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COLEGIO FUNDACIÓN MANUELA BELTRÁN

DOCENTE: KATHERINE OSPINO MEDINA


ASIGNATURA DE RELIGIÓN
3 PERIODO ACADEMICO
GRADO 8°

GUÍA #1 NICOLÁS MAQUIAVELO: EL FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS


Biografía de Nicolás Maquiavelo: (Florencia, 1469-1527) Escritor y estadista florentino. Nacido en el seno de una
familia noble empobrecida, Nicolás Maquiavelo vivió en la Florencia de los Médicis, en tiempos de Lorenzo el
Magnífico y Pedro II de Médicis. Tras la caída de Girolamo Savonarola (1498) fue nombrado
secretario de la segunda cancillería encargada de los Asuntos Exteriores y de la Guerra de la ciudad,
cargo que ocupó hasta 1512 y que le llevó a realizar importantes misiones diplomáticas ante el rey
de Francia, el emperador Maximiliano I de Habsburgo y César Borgia, entre otros.
Su actividad diplomática desempeñó un papel decisivo en la formación de su pensamiento político,
centrado en el funcionamiento del Estado y en la psicología de sus gobernantes. Su principal
objetivo político fue preservar la soberanía de Florencia, siempre amenazada por las grandes
potencias europeas, y para conseguirlo creó la milicia nacional en 1505. Intentó sin éxito propiciar
el acercamiento de posiciones entre Luis XII de Francia y el papa Julio II, cuyo enfrentamiento
terminó con la derrota de los franceses y el regreso de los Médicis a Florencia (1512). Como consecuencia de este giro
político, Maquiavelo cayó en desgracia, fue acusado de traición, encarcelado y levemente torturado (1513). Tras
recuperar la libertad se retiró a una casa de su propiedad en las afueras de Florencia, donde emprendió la redacción
de sus obras, entre ellas su obra maestra, El príncipe (Il principe), que Maquiavelo terminó en 1513 y dedicó a Lorenzo
de Médicis (a pesar de ello, sólo sería publicada después de su muerte).

En 1520, el cardenal Julio de Médicis le confió varias misiones y, cuando se convirtió en Papa, con el nombre
de Clemente VII (1523), Maquiavelo pasó a ocupar el cargo de superintendente de fortificaciones (1526). En 1527, las
tropas de Carlos I de España tomaron y saquearon Roma, lo que trajo consigo la caída de los Médicis en Florencia y la
marginación política de Maquiavelo, quien murió poco después de ser apartado de todos sus cargos. La obra de Nicolás
Maquiavelo se adentra por igual en los terrenos de la política y la literatura. Sus textos políticos e históricos son
deudores de su experiencia diplomática al servicio de Florencia, caso de Descripción de las cosas de Alemania(Ritrato
delle cose della Alemagna, 1532). En Discursos sobre la primera década de Tito Livio (Discorsi sopra la prima deca di
Tito Livio, 1512-1519) esbozó, anticipándose a Giambattista Vico, la teoría cíclica de la historia: la monarquía tiende a
la tiranía, la aristocracia se transforma en oligarquía y la democracia en anarquía, lo que lleva de nuevo a la monarquía.
En El príncipe, obra inspirada en César Borgia (destacada figura de la casa de los Borgia), Maquiavelo describe distintos
modelos de Estado según cuál sea su origen (la fuerza, la perversión, el azar) y deduce las políticas más adecuadas para
su pervivencia. Desde esa perspectiva se analiza el perfil psicológico que debe tener el príncipe y se dilucida cuáles son
las virtudes humanas que deben primar en su tarea de gobierno. Maquiavelo concluye que el príncipe debe aparentar
poseer ciertas cualidades, ser capaz de fingir y disimular bien y subordinar todos los valores morales a la razón de
Estado, encarnada en su persona.

El pensamiento histórico de Nicolás Maquiavelo quedó plasmado fundamentalmente en dos obras: La vida de
Castruccio Castracani de Luca (1520) e Historia de Florencia (Istorie fiorentine, 1520-1525). Entre sus trabajos literarios
se cuentan variadas composiciones líricas, como Las decenales (Decennali, 1506-1509) o El asno de oro (L'asino d'oro,
1517), pero sobre todas ellas destaca su comedia La mandrágora (Mandragola, 1520), sátira mordaz de las costumbres
florentinas de la época. Clizia (1525) es una comedia en cinco actos, de forma aparentemente clásica, que se sitúa en
la realidad contemporánea que Maquiavelo tanto deseaba criticar.
LO QUE MAQUIAVELO NO DIJO: ‘EL FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS’ Publicado por Esteban Galisteo Gámez, 25 de mayo
de 2016

