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Por ello, el propósito del trabajo es examinar cuándo las opiniones expresadas por
un juez cobran relevancia para la garantía de imparcialidad y, por tanto, deberían
ser contempladas legalmente como motivo de recusación; para ello será preciso
establecer cuáles son las pautas o criterios que permiten determinar si una opinión
puede generar parcialidad dentro de una contienda jurisdiccional.
1
El punto de partida para determinar los derechos, deberes y límites, al ejercicio de
la libertad de expresión por parte de los jueces, es el principio constitucional de
garantía a la independencia judicial.
Por el momento, no existen criterios claros que nos permitan ilustrarnos cuales
son los límites que deben ser impuestos a los jueces a su derecho a la libertad de
expresión, al momento de dar opiniones técnicas sobre ciertos asuntos
jurisdiccionales, y que de las mismas se pueda desprender un conflicto con el
principio de imparcialidad judicial previsto en nuestra Constitución Política.
En éste sentido, Thomas I. Emerson ha escrito: “En los últimos tiempos muchos
esfuerzos se han llevado a cabo para formular doctrinas jurídicas relativas a la
libertad de expresión y construir las reglas sobre las cuales las instituciones
jurídicas deben trabajar para mantenerla.”1
1
2
Thomas I. Emerson. The sistem of freedom of expression. Vintage Books. USA. 1971. p. 5. El autor
desarrolla la idea de la página 11 a 14.
ser éstos, a fin de tener certidumbre acerca de los derechos y deberes que implica
el ejercicio de tal derecho por tales sujetos y hacerlo compatible con el ejercicio de
su encargo.
Si bien es cierto, los juzgadores gozan del derecho fundamental a expresar con
libertad sus ideas y opiniones, como cualquier otro ciudadano de la república, no
puede desconocerse la conveniencia y circunstancias de especialidad en las que
está situado un juez como decisor de litigios en los que generalmente están
involucrados derechos de gran calado, lo que puede inclinar una decisión
jurisdiccional en el sentido de las opiniones vertidas públicamente en detrimento
del principio de imparcialidad que debe prevalecer la administración de justicia.
3
CAPÍTULO I
ELEMENTOS GENERALES SOBRE LOS
DERECHOS HUMANOS
I. Prolegómenos
En este apartado se sentarán las bases sobre lo que para fines del presente
trabajo se entenderá como derechos humanos, para ello se señalarán tanto las
fuentes de que emanan las obligaciones internacionales que en la materia tiene el
Estado mexicano como los mecanismos internacionales encargados de proteger
los derechos humanos y cuyas resoluciones se tornan obligatorias para el buen
funcionamiento de nuestro Estado de Derecho. En consecuencia, las alternativas
de incorporación, brindando un acercamiento al tema del control de
convencionalidad como forma interpretativa jurisdiccional que servirá para lograr la
plena vigencia de los compromisos internacionales en materia de derechos
humanos.
Así para los fines del presente trabajo sirve citar el artículo 1° de nuestra Carta
Magna, que en su parte conducente a la letra dispone:
Una vez precisado lo anterior, debe decirse que la definición utilizada por uno de
los principales órganos de la Organización de Naciones Unidas, esto es, la Oficina
del Alto Comisionado para los Derechos Humanos (OACNUDH) que lidera los
esfuerzos de la ONU para la protección y promoción de los derechos humanos en
el mundo, es la siguiente:
“Los derechos humanos son los derechos que tienen todas las
personas, en virtud de su humanidad común, a vivir una vida de
libertad y dignidad. Otorgan a todas las personas la posibilidad de
presentar reivindicaciones morales que limiten la conducta de los
agentes individuales y colectivos y el diseño de los acuerdos sociales, y
son universales, inalienables e indivisibles. Los derechos humanos
expresan nuestro profundo compromiso de que se garantice que todas
las personas puedan disfrutar de los bienes y libertades necesarios
para una vida digna.”7
5
http://www.ohchr.org/SP/Issues/Pages/WhatareHumanRights.asp consultada el 17 de julio de 2019.
6
Carrillo Flores, Antonio. La Constitución, la Suprema Corte y los Derechos Humanos, Editorial
Porrúa, México, 1981, p. 187.
7
6
Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos (OACNUDH). Diagnóstico sobre la situación
de los derechos humanos en México. OACNUDH, México 2004. p. XX.
En el “Glosario de términos básicos sobre derechos humanos” creado por el
programa de Derechos Humanos de la Universidad Iberoamericana, se señala
que:
11
Kantorowicz, Hermann. La definición del derecho. Ed Colofón, México 1994.p. 31.
12
Cfr. Cáceres Nieto, Enrique. ¿Qué es el derecho’? iniciación a una concepción lingüística. 2ª ed. UNAM,
Cámara de Diputados. México, 2001. P. 30.
13
Faúndez Ledesma, Héctor. El sistema interamericano de protección de los derechos humanos, aspectos
institucionales y procesales. Instituto Interamericano de Derechos Humanos. San José, Costa Rica, 3 ed.
2004, p. 3.
14
8
Alexy, Robert. Teoría de los derechos fundamentales. El Derecho y la Justicia, 2a Edición, trad. de Carlos
Bernal Pulido, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, España, 2008, p. 172.
por las cuales existe un consenso respecto del uso de la ponderación para
resolver los casos de colisión entre derechos humanos.
Alexy, en uno de sus artículos, aporta una definición donde señala que “los
derechos fundamentales son mandatos de optimización, como tales son normas
de principio que ordenan la realización de algo en la más alta medida,
relativamente a las posibilidades materiales y jurídicas.” 15
La forma en que los principios serán aplicados depende de cuáles están inmersos
en la problemática, es decir, después de haber identificado qué derechos están en
colisión es que se podrá analizar cómo será resuelto. En las sociedades complejas
actuales, todas las personas son titulares de derechos, derechos que no pueden
ser sustraídos de ellas y, en caso de que entren en conflicto, debe tratarse de
armonizarlos por lo cual deben ser vistos a través del lente de la relatividad de su
aplicación.16
Es necesario que los derechos puedan ser armonizados con otros derechos para
que ambos puedan ser garantizados, lo que será particular es la medida de su
cumplimiento. Si existe una tensión entre derechos, uno cederá, pero no será
desaplicado en su totalidad, de esta forma se puede evaluar hasta qué grado cada
derecho podrá garantizarse. A partir de esto puede seguirse que los derechos
humanos entre sí no tienen jerarquía como los principios, pues el derecho humano
de alguien no vale más que el de otra persona.
Debido a que ningún derecho es más importante que otro, es imposible que exista
una regla inamovible sobre cuál deberá prevalecer en los distintos casos posibles.
Por ejemplo, cuando existe un conflicto entre la libertad de expresión y el derecho
al honor, no se puede decir que la libertad de expresión siempre vencerá, sino que
es necesario revisarlo caso por caso. 17 Lo único posible es obtener una relación
condicionada siempre y cuando existan las mismas condiciones en dos casos casi
idénticos.
15
Alexy, Robert. Derechos fundamentales, ponderación y racionalidad. Revista Iberoamericana de Derecho
Procesal Constitucional núm. 11, enero-junio 2009 p. 8.
16
ONU. Declaración Universal de Derechos Humanos. Adoptada y proclamada por la Resolución de la
Asamblea General 217 A (III) del 10 de diciembre de 1948.
17
Cfr. Corte IDH. Caso Fontevecchia y D`Amico Vs. Argentina. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de
29 de noviembre de 2011. Serie C No. 238.
18
OEA. Convención Americana sobre Derechos Humanos. Adoptada en San José, Costa Rica, el 22 de 9
noviembre de 1969, en la Conferencia Especializada Interamericana sobre Derechos Humanos.
El enunciado normativo no indica las implicaciones que tiene este derecho, ni las
conductas específicas que deben realizarse, lo cual ejemplifica la estructura de
principios que tiene éste y otros derechos humanos.
Vale la pena señalar que el autor Daniel Vázquez, también sebasa en las ideas del
profesor Gustavo Zagrebelsky para reforzar la postura de identificar a los derechos
humanos como principios. Estos argumentos son principalmente de tipo
estructural, es decir, se basan en una visión abstracta y total de lo que es el
ordenamiento jurídico.19
Gustavo Zagrebelsky en su obra “El Derecho dúctil” 20, considera que las normas
constitucionales sobre derechos y justicia son prevalentemente principios por lo
cual, muchas veces, la distinción entre principios y reglas se asemeja a la
distinción entre Constitución y ley. Apunta que las constituciones actuales se
caracterizan por incluir a los derechos dentro de sus textos normativos, no
obstante, los derechos pueden encontrarse construidos ya sea como reglas o
principios.
Así las cosas, se puede advertir, con claridad que, por un lado, está el enunciado
normativo en el cual, de forma muy abstracta, se señala que las personas tienen
un derecho humano que podría ser interpretado de distintas formas (libertad de
creencia). Por otro, existe una regla en la cual se regula el plazo máximo para
retener a una persona indiciada son cuarenta y ocho horas, lo cual tiene una
consecuencia jurídica muy clara que no podría ser interpretada ampliamente.
19
Cfr. Vázquez, Daniel. Test de razonabilidad y derechos humanos: Instrucciones para armar. Restricción,
igualdad y no discriminación, ponderación, contenido esencial de derechos, progresividad, prohibición de
regresión y máximo de recursos disponibles. México, UNAM-IIJ, 2016. pp. 3-4
20
10
Zagrebelsky, Gustavo. El derecho dúctil. Ley, derechos, justicia. 9a Edición, trad. de Marina Gascón,
Madrid, Editorial Trotta, 2009.
Debido a lo anterior, la explicación sobre la relación principios-Constitución y
reglas-Leyes podría no resultar del todo satisfactoria, ya que, una característica de
la regulación actual es que tanto reglas como principios pueden encontrarse en las
constituciones, lo que implica que se ubican al mismo nivel jerárquico formal.
Con base en las razones expuestas en este apartado, es posible afirmar que los
derechos humanos operan como principios. Es por ello que debe aplicarse el
método de resolución de conflicto entre principios, es decir, la ponderación. Sin
embargo, es necesario enfatizar que, a pesar de que este método sea conocido
como el más adecuado para la resolución de estas disyuntivas, podría haber
alguna falla cuando las y los jueces se enfrentan a casos de discriminación
estructural, como se afirmará posteriormente en este trabajo.
