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Los términos de que disponemos para hacer asequible nuestra personalidad (los vinculados
a las emociones, motivaciones, pensamientos, valores, opiniones, etc.) imponen límites a
nuestras actuaciones.
Por ejemplo, en los tribunales de justicia. Si no creyéramos que la gente posee “intenciones",
la mayoría de nuestros procedimientos jurídicos carecerían de sentido, ya que, en gran
medida, determinamos en función de las intenciones la culpa o inocencia.
Las nuevas tecnologías, el exceso de información y comunicación, que han surgido nos han
saturado de los ecos de la humanidad. La saturación social nos proporciona una multiplicidad
de lenguajes del yo incoherentes y desvinculadas entre sí. Esa fragmentación de las
concepciones del yo es consecuencia de la multiplicidad de relaciones también incoherentes y
desconectadas, que nos impulsan en mil direcciones distintas, incitándonos a desempeñar una
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variedad tal de roles que el concepto mismo de “yo auténtico”, dotado de características
reconocibles, se esfuma. Y el yo plenamente saturado deja de ser un yo.
SIGLO XIX posmodernismo, Su efecto es más apocalíptico: ha sido puesto en tela de juicio
el concepto mismo de la esencia personal. Se ha desmantelado el yo como poseedor de
características reales identificables como la racionalidad, la emoción, la inspiración y la
voluntad.
La razón y observación ambas habían cobrado privilegio en los siglos XVII y XVIII.
➔ Visión romántica del yo: amor definido como una unión entre almas. Era un apremio a la
acción. Provocaba adhesiones, cambiaba la vida, precipitaba la muerte (adhesión a la dinámica
profunda de la personalidad). Creó un sentimiento de la realidad existente más allá de la
conciencia sensorial inmediata, donde lo sustancial era lo latente, las profundidades interiores.
Gran parte de nuestro vocabulario contemporáneo de la persona y de sus formas de vida
asociadas tiene su origen en el período romántico
Por obra del romanticismo podemos depositar nuestra confianza en los valores morales y en la
suprema significación de la aventura del hombre. Si el amor como comunión íntima, el mérito
intrínseco de la persona, la inspiración creadora, los valores morales y la expresión de las
pasiones fueran expresiones que no usáramos en nuestro lenguaje, la vida palidecería para
muchos.
➔ Este lenguaje del romanticismo amenazado por la concepción modernista.
Hacia fines del siglo XIX las energías románticas comenzaron a disiparse. La visión romántica
de la persona fue desplazada por el auge de la producción en masa, y debe de habérsela
considerado agotada en un mundo donde privaba la realpolitik y la guerra era inminente.
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A medida que la cultura de Occidente interrumpía en el siglo XX, iba surgiendo una nueva
forma de conciencia colectiva a la que suele llamarse “modernista”.
Si bien el romanticismo suministró un rico venero de recursos culturales, su visión no era nada
práctica ni juiciosa, las ideas mismas de evidencia objetiva y de utilidad racional contrariaban
la esencia romántica. Por otro lado, las ciencias estaban dando frutos impresionantes. La
ciencia era antirromántica. Reconocía sus ancestros en el Iluminismo, en el poder de razonar y
de observar. El éxito de la ciencia dependía de las facultades de observación sistemática y del
razonamiento riguroso
-A medida que la cultura de Occidente irrumpía en el siglo XX, iba surgiendo una nueva forma
de conciencia colectiva “modernista” → Ciencia.
➔ Visión modernista del yo: La teoría de Darwin dio más apoyo a la noción de que la verdad
debía buscarse a través de la razón y de la observación. Temas como la ética, teología y
metafísica desaparecieron de los planes de estudio universitarios, ya que no trataban hechos
observables y eran “especulaciones vacías”. Había numerosas razones para admirar a la
máquina → concepción positivista se vio beneficiada por la figura de la máquina. Visión
modernista de la persona se ha introducido en todos los rincones de la vida cultural.
Si el hombre moderno posee una esencia, ¿cómo han de entenderse sus orígenes?
