Está en la página 1de 1

María Camila Salas Valencia

Periodismo IV

Historia Avenida La Playa

Hoy, donde reposa la Avenida la Playa, era anteriormente una quebrada


llamada Santa Elena, lugar donde las familias medellinenses compartían y
disfrutaban del agua.

Un día peculiar en donde las personas dejaban de realizar sus actividades


rutinarias y abrían paso para dar comienzo a lo que sería el fin de semana.
Siendo las 6:30 de la tarde salí de casa para tomar el bus Calazans Boston
311, aliado trasporte que me llevaría a mi destino final, La Avenida la Playa.

Ya estando allí, en medio del ruido de los carros y la alta fluidez de personas
que caminan unos a pasos largos y ligeros, otros a pasos cortos y lentos, como
un río corrientoso que arrastra todo en su pasar llevándolos en un mismo
sentido según su destino, empiezo a sentirme sofocada por la multitud.

Luego de pasar cierto momento recorriendo lo que eran sus calles, decido
tomar una pausa en lo que es el Palo con la Playa y me encuentro con un
peculiar hombre que aunque para mis ojos no era una persona nueva, esta vez
quise interesarme más en él. Sin yo mencionar una palabra, amablemente se
acerca a mí a ofrecerme lo que para él, es su sustento de vida. Julián
Saldarriaga, hombre de cabello negro y contextura delgada, de unos 32 años
de edad, pasa 5 días de la semana en el mismo lugar y a la misma hora
ofreciendo lo que para él y para muchos de sus clientes son los mejores manís
de la ciudad.

Al decidir dar por terminado mi paso por esta parte de la ciudad, siendo las
7:30 de la noche noté que no solo había disminuido el ruido contaminante de
los carros, sino que también se sentía un ambiente más tranquilo, pero a la vez
de soledad al ya no sentirme sofocada por la alta fluidez de personas.

Finalmente emprendí mi camino a casa, pero esta vez con un toque dulce en
mi boca.

También podría gustarte