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XVI Congreso Latinoamericano de Rorschach y otras Técnicas Proyectivas

I Congreso Chileno de Rorschach y otras Técnicas Proyectivas


22-25 de julio de 2015

“EL TEST DE RORSCHACH: SU DIMENSIÓN POLÍTICA”


Alberto López Vásquez1

Mesa: Epistemología: Discusiones y nuevos aportes


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Con el presente trabajo propongo introducir una reflexión respecto de la


dimensión política que atraviesa a toda práctica psicodiagnóstica.
Particularmente me centraré en aquellas evaluaciones donde ocupamos el test de
Rorschach.

Los resultados que aquí expondré son parciales y se anclan a una investigación
más amplia que terminé recientemente; y que se realizó gracias a la colaboración
de 8 académicos que han dictado cátedras de Técnicas Proyectivas en
Universidades públicas y privadas de Chile, destacando todos ellos por su
trayectoria y aportes al desarrollo del test de Rorschach en nuestro país. A través
de entrevistas realizadas a estos profesores, pudimos conocer factores
relacionados con el uso del test en su práctica profesional cotidiana.
Simultáneamente obtuvimos como insumo para nuestro estudio, los programas
académicos de los cursos de Técnicas Proyectivas, de 8 Universidades
tradiciones y privadas, que fueron dictados entre los años 1969-2014.


1 Psicólogo y Magíster en Psicología Clínica de la Universidad de Chile. Especialista en

Psicodiagnóstico con técnicas proyectivas PUC. E-mail: alverlo.uchile@gmail.com

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En primer lugar, observamos consenso entre los rorschistas para definir a la
entrevista clínica como “fundamental” para la formulación de un diagnóstico
psicológico. Asimismo, todos ellos destacan la utilidad y el aporte del test de
Rorschach en el diagnóstico de una diversidad de cuadros clínicos. Sin embargo,
a juicio de los entrevistados, existirían algunos casos clínicos de especial
complejidad en los que el test de Rorschach sería particularmente útil, pues
contribuiría a despejar lo que a veces resulta “invisible” a los ojos del psicólogo.
De acuerdo a esta investigación, dichos casos serían los siguientes: 1) Pacientes
con funcionamiento psicopático o perverso; 2) pacientes con defensas muy
rígidas o que se encuentran en un estado hiperalerta, como podría presentarse
en algunos casos de paranoia; y 3) pacientes con ideación suicida.

Además, se observa que existen ciertas evaluaciones realizadas con el test de


Rorschach que son percibidas por los rorschistas como “polémicas” y
corresponden a aquellas que se realizan en el campo de la Psicología laboral,
judicial y las evaluaciones de idoneidad para autorizar cirugías médicas. Su
carácter controversial se debería a que las conclusiones que obtiene el evaluador
suelen derivar en consecuencias concretas y muchas veces radicales para la vida
de las personas, llegando algunos entrevistados a problematizar el uso del test en
esas áreas, a propósito de un enfoque ético; y otros, a manifestar abiertamente su
distancia profesional de esos ámbitos. Sin embargo, paradójicamente, algunos
rorschistas sostuvieron que es precisamente en dichos campos de la Psicología
donde el uso del test parece resultar “imprescindible”, incluso más
imprescindible que en el ámbito clínico.

Pues bien, ¿qué tendrían en común los casos clínicos antes expuestos y estos
campos de la Psicología donde ocupamos el test de Rorschach? Pensamos que
una lectura posible corresponde al problema de la simulación, que concierne en

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último término a la eventual deshonestidad de las personas evaluadas. Serían
casos donde aumenta la probabilidad de que el examinado distorsione u oculte
datos durante la entrevista, debido a posibles ganancias secundarias derivadas de
los resultados de la evaluación. En general, muestran situaciones en las que no
existe una demanda espontánea por parte del evaluado, sino que más bien ésta
proviene de terceros (una empresa, médicos, familiares, Tribunales, etc.).

