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LA REVOLUCIÓN FRANCESA
En la segunda mitad del siglo XVIII, Francia vivía inmersa en el Antiguo Régimen:
gobernada por un rey absoluto (Luis XVI), con una sociedad estamental, y una
importante crisis de subsistencia debido a las malas cosechas. Además, la participación
francesa en distintas guerras y el derroche de la corte habían situado al país al borde de
la bancarrota.
Ante la necesidad de recaudar más impuestos, el rey convocó los Estados Generales,
asamblea donde se reunían los representantes de los tres estados (nobleza, clero y estado
llano). Sin embargo, la oposición de los estamentos privilegiados (nobleza y clero) a
pagar impuestos hizo que los representantes del tercer estado abandonaran los Estados
Generales y se constituyeran en Asamblea Nacional, proclamándose los verdaderos
representantes del pueblo francés y jurando no separarse hasta haber dotado a Francia
de una Constitución. El 14 de julio de 1789 el pueblo de París asalta la prisión de la
Bastilla para conseguir armas. Es el comienzo de la Revolución.
• Desarrollo de la Revolución:
- Primera etapa (etapa moderada): Los diputados del tercer estado formaron
una Asamblea Constituyente y se organizaron en dos partidos principales: los
girondinos (revolucionarios moderados) y los jacobinos (revolucionarios
radicales). Esta Asamblea proclamó la Declaración de los derechos del hombre y
del ciudadano y aprobó la primera Constitución francesa (1791), que establecía
la soberanía nacional, la división de poderes y el sufragio censitario. Comienza
también la guerra contra las potencias que se oponen a la revolución (Austria y
Prusia).
- Etapa radical: En 1792, las dificultades de la guerra y la escasez de alimentos
provocan una serie de motines y el poder pasa a la Convención, dominada por
los jacobinos, quienes proclamaron la República. El rey Luis XVI es acusado de
conspirar contra la revolución y guillotinado. El jacobino Robespierre instauró
una dictadura revolucionaria, conocida como época del “Terror”, en la que se
multiplicaron las ejecuciones de quienes se oponían a la Revolución.
Napoleón fue vencido por las tropas de la coalición en la Batalla de las Naciones
(Leipzig, Alemania. 1814) y desterrado a la isla de Elba, frente a las costas italianas.
Pero logró regresar a Francia y recuperar el poder durante el llamado “Imperio de los
Cien Días” hasta su definitiva derrota en Waterloo (Bélgica, 1815). Terminó sus días
confinado en la isla británica de Santa Elena, en medio del Atlántico.
Napoleón difundió por Europa los logros revolucionarios, al imponer su Código Civil
en las naciones conquistadas. Por otra parte, la ocupación de los ejércitos napoleónicos
avivó los sentimientos nacionalistas en los países ocupados, lo que tendrá profundas
repercusiones en la Europa del siglo XIX.
Tras su derrota, sus reformas políticas fueron eliminadas. No obstante, su sucesor, Luis
XVIII, hermano del difunto Luis XVI, se vio obligado a conceder a los franceses una
Carta otorgada (Constitución concedida por el rey, sin participación de los ciudadanos).
La Revolución francesa significó el fin del Antiguo Régimen (abolición del absolutismo
y de los privilegios estamentales…) y el triunfo de los principios de la Ilustración
(igualdad ante la ley, separación de poderes, soberanía popular...), abriendo paso a la
Edad Contemporánea.
A comienzos del siglo XIX reinaba en España Carlos IV, quien dejó los asuntos de
Estado en manos de sus ministros (Floridablanca, Aranda y, finalmente, Godoy). La
política exterior española fue cambiante en función de las circunstancias
internacionales. Así, cuando Manuel Godoy –favorito de la reina, María Luisa de
Parma- se convirtió en primer ministro, España pasó de la enemistad con Francia a
suscribir una serie de tratados de amistad:
Al mismo tiempo, el príncipe Fernando, hijo de Carlos IV, promovió una serie de
maniobras para arrebatar el poder a su padre (como la fallida conjura de El Escorial).
Finalmente, en un ambiente de gran desconfianza popular frente a las intenciones
francesas y ante el temor de que la familia real abandonara el país, estalla el Motín de
Aranjuez (1808), que tendrá importantísimas consecuencias, pues Carlos IV se ve
obligado a destituir a Godoy y a abdicar en su hijo (Fernando VII).
Napoleón consigue que la familia real española se traslade a Bayona (Francia), donde
los retiene y obliga a que le cedan la corona (Abdicaciones de Bayona). De esta manera,
Napoleón impone como nuevo rey de España a su hermano José I Bonaparte. El nuevo
monarca carecerá del apoyo popular. No obstante, algunos españoles creyeron que la
solución del atraso de España estaría en colaborar con los dirigentes franceses. Por este
motivo recibieron el apelativo de “afrancesados”, pero fueron considerados por muchos
como traidores.
Por el Tratado de Valençay (1813), Napoleón reconoce a Fernando VII como rey de
España. En 1814 concluye la retirada de las tropas francesas y vuelve el rey Fernando.
• El estilo Imperio:
El estilo Imperio fue una variante del Neoclasicismo que se desarrolló durante el
Imperio napoleónico. Era un arte propagandístico que obedecía a los gustos del
emperador y se caracterizaba por la sencillez de formas y la imitación del arte clásico.
• La pintura de Goya:
Por otra parte, inmortalizó los acontecimientos de su época (como los relativos a la
Guerra de Independencia, en los que denunciaba sus atrocidades: El dos de mayo en
Madrid, Los fusilamientos del tres de mayo). Tras una enfermedad que lo dejó sordo,
abandona su inicial optimismo.
Goya cultivó diversas técnicas y temas. Realizó varias series de grabados, como “Los
Caprichos”, “La Tauromaquia”, “Los desastres de la guerra” y “Los Disparates”, donde
adopta un tono crítico y mordaz frente a la sociedad de su época, o denuncia la
brutalidad humana. También es autor de pinturas religiosas como los frescos de la
Basílica del Pilar (Zaragoza) y de la ermita de San Antonio de la Florida, en Madrid.
En sus últimos años realizó las “pinturas negras”, de carácter sombrío e inquietante
(Duelo a garrotazos, Saturno devorando a un hijo...). Finalmente, sus ideas liberales lo
llevaron a instalarse en Francia, donde murió. Uno de sus últimos cuadros es La lechera
de Burdeos, anticipo del impresionismo.