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LA IGLESIA
DE DIOS
EN UN MUNDO HOSTIL
JOSEPH J. BATTISTONE
LA IGLESIA
DE DIOS
EN UN MUNDO HOSTIL
Título del original: God's Church in a Hostile World, Review and Herald
Publishing Association, Hagerstown, MD, Estados Unidos, 1989.
ISBN 0-8280-0528-1
IMPRESO EN LA ARGENTINA
Printed in Argentina
ISBN 950-573-172-8
(5)
Reconocimientos
6
Capítulo 1
Revelación y respuesta
Una visión
del Salvador resucitado
(Basado en Apocalipsis 1: 9-20)
1 Eusebio nos informa que Juan estaba entre los que fueron liberados del exilio después del rei-
·nado de Domiciano. Menciona que en los registros de la tradición cristiana primitiva dice que Juan
volvió a residir en Efeso (Historia Eclesiástica, Lib. 3, cap. 20).
2 William M. Ramsay; The Lt:tters to the St:ven Churches {Las cartas a las siete iglesia~). pág. 85.
3 Barciay, Apocalipsis, pág. 52.
4 De acuerdo con la tradición, Juan escribió el Apocalipsis en una cueva de un acantilado fren-
te al mar. Cerca de ese lugar, el monje Cristódulo fundó el monasterio de San Juan en el ai\o 1088
bajo los auspicios del emperador Alejo Comneno (SDA Bible Dictionary, pág. 843).
S En Barclay, pág. 54.
6 Véase J. R. Zurcher, Christ of the Revelation [El Cristo del Apocalipsis), pág. 22.
7 Véase el mapa XX del SDA Bible Dictíonary.
8 Un análisis más completo del significado del titulo Hijo del hombre puede encontrarse en Os-
ear Cullmann, The Christology oftht: New Testament [La cristologia del Nuevo Testamento), pág. 164.
9 Josefo, Antigüedades judias, 3. 7. 2, 4.
10 Barclay, pág. 59.
11 En constraste con Barclay, pág. 62.
12 Véase J. M. Ford, Revelation [Apocalipsis), The Anchor Bible, pág. 383.
13 Véase Barclay, pág. 63.
Capítulo 3
Los. mensajes
a las siete iglesias - 1
(Basado en Apocalipsis 2)
"Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad
asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se
enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino
sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en
casa, (Mat. 5: 14, 15).
La iglesia de Efeso (Apoc. 2: 1-7). Establecida por el apóstol Pablo en su
tercer viaje misionero (Hech. 19: 1-10), la iglesia de Efeso creció rápida-
mente, llegando a ser un sólido centro del cristianismo antes del fin del
primer siglo. La luz de la verdad irradió desde allí a otras comunidades
del Asia, bajo la hábil conducción y el testimonio ferviente de los miem-
bros locales. Un escritor observa: "En ningún otro lugar el mensaje fue
recibido con mayor anhelo, ni echó raíces tan hondas, ni dio frutos tan
hermosos de fe y amor" . 1 Encontramos entre los primeros obreros cris-
tianos allí a Aquila y Priscila y a Apolos (Hech. 18: 18, 19, 24, 26). Timo-
teo dirigió la iglesia como obispo algún tiempo después que Pablo la fundara
(véase 1 Tim~ 1: 3). Más tarde Juan asumió el liderazgo y cumplió su mi-
nisterio en medio de la persecución hasta que Roma lo envió al destierro.
La leyenda cristiana nos cuenta que trajo a Efeso a María, la madre de
Jesús, y cómo ella murió allí y fue sepultada. 2 De acuerdo con la tradi-
ción, Juan murió en Efeso y fue sepultado allí, donde más tarde los cris-
tianos construyeron la Basílica de San Juan. 3
La ciudad, en la que la iglesia se afianzó y floreció, prosperó por el
comercio y el tráfico generado por su gran puerto, su ubicación en el valle
del río Caíster, y la red de caminos que la conectaban con las principales
ciudades del Asia y la Mesopotamia, así como la ruta comercial a la mis-
ma Roma. 4 En los días de Juan, Efeso llegó a ser conocida como el mer-
cado de Asia, la puerta de entrada para los comerciantes en sus viajes de
28
LOS MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS - 1 29
negocios. Más tarde, los cristianos pasaron por Efeso en viaje a su ejecu-
ción en Roma, y así la denominaron "la puerta de los mártires". 5
El paganismo, con sus creencias supersticiosas en amuletos y encan-
tamientos, con sus imágenes y templos sagrados, prosperaba en la ciudad.
El gran templo de Artemisa (o Diana de los efesios; véase Hech. 19: 23-41),
se elevaba sobre la ciudad, constituyendo una de las siete maravillas del
QJ.undo antiguo y proporcionando refugio a los criminales que huían. Por
causa de los centenares de sacerdotisas que servían como prostitutas del .
templo, Efeso ganó la reputación de ser un centro de inmoralidad. 6 Un
comentador concluye: "Puede imaginarse cuán corrompidas eran las or-
gías realizadas con tales auspicios y, peor aún, sancionadas en el nombre
injuriado de la religión" .7
Juan introduce el mensaje a la iglesia con dos descripciones de Jesús.
Como en el caso de la mayoría de las siete iglesias, la descripción se deriva
de la visión introductoria de Cristo. El Señor resucitado viene a la iglesia
de Efeso sosteniendo las siete estrellas e;n su mano derecha, y caminando
entre los siete candeleros de oro (Apoc. 2: 1). La imagen revela el interés
y la actividad incansable de Cristo en favor de su iglesia como un todo.
Elena de White habla de la "constante diligencia" de Cristo y de su "eter-
n~ vigilancia" como un modelo para los dirigentes de la iglesia: "Mira
con intenso interés para ver si su pueblo está en condición espiritual para
hacer avanzar su reino". 8
Luego sigue una descripción de la iglesia (vers. 2-4). Los miembros
han trabajo mucho y han demostrado una perseverancia paciente por cau-
sa de Cristo. Pero la congregación tiene sus fallas. Cristo se queja de que
los miembros abandonaron su primer amor. Sin embargo, felicita a la iglesia
por tres motivos: 1) han sido celosos y diligentes en su trabajo por el Se-
ñor; 2) se mantuvieron firmes en medio de la tribulación; y 3) fueron vigi-
lantes denunciando a los impíos en su congregación. Pero en el proceso
de probar a los santos y disciplinar a los culpables de herejía y apostasía,
la congregación perdió las características amorosas del Evangelio, el tier-
no afecto mutuo que los distinguía de los paganos. Estaban en lo correcto
en administrar disciplina, pero en la ausencia del amor, llegaron a ser le-
galistas y a tener justicia propia por la forma en que la administraban.
Después de su queja Cristo da una advertencia: "Recuerda, por tan-
to, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras" (Apoc.
2: 5). El consejo es triple: 1) los cristianos deben recordar el pasado a la
luz del presente como para percibir su conducta. Ese recuerdo sólo será
posible mediante el Espíritu Santo, y ellos pueden estar seguros de que el
Espíritu guiará su pensamiento mientras pi ocurt:n respondc:r a la orden
de Cristo. A la luz de su nueva comprensión, verán el error de su camino
y se arrepentirán.
30 LA IGLESIA DE DIOS EN UN MUNDO HOSTIL
2) La palabra "arrepentirse" involucra más que pensar en el proble-
ma. Tiene que ver con la acción -específicamente, el cambio. Sabemos
que nos hemos arrepentido por los cambios en nuestra conducta, y por-
que al convencernos de estar haciendo mal, nos detenemos, hacemos las
correcciones necesarias, y seguimos en otra dirección.
Cierta vez, al desayunar en un restaurante durante un viaje, tomé inad-
vertidamente la entrada hacia el norte en la autopista en lugar de la entra-
da hacia el sur. Viajé treinta kilómetros antes de descubrir mi error, y tuve
que viajar ocho kilómetros más antes de poder cambiar de dirección. Du-
rante los últimos ocho kilómetros me sentí frustrado, porque sabía que
había cometido un error, y estaba ansioso por corregirlo.
Una vez que el Espíritu Santo nos convence de pecado, y estamos ver-
daderamente arrepentidos, estaremos motivados para cambiar las cosas
tan rápidamente como podamos, y nos sentiremos mal por toda demora.
3) Finalmente Cristo dice: "Haz las primeras obras". Los cristianos
se han extraviado del sendero, y Jesús quiere que regresen y comiencen
de 'nuevo. Comenzar de nuevo es importante. Y es igualm~nte importante
saber que podemos hacerlo por la gracia de Dios, ya sea después de un
fracaso matrimonial, o de un fracaso en un examen universitario o de una
tragedia personal. El arrepentimiento consiste en cambiar la dirección, y
conduce a la renovación y ál crecimiento.
En el caso de que laiglesia no aceptara el consejo de todo corazón,
Cristo advierte: ''Pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero
de su lugar" (vers. 5). Cuando no hay amor en el compañerismo, no pue-
de haber luz en el mundo, y con el tiempo la iglesia morirá y su testimonio
desaparecerá de la comunidad. El amor en la iglesia da vida y luz a su men-
saje, porque el amor es el poder vitalizador del Espíritu Santo o el fruto
de la vida de los creyentes, lo cual los capacita para alimentarse y edificar-
se mutuamente.
Pero no debemos separar el amor de la verdad y la justicia. Siempre
que esto ocurre, el amor llega a ser sentimental, permisivo~ impotente.
De este modo el Señor resucitado recuerda a los cristianos de Efeso que
es encomiable su oposición a las obras de los nicolaítas (vers. 6). La igle-
sia de Efeso fue vigilante en lo que se refiere a proteger el camino de la
verdad, probando a los nuevos maestros y rechazando con firmeza las fal-
sas doctrinas y las prácticas erradas. Referencias a tales enseñanzas y prác-
ticas aparecen en los mensajes a las iglesia de Pérgamo y de Tiatira. Aquí
notamos el amor celoso por la verdad que rehúsa tolerar el err<M".
Dos cosas captan ahora nuestra atención: 1) encontramos la adver-
tencia de Cristo: "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las igle-
sias" (vers. 7). La severa invitación de Cristo aparece en cada una de las
cartas a las iglesias y enfatiza la necesidad de prestar atención al mensaje.
LOS MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS- 1 31
La hora está avanzada, el fin viene pronto, y los creyentes no tienen tiem-
po para la demora, la duda o la indiferencia.
2) Leemos la promesa de recompensa: "Al que venciere, le daré a co-
mer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios" (vers.
7). La recompensa de la vidá ~terna es para el victorioso, el que vence.
Sin embargo, la victoria no se logra porque los creyentes hacen lo mejor
posible, o se esfuerzan por vencer al enemigo, porque esto es imposible.
El apóstol Pablo nos recuerda que "en todas estas cosas somos más que
vencedores por medio de aquel que nos amó" (Rom. 8: 37), y que ni la
tribulación, o la angustia, o la persecución, o el hambre, o la desnudez,
o el peligro, o la espada pueden separarnos del amor de Cristo (vers. 35).
La única esperanza de victoria de los creyentes reside en permanecer en
el amor de Cristo.
La imagen del árbol de vida en el paraíso de Dios se origina en el rela-
to de Adán y Eva en el huerto del Edén. Entre los cristianos de Efeso la
imagen bíblica estaria en marcado contraste con las creencias y prácticas
paganas que los rodeaban. Los árboles sagrados de las religiones paganas
renovaban la fuerza de los adoradores. Creían que al comer la fruta de
esos árboles, recibirían el poder vital de los dioses. Para el cristiano, el
árbol de la vida no es el medio para alcanzar la victoria sino la recompen-
sa por alcanzarla. 9 Lo que nos da poder para vencer es el conocimiento
de la verdad: "El conocimiento que procede de Dios es el pan de vida.
Las hojas del árbol de la vida son para la sanidad de las naciones. La co-
rriente de vida espiritual estremece el alma al creer y practicar las palabras
de Cristo" . 10
La iglesia de Esmima (Apoc. 2: 8-11). Situada en la costa oriental del mar
Egeo, a unos 55 km al norte de Efeso, Esmirna tenía un excelente puerto
y seguía a Efeso en exportaciones. Ubicada al final del camino que cruza-
ba Lidia y Frigia, Esmirna llegó a ser una gran ciudad comercial y rival
de Efeso.
Aunque no tenemos información acerca de la fundación de la iglesia
de Esmirna, tenemos razones para creer que estaba bien organizada al fin
del primer siglo. Dos características llaman particularmente nuestra aten-
ción al leer esta carta: 1) Cristo no ofrece ninguna reprensión, advertencia
o amenaza, y 2) la iglesia está en ese momento en medio de una severa
persecución.
Es apropiado, entonces, que el Cristo exaltado venga a esta iglesia
con la presentación: "El primero y el postrero, el que estuvo muerto y vi-
vió, dice esto" (ver~. 8). Tomada de la visión inicial, la designación con-
forta a los cristianos que afrontan arrestos, juicios y posiblemente la muerte.
La gran necesidad de la iglesia es de ánimo, no porque los miembros estén
32 LA IGLESIA DE DIOS EN UN MUNDO HOSTIL
a punto de abandonar a Cristo, sino por la bárbara crueldad e injusticia
de la persecución que los acosa. Durante los siglos que seguirían, los cris-
tianos de otros lugares se desanimarían por razones de mucho menor peso
y escogerían abandonar el pueblo de Dios.
Deberíamos notar cuatro. cosas acerca de la persecución en Esmirna
(vers. 9, 10): 1) Juan la llama thlípsis, tribulación o aflicción, con la idea
de un peso demoledor. La iglesia en Esmirna se sentía pisoteada por el
pesado talón de sus malvados opresores. Considerados simbólicamente,
los cristianos de Esmirna representan la iglesia universal desde fines del
primer siglo hasta el tiempo en que Constantino decidió tolerar todas las
religiones, incluso el cristianismo (313 DC). Fue un período señalado por
persecuciones intermitentes, y los comentadores lo llaman, apropiadamente,
la edad de los mártires. 11
Ningún relato de los mártires cristianos atrapa tanto la imaginación
como el de Policarpo, obispo de la iglesia de Esmirna. Eusebio conserva
d siguiente informe: "Una voz procedente del cielo llegó a los oídos de
Policarpo, cuando entraba en el estadio: 'Sé fuerte, Policarpo, y obra vi-
rilmente' ... El procónsulle preguntó al acercarse si él era Policarpo. Co-
mo hubiese confesado afirmativamente, el procónsul comenzó a persuadirlo
de que negase a Cristo... El procónsul insistió: 'Jura y enseguida te sol-
taré: di injurias contra Cristo'. 'Por ochenta y seis años -contestó
Policarpo- he sido su siervo, y nunca me ha hecho mal; ¿cómo podría
yo blasfemar a mi Rey quien me salvó?' " 12
2) Los cristianos sufrieron la pobreza. En el griego original la pala-
bra es ptojéia, que denota indigencia total. La iglesia consistía mayormente
de conversos de las clases más pobres. Pero su precario estado empeoraba
cuando las turbas paganas los atacaban sin aviso, entrando en sus casas
y saqueando sus bienes. 13 Cristo reconoce sus dificultades económicas y
luego los consuela: "Yo conozco ... tu pobreza (pero tú eres rico)'' (vers.
9). Esto nos recuerda las palabras del apóstol Santiago: "¿No ha elegido
Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe?" (Sant. 2: 5).
3) Los cristianos afrontaban calumnias. La población judía de Esmirna
dirigía acusaciones injuriosas contra los creyeníes. La palabra griega es
blasfemia. "El martirio de Policarpo" menciona la hostilidad de los ju-
díos contra los cristianos: Con "furia incontrolable" los judíos y los pa-
ganos denunciaron a Policarpo delante del procónsul, y se unieron para
buscar leña con el propósito de quemar al anciano cristiano. 14 Como en
el caso del apóstol Pablo, el odio judío pudo haber surgido del éxito .de
los cristianos en ganar conversos de entre los gentiles que temían a Dios
y que estaban a punto de entrar al judaísmo.IS
Juan describe a los opositores judíos como miembros de la sinagoga
de Satanás. En hebreo la palabra "Satanás" significa "acusador", "ca-
LOS MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS- 1 33
lumniador". La palabra "sinagoga" nos viene del griego y puede ser tra-
ducida como "reunión" o "congregación". Mientras los calumniad~res
se llamaban judíos, en realidad no eran judíos. Sus malvados ataques contra
la iglesia mostraban a quién pertenecían; no al pueblo de Dios, sino en
realidad a la congregación de Satanás. Jesús contó a algunos dírigentes
judíos de su tiempo que su padre era el diablo y no Abrahán, como pre-
tendían, porque por causa de su oposición a Cristo inconscientemente cum-
plían la voluntad de Satanás (véase Juan 8: 31-47). Pablo afirmó que ser
un verdadero "judío" no es asunto externo sino- una condición interna,
dado que afecta al corazón (Rom. 2: 28, 29).
Los cristianos fueron acusados de ser caníbales, de reunirse para ce-
lebrar orgías, dividir a las familias, promover el ateísmo (porque no usa-
ban imágenes), ser desleales en lo político y ser incendiarios (porque
predecían que el mundo terminaría en llamas). 16 En realidad, tan fuerte
era el antagonismo de algunos judíos contra los cristiano~ que a menudo
levantaban a los paganos, como también a las autoridades romanas, con-
tra los creyentes, como en el caso de Esmirna.
4) Los cristianos fueron encarcelados. Juan habla de que la tribula-
ción duraría diez días. Les advirtió del sufrimiento inminente y les asegu-
ró que sería breve. En la antigüedad, las cárceles sólo servían para confinar
a los ofensores hasta que las autoridades decidieran cuál sería el castigo.
Para muchos cristianos, tal confinamiento fue el "preludio de la muer-
te" Y De este modo el Señ.or resucitado les extiende la promesa y la re-
compensa por su fidelidad: "Te daré la corona de la vida"(Apoc. 2: 10).
La palabra traducida "corona" es stéfanos, que implica el gozo que
produce la victoria. Los ganadores de los juegos olímpicos y de los que
se realizaban en la ciudad de Esmirna recibían coronas de victoria. Se en-
tregaba también una stéfanos a un oficial de la ciudad que realizara bien
el trabajo de su cargo. Y era la costumbre que los paganos usaran esas
coronas en los banquetes y cuando entraban en los templos de sus dioses
para adorarlos. Así, Cristo ofrece a los creyentes la stéfanos, la corona
de victoria, por vencer al enemigo en la batalla espiritual de la vida, por
su fiel servicio a El. La usarán en el gran banquete al final del tiempo,
y cuando entren a la presencia de Dios mismo.
La iglesia de Pérgamo (Apoc, 2: 12-17). Pérgamo estaba situada en lo alto
de una colina cónica que dominaba el valle del río Caico. Su nombre en
griego posiblemente signifique "ciudadela". 18 Mientras Efeso y Esmir-
na lograron nombradía en el mundo del comercio, Pérgamo ganó su reco-
nocimiento en tres áreas: 1) llegó a ser el centro cultural del Asia Menor.
Su famosa biblioteca con más de 200.000 rollos de pergamino sólo era su-
perada por la renombrada biblioteca de Alejandría. De acuerdo con una
34 LA IGLESIA DE DIOS EN UN MUNDO HOSTIL
leyenda, los estudiosos de Pérgamo inventaron el pergamino (hecho con
pieles de animales) para escribir cuando Ptolomeo V de Egipto embargó
las exportaciones de papiros hacia la rival cultural de Alejandría.
2) Pérgamo también era un centro religioso de importancia. En la te-
rraza superior de la ciudad los ciudadanos erigieron sus edificios sagrados
y reales, el más notable de los cuales era el gran altar de Zeus, que sobre-
salía en la cumbre de la colina de más de trescientos metros de altura. Ade-
más del culto a Zeus, tres otros cultos florecieron en Pérgamo: Atenea (la
diosa patrona), Dionisio, y Escolapio (el dios de la sanidad, comúnmente
llamado "salvador"). Galeno, un famoso médico del mundo antiguo, era
oriundo de Pérgamo, y había estudiado en la escuela de medicina de Es-
colapio.
3) Pérgamo era el centro administrativo del Asia. Aquí estableció sus
oficinas el procónsul romano, e hizo de la ciudad el centro oficial del cul-
to imperial en el Asia. En los días de Juan, el culto al César se había es-
parcido por todo el Imperio Romano. Como un acto de lealtad política,
se exigía a todos en el imperio que se presentaran ante los magistrados lo-
cales, una vez por afio, y ofrecieran un poco de incienso ante el busto del
emperador, y declararan: "César es el señ.or". Rehusarse a hacerlo signi-
ficaba la persecución y la muerte.
