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INTRODUCCIÓN

La razón principal que motiva la elaboración del presente trabajo de investigación


es el posible conflicto que se puede suscitar entre el principio de imparcialidad
judicial; es decir, aquella característica necesaria en cualquier sistema de
impartición de justicia para garantizar una verdadera resolución de conflictos
jurisdiccionales que permite a loa judiciables que se resuelvan las contiendas sin
que el juzgador favorezca a ninguna de las partes.

La imparcialidad es probablemente el principio más importante de los que


determinan el concepto justicia y, por tanto, de la función jurisdiccional, motivo por
el cual, en toda la estructura del proceso y del régimen de los jueces, deben estar
regulados en forma tal que se encuentre una compatibilidad entre imparcialidad,
como garantía judicial, y la libertad de expresión de los jueces como personas o
individuos de manera que se garantice a los justiciables el derecho a un juicio
imparcial, pero también el respeto al derecho de libertad de expresión de los
jueces y magistrados.

Ante la disyuntiva que eventualmente se pudiera dar, deben actuar los


mecanismos de protección de la imparcialidad, además de tener bien definidos los
parámetros que permitan a los jueces ejercer su libertad de expresión como
individuos, porque es posible que se generen dudas acerca de la imparcialidad
judicial cuando el juez exprese públicamente su opinión acerca de un asunto de
relevancia política o que deba ser resuelto por éste.

En la vida pública es relevante la participación de los juzgadores, en seminarios


conferencias o congresos de carácter académico, en donde existe la discusión
sobre temas de carácter jurídico vinculados con problemáticas sociales,
económicas, religiosas, culturales y de política entre otros ámbitos. La importancia
de su participación radica en el hecho de que son expertos en la materia legal,
emitiendo opiniones técnicas sobre los temas que les son planteados.

Es ahí donde se necesita analizar la incidencia de sus opiniones y el posible


conflicto que pudiera darse con el principio de imparcialidad que están llamados a
cumplir los jueces en México; por lo que es importante no perder de vista que la
garantía de imparcialidad no persigue cuestionar en cada caso la capacidad de los
jueces para mantener un distanciamiento emocional de los asuntos que son
llamados a decidir, o de poner en duda su sometimiento estricto a la ley y su
voluntad de aplicar la ley en términos de igualdad.

Por ello, el propósito del trabajo es examinar cuándo las opiniones expresadas por
un juez cobran relevancia para la garantía de imparcialidad y, por tanto, deberían
ser contempladas legalmente como motivo de recusación; para ello será preciso
establecer cuáles son las pautas o criterios que permiten determinar si una opinión
puede generar parcialidad dentro de una contienda jurisdiccional.

1
El punto de partida para determinar los derechos, deberes y límites, al ejercicio de
la libertad de expresión por parte de los jueces, es el principio constitucional de
garantía a la independencia judicial.

El propósito del presente trabajo de investigación consiste en determinar sí deben


existir límites al ejercicio del derecho a la libertad de expresión por parte de los
jueces en México, porque dichos sujetos ocupan una posición de funcionarios
públicos en un Estado de derecho y que está obligados, al mismo tiempo, a
cumplir con la garantía de imparcialidad que les impone el orden constitucional,
con independencia de que sean titulares de la libertad de expresión, el ejercicio
del cargo que ocupan les impone claras responsabilidades y deberes que
constituyen una limitación al ejercicio del multicitado derecho.

Por el momento, no existen criterios claros que nos permitan ilustrarnos cuales
son los límites que deben ser impuestos a los jueces a su derecho a la libertad de
expresión, al momento de dar opiniones técnicas sobre ciertos asuntos
jurisdiccionales, y que de las mismas se pueda desprender un conflicto con el
principio de imparcialidad judicial previsto en nuestra Constitución Política.

El presente esfuerzo académico busca colmar aquella incertidumbre que


prevalece en el tema del presente trabajo. Se propondrán algunas bases para
establecer cuáles pueden ser esos parámetros e, incluso, precisar algunos de
ellos como un preliminar para sentar a la postre un régimen normativo que deba
respetarse por los jueces al expresar opinión pública respecto de temas que
puedan vincularse a asuntos que puedan estar llamados a ejercer potestad
jurisdiccional.

En éste sentido, Thomas I. Emerson ha escrito: “En los últimos tiempos muchos
esfuerzos se han llevado a cabo para formular doctrinas jurídicas relativas a la
libertad de expresión y construir las reglas sobre las cuales las instituciones
jurídicas deben trabajar para mantenerla.”1

Por el momento, únicamente existen postulados de carácter ético acerca de las


conductas indebidas en que puede incurrir un juzgador en casos particulares,
vinculados con el ejercicio de la libertad de expresión relacionado directamente
con actos procesales. Además, se carece de una serie de parámetros de conducta
normada vinculados específicamente con la actividad que conlleva el ejercicio de
la libertad de expresión por parte de las personas que encarnan la figura del juez
que está llamado a respetar la garantía de imparcialidad en el ejercicio de su
actividad jurisdiccional.

Dentro del marco jurídico mexicano, no se establecen límites al ejercicio del


derecho fundamental de la libertad de expresión por parte de los jueces, lo cual
exige un análisis teórico-constitucional y racional que permita definir cuáles deben

1
2
Thomas I. Emerson. The sistem of freedom of expression. Vintage Books. USA. 1971. p. 5. El autor
desarrolla la idea de la página 11 a 14.
ser éstos, a fin de tener certidumbre acerca de los derechos y deberes que implica
el ejercicio de tal derecho por tales sujetos y hacerlo compatible con el ejercicio de
su encargo.

Si bien es cierto, los juzgadores gozan del derecho fundamental a expresar con
libertad sus ideas y opiniones, como cualquier otro ciudadano de la república, no
puede desconocerse la conveniencia y circunstancias de especialidad en las que
está situado un juez como decisor de litigios en los que generalmente están
involucrados derechos de gran calado, lo que puede inclinar una decisión
jurisdiccional en el sentido de las opiniones vertidas públicamente en detrimento
del principio de imparcialidad que debe prevalecer la administración de justicia.

En otros países ya se han presentado casos de jueces involucrados en


escándalos políticos y sociales por la expresión de sus opiniones. Entre los casos
más sonados se encuentran los de: Baltasar Garzón y Santiago Vida, en España;
De Prada en Italia; José Henrique Torres, Dora Aparecida Martins y Roberto
Corcioli Filho, en Brasil, entre otros, que han puesto en discusión el ejercicio del
derecho fundamental de expresión por parte de jueces y magistrados.

En el presente trabajo académico, se analizará la existencia de límites


constitucionales, legales y éticos en el ejercicio del derecho fundamental de
libertad de expresión por parte de los jueces en México, frente al principio
constitucional consistente en la imparcialidad judicial. Lo anterior, a fin de conocer
la respuesta a la pregunta: ¿de qué pueden hablar públicamente los jueces?

3
CAPÍTULO I
ELEMENTOS GENERALES SOBRE LOS
DERECHOS HUMANOS
I. Prolegómenos
En este apartado se sentarán las bases sobre lo que para fines del presente
trabajo se entenderá como derechos humanos, para ello se señalarán tanto las
fuentes de que emanan las obligaciones internacionales que en la materia tiene el
Estado mexicano como los mecanismos internacionales encargados de proteger
los derechos humanos y cuyas resoluciones se tornan obligatorias para el buen
funcionamiento de nuestro Estado de Derecho. En consecuencia, las alternativas
de incorporación, brindando un acercamiento al tema del control de
convencionalidad como forma interpretativa jurisdiccional que servirá para lograr la
plena vigencia de los compromisos internacionales en materia de derechos
humanos.

Así para los fines del presente trabajo sirve citar el artículo 1° de nuestra Carta
Magna, que en su parte conducente a la letra dispone:

“…todas las personas gozarán de los derechos humanos reconocidos


en la Constitución y en los tratados internacionales de los que el
Estado Mexicano sea parte, así como de las garantías para su
protección, cuyo ejercicio no podrá restringirse ni suspenderse, salvo
en los casos y bajo las condiciones que esta Constitución establece.
Las normas relativas a los derechos humanos se interpretarán de
conformidad con la Constitución y con los tratados internacionales de la
materia favoreciendo en todo tiempo a las personas la protección más
amplia,
Todas las autoridades en el ámbito de sus competencias tienen la
obligación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos
humanos de conformidad con los principios de universalidad,
interdependencia, indivisibilidad y progresividad y, en consecuencia,
que el Estado deberá prevenir, investigar, sancionar y reparar las
violaciones a los derechos humanos, en los términos que establezca la
ley…”

En el presente trabajo de investigación tenemos, por una parte, el derecho


fundamental de la libre expresión de las ideas y opiniones externados por los
jueces y magistrados, y la protección constitucional de todos los habitantes a
través de la justicia que imparten los tribunales, y que dentro de este derecho
fundamental podemos encontrar un principio básico que consiste en la
imparcialidad de quienes administran justicia en nuestro país.

En cuanto al principio pro persona, debe destacarse lo señalado por Caballero


Ochoa, quién a propósito de la reforma constitucional en materia de derechos
humanos de junio de 2011, realizó el siguiente apuntamiento: 4
“…afortunadamente se incluyó el principio pro persona que... es el
criterio indispensable de actuación hermenéutica ante la cláusula de
interpretación conforme, y cuyo sentido es precisamente señalar la
preferencia de aplicación ante los reenvíos que se realizan desde las
normas sobre derechos a la CPEUM y a los tratados internacionales.
Cumple con dos objetivos: a) definir el estándar de integración
normativa, es decir, construir el contenido constitucionalmente
declarado de los derechos... y b) señalar la norma aplicable en caso de
antinomias, y con independencia de su posición jerárquica; respetando
el contenido mínimo esencial del derecho que debe restringirse si se
trata de dos normas.”2

Respecto a la interpretación conforme, consideramos al igual que Caballero


Ochoa que se trata de una disposición que obliga al interprete doméstico a
emplear la adecuación de la norma interna sobre derechos humanos conforme a
los compromisos internacionales, para lo cual al atender este canon hermenéutico
deviene una doble vía de actuación: por un lado la obligación del intérprete de
establecer los parámetros de contenido de los derechos humanos a partir de los
tratados obligatorios para el Estado mexicano, desentrañando los preceptos del
derecho doméstico que carecen de un único sentido material, y por otra parte la de
atender a la propia interpretación que realicen los organismos derivados del
sistema de promoción y protección de los derechos humanos, así como a sus
directrices. 3

II. Concepto de derechos humanos


La humanidad constantemente hace preguntas sobre el significado de las cosas
con la finalidad de entenderlas mejor, de modo que al respecto de los derechos
humanos debe recordarse al jurista H.L.A. Hart quien en su obra “El concepto del
derecho” sostiene: “Pocas preguntas referentes a la sociedad humana han sido
formuladas con tanta persistencia y respondidas por pensadores serios de manera
tan diversa, extrañas, y aun paradójicas, como la pregunta ¿qué es el derecho?.
(…) No hay una vasta literatura consagrada a contestar las preguntas “¿qué es
química?” o “¿qué es medicina?”, como la hay para responder a la pregunta “¿qué
es el derecho?”4

El cuestionamiento anterior es absolutamente aplicable a la temática general de


los derechos humanos, esto es, a la pregunta de ¿qué son?, especialmente a
partir de la reforma constitucional publicada en el Diario Oficial de la Federación el
10 de junio de 2011, por la que se modificó el título 1º de la Constitución Política
de los Estados Unidos Mexicanos para actualmente denominarse “De los
derechos humanos y sus garantías”. Lo anterior se asocia directamente con la
2
Caballero Ochoa, José Luis. La cláusula de interpretación conforme y el principio pro persona (artículo 1°,
segundo párrafo, de la constitución), UNAM. México, 2009, p.130.
3
Caballero Ochoa, José Luis. La incorporación de los tratados internacionales sobre derechos humanos en
España y México. Porrúa, México, pp. 72 y 43.
4
Hart. H.L.A. El concepto de derecho. 2ª ed tr. Genaro R. Carrio. Ed. Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 5
Argentina, 1995. p.1.
reforma constitucional en materia del juicio de amparo, publicada el 6 de junio de
2011 en el Diario Oficial de la Federación, por la que se estableció que los
tribunales de la federación resolverán toda controversia sobre “actos u omisiones
de la autoridad que violen los derechos humanos reconocidos”.

Una vez precisado lo anterior, debe decirse que la definición utilizada por uno de
los principales órganos de la Organización de Naciones Unidas, esto es, la Oficina
del Alto Comisionado para los Derechos Humanos (OACNUDH) que lidera los
esfuerzos de la ONU para la protección y promoción de los derechos humanos en
el mundo, es la siguiente:

“Los derechos humanos son derechos inherentes a todos los seres


humanos, sin distinción alguna de nacionalidad, lugar de residencia,
sexo, origen nacional o étnico, color, religión, lengua, o cualquier otra
condición. Todos tenemos los mismos derechos humanos, sin
discriminación alguna. Estos derechos son interrelacionados,
interdependientes e indivisibles.” 5

Otra definición es la que brinda la Organización de las Naciones unidas para la


Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) que desde 1947 acuñó la fórmula
por la que los señala como:

“aquellas condiciones de vida sin las cuáles en cualquier fase histórica


dada de una sociedad, los hombres no pueden dar de sí lo mejor que
hay en ellos como miembros activos de la comunidad, porque se ven
privados de los medios para realizarse plenamente como seres
humanos”6

De forma similar la OACNUDH en el “Diagnóstico sobre la situación de los


derechos humanos en México” refiere que:

“Los derechos humanos son los derechos que tienen todas las
personas, en virtud de su humanidad común, a vivir una vida de
libertad y dignidad. Otorgan a todas las personas la posibilidad de
presentar reivindicaciones morales que limiten la conducta de los
agentes individuales y colectivos y el diseño de los acuerdos sociales, y
son universales, inalienables e indivisibles. Los derechos humanos
expresan nuestro profundo compromiso de que se garantice que todas
las personas puedan disfrutar de los bienes y libertades necesarios
para una vida digna.”7

5
http://www.ohchr.org/SP/Issues/Pages/WhatareHumanRights.asp consultada el 17 de julio de 2019.
6
Carrillo Flores, Antonio. La Constitución, la Suprema Corte y los Derechos Humanos, Editorial
Porrúa, México, 1981, p. 187.
7
6
Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos (OACNUDH). Diagnóstico sobre la situación
de los derechos humanos en México. OACNUDH, México 2004. p. XX.
En el “Glosario de términos básicos sobre derechos humanos” creado por el
programa de Derechos Humanos de la Universidad Iberoamericana, se señala
que:

“Los derechos humanos son -según el planteamiento que se ha


desarrollado con base en la propia DUDH- inalienables (dentro de
ciertos límites legales) y universales (pertenecen por igual a todos los
miembros de la familia humana, más allá de cualquier frontera territorial
o límite social, racial, étnico, cultural, político o económico), y deben ser
protegidos por la ley. Por otro lado, si el sujeto de derechos es el
individuo, el poseedor de obligaciones es el Estado; es decir, aun
cuando las acciones de agentes no estatales puedan ocasionar
violaciones a los derechos humanos, la responsabilidad principal de
respetarlos, garantizar su respeto por terceros y propiciar su realización
corresponde directamente al Estado.” 8

Otra de las definiciones atiende a su diferenciación en el sentido objetivo y


subjetivo, tal cual lo expone Luis Ernesto Arévalo, a saber:

“Los derechos humanos, en el sentido objetivo, son normas de derecho


público constitucional, es decir, de la más alta jerarquía jurídica, que
protegen ciertos bienes jurídicos fundamentales que se consideran
inherentes a la personalidad humana y cuya identificación y precisión
son producto histórico del desarrollo de la conciencia humana y la
organización social. (…) En el sentido subjetivo, los derechos humanos
son las facultades que esta clase de normas otorgan a sus titulares
para que exijan de los obligados el cumplimiento de las obligaciones
correspondientes.”9

Como señala el jurista Jorge Ulises Carmona Tinoco:


“Desde el punto de vista del derecho internacional, los derechos
humanos pueden surgir a la vida jurídica mediante su reconocimiento
por las fuentes del derecho internacional, tanto las reconocidas por el
Estatuto de la Corte Internacional de Justicia (Art. 38), como las que
conforman el llamado soft law o derecho derivado del funcionamiento
de los órganos internacionales de promoción, supervisión y de
garantía.”10

De lo anterior fácilmente se podría establecer que para el jurista Kantorowicz,


quien al abordar la pregunta ¿qué es el derecho? - aplicable a la pregunta ¿qué
8
1 V.V.A.A. Glosario de términos básicos sobre derechos humanos. Universidad Iberoamericana, Comisión
de Derechos Humanos del Distrito Federal. México, 2005, p. 54.
9
Arévalo Álvarez, Luis Ernesto. El concepto jurídico y la génesis de los derechos humanos. Universidad
Iberoamericana, 2ª ed. México, 2001, p. 57.
10
Carmona Tinoco, Jorge Ulises. La situación actual de la incorporación de los derechos humanos en las
constituciones locales mexicanas, Biblioteca jurídica virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de 7la
UNAM. www. Jurídicas.unam.mx. p. 69.
son los derechos humanos?, anticipa que la tarea de delimitar un contenido
abstracto constituye: “una materia sobre la que se han escrito obras en cantidad
suficiente para llenar una biblioteca, pero en las que no se han alcanzado, como lo
prueba su existencia, resultados definidos.”11

En este orden de ideas, conviene señalar que, en México, se está orientado a la


posición del jurista Enrique Cáceres Nieto, quien siguiendo al filósofo Ludwing
Wittgenstein indica que con preguntas del tipo “¿Qué es x?” nos generan una
especie de espasmo mental ya que sentimos que debemos señalar algo en el
mundo como su referente; sin embargo, carecemos del mismo. 12

Por lo anterior y con la finalidad de centrar la discusión en aspectos más


concretos, al igual que Faúndez Ledesma:

“No nos vamos a referir aquí al contenido político y valorativo inherente


a la noción de derechos humanos, ni tampoco a las distintas
acepciones en que se puede emplear esta expresión, ya sea como
producto de una obligación moral, o de una aspiración o ideal por
alcanzar, o como producto de ciertas necesidades básicas que se
requiere atender, o como manifestación de reivindicaciones políticas
insatisfechas.”13

Es más, y continuando con la línea argumentativa de Faúndez y con plena


consciencia de las dimensiones políticas y culturales para efectos de este trabajo
se establece que a los derechos humanos -en cuanto categoría normativa- se les
tiene como el reflejo de una facultad derivada del ordenamiento jurídico, esto es,
como expresión que se ha reservado para ciertos derechos básicos, o mínimos,
que son inherentes a toda persona, y que derivan únicamente de su condición de
ser humano.

III. El carácter de principios


El tema de los derechos humanos como principios ponderables parece tan obvio
que, cuando se habla de ponderación, se asume que los derechos humanos
pueden ser objeto de un ejercicio como éste. Incluso, Carla Huerta, parafraseando
a Alexy14, señala que tratar a una norma sea como principio o regla es una
cuestión de interpretación por lo que no es posible tener reglas completamente
claras para todos los casos. Sin embargo, enseguida se expondrán las razones

11
Kantorowicz, Hermann. La definición del derecho. Ed Colofón, México 1994.p. 31.
12
Cfr. Cáceres Nieto, Enrique. ¿Qué es el derecho’? iniciación a una concepción lingüística. 2ª ed. UNAM,
Cámara de Diputados. México, 2001. P. 30.
13
Faúndez Ledesma, Héctor. El sistema interamericano de protección de los derechos humanos, aspectos
institucionales y procesales. Instituto Interamericano de Derechos Humanos. San José, Costa Rica, 3 ed.
2004, p. 3.
14
8
Alexy, Robert. Teoría de los derechos fundamentales. El Derecho y la Justicia, 2a Edición, trad. de Carlos
Bernal Pulido, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, España, 2008, p. 172.
por las cuales existe un consenso respecto del uso de la ponderación para
resolver los casos de colisión entre derechos humanos.

Alexy, en uno de sus artículos, aporta una definición donde señala que “los
derechos fundamentales son mandatos de optimización, como tales son normas
de principio que ordenan la realización de algo en la más alta medida,
relativamente a las posibilidades materiales y jurídicas.” 15

La forma en que los principios serán aplicados depende de cuáles están inmersos
en la problemática, es decir, después de haber identificado qué derechos están en
colisión es que se podrá analizar cómo será resuelto. En las sociedades complejas
actuales, todas las personas son titulares de derechos, derechos que no pueden
ser sustraídos de ellas y, en caso de que entren en conflicto, debe tratarse de
armonizarlos por lo cual deben ser vistos a través del lente de la relatividad de su
aplicación.16

Es necesario que los derechos puedan ser armonizados con otros derechos para
que ambos puedan ser garantizados, lo que será particular es la medida de su
cumplimiento. Si existe una tensión entre derechos, uno cederá, pero no será
desaplicado en su totalidad, de esta forma se puede evaluar hasta qué grado cada
derecho podrá garantizarse. A partir de esto puede seguirse que los derechos
humanos entre sí no tienen jerarquía como los principios, pues el derecho humano
de alguien no vale más que el de otra persona.

Debido a que ningún derecho es más importante que otro, es imposible que exista
una regla inamovible sobre cuál deberá prevalecer en los distintos casos posibles.
Por ejemplo, cuando existe un conflicto entre la libertad de expresión y el derecho
al honor, no se puede decir que la libertad de expresión siempre vencerá, sino que
es necesario revisarlo caso por caso. 17 Lo único posible es obtener una relación
condicionada siempre y cuando existan las mismas condiciones en dos casos casi
idénticos.

Asimismo, los derechos humanos usualmente se encuentran regulados de una


forma en la que se señala la titularidad del derecho pero que no ahonda en las
implicaciones que éste puede tener, sin consecuencia jurídica determinada para el
momento de su aplicación. Por ejemplo, la Convención Americana sobre Derechos
Humanos en su artículo trece regula el derecho a la libertad de expresión y reza
“Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de expresión.” 18

15
Alexy, Robert. Derechos fundamentales, ponderación y racionalidad. Revista Iberoamericana de Derecho
Procesal Constitucional núm. 11, enero-junio 2009 p. 8.
16
ONU. Declaración Universal de Derechos Humanos. Adoptada y proclamada por la Resolución de la
Asamblea General 217 A (III) del 10 de diciembre de 1948.
17
Cfr. Corte IDH. Caso Fontevecchia y D`Amico Vs. Argentina. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de
29 de noviembre de 2011. Serie C No. 238.
18
OEA. Convención Americana sobre Derechos Humanos. Adoptada en San José, Costa Rica, el 22 de 9
noviembre de 1969, en la Conferencia Especializada Interamericana sobre Derechos Humanos.
El enunciado normativo no indica las implicaciones que tiene este derecho, ni las
conductas específicas que deben realizarse, lo cual ejemplifica la estructura de
principios que tiene éste y otros derechos humanos.

Los derechos humanos considerados como fundamentales carecen al mismo nivel


de una regulación específica de conductas y la manera en que habrá de hacerse
efectivo el ejercicio de estos. En tal virtud, y considerados los derechos como
mandatos de optimización, es indispensable encontrar un método de armonización
entre los derechos de dos personas. Alexy y Vázquez insisten en que la forma
adecuada de resolverlos es a través de la ley de la ponderación o ponderación
que será explicada brevemente.

Vale la pena señalar que el autor Daniel Vázquez, también sebasa en las ideas del
profesor Gustavo Zagrebelsky para reforzar la postura de identificar a los derechos
humanos como principios. Estos argumentos son principalmente de tipo
estructural, es decir, se basan en una visión abstracta y total de lo que es el
ordenamiento jurídico.19

Gustavo Zagrebelsky en su obra “El Derecho dúctil” 20, considera que las normas
constitucionales sobre derechos y justicia son prevalentemente principios por lo
cual, muchas veces, la distinción entre principios y reglas se asemeja a la
distinción entre Constitución y ley. Apunta que las constituciones actuales se
caracterizan por incluir a los derechos dentro de sus textos normativos, no
obstante, los derechos pueden encontrarse construidos ya sea como reglas o
principios.

Un ejemplo claro de la circunstancia antes señalada por los autores se puede


advertir en la Constitución mexicana, donde se ha consagrado la libertad de
conciencia y religión en el artículo 24 que ordena “toda persona tiene derecho a la
libertad de convicciones éticas, de conciencia y de religión”. En el mismo texto
constitucional, podemos encontrar el artículo 16 que ala letra dispone: “Ningún
indiciado podrá ser retenido por el Ministerio Público por más de cuarenta y ocho
horas, plazo en que deberá ordenarse su libertad o ponérsele a disposición de la
autoridad judicial; este plazo podrá duplicarse en aquellos casos que la ley prevea
como delincuencia organizada”.

