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El cuento a simple vista no parece tener mayor complicación: una anécdota sobre hongos,

sobre el hongo que durante muchos años atormenta a la madre de la protagonista y se


convierte para esta última en un hecho que marca su infancia de una curiosa manera. Una
anécdota que en apariencia se pierde cuando quien relata la historia crece, su vida cambia y
sus problemas se centran en algo más que esa aparente obsesión que de pequeña era en todo
lo que podía pensar. Una mujer con una vida normal, un esposo, un empleo, conoce a un
hombre que como ella se dedica a la música, alguien que no debería significar nada, alguien
que tiene su propia vida, todo vuelve a dar un giro; los hongos nunca se han ido, sus
menciones siguen ahí, siempre lo estuvieron, y con el nacimiento de una relación ilícita
vuelven a cobrar importancia por la analogía en la que se convierten cuando todo empieza a
caerse en pedazos.

Una relación que no debería ser, que no debió pasar de un simple encuentro y que
desde un inicio crea un sentimiento de remordimiento en la mente de la protagonista, que
trata de explicar la aventura a su esposo sin encontrar el coraje para hacerlo. Los encuentros
dejan de ser algo de una sola vez, y Philippe, el hombre que se ha convertido en algo más, se
introduce en su mente con lentitud, como un hongo que crece en la oscuridad y se extiende
por todo su ser, inofensivo al principio. No es amor, es necesidad lo que los lleva a pasar
noches juntos y Philippe deja muy claro que no desea convertirse en algo más que su amante,
tiene una familia, por lo tanto, es él quien inicia siempre el contacto, quien busca a la mujer
que es también un hongo para él. Ambos crecen el uno en el otro, hasta que de manera irónica,
los hongos en ellos son reales.

Hay una necesidad que raya en lo enfermizo. Los hongos que ahora son reales son un
recordatorio para el otro de ese placer que no les permite alejarse, incluso cuando es obvio
que su relación dista mucho de ser sana, hasta llegar al punto en que la obsesión de la
protagonista con estos le lleva a dejar crecer en su cuerpo algo que debería ser visto como
una enfermedad, sólo por sentirse unida a un hombre que no le ama. Empieza a deteriorarse,
a desear más de lo que puede tener y a pensar solamente en ese nuevo encuentro que
significará todo y nada a la vez; su vida se ve afectada por este hongo que hace mella en su
mente, que se ha extendido hasta cada rincón de sí y que la ha vuelto a ella misma en algo
tóxico que se alimenta de la oscuridad.
Sus sentimientos son obvios para quien la ve, le delatan. Recibe una advertencia de
la persona menos esperada: su suegra, y aunque no es un reproche como tal, es suficiente
para demostrar que la tristeza y la desesperación que le embargan al estar separada de
Philippe es algo que se ha salido de control y debe aprender a ocultar. No está mal estar
enamorada de otro, está mal dejarse llevar por algo que debería mantenerse oculto en la
oscuridad, tal y como un hongo. Su obsesión crece y la oscuridad en que la vive su mente,
esa que alimenta a los hongos y los deja crecer, le impide darse cuenta del momento en que
su esposo le deja, algo que sucede de forma tan gradual que ella apenas le extraña. Ese
pequeño momento en que el mundo se convierte en algo más que Philippe le lleva a darse
cuenta de que la persona con la que compartía su vida, no es la persona que creía conocer,
no del todo, él también tenía sus propios hongos.

Esa anécdota de los hongos jamás desaparece por completo, no cuando la obsesión
que nació en su infancia controla su vida de una forma imperceptible, hasta que la mancha
se ha extendido lo suficiente para no permitirle continuar con normalidad. La hace esconderse
en la oscuridad, ya no de su mente, es una oscuridad total que Philippe alimenta con su cuerpo
y su indiferencia, que le mantiene escondida en la soledad de un hogar vacío a la espera de
la siguiente llamada, del siguiente contacto con ese alimento que la mantiene viva. Se
describe a sí misma como un hongo, ya no es una persona sino ese ente que le ha perseguido
desde niña, uno que crece en la humedad que es la depresión, que se extiende sobre otro con
el afán de cubrirlo y volverlo suyo, a la vez que ella misma es víctima de una toxicidad de la
que no puede escapar, de ese hongo que representa al hombre, que la consume desde adentro
y del que no puede deshacerse porque lo necesita, ha marcado su vida de una forma en que a
diferencia de su madre, no quiere eliminarlo, no quiere perderlo.

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