A la iglesia de Pérgamo, Cristo se presenta como "el que tiene la es-
pada·aguda de dos filos" (vers. 12). En la capital provincial, el procónsul
tenía el derecho de la espada, el poder de ejecutar a voluntad. La designa-
ción sirve así para recordar a los cristianos que el poder último sobre la
vida y la muerte pertenece a Dios y no a .Roma.
Cristo continúa con un reconocimiento de las limitaciones y dificul-
tades de la iglesia: "Yo conozco ... dónde moras" (vers. 13). No era fácil
ser cristiano en Pérgamo. Rodeados por el paganismo con sus creencias
supersticiosas y sus prácticas inmorales, los creyentes vivían en un clima
cultural que era hostil a su fe. Peor aún eran las demandas del culto al
emperador. En cualquier momento, las autoridades podían llamarlos an-
te el procónsul y ordenarles dar homenaje al César y renegar de Cristo.
La presencia del culto imperial hacía de Pérgamo el lugar donde moraba
Satanás (vers. 13), donde babia establecido su trono, donde su dominio
era más fuerte. La referencia al martirio de Antipas en Pérgamo (vers. 13)
testifica del poder satánico sobre Roma. No tenemos información acerca
de Antipas, excepto que fue fiel hasta el fin. El título "el fiel" es el mismo
que "testigo fiel" que usó Jesús (cap. 1: 5), e indica que Antipas fue en
realidad un seguidor del Señ.or resucitado. En medio de tal persecución,
en el lugar donde Satanás había establecido su asiento oficial, la iglesia
de Pérgamo había permanecido leal a Cristo. El repetido énfasis en que
la ciudad era el lugar donde mora Satanás subraya la intensidad del con-
flicto entre el pueblo de Dios y las fuerzas del mal.
En contraste con la valiente gallardía de la, iglesia, demostrada en la
LOS MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS- 1 35
experiencia de Antipas, algunos de la iglesia aceptaban la "doctrina deBa-
laam" (Apoc. 2: 14) y la "doctrina de los nicolaítas" (vers. 15). Juan lla-
mó nuestra atención a estos últimos en la carta a la iglesia de Efeso.
Del estudio de la historia del Antiguo Testamento sabemos de la trai-
ción de Balaam contra el pueblo de Dios. Por ganancia personal aconsejó
a las mujeres madianitas a seducir a los israelitas para llevarlos a pecar
contra el Señor y producir así su derrota (véase Núm. 31: 15, 16). Balaam,
entonces, simboliza a los maestros corrompidos en la iglesia de Pérgamo
que atraían a los creyentes a hacer concesiones morales y religiosas. La
doctrina de Balaam y la de los nicolaitas consistía en una actitud relajada
hacia las festividades paganas. Ellos animaban a sus compañeros cristia-
nos a acomodarse a las exigencias sociales y religiosas de la sociedad pa-
gana. Mediante alimentos y mujeres paganos Satanás consiguió entrar en
la iglesia de Pérgamo.
Pero el Señor resucitado no acepta con liviandad esas concesiones.
Los cristianos son llamados a salir del mundo (Apoc. 18: 4, 5) para vivir
para la gloria de Dios (véase Apoc. 14: 7). Por ello Cristo aconseja a la
iglesia a arrepentirse (cap. 2: 16). Aunque sólo algunos de los miembros
vivían peligrosamente, la iglesia como un todo era culpable de permisivi-
dad irresponsable. En contraste con la iglesia de Efeso, que disciplinaba
con un poder exento de amor, la iglesia de Pérgamo no reaccionaba. Tal
vez racionalizaban su indiferencia diciendo que era amor paciente, mien-
tras los hechos demostraban que era una práctica impotente.
Por causa de la seriedad de los problemas de Pérgamo, Cristo les ha-
ce una amenaza: "Vendré a ti pronto, y pelearé contra ellos con la espada
de mi boca" (vers. 16). Está preocupado. específicamente con los que adop-
taron una práctica de concesiones en un esfuerzo por escapar de la espada
de Roma. La espada de Cristo es la espada aguda de dos filos de su Pala-
bra, la que representa la salvación para los que creen y obedecen, pero
juicio y condenación para los que la rechazan (véase Heb. 4: 12 y Efe. 6:
17). Una vez más encontramos un clima de crisis que exige una clara con-
sagración a Cristo. ¡No hay lugar para las concesiones y no hay tiempo
que perder en tomar una posición! Jesús amenaza: "Vendré a ti pronto".
El mensaje termina con una nota positiva (Apoc. 2: 17). A los fieles,
Cristo promete dos cosas: 1) les dará el maná escondido. Esta referencia
al maná escondido es rica en alusiones a la experiencia de Israel, las ense-
ñanzas de Jesús y la adoración de la iglesia. Primero, notemos el momen-
to de la peregrinación de Israel por el desierto en que se les terminó la
comida y Dios les proporcionó el maná (Exo. 16: 11-15, 31). Para conser-
var el recuerdo del acontecimiento, Aarón, el sumo sacerdote, puso algo
del maná en un recipiente y lo colocó junto al arca delante del Señor en
el lugar santísimo (vers. 33, 34; Heb. 9: 4). Un salmo que repasa la histo-
36 LA IGLESIA DE DIOS EN UN MUNDO HOSTIL
ria de Israel llama al maná "trigo de los cielos" y "pan de nobles" (Sal.
78: 24, 25).
En segundo lugar, en su discurso a la multitud el día después de la
alimentación milagrosa, Jesús se refirió a sí mismo como al "pan de vi-
da", al "pan vivo que descendió del cielo" (Juan 6:48, 51). El que coma
de ese pan "vivirá para siempre" (vers. 51). El pan al que Cristo se refiere
es su cuerpo que fue sacrificado por todos nosotros.
Finalmente, la iglesia conserva el recuerdo de la vida y las enseñanzas
de Cristo y proclama la significación salvadora de su sacrificiQ cuando ce-
lebra la Cena del Señor (1 Cor. 11: 23-26). En contraste con el alimento
que se ofrecía en sacrificio a los dioses paganos y se servía en las festivida-
des del templo, los cristianos primitivos participaban del pan del cielo en
expectación del día en que se sentarán a la mesa junto con el Señor resuci-
tado en su glorioso reino. Pero para gozar en lo futuro de las bendiciones
del cielo, en el presente debian rehusar compartir los beneficios terrenales
de las concesiones espirituales.
2) Les dará una piedrecita blanca y un nombre nuevo. 19 En los días
de Juan la piedrecita blanca recordaría la costumbre corriente de emitir
una tessera, una tableta pequeña de madera, metal o piedra como recono-
cimiento a los ganadores de los juegos olímpicos, a los gladiadores que
por años habían ganado la admiración de las multitudes, o a los oficiales
por sus fieles servicios. La referencia al "nombre nuevo" 20 refleja una
costumbre del Antiguo Testamento por la que se le daba un nuevo estatus
a quien lo recibía. En relac~ón con el pacto, Dios cambió el nombre de
Abram a Abrahán para señalar su nuevo papel como padre de muchas na-
ciones (Gén. 17: 5), y en el caso de Jacob, cambió su nombre por Israel
para indicar la nueva relación de que gozaría como resultado de la bendi-
ción divina (Gén. 32: 28, 29). Para los creyentes de Pérgamo, la piedrecita
blanca y el nombre nuevo representaban el reconocimiento y el glorioso
estado que recibirán en la tierra nueva por su leal servicio a Cristo y su
triunfo moral sobre el enemigo.
La iglesia de Tiatira (Apoc. 2: 18-29). Tiatira era, de las siete, la ciudad
más débil, menos famosa y más oscura. La escasez de informaciones acer-
ca de ella aumenta el desafío de comprender la situación real de la iglesia.
Irónicamente, la suerte de la ciudad refleja la de la iglesia. Ramsay com-
parte este concepto acerca de Tiatira: "Es una de esas ciudades cuya ubi-
cación la expone a la destrucción por cada conquistador, y, sin embargo,
obliga a su restauración después de cada sitio y saqueo. Está directamente
en el camino del invasor; bloquea el camino y debe ser capturada por todo
invasor; protege la entrada a un distrito rico, y por ello, debe ser defendi-
da hasta el final, con lo que provoca el salvajismo de los sitiadores; pero
LOS MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS'- 1 37
nunca podía ser tortificada en forma plena, como para resistir con
éxito" .21 ·
Los mensajes
a las siete iglesias - 2
(Basado en Apocalipsis 3)
persas siglos antes, y capturaron la ciudad otra vez. En el190 AC, el reino
de Pérgamo anexó la ciudad, y más tarde Sardis llegó a ser parte de la
provincia romana del Asia, cuando Pérgamo cayó ante Roma.
Una ciudad opulenta, parte de cuya riqueza se dice que provenía del
oro que se encontraba en el río Pactolo, Sardis estaba estratégicamente
ubicada sobre una importante carretera que conectaba la ciudad persa de
Susa con las ciudades más importantes del Asia Menor. Sardis obtenía mu-
chos recursos de la fabricación de productos de lana. Además, la ciudad
fue la primera en acuñar monedas de oro y de plata, y en descubrir el arte
de teñir la lana.
Sardis siguió gozando de prosperidad durante el período romano, a
pesar del devastador terremoto del año 17 DC. La reconstrucción de la
ciudad fue posible gracias a la generosidad del emperador Tiberio, quien
donó el equivalente a un millón de dólares para reconstruirla, y le perdo-
nó los impuestos durante cinco años.
Cuando Juan escribió el Apocalipsis, Sardis todavía era una ciudad
rica, pero su opulencia era engañosa porque resultaba de su ubicación y
de la ayuda de Roma, más bien que de la diligencia e industria de sus ha-
bitantes. Viviendo en esa atmósfera, los cristianos aparentemente habían
absorbido el carácter de la ciudad. Llegaron a aletargarse y a ser descui-
dados, ganando la reputación de estar vivos cuando en realidad estaban
muertos espiritualmente (Apoc. 3: 1).
El Señor resucitado se acerca a la iglesia de Sardis como "el que tiene
los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas" (vers. 1). La descripción
presenta dos verdades básicas: 1) la presencia universal y el ministerio ac-
tivo del Espíritu Santo. Los creyentes sin vida de Sardis necesitaban que
el poder del Espíritu Santo los revitalizara. El consejo de Pablo a los cris-
tianos de Roma se aplica también a la iglesia de Sardis: "Si el Espíritu
de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros ... vivifica-
rá también vuestros cuerpos mortales" (Rom. 8: 11). Sardis era una igle-
sia de esplendor pasado y declinación constante.· Pero lo que le interesa
a Dios es su carácter actual, no su reputación pasada.
2) La estrecha relación entre Cristo y la iglesia. En la visión introduc-
toria del Cristo exaltado, Juan lo vio sosteniendo las siete estrellas en su
diestra (Apoc. 1: 16). Esta visión identifica las siete estrellas como los án-
geles de las siete iglesias (vers. 20). La figura de Jesús teniéndolas en la
palma de su mano significa no sólo su tierna consideración por la iglesia,
sino también la verdad de que la iglesia le pertenece. Las manos clavadas
en la cruz también sostienen la iglesia que su sangre compró.
Cristo conoce a su iglesia. Los cristianos de Sardis, en su mayor par-
te, habían caído en una complacencia espiritual mediante la adaptación
y las concesiones al ambiente pagano que los rodeaba. Jesús encontró m:u-
LOS MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS- 2 43
choque condenar y poco para felicita> en ella. La iglesia de Sardis recibe
del Señor resucitado las denuncias más serias de las siete iglesias. Su con-
sejo consiste en cinco órdenes (Apoc. 3: 2, 3):
1) Les dice que se despierten. La exhortación a velar recibe un signifi-
cado adicional a la luz de la historia militar cie la ciudad. La iglesia debe
mantener una actitud de constante vigilancia en vista de la crisis inminen-
te ante el pueblo de Dios. En todo el Nuevo Testamento encontramos ad-
vertencias y amonestaciones a velar y a estar listos (por ejemplo, Mar. 13:
33-37), a velar y ser sobrios (1 Tes. 5: 6). La iglesia vive en un clima de
conflicto y debe mantener una posición militante si ha de triunfar.
2) Les ordena que afirmen las cosas que quedan. Los cristianos de
Sardis habían llegado al punto de la muerte espiritual, pero la restaura-
ción todavía era posible. La iglesia debía reedificarse reforzando las ver-
dades positivas del Evangelio. La queja de Cristo es que sus obras no son
perfectas. Sardis no alcanza la norma de las expectativas de Dios, ni a rea-
lizar plenamente lo que El desea que hagan.
Desde la cumbre de la acrópolis donde estuvo la antigua Sardis, los
cristianos podían ver el templo sin terminar de la diosa griega Artemisa,
construido en tres etapas desde cerca del año 300 AC hasta cerca del año
150 DC. 3 Estaba consagrado a Cibeles, una diosa local que, de acuerdo
con la creencia pagana, tenía el poder de restaurar los muertos a la vida.
Los cristianos de Sardis eran como ese templo sin terminar. Ante Dios sus
obras eran incompletas. Elena de White comprende que la condición de
la iglesia de Sardis era resultado, en parte, de pequeñas peleas sobre pun-
tos menores de doctrina, y hace una aplicación pastoral: "Hay muchos
que están listos para morir espiritualmente, y el Señor nos llama a fortale-
cerlos. El pueblo de Dios ha de estar firmemente unido con los lazos del
compañerismo cristiano, y han de ser fortalecidos en la fe por hablar fre-
cuentemente entre sí acerca de las preciosas verdades que les fueron con-
fiadas. Nunca deben ocupar su tiempo en acusarse o condenarse
mutuamente'' .4
Considerada simbólicamente, la iglesia de Sardis representa el perío-
do de violentas controversias doctrinales entre las recientemente estableci-
das iglesias protestantes. Era un tiempo en que los estudios doctrinales
dieron paso al desarrollo de los credos, y el racionalismo y los descubri-
mientos científicos produjeron una apatía hacia los temas espirituales. Las
rígidas fórmulas de la ortodoxia protestante contribuyeron a la declina-
ción espiritual de sus miembros, muchos de los cuales llegaron a ser cris-
tianos sólo de nombre, teniendo una forma de piedad pero sin la vitalidad
espiritual. 5
3) Cristo los instruye para que recuerden lo que habían recibido y oído.
La forma del verbo acuérdate indica una acción continua. Los creyentes
44 LA IGLESIA DE DIOS EN UN MUNDO HOSTIL
deben refrescar constantemente su recuerdo de las verdades del Evange-
lio, porque afrontan las tentaciones del enemigo cada día. Con respecto
a la Cena del Sefior, el apóstol Pablo escribió: "Porque yo recibí del Se-
fior lo que también os he ensefiado" (1 Cor. 11: 23). Los cristianos deben
observar el servicio de la comunión "en memoria" de Cristo (vers. 24).
Recordar es más que sólo acordarse del pasado. Es el medio por el cual
revivimos el pasado y conservamos su significación para el presente. Olvi-
dar es, pues, espiritualmente mortal. Dos veces en la historia de Sardis su
acrópolis cayó ante el enemigo. porque los defensores dejaron de recordar
su historia pasada.
4) Los amonesta a aferrarse a lo que deben recordar. Los cristianos
deben conservar la fe tomando medidas activas contra las influencias co-
rruptoras del ambiente pagano que los rodea. Deben mantener un ojo vi-
gilante, guardando el tesoro de verdades que les fue confiado. La figura
de la iglesia es la de una torre en la antigua Sardis, en la que los miembros
son los centinelas. Barclay lo dice apropiadamente: " 'La constante vigi-
lancia es el precio de la libertad', y puede ampliarse este proverbio afir-
mando: 'La vigilancia eterna es el precio de la salvación' ". 6
5) Cristo los llama a arrepentirse. En vista del fin inminente, el lla-
mado al arrepentimiento es urgente. La condición de la iglesia de Sardis
es seria, y no tienen tiempo que perder. "Están para morir" (Apoc. 3: 2)
porque el camino que siguen destruye su fe. Cristo intenta llamar su aten-
ción y redirigir sus pasos antes que sea demasiado tarde.
Una seria amenaza sigue a este urgente llamado al arrepentimiento.
Si la iglesia no escucha la advertencia, Cristo los visitará inesperadamente
con juicios. La expresión "vendré sobre ti como ladrón" (vers. 3) recuer-
da al lector el discurso de Jesús a sus discípulos acerca de su venida (Mat.
24: 42-44, 48-51) y el consejo de los apóstoles (véase 1 Tes. 5: 2; 2 Ped.
3: 10). Pero la visitación divina en el mensaje a la iglesia de Sardis no es
la segunda venida de Jesús, sino un juicio que ocurrirá antes de ese even-
to.7 La peligrosa posición de Sardis surge de su falta de vigilancia. Su con-
dición descuidada los deja vulnerables al enemigo. Aquí está la paradoja.
Si los cristianos no velan, el Sefior resucitado los tomará por sorpresa y
los castigará. Aunque no es enemigo de la iglesia, su rechazo del arrepen-
timiento los convierte en enemigos de Jesús. 8
Aunque el futuro de la iglesia parezca oscuro, todavía existe una mi-
noría pequefia de creyentes, "unas pocas personas en Sardis" (Apoc. 3:
4), cuya fe permanece pura. No manchan sus vestiduras (vers. 4) adaptán-
dose a la contaminación de la cultura pagana. La vida religiosa que Dios
aprueba consiste en la acción moral y la conducta ética que surge de la
fe en Jesús. La pureza de motivación interior produce la limpieza exterior.
Los fieles de Sardis "andarán" con el Cristo exaltado "en vestiduras
LOS MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS - 2 45
blancas" (vers. 4). Un comentador ve en esta expresión una alusión al bau-
tismo cristiano primitivo, en el que el creyente era vestido de ropa blanca
después que surgía del agua, para simbolizar la limpieza de su vida. 9 En
otras partes del Apocalipsis encontramos una referencia a los redimidos
que "han lavado sus ropas, y las han emblanquecido" (Apoc. 7: 14; véase
también cap. '22: 14) mediante la fe en el sacrificio expiatorio de Cristo.
La escena es de triunfo (cap. 7: 9, lO) a través de tribulación. Caminar
de blanco con el Señ.or resucitado, entonces, significa dar pasos positivos
para guardarse de las influencias corruptoras del mundo, y avanzar en fe
mediante una vida cristiana dinámica.
El mensaje a la iglesia de Sardis termina con una triple promesa (Apoc.
3: 4): 1) los fieles recibirán vestiduras blancas. Las vestiduras representan
el carácter transformado, tal como lo manifiestan los actos justos hechos
posibles por la fe en Jesús. Las vestiduras son emblemas de una conquista
moral y de un triunfo espiritual sobre las fuerzas del mal en el mundo. 10
2) Cristo no borrará su nombre del libro de la vida. La imagen re-
cuerda la oración intercesora de Moisés en favor de su pueblo (Exo. 32:
32, 33) y refleja una costumbre del Antiguo Testamento de registrar los
nombres de todos los que eran ciudadanos de la comunidad de Israel (véa-
se Eze. 13: 9; Esd. 2: 62). En el tiempo del fin sólo los que tengan sus nom-
bres escritos en el libro de la vida (Dan 12: 1; Apoc. 21: 27) recibirán la
liberación de la tribulación, mientras que los impíos acabarán en el lago
de fuego (Apoc. 20: 15).
3)Cristo confesará su nombre delante de su Padre y de sus ángeles.
La visión enfatiza aquí la recompensa de la fidelidad. Los que hayan re-
conocido a Cristo a pesar de las pruebas, serán a su vez reconocidos en
la presencia de Dios (Mat. 10: 32; lea también los vers. 24-33). Encontra-
mos a Jesús estableciendo una estrecha correlación entre la forma positi-
va en que respondemos bajo la presión de la tribulación y la recompensa
que recibiremos en la hora del triunfo.
La iglesia de Filadelfia (Apoc. 3: 7-13). Colonizadores de Pérgamo fun-
daron la ciudad más nueva de las que albergaban las siete iglesias del Apo-
calipsis en el borde de la meseta volcánica del Asia. La establecieron durante
el siglo JI AC con el expreso propósito de esparcir la cultura y el lenguaje
griegos en las regiones centrales del Asia. La ubicación estratégica de la
ciudad, sobre la ruta postal imperial de Roma vía Troas, la constituía en
"puerta al Este" (la "puerta abierta" del vers. 8). Estar sobre la principal
vía de comunicación del imperio la transformó tanto en un centro de co-
mercio como de cultura griega.