Así, un postulante podría esforzarse en mostrarle al psicólogo laboral que posee


las competencias que exige el perfil de cargo con el fin de obtener el puesto de
trabajo que desea; una madre podría mostrar al psicólogo jurídico que reúne las
capacidades suficientes de cuidado y protección de sus hijos, con el fin de que
posteriormente el juez no altere el cuidado personal (tuición) que ella posee; y un
individuo podría omitir detalles significativos de su historia personal con el fin de
que el psicólogo clínico autorice al médico a realizar una cirugía de cambio de
sexo.

Hacemos una especial mención al ámbito judicial. La ley 19.910, promulgada el


año 1999, que dicta normas sobre la adopción de niños, niñas y adolescentes,
señala como requisito para los postulantes, la realización de un “informe de
evaluación de idoneidad física, psicológica y moral del o los solicitantes”. El
documento Orientaciones técnicas de evaluación de idoneidad para la adopción
(SENAME, 2006) indica que dentro de los tests psicológicos que se usarán para la
evaluación, se privilegiará la aplicación de pruebas proyectivas debido a su
capacidad para acceder a aspectos intrapsíquicos profundos del evaluado y a que
estos instrumentos se encontrarían mínimamente sesgados por la voluntad. El uso
de cuestionarios de personalidad está desestimado por la tendencia de los
postulantes a dar respuestas en el sentido de la deseabilidad social. Dentro de las

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técnicas proyectivas, en dicho protocolo de evaluación, se establece al test de
Rorschach como una prueba obligatoria.

Del mismo modo, muchas de las evaluaciones psicológicas solicitadas por los
Tribunales de Familia en Chile se realizan actualmente con el test de Rorschach,
entre ellas la evaluación de las habilidades parentales, que permite a los jueces
dictar resoluciones en causas de cuidado personal, relación directa y regular, y
medidas de protección, entre otras (Astudillo, Gálvez, Retamales, Rojas y Sarria,
2010).

Los casos clínicos que mencionamos al comienzo tampoco dejan de ser


controversiales. Los pacientes con diagnóstico de psicopatía y perversión; los
pacientes paranoicos; los pacientes suicidas; todos ellos podrían llegar a falsear u
ocultar algún contenido durante las entrevistas clínicas.

De lo anterior, se puede desprender que la mentira parece representar un escollo


para la evaluación de la personalidad; y todo indica que el test de Rorschach
destaca como un muy buen medio para disiparla. Llegado a este punto, es factible
establecer que este test se configura en la Psicología como un dispositivo social
para la obtención de “verdades”.

Gracias a los aportes de Michel Foucault (1979) sabemos que cada sociedad y
todos los períodos de la historia poseen su propio régimen de verdad, es decir,
los tipos de discurso que acoge y hace funcionar como verdaderos; las técnicas y
los procedimientos que son valorizados para la obtención de la verdad, y el
estatuto de aquellos encargados de decir qué es lo que funciona como verdadero.

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La Psicología forma parte de los discursos que son aceptados como válidos en
nuestra actual sociedad. Sin embargo, este resultado no se obtuvo de forma
inmediata, sino que responde a una construcción. Para lograr su estabilización y
validez al interior del discurso científico, la Psicología ha tenido que valerse
históricamente de una gran variedad de técnicas y prácticas que han sido
determinantes para la definición de la topografía de la verdad psicológica. Entre
ellas, la estadística y la experimentación habrían sido, según Rose (1996), las
“técnicas de verdad” más significativas que ha ocupado la Psicología desde
mediados del siglo XIX. Particularmente, los tests estadísticos representaron un
medio esencialmente neutro para demostrar una verdad, que al provenir de un
universo numérico, no se encontraba “contaminada” de los asuntos humanos y
sociales. Luego, las técnicas proyectivas, a pesar de haber atravesado por
distintos niveles de popularidad en el mundo, hoy siguen gozando de prestigio y
reconocimiento en nuestro país, particularmente el test de Rorschach, que parece
ser un importante recurso de validación con que cuenta la Psicología.

