Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
El abandono puede ser tomado como una experiencia iniciática tan impactante como la del
propio nacimiento. De hecho, una elaboración del trauma posibilitará un nuevo nacimiento.
EL ABANDONO PATOLÓGICO
Una persona que se siente abandonada puede ser presa de ira, depresión, tristeza, miedo
o pereza. Si, no se extrañen: la pereza es una forma sutil de autodefensa. Modernamente
se la ha venido a llamar procrastinación: el arte de abandonar o postergar asuntos, tareas,
relaciones, afectos y potenciales. Cualquiera de nosotros podría hacer un abandonómetro
o procrastinómetro hecho a base de las siguientes preguntas: ¿cuántas excusas pone uno
para no clarificar una situación confusa o atascada? ¿cuántas tareas relacionadas con el
hogar o con la atención familiar están pendientes de ejecutarse? ¿cuántas excusas se
pone uno para no reconciliarse con una persona querida? ¿cuántas cosas perjudiciales
para la salud uno permite a sabiendas? ¿hasta qué punto puede traicionarse el propio
potencial, la creatividad y lo auténtico en nombre de la seguridad, la comodidad o el
miedo? ¿hasta qué punto puede soportarse una relación insatisfactoria? ¿hasta qué punto
se puede estar negando la atracción que se experimenta por otra persona? Etcétera. La
inseguridad a la hora de asumir decisiones arriesgadas puede ser una resonancia de esa
vieja herida relacionada con el abandono y que se manifiesta como un temor que quedarse
sólo si uno contradice los deseos de los demás.
Aunque pueda tratarse como asunto independiente, una forma de abandono encubierta es
la sobreprotección que algunos niños experimentan y que en la vida de adultos se
manifestará con señales muy parecidas a las del abandono. Un adulto que de niño fue
sobreprotegido puede ser tan aprensivo, temeroso y desconfiado como otro que fue
abandonado. No obstante, y puesto que a un niño no se le puede sobreproteger sin
aniquilar su libertad, el sentimiento y sus consecuencias son idénticas a las del abandono.
En realidad, la sobreprotección es una máscara del abandono: es un secuestro en toda
regla.
Así, pues, tanto si el niño ha sido abandonado o sobreprotegido, el dolor, la minusvalía y la
falta de desenvoltura afectiva pueden ser calcadas.
EL MIEDO A LA LIBERTAD
Dar de comer a este dolor impide experimentar el verdadero miedo de fondo: el miedo a la
libertad. Al hacer del sentimiento de abandono un culto y colocar el anhelo protector de los
demás como prioritario, acabamos reclamándoles irracionalmente un reconocimiento y nos
convertimos en sus esclavos (síndrome de Estocolmo). De este modo acabamos actuando
en detrimento de la propia dignidad y libertad.
El abandono que no se olvida
:: Rosemeire Zago ::
¿Cuántas veces, aun estando en presencia de alguien, tenemos la nítida sensación de que en
cualquier momento podemos ser abandonados? ¿Cuántas veces, ante un retraso, sentimos
verdadero pánico? ¿Cuántas veces nos desesperamos ante la posibilidad de que la persona
amada pueda dejarnos?
Quien ha vivido el abandono durante la infancia puede sentir un miedo incontrolable a que le
dejen, procurando evitar a toda costa ser abandonado nuevamente. Cuando hablamos de
abandono, éste no lo es solamente en casos en que un crío es literalmente abandonado por sus
padres, por quienes esperaba ser amado y cuidado, sino aquellos que son abandonados a
través de la negligencia de sus necesidades básicas, de la falta de respeto por sus sentimientos,
del control excesivo, de la manipulación por la culpa, aunque ocultos, durante la infancia. Las
criaturas abandonadas, psicológica o realmente, entran en la vida adulta con una noción
profunda de que el mundo es un lugar peligroso y amenazador, no confiando en nadie porque
en realidad no han desarrollado mecanismos para confiar en sí mismas.
La sensación de ser valorado es esencial para la salud mental. Esa certidumbre debe ser
obtenida en la infancia. Por eso la calidad del tiempo que los padres dedican a sus hijos indica a
éstos el grado en que sus padres les valoran. Por otra parte, el niño que es verdaderamente
amado, sintiéndose valorado cuando crío, aprenderá a cuidar de sí mismo de todas las maneras
que fueren necesarias, no abandonándose cuando adulto. Al igual que los niños que pasaron la
mayor parte de su tiempo con personas que eran pagadas para cuidar de ellos, en colegio
interno, distante de sus padres, sin recibir amor verdadero, aun teniendo todo lo que el dinero
puede comprar, podrán ser unos adultos semejantes a cualquier otro que de niño haya tenido
un hogar caótico y disfuncional, crecido con el sentimiento de ser poco valioso, no merecedor
del cuidado de nadie, pudiendo tener mucha dificultad para cuidar de sí mismo. O sea, la
manera en cómo nos cuidamos cuando adultos, muchas veces refleja la manera en cómo
fuimos cuidados de niños.