La lava y las cenizas de los volcanes extinguidos formaban un suelo
muy fértil alrededor de la ciudad de Filadelfia. Con el tiempo, la ciudad
46 LA IGLESIA DE DIOS EN UN MUNDO HOSTIL
llegó a ser un famoso centro de cultivo de la uva y de la industrialización
del vino. Pero su ubicación geográfica la dejaba expuesta a frecuentes tem-
blores y ocasionales terremotos. El terremoto del año 17 DC que devastó
a Sardis también produjo graves daños a Filadelfia. Como en el caso de
Sardis, Tiberio contribuyó para la reconstrucción de la ciudad, y en señal
de gratitud, la ciudad cambió su nombre a Neocesarea (la Nueva Cesarea
o la Nueva ciudad del César). Nerón devolvió el nombre de Filadelfia a
la ciudad. Sin embargo, la ciudad cambió otras dos veces su nombre en
honor de Roma.U
Filadelfia recibe del Señor alabanzas y estímulo pero ninguna repren-
sión. Tres descripciones de Cristo lo presentan a esta iglesia (vers. 7): 1)
El es el Santo. Más que cualquier otra expresión, el "Santo" describe la
esencia divina, la naturaleza íntima, de la Deidad. 12 La expresión es un
título frecuente en el libro de lsaías (por ejemplo, lsa. 1: 4; 5: 19, 24; 10:
17, 20; 40: 25; 41: 14, 16, 20; 43: 3, 14, 15), pero aparece con menos fre-
cuencia en el Nuevo Testamento. La descripción de Jesús como el Santo
es rara, y Juan la usa para destacar la divinidad de Cristo. Como el Santo,
Jesús comparte la misma naturaleza, la divina esencia, de Dios.
2) El es el Verdadero. Debemos considerar esta expresión en el con-
texto del versículo 9, que se refiere a aquellos de la sinagoga de Satanás
"que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten". Su rechazo de
Cristo demuestra que no son verdaderos judíos. La alusión nos recuerda
el debate de Cristo con ciertos judíos incrédulos que pretendían ser des-
cendientes de Abrahán y, por ello, hijos de Dios. Jesús refutó su arrogan-
cia incrédula y los declaró del diablo, el padre de la mentira (Juan 8: 33-44).
El Verdadero destaca la realidad o autenticidad de Cristo. En contraste
con los falsos judíos, Jesús es el verdadero Mesías. Su legitimidad desen-
mascara la naturaleza falsificada o irreal de tales personas.
3) El tiene la llave de David. La frase "llave de David" alude al pasa-
je mesiánico de lsaías 22: 22: "Y pondré la Have de la casa de David sobre
su hombro; y abrirá, y nadie cerrará; cerrará, y nadie abrirá". El contex-
to aclara que la llave simboliza la autoridad concedida a Eliaquim (vers.
20, 21), siervo del rey Ezequías. Como una designación del Cristo exalta-
do, la expresión atribuye a Jesús la autoridad suprema e indisputada so-
bre los que entrarán en la Santa Ciudad. Juan puede estar aquí intentando
anímar a los cristianos excomulgados de la sinagoga local por causa de
su lealtad a Jesús. 13
La atribución mesiánica lleva a una serie de tres promesas (Apoc. 3:
8-10): 1) Cristo ha puesto delante de la iglesia "una puerta abierta" que
nadie puede cerrar. Es posible entender esta expresión como una predic-
ción de la actividad misionera de la iglesia bajo el señorío del Cristo resu-
citado. Considerada de este modo, la declaración profética ofrece esperanza
LOS MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS - 2 47
a aquellos cuyo testimonio parece perjudicado por la oposición de la po-
blación judía. Así como la ciudad, siglos antes, diseminó la cultura y la
lengua de los griegos, la iglesia esparciría por todas las regiones del Asia
el evangelio del Cristo resucitado. 14
También podemos considerar la "puerta abierta" como un estímulo
a lt>s cristianos de Filadelfia expulsados de la sinagoga local. En este caso,
la expresión serviría para recordar a los creyentes que Cristo ha abierto
el camino al reino. Aunque los judíos que se oponían a ellos podían man-
tenerlos fuera de la sinagoga, no podrían evitar que entraran al reino de
los cielos. El lugar de reuniones que los excluye llegó a ser "la sinagoga
de Satanás", por lo que de allí no pueden esperar alimento espiritual. Pe-
ro Jesús ha abierto un nuevo y mejor camino hacia Dios, y nadie podrá
estorbar a los creyentes de ir directamente al Padre por la fe en el Sefior
resucitado (véase Juan 10: 7, 9).
Parece razonable, entonces, interpretar la puerta abierta como el ac-
ceso ilimitado a los recursos inagotables de la gracia de Dios: "Podrán
negarse muchos de lo,s privilegios del mundo a los que procuran ser fieles
a Dios; los enemigos de la verdad podrán estorbar su camino y su obra;
pero no hay poder que pueda cerrar la puerta de comunicación entre Dios
y sus almas" }S La "puerta abierta" coloca a los que tienen "poca fuer-
za" (vers. 8) en la posición de recibir la fortaleza divina que los sostendrá
en la hora de su prueba.
2) Cristo someterá a los judíos hostiles. Aquí entramos al centro del
conflicto entre la iglesia y la sinagoga de Filadelfia. Por la semejanza en-
tre los mensajes a las iglesias de Esmirna y de Filadelfia podemos concluir
que las condiciones internas y externas de ambas iglesias eran muy pareci-
das. De las siete iglesias, son las únicas que reciben alabanzas incondicio-
nales. Ap¡uecen empobrecidos (Esmirna) e impotentes (Filadelfia) pero
realmente son ricos y fuertes en fe. Los cristianos de ambas iglesias afron-
tan persecuciones de los dirigentes judíos locales, cuya pretensión de ser
el pueblo de Dios el Sefior refuta ahora. Los mensajes a ambas iglesias
dicen que tales judíos realmente pertenecen a la sinagoga de Satanás, por-
que por su maligno trato a la iglesia revelan su verdadero origen y su per-
versa vocación.
En las palabras de seguridad que Cristo ofrece a los creyentes de Fila-
delfia encontramos una reminiscencia de la expectativa escatológica judía.
En la literatura profética del Antiguo Testamento y especialmente en el
libro de lsaias encontramos la expresión de la creencia de que en la nueva
edad que está por iniciarse, las naciones del mundo tributarán humilde ho-
menaje a los judíos, inclinándose a sus pies en sumisión (Isa. 45: 14; 49:
23; 60: 14; Zac. 8: 22, 23). Como severa reprensión a los judíos, las pala-
bras del Sefior resucitado testifican del hecho de que la iglesia y no la sina-
48 LA IGLESIA DE DIOS EN UN MUNDO HOSTIL
goga será ahora la esfera de la gracia redentora de Dios por medio de Cristo.
La iglesia reemplaza a la nación judía como heredera de his promesas di-
vinas. Los judios incrédulos reconocerán el amor de Cristo po~ su iglesia
(Apoc. 3: 9) cuando vean el triunfo de su pueblo. ·
3) Cristo guardará a sus seguidores de la hora de la prueba. Algunos .
ven en esta promesa una alusión al rapto de la iglesia previo a la tribula- ·
ción. Pero el contexto no apoya este punto de vista, ni lo hace el·sentido
general del versículo (vers. 10) en sí mismo. 16 La "hora de la p~eba" de.
la que Dios protege a los creyentes "ha de venir sobre el mundo. entero,
para probar a los que moran sobre la tierra". Esta última frase aparece
ocho veces más en el Apocalipsis (Apoc. 6: 10; 8: 13; 11: 10, dos veces;
13: 8, 14; 14: 6; 17: 8), y en cada uno de estos versículos se refiere a los
impíos. 17 La hora de la prueba de que habla Apocalipsis 3: 10 se refiere,
entonces, al juicio de Dios derramado sobre los enemigos de 8u pueblo an- ·
tes de la segunda venida. Por medio de su paciencia los cristianos han guar-
dado la fe, y aquí Cristo les asegura que los guardará de la ira de los juicios
de Dios (véase también Apoc. 14: 6-12). ·
. A continuación sigue la nota clave del libro del Apocalipsis: "Yo. vengo
pronto" (Apoc. 3: 11). La referencia al retorno de Cristo aparece aquí en ·
marcado contraste con las referencias amenazadoras en el niensaje a Efe-
so (vendrá para quitar su candelero, Apoc. 2: 5), a Pérgamo (vendrá y pe- .
leará contra ellos con la espada de su boca, vers. 16), y a Sardis (vendrá
como ladrón y los tomará por sorpresa, cap. 3: 3). La venida· de Cristo
a la iglesia de Filadelfia ocurre en el momento de su segunda venida (véase
Apoc. 22: 20). En vista de su pronto regreso, Cristo exhorta a los fieles
a· retener lo que tienen y a no entregar sus coronas a nadie (véase Apoc.
3: 11 ). En lugar de ser una amenaza para la iglesia, las palabras de Cristo
ofrecen ánimo para ser pacientes a la luz del hecho de que el fin está cerca-
no. La conclusión de su tribulación será el comienzo de su triunfo.
La corona que Cristo promete a los creyentes es como la guirnalda
que se otorgaba a los vencedores en las competencias atléticas (véase 1 Cor.
9: 24-27 y 2 Tim. 4: 6-8). Pero, a diferencia de las carreras olímpicas, Cristo
concede la recompensa no sólo al que termina primero sino a todos los
que completan la carrera. El énfasis está en perseverar hasta.el fin.
El Cristo exaltado concluye el mensaje con dos promesas adicionales ·
(Apoc. 3: 12): 1) Los que vencen reciben la promesa de una residenCia per-
manente con Dios. Cristo los hará pilares en el templo de Dios. El mensa-
je de Cristo puede tener varios aspectos: a) la imagen de un pilar fijo en
el templo de Dios sería consoladora para los cristianos expulsados de la
sinagoga, y con ello, desplazados de la comunidad. b) Los repetidos terre-
motos que aterrorizaban a los ciudadanos de Filadelfia y los forzaba a sa-
lir al campo era una experiencia bien conocida para la iglesia. Los muchos
LOS MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS - 2 49
templos de la ciudad no proporcionaban un refugio seguro durante los tem-
blores, abandonando al pueblo a su suerte. En una atmósfera de tal incer-
tidumbre e inestabilidad, los creyentes encontrarían en las palabras de Cristo
la promesa de seguridad y paz permanentes. e) En la construcción de los
templos antiguos, los pilares tenían una función práctica y estética. Soste-
nían la superestructura maciza del templo, y le daban una majestad y mag-
nificencia que inspiraba respeto. Cristo está diciendo a sus seguidores que
los honrará con dignidad y esplendor delante de su Padre por causa de
su lealtad a El, a pesar de la humillación personal y la ignominia pública
que recibieron de sus perseguidores.
2) A sus seguidores fieles Cristo les ofrece la triple promesa de un nuevo
nombre: a) sobre ~llos escribirá el nombre de su Padre, lo que significa
propiedad. Llama a los creyentes por el nombre de Dios porque ahora le
pertenecen; b) sobre ellos Cristo pondrá el nombre de la ciudad de Dios,
la nueva Jerusalén, lo que significa ciudadanía; e) y sobre ellos Cristo es-
cribirá su propio nombre nuevo, lo que significa participación. Mediante
su amor inmutable y su paciencia perseverante, los cristianos participaron
de los sufrimientos de Cristo, y ahora el Señor resucitado los invita a com-
partir su gloria.
Anteriormente, el apóstol Pablo había escrito a los filipenses acerca
de que Dios exaltó a Jesús a una posición de preemiencia, otorgándole "un
nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se do-
ble toda rodilla" (Fil. 2: 9, 10). Y en su carta a los efesios dice que Dios
nos levantó con Cristo, y nos hizo "sentar en los lugares celestiales con
Cristo Jesús" (Efe. 2: 6). Aquí, en el mensaje a Filadelfia, el Señor resuci-
tado nos dice que compartiremos la grandeza y la gloria de su gran triun-
fo llevando su nombre. Es un honor que dura por toda la eternidad. 18
La iglesia de Laodicea (Apoc. 3: 14-22). William Barclay menciona que
Laodicea tiene "la triste distinción de ser la única iglesia con respecto a
la cual Cristo resucitado no puede decir nada bueno" . 19 Su condenación
es absoluta y total. El Señor no puede encontrar ni siquiera un remanente
fiel como lo hizo en Sardis, la iglesia a punto de morir.
Por causa de su posición sobre el camino romano desde Efeso hacia
el este y hacia Siria, la ciudad de Laodicea llegó a ser uno de los grandes
centros comerciales y financieros del mundo antiguo. Tres hechos relacio-
nados con la ciudad nos ayudan a entender la carta a esa iglesia: 1) Laodi-
cea gozaba de una próspera economía agrícola. Situada en el fértil valle
del río Lico, la ciudad tenía acceso a buenos pastizales para sus ovejas,
y con el tiempo desarrolló, mediante una cría cuidadosa, ovejas con lana
negra de alta calidad. Como resultado, flo~eció una industria textil que
hizo famosa a la ciudad en todo el mundo antiguo. La descripción que
50 LA IGLESIA DE DIOS EN UN MUNDO HOSTIL
Cristo hace de la iglesia como desnuda sería así una aguda reprensión a
los que vivían en una ciudad que se enorgullecía por la calidad de su ropa.
Y su consejo de comprar de El vestiduras blancas sería un golpe a la com-
placencia asociada con la riqueza derivada de la famosa lana negra.
2) Laodicea llegó a ser el centro de una industria bancaria. La pros-
peridad de su agricultura y su comercio hicieron de Laodicea una ciudad
enormemente rica. El estadista romano Cicerón escribió que cobró allí sus
bonos de tesorería. 20 Y leemos de grandes cantidades de oro que eran
guardadas en esa ciudad. 21 Una indicación de la riqueza de Laodicea la
da el historiador romano Tácito. Al escribir acerca de la destrucción de
la ciudad por un terremoto en el año 60 DC, hace notar: "Una de las ciu-
dades más famosas del Asia, Laodicea, fue en ese mismo año destruida
por un terremoto, y sin ninguna ayuda de nosotros se recuperó con sus
propios recursos" .22 Cuando otro terremoto destruyó a Sardis, los ciuda-
danos construyeron un templo como agradecimiento a Roma por su ayu-
da en la reconstrucción de la ciudad, y Filadelfia cambió su nombre como
agradecimiento por una ayuda similar. Pero la rica e independiente Lao-
dicea orgullosamente rehusó los subsidios imperiales y recurrió en cambio
a sus. propias reservas. Aparentemente ese orgullo e independencia tam-
bién se expresaron en la iglesia y provocaron la queja y el consejo del Cristo
resucitado (Apoc. 3: 17, 18).
3) Laodicea estableció un destacado centro médico. La escuela de me-
dicina, relacionada al principio con el vecino templo de un antiguo dios
cario (llamado Men) que se creía tenía poder sanador, más tarde se mudó
a la ciudad. La escuela de medicina de Laodicea obtuvo su reputación por
sus preparados farmacéuticos. Siguiendo las enseñanzas de Herófilo (ca.
330 a ca. 250 AC), quien proponía el concepto de que las enfermedades
complejas· debían ser tratadas con medicamentos complejos, los médicos
desarrollaron una cantidad de productos, incluyendo un ungüento para
los oídos y un colirio para los ojos. Compuesto por "polvo frigio mezcla-
do con aceite", el colirio llegó a ser un medicamento común en el trata-
miento de las enfermedades de los ojos. Con el tiempo, otras escuelas de
medicina reconocieron sus propiedades curativas e importaron piedras fri-
gias de las que usaban los médicos laodicenses para preparar sus polvos.
La reputación de la escuela de medicina de Laodicea produjo nombradía
para la ciudad como centro de tratamiento de enfermedades de .los ojos. 23
A la iglesia que estaba en una ciudad que se enorgullecía por sus instal~
ciones médicas y que se jactaba de su famoso colirio, Cristo le presenta
su condenación y consejo: son ciegos y necesitan de su gracia sanadora.
El apóstol Pablo se refiere a la iglesia de Laodicea cuatro veces en
su carta a los colosenses. Habla de luchar "por los que están en Laodicea,
y por todos los que nunca han visto mi rostro" (Col. 2: 1). La última frase
ha llevado a especular que en la iglesia de Laodicea había personas que
eran ciegas o sufrían de una visión empobrecida. 24 En la conclusión de su
LOS MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS- 2 51
epístola, Pablo instruye a los colosenses para que intercambien sus cartas
con los de Laodicea, y a exhortar a Arquipo, posiblemente el pastor de
la iglesia de Laodicea, a cumplir "el ministerio que recibiste en el Señor"
(Col. 4: 16, 17). La carta de Pablo a los Laodicenses se ha perdido. Bar-
clay interpreta que el consejo del apóstol es un severo reproche al pastor
local (Arquipo), y sugiere que ya unos 30 años antes de escribirse el Apo-
calipsis "la podredumbre se había instalado en la iglesia de Laodicea, y
que un pastor indigno y un ministerio insatisfactorio e indigno habían sem-
brado las semillas de la degeneración". 25 Si fuera así, la condición poste-
rior de la iglesia sería mucho más seria y el mensaje de Cristo mucho más -
urgente.
El mensaje a la iglesia de Laodicea comienza con una serie de tres des-
cripciones del Señor resucitado (Apoc. 3: 14): 1) El es el Amén. La pala-
bra nos viene del hebreo y significa "digno de confianza". Para una iglesia
de habla hebrea esto sería claro, pero la iglesia de Laodicea hablaba y leía
el griego. Las palabras "testigo fiel y verdadero", que siguen a continua-
ción, ayudan a clarificar el significado. En el texto hebreo de lsaías 65:
16 encontramos la expresión "Dios del Amén" (versión Biblia de Jerusa-
lén), donde Amén sirve para destacar la confiabilidad de las palabras de
aquellos que se bendicen a sí mismos o juran en el nombre de Dios. Como
designación de Cristo, afirma la validez y la cualidad duradera de su tes-
timonio.
2) El es el testigo fiel y verdadero. Aquí la visión destaca una vez más
la confiabilidad del mensaje de Cristo. El énfasis adicional agudiza el punto
de la incredulidad de la iglesia de Laodicea. Como testigo fiel y verdadero
de Dios, Jesús da un testimonio que expone la verdadera condición de la
iglesia y revela el juicio inminente si la iglesia no acepta el consejo de Cristo.
3) El es el principio de la creación de Dios. Debemos entender esta
designación en relación con otros dos pasajes del Nuevo Testamento: a)
Pablo usa una expresión similar en su carta a los colosenses cuando des-
cribe la obra de Cristo (Col. 1: 15-20). El hecho de que las ciudades de
Laodicea y de Colosas estaban muy próximas entre sí, y que Pablo instru-
ye a los colosenses a intercambiar su carta con la de los laodicenses sugie-
re que con toda probabilidad el lector comprendería la descripción de Jesús
como "el principio de la creación de Dios" en el sentido paulino. En am-
bas cartas, la designación se refiere al papel mediador de Cristo en la crea-
ción del mundo. b) El cuarto evangelio proporciona la declaración más
clara y elaborada que testifica de la obra de Cristo como creador y, al mismo
tiempo, declara su naturaleza eterna (Juan 1: 1-3). La atribución del Apo-
calipsis a Cristo es consecuente con la enseñanza del cuarto evangelio y
afirma que quien da testimonio es el que comenzó el proceso óe la crea-
ción. Todas las cosas se originaron en El.
A continuación siguen las palabras de condenación (Apoc. 3: 15-17):
1) los laodicenses son tibios. La expresión cobra un nuevo significado cuan-
52 LA IGLESIA DE DIOS EN UN MUNDO HOSTIL
do recordamos las fuentes minerales termales de Hierápolis, a 9 km al norte
de Laodicea, y las aguas puras y frías de Colosas, a unos 16 km al sur
y al este de ella. Las famosas aguas calientes de Hierápolis fluían desde
la ciudad por sobre una planicie ancha, y finalmente caían por un acanti-
lado de 100m de altura y un kilómetro y medio de ancho. Las columnas
de vapor de las aguas calientes que caían en cascada sobre el borde rocoso
proporcionaban una vista espectacular que los laodicenses podían gozar
desde la distancia. Estas aguas calientes eran medicinales, y las aprove-
chaban los que tenían músculos cansados y dolores en los huesos. 26 Co-
mo Laodicea no tenía un suministro de agua suficiente, dependía del agua
que venía de manantiales calientes alsur de la ciudad. Para cuando llega-
ba a Laodicea, sin embargo, el agua era tibia y nauseabunda, y no produ-
cía refrigerio al cansado ni sanidad al enfermo.
El problema básico de la iglesia es su condición tibia. Su orgullo, auto-
suficiencia y virtual ignorancia los hacía indiferentes a su peligrosa situa-
ción ante el Señ.or resucitado. Les faltaba celo en su vida espiritual y la
motivación para hacer algo con respecto a ello. Y su indiferencia es tan
desagradable para Cristo que habla de vomitarlos.
2) Los laodicenses son desventurados, miserables, pobres, ciegos y des-
nudos. En ninguna otra parte encontramos una descripción tan lastimosa.