Así las cosas, se puede advertir, con claridad que, por un lado, está el enunciado
normativo en el cual, de forma muy abstracta, se señala que las personas tienen
un derecho humano que podría ser interpretado de distintas formas (libertad de
creencia). Por otro, existe una regla en la cual se regula el plazo máximo para
retener a una persona indiciada son cuarenta y ocho horas, lo cual tiene una
consecuencia jurídica muy clara que no podría ser interpretada ampliamente.
19
Cfr. Vázquez, Daniel. Test de razonabilidad y derechos humanos: Instrucciones para armar. Restricción,
igualdad y no discriminación, ponderación, contenido esencial de derechos, progresividad, prohibición de
regresión y máximo de recursos disponibles. México, UNAM-IIJ, 2016. pp. 3-4
20
10
Zagrebelsky, Gustavo. El derecho dúctil. Ley, derechos, justicia. 9a Edición, trad. de Marina Gascón,
Madrid, Editorial Trotta, 2009.
Debido a lo anterior, la explicación sobre la relación principios-Constitución y
reglas-Leyes podría no resultar del todo satisfactoria, ya que, una característica de
la regulación actual es que tanto reglas como principios pueden encontrarse en las
constituciones, lo que implica que se ubican al mismo nivel jerárquico formal.

Además de hacer la distinción previamente expuesta, el profesor Zagrebelsky


señala que los principios desempeñan un papel constitutivo del orden jurídico y
ésta es la principal razón, de tipo estructural, por la cual se puede identificar a los
derechos humanos como principios. 21 Bajo este modelo los derechos humanos no
tienen papeles complementarios, sino que su interpretación es un paso previo a la
aplicación de cualquier regla en todo acto jurídico.

Con base en las razones expuestas en este apartado, es posible afirmar que los
derechos humanos operan como principios. Es por ello que debe aplicarse el
método de resolución de conflicto entre principios, es decir, la ponderación. Sin
embargo, es necesario enfatizar que, a pesar de que este método sea conocido
como el más adecuado para la resolución de estas disyuntivas, podría haber
alguna falla cuando las y los jueces se enfrentan a casos de discriminación
estructural, como se afirmará posteriormente en este trabajo.

IV. Sistema de fuentes y control de convencionalidad


Los derechos humanos son una categoría normativa, reflejo de una facultad
derivada del ordenamiento jurídico, y en ese sentido y siguiendo al jurista vienés
Hans Kelsen, “el orden jurídico es un sistema de normas”, donde lo que permite
convertir en un sistema a una multitud de normas es en razón de la validez de
cada norma.22

Así, Kelsen precisó que “el sistema de normas que llamamos orden jurídico es un
sistema de naturaleza dinámica” 23 donde la norma fundamental de un orden
jurídico positivo no es sino la regla básica de acuerdo con la cual las diversas
normas del propio orden tienen que ser creadas y en consecuencia al representar
el punto de partida de un proceso normativo creador tiene un carácter
enteramente dinámico.24

De esta forma, tenemos que, la creación consuetudinaria y la legislativa del


derecho suelen ser vistas como las dos “fuentes” del mismo, entendiendo que por
fuente tenemos que su empleo no es solamente para designar los métodos de
creación jurídica, sino también para caracterizar el fundamento de validez del
derecho.25

21
Cfr. Ferrajoli, Luigi. Sobre los derechos fundamentales. Cuestiones Constitucionales Revista Mexicana de
Derecho Constitucional, México, Núm. 15 de 2006.
22
Cfr. Kelsen, Hans. Teoría general del Derecho y del Estado. UNAM, 2ª ed. México 1958, p. 129.
23
Ibíd. p. 133.
24
Ibíd. p. 134. 11
25
Ibíd. p. 155.
La pertenencia de una norma jurídica dentro de un determinado sistema
normativo, puede entenderse con mayor claridad bajo la idea que H.L.A. Hart
desarrolló con el concepto de regla de reconocimiento, que: “especificará alguna
característica o características cuya posesión por una regla sugerida es
considerada como una indicación afirmativa indiscutible de que se trata de una
regla del grupo que ha de ser sustentada por la presión social que éste ejerce.” 26

Y conectando la idea de la regla de reconocimiento de Hart con la de validez que


según Kelsen es necesaria para que una norma forme parte de un sistema, Hart
claramente señala que: “en la operación simple de identificar una regla dada como
poseedora de la característica exigida de pertenecer a una lista de reglas a las
que se atribuye autoridad, tenemos el germen de la idea de validez jurídica” 27

Dada la necesidad de ubicar si una norma de derechos humanos pertenece a un


sistema jurídico determinado, es momento de referirnos a los llamados derechos
humanos y en consecuencia a sus fuentes, para tal efecto nos brinda un marco
general lo señalado por la académica Loretta Ortiz Ahlf al señalar que:

“El derecho internacional de los derechos humanos no debe


confundirse con el derecho de los tratados. Como en todo el derecho
de Gentes, los tratados no son la única fuente del derecho internacional
de los derechos humanos. Sin perjuicio de la importancia de las fuentes
convencionales, los instrumentos de este tipo no agotan el derecho
internacional de los derechos humanos; con tratados o sin ellos, un
Estado se encuentra obligado a respetar los derechos humanos.” 28

Un primer acercamiento a una visión amplia de las fuentes del derecho


internacional de los derechos humanos la encontramos en el artículo 38.1, del
Estatuto de la Corte Internacional de Justicia, 29 que para mayor claridad a
continuación se transcribe:

“1. La Corte, cuya función es decidir conforme al derecho internacional


las controversias que le sean sometidas, deberá aplicar: a. las
convenciones internacionales, sean generales o particulares, que
establecen reglas expresamente reconocidas por los Estados litigantes;
b. la costumbre internacional como prueba de una práctica
generalmente aceptada como derecho; c. los principios generales de
derecho reconocidos por las naciones civilizadas; d. las decisiones
judiciales y las doctrinas de los publicistas de mayor competencia de
las distintas naciones, como medio auxiliar para la determinación de las
reglas de derecho, sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 59.”

26
Hart. H.L.A. El concepto de derecho. op. cit. p. 117
27
Ibíd. p. 118.
28
Ortiz Ahlf, Derechos Humanos. Ed. Fontamara, México 2004, p. 23
29
12
http://www.ordenjuridico.gob.mx/JurInt/CIJ.pdf adoptado el 26 de junio de 1945 y publicado el 17 de
octubre de 1945 en el Diario Oficial y en vigor a partir del 24 de octubre de 1945.
En la opinión de Herdegen en el artículo en cita se encuentran dos tipos fuentes, a
saber, las propias y las interpretativas del derecho internacional. A las primeras
(propias), pertenecen los tratados internacionales, el derecho internacional
consuetudinario y los principios generales del derecho internacional, en cuanto
que en las segundas (interpretativas o impropias), se encuentran las decisiones
judiciales y los conceptos de la doctrina del derecho internacional. Así la validez
jurídica de las normas de derechos humanos o su pertenencia a un sistema
determinado, dependerá de su forma de producción jurídica o sea el origen de su
fuente.30

De forma similar piensan Diego Rodríguez Pinzón y Claudia Martin, al referirse a


las fuentes del derecho internacional de los derechos humanos en relación al
citado artículo 38.1, además de precisar que si bien se trata de una rama
especializada, esta área, la de los derechos humanos, se nutre de los principios
elaborados por el derecho internacional general. Y señalan que:

“De acuerdo a esta norma y a la interpretación que de ellas ha hecho la


doctrina estas fuentes se pueden clasificar en fuentes principales y
fuentes auxiliares. Las fuentes principales son los tratados, la
costumbre y los principios generales del derecho. Las fuentes
auxiliares, también llamadas subsidiarias, son la jurisprudencia y la
doctrina.”31

En este orden de ideas ubicamos dos criterios de clasificación inicial de las


fuentes del derecho internacional de los derechos humanos, a saber:

Fuentes principales o propias, los tratados internacionales; en torno a lo que


Santiago Corcuera estima que son los acuerdos de voluntades celebrados entre
sujetos del derecho internacional (Estados y otros como los organismos
internacionales) mediante los cuales se crea, transmiten, modifican o extinguen
derechos y obligaciones para las partes. Reciben nombres diversos, sin perder su
calidad de tratados (convenciones, convenios, pactos, etcétera), que al tratarse de
los tratados internacionales sobre derechos humanos tienen la característica de
ser normativos, esto es, su objetivo es establecer obligaciones para el beneficio de
las personas que habitan en el territorio de los Estados que celebran el tratado, a
diferencia del resto de los tratados internacionales, que al ser sinalagmáticos
establecen prestaciones y contraprestaciones recíprocas entre los Estados parte.
En consecuencia, en los tratados internacionales sobre derechos humanos las
obligaciones las asumen los Estados “frente” a los demás Estados parte del
tratado, pero no en su beneficio, sino en el de los habitantes de su propio
territorio.32

30
Herdegen, Mathias. Derecho internacional público. UNAM, Konrad Adenauer Stiftung. México, 2005, p.
113
31
Rodríguez Pinzón, Diego; Claudia Martin y Tomás Ojeda Quintana. La dimensión internacional de los
13
derechos humanos, guía para la aplicación de normas internacionales en el derecho interno. American
University y Banco Interamericano de Desarrollo, Washington 1999, p. 26.
En cuanto a la costumbre internacional; el mismo autor señala que por lo regular
se define a la costumbre con base a la máxima latina “inveterata consuetudo
opinio iuris seu necessitatis” o sea, una práctica arraigada en el tiempo que
adquiere su calidad jurídica en virtud de que el conglomerado social opina que es
obligatoria, y que para el ámbito internacional es obligatoria para los sujetos de
derecho internacional.33

La maestra Ortiz Ahlf cita la sentencia emitida por la Corte Permanente de Justicia
Internacional que en el asunto Lotus donde se define la costumbre como: “una
generalización de la práctica de los Estados, es decir, la prueba de un consenso
general de expectativas generalmente aceptadas como derecho, o, si se prefiere,
la cristalización de un consenso de los Estados respecto a una determinada pauta
de comportamiento que se impone como derecho objetivo.” 34

Herdegen al referirse al artículo 38, inciso b del Estatuto de la Corte Internacional


de Justicia señala que se define al derecho consuetudinario internacional (custom,
coutume) con base en sus dos componentes: como expresión de una práctica
general aceptada como ley (a general practice accepted as law), que trata en
consecuencia de unos preceptos legales, que se fundamentan en una práctica
general (consuetudo) –objetiva- y del correspondiente reconocimiento legal de esa
práctica (opinio iuris) –subjetiva-; así la vinculación a la conducta de los Estados
individualmente y a la convicción legal en la comunidad hace evidente que los
Estados además son los titulares y señores del proceso de producción jurídica. 35

Siguiendo a Mauricio Figueroa, de acuerdo a su ámbito de aplicación la costumbre


internacional puede dividirse en:
 Universal. - válida para todos los estados (que no se opusieron a ella en la
primera etapa de su formación)
 Regional. - válida únicamente en una región determinada
 Particular. - válida solamente entre dos Estados. 36

Es esta parte y siguiendo a Herdegen, es pertinente abordar dos aspectos


específicos relativos al concepto de costumbre internacional 37, persisten objetor.
Se refiere a cuando un Estado se puede sustraer a la vinculabilidad de un derecho
consuetudinario recientemente establecido. Para ello dicho Estado, en su debido
momento y de forma persistente, ha de protestar en contra del establecimiento de
un derecho consuetudinario a fin de poderse sustraer, en principio, del
cumplimiento de esa nueva regla del derecho consuetudinario, mediante esas
protestas.

32
Cfr. Corcuera Cabezut, Santiago. Derecho constitucional y derecho internacional de los derechos humanos.
Ed. Oxford, México, 2002. p. 55.
33
Ibíd. p. 56.
34
Ortiz Ahlf. Derechos Humanos. op cit. p. 24.
35
Cfr. Herdegen, Mathias. Derecho internacional público. op cit. p. 145
36
Cfr. Figueroa, Luis Mauricio. Derecho internacional. Editorial Jus, México 1991. p. 107. 14
37
Cfr. Herdegen Mathias. op cit. Pp. 154 y 155.
En este punto se tiene que las protestas permanentes no impiden la vinculación a
aquellos supuestos considerados con elemental significado para la comunidad de
Estados. Finalmente el tratamiento especial a los persistent objector pierden su
efecto cuando el desarrollo de una nueva regla consuetudinaria es adoptada de
forma casi unánime por toda la restante comunidad de Estados.

Ius cogens: Son normas imperativas de derecho internacional que inclusive no


pueden verse modificadas mediante tratados internacionales. Y la Convención de
Viena sobre el derecho de los tratados, en su artículo 53.2. las define como:
“norma aceptada y reconocida por la comunidad internacional de Estados en su
conjunto como norma que no admite acuerdo en contrario y que sólo puede ser
modificada por una norma ulterior de derecho internacional que tenga el mismo
carácter”.

Principios generales del derecho


En cuanto al artículo 38 del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia en su
inciso c) Herdegen señala que estos preceptos legales generales complementan
las normas de los tratados y del derecho consuetudinario. Así dentro de éstos, se
encuentran los principios que se conocen en los ordenamientos jurídicos de la
mayor parte de los Estados, y particularmente en aquellos que han alcanzado un
cierto grado de desarrollo y en los cuales se reflejan los valores fundamentales de
la comunidad de Estados moderna. Y es en el ámbito de la protección de los
derechos humanos donde el reconocimiento de dichos principios parece vincular
también a los órganos regionales y universales para que al cubrir las lagunas del
derecho a fin de lograr una efectiva protección de los derechos humanos. 38

En forma similar Ortiz Ahlf indica que, los principios generales de derecho, sólo
hacen referencia a ideas jurídicas generales y fundamentales, no así a cualquier
precepto normativo, donde su función no se restringe a cubrir lagunas legales que
pudieran presentarse por la falta de norma convencional o consuetudinaria
aplicable, sino que sirven de instrumento para la debida aplicación e interpretación
de los tratados y la costumbre.

Inclusive, la objetivización de dichos principios se ha generado en buena medida


por el proceso de incorporación del derecho internacional al interno y que, con el
fin de salvar de muchas ocasiones los conflictos entre las normas de derechos
humanos de carácter interno y las adoptadas en el seno de la comunidad
internacional, se requirieron criterios de solución en caso de conflicto. 39

Por su parte, Diego Rodríguez Pinzón y Claudia Martin hacen la aclaración de que
los principios generales del derecho son particularmente relevantes para el
derecho internacional de los derechos humanos, así los principales ejemplos de
estos principios son, el de la buena fe en el cumplimiento de las obligaciones

38
Ibíd. p. 156. 15
39
Cfr. Ortiz Ahlf. Derechos Humanos. Op cit. p. 41.
internacionales de derechos humanos por parte de los Estados y el principio de
pacta sunt servanda.40

Fuentes auxiliares, subsidiarias, impropias o interpretativas (soft law) son las


decisiones judiciales o jurisprudencia.

Corcuera las define como actos formal y materialmente jurisdiccionales, en tanto


provienen de un tribunal y definen una controversia; al existir tribunales
internacionales encargados de resolver las controversias por incumplimiento de
las normas del derecho internacional de los derechos humanos, estos emiten
sentencias que, están provistas de obligatoriedad plena para las partes en el
conflicto y en consecuencia son plenamente vinculantes.

No obstante, hay casos en los que las decisiones judiciales conforman


“Jurisprudencia”, que si bien es cierto solamente son obligatorias para las partes
en el conflicto del que fueron consecuencia, las interpretaciones realizadas por los
tribunales internacionales con motivo de los procesos constituyen precedentes
judiciales que forman parte del derecho internacional y que “obligan”, aunque sea
indirectamente, a los demás sujetos de derecho obligados por la norma aplicada e
interpretada por el tribunal.41

No obstante a lo que señalan diversos autores como Becerra Ramírez42 y


Herdegen43, en el sentido de que las decisiones judiciales tienen la característica
de relatividad, esto es, que sólo aplican para las partes y el caso concreto que
resuelven, es una visión tradicional que ha derivado del artículo 59 del Estatuto de
la Corte Internacional de Justicia, sin que ello sea una regla absoluta que, como se
refirió en el párrafo anterior encuentra el avance en lo que se ha llamado
“Jurisprudencia” internacional.

En este punto, Daniel O´Donell considera que es pertinente incorporar en esta


categoría las resoluciones que los mecanismos convencionales cuasi
jurisdiccionales de derechos humanos, esto es, las decisiones finales emitidas por
los Comités del sistema universal al decidir en casos concretos de supuestas
violaciones a los derechos humanos contenidos en los instrumentos
internacionales correspondientes; adicionalmente conviene ampliar el uso de
“jurisprudencia” a las decisiones dela Comisión Interamericana de Derechos
Humanos (CIDH) sobre los casos examinados respecto a peticiones individuales
por presuntas violaciones a los derechos humanos.44

40
Cfr. Rodríguez Pinzón, Diego y otros. La dimensión internacional de los derechos humanos, guía para la
aplicación de normas internacionales en el derecho interno. Op cit. p. 28.
41
Cfr. Corcuera Cabezut, Santiago. Derecho constitucional y derecho internacional de los derechos
Humanos. Op cit. Pp. 60 y 61.
42
Cfr. Becerra Ramírez, Manuel. Derecho Internacional Público, Enciclopedia Jurídica Mexicana.
Universidad Nacional Autónoma de México, Porrúa, México, 2002. p. 67.
43
Herdegen. Mathias. Op cit. P. 164.
44
Cfr. O´Donell, Daniel. Derecho internacional de los derechos humanos. Oficina en Colombia del Alto 16
Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Bogotá, Colombia 2004. Pp. 31 y 48.
Otro tipo de decisiones judiciales que deben contemplarse son las emitidas a
través de las llamadas medidas necesarias o provisionales, que son órdenes
concretas, dirigidas a algún Estado en particular, requiriéndole adopte medidas
tendentes a la prevención de alguna violación de derechos que parezca inminente.
Este tipo de actos son formalmente jurisdiccionales, materialmente administrativos
y vinculantes para el Estado receptor.45

En cuanto a la doctrina se entiende sólo aquella de los publicistas de mayor


competencia de las distintas naciones, recordando que un especialista opina e
investiga, pero no crea el derecho internacional. 46

De acuerdo con el jurista Miguel Carbonell47: la concreción y desarrollo de los


derechos humanos pertenece a las generaciones vivas y como tales
desencadenan comportamientos, símbolos, conocimientos, en cuya conflictiva
elaboración y circulación participan abogados, legisladores, jueces, teóricos e
incluso los propios ciudadanos. Su suerte, por tanto, depende de los sujetos que
sean capaces de apropiarse de ellos en tutela de sus intereses y necesidades.

En este punto toma relevancia que Daniel O’Donell en su clásica obra “Derecho
internacional de los derechos humanos” publicada por la Oficina del Alto
Comisionado para los Derechos Humanos (OACNUDH) ubique como doctrina a:
“los pronunciamientos adoptados por un órgano competente a fin de interpretar o
aclarar el contenido, alcance o valor jurídico de una disposición contenida en la
normativa internacional o, eventualmente, una regla o principio del derecho
consuetudinario”.48

En este punto O’Donell ejemplifica tal situación con la labor que los Comités de
expertos e independientes han hecho, al emitir “recomendaciones” y/u
“obligaciones” generales respecto los derechos humanos universalmente
reconocidos y que, reflejan las pautas interpretativas o el contenido de los
derechos humanos que cada Comité tiene la competencia de conocer. 49

Ahora bien, ya se han abordado las fuentes tradicionales del derecho internacional
de los derechos humanos, a saber, aquellas que se desprenden del artículo 38 del
Estatuto de la Corte Internacional de justicia, ahora bien, al ser el derecho algo
dinámico es evidente la existencia de nuevas o diferentes fuentes normativas en
materia del derecho internacional de los derechos humanos.

45
Cfr. Corcuera Cabezut, Santiago. Derecho constitucional y derecho internacional de los derechos Humanos
op cit. p. 61
46
Cfr. Becerra Ramírez, Manuel. Derecho Internacional Público, Enciclopedia Jurídica Mexicana.Op cit. p.
67.
47
Carbonell, Miguel et al. Derecho internacional de los derechos humanos, textos básicos. México, Porrúa-
Comisión Nacional de los Derechos Humanos, 2002. p. 14.
48
Cfr.- O´Donell. Derecho internacional de los derechos humanos. Op cit. p. 28. 17
49
Ibíd. Pp. 28-31
Así bajo la idea de ser fuentes auxiliares, como señala Ortiz Ahlf: “Cabe
preguntarse si deben considerarse como una fuente del derecho internacional de
los derechos humanos, las resoluciones, recomendaciones, declaraciones u
observaciones de los organismos internacionales en materia de derechos
humanos”.50

La respuesta a la pregunta anterior consideramos es afirmativa ya que bajo los


principios de buena fe y pacta sunt servanda, el estado se comprometió al alcance
que establezcan los organismos especializados del monitoreo y revisión de los
derechos humanos internacionalmente reconocidos.

Y se estima, conviniendo con Ortiz Ahlf y Caballero Ochoa, cuando señalan que
las recomendaciones, observaciones generales, declaraciones y opiniones (soft
law), per se no constituyen fuente de obligaciones, sino únicamente en el caso de
que se apoyen o soporten en una norma convencional o consuetudinaria. 51

V. Ponderación
La ponderación se ha convertido en un método indispensable para los tribunales
constitucionales y todo órgano con función jurisdiccional que deba resolver
conflictos de principios52. La aplicación de la metodología se torna de la máxima
importancia para aquellas autoridades que tienen facultades de interpretación
constitucional sobre derechos humanos, lo cual en México fue extendido gracias a
la reforma de derechos humanos53 y los criterios jurisprudencia de la Corte
Interamericana.54

A pesar de que es conocida la existencia de otros autores como Riccardo


Guastini55 que difieren sobre la teoría de la ponderación de Alexy, es preciso
aclarar que el próximo apartado se limitará a exponer las reglas de ponderación
introducidas por Robert Alexy y el desarrollo posterior realizado por él o sus
seguidores como Carlos Bernal Pulido. A partir de la teoría de Alexy, tribunales
constitucionales de distintas latitudes han realizado su propia metodología de la
ponderación, incluso, a pesar de que el empleo de estos métodos novedosos es
algo deseable en materia jurisdiccional, lo anterior ha provocado una
incertidumbre teórica sobre los pasos a seguir para resolver los conflictos de
derechos.

50
Ortiz Ahlf. Derechos Humanos. Op cit. p. 43
51
Idem y Caballero Ochoa, José Luis. La incorporación de los tratados internacionales sobre derechos
humanos en España y México. Op. cit. p. 10.
52
Bernal Pulido, Carlos. Estructura y límites de la ponderación. Doxa, Cuadernos de Filosofía del Derecho,
España, núm. N. 26 de 2003. p. 5.
53
Cfr. Salazar Ugarte, Pedro. La reforma constitucional sobre derechos humanos. Una guía conceptual.
México, Instituto Belisario Domínguez, 2014.
54
Corte IDH. Caso Gelman Vs. Uruguay. Fondo y Reparaciones. Sentencia de 24 de febrero de 2011. Serie C
No. 221. p. 193
55
18
Guastini, Riccardo. Los principios en el derecho positivo, Distinguiendo. Estudios de teoría y metateoría del
derecho, Traducción de Jordi Ferrer i Beltrán, Gedisa, Barcelona, 1999. Pp. 167-171.
Por dicha problemática han existido intentos de unificar las metodologías tanto
teóricas de Alexy como jurisprudenciales de los tribunales constitucionales para
facilitar la resolución de conflictos de derechos. En esta veta surge el libro Test de
razonabilidad y derechos humanos: Instrucciones para armar de Daniel Vázquez,
el cual tiene objetivo simplificar y unificar los pasos divergentes que existen
respecto de los distintos tests de derechos humanos.

Debido a que la propuesta de Vázquez es una de las más completas para


solucionar las problemáticas de multiplicidad de métodos, en adelante se precisa
la propuesta de test de ponderación ideada por Alexy.

a). Metodología de Alexy


Los principios son normas que pueden ser cumplidas de forma gradual y tienen la
posibilidad de ceder ante otros principios y no quedar eliminados; asimismo, la
importancia y máxima jerarquía de la que gozan impide que sean expulsadas del
ordenamiento jurídico; por estas razones, era necesario proponer un método
especial, distinto al que se había usado con las reglas, pues la invalidación total de
los principios no era opción.

Debido a esta laguna, Robert Alexy introduce el método de ponderación a partir


del estudio de múltiples sentencias del Tribunal Constitucional Alemán con el
objeto de proporcionar una metodología para resolver los conflictos de principio,
no únicamente de derechos.

