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Obras completas
I - ESCRITOS ESPAÑOLES
(1928-1938)
Volumen 1
NUEVA BIBLIO TECA MEXICANA
181
Director
Miguel León-Portilla
Comité asesor
Olga Elizabeth Hansberg
Guillermo Hurtado
Andrés Lira
Alejandro Rossi (†)
Pedro Stepanenko
Aurelia Valero
Luis Villoro (†)
Ramón Xirau (†)
COORDINACIÓN DE HUMANIDADES
Programa Editorial
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS
José Gaos
OBRAS COMPLETAS
I - ESCRITOS ESPAÑOLES
(1928-1938)
Volumen 1
Prólogo
Agustín Serrano de Haro
Coordinador de la edición
Antonio Zirión Quijano
Temas: Filosofía.
Clasificación: LCC B1019.G28 2017 | DDC 199.72-dc23
COORDINACIÓN DE HUMANIDADES
Programa Editorial
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS
Esta edición y sus características son propiedad de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin autorización escrita
del titular de los derechos patrimoniales.
Los escritos españoles de José Gaos que al cabo de tantos años vienen
felizmente a reunirse en esta edición mexicana de Obras completas son
quizá el conjunto más singular de primeros trabajos de un filósofo
contemporáneo de que pueda ofrecerse noticia. La compilación no
se limita a incorporar los frutos iniciales de una vida intelectual y una
carrera académica que se abren paso, sino que añade las memorias
y aun los ejercicios de las propias oposiciones a cátedras de enseñan-
zas medias o universitarias; da asimismo a conocer cursos universita-
rios íntegros de los que hasta hoy se ignoraba que hubiera base textual
en que respaldar el recuerdo asombrado de los asistentes; rescata in-
tervenciones públicas y cartas privadas del filósofo en la Guerra Civil
española, en que puede leerse su original reflexión sobre la contienda,
etc. Ciertos detalles de la recopilación toman incluso un aspecto
paradójico. Pues entre estos escritos “españoles” se cuentan, por
ejemplo, los únicos que su autor compuso en una lengua distinta de
la suya materna. O bien, y con mucha mayor relevancia, del total
de las miles de páginas que la pluma ágil de Gaos produjo entre 1923
y 1938, lo que aquí falta excede con mucho de lo que aquí consta.
Un cúmulo enorme de ausencias, justificadas unas, inevitables otras,
circunda con llamativa desproporción a las poderosas presencias.
Claro que, bien miradas, todas estas peculiaridades, singularidades y
paradojas no vienen sino a confirmar que la denominación de “es-
pañoles” conviene de una manera especial e imprescindible a esta
sorprendente reunión de textos filosóficos. Mucho mejor que otras
caracterizaciones al uso, del tipo “primeros escritos” o “escritos de
juventud”, el gentilicio de nacionalidad acierta de lleno con la cir-
cunstancia más distintiva de su gestación y encierra también la clave
de esas desapariciones forzosas que han de brillar por su ausencia.
Ligados en plenitud a la circunstancia española, los escritos pri-
meros de Gaos son al mismo tiempo el testimonio vivo de una
vocación filosófica que tiene contados parangones en el mundo
hispanoparlante. Un “vocado a la filosofía”, que se formó en el
AGUSTÍN SERRANO DE HARO
8
2 Carlos Llano Cifuentes, Ensayos sobre José Gaos: metafísica y fenomenología, unam,
México, 2008, p. 11. La fuente oral de Llano es el propio damnificado.
3 La preferencia recaía sobre el manuscrito original de Husserl que Gaos estaba tra-
duciendo y que, dicho sea de paso, se perdió más adelante y nunca ha aparecido. Todo el
episodio del rescate fue evocado por Gaos en 1942 en “Unas meditaciones de aventura”
y puede leerse en: Obras completas, vii, pp. 330-334. Acerca de la persona que accedió
a su vivienda en ruinas —el tránsito de civiles estaba prohibido en la zona— ofreció
Gaos, en cambio, dos versiones. El artículo recién citado atribuye el mérito al profesor
Rubén Landa. Pero en la “Nota sobre la traducción de Husserl” (Obras completas, vii,
p. 365), que luego se incorporó a su introducción a Meditaciones cartesianas, el mérito se
atribuye a su hermano Ángel, que era miembro de las milicias que defendían la capital.
AGUSTÍN SERRANO DE HARO
10
4 Pues en diciembre de 1936 no sólo sobrevoló Gaos Alemania desde el avión que le
llevaba a Suecia en representación oficial de la República, sino que el aparato de bandera
francesa aterrizó en el Hamburgo nazi para una escala imprevista. Gaos se percató a
tiempo del peligro que corría y se negó a descender de la aeronave. No llegó a pisar
por tanto el país de tantos de sus traducidos… Cuenta esta curiosa anécdota Ángeles
Gaos de Camacho en Una tarde con mi padre —Instituto Politécnico Nacional, México
D.F., 2007, p. 46—. (Del espléndido trabajo de Aurelia Valero José Gaos en México. Una
biografía intelectual 1938-1969 —El Colegio de México, México, 2015, p. 41— tomo la
corrección de que el suceso ocurrió en Hamburgo, en lugar de en Berlín.)
5 Vid. Antonio Jiménez García, “La labor traductora de José Gaos (1900-1969)”,
en Anales del Seminario de Historia de la Filosofía 18 (2001), pp. 219-235.
PRÓLOGO
11
Meditaciones cartesianas (Obras completas, vii, pp. 285-300). Sobre toda esta problemática
es imprescindible el penetrante ensayo de Antonio Zirión “Gaos: ¿fenomenólogo?”,
en León Olivé y Luis Villoro (eds.), Filosofía moral, educación e historia. Homenaje a Fernando
Salmerón, Facultad de Filosofía y Letras e Instituto de Investigaciones Filosóficas de la
unam, México, 1996. Puede consultarse también el ensayo de Javier San Martín “En
la estela de Ortega y Gaos: Fenomenología y antropología”, en el mismo número del
Boletín de estudios de filosofía y cultura Manuel Mindán.
AGUSTÍN SERRANO DE HARO
18
20 Vid. sobre todo “Salvación de Ortega”, p. 140, y también “Los dos Ortegas”, p. 143.
La paginación remite a la reciente y muy cuidada edición de José Lasaga Medina: José
Gaos, Los pasos perdidos. Escritos sobre Ortega y Gasset, Biblioteca Nueva/Fundación
José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón, Madrid, 2013.
AGUSTÍN SERRANO DE HARO
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27 Esta última expresión entrecomillada está tomada de la lección tercera del curso
en torno a Galileo.
28 P. 928 del volumen 2 de este tomo.
AGUSTÍN SERRANO DE HARO
28
ya a otra filosofía que sea más radical, que traiga una mejor solución
del “problema de la filosofía actual” o una superación definitiva de
la antinomia. Al disidente del raciovitalismo y raciohistoricismo sólo
le cabe entonces una revisión incesante de la filosofía contemporá-
nea, pero para verla desembocar en la “explosiva concreción” del
vivir personal conviviendo con otros. Tal será, andando el tiempo,
el sentido del testimonio autobiográfico de Gaos: la confesión per-
sonal no ya de un viviente en el mundo, sino de un viviente-filósofo
que trasmite ante todo una decepción, que rememora su vida puesta
a la posibilidad de la filosofía primera y que advierte cómo la apues-
ta, que no se ha cumplido con éxito, tampoco admite ser olvidada,
acallada, reconducida.
34 Cfr. José Luis Abellán, Historia crítica del pensamiento español 5/III, Espasa-Calpe,
Madrid, 1991, pp. 229-231. (Se repite literalmente en José Luis Abellán y Tomás Mallo,
La Escuela de Madrid. Un ensayo de filosofía, Asamblea de Madrid, Madrid, 1991, pp. 9-10.)
35 Cfr. Julián Marías. Una vida en la verdad, Biblioteca Nueva, Madrid, 2008; en particu
lar el capítulo IV: “La Historia de la filosofía y la Escuela de Madrid”.
PRÓLOGO
33
38 Este resumen sigue la crónica de Augusto Pérez-Victoria, El fin de una gran esperanza.
1936: El último curso en la Universidad Internacional de Verano de Santander, Aula de Cultura
Científica, Madrid, 1989.
39 Aurelia Valero, José Gaos en México. Una biografía intelectual 1938-1969, p. 37.
40 La narración más completa de estos hechos está contenida en la carta que Morente
desde París le escribe a Ortega en Grenoble el 4 de octubre de 1936: “A mediados de
septiembre el ministro de I.P. [Instrucción Pública], el comunista Fernández, nombró una
comisión para depurar al profesorado universitario. La comisión se componía de cuatro
catedráticos y diez estudiantes. Entre los catedráticos estaba Pepe Gaos. Inmediatamente
se habló de mí y los estudiantes pidieron mi destitución de catedrático juntamente con
la de otros muchos, y toda la Facultad. Pepe Gaos me defendió bravamente; pero no
encontró el apoyo de nadie (Carrasco era uno de los catedráticos) y la tensión llegó
al punto de amenazar los estudiantes a Gaos con una acusación ante la Agrupación
socialista por contrarrevolucionario, fundándose en que me defendía. Luego me avisó
secretamente Besteiro de que me marchara enseguida pues sabía que mi vida estaba en
peligro; al parecer —como luego supe— los estudiantes, temiendo que el Ministerio
no aceptase su propuesta de dejarme cesante, habían resuelto provocar mi muerte”. La
carta íntegra la reproduce José Ortega Spottorno en Los Ortega, Suma de Letras, Madrid,
2003, pp. 362-363. Una versión coincidente casi por completo es la que proporciona
Manuel Mindán en Testigo de noventa años de historia, pp. 335-336. Mindán se basa en las
conversaciones que él mismo mantuvo con Morente y con Gaos a raíz de los sucesos.
41 “Me dijo Gaos que estaba disgustadísimo quizá con el disgusto más grande de
su vida; que había hecho todo lo posible por evitarlo, pero que se había quedado sólo
con su voto”, en Manuel Mindán, op. cit., p. 335.
AGUSTÍN SERRANO DE HARO
36
42 El
testimonio más claro se encuentra en la carta de Gaos a Francisco Rome-
ro —Obras completas, xix, pp. 174-175—, pero no es el único —Obras completas, vii,
pp. 331-332—. A este respecto debe leerse la Introducción de José Lasaga a su edición
citada de los escritos de Gaos sobre Ortega.
PRÓLOGO
37
46 Op.cit., p. 320, n. 20: “El escrito de Valencia es violento porque le han quitado la
clase y los alumnos y se ha convertido en un funcionario errante que da conferencias
aisladas y escribe ensayos que no publica”.
47 P. 1002 del volumen 2 en este tomo.
PRÓLOGO
43
otra cosa que una Filosofía que se muerde la cola? Para salir de ella
está la acción. España está realizando la acción.’ Araquistáin convino.
Yo añadí algo que se me ha olvidado. Y nos separamos, bajo el cielo
negro de la noche barcelonesa. En la obscuridad roncaban enormes
camiones, camino del frente”.49
***
49 F. Carmona Nenclares, “Una filosofía de moda”, en Luminar 3-4 (vi, 1943), pp.
227-228.
50 Vid. Aurelia Valero, op. cit., pp. 192-207.
51 Sergio Sevilla (ed.), Visiones de un transterrado. Afán de saber acerca de José Gaos, Ibe-
roamericana/Vervuert, Madrid/Frankfurt, 2008, p. 9.
PRÓLOGO
45
3 Ibid., p. 306.
4 Idem.
NOTA DEL COORDINADOR DE LA EDICIÓN
49
5 Las carpetas de trabajo de Gaos serán publicadas dentro de las Obras completas,
en edición de la Dra. Aurelia Valero Pie. De esa edición se excluirán, naturalmente, los
textos que han sido seleccionados —con la ayuda de la Dra. Valero, por lo demás— para
figurar en este primer tomo.
ANTONIO ZIRIÓN QUIJANO
50
Libros
José Gaos publicó en México solamente dos libros con textos que
habían sido previamente publicados en España, y de éstos, el que fue
publicado más tarde —Introducción a la fenomenología seguida de La Crítica
del Psicologismo en Husserl— es con mucho el más importante. Al que
fue publicado antes —La filosofía de Maimónides—, sólo a dos años
de haber pisado su autor tierras mexicanas, me referiré más adelante.
En el tomo se reproduce en primer lugar, en atención a las fechas
originales de sus escritos, aquel libro tardío, publicado en Xalapa
en 1960,6 en el que Gaos reunió en un solo volumen un ensayo de
caracterización de la fenomenología que había presentado en una
más disuelto que aquél, aunque algún rastro del mismo queda en los
nuevos párrafos 39, 41 y 43 y en la nota 39. Pero el tercer capítulo de
esa Segunda parte, que era el quinto de la tesis, prácticamente desa
pareció para ser sustituido por la serie de párrafos del 44 al 50 de
la versión final, en los cuales, a no dudarlo, se contiene la parte
más interesante, con mucho, del ensayo resultante, pues es en esos
párrafos en los que se expone propiamente la crítica de Gaos a la
crítica que hace Husserl al psicologismo, la cual, hay que concluir,
no se encontraba en la tesis doctoral, en la cual apenas se alcanza a
dar una interpretación más o menos atinada de la situación histórica
en que se encuentra aquella crítica husserliana.
Curiosamente, la revista Universidad de Zaragoza publicó tam-
bién, en su número 3 del año ix (julio-agosto-septiembre de 1932),
pp. 625-645, esos capítulos iii y iv de la tesis (primero y segundo de su
Segunda parte), referentes a Bolzano y a Brentano respectivamente,
pero sin numerarlos de esta forma y sin dar ningún aviso sobre su
índole y su origen, y sólo dándole al texto conformado por ambos
el mismo título que al texto publicado en el número 1 de 1931 (“La
crítica del psicologismo en Husserl”). Además, para mayor confu-
sión, el texto está aquí, igual que el de la entrega del número 4 del
mismo año de 1932, encabezado por un “II”, lo cual haría esperar,
sin duda, que ésta fuera la continuación del texto publicado como
primera entrega en 1931. Y todavía al final se añade (p. 645), como
al final de esa primera entrega, la anotación “(Concluirá)”. En vista
de las ya reseñadas transformaciones operadas a la tesis, las cuales
habrían de aparecer ya en el número siguiente de la revista, la pu-
blicación de esta parte no se explica más que como un desliz —o
como una manera bastante grosera de cumplir con la voluntad de
publicar esos capítulos, en vista justamente de su planeada exclusión
del texto definitivo.
El cotejo exhaustivo con las ediciones de la revista Universidad (la
hecha en dos entregas en 1931 y 1932 y la hecha en 1933 del texto
completo), permitió hacer numerosas correcciones al texto publica-
do en 1960 y dirimir algunas dificultades de esta edición. En notas
al pie señalamos las discrepancias que lo ameritan: en ellas nos refe-
rimos a la edición de la Universidad Veracruzana como uv y a las de
la revista Universidad de Zaragoza como ruz. Como en algunos casos
vale la pena hacer referencia a la tesis original hallada en el aga en
Alcalá de Henares, llamaremos a esta versión ah; pero cuando más
abajo tratemos de este original, en los párrafos que dedicamos a las
Páginas adicionales del tomo, diremos algo más acerca de las discre-
pancias entre las versiones. También en este caso fue útil el cotejo
NOTA DEL COORDINADOR DE LA EDICIÓN
55
18 José
Gaos, Obras completas, vi: Pensamiento de Lengua Española. Pensamiento español,
Prólogo de José Luis Abellán, Coordinador de la edición, Fernando Salmerón, unam
(Nueva Biblioteca Mexicana, 101), México, pp. 249-257.
19 La “Nota personal”, en las pp. 525-528 de Epistolario; el pasaje citado, en p. 525.
NOTA DEL COORDINADOR DE LA EDICIÓN
63
Escritos inéditos
entre 1928 y 1930. En este último año tuvo lugar el segundo de los
concursos, en el que ganó el primer lugar por unanimidad, y consi-
guió, como hemos dicho ya, la cátedra de Lógica Fundamental. Esta
cátedra estaba a la sazón vacante en las universidades de Santiago
de Compostela y de Zaragoza; Gaos se decidió por esta última sede
y ahí impartió la materia conseguida con el nombre de “Lógica y
Teoría del Conocimiento”, hasta que en octubre de 1932 fue llamado
por Manuel García Morente a Madrid para que sustituyera al recién
fallecido José Jordán de Urríes en la Universidad Central de Madrid.
Por último, en 1933, en sus terceras oposiciones, ganó la Cátedra de
Introducción a la Filosofía en esa misma universidad madrileña en la
que ya enseñaba. Esta cátedra la conservó oficialmente hasta 1939. En
los tres concursos presentó Gaos algunos trabajos de mucho mérito y
de gran calado, y otros escritos más breves, algunos de ellos relati-
vamente improvisados, pero también de mucho interés filosófico.
(No consideramos en el volumen un par de ejercicios menores de
temas muy alejados de la filosofía que fueron parte del concurso
de 1928.) En la primera categoría entran los cuatro trabajos siguien-
tes: “Objetos y ciencias. Para una definición de la filosofía”, que fue
presentado en los tres concursos de 1928, 1930 y 1933; “El estado
actual de la lógica y la teoría del conocimiento y su enseñanza en la
cátedra española”, presentado en el concurso de 1930; “Qué es
la fenomenología”, presentado también en 1930 y convertido ya en
México en la Introducción a la fenomenología, y como tal incluido en el
libro publicado en Xalapa en 1960 que se reproduce como texto
principal en este volumen, y “La introducción a la filosofía. Los
problemas de la filosofía partiendo de las formas de su enseñanza.
Concepto, método, fuentes y programa de la disciplina”, trabajo
presentado a concurso en 1933. En la segunda categoría de trabajos
figuran los siguientes: “Metodología de las ciencias físico-naturales”,
presentado a concurso en 1928, “Términos singulares y generales” y
“Las categorías; su sistema”, que fueron pruebas escritas en el con-
curso de 1930; un “Comentario a un pasaje de Aristóteles acerca de
las diferentes acepciones del ser”, también de 1930; y “El método
dialéctico en filosofía”, una prueba escrita del concurso de 1933.
Todos estos trabajos se han conservado y se publican en el presente
volumen (en orden cronológico). Su conservación se debe, en todos
los casos, al ya mencionado aga. Sólo de dos de ellos se cuenta, ade
más, con una versión proveniente de otra fuente —como en el caso
del manuscrito de “Qué es la fenomenología” al que ya nos hemos
referido—. En todos estos casos, nuestra intervención se ha limitado
a corregir los errores, ortográficos o de puntuación, normalmente
NOTA DEL COORDINADOR DE LA EDICIÓN
65
28 Sobre este aspecto de la actividad de Gaos, véase Manuel Mindán, “El magisterio
de Gaos en España”, en Teresa Rodríguez de Lecea, En torno a José Gaos, Institució Al-
fons el Magnánim, Valencia, 2001, pp. 51-68. También aporta información importante
Héctor Arévalo Benito en su tesis doctoral, José Gaos y el pensamiento hispanoamericano de
lengua española en el marco de la filosofía moderna y contemporánea, Universidad Autónoma
de Madrid, Madrid, 2013.
29 Entre lo perdido, lo más conocido, por la cantidad de veces que Gaos lo menciona,
es sin duda el Comentario de las Investigaciones Lógicas de Husserl, que hizo, según dice,
“párrafo a párrafo” durante dos años sucesivos. Más adelante volveré sobre este tema.
NOTA DEL COORDINADOR DE LA EDICIÓN
71
dijimos ya que el primer curso de ese año fue el que él mismo im-
partió sobre “La Filosofía en el Siglo xx”.
De este curso, además del resumen que se publicó en 1935 en
el Resumen de los trabajos de la Universidad durante 1933 y 1934
y que está incluido en este volumen en la sección dedicada a los
escritos publicados, se conservan en el ajg, entre otros manuscritos
que fueron, en su mayoría al menos, escritos en España (Carpeta
13 del Fondo Uno), unas notas que fueron redactadas a manera de
introducción. Esto se desprende, sobre todo, del comienzo de las
notas (“Esta Universidad ha decidido dedicar su presente curso al
siglo xx. Con más precisión: al primer tercio que de este siglo acaba
de transcurrir”.) así como de la declaración de que en el curso se
dispondrá “de cuatro lecciones, de cuatro horas”, y también por el
anuncio de las filosofías o los filósofos cuyas filosofías se verán en
el curso. No podemos saber si estas “Notas introductorias al curso”,
que se encuentran en los folios 1787-1789 de la carpeta y fondo
señalados, fueron efectivamente leídas o utilizadas en el curso. Su
contenido, de carácter meramente introductorio, pero en absoluto
carente de interés —no es imposible que en estas Notas ocurra la
primera expresión de la idea de que hay una vinculación esencial entre
la filosofía y la soberbia—, no aparece considerado, sintetizado, en el
José Antonio Rubio. (Sobre este particular se informa en el diario El Cantábrico del 2
de julio de 1933, así como en las mismas Memorias de los cursos.) Salinas se quejó de
la designación de Gaos por no haber sido consultado sobre ella, y como resultado
de su queja, Gaos quedó fuera de la Secretaría, Salinas fue nombrado Secretario Gene
ral y José Antonio Rubio Secretario Adjunto. En 1935, Gaos formó parte de nuevo del
Comité de Estudios, y —según se informa en el libro La Universidad Internacional de
Verano de Santander (1932-1936), de Benito Madariaga de la Campa y Celia Valbuena
Morán (Universidad Internacional Menéndez Pelayo, Santander, 1999), p. 174— en la
primera semana de cursos, en agosto de ese año, dio una conferencia sobre “Vocación
y profesiones liberales”. En 1936, ya comenzada la guerra, las clases se impartieron
regularmente, salvo por la ausencia de algunos profesores a quienes la situación no
les permitió asistir. José Gaos dio el curso sobre Filosofía del siglo xx (“Autobiografía
filosófica”), que concluyó el día 11 de agosto, y además pronunció el día 6 en el Aula
Magna la conferencia “La obra de Ortega y Gasset y las generaciones españolas”. A
fines de agosto de 1936, coincidiendo con el fin de cursos de la Universidad, Pedro
Salinas partió a Estados Unidos a dar un curso universitario de literatura española,
y el Patronato acordó que José Gaos se hiciera cargo de la Secretaría general durante
su ausencia. En tal calidad, Gaos redactó una carta dirigida al Excelentísimo señor
don Juan Ruiz Olazarán, a la sazón gobernador civil de Santander, despidiéndose de la
ciudad y de sus autoridades en nombre de la Universidad. Esta carta apareció publicada
en El Cantábrico, el 5 de septiembre de 1936 (p. 1), y se reproduce en la p. 196 del libro
de Madariaga y Valbuena que acabamos de citar. También la incluimos en el volumen
2 de este tomo en la sección de “Correspondencia”.
NOTA DEL COORDINADOR DE LA EDICIÓN
73
resumen del curso publicado; pero esto no significa que estas notas no
pudieran encajar perfectamente en el curso ahí resumido. Reunimos
estas notas con otras (en folios 1794 y 1795 de la misma carpeta) que
no parecen destinadas al curso, sino a un libro de la misma temática,
pero que guardan suficiente continuidad con las anteriores como para
pensar que fueron una reescritura de páginas que formaban parte
de la introducción al mismo curso. Estas últimas notas comien-
zan donde insertamos entre corchetes el número de folio [1794].
Ateniéndonos a la cronología, lo más seguro es que deban incluir-
se en este lugar los apuntes del curso “Los caracteres intelectuales.
