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1. LA HEGEMONÍA EN EUROPA.
2. LOS CONFLICTOS POLÍTICOS INTERNOS.
3. EL DESARROLLO ECONÓMICO, SOCIAL Y CULTURAL.
4. LA CRISIS DEL IMPERIO DE LOS AUSTRIAS EN EL SIGLO XVII.
FELIPE III, FELIPE IV Y CARLOS II.
5. EL IMPACTO DE LA CRISIS EN LA ECONOMÍA Y LA
SOCIEDAD. EL SIGLO DE ORO.
6. BIBLIOGRAFÍA
La política matrimonial de los Reyes Católicos trae a España una nueva dinastía:
los Austrias o Habsburgo. Éstos heredan tan grandes territorios que ocupan una posición
hegemónica en la Europa del siglo XVI. La posesión de las colonias americanas refuerza y
contribuye a sostener económicamente esta hegemonía. Este siglo es una época de
expansión económica y demográfica en toda Europa; la misma situación existe en España
hasta la década de los ochenta en que se da el cambio de coyuntura.
Cada reino conserva sus leyes e instituciones propias. El rey tiene un concepto
aún patrimonial del Estado: por eso embarca a la nación en la defensa de unos territorios
que, desde un punto de vista de gastos y beneficios, son claramente irrentables. Pero lo que
está en juego no son los intereses nacionales, sino en todo caso los intereses de la casa
dinástica reinante, que tenía en la figura de Carlos I su cénit. En 1519 es nombrado
emperador de Alemania. Considera que el título le sitúa por encima de otros monarcas y
que debe velar por los intereses comunes de la cristiandad: se trata del otro factor que
debemos tener en cuenta para comprender los motivos por los que embarca al país es una
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aventura tan descabellada como sostener un imperio de tales magnitudes bajo una misma fe
católica. En una época de consolidación del concepto de nación, de afirmación de las
monarquías nacionales, era un proyecto anacrónico, difícil de sacar adelante.
Con tan extensa herencia, Carlos V emprende una política internacional que supone
una ruptura con la emprendida por los Reyes Católicos, basada en pactos familiares como
forma de ganar aliados para la Corona. Se trata de una política dinástica, alejada de los
intereses y posibilidades de los reinos peninsulares, y que recae básicamente en Castilla
como motor humano y económico.
Esta política de drenar recursos castellanos contará con la oposición temprana del
común. El rey Carlos convocará cortes en mayo de 1520 (apenas 4 años después de llegar a
España) para pedir un nuevo servicio impositivo relacionado con su principal ocupación en
ese momento, la corona imperial. El sentir general en Castilla se expresará en el Manifiesto
de los frailes de Salamanca, redactado en vísperas de dichas Cortes, suplicando que no se
sacrifiquen dineros de rentas, oficios o beneficios para intereses extranjeros; al tiempo que
muestran su rechazo a verse gobernados por una corte básicamente extranjera.
- La tesis alemana, defendida por Peter Rassow, piensa que el rey, inspirado por el
canciller Gattinara, se proponía realizar la monarquía universal.
- La tesis española, sostenida por Ramón Menéndez Pidal, quien estima que Carlos
recogió la tradición política de Fernando e Isabel, cumplida por el secretario Pedro de
Quinta, y que puede resumirse en el lema "paz entre cristianos y guerra contra infieles". No
cabe duda de que Carlos V siempre consideró que la dignidad imperial le situaba por
encima de las monarquías nacionales y le obligaba a velar por los intereses comunes de la
cristiandad frente a los avances turcos en Europa y en el Mediterráneo. Dos religiones
universalistas se enfrentaban, lo que entonces equivalía al choque de dos civilizaciones. En
los años 1525-30 la corte imperial vive rodeada de un ambiente mesiánico que parece tener
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menos vigencia tras la muerte del canciller Gattinara. Solo una minoría de españoles, los
erasmistas como Alfonso de Valdés, e intelectuales que no parecen muy representativos
compartían aquellas aspiraciones mesiánicas y defendían la política imperial.
