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Análisis del soneto “Retrato de Lisi que traía en una

sortija” de Francisco de Quevedo.

Soneto
En breve cárcel traigo aprisionado,
con toda su familia de oro ardiente,
el cerco de la luz resplandeciente,
y grande imperio del Amor cerrado.

Traigo el campo que pacen estrellado


las fieras altas de la piel luciente;
y a escondidas del cielo y del Oriente,
día de luz y parto mejorado.

Traigo todas las Indias en mi mano,


perlas que, en un diamante, por rubíes,
pronuncian con desden sonoro yelo,

y razonan tal vez fuego tirano


relámpagos de risa carmesíes,
auroras, gala y presunción del cielo.

Breve introducción a la problemática del “artificio


barroco”.

Los poemas barrocos suelen expresar lo que su propio título


indica, y en su conjunto, desarrollan una expresión que,
buscando la estética formal, nos permite alcanzar el sentido de
su significación o creer haberla alcanzado. El estilo barroco se
basa en la “agudeza” (concepto) que es una verdad difícil y

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recóndita a la que se accede mediante el ingenio, (no basta la
razón) lo que Kant llamó “los límites de la razón”. Su
procedimiento consiste en encontrar relaciones insospechadas
entre cosas que aparentemente no guardan relación entre sí,
por ejemplo, entre el ingenio y el sol.
Estos “malabarismos” poéticos cargados de referencias cultas y
sutilezas utilizan figuras retóricas preexistentes para crear
nuevas “imágenes”, las cuales, van más allá de la comparación
o la mera sustitución de términos; en palabras de Gracián:
“Válese la agudeza de tropos y figuras retóricas como de
instrumentos para expresar cultamente sus conceptos”. Es
decir, que la comparación se establece entre un dato empírico y
algo que es ya una figura retórica, y cuyo culmen desemboca en
esa atmósfera recargada propia de todo arte barroco.
En este trabajo nos encargaremos de analizar los
procedimientos utilizados por el gran maestro del “ingenio”, así
como las significaciones del soneto, su estructura y su juego de
“metáforas-símbolos”; siguiendo siempre la línea marcada por la
teoría retórica conceptista de Baltasar Gracián.

Análisis y comentario.

Como el propio título indica el poema parece hablar de un


retrato incrustado en una sortija, cuyo portador es el “yo”
poético; un “yo” poético que queda constatado en el primer
verso con el verbo que será piedra angular de toda la
composición, “traigo”. En este verbo se esconde el verdadero
enigma del poema porque, además de repetirse en tres de las
cuatros estrofas, esta forma verbal nos infiere la cuestión
siguiente: ¿qué es lo que trae? El poema crea una fusión entre
dos realidades (sortija-retrato) que infunde una duda constante,

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y nos hace replantearnos sí el poeta se refiere a la sortija o al
retrato, o incluso a los dos objetos. En el segundo verso
encontramos ya esa dualidad oro-belleza (sortija-retrato) que se
nos presenta en un “enunciado metafórico” con gran influencia
petrarquista: “familia de oro ardiente” que puede referirse al
material del que está hecho el anillo, así como a la “luz” de la
belleza amada. Del mismo modo, en el siguiente verso tenemos
“cerco de luz resplandeciente” cuya significación sigue la misma
línea del comentado anteriormente. El “cerco de la luz
resplandeciente” (sol) puede equivaler tanto a la sortija como a
la amada, del mismo modo que lo hace “familia de oro ardiente”
(rayos). En el siguiente verso, el que cierra el primer cuarteto,
hay una alusión más explícita a la sortija, “grande imperio del
amor cerrado” aunque sin dejar de referirse a la belleza de la
amada, ya, que el propio anillo encierra todos los dones de ésta.
En el segundo cuarteto, el poeta trata de exaltar la belleza del
rostro de la amada mediante un contexto metafórico figurado
en: “el campo estrellado” que representaría el cielo, y “las fieras
altas de la piel luciente” que serían las estrellas configuradas en
las doce constelaciones del zodíaco que recorre el sol en su
curso anual: Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, etc. El nombre griego
Zodíaco deriva del diminutivo “zodion” (figurita de animal) por lo
que cielo (campo) y estrellas (fieras) representarían la cara y los
ojos de la amada respectivamente. Estos dos versos (5 y 6)
muestran la deuda con las “Soledades” de Góngora. A
continuación, tenemos “a escondidas del cielo y del Oriente”. “A
escondidas” porque lo traía en “breve cárcel”, es decir, que el
retrato al estar dentro del anillo parece estar recluido. “Día de
luz y parto mejorado” vuelven a aludir a la belleza femenina de
la amada, que en “parto mejorado” supera la purpúrea belleza
del amanecer.

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El primer terceto comienza de nuevo con ese “traigo” que
implica la presencia del “yo” lírico en todo el poema, para
seguidamente construir la metonimia que utiliza “Indias” para
referirse al oro. Aquí, se vuelve a plantear la misma incógnita, ya
que “Traigo todas las Indias en mi mano” se refiere tanto al
material del que está hecha la sortija como a la belleza de la
idílica amada, que se nos presenta como infinita. El término
“Indias” sirve como precedente de las metáforas lexicalizadas
del siguiente verso en el que el poeta utiliza “perlas” por
dientes, y “rubíes” por labios. Aunque según González de Salas
esto es una antífrasis de diamantes y rubíes ya que: “es
diamante la boca, porque lo que habla eran desdenes y
signifícalo diciendo que pronunciaba “sonoro yelo”. Metáforas
estas que, como en el resto del poema, dejan abierta una puerta
a la dualidad, ya, que como hemos visto, hablan de los finísimos
rasgos de esta “musa” pero a su vez también están
describiendo los materiales que adornan la sortija.
El terceto de cierre probablemente sea la parte más difícil de
interpretar del soneto debido al juego de metáforas que se
suceden una tras otra y se mezclan entre sí, llevando el artificio
barroco a su más pura expresión. El verbo “razonan” alude a los
labios de la amada que, representados por “relámpagos de risa
carmesíes” contienen (o hablan) el “fuego tirano” del amor. Y
como guinda final, el poeta sigue describiendo los labios de la
amada en “auroras, gala y presunción del cielo” refiriéndose a la
sonrisa con “aurora” y a lo exquisito y selecto de ésta con
“gala” dejando “presunción del cielo” como presunta vanidad de
la amada que anteriormente, tal vez, “razonaba fuego tirano”.

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Bibliografía:
-“Prisiones textuales. Artificio y violencia en la poesía española
del barroco”. Wolfram Nitsch. Universiad de Colonia. (2005).

-“Un heráclito cristiano canta sola a Lisi y otros poemas”. F. de


Quevedo. Edición y estudio preliminar de Lia Schwartz e Ignacio
Arellano. Ediciones Crítica. (1998).

-“Poesías de Góngora y Quevedo. Antología comentada”.


Ediciones, S.L (2003).

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