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Prácticas Socioconstruccionistas y Colaborativas:

Psicoterapia, Educación y Comunidad

Dora Ayora Talavera


Rocío Chaveste Gutiérrez,
Francisco Vadillo Atoche

Instituto Kanankil
México, 2010
ISBN 978-607-9054-02-1

Portada: Guillermo García Figueroa


TABLA DE CONTENIDOS

Agradecimientos 3

Presentación 5

Prólogo 6
Dora Ayora Talavera

A manera de introducción 10
Sylvia London

Capítulo 1. De cómo una conversación se convierte en realidad 18


Dora Ayora Talavera

Capítulo 2. Una aproximación desde la teoría: cómo somos personal y 33


profesionalmente
Dora Ayora Talavera

Capítulo 3. ¿Cómo llegar a ser un terapeuta posmoderno? 47


Dora Ayora Talavera

Capítulo 4. La construcción de un espacio conversacional colaborativo 65


en el ámbito gubernamental: La Casa de la Mujer
Rocío Chaveste Gutiérrez

Capítulo 5. Comunidades en retrospectiva: confluencia de lo político, 85


relacional y colaborativo
Dora Ayora Talavera

Capítulo 6. De una historia de resentimiento a una historia 100


de reconciliación: trabajando con terapeutas que vivieron un desastre natural
Francisco Vadillo Atoche

Capítulo 7. Clientes, terapeutas y supervisores: una conversación 115


sobre la supervisión
Francisco Vadillo Atoche

Capítulo 8. La generación de políticas públicas desde 129


un contexto terapéutico. El inicio de un proyecto colaborativo
Rocío Chaveste Gutiérrez

Nuestros diálogos continúan 148

Referencias 150

Acerca de los autores 152


Agradecimientos

Harlene Anderson. Eres quien ha tocado nuestra inspiración y creatividad.

Después de doce años de conocerte, sigues retando lo que creemos. Estamos

cultivando la paciencia, la curiosidad y la energía para caminar junto a los demás. Nos

has apoyado en los proyectos que emprendimos juntos. Gracias por estar cerca. Este

libro representa sólo una parte de lo que hemos aprendido contigo.

Grupo Campos Elíseos. Elena Fernández, Sylvia London, Irma “Ñeca” Rodríguez y

Margarita Tarragona. Amigas, compañeras y cómplices de aventura. Gracias por estar

con nosotros desde antes de que Kanankil naciera.

Juan Manuel Arrigunaga Juanes y Olga Rosas Moya. Creyeron en nosotros y en

Kanankil aun sin conocernos. Gracias por brindarnos incondicionalmente su escuela, sin

ella el proyecto de la maestría no hubiera sido posible y nuestra historia sería otra.

Laila Novelo Novelo. Nuestra arquitecta y estratega financiera. Gracias por tu

apoyo para soñar, por ampliar nuestra perspectiva, por crear con este bello edificio,

con sus detalles y con el buen aire que ahí se respira, una metáfora que representa la

parte física de nuestras ideas y de lo que Kanankil aspira a ser.

Sally St. George y Dan Wulff. Los amigos del corazón, aquellos que sabes que te

quieren, los que te motivan y empujan siempre hacia un lugar mejor. Gracias por ser

parte de Kanankil y de nuestras vidas.

3
Familia Vadillo Atoche. Doctor Vadillo, Doña Eloísa, Eloísa, Maricarmen y

Fernando. Gracias por abrirnos las puertas de su casa, por deleitarnos a nosotros y a

nuestros amigos de muchos países con su deliciosa comida y su maravillosa compañía,

por ofrecernos ese especial calor de hogar que sólo ustedes pueden crear.

Guillermo García Figueroa. Desde sus inicios, el Instituto Kanankil ha mantenido

una estrecha relación con este artista plástico originario de Uruapan, Michoacán. Con

el paso de los años, su producción ha ido incrementando el acervo de nuestra

institución, y esta vez “Memo” vuelve a hacernos patente su amistad con la imagen

que ilustra la portada de este libro.

Kanankil (Dora, Rocío y Paco)

Diciembre de 2010
Presentación

Kanankil A.C. fue creada en 1998 para prestar servicios y promover todo aquello

relacionado con la enseñanza, la investigación y la difusión de las prácticas dialógicas,

colaborativas y narrativas en la psicoterapia, el trabajo con adicciones, la educación, el

desarrollo comunitario y organizacional, la sexualidad y el género, el arte y la cultura.

Esta labor se concibió a través de la formación de comunidades de aprendizaje,

en las cuales las relaciones, objetivos y resultados están basados en modelos que

fomentan la participación y la curiosidad.

En el 2004, la Asociación le dio vida al Instituto, cuyos programas divididos en

Maestrías, Diplomados y Talleres están fundamentados en el Construccionismo Social

desde una perspectiva crítica posmoderna.

Kanankil forma parte de una red de reconocidas organizaciones en México y

otros países, tales como: Grupo Campos Elíseos, Houston Galveston Institute, Taos

Institute y La Red para Diálogos Productivos en la que participan profesionistas de toda

América.

Sus fundadores: Dora Ayora Talavera, Rocío Chaveste Gutiérrez y Francisco

Vadillo Atoche describen en este libro las experiencias más fructíferas de doce años de

prácticas terapéuticas, docentes y de interacción con diferentes comunidades.

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Prólogo
Kanankil: doce años de relaciones y conversaciones
Dora Ayora Talavera

El lector encontrará en este texto la recapitulación de nuestras experiencias de

trabajo a partir de las perspectivas construccionistas, colaborativas y posmodernas,

partiendo de quiénes somos, cómo hemos crecido a lo largo del tiempo y cuáles son las

tareas realizadas más significativas.

El contacto con estas ideas nos permitió, desde el principio, encontrar un lugar

en el cual sentirnos incluidos, donde estar y aprender juntos, sin importar cuán

distintos somos y pensemos. Han favorecido que nuestro quehacer sea más flexible y

creativo, que esté en constante movimiento, ya que podemos cuestionar y reflexionar

sobre lo que realizamos; nos han permitido construir nuevas formas de relacionarnos y

dialogar con los demás, han cambiado nuestra forma de trabajar y nuestra propia

filosofía de vida.
A lo largo de estos años nos hemos esforzado por efectuar trabajo en

colaboración. En ese sentido, este libro representó un reto muy grande ya que escribir

en conjunto era una situación no experimentada hasta ahora. El proceso de escritura

nos llevó por muchos caminos desconocidos: organizar las experiencias en un texto,

incluir las perspectivas de los tres autores y ponernos de acuerdo en la redacción y

orden de cada párrafo.

Las primeras sesiones de trabajo fueron poco productivas; la conversación

generaba múltiples ideas, pero escasos textos. Esto nos llevó a explorar otra forma de

hacer la tarea. Acordamos dividir los capítulos, que cada uno escribiera los asignados y

posteriormente los intercambiaríamos para enriquecerlos. Así hicimos este libro:

redactando, revisando, comentando y compartiendo. Fue un proceso de ir y venir

hasta quedar plenamente satisfechos.

Un autor acompaña cada capítulo, es quien tuvo la responsabilidad de corregirlo

y detallarlo; sin embargo, todos están matizados por nuestras visiones.

En los tres primeros capítulos, Dora Ayora Talavera hace una introducción sobre

los inicios, la filosofía y nuestro desarrollo como fundadores de Kanankil a través de las

ideas construccionistas y colaborativas. En el 5, “Comunidades en retrospectiva”,

describe un proyecto implementado en la colonia Renacimiento, al sur de la ciudad de

Mérida. Habla del proceso desde el primer contacto con la comunidad en un contexto

educativo, pasando por nuestra participación desde el gobierno y, finalmente, el

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regreso después de nueve años, y comparte las reflexiones acerca de las prácticas

colaborativas y el impacto que tuvieron en la localidad.

Rocío Chaveste Gutiérrez tuvo a su cargo los capítulos 4 y 8. En el 4, reseña uno

de los primeros proyectos con impacto social amplio, denominado “La Casa de la

Mujer”, efectuado a través de la participación con el gobierno municipal de Mérida;

incluye la descripción de los procesos colaborativos que dieron pie a la construcción de

programas para la prevención y manejo de la violencia en esta ciudad, así como el

desarrollo de modelos de atención y supervisión emanados también de esta

perspectiva. En el capítulo 8, plantea los inicios del trabajo terapéutico de los alumnos

de la Maestría en Adicciones, así como las reflexiones como supervisores de dicho

trabajo a través del proyecto “La generación de políticas públicas desde un contexto

terapéutico. El inicio de un proyecto colaborativo”.

En los capítulos 6 y 7, Francisco Vadillo Atoche habla del trabajo implementado en

situaciones de desastre y en la supervisión. En el 6, “De una historia de resentimiento a

una historia de reconciliación”, explora la generación de procesos dialógicos con un

grupo de terapeutas familiares del estado de Tabasco, quienes habían vivido una de las

peores inundaciones en la historia de México. Esta descripción refiere cómo los

procesos de diálogo llevaron a los participantes a la transformación de su experiencia,

moviéndolos del dolor y resentimiento hacia la naturaleza, hasta la construcción de una

ceremonia, que los motiva a regresar a su origen, a pedirle perdón y a reconciliarse con

él. En el capítulo titulado “Clientes, terapeutas y supervisores: una conversación sobre

la supervisión” narra los procesos de supervisión desarrollados en el Instituto Kanankil


en el marco de la Maestría en Psicoterapia, a través de la experiencia de los

participantes, incluyendo a tres estudiantes de la primera generación, sus clientes y los

tres supervisores.

Finalmente, en el capítulo “Nuestros diálogos continúan” presentamos nuestras

reflexiones sobre lo que ha implicado recopilar y organizar el trabajo de doce años y la

perspectiva futura que esto conlleva.

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A manera de introducción
Sylvia London

Las conversaciones no empiezan donde empiezan, ni terminan donde terminan.

Es para mí un placer y privilegio escribir esta historia a manera de introducción

para el primer libro del Instituto Kanankil. Mi relación con Dora Ayora, Rocío Chaveste

y Paco Vadillo, cada uno como individuo y como Kanankil, tiene un lugar privilegiado

en mi corazón. Hemos compartido a lo largo del camino muchas horas de trabajo,

inagotables conversaciones, lecturas, clases, pachangas, amigos, colegas, viajes,

etcétera.

Esta historia se podría contar a partir de 1995, cuando conocí a Rocío, Paco y

Dora en la primera generación de la Maestría en Terapia Familiar de la Universidad del

Mayab en Mérida, pero como las historias no empiezan donde empiezan, prefiero

remontarme a 1984, cuando tuve la fortuna de conocer a Harlene Anderson, creadora,


junto con Harry Goolishian, de lo que ahora llamamos Prácticas Colaborativas: que

informan el trabajo del Instituto Kanankil y la postura filosófica que se comparte a lo

largo de este libro.

Encuentro con Harlene Anderson

Mi encuentro con Harlene tuvo lugar en el Family Institute of Cambridge, en

Cambridge Massachusetts, donde yo participaba en un entrenamiento en terapia

familiar sistémica como alumna, y ella como maestra y supervisora. En ese entonces,

Harlene vivía una parte del tiempo en Boston, donde su esposo hacía un pos-

doctorado y viajaba con frecuencia para continuar con sus actividades en el Houston

Galveston Institute. Su forma de trabajo causaba mucha sorpresa y confusión, los

primeros meses no entendíamos lo que hacía, ya que parecía que no hacía nada;

después de algunos meses de experiencia clínica, mis compañeros hacían los

siguientes comentarios: “No sabemos que hace esta mujer, pero los pacientes no

faltan y llegan a tiempo”. “No sabemos lo que hace, pero parece como que los

problemas desaparecen”…

Me gustaría enfatizar que esta experiencia llena de sorpresa y curiosidad sucedió

tres años antes de la publicación del artículo “Los sistemas humanos como sistemas

lingüísticos” en Family Process (1988), en el que Harlene Anderson y Harry Goolishian

plasman los principios de lo que hoy llamamos Terapias Colaborativas Posmodernas.

En ese entonces carecíamos del lenguaje y del marco conceptual para describir lo que

ahora llamamos “la postura de no conocer”, las relaciones colaborativas y las

conversaciones dialógicas informadas desde el multi-verso, la curiosidad, la

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tentatividad y la incertidumbre, que ofrecen la crítica posmoderna y la construcción

social. En aquellos años, los marcos teóricos privilegiaban la teoría de sistemas, la

cibernética de primero y segundo orden, así como las intervenciones sistémicas.

El Houston Galveston Institute

En 1992 me reencontré con Harlene, habían pasado siete años, yo vivía en la

Ciudad de México, trabajaba en la Universidad de las Américas y tenía práctica privada.

El año anterior había fallecido Harry Goolishian, y el Houston Galveston Institute

organizaba el Simposio Galveston II, que se caracterizó por la “ausencia-presencia” de

Harry. En él se reunieron terapeutas interesados en las ideas de posmodernidad y

construcción social para hablar de cómo las estaban enseñando y diseminando en sus

contextos académicos y clínicos. La reunión resultó un homenaje a Harry, un

encuentro en memoria de sus ideas y su legado. A este simposio asistieron: Peggy

Penn, Arlene Katz, Sallyann Roth, Tom Andersen, Gene Combs, Jill Freedman, Steven

Madigan, Jaakko Seikula, Harlene Anderson, Sue Levin, Diana Carleton, Susan Swim,

Jamie Raser y Gianfranco Cecchin, entre otras personalidades cuyos nombres no

recuerdo. Para mí significó el redescubrimiento de las ideas, encontrarme con una

comunidad de colegas internacionales que me recibieron con mucho cariño, además

de hallar interlocutores con los que tenía mucho de qué hablar.

Esta experiencia de alguna manera cambió mi vida; al año siguiente (1993) invité

a un grupo de terapeutas mexicanos al Instituto de Verano (ISI) en Houston. En esa

ocasión asistieron veinticinco terapeutas mexicanos, incluyendo a Elena Fernández y

Margarita Tarragona, ahora mis socias en Grupo Campos Elíseos. Estuvimos inmersos
en ideas de posmodernidad y construcción social una semana completa e intensiva.

Ese evento fue el inicio de una relación estrecha con Harlene y el Houston Galveston

Institute, y desde entonces me ha invitado año con año a participar, traducir y,

posteriormente, impartir y organizar el curso con ella, primero en Houston y, a partir

de 1997, en diversas ciudades en México.

Las ideas Colaborativas en México

En 1994 invitamos a Harlene a México a impartir un taller de dos días acerca de

las prácticas colaborativas. El evento tuvo un impacto significativo, ya que las ideas

resultaban novedosas y generaban ruido e incomodidad entre los participantes. El

cambio de paradigma epistemológico y sobre todo la postura de “no conocer”, aunado

a su estilo humilde y sutil, resultaban difíciles de asimilar en un contexto donde la

tradición de la terapia familiar presentaba ponentes que mostraban intervenciones

clínicas fáciles de copiar y aplicar al día siguiente.

Como terapeuta y docente, la crítica posmoderna y la construcción social me han

ofrecido un marco teórico atractivo, cómodo y útil para explorar mis inquietudes y

poner en práctica mi creatividad. He seguido trabajando con estas ideas, asistiendo a

eventos internacionales y enseñando en diferentes instituciones en México y otros

países.

En 1995 organizamos el Simposio Galveston III en Guadalajara con motivo del

congreso del IFTA, (International Family Therapy Academy); acudieron representantes

de la Construcción Social y la Posmodernidad de diferentes países. El formato

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conversacional y horizontal del simposio invitaba a los participantes a ser parte de la

comunidad educativa y retaba una vez más las ideas tradicionales de privilegiar la voz

de los terapeutas o teóricos famosos ofreciéndoles espacios a manera de talleres o

conferencias. Esta idea obedecía a la inquietud de Harry Goolishian, cuando decía que

la parte más interesante y divertida de los congresos son los pasillos, donde se puede

conversar informalmente, establecer relaciones e invitar a la creatividad.

Finalmente llegamos a Mérida

Como parte de la Maestría en Terapia Familiar y al final del programa, presenté

el trabajo de Harlene con la misma emoción y entusiasmo con el que lo sigo haciendo

hasta la fecha. Las ideas cautivaron la curiosidad de Rocío, Paco y Dora, y con el objeto

de continuar las conversaciones la relación salió de las paredes del contexto

académico y se extendió a las cenas en un restaurante italiano y a los tradicionales

helados Colón, las invitaciones a sus casas y otros muchos encuentros maravillosos en

los que hemos explorado las ideas y sus posibles aplicaciones.

El Instituto de Verano

Una parte importante de esta historia han sido las conversaciones y relaciones

que se han gestado a lo largo de los años en el Instituto de Verano, evento que hoy en

día ocupa un lugar preponderante en las prácticas colaborativas en México y en el

mundo.

Después de varios años de impartir juntas el seminario en Houston, le propuse a

Harlene en 1997 la idea de llevarlo a México y convertirlo en un evento residencial,


con un formato en el que todos los participantes compartieran durante una semana en

un espacio común, dando la oportunidad de tener un mejor clima y crear las

condiciones ideales de convivencia y aprendizaje. El primer ISI se organizó en Playa del

Carmen, gracias a Rocío, que en ese tiempo vivía ahí y era gerente de un hotel; se

realizó a la orilla de la playa, fue un evento bilingüe y multicultural. A lo largo de los

años sus sedes han sido: Cuernavaca, Mérida, Oaxaca y hace ocho años, encontramos

el paraíso en El Hotel Las Palapas en Playa del Carmen.

El Instituto Kanankil ocupa un lugar importante en el ISI, participa como un

invitado especial en la inauguración, donde da la bienvenida a las tierras Mayas,

además de la participación de Rocío, Paco, Dora y sus alumnos en las conversaciones y

experiencias a lo largo del Instituto y el Pre-Instituto. La cercanía de Playa del Carmen

a Mérida ha hecho posible que Kanankil sea un anfitrión importante y reciba a los

participantes del evento en Mérida y les ofrezca la posibilidad de ver la riqueza y

creatividad de su trabajo, así como la manera en cómo se han utilizado las ideas

colaborativas en el contexto mexicano.

Nace Kanankil “En conversación”

En 1998, en una conversación en el Instituto de Verano, nació la idea de

Kanankil, ese mismo año nacía en la Ciudad de México, Grupo Campos Elíseos, un

instituto independiente afiliado al Houston Galveston Institute e interesado en el

entrenamiento de profesionales desde la posmodernidad y la construcción social. El

resto de la historia es parte de la narración que presenta Dora en el primer capítulo

del libro. Desde el nacimiento de Kanankil he tenido la fortuna de participar en su

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desarrollo y crecimiento de múltiples maneras, como amiga, docente, colega, visita y

anfitriona, lo que ha sido una aventura excitante, divertida, casi mágica, y además he

tenido el privilegio de conocer a la mayor parte de los alumnos del instituto y de

colaborar con docentes y visitantes de diferentes países. Para mí es emocionante ver

el trabajo colaborativo en manos de cada uno de los miembros que integran Kanankil,

así como ser testigo de cómo las ideas germinan y van más allá de lo imaginable; ver

como el estilo y la personalidad de cada individuo va entintando los proyectos y se

convierten en realidades.

Este es el espíritu con el que Dora, Rocío y Paco narran el trabajo compartido a lo

largo de doce años de colaboración.

Los invito a que lean este libro teniendo en mente la pregunta alrededor de la

cual Harlene Anderson organiza su libro Conversación, lenguaje y posibilidades, y que

ha sido parte de nuestros diálogos y reflexiones a lo largo del camino: “¿Cómo crear el

tipo de conversaciones y relaciones que invitan a todos los participantes a acceder a su

creatividad para generar, en conjunto, posibilidades donde parecían no existir?”

Sylvia London, Ciudad de México Noviembre, 2010


Referencias

Anderson, H. (1997) Conversation, Language and Possibilities. Basic Books. San


Francisco.

— & H. Goolishian (1988) Human Systems as Linguistic Systems: Preliminary and


Evolving Ideas about the Implications for Clinical Theory, en: Family Process 27: 371-
393 (versión en castellano).

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Capítulo 1

De cómo una conversación se convierte en realidad


Dora Ayora Talavera

Kanankil es un vocablo maya que puede traducirse como “en conversación”. Y

para nosotros es una palabra que, después de doce años, lleva dentro muchas

historias, desde el momento mismo de su elección hasta el profundo significado que

ha adquirido como testigo y partícipe en la transformación de ideas, relaciones,

programas y edificios.

¿Quiénes somos Kanankil y quién es Kanankil a través de nosotros? ¿En qué se

ha convertido después de estos años? ¿Cómo pasamos de ser compañeros de clase a

amigos y socios? ¿Cuál ha sido el espíritu que nos ha mantenido unidos tanto tiempo?

En este capítulo vamos a compartir esta historia para poder reconstruir y

entrelazar nuestras experiencias de vida. Somos un grupo de personas diverso y

complementario. Nuestra fortaleza reside en el respeto que nos tenemos, en el


permanente entusiasmo y dinamismo por generar posibilidades a través de diálogos y

relaciones.

Los inicios

Después de habernos graduado del programa de maestría en terapia familiar y

de asistir al primer International Summer Institute (ISI) organizado por el Houston

Galveston Institute y el Grupo Campos Elíseos en Playa del Carmen, México, Rocío y yo

seguíamos muy interesadas en continuar aprendiendo sobre las ideas posmodernas.

Lo primero que se nos ocurrió fue continuar el contacto con Sylvia London, nuestra

profesora en la maestría, para que siguiera visitando Mérida y así mantener abierto el

diálogo.

Una tarde de junio de 1998, en Cuernavaca, mientras participábamos en el

segundo ISI, durante una charla con Elena Fernández, se engendró una idea: “qué tal si

hacemos un Instituto donde podamos seguir hablando sobre esto que nos interesa”.

Fue a partir de ahí que decidimos crear un espacio para conversar.

Rocío y yo estábamos muy entusiasmadas, era como un regalo nuevo que

traíamos a casa desde Cuernavaca. Durante el vuelo de regreso a Mérida no paramos

de hablar y planear lo que haríamos. Representaba un reto muy grande organizar no

sólo el espacio físico (del que carecíamos), también un programa rector del trabajo a

implementar. Nos asaltaban dudas y temores: ¿Cómo echar a andar este proyecto?,

¿cuáles serían los costos de inversión? y, sobre todo, ¿habría gente interesada en

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escuchar las ideas de las que queríamos hablar y aprender más? Asimismo, nuestras

vidas requerían de ajustes inesperados si queríamos alcanzar las nuevas metas. Rocío

vivía en Playa del Carmen y yo tenía una bebé de nueve meses.

Sin embargo, en agosto de ese mismo año, Rocío se había mudado a Mérida, y

yo había conseguido una nana; en septiembre ya habíamos rentado y amueblado una

pequeña casa que compartiríamos para trabajar como terapeutas. Adaptamos la sala y

el comedor como área de recepción y de espera, teníamos una cocina, dos baños y dos

recámaras. La más pequeña era usada indistintamente por las dos como consultorio, y

la grande se convirtió en una sala de usos múltiples (entre semana funcionaba como

consultorio y los sábados como salón de clase). Contratamos una secretaria encargada

de organizar nuestras agendas.

Para abrir un Instituto necesitábamos un nombre, una palabra o frase única

novedosa que definiera lo que éramos. Después de mucho buscar, llegamos al acuerdo

de que una palabra en maya podía ser buena idea, ya que esto nos acercaría a nuestra

cultura; y luego, algo referente a lo que hacíamos en nuestro trabajo, “conversar con

las personas” así que me di a la tarea de buscar en el diccionario más importante y

voluminoso que existe de lengua maya, el Diccionario Maya Cordemex, ahí encontré

“Kanankil”.

Tres meses después de Cuernavaca teníamos un espacio, un proyecto, un

nombre y miles de ilusiones. Kanankil abrió sus puertas por primera vez el 14 de

septiembre de 1998. Para celebrar su apertura organizamos una fiesta de inauguración


convocando a familiares, amigos y colegas que trabajaban en diversas instituciones

educativas y de gobierno para darles a conocer nuestro proyecto e invitarlos a

participar en él.

En octubre, iniciamos el primer curso llamado “Entrenamiento en Terapias

Posmodernas”, impartido por Rocío y por mí, compartiendo todas las sesiones. Este

primer entrenamiento se efectuó a la par con el Grupo Campos Elíseos (Sylvia London,

Elena Fernández y Margarita Tarragona), ya que habíamos acordado embarcarnos

juntas en este proyecto; ellas en la ciudad de México y nosotras en Yucatán. Con

sorpresa y satisfacción registramos una buena respuesta, ya que empezamos con un

grupo de aproximadamente doce personas. Nuestro propósito principal era introducir

a los participantes en las bases filosóficas y teóricas del construccionismo social y la

crítica posmoderna, promover la cultura de respeto y aceptación de la diversidad, y

desarrollar habilidades para la conversación y las preguntas conversacionales como

una manera de generar el intercambio de significados en el proceso terapéutico.

El primer programa implementado incluyó temas como: bienvenidos al mundo

posmoderno, modernidad y posmodernidad, la construcción del conocimiento, el mito

de la enfermedad mental, terapia colaborativa, entre otros. Los autores revisados

fueron: Harlene Anderson y Harold A. Goolishian, Kenneth Gergen, Lynn Hoffman,

Sheila McNamee, Maureen O`Hara y Walter Truett Anderson, Thomas Szasz, James y

Melissa Griffit, Jaime Dávila Sosa, William Lax, Tomas Ibáñez, Gianfranco Cecchin y Jay

Efran, entre otros.

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Tuvimos reuniones los sábados cada quince días, con un total de ochenta horas,

combinando en el tiempo discusiones teóricas, exposiciones y sesiones de supervisión

en vivo, apegándonos a una filosofía de aprendizaje que construimos Rocío y yo a

partir de las ideas construccionistas de Kenneth Gergen y del trabajo colaborativo de

Harlene Anderson.

