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Staff
TRADUC C IÓ N
Albaxxi
Mar
Sand
Sirius 85
OnlyNess

C O RREC C IÓ N
Jessibel
LeyRoja
3
Mariangela
Yami

REVISIÓ N
OnlyNess

LEC TURA FINAL


LeyRoja

DISEÑO Y DIAGRAMAC IÓ N
Bruja_Luna_
Índice
Staff ____________________________3 Capítulo 20 ___________________ 130
Playlist __________________________6 Capítulo 21 ___________________ 135
Advertencia ______________________7 Capítulo 22 ___________________ 139
Sinopsis _________________________9 Capítulo 23 ___________________ 143
Prólogo ________________________10 Capítulo 24 ___________________ 147
Capítulo 1 ______________________11 Capítulo 25 ___________________ 157
Capítulo 2 ______________________14 Capítulo 26 ___________________ 165
Capítulo 3 ______________________24 Capítulo 27 ___________________ 175
Capítulo 4 ______________________26 Capítulo 28 ___________________ 179
Capítulo 5 ______________________28 Capítulo 29 ___________________ 191 4
Capítulo 6 ______________________35 Capítulo 30 ___________________ 197
Capítulo 7 ______________________43 Capítulo 31 ___________________ 204
Capítulo 8 ______________________52 Capítulo 32 ___________________ 209
Capítulo 9 ______________________58 Capítulo 33 ___________________ 217
Capítulo 10 _____________________61 Capítulo 34 ___________________ 222
Capítulo 11 _____________________70 Capítulo 35 ___________________ 232
Capítulo 12 _____________________77 Capítulo 36 ___________________ 239
Capítulo 13 _____________________83 Capítulo 37 ___________________ 247
Capítulo 14 _____________________89 Capítulo 38 ___________________ 252
Capítulo 15 _____________________98 Capítulo 39 ___________________ 258
Capítulo 16 ____________________104 Capítulo 40 ___________________ 273
Capítulo 17 ____________________111 Capítulo 41 ___________________ 278
Capítulo 18 ____________________114 Capítulo 42 ___________________ 285
Capítulo 19 ____________________122 Capítulo 43 ___________________ 294
Capítulo 44 ____________________307 Capítulo 56 ___________________ 399
Capítulo 45 ____________________318 Capítulo 57 ___________________ 402
Capítulo 46 ____________________322 Capítulo 58 ___________________ 414
Capítulo 47 ____________________330 Capítulo 59 ___________________ 421
Capítulo 48 ____________________339 Capítulo 60 ___________________ 430
Capítulo 49 ____________________349 Capítulo 61 ___________________ 436
Capítulo 50 ____________________356 Capítulo 62 ___________________ 440
Capítulo 51 ____________________362 Epílogo_______________________ 447
Capítulo 52 ____________________368 Epílogo II _____________________ 454
Capítulo 53 ____________________373 Adelanto _____________________ 460
Capítulo 54 ____________________377 Sobre la autora ________________ 467
Capítulo 55 ____________________392

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Playlist
“Sick” by Adelitas Way

“Gasoline” by Halsey

“Thank You for Hating Me” by Citizen Soldier

“DARKSIDE” by Neoni

“I Hate everything About You” by Three Days Grace

“Lilith” by Ellise 6
“Pray” by Xana
Advertencia
Este NO es un romance limpio. Por favor, recuerde que esto es
estrictamente una obra de ficción y para su placer sexual. NO apruebo ninguna
situación o acción que tenga lugar entre estos personajes. Este es un romance
adulto y oscuro no apto para menores de dieciocho años.

NOTA DEL AUTOR

Si no tienes ningún desencadenante, siéntete libre de saltar al prólogo. Si


tienes desencadenantes, lee a continuación.
Las advertencias de desencadenantes incluyen, pero no se limitan a:
BDSM (no se da ni se usa ninguna palabra de seguridad), asesinato, 7
asfixia sexual (juego de respiración), suicidio, drogas, no estafa, estafa doble, sin
consentimiento consensuado, modificación corporal forzada, máscaras, juguetes
sexuales, bondage acuático, anal, autocondenación, juego con cuchillos, juego
con armas, juego con sangre, juego de edades, juego de roles, grooming, abuso
infantil, juego de miedo, degradación, humillación, orgasmos forzados, violación,
Somnofilia.

The Sinner está ambientado en el mundo de los LORDS introducido en


The Ritual.
A Easton Bradley Sinnett -Sin- no le importa una mierda nada ni nadie.
Toma lo que quiere cuando quiere. Sin hacer preguntas. Si este no es el tipo de
H que quieres en un romance oscuro, entonces no te gustará este libro.
Para todos los lectores de romances oscuros cuyas mentes están tan jodidas
como la mía, esto es para ustedes. Acepta la oscuridad, porque es ahí donde una
luz tiene la oportunidad de brillar. Y tú eres una maldita estrella, así que nunca
tengas miedo de iluminar la noche.

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Sinopsis
PEQUEÑO DEMONIO

Me crie en un mundo donde el dinero y el poder están al alcance de la


mano. Mi padre es un LORD, un miembro muy respetado de una sociedad
secreta que no conoce límites. Cuando la tragedia golpeó a mi familia,
descubrimos que no éramos intocables. Justo cuando pensaba que la vida no
podía ser peor, me mostraron cómo es realmente el infierno. Entonces llegó él y
me salvó. El diablo disfrazado de mi héroe personal. Pero, por supuesto, nada es
gratis. No cuando un alma está en juego.

LO JURO. TÚ JURAS. NOSOTROS JURAMOS.


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Easton Bradley Sinnett (Sin) utiliza su poder para su propio placer
enfermizo. Como un típico Lord, nunca pensó en las consecuencias de sus
acciones. Crecí con él, obsesionada con él, lo anhelaba. Él era a quién visualizaba
cuando me imaginaba haciendo cosas que mi cuerpo no debería desear.
Un día me di cuenta de que no era quien yo creía. Sin embargo, eso no
cambió nada, porque ya estaba demasiado perdida. En todo caso, me enamoré
más de él.
De vez en cuando, alguien entra en tu vida y la pone patas arriba. Sin me
destrozó de la peor manera, y se lo agradecí de rodillas.
Como dicen, nada dura para siempre. Los hombres como él nunca se
quedan con una mujer como yo. Soy la que usan, no la que conservan. Así que
cuando me abandonó, no debería haberme sorprendido tanto.
Mi cuerpo siempre había anhelado el lado más oscuro del amor. Del tipo
que deja moretones y cicatrices. Yo era lo que la mayoría llamaría impía. Y
cuando el diablo me susurró al oído que me amaba, estaba más que decidida a
demostrarle lo devota que podía ser.
Prólogo
L.O .R.D

Un LORD se toma en serio su juramento. Solo la sangre solidifica su


compromiso de servir a quienes exigen su completa devoción.
Es un Líder, cree en el Orden, sabe cuándo Reinar y es una Deidad.
Un Lord debe ser iniciado para convertirse en miembro, pero puede ser
retirado en cualquier momento por cualquier motivo. Si supera las tres pruebas de
iniciación, conocerá para siempre el poder y la riqueza. Pero no todos los Lords
están hechos de la misma manera. Algunos son más fuertes, más inteligentes y
más hambrientos que otros.
Se les desafía para ver hasta dónde llega su lealtad.
Se les empuja hasta sus límites para demostrar su devoción.
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Están dispuestos a demostrar su compromiso.
Nada, excepto su vida, será suficiente.
Los límites se pondrán a prueba y la moral se olvidará.
Un Lord puede ser juez, jurado y verdugo. Posee un poder que no tiene
parangón con nadie, salvo con su hermano.

Elegida:
Un Lord debe permanecer célibe durante sus tres primeros años en la
Universidad de Barrington. Una vez iniciado en los Lords, se le regala una elegida
para su último año.
Una Lady: Después de graduarse en Barrington, deben casarse con una
Lady, una esposa a su servicio. Si él muere antes que ella, ésta será entregada a
otro Lord para garantizar que los secretos se mantienen dentro de la sociedad
secreta.
Capítulo 1
INIC IAC IÓ N
SIN

LEALTAD
PRIMER AÑO, UNIVERSIDAD DE BARRINGTON

Me incorporo al escuchar el golpe de la puerta de mi habitación contra la


pared. Las luces se encienden, lo que me hace entrecerrar mis ojos. Se escuchan
voces de hombres gritando a todo pulmón, pero las palabras que dicen no se
registran en mi mente nublada.
Unas manos agarran mi cuerpo y la adrenalina se dispara de inmediato.
Golpeo sin rumbo, mi cuerpo ahora está completamente despierto y consciente
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de que hay hombres en mi habitación. Golpeo una cabeza, haciendo que uno de
ellos gruña. Golpeo otra parte del cuerpo, haciendo que otro maldiga.
Pero son demasiados. Me tiran de la cama y caigo de frente al suelo. Clavan
una rodilla en mi espalda y tiran de mis brazos por detrás.
—Malditamente suéltame —grito antes de que pongan algo en mi cabeza y me
quiten la vista.
Mi respiración agitada llena la capucha caliente y pesada.
Ruedo sobre mi espalda. Pataleo sin rumbo y trato de hacer contacto con lo
que sea. Pero algo pesado oprime mi pecho y siento una punzada en mi cuello.
Mi cuerpo me traiciona al instante y se queda inerte en el suelo. Lo último que
siento es que algo rodea mis tobillos mientras mis ojos se me ponen en blanco.
Abro mis pesados ojos, teniendo que parpadear varias veces antes de que se
enfoquen. Mi cabeza está nublada, mi cuerpo lento. Me drogaron. Tardo unos
segundos en darme cuenta de que estoy en una habitación con otros hombres,
compañeros Lords que están siendo iniciados.
Solo cuento a tres. El resto debe de haber sido llevado a otro lugar para otro
tipo de iniciación. Se rumorea que les gusta separarnos. De esa manera no todos
somos conscientes de lo que pasa. Lo que se espera que hagamos. Algunos son
más desafiados que otros. Es para separar a los débiles de los fuertes.
Esto es parte de nuestro viaje para gobernar el mundo. Si quieres ser un
hombre, entonces toma la vida de uno. Mi padre me dijo una vez cuando volvió a
casa cubierto de sangre con un arma en su mano.
Mientras crecía, siempre pensé que éramos diferentes. Pero esa noche
solidificó mis sospechas. Tenía doce años cuando descubrí que él era un Lord, y
que algún día yo también tendría la oportunidad de serlo.
Te sorprendería lo que un hombre haría para sobrevivir, Easton, añadió cuando
le pregunté cómo podía quitarle la vida a un hombre y luego seguir con su día
como si nunca hubiera pasado.
—Bienvenidos, hermanos —dice Lincoln detrás de mí—. Este es el comienzo
de su viaje. Su primera misión, caballeros. Si no la completan, no recibirán otra. 12
Traducción: si no matamos a nuestro objetivo, estamos fuera. Y no quieres
ser despojado de tu título de Lord. No te matarán, pero siempre estarás mirando
sobre tu hombro ante la posibilidad.
El punto de ser un Lord es hacer el trabajo sucio por ellos. Hay millones de
nosotros en todo el mundo. Te conviertes en un Lord después de tres años de
iniciación, y si vas en contra de tu juramento, te matan.
Introducen a un hombre en la sala con las manos atadas a su espalda y una
capucha en la cabeza. Sus ropas sucias están cubiertas de sangre y tierra.
—Caballeros. —Lincoln se acerca por detrás—. ¿Quién quiere mostrarnos,
cómo se hace? —pregunta.
—Yo lo haré —digo sin pensarlo. No es el momento de tener miedo. Es la
oportunidad de demostrar de qué estás hecho. No puedes gobernar el mundo y
tener miedo de sacrificar a los demás.
Linc se acerca a mí y asiente.
—Adelante, Sin. —Me llama por mi apodo—. Elige tu veneno.
Estoy de pie con piernas temblorosas, mi mente todavía está lenta, pero
puedo hacer esto. Me acerco a una mesa donde hay una cuerda, una pistola y
un cuchillo.
Elige tu veneno.
Agarro el cuchillo y me giro hacia el hombre arrodillado en el centro de la
habitación. Está sacudiendo la cabeza, pero la capucha nos impide ver su
verdadera identidad. No importa Si no lo mato yo, alguien más aquí lo hará.
Puedo decir por sus gritos ahogados que está amordazado.
Antes de que pueda alcanzarlo, cae boca abajo e intenta moverse por el suelo.
Si fuera sensato, me reiría. Le doy una patada en el costado, haciéndolo caer de
espaldas. A horcajadas sobre su pecho desnudo, veo en él el escudo de los Lords:
un círculo con tres líneas horizontales que lo atraviesan. No es viejo ni mucho
menos, pero tampoco nuevo. Probablemente tenga un par de años.
Siento que todos me miran. Respiro profundamente y me agacho, abro la
navaja y presiono la hoja contra su cuello. Su cuerpo convulsiona antes de dejar
de moverse por completo.
Poniéndome de pie, le ofrezco el cuchillo a Lincoln y él me sonríe.
—Quédatelo. 13
Capítulo 2
INIC IAC IÓ N
Sin