Así, Kelsen precisó que “el sistema de normas que llamamos orden jurídico es un
sistema de naturaleza dinámica” 23 donde la norma fundamental de un orden
jurídico positivo no es sino la regla básica de acuerdo con la cual las diversas
normas del propio orden tienen que ser creadas y en consecuencia al representar
el punto de partida de un proceso normativo creador tiene un carácter
enteramente dinámico.24
21
Cfr. Ferrajoli, Luigi. Sobre los derechos fundamentales. Cuestiones Constitucionales Revista Mexicana de
Derecho Constitucional, México, Núm. 15 de 2006.
22
Cfr. Kelsen, Hans. Teoría general del Derecho y del Estado. UNAM, 2ª ed. México 1958, p. 129.
23
Ibíd. p. 133.
24
Ibíd. p. 134. 11
25
Ibíd. p. 155.
La pertenencia de una norma jurídica dentro de un determinado sistema
normativo, puede entenderse con mayor claridad bajo la idea que H.L.A. Hart
desarrolló con el concepto de regla de reconocimiento, que: “especificará alguna
característica o características cuya posesión por una regla sugerida es
considerada como una indicación afirmativa indiscutible de que se trata de una
regla del grupo que ha de ser sustentada por la presión social que éste ejerce.” 26
26
Hart. H.L.A. El concepto de derecho. op. cit. p. 117
27
Ibíd. p. 118.
28
Ortiz Ahlf, Derechos Humanos. Ed. Fontamara, México 2004, p. 23
29
12
http://www.ordenjuridico.gob.mx/JurInt/CIJ.pdf adoptado el 26 de junio de 1945 y publicado el 17 de
octubre de 1945 en el Diario Oficial y en vigor a partir del 24 de octubre de 1945.
En la opinión de Herdegen en el artículo en cita se encuentran dos tipos fuentes, a
saber, las propias y las interpretativas del derecho internacional. A las primeras
(propias), pertenecen los tratados internacionales, el derecho internacional
consuetudinario y los principios generales del derecho internacional, en cuanto
que en las segundas (interpretativas o impropias), se encuentran las decisiones
judiciales y los conceptos de la doctrina del derecho internacional. Así la validez
jurídica de las normas de derechos humanos o su pertenencia a un sistema
determinado, dependerá de su forma de producción jurídica o sea el origen de su
fuente.30
30
Herdegen, Mathias. Derecho internacional público. UNAM, Konrad Adenauer Stiftung. México, 2005, p.
113
31
Rodríguez Pinzón, Diego; Claudia Martin y Tomás Ojeda Quintana. La dimensión internacional de los
13
derechos humanos, guía para la aplicación de normas internacionales en el derecho interno. American
University y Banco Interamericano de Desarrollo, Washington 1999, p. 26.
En cuanto a la costumbre internacional; el mismo autor señala que por lo regular
se define a la costumbre con base a la máxima latina “inveterata consuetudo
opinio iuris seu necessitatis” o sea, una práctica arraigada en el tiempo que
adquiere su calidad jurídica en virtud de que el conglomerado social opina que es
obligatoria, y que para el ámbito internacional es obligatoria para los sujetos de
derecho internacional.33
La maestra Ortiz Ahlf cita la sentencia emitida por la Corte Permanente de Justicia
Internacional que en el asunto Lotus donde se define la costumbre como: “una
generalización de la práctica de los Estados, es decir, la prueba de un consenso
general de expectativas generalmente aceptadas como derecho, o, si se prefiere,
la cristalización de un consenso de los Estados respecto a una determinada pauta
de comportamiento que se impone como derecho objetivo.” 34
32
Cfr. Corcuera Cabezut, Santiago. Derecho constitucional y derecho internacional de los derechos humanos.
Ed. Oxford, México, 2002. p. 55.
33
Ibíd. p. 56.
34
Ortiz Ahlf. Derechos Humanos. op cit. p. 24.
35
Cfr. Herdegen, Mathias. Derecho internacional público. op cit. p. 145
36
Cfr. Figueroa, Luis Mauricio. Derecho internacional. Editorial Jus, México 1991. p. 107. 14
37
Cfr. Herdegen Mathias. op cit. Pp. 154 y 155.
En este punto se tiene que las protestas permanentes no impiden la vinculación a
aquellos supuestos considerados con elemental significado para la comunidad de
Estados. Finalmente el tratamiento especial a los persistent objector pierden su
efecto cuando el desarrollo de una nueva regla consuetudinaria es adoptada de
forma casi unánime por toda la restante comunidad de Estados.
En forma similar Ortiz Ahlf indica que, los principios generales de derecho, sólo
hacen referencia a ideas jurídicas generales y fundamentales, no así a cualquier
precepto normativo, donde su función no se restringe a cubrir lagunas legales que
pudieran presentarse por la falta de norma convencional o consuetudinaria
aplicable, sino que sirven de instrumento para la debida aplicación e interpretación
de los tratados y la costumbre.
Por su parte, Diego Rodríguez Pinzón y Claudia Martin hacen la aclaración de que
los principios generales del derecho son particularmente relevantes para el
derecho internacional de los derechos humanos, así los principales ejemplos de
estos principios son, el de la buena fe en el cumplimiento de las obligaciones
38
Ibíd. p. 156. 15
39
Cfr. Ortiz Ahlf. Derechos Humanos. Op cit. p. 41.
internacionales de derechos humanos por parte de los Estados y el principio de
pacta sunt servanda.40
40
Cfr. Rodríguez Pinzón, Diego y otros. La dimensión internacional de los derechos humanos, guía para la
aplicación de normas internacionales en el derecho interno. Op cit. p. 28.
41
Cfr. Corcuera Cabezut, Santiago. Derecho constitucional y derecho internacional de los derechos
Humanos. Op cit. Pp. 60 y 61.
42
Cfr. Becerra Ramírez, Manuel. Derecho Internacional Público, Enciclopedia Jurídica Mexicana.
Universidad Nacional Autónoma de México, Porrúa, México, 2002. p. 67.
43
Herdegen. Mathias. Op cit. P. 164.
44
Cfr. O´Donell, Daniel. Derecho internacional de los derechos humanos. Oficina en Colombia del Alto 16
Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Bogotá, Colombia 2004. Pp. 31 y 48.
Otro tipo de decisiones judiciales que deben contemplarse son las emitidas a
través de las llamadas medidas necesarias o provisionales, que son órdenes
concretas, dirigidas a algún Estado en particular, requiriéndole adopte medidas
tendentes a la prevención de alguna violación de derechos que parezca inminente.
Este tipo de actos son formalmente jurisdiccionales, materialmente administrativos
y vinculantes para el Estado receptor.45
En este punto toma relevancia que Daniel O’Donell en su clásica obra “Derecho
internacional de los derechos humanos” publicada por la Oficina del Alto
Comisionado para los Derechos Humanos (OACNUDH) ubique como doctrina a:
“los pronunciamientos adoptados por un órgano competente a fin de interpretar o
aclarar el contenido, alcance o valor jurídico de una disposición contenida en la
normativa internacional o, eventualmente, una regla o principio del derecho
consuetudinario”.48
En este punto O’Donell ejemplifica tal situación con la labor que los Comités de
expertos e independientes han hecho, al emitir “recomendaciones” y/u
“obligaciones” generales respecto los derechos humanos universalmente
reconocidos y que, reflejan las pautas interpretativas o el contenido de los
derechos humanos que cada Comité tiene la competencia de conocer. 49
Ahora bien, ya se han abordado las fuentes tradicionales del derecho internacional
de los derechos humanos, a saber, aquellas que se desprenden del artículo 38 del
Estatuto de la Corte Internacional de justicia, ahora bien, al ser el derecho algo
dinámico es evidente la existencia de nuevas o diferentes fuentes normativas en
materia del derecho internacional de los derechos humanos.
45
Cfr. Corcuera Cabezut, Santiago. Derecho constitucional y derecho internacional de los derechos Humanos
op cit. p. 61
46
Cfr. Becerra Ramírez, Manuel. Derecho Internacional Público, Enciclopedia Jurídica Mexicana.Op cit. p.
67.
47
Carbonell, Miguel et al. Derecho internacional de los derechos humanos, textos básicos. México, Porrúa-
Comisión Nacional de los Derechos Humanos, 2002. p. 14.
48
Cfr.- O´Donell. Derecho internacional de los derechos humanos. Op cit. p. 28. 17
49
Ibíd. Pp. 28-31
Así bajo la idea de ser fuentes auxiliares, como señala Ortiz Ahlf: “Cabe
preguntarse si deben considerarse como una fuente del derecho internacional de
los derechos humanos, las resoluciones, recomendaciones, declaraciones u
observaciones de los organismos internacionales en materia de derechos
humanos”.50
Y se estima, conviniendo con Ortiz Ahlf y Caballero Ochoa, cuando señalan que
las recomendaciones, observaciones generales, declaraciones y opiniones (soft
law), per se no constituyen fuente de obligaciones, sino únicamente en el caso de
que se apoyen o soporten en una norma convencional o consuetudinaria. 51
V. Ponderación
La ponderación se ha convertido en un método indispensable para los tribunales
constitucionales y todo órgano con función jurisdiccional que deba resolver
conflictos de principios52. La aplicación de la metodología se torna de la máxima
importancia para aquellas autoridades que tienen facultades de interpretación
constitucional sobre derechos humanos, lo cual en México fue extendido gracias a
la reforma de derechos humanos53 y los criterios jurisprudencia de la Corte
Interamericana.54
50
Ortiz Ahlf. Derechos Humanos. Op cit. p. 43
51
Idem y Caballero Ochoa, José Luis. La incorporación de los tratados internacionales sobre derechos
humanos en España y México. Op. cit. p. 10.
52
Bernal Pulido, Carlos. Estructura y límites de la ponderación. Doxa, Cuadernos de Filosofía del Derecho,
España, núm. N. 26 de 2003. p. 5.
53
Cfr. Salazar Ugarte, Pedro. La reforma constitucional sobre derechos humanos. Una guía conceptual.
México, Instituto Belisario Domínguez, 2014.