Los aportes de Foucault (1979) permiten visualizar que la “verdad” del discurso
científico está lejos de ser “aséptica”; pues se encuentra sometida precisamente a
una constante incitación económica y política; es objeto de una inmensa difusión y
consumo; y es producida en gran medida por grandes aparatos políticos o
económicos, entre los cuales se encuentran los medios de comunicación, la
escritura, y por supuesto la Universidad. En tal sentido, la verdad no se
encontraría fuera del poder, sino que precisamente dentro de él; y constituye el
núcleo de todo un debate político y de todo un enfrentamiento social. A esto me
refiero cuando indico que el test de Rorschach, en cuanto instrumento para la
obtención de verdades, contiene una dimensión política que debemos incluir en
nuestros análisis.

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Pues bien, así como visualizamos una relación estrecha entre la verdad del
conocimiento científico y el poder; pensamos que la norma opera como el
concepto medular del test de Rorschach a través del cual se ejerce un cierto poder
sobre la vida de las personas. Para Foucault (2000) la norma es definida por el
papel de exigencia y coerción que es capaz de ejercer con respecto a los ámbitos
en que se aplica.

A nuestro parecer, el interés por la investigación y el conocimiento del ser humano


es una tarea absolutamente válida para la Psicología. En tal sentido, el
Psicodiagnóstico constituye un proceso fecundo y necesario en nuestra disciplina,
sin embargo no podemos eludir que todo diagnóstico supone realizar un “juicio
clínico”, y de ahí, es inevitable encontrarse con un problema siempre latente en
nuestra práctica: el de naturalizar la norma, y de sustentar la creencia de que hay
una sola forma válida de ser y comportarse en sociedad.

El problema al que apunto no reside necesariamente en la dimensión normativa


del test, sino que el problema surge cuando los criterios de la normalidad del test
de Rorschach se encuentran al servicio de la eliminación de las desviaciones
humanas; del aplanamiento de las diferencias, y el sometimiento de la otredad,
quedando la subjetividad de los individuos confrontada a parámetros
preestablecidos que son concebidos como los únicos discursos posibles.

Dicho de otro modo: lo que aquí planteamos apunta al problema de convertir el


Psicodiagnóstico de Rorschach en una práctica orientada a corregir las
desviaciones subjetivas y adaptarlas a los parámetros normativos dominantes, a
través de procesos de normalización. La normalización se caracterizaría
esencialmente por someter la otredad, ejerciendo un fuerte dominio y control sobre

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lo que más resiste el control y el determinismo: la vida misma (Bacarlett &
Lechuga, 2009).

Creemos que el problema del test de Rorschach como un dispositivo de


normalización en la Psicología, se encuentra estrechamente relacionado con los
usos que los psicólogos hacemos del test de Rorschach y los vínculos
profesionales que mantenemos los rorschistas con jueces, psiquiatras, jefes de
personal y otras figuras que requieren de nuestras evaluaciones. A modo de
ejemplo, no es lo mismo evaluar el control de impulsos en un paciente que
demanda una psicoterapia, que realizar la misma evaluación para un juez, que
podría prohibir el acercamiento de un padre a su hijo, respaldándose en nuestro
diagnóstico.

Pensamos que cada vez que ocupamos el test de Rorschach como un recurso
para pesquisar eventuales mentiras en nuestros pacientes, existen mayores
probabilidades de que las variables de poder, dominio y control intervengan
activamente en la evaluación.

La solución al problema no pasaría por restarse del poder ni suprimir el orden


normativo del test, o menos aún, de la sociedad. A nuestro parecer, la respuesta a
cómo minimizar los efectos normalizantes del test, se obtiene realizando un acto
de reconocimiento. Reconocerse, en tanto psicólogo y operador de la técnica de
Rorschach, como uno de los operadores biopolíticos de los que dispone nuestra
sociedad actual.