DEVOCIÓN
SEGUNDO AÑO, UNIVERSIDAD DE BARRINGTON

Estoy a horcajadas sobre mi moto, con los auriculares a todo volumen con
“Sick” de Adelitas Way, cuando la canción se detiene, alertándome de un
mensaje entrante. Abro el bolsillo de mi chaqueta de cuero, saco mi celular y leo
el texto.
DESCONOCIDO: Tienes treinta minutos.
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Lo guardo y me pongo los guantes de cuero, seguidos del casco, abrochando
la hebilla debajo de mi barbilla. Enciendo mi R1, siento el motor revolucionar
entre mis piernas mientras la pongo en marcha. Salgo del estacionamiento
haciendo chirriar la rueda trasera. Tomo la carretera de atrás, me inclino en las
curvas, prácticamente arrastrando mi rodilla mientras subo la colina de la
carretera de Pensilvania.
A medida que asciendo, mis faros iluminan los dos carriles. Aquí no hay
arcén. Va desde la carretera hasta la línea de árboles. Un paso en falso y estaría
en el hospital o muerto. No hay nadie en esta carretera a estas horas de la noche,
así que, si chocara y no me matara, quién sabe cuánto tiempo pasaría allí tirado
antes de recibir ayuda. Ninguna de las dos cosas suena atractiva esta noche.
Mientras me acerco a mi destino, disminuyo la velocidad y tomo la última
curva antes de detenerme en la cima de la colina. Pongo los pies a ambos lados
del asfalto para sostener la moto observo la casa, ahora a la vista.
Nada más que una fachada de vidrio de cuatro pisos. Las luces son tan
brillantes que, si no llevara la pantalla oscurecida del casco, me dolerían los ojos.
Estuve aquí antes. Muchas veces, en realidad, a lo largo de mis veinte años
de existencia. Esta será mi primera vez por negocios.
Los autos se alinean en la rotonda adoquinada. Está teniendo una fiesta. No
me sorprende. Un hombre de su altura debe mantener las apariencias a todos
los efectos. Es un Lord respetado. Pero hizo algo con lo que no están de acuerdo.
Normalmente, me importaría una mierda lo que un hombre haya hecho, Lord
o no. Una orden es una orden. ¿Pero él? ¿En esta casa? ¿Por qué él? Obviamente
se me pasó algo por alto durante todos estos años. Tal vez he estado demasiado
cegado con unos grandes pechos y el cabello rubio blanquecino como para
prestar mucha atención a cualquier otra cosa que viva dentro de la mansión.
Levanto el pie, vuelvo a poner la moto en marcha y arranco, bajando la colina
por el camino oculto. Ninguno de sus invitados utilizaría esta vía para acceder a
la casa, así que puedo pasar desapercibido.
Al llegar al pie de la colina, paso junto a la casa antes de detener la moto a
un lado de la carretera. La empujo justo en la línea de árboles para ocultarla en
la oscuridad. Me quito el casco, los guantes de cuero, la mochila de mis hombros
y la chaqueta para tener mejor movilidad con los brazos. Saco los auriculares de
mis orejas y los meto en el bolsillo de mis jeans. Luego coloco mi mochila en el
asiento y abro la cremallera. Agarro lo que necesito y enrosco el silenciador en el
extremo del cañón. Meto el arma en la parte de atrás de mis jeans, asegurándola
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por el momento. Luego extiendo la capucha de mi sudadera y la pongo sobre mi
cabeza, junto con la máscara, antes de colocar la mochila en mi espalda, por si
acaso, y cruzar la calle hacia la casa.
Las suelas de mis botas de combate aplastan las hojas y las ramas en cuanto
llego al otro lado. La casa ilumina el bosque en mitad de la noche. Como si algún
fiestero pudiera pasar por alto la mansión de veinte millones de dólares.
Me dirijo a la casa y sonrío al ver que el idiota ni siquiera tiene seguridad en
la puerta principal esta noche. Así de malditamente engreído es. Estúpido hijo
de puta. No es intocable.
Permanezco agachado, agazapado detrás de los arbustos recortados que
bordean la propiedad. De vez en cuando, me asomo para ver a los invitados salir
de sus autos y limusinas para ser escoltados al interior por hombres vestidos de
esmoquin blanco.
No se ve ni un solo tipo que se parezca a alguien de seguridad. Aquí se siente
seguro. Me dirijo al lateral de la casa y veo el entramado de madera que sé que
ella utiliza para entrar y salir de la casa cuando se ha escapado en el pasado.
Empiezo a trepar por ella hasta llegar al segundo piso, donde salto la barandilla
del balcón. Envolviendo el pomo con la mano cubierta de cuero, lo giro y veo que
no está cerrado.
Me deslizo hasta el dormitorio, miro a mi alrededor y veo que está vacío, como
sabía que estaría. Está abajo de fiesta con los demás. Lleva horas así. Seguro
que ya está borracha y aburridísima.
La habitación está impecable. No hay nada fuera de lugar. Su cama king-size
de cuatro postes está apoyada contra la pared de la izquierda. La cubre un
edredón blanco y un número obsesivo de almohadas. En el banco del fondo está
su manta favorita, en la que prefiere envolverse cuando ve una película. Se la
regalé por su cumpleaños hace unos años.
Camino lentamente por la habitación, inhalo el aroma a vainilla. Me hace
gemir, pensar en agarrar su cabello y enterrar mi rostro en su cuello. Mis dedos
clavándose en sus suaves muslos mientras mi pene se introduce en su coño.
Estoy tan duro que duele. Sueño con ella cuando estoy dormido y despierto.
Me consume hasta asfixiarme.
Sacudiendo la cabeza, reacomodo mi pene y camino hacia la puerta. Ahora
no tengo tiempo para eso. Dejo la puerta del dormitorio abierta y salgo a un
pasillo iluminado. En las paredes cuelgan grandes y costosas obras de arte por
las que pagó millones, de artistas conocidos. 16
La música se filtra desde la planta baja mientras rodeo la barandilla de
madera con mis dedos enguantados para ver a las personas.
Todos están vestidos de punta en blanco, como siempre. Pero mis ojos ven a
una mujer rubia. Ellington Jade Asher. Ella está de pie en la esquina de un bar.
Su espalda se apoya en él mientras mira a la multitud con una mirada
inexpresiva en su hermoso rostro, y sostiene una copa de champán en la mano.
Me pregunto cuántas habrá bebido.
Mi pequeño demonio. Siempre ha sido ella. No lo sabe, pero cuando llegue el
momento se lo haré saber.
Su madre se acerca y Elli le dedica una sonrisa falsa.
Pronto, Elli. Pronto me adorarás como el diablo adora su infierno.
Un hombre sube las escaleras y sonrío al ver quién es. El premio mayor.
Me alejo de la barandilla y rápidamente me dirijo al final del pasillo hacia la
suite principal. Me escondo detrás de la puerta abierta en las sombras y espero.
El sonido de sus pies acercándose hace que mi corazón se acelere. Saco el
arma de mis jeans y quito el seguro lentamente, tratando de hacer el menor ruido
posible.
Entra en la habitación y lo observo pasar junto a la cama tamaño king y
entrar en el baño contiguo, todo mientras silba. La luz brilla debajo de la puerta
cerrada, y me dirijo hacia ella, girando suavemente la manija de la puerta y
metiendo la cabeza dentro. Lo veo en el fregadero, abriendo un frasco de
pastillas. Viagra.
Mierda, espero que alguien me dispare cuando tenga que tomar medicación
para ponerme duro.
Mete la pastilla en su boca y bebe su vaso de whisky. No sé qué diablos va a
hacer con la polla dura en medio de una fiesta, pero no importa.
Cuando se da la vuelta para salir, entro al baño y levanto mi arma para
apuntarle a la cabeza. Ni siquiera tiene tiempo de registrar lo que está a punto
de suceder cuando aprieto el gatillo.
La bala le da justo entre los ojos. La sangre corre por su rostro y su camisa,
y veo que sus ojos azules se vuelven negros. Una sonrisa tira de mis labios
mientras la vida se agota lentamente en él. Me gusta la prisa de matar. Sé que
eso es lo que diría un asesino serial. Y aunque mato personas, lo hago porque
me lo ordenan. No porque elijo personas al azar para torturar. Mis asignaciones
vienen de un superior. Y nunca dices que no. Un Lord vive en un mundo de
matar o morir. Y no sé ustedes, pero yo haría cualquier cosa para sobrevivir.
Incluso si eso significa quitarle la vida a otra persona.
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Cae de rodillas antes de desplomarse sobre el suelo de mármol blanco.
Me agacho junto a su cuerpo y saco su teléfono del bolsillo de su traje William
Westmancott. Luego saco las tenazas de mi mochila y pongo su dedo índice
derecho entre las dos cuchillas antes de arrancárselo. Al soltar la mano, un
nuevo charco de sangre brota de su dedo, ahora cortado.
—Voy a necesitar esto —digo, abriendo de nuevo la mochila y sacando la
pequeña lonchera. Coloco el dedo dentro, asegurándolo con la bolsa de hielo, y
luego abro el bolsillo de mi chaqueta y meto el teléfono dentro para guardarlo.
Está bloqueado. Nota mental: nunca uses una parte de tu cuerpo para
desbloquear el teléfono. Se puede quitar y usar fácilmente. Incluso un ojo.
Levanto la cabeza cuando escucho una respiración agitada. Ella ve al hombre
acostado boca abajo y sus labios rojos se entreabren para gritar. La copa de
champán que lleva en la mano cae al suelo, haciéndose añicos en sus pies.
—Papá...
La estampo contra la pared, junto a la puerta abierta, antes de que pueda
terminar. Tapo su boca con mi mano y la inmovilizo.
Unos grandes ojos azul hielo miran la máscara que cubre mi rostro. Nunca
he visto nada más hermoso. Podría mirarlos cada segundo de cada día. Nunca
han sido tan grandes; ella está aterrorizada de lo que ve. A mí. Puedo sentir su
pequeño cuerpo temblando contra el mío, y sus ojos comienzan a llenarse de
lágrimas. Son hermosos.
Parpadea, mira rápidamente el cuerpo del hombre y luego vuelve a mirarme.
Saco el arma de mi cintura y la presiono contra el costado de sus costillas con
mi mano libre. Ella gime, sus piernas ceden. Pero quito mi mano de su boca para
moverla alrededor de su cuello, sosteniéndola y restringiendo su aire.
Sus labios, ahora manchados, se separan y mantengo la pistola en su sitio.
—Este es nuestro pequeño secreto —susurro, sin revelar mi voz. Ella me
conoce.
Asiente y agarra mi antebrazo. Odio haberme puesto guantes porque he
soñado con mis manos en su piel. Por supuesto, en mi sueño mi polla estaba
follando su coño al mismo tiempo.
—Odiaría tener que matarte a ti también. —Presiono el arma más
profundamente de sus costillas con mis palabras, esperando que me tome en
serio. Nunca la mataría, pero seguro que haría que se arrepintiera de estar viva.
Las lágrimas se derraman sobre sus pestañas inferiores y corren por sus
18
mejillas mientras sus labios empiezan a ponerse azules. Su cuerpo se resiste,
pero no tanto como esperaba. Inclino la cabeza hacia un lado cuando empuja
sus caderas hacia las mías y sé que puede sentir lo duro que estoy.
Me muerdo la lengua para no gemir. Mierda, sabía que sería así. Una parte
de mí siempre supo que sería mi putita sucia una vez que tuviera la oportunidad
de hacerla mía.
La suelto y doy un paso atrás. Cae de rodillas, tosiendo y ahogando un sollozo.
Me agacho frente a ella y uso el arma para apartar el cabello rubio de su rostro
cubierto de lágrimas. Ella me mira a través de sus pestañas acuosas, e imagino
empujar mi polla hasta el fondo de su garganta apretada. O en su coño por
detrás. Haciendo que se venga mientras mira al hombre que acabo de matar
tirado en el suelo. Quiero que sepa que algún día será mi pequeña puta sucia, y
que le haré cosas que la harán sentir asco de sí misma. La controlaré como a
una marioneta en una cuerda.
—Por favor...
Me levanto, agarro su cabello y la pongo de pie. Está a punto de gritar, pero
tapo su boca con la mano libre y la empujo hacia mí. Ya tengo la mochila al
hombro, así que presiono mi arma en sus costillas y le ordeno con los dientes
apretados:
—Camina.
Ella hace lo que le digo con los brazos levantados y extendidos hacia los lados,
y en silencio nos abrimos paso a través del cuarto de baño, salimos de la suite
principal y bajamos por el pasillo, pasando por delante de todos los invitados de
la planta baja, hasta su dormitorio.
Cierro la puerta detrás de mí con la bota, la suelto y la empujo más adentro
de la habitación antes de encerrarnos. A solas.
—P-por favor —suplica, girándose hacia mí. Me gusta que quiera mirarme.
Que no se dé la vuelta y se esconda. Esos grandes ojos azules me miran de arriba
abajo, midiendo mi tamaño y sopesando sus opciones. Cuando se da cuenta de
que no tiene ninguna posibilidad de ganar en una pelea, humedece sus labios
húmedos y decide regatear—. Dinero...
—Boca abajo en el suelo. Las manos detrás de tu espalda —ordeno en voz
baja pero tan severa como puedo, interrumpiéndola. En cuanto salga por la
ventana, correrá a pedir ayuda. Y eso es inaceptable.
Levanta las manos en señal de rendición y el movimiento levanta un poco
más su ya corto vestido negro de cóctel, dejando al descubierto la parte superior
19
de sus muslos. Mis ojos se detienen en ellos un segundo, preguntándome a qué
sabe. Solo quiero abrirlos mientras entierro mi lengua tan profundamente dentro
de ella hasta que pida a gritos que me detenga.
Llorando, continúa, llamando mi atención
—No voy a...
Sostengo mi arma en su pecho, y un sollozo se libera, causando que sus
hombros tiemblen. Sus rodillas ceden y cae sobre la prístina alfombra blanca
como la buena chica que es, colocándose boca abajo.
Me quito la mochila, abro la cremallera y tomo lo que quiero. Luego me monto
a horcajadas sobre sus caderas, colocando mi arma en la parte de atrás de mis
jeans. Poniendo sus manos detrás de su espalda, las aseguro con una brida,
haciéndola sollozar una vez más.
Me pongo de pie y la miro allí acostada, atada y lista para ser utilizada.
Mierda, ¿cuántas veces imaginé esto? Es como si los Lords me estuvieran
recompensando y torturando al mismo tiempo.
Como muestra de nuestra lealtad, no podemos follar con nadie durante los
tres primeros años de nuestra iniciación. No hasta nuestro último año. Solo estoy
en segundo año. Pero aquí y ahora, siento que es una oportunidad que no puedo
dejar pasar. Mirando mi reloj, veo que tengo ocho minutos antes de que se
termine mi tiempo. Técnicamente, el trabajo está hecho, así que ya he pasado
esta iniciación.
—Abre las piernas. Culo al aire —ordeno.
Enterrando su rostro en la alfombra, hace lo que le digo. Ella entiende que no
tiene ninguna ventaja aquí. Si quiere salir viva de esta habitación, me dará lo
que quiero.
Muy despacio, separa las rodillas, y el movimiento levanta su culo en el aire,
haciendo que el dobladillo del vestido se levante en el proceso. Me agacho entre
sus piernas y miro la mancha húmeda en su tanga color piel.
—¿Qué es lo que más te excita? ¿Tu papá muerto en el suelo? ¿O mi arma
clavada en tu costado?
Un grito agudo sale de ella cuando se da cuenta de que ha sido atrapada. La
perra está excitada por eso. Sabía que lo estaba. La adrenalina del peligro puede
ser excitante para algunos.
Agarro su cabello, la pongo en pie de un tirón y la empujo contra uno de los
postes de la cama. Empiezo a quitarme el cinturón.
—¡Por favor! —Solloza, intenta huir de mí, pero la sujeto con mi cuerpo.
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Paso el cuero por las trabillas del cinturón y lo meto en la boca. Lo paso por
detrás de su cabeza y lo sujeto a la parte trasera del poste, donde lo ajusto al
máximo.
Retrocedo hasta colocarme frente a ella, con mi respiración agitada llenando
el interior de la máscara. Lo único que puede ver son mis ojos, y llevo lentillas.
Son tan rojos como la sangre que brota del tipo al que maté en la habitación al
fondo del pasillo.
Los suyos nadan en lágrimas mientras la saliva corre por su barbilla. Sus
dientes blancos y rectos muerden el cuero. Vuelvo a sacar mi arma y la levanto.
Ella gime y cierra los ojos. Desenrosco el silenciador y presiono el extremo del
cañón contra la parte superior de su muslo, levantando lentamente su vestido
para dejar al descubierto su ropa interior.
Acaricio su coño, se estremece y abre los ojos para mirarme de nuevo.
—La que no tiene voz no puede decir que no —digo simplemente.
Parpadea y sus lágrimas frescas se derraman por las pestañas inferiores y
corren por sus mejillas.
Ojalá pudiera lamerlas de su rostro, pero la máscara cubre mi boca.
—Pero no me dirías que no, ¿verdad? —Tiro de su tanga hacia un lado y paso
mis dedos enguantados por su coño. Miro hacia abajo y froto con mis dedos,
esparciendo su humedad. La ropa interior no mentía.
Sorbe la nariz, pero sus caderas empujan hacia delante. Sonrío detrás de mi
máscara. Ella lucha contra el cinturón en su boca mientras sus manos atadas
se aplastan entre su espalda y el poste al que he sujetado la cabeza.
—Lo que para una persona es el paraíso, para otra es el infierno —digo, y
luego levanto la mano y le doy un tirón a su vestido, bajando los finos tirantes
por encima de los brazos para dejar al descubierto sus pechos. Está sollozando
desconsoladamente, pero sus bonitos pezones rosas están rígidos y los rozo con
el cañón mientras ella murmura ruidos ininteligibles alrededor de la mordaza
improvisada.
Bajo la pistola por su cuerpo tembloroso, separo sus piernas con mi pie y ella
parpadea rápidamente. Me inclino hacia su cuello, inhalo su aroma y mi polla
se sacude dentro de mis jeans.
—Eres mi cielo y yo soy tu infierno —susurro, asegurándome de que
comprenda su situación.
Apartándome, veo que sus ojos se cierran y lágrimas frescas ruedan por su
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rostro una vez arreglado. Su maquillaje impecable está arruinado. Me gusta.
Todo lo que falta es mi semen untado por todas partes.
Bajo la pistola entre sus piernas y meto un dedo, haciéndola gritar. Me estoy
quedando sin tiempo, así que esto no va a ser lento. Va a ser duro.
Introduzco un segundo dedo, y ella se levanta de puntillas sobre sus tacones
Dior. Deslizo el arma por su coño y su respiración se vuelve errática. Veo cómo
sus ojos se vuelven pesados mientras meto mis dedos una y otra vez, añadiendo
un tercero y luego un cuarto. Está llorando, su cuerpo tiembla mientras solloza,
y deslizo la punta del cañón dentro de ella antes de sacarlo y volver a hacerlo.
Su coño se abre para mí y sus ojos se cierran. Una vez que el cilindro está lo
bastante húmedo como para entrar por sí solo, mis dedos abandonan su coño y
golpean sus pechos.
Su cuerpo se inclina hacia el mío y sonrío detrás de mi máscara. Sabía que
estaría así. Desesperada. Su madre y su padre la han entrenado durante años
para ser la puta de un Lord. Aunque no fuera su intención, es parte de nuestro
mundo. Sirves independientemente de si tienes una polla o un coño. Una polla
tiene más poder en este escenario.
Mientras bombeo el arma dentro y fuera de ella, se agita contra el poste de la
cama, pero nunca cierra las piernas. Ya ni siquiera las mantengo abiertas.
Pellizco su pezón, tirando de él, abofeteando sus pechos y su rostro. Ella está
sollozando, la saliva corre por su boca abierta y por su barbilla y pechos hasta
donde su vestido está amontonado alrededor de su ombligo perforado.
Cuando aparto mi arma, se hunde sobre sus tacones y abofeteo su coño,
haciéndola gritar. Empujo dos dedos dentro de ella.
—Mierda, estás empapada —gruño con los dientes apretados, mirando su
excitación untada en mis dedos enguantados. Tengo que recordarme a mí mismo
que debo ocultar mi verdadera voz. Quiero decirle quién soy y ver esa mirada en
sus ojos. Sé que le gusto porque llevamos años dándole vueltas a la idea.
Simplemente nunca funcionó, y luego comencé la iniciación, desperdiciando
cualquier oportunidad que tuviera con ella. Una mujer como Ellington Asher
necesita sexo. Ella necesita saber que la desean. Y la forma en que se excita con
mi arma follándola me muestra lo malditamente retorcida que será en la cama
cuando finalmente la haga mía.
Vuelvo a meter el cañón en su coño y esta vez no aflojo. La follo con él hasta
que ella es un desastre sollozante y babeante. Cuando lo saco, la sostengo frente
a su rostro. 22
—Mira, tus fluidos —alabo, pasándolo por su mejilla y cuello. Intenta apartar
su rostro, pero el cinturón la sujeta y el cuero pellizca sus mejillas.
—Lo que hicimos esta noche es nuestro pequeño secreto —digo, y ella asiente
lo mejor que puede—. Lo que hice esta noche es nuestro pequeño secreto,
¿entendido? —Vuelve a asentir, sorbiendo por la nariz enrojecida por el llanto.
La dejo allí unos segundos mientras cargo todo lo que tengo en la mochila en
el suelo. Después de ponérmela, quito el cinturón de su boca y ella grita
suavemente. No puedo evitar pasar mi guante de cuero por las marcas que el
cinturón ha dejado en sus mejillas.
—Abre —ordeno, y no me sorprende en absoluto que separe sus labios
hinchados. Coloco la pequeña navaja entre sus dientes perfectamente blancos y
ella la sostiene en la boca—. La necesitarás para tener las manos libres.
Sus ojos se agrandan al escuchar mis palabras, comprendiendo que la dejaré
aquí. Por si acaso decide hablar, tardará al menos un par de minutos en cortar
las bridas antes de salir corriendo a contarle a todo el mundo lo del cadáver en
el baño de sus padres y cómo el asesino la folló con un arma.
Bajo por el lateral de la casa y cruzo la calle hasta mi moto. Estoy a punto de
arrancarla, pero me detengo. La curiosidad se apodera de mí. Algo de lo que dijo
me corroe.
Abro el bolsillo de mi chaqueta de cuero y saco el teléfono y el dedo cortado
de la mochila. Lo escaneo para desbloquear el dispositivo. Recorro sus mensajes
y llamadas entrantes y salientes. Nada parece fuera de lugar. Abro su correo
electrónico y lo reviso. Nada.
Estoy a punto de cerrarlo cuando veo otra carpeta. La abro y me pongo a
revisar los correos, pero no hay ninguno. Qué raro. Pero hay varias carpetas.
Cada una está etiquetada por año. Abro una.
Mi corazón se acelera con lo que veo. Mi dedo se desplaza a través de ellos
tan rápido que mi mente tiene dificultades para seguir el ritmo de las imágenes.
Mis manos comienzan a temblar, mi pecho palpita con fuerza mientras trato de
recuperar el aliento. La sangre se precipita en mis oídos, y empiezo a tirar del
cuello de mi sudadera con capucha.
Mirando hacia el balcón, la veo parada afuera. Sus manos sostienen la
barandilla mientras mira hacia la noche oscura. No puede verme porque estoy
demasiado escondido detrás de la línea de árboles. No corrió a buscar ayuda
inmediatamente después de que maté a James. Sé que mi secreto está a salvo
con ella. Y sé por qué.
23
Capítulo 3
INIC IAC IÓ N
Sin

COMPROMISO
TERCER AÑO, UNIVERSIDAD DE BARRINGTON

Me siento en la esquina de la terraza cuando escucho las puertas de vidrio


abrirse y cerrarse, avisándome que el dueño de la casa finalmente ha llegado.
Espero, sentado perfectamente quieto. Tengo mi teléfono apagado y metido
en mi bolsillo para que nadie llame o envíe mensajes de texto y me delate.
—Sí, lo llamaré mañana. —Escucho su voz mientras se acerca el sauna 24
húmedo, quitándose la bata de seda negra—. Claro, es como quitarles un
caramelo a los malditos bebés —sigue hablando por el teléfono—. Él no sabrá
qué mierda lo golpeó después de que hayamos terminado
Sonrío. Irónico, teniendo en cuenta que no tiene ni idea de que he entrado en
su casa hace más de una hora y he estado esperando aquí fuera a que se sentara
en el sauna como parte de su rutina nocturna.
Permanezco quieto en la esquina a oscuras, lo observo decir adiós antes de
quitarse la bata y entrar al sauna.
Tiene forma de octágono, con bancos a cada lado y un elemento calefactor
redondo en el centro. Estirándose, toma el cucharón que está en el balde y vierte
lo que cree que es agua sobre el elemento calefactor.
El vapor se eleva y un grito agudo sale de su boca cuando el vapor golpea su
rostro y pecho.
El hombre hizo algo para enojar a los Lords. No conozco los detalles. No
importa. Traicionó su juramento y debe pagar las consecuencias. Lo he estado
observando durante una semana y su rutina nunca cambió. Idiota.
—Quema, ¿verdad? —digo, parándome delante de la puerta de vidrio y
metiendo las manos en los bolsillos de los jeans.
—¿Qué mierda? —gruñe, mirando a su alrededor sin rumbo, con los ojos
fuertemente cerrados—. ¿Quién... qué...?
—Sustituí el agua por ácido —informo.
Sus gritos se hacen más fuertes y comienza a limpiar sus ojos, una vez más
parpadeando rápidamente mientras intenta abrirlos.
Está jadeando, agarrando su cuello, su piel ya comienza a burbujear. Está
entrando en pánico en lugar de pensar con claridad. Se tambalea hacia atrás y
tropieza con el elemento calefactor del centro, cayendo encima de él. El grito
agudo que sigue me hace sonreír. Se las arregla para darse la vuelta y veo las
marcas de quemaduras en su piel.
—Una quemadura química de tercer grado no es ninguna broma —añado—.
Te equivocaste, Lance.
—No, no. No —se pone de pie y sale corriendo, con los ojos cerrados con
fuerza. No puede ver una mierda, así que camina sin rumbo, chocando contra
las paredes. Su piel burbujea hasta el punto de empezar a caerse—. No quería...
—Lo hecho, hecho está. Por mí juramento, eres un hermano. Pero nos has
traicionado. Por lo tanto, debes ser eliminado.
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—Noooooo.
Envuelvo una brida alrededor de las manijas de madera de la puerta para
asegurarme de que no pueda salir si logra encontrarlas. Observo a través del
vidrio cómo se convierte muy lentamente en nada más que huesos mientras su
piel se desprende y cae junto con su cabello.
Otra iniciación completa.
Es hora de ir a ver a mi pequeño demonio. Se ha convertido en una
recompensa. Después de terminar una iniciación, voy a buscarla. Es la mejor
parte de convertirse en un Lord.
Capítulo 4
INIC IAC IÓ N
Sin