Principios y problemas de la orientación intelectual en la vida y su
especialización”, impartido en la misma Universidad Internacional
de Verano de Santander, y con mucha probabilidad en el verano de
1935. Estos apuntes se conservan, manuscritos, en los folios 22523-
22571 de la Carpeta 115 del Fondo Uno del ajg. Hay en ellos men-
ciones explícitas al trabajo de la Universidad Internacional de Verano
de Santander, y entre ellos se incluyen algunos de los documentos
relacionados con las encuestas que Gaos programó y realizó como
parte del curso. Podemos saber algo acerca del propósito que movía
a Gaos a realizar estas encuestas y a llevar unos protocolos de sus
resultados, independientemente de lo que se dice en los apuntes
del curso conservados, por lo que él mismo escribió a este respecto
cuando en el mismo año de su llegada a México se propuso reem-
prender este tipo de trabajos como parte (como la cuarta y última
parte) de un amplio programa de trabajo en el “Curso de Filosofía”
que impartiría para la Casa de España. Este programa puede leerse
en los cinco folios que llevan el número 1841 (1841 a 1841-4) en la
Carpeta 13 del Fondo Uno del ajg. La carátula del programa reza
(todo en letra de Gaos): “Patronato / de la / Casa de España. / Cá-
tedra de Filosofía. / Curso de 1938. / Programa de trabajos”. Tras
“1938”, una nota al pie dice: “La cátedra será ocupada durante este
año por el Profesor J. Gaos, que dará los cursos y dirigirá los demás
trabajos”. El programa anuncia las siguientes actividades: 1) Curso
público de Introducción a la filosofía; 2) Curso privado de Didáctica de la
filosofía; 3) Simposio sobre la poesía. Y por último: 4) “Trabajos sobre
los caracteres intelectuales”.32 En seguida, Gaos explica lo siguiente:
32 Puede advertirse que todas las temáticas previstas para estos cursos habían sido
ya tratadas en los cursos que había impartido Gaos en España.
ANTONIO ZIRIÓN QUIJANO
74
35 Raúl Cardiel Reyes, “Prólogo”, en José Gaos, Obras completas, vii: Filosofía de la
filosofía e Historia de la filosofía, unam (Nueva Biblioteca Mexicana, 88), México, 1978,
p. 11.
ANTONIO ZIRIÓN QUIJANO
76
Castro, unam [Nueva Biblioteca Mexicana, 115], México, 1992, pp. 113-128), Gaos
confirma esta fecha: “En 1935 se celebraron las bodas de plata de Ortega con su cáte
dra universitaria. La Facultad a que pertenecía la cátedra organizó varios actos. Entre
ellos unas conferencias sobre la obra de Ortega por el autor de este artículo” (p. 126).
Pero de hecho no parece haber sido más de una conferencia.
ANTONIO ZIRIÓN QUIJANO
84
La primera serie va del 1 al 22, pero falta en ella el número 10, y falta
también la nota correspondiente. La segunda serie va del 19 al 26.
Por claridad, aquí publicamos las dos series de notas, una después
de la otra, al final del texto, y no en el lugar en que se encuentran en
el manuscrito. Pero dejamos al lector el trabajo de establecer en cada
caso a cuál de las dos series de notas pertenecen las llamadas corres-
pondientes a los números que figuran en ambas series. Adviértase
que algunas llamadas se repiten, y que remiten por ello a la misma
nota en varios lugares.
El curso “Filosofía del siglo xx. Autobiografía filosófica” para el
cual fueron redactados los apuntes que aquí se publican, fue impar-
tido en la Universidad Internacional de Verano de Santander en 1936,
muy poco después del comienzo de la guerra en España. En los
mismos apuntes aparece como nombre completo del curso el de
“Filosofía del siglo xx. Autobiografía filosófica”. La comparación
de estos apuntes con el resumen del curso de 1934 dedicado a la
filosofía en el siglo xx (resumen reproducido en este mismo tomo
entre los escritos publicados en España) hace ver con toda claridad
que la temática abordada en los dos cursos fue, a grandes rasgos, la
misma, aunque hay que señalar el hecho de que en su primera versión
el título no se acompañaba, como en estos apuntes, del subtítulo
“Autobiografía filosófica”. En su libro Descargo de conciencia (1930-
1960), Pedro Laín Entralgo hace una evocación del curso de 1936,
al que asistió, y se refiere a él con el solo nombre de “Autobiografía
filosófica”.
Estos apuntes, que se hallan en los folios 1749-1770, Carpeta 13,
en el Fondo Uno del ajg, no son un texto redactado, sino apuntes que
casi siempre indican sólo la temática; o sea, que se trata de una suerte
de temario más o menos bien ordenado y muy detallada y exhausti-
vamente desglosado. Tampoco en este caso intentamos reproducir
todas las características gráficas de los apuntes. Como suele hacerse,
introducimos en ocasiones el símbolo “/” para indicar línea aparte.
Suprimimos algunos (muy pocos) pasajes que se repiten literalmente
o casi literalmente. Completamos, salvo en los casos de indecisión
seria, las palabras que el autor abrevia, poniendo entre corchetes la
parte faltante. Como en otros textos de este tomo, y para facilitar
la lectura de algunas partes, al inicio de cada folio del manuscrito
ponemos su número entre corchetes. Una “r” en versalitas al final
del número indica que se trata del reverso del folio. En este como
en todos los demás textos, las notas señaladas con asteriscos son
del editor del volumen; las numeradas —como la que hace saber que
el curso fue impartido en 1936— pertenecen al original.
NOTA DEL COORDINADOR DE LA EDICIÓN
85
forman parte del cuerpo del texto, sí están pensados como parte del
mismo trabajo —si bien el 1816 contiene prácticamente lo mismo
que el 1817 y por eso sólo indicamos en notas al pie sus diferencias
respecto de él—. En estas páginas finales conservamos los números
de folio entre corchetes para que el lector pueda distinguirlos entre
ellos (y del resto del escrito).
Sabemos, por sus propios recuentos de actividades, así como por
otros testimonios, entre ellos los muy sentidos de Francisco Carmona
Nenclares,42 que en 1938 dictó Gaos un cursillo de tres conferencias
en una Barcelona que se hallaba bajo la amenaza de los bombardeos.
En el folio 1838 (Carpeta 13, Fondo Uno del ajg) y su reverso, están
las que parecen ser las páginas manuscritas del temario destinado a
esas conferencias. Estas páginas llevan, en efecto, el encabezado:
“Filosofía de la Filosofía. Cursillo en la Universidad de Barcelona”.
En el anverso del folio hay notas para la 1.ª y la 2.ª conferencias,
tituladas, respectivamente, “Necesidad (Afanosidad) de la Filosofía
de la Filosofía” y “Posibilidad de la Filosofía de la Filosofía”. En el
reverso del mismo se encuentra lo que podría ser el temario de la 3.ª
conferencia, titulada “Realidad de la filosofía de la filosofía”. Este
folio en que se encuentran estos temarios de las tres conferencias,
así como el siguiente (el 1839) y su reverso, en que se hallan listas de
temas e índices que podrían pertenecer a las mismas conferencias,
están doblemente tachados: además de estar los folios tachados con
una o varias cruces, todas sus líneas están individualmente tachadas.
Sin embargo, por lo que puede verse, no se encuentran en ellos (y
puede entonces inferirse que no se discutieron en el cursillo) temas
o tesis, “ideas”, que no estuvieran ya presentes en los otros cursos
que Gaos había impartido sobre este gran tema o que no fueran a
estarlo en el cursillo que poco tiempo después impartió en La Ha-
bana, como más abajo reseñamos.
La última pieza de la actuación docente de Gaos en España es la
lección o conferencia que dicta en Valencia titulada “Prosopopeya
43 Las reseñas de Roa fueron todas publicadas en Pueblo, los días 28 y 30 de junio, y
2, 6 y 7 de julio. Los recortes de ellas se hallan en la Carpeta 89 del Fondo Uno del ajg,
folios 17319, 17321, 17322, 17325 y 17326. Sobre Raúl Roa, véase el Epistolario, p. 158.
ANTONIO ZIRIÓN QUIJANO
88
44 El recorte en que se halla esta información, así como la que damos en seguida
sobre el programa del ciclo, está en el folio 17302 (Carpeta 89 del Fondo Uno) del ajg.
En la misma nota, Alerta dice que “Gaos, que es también profesor de Lógica, ofrecerá
además un seminario para post-graduados y profesores de dicha asignatura en los centros
secundarios”. No hemos podido averiguar si este seminario se llevó a cabo o no.
45 En cuanto a las fechas de las conferencias en la Universidad de La Habana, los
distintos recortes periodísticos y otros datos permiten establecer que tuvieron lugar
los días 27 y 29 de junio y 1, 5, 6 y 8 de julio. La conferencia “Sobre la forma del pen-
samiento español” tuvo lugar el 10 de julio en el Teatro Campoamor.
NOTA DEL COORDINADOR DE LA EDICIÓN
89
Discursos y conferencias
47 José Gaos, Obras completas, iii: Ideas de la filosofía (1938-1950), prólogo de Abelardo
Villegas, unam (Nueva Biblioteca Mexicana, 156), México, 2003.
NOTA DEL COORDINADOR DE LA EDICIÓN
91
y por último, dos prontuarios más, uno de doce puntos sobre este
mismo tema del saber y el hacer de la filosofía, y el segundo, y últi-
mo de todo este bloque, sin división en números, de nuevo acerca
del problema de la filosofía en España (folios 30184-30184r). En
la edición separamos cada una de estas secciones, aunque sin darles
títulos propios (pero sí señalando al término de cada una los folios
de que proceden), y creemos que no hay mayor inconveniente en
darle a todos estos papeles el título propio de la conferencia. Los dos
últimos prontuarios llevan cada uno su propio título, aunque éste no
se destaca gráficamente del resto del texto.
En los folios 30163 y 30167 (anverso y reverso) se encuentran
otros temarios de la conferencia (o de la temática) sobre el problema
de la filosofía en España, en los cuales también queda puesto de mani-
fiesto su entrelazamiento con el tema de la filosofía, el cual se afianza
más aún porque en el folio siguiente, el 30168 (anverso y reverso),
hay un temario de iguales características, pero referido al tema del
saber filosofía y el hacer filosofía. No lo incluimos aquí porque en
la mayoría de sus puntos es muy parecido al prontuario en francés
que ya se incluye, proveniente del folio 30184. El español del folio
30168 difiere porque tiene estos dos puntos al principio: “1. Sobre
la lengua de la conferencia. / 2. Sobre el interés de la conferencia. /
En contra. / En pro”.
Aunque dejamos fuera el folio 30183, ya que contiene, en casi
idéntica redacción, los mismos puntos 1 a 5 que también se contienen
en el folio siguiente, recogemos aquí de él el subtítulo descriptivo que
lleva bajo el título (título igual al del folio 30184, “Sur le savoir et le
faire de la philosophie”), subtítulo que nos orienta sobre el sentido
de todo el texto: “Suite d’idées aves lesquelles je pourrais faire une
conférence ou la découper parmi elles”.
En la “Nota sobre mi actividad desde julio de 1936”, que ya antes
citamos, refiere Gaos, como otra actividad, la siguiente: “Diversas
intervenciones en Congresos y Conferencias internacionales tenidos
en París en ayuda de la República Española”. Uno de esos congresos
fue el Congreso Internacional de Primera Enseñanza y Educación
Popular (Congrés International de l’Enseignement Primaire et de
l’Education Populaire), celebrado en el marco de la Exposición In-
ternacional de París de 1937. El Congreso tuvo lugar del 23 al 31 de
julio de 1937. Gaos había sido nombrado Comisario del Gobierno
Español a la Exposición Internacional de París en febrero del mis-
mo año. De la conferencia, que impartió en francés, se conserva un
manuscrito en ajg (Carpeta 2 del Fondo Dos, a folios 30395-30410)
en 16 páginas numeradas. Tanto el título (“Conferencia para el Con-
NOTA DEL COORDINADOR DE LA EDICIÓN
95
50 Véase la información al respecto del editor del Epistolario, Alfonso Rangel Guerra,
en la nota al pie número 100, en p. 100.
51 Puede verse, por ejemplo, Fernando Martín Martín, El pabellón español en la Exposición
Universal en París en 1937, Universidad de Sevilla, Sevilla, 1983, y Josefina Alix Trueba,
Pabellón español, Exposición Internacional de París, 1937, Centro de Arte Reina Sofía, Ministerio
de Cultura, Dirección General de Bellas Artes y Archivos, Madrid, 1987.
NOTA DEL COORDINADOR DE LA EDICIÓN
97
52 Conviene leer estos textos, al igual que los que se publican en otras secciones de
este tomo y que guardan relación con los trabajos que Gaos desarrolló durante esta
encomienda, junto con las piezas de correspondencia publicadas en la sección “Como
Comisario Español en la Feria Internacional de París” del Epistolario, pp. 100-114.
53 La fecha “21 de Junio de 1937” en la carta número 78 del Epistolario (p. 194), en
la que Gaos afirma “Inauguramos el 12”, está equivocada. Esto se muestra en la misma
carta, pues se refiere al anterior sábado 10, día que corresponde precisamente a julio de
1937, no a junio.
ANTONIO ZIRIÓN QUIJANO
98
En el año 2003, Vera Yamuni entregó al ajg, junto con una serie de
cartas que intercambió con José Gaos y junto con papeles, recortes
de periódico y documentos de muy variada índole que hasta enton-
ces tuvo en su posesión, quince cuadernos de diferentes formatos
y tamaños que Gaos utilizaba, como en alguno de ellos lo dice,
como “cuadernos de trabajo”. Todos menos el último (en el que
56 Aunque es verdad que no todos los años intermedios están representados en estos
cuadernos, lo que parece indicar que en la colección conservada por Yamuni faltaba ya
alguno de ellos.
57 El mismo Comité Asesor decidió también encargar esta tarea a la Dra. Aurelia
Valero Pie.
58 Una parte de las notas contenidas en estos cuadernos son aforismos, muchos de
los cuales fueron publicados en los varios librillos de aforismos que Gaos publicó en
vida (10%, 11% y 12%), y más tarde en el volumen xvii de estas Obras completas,
en edición precisamente de Vera Yamuni, quien añadió, tomándolos sin duda de estos
mismos cuadernos, una serie de aforismos previamente inéditos en la sección que tituló
“Aforística inédita”.
NOTA DEL COORDINADOR DE LA EDICIÓN
101
59 Los manuscritos completos de esta temática van del folio 60490 al 60559, todos
ellos ahora en la Carpeta 2 del Fondo Cuatro del ajg, fondo en que se conservan, entre
otras cosas, todos los materiales entregados en 2003 por Vera Yamuni.
60 En folios 60490-60494, 60506-60516, 60518, 60519, 60521, 60525, 60531, 60533-
60537 y 60581-60585.
ANTONIO ZIRIÓN QUIJANO
104
Páginas adicionales
Correspondencia
visión que todos los demás escritos dan de su autor, con un lado
más personal, más humano.62
Abrimos esta subsección con cuatro piezas dirigidas a Ortega y
Gasset, que obran todas en el Archivo de José Ortega y Gasset
(Fundación Ortega y Gasset–Gregorio Marañón), en Madrid. El
telegrama de abril de 1931 tiene obvia relación con las gestiones que
Gaos hacía en Zaragoza en relación con la Agrupación al Servicio
de la República, sobre las cuales debe verse la carta número 40 en el
Epistolario. Las dos primeras cartas, del 5 de julio de 1935 la primera,
y del 8 del mismo mes la segunda, se refieren a hechos sucedidos
durante las oposiciones a la cátedra de Filosofía del Derecho en
Madrid, en las que Gaos tuvo parte como miembro del tribunal, y
en los que él veía sin duda una significación que rebasaba el ámbito
meramente personal en que parece moverse su relato. Por la cuarta
carta, del 8 de septiembre siguiente, sabemos que fueron tres y no
dos las “largas cartas” escritas a Ortega sobre esas oposiciones;
pero en ésta los temas principales ya son otros: su reciente trabajo
en la Universidad de Verano de Santander y —en cierta relación con
la reforma de la Revista de Occidente que a la sazón planeaba Ortega—
su manera de entender la palabra Historismo, “según V. me ha pe-
dido”. Estas cartas tienen además el valor de reflejar con nitidez la
relación que sostenía con su maestro quien se firmaba siempre en
ellas “su discípulo”.
La primera de las “Dos tarjetas postales para Manuel Mindán
Manero” es del 4 de enero de 1936 según el matasellos del correo
puesto en Madrid. En el espacio dedicado al destinatario, sólo dice:
“A D. Manuel Mindán / Zaragoza”, y no hay en ella matasellos de
Zaragoza. La segunda es del 6 de enero de 1936, según el matasellos
de correo puesto en Madrid. El matasellos de Zaragoza fue puesto
el 7 de enero. La dirección en ella reza: “A D. Manuel Mindán /
Heroísmo, 15 / Zaragoza”. Está claro: Gaos envió la segunda por-
que pensó que la primera no había sido recibida por Mindán. Pero
ambas se conservan en el Archivo de Manuel Mindán. ¿Cómo llegó
la primera a manos de Mindán?
Me he referido ya en una nota al pie a la carta de despedida que
Gaos dirigió al señor don Juan Ruiz Olazarán, Gobernador Civil de
Santander el 2 de septiembre de 1936, y a las circunstancias en que
fue enviada. Me repito, pues. La carta fue escrita por Gaos como
Otros textos
realidad podría titularse con más propiedad tal como reza el encabe-
zado en el folio en que comienza el texto propiamente dicho (70900),
a saber: “En pro de una política religiosa”. El texto quedó lejos de
haber sido acabado, y en la carpeta que lo contiene se entrevera con
un texto diferente: “La República Española y la Exposición Inter-
nacional de París 1937” (incluido en este tomo con este título, que
es el que lleva en el manuscrito). Estas circunstancias hacen que los
intentos de ordenación no sean decididamente concluyentes. Hay sin
embargo varios fragmentos cuya continuidad es segura, y los damos
así, como texto continuo. Separamos unos de los otros mediante
un pequeño espacio en blanco. El fragmento principal, y más largo,
ocupa, en el orden en que los hemos colocado, los folios 70899 (por
el título principal aunque, como digo, no fiel), 70900, 70902, 70904,
70913, 70916, 70918, 70914 y 70922. Un segundo fragmento empieza
en el 70906, y termina en 70909. Un tercer fragmento ocupa 70925,
70907, 70908, 70910 y 70911. Un cuarto fragmento, muy breve, está
en el 70920; y el último, brevísimo, en el 70921. Dado que nuestra
ordenación es una mera propuesta, ponemos los números de folio
siempre (salvo en el título general) al comienzo del texto que con-
tiene. También están entreverados con el texto una serie de folios
(algunos reversos de los anteriores) con distintas notas y temarios
de cierto interés en relación con el mismo tema. Estos se encuen-
tran en los folios 70901, 70903, 70905, 70912, 70917 y 70919. No
los incluimos en este tomo por considerar que las ideas plasmadas
en ellos están en su gran mayoría consideradas en el texto —con la
salvedad curiosa de algunas expresiones que en todo caso no reciben
ni en estos apuntes ni en el texto ningún desarrollo: “La soberbia del
episcopado”, “La culpabilidad de la Iglesia” (en folio 70919)—. Y
ya sólo diremos que los dobles subrayados están puestos en cursivas
por el primer subrayado y en versalitas por el segundo.
Los que titulamos “Apuntes de un artículo para Hora de España”
(entre corchetes porque el título no es de su autor) constituyen di-
ferentes secciones de una contribución que Gaos preparaba para la
revista Hora de España, fundada en enero de 1937 y de cuyo Consejo
de Colaboración él formaba parte. Hasta donde podemos saber, juz-
gando por los fragmentos conservados, esta contribución nunca fue
completada. La revisión exhaustiva de los índices de la revista, entre
su fundación y su último número en enero de 1939, nos convence de
que en ella nunca se publicó nada de la autoría de este su consejero
asturiano. En el folio 30127 del ajg (en el Fondo Dos, Carpeta 1) hay
lo que parece una lista de temas que esa contribución debería cubrir,
y por este temario sabemos que ciertos textos o arranques de textos
en otros folios estaban destinados a formar parte del artículo. En
30128, el punto “Sobre la lealtad a la causa”; en los dos siguientes, el
punto “Sobre la justicia social, Revolución, República”, etc. Algunas
de estas secciones tienen un desarrollo algo mayor que una página,
como el tema del marxismo, que va de los folios 30131 a 30137 (o
30136 y su reverso). Una sección de la misma contribución se en-
cuentra en el Fondo Cinco, Carpeta 11, folios 70853-70855.
Vimos ya a Gaos, encargado de la Secretaría General de la Universi-
dad Internacional de Verano de Santander, enviando en septiembre de
1936 una carta de despedida al gobernador civil de Santander. Con
un grupo de profesores y alumnos, Gaos volvió de Santander a la
zona gubernamental de España, y finalmente a Madrid, haciendo
pie en Bilbao, San Sebastián, Francia, Barcelona y Valencia. Ahora,
en esta “Nota sobre la UI para M. Marx”, lo vemos haciendo una
recapitulación de las actividades de la Universidad Internacional,
que funcionaba “desde hace cinco años”, y sopesando la posibilidad
de que los trabajos de “este año” se realizaran en Francia. Aunque la
Universidad fue inaugurada en su sede del Palacio de la Magdalena
(Santander) en julio de 1933, había sido oficialmente fundada en 1932
y había comenzado ya a funcionar en este año, aunque todavía no
de manera regular. Es por ello poco dudoso que el año al que Gaos
se refiere como “este año” sea 1937, el primero en el que no podría
utilizar su “residencia habitual”. No hemos podido averiguar quién
fue el M. Marx para quien se formulaban la recapitulación y el plan
o la idea del plan para el nuevo año. Sabemos que este plan no se
realizó, pues la Universidad, como tal, no volvió a tener actividades
ni dentro ni fuera de España. La nota se encuentra en cuatro folios
manuscritos (70856-70862) en el Fondo Cinco del ajg.
El breve texto titulado “El reparto de la palabra”, que se halla en
los folios 30204, 30204r y 30205 de la Carpeta 1 del Fondo Dos del
ajg, pertenece también a la esfera de las preocupaciones educativas
y culturales del gobierno de la República durante la guerra; pero no
podemos ofrecer mayores indicaciones que las que pueden derivar-
se del texto mismo. No es ninguna contextualización interesante
decir que parece bastante obvio que la “apelación” del gobierno a la
que se hace alusión haya venido en ese “telegrama” al que se refiere
el subtítulo.
Algo semejante ocurre con el texto “La situación económica del
profesorado”, aunque en este caso la intención práctica del documento
ANTONIO ZIRIÓN QUIJANO
120
70 Entre los publicados, Confesiones profesionales es quizá la mejor fuente. Entre los no
publicados, puede serlo, para esta época, el manuscrito titulado “Cronología – Topo-
grafía”, probablemente de los años cincuenta, que se encuentra en los folios 3216-3234
(Fondo Uno, Carpeta 24) del ajg. Entre ambos hay algunas discrepancias. Aquí nos
atenemos a este último manuscrito, pero complementamos la información con lo que
se dice en el parágrafo 2 de Confesiones profesionales.
71 El 5 de febrero de 1940 escribe: “A principios de 1922, a los 21 años, estudiante
aún, di mi primera conferencia de filosofía: Invitación a la filosofía” (folio 2073r del ajg).
72 Por estas cartas puede juzgarse el papel tan importante que esta novela tuvo
en cierto momento de la vida de Gaos en el que su vocación literaria (o vital) parecía
imponerse sobre su vocación filosófica o poder al menos luchar con ella.
NOTA DEL COORDINADOR DE LA EDICIÓN
123
Gaos entre sus quince y sus veinte años que Vera Yamuni publicó
en su libro José Gaos. El Hombre y su Pensamiento (en pp. 15 y 16 de
la edición ya citada). Salmerón los había destinado a los “Papeles
privados” del tomo xix, de donde fueron omitidos con la idea de
que tenían mejor lugar en este tomo i. Pero es verdad que no son
de esas cosas que resulte imprescindible conocer.
