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DESDE LO PROFUNDO DEL ALMA (de Werner Weick)

Homenaje a C. G. Jung

El agua símbolo del inconsciente, inspiró siempre a Jung. Nació a orillas del lago de Constancia. En
la infancia se lo llevaba la corriente pero en su carrera, nadó contra la corriente.

“Los encuentros con la otra realidad, los choques con el inconsciente, han quedado impresos en
forma indeleble en mi memoria. Cualquier otra cosa al respecto, ha perdido importancia. Puedo
comprenderme a mí mismo sólo en relación a los hechos interiores; éstos han caracterizado mi
vida; por eso es que hablo especialmente de esas experiencias. Los sueños y fantasías constituyen
de igual manera la materia prima de mi actividad científica; han sido para mí el magma
incandescente del cual nace, cristalizándose, la piedra que debe ser esculpida. Mis recuerdos se
remontan al 2º o 3r año de vida. Recuerdos fragmentarios, deshilvanados, sin un nexo aparente;
fluctuantes en un mar de incertidumbres; sufría de indefinibles angustias nocturnas, percibía
presencias oscuras. Se oía el ruido sordo de las cascadas del reno alrededor de las cuales existía
una zona de peligro, muchos se ahogaban y sus cuerpos eran arrastrados por la corriente.

En nuestro jardín se asomaba una roca. Era mi piedra. A menudo cuando estaba solo, iba a
sentarme sobre esa piedra y comenzaba, entonces, un juego fantástico, más o menos de este tipo:
´soy yo el que está sentado sobre esta piedra o yo soy esa piedra sobra la cual él se sienta´. No
alimentaba dudas con respecto a que la piedra tuviese alguna oculta relación conmigo y podía
estar sentado allí por horas. Fascinado por su enigma. La piedra no tiene incertidumbres; no tiene
necesidad de expresarse y es eterna, vive durante milenios, pensaba, mientras que yo sólo soy un
fenómeno pasajero que se conmueve en emociones de todo tipo como una llama que se aviva
rápidamente y luego se apaga. Yo era solo la suma de mis emociones y cualquier otra cosa distinta
en mí era la piedra sin tiempo. Estaba constantemente en la búsqueda de algo misterioso; me
sumergía en la naturaleza, casi me confundía en su misma esencia, fuera del mundo de los
hombres. Hoy como entonces, soy un solitario porque conozco e intuyo cosas que los otros ignoran
y habitualmente prefieren ignorar.

El matrimonio de mis padres fue una prueba de aguante plagada de dificultades. Ambos cometían
los errores típicos de muchas parejas. Mamá era una madre óptima pero estoy seguro de que en
ella había dos personalidades: una inocua, humana; la otra inquietante, arcaica, despiadada.
Despiadada como la verdad y la naturaleza. También yo poseo esta naturaleza arcaica que en mí se
combina con el don, no siempre tratable de poder ver a la gente y a las cosas como realmente son.
A los 14 años, durante las vacaciones, mi padre puso entre mis manos un boleto y me dijo puedes
ir solo a la cima. Yo estaba sin palabras por la felicidad. La locomotora empezó a treparse hacia las
alturas vertiginosas donde abismos y paisajes, siempre cambiantes, se abrían a mis ojos hasta que
al fin llegué a la cima y allí, en aquel aire insólitamente ligero, contemplé inimaginables lejanías. Sí,
este es mi mundo, pensé, el verdadero mundo, el secreto, en donde no hay maestros ni escuelas y
donde uno puede ser sin tener pedir nada. Todo era muy solemne y advertía la necesidad de ser
gentil y silencioso porque me hallaba en el mundo de Dios. Aquí su mundo era tangible”.
A los 20 años, en Vasilea, mientras estudia medicina, la ciudad le resulta insoportable a Jung.
Decide psiquiatra tras la lectura del Manual de psiquiatría de Kraf Evin,

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