Tenemos que llegar al punto de perdonar a aquellos que de alguna forma nos han abandonado
o causado un dolor profundo. Para algunos, esa es una tarea fácil, pero hay que admitir que
para otros puede ser prácticamente imposible. ¿Cómo perdonar a un padre bruto, que le hacía
trabajar desde muy pequeño, o pedir dinero, que consumía después en el juego y la bebida?
¿Cómo perdonar a un padre que abusó sexualmente de la hija, o psicológicamente del hijo?
¿Cómo perdonar a una madre que encerraba a los hijos en el armario o en la habitación de al
lado, mientras se encontraba con otro hombre dentro de la casa, o cuando dejaba a los hijos
solos en casa diciendo que iba a trabajar, cuando verdaderamente iba a divertirse? ¿Cómo
perdonar a unos padres que siempre han ocultado la verdad, insistiendo en la mentira? ¿Cómo
perdonar a un hermano que abusó sexualmente de la hermana? ¿Cómo perdonar a un padre
que pegaba constantemente a la madre en presencia de los hijos? ¿Cómo perdonar a aquellos
que robaron la infancia y la inocencia de muchos críos? ¿Cómo perdonar a aquellos que te
dejaron, que te abandonaron? No es posible perdonar si el perdón se entiende como negación
del hecho, pues es preciso sentir el dolor que ha quedado reprimido en nuestra alma. Perdonar
no significa aceptar, sino permitirnos sentir y expresar toda la rabia y dolor reprimidos y
encontrar caminos saludables que puedan transformar esos sentimientos en experiencia y
aprendizaje.
Al hacernos más conscientes de nuestras heridas, entre ellas las generadas por el abandono,
podemos actuar sobre aquello que hemos vivenciado, aprendiendo a respetar nuestros
sentimientos más profundos, asumiendo la responsabilidad por los cambios que podemos
permitirnos vivenciar en el momento presente. No se trata de regreso al hogar, porque muchas
veces ese hogar nunca ha existido. Es el descubrimiento de un nuevo hogar, el que cada uno
de nosotros puede construir, sin abandonarse más.
Superar el abandono:
En principio deberíamos retroalimentar nuestra mente con
mensajes y conversaciones que nos den poder personal en lugar
de restarlo. ¿Qué quiero decir? Que debemos dejar de pensar
en el abandono como una posibilidad para nosotras. Y
entender al abandono en si mismo o posibles de sujetos de él,
cuando estemos en situaciones de indefensión. ¿Entiendes?
Te abandona quién te atropella en la calle y huye.
Te abandona quién debe darte una medicina que tú no puedes proveerte sola.
Te abandona quién no te da primeros auxilios.
Te abandona quién en una situación extrema no te da de comer…
Es decir, debemos empezar a ver al abandono en relación a un contexto
deindefensión.
Eso quiere decir que debes dejar de sentirte
“abandonada” porque tu marido o novio no quiera estar
más contigo. O porque tu marido se fue con una mujer
menor. Esta discriminación es fundamental. Porque ya
no somos niñas. No necesitamos realmente de nadie más
allá de nosotras mismas para vivir. En un tiempo inicial
necesitábamos de verdad de nuestros padres para vivir,
ellos nos proveían los alimentos, la vestimenta, la
recreación. Si ellos no actuaban si nos abandonaban en
nuestras necesidades, urgencias que NO podíamos cubrir
por nosotros mismos. Pero ahora no requieres de eso; contigo misma es más que suficiente,
que elijamos vivir y compartir con otros no implica que no podamos hacerlo solas.
Cuando empieces a aceptar que nadie en una situación de no indefensión te abandona, que
las relaciones tienen fecha de caducidad, que todo es relativo, aprenderás a vivir sin el
apego que te vuelve vulnerable a los cambios.
Sólo te abandonas tú, cuando no confías en
ti,cuando crees que si el otro no te ama tú no tienes sentido;
cuando “crees necesitar de los demás” para ser feliz, cuando
no te das cuenta que tienes una vida que te pertenece,
cuando sólo tú eres responsable de tu vida.