Con la intención de conformar una comunidad de aprendizaje, el programa

estaba basado en un enfoque colaborativo que fomentaba la participación y la

curiosidad, y en el que la experiencia de cada uno de los participantes fuera respetada;

queríamos generar un intercambio dinámico que fusionara la enseñanza con el

aprendizaje en un proceso que promoviera la creatividad y el desarrollo a nivel tanto

personal como profesional.

Promovimos la reflexión pidiendo a los participantes que escribieran y

compartieran sus ideas, y los invitamos a tomar la iniciativa, a ser autodisciplinados y

responsables con el objeto de que se aseguraran de que su aprendizaje en Kanankil

fuera significativo.

Durante los casi nueve meses que duró el entrenamiento, Kanankil funcionó

como un instituto independiente sin estar legalmente constituido.

Los siguientes dos años continuamos la labor como terapeutas y decidimos abrir

otros entrenamientos basados también en las ideas posmodernas y construccionistas;


impartimos el primer entrenamiento en Aprendizaje Colaborativo, el primero en

Sexualidad, y proseguimos con el segundo y tercero de Terapias Posmodernas.

Kanankil se diversifica

Debido al éxito obtenido por los cursos y la participación de algunos

profesionales que trabajaban en diversas instituciones de gobierno, el curso de

Sexualidad fue impartido al personal del programa del gobierno municipal: Desarrollo

Integral de la Familia (DIF). Esta solicitud significó para Kanankil un cambio en su

organización, pues implicaba ofrecer nuestros entrenamientos para atender a grupos

específicos que los requerían. Por tanto, empezamos a impartir Sexualidad, Terapias

Posmodernas y Aprendizaje Colaborativo a instituciones de gobierno, escuelas

privadas y universidades.

Esta diversificación requirió cambios tanto administrativos como financieros que

nos impulsaron a transformar Kanankil en una institución legalmente constituida. A

partir del año 2000 empieza a funcionar como una asociación civil (A.C.) con todas las

responsabilidades que esto conlleva. A mediados de ese año invitamos a Francisco a

ser parte de este proyecto y a invertir con nosotras para construir un inmueble propio.

El aceptó gustoso, y en septiembre inauguramos un edificio de dos plantas, con cuatro

oficinas para terapia, un aula grande para los cursos, un espacio como recepción,

cocina y dos baños. La concreción de esta obra significó convertir las ideas es un

espacio físico, y darle cuerpo, estructura y soporte a lo que creíamos.

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En ese momento nos convertimos en los dueños de nuestro espacio, y supimos

que teníamos una base sólida para seguir creciendo.

Kanankil como Instituto

Los siguientes tres años fueron muy interesantes y llenos de trabajo, este

periodo nos abrió horizontes distintos a los acostumbrados y generó una inercia que

nos llevó a convertir a Kanankil en una institución de educación superior reconocida

por los gobiernos federal, estatal y municipal.

Esta etapa tiene dos grandes ramas de desarrollo; la primera, relacionada con la

colaboración de Rocío en el gobierno municipal; y la segunda, con el inicio de la

Maestría en Psicoterapia.

La participación de Rocío en la Secretaría de Desarrollo Social del gobierno

municipal, nos abrió las puertas para colaborar principalmente en dos proyectos:

primero, supervisando el trabajo terapéutico que se estaba implementando en el

Centro Integral de Atención a la Violencia Intrafamiliar (CIAVI), mejor conocido como

La Casa de la Mujer. El CIAVI era la instancia operativa del Ayuntamiento que tenía la

finalidad de brindar atención directa a los miembros de la comunidad con

problemática de violencia; segundo, la labor efectuada con los Promotores

Comunitarios, en la cual propusimos y dimos seguimiento al trabajo colaborativo en

diversas colonias de la ciudad, transformando su visión, de una asistencialista a una

más participativa. En ambos proyectos nos apoyamos en las ideas socio-


construccionistas y colaborativas que nos sirvieron como marco de referencia para la

elaboración de los programas y procesos realizados tanto en la implementación del

trabajo terapéutico en La Casa de la Mujer, como en la capacitación y seguimiento de

los Promotores Comunitarios.

A mediados de 2003, finalizada mi colaboración y la de Francisco en el gobierno,

pusimos más énfasis en otro proyecto ya iniciado que urgía concluir: el programa

académico de lo que sería la Maestría en Psicoterapia. Debido a la existencia de un

periodo de entrega de solicitudes para reconocimiento oficial, necesitábamos

terminarlo para su evaluación y aprobación antes de febrero de 2004. Como parte de

los requisitos, la Secretaría de Educación del Gobierno del Estado solicitó un nombre

para la institución que impartiría la maestría. Ahí surge el Instituto Kanankil, como

instancia de educación superior perteneciente a la asociación civil denominada

Kanankil. En junio de 2004, para nuestra fortuna, fue aprobado y registrado

oficialmente.

Esta fecha sólo nos daba un par de meses para divulgar el programa y empezar

en ese mismo curso escolar. Después de un gran esfuerzo de difusión, la Maestría en

Psicoterapia del Instituto Kanankil ingresa su primera generación en el mes de

septiembre.

El grupo estaba integrado por veinte psicólogos, todos conocidos, puesto que

habían participado en otros cursos de Kanankil o habían sido nuestros alumnos en

diversas universidades.

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El programa se estructuró con una duración de dos años divididos en cuatro

semestres. El primer semestre se caracteriza por asignaturas que pretenden construir

el contexto teórico - filosófico en el que está basado la maestría, partiendo de revisar

las perspectivas posmodernas y construccionistas, enfatizando las implicaciones que

tienen en la psicoterapia con una forma de práctica de la psicología. El segundo revisa

crítica y reflexivamente conceptos básicos que dan sentido a la psicología como

ciencia, como lo son la psicopatología y la psicología del desarrollo; también se hace

una primera aproximación a las prácticas reflexivas en la terapia, y comienza la

revisión de modelos terapéuticos construccionistas vinculando teoría y práctica a

través de la supervisión, en la que partimos de la idea de que cada participante

desarrollará su estilo personal como terapeuta. El tercer semestre se caracteriza por el

énfasis puesto en las prácticas reflexivas y críticas de la psicoterapia y se incluyen

abordajes alternativos para algunas de las problemáticas actuales de mayor presencia,

como anorexia, bulimia y depresión. Además se promueve la integración teórica al

desarrollar una propuesta de investigación para generar conocimiento actualizado y

local. El cuarto, aspira a cristalizar la práctica reflexiva y crítica de la psicoterapia así

como el término del proyecto de investigación; se contextualiza la práctica de la

psicoterapia en el marco ético y legal y provee a los participantes de una perspectiva

social de su responsabilidad en el quehacer profesional.

A la fecha, la maestría ha egresado cinco generaciones haciendo un total de

sesenta y tres maestros en Psicoterapia, formados bajo estas perspectivas. Desde

2004, la mayor parte de nuestra atención se centró en actividades relativas a la


maestría: el seguimiento académico, la supervisión del trabajo terapéutico realizado

por los estudiantes, el funcionamiento administrativo y logístico, principalmente.

Participaciones nacionales e internacionales

Con el afán de enriquecer el proceso formativo de los estudiantes, hemos

invitado a profesionistas locales, nacionales e internacionales para compartir con

nosotros sus experiencias, de tal manera que tuviéramos la oportunidad de conocer y

apreciar el trabajo colaborativo y reflexivo en diversos contextos.

A nivel nacional, siempre contamos con la colaboración del Grupo Campos

Elíseos, al cual se sumó Irma Rodríguez Jacilevich, quienes han participado como

profesoras de Kanankil.

Las visitas internacionales al principio eran esporádicas, nos acompañaron Erick

Sven, de Suecia y Janice Dehfer de Canadá, entre otros.

Al darnos cuenta de la riqueza generada a partir de la presencia de nuestros

amigos de otros países, decidimos en el 2007 organizar el Primer Encuentro

Internacional Kanankil – Noruega – Suecia. En esta ocasión tuvimos como invitados a la

Dra. Cristiane Kolberg, de Noruega, quien abordó la psicosis como un fenómeno

relacional a través de “Cómo incluye en su trabajo los procesos reflexivos de Tom

Andersen” y “La propuesta de diálogos abiertos de Jaakko Seikula”; al igual que Matz

Sparrman y Karin Sparrman, de Suecia, exponiendo: “Trabajo colaborativo con

27
pacientes con diagnóstico de esquizofrenia” y “El sistema carcelario en Suecia y

manejo de la libertad condicional desde una perspectiva colaborativa”.

Hemos tenido tres encuentros internacionales más; el segundo, en junio de

2008, con la presencia de la Dra. Susan Swim de Estados Unidos, compartiendo

“Supervisión como práctica colaborativa” y Pavel Nepustil de República Checa, con

“Adicciones e identidad”. El tercer encuentro, en octubre de 2008, se convirtió en un

foro de intercambio de experiencias entre Kanankil y un grupo de psiquiatras,

psicólogos y trabajadores sociales de Dinamarca, con una gran diversidad de

planteamientos compartidos. Entre los más relevantes: “Uso del video en la

supervisión con el método Marte Meo”, “Los niños como autores, narradores y actores

de sus historias”, “Manejo del “agotamiento” (burned out) en la supervisión”,

“Prácticas colaborativas”, “Terapia con mujeres jóvenes con anorexia y bulimia”,

“Trabajo comunitario colaborativo”, “Entrenamiento y supervisión de supervisores”, y

“Supervisión en un centro de psicoterapia para desórdenes psiquiátricos por un equipo

multidisciplinario”. El cuarto y último, efectuado en junio de 2009, incluyó las estancias

de Vendula Velackova, de República Checa (“Economía en el campo de las drogas”);

Carmen Meseguer Hernández, de España (“Trastornos adictivos”); Susan Swim de

Estados Unidos (“Trabajo colaborativo con familias”) y Anna Magrette Flam, de

Noruega (“Procesos reflexivos”).

La experiencia con los encuentros internacionales más allá de compartir nuestro

trabajo y nuestras ideas, se ha convertido en el medio para tener a los amigos en casa,

para fortalecer y construir redes de relaciones con personas de diversos países.


Los últimos años

A la par con el desarrollo de la Maestría en Psicoterapia, empezamos a perfilar

un nuevo proyecto, surgido de inquietudes y demandas sociales relacionadas con las

adicciones, ya que era una problemática que cobraba auge en nuestro entorno y

requería de atención profesional con perspectivas distintas al trabajo terapéutico

tradicional, enfocado en el déficit.

A partir de lo anterior, se inicia la cimentación de lo que sería la Maestría en

Adicciones. El reto principal era cómo integrar las ideas construccionistas,

colaborativas y reflexivas al trabajo con adicciones. Tardamos cuatro años en

desarrollar el programa académico, mismo que el año 2008 fue sometido a evaluación

y aprobación por parte del gobierno, y reconocido oficialmente en julio de 2009.

Esta maestría, a diferencia del enfoque médico prevaleciente en la atención de

las adicciones, se caracteriza por una postura multidisciplinaria que analiza la

problemática en su contexto, considerando los aspectos socioculturales, legales,

económicos, fisiológicos, educativos y psicológicos en su complejidad. Las adicciones

son vistas desde diversas perspectivas y abordajes terapéuticos con la finalidad de

proporcionar a los participantes una amplia gama de alternativas para intervenir.

Este programa también tiene una duración de dos años divididos en cuatro

semestres. Además de analizar los métodos tradicionales empleados en este campo,

29
como la psicoterapia de corte psicodinámico y cognitivo, los tratamientos

institucionales, y los grupales de autoayuda, hace énfasis en abordajes basados en las

ideas construccionistas, colaborativas y reflexivas. Proponemos que la atención se

adecúe a cada individuo tomando en cuenta tanto la actividad o sustancia que ingiera,

como a la persona y las relaciones que establece. En el trabajo comunitario

proponemos el análisis de diferentes modelos de prevención y atención, e incluimos la

supervisión constante de la práctica terapéutica.

A la fecha, la Maestría en Adicciones está formando a su segunda generación.

Han participado como estudiantes, profesionales de diversas disciplinas, entre los que

se encuentran psicólogos, médicos, sociólogos y terapeutas familiares.

Tener dos programas de posgrado operando al mismo tiempo requería de una

infraestructura que no poseíamos. A pesar del nuevo edificio, la Maestría de

Psicoterapia, para poder iniciar en el 2004, se desarrollaba en el espacio de una

escuela primaria privada prestada por un matrimonio amigo.

Decidimos aventurarnos e invertir en un edificio exclusivo para el Instituto

Kanankil y sus programas de Maestría. Con mucho esfuerzo, ahorro y financiamiento,

principiamos en 2007 la construcción de un nuevo inmueble que abrió sus puertas en

abril de 2008 para recibir a la primera generación de la Maestría en Adicciones y

trasladar la tercera y cuarta generación de Psicoterapia a su nueva casa.


Kanankil cuenta hoy con dos edificios: uno convertido en las oficinas personales,

donde trabajamos como terapeutas, tenemos reuniones de trabajo y supervisamos a

los alumnos, y el segundo, donde se desarrollan todas las actividades relacionadas con

los programas de maestría, incluyendo los encuentros internacionales.

¿Qué nos mantiene unidos?

Creemos en el diálogo como medio de intercambio de nuestras ideas y de

construcción de acuerdos y en la creación de un espacio para su desarrollo. Asumimos

una actitud de “No conocer” para invitar a explorar las situaciones con curiosidad y

promover procesos de mutuo entendimiento. Tenemos Confianza en el otro y la

hemos propiciado a partir de nuestras relaciones, en las que nos concebimos como

iguales, no por suponernos similares, sino porque nos situamos en una posición de

equidad. Creemos en la importancia de la Administración, que nos ha permitido

invertir, desarrollarnos y crecer como personas y como Instituto. Creemos en el

Aprecio a nuestras habilidades y fortalezas individuales, pues son el reflejo de la

diversidad y la riqueza que llevan inmersas. Nos esforzamos por ofrecer ideas

inusuales o novedosas y enriquecedoras del diálogo y las relaciones y generadoras de

múltiples perspectivas. Valoramos el Respeto al trabajo en colaboración, avanzando

tan despacio como se requiera, tratando de entender el ritmo de los otros para poder

llegar a decisiones conjuntas; nos tomamos todo el tiempo necesario para llegar a

acuerdos, ya que nuestra forma de pensar y actuar tiene ritmos y velocidades

distintas.

31
¡Esto es Kanankil! Con y a través de nosotros, comenzó siendo una palabra para

representar una conversación y se ha transformado, con el correr de los años, en la

promotora y razón de múltiples proyectos por venir.


Capítulo 2

Una aproximación desde la teoría: cómo somos personal y profesionalmente


Dora Ayora Talavera

El objetivo de este capítulo es dar a conocer un conjunto de ideas acerca de

nuestro modo de pensar y actuar, personal y profesionalmente. Hablamos de nuestra

filosofía de vida, describimos nuestras ideas partiendo de cinco eslabones

entrelazados, unidos unos con otros y, al mismo tiempo, creadores de nuevas

conexiones en un proceso dinámico de intercambio mutuo: Construcción social -

lenguaje, Lenguaje - diálogo, Diálogo - relación, Relación - acción conjunta, Acción

conjunta - reflexión.

33
Construcción social – lenguaje

Considerar éste como el primer eslabón es una cuestión de elección, es tomar

uno como punto de inicio, no por creerlo el más importante o el primero, es sólo una

forma útil de organización.

Para nosotros, construcción social implica reconocer un conjunto de ideas que

están en constante movimiento y cambio, que se aprenden y reaprenden en cada

interacción, en cada conversación.

Partimos de una forma de conocimiento basada en la hermenéutica, pues para

entender el significado de un texto o discurso, requerimos entrar a un proceso influido

por intenciones, creencias y suposiciones que como intérpretes traemos.

Conocer y entender el mundo desde la perspectiva construccionista nos lleva a

aceptar que las cosas y los fenómenos (objetivos y subjetivos) son silenciosos. El

mundo empieza a hablar en la medida que nos preguntamos acerca de él y lo

nombramos con un lenguaje (como una representación de la realidad más que su

reflejo) formado por palabras, signos, sonidos, gestos y otras expresiones. Así, creamos

multitud de perspectivas, discursos, realidades; estas maneras de dar nombre no

pueden estar separadas de nuestras tradiciones ya que utilizamos el lenguaje dentro

de los grupos de pertenencia y ahí desarrollamos formas de vida.


Lo que va a ser verdad surge de una serie de discursos, es producto del

intercambio comunal, de las relaciones humanas. La verdad y la falsedad dependen del

grupo del cual somos parte y son coherentes sólo dentro de ese conjunto de ideas y

acuerdos.

Cualquier evento puede ser entendido desde diferentes perspectivas, cada una

de ellas ofrecerá explicaciones y comprensiones coherentes con sus verdades. Éstas

últimas sirven como parámetros para la construcción de estándares a partir de los

cuales actuamos, señalándonos lo bueno y lo correcto. Al hacer esto, ponen en

evidencia la moralidad sutil que cada perspectiva posee.

Cuando nos movemos a una visión distinta, el entendimiento, las verdades y los

estándares de acción son otros.

En este sentido, el desarrollo y la transformación del conocimiento es un proceso

comunal, donde conocimiento y conocedor (con su lenguaje) son interdependientes.

Lo que sabemos o suponemos saber se construye social y lingüísticamente.

La aproximación anterior nos lleva a ser cuidadosos con las afirmaciones de

verdad, pues podrían convertirse en formas de división. Creer que tenemos toda la

razón es una manera de marginar a los demás, participar con formas excluyentes de

ver el mundo, y contribuir con modos de opresión. Es importante partir de que cada

tradición de pensamiento, cuenta; cada perspectiva proviene de algún grupo con

ciertas ideas y estilos de vida y, por lo tanto, requiere ser considerada.

35
El discurso de la construcción social contribuye al reconocimiento de las diversas

formas de ver el mundo, abre espacios; también desafía y cuestiona lo correcto como

algo único, por lo que, no hay un grupo o autoridad que no se pueda deconstruir; es

este sentido, crea divisiones, aleja, socava, debilita la fuerza de los discursos. Ser

deconstruido no es agradable, no gusta. Gergen (2003) menciona a este respecto:

“Hay que ir de la deconstrucción a la reconstrucción para incluir”.

Coincidimos con el autor: el intento construccionista no significa abandonar los

valores tradicionales, más bien, extiende el rango de los mismos, puesto que cualquier

producto puede ser visto como positivo; y, además, moviliza los diálogos que discuten

los valores o los resultados. Tomar en cuenta criterios múltiples sobre el bienestar, no

sólo amplía el dominio de lo adecuado, sino que genera un mayor discernimiento

sobre lo bueno, dependiendo de dónde, cuándo y para quién es.

Lenguaje - diálogo

El segundo eslabón está formado por el binomio lenguaje y diálogo. Entendemos

por lenguaje toda forma de expresión, hablada y no hablada, escrita y gráfica que

adquiere su significado a través del uso. Lo que creamos a través del lenguaje es

producto de múltiples individuos en comunicación, en diálogo. Las personas y las

relaciones están en este intercambio lingüístico, por lo que cada interacción crea una

de las múltiples perspectivas posibles.


Lenguaje y significado han sido descritos ampliamente por varios autores

(Wittgenstein, 1953; Shotter, 1993; Gergen, 1994; Bakhtin, 1993, Anderson, 1999,

entre otros). Presentamos algunos de los supuestos fundamentales de nuestra labor

cotidiana:

1) Creamos significado a través de la forma como nos expresamos;

2) éstas vienen primero y sólo entonces el significado es creado;

3) el significado está en ellas, no detrás ni debajo;

4) las formas de lenguaje son informativas y están acompañadas de movimientos;

5) cuando alguien habla en voz alta, dice algo para los otros y para sí mismo;

6) el lenguaje es el principal vehículo a través del cual damos sentido a nuestro

mundo;

7) es relacional y generativo.

Tom Andersen (1996) plantea la fuerza y el poder del lenguaje de esta manera:

“golpear con un trozo de madera es tan doloroso como golpear con una palabra”. En

este sentido, para nosotros el lenguaje convertido en diálogo es el medio por el cual

construimos lo mejor y lo peor que tenemos como seres humanos.

Los sistemas humanos son sistemas de lenguaje generadores de significados. Los

problemas existen en el lenguaje, es la forma de hablar de una cuestión, lo que

construye tanto los problemas como las soluciones; un problema y su solución tienen

tantas definiciones como miembros participen en él. (Anderson, 1999)

37
El lenguaje, convertido en conversación, hace que las personas en diálogo

interactúen (“conversar con el otro, más que hablar al otro, dice Anderson”) con

expresiones que pueden o no ser palabras, secuencias que cobran significado en el

intercambio.

Cualquier forma de lenguaje emitida por alguien va con la intención de significar

algo, pero este significado estará “completo” hasta que el otro la haya tomado y

responda a él a partir de su propia experiencia y de la manera como lo significa. Este

significado no está acabado, pues se verá enriquecido por la nueva respuesta del

primero en la conversación-interacción, en un proceso de continua interpretación;

ésta es la idea de la hermenéutica: el entendimiento es siempre interpretativo, no hay

un único y privilegiado punto de comprensión.

La búsqueda de comprensión y significado es un proceso generativo, en el que el

verdadero entendimiento y la interpretación final de una persona o evento nunca

pueden ser alcanzados.

El diálogo es un proceso interactivo de interpretación de las interpretaciones.

Una invita a otra y al tratar de entenderse, se producen nuevos significados. En este

sentido, no es un intercambio callado, inactivo, por el contrario, involucra una

interacción activa y responsiva de escuchar y hablar. (Anderson y Jensen, 2007).


Diálogo - relación

Como tercer eslabón tenemos diálogo y relación. Si continuamos con la idea de

que el proceso de comprensión es dialógico, creemos que la relación se convierte en

una parte muy importante de éste.

Las relaciones se construyen a través del diálogo y, al mismo tiempo, son un

elemento muy importante para la creación del mismo; relación y diálogo se construyen

mutuamente. De acuerdo con Gergen (1996), las relaciones no son naturales,

trabajamos en ellas; de hecho, creemos que nos construimos en las relaciones y

además, podemos reflexionar sobre nuestra participación en los diferentes contextos y

sobre en quienes nos convertimos en cada interacción.

En nuestro trabajo terapéutico1, requerimos establecer un tipo de diálogo

invitante para todas las voces; que la conversación contribuya a que las personas se

sientan con la libertad de contar sus historias. Partimos de no dar por sentado que

entendemos o sabemos lo que quieren, ya que el contexto y las circunstancias del

momento influyen en el qué y el cómo de cada conversación.

Cuando se es parte de un espacio que invita al diálogo, las ideas son compartidas

tentativamente, como tópicos de conversación, no como preguntas por contestar, y

esto favorece la colaboración entre los participantes, ya sean terapeuta - cliente,

maestro – alumno y/o profesional – comunidad.

39
Las conversaciones no son lineales, tocan uno y otro tema, se entrecruzan; todo

puede ser o no motivo de conversación. Es a través del diálogo que surgen nuevas

posibilidades (Anderson, 1999).

Nuestro interés está en establecer una oportunidad para el diálogo y la relación,

partiendo de lo que Anderson (1999) describe como un modo de ser, una actitud

natural, auténtica, espontánea; que permite a los participantes asociarse para contar,

preguntar, interpretar y dar forma a las narrativas.

El cliente (puede ser la persona en terapia, nuestros alumnos o las comunidades

donde trabajamos) es el experto en el área de contenido y experiencia vital, y nosotros

como terapeutas somos expertos en el área del proceso. Participamos juntos para

crear y facilitar un espacio de diálogo y relación.

Harlene Anderson (1999) describe multiparcialidad como una forma de

colaboración, de manera que cliente y terapeuta se conviertan en socios en la

conversación. Para nosotros se logra esto, cuando ambos alcanzan la exploración y el

desarrollo mutuo, cuando el entendimiento surge desde dentro de la conversación y

logran compartir su diálogo interno para contribuir en la expansión y comprensión de

lo no dicho.

Coincidimos con John Shotter (2001) en que la relación, el trabajo conjunto, se

vuelve colaborativo cuando cliente y terapeuta pertenecen y participan en la

conversación; cuando se esfuerzan ambos por entender e interpretar “con” el otro.


En la terapia y en nuestro trabajo, en general, existe una intencionalidad

compartida, es decir, conversamos a propósito con los clientes. Dado que no existe un

punto de vista privilegiado para el entendimiento, ni ningún relato es completo, claro y

unívoco, nos esforzamos juntos por trasladar la discusión a un nuevo terreno. Tom

Andersen (2006) dice: “quiero (queremos) hablar con la gente como no se han hablado

a sí mismos ni a los otros”.

Relación - acción conjunta

El cuarto eslabón está formado por la relación y la acción conjunta. Cuando

hacemos énfasis en la primera, queremos destacar que nos hemos movido de una

tradición de pensamiento centrada en lo individual, en la que cada individuo se halla

encerrado en su propio mundo, hacia una forma de pensamiento que favorece una

aproximación comunitaria y relacional, enfatizando el intercambio social conjunto.

La relación y pertenencia a la conversación abre paso a la acción conjunta. La

agenda de trabajo (emanada de un acuerdo terapéutico o de otra índole) se convierte

en una forma de participación colaborativa, cuando logramos poner sobre la mesa de

diálogo nuestras ideas y la de nuestros clientes acerca de cómo hablar de las

situaciones y/o conflictos, cómo crear nuevas historias juntos, cuáles son nuestras

expectativas de la relación y la conversación, y cómo podemos crear un espacio más

respetuoso e incluyente.

41
La acción conjunta tiene que ver con nuestra humanidad, pues aún viviendo en

mundos múltiples estamos relacionados los unos con los otros, con conexiones que

nos permiten crear algo juntos. Esta acción requiere de un contexto con la intención

explícita de invitar al trabajo colaborativo por medio del diálogo. El escenario se

prepara a través de la construcción de relaciones basadas en el respeto a la “expertes”

individual y colectiva y al cuidado de la sociedad conversacional que los participantes

logren crear.

