe” (el mensaje de Jesús en el evangelio), llevará a que
trabajen para que no haya más viudas tratadas injustamente –como la de la parábola- ni abandonadas a su
suerte (Hch 6,1). ¡La fe mueve al compromiso por la justicia!
5. MEDITACIÓN (Qué me dice la Palabra de Dios)
Esta parábola es una invitación a perseverar en nuestra búsqueda del Señor, sabiendo que Él nos escucha y
que busca siempre nuestro bien. Sabiendo que en esta enseñanza el Señor nos quiere motivar a orar siempre,
sin desanimarnos jamás, veamos qué nos dice el Señor y cómo hacerlo vida.
 Viendo que el Señor nos invita a la oración, a la perseverancia, a confiar y esperar en Él, yo en mi relación
de corazón a corazón con el Señor, ¿le abro mi vida, compartiendo con Él todo lo que siento, lo que estoy
viviendo, lo que estoy necesitando, para pedirle su ayuda, su sabiduría para actuar de acuerdo a su voluntad?
 ¿Es mi relación con el Señor, algo vivencial, donde rezo lo que vivo y vivo lo que creo?
 ¿Le dejo en sus manos todo lo que soy y todo lo que necesito?  En sí, ¿cómo es mi oración?, ¿qué rezo
cuando rezo?, ¿de qué le hablo al Señor?
 ¿En qué circunstancias me cuesta orar sin desanimarme?

6. ORACIÓN (Qué le respondo al Señor)

Señor Jesús, nos dejas esta parábola de la viuda y el juez inicuo para invitarnos a perseverar en la oración, a
confiar que el Padre nos escucha y está pendiente de nosotros, que nos ama y que nos responde, por eso,
Señor, al darnos cuenta de la eficacia de la oración, te pedimos que derrames tu Espíritu en nosotros, para
que la oración sea una necesidad en nuestra vida, para que te busquemos de corazón, para que oremos sin
desanimarnos y así nuestra oración tenga la respuesta que esperamos, identificándonos siempre más contigo,
actuando de acuerdo a tu voluntad, amando y sirviendo, como Tú. Que así sea

7. ACCIÓN

Cuando me siento abatido por sufrimientos incomprensibles, miraré a Cristo Crucificado. Para que,
contemplándolo, sienta que Él suavizó mis penas y me anima a extraer el bien de aquello que humanamente
parece un mal.

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