54
Corte IDH. Caso Gelman Vs. Uruguay. Fondo y Reparaciones. Sentencia de 24 de febrero de 2011. Serie C
No. 221. p. 193
55
18
Guastini, Riccardo. Los principios en el derecho positivo, Distinguiendo. Estudios de teoría y metateoría del
derecho, Traducción de Jordi Ferrer i Beltrán, Gedisa, Barcelona, 1999. Pp. 167-171.
Por dicha problemática han existido intentos de unificar las metodologías tanto
teóricas de Alexy como jurisprudenciales de los tribunales constitucionales para
facilitar la resolución de conflictos de derechos. En esta veta surge el libro Test de
razonabilidad y derechos humanos: Instrucciones para armar de Daniel Vázquez,
el cual tiene objetivo simplificar y unificar los pasos divergentes que existen
respecto de los distintos tests de derechos humanos.
56
Alexy, Robert. Teoría de los derechos fundamentales. Op.Cit. p.79 19
57
Bernal Pulido, Carlos. Estructura y límites de la ponderación. Op. Cit. p. 8.
La ponderación es una suerte de receta que los jueces deben seguir para decidir
de forma ordenada un conflicto de principios en el que deberán determinar qué
tanto puede ser garantizado cada principio teniendo en cuenta las circunstancias
del caso concreto. Además, debido a la naturaleza de los principios, la
ponderación no se plantea en términos de sí o no, sino de más o menos, pues se
trata de optimizar el valor o bien jurídico y por ello otorgar la máxima efectividad
posible dependiendo de las circunstancias de la problemática que se trata de
resolver.58
Vale la pena señalar que, “la ponderación no garantiza una articulación sistemática
material de todos los principios jurídicos, que, habida cuenta de su jerarquía,
resuelva de antemano todas las posibles colisiones entre ellos” 59, como afirma
Bernal Pulido. En realidad, la ponderación es útil para determinar una relación de
precedencia condicionada entre los principios en colisión. La relación dependerá
de las circunstancias jurídicas y tácticas de cada caso. Pues los principios, al ser
normas prima facie, no tienen una consecuencia jurídica determinada. A través de
la ponderación se trata de definir cuál es la consecuencia jurídica para el caso
concreto que será la menos lesiva para el otro derecho que está en colisión. 60
A partir del método de ponderación se puede obtener una regla de aplicación para
ciertos casos, es decir, una relación precondicionada de los principios que ya
prevea la consecuencia jurídica para ciertas circunstancias; sin embargo, se debe
tener en cuenta que para aplicar una regla obtenida de la resolución de un caso,
es necesario que el caso por resolver tenga exactamente las mismas
características que el precedente.
VII. Conclusión
En un inicio, los sistemas jurídicos tenían como fin principal proporcionar de
seguridad jurídica a las y los ciudadanos para que el gobierno de las leyes
prevaleciera frente al gobierno de los hombres; sin embargo, con el paso del
tiempo la complejidad de las sociedades y la positivización de los derechos
humanos requería un cambio en la rigidez de las normas para que en los casos
difíciles los tribunales pudieran interpretar de forma más libre y dar respuesta a
casos en las que algunas reglas del mismo nivel estaban enfrentadas.
Una vez identificada la diferencia entre normas fue posible demostrar como los
derechos humanos se insertan perfectamente en la categoría de principios, por
ejemplo, debido a la titularidad universal de los derechos humanos éstos tienden a
colisionar entre ellos ya que el ejercicio del derecho de una persona muchas veces
afecta el derecho de otra persona; como ocurre con la libertad de tránsito y el
derecho a la protesta.
58
Cfr.- Díez-Picazo, Luis. Sistema de Derechos Fundamentales, 4ta Edición, Thomson- Civitas, 2013. p. 46.
59
Cfr.-Bernal Pulido, Carlos. Estructura y límites de la ponderación. Op. Cit. pp. 6-7
60
Cfr.- Arroyo Jiménez, Luis. Ponderación, proporcionalidad y Derecho administrativo, Revista para el 20
Análisis del Derecho, Madrid, España. 2009. p. 8.
En ese sentido, los derechos humanos son inalienables por lo cual no pueden ser
sustraídos o negados a las personas por lo cual deben ser optimizados para que
se garanticen en la mayor medida de lo posible a su titular. De ahí que, el
funcionamiento de las normas-regla, bajo el cual en caso de colisionar una tiene
que ceder ante la otra y es eliminada en su totalidad, no es factible para el caso de
los derechos humanos, ya que estos coexisten en el mismo tiempo y espacio, y
ninguno de ellos puede ser considerado superior a otro, de tal suerte que el ser
humano tenga la posibilidad de ejercitar todos estos derechos en el momento que
desee siempre y cuando se sigan una serie de reglas que permita a los demás, el
disfrute de sus derechos fundamentales.
CAPÍTULO II
MARCO TEÓRICO DE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN 21
I. Antecedentes generales.
Uno de los defensores más grandes de la Libertad de Expresión lo ha sido
Inglaterra, al introducir en sus distintas legislaciones, el derecho de toda persona a
manifestar sus pensamientos, de distintas formas “… por escrito, por la prensa,
por el dibujo o de otra manera…”61, hecho importante a reconocer en esta
legislación, donde se ha complementado de forma precisa y acertada, las diversas
modalidades de la Libertad de Expresión, siempre recordando que, como toda
legislación, establece limitantes al ejercicio de la misma, señalando que este
derecho, será restringido, cuando se declare por medio de un jurado, la existencia
de delitos, tales como: “…Provocación directa al destronamiento del rey, al empleo
de la fuerza contra él o contra el Parlamento, provocación a la Guerra Civil o a la
invasión del territorio británico por una potencia extranjera, lo cual constituye un
acto de felonía castigado con la pena de muerte o con la deportación por toda la
vida…”62
Tocante a España, es indudable que en Europa las distintas corrientes que han
influenciado a México, ha sido precisamente la monarquía española, como lo
veremos más adelante, pero en lo referente a su interés en la Libertad de
expresión, sostiene el derecho de todo individuo o mejor dicho, español, de no ser
privado de expresar libremente sus ideas y opiniones, verbales o escritas, ya sea
por medio de la imprenta u otro medio similar.
61
Castaño, Luis. Régimen legal de la prensa en México. 2da edición, Editorial Porrúa, México, 1999. p. 14. 22
62
Ídem.
señalar que este país, en su primera enmienda (Bill of Rights) regula el derecho
fundamental de Expresión, aunque limitándose a lo que es la Libertad de palabra o
de imprenta, dejando al aire todas las modalidades que encuadran dentro de la
Libertad de Expresión en sí. A la letra, esta enmienda señala: “Enmienda I. El
Congreso no hará ley alguna por la que adopte una religión como oficial del
Estado o se prohíba practicarla libremente, o que coarte la Libertad de palabra o
de imprenta, o el derecho del pueblo para reunirse pacíficamente y para pedir al
gobierno la reparación de agravios.”
Por todo esto, es importante destacar también los cambios tan grandes que se
han dado en nuestras constituciones y ordenamientos jurídicos, en materia de
libertad de expresión, ya que la misma se ha ido fortaleciendo y tomando una base
sólida dentro de nuestras leyes supremas con el paso de los años y los sucesos
tanto nacionales como internacionales, los cuales, han tenido gran influencia en
nuestras legislaciones vigentes en dicho rubro y que han dado pauta a la
importante protección de este derecho de los mexicanos y a la regulación del
mismo.
Vale la pena hacer mención que cualquier regulación, al ser leída, debe el lector
contextualizarla en tiempo y lugar determinados, y que responden a las
necesidades jurídicas de un pueblo en concreto.
Se precisa que en aquellos tiempos la concepción de los derechos del hombre era
muy distinta a la que vivimos en la actualidad; sin embargo ya se podía advertir un
esbozo de la importancia que tiene la protección de los derechos fundamentales
de todo hombre. Esta concepción era acorde a los tiempos políticos que se vivían
en aquellos años.
“Artículo 2.- Son derechos del mexicano: VII. Poder imprimir y circular,
sin necesidad de previa censura, sus ideas políticas. Por los abusos de
25
65
Ibíd. p.
este derecho, se castigará cualquiera que sea culpable en ellos, y así
en esto como en todo lo demás, quedan estos abusos en la clase de
delitos comunes; pero con respecto a las penas, los jueces no podrán
excederse de las que imponen las leyes de imprenta, mientras tanto no
se dicten otras en esta materia…”66
Como se observa, estas bases vienen a abrir un poco más el campo de la libertad
de expresión, no limitándolas como la anterior legislación de 1936 a la
manifestación de ideas políticas; en estas bases, se señala la Libertad de imprimir
las ideas, la libertad de manifestación religiosa, y señala claramente una
restricción como lo es el estar prohibido hablar sobre la vida privada, no dando
posibilidad alguna de hacerlo, por lo que queda una limitación muy fuerte en este
rubro.
Es importante señalar que el hecho de referirse en este primer capítulo como los
Derechos del Hombre, es muy significativo, ya que no limita los derechos en ella
contenidos, reconociendo estos derechos como la base de la sociedad y las
instituciones que se encuentran dentro de ésta, tal como lo afirma en su artículo
66
Ibíd. p. 26
67
Ibíd. p.
primero, asimismo debe decirse que en esta constitución no únicamente se
establece para los habitantes de territorio mexicano, sino que hace extensivas las
garantías señaladas en la misma, a todos los hombres por igual.
Toda persona tiene derecho al libre acceso a información plural y oportuna, así
como a buscar, recibir y difundir información e ideas de toda índole por cualquier
medio de expresión...”
28
69
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos vigente.
que se trata de una característica básica del sistema norteamericano de
gobierno.70
Bajo el contexto actual, de nuestro país, debemos dejar de lado la premisa que el
Estado es el enemigo numero uno de las libertades. Sin profundizar en el tema,
debemos hacer el señalamiento que el nuestro es, un Estado social y democrático
de derecho. El Estado mexicano, desde hace muchas décadas dejó de ser
enemigo de las libertades (libertad de reunión, de asociación, de imprenta, de
expresión, etc)73 Pese a casos aislados de represión, principalmente hacia
periodistas, por parte de algunos gobernantes y de organizaciones criminales, en
la actualidad de México, si se vive la libertad de expresión. Sin embargo, éste
derecho debe moderarse a fin de evitar que se lesionen derechos de terceros.