La premisa principal de Alexy56, en su teoría de los derechos fundamentales, es


que la colisión de principios solo puede ser resuelta a través de la ley de
ponderación; de acuerdo con Carlos Bernal Pulido, “la ponderación es el
procedimiento de aplicación jurídica mediante la cual se establecen las relaciones
de precedencia entre los principios en colisión” 57. Lo anterior se refiere a que, a
través de la metodología elaborada en un inicio por el Tribunal Constitucional
Alemán y desarrollada posteriormente por otros teóricos, se decidirá cuál de los
principios debe prevalecer de acuerdo con las posibilidades fácticas y jurídicas del
caso concreto, teniendo como premisa fundamental dar la mayor efectividad
posible a ambos principios.

Los métodos tradicionales de resolución de conflictos no eran suficientes para las


normas con características de principios, razón por la cual, el método de la
ponderación, al igual que el silogismo, es una estructura que permite resolver
conflictos, con la salvedad de que su conformación está basada en el
entendimiento de la forma de operación de los principios; por esta razón, la
ponderación surge como una herramienta metodológica basada en la
identificación de normas-principios y su aplicación intenta descubrir la mejor forma
en que los principios pueden interactuar, teniendo como meta un balance que sea
el menos lesivo para ambos.

56
Alexy, Robert. Teoría de los derechos fundamentales. Op.Cit. p.79 19
57
Bernal Pulido, Carlos. Estructura y límites de la ponderación. Op. Cit. p. 8.
La ponderación es una suerte de receta que los jueces deben seguir para decidir
de forma ordenada un conflicto de principios en el que deberán determinar qué
tanto puede ser garantizado cada principio teniendo en cuenta las circunstancias
del caso concreto. Además, debido a la naturaleza de los principios, la
ponderación no se plantea en términos de sí o no, sino de más o menos, pues se
trata de optimizar el valor o bien jurídico y por ello otorgar la máxima efectividad
posible dependiendo de las circunstancias de la problemática que se trata de
resolver.58

Vale la pena señalar que, “la ponderación no garantiza una articulación sistemática
material de todos los principios jurídicos, que, habida cuenta de su jerarquía,
resuelva de antemano todas las posibles colisiones entre ellos” 59, como afirma
Bernal Pulido. En realidad, la ponderación es útil para determinar una relación de
precedencia condicionada entre los principios en colisión. La relación dependerá
de las circunstancias jurídicas y tácticas de cada caso. Pues los principios, al ser
normas prima facie, no tienen una consecuencia jurídica determinada. A través de
la ponderación se trata de definir cuál es la consecuencia jurídica para el caso
concreto que será la menos lesiva para el otro derecho que está en colisión. 60

A partir del método de ponderación se puede obtener una regla de aplicación para
ciertos casos, es decir, una relación precondicionada de los principios que ya
prevea la consecuencia jurídica para ciertas circunstancias; sin embargo, se debe
tener en cuenta que para aplicar una regla obtenida de la resolución de un caso,
es necesario que el caso por resolver tenga exactamente las mismas
características que el precedente.

VII. Conclusión
En un inicio, los sistemas jurídicos tenían como fin principal proporcionar de
seguridad jurídica a las y los ciudadanos para que el gobierno de las leyes
prevaleciera frente al gobierno de los hombres; sin embargo, con el paso del
tiempo la complejidad de las sociedades y la positivización de los derechos
humanos requería un cambio en la rigidez de las normas para que en los casos
difíciles los tribunales pudieran interpretar de forma más libre y dar respuesta a
casos en las que algunas reglas del mismo nivel estaban enfrentadas.

Una vez identificada la diferencia entre normas fue posible demostrar como los
derechos humanos se insertan perfectamente en la categoría de principios, por
ejemplo, debido a la titularidad universal de los derechos humanos éstos tienden a
colisionar entre ellos ya que el ejercicio del derecho de una persona muchas veces
afecta el derecho de otra persona; como ocurre con la libertad de tránsito y el
derecho a la protesta.

58
Cfr.- Díez-Picazo, Luis. Sistema de Derechos Fundamentales, 4ta Edición, Thomson- Civitas, 2013. p. 46.
59
Cfr.-Bernal Pulido, Carlos. Estructura y límites de la ponderación. Op. Cit. pp. 6-7
60
Cfr.- Arroyo Jiménez, Luis. Ponderación, proporcionalidad y Derecho administrativo, Revista para el 20
Análisis del Derecho, Madrid, España. 2009. p. 8.
En ese sentido, los derechos humanos son inalienables por lo cual no pueden ser
sustraídos o negados a las personas por lo cual deben ser optimizados para que
se garanticen en la mayor medida de lo posible a su titular. De ahí que, el
funcionamiento de las normas-regla, bajo el cual en caso de colisionar una tiene
que ceder ante la otra y es eliminada en su totalidad, no es factible para el caso de
los derechos humanos, ya que estos coexisten en el mismo tiempo y espacio, y
ninguno de ellos puede ser considerado superior a otro, de tal suerte que el ser
humano tenga la posibilidad de ejercitar todos estos derechos en el momento que
desee siempre y cuando se sigan una serie de reglas que permita a los demás, el
disfrute de sus derechos fundamentales.

Bajo este orden de ideas, es necesario establecer que la interpretación de los


derechos humanos como principios, para que sea posible, es necesaria la
convivencia de las personas en las democracias constitucionales, debido a que
este tipo de sistemas se encuentran basados en el respeto y garantía de los
derechos fundamentales de la ciudadanía.

Una vez demostrada la necesidad de la interpretación de los derechos humanos


como principios, se debe buscar el método adecuado para la resolución de
conflictos entre derechos; de acuerdo con la literatura sobre el tema, el mejor
método para la colisión entre derechos es la ponderación desarrollada por Robert
Alexy y reconstruida por Daniel Vázquez.

Por tanto, la presente investigación trata sobre la colisión entre la libertad de


expresión de los juzgadores y la imparcialidad en la administración de justicia
como principios que coexisten y en ciertos casos debe valorarse cual de ellos
debe prevalecer.

CAPÍTULO II
MARCO TEÓRICO DE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN 21
I. Antecedentes generales.
Uno de los defensores más grandes de la Libertad de Expresión lo ha sido
Inglaterra, al introducir en sus distintas legislaciones, el derecho de toda persona a
manifestar sus pensamientos, de distintas formas “… por escrito, por la prensa,
por el dibujo o de otra manera…”61, hecho importante a reconocer en esta
legislación, donde se ha complementado de forma precisa y acertada, las diversas
modalidades de la Libertad de Expresión, siempre recordando que, como toda
legislación, establece limitantes al ejercicio de la misma, señalando que este
derecho, será restringido, cuando se declare por medio de un jurado, la existencia
de delitos, tales como: “…Provocación directa al destronamiento del rey, al empleo
de la fuerza contra él o contra el Parlamento, provocación a la Guerra Civil o a la
invasión del territorio británico por una potencia extranjera, lo cual constituye un
acto de felonía castigado con la pena de muerte o con la deportación por toda la
vida…”62

Tocante a España, es indudable que en Europa las distintas corrientes que han
influenciado a México, ha sido precisamente la monarquía española, como lo
veremos más adelante, pero en lo referente a su interés en la Libertad de
expresión, sostiene el derecho de todo individuo o mejor dicho, español, de no ser
privado de expresar libremente sus ideas y opiniones, verbales o escritas, ya sea
por medio de la imprenta u otro medio similar.

En la Constitución española vigente, encontramos regulada la Libertad de


Expresión de una forma más amplia, dentro de los artículos 16 y 20, los cuales
señalan:

“Artículo 16. Se garantiza la Libertad de Expresión ideológica, religiosa


y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en
sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden
público protegido por la ley…”

“Artículo 20. Se reconocen y protegen los derechos: a) A expresar y


difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la
palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción. b) A la
producción y creación literaria, artística, científica y técnica. c) A la
Libertad de cátedra. d) A comunicar o recibir libremente información
veraz por cualquier medio de difusión. La Ley regulará el derecho a la
cláusula de conciencia y al secreto profesional en el ejercicio de estas
Libertades. 1. El ejercicio de estos derechos no puede restringirse
mediante ningún tipo de censura previa…”

Estados Unidos de América ha sido sede frecuente de actos relacionados a la


Libertad de Expresión, principalmente de los medios de información. Vale la pena

61
Castaño, Luis. Régimen legal de la prensa en México. 2da edición, Editorial Porrúa, México, 1999. p. 14. 22
62
Ídem.
señalar que este país, en su primera enmienda (Bill of Rights) regula el derecho
fundamental de Expresión, aunque limitándose a lo que es la Libertad de palabra o
de imprenta, dejando al aire todas las modalidades que encuadran dentro de la
Libertad de Expresión en sí. A la letra, esta enmienda señala: “Enmienda I. El
Congreso no hará ley alguna por la que adopte una religión como oficial del
Estado o se prohíba practicarla libremente, o que coarte la Libertad de palabra o
de imprenta, o el derecho del pueblo para reunirse pacíficamente y para pedir al
gobierno la reparación de agravios.”

II. Antecedentes en México


Relativo a los antecedentes constitucionales del Estado mexicano, cabe precisar
que desde la Constitución de Apatzingán se reconoció como garantía individual el
derecho de manifestar libremente sus ideas con ligeras limitaciones a la religión
católica, perturbación a la tranquilidad u ofensas al honor de las personas.

Por su parte, la Constitución Federal de 1824, ya no se refirió solamente a la


manifestación verbal de las ideas, sino que obligó al Poder Legislativo a proteger y
arreglar la libertad política de imprenta, evitando que jamás se pueda suspender
su ejercicio ni mucho menos abolirse en ninguno de los Estados ni territorios de la
Federación.

Dentro de nuestro sistema jurídico es importante hacer un análisis de la libertad de


expresión, pues aunque la Constitución mexicana se encuentre entre una de las
más antiguas del mundo, se debe hacer mención que la misma ha tenido cambios
realmente importantes, los cuales han sido motivados por los distintos
movimientos políticos, cambios de régimen de gobierno e ideas revolucionarias,
que han traído consigo, las modificaciones constitucionales que se han
presentado, desde los primeros ordenamientos legales supremos de nuestro país
como es la constitución vigente de 1917, y todos los demás ordenamientos que se
han creado a lo largo de la historia constitucional mexicana. 63

Por todo esto, es importante destacar también los cambios tan grandes que se
han dado en nuestras constituciones y ordenamientos jurídicos, en materia de
libertad de expresión, ya que la misma se ha ido fortaleciendo y tomando una base
sólida dentro de nuestras leyes supremas con el paso de los años y los sucesos
tanto nacionales como internacionales, los cuales, han tenido gran influencia en
nuestras legislaciones vigentes en dicho rubro y que han dado pauta a la
importante protección de este derecho de los mexicanos y a la regulación del
mismo.

El desarrollo de nuestro marco jurídico constitucional en relación a la libertad de


expresión, ha evolucionado favorablemente en beneficio de los gobernados; no
obstante, su práctica cotidiana, se ha empezado a evidenciar de unas cuantas
décadas a la fecha, derivado de la gran apertura mundial que se ha ido
desplegando, no solo de tipo económico, sino también social, cultural y político, lo
23
63
Tena Ramírez Felipe. Leyes fundamentales de México. Porrúa. México, 2005. pp.
cual ha permitido que esta garantía constitucional cobre cada día mayor
relevancia, tanto a nivel internacional, como a nivel nacional. Se ha observado con
el paso del tiempo, que poco a poco, el pueblo mexicano ha comenzado a dar
muestras de coraje y decisión, reclamado para sí, el ejercicio de este derecho
fundamental. Ejemplo de ello son los medios informativos, los cuales día a día,
tienen más popularidad en nuestra sociedad; y estos mismos, pueden ser
considerados como la punta de lanza en materia de libertad de expresión, ya que
de manera paulatina, han ido incursionando en diversos géneros, lo que ha ido
orientando a la sociedad sobre la forma en que va a decidir y la manera en que va
a manifestarse públicamente. Es de señalarse que estos no siempre han influido
positivamente en el pueblo mexicano.

A continuación revisemos brevemente la trayectoria constitucional del derecho


humano a la libertad de expresión en México.

a). Constitución de Apatzingán de 1814


Este Derecho Constitucional, el cual viene a considerarse la primera Carta Magna
a partir del 22 de Octubre de 1814, en el cual se comienza ya a estructurar nuestra
Nación, no podía pasar por alto el derecho de todo mexicano a expresar sus
ideas, aunque lo hace de manera un tanto limitada, tal como lo encontramos
plasmado en el Capítulo V de la misma, el cual nos habla de “La igualdad,
Seguridad, Propiedad y Libertad de los Ciudadanos” en su artículo 40, el cual
señala: “En consecuencia, la Libertad de hablar, de discurrir, y de manifestar sus
opiniones por medio de la imprenta, no debe prohibirse a ningún ciudadano, a
menos que en sus producciones ataque al dogma, turbe la tranquilidad pública, u
ofenda el honor de los ciudadanos…”.64

Vale la pena hacer mención que cualquier regulación, al ser leída, debe el lector
contextualizarla en tiempo y lugar determinados, y que responden a las
necesidades jurídicas de un pueblo en concreto.

No obstante, y pese a sus limitaciones, es realmente muy importante el hecho que


desde estas fechas, ya se encontrara un claro y fuerte antecedente que marca,
desde 1814, de forma clara y precisa, aunque se considera un poco incompleto, el
derecho de todos los mexicanos de poder expresar nuestras ideas, de la forma en
que se encuentra señalado en este artículo.

b). Acta constitutiva de 1824.


El Acta tuvo una vigencia menor a un año. Desde su fecha de promulgación (31 de
Enero de 1824), se encuentra en ella un antecedente claro sobre la libertad de
expresión en su artículo 31 que se encuentra dentro del apartado décimo que se
refiere a las prevenciones generales y el cual otorga este derecho a todos los
mexicanos, aunque limitándolo únicamente a la libertad de expresión de forma
escrita y sobre temas políticos que disponía: “Todo habitante de la federación tiene
Libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas, sin necesidad de
24
64
Ibíd. p.
licencia, revisión o aprobación anterior a la publicación, bajo las restricciones y
responsabilidad de las leyes…”.

La misma acta, en su artículo anterior al ya transcrito, señala también la obligación


de la Nación de proteger los derechos de todos los ciudadanos mexicanos, según
así se preveía en su precepto 30 que disponía: “La nación está obligada a
proteger por leyes sabias y justas los derechos del hombre y del ciudadano…”. 65

Se precisa que en aquellos tiempos la concepción de los derechos del hombre era
muy distinta a la que vivimos en la actualidad; sin embargo ya se podía advertir un
esbozo de la importancia que tiene la protección de los derechos fundamentales
de todo hombre. Esta concepción era acorde a los tiempos políticos que se vivían
en aquellos años.

c). Constitución de 1824


A diferencia de la Constitución de 1814, que si bien hay casi una década de
diferencia entre ella y la que tratamos en este apartado, en 1824 se estableció una
Constitución bastante rígida, la que dentro de su contenido viene a ser una
Constitución que no cumple con los ideales de garantía y bienestar de los
ciudadanos mexicanos, en virtud de que solamente se dedica a puntualizar la
estructura de este territorio, y no entra en materia de garantías y derechos de sus
habitantes, por lo que no encontramos ningún antecedente de la libertad de
expresión dentro de la misma, lo cual vino a ser un retroceso que repercutió de
forma fuerte en el desarrollo de nuestro país al encontrarnos ante una Carta
Magna que si bien debía buscar la manera de estructurar el gobierno de nuestro
país, era de suma importancia el hecho de que señalara las garantías y derechos
de todos los integrantes del mismo, de lo cual hizo una omisión en ello.

d). Leyes constitucionales de 1836


Para los estudiosos de la norma Constitucional, resulta importante conocer que
después de muchos años de la constitución de 1824, el 30 de diciembre de 1836,
entra en vigor una nueva carta magna, la cual no solo se encuentra estructurada
de forma diferente a las anteriores, sino que en ella hay una clara puntualización
de muchos aspectos de la forma de organización y gobierno de nuestro territorio, y
podemos resaltar en base a nuestro tema de estudio, el encontrar dentro de esta
ley suprema, dentro del primer capítulo referente a los derechos y obligaciones de
los mexicanos y habitantes de la república, en su artículo dos, una enumeración,
bastante somera, pero importante, de los derechos de los ciudadanos mexicanos,
entre los que encontramos en la fracción VII, la garantía de expresión, aunque
como en las anteriores legislaciones ya comentadas, esta garantía se encuentra
limitada a los medios impresos y de índole política, como así se advierte de su
precepto 2° que establecía lo que sigue:

“Artículo 2.- Son derechos del mexicano: VII. Poder imprimir y circular,
sin necesidad de previa censura, sus ideas políticas. Por los abusos de
25
65
Ibíd. p.
este derecho, se castigará cualquiera que sea culpable en ellos, y así
en esto como en todo lo demás, quedan estos abusos en la clase de
delitos comunes; pero con respecto a las penas, los jueces no podrán
excederse de las que imponen las leyes de imprenta, mientras tanto no
se dicten otras en esta materia…”66

Recordemos que durante este tiempo había turbulencia política en el país.


Distintos actores políticos deseaban gobernar y estaban más preocupados por
conservar el poder, una vez alcanzada ésta meta, que por velar por los derechos
fundamentales de los gobernados.

e). Bases orgánicas


Este documento expedido el 14 de junio de 1843, encontrándose en la presidencia
interina Antonio López de Santa-Ana, señalaba en su Título II a los Habitantes de
la República, dentro del artículo 9° lo siguiente:
“Articulo 9.- Derechos de los habitantes de la República: II. Ninguno
puede ser molestado por sus opiniones: todos tienen derecho para
imprimirlas y circularlas sin necesidad de previa calificación o censura.
No se exigirá fianza a los autores, editores o impresores. III. Los
escritos que versen sobre el dogma religioso o las sagradas escrituras
se sujetarán a las disposiciones de las leyes vigentes: en ningún caso
será permitido escribir sobre la vida privada…” 67

Como se observa, estas bases vienen a abrir un poco más el campo de la libertad
de expresión, no limitándolas como la anterior legislación de 1936 a la
manifestación de ideas políticas; en estas bases, se señala la Libertad de imprimir
las ideas, la libertad de manifestación religiosa, y señala claramente una
restricción como lo es el estar prohibido hablar sobre la vida privada, no dando
posibilidad alguna de hacerlo, por lo que queda una limitación muy fuerte en este
rubro.

f). Constitución de 1857


De vital importancia resulta la constitución de 1857, que tuvo su nacimiento el 5 de
febrero de ese mismo año, encontrándose en la Presidencia de forma sustituta,
Ignacio Comonfort. Vale la pena apuntar que se convierte en modelo a seguir de la
vigente constitución; es interesante resaltar el hecho de que en esta constitución
se encuentra una estructura más definida, ya que en el Título I sección I,
encontramos los Derechos del Hombre, los cuales años después se considerarán
en la vigente constitución como las actuales Garantías Individuales.

Es importante señalar que el hecho de referirse en este primer capítulo como los
Derechos del Hombre, es muy significativo, ya que no limita los derechos en ella
contenidos, reconociendo estos derechos como la base de la sociedad y las
instituciones que se encuentran dentro de ésta, tal como lo afirma en su artículo

66
Ibíd. p. 26
67
Ibíd. p.
primero, asimismo debe decirse que en esta constitución no únicamente se
establece para los habitantes de territorio mexicano, sino que hace extensivas las
garantías señaladas en la misma, a todos los hombres por igual.

Sobre este tema de análisis que es la libertad de expresión, esta Constitución no


hace caso omiso, ya que en su artículo 6°, señala dicha garantía: “…Artículo 6.- La
manifestación de las ideas no puede ser objeto de ninguna inquisición judicial o
administrativa, sino en el caso de que ataque la moral, los derechos de tercero,
provoque algún crimen o delito, o perturbe el orden público…”. 68

De la lectura al precepto constitucional transcrito se advierte con claridad que su


regulación es incipiente, pero contiene límites. De ésta manera la regulación de un
derecho fundamental como es la libertad de expresión, se desenvuelve en un mar
de derechos que merecen, igualmente, de la protección estatal, para la buena
convivencia de los hombres.

g). Constitución de 1917


Finalmente, el día de hoy se tiene en vigor la que fue expedida el 5 de febrero de
1917. A pesar de las ya incontables reformas que ha sufrido a la fecha, se ha
mantenido a la libertad de expresión al igual que la anterior legislación, pero ahora
señalándola como garantía individual y no como derecho del hombre, en el
Capítulo I del título I, en el mismo artículo 6°, como lo manejaba la de 1857.

En la actualidad se establece en el artículo 6° lo siguiente: “Artículo 6°. La


manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o
administrativa, sino en el caso de que ataque la moral, los derechos de terceros,
provoque algún delito o perturbe el orden público…El derecho a la información
será garantizado por el Estado.”

Toda persona tiene derecho al libre acceso a información plural y oportuna, así
como a buscar, recibir y difundir información e ideas de toda índole por cualquier
medio de expresión...”

El artículo 6 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos ha


sufrido en los últimos tiempos, reformas relevantes, como puede leerse en el
Diario Oficial de la Federación de 20 de julio de 2007, 11 de junio de 2013, 7 de
febrero de 2014, 29 de enero de 2016, 6 de junio de 2019.

Íntimamente relacionado con el artículo 6 de la Constitución, tenemos al 7, que a


la letra dispone:

“Es inviolable la libertad de difundir opiniones, información e ideas, a


través de cualquier medio. No se puede restringir este derecho por
medios o vías indirectos, tales como abuso de controles oficiales o
particulares, de papel para periódicos, de frecuencias radioeléctricas o
27
68
Ibíd. p.
de enseres y aparatos usados en la difusión de información o por
cualesquiera otros medios y tecnologías de la información y
comunicación encaminadas a impedir la transmisión y circulación de
ideas y opiniones.

“Ninguna ley ni autoridad puede establecer la previa censura, ni coartar


la libertad de difusión, que no tiene más límites que los previstos en el
primer párrafo del artículo 6º, de ésta constitución. En ningún caso
podrán secuestrarse los bienes utilizados para la difusión de
información, opiniones e ideas, como instrumento de delito.” 69

Hoy en día, la regulación sobre la libertad de expresión es mucho más amplia,


contiene hipótesis específicas y limitaciones señaladas de manera muy puntual.
Ello no significa que la regulación de la materia se limite a los preceptos
constitucionales, ya que éstos son desarrollados por leyes secundarias y
reglamentos. Sin embargo, muestra un avance significativo en la materia que
ocupa a la presente investigación.

III. Concepción doctrinal


Los debates que surgen en la academia, los círculos políticos y los jurídicos son
apasionantes. Especialmente cuando por el ejercicio de ésta libertad se tocan
temas que en cierto tiempo y lugar causan revuelo, como pudiera ser la corrupción
en el gobierno, el financiamiento de las campañas políticas, la guerra sucia entre
actores políticos, la invasión de la vida privada de las personas, etc. En la
presente investigación se aborda el tema central del ejercicio de la libertad de
expresión por jueces y magistrados, y la posible o eventual confrontación con el
principio de imparcialidad que deben vigilar en su encargo de administrar justicia.

En el presente capítulo habrá de abordarse la concepción doctrinaria de ésta


libertad, algunos apuntes ya antecedentes jurídicos nacionales e internacionales,
así como los límites y restricciones que deben atemperar el ejercicio de tal
importante derecho fundamental.

Como todo concepto jurídico, la libertad de expresión e tiene carácter dinámico y


la concepción que se tiene de dicha libertad ha sido distinta a lo largo de la
historia. Para dar un concepto, siempre se debe tomar en cuenta el contexto
social, político, económico y jurídico en el que se desarrolla. En todo momento, se
debe contextualizar el concepto. No es la misma concepción que se tuvo sobre la
libertad de expresión en los Estados Unidos de América durante la guerra fría, al
concepto que se tiene de la misma libertad en México del nuevo milenio. Así por
ejemplo, para Alexander Meiklejhon, el protagonismo en la consideración de la
libertad de expresión como elemento esencial del sistema democrático, aunque su
planteamiento se circunscribe a la Constitución norteamericana. Asimismo
considera que la libertad de expresión no es un derecho de los ciudadanos; sino

28
69
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos vigente.
que se trata de una característica básica del sistema norteamericano de
gobierno.70

En nuestro mismo país, el concepto de ésta libertad ha variado a lo largo de los


años. No se tiene la misma idea de la libertad de expresión durante los años en
que se vivió la represión por parte del Estado después de los años sesentas, que
se contrasta con el mismo concepto en el México moderno, cuando ya hemos
vivido la alternancia en el poder político, cuando se vive, aunque sea de manera
incipiente dentro de una democracia.