PRÓLOGO
El primero de los trabajos que se publican en este volumen data de 1929. Com
puesto para presentarlo a mis oposiciones a cátedra, en espera de oportunidad de
publicarlo permaneció inédito, y no lo perdió el autor, con sus demás papeles
de España, porque habiéndoselo entregado, ya no recuerda para qué fines, a su
colega don Luis Recaséns Siches, éste lo conservó en su poder hasta devolvérselo
al autor ya en México ambos: séale expresado de nuevo, aquí, públicamente, el
agradecimiento del autor. Se publica el trabajo en este volumen, porque editores
y autor piensan que su actualidad y su utilidad no serían menores que las que
hubiera podido tener hace una treintena de años. Después de un relativo eclipse,
causado sobre todo por el paso del existencialismo, goza la filosofía de Husserl
de una nueva predilección, entre los filósofos de las más recientes promociones y
los discípulos y el público todo de éstos. Cierto que la predilección se dirige a las
últimas publicaciones póstumas y a las inéditas del fundador de la fenomenología.
Pero no menos cierto, que la introducción a su filosofía será siempre la introducción
en la fenomenología de las dos publicaciones ya clásicas, las Investigaciones
puestas en la segunda edición al nivel de las Ideas y éstas. Y el trabajo de que se
trata pudiera ser tal introducción en un sentido muy riguroso, en el que no tiene
el autor noticia de otra: un sentido al par teórico e histórico, por partir de la visión
del mundo del “hombre ingenuo”, transitar a las filosofías predominantes cuan
do inició Husserl la suya, y seguir a ésta paso a paso desde su iniciación hasta
el núcleo de su esencia. Por todo lo que acabo de indicar, juzga el autor posible
publicar el trabajo sin ampliación, abreviación ni modificación alguna, salvo la
redacción de una hoja perdida del original: el pasaje que en este volumen va
desde las palabras “a hablar de apercepción, con los psicólogos”, en la p. 53, has
ta las palabras “o la correlativa exclusión en los físicos”, en la p. 54.* Se ha
mantenido, intacto, el “Apéndice histórico-bibliográfico”, porque contiene indica
ciones que quizá ya no se encuentren en las publicaciones más recientes donde
* Los números de página que aquí da Gaos son erróneos. La página perdida no
debía situarse entre las páginas 53 y 54 del volumen publicado en 1960, sino entre la 55
y la 56. Por lo demás, como se ha indicado en la nota editorial del presente tomo, la
página en cuestión ha sido hallada y aparece aquí en la nota que se verá en la p. 158.
JOSÉ GAOS
134
En este trabajo nos proponemos dar idea breve y clara del aconte
cimiento más importante de la filosofía contemporánea. Suponemos
un lector culto, como para poder interesarse por asuntos de esta
índole, pero a la vez desprovisto de una preparación filosófica espe
cial. A este lector exclusivamente nos dirigimos. Ello justifica muchas
particularidades de nuestra exposición, que serían injustificadas o im
pertinentes, si nos dirigiésemos a un lector técnico.
Dividimos nuestro trabajo en dos partes. La primera es una ex
posición de la fenomenología de Husserl en la forma definitiva en
que este mismo la ha expuesto en sus Ideas. Es sabido que Husserl
ha pasado por toda una evolución ideológica antes de llegar a ella. De
esta evolución recogemos solamente aquellos puntos que son esen
ciales para comprender su forma definitiva y su influencia en la filo
sofía contemporánea. La segunda parte es un apéndice histórico-bi
bliográfico. En él reseñamos sumariamente los orígenes y el desarrollo
de la fenomenología en Husserl mismo y en la filosofía contemporánea.
Exponer solamente la fenomenología de Husserl en su forma defi
nitiva no hubiera dado justa idea de lo que es la fenomenología, que
no es simplemente el sistema de Husserl, sino todo un amplio mo
vimiento filosófico. Pero exponer con las mismas proporciones toda
la evolución de la fenomenología en sus diversas formas hubiera sido
incompatible con nuestros propósitos. No hubiéramos podido ser
breves, si hubiésemos seguido queriendo ser claros. Nuestro proce
dimiento es un término medio que nos parece conciliarlo todo. Ex
puesta la fenomenología de Husserl en su forma definitiva, con la
amplitud necesaria para que la exposición resulte clara, pueden
comprenderse las indicaciones más breves que damos en el apéndi
ce, para hacer justicia a lo que representa la fenomenología en la fi
losofía contemporánea.
Nuestro trabajo tiene propósitos modestos, pero es la primera ex
posición de su naturaleza que sobre el asunto se hace en nuestra len
gua y es, además, una exposición de primera mano. Es el resultado de
JOSÉ GAOS
136
un trato con los textos originales que empezó hace ya años, con
motivo de la composición de nuestra tesis doctoral, y que ha culmi
nado recientemente en nuestra colaboración a la traducción españo
la de las Investigaciones lógicas. El conocedor apreciará hasta qué punto
nuestra exposición difiere de las alemanas de las mismas dimensiones
que citamos en el apéndice, las cuales, naturalmente, también nos
han prestado sus servicios.
La fenomenología puede definirse con todo rigor en pocas pala
bras. Es la ciencia eidética descriptiva de los fenómenos puros que
integran la conciencia pura. Lo que no puede hacerse con tan pocas
palabras es lo que nos proponemos hacer en esta primera parte de
nuestro trabajo: explicar esta definición hasta dejarla clara al lector
que hemos supuesto en las palabras preliminares.*
Para conseguir nuestro propósito partimos de la situación en
que el lector se encuentra seguramente respecto a aquellos objetos
de que saca los suyos la fenomenología. Sólo esta referencia a la si
tuación de todos puede hacer plenamente comprensible a todos
la situación especial del fenomenólogo. Pero después de describir la
situación de todos, y antes de pasar a describir la situación del feno
menólogo, describimos la situación que ante los mismos objetos
tienen el hombre de ciencia y las dos clases de filósofos que preponde
raban al advenimiento de la fenomenología. Sólo así puede com
prenderse lo que representa en la ciencia y en la filosofía la fenome
nología, que no es maná caído del cielo, sino que se nos presenta
como fruto sazonado de la ciencia y de la filosofía.
Una vez expuestos estos indispensables antecedentes, pasamos a
exponer la fenomenología misma. La exposición de la fenomenolo
gía puede y debe seguir la misma marcha que la exposición de otra
ciencia cualquiera. Primero, definir el objeto. Luego, analizar el mé
todo. Por último, caracterizar la ciencia. Las ciencias se especifican
fundamentalmente por sus objetos, los métodos se explican primor
dialmente por éstos y las ciencias se caracterizan por las notas que
les imprimen los caracteres a la vez de sus objetos y de sus métodos.
estas tres clases. A primera vista puede parecer muy rigurosa. Sin
embargo, hay casos en los cuales resulta dudosa. De estos casos nos
interesa uno. Todos los hombres ingenuos sabemos por propia ex
periencia lo que es tomar por una persona el árbol situado a la vera
del camino oscuro: vemos una persona; unos cuantos pasos más allá
vemos un árbol, y decimos: la persona era un fantasma de nuestra
imaginación, no existía más que en nuestra imaginación, no existía en
la realidad, no era un objeto real, era un objeto aparente. Ahora po
demos interpretar esta experiencia, utilizando lo que acabamos de
exponer. Al ver a la persona, tomamos un objeto psíquico por físico.
Al ver el árbol y decirnos que la persona era un fantasma de nuestra
imaginación, tomamos el objeto psíquico anterior por lo que es. Al
decir que este objeto no existía en la realidad, queremos decir que
no existía en el mundo de los objetos físicos. Y por objeto real enten
demos evidentemente objeto físico, y por objeto aparente un objeto
psíquico que tomamos primero por físico y luego por lo que es. Hay
casos, por lo tanto, en los cuales los hombres ingenuos confundimos
objetos psíquicos con físicos, o sea, en los cuales la separación entre
estas dos clases de objetos no resulta tan rigurosa como parece a
primera vista. Los hombres ingenuos nos contentamos con rectificar
en cada caso el error cometido en él.
Tales son las cosas considerables que les pasan a los objetos psí
quicos del hombre ingenuo en el sistema de los objetos del hombre
de ciencia. Veamos ahora, para terminar con este sistema, qué les
pasa en él a los objetos metafísicos y a aquellos casos en los cuales el
hombre ingenuo toma primero por físico un objeto que luego reco
noce como psíquico.
4.º Qué les pasa a los objetos metafísicos.
El hombre de ciencia, en cuanto tal, prescinde de los objetos
metafísicos. Esto no quiere decir que los niegue. Ni los afirma, ni
los niega. Se limita a ignorarlos en sus investigaciones y a no utilizarlos
en sus explicaciones. La razón está en que el hombre de ciencia, en
cuanto tal, sólo conoce y practica el método experimental. Pero este
método implica atenerse a lo puesto, a lo dado en la experiencia, no
sólo en el punto de partida, sino —lo que es mucho más importan
te y verdaderamente característico del método— en la verificación
y comprobación de las conclusiones a que se llega; por eso se habla
de la ciencia positiva. Por lo demás, los objetos metafísicos no son
asequibles al método experimental. Ya hemos indicado anteriormen
te cómo la manera de llegar a saber de ellos difiere por completo de
este método. Son sus nuevos objetos físicos los que para el hombre
de ciencia vienen a ocupar el puesto y a desempeñar la función de
los objetos metafísicos. Los objetos físicos son los que resultan estar
por detrás de los fenómenos físicos y ser las causas de éstos. El siste
ma de objetos a que el hombre de ciencia llega, en conclusión, es un
sistema dualista o que reduce todos los objetos a dos clases: los fe
nómenos —físicos y psíquicos, pero bien entendido que no son las
dos partes de un todo, sino un todo y una de sus partes— y por
detrás de ellos los objetos físicos. De los objetos metafísicos pres
cinde, repetimos, el hombre de ciencia.
5.º Qué les pasa a los casos en que el hombre ingenuo toma por
físico un objeto psíquico.
Que el análisis de la percepción los explica. La percepción es aso
ciación de sensaciones con imágenes que sirven para interpretarlas.
Esta interpretación la llama el psicólogo apercepción. Pues bien, lo
que pasa cuando tomamos por una persona el árbol situado a la vera
del camino oscuro, es que primero asociamos a las sensaciones más
confusas de la distancia imágenes que nos hacen ver una persona, y
que luego, ante las sensaciones más distintas de la cercanía, rectifi
camos nuestra apercepción, asociándoles nuevas imágenes, que nos
hacen ver el árbol. La persona vista era un fenómeno psíquico pro
ducto de ciertas sensaciones e imágenes. El árbol visto es otro fenóme
no psíquico, producto de otras sensaciones e imágenes. La persona
JOSÉ GAOS
148
excepción. El tiene que reducir todas las clases de objetos a las sen
saciones. Pues bien, estudiando esos objetos del pensamiento que
hemos señalado, se descubre que tienen una naturaleza excepcional.
A las primeras podría creerse que, siendo objetos del pensamiento,
su naturaleza es análoga a la de los objetos físicos y metafísicos, ob
jetos también del pensamiento. Pero entrando en detalles, se ve que
tienen caracteres antagónicos, irreducibles. Dos, sobre todo, les di
ferencian radicalmente. De los objetos físicos y metafísicos no tene
mos conocimiento directo, experiencia. El Dios que tenemos en
nuestro pensamiento, o ante nosotros cuando lo pensamos, no es el
objeto metafísico Dios. En cambio, cuando pensamos en el triángu
lo, como al estudiar sus propiedades en geometría, el triángulo que
tenemos en el pensamiento es el objeto mismo que llamamos así. Dios
no se nos presenta en el pensamiento; el triángulo sí. A Dios no le
vemos en el pensamiento; al triángulo sí. Como no vemos a Dios al
pensar en él, no podemos describir sus propiedades. Dios resulta
algo remoto que se nos escapa. Pero el triángulo está ahí, delante de
nosotros, descubriéndonos íntegramente su naturaleza y constitución
geométrica. Podemos expresar esta primera diferencia entre uno y
otro objeto, diciendo que, si Dios no es objeto de experiencia ni in
tuición, el triángulo sí lo es. Tenemos del triángulo una peculiar
experiencia, una intuición, que de Dios nos falta enteramente. Po
demos expresar también esta misma diferencia, diciendo que Dios
es un objeto trascendente o que está más allá de lo que nos es dado
en alguna experiencia; pero que el triángulo es inmanente o se halla
dentro de los límites de nuestra experiencia. En suma, podemos
extender al triángulo los conceptos de intuición y de experiencia.
Pero no es la anterior la única diferencia entre un objeto y otro. Con
sideramos a Dios como un objeto real, esto es, como un objeto cuya
existencia es de la misma índole que, por ejemplo, la que tienen para
el hombre ingenuo sus objetos físicos. Pero al triángulo no podemos
atribuirle una existencia semejante, realidad alguna. El triángulo no
existe de la misma manera que para el hombre ingenuo sus objetos
físicos. Al triángulo le consideramos más bien como un objeto que
no existe más que en una peculiar relación con nuestro pensamien
to y que expresamos diciendo que el triángulo no es un objeto real,
sino puramente ideal. La diferencia, pues, entre los objetos de que
el triángulo es ejemplo y los objetos físicos y metafísicos es notoria.
Pero al mismo tiempo que hemos ido descubriendo esta diferencia,
se nos ha ido ocurriendo que la razón de ella está simplemente en que
los objetos como el triángulo son fenómenos psíquicos. Son ideas,
pensamientos nuestros. Así se explican los dos caracteres que les
INTRODUCCIÓN A LA FENOMENOLOGÍA
151
* En el libro, “únos” y “ótros” (con tilde) en las dos ocasiones, no así en el manus
crito.
INTRODUCCIÓN A LA FENOMENOLOGÍA
153
sería fenómeno físico. Este hecho nos descubre dos cosas. Primera,
que las categorías son necesarias para que pueda haber un fenóme
no físico. Segunda, que esta necesidad de las categorías no es una
necesidad cualquiera, sino una necesidad rigurosamente fundamen
tal. Podemos ahora llamar experiencia a la totalidad de los fenóme
nos, pues el análisis y las afirmaciones anteriores serían aplicables
mutatis mutandis a los fenómenos psíquicos. Y formular las dos afir
maciones anteriores de otro modo, con toda generalidad. Las cate
gorías hacen posible la experiencia, son condiciones de la posibilidad
de la experiencia. Y son condiciones básicas, primarias. Esto quiere
decir que las categorías son anteriores a la experiencia, en el sentido
en que se puede decir de una cosa que es anterior a otra que no es
posible sin ella. El filósofo idealista expresa esta prioridad de las
categorías a la experiencia, diciendo con el término latino corres
pondiente que las categorías son lo a priori, constituyen el conjunto,
el reino de lo a priori. La experiencia resulta, pues, un producto de dos
factores: las sensaciones y las categorías o lo a priori.
Mas para el filósofo idealista las categorías no sólo hacen posible
la experiencia. Explican también los objetos que están más allá de la
experiencia, como los objetos metafísicos. Podemos, por decirlo así,
emplear las categorías de dos maneras. Podemos aplicarlas a las sen
saciones: el producto es la experiencia. Pero podemos, por ejemplo,
pensar una causa que no se refiere a estas o aquellas sensaciones, es
decir, a estos o aquellos fenómenos, a esta o aquella parte de la ex
periencia, sino a la totalidad de la experiencia presente y posible: el
resultado es la idea de Dios. La conclusión es que el filósofo idealis
ta explica la totalidad de los objetos por medio de las categorías. Po
demos decir, pues, que su sistema es un monismo de las categorías.
Con todo esto hemos expuesto lo que las categorías hacen, su
función; mas no propiamente lo que ellas son, su naturaleza. En esto
no hemos hecho, sin embargo, más que seguir al filósofo idealista,
para el cual la naturaleza de lo a priori es precisamente funcional y
por ende su función lo interesante. El filósofo idealista concibe lo a
priori de la siguiente manera. Ante todo, lo a priori constituye un sis
tema. Nosotros sólo hemos enumerado algunas categorías. Pero hecho
el inventario de éstas, pueden clasificarse con arreglo a un principio.
Este sistema es un sistema subjetivo. Las categorías son algo inhe
rente al sujeto que conoce o que piensa. Si no se admite esta subjeti
vidad de las categorías resulta incomprensible su función y su aprio
ridad. Las categorías son aplicables por el sujeto a la totalidad de los
objetos y son anteriores a la experiencia, porque, inherentes al suje
to, éste construye con ellas los objetos de su experiencia y piensa con
INTRODUCCIÓN A LA FENOMENOLOGÍA
155
ellas los objetos que están más allá de su experiencia. Por otra parte,
las categorías no son objetivas, no son ellas objetos, porque sirven
precisamente para construir y pensar los objetos. En segundo tér
mino, el sistema de lo a priori es un sistema funcional o formal. Las
categorías son funciones del sujeto, son como modalidades de la
actividad intelectual del sujeto. Las sensaciones son de suyo una mera
muchedumbre informe y desordenada de cualidades sensibles. El
sujeto actúa por medio de las categorías sobre esta muchedumbre,
como si fuese un material, y hace de ella un orden de objetos con
forma. Las categorías pueden concebirse, pues, también como formas
de los objetos. Ahora bien, la concepción de las categorías como
funciones y como formas induce a contentarse con pocas en núme
ro y a considerarlas como vacías de contenido, en suma, a interesar
se por su función mucho más que por su naturaleza.
Un punto es menester aclarar. El sujeto de las categorías no es
un sujeto empírico, esto es, no somos cada uno de los distintos su
jetos que formamos parte del mundo de la experiencia. Tenemos
que hacer aquí, con el concepto de sujeto, una distinción y una am
pliación comparables a las que hicimos anteriormente con el con
cepto de conciencia. El filósofo positivista nos obligó a distinguir
entre la conciencia del hombre ingenuo y una conciencia más amplia,
que comprendía la totalidad de los fenómenos, no sólo algunos. El
filósofo idealista nos obliga a hacer algo semejante. Supongamos que
el sujeto de las categorías fuésemos cada uno de nosotros. Cada uno
de nosotros somos un objeto de la experiencia. Las categorías nos
son, pues, aplicables a cada uno de nosotros. También cada uno de
nosotros es uno, real, una causa y una cosa, en el sentido en que to
mamos antes esta palabra. Pero entonces las categorías tienen que
ser tan anteriores a nosotros como al resto de la experiencia: las
categorías son también a priori respecto de nosotros. Ahora bien,
manifiestamente, nosotros no podemos ser los sujetos de lo que es
a priori respecto de nosotros, esto es, de aquello que nos hace posibles
como sujetos empíricos. Nuestra misma posibilidad como sujetos
empíricos supone, pues, un sujeto no empírico de las categorías. Este
sujeto del filósofo idealista es comparable a la conciencia del filóso
fo positivista. Así como la conciencia de éste era el conjunto de los
fenómenos dentro del cual quedaba encerrada nuestra conciencia de
hombres ingenuos, el sujeto del filósofo idealista es el sistema mismo
de las categorías, que extiende y da forma y orden a la totalidad de
la experiencia, dentro de la cual quedamos incluidos nosotros, como
sujetos empíricos.
LOS OBJETOS DE LA FENOMENOLOGÍA
El método fenomenológico
son de este tipo. Las hay de otro tipo muy distinto. Hay ciencias
eidéticas matemáticas. La confrontación de unas con otras contri
buye a explicar el concepto de la descripción eidética y el de la fe
nomenología.
Entre las esencias materiales las hay de dos clases. Las figuras geo
métricas, por ejemplo, son esencias exactas. Los géneros y las especies
naturales son ejemplo de esencias morfológicas. Las esencias exactas
pueden ser definidas con conceptos unívocos. Las esencias morfoló
gicas sólo pueden ser descritas con conceptos a los cuales es esencial
tener cierta vaguedad o esferas fluidas de aplicación. Las esencias
exactas dan origen a las ciencias eidéticas matemáticas, cuando un
conjunto de esas esencias constituye lo que Husserl llama una mul
tiplicidad definita: un conjunto tal que, definidos un número fini-
to de sus miembros, pueden definirse todos los demás, deduciendo
sus definiciones de las de los primeros. La ciencia matemática toma
así el carácter de una ciencia explicativa y deductiva. Las esencias mor
fológicas no constituyen nunca multiplicidades definitas y por ende
sólo pueden dar origen a ciencias descriptivas.
La fenomenología es una ciencia de este segundo tipo. Las esen
cias que investiga son las esencias de los fenómenos psíquicos. Estas
no son esencias exactas. No cabe dar de ellas una definición compa
rable a las que se dan de las figuras geométricas. Pero esto no signi
fica que la fenomenología sea una ciencia privada de todo rigor. Sus
esencias se prestan a la identificación y a la distinción, y al análisis
en las esencias componentes.
Fenomenología no exige inducción y excluye el teorizar deducti
vo. La investigación de las esencias no se funda en los hechos, según
ya hemos hecho notar. Pero tampoco la de las esencias más genera
les y superiores supone la de las inferiores, de suerte que no hay
tampoco una marcha inductiva dentro de la misma esfera eidética.
Y en cuanto a la deducción, los raciocinios mediatos y las analogías
sólo tienen en fenomenología la significación metódica de condu
cirnos de unas esencias a otras: en fenomenología no hay resultados,
si éstos no son directamente comprobados en intuición eidética.
Por último, hay que fijar conceptual y terminológicamente la des
cripción, los datos intuitivos. En el momento de la intuición se elige
una expresión y se le da como sentido el correspondiente al dato
intuido. En adelante se maneja la expresión con su sentido lógico
—entendiéndola— pero sin intuición del dato correspondiente. Es
necesario hacerlo así, para el progreso del conocimiento y del pen
samiento, que sería impedido por la continuada intuición del senti-
do de todas las expresiones empleadas. Pero es menester que en el
JOSÉ GAOS
172
C) El residuo fenomenológico.
Recapitulemos el sistema de los objetos del fenomenólogo. Un
complejo de vivencias, en algunos de sus elementos no intencionales,
en conjunto intencionales, que constituyen la conciencia. Correlatos
de estas vivencias, unos objetos intencionales que se constituyen en
ellas, pero que son trascendentes a ellas. Estos objetos son, unos fác
ticos, componentes del mundo empírico, otros eidéticos, integrantes
de la región de las esencias. Aparte de todos estos objetos, Dios, con
una trascendencia privativa de él. Entre los objetos fácticos compo
nentes del mundo empírico nos encontramos nosotros, los sujetos
empíricos. Los sujetos empíricos tenemos que constituirnos, como
todos los objetos análogos, en ciertos actos intencionales. Así es.
Nos constituimos en aquellos actos en los cuales aprehendemos las
vivencias en relación de localización o de pertenencia a determinados
objetos físicos, por ejemplo, nuestro cuerpo o alguno de sus miem
bros. También los sujetos empíricos somos, pues, correlatos, objetos
intencionales de actos constituyentes. La totalidad de los objetos, con
exclusión de Dios y de los actos constituyentes, se constituye en cier
tos actos intencionales. La totalidad de los objetos, inclusos nuestros
propios actos intencionales como actos de sujetos empíricos, su
pone otros actos intencionales, constituyentes, los cuales a su vez, o
no se constituyen como actos nuestros en cuanto sujetos empíricos,
o, si así lo hacen, suponen de nuevo otros actos que no se constitu
yen. Así por ejemplo, si considero la tristeza que tengo como mía en
JOSÉ GAOS
174
cuanto soy este sujeto que se encuentra ahora en este lugar, etc., es
que aprehendo la tristeza como perteneciente a este sujeto que soy. La
tristeza se constituye entonces en este acto de aprehensión, el cual
no es aprehendido del mismo modo mientras se constituye en él la
tristeza. Si es aprehendido de ese modo, es que se constituye en un
nuevo acto de aprehensión, del cual podríamos decir lo mismo, etc.