- Los avances turcos se dan en dos sectores: Europa Central y Mediterráneo occidental. Los
turcos ocupan los Balcanes y, tras la batalla de Mohacs (1526), casi todo el territorio de
Hungría; asedian Viena en 1529. En este sector, Carlos V se limita a contener la ofensiva
turca sin llegar nunca a pasar a la contraofensiva. En cambio, en el Mediterráneo sí actuará
al ataque: Barbarroja, señor de Argel, amenaza las posesiones españolas en Italia y la
misma Península (destrucción de Ciutadella de Menorca).
-En relación con Francia (reina Francisco I), existen puntos de fricción: Navarra, Borgoña e
Italia. Francia no había aceptado la solución dada por Fernando el Católico en 1512 a la
sucesión, y seguía apoyando las pretensiones de la destronada casa de Laberti. Por otra
parte, Carlos V se consideraba como heredero del ducado de Borgoña. Por último, la
rivalidad franco-española en Italia no cesaba: España seguía manteniéndose en Sicilia y
Nápoles, mientras Francia deseaba instalarse en Milán. Esta situación acarreó una serie de
guerras entre los dos soberanos, que buscaron apoyo cerca de los demás príncipes de la
época (Enrique VIII, el papa, el sultán Solimán...).
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Al abdicar en 1556, Carlos V dejó a su hijo y sucesor Felipe II todos los territorios
que le pertenecían, con la única excepción del imperio. Pero, de hecho, el nuevo rey
consideró que estaba obligado a seguir la política europea de su padre y a dar todo su
apoyo al emperador. Hubo, pues, una solidaridad dinástica y política entre los varios
elementos de la casa de Austria, cuya cabeza era Felipe II. Este llegó a identificar
estrechamente los intereses de la corona española con los de la religión católica en Europa,
pero como ya no tenía la autoridad moral de que la dignidad imperial confería a Carlos V,
su voluntad de luchar contra la Reforma y a favor de la cristiandad fue muchas veces
interpretada como una mera justificación de tipo ideológico para encubrir lo que se
consideró a menudo como una manifestación del imperialismo español. El intrincamiento
entre ideología y diplomacia fue tal que toda concesión a la herejía pareció equivaler a un
retroceso de España y se volvió, por lo tanto, imposible; al revés, todo avance del
protestantismo se celebraba entonces como una derrota española. De esta radicalización,
patente al mediar el siglo, Felipe II no es del todo responsable, ya que, como subrayó
Bataillon, fue una cierta necesidad externa más que una íntima convicción lo que obligó al
soberano a desempeñar dicho papel contrarreformista.
Contra el rey de España buscan los rebeldes apoyo de las potencias protestantes,
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particularmente de Inglaterra. Se trata de una guerra ideológica, quizá la primera de la
modernidad, en la que toda concesión a los rebeldes implica una victoria de la herejía, y
por tanto se descarta: de todo ello resulta un enfrentamiento terrible, con represiones y
nuevos focos de descontento, con guerras por tierra y mar. En 1573 Luis de Requesens
sustituye al duque de Alba, pero mostrando la misma intransigencia religiosa. Las tropas,
que reciben continuamente tarde e incompletas sus soldadas, se sublevan, se amotinan y
saquean Amberes en 1576. La solidaridad entre los nobles descontentos y los calvinistas se
hace aún más estrecha.
La España de los Austrias, lo mismo que la de los Reyes Católicos, no tiene unidad
política. Es un conjunto de territorios (reinos, condados, principados, señoríos) que
conservan su fisonomía propia, sus instituciones, leyes, fiscalidad, moneda, aduanas,
lengua... Sólo tienen en común ser gobernados por un mismo rey, que es al tiempo rey de
Castilla, de Aragón, de Valencia, conde de Barcelona, etc. Hablar de España es hasta cierto
punto inadecuado. España, como cuerpo político, no existe; es una mera expresión
geográfica, que además, en la época, incluye también a Portugal. Por lo tanto, no se puede
hablar de rey de España para referirse a Carlos V o a Felipe II. En realidad, los
contemporáneos preferían usar otros términos, aludiendo a la dignidad o al título ostentado
por el soberano: el imperio, en tiempos de Carlos V; la monarquía católica, en tiempos de
Felipe II.
