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ELISEO VERÓN
La semiosis social
Traducido por Gilberto Giménez.
En primer lugar, es evidente que desde el punto de vista del análisis del
sentido el punto de partida no puede ser más que el s entido producido. El
acceso a la red semiótica implica siempre un trabajo que se realiza sobre
fragmentos extraídos del proceso semiótico y que, por lo tanto, se relaciona con
una determinada cristalización (resultado de la intervención del análisis) de las
tres posiciones funcionales. De este modo se trabaja sobre e stados, que no sino
pequeños trozos el tejido de la semiosis transformados en productos por el
recorte practicado. La posibilidad de cualquier análisis de sentido descansa en
la hipótesis fundamental de que el sistema productivo deja huellas en los
productos; dicho de otro modo, se funda en la hipótesis de que el primero
puede ser reconstruido (fragmentariamente) a partir de una manipulación de
las últimas. Así, cuando analizamos productos apuntamos, en realidad, a
procesos.
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Objeto discurso Análisis de la producción discursiva Funcionamient
o social
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Estos conjuntos -en otro lugar hemos insistido sobre este punto- nunca
son idénticos: las condiciones de producción de un conjunto significante no
son las mismas que las de reconocimiento. La separación entre producción y
reconocimiento es variable en extremo, según el nivel de funcionamiento de la
semiosis en el que uno se sitúa y según el conjunto significante estudiado. En
todo caso, siempre nos encontramos con estos dos tipos de “gramáticas”; el de
producción y el de reconocimiento. En cambio, no existen -propiamente
hablando- huellas de la circulación: el aspecto “circulación” no puede hacerse
visible en el análisis más que como separación precisamente entres estos dos
conjuntos de huellas: los de la producción y los del reconocimiento. El concepto
de circulación, en efecto, no es más que un nombre de esta separación. Por
consiguiente, hay dos planos fundamentales en una teoría del sentido en
cuanto engendrado por su sistema productivo: el uno concerniente a la
reconstrucción de gramáticas de producción y el otro a la de gramáticas de
reconocimiento.
La semiosis social es una red significante infinita tanto desde el punto de
vista sincrónico como diacrónico. Esta red posee en todos los niveles la forma
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Aunque es verdad que ninguna otra teoría ha sido tan decisiva en este
ámbito como la marxista, en el momento actual ella (o al menos cierta versión
de ella) constituye un obstáculo para el desarrollo de una reflexión sobre el
funcionamiento de lo ideológico. La tendencia a la reificación de los conceptos
se ha acentuado particularmente en la teoría marxista contemporánea, si se la
compara con los textos “clásicos”. La “ misplaced concretness” ha hecho
estragos en ella. De este modo, la distinción infraestructura/superestructura ha
sido retomada y fijada como concepción gnoseológica o más bien piramidal de
la sociedad, pretendiendo que esta última se halla constituida por capas
superpuestas. Esta concepción acarrea consecuencias bien conocidas: la base
(ajena por supuesto a lo ideológico, que se encontraría en otra parte) es
“determinante en última instancia”; la superestructura “la sigue” bien que
mal, o se afirma que la superestructura ùede llegar a ser relativamente
autónoma respecto a la base, pero que lo político se halla más cerca de la base
que lo ideológico literario, por ejemplo. Este mismo espíritu de reificación ha
producido el curioso concepto de “práctica ideológica”, como si lo ideológico
fuera algo que se encontrara “en alguna parte”, o como si lo ideológico
estuviera colocado “al lado” de lo económico y de lo político en el interior de
una misma serie homogénea.
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significantes muy diversas (el discurso escrito, los comportamiento, los filmes,
el espacio -¿acaso no ha llegado a hablarse de “arquitectura fascista”?-, etc.).
Las condiciones de esta inversión (el proceso de producción) c
iertamente no son
las mismas para las diversas materias significantes: cada una de ellas define un
ámbito de restricciones específicas que se imponen a las operaciones
discursivas de inversión de sentido.
Tal vez sea útil evocar rápidamente algunas consecuencias de este punto
de vista que afectan a concepciones más o menos tradicionales (pero cuyo
clasicismo no impide que persistan en muchas teorías, sino todo lo contrario).