Los cristianos de la ciudad existían en un estado de miseria. La palabra
traducida aquí es la misma que Pablo usa para describir la condición de
quien está esclavizado por el pecado (Rom. 7: 24). Aparece en la descrip-
ción que hace Santiago de los ricos que deben llorar y aullar (Sant. 5: 1)
en los últimos días a causa de los juicios que deben afrontar por su explo-
tación de los pobres. Uno debe apiadarse de los cristianos de Laodicea.
Viven en la miseria espiritual y no se dan cuenta de su condición. Su aflic-
ción no evoca compasión sino repugnancia, puesto que es el resultado de
sus caminos egoístas y centrados en sí mismos.
Los laodicenses son pobres, ciegos y desnudos, tres palabras que ilus-
tran su miseria y muestran por qué deben ser compadecidos entre todas
las iglesias. En el griego la palabra traducida como "pobre" denota una
existencia de mendigo producida por la pobreza más abyecta. Como testi-
monio de la verdad en Jesús, como luces para un mundo en oscuridad,
los cristianos de Laodicea son inservibles. Son espiritualmente pobres, co-
mo resultado de su rechazo de los recursos de la gracia de Dios, así como
su ciudad había rechazado la ayuda financiera de Roma después de su des-
trucción por el terremoto del añ.o 60 DC.
La ceguera de los laodicenses se hace evidente por su engaño e igno-
rancia reflejados en su alabanza propia: "Yo soy rico, y me he enriqueci-
do, y de ninguna cosa tengo necesidad" (Apoc. 3: 17). Jesús dice que lo
contrario es cierto. Naturalmente nos preguntamos cómo es que pueden
estar tan lejos de la verdad. Su ceguera tiene dos aspectos: pretenden no
LOS MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS - 2 53
sólo ser espiritualmente ricos sino también haber alcanzado su riqueza por
sí mismos.
Lo peor de todo es que los cristianos laodicenses están vergonzosa-
mente desnudos -e ignoran ese hecho. Laodicea se enorgullecía de su ri-
queza financiera, de su famoso colirio e industria textil, y podía recurrir
a sus bancos, escuela de medicina y centro de producción industrial para
apoyar sus pretensiones a la grandeza. El Señor resucitado golpea en· el
centro mismo del problema de Laodicea: precisamente las cosas que les
produjeron éxito material los han puesto en el borde de la ruina espiritual.
Necesitan de todo. Comprar tres elementos cambiará todo el cuadro (Apoc.
3: 18):
1) Cristo les aconseja comprar de El "oro refinado en fuego". La ex-
presión señala la necesidad de los laodicenses de poner su confianza en
la Palabra de Dios y en el testimonio de Jesús, y no en las cosas que el
mundo puede ofrecer. El oro que la iglesia necesita es la fe purificada por
el calor de la persecución. Las pruebas ardientes purifican a los creyentes
de los enredos de las ambiciones y empresas seculares, y los fortalece para
la crisis del tiempo del fin.
2) Cristo los exhorta a comprar "vestiduras blancas" para cubrir su
desnudez. Piensa en los actos justos que son el fruto de una fe activa en
Jesús (Apoc. 14: 12; 19: 8). En contraste con las valiosas vestiduras he-
chas de la famosa lana negra de la ciudad, Jesús amonesta a la iglesia a
comprar las únicas vestiduras que pueden cubrir su desnudez. Notamos
aquí una línea de demarcación entre el mundo y el reino. Por eso no pode-
mos seguir el sistema de valores del mundo y, al mismo tiempo, seguir el
reino de Dios. El éxito en el mundo exige concesiones morales y espiritua-
les en la iglesia.
3) Cristo los anima a comprar colirio espiritual. Aquí podemos en-
tender el colirio que el Señor resucitado ofrece a la iglesia como el poder
sanador del Espíritu Santo, cuyo ministerio activo en la iglesia sirve a un
propósito iluminador (véase Apoc. 4: 5).
Finalmente, Cristo sigue su consejo con un recordativo de que su cas-
tigo es resultado de su amor, y los invita a ser "celosos" y a arrepentirse
(Apoc. 3: 19). La idea continúa en el versículo siguiente que describe al
Señor resucitado golpeando a la puerta. Algunos ven esto como una ame-
naza y advertencia, y tal vez sea cierto en parte, ya que forma parte del
mensaje a Laodicea. Pero no deberíamos pasar por alto otra dimensión.
El Apocalipsis presenta un cuadro del Cristo que llama, una visión del Dios
que busca que resulta sumamente clara. El cuadro de William Holman
Hunt, titulado "La luz del mundo", muestra la puerta del corazón huma-
no que no tiene picaporte para abrirla desde el exterior, es decir, que sólo
puede abrirse desde adentro. Esto resume el consejo de Cristo a Laodicea,
porque lo que El más desea y lo que los creyentes necesitan más es invitar
al Señor resucitado a estar entre ellos de modo que su presencia gobierne
54 LA IGLESIA DE DIOS EN UN MUNDO HOSTIL
La santidad de Dios
en majestuoso despliegue
(Basado en Apocalipsis 4)
55
56 LA IGLESIA DE DIOS EN UN MUNDO HOSTIL
da. La apertura del cielo al pecador es el resultado de la obra salvadora
de Dios por medio de Jesús, la que ocurrió en armonía con el plan divino
(1 Ped. 1: 20; Efe. 1: 5-12). El Señor manifiesta su naturaleza permanente
de ansiosa invitación no sólo en sus actos redentores sino también en la
revelación de su santa voluntad y propósito para la iglesia. Una voz invita
a Juan a subir y ver "las cosas que sucederán" (Apoc. 4: 1).
2) La referencia al trono de Dios. En su mensaje a la iglesia de Laodi-
cea Cristo promete al vencedor la recompensa de compartir su trono (Apoc.
3: 21). El trono al que Cristo se refiere en este caso es el trono del vence-
dor. La imagen bíblica sugiere un diván similar a los que había en las salas
del trono de los monarcas orientales más bien que los asientos individua-
les que encontramos en el Occidente. 1 En la visión de la sala del trono,
Juan ve sentado a uno sólo (Apoc. 4: 2). Aquí el profeta se concentra en
la suprema majestad de Dios y en la adoración que su autorrevelación di-
vina inspira. El trono de Dios aparece con frecuencia en el libro del Apo-
calipsis, y sirve para asegurar a los cristianos que el soberano del universo
está en los controles, no importa cuán oscuro parezca todo. La visión de
Dios en su trono dirige la atención del mundo transitorio al eterno, y pro-
porciona al lector la oportunidad de poner su situación en la perspectiva
adecuada.
La visión de Dios en su trono (Apoc. 4: 3). Juan nos cuenta que estaba
"en el Espíritu" cuando vio a Dios sentado en el trono (vers. 2). Usó la
misma expresión que en su introducción a la visión del Señor resucitado
(Apoc. 1: 10). Por este medio deja bien en claro a sus lectores que lo que
vio y oyó sucedió por medio de la obra del Espíritu Santo. No era algo
que imaginó o vio con el ojo de la mente. El estado mental en que se en-
contraba resultó de la iniciativa divina y no fue algo que el profeta logró
mediante la meditación. La referencia a una voz como de trompeta que
le hablaba (Apoc. 4: 1) recuerda otra característica de la visión inicial (Apoc.
1: 10).
El profeta describe a Dios sentado en el trono con un lenguaje similar
al de Ezequiel1: 26-28. Como en la descripción de Ezequiel, la de Juan,
que presenta a la Deidad con imágenes simbólicas, agudiza el sentido de
la santidad de Dios. Juan emplea los nombres de tres piedras preciosas
-jaspe, cornalina (sardio) y esmeralda- para trasmitir la majestuosa pre-
sencia de Dios, el brillo que emana de su trono. La escena recuerda la ca-
racterización que hizo el salmista de Dios como envuelto en luz (Sal. 104:
2), y el cuadro en que el apóstol Pablo lo describe viviendo "en luz inacce-
sible" (1 Tiin. 6: 16). Las tres piedras formaban parte del pectoral del su-
mo sacerdote y representaban a ciertas tribus de Israel (Exo. 28: 17-21).
El jaspe y la cornalina eran la última y la primera piedra, respectivamen-
LA SANTIDAD DE DIOS EN MAJESTUOSO DESPLIEGUE 57
te, y representaban a Benjamín (el menor de los hijos de Jacob) y a Rubén
(el mayor), respectivamente, y la esmeralda estaba en el cuarto lugar so-
bre el pectoral y simbolizaba a Judá. También es interesante notar que Eze-
quiel incluye la cornalina, el jaspe y la esmeralda entre las piedras que
formaban parte del adorno de Lucifer (Eze. 28: 13), y que Juan identifica
estas mismas piedras en los fundamentos de la nueva Jerusalén (Apoc. 21:
19, 20).
Un arco iris rodea el trono. El informe del Génesis del diluvio mues-
tra al arco iris como símbolo de la promesa divina del pacto con Noé y
las generaciones futuras de que nunca más volvería a destruir la tierra con
un diluvio (Gén. 9: 8-17). Los rabíes ampliaron el concepto del arco iris,
ofreciendo diferentes interpretaciones de su significación religiosa. Algu-
nos lo veían como una indicación de la censura divina, mientras otros lo
reconocían como una manifestación de la gloria divina. 2 Juan puede ha-
ber incorporado ambos conceptos. Para los creyentes, el arco iris propor-
ciona la certeza de la fidelidad de Dios, mientras que para los malvados
sefiala el juicio venidero.
Los veinticuatro ancianos (Apoc. 4: 4). El profeta ve 24 ancianos con ves-
tiduras blancas y coronas de oro, sentados en tronos alrededor del trono
de Dios. Las opiniones varían mucho con respecto a la identidad de los
ancianos. 3 Esas amplias especulaciones derivan de su frecuente mención
en el Apocalipsis (Apoc. 4: 4, 10; 5: 5, 6, 8, 11, 14; 7: 11, 13; 11: 16; 14:
3; 19: 4). Varios puntos de vista han interpretado a los ancianos como án-
geles, hombres, sabios, profetas o representantes de los redimidos. El pa-
pel principal de los anCianos en la corte celestial es el de ofrecer adoración
y alabanza continuas a Dios y al Cordero (Apoc. 4: 10, 11; 5: 11, 12, 14;
7: 11, 12; 11: 16; 19: 4). Pero también cumplen un papel intercesor. Juan
los ve sosteniendo incensarios de oro, que representan las oraciones de los
santos (Apoc. 5: 8). El hecho de que los ancianos permanezcan constante-
mente en la presencia de Dios sugiere que mantienen delante de Ellas ora-
ciones de su pueblo. Uno de los ancianos anima a Juan (vers. 5), y otro
sirve como intérprete en una de las visiones (cap. 7: 1317).
La evidencia disponible rechaza la posición que interpreta a los 24 an-
cianos como "un orden angélico exaltado", 4 que sirve como la contrapar-
te celestial a los órdenes sacerdotal y levítico (véase 1 Crón. 24-26). En
cambio, deberíamos ver en ellos un grupo especial elegido de la humani-
dad redimida. Las siguientes deducciones sustentan este concepto: 1) sus
ropas blancas testifican de la pureza de sus vidas como resultado del po-
der transformador del Evangelio. Deben ser parte de los redimidos, quie-
nes "han lavado sus ropas ... en la sangre del Cordero" (Apoc. 7: 14).
2) Las coronas de oro sobre las cabezas de 'los ancianos son las coronas
58 LA IGLESIA DE DIOS EN UN MUNDO HOSTIL
de victoria (la palabra griega es stéfanos), indicando su victoria moral y
espiritual sobre el mal mediante la fe en Cristo Jesús. Si las coronas indi-
caran su condición de reyes, esperaríamos que Juan hubiera usado lapa-
labra griega diadema, como lo hace cuando se refiere a Jesús como el Rey
de reyes (Apoc. 19: 12, 16). 3) El número 24 puede representar el cuerpo
entero de creyentes, de las doce tribus de Israel (el pueblo de Dios antes
de la cruz) y la iglesia o el nuevo Israel (el pueblo de Dios después de la
cruz) representado por los doce apóstoles. 5 También puede aludir a las 24
órdenes sacerdotales del antiguo Israel, pero no indica una contraparte de
ángeles celestiales. Parece más apropiado ver aquí una referencia a la si-
tuación sacerdotal de los redimidos, que Juan nos presenta en su saludo
(Apoc. 1: 6).
Los siete espiritus de Dios (Apoc. 4: 5). Juan ya nos presentó "los siete
espíritus" de Dios que están delante de su trono (Apoc. 1: 4). Pero aquí
el profeta los describe como "siete lámparas de fuego" que arden delante
del trono. Algunos han especulado de que las siete lámparas son los siete
candeleros, y concluyen que la puerta abierta permitió a Juan mirar en
el primer compartimento del santuario celestial. Pero no tenemos nada que
sostenga esa conclusión. Además, ignora la propia interpretación de Juan
en Apocalipsis 4: 5, que liga las siete lámparas con los "siete espíritus".
Más consecuente con su punto de vista es la idea de que las siete lámparas
pueden describir otro aspecto de la obra del Espíritu Santo; específicamente,
revelar la santidad de la presencia divina. El relato del llamamiento de Moi-
sés muestra a Dios al manifestar su santidad en un arbusto ardiente que
no se consumía por las llamas (Exo. 3: 2-6). El día de Pentecostés el Espí-
ritu Santo descendió sobre los discípulos en la forma de lenguas de fuego
(Hech. 2: 1-4), y los ungió con las credenciales divinas para el ministerio.
El fuego sirve para simbolizar el majestuoso carácter de la presencia de
· Dios o su santidad.
Cuando estuvieron en las fronteras de la tierra prometida, Moisés ad-
virtió a Israel contra la idolatría, recordándoles que su Dios es un fuego
devorador (Deut. 4: 24). Y el libro de Hebreos nos advierte que aprenda-
mos de las lecciones de la historia de Israel (véase Heb. 12: 25) y ofrezca-
mos a Dios una adoración aceptable, porque Dios es un "fuego
consumidor" (vers. 28, 29). La adoración es una respuesta reverente a la
santidad revelada de Dios. Como este es el tema de Apocalipsis 4, una in-
terpretación de las siete lámparas de fuego como el Espíritu Santo en el
contexto de la adoración sería consistente con este hecho.
Junto con las siete lámparas de fuego, Juan ve que salen del trono
relámpagos y oye voces y truenos. Usa imágenes similares en otras partes
para describir la manifestación de la ira divina contra los malvados (Apoc.
LA SANTIDAD DE DIOS EN MAJESTUOSO DESPLIEGUE 59
8: 5; 16: 18). Es irrwortante que notemos que Dios revela su ira cuando·
manifiesta su santo desagrado por el pecado. La misma santidad que atrae
a los creyentes a una experiencia de adoración, impulsa a los incrédulos
a alejarse aterrorizados. El poder acrisolador de la presencia de Dios puri-
fica a su pueblo mientras que al mismo tiempo destruye a los impíos.
El mar de vidrio (Apoc. 4: 6). Luego Juan ve ante el trono lo que parece
un mar de resplandeciente cristal. El simbolismo tiene sentido cuando se
lo considera ante el trasfondo de varios pasajes del Antiguo Testamento:
1) en la visión de la rueda dentro de la rueda de Ezequiel, el profeta ve
sobre las cabezas de los seres vivientes una ''expansión a manera de cris-
tal'', y sobre ella el trono (Eze. 1: 22, 26). Encontramos una imagen simi-
lar del firmamento en el lenguaje poético de Eliú, uno de los amigos de
Job. Eliú describe el cielo como "un espejo fundido" (Job 37: 18). 2) El
salmista describe con lenguaje pintoresco la escena del mar celestial sobre
el cual Dios puso las bases de sus aposentos (Sal. 104: 3). El simbolismo
sugiere que el escritor pensaba en el lugar del trono de Dios. La idea de
un mar celestial aparece también en el informe de la creación del Génesis.
Cuando Dios creó la expansión de los cielos, separó las aguas debajo del
firmamento de las de arriba de él (Gén. 1: 7).
El mar de vidrio es un "fenómeno visual que aumenta el majestuoso
esplendor" de la majestad de Dios. 6 Este mar puede simbolizar la luz en-
ceguecedora de su santidad y la inmensa distancia entre Dios y el mundo,
como resultado de esa santidad. 7 La expresión mar de vidrio ocurre otra
vez en Apocalipsis 15, donde los redimidos aparecen con sus arpas y ofre-
cen a Dios su alabanza por la victoria que les dio sobre la bestia y su ima-
gen (vers. 2, 3). Finalmente, notamos la referencia al río de las aguas de
vida, resplandeciente como cristal, que fluye del trono de Dios y del Cor·
dero (Apoc. 22: 1). Las propiedades vitalizadoras que fluyen del trono de
Dios exhiben la misma resplandeciente pureza como la de la radiación que
emana de su presencia. De este modo el trono simboliza la Fuente que pro-
vee todas las bendiciones y que sostiene toda vida.
Los cuatro seres vivientes (Apoc. 4: 6-8). Los. cuatro seres vivientes ofre-
cen dificultades al intérprete así como lo hicieron los 24 ancianos. Aunque
el libro los menciona a menudo, no tenemos suficientes evidencias como
para identificarlos con alguna certidumbre. Parecen estar basados en la
visión de Ezequiel. La visión del profeta del Antiguo Testamento de cua-
tro seres vivientes describe a cada uno de ellos como poseyendo cuatro ca-
ras (Eze. 1: 4-14), mientras en el Apocalipsis cada uno tiene sólo un rostro.
En la visión de Ezequiel los seres pueden estar sosteniendo el firmamento
(véase Eze. 1: 22, 23), mientras en el Apocalipsis siempre aparecen delan-
60 LA IGLESIA DE DIOS EN UN MUNDO HOSTIL
te del trono de Dios en constante alabanza y adoración (Apoc. 4: 6, 8; 5:
6, 9, 14; 7: ll; 19: 4). También realizan tareas relacionadas con el juicio
de Dios en los últimos días. A sus órdenes ocurren los acontecimientos des-
critos en la visión de los primeros cuatro de los siete sellos (Apoc. 6: 1,
3, 5, 7). Uno de ellos extiende a los siete ángeles las copas de oro que con-
tienen las siete últimas plagas (Apoc. 15: 7).
Aunque encontramos diferencias marcadas entre la visión de Juan y
la de Ezequiel, las semejanzas son suficientes como para dar una base a
la conclusión de que los cuatro seres vivientes en ambas visiones son los
mismos. En la visión de Ezequiel, además, podemos identificar a las cria-
turas con los querubines que rodean el trono de Dios. "Estos eran los mis-
mos seres vivientes ... y conocí que eran querubines" (Eze. 10: 20). De
otros pasajes del Antiguo Testamento obtenemos una imagen más clara
de la obra de este orden angélico. En el santuario del desierto, había re-
presentaciones de querubines en el velo que separaba el lugar santo del lu-
gar santísimo (Exo. 26: 31), y sobre el propiciatorio en el lugar santísimo
(Exo. 25: 18-21). El templo de Salomón los representaba en el lugar santí-
simo y sobre las paredes y las puertas (1 Rey. 6: 23-32; 2 Crón. 3: 7). Los
querubines aparecen también en el lugar de oración, o sala del trono del
santuario celestial (véase 2 Rey. 19: 15). Dos salmos describen a Dios co-
mo entronizado sobre querubines (Sal. 80: 1; 99: 1; véase lsa. 37: 16, don-
de la oración de Ezequías habla de Dios entronizado arriba de los
querubines), y un salmo lo presenta como volando sobre un querubín y
sobre las alas del viento (Sal. 18: 10). Y fueron los querubines quienes,
a la entrada del Jardín del Edén, guardaron el camino al árbol de la vida
(Gén. 3: 24).
Los cuatro seres vivientes que rodean el trono de Dios en la visión
de Juan, entonces, son los querubines, un exaltado orden de ángeles que
sirven má.s de cerca a Dios como guardianes de su trono, y conducen a
las huestes celestiales en la adoración y la alabanza.
Podemos preguntarnos por qué Juan, y Ezequiel antes de él, no iden-
tificaron sencillamente a los cuatro seres vivientes como querubines. La
respuesta aparece en las mismas imágenes simbólicas. Los comentadores
generalmente reconocen que los cuatro seres vivientes significan "todo lo
que hay de más noble, más fuerte, más sabio y más veloz en la naturale-
za" .8 Cuando lo consideramos de este modo, podemos entender que los
cuatro seres vivientes son representantes de todo el orden de la creación,
y así ofrecen en favor de todos los seres vivientes la suprema adoración
a Dios (Sal. 19: 1, 2; 97: 1, 6), y una invitación a toda la creación a cantar
alabanzas a Dios (Sal. 98: 4-9; 148; 150). Mediante la constante alabanza
de los cuatro seres vivientes vemos la contraparte celestial de lo que el sal-
mista exhorta a hacer a la tierra.