El terapeuta y/o profesional colaborativo invita a la acción conjunta haciendo

sentir bienvenido y respetado al cliente, mostrando interés en aprender acerca de él

en la forma como elija presentarse y entrando a la relación como alguien

comprometido, que escucha y responde tratando de entender desde la propia

perspectiva y lenguaje del cliente. (Anderson, 2007)

En este sentido, las preguntas y comentarios ofrecidos por ambos se encuentran

en un escenario de discusión tentativa, donde cada idea puede ser tomada como una

perspectiva más, un camino a seguir o, simplemente, como algo dicho desde un lugar

diferente, favoreciendo que las decisiones y acciones emprendidas estén en el marco

de lo posible, de acuerdo a la agenda e historia del cliente.

El diálogo y la relación resultantes de la acción conjunta facilitarán un

cuestionamiento mutuo y compartido acerca de los temas establecidos como parte del

plan de trabajo. Esto llega a convertirse en un proceso dinámico, que involucra un dar

y recibir, un ir y venir juntos, en el que cliente y terapeuta hablan el uno con el otro; si
parten de perspectivas distintas, como suele ser, la relación y acción conjunta les

ofrece la posibilidad de crearse y recrearse en un proceso de transformación mutua.

Este tipo de conversación y relación puede desarrollar en los involucrados un

sentido de pertenencia que los invite a la participación y ésta, a la responsabilidad

compartida (Anderson, 2007).

Conversar de formas novedosas contribuye a construir alternativas de relación

social que nos llevan a nuevos modos de ser con nosotros mismos y con los demás

(Shotter, 2005).

La intención explícita del terapeuta para la acción conjunta requiere, para

nosotros, además de lo anterior, algunos elementos adicionales que Harlene Anderson

describe (1999), y resumimos de la siguiente manera: 1) Mostrar interés en el

lenguaje, es decir, hablar el lenguaje del cliente, tratando de aprender sobre sus

valores y puntos de vista, palabras y frases, 2) mostrarse genuina y totalmente

absortos ante las experiencias que el cliente narra, procurando espontaneidad y

curiosidad al hablar y al estar en relación con él, 3) aprender el lenguaje individual de

los participantes, atendiendo cuidadosamente la descripción que cada uno tiene

acerca del problema y/o situaciones que se estén presentando, sin buscar un

consenso, y manteniendo la riqueza de las diferencias, 4) mostrar intenso interés en

cada persona y su versión de la historia, 5) esforzarse por quitar preconcepciones y

enfocarse en la “expertes” del cliente, 6) aprender a lidiar con la incertidumbre que se

genera en toda esta combinación de experiencias, ya que el extraño camino de la

43
incertidumbre provee sentimientos de libertad y confort, 7) poner en práctica

procesos reflexivos, que facilitan hacer públicos los pensamientos e incluir perspectivas

novedosas las experiencias compartidas.

Esta forma de acción conjunta da pie a la inclusión de procesos de reflexión que

enriquecen el diálogo, la relación y la narración.

Acción conjunta – reflexión

Este es el último e igualmente importante eslabón, conformado por las ideas de

acción conjunta y reflexión.

¿Cómo ayudar a las personas a hablar con ellas mismas y con otros de una

manera en la que no habían podido hacerlo antes?, ¿cómo podemos ayudar más al

hablar?, ¿cómo ayudamos más al escuchar y pensar? Las preguntas que Tom Andersen

(1994) plantea representan un medio para caminar en la acción conjunta con nuestros

clientes hacia la reflexión constante.

Si entendemos ésta como una forma de dar tiempo y espacio para hablar y

escuchar, puede aclarar y hacer públicas las conversaciones internas que tenemos con

nosotros mismos (clientes y terapeutas). Cuando ambos hablan en presencia del otro,

se hace posible incluir varias voces y ampliar las perspectivas que se tienen acerca del

mundo.
Generar procesos reflexivos da la bienvenida a las experiencias, contribuciones y

al potencial de cada persona, al valorar la diversidad y la riqueza de tener múltiples

voces; de animar la capacidad, la esperanza y de reconocer la importancia de la

comunicación.

Cuando Andersen (1994) habla de aprecio dentro de los procesos reflexivos, lo

entendemos como una forma de reconocer, de hacer un análisis crítico favorable, de

sentirse muy orgulloso de algo o alguien, de aumentar su valor.

La reflexión compartida ofrece al otro la opción de responder ante lo que le

despierta curiosidad, de aprender sobre el otro y de tratar de entenderlo. Es una

actitud que comunica a los demás que son seres humanos únicos, no una categoría o

tipo de persona, que son reconocidos y tienen algo que decir que merece ser

escuchado. Si se cree esto, conectarse, colaborar y construir con los otros, se vuelve

algo natural y no una técnica.

En este sentido, la reflexión abre opciones para que cada persona participe en la

decisión sobre de qué debe hablar, cuándo y con quién, para que se explore lo

conocido de manera que permita crear puertas donde parecía que no las había antes

(Andersen, 1994).

Caminar al lado del cliente en la reflexión ayuda a mantenerse dentro de su

ritmo, su paso y su tiempo, no los del terapeuta.

45
El proceso de conversaciones reflexivas es un ejercicio de curiosidad basado en

una actitud abierta y de exploración, que llama a la imaginación, la intuición y la

emoción, que facilita el surgimiento de respuestas creativas. El dialogo respetuoso en

este proceso hace posible que diferentes voces sean escuchadas, para lo cual es

necesario permitir que otros hablen y realmente todos escuchen lo que está siendo

dicho. Esto requiere de una constante reflexión crítica sobre la coherencia entre los

propósitos y las acciones, así como de una continua revisión de lo que se hace y lo que

se dice que se hace (García y Guevara, 2007).

Los procesos reflexivos ofrecen a los terapeutas herramientas esenciales para

dar expresión a sus formas de conversar y enfatizar su escucha, haciendo las relaciones

más horizontales y equitativas.

Creemos que estas aproximaciones no son la única forma de trabajar desde lo

colaborativo, posmoderno y construccionista, pero las compartimos como un conjunto

de ideas que han sido útiles en diversos contextos de nuestra práctica profesional.
Capítulo 3

¿Cómo llegar a ser un terapeuta posmoderno?


Dora Ayora Talavera

En este capítulo presentamos un diálogo que sostuvimos en el primer ciclo de

conferencias organizado por Kanankil, titulado: “Cómo convertirse en un Terapeuta

Posmoderno”. Queremos compartirlo, pues consideramos que sienta las bases para

entender parte de lo narrado en capítulos posteriores. Hablamos de algunas

experiencias en torno a nuestra formación profesional, cómo construimos la relación

de amistad y trabajo que dieron como resultado a Kanankil como institución y como

espacio de encuentro entre personas. Tiene algunas modificaciones en orden y

estructura para ofrecer mayor claridad en las ideas, y añadimos algunas reflexiones y

comentarios surgidos en el momento de escribir este texto.

47
Rocío:

Este es Kanankil, bienvenidos a su casa, bienvenidos a su espacio. Aquí es donde

invitamos a las conversaciones a nuestros clientes y a todos aquellos que quieran

participar en la construcción de nuevas formas de relación. Hoy queremos hacer esta

presentación como habitualmente la realizamos. Más que solamente exponer nuestras

ideas, deseamos entablar un diálogo.

Kanankil es una palabra en maya que significa “en conversación”, y eso hacemos

en terapia, al enseñar, en consultoría, y en la labor cotidiana. Es la manera de

comunicarnos con los demás.

Hace tiempo que no trabajamos los tres juntos y es un gusto estar Dora, Paco y

yo aquí, teniendo una conversación sobre cómo llegar a ser un terapeuta

posmoderno. Paco me dijo que tenía una pregunta inicial, una pregunta para

nosotras.

Paco:

Hola a todos, buenas tardes. No sé si ésta deba ser la primera pregunta, en

realidad no sé si alguna pregunta debiera ser la primera. Dora y Rocío, ¿identifican el

momento específico en el que dijeron: me encantan las terapias posmodernas? o ¿fue

como ir caminando, caminado y al voltear a ver, ya era demasiado tarde para no

querer las terapias posmodernas?, ¿cómo lo experimentaron?


Dora:

Me atrevería a decir que todo empezó para los tres en el mismo espacio:

estudiamos la Maestría en Terapia Familiar siendo parte de la primera generación de la

Universidad del Mayab. Esta generación fue muy particular, pues al ser la iniciadora,

varias cosas se dieron espontáneamente y muchos imprevistos surgieron en el camino.

Tal vez el más afortunado fue que haya venido Silvia London en vez de otra maestra,

ya que fue quien nos introdujo en el pensamiento posmoderno.

No había pensado si había un momento particular en esto. Personalmente, me

inclinaría por la segunda de las opciones que mencionaste: empezar a andar y de

pronto voltear atrás y percibir que ya no estás situado en el mismo lugar en el que

empezaste. Todo mi proceso de formación como terapeuta familiar fue enriquecedor y

novedoso. Es más, hasta aquellos cursos de Carl Jung sin relación aparente con la

terapia familiar sistémica, me parecieron útiles, pues me permitieron pensar en cosas

completamente distintas. También me permitió pasar de ser una psicóloga con una

postura tradicional, que lidiaba con enfoques conductuales, psicoanálisis y huma-

nismo, a ser una terapeuta que rompe definitivamente con esas formas de abordar las

situaciones humanas. Moverme a otro paradigma me hizo ver la psicología de una

forma radicalmente diferente. Todos los autores estudiados, empezando con Salvador

Minuchin, y siguiendo con Cloe Madanes, Jay Haley, Milton Erickson, pasando por

Milán, hasta llegar a Michael White, siempre fueron novedad para mí.

Recuerdo que cuando llegamos al momento de revisar la propuesta de Michael

White, no éramos amigos los tres. Inmersos en un grupo de veintiún personas, de los

49
dos años y medio que estuvimos en la maestría, los primeros dos, ni nos volteamos a

ver. Sabíamos que existíamos por compartir el mismo salón, pero nunca salimos a

cenar, ni siquiera nos juntábamos a la hora del descanso a conversar de algo. Sin

embargo, cuando empezamos a hablar de posestructuralismo, deconstrucción y

posmodernidad algo pasó; en ese momento empezamos a frecuentarnos, a coincidir

en los descansos, a hacer muchas cosas juntos. Esto tal vez sea, si lo pienso ahora, un

punto de inicio, un momento que hace la diferencia.

Si medito otra vez en la pregunta, un momento importante lo marca haber

empezado a construir una relación con ustedes dos. Pero si lo pienso en términos de

las ideas, para mí fue voltear atrás y darme cuenta de que me había movido a otra

forma de pensamiento totalmente distinta.

Rocío:

Vengo de las ciencias políticas, sexualidad y terapia sexual. Entrar al ámbito de

lo familiar fue totalmente nuevo. Recuerdo que me enamoraba de cada uno de los

enfoques: moría por Minuchin pero, de repente, convertí en mi pretendiente a

Michael White, lo dejaba, fui novia de Foucault y así pasé el tiempo. Para mí sí hubo un

momento y lo marcan mis encuentros con la terapia colaborativa, el trabajo de

Harlene Anderson, de Tom Andersen, de Kenneth Gergen, el socio-construccionismo.

Fue tan importante que incluso tengo una frase para identificarlo: “me dejé de pelear

con el mundo”. Pensé, ¿para qué seguir peleando, si estamos viviendo en un

paradigma posmoderno, todas las posibilidades caben y todos los discursos son

aceptados? Dije “de aquí soy”, pues pude verme incluida en muchas cosas de las que
siempre me había sentido excluida, dejé de reñir con las otras ideas, ya que argüía que

las otras eran malas porque no concordaban con lo que yo pensaba; reiteré: “Aquí es

donde me siento bien, aquí es donde quiero estar”. Entonces me senté, me quedé y

continúo.

No lo había visto de la manera planteada por Dora, pero coincido en que

existieron muchas horas de cenas, botellas de vino y conversaciones acerca de la

posmodernidad y de su relación con la terapia que cimentaron el estar donde estamos

ahora.

Paco:

Ahora que las escuchaba hablar pensaba en un momento que marca una tensión

hacia este discurso posmoderno, creo que es con Michael White. Para mí significó algo

que alumbra un lugar al que todavía no había llegado, y al que este autor, como yo lo

entendí, tampoco. Pensaba, ¡esto que me está diciendo está padrísimo! Era como

saber que iba hacia un lugar, pero que no estaba precisamente ahí. Sentía que tenía

que construir un camino. Estaba empecinado en entender a White lógicamente, en mi

cabeza; estaba muy preocupado por comprenderlo teórica y no sólo pragmáticamente.

Me parece que cuando llegamos a la terapia reflexiva con Tom Andersen, vislumbré

más claramente de qué se trataba. Ha sido un movimiento “hacia” permanente y, al

mismo tiempo, inacabado. Me encanta esa descripción de Harlene Anderson que dice

algo como esto: “mi propuesta es algo que se mueve de un punto hacia otro”, no es

que el otro punto sea el de ella, es el movimiento que va de un punto hacia y que tiene

que ver con estar continuamente en una postura crítica.

51
Dora:

Añado dos cuestiones: Primera, cuando hablabas, Rocío, sobre el hecho de

sentirse incluido, pensaba en nuestra experiencia en el grupo de la maestría. Para mí,

ninguno de los tres pertenecía a él. Era muy interesante, ya que estaba conformado

básicamente por médicos familiares y psicólogos de la propia universidad. Rocío

provenía de Playa del Carmen, con una formación en sexología totalmente distinta a la

medicina familiar y psicología; Paco y yo, ambos psicólogos (él egresado de Unimayab

y yo de la Universidad Autónoma de Yucatán) no congeniábamos con el subgrupo de

colegas. Al empezar a hablar sobre el discurso posmoderno construccionista, algo pasa

que de pronto encontramos un lugar, un sitio que nos contenía a los tres, no

únicamente como personas, también a nuestras ideologías. A partir de ese instante, la

cercanía no se dio en términos de parecernos más a como estábamos al principio; la

cercanía se prodigó en la paradoja de compartir muchas ideas y ser cada día más

distintos. Creo que el discurso de la multiplicidad, de la inclusión de perspectivas, de la

propuesta de hablar un lenguaje matizado de “y” en vez de “o” nos permitió encontrar

un lugar donde estar y hacer cosas juntos, sin importar cuán distintos seamos y

pensemos.

La segunda cosa es el título de la conferencia de hoy, “Cómo convertirse en un

terapeuta posmoderno”, de pronto lo percibí como retador y hasta un poco

mentiroso, pretencioso, ya que de alguna manera lleva implícita la idea de que vamos

a tener los pasos a, b, c, o 1, 2, 3 para encontrar la clave secreta y saber cómo ir a un

sitio en particular. La elección del nombre se hizo con el propósito de que fuera
atractiva, tentadora: ¿Qué haces como terapeuta posmoderno?, ¿cómo lo haces? y

¿cómo se llega a hacer lo que dices que estás haciendo?

Rocío:

Igual meditaba en: ¿Cómo se llega a ser un terapeuta posmoderno? Podría

hablar de algunas cosas en las que me hicieron pensar estas ideas y empezar a ser una

terapeuta posmoderna.

Primero, la inclusión de la que hablaba anteriormente y, segunda, qué me llevó a

entender un paradigma diferente, a discernir dónde estábamos ubicados, descubrir

que del romanticismo y la modernidad nos trasladamos a la posmodernidad. Mirar el

mundo de una manera distinta a la cotidiana, un mundo sin verdades absolutas, donde

la objetividad se cuestiona, donde lo científico es un discurso y no algo que te lleve a la

verdad, que percibe a la ciencia como una forma de ver la vida. Pensé, si todo está

cambiando, ¿cómo estoy cambiando yo, y cómo cambia mi trabajo? Cuestiono la

manera como construyo mis relaciones: ¿Dónde estaba parada y dónde quería estarlo

en la relación terapéutica? Al partir de la inexistencia de verdades absolutas, lo que

dijera era una forma de entender el mundo, entonces, ¿qué ocurría con las otras

maneras de entenderlo?, ¿cómo incluirlas?, ¿qué pasa en la terapia cuando alguien

viene y te dice algo con lo que estás en desacuerdo?, ¿queda anulado? Esta manera de

estar en la terapia, en la clase, me permitió cuestionar la modernidad y constatar que

no hay técnicas para situarte en otro momento histórico y filosófico de la vida. ¡Ojalá

existieran! Sería más fácil ponerlo en pasos a, b, c, d, pero no es así. Al final, he podido

53
entender que el movimiento tiene que ver con la manera como me relaciono con los

demás.

Paco:

Mientras hablaba Dora se me ocurrió una alegoría para simplificar lo que no es

posible simplificar: “Cómo ser terapeuta posmoderno”. Imagino las dos hojas de la

puerta por las que entré a esto; la primera es Incertidumbre, y la segunda, Esperanza,

ambas poseen dos caras.

La Incertidumbre tiene como cara fea, a la Sospecha. Por ejemplo, cuando al

revisar el periódico ves una noticia y te preguntas ¿por qué me están poniendo esta

noticia en el periódico y de esta manera? La otra cara de la Incertidumbre, la

denomino Curiosidad. El ejemplo es que al estar platicando con alguien que aprecias y

te cuenta que ha hecho algo que le duele, que no hubiera querido y sabes que también

has hecho algo parecido. Ante eso, te preguntas ¿ambos estamos haciendo la misma

estupidez por algo que está más arriba de nosotros? Esa duda, como curiosidad acerca

de qué más hay, es el lado bonito de la Incertidumbre.

La otra hoja es la Esperanza, cuya cara bonita es la palabra misma, Esperanza. Si

me siento a conversar con alguien, en esa plática puede ser que suceda algo que

mejore las cosas, que algo cambie, que las cosas queden mejor. La cara fea es la

Pretensión sobre el otro: “tienes que cambiar”, “te tengo que salvar”, “tengo que

salvarte y tienes que cambiar”, “si tú cambias, entonces te salvo” y eso quiere decir

que yo soy muy bueno.


Esta puerta de dos hojas, con sus caras bonitas y feas que me invitó a entrar al

discurso posmoderno construccionista, me invitó a conversar en la maestría con

ustedes dos. Encontraba de repente que alguna tenía incertidumbre o tenía esperanza

sobre algo, y era interesante y estimulante saber que había otras personas que

sospechaban, otras personas que también, además de sospechar, tenían esperanza.

Claro que la sola sospecha te lleva al nihilismo o al revés, y sólo vivir de la esperanza, a

un romanticismo absurdo. Por otro lado, el estar aquí me empuja al movimiento, y es

algo que me gusta, me gusta moverme cuando me siento muy confiado, cuando quiero

salvar a alguien, salvar al mundo. Me gusta sospechar sobre mí mismo, tirar esta idea y

después, en la incertidumbre, tener la esperanza de que las cosas pueden estar mejor.

Dora:

Pensaba en la idea de “convertirse en un terapeuta posmoderno”, pero

repensándolo le quité el término terapeuta; meditaba más bien en el sentido de mí

como individuo, ya que si analizo mi propio proceso de convertirme en una persona,

no sé si posmoderna —pues de pronto la idea de lo posmoderno ya me resulta

sospechosa también— a raíz de un movimiento que me ha transformado en la que soy

ahora, no puedo dejar de pensar que me he desplazado de una manera de ser, de

actuar, de relacionarme, de hablar de un modo definido con mi familia, mis amigos,

mis alumnos, con la gente con la que trabajo en general, hacia una forma que cada vez

se aleja más de la que yo era anteriormente.

55
No estoy segura de que sea mejor ahora que antes, lo que me queda claro es que

soy distinta. Me siento mucho más cómoda, más a gusto conmigo misma, más libre en

lo que hago, en lo que digo, en comparación al pasado. Creo que no he llegado a

donde debería, si es que hay un punto específico. Si volteo para atrás puedo ver cuán

distinta soy de cómo era antes y percibo cuánto he avanzado; no obstante, si miro

hacia adelante vislumbro un camino tal vez muchísimo más amplio del recorrido, lleno

de otro tipo de posibilidades, de asuntos que en la actualidad soy incapaz de entender

y hacer, temas en los que reconozco que podría ser más respetuosa e incluyente de lo

que hoy me siento capaz. Ante la pregunta: ¿qué hay que hacer?, en mi experiencia, lo

que me ha permitido moverme hacia estos nuevos conceptos, hacia una aproximación

más posmoderna, son las ideas de la construcción social y la crítica posmoderna. Me

he transformado en alguien más suspicaz, mucho más curiosa, mucho más abierta y

dispuesta a escuchar. Las ideas que contradicen la noción de verdad absoluta como

única, y que hablan de múltiples verdades: locales, contextuales, permitieron que sea

más abierta a tratar de entender, a cuestionarme más.

Tal vez he perdido un poco de romanticismo, pero no dejo de apreciar la belleza

del mundo, de la naturaleza, de la tecnología. Es como poder verle las múltiples caras a

las cosas. Y esta mirada actual ha cambiado la relación que tengo con las demás

personas, entre ellas, ustedes, Paco y Rocío. El hecho de que sean unos interlocutores

interesados, abiertos a mis palabras, ha sido muy valioso, pues refuerza y contribuye a

hacer una mezcla junto con las ideas construccionistas que me impulsan hacia

adelante.
Una última reflexión: Tengo que reconocer que mi proceso de movimiento, no

siempre es hacia adelante, es decir, no siempre me desplazo en la misma dirección.

Esto lo pienso como aquella metáfora que utiliza Harlene Anderson al hablar de su

posición como un péndulo, que sus preferencias en cuanto a las ideas están más hacia

lo posmoderno, hacia lo crítico y lo reflexivo. No quiere decir que todo el tiempo esté

parada ahí; al andar en la vida me traslado preferentemente en estas ideas, pero los

problemas de la vida, las decisiones relacionadas con el trabajo, con mi familia, con el

dinero, hacen que uno necesite mudarse a otras posiciones totalmente distintas. La

trascendencia de estos conceptos es que me permiten sentirme con la libertad de

poder ir de un punto hacia otro. En la licenciatura, cuando estaba más de un lado,

vamos a decir, moderno, aunque no necesariamente sea así, mi posibilidad de

movimiento de un sitio hacia el otro era absolutamente imposible, porque era

completamente rígida, debía estar ubicada donde tenía que estar. Haberme

desplazado hacia las ideas posmodernas me ha dado la posibilidad de no preocuparme

y poder estar tranquila si necesito ponerme en un lugar y hacer ciertas cosas desde

ahí. Prefiero estar inmersa en lo posmoderno, pero hay y habrán ocasiones en las que

esté hacia otro lado para tomar otro tipo de posiciones porque la vida me lo demanda.

En resumen, más que convertirme en una terapeuta posmoderna, me he

transformado en una persona posmoderna.

Rocío:

Quisiera preguntar si las cosas que estamos diciendo son las que ustedes estaban

esperando o ¿qué cosas son las que a ustedes les gustaría saber acerca de un

terapeuta posmoderno?

57
Joven:

Han hablado de flexibilidad, de cambiar esquemas. Me llevo algo importante

hasta este momento, ser flexible, no centrarnos en una idea, mantener esa curiosidad

por buscar nuevas terapias. No conocía la terapia de construcción, la narrativa, me

enfocaba más a lo que ya conocía: psicoanálisis, conductismo. Cuando estudiamos una

carrera, tenemos un camino y a veces lo que hacemos es ignorar todos los demás.

Desgraciadamente, no tenemos quien nos diga: ¡fíjate muy bien, has pasado por este

camino!, pero, ¿cuántos has cerrado?, ¿por qué no te das la libertad de explorar otros

senderos? Ustedes lo hicieron, se arriesgaron a tomar una ruta que tal vez para

muchos no era importante, pero experimentaron, les gustó y la están ejerciendo. Creo

que lo que buscan es que las personas aquí sentadas tengan la posibilidad de fijarse en

los diferentes rumbos que tienen en su proceso de aprendizaje.

Paco:

Se me viene a la cabeza, con lo que estás mencionando, algo vinculado con el

apego. Este amor por la experiencia transcurrida, por lo que sucede en el momento.

Por ejemplo, para mí ha sido importante observar a Dora y a Rocío, apasionadas, muy

entusiasmadas por un evento que está sucediendo ahora. Es relevante centrar mi

atención no sólo en lo que acontece o en lo que previamente he establecido, sino

también focalizarla en lo que pasa en mi persona ante lo que sucede. Tiene uno que

dejarse mover, estar todo el tiempo en movimiento, porque si no, al centrarte sólo en

un instante, al aferrarte a la experiencia que transcurre sientes que de alguna manera

traicionas algo de ti, algo en lo que tú crees. Al estar desplazándote, existe la


posibilidad de entender mejor las cosas o avanzar un poco más en su comprensión.

Creo que esta pasión por lo que sucede, por lo que transcurre en el instante, me ha

generado entusiasmo por el movimiento que continúa y de alguna manera gesta este

edificio, todo el proyecto de Kanankil y muchas cosas. En fin, es el entusiasmo de mirar

lo que está sucediendo y dejarte provocar por eso.

Cristina:

Esta pregunta que hiciste, Rocío, la sentí un poco suspicaz, me recordó mucho

nuestro último día de clases del primer semestre de la maestría, cuando te decíamos:

¡Gracias, nos quedó claro qué es la posmodernidad! La verdad, muchas gracias, pero…

¿Cómo ser un terapeuta posmoderno? Después de esto nos dimos cuenta de que si

hubiéramos entendido qué era la posmodernidad no estaríamos haciendo esa

pregunta. Entonces, mi interrogante es como la de Harlene Anderson: ¿Qué les

gustaría que nosotros supiéramos?, ¿qué es lo que quisieran que todo el mundo

supiera del trabajo que hacen?