UNO DE ELLOS
ÚLTIMO AÑO, UNIVERSIDAD DE BARRINGTON

Estoy de rodillas, con las manos esposadas a mi espalda. Estoy arrodillado


junto a otros catorce hermanos. Éramos veinticinco en mi primer año, pero no
todos lo logramos. Un compañero llamado Ryat se arrodilla a mi derecha. Mi
amigo Jayce a mi izquierda.
26
Lincoln está de pie frente a nosotros, con las manos detrás de su espalda, el
pecho inclinado y una sonrisa en su rostro.
Esto es todo. Para lo que nos hemos entrenado. Para lo que fuimos criados.
Un Lord es una máquina. No falla en ninguna tarea, por grande o pequeña que
sea.
Puedo sentir el poder que rodea la habitación. Hombres vestidos con trajes
que cuestan más de lo que la mayoría gana en un año. Es como la electricidad.
Me excita más.
Mi respiración se acelera cuando escucho la piel de Ryat ardiendo a mi
derecha mientras recibe su marca. Soy el siguiente.
Uno a uno, haremos nuestro juramento y nos convertiremos en un Lord esta
noche. Comenzamos nuestro último año en Barrington en cinco semanas, y
todos somos muy conscientes de que esto es solo el principio. Los últimos tres
años de iniciación no son nada comparados con lo que está por venir.
Lincoln se para frente a mí, y lo miro a través de mis pestañas.
—Easton Bradley Sinnett, has completado todas las pruebas de la iniciación.
¿Deseas continuar? —pregunta.
—Sí, señor —respondo sin ninguna duda en mi mente. Esto no es más que
otro paso para conseguir a quien quiero: una rubia hermosa que no tiene ni idea
de quién soy en realidad. Estoy deseando mostrárselo.
—Quítale la camisa —ordena alguien detrás de mí.
Tiran de la tela detrás de mi cabeza, exponiendo mi pecho y estómago a la
habitación. Respiro profundamente, sabiendo lo que está por venir. Al segundo
siguiente, la cadena se enrolla alrededor de mi cuello desde atrás. Una bota
presiona mi espalda, tirando de ella con fuerza para restringirme el aire, pero no
asfixiarme. Es para que no podamos luchar contra ellos. No importa cuánto
estemos dispuestos a pasar para llegar a este punto, la lucha o la huida de un
hombre se activará en situaciones como esta.
—Un Lord debe estar dispuesto a ir más allá por su título. Debe mostrar
fuerza y tener lo que hace falta. —Sumerge el extremo del hierro caliente en el
fuego a sus pies y lo hace girar lentamente. Intento luchar contra la cadena que
rodea mi cuello, con las manos esposadas abriéndose y cerrándose—. Si faltas a
tu posición de Lord, te quitaremos lo que te has ganado. —Mira al chico que está
a su lado—. Hazlo callar. 27
La cadena se tensa más, quitándome el poco aliento que me quedaba
mientras el tipo mete un trapo en mi boca. Lucho con más fuerza, pero el tipo
de la cadena clava su bota en mi espalda, sujetándome.
—Easton Bradley Sinnett, bienvenido a los Lords. Cosecharás los beneficios
de tu sacrificio —dice Lincoln antes de sentir un dolor abrasador en mi pecho y
oler mi propia carne quemándose.
Capítulo 5
Sin

Tres años de celibato pueden volver loco a un hombre. Pregúntale a cualquier


Lord. Debemos demostrar hasta dónde estamos dispuestos a llegar para
probarnos a nosotros mismos. Tenemos que ser iniciados en la sociedad secreta
en nuestro primer, segundo y tercer año en la Universidad de Barrington, solo
asiste la élite de todo el mundo. Pero no todos los estudiantes varones de
Barrington son Lords. Algunos ni siquiera saben que existimos, y lo preferimos
así. Es más fácil atacar cuando sales de las sombras.
Oficialmente somos Lords desde hace siete semanas. Llevamos dos semanas
de clases en la universidad. En nuestro último año, nos ofrecen mujeres. Se nos
regala una elegida. Se nos ofrece en bandeja de plata para que la usemos como
queramos.
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Para alguien quien no ha recibido una mamada en tres años, no me
entusiasma la idea de aceptar una elegida. Nada de ese proceso me atrae. Me
gusta la persecución. La caza. Un desafío.
Es curioso cómo los Lords nos enseñan a tomar lo que queremos, incluyendo
una vida, pero se supone que debemos aceptar las mujeres que nos ofrecen.
¿Dónde está la emoción en eso?
Me siento en la mesa redonda de póker en la casa de los Lords (estamos
obligados a vivir aquí mientras asistimos a Barrington) y miro las cartas que
tengo en la mano con un puro en mi boca. No los soporto, pero pensé qué diablos
cuando Jasper, un Lord, abrió la caja que había sobre la mesa. Su padre se los
dio para celebrar que mañana tendrá un coño.
—Elige un nombre, amigo. Estás tardando una eternidad.
Miro por encima de mi hombro y veo a unos cuantos chicos de pie junto a la
mesa de billar. Hay un jarrón negro en el centro lleno de trozos de papel
doblados.
—¿Qué sentido tiene volver a elegir nombres? —pregunto con curiosidad—.
Ya han decidido las elegidas. —Llevan todo el día hablando de elegir, pero no sé
por qué. La ceremonia de votos de nuestras elegidas es mañana por la noche, y
ya sabemos quién nos toca. Algunos conseguimos a quien queremos, y otros no.
Yo solo quiero a una mujer, pero desafortunadamente, no estaba en la lista.
—Coños —responde Jasper, mirándome—. ¿Quieres escribir?
Niego con la cabeza.
—No, gracias —digo, volviendo a mi juego.
—Ryat, ¿y tú, hombre? —escucho preguntar a Jasper.
Miro a Ryat, que se sienta frente a mí en la mesa. Él también se queda
mirando sus cartas.
—No.
—Vamos, Ryat. —Jasper gime como un polluelo, y los ojos verdes de Ryat lo
fulminan, llamando su atención—. ¿Y qué pasa si ella no aparece? —pregunta
Jasper.
—Lo hará —dice Ryat con naturalidad.
—Amigo, ¿por qué pones todos los huevos en la misma cesta cuando puedes
tener seis cestas? —bromea Larson a mi derecha, escuchando.
—¿Quieres decir, por qué está poniendo su polla en un coño cuando puede
tener doce? —murmura Jake alrededor de su cigarro—. En serio, hombre. Yo no
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perdería el tiempo con Blakely. Nunca superará lo de Matt.
Ryat se tensa, pero no reconoce esa afirmación.
—Bueno, seré amable —continúa Jasper detrás de mí ante el silencio de
Ryat—: Cuando ella no aparezca mañana en la ceremonia de votos para ser tu
elegida, compartiré mi coño contigo. Diablos, incluso seré lo suficientemente
amable y te daré su culo.
Ryat tira sus cartas y se levanta de la mesa, abandonando la habitación sin
decir nada más. No sé si está enfadado o cansado. No somos amigos cercanos.
Más de cien hombres de todos los grados viven ahora mismo en esta casa. Solo
quince de nosotros llegamos a ser seniors este año. Sus dos mejores amigos,
Prickett y Gunner, que estaban sentados a ambos lados de él, también se
levantan y salen silenciosamente de la habitación.
—Oye, Sin, ¿seguro que no quieres escribir? —vuelve a preguntar Jasper.
—Positivo —respondo con un suspiro. El tipo es implacable. Ryat tomó la
decisión correcta al salir de la habitación.
—Apuesto a que cambiarás de opinión cuando veas a quién acabo de
conseguir —añade con una risa siniestra.
No es como si las mujeres se ofrecieran como voluntarias para sus pollas.
Simplemente escriben los nombres de las chicas que asisten a Barrington de las
que quieren un trozo y arrojan el papel en un jarrón para sacarlos. Luego harán
lo que sea para follárselas. Tienen una apuesta sobre quién puede follar primero
a la chica que saquen. Creo que el bote es de hasta cincuenta mil dólares. Están
aburridísimos, si me preguntas.
—Ah, ¿sí? —pregunto, sin que me importe una mierda el nombre que esté
escrito en el papel.
—Dos palabras —dice, y mi cuerpo se tensa cuando vuelve a hablar—.
Ellington Asher.
—Mierda —musita Nate—. Te lo cambio. —Levanta el papel doblado con el
ceño fruncido—. Elli es un fenómeno en la cama. Te permite hacer lo que te dé
la maldita gana.
—¿Cómo diablos sabes eso? —Jacob empuja su hombro.
—Rumores, hombre. Es la mejor clase de puta.
Mi mano aprieta las cartas, arrugándolas. Eso es mentira. No se acuesta con
nadie que yo sepa. Y yo lo sabría. He estado entrando a hurtadillas en su
30
dormitorio durante los últimos dos años. La he mantenido satisfecha tanto como
puedo sin romper mi juramento a los Lords.
Chance, otro Lord, levanta la mano desde mi izquierda.
—Escoge una por mí —murmura alrededor de su cigarro—. Adelante, elígeme
dos. Mejor para mí.
Jacob se ríe, metiendo la mano en el jarrón.
—Tienes que follártelas a las dos al mismo tiempo, Becks —lo llama por su
apodo, sacando dos trozos de papel.
—Puedo hacerlo. —Chance sonríe.
La puerta se abre, y Lincoln entra en la habitación, con sus ojos fijos en los
míos.
—Sin, ¿puedo hablar contigo un momento?
Dejo mis cartas, salgo de la habitación y lo sigo por el pasillo hasta su oficina.
Sostiene la puerta abierta para mí y entro, desplomándome en su silla.
—¿Todo está bien? —pregunto, intentando ignorar la voz en mi cabeza que
me dice que uno de mis compañeros Lords se va a follar a la chica que he deseado
desde que me di cuenta de lo que es el sexo. He estado demasiado cerca como
para entregársela a otro. He invertido demasiadas horas en llevarla a donde
quiero.
Se sienta en su escritorio.
—Tengo tu primera tarea para tu último año.
Sonrío. Menos mal. La vida ha sido aburrida últimamente.
Me entrega un sobre y lo abro. Mi cuerpo se tensa al ver las cuatro fotos. ¿Qué
diablos es esta mierda?
—Dame toda la información que puedas. —Señala al hombre que aparece en
todas ellas—. ¿Y, Sin...?
Mis ojos entrecerrados se elevan lentamente para encontrarse con los suyos,
la sangre fluye por mis oídos, pero intento mantener la respiración tranquila, no
quiero que se dé cuenta.
—Quiero algo más que notas. —Con eso, mira su computadora,
despidiéndome.
Tomo el sobre, salgo de la habitación y vuelvo a la sala de juegos. Me acerco 31
a Jasper, le arrebato el papel de la mano y salgo corriendo, ignorando el sonido
de sus risas por el pasillo.
Entro en mi dormitorio, cierro la puerta de un portazo y entro en el cuarto de
baño contiguo. En el último año tenemos nuestras propias suites. Abro el grifo
y me desvisto, necesito una ducha fría.
Llevo dos años saliendo con Elli. Desde aquella noche en que cumplí mi
misión y la obligué a venirse con el cañón de mi arma. Pero ella no tiene ni idea
de que soy yo, y nunca me la he follado. Hago que se venga con una máscara y
siempre la ato. La segunda vez que me encontré con ella fue tan buena como la
primera.

Empujo suavemente la puerta de su balcón para abrirla, el suave viento empuja


las oscuras cortinas a mi alrededor. Las empujo mientras entro en su habitación
y la encuentro dormida en la cama con el edredón subido hasta su cuello. Me
acerco a ella y tiro del edredón para dejar al descubierto su cuerpo desnudo. Es
como si me estuviera esperando.
Han pasado dos semanas desde que estuve en esta casa, en esta habitación,
y ella se vino con mi arma. Está de costado, con una pierna doblada y la otra
estirada. Veo que su mano izquierda sostiene mi navaja. Está esperando que
regrese, pensando que me apuñalará. Siento decepcionarla.
Saco las esposas de mi mochila y la empujo suavemente sobre su estómago.
Ella comienza a moverse, y me detengo, esperando que se relaje sobre el colchón.
Cuando ronca suavemente, agarro sus brazos y los coloco detrás de su
espalda, luego envuelvo rápidamente cada esposa alrededor de sus delicadas
muñecas y me arrastro junto a ella.
Ya boca abajo, sus pesados ojos se abren y se encuentran con los míos. Jadea,
pero, como esperaba, no grita. Tarda unos segundos en darse cuenta de que tiene
las manos esposadas detrás de su espalda.
—Dejaste la puerta sin llave —susurro, apartando el cabello rubio blanquecino
de su rostro. Estuve aquí hace cuatro horas con mis padres para cenar con ella y
su madre. Nunca me fui. Me senté afuera en mi auto, a la vuelta de la esquina,
esperando que ella se fuera a dormir—. Eso no es inteligente, Elli.
Sus cejas oscuras se juntan.
—¿Cómo es qué me conoces? —pregunta, su voz está llena de curiosidad. Estoy
seguro de que ha perdido el sueño intentando averiguar quién soy. Una vez más
estoy usando mi máscara, jeans negros y sudadera con capucha a juego con mis
lentes de contacto rojos y guantes de cuero. No puede ver ni una sola parte de mi
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piel.
—¿Por qué importa? —hago mi propia pregunta.
Ella se contonea, balanceando el cuerpo de un lado a otro, y empujo su hombro
para ponerla boca arriba. Me levanto y me siento a horcajadas sobre sus estrechas
caderas, mis ojos se posan en sus pechos expuestos. Sonrío mientras veo sus
pezones endurecerse por mí.
—Ay... —se queja arqueando la espalda, con los brazos ahora inmovilizados
debajo de ella—. Necesito...
Colocando mi mano enguantada sobre su boca, detengo cualquier demanda
que fuera a hacerme. No ocurrirá, sea lo que sea.
Mi mano libre agarra la navaja que yace junto a ella. La abro y la sostengo
cerca de su rostro. Ella gime y sus preciosos ojos se agrandan. Sus caderas se
balancean debajo de mí, y sonrío detrás de mi máscara.
Retiro mi mano de sus labios y dejo que la punta del dedo los acaricie. Ella
respira profundamente y su pecho se eleva. Me acomodo entre sus piernas y
deslizo la punta de la navaja por su tórax, sobre su vientre y hasta el coño. Giro
la navaja en mi mano y el mango sube y baja por su coño, separando sus pliegues
para mí.
Gime, sus ojos se cierran y deslizo el mango dentro de ella. Arquea su espalda
y cuello, abriendo más las piernas para que yo tenga mejor acceso. Bombeo dentro
y fuera, viendo cómo sus fluidos cubren el mango negro.
Su cuerpo se balancea de un lado a otro y su respiración se acelera, extiendo
mi mano libre y abofeteo su pecho. Jadea, así que vuelvo a hacerlo y gime.
Deslizo mi mano por su coño y froto su clítoris. Mi pulgar juega con su piercing.
Es muy sexy. Quiero tirar de él con mis dientes. Morderlo y ver cómo arquea su
espalda mientras grita.
—Oh, Dios... —Se queda callada, lamiendo sus labios.
Odio que no sepa quién soy. Que no pueda gritar mi nombre cuando le hago
tomar lo que le doy. Algún día lo sabrá. Y cuando llegue ese día, se dará cuenta
de que no hay Dios en nuestro mundo. No hay nada santo en un mundo lleno de
pecadores.
Vuelvo a mirar la navaja y sostengo la hoja mientras aprieto con más fuerza el
mango. Sus piernas se abren para asegurarse de no cortarse. Lástima. A una
parte de mí le gustaría verla sangrar por mí. Lamería la sangre de su cuerpo como
una ofrenda.
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—Oh, Dios mío —jadea, arqueado aún más su cuello, y envuelvo mi mano libre
alrededor de su garganta, impidiéndole respirar mientras me arrodillo sobre ella
y follo su coño con el mango de la navaja.
Acerco mi rostro al suyo y veo cómo sus ojos azules como el hielo se vuelven
pesados. Sus labios carnosos se entreabren en un intento de tomar aire, pero no
se lo permito. Se pone rígida debajo de mí y cierra los ojos mientras se viene como
la buena puta que sabía que sería.
Sentándome, saco la navaja y suelto su garganta. Su cuerpo se hunde en el
colchón y respira entrecortadamente. Acerco la navaja a su rostro y sus pesados
ojos se abren para encontrarse con los míos. Separa los labios y saca la lengua.
Deslizo el mango a lo largo, observándola lamerlo hasta dejarlo limpio.
Mierda, quiero probarla. Todavía no. Pronto podré tenerla como quiera, cuando
quiera.

Cierro el grifo y me alejo de ese recuerdo. Es solo uno de tantos. Saliendo de


la ducha, veo el sobre sobre la encimera. Lo abro de nuevo y miro las fotos que
tengo en la mano. Mi corazón se acelera al ver que ella está abriendo las piernas
para otra persona.
¿Cuándo entró él en su vida? ¿Cómo no me di cuenta? Hace unas semanas
que no la visito. Estuve ocupado con los Lords y no pude escaparme para verla.
Hemos estado tan cerca de la ceremonia de los votos que pensé en esperar.
Estaba cansado de torturarme, de excitarla sin poder probarla. A partir de
mañana, eso ya no será un problema.
Lo bajo de golpe, apoyo las manos en el borde de la encimera e inclino la
cabeza. No importa. Él no me impedirá conseguir lo que quiero. Levantando los
ojos, me sonrío a mí mismo. Me encantan los desafíos. Y éste será el más
importante de todos.

