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Cuando surge la obligación de indemnizar a quien se le causa un daño, sin que la

responsabilidad por tal hecho se genere del incumplimiento de un contrato estamos


frente a la responsabilidad civil extracontractual.
Puede solicitar la indemnización por perjuicios toda persona que haya sufrido un
daño en su patrimonio o en un derecho suyo, es decir, que la indemnización no es
exclusiva del dueño de la cosa sobre la cual se ha irrogado el daño, sino de
cualquiera que ejerza un derecho sobre ella.
En materia de derecho civil, en el artículo 2341 del código se consagra la obligación
de indemnizar a quien se le haya causado daños, lo cual puede ser reclamado a
través de una acción de reparación de perjuicios; pero, este tipo de responsabilidad
no solo se genera en el campo civil.

Daño
El daño es entendido por la doctrina de la Corte como la vulneración de un interés
tutelado por el ordenamiento legal, a consecuencia de una acción u omisión
humana, que repercute en una lesión a bienes como el patrimonio o la integridad
personal, y frente al cual se impone una reparación.
De otra parte, el perjuicio es la consecuencia que se deriva del daño para la víctima
del mismo, y la indemnización corresponde al resarcimiento o pago del perjuicio que
el daño ocasionó.
Así, para que el daño sea reparable debe ser inequívoco, real y no eventual o
hipotético y, para tal efecto, la regla establecida por el artículo 16 de la Ley 446 de
1998 dispone que la valoración de los daños irrogados a las personas y a las cosas
atenderá los principios de reparación integral y equidad, y observará los criterios
técnicos actuariales.
El artículo 2341 del Código Civil define a la responsabilidad civil extracontractual
como el suceso accidental, fortuito e imprevisto que genera una obligación
resarcitoria. Para que se comprometa la responsabilidad extracontractual de una
persona natural o jurídica, es necesario que interactúen 3 elementos: culpa, daño y
relación de causalidad entre el afectado y quien genera la lesión.
También se define como aquella que no tiene origen en el incumplimiento de una
obligación, sino en un hecho jurídico, ya sea un delito o un ilícito de carácter civil.

Así mismo, otra de las características de la responsabilidad civil extracontractual


indica que el responsable de causar el daño está obligado a repararlo aunque no
exista intención en la realización del prejuicio, pues el hecho jurídico trajo
consecuencias negativas causando afectaciones a quien recibió dicho daño,
generando un lucro cesante y/o un daño emergente que obliga al responsable a
reconocer el derecho de los perjuicios mediante el pago de una indemnización.
La indemnización por perjuicios está contemplada en el artículo 1613 del Código
Civil, y se traduce en la acción que el causante del perjuicio reconoce a la víctima o
persona receptora del daño. Se materializa con una cantidad determinada de dinero
que, mediante el pago del daño emergente y el lucro cesante, contribuya a reparar
al afectado. Por último, cumple la función de resarcir el daño que de manera dolosa
o culposa se ha causado a una persona como consecuencia de una acción u
omisión por parte de quien ejecuta el daño.

Es sabido que para que exista la responsabilidad se requiere de tres elementos


absolutamente indispensables y necesarios: el daño, el hecho generador del mismo y un
nexo de causalidad que permita imputar el daño a la conducta (acción u omisión) del agente
generador.
El nexo causal se entiende como la relación necesaria y eficiente entre el hecho generador
del daño y el daño probado. La jurisprudencia y la doctrina indican que para poder atribuir
un resultado a una persona y declararla responsable como consecuencia de su acción u
omisión, es indispensable definir si aquél aparece ligado a ésta por una relación de causa-
efecto. Si no es posible encontrar esa relación mencionada, no tendrá sentido alguno
continuar el juicio de responsabilidad.
Salvo lo que se dirá más adelante, la jurisprudencia ha sido pacífica al establecer que el
nexo de causalidad debe ser probado en todos los casos por el actor, independientemente
de si el régimen de responsabilidad aplicable está fundamentado en la culpa, en la falla, o
en alguno de los regímenes de responsabilidad objetiva. El nexo de causalidad es un
elemento autónomo del daño y del fundamento que no admite, ningún tipo de presunción
como sí lo admite la culpa o la falla. Para comprender lo antes mencionado, es necesario
evitar la sinonimia entre causalidad y culpabilidad. La causalidad como elemento,
corresponde a la constatación objetiva de una relación natural de causa-efecto, mientras
que la culpabilidad como fundamento, se refiere a la valoración subjetiva de una conducta.
Al día de hoy, el Consejo de Estado ha superado la discusión sobre la existencia de
presunción de culpabilidad, de causalidad y aún de responsabilidad en todas las causales
exonerativas de la responsabilidad extracontractual regímenes subjetivos y objetivos.
Actualmente se tiene claro en la jurisprudencia de ese Tribunal que cuando se está en
presencia de un régimen objetivo de responsabilidad, no se tiene por existente una
presunción de culpabilidad ni de causalidad, sino que es un régimen en el cual el actor debe
probar todos los elementos de la responsabilidad (incluida, por supuesto, la relación
causal), y en el que el demandado debe probar ausencia de causalidad, o una causa
extraña para exonerarse de responsabilidad, puesto que demostrar diligencia y cuidado no
lo exonera.
El nexo de causalidad, como lo ha dicho tanto la Corte Suprema de Justicia1, como el
Consejo de Estado en reiterada jurisprudencia, debe ser probado en todos los casos. Así,
por ejemplo, en sentencia del 2 de mayo de 2002 dijo el Consejo de Estado:
“El accionante también tiene que demostrar en juicio la causalidad adecuada entre el
daño padecido y la conducta de riesgo imputada al Estado mediante prueba directa
o indirecta, porque la ley no ha señalado en materia de relación causal ni
presunciones legales respecto de las cuales, probado un hecho (s) el legislador
infiera su causalidad adecuada, ni tampoco los conocimientos del juez sobre la
realidad social lo autorizan para deducir con certeza el nexo de causalidad eficiente
y determinante. La prueba del nexo puede ser: a) directa, mediante los medios
probatorios que lo representan por sí mismo y/o b) indirecta, mediante indicios; este
medio de convicción lógico indirecto, requiere de la demostración de unos hechos
indicadores que apunten con fuerza el hecho indicado…”2.

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