Rocío:

¿Qué me gustaría que supieran?... Primero, no puedo decir que ésta es la mejor

manera de hacer terapia, para mí es la más cómoda; valoro el respeto que se tiene por

el otro, el cliente, los estudiantes, la gente en consultoría. Segundo, la desaparición de

la cámara de Gesell por una incomodidad de Tom Andersen, quien es el iniciador de

los equipos reflexivos, porque le parecía una falta de respeto hablar acerca del cliente

sin que éste estuviera presente. Toda esta idea de curiosear, para realmente tratar de

entender al otro; ponerte en la actitud mencionada por Harlene Anderson: el no

59
conocer, para no creer que ya entendiste y sabes lo que va a pasar. La desaparición de

la cámara de Gesell y ponerte en la disposición de no conocer, son cosas muy

importantes para mí en lo que hacemos, pues nos dan la posibilidad de conversar de

manera diferente con y acerca del cliente. Finalmente es a quien más le interesa su

vida y al que creo que más le interesaría saber lo que estamos hablando.

Dora:

Lo que me gustaría que la gente supiera está relacionado con la idea que

construyó la psicología sobre el psicólogo, el terapeuta; de un profesional como muy

grande. Miro a los psicólogos del pasado tan enormes que son inalcanzables. Entonces,

no puedo parecerme a ellos, me observo y soy incapaz de poder crecer hasta alcanzar

esa dimensión. Algo quiero transmitir: hay otras formas de trabajar como psicólogo,

como terapeuta, y no tengo que ser de ese tamaño enorme para hacer un buen

trabajo. El contacto con las ideas posmodernas y construccionistas me permite

reconocer que siendo la persona que soy, puedo ser una buena terapeuta. Estas ideas

me dan muchas libertades, me abren la posibilidad de reconocer que no tengo que

saber todo lo que puede saberse sobre psicología, teorías, técnicas, ni sobre la vida;

que aun dentro de mis propios temores, inseguridades y dudas, a pesar de todo eso,

puedo ser terapeuta.

De igual manera, para mí, ser terapeuta requiere de un esfuerzo muy

importante; implica una formación, no necesariamente escolarizada, pero sí personal,

que te permita ser alguien más abierta, un poco más flexible, con la posibilidad de

dudar de lo que crees y dices, que tengas la alternativa de leer algunos libros, de
conocer un poco cómo funciona la vida, cómo actúa el mundo. Claro que hay espacios

académicos que brindan estas opciones, pero no creo que sean las únicas vías, tal vez

es una manera muy formal de entrar a un proceso intencionado. Los programas de

maestría de Kanankil ni son ingenuos ni son inocentes. Si hay algo inmerso en el

discurso de las maestrías es que se estructuraron para invitarles a reflexionar. Tienen

la clara intención de hablar de estas ideas, de meditar, con la libertad de tomar de ellas

lo que consideren que les es útil, y dejar fuera todo aquello que no. Podemos ser

terapeutas de formas distintas, no necesariamente tenemos que ser grandes

personajes.

Paco:

Pensaba en otro título para la conferencia. Pudo haberse llamado: ¿Cómo ser un

terapeuta hoy? Reflexionaba ahora que hablabas, Dora, cómo ser un terapeuta que

responde a una época. Una época en que podemos ser vistos como parte de esa

confabulación espantosa de demonios que quieren trastocar el orden público. Porque

esto está sucediendo, aunque queramos tapar nuestros oídos. Sucede que la canción

de moda es de protesta, que polemiza, y una película pop puede cuestionar la política

norteamericana en Medio Oriente. Es decir, estamos viviendo un momento de

interrogantes o de sospecha; de leer el periódico y no creer lo que te dice, o saber que

tal publicación te va a decir las cosas color azul y este otro, rojo o amarillo. Entonces,

¿cómo ser un terapeuta?, ¿cómo ser un profesional de este tiempo?, ¿cómo responder

a esta época de cuestionamientos sin pretender saberlo todo, sin creer que somos del

grupo de los perfectos?, ¿cómo aprender a soportar la incertidumbre?

61
Señora:

¿Qué hizo White para que les alucinara?

Rocío:

El pensamiento que retoma de Foucault. Plantea la idea del poder subyugador.

Cómo funcionan los dispositivos de poder social, cómo estamos inmersos en los

discursos dominantes y cómo integramos esta maquinaria en la cual éstos nos

subyugan. Habla también de poder reconocer estas prédicas sociales, retarlas, y

estructurar posibilidades con historias alternativas. De igual manera, discernir cómo a

través de la terapia podemos ir desafiando estos discursos, que son los que finalmente

nos aprisionan, y cómo encontrarnos con otras posibilidades, otras historias para vivir

de una mejor manera.

Paco:

Coincido con Rocío. Las cosas más alucinantes fueron: saber que podía desplazar

al terapeuta que hace borreguitos, que convierte a sus clientes en borreguitos dóciles,

que hace buenos ciudadanos que no protestan por un sistema inservible. No ser un

terapeuta policía, lo cual me parece completamente desagradable; la posibilidad de

ser un terapeuta retador, insidioso, que puede ofrecer una idea perturbadora, como:

¿Crees que todas las mujeres deben hacer lo que tú estás decidiendo?, ¿qué pasaría si

una mujer no decide? Incitar con tus preguntas, incluir una visión diferente que

permita a las personas decidir su propia vida y no conformarse con hacer lo que el

sistema o todos los demás están esperando. Esto fue lo más apasionante, y creo que

haría que mi primer jefe me dijera: “eres un negativista desafiante hasta ahora Paco”.
Dora:

Lo dicho por ustedes dos es demasiado sofisticado para mí. Entiendo las razones

del entusiasmo, pues Rocío es como una revolucionaria empedernida, y Paco, también,

nada más que disfrazado. Michel White, al inicio me parecía muy complicado, no

entendía bien a qué se refería. Lo que me atrajo de su propuesta de la terapia

narrativa fueron las preguntas; toda esta estructura tan extraordinaria de cómo

generar preguntas, de cómo moverte del pasado al presente, al futuro, a las

posibilidades, incluir a uno y luego al otro… ¿Qué crees que piense tu hijo sobre tu

esposo? y darle un giro a la cuestión me resultó fascinante. Además, porque en la

licenciatura te enseñan cómo debes inquirir, qué es una pregunta cerrada, qué es una

abierta. Me cautivaron las interrogantes, significaron mi traslado a una perspectiva

totalmente diferente de cómo interrogar, de cómo tener un diálogo distinto con las

personas.

Rocío:

Dora por lo general ve las cosas de otra manera, ¡qué bueno que haya pasado

hoy!, no necesariamente tenemos que pensar igual. Seguir siendo amigas a pesar de

estar en desacuerdo, me parece maravilloso. Es una forma de incluir los discursos

diferentes al mío, al de Paco o al de los tres. Finalmente, sentarnos a dialogar, a

compartir sobre la mesa, es muy parecido a la terapia. Los discursos dentro de una

familia pueden ser muy diversos, lo trascendental es generar un espacio con cabida

para todos.

63
Dora:

Hay algo muy interesante en la relación de los tres: comenzamos como

compañeros de clase, luego nos hicimos buenos amigos y empezamos a desarrollar un

proyecto juntos, posteriormente nos agrupamos como institución y agregamos el ser

socios. Un punto relevante en nuestra mesa de diálogo es mantenernos como buenos

amigos y buenos socios. En ocasiones es fácil, en otras no tanto; pero si nos aferramos,

como decía Paco, a la idea de la flexibilidad, de la esperanza y de los deseos de hacer

cosas juntos, estamos obligados a encontrar soluciones a cualquier eventualidad. Esta

es la sociedad llamada Kanankil, un espacio de flexibilidad, esperanza y deseos de

realizar cosas en equipo; un espacio en el que siempre están girando ideas críticas y

reflexivas sobre la sociedad, los discursos, las familias y nosotros mismos. En esto

último tenemos que ser aún más críticos, más cuidadosos, en lo que hacemos y lo que

creemos. Esta es la parte más interesante de nuestro trabajo.

Rocío:

Para finalizar, la terapia posmoderna, las ideas que parten del socio-

construccionismo y la crítica posmoderna, me llevan a ponerme en otros lugares, en la

parte social, en la cual tenemos una co-responsabilidad con la comunidad. Nos toca

seguir reflexionando acerca de nuestro trabajo y el impacto social, no solamente el de

la terapia, sino también el que se hace en instituciones privadas y públicas, y en las

escuelas. Deberíamos participar en la generación de políticas públicas y, como

terapeutas, ir más allá; no quedarnos en lo que decía Paco, convirtiendo a la gente en

borreguitos mansos diciéndoles lo que tienen que hacer.


Capítulo 4

La construcción de un espacio conversacional colaborativo en el ámbito


gubernamental: La Casa de la Mujer
Rocío Chaveste Gutiérrez

El presente capítulo está dividido en cinco apartados: el primero describe la

instalación, puesta en marcha y construcción de un modelo de intervención para el

Centro Integral de Atención a la Violencia Intrafamiliar (CIAVI), mejor conocido como

“La Casa de la Mujer”; el segundo incluye nuestras experiencias de colaboración en

este proceso desde la administración y supervisión; el tercero y cuarto incorporan

tanto las experiencias de los equipos de trabajo, como los de la población atendida,

respectivamente, y el quinto recoge nuestras reflexiones finales.

Este proyecto se desarrolló durante el periodo 2001-2004 de la administración

municipal de la ciudad de Mérida, Yucatán. El objetivo principal era conformar un

65
equipo multidisciplinario en materia de derechos humanos, prevención y manejo de

violencia intrafamiliar con un enfoque colaborativo, reflexivo y de género.

Debido a la originalidad del proyecto en un escenario político y gubernamental,

le fue otorgado el Premio de Gobierno y Gestión Local 2003 en el rubro de Innovación

en Gobiernos Locales, por el Centro de Investigación para el Desarrollo Económico

(CIDE) y la Fundación Ford.

La llegada al gobierno y La Casa de la Mujer

Durante el trienio 2001-2004 fui invitada (Rocío) a colaborar con la municipalidad

como Directora de Desarrollo Social, área tendiente a fortalecer la participación y

organización de la población. Una de las tareas prioritarias fue construir el Centro

Integral de Atención a la Violencia Intrafamiliar (CIAVI) para brindar atención directa a

mujeres, hombres y familias que viven en situación de violencia.

Esta invitación resultó de la recomendación de uno de los estudiantes que había

participado conmigo en el trabajo comunitario desarrollado por varios años en el

ámbito universitario y no por mi pertenencia a un grupo o credo político. Esta posición

favoreció ciertos espacios de trabajo y relaciones, pero también dificultó otros, dado el

contexto político en el que tenía que desenvolverme.

El escenario vigente en ese momento en Yucatán estaba muy influido por el

tema de la violencia intrafamiliar y de género; además de que las mujeres del estado,
en particular en Mérida, han destacado a lo largo de la historia nacional como

promotoras de proyectos de vanguardia, por ejemplo en la lucha civil por el voto y la

posibilidad de ser votadas (Villagómez, 2004); además, Mérida fue el primer

ayuntamiento de México en el que una mujer ocupó la presidencia municipal, y en ese

sentido la lucha contra la violencia de género se tornó en un tema central en la agenda

política.

El objetivo tradicional de los programas gubernamentales dirigidos a las mujeres

se ha caracterizado por un enfoque familiar, como muestra, los proyectos que surgen

del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) se distinguen por acciones

tendientes a conservar los roles de género establecidos, a ser reproductores del

sistema, y a mantener a la familia tradicional como la base de la sociedad. Han dejado

de lado que la vida social se construye en función de los otros y que el mundo actual

nos confronta con nuevas maneras de organización, géneros y roles sociales, lo que

pone en evidencia la diversidad de estilos de relación en todos los ámbitos.

Como directora de desarrollo social, el primer reto enfrentado fue: Cómo

plantear un programa de atención a la violencia que partiera de un paradigma distinto,

un proyecto que reflejara un cambio de la visión asistencialista, de una autoridad

institucional jerárquica a uno que generara espacios colaborativos y relaciones más

equitativas, y al mismo tiempo que contribuyera en la construcción de políticas

públicas.

67
Las primeras aproximaciones para la construcción del CIAVI incluyeron la

búsqueda del espacio físico adecuado. Se requería un lugar en donde pudiera confluir

el transporte urbano con las actividades cotidianas de la población. Estos elementos

apuntaron hacia uno de los barrios más antiguos en una zona popular del centro de la

ciudad, llamado San Cristóbal. El proceso de edificación del espacio físico y de la

organización estructural estuvo a mi cargo.

Los recursos humanos con los que contó el CIAVI fueron: una jefa, responsable

de coordinar las acciones y programas de las distintas áreas; ocho profesionales del

área de derecho que atienden casos en materia civil, penal y familiar; ocho

profesionales del área psicológica para consulta externa, talleres y grupos de

autoayuda; diez profesionales del área de trabajo social dividida en las áreas

psicológica, jurídica y equidad social; un coordinador del área de equidad social y

cuatro profesionales en educación; un profesional de antropología, responsable del

centro de documentación; personal administrativo en general, y ciento nueve

capacitadoras.

La Casa de la Mujer estaba conformada por seis áreas de atención: psicológica,

jurídica, equidad social, trabajo social, centros de capacitación y centro de

documentación. Todas en coordinación para el cumplimiento de los objetivos:

impulsar programas y campañas de prevención de violencia familiar y de género a

nivel municipal; brindar servicios integrales de atención jurídica y psicológica a

mujeres, hombres, niñas y niños de las zonas urbana y rural del municipio que reciben

o ejercen violencia; propiciar relaciones interinstitucionales con el fin de generar


propuestas para los cambios legislativos en el Estado de Yucatán en materia de

violencia familiar y de género; instrumentar estrategias para potenciar y fortalecer la

capacidad personal, individual y colectiva de las mujeres que conduzcan a la

transformación de su entorno familiar y social; difundir la perspectiva de equidad

entre los géneros.

Ya que La Casa de la Mujer surge como respuesta a una demanda expresa de la

sociedad, debido al aumento en los índices de denuncia de violencia género, y como

elemento trascendente en la promoción de la equidad entre hombres y mujeres,

desde su fundación se consideraba que debía constituirse como uno de los pilares

fundamentales del municipio en la toma de decisiones y empoderamiento de las

mujeres, no solamente a través de la atención específica de la violencia desde los

aspectos psicológico y jurídico, sino también mediante la apertura de espacios

dirigidos a toda la población.

Los temas y formas de llevar a cabo los talleres, grupos y atención en todas las

áreas se desprendieron de las inquietudes manifestadas por las personas que

solicitaban servicio y por las experiencias de vida e información proporcionada por los

diversos profesionales que participaron.

A la par con la habilitación del espacio físico y la conformación de los equipos de

trabajo se desarrollaba el modelo de atención y la capacitación al personal, procesos

supervisados por mí y coordinados por quien nombré como jefa de La Casa de la

Mujer.

69
Para desarrollar un modelo de atención, era necesario preparar al personal de

todas las áreas en el tema. Por políticas institucionales, las primeras capacitaciones al

equipo de trabajo estuvieron a cargo de un instituto especializado en violencia

intrafamiliar, el cual estableció su modelo de intervención como la base inicial de

trabajo. Este modelo se caracteriza por una visión tradicional del tema de violencia,

con la atención centrada en la mujer; la pareja es considerada como el agresor, por

tanto no se le atiende en conjunto, además enfatiza el asistencialismo, y en el pasado

había funcionado en muchos casos sólo como paliativo. También se otorgó

capacitación relacionada con: sensibilización a la violencia intrafamiliar, género y

derecho, derechos legales de las mujeres, trabajo con hombres que ejercen violencia

en el hogar, terapia familiar, entre otros.

Después de varios meses de funcionamiento con esta perspectiva y con el afán

por desarrollar un modelo propio para el CIAVI, se requirió del análisis crítico de las

experiencias obtenidas, a fin de retroalimentar a los equipos. Este análisis incluyó

cuestionamientos relacionados con lo que estaba funcionando, con lo que requería ser

modificado y la manera de cómo incluir un enfoque colaborativo que permitiera

cumplir con las funciones del CIAVI como una dependencia del gobierno.

El abordaje colaborativo me sirvió como marco de referencia en todas las

acciones efectuadas para cubrir los objetivos, desde la planeación, organización y

formación de los equipos de trabajo multidisciplinario, hasta la capacitación del


personal, seguimiento y evaluación de cada una de las actividades desprendidas del

programa.

El proceso de análisis crítico evidenció las carencias del modelo de intervención

operado: en algunos sentidos se repetía la historia del pasado de servir como paliativo;

los grupos reconocían estar muy bien capacitados en el tema de violencia, pero este

conocimiento no era suficiente para cumplir con los objetivos de La Casa de la Mujer.

Estas inquietudes dieron como resultado la solicitud de asesoría y supervisión del

trabajo de los equipos, motivo que dio cabida a la participación de Dora y Francisco,

con dos temas principales: comunidades de aprendizaje colaborativo y supervisión

terapéutica de los equipos jurídico, psicológico y de trabajo social.

La supervisión como espacio de diálogo sobre el trabajo colaborativo

El acompañamiento de Francisco y Dora inició casi un año después de haber sido

conformados los equipos en cada una de las áreas; fue fundamental para la

construcción de procesos colaborativos en la atención. La supervisión facilitó la

continuidad y el seguimiento de las premisas con las que se inició este proyecto.

Aquí me resultaba evidente la necesidad de integrar un equipo de trabajo que

partiera de una perspectiva más abierta y flexible, sin los prejuicios comunes sobre el

tema de la violencia que privilegian la cultura médica y psicológica; se requería partir

de una propuesta que se moviera hacia un mayor respeto a la particularidad de las

71
personas solicitantes del servicio, comenzando con sus experiencias vividas, sus

condiciones materiales y aquello que les es único.

Dora y Francisco participaron en la supervisión construyendo un espacio para

compartir —con los grupos de trabajo— ideas basadas en el construccionismo social

como parte del pensamiento postmoderno con énfasis en las redes de relaciones más

que en los individuos en sí; cuestionaron la idea de que exista una verdad única y las

posturas tradicionales en psicoterapia, educación y trabajo comunitario, sobre todo la

de perpetuar la estructura jerárquica experto - no experto; también hablaron de las

prácticas colaborativas a través de un proceso interactivo edificado a partir de

esfuerzos equitativos, es decir, los acuerdos para el trabajo de intervención

evolucionaron a través del diálogo entre los participantes.

El proceso de supervisión consistió en reuniones semanales de las áreas

psicológica, de
trabajo social y jurídica, en un principio con Dora y, posteriormente con

Francisco. Se convirtieron en un espacio de intercambio de ideas y experiencias de

todos los profesionales. Desde el principio se construyó con el grupo una agenda de

trabajo que guiaba las reuniones, aunque no era tan rígida que definiera las

conversaciones de cada sesión, era un punto de partida para el análisis de los casos y

experiencias que se iban presentando. Esta agenda siempre estaba abierta para incluir

nuevos temas.

La supervisión poco a poco se fue convirtiendo en un diálogo, cada participante

ofrecía sus puntos de vista y era respetado. Se requirió aprender a conversar, a

entender que cada uno aportaba elementos distintos a la charla y que en conjunto,

todos enriquecíamos el entendimiento de cada caso. Aunque en muchas ocasiones las

perspectivas eran opuestas o se contradecían, incluimos cada idea, pues

complementaban los detalles que se habían pasado por alto a los demás.

Nuestros encuentros con el equipo multidisciplinario reflejan los retos y

aprendizajes que cada de uno vivió: Yo (Rocío), desde la administración/coordinación,

Dora y Francisco desde la supervisión y el seguimiento.

Rocío.

Mi participación como directora de desarrollo social en la administración,

organización y evaluación, y del trabajo coordinado con la jefa del CIAVI, me permitía

tener una perspectiva muy amplia sobre lo que ocurría dentro y fuera de La Casa de la

Mujer.

73
Hacia adentro, evidencié cómo el trabajo de todos los profesionales participantes

se fue moviendo hacia una manera más abierta y flexible; pude apreciar cómo

abogados, psicólogos y trabajadores sociales lograron ver las relaciones de pareja, a

los hombres y a las mujeres, a la violencia misma, desde una actitud más respetuosa y

crítica. Sus decisiones y acciones fueron cada vez más centradas en las personas y sus

relaciones, por sobre la teoría y sus conocimientos previos, es decir, empezaron a

actuar de una forma más cautelosa y tentativa.

Desde fuera advertí cómo La Casa de la Mujer empezó a tener una posición

política importante a nivel local en el marco de los derechos humanos de las mujeres, y

que esta posición estaba teniendo impacto en el trabajo y la participación de

representantes de diferentes sectores y en la formulación de políticas públicas en el

tema.

Mi experiencia en La Casa de la Mujer me planteó la manera en la que quería

estar en el sector público, sobre todo en un proyecto nuevo y con personas que

procedían de diferentes formaciones y con experiencias profesionales distintas. Fue la

oportunidad de considerar que el liderazgo podría ser ejercido de una forma diferente y

los procesos de organización, planeación, y supervisión podrían proponerse desde una

relación más colaborativa.

Para mí es claro que tomar como elemento central las ideas desarrolladas por

Harlene Anderson y Harry Goolishian, acerca del trabajo colaborativo y la conversación


dialógica (Anderson, 1999), abren la oportunidad para ubicarnos en un paradigma

distinto, principalmente en el trabajo clínico y comunitario.

Dora.

Los retos enfrentados al trabajar en La Casa de la Mujer fueron en diversos

sentidos: primero, cómo llevar mis ideas de trabajo colaborativo a un ámbito público,

que además de incluir un grupo multidisciplinario, estaba sumergido en una marea de

intereses y presupuestos de carácter político que poco tenían que ver con lo que los

profesionistas querían hacer con las personas en su trabajo y lo que podía yo

proponerles; segundo, cómo crear un ámbito que diera cabida a las ideas de diversas

disciplinas, ya que se incluían a abogados, psicólogos y trabajadoras sociales y cada

grupo sabía lo que tenía que hacer y cómo lo tenía que hacer, y tercero, cómo abrir

espacios en este contexto para escuchar las voces de los hombres y de las mujeres,

visualizarlos como personas y no como etiquetas.

La paciencia, buena voluntad, profesionalismo de todas las personas que

formamos esa comunidad de aprendizaje, permitió la creación de un sitio para el

diálogo, un lugar donde sentirnos cómodos y seguros para dudar, para eventualmente

sentirnos exitosos, pero sobre todo para sentirnos escuchados y hacer sentir a los

demás de la misma manera.

Participar en procesos conversacionales en los que se escuchan diferentes voces,

genera en las personas posibilidades distintas a las que por sí solas podrían llegar. Este

proceso de diálogo nos permitió comprender y comparar el origen de nuestras

75
percepciones y prejuicios, darnos cuenta de muchas cosas que están ahí y no son

notadas o sólo habían sido vistas de una manera. Estas experiencias dieron significados

más amplios y ricos a las situaciones cotidianas, nos abrieron la posibilidad de de-

construir la realidad y a partir de ésta, relacionarnos de manera diferente con lo que

nos rodea.

Francisco.

“Al entrar al proceso de supervisión, me encontré con un equipo multidisciplinario

de profesionales muy comprometidos, personas con una sincera preocupación por

realizar un buen trabajo. Entendí que esperaban ofrecer un servicio a personas en

situaciones de violencia y que el ofrecimiento de éste fuese entendido claramente por

las y los clientes. Los grupos se encontraban en un proceso de trabajo muy reflexivo y

crítico, pues hallaban que el modelo con el cual estaban trabajando (impuesto por otro

instituto de la Ciudad de México) no cubría las necesidades de todos y todas las

usuarias. Querían saber cómo cumplir con las expectativas de las autoridades y, al

mismo tiempo, proporcionar un servicio del más alto nivel posible.

Encontré en los equipos a personas muy respetuosas, que valoran y aceptan la

experiencia y vivencia de cada uno de los participantes, que no se perciben como

expertos de lo que es mejor para los demás; pero esta aceptación no es simplemente

estar de acuerdo o tolerar, sino un proceso activo que incluye el conectarse, entrar e

interactuar con todas y cada una de las perspectivas que le ofrecen.


La idea de White sobre las experiencias ralas, como aquellas que fundamentan

los discursos sociales e indican a las personas cómo deben ser o hacer las cosas, me ha

hecho reflexionar sobre cómo nuestras conversaciones en la supervisión ayudaron a

engrosar las experiencias, permitiendo identificar más matices que facilitaron ver a las

personas y sus relaciones desde muchos más ángulos que los discursos sociales

permiten.

También creo en la idea de Bateson en torno a que una pequeña diferencia a

través del tiempo conlleva grandes cambios. Esto nos hace pensar que una variación en

la manera de relacionarnos podría implicar grandes transformaciones en las personas y

en la manera en la que viven y hablan acerca de sus situaciones vitales.

Los encuentros de supervisión sostenidos por Francisco y Dora con los equipos,

les permitió vivir en conjunto la experiencia de irse moviendo de un trabajo basado en

los modelos tradicionales (profesionales en el papel de expertos), hacia otro

fundamentado en la idea de ser un acompañante, cuya “expertés” o conocimiento

principal consiste en saber crear un espacio de conversación para compartir

experiencias y permitir la generación de posibilidades de transformación y

crecimiento. Cuando reflexionamos sobre la actitud de “no conocer” que asume el

facilitador (descrita por Anderson y Goolishian), creemos que no implica no saber nada

en absoluto, sino que lo que ofrecen los facilitadores son otras perspectivas que están

abiertas al reto y al cambio. Para nosotros esto se vio reflejado cuando los equipos

empiezan a ofrecer sus saberes sólo como una contribución más al proceso.

77
La colaboración y las relaciones entre disciplinas

La participación de Dora y Francisco como supervisores fue directamente con

psicólogos, trabajadores sociales y abogados. Algunos años después conversamos con

ellos y les hablamos sobre nuestro interés por conocer, por un lado, acerca de sus

experiencias y el impacto que esta labor tuvo en su momento; y por otro, si seguía

vigente de alguna manera y qué había pasado con el trabajo colaborativo desarrollado

juntos.