Un concepto acuñado por un autor norteamericano a principios de los años


setentas sigue vigente, en la opinión nuestra cuando en su libro “El sistema de la
libertad de expresión”, señala: “El conjunto de derecho que se incluyen, en la
actualidad, dentro del concepto de la libertad de expresión incluye la libertad de
creencias, emitir opiniones sobre cualquier tema, de comunicar ideas, opiniones e
información a través de cualquier medio, hablado, escrito, música, arte o cualquier
otro medio...Al mismo tiempo, todos los derechos que implica la libertad de
expresión deben armonizar con otros intereses individuales y sociales”. 71

Respecto a la concepción que se pudiera tener a cerca de la libertad de expresión,


y el contexto en el que se desenvuelve, Owen M. Fiss escribe: “Básicamente, la
Tradición de la libertad de expresión puede entenderse como una protección del
orador de la esquina de una calle. Un individuo se sube a una caja vacía en una
esquina de alguna gran ciudad, comienza a criticar las medidas políticas del
gobierno y es detenido entonces por quebrantar la paz. En este contexto, la
Primera enmienda se concibe como una coraza, como un medio para proteger al
orador individual de la posibilidad de ser silenciado por el Estado.” 72

Bajo el contexto actual, de nuestro país, debemos dejar de lado la premisa que el
Estado es el enemigo numero uno de las libertades. Sin profundizar en el tema,
debemos hacer el señalamiento que el nuestro es, un Estado social y democrático
de derecho. El Estado mexicano, desde hace muchas décadas dejó de ser
enemigo de las libertades (libertad de reunión, de asociación, de imprenta, de
expresión, etc)73 Pese a casos aislados de represión, principalmente hacia
periodistas, por parte de algunos gobernantes y de organizaciones criminales, en
la actualidad de México, si se vive la libertad de expresión. Sin embargo, éste
derecho debe moderarse a fin de evitar que se lesionen derechos de terceros.

Para Santiago Sánchez González “La libertad de expresión es la piedra de toque


de un régimen político, de todo régimen político. Su existencia o ausencia, su
70
Autor citado por Santiago Sánchez González. La libertad de expresión. Marcial Pons ediciones jurídicas,
S.A. España; 1992. p. 25.
71
Thomas I. Emerson. The sistem of freedom of expression. Vintage Books. USA. 1971. p. 3.
72
Owen M. Fiss. Libertad de expresión y estructura social. Ediciones Fontamara. México; 1997. p. 21.
73
Recuérdese episodios tan dolorosos del pasado mexicano, especialmente en la década de los sesenta y
setentas en que los entonces Presidentes de la República Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez 29
reprimían esas libertades, incluso mediante el uso de la fuerza pública.
límites legales, su uso en forma de libertad de información, su abuso, su
entendimiento, su regulación, su alcance, su interpretación por los ciudadanos, por
los medios de comunicación, por la clase política y por el gobierno, sus
pretendidas bases teóricas, revelan, cada uno de ellos y todos globalmente
considerados, la naturaleza más o menos liberal y más o menos democrática de
la estructura de poder vigente en una sociedad en un momento determinado.” 74

El diccionario jurídico del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad


Nacional Autónoma de México, indica que por libertad de expresión se debe
entender la “facultad o potestad de los individuos para manifestar o expresar sus
ideas, pensamientos, opiniones, etc.”, asimismo indica que tal facultad puede ser
ejercida por cualquier medio y, en este sentido, se suele distinguir,
considerándolas como subespecies del derecho a la libertad de expresión, la de
pensamiento u opinión, de prensa o imprenta, de información. 75

En ese sentido, la libertad de expresión es un derecho especial porque atiende a


un valor en sí mismo considerado, esto es, como derecho mismo, y como
instrumento para la eficacia de otras libertades 76; de acuerdo con ello, Pedro
Salazar Ugarte y Rodrigo Gutiérrez Rivas, refieren que Norberto Bobbio ubica las
siguientes libertades dentro del conjunto de lo que llamó “las cuatro grandes
libertades de los modernos”, esto es, la personal, de pensamiento, de asociación y
reunión, conocidas como libertades negativas.77

El derecho a la libertad es el presupuesto para la mayoría de los derechos, y uno


de los que más vinculado está con ella es la libertad de prensa y de información.
La libertad es el modo de ejercitar los derechos; para que este ejercicio sea tal,
deben darse ciertas condiciones. Si es necesaria la libertad para la eficacia del
derecho, es necesario el derecho para que pueda hablarse de libertad.

De acuerdo con lo anterior, entender un Estado democrático sin el respeto al


ejercicio de la libertad de expresión, escrita o verbal, de conciencia, religiosa y,
desde luego, de pensamiento, relacionada, además, con los diversos derechos,
sería imposible porque en los sistemas democráticos de gobierno es uno de los
derechos fundamentales que más se protege y se trata de ejercer porque el
hombre tiende a ser libre por naturaleza y ensanchar sus propios límites, pero
paradójicamente más se ha limitado a lo largo de la historia.

74
Santiago Sánchez González. La libertad de expresión. Marcial Pons ediciones jurídicas, S.A. España; 1992.
p. 14.
75
Diccionario jurídico mexicano. Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional
Autónoma de México. Tomo ____________________. México; 2009. p.
76
Cfr. El derecho a la libertad de expresión frente al derecho a la no discriminación, Salazar Ugarte Pedro y
Gutiérrez Rivas, Rodrigo, Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM y Consejo Nacional para
Prevenir la Discriminación, México, 2008, p. 3.
77
Teoría generale della política, Bobbio Norberto, Turín, Einaudi, 1999, p. 304. Cit pos El derecho a la
libertad de expresión frente al derecho a la no discriminación, Salazar Ugarte Pedro y Gutiérrez Rivas, 30
Rodrigo, p. 4.
El vínculo existente entre la libertad de expresión y la democracia es concebido
por Francisco Javier Ansuátegui Roig, de la siguiente manera: “ La libertad de
expresión constituye un elemento básico de una democracia constitucional, de
manera que existe una relación simbiótica ente la libertad de expresión y la
democracia constitucional...Reflexionar y/o discutir sobre ésta libertad supone, en
realidad, plantearse de nuevo la cuestión de los fundamentos de la democracia.” 78

La libertad de expresión es un elemento estructural de la vida democrática. Es un


elemento configurador de una opinión pública libre, y al mismo tiempo, un
mecanismo de control y crítica hacia el poder. 79

Afirma el autor que la propuesta libertaria en torno a la libertad de expresión, se


basa en cuatro argumentos fundamentales, a saber:
En primer lugar, constituye un ámbito en el que no se puede intervenir porque
constituye una esfera de la individualidad.
En segundo lugar, es una condición necesaria para la ilustración personal y social.
En tercer lugar es un mecanismo indispensable para el intercambio de las ideas.
Por último, es un mecanismo de control del poder al quedar sometido a la crítica. 80

Estos argumentos, por supuesto que no son completos, porque la libertad de


expresión, hoy en día, es más compleja, abarcando otros aspectos. Pero, además,
esa libertad, como cualquiera otra, debe tener límites para que su ejercicio se
armonice con el ejercicio de los derechos de los demás miembros de la sociedad,
siendo un efecto lógico dentro de un Estado Social y democrático de Derecho. 81

En el sentido comentado, Owen M. Fiss ha escrito: “La concepción libertaria –


según la cual la Primera enmienda protege el interés del individuo de expresarse-
apela al ethos individualista que tanto domina nuestra cultura popular y
política...Pero ésta teoría es incapaz de explicar por qué los intereses de quienes
expresan deben tener prioridad sobre los intereses de los individuos acerca de los
cuales se discute, o los intereses de quienes escuchan, cuando aquellos entran en
conflicto con éstos.”82

La sociedad mexicana y norteamericana se han transformado a lo largo de los


años, y esa transformación social, económica y política impacta directamente en el
ejercicio de las libertades. La libertad de expresión no escapa, por supuesto de
dicha dinámica, por lo que debe replantearse la manera en que se debe ejercer y
los límites que deben contemplarse para que armonicen con el resto de las
libertades y derechos fundamentales de que gozan todos los miembros de la
sociedad.
78
Francisco Javier Ansuátegui Roig. Los contextos de la libertad de expresión: Paradigmas y nuevas
fronteras. En Teoría & derecho, revista de pensamiento jurídico. Tiranto Lo Blanch. No. 21. España, Junio,
2017. p. 135.
79
Ibíd. P. 139.
80
Ibíd. P. 138.
81
Cfr. Thomas I. Emerson. The sistem of freedom of expression. Vintage Books. USA. 1971. pp 1 a 9. 31
82
Owen M. Fiss. La ironía de la libertad de expresión. Gedisa, España, 1999. p. 13.
Tocante al uso de Internet y las redes sociales y su impacto en la libertad de
expresión, Francisco Javier Ansuátegui Roig opina: que el objeto de la libertad de
expresión es el discurso público; es decir, aquel que llega a los demás miembros
de la sociedad, de ahí la trascendencia de las redes sociales al momento de
potencializar dicha publicidad. Es por tal motivo que la libertad de expresión se
supone un requisito básico de la comunicación política en la democracia. 83

Efectivamente, Internet es un reto para la teoría de la libertad de expresión y para


la teoría del derecho en general. El efecto multiplicador de un mensaje que se
transmite por Internet, por las redes sociales, implica al mismo tiempo que el daño
que eventualmente pudiera producir ese mismo mensaje se potencializa,
causando mayor daño del que se pudiera esperar, además que dificulta la
identidad del productor del mensaje y eventualmente, el productor del daño.
Paradójicamente, Internet y las redes sociales enmascaran a la persona que
difunde ciertos contenidos nocivos, encubren y provilegian el anonimato.

Precisamente aspectos como el anterior, ponen sobre la mesa, la necesidad de


imponer límites a la libertad de expresión, porque este derecho fundamental ya no
puede ser entendido como un derecho carente de límites, dentro de un modelo
liberal. Un Estado Social y Democrático de derecho supone el ejercicio libre de las
libertades del hombre, y de sus derechos humanos, pero que al mismo tiempo,
sean armónicos con el ejercicio de los derechos de otros miembros de la
sociedad. Este nuevo reto, supone una reacción del derecho, puesto que este
medio de publicación de ideas opiniones y contenidos potencializa los daños
directos y colaterales hacia otros sujetos e instituciones.

La afrenta para el derecho es enorme, pues la respuesta jurídica se sigue


construyendo a partir de soluciones locales, frente a un fenómeno global, dificulta
la identificación de la autoridad y su ámbito de competencia espacial, ¿Qué
autoridad va a regular la respuesta jurídica a éste fenómeno que como una Hidra,
presenta varias caras?, ¿Cuál es el ámbito de competencia espacial de quienes
habrán de juzgar los casos concretos que surjan en el contexto global?

He llegado a pensar que la construcción del concepto de la libertad de expresión


es producto de la evolución del ser humano, siempre bajo determinado contexto
social, económico, político y cultural; que se forja como producto del debate y del
jaloneo entre los distintos actores de la sociedad. Por ser un concepto dinámico,
no se puede hablar de un concepto único, tampoco permanente, que permanezca
inmutable a pesar de los cambios. Por el contrario, cualquier definición o concepto
que se tenga de ésta libertad tiene que verse bajo la lupa del ámbito dentro del
cual se construya. Muestra de la anterior afirmación la tenemos después de leer
una líneas escritas por Owen M. Fiss, que por su importancia a la letra se insertan:
“El propósito de la libertad de expresión no es la autorrealización individual sino

83
32
Francisco Javier Ansuátegui Roig. Los contextos de la libertad de expresión: Paradigmas y nuevas
fronteras. En Teoría & derecho, revista de pensamiento jurídico. Op. Cit. P. 141.
más bien la preservación de la democracia y del derecho de un pueblo, en tanto
pueblo, a decidir el tipo de vida que quiere vivir.” 84

De su lectura, se advierte la importancia que el autor le da a la democracia y que


la libertad de expresión sirve para un propósito; pero sin que perdamos de vista
que ese propósito es el que considera el autor, en los Estados Unidos de América,
dentro de un ámbito definido y determinado, por lo que no le es aplicable el mismo
concepto y propósito a Afganistán, a Siria, La India, Argentina, Venezuela, Cuba,
México, etc.

Es un hecho que, la libertad de expresión, hoy en día, no puede concebirse sin la


intervención del Estado. Sin embargo, dicha intervención debe limitarse a la
aplicación de la ley, pero sobre todo para que éste garantice además, el respeto
de los derechos del resto de los miembros de la sociedad y el adecuado
funcionamiento de las instituciones.

El tópico de la libertad de expresión no sería relevante, ni produciría ninguna clase


de polémica e interés en las personas, si no fuera porque éste ejercicio se da
dentro del marco de la vida pública. En ese sentido, si las opiniones fueran
privadas y nadie tuviera conocimiento de su contenido sería un tema de lo más
aburrido.

En ese sentido, hablar de la libertad de expresión implica tocar el tema de los


medios a través de los cuales se ejercita ese derecho fundamental. Emitir una
opinión escrita en una libreta personal que se guarda en un cajón no tiene el
mismo impacto que emitirla en la televisión, en el noticiario de la noche, o
difundirlo por Internet y haciendo uso de las redes sociales. Los medios de
comunicación y su notable evolución en los último años hace interesante el
debate. La evolución de los medios ha creado problemas de regulación y de
control. Es por ello que, en la actualidad es más fácil oír sobre el derecho a la
información y no meramente la libertad de expresión.

IV. Dimensiones
Las diferentes dimensiones al contenido de la libertad de expresión pueden ser
explicadas y desarrolladas en múltiples dimensiones; así, y como la Corte
Interamericana ha tenido la oportunidad de destacar en reiteradas ocasiones, se
trata no solamente de la libertad de expresar el propio pensamiento, sino también
del derecho a buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole. Junto
a la seguridad de no poder ser víctima de un menoscabo arbitrario en la capacidad
para manifestar el propio pensamiento, la garantía de la libertad de expresión
asegura, asimismo, el derecho a recibir cualquier información y a conocer la
expresión del pensamiento ajeno, lo cual abre la puerta a la importancia de la
dimensión colectiva del ejercicio de este derecho. La libertad de expresión es,
efectivamente, un medio para el intercambio de ideas e informaciones que protege
tanto la comunicación a otras personas de los propios puntos de vista como el
33
84
Owen M. Fiss. Libertad de expresión y estructura social. Ediciones Fontamara, México, 1997. p. 23.
derecho de conocer las opiniones, relatos y noticias que los demás difunden.
Ambas dimensiones deben garantizarse de forma simultánea para garantizar la
debida efectividad al derecho a la libertad de pensamiento y de expresión.

En la opinión del autor español Santiago Sánchez, la libertad de expresión en un


Estado democrático reposa en cuatro premisas fundamentales, a saber:
La primera de ellas consiste en ser un medio para la realización personal. Afirma
que el fin propio del hombre es la realización de sus potencias como ser humano,
en tanto que la supresión de sus creencias, de sus opiniones o de cualquier forma
de expresión de sus ideas atenta contra la dignidad del hombre.

La segunda premisa consiste en ser un vehículo para el incremento del


conocimiento y descubrir la verdad a través de la exposición y discusión de las
ideas.

Es además, un requisito esencial par el normal desarrollo de los procesos


democráticos, de tal suerte que, sin libertad de expresión es nula la participación
de los hombres en la toma de decisiones públicas.

Finalmente, flexibiliza a las sociedades y las hace más estables, facilitando el


equilibrio precario que hay ante tanta desigualdad social. 85

Podemos estar o no de acuerdo con la opinión de algunos autores, lo cierto es que


la libertad de expresión como derecho y como concepto ha evolucionado,
tornándose cada día más complejo. 86 Esta libertad o derecho fundamental puede
ser abordado desde distintas perspectivas, analizarse desde cualquiera de sus
dimensiones y fundarse en 3, 4 o 10 premisas, lo cierto es que siempre debe
verse desde la óptica de la persona que ejerce el derecho, de terceros que tienen
conocimiento de los contenidos gráficos e informativos y la protección de sus
derechos; se le debe observar a partir de la esfera estatal e institucional, así como
de los distintos medios existentes para la transmisión y difusión de contenidos.

V. La intervención mínima estatal en la libertad de expresión


Los elementos de la libertad de expresión no pueden verse aislados dentro de una
zona específica o esfera ajena de la vida social; si el poder político no le reconoce
a sus ciudadanos, la facultad de comunicar libremente sus ideas, la subsistencia
de sus restantes derechos fundamentales carecerá de un cimiento sólido en la
medida que aquella constituye una fuente o factor desencadenante que impulsa el
desarrollo de la actividad humana.

Como consecuencia de la injerencia de la libertad de expresión para poder hacer


valer otras libertades podemos afirmar que es entonces preciso su análisis en un
contexto que permitan ver las particularidades que tiene este derecho
fundamental:
85
Cfr. Santiago Sánchez González. La libertad de expresión. Marcial Pons ediciones jurídicas, S.A. España;
1992. p. 31. 34
86
Cfr.Thomas I. Emerson. The sistem of freedom of expression. Vintage Books. USA. 1971. p. 3.
La libertad de expresión es un derecho fundamental especial…Desde el punto de
vista de la historia del pensamiento político, la prueba de su carácter especial:…
esta libertad ha sido uno de los argumentos preferidos de los autores liberales
más destacados a lo largo de muchos siglos. Y, desde el punto de vista de la
historia de las instituciones políticas, se trata de un derecho que, al afirmarse, ha
sentado las bases para transformaciones institucionales de gran envergadura…se
trata, por un lado, de un derecho que tiene un valor en sí mismo en virtud de los
bienes que encarna y, por el otro, se trata de un derecho que tiene un valor
instrumental…En efecto, la libertad de expresión –el ejercicio de la misma- tiene
un “valor en sí” y, también, un “valor para”87

Más aún, la libertad de expresión puede verse desde diversas perspectivas ya


que, si bien es cierto, que seremos libres en la medida en que podamos externar
nuestras opiniones, también lo somos al momento en que nadie nos obligue a
expresarnos en determinado sentido. Incluso, Isaiah Berlin describe cómo otros
pensadores estudian a la libertad no sólo como un deseo de no intervención sobre
la esfera personal:

“el énfasis del paso de la razón al deseo ha creado esta noción de


libertad que no es simplemente la no-interferencia, sino la noción de
que la propia expresión, el concepto de imponerse al resto, la idea de
la libertad como eliminación de obstáculos a sí mismo. Uno puede
evitarse limitaciones sólo al subyugarlas: en las matemáticas, al
entenderlas; en la vida material, al adquirir bienes; en política, por la
conquista. Este es el pilar de la idea de que una nación libre, es una
nación victoriosa, que la libertad es poder y que la libertad y la
conquista son uno.”88

A pesar de que tradicionalmente se ve a la libertad como un contrapeso o límite a


la libertad de las autoridades gubernativas, como se analizará en el capítulo
tercero de esta investigación, el papel del Estado es fundamental en relación con
la libertad de expresión ya que además de respetarla debe, al mismo tiempo,
protegerla de otros particulares que podrían vulnerar este derecho:

“Habitualmente se ha sostenido que el Estado es el actor principal de las


relaciones internacionales…Sin embargo, es importante advertir que existen otros
actores que influyen en la normatividad, las políticas públicas y las prioridades de
los Estados, lo que repercute de diferentes maneras en la situación de los
derechos humanos de millones de personas”.89

87
Salazar, Pedro. El derecho a la libertad de expresión frente al derecho a la no discriminación: Tensiones,
relaciones e implicaciones, México, Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional
Autónoma de México. P.
88
Estrada, D. Régimen jurídico internacional de las empresas trasnacionales en la esfera de los derechos
humanos, Porrúa. México,. P. 35
89
Idem
Es así que, en el tema de la libertad de expresión, no se trata simplemente de que
el gobierno no interfiera en el libre intercambio de opiniones, sino que además,
cree las condiciones mínimas para que un mayor número de personas puedan
invertir o acceder por diversas vías a herramientas informativas. Con ello,
podemos observar en esta materia, es un fin indispensable dentro de las funciones
de la autoridad gubernamental correspondiente el que se evite que sólo algunas
personas monopolicen los medios de comunicación ya que un control - por muy
moderado que éste sea- implicaría graves daños a la sociedad en su conjunto.

En relación al tema Estado-libertad de expresión, Owen M. Fiss opina: “Un Estado


más poderoso crea peligros, no puede negarse. Pero el riesgo de que estos
peligros se materialicen, y una estimación del daño que producirán, tienen que ser
sopesados con el bien que podría obtenerse. No deberíamos olvidar jamás la
capacidad de opresión del Estado, jamás; pero, al mismo tiempo, debemos
contemplar la posibilidad de que el Estado use sus considerables poderes para
promover objetivos que se sitúan en el corazón de una sociedad democrática: la
igualdad y, quizás, la propia libertad de expresión.” 90

En la opinión de Spinoza, la libertad de expresión no puede ser un derecho


absoluto, donde el Estado permanezca impávido. Por el contrario, la intervención
del Estado debe intervenir para regular sólo aquello que sea necesario para
mantener la paz, la seguridad y la libertad, sin caer en el vicio de la
sobreregulación que también resulta perniciosa. 91

Por mucho tiempo se pensaba que el Estado era el enemigo número uno de las
libertades. Esta idea, propia del liberalismo, ha cambiado porque el Estado
también se ha transformado. El Estado paternalista prácticamente ha sucumbido
ante la transformación de un Estado menos invasor. En la actualidad, el Estado
sólo interviene en aquellos asuntos en que la sociedad no tiene injerencia directa,
para corregir y dirigir los esfuerzos de los actores sociales. En un contexto donde
la premisa fundamental es el respeto universal de los derechos humanos por parte
del Estado, cuyas acciones son observadas por los demás miembros de la
comunidad internacional, se puede validamente decir, que la libertad de expresión
y el derecho a la información son velados por éste aún actuando en contra de sus
propios intereses.

Pero la intervención mínima del Estado en materia de libertad de expresión no se


puede recudir al ámbito legislativo, sino que debe contar con instituciones que
velen por el correcto ejercicio de ésta libertad. Así las cosas, y dentro del contexto
actual de México, el Estado debe velar por la integridad y protección de los
periodistas, incluso, ha creado una fiscalía especializada en la persecución de los
delitos que se cometen en contra de quienes se dedican al periodismo. A través de
los tribunales para que la libertad de expresión no atente contra los derechos a la
intimidad y a la imagen pública de las personas, etc.
90
Owen M. Fiss. La ironía de la libertad de expresión. Op. Cit. p. 41.
91
36
Cfr. Francisco Javier Ansuátegui Roig. Historia de los derechos fundamentales. Libertad de conciencia y de
expresión en Baruch Spinoza. Editorial Dykinson, S.A. España, 1998. p. 669.
En opinión del suscrito, el Estado debe actuar inteligentemente a través de la vía
institucional para lograr un equilibrio entre el ejercicio de la libertad de expresión,
logrando una armonía con otros derechos fundamentales de que gozan los demás
miembros de la sociedad y sin atentar contra la seguridad nacional y las
instituciones públicas.

VI. Marco jurídico internacional


El Estado mexicano ha firmado Convenciones Internacionales de Derechos
Humanos que cuyo articulado protege la libertad de expresión y el Derecho a la
Información, entre los que podemos citar: La Declaración Universal de Derechos
Humanos, la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos, la Convención sobre los Derechos del Niño, la Convención Internacional
de Eliminación de todas Formas de Discriminación Racial, la Convención para la
Prevención y Sanción del Delito de Genocidio.

El artículo 1 constitucional establece lo siguiente: “En los Estados Unidos


Mexicanos todas las personas gozarán de los derechos humanos reconocidos en
ésta Constitución y en los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano
sea parte, así como de las garantías para su protección, cuyo ejercicio no podrá
restringirse, ni suspenderse, salvo en los casos y bajo las condiciones que esta
Constitución establece.

Las normas relativas a los derechos humanos se interpretarán de conformidad con


esta Constitución y con los tratados internacionales de la materia favoreciendo en
todo tiempo a las personas la protección más amplia.

Todas las autoridades, en el ámbito de sus competencias, tienen la obligación de


promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de conformidad
con los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y
progresividad. En consecuencia, el Estado debe prevenir, investigar, sancionar y
reparar las violaciones a los derechos humanos en los términos que establezca la
ley...”

Sumado a lo anterior, la misma Constitución Política establece en su artículo 133


que los tratados internacionales cuyo contenido sea acorde con la misma,
firmados por el Presidente y aprobados por el Senado, son “Ley suprema de toda
la Unión”, y los jueces deben aplicarlos directamente. Esta situación ha sido
reconocida con amplitud por la jurisprudencia, la cual ha establecido que las
normas de los tratados se incorporan al derecho interno y que por ello son de
“observancia obligatoria y aplicación directa” (cf. Gaceta del Semanario Judicial de
la Federación, octava Época, Pleno, núm.78, junio de 1994, p.12 (contradicción de
tesis 3/92). Incluso los tratados internacionales se ubican jerárquicamente por
encima de las leyes federales y locales.
37
Declaración Universal de Derechos Humanos
La Declaración Universal de Derechos Humanos, establece en su artículo 19 lo
siguiente:

“Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión;


este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones,
el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas,
sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.