74
Santiago Sánchez González. La libertad de expresión. Marcial Pons ediciones jurídicas, S.A. España; 1992.
p. 14.
75
Diccionario jurídico mexicano. Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional
Autónoma de México. Tomo ____________________. México; 2009. p.
76
Cfr. El derecho a la libertad de expresión frente al derecho a la no discriminación, Salazar Ugarte Pedro y
Gutiérrez Rivas, Rodrigo, Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM y Consejo Nacional para
Prevenir la Discriminación, México, 2008, p. 3.
77
Teoría generale della política, Bobbio Norberto, Turín, Einaudi, 1999, p. 304. Cit pos El derecho a la
libertad de expresión frente al derecho a la no discriminación, Salazar Ugarte Pedro y Gutiérrez Rivas, 30
Rodrigo, p. 4.
El vínculo existente entre la libertad de expresión y la democracia es concebido
por Francisco Javier Ansuátegui Roig, de la siguiente manera: “ La libertad de
expresión constituye un elemento básico de una democracia constitucional, de
manera que existe una relación simbiótica ente la libertad de expresión y la
democracia constitucional...Reflexionar y/o discutir sobre ésta libertad supone, en
realidad, plantearse de nuevo la cuestión de los fundamentos de la democracia.” 78
83
32
Francisco Javier Ansuátegui Roig. Los contextos de la libertad de expresión: Paradigmas y nuevas
fronteras. En Teoría & derecho, revista de pensamiento jurídico. Op. Cit. P. 141.
más bien la preservación de la democracia y del derecho de un pueblo, en tanto
pueblo, a decidir el tipo de vida que quiere vivir.” 84
IV. Dimensiones
Las diferentes dimensiones al contenido de la libertad de expresión pueden ser
explicadas y desarrolladas en múltiples dimensiones; así, y como la Corte
Interamericana ha tenido la oportunidad de destacar en reiteradas ocasiones, se
trata no solamente de la libertad de expresar el propio pensamiento, sino también
del derecho a buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole. Junto
a la seguridad de no poder ser víctima de un menoscabo arbitrario en la capacidad
para manifestar el propio pensamiento, la garantía de la libertad de expresión
asegura, asimismo, el derecho a recibir cualquier información y a conocer la
expresión del pensamiento ajeno, lo cual abre la puerta a la importancia de la
dimensión colectiva del ejercicio de este derecho. La libertad de expresión es,
efectivamente, un medio para el intercambio de ideas e informaciones que protege
tanto la comunicación a otras personas de los propios puntos de vista como el
33
84
Owen M. Fiss. Libertad de expresión y estructura social. Ediciones Fontamara, México, 1997. p. 23.
derecho de conocer las opiniones, relatos y noticias que los demás difunden.
Ambas dimensiones deben garantizarse de forma simultánea para garantizar la
debida efectividad al derecho a la libertad de pensamiento y de expresión.
87
Salazar, Pedro. El derecho a la libertad de expresión frente al derecho a la no discriminación: Tensiones,
relaciones e implicaciones, México, Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional
Autónoma de México. P.
88
Estrada, D. Régimen jurídico internacional de las empresas trasnacionales en la esfera de los derechos
humanos, Porrúa. México,. P. 35
89
Idem
Es así que, en el tema de la libertad de expresión, no se trata simplemente de que
el gobierno no interfiera en el libre intercambio de opiniones, sino que además,
cree las condiciones mínimas para que un mayor número de personas puedan
invertir o acceder por diversas vías a herramientas informativas. Con ello,
podemos observar en esta materia, es un fin indispensable dentro de las funciones
de la autoridad gubernamental correspondiente el que se evite que sólo algunas
personas monopolicen los medios de comunicación ya que un control - por muy
moderado que éste sea- implicaría graves daños a la sociedad en su conjunto.
Por mucho tiempo se pensaba que el Estado era el enemigo número uno de las
libertades. Esta idea, propia del liberalismo, ha cambiado porque el Estado
también se ha transformado. El Estado paternalista prácticamente ha sucumbido
ante la transformación de un Estado menos invasor. En la actualidad, el Estado
sólo interviene en aquellos asuntos en que la sociedad no tiene injerencia directa,
para corregir y dirigir los esfuerzos de los actores sociales. En un contexto donde
la premisa fundamental es el respeto universal de los derechos humanos por parte
del Estado, cuyas acciones son observadas por los demás miembros de la
comunidad internacional, se puede validamente decir, que la libertad de expresión
y el derecho a la información son velados por éste aún actuando en contra de sus
propios intereses.
Cabe advertir que, tal como lo señala la Declaración, el sujeto titular de este
derecho es todo individuo, por lo que la universalidad del mismo se encuentra
proclamada. Por lo que hace al contenido del mismo, la Declaración nos dice que
la libertad de expresión incluye: el derecho de no ser molestado a causa de
nuestras opiniones y el de investigar y recibir informaciones y opiniones.
Asimismo, la Declaración advierte que la difusión de nuestras opiniones puede
realizarse mediante cualquier medio sin limitación de fronteras. 92
Bien vale la pena reflexionar en torno al término “censura”, que no significa que la
libertad de expresión carezca de límites y restricciones, pues los derechos
fundamentales reconocidos universalmente, y por ende, por el Estado mexicano,
para su debido ejercicio, deben contar con restricciones y limitaciones, en tanto no
atenten en contra de derechos de terceras personas e instituciones públicas y
políticas.
Para aproximarse a las limitaciones de los derechos, hay que partir de la idea de
que no existe el ejercicio absoluto de éstos; el tema de las limitaciones se puede
entender del modo siguiente, en torno a la idea de libertad (como derecho).
La libertad limita la libertad. El ser humano aislado no puede decirse libre porque
la libertad se entiende en dirección a la consecución de un objetivo y en relación
con alguien. Lo que equivale a decir que la libertad encuentra su límite en la
libertad de otro ser humano igualmente libre para algo, una libertad no dirigida
hacia algo o con relación a algo, es decir sin contenido, no es más que una
quimera.
La autoridad apoyada en la ley, limita la libertad. Las autoridades tienen por misión
la aplicación de la ley, ya sea desde el ámbito de la administración, o como el
poder de decidir controversias de acuerdo con un ámbito competencial específico.
94
41
Cfr. Francisco Javier Ansuátegui Roig. Historia de los derechos fundamentales. Libertad de conciencia y de
expresión en Baruch Spinoza. Editorial Dykinson, S.A. España, 1998. p. 665.
El otro sector más aclarativo que restrictivo acerca de esa libertad, es el que se
refiere a los mecanismos o medios para que esa libertad pueda ocurrir: se trata de
la comunicación mediante la oralidad, la vía escrita (ligada a la escritura) y a
publicar libremente, de donde parece referirse a la libertad informativa, en un
sentido muy cercano a la libertad de prensa, exenta de censura previa.
“…son instituciones creadas por y para la prensa, en el seno de los cuales, los
periodistas y editores, adoptando libremente sus decisiones y siendo
responsables únicamente ante su propia conciencia, cooperan a fin de preservar
la existencia de relaciones equilibradas y leales entre la prensa de un lado, y el
Estado y la sociedad de otro, por medio del mantenimiento en el interior de la
95
Cfr.- O´brien, David M. El derecho público a la información. La Suprema Corte de los Estados Unidos y 42
la
primera enmienda constitucional. Traducido por el licenciado Agustín Bárcena. México; 1983, pp. 79 a 81.
prensa de una alta moralidad profesional y por la defensa en el exterior de ella de
la libertad de prensa.” 96
La ética es uno de esos elementos que se postulan para lograr que el individuo
ejerza sus libertades, evitando vulnerar derechos de otras personas.
obtención o reproducción y publicación por un tercero”. ROVIRA SUEIRO, María E. El derecho a la propia
imagen. Editorial Comares. España; 2000. P. 33.
100
Cfr.- Solazabal Echavarría; Juan José. Acerca de los doctrina del Tribunal constitucional en materia de
libertad de expresión. Revista de estudios políticos, nueva época No. 77, España, Julio-septiembre de 1992.
pp, 237 a 258.
101
44
Carpizo, Jorge. Los medios de comunicación y el estado de derecho, la democracia, la política y la ética.
Boletín informativo de la Asociación Argentina de derecho constitucional, No.167, marzo de 2000. p. 4.
oportuna con el derecho a la libertad de prensa, y el derecho de todos a la fama
pública y a la privacía…La libertad de prensa, de comunicación, de los medios es
inseparable de la responsabilidad ética y social, en virtud de su influencia y de la
naturaleza…”102
Ahora bien, la voz del pueblo, se crea por la información que capta la gente de los
medios masivos de comunicación (prensa escrita, radio, televisión e Internet),
quienes se convierten en un poder de facto, por su enorme influencia sobre los
espectadores. El espectador será más influenciable, cuando carece de
conocimientos técnicos que le permitan calificar y escoger la información que se le
proporciona por la radio, la televisión, el cine, o los periódicos. Se debe tomar en
cuenta, que la información que difunden los medios, busca la atención del público,
por lo que sus contenidos tienden hacia el espectáculo que atraiga su atención, y
no por su veracidad y objetividad.
En todo caso, la regulación jurídica sobre la materia, debe aspirar a prever el límite
exacto entre el ejercicio de la libertad de expresión y el libertinaje, en que se
respeten los derechos de los demás miembros de la comunidad, porque los
derechos fundamentales que reconoce el Estado mexicano a través de su
Constitución se encuentran en el mismo rango, en beneficio de todos los hombres
en territorio nacional, de tal suerte que, el derecho a la libertad de expresión y libre
manifestación de las ideas y opiniones se encuentra en el mismo nivel
constitucional que el derecho que tiene toda persona a que se le administre
justicia bajo el principio de imparcialidad, consagrado en el artículo 17 de la Carta
Magna.
VIII. Conclusión
La libertad de expresión forma parte de los derechos del hombre. Ese derecho
tiene un carácter ambivalente y abarca el derecho de manifestar o exteriorizar las
ideas, opiniones o preferencias, mediante cualquier recurso al alcance del ser
humano, o su contrario, el derecho a no expresarse, guardarse reserva; y en
segundo lugar, asume una forma instrumental, al constituir un medio o un factor
para que otros derechos se exterioricen, es decir, favorece la expresión de
diversas libertades, la libertad de creencias, la libertad de cátedra, la libertad de
empresa, entre otras; estas libertades, si bien tienen un sustrato interior o íntimo y
personal, regularmente implican una práctica que es pública o una forma social de
su ejercicio. En otras palabras, la libertad de expresión constituye la expresión de
la libertad.