Presentamos la experiencia vivida desde la perspectiva de algunas personas que

participaron en los equipos de supervisión durante el periodo comprendido entre 2002

y 2004. Enfatizaron cómo la supervisión fue útil para su crecimiento profesional y les

permitió considerar ideas nuevas. Como describe Melba: “Para mí significó una

oportunidad de crecer profesionalmente porque empecé a escuchar cosas nuevas, algo

distinto, se abrían ideas que abrían otras ideas, y empieza a ser un reto que quieres

aprender, trabajar con algo nuevo”. Fabiola habla de su desarrollo profesional: “He

crecido mucho, no me pesa atender la violencia todos los días, cada caso es diferente, y

a cada caso le veo algo importante… profesionalmente me he enfrascado en la lucha

con ministerios públicos, penales, familiares, para que avance el trabajo. Hice muchas

amistades, redes personales y profesionales, me he hecho de respeto y eso es bueno y

no quiero renunciar a esto”.

También señalan que la supervisión tuvo repercusiones a nivel personal al ser un

espacio de apoyo emocional para el equipo; la relevancia para asumir su


responsabilidad profesional y en el aprendizaje sobre la importancia del respeto a la

perspectiva de los otros. En este sentido, Melba dijo: “A mí me fue útil para descargar

el desgaste emocional que tienes al trabajar con este tema y para mejorar la labor en

equipo y las relaciones entre las personas que trabajábamos (juntas)”. Para Fabiola fue

significativo “profesional y personalmente porque trabajas con tu propia violencia y la

que vives en tu vida y que no reconocías como tal, me empoderé más, tomo mis

propias decisiones. En esta parte he sido inmensamente feliz el día de hoy por las

decisiones que he tomado”. Perla señaló: “Creo que a partir de este proyecto fui

fortaleciendo la responsabilidad en cuanto a las situaciones que trabajábamos, porque

día con día nos repetíamos la importancia de la confidencialidad y la responsabilidad y

la necesidad de promover el trabajo que hacíamos”; abundó en cuanto al respeto a la

perspectiva de los demás: “Yo creo que desde que me metí en este proyecto aprendí la

importancia del respeto a las opiniones diferentes y a las mismas usuarias; entender

que somos diferentes, que tenemos diversas opiniones, modelos o formas de atender,

permitió que nos conjuntáramos para hacer algo más rico y productivo”.

Al hablar sobre la vigencia del trabajo colaborativo, indicaron que les ha sido útil

mantener esta postura aun con administraciones distintas, cómo trabajan en equipo

para transmitir estas ideas a los nuevos miembros que se van integrando y la

importancia del trabajo multidisciplinario. Fabiola dijo: “La gente que tiene tiempo

(trabajando aquí) llevan tatuado el trabajo colaborativo, está muy arraigado en

nosotros y es nuestra labor trasmitirlo a la nueva gente que va entrando, aquí se

trabaja con esta visión y eso facilita el trabajo entre nosotras y las usuarias, los

cimientos fueron la sensibilidad, la atención multidisciplinaria, la perspectiva de

79
género, la equidad, y te permite descargarte de tantos prejuicios, y el trabajo se te

hace menos pesado”. Melba comentó: “Son muchas cosas que siguen siendo

significativas, el trabajo colaborativo, el ser incluyente en las opiniones, partir de no

saber, la sensibilización de ponerse en el lugar del otro, la curiosidad. Es algo que

aprendí e intento seguir, fue desde ese momento que se cimentó. En todas las

administraciones, aunque ha entrado gente nueva con ideas nuevas, hemos logrado

mantener el equipo unido”. Fabiola enfatiza la importancia del trabajo en equipo y la

inclusión de ideas nuevas: “Está muy recalcado esto del trabajo en equipo, delegar

responsabilidades en la gente y confiar en el trabajo de las otras, porque no se puede

ver desde una sola disciplina, cuando hay ideas nuevas bienvenidas siempre y cuando

velen por el trabajo y los intereses de nosotras y de las usuarias, nuestra seguridad y

compromiso. Nos ha servido consultarnos los casos, cuando les pregunto qué opinan de

esto, por dónde le entrarían, de ahí salen nuevas ideas”.

Rescatar estas experiencias con los equipos de trabajo nos lleva a la reflexión

acerca de la importancia de dar voz a las diversas disciplinas, ya que cada una de ellas

contribuye desde una perspectiva distinta a enriquecer, ampliar la visión de los

fenómenos. El objetivo es abrir posibilidades, más que llegar a la explicación o

comprensión última de los mismos. De igual manera, sobre cómo el trabajo

colaborativo contribuye a la transformación personal, que se ve reflejada en el interés

genuino por el otro y que se convierte en una invitación constante a construir

relaciones más equitativas.

Procesos colaborativos en la práctica cotidiana


Aunque el trabajo de Paco y Dora como supervisores no implicó un contacto

directo con la comunidad, consideramos útil incluir algunas experiencias de las

personas solicitantes del servicio en el CIAVI durante este periodo. Los equipos de

trabajo han recolectado continuamente esta información con el objetivo de dar

seguimiento a sus intervenciones y como una forma de retroalimentación.

A raíz de su participación, un joven comenta: “Fue excelente cómo empezamos

hablando y expresando cada uno, lo que es y lo que siente, te relajas, te conoces e

identificas quién eres realmente y qué eres capaz de hacer, se siente agradable

compartir opiniones y razones”.

Otra persona añade: “Aprendo mucho de los comentarios de mis compañeras y

de las psicólogas. Me enriquezco de comentarios múltiples, y es importante ver las

distintas maneras de pensar y, sobre todo, respetarlas”; otra más: “Poder reflexionar

sobre las cosas que nos toca vivir y compartirlas con las demás, me da gusto darme

cuenta del avance que tenemos en nuestras vidas”.

Creemos que la participación de las personas en las comunidades colaborativas

generadas les permitió acceder a sus propios recursos y a los del resto de los

participantes ampliando sus perspectivas. En este sentido, algunas hablaron así: “Esto

nos deja muchas posibilidades para tomar decisiones”, “siento que me ayudará para

saber determinar aspectos de mi vida futura”, “a veces hay muchos caminos, pero si

escucho a los demás voy a poder decidir mejor”.

81
También comentaron sobre aprender: “Darme cuenta de que la misma situación

que he vivido la han atravesado otras personas buscando diversas soluciones, hace que

me plantee varios desenlaces a mi situación”, “he aprendido a no callarme las cosas

que no me gustan, he podido hablarlas”, “ya hablé con mi pareja y llegamos a un

acuerdo, es la primera vez que sucede”, “comprendo a mi hijo mejor al ponerme en su

lugar”, “al ponerme como si, me di cuenta de lo había hecho, nunca me imagine que

podría sentirse así ella, le pude dar su espacio cuando me puse en su lugar, como si

hubiera sido ella, estoy avergonzado”.

El “efecto colaborativo” transforma las relaciones; es una reacción circular, no

lineal. Tiene como punto de partida nuestra intención de invitar al diálogo a los

equipos de trabajo para que estos últimos, promuevan nuevamente la colaboración en

la interacción con sus clientes.

Reflexiones finales

El papel de facilitadores/supervisores colaborativos requiere de espontaneidad y

naturalidad, es decir, que no obedezca a un método o técnica, sino a una filosofía de

vida y eso es lo que las ideas colaborativas representan para nosotros.

El esfuerzo en la generación de espacios colaborativos es de igual magnitud por

parte del facilitador como de la comunidad. Es un proceso en el que todos estamos

comprometidos y nos encontramos unidos en un intercambio dialógico, explorando


temas o problemáticas acordadas entre nosotros mismos y creando el conocimiento

conjunto.

El trabajo desarrollado en el CIAVI fue exitoso. Por un lado, en lo que hemos

expresado y que esta evidenciado en los registros estadísticos de la institución (CIAVI

2001 – 2004) y que reflejan: la alta demanda de servicios de todas sus áreas; creciente

asistencia a los talleres de derechos legales de las mujeres y derecho familiar; el

incremento en la demanda de solicitudes de instituciones, académicas, públicas,

civiles, privadas para brindar información sobre los servicios del CIAVI; el aumento en

la credibilidad social, ya que la mayoría de los casos llegaban por recomendación de

personas atendidas y por instancias que conocían los servicios prestados; la asistencia

y puntualidad a los talleres y la disposición al diálogo.

La intención de la que se partió, la voluntad política y el acompañamiento por

parte de Kanankil en la conformación del espacio colaborativo, permitió construir

formas de diálogo que generaron transformaciones al interior de la institución. De

igual manera, se presentaron modificaciones externas, reflejadas en las reuniones en

las que participaban los miembros de los equipos en diversos ámbitos. La actitud de

los integrantes de La Casa de la Mujer originó una nueva forma de abordar las

situaciones y de retar los discursos dominantes sobre la violencia y la jerarquía.

En el caso de las personas atendidas, hablar de violencia fue hablar desde su

experiencia, participar en los diferentes espacios de conversación les permitió

83
incorporar otras voces que con información diferente a la que conocían, cuestionaban

los conceptos de género y violencia heredados de generación en generación.


Capítulo 5

Comunidades en retrospectiva: confluencia de lo político, relacional y colaborativo


Dora Ayora Talavera

Este es un proyecto de desarrollo comunitario implementado en la colonia

Renacimiento, ubicada al sur de la ciudad de Mérida. Después de nueve años de

haberlo iniciado, nos dimos a la tarea de buscar a las personas con las que se había

trabajado, así como a los promotores del gobierno y alumnos que intervinieron.

Dividiremos el proceso de trabajo desarrollado durante seis años en tres

momentos, iniciando en 1999 con el primer contacto con la localidad desde un

contexto educativo, con la participación de los estudiantes de una universidad privada,

pasando por nuestra contribución desde el gobierno con el aprovechamiento de

recursos federales y la capacitación a los promotores comunitarios (PC); y, finalmente,

el regreso después de nueve años con las reflexiones actuales acerca de las prácticas

colaborativas y su impacto en la localidad.

85
El interés por conocer lo que ha pasado con los promotores, los alumnos, los

habitantes de la comunidad y nosotros, es lo que guía este proceso de investigación.

Las preguntas con las que empezamos a trabajar fueron la invitación a un nuevo

diálogo, mismo que reconstruye, actualiza y revive las experiencia y los aprendizajes.

La decisión de regresar

Una mañana, a finales de mayo del 2008, recorrimos lentamente las calles de la

colonia recordando y comentando entre nosotras (Rocío y yo) todo lo que había

cambiado, el tipo de viviendas que se podían ver ahora, la amplia gama de comercios

que se han fomentado, el mantenimiento de las áreas verdes, la pavimentación y los

servicios públicos, como agua potable y luz eléctrica, así como el teléfono y el

transporte.

La decisión de regresar a la comunidad tiene su origen en varios motivos:

primero, deseábamos ver si el impacto que este proyecto tuvo en su momento seguía

vigente de alguna manera en las personas y en la colonia; segundo, nos interesaba

mucho saber lo acontecido con los espacios colaborativos ahí desarrollados, cómo se

han movido en el tiempo, y tercero, como creemos que este es uno de los trabajos de

mayor impacto social, volver sería una forma de retroalimentación.

Momento I: De la universidad a la colonia Renacimiento


La colonia Renacimiento está localizada al sur y a las afueras de la ciudad de

Mérida, Yucatán. Es un suburbio surgido en 1995 por asentamientos irregulares de

personas que emigraron de otras partes del país o del interior de nuestro estado. Las

familias llegaban, construían sus propias viviendas con cartón y palos de madera; las

casas eran de una sola habitación utilizada para dormir y guardar sus pertenencias.

Todas las demás actividades, como cocinar en carbón, bañarse y defecar se realizaban

en el exterior.

Durante el año 1999, Rocío impartía clases en una universidad privada y tenía a

su cargo la de Intervención Comunitaria. Como parte de los objetivos del curso,

necesitaba identificar una localidad con la que no se hubiera trabajado anteriormente

y careciera de los servicios mínimos. Así fue elegida Renacimiento, la cual, en ese

momento, contaba con una población de aproximadamente setecientos individuos

(cerca del 80% de ellos percibían un salario menor a $500.00 semanales; únicamente el

50% de los jóvenes estudiaba y había un porcentaje de más del 10% de analfabetas).

Los estudiantes, antes de llegar a Renacimiento reflexionaron en clase sobre

aspectos teóricos relacionados con el trabajo comunitario. Durante este tiempo se

organizaron en pequeños grupos, y eligieron como áreas relevantes de atención:

adolescencia, sexualidad, higiene y familia; desarrollaron un plan de intervención

acorde a los temas que, desde la teoría, resultaron importantes.

Al considerarse listos, se tuvo el primer encuentro con la comunidad. La actividad

inicial fue recorrerla buscando personas interesadas en los talleres preparados de

87
antemano, a la par de campañas de difusión. Al final de varias jornadas, después de

muchas horas caminando bajo el sol, Rocío y sus estudiantes decidieron hacer un alto y

sentarse a conversar sobre lo que estaba pasando. Estos últimos señalaron que nunca

imaginaron a gente viviendo en el lugar y en esas condiciones; al realizar sus planes en

clase, pensaron trabajar en una cancha o al menos en un sitio con pasto, pero lo único

encontrado fue la calle y piedras para sentarse, sin nada que los protegiera de las

inclemencias del tiempo.

Rocío preguntó: ¿De qué manera creen que las ideas conversadas en clase

funcionarían aquí? Para los jóvenes no fue fácil responder a esta pregunta; era muy

difícil entender la ausencia de adolescentes, ya que por el bajísimo nivel económico,

los niños prácticamente terminan de ser niños y se ponen a trabajar o ya son padres de

familia. ¿Cómo enseñar a lavarse los dientes, a bañarse y tener una buena higiene de

su cuerpo, sin agua?, ¿cómo saber que los temas de familia y sexualidad ni siquiera

eran de su interés? Estas reflexiones los llevaron a plantearse si lo planificado en el

aula tenía que ver más con ellos mismos, con su percepción de la realidad, con las

ideas aprendidas sobre las teorías de la psicología comunitaria, y por esa razón, ahora

no tenían clientes.

Hablaron sobre cómo un programa desarrollado desde esta metodología

moderna, con sus formas particulares de intervenir en la comunidad reflejaba la

ideología centrada en el profesional como experto, el profesional benefactor que

brinda sus conocimientos para otorgarle a la localidad una vida mejor. Al final, varios
estudiantes reconocieron su equivocación al elaborar un proyecto completamente

desvinculado del entorno, y que ahora tendrían que rehacer.

Después de este primer encuentro, Rocío les pidió una nueva mirada. Los

invitaba a caminar otra vez por la colonia y tratar de conocerla desde otra perspectiva,

averiguar con los habitantes si habría algo que, como estudiantes, pudieran hacer, algo

que contribuyera al desarrollo de la misma.

En las siguientes visitas a Renacimiento anduvieron, platicaron, conocieron a la

gente, escucharon y mostraron respeto por las personas preguntando de qué manera

podían ser útiles. “Nos dimos cuenta de que ellas eran finalmente las expertas en su

situación, en lo que necesitaban y en lo que era mejor para ellas. Esto sólo logramos

entenderlo hasta que dejamos de pensar que nosotros, los de la universidad, sabíamos

lo que la comunidad necesitaba. Fue entonces cuando pudimos empezar a definir, a

partir de la experiencia de la comunidad, los proyectos que se iban a desarrollar”.

Se definieron y desarrollaron proyectos relacionados con: alfabetización para

mujeres, apoyo a las actividades escolares de los niños, uso del tiempo libre, trabajo

con hombres en los temas de violencia y alcoholismo y la importancia de crear un

comedor comunitario. Con esta experiencia, los universitarios reconocieron que

equivocarse no es fracasar, sirve como ensayo para desarrollar un nuevo plan de

acción más adecuado a las necesidades de la localidad.

89
Estos proyectos funcionaron en la colonia Renacimiento durante tres años (1999-

2001) como parte de la práctica académica de los alumnos. En algunas etapas

estuvieron ahí hasta cien alumnos de Psicología y Comunicación al mismo tiempo. Se

alfabetizaron aproximadamente a treinta mujeres; ochenta niños se capacitaron en el

uso de su tiempo libre y en la atención a sus actividades escolares; cerca de cincuenta

adultos reflexionaron el tema de la violencia familiar y el alcoholismo, y también se

crearon un primer comedor comunitario y una ludoteca.

Momento II: De la estructura jerárquica al trabajo colaborativo

A partir de estas actividades y de su impacto en los estudiantes, Rocío fue

invitada a colaborar con el gobierno municipal de Mérida como directora de Desarrollo

Social (2001– 2004). La dirección coordinaba, entre otras tareas, la distribución de los

recursos otorgados por la federación para atender a familias en pobreza extrema.

La elección de dicha localidad debe de ser justificada frente a las otras

direcciones del gobierno municipal, así como ante las instancias estatales y federales

correspondientes. El trabajo previo efectuado con los estudiantes permitió tener el

conocimiento suficiente de la colonia Renacimiento para poder demostrar la

pertinencia de utilizar parte de los recursos económicos asignados en ella.

Siguiendo la estructura jerárquica de gobierno, una vez justificada la inversión,

las decisiones sobre la distribución de los recursos recaen en los directores de las
diversas áreas. Estas decisiones se fundamentan en dos criterios esencialmente:

atender las necesidades de la población y los requerimientos políticos del gobierno.

Nos centraremos en lo acontecido al interior de la Dirección de Desarrollo Social

(DDS) y en cómo la construcción de una comunidad de trabajo colaborativo generó

cambios desde las subdirecciones y sus departamentos hasta los promotores

comunitarios, quienes atienden directamente a la población. Dejaremos de lado lo

ocurrido entre las direcciones, en los niveles más altos del gobierno municipal y otras

instancias de gobierno, pues son historia aparte.

El proceso de construcción de una comunidad de trabajo colaborativo en la DDS

requirió de una gran labor. Implicó operar con todos los subdirectores y jefes de

departamento, invitándolos a participar en la toma de decisiones, invitación

completamente inusual para una dirección de gobierno que funciona tradicionalmente

desde una cadena de mando perfectamente establecida, en la cual, quien resuelve, es

el director.

Después de muchos meses, surgió la necesidad de llevar esta forma de trabajo a

niveles más bajos de la estructura; se idean estrategias para fomentar en los

promotores, una interacción más colaborativa con la población.

Los promotores son intermediarios entre la comunidad y el gobierno, fomentan

los programas que éste marca. Su forma de trabajo tradicional ha sido muy

91
institucional y lineal, en el sentido de informar a la gente lo que el municipio va a hacer

en la colonia.

La urgencia de actualizar a los PC, permitió mi participación (Dora) como

facilitadora del taller: “Comunidades Colaborativas”. El objetivo era construir dichas

comunidades con la población. Se conformaron siete grupos de 30 PC cada uno; cada

equipo recibió aproximadamente 30 horas de capacitación, a lo largo de un año.

El mayor reto de los promotores era su situación entre el gobierno y la

población. Por muchos años les había sido muy complejo funcionar como traductores

de dos códigos contradictorios. El del gobierno, por un lado asistencialista y, por otro,

quejumbroso por la poca participación de la población, y el de la comunidad, resignado

y pasivo, a la espera de las dádivas gubernamentales que condiciona su participación a

cambio de recibir algo.

La propuesta del taller consistió en transformar la manera de percibir a la

localidad; pasar de aquella visión conceptualizada como dependiente, necesitada y

requerida eternamente de asistencia gubernamental, a la experta en sí misma, que

sabe lo que necesita, que posee recursos para organizarse y participar activamente en

su desarrollo. Partimos de la idea de que, como promotores, ignoramos muchas cosas

de la localidad y requerimos detener nuestros supuestos acerca que de lo que

necesita. Sobre todo, la importancia de aprender a establecer relaciones mucho más

participativas y menos lineales con la población.


Ante este panorama generado a través de las comunidades colaborativas, los PC

empiezan a ver a las personas de manera diferente, e incluso pueden percibirse a sí

mismos como expertos traductores, pues poseen tanto el lenguaje institucional para

comunicarse con el gobierno, como el coloquial para hacerlo con la población. Con

estas estrategias, empiezan a trabajar con la gente, preguntándoles sus necesidades y

de qué manera el gobierno puede ayudar a subsanarlas. Ponen como clave

fundamental el diálogo entre las múltiples voces: las de los niños, de las mujeres, de

los hombres, de las personas que trabajan, de las desempleadas, etcétera.

Los PC pasan de ser los encargados de fomentar y desarrollar los programas

gubernamentales, a ser auxiliares de la comunidad en la gestión para obtener recursos

directamente de la municipalidad; traducen las necesidades populares a términos con

sentido en el lenguaje oficial de los presupuestos, justificando las inversiones.

Durante el periodo 2001 – 2004, la población, a través de reuniones

comunitarias apoyadas por los PC en los procesos administrativos, requiere y obtiene

directamente del gobierno servicios de pavimentación, luz eléctrica, agua potable,

construcción de un centro comunitario y pies de casa. Hoy por hoy, además han

solicitado y conseguido la construcción de una escuela primaria, un parque y la

habilitación del transporte y teléfonos públicos.

93
Momento III: Del diálogo al diálogo sobre los diálogos

Nueve años después, conversamos con promotores, alumnos y mujeres de la

colonia acerca de sus experiencias y el impacto que este trabajo tuvo; sobre nuestro

interés por saber si seguía vigente en las personas y en la comunidad y de lo ocurrido

con los espacios colaborativos ahí desarrollados.

Las mujeres mencionaron la importancia de la relación establecida con los

universitarios: “cómo convivíamos todos, grandes y chicos”. En cuanto a la

alfabetización, una de ellas decía que a partir de cursar la primaria con el apoyo de los

estudiantes, la terminó y luego continuó con la secundaria, eso le implicó grandes

ventajas, ya que: “Antes buscaba trabajo y no lo encontraba porque no tenía los

estudios mínimos, pero ahora es mucho más fácil porque ya tengo los papeles que me

permiten demostrar que tengo esos estudios”.

También hablaron sobre cambios a nivel personal en la relación con sus hijos,

dijeron que “aprendieron a comportarse más civilizados”, es decir, que “dejaron de ser

niños que estuvieran peleando en la calle”. Para ellas eso fue muy importante.

En lo tocante a las experiencias con el gobierno, refirieron cómo empezaron a

organizarse de distinta manera con los PC. El tema era cómo cambiar, cómo trabajar

entre todos, cómo tomar decisiones juntos sobre lo que querían solicitar. Por ejemplo,

talleres de cocina, urdido de hamacas, cómo manufacturar fieltro, foami y diferentes

tipos de papel. Los aprovecharon para elaborar artículos y venderlos, permitiéndoles


tener poco a poco mejores ingresos. Otra de ellas comentó que: “Esta forma de

trabajo con los PC me ayudó mucho, pues pude solicitar un préstamo al gobierno y

empezar un changarrito, una tienda que me ha permitido salir adelante sola, ya que

ahora puedo tener algo para mantener a mis hijos y seguir vendiendo”.

Uno de los estudiantes (quien en la actualidad es director de una escuela de

Psicología en el estado de Yucatán), comenta que su recuerdo y aprendizaje más

significativos fue escuchar a la gente: “Comúnmente, como profesional trabajas con

las personas planeando todo de antemano ya que crees que sabes lo que va a servir,

pero cuando llegas a la comunidad, te das cuenta de que no es así, aprendes que lo

más importante es estar en contacto con las personas, preguntarles y hablar con ellas,

planear a partir de sus experiencias. Es fundamental estar con ellos porque te das

cuenta que sus ideas están ahí; el reto es cómo rescatarlas para trabajar con ellas”.

Un promotor refiere lo que es relevante para él después de tantos años de haber

participado en el curso de Comunidades Colaborativas: “Es la idea del aprendizaje

múltiple que se puede aplicar en las comunidades. Ahora en mi trabajo como

promotor, se elaboran los programas y las estrategias a partir de lo que obtengo de la

comunidad, ahora planifico con lo que la gente dice que quiere y no con lo que yo creo

como PC”.

Regresar a la colonia Renacimiento, platicar con las mujeres, los estudiantes y

promotores nos lleva a una serie de reflexiones, las cuales, compartidas con Francisco

se transforman en nuevas ideas, difíciles de advertir antes. Al dialogar los tres juntos,

95
éstas cobran un sentido novedoso; logramos reconstruir este trabajo y mirarlo como

un proyecto cuyo impacto se refleja, desde nuestro punto de vista, en tres ámbitos

distintos: el primero es el social comunitario, producto del uso de los recursos

gubernamentales para esta localidad, permitiendo la construcción de calles,

alumbrado público, casas de piedra y agua potable, entre otros, además del cambio en

las ideas de los promotores hacia una práctica más colaborativa; el segundo se denota

en términos de la preparación académica oficial obtenida por las personas de la

colonia y el acceso a créditos para emprender nuevos proyectos de trabajo; y el

tercero fue a nivel personal y familiar: las transformaciones en la vida de muchas

mujeres que las llevaron a tomar decisiones, en algunos casos relacionadas con su

pareja, independizándose de ella y abriendo negocios para sacar adelante a sus

familias.

A continuación, compartiremos algunas preguntas surgidas de las reflexiones

actuales sobre nuestro trabajo.

Después de entrevistarnos con estas personas quedamos conmovidos, tocados

por sus respuestas. Una de las primeras interrogantes fue: ¿Qué se necesita para que

un proyecto de esta magnitud suceda? Hablamos de la confluencia de lo político, lo

relacional y lo colaborativo, tres elementos muy importantes, pues permitieron

construir un contexto para estos cambios. Si uno de ellos no se hubiera dado o hubiera

sido diferente, lo acontecido no fuera igual.


Planteamos otras preguntas: ¿qué tipo de escenario político favorece el

desarrollo de un proyecto como éste? Recordamos cómo Rocío llega a la DDS. Es

convocada por ser quien es, por su experiencia y su trayectoria profesional. Esto marca

un ambiente distinto a la manera como usualmente se hace; generalmente se invita a

trabajar a una persona a partir de compromisos o amiguismos. Entonces, hay un

escenario político diferente cuando un director es elegido considerando su interés y

conocimientos de las necesidades de la población.