LA SANTIDAD DE DIOS EN MAJESTUOSO DESPLIEGUE 61
(Basado en Apocalipsis 5)
El rollo con los siete sellos (Apoc. 5: 1). Apocalipsis 5 sigue con la visión
de la sala del trono iniciada en el capítulo anterior. Juan ve en la mano
derecha del Todopoderoso un rollo con siete sellos. Desde el comienzo,
Juan concentra su atención en el rollo.··El hecho de que esté en la mano
de Dios indica que es un documento de gran importancia, y los siete sellos
sugieren la naturaleza delicada de su contenido y, por lo tanto, la necesi-
dad de mantenerlo en secreto. Tenemos información de la Biblia y de otras
fuentes que arroja luz sobre el tema.
l. La visión de Ezequiel del rollo escrito (Eze. 2: 8 al 3: 3). El rollo
que vio Ezequiel contenía "endechas y lamentaciones y ayes". Como el
documento en la visión de Juan, estaba escrito por delante y por detrás,
pero el profeta no menciona sellos. En cambio, recibe la instrucción de
comer el rollo (véase Apoc. 10: 8-11), y, al hacerlo, encontró que en su
boca fue "dulce como miel".
2. La instrucción del ángel Gabriel a Daniel (Dan. 12: 4, 9). Después
de explicar el significado de las profecías de tiempo, Gabriel indica al pro-
feta que debe sellar el mensaje que le fue revelado. Antes que Dios esta-
blezca su reino, ocurrirá un tiempo de angustia sin precedente en la historia
humana. Pero a pesar de su severidad, Dios librará a su pueblo -es decir,
a "todos los que se hallen escritos en el libro" (Dan 12: 1). Por el momen-
to, sin embargo, Gabriel le dice al profeta: "Cierra las palabras y sella
el libro"; es decir, las palabras de la profecía serían para el pueblo que
63
64 LA IGLESIA DE DIOS EN UN MUNI)O HOSTIL
afrontaría la tribulación de los días finales. El tiempo del fin vería un
aumento de la actividad y el conocimiento humanos (vers. 4) y una dispo-
sición a aceptar las profecías.
En Apocalipsis 1: 3 Juan alude al pasaje de Daniel. Después de pre-
sentar el mensaje como "la revelación de Jesucristo", el profeta destaca
la importanciá de leerlo, escucharlo, y obedecerlo pronunciando una tri-
ple bendición y sefialando que "el tiempo está cerca". Juan quiere que
sus lectores sepan que la revelación dada a él y que está trasmitiendo con-
tiene instrucciones para el pueblo de Dios de los últimos días. Lo que una
vez estuvo sellado está a punto de ser revelado. El Revelador prevé, en
visión, la eliminación de los sellos del rollo y la revelación de su contenido.
En la literatura apocalíptica, Dios confía su revelación al profeta, quien
a su vez la entrega a su pueblo en forma escrita. Esto permite que la igle-
sia lea, estudie y reflexione sobre las instrucciones con cuidado. La inten-
sa persecución hace que sea menos probable que se escuche la predicación
del profeta u oiga la instrucción de viva voz. Por lo tanto, la palabra es-
crita de la profecía reemplaza a la palabra hablada. El rollo sellado que
Juan ve es un documento escrito, punto que afiade significación a la pala-
bra escrita como medio de comunicación divina.
Como lo sefialamos antes, Juan usa un mosaico de pasajes del Anti-
guo Testamento para describir lo que ve y experimenta en visión, y bajo
la inspiración divina da nuevo significado al simbolismo. Así encontra-
mos en el Apocalipsis referencias y alusiones a pasajes de la ley, la histo-
ria, la sabiduría, la himnología y la profecía israelitas. También observamos
a Juan combinar diferentes formas literarias tales como el saludo episto-
lar en la introducción al libro (Apoc. 1: 4-8); una modificación de la fór-
mula profética ("así dice el Sefi.or") en las palabras introductorias a las
cartas a las siete iglesias (Apoc. 2: 1, 8, 12, 18; 3: 1, 7, 14); la bendición
sacerdotal (Apoc. 1: 3; 14: 13; 19: 9; 20: 6; 22:7, 14); las fórmulas comu-
nes en los escritos apocalípticos para introducir una visión tales como: "Me
volví para ver" (Apoc. 1: 12) o "Miré, y he aquí" (cap. 4: 1) o "Y vi"
(cap. 5: 1), etc. El Apocalipsis está saturado del lenguaje y la literatura
del Antiguo Testamento, y al mismo tiempo tiene un mensaje que es más•
que la suma de las Escrituras judías. Tiene un carácter cristiano distinti-
vo, a pesar de su marcado acento judío.
El desafío al ángel fuerte (Apoc. S: 2-4). El interés de Juan por el rollo
se acentúa con el pregón del ángel fuerte: "¿Quién es digno de abrir el
libro y desatar sus sellos?" El ángel proclama su pregunta a gran voz ·co-
mo para llegar al extremo del universo, afiadiendo dramatismo a la esce-
na, ya tensa de expectación. El profeta no identifica al ángel fuerte, pero
lo encontramos de nuevo en Apocalipsis 10: 1 y 18: l. Es pura especula-
SE EXALTA AL LEON Y AL CORDERO 65
ción sugerir que Gabriel desempeña este papel, pero la idea tiene algún
mérito. Quienquiera que sea, el desafío del ángel no encuentra respuesta.
"Ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra" fue hallado
digno. Nadie en todo el universo satisface las exigencias o tiene las cuali-
dades necesarias para revelar el contenido del documento divino.
En el capítulo anterior, Juan nos informó de que una voz lo llamó
hacia la puerta del cielo, y que en ese momento recibió una promesa de
que vería cosas que sucederían pronto (Apoc. 4: 1). El rollo sellado estaba
a punto de ser abierto. Ahora parece que la promesa no podrá cumplirse,
y Juan llora. Para captar la significación de su chasco, debemos recono-
cer lo que una demora en la revelación significaría para él y para la igle-
sia. En la introducción a su libro, Juan nos informa que las autoridades
romanas lo habían desterrado a la isla de Patmos por causa de su fiel tes-
timonio de la verdad. Escribe para animar a sus compañeros creyentes a
soportar con paciencia los tiempos difíciles porque su liberación se acer-
ca. Para los débiles en la fe, el pensamiento de una demora puede ser
aplastante.
El rollo sellado contenía el conocimiento de la santa voluntad de Dios,
y, por tanto, una revelación de su contenido, daría a conocer el plan sal-
vador de Dios para su iglesia. Mientras el rollo permaneciera sellado, el
plan para la iglesia del tiempo del fin seguiría siendo un misterio. Aquí
notamos cuán estrechamente vinculados están la obra redentora y revela-
dora de Dios. El revela lo que ha de ocurrir pronto porque desea preparar
a su pueblo para el ataque final del enemigo. Una iglesia preparada es una
iglesia informada. Y una iglesia preparada pasará en triunfo por la tribu-
lación, mientras que una iglesia sorprendida por el enemigo tiene más po-
sibilidades de fracasar. Juan llora ante la perspectiva de una demora. En
el dolor del profeta podemos ver una alusión a la pregunta que levantó
Daniel: "Señor mío, ¿cuál será el fin de estas cosas?" Daniel no recibe
una respuesta, pero el ángel le dice, en cambio, que "estas palabras están
cerradas y selladas hasta el tiempo del fin" (Dan. 12: 8, 9). La idea de
que algo ha pospuesto la acción final y decisiva de Dios en forma indefini-
da ahora abruma a Juan. El incidente hace más dramático el dilema para
magnificar al Señor resucitado, porque el Cristo glorificado aceptará el
desafío del ángel fuerte.
El León de Judá y la Raíz de David (Apoc. 5: 5). Uno de los 24 ancianos
consuela a Juan con las palabras de seguridad: "El León de la tribu de
Judá, Jaraíz de David" puede abrir el rollo y los siete sellos por causa
de su poderosa victoria sobre las fuerzas del mal. El desafío del ángel fuerte
llega a ser así puramente retórico, y forma una parte integral de la escena
de adoración presentada en el capítulo anterior. El salmo 24, un salmo
66 LA IGLESIA DE DIOS EN \]N MUNDO HOSTIL
procesional que celebra el triunfo militar del rey (quien sirve como vasallo
del Señor), ilustra cómo el culto de adoración puede emplear en forma efec-
tiva una pregunta retórica. El material pertinente aparece en los versícu-
los 7 al 10.
Alzad, oh puertas, vuestras cabezas,
y alzaos vosotras, puertas eternas,
y entrará el Rey de gloria.
¿Quién es este Rey de gloria?
Jehová el fuerte y valiente,
Jehová el poderoso en batalla.
Alzad, oh puertas, vuestras cabezas,
y alzaos vosotras, puertas eternas.
y entrará el Rey de gloria.
¿Quién es este Rey de gloria?
Jehová de los ejércitos,
El es el Rey de la gloria.
Mientras el rey se acerca a la capital, se proclama: "Alzad, oh puer-
tas, vuestras cabezas. . . y entrará el Rey de gloria''. Y un desafío contes-
ta a esa orden: "¿Quién es este Rey de gloria?" Y la pregunta evoca un
acorde de mayor entusiasmo: "Jehová el fuerte y valiente". Repetido otra
vez, el desafío produce una exclamación de alabanza reverente. El templo
usaba este salmo en la liturgia para celebrar la victoria que Dios conquis-
taba para su pueblo mediante su 'siervo ungido. 1 Los eruditos se refieren
·a este salmo como un salmo mesiánico, y la iglesia entiende que tendrá
su cumplimiento final en Jesús. En Jesús, el ungido, Dios ha derrotado
a los enemigos de su iglesia en forma definitiva.
El desafío del ángel fuerte de Apocalipsis 5 exalta así la expectación
de la congregación celestial, cuya alabanza incesante repercute por todas
las cortes cósmicas y prepara el camino para el ritual de exaltación del Cor-
dero. Las palabras del anciano procuran c<;~nsolar a Juan, puesto que el
desafío del ángel no tenía la intención de causar dolor. La respuesta apro-
piada es de gozo y celebración. En cuanto a quién es digno de abrir el ro-
llo sellado no quedan dudas. El Señor resucitado, en virtud de su glorioso
triunfo sobre la muerte y los poderes del mal, y por causa de su suprema
obediencia a Dios, es realmente digno. Tqdo el cielo conoce este hecho.
El desafío del ángel proporciona la ocasión para regocijarse una vez más
por la victoria del poderoso Rey.
Al consolar a Juan, el anciano atribuye a Cristo dos títulos derivados
del Antiguo Testamento: 1) es el León de la tribu de Judá. La designación
recuerda la bendición final de Jacob a sus hijos en la que se refiere a Judá
como a un "cachorro de león" (Gén. 49: 9). El pensamiento judío poste-
SE EXALTA AL LEON Y AL CORDERO 67
rior vio un significado mesiánico en este título. 2 La imagen implica la
fuerza del león y la reputación que el animal obtiene por ella. Así como
la creencia popular llama al león el rey de los animales, Jesús es el rey de
los gobernantes terrenales. El título seiiala apropiadamente la majestuosa
manifestación del poder de Dios en la conquista de Cristo, y afirma con
todo énfasis que Jesús es el Mesías todopoderoso, quien es el único digno
de abrir el rollo y revelar a todo el universo el destino del mundo.
2) Es la Raíz de David. Esta designación deriva de una profecía me-
siánica de lsaías y recuerda los versículos que hablan del rey venidero co-
mo la "vara del tronco de lsaí" (lsa. 11: 1). lsaí fue el padre de David,
el rey más notable de Israel. El profeta prevé otro David que surge para
conducir los ejércitos del pueblo de Dios con éxito en la batalla contra el
enemigo y restablecer la soberanía de Israel en el mundo. La profecía en-
contró su cumplimiento en la muerte y resurrección triunfal de Jesús, y
será evidente en los últimos días cuando Cristo establezca su reino de glo-
ria y paz.
La exaltación del Cordero (Apoc. S: 6, 7). El acto central del drama de
la visión enfoca al Señor resucitado, presentado aquí como un Cordero
de pie con las cicatrices del sacrificio. Tiene siete cuernos y siete ojos que
representan los siete espíritus de Dios. La imagen del cordero tiene un rico
simbolismo religioso tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo
Testamento, y un breve resumen de las tradiciones de Israel aclarará el
significado de lo que Juan ve en visión.
l. El cordero pascual asociado con el éxodo de Egipto (Exo. 12: 1-28).
El c<;>rdero inmolado servía como sustituto para los primogénitos de Is-
rael, y su sangre en los postes de la puerta avisaba al ángel vengador que
pasara por alto la casa sin hacer daño a la familia. La comida pascual pro-
porcionaba a Israel la oportunidad de conservar el recuerdo de esa noche
cuando Dios los libró de la esclavitud egipcia. Esta fue la comida queJe-
sús observó con sus discípulos la noche de su traición, la que fue transfor-
mada en un acto de recordación que señalaba su muerte sacrificial (Mat.
26: 17-29; 1 Cor. 11: 23-26). La aplicación es bien clara. Jesús sufrió la
muerte que nosotros merecíamos a fin de liberarnos de la pecaminosa es-
clavitud de Satanás. Y es este sacrificio salvador el que sostiene a la iglesia
en medio de las tribulaciones de los últimos días. Pues la victoria que al-
canzó ntediante su muerte lo autoriza a abrir el rollo y revelar su conteni-
do. Y este evento revelador tiene valor redentor porque provee iluminación
y esperanza renovada a la iglesia. El Cordero que fue inmolado es el Se-
iior resucitado que conducirá a su pueblo a través de las dificultades de
los últimos días.
2. El cordero ofrecido en los sacrificios diariqs del santuario (Exo.
68 LA IGLESIA DE DIOS EN UN MUNDO HOSTIL
29: 38-42). La víctima del sacrificio dominante, representaba la inocen-
cia, la pureza, la suavidad y la mansedumbre. En su poema profético del
Siervo sufriente, Isaías utiliza del lenguaje de los sacrificios cuando des-
cribe al siervo que como "cordero fue llevado al matadero" (lsa. 53: 7).
Fue herido, magullado y castigado por nuestros pecados, y por sus sufri-
mientos encontramos sanidad (lsa. 53). El Nuevo Testamento comprende
y explica la muerte de Jesús contra este telón de fondo de las prácticas
de los sacrificios del Antiguo Testamento (Heb. 9, 10), y lo señala como
el Cordero inmaculado de Dios (1 Ped. 1: 19) que quita el pecado del mundo
(Juan 1: 29, 36).
En cada ejemplo la palabra usada para cordero es amnós, pero en el
Apocalipsis Juan prefiere la palabra arníon. Cuando consideramos el he-
cho de que arníon no aparece en ninguna otra-parte del Nuevo Testamen-
to, y que el Apocalipsis lo usa 28 veces al referirse a Jesús, somos
impulsados a mirar más de cerca esta representación simbólica del Señor
resucitado. Al hacerlo, notamos dos cosas: 1) el Cordero lleva las marcas
del sacrificio. Juan recurre a la riqueza de las tradiciones israelitas de los
sacrificios para señalar la gloriosa victoria que Jesús obtuvo en el Calva-
rio. La iglesia nunca debe perder de vista el sufrimiento que Cristo sopor-
tó en favor de los pecadores. También debe comprender su propio
sufrimiento en relación con el sacrificio de Jesús y a la luz de él. El cami-
no al reino es el camino de la cruz.
2) El Cordero tiene siete cuernos y siete ojos. Las marcas del sacrifi-
cio señalan a la victoria de Cristo en lo pasado, y al beneficio presente
que la iglesia recibirá de esta realización eterna. Los siete cuernos y los
siete ojos indican la obra presente de Cristo en favor de su iglesia lucha-
dora. Una vez más podemos recurrir al Antiguo Testamento para ayudar-
nos a comprender el simbolismo de Juan. a) En Israel, los cuernos
representaban dos cosas: primero, el poder. La bendición de Moisés se re-
fiere a los cuernos de José al comparar la tribu con un buey salvaje y agre-
sivo que usa sus cuernos para expulsar a los ocupantes de la tierra. De
acuerdo con Moisés, las tribus de Efraín y Manasés -descendientes de
José- conservarán con éxito su territorio y expulsarán a los pueblos ha-
cia el fin de la tierra (Deut. 33: 17). Para dramatizar esta predicción espe-
cífica, el profeta Sedequías hizo unos cuernos de hierro para indicar el
triunfo que veía sobre las fuerzas sirias (1 Rey. 22: 11). En su visión de
las cuatro bestias, Daniel describe la cuarta como "espantosa y terrible
y en gran manera fuerte" y añade que tenía diez cuernos (Dan. 7: 7). Su
visión del carnero y del macho cabrío muestra al macho cabrío quebrando
los dos cuernos del carnero, dejándolo sin "fuerzas" (Dan. 8: 7). En el
apogeo de su poder, su propio cuerno se quiebra y surgen cuatro cuernos
en su lugar (vers. 8). Así, el cuerno representa el poder militar y político
SE EXALTA AL LEON Y AL CORDERO 69
de los reyes de la tierra. El Cordero con siete cuernos, entonces, significa
el poder supremo del Rey de reyes, cuya soberanía absoluta pronto se ma-
nifestará en todo el universo. Considerado simbólicamente, el número siete
señala la omnipotencia de Cristo. El es el todopoderoso Mesías que con-
ducirá a su iglesia en triunfo a través de la tribulación al reino.
El cuerno también representa honor y exaltación. En un salmo de ala-
banza que celebra el trato fiel de Dios con su pueblo, el salmista exclama:
"Porque tú eres la gloria de su potencia, y por tu buena voluntad acrecen-
tarás nuestro poder" (Sal. 89: 17). [El hebreo utiliza en vez de poder la
palabra cuerno.] El mismo salmo habla de la promesa de Dios de honrar
y exaltar a David y a sus descendientes, declarando que en su nombre el
poder [cuerno] de David será exaltado (vers. 24). El cuerno pequeño de
las visiones apocalípticas de Daniel abusó de su poder al elevarse a una
posición de honor, pronunciando blasfemias imperdonables contra Dios
(Dan. 8: 9-12). Los siete cuernos del Cordero de Apocalipsis 5 simboli-
zan, entonces, el estado glorificado del Cristo exaltado.
b) El Cordero tiene siete ojos, que son los siete Espíritus enviados
por toda la tierra. Una vez más encontramos los siete Espíritus de Dios.
La expresión aparece en relación con la obra del Señor resucitado. Mien-
tras los siete cuernos describen la omnipotencia de Cristo, los siete ojos
representan su omnisciencia·. Jesús es el Mesías todopoderoso y sabio. La
imagen recuerda una de las visiones de Zacarías. Allí, un ángel le dice al
profeta que las siete lámparas son "los ojos de Jehová, que recorren toda
la tierra" (Zac. 4: 1-10). Juan desea comunicarnos el hecho de que nada
en la tierra escapa a los ojos de Jehová. Las crueles injusticias hechas con-
tra los inocentes, los falsos testimonios presentados en los tribunales, las
concesiones morales con el enemigo, no ocurren en secreto sino a plena
vista del Cristo exaltado. Y un día todos estarán frente a El en el juicio
para dar cuenta de sus hechos. Es un cuadro severo y, al mismo tiempo,
animador para los fieles que sufrieron por causa de Cristo.
Juan ve que el Cordero avanza y toma el rollo de la mano derecha
de Dios. Es el acto central del drama de la adoración, la respuesta prevista
al desafío del ángel fuerte. El Cordero inmolado, el Mesías todopoderoso
y sabio en su majestad y en su mansedumbre, es el único que puede abrir
el rollo.
El coro celestial (Apoc. 5: 8-14). El libro del Apocalipsis resuena con ala-
banzas. El pasaje que consideramos ahora es insuperable en su descrip-
ción del culto y la adoración y gozo en él expresados. La escena que Juan
describe debe haberlo emocionado más allá de lo imaginable. Observamos
un desarrollo progresivo de aclamaciones en el coro celestial. Comienza
y termina con los cuatro seres vivientes y los 24 ancianps.