34
Capítulo 6
Sin

La noche siguiente, estoy sentado en mi Zenvo TSR-S, con las luces apagadas
y escondido detrás de la hilera de árboles de la carretera de dos carriles.
El tipo que está en el asiento del copiloto cuenta los billetes de cien dólares
que le entregué.
—No te ofendas —murmura.
—No me ofendo. —Yo también contaría esa mierda. Hoy en día no se puede
confiar en nadie.
Toma unos cuantos del montón y se los entrega a través de la ventanilla rota
al amigo que trajo y que está parado fuera del auto. 35
—Prepárate —le ordena al tipo.
—Ha sido un placer hacer negocios contigo. —El chico se ríe de mí antes de
rodear la parte delantera de mi auto y subirse al suyo, estacionado a mi lado.
Esperamos en silencio. Acomodándome en mi asiento, siento el arma metida
en la parte de atrás de mis jeans. Como dije, hoy en día no puedes confiar en
nadie. Fui a un bar de mala muerte, le hice una oferta a unos hombres que sabía
que no rechazarían algo de dinero y cerré un trato.
Y aquí estamos.
Sentándome más erguido, miro unos faros que vienen hacia nosotros.
Cuando pasan, nos quedamos quietos, ocultos por la hilera de árboles. El auto
ubicado a mi izquierda enciende los suyos y sale a la carretera, siguiéndolo.
Ya era hora, enciendo mis luces y salgo a la carretera en la dirección
contraria.
Veo la casa al final de la carretera y entro en el camino de entrada. Es una
pequeña casa blanca escondida en el bosque de Pensilvania. Aislada. El lugar
perfecto para esconder cuerpos. Hay un viejo cuento que dice que estos bosques
están embrujados. Que los Lords han enterrado a tantos hombres en la tierra
que, si alguna vez hubiera una inundación, los cuerpos se flotarían y cubrirían
la calle.
No me sorprendería que sucediera. A los veintidós, mi recuento de cadáveres
es de cinco, y solo aumentará a partir de ahí.
Reduzco la velocidad y veo un auto que reconozco en la entrada. Esperaba
que estuviera aquí. Estábamos escondidos entre los árboles cuando pasó hace
dos horas de camino a esta casa.
Detengo el auto y saco el juego de llaves de repuesto de mi bolsillo.
—Llévalo directamente allí —le ordeno al hombre que está en el asiento del
copiloto.
Asiente y toma las llaves. Sale de mi auto, se sube al otro, lo arranca y lo veo
alejarse justo cuando mi celular comienza a vibrar en mi bolsillo.
—¿Hola? —respondo, girándome hacia la casa.
—Hombre, ¿dónde diablos estás? —gruñe en mi oído mi mejor amigo Jayce—
. La ceremonia de votos está a punto de comenzar. Tu elegida...
—Puedes quedártela —lo interrumpo, sabiendo adónde va esta conversación
y sin importarme.
Suelta una carcajada y finalizo la llamada cuando llego a la puerta trasera.
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Tal como sospechaba, no está cerrada con llave. La empujo suavemente para
entrar, conteniendo la respiración para que no hacer ruido y alertar a cualquiera
de mi presencia. Cerrándola detrás de mí, camino de puntillas por el suelo de
baldosas y examino rápidamente la habitación. Está a oscuras. El reloj que
cuelga en la pared a mi izquierda me indica que es un poco más de medianoche.
Tengo una misión. Entrar, hacer una lista y entregar la información
documentada a los Lords. Avanzo por el pasillo y me detengo para echar un
vistazo en la cocina. Usando mi linterna, veo una botella de vino sobre la
encimera blanca. Está vacía junto con dos copas de vino. Una tiene una mancha
de lápiz labial rosa muy característica. La reconocería en cualquier lugar.
Me alejo de la cocina y me dirijo al dormitorio principal. He pasado las últimas
veinticuatro horas estudiando los planos de esta casa, así que sé dónde está
cada cosa.
Abro de un empujón la puerta del dormitorio, enciendo la luz y veo que está
vacío. Eso significa que solo hay otro lugar donde buscar. Regreso al punto por
el que entré en la casa, pero en lugar de salir, giro a la derecha por otro pasillo.
Al final hay una puerta con dos cerraduras. Ambos son cerrojos, pero se cierran
desde fuera. Están diseñados para mantener algo en el otro lado. No para
impedir que alguien entre.
Giro ambos para abrirlos y entro, sabiendo que conducen al sótano. Mis botas
se sienten pesadas en las escaleras de madera. Al llegar al último escalón,
levanto mi linterna para ver la habitación. Es lo que cualquiera llamaría una
mazmorra. Látigos, cadenas y cinturones de cuero cuelgan de la pared del fondo
con diversas formas y tamaños. Algunos los usarían para destruir la carne. Él
los usa para hacer que las mujeres se vengan. Esposas, cadenas y cuerdas
también cuelgan de ganchos y están en estanterías con máscaras y mordazas.
Esto es una mazmorra sexual.
No puedo decir que no esté celoso, porque lo estoy. Algún día tendré la mía,
pero hasta entonces, tomaré prestada la suya.
Alumbrando la cama individual en el centro de la habitación de concreto, veo
lo que vine a buscar. Ella está acostada en medio del colchón, boca arriba, con
los brazos y las piernas abiertas. Está desnuda.
Tiene los ojos vendados, una mordaza en la boca y un trozo de cinta adhesiva
transparente sobre sus labios, pero puedo ver lo que parece ser su ropa interior
dentro de la boca, rellenando sus mejillas.
Como sé que no puede verme, enciendo la luz para ver mejor. No se mueve y,
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por el aspecto de la segunda botella de vino vacía que veo aquí abajo, diría que
se ha desmayado por haber bebido demasiado. O tal vez la drogó. En cualquier
caso, ella condujo voluntariamente su auto hasta aquí, sabiendo que él la ataría
y la abandonaría. Planea usarla cuando regrese. Eso es lo que he encontrado en
la investigación que hice hasta ahora. Le gusta que se sienten y se pregunten
cuándo volverá para usarlas. Se excitan con la anticipación.
Esto explica por qué no me envió un mensaje para preguntarme donde estoy
y porque no fui a visitarla. Encontró a alguien que puede darle lo que quiere. Un
pene de verdad. Bueno, es su noche de suerte. Soy oficialmente un Lord y puedo
meter mi polla donde quiera.
Me acerco al extremo de la cama y la miro. La cama tiene una cabecera con
barandilla de hierro y pie de cama a juego. Barras verticales suben y bajan por
ambos extremos. Le da algo a lo que atarlas. Es de tamaño individual. No
necesita ser grande ni cómoda. No es para dormir.
La cuerda está envuelta alrededor de cada muñeca y tobillo, atadas a las
esquinas de la cama, asegurándola a ella. No hay fundas ni almohadas. Solo ella
está sobre un colchón desnudo, abierta de par en par y lista para ser usada. Mi
polla dura presiona dolorosamente contra mis jeans. La he visto desnuda antes.
La he atado y masturbado más veces de las que puedo contar en los últimos dos
años, pero esta vez es diferente. Ella está aquí para que yo la use. Como yo
quiera.
Incapaz de contenerme, muevo mi mano, desabrocho mis jeans y saco mi
polla. La acaricio un par de veces, sintiendo con los dedos los piercings que hay
a lo largo de mi eje.
Cuando te dicen que no puedes follar, encuentras otras formas de excitarte.
El porno se volvió viejo muy rápido. Una de las formas que encontré es dar y
recibir dolor.
Un grito entre dientes sale de sus labios encintados y arquea la espalda.
Después de todo, está despierta. Me acerco a la cabecera y la miro. Extiendo la
mano y paso los dedos por la cinta adhesiva que cubre sus bonitos labios. El
lápiz labial rosa está manchado por todas partes.
Ella tira de la cuerda con más fuerza y sus caderas se agitan con tanta fuerza
que la cama se traquetea cuando vuelve a golpearlas contra el colchón. Mi
corazón late con fuerza dentro de mi pecho por el hecho de que ella iba a follar
con otro hombre esta noche. Que no soy el único que puede utilizarla. La he
observado en su habitación. La he seguido a todas partes. ¿Cuándo tuvo la
oportunidad de conocerlo? ¿De tener siquiera la conversación para volverse tan
vulnerable a él?
38
La abofeteo. No tan fuerte como para dejar una huella, pero lo suficiente como
para que pique. Hace un gesto de dolor, pero me encanta la forma en que sus
pezones se endurecen. Ella es como yo. El dolor nos excita. Me inclino sobre la
cabecera, agarro sus dos pechos con las manos y los masajeo. Luego me acerco
a sus pezones y los retuerzo entre los dedos antes de tirar de ellos. Su cuerpo se
hunde en la cama y respira profundamente por la nariz.
Regresando a los pies de la cama, toco ligeramente su tobillo. Suave como
una pluma, paso las puntas de mis dedos a lo largo de su suave pierna y subo
por la parte interna de su muslo. La mujer mide un metro sesenta y no pesa más
de cincuenta kilos. Vuelve a moverse, arquea la espalda y sus brazos y piernas
tiran de las ataduras.
Sonrío, mi mano se detiene en el interior de su muslo, a solo unos centímetros
de su suave coño. Gira sus estrechas caderas, intentando que mi mano vaya
donde ella quiere. Quiero negárselo. Quitarle la venda de los ojos y ver la mirada
de sorpresa en ellos. Ver el miedo por haberla encontrado aquí tan indefensa.
Avergonzada por estar atada para otro hombre, pero seré yo quien hará de ella
una puta.
Mi mano se mueve hacia arriba, y deslizo dos dedos sobre su coño. Sin poder
evitarlo, separo sus pliegues para ver lo mojada que está. Gime, arquea su cuello
y mi mano libre se envuelve alrededor de su delicada garganta, sosteniéndola
contra la cama. Se pone frenética, sacude las caderas mientras murmura
tonterías en la mordaza.
Empujo un dedo dentro de ella, mordiendo mi labio inferior para no hacer
ruido. Ella piensa que soy otra persona y no quiero que sepa que no es él.
Introduzco un segundo dedo y los muevo dentro y fuera un par de veces antes
de añadir un tercero. Aspira profundamente por la nariz y noto cómo su garganta
se balancea mientras traga saliva contra mi mano que la rodea.
Los saco y veo cómo se hunde en la cama. Me coloco entre sus piernas
abiertas y presiono mis rodillas contra sus muslos, tensando la cuerda que rodea
sus tobillos en este ángulo. Podría desatar sus piernas, sabiendo que no se
resistirá, pero prefiero tenerla así. Ni siquiera me molesto en quitarme los jeans.
Inclinándome sobre ella, escupo en su coño, asegurándome de que lo
escuche, y luego abofeteo su pecho como hice con su rostro. Ella gime, su cuerpo
se sacude, pero sus pezones se endurecen. Mierda, sus pechos son perfectos. No
soy un experto, pero sé que ella es taza 32C. He comprobado antes su talla de
sujetador. Cuando digo que estoy obsesionado con esta mujer, lo digo en serio.
Sé todo lo que hay que saber sobre ella.
39
El hecho de que esté atada en el sótano de otro hombre me recuerda que solo
pensé que lo sabía.
El hecho de haberla tenido durante los dos últimos años fingiendo ser un
extraño solo hizo que mi obsesión sea diez veces peor. ¿Sabes lo difícil que es
mantener tu verdadera identidad en secreto cuando sabes que te desean? Es un
nuevo nivel de jodida tortura.
Mi mano baja, abofeteando su coño, y ella grita en su mordaza. Lo vuelvo a
hacer y la estructura metálica de la cama se sacude ante su inútil intento de
liberarse. Miro por encima de su coño, veo que ahora está rojo, y empiezo a
masajear su clítoris. Aún lo tiene perforado y sigo deseando saborearlo. Pero no
ahora. Ya tendré mi oportunidad. Esta noche es solo el principio del resto de su
vida siendo mía y sirviéndome.
Puede que no esté follando con mi elegida en este momento frente a mis
compañeros Lords, pero ya no tengo que ser célibe. Puedo follar con quien quiera.
He esperado años para esto (por ella) y no voy a dejar pasar la oportunidad. No
importa lo mal que algunos piensen que está.
Saco la billetera de mi bolsillo trasero y agarro un condón. No quiero usarlo,
pero sé que él lo haría. No estoy seguro de si notará la diferencia, pero quiero
asegurarme de que no lo cuestione. Nunca la he follado con mi polla, y ella nunca
la ha visto. Así que no tiene ni idea de que está perforada y, por el aspecto de las
botellas de vino vacías, ni siquiera estoy seguro de que se acuerde de esta noche.
Abro el paquete, saco la navaja de mi otro bolsillo y hago un agujero en el
extremo. Puede que esté usando un condón, pero estoy condenadamente seguro
de que quiero que mi semen escape de su coño después. Puede que ella no sepa
que es mío, pero yo sí.
Tomando mi polla con la mano, la introduzco lentamente en su coño. Muerdo
mi labio para evitar emitir algún sonido una vez más mientras ella me succiona
como si perteneciera allí.
Maldita sea. Ha pasado demasiado tiempo desde que estuve dentro de una
mujer. Tan apretado y cálido. Se me corta la respiración y cierro los ojos. Ella es
como imagino que es el cielo. Si pensara que existe. Los hombres como yo solo
conocen el infierno. Matar, tomar, sangrar. Es un sistema grabado en nuestros
cerebros.
Empujo mis caderas hacia delante, haciendo temblar la cama, y veo sus
manos atadas cerrarse en puños, sus uñas pintadas de negro clavándose en sus
palmas. La saco y vuelvo a embestirla, forzando su apretado coño a recibir mi
40
polla. De sus labios vendados salen sonidos ininteligibles.
Mis dedos se clavan en sus caderas y la inmovilizo mientras la follo, como si
la hubieran dejado aquí para que yo la encontrara y la utilizara mientras veo mi
polla entrar y salir, cubierta con su humedad.
Soltando sus caderas, abofeteo su rostro y su coño se contrae. A mi pequeño
demonio le gusta eso. Vuelvo a hacerlo y ella arquea la espalda, respirando
profundamente mientras su coño palpita alrededor de mi polla.
Me inclino hacia delante y envuelvo mis manos alrededor de su garganta,
cortando su suministro aire, y la follo contra el colchón como si no fuera a tener
otra oportunidad de nuevo, cuando sé que la tendré. Pase lo que pase, ahora me
pertenece, siempre me ha pertenecido, y está a punto de descubrirlo.
Mis ojos escanean su rostro, lo poco que puedo ver de él. Mis labios están tan
cerca que los frunzo y beso sus labios sellados. Me aparto para mirarla y escupo
en su rostro. No lo siente, pero lo escucha, lo que hace que mueva sus caderas,
con mi polla aún profundamente dentro de ella. Veo cómo la saliva se desliza por
la cinta transparente, extiendo la mano y la lamo.
El sonido de mi respiración agitada llena la habitación mientras ella lucha
conmigo. No puedo esperar a que me vea follarla. Verla llorar por mí mientras
estoy dentro de ella. Será malditamente perfecto.
Su coño se aprieta mientras arquea la espalda. Suelto su cuello y respira
agitadamente por la nariz. Mis ojos se posan en su coño y observo cómo mi polla
entra y sale, ahora cubierta por su orgasmo.
Eso es mi pequeño demonio. Esto es lo que he estado esperando todos estos
años. Saco mi polla y deslizo mi mano arriba y abajo, luego abofeteo su rostro
de nuevo. Su cuerpo se arquea. Levanto la mano y agarro un puñado de su
cabello de la coronilla, con cuidado de no quitar la venda de sus ojos, levanto su
cabeza de la cama y la follo.
Hundo los dientes en mi labio inferior y me vengo con un gemido. Maldita
sea. Coloco las manos a ambos lados de su pecho y siento mi polla palpitando
mientras está enterrada profundamente dentro de ella. Estoy mareado. La
habitación da vueltas como si yo hubiera bebido.
Tres años es mucho tiempo, especialmente cuando has pasado los últimos
dos burlándote de ti mismo.
Me retiro y su cuerpo se relaja sobre la cama, totalmente agotado, mientras
ella sigue temblando. Me levanto, me quito el condón y tomo mi mochila. Saco 41
lo que necesito y vuelvo a la cama. Agarro el borde de la cinta y la arranco de
sus labios. Luego meto la mano en su boca, quito su ropa interior y la meto en
el bolsillo de mis jeans.
Ella humedece sus labios y levanta las caderas del colchón.
Arrodillándome a su lado, deslizo la mano por debajo de su cabeza y la levanto
de la cama todo lo que puedo con los brazos atados. Luego coloco la punta del
pequeño tubo en el borde de sus labios. Ella abre para mí, pensando que le estoy
dando agua.
Inclinándolo hacia arriba, veo el líquido deslizarse en su boca. Tose y una
parte sale despedida hacia su pecho, pero no necesita tomarlo todo, ya que ha
estado bebiendo esta noche.
Vuelvo a recostar su cabeza, guardo el frasco vacío en mi mochila y saco la
sudadera con capucha que había metido ahí, sabiendo que la necesitaría.
Espero unos minutos y desato sus piernas. Ella las levanta, doblando las
rodillas, y caen hacia un lado. Acercándome a la cabecera de la cama, desato la
cuerda de las dos esquinas, pero no de sus muñecas. La pongo boca abajo y
coloco las manos detrás de su espalda, atando las dos cuerdas para sujetar sus
brazos. Luego tomo la sudadera que traje y la deslizo por encima de su cabeza
para cubrir su desnudez.
Mi celular vibra en mi bolsillo y lo saco para ver el mensaje.

Hecho.

Sonrío, luego me inclino y la tomo en mis brazos, llevándomela de su casa.


Oficialmente se me permite tener a quien quiera ahora, y la quiero a ella. Es mía
y nadie toca lo que es mío.

42
Capítulo 7
El l in g t o n

Me paro en medio de la habitación poco iluminada frente a la puerta. La única


salida. Los siento a mi espalda. Mi cuerpo vibra como si una corriente eléctrica
corriera por mis venas.
Las risas llenan la habitación, haciéndome temblar, pero no huyo. No. Eso sería
estúpido. Me encontrarán. Será mejor que me quede donde estoy. Aceptar lo que
me dan y luego se irán.
Soy su juguete. Y esta noche quieren jugar.
“Gasoline” de Halsey sacude las paredes que me mantienen cautiva con los
monstruos. Los asistentes de la fiesta al otro lado de la puerta no tienen ni idea
de que estamos aquí dentro.
43
Algo se desliza sobre mis ojos desde atrás y mi respiración se acelera.
Cierro las manos, clavando las uñas en mis palmas, para no levantarlas y
quitarme la venda. No me resisto. Bueno, no a menos que ellos quieran que lo
haga. Ese es otro juego al que nos gusta jugar.
—No veas el mal —susurra una voz en mi oreja derecha, haciendo que un
escalofrío se deslice por mi espalda.
Mis labios se entreabren para calmar mi respiración acelerada.
—No hables mal. —Esas palabras vienen directamente frente a mí antes de
que introduzcan algo en mi boca. La fuerza impulsa mi cabeza hacia atrás en el
proceso.
Siento el sabor a metal. Mantiene mi boca abierta y empiezo a salivar ante la
idea de no poder gritar para pedir ayuda.
—No escuches el mal —dice otra voz antes de que un suave cuero se deslice
sobre mis orejas, eliminando cualquier sonido del mundo exterior.
Mis piernas tiemblan, mi corazón late con fuerza e intento tragar, pero la saliva
cae por mi barbilla.
Lo que empezó como los Tres Monos Sabios se ha convertido en tres malditos
psicópatas a los que entrego.
Algo duro y grueso se envuelve alrededor de mi cuello y me obliga a levantar
la barbilla: un collar. Segundos después, soy empujada hacia delante, tropezando
con mis tacones Chanel. Choco con un cuerpo duro y mis manos se posan en el
pecho de uno de mis captores. No lleva camiseta. Mis uñas se clavan en su piel
cuando agarra la base de mi cuello por debajo del collar. El dolor de sus dedos
clavándose en mi piel me obliga a tirarme al suelo. Mis manos y rodillas golpean
el cemento. Respiro entrecortadamente con la boca abierta. Entonces estoy siendo
arrastrada por el collar.
Soy su mascota. Arrastrándome sobre mis manos y rodillas por una correa, me
detienen y unas manos agarran mi cuerpo. Me arrojan sobre lo que parece un
colchón. Es duro e implacable y tiene olor corporal y a spray corporal barato Axe.
Me acuestan boca abajo y mis brazos son tirados detrás de mi espalda. Atan
mis muñecas con una cuerda. Las levantan, tirando de mis hombros mientras
presionan mi rostro contra el colchón maloliente. Un grito sale de mi boca abierta.
La saliva se desliza por mis labios.
Unas manos agarran mis piernas y las separan antes de que una cuerda las
envuelva, manteniéndolas abierta para su conveniencia. 44
Jadeo, mi corazón se acelera y mi coño palpita.

—Esto es todo para lo que tenemos tiempo hoy. —Mi profesor interrumpe mi
relato.
Cierro el cuaderno y levanto la vista del estrado. Mis ojos recorren el salón de
clases, que no está ni medio llena. Si te da miedo hablar en público, ésta no es
una clase para ti. El noventa por ciento de nuestra nota depende de nuestra
participación en la elaboración de diferentes escenarios sexuales y de
compartirlos con todos.
Algunos ojos con los que me encuentro ya están puestos en mí. Otros están
ocupados haciendo cualquier otra cosa menos escuchar. Un tipo tiene la cabeza
hacia atrás y la boca abierta mientras ronca suavemente. El chico a su lado
garabatea en su cuaderno. La chica que está a su lado hace estallar su chicle.
—Buen trabajo, Ellington. Mañana serás la primera para terminar —anuncia
el señor Hamilton.
Recojo mis cosas y salgo de la clase.
—Maldita sea, chica, eso estuvo caliente. —Mi mejor amiga golpea mi hombro
con el suyo cuando entramos en el pasillo. Kira ha asistido a la clase de hoy. Mi
profesor permite que personas ajenas se unan para atraer la mayor atención
posible a su clase. No muchos quieren ponerse delante de una habitación llena
de personas y contar sus deseos más profundos y oscuros.
Pongo los ojos en blanco.
—Da igual.
—Lo digo en serio. Sinceramente, no sé cómo el señor Hamilton no se
empalma cada vez que alguien está ahí arriba compartiendo su tarea. Quiero
decir —se pone delante de mí y camina hacia atrás, con sus ojos azules muy
abiertos por la emoción—, estoy malditamente excitada después de eso.
Echo la cabeza hacia atrás, riendo.
—Eres virgen —le recuerdo.
—Ya no —canta antes de morder su labio inferior.
—¿Qué? —jadeo—. ¿Desde cuándo?
—Así que Ellington. —Mack se acerca a nosotros y Kira pone los ojos en
blanco. Entorno mis ojos mirándola, queriendo saber cuándo y con quién perdió
la virginidad, pero tendrá que esperar porque él continúa—. Esa historia... —se 45
aclara la garganta y acomoda sus jeans. Ella me lanza una mirada como
diciéndome te lo dije—. Eso fue descriptivo. —Pasa la mano por su cabeza, con
nerviosismo.
—Esa era la tarea. —Me encojo de hombros.
—Cielos, Mack, ¿nunca has visto porno antes? —le pregunta Kira poniendo
los ojos en blanco otra vez.
Puede que mi mejor amiga nunca haya follado con una polla hasta hace poco,
pero la chica lleva años pasando hambre. Sus padres son muy estrictos. Es
increíble que la dejen ser mi amiga.
—Sí, pero no así —responde él en voz baja.
—Se llama gang bang con BDSM —le informa ella—. Átame y ponlos en fila.
Sus mejillas enrojecen y deja caer sus ojos oscuros para mirar sus
Timberlands sin cordones.
Ella agarra mi brazo, tira de mí hacia las puertas y las abre de un empujón.
—En serio. Necesito una salida nocturna después de esto. Posiblemente un
cigarrillo también.
—Tú no fumas —añado, todavía riéndome de ella.
—Si me follaran así, empezaría.
Sus palabras hacen que muerda mi labio, pensativa. He tenido un tipo así.
Uno que te hace necesitar una maldita dosis después. Es oscuro, misterioso y
un completo desconocido. Nunca he visto su rostro, pero no necesito hacerlo. no
lo sabe. Y nunca se lo diré, pero mi vida sería muy diferente si él no hubiera
aparecido aquella noche en casa de mis padres
Hace dos años que está en mi vida. Pero en los últimos dos meses, ha estado
en silencio. No me he acercado, y él no me ha sorprendido en medio de la noche.
Dejo las puertas francesas abiertas por si acaso. Sin embargo, cada mañana me
despierto decepcionada.
Decidiendo ser yo quien se acerque, saco mi otro celular de la mochila, abro
la aplicación que utilizamos para comunicarnos y le envió un mensaje rápido.

Yo: ¿Esta noche?