Todo objeto, que no sea él mismo el acto que supone, e incluyendo,
en cambio, todo sujeto empírico y toda vivencia empírica o aprehen
dida como vivencia de un sujeto empírico, supone en última instan
cia un acto constituyente y que a su vez no se constituye. En suma,
todo objeto —con la restricción y las inclusiones repetidas— es
relativo a un acto de posición absoluto.
Las reducciones fenomenológicas tienen por fin aislar la concien
cia pura, las vivencias puras, esto es, puras de todo objeto fáctico que
no sean ellas mismas, de toda esencia que no sean sus propias esen
cias, de toda aprehensión de ellas mismas como vivencias empíricas
o como vivencias de un sujeto empírico que forma parte del mun
do empírico. Tienen por fin aislar las vivencias absolutas y las esen
cias que pueden intuirse sobre la base de la mera intuición de esas
vivencias.
Ahora bien, las vivencias así tomadas, deben serlo con todos sus
elementos e ingredientes, así no intencionales como intencionales:
entre éstos se hallan, además de los actos intencionales, los obje-
tos intencionales. Pero estos objetos deben tomarse reducidos como
las vivencias mismas. Para designar los objetos intencionales puestos
entre paréntesis, o tomados en cuanto puros objetos intencionales
de las vivencias puras, esto es, practicando la epoché sobre todo lo
concerniente a su facticidad y existencia, emplea Husserl la palabra
griega nóema —lo pensado.* Y para designar el acto intencional co
rrelativo emplea ahora la palabra correlativa nóesis —acto de pensar.**
La importancia del concepto de nóema reside en que, por medio
de él, entran en el campo de la fenomenología todos los objetos que
las reducciones fenomenológicas habían eliminado. Pero entran,
naturalmente, modificados como piden estas reducciones. No entran
como objetos de la tesis natural, sino como objetos puestos entre
paréntesis. El campo de la fenomenología abarca, pues, en verdad,
las vivencias puras y la totalidad de los objetos de estas vivencias, pero
tomados como meros objetos intencionales de ellas, las puras. Pero lo
que en este campo interesa propiamente al fenomenólogo no son
Histórico - Bibliográfico
* En el manuscrito, “Ser”.
LA CRÍTICA DEL PSICOLOGISMO
EN HUSSERL
1. En el paso del siglo xix al xx dio la filosofía una de las viradas más
notables de su ruta histórica. La filosofía predominante en los dos
tercios segundos del siglo pasado fue la que se llamaba a sí misma
filosofía positiva o positivismo. Esta filosofía pretende reducir la
realidad toda del universo al solo orden de los llamados fenómenos
físicos y psíquicos. La pretensión nace de dos errores. El uno con
siste en identificar lo real con lo dado, término con el cual se signi
fica una objetividad que se presenta directa, auténticamente, al sujeto
que somos cada uno de nosotros. El otro error consiste en identifi
car lo dado con el orden de los fenómenos físicos y psíquicos. Am
bas identificaciones tienen un origen análogo. Nuestro conocimiento
de la realidad se inicia con el de la realidad dada, y los fenómenos físicos
y psíquicos son el orden de cosas dadas que solicitan con preferencia
la atención y son, por ende, objeto expreso de la percepción del hom
bre ingenuo que somos cada uno de nosotros en la mayor parte de
los momentos de nuestra vida. De aquí el identificar lo real inicial
mente conocido por nosotros, y lo dado preferente y expresamente
para nosotros en cuanto hombres ingenuos, con lo real y lo dado
por naturaleza y en absoluto. Pero ambas identificaciones son erró
neas. Hay realidades que no nos son dadas, a pesar de lo cual no dejan
de ser reales, y hay cosas que no son fenómenos físicos ni psíquicos,
pero que, sin embargo, nos son dadas con la misma objetividad y
autenticidad que estos fenómenos. Tales errores fuerzan al positivis
mo a mantener y tomar actitudes o acometer empresas absurdas. En
cuanto a las cosas que, sin ser fenómenos físicos ni psíquicos, nos son,
sin embargo, dadas, o no percibe sencillamente su presencia, como
le pasa al hombre ingenuo; o se desentiende de ella, cómoda, pero
poco concienzudamente, pues así se mutila de un modo arbitrario
el área del conocimiento; o, por el contrario, se empeña en reducirlas
dificultosamente al orden de los repetidos fenómenos, negándoles
la autonomía ontológica a que tienen perfecto derecho. Estas dos
JOSÉ GAOS
182
últimas prácticas son las que ejercita asimismo con las realidades no
dadas, que no puede ignorar, porque, aunque no dadas, son ya co
nocidas por el hombre ingenuo. Todas estas actitudes y empeños,
esencialmente negativos, convergen en la hostilidad que es cifra del
positivismo: la hostilidad a la metafísica, o sea a la teoría de las cosas
dadas que no pertenecen al orden de los fenómenos físicos y psíqui
cos, y de las realidades que no nos son dadas, como cabe definirla
por su efectivo contenido tradicional. Pero esta hostilidad a la me
tafísica implica para el positivismo —como para toda filosofía— una
íntima contradicción: la que no puede menos de existir entre lo que
pretende ser toda doctrina que se llama y se considera a sí misma
auténtica filosofía —visión lo más íntegra y científica posible del
mundo— y lo que ha de ser por fuerza toda doctrina que atente
contra la autonomía e integridad de lo real y de lo dado, y es en efec
to el positivismo: en parte una elevación de la imagen ingenua de las
cosas al rango de definitiva y absoluta, y en total una depauperación
de la imagen filosófica del universo.
2. La virada de la filosofía en el paso del último siglo al nuestro
ha consistido en rectificar uno tras otro los dos yerros del positivis
mo. Tal ha sido la empresa en que se ha hecho grande la fenomenolo
gía, sin disputa la dirección filosófica más representativa e influyen
te desde hace ya algunos lustros. La fenomenología ha rectificado
ante todo el yerro de la identificación de lo dado con el orden de los
fenómenos físicos y psíquicos. Decisiva en este sentido fue la ya
memorable crítica del psicologismo hecha por Husserl en el tomo
primero de sus Investigaciones lógicas, el libro fundamental de la feno
menología. El psicologismo es una forma relevante de precipitar el
positivismo. Es el reflejo del sistema positivista del universo en el sis
tema de las disciplinas filosóficas. Si el positivismo reduce el universo
al orden de los fenómenos físicos y psíquicos, el psicologismo funda
en la psicología las disciplinas paralelas llamadas normativas, como la
lógica y la teoría del conocimiento, o la ética, a cada una de las cua
les corresponde, por lo tanto, una variedad homóloga del psicolo
gismo; así, a las mencionadas el psicologismo lógico y epistemológi
co, el psicologismo ético. Una crítica del positivismo podía hacerse,
pues, en la forma de una crítica del psicologismo. Y una crítica del
psicologismo, en la de una de sus variedades paralelas. Es lo hecho
por Husserl. La variedad sometida por él a la crítica es el psicologismo
lógico —y epistemológico. Según la crítica de Husserl, la lógica —en
el sentido de una teoría de la ciencia comprensiva de la teoría del
conocimiento— no puede fundarse exclusivamente en la psicolo
gía, como sostiene el psicologismo, porque la lógica tiene por objeto
LA CRÍTICA DEL PSICOLOGISMO EN HUSSERL
183
* En uv, “lo fundamental” en vez de “el fundamento”. ruz tenía esta última redac
ción (lo mismo que la versión de ah).
LA CRÍTICA DEL PSICOLOGISMO EN HUSSERL
199
Pues bien, si las verdades fuesen hechos, estas leyes serían leyes de
hechos. Pero las leyes de hechos son leyes de la coexistencia y de la
sucesión de los hechos. Luego las leyes de las verdades serían leyes
de la coexistencia y de la sucesión de esos hechos especiales que
serían las verdades. Mas las leyes de las verdades son ellas mismas
verdades y, en cuanto tales, están sometidas a sí mismas. Esto apa
rejaría, desde el punto de vista de la sucesión, que cierto hecho, a
saber, una de las leyes de las verdades, empezase a existir en deter
minado momento, justamente con arreglo a sí mismo, que, sin em
bargo, no existiría antes. Y desde el punto de vista de la coexistencia
aparejaría que cualquiera de las leyes de las verdades sería a la vez
algo cuyo ser, en cuanto ser de un hecho, se agotaría dentro de unos
límites determinados hic et nunc, y algo cuyo ser se extravasaría, sin
embargo y en algún modo, de estos límites, en cuanto que sería vá
lido para todos los demás hechos de la misma naturaleza.
25. Tales son las absurdas consecuencias de la teoría psicologista.
Pero si tan rigurosas consecuencias de una teoría son absurdas, ab
surda o falsa ha de ser la teoría misma de que con todo rigor emanan.
Y, en efecto, la teoría psicologista es falsa en cada una de las dos tesis
concretas en que se concentraba.
26. Ante todo, psicologistas y antipsicologistas estaban conformes
en que las leyes lógicas eran en general leyes normativas y, más espe
cialmente, en que eran las leyes normativas del pensamiento o del
juicio. Pero las leyes lógicas no son, primero y en general, normativas.
Desde luego, su sentido propio no es normativo, sino puramente teo
rético. Basta, para verlo así y convencerse, formular justamente una
ley como el principio de contradicción, o como el principio nota
notae nota rei, o como la que expresa el modus Barbara, o el modus ponens.
El principio de contradicción dice: “dos proposiciones contradicto
rias no pueden ser ambas verdaderas”. El principio nota notae nota rei:
“si todo objeto que tiene la nota a tiene también la nota b, y un
objeto determinado, s, tiene la nota a, tiene también la nota b”. Y el
modus Barbara: “si todos los a son b y todos los b son c, también
todos los a son c”. Y el modus ponens: “si siendo cierto que si una
proposición, a, es válida, otra proposición, b, también lo es, a es
válida, b también lo es”. El sentido de estas fórmulas no contiene,
ni explícita, ni implícitamente, ninguna idea normativa. Estas fórmu
las no prescriben nada, no dicen que nada deba ser. Enuncian sim
plemente determinadas relaciones objetivas: la incompatibilidad de
una de dos proposiciones contradictorias con la verdad, la inclusión
de la nota de una cosa en la comprensión de esta cosa, la inclusión de
la extensión de un grupo parcial en la extensión del grupo total, la
JOSÉ GAOS
200
ni se individualiza ni agota en él. Es, antes bien, un ser tal, que, aje
no al curso del tiempo y como cerniéndose sobre él, es en todos sus
momentos. A momentos distintos, no objetos ideales distintos.
Idéntico, es el objeto ideal en cada uno de ellos. Íntegro se traslada
o trasvasa de unos a otros y vale para todos. Así, la significación de
la frase anterior es en este momento, en que pienso de nuevo en la
frase, absolutamente la misma que en el momento anterior, en que
pensé la frase por vez primera. Las significaciones, en efecto, parti
cipan del ser ideal, son objetos ideales. Y esta idealidad de las sig
nificaciones permite comprender de un modo pleno y definitivo el
origen de las tesis psicologistas y de la posición de los antipsicologis
tas frente a ellas, el carácter a la vez riguroso y absurdo de las conse
cuencias de dichas tesis y el sentido entero de la crítica de Husserl.
30. No solamente los hechos, también los objetos ideales están
sometidos a leyes. Hay, pues, leyes de hechos y leyes ideales. Tanto
las unas como las otras son proposiciones puramente teoréticas, pues
se limitan a enunciar las relaciones que se dan en la esfera objetiva,
ya de los hechos, ya de los objetos ideales: las leyes de hechos, las
relaciones de coexistencia y sucesión de éstos; las leyes ideales, otros
tipos de relaciones, así, por ejemplo, las relaciones lógicas —relacio
nes como las de oposición entre las proposiciones. Pues bien, sabe
mos, por una parte, que toda proposición teorética puede dar una
norma del pensamiento y, por otra parte, que las proposiciones
teoréticas que pueden traducirse en normas son aquellas que enun
cian relaciones objetivas de cuyos relatos uno es un valor. Por con
siguiente, para que toda proposición teorética pueda dar una norma
del pensamiento es menester que toda proposición teorética se en
cuentre en uno de estos dos casos: o que ella misma enuncie una
relación de cuyos relatos uno sea el pensamiento y el otro un valor;
o, al menos, que esté en conexión con otra proposición que se en
cuentre en el caso anterior. Este último caso es el de la inmensa ma
yoría de las proposiciones teoréticas. Así, por ejemplo, el teorema
matemático que dice que el producto de la suma y la diferencia de
dos números es igual a la diferencia de sus cuadrados está en co
nexión con la proposición que dice que el juicio que tiene por conteni
do el teorema anterior es verdadero (la verdad del juicio, y en gene
ral del pensamiento, consiste en tener por contenido una proposición
verdadera, y la verdad de la proposición consiste en coincidir con la
relación objetiva enunciada por ella), y esta última proposición enun
cia una relación entre el juicio, que es un acto del pensamiento, y un
valor, el de la verdad. En el primer caso se encuentran, en cambio,
las leyes lógicas, las cuales enuncian las relaciones existentes entre
LA CRÍTICA DEL PSICOLOGISMO EN HUSSERL
207
son las que suministran las normas para juzgar de la certeza o pro
babilidad, del valor absoluto o relativo de toda tesis, su reducción a
psicológicas equivale a sentar la tesis de que toda tesis es meramen
te probable y relativa. Pero esta tesis ¿es también ella meramente
probable y relativa? Claro es que no se presenta como tal. Claro es
que pretende ser muy otra cosa. Su cabal sentido es más bien éste:
es tesis absolutamente cierta y válida que toda tesis es meramente
probable y relativa. Que éste sea el cabal sentido de la tesis no es ar
bitraria casualidad, antes bien necesidad profunda. En toda tesis hay
que distinguir dos cosas. Toda tesis ha de ser, es por necesidad algo
y no otra cosa, ha de realizar por necesidad una determinada esen
cia y no otra: toda tesis es posición cierta y absoluta de algo. Si no
fuese esto, no sería, ni la llamaríamos tesis. Si no se tratase de una
posición de algo, o de una posición cierta y absoluta, sino probable
y relativa, sería y la llamaríamos otra cosa, acaso hipótesis. Toda tesis
supone, pues, la esencia que realiza, o tiene por condiciones esen
ciales de su posibilidad, de su ser, las notas o conceptos comprendi
dos en esta esencia: posición cierta y absoluta de algo. La tesis enun
ciada no puede ser, en cuanto tesis, excepción. En cuanto tesis, también
ella supone esa esencia; también ella tiene por condiciones esencia
les esas notas o conceptos; también ella es, por esencial necesidad y
por su cabal sentido, posición cierta y absoluta de algo, tesis abso
lutamente cierta y válida. Pero, además de lo que toda tesis supone
hay otra cosa: lo que toda tesis pone. Justamente por ser toda tesis
posición cierta y absoluta de algo, ha de poner en esta forma algo.
Si no, tampoco sería, ni la llamaríamos tesis, pues no realizaría la
esencia, no cumpliría las condiciones esenciales de toda tesis. Lo que
pone, por ende, la tesis enunciada, que tampoco en este punto pue
de ser excepción, es precisamente lo que expresa su enunciado: toda
tesis es (posición de algo) meramente probable y relativa. Salta aho
ra a la vista que la tesis enunciada es un puro contrasentido entre las
dos partes de su cabal sentido; entre lo que pone la mera probabili
dad y relatividad de toda tesis y lo que supone —su propia certeza
y validez absoluta en cuanto tesis—. La tesis enunciada es, por lo
tanto, una tesis que se invalida a sí misma; pues para escapar a su con
trasentido no cabe más que una de dos cosas que vienen a parar en
la misma: renunciar a la tesis. No cabe, en efecto, más que renunciar
a lo que la tesis pone —a la mera probabilidad y relatividad de toda
tesis—, o renunciar a lo que la tesis supone, a su propia certeza y va
lidez absoluta, o en general a la esencia de toda tesis, con lo cual re
nunciamos, en definitiva, también a la tesis enunciada, con lo que
ella pone. Pero a la tesis enunciada equivalía, recordemos, la reducción
LA CRÍTICA DEL PSICOLOGISMO EN HUSSERL
211
II
lógicas podrían ser leyes de hechos, sin dejar de ser evidentes y exac
tas (b) y sin dar lugar al contrasentido a que da lugar el que no lo sean
(g). Examinemos, pues, este primer punto fundamental. Husserl se
contenta inicialmente con afirmar que las leyes de hechos son las
de la ciencia de la naturaleza física y las de la ciencia psicológica, y
que estas leyes son meramente probables y aproximadas (14). Pero
ateniéndose a estas afirmaciones iniciales, la crítica de Husserl no es
concluyente.
39. En el cuerpo reconocido como de la psicología hay proposi
ciones como el principio formulado por Brentano diciendo que todo
fenómeno psíquico que no sea la representación de un objeto —en
el más amplio sentido de la expresión: “representación de un obje
to”— tiene por fundamento la representación de un objeto. Un
juicio afirmativo o negativo, un sentimiento o un acto de amor o de
odio, un apetito o un movimiento íntimo de repulsión, tienen por
fundamento la representación del objeto afirmado o negado, amado
u odiado, apetecido o repelido. Reparemos en la base y en los carac
teres de la validez de este principio. Evidentemente, puede enunciar
se a base de la observación de un solo fenómeno psíquico que no
lo sea de representación. Nos basta entender, a base de la observación
de un solo fenómeno de esta naturaleza, por ejemplo, del juicio, amor,
odio, apetito o repulsión mencionados, el significado de la expresión
“fenómeno psíquico que no lo sea de representación”, para com
prender con evidencia que es absolutamente imposible afirmar,
negar, amar, odiar, apetecer o repeler, sin afirmar, negar, amar, odiar,
apetecer o repeler “algo”, un “objeto”, cuya “representación” este
mos teniendo en algún modo. La base de la validez del principio no
es, pues, la observación de un fenómeno psíquico que no lo sea de
representación, sino simplemente la inteligencia del significado de la
expresión, a base de esta observación, y la comprensión evidente de
que el fenómeno significado por esta expresión tiene y ha de tener
por fundamento un fenómeno de representación. Sobre esta base,
se enuncia el principio con certeza evidente y con universalidad y
exactitud absolutas. No se dice que sea probable que la mayoría de
los fenómenos psíquicos que no lo sean de representación tengan
por fundamento un fenómeno de representación, sino que se afirma
la fundamentación en un fenómeno de esta naturaleza, no sólo para
el fenómeno cuya observación sirve de base a la enunciación del prin
cipio, sino para todos los demás fenómenos psíquicos que no lo sean
de representación, hayan sido o no observados, hayan existido ya en
la realidad o hayan, incluso, de existir todavía en ella. El principio
enunciado es, pues, una ley, no meramente probable y aproximada,
JOSÉ GAOS
216
sino evidente y exacta. Pues ahora, una de dos. O bien, si las leyes
de la psicología son leyes de hechos, las leyes de hechos no son, al
menos algunas, meramente probables y aproximadas. O bien las
leyes de la psicología no son, al menos algunas, leyes de hechos. En
cualquiera de los dos términos de esta disyuntiva, la crítica de Hus
serl, contentándose con afirmar conjuntamente que las leyes de he
chos son meramente probables y aproximadas y que las leyes de la
psicología son leyes de hechos, no es concluyente.
40. Ahora bien, para serlo no puede renunciar a la mera proba
bilidad y aproximación de las leyes de hechos (38). Luego, o puede
llegar a serlo por la vía de rectificar en la afirmación de que las leyes
de hechos son las leyes de la ciencia de la naturaleza física y las de la
ciencia psicológica, o no puede llegar a ser concluyente por ningún
camino. Examinemos, pues, el éxito de la rectificación que es posible
ensayar en aquella afirmación.
41. Esta rectificación consiste en especificar: leyes de hechos son
las leyes de la ciencia de la naturaleza física y las de la ciencia psicoló
gica, pero por leyes de la ciencia psicológica deben entenderse ex
clusivamente algunas de las que forman parte del cuerpo recibido
como de la psicología, a saber, no las evidentes y exactas, como el
aducido principio de Brentano, sino aquellas otras meramente proba
bles y aproximadas, como la ley general de asociación, por ejemplo,
considerada como la ley psicológica por excelencia. La ley general de
asociación, formulada con rigor, debe decir así: el número de los fe
nómenos de reproducción del elemento de un complejo seguidos
de reproducción del complejo es mucho mayor que el número de
los fenómenos de reproducción del elemento de un complejo no se
guidos de reproducción del complejo —bien entendido que se trata
de la producción “psíquica” de elementos y complejos “psíquicos”—.
Esta ley se enuncia con certeza y exactitud sólo para los fenómenos
de reproducción observados, mas sólo con probabilidad y aproxi
mación para los no observados, entre los que hayan existido ya en la
realidad, y para los que aún no hayan existido en ésta. Ha de enun
ciarse, además, a base de la observación de un número de fenómenos
de reproducción tanto mayor, cuanto mayor se quiera que sean la
probabilidad y la exactitud para los fenómenos no observados y para
los que aún no hayan existido en la realidad. La base de su validez
es, pues, la observación de un conjunto de fenómenos de reproducción
y un principio como el de la regularidad de la naturaleza, en virtud
del cual afirmamos la probabilidad de que se hayan verificado regu
larmente en el curso no observado de la naturaleza, o de que se ve
rifiquen de igual modo en su curso venidero, los mismos fenómenos
LA CRÍTICA DEL PSICOLOGISMO EN HUSSERL
217
sino que se las ponga (se las “reconozca”) porque existan. El es
cepticismo riguroso en cuanto tesis es absurdo, porque es un contra
sentido, porque se muerde la lengua al decir “toda tesis es meramen
te probable y aproximada”. Pero el escéptico riguroso o el
escepticismo en cuanto actitud no es absurdo más que en el supues
to de la necesidad del ser ideal. En suma, el escepticismo es propia
mente problemático, porque significa la negación de la necesidad y por
ende la afirmación de la contingencia del ser ideal, y esta afirmación
y negación no son más que una de las soluciones al problema, en
último término, de la necesidad o la contingencia del ser en general
que alternan en la dialéctica histórica que es esencial a la filosofía.
Concluyamos, pues, que no porque la tesis escéptica sea un contrasen
tido, hay que admitir el ser ideal, como pretende la crítica de Husserl,
sino que más bien por ser, y ser necesariamente, el ser ideal, es la
tesis escéptica un contrasentido. No el contrasentido prueba el ser
ideal; el ser ideal funda el contrasentido. ¡También este problema,
nada menos, estaba supuesto por la crítica de Husserl como resuel
to en un sentido determinado, el problema supremo de la metafísica!
49. Una doble finalidad estricta se había propuesto y una amplia
consecuencia histórica se ha asignado a la crítica de Husserl. El an
verso de su finalidad era la refutación del psicologismo lógico, la tesis
de que las leyes lógicas son —directa o indirectamente, por su re
ducción a las psicológicas, como traducciones normativas o aplica
ciones prácticas de éstas— leyes de hechos psíquicos. Husserl juz-
gó factible refutar esta tesis con una argumentación en forma, cuya
primera premisa fuese la afirmación de que las leyes de hechos son
meramente probables y aproximadas. Pero esta afirmación requería
una definición del concepto, fundamental, de leyes de hechos. Hus
serl juzgó suficiente contentarse con la mera afirmación de que leyes
de hechos son las de la ciencia de la naturaleza física y las de la cien
cia psicológica. Pero esta nueva afirmación requería a su vez una de
mostración de que determinadas leyes que formaban parte del cuer
po recibido como de la psicología no eran leyes de hechos, sino de
otros objetos. Y esta demostración ya no podía consistir más que*
en mostrar directamente la distinción entre estos objetos y los he
chos, definiendo unos y otros, y la distinción entre las leyes de unos
y otros, fundando las diferencias entre estas leyes en las diferencias
entre sus respectivos objetos. En suma, la primera premisa de la
argumentación de Husserl suponía la distinción entre hechos y
esencias, psicología y fenomenología. El reverso de la finalidad de la
* Corregimos, con ruz, a uv, que traía aquí “más”, no “más que”.