Esa sensación inexacta de abandono es una conversación
interna que cierra posibilidades para tu vida de adulto.
Muchas mujeres la tienen pero quienes están reclamando ese
abandono no son ellas de adultas, sino sus niñas heridas. Si
de pequeñas no fueron satisfechas tus necesidades de
amparo, contención y amor; de grande tu niña hará los
berrinches pertinentes. Exigirá un amor desmedido, una
cuota de atención extrema.
Suelta el pasado, revela tus carencias, hazte consciente de lo que requieres. Ve por ello.
Si tienes una pareja que se termina, si dejan de amarte como mujer, si ya no existe el
atractivo físico, no te azotes creyendo “tú eres la culpable”, “que siempre será así”, piensa
que mientras duró fue bello, piensa que él ha sido un maestro en tu vida. Se terminó una
relación. Pero nadie más que tú misma termina contigo. ¿Entiendes?
Autor: Chuchi González.
El abandono que no se olvida - Parte III
Acesse o conteúdoEl abandono que no se olvida - Parte III
Acesse o conteúdo completo em: http://www.stum.com.br/conteudo/c.asp?id=13882&onde=1
completo em: http://www.stum.com.br/conteudo/c.asp?id=13882&onde=1
El ser humano, como el resto de los mamíferos con quienes comparte el sistema límbico, tiene
una fase de su vida en la que es completamente vulnerable y dependiente de que otro, un
adulto, le cuide. Esta fase de nuestra vida es especialmente importante porque en el caso de
ser abandonados moriríamos (o eso siente un niño que no sabe nada de servicios sociales,
etc.). ¿Y qué nos asegura que no seremos abandonados? El Amor. El cariño de nuestros
padres es la garantía de que nos cuidarán y, por tanto, sobreviviremos en este mundo que nos
desborda.
Todos hemos sido en algún momento dependientes, y hasta cierto punto lo seguimos siendo, y
si no hemos transitado con seguridad esa etapa, cada vez que en nuestra vida tengamos la
posibilidad de un abandono emocional nuestro sistema límbico disparará la señal de peligro
grabada cuando éramos niños, es decir una señal de peligro vital, y nuestra mente racional
tratará de buscar desesperadamente una solución. Esta solución puede venir por varios
caminos, una es tratar por todos los medios que el otro no nos abandone (como niños
indefensos que se mueren sin el adulto que les cuide), otra es encontrar una explicación que
por lo menos nos de la seguridad de que somos dignos de ese amor que perdemos y que
seremos merecedor de él en el futuro (pero volvemos a depender de que otro nos quiera para
sentirnos seguros).
Por eso en una ruptura le damos tantas vueltas a lo que el otro ha hecho, a por qué nos ha
dejado y, sobre todo, tratamos de buscar una explicación que nos dé cierto poder sobre lo que
ha pasado para poder controlarlo. El problema es que la mayoría de las veces las razones de
una ruptura amorosa son inexplicables racionalmente, en ocasiones aunque todo vaya bien hay
algo que no funciona a nivel emocional, la pasión, el deseo, la conexión o la magia se han ido.
Otras veces el problema es exclusivamente de la otra persona que puede tener miedo al
compromiso, no desea lo mismo que nosotros o no siente las cosas de la misma manera. O
incluso que a veces las cosas, simplemente no son.
Así nos encontramos en un callejón sin salida, si nos culpamos a nosotros tenemos más
control pero nos llenamos de la inseguridad de no sentirnos validos y eso, si tenemos un
conflicto, es un peligro vital. Si le echamos la culpa al otro quizá nos sintamos más seguros
pero perdemos el control de la situación, depende del otro, y también saltan las alarmas. Por
eso las rupturas emocionales son tan dolorosas y los estudios dicen que incluso se sufre (de
sufri-miento) más cuando pierdes a la pareja por un abandono que cuando se muere (que
provocaría más dolor).
Quizá la única salida a este embrollo sea construir una relación con nosotros mismos que nos
permita llenar de ese amor que no percibimos a ese niño que un día fuimos, a esa parte de
nosotros que sufrió carencias y arrastra la inseguridad. Quizá por eso tanta gente opina que
para querer a otro de una manera sana primero tengamos quequerernos a nosotros
mismos. Mientras busquemos esa seguridad fuera siempre nos sentiremos en peligro y
necesitaremos al otro para sentirnos seguros. Y la necesidad siempre ahoga al Amor,
porque el Amor por definición siempre es libre