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Pòr otra parte, el concepto de lo ideológico nada tiene que ver con
cualquier noción de deformación o de ocultamiento de alguna pretendida
realidad. Vuelvo así a la cuestión de la relación ciencia-ideología que discutí en
un capítulo precedente. El discurso científico es típicamente un producto
social. En el plano de los discursos sociales no puede darse ningún sentido que
pueda ser calificado como no ideológico; lo contrario significaria que puede
producirse algún sentido al margen de cualquier restricción impuesta por la
producción, lo que sería absurdo. En cambio, puede hacerse una distinción
entre “efectos de cientificidad” y “efecto ideológico”, que compete al
reconocimiento y no a la producción. Cabe formular esa distinción así: la
diferencia entre el efecto de sentido discursivo llamado “conocimiento” y el efecto
ideológico concierne al poder de los discursos. El efecto de la cientificidad”
descansa sobre una especie de desdoblamiento: se reconoce al discurso como
referido a su propia relación con la realidad que describe. Esta doble relación se
obtiene cuando un discurso que, como todos, se halla sometido a determinadas
condiciones de producción, se presenta precisamente como sometido a
determinadas condiciones de producción. En otras palabras: la relación del
discurso a su referente lleva la marca de la relación del discurso con ssu
condiciones de producción. El “efecto ideológico”, en cambio, es propio del
discurso absoluto; es decir, del curso que se presenta como el único discurso
posible sobre aquello de que habla. Pero ambos efectos de reconocimiento
tienen lugar, necesariamente, en discursos que son ideológicos en cuanto a su
producción.
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Pues bien, estas estrategias no existen fuera de los paquetes significantes que
las sostienen; no existen fuera de la conexión de los innumerables discursos
que atraviesan la sociedad con las relaciones sociales; no existen fuera del
empalme de las producciones de sentido y los reconocimientos de sentido en
una semiosis bien descrita por Peirce como infinita.
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3. El sujeto semiotizado
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legalidad que desborda toda “conciencia” que el sujeto pueda tener acerca del
sentido.
El recurso a la muerte del Padre, al Edipo o la transferencia se acomoda a todo. Como se
supone que estos “conceptos” freudianos pueden ser utilizados con cualquier fin, no es difícil
fijarlos sobre las regiones oscuras de la historia (...) Se los acomoda ahí donde una explicación
económica o sociológica deja algún residuo. Literatura elíptica, arte de presentar los
desperdicios o sentimientos de una cuestión, si; pero análisis freudiano, no.
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En relación a este “encuentro” entre teoría del sujeto y una teoría de la
producción social del sentido, es preciso señalar la importancia de una
problemática que ha ido progresando lentamente estos últimos años: la de los
dispositivos de la enunciación. Considerarlos de un modo general plantea
enormes problemas, porque si bien es cierto que sabemos algo acerca de su
funcionamiento en el ámbito de la materia lingüística, queda totalmente por
hacer la teoría de estos dispositivos en cuanto toman cuerpo en materias
diferentes a la del lenguaje. A esto se añade el hecho de que el contexto
discursivo, es decir, la combinatoria particular propia de los paquetes
significantes, afecta al dispositivo de la enunciación en el interior de cada
materia. Por ejemplo, es evidente que este dispositivo, tal como funciona en la
materia lingüística que puede formar parte de un discurso fílmico, ya no es el
mismo que el que caracteriza la enunciación de la actividad del lenguaje
propiamente dicho, sea éste oral o escrito. Aun permaneciendo dentro de los
límites del discurso lingüístico, no se puede exagerar la importancia del
análisis de la enunciación si al mismo tiempo no se comprende que, en última
instancia, este análisis no concierne a un “aspecto” del discurso, no se halla
referido a algún “nivel” de funcionamiento de la discursividad, sino que
implica (o, en todo caso, debería implicar) una transformación global de la
concepción que se tiene acerca de la actividad del lenguaje. El dispositivo de la
enunciación, que se halla entrelazado por todas partes con las operaciones
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