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¿QUÉ ES?
Se dice entre los adultos que alguien es muy inocente, cuando carece de
conocimientos o experiencias vitales, lo que lo hace vulnerable a los actos
maliciosos de sus semejantes. En este caso aparece como sinónimo de
ingenuo. Por ejemplo: “Juan es tan inocente que le creyó a su novia todas
las mentiras” o “la profesora es tan inocente que aprobó a su alumno sin
darse cuenta de que se copió el examen”.
Perdemos la inocencia (y bien está que sea así) cuando nos alejamos del
hogar familiar y de los halagos de nuestros padres, pero nos pasamos la
vida tratando de recuperar la beatitud que obtenemos con ella buscándola
en brazos del ser amado. Empresa vana, porque el amor es cosa
perecedera, de tal modo que los momentos de inocencia en la pasión
amorosa son muy pocos y demasiado efímeros. Así pues, el inocente es un
badulaque enamoradizo que se arrastra de decepción en decepción.
¿Por qué entonces incurrimos una y otra vez en actitudes inocentes si está
escrito que habrán de ser frustradas? ¿Por una inútil rebelión contra el paso
del tiempo? No. Tratamos de permanecer inocentes porque vamos en
busca de verdades literales: estamos convencidos de que hay un mundo
que es tal cual y que es el nuestro; y de este modo acabamos por ser
víctimas propiciatorias de todos los engaños, las ilusiones y las
maquinaciones tramadas por otros.
¿POR QUÉ?
Por otra parte, el término inocente se emplea con frecuencia para referirse a
alguien que despliega un comportamiento ingenuo o un pensamiento de
este tipo. Juan es tan pero tan inocente que cree que puede cambiar él solo
la fuerte corrupción enquistada en la empresa desde hace años.
Si fuéramos conscientes de que una vida que crece es todo lo que hay de
divino en el mundo, a lo mejor nos lo pensaríamos dos veces antes de
volver a decir » así se van curtiendo».
Perdemos la inocencia (y bien está que sea así) cuando nos alejamos del
hogar familiar y de los halagos de nuestros padres, pero nos pasamos la
vida tratando de recuperar la beatitud que obtenemos con ella buscándola
en brazos del ser amado. Empresa vana, porque el amor es cosa
perecedera, de tal modo que los momentos de inocencia en la pasión
amorosa son muy pocos y demasiado efímeros. Así pues, el inocente es un
badulaque enamoradizo que se arrastra de decepción en decepción.
¿Por qué entonces incurrimos una y otra vez en actitudes inocentes si está
escrito que habrán de ser frustradas? ¿Por una inútil rebelión contra el paso
del tiempo? No. Tratamos de permanecer inocentes porque vamos en
busca de verdades literales: estamos convencidos de que hay un mundo
que es tal cual y que es el nuestro; y de este modo acabamos por ser
víctimas propiciatorias de todos los engaños, las ilusiones y las
maquinaciones tramadas por otros.