-Los de la corona de Castilla: los propiamente dichos, como Castilla, León, Toledo,
Murcia, Córdoba, Sevilla, Granada..., y los anejos como Navarra, provincias vascongadas,
Indias.
-Los de la corona de Aragón: reinos de Aragón y Valencia el principado de
Cataluña, y sus anejos, el reino de Nápoles, Baleares y Sicilia.
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-La herencia de los Habsburgo: Flandes, el Franco-Condado, dignidad imperial, feudos en
Alemania y Austria.
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proceso de investidura que le aguarda en Aquisgrán, para lo que no duda en subir las
alcabalas, y alquilar su cobro al mejor postor en contra de las concesiones hechas por
Cisneros.
El regimiento de Toledo se hace eco de las protestas, y en 1519 propone que las
ciudades con voz y voto examinen la situación creada por la elección imperial y las
consecuencias que pueda tener para el reino. Toledo exige que se guarde "el estilo y el
orden en el título que hasta ahora se ha tenido" (es decir, que se le reconozca como rey de
Castilla y se ignore su título imperial). En caso de que se ausentara a Alemania, advierte
que convendrá organizar la regencia.
Las Cortes de Santiago de 1519 son precedidas de una campaña en las ciudades
castellanas para elegir procuradores en la que los frailes elaborarán un programa de
oposición al imperio. Las Cortes son conflictivas, y sólo las presiones y sobornos logran
una aprobación de un nuevo servicio. Carlos V embarca hacia Alemania, dejando como
regente al cardenal Adriano.
Las Germanías de Valencia y Baleares son un movimiento más social que político:
conflictos de clase que reflejan la oposición popular al poder de las oligarquías dirigentes.
En Valencia, nobles y plebeyos se oponen desde largo tiempo atrás. La peste de 1519
provoca la salida de los patricios, que buscan refugio en sus tierras, mientras el pueblo se
ve así abandonado, desamparado frente a la epidemia y las incursiones corsarias. Los
vecinos se arman para protegerse, y un consejo de trece síndicos se hace cargo de la
administración principal. La corte manda al virrey Diego Hurtado de Mendoza a
restablecer la normalidad, pero los agermanats lo echan de la capital y de Xàtiva,
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resistiendo en el poder un año.
De esta forma, el cambio de dinastía empieza por una crisis que pone en peligro el
trono de Carlos I en los reinos de Castilla y de Valencia. Los dos movimientos, Germanías
y Comunidades tienen causas diferentes, pero se desarrollan al mismo tiempo, y, sin
embargo, no trataron de establecer entre sí ningún tipo de conexión.
-Los señoríos forman un amplio sector mayoritario en el que el rey delega sus
poderes y su autoridad a señores, laicos o eclesiásticos: feudos territoriales de la nobleza,
tierras de abolengo, de la Órdenes Militares (encomiendas) o religiosas, de los obispos y
arzobispos. La mitra de Toledo administraba un territorio inmenso en el que detentaba
poderes judiciales, administrativos, económicos, nombrando jueces, escribanos y notarios,
llevando los tributos, etc. Los señores hacían lo mismo en los límites de su jurisdicción. La
mitad, o tal vez más, del territorio español, quedaba de este modo fuera de la jurisdicción
del rey.
-Los territorios de realengo no siempre quedaban directamente sometidos a la
autoridad del soberano: municipios, concejos, villas, ciudades, en todos estos casos nos
encontramos con autoridades delegadas, a veces no sumisas al rey. La autonomía relativa
de los grandes concejos era mucho menor que la de los señoríos, ya que la corona estaba
representada en aquellos por un alto funcionario, el corregidor, que presidía el
ayuntamiento, es decir, la asamblea compuestos por los regidores, que formaban una
oligarquía urbana muy cerrada, los jurados o representantes de los barrios, fieles, alcaldes y
otros oficios municipales.
-El Estado, en cambio, sí pasa a acaparar el poder político. Las Cortes quedan
reducidas a un papel secundario, sobre todo en Castilla, después de la derrota comunera.