Lo lee inmediatamente, pero al cabo de unos minutos me doy cuenta de que


no voy a recibir respuesta. Odio haber confiado en él durante tanto tiempo. Ya 46
no está interesado en mí. Es aplastante. Como la ruptura de una relación que
nunca tuve.
Una parte de mí esperaba que simplemente ignorara el mensaje. Mierda, por
lo que sé, podría haberse casado, mudado o muerto. Pero obviamente sigue vivo
y no me quiere.
Guardo el celular en mi bolsillo y trato de ignorar el dolor en mi pecho. Es lo
mejor. No soy el tipo de chica con la que te quedas. Soy del tipo que reciben
llamadas de hombres a las dos de la mañana porque quieren sexo oral. Y eso lo
acepté hace mucho tiempo.
Sin

Apago mi auto y salgo, caminando por la calle. Es la segunda noche


consecutiva que estaciono y espero en las sombras mi oportunidad para verla.
Me acerco a la verja, trepo por ella y la salto. Cubro mi cabeza con la capucha
de mi sudadera negra, me coloco la máscara y me pongo los guantes. Como
siempre, solo verá mis lentes de contacto rojos.
Camino hasta la mansión victoriana blanca, trepo por la celosía y empujo las
puertas dobles francesas para entrar en su habitación desde el balcón.
Nunca respondí su mensaje hoy. Para empezar, me sorprendió que se hubiera
puesto en contacto conmigo. Pensé que sería más difícil arrebatársela a su nuevo
follamigo. Su mensaje me dijo que no se resistirá mucho cuando le diga que
ahora me pertenece a mí y a nadie más. Su mensaje también me dijo que se está
aburriendo de él y quiere más. Él no satisface sus necesidades.
Acepto el reto.
Anoche, después de sacarla de la casa del tipo, la llevé a su casa y la acosté
en su cama. Después de quitar la venda de sus ojos y desatar sus muñecas, me
fui. Ella estaba inconsciente por el alcohol y el éxtasis líquido que le di.
47
Probablemente ni siquiera recuerda haber ido a su casa, y mucho menos cómo
condujo hasta ella. Cuando llegué con ella, su auto estaba estacionado
exactamente donde le dije al tipo que lo dejara. Valió la pena.
Entro en su habitación y veo que está vacía. Mis ojos miran inmediatamente
hacia la puerta abierta del cuarto de baño contiguo. Está en la ducha. Puedo
escuchar el agua correr. Nunca nos ponemos de acuerdo con el horario.
Elli tiene mi número de celular personal desde que obtuve mi primer teléfono
cuando éramos niños. Así que fui y compré un teléfono extra para ella después
de mi segunda visita como el hombre enmascarado. Quería que tuviera algún
tipo de comunicación conmigo sin que supiera que era mi verdadero yo.
Descargué una aplicación imposible de rastrear para que la usáramos y la puse
en ese dispositivo específico para que se pusiera en contacto conmigo, el tipo que
la excitaba.
A veces aparecía cuando ella me enviaba mensajes. Otras veces, aparecía sin
avisar. Eso es lo que lo hace tan divertido.
La luz del dormitorio está apagada. La gran habitación está bañada en su
aroma: vainilla. Solo de pensarlo, mi polla se agita dentro de mis jeans. Sé lo
bien que se siente su coño ahora, y quiero más. Mi boca saliva ante la idea de
abrir esos muslos suaves y saborearlo. Hacer que se venga sabiendo que soy yo.
Quiero que me suplique con lágrimas en sus ojos mientras la provoco.
Al escuchar que se cierra el grifo, me dirijo al rincón más alejado. Tiene unas
cortinas largas y gruesas que cubren las puertas dobles de vidrio que dan a su
balcón. Las abro, dando un paso atrás, asegurándome de estar totalmente
oculto. Normalmente no soy de los que se esconden, pero me gusta atraparla
desprevenida.
Me asomo por el borde y la veo salir del baño hacia el dormitorio. Lleva una
toalla esponjosa blanca envuelta alrededor de su cuerpo por debajo de sus
brazos mientras sujeta el celular con una mano. Se sienta a un lado de la cama,
su cabello rubio mojado cae sobre su hombro. Ella escribe y comienza a sonar
segundos después.
—¿Hola? —contesta por el altavoz.
—Hola, cariño, no esperaba que aún estuvieras despierta. —La voz de su
madre viene del otro lado de la línea.
—Estuve afuera hasta tarde con Kira.
Mentira. Ella no estaba con mi hermana. Acabo de verla en casa de nuestros
padres antes de salir para venir aquí.
48
—Recibí tu mensaje y solo quería llamarte para darte las buenas noches y
decirte que te quiero. Volveré a casa el lunes.
—Yo también te quiero. —Cuelga.
Estoy a punto de salir, pero decido esperar un segundo más a ver qué hace.
Deja el celular y toma el mando de la tele. La pantalla ilumina la habitación y
ella abre el cajón superior de su mesita de noche, junto a la cama.
Mi corazón se acelera cuando toma lo que quiere y lo deja en la cama a su
lado. Luego cambia de canal en el televisor hasta que encuentra lo que busca.
La voz de una mujer llega a través de los parlantes y no puedo evitar mirarla.
Está mirando porno. La mujer está en medio de un salón. Atada a un banco
negro. Está de espaldas, su cabeza cuelga de un extremo, sus brazos están
estirados hacia abajo a los costados y pegados con cinta adhesiva a ambas patas
de madera delanteras. Sus rodillas están dobladas, presionadas contra su pecho,
y unas cuerdas están envueltas alrededor del interior de sus rodillas y el banco,
atándolos en su lugar. Su culo cuelga del otro extremo. Así, que su boca, su culo
y su coño son fácilmente accesibles para los cuatro hombres desnudos que la
rodean.
La mujer se mueve, su cuerpo lucha contra la incómoda posición en la que la
tienen atada.
Vuelvo a mirar a mi pequeño demonio, que tiene la espalda apoyada en un
montón de almohadas, sus piernas abiertas y la mano entre ellas. Frota
lentamente su clítoris, con los ojos fijos en el televisor. Ya no me importa una
mierda lo que los hombres estén a punto de hacerle a la mujer en la pantalla.
Estoy absorto en ella. La forma en que sus ojos se vuelven pesados, sus labios
se entreabren y los lame. Tomando una respiración profunda, comienza a
empujar un dedo dentro y fuera de su coño, follándose a sí misma. Sus gemidos
llenan la habitación, como los de la mujer de la televisión.
Su mano libre se estira y agarra su cabello y sus caderas se balancean hacia
delante y atrás cuando empieza a jadear.
Vamos, pequeño demonio. Vente por tu propia mano.
Mira a la mujer siendo follada por cuatro hombres en la tele como si deseara
ser ella. Me dan ganas de rasgar esta cortina y envolverla alrededor de su rostro
mientras le demuestro que mi polla es todo lo que necesitará.
El ritmo de sus dedos se acelera y sus ojos se cierran. Observo fascinado
mientras gime y se viene sobre ellos. Recostándose sobre las almohadas, abre
los ojos y mira su mano. Lo limpia con enojo en una de sus muchas almohadas
49
decorativas y frunce el ceño. Ella está insatisfecha.
Los cuatro hombres se turnan con la mujer en la televisión, y Elli observa
durante unos minutos. Tiene la cabeza inclinada hacia un lado y el ceño
fruncido. Luego vuelve a jugar consigo misma. Esta vez masajea sus pechos y
pellizca sus pezones con tanta fuerza que grita. Luego toma un par de pinzas
para pezones. Se las pone una a la vez, inhalando con fuerza al sentir los dientes
aserrados. La idea de ponerlas en los pliegues de su coño hace que mi respiración
de acelere. Me encantaría verla llorar mientras follo su coño tirando de las
pinzas.
Extiende la mano, toma un cinturón de cuero negro y se inclina, envolviéndolo
alrededor de sus tobillos para atarlos juntos.
Se acuesta boca arriba, levantando las rodillas para abrir un poco las piernas.
Coloca la varita entre sus muslos separados y los cierra, estirando las piernas
hacia delante antes de colocar otro cinturón alrededor de la parte superior de
sus muslos, tensándolo lo suficiente como para pellizcar la piel y hacer imposible
separarlos. Se estira por encima de su cabeza y tira al suelo unas cuantas
almohadas. Luego toma una brida y cruza las muñecas. Consigue enhebrarla y
luego tira de ella con los dientes, ajustándola tanto como los cinturones que
rodean sus piernas, y luego coloca la venda sobre sus ojos.
Estira la mano hacia delante, entre sus piernas, y gira la perilla del vibrador
para encenderlo. El zumbido llena la habitación.
Vuelve a acostarse, escucha a la chica follar en la televisión mientras el
vibrador se presiona contra su coño.
Salgo de detrás de las cortinas y me acerco al lado de la cama. Saco mi polla
y escupo en silencio en mi mano.
Vine esta noche para excitarla por última vez como el hombre enmascarado
que conoce. Pero esto es mucho mejor. Quiero verla hacerlo. Ver lo que cree que
necesita. Veo sus caderas levantarse de la cama mientras se agarra a la cabecera
como si tuviera las muñecas atadas a ella.
Dios, quiero sentarme a horcajadas sobre su cuello y meter mi polla hasta su
garganta. Tengo que contenerme para no hacerlo (el enmascarado no se la folla)
cuando empieza a gemir. Su respiración se acelera y mi mano también.
Su cuerpo se retuerce, su pecho sube y baja rápidamente con cada inhalación
brusca. Llega al orgasmo con un grito, y tengo un momento de pánico de que se
vaya a quitar la venda de sus ojos y me vea, pero no lo hace. Se queda dónde
está, necesitando más.
50
Mierda, me encanta que nunca esté satisfecha. Esto es lo que quiero. Un reto.
La follaré hasta que olvide de quién es, dejándole un recuento de sus orgasmos
en su pecho como recordatorio de que solo yo puedo darle lo que necesita.
Continúo masturbándome, viendo cómo sus pechos rebotan por su
respiración agitada mientras las cadenas de las pinzas en sus pezones
traquetean por sus movimientos bruscos. Ella toma una respiración profunda,
su estómago se hunde, y miro por encima de sus costillas prominentes,
imaginando las huellas de mis manos en ellas. Hundo los dientes en mi labio
inferior cuando lo que realmente quiero es su cuello.
Arqueando la espalda, se viene de nuevo y no puedo evitarlo. Mis pelotas se
tensan y contengo la respiración mientras me vengo sobre la almohada
decorativa en la que se había limpiado antes.
Su cuerpo se hunde solo por un segundo mientras el vibrador sigue entre sus
piernas. Su coño ahora está sensible, ella comienza a jadear de nuevo. Cerrando
la boca, traga, y lentamente regreso detrás de la cortina para ver el resto del
espectáculo.
Continúa durante otros cinco minutos, pero esta vez no se viene. En lugar de
eso, levanta las manos atadas, quita la venda de sus ojos y la tira al suelo.
Enfadada, desabrocha las correas de sus piernas, toma la varita y la apaga antes
de tirarla también. Luego agarra el cuchillo que había colocado sobre la cama y
se las arregla para cortar la brida atada alrededor de sus muñecas. Me gusta
pensar que le enseñé eso la primera vez que estuve aquí con ella.
Gime, quita las pinzas de sus pezones y apaga el televisor. Se da la vuelta,
dándome la espalda y la escucho resoplar. Pero justo cuando creo que está a
punto de dormirse, vuelve a abrir el cajón, saca el otro celular que le di y teclea
furiosa en él. Luego vuelve a guardarlo y cierra el cajón.
Espero impaciente mientras escucho su pesada respiración y se queda
dormida.
Sin hacer ruido, salgo de detrás de la cortina y me acerco a su lado de la
cama. Abro el primer cajón de su mesita de noche y miro qué más ha dejado allí.
Una mordaza de bola, una bolsa con bridas y una paleta que dice PUTA en ella.
Una gargantilla que dice puta.
Mi polla vuelve a estar dura, rogándome que lo use todo con ella a la vez. Una
parte de mí quiere aprovecharse de la situación ahora mismo, pero tengo que
esperar. 51
Cerrando las puertas de su balcón, saco el celular para ver que me ha enviado
un mensaje en la aplicación. Por suerte, lo tenía en silencio.

Pequeño demonio: No importa. Lo hice yo misma.

Sonrío. Cree que va a sacarme de quicio, al hombre enmascarado que la hace


venirse, pero no tiene ni maldita idea de lo que le espera.
Capítulo 8
El l in g t o n

A la mañana siguiente, subo corriendo los escalones de piedra y entro en la


casa de mi mejor amiga sin siquiera llamar. Soy como la hija adoptiva de sus
padres. Nuestros padres son mejores amigos. Nos hemos criado juntas.
—Buenos días, Elli. —La señora Sinnett me sonríe suavemente, recogiendo
su bolso Louis Vuitton de la mesa redonda de vidrio que hay en medio de su
gran vestíbulo.
—Buenos días, Janice. ¿Kira está lista?
Se ríe un poco, se dirige a la puerta y la mantengo abierta mientras sus
tacones rojos Dior golpean el suelo de mármol.
—¿Alguna vez llega a tiempo, cariño?
52
Echo la cabeza hacia atrás y suspiro. Ya llegamos tarde.
—Gracias, cariño. —Sale de casa—. Que tengas un buen día —me dice
mientras cierro la puerta detrás de ella.
—¿Kira? —grito, entrando en su cocina. Dejo mi mochila sobre la isla y abro
la nevera—. Kira, vámonos. Llegaremos tarde. —Agarro una botella de agua,
cierro la nevera y grito cuando veo que su hermano estaba de pie detrás de la
puerta—. Jesús, Sin. —Pongo una mano sobre mi pecho y me encuentro con su
fría mirada de ojos azules.
Easton Bradley Sinnett es el imbécil más molesto y egocéntrico que he
conocido nunca. Con esa hermosura que dice: me importa una mierda como
luzco. Además, los tatuajes. Maldita sea, es como una bandera roja andante que
me excita. Su cabello oscuro está revuelto como si acabara de salir de la cama.
Lo que probablemente hizo. O ni siquiera ha dormido todavía. Su rostro
cincelado está cubierto con una barba incipiente, lo que me indica que tampoco
se ha afeitado. Está sin camiseta, mostrando su cuerpo extremadamente firme.
Solo lleva un pantalón de chándal gris. Esos por los que todas las chicas
suspiran. Cuelgan bajo sobre sus estrechas caderas. Tan bajos que puedo decir
que no lleva ropa interior debajo. Mis ojos bajan para echar un vistazo rápido y,
efectivamente, se puede ver el contorno de su pene flácido. Trago saliva,
obteniendo una muy buena visión de lo grande que es. Mis muslos se tensan.
Levanto la mirada, esperando que no me haya atrapado, pero arquea una ceja
oscura.
Mierda.
—Me pareció escuchar el chillido de un pájaro. —Jayce entra, por suerte
ayudándome a evitar una conversación incómoda con Sin. Su otro amigo,
Corbin, entra detrás de él.
—¿No tienen que estar en algún lugar? ¿Cómo en clase?
Son Lords. Si no me hubiera criado con ellos, las marcas a juego en sus
pechos los delatarían. Todos son miembros de una sociedad secreta que gobierna
el mundo por cualquier medio necesario. Mi padre era uno, igual que sus padres.
Hay que nacer en ella. No cualquiera puede convertirse en un Lord. Odio la
sociedad. Lo que representan, y cómo creen que pueden hacer lo que quieran y
salirse con la suya.
—Se me ocurre algo que hacer —dice Sin con esa voz profunda y sexy. Lleva
años provocándome con ella. Ambos sabemos que nunca lo llevará a cabo. Solo
le gusta hacerme sentir incómoda. 53
Trago saliva nerviosa cuando sus ojos se posan en mis pechos, mis pezones
se endurecen contra la suave tela de mi sujetador y mi respiración se acelera.
Afortunadamente, entra Kira.
—Ya era hora. Vámonos.
—Mierda. —Palpa los bolsillos de sus pantalones de jeans—. Olvidé mi
teléfono. — Luego se da la vuelta y su cabello castaño golpea el rostro de Corbin
mientras sale corriendo de la habitación.
—¿En serio? —Suspiro y me dejo caer en la isla, esperándola y haciendo todo
lo posible para evitar a Sin. Cuanto más mayores nos hacemos, menos sé cómo
comportarme con él. Lo evito tanto como puedo. Es difícil, porque su hermana
es mi mejor amiga, pero siempre hago lo que puedo.
Por suerte, suena mi celular y lo sacó del bolsillo. El enmascarado no apareció
anoche. Y cuando me levanté esta mañana, dejé el otro teléfono que me dio en
casa, en mi mesita de noche, apagado. Espero que eso evite que lo busque y
parecer desesperada.
Abro el mensaje y lo leo.
¿Sigue en pie lo de esta noche?
Claro. Me encuentro contestando.

Necesito echar un polvo. Y este tipo está realmente interesado. Es mi respaldo


desde hace un par de meses. No tan bueno como mi hombre misterioso, pero
confiable.

Voy a una fiesta, pero estaré allí después. Aunque no será hasta
después de las dos. ¿Te parece bien?
Está bien. Dejaré la puerta principal abierta. Le informo.

Ha estado antes en mi casa, pero nunca para follarme. Mis padres siempre
solían hacer fiestas, y estaba llena de Lords: la élite solo se relaciona con la élite.
Observo cómo los tres puntos rebotan y se detienen antes de volver a
empezar. Vibra con un mensaje entrante.

Hasta entonces. 54
—Oh, el pequeño demonio tiene novio.
Bloqueo la pantalla y me levanto, extendiendo la mano para apartar a Sin. El
imbécil estaba de pie sobre mi hombro, mirándome. Mierda, lo odio. Intento
ignorar la sensación de su pecho musculoso debajo de mi mano. Y limpio mi
palma en mis jeans como si el idiota tuviera piojos.
—A quién me follo no es asunto tuyo —digo a la defensiva.
—Si necesitas un hombre de verdad...
Entorno los ojos hacia Jayce y él se echa a reír, luego se detiene
abruptamente.
Sin da un paso hacia mí, y mi respiración se entrecorta mientras mis ojos se
clavan lentamente en los suyos. Tengo que colocar mis manos en puños a mis
costados para no tocarlo. Nos hemos tolerado durante años, pero si alguna vez
me dieran la oportunidad...
—Estoy lista —anuncia Kira, corriendo hacia la cocina—. Vámonos.
Llegaremos tarde — añade como si yo no lo supiera ya.
—Gracias a Dios —murmuro. Apartándome de él, tomo mi mochila de la isla.
La lanzo sobre mi hombro, ignorando la sensación de los ojos de Sin en mi
espalda.

Sin

Veo a la rubia sexy darse la vuelta y salir prácticamente corriendo de la casa


con mi hermana. No tiene ni idea de lo que le hice. Y tampoco estoy seguro de si
alguna vez se lo diré. No me siento culpable ni avergonzado. A un Lord se le
enseña que puede tener lo que quiera, incluso si eso significa que tienen que
tomarlo. Eso es exactamente lo que hice con ella, y se excita.
Su pequeño juguete no puede compararse con lo que yo puedo hacerle.
Además, él no debería haberla dejado tan vulnerable la otra noche en su sótano. 55
¿Y anoche en su habitación? Bueno, ella aprenderá a cerrar esas puertas. El
hombre enmascarado que entra y la salve ya no existirá. Sabrá que es mi polla,
mi boca y mis manos las que la violan.
Le enseñaré que cualquiera puede tomarla fácilmente. Cuando decida atarla
a la cama, seguro que no la dejaré sola como hizo ese imbécil en su sótano. No.
Me sentaré allí y la veré retorcerse hasta que decida follármela. Y lo juro, con los
ojos vendados o no, ella sabrá que es mi polla lo que tendrá.
—Sin, no puedo creer que no fueras a la ceremonia de votos —comienza
Jayce, comiendo su barra de cereales. Lleva dos días hablando de eso sin parar—
. Fue una locura. Ryat le gritó a Matt...
—Aquí tienes. —Corbin me entrega un cuaderno, ignorando a Jayce como yo.
Lo abro, y una sonrisa se dibuja en mis labios mientras ojeo una página al
azar.
—Yo... —La sensación de mi teléfono vibrando en el bolsillo me hace dejar el
cuaderno sobre la encimera para sacarlo. Desbloqueo la pantalla y veo un
mensaje de Sandy, una cuarentona amiga de mi madre, y lo abro. Es una foto
de ella sacando la lengua mientras mira a la cámara con un texto.
Me hice un piercing en la lengua.

Escribo una respuesta.

Genial. Tal vez te ayude a succionar mejor una polla.

Ha pasado tiempo (el verano anterior a mi primer año en Barrington) desde


que tuve mi polla en su garganta, pero dudo que haya mejorado.
Lo lee y me envía tres emojis de llorando de risa.

Siempre me haces reír, Sin. Volveré el domingo. Has tenido tu


ceremonia de votos, ¿verdad? Ahora podemos volver a donde estábamos...