Otra más que tiene que ver con, ¿qué tipo de relaciones pueden generar la

voluntad política que gestione los recursos? A partir de nuestras invitaciones

queremos construir redes de relaciones, como rizomas que se extienden y unen

personas.

Si miramos el trabajo efectuado desde esta metáfora, podemos ver cómo se

generaron una serie de espacios con la participación de varias instancias del gobierno

(federal, estatal y municipal), también de la comunidad, la institución académica y

nosotros. Cada ámbito se transformó en la oportunidad para colaborar con más y más

personas cada vez, hasta constituir una enorme red de rizomas trabajando por el bien

común, tal como lo describe Christopher Kinman en su libro Territories of the alive. El

tipo de relación que se establece es lo que construye el contexto para que se genere el

cambio; cambio que al final de cuentas tiene un impacto social muy relevante.

Iniciar este proyecto desde la relación de Rocío con los estudiantes y la forma de

unirse a la población fue transformando la manera como ellos trabajaron en la colonia

97
a partir de cambiar sus ideas acerca de “cómo la gente debe vivir y lo que necesita”, y

empezar a mostrar interés genuino por los habitantes. Sigue desde el gobierno,

promoviendo la constitución de una estructura institucional menos jerárquica y más

circular, en la cual, directores, jefes de departamento y promotores pueden mirarse e

interactuar con una actitud diferente; desde una posición vertical, empiezan a

mudarse a una más horizontal. Finalmente termina por esparcirse en la comunidad,

facilitando una participación más autogestiva de la población ante el gobierno,

vislumbrado más cercano, y al verse ella misma como promotora de sus propios

recursos y posibilidades.

Un elemento fundamental en la construcción de espacios colaborativos es la

manera de invitar a los demás participantes a conformarlos. En nuestra práctica, la

palabra Invitación, tiene otras implícitas: Colaboración, es decir, construir lazos entre

personas; Relaciones, partiendo de posturas más equitativas; Expertés, todos

conocemos nuestras experiencias y áreas de trabajo, nos apoyamos como socios del

diálogo.

Otro cuestionamiento: ¿Cuáles son las aportaciones del trabajo colaborativo en

la construcción de espacios públicos para el diálogo? Abrir ámbitos de colaboración

comunitaria a la larga necesita de la construcción de escenarios políticos que brinden

recursos para el desarrollo de infraestructura y oportunidades de crecimiento en la

población. Para nosotros, los entornos colaborativos favorecen la participación de las

personas en la toma de decisiones de gran trascendencia, que apoyadas en la voluntad

política pueden generar transformaciones importantes.


Rememoramos la labor realizada por el grupo de “Just Therapy”, que pugna por

proyectos colaborativos con posibilidades de generar políticas públicas, y destaca la

responsabilidad de nosotros como terapeutas al abandonar las cómodas oficinas

privadas y comprometernos en espacios públicos, con todas las repercusiones que

esto tiene, que son muchas.

Para concluir, enfatizamos: no tenemos un método exacto para aplicar. Tiene

que ver con un conjunto de ideas de las que nos hemos apropiado muy

particularmente; representa una serie de elecciones y preferencias estrechamente

unidas a la forma como decidimos relacionarnos con las personas y transcurrir la vida.

99
Capítulo 6

De una historia de resentimiento a una historia de reconciliación: trabajando con


terapeutas que vivieron un desastre natural
Francisco Vadillo Atoche

El trabajo con personas que han vivido una situación de desastre se puede

transformar de una labor meramente asistencial a una generadora de procesos

dialógicos que deriven en historias de colaboración y resulten edificantes. En el

presente capítulo vamos a describir un proceso de este tipo, partiendo de la

experiencia que como docentes tuvimos con un grupo de terapeutas familiares en el

estado de Tabasco, quienes vivieron, del 29 de octubre al 27 de noviembre 2007, una

de las peores inundaciones registradas en esa entidad, la cual resultó el segundo

desastre natural más costoso en la historia de México.

Después de cinco años de haber concluido la maestría, este grupo se reunió. El

contexto fue una asignatura relacionada con la filosofía de los modelos sistémicos y
posmodernos, lo cual resultó idóneo para crear un espacio donde las conversaciones

generaron una serie de reflexiones que los llevó a reconocer el resentimiento y el

dolor que sentían hacia su entorno por la catástrofe causada, posteriormente a

construir una ceremonia para regresar a sus orígenes, y finalmente a pedir perdón a la

naturaleza y reconciliarse con ella.

Las inundaciones en Tabasco y Chiapas en 2007

La abundancia de agua es tal en Tabasco que usualmente una tercera parte de su

territorio está cubierto por ella. Allí se cuenta con uno de los más altos niveles de

precipitación media anual y también el mayor escurrimiento natural.

El 29 de octubre de 2007, por decisión de la Comisión Federal de Electricidad

(CFE) y los gobernadores de Chiapas y Tabasco fue abierta la presa Peñitas, ubicada en

la entidad primeramente mencionada, ya que se encontraba al tope de su capacidad.

Sabían que ocurriría una inundación, pero no calcularon su dimensión. Los días 30 y 31

de octubre, los tabasqueños intentaron combatir los efectos de esta acción, pero todo

fue insuficiente, ya que el día 1 de noviembre, la Zona Luz y Las Gaviotas, dos colonias

marginadas a las afueras de la capital del estado, se encontraban completamente

avasalladas y en pocas horas la misma ciudad de Villahermosa, dejando a más de un

millón de damnificados. El agua no bajó su nivel significativamente hasta el 27 de

noviembre, y en algunos lugares se estancó hasta por un año.

101
Varios expertos (insooaxaca.com 2007, jornada.unam.mx, 2007) coinciden en

que el desastre fue causado por políticas inadecuadas de desarrollo urbano en la

ciudad de Villahermosa y en el estado de Tabasco, en general, generadoras de una

gran deforestación, haciendo que la absorción de agua disminuyera, provocando la

saturación de las presas. Esta situación había sido prevista en el año 2000 por varios

analistas ambientales y no fue tomada en cuenta.

Nuestro encuentro con Tabasco un año después de la inundación

En noviembre de 2008 fuimos invitados Rocío y yo (Paco) a participar en un curso

de actualización para terapeutas familiares organizado por la Universidad del Mayab

en el campus localizado en el estado de Tabasco. Dicha universidad implementó el

programa de maestría en Terapia Familiar y de Pareja en Villahermosa, formando una

única generación.

Cuando iniciamos la asignatura, la mayoría de los participantes no se habían

visto en los últimos cinco años después de haber concluido la maestría, y coincidieron

en el curso, que era un medio para poder titularse.

La primera parte del curso estuvo a mi cargo. Por cuestiones climatológicas, el

avión en el que volaba hacia Villahermosa tuvo un retraso, lo cual provocó que llegara

con una demora de tres horas.


Durante el tiempo de espera, los veinticinco terapeutas reunidos aprovecharon

el tiempo para tener una conversación muy intensa y emotiva respecto a la inundación

sufrida. Al llegar al aula, inmediatamente percibí que había algo muy fuerte

sucediendo entre ellos. Las historias de dolor, de miedo y de enojo iban y venían de un

lado a otro con manifestaciones de entendimiento mutuo. Pregunté si querían tomar

como punto de partida para nuestra clase su experiencia en la inundación, y ellos

aceptaron.

El trabajo educativo entendido desde la construcción social se fundamenta en la

idea del intercambio social, a través del cual resulta muy relevante la inclusión de

elementos cotidianos y de la vida inmediata de los participantes, así como sus

conocimientos y experiencias específicos. Esto puede provocar que un encuentro se

transforme en una experiencia mucho más grande y significativa de la prevista.

Partiendo de esta idea, invertí un tiempo para revisar la primera parte del

material, el cual sirvió para analizar lo vivido el año anterior. De esta manera

hablamos de Michael Foucault, Jackes Derrida, Ludwig Wittgenstein, Heidegger,

etcétera. Cada autor aportó elementos para examinar la experiencia de la inundación

desde perspectivas anteriormente no consideradas, ya que sus primeras descripciones

sobre lo ocurrido contenían mucho dolor, miedo y enojo. Varios de los terapeutas

habían sufrido en primera persona los efectos de la catástrofe, tanto en sus viviendas

como en sus trabajos. El miedo y el dolor crearon una sensación de enojo hacia el

agua, hacia las lluvias, hacia la ubicación geográfica de su ciudad y de su estado, como

si todos estos elementos fueran los responsables de la tragedia.

103
El diálogo generado por la inclusión de las voces de los autores permitió ampliar

el discurso y relacionarlo con ideas de poder, control social, construcción social,

multiplicidad, hermenéutica y dudas sobre la verdad única, entre otras; construyendo

un espacio para que sus historias se fueran ampliando, para que los significados se

fueran enriqueciendo y empezaran a surgir relatos nuevos relacionados con las

políticas públicas respecto al medio ambiente, en particular con el estado de Tabasco

y, en general, con todo el país.

Las narraciones empezaron a resignificarse. El resentimiento hacia el clima

disminuyó y fue sustituido por una sensación de reconciliación: “Probablemente estos

factores habían sido inocentes y el problema se encontraba en otro lugar”.

El tiempo invertido en escuchar, compartir las ideas de los autores y conversar

sobre cómo ver el desastre desde otras perspectivas, agotó el tiempo de la clase. Se

tomó la decisión de continuar el siguiente fin de semana, el cual iba a estar a cargo de

Rocío.

A mi regreso a Mérida tuve una reunión con ella para platicar sobre lo

acontecido, compartirle mis impresiones y poder contextualizarla sobre el manejo del

curso. Nuestra conversación incluyó parte de las historias narradas, el resentimiento

hacia el agua por los daños ocasionados, el papel de la teoría en la reflexión sobre el

desastre, mis impresiones sobre la carga emotiva del tema, la sorpresa que viví al

conocer de primera mano los detalles de la inundación, el reto que significó cómo
incluir las historias de vida y atender los objetivos académicos que teníamos

pendientes, y el diálogo exitoso que habíamos empezado a construir para poder

conjuntar las dos agendas.

A la semana siguiente, Rocío comenzó con una pregunta: ¿Cuál es la agenda del

grupo y qué expectativas tienen de nuestro trabajo juntos? De aquí surgió la necesidad

de retomar lo hecho conmigo e incluir el tema establecido para esa sesión. La agenda

quedó conformada por dos objetivos: primero, retomar sus experiencias partiendo de

las pérdidas de muchos de los participantes (familia, casa, trabajo, e incluso algunos

tenían parientes que habían abandonado el estado, unos antes de la terrible

inundación y otros tantos, después. Sus redes de apoyo se habían destruido. Existía el

sentimiento de traición hacia los que se habían ido y abandonado el hogar y a los seres

queridos) y, segundo, incluir la revisión teórica sobre las aplicaciones de la terapia

sistémica en la labor con grupos y comunidades, principalmente las propuestas del

grupo de Just Therapy.

Hablar sobre trabajo comunitario desde esta perspectiva nos permitió incluir

temas que promueven la apertura cultural, el valor de la comunidad, el contexto

social, las inequidades de género, raza, condición social y la relación que tienen con los

conceptos de bienestar y salud; también visualizar el papel de los terapeutas como

termómetros del dolor y de las meta-narrativas en que estamos insertos, tanto los

clientes, como la comunidad y los propios terapeutas.

105
Reflexionaron en equipo sobre diversos temas elegidos, relacionados con

pobreza, marginación, políticas públicas, el papel de los profesionales en la

comunidad, entre otros. Esta actividad permitió que surgieran relatos de dolor e

impotencia y la necesidad de continuar expandiendo las historias y de encontrar entre

ellos nuevas descripciones para darle coherencia a lo vivido.

Al continuar el diálogo, resurgen las historias, y nuestras reflexiones permitieron

que evolucionaran y tomaran nuevos significados. Empezaron a relatar desde otro

lugar las dificultades pasadas, añadiendo las experiencias positivas surgidas.

Recordaron la manera en que nuevas comunidades nacieron, de su papel en éstas y de

su desarrollo como profesionistas; de la satisfacción ante su labor durante y después

de la inundación, de los recursos que pudieron ver de ellos mismos y de su comunidad;

de cómo lograron resurgir las redes de apoyo desaparecidas y cómo en algunos

empezó a emerger el orgullo de haberse quedado y luchado como la mayoría de los

tabasqueños.

Ahora había una clara conciencia de la transformación del discurso sobre el

desastre, al grado de que al terminar el curso, los terapeutas se encontraron frente al

hecho de que eran ellos, como parte del pueblo de Tabasco, como mexicanos, quienes

debían de pedirle perdón al agua, teniendo en cuenta el hecho de que es un recurso

natural no renovable, que les da identidad, específicamente como tabasqueños, ya

que su estado es un lugar de agua, motivo por el cual es uno de los más fecundos de la

república mexicana. Una participante comentó: “Somos nosotros, los ciudadanos

inconscientes de los efectos de las decisiones que tomamos en torno a las políticas
públicas en general, y en nuestra vida cotidiana, respecto a los temas medio

ambientales, al tema del desarrollo urbano irresponsable, al tema de la pobreza y su

relación con asentamientos irregulares”.

Cuando el tiempo estaba por acabarse, Rocío interrogó: ¿qué harán con todo lo

expresado durante estas horas de conversación y reflexión?, ¿cómo les gustaría

terminar esta sesión?, ¿quieren hacer algo más ese fin de semana?

Para unos, había sido demasiado remover el pasado, aunque les fue útil hablarlo

y escuchar de otra manera lo sucedido; para otros, el tiempo quedó corto y para otros

más, poder mirar atrás y verse como se miraban en ese momento, era suficiente.

Agradecieron el espacio y la posibilidad de reencontrarse de esa manera. Se

abrazaron y aplaudieron. Rocío pensó que había terminado esa jornada llena de

emociones y sentimientos encontrados, sin embargo, antes de despedirse una alumna

pidió unos minutos y preguntó si podía reconstruir un ritual de pertenencia que los

antepasados hacían frente a una situación como la transcurrida. Ella guió esta última

parte del fin de semana. Invitó a toda la clase al centro de la habitación, conformando

un círculo, y recreó un ritual de perdón y de regreso a su origen: el agua. Motivó a

hablar de lo que para cada integrante significaba hoy por hoy el agua.

Finalizaron al unísono recitando un poema del tabasqueño Carlos Pellicer,

denominado coloquialmente el “Poeta del agua”. Se retiraron con un semblante de

107
tranquilidad. Transformaron el dolor en esperanza, y el resentimiento en

reconciliación con el agua.

¿Qué creemos que pasó?

Nos resulta útil partir de la perspectiva colaborativa de Harlene Anderson, la

dialógica de John Shotter y la usada por el grupo neozelandés de Just Therapy, para

dar sentido a lo acontecido con este grupo de tabasqueños.

Desde la perspectiva de Anderson (1999) sobre comunidades de aprendizaje, el

marco de referencia que ofrece el construccionismo social se sostiene en la interacción

y relaciones sociales. El conocimiento se convierte, desde aquí, en un intercambio

dialógico de experiencias, en el cual, la labor del educador consiste en proponer un

tema específico, decidido según los requerimientos curriculares que enmarcan tal

actividad educativa y después crear un espacio de confianza y respeto para un diálogo

reflexivo que permita el intercambio social y la construcción de terrenos discursivos

comunes. Se ha dicho que un contenido educativo adecuado, lo es en cuanto resulta

ser coherente y congruente con las expectativas e idiosincrasia de los participantes.

Esto se logra cuando, a través del diálogo, la pericia de los estudiantes tiene lugar y

transforma el mismo proceso.

La labor educativa, en general, pero quizá con mayor relevancia en el contexto

de la formación de profesionales de la salud mental, no debe de escapar de esta

descripción. El trabajo efectuado con estos terapeutas nos hizo estar muy conscientes
de esto. Hablar de filosofía posmoderna en un curso de actualización debía de apuntar

a un intercambio de experiencias y significados construidos entre todos, una postura

crítica respecto a nuestra función como profesionales, tarea que podría haberse vuelto

muy abstracta si no hubiésemos dado lugar a las historias de dolor, de miedo, de

incertidumbre, de desconcierto que tenían.

Compartimos las ideas de Shotter (2001) sobre los espacios dialógicos, donde el

lenguaje es generador de realidades y es importante mostrar curiosidad genuina en los

procesos sociales y en el trabajo con redes. Al construir estos espacios, todos los

participantes fuimos parte de una comunidad que se convirtió en un sitio de

acogimiento y de cuidado, compartimos experiencias de vida y sabidurías de forma

horizontal y circular. Cada uno se tornó terapeuta de sí mismo a partir de la escucha de

historias de vida. Y todos fuimos corresponsables en la búsqueda de soluciones e

historias de superación.

Las ideas de sentido de pertenencia, autodeterminación e intercambio sagrado

de significados, mencionadas por Waldegrave (2006) en relación al trabajo de grupo de

Just Therapy, nos ayudan a comprender lo que ocurrió en Tabasco. Para nosotros la

idea de sentido de pertenencia está ligada íntimamente a la participación de las

personas en los procesos culturales de su contexto, y aunque este sentido no es

estático, contribuye a entender las historias de significados que permanecen

consistentes a lo largo del tiempo en cada grupo cultural.

109
En el caso de los terapeutas de Tabasco, su sentido de pertenencia a este

gremio, como un grupo que aprecia y valora el diálogo, les permitió tener un nivel de

comunicación que describieron como “inusualmente profundo”. Los significados que

emergían de este intercambio eran muy relevantes y críticos, les permitían ir

ampliando sus entendimientos al respecto, permitiéndoles moverse del resentimiento

a la reconciliación.

En Tabasco, como parte de un país que pertenece al grupo de las economías

emergentes, el sentido de autodeterminación suele ser muy pobre, pues existen

condiciones de marginación social y racial, de gobiernos oportunistas y corruptos, de

políticas de relaciones internacionales sumisas a los países de primer mundo, que

crean historias en el ciudadano común de frustración constante y pregonan que

únicamente un determinado tipo de gobierno puede solucionar los problemas.

Siguiendo lo dicho por Waldegrave (2006) un mayor entendimiento de los temas

macro narrativos como el género, la raza, la pobreza, etc. permite desarrollar una idea

más clara respecto al impacto de nuestra participación en el desarrollo de políticas

públicas.

Para nosotros, este sentido de autodeterminación de los terapeutas se

transformó al incluir en su discurso la importancia de tomar conciencia respecto a su

responsabilidad como ciudadanos sobre los efectos de las decisiones de gobierno en

torno a temas medio ambientales, desarrollo urbano, pobreza y los asentamientos

irregulares, en un país donde raramente se toman en cuenta estos factores a la hora

de establecer políticas públicas.


Para Braunstein (1994), los terapeutas familiares con un alto sentido de

autodeterminación pueden contribuir a construir una sociedad con mayor

autodeterminación. Acciones como éstas requieren de un cambio fundamental en la

actitud y sentido de responsabilidad en las ciencias sociales y de la salud. El éxito en

este sentido podría ayudar a deshacernos de las justas acusaciones respecto a que los

profesionales y los creadores de políticas públicas tendemos a acallar de manera

inconsciente (e irresponsable) las voces de las personas marginadas al ayudarlos a ser

felices y conformarse en su situación de vulnerabilidad y pobreza, más que

inconformarse y dirigir su atención al cambio de dichas circunstancias, éste es el

encargo que las sociedades modernas les imponen a los profesionales de la salud

mental.

Por último, el trabajo terapéutico puede ser visto como un intercambio sagrado

de significados cuando se le da lugar a las experiencias, las historias de los clientes y a

las circunstancias socioculturales que les dieron contexto, de manera que se vuelvan

“estrellas que den luz” (Waldegrave, 2006). En este sentido, fue muy importante, en

nuestro papel de docentes y terapeutas, ampliar la agenda de trabajo, no sólo para

atender los objetivos académicos del curso, sino también para ofrecer alternativas a la

situación local que se estaba viviendo. Creemos que nuestra principal contribución en

este proceso estuvo en la apertura al diálogo, en la generación de un ámbito que

aceptara, incluyera y valorara todas las historias, dando cabida a la transformación del

discurso y, por ende, de los participantes.

111
A manera de conclusión

Retomar la idea inicial del trabajo con personas que han vivido una situación de

desastre situándonos en una postura que genere procesos dialógicos que deriven en

historias de colaboración y resulten edificantes, nos permite visualizarnos como

termómetros del dolor de nuestros clientes y, de esta forma, creemos que tenemos la

responsabilidad y el deber ético de dar espacio a estas experiencias, de recolectarlas y

hacerlas públicas para honrarlos y, si fuera posible, para contribuir en el debate social

con la esperanza de tener un impacto en el desarrollo de las futuras políticas públicas,

en vez de confinar este conocimiento al vacío clínico.

Consideramos que temas como vivienda, pobreza, género o raza deben de

volverse centrales, de manera que las experiencias de nuestros clientes le añadan

realidad y profundidad al discurso popular, ofreciendo una base para una discusión

social inteligente.

Los terapeutas familiares con los que trabajamos vivieron estos acontecimientos

en dos sentidos: por un lado, todos habían experimentado pérdida, dolor, miedo y,

ahora, enojo y frustración, y por otro lado, habían estado colaborando con personas y

familias que habían sufrido lo mismo y buscaban ayuda. Eran al mismo tiempo la fiebre

y el termómetro, para usar la metáfora de Waldegrave (2006). De acuerdo con él,

creemos que es importante ayudar a los profesionales, tales como psicólogos,

trabajadores sociales, consejeros, psiquiatras, enfermeros, etcétera, a tener un rol

crítico a lo establecido como normal. Estos son los grupos expertos más informados en
los niveles colectivos del dolor, la tristeza y el daño en los países modernos. Aquellos

quienes viven profundamente el dolor son, por supuesto, los expertos de primera línea

en estos temas, pero los profesionales son los que lo atestiguan. Son los termómetros,

pueden identificar y debatir el alcance de otros factores que ellos observan

relacionados con el dolor en los grupos sociales de sus clientes.

¿Cómo contribuir en la construcción de una sociedad que funcione a partir de

políticas públicas más vinculadas con las necesidades sociales, en general, y con las

necesidades generadas por situaciones de desastre, en lo particular? Consideramos

lograrlo de acuerdo con Waldegrave, con una participación más activa como

profesionales, por ejemplo, llevando un registro del número de clientes atendidos

provenientes de contextos de pobreza, viviendo en desarrollos urbanos inadecuados, o

que son víctimas de marginación racial o de género. Los terapeutas podemos

organizar, escribir estas historias y publicarlas en medios masivos de comunicación;

hablar ahí de nuestras opiniones respecto de las causas del dolor y el sufrimiento

contenidos en dichas narraciones, e incluso identificar las fallas de las políticas públicas

existentes, proponiendo otras más adecuadas. Resúmenes de esto y de las

experiencias de nuestros colegas en otras organizaciones pueden ser divulgados y

llevados al terreno público, de manera que, eventualmente, podamos trabajar, junto

con los encargados de desarrollar las políticas.

Finalmente, queremos incluir el poema del escritor tabasqueño Carlos Pellicer

que fue la conclusión que los mismos terapeutas escogieron para esta experiencia:

113
El agua es laguna o río
IV
Un espejo se quebró.
Por todos lados miró
la desnudez del estío.
Con el agua a la rodilla
vive Tabasco. Así dama
de abril a octubre la flama
que hace callar toda arcilla.
Si por boca de la selva
largó la verdad su grito,
miente el silencio infinito
del agua que el agua envuelva.
Llueve lejos, por la sierra.
Llueve a tambor y clarín.
Toro del agua, festín
corre por toda la tierra.
Joven terrón cuaternario,
por tu cuerpo de aluvión
sangra el verde corazón
de tu enorme pecho agrario.
Lo que muere y lo que vive
junto al agua vive y muere.
Si en lluvia el cielo así quiere
moje su noche en aljibe.
Más agua que tierra. Aguaje
para prolongar la sed.
La tierra vive a merced
del agua que suba o baje.
Brillan los laguneríos;
en la tarde tropical
actitud de garza real
torna el aire de los ríos.
La noche en lluvia y batracio
retiñe el nocturno verde
Por todos lados miró
la desnudez del estío.
y al otro día se muerde
verde el verde del espacio.
Agua de Tabasco vengo
y agua de Tabasco voy.
De agua hermosa es mi abolengo;
y es por eso que aquí estoy
dichoso con lo que tengo.
Capítulo 7

Cliente, terapeutas y supervisores: una conversación sobre la supervisión


Francisco Vadillo Atoche

“La forma en la que un supervisor supervisa refleja su perspectiva teórica y todas

las creencias y actitudes relacionadas con esa óptica particular”. (Hoffman, 1996).

Partiendo de esta premisa, la finalidad de este capítulo es describir la puesta en

práctica de las ideas colaborativas en la supervisión, en el marco de la Maestría en

Psicoterapia. Lo hemos dividido en tres partes: nuestras aproximaciones iniciales a la

supervisión desde el primer entrenamiento en terapias posmodernas implementado

en Kanankil, la supervisión en la maestría y, por último, nuestras reflexiones sobre lo

efectuado en esta actividad a lo largo de los años.

Tratando de conocer cuál ha sido la experiencia de los participantes en este

proceso, convocamos a una conversación a alumnas y clientes: nos reunimos nosotros

tres como supervisores, las tres terapeutas y sus tres clientes para platicar. Salieron

115
temas como el diálogo, la reflexión y la colaboración que nos permitieron pensar sobre

los dilemas de la supervisión desde la crítica posmoderna y los retos en la construcción

de espacios de acompañamiento basados en el respeto y aceptación.

Construcción de un espacio para la supervisión colaborativa

Nuestras primeras aproximaciones a la supervisión colaborativa se remontan al

trabajo desarrollado por Dora y Rocío durante el año 1998 en el primer Entrenamiento

en Terapias Posmodernas impartido en Kanankil. En dicho entrenamiento combinaron

sesiones de discusión teórica con sesiones de supervisión en vivo, y empezaron a

explorar formas novedosas de relacionarse con los terapeutas en el momento en que

interactuaban con sus clientes.