70 LA IGLESIA DE DIOS EN UN MUNDO HOSTIL
l. La alabanza de Íos seres vivientes y los ancianos. Cuando el Cor-
dero recibe el rollo sellado, los cuatro seres vivientes y los ancianos caen
delante de El y prorrumpen en espontánea alabanza. Aquí debemos notar
tres cosas: a) Los ancianos tienen arpas. El arpa era el instrumento tradi-
cional del culto judío, y muchos de los himnos del salterio eran cantados
con acompañamiento de arpa. En los salmos encontramos exhortaciones
a alabar al Señ.or con arpa (Sal. 33: 2; 98: 5; 147: 7). Era un instrumento
de alabanza, y encontramos que ese hecho se refleja en la adoración del
cielo.
b) Los ancianos tienen copas de oro llenas de incienso y simbolizan
las oraciones del pueblo de Dios. Como representantes ·de todo el cuerpo
de creyentes, los ancianos mantienen delante del trono las expresas necesi-
dades de la iglesia, pero no sirven en un papel sacerdotal, pues eso estaría
en aguda contradicción con el acceso directo que Cristo logró para su pue-
blo. En cambio, debemos ver a los ancianos como el símbolo humano de
la iglesia, previendo el día en que el pueblo de Dios de todas las edades
se presentará para cantar sus alabanzas a El en persona.
e) Los ancianos y los seres vivientes cantan un cántico nuevo. La fra-
se cántico nuevo que aparece con frecuencia en Salmos está relacionada
íntimamente con la experiencia religiosa de Israel. El cántico nuevo puede
ser un himno de alabanza por la obra de Dios como creador (Sal. 33: 4-9)
o por su protección (vers. 10-17). Puede ser un canto de alabanza por un
sanamiento específico (Sal. 40: 1-3), por los actos salvadores de Dios en
la historia (Sal. 96: 1-6), por una victoria en la batalla (Sal. 98: 1-3), o
por la liberación de la mano del enemigo (Sal. 144: 9-11). O el cántico nuevo
puede ser sencillamente una aclamación jubilosa en respuesta a la fideli-
dad del Señ.or hacia su pueblo (Sal. 149: 1-9).
Es inspirador asistir a un concierto religioso y escuchar las voces adies-
tradas mientras cantan alabanzas a Dios. Pero cuánto más elevador es par-
ticipar en un coro congregacional cuya alabanza a Dios rebosa de gratitud
por bendiciones específicas en la situación vivida por la iglesia.
Los cuatro seres vivientes y los ancianos prorrumpen en un himno que
exalta al Cordero por su gran acto redentor. Enfoca los beneficios que pro-
vee mediante su muerte salvadora. Por su sangre ha comprado la iglesia
para Dios -una iglesia que consiste de personas de todas partes del mun-
do (Apoc. 5: 9). Y por su sangre constituyó un reino y sacerdotes para
Dios con la gente que redimió del pecado (vers. 10). Resulta de interés el
objetivo de la obra redentora de Cristo: El nos compró del pecado y nos
libertó para que pudiéramos vivir para cantar alabanzas a Dios. Los san-
tos han sido salvados para el reino de Dios, para caminar a la luz de su
gloria, y para exclamar su gratitud en sus cortes por lo que hizo mediante
Jesucristo su Hijo.
SE EXALTA AL LEON Y AL CORDERO 71
2) La alabanza de los ángeles. Juan ve en su visión una hueste incon-
table de ángeles. Después del cántico de los seres vivientes y de los ancia-
nos, elevan su voz en fuerte aclamación: "El Cordero que fue inmolado
es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la hon-
ra, la gloria y la alabanza" (vers. 12). La séptuple atribución de alabanza
enumera las cualidades del Cristo exaltado. Jesús manifestó cada una de
ellas durante su ministerio terrenal en favor de otros, pero nunca fue en
servicio propio. La hueste de ángeles ahora prorrumpe en suprema adora-
ción para honrar y adorar al que ha ganado su más profunda lealtad y amor.
3) La alabanza de toda la creación. Comenzando con las loas de los
seres vivientes, la música crece cuando el coro de innumerables ángeles se
une a él, llégando gradualmente a ser más fuerte y más sonoro con gozo
reverente hasta que un tercer grupo de cantores se une a ellos en la santa
veneración del Cordero. Las oleadas de alabanzas ahora llegan a ser una
marea de adoración. Todas las criaturas en los cielos y en la tierra y deba-
. jo de la tierra y en el mar no puede contenerse por más tiempo. Ellas tam-
bién prorrumpen con entusiasmo diciendo: "Al que está sentado en el trono,
y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos
de los siglos" (vers. 13). Fuimos creados para cantar las alabanzas de Dios,
y al hacerlo participamos de la gloria y la naturaleza de Dios a la luz de
su presencia.
Recientemente una mujer joven que antes había sido miembro de la
Iglesia Adventista se sintió convencida por el Espíritu Santo a rehacer su
vida y volver al Seftor. Pidió asistir a la iglesia, pero los miembros de su
congregación anterior le aconsejaron que no volviera a ella. Le dijeron que
obtendría poco beneficio de los cultos, y que ellos mismos habían dejado
de asistir por esa razón. Así que vino a verme, muy perpleja, ya que esta-
ba convencida de que debía asistir de nuevo a los cultos. Mi respuesta fue
muy sencilla: Dios quiere que vayamos a la iglesia pata adorarlo a El. El
nos ha llamado a su casa cada semana para traerle nuestra gratitud y nuestra
alabanza. Al dársela a Dios recibimos una bendición. Si no tenemos razo-
nes para asistir a la iglesia, si no hay otra motivación que la de obtener
algo para nosotros, si no tenemos nada que ofrecer a Dios, deberíamos
estar alarmados por nuestra condición espiritual, porque tal vez nosotros
mismos estemos al borde de la muerte espiritual.
4) El crescendo de alabanzas termina con la respuesta de los seres vi-
vientes y los ancianos. En homenaje reverente los cuatro seres vivientes
dicen "¡Amén!", y los 24 ancianos se postran delante de la presencia de
Dios y del Cordero, y otra vez ofrecen su adoración. Así tenemos comple-
to el círculo de la exaltación y magnificación del Cordero. Porque la ala-
banza en los cielos es incesante, y la gratitud de la creación es eterna.
(Basado en Apocalipsis 6)
1 Véase Kenneth Strand, lnterpreting the Book of Revelation [La interpretación del libro del
Apocalipsis], pág. 57.
2 Mounce, The Book of Revelation, pág. !SI.
3 The SDA Bible Commentary, t. 7, págs. 775, 776.
4 lb/d.
S lbíd., pág. 777.
6 Ibld.
7 Ibíd.
Capítulo 8
1 The SDA Bible Commentary, Comentarios de Elena G. de White, t. 7A, pág. 296.
2 The SDA Bible Commentary, t. 7, pág. 781.
3 Elena de White, El gran conflicto, pág. 672.
4 Barclay, Apocalipsis, pág. 248.
Capítulo 9
De la tribulación al triunfo
La iglesia de Dios
en un mundo hostil
(Basado en Apocalipsis 8)
bres, parecería que los hijos de Dios tuviesen que sellar pronto su destino
con su sangre, como lo hicieron los mártires que los precedieron. Ellos mis-
mos empiezan a temer que el Señor los deje perecer en las manos homici-
das de sus enemigos. Es un tiempo de terrible agonía. De día y de noche
claman a Dios para que los libre" .5 Aquí encontramos las oraciones de
los santos que el ángel, junto al altar de oro delante del trono, mezcla con
el perfumado incienso.
Dios es el gran rescatador de su pueblo, y no ignorará sus clamores
por intervención. Su fe ha sido perfeccionada por su paciente perseveran-
cia en armonía con el plan de Dios. Ellos salvará ofreciendo no una esca-
patoria sino una conquista. El Señor promete librarlos en medio de la
tentación, no de la prueba. Por causa de la insidiosa naturaleza del peca-
do, Dios procura desarrollar su carácter en nosotros en medio de la aflic-
ción pues en ella nuestros corazones son más receptivos de su Espíritu.
Durante los tiempos de aflicción y de intenso dolor es cuando más a me-
nudo nos dirigimos al Señor pidiendo consuelo y renovación emocional.
Los momentos tristes tienen un modo de abrir nuestras almas hacia Dios,
permitiéndole sanar nuestras heridas y fortalecer nuestros espíritus. El Se-
ñor quiere que desarrollemos caracteres que nos permitirán soportar cual-
quier clase de dificultades y angustias, y que a pesar de todo permanezcamos
leales, llenos de confianza y de ánimo. Porque Dios se deleita en llevar
a su pueblo de la tragedia al triunfo y de la vergüenza a la gloria.
Las oraciones de los santos surgen así de su extrema necesidad de la
gracia redentora de Dios. Pero las oraciones también expresan confianza
en su fidelidad. Su confianza l~;:s permite perseverar en oración noche y
día porque comparten la convicción tan bien afirmada por el salmista:
"Vendrá nuestro Dios, y no callará; fuego consumirá delante de él, y tem-
pestad poderosa le rodeará" (Sal. 50: 3).
Examinando la visión de Juan del ángel junto al altar de oro, pode-
mos notar dos cosas: 1) la obra de intercesión. El ángel que preside no
convierte las oraciones de los santos en aceptables a Dios, sino simplemente
las presenta ante Dios. Su ministerio sirve para destacar la significación
que Dios otorga a las oraciones de su pueblo y el interés que los ángeles
de Dios tienen en sus necesidades espirituales. Cuando el ángel añadió in-
cienso a las brasas del altar, una nube de humo fragante se elevó para sig-
nificar la aceptación divina. La escena nos recuerda la declaración de Pablo
en su carta a los efesios de que la muerte de Cristo en la cruz fue un acto
de amor en favor de ellos, y una ofrenda y sacrificio fragantes para Dios
(Efe. 5: 2). La visión que Juan tuvo del cielo sugiere que las fervientes ora-
ciones del pueblo de Dios tienen valor sacrificial. Por medio del altar, los
santos y sus oraciones entran en la presencia de Dios.
2) La obra de juicio. El profeta vio al ángel tomar el incensario de
LA IGLESIA DE DIOS EN UN MUNDO HOSTIL 101
oro usado para mezclar el incienso con las oraciones de los santos, y lle-
narlo con fuego del altar. Luego lo arrojó hacia la tierra. ''Y hubo true-
nos, y voces, y relámpagos, y un terremoto" (Apoc. 8: 5), indicando que
Dios estaba a punto de responder a sus oraciones. Podemos ver en esta
reacción una respuesta parcial al clamor de los mártires· por venganza
(Apoc. 6: 10). El acto simbólico del ángel nos recuerda la visión de Eze-
quiel del hombre vestido de lino, quien, al recibir la instrucción divina,
llenó sus manos con brasas ardientes de debajo del querubín y lás esparció
sobre la ciudad de Jerusalén. El ritual indicaba los juicios divinos que es-
taban a punto de caer sobre la ciudad por causa de las abominaciones co-
metidas en ella (Eze. 10: 1, 2).
El fuego del incensario produce nuevos terrores sobre la tierra, una
manifestación de ira divina que viene en respuesta a las oraciones de los
santos. Las oraciones no expresan un deseo de venganza sino un pedido
de liberación. La venganza es la respuesta de Dios al sufrimiento de su
pueblo. Su ira se enciende contra los impíos, y se derrama sobre ellos co-
mo un fuego devorador que quema hasta que consume todo.
Las primeras cuatro trompetas (Apoc. 8: 2, 6-12). El mundo del Antiguo
Testamento empleaba trompetas para diversos propósitos, uno de los cuales
era tocar alarma en tiempo de guerra. Podemos entender mejor las siete
trompetas en la visión de Juan en ese contexto. Juan observó que los siete
ángeles que estaban delante del trono de Dios recibieron siete trompetas.
Su misión era la de anunciár una nueva serie de males que Dios se prepa-
raba a enviar sobre la tierra y sus habitantes. El sonar de las trompetas
puede representar tres cosas:
1) Un mensaje de advertencia de Dios al mundo. Los acontecimien-
tos que ocurren cuando suenan las trompetas no son desastres naturales,
aun cuando pueden ser catastróficos por naturaleza. Los escritores bíbli-
cos atribuyen tales calamidades a Dios, y las ven como manifestaciones
de su desagrado e ira. Entendemos mal e interpretamos mal el mensaje
bíblico cuando tratamos de explicar los acontecimientos como resultado
de causas naturales. El hecho es que no encontraremos una base científica
para relacionar los acontecimientos naturales con los juicios divinos. Y no
necesitamos hacerlo. En cambio, sólo necesitamos ver la mano de Dios
en operación y discernir su intención última en tales eventos. En la visión
de Juan de las siete trompetas, los desastres revelan la ira de Dios contra
los enemigos de su iglesia y sus malignos ataques y rebelión blasfema. Cons-
tituyen una divina advertencia de que el tiempo para el arrepentimiento
se termina rápidamente.
2) Un llamamiento de Dios a su iglesia. Las trompetas no sólo advier-
ten a los impenitentes del peligro inminente sino también llaman al pueblo
102 LA IGLESIA DE DIOS EN UN MUNDO HOSTIL
de Dios a prepararse para la guerra en la fase final del gran conflicto entre
el bien y el mal. La mejor defensa contra el mal es la batalla ofensiva de
la fe. La iglesia militante llegará a ser la iglesia triunfante en el tiempo
del fin, porque los preparativos que hacemos para luchar contra el enemi-
go nos mantienen espiritualmente sensibles a nuestra necesidad de los re-
cursos de Dios.
3) El anuncio divino de su venida. En el tiempo de la segunda venida,
Cristo enviará a sus ángeles con el sonido de las trompetas, y ellos reuni-
rán a los redimidos de un extremo del cielo al otro (Mat. 24: 31). Pablo
dice a los tesalonicenses que el Señor descenderá del cielo "con voz de man-
do, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios" (1 Tes. 4: 16).
Las siete trompetas de la visión de Juan sirven a estas tres funciones
básicas. Con cada sonar de trompetas encontramos las fuerzas de la natu-
raleza arrojadas contra una parte del mundo. La destrucción es terrible
pero limitada, ya que el juicio de Dios no es todavía el final. El no quiere
que sea retributivo, sino que guíe a los seres humanos al arrepentimiento.
Las trompetas aparecen en tres grupos: las primeras cuatro se dirigen
contra el mundo natural y están separadas de la quinta y la sexta trompe-
tas (Apoc. 9: 1-21) por el anuncio del águila de los tres ayes (Apoc. 8: 13).
La séptima trompeta aparece en Apocalipsis 11, después de un interludio
(Apoc. 10; 11: 1-14). En cada grupo, los juicios divinos llegan a ser cada
más severos a medida que el conflicto entre el bien y el mal se intensifica.
1) La primera trompeta: granizo, fuego y sangre (Apoc. 8: 7). Cuan-
do el primer ángel toca su trompeta, granizo y fuego mezclado con sangre
cae sobre la tierra. Una vez más notamos el impacto del Antiguo Testa-
mento sobre el pensamiento y las imágenes de Juan. Las plagas de Egipto
durante el tiempo de Moisés proporcionan su principal fuente de referen-
cias. Específicamente, en la séptima plaga llovió granizo sobre la tierra
(Exo. 9: 13-35). La plaga devastó el país entero, destruyendo todo lo que
había en el campo abierto -hombres, bestias, árboles y plantas-, mien-
tras que la destrucción que siguió al tocar de la primera trompeta arruinó
una tercera parte de la tierra, los árboles y el pasto. El juicio señalado por
la trompeta no había de ser final, sino una advertencia a los habitantes
de la tierra para que se arrepientan.
2) La segunda trompeta: el mar se vuelve como sangre (Apoc. 8: 8,
9). El toque de la segunda trompeta afecta al mar, a las criaturas que hay
en él y a los barcos. Juan ve una gran montaña de fuego arrojada del cielo
al mar, volviéndolo en sangre, y matando a un tercio de las criaturas del
mar y destruyendo un tercio de los barcos. Algunos ven en la destrucción
una alusión a la actividad volcánica del mar Egeo, pero esa explicación
no toma en cuenta el propósito de la visión. Los fenómenos naturales que
describe el revelador sirven para mostrar los juicios de Dios contra un m un-
LA IGLESIA DE DIOS EN UN MUNDO HOSTIL 103
do rebelde. Juan no parte de eventos naturales para darles luego una ex-
plicación religiosa. Más bien, comprende los fenómenos como interven-
ciones divinas para advertir a los habitantes de la tierra y llevarlos al
arrepentimiento. Los juicios son paralelos a la primera plaga de Egipto
que transformó los ríos en sangre, mató sus peces e hizo que sus aguas
no se pudiesen beber (Exo. 7: 20, 21). El castigo de la segunda trompeta
afectó los suministros de alimentos del mundo y al comercio.
3) La tercera trompeta: la caída de la estrella (Apoc. 8: JO, 11). Cuan-
do el tercer ángel tocó su trompeta, Juan observó que una gran estrella
caía del cielo, ardiendo como una antorcha. Cayó sobre la tercera parte
del agua dulce y la convirtió en ajenjo. El agua se volvió amarga y mortal
para los que la tomaban. Como la tormenta eléctrica y la montaña ardien-
te, el meteorito simbolizaba el castigo divino para advertir al mundo de
la ira que vendrá sobre los impenitentes. La contaminación del suministro
de agua dulce nos recuerda la primera plaga de Egipto que transformó el
agua en sangre.
El nombre de la estrella que cayó es Ajenjo, lo que sugiere dos cosas.
a) El juicio dejaría un efecto amargo en los habitantes de la tierra. Ajenjo
es el nombre de una planta con un gusto desagradable y, aunque no es
venenosa, puede hacer sentir mal a una persona. b) El ajenjo también sim-
boliza la amargura y el dolor, y en el Antiguo Testamento se asocia la pa-
labra con los caminos idolátricos de Israel (Deut. 29: 17, 18; Amós 6: 12;
Jer. 9: 14, 15).
4) La cuarta trompeta: el oscurecimiento del sol, la luna y las estre-
llas (Apoc. 8: 12). Cuando el cuarto ángel tocó su trompeta, un tercio de
los astros se oscureció. El profeta no declara el efecto real sobre los habi-
tantes de la tierra excepto que un tercio del día pasó en oscuridad total,
y también un tercio de la noche. El castigo corresponde a la novena plaga
contra Egipto, que duró tres días. Algunos ven en la alusión a las plagas
de Egipto un esfuerzo por asociar la liberación del pueblo de Dios en los
últimos días con el rescate de los esclavos hebreos de la esclavitud egipcia.
En este sentido, el éxodo de Egipto sería un símbolo del éxodo de un mun-
do hostil a la tierra prometida en el mundo del futuro.
A través de todo el Antiguo Testamento encontramos referencias a
la oscuridad como a una sefial de juicio divino. En su mensaje de conde-
nación contra el reino de Israel, Amós le dijo a la gente que el día del Se-
ñor sería de oscuridad y no de luz. En vez de traer liberación al pueblo
de Dios como era el caso generalmente, resultaría en destrucción (Amós
5: 18, 19). El profeta Joel habló en forma similar del día del Señor como
una ocasión de oscuridad y lobreguez, ya que sería el momento cuando
Dios visitaría a su pueblo con castigos. La densa oscuridad en la tierra por
un tercio de día y un tercio de la noche simboliza, sin embargo, el juicio
104 LA IGLESIA DE DIOS EN UN MUNDO HOSTIL
de Dios sobre el mundo incrédulo e impenitente y no sobre la iglesia o los
fieles. Como la visión de Juan tiene que ver con el fin de la historia huma-
na, las únicas clases de personas que existirán en ese tiempo serán los fie-
les y los infieles.
El Nuevo Testamento también usa los símbolos de la luz y la oscuri-
dad cuando describe el conflicto entre el bien y el mal. La oscuridad es
la esfera de los poderes del mal, que oprimen a los habitantes de la tierra
mediante el engaño y el error. Los demonios que viven en la oscuridad
no pueden soportar la luz. Cuando brilla la luz, la oscuridad no puede ven-
cerla, de modo que, de hecho, no hay conflicto entre ambos (Juan 1: 5,
9). El juicio de Dios contra el mundo se centra en su preferencia por el
pecado (Juan 3: 19-21). Las tinieblas que surgen con el toque de la cuarta
trompeta representan a Dios que se aparta de los impíos. Es un preludio
de su rechazo final, cuando los habitantes de la tierra se hayan puesto ba-
jo el control completo de Satanás, "el cual engaña al mundo entero" (Apoc .
. 12: 9; 20: 7, 8).
La advertencia del águila (Apoc. 8: 13). Después de la cuarta trompeta
y del castigo asociado con ella, Juan oyó a un águila6 clamando a gran
voz mientras volaba por en medio del cielo. Su grito anunciaba condena-
ción en la forma de tres ayes que seguirían al toque de las tres trompetas
restantes. El cuadro de un águila solitaria que vuela en medio del cielo in-
terrumpe la secuencia de las trompetas y sirve para dramatizar e intensifi-
car el mensaje de juicio inminente. Lo hace de dos maneras: 1) el águila
tiene la reputación de ser fuerte y veloz. Su uso simbólico sugiere aquí que
la condenación que ha de venir será rápida y devastadora. 2) Como ave
de presa, su presencia en medio del cielo indica el peligro inminente de
los habitantes de la tierra y añade énfasis a la advertencia divina implícita
en el sonar de las trompetas: También podemos verla como una predic-
ción siniestra de la "gran cena de Dios" cuando los cielos llamen a las
aves de rapiña a comer la carne de los impíos (Apoc. 19: 17, 18).