Las dinámicas de poder no son intrínsecamente peligrosas, sin embargo, a


nuestro entender, lo peligroso sería creer que hay lugares donde no se ejerce
poder y que podemos librarnos de él. Lo peligroso es creer que somos inmunes al

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poder cuando ocupamos el test de Rorschach. Si asumiéramos como cierta tal
creencia, posiblemente nos expondríamos a dos destinos, que dejaré planteado
sólo a modo de sugerencia: ocupar el lugar del sádico, que abusa del poder, o del
masoquista, que termina padeciéndolo en su ejercicio profesional.

Con este trabajo hemos querido dar cuenta que la práctica psicodiagnóstica tiene
un importante componente político, necesario de abordar. Y que en ese sentido,
las nociones de “verdad” y “norma” son conceptos claves que nos permitieron
aproximarnos a esta dimensión política del test de Rorschach.

Las verdades y las normas van experimentando modificaciones a través del


tiempo, y son dependientes de la cultura. Sólo a modo de ejemplo, quiero
comentar que durante el período de la dictadura militar, se ocupaba sin
dificultades la expresión “sujetos normales” en los programas académicos del
curso de Técnicas Proyectivas en la Universidad de Chile. Junto con lo anterior, se
observa un especial acento en el estudio de la psicopatología. Sin embargo, en la
década de los noventa, tras la restitución de la democracia, llama la atención que
la referencia a “sujetos normales” es eliminada de los programas de técnicas
proyectivas de la misma Universidad, observándose en cambio, un mayor acento
en la capacidad del profesional para realizar una evaluación del funcionamiento
integral de un sujeto. Del mismo modo, se aprecia preocupación por la ética.

Estos cambios a través del tiempo son significativos, especialmente si se


considera que en las entrevistas realizadas a los rorschistas en la actualidad, se
aprecia un especial cuidado de parte de los psicólogos por no estigmatizar a los
sujetos a través de un diagnóstico, enfatizando la comunicación de los aspectos
más “sanos” de sus pacientes, aunque sin perder de vista las patologías
existentes. Al enfrentar la patología con mayor prudencia, dejan abierta la

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posibilidad de cambio psíquico de algunos individuos, atenuando, de este modo,
eventuales conclusiones deterministas. Cito brevemente estas observaciones
porque considero que refuerzan la idea fuerza de que el test de Rorschach no es
un instrumento que existe en el vacío, sino que existe en función de los contextos
históricos y sociales de recepción.

Por consiguiente, y para finalizar, sugerimos politizar la enseñanza del test.


Incorporar la politización de los cursos como un desafío en la docencia,
respaldaría la transmisión de contenidos críticos para que el futuro rorschista sea
capaz de trabajar desde un enfoque ético, con intervenciones menos alienantes
del sujeto, que liberen la palabra a éste y lo empoderen en la conquista de sus
propios saberes.

Referencias bibliográficas

Astudillo, O., Gálvez, I., Retamales, C., Rojas, M. & Sarria, W. (2010).
Evaluación de habilidades parentales desde profesionales del ámbito del derecho
de familia. Revista salud y sociedad, 1 (3), 186-204.
Bacarlett, M. & Lechuga, A. (2009). Canguilhem y Foucault: de la
normatividad a la normalización. Revista Ludus Vitalis, 17 (31), 65-85.
Foucault, M. (1979). Microfísica del poder. Madrid: La Piqueta.
Foucault, M. (2000). Los anormales. Buenos Aires, Argentina: Fondo de
Cultura Económica.
Rose, N. (1996). Una historia crítica de la Psicología. En Inventing
ourselves. Cambridge: Cambridge University Press.
SENAME (2006). Orientaciones técnicas. Evaluación de idoneidad para la
adopción. Departamento de adopción. República de Chile. Ministerio de Justicia.

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