Cabe advertir que, tal como lo señala la Declaración, el sujeto titular de este
derecho es todo individuo, por lo que la universalidad del mismo se encuentra
proclamada. Por lo que hace al contenido del mismo, la Declaración nos dice que
la libertad de expresión incluye: el derecho de no ser molestado a causa de
nuestras opiniones y el de investigar y recibir informaciones y opiniones.
Asimismo, la Declaración advierte que la difusión de nuestras opiniones puede
realizarse mediante cualquier medio sin limitación de fronteras. 92

El ejercicio de la libertad de prensa y cualquier otro derecho fundamental


proclamado en la declaración tiene límites. Estos se encuentran previstos en su
artículo 29, que a la letra declara:

“Artículo 29. 2. En el ejercicio de sus derechos y en el disfrute de sus


libertades, toda persona estará solamente sujeta a las limitaciones
establecidas por la ley con el único fin de asegurar el reconocimiento y
el respeto de los derechos y libertades de los demás, y de satisfacer las
justas exigencias de la moral, del orden público y del bienestar general
en una sociedad democrática.
3. Estos derechos y libertades no podrán en ningún caso ser ejercidos
en oposición a los propósitos y principios de las Naciones Unidas.”

Declaración Universal de los Derechos del Hombre


La Declaración Universal de los Derechos del Hombre en sus artículos 10 y 11
desarrolla un derecho a la información, ciertamente complejo que comprende:
 El derecho a no ser molestado con motivo de la manifestación de las ideas;
 El derecho a investigar la información;
 El derecho a investigar las opiniones;
 Derecho a recibir informaciones, públicas y privadas;
 Derecho a recibir opiniones;
 Derecho a difundir la información recabada;
 El derecho a difundir opiniones.93
92
Cfr.-
93
Cfr.- Fioravanti, Mauricio. Los derechos fundamentales. Apuntes de historia de las Constituciones. 3ª
edición. Editorial Trotta. España; 2000. p. 140. “Nadie debe ser inquietado en sus opiniones, incluidas las
religiosas, siempre que su manifestación no altere el orden público establecido por la Ley.” “La libre
comunicación de los pensamientos y de las opiniones es uno de los derechos más preciosos del hombre; así,
38
todo ciudadano puede hablar, escribir, imprimir libremente, a reserva de responder del abuso de esta libertad
en los casos determinado por la ley.”
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos fue aprobado el 16 de
diciembre de 1966. Entró en vigor el 23 de marzo de 1976. Mientras que en
México, la ratificación del Senado fue publicada en el Diario Oficial de la
Federación el 20 de mayo de 1981.
El artículo 19 del Pacto textualmente dispone:
1. Nadie podrá ser molestado a causa de sus opiniones.
2. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión; este derecho comprende
la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin
consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o
artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección.
3. El ejercicio del derecho previsto en el párrafo 2 de este artículo entraña deberes
y responsabilidades especiales. Por consiguiente, puede estar sujeto a ciertas
restricciones, que deberán, sin embargo, estar expresamente fijadas por la ley y
ser necesarias para:
a) Asegurar el respeto a los derechos o a la reputación de los demás;
b) La protección de la seguridad nacional, el orden público o la salud o la moral
públicas.”

Como se advierte de su lectura, el Pacto ratifica el compromiso internacional de


proteger la libertad de expresión, reconociendo que el ejercicio de tal derecho
debe estar sujeto a restricciones impuestas por la ley, no por la ética o la moral.

Convención Americana de Derechos Humanos


Para comprender los alcances del Derecho a la Información, son ilustrativos los
artículos 13 y 14 de la Convención Americana de Derechos Humanos o Pacto de
San José de Costa Rica suscrita en San José de Costa Rica el 22 de nov. De
1969, en la Conferencia Especializada Interamericana sobre Derechos Humanos
de la Organización de Estados Americanos. Los decretos de aprobación por el
Senado mexicano y de promulgación de la Convención aparecieron en el Diario
Oficial de la Federación, el 9 de enero y el 7 de mayo de 1981, respectivamente.
México la ratificó el 3 de abril de 1982).

Su articulado es más explícito que el de otros tratados internacionales.


Textualmente dispone:
Artículo 13
1. Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de
expresión. Este derecho comprende la libertad de buscar, recibir y
difundir informaciones e ideas de toda índole, sin consideración de
fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística, o
por cualquier otro procedimiento de su elección.
2. El ejercicio del derecho previsto en el inciso precedente no puede
estar sujeto a previa censura sino a responsabilidades ulteriores, las
que deben estar expresamente fijadas por la ley y ser necesarias para
asegurar: 39
a. el respeto a los derechos o a la reputación de los demás, o
b. la protección de la seguridad nacional, el orden público o la salud o la
moral públicas.
3. No se puede restringir el derecho de expresión por vías o medios
indirectos, tales como el abuso de controles oficiales o particulares de
papel para periódicos, de frecuencias radioeléctricas, o de enseres y
aparatos usados en la difusión de información o por cualesquiera otros
medios encaminados a impedir la comunicación y la circulación de
ideas y opiniones.

4. Los espectáculos públicos pueden ser sometidos por la ley a censura


previa con el exclusivo objeto de regular el acceso a ellos para la
protección moral de la infancia y la adolescencia, sin perjuicio de lo
establecido en el inciso 2.
5. Estará prohibida por la ley toda propaganda en favor de la guerra y
toda apología del odio nacional, racial o religioso que constituyan
incitaciones a la violencia o cualquier otra acción ilegal similar contra
cualquier persona o grupo de personas, por ningún motivo, inclusive los
de raza, color, religión, idioma u origen nacional.”

El derecho humano a investigar informaciones y opiniones como contenido del


derecho a la información previsto en el artículo 13 del “Pacto de San José de
Costa Rica”, y el señalamiento del artículo 6º de nuestra Constitución mexicana
(...el derecho a la información será garantizado por el Estado) hacen suponer que
la interpretación clásica de la libertad de prensa no resulta suficiente en tanto se
reconocen otros derechos más amplios que el de “escribir y publicar escritos sobre
cualquier materia” sin censura.

Bien vale la pena reflexionar en torno al término “censura”, que no significa que la
libertad de expresión carezca de límites y restricciones, pues los derechos
fundamentales reconocidos universalmente, y por ende, por el Estado mexicano,
para su debido ejercicio, deben contar con restricciones y limitaciones, en tanto no
atenten en contra de derechos de terceras personas e instituciones públicas y
políticas.

VII. Limitaciones o restricciones


¿Es posible limitar a la libertad?,
Existe un primer sector de limitación al ejercicio de los derechos que radica en la
dificultad material personal; ésta parte del individuo, como en el caso de las
personas con algún requerimiento particular en razón de sus capacidades físicas o
cognitivas al ejercicio de la libertad, o enfrentar algún obstáculo que incide
materialmente en ella, tal es el caso de que se viva algún estado derivado de una
enfermedad.

El segundo sector se refiere a una limitación social o económica, la libertad de


expresión en cualquiera de sus especies tiene una dimensión o impacto social,
desde un punto de vista de las posibilidades materiales, por ejemplo, de acceder 40
a
información desde un punto remoto o a través de un medio electrónico cuando no
existe, por ejemplo una red eléctrica o de internet, o cuando el acceso es
incosteable, se advierten esas imposibilidades sociales o económicas. Igualmente
cuando simplemente no se puede acceder a información.

Para aproximarse a las limitaciones de los derechos, hay que partir de la idea de
que no existe el ejercicio absoluto de éstos; el tema de las limitaciones se puede
entender del modo siguiente, en torno a la idea de libertad (como derecho).

La razón limita la libertad. Una libertad (o un derecho) que no encuentre un


mínimo freno, no se puede entender como libertad, pues la libertad se presenta
como un producto social humano, un producto de la razón. Los límites al ejercicio
de la libertad o de cualquier derecho comienzan por la propia razón del sujeto.

En este sentido, parafraseando a Baruch Espinoza, Francisco Javier Ansuátegui


Roig indica acusa que el Estado está destinado a lograr que los hombres se
desenvuelvan en libertad, conjugando la existencia de cada uno con la de los
demás conforme al uso de la razón.94

La libertad limita la libertad. El ser humano aislado no puede decirse libre porque
la libertad se entiende en dirección a la consecución de un objetivo y en relación
con alguien. Lo que equivale a decir que la libertad encuentra su límite en la
libertad de otro ser humano igualmente libre para algo, una libertad no dirigida
hacia algo o con relación a algo, es decir sin contenido, no es más que una
quimera.

La norma jurídica limita la libertad. Vinculado a lo anterior, las libertades pueden


entrar en conflicto, éstas pueden ser del mismo tipo o contenido, o bien ser
diversas. La libertad o libertades que interesan regular al derecho y cuyo ejercicio
también es favorecido, son las libertades concretas o manifestaciones de la
libertad que tienen la posibilidad de crear consecuencias para el ejercicio de otras
libertades o derechos, las libertades públicas, lo que equivale a decir que la
libertad encuentra su límite en el ejercicio de la misma libertad. El creador de la ley
tomará en cuenta los ámbitos de la vida en sociedad y promoverá desde la
creación normativa, su ideal jurídico-social.

La autoridad apoyada en la ley, limita la libertad. Las autoridades tienen por misión
la aplicación de la ley, ya sea desde el ámbito de la administración, o como el
poder de decidir controversias de acuerdo con un ámbito competencial específico.

La restricción de las libertades obedece a una causa razonable, proporcional y


delimitada., mientras que su negación o cancelación de las libertades es una
expresión de irrazonabilidad e ilegalidad.

94
41
Cfr. Francisco Javier Ansuátegui Roig. Historia de los derechos fundamentales. Libertad de conciencia y de
expresión en Baruch Spinoza. Editorial Dykinson, S.A. España, 1998. p. 665.
El otro sector más aclarativo que restrictivo acerca de esa libertad, es el que se
refiere a los mecanismos o medios para que esa libertad pueda ocurrir: se trata de
la comunicación mediante la oralidad, la vía escrita (ligada a la escritura) y a
publicar libremente, de donde parece referirse a la libertad informativa, en un
sentido muy cercano a la libertad de prensa, exenta de censura previa.

Ernesto Villanueva, uno de los exponentes más importante del derecho a la


información y a la comunicación en México, distingue entre la libertad de expresión
y de imprenta del libertinaje, entendido éste último como la libertad que se ejerce
sin control, y sin atender los posibles daños que pudiera provocar en un momento
determinado; dicho de otra manera, cuando no existe responsabilidad de quienes
la ejercen, así como lo hizo Blackstone95, en su momento, aunque desde aquel
entonces no se ha podido definir claramente los límites de ambas libertades.
Precisamente, esa falta de delimitación del derecho a la libertad de expresión
respecto a los juzgadores en nuestro país ha motivado la presente investigación.

Además, la libertad de informar y de “publicar libremente” no se entiende como el


hecho de comunicar o informar hechos noticiosos, sino que parece orientarse al
poder que tras de sí guarda la comunicación utilizando un medio impreso. Publicar
libremente un hecho significa hacerlo del conocimiento general, masificar el
conocimiento de los hechos a través de un medio, lo cual impone razonablemente
una exigencia de objetividad. Pero no únicamente el ejercicio de la libertad
informativa es el fin de los medios, una importante característica de la
comunicación impresa es la posibilidad del ejercicio de la crítica. Quizá, aquí se
encuentre el eslabón con el requisito de que la libertad de publicar se encuentre
vinculada con el requisito de la ciudadanía que en el presente caso actúa de
manera aclarativa y restrictiva, ya que la publicación significa en cierto sentido,
dotar al hecho o pensamiento de una materialidad y cierta permanencia.

Mantener la coexistencia de las libertades de prensa y de pensamiento que


implica el derecho a la información es la razón de ser de los mecanismos de
autocontrol (sobre los cuales no hemos hablado, pero que tampoco constituyen un
tema central en la presente investigación), evitando la coacción estatal mediante la
creación de Códigos deontológicos y la institucionalización de Consejos de
Prensa, quienes se encargan de la vigilancia en el cumplimiento de dichos
Códigos. En éste orden de ideas, algunos autores han definido a los organismos
encargados del autocontrol de la prensa, de la siguiente manera:

“…son instituciones creadas por y para la prensa, en el seno de los cuales, los
periodistas y editores, adoptando libremente sus decisiones y siendo
responsables únicamente ante su propia conciencia, cooperan a fin de preservar
la existencia de relaciones equilibradas y leales entre la prensa de un lado, y el
Estado y la sociedad de otro, por medio del mantenimiento en el interior de la

95
Cfr.- O´brien, David M. El derecho público a la información. La Suprema Corte de los Estados Unidos y 42
la
primera enmienda constitucional. Traducido por el licenciado Agustín Bárcena. México; 1983, pp. 79 a 81.
prensa de una alta moralidad profesional y por la defensa en el exterior de ella de
la libertad de prensa.” 96

Los consejos de prensa son órganos colegiados que se encuentran conformados


por: Representantes de los tres sectores participativos en la información, entre los
cuales se citan: los empresarios de la prensa, los lectores y los periodistas, para
que de manera conjunta, en un clima de igualdad externen su punto de vista sobre
los temas sometidos a su consideración, evitando corruptelas, así como el
predominio de uno de ellos sobre los demás; se autoregule el contenido de la
información en los medios impresos, incluso, el sostenimiento de éste órgano
corre a cargo de los sectores involucrados, es decir, sin que el Estado le adjudique
una partida presupuestal para su funcionamiento. Por lo anterior, en la opinión del
suscrito, ésta forma de actuación de la sociedad civil, también se puede
implementar en: medios electrónicos, la radio, la televisión, cinematografía e
Internet.

Es preciso señalar que, la regulación jurídica, de la calidad de la información que


se difunde a través de los medios de comunicación (sin censura previa), tiene en
un extremo el respeto de la libertad de expresión y por el otro, el derecho al
honor97, y a la intimidad 98 de las personas, así como el derecho a la propia
imagen99. He aquí, cuando el ejercicio efectivo de la libertad de expresión se
96
Villanueva, Ernesto.- El autocontrol de la información en Alemania y Portugal.- Comunicación, derecho y
sociedad. Estudios en honor al Dr. Javier Esteinou Madrid. México; 1997. p, 127.
97
La palabra honor proviene del latín honor, dignidad, empleo, cargo honorífico; de honos, honor,
recompensa, carga honorífica, magistratura ejercida en nombre del pueblo romano, estipendio o paga
honorífica. Cfr.- Real academia Española. Diccionario de la lengua. 21ª edición, tomo h-z. Editorial
Espasa.Calpe. España, 1992. P. 882. El Tribunal Supremo español recoge un doble aspecto de la definición
del honor. Primeramente toma la representación o consideración que los demás tienen de las cualidades de
una persona. Constituido por la reputación y la fama que una persona tenga dentro de un determinado núcleo.
En segundo lugar toma en cuenta el criterio subjetivo, es decir, que se centra en el aspecto interior de la
persona hacia sí misma. Cfr.- Torres Dulce Lifante, Eduardo (Director). Derecho al honor, a la intimidad y a
la propia imagen. Consejo General del Poder Judicial. España; 1999. Pp. 136 y 137.
98
El derecho a la intimidad ha encontrado mayor protección que el derecho al honor, a pesar de que en
antaño, éste segundo lo era casi todo. Nuestra Constitución contempla el derecho a la intimidad y protege la
vida privada de las personas en el artículo 16, que a la letra dice: “Nadie puede ser molestado en su persona,
familia, domicilio, papeles o posesiones, sino en virtud de mandamiento escrito de la autoridad competente,
que funde y motive la causa legal del procedimiento”.
“Las comunicaciones privadas son inviolables. La ley sancionará penalmente cualquier acto que atente contra
la libertad y privacía de las mismas. Exclusivamente la autoridad judicial federal, a petición de la autoridad
federal que faculte la ley o el titular del Ministerio Público de la entidad federativa correspondiente, podrá
autorizar la intervención de cualquier comunicación privada. Para ello, la autoridad competente, por escrito,
deberá fundar y motivar las causas legales de la solicitud, expresando además, el tipo de intervención, los
sujetos de la misma y su duración. La autoridad judicial federal no podrá otorgar estas autorizaciones cuando
se trate de materias e carácter electoral, fiscal, mercantil, civil, laboral o administrativo, ni en el caso de las
comunicaciones del detenido con su defensor.”
99
La imagen de las personas físicas es la “representación o reproducción de la figura de una persona física,
cuando se hace de modo tal que resulta fácilmente recongnosible la persona de que se trata, incluso aunque la
semejanza no sea perfecta”. Concepción Rodríguez, José Luis. Honor, intimidad e imagen. El análisis
jurisprudencial de la L.O. 1/1982. Bosch, casa editorial. España; 1996. P. 50. El derecho a la propia imagen se
puede ver desde dos distintos puntos de vista, a saber: “El contenido positivo entendido como facultad 43
exclusiva del interesado a difundir o publicar su propia imagen y el negativo como derecho a impedir la
puede convertir en libertinaje, y la privacidad y honor de las personas se puede
convertir en mercancía para vender a través de los medios masivos de
comunicación.

En España se ha desarrollado doctrina respecto a las limitaciones a la libertad de


expresión, libertades de índole constitucional y legal, así como de carácter
deontológico y axiológico.

En el país ibérico se ha delegado la responsabilidad de fijar los límites de este


derecho, a los Tribunales. Sobre el particular, su Tribunal Constitucional ha emitido
opinión al respecto. Hay quienes opinan que no corresponde a los tribunales
resolver el dilema, que además no es la instancia adecuada para fijar los límites
de la libertad de expresión, sino que se trata de una tarea propia de la cultura
política y la ética profesional de quienes informan en los medios de comunicación.
Esto se debe a que los tribunales solo pueden hacer caso de los argumentos
jurídicos, y no pueden tomar en consideración argumentos de índole económico,
político y cultural.100

Como es de esperarse, resolver el tema de imponer límites a la libertad de


expresión resulta complejo, existiendo quienes han volteado hacia factores
metajurídicos, como la ética para limitar claramente el espacio que corresponde al
derecho de la información y a la libertad de expresión sin llegar a vulnerar otros
derechos fundamentales, que aunque de menor o igual jerarquía coexisten en el
sistema jurídico.

La ética es uno de esos elementos que se postulan para lograr que el individuo
ejerza sus libertades, evitando vulnerar derechos de otras personas.

Jorge Carpizo ha escrito que la falta de ética en los medios, y la ponderación de


principios morales han provocado el descrédito en los medios masivos de
comunicación. No obstante, reconoce que al mismo tiempo, todo fenómeno social
busca la cobertura de ellos, un ejemplo, se puede ver en aquellas personas que
no han encontrado justicia en las instituciones jurídicas y acuden ante los medios
para ser escuchados y encontrar la justicia que no encontraron en los tribunales. A
su vez, los medios masivos como la televisión, la radio, Internet, especulan con la
miseria y el dolor humano, de tal suerte que existen quienes perciben los medios
como carentes de ética, en virtud de que todo lo hacen por el rating.101

De forma categórica, Guillermo Velasco Arzac, en relación al tema escribe: “En la


comunicación la nueva cultura es armonizar el derecho a la información veraz y

obtención o reproducción y publicación por un tercero”. ROVIRA SUEIRO, María E. El derecho a la propia
imagen. Editorial Comares. España; 2000. P. 33.
100
Cfr.- Solazabal Echavarría; Juan José. Acerca de los doctrina del Tribunal constitucional en materia de
libertad de expresión. Revista de estudios políticos, nueva época No. 77, España, Julio-septiembre de 1992.
pp, 237 a 258.
101
44
Carpizo, Jorge. Los medios de comunicación y el estado de derecho, la democracia, la política y la ética.
Boletín informativo de la Asociación Argentina de derecho constitucional, No.167, marzo de 2000. p. 4.
oportuna con el derecho a la libertad de prensa, y el derecho de todos a la fama
pública y a la privacía…La libertad de prensa, de comunicación, de los medios es
inseparable de la responsabilidad ética y social, en virtud de su influencia y de la
naturaleza…”102

En la opinión de Javier Corral, una regulación jurídica o deontológica de los


medios de comunicación no implica que se coarte la libertad de expresión, más
bien, se trata de la creación de un pacto público que armonice la coexistencia de
ésta libertad con otras libertades humanas. 103 Resulta lógico y razonable que la
ética no pueda suplantar al derecho, pero éste último normalmente tiene contenido
moral y ético; como elementos que siempre van entrelazados. No se debe perder
de vista que, la ética y la moral son conceptos dinámicos que no tienen validez
universal, por lo que siempre es deseable que se revise lo que en un momento y
lugar determinados es ético y moral, para que al mismo tiempo, el derecho, lo
repute como lícito.

En sentido similar se ha pronunciado Thomas I. Emerson, quien considera que


mucho se ha cuestionado sobre las limitaciones que deben imponerse para
armonizar el derecho a la libertad de expresión con otros derechos individuales y
sociales.104

Manuel Nuñez Escabo, opina que todo proceso comunicativo e informativo en la


actualidad se ha convertido en uno de carácter complejo. Dentro del mismo,
encuentra una constante que constituye la presencia de un emisor y un receptor,
pero entre uno y otro existe una cadena de intermediarios, quienes en sus manos
tienen la función de seleccionar, depurar y editar la información que se pretende
transmitir. Todo ello tiene implicaciones éticas y jurídicas, por lo que entre tanto
manoseo se debe evitar que se pierda el contenido real de la información y la
comunicación, al mismo tiempo que se debe garantizar la veracidad y la
imparcialidad en la emisión de noticias, y la ética en la emisión de las opiniones, y
que con ello, el objeto más importante sea la información, no el medio por el cual
se transmite. Sin embargo, el mismo autor reconoce que los canales de
transmisión masivos no son inocentes, y que sus propietarios están más
preocupados por el financiamiento de sus negocios, razón por la que al
espectador le transmite aquello que quiere ver, como una imagen perturbadora, en
lugar de un lenguaje escrito o hablado claramente, imparcial y objetivo. Se puede
evidenciar que, en ocasiones, los intereses económicos se contraponen a la ética
y la imparcialidad de la comunicación en los medios de transmisión. El público es
al mismo tiempo audiencia y clientela105, a quienes llegan los mensajes
publicitarios subliminales que los persuada, y para ello se difunden imágenes
102
Velasco Arzac, Guillermo. La transición y los medios de comunicación. Revista Entorno, año 8, No. 105,
México, mayo de 1997. p. 21.
103
Cfr.- Corral Jurado, Javier.- Medios de comunicación: el derecho como mínimo ético; la ética como mayor
compromiso posible.- Revista, Bien común y gobierno, año 7, No. 84. México, diciembre de 2001. pp, 5 y 6.
104
Thomas I. Emerson. The sistem of freedom of expression. Vintage Books. USA. 1971. p. 9.
105
45
Cfr. Nuñez Escabo, Manuel. Medios de comunicación y sociedad democrática. Sistema, revista de ciencias
sociales, No. 109, España; 1992. Pp. 37 a 44.
polémicas, más que educativas, de tal manera que un escándalo vende más que
una noticia informativa, objetiva y positiva. La polémica y el escándalo venden al
contrario de los temas educativos, honestos y éticos.

En la actualidad podemos ver como en los medios masivos de comunicación se


difunde información acerca de los juicios en que intervienen personas públicas,
llámese cantantes, artistas, políticos y abogados de los políticos, porque el morbo
que tiene la gente para enterarse de esos temas es tal que éstas noticias por sí
solas venden. Un ejemplo claro y actual es el juicio del “Chapo”, el día en que se
le dictó sentencia, el enjuiciado leyó una carta a través de la cual hizo saber al
juez que el era juzgado más por la información que sobre su vida se difundía en
los medios masivos de comunicación, que produjo convicción en el jurado y en el
juzgador, y no tanto por los elementos probatorios aportados durante la secuela
procesal. Sin detenernos a calificar las aseveraciones del capo mexicano, lo que sí
resulta claro es que el principio de imparcialidad que debe imperar en todo sistema
de justicia se puede ver opacado por la información que se difunde en los medios
masivos de comunicación, generando convicción en el juez que resuelve un
asunto determinado.

En relación a la opinión pública, el jurista Joel Carranco Zúñiga sostiene que se


trata de aquella manifestación del pensamiento general que, sin constar por
escrito, domina en el ánimo de las masas. No entiende de fronteras, y que se
caracteriza por que quienes la emiten carecen de conocimientos científicos de la
materia sobre la cual se opina. En síntesis, iguala la opinión publica con la voz del
pueblo.