Dejo de leer y guardo mi celular. Está fuera con su tercer esposo celebrando
su décimo aniversario de boda. Llámame como quieras, pero no tengo ningún
compromiso con su esposo. No es culpa mía que ella no pueda ser fiel. También
56
soy consciente de que no soy el único. Se folló a Jayce una noche antes de
nuestra primera iniciación en la cabaña de sus padres. Estaba más que
dispuesta a darnos un último viaje antes de que tuviéramos que hacer voto de
celibato.
Recojo el cuaderno de la encimera cuando veo a mi padre entrar en la cocina.
—¿Easton?
—¿Sí? —pregunto, encontrándome con su mirada. Lleva un maletín en una
mano y el celular en la otra.
—¿Cómo va tu misión?
Mis manos aprietan el cuaderno.
—Bien —respondo.
—¿Serás capaz de completarla? —pregunta, con evidente preocupación en su
tono. Ahora soy oficialmente un Lord, lo que significa que, si no hago lo que me
han ordenado, no seré útil para ellos. La finalización es la única salida.
Resoplo.
—Sin duda alguna.
—¿Puedo hablar contigo en mi estudio por un momento? —pregunta.
Gruño. No estoy de humor, sabiendo exactamente de qué quiere hablar. Mi
elegida, mi Lady, mi futuro. No tengo tiempo ahora. Además, no importa lo que
él quiera para mi futuro. No es lo que yo quiero. Y no voy a dejar que nadie lo
dicte.
—Tengo que hacer unas llamadas importantes —miento y salgo de la cocina,
evitándolo, y me dirijo a mi habitación. Tengo que investigar algo. Mi pequeño
demonio acaba de darme la clave de todo lo que necesito para hacerla mía.

57
Capítulo 9
El l in g t o n

Estuve rodeada de sexo toda mi vida. Mi madre es terapeuta sexual. Mi padre


le construyó una oficina en el cuarto piso de nuestra casa para que pudiera
trabajar desde casa. Incluso puso un ascensor que evitaba los otros pisos para
que sus clientes pudieran acceder directamente a su oficina.
Tenía nueve años cuando empecé a escuchar. A los diez, sabía más de sexo
de lo que la mayoría de los adultos sabrán jamás. Una vez, cuando tenía doce
años, me colé en el piso de arriba y escuché como solía hacer.

Camino lentamente por el pasillo, pisando lo más suavemente que puedo para
no delatarme.
58
Si es así, me meteré en problemas. Ella siempre me dice: “Estas son
conversaciones de adultos, Elli. Y poco ético por mi parte si las escuchaste”.
Apoyo la espalda contra la pared y me deslizo hasta sentarme, agudizando el
oído para escuchar.
Una mujer llora suavemente, seguida de la voz de un hombre.
—Lo siento, pensé que te gustaría.
El señor y la señora Taylor. Escuché algunas de sus sesiones antes.
—No puedes hablar en serio. —La mujer empieza a sollozar—. ¿Cómo...
pudiste...?

El señor Taylor tenía la manía de ver cómo otros hombres excitaban a su


esposa, lo que se conoce como cuckolding: infidelidades consentidas. Su esposa
no lo hacía, pero de vez en cuando se tomaba una botella de vino y permitía que
su esposo la llevara a un club de intercambio de parejas o a una fiesta donde él
elegía a un hombre para ella, y se sentaba a ver cómo se la follaba.
Ella lo odiaba.
El hecho de poder excitarse con un desconocido la hacía sentir sucia. Pero
ese era el único sexo que tenía. Hacía años que él no se la follaba.
Esta sesión en particular se trataba de la noche anterior. El señor Taylor
había invitado a dos de sus mejores amigos, que casualmente también eran sus
socios en su empresa multimillonaria. Esa noche había echado algo en el vino
de su esposa, drogándola hasta el punto de que se desmayó. Luego dejó que sus
dos amigos lo ataran en una silla, desnudo, frente a su cama, donde ataron a su
mujer y la violaron. Ese mismo día había puesto una grabadora y no entendía
por qué ella no quiso verlo a la mañana siguiente con él. Pensó que, dado que
ella había dejado voluntariamente que otros hombres la follaran antes, estaría
de acuerdo con dejar que sus dos socios comerciales tuvieran su turno con ella.
Él lloró y le suplicó que lo perdonara.
Pero ella salió corriendo y gritando que iba a pedir el divorcio. Nunca me había
quedado tan quieta en mi vida, rezando para que no me viera. Afortunadamente,
no lo hizo.
Luego lo escuche rogarle a mi madre que lo curara. Que le diera drogas. Que
hiciera lo que fuera para volverlo “normal”. Ella denunció la violación a la policía.
Por ley, tenía que hacerlo.
Lo vi en las noticias la semana siguiente. Sus dos socios comerciales fueron
sacados a rastras de su edificio de oficinas en el centro y empujados a los autos
59
de policía. Ambos estaban casados y tenían hijos.
Sin embargo, me preguntaba por qué el señor Taylor no había sido arrestado
junto con ellos. No podía preguntárselo a mi madre porque entonces sabría que
había escuchado su sesión. Dos meses después, obtuve mi respuesta. La señora
Taylor había regresado, y me senté en el mismo lugar y la escuché llorarle a mi
madre una vez más.
Su esposo se había suicidado. Fue a casa después de su última sesión y se
disparó en la cabeza en la cama donde la había entregado como una ofrenda a
una secta. No podía vivir consigo mismo después de lo que le había hecho.
Estaba tan asqueado que, en ese momento, no se había dado cuenta de que lo
que le gustaba estaba mal. Hasta que comprendió que había traicionado a su
esposa. Veinticinco años de matrimonio tirados a la basura por un fetiche.
Durante tres horas, me senté y la escuché llorar, ella se sentía culpable. Su
esposo fue quien la traicionó, pero ella se sentía responsable de su muerte.
Ella estaba embarazada. Se había enterado esa mañana, y ése era el motivo
de su sesión de urgencia. Durante diez años, intentaron tener un bebé. Querían
tener hijos más adelante. Ambos estaban centrados en sus carreras, y cuando
decidieron empezar, ya era demasiado tarde. O eso pensaban, y él había dejado
de acostarse con ella por completo.
Nunca olvidaré las palabras que le dijo a mi madre cuando me asomé por la
rendija de la puerta y la vi en el sofá llorando.
—Él me dio lo único que siempre quise. Estoy embarazada y él ya no está
aquí. Por mi culpa. Porque no pude amarlo por lo que era. —Dijo que no le
importaba cuál de los hombres que la violó era el padre. Se quedaría con el bebé
y lo criaría para reconocer a su difunto esposo como el padre.
Sollozaba. Mi madre sollozaba por razones personales. Fue traumático para
ambas. ¿Y para mí?
Aprendí dos cosas escuchando las sesiones de los Taylor. Primero, que el
amor es una maldita mierda. ¿Quién diablos permite que sus amigos o cualquier
otra persona viole a su esposa? ¿Y aparte de eso, grabarlo y esperar que ella esté
de acuerdo?
Y segundo, aprendí que el hecho de que tu cuerpo anhelé algo no significa
que debas darle lo que quiere. Así que aparté de mi mente todo lo que mi cuerpo
me pedía. Pero eso no duró mucho.
Yo era joven cuando me di cuenta de que no era como las demás mujeres.
Cuando tenía dieciocho años, Sin me acorraló en una fiesta y me dijo que era
60
hermosa. Sabía que mentía. Era una forma de joderme. Diablos, probablemente
un amigo lo desafió o algo así. Pero entonces me dijo que mis ojos eran tan
bonitos que quería arrancármelos y ponerlos en un frasco en su habitación para
poder mirarlos todos los días.
Eso me excitó. También me hizo darme cuenta de que estoy más jodida que
cualquier paciente que mi madre hubiera visto jamás. Lo que habría hecho
acobardarse a cualquier mujer me hizo inclinarme hacia él. Me convencí a mí
misma de que eran las dos líneas de cocaína que acababa de esnifar también,
pero era mentira. En el fondo, sabía que nunca tendría una relación sana con
un hombre porque nunca sería feliz con lo que la sociedad llamaría normal.
Quiero toxicidad. Quiero locura. Quiero a alguien que me haga cuestionar mi
cordura. Y sé que no seré feliz hasta que el enmascarado decida hacerme suya
para siempre. Estoy perfectamente bien con el hecho de pasar el resto de mi vida
sin saber quién es mientras siga viniendo a verme.
Capítulo 10
El l in g t o n

Son casi las dos de la tarde cuando entro en mi clase de psicología de


Sexualidad Humana. Es mi última clase del día, por suerte. Tengo grandes
planes para seguir los pasos de mi madre en cuanto a mi elección de carrera.
Tengo mis propias razones, pero ella no tiene por qué saberlo.
Este año estoy en el penúltimo año de la Universidad de Barrington. El sexo
siempre me ha dado curiosidad. Y creo que el hecho de haber aprendido tanto a
una edad tan temprana tuvo mucho que ver. Ahora entiendo por qué ella no
quería que escuchara lo que se decía entre las paredes de su oficina. Dejando a
un lado el hecho de que no fuera ético. Las palabras de sus clientes me producían
pesadillas a veces. 61
Tenía trece años cuando empecé a sentir curiosidad. Escuchaba palabras y
buscaba en Google su significado o imágenes. Si soy sincera, diría que ahora
necesito terapia. Estoy bastante segura de que puedo diagnosticarme como
adicta al sexo. Pero es algo increíble llevar tu cuerpo al siguiente nivel. Y mucho
más que otra persona te lo haga a ti. El sexo es como cualquier otra cosa: un
acto que se puede usar, comprar o vender. Es adictivo. Es ese subidón que
persigues constantemente. En mi opinión, es la droga más peligrosa que existe.
Te vuelve irracional, desesperada y un poco psicópata.
Las personas desprecian a las mujeres que tienen múltiples parejas, pero es
aceptable tener una adicción al tabaco que puede matarte. En un mundo en el
que todo cuesta una fortuna, un orgasmo puede no costarte nada. Excepto quizá
un poco de dignidad, pero eso no me importa.
Sentada en mi asiento en la primera fila, abro la mochila para sacar mi
cuaderno, pero no está.
—¿Pero qué…? —Abro la cremallera del bolsillo delantero y miro dentro. Mi
corazón comienza a latir con fuerza cuando pienso en dónde lo tuve por última
vez. Fue en esta clase ayer. Anoche no trabajé en él en casa porque estaba
terminado.
—Elli, tu turno —dice el señor Hamilton, llamando mi atención.
—Mierda —siseo para mí misma.
—¿Pasa algo? —pregunta.
Levanto los ojos hacia los suyos y arquea una ceja. Tiene las manos en las
caderas de sus pantalones Armani. Estoy bastante segura de que enseña esta
clase por mierda y risas, ya que vive del dinero de su papá. Tiene una compañía
Fortune 500 con sede en Nueva York. Él es un Lord. La Universidad de
Barrington es para los del uno por ciento. No puedes escapar de ellos aquí.
Sus ojos marrones oscuros me miran expectantes.
—Yo, eh... no. —Vuelvo a abrir mi mochila y miro en su interior una vez más
como si fuera a aparecer por arte de magia. No es que no lo recuerde de memoria.
Es solo que, si no lo tengo conmigo ¿dónde diablos está?— Es que...
La puerta se abre y todo el aire sale disparado de mis pulmones cuando veo
a tres chicos entrar en la habitación. Tres chicos que no están en esta clase. Mi
mirada se dirige al profesor y sus cejas se fruncen.
—¿Qué puedo hacer por ustedes, caballeros? —pregunta el señor Hamilton.
Él permite espectadores externos, pero estos tres nunca querrían estar aquí.
—Vamos a unirnos a su clase por el día —responde Sin. 62
Tiene incluso mejor aspecto que esta mañana en la cocina, si eso es posible.
Lleva una camiseta negra, unos jeans y zapatillas deportivas. Eso es todo. Pero
no puedo dejar de notar la forma en que su camiseta se estira contra sus anchos
hombros, y sus abdominales son visibles a través de la delgada tela. Los jeans
se ajustan perfectamente a sus muslos, y miro más abajo para ver si obtengo la
misma imagen que obtuve esta mañana con los pantalones de chándal. Y la
tengo.
Mi corazón late salvajemente en mi pecho. Tan fuerte que me cuesta respirar.
—Uh, no estoy seguro...
—Eso no es un problema, ¿verdad? —Corbin interrumpe al profesor.
—No. No hay problema. —El señor Hamilton niega con la cabeza, pasando la
mano por su camisa abotonada. Una clara señal de que no lo aprueba, pero
tampoco va a rechazarlos.
Nadie rechaza a estos hombres. Son lo que llamas realeza en la Universidad
de Barrington. Obtienen sobresalientes, aunque nunca se presentan a sus
clases. Un Lord puede hacer lo mínimo posible y graduarse con honores.
Mientras completen sus tareas y sobrevivan, son recompensados.
Me quedo inmóvil en mi asiento mientras los tres caminan hacia mí. Se
detienen delante de mi mesa y los miro a través de mis pestañas, con los labios
entreabiertos, intentando calmar mi respiración. ¿Qué mierda están haciendo?
Una parte de mí lo sabe. Pero me niego a creerlo.
Las comisuras de los labios de Sin se inclinan hacia arriba y mi pulso se
acelera ante su amenaza silenciosa.
—Estás en mi asiento —le gruñe Corbin al chico de mi derecha, haciéndonos
saltar a los dos.
El chico se levanta y se aleja, sin molestarse siquiera en tomar sus cosas.
Corbin se sienta a mi lado, empuja las cosas del tipo al suelo y se recuesta,
poniéndose cómodo separando las piernas. Con las manos entrelazadas detrás
de la cabeza, la inclina hacia un lado para mirarme. Su cabello rebelde oscuro
cae sobre sus ojos.
Evito su mirada.
—Muévete —exige Jayce a la chica de mi izquierda.
¡Mierda!
Ella hace lo que le dicen, pero mucho más despacio y con una sonrisa en su
rostro. Estoy bastante segura de que le dice que la llame más tarde mientras se 63
aleja, asegurándose de pasar la mano por la parte superior de su pecho y
guiñándole un ojo. Sus intenciones son muy claras. Sale de la habitación,
obviamente tiene algo mejor que hacer por ahora.
—Tomare tu asiento, Elli —dice Sin. Su voz me excita instantáneamente y
mis muslos se tensan.
—Yo...
—Tienes que leer una historia —añade Sin y luego saca un cuaderno de la
mochila que lleva colgada de un hombro y lo deja sobre mi mesa.
Mi corazón se detiene cuando veo mi nombre escrito con rotulador negro en
la parte superior. ¿Cómo lo consiguió? ¿De dónde diablos lo sacó? La sangre se
precipita en mis oídos y el sudor corre por mi frente. Nunca me pongo nerviosa
cuando leo mis historias. Son más bien fantasías. En lo que respecta a la clase,
son escenarios sexuales. El señor Hamilton dice que leer escenas de sexo en voz
alta nos preparará para sentirnos cómodos escuchando a las parejas hablar de
sus experiencias sexuales una vez que estemos atendiendo clientes. Lo que
quieren y lo que les falta en sus relaciones.
¿Por qué estoy ansiosa ahora? ¿Es porque estoy enamorada de él desde que
tengo memoria?
No sé por qué me importa tener que leerlo frente a él y sus amigos. Seguro
que ya lo han leído.
—¿Ellington? —dice mi profesor, y lo miro. Él endereza su corbata, ya recta,
y señala el estrado con la cabeza—. Te toca. Y ahora estamos retrasados.
Aturdida, extiendo mi mano, tomo el cuaderno y me pongo de pie sobre mis
temblorosas piernas. Muy despacio, me dirijo a la parte delantera de la
habitación. Me giro hacia el público con los ojos fijos en el cuaderno. Mi nariz
gotea y la froto con el dorso de mi mano.
—Um... —Humedeciendo mis labios, abro el cuaderno y respiro
profundamente, sabiendo que no puedo escapar. Esta es mi peor pesadilla hecha
realidad.

Suben el dobladillo del minivestido negro por mi espalda para dejar mi trasero
expuesto. Rasgan mis medias de red y empujan mi tanga a un lado.
Me penetran con los dedos, sin molestarse siquiera en comprobar si estoy
excitada, y me muevo en la cama ante la incomodidad, murmurando palabras
ininteligibles alrededor de la mordaza metálica ubicada detrás de mis dientes,
manteniendo mi boca abierta.
Bombean dentro y fuera de mí con tanta fuerza que obligan a mi cuerpo a
64
balancearse sobre la cama. La sangre se precipita en mis oídos y el sudor corre
por mi frente.
No puedo moverme ni luchar. Así es como me prefieren: atada e indefensa.
Obligada a aceptar lo que quieran darme.
Tiran de la correa conectada a mi collar, levantando mi cabeza, y sé lo que
viene. La cabeza de una polla entra en mi boca a continuación, haciendo que
expulse saliva por las comisuras.
Los audífonos me impiden escuchar. No puedo hablar, y no puedo ver debido
a la venda. Soy una muñeca sexual. Un juguete para ser follado.
Esto es para lo que he firmado.
Retiran los dedos de mi coño y los sustituyen por una polla. Sus manos agarran
mis caderas, apoya sus rodillas en mis piernas atadas y me penetra, sujetándome
mientras la otra polla llena mi boca.
Una y otra vez, cada uno de ellos me folla antes de que el que está follando mi
coño se ponga rígido y se venga dentro de mí. Sale de mí y gimo alrededor de la
polla que está follando mi boca. No me vine. Pero nunca se trata de mí. Solo de
ellos.
Tiran del collar, quitándome el poco aliento que me quedaba, y la introduce
hasta mi garganta. Provocándome arcadas, él se retira, viniéndose en mi rostro.
Saboreo un poco en mi lengua y siento el semen deslizándose por mi barbilla antes
de que me dé una bofetada. Cuando me suelta, mi cabeza vuelve a caer sobre la
cama, y me encuentro bañada en sudor y semen.
Un nuevo par de rodillas golpean la parte posterior de las mías y un dedo se
introduce en mi culo. Gimo, con los ojos llenos de lágrimas. Alguien me sostiene
con una mano debajo de mi cuello, levantando mi cabeza. Se introduce en mi boca
la polla que acaba de follar mi coño, me doy cuenta porque puedo saborearme en
él. Es brusco y tapa mi nariz. Si pudiera ver, estoy segura de que mi visión se
volvería negra.
Me acuesto mientras cada uno penetra mi culo, coño y garganta. Nunca consigo
venirme. Se trata de ellos. Y yo soy el juguete tonto que les permite hacerlo una y
otra vez.