106
Jaime F. Cárdenas Gracia se pregunta que si siendo los actores políticos quienes juegan un papel
fundamental en la construcción de los regímenes políticos, sin que sean los factores socioeconómicos y
culturales tan trascendentes, entonces, ¿países como México pueden aspirar a la democracia? Cárdenas
Gracia, Jaime F. Transición política y reforma constitucional en México. UNAM. México; 1994. p, 23. Las
transiciones son “procesos de cambio en los cuales dos paradigmas o modelos de organización social se ven
confrontados, en una sociedad determinada, cuando uno de ellos ha entrado, de manera más o menos súbita, 47
en situación de crisis y el otro se perfila como alternativa para su sustitución.” Fix, Fierro, Héctor y López
En nuestro país, a partir del inicio de la Independencia y hasta 1857, pueden
señalarse cerca de doce antecedentes importantes a la libertad de expresión, los
cuales en ocasiones se funden con la libertad de imprenta, en los límites
generales reconocidos por esas legislaciones básicas o proyectos de las mismas,
se encuentran el ataque a la religión, la perturbación de la paz pública, la moral,
los derechos de otras personas, la vida privada y el honor y la provocación de un
delito.
A pesar de las enmiendas, la parte inicial del art. 6, conserva su esencia original,
enunciando las limitaciones a la libre manifestación de las ideas, se señalan los
siguientes casos: ataque a la moral, la vida privada, derechos de terceros,
provocación de un delito, perturbación del orden público, que corresponden los
límites generales, de acuerdo con la propia mención que hace el artículo 7°, sobre
la libertad de difundir opiniones, información o ideas, al establecer en su párrafo
segundo: “Ninguna ley ni autoridad puede establecer la previa censura, ni coartar
la libertad de difusión, que no tiene más límites que los previstos en el primer
párrafo del artículo 6o. de esta Constitución.”
La desigualdad económica, social y cultural que priva en nuestro país trae como
consecuencia que el ejercicio de los derechos humanos por los miembros de la
sociedad sea también, desigual. Una connotado académico, un periodista, un
senador de la república, un magistrado, un ama de casa, un obrero o una persona
que vive en extrema pobreza en uno de los poblados más pobre y apartados del
país tienen, en la realidad, muy distintas posibilidades de ejercer la libertad de
expresión.
Dentro de dicho contexto en nuestro país, los jueces tienen acceso a todos los
medios de comunicación, radio, televisión, prensa escrita y digital, así como
Internet. Es un grupo privilegiado de mexicanos el que pertenece a la judicatura,
ya que para el ejercicio de la libertad de expresión cuentan con el alcance y
cobertura de todos los medios. Así tenemos el canal judicial, por la radio también
se cuentan con canales abiertos, así como la oportunidad de difundir sus ideas y
opiniones a través de Internet y las redes sociales.
CAPÍTULO III
El poder judicial y el principio de imparcialidad
INTRODUCCIÓN
La razón principal que motiva la elaboración del presente capítulo tiene que ver con el
derecho o principio de imparcialidad garantizado por el Estado, en beneficio de los
gobernados.
Ante la disyuntiva que eventualmente se pudiera dar, deben actuar los mecanismos de
protección de la imparcialidad, además de tener bien definidos los parámetros que
permitan a los jueces ejercer su libertad de expresión como individuos, porque es posible
que se generen dudas acerca de la imparcialidad judicial cuando el juez exprese
públicamente su opinión acerca de un asunto de relevancia política o que deba ser
resuelto por éste.
I. Imparcialidad y su definición
La pregunta resulta obvia ¿Qué es la imparcialidad? Para aproximarnos a la definición de
imparcialidad debemos tener una aproximación que, al menos, nos de una idea de lo que
pretendemos buscar, para luego llegar a su esencia. Señalar ejemplos o conductas en las que se
hable de imparcialidad quizás sea una manera para aproximarnos, aunque difícilmente nos
permitirá encontrar su naturaleza.
Pero estos ideales, (valores) cuando se ponen en práctica por el ser humano, dejan de
ser perfectos. El ideal se mantiene paro su práctica se corrompe por las acciones de los
hombres. De hecho, si somos muy exigentes, el ser humano, desde que trata de
comprender la esencia de un valor como la imparcialidad, lo hace a su forma, de acuerdo
a su percepción, sus vivencias y capacidades, de donde, el ideal se transforma en una
idea subjetiva, imperfecta y corrupta, de tal suerte que cuando se llega al terreno de la
acción, el valor se ha transformado, sin que pueda ser la replica del ideal.
La imparcialidad como valor existe, sin importar las personas que lo entienden a su
manera, que lo practican, también a su modo. El valor es a pesar del ser humano; no
obstante, me hago la siguiente pregunta ¿No será necesario que para la existencia de los
valores, exista el ser humano?, ¿Los valores no son meras construcciones del ser
humano? Visto de esa manera, los valores dependen de la existencia del ser, ya que éste
último los construye, para a partir de ellos, encontrar la perfección que no ha alcanzado.
50
Es cierto que los valores existen a pesar de que nadie los ponga en práctica, 107 pero en mi
opinión, si requieren del ser humano para que existan, ya que son construcciones del
hombre que aspira a la perfección a través de ellos.
La imparcialidad es una guía que orienta la conducta del ser humano, es un faro que
alumbra la opacidad del hombre; es impersonal y general porque se dirige a todas las
personas que eventualmente, en algún momento de sus vidas tendrán que ponerla en
práctica. El médico, el sacerdote, el militar, el ingeniero, el abogado, el ama de casa.
Todos en cualquier momento de nuestras vidas debemos tratar de actuar conforme o en
dirección a esa luz.
La imparcialidad como hábito es un imposible si tomamos e cuenta que los hábitos son
acciones cotidianas de los hombres, pero ya quedó precisado que las acciones humanos
son imperfectas, por lo que no podría un ser humano tener el hábito de la imparcialidad
(ideal).
Así las cosas, para que el juez logre hacer de la imparcialidad un hábito, debe practicarla
cotidianamente, pese a las tentaciones que sobre el caminos se le irán presentando para
distraerlo de tal objetivo. La corrupción, el amiguismo, los favores, etc son factores que
eventualmente influyen en el juzgador para romper con el hábito de la imparcialidad.
A todos nos queda claro que la vigilancia de la correcta actuación de los jueces y
magistrados es fundamental para una adecuada administración de justicia, entendida ésta
como la justa, la que da a cada quien lo que merece, la que de acuerdo a las leyes
vigentes, entrega a cada quien aquello que le corresponde.
Una manera muy motivadora para que los jueces adquieran el hábito de juzgar con
imparcialidad es la imposición de castigos severos, de tal suerte que inhiban a que su
comportamiento se desvíe de esa luz que alumbra la correcta administración de justicia.
107
Véase José A. Cuauhtemoc Vázquez Ramírez y Erick Osvaldo García Orgaz. Imparcialidad judicial. Serie,
ética judicial. Suprema Corte de Justicia de la Nación. México, 2012. pp. 69 a 73. 51
108
Real Academia Española. Diccionario de la lengua española. 22ª edición. Espasa-Calpe. España; 2008. p.
La imparcialidad como virtud se concibe como algo bueno. Las virtudes son concebidas
por los hombres como algo que hace bien, bondades de las cosas. Sin que el presente
trabajo académico tienda a abordar el tema de la deontología, se debo señalar que las
virtudes se pueden encontrar en la moralidad de los actos.
La virtud puede entenderse como integridad de ánimo, bondad de vida; una disposición
constante del alma para las acciones conforme a la ley, con apego a la bondad. La virtud
es la disposición constante del ser humano para hacer el bien.
Las virtudes humanas son actitudes firmes, estables, constantes del entendimiento, de la
voluntad que regulan nuestros actos.
La imparcialidad vista como virtud es algo bueno, una conducta consciente, estable, firme
que regula los actos de los hombres. En el caso que nos ocupa, se trata de una esencia
que debe revestir los actos de los jueces y magistrados para la correcta administración de
justicia.
Para Cuauhtemoc Vázquez Ramírez y Erick Osvaldo García Orgaz, “un principio es la
base racional de un ser humano para tomar las decisiones en su vida o en el marco de
una sociedad, es una idea consagrada en la Constitución de un país, que da orden y
dirige al mismo.”109
Párrafos después los mismos autores entienden por principios “al conjunto de valores
que una persona practica, los cuales están estrechamente arraigados en su vida, a tal
grado que son la base y el filtro a través del cual elige actuar de una u otra forma.”110
La imparcialidad como principio es la base, la luz que debe regir la conducta de los
jueces. Se dice que es un deber porque no siempre se cumple, de tal suerte que la
imparcialidad como principio no es un ser, sino un deber ser.
Se trata de un derecho público subjetivo que detenta todo individuo, y que emana de una
relación de supra a subordinación con el Estado, prevista en la ley fundamental.
109
José A. Cuauhtemoc Vázquez Ramírez y Erick Osvaldo García Orgaz. Imparcialidad judicial. Serie, ética
judicial. Suprema Corte de Justicia de la Nación. México, 2012. p. 96.
110
52
José A. Cuauhtemoc Vázquez Ramírez y Erick Osvaldo García Orgaz. Imparcialidad judicial. Serie, ética
judicial. Suprema Corte de Justicia de la Nación. México, 2012. p. 97.
En ese sentido, es una garantía para el justiciable que le sea impartida justicia de manera
gratuita, pronta e imparcial, como lo marca el artículo 17 de la Carta Magna. Es por ello
que los jueces no deben favorecer a ninguna de las partes. La conducta de los jueces no
se debe corromper, aceptar dádivas, hacer favores a los amigos, etc, de tal suerte que
debe guiar su conducta con rectitud.
En ese sentido, la imparcialidad busca la neutralidad del juzgador frente a las partes
dentro de una contienda judicial que se somete ante el. Busca impedir que fuerzas
extrañas o móviles ajenos al proceso inclinen la balanza de la justicia hacia cualquiera de
las contendientes. La imparcialidad del juez implica neutralidad, objetividad y que su
conducta se apegue a derecho.