Ahora bien, la voz del pueblo, se crea por la información que capta la gente de los
medios masivos de comunicación (prensa escrita, radio, televisión e Internet),
quienes se convierten en un poder de facto, por su enorme influencia sobre los
espectadores. El espectador será más influenciable, cuando carece de
conocimientos técnicos que le permitan calificar y escoger la información que se le
proporciona por la radio, la televisión, el cine, o los periódicos. Se debe tomar en
cuenta, que la información que difunden los medios, busca la atención del público,
por lo que sus contenidos tienden hacia el espectáculo que atraiga su atención, y
no por su veracidad y objetividad.

Precisamente, por su falta de objetividad, desconocimiento técnico, entre diversos


factores, la opinión pública ejerce una presión indeseable sobre la labor del
juzgador, a quienes les resta libertad para pronunciar sus resoluciones vulnerando
con ello, y probablemente sin querer el principio de imparcialidad, pilar de todo
sistema de administración de justicia. Por supuesto que la aplicación de las leyes
no se puede dejar a la libre apreciación del pueblo, porque esto nos llevaría a una
inseguridad jurídica generalizada, por tal motivo existen los jueces y todo un poder
estatal que se encarga de dicha función, que ciertamente se ve influenciada, en
ciertas ocasiones, por la opinión pública.
46
Como se aprecia, la Declaración como un elemento orientador está dotada de
plena actualidad; sin embargo, las formas en que los procesos de comunicación
se han diversificado y tecnificado, precisan de una aclaración sobre cuáles deben
ser los derroteros y alcances de la libertad de expresión. En el avance de la
sociedad y la técnica, el derecho no puede establecer reglas específicas para
cada uno de los casos en que puede manifestarse la libertad de expresión, de
manera que necesita de crear algunos lineamientos, lo que principia en normas
elementales que la consagren en un ordenamiento como es el rango constitucional
o un tratado que le otorgue ese “blindaje” constitucional, superior jerarquía y
reconocimiento jurídico.

En todo caso, la regulación jurídica sobre la materia, debe aspirar a prever el límite
exacto entre el ejercicio de la libertad de expresión y el libertinaje, en que se
respeten los derechos de los demás miembros de la comunidad, porque los
derechos fundamentales que reconoce el Estado mexicano a través de su
Constitución se encuentran en el mismo rango, en beneficio de todos los hombres
en territorio nacional, de tal suerte que, el derecho a la libertad de expresión y libre
manifestación de las ideas y opiniones se encuentra en el mismo nivel
constitucional que el derecho que tiene toda persona a que se le administre
justicia bajo el principio de imparcialidad, consagrado en el artículo 17 de la Carta
Magna.

VIII. Conclusión
La libertad de expresión forma parte de los derechos del hombre. Ese derecho
tiene un carácter ambivalente y abarca el derecho de manifestar o exteriorizar las
ideas, opiniones o preferencias, mediante cualquier recurso al alcance del ser
humano, o su contrario, el derecho a no expresarse, guardarse reserva; y en
segundo lugar, asume una forma instrumental, al constituir un medio o un factor
para que otros derechos se exterioricen, es decir, favorece la expresión de
diversas libertades, la libertad de creencias, la libertad de cátedra, la libertad de
empresa, entre otras; estas libertades, si bien tienen un sustrato interior o íntimo y
personal, regularmente implican una práctica que es pública o una forma social de
su ejercicio. En otras palabras, la libertad de expresión constituye la expresión de
la libertad.

Los componentes de la libertad de expresión son: la libertad de expresión en un


sentido estricto y el acceso a la información (o derecho a la información);
actualmente se reconoce un derecho subyacente que es el derecho a la verdad,
como una expresión del acceso a información pero vinculado al contexto de
transiciones a la democracia.106

106
Jaime F. Cárdenas Gracia se pregunta que si siendo los actores políticos quienes juegan un papel
fundamental en la construcción de los regímenes políticos, sin que sean los factores socioeconómicos y
culturales tan trascendentes, entonces, ¿países como México pueden aspirar a la democracia? Cárdenas
Gracia, Jaime F. Transición política y reforma constitucional en México. UNAM. México; 1994. p, 23. Las
transiciones son “procesos de cambio en los cuales dos paradigmas o modelos de organización social se ven
confrontados, en una sociedad determinada, cuando uno de ellos ha entrado, de manera más o menos súbita, 47
en situación de crisis y el otro se perfila como alternativa para su sustitución.” Fix, Fierro, Héctor y López
En nuestro país, a partir del inicio de la Independencia y hasta 1857, pueden
señalarse cerca de doce antecedentes importantes a la libertad de expresión, los
cuales en ocasiones se funden con la libertad de imprenta, en los límites
generales reconocidos por esas legislaciones básicas o proyectos de las mismas,
se encuentran el ataque a la religión, la perturbación de la paz pública, la moral,
los derechos de otras personas, la vida privada y el honor y la provocación de un
delito.

A pesar de las enmiendas, la parte inicial del art. 6, conserva su esencia original,
enunciando las limitaciones a la libre manifestación de las ideas, se señalan los
siguientes casos: ataque a la moral, la vida privada, derechos de terceros,
provocación de un delito, perturbación del orden público, que corresponden los
límites generales, de acuerdo con la propia mención que hace el artículo 7°, sobre
la libertad de difundir opiniones, información o ideas, al establecer en su párrafo
segundo: “Ninguna ley ni autoridad puede establecer la previa censura, ni coartar
la libertad de difusión, que no tiene más límites que los previstos en el primer
párrafo del artículo 6o. de esta Constitución.”

Son irresponsables los actos de algunas personas que aprovechándose de su


cercanía con algún medio de comunicación o los mismos comunicadores o
llamados líderes de opinión, exponen su inconformidad con el sentido de
resoluciones judiciales emitidas durante la sustanciación de un proceso
jurisdiccional, con el firme propósito de poner en entredicho la actuación de los
jueces. Se debe reprobar llevar los procesos jurisdiccionales a los medios de
comunicación, pues para ello existen instituciones creadas por el derecho y a
cuyas autoridades debemos respeto y obediencia así como a las leyes. Esto no
significa que siempre debamos estar contentos con su actuación, pero ello no es
motivo para juzgar la actuación de los jueces y atacarlos mediante el uso de los
medios, mucho menos, generalizar la opinión respecto a las instituciones jurídicas
en detrimento del principio de autonomía e imparcialidad que requiere todo
sistema de justicia.

La desigualdad económica, social y cultural que priva en nuestro país trae como
consecuencia que el ejercicio de los derechos humanos por los miembros de la
sociedad sea también, desigual. Una connotado académico, un periodista, un
senador de la república, un magistrado, un ama de casa, un obrero o una persona
que vive en extrema pobreza en uno de los poblados más pobre y apartados del
país tienen, en la realidad, muy distintas posibilidades de ejercer la libertad de
expresión.

Se dice que los medios de comunicación se han democratizado, aunque ello no es


del todo cierto. Sólo algún círculo privilegiado de personas son capaces de
hacerse oír en la televisión a menos que esté inmerso en una nota informativa que
cause gran revuelo y que atraiga a los medios de comunicación. Lo habitual es
48
Ayllón, Sergio. Estado de derecho y transición jurídica. UNAM. México; 2002, p. 99.
que sólo los ricos y poderosos tengan acceso a este medio. En la radio, ocurre
algo similar. La prensa, hoy en día cubre nota roja y dan noticias amarillistas para
que el consumidor mantenga su interés, en detrimento de la objetividad en la
información.

Se puede decir, validamente que, el único medio de comunicación masivo es


Internet, al que tienen acceso mayor número de personas, no sólo para obtener
información, sino también, para hacerse oír y que sus opiniones sean escuchadas
por los demás.

Dentro de dicho contexto en nuestro país, los jueces tienen acceso a todos los
medios de comunicación, radio, televisión, prensa escrita y digital, así como
Internet. Es un grupo privilegiado de mexicanos el que pertenece a la judicatura,
ya que para el ejercicio de la libertad de expresión cuentan con el alcance y
cobertura de todos los medios. Así tenemos el canal judicial, por la radio también
se cuentan con canales abiertos, así como la oportunidad de difundir sus ideas y
opiniones a través de Internet y las redes sociales.

Precisamente, el motivo de la presente investigación académica consiste en


proponer límites a la libertad de expresión de los jueces y magistrados cuando
éstas opiniones, evidentemente públicas, pudieran entrar en conflicto con el
principio de imparcialidad que deben vigilar en los asuntos que son sometidos a su
jurisdicción.

CAPÍTULO III
El poder judicial y el principio de imparcialidad
INTRODUCCIÓN
La razón principal que motiva la elaboración del presente capítulo tiene que ver con el
derecho o principio de imparcialidad garantizado por el Estado, en beneficio de los
gobernados.

La imparcialidad es probablemente el principio más importante de los que determinan el


49
concepto justicia y, por tanto, de la función jurisdiccional, motivo por el cual, debe
protegerse para una correcta administración de justicia; para que ésta sea creíble, porque
en gran medida reposa en ella, la paz social.

Ante la disyuntiva que eventualmente se pudiera dar, deben actuar los mecanismos de
protección de la imparcialidad, además de tener bien definidos los parámetros que
permitan a los jueces ejercer su libertad de expresión como individuos, porque es posible
que se generen dudas acerca de la imparcialidad judicial cuando el juez exprese
públicamente su opinión acerca de un asunto de relevancia política o que deba ser
resuelto por éste.

I. Imparcialidad y su definición
La pregunta resulta obvia ¿Qué es la imparcialidad? Para aproximarnos a la definición de
imparcialidad debemos tener una aproximación que, al menos, nos de una idea de lo que
pretendemos buscar, para luego llegar a su esencia. Señalar ejemplos o conductas en las que se
hable de imparcialidad quizás sea una manera para aproximarnos, aunque difícilmente nos
permitirá encontrar su naturaleza.

Un esfuerzo adicional que implica no sólo inteligir y comprender perfectamente el


concepto, sino además, tener la capacidad de advertirla en cualquier momento en que
esta se llegue a presentar.

La imparcialidad puede verse desde distintas perspectivas, y no meramente a través de lo


jurídico. El lector debe salir un poco del ámbito jurídico para abundar en su naturaleza. Así
las cosas, la imparcialidad puede verse como una virtud, un principio, un hábito, un valor,
un derecho fundamental, una garantía, etc.

La imparcialidad como valor es vista como un ideal, general, impersonal, abstracto,


intangible, inmaterial. La imparcialidad como valor es vista como un ideal perfecto,
carente de vicios. En ese sentido los valores efectivamente son ideales, porque no dan
pie a la carencia, a la imperfección a la falla; mientras que, el ser humano, es todo lo
opuesto, siempre en búsqueda de la perfección porque se sabe imperfecto, con
carencias, susceptible de fallas en todo momento. Puede se que por esa búsqueda de la
perfección, los valores sean una de las cosas más buscadas por el hombre, de las más
anheladas.

Pero estos ideales, (valores) cuando se ponen en práctica por el ser humano, dejan de
ser perfectos. El ideal se mantiene paro su práctica se corrompe por las acciones de los
hombres. De hecho, si somos muy exigentes, el ser humano, desde que trata de
comprender la esencia de un valor como la imparcialidad, lo hace a su forma, de acuerdo
a su percepción, sus vivencias y capacidades, de donde, el ideal se transforma en una
idea subjetiva, imperfecta y corrupta, de tal suerte que cuando se llega al terreno de la
acción, el valor se ha transformado, sin que pueda ser la replica del ideal.

La imparcialidad como valor existe, sin importar las personas que lo entienden a su
manera, que lo practican, también a su modo. El valor es a pesar del ser humano; no
obstante, me hago la siguiente pregunta ¿No será necesario que para la existencia de los
valores, exista el ser humano?, ¿Los valores no son meras construcciones del ser
humano? Visto de esa manera, los valores dependen de la existencia del ser, ya que éste
último los construye, para a partir de ellos, encontrar la perfección que no ha alcanzado.
50
Es cierto que los valores existen a pesar de que nadie los ponga en práctica, 107 pero en mi
opinión, si requieren del ser humano para que existan, ya que son construcciones del
hombre que aspira a la perfección a través de ellos.

La imparcialidad es una guía que orienta la conducta del ser humano, es un faro que
alumbra la opacidad del hombre; es impersonal y general porque se dirige a todas las
personas que eventualmente, en algún momento de sus vidas tendrán que ponerla en
práctica. El médico, el sacerdote, el militar, el ingeniero, el abogado, el ama de casa.
Todos en cualquier momento de nuestras vidas debemos tratar de actuar conforme o en
dirección a esa luz.

La imparcialidad como hábito es un imposible si tomamos e cuenta que los hábitos son
acciones cotidianas de los hombres, pero ya quedó precisado que las acciones humanos
son imperfectas, por lo que no podría un ser humano tener el hábito de la imparcialidad
(ideal).

Recordemos que el hábito, de acuerdo con el diccionario de la Real Academia de la


Lengua Española: “es el modo especial de proceder o conducirse adquirido por repetición
de actos iguales o semejantes, u organizado por tendencias instintivas.”108

A diferencia de lo que opinan Cuauhtemoc Vázquez Ramírez y Erick Osvaldo García


Orgaz, sostengo que la imparcialidad no podría ser un hábito; sin embargo la conducta
reiterada del ser human dirigida a cumplir con el ideal de imparcialidad si es algo común.
Todos aspiramos a la perfección, o al menos, a perfeccionar nuestra conducta dirigida a
cumplir con cierto propósito. En ese entendido, una persona con sobrepeso, hace
ejercicio y se pone a dieta para que su cuerpo sea más estético, para ponerse en forma y
cuidar su salud.

Un juez requiere ser imparcial, en su actuación cotidiana, para no afectar de manera


injusta los intereses de las partes dentro de las contiendas jurisdiccionales que se
someten a su potestad. Ahora bien, que un juez dicte resoluciones de manera cotidiana,
no implica necesariamente, que dichas resoluciones sean imparciales. No obstante,
dentro de la idea del ciudadano promedio, creemos que el juez dicta sus resoluciones con
imparcialidad.

Así las cosas, para que el juez logre hacer de la imparcialidad un hábito, debe practicarla
cotidianamente, pese a las tentaciones que sobre el caminos se le irán presentando para
distraerlo de tal objetivo. La corrupción, el amiguismo, los favores, etc son factores que
eventualmente influyen en el juzgador para romper con el hábito de la imparcialidad.

A todos nos queda claro que la vigilancia de la correcta actuación de los jueces y
magistrados es fundamental para una adecuada administración de justicia, entendida ésta
como la justa, la que da a cada quien lo que merece, la que de acuerdo a las leyes
vigentes, entrega a cada quien aquello que le corresponde.

Una manera muy motivadora para que los jueces adquieran el hábito de juzgar con
imparcialidad es la imposición de castigos severos, de tal suerte que inhiban a que su
comportamiento se desvíe de esa luz que alumbra la correcta administración de justicia.
107
Véase José A. Cuauhtemoc Vázquez Ramírez y Erick Osvaldo García Orgaz. Imparcialidad judicial. Serie,
ética judicial. Suprema Corte de Justicia de la Nación. México, 2012. pp. 69 a 73. 51
108
Real Academia Española. Diccionario de la lengua española. 22ª edición. Espasa-Calpe. España; 2008. p.
La imparcialidad como virtud se concibe como algo bueno. Las virtudes son concebidas
por los hombres como algo que hace bien, bondades de las cosas. Sin que el presente
trabajo académico tienda a abordar el tema de la deontología, se debo señalar que las
virtudes se pueden encontrar en la moralidad de los actos.

La virtud puede entenderse como integridad de ánimo, bondad de vida; una disposición
constante del alma para las acciones conforme a la ley, con apego a la bondad. La virtud
es la disposición constante del ser humano para hacer el bien.

Las virtudes humanas son actitudes firmes, estables, constantes del entendimiento, de la
voluntad que regulan nuestros actos.
La imparcialidad vista como virtud es algo bueno, una conducta consciente, estable, firme
que regula los actos de los hombres. En el caso que nos ocupa, se trata de una esencia
que debe revestir los actos de los jueces y magistrados para la correcta administración de
justicia.

La imparcialidad como principio. Por la locución principio debe entenderse: primer


momento de la existencia de una cosa; el punto de donde parte, nace o surge una cosa;
el sitio donde brota, surge o emerge algo.

También se puede concebir como la primera proposición, la base de los ideales,


fundamentos, reglas de la que nacen teorías, doctrinas, etc. La norma o idea fundamental
que rige al pensamiento o la conducta.

Para Cuauhtemoc Vázquez Ramírez y Erick Osvaldo García Orgaz, “un principio es la
base racional de un ser humano para tomar las decisiones en su vida o en el marco de
una sociedad, es una idea consagrada en la Constitución de un país, que da orden y
dirige al mismo.”109

Párrafos después los mismos autores entienden por principios “al conjunto de valores
que una persona practica, los cuales están estrechamente arraigados en su vida, a tal
grado que son la base y el filtro a través del cual elige actuar de una u otra forma.”110

La imparcialidad como principio es la base, la luz que debe regir la conducta de los
jueces. Se dice que es un deber porque no siempre se cumple, de tal suerte que la
imparcialidad como principio no es un ser, sino un deber ser.

En un sentido netamente jurídico, la imparcialidad se concibe como garantía individual a


partir de que la Constitución lo prevé de tal forma. A diferencia de las anteriores
concepciones, la imparcialidad en estricto derecho es garantía porque así lo marca la
norma fundamental; se trata de derecho positivo y no está sujeto a debate; guste o no
guste, éste principio se debe cumplir de acuerdo con las leyes que rigen el
comportamiento de quienes deben apegar su conducta a dicha virtud.

Se trata de un derecho público subjetivo que detenta todo individuo, y que emana de una
relación de supra a subordinación con el Estado, prevista en la ley fundamental.
109
José A. Cuauhtemoc Vázquez Ramírez y Erick Osvaldo García Orgaz. Imparcialidad judicial. Serie, ética
judicial. Suprema Corte de Justicia de la Nación. México, 2012. p. 96.
110
52
José A. Cuauhtemoc Vázquez Ramírez y Erick Osvaldo García Orgaz. Imparcialidad judicial. Serie, ética
judicial. Suprema Corte de Justicia de la Nación. México, 2012. p. 97.
En ese sentido, es una garantía para el justiciable que le sea impartida justicia de manera
gratuita, pronta e imparcial, como lo marca el artículo 17 de la Carta Magna. Es por ello
que los jueces no deben favorecer a ninguna de las partes. La conducta de los jueces no
se debe corromper, aceptar dádivas, hacer favores a los amigos, etc, de tal suerte que
debe guiar su conducta con rectitud.

En ese sentido, la imparcialidad busca la neutralidad del juzgador frente a las partes
dentro de una contienda judicial que se somete ante el. Busca impedir que fuerzas
extrañas o móviles ajenos al proceso inclinen la balanza de la justicia hacia cualquiera de
las contendientes. La imparcialidad del juez implica neutralidad, objetividad y que su
conducta se apegue a derecho.

En la opinión del Magistrado Eduardo de Urbano Castrillo, “la imparcialidad del juez
procura controlar los móviles del juez frente a las influencias extrañas del Derecho
provenientes del proceso, pudiendo definirse como la independencia del juez frente a las
partes y el objeto del proceso.”111

Por supuesto que no debemos confundir entre la independencia de los jueces con la
imparcialidad. Si bien, ambos conceptos se encuentran estrechamente relacionados en
materia procesal, no debe el lector confundidlos, ya que la función jurisdiccional y el juez,
en sí pueden ser independientes, pero al mismo tiempo actuar con parcialidad o
imparcialidad en los asuntos que les son sometidos. El Estado debe velar por el
cumplimiento de ambos principios para lograr la credibilidad del aparato jurisdiccional.112

Isabel Trujillo, entiende por imparcial “el juicio realizado por una persona que se muestra
objetiva, desapasionada, que no favorece (por interés, o simpatía) a ninguna de las
partes.”113

Muchas personas han confundido la concepción de imparcialidad con el de neutralidad,


que, aunque son muy similares en el sentido de un desinterés, y en no favorecer a
ninguna de las partes, debemos señalar su principal diferencia, que consiste en que la
imparcialidad consiste en una conducta activa del sujeto, mientras que la persona que se
mantiene neutral refleja una conducta pasiva, no se inquieta, permanece inmóvil.

La imparcialidad se manifiesta en una acción “juzgar”, que necesariamente implica una


conducta activa del juez. Juzgar encarna el discernimiento, examen, valoración, distinción,
todas ellas contenidas en el razonamiento.114

Montero Aroca escribe que la imparcialidad implica “la ausencia de designio o prevención
en el juez de poner su función jurisdiccional al servicio del interés particular de una de las
partes. La función jurisdiccional consiste en la tutela de los derechos e intereses legítimos
de las personas por medio de la aplicación del Derecho en el caso concreto y la
imparcialidad se quiebra cuando el juez tiene el designio o la prevención de no cumplir

111
Eduardo De Urbano Castrillo. Ética del juez y garantías procesales. Consejo Genera del Poder Judicial.
España; 2005. p. 391.
112
Carlos Gómez Martínez. La imparcialidad judicial. Consejo Genera del Poder Judicial. España; 2009. p.
144..
113
Isabel Trujillo. Imparcialidad. Universidad Nacional Autónoma de México. México; 2007. pp. 69 y 70. 53
114
Ibíd.. p. 73.
realmente con esa función, sino que, incumpliendo con ella, puede perseguir en un caso
concreto servir a una de las partes.”115

Para que un juez pueda actuar con apego al principio de imparcialidad, debe ajustar su
conducta a una serie de reglas, cuya esencia van de la mano con principios éticos y
morales, como por ejemplo, el juez no puede dedicarse a una serie de actividades que
impedirían que su función de juzgador fuera imparcial, entre las cuales se encuentran,
que se dedique además, a la abogacía, o desarrollar actividades políticas, como que se
postule para ocupar cargos públicos de elección popular.

En ese orden de ideas, un juez corrupto, prejuiciado o que actúa con favoritismos no
puede juzgar. Su criterio sería parcial hacia alguna de las partes en detrimento de los
intereses de la otra. El juez debe carecer totalmente de interés en cualquiera de los
asuntos que le son sometidos, por lo que no debe juzgar en asuntos familiares o de
personas cercanas a él, de gente a quien aprecia de alguna forma o con quienes guarda
algún lazo de amistad o incluso, enemistad.

Las partes dentro de una contienda judicial sólo pueden concebir y respetar una
resolución cuando actúa un tercero y éste actúa respetando los derechos de ambas,
resolviendo con estricto apego a la ley.

II. El vínculo entre imparcialidad y justicia


Para estar en posibilidad de vincular el principio de imparcialidad al de justicia, y
resaltar la importancia que tiene éste principio en la vida colectiva, pero en
especial, en los tribunales, es indispensable definir a la justicia, siendo esta el
núcleo o la base del derecho.

La palabra justicia deriva del latín iustitia, siendo considerada como “un cultismo
general a todas las épocas.”116

El diccionario de la Real Academia Española define el término justicia de la siguiente manera:

 Virtud que inclina a dar a cada uno lo que le pertenece;


 Atributo de Dios por el cual arregla todas las cosas en número, peso o medida;
 Ordinariamente se entiende por la divina disposición con que castiga las
culpas;
 Derecho, razón, equidad;
 Lo que debe hacerse según derecho o razón;
 La que regula igualdad o proporción entre las cosas cuando se dan o cambian unas
por otras.

115
Montero Aroca, Juan. Derecho a la imparcialidad judicial. Revista europea de derechos fundamentales. No.
7, primer semestre 2006. p. 69.
116
Corominas, Joan. Diccionario Crítico Etimológico de la Lengua Castellana. Vol.2. 3edición. Editorial 54
Gredos. Madrid. 1976. P. 1079.
Para Castán Tobeñas, si bien el término es confuso y ambiguo, lo que ha llevado
incluso a pensar en su no utilización, cabe hablar de distintas acepciones que se
tienen sobre ella, tales como:

 “General. Como armonía, proporción o congruencia.


 Limitada. Armonía referida a las conductas humanas.
 Justicia Humana. Latu sensu abarca tanto el campo moral como el
jurídico; strictu sensu solamente el campo jurídico.
 Objetiva. La justicia como principio, valor o idea subjetiva, considerada
como intuición o hábito personal.
 Sentido Propio. Cuando se hace referencia al contenido intrínseco del derecho,
lo cual aclararemos al referirnos al valor justicia y a la norma jurídica. Sentido
impropio, cuando se hacer referencia a la justicia legal.”117

Luis Recaséns Siches, prevé dos acepciones de la palabra justicia; “por una parte hace
referencia al criterio ideal que debe inspirar al derecho, y por otra, a la virtud universal
comprensiva de todas las demás, señalando que esta última acepción ha ido cayendo en
desuso después de Aristóteles considerando que hoy en día se hace referencia a algo
mucho más restringido y limitado, conservando, desde luego, su papel primordial dentro
de la estimativa jurídica.”118

El hombre desde sus orígenes, ha tenido una idea acerca de lo justo e inclusive un sentimiento de
lo que es la justicia, aunque la mayoría de las veces no la haya aplicado. Como en el estudio de la
imparcialidad, la justicia se puede ver como un ideal, una virtud, un principio, y se entiende como
el valor supremo del derecho. Por ello, la importancia de conocer su significado.