Da la impresión, cuando se oye hablar de Maquiavelo, que con decir “El fin justifica los medios” se capta y se resume
todo su pensamiento político, algo que, para cualquiera que lo haya leído con la debida atención, no deja de ser
ridículo. Es ridículo porque Maquiavelo nunca dijo tal cosa, y lo es más todavía porque es atribuirle al intelectual
florentino una simpleza que no lo deja en muy buen lugar, no tanto por el carácter maléfico de la simpleza, sino por la
superficialidad de lo que dice. Lo que Maquiavelo sí dijo: Lo más parecido a “el fin justifica los medios” que se puede
encontrar en El príncipe, obra de Maquiavelo debido a la cual se le atribuye tan estúpida frase, está en el penúltimo
párrafo del capítulo XVIII del libro, titulado: “Si los príncipes deben ser fieles a sus tratados”. ¿Qué dice aquí
Maquiavelo? Lo primero de lo que habla es de “juzgar el interior de los hombres, y principalmente el de los príncipes”.
Este “interior” de los hombres es subjetivo, es su subjetividad y se compone de motivaciones, intenciones, ideales,
fines, etc. Maquiavelo entiende que este “interior” nos está vedado, no es público, sino privado: cada hombre puede
conocer su propio “interior” y nadie el de los demás, por ello no es posible “recurrir a los tribunales”. Sin embargo, eso
no nos impide “juzgar el interior de los hombres”, sobre todo de los príncipes, ya que siempre podemos juzgar los
resultados de sus acciones, con independencia de aquello que las haya motivado.

En segundo lugar, habla de fines y medios: el fin del príncipe es gobernar y para ello debe “mantener su autoridad”
por encima de todo. Si no la mantiene, entiende Maquiavelo que el príncipe no es tal, sino a lo sumo un títere, un
mediocre o, en el peor de los casos, un futuro cadáver, con las desastrosas consecuencias que ello pueda acarrear para
el pueblo que gobierna. ¿Y qué dice de los medios? Pues que, con tal de no perder su autoridad, pueden ser
cualesquiera, pues en apariencia serán vistos, por la mayoría gobernada, como “honrosos” y dignos de alabanza. Lo
que Salustio está diciendo, y lo que Maquiavelo está secundando, está muy claro: por muy buena que sean las
intenciones del príncipe, si las acciones derivadas de tales intenciones comprometen su autoridad, no son dignas de
alabanza, lo lícito es mantener, cómo sea, tal autoridad. Maquiavelo añade: y al hacerlo, que parezca que el príncipe
se guía por todas las virtudes que haya. Las frases siguientes son aún más interesantes, pues recogen mejor el
pensamiento de Maquiavelo. El príncipe desempeña una función social: gobernar por el bien del pueblo. Ya avisa
Maquiavelo, al principio del libro, que él pertenece al pueblo y el autor florentino no era gilipollas, es decir, no le está
diciendo al príncipe en esta obra que machaque al pueblo que gobierna. Maquiavelo distingue entre el vulgo y una
minoría: el primero no se percata del tipo de hombre que lo gobierna, y mientras que todo vaya bien, las acciones del
príncipe serán juzgadas con benevolencia, puesto que el vulgo no se percata de lo deshonroso que es su gobernante.
Solo unos pocos individuos perspicaces lo hacen, pero estos guardan silencio, pues, como dice nuestro filósofo político
favorito más adelante.

Ahora bien, estos ciudadanos perspicaces hablarán en cuanto el vulgo no sepa “a qué atenerse”, es decir, cuando no
se sienta arropado por el gobernante, esto es, cuando el gobernante no mantenga el bienestar general. De hecho, el
capítulo siguiente, el XIX, se titula “Que el príncipe ha de evitar que se le menosprecie y aborrezca”, en el que aconseja,
entre otras cosas, que se debe hacer querer por el pueblo, el cual es el principal apoyo del gobernante: Es importante,
a este respecto, tener en cuenta lo siguiente: que el príncipe sea la autoridad real, y no un mero títere, es importante
desde la perspectiva de los gobernados. Si el príncipe con autoridad es efectivo y los gobernados viven felices y comen
perdices, enhorabuena, ese príncipe tiene muchas posibilidades de morir apaciblemente en la cama de viejo. Si el
príncipe carece de autoridad y gobiernan otros, entonces es poco ventajoso para el pueblo gobernado y para el mismo
príncipe: el pueblo podría participar, incluso protagonizar, su derrocamiento, y dado que la autoridad real no la ejercía
él, nada cambiará. El que ejerce la autoridad debe ser un personaje público y conocido, no alguien oculto en las
sombras. Si el príncipe es un mentecato que haciendo uso de su autoridad arruina a su pueblo, el pueblo lanzará sus
dardos con acierto si ataca al príncipe.

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