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Capítulo 2
El debate en poner sobre la mesa la definición y, por tanto, las diferencias de Antropología política y
filosofía política, cae en ambigüedades; los primeros antropólogos denunciaron el etnocentrismo de
la mayoría de las teorías política, es decir que existe en ellas una reflexión centrada sobre el Estado y
que responde a un concepto unilateral del Gobierno y de las sociedades humanas. En este sentido la
filosofía política se identifica con una filosofía del Estado y se acomoda a los datos resultantes de las
sociedades “primitiva”. Así, desde la antropología moderna existe una oposición del carácter
científico de su investigación al carácter normativo de las filosofías políticas, la validez de sus
resultados a las conclusiones no verificadas y probadas de los teóricos.
C. N. Parkinson incita a los antropólogos a crear “una historia mundial del pensamiento político”, es
decir en hacer de la antropología política una verdadera ciencia comparativa de Gobierno, y que al
mismo tiempo que sea un proyecto objetivo y de una desoccidentalización de los datos, pero no
elimina las consideraciones iniciales a toda filosofía política.
Maximalistas y minimalistas
La diversidad de formas políticas primitivas, siguen sobreviviendo. Si esta variedad mueve a las
clasificaciones y a las tipologías, impone ante todo la cuestión previa de la localización y de la
delimitación del campo político. Dos campos se oponen entre sí:
Los maximalistas que sus referencias son antiguas y aún veneradas, podría ser como dice Bonald:
no hay sociedad sin Gobierno. Así también como hace alusión Aristóteles sobre el hombre como un
ser “naturalmente” político e identifica al Estado con la agrupación social que en definitiva puede
existir por sí misma. Por tanto, cuando se considera una sociedad, encontramos la unidad política y
cuando se habla de la primera, de hecho, se contempla esta última, así pues, las instituciones aseguran
el mantenimiento y la dirección de estas. Esta igualdad entre sociedad y unidad política se encuentra
definida por su capacidad máxima de inclusión.
La verificación negativa tiene raras veces un valor absoluto; en la mayoría de los casos no expresa
sino la ausencia de las instituciones políticas comparables a las que rigen el Estado moderno. Esto es
un implícito etnocentrismo, de ahí los intentos por romper una dicotomía demasiado simplista,
oponiendo a las sociedades tribales a las sociedades con un Gobierno claramente constituido y
racional. Y esas tentativas suelen operar por diferentes vías. Pueden caracterizar un dominio político
menos por sus modos de organización que por las funciones cumplidas; en ese caso se amplía su
extensión. L Mair lo recuerda: “Algunos antropólogos tendrían por seguro que la esfera de lo político
empieza allí donde acaba la del parentesco”. O bien la dificultad se aborda de frente, y el
conocimiento del hecho político se busca a partir de las sociedades llamadas “segmentarias”.
Así, M. G. Smith en su artículo sobre las sociedades de linaje, llega a considerar la vida política como
un aspecto de toda vida social, no como el producto de unidades o de estructuras específicas y a negar
la pertinencia de la distinción rígida establecida entre “sociedades con Estado”, y “sociedades sin
Estado”.
b) Localización a través de las funciones. Este punto se refiere principalmente a que lo político,
fuera de la organización territorial, se define por las funciones que asume, que propician la
regulación o la resolución de conflictos, así también decisiones y dar dirección de los asuntos
públicos.
Almond distingue dos categorías de las funciones: una política entendida como lato sensu: la
“socialización” de los individuos y la preparación a los “cometidos” políticos, la
confrontación y el ajustamiento de los “intereses”, la comunicación de los símbolos y de los
“mensajes”; las otras atañen al Gobierno, o sea, a la elaboración y a la aplicación de las
“reglas”.
Relaciones y formas
Las relaciones de poder son funciones asumidas, que mediante personas o ciertos grupos ejercen
poder o la autoridad para mantener el orden social dentro de un marco territorial, se diferencian según
su orientación, interna o externa. J. Maquet distingue tres órdenes de relaciones que pueden hallarse
en asociadas a los procesos políticos:
a) Las fuerzas activas (gobernados y gobernantes, señor y subordinado, etc)
b) Los cometidos (mandar y obedecer, protección y servicios, etc)
c) Los contenidos específicos (coerción física legítimamente utilizada, rango, acuerdo
interpersonal).
Sin embargo, estos planteamientos pueden ser difusos al momento de la clasificación del campo
político, por lo que surgen, desde la antropología política, condiciones especializadas para
comprender la aparición de los circuitos especializados, donde ciertos seres humanos pueden mandar
a otros y así comprender cómo se establece esa relación de mando-obediencia, dentro de una relación
social.