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FRONTERAS EN LA CIUDAD

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FRONTERAS
EN LA CIUDAD

(re)producción de desigualdades
y conflictos urbanos

Martín Boy y Mariano Perelman


(coordinadores)

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Fronteras en la ciudad: (Re)producción de desigualdades y conflic-
tos / Mariano Daniel Perelman … [et al.]; compilado por Mariano
Daniel Perelman; Martín Guillermo Boy. – 1a ed . – Ciudad Autó-
noma de Buenos Aires: Mariano Daniel Perelman, 2017. 212 p.;
20 x 13 cm.
ISBN 978-987-42-3044-7
1. Desigualdad Social. 2. Ciudad. 3. Conflictos Sociales. I. Perel-
man, Mariano Daniel
II. Perelman, Mariano Daniel , comp. III. Boy, Martín Guillermo,
comp.
CDD 303.6
Imagen de tapa: ”Tinta china” de Gustavo Cosacov
ISBN: 9789874230447
Fronteras en la ciudad

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ExLibrisTeseo 5cb6b84783a0b. Sólo para uso personal

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Índice

Introducción .....................................................................................9
Martín Boy y Mariano Perelman
1. Pensando la desigualdad urbana desde el trabajo
callejero ........................................................................................... 19
Mariano Perelman
2. Cuerpos e identidades extranjerizados: vecinos/as y
travestis en disputa....................................................................... 45
Martín Boy
3. Sobre la productividad social de un conflicto urbano .. 65
María Laura Canestraro
4. Construyendo un barrio “de clase media” ........................ 95
Natalia Cosacov
5. La villa “playón de Chacarita”: surgimiento y
expansión, conflictos entre nuevos y viejos vecinos ........ 129
Verónica Paiva
6. Jóvenes frente a la fragmentación socioespacial ........... 147
María Rosa Privitera Sixto
7. El conflicto como abordaje de la conformación
urbana ............................................................................................ 169
Marianne von Lücken
Acerca de los autores ................................................................. 203

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Introducción
MARTÍN BOY Y MARIANO PERELMAN

Este libro es producto de un trabajo colectivo que un grupo


de investigadores formados y en formación venimos reali-
zando desde hace ya varios años desde diferentes discipli-
nas. Las líneas de trabajo que guían nuestras preocupacio-
nes académicas se encuentran atravesadas por la desigual-
dad urbana y los procesos de interacción/negociación en
cuanto al acceso y al uso del espacio urbano protagonizados
por grupos sociales que gozan de legitimaciones dispares.
En un reciente libro, Gabriel Kessler se preguntaba por
qué elegir igualdad y desigualdad como punto de mira para
analizar el decenio 2003-2013 (Kessler, 2014). Para el autor,
ello se debe –en gran medida– a que esta preocupación se
encuentra en el centro de las preocupaciones actuales. Y al
mismo tiempo, dice, permite dar cuenta de los múltiples
procesos, temporalidades y tendencias contrapuestas de lo
ocurrido en los últimos años en Argentina.
En una línea similar, los textos que componen este
libro buscan aportar a un campo de debate sobre el tema
pero desde una perspectiva en la que lo urbano –o más
precisamente lo territorial– es un componente central de
la desigualdad.
La noción misma de desigualdad nos ha posibilitado un
diálogo fructífero para entender procesos que, vistos bajo
este prisma, nos permiten comprender la relacionalidad de
los procesos sociales y dar una explicación en su conjunto
de lo que para los actores –y para muchas investigaciones–
aparece como separado.
Transexuales, travestis y transgéneros que ejercen la
prostitución o el trabajo sexual, los mendigos, los vende-
dores ambulantes y los cartoneros que se ganan la vida

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vendiendo y recolectando en los barrios porteños; los asen-


tamientos informales en Buenos Aires y Córdoba; los jóve-
nes de barrios pobres haciendo uso del espacio urbano aso-
ciado a las clases altas; los sectores medios diferenciándose
de otros sectores, han sido algunos de los casos de estudio.
Ello nos ha permitido comprender no sólo lo que ocurre
con los “de abajo” sino la producción de diferencias tanto
verticales como horizontales que ocurren entre diferentes
actores en el espacio urbano.
Con esto queremos marcar la importancia de indagar
en ciertas tendencias generales para pensar los procesos
de desigualdad urbana pero también las propias dinámicas
dentro de los grupos sociales. Y, sobre todo, las dinámi-
cas espaciales que –antes que ser un telón de fondo en
los procesos de desigualdad social– son constitutivas. El
abordaje territorial de distintos casos permite avanzar en
la comprensión de los modos en que los “otros urbanos” se
construyen de manera compleja. A su vez ilumina las tem-
poralidades y las narrativas morales que construyen tam-
bién a los espacios urbanos. Es por ello que durante las
investigaciones atendimos a las diferencias que existen a
nivel barrial (e intrabarrial) y a la eficacia y legitimidad que
adquieren argumentos y discursos sobre la desigualdad (la
estética, el ambiente, la cultura, el patrimonio, el delito, lo
ilegítimo, etc.) en diferentes escalas territoriales. El análisis
de los grupos en relación permitió complejizar las acciones,
los posicionamientos, los discursos y las prácticas que los
diferentes actores ponen en juego al momento de “recla-
mar” y de ejercer el acceso a la ciudad. Ese acceso entendido
de manera amplia (hábitat, trabajo, diversión, tránsito) nos
permitió complejizar las visiones más economicistas del
“derecho a la ciudad”.
En este contexto es entendible el lugar que los conflic-
tos han tenido para nuestras indagaciones. Analíticamente
nos permitió dar cuenta de los argumentos y de las prácticas
que las personas esgrimen para constituirse como actores
legítimos para utilizar el espacio urbano. Pero a su vez, el

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uso –en tanto apropiación– es constitutivo de los procesos


sociales, y las prácticas de los actores que no pueden ser
pensadas por fuera de esa espacialidad.
La productividad analítica de poner en una misma
línea distintas situaciones sociales permite apreciar no sólo
las diferencias que existen dentro de cada ciudad –en fun-
ción de actores, espacios, relaciones, interacciones– sino
también las negociaciones con las moralidades presentes
en esos espacios barriales, las agencias de los diferentes
actores. Esas negociaciones y maniobras son las que per-
miten construir relaciones jerarquizadas entre los actores
involucrados. Al mismo tiempo, el Estado y el mercado, a
través de diferentes agencias, contribuyen también a cons-
truir esas relaciones.

Pensando la desigualdad más allá de los procesos


económicos

Nuestro punto de partida es pensar la complejidad de los


procesos de desigualdad urbana. En principio, la misma
idea de “desigualdad” implica un recorte dimensional que va
más allá de lo económico. Esto quiere decir que la desigual-
dad se compone de otras muchas dimensiones.
Como ha planteado Segura (2014: 3), desigualdad
y espacio urbano se vinculan de modo complejo. “[L]as
desigualdades socioespaciales no se reducen a la traducción
mecánica y unilateral entre la sociedad y el espacio, no se
puede asumir acríticamente la ‘tesis del espejo’, que propone
una correlación automática entre desigualdad y segrega-
ción”, ni la desigualdad se basa solamente en los procesos
de separación espacial de las poblaciones. Esto es central
ya que en los últimos años el crecimiento económico en
Argentina se expresó generando procesos simultáneos y, en
apariencia, contradictorios. En Buenos Aires, por ejemplo,
la falta de políticas de acceso masivo a la vivienda y el

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constante aumento del precio del suelo y de los alquileres


–aún en un contexto de constante crecimiento económico–
contribuyeron en la generación de un marco de posibili-
dad para la aparición masiva de grupos que se ganan la
vida en las calles (venta ambulante, feriantes, limpiavidrios,
cuidacoches, cirujas) y que viven en una situación preca-
ria (tomas de tierras, crecimiento de villas, hoteles-pensión,
adultos y jóvenes que viven en las calles, etc.). Estas trans-
formaciones han generado un doble proceso centrípeto y
centrífugo: han generado una creciente segregación socio-
espacial que refiere a una mayor distancia y a un menor
contacto de grupos sociales; pero, a la vez, ha ido surgien-
do una creciente presencia de estos “otros” en las calles
ubicadas en el centro de la ciudad (Boy, Marcús y Perel-
man, 2015). Sin embargo, como hemos planteado (Cosacov
y Perelman, 2015), los encuentros no hablan directamente
de una “sociedad más abierta” o más igualitaria. Antes que
un ejercicio de medición proponemos pensar cómo en esos
encuentros se (re)produce la desigualdad social en territo-
rios determinados.
Bajo esta idea, y pensando en la necesidad de “‘trabajar
en los márgenes’, flujos y entre-lugares para evitar la reifi-
cación” de los grupos populares en tanto objeto de estudio
(Fonseca, 2005: 119), el proyecto se centró en múltiples
espacios rompiendo con la visión apriorística “segregacio-
nista” que algunos abordajes tienen sobre los sectores popu-
lares aún sin buscarlo y logrando un efecto reificador.
Como hemos planteado (Cosacov y Perelman, 2015:
528), centrarse en la construcción de las desigualdades
implica pensar los procesos sociales de forma relacional,
compleja y como producto de un devenir histórico de lar-
ga duración. Gootenberg y Reygadas (2010) refirieron a
que las desigualdades parecen ser “indelebles” (indelible) en
América Latina ya que están basadas en procesos de larga
duración y en un entramado multicategorial producto de
procesos concretos de desigualación social. Para Reygadas
(2008) la desigualdad se (re)construye en un entramado de

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desventajas, en una “red” que tiene una base estructural de


larga data. Para comprender cómo se produce es necesario
centrarse en el plano relacional y, así, observar interac-
ciones y narrativas que legitiman esas relaciones, basadas
muchas veces en las categorías y en los atributos “indivi-
duales” de los agentes. Las interacciones permiten apreciar
los momentos en que esas narrativas se ponen en juego y
avanzar en dar cuenta de los procesos que contribuyen a la
(re)producción de las desigualdades. Pero sobre todo el aná-
lisis de las interacciones en el territorio permite compren-
der el papel del espacio en la producción de la desigualdad.
Como los cambios, las rupturas y las continuidades se
producen sobre territorios con historia, construidos bajo
relaciones de poder. Tanto el crecimiento de las desigualda-
des en algunas dimensiones como su descenso en otras con-
tribuyeron a transformar las subjetividades y los modos de
supervivencia de los sectores medios, de los “vecinos” y de
los grupos subalternos. Pero estos cambios se enraízan en el
espacio público. La desigualdad social y urbana, entonces,
debe pensarse en una temporalidad de larga duración ya
que en este espacio se entrelazan dispositivos físicos, mora-
lidades, relaciones con procesos de más corta duración.
Los territorios y los espacios que están socialmente
construidos por relaciones de poder (Lefebvre, 2005; Mas-
sey, 1994; Gupta y Ferguson, 1992) pueden verse como
un espacio de disputa basada en tensiones y experiencias
históricas (Gordillo, 2010). Cierto es que el espacio es pro-
ducto de relaciones sociales que están materializadas espa-
cialmente y hechas cuerpo en los actores. Pero también el
espacio tiene un rol central en la producción de sujetos
y de identidades. Desde aquí es que pensamos que resul-
ta necesario indagar bajo qué prácticas y qué tecnologías
ciertos grupos concretan su presencia –legítima o ilegíti-
ma– en el espacio, y el modo en que a partir de ello se
producen grupos con capacidades diferenciales de interve-
nir y de hacer uso del espacio urbano. Los espacios están

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construidos por discursos que construyen la desigualdad.


En este proceso los comportamientos –basados en valores
morales– se tornan centrales.
Un abordaje atento al territorio, como espacio dispu-
tado y productor de sentidos y sujetos, permite examinar
los procesos de negociación en torno a su acceso y, desde
allí, hacer visibles las tácticas que despliegan los sectores
subalternos y los grupos consolidados para ser parte de la
ciudad (Cosacov y Perelman, 2015).

Sobre la estructura del libro

Este libro se compone de ocho capítulos que abordan dife-


rentes casos atravesados por el conflicto urbano generado a
partir del encuentro de desigualdades de clase, de género y
de trayectorias migratorias disímiles en tres ciudades: Ciu-
dad de Buenos Aires, Mar del Plata y Córdoba.
El análisis de los conflictos urbanos permite explorar
los modos en que los diferentes actores involucrados
defienden su posición. A su vez, los conflictos son instancias
propicias para dar cuenta de los contenidos de las narrati-
vas que construyen que, muchas veces, exceden el conflicto
concreto y apelan a (pre)conceptos o mitos que se encuen-
tran presentes en la conformación histórica de la ciudad.
Los contenidos comunes de los capítulos que confor-
man este libro pueden leerse en forma transversal; si no,
cada uno de ellos podrá ser abordado independientemente
uno del otro. Cada lector podrá elegir su propia aventura.
A continuación se detallan los contenidos centrales de cada
uno de los escritos que componen este libro.
Mariano Perelman abre la seguidilla de capítulos recu-
perando sus resultados de dos trabajos de campo exten-
sos en los que abordó diferentes dimensiones presentes en
la recolección de residuos por parte de los cartoneros y
en la venta ambulante. Perelman aborda estas actividades

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expandiendo aquellas lecturas que las circunscriben a la


dimensión económica y recuperando el territorio como un
elemento clave. Este capítulo permite recuperar la territo-
rialización de los procesos económicos y explorar detalla-
damente qué sucede ahí para problematizar los reconoci-
mientos, el estigma social y la conformación de redes de
soporte.
Martín Boy da cuenta de un conflicto urbano atravesa-
do por lo que despertó la oferta callejera de sexo en el barrio
de Palermo (Ciudad de Buenos Aires). Vecinos/as del barrio
se manifestaron en contra de esta actividad y de las travestis
que la ejercían. En este capítulo se problematiza cuál es
el umbral de tolerancia que puede tenerse con la sexuali-
dad no hegemónica: ¿cuánto corresponde hacerla pública y
cuánto debe ser recluida a la esfera de lo íntimo? En este
conflicto urbano se puso de manifiesto qué debe entenderse
por uso (i)legítimo y cómo lo geográficamente cercano pue-
de ser completamente extranjero, ajeno, foráneo.
El capítulo de María Laura Canestraro desarrolla un
análisis de un conflicto urbano en un territorio marplatense
bien concreto pero que da cuenta de aspectos más generales
vinculados a cómo se construye ciudad. La llegada del Plan
Pro.crear y la edificación de viviendas en la Canchita de
los Bomberos ubicada en el barrio Parque Luro, el caso
que la autora analiza, pone a dialogar tensamente al Estado
y a los vecinos/as establecidos/as que se autoconvocan y
organizan para promover el desarrollo de un espacio verde
para la comunidad y así evitar la llegada de nuevos vecinos/
as. El caso de la Canchita de Bomberos pone al descubierto
cómo desde el Estado se promueven políticas públicas que
no implican en su diseño e implementación a los diferentes
actores y cómo estos desarrollan acciones de resistencia.
Natalia Cosacov analiza en su capítulo un conflicto
localizado en el barrio de Caballito, Ciudad de Buenos
Aires, que tuvo dos vertientes simultáneas. Por un lado, los/
as vecinos/as que residen en casas de planta baja y primer
piso se oponen a la instalación de grandes torres de edificios

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que cambiarán la identidad barrial pero también traerán


aparejados problemas con la provisión de servicios públi-
cos. Por otro lado, los mismos vecinos impulsaron el des-
alojo de un asentamiento cartonero. Para Cosacov, ambos
conflictos tienen como protagonista a una clase media blan-
ca, moderna y europea, que se enfrenta con las dos caras del
boom inmobiliario: las torres destinadas a las clases medias
altas y los asentamientos como representantes del incre-
mento del déficit habitacional que afecta particularmente a
los sectores populares.
Verónica Paiva en su capítulo da cuenta de un nuevo
tipo de asentamiento informal que se instala en los espa-
cios intersticiales de la Ciudad de Buenos Aires y explora
las repercusiones que provoca en los/as vecinos/as de clase
media históricos del barrio. El playón de Chacarita, ubicado
en la Ciudad de Buenos Aires, es un reflejo de la historia
del abandono de la infraestructura ferroviaria y de cómo
el avance de nuevas dinámicas urbanas atravesadas por la
pobreza, la migración y la especulación inmobiliaria fagoci-
tan aquel pasado de opulencia. En este capítulo se abordan
las huellas fronterizas que se (re)producen cuando desigual-
dades de clase y de trayectorias se topan en un espacio
público contiguo pero fragmentado.
El capítulo escrito por María Rosa Privitera Sixto tra-
baja con una dinámica de uso del espacio público que no
fue planificada. Jóvenes de sectores populares de la zona
sur de la ciudad se trasladan a Puerto Madero, barrio con
el valor del metro cuadrado más elevado de la Ciudad de
Buenos Aires, para desarrollar prácticas de skate y longboar-
ding. La presencia de estos jóvenes en estos espacios pondrá
en evidencia una ciudad fragmentada socioespacialmente
pero que se sigue conflictuando al encontrarse en el espacio
público. Este capítulo recupera cómo estos jóvenes contra-
experimentan la ciudad y cómo conviven con estos otros
urbanos, encarnados en los/as vecinos/as, que protagoniza-
rán maniobras de expulsión.

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Finalmente, este libro cierra con el capítulo de Marian-


ne von Lücken, quien pone de manifiesto que las dinámi-
cas de conflicto urbano se encuentran mediadas por los
intereses de cada uno de los actores involucrados. La auto-
ra trabaja con un proyecto impulsado por el Gobierno de
la ciudad de Córdoba que consistía en la construcción del
puente Letizia para unir la villa La Maternidad y el barrio
Juniors. Este proyecto se insertó en un conjunto de otras
reformas urbanas y despertó la oposición de los/as vecinos/
as. De esta forma, las situaciones de conflicto son revelado-
ras de las relaciones de fuerza que obligan a los actores a
la toma de posición y cristalizan las relaciones que tiene la
población con el espacio y las capacidades, las estrategias y
los recursos que los actores pueden poner en juego cuando
defienden sus intereses a la hora de construir ciudad.
Ya presentados los capítulos, sólo queda desear una
buena lectura, cruzada o fragmentada, que intenta colabo-
rar en cómo miramos y problematizamos lo que acontece
en las ciudades que habitamos y experimentamos en nues-
tra cotidianeidad.

Referencias

Boy, Martín, Juliana Marcús y Mariano D. Perelman (2015).


“La ciudad y el encuentro de la diferencia. Adultos que
viven en la calle y mujeres que habitan en hoteles-
pensión. Ciudad de Buenos Aires, 2007-2011”. Estudios
demograficos y urbanos, 30 (2) (89), pp. 369-404.
Cosacov, Natalia y Mariano D. Perelman (2015). “Struggles
over the Use of Public Space: Exploring Moralities and
Narratives of Inequality. Cartoneros and Vecinos in
Buenos Aires”. Journal of Latin American Studies, 47 (3),
pp. 521-542.
Fonseca, Claudia (2005). “La clase social y su recusación
etnográfica”. Etnografías contemporáneas, 1, pp. 117-138.

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Gootenberg, Paul y Luis Reygadas (2010). Indelible Inequa-


lities in Latin America : Insights from History, Politics, and
Culture. Durham [N.C.]: Duke University Press.
Gordillo, Gastón (2010). Lugares del diablo. Tensiones del espa-
cio y la memoria. Buenos Aires: Prometeo.
Gupta, Akhil y James Ferguson (1992). “Beyond “Culture”:
Space, Identity, and the Politics of Difference”. Cultural
Anthropology, 7 (1), pp. 6-23.
Kessler, Gabriel (2014). Controversias sobre la desigualdad.
Argentina, 2003-2013. Buenos Aires: FCE.
Lefebvre, Henri (2005). The Production of Space. Oxford:
Blackwell.
Massey, Doreen (1994). Space, Place, and Gender. University
of Minnesota Press.
Reygadas, Luis (2008). La apropiación: destejiendo las redes
de la desigualdad. Rubí, Barcelona; México, D. F.: Anth-
ropos ; UAM, Unidad Iztapalapa, Division de Ciencias
Sociales y Humanidades.
Segura, Ramiro (2014). “Conexiones, entrelazamientos y
configuraciones socioespaciales en la (re)producción
de desigualdades en ciudades latinoamericanas
(1975-2010)”. Working Paper 65. Berlín: Ibero-
Amerikanisches Institute- DesiguALdades.net.

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Pensando la desigualdad urbana desde


el trabajo callejero
MARIANO PERELMAN

Introducción

Desde hace más de diez años que hago trabajo de campo con
cartoneros (recolectores informales) y vendedores ambu-
lantes en Buenos Aires. En estas actividades el espacio
público es central. Los que realizan estas tareas lo hacen en
las calles, en los trenes, en los colectivos. Y para ello nece-
sitan ser reconocidos como cartoneros o como vendedores
para poder realizar la actividad.
En 2002 comencé mi primera investigación con ciru-
jas1 que realizaban la tarea de recolección en la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires. Partía del supuesto de que el
marco jurisdiccional y normativo era relevante para com-
prender la actividad. Imaginariamente, además, la ciudad
solía oponerse al “conurbano”, que aparece a los ojos de par-
te de la sociedad como “la cristalización de todos los males
del país, de la descomposición, de las grandes desigualda-
des y de los miedos sociales” (Kessler, Svampa y Gonzalez
Bombal, 2010: 16).

1 Se utilizarán como sinónimos los términos “ciruja” y “cartonero”, salvo


cuando se indique lo contrario.

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20 • Fronteras en la ciudad

El cartoneo era realizado por personas que eran vistas


por una gran cantidad de “vecinos” como fuera de lugar. Sin
embargo, con el trabajo de campo fui comprendiendo que,
pese a la importancia de estos marcos normativos (las dife-
rentes legislaciones en la ciudad y en los municipios), con
ello no alcanzaba. Los recolectores seguramente “llegaban”
y también desarrollaban alguna parte de la tarea fuera de los
límites jurisdiccionales de la Ciudad de Buenos Aires. Ade-
más las fronteras físicas y simbólicas no concordaban con
los límites administrativos de la capital argentina. Y las más
de las veces no interesaba en el transitar si los cartoneros
eran o no del conurbano. En las prácticas y en los discursos
de los cartoneros, “la ciudad” adquiría diferentes contornos,
sobre los que se establecía un adentro y un afuera.
Algo similar me ocurrió con los vendedores ambulan-
tes. En 2011 empecé mi trabajo de campo con vendedo-
res que realizaban su tarea en los trenes. Si con el cirujeo
era posible comprender una diferenciación entre algo que,
medio laxamente, era “la ciudad” (o “el centro”) y los barrios
donde los recolectores vivían, en los vendedores estas dis-
tinciones espaciales eran completamente diferentes.
Tanto cartoneros como vendedores –así como miles de
personas– van a la capital para trabajar y traspasan fronte-
ras jurisdiccionales y, sobre todo, simbólicas. En estos casos,
el espacio público es un lugar de acceso a la reproducción
social. A su vez, da cuenta de una inserción social problemá-
tica que va constituyendo formas de desigualdad social.
A partir de los trabajos de campo que vengo desarro-
llando así como de los debates en los diferentes equipos de
investigación en los que participo, el capítulo propone algu-
nas líneas de indagación para el abordaje de los procesos de
trabajo considerados informales en el espacio urbano. Para
los casos a los que me voy a referir, las formas de trabajo
(como prácticas culturales enmarcadas en experiencias de
clase) marcan maneras sociales de inserción urbana y de
constitución de vidas dignas.

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En tanto la venta ambulante y el cirujeo suelen ser


abordados como formas de obtención de dinero y recursos,
el capítulo propone una visión que va más allá de las visio-
nes centradas en los procesos económicos como un campo
autónomo. Las dos experiencias de campo me han permi-
tido comprender el modo en que los procesos económicos
están territorializados o, para decirlo de forma más precisa,
las prácticas de obtención de dinero son inescindibles de la
constitución del territorio y esta se produce a partir de la
apropiación del espacio físico (y sus constreñimientos) así
como de las relaciones interpersonales que se construyen
alrededor de aquel.
El capítulo está dividido en tres grandes secciones. En
la primera de ellas, me focalizo en la dimensión urbana de
la desigualdad marcando la necesidad de pensar el espacio
no sólo como el lugar donde ocurren cosas. Luego, busco
complejizar los procesos de desigualdad a partir de pensar
las formas de ganarse la vida no sólo desde la adquisición de
bienes materiales o de la esfera de lo económico sino como
modos de vida que tienen diferentes niveles de aceptación y
que, al mismo tiempo, tienen efectos objetivos sobre la vida
de las personas. En función de la desigualdad territorial
construida socialmente y de la desigualdad que se genera
a partir de los diferentes modos de ganarse la vida, en la
tercera sección doy cuenta de las relaciones personales que
vendedores y cirujas generan y mantienen, y que les permite
acceder al espacio y a la reproducción social.

Espacio público, conflictos y constitución de


desigualdades urbanas

Las desigualdades se construyen a partir de elementos


materiales y simbólicos, históricamente producidos, social
y territorialmente contextualizados. La desigualdad es un
fenómeno socialmente producido que tiene manifestacio-

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22 • Fronteras en la ciudad

nes y articulaciones espaciales claras y, a su vez, se nutre


de ellas (Di Virgilio y Perelman, 2016). Para comprender
las desigualdades urbanas, un punto de partida central es
tener presente que las ciudades y los múltiples territorios
que la constituyen pueden ser vistos como espacios morales
en disputa. También es importante pensar que en el espa-
cio urbano se conjugan procesos con distintas temporalida-
des. Esto implica reconocer que existen diferentes órdenes
urbanos entendidos como un conjunto de normas y reglas
tanto formales como informales (Duhau y Giglia, 2004: 258)
en pugna, donde los actores tienen diferentes capacidades
de incidir sobre el espacio. Ello es particularmente noto-
rio en los espacios públicos. Las disputas, los conflictos,
son momentos privilegiados –como lo han mostrado lar-
gamente los estudios antropológicos– para comprender el
universo social y las moralidades en pugna. Las actividades
que producen conflictos en el orden urbano y por él se
tornan iluminadoras.
El movimiento de los actores en el espacio permite
apreciar que, si bien es posible pensar la existencia de fron-
teras simbólicas (Lamont y Molnár, 2002)2 dentro de la
ciudad, existen territorialidades enraizadas basadas en los
múltiples territorios construidos por los grupos sociales y
por las personas. En los casos de la venta ambulante y el
cirujeo, estos están basados en relaciones de carácter eco-
nómico así como en relaciones personales y grupales que
exceden por mucho los momentos de trabajo (pero que son
constitutivos de éstos). Seguir las personas en movimiento,
entonces, permite comprender las diferentes temporalida-
des y espacialidades de la ciudad. En tanto la capacidad de
apropiación y de imposición de modos de estar, transitar,
habitar es diferente, a partir de aquí es posible comprender

2 Aún sin problematizar la noción misma de “espacio” y pensando en un espa-


cio relativamente “grande”, la posición de Gupta y Ferguson (1992) sobre los
peligros que presenta el isomorfismo del espacio, del lugar y de la cultura
resulta pertinente como advertencia para no reificar en una escala menor la
relación entre moral y territorio.

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el modo en que las relaciones sociales en el espacio público,


y que al mismo tiempo lo construyen, son productoras de
desigualdades sociales.
Decía Geertz que

el lugar de estudio no es el objeto de estudio. Los antro-


pólogos no estudian aldeas (tribus, pueblos, vecindarios…);
estudian en aldeas. Uno puede estudiar diferentes cosas en
diferentes lugares, y en localidades confinadas se pueden
estudiar mejor algunas cosas, por ejemplo, lo que el dominio
colonial afecta a marcos establecidos de expectativa moral.
Pero esto no significa que sea el lugar lo que uno estudia”
(Geertz, 2003: 33).

Esta frase –muchas veces mal interpretada– ha sido la


punta argumentativa de un debate dentro de la antropolo-
gía para diferenciar la antropología en la ciudad de la de la
ciudad (Agier, 2015; Segura, 2015).
Ahora bien, si el espacio (físico y vivido) es constitutivo
de los procesos sociales y si los procesos sociales constitu-
yen el espacio físico, resulta necesario pensar la experiencia
de los actores (en tanto experiencia urbana) más allá de la
dicotomía de en la ciudad o de ella. El territorio, con sus
relaciones y sus moralidades, no es un lugar donde las cosas
ocurren. Tomando en serio la hipótesis de la espacialidad
de la práctica (Gordillo, 2004) y la constitución espacial de
los sujetos, es posible comprender cómo la espacialidad es
constitutiva tanto de las personas que realizan las activi-
dades así como de los mercados de trabajo o de compra y
venta de mercancías.
La producción de las desigualdades sociales no está
“fuera” de los sujetos ni “fuera” de los espacios. Esto porque
las identidades se constituyen relacional y espacialmente
(Cosacov y Perelman, 2015). Las identidades o identifica-
ciones pensadas de manera territorial permiten ver toda
esta multiplicidad que está entrelazada con procesos que
tienen otras temporalidades y que deben ser tenidos en
cuenta al comprender los procesos que van sedimentando

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24 • Fronteras en la ciudad

las prácticas sociales. Ello no quiere decir que todas las


investigaciones tengan que abordar la dimensión espacial,3
pero sin duda ella es un componente central de los procesos
de producción de desigualdad, de precariedad y de margi-
nalidad social en los contextos urbanos.
Además, como recuerda Segato (2007), las personas
llevan su territorio a cuestas. El espacio se corporiza y
se memoriza. Ello no siempre es perceptible o en algunos
casos no tiene efectos. Sin embargo, en los casos de la venta
ambulante y del cirujeo, tiene implicancias dobles. Por un
lado, las personas pueden tornarse vendedores o recolecto-
res en contextos y momentos determinados. Por otro lado,
llevan consigo marcas tempo-espaciales que los acompañan
en el pasaje de esa doble territorialidad: la del trabajo y la
de los espacios donde circulan. O sea, se combinan territo-
rialidades yuxtapuestas (estos espacios morales dentro de la
ciudad). Pero a diferencia de las visiones más estructurales
de la ciudad construida a partir de regiones morales, un
estudio desde las prácticas de las personas da cuenta de la
constante pugna en torno a esos espacios que no son fijos.
Centrarse en personas que se ganan la vida haciendo
uso del espacio público permite comprender, además, cómo
los procesos de categorización, de diferenciación y de
desigualdad se construyen territorial y cotidianamente. Ello
porque algunas personas que acceden a la reproducción
social en la ciudad suelen ser vistas por algunos actores
como “fuera de lugar”. En este sentido, la confección de
recorridos y de relaciones cotidianas funcionan al mismo
tiempo como mecanismos de estabilización y como modos
activos de justificación de una presencia problemática.
Así el espacio tiene un rol central en la producción
de sujetos y de identidades, y el uso de argumentos en
tanto arena de producción de sentidos, de conflictos, de

3 Bachiller ha expuesto para el caso de la ciudad de Comodoro Rivadavia lo


que una propuesta de análisis centrada en la territorialidad no permite. Ver
Bachiller (2015).

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Fronteras en la ciudad • 25

dominación, de resistencia y de transformación está espa-


cializado. Es por ello que el análisis de la producción de las
desigualdades debe centrase en territorios históricamente
construidos, con sus complejidades y sus contradicciones,
en tanto espacios morales en disputas, de redes de rela-
ciones y de campos de poder. Son en este contexto donde
tienen lugar los procesos de producción de condiciones
legitimantes, como narrativas y prácticas justificatorias (y
desigualadoras).
Cruzar fronteras sociales y simbólicas produce dife-
rencias en los modos en que son vistos y en que se cons-
tituyen, lo que genera conflictos por el reconocimiento y
disputas sobre las “condiciones legitimantes” basadas en
relaciones históricamente construidas en torno a quiénes
son los habitantes legítimos y qué comportamientos son
aceptados en los barrios de la ciudad.4 ¿Qué quiero decir
con esto? Por un lado, que la residencia, pero también la
movilidad y los modos en los que se accede a la reproduc-
ción social, son formas de construcción de diferencias que
pueden transformarse en desigualdades sociales. Muchas de
ellas van más allá de la clase social y se basan en otras condi-
ciones, como puede ser el género o la “raza”. Es por ello que
es necesario comprender los movimientos de las personas
en el territorio poniendo énfasis en los lugares de residen-
cia, de trabajo, así como los recorridos que hacen. Esto es
importante porque los lugares se construyen en relación
con otros lugares y los procesos de experienciación están
marcados por estas relaciones. Así la ciudad se construye en
contraposición a otro lugar, un lugar memorizado y expe-
rienciado por los actores que da sentido a la diferencia y que
posibilita construir fronteras territoriales y simbólicas.

4 Recupero la noción de condición legitimante de Thompson (1995). En


Argentina algunos investigadores han trabajado esta línea para analizar los
procesos de recuperación de fábricas (Fernández Álvarez, 2007), de organi-
zaciones “piqueteras” (Manzano 2007) o la construcción de idea de trabajo
digno en cartoneros (Perelman, 2011).

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26 • Fronteras en la ciudad

Vendedores y cartoneros cruzan fronteras y desafían


los territorios construidos. Una de las formas en que se pro-
duce desigualdades es la de la construcción de sujetos legí-
timos dentro de un orden público determinado. Tanto car-
toneros como vendedores ambulantes se configuran como
trabajadores (Perelman, 2011 y 2013). Algunas actividades,
algunos trabajos, son permitidos mientras otros son per-
seguidos (y más aún no son vistos como trabajo). Algunas
tareas están reguladas en el marco de derechos y otras –por
estar reguladas en el marco de derecho– son consideradas
ilegales. Todo esto produce negociaciones y negaciones en
torno a la reproducción social y contribuyen a formas de
explotación que van cimentando la desigualdad.
Configurarse como trabajadores es producto de un
doble proceso. Por un lado, hacia ellos mismos en tanto
forman parte de un modo de pensar el acceso legítimo a
la reproducción social. Por otro lado, hacia afuera en tanto
es una forma de apelar a un discurso público legitimante.
Al ser actividades públicas, inscribir la tarea en el universo
simbólico del uso legítimo del espacio público es una forma
de justificar esa presencia problemática.
En los modos de justificación es posible comprender
las disputas donde ciertos actores suelen tener mayor capa-
cidad de incidencia sobre el modo en que esa disputa será
resuelta. Pero los procesos de justiticación no deben ser
pensados como mera competencias de los actores (saber
a qué apelar) sino como una arena de disputa y constan-
te elaboración de ensayos y pugnas. Indagar los procesos
territorialmente (en dónde y en qué momento ocurren)
permite comprender mejor la lucha por la apropiación del
espacio público. Las interacciones y sus límites permiten
comprender el complejo entramado de modos de acceder
a la ciudad y en este caso a ciertos recursos (materiales
y simbólicos) sobre los que se cimentan los procesos de
reproducción social.

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Fronteras en la ciudad • 27

Como marcó Grimson (2009), el cruzar ciertas zonas


de la ciudad los pone en una situación desigual. Las interac-
ciones son centrales en este doble proceso: el expulsor y el
constructor de diferencias. La construcción de la diferencia
se da al mismo tiempo que la expulsión física o simbó-
lica. Centrarse en esta dinámica permite comprender que
las desigualdades se sustentan en relaciones sociales y en
interacciones dinámicas que interactúan con y (re)definen
condiciones de desigualdad estructural.

Las formas de ganarse la vida más allá de la economía

Como he desarrollado en otro lugar (Perelman, 2017), refe-


rirse a formas de ganarse la vida y de significarlas no se
reduce sólo a las estrategias de obtención de dinero. Es
necesario comprender los modos en los que los actores se
(re)construyen en pos de sus trayectorias de vida, de sus
experiencias grupales y de clase en espacios determinados.
Al mismo tiempo es importante dar cuenta de los efectos
que estas formas de ganarse la vida –en un sentido amplio–
tienen en las condiciones objetivas de vida.
Por un lado, resulta importante recordar la construc-
ción social de “la economía” (Mitchell, 2008; Neiburg, 2010)
y de los mercados (Collins, 2002). También es importan-
te analizar la construcción de las múltiples esferas de lo
económico como formas nativas de enunciación y de deli-
mitación. Dicho de otro modo, al abordar estas actividades
resulta pertinente un estudio de las formas de producción,
intercambio, circulación, fijación de precios o de consumo.
Pero es importante no restringirlas a una serie de ideales o
de acciones preestablecidas por un grupo social. O sea, ana-
lizar (y juzgar) las prácticas nativas desde un marco inter-
pretativo de otro grupo nativo. Es por ello que los enfoques
de autores como Viviana Zelizer han resultado sugeren-
tes. Zelizer (2011) refiere a idea de vidas conectadas para

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28 • Fronteras en la ciudad

explicar las múltiples formas en que se mezclan las transac-


ciones económicas y los lazos íntimos –entre amantes,
amigos, parientes, socios, clientes– en un sentido amplio
(compartir secretos, tener acceso a archivos confidencia-
les, brindar consejos, proporcionar información económica
privilegiada, brindar consuelo y prestar servicios corpora-
les que incluyen la promesa o la amenaza de una interac-
ción afectiva más intensa y de mayor transcendencia que
las relaciones sociales cotidianas y que requieren un traba-
jo relacional). Al abordar los procesos económicos, Zelizer
refiere a la necesidad de pensar en circuitos de comer-
cio.5 Cada circuito tiene una frontera, un conjunto de lazos
interpersonales significativos, unas transacciones económi-
cas asociadas y un medio de intercambio. Los estudios de
las finanzas y las monedas (Wilkis y Roig, 2015) también
han dado cuenta de estos procesos y han contribuido a des-
naturalizar, desde el centro mismo de “lo económico”, que
la economía no puede ser sólo analizada desde la economía.
Pero la paradoja, como bien recuerda L’Estoile (2014), los
que pueden considerarse los estudios sociales de la econo-
mía siguen pensando en términos económicos. Yo agregaría
que insistir tanto con esta diferenciación termina tenien-
do un efecto de refuerzo de lo que se quiere criticar: la
existencia de esa esfera como algo dado. Es por ello que
también es importante centrarse en segundo lugar, más allá
de lo económico, e indagar qué es una vida digna o una
forma legítima de ganarse la vida (Perelman, 2011), donde
la espacialidad de la práctica tiene un lugar central.
Ello permite, antes que circunscribir a priori proce-
sos, relaciones o eventos, indagar en múltiples relaciones
sociales. Como plantean Narotzky y Besnier (2014: s5), “la
reproducción social implica dar cuenta de diferentes esca-
las y de los términos en los que la gente ordinaria evalúa

5 La idea de comercio para Zelizer refiere a conversación, intercambio, inter-


acción y mutua determinación. Ello le permite inscribir relaciones que van
de los más íntimos a las transacciones sociales más formales.

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Fronteras en la ciudad • 29

la posibilidad de continuidades, de transformaciones o de


barreras”. Ya que las formas en que se reproduce y se piensa
la vida (making a living) “no sólo depende de la venta de
la fuerza de trabajo a cambio de un salario en el mercado
–o alternativamente vendiendo productos o servicios por
fuera de los marcos regulatorios del Estado (…). Envuelve
también dinámicas que no son usualmente pensadas como
‘económicas’” (Narotzky y Besnier, 2014, p s6, traducción
del autor).
Otros trabajos han dado cuenta de la necesidad de
pensar por fuera de la racionalidad económica (Bourdieu,
2001), centrada en la razonabilidad de los actores. La pro-
puesta de una antropología de la evaluación (Cottereau y
Marzok, 2012), en la que la pregunta remite a qué es lo
que importa para la gente, va en esta línea. De esta forma,
la pregunta no es por el valor sino por evaluación que las
personas hacen.
Ahora bien, si estas dinámicas terminan siendo econó-
micas aunque no han sido pensadas como tales, ¿por qué no
pensar a la inversa o de manera más amplia? Para analizar
los procesos de la casa, L’Estoile refiere a la posibilidad de
pensar en términos de vivir una vida digna (living a good
living) y, en términos más amplios, de oikonomia. Busca así
correrse del lenguaje de la economía y centrarse en los
procesos de vida a partir de las vivencias y las categorías
nativas. Estos esfuerzos son sin duda meritorios en tanto
buscan centrar los procesos “económicos” dentro de una
totalidad centrada en las importancias nativas.
Los presupuestos de L’Estoile permiten pensar desde
las propias categorías nativas estas formas, establecer qué
prácticas son importantes para los actores y qué hacen ellos
para lograrlo. Volviendo a los casos, una mirada más allá
de la economía permitirá iluminar otras dimensiones que
configuran estos modos de ganarse la vida.