LA CRÍTICA DEL PSICOLOGISMO EN HUSSERL
225
de las leyes lógicas —que por tener estos caracteres no pueden ser
leyes de hechos. Pero como antes de saber lo que son hechos y lo
que no son hechos, de saber si existen, además de los hechos, otros
objetos que no sean hechos, no podemos saber fundada, y no arbi
trariamente, si leyes evidentes y necesarias, universales y exactas, son
o no son, pueden o no pueden ser leyes de hechos, la realidad es que
la crítica de Husserl prueba la evidencia y necesidad, la universalidad
y exactitud de las leyes lógicas, y de las demás leyes de estos carac
teres, y la imposibilidad de que leyes tales sean leyes de hechos, por
la existencia, además de los hechos, de otros objetos que no son
hechos, o sea, por aquella existencia del orden ideal —problemática
a lo largo de la historia de la filosofía y descubierta en esta historia
una vez más— no más, ni menos, problemáticamente. La crítica de
Husserl, en conclusión, no es una prueba definitiva de la existencia del orden
ideal, una fundamentación concluyente del idealismo objetivo. Es un momento
heurístico relevante en la historia de la fenomenología y de la ontología contem
poráneas, a través del cual ha proseguido la dialéctica histórica de la
filosofía.
50. Tan no es la crítica del psicologismo por Husserl una funda
mentación concluyente del idealismo objetivo, que el desarrollo de
los problemas suscitados por ella condujo a Husserl a una posición
filosófica bien distinta, si es que esta posición no estaba implícita ya
en aquella crítica. La adjudicación del ser absoluto a la conciencia
pura, posición definitiva de Husserl, si no es “ningún idealismo
subjetivo”, tampoco es idealismo objetivo, que es la adjudicación del
ser absoluto al ser ideal. Lo que ha sido, pues, la crítica del psicolo
gismo por Husserl, es el punto de partida para llegar al replanteamiento del
problema de la adjudicación del ser absoluto: ya al ser ideal — ya al ser de la
conciencia pura — ya al ser de nuestra vida humana —que es el problema
de la filosofía actual. El punto culminante de la crítica es, en efecto,
aquel en que convergen la apelación directa a la evidencia y exactitud
de las leyes lógicas (instancia última de la primera mitad de la argu
mentación), como leyes de objetos ideales, y la confutación del es
cepticismo como un contrasentido (instancia última de la segunda
mitad), supuesta la necesidad del ser ideal: aquel punto, en conclusión,
que plantea el problema de si el escéptico, la conciencia, la vida…
“puede dejar” de “poner” el ser ideal o “tiene” que “reconocerlo”—.
El ser ideal no es apodíctico, cosa demostrada, sino problemático,
cuestión filosófica.
NOTAS Y BIBLIOGRAFÍA
(los parágrafos corresponden
por el número a los del texto)
crítica del psicologismo por Husserl vid. n. 36. Acerca de la relación que
establecemos entre positivismo y psicologismo podría hablarse también
de un psicologismo psicológico, al cual hacemos referencia en la n. 39. So
bre la lógica como teoría de la ciencia comprensiva de la teoría del conoci
miento cf. Investigaciones lógicas, tr. española citada en la n. 5, t. i, p. 27; §§ 5 a
11, p. 30 sigs.; § 32, p. 122 sigs.; § 42, p. 167 sigs.; § 48, p. 184 sigs., cap. xi,
p. 232 sigs. La obra de Scheler a que se alude es la famosa que lleva por
título Der Formalismus in der Ethik und die materiale Wertethik, publicada pri
mero en el citado Jahrbuch, 1913 y 1916, y luego aparte (3.ª reimpresión.
Halle, 1927). La historia del moderno descubrimiento de los valores está
resumida por don José Ortega y Gasset en su artículo “¿Qué son los valo
res?”, Revista de Occidente, núm. iv. El antecedente de Brentano puede estu
diarse directamente en el opúsculo El origen del conocimiento moral. Traducción
por M.G. Morente, Madrid, 1927. Son interesantes en este orden de cosas
los §§ 14 a 16 del t. i de las Investigaciones lógicas, tr. española, p. 57 sigs., a
que hace brevísima referencia nuestro parágrafo 6.
4. Las palabras iniciales del parágrafo nos parecen justificadas por la
rapidez con que dentro de la dirección fenomenológica se han sucedido
tres figuras y tres pensamientos tan distintos, e igualmente considerables,
como son los de Husserl, Scheler y Heidegger. El manejo del método feno
menológico y la misma interpretación de la fenomenología varían del uno
al otro. Cf. Husserl, Investigaciones, t. ii a iv, e Ideen, passim, particularmente
esta obra, pp. 48 a 141; Scheler, El puesto del hombre en el Cosmos. Traducción
por J. Gaos, Madrid, 1929, p. 80 sigs.; Heidegger, Sein und Zeit, t. i, 19292,
p. 27 sigs.; Metzger, I, c. (n. 2).
5. La exposición de la crítica de Husserl que hacemos en la primera
parte de nuestro trabajo desarrolla esta crítica como un solo gran argumen
to en las dos partes señaladas en el parágrafo 12 y en el sentido indicado
en el parágrafo 34. Para darle esta rigurosa unidad, que sí convenía a la ex
tensión de nuestro trabajo, resultaba sin duda perfectamente fiel a la estruc
tura de la propia exposición de Husserl y al espíritu cuya inspiración así
había organizado ésta, hemos debido imponernos algunas limitaciones y
trasposiciones. Ante todo, hemos entendido la lógica exclusivamente en el
sentido de la lógica de las significaciones o la lógica apofántica, porque a
ella se refiere la discusión de Husserl con el psicologismo y este sentido solo
bastaba a todos nuestros fines, sin que el prescindir de sentidos más amplios
frustrase en nada la consecución de estos fines. Sobre estos sentidos y so
bre el lugar que con arreglo a ellos corresponde a la lógica apofántica cf.,
además de los pasajes de las Investigaciones acerca de la lógica como teoría
de la ciencia, citados en la n. 3 y pp. 167, 169 sigs., 179, sobre la metodo
logía, para la cual el propio Husserl admite la fundamentación psicológica,
especialmente Ideen, p. 22 sig. Luego hemos prescindido de cuanto puede
considerarse como incidental o accidental, como puramente corroborativo,
JOSÉ GAOS
230
hace largo tiempo hoy, en su plena extensión, por medio de la crítica del
psicologismo.” Y a esto, en nota: “Del modo más contundente en la parte
i de las Investigaciones lógicas de Husserl.”) Muy especialmente A. Metzger, op.
cit. (n. 2). Vid. núm. lxv, p. 179 sigs., núm. lxviii, p. 184 sigs. —El relieve
de Husserl es reconocido aun por quienes se hallan distantes de
él en las ideas. Cf., p. ej., J.B. Rieffert, Logik. Eine Kritik an der Geschichte ihrer
Idee. En el Lehrbuch der Philosophie herausgegeben von Max Dessoir. Die
Philosophie in ihren Einzelgebieten. Berlín, 1925 (p. 286: “Entre los más moder
nos [lógicos] es Husserl el más influyente”). — Trabajos especialmente
dedicados a la exposición y crítica de la crítica del psicologismo en toda su
significación no conocemos ninguno. Los pertenecientes a la polémica
psicologista —vid. n. 2— no podían serlo, manifiestamente. El artículo de
V. Delbos a que hacen referencia G. Gurvitch, Les tendances actuelles de la
philosophie allemande, París, 1930, p. 28, y E. Levinas, La théorie de l’intuition
dans la phénoménologie de Husserl, París, 1930, p. 5, que no nos ha sido asequi
ble en el número de la Revue de Metaphysique et de Morale de 1911, en que
según estas referencias fue publicado, suponemos, fundándonos en estas
referencias, que es el mismo recogido en el volumen publicado por Ch.
Andler, La philosophie allemande au xixe siècle, París, 1912, p. 101 sigs. Este
artículo es una reseña del tomo I de las Investigaciones lógicas, por ende, muy
principalmente de la crítica del psicologismo. Pero no es en realidad más
que un resumen certero de las consideraciones de Husserl, las cuales va
siguiendo fielmente. Nuestro trabajo nos fue sugerido a principios del año
1927 por los profesores Morente y Zubiri. La exposición de la crítica de
Husserl que constituye la primera parte se remonta en el modo de entender
y presentar esta crítica a la labor realizada desde aquella fecha hasta mayo
del siguiente año; la forma actual, con la rigurosa unidad explicada en la
n. 5, a una labor posterior, terminada a fines del año 1930 (en el número
de enero-febrero de 1931 de la revista Universidad fue publicada la prime
ra parte en su forma actual). Esta segunda parte de nuestro trabajo, la
crítica de la crítica de Husserl, estaba esbozada al publicar a principios de
1931 la primera parte, como prueban los cuatro parágrafos preliminares;
pero la forma en que aparece aquí es resultado de una labor dilatada hasta
el final de 1932. Estos datos ayudarán a juzgar sobre lo que nuestro traba
jo debe y no debe a los citados en él. En general, los autores señalan cómo
de la crítica del psicologismo pasó Husserl a la fenomenología. Los más, la
naturalidad de tal paso en cuanto al aspecto factor eidético de ésta. Levinas,
op. cit., 143 sigs., especialmente 148 sigs., encuentra ya en la crítica del psi
cologismo también el otro aspecto o factor de la fenomenología, el que se
refiere a la conciencia —a la “vida”, como dice, viendo a todo Husserl
desde Heidegger, conforme a las declaraciones preliminares sobre su méto
do (vid. p. 14). Pero ninguno ha subrayado expresamente hasta qué punto
la argumentación de Husserl, en apariencia tan concluyente y de hecho tan
JOSÉ GAOS
238
decisiva, no es, ni lo uno, ni lo otro, sino ella misma tan íntimamente pro
blemática como toda la filosofía, justamente por suponer los problemas
(que no soluciones) más lejanos y más profundos de la fenomenología y de
la filosofía actual —de la filosofía en general. En cuanto a algún autor que
sostiene todavía la posición positivista expresamente frente a la crítica de
Husserl, como M. Schlick en el capítulo entero de su Allgemeine Erkenntnis
lehre. Berlín, 19252, dedicado a “La relación de lo psicológico con lo lógico”,
p. 124 a 135, se limita a mostrar que la solución idealista no es tal solución
y a exponer cómo por medio del momento de la discreción que entra en la
continuidad de los procesos intuitivos se aclara satisfactoriamente dicha
relación y más en particular el problema de la realización de las relaciones
lógicas por medio de procesos psíquicos, que es el problema de las leyes a
que obedece aquella máquina de calcular puesta como ejemplo convincen
te por Husserl (35).
37. En las proposiciones enumeradas se distinguen las dos partes de la
crítica de Husserl, que pueden sin embargo considerarse como una refuta
ción del psicologismo por medio de un solo argumento de reducción al
absurdo (12. 34.). Pero aquí invertimos el orden entre ambas partes, porque
conviene a la progresión de nuestra crítica. Ello no es sin que la parte for
mada por las proposiciones (a) – (e), que consiste en hacer ver que la verdad
es como piden las consecuencias absurdas, esto es, lo contrario de la tesis
de que se derivan estas consecuencias, aparezca, más que como la segunda
parte de aquel solo argumento, como un argumento independiente, lo cual
no deja de suceder en la exposición de Husserl, cuya vivacidad apareja cier
ta fluctuación (n. 5).
39. Podría hablarse de un psicologismo psicológico, que consistiría en
reducir todas las leyes del cuerpo tradicional de la psicología a leyes psico
lógicas de hechos; su refutación resulta previa a la del psicologismo lógico.
F. Brentano. Psicología. Traducción por J. Gaos. Madrid, 1926, contiene “los
dos famosos capítulos de su Psicología que más fértil influjo han tenido” (p.
10; la nota preliminar a que pertenecen estas palabras no es del traductor;
el estilo delata como autor a D. José Ortega y Gasset). El principio a que
nos referimos en el texto se encuentra en este volumen, p. 15 sigs., utiliza
do para establecer la distinción entre los fenómenos psíquicos y los fenó
menos físicos. En las I.L., t. iii, p. 152 sig. y 205 sigs., hasta el final de
la Investigación, estudia Husserl este principio, también en relación con la
definición de los fenómenos psíquicos como vivencias intencionales, que
es el asunto de la Investigación. La caracterización que nosotros hacemos
del principio en el texto se halla inspirada en lo que Husserl dice en gene-
ral de las leyes ideales en las I.L., t. i (vid. n. 30), y en particular del principio
en el t. iii, p. 206, y en la doctrina de Brentano acerca de la “psicognosia”
o “psicología descriptiva”. Cf. F. Brentano. Psychologie vom empirischen Stand
punkt. Edición por O. Kraus. Tomo i (Philosophische Bibliothek, 192).
LA CRÍTICA DEL PSICOLOGISMO EN HUSSERL
239
encuentra en Celms, op. cit. (n. 29), p. 28. De Husserl mismo cf. I.L., t. ii,
Investigación ii, “La unidad ideal de la especie y las teorías modernas de la
abstracción”, en especial el capítulo i, p. 115 sigs., como etapa hacia Ideen,
especialmente § 2, p. 8 sigs.
44. El concepto de la fenomenología como ciencia eidética descriptiva
de los fenómenos —psíquicos— puros, fundada en la doble reducción, fe
nomenológica y eidética —que en cuanto a los objetos a que se aplica, es más
bien múltiple— no se encuentra plena y sistemáticamente expuesta por
Husserl hasta las Ideen.
45. En la fenomenología hay dos elementos o factores, uno eidético y
otro psicológico, que han sido diversamente acentuados y armonizados. El
tomo i de las Investigaciones lógicas, las cuatro primeras de éstas —principal
mente la segunda y tercera— y el capítulo de las Ideen sobre “Tatsache und
Wesen”, favorecieron la interpretación de la fenomenología como ciencia
universal y fundamental de las esencias, como ontología eidética, que es
como llegó Scheler a identificarla con la “prima filosofía”, como ha sido
desarrollada por el trabajo efectivo de muchos epígonos y como en general
se la ha divulgado y combatido. Cf. Scheler, loc. cit. (n. 2) y Philosophische
Weltanschauung. Bonn, 1929, p. 6 sigs.; Heinemann, op. cit. (n. 5), p. 339;
Metzger, loc. cit. (n. 5), lxviii, p. 195; A. Messer, La filosofía actual. Traducción
por J. Xirau. Madrid, 1925, p. 134; A. Müller, Introducción a la Filosofía. Traduc
ción por J. Gaos. Madrid, 1931, p. 104 sig.; Schlick, l. c. (n. 36); J. Geyser,
Erkenntnistheorie. Münster, 1922, p. 40 sigs. Pero las dos últimas Investigacio
nes lógicas y el cuerpo de las Ideen acentúan mucho más enérgicamente el otro
elemento o factor de la fenomenología, de tal suerte que si la fenomeno
logía puede seguir teniendo los caracteres de la universalidad y la funda
mentalidad, es merced a la concepción de la conciencia pura como el ser
absoluto. Cf. Ideen, p. 91 sigs., 106 sigs., y sobre este idealismo de Husserl,
Celms, op. cit. (n. 28). A esta concepción se atienen todavía más estricta
mente las últimas publicaciones de Husserl, Formale und transzendentale Logik.
Halle, 1929, y Meditations cartésiennes. Introduction à la phénoménologie. Traduit
par G. Pfeiffer et E. Levinas. París, 1931, y a ella más que al elemento ei
dético, puede decirse abandonado, responde la última etapa de la fenome
nología, representada por M. Heidegger, loc. cit. (n. 2), de suerte que puede
advertirse una como reacción conjunta de Husserl y Heidegger contra
Scheler. Cf. n. 49. Sobre los actos intencionales y sus objetos cf. I.L., t. iii,
Investigación quinta, que recoge y desarrolla el fecundo germen sembrado
por Brentano, Psicología (n. 39), y a la que nos atenemos en el texto, y como
una etapa ulterior del tema Ideen, desde la p. 167.
46. Sobre la relación entre significaciones y esencias, lógica y fenome
nología vid. n. 5. En una dependencia mayor o menor de Husserl ha sido
expuesta la lógica por B. W. Switalski, Vom Denken und Erkennen. Munich
y Kempten, 19246-7, principalmente p. 11-23: “Grundzüge einer reinen
LA CRÍTICA DEL PSICOLOGISMO EN HUSSERL
241
* Las dos ediciones españolas traen un espacio mayor que el normal entre este
párrafo que termina y el siguiente.
** En la edición de La Casa de España se omite por error “la teología filosófica y”.
LA FILOSOFÍA DE MAIMÓNIDES
251
* En la edición
de La Casa de España, “materialmente” no está entre rayas.
** Desde “O de un modo más completo” hasta este punto, se omitió en la edición
de La Casa de España.
JOSÉ GAOS
256
* Las dos ediciones españolas traen un espacio mayor que el normal entre este
párrafo que termina y el siguiente.
LA FILOSOFÍA DE MAIMÓNIDES
263
Gans. La segunda, en 1840 por Karl Hegel; esta fue reimpresa —con
muchas erratas— en 1848. La segunda edición ha sido siempre con
siderada como la canónica, por las grandes adiciones que contiene
respecto de la primera. Ha sido reeditada en 1907 por Fritz Brunstäd
en la conocida colección Reclam. Los dos editores primeros, E. Gans
y Karl Hegel, partieron del propósito equivocado de convertir en un
“libro” lo que era una serie de “lecciones”. Esto llevó no sólo a pu
lir acaso excesivamente el estilo de los manuscritos que les sirvieron
de base, sino a refundir realmente partes enteras y a suprimir lo que
juzgaban repeticiones o pasajes sin interés. Todo ello con el buen
deseo de convertir en un libro los materiales que tenían a mano. Así,
por ejemplo, el manuscrito de Hegel termina bruscamente (en nues-
tra edición, p. 142) y Karl Hegel, para rematar bien el capítulo no
vacila en agregar una serie de consideraciones tomadas de los cuader
nos de apuntes, pero que pertenecen a temas anteriores y no encajan
bien con el trozo a que se añaden. La edición nueva de Lasson ha
repuesto estas adiciones en su lugar natural; y como una conclusión
satisfactoria que dé término al manuscrito de Hegel no se encuentra,
ha colocado aquí las que en los cuadernos aparecen claramente como
observaciones finales de la parte general. Además de esas refundi-
ciones y supresiones, los primeros editores no han dedicado al texto
de Hegel la atención necesaria; son frecuentes los errores de inter-
pretación, los pasajes mal entendidos y puntuados, etc… Karl Hegel
asegura que las adiciones de su edición proceden todas no de cua-
dernos de apuntes, sino de manuscritos de la propia mano de su
padre. Pero estos manuscritos no los ha visto nadie. Es posible que
Karl Hegel dé este nombre a las notas volanderas, sin redactar, com-
puestas de palabras sueltas, que Hegel utilizaba en sus clases. En tal
caso, las páginas de los apuntes resultarían más auténticas aún, pues-
to que Hegel no daba realmente forma plena a su pensamiento sino
en la improvisación oral. Por todas estas razones puede considerar-
se la edición nueva de Lasson como la primera que refleja con exac-
titud bastante aproximada la forma que tuvieron las lecciones de
Hegel sobre filosofía de la historia universal.
II
su sentido objetivo, principalmente en las pp. 74, 89, 142, 145 y 239
de nuestra traducción.
Otro problema terminológico nos ha planteado la expresión
Volksgeist. Su traducción literal es espíritu del pueblo. Podría traducirse
espíritu nacional. Hemos preferido la primera expresión, que tiene
algún abolengo en nuestro idioma, habiendo sido usada por los filó
sofos y juristas españoles que en el pasado tuvieron contacto con el
pensamiento alemán (Hegel, Krause, etc…). Pero también aquí
tienen los términos nación y pueblo para Hegel el mismo sentido
más amplio que hemos indicado para el término Estado.
Hemos traducido Bildung casi siempre por cultura. Solamente en
algún caso hemos puesto educación (p. 69) por tratarse de pasajes
en donde se insiste principalmente sobre la noción de formación, de
paso de un estado a otro, de una situación inculta a otra culta.
Por último, no necesitamos decir que la palabra idea no ha sido
empleada por nosotros nada más que para traducir la voz alemana
Idee, cuyo valor terminológico en Hegel es conocido. Acaso hubiera
sido mejor ponerla siempre con mayúscula.
Para los demás términos hemos seguido en general el vocabulario
filosófico admitido en nuestra lengua.
Contiene este breve volumen las ideas sobre reforma universitaria ex
puestas por el maestro de la filosofía española en una conferencia
dada a petición de la f.u.e. de Madrid y en una serie de folletones
publicados en el diario madrileño El Sol como complemento de la
conferencia.
La brevedad del volumen no es obstáculo a la riqueza ni a la im
portancia excepcionales de su contenido. Es el estudio de D. José
Ortega y Gasset el único de su rango aparecido en España, aun
contando el publicado hace ya algunos lustros por otro gran maes
tro de generaciones españolas, D. Francisco Giner. Y en nada cede a
estudios extranjeros análogos, incluso tan relevantes como el de
Scheler, aludido en él. Frente a unos y a otros tiene, por lo demás,
toda la originalidad que necesariamente había de darle su modo de
tratar el problema de la reforma universitaria.
D. José Ortega y Gasset no quiere que nos contentemos con
imitar lo que se hace en las Universidades de otros pueblos ejempla
res, singularmente en la Universidad alemana. Ésta se halla, de hecho,
en crisis. Pero, sobre todo, lo que tiene de admirable es lo que en ella
hay de pensamiento alemán, de alma alemana, no lo que ella es como
institución, lo cual es, sin embargo, lo único que podríamos trasplan
tar aquí. Quiere, pues, D. José Ortega y Gasset que planteemos y
resolvamos la cuestión por nosotros mismos, en un esfuerzo creador
de lucha personal con ella. Pero esta exigencia de originalidad no
podía ser plenamente satisfecha sin dar satisfacción plena a otra más
vasta y honda. La Universidad es una compleja institución en que
convergen sectores capitales de la vida, de la ciencia, de la cultura y de
la historia. Imposible, por lo tanto, no ya resolver con acierto y efica
cia el problema de su reforma, sino comprenderlo con profundidad
y plantearlo con rigor, sin toda una filosofía de la historia, de la
cultura, de la ciencia y de la vida misma. Ahora bien, es claro que de
RESEÑA DE MISIÓN DE LA UNIVERSIDAD DE JOSÉ ORTEGA Y GASSET
277
vida. Los individuos no son, pues, más que en la apariencia. Pero esta
apariencia es necesaria, como momento e instrumento, al despliegue
de la vida una en que ésta se realiza a sí misma. Sin esa apariencia
esta vida habría sufrido un colapso en la época del instinto racional.
Téngase también presente el exclusivo sentido sensible en que Fich
te entiende, según declaración expresa, la individualidad a diferencia
de lo que llama originalidad. En la última lección, donde Fichte de
clara retrospectivamente la naturaleza del contenido de las anteriores,
se confirma que este a priori histórico de Fichte es una visión religiosa
del mundo y de la historia que hace del cristianismo el principio de
una nueva edad. La inflexión más importante en la línea de la historia
es la que corresponde al advenimiento del cristianismo a la existen
cia universal y pública que él mismo se ha preparado existiendo antes
en las almas e influyendo sobre las circundancias.