Para los románticos, atributos como la pasión, el genio, la inspiración, etc., eran en
gran medida innatos, inherentes a los instintos naturales del individuo.
La imagen modernista del progreso científico ofreció una solución alternativa: si el
conocimiento del mundo se construye a partir de la observación, como descubre la
ciencia, ¿no será el comportamiento humano el resultado de propuestas externas? Si
somos seres racionales, prestamos atención al mundo y adaptamos nuestro proceder
en consecuencia; así pues, las acciones humanas deben de provenir de los sucesos del
mundo circundante. En suma, no es en virtud de la herencia que seamos como somos,
sino en virtud de la observación del medio.
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CAPITULLO 3: La saturación social y la colonización del yo
Manifestaciones de un cambio social profundo nos sumerge cada vez más en el mundo social y
nos expone a las opiniones, valoraciones y estilos de vida de otras personas:
Esta inmersión nos va empujando hacia una nueva conciencia de nosotros mismos: la
posmoderna.
En el proceso de la saturación social, nuestros días están cada vez más colmados por la
cantidad, variedad e intensidad de las relaciones. Para evaluar plenamente la magnitud del
cambio cultural y su probable intensificación en las décadas futuras
debemos situarnos en el contexto tecnológico, ya que han sido una serie de innovaciones
tecnológicas las que han llevado a esa enorme proliferación de las relaciones.
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El proceso de saturación social
Por obra de las tecnologías del siglo XX, aumentan la cantidad y variedad de las relaciones que
entablamos, la frecuencia potencial de nuestros contactos humanos, la intensidad expresada
en dichas relaciones y su duración. Y cuando este aumento se torna extremo, llegamos a un
estado de saturación social.
Si se suman los miembros de la propia familia, los noticiarios de televisión por la mañana, la
radio del coche, los colegas que se encuentra uno en el tren y el periódico local, el habitante
del suburbio que viaja diariamente al centro de la ciudad, puede toparse, en las dos primeras
horas de su jornada laboral, con las mismas personas que su antepasado comunitario viera al
cabo de un mes.
Dos de las nuevas formas de relación que el proceso de saturación ha contribuido a gestar:
Relación de amantes amigables. Para el romántico fundamentalista, el objeto de su amor
consumía todo su ser. La creencia de que uno se casa llevado por un “amor verdadero” sigue
en pie, pero en la medida en que el mundo social se satura cada vez más, tales relaciones
resultan poco realistas. Hombres y mujeres suelen rondar en permanente movimiento: viajes,
negocios, congresos, vacaciones, etc. Murmurarle al amado o amada “no puedo vivir sin ti”
pierde autenticidad cuando uno debe agregar “salvo hasta el jueves que viene y luego, hasta el
miércoles siguiente”. Y como en el camino aparecen muchos especímenes apuestos del sexo
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opuesto, se ofrecen las condiciones para que se entable una multiplicidad de “romances”
amistosos, de moderado compromiso.
La colonización del yo
Con el avance de la saturación social, se produce una fusión de las identidades parciales. Esto
lleva a una COLONIZACIÓN DEL YO, que se produce cuando un individuo se encuentra
impulsado por motivaciones contrarias, al adquirir múltiples y dispares posibilidades de ser.
Las tecnologías de la saturción social nos exponen a una enorme variedad de personas, otras
formas de relación, circunstancias y oportunidades únicas en su género, e insospechadas
intensidades del sentimiento. Es rarísimo que uno no se vea afectado al quedar expuesto a
todo eso. Seguimos incorporando sin cesar información del medio que nos rodea, y al quedar
expuestos a otras personas, cambiamos en dos sentidos:
aumenta nuestra capacidad de saber cómo: aprendemos cómo poner en práctica tal
conocimiento, cómo darle forma para su consumo social, cómo proceder para que la
vida social siga su curso eficaz. Si nuestro cónyuge nos anuncia que está pensando en
divorciarse, no nos vamos a quedar mudos de asombro: ya hemos asistido a este
drama tantas veces en la televisión y en el cine que cualquier ocasión nos agarra
preparados.