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30 • Fronteras en la ciudad

I.
En relación con la recolección informal en 2002, cuando
comencé mi trabajo de campo, era posible diferenciar per-
sonas dedicadas a esa actividad que la consideraban como
algo digno mientras que otras se sentían sumamente aver-
gonzadas del modo en que vivían. Estas diferentes expresio-
nes en torno al cirujeo habilitan a pensar que el análisis de
las formas de vivenciar, de pensarse, no puede entenderse
sino en el marco de los procesos de los cuales los sujetos
forman parte. En el caso del cirujeo, es posible pensar que
si bien el desempleo y subempleo, el deterioro de las condi-
ciones materiales de vida y el incremento de la pobreza y de
la indigencia, el hambre, son condiciones, no explican en sí
mismas el incremento de la cantidad de personas que viven
de esta tarea; dicho de otra forma, no habilitan directamen-
te el paso al cirujeo. Es necesario, por lo tanto, dar cuenta
de otros elementos que, sumados a la dimensión econó-
mica (o de obtención de dinero), terminarían de explicar
la llegada a la recolección y su conceptualización en tanto
modo legítimo de ganarse la vida. Por lo tanto, creo que es
necesario buscar cómo se construyen los modos “deseables”,
para lo cual hay que tener en cuenta las condiciones y los
parámetros morales en los cuales los cirujas construyen la
realización de la actividad.
Como dije, uno de los componentes centrales que
constituyen la noción legitimante es la relación cirujeo-
trabajo y dignidad. La dignidad en tanto categoría legiti-
mante permite incluir a los cartoneros en el campo de la
igualdad (más imaginaria que real) con una serie de otras
personas. Ya que para que ello ocurra debe haber cier-
to “reconocimiento”, no sólo del otro sino de las formas
del otro. Para Cardoso de Oliveira (2004: 26), la relación
entre dignidad, identidad y sentimientos estaría marcando
la importancia del carácter dialógico del reconocimiento,
en el cual se les exige al alter y al ego intercambios sus-
tantivos de palabras o de gestos (símbolos, en general) que

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Fronteras en la ciudad • 31

representan manifestaciones mutuas de consideración y de


aprecio. Lo que me interesa recuperar para el análisis de
los cartoneros remite a la necesidad de pensar la noción de
dignidad en relación con el reconocimiento y vinculada a
la categoría de trabajo, con su relación existente entre las
argumentaciones legitimantes. Pero también como formas
de pensar su presencia en el espacio.
Abordar los procesos de legitimación en el marco de
una lucha por el reconocimiento permite articular diferen-
tes dimensiones: el trabajo en tanto categoría abstracta y
como categoría empírica social y personalmente significa-
da; así como también la presencia de personas en el espacio
público y de sus modos amplios de reproducción social (por
ejemplo qué hacen además de recolectar, cómo se compor-
tan, qué piensan, cómo se visten, qué consumen, etc.). Desde
esta perspectiva, entonces, es posible pensar que

complacencia, satisfacción, sufrimiento, infelicidad o insatis-


facción, no son tomados en lo que ellos tienen de expresión
de la interioridad de la vida psíquica de las personas, ni como
‘percepciones subjetivas’ en el sentido corriente, que podrían,
por eso, ser erróneas, sino porque entendemos que esos sen-
timientos hallan sus fuentes legítimas en la configuración
sociocultural que da sentido a lo querible, deseable, proyec-
table, etc. Sentidos, a su vez, que se mantienen en disputa
en diferentes ámbitos institucionales y socio-culturales de
la vida social y que, en gran medida, co-existen en tensión.
Precisamente esas tensiones se presentan como exigencias
incompatibles para los individuos (Grassi y Danani, 2009:
18-19).

Para los que encuentran en el cirujeo una forma legíti-


ma de ganarse la vida existe un proceso de negociación en
torno a la actividad y a las moralidades.

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32 • Fronteras en la ciudad

II.
Cuando comencé mi trabajo de campo con vendedores
ambulantes en 2011 rápidamente reparé en las diferencia-
ciones que existían entre los que se dedicaban a lo que gené-
ricamente se denomina “vendedores ambulantes”. Dentro
de las personas que se dedican a la venta ambulante existen
diferentes grupos que se caracterizan no sólo por lo que
ofrecen o por la actividad que realizan, sino por una serie de
prácticas que hacen de la venta ambulante un modo de vida.
Uno de ellos son los buscas. Ellos se oponen a otros acto-
res que se dedican a la misma actividad (Perelman, 2013;
Pires, 2010 y 2013) ya que reivindican el ser busca como
un modo de vivir.
Ser busca como modo de vida implica comportamien-
tos que están presentes durante el tiempo de venta y que tie-
nen efectos en el proceso de trabajo pero que no se reducen
a él. En su etnografía sobre la venta ambulante en Buenos
Aires, Pires (2013) dio cuenta de la diferencia entre ambu-
lantes y buscas. Dice que “la racionalidad del busca es tratar
de trabajar cada vez menos tiempo, en pos de mantener una
meta de ganancia que le garantice su cotidianeidad” (Pires,
2013: 163, traducción del autor). Los buscas tienen sus lógi-
cas, sus formas de trabajo, sus pautas de consumo, ciertos
valores morales y prácticas que hacen de ser busca una vida
digna de ser vivida. Allí también se ancla su “racionalidad”.
Una mañana charlaba con un ex proveedor de mercancías
a los buscas. Él me decía que la “mentalidad” de estos ven-
dedores era la de empezar “todos los días de cero” [solo
con el dinero necesario para comprar lo que venderían en
ese día]. Sin embargo, “ganaban mucha plata”. El problema,
proseguía, es “que se la gastan toda” y por eso él no les fiaba
a los buscas. El ex proveedor apelaba a un discurso racional
de cómo se consigue y se gasta el dinero: trabajar, maximi-
zar, ahorrar, “gastar bien”. Esa forma de gastar denotaba un
posicionamiento de cierta autoridad moral sobre cómo los
buscas deben comportarse. En esta forma de comportarse

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Fronteras en la ciudad • 33

en torno a los modos de conseguir el dinero y de gastarlo se


entrelazaban dos mundos morales en torno no sólo a lo eco-
nómico, sino también a una forma de vida. Es por ello que
resulta necesario pensar en términos de qué implica una
vida digna.6 La venta ambulante, en términos económicos o
de ingresos, garantiza la supervivencia pero en términos de
lo que ellos entienden por vivir una buena vida, el tiempo
del trabajo y el del no trabajo no puede escindirse.

Relaciones personales y territorio

La presencia de cartoneros y de vendedores ambulantes no


sólo puede ser indagada desde lo discursivo. Presentarse
como trabajadores no es mera retórica justificativa. Tiene
fuertes implicancias sobre el self así como signa prácticas
concretas. A su vez, la “laborización” de la actividad estuvo
fomentada por diferentes actores entre ellos el Gobierno de
la Ciudad de Buenos Aires.
Las personas van constituyendo un territorio que les
es propio. Ellos se configuran a partir de los procesos de
venta o recolección pero los exceden por mucho. En ambas
actividades los intercambios –incluso cuando refieren a la
compra y venta de productos– no pueden entenderse sólo
como “hechos económicos” (Perelman, 2017).
Los diferentes actores están constantemente activando
relaciones de afinidad que van produciendo interdependen-
cias entre ellos. Son estas relaciones las que posibilitan que
se vaya produciendo un mercado de circulación, de con-
sumo de bienes y un circuito de comercio. La individua-

6 Estoy usando aquí “vida digna” no como una categoría nativa sino como una
categoría que permite pensar el modo en que las personas dan sentido a su
vida (y no sólo a las actividades de obtención de recursos). La idea de “traba-
jo digno” como categoría nativa por ejemplo ha sido recurrente en mi traba-
jo con recolectores de residuos. Allí la idea de trabajo digno aparecía como
una forma de dotar de sentido a la tarea de recolección (Perelman, 2011).

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34 • Fronteras en la ciudad

lización de los vendedores y cartoneros, no ya meramente


como parte de un grupo o como una persona moral (“car-
tonero”; “vendedor”; “pobre”), a partir de relaciones per-
sonales va permitiendo la apropiación del espacio y con
ella el acceso a recursos materiales y simbólicos. Y así se
van constituyendo formas de trabajo. Son estas relaciones
las que van produciendo “derechos” mutuos investidos de
moralidad que contribuyen a la estabilización de los mer-
cados de producción y de consumo. Son estas relaciones
estables las que van permitiendo, a partir de la construcción
de un territorio, acceder a la ciudad.
El espacio físico y las relaciones espaciales tienen fuer-
tes implicancias en el modo en que se regulan las activi-
dades. En el caso del cirujeo, son los recolectores los que
individualmente van confeccionando sus recorridos a partir
de la generación de clientes (personas que les guardan los
residuos). Ellos son “posesión” individual y requieren un
constante trabajo de mantenimiento de confianza.
El cirujeo se fue generalizando como actividad pública
con la crisis de 2001. Es posible decir que ya en 2002 se
fueron generando una serie de procesos que perdurarán y
que tendrán diferentes efectos de refuerzo y de impugna-
ción sobre los que se irá solventado la desigualdad.
Los cartoneros saben que están en un territorio en
el que son vistos como extranjeros. Ello implica que esas
interacciones se puedan transformar, muy frecuentemente,
en conflictos: con los vecinos, los transeúntes, la policía
u otros cartoneros. Es por ello que los cartoneros bus-
can formas de adecuarse al territorio. Para lograrlo, tienen
compentencias comportamentales a partir de valoraciones
morales que se negocian desigualmente entre los diferentes
agentes presentes en el campo. La producción y el mante-
nimiento de relaciones personales y la inclusión del cirujeo
dentro de la esfera del trabajo son dos de los mecanismos
que los recolectores utilizan. Como dije, el proceso de cons-
trucción del cirujeo como una forma legítima de ganarse
la vida, como una forma de trabajo, no sólo remite a la

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Fronteras en la ciudad • 35

histórica relación entre dignidad-trabajo experienciada por


los sujetos, sino también a la creencia de que en el espacio
público el ser trabajador es un modo aceptable.
Es por esta razón que pienso que las moralidades terri-
toriales son constitutivas de las desigualdades sociales y
tienen una temporalidad más larga a la de la crisis, la del
desempleo o incluso la del intento del Gobierno de la Ciu-
dad de Buenos Aires de naturalizar el cirujeo.
Los cartoneros se transforman en cartoneros en un
espacio determinado no sólo por la tarea que realizan. Ser
cartonero o ser vendedor en un espacio/tiempo específi-
co no puede ser pensado sólo a partir de la actividad de
obtención de recursos que realizan. A las personas se les
imprime una serie de imaginarios sobre la actividad en sí. A
la actividad se le fijan una serie de imaginarios en torno a
los sujetos que las realizan.
Es por ello que las interacciones se vuelven una suerte
de antídoto. En los contactos con vecinos (así como con
depositeros y otros actores7 se produce una transforma-
ción del estigma en confianza A partir de los lazos perso-
nales, los cartoneros pueden generar cierta predictibilidad.
Estas relaciones van construyendo un territorio basado en
el mantenimiento de los contactos personales que se cons-
tituyen en relaciones de don y contra don. Así, las obliga-
ciones que se establecen entre los actores producen pre-
dictibilidad. Al tiempo que, para los cartoneros que tienen
que mantener la relación, funcionan como una forma de
estabilización en la tarea (aunque ellos no quieran). Ello es
posible a partir de los comportamientos correctos que lo
que terminan logrando es que se conviertan, aun sin que-
rerlo, en mejores cartoneros.
El caso de la venta ambulante permite iluminar otro
tipo de construcciones cotidianas de diferencias que se
construyen como desigualdades. Los vendedores ambulan-
tes que trabajan en los trenes, a diferencia de los recolec-

7 Ver Perelman, 2011a.

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36 • Fronteras en la ciudad

tores, construyen colectivamente el territorio. Si bien cada


uno cuenta con un trayecto y con la posibilidad de vender
determinado producto, el territorio pertenece al grupo. Es
un espacio abierto que es cerrado por un grupo y reapro-
piado. Ello les posibilita tener una menor regularidad en
la asistencia pero genera obligaciones con los otros actores
que conforman la configuración. El ir a vender algunos días
si y otros no perjudica al que no va.
A diferencia de los cartoneros, la percepción del ven-
dedor ambulante no refiere tanto a una pobreza extrema
como en el caso de la recolección. En los trenes, existe
una diferenciación entre las personas basada en formas de
obtener dinero y de gastarlo. Son formas de acción que se
van cosificando en dos modos diferentes de supervivencia:
“trabajar” y “pedir” o “mangear”. Los grupos están consti-
tuidos –podría decirse– como diferentes tipos de personas.
Mientras que los vendedores suelen ser hombres “en con-
diciones de trabajar”, los que piden contarían con algún
atributo que no les permitiría hacerlo. En los mangueros
la pobreza suele ser utilizada como un recurso legitiman-
te para la realización de la actividad y debe mostrarse y
performarse. Esto es, para manguear (pedir) hay que ser
(parecer) pobre. En cambio, en los buscas esta relación es
más compleja. Esto lleva a diferentes tipos de performance
durante el tiempo de venta. Vendedores (en términos gené-
ricos) y pasajeros producen y reproducen modos de acce-
sos legítimos a la reproducción social: vender para unos,
pedir para otros. En las interacciones y en los actos rituales
de venta/pedir no sólo se reproduce la ideología del mer-
cado sino que se (re)construyen las desigualdades sociales
en tanto estas formas de interacción construyen formas de
acceso a la reproducción social complejas que están fuera
del marco de protección laboral pero sobre todo porque los
pone en un universo simbólico e imaginario de exclusión.
Centrarse en la construcción de las desigualdades implica
pensar los procesos sociales de forma relacional, compleja
y como producto de un devenir histórico de larga duración

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Fronteras en la ciudad • 37

(Gootenberg y Reygadas, 2010). Y los modos de categoriza-


ción (trabajo/no trabajo; busca/manguero; etc.) y su puesta en
relación son una puerta para comprender el modo en que se
van naturalizando y resignificando en prácticas culturales y
en contextos concretos.
Por otro lado, la territorialidad de la desigualdad está
presente. Así por ejemplo las percepciones de los compor-
tamientos de los vendedores en dos líneas de trenes son
diferentes. Existen percepciones diferenciales sobre el esta-
tus de los vendedores, como trabajadores o como pobres.
Así, por ejemplo, mientras en la Línea Roca que va hacia
el sur del conurbano bonaerense, los vendedores cuentan
con un estatus similar al de los pasajeros, en la línea Mitre
que va hacia el norte, una de las zonas más ricas del conur-
bano, parece existir una diferenciación de clase entre unos
y otros. En tanto las personas que usan el transporte tienen
diferentes trayectorias de clase, la construcción que vende-
dores y pasajeros hacen unos de otros también lo son. Esto
es un punto importante ya que permite la construcción de
un territorio de venta.
Asi, mientras las calles y la cantidad de edificios,
comercios, depósitos, etc. genera la posibilidad de una
mayor oportunidad de generar rutas en el caso de la reco-
lección de residuos,8 en la venta ambulante son los trenes
y los recorridos que éstos realizan los que deben dividirse.
Los límites de lo posible son muchos menos en el segun-
do caso.
Entonces estos procesos son importantes a la hora de
comprender la producción de la desigualdad social ya que
tienen efectos sobre la apropiación del territorio y de los
modos de supervivencia. Que ellos se expresen en prácticas
y discursos cotidianos, que se produzcan y reproduzcan
en las interacciones es importante a la hora de generar

8 Siempre y cuando los cartoneros trabajen de forma individual. En los últi-


mos años el crecimiento de las cooperativas ha ido generando un proceso de
colectivización de los espacios de recolección.

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38 • Fronteras en la ciudad

diferencias sociales y capitales distintos. En el territorio


es posible ver los componentes de desigualación de larga
duración (como los sujetos legítimos) así como los de más
corta duración en función de los ingresos y las expulsiones
cotidianas de los cartoneros.

A modo de cierre

Kessler (2014), analizando diferentes dimensiones, da cuen-


ta la existencia de tendencias contrapuestas en relación con
lo ocurrido con la desigualdad en Argentina en la última
década. Segura (2014: 2) dice que en las ciudades latinoa-
mericanas en la última década es posible ver un

movimiento paradójico en las relaciones entre ciudad y


desigualdad en la América Latina contemporánea: mientras
por un lado en la última década muchos países de la región
han implementado políticas que lograron reducir (levemente)
la desigualdad de ingresos, por el otro continúa la expansión
de áreas metropolitanas fragmentadas (…) [que] incrementa
no solo la desigualdad en el acceso a la ciudad y a sus bienes,
servicios y oportunidades, sino que también consolida (…)
redes y circuitos sociales segregados, que reducen las posibi-
lidades de movilidad social ascendente.

Para Segura, si bien las desigualdades se objetivan en


el espacio urbano (en tanto acceso desigual), también es el
mismo espacio –con sus múltiples temporalidades– el que
condiciona la (re)preoducción de las desigualdades (2014:
3). Ambos autores marcan la necesidad de pensar de manera
compleja los procesos de desigualdad social a partir de múl-
tiples dimensiones y procesos que no son unidireccionales.
El espacio urbano es una dimensión central de estos
procesos. No sólo porque como marca Segura es posible
ir más allá de la tesis del espejo entre entre desigualdad y
segregación o siguiendo a Kessler la mejora en una dimen-
sión puede implicar el empeoramiento en otra, sino porque

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Fronteras en la ciudad • 39

las condiciones espaciales van constituyendo formas de


desigualdad social en el espacio que impactan en las vidas
de las personas de diferentes formas. Tanto el espacio físico
como los procesos sociales espacializados van constituyen-
do formas de desigualdad social. En algunos casos, es la
propia forma de vida la que es negada en el espacio urbano,
que va erosionando las formas dignas de vivir. Recono-
cer esto no implica negar que incluso las elecciones y los
diferentes modos de vida tengan efectos concretos en las
condiciones objetivas de vida. Tampoco implica desconocer
los condicionantes históricos de las formas de elección.
Indagando en las trayectorias de vida es posible com-
prender las prácticas cotidianas compartidas de discrimina-
ción, explotación, humillación enmarcadas en experiencias
de clase. Pero también experiencias y prácticas de diver-
sión, identificación, sensibilización, producción de discur-
sos sobre sus vidas que constituyen las diferentes formas
de vida. Las identidades o las identificaciones pensadas de
manera territorial permiten ver toda esta multiplicidad que
está entrelazada con procesos que tienen otras temporali-
dades y que deben ser tenidos en cuenta al comprender los
procesos que van sedimentando las prácticas sociales.
No todos los procesos de desigualdad tienen la misma
temporalidad. Las desigualdades urbanas tanto físicas como
simbólicas persisten por mucho a los cambios económicos y
se entrelazan con ellos que, a su vez, no su unidireccionales.
Ellos se anclan en el territorio, en concepciones morales, en
prácticas culturales que se naturalizan y que cosifican las
diferencias. La dimensión económica de la desigualdad sin
duda es central. Pero como desarrollé es importante vol-
ver a pensar qué es incluido en esta dimensión. Entonces,
antes que tomarla como algo dado es necesario ponerla en
cuestión mostrando que la misma forma en que se cons-
truyen las fronteras de lo económico es constitutiva de las
desigualdades. En este sentido, los procesos y las pugnas
por la imposición de discursos en torno a lo legítimo o
moralmente correcto también lo son. Los casos muestran

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40 • Fronteras en la ciudad

que una misma acción o un mismo grupo puede ser vecino,


cartonero, extranjero, trabajador, etc. Y ello tiene efectos
en los modos de ganarse la vida y de inserción social. Las
etiquetas funcionan territorialmente y a partir de ellas se
producen relaciones de desigualdad.
Es por ello que es necesario un fuerte esfuerzo de des-
construcción para subjetivizar a las miles de personas que
viven de actividades callejeras informales mostrando sus
particularidades y sus modos de vida.
Para ello hay que tener cuenta su agencia, sus senti-
mientos, la dominación y sus resistencias, las imposiciones.
Para ello es imprescindible abordar los fenómenos sociales
tanto en las dimensiones estructurales como en los procesos
subjetivos. Esta misma línea es retomada por los estudios
que buscan complejizar los estudios de los procesos eco-
nómicos dando cuenta de los procesos históricos y de los
modos en que las personas entienden lo que es una vida que
vale la pena vivir, los modos dignos y legítimos de acceder
a la reproducción social. Esta visión implica centrarse en
los procesos de reproducción social no sólo como formas
de obtención de dinero sino como maneras de integración
social y como modos de vivir que pugnan socialmente por
ser reconocidos.

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2

Cuerpos e identidades extranjerizados:


vecinos/as y travestis en disputa

El caso de la zona roja de Palermo, 1996-2005

MARTÍN BOY

1. Introducción

La autonomía político-administrativa que adquirió la Ciu-


dad Autónoma de Buenos Aires (CABA) en 1996 instaló
en la agenda pública y política la derogación de los deno-
minados “edictos policiales” y la creación de un Código
de Convivencia. Este proceso político fue promovido por
los diferentes actores involucrados bajo el argumento de
la necesidad de democratizar el acceso a la justicia y de
quitarles facultades a las fuerzas policiales para otorgarle así
mayor protagonismo al Poder Judicial. Este proceso abrió
un debate público que involucró a vecinos/as, funcionario/
as, religiosos, travestis, organizaciones de la sociedad civil,
entre otros grupos, y tuvo como uno de sus principales ejes
el dilema de qué hacer con la oferta de sexo callejera.
La CABA contaba con diferentes áreas donde se ofer-
taba sexo en la vía pública. A estas se las solía denominar
“zonas rojas” y se encontraban ubicadas en barrios del norte
(Palermo), del sur (Constitución), del centro (Once) y del
oeste (Flores). A partir de la derogación de los edictos poli-
ciales, sólo una de estas zonas rojas se convirtió en un eje

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46 • Fronteras en la ciudad

de discusión pública: la de Palermo. ¿Qué particularidades


tenía esta área? Pueden identificarse rápidamente dos: por
un lado, los/as vecinos/as que residían en este barrio eran
de clase media y media alta, contaban con un nivel socio-
económico notoriamente más elevado que los/as vecinos/
as que habitaban en las otras zonas rojas; por otro lado,
quienes ofertaban sexo en el área de Palermo eran exclusi-
vamente travestis1 y, en este sentido, los discursos del resto
de los actores adquirieron particularidades que giraron en
torno a la extranjerización de las travestis anclada en la
ajenidad y en la abyección de ciertos cuerpos y prácticas.
En este trabajo se problematizarán los discursos que
fueron publicados en dos medios gráficos (Clarín y La
Nación) entre 1996 y 2002 sobre la zona roja de Palermo, ya
que sus vecinos/as, posiblemente debido a su capital social
y político asociado a su clase social, fueron quienes lograron
instalar la oferta de sexo de travestis como un conflicto
urbano que tuvo eco en la agenda pública y política de la
ciudad. No sucedió lo mismo con las otras áreas donde
habitaban vecinos/as de clase media baja y baja. En el con-
flicto urbano de Palermo, se pusieron en disputa cuáles eran
los usos legítimos e ilegítimos del espacio público, para qué
actores era o debía ser la ciudad, quién merecía vivir en ella,
quiénes eran los extranjeros o forasteros y quiénes los/as
nativos/as. En este escrito se debatirá sobre la otredad que
ciertos actores construyeron a partir de narrativas morales
que promovieron la preminencia de ciertos grupos e iden-
tidades y expresiones de género por sobre otros en espacios
públicos. Tanto la moral como el género son variables que
deben de tenerse en cuenta a la hora de problematizar las

1 Se decidió utilizar la categoría travesti ya que para el período que se estudia


era el concepto que la gran mayoría de ellas utilizaba para autodefinirse.
Hoy en día también se utilizan términos como trans, transexual, transgéne-
ro.

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Fronteras en la ciudad • 47

formas y los procedimientos a través de los cuales se cons-


truyen espacios urbanos. A continuación se presentará un
apartado útil para contextualizar lo enunciado.

2. Breve presentación del caso: la zona roja de


Palermo

La CABA comenzó a ser autónoma en 1996 y sus habitantes


por primera vez votaron a su Jefe de Gobierno. Esta autono-
mía implicó algunas reformas institucionales de importan-
cia, tales como la creación de una Constitución propia,2 de
un Poder Legislativo así como la derogación de los edictos
policiales, entre otras.
Los edictos policiales comenzaron a regir en la ciudad
en la década de 1930 y tuvieron la característica de regular
los comportamientos cotidianos de la población, como por
ejemplo no salivar en el espacio público, no utilizar másca-
ras, prohibir los festejos de carnaval (en épocas dictatoriales,
sobre todo), no gritar en el espacio público, sancionar las
prácticas viciosas de los homosexuales y el vestir ropas del
sexo opuesto. Los edictos, además, facultaban a las fuer-
zas policiales a arrestar, multar y sentenciar. Esto quiere
decir que éstas no necesitaban apelar al sistema judicial para
poder operar. Cuando la CABA logró la autonomía, desde
los poderes Ejecutivo y Legislativo se resuelve comenzar un
proceso de democratización del acceso a la justicia a raíz
de la presión ejercida por la sociedad civil. Esto tuvo como
resultado la derogación de los edictos para comenzar con la
construcción de un Código de Convivencia que tuvo como
referente al sistema judicial y que le quitó libertad de acción
a la fuerza policial.

2 Argentina cuenta con un sistema político federal. Esto quiere decir que cada
una de las provincias cuenta con una Constitución propia y una Legislatura
provincial.

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48 • Fronteras en la ciudad

En 1996 se derogaron los edictos3 y se inaugura un


espacio de debate que incluyó a los/as vecinos/as a la hora
de planificar y construir el Código de Convivencia. En este
momento fue cuando la zona de Palermo se instaló en la
agenda pública y política. Los/as vecinos/as, las organiza-
ciones de la sociedad civil, los/as funcionarios/as públi-
cos/as, el empresariado y hasta las autoridades de la Igle-
sia Católica se pronunciaron sobre qué debía hacerse con
la oferta de sexo en la calle. En este artículo me centra-
ré, principalmente, en los discursos de los/as vecinos/as y
se recuperarán algunos testimonios de activistas trans que
recuerdan aquel momento.
La zona roja de Palermo puso en contacto en el espacio
urbano a otredades de género y de clase que comenzaron
a disputarse los límites y los alcances de lo público. Por
un lado, los/as vecinos/as representaban a los estabilizados
en el territorio y, por el otro, los cuerpos travestis apa-
recían como parte del flujo de un espacio público al que
no pertenecían en términos de clase, de identidad o expre-
sión de género y de trayectoria barrial y habitacional. Ante
esto, surgió un interrogante: ¿de dónde venían las travestis
que ofertaban servicios sexuales? ¿Cómo fueron construi-
dos sus cuerpos y sus identidades desde la perspectiva de
los/as vecino/as?

3. (In)migraciones travestis: puntos de partida y de


llegada

Diferentes estudios indicaron que un alto porcentaje de la


población trans que vivía en la CABA no nació en la ciu-
dad. Hasta este momento, existen tres informes que brindan

3 Vale aclarar que cada una de las provincias de Argentina (veintitrés más la
CABA) cuenta aún hoy con un Código de Faltas y que recién en 2012 se
derogaron los artículos que prohibían el “uso de ropas del sexo opuesto” en
las provincias de Neuquén y Formosa.

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Fronteras en la ciudad • 49

información sobre las características sociodemográficas de


la población trans de Buenos Aires. En 1999 el primer estu-
dio realizado por la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de
Buenos Aires en conjunto con la Asociación de Lucha por la
Identidad Travesti y Transexual (ALITT) titulado “Informe
preliminar sobre la situación de las travestis en la Ciudad de
Buenos Aires” (Adjuntía en Derechos Humanos de la Defen-
soría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires; Asociación
de Lucha por la Identidad Travesti y Transexual, 1999) indi-
có que, en una muestra de 133 travestis encuestadas en la
CABA, sólo el 38% era originaria del Área Metropolitana de
Buenos Aires: el 41% provenía de las provincias del noroes-
te, el 11% de provincias del noreste, el 10% eran extranjeras
(el 57% de países no limítrofes y el 43% de países limítrofes),
el 5% de provincias del Centro, el 2% de provincias del
Oeste y el 2% de provincias del Sur de Argentina. El 62% de
las travestis encuestadas en la Ciudad de Buenos Aires no
había nacido en la ciudad, era (in)migrante.
El estudio más reciente, realizado en 2007, fue publi-
cado en el libro titulado Cumbia, copeteo y lágrimas (Ber-
kins, 2007) donde también se indagó sobre el lugar de
nacimiento de las trans.4 La particularidad de este trabajo
es que relevó características sociodemográficas relativas a
migraciones en la población trans en otras provincias sin
incluir a Buenos Aires: Salta y Tucumán (Noroeste), Cór-
doba (Centro), Mendoza (Oeste) y Neuquén (Sur) con una
muestra total de 257 casos. Los resultados fueron interesan-
tes porque indicaron que las travestis encuestadas en Salta
(92,4%) y en Córdoba (94%) eran originarias de la provincia.
En Mendoza, el 81,4% era de la provincia y en Tucumán
y Neuquén los porcentajes descendían al 69,4% y 51,1%
respectivamente. Una posible interpretación, teniendo en
cuenta los resultados del estudio ya citado de 1999, es que
hay provincias que son expulsoras de trans y que no son

4 Es importante aclarar que los estudios citados sólo incluyeron a identidades


y expresiones de género femeninas, no contemplando a los hombres trans.

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50 • Fronteras en la ciudad

receptoras. El ejemplo de esto paradigmático es Salta ya que


en 1999 se detectó que la mayoría de las migrantes trans en
CABA eran del Noroeste. Sin embargo pocas trans decidían
migrar hacia Salta.
Si se comparan los datos estadísticos de las
(in)migraciones de travestis hacia la CABA con las de la
población en general que reside en la ciudad, el contraste es
aún mayor. Según la información relevada por la Encuesta
Anual de Hogares realizada en 2014, el 25,8% de la pobla-
ción total de la ciudad proviene del resto del país y el 12,1%
son extranjeros (6,8% de países limítrofes, y 5,3% de países
no limítrofes). Esto quiere decir que el 62,1% de los residen-
tes de CABA nacieron en la ciudad, no son (in)migrantes.
Recordemos que el estudio realizado por la Defensoría del
Pueblo (antes citado) de 1999 había indicado que el 62% de
las travestis era (in)migrante. La misma cifra pero al revés:
el 38% de la población de la ciudad era (in)migrante y, para
el subgrupo de las travestis, el porcentaje de las nacidas en
la ciudad ascendía solamente al 38%.
Más allá de las conjeturas que puedan hacerse, estudios
muestran que la (in)migración en la población trans es una
alternativa concreta y cercana: la (in)migración atraviesa
sus trayectorias familiares, residenciales, educativas y labo-
rales. Otro de los elementos que cruza a esta población es
la oferta de sexo como una actividad que permite la super-
vivencia a edades tempranas. En este sentido, los grandes
centros urbanos se convierten en polos de atracción por-
que existe un mercado sexual y porque es en éstos don-
de pueden gozar de cierto anonimato que las protege del
estigma familiar, barrial o comunitario. Al decir de Del-
gado Ruiz (1999), el

espacio público es aquel en el que el sujeto que se objetiva,


que se hace cuerpo, que reclama y obtiene el derecho de pre-
sencia (…), se convierte en una nada ambulante e inestable.

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Fronteras en la ciudad • 51

Esa masa corpórea lleva consigo todas sus propiedades, tanto


las que proclama como las que oculta, tanto las reales como
las simuladas.

Este autor señala que en el espacio público es donde


se producen las relaciones de tránsito, los vínculos ocasio-
nales que muchas veces se encuentran en la frontera de
no ser relación en absoluto. En el cruce de las personas
que ocurre en los grandes centros urbanos se produce una
desatención cortés,

consiste en mostrarle al otro que se le ha visto y que se


está atento a su presencia y, un instante más tarde, dis-
traer la atención para hacerle comprender que no es objeto
de una curiosidad o de una intención particular. (Delgado
Ruiz, 1999)

Poco se sabe del “otro” en este tipo de relaciones en la


vida urbana; se pueden presumir o sospechar cosas a partir
de indicios (ropas, actitudes, modismos, etcétera), pero no
tendremos casi ninguna certeza del prójimo. Esta imposi-
bilidad de saber sobre el “otro” nos otorga la posibilidad
de ser anónimos en la ciudad y esta condición, al decir de
Delgado Ruiz, actúa como una capa protectora frente a las
miradas estigmatizadoras (Delgado Ruiz, 2008: 352), sobre
todo de los círculos afectivamente cercanos. Los sujetos que
se saben posibles candidatos a ser discriminados, especial
aunque no exclusivamente, utilizan el anonimato como una
estrategia para invisibilizar los atributos que la sociedad
condena. Delgado Ruiz identifica entre otros grupos a los
inmigrantes y se abre un interrogante: ¿puede pensarse que
las identidades y las expresiones de género travestis gozan
de este anonimato o la mirada del Otro lee estos cuerpos
con un anclaje particular que alimenta la estigmatización?
¿De qué tipo de anonimato gozan las travestis en el espacio
público de las grandes urbes?

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52 • Fronteras en la ciudad

En palabras de la activista Lohana Berkins, “a diferen-


cia de gays y lesbianas, las travestis no tenemos opción en
cuanto a nuestra visibilidad. No podemos elegir no decir
a nuestras familias qué somos o queremos ser, no pode-
mos elegir cuándo salir del closet” (Berkins, 2003: 136). El
testimonio de Berkins, pone en duda la posibilidad de ser
anónimas desde otra perspectiva: es muy dificultoso para
una travesti pasar desapercibidas si así lo quisiera. Si bien
es cierto que muchos transeúntes marcarán la diferencia
a partir de un gesto, una mirada o una acción concreta,
pocos/as de ellos/as sabrán sobre la historia personal de la
travesti. En todo caso, será una travesti más de la ciudad.
En otras palabras, hay marcas corpóreas y comportamien-
tos que pueden ser simulados y otros que no: el cuerpo
travesti representa la ruptura de la regla que asocia a tal
genitalidad tal género. Esto último imposibilita en la gran
mayoría de los casos el total goce de las oportunidades que
otorga el anonimato.
Como hay ciertos cuerpos y prácticas que delatan y que
exponen a la estigmatización, será interesante problemati-
zar en el próximo apartado los discursos emitidos por los/
as vecinos/as de Palermo acerca de la presencia de traves-
tis en las calles del barrio para analizar bajo qué formas y
contenidos se construyen fronteras simbólicas en espacios
urbanos concretos.

4. Cuerpos extranjeros en tierras nativas

La presencia de cuerpos travestis en las calles del barrio de


Palermo no pasó desapercibida para los/as vecinos/as. En
los discursos de estos últimos primó la necesidad de defen-
der los usos y las prácticas legítimas de un barrio como
este. Mayol (1994) entiende al barrio como el lugar de uso
habitual y sostiene que

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Fronteras en la ciudad • 53

puede considerarse como la privatización progresiva del


espacio público. Es un dispositivo práctico cuya función es
asegurar una solución de continuidad entre lo más íntimo
(el espacio privado de la vivienda) y el más desconocido (el
conjunto de la ciudad o hasta, por extensión, el mundo) (…).
El barrio es el término medio de una dialéctica existencial (en
el nivel personal) y social (en el nivel de grupos de usuarios)
entre el dentro y el fuera. Y es en la tensión de estos dos
términos, un dentro y un fuera que poco a poco se vuelven la
prolongación de un dentro, donde se efectúa la apropiación
del espacio. El barrio puede señalarse como una prolonga-
ción del habitáculo (…) El barrio es la posibilidad ofrecida
a cada uno de inscribir en la ciudad una multitud de tra-
yectorias cuyo núcleo permanece en la esfera de lo privado.
(Mayol, 1994: 10)

El posicionamiento de Mayol puede ser indicado para


problematizar la apropiación de los/as vecinos/as sobre el
espacio público contiguo a sus viviendas para entender la
forma en la que se organizaron para que la oferta de sexo
en la vía pública deje de estar presente en su cotidianeidad.
Posiblemente, veían en los cuerpos travestis una amenaza
a la extensión de su propiedad privada o, dicho de otro
modo, a su avance sobre el espacio público aledaño a sus
viviendas.
Los testimonios publicados en Clarín y La Nación, los
dos diarios con mayor tirada en la Argentina, dieron cuen-
ta de dos grandes dimensiones argumentales que forjaban,
por un lado, el proyecto de ciudad que tenían en mente
los/as vecinos/as y, por el otro, qué tipo de valores debían
fundar el barrio que habitaban, tópicos que trascendían el
conflicto puntual de la zona roja pero que funcionaban
como narrativas morales que oponían un proyecto virtuoso
y auténtico de comunidad a lo otro, al orden desenfrenado
que busca corromper el proyecto de los buenos vecinos.5

5 En este artículo se concibe a los medios de comunicación no como platafor-


mas neutras en las que las opiniones de los/as vecinos/as se explayan sino
como un actor más que genera sentidos. De todas formas, en otros trabajos

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54 • Fronteras en la ciudad

Tal como propuso Noel (2011) cuando trabajaba el conflicto


entre los/as nuevos/as vecinos/as y los/as consolidados/as
residentes en la localidad balnearia de Villa Gesell, analizar
los discursos publicados en medios gráficos permite ver
la génesis y los contenidos de algunos de los repertorios
morales a través de los cuales los actores legitiman sus posi-
ciones y sus acciones. Desde esta perspectiva, se comenzará
con la primera de las dos dimensiones encontradas: ¿para
quién es el barrio? ¿Quién lo merece?

4.1 Argumentos en defensa de la vuelta al barrio


perdido
Los/as vecinos/as de la zona roja comenzaron a realizar
asambleas barriales para debatir cuál era la posición que
debían asumir para solucionar lo que percibían como un
problema. En estas asambleas se decidió dejar de reclamar
castigo a la oferta de sexo en la calle y se comenzó a elaborar
un proyecto que, luego, fue presentado en la Legislatura
de la CABA en 2000. Este proyecto tenía como propósito
promover la reglamentación de la oferta de sexo callejero
en determinadas zonas que se encontraran alejadas de sus
viviendas. Estos/as vecinos/as habían detectado que la san-
ción a la oferta de sexo no terminaba con ella sino que habi-
litaba a la policía a cobrar a las travestis montos de dinero a
cambio de no ser arrestadas. El nuevo tipo de acercamiento
a los/as representantes electos/as en el marco del proceso
de autonomía de la ciudad se vio plasmado en los medios de
comunicación. Tal como publicaron Clarín y La Nación,

Son padres y madres de familia de distintos barrios, que


a lo largo de los últimos dos años participaron de marchas
y carpas de protesta para que la Legislatura porteña prohi-
biera ofrecer sexo en las puertas de sus casas. Ahora piden

en los que se analizaron las versiones taquigráficas de los debates públicos


también se encontraron discursos de vecinos/as que promovían cierto uso
y pertenencia legítimos sobre el espacio público.

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Fronteras en la ciudad • 55

reuniones con el jefe de Gobierno y con todos los bloques


de la Legislatura porteña, pero el tiempo los hizo cambiar de
opinión: quieren crear por ley una o varias zonas especiales,
en las que prostitutas y travestis puedan trabajar libremente,
sin tener problemas con la Policía ni alterar la vida cotidiana
de los barrios residenciales (Clarín, 23/08/2000).
Juan Fernández vive en Borges y Charcas y, en lo que con-
cierne a la oferta de sexo en la vía pública, propuso: “La
prostitución tiene que ser como en Holanda, donde hay áreas
exclusivas para los que quieran recurrir a ella, o como era
antes, cuando los prostíbulos estaban en la calle 25 de Mayo”
(La Nación, 04/03/1999).

En estos documentos aparecen repertorios morales que


delinean que hay espacios pertinentes para ofertar sexo y
otros que no. Nunca se cuestiona que ciertos grupos recu-
rran a la oferta de sexo como estrategia de supervivencia
sino que se intentaba promover un tipo de barrio en el cual
los padres y las madres de familia pudieran poder vivir su
vida cotidiana con comodidad. La sexualidad de la zona
roja aparecía como un foco de peligro frente a valores que
asociaban el orden con la familia nuclear y la oferta de sexo
con lo ajeno, con lo que hay que alejar. De esta forma, los/
as vecinos/as presentaron como estrategia ante los funcio-
narios públicos la necesidad de administrar la distancia, de
llevar la zona roja más allá. El alejamiento de las travestis
devolvería al barrio la armonía ya que los clientes dejarían
de frecuentarlo, el tránsito se aliviaría y la policía dejaría de
tener una entrada de dinero a través de los sobornos. Esto
manifestaban los/as vecinos/as en aquellos años:

El barrio es un desastre y la prostitución es cotidiana. Mire:


si yo fuera mujer no caminaría por la calle, porque no se
distinguen de los travestis. En cuanto al castigo, no se va a
cumplir –dijo Carlos Izzo–, porque acá nada se cumple. Los
verdaderamente castigados son los decentes, quienes pagan
impuestos y cumplen con la ley (La Nación, 23/12/1998).