Construir procesos colaborativos en este campo no fue tarea fácil, dadas las

formaciones tan diversas de los participantes, y esto influía en el concepto de lo que

consideraban “supervisión”. Contábamos con la ventaja de que la mayoría venía con la

disposición de experimentar algo diferente y, en ese sentido, estaban abiertos a

conocer qué tan distinto podría ser.

Requirió, en un principio, compartir nuestras ideas sobre supervisión

contrastándolas con los enfoques tradicionales. Hablamos desde modelos que parten

de una visión jerárquica y directiva, para luego explicar cómo nos moveríamos hacia

aproximaciones más colaborativas. Así encontramos una vía para transcurrir de lo

familiar a lo novedoso.
Pusimos sobre la mesa de diálogo: por un lado, la visión homogeneizadora de los

discursos, es decir, que paciente, analista y supervisor se pongan de acuerdo en la

historia del paciente y en la relación del paciente con el analista; el papel del

supervisor como “enseñante” del terapeuta para incrementar alianzas, establecer

jerarquías y modos de intervención (González y Simo, 1995), también como señalador

de las creencias irracionales de éste último y asignante de tareas (Dryden, 2003). Y por

el otro lado, una aproximación de la supervisión como acompañamiento: donde se

construye en conjunto con cliente y terapeuta, relaciones menos jerárquicas y la

intervención está en la forma de dialogar; no existen reacciones defensivas por parte

de los terapeutas, ya que el supervisor no pone en tela de juicio sus habilidades ni su

experiencia. Además, la supervisión es entendida como un medio para desarrollar las

habilidades personales, a diferencia de los enfoques que consideran que aprender a

hacer terapia es mucho más que perfeccionar un conjunto de habilidades, y para los

que una “buena” terapia es lo que el terapeuta hace y no cómo responde el cliente a

ella. (Dryden, 2003). Nos parecía de suma relevancia enfatizar un panorama que

buscara la diversidad y no el consenso.

Las experiencias de supervisión en estos primeros momentos nos ayudaron a

construir una filosofía de trabajo congruente con lo que creíamos, y permitieron estar

en un espacio conversacional más cómodo. Abandonamos algunas prácticas

acostumbradas dada nuestra formación como terapeutas familiares sistémicos e

incluimos otras novedosas.

117
Las prácticas de las que nos alejamos estaban relacionadas, por un lado, con el

uso de la cámara de Gesell, ya que a estas alturas, al estar familiarizados con el trabajo

colaborativo de Harlene Anderson y Harold Goolishian, y el de Tom Andersen con los

equipos reflexivos, resultaba incómodo establecer una relación con cliente y terapeuta

estando invisibles detrás del espejo. Por lo anterior, las sesiones se realizaron con los

participantes presentes: “todos podíamos ver a todos”. Otra repercusión fue no

requerir teléfono para comunicarnos con los terapeutas, por lo que todo intercambio

siempre fue directo y abierto: “todos escuchaban a todos”. Por otro lado, dejamos la

idea de que los terapeutas debían trabajar dirigidos por un supervisor y favorecimos

que ellos y sus clientes conversaran como lo hacían cuando estaban solos; evitamos las

interrupciones de los supervisores para dar sugerencias, poniéndonos de acuerdo

antes sobre cómo querían que participáramos, y una vez iniciada la sesión, dejábamos

que la conversación fluyera.

En cuanto a las formas novedosas de trabajo incorporadas, se encontraban en un

principio los equipos reflexivos (muy parecidos al trabajo de Tom Andersen), luego

agregamos modos diversos de generar procesos reflexivos (como el ejercicio del “As If”

de Harlene Anderson); poco a poco variamos las maneras de promover reflexión.

Introdujimos el uso de videos y sesiones grabadas, pues algunos clientes estaban

interesados en escuchar las ideas de grupo, pero no querían asistir a la sesión. El

terapeuta grababa la sesión con su cliente, la traía a supervisión y el grupo ofrecía

ideas que el primero llevaba posteriormente a su cliente. También incorporamos

formas de diálogo en las que todo el grupo participaba, es decir, el terapeuta

comenzaba la conversación con su cliente y poco a poco se iban integrando los demás
terapeutas y el supervisor, de manera que al final todos conformaban el diálogo

colaborativo.

Esto cambios contribuyeron para promover un ambiente de confianza y

tranquilidad, ya que los clientes se sentían con la libertad de participar a su modo, y

terapeutas y supervisores participábamos de acuerdo a las expectativas y metas

construidas en conjunto.

El curso se convirtió en un espacio de aprendizaje: cada persona contribuía con

su conocimiento y vivencia a partir de su edad, estilo de vida, experiencia personal y

profesional, así como de su propia agenda de aprendizaje. Esta variedad de voces

ofreció gran riqueza de perspectivas y realidades al grupo. Con esta forma de trabajo

nos mantuvimos durante más de cinco años, aprendiendo en cada sesión nuevas

formas de respeto, inclusión y valoración de cada voz, a ser flexibles y creativos y,

sobre todo, a confiar en el otro y en nuestro propio proceso.

La supervisión en la Maestría en Psicoterapia

La supervisión dentro del contexto de la maestría se ha convertido en un proceso

con una dinámica un tanto diferente al entrenamiento, ya que al formar parte de las

asignaturas se convierte en una fase obligatoria, con una organización distinta, y es

vista como la columna vertebral del programa porque favorece el desarrollo del estilo

personal de cada terapeuta; es el punto de conexión de la teoría y la práctica, por lo

que todas las clases, las lecturas y las reflexiones giran en torno a ella.

119
Inicia a partir del segundo semestre. Todos los terapeutas forman equipos con el

fin de trabajar juntos. A cada estudiante se le asigna uno o varios clientes de acuerdo

al número de horas disponibles y al tiempo que necesite cubrir cada semestre. Ellos

mismos se ponen en contacto con el cliente para organizar el primer encuentro. Una

vez hecha la primera cita, ambos deciden la frecuencia de sus reuniones, quienes

participaran en las sesiones subsiguientes, así como la duración de la terapia.

Comenzado el trabajo, la supervisión se organizará de acuerdo al plan de la

asignatura, es decir, el terapeuta necesitará cubrir entre 45 y 60 horas de supervisión

en clase, y entre 20 y 30 horas fuera de ella, dependiendo del semestre en el que se

encuentre. Para ello se han establecido dos grandes modalidades de supervisión.

La primera modalidad es la llamada supervisión individual, efectuada fuera de

clase. En ella, los supervisores asisten como invitados a una sesión que puede ser en

vivo, con el cliente presente, o una reunión de los terapeutas con el supervisor,

posterior a la sesión de terapia. En ambas, el objetivo es enriquecer el proceso

terapéutico y ofrecer ideas novedosas y útiles a los clientes. Si éste no estuvo presente

en la reunión, será tarea del terapeuta compartir con él lo hablado, en forma de

narración o grabación de audio o video. Estas sesiones de supervisión pueden

repetirse continuamente.

La segunda modalidad es la llamada supervisión grupal; ésta es programada y

calendarizada, se realiza durante las clases e implica que cada terapeuta a lo largo del
semestre invite por lo menos a uno de sus clientes a la reunión de supervisión con el

grupo completo. Si el cliente acepta, se realiza una sesión de terapia participando:

cliente, terapeuta, el resto del grupo de estudiantes (entre 15 y 20) y el supervisor.

Dado que este tipo de supervisión es obligatoria para los terapeutas pero no para los

clientes, estos últimos podrán estar o no presentes durante la reunión, y será labor del

terapeuta informarles ya sea por escrito, en video (si ésta fue grabada) y/o a través de

una narración, lo que ocurrió en ella. En nuestra experiencia, generalmente los clientes

participan gustosos.

En las dos modalidades, la supervisión es vista como un encuentro con las ideas

de todos, que promueve la flexibilidad para la organización, apertura para los temas

tratados y creatividad para la generación de ideas novedosas, de manera que se pueda

fomentar un ambiente de confianza y libertad que les permita a los participantes

identificar y acceder a sus habilidades. Como supervisores queremos hablar y actuar

para invitar a los participantes a tomar responsabilidad sobre lo que construyamos

juntos durante la sesión. Con referencia a lo anterior, McNamee y Gergen (1999)

señalan: “cuando la responsabilidad es compartida, los participantes colaboran,

construyen juntos y las relaciones y el proceso terapéutico resultan más gratificantes”.

Un elemento adicional es que a lo largo del tercer semestre promovemos que los

terapeutas visiten a sus clientes en sus hogares con la intención de conocer sus

costumbres y prácticas cotidianas. Esto ha contribuido a sensibilizar a los terapeutas

acerca de las particularidades en las formas de vida de sus clientes, y éstos han

recibido las visitas como una muestra de interés genuino en ellos.

121
Experiencias y reflexiones en la supervisión

Hemos mantenido por cinco años este proceso tan dinámico, envuelto en una

continua transformación, influido por las agendas de aprendizaje de los terapeutas, las

de los clientes, los objetivos de formación de la asignatura, así como las contribuciones

y la creatividad de los supervisores.

Compartiremos algunas de las experiencias recopiladas a partir de invitar, a tres

terapeutas y sus clientes, a participar en un diálogo sobre la supervisión.

Las clientas hablan de su vivencia a partir de contrastar nuestra forma de trabajo

con experiencias anteriores de terapia, enfatizando las diferencias y la relación con los

terapeutas. Eloísa comenta: “Para mí ha sido maravilloso porque es romper el molde.

En mi cerebro hice un molde, los psicólogos eran una cosa y el paciente otra; el

psicólogo que está ahí pero no puedes tratarlo, no puedes llegar a él. Siento que

empecé a ver a los psicólogos como seres humanos vulnerables y que pueden ponerse a

tu nivel y sacan además cosas buenas de ti y tú de ellos. Es un intercambio muy

interesante”; Georgina añade: “pues definitivamente entre la anterior (terapia) que

había tomado y ésta, yo me quedaría con ésta, me ha gustado mucho la forma en la

que se trabaja, esa forma en que te dan la confianza para poder hablar y decir

exactamente lo que estás pensando y que lo tomen en cuenta”.

Comentaron sobre el ambiente relajado y la libertad para hablar que hay, aun

con tanta gente participando. Eloísa explica (participar en la supervisión): “Es parte del
que te sientes bien con tu terapeuta, que cuando me dijo, oye va haber una sesión, yo

ni le pregunté, le dije sí, sí voy… Realmente es tan diferente lo que ustedes hacen, tan

relajado, realmente es como una plática entre amigos”.

Durante el diálogo se trajo a colación que, en general, los clientes no saben

exactamente quién es el supervisor, pues habitualmente nos presentamos todos los

participantes sin enfatizar el rol a desempeñar. A este comentario, María añadió: “Te

pondrías mucho más nervioso y no podrías hablar, definitivamente, te guardarías

muchas cosas, no sería lo mismo. Creo que como lo han llevado, está bien”.

Por otro lado, las terapeutas participantes en el diálogo se expresaron por lo

menos en cuatro sentidos distintos.

Una invitación a la reflexión y a las preguntas. Maricarmen manifestó:

“Tenemos conversaciones con ustedes, todo el tiempo estamos reflexionando acerca de

nuestro proceso como personas dentro de todo este trabajo. Esta invitación a hacerte

nuevas preguntas a ti misma, te invita a hacer nuevas preguntas a las personas con las

que conversas”.

La supervisión vista como una forma de estar, de acompañar conversando.

Maricarmen amplió: “Sé que puedo recurrir a alguien con un poquito más de

experiencia y más camino, y hablar de la propia conversación, de cómo me siento, y

demás, es como recibir una retroalimentación”; Lourdes añadió: “El concepto que

123
tengo del papel que ustedes han tenido con nosotros en este proceso es de un

acompañamiento de conversación”.

Una forma de incluir otras voces al trabajar con otros terapeutas. Lourdes

refirió: “Para mí ha estado presente el poder incluir otras voces en lo que estoy

haciendo. Entre ellas la voz del supervisor y la de los equipos reflexivos… entonces

siento que tengo otra voz ahí que me está ayudando a generar esas ideas, para que

pueda generar más ideas a través de más voces”; Cinthia agregó: “Algo que para mí ha

sido importante en el trabajo con otros terapeutas, es cómo se brindan las ideas, para

mí esto ha sido muy útil. El hecho de que las ideas que son expuestas por otros

terapeutas no son ideas que son impositivas, sino que son ideas que se brindan y que

ahí nuevamente nos dan la oportunidad, a ti como terapeuta y al cliente, de elegir lo

que nos es útil”.

Cuestionar la idea tradicional de supervisión. Cinthia comentó: “Estaba

pensando en la palabra, cuando tú me dijiste “supervisión”, pensé ¿cómo?,

¿supervisión?, ¿en qué momento? Creo que tiene que ver mucho con las ideas que

tengo acerca de la palabra, la veo conectada con ideas de evaluación, si lo veo desde

ese contexto, creo que en mi experiencia así, nunca estuvo presente”; Lourdes opinó:

“Pensaba que esto para mí ha sido y no ha sido una supervisión, no logro entender

porqué llamarle supervisión. Ustedes han estado ahí, escuchando o apuntando, creo

que no hay mejor supervisión que platicar de la conversación, sacar la mayor cantidad

de ideas que te puedas llevar para el siguiente encuentro”.


Mientras escuchábamos a clientes y terapeutas hablar de la supervisión,

reflexionábamos sobre la forma en que participamos, cuáles han sido nuestras

contribuciones como supervisores y cómo mantenernos congruentes con las ideas que

tenemos acerca de ella.

Rocío compartió sus ideas en relación a la intención con la que llega a la

supervisión: “Creo que no hemos ido con la intención de evaluar, creo que ha sido más

un acompañamiento, escuchar otras voces acerca de lo que estamos haciendo, y

finalmente incluir mi voz sólo como otra voz, acerca de lo que se puede decir de la

experiencia, de la vida de un cliente u otro terapeuta”.

Dora también habló, como un miembro más del grupo, y sobre lo que implica

que los supervisores no tengan un papel más protagónico en el trabajo: “Las veces que

me ha tocado supervisar, en algunas ocasiones me ha pasado por la cabeza esta

cuestión de que los clientes no saben quién es el supervisor, a veces he pensado si lo

deberían saber, pero luego me contesto a mí misma, ¿a ellos les interesa saber? ¿les va

a ser útil saberlo? Además esta posición te permite, como supervisor, ser una persona

más dentro del grupo, y tus aportaciones se darán en la misma medida en la que los

demás participan”.

Mis reflexiones giraron en torno a cómo veo a los terapeutas y en la admiración

que siento por su trabajo: “Como supervisor participo en un proceso de admiración por

los terapeutas, ya que cuando vi cómo trabajaban, realmente me sorprendí desde el

principio, y creo que los tres comentamos lo sorprendidos que estábamos del trabajo

125
tan efectivo, tan abierto y tan respetuoso que estaban haciendo todos, y fue una

sorpresa no porque pensara que fuera imposible, sino porque no me imaginaba que

estuviera ya tan acabado, tan avanzado”.

Rocío añadió cómo el proceso de supervisión nos aporta nuevas enseñanzas:

“siempre hay mucho que aprender, creo que es algo muy rico, compartir la experiencia

del proceso terapéutico, de lo que está pasando contigo y los demás. Creo que no ha

habido una sola sesión en donde uno no se quede con reflexiones, además en las

sesiones donde se generan procesos reflexivos el aprendizaje siempre es más rico y te

llevas muchas más cosas para pensar”.

Finalmente, Dora hace un comentario sobre la sensación de libertad promovida

en un espacio donde la relación entre los participantes se torna más igualitaria y

menos jerárquica, en su caso, como supervisor: “Si participáramos en una supervisión

más tradicional, podría haber tanta presión para el terapeuta como para el supervisor,

ya que se esperaría que el supervisor hiciera ciertas cosas para dirigir al terapeuta, y

visto así es muy liberador que participemos en un ambiente más equitativo, que

contribuye a la construcción de relaciones menos jerárquicas y que son más

congruentes con nuestra postura”.

Las principales ideas que surgieron de este diálogo nos permiten reflexionar

sobre nuestra aproximación colaborativa y sobre la manera en cómo estamos

construyendo los ámbitos para generar experiencias de supervisión desde una


perspectiva distinta. Esta forma de trabajo nos permite lidiar con los dilemas descritos

por Biever y Bobelle en su artículo (2002) y nos permiten mantenernos congruentes.

Logramos enfrentar el dilema de la jerarquía al esforzarnos continuamente por

construir relaciones terapeuta-supervisor más colaborativas e igualitarias, mostrando

admiración y respeto por su trabajo, y reconociendo nuestro aprendizaje como

supervisores al interactuar con ellos. Por su parte, los terapeutas evidencian esta

interacción al describir la supervisión como el trabajo conjunto con otros terapeutas y

la forma de acompañar conversando.

El dilema de la verdad nos lleva a movernos a espacios más encaminados a

generar posibilidades, es decir, abrir el diálogo para contemplar nuevas alternativas. El

supervisor es considerado como uno más, ya que al partir de la idea de las

perspectivas múltiples, sus ideas no son más verdaderas que la de los otros.

Como supervisores somos públicos en nuestros pensamientos, de manera que

quien es supervisado, no requiere de adivinar o suponer qué es lo que estamos

pensando, y esto contribuye a la construcción de una relación basada en el respeto y la

aceptación mutua como profesionales con áreas de “expertés” particulares. Esta

posición nos ayuda a encarar el dilema del supervisor como experto, ya que la forma

como se brindan las ideas, sin imponer y con apertura, da a los terapeutas la

posibilidad de elegir lo útil.

127
Cuando se habla de supervisión como una forma de invitación a la reflexión,

como un espacio de conversación y generación de preguntas, más que como una

forma de evaluación, nos permite trasladarnos de la visión tradicional, como un medio

para el desarrollo de habilidades terapéuticas, hacia una perspectiva en la cual el

terapeuta construye su estilo personal. En este sentido, el dilema de la supervisión

como evaluación se transforma en un proceso de acompañamiento y una manera de

estar con el terapeuta más que una forma de guiar o dirigir su trabajo.

Doce años construyendo contextos para la supervisión nos han enseñado que se

trata de un proceso lleno de incertidumbre, y a pesar de estar enmarcado, en los

últimos cinco años, por la maestría en psicoterapia, se ve continuamente influido y

retado por la diversidad de agendas con las que trabajamos, y la multiplicidad de

dudas y cuestionamientos surgidos en el camino.

Lo que nos queda es la sensación de la supervisión como un proceso no acabado,

que está en constante transformación, y que nos mueve a la reflexión, al uso de la

creatividad y de los recursos de todos los participantes, y en el que las ideas

novedosas, basadas en el respeto y la aceptación, siempre serán bien recibidas.


Capítulo 8

La generación de políticas públicas desde un contexto terapéutico. El inicio de un


proyecto colaborativo
Rocío Chaveste Gutiérrez

Este capítulo describe los inicios del trabajo terapéutico de los alumnos de la

Maestría en Adicciones, así como las reflexiones de nosotros como sus supervisores.

Al hablar de él como un proyecto, significa que está en proceso de desarrollo y lo

referido son nuestras primeras aproximaciones a un diálogo que apenas empieza. A

diferencia de los otros capítulos, éste es el único proyecto inconcluso, pero decidimos

incluirlo dada la riqueza de experiencias y reflexiones que trae.

El trabajo que queremos desarrollar se basa en diferentes planteamientos: el

modelo del Instituto Wellington en Nueva Zelanda, llamado Just Therapy, el enfoque

colaborativo de Harold Goolishian y Harlene Anderson, los Procesos Reflexivos de Tom

Andersen, los Diálogos Abiertos de Jaakko Seikula, el proyecto de Community-Minded

129
Family Therapy de Sally St. George y Dan Wulff, diversos modelos de intervención en

adicciones, como el trabajo de Bruce Alexander, y otras propuestas narrativas basadas

en Michael White y David Epston.

El proyecto y nuestras primeras impresiones

El Instituto Kanankil inició en septiembre de 2008 un programa de maestría con

la finalidad de formar profesionales críticos y reflexivos frente a las diversas

problemáticas relacionadas con las adicciones; capaces de considerar y evaluar los

contextos particulares de los individuos, grupos y comunidades involucrados; de

elaborar propuestas de trabajo preventivo, terapéutico y de promoción de prácticas de

menor riesgo.

El objetivo principal es la construcción de espacios colaborativos, que

promuevan la identificación de necesidades sociales y faciliten la promoción de

políticas sociales en beneficio de los grupos más vulnerables dentro de nuestra

sociedad y de aquellos en mayor riesgo.

Kanankil y sus terapeutas sustentamos que para participar con las comunidades

es necesario hacer una labor más allá de las familias y los individuos; resulta

indispensable ser críticos en las cuestiones socioeconómicas, asumir la responsabilidad

con la sociedad, ver primero a las personas con las que vamos a interactuar, antes que

a los problemas; partimos de reconocer las condiciones limitantes de sus vidas como el

miedo, el desempleo, la falta de servicios de salud y de vivienda, entre otros.


En enero de 2009, durante el segundo semestre de la Maestría en Adicciones, los

alumnos iniciaron sus prácticas y la supervisión clínica, requiriendo un espacio para

desarrollarlas. Meses atrás nos habíamos entrevistado con el director del Centro de

Integración Juvenil (CIJ) de nuestra ciudad, la institución nacional con mayor

reconocimiento en el manejo de programas de prevención y tratamiento de prácticas

adictivas. En aquella ocasión comentamos nuestras ideas acerca de la maestría, el

enfoque con el que trabajaríamos, y lo esperado de los terapeutas. Para él fue muy

gratificante escuchar que alguien más se interesara en el tema y la forma de abordarlo.

Nos hizo algunos comentarios de las dificultades y acciones positivas que el CIJ ha

tenido, se prestó a un diálogo abierto sobre las vicisitudes del mismo en el marco

gubernamental, y señaló algunas ventajas que tendríamos al no accionar bajo el

mismo esquema.

En un segundo encuentro, hablamos con él en torno a la posibilidad de que los

alumnos se incorporaran al CIJ para realizar sus prácticas clínicas y firmar un convenio

de colaboración entre instituciones. Nuestra sorpresa fue mayúscula ante su

propuesta de atender un albergue, ya que el CIJ carecía de personal para hacerse cargo

de esta tarea.

A partir de marzo del año 2009 iniciamos el trabajo en un sitio ubicado al sur de

la ciudad de Mérida, en la zona denominada comúnmente “de traslape”, por

encontrarse en la confluencia de dos municipios: Mérida y Kanasín. Fundado en 1998,

por la Sra. D, quien ocupó una casa por muchos años deshabitada. Esta es una

131
comunidad de acogida para personas con problemas severos de alcoholismo y

drogadicción; se les brinda casa, alimentación y apoyo terapéutico. Recibe

colaboración de un psicólogo voluntario una vez a la semana y de Alcohólicos

Anónimos (AA) a diario, por cuyo programa se rige. La población varía entre 50 y 60

personas (cerca del 90% son hombres, y el 10%, mujeres, con edades entre los 15 y los

70 años, y un bebé de dos meses, quien fue abandonado por su madre, ex habitante

del albergue). El número de personas cambia día con día, dependiendo de la llegada de

unos y la salida de otros. El bebé fue recogido por representantes del DIF y llevado a

una casa hogar para su cuidado.

Las primeras visitas y conversaciones con Doña D tuvieron la finalidad de conocer

el lugar, las personas y sus necesidades. Se plantearon peticiones urgentes de:

aportaciones en especie, pues consumen diariamente, por lo menos, 15 kilos de frijol,

10 de arroz, 25 de tortillas y agua; además, requerían cubrir el pago de servicios

básicos, apoyo médico para lesiones, infecciones de la piel, fiebre, y algunos casos de

ancianos muy enfermos. Otra solicitud fue atender las condiciones de infraestructura

de la vivienda.

Consideramos relevante describir la vivienda y la cotidianidad de los usuarios:

ubicada en un terreno de 8 x 20 metros, se compone de sala-comedor, una habitación,

un baño, cocina, una terraza delantera y otra posterior. Las condiciones físicas del

inmueble son deplorables, sin pintura; los únicos servicios son luz eléctrica y agua

potable. La terraza de adelante, circundada por malla ciclónica, se utiliza para las

sesiones permanentes que los habitantes sostienen con el personal de AA; la terraza o
patio trasero está habilitado como cocina (se instalaron fogones de leña o carbón y

partes de barriles de aluminio, como ollas) y armario (las pocas pertenencias de los

usuarios se depositan en cajas de madera o cartón, a merced de las inclemencias del

clima). Hay una mesa de plástico y algunas sillas del mismo material en muy malas

condiciones e insuficientes, por lo que la gente se sienta o acuesta en el piso sobre

mantas. Duermen de la misma manera, además de usar hamacas. Como únicamente

hay un servicio sanitario, no se pueden bañar todos los días; en algunos casos, lo hacen

de dos en dos. Las paredes de la casa están cubiertas con frases que ellos mismos

escribieron como: “Busca el bien”, “No estás solo”, “Hacerlo es fácil”, “Primero es lo

primero”, “Poco a poco se va lejos”, “Vive y deja vivir”.

En cuanto a la alimentación, eventualmente reciben diez despensas semanales

provenientes de los ayuntamientos de Mérida y Kanasín, al igual que donativos de

particulares; se dividen por grupos para cocinar (repartiendo entre la población lo que

haya) y realizar las tareas domésticas.

Las solicitudes más apremiantes giraron en torno a: promover talleres e ideas

para que los albergados se integren a la sociedad que les rechazó y den utilidad a sus

talentos diversos; mejorar el espacio físico; crear una pequeña biblioteca con revistas

variadas, libros de autosuperación y novelas de entretenimiento; crear espacios de

psicoterapia individual y grupal; buscar apoyo filantrópico en otras instituciones y

amistades para ayudar a aliviar la pobreza extrema y las condiciones de vida del

albergue.

133
Seis meses después de comenzar, invitamos a todos los estudiantes a participar

en una reunión para conocer las diversas versiones de lo que estaba aconteciendo, ya

que cada uno tenía impresiones distintas y deseábamos ampliar nuestra perspectiva.