Cierro el cuaderno y lo miro fijamente, negándome a levantar la vista hacia el


salón de clases. Leí mis palabras en piloto automático. Me las sé de memoria. Mi
voz temblaba tanto como mis rodillas en este momento. Y mi respiración es
errática. Mi corazón late tan fuerte que me duele el pecho. 65
Alguien comienza a aplaudir, lento y fuerte. Es Sin. Lo sé. Pero me niego a
mirarlo. Luego alguien lo sigue, junto con otro: sus dos mejores amigos.
Bien podrían estar riéndose de mí.
—Buen trabajo... como siempre, Ellington —dice mi profesor, aclarando su
garganta—. Millie, te toca.
—No.
Levanto mi mirada al escuchar a Sin hablando con el profesor.
—¿No? —pregunta el señor Hamilton.
Sin se levanta lentamente y se gira hacia el salón.
—La clase terminó por hoy.
Los chicos se ponen de pie de un salto, recogen sus pertenencias y
prácticamente salen corriendo del salón. Los estudiantes toman esta clase para
relleno. Es para una clasificación fácil. Se van a la mierda y duermen su siesta
diaria. Así que, si pueden ir a casa y hacer eso, la tomaran.
—Esperen un minuto —dice el profesor—. Vuelvan aquí —ordena, pero la
mitad de la clase ya se ha ido. Lo cual es bastante, teniendo en cuenta lo pequeña
que es para empezar. Ni siquiera tenemos veinte alumnos en esta clase.
—Tú también. —Corbin se levanta de su asiento—. Fuera.
—Esta es mi clase —argumenta el señor Hamilton.
—Hoy no —le informa Sin con una sonrisa.
Mis ojos van de un lado a otro mientras estoy de pie en el estrado, mi cabeza
se gira para mirar entre los dos, tratando de averiguar qué diablos está pasando.
Pero sé que sea lo que sea lo que hayan planeado los chicos, el profesor no puede
luchar contra eso. Siempre ganan. Puede que el profesor sea un Lord, pero el
hecho de que trabaje en Barrington me dice que no tiene tanto poder como otros
Lords.
Mis padres no me protegieron de los caminos de los Lords. No diría que lo sé
todo sobre ellos, pero sé lo suficiente.
Corbin se acerca a su escritorio, agarra la camisa Armani del señor Hamilton
y lo saca a rastras de la habitación. Lo echa fuera y cierra la puerta.
Una rápida mirada alrededor me dice lo que ya temía. Solo estamos ellos tres
y yo. 66
—Siéntate, Elli —exige Sin, señalando la silla como si fuera un perro al que
pudiera mandar.
Mis pies se mueven solos, caminando por el suelo. Caigo en mi asiento, con
las manos sobre el pupitre y la mirada al frente, intentando calmar mi
respiración. Estoy sudando, jadeando y a punto de desmayarme. ¿Así es como
se siente un ataque de pánico? La habitación da vueltas, mi lengua se siente
pesada y mi boca está seca.
Sin se para frente a mi silla y su entrepierna queda a la altura de mis ojos.
Puedo ver el contorno de su polla dura y trago saliva. Mueve sus manos y
desabrocha lentamente su cinturón de cuero negro.
El pequeño movimiento me saca del trance en el que estaba.
—Sin... —Estoy a punto de levantarme, pero una mano agarra mi cabello y
tira de él hacia atrás, obligándome a mirar al techo de cerámicos blancos y
manteniéndome en mi lugar. Grito al sentir el escozor en mi cuero cabelludo. Mi
respiración se acelera, haciendo que mi pecho suba y baje rápidamente.
Escucho el sonido de su cinturón al pasar por las trabillas antes de que tome
mis manos y las extienda por encima de la mesa. Cruza mis muñecas y cierro
los ojos cuando las envuelve con el cuero y las ata. Luego sueltan mi cabello y,
en cambio, agarran el cinturón y lo tiran hacia arriba, forzando mis manos
atadas por detrás de mi cabeza.
Corbin se sienta en el asiento detrás de mí. La presión de su bota oprime el
respaldo de mi silla, manteniendo mis manos en su lugar.
Bajo la cabeza ya que soltó mi cabello y me encuentro frente a frente con Sin.
Tiene las manos sobre mi escritorio, inclinándose hacia mi rostro.
—¿Esto es lo que sueñas, pequeño demonio? —pregunta con la cabeza
ladeada, llamándome por mi apodo. Lo usa desde que yo tenía diez años. Mi
familia estaba en un viaje de campamento con la suya. Kira prendió fuego a su
tienda porque no quiso jugar a las Barbies con nosotras. Cuando Kira se metía
en problemas, yo cargaba con la culpa, sabiendo que Sin la destruiría para
vengarse.
Incluso entonces, una parte de mí quería llamar su atención. Para ver hasta
dónde podía presionar al demonio.
Un gemido escapa de mis labios, pero soy incapaz de responder.
—¿Hmm? —Extiende su mano y pasa su pulgar por mis labios entreabiertos
antes de meterlo en mi boca. Sin pensarlo, cierro los labios a su alrededor y lo
chupo—. Eso es lo que pensaba. —Sus bonitos ojos azules se endurecen durante
un breve segundo antes de sacar su dedo y entonces se estira entre el pupitre y
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yo, agarrando el dobladillo de mi camiseta—. ¿Quieres ser un juguete? —Levanta
mi camiseta para dejar al descubierto mi sostén blanco y desliza su mano por
mi cintura.
Se cruza por mi mente la idea de que no llevo nada sexualmente atractivo
debajo de la ropa y rápidamente abandono esa estúpida idea.
Lucho contra las ataduras, pero no puedo ir a ninguna parte. Corbin tiene
mis manos atadas detrás de mi cabeza, y el pupitre me impide apartarme del
tacto de Sin.
Desabrocha mis jeans y luego baja la cremallera.
—Sin —musito, y él me sonríe. Es suave pero tortuoso al mismo tiempo.
Se arrodilla frente a mi pupitre y mete la mano por debajo, agarra mis jeans
por los muslos y los baja de un tirón hasta los tobillos. Luego se pone de pie.
Bien podría haberlos atado, porque aún llevo los zapatos puestos. De todos
modos, no puedo patear a nadie.
—Vamos a tener una sensación ¿de acuerdo? —Desliza una mano entre mis
piernas, forzándolas a través del material de mi ropa interior de algodón.
Arqueo mi espalda y levanto las caderas de la fría silla. Suelto un grito cuando
empuja bruscamente un dedo dentro de mí.
—Malditamente empapada —elogia. Al sacarlo, me desplomo en la silla y él
pasa la yema de su dedo húmedo por mi clítoris—. Oh, pequeño demonio tan
traviesa. Tienes un piercing. —Él tira de la barra, y mi trasero se levanta del
asiento una vez más mientras tomo aire por el escozor y el placer que me produce
el dolor.
Lo obtuve hace años. Otra amiga mía se lo hizo. Dijo que la sensibilizaba tanto
que se excitaba cada vez que conducía por encima de las vías del tren. Yo, sin
embargo, no tuve la misma experiencia que ella. Pero a veces se siente bien.
Corbin tira con más fuerza del cinturón que envuelve mis muñecas y aprieta
mis hombros.
—Por favor. —Suplico entre jadeos.
—¿Quieres que haga que te vengas, Elli? —pregunta Sin, volviendo a meter
la mano en mi ropa interior. Esta vez mete dos dedos en mi coño y balanceo mis
caderas. El pupitre vibra con mi forcejeo.
Añade un tercero y grito. Una mano tapa mi boca y miro hacia arriba para
ver a Jayce de pie a mi lado, silenciándome con su mano. Mis ojos se abren
ampliamente cuando Sin introduce un cuarto dedo, abriéndome de par en par.
68
Es doloroso en esta posición. Necesito abrir las piernas, pero no tengo esa opción.
Los jeans alrededor de mis tobillos me lo impiden.
—Mierda, Elli, este coño está tan apretado. — Él saca sus dedos solo para
empujarlos más profundamente. El pupitre sigue traqueteando y respiro
agitadamente por la nariz mientras mi coño se aprieta alrededor de sus dedos
follándome—. Se va a sentir tan bien en mi polla.
Gimo, las lágrimas arden en mis ojos por el placer y el dolor que me está
provocando.
—Quítale el aire —le ordena a Jayce, y antes de que pueda resistirme, vuelve
a colocar la mano sobre mi boca pellizcando mi nariz.
Lucho en la silla, mis piernas patalean lo mejor que pueden, que no es mucho,
mientras Sin acelera su ritmo en mi coño. Muevo mis caderas, pero lo único que
consigo es aumentar la fricción sobre mi clítoris al frotarme contra la palma de
su mano en esta posición.
Los puntos empiezan a apoderarse de mi visión. Mis pulmones arden y me
lloran los ojos. Todo mi cuerpo se pone rígido, mis piernas se agitan mientras mi
cuerpo convulsiona, luchando por respirar. Mi coño se contrae. Sus dedos follan
con fuerza y rudeza. Mis ojos se ponen en blanco y mi cuerpo se afloja cuando
la sensación de ardor se apodera de mí. Justo cuando estoy a punto de venirme,
retira los dedos. Quitan la mano de mi boca y jadeo cuando sueltan mis
muñecas. Me desplomo en la silla, jadeando, llorando y temblando.
Sin agarra mi cabello, tirando de mi cabeza hacia atrás, y coloca su rostro
frente al mío. Sus ojos examinan mi rostro ahora surcado por lágrimas con
satisfacción como si le gustara verme así.
—Si quieres venirte, aparecerás esta noche. —Luego, con eso, él y sus mejores
amigos salen del salón de clases.

69
Capítulo 11
El l in g t o n

Freak Show. A las diez. Usa tu disfraz de Halloween del año pasado.
Leo el texto por enésima vez. Sin me lo envió hace una hora. Estoy parada en
el estacionamiento junto a mi auto. Acabo de llegar y son las diez menos cuarto.
Después de que me las arreglé para recuperarme, salí del salón de clases y me
fui directamente a casa. Me duché y desperté unas horas más tarde en mi cama.
No era mi intención tomar una siesta, pero estaba exhausta. Luego, como una
idiota, me levanté de la cama y comencé a prepararme para él.
¿Por qué diablos estoy aquí?
¿Por qué no?
Soy yo la que lo está utilizando, ¿verdad? Siempre he tenido pensamientos
70
oscuros cuando se trataba de sexo, y siempre creí que lo que quería estaba mal.
Nadie me lo dijo nunca. Solo lo sé por escuchar las sesiones de mi madre con
sus clientes. Ella nunca los juzgó. Ellos mismos hicieron suficiente de eso.
¿Quién quiere ser estrangulada, abofeteada y tratada como un pedazo de carne?
Se supone que debemos ser tratadas como reinas, no como putas baratas. Tal
vez eso es lo que soy. Lo que siempre seré.
El Freak Show (espectáculo de fenómenos) se realiza el antiguo recinto ferial
escondido en lo profundo de los bosques de Pennsylvania. Una vez abandonado,
lo reabrieron hace unos cinco años. Está aquí todo el año. Cada día es como
Halloween. De ahí el nombre Freak Show. La gente viene de todas partes a
visitarlo.
Mi teléfono vibra, y miro hacia abajo para ver que es un mensaje de texto
nuevo de Sin.

Tienes tres opciones: elige una.


Truco o trato
Correr a esconderte
Sangrar y morir.

Leo el mensaje un par de veces, intentando descifrar su acertijo. No tengo ni


idea de lo que significa.
Truco o trato. Respondo, pensando que suena lo más apropiado.

Pecadora, pecadora, pequeño demonio. Eres mi luz, como el diablo lo


es para la libertad.

Frunzo el ceño. ¿Luz? ¿Demonio? ¿De qué mierda está hablando? Llega otro
mensaje, lo abro y veo que es una foto de mí parada en medio del
estacionamiento.
Miro hacia arriba para ver de dónde viene la foto, y es la casa de los espejos.
Trago saliva con nerviosismo y empiezo a caminar en esa dirección, pero casi
tropiezo con mis tacones en el rocoso estacionamiento. Esto es lo que use el año
pasado para la fiesta de Halloween de los chicos que celebraron en la casa de los
Lords, que incluía tacones. Debería haberlos cambiado por zapatillas deportivas.
Abriéndome paso entre la multitud, entro en la casa torcida. No he estado
71
aquí en años. La última vez fue con Kira. Me estaba volviendo loca y ella era mi
conductora designada.
Me agarro a la barandilla metálica y subo las escaleras del interior. El sonido
de la risa de un payaso llena mis oídos y eriza los vellos de mi nuca. Sé que es
falso, pero no es diferente a sentarme a ver una película de miedo, sabiendo
perfectamente que no es real. No puedes controlar cómo reacciona tu cuerpo.
La mala atribución de la excitación es una confusión fisiológica. Mi cuerpo se
confunde a sí mismo en cuanto a por qué está siendo excitado. Por ejemplo, el
miedo. Cuando experimento una sobrecarga masiva de adrenalina, me excito.
Me excita lo desconocido.
Hay un pasillo a la izquierda y otro a la derecha. Tomo el de la derecha y
avanzo lentamente por el estrecho pasillo. Extiendo los brazos a los lados,
pasando mis dedos a lo largo de los espejos hasta el suelo. Desde arriba
parpadean luces rojas y azules que dificultan la visión. Es como si las paredes
se cerraran sobre mí, pero es solo una ilusión. Tropiezo con mis tacones, mi
respiración se acelera a cada segundo mientras “Thank You for Hating Me” de
Citizen Soldier suena en los altavoces alineados a lo largo del techo.
Llego al final del pasillo y me miro en el espejo. Llevo puestas unas orejas de
conejo de cuero negro. Cubren la mitad superior de mi rostro; solo se me ven
mis ojos. Tengo un maquillaje ahumado, con sombra de ojos negra, delineador
y máscara de pestañas. Mis labios son de color rojo sangre a juego con mis uñas.
Llevo un leotardo negro sin tirantes que tiene un sujetador incorporado para
realzar mis grandes pechos, y lo remato con medias de red. Es el mejor disfraz
de Halloween.
Extiendo la mano para tocar el espejo y caigo hacia delante, pero consigo
mantenerme de pie. No hay ningún espejo. ¿Qué? ¿Qué demonios estaba
mirando?
Veo algo detrás de mí y me doy la vuelta, pero no hay nada. Las luces se
vuelven rojas y empiezan a parpadear. Parece que estoy parpadeando
rápidamente, pero tengo los ojos muy abiertos, mirando al frente y esperando a
que algo salte sobre mí.
Mi pulso se acelera y doy un paso atrás, solo para chocar con algo. Grito y
me doy la vuelta para ver que es un espejo.
—Mierda —siseo para mí misma.
Me giro hacia la izquierda y corro por el pasillo, empujando una puerta al
final con la esperanza de que sea la salida, pero me encuentro con una 72
habitación circular llena de espejos. Y estoy sola. No hay salida, es un callejón
sin salida. Estoy a punto de darme la vuelta, pero antes de que pueda volver por
donde vine, la puerta se cierra de golpe en mis narices. No hay picaporte ni
palanca para abrirla. Solo otro maldito espejo mirándome.
Trago saliva con nerviosismo, doy un paso atrás y me giro hacia la habitación.
Del techo negro cuelgan cadenas de distintas longitudes. Algunas llegan hasta
el suelo y otras están tan altas que ni siquiera puedo alcanzarlas.
Las luces brillan mucho aquí. Levanto mi brazo derecho para impedir que me
iluminen y ver mejor la habitación, pero no lo consigo. El calor de las luces hace
que comience a sudar.
—¿Sabes cómo llaman a un demonio devoto? —susurra una voz en mi oreja.
Me doy la vuelta y descubro que estoy sola. Presiono la mano contra mi pecho
y siento mi corazón latiendo con fuerza.
—La mascota del diablo —responde otra voz.
Se escucha una carcajada.
—¿Qué diablos? —gruño más para mí que para ellos. Me dirijo hacia donde
sé que estaba la puerta, intento abrirla de nuevo y nada. Cierro las manos y las
golpeo contra el espejo—. ¿Hola? —digo—. ¡Hola! —Elevo mi voz hasta gritar.
—Ahorra energía. La vas a necesitar.
Me doy la vuelta para volver a gritar, pero me quedo sin aliento cuando veo a
tres hombres de pie en el extremo opuesto de la sala circular. Todos vestidos con
jeans negros, botas de combate, sudaderas con capucha negras y máscaras. No
son demasiado aterradores, pero hay algo en ellos que produce un cosquilleo en
mi piel y me corta la respiración.
El del extremo derecho es un payaso. Tiene unos dientes enormes que
parecen chorrear sangre. Grandes ojos negros y cara blanca con mejillas rojas.
El del centro lleva una máscara que parece un espejo. Tiene agujeros negros a
modo de ojos y es tan larga que se sumerge en su sudadera negra, de modo que
no se ve ni un centímetro de piel. No tiene boca de ningún tipo. El del extremo
izquierdo parece un rostro humano al que le han quitado toda la piel, mostrando
todas las venas y tendones.
—Sin —susurro su nombre, poniendo las manos delante de mí en señal de
defensa, como si eso fuera a mantenerlos alejados—. ¿Qué estás haciendo? —
pregunto, humedeciendo mis labios con nerviosismo. 73
Ninguno de ellos responde, y mis rodillas amenazan con ceder. Tengo el
corazón en mi garganta y la sangre se precipita en mis oídos. Las luces se apagan
y respiro profundamente. Vuelven a encenderse y ya no están.
—¿Qué? —Doy vueltas en círculo, pero solo me veo a mí misma en los espejos.
¿Estaban realmente aquí? ¿O era una ilusión de los espejos?
Las luces comienzan a parpadear en rojo y azul, como en los pasillos, y una
mano se envuelve alrededor de mi cuello. Intento gritar, pero los dedos aprietan
mi garganta y me cortan el suministro de aire. Me levantan y me empujan hacia
atrás. Un nuevo par de manos me agarran y levantan mis brazos por encima de
la cabeza. Algo los envuelve y me levantan hasta que estoy colgando. Mis tacones
apenas tocan el suelo.
Quitan la mano de mi cuello y mi cabeza se inclina hacia delante mientras
intento recuperar el aliento.
Forcejeo con las ataduras. Mi cuerpo gira de un lado a otro, sabiendo que me
han sujetado a las cadenas que cuelgan del techo. El sonido de mis movimientos
resuena en la habitación.
—¿Sin? —Me atraganto, tratando de frenar mi acelerado corazón.
Observo a mi alrededor, pero las malditas luces siguen parpadeando y me
impiden ver. Siento que voy a vomitar, así que cierro los ojos.
Unas manos agarran mis piernas y las abren de par en par. Algo las envuelve
también, igual que mis muñecas, y segundos después no puedo cerrarlas.
—¿Por favor? —gimo, mi cuerpo tiembla.
—Pero esto es lo que quieres, Elli —susurra en mi oreja. Me estremezco
cuando siento su mano en mi hombro, apartando el cabello de mi cuello para
colocarlo a lo largo de mi espalda—. Solo quiero hacer realidad tus fantasías.
Abro los ojos cuando todo se vuelve negro. Entonces las luces brillantes se
encienden de nuevo, haciéndome parpadear. Los tres están parados frente a mí.
El de la derecha tiene un cinturón en la mano. No es uno de aspecto normal. Es
tan largo que se acumula en el suelo a sus pies. El del medio tiene una cadena
alrededor de la parte posterior de su cuello, que cuelga sobre sus hombros.
Ambas manos aprietan a cada lado. El de la izquierda tiene una mochila a sus
pies. Y es el que más miedo me da porque no puedo ver lo que hay dentro.
El del medio, con la cadena, camina hacia mí. Lleva la máscara sin piel.
Inclino la cabeza hacia atrás y grito tan fuerte que me arde la garganta.
Camina detrás de mí y envuelve la cadena alrededor de mi cuello. Tira de ella,
interrumpiendo mi grito, y coloca sus labios junto a mi oreja.
74
—Gritarás cuando te lo digamos.
No me ha quitado el aire por completo, pero lo está restringiendo.
El tipo del cinturón se acerca a mí. Su máscara de espejo está rota con grietas
por todas partes como si alguien la hubiera golpeado con un bate de béisbol.
Muestra mi reflejo en pedazos rotos. Veo mi maquillaje manchado por las
lágrimas. Ladea la cabeza sin decir nada. Entonces, sin previo aviso, levanta el
cinturón y golpea con el cuero la parte interna de mi muslo justo cuando el que
está detrás de mí aprieta la cadena, quitándome el aire y limitando mi capacidad
de gritar por el dolor.
Suelta la cadena y mi cabeza queda colgando mientras tomo aire. Mi muslo
arde como si alguien hubiera acercado un mechero. Palpita, al igual que mi coño.
Mis hombros gritan por la posición en que mi cuerpo cuelga del techo. Me
duelen los pies porque mis tacones apenas se tocan y tengo las piernas abiertas.
Pero mi clítoris palpita y mis pezones están rígidos. Mi respiración es agitada.
Al segundo siguiente, hay una mano entre mis piernas y desabrochan el
leotardo. Se abre y se desliza hasta mi cintura. Gimo, mi cabeza cae hacia atrás
y cierro los ojos.
Bajan mis medias de red lo suficiente como para arrancar mi ropa interior,
haciéndome gemir al sentir el escozor del material en mis caderas. Colocan algo
en mi coño. Comienza a vibrar.
Empiezo a convulsionar y mi boca se abre cuando todo mi cuerpo se pone
rígido. Voy a venirme muy rápido. El miedo, la adrenalina, la vibración. Mierda,
esto va a ser un récord. Se detiene y maldigo en voz baja.
Arrancan las orejas de conejo de mi cabeza antes de sustituirlas por una
capucha que me quita la visión, y la cadena se aprieta alrededor de mi cuello,
pellizcando mi piel. Las cadenas a las que estoy sujeta suenan cuando tiran de
la parte superior del leotardo para dejar mis pechos al descubierto.
Unas manos agarran mis pechos. No son rudas. Son más bien suaves.
Lentamente, los masajean. Los acarician con la presión suficiente para que mi
cabeza dé vueltas. O tal vez sea la habitación. No veo nada, así que cierro los
ojos. Mi aliento caliente en el interior de la capucha cayendo sobre mi rostro me
hace sudar.
Una lengua lame mi pezón y me inclino hacia ella.
—Oh, Dios —gimo cuando sus dientes se hunden en él lo suficiente para que
mis muslos se tensen de anticipación.
Luego desaparecen y gimo de frustración. Algo aprieta mi pezón derecho y me
75
deja sin aliento. Mis hombros se encogen para intentar cubrir mi pecho, pero es
inútil. Las cadenas alrededor de mis muñecas lo hacen imposible, abierta a su
conveniencia.
—Ahora es cuando gritas. —Vuelvo a escuchar la voz en mi oreja justo antes
de que el dolor atraviese mi pezón. Y hago exactamente lo que dice.
Grito en la capucha, mi cuerpo se agita en las cadenas que me mantienen
cautiva. Un fuego ardiente me atraviesa y mi pecho se oprime. Luego, como si
nunca hubiera sucedido desaparece y vuelvo a derrumbarme, ahora llorando.
Me trago las lágrimas, el sudor y los mocos mientras estoy colgada aquí en
medio de una habitación para que jueguen conmigo. Y odio lo excitada que estoy
ahora. Intentando frotar mis muslos para conseguir algo de fricción.
Me tenso cuando siento una mano en mi otro pecho. Es lo mismo que antes.
Su boca sobre él, luego sus dientes. Tomo una respiración profunda cuando algo
lo pellizca, y entonces ese fuego nuevamente me hace gritar como nunca antes
había gritado.
Sin

Mierda. Ella es tan condenadamente hermosa. He estado tan duro desde que
leyó su diario hoy en clase. Si hubiera sabido que tenía ese tipo de fantasías, me
habría sentado en esa clase todos los días con ella.
Pero probablemente sea mejor que no lo hiciera. La tentación de hacerla
venirse los dos últimos años sin follarla ya ha sido bastante difícil para mí.
Ella cuelga frente a mí, con sus pechos y coño expuestos, y todo lo que quiero
hacer es marcarla. Grabar mi nombre en su cuerpo para que cada maldito
hombre sepa que me pertenece y que he esperado toda mi vida por esto. Por ella.
Corbin y Jayce tuvieron que ayudarme esta noche, y aunque no me importa
que la vean desnuda, nunca dejaría que se la follaran. Nadie puede tocar lo que
es mío. A menos que quieran perder un brazo.
76
—S-in —Ella solloza en la capucha y acaricio su coño. Su cuerpo se sacude
por la sorpresa y abro completamente su coño, sintiendo lo mojado que está.
—Qué pequeño demonio tan bueno —la elogio, haciendo que mueva las
caderas de un lado a otro. El traqueteo de las cadenas por sus bruscos
movimientos me hace sonreír.
—¿Por favor? —suplica con tanta dulzura. Me la imagino haciéndolo mientras
se arrastra hacia mí con la boca bien abierta, esperando que la use.
Empujo dos dedos dentro de ella, masajeando su piercing con mi pulgar, su
respiración se entrecorta. Miro a Corbin por encima de su hombro y asiento. Él
tira de la cadena, apretándola alrededor de su cuello, y ella enloquece cuando él
le quita el aire mientras yo follo su coño con mis dedos. La acerco al orgasmo
todo lo que puedo y, cuando su coño se contrae alrededor de mis dedos, me
detengo y los retiro.
La cadena se afloja y ella vuelve a derrumbarse, sus gritos llenan la
habitación.
—Acabamos de empezar, pequeño demonio.
Capítulo 12
El l in g t o n

Me visten de nuevo con mi disfraz de Halloween y me liberan de las cadenas.