Lo que corresponde a posteriori a este a priori consiste en dos ope
raciones: determinar las circunstancias particulares de la vida huma
na en las distintas épocas, pues estas circunstancias no pueden infe
rirse racionalmente del a priori; y determinar en cualquier momento
dado del tiempo la época de la vida en que se encuentre la Huma
nidad, es decir, la época del plan a priori a que pertenezca una edad
determinada de la sucesión efectiva de los tiempos. Así, en el mo
mento presente, en la edad contemporánea, nos encontramos en la
tercera época —como deja Fichte el comprobar al observador em
pírico del mundo y del hombre, que él mismo no quiere ser en estas
lecciones. Semejante observación empírica es también la historia en
su sentido más estricto, en el que es mera obra del investigador de
datos y hechos, del analista, del cronista; pero en el que no es la his
toria en su integridad ni plenitud, obra exclusiva del historiador que
sea a una filósofo o del filósofo que descienda hasta rebasar los lí
mites del a priori, su privativo dominio. Fichte se queda por principio
y en general dentro de estos límites, y así se reduce a exponer los
caracteres generales de la sola época que le interesa, aquella a que
corresponde nuestra edad. Aquí radica, pues, el interés de actualidad
que tienen estos Caracteres. La edad contemporánea de Fichte se
extiende, según él mismo indica, dentro de unos términos imprecisos,
que, en cuanto al pasado, saltan por encima del periodo inmediata
mente anterior, el siglo de las luces, contra el cual se dirige, como es
bien patente, la crítica del estado de la ciencia en nuestra edad, y
abarcan, no sólo la edad moderna, sino casi la era cristiana toda,
como suponen las consideraciones referentes al Estado y al cristianis
mo como principio de la edad; y que, en cuanto al futuro de Fichte
y presente nuestro, llega resueltamente a éste, de modo que nuestra
JOSÉ GAOS
296
1 Hubiéramos podido evitar esta reserva y otra anterior análoga, recurriendo a las
disposiciones oficiales; pero hemos estimado que la precisión en este par de detalles no
valía, a los fines de nuestro artículo, la pena del trabajo necesario.
LA CÁTEDRA DE PEDAGOGÍA
305
1.Recuerdos de la clase
* Las comillas que se abren en “sucintamente”, no cierran; creemos que sólo pue
den ser cerradas aquí.
JOSÉ GAOS Y ANTONIO MOXÓ
316
4. Significación de la cátedra
de esto ha sido así. Causa impresión el encontrarse con que aun Platón
considera la palabra escrita como resueltamente inferior a la palabra
hablada en cuanto expresión, entre otras cosas, de la filosofía. En
suma: se trata de una valoración que es relativamente muy reciente
y tiene una jurisdicción territorial perfectamente limitada. Estricta
mente, sólo es válida para la vida científica contemporánea, cuyo
centro son tres o cuatro países de la Europa occidental. El término
de científica pone sobre la pista del origen y fundamento de su vi
gencia. Es sabido cómo las ciencias de la naturaleza han llegado en
la edad contemporánea a pretender encarnar la ciencia, o cuando
menos servir de modelo a todo lo que quisiera serlo. Pues bien: es
en las ciencias de la naturaleza donde primordialmente existe un pro
greso que depende de una cooperación de los investigadores que
requiere a su vez la publicación de los resultados obtenidos por cada
uno y de las pruebas objetivas y universalmente reproducibles en que
se fundan. En las ciencias del espíritu no existen el mismo progreso
y sus exigencias sino allí donde las técnicas objetivas y materiales
más se aproximan a las de las ciencias de la naturaleza: por ejemplo,
en ciertas formas y faenas, las más positivas, y positivistas, de la fi
lología. En el resto de las ciencias del espíritu es problemático que
exista un progreso asimilable al de las ciencias de la naturaleza, ni
por tanto que tengan fundamento las mismas exigencias. En la filo
sofía esta problematicidad es máxima, porque empieza por ser suma
mente problemático que la filosofía sea ciencia. Sin embargo, la mar
cha histórica de la cultura occidental hacia el primado de las ciencias
de la naturaleza ha impuesto a toda la vida científica y filosófica leyes
y formas que en rigor sólo son válidas para aquellas ciencias. Así, la
palabra escrita ha ido pasando de la mera función servil de instru
mento de una fijación, conservación y difusión muy accidentales y
secundarias de la expresión oral del pensamiento a la función formal
de condición del carácter científico de éste —que es la valoración de
cisiva que hay en el fondo de la condenación del oralismo y de la
agrafía—. El pedir que se escriba y se publique equivale a pedir que
se haga ciencia y filosofía “científica”, en las formas ejemplares de
las ciencias de la naturaleza.
Pero he aquí que el ciencismo naturalista y el positivismo cientí
fico y filosófico son caracteres de una edad superada. He aquí que
el ciencismo y el intelectualismo en general se presentan como rasgos
de una cultura en crisis. He aquí que los pueblos protagonistas de esta
cultura no pueden seguir valiendo por ejemplares sin restricciones
ni reservas. Esta revaloración de valores nos deja francos para el sen
tido de otras cosas. Por esta vía acaso lleguemos a reivindicar el
JOSÉ GAOS Y ANTONIO MOXÓ
328
El lugar y el local
vestíbulo de toda la altura del edificio, con una gran vidriera en co
lores, y ocupando el medio tambor, una sala capaz para quinientas
personas y destinada a conferencias, conciertos, cine y pequeño
teatro. Las cuatro plantas superiores, dedicadas, en el ala de levante,
principalmente a aulas y a las dependencias del Decanato, Secretaría
y profesorado; en el ala de poniente, a seminarios e institutos, sala
de exámenes, sala de exposiciones, bibliográficas, documentales, ar
tísticas, y gran sala de lectura de la biblioteca. En la planta de basamen
to, ala de levante, el comedor y cocina, y una gran sala de estancia y
recreo para los alumnos; ala de poniente, el depósito de libros de la
biblioteca; ésta, instalada y organizada con arreglo a las técnicas más
perfectas, acababa de recibir antes de la sublevación del 18 de julio
el enorme y valioso fondo de San Isidro que la constituía en la pri
mera biblioteca de España después de la Nacional. Todas estas de
pendencias, con su mobiliario y decoración dibujados y construidos
expresamente para ellas, eran, aparte su adecuación a las finalidades
respectivas, del mejor gusto, algunas de una suntuosidad tan pon
derada que no resultaba fuera de lugar. Y todas también, con sus
ventanales apaisados y contiguos, una alegría de luz, aun las que
daban al norte, aun en los días nublados. Este ambiente influyó, sin
disputa, sobre los moradores, hasta notarse en su conducta, hasta en
su atuendo, la influencia, como diré más adelante.
El Plan de Estudios
El profesorado
El alumnado
La vida en la Facultad
El estado actual
* La versión de Pueblo pone aquí, seguramente por error: “en inminentes, en con
sumados”. Lo mismo la versión a máquina en el Fondo Cuatro.
** En la versión de Pueblo y en la versión a máquina del Fondo Cuatro se lee aquí
“destacado”.
GRANDEZA Y RUINA DE LA CIUDAD UNIVERSITARIA
341
Los objetos más fáciles de capturar son aquellos de los cuales solemos
decir que nos rodean. La Humanidad los capturó desde que el primer
hombre abrió los ojos. Es ocioso poner ejemplos y emprender su
JOSÉ GAOS
354
él. Lo que aparece y desaparece, lo que transcurre, son las cosas ex
teriores y los idolillos mentales que confundimos con ellas. ¡Qué
diverso lo que formaba el contorno de Arquímedes y se agitaba en
su fantasía, y lo que nos rodea a nosotros y fosforece en nuestra
imaginación! Mas la esfera y el cilindro, cuya relación encontró Ar
químedes, son idénticas —en el sentido riguroso del vocablo— con
las que nosotros creemos reconocer en lo que ellas no son. —Las
figuras tampoco son efecto de nada, ni causan alguno. No entran en
relación de causalidad, ni con las demás clases de objetos, ni ellas
unas con otras. Las relaciones que guardan entre sí son las relaciones
matemáticas, cuyo tipo no es, reconocidamente, causal. La relación
que tienen con los objetos físicos, ya la hemos declarado. La rela
ción en que entran con los psíquicos, es la que hay entre ellas y el
acto de percepción cuyo objeto son. Este acto es el medianero de su
indirecta acción sobre la cadena de la causalidad. Él es quién, con
su doble faz, de objeto psíquico, eslabón de ella, y de acto de per
cepción de las figuras, procura la intervención de éstas en el mundo
del tiempo y de la causalidad. —En sí, las figuras geométricas perma
necen yuxta o extra el tiempo. Inmóviles, al margen del atropellado
curso de las causas y los efectos.—
Las leyes físicas y también las psíquicas aspiran siempre a la expre
sión matemática, y la han conseguido, aunque en muy diverso grado.
Esto es indicio de la congruencia que, en la característica de la lega
lidad, vuelve a existir entre las figuras geométricas y los objetos
sensibles. La legalidad de unas y otros no es, sin embargo, la misma,
porque las relaciones que se dan en unos y otros objetos no son del
mismo tipo.
Tal es el resultado de la comparación entre las figuras geométricas
y los objetos sensibles. Este resultado es aplicable a los números,
como es fácil comprobar. Autoriza, pues, para afirmar que la realidad
de los objetos matemáticos es esencialmente distinta de la realidad de
los objetos sensibles. Aquéllos y éstos forman dos mundos. ¿Cómo
llamaremos a esta nueva realidad y nuevo mundo? La tradición nos
proporciona el nombre también aquí. La realidad de los objetos ma
temáticos es una realidad ideal. Su mundo, el mundo ideal.
Las relaciones
Los valores
El valor lógico
ahora. Los demás objetos se contentaban con ser, con tener una
realidad, física, psíquica o ideal. El juicio no se conforma con ser,
con tener la realidad ideal que le corresponde como relación, sino
que además tiene una como segunda realidad, para designar la cual
se usa ya corrientemente el término valer. El juicio es lo que se llama
un valor. Es el valor lógico. Lo que las palabras subrayadas quieren
decir es, en rigor, indefinible. Pero todos “saben” qué es un juicio
falso o verdadero, la verdad y falsedad de los juicios. Y este saber es
suficiente para nuestros fines. —Las palabras “tomar por” verdadero
o falso un juicio, aluden a la percusión que su verdad o falsedad ejer
ce sobre nuestra conciencia y es el plus que se añade a la mera evi
dencia. La verdad nos atrae a su reconocimiento y afirmación, evo
ca en nosotros sentimientos de complacencia. La falsedad nos
impele a rechazarla y negarla, nos provoca a movimientos de disgus
to. Lo mismo, se dirá, nos causan otros objetos, desde luego los fí
sicos. Pero si distinguimos, como es debido, los sentimientos llama
dos sensibles y superiores, podemos afirmar que los objetos físicos
—junto con los psíquicos— nos causan exclusivamente sentimien
tos sensibles, y que los únicos objetos que suscitan en nosotros sen
timientos superiores son los valores.1 Los demás objetos nos dejan
en la ecuanimidad de la pura contemplación. Cuando nos parece que
también ellos suscitan en nosotros sentimientos, quien lo hace es un
valor relacionado con ellos. No es lo mismo, pues, lo que nos causan
otros objetos. La toma de posición caracteriza exclusivamente a los
valores.
Los juicios verdaderos y falsos se llaman también las verdades y
los errores. Unas y otros forman una gran región del mundo ideal:
el llamado reino de las verdades… y los errores, debemos añadir sin
vacilación nosotros. Se habla tan sólo del reino de las verdades. Pero
los errores son juicios tan juicios como ellas. Su realidad debe ser,
pues, la misma, el valer. La repugnancia a esta equiparación y a reco
nocer a los errores la parte legítima de su reino, tiene dos motivos.
El primero es un equívoco yacente en las palabras valer y valores,
que designan a la vez una forma de realidad y una modalidad, la
positiva, de esta forma. El segundo es el repetido escollo de las re
presentaciones sensibles. La palabra reino sugiere la representación
de no se sabe qué vaga y utópica comarca; tenemos a los errores por
Otros valores
Contenido, carácter
y límites de la disciplina
cuál es la parte del contenido objetivo de una ciencia que habría que
enseñarse con arreglo a su idea subjetiva de este contenido y de la en
señanza del mismo. Esta idea se halla generalmente mejor o peor
determinada a su vez por el estado actual de la ciencia correspon
diente y de su enseñanza —y debería hallarse determinada siempre
por él de la manera más perfecta posible. Pero en ningún caso pue
de faltar la subjetividad inherente a la idea, así como tampoco en
ningún caso la subjetividad de la idea menoscaba la objetividad de la
ciencia. (La ciencia es un sistema de verdades dotadas de una objeti
vidad ideal; la idea de la ciencia es aquella parte de este sistema que
divisa cada psique desde su puesto en el cosmos, rigurosamente
único y distinto de todos los demás. Por razón de esta singularidad,
la idea no puede coincidir nunca con la ciencia. Pero la integridad
de ésta nada padece porque la psique no puede divisarla en su ple
nitud.) Por lo demás, el estado actual de la ciencia y de su enseñan
za no es nada vago ni inaprehensible. Tiene una definición rigurosa
y una existencia también objetiva (bien que de una objetividad muy
distinta), universalmente asequible. El estado actual de una ciencia
y de su enseñanza está integrado por las ideas dominantes acerca de
ambas cosas en un momento histórico determinado. Y estas ideas
residen objetivas y asequibles en la literatura correspondiente. Esto
es, por ende, lo que vamos a exponer y justificar a continuación:
cuál es la parte del contenido objetivo de la ciencia filosófica que
habría de enseñarse en la repetida asignatura de lógica y teoría del
conocimiento, con arreglo a la idea que tenemos de dicho contenido
y de la enseñanza del mismo. Idea que hemos procurado se halle en
perfecta consonancia con el estado actual de uno y otra.
Con arreglo, pues, a esta idea, el contenido de la asignatura es
doble. Por una parte, un sistema de lógica y teoría del conocimiento
a la altura del estado actual de estas ciencias filosóficas. Por otra par
te, algunos de los sistemas en que el contenido objetivo de la ciencia
filosófica ha encontrado expresión clásica, en el doble sentido del
rango histórico y didáctico. Sobre la relación entre ambas partes di
remos lo pertinente en pasaje ulterior más oportuno.
De la primera parte del contenido de la asignatura en general.– Por de
pronto, todos estarán contestes en que aquí el primer sistema es
parte natural del contenido de la asignatura. La enseñanza del mismo
es la encargada de suministrar parte esencial del mínimo de informa
ción por medio del cual ha de perseguirse el fin formativo primordial
de la asignatura. No es menester, pues, justificar con más insistencia
la inclusión de este sistema en el contenido de la misma. Tampoco
es necesario insistir en sus dos caracteres: sistema elemental, como
JOSÉ GAOS
390
del cuerpo concreto de las ciencias que los emplean; por ende, en la
forma general en que las más varias ciencias pueden emplearlos.
Otros tratados (Wundt, Störring, Abel Rey, Liard) los exponen den
tro del cuerpo de las ciencias; por tanto, en síntesis con las ciencias
y en la forma especial que toman en cada gran clase de ciencias. Cabe
adoptar, según esto, los términos de metodología general o analítica
y metodología especial o sintética, para designar respectivamente
cada una de ambas formas. En rigor, ambas son indispensables. Sin
la metodología general o analítica, no es dado hacerse idea de la na
turaleza y alcance generales de un método determinado. Sin la me
todología especial o sintética, no pueden comprenderse las formas
ni las funciones específicas que un método determinado asume en
ciencias de tipo radicalmente diverso, ni por consiguiente la estruc
tura e índole de estas mismas ciencias. Ahora bien, la metodología
general o analítica puede seguir ocupando el lugar donde es tradi
cional colocarla: a continuación de la lógica en sentido estricto —aun
cuando no quepa ninguna metodología acabada sin acudir a la teoría
del conocimiento, pues en las operaciones y complejos que se llaman
métodos entran importantes elementos gnoseológicos. Por eso no
cabe decir otro tanto de la metodología especial o sintética. Esta es
inseparable de la llamada teoría de la ciencia y la teoría de la ciencia
exige ineludiblemente, como justificaremos en su lugar, la previa ex
posición de la teoría del conocimiento. Por ende, reservamos la me
todología sintética para exponerla juntamente con la teoría de la cien
cia, en la última sección del sistema, y colocamos a continuación de
la lógica en sentido estricto, como término de la sección segunda,
algunos temas de metodología analítica. Después de considerar los
métodos en general, merecen especial consideración, primero, la
definición, división y clasificación, operaciones metódicas elemen
tales a las que es tradicional conceder un puesto señalado, ya en el
contexto de la lógica pura, ya en el de la metodología analítica, y
después, la inducción, concepto en torno al cual han girado los afa
nes y esperanzas innovadoras y renovadores de un periodo secular
en la historia de la lógica. (Así, Honecker.)
Carácter de la sección 2.ª– Con la metodología analítica se toca a la
teoría del conocimiento y queda completo el contenido de la sección
segunda. Representa esta sección un repertorio de cuestiones lógicas
que, si no agotan el contenido de la ciencia lógica —cosa por lo de
más vedada al carácter elemental del sistema— dan una visión orgá
nica del mismo y son fieles a los temas clásicos y al estado actual de
su enseñanza.
JOSÉ GAOS
400
sirve de base. Mas por otra parte el sistema del conocimiento filo
sófico no puede ser absoluto en el sentido riguroso de este término.
Cada uno de los actos de “posición” que la filosofía lleva a cabo por
vía eidética tiene la validez universal y necesaria a priori que es con
sustancial a esta vía, pero el conocimiento filosófico no es exclusiva
mente conocimiento eidético, razón pura, objetiva e impersonal. Con
tiene un doble elemento fáctico y contingente: la intuición empírica,
residuo positivista que la fenomenología no puede eliminar, y las
vivencias metafísicas, factor irracionalista de que la metafísica no
puede prescindir. La filosofía es también, en una insuperable dialéc
tica esencial e histórica, experiencia, pathos cósmico, vida —subjetiva
y “genial”. En esto que también es se distingue también la filosofía
de las demás ciencias. La filosofía tiene como ciencia notas privativas
que es absurdo medir con las de otras ciencias, por ejemplo, las cien
cias llamadas exactas o positivas. El “rigor” filosófico y la “exactitud”
de la matemática o de la ciencia matemática de la naturaleza son
imperativos metodológicos inconmensurables y hasta incompatibles.
Tal es la concepción de la filosofía que nos hemos hecho, aleccio
nados principalmente por la fenomenología y la teoría de los objetos.
Con su exposición cerramos la de la sección 4.ª, el 2.º ciclo y el sis
tema entero de la lógica y teoría del conocimiento que constituye la
primera parte del contenido de la asignatura.
De la segunda parte del contenido de la asignatura.– Algunos de los
sistemas en que el contenido objetivo de la ciencia filosófica ha en
contrado expresión clásica, en el doble sentido del rango histórico
y didáctico, he aquí la segunda parte del contenido de la asignatura,
según indicamos ya en un pasaje anterior. Esta segunda parte es tan
necesaria como la primera desde el punto de vista del fin informa
tivo de la asignatura. La razón está en las relaciones existentes entre
el presente y el pretérito de la filosofía. El pretérito de la filosofía no
es simplemente histórico, sino simultáneamente histórico y actual.
El pretérito de la filosofía es siempre parte esencial de su presente.
Platón y Aristóteles, San Agustín y Santo Tomás, Descartes y Leib
niz, Kant y Hegel, no son citas eruditas: son argumentos eficientes.
Mas por otro lado el pretérito de la filosofía presenta distinta faz
según la luz que el presente proyecta sobre él. Es la explicación de
las variadas estructuraciones, valoraciones e interpretaciones que la
historia de la filosofía va experimentando a lo largo de su propio
curso. Los ocho grandes pensadores que acabamos de citar no pa
recen la misma serie de cumbres desde la altura de 1930 que desde
la altura de no más que 1900. Presente y pretérito de la filosofía se
explican y comprenden el uno por el otro. Toda información filosó
fica, por mínima que sea, exige, pues, un mínimo de información
EL ESTADO ACTUAL DE LA LÓGICA Y LA TEORÍA DEL CONOCIMIENTO
415
De las lecciones
carta de ruta y rumbo fijo; pero el nauta experto dispone las velas y
da al timón según los vientos y corrientes. De un modo análogo, la
exposición oral debe responder a un plan; pero, si ha de poseer las
virtudes de adaptación que principalmente la justificaban, este plan
debe ser susceptible de modificación en aquello que el curso mis
mo de la exposición demande. Esto se logra con un plan de líneas
flexibles, y no rígidas, inspirado en la idea de que no se han encon
trado todavía hierros dogmáticos poderosos para aprisionar el libre
y espontáneo vuelo del espíritu y en la idea de que es un supremo
imperativo de toda enseñanza —y más de la universitaria, como se
desprenderá de lo que diremos luego— no coartar, antes seguir y
favorecer este vuelo. Todas estas cualidades formales debe tener la
exposición oral, así el conjunto de exposiciones que componen un
curso, como cada una de ellas, todo en la medida de lo posible. Sal
vedad indispensable, porque se trata de una mezcla de imponderables
con cuya dosificación sólo puede acertar el tino personal, sin que la
fórmula sea, ni cifrable en palabras, ni comunicable a los demás. Pero
es evidente que la eficiencia de la enseñanza dependerá en grado
sumo de la exquisitez con que se practique esta dosificación.
De las lecturas
De la esencia de la universidad
y de la enseñanza universitaria
y del diálogo
Proyecto de curso
en forma de programa
1.er Ciclo.
Sección 1.ª
Teoría de la filosofía
y teoría de los objetos
1. La filosofía.
2. Los fenómenos físicos.
3. Los fenómenos psíquicos.
4. Los objetos ideales.
5. Los valores.
6. Los objetos metafísicos.
7. Los objetos en general.
8. Las relaciones entre las regiones ontológicas.
9. La historia de la filosofía.
EL ESTADO ACTUAL DE LA LÓGICA Y LA TEORÍA DEL CONOCIMIENTO
443
2.º Ciclo.
Sección 2.ª
Lógica y metodología
general o analítica
Sección 3.ª
Fenomenología
y teoría del conocimiento
Sección 4.ª
Teoría de la ciencia y metodología
especial o sintética
No colectivos
Universales Particulares Singulares
Abstractos Todas las clases Algunas Una especie
o especies especies
de colores
Concretos Todas las clases Algunas Una mesa
Generales o especies mesas
de mesas
Concretizantes Todas estas clases Algunas de Esta especie
de colores o estas especies
especies de mesas
(de que hablo)
Abstractos Todos los matices Algunos Un color
de color colores
o colores
Individuales Concretos Todas las mesas Algunas Una mesa
mesas
Concretizantes Todas estas Algunas de Esta mesa
mesas estas mesas
Colectivos
Universales Particulares Singulares
Abstractos Todas las clases Algunos Un sistema
de “sistemas sistemas cromático
cromáticos”1 cromáticos
Generales Concretos Todas las clases Algunas Una clase de
de mobiliarios clases de mobiliarios
mobiliarios
Concretizantes Todas estas Algunas de Esta clase de
clases de estas clases mobiliarios
mobiliarios de mobiliarios
Abstractos Todos los Algunos Un sistema
sistemas sistemas cromático
cromáticos cromáticos
Individuales Concretos Todos los Algunos Un mobiliario
mobiliarios mobiliarios
Las categorías y las Ideas propenden a ser aquí los objetos metafísi
cos mismos, esto es, a usurpar a otros objetos su región privativa, y lo
que es más grave, su entidad.