(Basado en Apocalipsis 9)
La quinta trompeta: el pozo del abismo (Apoc. 9: 1). Con la quinta trom-
peta el juicio del mundo pagano se intensifica. Ahora pasamos de mensa-
jes de advertencia a los de calamidades. Las primeras cuatro trompetas
anunciaban desastres en el mundo natural, pero la quinta y la sexta trom-
petas traen sobre el mundo los terrores del asalto demoníaco. El primero
de estos males demoníacos ocurre cuando el quinto ángel toca su trompe-
ta. Después de ello, Juan ve una estrella que cayó del cielo. La estrella
era una persona, y por lo tanto difería de la masa fundida que Juan obser-
vó que caía al sonar la tercera trompeta. Esta persona recibió la llave del
pozo del abismo, nuestra primera referencia al gran abismo en el Apoca-
lipsis (en otras partes del libro aparece el abismo: 9: 2, 11; 11: 7; 20: 1,
3). La imagen sugiere una prisión que encierra a los ángeles caídos, los
demonios, la bestia, el falso profeta y Satanás mismo hasta el día de su
castigo final en el lago de fuego (Apoc. 20: 10, 14, 15).
El abismo es la antítesis de las cortes celestiales, así como el infierno
es lo opuesto al cielo. Representa el cuartel central de las fuerzas del mal.
El hecho de que la Escritura también lo representa como una prisión indi-
ca claramente que los poderes del mal no gozan de independencia sino per-
manecen bajo el control de Dios. El conflicto entre el bien y el mal ocurre
únicamente porque El permite que las fuerzas rebeldes luchen para servir
a su propósito redentor. Es parte del carácter de Dios dar a cada uno la
105
106 LA IGLESIA DE DIOS EN UN MUNDO HOSTIL
oportunidad de presentar su caso, de demostrar su tesis, y de revelar sus
propias intenciones mediante sus actos.
El libro de Isaias contiene un cuadro del abismo similar al que encon-
tramos en el Apocalipsis. En una profecía referente al juicio y castigo fi-
nal de las fuerzas del mal, el autor cuenta que Dios reúne a las huestes
de los cielos y a los reyes de la tierra y los encierra en una prisión por un
tiempo, después del cual ejecutará su castigo. La cárcel representa el pe-
ríodo entre su condenación y su castigo final. Sirve para limitarlos por un
periodo definido de tiempo (Isa. 24: 21, 22).
El toque de la quinta trompeta señala así la liberación de los poderes
demoníacos. Los terrores que infligen sobre la tierra tienen, sin embargo,
restricciones (Apoc. 9: 4). En una forma extraña, Dios los usa como ins-
trumentos de su ira contra el mundo pagano recalcitrante (Apoc. 9: 20,
21). Testifica de su absoluta soberanía en el universo, porque durante to-
do el conflicto Dios permaneció en los controles. Cualquiera sea el tras-
torno que los poderes del mal produjeron en el mundo, sólo fue posible
porque El lo permite.
La apertura del abismo (Apoc. 9: 2-12). Juan vio que el ser con la llave
del abismo abrió el pozo, y al hacerlo, subió humo como el de un gran
horno y se posó sobre la tierra como para oscurecer el sol y la atmósfera.
El humo que subía del abismo nos recuerda la escena en el monte Sinai,
cuando Dios reveló su ley. La montaña aparecía envuelta en humo por
causa del descenso ardiente de Dios, ya que la santidad de Dios es un fue-
go consumidor. El humo en el Sinai es sencillamente la reacción de la tie-
rra ante su presencia (Exo. 19: 18, 19). El humo de la visión del Apocalipsis
sigue subiendo al sonar la trompeta cada vez más fuerte. Juan consideró
el humo que salía del pozo del abismo como una respuesta al toque de la
trompeta que anunciaba el juicio de Dios.
Después del humo surgieron langostas. La descripción detallada de
Juan de estas criaturas·cae en dos partes. Habiendo identificado su ori-
gen, procede a definir su misión. Esencialmente, consiste en torturar la
porción no redimida de la humanidad (Apoc. 9: 4). Notamos varias cosas
acerca de su poder y de su autoridad:
1) Eran limitados. El poder que tienen lo recibieron de Dios, indican-
do una vez más que las fuerzas del mal no funcionan ni pueden hacerlo
sin su permiso. Desde el mismo comienzo del conflicto han estado bajo
el soberano control de Dios.
2) Eran como escorpiones. Los escorpiones son seres nocturnos y len-
tos del desierto. De día se esconden bajo las piedras o en las grietas de
las paredes. Cuando cae la noche, se alejan de sus refugios en busca de
insectos u otros animalitos. Aunque sus presas son mayormente insectos,
CONDENACION DESDE EL ABISMO 107
la gente les teme por el aguijón venenoso en su cola. Rara vez es fatal para
los humanos, pero su picadura puede ser muy dolorosa. Como parte de
su instrucción a los setenta, Jesús les informó que les había dado "potes-
tad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo",
asegurándoles que nada los dañaría (Luc. 10: 19). Las langostas del abis-
mo tenían el poder pero no la apariencia de los escorpiones. Se las libera
para herir sólo a los impíos (Apoc. 9: 4).
3) Tenían un poder específicamente limitado. Tenían advertencias ex-
presas de no herir la vegetación sino de concentrar sus ataques en los qqe
no tenían el sello de Dios en sus frentes. Durante la plaga contra Egipto
los enjambres de langostas devastaron la tierra (Exo. 10: 15). El profeta
Joel describe el impacto de la plaga-castigo como similar al del fuego de-
vorador: "Como el huerto del Edén será la tierra delante de él, y detrás
de él como desierto asolado" (Joel 2: 3). Los santos escapan del terror
en forma milagrosa mientras el resto del mundo sufre el ataque demoníaco.
4) Eran un poder temporario. Dios les permitió torturar a los impíos
durante cinco meses, pero las langostas no podían matarlos. El ciclo de
vida de una langosta desde su nacimiento, pasando por su etapa larvaria,
hasta su muerte es de cinco meses, un hecho que puede ser el origen del
periodo limitado de tiempo. La tortura infligida a los habitantes de la tie-
rra duraría sólo por una generación de langostas. Sin embargo, la sequía
de Palestina es de aproximadamente cinco meses (desde la primavera has-
ta el fin del verano), 1 el momento más probable de una invasión de lan-
gostas. Aunque el permiso para atormentarlos era temporario, la tortura
sin embargo fue intensa. Tan agudo era el dolor que las víctimas busca-
ban la muerte en un esfuerzo por encontrar alivio, pero la muerte los eva-
día (Apoc. 9: 5, 6). Aquí notamos una alusión al sermón de Jeremías en
el templo cuando predijo una tiempo en que los habitantes idólatras e in-
morales de Judá preferirían la muerte a la vida (Jer. 8: 3).
Habiendo tratado el origen y la misión de las langostas demoníacas,
Juan luego describe su apariencia. Sus rasgos fantasmales y grotescos re-
tratan vívidamente su naturaleza diabólica: 1) parecen caballos prepara-
dos para la guerra (Apoc. 9: 7). Juan parece tomar su descripción de la
profecía de Joel. En el informe de Joellos enjambres de langostas suenan
como si fueran el ruido de carros en una batalla (Joel 2: 5). 2) Sobre sus
cabezas tenían como coronas de oro. Ya fuera realidad o apariencia, las
langostas salían triunfantes o tenían el poder para completar con éxito su
misión. 3) Tenían rostros humanos, lo que indica una inteligencia supe-
rior a la del insecto mismo, con lo que se los hace más capaces de infligir
torturas a sus víctimas. 4) Tenían cabellos como de mujer y dientes como
de leones (Apoc. 9: 8). La referencia al cabello de mujer no resulta clara.
En cuanto a los dientes como de leones, notamos una descripción similar
108 LA IGLESIA DE DIOS EN UN MUNDO HOSTIL
en la profecía de Joel de la plaga de langostas (Joel1: 6). Bien puede ser
que el cabello y los dientes fueran sólo por razones de efecto. Como las
langostas no consumieron la vegetación ni usaron sus colas como de es-
corpiones para hacer daños, los dientes enfatizarían su apariencia salvaje.
5) Las criaturas tenían corazas como corazas de hierro (Apoc. 9: 9). El
exterior cubierto de escamas de las langostas parecía como una cota de
malla que protegía sus cuerpos de las armas de sus enemigos. El ruido de
sus alas era como el estruendo de carros de caballos corriendo a la batalla.
Otra vez notamos las imágenes tomadas del libro de Joel (Joel 2: 4, 5).
6) Cada langosta tenía una cola como de escorpión. Las langostas demo-
niacas aterrorizaban a sus víctimas con su apariencia y los atormentaban
con su aguijón (Apoc. 9: 10). Su poder para castigar es tanto psicológico
como físico, y afecta tanto a la mente como al cuerpo de sus víctimas.
El profeta concluye su descripción del asalto de las langostas con una
referencia a su rey, que tiene tres títulos: 1) el ángel del abismo. Sin em-
bargo, no es el mismo ángel que abrió el pozo, sino más posiblemente el
responsable por organizar las fuerzas preparándolas para la batalla. 2 2)
Su nombre en hebreo es Abadón. El titulo denota destrucción, una des-
cripción apropiada del líder de las langostas demoníacas. 3) Y su nombre
en griego es Apolión, designación que traducida significa "destructor".
Juan concluye su análisis de los eventos asociados con la quinta trompeta
con un lúgubre recordativo: "El primer ay pasó; he aquí, vienen aún dos
ayes después de esto" (Apoc. 9: 12).
La sexta trompeta: se desatan los cuatro ángeles (Apoc. 9: 13-21). Cuan-
do el sexto án~el usó su trompeta, Juan oyó una voz del altar de oro que
estaba delante de Dios. La Escritura no identifica la voz, pero tenemos ra-
zones para creer que la orden que vino del altar es consecuente con el cla-
mor de venganza implícito en las oraciones de los santos, y expresada más
directamente en el clamor de'los mártires (Apoc. 8: 3-5; 6: 10). Otra vez se
nos recuerda la importancia que Dios asigna a las oraciones de su pueblo.
El cometido celestial ordena al sexto ángel que desate "a los cuatro
ángeles que están atados junto al gran río Eufrates" (Apoc. 9: 13, 14).
Es la primera y única vez cuando uno de los ángeles con las trompetas par-
ticipa en el evento que anuncia su toque de trompeta. La orden intensifica
el drama. En cuanto a la identidad de los cuatro ángeles junto al Eufrates,
sólo podemos especular. A diferencia de los cuatro ángeles en los cuatro
ángulos de la tierra, están atados junto al río. Mientras los cuatro ángeles
detienen los vientos de destrucción, los ángeles junto al Eufrates produ-
cen destrucción cuando son liberados (véase Apoc. 7: 1-3). Parecen tener
el control de la innumerable horda de tropas demoníacas (Apoc. 9: 15, 16).
El río Eufrates tiene significación por varias razones: 1) es uno de los
CONDENACION DESDE EL ABISMO 109
cuatro ríos nombrados en el Jardín del Edén. 2) En su pacto con Abra-
hán, Dios prometió dar a sus descendientes la tierra desde el río de Egipto
en la península de Sinaí hasta el río Eufrates. La promesa divina se cum-
plió durante el reinado de David en Jerusalén, pero después la nación se
dividió y el pueblo judío encontró difícil mantener esas fronteras. El río
Eufrates representaba así el límite que separaba al pueblo de Dios de sus
enemigos. 3) La liberación de los cuatro ángeles junto al río Eufrates su-
giere que representan fuerzas del mal organizadas contra el pueblo de Dios.
Pero su liberación no resulta en un ataque contra los santos.
Dios los desata para que cumplan su juicio sobre el mundo pagano.
Aunque el castigo no es el final, es muy severo. Deben matar un tercio
de la población de la tierra. El horror de los últimos días aumenta al pasar
de la quinta a la sexta trompeta. Aunque las langostas demoníacas tenían
permiso para herir pero no para destruir, los jinetes demoníacos tienen
libertad para producir una masacre muy grande (Apoc. 9: 15) ..
Juan continúa su descripción del ejército de jinetes con las corazas.
Sus armaduras tenían el color del fuego, del zafiro y del azufre, las sus-
tancias precisas que Juan vio salir de la boca de los caballos. Además, los
caballos tenían cabezas como de leones (Apoc. 9: 17). El horror crece con
esta descripción grotesca y repugnante. Los jinetes parecen ser sólo acom-
pañantes en la ejecución misma. Los monstruos que respiran fuego ocu-
pan el escenario central en este drama de destrucción. El poder de las bestias
demoníacas parece estar en sus colas además de estar en sus bocas. Emer-
ge un cuadro de tormento cruel con el último detalle: las víctimas aparen-
temente son heridas por la cola y luego quemadas por el aliento ardiente
que sale de la boca de los caballos (Apoc. 9: 18, 19).
El cuadro de la caballería demoníaca se parece a la descripción de la
crueldad y la destrucción que Habacuc señala cuando ve el avance de las
fuerzas caldeas en Judá. Juan también puede estar tomando imágenes de
la descripción del leviatán, el monstruo marino del libro de Job (véase Job
41: 19-21). La carnicería general que producen estas bestias demoníacas,
dice, resulta de tres plagas: el fuego, el humo y el azufre. Irónicamente,
son los mismos elementos que Dios usa para exterminar al diablo y sus
cohortes perversas. Al fin el lago de fuego y azufre (Apoc. 20: 10, 14, 15)
los consumirá.
Juan concluye su presentación de la sexta trompeta con una observa-
ción asombrosa: "Y los otros hombres que no fueron muertos con estas
plagas, ni aun así se arrepintieron" (Apoc. 9: 20). Enfatiza este punto al
repetirlo en el versículo siguiente: "Y no se arrepintieron de sus homici-
dios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos" (vers.
21). De este hecho asombroso sugerimos las siguientes conclusiones:
1) La intención divina existente detrás del juicio no era conducir a los
110 LA IGLESIA DE DIOS EN UN MUNDO HOSTIL
impíos al arrepentimiento sino vindicar el nombre de Dios. Los juicios an-
teriores que siguieron ·al toque de las primeras. cuatro trompetas ·procuran
advertir a los habitantes rebeldes de la tierra. Con la quinta y la sexta trom-
petas, sin embargo, pasamos de mensajes de advertencia a anuncio de ca-
lamidades. Sugerir que Dios llama a las fuerzas del demonio para
atormentar y aterrorizar a los impíos a fin de conseguir que se sometan
a El constituye un atentado contra su carácter. En cambio, deberíamos
comprender la acción de Dios contra ellos como resultado de haberlos aban-
donado, permitiéndoles así cosechar las consecuencias de su persistente ca-
mino de pecado.
2) La frase "los otros hombres" se refiere a los malvados que sobre-
viven al asalto de la caballería demoníaca. Como un tercio de los malva-
dos pereció, podemos suponer que los que quedaron constituyen dos tercios
de la población. La cifra no incluye al pueblo de Dios. Aunque Juan no
los menciona en la sexta trompeta, podemos concluir que Dios los ha pro-
tegido de las "tres plagas" porque tenían el sello de Dios sobre sus frentes
(Apoc. 9: 4).
3) La observación final de Juan nos dice algo acerca de lo horrible
que es el pecado. A pesar de que los impíos caen presa de las fuerzas de-
moníacas, y sufren tormentos y una muerte atroz, los que quedan siguen
rehusando cambiar sus caminos. Esto es un ejemplo de la posesión demo-
níaca. Las víctimas son impotentes y su situación es desesperada. La des-
cripción del profeta de sus pecados consiste en una séptuple acusación:
a) fabrican el pecado. La frase "las obras de sus manos" sugiere que se
ganaban la vida haciendo ídolos. Lucraban con el pecado de los demás,
y sin duda los estimulaban a pecar promoviendo sus productos. b) Ado-
ran a los demonios. La profundidad a la que se permitieron caer es asom-
brosa. No sólo pecaron, sino ofrecieron su adoración y alabanza a los
mismos demonios. A los paganos les gustaba pecar, se gozaron en su mal-
dad, encontraron gran placer en hacer el mal, se deleitaban con el pensa-
miento de animar a otros a pecar.
e) Adoran imágenes de oro, plata, bronce, piedra y madera, las cua-
les no pueden ver, ni oír ni andar. Aunque puede no haber ninguna razón
para el orden en que Juan enumera los materiales, notamos que aparecen
en orden de valor decreciente. Los fabricantes de imágenes hacen sus pro-
ductos a fm de satisfacer las necesidades y los gustos de sus clientes, creando
ídolos o imágenes para los ricos, y los pobres, y los de clase media. Pero
no importa cuál sea su precio o el valor del material y la manufactura,
los ídolos mismos no merecen adoración. No pueden ver las necesidades
de sus devotos, ni escuchar sus oraciones ni actuar en favor de ellos.
d) Cometen homicidios. Juan separa los últimos cuatro pecados de
los anteriores por su repetición del comentario de que los impíos no se arre-
CONDENACION DESDE EL ABISMO 111
pintieron. Debemos entender que la humanidad pervertida no siente re-
mordimiento por los homicidios que comete. No hay esperanza para ellos.
Si se les diera la oportunidad y el aliciente, asesinarán otra vez.
e) Practican la hechicería. La palabra griega es farmakéia, de la cual
se deriva nuestra palabra farmacia. Los que practicaban la hechichería usa-
ban pociones químicas que los capacitaban para impresionar a sus clien-
tes y ejercer poder sobre ellos. La Biblia clasifica la hechichería como uno
de los pecados más viles (Gál. 5: 20), y los que insisten en practicar ese
arte pagano tienen un lugar asegurado en el lago de fuego (Apoc. 21: 8).
Los hechiceros rehusaron arrepentirse a pesar de los horrores que Dios les
permitió presenciar.
f) Viven en forma inmoral. El pecado cubre una variedad de prácti"
cas licenciosas que degradan a los que participan en ellas. Por causa de
la naturaleza ofensiva de este ultraje, encontramos a este pecado en la lis-
ta de los pecados más severamente denunciados (Apoc. 22: 15).
g) Dominan el arte del robo. Los que siguen el pecado llegan a ser
cada vez más hábiles en diseñar e inventar maneras de defraudar, estafar
y desfalcar. Cuando se los sorprende, pueden expresar pesar por sus erro-
res, pero una vez que quedan libres, reinician sus deshonestidad con ma-
yor celo y satisfacción.
Homicidios, hechicherías, fornicación y hurtos están íntimamente uni-
dos con la idolatría, y constituyen el fruto de la adoración de los demo-
nios cuando llega a ser un estilo de vida. En esta séptuple lista de crímenes,
Juan no se refiere a un error ocasional, sino a una tendencia persistente,
un estilo de vida sin alteraciones por las desgracias de sus compañeros o
los juicios de Dios. En consecuencia, no hay manera de terminar con las
prácticas deshumanizantes y degradantes excepto arrojando a los ofenso-
res en el lago de fuego preparado para el diablo y sus ángeles (Mat. 25: 41).
El tiempo de prueba
El ángel fuerte con el librito (Apoc. 10: 1, 2). Nuestra atención se vuelve
una vez más a otra visión. En la visión de los siete sellos, Juan inserta un
interludio de otras dos visiones -el sellamiento de los siervos de Dios, y
la gran multitud delante del trono de Dios- entre el sexto y el séptimo
sellos. Notamos el mismo plan en la visión de las siete trompetas. Un in-
terludio de dos visiones -el ángel con el librito, y los dos testigos- apa-
rece entre la sexta y la séptima trompetas. Al estudiar esta sección haremos
bien en recordar que Juan no está siguiendo una secuencia cronológica,
sino introduciendo y arreglando su material en forma dramática como para
reforzar las verdades básicas acerca de la lucha entre el bien y el mal. Es-
cribe a la iglesia en un esfuerzo por despertar y alimentar la esperanza en
el triunfo final del pueblo de Dios en los últimos días. La fe en la Palabra
de Dios y el testimonio de Jesús los capacitará a soportar la tormenta de
controversia con paciente perseverancia.
En visión Juan ve otro ángel cuya apariencia es tan diferente como
para hacerla un rasgo notable de la visión. La descripción que hace el pro-
feta del ángel ha llevado a algunos comentadores a concluir que es el Se-
fior resucitado mismo. 1 Notemos los siguientes hechos:
1) Es un ángel fuerte. Juan en la visión del Cordero delante del trono
de Dios se refiere al ángel que presentó el desafío como a "un ángel fuer-
te" (Apoc. 5: 2). Apocalipsis 12: 7 dice que "Miguel y sus ángeles lucha-
ban contra el dragón ... y sus ángeles". Y otra vez el profeta distingue
112
EL TIEMPO DE PRUEBA 113
al ángel en Apocalipsis 18 de los demás ángeles llamando la atención a
su gran autoridad y al esplendor de su presencia (vers. 1). Aunque no es
frecuente, entonces, no es excepcional que Juan destaque a ciertos ánge-
les. Pero su propósito al hacerlo es destacar el mensaje que se asocia con
su aparición y no llamar la atención a sus cualidades personales. Sin em-
bargo, en la visión introductoria del Sefior resucitado el mensaje está uni-
do con la persona de Cristo.