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56 • Fronteras en la ciudad

“Ellos (por la policía) coimean (sobornan) a los travestis y los


dejan trabajar”, dijo Irene Lugones, del pasaje Emilio Zola. “Al
tema se le dio tanta publicidad en este tiempo que la zona
se convirtió en un circuito de miniturismo”, dijo la mujer (La
Nación, 23/12/1998).
A veces, son los clientes los que alteran el orden público. A
eso de las 10 (de la noche), comienzan a llegar los primeros
autos, con la música a todo lo que da. La presencia del travesti
es un imán, dijo Gonçalves (La Nación, 11/05/2002).
Otros recibieron la medida con gratitud, como Lidia Leiva,
que reclama mayor seguridad en el barrio de Palermo Vie-
jo. “No es posible que la policía no pueda hacer nada hasta
que no te hieran o te maten. Acá hay drogadictos, ladrones,
y no sólo prostitutas. Parece que los derechos son para los
bandidos y no para la gente bien”, se quejó (La Nación, 04/
03/1999).
“Nosotros no estamos en contra de los travestis por ser tra-
vestis, sino por lo que causan en el barrio”, dijo Durañona y
Vedia. “Vienen patotas –agregó– y grupos de jóvenes alcoho-
lizados a pelearlos. Los travestis hacen exhibiciones inmora-
les”, sentenció (La Nación, 13/10/2001).

Estos fragmentos dan cuenta de narrativas morales


acerca de una zona de Palermo, un barrio que había cam-
biado el uso de su espacio público, que se había visto alte-
rado. En los testimonios aparecen dos ciudades: por un
lado, aquella habitada por la gente decente, los/as legales,
los padres y las madres de familia que pagan sus impuestos
y, por el otro, aquella ciudad plagada de grupos asociados a
los malos hábitos que se benefician de la laxitud y la corrup-
ción inherente a las instituciones responsables de aplicar los
castigos correspondientes, los forasteros que amenazan los
valores asociados al orden y las buenas costumbres propios
de los/as vecinos/as domiciliados/as. A partir de ciertas
categorías que desarrolla Elias cuando analiza la presencia
de los forasteros (los nuevos habitantes) en ciertos pueblos
de Estados Unidos, puede pensarse que la llegada de las
travestis que ofertaban sexo en la vía pública representaba la
anomia y reforzaba la identidad de grupo de los/as vecinos/

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Fronteras en la ciudad • 57

as establecidos/as. La existencia de la zona roja de Palermo


provocó que estos/as vecinos/as se organizaran y unifica-
ran discursos frente a lo que aparecía como una infección
anómica, en términos de este autor (Elias, 2003: 227). La
presencia de los forasteros fue funcional para que los/as
establecidos/as hicieran un frente común. En palabras de
Elias, “la exclusión y la estigmatización de los forasteros por
parte del grupo establecido fueron poderosos instrumentos
utilizados por este último para preservar su identidad, afir-
mar su superioridad y mantener a los demás en el lugar que
les correspondía” (2003: 223).
La administración de la distancia con respecto a las tra-
vestis, su alejamiento espacial, implicaba poder conservar
un modo de vida, las normas compartidas por el vecindario.
Con las travestis y los visitantes alejados no habría grupos
foráneos que contaminaran de anomia y suciedad al barrio.
¿Qué se dijo de los cuerpos e identidades travestis?

4.2 Argumentos en torno a los cuerpos travestis en


Palermo
En el barrio de Palermo, a diferencia de las otras zonas rojas
de la ciudad, la oferta de sexo callejera era exclusivamente
de travestis. Y esta característica le dio matices particulares
al conflicto. Los cuerpos y las identidades travestis apare-
cieron en los testimonios de los/as vecinos/as, una y otra
vez, como fuentes de mayor irritación.
Los cuerpos travestis semidesnudos despertaban inco-
modidades para unos y gustaban al mismo tiempo a otros.
Quienes buscaban servicios sexuales de travestis eran aso-
ciados a lo ilegítimo y a lo clandestino, lo que reforzaba los
reclamos de los/as vecinos/as que apuntaban a la recupe-
ración de la norma perdida. Los/as vecinos/as devinieron
en policías de lo que circundaba a sus viviendas y los cuer-
pos travestis representaron una irrupción al orden legítimo:
eran rechazados y un imán a la vez.

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58 • Fronteras en la ciudad

Estos cuerpos pusieron en jaque la división binaria del


sistema sexo-género. Exponían a los/as transeúntes y veci-
nos/as a poner en duda los esquemas aprehendidos para
clasificar a las personas. Obligó a los padres y a las madres
a hablar de sexualidad a sus hijos/as, a desnaturalizar que
a tal genitalidad correspondía tal tipo de aspectos físicos y
comportamientos. Farji Neer sostiene que hay sujetos inte-
ligibles al esquema binario de género y, siguiendo a Judith
Butler, define como “género inteligible a aquellos que en
algún sentido instituyen y mantienen relaciones de cohe-
rencia y continuidad entre sexo, género, práctica sexual
y deseo” (Farji Neer, 2013: 26). Los testimonios de los/as
vecinos/as publicados en los medios gráficos fueron claros:
mostraron a adultos/as que no sabían cómo estar cerca de
lo que desconocían, de lo inclasificable, de lo ininteligible
pero que por las dudas rechazaban.

“Tiene que haber algún tipo de control porque el travestismo


es una aberración. Yo salgo a correr por la zona y me gritan
de todo. Además, no sé cómo explicarles a mis hijas que un
hombre puede llegar a parecerse a una mujer” –sentenció
Alberto Torielli Pérsico, de Aráoz y Paraguay (…) (La Nación,
04/03/1999).
“¿Qué les digo a mis hijos cuando me preguntan si eso –un
travesti– es un hombre o una mujer?”, se preguntó Paula
Ortega, madre de dos niños de 2 y 5 años (La Nación, 11/
05/2000).
“Los travestis ni siquiera tendrían que estar en la calle”, dijo,
indignado, Daniel Cancelo (La Nación, 11/05/2000).

Y cómo se explicaba que los cuerpos travestis, no ajus-


tados a la norma social, despertaran curiosidad era otro de
los puntos que los/as vecinos/as no se podían responder.
Estos cuerpos travestis actuaban como imanes.

“Las amas de casa del barrio dicen que son perseguidas por
hombres que las confunden con prostitutas. Es una situación
muy compleja. Están parados semidesnudos en las esquinas
y uno pasa con sus hijos y no sabe qué decirles. Además

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Fronteras en la ciudad • 59

provocan disturbios, después de las nueve de la noche se


empiezan a formar caravanas de autos y es un lío”, dijo Euge-
nio Ramírez, presidente de la Sociedad de Fomento de Paler-
mo Viejo (Clarín, 15/03/1998).
Pero no siempre quieren contratar los servicios de los tra-
vestis. La gente no viene a comprar el producto, sino a ver
lo que pasa. Vienen en grupos de más de tres personas y,
generalmente, están borrachas, afirmó Juan Pablo Gonçalves,
otro vecino de la zona (La Nación, 11/05/2002).

Si bien los medios gráficos publicaron testimonios de


vecinos/as de Palermo que se sentían perjudicados por la
oferta de sexo en el espacio público, también el debate
sobre la derogación de los edictos ´policiales y la crea-
ción del Código de Convivencia motivó la conformación
de organizaciones vecinales que se autoproclamaban repre-
sentantes del vecindario. Según Berkins (2003: 137), estas
asociaciones representaron “un grupo social muy activo,
que expresaba la queja acerca de que su barrio (Palermo)
se había transformado en una virtual Zona Roja, y pedía
más represión policial y normas más duras para erradicar
a las travestis”.
Para Raffo (2006), lo que estaba en disputa en el conflic-
to en torno a la oferta de sexo en las calles de Palermo entre
los/as vecinos/as y las travestis era la definición de cuáles
eran las formas de sexualidad admisibles para la sociedad.
En palabras de la autora,

las reacciones de los vecinos del barrio de Palermo Viejo


frente a la nueva reglamentación de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires hicieron nítidamente perceptibles y visibles las
dificultades para afrontar la cuestión de la diferencia y de los
derechos. En relación con las reacciones de los vecinos y el
grado de conflictividad que el reconocimiento de los dere-
chos de las minorías supuso, podría lanzarse una hipótesis: lo
que se jugó en definitiva fue la negociación del uso del espa-
cio público (la práctica de la prostitución en sí) y, sobretodo,
la visibilidad de esa diferencia tan perturbadora y de esas
elecciones sexuales no convencionales. (Raffo, 2006: 20)

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60 • Fronteras en la ciudad

Es importante dar cuenta que las mujeres nacidas con


vagina que también ofertaban sexo en el espacio público en
otras zonas de la ciudad no fueron incluidas ni interpeladas
por los discursos de los/as vecinos/as. Esto indicó que no
todos los cuerpos gozaban de la misma admisibilidad y que
los cuerpos travestis representaron un desafío al binarismo
hombre/mujer, una amenaza a la correspondencia directa
entre la genitalidad y la identidad y la expresión de género.
La presión de los/as vecinos/as de Palermo fue tan intensa
que la clase política elegida por el voto popular decidió
modificar el nuevo Código de Convivencia y penar nue-
vamente la oferta de sexo en la calle. Años más tarde, en
2005, una normativa reglamentó la actividad y permitió que
pudiera desarrollarse en el espacio público sólo si se reali-
zaba a más de doscientos metros de una vivienda, un centro
educativo o un templo religioso. La única área de oferta de
sexo que se vio modificada a partir de esta reglamentación
fue la de Palermo.

5. Conclusiones

La condición de extranjero suele ser asociada a la inmigra-


ción. Como se mencionó, las (in)migraciones son una cons-
tante en las trayectorias de vida de las travestis que vivían
en la CABA, debido a la expulsión de sus núcleos familia-
res, por la falta de oportunidades de trabajo en sus lugares
de origen o por asumir una identidad y una expresión de
género que desafiaba el orden social de las comunidades de
las que eran oriundas. Sin embargo, los discursos de los/as
vecinos/as que fueron publicados no apelaron a esta con-
dición de extranjería para proponer el alejamiento de las
travestis. Entonces, ¿bajo qué nuevas formas debe pensarse
la extranjería en los grandes centros urbanos atravesados
por el anonimato?

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Fronteras en la ciudad • 61

Los discursos de rechazo de los/as vecinos/as apelaron


a la defensa de la moral y a las buenas costumbres de los/as
establecidos/as ancladas en el cumplimiento de los valores
representados por la familia nuclear moderna, en los límites
admisibles de las prácticas y las identidades sexuales y en la
definición de los usos (i)legítimos de un territorio determi-
nado. Tal como se trabajó desde la antropología urbana, la
construcción de otredades en las ciudades permite pensar
que los discursos y las prácticas presentes en torno a las
sexualidades también producen el espacio urbano. En este
sentido, la construcción de un Otro al que hay que castigar,
alejar y controlar es, a su vez, la delimitación y legitimación
de un Nosotros. Como sostiene Bartolomé (2006),

la frontera (que se traza con un “otro”) nos ofrece la posibi-


lidad de una singularidad en la cual afirmarnos, un recurso
para el ser de cada colectividad humana que se percibe como
distinta. (…) Muchas veces, las diferencias se utilizan para
construir estereotipos caricaturescos sobre “los otros” (…) o
también les adjudicamos (a ese “otro”) nuestras propias fanta-
sías (Bartolomé, 2006: 7).

Grimson también nos permite pensar las fronteras


simbólicas que se tejen en las ciudades. Este autor sostiene
que es necesario estudiar los límites de las identidades y,
sobre todo, los “dispositivos a través de los cuales se cons-
truyen esas diferencias, articulándolas en la mayor parte de
los casos con formas de desigualdad” (Grimson, 2005: 127).
En estas desigualdades se siguen (re)produciendo las nocio-
nes de un Otro que, en este caso, se encontró encarnado en
los cuerpos y en las identidades travestis. En el caso de la
zona roja de Palermo, la caracterización de la construcción
de un Otro apeló a una condición de extranjería pero no por
la condición de nacionalidad sino por la ajenidad que estos
cuerpos e identidades representaban por su clase social, sus
prácticas y por una identidad y expresión de género incla-
sificable en un país en donde a mediados de la década de

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62 • Fronteras en la ciudad

1990 todavía no habían existido fuertes debates en torno a


la extensión de los derechos sexuales para la población de
lesbianas, gays, bisexuales y trans.
Este capítulo es una invitación a problematizar cómo
la sexualidad, el cuerpo y la identidad y expresión de género
también son variables a través de las cuales los diferentes
actores construyen el espacio urbano. De esta forma, éstos
edifican y fortalecen diferencias socioeconómicas, otreda-
des, fronteras, muros físicos y simbólicos para administrar
las distancias con respecto a lo que se concibe como una
amenaza a lo propio. El extranjero, el otro, el forastero, el
indecente, el ilegal, el intruso, entre otras figuras posibles,
se encarnan en un mismo grupo: el de la vereda de enfrente,
el que reconfirma la propia legitimidad.

6. Bibliografía citada

Adjuntía en Derechos Humanos de la Defensoría del Pueblo


de la Ciudad de Buenos Aires; Asociación de Lucha
por la Identidad Travesti y Transexual (ALITT) (1999).
Informe preliminar sobre la situación de las travestis en
la Ciudad de Buenos Aires. Buenos Aires, Mimeo.
Berkins, Lohana (2007). Cumbia, copeteo y lágrimas. Informe
Nacional sobre la situación de las travestis, transexuales
y transgéneros. Buenos Aires: A.L.I.T.T. Asociación de
Lucha por la Identidad Travesti-Transexual.
— (2003). “Un itinerario político del travestismo”. En Maffía
(comp.) Sexualidad migrantes. Género y Transgénero. Bue-
nos Aires: Feminaria Editora, pp. 127-137.
Bartolomé, Miguel (2006). “Discontinuidades en América
Latina”. Revista Todavía, 5.
Delgado Ruiz, M. (1999). “Anonimato y ciudadanía”. Revista
Mugak, 20, tercer trimestre.

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Fronteras en la ciudad • 63

Elias, Norbert (2003). “Ensayo acerca de las relaciones entre


establecidos y forasteros”. Revista REIS. Revista Española
de Investigaciones Sociológicas, 104, pp. 219-251.
Farji Neer, Anahi (2013). Fronteras discursivas: travestismo,
transexualidad y transgeneridad en los discursos del Estado
argentino, desde los Edictos Policiales hasta la Ley de Iden-
tidad de Género. Maestría en Investigación de Ciencias
Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales, Universi-
dad de Buenos Aires.
Grimson, Alejandro (2005). Fronteras, estados e identificacio-
nes en el Cono Sur. Buenos Aires: CLACSO.
Mayol, Pierre (1994). “El barrio”. En De Certrau, Michel,
GIARD, Luce y MAYOL, Pierre (comp.). La invención
de lo cotidiano, T. 2. Habitar, cocinar. Universidad Ibe-
roamericana, México.
Noel, Gabriel David (2011). “Guardianes del paraíso. Géne-
sis y genealogía de una identidad colectiva en Mar
de las Pampas, Provincia de Buenos Aires”. Revista del
Museo de Antropología, 4, pp. 211-226.
Raffo, María Laura (2006). Ciudadanías en construcción. Un
estudio sobre organizaciones de travestis en la Ciudad de
Buenos Aires. Buenos Aires: CLASPO- Argentina.

Fuentes consultadas
Encuesta Anual de Hogares de 2014. Dirección General
de Estadística y Censos. Ministerio de Hacienda del
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

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3

Sobre la productividad social


de un conflicto urbano

Disputas en torno a la apropiación de la Canchita


de los Bomberos (Mar del Plata, 2012-2015)1

MARÍA LAURA CANESTRARO2

Durante 2012 se crea el Programa Crédito Argentino del


Bicentenario para la Vivienda Única Familiar3 que consti-
tuye una novedosa política de acceso al suelo y a la vivienda
para sectores medios que hasta entonces habían quedado
por fuera de las operatorias masivas de los últimos años.
Atendiendo a la doble demanda de necesidad de vivien-
da y de impulso del sector de la construcción, se proyecta
la gestión de 400.000 créditos hipotecarios a nivel nacio-
nal para la construcción, ampliación, terminación y refac-
ción de viviendas, como así también para la adquisición de
viviendas en el marco de desarrollos urbanísticos. Poste-
riormente, se añade la compra de viviendas a estrenar, y la
compra de terreno y construcción.

1 De acuerdo con los datos disponibles, el análisis se centra en el período


2012-2015. A partir del 10 de diciembre de 2015, con la asunción del nuevo
gobierno nacional se modificaron áreas de gestión –y por ende, funciona-
rios a cargo– y recientemente se han anunciado diversas modificaciones en
los objetivos y en la implementación del programa.
2 mlcanestraro@gmail.com
3 En adelante, Pro.Cre.Ar.

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66 • Fronteras en la ciudad

Hacia fines de septiembre de ese mismo año, el Munici-


pio de General Pueyrredón4 anuncia las tierras disponibles
para comprometer en su implementación bajo la modali-
dad “desarrollo urbanístico”, entre las que figura el predio
conocido como “Canchita de los Bomberos” en el barrio
Parque Luro de la ciudad de Mar del Plata, donde se prevé la
construcción de departamentos monoambientes y dúplex,
en terrenos aportados por el Estado nacional. Frente a ello,
rápidamente se conforma un grupo de vecinos autoconvo-
cados en defensa de la utilización de dicho predio como
espacio verde, que lleva adelante una diversidad de estrate-
gias –incluida la presentación de un recurso de amparo ante
la justicia– en vistas a manifestarse en contra de la deci-
sión del municipio y evitar la construcción de viviendas en
el lugar. Progresivamente, el conflicto suscita la aparición
en escena de otros actores que también juegan un papel
central en la producción de la ciudad y pugnan por legiti-
mar sus posiciones (asociación vecinal de fomento, colegios
profesionales, etc.).
Aquí nos proponemos, siguiendo el abordaje de Melé
(2003; 2006), reflexionar acerca de los efectos sociales que
el conflicto produce en tres dimensiones: la territorializa-
ción, que refiere a las formas de apropiación simbólica del
espacio que suelen reforzarse o modificarse en el proceso;
la irrupción del conflicto en el espacio público, que remite
a las formas de deliberación pública en que el conflicto es
procesado; y la actualización local del derecho, que alude
a la juridificación del conflicto y, con ello, a las resignifi-
caciones y transformaciones que se producen una vez que
ingresa al mundo del derecho (Azuela y Mussetta, 2009;
Azuela y Cosacov, 2013).
En este marco, nos preguntamos: ¿qué representacio-
nes simbólicas y qué imaginarios urbanos emergen en el
conflicto? ¿Trascienden el territorio e irrumpen en la esfera
pública o más bien se acotan a aquél? ¿De qué forma ingresa

4 En adelante, MGP. Su cabecera es la ciudad de Mar del Plata.

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Fronteras en la ciudad • 67

del conflicto al mundo jurídico? ¿Se mantienen los objetivos


en el corto plazo o se modifican? ¿Es posible identificar
estrategias por parte del Estado en función de sus diferentes
dispositivos institucionales y jurisdicciones? ¿Son coinci-
dentes o contrapuestas? ¿Cómo se vincula este proceso a la
dinámica y a la estructura urbana de la ciudad? En definiti-
va, ¿qué efectos sociales produce el conflicto?
Con el propósito de reflexionar sobre estas cuestiones,
realizamos entrevistas en profundidad a vecinos auto-
convocados, recopilamos documental producido por estos
actores y participamos de las charlas informativas que rea-
lizaron para dar a conocer la problemática. Asimismo, rele-
vamos normativa y sistematizamos información periodísti-
ca, boletines vecinales y publicaciones realizadas en redes
sociales; también realizamos un registro fotográfico. A con-
tinuación describimos el origen y el desarrollo del conflicto
para luego poner el foco en cada una de las dimensiones
implicadas en su productividad social. Finalmente, vincu-
lamos los efectos sociales que produce en la dinámica y
estructura urbana de la ciudad.

Del solárium al Pro.Cre.Ar: usos y destinos de la


Canchita de los Bomberos

En su origen, las tierras que se hallan en disputa por


su posible destino para la implementación del Pro.Cre.Ar
pertenecen a María Luro de Elissathe Chevalier –hija de
Pedro Luro, uno de los principales propietarios del Par-
tido de General Pueyrredón–; posteriormente se delimitó
sobre ellas el barrio que alude a su figura: Parque Luro. Ya
hacia inicios de 1900, varias hectáreas de la zona pasan a
ser propiedad de la familia Unzué que destina el predio a
la construcción de un solárium para el tratamiento de la
tuberculosis en niños.

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68 • Fronteras en la ciudad

En 1947 se crea la Sociedad de Vecinos Zona Parque


Luro, y así se comienza a canalizar una variedad de recla-
mos orientados a urbanizar la zona. Dos años más tarde,
en 1949, se reconoce oficialmente la Sociedad de Fomento
Parque Luro.5 Ese mismo año, se emplaza en el barrio el
Destacamento del Cuerpo de Bomberos, aledaño al terreno
que actualmente se halla en disputa, cuya denominación
deviene de aquel hecho histórico ya que era el lugar utiliza-
do para actividades recreativas de los bomberos.
Según relata el informe técnico realizado por profe-
sionales a pedido del grupo de vecinos autoconvocados, ya
por 1951 “surgió la necesidad de una plaza pública”.6 No
es casual la mención de este dato, pues la apelación a esta
demanda se erige como un hito en el argumento construi-
do por estos vecinos, desde una doble dimensión: como
espacio público y como espacio verde. A partir de ello se
hilvanará un imaginario dominante sobre el conflicto y, así,
su ingreso al mundo del derecho.
Hacia 1950 se disuelve la Sociedad de Beneficencia, que
había sido destinataria de la donación de la familia Unzué, y
se transfieren sus bienes al patrimonio del Estado nacional.
Una década más tarde, hacia 1960, con la erradicación de
la enfermedad que había motivado su construcción, el solá-
rium queda abandonado y sus autoridades no le otorgan
destino al predio. Fue a partir de inicios de la década de
1980 que, con la demolición de la histórica institución, se
suscitaron diversas disputas en torno a los usos y destinos
del predio. Desde entonces, permanece sin destino certero.

5 Ordenanza 506.
6 Nos referimos al informe “Impacto por el cambio de uso del predio “Canchita de
los Bomberos”, coordinado por Arq. Norma Fernández Bravo, Arq. Ariel
Ondartz y Lic. Paula Rivera. El mismo consta de cuatro partes: I) Impacto
Histórico-Ambiental, II) Impacto Urbano-Arquitectónico, III) Impacto
sobre la infraestructura de servicios públicos y IV) Impacto demográfico,
habitacional y educativo; y es presentado públicamente en el mes de abril de
2013.

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Fronteras en la ciudad • 69

En 1985, se reservan algunas parcelas para la construc-


ción de un Centro de Convenciones y Congresos Nacio-
nales e Internacionales con Sala de Conciertos y Hotel de
5 estrellas, para lo cual se modifica su uso residencial de
baja densidad y se afecta como Distrito de Urbanización
Futura.7
En 1990, a través de la ordenanza 7896 se declara de
interés municipal “las fracciones no construidas de propie-
dad de los gobiernos nacional y provincial, y de sus empre-
sas y organizaciones descentralizadas, ubicadas en el Parti-
do de Gral. Pueyrredón”. Y se agrega que, en aquellos casos
en que no esté contemplada la cesión gratuita al municipio,
este solicitará un tratamiento prioritario para constituirse
como comprador preferencial. Si bien esta normativa alude
con vaguedad a una diversidad de inmuebles, en 1991 se
señala explícitamente el interés del municipio por gestionar
la cesión de las fracciones fiscales del predio en cuestión,
hasta el momento bajo la jurisdicción del Estado Nacional.
En 1996, hay un intento de instalación de un Parque
de Diversiones “Park American”; sin embargo, el Ejecutivo
municipal deniega el permiso de uso del suelo.8 Dicha medi-
da se toma en función de que los usos solicitados difieren
de aquellos a los que está afectado el predio; de que esos
usos, “en cuanto a concurrencia de público, nivel de ruido
y concentración vehicular se muestran incompatibles con
el carácter residencial del área circundante al predio pro-
puesto”; de que se tuvo en cuenta la proporción de vecinos
opuestos a la instalación; entre otros.
Para 1997, a través de la ordenanza 11.150,9 se estable-
ce la normativa urbanística relativa al destino como “Cen-
tro Cultural de Convenciones y Hotel Cinco Estrellas”, se
desafecta parcialmente el distrito de Urbanización Futura
y se ordena la apertura de tramos cedidos y no abiertos al

7 Ordenanza 6331.
8 Decreto 0063
9 Abroga la ordenanza 6331.

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70 • Fronteras en la ciudad

público, y la donación al uso público (calle), y así se define


el ensanche de diversos tramos. Asimismo, se declaran de
utilidad pública y sujetas a expropiación dos de las par-
celas del predio para ser afectadas a espacio verde y libre
de uso público. En 1998, mediante la ordenanza 11.738,
se convalida un convenio por el cual el Estado nacional
designa a la municipalidad como “depositaria en custodia
del inmueble propiedad de aquel (…) hasta tanto el Estado
Nacional determine el destino final del predio en el marco
de lo dispuesto en las normas que rigen la materia”; así se
reserva el derecho de revocar el convenio y, si así fuera, a
exigir la restitución inmediata de inmuebles.
Los años subsiguientes se suceden una serie de denun-
cias alrededor de diversas actividades que se desarrollan en
la Canchita de los Bomberos: desde la instalación de un
circo durante la temporada estival, pasando por el funcio-
namiento de un camping clandestino e incluso la ocupa-
ción en forma esporádica o permanente. Posteriormente, en
2009, el Organismo Nacional de Administración de Bienes
del Estado transfiere parte del predio al Gobierno de la
Provincia de Buenos Aires para la construcción del Museo
de Arte Contemporáneo.
Un año después, en marzo de 2010, se aprueba el marco
urbanístico para un “Plan Particularizado de Desarrollo” del
sector, que alcanza tanto la construcción del museo como
a la del Distrito descentralizado Norte y la posibilidad de
afectación de parte de la zona para vivienda multifamiliar u
hotel de categoría no inferior a tres estrellas.10 Días antes de
la resolución, algunos vecinos manifiestan su malestar por
los rumores al respecto y reclaman la existencia de un espa-
cio verde en el lugar. “Esa ordenanza contempla el museo,
una sede para la descentralización de la Municipalidad, la
cual es muy importante, pero también indica que podría
haber un hotel cinco estrellas y edificios, nada tiene que ver

10 Ordenanza 19.640. El plan queda sujeto a la convalidación por parte del


Poder Ejecutivo Provincial.

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Fronteras en la ciudad • 71

con nuestra intención y con los que nos habían dicho. Nos
oponemos rotundamente a todo esto”, declara por entonces
Cristina Rojo, presidenta de la Sociedad de Fomento del
Barrio Parque Luro a un medio local. Haciendo hincapié en
las dificultades que ese proyecto acarrearía en términos de
infraestructura, agrega que “la lucha por la plaza sigue”.11
Finalmente, se construye el museo y hacia fines de 2013
queda inaugurado. También continúan desarrollándose ini-
ciativas privadas en la zona –en general, edificios sobre
la costanera–. En paralelo, se desestima la concreción del
Distrito Norte y se prevé una localización alternativa. Pero,
sin duda, las principales disputas se vinculan con el pro-
yecto urbanístico de construcción de viviendas en el lugar,
enmarcadas en el Pro.Cre.Ar.

El proyecto urbanístico

El Pro.Cre.Ar se crea en junio de 2012 con el objetivo


de “facilitar el acceso a la vivienda propia de la población
y la generación de empleo como políticas de desarrollo
económico y social”.12 En septiembre se anuncian las tie-
rras disponibles que pueden quedar comprometidas bajo la
modalidad “desarrollo urbanístico”; entre ellas está el pre-
dio conocido como “Canchita de los Bomberos”, donde se
prevé construir apartamentos monoambientes y dúplex, en
terrenos aportados por el Estado nacional.
Días después del anuncio, un grupo de vecinos se auto-
convoca en defensa de la utilización del predio como espa-
cio público y contra la construcción de viviendas, atendien-
do además al impacto demográfico que podría ocasionar
en el crecimiento poblacional de la zona. En este contexto,

11 “Vecinos se oponen al negocio inmobiliario que se escondería detrás del


Museo de Arte Contemporáneo”, Portal de Noticias 0223.com.ar; 17/02/
2010.
12 Decreto Nacional 902.

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72 • Fronteras en la ciudad

se reúnen vecinos con autoridades del MGP, la Adminis-


tración Nacional de Seguridad Social,13 el Ministerio de
Economía y el Banco Hipotecario, con el fin de conocer el
proyecto y de intentar alcanzar algún consenso respecto de
él. Desde el MGP se reitera la intención de conservar los
espacios verdes y se prevé que, del total de la superficie,
quede un 70% de plaza pública y un 30% de viviendas.14
Se hace referencia a la sanción de normativa adecuada con
modificaciones que “buscan reducir sus usos, garantizar el
predominio del espacio público verde –el cual es de un 60%
de la superficie– y asegurar que los emprendimientos que
se pudieran hacer en el futuro no impactaran en la morfo-
logía del sector”, sostiene Marcelo Fernández, director de
Asuntos de la Comunidad.15
Mientras tanto profesionales de los Colegios de Arqui-
tectos y de Martilleros muestran ciertos reparos con la
propuesta, recogiendo parcialmente los argumentos de los
vecinos autoconvocados, quienes además recurren a los ser-
vicios de un abogado para una posible demanda judicial
pues cuestionan la legalidad del proceso. El letrado José
Esaín, especialista en derecho ambiental, considera que la
selección de ese predio “está viciada” ya que “no se cum-
plió con lo establecido por la ley provincial que exige la
realización de una evaluación de impacto ambiental (…)
El error es que no han evaluado los impactos y tampo-
co tuvieron en cuenta el valor ambiental urbanístico que
tiene el predio”.16

13 En adelante, ANSES. Es uno de los principales organismos que participa del


financiamiento del Programa, junto al Ministerio de Economía y Finanzas
Públicas y a otros inversores privados.
14 Asimismo, funcionarios de ANSES explican que se está desarrollando el
estudio en cumplimiento de Ley de Medio Ambiente de la Provincia de Bue-
nos Aires (Ley N° 11.723) que exige la presentación de Evaluación de Impac-
to Ambiental, que será cumplimentado con otros que realizarán las empre-
sas a la hora de presentar la propuesta.
15 Portal de Noticias 0223.com.ar, 28/09/12, en alusión a la ordenanza 19.640.
16 Portal de Noticias 0223.com.ar, 27/10/12.

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Fronteras en la ciudad • 73

Tal decisión intenta desmotivar la oposición de los


vecinos, que desde la MGP se considera mayoritariamente
centrada en la “necesidad” de mantener un espacio verde.
“Ahora van a tener un espacio verde. Ya no pueden decir
nada, salvo que reconozcan que no quieren esas casas ahí”,
manifiesta un referente municipal en un portal de noti-
cias.17 Conjuntamente, el Concejo Deliberante respalda en
su mayoría la decisión del Ejecutivo respecto de la cons-
trucción de parques públicos; los matices derivan de la
reserva de superficie disponible o no para el Pro.Cre.Ar.
Casi en simultáneo, el titular de ANSES anuncia la cons-
trucción de 250 viviendas en la Canchita de los Bomberos.18
Sin embargo, a pesar de las modificaciones que se le
hacen al proyecto original en vistas a recoger parcialmente
el pedido de los vecinos, estos intiman al municipio para
que realice una evaluación de impacto ambiental en el pre-
dio y que, hasta tanto ello se produzca, se detengan las
obras.19 Los plazos se vencen y el MGP no da respuesta a la
solicitud. Consecuentemente, en el mes de marzo de 2013
los vecinos, a través de la Asociación Vecinal de Fomento
Parque Luro, presentan un recurso de amparo en el Juzgado
Correccional N.° 4.
En los días subsiguientes, continúan las denuncias
sobre los supuestos incumplimientos del municipio. Y ante
la llegada de operarios de la empresa constructora –COAR-
CO– que intentan colocar postes para alambrar la manza-
na junto a personal de seguridad, los vecinos se instalan

17 Portal de Noticias 0223.com.ar; 14/03/13.


18 El monto total de la inversión se estima en de $183.965.354, con un plazo de
13 meses. Así, queda expresado en el cartel de obra colocado en el predio,
que es pintado –para tapar la información– apenas horas después.
19 La presentación gira en torno a tres ejes: 1) la solicitud de información
ambiental en tanto la construcción de viviendas en el lugar debe necesaria-
mente poseer licenciamiento ambiental, 2) que en caso de no poseer la
información requerida se notifique al Banco Hipotecario y al Fondo Fidu-
ciario PROCREAR y ordene la suspensión de trámites administrativos; 3)
que se acceda a los expedientes de evaluación de impacto ambiental y se
convoque a una consulta o audiencia pública.

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74 • Fronteras en la ciudad

en la plaza a las 5 de la mañana exigiendo a aquellos una


autorización judicial para hacerlo. Un día después de estos
hechos, y a un mes de la presentación judicial, el 25 de abril
de 2013, la Dra. Camadro, titular del Juzgado Correccional
N.º 4, dicta una medida cautelar a favor de los vecinos y
ordena a la MGP la suspensión de las obras hasta completar
el informe de impacto ambiental.
Seguidamente se anuncia la presentación de ese infor-
me20 y se da continuidad al estudio preliminar elaborado en
octubre de 2012. A raíz de ello, el secretario de Obras y Pla-
neamiento de la MGP, José Luis Castorina, expresa que el
municipio se encuentra respondiendo a la causa, que cuenta
tanto con la declaración de impacto ambiental extendida
por la Dirección de Gestión Ambiental como con los planos
aprobados. Por tanto, si bien no comenzarán las obras hasta
que la justicia no resuelva de manera firme, no se descarta
la construcción en la Canchita, aunque se han comenzado
a evaluar terrenos alternativos para avanzar con las obras
del Pro.Cre.Ar.
Sin embargo, en el mes de agosto, el juez subrogante
Leonardo Celsi –a cargo del Juzgado Correccional N.º 4–
resuelve reafirmar la medida cautelar y rechazar la presen-
tación de la MGP. En resumen, la sentencia presenta tres
disposiciones: “1. Hacer lugar a la acción de amparo, 2.
Invalidar el proceso de Evaluación de Impacto Ambiental,
3. Imponer costas a la Municipalidad de General Puey-
rredón”.21
Finalmente, a pesar de la apelación de la MGP a la
sentencia en primera instancia, el 24 de octubre de 2013
la Cámara de Apelación en lo Contencioso Administrativo
resuelve fallar en segunda instancia a favor de la petición de
los vecinos y así queda la sentencia firme.

20 Realizado por Trecc S.A.


21 amarlaplaza, Revista Mensual de Vecinos “Canchita de los Bomberos”, Año 1,
número 09. Septiembre de 2013.

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Fronteras en la ciudad • 75

A fines de 2014, se presentó en el HCD un proyecto


para destinar los terrenos de la denominada “Colonia
Alfonsina Storni”, en el barrio Constitución, para poder via-
bilizar el desarrollo urbanístico. Sin embargo, los vecinos
del sector también manifestaron su oposición tanto en fun-
ción del supuesto impacto ambiental negativo que tendría
la construcción de viviendas en el lugar como del cumpli-
miento del destino para el cual las tierras fueron donadas.

Imaginarios en disputa: territorialización e irrupción en


el espacio público

El proceso descripto remite inexorablemente a un cúmulo


de acciones que guían las prácticas de los principales acto-
res involucrados en la disputa. Es decir, son emergentes de
una diversidad de representaciones e imaginarios urbanos,
de puntos de vista (Bourdieu, 2002), que subyacen al con-
flicto alrededor de la construcción de viviendas en el predio
de la Canchita de los Bomberos: sea a favor, en contra e,
incluso, en tensión.
Siguiendo a Baeza (citado en Hiernaux, 2008: 18), los
imaginarios sociales son una variedad de construcciones
mentales de significancia práctica del mundo que se com-
parten socialmente y otorgan sentido a la existencia. En
particular, los imaginarios urbanos, al decir de Hiernaux,
“son fruto de la capacidad humana para representarse la
ciudad a partir de imágenes que se presentan de ella al
individuo y la sociedad y transformar esa representación en
un imaginario actante, es decir, actos guiados por la ima-
ginación” (2008: 18).
Es a partir de la sistematización de la información
relevada que podemos definir ciertas categorías de análisis
en las que se plasman imaginarios actantes; en definiti-
va, diversas representaciones del espacio que se hallan en
disputa y que tienen incidencia en las prácticas de los indi-

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76 • Fronteras en la ciudad

viduos. Tales formas de apropiación simbólica se refuerzan


o se modifican en función del conflicto y así delimitan el
proceso de territorialización (Mele, 2003). Ellas son la con-
cepción del espacio público, la apelación al pasado o el mito
de origen, la alusión a lo político y las tensiones entorno a
la valorización del espacio.

La concepción del espacio público


La alusión al espacio público se convierte en el eje nodal
del conflicto. Desde los vecinos autoconvocados, asume una
diversidad de acepciones. En general, como sinónimo de
“nuestro espacio verde”, “de uso comunitario”, como un bien
colectivo que merece ser defendido apoyándose en argu-
mentos legales. Incluso, sostienen que históricamente han
sido los únicos que lo han mantenido como tal: “con los
primeros reclamos de la plaza llegamos hasta el día de hoy
con los vecinos defendiendo el predio y, en ese sentido, no
debemos perder de vista que tampoco los vecinos pueden
cumplir el rol que tiene que cumplir el Estado”. Así, se auto-
adjudican la actuación frente a los déficits del municipio,
entendiendo que la propuesta de mantener la plaza “tendría
que haberse originado desde el Estado”.22 Este argumento
es cuestionado por los vecinos del barrio que se manifies-
tan a favor de la construcción de las viviendas que con-
sideran que, siendo precisamente el Estado el propietario
de las tierras, puede darle a ellas el destino que considere
más conveniente.
La presunción comunitaria señalada se pone en tensión
al momento en que trasciende el espacio barrial y se lo
define como un espacio de la ciudad. Así, refieren a que
“no solamente hay que tomar la cuestión de la Canchita
de los Bomberos como una cuestión de índole barrial sino
que hay que tomarlo como una cuestión ciudadana, o sea,

22 Palabras de Arq. Ondartz, coautor del informe “Impacto…”. Charla de presen-


tación, 29/04/13.

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Fronteras en la ciudad • 77

una cuestión de los marplatenses”.23 Tanto desde lo técnico,


por estar situada en un espacio lineal dentro de la franja
costera, como desde lo simbólico, para ser usado y disfru-
tado por todos los marplatenses e, incluso, turistas. “Desde
Plaza España hasta Camet no hay un solo espacio público
y ahora lo estaríamos perdiendo (…) se está cambiando un
extremo de la cuerda por otro extremo: este espacio verde
y de todos se convertiría en uno completamente cemen-
tado y privatizado”,24 dice el abogado patrocinante de los
autoconvocados.
En relación con las críticas que reciben ciertos argu-
mentos considerados estigmatizantes respecto de los posi-
bles destinatarios de las viviendas, los vecinos autoconvo-
cados consideran que su oposición no es al programa en sí
mismo sino a su emplazamiento: “es en un sentido positivo
que hay que hablar no en detrimento del Pro.Cre.Ar sino a
favor del espacio verde para todos los marplatenses y para
la ciudad de Mar del Plata”.25 En esa línea, sugieren que
el destino debiera garantizar “igualdad”, a pesar de que sus
prácticas lo ponen en tensión: “No es una cosa u otra. Es
la playa, la plaza, las viviendas y el trabajo, pero cada cosa
en su lugar (…) queremos dejar en claro una vez más que
el espacio público que se defiende es aquel que tiende fun-
damentalmente a la mezcla social, el que de su uso permite
un derecho ciudadano de primer orden, así el espacio públi-
co debe garantizar en términos de igualdad la apropiación
por parte de diferentes colectivos sociales y culturales, de
género y de edad”.26
Destacan la importancia del acceso a la vivienda pero
también cierta calidad de vida; por ello, mencionan la exis-
tencia de lugares alternativos para llevar adelante el progra-

23 Palabras de Arq. Fernández Bravo, coautora del informe “Impacto…”. Charla


de presentación, 29/04/13.
24 Portal de Noticias 0223.com.ar, 26/03/13.
25 Palabras de Arq. Fernández Bravo, coautora del informe “Impacto…”. Charla
de presentación, 29/04/13.
26 Diario El Atlántico, 22/10/12.