Lo cierto es que la justicia tiene una existencia propia y objetiva impersonal, aunque esta no se
presente de forma material, si tiene un carácter moral en cuanto busca un tratamiento general
semejante para todos los hombres. Es un ideal al que aspira el hombre, permanentemente está en
su búsqueda. Cuando uno sale a la calle escucha en las conversaciones en las que se le hace
mención, ya sea en el trabajo, en la escuela, en las relaciones personales, etc, en fin, todos
buscamos que la vida sea justa con nosotros, que nos haga justicia cuando sentimos que se nos
debe algo.

Al ocuparnos del significado de la justicia, debemos atender el actuar del individuo, sin que con
ello se haga exclusiva referencia de forma exclusiva a un solo sujeto, aunque esta sea fundamental,
ya que se establece una relación entre el individuo y el sentido de lo justo; la cual va a tener una
manifestación colectiva por el hecho de la interacción del hombre con la sociedad. Es probable que
la acepción de justicia no se pudiera acuñar fuera de la vida en sociedad, de la vida colectiva, pues
cuando la persona hace referencia a la justicia lo hace en relación a otro.

117
Castan Tobeñas, José. La justicia y su contenido a la luz de las Concepciones Clásicas y Modernas.
Servicio de Publlicaciones de la Secretaría General Técnica del Ministerio de Justicia. Madrid. 1967. P. 10
118
Recasens Siches, Luis. La Justicia. Enciclopedia Jurídica. Tomo.XVII. Oriskill, S.A. Buenos Aires. 1978.55
P. 652.
A pesar de que el hombre requiere de su libertad para manifestarse plenamente (capacidad de
vivir todas sus libertades), el vivir dentro de una sociedad ha hecho necesaria la regulación externa
de la justicia, la cual debe procurar la vida en común sin llegar a la opresión.

Aristóteles ya distinguía entre la justicia correctora y la distributiva, como se puede advertir de la


lectura de su libro “Etica Nocomaquea”. Aparece una justicia particular, una justicia como regla
para las relaciones Inter.-individuales, además de ser una virtud arquitectónica a la que
corresponde la tarea de ordenar el resto de las virtudes dentro de una comunidad política.

La idea de la justicia correctora también es llamada conmutativa y se encuentra dirigida a cualquier


clase de intercambio entre los hombres, Se relaciona con la posibilidad de establecer una
proporcionalidad entre el dar y el recibir, de donde deriva su nombre. Por medio de ella, se busca
la restauración de un equilibrio aparentemente perdido

Por su parte, la justicia distributiva se refiere justamente a la distribución o reparto de honores,


riqueza o cualquier clase de bienes que pueden ser repartidos entre los miembros de una
comunidad.119

Por último consideramos que el concepto más propio para definir la palabra justicia, es aquel que
viene de la antigüedad en Roma, con el jurista Celso que la define como “dar a cada quien lo que le
corresponde según el derecho”.

Las modernas teorías de la justicia han colocado como presupuesto de la justicia, la igualdad de los
sujetos. Ahora bien, dicha igualdad de todos los seres humanos conlleva la imparcialidad.

Las democracias modernas se caracterizan por el respeto de la dignidad del ser humano y por el
reconocimiento de la igualdad de todos los hombres. En un sentido netamente jurídico, el principio
bajo el cual todas las personas son iguales ante la ley, ha sido reconocido por todos los
ordenamientos jurídicos de los países que se presumen democráticos. Este principio tiene su
origen en la revolución francesa y en la independencia de las 13 colonias americanas. 120

Tiene tal relevancia el principio de igualdad que prácticamente todas las constituciones del mundo
la contemplan, consagrando que todos los hombres somos iguales ante la ley, prohibiendo algunas
situaciones que implican clara desigualdad como los títulos nobiliarios, ocupar ciertos cargos
públicos, la riqueza, fueros personales, etc, y al mismo tiempo admiten una serie de prerrogativas
que favorecen al menos favorecido como los adultos mayores, los menores de edad, las personas
discapacitadas, la gente que carece de recursos para acceder a los tribunales, etc.

En palabras de Isabel Trujillo, “La imparcialidad, en efecto, pone en marcha el mecanismo de


reformulación de los criterios de igualdad; está en la raíz del ajustamiento –aunque sea por
sucesivas aproximaciones imperfectas- de las reglas generales a las exigencias de la justicia. La
imparcialidad es, pues, un principio –el motor- que “se sirve” de la generalidad de las reglas para
aumentar el nivel de igualdad. La igualdad como característica de las reglas es instrumental para la
imparcialidad e instrumento de la imparcialidad.” 121
119
Cfr. Isabel Trujillo. Imparcialidad. Universidad Nacional Autónoma de México. México; 2007. pp. 49 y 50.
120
Cfr.- Picado Vargas, Carlos Adolfo. La imparcialidad del juez, equilibrio en la función jurisdiccional.
Eduitorial Investigaciones jurídicas S.A. Costa Rica. Pp. 158 y 159. 56
121
Cfr. Isabel Trujillo. Imparcialidad..Op. Cit. p. 54.
En ese sentido, la justicia es una especie de igualdad, precisamente donde ella falta o donde aún
no existe. En el supuesto de la justicia distributiva, tiene como finalidad la determinación de lo que
corresponde a cada uno, siendo la imparcialidad una condición necesaria para que ésta se logre.

Ya hemos visto que para que se pueda dar la imparcialidad, primeramente debe existir un trato
igualitario. Sin embargo, esa igualdad formal, no es suficiente para que se pueda acceder a la
justicia, ya que ella es superficial, mientras que la igualdad material es aquella real, es decir, la que
ve igual a los iguales y desigual a los desiguales.

Para ejemplificar dicho razonamiento, resulta didáctico poner el caso de un juicio en el que las
partes son un trabajador que con mucho esfuerzo ha venido pagando el pequeño departamento
donde vive, que apenas se ajusta con los gastos de manutención de su familia, quien por causas
económicas se ha atrasado en el pago de la hipoteca; por la otra, se encuentra una institución de
banca múltiple con abogados encargados de recuperar la cartera vencida, que presionan a las
personas a pagar sin miramientos a su situación particular, sino simplemente ajustándose al
contrato. ¿Cómo debe actuar el juez?, ¿A quien le debe dar la razón?, ¿Está justificado el impago
del crédito?, ¿Se justifica la acción de los abogados del banco para requerir el vencimiento
anticipado del adeudo?, ¿Se justifica la pretensión del banco para cobrar los elevados intereses
pactados en el contrato?, ¿En que momento se hace justicia?, ¿El juez puede apartarse de las
cláusulas del contrato para hacer justicia? Todas estas interrogantes son interesante si y complejas
de resolver cuando se le mira desde el punto de vista de la igualdad material, pues a todas luces
estamos ante un caso en el que las contrapartes se encuentran en una situación de desigualdad.

Por el contrario, si se le mira desde una perspectiva de igualdad formal, la respuesta es más
sencilla, el juez debe actuar conforme a derecho, y en ese sentido, siendo imparcial, debe resolver
de acuerdo a las leyes, sin mirar si se trata de un banco o un pobre trabajador que vive con el
salario mínimo. ¿Se puede hablar de igualdad cuando el juez suple la queja del indefenso, del
vulnerable? Efectivamente es imparcial, si la ley prevé la figura de la suplencia de la queja para este
tipo de casos, de lo contrario, actuaría con parcialidad si llegara a beneficiar a cualquiera de las
partes de forma injusta, por no apegar su conducta a las leyes aplicables.

III. Marco jurídico internacional


Declaración Universal de los derechos humanos de 1948
Formulado por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas el 10 de diciembre
de 1948, consagra el principio de imparcialidad judicial, cuando en su artículo 10 a la letra dispone:

“Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída


públicamente y con justicia por un tribunal independiente e imparcial para la
determinación de sus derechos y obligaciones para el examen de cualquier acusación
contra ella en materia penal.”

Declaración Americana de los derechos y deberes del hombre


Este tratado internacional fue promulgado en la novena Conferencia Internacional Americana,
celebrada en Bogotá, Colombia, en el año de 1948, y prevé el principio de imparcialidad en su
57
numeral XXVI, que a la letra señala:
“Toda persona acusada de delito tiene derecho a ser oída en forma imparcial y
pública...”

Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos


El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos data del 16 de diciembre de 1977, en su
artículo 14, inciso I a la letra ordena:

“Todas las personas son iguales ante los tribunales cortes de justicia. Toda persona
tendrá derecho a se oída públicamente y con las debidas garantías por un tribunal
competente, independiente e imparcial, establecido por ley, en la substanaciacón de
cualquier acusación de carácter penal formulada contra ella o para la determinación
de sus derechos y obligaciones de carácter civil.”

Convención Americana sobre Derechos Humanos


El artículo 8 inciso primero de la Convención, conocida como el Pacto de San José, prevé el
principio de imparcialidad de la actuación del juez como un derecho humano:

“Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un
polazo razonable , por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial
establecido con anterioridad por la ley en la substanciación de cualquier acusación
penal formulada contra ella, para la determinación de sus derechos y obligaciones de
orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter.”

Como se puede advertir, tal y como acontece en el caso del derecho a la libertad de expresión, en
el supuesto de la imparcialidad judicial, también se trata de un derecho fundamental, o al menos,
de un principio básico en cualquier sistema de administración de justicia. Lo cual nos lleva a
concluir que tanto la libertad de expresión como la imparcialidad judicial son pilares en cualquier
Estado Democrático de Derecho, estando ambos previstos en convenciones y tratados
internacionales, reconocidos y garantizados por el Estado mexicano a nivel constitucional, por lo
que todos los habitantes de la república tenemos derechos a disfrutar de ambos, por lo que es
deseable que, la conducta de los jueces sea plenamente garantizada por medio de las leyes.

IV. La intromisión de los medios de comunicación y a garantía de imparcialidad judicial


Es actual. Y ya se está dando debate y criterios jurídicos en torno a la influencia de los medios de
comunicación en la función jurisdiccional. En algunos casos, los jueces ven influenciadas sus
decisiones por la información que sobre casos concretos, circula en los distintos medios de
comunicación.

La opinión pública ejerce, en ciertos asuntos, una fuerza descomunal y presión sobre los jueces
que tienen que resolver asuntos mediáticos que se dejan influencias por cuestiones
extraprocesales para dar solución a una controversia. En ese sentido, no existe aún, precepto legal
alguno que proteja al gobernado frente al actuar de los jueces que influenciados por cuestiones
fuera de juicio, emiten un fallo que va en contra de los intereses jurídicos de alguna de las partes.
58
En ocasiones, en los medios masivos de comunicación circula información tendiente a
desprestigiar a un juez en concreto o al aparato jurisdiccional en su conjunto, generando en el
ambiente social, un linchamiento público sobre asuntos que deben ser juzgados dentro de los
tribunales. En ese sentido, el juez debe ponerse una coraza, misma que le proporcionan las leyes
que debe aplicar, el expediente dentro del cual se encuentran todos los elementos que se
necesitan para juzgar un asunto determinado, la independencia e imparcialidad, para que su
comportamiento se apegue a derecho y no, a la voluntad del pueblo, que finalmente ignoran los
pormenores del caso, y emiten juicios sin conocer los elementos necesarios para juzgar.

En relación a la libertad de expresión y la afectación en la imparcialidad judicial también tenemos


el hecho de que los jueces y magistrados, normalmente tienen la posibilidad de dar cátedra, en
universidades, escribir en revistas especializadas y ser invitados para dictar conferencias sobre los
temas que ellos dominan.

Ante el derecho de los jueces a hacer públicas sus opiniones está el eventual choque o
confrontación con el principio de imparcialidad, principalmente cuando emiten una opinión
pública sobre asuntos que aún no resuelven, o sobre los que no se ha pronunciado sentencia
firme.

Conocer el criterio de un juez, antes de que dicte una sentencia es perjudicial para la correcta
administración de justicia, pues alguna de las partes puede ver sus intereses afectados antes de
resolverse el litigio. Ello, inclina la balanza de la justicia antes de haberse agotado todas las etapas
procesales, obvio, en detrimento de los derechos de una persona concreta.

En ese sentido, no se propone que los jueces y magistrados estén impedidos para ejercer la
libertad de expresión y su libre derecho a la información. Simplemente se propone que sean
cautos, respetuosos del Estado de Derecho y de las leyes, de los derechos de terceros, antes de
emitir una opinión pública, pues no son ciudadanos cualquiera, y sobre ellos reposa un poder del
Estado, “La administración de justicia”.

CAPÍTULO IV
EL JUEZ Y SU LIBERTAD DE EXPRESIÓN
Tipos de expresiones protegidas

a). Presunción de cobertura para todo tipo de expresiones


Es inconcebible que un juez no pueda tener ideología a partir de la función que realiza,
esto es, de fungir como árbitro o sujeto neutral que resuelve un conflicto entre partes,
hasta el grado de impedirle pensar libremente aquello que considere adecuado sobre
economía, sociedad, cultura o en general los diversos problemas y aspectos de la vida.

Así, por regla general, debe considerarse que los jueces, como personas, son titulares de
los derechos a la libre expresión, comunicación de información y recepción de información
veraz.

La independencia e imparcialidad son elementos que definen la figura del juez y que
pueden verse en tela de juicio, cuando un juez ejercita la libertad ideológica en sus 59
diversas vertientes. Así, debe comentarse sobre qué se entiende por manifestaciones a la
libertad ideológica, en el sentido que es el “derecho a mantener las ideas y convicciones
de cualquier tipo sobre la sociedad y la comunidad política”122

En ese sentido, la libertad puede verse desde la perspectiva interior o puramente personal
del individuo, o desde el punto de vista de la manifestación exterior de tales pensamientos
y opiniones, o también desde el punto de vista exterior de tales pensamientos y opiniones.

Cuando se trata de lo interno, en torno al derecho de mantener en el fuero íntimo una


determinada posición ante la vida y cuando le concierne, la libertad ideológica debe
constituir una de las vertientes más intrínsecas de toda persona, pero en lo externo el
ejercicio de la libertad debe ser con arreglo a los cánones éticos y legales, sea por escrito,
oralmente o mediante actos como el acudir a una determinada reunión o adscribirse a una
asociación, sindicato o partido, en donde tal libertad ideológica es la que se vincula con la
libertad de expresión como contexto de una actividad.

No obstante, el hecho de que los jueces tengan libertad ideológica y, por ende, libertad de
expresión, no significa que los puedan realizar sin límites; y es que, en sí mismo, no
constituye un contrasentido o una disfunción con el cargo constitucional que les está
encomendado a aplicar y hacer cumplir la constitución y la ley; antes bien, los miembros
del poder judicial, de los tres poderes del Estado, son quienes se encuentran más
cercanamente a los ciudadanos, proximidad le permite al juez disponer de una mayor
capacidad de incidencia sobre su realidad más inmediata, en la que dirimen asuntos
relativos a la libertad y al patrimonio de las personas, pero en tanto que miembro
integrante de un poder del Estado, su estatuto profesional comporta que la emisión de sus
opiniones o informaciones en ocasiones puedan entrar en fricción con el ejercicio de la
función jurisdiccional que la constitución le atribuye.

La libertad de expresión del juez es una consecuencia directa de su libertad ideológica


que siempre será innegable por mucho que le sea impedido constitucional, legal o
éticamente, pertenecer a partidos políticos y sindicatos, ya que su condición humana,
como cualquier otra persona, conlleva la asunción de valores y principios que son acordes
a su entorno político-cultural y de formación general y profesional; ignorar tal
circunstancia, implicaría su negación de ser humano.

De ahí que, el deber del juez -como sujeto independiente, imparcial y responsable de su
función, no implica que deba estar enclaustrado en un compartimento estancado o alejado
del entorno social, como tampoco sinónimo de ser un juez implicado activamente en el
devenir del contexto que le rodee, sino que precisamente la condición necesaria que debe
realizar el juez -como miembro de un poder encargado de aplicar la ley- es la de estar
distanciado de los avatares que rodeen su función jurisdiccional, sea cual fuere su
ideología y su concepción política.

El dilema consiste en determinar los límites a la libertad de expresión de los jueces y


magistrados y armonizarlos con el principio de imparcialidad que debe privar n todo
proceso jurisdiccional.

122
Espín Templado, Eduardo, Los derechos de la esfera personal, en la obra colectiva, Derecho
Constitucional. El ordenamiento constitucional. Derechos y deberes de los ciudadanos, valencia,Tirant 60
lo
Blanch, 2000, p. 216.
Debe decirse que la independencia es la garantía constitucional atribuida al juez que le
reconoce libertad para interpretar la ley y el conjunto del ordenamiento jurídico, de forma
acorde con la constitución y sin constricciones provenientes de otros poderes públicos o
instancias privadas; así, el juez -como titular de la función judicial- habrá de disponer de
libertad de criterio y de actuación para la resolución de los litigios que le competen.

El sometimiento a la ley, que incluye como primera sujeción la subordinación a la


constitución, significa que la libertad de criterio no puede verse menoscabada por motivos
ajenos al derecho, tanto de carácter ideológico o político como de orden subjetivo; no
obstante, dicha libertad en modo alguno podrá equivaler a la intangibilidad de la posición
del juez, esto es, no podrá ser sinónimo de una especie de cláusula en blanco que
conduzca a un despreció caprichoso de la racionalidad y del derecho, porque su
existencia se justifica en la medida que se permita garantizar un juicio según la ley.

El ejercicio de determinados cargos públicos, como el de juez, está condicionado o


limitado en el ejercicio de muchos derechos; es más, en ocasiones, la limitación a la que
se encuentran sometidos los jueces a la hora de ejercitar los derechos de libertad de
expresión e información, tiene más causa ética que convencional y legal, ya que la
justificación se ciñe a la existencia del principio fundamental del estado de derecho y del
respeto a las garantías de independencia e imparcialidad de los jueces.

Esa independencia del juez constituye la garantía frente a los actos de la administración
pública y del poder legislativo, así como de otros sujetos, incluso los propios pares y
superiores de los juzgadores, la que asegura la existencia de un árbitro neutral en la
resolución de los conflictos de intereses.

Por ello es que, en el marco de tal libertad, el juez es independiente de otros poderes del
Estado, de otros jueces pares y de los propios tribunales superiores, pues la organización
jerárquica y las diferencias de grado entre jueces no pueden afectar en ningún caso el
derecho del juez a expresarse con toda libertad.

Y es que, esa libertad desaparece y puede devenir en arbitrariedad si la función del juez
es condicionada por el Poder Ejecutivo o el Legislativo, de ahí que la independencia del
juez protege al ciudadano frente al riesgo de actos arbitrarios que de los otros poderes del
Estado e, incluso, de órganos de administración del propio Poder Judicial.

La independencia judicial que se establece en toda constitución democrática depende del


sistema de responsabilidad mismo que se establezca en ella, y no de un especial régimen
legal de responsabilidad del juez, en donde si bien la sola referencia al principio de
responsabilidad -como corolario del principio de independencia- ya supone en sí mismo
una garantía constitucional.

Por tanto, los jueces han de ser responsables precisamente porque son independientes,
razón por la cual el ejercicio de su libertad de expresión ha de quedar modulado, pero no
limitado, en tanto que son miembros de un poder del Estado que les exige un indeclinable
deber de lealtad institucional con el mismo poder, ello, en función de los valores
constitucionales previstos en la constitución, tales como la libertad, igualdad, justicia,
pluralismo, entre otros muchos.
61
En el ejercicio de la función jurisdiccional, el juez ha de ser especialmente respetuoso,
tanto de las legítimas opciones que el legislador democrático concrete a través del
ejercicio de la potestad legislativa, como las que el Poder Ejecutivo tome para aplicar la
ley que en una mayoría política haya aprobado; y, en ese sentido, no es competencia del
juez valorar la conveniencia de la norma al aplicarla, esto es, la actividad jurisdiccional no
puede ser en ningún caso la vía a través de la cual el juez manifieste su eventual
desacuerdo o disenso como ciudadano o posición personal, tanto en el modo de resolver
como tampoco mediante expresiones de halago o descalificación, ya que sería una actitud
que no le corresponde.

Una cuestión distinta es que la manifestación de desacuerdo, se fundamente mediante el


ejercicio de discusión racional de la valoración de validez de la ley aplicable al caso, y que
ello pueda conducir a la conclusión de que el producto legislativo sea contrario a la
constitución; en tal circunstancia, la forma pertinente para mostrar la discrepancia es el
planteamiento de la correspondiente cuestión de inconstitucionalidad; sin embargo, con la
evaluación de constitucionalidad de la norma el juez no se expresa a título personal ni
opina sobre la oportunidad o los defectos de la ley en el orden político o social, sino que
se limita a interpretar la constitución, como corresponde a cualquier poder público, y a
partir de esta premisa da salida procesal a su independencia para enjuiciar la ley.

En el mismo sentido, otra vía es en aquellos ordenamientos jurídicos que admiten la


emisión de un voto particular al objeto de manifestar su opinión jurídica discrepante con la
mayoría resultante en un tribunal, pero incluso ese voto disidente debe quedar limitado a
manifestar el disenso jurídico, pero no para desacuerdos de otro orden.

El principio constitucional de la responsabilidad de los jueces se relaciona con la


independencia que deben acreditar; por ello, los jueces sólo están sometidos a las formas
de responsabilidad jurídica previstas en el ordenamiento legal orgánico, las que en modo
alguno generalmente contemplan, en los modelos de organización judicial democráticos,
formas de responsabilidad política, porque la legitimidad democrática del juez no proviene
de un proceso electivo, sino que deriva de que interpreta y aplica la ley legitimada por el
Poder Legislativo, como depositario de la soberanía popular.

De ahí que los jueces carecen de responsabilidad política porque no son libres, ya que en
su actuación jurisdiccional sólo están sujetos a la constitución y a las leyes, pero no a
ningún otro tipo de vinculaciones; y es que, el sometimiento del juez es, en exclusiva, a la
voluntad de ley, lo que excluye cualquier otra dependencia, incluida a la suya propia, esto
es, a su personal convicción en forma de preferencia personal o de orden subjetivo.

Por ello es que, con independencia de las legítimas convicciones de todo orden que
pueda tener el juez, la libertad de expresión debe quedar limitada por el respeto a la
voluntad del plural legislador; limitación que ha de estar presente en el ejercicio de la
función jurisdiccional, pero también al margen de ésta; además, ha de ser tenida en
cuenta a través de la debida lealtad institucional que, como servidor público, ha de
mantener con los otros poderes del estado, así como que los límites se concreten también
en las reglas de incompatibilidad en el ejercicio del cargo que son inherentes al Estado
democrático.

Como integrante de la actividad jurisdiccional, resulta lógico que el juez goce de la


62
garantía de independencia, y que ello conlleve a su vez previsión sobre las formas que
aseguren el control en torno al cumplimiento de las responsabilidades públicas; en ese
sentido, no se trata que al juez se le sustraiga su independencia, antes bien, reforzársela
ante los excesos o extralimitaciones en las que pueda verse inmerso, dicho de otra forma,
el control que de acuerdo a la constitución se debe establecer, debe quedar prevista en la
legislación en vía de estatuto del juzgador, a fin de no generar perjuicio de la
independencia, sino justamente que la independencia existe gracias a dichos controles.

Tomando en cuenta las premisas expuestas en párrafos precedentes, debe precisarse


que, un primer estadio de la responsabilidad general del juez, es el contenido de sus
propias resoluciones; así, en el marco de la función constitucional de ejercer jurisdicción,
el juez desarrolla su libertad jurídica de interpretar el ordenamiento jurídico de acuerdo
con la constitución, la ley y la jurisprudencia que le vincule, sin estar sometido a
constricciones de otra naturaleza, ya sean internas o externas, que puedan cuestionar
dicha libertad y, por tanto, su independencia, pero en este contexto de ejercicio activo de
la función jurisdiccional el juez no está ejerciendo ningún derecho, sino realizando su
función judicial conforme a un procedimiento previamente establecido.

Luego, todo aquello que no permita o no coadyuve a una fundamentación jurídica de sus
decisiones incurriendo en la tentación de emitir juicios de valor innecesarios o superfluos
sobre la norma aplicable al caso, o incorporando observaciones de oportunidad al
respecto, será accesorio y prescindible, esto es, carentes de finalidad en función de la
actividad que implique la resolución judicial de una controversia entre partes
contendientes.