Las Cortes no representaban todo el reino, sino solo los municipios de realengo. Carlos V
convocó dos veces, en 1527 y 1538, los tres brazos del reino castellano, es decir, el clero y
la nobleza al mismo tiempo que los procuradores de las ciudades, pero la experiencia no
fue satisfactoria. Felipe II ya ni siquiera intentó hacerlas. Por otro lado, un grupo reducido
de electores era el encargado de nombrar a los dos procuradores en Cortes: se trata de la
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oligarquía municipal de los regidores. Además, el corregidor se las arregla para que solo
salgan designados como procuradores hombres dispuestos a acatar la voluntad del rey.
La corona tiene, así, una libertad de acción muy grande; ningún poder intermedio se
interpone ante ella. Sin embargo, el rey no gobierna solo, sino con la colaboración de unos
Consejos especializados: Castilla, Hacienda, Inquisición, etc. Esta es la característica de la
administración de los Austrias: se trata de una administración colegial. Cada Consejo está
compuesto por unas diez o quince personas, en su mayoría letrados y antiguos alumnos de
los colegios mayores de Salamanca, Valladolid o Alcalá. Los Consejos examinan los
problemas importantes; después de la discusión de hace una relación sumaria, que se
presenta al soberano, y éste escribe en el margen del documento sus observaciones o
decisiones: es el sistema llamado de consultas.
Entre el soberano y los Consejos, el enlace se hace por medio de los secretarios,
que acaban ejerciendo un papel de primer plano en la vida política. Muchos de ellos
quedan en funciones largo tiempo, a veces toda su vida, como sucede con Francisco de los
Cobos (con Carlos V) y Rui Gómez da Silva y Gonzalo Pérez (luego sustituido por su hijo
Antonio) en tiempos de Felipe II.
El monarca, defensor a ultranza del catolicismo, pone fin a la tolerancia con los
moriscos granadinos. El edicto de 1567 les conmina a abandonar su lengua, religión,
vestidos, costumbres, etc. La sublevación triunfa en Las Alpujarras, sofocándose dos años
después. Los que quedan son esclavizados o dispersados por la Península.
El conflicto con su secretario, Antonio Pérez, que huye a Aragón y se pone bajo la
protección de sus fueros (John H. Elliot afirma que "los Austrias eran reyes absolutos en
Castilla y sólo monarcas constitucionales en Aragón"), terminan por enfrentarle a Aragón.
Antonio Pérez, Secretario de Estado desde 1567, se vio implicado en el asesinato de Juan
de Escobedo, secretario de don Juan de Austria, que a la sazón era gobernador de los Países
Bajos. Tras una larga investigación se llegó a la conclusión de que Antonio Pérez había
hecho uso de secretos de estado y traicionado la confianza del rey. Pérez logró huir a
Zaragoza y, como era natural de Aragón, exigió que se le dieran las garantías forales
(derecho de manifestación). Las autoridades aragonesas accedieron a la petición, lo cual
irritó profundamente a Felipe II, que veía así escapársele un reo de lesa majestad.
Precisamente por aquellas fechas existía una cierta tensión entre los aragoneses y el rey. El
rey intenta apoderarse de Pérez a través del único instrumento realmente interreinal, la
Inquisición, acusando a Pérez de herejía. Mientras se llevaba a Pérez a la cárcel de la
Inquisición estalló un tumulto popular que le permitió escapar y refugiarse en Francia, en
1591. Para castigar el desacato, Felipe II concentró un ejército, protestando el Justicia de
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Aragón Juan de Lanuza, que será ejecutado junto con otros rebeldes. Sin embargo, los
fueron serán mantenidos con apenas algunas modificaciones.
Se trata de una sociedad aún muy jerarquizada. Tres cuartas partes de la tierra son
señoríos laicos o eclesiásticos. Los mercaderes y manufactureros enriquecidos procuran
cuanto antes incorporarse a la nobleza, comprando hidalguías y fundando un mayorazgo.
Los campesinos están aplastados por los impuestos.
La Reforma planteó a Carlos V un problema gravísimo: se trataba para él de
conservar a la vez la unidad religiosa de la cristiandad y la unidad política del imperio.
Logró más o menos el segundo propósito, pero fracasó en el primero. Dos etapas pueden
señalarse en la política seguida con respecto a los protestantes alemanes: conciliación hasta
1541 y ruptura tras dicha fecha.