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78 • Fronteras en la ciudad

ma habitacional. E incluso llegan a proponer que “entre los


baldíos y las casas en venta del barrio se podría satisfacer la
demanda de 220 viviendas (y aún más) y al mismo tiempo
conservar la plaza y la fisonomía del barrio”.27 Reforzando
ese discurso, uno de sus asesores profesionales sostiene que
la vivienda colectiva ya ha fracasado, que hay muchas áreas
sobredensificadas y desvalorizadas.

La apelación al pasado o el mito de origen


Los vecinos autoconvocados aluden recurrentemente a la
donación del inmueble que realizara la familia Unzué con
un fin específico, benéfico. Es ese argumento, ligado al “ori-
gen” del predio, es el que otorga legitimidad al reclamo. De
él se desprenden otros que remiten de diversas formas a
aquel y que ponen en jaque el papel desempeñado por el
Estado en el cumplimiento de la finalidad, que consideran
se ha apropiado de las tierras y es necesario “hacer entrar en
razón”. Entre ellos, destacan que la disputa por la plaza se
remite a la década de 1950 –“sobre este terreno los vecinos
siempre se manifestaron. No es que esto es algo nuevo”–,28
cuando se presentó un proyecto de parquización de la zona,
que con posterioridad fue archivado. Uno y otro argumento
–la finalidad originaria y el reclamo por el espacio público–
aparecen unificados de manera recurrente: “Que se respete
el espacio verde que desde hace más de 80 años disfrutan
todos los vecinos”.29
Sin embargo, el propio intendente pone en duda la
canalización de esta demanda a través de la vía institu-
cional: “Si bien nunca existió un proyecto de una plaza
para ese lugar –porque nunca hubo una iniciativa de algún
legislador o de algún particular en tal sentido, aclaró– sí
advertimos que se despertó una inquietud reciente entre los

27 Solicitada “Intendente Pulti conserve la Canchita de los Bomberos como


espacio público de escala urbana” (disponible en Change.org).
28 Entrevista a vecinos autoconvocados, 13/04/13.
29 Diario El Atlántico, 15/10/12.

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Fronteras en la ciudad • 79

vecinos que queremos recoger y considerar”.30 En relación


con la concreción del proyecto de plaza frente al Museo
de Arte Contemporáneo, un portal de noticias local publica
que una alta fuente municipal expresó que “Ahora van a
tener un espacio verde. Ya no pueden decir nada, salvo que
reconozcan que no quieren esas casas ahí”.31
En esa misma línea, otros vecinos del barrio que se
manifiestan a favor de la ejecución del Pro.Cre.Ar en la zona
refutan el argumento de los autoconvocados expresando
que el predio siempre estuvo abandonado. “En la Canchita
jugaron mis hijos, cuando era aprovechada por varios clu-
bes deportivos y colegios de la zona, quienes se encargaban
de su mantenimiento. Luego (…) fue poco a poco convir-
tiéndose en tapera, depósito de basuras, nidal de roedores
y asiento de casillas precarias. Y así se mantuvo por largos
años”.32 Quien habla incluso sostiene que si bien fracasó la
propuesta de realizar un centro de convenciones no fue por
resistencia por parte de la Sociedad de Fomento. “Es recién
ahora, cuando se corre el riesgo de darle un destino que
beneficie a familias integradas por ciudadanos con iguales
derechos a los de la ‘gente como uno’ pero aún carentes
de la oportunidad de acceder al derecho fundamental a
poseer una vivienda digna, cuando el vecindario se alarma,
se indigna, protesta legalmente y se ocupa de mantener la
Canchita hecha un primor”.33
Más aún, destacan que quienes hoy se oponen “nunca
se quejaron” frente a otras hechos sucedidos en el predio; e
incluso con la instalación de Museo de Arte Contemporá-
neo “no dijeron nada”.34

30 Diario La Capital, 13/03/13.


31 Portal de Noticias 0223.com.ar; 13/03/13.
32 M.S., vecino del barrio desde hace 40 años. Comentario hecho en el Portal
de Noticias 0223.com.ar, 25/10/13.
33 Ídem.
34 H.M., vecino del barrio desde hace 30 años. Comentario hecho en el Portal
de Noticias 0223.com.ar, 25/10/13.

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80 • Fronteras en la ciudad

La alusión a lo político
La utilización del conflicto como recurso político predo-
mina en el discurso de los vecinos autoconvocados. Es des-
de ese ámbito que consideran que se originó la disputa:
“parece que el conflicto lo hubiésemos generado nosotros.
Y, en realidad, se genera a partir de que los que, realmen-
te, gestionan políticas de Estado lo hacen como si fuese la
ciudad suya. Y nunca es escuchando a los ciudadanos, que
son los que están sufriendo, de alguna manera, esa cues-
tión porque si vos pagás los impuestos están sosteniendo
ese tipo de gestión”.35
Así, en principio, lo político aparece cuestionado en
términos de los sujetos (“los políticos”), que la gestionan.
En tal sentido, Esaín expresa “hay un error en la toma de
decisión del proyecto de construcción de viviendas en un
espacio verde, que para los funcionarios municipales es un
baldío que cumple con todas las normas para ser edificado,
pero para los vecinos significa la única plaza en la zona”.36
Asimismo, manifiestan no haber tenido ningún tipo
de acercamiento “excepto por ahí del bloque de (concejal)
Arroyo, que opinan como nosotros”.37 Sin embargo, otro
concejal (Rodríguez), vecino del barrio, presenta un pro-
yecto de ordenanza en el que le solicita al Ejecutivo que
intermedie ante el Gobierno nacional para relocalizar el
proyecto de construcción de viviendas.38
Sumado a ello, destacan la desinformación tanto de los
funcionarios municipales como de las otras dependencias
estatales involucradas en el programa. Cuestionan inclu-
so su desempeño, tanto en lo que respecta a la definición
del proyecto como al supuesto negociado que lo subyace.
Por estos motivos, una vez que la justicia falla en segun-
da instancia, se plantean un posible enjuiciamiento de los

35 Entrevista a vecinos autoconvocados, 13/04/13.


36 Portal de noticias 0223.com.ar, 27/10/12.
37 Entrevista a vecinos autoconvocados, 13/04/13.
38 Portal de noticias Loquepasa.net, 15/08/13.

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Fronteras en la ciudad • 81

funcionarios involucrados en la decisión. “Fueron muchos


años de este conflicto. Ahora que la Justicia nos dio la
razón, creo que deberíamos accionar contra los funciona-
rios municipales que hicieron todo mal. Que vayan presos
sabemos que es imposible, pero al menos que respondan
con su patrimonio”.39
Finalmente, se entiende la política en sentido abstracto,
casi despolitizada. “Quisimos de alguna manera cuidarnos
de posicionarnos políticamente”.40 Se la entiende inclu-
so escindida del plano jurídico que, en detrimento de las
“malas decisiones” de los políticos que faltaron a la ley ava-
sallando derechos, aparece con una entidad suprema: “la
justicia dijo no” a los Gobiernos provincial y municipal.
Contrariamente, quienes se manifiestan a favor del
proyecto sostienen que fue precisamente la justicia la que
que excedió sus funciones “falla casi siempre a favor de los
cipayos en estos casos, ya nos acostumbramos a eso”.41

Las tensiones entorno a la valorización


La cuestión de la valorización del espacio genera diversas
controversias. Mayoritariamente, los vecinos autoconvo-
cados sostienen que la implementación del Pro.Cre.Ar
acarrearía una desvalorización, aunque también ponen el
foco en la pretensión de revalorización que habría detrás
del propósito del desarrollo urbanístico. En tal senti-
do, la ejecución del plan oscilaría entre un proceso de
revalorización-desvalorización.
Se alude a la desvalorización del barrio tanto desde
lo material como desde lo simbólico. Desde lo material, se
argumenta el impacto que tendría en la infraestructura del
barrio. “Son 221 viviendas y 245 cocheras, cocheras subte-
rráneas (…) son entre 1200 y 1500 personas. Eso es lo que

39 Portal de noticias 0223.com.ar, 25/10/13.


40 Entrevista a vecinos autoconvocados, 13/04/13.
41 AR. Comentario hecho en el Portal de noticias 0223.com.ar, 25/10/13.

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82 • Fronteras en la ciudad

hablamos, ¿no? De golpe. En promedio, la incidencia dentro


del barrio, en promedio, es un crecimiento del 14%”, cuando
bajo parámetros “normales” hace lo propio al 3.5% anual.42
Sin embargo, los vecinos autoconvocados consideran que la
infraestructura ya es deficiente.
Asimismo, se hace énfasis en el proceso de desvalo-
rización que atraviesa el sector en términos comparativos
con la zona sur que ha atraído otro tipo de inversiones
“Desde hace años, la zona norte viene sufriendo una serie
de consecuencias producto de obras que se han realizado
al sur de la ciudad (…) tiene un montón de inversiones
puestas en espacios públicos que en la zona norte nunca,
nunca se hicieron. O sea, la zona norte siempre fue produc-
to de la decisión de lo que había que solucionar para toda
la ciudad pero nunca específicamente hubo una propuesta
para la zona norte”.43
Atendiendo a los argumentos esgrimidos por los veci-
nos que se oponen al proyecto, sus promotores destacan
que “La línea arquitectónica es coherente con la del Museo
de Arte Contemporáneo, lo que revaloriza la zona y le da
más valor, aún a las construcciones preexistentes (…) La
idea es que los que allí vivan puedan, a su vez, disfrutar de
un área de esparcimiento realmente amplia (…) le agrega
valor a toda la zona, además de solucionar los problemas
de vivienda de muchas personas, generando un círculo vir-
tuoso en el que se conjuga el diseño, la comodidad y el área
verde al alcance de todos los vecinos”.44

42 De acuerdo con la Dirección de Estadística (MGP), en 1991 Parque Luro


tenía 9041 habitantes, en 2001 la cifra ascendía a 10.189 y para 2010 alcan-
zaba las 11.353 personas. Ello significa que el crecimiento poblacional –en
términos relativos, con una variación intercensal de 12,69% y 11,42% res-
pectivamente– se viene produciendo desde hace algunas décadas y ha
demostrado una merma en el último período.
43 Palabras de Arq. Fernández Bravo, coautora del informe “Impacto…”. Charla
de presentación, 29/04/13.
44 Entrevista a Diego Bossio, titular de ANSES. Diario La Capital, 13/03/13 y
17/03/13.

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Fronteras en la ciudad • 83

Desde una dimensión simbólica, recogiendo la preocu-


pación por el déficit infraestructural, los vecinos autocon-
vocados ponen el foco en los perjuicios que implicaría para
los beneficiarios del Pro.Cre.Ar vivir allí. “(…) a lo que lo
van a traer es, realmente, a un lugar muy deficitario y que
le van a hacer pagar el departamento muchísimo más de lo
que podrían pagarlo en cualquier otro sector de la ciudad
en forma independiente”.45 Ello se vincula además con la
tensión que se generaría entre la “población receptora” y “la
población que se agrega” en relación a la disputa por los
recursos existentes en el barrio: “(…) aparte de los servicios,
¿qué va a pasar con todo lo demás? Tan simple como vas a
ir a comprar pan y ya no hay porque… “no, tenés que venir
antes de las 11”. Es decir, modifica el día a día”.46
Por su parte, el Colegio de Arquitectos se manifiesta
a favor del Pro.Cre.Ar pero reconoce la complejidad de la
provisión de tierra sosteniendo que “el Estado, fundamen-
talmente el Municipal, debe planificar adecuadamente la
decisión de asignación de tierra pública a la realización de
estos emprendimientos, no puede ni debe caer en la deter-
minación reduccionista de otorgar los lotes ‘disponibles’ sin
considerar si son los ‘adecuados’”. Así, sugiere la revisión
del proyecto y la evaluación de alternativas superadoras que
no acarreen conflictos sociales.47 También desde el Colegio
de Martilleros se ponen reparos a al proyecto, sosteniendo
que “Mar del Plata necesita espacios verdes” y que, ade-
más de “consultar y escuchar a todos los vecinos”, debe
mantenerse una coherencia con el lindero Museo de Arte
Contemporáneo “que va a ser orgullo de la ciudad y atraerá
al turismo cultural”.48

45 Entrevista a vecinos autoconvocados, 13/04/13.


46 Entrevista a vecinos autoconvocados, 13/04/13.
47 Portal de Noticias 0223.com.ar, 04/10/12.
48 Palabras del presidente del Colegio profesional, Miguel Donsini. Portal de
Noticias 0223.com.ar, 15/10/2012.

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84 • Fronteras en la ciudad

Contrariamente, los vecinos del barrio que se manifies-


tan a favor del proyecto consideran que este es un argumen-
to discriminatorio. “Sumá los espacios verdes (jardines en el
frente y fondo) de todas las casas de nuestro barrio, más las
redes pluvial, cloacal, de gas, de agua corriente ya instala-
das, más la escasa altura de las edificaciones del proyecto, y
luego evaluá cuál es la magnitud del impacto ambiental (…)
hay un importante componente de discriminación social en
muchas de las protestas y reclamos contrarios a la ubicación
de este proyecto de Pro.Cre.Ar”49.

La juridificación del conflicto o las amenazas ¿a la


naturaleza?

Al momento de teorizar en torno al proceso de judiciali-


zación de un conflicto, Azuela (2006) sostiene que existen
condiciones prejurídicas previas al ingreso del conflicto al
mundo del derecho: la mediación simbólica y la selección
social.50 La primera refiere a que no existe una reacción
directa a los problemas sino que cada sociedad lo hace en
función de los códigos que hereda de su propia historia;
mientras que la segunda refiere a que, ante la imposibilidad
de compartir todas las representaciones que construyen los
individuos en relación con el entorno, aquellas imágenes
que terminan predominando son el resultado de la selec-
ción que es producto también de aquellos códigos. Si bien
ambos conceptos, dice Azuela, “son, de entrada, fáciles de
aceptar, cuando son usados de manera sistemática consti-
tuyen el mejor antídoto en contra de las simplificaciones
vigentes en el sentido común: la idea de que la difusión de
cierta información sobre la crisis ambiental es suficiente

49 M.S, vecino del barrio desde hace 40 años. Comentario hecho en el Portal de
Noticias 0223.com.ar, 25/10/13.
50 Si bien Azuela refiere exclusivamente al derecho ambiental, consideramos
que ello bien podría extrapolarse a otros campos.

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Fronteras en la ciudad • 85

para crear una ‘toma de conciencia’ que a su vez produci-


rá los cambios de comportamiento que se requieren para
enfrentar dicha crisis” (2006: 16).
En relación con ello, Carman (2011) sostiene que
existe un contexto en el que la cuestión ambiental aparece
de manera progresiva en la agenda pública de Gobiernos
nacionales e internacionales, y destaca la creciente “con-
cientización” que sobre ellas han asumido diversos actores
–en su mayoría, colectivos que se organizan en función a
una amenaza– y que han sabido desplegar diversas estrate-
gias vinculadas tanto a la exigibilidad de normativa existen-
te como a la creación de jurisprudencia al respecto. En rela-
ción con ese proceso, Azuela (2006) reconoce que “en los
códigos de las sociedades modernas, existen rasgos que nos
predisponen a favor de causas ambientales” (2006: 16).
En este sentido, como decíamos anteriormente, el ima-
ginario dominante o colonizador (Hiernaux, 2008a, 2008b)
sobre el conflicto se construye alrededor de una idea de
espacio público-verde-comunitario –al que se refiere indis-
tintamente de esa manera– que se halla amenazado no sólo
en relación con el déficit infraestructural de su entorno
sino, centralmente, en función de la imposibilidad de con-
servar lo que han elegido: “una vida apacible, en un ambien-
te limpio y con una vecindad respetuosa de los otros”.51
Parafraseando a Bauman (2003), una comunidad imaginada.
Ligada a esa representación aparece una idea de iden-
tidad unívoca, que aquellos consideran preexistente al con-
flicto y que pretende conservarse. Además, esta se visualiza
no sólo en relación con los beneficios que acarrea para el
barrio en particular, sino que lo trasciende y permea la defi-
nición de la ciudad misma, con pretensiones de alcanzar
cierta legitimidad dentro de la “ciudadanía marplatense”,
e incluso, turista. Asimismo, se descalifican los argumen-
tos de quienes se manifiestan favorablemente al proyecto:

51 amarlaplaza, Revista Mensual de Vecinos de “Canchita de los Bomberos”, nº


2, febrero 2013.

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86 • Fronteras en la ciudad

“Muchos por desconocimiento y sin ningún tipo de argu-


mentación válida, intentan quitar legitimidad al reclamo de
la conservación del espacio público como plaza”.52
Sumado a ello, como señaláramos, los vecinos aluden
reiteradamente a la donación del inmueble que realizara la
familia Unzué con un fin específico, benéfico. Es ese argu-
mento, ligado al “origen” del predio otorga legitimidad al
reclamo, anclado en una idea de naturaleza-plaza-beneficio
que se erige como suprema, siquiera dando lugar a poner en
duda si acaso el acceso a la vivienda no lo es. Se refuerza así,
parafraseando a Dascola (1996, citado en Carman, 2011),
la existencia de un arraigado naturalismo, sostenido en la
creencia de que la naturaleza existe como objeto trascen-
dental, con un dominio ontológico que es exterior a los
seres humanos y que además cuenta con iguales fronteras
y que está activada por las mismas leyes. Como contra-
partida, los futuros beneficiarios del desarrollo urbanístico
del Pro.Cre.Ar serían destructores de esa naturaleza, de ese
espacio verde, cuyo carácter público quedaría vedado. Es
decir, del discurso de los autoconvocados se puede inferir
que la ejecución del programa implicaría la privatización
de ese espacio, echando por tierra la finalidad que aquel
pudiera tener como uso social-colectivo, como lo sería en su
afectación a la necesidad de vivienda e incluso incorporan-
do los intereses de ambas partes (Estado-beneficiarios/veci-
nos autoconvocados), a partir de la contrapropuesta hecha
desde la MGP. Sin embargo, paradójicamente, la acepción
de lo público quedaría supeditada arbitrariamente a un fin
de algunos actores que lo pretenden legitimar como si fuera
universal –y que, bajo otras condiciones, no se opusieron a
un destino alternativo, como la construcción del Museo de
Arte Contemporáneo u otros emprendimientos inmobilia-
rios privados en la zona–.

52 Ídem.

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Fronteras en la ciudad • 87

En ese mismo sentido, se pone en jaque el incumpli-


miento de la “finalidad originaria” por parte del Estado. Lo
novedoso aquí es, a diferencia de lo que sucede recurrente-
mente en otros conflictos de proximidad que se vertebran a
partir de las “amenazas a la naturaleza”, que inicialmente se
demanda al Estado la intermediación frente a un privado-
desarrollador de un emprendimiento por parte de quienes
habitan el entorno o se solidarizan con la causa, tal como
queda evidenciado en los trabajos de Azuela y Mussetta
(2009) sobre la construcción en áreas protegidas de México,
de Carman (2011) sobre la ejecución de un proyecto en
la Reserva Ecológica de la ciudad de Buenos Aires, o de
Azuela y Cosacov (2013) en relación con la construcción de
torres en el barrio porteño de Caballito, sólo por mencionar
algunos ejemplos. Pero en el conflicto de la Canchita de
los Bomberos es precisamente el Estado –específicamente
en su jurisdicción municipal y nacional, y en su dimensión
ejecutiva– quien promueve el proyecto, y así la disputa se
remite a la concreción de una política pública y no a un
problema entre privados.53 Más allá de que en su desarrollo
aquellos conflictos logren irrumpir en el espacio público y
se visibilicen como disputas que involucran a un espectro
más amplio de actores e interlocutores (justicia, gobiernos
locales, provinciales y nacionales, colegios profesionales,
etc.), en su origen, aquellos y estos implican puntos de par-
tida diversos. Parafraseando a Wright Mills (1994), en su
inicio unos constituyen inquietudes vecinales mientras que
el otro se erige como una resolución de un problema públi-
co, vinculado a la necesidad de acceso a la vivienda.
Sumado a ello, si analizamos el punto de inflexión que
supone la entrada del conflicto al mundo del derecho obser-
vamos que los discursos –acciones y omisiones– del Estado

53 No desconocemos que al constituirse el Pro.Cre.Ar como una política credi-


ticia, la resolución queda, en última instancia, supeditada a la esfera privada-
doméstica. Sin embargo, aquí nos referimos a la modalidad desarrollo urba-
nístico y, centralmente, al acceso al suelo que estaría garantizado por el
Estado, que proveería terrenos de su propiedad.

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88 • Fronteras en la ciudad

son múltiples e incluso contradictorios, y que despliegan


alternativamente –como sostuviera Bourdieu (1999)– su
mano izquierda y su mano derecha. Es decir, de acuerdo
con el prisma desde donde se mire la disputa, por un lado,
se pretende garantizar el acceso a la vivienda y, por otro,
se obstaculiza ese proceso priorizando su función regulato-
ria y excluyendo tal posibilidad. De esa manera, el derecho
como discurso no sólo designa la realidad sino que la insti-
tuye (Austin, 1999, citado en Azuela, 2006).
Y en esta disyuntiva, la constitución de un imaginario
dominante o colonizador (Hiernaux, 2008) es central y, en
ese proceso, las estrategias de visibilización que se ponen
en juego: amplia difusión de la problemática (Facebook,
Blog, Página web, Boletines vecinales, etc.), realización de
actividades en el predio, pedido de Banca 25, búsqueda de
adhesiones entre otros actores (petición en Change.org: “Sí
a la plaza”), asesoramiento profesional (arquitectos, aboga-
do, etc.), marchas a tribunales y al municipio, entre otros.
Con ellas, los vecinos autoconvocados logran irrumpir
en el espacio de la deliberación publica y su punto cúlmine
confluye en la judicialización del conflicto, que pone en
evidencia que el derecho despliega su fuerza comunicativa
como si el orden jurídico no pudiera ser de otra mane-
ra, naturalizando lo cultural, lo que no es sino una cons-
trucción histórica (Azuela, 2006). Más aún, la apelación a
la “justicia ambiental” constituye una práctica central para
legitimarse en ese espacio deliberativo. Ello se ve favorecido
porque, como dice Carman (2011), el campo ambiental no
está dado sino que tiene límites en permanente construc-
ción, que son objeto de múltiples disputas.

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Fronteras en la ciudad • 89

Distancia social-distancia espacial: efectos de lugar

Nos propusimos analizar la productividad social de un


conflicto urbano (Mele, 2003) que se genera a partir del
destino de un predio para la construcción de viviendas en
el marco del Pro.Cre.Ar. Para ello, en un primer momen-
to, abordamos los imaginarios urbanos como productores
de actos guiados por la imaginación, distanciándonos de
aquellos enfoques donde prevalece la representación de la
ciudad sin interrogarse sobre las implicancias que ello tiene
sobre las prácticas de los individuos en el espacio urbano
(Hiernaux, 2008). En función de la sistematización del tra-
bajo de campo, delimitamos cuatro categorías para pensar
en los imaginarios que se cristalizan en la disputa: la con-
cepción del espacio público, la apelación al pasado o el mito
de origen, la alusión a lo político y las tensiones entorno
a la valorización del espacio. A grandes rasgos, podemos
afirmar que a partir de ellos se produce un “choque de ima-
ginarios” (Hiernaux, 2008a)54 como resultado de las diversas
representaciones que los actores producen y reproducen
en la disputa por la apropiación simbólica del espacio en
cuestión y que se hallan en tensión.
Por una parte, se distingue la producción de un ima-
ginario dominante o colonizador (Hiernaux, 2008a, 2008b),
que se construye centralmente alrededor de la tríada espa-
cio público-verde-comunitario que se halla amenazado.
Este emerge, principalmente, de las representaciones de
los vecinos autoconvocados y alternativamente de otros
actores que apoyan su demanda (Colegio de Arquitectos,

54 Hiernaux (2008a) refiere a la relación entre los imaginarios de urbanistas y


planificadores urbanos, que se plasma en proyectos urbanísticos, y los ima-
ginarios acerca de la vida urbana de los habitantes de esos espacios. Como
consecuencia, se produce el choque de imaginarios, cuyo resultado visualiza
en las prácticas cotidianas de los habitantes de dicho espacio. Si bien abor-
damos un proceso distinto, creemos que tiene una capacidad explicativa
para dar cuenta de cómo se (re)construyen los diversos imaginarios en rela-
ción con el espacio disputado, logrando imponerse unos por sobre otros.

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90 • Fronteras en la ciudad

Colegio de Martilleros, etc.). Si bien ellos se perciben a


partir de estrategias de resistencia –básicamente, a la ejecu-
ción de una política pública–, lo hacen a partir de prácticas
tendientes a reforzar una dinámica crecientemente segre-
gativa. En tal sentido, como sostiene Oslender “no todas
las resistencias se dejan clasificar como ‘progresivas’. De
hecho, algunas resistencias refuerzan estructuras existentes
de dominación y sujeción” (2002: 9).
También identificamos un imaginario de resistencia
(Hiernaux, 2008a, 2008b) que sostiene una representación
distinta del territorio en cuestión, que encuentra su legi-
timidad en la defensa del derecho a la vivienda –que se
viabilizaría para las familias beneficiarias del programa–
y, en menor medida, a la ciudad –centrado en la crítica a
la estigmatización subyacente al discurso de los autocon-
vocados que manifiestan su perjuicio por la ejecución del
Pro.Cre.Ar en ese predio pero no lo hicieron sostenidamen-
te al momento de destinarse parte de él a la construcción del
Museo de Arte Contemporáneo–. Estas representaciones,
si bien son compartidas alternativamente por una diversi-
dad de actores (vecinos del barrio, posibles beneficiarios,
funcionarios de gobierno), no logran plasmarse en un argu-
mento sólido que dispute la definición de otro imaginario
dominante y subvierta el escenario.55
Todo ello coadyuva a la irrupción del conflicto en el
espacio público, que constituye otra de las aristas del análi-
sis de la productividad social que propone Melé (2003). En
tal sentido, si bien con pretensiones analíticas, resulta casi
imposible escindir el proceso de territorialización de dicha
irrupción, en tanto el concepto de imaginario actante amal-
gama tal vinculación. A pesar de pretender despolitizar la
política, no es sino a partir de la construcción de un espacio
político que los vecinos autoconvocados logran interpelar

55 Habiendo contactado a potenciales beneficiarios del desarrollo urbanístico,


no accedieron a ser entrevistados, sólo manifestaron percibir el “fracaso”,
por intereses mezquinos, en el derrotero del acceso a la vivienda propia.

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Fronteras en la ciudad • 91

las decisiones políticas-estatales; reforzándolo con el dis-


curso jurídico a su favor. En definitiva, como sostiene Melé,
la productividad de los conflictos urbanos es territorial,
jurídica y política.
Así, el hecho de instalar la disputa en el campo ambien-
tal facilita su deliberación pública en tanto, como dice
Azuela (2006), “en los códigos de las sociedades modernas,
existen rasgos que nos predisponen a favor de las causas
ambientales” (2006: 16). En definitiva, la llamada “natura-
leza” se construye, percibe y representa socialmente. De
alguna manera, para ser “políticamente correcto” se antepo-
ne el discurso ambiental. Ello evidencia que, como sostiene
Carman (2011), algunos usos y apelaciones a la naturaleza
funcionan como máscara de la segregación sociourbana.
Así, el posicionamiento estratégico de los vecinos auto-
convocados en el campo ambiental y, a partir de él, en el
jurídico, posibilita la reconversión del capital adquirido en
el campo urbano y así obstaculiza la implementación de una
política de acceso a la vivienda, en particular, y el refuerzo
de una dinámica urbana excluyente, en general. Y que, como
contrapartida, coadyuve a la revalorización de la zona o, al
menos, la mantenga acorde con los cánones del imaginario
dominante descripto.
El caso abordado ilustra así las tensiones que moldean
la ciudad. La construcción de un imaginario dominante
refuerza una dinámica urbana segregacionista que se disi-
mula bajo diversos argumentos: centralmente ambientales
aunque también económicos y sociales. La mirada que pre-
valece en el conflicto naturaliza el binomio distancia social-
distancia espacial y profundiza la desigualdad existente aun
en el contexto de una intervención estatal que, a contrapelo
de las tendencias características del urbanismo neoliberal,
conlleva un componente de justicia espacial. Tal como si
la categoría de beneficiario de una política de vivienda se
asociara, parafraseando a Oszlak (1991) al merecimiento de

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92 • Fronteras en la ciudad

sólo algunos lugares de la ciudad, jerarquizando el espacio


urbano y restringiendo el derecho a ella sólo a quienes pue-
den acceder desde una lógica privada-mercantil.

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4

Construyendo un barrio
“de clase media”

Narrativas, moralidades e identidades de clase


media en disputas urbanas en un barrio
de Buenos Aires

NATALIA COSACOV

Introducción

En Buenos Aires –y en otras ciudades–, es posible encon-


trarse de modo casi cotidiano con apelaciones a la identidad
de clase media o a narrativas históricas a ella asociadas para
justificar o impugnar transformaciones urbanas. Son los
propios actores, identificados como “vecinos”, quienes traen
discursos sobre la clase media y reactualizan disputas, que
tienen una larga historia en la ciudad, sobre quiénes tienen
derecho a pertenecer. En Buenos Aires, clase media pare-
ce ser una poderosa identidad social y las narrativas arti-
culadas en torno a ella son particularmente efectivas para
(re)producir diferencias de clase y cartografías normativas
(Guano, 2004) sobre quiénes pertenecen a dónde y quiénes
no pertenecen a ningún lugar… o al conurbano.
El artículo retoma el trabajo de campo realizado en
el barrio de Caballito, ubicado en la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires (CABA) entre 2006 y 2010. En particular,
se centra en dos escenarios de disputas que ocurrieron de

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96 • Fronteras en la ciudad

modo simultáneo en ese espacio barrial: la movilización


de un grupo de “vecinos” contra la construcción de torres
y edificios y las protestas de otro grupo de “vecinos” que
reclamaban el desalojo de un asentamiento de cartoneros.
Esas dos demandas aglutinaron –en cierta medida– modos
diferentes de pensar y de explicar su propio lugar en la
sociedad y, en ambos casos, supusieron la construcción de
“otros” cuya presencia es impugnada en ese espacio barrial.
Quienes se comprometieron en la protesta contra las torres
y edificios pueden pensarse como involucrados en disputas
culturales (Douglas, 1998) al interior de las clases medias.
Contiendas de gustos y de valores inscriptos en el contexto
de una creciente heterogeneización de las clases medias no
sólo en términos socioeconómicos sino también en térmi-
nos de estilos de vida. Por su parte, quienes se compro-
metieron en la protesta para erradicar el asentamiento de
cartoneros, están involucrados en producir y espacializar
distinciones de clase, expulsando a gente pobre asentada en
ese espacio barrial al que reivindican como residencial y de
ciudadanos que pagan altos impuestos por residir allí.
Se trata de dos movilizaciones vinculadas a procesos
estructurales de la ciudad. En el “asentamiento” y en “las
torres” están condensados procesos más generales vincula-
dos con el boom inmobiliario y su reverso: el déficit habi-
tacional y la pobreza urbana. Luego de la crisis de 2001
y la posterior devaluación del peso en 2002, la economía
argentina comenzó un proceso de recuperación y de creci-
miento sostenido. Una de las actividades donde fue notable
es en el sector de la construcción. Como indicador, sirve
referir a la dinámica de los permisos de obra. Mientras que
en 2002 cayeron a 690, al año siguiente fueron un poco
más del doble, y muestra un crecimiento continuo en los
años posteriores hasta 2008, momento de la crisis finan-
ciera mundial. Este dinamismo se expresó en la prolifera-
ción de obras en construcción en su mayoría destinadas a
nuevas viviendas. Es importante señalar que más del 50%
de esas viviendas nuevas se distribuyeron sólo en 6 de los

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Fronteras en la ciudad • 97

48 barrios de la ciudad, dato que expresa un alto grado


de concentración del boom inmobiliario, un reforzamiento
de la segregación socioterritorial y un proceso de valoriza-
ción diferencial del suelo urbano. Como señala Baer (2006),
las zonas más demandadas para la construcción de nuevas
viviendas fueron aquellas que presentan altas densidades,
poseen buena accesibilidad al centro, alta calidad urbana,
cercanía a centros comerciales y de servicios y un nivel
socioeconómico homogéneo de sus habitantes. La selecti-
vidad de la zona también fue acorde al tipo de vivienda
que se construyó de manera predominante: multiviviendas
destinadas a sectores medios-altos y altos (Mignaqui, 1998;
Welch Guerra y Valentíni, 2005; Duarte, 2006; Szajnberg y
Corda, 2007; Baer, 2008).
Caballito es uno de los seis barrios donde se localizó
una gran proporción de emprendimientos residenciales.
Del total de viviendas construidas en la ciudad en el periodo
2000/2009, el 10,4% se concentró en esta zona. En algunas
partes del barrio, esto implicó que de manera simultánea se
registrara un edificio en construcción por manzana (Infor-
me Reporte Inmobiliario, 2008). Los datos del Censo 2010
muestran que entre 2001 y 2010, se incorporaron al barrio
6000 nuevos residentes, lo que significó un crecimiento
del 3,4% de su población y revirtió el sentido decreciente
que se había registrado en el período intercensal anterior
(1991-2001).
Unos años antes de ese boom inmobiliario y en el con-
texto de la profunda crisis social de 2001, se registraron en
la CABA ocupaciones de predios públicos y privados ubi-
cados en zonas centrales por parte de familias pobres. Este
tipo de asentamientos fueron denominados “Nuevos Asen-
tamientos Urbanos” (NAU) para distinguirlos de las villas
miserias, los históricos asentamientos de personas pobres
en la ciudad. Mientras éstas últimas se localizan en su
mayoría en la zona sur de la CABA, cuentan con una trama
más o menos estable, tienen algunos servicios y son reco-
nocidas en los mapas oficiales, los NAU son modalidades de

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98 • Fronteras en la ciudad

pobreza urbana que tienen un marcado carácter intersticial


y se distribuyen en distintos puntos de la ciudad (Rodrí-
guez, 2009). La ubicación de los NAU tuvo por efecto una
mayor proximidad física entre grupos socialmente distan-
tes y reforzó aquello que registra Kessler (2009) como un
desdibujamiento de la oposición barrio versus villa como
ordenador central de las fronteras entre lo seguro y lo peli-
groso. Los NAU emergieron como alteridades geográfica-
mente próximas en barrios centrales de la ciudad.
Ubicado a pocos metros del Club Ferrocarril Oeste y
a otros tantos del emprendimiento inmobiliario “Dos Plaza
Caballito” –uno de los recientes desarrollos residenciales de
torres amuralladas– se encontraba el asentamiento Mori-
xe, donde vivían unas 200 personas. Según la Comisión de
Vivienda de la Legislatura (CVL) de la CABA había estado
allí desde finales de los años noventa, pero algunos vecinos
señalan el año 2001 como el momento en que comenza-
ron a asentarse familias pobres. Algunos eran habitantes
recientes en ese asentamiento, muchos eran “cartoneros”1
que con el cierre del “tren blanco”2 –en febrero de 2008–
decidieron quedarse en áreas centrales de la ciudad. Otras
familias habían llegado ahí luego de que fueran expulsadas
del sitio que ocupaban antes, también en Caballito, en la
calle Donato Álvarez y las vías. A metros del asentamien-
to, del otro lado de la vía, existía un depósito de cartones
y material reciclable (botellas, chapas, madera, cartones).
Las tierras sobre las que estaban emplazados eran terrenos

1 Se llama “cartoneros” a las personas que recolectan cartones y otros mate-


riales reciclables –lo que para otros son residuos– en las calles de la ciudad.
2 El “tren blanco” o “tren cartonero” fue un servicio especial prestado en los
ferrocarriles metropolitanos luego de la crisis de 2001. En aquel entonces,
miles de personas desocupadas o en situación de pobreza se volcaron a la
actividad de juntar materiales reciclables. Este servicio espacial de los ferro-
carriles trasladaba a los “cartoneros” desde el centro de los barrios centrales
de la ciudad hacia los suburbios.

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Fronteras en la ciudad • 99

públicos nacionales, propiedad de la ADIF3 que antes de


la privatización de los trenes fueron la playa de Cargas y
Maniobras del ex ferrocarril Sarmiento.
La presencia del asentamiento así como también la
vertiginosa transformación del barrio resultado del boom
inmobiliario resultaron disruptivas para muchos de sus
residentes que decidieron frente a ello dedicar esfuerzo y
tiempo en desplegar acciones de protesta, realizar presenta-
ciones ante los tribunales, entrevistarse con funcionarios y
legisladores y volverse atractivos para los medios de comu-
nicación. Esas transformaciones materiales del barrio y sus
contestaciones son ámbitos donde se negocian identidades
y diferencias de clase. Al involucrarse en protestas y recla-
mos, los residentes movilizados no sólo están comprome-
tidos con la construcción de un espacio barrial como ellos
imaginan que debe ser, también allí disputan –y constru-
yen– el sentido de “ser de clase media” y dan explicaciones
sobre quiénes son esos “otros”. Es en ese proceso relacional
de impugnación de esas transformaciones y de esos “otros”
presentes en el espacio barrial donde también producen su
propia identidad, actualizando narrativas históricas sobre
las clases medias argentinas y sus imaginarios espaciales. En
esos espacios de conflicto, el drama de las fronteras sociales
y espaciales se intensifica. Quiero evidenciar los discursos y
las prácticas de esos “vecinos” en tanto actualizan narrativas
y moralidades de clase media que –al tiempo que performan
y espacializan esa identidad– niegan a “otros” la legitimidad
de ese anclaje residencial o, más aún, la pertenencia a la
propia ciudad. Además, como sugieren Elwood et al. (2015),
me interesa resaltar cómo esos momentos en que residentes
de clase media luchan por hacer del barrio lo que imaginan
que debe ser –en particular la movilización por el desalo-
jo del asentamiento de cartoneros– constituyen momento

3 Sociedad del Estado Administración de Infraestructura Ferroviaria encar-


gada de administrar los bienes ferroviarios que estaban bajo la jurisdicción
de la ONABE (Organismo Nacional de Administración de Bienes).

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100 • Fronteras en la ciudad

de producción de políticas de la pobreza. Siguiendo a esos


autores, las “políticas de pobreza” refieren a las ideas, los
discursos y las acciones de grupos sociales en respuesta a
la pobreza, ya sea para aminorar sus efectos o para defen-
derse a sí mismos contra su presencia. Preguntarse por la
producción de políticas de pobreza necesariamente implica
un abordaje relacional situado en zonas de contacto entre
personas pobres y no pobres. Como señalan Lawson et al.
(2015), esto supone asumir de entrada que “los actores ‘no
pobres’ están profundamente implicados en la producción
y la transformación de la pobreza a través de sus roles en
la legitimación de diferencia” (2). En ese marco, los barrios
centrales de la CABA son un escenario privilegiado4 para
observar este tipo de dinámicas.

Orígenes y avatares de un barrio en transformación

Caballito es un barrio ubicado en el centro geográfico de


la CABA, está “en el medio”. La historia de su urbanización
está íntimamente articulada al hecho de estar atravesado
por lo que fue históricamente el eje tradicional de tráfico
desde los tiempos de la Colonia, “la espina dorsal de Buenos
Aires”5, la actual Avenida Rivadavia.
Desde su conformación en las primeras décadas del
siglo XX, Caballito fue imaginado como lugar donde podían
desarrollarse valores de privacidad, respetabilidad, tradi-
ción y familia. Por esos años, la vivienda individual fue el
polo positivo de una distinción que se recortó contra la

4 En un artículo anterior (Cosacov y Perelman, 2014) exploramos la producti-


vidad de analizar los contactos entre cartoneros y vecinos para dar cuenta
de los umbrales de tolerancia frente a esos “otros” y las tácticas que esos
“otros” despliegan para poder realizar su trabajo de recolección de materia-
les reciclables en barrios de clase media de la CABA.
5 Así se refería a la Av. Rivadavia Guiraldes, el Intendente de la ciudad, en una
nota que enviara en 1909 al Ministro del Interior (MCBA, 1909: 395; citado
en Dhan Zunino, 2009).