Es entonces la concurrencia de los principios de independencia y responsabilidad del juez


los que se cristalizan en un corolario que no es otro que la imparcialidad del juez; de
donde, en el ejercicio de la libertad de expresión, el juez no puede hacer abstracción de
esta cualidad que le concierne y que resulta complementaria a su independencia, ya que
la imparcialidad es una posición orgánica que debe adoptar y que corresponde a una
imagen o actitud del órgano juzgador de desinterés y neutralidad que juzga sin
interferencias ni concesiones arbitrarias a una parte.

En otro aspecto, la imparcialidad es también una cualidad de orden objetivo que está
directamente vinculada al crédito social de la institución de justicia y a la propia legitimidad
del Estado; de ahí que la imagen de imparcialidad del juez es decisiva para la seguridad
de todo el orden jurídico y para el mantenimiento de su legitimidad, siendo entonces tal
circunstancia la que comporta al ejercicio de la libertad como limitado para garantizar la
autoridad y la imparcialidad del poder judicial.

En el caso de la libertad de expresión con relación a la academia y cátedra, debe decirse


que ésta constituye otra de las manifestaciones que habilita para regirse con autonomía,
que en ningún caso puede entenderse como absoluta, pues a la hora de elegir el
contenido y métodos para transmitir conocimientos con fines educativos. Dicha
transmisión del saber puede realizarse tanto mediante la impartición de un curso como
con la participación en una conferencia o en un seminario, además de la publicación de
investigación.

Tales tareas docentes e investigadoras se encuentran dentro de las pocas


compatibilidades que permite la carrera judicial.
63
En el caso de México, se establece la posibilidad de que los jueces puedan realizar
funciones docentes, salvo que ello impidiera o menoscabare el ejercicio de la jurisdicción,
esto es, en cuanto a cumplimiento de deberes, régimen temporal (horarios), lugar de
residencia (domicilio), entre otros de carácter particular en cada caso.

Fuera de ello, en cuanto a tareas docentes, debe decirse que los jueces, por su elevada
cualificación suelen desempeñarse en el ámbito universitario, posgrados generalmente,
en donde son orientadores ideológicamente a sus alumnos con mayor libertad ideológica
y convicciones; así, las aulas universitarias, seminarios y conferencias puede constituirse
en un marco idóneo para que el juez docente haga uso de su libertad de expresión.

Podría pensarse que, también, en el ámbito de la docencia e investigación científica, y


con la finalidad de salvaguardar la independencia del poder judicial y la imagen del juez,
éste deba limitarse en sus manifestaciones, vistiendo sus explicaciones de neutralidad, si
embargo, debe hacerse conciencia que la imagen del juez imparcial puede quedar
dañada de modo distinto dependiendo de donde se ejerza esa libertad de cátedra y de las
condiciones que rodeen ese ejercicio.

Y es que, las repercusiones no serán las mismas cuando las manifestaciones de opinión
se realizan por un juez en el curso de una clase de la licenciatura en el derecho que las
afirmaciones pronunciadas dentro de una conferencia o seminario en los que hay
presencia de los medios de información que pueden dar publicidad de lo sucedido; o, en
otro caso, cuando las manifestaciones de opinión aparezcan en un artículo jurídico
publicado en una revista científica, en donde el daño es menor.

En general, unas mismas manifestaciones expresadas en el ejercicio de la libertad de


cátedra otorgan a lo transmitido una objetividad y neutralidad mayor que si las coxas se
producen en un artículo de un periódico (como pura manifestación de la libertad de
expresión); ello es así, entre otras razones, porque en el primer caso las manifestaciones
van acompañadas de un contenido jurídico doctrinal que otorga al con junto de lo
transmitido una objetividad mayor, pero además, lo que sucede es que a los ojos del
ciudadano el juez está realizando una actividad permitida por la ley, y permitida sin más
limitaciones que las que pudieran derivarse de la legislación.

En conclusión, la libertad de expresión tiene una estrecha conexión con la libertad


ideológica como manifestación externa de los pensamientos o ideas, por lo que la libertad
de expresión no sólo es uno de los derechos fundamentales de cada persona, sino que
también significa el reconocimiento y la garantía de la opinión pública libre que es una
institución ligada de manera inescindible al pluralismo social y político, atribuyéndose a
todos los individuos, pero su ejercicio debe estar limitado para el caso de los árbitros
jurisdiccionales, esto es, para los jueces, sea constitucional, legal o éticamente; así, el
ejercicio de la función jurisdiccional no significa la renuncia a los derechos fundamentales
en el ámbito personal del juez, incluidas las libertades de creación literaria, de cátedra e
investigación científica, de pensamiento y expresión.

Sin embargo, es necesario establecer cuáles deben ser los límites a tal ejercicio, para no
perjudicar la imagen de la independencia de la justicia con la emisión de opiniones
personales a través de medios de información y opinión en materias directamente
relacionadas con el ámbito de su competencia, para lo cual habrá de evitarse o realizarse
en todo caso con suma prudencia, teniendo en cuenta las premisas siguientes:
64
 Deberes de sigilo y reserva, que excluyen la difusión de hechos conocidos durante la
intervención jurisdiccional del juez.

 Prohibición de formulación de juicios de valor anticipados que hagan perder al juez su


posición de imparcialidad en posibles litigios que deba conocer más adelante.
 Evitar intervenir en los medios de comunicación, así como ante las asociaciones de
jueces, en defensa de los intereses de sus miembros.

Los tópicos indicados, serán desarrollados en adelante.


b). Discurso especialmente protegido (función jurisdiccional)
Según se esbozó al inicio del apartado que precede, resulta que en la Constitución
Federal no se establece de modo expreso el derecho de los jueces a la libertad de
expresión, como tampoco alguna limitación particular al ejercicio del mismo, antes bien, la
referencia -entre otros- del principio de imparcialidad e independencia, como rectores de
la carrera judicial y, por ende, de la actividad jurisdiccional que ejerce el juez, constituyen
-como ya se dijo igualmente en líneas precedentes- las premisas de las cuales deben
derivarse los límites al ejercicio del derecho de libertad de expresión de los jueces.

En ese sentido, debe decirse que dentro de la actividad de carácter jurisdiccional, el juez
representa al estado y de él sólo cabe esperar la exteriorización de los argumentos
jurídicos que sustentan su resolución; así, el juez interpreta el derecho de acuerdo a
reglas jurídicas que son la base de su resolución e independencia, por lo que en ningún
caso es permisible que emita o exprese pensamientos o ideología acerca del contexto
que rodee el caso sometido a su juicio, sin que ello impida considerarlo como un
ciudadano o un ser aislado del entorno social.

Por ello es que debe disponer de ideología y ser depositario de formación cultural y
jurídica, así como de convicciones políticas y sociales, como cualquier otro ciudadano, sin
que le sea posible exteriorizar tales concepciones personales; por lo que la ideología que
posee todo juez, y de la que por supuesto no debe estar excluido, no debe ser un
obstáculo ni tampoco ocuparse para mediatizar el ejercicio de la función jurisdiccional y
facilitar que el juez pueda hacer lo que quiera, antes bien, el juez debe quedar siempre
sujeto a los principios de constitucionalidad y legalidad porque éstos son los instrumentos
de su independencia y responsabilidad.

De esa manera, cuando el juez en el ámbito de la actividad jurisdiccional se manifieste, ya


sea a través de sus intervenciones verbales o escritas, a fin de verter una resolución, no
debe considerarse que ejerce su derecho a la libertad de expresión, antes bien, está
ejerciendo su función como juzgador, pues el deber que compete al juez no consiste en
expresar opiniones sobre tal o cual cuestión sometida a su enjuiciamiento, sino asegurar
en nombre de Estado el ejercicio del derecho a la tutela judicial efectiva de todas las
personas.

Lo anterior, de acuerdo con la constitución y las leyes que de ella emanen, por ser el
terreno donde el fruto del principio de independencia dispone de libertad para interpretar
su aplicación o, si se quiere, de libertad para expresarse, pero sólo jurídicamente; de ahí
que, cuando el juez realiza funciones jurisdiccionales no está ejerciendo su derecho a la
libertad de expresión, sino el cumplimiento de su función pública , de donde el juez no es
portador de una voluntad propia sino transmisor de la voluntad ajena que es la del Estado.
65
El juez debe mantener una especie de deber de sigilo a fin de guardar la contención fuera
de la jurisdicción, concretándose a mantener, especialmente, respecto de los casos que
son juzgados en su jurisdicción, o los que pertenecen a otra, pero que no resultan ajenos
a su conocimiento, con lo cual se trata de garantizar que no se revelen hechos o
circunstancias que son conocidas como consecuencia del ejercicio del servicio público
judicial.

De ahí que el ciudadano debe tener la confianza de que el juez no revelará los datos
procesales que le conciernen, por lo que el juez no podrá ejercer la libertad de expresión
ni tampoco el derecho a comunicar información sobre esos datos.

Durante la realización de un proceso y fuera del momento en el que el juez esté aplicando
el derecho y argumentando jurídicamente su decisión, se pueden producir
manifestaciones de opinión que afecten a cualquier otro elemento del proceso, o incluso a
uno ajeno al mismo; no es inverosímil que el juez pueda realizar algún comentario sobre
una de las partes o de sus representantes legales, sobre un testigo que intervenga sobre
el caso que está pendiente de resolución; sobre casos similares resueltos en el paso e
incluso pueda conceder una entrevista para hablar sobre su vida privada.

En el caso de las manifestaciones de opinión acerca de las partes, representantes legales


o testigos, debe considerarse proscrito porque implica descalificar a cualquiera de los
individuos que intervienen en el proceso.

El juez debe disponer del derecho a ejercer su libertad de expresión siempre que, como
todo ciudadano, haciéndolo, no dañe derechos de terceros; en ese sentido, hay que
recordar el límite que juega el derecho al honor, la intimidad y la propia imagen, y que la
libertad de expresión no reconoce el derecho al insulto, pero, además, hay un segundo
límite que opera para el juez, y es, como ya se ha anotado, el de salvaguarda de la
imparcialidad, y la misma puede quedar objetivamente dañada si en el marco de un juicio
el juez realiza expresiones peyorativas o laudatorias sobre cualquiera de los que
intervienen en un proceso bajo su juicio.

En torno a la materia misma del proceso, debe estimarse prohibido para el juez, según se
anotó ya en parágrafos precedentes, por razón de la condición de imparcialidad e
independencia, que el juez opine de un caso pendiente de resolución, lo cual no puede
tener ninguna excepción, pues se relaciona precisamente con la potestad pública de
impartición de justicia.

En conclusión, las causas que pueden llevar a un juez a realizar manifestaciones de


opinión mientras esté pendiente un caso pueden ser de diversa naturaleza, sea crítica al
propio sistema de administración de justicia, del proceso en cuanto a lo confuso del
mismo o manifestaciones de ego, pero cualquiera que sea la motivación, lo importante es
que con tales manifestaciones no deba darse la imagen de que el caso está ya decidido,
pues supone poder en tela de juicio la imparcialidad judicial.

c). Discurso político y asuntos de interés público


Existe una aceptación generalizada de que los jueces deben abstenerse de realizar
declaraciones en los medios de comunicación, pues ello no beneficioso para la
independencia e imparcialidad que su función les exige, lo cual también incluye emitir
opiniones sobre la validez de leyes fuera del contexto de su jurisdicción.
66
La difusión de opiniones incumple el deber de discreción y el sentido de la prudencia que
se debe mantener por el juzgador, de donde es deseable contener, por regla general, la
expresión pública respecto de asuntos relacionados con los menesteres de la vida e
interés público y político.

En todo caso la participación del juez en programas de carácter político debe quedar
completamente prohibido, ya que al tener necesariamente que adoptar en el escenario
público una posición determinada sobre los temas más diversos, corre el riesgo de
comprometer su independencia y su apariencia de neutralidad, pues nada excluye que
posteriormente, cuando deba tener que decidir, sobre esas cuestiones, le pueda imputar
el haber adoptado una ideología de modo previo.

Si el juez decide acudir a los medios de comunicación, debe contenerse de modo extremo
en la expresión de sus ideas, porque corre el riesgo de implicarse en debate de la
controversia social o política que siempre estará presente; en ese sentido, no hay duda
que el juez como activista social corre el riesgo de comprometer su posición de árbitro en
la solución de controversias, por lo que, como se dijo, la regla general es el alejamiento
del debate público.

Cierto, aunque es verdad que la libertad ideológica adquiere tintes políticos y cuando
dichos ideales se defienden y comparten en la sociedad, debe estimarse que se entra en
los derechos de participación, porque los derechos políticos o de participación constituyen
la base y el instrumento de una sociedad democrática; sin embargo, el ejercicio de tal
derecho encuentra su limitación cuando la persona que lo ejercer pertenece a
determinada categoría profesional como la propia del juez, administrador de justicia
pública, puesto que la independencia distingue al juez de otros servidores públicos, y no
puede significar que el juez esté legitimado para ejercer una función política, salvo que
por el sistema de nombramiento se le revista tal legitimación.

En ese sentido, algunos partidarios del activismo judicial señalan, sin embargo, que toda
actividad judicial encubre necesariamente una actividad política y, por lo tanto, proponen
que se dé carta de reconocimiento a la misma, tales como Aulet Barros, quien sostiene:
“Derivaría en unas consecuencias que no son aceptables. Es cierto que toda actividad
judicial tiene algo de actividad política, en cuanto a menudo aquélla está dotada de un
margen de discrecionalidad inevitable. Pero ello no ha de confundirse con la necesidad de
que la actividad judicial haya de ser, al mismo tiempo, partidista, o sectaria, y, sobre todo
esencial o marcadamente política”123

Lo crucial es que, en el ejercicio de la actividad jurisdiccional, el juez atienda


exclusivamente los criterios legales, y poco debe importar su adscripción a tal o cual
régimen político, ya que ello daña la imagen de imparcialidad de la que se ha venido
hablando en este trabajo, pues la adscripción a cierta línea política constituye una especie
de formalización o exteriorización de un compromiso con una determinada ideología y,
ello, puede hacer pensar a un particular que su asunto va a decidirse con una visión
empañada por la ideología del juez (presión ideológica que proceda del fuero interno del
juez), llevando a especular al ciudadano a especular sobre presiones de tipo político
partidista de lealtad a las que pueda verse sometido, presiones que pueden provenir de la
disciplina interna que imponen, por lo general, los partidos políticos a sus afiliados.
67
123
José Luis, Jueces, Política y Justicia en Inglaterra y España, Barcelona, Cedecs, 1998, p. 399.
Y es que, como lo sostiene Bachmaier Winter, mediante declaraciones de carácter político
el juez hace perder al ciudadano su confianza en él, particularmente en la función
jurisdiccional, que se pretende deba realizarse sin interferencias, así como la del propio
poder judicial, insiste Bachmaier Winter, como: “institución o bien de un concreto juez en
particular, pero mientras esas declaraciones no afecten el objeto del proceso que está
llamado a resolver, no actúan los mecanismos específicos de garantía del derecho al juez
imparcial a través de la abstención/recusación. Se observa aquí una clara disociación
entre el ámbito de protección del derecho a un juez imparcial.”124

Por otro lado, en cuanto al fenómeno de asociacionismo judicial, debe decirse que está
presente en otros sistemas jurídicos; en el caso de México, por lo regular, los estatutos de
asociaciones profesionales de jueces existentes en la actualidad se recogen fines
comunes, tales como defender y promover los principios, derechos y libertades
consagradas en la constitución, el garantizar la independencia judicial, defender los
intereses y derechos profesionales de sus miembros, potenciar la justicia como función al
servicio de la comunidad.

Quienes están en contra de la asociación de jueces, como medio para expresar ideas,
sostienen que representan un peligro para la independencia personal del juez, como una
especie de centro de presión indirecta sobre su propia conciencia, y trasladarlos a la
sociedad civil; en esta línea, y a pesar del intento de alejar a los jueces de la política, se
ha calificado al asociacionismo judicial como el instrumento fundamental de participación
de los jueces en la vida política; entendiéndose por tal el no llevar a cabo actividades
partidistas vinculadas directamente a alternativas políticas globales, sino a expresar y
defender ciertas ideas sobre la política judicial que comparten un determinado colectivo
de jueces dentro del cuerpo global de jueces y magistrados.

Así, se ha señalado que dicho fenómeno supuso, en principio, la señal del nacimiento en
el seno de la magistratura de una conciencia política capaz de constituir un instrumento
de presión a favor de la independencia de los jueces y de suscitar una reflexión crítica
acerca de las múltiples influencias ejercidas sobre la función judicial, enriqueciendo el
debate político general relativo a la justicia con contribución de las ideas propias
inherentes a estos grupos sociales.

d). Discurso sobre elementos esenciales de la identidad o dignidad


personal
La libertad ideológica, en su versión externa, encuentra su concreción en la libertad de
conciencia, en el derecho a actuar en la vida de conformidad a unas ideas y convicciones
y, por lo tanto, también el derecho a no actuar en contra de las mismas, excepto que un
interés mayor justifique la existencia de una obligación determinada. En esta última
concreción de la libertad ideológica se ha querido ubicar el concepto de objeción de
conciencia, el cual nace del enfrentamiento entre el deber impuesto por el derecho y el
deber ético individual fundamentado en las convicciones más profundas de la persona.

O, lo que lo es lo mismo, surge del contraste entre dos deberes que conduce a un
conflicto: la obligación de cumplir una norma jurídica y el deber moral; se produce un
conflicto entre el imperativo jurídico y el imperativo de conciencia.

124
68
Lorena, Imparcialidad Judicial y Libertad de Expresión de jueces y Magistrados. Las recusaciones de
Magistrados del tribunal Constitucional, Thomson, Aranzadi, Madrid, España, 2008, p. 74.
En numerosas ocasiones sucede que el juez tiene que decidir sobre cuestiones ética,
política y socialmente controvertidas, lo cual puede colocar a un juez en una situación de
enfrentamiento con los dictados de su propia conciencia.

Como se ha señalado, al juez se le pueden limitar ciertos aspectos de la libertad de


expresar pensamientos sobre lo que es justo, pero nadie nunca podrá arrancarle ese
mínimo consistente en decirse, a sí mismo, lo que es justo a sus ojos; lo principal es que,
por muy justificada que parezca una decisión a su parecer, ésta debe ser conforme a
derecho y debe ser percibida como tal por el justiciable, pues al fin y a la postre, el juez ha
de decidir de conformidad con el marco normativo.

El juez puede encontrarse en dos situaciones distintas de enfrentamiento respecto de sus


propias convicciones morales o éticas; puede que esté conociendo de un caso en el que
la vaguedad de la ley le permita un margen de discrecionalidad tal, que pueda resolver el
litigio sin quebrantar sus propias convicciones morales; pero puede que el juez se
encuentre con que la ley le obliga a decidir irremediablemente en un sentido contrario a su
propia ideología, incluso convencido de que el resultado es éticamente reprochable.

En el supuesto de que un juez se encuentre con un caso sin una solución claramente
preestablecida en el ordenamiento, el juez disfruta de un margen mayor para salvar, vía
interpretativa, la posible colisión que podría surgir entre su moral y lo establecido en las
normas. No obstante, como ya se había adelantado, es necesario que el juez justifique su
decisión basándose en criterios jurídicos y no personales, es decir, la interpretación no
puede basarse exclusivamente sólo en sus creencias, sino en principios generales del
ordenamiento.

II. Ejercicio específico de la libertad de expresión del juzgador


Según quedó expuesto a lo largo de los apartados que preceden del presente capítulo, el
ejercicio del derecho fundamental de expresión por parte de los juzgadores.

Lo anterior, en la medida que la garantía de imparcialidad como elemento de la justicia y


eje rector de la función jurisdiccional, exige no sólo de los jueces una actitud cautelosa,
decorosa generadora de confianza hacia el público en general, esto es, de la sociedad
justiciable.

La relación entre imparcialidad y libertad de expresión incide necesariamente en la debida


prosecución del proceso jurisdiccional y, por ende, del proceso deliberativo de la
controversia que las partes contendientes sometenante la potestad del juzgador, de modo
que la imparcialidad, como condición subjetiva exige la ecuanimidad, el desinterés y
neutralidad del árbitro y, por ende, éste debe evitar realizar expresiones que puedan
afectar su posición de confianza como juzgador.

Tanto el contexto procesal, social y, en general, de las circunstancias que prevalezcan en


un determinado momento, son los que en todo caso deben ser los indicadores para que el
juez tenga cautela en las expresiones que realice en cuanto a sus pensamientos o
convicciones personales relacionados con los temas que sensibles que, en un momento
dado puedan someterse ante su potestad o que ya lo estén; la simple sospecha razonable
de imparcialidad, generada a través de alguna expresión realizada por el juez, sea en el
proceso jurisdiccional o fuera de éste, puede ocasionar que las partes o los justiciables en
69
general puedan tener desconfianza de su actuación imparcial.
Y es que, no debe olvidarse que el juez es un funcionario del estado que, como tal, debe
cumplir con ciertas obligaciones y restricciones que le son particularmente impuestas por
el cargo que representa de árbitro en la sociedad; de donde quien a ese estatuto accede,
carga con una condición más allá de un ciudadano común, el cual debe estar sometido a
deberes y limitaciones mayormente restrictivas que a cualquier ciudadano.

Por ese motivo, los jueces no pueden ejercer el derecho a la libertad de expresión de
modo equivalente al de cualquier ciudadano, esto es, particularmente en cuanto a las
restricciones a tal derecho, antes bien, con mayor rigurosidad porque bajo la circunstancia
de expresiones indebidas pueden generar una imagen de desconfianza a la sociedad y,
por ende, de sospecha de parcialidad o, incluso, de decisión de la controversia a partir de
prejuicios subjetivos, lo que no es acorde con la imagen que debe generar un árbitro.

Conclusiones
Primera. La libertad de expresión es un derecho humano, cuyo ejercicio depende
de la voluntad de la persona, que se encuentra reconocido internacionalmente y
consagrado en nuestra Constitución Política.

Segunda. Los hombres tenemos el derecho fundamental a que se nos administre


justicia por los tribunales previamente establecidos, de manera pronta, gratuita e
imparcial.

Tercera. Los principios generales de derecho, sólo hacen referencia a ideas


jurídicas generales y fundamentales; por tanto, la imparcialidad es un principio
sobre el cual reposa cualquier sistema de administración de justicia, sin la cual, no
habrá credibilidad en los fallos judiciales.

Cuarta. La ponderación se ha convertido en un método indispensable para los


tribunales constitucionales y todo órgano con función jurisdiccional que deba
resolver conflictos de principios, como lo sería una confronta entre el principio de
imparcialidad y la libre expresión de las ideas y opiniones. 70
Quinta. La libertad de expresión y el principio de imparcialidad se encuentran
elevados a rango constitucional; de hecho, ambos derechos se encuentran
reconocidos por tratados y convenciones internacionales, por lo que para su
debido ejercicio debe armonizarse la manera en que éstos derechos interactúan.

Sexta. La libertad de expresión es un derecho que se encuentra en constante


cambio; se trata de una concepción dinámica, mutable en el tiempo y en el
espacio, que a lo largo de la historia de la humanidad ha ampliado sus horizontes,
imponiéndole en todo momento, ciertos límites para su ejercicio.

Séptima. La libertad de expresión es un derecho fundamental para cuyo ejercicio,


el Constituyente y el legislador, han impuesto límites, especialmente para no
afectar los derechos de terceras personas.

Octava. El marco jurídico nacional carece de una debida regulación relativa al


libre ejercicio de la libertad de expresión por parte de jueces y magistrados.

Novena. Los jueces y magistrados gozan del derecho fundamental a expresar


libremente sus ideas y opiniones; sin embargo, éstas deben darse bajo un marco
normativo que les imponga ciertos límites especiales cuyo objetivo sería evitar que
dicten fallos parciales hacia alguna de las partes dentro de una contienda
jurisdiccional.

Décima. La libertad de expresión, de manera eventual puede llegar a impactar de


forma negativa, el principio de imparcialidad inherente a la función jurisdiccional de
dos maneras distintas a saber; La primera cuando el juez se deja influir por la
información que circula en los medios masivos de comunicación, dejándose llevar
por la opinión pública, en lugar de aplicar el derecho de acuerdo a las constancias
procesales; y también puede afectar, este mismo principio, cuando emite opinión
que circula, principalmente, en medios masivos relativa a los asuntos que le han
sido turnados para su resolución.

Décima primera. La labor del legislador en materia de libertad de expresión


respecto a jueces y magistrados no consiste en prever cada hipótesis que se
pudiera dar en la realidad, simplemente dar los lineamientos que permitan en un
momento determinado saber como resolver un caso en que existe un conflicto de
interés cuando se confrontan el principio de imparcialidad judicial y la libertad de
expresión ejercida por los jueces.

71
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