2) Está envuelto en una nube. Juan ve al ángel que desciende del cielo
envuelto en una nube. La figura nos recuerda la visión de Daniel del Hijo
del hombre que vino con las nubes del cielo para presentarse delante del
Anciano de días (Dan. 7: 13). Los pasajes bíblicos que tratan de la segun-
da venida hablan de que Cristo viene "sobre las nubes del cielo" (Mat.
24: 30) o "en las nubes con gran poder y gloria" (Mar. 13: 26). Pablo des-
cribe a los santos que son arrebatados "en las nubes para recibir al Se-
fior" (1 Tes. 4: 17).
En la Biblia las nubes a menudo simbolizan la presencia divina (Exo.
13: 21, 22). La figura de un ángel envuelto en una nube, entonces, puede
indicar una manifestación divina, o que el mensajero viene a Juan direc-
tamente de la presencia de Dios y del Señor resucitado. 2 La Escritura tam-
bién describe a veces las nubes como los carros de Dios (véase Sal. 104: 3).
3) Un arco iris aparece sobre su cabeza. Aquí observamos una simili-
tud notable con la descripción de Ezequiel del Señor en su trono en el cie-
lo. De hecho, notamos que la visión del Señor que tuvo Ezequiel menciona
el arco iris como aparece en las nubes el día que llueve. En lugar de un
arco iris alrededor de la cabeza del Señor, lo encontramos alrededor del
trono. Un brillo emana de su presencia divina, y sus espaldas y piernas
parecen como fuego ardiente (Eze. 1: 26, 28). La visión de Dios en su tro-
no que tuvo Juan también consiste .en un arco iris (parecía de esmeralda)
alrededor del trono (Apoc. 4: 3). Específicamente, el arco iris es una señal
del pacto que Dios hizo con Noé de que nunca más destruiría la tierra con
un diluvio de aguas (Gén. 9: 13). Mientras la visión de Juan no parece con-
tener ninguna alusión a esa promesa divina, el hecho de que aparezca un
arco iris sobre la cabeza del ángel sugiere un mensaje implícito de seguri-
dad. Como sigue a la visión de la sexta trompeta y de los terrores asocia-
dos con ella, el arco iris recuerda al creyente que Dios liberará a los fieles
en el momento de destrucción aterrorizadora, y así le ofrece consuelo. Dios
protegerá a su pueblo en los últimos días de las tormentas y furia de su
ira, así como cuidó a su pueblo durante los tiempos terribles del diluvio.
4) Su rostro es como el sol. La visión introductoria del Señor resuci-
tado describe el rostro de Jesús de manera similar. Es "como el sol cuan-
do resplandece en su fuerza" (Apoc. 1: 16). La imagen nos recuerda la
experiencia de Moisés en el monte Sinaí, cuando estuvo con Dios. Le pi-
114 LA IGLESIA DE DIOS EN UN MUNDO HOSTIL
dió a Dios que le revelara su gloria, pero el Señor le dijo que ninguno po-
día ver su rostro y vivir; la experiencia lo consumiría. Así Dios protegió
a Moisés en la grieta de una roca, cubrió su rostro y le permitió ver sólo
sus espaldas (Exo. 33: 18-23). Después que Moisés descendió del monte
Sinaí, la piel de su 'rostro reflejaba tanto del brillo de la gloria de Dios
que tuvo que poner un velo delante de su rostro ante el pueblo (Exo. 34:
29-35). Cuando el Señor resucitado apareció a Saulo de Tarso en el cami-
no a Damasco, se manifestó como una luz magnífica que encegueció al
fariseo, forzándolo a arrodillarse en humilde sumisión y dejándolo ciego
y quebrantado de espíritu (Hech. 9: 1-9).
Juan bien pudo haber recordado otro pasaje cuando describía la ilus-
tre apariencia de este ángel fuerte. En el informe de la transfiguración de
Jesús, el evangelista declara que el rostro de Jesús "resplandeció ... co-
mo el sol" (Mat. 17: 2). Milagrosamente Pedro, Santiago y Juan vieron
la presencia divina en el hombre-Jesús; y su esplendor majestuoso los abru-
mó. El brillo que salía del rostro del ángel fuerte, entonces, puede ser un
reflejo de la gloria de Dios o la manifestación de la presencia misma de Dios.
5) Sus piernas parecen columnas de fuego (véase Eze. 1: 27). La ex-
presión "como columnas de fuego" es una evidente alusión a la presencia
divina en medio de Israel durante su peregrinación por el desierto (Exo.
13:21, 22; 14: 24). Como se mencionó antes, Juan puede haber recordado
también la visión de Ezequiel donde el profeta describe los lomos y las pier-
nas del Señor como "de bronce refulgente, como apariencia de fuego den-
tro de ella en derredor" (Eze. 1: 27). La columna de fuego que acompañaba
a Israel de noche le proveía conducción y protección. La nube que apare-
cía durante el día hacía lo mismo. Notamos que la descripción de Juan
del ángel fuerte incluye tanto una nube como las columnas de fuego. Bien
puede ser que la inclusión de esta visión en este momento procure enfati-
zar que Dios guiará y protegerá a su pueblo durante el tiempo de angustia.
Pueden tener la certeza de que sobrevivirán la gran tribulación y viajarán
con seguridad a la tierra prometida.
6) Tiene un librito en su mano. A diferencia del rollo con siete sellos,
este rollo está abierto en la mano del ángel, una evidente alusión a la vi-
sión del rollo de Ezequiel, en la que el ángel abrió el pergamino delante
de él y le ordenó comerlo. El documento contenía palabras de lamenta-
ción y endechas, pero al comerlo el profeta del Antiguo Testamento des-
cubrió que era "dulce como miel" en su boca (Eze. 2: 8-3: 3). El comer
el rollo simbolizaba la recepción de su comisión de proclamar el mensaje
divino a sus compatriotas (Eze. 3: 4-11). Encontramos una instrucción si-
milar en la visión de Juan. Como en el caso de Ezequiel, un ángel le dice
que mastique y trague el rollo, y al hacerlo descubre que es "como la miel"
EL TIEMPO DE PRUEBA 115
en su boca, pero amargo en su estómago. Y como en la experiencia de Eze-
quiel, Juan recibe la comisión de profetizar (Apoc. 10: 9-11).
7) Tiene su pie derecho sobre el mar y su izquierdo sobre la tierra.
La imagen sirve para dramatizar la apariencia majestuosa del ángel al dar
magnitud a su presencia. Por contraste, el librito en la mano del ángel añade
énfasis adicional a su colosal estatura. Su figura imponente, además, sim-
boliza su soberanía sobre el mar y la tierra, y denota su poder y autoridad
con la cual emite sus declaraciones y órdenes (vers. 4-11).
El mensaje del ángel (Apoc. 10: 3-7). Juan oye que el ángel fuerte clama
"a gran voz", en armonía con su enorme tamaño. El profeta nos dice cuatro
cosas acerca del mensaje del ángel.
1) Habla como un león rugiente. Amós describe la voz de Dios como
un rugido en su introducción a los oráculos de condenación contra las na-
ciones extranjeras (Amós 1: 2) y contra Israel (Amós 3: 8). En una profe-
cía con respecto a la restauración de Israel, Oseas compara la voz de Dios
con la de un león. Respondiendo a ese rugido, los exiliados judíos vuelven
a casa desde Egipto y Asiria, temblando como pájaros asustados ante el
rey de los animales (Ose. 11: 10, 11). Usando las mismas imágenes, Joel
profetiza el regreso y la restauración de los judíos, con un mensaje de jui-
cio contra los enemigos del pueblo de Dios (Joel 3: 16). El rugido del án-
gel fuerte, entonces, puede indicar la inminencia de la condenación de los
malvados, mientras sale la orden divina de liberar al pueblo de Dios al fin.
El hecho de que la visión del ángel fuerte aparece entre la sexta y la sépti-
ma trompeta puede indicar que el mensaje de condenación y de liberación
de los impíos y de los justos, respectivamente, ocurre cerca del fin del
tiempo.
2) Siete truenos retumban después del clamor del ángel fuerte. No es
inusual encontrar truenos en el libro del Apocalipsis en el contexto de un
episodio revelador. Durante la visión de la sala. del trono de Dios Juan
oye truenos que retumban desde el trono (Apoc. 4: 5). El trueno resuena
y los relámpagos centellean cuando el ángel arroja fuego del altar de oro
hacia la tierra (Apoc. 8: 5). Cuando el templo de Dios en el cielo se abre,
y revela el arca del pacto, el cielo otra vez se llena con el sonido de los
truenos (Apoc. 11 : 19). Y cuando el séptimo ángel derrama su copa de
ira divina al aire, Juan oye una voz fuerte del templo que anuncia el fin
de las siete plagas de los juicios de Dios. La acompañ.a el ruido de truenos
(Apoc. 16: 18). Así, en el simbolismo del Apocalipsis, los truenos denotan
advertencia y juicio.
Aparentemente, los siete truenos tienen un mensaje coherente, ya que
Juan se dispone a escribirlo. Pero una voz del cielo le da la instrucción
expresa de sellar el mensaje de los siete truenos, y le prohíbe escribirlo
116 LA IGLESIA DE DIOS EN UN MUNDO HOSTIL
(Apoc. 10: 4). Tal orden parece extraña en vista de la orden que Juan ha-
bía recibido al principio (Apoc. 1: 1, 19). Nos recuerda el mandato dado
a Daniel de cerrar las palabras y sellar el libro (Dan. 12: 4). En el caso
de Daniel, el sellamiento sería temporal y sencillamente significaba una
demora en el tiempo de su revelación, pero en el caso de Juan parece ser
permanente. 3
3) El ángel anuncia el fin de las demoras en el tiempo. 4 El profeta ve
al ángel fuerte levantar su mano derecha hacia el cielo y jurar en el nom-
bre del Creador eterno. El rito de levantar la mano para hacer un jura-
mento es antiguo, y podemos encontrarlo ya en el tiempo patriarcal (Gén.
14: 22, 23). Pero la imagen del pasaje que consideramos claramente deri-
va del libro de Daniel. Allí, en visión, el profeta observa a un hombre ves-
tido de lino, que está parado sobre las aguas de un río con ambas manos
levantadas hacia el cielo, y oye que el mensajero divino jura por el que
vive para siempre. La visión se refiere a las profecías de tiempo, y la de-
claración profética viene en respuesta al pedido de Daniel sobre el tiempo
del fin. Antes de que el fin pueda ocurrir, debe haber una "dispersión del
poder del pueblo santo" (Dan. 12: 7). Hasta que eso ocurra, el pueblo de
Dios debe esperar con paciencia.
Este período -declarado aquí como "tiempo, tiempos, y la mitad de
un tiempo"- puede considerarse una demora en el tiempo. La bendición
hacia el final del capítulo (cap. 12: 12), pronunciada sobre los que esperan
pacientemente el tiempo del fin, sugiere no sólo que el pueblo de Dios de-
be soportar la tribulación sino que debe tener la paciencia para permitirles
perseverar aun a pesar de una postergación o demora del fin. Contra este
fondo, entonces, debemos entender el anuncio del ángel fuerte en la vi-
sión de Juan. Al hacerlo, sugerimos las siguientes conclusiones: a) la de-
claración de que no habrá más demoras se refiere a las profecías de tiempo.
Dios ya no dará más mensajes a sus siervos, ya sean advertencias o catás-
trofes, que extiendan el tiempo del pecado. b) El tiempo del fin al que se
refiere el mensajero en el libro· de Daniel es el mismo período en el que
está pensando el ángel fuerte de Apocalipsis 10 (véase Apoc. 1: 3, "por-
que el tiempo está cerca"). e) El mensaje sellado por Daniel debe ser aho-
ra revelado a Juan, y, por medio de Juan, a la iglesia. Ese mensaje consiste
en un librito en la mano del ángel fuerte.
4) El ángel declara que ha llegado el tiempo para revelar el misterio
de Dios. Notamos varias cosas en relación con esta declaración. a) Las
palabras que se usan intrigan. Generalmente esperamos que las profecías
sean cumplidas y los misterios revelados. En este caso, la profecía y el mis-
terio están ligados, de modo que cuando se revele el misterio la profecía
se cumpla al mismo tiempo. El misterio de Dios no es una información
asbtracta acerca de los secretos del universo. Tiene que ver con un evento
EL TIEMPO DE PRUEBA 117
mediante el cual dará a conocer su propósito redentor. b) El misterio de
Dios es algo que anuncia a sus siervos los profetas. El texto recuerda la
declaración de Amós: "Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que re-
vele su secreto a sus siervos los profetas" (Amós 3: 7). El profeta pensaba
en el próximo castigo de Israel, un evento que era realmente extraño. Tra-
dicionalmente, Israel pensaba en el día del Señor como el momento en que
Dios libraría a su pueblo de la mano del enemigo, y por eso el pueblo ge-
neralmente lo llamaba un día de luz. Pero ahora sería un día de tinieblas,
porque en su persistente maldad la nación había llegado a ser enemiga del
propósito redentor de Dios. El Señor había dado a conocer a Amós el mis-
terio del juicio venidero, de modo que cuando llegara la destrucción el pue-
blo supiera y comprendiese por qué había ocurrido. En la visión de Juan,
el ángel se refiere a que Dios anuncia su misterio pero no lo revela a sus
siervos los profetas. Para Juan, la revelación del misterio de Dios ocurrirá
en el tiempo del fin.
e) El misterio de Dios será cumplido cuando el séptimo ángel toque
su trompeta. El libro de Daniel enfatiza con la repetición que Dios abre
sus misterios ante su siervo Daniel (Dan. 2: 17-19, 22, 29, 30, 47; 4: 9,
18; 5: 11, 12). Pero en cuanto al misterio del tiempo del fin, el Señor no
se lo reveló. En cambio, el ángel le dijo que cerrara las palabras y sellara
el libro para los que vivan en el tiempo del fin. Para quienes vivan en ese
tiempo el conocimiento aumentará y los sabios comprenderán (Dan. 12:
1, 3, 4, 10). Una vez más debemos recordar que el misterio de Dios tiene
que ver con la terminación de su obra redentora, o el cumplimiento de su
propósito redentor que lleva a su fin a la historia humana. En ese momen-
to se completará lo que Dios se propuso en la creación. y fue hecho posible
por la sangre del Cqrdero (Apoc. 5: 9, 10). En ese día, Dios quebrará el
poder del mal y derribará el gobierno de Satanás para siempre. Erradicará
permanentemente el pecado y la muerte del universo. Y la sabiduría y el
amor de Dios se manifestarán claramente en la forma en que manejó el
problema del mal.
La experiencia del profeta (Apoc. 10: 8-11). La voz del cielo que ordenó
a Juan a sellar el mensaje de los siete truenos le habló otra vez, diciéndole
que tomara el librito de la mano del ángel fuerte. Y Juan obedece la voz
celestial, pero cuando lo hace, el ángel fuerte le dice que coma el rollo.
Cuando Juan lo hace, descubre que es dulce como miel en su boca, pero
amargo en su estómago, como el ángel le dijo que sería (véase Eze. 3: 1-3).
Como vimos antes, la experiencia de Juan es bastante paralela con la del
profeta Ezequiel. Pero varios otros pasajes también arrojan luz sobre el
significado de este acto simbólico. El profeta Jeremías escribió: "Fueron
halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por
118 LA IGLESIA DE DIOS EN UN MUNDO HOSTIL
alegría de mi corazón" (Jer. 15: 16). Con respecto a la Palabra de Dios,
el salmista exclamó: "¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más
que la miel a mi boca" (Sal. 119: 103).
La experiencia de Juan comiendo el rollo en la visión significa su com-
pleta asimilación del mensaje que Dios le había indicado que debía predi-
car. Antes de que pueda comunicar la palabra de Dios a las naciones, debe
internalizar la revelación de modo que la palabra divina llegue a encarnar-
se. Entonces podrá proclamar el mensaje con comprensión y convicción.
Con Juan ocurrió como con Ezequiel: el comer el rollo está unido con su
comisión de predicar, un hecho que provee una pista sobre el contenido
del rollo. Tiene que ver con la experiencia de la iglesia.
El efecto dulce/amargo del rollo sobre el vidente sugiere las vicisitu-
des que soporta el pueblo de Dios en los últimos días. Ya hemos visto las
estrechas semejanzas entre Apocalipsis 10 y Daniel12. La declaración del
ángel fuerte de que no habrá más demoras debe entenderse, entonces, contra
el marco de la instrucción del ángel a Daniel de sellar las palabras de la
profecía hasta el tiempo del fin. El tiempo llegó para que el mensaje de
Daniel sea ahora revelado. Por lo tanto en su revelación y la difusión de
su contenido siente el vidente la sensación dulce/amarga.
Daniel 12 comienza con una referencia al "tiempo de angustia", un
período como "nunca fue desde que hubo gente hasta entonces" (vers.
1). El texto señala la gran tribulación que el pueblo de Dios debe soportar
antes de presenciar el establecimiento del reino de Cristo en gloria. El Cie-
lo asegura a Daniel que su pueblo, aquellos cuyos nombres están "escritos
en el libro", será librado. En ese tiempo habrá una resurrección de los muer-
tos, algunos para recibir vida eterna, mientras otros para ser sentenciados
a vergüenza y confusión eterna (Dan. 12: 1, 2).
Algunos han comprendido la experiencia dulce/amarga de los fieles
en el marco del tiempo de angustia. El gozo que viene a los santos mien-
tras esperan y se preparan para la segunda venida de Jesús corresponde
con el gusto dulce del rollo en la boca de Juan, mientras que la sensación
amarga en el estómago del vidente representa el dolor de la experiencia
del pueblo de Dios al soportar la persecución. Los adventistas del séptimo
día han explicado este evento dulce/amargo señalando el gran chasco de
los adventistas norteamericanos en 1844. Por causa de su comprensión de
las profecías de Daniel, los primeros adventistas bajo la conducción de Gui-
llermo Miller, un predicador laico bautista, concluyeron que el regreso de
Cristo ocurriría en el otoño (del hemisferio norte) de 1844. La expectativa
creció cuando los creyentes compartieron las buenas nuevas y se prepara-
ron para el tiempo del fin. Cuando llegó la fecha y el acontecimiento para
el cual habían trabajado y vivido no ocurrió, los adventistas sufrieron un
amargo chasco. Como resultado de ese chasco muchos abandonaron el mo-
EL TIEMPO DE PRUEBA 119
vimiento para nunca volver, pero otros vieron en la experiencia una prue-
ba de su fe y pacientemente aceptaron el ridículo y las burlas de los in-
crédulos.
Después que Juan soportó el efecto dulce/amargo del contenido del
rollo, el Cielo le ordenó que profetizara otra vez. Las palabras del texto
indican el aspecto impelente del cometido del vidente. El no tiene opción,
sencillamente debe profetizar otra vez "sobre muchos pueblos, naciones,
lenguas y reyes". Debe ser obediente a la tarea profética a pesar de la for-
ma en que se siente por comer el contenido del rollo. Su propia experien-
cia simboliza así la experiencia de la iglesia durante esos días finales. En
medio de la sensación dulce/amarga que perdura aún, la iglesia debe cum-
plir la comisión divina de llevar el evangelio al mundo, un mundo que es
hostil al propósito redentor de Dios. En este sentido podemos· hablar del
período como una ocasión de prueba para la iglesia. Es un tiempo en que
el pueblo de Dios afrontará dificultades y tendrá que sufrir mucho a fin
de hacer progresar el mensaje que le fue confiado. Y a los que soporten
esos tiempos difíciles Dios les asegura un lugar en su reino.
1 The SDA Bible Commentary, Comentarios de Elena de White, t. 7, págs. 797, 971.
2 Barclay, Apocalipsis, pág. 281; Mounce, en The Book of Revelation, pág. 207.
3 Los adventistas del séptimo dia creen que el mensaje de los siete truenos consiste en una des-
cripción de los eventos que ocurren en relación con la proclamación de los mensajes del primero
y el segundo ángeles de Apocalipsis 14: 6-8 (véase The SDA Bible Commentary, t. 7, págs. 797. 798).
4 Los adventistas entienden que esto significa el fin del tiempo profético (véase The SDA Bible
Commentary, Comentarios de Elena de White, t. 7, pág. 971).
Capítulo 13