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Fronteras en la ciudad • 101

vivienda colectiva y, en particular, contra el conventillo,


considerado un “peligro de orden físico y moral” (Aboy,
2007: 28). En ese contexto, la vivienda individual fue inves-
tida de todas las virtudes de las que carecían –hasta enton-
ces– los alojamientos colectivos. El conventillo, así como
las pensiones y los inquilinatos, predominaban en las zonas
céntricas y eran lugares de convivencia que se articulaban
más allá de los vínculos de parentesco. Por el contrario, la
vivienda individual era posible en los suburbios y quedaría
estrechamente vinculada a una noción de hogar familiar,
a un núcleo de convivencia sostenido en la sangre (Aboy,
2007). Trabajadores, inmigrantes o nativos, encontraron en
el “ser propietario” no sólo un elemento de seguridad sino
también de respetabilidad en el contexto de esa nueva socie-
dad que se iba conformando en las primeras décadas del
siglo XX (Adamovsky, 2009). En ese contexto, llegar a Caba-
llito significaba lograr una estabilización social y espacial y
una mayor consideración social.
A mitad de siglo XX Caballito ya era un barrio conso-
lidado. Su ubicación geográfica estratégica y la infraestruc-
tura de transporte allí instalada –ya contaba con dos líneas
de subterráneo, un tren metropolitano y una diversidad de
líneas de tranvías que lo atravesaban– fueron colocando a
este barrio como residencial, pero también con una fuerte
impronta comercial de escala barrial y urbana y una signi-
ficativa conectividad con el resto de la ciudad. Como señala
Torres (1992), el cambio de la posición relativa de aque-
llos barrios que como Caballito pasaron de ser periferia
a comienzos de siglo a ciudad central en 1940 “fue capi-
talizado por aquellos sectores de trabajadores que habían
logrado –en las primeras décadas del siglo– acceder a la
pequeña propiedad residencial estableciéndose en el subur-
bio” (1992: 159). Así, Caballito fue quedando, entre mito y
realidad, entre narrativas históricas y relatos autobiográfi-
cos, como un barrio de clases medias ascendentes.

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102 • Fronteras en la ciudad

El relato autobiográfico de una de las entrevistadas


es elocuente. El abuelo de Marita fue uno de los cuatro
millones de europeos que arribaron entre 1880 y 1910 a
la Argentina y parte de ese 60% que se radicó en Buenos
Aires. A diferencia de las pautas que tendría la migración
interna dos décadas más tarde, esta inmigración europea
se asentó en las zonas céntricas de la ciudad de manera
predominante, y una de las modalidades habitacionales más
extendidas fue el “conventillo”. Ramón llegó de España a
Buenos Aires. Vivió en piezas de distintos conventillos e
inquilinatos, ubicados en el centro de la ciudad. Durante
cinco años fue chofer de una familia “adinerada” y luego se
transformó en taxista. En 1917 compró un terreno en Caba-
llito. Además del financiamiento ofrecido por loteadores,
Ramón solicitó dinero a prestamistas en distintos momen-
tos. Con ese dinero construyó su casa, primero de un piso,
luego le agregó otro piso, hizo un gran garaje y arriba del
garaje construyó dos departamentos para alquilar. Al poco
tiempo, el abuelo de Marita vivía de rentas. Había hecho
de ese terreno un lugar no sólo para vivir, sino también
para obtener recursos monetarios. El garaje de Ramón sería
una de las primeras playas de estacionamiento del barrio.
Circula como un recuerdo familiar que Ramón decía que
Caballito era un barrio que iba a “progresar”.
Hacia finales del siglo XX y comienzos del XXI,
Caballito pasó de ser un territorio imaginado –y que en
gran medida así había funcionado– como asiento de clases
medias ascendentes a un territorio cada vez más exclusi-
vo. El boom inmobiliario poscrisis 2001 fue parte de ese
proceso. La demolición de casas viejas y su sustitución por
edificios o torres amuralladas se reiteraba en cada manzana
de algunas zonas del barrio. Muchos emprendimientos en
marcha y otros terminados mostraban una tendencia a la
consolidación del tejido en altura, lo que implicaba la demo-
lición del tejido existente.

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Fronteras en la ciudad • 103

No era la primera vez que Caballito atravesaba por


un proceso de transformación de su morfología. Al filo de
los años cincuenta y sesenta, la construcción de edificios
fue masiva y verticalizó algunas de sus zonas hasta enton-
ces caracterizadas por sus casas bajas.6 Aquel momento ha
sido mencionado en la literatura especializada como el de
mayor acceso a la pequeña propiedad urbana de amplios
sectores de las clases medias.7 Políticas directas e indirectas
implementadas durante el peronismo están en la base de ese
proceso.8 A mitad de siglo y en las dos décadas siguientes las
transformaciones del barrio formaron parte de un contexto
social de democratización del bienestar (Torre y Pastoriza,
2002) y fueron en gran medida la materialización y la posi-
bilidad de una movilidad social ascendente.
Pero las transformaciones recientes en Caballito se ins-
cribieron en un contexto social signado por el aumento de
la desigualdad y la preeminencia de lógicas excluyentes y
de segmentación social que también operaron en el terri-
torio. Esto no fue privativo de Caballito, forma parte de
una dinámica más general de fragmentación socioespacial
de la metrópoli de Buenos Aires (Janoschka, 2002; Prévôt-
Schapira, 2000, 2001).

6 Como señala Ballent, pese a que el Gobierno peronista pretendió estimular


la construcción a través de esa ley –además de democratizar el acceso a la
propiedad– no logró tal objetivo en el período de su gestión. Si bien favore-
ció la venta de unidades existentes, “el boom de la construcción en propiedad
horizontal se registró en las décadas del sesenta y del setenta, hasta la crisis
de 1975, y se basó en el apoyo del crédito oficial a través de planes de ahorro
y préstamo” (1999: 40).
7 En la CABA el aumento de la proporción de propietarios pasó de 17,6% en
1947 a 45,6% en 1960, según los datos de los respectivos censos.
8 En particular, la construcción directa de viviendas a cargo del Estado, el
financiamiento de la demanda a través de los créditos ofrecidos por el Banco
Hipotecario Nacional, la regulación de los alquileres, la Ley de Propiedad
Horizontal sancionada en 1948, así como el abaratamiento de los viajes
–consecuencia de la nacionalización de los ferrocarriles– están entre los
principales factores que tuvieron efectos directos en la producción material
de la ciudad y el acceso a la vivienda, tanto en la periferia como en la ciudad
central.

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104 • Fronteras en la ciudad

Los cambios en el barrio trajeron también una novedad


tipológica: la llamada torre-country o torre amurallada.9 En
Caballito ya existían algunas torres de perímetro libre o
semilibre, cercadas por una reja, que ocupan una fracción
de manzana. Pero a diferencia de éstas, las torres amuralla-
das ocupan terrenos equivalentes a una manzana y además
de tener cámaras de seguridad están perimetradas por un
muro infranqueable a la mirada exterior. Fueron dos los
emprendimientos que los “vecinos” movilizados señalaron
como paradigmáticos de los cambios en el barrio. Uno fue
el complejo “Caballito Nuevo” que ocupa gran parte de la
manzana que recortan las calles Vallese, Colpayo, Aren-
green y Rojas. Es una obra que impacta por su volumen y
el contraste con el tejido urbano de la zona, conformado
de manera predominante por casas bajas o multiviviendas
que no superan los dos pisos. Las torres fueron perimetra-
das por un muro y están rodeadas de un parque de 9000
m2 “en una de las manzanas más tranquilas del barrio,
con excelente accesibilidad”.10 Cada torre, de 35 pisos, tiene
cinco ascensores de alta velocidad y un gimnasio. El pre-
dio cuenta con una pileta climatizada con bar incorporado,
canchas de tenis y fútbol, spa y vestuario con lockers para
personal de servicio. Estas características se ofrecen en los
folletos como “una completísima infraestructura de ameni-
ties y servicios, pensados para el confort, la tranquilidad y
el esparcimiento de sus propietarios”. La misma publicidad
de este desarrollo residencial se construye en oposición a
una práctica constitutiva de la sociabilidad barrial: el club.

9 Siguiendo a Welch Guerra y Valentini (2005), esta tipología edilicia comien-


za a ofrecerse en nuestra ciudad a comienzos de la década del noventa y su
auge está estrechamente vinculado al boom inmobiliario de 1991 y 1992. En
términos geográficos, la construcción de torres amuralladas se expandió
primero en todo el eje norte de la ciudad y en algunos partidos lindantes,
pero a mediados de los años noventa fue notable su avance hacia el noroeste
y el oeste. En Caballito, su implantación se registra junto al boom inmobilia-
rio tras la devaluación de 2002.
10 Según folletos y página web del emprendimiento: www.torrescaballito-
nuevo.com.

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Fronteras en la ciudad • 105

La publicidad señala: “lo que otros tienen en el club, vos lo


tenés en tu casa”. El complejo tiene dos entradas principa-
les, independientes para cada torre, portones automáticos y
puestos de control y seguridad.
Otro de los emprendimientos residenciales de estas
características está ubicado a pocas cuadras del anterior:
el complejo “DosPlaza Caballito”.11 La importancia de este
emprendimiento inmobiliario radica, al igual que el ante-
rior, no sólo en sus dimensiones, sino en el hecho de que
son tipologías habitacionales que no existían con anterio-
ridad en el barrio. “DosPlaza” está ubicado entre la sede
del Club Ferrocarril Oeste y la vera del ferrocarril, en las
calles García Lorca y Martín de Gainza. Dos torres de 33
pisos con cuatro ascensores de alta velocidad y uno de ser-
vicio, rodeadas de una parquización de 10.500 m2. Entre los
servicios y la infraestructura con la que cuenta, hay cuatro-
cientas cocheras fijas, pileta, solarium, gimnasio, seguridad
las veinticuatro horas y vestuarios para el personal.
La protesta de los “vecinos” y sus consignas atestigua-
ban que esos cambios en el entorno barrial resultaban dis-
ruptivos. La verticalización creciente del barrio, la veloci-
dad y multiplicación de las construcciones que mostraban la
“angurria de los desarrolladores” y la presencia de esa nueva
tipología en Caballito a la que calificaron como “paradig-
ma de una ciudad neoliberal”, tensionaron la configuración
socioespacial previa y actualizaron imaginarios espaciales
ligados a ese territorio.
No voy a detenerme en las formas de protesta desple-
gadas en las calles, los recursos de amparo presentados ante
los tribunales o cómo ser “vecinos de Caballito” importó
para llegar a los medios de comunicación y a los legislado-
res de la ciudad, coronando con éxito la protesta.12 Eso ha

11 Se puede ver en www.dosplaza.com.


12 Los “vecinos” lograron no sólo fallos favorables ante los tribunales, sino
también dos leyes aprobadas por la legislatura de la Ciudad de Buenos Aires
que rezonificó y bajó las densidades y alturas permitidas en varias manzanas
del barrio. Para ampliar ver, Azuela y Cosacov (2013).

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106 • Fronteras en la ciudad

sido desarrollado con anterioridad en otro artículo (Azuela


y Cosacov, 2013). Quiero detenerme en cómo disputaron
la legitimidad de sus demandas e imaginarios espaciales.
Y cómo en ese proceso categorizaron a las “torres” y sus
habitantes, esos “otros”, como contrapunto de una identi-
dad de clase media –siempre negociada– a la que ellos se
autoadscriben y reivindican. Hay que decir que, a pesar de
movilizar narrativas, moralidades y la propia identidad de
clase media al elaborar sus explicaciones, quienes se movi-
lizan lo hacen como “vecinos”, una identidad que despoja
cualquier movilización de intereses de clase.

Estéticas y méritos en la impugnación moral a “las


torres” y sus habitantes

Ana vive en una casa de dos plantas cuya fachada es de


ladrillo a la vista y en su interior presenta un estilo defi-
nido por ella como “cálido”. Desde que se mudaron ella ha
puesto gran dedicación y pasión a su casa. Esta casa en
la que vive Ana es la culminación de una trayectoria resi-
dencial que corona otra, de movilidad social ascendente.
La mamá de Ana, nacida en Carlos Casares, era hija de
inmigrantes rusos. El papá había llegado de Rumania y era
vendedor de ropa.

Mi papá era muy bohemio, vendedor con la valijita de ropa,


dentro de la Capital, su clientela estaba en Parque Patricios,
en el Once, y se manejaba con ingresos más que acotados.
Vivíamos en un departamento de dos ambientes, interno,
alquilado, costaba bastante pagar el alquiler. Mi mamá no
trabajaba, y nosotros éramos cinco […], teníamos muchos
problemas económicos.

Cuando tenía 10 años, Ana se mudó con su familia


a Villa Celina. Sus padres habían empezado a pagar las
cuotas a una empresa constructora que quebró y el Banco

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Fronteras en la ciudad • 107

Hipotecario se hizo cargo de todos los perjudicados, otor-


gando “facilidades para acceder a una vivienda en un mono-
block en la General Paz, donde está el autódromo, pero
de enfrente, del lado de provincia […] eran como unos 20
monoblocks, una zona fea”.
Al poco tiempo de comprar su casa actual, la “casita de
mis sueños”, comenzó a modificarla acorde a su gusto

y cuando se me dio el sueño de la casita después de muchísi-


mos años me aboqué a la casa. (…) hice la parrilla ¡por favor
el asado! Y el cantero de la calle, (…) le saqué el hogar, le
puse uno más rústico, tipo campiña francesa que me encanta,
¡yo quería todo así! Y esos listones de madera en el techo
también…

Hay en la casa de Ana una intención de hacer de cada


objeto que ha colocado una elección estética, de que la belle-
za se introduzca en la cocina, en el baño, en el comedor. Ella
es dibujante, estudió en un terciario y se dedica desde hace
mucho, junto con su marido, al merchandising publicitario.
Ella misma ha hecho muchas de las cosas que cuelgan de las
paredes. En su casa no hay una separación de espacios entre
lugares funcionales, prácticos y otros socialmente designa-
dos para ser “decorados”. En la casa de Ana todo está deco-
rado con un estilo campestre. Ana enmarca su oposición a
los cambios en el barrio en un relato sobre el fin de una
sociedad que a muchos –como ella– les permitió acceder, a
través de un crédito y con esfuerzo, a su primera propiedad.
Ella se siente portadora de una “cultura del esfuerzo” que
contrasta con “lo ostentoso” y “fácil” de quienes compran
los departamentos:

Mi casa ha sido el fruto de tanto, de tanto esfuerzo y de


la elección de vivir en este barrio […]. Argentina se carac-
terizó por una gran clase media y esta gran clase media
tenía sus matices. Lo cierto que en los noventa hubo una
barranca hacia una clase media baja atroz por todas las indus-
trias que se cerraron. Entonces las hipotéticas, los hipotéticos

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108 • Fronteras en la ciudad

ocupantes de los edificios estos nuevos, podrían ser la juven-


tud que necesita o quiere mudarse y les resulta mucho más
económico que una casa. Un departamento, como me pasó a
mí en su momento. Pero lo cierto es que a la mayoría de los
jóvenes le resulta inaccesible. Ni siquiera un departamento,
y ni siquiera hoy tenemos los planes del Banco Hipotecario,
que era un plan social para una clase media baja como era
mi caso. […] Acá no estamos hablando de gente que tiene un
poder adquisitivo que le permite comprar un departamento
de clase media, esto está pensado en función de clase media
alta, o muy alta, yo qué sé, las torres de Colpayo con pile-
ta olímpica de natación, canchas de tenis, eso es un barrio
cerrado, en el mismo barrio. Es un barrio sobre el barrio.
Está pensado con otras variables, que no son el interés por la
gente que compone el barrio, porque el tejido social viva bien
(Entrevista a Ana, abril de 2008).

La “cultura del esfuerzo” de la que se sienten porta-


dores tiñe de legitimidad sus propiedades y apropiaciones.
Pero esa “cultura del esfuerzo”, ese sacrificio al que remiten
una y otra vez, no necesariamente remite a una concepción
individualista del ascenso social. En el relato de los “veci-
nos” emerge cierta añoranza de un Estado que tuvo un rol
de igualador de las desventajas sociales y se lo reivindica,
aunque es parte del pasado. En la explicación de su propia
posición social logran articular un discurso meritocráti-
co con la reivindicación de ese Estado que tuvo políticas
habitacionales y educativas que les permitió llegar a don-
de están hoy. Casi todos los entrevistados han transitado
su escolaridad en el sistema público, de nivel medio, ter-
ciario y universitario. Reivindican un Estado que formaba
parte de una sociedad que acompañó trayectorias sociales
ascendentes sustentadas en “esfuerzo” y “sacrificio”, en una
“cultura del trabajo”.
En esa construcción relacional, las “torres” encarnan
procesos de “especulación”, “modos fáciles de ganar dinero”,
“negocios con ganancias extraordinarias”. Quienes residen
en esas nuevas edificaciones son colocados como aquellos

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Fronteras en la ciudad • 109

que han podido acceder a bienes sin haber seguido una


trayectoria signada por el “esfuerzo”, “sin trabajar”: “Los
departamentos que se hacen tampoco se hacen para gen-
te que trabaja, ¿me entendés? No son departamentos para
clase media para abajo. Son deptos para clases altas, enton-
ces tampoco están solucionando un problema habitacional”
(Entrevista a Rubén, octubre de 2007).
Una entrevistada enmarcaba la indignación que le
generaban las nuevas construcciones en un relato acerca
de que “la clase media” viene sufriendo una “cadena de
pérdidas” y que “la casa” aparece como el “último reducto”
donde refugiarse emocional y patrimonialmente. Tanto ella
como la mayoría de los vecinos movilizados tienen más
de cincuenta años. Han vivido experiencias significativas
de ascenso social intergeneracional, la gran mayoría cons-
tituyen la primera generación de sus familias que accede
a la universidad y hacen de su origen inmigrante un rela-
to épico. Quienes se movilizan colocan como núcleo de
su relato la noción de sacrificio y esfuerzo, para explicar
cómo llegaron a tener lo que tienen y a vivir en el lugar
en el que residen. La experiencia familiar de ascenso social
atraviesa el relato de estos vecinos y enmarca poderosa-
mente la explicación de la legitimidad de sus apropiaciones.
Relatos autobiográficos que encarnan y actualizan lo que
Visacovsky (2014) llama “el relato de origen de clase media”.
Un relato –elaborado durante la primera mitad del siglo
XX– sobre el éxito del inmigrante de origen europeo y de
sus descendientes que resalta las virtudes del trabajo y el
esfuerzo como camino al éxito y al progreso. Siguiendo
al autor, la eficacia y la vigencia de este relato descansa
en su capacidad de brindar un camino moral de ascenso
social y en funcionar como principio de diferenciación de
caminos inadmisibles y aquellos considerados moralmente
aceptables. Los “vecinos” ponen a jugar este origen virtuo-
so y desde allí evalúan y categorizan a esos “otros” como
encarnando caminos moralmente inadmisibles y expresan-
do la materialización del quiebre de una sociedad que ya

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110 • Fronteras en la ciudad

no premia ni acompaña esos caminos morales de ascenso


social. Es decir, enmarcan la indignación que les produce
la construcción de las torres, el deterioro del barrio, del
entorno que rodea su casa, la degradación de su hábitat,
como un suceso más de una cadena de eventos críticos
que han puesto en jaque lo que han logrado con trabajo,
esfuerzo y educación.
En el relato de los “vecinos” emerge el neoliberalismo
como la etapa de la Argentina en la que se produjeron esos
“trastocamientos” que hicieron posible caminos de éxito
moralmente inadmisibles. “Piojos resucitados”, “futbolistas
enriquecidos” son algunos de los modos de nombrar a esos
“otros” de los que ellos se distinguen.
Pero los cambios en el barrio no sólo impactan en esa
moralidad de clase media, también en las estéticas (siem-
pre negociadas) a la que esa identidad remite. Roberto, que
también vive en una casa de dos plantas de ladrillo a la
vista, con un jardín grande, rechaza la estética de las nuevas
construcciones y la distingue de la que siempre caracterizó
al barrio: “Caballito era un barrio residencial. Caballito sur
era un barrio de petit hoteles, de arquitectura maravillosa, de
patrimonio arquitectónico, cultural. (…) La avenida Pedro
Goyena era una calle de casas hermosísimas. La hicieron
añicos con un estilo hollywoodense”.
Aluden al estilo de las nuevas construcciones como
“hollywoodense” y marcan que allí predomina un exceso de
iluminación, vidrios, espejos, tonos grises, blancos y negros
y unos materiales como el acero que ellos oponen a la
calidez de la madera. Las nuevas construcciones aparecen
como portadoras de una estética distinta al estilo francés e
inglés que reivindican como identidad del barrio y toman
distancia de aquel estilo, no quieren ser asociados a eso.
Pero detrás de estos materiales y estilos, ellos afir-
man que existe una intencionalidad de “ostentación”, de
querer “aparentar” lo que no se tiene. En esa línea, dicen
que quienes viven en los nuevos edificios no lo hacen sólo
por la mayor seguridad que proponen, sino también por

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Fronteras en la ciudad • 111

la presencia de las llamadas amenities, porque “muestran


lujo”. Marcos, un psicoanalista que vive en una vivienda
tipo dúplex ubicada en un pasaje tranquilo del barrio, con
árboles viejos y casas bajas, me decía algo similar.

Esa impostura de clase media alta, de hacer cierto sacrificio


para mandar a sus hijos a una escuela privada y por ahí los
dos pibes duermen en el living, es como algo, a mi criterio,
que me hace un cortocircuito, es decir, como que hay ciertas
prioridades me parece. Y también, tienen ciertas actitudes
de creérsela, esta cuestión de tener como una posición ideo-
lógica en el mundo que no se condice ni con la posición
económica ni con la trayectoria de clase familiar, para decirlo
de un modo. Si vengo de una familia patricia y tengo como
cierta soberbia, bueno por lo menos se justifica biológica-
mente, naturalmente, tengo un apellido, nací así, en una casa
pituca de Recoleta y aunque hoy viva con dos mangos, bueno,
me quedé con la soberbia porque lo mamé. Pero hay gente
que viene de hogares muy humildes y se ha hecho como una
especie de repudio a sus orígenes. (…) gente que tiene un
modo de hablar y de plantarse, que no tiene nada que ver
con sus recursos y el lugar donde vive. (…) como si fueran
los “dueños de”, gente que tiene una impostura, una cosa de,
no sé si llamarla de clase, sería como de clase cultural, no
encuentro la palabra, me falta vocabulario sociológico [rién-
dose], es decir, esa posición, una cierta corriente, una cierta
subclase que es la posición que marca la 4×4, o determinado
tipo de coche, determinado modo de vestir a los pibes. El tipo
de vestimenta es cierto tipo de ropa que está en las revistas,
está en la publicidad, ese tipo de ropa. Visten a los pibes de
esa manera, uno nunca va a ver a los pibes vestidos medio
indiecitos. No sólo la cuestión de la ropa, la cuestión del trato
también es diferente. Es gente de mucho “anteojo ahumado”,
hay una distancia…

Olga, una arquitecta que vive en una casa ubicada en


una zona que está declarada Área de Protección Histórica
por el valor arquitectónico de las viviendas, me señalaba
que los “nuevos” tienen otro tipo de actitud, de invasión,
acá en la otra cuadra tenemos un colegio privado y cada

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112 • Fronteras en la ciudad

vez que hay una fiesta escolar te estacionan el auto en tu


garaje, no les importa absolutamente nada, ellos son los
dueños de todo”.
En estos discursos, emerge cierta “retórica de la ade-
cuación” (Liechty, 2009: 349) que remite a la noción de
moderación y punto medio, coloca a los “vecinos” como
portadores de un “consumo esclarecido”, guiado por una
jerarquía de valores adecuada. A esos “otros”, en cambio, se
le atribuyen consumos que a ellos les hace “cortocircuito” y
que califican de “impostados”, aludiendo a que buscan fingir
algo que no son. Hay una impugnación moral acerca de las
prioridades que tienen esos “otros” frente a las que serían
“adecuadas” para una clase media.
Como señala Douglas (1998), la cultura es una con-
tienda sobre la decoración como lo es sobre tantas otras
cosas (1998: 84). Los bienes se utilizan para mostrar dis-
tinciones, entre viejo y joven, superior e inferior, insider y
outsider. Lo interesante –siguiendo a Douglas– es poner a
dialogar los continentes y los contenidos. En la retórica de
la adecuación, lo que está en juego es un juicio acerca de un
mal uso de objetos y comportamientos moralmente inacep-
tables que evidencian que no fueron adquiridos a lo largo
de generaciones de correcta herencia. Son considerados por
los “vecinos” como vulgares. Las “torres” buscan “osten-
tar”, “exhibir poder” mediante objetos –también las 4×4 son
parte de ello– sin formar parte de una serie legitimada de
consumos y de trayectorias. A diferencia de esos “otros”,
los “vecinos” se sienten portadores de historias familiares
de ascenso social sustentados en el esfuerzo y el sacrificio.
Un relato que remite a sus antepasados inmigrantes y que
actualiza el relato de origen de la clase media.

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Fronteras en la ciudad • 113

Purificando el territorio. La lucha por el desalojo del


asentamiento

De modo simultáneo a quienes se involucraron en las con-


testaciones contra la construcción de edificios y torres,
otros “vecinos” estaban comprometidos en lograr la expul-
sión de un asentamiento de cartoneros. Fue la presen-
cia visible de esa pobreza la que activó la movilización y
la organización. En septiembre de 2007, se construyó un
puente peatonal y vehicular que cruza las vías uniendo a
la calle Yerbal y Avellaneda a la altura del Club Ferroca-
rril Oeste. Si bien este asentamiento de cartoneros hacía
tiempo que estaba allí, fue la construcción de este puen-
te lo que creó una “zona de contacto”,13 puesto que tornó
visible el asentamiento antes bastante solapado por la mor-
fología del lugar.
Una vecina relataba:

Cuando el puente se terminó, dejó al descubierto un montón


de viviendas precarias que aparecieron entre las vías del
ferrocarril y el club Ferrocarril Oeste, cuya instalación crece
incesantemente. Junto con todo este movimiento de vivien-
das precarias, empezaron a aparecer los robos a casas, nego-
cios, autos y transeúntes. (…) Como si esto fuera poco, a
fines de diciembre, un numeroso grupo de personas, aparen-
temente de origen peruano, invadieron dos propiedades que
estaban desocupadas en Yerbal al 1420 y 1428 (…) A poco que
apareció toda esta gente, dejaron de funcionar todas las luces
de la calle, desde la esquina de Yerbal y Nicasio Oroño hasta
la mitad de la cuadra del 1400. La calle de noche es un peligro
mayor que de día, ya que, a la marginalidad de nuestros nue-
vos vecinos, se agrega una oscuridad que asusta… (Relato de
vecina en una carta dirigida a una de las organizaciones del
barrio, 14 de enero de 2008).

13 Este concepto pone el acento “en el modo en que están constituidos los suje-
tos en sus relaciones mutuas, en la copresencia, en interacción” (Geertz,
2002: 78).

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114 • Fronteras en la ciudad

En ese breve relato de una de las vecinas, están conden-


sados todos los modos de categorizar que los vecinos movi-
lizaron para aludir al asentamiento de familias pobres que
se dedican al cartoneo. Como señala Carman (2011), la con-
taminación tiene diferentes acepciones implicadas en los
proceso de segregación urbana y funciona siempre entre-
lazándose con discursos más amplios, como la concepción
de ciudadano, los modos adecuados de ocupar el espacio,
de relacionarse con el resto de los sujetos presentes en el
territorio, con discursos morales, etc.
En el asentamiento se condensa la “ilegalidad”, la “inse-
guridad”, la “suciedad” y la “oscuridad”. Formas de catego-
rizar el asentamiento que también son alimentadas por los
medios de comunicación que, al mes de construido el puen-
te, comenzaron sacar notas sobre el asentamiento no como
un problema de pobreza urbana sino como foco de insegu-
ridad.14 Al mismo tiempo, comenzaron a proliferar diversos
foros virtuales donde “los vecinos” opinaban sobre el asen-
tamiento, las villas y lo que, según ellos, se debería hacer.
Me interesa transcribir la intervención de un miembro de
una de las organizaciones del barrio a quien, unos meses
después, le sería otorgado el premio al Vecino Participativo
200915 y quien fuera uno de los referentes en el tema del
desalojo del asentamiento:

14 “Caballito: denuncian que la zona del nuevo puente es muy insegura. Las
miradas apuntan a un asentamiento ubicado entre las vías” (Clarín, 25/10/
07); “La inseguridad golpea al nuevo puente de Caballito” (Infobae, 25/10/
07); “Crece la ocupación de un terreno ferroviario en la zona de la cancha de
Ferro. Pelea entre vecinos y cartoneros por un asentamiento en Caballito”
(Clarín, 28/06/08); “Vecinos de Caballito exigen la erradicación de asenta-
miento” (Infobae, 29/06/08).
15 Juan Matienzo fue quien recibió el premio por “por su compromiso y traba-
jo por la seguridad y la higiene en el barrio”. Los premios al Vecino Partici-
pativo se enmarcan en el Programa de Fortalecimiento de la Participación
Institucional (FOPAI). Desde 1991, y mediante Dto. Nº 578/90, el Gobierno
de la Ciudad realiza el acto celebratorio, “en homenaje al vecino/a participa-
tivo/a”. En dicho evento, vecinos y organizaciones elegidos por los vecinos
de los 48 barrios porteños son reconocidos por el Jefe de Gobierno de la
Ciudad por su contribución a la mejora de la calidad de vida del barrio.

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Fronteras en la ciudad • 115

Desde hace meses, vecinos del barrio de Caballito, venimos


observando con mucha preocupación un nuevo asentamiento
ilegal debajo y en adyacencias del nuevo puente, (…) en el
que se acumulan en gran extensión y en forma constante
desperdicios. Por otro lado, dichos elementos son quemados
y seleccionados para su posterior traslado en camiones que
estacionan todas las noches en doble mano sobre la calle
Yerbal al 1300, siendo todo este conglomerado un foco de
infección y asentamiento de roedores y alimañas, además de
ser evidentemente un espectáculo nada agradable para los habi-
tantes que cumplimos con las ordenanzas municipales. (…) Este
asentamiento se suma paralelamente al precario conjunto de
viviendas y basura acumulada ya existente detrás de los terre-
nos del Club Ferrocarril Oeste (al que concurren periódi-
camente cientos de niños). Este nuevo foco (aún disipable si
se actuara con la urgencia que este tema requiere) inaugura
otro potencial conjunto de viviendas precarias, pero a no
más de 50 metros de nuestras viviendas. Los vecinos, con
total desconcierto, divisamos desde nuestras viviendas, cómo
se acumulan montañas de desperdicios y se efectúan frecuen-
tes incendios intencionales a toda hora de materiales diversos
(…) los cuales invaden nuestros hogares y obligan a cerrar las
ventanas, afectando nuestra salud. Por otro lado, según cons-
ta, Caballito es una zona residencial, y por su condición de tal
abonamos altos impuestos, mientras que estos asentamientos
ilegales y precarios, tanto como las prácticas que los acom-
pañan, hacen que los vecinos veamos con desagrado este tipo
de invasiones visuales y ambientales, que van en desmedro del
lugar en el que hemos elegido vivir. Ante la falta de respuesta
policial (llamados múltiples al 911- visitas a Seccionales 12º
y 13º) se hace manifiesta nuestra impotencia como ciudadanos
de esta capital, al no ser escuchados nuestros reclamos (…) es
por ello que los vecinos afectados por este grave problema,
solicitamos en forma urgente a las autoridades que tomen
las medidas necesarias (…). Ya que a todas luces vemos en este
asentamiento, no sólo una situación ajena a la legalidad, con con-
secuencias notables de inseguridad en la zona (varios ilícitos) y
con perjuicio ambiental; sino también la transformación de
esta zona de transición a metros de nuestras viviendas, como
el foco inicial de una potencial villa… (Intervención de Juan
Matienzo en Forocaballito, resaltado mío)

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116 • Fronteras en la ciudad

En el relato de Juan, la contaminación ambiental se


anuda con la creencia acerca de que la condición de “ile-
galidad” tiene “consecuencias notables de inseguridad en la
zona (varios ilícitos)”. Al igual que en el primer relato citado,
para estos vecinos hay una superposición entre “ilegalidad”,
“inseguridad” y “contaminación”. Estos modos de categori-
zar a esos “otros” pobres funcionan también justificando su
expulsión. Como veremos, el poder público –encarnado en
funcionarios de Gobierno– parece compartir esa comuni-
dad moral que construyen los vecinos y que al tiempo que
refuerza las fronteras con los “otros” pobres, la diluye con
los funcionarios. Pero antes, es preciso decir que frente a
esos “otros” construidos como sucios y delincuentes –ade-
más de usurpadores– los “vecinos” refuerzan su lugar de
“ciudadanos de esta capital” que “cumplen con las ordenan-
zas” y “pagan altos impuestos” por vivir en ese barrio.
Al igual que sucedió en el caso de la protesta contra
la construcción de edificios y torres, la identidad social
de quienes se movilizan –y que en ese proceso la refuer-
zan–parece ser sumamente poderosa para abrir canales de
visibilidad tanto en los medios de comunicación como fren-
te a las agencias de gobierno. Los “vecinos” consiguieron
tener ocho reuniones con altos funcionarios de la ciu-
dad para plantear los principales problemas del barrio. Me
interesa recuperar un intercambio entre vecinos y funcio-
narios que pude presenciar en una de las reuniones.
En la reunión del 2 de octubre de 2008, estuvieron pre-
sentes diversos funcionarios, entre ellos, el Director Gene-
ral de Reciclado Urbano. La presencia de este funcionario se
debía a que sería el encargado de explicarles a “los vecinos”
los plazos legales para la desocupación del asentamiento, así
como las futuras mecánicas de funcionamiento de los reci-
cladores urbanos. La intervención del funcionario comenzó
con una frase que le garantizó que los vecinos –muy acos-
tumbrados a hacer interrupciones con frases como “somos
profesionales, no nos pueden engañar”– le prestaran mucha

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Fronteras en la ciudad • 117

atención. El funcionario inició su exposición diciéndoles


que estaba ahí para “contarles el plan para ver cómo ataca-
mos Caballito”. Lo escucharon atentamente:

“el Gobierno tiene la postura de que acá –en el barrio– no se


recicla más, se van, te damos los recursos y te vas a un centro
verde. El espacio público no es negociable, se los saca por las
buenas o se aplica la ley. El espacio público es para que pueda ser
usado y disfrutado por los vecinos, no para que esté usurpado”.

En ese momento, la explicación del funcionario se


vio interrumpida por acotaciones desordenadas de distin-
tos vecinos:

“sí, ¡no se le debe dar recursos a nadie que no se esfuerce!”


“no se les puede regalar todo”
“al final somos unos boludos, permisivos, dejamos que esa
gente usurpe los espacios públicos del barrio”
“parece que en Caballito fuéramos millonarios ¡y somos
muertos de hambre!”

El centro verde al que aludía el funcionario queda en


el Parque Roca, en Villa Soldati, en la zona sur de la ciudad.
Villa Soldati es uno de los tres barrios que conforman la
Comuna 8, la más pobre de la ciudad (Cfr. Cosacov et al.,
2011). Tanto para “los vecinos” como para los funcionarios
en Villa Soldati sí es adecuada la instalación de un centro
de reciclado. Estas son las instancias cotidianas, microso-
ciales en los que se (re)producen “cartografías normativas
de pertenencia” (Guano, 2004), que distribuyen personas y
objetos según una jerarquía de lugares. El funcionario les
prometió a los vecinos que el día 22 de octubre se pro-
cedería al desalojo del acopio de materiales reciclables y
del asentamiento. Además, continuó el funcionario, “según
la Ley 992 y (el) Código Contravencional, no puede haber
ningún reciclador urbano que no esté vestido, con carro y

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118 • Fronteras en la ciudad

registrado. Los recicladores urbanos es un paso del carto-


nero a reciclador urbano, y no es lo mismo, puesto que no
vive en el barrio, llega y se va”.16
A continuación de la explicación del funcionario, una
vecina planteó que tenía la duda de si “la tracción a sangre
está permitida en la ciudad”. El funcionario le contestó que
la tracción a sangre era lícita, “es como el caso de los de
Disco, que llevan un carrito”. A continuación, otra vecina,
agregó “sí, pero no es lo mismo uno que hace delivery para
Disco y un cartonero”. Interrumpiendo, la primera vecina
que había planteado la cuestión sobre la legalidad o no de
la tracción a sangre, aclaró: “yo no hablo de los cartone-
ros, hablo de la tracción a sangre de animal, de los carritos
tirados por caballos”. Por un instante, “la tracción a sangre”
los convocó a los dos: caballos y cartoneros fueron figuras
que estuvieron en paralelo. Ese malentendido revelaba el
modo en que habían sido tematizados los cartoneros y los
habitantes del asentamiento por parte de estos “vecinos” y
funcionarios: despojados de derechos, sin ser considerados
ciudadanos, ni acaso humanos, esos “otros” eran puestos
en el límite de la sociedad. Eso era posible por una abso-
luta naturalización de la desigualdad, que la invisibilizaba
como problema.
En la explicación que los “vecinos” elaboraron sobre el
asentamiento y la necesidad de desalojarlo sostuvieron un
modo individualista y meritocrático de entender las mane-
ras de estar y de habitar la ciudad y el propio lugar que se
ocupa en la sociedad. A lo largo de las reuniones y en otras

16 Como hemos señalado en un trabajo anterior (Cosacov y Perelman, 2014), el


Estado realiza operaciones estratégicas destinadas a colocar a los cartoneros
como “trabajadores recuperadores”. Los cartoneros pueden ser usuarios
legítimos de esos espacios en tanto “trabajadores recuperadores”, pero no
como habitantes. En los barrios porteños de clase media los cartoneros no
pueden constituirse en “vecinos”. Y en ello el Estado nuevamente emerge
operando a través del uso de la fuerza pública.

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Fronteras en la ciudad • 119

situaciones que compartí con “los vecinos”, emergió con


claridad la condena moral de estos vecinos hacia los habi-
tantes del asentamiento, sustentada en la “falta de esfuerzo”.
Corría el 16 de octubre de 2008; ese día se desarrollaría
otra reunión. Sin embargo, cuando llegué estaban unos
quince vecinos en la puerta del Centro de Gestión y Parti-
cipación Comunal (CGPC) que estaba totalmente cerrado.
Adentro había un policía que dijo no tener información
de una reunión. Allí empezó toda una discusión sobre qué
deberían hacer ante esta “falta de respeto” que era suspen-
der la reunión sin avisarle a nadie. Allí decidieron escribir
un acta y firmarla dejando constancia de que se habían
hecho presentes tal como había sido acordado en la reunión
anterior. Mientras se debatía qué escribir en el acta, llegó
una mujer que decía saber por qué se había suspendido
la reunión. Contó que habían asaltado toda una serie de
negocios cercanos al asentamiento. Eran los del asenta-
miento los que habían robado. El hecho había ocasionado
que cortaran calles, el tránsito se había complicado para
cruzar el puente y varios policías estaban en la zona. Esa
noticia generó muchísimos comentarios. Había pasado lo
que muchos anunciaban que ocurriría si el asentamiento no
era erradicado de ese lugar.17
Unos minutos después, aproveché que esta señora y
un grupo de unas seis personas habían salido de “la ronda”
principal que se dedicaba a redactar el acta para preguntar-
les qué pensaban acerca de por qué esa gente vivía ahí y si
no contemplaban que estas personas no tenían otro lugar
donde habitar, no tenían otra opción. Algunos no dijeron
nada, y si bien hubo como una gestualidad de asentimien-
to, después de la intervención de una vecina se instaló un
discurso acerca de que los antepasados de ellos también
habían sido “inmigrantes” y “pobres”, “y ser pobre no está
mal”, pero sus antepasados, a diferencia de los habitantes

17 Nunca pude confirmar si efectivamente había sucedido esa cadena de robos.


Los diarios al día siguiente no publicaron nada al respecto.