Es la concepción de Platón.
Y 6.ª concepción. Objeto ideal es algo que está unido en relación
sintética apriori con un sujeto, o al menos, con un acto intencional
cuyo objeto es el objeto ideal. Los objetos ideales y las categorías son
por esencia correlatos de actos. El topos adecuado y propio de las mis
mas es entonces un espíritu. Este espíritu es el divino, desde Plotino
y San Agustín hasta Scheler en nuestros días y en los últimos de su
vida.
Y con estas breves notas pasamos al
4.º problema.
El problema gnoseológico del conocimiento
de las categorías
Y 5.º problema.
El problema lógico del sistema de las categorías
No nos queda tiempo más que para insinuar el punto central. Este
punto es el del principio heurístico del sistema: este principio em
pieza por no ser descubierto, visto. Es lo que le pasa a Platón. Es
sabido que constituye un problema difícil hacer el inventario riguro
so de las Ideas platónicas. La razón está en que Platón mismo fluctúa
en este punto. Y fluctúa porque no tiene un principio heurístico. En
la última fase de su filosofía da con uno: la finalidad; y organiza te
leológicamente el sistema, orientándolo hacia la idea suprema del
Bien. El significado de este principio es que en el sistema de las ca
tegorías el rango supremo corresponde a los valores. Pero el princi
pio es, por lo menos, insuficiente.
Aristóteles busca el principio y lo encuentra, no tanto en el len
guaje, como se ha sostenido, cuanto en el punto de partida ontoló
gico de su sistema. Es uno de los rasgos más idóneos para definir todo
sistema filosófico, el de la clase de objetos que para él son primarios.
Para Aristóteles, el ser primario, después de rechazar las 4 grandes
concepciones anteriores —la de la negación del ser por el devenir,
en Heráclito; la del ser como la pluralidad innumerable del atomismo;
la del ser como lo Uno simple de los cirenaicos y la de lo Uno-Abso
luto de Parménides—, es su sustancia primera y en torno a ella o
sobre ella se articulan las categorías, desde el punto de vista del len
guaje —como sujeto y predicados proposicionales—, del conocimien
to —como sujeto y predicados del juicio—, del ser mismo —como
sustrato y accidentes.
Posteriormente, hay en la historia de la filosofía otros principios
heurísticos:
el Kantiano, del análisis del juicio,
el de Eduardo de Hartmann, del análisis de la conciencia,
el de neokantianos como Windelband, o del método trascendental,
y el de la fenomenología.
LAS CATEGORÍAS; SU SISTEMA
459
El ser propiamente dicho se entiende en muchos sentidos. Por lo pronto hay el ser
accidental, después el ser que designa la verdad, y también el no ser que designa
lo falso; además cada forma de la atribución es una manera de examinar el ser:
se le considera bajo la relación de la esencia, de la cualidad, de la cantidad, del
lugar, del tiempo y bajo otros puntos de vista análogos; hay por último el ser en
potencia y el ser en acto. Puesto que se trata de las diversas acepciones que se da
al ser, debemos observar ante todo que no hay ninguna especulación que tenga
por objeto el ser accidental, y la prueba es que ninguna ciencia, ni práctica, ni
creadora, ni teórica, toma en cuenta el accidente.
Preliminares
——————————
——————————
JOSÉ GAOS
472
——————————
EL CONTENIDO DOCTRINAL
DE LA INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
I. La introducción sistemática
en sentido lato
En contraste con el tipo anterior, numerosas son las obras que in
corporan el presente. Nada de extrañar, si se tiene en cuenta que los
antecedentes se extienden a lo largo de la historia entera de la filosofía,
por las razones y en el modo que veremos. Como prototípica nos
place señalar la de nuestro maestro, el Sr. Morente. Siéndolo objetiva
mente, como se desprende de lo que vamos a decir a base de ella, es
la más cercana a nosotros, en varios sentidos, entre sus congéneres,
y la única obra española que por su carácter hemos podido destacar,
en toda nuestra bibliografía, a esta primera parte.
LA INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
481
c) La Introducción en el sistema
de las disciplinas filosóficas actuales:
Introducción enciclopédica
* En este punto está indicada, a mano y muy borrosa, la inserción de “la sinopsis”.
JOSÉ GAOS
506
que no deje de ser Historia por reducirse a ser registro de hechos sin
sentido. Pero de esto, más adelante.
Los dos tipos anteriores de la Introducción a la Filosofía habían
revalidado la historia de la filosofía, historizando la Filosofía eterniza
da por el primero de todos los tipos. Consecuencia inmediata, la im
portancia y el interés de la Historia de la Filosofía. En el tipo de la
Introducción en el sistema de la filosofía actual, como un segundo
ciclo de los estudios filosóficos. En el tipo de la Introducción enci
clopédica, ya como contenido parcial de la misma Introducción. Pero
sólo el presente tipo eleva la Historia de la Filosofía de un modo
consciente y riguroso al rango de órgano de la Filosofía misma y
acoge la historia de la filosofía de un modo esencial y definido en el
cuerpo de la filosofía actual. Sin embargo, ni siquiera este tipo redu
ce la filosofía actual a la historia de la filosofía, ni la Introducción a
la Filosofía a la Historia de la Filosofía. Esto queda reservado al tipo
siguiente, el nuevo tipo genérico de la Introducción histórica. No
obstante, hay que reconocer en el presente tipo la última de las es
pecies comprendidas en el género de la Introducción sistemática en
sentido estricto y la transición natural al indicado género siguiente.
En éste, la Introducción histórica, encuentra su discusión el proble
ma fundamental de todos los tipos recorridos hasta ahora y, como
comprobaremos, de todos los tipos en general, la relación entre la
Filosofía y su historia, y con él la encuentran también, o la encuentran
preparada, todos los problemas derivados frente a los cuales hemos
de tomar posición.
El presente tipo comparte con los anteriores la idea sinóptica.
Mas en los anteriores la sinopsis no era tan vasta o tan rigurosa como
lo es en el presente. Ya se reducía solamente a un sistema (el de la
filosofía perenne o el de la filosofía actual), ya carecía propiamente
de sistema (Introducción enciclopédica). Aquí, si la sinopsis se re
duce a un sistema, también el de la filosofía actual, como éste con
tiene todos los demás sistemas, en su aspiración a abrazar el cuerpo
entero de la Filosofía, que se realiza históricamente, la sinopsis no
se reduce a un sistema, sino que se extiende a todos. Y si se extien
de a todos, no lo hace en la forma de la Historia de la Filosofía, como
el segundo ciclo de la Introducción en el sistema de la filosofía actual,
ni en la forma destructora de aquélla y no constructiva de otro orden
que encontramos en la Introducción enciclopédica, sino en la forma
ella misma sistemática que hemos descrito y fundamentado en todo
lo anterior.
El fundamento de esta idea sinóptica era en los tipos anteriores
una determinada estructura, radiada o cíclica, que en la Filosofía se
LA INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
507
B) La Introducción histórica
El Historismo
valer para mí? ¡tampoco valdrá para mí! He aquí lo que efectivamen
te se ha creído siempre y se sigue creyendo ahora.
En fin, el primero de los dos experimentos mentales revela una
última convicción operante en este complejo de convicciones: la con
vicción de la posibilidad de dejar de hacer su filosofía, la convicción
de la renunciabilidad de la filosofía.
Ahora bien, hemos llegado a una altura de la historia de la filo
sofía en que la Historia de la Filosofía nos enseña: Primero, la mera
validez subjetiva, nada universal, de todas y cada una de las filosofías.
En ninguna filosofía ha creído más que su autor, su escuela, su épo
ca, sus partidarios, en suma, su sujeto individual o colectivo. Segun
do, si nos muestra una repetición de formas eternas de la Filosofía,
también nos muestra la discontinuidad, no sólo en la mera validez
subjetiva de las filosofías, sino en la entraña misma de la repetición
y de las formas eternas de la Filosofía: estas formas son contrarios
irreconciliables. En suma, la Historia de la Filosofía prueba de hecho,
no, naturalmente, puesto que se trata de una prueba de hecho, la im
posibilidad esencial o teórica, pero sí la imposibilidad efectiva, prác
tica, de la validez universal de ninguna filosofía.
Conclusión. Renunciar a hacer más filosofía. Dedicarse a lo sumo
a hacer la Historia de la filosofía pasada. El Historismo filosófico.
(Cf. p. 593.)
El Historismo filosófico es el caso radical, en el doble sentido de
ser el más extremado y la raíz o base de los otros, del Historismo uni
versal que caracteriza al momento presente. El momento presente
es el momento en que el hombre, con una carga de Historia suficien
te a sus espaldas, construye la Historia y, aleccionado por ésta, des
cubre la historicidad de su ser humano, la cual interpreta en el sen
tido de la mera actualidad o subjetividad de todos los valores, de la
efectiva y práctica imposibilidad de valores universales o eternos. Y
en el momento en que esta convicción gana su ánimo, éste renuncia
a toda ulterior creación y cultivo de valores ¡Para qué, si no han de
valer para todos, y al no valer para todos, no valen tampoco para mí,
no valen para nadie!
El Historismo es la corrosión del hombre por la Historia —mal in
terpretada, como vamos a ver por la crítica del Historismo filosófico.
C) La Introducción teorética
D) La Introducción metódico-práctica
Lecciones y conferencias
Las lecturas
acabamos de hacerlo. Hay que atenerse en cada caso a los fines per
seguidos y a los caracteres y circunstancias de los textos.
Hay fines por respecto a los cuales nadie ha puesto en duda la
legitimidad ni el valor del texto fragmentario. A los fines de la prue
ba documental se admite el simple pasaje. Como material de ejerci
cios tampoco se ha hecho cuestión nunca del empleo de aquellos
simples fragmentos que basten al ejercicio intentado. Donde el pro
blema se plantea con su sentido propio y todo su rigor es en el te
rreno de la finalidad que hemos denominado de ilustración. Es
justamente al perseguir dar idea del pensamiento de un autor, ya en
su contenido ideológico, ya en el estilo de su formulación lógica y
de su expresión literaria, cuando más escabrosa puede parecer la
amputación. Pues las características que se buscan pueden encon
trarse precisamente en la unidad que se extienda a la totalidad del
contenido ideológico o a lo largo de extensos trayectos de discurso
lógico y literario. Pero, como se ve, ni siquiera por respecto a este
fin, todavía genérico, de la ilustración, puede resolverse el problema
sin tener en cuenta los caracteres y las circunstancias de los textos.
Por eso no es factible entrar aquí más a fondo en esta cuestión. Pro
seguirla sería cosa de ponerse a examinar autores y textos en detalle.
La porción que de esta faena pueda ser pertinente en el presente
estudio se encontrará en la tercera parte, donde tiene el lugar opor
tuno por el carácter bibliográfico de la faena y de la parte.
La literatura de trozos se presenta editorial o bibliográficamente
en dos formas cardinales. Los libros de trozos, “libros de lecturas”
o antologías en sentido estricto, volúmenes independientes y cada
uno de los cuales encierra una colección de trozos de distintos au
tores, pertenecientes a la filosofía en general o a una sola disciplina
filosófica. Las colecciones de trozos, es decir, series de pequeños
volúmenes o folletos, cada uno de los cuales da un solo fragmento
mayor o menor de una obra. En su mayor parte, las antologías in
sertan los fragmentos en orden cronológico. Algunas, empero, no lo
hacen así, y en esta diversidad de ordenación se refleja la diferencia
de finalidades perseguidas o la distinta finalidad predominante. Las
antologías que no se atienen rigurosamente o no se atienen nada al
orden cronológico, sirven con preferencia o exclusividad a las finali
dades que hemos llamado de fundamentación y de ejercitación (Misch,
Havenstein-Müller-Freienfels). Las otras, aunque se declaren engen
dradas también por una finalidad de ejercitación, se ordenan del
modo más adecuado a la finalidad de ilustración (ejemplos, Des
soir-Menzer, Feldmann; véanse los prólogos). Las antologías que en
un volumen suelto dan una colección de trozos de distintas obras
LA INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
567
Los ejercicios
La introducción funcional
y la introducción técnica en la filosofía y el diálogo
Introducción en el sistema
de la filosofía perenne
Introducción
en el sistema de la filosofía actual
Introducción enciclopédica
Introducción propedéutica
Introducción
en el sistema de los sistemas históricos
Introducción teorética
Introduccion metódico-práctica
Introducción ocasionalista
Introducción didáctica
Este es el lugar de citar las obras sobre didáctica filosófica. Nos limi
tamos:
1.º a citar el prototipo y los demás trabajos de esta especie que
hemos utilizado:
M. Apel, Wie studiert man Philosophie? Eine Anleitung zum Studium
und zum Selbststudium der Philosophie, zugleich eine Einführung in die philo
sophischen Probleme. Zweite Auflage. Stuttgart, 1919.
H. Driesch, Wie studiert man Philosophie? Ratschläge für Studierende.
Niemeyer. Halle, 1922 (8 páginas).
El apéndice del mismo título en von Aster, op. cit., p. 394.
F. Schnass, Philosophische Propädeutik. En Methodik des Unterrichts an
höheren Schulen. Erster Teil. Jedermanns Bucherei. Hirt. Breslau, 1925,
p. 54 sqq.
2.º a remitir a la bibliografía dada por Schnass, p. 79.
3.º a agregar a esta bibliografía un título posterior, interesante por
su conexión con la notable antología que citamos en seguida:
J. Feldmann, Praktische Winke für den Philosophieunterricht an höheren
Schulen. Schöningh. Paderborn. (Cit. en Feldmann. Vid. infra.)
JOSÉ GAOS
602
ANTOLOGÍAS
A. Fouillée, Extraits des grands philosophes. Neuvième édition. Delagra
ve. París, 1926.
En orden histórico, desde los Vedas a Stuart Mill. Prototipo de
la antología concebida como ilustración documental de una exposi
ción histórica (la dada por el mismo autor, desde luego). Lleva al
extremo la fragmentación y desarticulación de los textos, entresacan
do pequeños pasajes, alterando el orden de los trozos en los textos.
De otras peculiaridades de la obra puede dar idea el hecho de que
La Rochefoucauld ocupe exactamente el mismo espacio que Des
cartes (diez páginas cada uno). Puede encontrarse algún texto inte
resante y más difícil de encontrar en otra parte.
M. Dessoir-P. Menzer, Philosophisches Lesebuch. Fünfte und sechste
Auflage. Enke. Stuttgart, 1920.
Trozos de Platón a Lotze en orden cronológico. En general, de
bastante extensión (Descartes, las dos primeras Meditaciones con
una pequeña omisión en la segunda; Leibniz, Monadología, 1-38; Kant,
Prolegómenos, 1 a 13 casi íntegramente; etc.). Se ha procurado conciliar
la asequibilidad al principiante con la importancia filosófica y el va
lor expresivo del pensamiento del autor, pero en caso de conflicto
se ha sacrificado conscientemente la primera. “Con respecto a la di
ficultad no nos hemos afligido mucho. La Filosofía es un asunto serio
y puede reclamar el empleo de todas las fuerzas del espíritu. Un libro
de lecturas que quisiera disimular este hecho y servir meramente al
esparcimiento, sembraría la confusión y causaría efectos nocivos”
(p. v). Los trozos de originales en lenguas antiguas o extranjeras van
en traducción alemana. Todos, acompañados de comentarios, muy
desiguales y en general insuficientes. La posición positivista-criticis
ta de los editores no se refleja notoriamente en la selección, más en
el comentario.
J. Feldmann, Schule der Philosophie. 2., vermehrte Auflage. Schöningh.
Paderborn, 1928.
Trozos de Heráclito a Nicolai Hartmann en orden cronológico.
A pesar del número mucho mayor de autores y trozos, la mayoría y
los más importantes no son de menor extensión que los de Des
soir-Menzer (Descartes, Principios, I, 1-53, con pocas omisiones, II,
1-4; Leibniz, Monadología, 1-39; Kant, Estética trascendental, preli
minares y primera sección íntegra). Muchos trozos de autores his
tóricos están escogidos, traducidos y comentados expresamente por
especialistas. Los de autores actuales (Rehmke, Vaihinger, Natorp,
Husserl, Driesch, Scheler, Hartmann) están elegidos por ellos mismos
LA INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
603
COLECCIÓN DE TROZOS
COLECCIONES MIXTAS
DE COLECCIÓN DE TROZOS
Y COLECCIÓN DE OBRAS ESCOGIDAS
EDICIONES, TRADUCCIONES
Y COMENTARIOS SUELTOS
Las ediciones del Discurso del Método por Liard (Garnier), Brochard
(Alcan) y recientemente Gilson (Vrin), todas con comentarios, las
dos primeras con extractos de otras obras, cada una con sus carac
terísticas y ventajas.
Y la magnífica edición de los Pensamientos y Opúsculos de Pascal por
Brunschvicg (Hachette), libro escolar modelo para libros no escola
res, excepcional contribución al conocimiento de Pascal.
Por último, en materia de publicaciones alemanas, si aplicamos
análogos criterios restrictivos que a las francesas, nos quedamos con
algunas ediciones comentadas, como:
Fichte, Die Bestimmung des Menschen. Mit einer Einleitung und
Anmerkungen von M. Kronenberg. Strecker und Schröder, Stuttgart.
Y alguna otra publicada por la misma casa, y con algunos comen
tarios sueltos como
A. Heussner, Hilfsbüchlein für Kants-Leser. 1. Kants Prolegomena.
2. Die Grundlegung zur Metaphysik der Sitten. 3. Kleines Kant-
Wörterbuch. Vandenhoeck & Ruprecht. Gottinga, 1921-22-25.
A. Messer, Kommentar zu Kants Kritik der reinen Vernunft. Strecker
und Schröder. Stuttgart, 1923.
A. Messer, Kommentar zu Kants ethischen und religions-philosophischen
Hauptschriften. Meiner. Leipzig, 1929.
Ejercicios
INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
5. La duda teórica.
6. La duda moral.
7. La duda de criterio.
8. La historicidad del hombre, problema de la crisis.
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA
TEORÍA DE LA FILOSOFÍA
19. El valor.
20. La verdad.
21. El valor, la verdad y la vida.
22. Argumentación y crítica del Historismo.
23. La historicidad del hombre, solución del problema y de la
crisis.
24. La Introducción a la Filosofía. Ojeada retrospectiva y pers
pectivas.
* La frase en 129e. Las palabras que Gaos añade entre paréntesis aparecen en el
texto una línea antes.
** Los textos de las tres últimas citas se encuentran en un mismo pasaje de 135b y c.
La transcripción de la primera omite algunas letras, y la de la última una palabra.
JOSÉ GAOS
618
sí —por esto, espíritu—. Este ser en sí para sí, este volver sobre sí,
es lo que reproducen y transcriben el movimiento del concepto y de
la frase especulativa. Tercer punto: hay, por ende, una esencial relación
entre aquella idea de la ciencia y esta idea de la realidad como espí
ritu. La ciencia encaja en el para sí de esta realidad.
Y descrito así el método dialéctico en Hegel, y comparándolo con
el precedente platónico, podríamos plantearnos el problema de
hasta qué punto pertenece a la esencia del objeto de toda filosofía y
por ende al método mismo de ésta, un método como el dialéctico.
[Preámbulo]*
* Este preámbulo sólo se encuentra en ah, no om. Véase el sentido de estas abre
viaturas en la Nota del coordinador de la edición.
RESUMEN DE CURSOS Y CURSILLOS
623
[Resumen]
* En om no aparece “y cualidades”.
** om: “color” en vez de “calor”.
JOSÉ GAOS
630
no es un ser, sino que hay que distinguir entre las cosas que son o
cuya realidad consiste en ser —las cosas sensibles y los objetos idea
les— y las cosas que valen o cuya realidad consiste en valer.* Esta
discrepancia no puede ser dilucidada plenamente sin haber acabado
de examinar los valores desde los puntos de vista conocidos y sin
afrontar un tema con el cual nos hemos encontrado por primera vez
ahora y que habremos de tratar expresamente: el tema del ser. Por
el momento nos basta la siguiente indicación.** Si el valer constitu
ye la peculiar manera de ser, la realidad de los valores, su valer ha de
corresponderles a ellos objetivamente, es decir, independientemen
te de nuestras valoraciones, so pena de que los valores mismos de
pendiesen en su realidad de éstas, o sea, fuesen objetos del mundo
fenoménico o del mundo interior. Esta objetividad de su valer es
precisamente lo que distingue los auténticos valores de los valores apócrifos.
El valor del dinero o de las joyas, por ejemplo —prescindiendo del
valor estético que la pieza monetaria o la piedra preciosa puedan
tener—, el valor económico en general, es un valor apócrifo. No vale
por sí mismo, sino por su relación con nosotros, de quienes depen
de en su misma realidad. El valor económico es una consecuencia
que para ciertas cosas tiene la circunstancia de que satisfacen deter
minadas necesidades nuestras. Así, el dinero, la de cambiar adecua
damente las cosas que han de satisfacer otras necesidades nuestras.
La mejor prueba de la falta de objetividad del valor económico y de
la objetividad de los valores auténticos está en lo que a uno y a otros
sucedería si los hombres tomásemos la decisión de anularlos: el
valor económico del dinero o de las joyas desaparecería instantánea
y totalmente, mientras que las finas piezas monetarias y las brillantes
piedras preciosas seguirían conservando, impertérritas, indiferentes
a nuestra decisión, su valor estético. Todo ello quiere decir que el
término de valor y los emparentados con él encubren un equívoco,
al ser aplicados a dos clases de cosas radicalmente distintas. Eviden
ciada así la objetividad del valer de los valores auténticos, e indicado
ya que el orden jerárquico imperante entre los valores es pura con
secuencia de su valer, se comprende que este orden jerárquico sea
asimismo objetivo o independiente de nuestras valoraciones. El
orden jerárquico de los valores quiere decir que los unos valen más
y los otros menos donde el más y el menos no significan cantidad
extensiva —a la cual son los valores totalmente ajenos— sino can
tidad intensiva o intensidad de valer y graduación fundada en ella.
* El texto desde el último punto y seguido, esá en om entre paréntesis.
** El texto desde “Esta discrepancia”, está en om entre paréntesis.
RESUMEN DE CURSOS Y CURSILLOS
639
relación entre los valores y los bienes. No todo valor puede asentar
se, indiferentemente, en cualquier cosa. Según sea la clase de valores
de que se trate, son unas u otras también las cosas en que pueden
morar como bienes o males. Ha de haber cierta afinidad entre la
estructura y naturaleza de los valores —o contravalores— y de los
bienes —o males— correspondientes. Así, los valores estéticos no
pueden encarnarse más que en cosas del mundo exterior. La llama
da belleza moral de las acciones no sería sino el nombre erróneo de
un valor moral. Por el contrario, los valores morales no pueden ser
realizados más que por acciones personales y personas. Los valores
lógicos serían privativos de las significaciones. Los valores religiosos
parecen admitir como portadores así las cosas del mundo exterior
como las del interior. Parecen estos valores, los más altos en la jerar
quía de todos los valores, ser como la prolongación y culminación
jerárquica de los estéticos y de los éticos. Pero la ley de afinidad
expuesta no rige sólo para las grandes clases de valores. Rige igual
mente para sectores más pequeños de la región del valor y aun para
valores determinados. — Cuando se trata de valores incorporables
en cosas o acciones factibles por un ser, la incorporación de los va
lores a estas cosas o acciones, la producción de bienes y males, es un
fin de la actividad de ese ser. Los valores a través de los bienes, y
estos directamente, toman entonces el carácter de fines de esta acti
vidad, y de ésta se dice que los realiza. — Lo anterior permite com
prender con mayor rigurosidad que la habitual lo que son estas dos
cosas tan importantes: la cultura y la historia. La cultura en el senti
do en que se habla de la “cultura antigua” o la “cultura moderna”,
la “cultura española” o la “cultura francesa”, puede definirse como
“un repertorio de bienes”. Y en cuanto a la historia, en el sentido de
realidad histórica, no de ciencia histórica, puede decirse que es el
proceso de realización de ideas y valores o producción de bienes —y
males— por la humanidad. Cultura e historia son, pues, más que
sectores del mundo sensible, sectores del mundo total en que entran
en conjunción el mundo sensible y el ideal. La historia muestra,
además, cómo esta relación interregional tiene un carácter de pro
ceso en el tiempo, que no es ciertamente privativo de ella, sino de
todas las relaciones entre regiones del ser, y que plantea un nuevo
problema, que no es ya el del cómo de la relación, ni el de su porqué,
sino el de su para qué. Todo proceso se nos presenta como dirigido
hacia su término en la misma forma en que los procesos de la activi
dad consciente se dirigen hacia su fin, que es su sentido. Así, la historia
y el proceso entero del mundo nos plantean el problema de su tér
mino, fin o sentido.