En la opinión del Magistrado Eduardo de Urbano Castrillo, “la imparcialidad del juez
procura controlar los móviles del juez frente a las influencias extrañas del Derecho
provenientes del proceso, pudiendo definirse como la independencia del juez frente a las
partes y el objeto del proceso.”111
Por supuesto que no debemos confundir entre la independencia de los jueces con la
imparcialidad. Si bien, ambos conceptos se encuentran estrechamente relacionados en
materia procesal, no debe el lector confundidlos, ya que la función jurisdiccional y el juez,
en sí pueden ser independientes, pero al mismo tiempo actuar con parcialidad o
imparcialidad en los asuntos que les son sometidos. El Estado debe velar por el
cumplimiento de ambos principios para lograr la credibilidad del aparato jurisdiccional.112
Isabel Trujillo, entiende por imparcial “el juicio realizado por una persona que se muestra
objetiva, desapasionada, que no favorece (por interés, o simpatía) a ninguna de las
partes.”113
Montero Aroca escribe que la imparcialidad implica “la ausencia de designio o prevención
en el juez de poner su función jurisdiccional al servicio del interés particular de una de las
partes. La función jurisdiccional consiste en la tutela de los derechos e intereses legítimos
de las personas por medio de la aplicación del Derecho en el caso concreto y la
imparcialidad se quiebra cuando el juez tiene el designio o la prevención de no cumplir
111
Eduardo De Urbano Castrillo. Ética del juez y garantías procesales. Consejo Genera del Poder Judicial.
España; 2005. p. 391.
112
Carlos Gómez Martínez. La imparcialidad judicial. Consejo Genera del Poder Judicial. España; 2009. p.
144..
113
Isabel Trujillo. Imparcialidad. Universidad Nacional Autónoma de México. México; 2007. pp. 69 y 70. 53
114
Ibíd.. p. 73.
realmente con esa función, sino que, incumpliendo con ella, puede perseguir en un caso
concreto servir a una de las partes.”115
Para que un juez pueda actuar con apego al principio de imparcialidad, debe ajustar su
conducta a una serie de reglas, cuya esencia van de la mano con principios éticos y
morales, como por ejemplo, el juez no puede dedicarse a una serie de actividades que
impedirían que su función de juzgador fuera imparcial, entre las cuales se encuentran,
que se dedique además, a la abogacía, o desarrollar actividades políticas, como que se
postule para ocupar cargos públicos de elección popular.
En ese orden de ideas, un juez corrupto, prejuiciado o que actúa con favoritismos no
puede juzgar. Su criterio sería parcial hacia alguna de las partes en detrimento de los
intereses de la otra. El juez debe carecer totalmente de interés en cualquiera de los
asuntos que le son sometidos, por lo que no debe juzgar en asuntos familiares o de
personas cercanas a él, de gente a quien aprecia de alguna forma o con quienes guarda
algún lazo de amistad o incluso, enemistad.
Las partes dentro de una contienda judicial sólo pueden concebir y respetar una
resolución cuando actúa un tercero y éste actúa respetando los derechos de ambas,
resolviendo con estricto apego a la ley.
La palabra justicia deriva del latín iustitia, siendo considerada como “un cultismo
general a todas las épocas.”116
115
Montero Aroca, Juan. Derecho a la imparcialidad judicial. Revista europea de derechos fundamentales. No.
7, primer semestre 2006. p. 69.
116
Corominas, Joan. Diccionario Crítico Etimológico de la Lengua Castellana. Vol.2. 3edición. Editorial 54
Gredos. Madrid. 1976. P. 1079.
Para Castán Tobeñas, si bien el término es confuso y ambiguo, lo que ha llevado
incluso a pensar en su no utilización, cabe hablar de distintas acepciones que se
tienen sobre ella, tales como:
Luis Recaséns Siches, prevé dos acepciones de la palabra justicia; “por una parte hace
referencia al criterio ideal que debe inspirar al derecho, y por otra, a la virtud universal
comprensiva de todas las demás, señalando que esta última acepción ha ido cayendo en
desuso después de Aristóteles considerando que hoy en día se hace referencia a algo
mucho más restringido y limitado, conservando, desde luego, su papel primordial dentro
de la estimativa jurídica.”118
El hombre desde sus orígenes, ha tenido una idea acerca de lo justo e inclusive un sentimiento de
lo que es la justicia, aunque la mayoría de las veces no la haya aplicado. Como en el estudio de la
imparcialidad, la justicia se puede ver como un ideal, una virtud, un principio, y se entiende como
el valor supremo del derecho. Por ello, la importancia de conocer su significado.
Lo cierto es que la justicia tiene una existencia propia y objetiva impersonal, aunque esta no se
presente de forma material, si tiene un carácter moral en cuanto busca un tratamiento general
semejante para todos los hombres. Es un ideal al que aspira el hombre, permanentemente está en
su búsqueda. Cuando uno sale a la calle escucha en las conversaciones en las que se le hace
mención, ya sea en el trabajo, en la escuela, en las relaciones personales, etc, en fin, todos
buscamos que la vida sea justa con nosotros, que nos haga justicia cuando sentimos que se nos
debe algo.
Al ocuparnos del significado de la justicia, debemos atender el actuar del individuo, sin que con
ello se haga exclusiva referencia de forma exclusiva a un solo sujeto, aunque esta sea fundamental,
ya que se establece una relación entre el individuo y el sentido de lo justo; la cual va a tener una
manifestación colectiva por el hecho de la interacción del hombre con la sociedad. Es probable que
la acepción de justicia no se pudiera acuñar fuera de la vida en sociedad, de la vida colectiva, pues
cuando la persona hace referencia a la justicia lo hace en relación a otro.
117
Castan Tobeñas, José. La justicia y su contenido a la luz de las Concepciones Clásicas y Modernas.
Servicio de Publlicaciones de la Secretaría General Técnica del Ministerio de Justicia. Madrid. 1967. P. 10
118
Recasens Siches, Luis. La Justicia. Enciclopedia Jurídica. Tomo.XVII. Oriskill, S.A. Buenos Aires. 1978.55
P. 652.
A pesar de que el hombre requiere de su libertad para manifestarse plenamente (capacidad de
vivir todas sus libertades), el vivir dentro de una sociedad ha hecho necesaria la regulación externa
de la justicia, la cual debe procurar la vida en común sin llegar a la opresión.
Por último consideramos que el concepto más propio para definir la palabra justicia, es aquel que
viene de la antigüedad en Roma, con el jurista Celso que la define como “dar a cada quien lo que le
corresponde según el derecho”.
Las modernas teorías de la justicia han colocado como presupuesto de la justicia, la igualdad de los
sujetos. Ahora bien, dicha igualdad de todos los seres humanos conlleva la imparcialidad.
Las democracias modernas se caracterizan por el respeto de la dignidad del ser humano y por el
reconocimiento de la igualdad de todos los hombres. En un sentido netamente jurídico, el principio
bajo el cual todas las personas son iguales ante la ley, ha sido reconocido por todos los
ordenamientos jurídicos de los países que se presumen democráticos. Este principio tiene su
origen en la revolución francesa y en la independencia de las 13 colonias americanas. 120
Tiene tal relevancia el principio de igualdad que prácticamente todas las constituciones del mundo
la contemplan, consagrando que todos los hombres somos iguales ante la ley, prohibiendo algunas
situaciones que implican clara desigualdad como los títulos nobiliarios, ocupar ciertos cargos
públicos, la riqueza, fueros personales, etc, y al mismo tiempo admiten una serie de prerrogativas
que favorecen al menos favorecido como los adultos mayores, los menores de edad, las personas
discapacitadas, la gente que carece de recursos para acceder a los tribunales, etc.
Ya hemos visto que para que se pueda dar la imparcialidad, primeramente debe existir un trato
igualitario. Sin embargo, esa igualdad formal, no es suficiente para que se pueda acceder a la
justicia, ya que ella es superficial, mientras que la igualdad material es aquella real, es decir, la que
ve igual a los iguales y desigual a los desiguales.
Para ejemplificar dicho razonamiento, resulta didáctico poner el caso de un juicio en el que las
partes son un trabajador que con mucho esfuerzo ha venido pagando el pequeño departamento
donde vive, que apenas se ajusta con los gastos de manutención de su familia, quien por causas
económicas se ha atrasado en el pago de la hipoteca; por la otra, se encuentra una institución de
banca múltiple con abogados encargados de recuperar la cartera vencida, que presionan a las
personas a pagar sin miramientos a su situación particular, sino simplemente ajustándose al
contrato. ¿Cómo debe actuar el juez?, ¿A quien le debe dar la razón?, ¿Está justificado el impago
del crédito?, ¿Se justifica la acción de los abogados del banco para requerir el vencimiento
anticipado del adeudo?, ¿Se justifica la pretensión del banco para cobrar los elevados intereses
pactados en el contrato?, ¿En que momento se hace justicia?, ¿El juez puede apartarse de las
cláusulas del contrato para hacer justicia? Todas estas interrogantes son interesante si y complejas
de resolver cuando se le mira desde el punto de vista de la igualdad material, pues a todas luces
estamos ante un caso en el que las contrapartes se encuentran en una situación de desigualdad.
Por el contrario, si se le mira desde una perspectiva de igualdad formal, la respuesta es más
sencilla, el juez debe actuar conforme a derecho, y en ese sentido, siendo imparcial, debe resolver
de acuerdo a las leyes, sin mirar si se trata de un banco o un pobre trabajador que vive con el
salario mínimo. ¿Se puede hablar de igualdad cuando el juez suple la queja del indefenso, del
vulnerable? Efectivamente es imparcial, si la ley prevé la figura de la suplencia de la queja para este
tipo de casos, de lo contrario, actuaría con parcialidad si llegara a beneficiar a cualquiera de las
partes de forma injusta, por no apegar su conducta a las leyes aplicables.
“Todas las personas son iguales ante los tribunales cortes de justicia. Toda persona
tendrá derecho a se oída públicamente y con las debidas garantías por un tribunal
competente, independiente e imparcial, establecido por ley, en la substanaciacón de
cualquier acusación de carácter penal formulada contra ella o para la determinación
de sus derechos y obligaciones de carácter civil.”
“Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un
polazo razonable , por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial
establecido con anterioridad por la ley en la substanciación de cualquier acusación
penal formulada contra ella, para la determinación de sus derechos y obligaciones de
orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter.”
Como se puede advertir, tal y como acontece en el caso del derecho a la libertad de expresión, en
el supuesto de la imparcialidad judicial, también se trata de un derecho fundamental, o al menos,
de un principio básico en cualquier sistema de administración de justicia. Lo cual nos lleva a
concluir que tanto la libertad de expresión como la imparcialidad judicial son pilares en cualquier
Estado Democrático de Derecho, estando ambos previstos en convenciones y tratados
internacionales, reconocidos y garantizados por el Estado mexicano a nivel constitucional, por lo
que todos los habitantes de la república tenemos derechos a disfrutar de ambos, por lo que es
deseable que, la conducta de los jueces sea plenamente garantizada por medio de las leyes.
La opinión pública ejerce, en ciertos asuntos, una fuerza descomunal y presión sobre los jueces
que tienen que resolver asuntos mediáticos que se dejan influencias por cuestiones
extraprocesales para dar solución a una controversia. En ese sentido, no existe aún, precepto legal
alguno que proteja al gobernado frente al actuar de los jueces que influenciados por cuestiones
fuera de juicio, emiten un fallo que va en contra de los intereses jurídicos de alguna de las partes.
58
En ocasiones, en los medios masivos de comunicación circula información tendiente a
desprestigiar a un juez en concreto o al aparato jurisdiccional en su conjunto, generando en el
ambiente social, un linchamiento público sobre asuntos que deben ser juzgados dentro de los
tribunales. En ese sentido, el juez debe ponerse una coraza, misma que le proporcionan las leyes
que debe aplicar, el expediente dentro del cual se encuentran todos los elementos que se
necesitan para juzgar un asunto determinado, la independencia e imparcialidad, para que su
comportamiento se apegue a derecho y no, a la voluntad del pueblo, que finalmente ignoran los
pormenores del caso, y emiten juicios sin conocer los elementos necesarios para juzgar.
Ante el derecho de los jueces a hacer públicas sus opiniones está el eventual choque o
confrontación con el principio de imparcialidad, principalmente cuando emiten una opinión
pública sobre asuntos que aún no resuelven, o sobre los que no se ha pronunciado sentencia
firme.
Conocer el criterio de un juez, antes de que dicte una sentencia es perjudicial para la correcta
administración de justicia, pues alguna de las partes puede ver sus intereses afectados antes de
resolverse el litigio. Ello, inclina la balanza de la justicia antes de haberse agotado todas las etapas
procesales, obvio, en detrimento de los derechos de una persona concreta.
En ese sentido, no se propone que los jueces y magistrados estén impedidos para ejercer la
libertad de expresión y su libre derecho a la información. Simplemente se propone que sean
cautos, respetuosos del Estado de Derecho y de las leyes, de los derechos de terceros, antes de
emitir una opinión pública, pues no son ciudadanos cualquiera, y sobre ellos reposa un poder del
Estado, “La administración de justicia”.
CAPÍTULO IV
EL JUEZ Y SU LIBERTAD DE EXPRESIÓN
Tipos de expresiones protegidas
Así, por regla general, debe considerarse que los jueces, como personas, son titulares de
los derechos a la libre expresión, comunicación de información y recepción de información
veraz.
La independencia e imparcialidad son elementos que definen la figura del juez y que
pueden verse en tela de juicio, cuando un juez ejercita la libertad ideológica en sus 59
diversas vertientes. Así, debe comentarse sobre qué se entiende por manifestaciones a la
libertad ideológica, en el sentido que es el “derecho a mantener las ideas y convicciones
de cualquier tipo sobre la sociedad y la comunidad política”122
En ese sentido, la libertad puede verse desde la perspectiva interior o puramente personal
del individuo, o desde el punto de vista de la manifestación exterior de tales pensamientos
y opiniones, o también desde el punto de vista exterior de tales pensamientos y opiniones.
No obstante, el hecho de que los jueces tengan libertad ideológica y, por ende, libertad de
expresión, no significa que los puedan realizar sin límites; y es que, en sí mismo, no
constituye un contrasentido o una disfunción con el cargo constitucional que les está
encomendado a aplicar y hacer cumplir la constitución y la ley; antes bien, los miembros
del poder judicial, de los tres poderes del Estado, son quienes se encuentran más
cercanamente a los ciudadanos, proximidad le permite al juez disponer de una mayor
capacidad de incidencia sobre su realidad más inmediata, en la que dirimen asuntos
relativos a la libertad y al patrimonio de las personas, pero en tanto que miembro
integrante de un poder del Estado, su estatuto profesional comporta que la emisión de sus
opiniones o informaciones en ocasiones puedan entrar en fricción con el ejercicio de la
función jurisdiccional que la constitución le atribuye.
De ahí que, el deber del juez -como sujeto independiente, imparcial y responsable de su
función, no implica que deba estar enclaustrado en un compartimento estancado o alejado
del entorno social, como tampoco sinónimo de ser un juez implicado activamente en el
devenir del contexto que le rodee, sino que precisamente la condición necesaria que debe
realizar el juez -como miembro de un poder encargado de aplicar la ley- es la de estar
distanciado de los avatares que rodeen su función jurisdiccional, sea cual fuere su
ideología y su concepción política.
122
Espín Templado, Eduardo, Los derechos de la esfera personal, en la obra colectiva, Derecho
Constitucional. El ordenamiento constitucional. Derechos y deberes de los ciudadanos, valencia,Tirant 60
lo
Blanch, 2000, p. 216.
Debe decirse que la independencia es la garantía constitucional atribuida al juez que le
reconoce libertad para interpretar la ley y el conjunto del ordenamiento jurídico, de forma
acorde con la constitución y sin constricciones provenientes de otros poderes públicos o
instancias privadas; así, el juez -como titular de la función judicial- habrá de disponer de
libertad de criterio y de actuación para la resolución de los litigios que le competen.
Esa independencia del juez constituye la garantía frente a los actos de la administración
pública y del poder legislativo, así como de otros sujetos, incluso los propios pares y
superiores de los juzgadores, la que asegura la existencia de un árbitro neutral en la
resolución de los conflictos de intereses.
Por ello es que, en el marco de tal libertad, el juez es independiente de otros poderes del
Estado, de otros jueces pares y de los propios tribunales superiores, pues la organización
jerárquica y las diferencias de grado entre jueces no pueden afectar en ningún caso el
derecho del juez a expresarse con toda libertad.
Y es que, esa libertad desaparece y puede devenir en arbitrariedad si la función del juez
es condicionada por el Poder Ejecutivo o el Legislativo, de ahí que la independencia del
juez protege al ciudadano frente al riesgo de actos arbitrarios que de los otros poderes del
Estado e, incluso, de órganos de administración del propio Poder Judicial.
Por tanto, los jueces han de ser responsables precisamente porque son independientes,
razón por la cual el ejercicio de su libertad de expresión ha de quedar modulado, pero no
limitado, en tanto que son miembros de un poder del Estado que les exige un indeclinable
deber de lealtad institucional con el mismo poder, ello, en función de los valores
constitucionales previstos en la constitución, tales como la libertad, igualdad, justicia,
pluralismo, entre otros muchos.
61
En el ejercicio de la función jurisdiccional, el juez ha de ser especialmente respetuoso,
tanto de las legítimas opciones que el legislador democrático concrete a través del
ejercicio de la potestad legislativa, como las que el Poder Ejecutivo tome para aplicar la
ley que en una mayoría política haya aprobado; y, en ese sentido, no es competencia del
juez valorar la conveniencia de la norma al aplicarla, esto es, la actividad jurisdiccional no
puede ser en ningún caso la vía a través de la cual el juez manifieste su eventual
desacuerdo o disenso como ciudadano o posición personal, tanto en el modo de resolver
como tampoco mediante expresiones de halago o descalificación, ya que sería una actitud
que no le corresponde.
De ahí que los jueces carecen de responsabilidad política porque no son libres, ya que en
su actuación jurisdiccional sólo están sujetos a la constitución y a las leyes, pero no a
ningún otro tipo de vinculaciones; y es que, el sometimiento del juez es, en exclusiva, a la
voluntad de ley, lo que excluye cualquier otra dependencia, incluida a la suya propia, esto
es, a su personal convicción en forma de preferencia personal o de orden subjetivo.
Por ello es que, con independencia de las legítimas convicciones de todo orden que
pueda tener el juez, la libertad de expresión debe quedar limitada por el respeto a la
voluntad del plural legislador; limitación que ha de estar presente en el ejercicio de la
función jurisdiccional, pero también al margen de ésta; además, ha de ser tenida en
cuenta a través de la debida lealtad institucional que, como servidor público, ha de
mantener con los otros poderes del estado, así como que los límites se concreten también
en las reglas de incompatibilidad en el ejercicio del cargo que son inherentes al Estado
democrático.
Luego, todo aquello que no permita o no coadyuve a una fundamentación jurídica de sus
decisiones incurriendo en la tentación de emitir juicios de valor innecesarios o superfluos
sobre la norma aplicable al caso, o incorporando observaciones de oportunidad al
respecto, será accesorio y prescindible, esto es, carentes de finalidad en función de la
actividad que implique la resolución judicial de una controversia entre partes
contendientes.
En otro aspecto, la imparcialidad es también una cualidad de orden objetivo que está
directamente vinculada al crédito social de la institución de justicia y a la propia legitimidad
del Estado; de ahí que la imagen de imparcialidad del juez es decisiva para la seguridad
de todo el orden jurídico y para el mantenimiento de su legitimidad, siendo entonces tal
circunstancia la que comporta al ejercicio de la libertad como limitado para garantizar la
autoridad y la imparcialidad del poder judicial.
Fuera de ello, en cuanto a tareas docentes, debe decirse que los jueces, por su elevada
cualificación suelen desempeñarse en el ámbito universitario, posgrados generalmente,
en donde son orientadores ideológicamente a sus alumnos con mayor libertad ideológica
y convicciones; así, las aulas universitarias, seminarios y conferencias puede constituirse
en un marco idóneo para que el juez docente haga uso de su libertad de expresión.