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de los libros prohibidos por la Iglesia), y se prohíbe a los españoles ir a estudiar a
universidades extranjeras, excepto a la religiosa de Bolonia. A pesar de todo, se trata de un
siglo de esplendor cultural.
Los reyes se hacen construir palacios reales como muestra de su poder: Carlos I en
Granada y Felipe II en El Escorial, todo un símbolo de palacio áulico de su monarquía. Un
grupo de escultores y pintores renacentistas -muchos de ellos extranjeros-, está al servicio
de la Corte. Los españoles prefieren el tema religioso: los escultores trabajan con madera
policromada y en los pintores predomina la influencia de los italianos. El manierismo
comienza a irrumpir, dotado de cierto sesgo místico, en la figura del Greco.
Durante todo el siglo XVI vemos desarrollarse una rivalidad, una competencia, una
lucha de influencia entre el brazo militar y los funcionarios, las armas y las letras. Los
nobles ven con desgana cómo los letrados dirigen el Estado, pero lo letrados envidian el
prestigio social de los hidalgo y no piensan sino en alcanzar ellos mismos la hidalguía. Esta
es la doble faz de la centuria: la aristocracia tiene la impresión de que se le ha frustrado su
victoria en Villalar, pero nunca su prestigio fue tan grande como entonces. Los letrados
ocupan puestos importantes en los Consejo y la administración; se enriquecen, compran
juros y censos; se avergüenzan de sus orígenes plebeyos y acaba adoptando el modo de
vida de los caballeros, su mentalidad y escala de valores. Es un aspecto más de lo que
viene llamándose la traición de la burguesía (también puesta de manifiesto en su separación
del movimiento comunero cuando éste se radicalice)
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La composición social es muy heterogénea; incluso, dentro de la nobleza:
-Los Grandes y títulos (duques, condes, marqueses): unas treinta casas al principio
de la centuria, el doble al final: Son los Enríquez, Velasco, Mendoza, Guzmán, Pimentel,
etc., cuyos apellidos se encuentran en las crónicas cortesanas con tanta frecuencia.
-Los caballeros, entre los cuales podemos distinguir por lo menos tres grupos: los
miembros de las Órdenes Militares, caballeros, comendadores, dignatarios (el hábito
confiere un prestigio muy apetecido, y la encomienda una fuente de ingresos nada
despreciable); los señores de vasallos, poseedores de señoríos jurisdiccionales y tierras; la
oligarquía urbana.
-A los que no son ni títulos ni señores de vasallos ni caballeros de alguna orden se
les designa como hidalgos. En el siglo XVI, la distinción caballero-hidalgo parece
reducirse a una diferencia de fortuna: el noble sin grandes bienes es un hidalgo; en cuanto
dispone de tierras asciende a caballero. Comarcas enteras, como la Montaña de Santander o
Vizcaya, se consideraban como tierras de hidalgos.
Había medios ilícitos para ingresar en la categoría de los hidalgos, como el soborno
de los oficiales municipales encargados de establecer el padrón de pecheros. Pero también
los había legales: compara la hidalguía por dineros, adquirir algún señorío, ya que también
la corona puso en venta a lo largo de la centuria tierras enajenada al patrimonio real, a la
Iglesia
o a las Órdenes Militares. Nobles, burgueses, clérigos y todos lo que tienen dinero quieren
comprar tierras, o lo que es lo mismo, prestigio.
En 1541 en León y Asturias había tantos hidalgos como pecheros; en Burgos, una
cuarta parte de la población lo era, y una octava en Valladolid. La inmensa mayoría vivía
en centros urbanos; muchos menos eran los que viven en zonas rurales, y esta minoría ha
dado motivo a la imagen del hidalgo pobre tan difundida por al literatura, pero que en
realidad no se corresponde con la realidad. En general, son ricos, o al menos no pobres.
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otro en busca de alimentos. Esta mano de obra potencial, muchos procuran fingirla,
prohibiendo sus errancias a través del país y separando los verdaderos pobres (ancianos,
tullidos, enfermos, que debían ser socorridos con limosnas y recogidos en hospitales
-aunque para un período posterior, Pedro Carasa ha estudiado como la consideración de
"pobre", de ese pobre al que sí hay que socorrer, es casi una institucionalización o
reconocimiento por parte de las clases altas: al pobre se le exige una serie de requisitos,
como la respetabilidad-) de los fingidos, a los que se obliga a ganar la vida trabajando. Las
Cortes, la corona, regimientos como los de Zamora o Valladolid, tomaron medidas en este
sentido.
