La pena tiene función preventiva, protectora y resocializadora. Las medidas de seguridad persiguen fines de curación, tutela y rehabilitación. Existen intentos por mantener la proporcionalidad de la pena dentro de la lógica de la prevención, en tanto se afirma que una prevención efectiva de delitos solo puede hacerse en tanto las penas impuestas sean proporcionales al hecho(22). Estos puntos de partida, sin embargo, no están libres de cuestionamientos, pues permiten la entrada de aspectos irracionales o emocionales en la determinación de lo que resulta proporcional según las convicciones sociales(23). Por esta razón, no cabe sino entender que la corrección de la finalidad preventiva mediante el principio de proporcionalidad implica el reconocimiento de un orden de valores opuesto a la lógica de la prevención(24). La dificultad reside en la forma de determinar este orden garantístico ajeno al fin preventivo de la pena. Puede, por un lado, que se entienda que las garantías penales se configuran históricamente, lo que lleva consigo el peligro de que su reconocimiento dependa de las mayores o menores necesidades de prevenir la realización de determinadas conductas delictivas. Por otra parte, puede que el orden limitativo de la prevención se encuentre en la propia persona humana, lo que, sin renunciar a la historicidad de la realidad, implica tener límites más estables frente a las tendencias sociales del momento(25). Desde posturas preventivas, consideramos que esta interpretación de las garantías penales, en general, y de la proporcionalidad de las penas, en particular, resulta la más correcta. Las posibilidades de justificación del principio de proporcionalidad de las penas no se limitan a puntos de partidas preventivos, sino que también encuentran perfecta cabida en una comprensión restabilizadora del Derecho Penal. La pena tiene, en esta última comprensión del Derecho Penal, la función de devolver la vigencia social a una expectativa normativa de conducta defraudada. Para cumplir esta función restabilizadora, el efecto comunicativo de la pena debe ajustarse al hecho que trasmitió el mensaje de que la expectativa normativa no regía(26). De modo semejante a lo que ocurre con los demás preceptos del Título Preliminar del Código Penal, el artículo IX determina los marcos normativo y político-criminal de toda la legislación penal (codificada o no) en lo que atañe a las funciones y fines de la pena y de las medidas de seguridad. El legislador no solo se ha pronunciado sobre cuáles deben ser el sentido, orientación y fin de la pena, sino que ha precisado la función que debe cumplir la configuración legislativa y la aplicación práctica de las medidas de seguridad. Con ello ha delimitado claramente el te/os de las dos consecuencias jurídicas del delito más importante. 2. Cuando la ley alude a la función "preventiva, protectora y resocializadora" de la pena, no se refiere únicamente a la orientación que deben tener las penas privativas de la libertad, máxime si son las sanciones más comunes, aflictivas y extremas que reconoce el ordenamiento jurídico, sino a todas las penas criminales que tienen reconocimiento y existencia normativa en una legislación penal y que en nuestro CP se encuentran reguladas en el artículo 28. En efecto, la función "preventiva, protectora y resocializadora" de la pena es una finalidad atribuible a toda clase de pena -llámese pena privativa de libertad, de multa, limitativa de derechos o pena restrictiva de libertad- y se aplica a las penas principales, a las accesorias ya las diversas sub-clases de penas(1). Debe abandonarse, por equivocada, aquella visión superficial que pretende circunscri bir la aplicación de los fines (o teoría) de la pena a la pena privativa de libertad como si esta fuera su único centro de referencia. Artículo X.-Aplicación Supletoria de la Ley Penal Las normas generales de este Código son aplicables a los hechos punibles previstos en leyes especiales. l artículo IX del Título Preliminar no constituye una simple recomendación, consejo o sugerencia del legislador penal. Por el contrario, representa un mandato de cumplimiento imperativo y de observancia obligatoria por parte del legislador y de los operadores del sistema penal. Ello implica que toda incorporación de una nueva sanción penal (pena o medida de seguridad) y -lo que es más importantetoda aplicación de una pena o medida de seguridad debe de modo inexorable ajustar su contenido y finalidad a las funciones establecidas en el artículo IX del CÓdigo Penal, como exigencia de razonabilidad y legitimidad. En tal sentido, la creación de una sanción o la aplicación de una pena que no cumpla con la función "preventiva, protectora y resocializadora" o la de una medida de seguridad que no cumpla con las finalidades de "curación, tutela y rehabilitación" devendría tanto en ilegítima como en ilegal en la medida en que viola y quebranta el artículo IX del Título Preliminar. 5. La ley alude tanto en lo que atañe a la pena y a la medida de seguridad al cumplimiento de tres funciones y/o finalidades.
Reflexiones en torno a la potestad administrativa sancionadora: aplicación en el sector energético, ambiental, de telecomunicaciones y en otros sectores