Dividimos en cuatro partes el análisis de lo ocurrido en esta reunión. Inicialmente

presentaremos las primeras impresiones; seguiremos con los comentarios de los

terapeutas sobre el trabajo desarrollado hasta ese momento, y luego añadiremos las

reflexiones que este diálogo nos produjo como supervisores y, finalmente,

ofreceremos algunas ideas sobre hacia dónde vamos con este proyecto.

Las primeras impresiones y experiencias se recogen a partir de los relatos de

Doña D y los estudiantes.

Doña D: “El albergue durante casi diez años se llamó de otra manera… En el acta

de la asociación civil proponíamos muchos nombres. Dios quiso que se llamara de esta

manera. A veces vienen grupos de AA a darles plática a los del albergue... Los que están

en el albergue no salen nunca. Hay más tentación en el exterior; sufren de paranoia.

Por eso viven sentados aquí, así como los ve, en círculo. Todo el día, día tras día... Los

alcohólicos y drogadictos somos los reyes del engaño, de la farsa y de la mentira... A mí

me da pena con la comida. No tenemos nada. Toca a 2 ó 3 tortillas por persona… Yo les

hice mucho daño a mis hijos cuando me emborrachaba y me drogaba. Dios me dio la

oportunidad de hacer esto para poder lograr ese perdón... El 2 de julio es el aniversario

del albergue, pero lo vamos a celebrar el 4 de julio, con la medicina, la psiquiatría, la

psicología y la religión. Están invitados los de Kanankil para participar…Uno de los


internos acaba de terminar la primaria. Otros ya están acabando la secundaria. Habrá

que buscar apoyo para que cursen la enseñanza preparatoria. El INEA (Instituto

Nacional para la Educación de los Adultos) viene a veces. Cualquier trabajo en la calle

exige papeles”.

Wilberth: “…llegamos nosotros al albergue, y vimos que no eran las instalaciones

adecuadas… ves una realidad que no te imaginabas y dices, ¿en qué mundo vivía o en

qué mundo he estado que no veía esta realidad?”

Cinthia: “Mi experiencia ha sido trabajar con violencia y con mujeres…Para mí

significó un reto trabajar con los hombres... Yo creo que es algo que no te imaginas,

entrar y ver las carencias en las que están viviendo”.

María José: “No es que sea insensible, pero no me ha impactado tanto el

ambiente, porque siento que todas las carencias que tienen en cuanto a la estructura y

al espacio, siento que está compensado… Noto el cariño, el apapacho, cómo se miran…

recuerdo la primera vez que llegamos, nos estaban esperando”.

Rubén: “…Yo he tenido la suerte de trabajar en albergues para niños, en

orfanatorio, en condiciones terribles también, similares a las de este albergue y me

sorprende en dos formas, una mi resistencia natural, los olores, el polvo, todo lo que

alrededor tuyo se está generando, y al mismo tiempo, la persona que tienes al frente

que te está hablando”.

135
Jéssica: “Bueno, para mí el proceso ha sido un tanto diferente… lo impactante fue

cuando empezamos a trabajar… No sabíamos a qué íbamos… era muy confuso todo,

esa primera sesión sentí como si hubiera platicado como cinco horas con ese chico y me

sentía muy angustiada…”

Alicia: “Igual para mí fue difícil, porque a la persona que nos tocó se le escurría la

saliva y no se le entendía nada porque no podía articular, lo más curioso es que ella

dijo, yo quiero trabajar contigo, y ella traía una historia que no había manera de hilar

una idea con la otra…”

Fernanda: “La persona que me tocó, tiene una manera bastante hilada de hablar,

una memoria impresionante, muy conversadora… me dijo que como nosotros somos

profesionales, pues sabía que lo íbamos a ayudar”.

Aurora: “La primera vez que llegamos, doña D ya había decidido que íbamos a

trabajar con las mujeres, y se fueron todas al comedor, es un lugar bastante chico, ese

día mi preocupación era, ¿qué vamos a hacer? pues era un lugar muy pequeño, ellas

eran ocho y nosotros cinco”.

Gabriela: “Cuando inició todo esto yo tenía mucha incertidumbre y no sabía qué

hacer, la segunda vez que fui, cuando me dijo (Doña D): Doctora, tiene que ver a dos

pacientes, entonces yo dije, ¡Santo Dios, ya me descubrieron!, ahora voy a tener que

ver a todos los del albergue”.


Julio: “No sabía lo que íbamos a hacer aquí… al principio fue difícil porque yo

también entendí que Doña D quería que habláramos con todos, pero después nos

repartimos, ahora estamos trabajando con Don C, el cual siempre termina la sesión con

una pregunta y siempre tengo problemas con esa pregunta”.

Las primeras impresiones abrieron un abanico de experiencias muy amplio que

incluía incertidumbre, dudas, temores, pero también deseos de ayudar, comodidad, y

entusiasmo entre otras cosas. Compartirlas ayudó a enriquecer nuestro bagaje, pues

permitió conocer las condiciones de vida dentro del albergue; sirvieron de base para

desarrollar procesos reflexivos entre todos los participantes, de manera que podamos

prestar mayor atención al contexto social y a las necesidades de estas personas; nos

hicieron meditar en torno al dolor, la pobreza y el reto de “cómo ayudar”.

Reflexiones de los terapeutas sobre su propio trabajo

Al reflexionar, deconstruimos y construimos. Este es el escenario que queremos

fomentar entre los terapeutas: reflexión y acción involucrando a todos los

participantes.

Las conversaciones de los terapeutas giraron en torno a temas como los

avances y estancamiento del proceso terapéutico, la relación con sus clientes, sus

aprendizajes, el objetivo de la terapia y el consumo de sustancias.

137
Alicia: “Yo al principio sentí que no avanzaba, que estaba estancada en algo… los

cambios en la mujer con la que estaba trabajando me animaron”.

Wilberth: “Al final de la sesión siempre les pregunto: ¿Qué aprendiste el día de

hoy?, y te empiezan a decir (muchas cosas) y tú piensas, yo no hice nada, sólo me senté

a escucharlos, y el ver como ellos sacan todo, eso te motiva”.

Cinthia: “Las dos personas con las que estamos trabajando hablan de

hermandad, de confianza... creo que tengo mitos que estaban dentro de mí en cuanto

a las adicciones, decía ¿cómo pueden estar aquí tanto tiempo sin consumir?, ¿cómo

pueden mantener el control de todos ellos?… ¿qué es lo que hace esta fortaleza?”.

María José: “Todas la veces que saben que vamos, están arregladas y sonrientes,

siento que les agrada platicar con nosotros”.

Rubén: “Yo he aprendido mucho… además de que aprendes los efectos de las

drogas, pues lo que nosotros vemos en la clase es teoría, aquí lo ves en la práctica…

veo el progreso en las personas, un caso concreto es el del señor que se quería quitar la

vida la primera vez que lo vi, tiene 35 años, y parecía como de 50. La última vez que lo

vi me impactó que hasta las arrugas que tenía ya se le están alisando, me sonrió”.

Marisol: “Yo me siento muy adaptada, de la primera vez que fui a ahora, me

siento muy cómoda con la persona con la que estamos… esa persona nos lo ha dicho,
es un espacio para él… Cuando le preguntamos cómo se ha sentido nos dice que muy

bien”.

Jéssica: “Poco a poco la angustia se fue relajando… pero me siento ahora

estancada… esta persona nos explica que la recuperación es salir, y salir significa de

nuevo drogarse o consumir alcohol… y está a menos de un mes de salir, entonces yo me

sentí angustiada con esa situación”.

Alicia: “Una de las últimas veces que la vi (a la cliente), estaba súper bien, porque

ya no le temblaban las manos, era otra persona, le pregunté: ¿qué vas a hacer cuando

salgas de aquí?, y me dijo que iba a rentar una casa porque no quiere darle problemas

a su mamá cuando se drogue. Yo me digo: ¿qué hago?, ¿a dónde voy?”.

Rubén: “Creo que sería importante que nos creamos que lo que estamos

haciendo tiene valor, un poquito en unas y más en otras, dependiendo de la persona”.

Cinthia: “Estaba pensando en estas preguntas de: ¿qué hago?, ¿y ellos qué

esperan?, ¿estas personas qué quieren, qué necesitan?… ¿cómo terminar la terapia?,

¿qué conductas deben de pasar o qué debe de suceder para que éste sea un proceso

exitoso? Creo que requerimos saber qué es lo que necesitan, qué es lo que quieren de

este espacio…”

Christian: “Él me dice que quiere que le ayude... eso me hace buscar pistas,

hemos hablado de cosas que no tienen nada que ver con su estancia ahí, hemos

hablado de cosas que no tiene nada que ver con las drogas”.

139
Fernanda: “La tercera (sesión) ha sido donde ambos interactuamos, me siento

bastante cómoda, hemos hablado de su familia, del porqué está ahí, de cómo toma

este periodo, esa transición que tiene que hacer para luego disfrutar a su familia…

definir quién es el cliente ha sido algo complicado”.

Gabriela: “He visto un avance… una de ellas dice que se visualiza fuera del

albergue, que ella cuando salga va a regresar, quién sabe cuántas veces va a regresar,

pero ahora su historia ya la está vislumbrando para ayudar a alguien, siente que quizá

no se pueda desligar pero va a ayudar a alguien”.

Aurora: “Para mí fue un reto establecer una plática interesante en la que se

sientan atendidas, escuchadas… éstas son las conversaciones que las hacen verse como

personas y no como las adictas o personas despreciables que hicieron lo peor, esto me

ha hecho sentir muy a gusto, nos hemos sentado en la banqueta, con el ruido del

camión, del panadero, pero eso ha sido como una plática de amigas”.

Felipe: “Hemos utilizado varias estrategias, desde llevarles algún video, platicar

sobre algún tema en específico, hablar de cómo se ven en un futuro, qué es lo que les

gustaría hacer estando fuera, y eso de alguna manera nos ha dado elementos para

continuar con ellos y, a su vez, que ellos mismos retroalimenten lo que hemos estado

trabajando”.
Julio: “El hecho de escuchar los comentarios de mis compañeros me hace pensar

en muchas cosas, cosas que quisiera llevarme guardadas… no sé a dónde va todo esto,

pero estoy disfrutando mucho el viaje, estoy dispuesto a seguir participando en el

albergue”.

Gabriela: “A mí me impactó cómo es que algunos (terapeutas) se sienten

incómodos, mientras que otros se sienten cómodos en todo este proceso; unos

sentimos que avanzamos y otros sienten que no avanzan”.

Alicia: “Ahora, después de escuchar todo lo anterior, pienso, ¿por qué no le he

preguntado a mi clienta qué es lo que espera de mí?”.

Jéssica: “Yo pensaba en cómo manejar el hecho de que la persona con la que

trabajamos dice que al salir quiere volver a consumir… me hace pensar en esa cuestión

del proceso, que siempre comentamos que es difícil, pero si doy un respiro y digo,

¡bueno, vamos a ver qué va a pasar!, entonces creo que las cosas pueden ser más

fáciles”.

Rubén: “Esta ha sido la reflexión desde que iniciamos la maestría, ¿hacia dónde ir

con las adicciones?, ¿hacia dónde ir con los clientes?, ¿qué es lo óptimo?, ¿qué es lo

que se debe de hacer?”.

Alicia: “Viendo esto (que las personas dicen que al salir quieren volver a

consumir) es fácil confundirse, dejarse engañar, ir a lo mismo, llegar a la meta de que

141
dejen de consumir… y olvidar de que no sé cuál es su estilo (de vida), ni lo que ella

necesita, ni lo que quiere vivir, eso es parte de lo que se va construir en el proceso y en

las pláticas”.

Reflexiones de los supervisores

Al escuchar a los terapeutas emergieron ideas acerca de la labor implementada y

reflexiones que nos ayudarán a construir nuevos rumbos a futuro; se abrieron temas de

análisis que requieren atención constante para trasladarnos a una forma de trabajo

continuamente retroalimentada y generadora de experiencias distintas, tanto en

clientes como terapeutas; una interacción novedosa en el ver, entender y tratar de

ayudar a las personan con algún tipo de adicción.

El análisis de lo conversado por los alumnos nos llevó a tres temas principales: el

proceso terapéutico y el papel de las preguntas en el diálogo; la relación del cliente y el

terapeuta en el contexto particular del albergue y, por último, los discursos sociales y

su influencia en nuestras creencias como personas y profesionales.

En lo tocante al proceso y el papel de las preguntas en el diálogo, lo primero que

pensé (Rocío) fue la manera en que estamos invitando a las personas a platicar en el

albergue, si las conversaciones reflejan interés por ellas, si favorecen la participación

de todos y están siendo incluyentes del mayor número de perspectivas posibles.

También sobre la importancia de indagar y sobre el tipo de preguntas que los


terapeutas hacen; cómo a través de ellas invitamos al dialogo, y la curiosidad que

reflejan muestra nuestro interés por tratar de entender sus historias.

Por otro lado, un punto de sumo interés es que al hablar los clientes de volver a

la droga al salir del albergue, los terapeutas se cuestionan sobre el éxito del proceso.

No es que no importe si los clientes vuelven a consumir o no, mis dudas son: ¿por qué

los terapeutas se están preguntando esto?, ¿cuál es el significado de drogarse o no?,

¿qué significado tiene para ti, para la sociedad, para el albergue y para Kanankil que

sus clientes dejen de meterse droga?, ¿qué retornen o no al albergue?, ¿qué aspectos

están siendo significativos para los terapeutas y para sus clientes?

Dora añadió a lo anterior: ¿cómo saber si construimos un proceso exitoso?

Tradicionalmente, el éxito de la terapia se mide en términos de dejar de consumir

drogas, lo cual es una respuesta aparentemente clara y sencilla, y que nos dice a

dónde ir; sin embargo, partir de esto es anticipar los resultados, la meta de la terapia,

incluso antes de entablar contacto con el cliente. Para mí, los objetivos serán

construidos en el proceso mismo y no antes, por lo que no puedo saber previamente si

el éxito va a ser evaluado a partir de dejar el consumo de alguna sustancia o de otro

objetivo distinto.

Coincido con Rocío acerca del lugar fundamental de las preguntas, pues son las

que guían nuestro interés por conocer y entender, se encuentran en todas nuestras

interacciones: en nuestras indagaciones sobre el trabajo de los terapeutas, en los

cuestionamientos que éstos se hacen cada vez que van al albergue, los que hacen

143
cuando están en clase y en supervisión, en las interrogantes que les hacen a sus

clientes, y en las que éstos hacen a los terapeutas. Es un bombardeo de interrogantes

e incertidumbre. No sé si todas tengan respuesta, creo que lo importante está en

mantenerse continuamente dudando, ahí está la riqueza del proceso, al igual que

eventualmente creamos que nos aproximemos a ciertos puntos de certeza para dar el

siguiente paso.

Creo (Rocío) que la riqueza está en todo el proceso: en nuestra llegada al

albergue, en lo que está sucediendo y va a suceder, en la relación con los clientes.

¿Qué diferencia habría si el objetivo de la terapia se plantea más como un continuo

que como un resultado específico?

El segundo tema fue la interacción entre clientes y terapeutas, destacando la

importancia de construir relaciones entre expertos. Surgieron preguntas como: ¿qué

se necesita para crear estos lazos en un contexto en el que viven juntos tantos

clientes?, ¿qué tipo de relación requiere ser construida con Doña D al ser la más

informada en el funcionamiento del albergue?

Me hace pensar (Rocío) en lo que quiere Doña D y me cuestiono: ¿quién es el

cliente? Ella muestra, por un lado, una gran apertura cuando me dice, “madrina, lo que

quieras, bienvenidos, quiero que trabajen con todos”, por otro lado, marca ciertos

límites cuando, por ejemplo, menciona que las citas son semanales y los clientes no

pueden decidir sobre eso. Pareciera contradictorio.


Este tipo de situaciones constituyen un reto muy importante para mí: ¿cómo

continuar este proyecto desde una perspectiva colaborativa? Implica no llegar al

albergue a dar directivas como expertos ni decirle a Doña D cómo manejarlo. En

relación a los clientes: ¿qué pasaría si les dijéramos “no consumas”?; creo que harán lo

que quieran, tomarán decisiones a lo largo del proceso, y si eso incluye dejar de

consumir, lo harán. Como declaraba una chica: “yo voy a dejar todo, menos la

mariguana”, y otra que iba a seguir tomando cerveza.

Francisco añade: lo importante es, ¿cómo tener conversaciones con una persona

que se quiere hacer el “haraquiri” y dice: soy un enfermo?, pero también, ¿cómo

establecerlas con quienes desean algo más o diferente?

Llamó (Rocío) mi atención el tema de la incertidumbre, presente tanto en

clientes como en terapeutas. Sospecho que algunas personas no quieren salir, sin

embargo, tendrán que hacerlo; el albergue es seguro, salir es encontrarse en otro

mundo que no lo es. ¿Cómo ayudarles a encontrar esa línea que les permita

trasladarse de una seguridad a otra?, y por otro lado, ¿cómo los supervisores de

Kanankil acompañaremos a los terapeutas en el paso de un discurso rígido, hacia otro

incluyente de más voces?, ¿cómo los ayudaremos para dar la bienvenida a esas voces y

materiales diferentes?

Dora comentó acerca del interés genuino de los terapeutas en sus clientes, y

cómo se ve reflejado en la relación construida con ellos, al mostrarse abiertos al

diálogo, como escuchas comprometidos en lo que sus clientes quieren compartir,

145
esforzándose por entender aun aquellos discursos con lógicas distintas. Como

resultado, los clientes demuestran el deseo de recibir y esperar a sus terapeutas.

Por último, estuvo presente el tema de los discursos sociales y su influencia en lo

que creemos como personas y terapeutas; discursos tan diversos como el de AA, el de

la religión y el discurso del profesional experto en medicina, psiquiatría o psicología

que los va a curar. En este aspecto, Francisco apuntó: hay una tentación muy grande al

trabajar como terapeutas de adicciones para ayudar al sistema (sociedad), es decir,

ser parte del juego social que pretende “curar” una situación como las adicciones;

“sanar” a tres y sostener en lugares específicos a cincuenta mil, porque así conviene,

calma las conciencias de quienes desean “curar”.

La responsabilidad de los terapeutas y de nosotros como institución es no ser

cómplices, no caer en esa deliciosa tentación de querer “sanar”; de igual manera,

permear en nuestro trabajo los procesos de identidad, es decir, poderme relacionar

contigo de persona a persona, usando o no usando drogas, independientemente de tu

decisión, de si saliendo del albergue regresas o no a tu adicción, que pueda sentarme a

seguir platicando contigo. Esta posición rompe con la idea de la cura.

Al fin de cuentas nosotros, la sociedad, señalamos a los drogadictos para reforzar

que nosotros no lo somos; apuntamos a los psicópatas, a los pobres, a los indígenas,

etc. para evidenciar nuestra normalidad, que sí la merecemos, al igual que la libertad.

Mi pregunta concluyente: ¿cuántas formas hay de hacer un trabajo eficaz, que


responda a una necesidad y no sea sicario de un sistema social?, ¿cuántas formas de

no ser cómplices podemos construir juntos?

Hacia dónde vamos

En el presente, más que conclusiones, muchas preguntas nos retan

constantemente. Con esta comunidad vamos un poco más allá de las familias y los

individuos: hemos invitado a diversos grupos de personas, amigos y parientes

nuestros, quienes incondicionalmente aportan ayuda en especie y ropa; se está

organizando un patronato para recabar recursos económicos y cubrir los gastos, pues

requieren de terminar el trámite administrativo que legalice la asociación civil

conformada y puedan recibir donativos.

Estamos logrando ver primero a las personas antes que a los problemas; conocer

su situación nos mueve a contribuir en algo para sus vidas y su comunidad.

La postura autocrítica para analizar nuestro trabajo, sin perder de vista el

contexto y los discursos sociales en los que estamos inmersos, nos mantiene alertas y

abiertos a la reflexión continua.

La generación de políticas públicas no es, hoy por hoy, muy cercana, estamos

avanzando todos los días. La labor apenas empieza. Las posibilidades se abren y el

deseo de construir un diálogo sobre estos temas está puesto sobre la mesa.

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Nuestros diálogos continúan

Kanankil fue el resultado de un diálogo entre amigos, que nos llevó a otro y a un

efecto de cascada de conversaciones. Nunca dejará de sorprendernos el origen tan

sencillo de este proyecto y el conjunto de procesos tan complejos construidos a partir

de él; universos que han generado y generarán otros universos igualmente intrincados.

A lo largo de estos años se han dado de manera simultánea muchos procesos,

que han tocado vidas, comenzando con las nuestras, y las ha alcanzado de maneras

que no logramos comprender en su totalidad; una lógica de causa y efecto no las

explica, ya que las transformaciones generadas van más allá de la idea del orden,

teniendo más sentido en ellas, el papel de la incertidumbre.

Kanankil tiene diversas formas de existir: a través de palabras y conversaciones,

de personas y relaciones, de espacios y proyectos. Ser a través de la palabra escrita,

representa una nueva manera de estar en el mundo. Esta publicación representa una

forma distinta de darle vida a nuestro trabajo.

Hacer esta recopilación nos ha permitido reflexionar sobre el pasado, sobre los

esfuerzos y retos compartidos, sobre los logros y los pasos dados. También nos

permite meditar sobre el presente, acerca de quiénes somos hoy, de lo que tenemos

juntos y de la importancia de cuidar lo construido. Además, a partir de ahora podemos

mirar el futuro con optimismo, vislumbrando nuevos senderos para un diálogo

estimulante con clientes, terapeutas y profesionales de otras disciplinas.


Aprendimos la importancia de la creatividad, la flexibilidad, la planeación y la

conversación; que la herramienta fundamental para movernos y avanzar se encuentra

en la reflexión y el cuestionamiento. Nos recuerda a Gianfranco Cecchin (1996) de

quien retomamos la idea del terapeuta irreverente: “Si un terapeuta cree demasiado

en la acción, se puede convertir en un manipulador. Si cree demasiado firmemente que

hay que dejar que el sistema ‘sea’, se puede volver irresponsable. Si está convencido de

que todos los sistemas tienen aspectos opresivos, puede llegar a ser un revolucionario.

Si confía apasionadamente en los aspectos de control de la terapia, entonces será un

ingeniero social. Pero como es imposible no tomar una postura, es precisamente este

giro reflexivo entre tomar una posición y colocarla inmediatamente después dentro de

un contexto más amplio lo que crea el ‘llegar a ser’ y no el ‘ser’ un terapeuta. Esta

posición permite lograr ese saludable estado de leve irreverencia hacia sus verdades

pese a lo mucho que le pudo costar conquistarlas”.

Nuestro trabajo está siempre sujeto a discusión, ponerlo en un texto puede

hacerlo parecer como terminado o estático, pero no lo está. El dinamismo de la vida y

las relaciones entre las personas son procesos en constante cambio y transformación,

y ahí es donde queremos estar, en ese espacio situado entre el hacer y la reflexión de

manera que el diálogo siempre continúe.

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Acerca de los autores

Dora Adolfina Ayora Talavera. Psicóloga y maestra en terapia familiar, profesora

asociada de medio tiempo en la Universidad Autónoma de Yucatán. Tiene larga

experiencia como terapeuta, profesora y supervisora en diferentes universidades

privadas de México. Es coordinadora académica de los programas de Maestría en

Psicoterapia y Adicciones del Instituto Kanankil. Ha trabajado con ideas

construccionistas, colaborativas y procesos reflexivos por más de diez años. Ha sido

participante frecuente del International Summer Institute organizado por el Houston

Galveston Institute y el Grupo Campos Elíseos. Está filiada a la Asociación Mexicana de

Terapia Familiar, a la Asociación Mexicana de Psicoterapia y es miembro asociado del

Taos Institute. Fue presidente del Colegio de Psicólogos del Estado de Yucatán (2003-

2005) y ha sido miembro del Comité Interdisciplinario para la Evaluación de Programas

de Posgrado del Gobierno del Estado de Yucatán. Correo electrónico:

finaat@prodigy.net.mx

Rocío Chaveste Gutiérrez. Profesora y supervisora del Instituto Kanankil. Estudió

Ciencias Políticas y Administración Pública, tiene Maestría en Administración de

Organizaciones, Terapia Familiar y Comunicación Política y Marketing Electoral,

además de un Certificado como Educador y Terapeuta Sexual. Tiene larga experiencia

como terapeuta y sexóloga. Enseña y supervisa en las Maestrías en Psicoterapia y

Adicciones del Instituto Kanankil. Ha trabajado en el gobierno local como Directora de

Desarrollo Social, como consultora y maestra en universidades públicas y privadas.

Está interesada en las ideas construccionistas y colaborativas, en procesos reflexivos,


sexología, género y desarrollo comunitario. Es miembro asociado del Taos Institute, la

Asociación Mexicana de Terapia Familiar, y la Red Internacional para Diálogos

Productivos. Ha sido participante frecuente del International Summer Institute

organizado por el Houston Galveston Institute y Grupo Campos Elíseos. Correo

electrónico: rchaveste@hotmail.com

Francisco Vadillo Atoche. Psicólogo con maestría en Terapia Familiar. Trabajó

varios años en el Hospital Psiquiátrico del Estado en la unidad de niños y adolescentes.

Actualmente trabaja en la Oficina de Salud Mental del Gobierno del Estado de Yucatán

atendiendo principalmente comunidades mayas. Ha desarrollado su práctica privada

como terapeuta por más de quince años y ha trabajado con las ideas construccionistas,

colaborativas y procesos reflexivos durante este tiempo. En el Instituto Kanankil

enseña y supervisa los dos programas de Maestría. También supervisa terapeutas y

enseña en universidades públicas y privadas. Desde 1998 participa en el International

Summer Institute organizado por el Houston Galveston Institute y el Grupo Campos

Elíseos. Es miembro asociado del Taos Institute y de la Asociación Mexicana de Terapia

Familiar. Correo electrónico: francisco.vadillo@gmail.com

Instituto Kanankil

www.kanankil.org

contacto@kanankil.org

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