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120 • Fronteras en la ciudad

del asentamiento, habían “trabajado”, se habían “esforza-


do” y habían logrado ascender socialmente. Al igual que
los vecinos movilizados en contra de la construcción de
edificios y torres, el relato de origen de la clase media es
desplegado para explicar el lugar que tienen en la socie-
dad, teñir de moralidad sus trayectorias de ascenso social
y distinguirse de quienes no pueden reivindicar para sí ese
origen virtuoso. En este caso, por no poder alegar un origen
blanco y europeo. A diferencia de la otra protesta en la que
los “vecinos” movilizados lograban articular una explica-
ción meritocrática con una lectura más colectivista en la
que recuperaban la importancia del Estado como iguala-
dor de desventajas sociales, en ésta emergieron explicacio-
nes meritocráticas individualistas. La naturalización de la
desigualdad, la no problematización de la existencia de una
distribución desigual de recursos y de los mecanismos que
intervienen en ello, no sólo reforzó la esencialidad de esos
“otros” –los cartoneros vagos, sucios, delincuentes– sino
que también llevó a explicar por un “modo de ser”, el lugar
que ellos mismos –“los vecinos”– tienen en la sociedad.

Un final anunciado…

Unos meses después, el día 15 de mayo de 2009, se desalojó


el asentamiento. Una revista barrial, cuyos editores forman
parte de esos vecinos que estuvieron en las reuniones con
los funcionarios, publicó una nota sobre el desalojo. En la
nota puede leerse:

Este desalojo no sólo fue posible por el accionar guberna-


mental, sino que también el compromiso cívico de los vecinos al
denunciar el basural y el asentamiento, dio lugar al desalojo.
La acción de una asociación vecinal, abocada a solucionar
temas reales y concretos que nos afectan a todos, sin elabo-
rar proyectos legislativos que muchas veces muestran cierto
interés político; ha demostrado que vale la pena involucrarse y

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Fronteras en la ciudad • 121

participar. El desalojo se desarrolló en armonía. Los ex habi-


tantes del predio se instalarán ahora en un espacio digno
y propio, ya que cada grupo familiar ha sido beneficiado
con un subsidio que les posibilitó adquirir un terreno y una
vivienda en el conurbano (18/05/2009, Revista barrial Hori-
zonte, resaltado mío).

Conclusiones

Recuperamos dos situaciones de conflicto en el barrio de


Caballito que nos permitieron evidenciar cómo “los veci-
nos” en el proceso de trabajar por lo que imaginan y desean
que sea el barrio, no sólo construyen a “otros” sino que
también negocian su propia identidad. En ese sentido, las
disputas urbanas en torno a los usos legítimos del espacio
y sus legítimos habitantes constituyen momentos de pro-
ducción del orden social y espacial y de las diferencias de
clase. En esas dos situaciones de conflicto, la pregunta se
dirigió a comprender cómo los vecinos construyen sus sis-
temas de diferencias, sistemas que crean clases de “otros”, y
qué diferencias se seleccionaron como “problemáticas”. En
ello, resulta significativo cómo las transformaciones por las
que atraviesa el barrio son interpretadas y leídas a la luz
de un relato sobre la clase media argentina y sus avatares.
La clase media termina siendo el eje alrededor del cual se
elaboran explicaciones sobre lo existente, lo que ocurrió
en el barrio y desde donde se construyen identidades y
diferencias de clase.
Ya sea contra “las torres y edificios” o contra “el asen-
tamiento”, es en el contexto de esas prácticas relaciona-
les que “los vecinos” negocian qué significar ser de clase
media. Tanto en esa delimitación por arriba o por abajo,
se movilizan narrativas y moralidades de clase media. Sin
embargo, en la delimitación frente a “las torres” y sus habi-
tantes, emergen explicaciones más colectivas, los “vecinos”
se colocan como encarnando una cultura de lo público que

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122 • Fronteras en la ciudad

los diferencia de esos “otros” y reivindican un rol del estado


como igualador de las desventajas sociales para explicar sus
trayectorias sociales. En la explicación de su propia posi-
ción social logran articular un discurso meritocrático con la
importancia del papel del Estado al acompañar trayectorias
sociales sustentadas en el sacrificio y el esfuerzo. Al mismo
tiempo, construyen a esos “otros” –habitantes de las torres–
como encarnando trayectorias de ascenso social moralmen-
te inadmisibles y personas menos comprometidas que ellos
con lo colectivo. Hacen juicios sobre sus comportamientos:
“se creen dueños de todo” y ponen en serie esos comporta-
mientos con la elección por tipologías arquitectónicas cuyo
valor está puesto en el uso más privado de espacios. Los
“vecinos” oponen a ello su imaginario espacial de un barrio
como espacio público y colectivo frente a esos “otros” a
los que se categoriza como individualistas. Por su parte, en
la explicación que dan sobre el asentamiento y la necesi-
dad de desalojarlo, la mirada estructural, el contexto social,
parece borrarse. Prima en cambio un modo meritocrático
e individualista de entender las maneras de estar y habitar
la ciudad y el propio lugar que se ocupa en la sociedad.
Refuerzan una esencialidad tanto para explicar por qué son
“pobres” los del asentamiento, como para explicar su pro-
pia posición social.
Para cerrar quisiera agregar una última cuestión que,
aunque requiere ser ampliada, es preciso destacar. Estas
situaciones muestran de qué modo el espacio público está
atravesado por lógicas de inclusión/exclusión y el modo
en que algunos grupos, más que otros, logran instalar la
definición sobre sus usos legítimos. En ese proceso, la par-
ticipación ciudadana de estos vecinos muestra la parado-
ja de que su uso es para producir un cierre social. Estos
vecinos necesitan del Estado –y lo consiguen– para lograr
territorializar una frontera simbólica sustentada, pero a la
vez reproductora de desigualdades sociales. La lucha exi-
tosa de “los vecinos” para erradicar el asentamiento es una
clara muestra de ello.

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Fronteras en la ciudad • 123

Desde diversos ámbitos tanto académicos y como


gubernamentales, a nivel local como internacional, la pro-
moción de la participación ciudadana ha sido una de las
apuestas más compartidas en vías a ampliar la democracia.
Pero es preciso discutir y complejizar las miradas en torno a
la participación ciudadana. A la luz de las disputas analiza-
das, el problema pareciera ser no una despolitización de la
sociedad en el sentido de un menor interés por los asuntos
públicos, sino el carácter impolítico al que conducen estas
formas de participación, esto es, “la falta de aprehensión
global de los problemas ligados a la organización de un
mundo común” (Rosanvallon, 2007: 38). El poder público,
por su parte, lejos de favorecer el trabajo político enten-
dido como una restitución de la globalidad, de las causas
subyacentes de fenómenos sociales, capaz de otorgar inte-
ligibilidad a ese mundo común, refuerza y realimenta la
disgregación. La participación de estos vecinos, implicados
en producir el barrio como ellos imaginan que debe ser, son
prácticas políticas en tanto implican movilización de recur-
sos para orientar las decisiones de gobierno respecto al
espacio urbano. Al mismo tiempo, son prácticas moldeadas
por sistemas de clasificación, que categorizan y jerarquizan
a ellos mismos y a los “otros”, al tiempo que se sostienen en
evaluaciones morales.
Sin lugar a dudas, es preciso asumir que los barrios
son ámbitos densos de producción de diferencias de cla-
se (Elwood et al., 2015). Las clases están estructurándose
en interacciones sociales, en arenas públicas y privadas, en
discursos sociales y en distintos ámbitos de la vida social
(Bourdieu, 1998; Giddens, 1998; Devine, Savage, Scott y
Crompton, 2005). Y uno de esos ámbitos son los barrios
de la ciudad.

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124 • Fronteras en la ciudad

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5

La villa “playón de Chacarita”:


surgimiento y expansión, conflictos
entre nuevos y viejos vecinos

Políticas públicas.
Ciudad Autónoma de Buenos Aires (2000-2015)

VERÓNICA PAIVA1

Introducción

Desde mediados de la década de 1990, surgieron en zonas


centrales de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA)
una serie de nuevas villas de emergencia que no tenían exis-
tencia previa en la urbe. Desde ese momento, comenzaron
las investigaciones orientadas a conocer las razones de su
surgimiento y las características de sus habitantes (Szajen-
berg, 2009; Defensoría, 2006; Sindicatura, 2007).
En diálogo con esas investigaciones, este capítulo abor-
da el caso del “playón de Fraga”, una villa ubicada en el
barrio de Chacarita que se formó en los últimos quince o
veinte años. De acuerdo con ello, el trabajo indaga sobre
el momento histórico y las causas de surgimiento del “pla-
yón”, las razones por las cuales se asentaron sus habitantes,
las estrategias habitacionales y las trayectorias residenciales

1 FADU-UBA, vtpaiva@gmail.com.

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130 • Fronteras en la ciudad

implementadas y las condiciones sanitarias, urbanísticas y


habitacionales en las que viven. Por otro lado, y en línea con
la temática central de este libro, analizaremos la conflictivi-
dad generada a partir del surgimiento de la villa entre viejos
y nuevos habitantes el barrio.
Para cumplir con los objetivos propuestos, en un pri-
mer apartado realizaremos una breve reseña histórica sobre
el término “villa de emergencia”, luego daremos cuenta de
las causas de surgimiento de la villa “playón de Fraga”, de las
trayectorias y estrategias habitacionales de sus residentes y,
luego, de la conflictividad que genera el asentamiento entre
nuevos y viejos vecinos.

Metodología

La investigación que sostiene este escrito se realizó en


base a información de documentos oficiales, crónicas de
diarios de circulación masiva y a partir de una serie de
quince entrevistas en profundidad que buscaban conocer
las trayectorias residenciales y las estrategias habitacionales
de los habitantes del “playón”, tomadas entre 2013 y 2014.
Las entrevistas se tomaron de acuerdo con una guía de
preguntas que marcaban el rumbo del encuentro pero que
no excluían la emergencia de temas nuevos y relevantes.
Los entrevistados se contactaron por el método de bola de
nieve (Taylor y Bodgan, 1987), por lo cual no se trata de
entrevistas representativas de la población total del playón.
Se tomaron siguiendo el criterio de saturación teórica de
Glasser y Straus, es decir, el que indica que debe darse por
finalizada la muestra cuando la incorporación de nuevos
casos no agregaría información teórica (1967). Por la mis-
ma vía se tomaron también algunas entrevistas a vecinos
colindantes a la nueva villa y se trabajó con un blog de
“vecinos del playón de Fraga” que sirvió para conocer algu-
nas de sus opiniones.

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Fronteras en la ciudad • 131

Sobre el término “villa”

En Argentina se denomina “villa” a las ocupaciones espon-


táneas de tierras surgidas hacia la década de 1930, como
efecto de las migraciones internas iniciadas por la demanda
de empleo que generó la industrialización por sustitución
de importaciones posterior a la crisis de 1930. La primera
villa se llamó “Villa Desocupación” y se formó en las cer-
canías del Puerto Nuevo (zona norte de la CABA), a par-
tir del asentamiento de obreros portuarios despedidos en
el contexto de la crisis de los años treinta (Novick 2003).
Posteriormente, y a partir de ese antecedente, fue acuñada
la expresión “villa miseria” o “villa de emergencia”, que se
refiere a los asentamientos de trazado irregular, en gene-
ral ubicados en tierras de propiedad fiscal, ocupados por
migrantes internos o de países limítrofes que arribaron des-
de mitad del siglo XX y levantaron sus casas con materiales
perecederos, sin equipamientos y sin regularidad dominial
(Novick 2003; Bellardi y De Paula, 1986). Sus ocupantes las
llamaron “villas de emergencia” justamente porque pensa-
ron que su localización en el lugar era temporaria, hasta
que encontraran un sitio mejor para vivir (Merklen, 1991).
Su existencia se acentuó en la década de 1950 a partir de
las migraciones internas y se expandió hasta mediados de
1970. Dicho período se caracterizó por el sostenido creci-
miento de las villas, cuya cantidad de habitantes pasó de
34.000 en 1956 (21 villas) a más de 200.000 en 1976 (31
villas) (Dirección de Estadísticas y Censos, 2011). Luego de
ello, y en el contexto de la dictadura militar que se inicia
en 1976, sobrevino la erradicación de los pobladores y la
baja del número de habitantes hasta la restauración de la
democracia en 1983 (Aristizábal, 1998). Según el censo de
2010, la población en villas y asentamientos (sin definir a
qué se refieren con uno y otro) aumentó un 52,3% entre
2001 y 2010 (Bermúdez, 2011).

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132 • Fronteras en la ciudad

En cuanto a las características tipológico-espaciales, la


villa se caracteriza por ser un tejido de tipo irregular for-
mado por lotes de diferentes tamaños (Bellardi y De Paula,
1986; Aristizábal, 1988), lo que se relaciona con el criterio
que poseían los primeros pobladores en torno de su estan-
cia en dichos lugares. Concretamente, pensaban que la villa
era un lugar de tránsito hasta que pudieran acceder a sus
viviendas definitivas, de mayor consolidación, razón por
la cual no dedicaban demasiada atención a la forma ni al
tamaño del terreno (Bellardi y De Paula, 1986).
En cuanto a la organización social implementada para
ocupar el espacio, se trató de asentamientos espontáneos, a
los que seguían otras ocupaciones relacionadas con la llega-
da de familiares y amigos de otras provincias de Argentina
o de países limítrofes y del Perú. Hasta el momento, ésta
sigue siendo la forma dominante de organización social
y espacial para poblar las villas, aunque con un marcado
aumento del mercado informal de compraventa de terrenos
y casas (Paiva, 2013).
En la actualidad, la población de las villas presenta
un perfil poblacional heterogéneo que incluye inmigrantes
internos y de países limítrofes y también población nacida
en el Conurbano Bonaerense que se trasladó a la ciudad en
busca de mejores oportunidades laborales (Cravino, 2006).
En todos los casos, esta mudanza fue precedida por la exis-
tencia de familiares o conocidos que ya habitaban la villa
y que brindaron las redes de información necesaria para la
ocupación y el acondicionamiento del sitio. Este hecho, uni-
do a la cantidad de organizaciones intermedias tales como
comedores, instituciones de asistencia y delegados encar-
gados de representar a los pobladores ante las autoridades
estatales, mejoran la calidad de vida de los habitantes de las
villas de emergencia.

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Fronteras en la ciudad • 133

El playón de Chacarita. Ubicación, reseña de su


gestación y etapas de crecimiento del asentamiento

El “playón de chacarita” es un núcleo poblacional ubicado


en dos hectáreas correspondientes a la playa de maniobras
del ex Ferrocarril Urquiza, detrás de la Estación Federico
Lacroze, entre las calles Céspedes, Fraga y Teodoro García,
del barrio Chacarita de la CABA.
Según un informe de la Defensoría del Gobierno de la
CABA, en 2006 había establecidas allí 120 familias (Defen-
soría, 2006), mientras que un segundo informe indicó que
hacia 2007 ya se habían asentado alrededor de 500 perso-
nas (Sindicatura, 2007). Según el censo general de pobla-
ción y viviendas de 2010, residían allí 2324 personas: 1184
mujeres y 1140 varones (GCBA, Dirección de Estadística y
Censos, 2010). Es decir que entre 2006 y 2010, la población
creció de modo exponencial.
El sitio donde surgió el poblado era la playa de manio-
bras que cayó en desuso hacia mediados de los años noventa
a partir de las privatizaciones de los ferrocarriles. Desde
la Estación Federico Lacroze circulaban trenes metropo-
litanos y de larga distancia, como por ejemplo “El Gran
Capitán”, que unía la CABA con Posadas (Misiones) y que
fue un ícono de la importancia del transporte ferroviario
en la vida cotidiana de la población argentina, desde su
nacionalización en 1948 hasta el comienzo de la operato-
ria de privatizaciones iniciada en 1991. Pero, además del
transporte de pasajeros, desde esta estación salían trenes de
carga de granos, aceites y carnes hacia Misiones, Corrientes
y Entre Ríos, cuya actividad se concesionó en 1997 a la
América Logística Latina (ALL) hasta el año 2013 en que
volvió a la gestión del Estado.
Toda la prolífera actividad que supo tener el ferrocarril
Urquiza generó la construcción de viviendas para los
empleados ferroviarios en las diversas estaciones. En la de
Federico Lacroze se construyeron una serie de viviendas
para los trabajadores que eran trasladados a la CABA para

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134 • Fronteras en la ciudad

realizar tareas de mantenimiento o de reparación de los


trenes de esa estación. Durante años, ese fue el único núcleo
poblacional que existió en la estación ferroviaria y se tra-
taba de viviendas con todos los requerimientos legales y
con todos los servicios de agua, luz, etc., necesarios para la
buena habitabilidad. Todas esas viviendas están hoy rodea-
das por otras que fueron construidas con posterioridad al
año 2000.
Siguiendo las palabras del mismo empleado ferroviario
que habita el lugar:

El sitio se fue poblando de a poco y cuando me di cuenta esta-


ba rodeado de una cantidad de familias que se ubicaron en el
terreno vacío. La mayoría eran desalojados de lugares cerca-
nos, pensiones o casas que estaban en el barrio. No pudieron
seguir pagando los alquileres y comenzaron a venirse acá.
(Entrevista a empleado del ferrocarril, agosto de 2013)

A este primer conjunto de viviendas ferroviarias, le


siguieron ocupaciones sucesivas de terrenos que fueron
transformando ese espacio en un nuevo poblado pobre y
precario de la ciudad, en tiempos cercanos al año 2000.

El crecimiento del playón de Fraga desde el año 2000


en adelante

Además de los documentos oficiales, uno de los textos pio-


neros en relación con la villa de Fraga fue el realizado por
Szajnberg y equipo (2009). El texto sostiene que la eclosión
poblacional del playón se dio a partir del año 2000 con la
instalación de gente que no podía seguir pagando alquileres
en las pensiones cercanas y se asentó en el lugar:

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Fronteras en la ciudad • 135

Las primeras viviendas autoconstruidas totalmente (esto es,


por fuera de los vagones en desuso) fueron localizadas sobre
la calle Fraga, utilizando la medianera que separa el predio
de la calle como paredón propio, y con aberturas al exterior.
(Szajnberg 2009: 52)

Con posterioridad a este primer movimiento de per-


sonas, aproximadamente a partir de 2003, el sitio comenzó
a poblarse de inmigrantes del interior del país y de países
limítrofes o de la región (peruanos, paraguayos, bolivianos)
y por nuevos vecinos de zonas aledañas corridos por los
desalojos o la suba de alquileres (Szajemberg, 2009: 52).
Por su parte, otro informe de la Defensoría del Pueblo
en 2008 describe cuáles eran las condiciones ambientales,
sanitarias y sociales de los habitantes del playón en ese
período:

De la observación realizada en los sectores comunes del pre-


dio y en algunas unidades de vivienda se comprobó que las
casillas están construidas a partir de la disposición irregular
de tirantes, tablones y placas de material fenólico. En algunos
casos, el material de cubierta lo constituyen chapas metálicas
y, en otros, placas de madera. Asimismo, se constató que los
muros perimetrales que limitan el predio se encuentran sos-
tenidos -en su mayoría- por construcciones precarias y, en
ellos se apoyan algunas de las viviendas. Además, se observó
que los pasillos internos del asentamiento son de tierra, sin
detectarse pendientes planificadas, hecho que las convierte
en inundables (Defensoría 2008: 1).

Y se agrega: “Los vecinos manifiestan que carecen de


agua segura para el consumo humano por la inexistencia
de fuentes de agua corriente, debiendo proveerse de la mis-
ma mediante conexiones precarias y baldes” (Defensoría
2008: 2-3).
Si se citaran los párrafos de este informe referidos a
electricidad, residuos y gas, la descripción de la situación
no diferiría de la comentada, ya que durante años el playón
fue un sitio muy precario, sin servicios, ni recolección de

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136 • Fronteras en la ciudad

residuos. El testimonio de algunos de sus primeros habitan-


tes abona el comentario realizado: “Vivíamos con mi mamá
en una pensión de aquí cerca. Pero nos desalojaron. Alguien
le dijo a mi mamá de venir aquí pero ella no quería porque
el lugar era muy precario. No había nada, ni luz, ni agua,
ni nada. Con el tiempo aceptó y nos vinimos para acá en el
2007” (M., agosto de 2013).
En esta primera etapa la ocupación de los terrenos se
producía por individuos o familias que se asentaban sin
un patrón organizado, ni social ni espacialmente. Los lotes
eran de tamaños diversos y de trazado irregular, la infor-
mación sobre sitio disponible para instalarse corría entre
parientes y amigos y aún no existía un mercado informal
de compra-venta.
Desde 2006 hasta 2009, el lugar se pobló lentamente,
pero luego de esa época no sólo se aceleró el ritmo de insta-
lación, sino que cambió la modalidad de edificación:

Fraga fue creciendo exponencialmente. Ahí viven alrededor


de 700 familias y cada vez llega más población del conurbano
y de países limítrofes. También gente que no podía pagar el
alquiler en otras villas, como la 1.11.14. Como ya no cuenta
con espacio para crecer a lo ancho, se desarrolla a lo alto:
sus construcciones de ladrillos tienen entre cuatro y cinco
plantas. Cuando empezó el asentamiento, en el año 2001,
apenas había algunas casillas de obreros ferroviarios. Después
se fue instalando más gente, aunque hasta 2006 se levantaban
pocas casas de material. Tres años más tarde, las construccio-
nes alcanzaban las tres plantas y en 2011, cuatro” (Santiago
López Moreno, Subsecretario de Fortalecimiento Familiar y
Comunitario, Ministerio de Desarrollo Social del GCBA a
Diario Clarín, 07/07/2013).

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Fronteras en la ciudad • 137

Trayectorias residenciales y estrategias habitacionales


de los residentes del playón

Vamos a entender como trayectoria residencial el conjunto


de cambios de residencia que realizan los hogares o las
personas a lo largo de su vida (Di Virgilio, 2007) y, como
estrategias habitacionales, todas las tácticas implementadas
por los habitantes para acondicionar el sitio donde viven, lo
que incluye las acciones utilizadas para acceder a los terre-
nos, las usadas para edificar la vivienda y los mecanismos
puestos en marcha para acceder a los servicios mínimos
indispensables: agua, luz, gas (Di Virgilio, 2007).
Con estos conceptos como marco de referencia, algu-
nos extractos de entrevistas tomadas a personas del playón
permitirán conocer por qué llegaron hasta ahí y cómo satis-
facen sus necesidades habitacionales.

Llegué a Buenos Aires hace veinte años. Vivíamos en una


pensión cerca de acá. Nos desalojaron y buscamos aquí. En
la actualidad tengo luz y compré un tanque de agua usado
que se carga con el camión cisterna que trae todos los días
el Gobierno de la ciudad. Mi mamá vive abajo y yo, acá
arriba con mis hijos. Las conexiones de luz están sobrecar-
gadas por la cantidad de vecinos que se cuelgan de ella (M.,
agosto de 2013).

El testimonio de A., otra mujer que llegó no hace tanto


tiempo, esclarece aspectos vinculados a las trayectorias y
las estrategias:

Yo vine de Perú directamente para acá. Vine para acá porque


acá ya estaba mi primo. Nunca quise alquilar en otro sitio
sino que me fui mudando acá. Primero alquilamos una pieza
horrible en la parte de adelante. Era chica y muy fría porque
era en un segundo piso. Y cara. Nos cobraban 1000 pesos por
la pieza y compartíamos el baño y la cocina. Se cortaba el
agua y la luz. Luego me mudé a otra pieza más atrás y esa
está mejor. A veces se corta la luz porque está sobresaturado

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138 • Fronteras en la ciudad

y se recalienta y se corta. Una vez se cortó todo y luego se me


quemó la televisión. Sobre la garantía no te piden nada, sólo
tenés que pagar por adelantado. Con la dueña bien, sólo si
rompes algo tenés que repararlo. Yo gano más o menos 3000
pesos como empleada doméstica por hora y 1100 se me van
en el alquiler. Acá en el comedor te dan la leche y un pan o
una facturita y además tengo Ciudadanía Porteña que en mi
caso son más o menos $ 4002 (A., 2014).

Varios testimonios reproducen la procedencia, la tra-


yectoria y las estrategias habitacionales de los pobladores
del playón. Se trata de personas desalojadas de casas toma-
das o pensiones del barrio o de inmigrantes más o menos
recientemente llegados al país, que no pueden acceder a alo-
jamientos generados por el mercado formal, ya sea departa-
mentos o pensiones y, por esa razón, se asientan en ese sitio.

Yo vivo en Buenos Aires hace 4 años. Llegué de Perú a un


lugar donde mi hermana alquilaba que es en el barrio de
Once, sobre Pasteur. Estuve viviendo ahí con ella, durante
nueve meses. Luego tenía que entregar el lugar y la familia
crecía porque me vine con mi nena, y tuvimos que salir a
buscar un lugar para alquilar y buscando, buscando, llegamos
a esta villa por una conocida de mi hermana que nos avisó
de unas piezas que alquilaban. Cuando ingresamos pagába-
mos $ 800 y nos mantuvieron el precio hasta 2011 en que
pudimos comprar este primer piso que nos salió 20.000 en
el año 2013. Te venden el aéreo y construís. Aquí de algu-
na forma estamos mejor, en Pasteur no había agua caliente
para nada. Aquí tampoco hay pero tenemos la posibilidad, o
será porque no era mío el espacio, acá mi marido puso un
calefón eléctrico y por lo menos tenemos agua caliente todo
el día. La desventaja es que se corta cuando están las fases
sobrecargadas, ese es el problema que tenemos con la luz (L.,
entrevista agosto de 2014).

2 La canasta básica total (bienes mínimos necesarios para no caer en la pobre-


za) era de $ 1522,06 por persona en marzo de 2014.

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Fronteras en la ciudad • 139

Los testimonios no sólo dan cuenta de las trayectorias


y las estrategias sino de la lógica predominantemente mer-
cantil y de producción inmobiliaria informal que predomi-
na dentro del playón ya que, como se ha visto, los terre-
nos, las casas y las piezas se compran o alquilan a precios
que rondan los $ 1000 (alquiler). Términos como “venta
del espacio aéreo” o carteles que indican “Aviso: se alquila
pieza. Sólo o con pareja. No con chicos” dan cuenta del
ingreso de una lógica mercantil que se extiende sin las leyes
del mercado formal y que convive con estrategias no mer-
cantiles, como informar sobre sitios disponibles o la ayuda
entre parientes.

Conflictos entre nuevos y viejos vecinos

El “playón de Fraga” es una villa que surgió en el medio del


tejido urbano del barrio de Chacarita, un sitio residencial
de la CABA. Su surgimiento no pasó inadvertido ante los
vecinos sino que, al contrario, provocó fuerte repudio. Tal
fue el rechazo que un grupo de ellos armó un blog para
publicitar la situación y existen diversos sitios en Facebook
y en Twitter donde los vecinos pueden postear opiniones.
¿Qué dicen esos post?

Los vecinos de Chacarita somos gente que vivimos hace


mucho en nuestro querido barrio y nos da mucha bronca
que hasta ahora ningún Gobierno tome las riendas y haga
lo que la ley manda. Luchamos por la erradicación de este
predio, no queremos urbanización de tierras usurpadas. No
es correcto premiar con títulos de propiedad a quién usurpó
y hasta realizó negocios inmobiliarios en tierras de mi país
(Blog: “no al asentamiento del playón de fraga”, 2015)
¡¡Vienen a laburar de narcos y de trata!! La Villa Fraga es
un criadero de delincuentes y el 90% son extranjeros. Vivo
a metros del lugar y conozco bien la zona. (Carlos, invitado,
wikimapia.org, 2014)

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140 • Fronteras en la ciudad

No queremos villa en nuestro barrio. (Blog: “no al asenta-


miento del playón de fraga, 2015)
Narcos, borrachos, planeros, ruidos a toda hora. (Blog: “no al
asentamiento del playón de fraga”, 2015)

Como dejan ver las frases, la queja no se relaciona


con elementos construidos del barrio o con la ausencia de
infraestructura o servicios suficientes, sino con otro aspecto
de la vida barrial, concretamente, con la presencia de un
“otro” al que se le adosa toda una serie de males sociales
y urbanos.
Es que, como plantean Duhau y Giglia (2004), existe un
“orden urbano” que emana de distintos tipos de urbanismo
y reglamentos sobre la ciudad: tránsito, formas de uso de los
artefactos urbanos, de los espacios públicos, de las infraes-
tructuras, cuyo quiebre por la aparición de nuevos usos no
previstos genera conflictividad. Pero además de este orden
ligado a la forma y a los usos reglamentados, existe otro uso
validado en la cotidianeidad, que se aprende durante el pro-
ceso de socialización y que informa a los sujetos sobre el uso
“correcto” de la ciudad (Duhau y Ciglia, 2004: 263-264).
Por eso, para los viejos vecinos del área lindante al
playón de Chacarita, hay “buenos y malos vecinos”, “loca-
les” y “extranjeros”, “propietarios” y “usurpadores”, “traba-
jadores y planeros”, usuarios “legítimos” e “ilegítimos” de
la ciudad, más toda otra serie de caracteres estigmatizantes
que se le imputan a quien no comparte el habitus urbano
(Duhau y Ciglia, 2004: 264). Es que, tal como plantean De
Certeau y otros,

el barrio es, casi por definición, un dominio del entorno


social, una porción conocida del espacio urbano en la que,
más o menos, el usuario se sabe reconocido. El barrio debe
entenderse como esa porción del espacio público en general
(anónimo, para todo el mundo) donde se insinúa poco a poco
un espacio privado particularizado debido al uso práctico
cotidiano de este espacio (De Certeau et al., 1994: 8).

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Fronteras en la ciudad • 141

Por esta razón, quien no comparte el habitus de los


“buenos vecinos” del barrio es un desconocido, un extraño,
un “otro” delictivo al que hay que alejar.

Políticas públicas dirigidas a las nuevas villas, a sus


habitantes y al barrio mismo

Cuando se exploran las políticas públicas dirigidas a las


nuevas villas, se detecta una gran ausencia de normas y
políticas relativas a estos nuevos núcleos poblacionales. En
términos generales todas las villas de la CABA están inclui-
das dentro de la Ley 148 de atención a la problemática de
villas y núcleos habitacionales transitorios (Legislatura de la
Ciudad Autónoma, 30/9/1998) lo que implica el reconoci-
miento y la puesta en marcha de procesos de radicación y de
urbanización para todas las villas de la ciudad. Si bien en la
práctica no existen tareas concretas dirigidas a la radicación
y a la urbanización (excepto algunos casos aislados en las
villas de zona sur), lo cierto es que al menos existe una ley
que admite su existencia y exige que deben hacerse refor-
mas urbano-sanitarias adecuadas a un área residencial.
En cambio, en lo relativo a las nuevas villas, hasta el
momento no han sido reconocidas como tales, sino como
“nuevos asentamientos”. Esto es así porque los primeros
documentos que daban cuenta de la formación de nuevos
poblados en situación precaria se referían a la existencia de
“asentamientos nuevos” y no de villas (Defensoría, 2006).
Sin pretenderlo, los valientes documentos de la Defensoría
que denunciaban la existencia de personas en situación de
desamparo social y habitacional contribuyeron a validar un
tipo de núcleo poblacional –el asentamiento– que no está
comprendido dentro de la Ley 148 y en el que se escudan
las autoridades competentes para no tomar medidas para
intervenir con políticas de radicación y de asistencia sani-
taria. Uno de estos casos es el playón de Chacarita.

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142 • Fronteras en la ciudad

Este tipo de medidas no sólo deja ver la fuerza de los


documentos oficiales para convalidar tipologías de núcleos
urbanos (el asentamiento y no la villa), sino también la peri-
cia de las instituciones para escudarse en estas normativas y
no intervenir. Hasta el momento, el Gobierno de la ciudad
asiste a los habitantes mediante instrumentos de política
social, como la Tarjeta Ciudadanía Porteña, pero no con
medidas de fondo que contribuyan a la solución habitacio-
nal definitiva de los habitantes.
En lo referente a las políticas públicas orientadas a
mitigar el conflicto entre nuevos y viejos vecinos, son
inexistentes las relativas a mesas de debate, talleres partici-
pativos o cualquier otro instrumento orientado a conciliar
posiciones y equilibrar la convivencia vecinal.

En síntesis

La villa del “playón de Fraga” surgió en una época cercana al


año 2000 a partir del asentamiento de personas desalojadas
de las pensiones y casas tomadas de la zona, que se insta-
laron en las playas de maniobras y depósitos que quedaron
sin uso luego de las concesiones de las redes ferroviarias
a empresas privadas.
Tal como dejaron ver las trayectorias y las estrategias
habitacionales, existieron tres momentos en la formación
de la villa de Chacarita: uno inicial en el que sólo hubo
viviendas de los empleados del ferrocarril (hasta el año
2000, aproximadamente), una segunda etapa en que se
asientan vecinos desalojados de casas tomadas o pensio-
nes cercanas a la estación, en que la villa crece lentamente
por medio de ocupaciones espontáneas o tomas de tierra
más o menos organizadas, y una tercera, cercana a los años
2008 o 2009, en que se precipita el crecimiento de la villa a
partir de la instalación de personas que se mudaron desde
otros sectores de la ciudad y por la llegada de inmigrantes

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Fronteras en la ciudad • 143

de países cercanos o migrantes internos. En esta etapa, no


sólo se aceleró el ritmo de expansión, sino que se genera-
lizó el crecimiento en altura y el acceso al hábitat por vía
de la compra o del alquiler de terrenos y casas, emulando
lógicas mercantiles.
El surgimiento de esta nueva villa en medio del tejido
formal de un barrio tradicional como el de Chacarita pro-
vocó reacciones negativas de parte del resto de los vecinos
que vieron amenazados el “orden urbano”. Dicha conflicti-
vidad puede entenderse a la luz de los comentarios de Pierre
Bourdieu en “Efectos de lugar”:

Si el hábitat contribuye a formar el habitus, éste hace lo mismo


con aquél, a través de los usos sociales, más o menos adecua-
dos, que induce a darle. Así, nos inclinamos a poner en duda
la creencia de que el acercamiento espacial de agentes muy
alejados en el espacio social, pueda tener, de por sí, un efecto
de acercamiento social: de hecho, nada es más intolerable que
la proximidad física (vivida como promiscuidad) de personas
socialmente distantes. (Bourdieu, 2010: 121-122)

De este modo Bourdieu cuestiona una premisa soste-


nida por otros autores como Kaztman (2001) que postula
la coexistencia espacial de personas de distinto nivel socio-
económico para alimentar la heterogeneidad y la integra-
ción social. La posición de ambos autores marca un contra-
punto valioso al momento de pensar el perfil de las políticas
públicas a implementar en la ciudad.

Bibliografía

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144 • Fronteras en la ciudad

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Fronteras en la ciudad • 145

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6

Jóvenes frente a la fragmentación


socioespacial

Estrategias de encuentro, negociación y disputa


en y por el espacio público porteño. Parque
Mujeres Argentinas de Puerto Madero, Ciudad
Autónoma de Buenos Aires (2011-2012)

MARÍA ROSA PRIVITERA SIXTO

Introducción

En 2011 tomé conocimiento de las disputas nocturnas esta-


blecidas entre jóvenes residentes de los barrios porteños de
Villa Lugano y Villa Soldati, practicantes de skate y long-
boarding,1 y los vecinos residentes de las torres aledañas al
Parque Mujeres Argentinas del barrio Puerto Madero, en
torno al uso de dicho espacio público. Si bien tales tipos de
discrepancias son las que suelen generar la mayor cantidad

1 Las prácticas del skate y longboarding surgen en vinculación a otras prácticas


como el surf, de la que se toma la idea de “montarse” sobre un tabla que se
desliza, no ya sobre el agua, sino sobre el pavimento de la costa oeste de
Estados Unidos, durante la segunda mitad del siglo XX, en el marco de una
época que ha sido caracterizada por el historiador Eric Hobsbawm (1995)
como de “auge de la cultura juvenil” en las sociedades urbanas occidentales,
durante la cual los jóvenes comienzan a ser erigidos en grupo social inde-
pendiente. Son prácticas sociales que se desarrollan a escala global, entre el
pasatiempo de estilo rebelde y anti-social, y el disciplinamiento por las vías
de su deportivización (Camino, 2010) y su mercantilización.

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148 • Fronteras en la ciudad

de los conflictos que caracterizan la vida de y en las grandes


ciudades contemporáneas (Duhau y Giglia, 2008), la par-
ticularidad y la relevancia de nuestro referente empírico
surge de los vínculos sociales y espaciales que se estaban
poniendo en juego.
Es que mientras los barrios pertenecientes a la comuna
8, en los que los jóvenes residían, se destacan por la presen-
cia de un gran número y tamaño de conjuntos de vivienda
social, villas, asentamientos y espacios verdes que confi-
guran una estructura “fuertemente fragmentada y discon-
tinua” que rompen con el tradicional damero de la trama
urbana porteña (Secretaría de planeamiento, MDU, 2011),
la discontinuidad de Puerto Madero surgía de que su acce-
so se hallaba limitado a un puñado de puentes giratorios
que desde fines del siglo XIX conectan esta isla artificial al
centro histórico, político y financiero de la ciudad (Khalil,
2014: 3). Ahora, para la segunda década del siglo XXI, Puer-
to Madero ya era reconocido como paradigma de la recua-
lificación urbana que desde hacía algunas décadas se había
vuelto hegemónica como forma de hacer ciudad, mientras
los barrios de la comuna 8 lo eran de la relegación con res-
pecto a esos procesos de recorte y de iluminación selectiva
ejercidos por el capital financiero inmobiliario de la mano
del Estado (Girola et al., 2011). Y mientras Puerto Madero
era reconocida como “emblema de una urbe reconfigurada
principalmente –aunque no de modo exclusivo– para el
disfrute de los sectores sociales más acomodados” (Girola,
2006), la comuna 8 era la que concentraba los indicadores
más deficitarios de la ciudad, agrupando a fines de 2011,
según datos del propio Ministerio de Desarrollo Urbano, la
población con los niveles más bajos de ingresos, con más del
60% de sus hogares ubicados entre los estrato medio-bajo
(37%) y bajo (28,6%), amén de que el porcentaje de hogares
con necesidades básicas insatisfechas (13,4%) duplicaba el
promedio a nivel ciudad, lo que contribuía “a desarrollar,
sostener y reforzar un territorio segregado en relación con
el resto de la ciudad” (Rodríguez y Zapata, 2013: 50).

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Fronteras en la ciudad • 149

Ahora bien, son los jóvenes uno de los sectores de la


población que se ven más expuestos a la vulnerabilidad y
el riesgo de exclusión en las sociedades contemporáneas,
aunque no todos lo están por igual (Saraví, 2009). Al res-
pecto son contundentes las disparidades entre los jóvenes
que residen en la zona sur –que incluye a la comuna 8–
y aquellos que residen en el norte de la ciudad de Bue-
nos Aires: mientras indicadores como nivel de repitencia,
precarización laboral, desocupación o carencia/déficit de
servicios de salud, en el año 2012, duplicaban los valores
del norte, otros como la deserción escolar y los problemas
sociorresidenciales los triplicaban; así, se observaba inclu-
so que frente a una tasa de desocupación del 16,2% entre
los jóvenes con problemas sociorresidenciales, la de aque-
llos jóvenes que no tenían tales problemas habitacionales
apenas alcanzaba el 8,9%, “lo que reafirma la situación de
‘acumulación de desventajas’, para usar la expresión con la
que Gonzalo Saravi (2006) define las formas de exclusión
en América latina” (Chorny y Paura, 2015: 4).2
Pues bien, en el marco de aquella línea que indaga en
los procesos de interacción/negociación cotidiana a través
de los cuales se reproducen las desigualdades socioterrito-
riales en la ciudad contemporánea de Buenos Aires, este
escrito analiza la problemática inserción de un grupo de
jóvenes residentes de una de las zonas más relegadas de la
ciudad, en el espacio público de uno de los barrios porte-
ños más modernos y lujosos. Para ello nos valdremos de
observaciones de campo realizadas en el parque Mujeres
Argentinas del barrio de Puerto Madero, entrevistas a usua-
rios y vecino del parque entre los años 2011 y 2012, y otras
fuentes primarias. Se pretende establecer tanto el valor dife-
rencial que las prácticas de los jóvenes podían adquirir al ser
ejercidas en sus barrios de residencia y fuera de estos, como

2 Cifras arrojadas por la Encuesta Joven 2012, que no sólo no fueron corregi-
das por las políticas públicas, sino que continuaron acrecentándose según la
encuesta de 2014 (Chorny y Paura, 2015).