JOSÉ GAOS
642
era ciego para los más típicos valores del Cristianismo. Un buen
griego de la Atenas de Pericles o un buen romano de los siglos heroi
cos de la República no hubiera comprendido jamás el valor moral de
la mansedumbre predicado por la frase de Jesús: a quien te golpee
en la mejilla izquierda, ofrécele la derecha. Los hombres modernos
estamos perdiendo la vista para los valores cristianos. La castidad,
tan típico entre estos valores, está dejando de representar para noso
tros un valor moral y empieza a ser el rótulo de un puro problema
biológico —higiénico, individual y social. A cambio de esto, el Cris
tianismo ha sido ciego para variedades enteras de auténticos valores,
como muchos valores vitales y sociales. Nada de esto —digamos
para concluir— relativiza los valores mismos, haciéndolos depen
dientes de otras cosas, ni de las valoraciones humanas. Los valores
son, como objetos, absolutos. Lo relativo es el conocimiento que de
ellos tenemos y las consecuencias prácticas de esta relatividad de su
conocimiento.
El precedente examen de los valores desde los puntos de vista
que vienen sirviéndonos de criterio para decidir sobre la pertenencia
de unos determinados objetos a una u otra de las regiones del mun
do es suficiente para mostrar que los valores son unos objetos que
difieren harto, no sólo de las cosas sensibles, sino de los objetos
ideales, mas acaso no sea bastante para dilucidar si se trata de unos
objetos ideales especiales o de una nueva región de objetos. Peculia
ridades también muy singulares frente a los demás objetos ideales
las tienen asimismo las significaciones y los que las consideran valo
res no lo hacen por razón de estas peculiaridades. Quiere ello decir
que lo decisivo ha de ser otra cosa. Ha de ser la forma de realidad
misma de los valores. El problema es éste: si el valor es o no una
modalidad del ser ideal. Pero este problema no es soluble, ni plantea
ble con pleno sentido, sin haber planteado y resuelto antes otro más
general, al que haremos frente en su lugar oportuno: el problema del
ser en general.
9. Consideración aparte la merecen, además de los valores, las sig
nificaciones de las expresiones del lenguaje que tienen sentido com
pleto: oraciones, proposiciones o juicios. Lo primero que respecto
de ellas es necesario asegurar, es el verlas como unos objetos pecu
liares, distintos tanto de las expresiones como de los objetos signifi
cados, interpuestos entre aquéllas y éstos. El siguiente cuadro puede
servir para mostrar esta distinción.
RESUMEN DE CURSOS Y CURSILLOS
645
“Triángulo equilátero”
Triángulo equilátero
“Trianglé équilateral”
Triángulo equilátero–
triángulo equiángulo
“Triángulo equiángulo”
Triángulo equiángulo
“Triangle équiangle”
“El vencedor de Jena”
El vencedor de Jena
“Le vainqueur de Jéna”
Napoleón
“El vencido de
Waterloo” El vencido de
“Le veincu de Waterloo
Waterloo”
Expresiones Significaciones Objeto significado
(objeto sensible)
“Dios es es una
significación”
“Dios es es una Dios es
“Dieu est est une significación” –
signification”
Ejemplos:
De formas: un juicio afirmativo(1) y otro negativo(2), un juicio
disyuntivo(3) y otro hipotético.(4)
De elementos: el sujeto de un juicio universal(5) y el sujeto de un
juicio particular,(6) el predicado de un juicio disyuntivo,(7) cada una
de las dos partes de un juicio hipotético.(8)
De conjuntos: una inducción completa(9) y un silogismo.(10)
De relaciones: las de oposición entre juicios…(11)
Fórmulas:
(1) a es b
(2) a no es b
(3) a es b, o c
(4) Si a es b, c es d
(5) Todos los a son b
sujeto
(6) a es b
sujeto
(7) a es o b, o c
predicado
(8) Si a es b, c es d
1.ª parte 2.ª parte
(9) Mercurio, Marte, la Tierra… Urano, Neptuno giran alrededor
del Sol, luego los planetas giran alrededor del Sol.
(10) m es p
s es m: Sócrates es hombre
Luego s es p: Sócrates es mortal
(11)
Co
n
ió
nt
c
relación de
ic
ra
d di
ra
cc
nt
ió
Co
* En ah, numerado como “10”, y, dada la adición del punto “10” en om, a partir
de aquí las numeraciones de ambas versiones discrepan correspondientemente. En el
texto adoptamos la numeración de om.
RESUMEN DE CURSOS Y CURSILLOS
649
Ser cosa es siempre ser cosa de esta o aquella clase —o región— del ser. No
se es cosa en general — no se es en general — no hay un ser en ge
neral. Una cosa en general, un ser en general, no es más que una
significación o idea, esto es, una cosa de un determinado modo de
ser —del ser ideal.
Consecuencia capital; la definición del ser no puede hacerse por
apelación a lo que las distintas formas del ser tengan de común o
genérico —sino por apelación a una forma del ser que sea el ser por
excelencia y por comparación con la cual sean también las restantes
formas del ser. El problema de la definición del ser en general es el problema
de la determinación del ser por excelencia y de la relación de las demás formas del
ser con este ser por excelencia —y es también el problema del ser necesario y del ser
contingente,* que comprende dos parciales: si hay de hecho algún ser
necesario; si puede no haber ningún ser necesario.
23. Los filósofos hablan también del “verdadero ser” de las cosas.
Ello supone la distinción entre este “verdadero ser” y otro ser, que
no será el verdadero, pero que en algún sentido, o por alguna razón,
tendrá también derecho al nombre de ser. Dejamos al lector deter
minar por sí mismo hasta qué punto, después de lo dicho en los
números 12, por un lado, y 21, por otro, este problema coincide con
el anterior.
24. Las formas del ser son:
a) El ser de experiencia y un posible correlativo ser no de expe
riencia. El ser de experiencia comprende el ser sensible y el ser ideal
o el ser sensible, el ser ideal y el valer. El ser sensible, a su vez, el ser
de los actos —el ser intencional, activo, ejecutivo, subjetivo, psíqui
co—, el ser de los fenómenos —ser fenoménico— y el ser de las
realidades físicas —ser físico o material.
b) Desde otro punto de vista puede distinguirse entre el ser y el
valer —si se considera éste como distinto del ser ideal, y en este
caso el ser sin el valer, y en el caso contrario el ser, entre el ser real
y el ser ideal. Una de las dos formas comprendería el ser no de
experiencia.
c) Desde un tercer punto de vista, hemos distinguido ya entre el
ser subjetivo y el ser objetivo. Éste comprendería todas las formas
del ser con excepción del subjetivo.
Resolver a cuál entre todas estas formas del ser corresponda en
justicia el dictado de ser por excelencia o necesario —es el objetivo
de las argumentaciones a que se refieren los números siguientes.
sensible en que parece inmerso. Las ideas y los valores son objetos
que parecen no poder existir por sí solos, ni tener suficiente base de
existencia en las cosas sensibles que participan de ellos. Las ideas y
los valores son objetos que parecen no poder existir sino como co
rrelatos de los actos de ideación, de intuición y de toma de posición
de algún sujeto.
Si así fuese, resultaría el problema de la participación de las cosas
sensibles en las ideas y en los valores tomar el siguiente cariz. Las
cosas no participarían de las ideas y de los valores en el plano onto
lógico o del ser objetivo o independientemente de todo sujeto. Las
cosas sólo participarían de las ideas y de los valores en el plano
gnoseológico, esto es, en el acto cognoscitivo de un sujeto. Las cosas
sensibles no son en sí, objetiva, ontológicamente, de color, colorea
das. Las cosas sensibles sólo son de color, sólo tienen color en los
actos en que como tales las vemos. Análogamente sucedería con la
percepción.* Nada habría en el mundo sensible triangular o bello, si
no hubiese sujetos en y para cuyos actos de percepción sensible o
de intuición estética los fenómenos se mostrasen tales. Por esto se
dijo anteriormente que no era suficiente base de existencia para ideas
y valores las cosas sensibles que participan de ellos. Sería menester,
además, el sujeto sin el cual no participarían.
Ahora bien, si la participación de las cosas sensibles en las ideas
y en los valores y la existencia misma de éstos parece requerir un
sujeto de cuyos actos intencionales sean ideas y valores los correlati
vos objetos intencionales, se trata de saber cuál sea este sujeto, cómo
haya de ser, quién pueda ser. Este sujeto no puede ser ninguno de
los que forman parte del mundo de la experiencia. La razón está en
que ideas y valores son intemporales y los sujetos que forman parte
del mundo de la experiencia son temporales. La intemporalidad de
lo ideal no parece poder casar con la temporalidad de los sujetos
de la experiencia. El sujeto de las ideas y de los valores intemporales
habrá de ser un sujeto eterno. La eternidad es la categoría de lo real
correspondiente a la intemporalidad, categoría de lo ideal.
Pero esta argumentación está fundada en la idea del mundo que
diseñamos, la cual no es, empero, universalmente admitida por los
filósofos.
27.** El cuarto y último punto en que la filosofía tradicional ha
encontrado el mundo de la experiencia necesitado de un comple
mento trascendente a él está en ese rasgo del ser* común a todas las
cosas de dicho mundo, hecha la salvedad que se hizo al tratar de los
valores.
El ser es una propiedad de las cosas que de hecho no pertenece
siempre a todas. Hay cosas que no fueron y son. Las hay que fueron
y han dejado de ser. Pues bien, todas las cosas que hoy son no han
podido no ser.** Porque si hubiese habido un momento en que todas
las cosas que hoy son, no fueran, no habrían llegado nunca a ser las
cosas que hoy son. Problema es el determinar cuál o cuáles sean
las cosas que siempre hayan sido, para que también las demás pue
dan ser hoy o hayan podido ser.
Pudiera ser el mundo sensible en su conjunto.
Pudieran ser las ideas y los valores.
Si no pudieran serlo ni aquél, ni éstas y éstos, tendría que serlo
un ser trascendente al mundo de la experiencia.
El problema es el discutido en los párrafos anteriores.
29.*** La discusión resumida en los párrafos anteriores es una
discusión secular en la que creyentes e incrédulos**** pretenden con
vencerse o refutarse de un modo puramente racional, sin conseguirlo.
Este hecho no parece admitir más que la siguiente interpretación.
Lo primero que se necesita para convencer o refutar de un modo
puramente racional es que en todo el cuerpo de la argumentación
no haya ningún miembro no puramente racional, ningún miembro
al menos parcialmente irracional. Si, pues, no se logra en la anterior
discusión convencer ni refutar, será porque en la argumentación
haya algún miembro irracional.***** Y lo hay, en efecto. Irracional es
el punto de que en cada caso se parte: irracional es sentir las cosas
y el mundo entero de la experiencia como criaturas y creación, como
contingentes, e irracionales son los valores y la existencia misma de
las ideas. La filosofía no ha sido nunca sino la interpretación, la
instrumentación conceptual, racional, de una experiencia, de una
idea del mundo transida de elementos irracionales, esto es, irreduci
bles a la razón, intraducibles sin residuo en conceptos. Esta estruc
tura de la filosofía explica la sustitución de unos sistemas filosóficos
* Faltan en om las palabras “complemento trascendente a él está en ese rasgo del
ser”.
** Esta oración (“Pues bien, todas las cosas que hoy son no han podido no ser.”)
falta en om.
*** Este punto está numerado en AH como “28”. Y en om, a su vez, como “29”, a
pesar de que el anterior no se numeró como “28”.
**** om: “increyentes” en vez de “incrédulos”.
***** Desde “Si, pues…” hasta aquí, falta en om.
RESUMEN DE CURSOS Y CURSILLOS
661
Observaciones didácticas
Brentano, Franz, 10, 17, 53-55, 156, 59, 304-307, 309, 312, 315, 316,
158-160, 176, 215-218, 229, 235, 318-326, 328
238-240, 299, 300, 378, 394, 438, Croce, Benedetto, 274, 298, 299
461, 623
Brochard, Victor, 607 Delbos, Victor, 237
Bruhn, Wilhelm, 600, 601 Delgado (alumno de Gaos), 76
Brunschvicg, León, 607 Del Río (alumno de Gaos), 76
Brunstäd, Fritz, 273 Descartes, René, 38, 96, 103, 105, 177,
Büchner, Ludwig, 604 185-187, 302, 414-416, 431, 539,
Bullón y Fernández, Eloy, 336 540, 579, 595, 602-605, 624
Burnet, John, 616n Dessoir, Max, 228, 237, 285, 416, 430,
431, 438, 439, 442, 566, 569, 602,
Cadalso, José, 38 603, 624
Camps, Emilio, 337 Dilthey, Wilhelm, 23, 88, 289n, 298,
Cantor, Georg, 194 300, 311, 320, 321, 390, 391, 410,
Cardenal Iracheta, Manuel, 587 432, 438, 592, 593, 599, 600
Cardiel Reyes, Raúl, 75, 76 Domingo, Marcelino, 329
Carlyle, Thomas, 425 D’Ors, Eugenio, 578
Carmona, Verónica, 127 Driesch, Hans, 601, 602
Carmona Nenclares, Francisco, 43, 44n, Drobisch, Moritz Wilhelm, 231
86 Dyroff, Adolf, 395, 576
Carpintero, Helio, 32
Carrasco, (Catedrático), 35n Eckart, (Meister), 597
Carreras y Artau, Joaquín, 586 Ehrenfels, Christian von, 176
Cassirer, Ernst, 437, 440, 442, 606, 624 Einstein, Albert, 318, 319
Casado, Ángel, 113n Eisler, Rudolf, 583
Cassou, Jean, 104 Endres, Joseph Anton, 576, 583
Castro, Américo, 110, 111, 336 Epícteto (o Epicteto), 604, 606
Castro, Octavio, 83n Erdmann, Benno, 229, 394-396, 432-
Celms, Theodor, 235, 239, 240 434
Celorio, Carolina, 127 Ettlinger, Max, 624
Cisneros Arciga, Josué, 127 Ezequiel (Profeta), 250
Claparède, Édouard, 311
Codera y Zaidín, Francisco, 336 Feldmann, Joseph, 442, 566, 601-603,
Cohen, Hermann, 228, 396, 604 624
Cohn, Jonas, 540, 559, 560, 567, 594, Fels, Heinrich, 235
595 Fernández (¿Jesús Hernández Tomás?),
Condillac, Étienne Bonnot de, 604 35n
Conrad-Martius, Hedwig, 178 Fernández Montesinos, José, 23, 79,
Corneille, Pierre, 125 80, 83, 333, 336
Cornelius, Hans, 579 Ferrandis, José, 337
Cossío, Manuel Bartolomé, 48, 53n, Ferrater Mora, José, 32
ÍNDICE ONOMÁSTICO DEL VOLUMEN 1
667
Hildebrand, Dietrich von, 178 Kant, Immanuel, 10, 227, 235, 289n,
Hinneberg, Paul, 430, 431, 438, 439 311, 315, 397, 414-416, 431, 437,
Hoffmann, Ernst, 463, 594, 596, 604, 456, 457, 481, 484, 485, 487, 515,
624 538-540, 577, 578, 580, 594, 595,
Höfler, Alois, 241, 396, 398, 432, 434, 602, 604, 606, 607, 613, 624
438, 560, 569, 585, 607, 608 Kauffmann, Felix, 178
Homero, 310 Kierkegaard, Søren, 88
Honecker, Martin, 230, 241, 394, 395, Kraus, Oskar, 238, 239
397-399, 432, 433, 448, 451 Krause, Karl Christian Friedrich, 275,
Hoyos, Luis de, 337 311, 319, 320
Hume, David, 227, 579, 595 Krieck, Ernst, 322, 570
Husserl, Edmund, 9n, 10, 11, 12, 14, Kronenberg, Moritz, 607
15, 17-19, 22, 25, 50, 52-55, 63, Kühnemann, Eugen, 596
70n, 112, 113, 123, 131, 133-135, Külpe, Oswald, 240, 241, 395-397,
135, 156, 158-162, 164, 165, 167, 432, 433, 436, 437, 440, 441, 486,
170-172, 174-179, 181-185, 188, 489, 494, 579, 581-585, 589, 592,
189, 206, 211-215, 217, 219-222,
600
224-226, 228-231, 235-240, 242,
Kuntze, Friedrich, 415, 431, 440
298-300, 302, 381, 390, 395, 396,
398, 407, 416, 431- 433, 436, 438,
La Rochefoucauld, François de, 602
441, 448, 496, 497, 579, 597, 599,
Lafuente, Enrique, 337
602, 623
Laín Entralgo, Pedro, 33, 84
Husserl, Gerhart, 179
Lambeck, Gustav, 550, 553-555, 560,
Huxley, Thomas Henry, 311
601
Landa, Rubén, 9n, 586
Ibarra Ibarra, Beatriz Eugenia, 82n
Ibarra y Rodríguez, Eduardo, 336 Lange, Friedrich Albert, 230
Irujo Ollo, Manuel de, 117 Langevin, Paul, 90, 115
Largo Caballero, Francisco, 43, 108,
Jacobi, Friedrich Heinrich, 539 118n
Janet, Paul, 439 Larroyo, Francisco, 90
Jansen, Bernhard, 437 Lasaga Medina, José, 23n, 36n, 126
Jaspers, Karl, 390 Lask, Emil, 390
Jerusalem, Wilhelm, 584 Lasson, Georg, 271-273, 580, 581
Jessinghaus, Carlos, 581 Leblond, Julien, 607
Jesús, 644 Leclerc (Leclerck), Abate, 111
Jevons, William Stanley, 398, 441, 569, Le Dantec, Félix, 311
586, 608 Lehmann, Walter, 337, 560, 584
Jiménez García, Antonio, 10n Leibniz, Gottfried Wilhelm, 414, 415,
Jordan, Bruno, 603 435, 437, 539, 540, 595, 602, 604-
Jordan, Leo, 601 606
Jordan de Urríes, José, 64 Leisegang, Hans, 599
ÍNDICE ONOMÁSTICO DEL VOLUMEN 1
669
Nietzsche, Friedrich, 29, 88, 315, 579, Prandtl, Antonin, 560, 579
604 Prat, José, 111, 112
Novelli, Alessandro, 274 Preyer, William Thierry, 311
Núñez (alumno de Gaos), 76 Proclo, 614
Protágoras, 195
Oesterreich, Traugott Konstantin, 439 Przywara, Erich, 623
Olivé, León, 17n Puche Álvarez, José, 43, 111-113, 121
Ortega Spottorno, José, 35n
Ortega y Gasset, José, 10-12, 14-16, Rabier, Élie, 604, 624
17n, 19, 20, 22, 23, 25-34, 36- Racine, Jean, 125
39, 41, 48, 53n, 56, 58, 62, 72n, Ráfols, José, 584
74n, 82, 83, 89, 107, 109, 110, Ramp, J. J., 108
126, 228, 229, 238, 275-280, 286, Rangel Guerra, Alfonso, 47n, 96n
289n, 298-303, 305, 321, 335, Recaséns Siches, Luis, 51, 133, 335
391, 410, 438, 561, 599, 623 Rehmke, Johannes, 602, 604
Otto, Rudolf, 438, 623 Reinach, Adolf, 177, 178
Ovejero, Andrés, 337 Reuther, Hermann, 600
Ovejero y Maury, Eduardo, 586, 606 Rey, Abel, 377, 399, 439, 441, 494,
560, 584, 586
Palacios, Leopoldo-Eulogio, 11n, 27 Reyer, Wilhelm, 177, 228, 579
Palágyi, Melchior, 235 Ribera y Tarragó, Julián, 336
Parménides, 458, 614, 615, 618 Richter, Jean Paul Friedrich, 311
Pascal, Blaise, 565, 607 Richter, Raoul, 559, 560, 579
Paulsen, Friedrich, 494, 585 Rickert, Heinrich, 299, 410, 432, 435,
Pfeiffer, Gabrielle, 240, 579 438, 497, 623
Pérez Bances, José, 241, 594 Rieffert, Johann Baptist, 237, 242, 395,
Pérez-Victoria, Augusto, 35n 431, 434, 435, 440
Pericles, 644 Riehl, Alois, 431, 437, 440, 540, 559,
Pestalozzi, Johann Heinrich, 311 595
Pfänder, Alexander, 178, 240, 241, Roa, Raúl, 87
395-398, 433, 441, 623 Rodríguez de Lecea, Teresa, 11n, 47n,
Piat, Clodius, 463 70n, 126
Pitágoras, 365-368, 456 Rodríguez Huéscar, Antonio, 27
Platón, 68, 248, 311, 327, 414-416, Rodríguez Sadia, Emilio, 594
419, 427, 431, 456-458, 461-466, Rolfes, Eugen, 624
539, 540, 579, 595, 596, 602-604, Rolland, Romain, 115
606, 614, 615, 616n, 618, 621, Romero, Francisco, 36n, 123
624, 664 Rossi, Alejandro, 51, 131
Plotino, 456, 604 Rothacker, Erich, 431, 438
Poincaré, Henri, 439 Rousseau, Jean-Jacques, 311, 313
Poiret, Pierre, 539 Roustan, Désiré, 586
Posidonio, 539 Rubio, José Antonio, 72n
ÍNDICE ONOMÁSTICO DEL VOLUMEN 1
671
Villoro, Luis, 17n Xirau, Joaquín, 27, 37, 38, 67n, 240,
Viqueira, Juan Vicente, 606 586, 594, 606
Vital Díaz, Domingo Alberto, 127 Xirau, Ramón, 57n
Vorländer, Karl, 439
Yamuni, Vera, 61, 63, 99, 100n, 103n,
Wallon, Henri, 115 104-106, 115, 117, 126
Walther, Gerda, 179
Weber, Alfred, 438 Zabala y Lera, Pío, 336
Weinhandl, Ferdinand, 601 Zambrano, María, 27, 37, 38, 44
Weyl, Hermann, 431, 434, 435, 438 Zaragüeta, Juan, 337, 576, 577
Windelband, Wilhelm, 377, 391, 396, Zenón de Elea, 613, 615
410, 439, 458, 461, 462, 498, 499, Zeppa, Claude, 336
502, 552, 573, 579-582, 585, 587- Ziehen, Theodor, 396, 397, 433, 434,
592, 596, 597 439
Witasek, Stephan, 569, 607 Zirión Quijano, Antonio, 8, 17n
Wolff, Christian, 489 Zubiri, Xavier, 11, 12, 14-16, 27, 53n,
Wundt, Wilhelm, 311, 395, 399, 433, 58, 67n, 237, 303, 335, 594, 599
434, 437, 442, 554, 584, 585, 591 Zulueta, Luis, 337
ÍNDICE GENERAL DEL VOLUMEN 1
LIBROS
ESCRITOS INÉDITOS