A medida que avanza la saturación social, nos convertimos en imitaciones baratas de los
demás. A medida que pasan los años, el yo de cada cual se embebe cada vez más del carácter
de todos los otros, se coloniza.
Es resultado de la colonización del yo y de los afanes de este por sacar partido de las
posibilidades que le ofrecen las tecnologías de la relación.
En el tal sentido, se avanza en una espiral cíclica hasta el estado de multifrenia: a
medida que las posibilidades propias son ampliadas por la tecnología, uno recurre
cada vez más a las tecnologías que le permitirán expresarse, y a medida que se utilizan
aumenta el repertorio de las posibilidades.
1. El vértigo de la valoración
La tecnología de la saturación social suprimió dos de los principales factores que
tradicionalmente se interponían en las relaciones: el tiempo y el espacio. Ahora el pasado
puede renovarse de continuo (por medio de videos, etc) y la distancia ya no levanta barreras
infranqueables para un intercambio fluido.
Esta misma libertad ha dado origen a la esclavitud.
el ser con al desenvolverse las relaciones, la mayoría de ellas acarrean una gama de
obligaciones: comunicación mutua, actividades comunes, memoria para celebraciones,
etc.
Tenemos un lugar en esa relación → Liberación se convierte en un torbellino de
exigencias.
2. El ascenso de la insuficiencia
Se produce una duda en sí mismo, una sutil sensación de insuficiencia que agobia las
actividades que se emprenden.
3. El receso de la racionalidad
consecuencia de la participación social.
La manera de justificación, la que nos hace personas razonables, depende de que se
compartan ciertas opiniones, de que cada uno haya incorporado puntos de vista de otros.
Lo que es racional en una relación es cuestionable desde el punto de vista de otra.
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Ejemplo: La “opción evidente” al hablar con un colega, se convierte en un disparate al hablar
con la esposa o en una trivialidad para el amigo que nos visita esa noche.
Manera de justificar depende del contexto y el grupo social.
Progreso El modernismo tuvo como pieza clave una reformulación del concepto de
progreso: la creencia en que, con una aplicación apropiada de la razón y la observación, es
posible llegar a conocer cada vez mejor la esencia del mundo natural, y con tal incremento en
su saber, la sociedad puede avanzar sostenidamente hacia un estado utópico.
Para considerar algo como un progreso se le debe dar preeminencia a ciertas dimensiones
específicas.
Si queremos considerar como progreso, por ejemplo, una mejoría
en las calificaciones de X, no podremos fijarnos en el retroceso de
su popularidad simultáneo con sus últimas calificaciones.
Las deficiencias sufridas en ámbitos paralelos cuestionan la validez del progreso. En ciertos
casos, las pérdidas incluso superan los beneficios obtenidos en el ámbito de progreso que se
decidió privilegiar (por ejemplo el DDT).
Lo más frecuente es que el progreso en un ámbito haga retroceder a la cultura en otros
muchos ámbitos.
-->Cada acción emprendida en nombre del progreso puede poner en marcha un proceso de
pregresión, es decir, una regresión progresiva o acelerada.
Ejemplo en el caso de los fertilizantes para mejorar la producción agraria, para lograr un
aumento de producción de alimentos
Aumento de las cosechas población recibe más ingresos muchas personas en
condiciones de comprarse autos abarrotamiento de autopistas
Se lo resuelve construyendo más autopistas y más grandes desaparece la naturaleza
etc etc.
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En el caso del “progreso”, cuanto más amplia sea la cantidad de perspectivas que se tomen en
cuenta para toda propuesta de progreso, analizando sus repercusiones, más acorde puede ser
el resultado para la sociedad y el medio ambiente.
Individualismo
El lenguaje de la vida mental cobre significado a partir de su uso social. El significado de “un
buen razonamiento” está determinado según se emplee tal expresión en las relaciones que
entablamos.
Creencias firmes