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150 • Fronteras en la ciudad

los límites de lo que resultaba socialmente tolerable en el


particular territorio público de Puerto Madero. Asimismo
se examinarán las prácticas y los discursos puestos en juego
a la hora de legitimar y negociar los distintos tipos de apro-
piaciones trabadas en la disputa por el uso y el control de
dicho espacio público. Ello nos conducirá a sostener que la
experiencia que de la ciudad pueden tener estos jóvenes es
efecto de toda una historia de acumulación de desventajas
respaldadas por los Estados, inversores privados y vecinos
porteños, pero también de su pretensión y capacidad de
darse algo más que experiencias de padecimiento, victimi-
zación y exclusión. De modo tal que aun cuando en la ciu-
dad proliferen procesos de fragmentación socioespacial, los
contra-usos que los jóvenes se muestran capaces de ejercer,
además de cuestionar y redefinir los límites de lo que resul-
ta posible hacer en y con el espacio urbano, también deben
ser interpretados como estrategias de encuentro entre pares
y copresencias con sus otros urbanos.

Copresencia y representaciones espacio-temporales


en el Parque Mujeres Argentinas

Durante mis visitas al parque Mujeres Argentina de


Puerto Madero, lo que más llamó mi atención fue que
las decenas de grupos que estaban “andando” en skate, en
longboard, en rollers, o en distintos tipos de bicicletas, o
paseando a sus perros, trotando, practicando breakdance
o realizando algún tipo de celebración, se sucedían a
la vez, circulando y esquivándose, “sin molestarse” unos
a otros. A mi modo de ver, la disposición corporal de
esos actores dentro de aquella dinámica de circulación
a primera vista pacífica, hablaba de una eficaz incorpo-
ración de normas. Estos cuerpos se volvían expresión
de una “manera de estar, de comportarse” (Bourdieu,
1986: 184), “adecuada” a las interacciones que se deben

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Fronteras en la ciudad • 151

sostener en el espacio público urbano. Me refiero a


las “reglas de urbanidad” (Giglia, 2000) que constituyen
estos códigos de comportamiento e incluyen un arduo
trabajo “en el sentido goffmaniano de una evitación
de señales y expresiones”, una actitud de “desatención
cortés” que, esquivando la mirada y el tacto, nos permite
hacer como que no vemos a los cientos de otros que
por allí transitan (Villalobos, 2004: 26). Esto resulta
posible en tanto los espacios constituyen esferas de sig-
nificación social, que

Contienen visiones del mundo o éticas particulares (…) que


constituyen la propia realidad y que permiten normalizar y
moralizar el comportamiento a través de perspectivas pro-
pias. (…) Es de esperar (…) un comportamiento diferenciado
de acuerdo con el punto de vista de cada una de esas esferas
de significación. (Da Matta, 1985: 53)

Sin embargo, aun cuando la idea del espacio público


suponga tal convergencia mínima de sentidos acerca
de lo que significa frecuentarlo e integrarlo, el mismo
podrá ser definido como entrecortado por diferentes
representaciones, emergentes a partir de los usos que
califican al espacio y le atribuyen sentidos, orientando
acciones sociales y siendo por estas delimitado de mane-
ra reflexiva, contribuyendo así a una conflictiva cons-
trucción práctica del espacio público (Leite, 2004).

En el caso bajo análisis, la tensión se presentaba


entre los jóvenes de entre 17 y 30 años de edad,
practicantes de skateboarding y longboarding venidos
de la comuna 8, y algunos de los residentes de las
torres-country3 aledañas al parque Mujeres Argentinas.

3 La categoría refiere a un espacio social pretendidamente “aislado de su


entorno, despegado del tejido urbano, cerrado a la calle con cercas y
paredones, elevado en altura para capturar vistas al río y a los parques,
concentrado en planta baja para ganar capacidad constructiva y para

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152 • Fronteras en la ciudad

Es que más allá de los usos planificados para el mobilia-


rio de dicho parque, este se veía sometido a proyeccio-
nes de sentidos que habilitaban usos no convencionales:
en el caso del skateboarding se trata de saltos y desliza-
mientos sobre escaleras, bancos, barandas y bordes en
general –untados con cera–, mientras que en el del long-
boarding más bien se trata de extensos deslizamientos
a través de sendas/caminos/calles, a altas velocidades.
Estos contra-usos, que hasta incluían cambios en la
ubicación del mobiliario, suponían la transformación de
la funcionalidad con la que estos y el parque habían
sido originalmente diseñados –imagen 1–. Al respec-
to, una de las chicas de 25 años de edad, que hacía
poco empezaba a “andar” con la tabla, en una de las
entrevistas que tuvimos en el parque naturalizaba: “Esta
plaza está hecha para andar, ¡mirá! Escaleras, bajadas,
barandas…”, invitándome gestualmente a observar uno
de los parques con mayores dimensiones de la recua-
lificada isla portuaria, custodiado por una decena de
agentes de Prefectura, y que asimismo se destacaba por
un diseño que poseía barrancas, desniveles y muros de
piedra, así como extensas rampas y escaleras de cemento
que permitían acceder a su centro.4
Imagen de bancos de cemento usados como rampas en las escaleras, o
corridos a un lado para facilitar deslizamientos. Parque Mujeres Argentinas
ver Diario La Nación, 30/05/2014.

generar un parque propio, que junto a los equipamientos y servicios


comunes conforman una alternativa ‘urbana’ a las promesas del
country club o barrio cerrado (seguridad, confort, contacto con la
naturaleza, exclusividad)” (Tercco, 2005).
4 Diseño que por otro lado, algunos autores interpretan en términos de
barreras físicas que limitan el accionar de los usuarios, pero facilitan
“la vigilancia omnipresente” por parte de las fuerzas de seguridad “que
detectan y corrigen las más mínimas desviaciones” (Khalil, 2014: 16).

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Fronteras en la ciudad • 153

La excentricidad de este parque era producto de la pre-


dilección que, con mayor sistematicidad en los años noven-
ta, las intervenciones público-privadas habían comenzado a
mostrar sobre los espacios públicos en el marco de las estra-
tegias del “urbanismo escenográfico” que, orientadas por
imperativos del diseño, la belleza y la distinción, buscaban
“sellar el carácter único del flamante barrio”, promovien-
do la transformación de “porciones” de la ciudad-problema
–atravesada por una creciente segregación y discrimina-
ción–, en “porciones” de la ciudad-negocio (Gorelik, 1997
citado en Girola et al., 2011: 29).
Pero por otro lado, también respondía a la pretensión
de que Puerto Madero pudiera reeditar el ideal moderno
del espacio público como lugar de urbanidad y de civilidad,
escenario de convivencia pacífica y previsible con la otre-
dad (Girola et al., 2011: 35) como parte de un espíritu de
época. Una pretensión propia de la Argentina de fines de
los años ochenta, en función de lo cual los nuevos espacios
públicos, según declamaban los funcionarios a cargo del
proyecto de recualificación, debían “expresar la postal de
la vuelta a la democracia, donde se celebrara la diversidad,
haciendo coexistir el hecho de que fuera un lugar de pres-
tigio (…) pero que a la vez sea un ámbito de lo popular, y
así expresar la naturaleza del centro, lugar donde coexisten
todos los sectores sociales” (Crovara y Girola, 2009: 11).
Ahora bien, pese a esas percepciones y pretensiones
celebradoras del civismo, “una ideología que concibe la vida
social como terreno de y para el consenso, en que ciu-
dadanos libres e iguales acuerdan convivir amablemente
cumpliendo un conjunto de preceptos abstractos de buena
conducta” (Delgado 2007: 17), las apropiaciones y las inter-
acciones practicadas en esos espacios hacían surgir fronte-
ras y disputas por lo que resultaba tolerable y no tolerable
en ese barrio de clases altas. Los contra-usos practicados
por los jóvenes skaters instituían entonces otro concepto
de espacio público. En primer lugar sus contra-usos cues-
tionaban la imagen de consumidores pasivos de espacios

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154 • Fronteras en la ciudad

diseñados previamente por otros actores con miras a ejer-


cer su control social, y más bien expresaban la realidad
de apropiaciones selectivas –incorporan y desechan– de la
ciudad neoliberal, capaces de erigir a los espacios públicos
en un “espacio de y para la acción social”, “de y para el con-
flicto”, “donde se dirimen batallas por definir de quién es y
qué significa”, aun cuando su raíz ideológica sigua siendo un
ideal de sociedad de libres e iguales (Delgado, 2004: 3).
Como mínimo una vez a la semana, entonces, vecinos
y usuarios del parque Mujeres Argentinas se hacían y enfre-
naban la misma acusación: estar intentando realizar un
usufructo privado del parque, mientras el ideal de espacio
público sería el de aquel que debe ser de todos a la vez
pero de nadie en particular. En este punto, la intervención
de los agentes de Prefectura Naval –a cargo de la “seguri-
dad” de la zona– resultaba clave a la hora otorgar/impugnar
legitimidad a los usos y a los usuarios en la reproducción
del espacio público de Puerto Madero, tal y como veremos
a continuación.

La nocturnidad de Puerto Madero, escenario, objeto y


producto de la disputa

Acerca de la mecánica de su intervención en el conflicto,


uno de los oficiales de Prefectura apostados en el Par-
que Mujeres Argentinas con los que pude conversar en
2012 me comentaba que, más allá del conflicto más amplio
por los espacios públicos de Puerto Madero, que involu-
craba a otros usuarios –automovilistas, cartoneros, etc.–,
otras temporalidades –fines de semana–, otros canales de
demanda –reuniones con miembros de la Corporación
Puerto Madero y otros funcionarios públicos–, eran los
residentes linderos al parque los que, de forma más coti-
diana, solían llamar a la línea telefónica de la Prefectura,
demandando la restricción de los deslizamientos y los saltos

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Fronteras en la ciudad • 155

realizados con las patinetas, bajo el argumento de que gene-


raban una contaminación sonora intolerable, amén de que
destruían el mobiliario público. Luego, “desde la central, un
superior le pide al oficial más cercano a la zona ruidosa,
que corra a los chicos de un sector a otro del parque”. A
continuación señaló un edificio que yo tenía a mis espal-
das para indicarme que eran los vecinos de aquella torre
quienes solían quejarse con mayor frecuencia y con una
sonrisa agregó: “los vecinos son medio mala onda… pero
el problema no es por la tarde sino por la noche, cuando
tienen ganas de descansar”.
Efectivamente, los jóvenes practicantes de skateboarding
y de longboarding de la comuna 8 tenían predilección por el
uso esas instalaciones por las noches, “cuando no hay tanta
gente”, ya que durante el día y los fines de semana el parque
se volvía escenario de actividades masivas –paseos familia-
res y románticos, mateadas y otras actividades deportivas–
que limitaban materialmente sus saltos y sus desplazamien-
tos. Ahora, aunque no todos los vecinos consultados se
mostraron en desacuerdo con aquellos usos –algunos llega-
ron hasta a celebrar la diversidad de apropiaciones de que
eran objeto los espacios públicos de su barrio–, los que sí lo
hacían demandaban a la Prefectura poner en juego la fuerza
performativa de su lenguaje.
Frente a tal confrontación de una temporalidad resi-
dencial del descanso y una temporalidad del ocio, la Pre-
fectura gestionaba el conflicto proponiendo entonces una
tercera opción ligada al “tránsito”. Concretamente, las 23
hs eran el punto de referencia fijo a partir del cual aquel
espacio público “abierto”, que durante las jornadas diurnas
era sede de masivos encuentros entre pares y entre des-
conocidos, se vería cercado simbólicamente, ya que ciertas
actividades serían restringidas bajo el argumento de que
“los vecinos tienen ganas de descansar”. El símbolo numéri-
co abstracto generaba un cambio de disposición en cuanto
a lo que resultaba tolerable y, a medida que transcurriera
este nuevo tramo, la presencia de los sujetos en el parque

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156 • Fronteras en la ciudad

levantaría más y más sospechas, lo que haría que se vie-


ran por ende “legítimamente” sujetos a la vigilancia de las
fuerzas de seguridad.
En un sentido, ello implicaba que la nocturnidad públi-
ca gestionada por los agentes de Estado estaba comprome-
tida con la desigual inserción socioespacial de los actores
sociales, en función de lo cual sus argumentos no tenían
la misma legitimidad ni generaban los mismos efectos, y
sus prácticas no eran sometidas a las mismas sanciones: los
reclamos de los residentes de arriba, de las torres-country,
eran los que dirigían los desplazamientos que los de abajo,
usuarios del parque, debían hacer. Aquí nos enfrentamos
a la existencia de una serie de derechos exclusivos que
pretendían ser erigidos para los demás en “prohibiciones
de derecho o imposibilidades de hecho” (Bourdieu, 1999:
298). El derecho de quienes habitaban las alturas de Puerto
Madero a descansar, a solicitar a la Prefectura se respete su
“tiempo de…”, planteaba así la prohibición de apropiaciones
diversas respecto al espacio público.
Ello encuentra sostén en un marco sociocultural atra-
vesado por el capitalismo, en el que, aún cuando la ten-
dencia sea a representarse el tiempo, así como al espacio
y a los sujetos, de formas cada vez más individualizados y
autonomizados del sistema social del cual son emergentes
(Da Matta, 1985), el orden social es un ritmo y adecuarse
a él implica respetar ese tempo (Bourdieu, 2006). Me refie-
ro a una temporalidad disciplinada y disciplinante que, no
pudiendo escapar ya a su conversión en dinero, podrá ser
gastado o malgastado, pero perderlo, un escándalo moral
(Thompson, 1984; Weber, 1993). Y así, aquel ocioso que
pierda el tiempo será similar entonces a un animal que no
sabe medirlo (Le Goff, 1983). Justamente, los vecinos leían
las prácticas nocturnas de los jóvenes cual expresión de
una carencia de civilidad amenazante, que los agentes de

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Fronteras en la ciudad • 157

Estado estaban entonces llamados a imponer, haciendo sur-


gir un nuevo orden nocturno bajo el que debía imponerse
la noción del espacio público como “lugar de tránsito”.5
No obstante ello, los jóvenes con los que trabajé nego-
ciaban y disputaban estas definiciones y significaciones
hegemónicas desde su propia rutina cotidiana, es decir,
ello no necesariamente pensado desde la transgresión, sino
actuado desde la naturalización del orden social (Giddens,
1982), tal y como deja entrever la reflexión de Lorenzo
respecto a las demandas de los vecinos:

-L: A MÍ me parece una MIERDA… me parece una mierda


porque, sí, les puede molestar el ruido… pero si tanto les
molesta… ¡QUE SE JODAN! O sea… a mí, si yo tuviera una
plaza de esas características para usar en otro lugar… la ver-
dad que no iría a Puerto Madero, porque no es un lugar que
me guste en sí mismo…
-MR: ¿Por qué?
-L: PORQUE NO ME GUSTA TODO EL AMBIENTE QUE
HAY, DE MUCHA PLATA [tono firme y alto, como reafir-
mando su opinión]… ME GENERA UN POCO DE RECHA-
ZO, O SEA ES COMO QUE ESTÁ TODO MUY LINDO,
ESTÁ TODO MUY LIMPIO… eh… pero ya me parece dema-
siado… No sé, me parece demasiada plata y demasiada gente
de plata… que en sí mismo es “esa es SU plaza, y nos dejan
a NOSOTROS usarla”… y a mí eso me molesta… (…) mismo
Puerto Madero… es un barrio construido en los noventa…
que, una vez iba con un amigo caminando, y me dijo algo que
es verdad… es como… su propio… mueven los puentes para
cruzar de un lado para el otro y se aíslan de todo el resto de
la ciudad… o sea hasta ese grado de… división… potencial
tienen… Pero esa no deja de ser una plaza pública, el punto

5 El accionar de la prefectura coordinaba así las actividades dentro y fuera del


parque, con el paso de un tiempo abstracto, cosificado y cuantificado a tra-
vés de las horas del reloj, que es experimentado como si fuera algo real. Sin
embargo, tal y como señala Leach “nada existe en el principio de la cosa o de
la naturaleza de nuestra experiencia, que sugiera que el tiempo deba necesa-
riamente transcurrir a una velocidad constante (…) De hecho, creamos el
tiempo al crear intervalos en la vida social” (1985: 206).

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158 • Fronteras en la ciudad

es que… ellos, yo lo sé porque uno de los vecinos se lo dijo a


mi amigo que… ponen plata para cuidar la plaza, tiene como
parte de las expensas… una parte va para el mantenimiento
de la plaza… en última instancia como espacio público puede ser
usado por todos, de muchas formas… y aparte… en particular…no
me molesta joderle a esa gente…
-MR: Ah… es como una actitud ya de… ¿Choque?
-L: NO, ES QUE CUANDO ESTOY ANDANDO NO LO
PIENSO, pero cuando lo pienso…

Este testimonio explicita la configuración del espacio


público de Puerto Madero no sólo como un espacio que
debe ser de todos y para todos, sino además como un espa-
cio conflictivo a partir del cual se configuran y expresan
fronteras sociales –ellos vs nosotros–. Ahora bien, la media-
ción de los Prefectos resultaba clave en el sostenimiento
de la copresencia conflictiva, ya que no venía a resolver el
conflicto por la vía de la prohibición-exclusión, sino que su
forma de gestionarlo habilitaba el ejercicio de una presencia
negociada, lo que puede ser observado en el descargo del
Prefecto Mayor al ser interpelado sobre “la problemática de
la seguridad” en un medio de comunicación barrial:

Es un tema delicado. (…) nos genera denuncias que creo


injustas, aduciendo que nosotros no controlamos o no brin-
damos mayor seguridad a los parques, fundamentalmente
‘Mujeres Argentinas’ (Dique 3), ‘Micaela Bastidas’ (Dique 2) y
‘Eva Perón’ (Dique 1). Destaquemos primero que la función
principal de la Prefectura no es la de Guardaparques. En la mayo-
ría de los espacios verdes importantes de Buenos Aires hay
gente a la que el Gobierno de la Ciudad le paga un sueldo
para que vigile los parques. Cuanta más gente destinamos a
los parques para que los chicos no anden con la patineta, para que
no destruyan el emblema, para que no pinten graffitis en la
pared, para que no estropeen el césped, todo ese personal se lo
quitamos a la seguridad de Puerto Madero. Es una cuestión de
prioridades: para nosotros es fundamental evitar la salidera
bancaria, cuidar los cajeros automáticos… Con esto no estoy
diciendo que no haya que destinar agentes al cuidado de los
parques: en Mujeres Argentinas apostamos entre 3 y 5 prefectos

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Fronteras en la ciudad • 159

(…). Pero son muchas hectáreas y nuestro personal puede


desalentar algunas prácticas y conductas, pero no puede prohibir
actividades que están permitidas, como el skate. (Portal de noticias
Nuevo Madero, 2010)

La mediación de los Prefectos entonces estaba cons-


truida en base a la percepción que tenían de cada uno de
los actores implicados e incluso del rol que creían estaban
llamados a cumplir en Puerto Madero. Así, las demandas de
los residentes de Puerto Madero de prohibir las maniobras
con las tablas de skate o de longboard en el espacio público
eran sancionadas por los Prefectos no sólo como injustas
–para con su tarea en el barrio– sino además como desme-
suradas y hasta casi absurdas –frente a los delitos contra la
propiedad privada–. Respecto a la cuestión prohibicionista,
este fragmento coincide con el relato que en 2012 uno de
los prefectos apostado en el Parque me daba respecto de
que, tras el llamado de algún vecino, él se limitaba a “expli-
carles bien a los chicos” –quienes por su parte caracteriza-
ban a los oficiales de la Prefectura como “muy correctos”,
de un trato diferente al que tiene la Policía Federal– que
debían desplazarse hacia otra parte del parque, “pero no
los echo, y bueno, en la otra esquina que se arreglen con
el otro oficial…”.
Ello en definitiva supone que la nocturnidad de Puerto
Madero, gestionada por los agentes de Estado, no resultaba
totalmente comprometida con los deseos de “los vecinos”.
Por supuesto que el imperativo de tener que desplazarse
de una esquina a la otra del parque podía pretender tener
un efecto desgastante, pero en tanto el desplazarse por el
espacio formaba parte de la lógica misma de las prácticas
de skate y longbaording, el cumplimiento de esas demandas
por parte de los jóvenes más bien actuaba como un modo
de negociar sus visibles y ruidosas presencias.
Por último además hipotetizo que el sostenimiento de
la conflictiva presencia de los jóvenes de la comuna 8 en el
espacio público de Puerto Madero era efecto del hecho de

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160 • Fronteras en la ciudad

que sus prácticas configuraban parte del concierto masivo


de actividades deportivas que daban “pulso” a la vida del
fragmento escenográfico de la ciudad-negocio. Y a pesar de
las carencias de civilidad que los vecinos pudieran ver en
sus prácticas, tal participación suponía la disposición de un
tiempo-dinero “libre” de obligaciones laborales, tanto como
la capacidad de transfigurar ese tiempo ocioso para el capi-
tal en tiempo de ocio, en el que es posible no sólo consumir
sino además competir por la acumulación de capitales sim-
bólicos (Bourdieu, 1999), capaces por ejemplo de efectivi-
zar operaciones de blanqueamiento sociocultural como las
que propone el ideal europeo del espacio público porteño.
Competencias que asimismo resultarían beneficiosas para
la materialización de la postal porteña que funcionarios y
agentes inmobiliarios pretenden presentar en el mercado
de las ciudades globales.

Salir del barrio, agenciar un lugar en la ciudad


neoliberal

Hasta aquí hemos dejado entrever, retomando un sentido


relacional de lugar (Massey, 1991; Leite, 2004), la noción de
que el valor del espacio público de Puerto Madero para los
jóvenes residentes de la comuna 8, y por ende de la disputa
por su apropiación, surgía de las carencias de infraestruc-
tura que la comuna 8 presentaba, cuyas plazas y parques
en gran medida se encontraban enrejados y limitados por
una franja horaria en la que era legítimo su uso, claro que
tampoco para cualquier práctica: por ejemplo, en muchas
estaba prohibido jugar a la pelota, ingresar con animales
o andar en bicicleta –disposiciones todas que el Gobierno
de la ciudad pretendía controlar mediante el apostamiento
de “guardianes de plazas” que, sin embargo, no se sostu-
vieron en el tiempo–.

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Fronteras en la ciudad • 161

Sin embargo, más allá de las cualidades estéticas o “téc-


nicas”6 que puedan volver atractiva una plaza o cualquier
otro espacio público para “andar”, en esa valoración los
vínculos sociales establecidos en y a partir de los espacios
comunes de sus barrios de residencia resultan ser igualmen-
te relevantes. En esa dirección un joven de diecisiete años
de edad sostenía con respecto a las plazas de su barrio:

-Q: Ahí… ¡es re feo! son todos re-kaqui… (…) hay una plaza,
‘ta buena…pero no me gustaría andar ahí… (…) están todos
“los negros” [sonríe].
-MR: ¿Qué significa eso?
-Q: Y… que te re vacilan, te descansan. Ponele, te caes, y
se cagan de la risa… (…) si salgo con todos los pibes… me
cebo más, y ya está, estoy con todos los pibes que andan, para
andar solo es re feo…

Por un lado, la cita es reveladora de una relación de


alteridad que se establece frente a otros actores con los que
se comparte el lugar de residencia, pero de quienes se toma
distancia en base a una valoración diferencial respecto a esa
otra forma de practicar el ocio que suponen las prácticas del
skate y del longboarding. Esa distancia se construye mediante
una racialización que busca invertir la jerarquía de quien
ejerce la burla, y así la impugnación de la que se es objeto.
A partir de ello, apropiarse de espacios públicos allende sus
barrios de residencia implicaría asimismo una operación de
blanqueamiento. Estos vínculos establecidos en y a partir
de los espacios comunes de sus territorios de residencia
son entonces también factores explicativos de ese “salir” del
barrio, en busca, si no de reconocimiento y de respeto, por
lo menos de la indiferencia y el anonimato prometidos por

6 Básicamente, los elementos “técnicos” que determinan el valor de algún par-


que o plaza para “andar” poseen una funcionalidad hegemónica divergente a
la asignada por estos chicos y estas chicas, como las barandas y las rampas
pensadas para personas con movilidad reducida, que son “voladas” junto a
las escaleras o los bancos, cuyos bordes son también untados con cera de
vela para deslizarse por ellos con las tablas.

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162 • Fronteras en la ciudad

el ideal moderno del espacio público. Y por otro lado, la


cita asimismo explicita que es la presencia de un grupo de
pares capaces de reconocer y de valorizar esas otras formas
de practicar el ocio lo que habilita la apropiación de nuevas
áreas de la ciudad.
En primer término ello supone que así como estos
jóvenes elegían trasladarse a Puerto Madero, las disposi-
ciones acerca de lo que resultaba posible y deseable hacer
en y con el espacio público urbano7 habilitadas por el skate
y el longboarding disponían su traslado hacían a otros par-
ques, edificios públicos y skateparks –áreas exclusivamente
diseñadas para la práctica del skateboarding y que simulan
el mobiliario urbano como ser escaleras, barandas, rampas
de acceso, etc.–. Las travesías así generadas resultan ser
formas de apropiación del espacio urbano y lugares pro-
picios para disparar imaginarios (Canclini, 1999) que les
permiten trazar sus propios mapas urbanos (Delgado, 1998)
y conducen a cuestionar la imagen de los residentes de
espacios “relegados” cual inmovilizados, anclados al terri-
torio de la periferia.8
Sostengo entonces que lo señalado hasta aquí nos obli-
ga a cuestionar aquellas perspectivas que al subrayar dema-
siado la fragmentación social y los procesos de repliegue

7 Ese circuito urbano resulta tramado a partir de una mirada particular sobre
la ciudad, que la clasifica, identificando y jerarquizando aéreas pasibles de
intervención con sus tablas. Así, ante el interrogante de “¿Qué plazas ten-
drían ‘tanto’...?” [me refiero a las condiciones “técnicas” para andar con un
skate], uno de los jóvenes me planteaba “Es que en realidad no hay UNA pla-
za que tenga TANTO… la plaza que más podes aprovechar para andar en
skate, y que es mucho mejor, es la que está… la plaza Houssay… (…) porque
tiene escaleras, tiene más bordes… igual yo no fui nunca a andar ahí, así que
tampoco te sé decir mucho… pero la conozco a la plaza, pasas con el colectivo, la
vez, y ya te das cuenta…”.
8 Ello confirma algunas tendencias advertidas por otros autores hacia fines
del siglo XX, como la de que el barrio –entendido como el territorio pro-
pio– ha dejado de ser el epicentro del mundo y de las prácticas juveniles, así
como la noción de que las formas de adscripción identitaria juveniles, sus
representaciones, sus anhelos, sus sueños, sus cuerpos, deben ser entendidas
en el intricado entramado de múltiples interacciones, puesto que los jóvenes
son actores en el mundo social, no fuera de este (Reguillo, 2000: 112-113).

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Fronteras en la ciudad • 163

o guetización en grandes ciudades contemporáneas, como


Buenos Aires, terminan por construir una imagen absolu-
tamente pasiva de los sujetos frente a los procesos sociales,
cuya única experiencia es la del padecimiento. No discuto
que los procesos de fragmentación socioespacial existan,
más bien planteo que poniendo el foco en la agencia de los
sujetos, podremos dar cuenta de formas alternativas en que
los jóvenes buscan hacerle frente: construyendo sus propios
circuitos a través de los que recorren la ciudad en busca de
alternativas formas de estar juntos, lo que nos conduce al
segundo comentario.
Aquel testimonio nos conduce a sostener también
que las prácticas ejercidas por estos jóvenes, de “salir a
andar”, de transitar por el espacio urbano, suponen activas y
complejas formas de integración/inclusión al orden social,
capaces de configurar modos de estar juntos, formas de
copresencia con sus otros generacionales y con sus otros de
clase, amén de con su grupo de pares, más allá de un mode-
lo de ciudad orientado a la atracción de capitales (Yúdice,
2002) –lo cual no significa que no lo tengan de alguna forma
en cuenta–,9 configurando experiencias del espacio urbano
que desbordan las acciones que pueda planificar el Estado,

9 Al momento de la entrevista EO tenía 27 años de edad, desde los 15 andaba


en skate y desde hacía 2 había comenzado a practicar longboarding. Respecto
al interrogante sobre el atractivo del Parque Mujeres Argentinas, él me
comentaba que “y… lo que tiene la plaza es como… caminos en un piso muy
liso, y un espacio verde muy grande… o sea es un espacio verde muy grande…
con… pasillos de material muy liso donde las ruedas (…) Lo que tiene es
que… primero que no está enrejada… segundo que ¡es MUY grande! entonces
uno puede patear con la tabla. Hay otras plazas que no… no se puede, mismo
si pensás en un parque grande como ‘el Centenario’, la vereda… es más vieja,
está rota… hay puestos de feria, que está bueno, pero para andar no te sirve.
Ahí encima lo que tiene de bueno es que, bueno… en invierno hace mucho
frío, pero, en verano es un lugar RE-fresco, está al lado de la costanera y cir-
cula mucho viento (…) Está muy cuidado… hay mucha plata en esa plaza. -
MR: ¿Por eso te gusta ir ahí? -EO: No es que me guste ir a la plaza porque
tiene mucha plata encima, sino porque las condiciones que me da para andar
con la tabla son mucho mejores.”

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164 • Fronteras en la ciudad

de la mano de otros agentes privados (Leite, 2004), consti-


tuyéndolo en verdadero lugar de encuentro, de protección
y de pertenencia identitaria.10

Palabras finales

La principal hipótesis que estructuró este capítulo fue que la


residencia en áreas estigmatizadas y segregadas socioespa-
cialmente no determina únicamente experiencias juveniles
de padecimiento, victimización o exclusión, sino que puede
además erigirse en motivación de apropiaciones materia-
les y simbólicas del espacio urbano allende sus áreas de
residencia. Prácticas sociales que, como el “salir a andar”
–apropiación local de imaginarios y prácticas de ascen-
dencia global como el skateboarding y el lonboarding–, son
vehículo de una forma de experimentar la ciudad que no
permanece anclada al barrio, y asimismo supone adscrip-
ciones a lugares-valores que van articulando procesos de
configuraciones identitarias juveniles, entre pares y frente a
sus otros urbanos, construyendo y expresando formas com-
plejas de integración, no solamente pacíficas, sino también
conflictivas, en tanto suelen darse en el marco de relaciones
de poder radicalmente asimétricas.
Por ello mismo pudo observarse a los jóvenes resi-
dentes de territorios históricamente marginados negocian-
do su presencia y su reconocimiento en el espacio público
del barrio más exclusivo de la ciudad neoliberal –la acep-
tación de desplazarse de una esquina a otra del parque o
la apelación al ideal del espacio público como lugar de y

10 El hecho de que esos mismos jóvenes con posterioridad lograran impulsar la


creación de un skatepark en Villa Lugano, a manos de la gestión macrista del
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, y hayan continuando interviniendo
de modo directo en su gestión –vía la realización de una “escuelita de skate”
y de campeonatos–, poniéndose en contacto con jóvenes de otros barrios,
reafirma la hipótesis sostenida.

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Fronteras en la ciudad • 165

para “todos”–. Acciones que, siguiendo la perspectiva de


Canclini, podrían ser pensadas en la sintonía de las tácticas
–en oposición a estrategias–, en tanto no tienen por meta
gestionar en beneficio de la mayoría las dificultades propias
de la vida urbana, sino que suponen pequeños arreglos y
transacciones de beneficio personal (1999: 128).
Ahora bien, ello no tanto a fuerza de su propia volun-
tad, como de la tracción que todavía ejerce el ideal del
espacio público moderno en los habitus urbanos de los acto-
res cotidianamente implicados en el ordenamiento de la
experiencia de esta área de Puerto Madero. Ello, sin embar-
go, no implica que no se establezcan diferentes espacios y
temporalidades basadas en fronteras morales y simbólicas.
De ello da cuenta, justamente, el conflicto sostenido entre
vecinos residentes y jóvenes usuarios venidos de la zona
“sur”. Fronteras asimismo expresadas en la visible ausen-
cia de personas pernoctando o ejerciendo la prostitución
en el parque, prácticas que sin embargo sí eran ejercidas a
espaldas de su muro más alto, justo sobre el boulevard que
opera de frontera entre la urbanización Puerto Madero, la
Reserva Ecológica y el asentamiento “Rodrigo Bueno”.

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7

El conflicto como abordaje de la


conformación urbana

El caso del proyecto del puente Letizia en


Córdoba, Argentina

MARIANNE VON LÜCKEN

Introducción

En este trabajo se propone analizar las diferentes posiciones


que toman dos actores colectivos a partir de la construcción
de un puente que conectaría a dos barrios de la ciudad
de Córdoba (Argentina) en el marco de una dinámica de
transformaciones urbanas. Se trata del proyecto del puente
Letizia que uniría Villa La Maternidad-San Vicente y Barrio
Juniors-General Paz. Este conflicto puede clasificarse como
de implantación, resultado de la oposición de los residentes
a un proyecto llevado a cabo por actores públicos en una
localización determinada (Melé, 2003: 2).
En particular, se hará foco en las experiencias de
dos colectivos distintos, uno por cada barrio. Por un lado,
la Comisión contra el desalojo de Villa La Maternidad
(CDVLM) del barrio San Vicente, surgida en el año 2004
a partir de la implementación de una política habitacional
que implicó el desalojo y el traslado de parte de la población
de la villa. Por el otro, el Centro vecinal barrio Juniors-
Garzón Agulla (CVJGA) del barrio General Paz-Juniors,

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170 • Fronteras en la ciudad

surgido aproximadamente en el año 2010 para canalizar


diferentes reclamos en un contexto de transformaciones
urbanas a escala barrial.
A partir de la construcción del puente Letizia emerge
un conflicto que une ambos lados del río contra la gestión
municipal y provincial, por demandas diferentes. Del lado
de General Paz, la principal oposición consiste en conside-
rar que el puente tendrá impactos ambientales perjudiciales
sobre la vida social del barrio; del lado de San Vicente,
se considera el hecho de que el puente atravesará Villa La
Maternidad, lo que pone en cuestión nuevamente la perma-
nencia residencial de sus habitantes.
La descripción que acompañará el análisis se articula
a partir de datos obtenidos mediante entrevistas semies-
tructuradas realizadas durante noviembre de 2009 y mayo
de 2012 a habitantes de Villa La Maternidad y de Barrio
Juniors; observación no participante durante varias reunio-
nes en los mismos períodos, conjuntamente con otras fuen-
tes de datos secundarias, como informes gubernamentales,
artículos de prensa, folletos, entre otros.
A continuación, se expondrán algunos conceptos sobre
la ciudad y el conflicto, útiles para esbozar un breve mar-
co teórico; luego se caracterizarán las recientes transfor-
maciones de la ciudad de Córdoba que hacen de fondo
a los actores involucrados en el conflicto. Posteriormente
se analizará específicamente la dinámica del conflicto para
finalizar con algunas reflexiones en torno a los elementos
que aquél revela.

Algunas consideraciones sobre conflictos urbanos

Se comprende a la ciudad como un proceso social de base


espacial en la que diversos actores, con programas y obje-
tivos diferentes, se interrelacionan por medio de prácticas
espacialmente entrelazadas (Harvey, 2007: 371). De manera

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Fronteras en la ciudad • 171

esquemática, las diferentes orientaciones a las que respon-


den los actores pueden clasificarse en la lógica de la ganan-
cia, donde la ciudad es objeto y soporte de negocios; en
la lógica de la necesidad, impulsada por quienes no logran
procurar condiciones de reproducción social en el ámbito
del mercado; y en lógica de lo público, donde el Estado
actúa a través de regulaciones y políticas proveyendo el
sustento para el despliegue de otras lógicas (Herzer et al.,
1994). En tanto que los actores urbanos responden a lógicas
e intereses diferentes, la dinámica de conflicto es inherente
a la conformación de la ciudad.
Por conflicto urbano se entiende aquel derivado de la
trama de relaciones desarrolladas por los actores sociales en
torno a la producción (consumo) social del espacio (Huarte,
2012: 228). No es la lucha que se da en el espacio de la
ciudad lo que define a un conflicto como urbano, sino las
contradicciones que surgen del proceso de construcción de
un “modelo de organización territorial” dentro de un modo
de producción y de organización social de la sociedad capi-
talista (Lezama en Huarte, 2012: 228). Siguiendo a Sabatini
(en Azuela y Cosacov, 2013: 151-152),

los conflictos territoriales son antes que nada conflictos


sociales por el control del territorio, que tienen un carácter
multidimensional y distributivo (…) Suelen surgir en torno a
grandes proyectos productivos, de infraestructura e inmobi-
liarios originados por cambios de usos de suelo y la distribu-
ción de esas externalidades. Mientras en algunas situaciones
los actores públicos son cuestionados por haber permitido
cierto tipo de utilización o por no haber impedido un proyec-
to privado, en otros son los actores públicos los promotores
de la construcción de una infraestructura en una localización
determinada que es resistida.

Las situaciones de conflicto permiten poner de relieve


diferentes intereses que se enfrentan en un espacio determi-
nado (Melé, 2003). No obstante, para referirse a un conflic-
to como territorial, no basta con que existan antagonismos

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172 • Fronteras en la ciudad

en relación con representaciones del territorio, sino que


tales desacuerdos sobre la apropiación o el uso del espacio
deben expresarse públicamente (Azuela y Cosacov, 2013:
151-152). Las situaciones de conflicto (sigo en adelante a
Melé, 2003: 3-12) pueden expresarse mediante su publici-
dad, así como su juridización, su denuncia o protesta, su
desobediencia civil, que dan cuenta de las relaciones de
fuerza que obligan a la toma de posición de los distintos
actores y que son reveladoras de las relaciones de la pobla-
ción con el espacio; de las capacidades, los recursos, las
estrategias y los discursos de los habitantes; de las posi-
ciones en relación con un proyecto urbano, de las repre-
sentaciones que tienen los actores sobre la ciudad, de las
voluntades de apropiación reales o simbólicas del espacio
de ciertos grupos sociales; de las capacidades y los recur-
sos de los habitantes movilizados; de sus estrategias, sus
repertorios de acción y sus capacidades para investir las
redes de acción pública (Melé, 2003). Las situaciones de
conflicto no sólo constituyen un momento de enunciación,
sino que también son momentos de aprendizaje, en el sen-
tido de que las movilizaciones de habitantes por temáticas
de proximidad también son ocasiones para tomar concien-
cia del funcionamiento del aparato político-administrativo,
de aproximarse a las redes de intereses cruzados sobre el
territorio y de asociarse y aliarse reduciendo el aislamiento
social1 (Melé, 2003).
Melé (2003: 2) señala diferentes expresiones de con-
flictos:

1. Oposiciones o controversias entre habitantes, usuarios


y actores públicos frente a la elección de una localiza-
ción, a la realización de una infraestructura o a algún
proyecto de arquitectura. Se clasifican como conflic-
tos de implantación, vinculados a la percepción de los
impactos potenciales de un proyecto.

1 Sobre este aspecto, véase Simmel (2000) y Coser (1961).

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Fronteras en la ciudad • 173

2. Rivalidades y controversias por el uso de un espacio.


Los actores públicos son cuestionados por haber per-
mitido cierto tipo de utilización o por no haber impe-
dido un proyecto privado. Estas situaciones pueden
considerarse como conflictos de usage (uso).
3. Los debates, las rivalidades entre actores públicos o
parapúblicos a partir de la negociación de proyectos o
de la puesta en práctica de políticas públicas.

Transformaciones en la ciudad de Córdoba

En el marco de la globalización, los cambios en el ámbito


económico, social, cultural y político han dejado sus huellas
en el territorio a partir de una nueva configuración urbana
(Sassen, 1999; De Mattos, 2010). En menor o en mayor
medida, y a pesar de las jerarquías que pueden reconocerse
entre las ciudades a escala global, este proceso impacta en
todas ellas reconfigurando su posición en el sistema pro-
ductivo generando nuevos fenómenos urbanos que dejan
marcan en el territorio en esta etapa del desarrollo capita-
lista (dualización, fragmentación, segregación socioespacial,
gentrificación) y que dan cuenta de un desarrollo geográ-
fico desigual inter- e intraurbano (Sassen, 1999; Harvey,
2000). Asimismo, esta nueva configuración urbana se aso-
cia a nuevos artefactos urbanos (centros de convenciones,
hoteles de lujos, nuevos parque industriales, shoppings y
lugares de ocio, entre otros) (Ciccolella, 1999; Veres, 2013)
y a nuevas orientaciones en materia de política urbana,
crecientemente caracterizada por la adopción de la lógica
empresarial para el gobierno de las ciudades (Harvey, 2004;
De Mattos, 2004).
Los cambios se ven impulsados por dos tendencias de
crecimiento que no son mutuamente excluyentes. Por un
lado, una tendencia centrífuga de crecimiento de la perife-
ria y, por otro lado, una centrípeta de renovación de áreas

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174 • Fronteras en la ciudad

centrales –en algunos casos acompañada de procesos de


gentrificación– que involucran el desarrollo de vacíos urba-
nos y de áreas industriales obsoletas (Carrión, 2001; Con-
treras, 2012; Coulomb, 2012; Azuela y Cosacov, 2013).
De hecho, si nos centramos en la ciudad de Córdoba2
ambos procesos convergen en las trasformaciones que vie-
ne experimentando la ciudad desde la década de 1990 más
aceleradamente. Por un lado, un proceso de suburbaniza-
ción que progresivamente se fue estructurando de forma
segregada, es decir, de sectores medios y altos en barrios
cerrados, y de sectores vulnerables procedentes de áreas
centrales y relocalizados a partir de la política habitacional
(Tecco y Valdés, 2006; Falú y Marengo, 2004: 217; Díaz
Terrero, 2011; Gobierno de la Provincia de Córdoba, 2008;
Peralta, 2011; Cervio, 2012; Capdeville, 2014; Peralta y
Liborio, 2015); y por otro lado, el crecimiento por densifi-
cación en áreas centrales y pericentrales de la ciudad (Della-
vedova et al., 1997; Gordillo, 2010; D’Amico y Castro, 2007;
Mandrini, Capdeville y Ceconato, 2010; Caporrosi, 2011;
von Lücken; 2013; Capdeville, 2013, 2014; Faraci, 2015).
Veamos entonces a continuación cuáles son los cam-
bios que ocurren tanto en las áreas centrales y pericentrales
como en la periferia urbana, y cómo se insertan Villa La
Maternidad y sus habitantes en estos procesos.