Y es que, las repercusiones no serán las mismas cuando las manifestaciones de opinión
se realizan por un juez en el curso de una clase de la licenciatura en el derecho que las
afirmaciones pronunciadas dentro de una conferencia o seminario en los que hay
presencia de los medios de información que pueden dar publicidad de lo sucedido; o, en
otro caso, cuando las manifestaciones de opinión aparezcan en un artículo jurídico
publicado en una revista científica, en donde el daño es menor.
Sin embargo, es necesario establecer cuáles deben ser los límites a tal ejercicio, para no
perjudicar la imagen de la independencia de la justicia con la emisión de opiniones
personales a través de medios de información y opinión en materias directamente
relacionadas con el ámbito de su competencia, para lo cual habrá de evitarse o realizarse
en todo caso con suma prudencia, teniendo en cuenta las premisas siguientes:
64
Deberes de sigilo y reserva, que excluyen la difusión de hechos conocidos durante la
intervención jurisdiccional del juez.
En ese sentido, debe decirse que dentro de la actividad de carácter jurisdiccional, el juez
representa al estado y de él sólo cabe esperar la exteriorización de los argumentos
jurídicos que sustentan su resolución; así, el juez interpreta el derecho de acuerdo a
reglas jurídicas que son la base de su resolución e independencia, por lo que en ningún
caso es permisible que emita o exprese pensamientos o ideología acerca del contexto
que rodee el caso sometido a su juicio, sin que ello impida considerarlo como un
ciudadano o un ser aislado del entorno social.
Por ello es que debe disponer de ideología y ser depositario de formación cultural y
jurídica, así como de convicciones políticas y sociales, como cualquier otro ciudadano, sin
que le sea posible exteriorizar tales concepciones personales; por lo que la ideología que
posee todo juez, y de la que por supuesto no debe estar excluido, no debe ser un
obstáculo ni tampoco ocuparse para mediatizar el ejercicio de la función jurisdiccional y
facilitar que el juez pueda hacer lo que quiera, antes bien, el juez debe quedar siempre
sujeto a los principios de constitucionalidad y legalidad porque éstos son los instrumentos
de su independencia y responsabilidad.
Lo anterior, de acuerdo con la constitución y las leyes que de ella emanen, por ser el
terreno donde el fruto del principio de independencia dispone de libertad para interpretar
su aplicación o, si se quiere, de libertad para expresarse, pero sólo jurídicamente; de ahí
que, cuando el juez realiza funciones jurisdiccionales no está ejerciendo su derecho a la
libertad de expresión, sino el cumplimiento de su función pública , de donde el juez no es
portador de una voluntad propia sino transmisor de la voluntad ajena que es la del Estado.
65
El juez debe mantener una especie de deber de sigilo a fin de guardar la contención fuera
de la jurisdicción, concretándose a mantener, especialmente, respecto de los casos que
son juzgados en su jurisdicción, o los que pertenecen a otra, pero que no resultan ajenos
a su conocimiento, con lo cual se trata de garantizar que no se revelen hechos o
circunstancias que son conocidas como consecuencia del ejercicio del servicio público
judicial.
De ahí que el ciudadano debe tener la confianza de que el juez no revelará los datos
procesales que le conciernen, por lo que el juez no podrá ejercer la libertad de expresión
ni tampoco el derecho a comunicar información sobre esos datos.
Durante la realización de un proceso y fuera del momento en el que el juez esté aplicando
el derecho y argumentando jurídicamente su decisión, se pueden producir
manifestaciones de opinión que afecten a cualquier otro elemento del proceso, o incluso a
uno ajeno al mismo; no es inverosímil que el juez pueda realizar algún comentario sobre
una de las partes o de sus representantes legales, sobre un testigo que intervenga sobre
el caso que está pendiente de resolución; sobre casos similares resueltos en el paso e
incluso pueda conceder una entrevista para hablar sobre su vida privada.
El juez debe disponer del derecho a ejercer su libertad de expresión siempre que, como
todo ciudadano, haciéndolo, no dañe derechos de terceros; en ese sentido, hay que
recordar el límite que juega el derecho al honor, la intimidad y la propia imagen, y que la
libertad de expresión no reconoce el derecho al insulto, pero, además, hay un segundo
límite que opera para el juez, y es, como ya se ha anotado, el de salvaguarda de la
imparcialidad, y la misma puede quedar objetivamente dañada si en el marco de un juicio
el juez realiza expresiones peyorativas o laudatorias sobre cualquiera de los que
intervienen en un proceso bajo su juicio.
En torno a la materia misma del proceso, debe estimarse prohibido para el juez, según se
anotó ya en parágrafos precedentes, por razón de la condición de imparcialidad e
independencia, que el juez opine de un caso pendiente de resolución, lo cual no puede
tener ninguna excepción, pues se relaciona precisamente con la potestad pública de
impartición de justicia.
En todo caso la participación del juez en programas de carácter político debe quedar
completamente prohibido, ya que al tener necesariamente que adoptar en el escenario
público una posición determinada sobre los temas más diversos, corre el riesgo de
comprometer su independencia y su apariencia de neutralidad, pues nada excluye que
posteriormente, cuando deba tener que decidir, sobre esas cuestiones, le pueda imputar
el haber adoptado una ideología de modo previo.
Si el juez decide acudir a los medios de comunicación, debe contenerse de modo extremo
en la expresión de sus ideas, porque corre el riesgo de implicarse en debate de la
controversia social o política que siempre estará presente; en ese sentido, no hay duda
que el juez como activista social corre el riesgo de comprometer su posición de árbitro en
la solución de controversias, por lo que, como se dijo, la regla general es el alejamiento
del debate público.
Cierto, aunque es verdad que la libertad ideológica adquiere tintes políticos y cuando
dichos ideales se defienden y comparten en la sociedad, debe estimarse que se entra en
los derechos de participación, porque los derechos políticos o de participación constituyen
la base y el instrumento de una sociedad democrática; sin embargo, el ejercicio de tal
derecho encuentra su limitación cuando la persona que lo ejercer pertenece a
determinada categoría profesional como la propia del juez, administrador de justicia
pública, puesto que la independencia distingue al juez de otros servidores públicos, y no
puede significar que el juez esté legitimado para ejercer una función política, salvo que
por el sistema de nombramiento se le revista tal legitimación.
En ese sentido, algunos partidarios del activismo judicial señalan, sin embargo, que toda
actividad judicial encubre necesariamente una actividad política y, por lo tanto, proponen
que se dé carta de reconocimiento a la misma, tales como Aulet Barros, quien sostiene:
“Derivaría en unas consecuencias que no son aceptables. Es cierto que toda actividad
judicial tiene algo de actividad política, en cuanto a menudo aquélla está dotada de un
margen de discrecionalidad inevitable. Pero ello no ha de confundirse con la necesidad de
que la actividad judicial haya de ser, al mismo tiempo, partidista, o sectaria, y, sobre todo
esencial o marcadamente política”123
Por otro lado, en cuanto al fenómeno de asociacionismo judicial, debe decirse que está
presente en otros sistemas jurídicos; en el caso de México, por lo regular, los estatutos de
asociaciones profesionales de jueces existentes en la actualidad se recogen fines
comunes, tales como defender y promover los principios, derechos y libertades
consagradas en la constitución, el garantizar la independencia judicial, defender los
intereses y derechos profesionales de sus miembros, potenciar la justicia como función al
servicio de la comunidad.
Quienes están en contra de la asociación de jueces, como medio para expresar ideas,
sostienen que representan un peligro para la independencia personal del juez, como una
especie de centro de presión indirecta sobre su propia conciencia, y trasladarlos a la
sociedad civil; en esta línea, y a pesar del intento de alejar a los jueces de la política, se
ha calificado al asociacionismo judicial como el instrumento fundamental de participación
de los jueces en la vida política; entendiéndose por tal el no llevar a cabo actividades
partidistas vinculadas directamente a alternativas políticas globales, sino a expresar y
defender ciertas ideas sobre la política judicial que comparten un determinado colectivo
de jueces dentro del cuerpo global de jueces y magistrados.
Así, se ha señalado que dicho fenómeno supuso, en principio, la señal del nacimiento en
el seno de la magistratura de una conciencia política capaz de constituir un instrumento
de presión a favor de la independencia de los jueces y de suscitar una reflexión crítica
acerca de las múltiples influencias ejercidas sobre la función judicial, enriqueciendo el
debate político general relativo a la justicia con contribución de las ideas propias
inherentes a estos grupos sociales.
O, lo que lo es lo mismo, surge del contraste entre dos deberes que conduce a un
conflicto: la obligación de cumplir una norma jurídica y el deber moral; se produce un
conflicto entre el imperativo jurídico y el imperativo de conciencia.
124
68
Lorena, Imparcialidad Judicial y Libertad de Expresión de jueces y Magistrados. Las recusaciones de
Magistrados del tribunal Constitucional, Thomson, Aranzadi, Madrid, España, 2008, p. 74.
En numerosas ocasiones sucede que el juez tiene que decidir sobre cuestiones ética,
política y socialmente controvertidas, lo cual puede colocar a un juez en una situación de
enfrentamiento con los dictados de su propia conciencia.
En el supuesto de que un juez se encuentre con un caso sin una solución claramente
preestablecida en el ordenamiento, el juez disfruta de un margen mayor para salvar, vía
interpretativa, la posible colisión que podría surgir entre su moral y lo establecido en las
normas. No obstante, como ya se había adelantado, es necesario que el juez justifique su
decisión basándose en criterios jurídicos y no personales, es decir, la interpretación no
puede basarse exclusivamente sólo en sus creencias, sino en principios generales del
ordenamiento.
Por ese motivo, los jueces no pueden ejercer el derecho a la libertad de expresión de
modo equivalente al de cualquier ciudadano, esto es, particularmente en cuanto a las
restricciones a tal derecho, antes bien, con mayor rigurosidad porque bajo la circunstancia
de expresiones indebidas pueden generar una imagen de desconfianza a la sociedad y,
por ende, de sospecha de parcialidad o, incluso, de decisión de la controversia a partir de
prejuicios subjetivos, lo que no es acorde con la imagen que debe generar un árbitro.
Conclusiones
Primera. La libertad de expresión es un derecho humano, cuyo ejercicio depende
de la voluntad de la persona, que se encuentra reconocido internacionalmente y
consagrado en nuestra Constitución Política.
71
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