Sin embargo, más que un problema de falta de mano de obra activa, asistimos a un
problema de trasfondo estructural: los nobles y ricos tienen una inequívoca tendencia a
invertir su riqueza en al tierra, en juros, en censos, para vivir de sus rentas. Todo ello debió
mermar las posibilidades reales de trabajo, lo cual, junto con el poco aprecio que se tienen
por las actividades mecánicas, no podía sino aumentar el número de pobres.
4-La crisis del Imperio de los Austrias en el siglo XVII. Felipe III, Felipe IV y
Carlos II.
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En el mismo siglo tiene lugar la revolución científica -sobre todo fuera de España-
y el gran descubrimiento artístico y literario del Barroco, en lo que constituye el Siglo de
Oro español.
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En 1609 se decreta la expulsión de los moriscos, primero en Valencia, y luego en el
resto del territorio. Simboliza el fracaso de la asimilación de esta minoría por parte de la
sociedad cristiana.
La guerra termina con la Paz de Westfalia (1648), que confirma la derrota de los
Austrias: es el fracaso definitivo de la política que defendía España desde Carlos V. Se
establecen las bases de un nuevo equilibrio europeo: España queda reducida a un papel
secundario; firma la paz con Holanda y reconoce su independencia. Con Francia la paz no
se firma hasta 1659, con al Paz de los Pirineos. Francia obtiene ventajas territoriales y
comerciales, confirmándose así su supremacía continental.
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fuerte: la autonomía de las provincias, que le impedía actuar a su antojo. Olivares pensó en
imponer al resto de la península las leyes castellanas, que hacían de este reino el más
sumiso.
Con Carlos II (1665-1700), la monarquía hispánica se ve envuelta en guerras con
Francia a causa de la agresiva política internacional de Luis XIV. Se pierde definitivamente
el Franco Condado. Al final del reinado, Luis XIV se muestra generoso, pues ya está
planteado el problema sucesorio de la corona española: su nieto, Felipe de Anjou, es un
posible candidato.
Las bases económicas son las mismas que las del siglo anterior; y, sin embargo,
asistimos a una crisis generalizada en el siglo XVII.
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centro se traslada de Sevilla a Cádiz en al segunda mitad del siglo; el monopolio casi no
existe debido a los comerciantes extranjeros, al contrabando y a la piratería. Disminuye la
demanda americana y desciende el envío de metales preciosos. Según Chaunu, a partir de
1620 existe una gran caída del comercio hispanoamericano, que masa de casi 60 mil
toneladas por año a menos de 20 mil en el año 1640.
La Hacienda real sigue con graves problemas. Para solucionarlos, acude a los
mismos medios que en el siglo anterior y, además, a uno nuevo: la manipulación de la
moneda. Alteran el valor de la moneda de vellón, que queda reducida a cobre puro, y le
atribuyen un valor nominal muy superior al intrínseco, lo que conlleva una gran subida de
precios.
Frente a la crisis, las letras y las manifestaciones artísticas en el siglo del Barroco
pasan por su -época más brillante: es el llamado Siglo de Oro. El espíritu de la
Contrarreforma aún está presente. El realismo y la religiosidad son los rasgos más
significativos del Barroco español, y aparecen en todas las manifestaciones culturales de la
época, sobre todo, en escultura.
6-BIBLIOGRAFÍA
ALCALÁ-ZAMORA Y QUEIPO DE LLANO: España, Flandes y el Mar del Norte, 1618-
1639. Barcelona, 1975.
ELLIOT, J.H.: Un palacio para el rey. El Buen Retiro y la corte de Felipe IV. Ed. Espasa,
Madrid, 1981.
LYNCH, J.: España bajo los Austrias. Ed. esp., Barcelona 1972.
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1714). Labor, Barcelona, 1984.
VV.AA.: España, siglo XVII. Esplendor y decadencia (Historia 16, Extra nº XII, diciembre
de 1979).
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