Procesos de transformación y movimientos centrífugos


En el marco de las intervenciones en el área pericentral y
central de la ciudad se destacan, por un lado, emprendi-
mientos privados de diversa envergadura que involucran a

2 La ciudad de Córdoba, con una población de 1.330.023 personas (Censo


2010), es el segundo centro urbano a nivel nacional, después de Buenos
Aires. Cumple el rol de centro administrativo provincial al albergar las prin-
cipales instituciones de gobierno, establecimientos sanitarios, educativos,
culturales, actividades industriales, comerciales y diversos servicios.

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Fronteras en la ciudad • 175

desarrollistas urbanos e inmobiliarios (Capdeville, 2014) y,


por otro, grandes obras públicas promovidas por actores
estatales –a nivel municipal y provincial–.
A partir del año 2003 aproximadamente, se produce
una reorientación de las construcciones en altura de barrio
Nueva Córdoba –que tradicionalmente concentró este tipo
de edificaciones– hacia los barrios tradicionales de la ciu-
dad, que conforman el área percicentral como Alberdi,
General Paz, Alta Córdoba y Güemes (Gordillo, 2010). Este
proceso de densificación se relaciona en parte con la crisis
de 2001 y la reactivación económica a partir de la actividad
de la construcción, la rentabilidad de la soja y la inversión
en bienes inmobiliarios como una alternativa de reserva
de valor y búsqueda de seguridad del capital por parte de
inversores y ahorristas, en un contexto de falta de confianza
en el sistema bancario (von Lücken, 2013; Capdeville, 2013;
Capdeville, 2014). Según datos publicados por la Corpo-
ración Inmobiliaria de Córdoba S.A. en 2006, en enero de
2003 el municipio de Córdoba había otorgado permisos
para construir por 25.000 m2, mientras que para la mitad
del mismo año habían alcanzado 137.000 m2. En ese senti-
do, la actividad creció un 448% (Vivienda y Ciudad, Informe
para el Plan Director de Córdoba s/f).
Es importante destacar como una innovación la herra-
mienta de gestión que promueven las alianzas público-
privadas como una forma de introducir transformaciones
en la ciudad. Esta nueva institucionalidad es promovida
desde las Bases para el Plan Director (2008)3 y no sólo se
limita a obras en las áreas centrales y pericentrales de la ciu-
dad, sino también para la periferia urbana. A partir de estos
convenios se establecen cambios en el patrón de ocupación
del suelo, incrementando su aprovechamiento, generando
ganancias extraordinarias para los grupos empresarios por
vía de la excepción a la normativa vigente que establece
qué y cuánto construir es legal en determinado terreno. A

3 También llamado “Plan 2020”.

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176 • Fronteras en la ciudad

cambio de dicha excepción, las empresas deben construir


obras para la ciudad, espacios públicos o infraestructura. La
medida levantó muchas polémicas porque no queda claro
qué tipo de obras se deben realizar y cuáles son los montos
que deben destinar las empresas para aquéllas.
También se destaca en las Bases para el Plan Director
(2008) como uno de sus objetivos centrales la recuperación
y la puesta en valor del centro de la ciudad,4 su densificación
para contrarrestar la extensión de la mancha urbana, y la
recuperación de la costanera a partir de planes por tramos y
planes específicos para diferentes polígonos de la ciudad
De esta forma, acompañando desde la política pública
procesos de inversión privada, surgen emprendimientos
privados y grandes obras públicas que transforman el pai-
saje y la vida social urbana como el nuevo Centro Cívi-
co –obra planteada como emblemática de la ciudad– y la
ampliación de la Terminal de Ómnibus (Terminal de Ómni-
bus del Bicentenario), ambas inauguradas en el año 2011
y que desde su proyección hasta su concreción suscitaron
diversos conflictos. Por lo general, este tipo de obras resul-
tan ser emblemáticas de la actual tendencia a dar identidad
a la ciudad mediante la estrategia del “citymarketing” (Ben-
ko, 2000; Berg y Klink, 1995; Dumont, 1995), para la cual
la recuperación de las riberas de ríos y frentes marítimos
representa uno de los principales objetivos. Es importante
señalar que ambas obras se encuentran en las cercanías de
Villa La Maternidad.

4 En el área central se realizaron intervenciones, como la peatonalización de


la calle Caseros en el entorno de la Manzana de las Luces, el reacondiciona-
miento de la ex cárcel de mujeres, el Paseo del Bueno Pastor, el Palacio Mar-
tín Ferreyra, Museo Caraffa y Faro del Bicentenario, lo que generó un
corredor turístico y comercial. Actualmente se lanzó el concurso nacional
Ideas para la Renovación Urbana del Área Central de la Ciudad de Córdoba,
organizado por el Colegio de Arquitectos de la Provincia de Córdoba y pro-
movido por las Facultades de Arquitectura de la Universidad Nacional de
Córdoba y la Universidad Católica de Córdoba, con el auspicio de la Federa-
ción Argentina de Entidades de Arquitectos (FADEA). La convocatoria cie-
rra en septiembre de 2015.

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Fronteras en la ciudad • 177

Imagen del Centro Cívico del Bicentenario


en: https://goo.gl/pMl7Fe

Movimientos centrípetos: la suburbanización de los


sectores medios, medio-altos y bajos

Suburbanización de las elites


En lo que respecta a la suburbanización de los sectores
medios y altos en urbanizaciones cerradas, si bien en
Argentina es posible encontrar los primeros barrios cerra-
dos en los años sesenta (Torres, 2006), recién en los años
noventa estas nuevas formas de habitar se masificaron. En
Córdoba, a diferencia de Buenos Aires, los primeros coun-
tries y barrios cerrados surgieron como primera vivienda.
Estas urbanizaciones privadas fueron acompañadas a nivel
local ex post por un cambio en las ordenanzas del uso del
suelo urbano –la Ordenanza 8606/91– a partir del cual la
Municipalidad de Córdoba estableció un reglamento espe-
cífico que las denominó como “Urbanizaciones Residencia-
les Especiales” (URE), para sortear las irregularidades de
estos primeros barrios y flexibilizar los criterios de localiza-
ción y definir que las áreas verdes, a pesar de estar definidas
como públicas, se reservaran para uso exclusivo de los resi-
dentes (Capdeville, 2014: 140).
Siguiendo el trabajo de Peralta (2011) a pesar de
registrarse en la ciudad una tasa urbana decreciente (en
1991-2001 se registró una tasa de crecimiento de 8,92% y
durante el período 2001-2010 una tasa de 3,75%), el cre-
cimiento inmobiliario reflejó un proceso inverso. En los
últimos 10 años, la ciudad agregó 205 nuevas urbanizacio-
nes: 159 barrios, 35 countries y 11 ciudades-barrios para
erradicar villas miserias. Si se toman en cuenta los com-
plejos de edificios o housings, la cifra se incrementa a 231
urbanizaciones, localizadas principalmente en las zonas sur
y noroeste de la capital (Perelta, 2001: 232).

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178 • Fronteras en la ciudad

En lo que respecta a la localización geográfica hacia el


sur existen 35 nuevos barrios, 14 countries y barrios priva-
dos, 5 complejos y un barrio-ciudad. Al noroeste se locali-
zan 28 barrios, 15 countries y 10 complejos. “En estas dos
zonas de la ciudad están 29 de los 35 barrios privados y
sólo se radicó apenas un barrio ciudad. El norte, sudeste y
oeste de la ciudad se desarrollaron en menor medida: 35,
31 y 22 nuevas urbanizaciones respectivamente” (Perelta,
2001: 233)
Además del cono de alta renta hacia el noroeste, la
autopista a Villa Carlos Paz se ha consolidado como nuevo
corredor inmobiliario, con 6 emprendimientos que suman
951 has. Las claves de estos nuevos desarrollos son el ingre-
so al valle de Punilla, rápidos acceso a la ciudad y la oferta de
tierras, a pesar de presentar carencias en algunos servicios
(Perelta, 2001: 234).
Es importante señalar que después de Buenos Aires, la
ciudad de Córdoba y municipios aledaños (Unquillo, Villa
Allende, Mendiolaza, Río Ceballos, Malagueño, Alta Gracia,
La Calera y otros) tienen el mayor número de urbaniza-
ciones cerradas de Argentina en variedades como barrios
cerrados, countries, barrios chacras, clubes de campo (Perel-
ta, 2001: 235).

Suburbanización de los sectores populares


En cuanto a la suburbanización de los sectores populares, se
destaca el programa habitacional Proyecto de Emergencia
para la Rehabilitación de los Grupos Vulnerables afecta-
dos por las inundaciones en la ciudad de Córdoba, conoci-
do como “Mi Casa, Mi Vida”. Esta política consistió en la
construcción de 46 conjuntos habitacionales en la perife-
ria urbana de entre 50 y 600 viviendas y el traslado de la
población que habitaba en villas y asentamientos a aquéllos,
lo cual significó la erradicación de casi la totalidad de estas
formas de hábitat de la ciudad e impulsó la liberación de
tierras sobre la que anteriormente se ubicaban, algunas en

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Fronteras en la ciudad • 179

áreas centrales, como el caso de Villa La Maternidad, ubi-


cada en el borde de barrio General Paz, hacia el barrio San
Vicente (von Lücken, 2011).
Este programa habitacional surgió a raíz de las inunda-
ciones que afectaron a varias zonas de la ciudad de Córdoba
en marzo de 2000. A raíz de este acontecimiento, el 19 de
octubre del año 2001 se sancionó el Decreto Nº 2565/01
que declaraba el estado de emergencia hídrica y social para
12.500 familias (11.000 en áreas inundables y 1500 en otras
áreas de riesgo ambiental), sentando las bases para el pro-
grama “Nuevos Barrios/ Mi Casa, Mi Vida”, implementado
a partir del año 2003 y que se extendió hasta 2009.

Análisis del conflicto urbano a partir del caso del


puente Letizia

En este apartado analizaremos el conflicto que involucró


a los vecinos de barrio General Paz Juniors, represen-
tados en el Centro Vecinal Juniors Garzón Agulla, los
vecinos de Villa La Maternidad y el Gobierno, tanto
provincial como municipal, a raíz de la construcción de
un puente llamado “Letizia”.
El puente Letizia se planificó como una obra com-
plementaria a la ampliación de la Terminal de Ómnibus
en el año 2009 con el objetivo de reorientar el tránsito
de autobuses de mediana y larga distancia. Posterior-
mente, en septiembre de 2010, el Gobierno provincial
presentó un proyecto de revalorización del río Suquía
donde se planteaba la recuperación urbanística y pai-
sajística de la costanera comprendida entre el puente
Santa Fe y el futuro Puente Letizia. Este proceso de
recuperación involucra tanto emprendimientos públicos
–como la construcción de la sede del Concejo Deli-
berante de la ciudad (actualmente detenida), el Centro
Cívico, el Centro de Convenciones y la nueva Terminal

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180 • Fronteras en la ciudad

de Ómnibus– como emprendimientos privados sobre


la costanera, donde la altura permitida es mayor que
en otros sectores de la ciudad. En julio de 2013, se
inauguró un parque lineal en el marco de este pro-
yecto (LVI, 13/07/2013). Estas nuevas obras permiten
enmarcar la construcción del Puente Letizia en un pro-
yecto de transformaciones urbanas más amplio, que es
la revalorización de toda la ribera del río, al son de
desarrollos privados y obras típicas de este tipo de
empresarialismo urbano como sedes administrativas y
centros de convenciones tendientes a diseñar fragmen-
tos urbanos (Harvey, 2007).
En septiembre de 2011 estalla el conflicto, en el
momento en que la empresa constructora instaló el
obrador del lado de Villa La Maternidad (LVI, 27/09/
2011). A pesar de que fuentes provinciales señalaron
que el proyecto se consensuó con la gestión municipal,
que decide la bajada del puente, éste fue un punto
controversial puesto que la obra se inició en base a un
anteproyecto y no había certezas de las áreas que serían
afectadas finalmente.5 Ante esta incertidumbre, los veci-
nos de ambos extremos comenzaron a movilizarse en
busca de repuestas a partir de diferentes estrategias,
marcando la visibilidad de sus posiciones antagónicas
hacia la obra (von Lücken, 2014).
A la fecha la obra del puente Letizia no se concluyó,
sólo está construido el tramo que cruza al río pero
ninguna de las bajadas en los extremos, es decir, los
accesos al puente.

5 Esta información ha sido obtenida durante una reunión entre el


Director de Urbanismo de la Municipalidad de Córdoba y vecinos de
barrio General Paz-Juniors el día 8/05/2012 (en adelante R1).

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Fronteras en la ciudad • 181

A pesar de que el puente Letizia es una obra


inconclusa, interesa analizar esta intervención urbana
por el conflicto que acarreó, puesto que permite poner
de relieve diferentes intereses que se enfrentan en un
espacio determinado (Melé, 2003).
En este caso se trata de un conflicto de implan-
tación. Se define como oposición frente a la elección
de localización de una obra de infraestructura, como el
Puente Letizia, vinculado a la percepción de los posibles
impactos del proyecto (Melé, 2003).
A continuación analizaremos el conflicto del puente
Letizia teniendo en cuenta los actores comprometidos;
la expresión pública del conflicto; las discusiones y los
argumentos esgrimidos por los actores; las represen-
taciones en torno a la ciudad y el desarrollo urbano
que construyen.
Imágenes del Puente Letizia, ver: https://goo.gl/
DcRd1m

Los actores colectivos en cuestión


Los actores urbanos se definen en torno a cuestiones a par-
tir de las cuales actúan de manera comprometida y plantean
diversas estrategias. Para dar cuenta de la conformación
de la Comisión contra el Desalojo de Villa La Materni-
dad (CDVLM) y del Centro Vecinal Juniors Garzón Agulla
(CVJGA) como actores colectivos, se realizará un recorri-
do por las cuestiones en torno a las cuales ambos actores
se conformaron como tales previamente al conflicto por
el Puente Letizia.

Villa La Maternidad y la CDVLM


Con más de 80 años de antigüedad, Villa La Maternidad
creció en los márgenes del río Suquía vinculada al fun-
cionamiento del ferrocarril y a las actividades económicas

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182 • Fronteras en la ciudad

localizadas en barrio San Vicente.6 Se encuentra a diez cua-


dras del centro de la ciudad y a cinco de la Terminal de
Ómnibus. En sus inmediaciones se localiza el polo sanita-
rio, la estación de Ferrocarril Mitre, la Escuela Presidente
Rivadavia, el nudo vial Mitre, el Centro Cívico del Bicente-
nario y la Nueva Terminal de Ómnibus. Hasta mediados del
año 2004 residían en la villa aproximadamente 400 familias,
gran parte de las cuales fueron trasladadas al conjunto de
viviendas “Ciudad de Mis Sueños”, a 14 km del centro de
la ciudad, con motivo de la implementación de programa
habitacional “Mi Casa, Mi Vida”. Para los terrenos desalo-
jados de villa La Maternidad se preveía la construcción de
un parque lineal considerando el “alto valor urbano, por
sus visuales al río, por su proximidad con el área central,
como espacio factible de ser apropiado para uso recrea-
tivo, deportivo y cultural” (Dirección de Medio Ambiente
de la Provincia de Córdoba, 2003), con lo cual es posible
inferir cierto interés en estos terrenos. El desalojo de los
predios comenzó en octubre de 2003, pero el traslado de
los habitantes se consumaría en junio de 2004, bajo un cli-
ma de tensión entre aquellas familias que se oponían a la
relocalización. Ante la resistencia, las autoridades provin-
ciales procedieron con intimidación, presión y amenazas.
Ante el desalojo, resistieron 70 familias que finalmente se
redujeron a 32.7 En función de canalizar sus reclamos, en el
contexto del desalojo se formó la CDVLM, que contó con

6 El barrio San Vicente se fundó en 1870 a partir de un loteo privado (Boixa-


dós, 2000). Al igual que General Paz, es un barrio pueblo de la ciudad de
Córdoba. En sus inicios fue zona de veraniego y luego fueron instalándose
diferentes actividades productivas –molinos, mataderos, fábricas de hielo,
de ladrillos, de cerveza– que transformaron el perfil del barrio.
7 La resistencia al desalojo se argumenta por problemas de salud, puesto que
“Ciudad de Mis Sueños” se encuentra ubicada cercana a zonas contamina-
das por el uso de agroquímicos –baste pensar en el caso de barrio Ituzaingó,
que llegó a proceso judicial por fumigaciones–. Por otra parte, existen tam-
bién otros factores, como el deterioro de las condiciones laborales, el
aumento del costo de traslado, la ruptura de estrategias de subsistencia para
la reproducción de la vida cotidiana y el desarraigo (von Lücken, 2011).

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Fronteras en la ciudad • 183

apoyo de organizaciones, vecinos y estudiantes externos a


la villa. Las actividades de la comisión consistieron en la
realización de protestas con cortes de calles, marchas, fes-
tivales de solidaridad, petitorios formales a las autoridades
provinciales y nacionales, y uso de los canales legales para
frenar los desalojos y la intimidación. Ante esta resistencia,
el Gobierno provincial demandó a los habitantes por usur-
pación. Luego, se sucedieron una serie de medidas, como
la firma de acta de intención en octubre de 2004 para la
construcción de viviendas en la zona para quienes resistie-
ron. La última iniciativa por parte del Gobierno provincial
fue la firma de un acta de acuerdo por la urbanización de
la villa en enero de 2009, que a la fecha no se concretó.
Recientemente la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urba-
nismo de la Universidad Nacional de Córdoba comenzó a
trabajar en diferentes proyectos de urbanización en conjun-
to con la comunidad para la radicación definitiva in situ y
la urbanización de la villa, pero a pesar de las iniciativas,
aún no hay manifestaciones por parte del municipio ni de
la provincia para colaborar con estos proyectos. Actual-
mente, la situación habitacional de los habitantes de Villa
La Maternidad es incierta y presenta mayor complejidad,
puesto que al núcleo de las 32 familias que originalmente
resistieron se sumaron vecinos que retornaron del barrio al
que fueron trasladados, y nuevos habitantes. Este panorama
se inserta en el contexto de transformaciones aledañas que
involucran la construcción del Puente Letizia, que preci-
samente atravesará la villa añadiendo incertidumbre a la
situación de la población.

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184 • Fronteras en la ciudad

Barrio General Paz y el Centro Vecinal Juniors Garzón Agulla


(CVJGA)
Barrio General Paz8 se ubica en la zona este de la
ciudad de Córdoba. Fue fundado en 1870, a partir de
un loteo privado desarrollado en diferentes períodos,
por lo cual en su interior fue adquiriendo caracterís-
ticas diferenciales.
El barrio, habitado predominantemente por sectores
de clase media, presenta un tejido urbano consolidado,
en algunas zonas con un marcado carácter residencial
de baja densidad, como el sector de Barrio Juniors
–última área en lotearse en los años cincuenta–, con
características de barrio jardín, viviendas tipo chalet
y gran arbolado. Este sector aún no ha sido afectado
por el crecimiento en altura puesto que la normativa
no lo permite. No obstante, sus habitantes se sienten
amenazados por los cambios en el entorno.
Como se señaló anteriormente, las intervenciones
en áreas centrales de la ciudad cobraron más fuerza a
partir de 2003. Fue entonces cuando la construcción
comenzó a extenderse hacia los barrios tradicionales
que bordean el casco céntrico, produciendo un creci-
miento por densificación en zonas anteriormente de
baja densidad, sustituyendo viejas tipologías por edifi-
cios de multiviendas.
En este contexto, Barrio General Paz ofrece carac-
terísticas óptimas en relación con otras áreas de la
ciudad: infraestructura completa, cercanía al centro y
rápida accesibilidad a otros puntos de la ciudad, marca-
do carácter residencial, y una amplia oferta comercial.9
Por estos motivos, el barrio se convirtió en un nuevo

8 Al igual que San Vicente, es un barrio del área pericentral de Córdoba


–barrios pueblo–.
9 Se destacan el rubro gastronómico con restaurantes de primera línea a
los que acuden habitantes de toda la ciudad y un incipiente circuito de
galerías de arte.

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Fronteras en la ciudad • 185

sector de concentración de la construcción y de atrac-


ción de inversiones inmobiliarias,10 predominantemente
multiviendas de un promedio de 7 pisos de altura. Junto
a las transformaciones morfológicas, ambientales y de
densidad poblacional, este proceso creó nuevos circuitos
comerciales y usos del espacio, y así configuró una
nueva identidad del barrio (Gordillo, 2010: 4).
Además, la construcción del Centro Cívico en sus
inmediaciones implicó mayor flujo vehicular y pobla-
cional, nuevas áreas comerciales y su resignificación
como espacio simbólico, ya sea para actos de gobierno
o protestas.
Imagen de acto de gobierno y protesta en el Centro
Cívico, ver: https://goo.gl/yGl68r
En este contexto de cambios se conforma el CVJGA
para tratar diferentes problemas del barrio, como el mal
funcionamiento de cloacas, luminarias, mal estado de las
calles, inseguridad, falta de planificación urbana ante el
crecimiento inmobiliario y de instancias de participación,
entre otros.
Entre sus reclamos, se destaca la oposición al empren-
dimiento de 3 torres de 40 pisos proyectado en terrenos de
una ex fábrica situados frente al nuevo Centro Cívico. Los
vecinos objetaron el proyecto ante el Concejo Deliberante
de la ciudad, considerando que su dimensión afectaría a
sus condiciones de habitabilidad. Además dudan de la vera-
cidad del permiso de edificación municipal11 y de que se
hayan realizado estudios de impacto ambiental (La voz del
interior, 30/06/2011).

10 Con base en el directorio inmobiliario y de la construcción de La voz


del interior 2008, 2009 y 2010, se puede observar la idea recurrente de
que Barrio General Paz constituye una nueva área de oportunidades
para la inversión inmobiliaria por parte los principales grupos desa-
rrolladores urbanos de la ciudad. Esto también surgió de las entrevis-
tas realizadas a miembros de las principales desarrollistas y construc-
tores del sector.
11 Este emprendimiento, junto con otros 47, fue aprobado por decreto munici-
pal, excediendo las alturas permitidas (Marconetti, D. 2/07/2011).

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186 • Fronteras en la ciudad

El conflicto por el Puente Letizia

Expresión pública del conflicto


Para referirse a un conflicto como territorial, no basta con
que existan antagonismos en relación con representaciones
del territorio sino que tales desacuerdos sobre la apropia-
ción o el uso del espacio deben expresarse públicamente
(Azuela y Cosacov, 2013: 151-152).
El conflicto por el puente se inicia con la instalación
del obrador en Villa La Maternidad. En primera instan-
cia tanto los vecinos nucleados en el CVJGA como los de
CDVLM recurrieron a diferentes medios de comunicación
como estrategia para hacer públicos sus reclamos ante la
falta de información y de respuesta por parte de las auto-
ridades gubernamentales correspondientes –municipales y
provinciales– sobre el proyecto del puente.
Los cortes de calle como actividad de protesta también
contribuyeron a hacer visible la situación. Es en esta acción
donde ambos actores se encontraron, luego de haberse
reunido en varias ocasiones para tratar el tema. Se sostiene
que una de las dimensiones productivas del conflicto es su
función socializadora, en el sentido de que por medio de
coaliciones o asociaciones facilita la vinculación de grupos
o de individuos que de otra manera no tendrían relación o
serían antagónicos (Coser, 1961: 177). En expresión de un
miembro de la CDVLM, “el pueblo se está uniendo contra
un mal común a todos, que es este avasallamiento que el
gobierno de turno hace sobre nuestros derechos” (Entre-
vista realizada el 12/05/2012 a un informante clave de la
CDVLM –en adelante “E2”–).
Además de las protestas para lograr visibilidad y pre-
sionar a las autoridades, ambos actores realizaron recla-
mos por medio de las instituciones que consideran que
deben acatar sus demandas como ciudadanos. Los vecinos
de Barrio Juniors-General Paz, al enterarse de que el puente
podría bajar al barrio, comenzaron a recurrir a las distintas

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Fronteras en la ciudad • 187

oficinas gubernamentales como la Dirección de Vialidad


Provincial, Dirección de Desarrollo Urbano Municipal, y
Concejo Deliberante, con el fin de obtener información del
proyecto y encontrar interlocutores a sus reclamos. Ante el
Concejo Deliberante, un miembro del CVJGA expresó:

Me hubiese gustado, y hubiese sido el deseo de la comisión


a la cual presido, que esta información que obra en mi poder
[en relación al plano del anteproyecto del puente] me la
hubiesen entregado ustedes de buena fe, porque para eso el
contribuyente paga sus impuestos y ustedes cobran sus sala-
rios…como presidente vecinal vengo a escuchar las explica-
ciones que usted me va a dar del puente y los elementos de
juicio que usted dice tener en su poder para que nosotros
lo podamos evaluar como ciudadanos que nos comprende
toda la ley. (E1)

A partir del fragmento anterior, es posible dar cuenta


de una demanda por falta de participación y consenso ciu-
dadano que reclaman los vecinos de CVJGA, derecho que
consideran que les corresponde en tanto contribuyentes,
dejando traslucir una concepción patrimonialista de ciu-
dadanía.
En cuanto al contacto de los vecinos de Villa La Mater-
nidad con los funcionarios de diferentes niveles, se sostiene
que fue menos fluido. Por su parte, escribieron varias cartas
a la Presidenta de la Nación y al Gobernador con el fin de
obtener alguna respuesta sobre cómo impactaría esta obra
sobre su situación habitacional, teniendo en cuenta que lle-
van varios años tratando de llegar a algún tipo de solución
y que tienen en su trayectoria varios acuerdos firmados con
autoridades públicas que no se cumplieron.

Discursos y argumentos
A pesar de unirse en un reclamo conjunto a partir del reco-
nocimiento de un enemigo en común, surgen diferencias
en cuanto a los argumentos de oposición que se relacionan

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188 • Fronteras en la ciudad

con las distintas percepciones sobre cómo consideran que


el puente los afectará. Los vecinos del CVJGA consideran
que el Puente Letizia, al bajar a Barrio Juniors, tendría
impactos negativos a nivel ambiental e infraestructural y
que implicaría cambios en el perfil del barrio, puesto que en
un área residencial en donde anteriormente había una calle
con poco tránsito vehicular, con el puente aumentarían
los flujos, ingresarían colectivos y algunas casas quedarían
tapadas por la obra. Además, consideran que con esta obra
no se estaría respetando la elección residencial que ellos
compraron, ya que produciría un cambio en el entorno. El
siguiente texto plasmado en un folleto que se repartía en el
barrio ilustra esta visión:

¿Qué verá desde su ventana? ¿Un paredón? ¿Un mar de autos?


¿O el árbol del vecino del frente? ¿Hasta qué hora tendrá sol
cuando terminen las torres de 40 pisos? ¿Qué pasará con el
Puente Letizia? ¿Será el paso de colectivos? ¿Cuántos días
seguiremos sin luz, gas agua y con líquidos cloacales bro-
tando en las esquinas? (Folleto repartido en Barrio General
Paz-Juniors en mayo de 2012).

Del lado de Villa La Maternidad, la preocupación de los


vecinos de la CDVLM está ligada a su futuro habitacional
puesto que la bajada del puente atravesaría la villa perju-
dicando a las familias residentes sobre el pasaje Letizia y
también al resto de los habitantes. Por lo tanto, sus reclamos
están ligados a la urbanización de la villa: “si no hay urbani-
zación, no hay puente, es lo que nosotros pretendemos, que
nos urbanicen. Esa es la lucha de hace 8 años” (E2).
Además, consideran que el puente es una excusa para
efectuar el desalojo encubierto en obra pública: “Lo que
pasa es que son astutos… resulta ser que para expropiar
acá no pueden, pero sí pueden por algo de utilidad pública.
Entonces, el puente como es algo de utilidad pública, lo
están usando para poder entrar” (E2).

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Fronteras en la ciudad • 189

Las situaciones de conflicto generan como forma de


socialización positiva la unión de los grupos. En este caso,
se reduce el aislamiento entre distintos grupos sociales en
pos de una demanda común: la oposición a la construcción
del puente. Sin embargo, se conserva la distancia social.
Esta idea se observa con mayor claridad al indagar en cómo
se inicia la relación entre ambos actores. Al respecto, un
miembro del CVJGA expresó en referencia a los habitantes
de Villa La Maternidad:

Cuando ven que yo me estoy moviendo se vienen corriendo,


porque esta gente tiene mucha voluntad pero no tiene capa-
cidad para hablar. Desgraciadamente, son gente humilde, que
no ha tenido la capacidad que nos dio la vida a nosotros de
poder capacitarnos un poquito más, nada más. Pero son gente
buena, son gente trabajadora, son gente. (E1)

Esto también se relaciona con otro argumento de fon-


do a la oposición del puente, que es vincular la inseguridad
de Barrio Juniors-General Paz con San Vicente, donde se
ubica Villa La Maternidad. El Puente Letizia es visto como
“otro puente que conecta con San Vicente” y se conside-
ra perjudicial para la seguridad del barrio, puesto que ya
existe un puente de conexión en el cual los vecinos exigen
mayor control policial para que “no se escapen los ladrones”
(sobre la base de R1).
En Villa La Maternidad se expresa que, si bien estuvie-
ron junto al CVJGA en cortes de calle, son conscientes de las
barreras que limitan esa unión y que una de las oposiciones
al puente por parte de los vecinos de Barrio Juniors-General
Paz es impedir que los habitantes de la villa tengan una vía
de acceso al barrio:

Nos tratan de involucrar en esto pero siempre conservando


su, como te podría decir, su discriminación disimulada…la
gente de allá [de barrio Juniors-General paz] no te la dice
directamente “no al puente porque va a pasar esto” ellos están
así, sabiendo que los negros de mierda no tienen que ir para

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190 • Fronteras en la ciudad

allá, porque nosotros somos villeros y somos peligrosos para


ellos, porque si pasan por acá algo van a chorear. Entonces
ellos están disfrazando un poco. Pero a ellos les molesta el
puente, a nosotros también, y bueno, ese bien común que hay,
aceptamos… yo no soy un nene de pecho, yo me doy cuenta
de que la gente te acepta por obligación. (E3)

En este sentido, se observa una oposición conjunta al


puente expresada en el momento de la acción como cortes
de calle, pero la argumentación con respecto a cómo con-
sideran que la obra los afectaría es diferente de cada lado.
Es decir, se trata de grupos diferentes que en una deter-
minada situación social se reúnen por un interés común,
pero esto no diluye las diferencias. Comparten el territorio,
una cercanía física, pero no necesariamente comparten una
visión sobre el territorio. Además, vale la pena subrayar
que si bien hay una socialización positiva, el fantasma de la
inseguridad depositado en la pobreza opera como barrera
entre ambos grupos.

Las representaciones de la ciudad y las posiciones en relación con


el desarrollo urbano
El conflicto por la construcción del puente resulta signi-
ficativo en términos analíticos puesto que a partir de los
discursos, de las estrategias de acción y de las reivindicacio-
nes que movilizan a los actores surgen visiones acerca de la
forma en que se construye la ciudad. En este sentido, tanto
la CDVLM y CVJGA denuncian la primacía del capital y los
intereses privados sobre la planificación de la ciudad, pues-
to que sostienen que el Puente Letizia se está construyendo
para beneficiar a un empresario:

El puente que quieren hacer para bajar los ómnibus por la


costanera al anillo de circunvalación, me parece una excelen-
te idea, pero Bugliotti quiere hacer un traje a su medida, no
le interesan los ómnibus que andan por la ciudad, sino que

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Fronteras en la ciudad • 191

quiere abrir el barrio Juniors para que vengan a comprarle


[en referencia al centro comercial propiedad del empresario
ubicado en frente a villa La Maternidad]. (E1)

En Villa La Maternidad el argumento se repite, pero


con el trasfondo del miedo al desalojo:

El puente lo está haciendo Bugliotti para que terminen de


sacar a la gente de acá para hacer el emprendimiento de él
acá… Bugliotti no nos quiere acá, a pesar de que nosotros
somos los mejores clientes que tiene él, todos los días vamos
a comprarle a él. Pero él no quiere nuestra plata, él quiere la
plata de la gente de barrio General Paz, de toda esa gente que
vive para aquel lado,…o sea que el puente le hace falta a él y
es un traje a medida este puente para él. (E3)

Más allá de la obra del puente, en ambos extremos


hay una visión compartida respecto al desarrollo urbano en
general: sostienen que las trasformaciones urbanas estimu-
ladas por la política pública están regidas por los intereses
del capital y orientadas a la intervención en sectores pun-
tuales de la ciudad para apuntalar un crecimiento urbano
orientado al mercado.
Además es interesante observar que a partir de una
obra pública, se vislumbran transformaciones urbanas que
van más allá de la obra en sí y que demuestran que los
cambios en el sector de estudio tienden a desplazar a la
población de menos recursos y acondicionar el territorio
–territorios centrales– para los sectores más favorecidos de
la sociedad, reforzando un desarrollo urbano excluyente.

Reflexiones finales

Teniendo en cuenta que el análisis de los conflictos urbanos


permite una aproximación para comprender la relación
entre los habitantes de la ciudad y la acción pública sobre
el territorio (Melé, 2003), a lo largo de este trabajo se buscó

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192 • Fronteras en la ciudad

dar cuenta de las diferentes posiciones que toman los acto-


res –enmarcados en la Comisión contra el Desalojo de villa
La Maternidad y Centro Vecinal barrio Juniors-Garzón
Agulla– en torno a una obra de infraestructura promovida
por la acción pública, como lo es el Puente Letizia.
En función de este propósito, se intentó mostrar
cómo se fueron constituyendo los actores colectivos invo-
lucrados, afectados por diferentes transformaciones en sus
entornos urbanos inmediatos, que confluyeron en la opo-
sición a la construcción del puente, pero sustentada en
diferentes argumentos. Del lado de Juniors-General Paz, el
cuestionamiento se relaciona con los impactos ambienta-
les, los cambios en el perfil del barrio, la falta de planifi-
cación, la sustentabilidad urbana y el avasallamiento a sus
derechos de propiedad. Del lado de Villa La Maternidad-
San Vicente el principal reclamo es la amenaza de desalojo
encubierta en obra pública, es decir, la permanencia en el
centro de la ciudad.
En tal sentido, resulta interesante dar cuenta de cómo
el conflicto por el puente opera en soldar dos grupos socia-
les diferentes, es decir, generar relaciones de afinidad, bási-
camente en el momento de las protestas, a la hora de com-
partir información y en la concepción del desarrollo urbano
regido por la lógica del capital, más allá de que argumenten
que esta obra los perjudica de manera diferente.
Teniendo en cuenta que las políticas urbanas articulan
modalidades específicas de producción de la ciudad, la obra
del puente, en tanto intervención en infraestructura urbana,
nos invita a reflexionar sobre cómo se construye la ciu-
dad. Las políticas urbanas, y la obra pública en particular,
son materia frecuente de conflictos territoriales, en tanto
forman parte de un proceso público por el cual el Estado
crea condiciones necesarias para las transformaciones eco-
nómicas, sociales y ambientales de determinadas áreas de
la ciudad a través de la promoción de áreas susceptibles de
renovación; la oferta de beneficios fiscales para la rehabi-
litación; la inversión de fondos públicos en la mejora de

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Fronteras en la ciudad • 193

servicios públicos en áreas seleccionadas; las intervencio-


nes dirigidas a los propietarios para rehabilitar o vender
su propiedad; la rezonificación y recalificación del suelo
(Rodríguez y Di Virgilio, 2011: 26). No obstante, a lo largo
de este trabajo podemos observar cómo esas políticas son
resistidas por actores que tiene capacidad de resistencia y
ponen límites a las transformaciones urbanas.

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de Urbanismo, Córdoba en su situación actual, Bases
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Acerca de los autores

Martín Boy

Licenciado en Sociología (UBA). Magíster en Políticas


Sociales (UBA) y Doctor en Ciencias Sociales (UBA).
Docente e investigador asistente del CONICET y del Ins-
tituto de Investigaciones Gino Germani, y profesor regular
titular de la Universidad Nacional de José C. Paz. Especia-
lista en temas vinculados a pobreza urbana, zonas rojas y
conflictos urbanos en el espacio público.

María Laura Canestraro

Licenciada en Sociología (UNLP), Magíster en Ciencia y


Filosofía Política (UNMdP), Doctora en Ciencias Sociales
(UBA). Investigadora Asistente del CONICET, con sede en
el Centro de Estudios Sociales y Políticos de la Facultad
de Humanidades de la UNMdP. Docente-investigadora y
extensionista de la misma universidad. Integrante de la
Asociación Civil Hábitat y Vida. Ex Becaria del CONI-
CET (2004-2010) y del Lincoln Institute of Land Policy
(2008-2009).

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204 • Fronteras en la ciudad

Natalia Cosacov

Licenciada en Sociología (UBA) y Doctora en Ciencias


Sociales (UBA). Becaria posdoctoral del CONICET. Fue
seleccionada en 2015 para ingresar a la Carrera de Investi-
gador (CIC) de esa institución. Miembro del Área de Estu-
dios Urbanos del Instituto de Investigaciones Gino Germa-
ni (UBA), donde integra proyectos de investigación referi-
dos a procesos de renovación urbana, conflictos, desigual-
dad social y movilidad urbana. Ha dictado seminarios de
posgrado en la UNC, UNSAM y FLACSO Argentina. Ha
publicado artículos en revistas nacionales e internacionales
y capítulos de libro.

Verónica Paiva

Magíster en Gestión Ambiental Urbana y Doctora en Cien-


cias Sociales (UBA). Docente e investigadora de FADU-
UBA. Especialista en temas de historia y sociología urbana,
tales como higienismo y ciudad, ambiente urbano y carto-
neros y recolección informal de residuos.

Mariano Perelman

Licenciado en Antropología Social (UBA) y Doctor


en Antropología Social (UBA). Investigador Adjunto del
CONICET, investigador de Instituto Gino Germani.
Docente regular del departamento de Antropología (UBA)
y del Doctorado en Ciencias Sociales (UBA).

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Fronteras en la ciudad • 205

María Rosa Privitera Sixto

Licenciada y Profesora en Ciencias Antropológicas (UBA).


Adscripta de la cátedra Antropología de los procesos polí-
ticos: El Estado de la carrera de Ciencias Antropológicas
en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Doctoranda en
Antropología (UBA). Investiga procesos conflictivos de pro-
ducción del espacio público urbano en ciudades atravesadas
por el neoliberalismo, focalizando en las prácticas y repre-
sentaciones de jóvenes de clases medias y bajas, habitantes
de la Ciudad de Buenos Aires.

Marianne von Lücken

Licenciada en Sociología (UBA). Actualmente cursa el Doc-


torado en Ciencias Sociales y se desempeña como tesista en
el Área de Estudios Urbanos del Instituto Gino Germani-
FSOC-UBA, dentro de la cual participa de diversos proyec-
tos de investigación. Docente en la carrera de Sociología
de la materia Procesos Sociales y Urbanos: la ciudad en la
teoría. La investigación desarrollada en su carrera se inte-
rroga sobre los procesos sociales y urbanos de la ciudad
de Córdoba, puntualmente sobre la renovación urbana del
área pericentral.

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