Me quitan la capucha.
Mis piernas tiemblan y uno de los tipos, el de la máscara espejada, se agacha,
pone una mano detrás de mi espalda y la otra debajo de mis rodillas. Me levanta
y me desplomo en sus brazos mientras observo con los ojos entrecerrados. Los
otros dos meten todo en la mochila.
Salimos en silencio de la habitación y del salón de los espejos al aire fresco
de la noche. Me estremezco con la brisa, aunque se siente bien en mi piel
caliente. En Pensilvania puede hacer mucho frío por la noche.
Cierro los ojos y ni siquiera me importa que mi cuerpo tiemble en sus brazos.
77
Está pidiendo una liberación y ahora mismo haría cualquier cosa por
conseguirla. Escucho voces aquí y allá, pero, de nuevo, no me importa quién me
vea así. No podría caminar si me obligaran. Y prefiero que me lleven en brazos a
arrastrarme.
Siento que sube por una nueva escalera y abro los ojos justo a tiempo para
ver la boca abierta de un diablo con cuernos rojos y dientes naranjas. En la parte
superior está escrito “Camino del Diablo” en letras grandes. A lo lejos, escucho
el débil sonido de unos gritos y el rechinar del metal.
Es una montaña rusa.
Mis ojos se abren de nuevo cuando me encuentro sobre una superficie fría e
implacable. Miro a mi alrededor y veo que es un único carro con tres asientos.
Estoy sentada entre el de la máscara espejada y el de la máscara despellejada.
El de la máscara espejada tira de la mochila por delante y abre la cremallera.
Una mano agarra la parte posterior de mi cuello, ya dolorida, y me empuja hacia
delante, presionando mi mejilla contra la fría barra metálica que atraviesa la
parte delantera del carro.
Unas manos sujetan mis brazos y los llevan detrás de mi espalda. Me colocan
unas esposas que me hacen contener el aliento. Me vuelven a sentar. Ambos
separan mis piernas. Me sujetan con las botas. Cubren mis ojos con una venda
y la sangre empieza a correr por mis oídos.
Vuelven a desabrochar los botones de mi leotardo y un dedo recorre mi coño
empapado. Gimo y mis caderas intentan sacudirse contra él.
—Qué jodidamente golosa —dice el tipo de mi izquierda, y mi mente aún está
demasiado nublada para saber quién es quién.
Los pliegues de mi coño se abren, y entonces algo frío se desliza dentro de mí.
El objeto desconocido no es grande, pero resulta un poco incómodo debido a
cómo estoy sentada. Empiezo a jadear y me relamo los labios.
—No te preocupes, pequeño demonio. Estás a punto de cumplir tu deseo —
me dice uno de ellos. Tiene que ser Sin. Solo él me llama así.
Sueltan mis piernas y las cierro, intentando frotarlas para conseguir la
fricción que necesito. Una mano se posa en mi pecho, manteniéndome en mi
lugar, con la espalda pegada al incómodo asiento mientras aplasta mis manos
esposadas detrás de mí. Entonces siento algo en mi pecho y estómago, seguido
de un clic. Acaban de encerrarme en mi asiento con el arnés superior.
Me revuelvo, incapaz de moverme, y escucho un fuerte zumbido antes de que
78
nos sacudamos hacia delante. Mi corazón queda atascado en mi garganta. No
puedo ver ni sujetarme.
Siento cómo subimos. Escucho el chasquido mientras nos lleva cada vez más
alto antes de dejarnos caer por el borde. Espero la inevitable caída. Mi cuerpo se
tensa y mis muslos intentan agarrarse, pero los cinturones de seguridad que hay
entre mis piernas lo impiden.
El carrito se detiene y contengo la respiración. Mi coño vibra justo cuando
nos baja de la cima. Grito, mi cuerpo cae, el carrito y mi coño vibran. Pero es
inaudible, por encima del rugido del viento que nos rodea. El aliento se queda
atrapado en mis pulmones mientras nos precipitamos hacia lo que solo puedo
suponer que es nuestra muerte, ya que no puedo ver ni sujetarme.
El viento nos sacude hacia la derecha y aprieto mis manos esposadas,
aspirando aire mientras mi estómago se contrae y se suelta. El viento revuelve
mi cabello y siento cómo azota mi rostro. La sangre bombea por mis venas
mientras sube y baja, sube y baja. No veo nada, solo siento y escucho. Mi
estómago se revuelve, mi coño se contrae, forzando el vibrador contra mi punto
G. Junto con el subidón de adrenalina, siento que se acerca el orgasmo. Es el
peligro, lo desconocido. La falta de control. Nunca había experimentado nada
igual.
Las ataduras me aprietan tanto que no puedo moverme. Cada giro brusco me
corta la respiración. Cada subida acelera mi pulso. Y cada caída aprieta mi coño.
Y de repente, estrellas bailan sobre mis ojos cerrados, mi cuerpo se levanta
del asiento, presionando mis pezones ya sensibles contra las restricciones
superiores, y me vengo con un grito mientras tenemos una caída que parece no
tener fin. Me siento flotar, alcanzar las nubes en lo alto del cielo.
Se me corta la respiración como si alguien me estuviera ahogando. Me siento
mareada. Siento un hormigueo en cada centímetro de mi piel. No sé si seguimos
cayendo o si estamos subiendo de nuevo. Lo único que sé es que no quiero bajar
nunca.

Sin 79
Los chicos y yo entramos en su dormitorio, en su casa, y sostengo su cuerpo
inconsciente en mis brazos. Se desmayó antes de que pudiera bajarla de la
montaña rusa. Es curioso lo poco que acepta un feriante si tienes dinero en
efectivo para hacer la vista gorda. Estoy seguro de que podríamos haber cometido
un asesinato esta noche, y él habría mantenido la boca cerrada por cien dólares.
—Arranquen el edredón y la sábana de arriba —ordeno a Jayce y Corbin.
Cada uno agarra una esquina y arranca el edredón blanco y la sábana de
seda a juego.
—Las almohadas también —añado.
Quitan las diez almohadas que ella insiste en necesitar y las tiran a un lado.
La acuesto en la cama mientras Corbin arroja sus orejas de conejo y su máscara
en el escritorio de la esquina. Tiro del leotardo negro y lo bajo por su cuerpo y
piernas. Agarro la parte superior de las medias de red y también se las bajo. Ni
siquiera se mueve. Jayce deja caer los tacones al final de la cama y yo la pongo
boca abajo. Corbin me pasa su mochila. Abro la cremallera y saco el rollo de
cinta adhesiva.
Él se acerca para poner sus brazos sobre la espalda y envuelvo la cinta
alrededor de sus muñecas y subiendo un poco por los antebrazos para
asegurarme de que no pueda soltarse. La cinta adhesiva es eficaz, pero solo si
se utiliza correctamente. Usa siempre más de la que crees que necesitas.
La pongo boca arriba para que tenga los brazos por debajo. Me siento a su
lado y paso mis pulgares por sus pezones recién perforados. Pensé que le
gustaría. Quería ver qué aspecto tendrían. Son jodidamente hermosos, como
sabía que serían. No puedo esperar a que se curen para cambiarlos por cadenas.
Estará preciosa, con las lágrimas corriendo por su rostro mientras tiro de ellas
y la escucho gritar.
Arranco otros dos trozos de cinta adhesiva y los pego cruzados sobre su boca
en forma de X antes de añadir un trozo más largo y aplicarla en el medio. Me
aseguro de que vaya de oreja a oreja. De nuevo, usa siempre más de la que crees
que necesitas. Me levanto, me dirijo a sus piernas y él las sujeta mientras yo las
rodeo con cinta adhesiva por los tobillos para que no pueda soltarse.
Me levanto y le lanzo la cinta a Jayce justo cuando me arroja algo.
—¿Qué es esto? —pregunto, tomándolo entre mis manos.
—Algo que vas a querer ver —murmura—. Estaba sobre su escritorio.
Me siento en el banco dándole la espalda y abro el cuaderno. Veo que está
80
fechado a principios de este mes.

Querido diario,
15 de agosto

Volví a ver a David. Nos alquiló un hotel. Llegué primero y me preparé. Lo recibí
en la puerta vestida sin nada. Como me había dicho.
Me sentí estúpida. No sé por qué, pero no siento lo que él siente. Él cree que
esto es real. Pero para mí no lo es. Es algo para pasar el tiempo.
Intenté salir con chicos, pero no pueden darme lo que quiero. O piensan que
estoy mal de la cabeza o ponen a prueba su lealtad.
¿Qué hay de malo en que una mujer quiera que un hombre la use? Tal vez
tengan razón. Veo el sexo como placer. Y debería ser más un compromiso. Eso es
lo que él dice de todos modos.
No importa lo duro que me folle, después me siento vacía. Insatisfecha.
Tal vez sea él, pero creo que soy yo. Me dice que soy una puta por querer más.
Que cuando estoy con él, sólo con él, soy una mujer honesta. Me jode más la
cabeza que el cuerpo. Eso debería decirte todo lo que necesitas saber, pero ¿qué
otra opción tengo?
No es el mejor sexo, pero es mejor que follar con hombres al azar que podrían
despellejarme viva y tirarme a un lago donde nunca me encontrarían.
Él es de confianza, y yo soy su pequeño y sucio secreto. Así que seguiré
haciendo lo que él quiera, aunque eso signifique no conseguir lo que yo quiero.
Estoy acostumbrada a ser un secreto.

Vuelvo al principio del libro y veo otra entrada del verano pasado.

Querido diario,
10 de mayo

Sin me odia. Me odia desde que éramos niños. Lástima que sueñe con él en las
situaciones más inapropiadas. Cuando empezaba a excitarme, cerraba los ojos y
pensaba en él. Imaginaba que era él haciéndome cosas desagradables y
81
depravadas. Pero tuve que dejar de hacerlo. Estaba contaminando mis
expectativas de lo que creía que Sin podría ser capaz de hacer si alguna vez se le
daba la oportunidad. Preferiría no conocer nunca ese tipo de decepción, si soy
sincera conmigo misma.
Es todo lo que tengo: a mí misma. No hay nadie con quien pueda hablar sobre
lo que hice, o a quien quiero. Kira se enfadaría mucho conmigo si supiera que me
imagino a su hermano tratándome como un trozo de carne para usarlo como
quiera. Sin pensaría que soy loca, posiblemente patética.
Así que seguiré escribiendo mis pensamientos y fantasías como si fueran
historias. Mis personajes de ficción también podrían divertirse.

Cierro el cuaderno y la miro. Sigue profundamente dormida, atada con cinta


adhesiva en la cama.
—Aquí hay otra. Parece más vieja —afirma Jayce, cerrando un cajón de su
escritorio.
Le tiendo la mano y me lo lanza. Abro la primera página. Mi corazón se acelera
cuando veo que está fechado hace dos años. La noche en que los Lords me
asignaron para matar.

Querido Diario,
12 de agosto

Un hombre mató a papá anoche. Creo que pensó que yo iba a delatarlo. Pero
eso no iba a suceder. Me alegro de que esté muerto. Era un lamentable hijo de
puta que merecía una muerte horrible. Una bala en la cabeza fue amable.
Dejé que el hombre me follara con su pistola. Fue sucio, crudo y terapéutico en
cierto modo. Aunque suene jodido, me excitó. Nunca me había venido tan fuerte.
Espero que sepa que no voy a decir nada y que vuelva a visitarme. Aunque sea
para secuestrarme y llevarme lejos de aquí. Esta vida es aburrida. Siempre he
fantaseado con querer más. Y creo que el enmascarado puede dármelo.

—Es la una y media —anuncia Jayce en la habitación, llamando mi atención.


Cierro el diario, me levanto y me dirijo a la puerta, apagando su luz. Luego
82
me siento en el rincón más alejado y espero.
Capítulo 13
Sin

Son las dos en punto cuando escucho abrirse y cerrarse la puerta principal.
La casa está tan silenciosa que el sonido resuena. Por algo tuvimos que
interrumpir nuestro recreo en el Freak Show. Mientras estaba en la cocina de
mis padres esta mañana, ella le había estado enviando mensajes de texto a David
sobre venir esta noche. Sobre mi cadáver permitiré que este imbécil siga tocando
lo que es mío. Tenía mis sospechas, pero no estaba seguro hasta que vi las fotos
que Lincoln me dio. ¿Y verla atada en su sótano la otra noche? Entonces no pude
hacer nada sin delatarme. No quiero que sepa que se vino con mi polla.
Permanezco en silencio mientras cuento cada paso de sus botas en las
escaleras. Empuja la puerta con un chirrido y entra. No enciende la luz. En lugar
de eso, se acerca a la cama y elige la lámpara. Sonrío para mis adentros.
83
—Mi chica ya está lista para mí —musita, mirando su cuerpo expuesto. Su
pecho sube y baja con cada inspiración. No se ha movido ni un centímetro desde
que la traje a casa hace treinta minutos—. Oh, me gustan estos. —Extiende la
mano y pasa sus nudillos sobre su pezón perforado, y aprieto las manos, la ira
sube por mi espina dorsal como un fuego que envuelve una pared. Estira la
mano, sujeta la parte de atrás de su camisa y la levanta por encima de su cabeza.
Me pongo en pie.
—Ella ya no es para ti.
Se da la vuelta, con las manos en alto, y jadea.
—¿Easton? —dice mi nombre de pila. Siempre me llaman Sin porque encaja
con mi personalidad. Solo mis padres me llaman por mi nombre de pila—. ¿Qué
diablos haces aquí? —Sus ojos marrones se abren ampliamente.
—Estoy aquí por ella —digo.
Frunce el ceño y se gira hacia Elli. Luego vuelve a mirarme.
—No lo entiendo.
Me acerco a él.
—Jodidamente no te acerques a ella —le advierto, haciendo que entrecierre
los ojos.
—No voy a...
—Mañana por la mañana, la dejarás fuera de tu clase. —Este hijo de puta se
sienta en su pupitre mientras ella se pone adelante en su clase a leer sus deseos
más profundos y oscuros, y luego se la folla en secreto. Utiliza a sus alumnos,
los explota. Elli no es la única alumna a la que se ha estado follando, y los Lords
lo han descubierto.
Cuando ella estaba distraída leyendo sus mensajes de texto esta mañana,
hice que Jayce se metiera en su mochila en la isla y sacara su cuaderno para
clase. Todos saben lo que pasa dentro de las clases del señor Hamilton, pero la
Universidad Barrington lo permite. Como los Lords, tiene sus propias reglas.
Vi sus mensajes e hice algunas llamadas por mi cuenta después de hablar
con mi padre. Por eso los chicos y yo aparecimos durante su clase. Estábamos
para hacer un punto. Estaba reclamando a mi chica. Supongo que debería haber
hecho que se quedara a ver lo que le hacía.
Sus hombros se ponen rígidos.
—Ahora, Easton...
Le doy un puñetazo en el rostro, echando su cabeza hacia atrás.
84
—Harás lo que yo te diga. Si no, perderás tu maldito trabajo —grito, el fuego
vuelve a crecer. Me entran sudores fríos—. Y la llevaré a la policía para que
presente una denuncia por violación contra ti. —Puede que su padre sea un Lord
poderoso, pero aún puedo acabar con él. Solo significará que tengo que
ensuciarme. Mi padre también es un Lord. Y a los Lords no les gusta que pongas
en peligro su existencia.
Él frota su rostro, la sangre corre por su nariz. Entonces aparece una sonrisa
en sus labios rotos.
—Nunca podrás demostrarlo.
—Chicos —grito. Jayce y Corbin salen de la esquina oscura, y él da un paso
atrás—. Haré lo que sea necesario para alejarte de ella. Incluso si eso significa
obligarte a follártela con una pistola en la cabeza. —A pesar de los celos que
siento por mi pequeño demonio, estoy decidido a hacer lo que sea necesario para
sacarlo de su vida.
Sus labios forman una delgada línea mientras gruñe:
—Eres un maldito enfermo.
—Puedo serlo. De ti depende hasta dónde llegaré. —Me encojo de hombros
despreocupadamente. Hay dos pistolas en la mochila de Jayce ahora mismo
junto con unos cuantos cuchillos. Lo descuartizaré como a una maldita calabaza
antes de meter unas cuantas balas en su pecho y luego tirarlo en el porche
delantero como un adorno de Halloween abandonado a su suerte.
—Tengo cámaras en mi clase. —Sus palabras hacen que mis músculos se
tensen. Aunque me lo esperaba—. Justo la semana pasada, se metió
voluntariamente debajo de mi escritorio para que pudiera follar su boca. Nadie
le cree a una puta que grita violación.
Le doy otro puñetazo. Esta vez, su cuerpo golpea la mesita de noche,
haciéndola sonar, y ella se revuelve, pero sigue con los ojos cerrados.
—Llévenlo a Barrington —ordeno a Jayce y Corbin—. Luego a su casa. Quiero
todas las cintas y unidades USB. —Me giro hacia ellos—. Consíganme todas las
grabaciones que tenga. Destruyan todas las computadoras y celulares.
—No, espera... —Levanta las manos y esta vez vuelvo a darle un puñetazo
que lo tira al suelo.
Extiendo la mano izquierda y Jayce me lanza su mochila. La tomo, abro la
cremallera y saco la Glock 19 9 mm. Le quito el seguro mientras me agacho y
presiono el extremo del cañón contra su cabeza, haciéndolo gemir. 85
—Si te veo mirar en su dirección, te cortaré las dos manos y te obligaré a ver
cómo les prendo fuego para que no tengas esperanza de volver a ponértelas. —
Presionando el arma con más fuerza contra su cráneo, lo obligo a rodar sobre su
espalda—. Para asegurarme de que nunca vuelvas a tener la oportunidad de
masturbarte pensando en ella.
Cierra los ojos con fuerza.
—Easton...
—¿Me entiendes? —pregunto con calma.
—Sí... sí, te entiendo —se apresura a responder.
Apartando la pistola de su cabeza, me pongo en pie y hago un gesto con la
cabeza a Jayce y Corbin.
—Vayan.
Se acercan a él, lo toman por los brazos y lo arrastran fuera de su habitación,
dejándome a solas con mi chica. Ahora es el momento de despertarla y darle la
buena noticia.
El diablo está aquí para reclamar a su pequeño demonio. Ella es toda mía.
El l in g t o n

Abro mis pesados ojos y gimo, pero me doy cuenta de que no puedo hablar.
El pánico hace que mi corazón se acelere y estoy a punto de incorporarme, pero
tampoco puedo hacerlo. Estoy boca arriba con los brazos debajo de mí. Al menos,
eso creo. Están entumecidos.
Giro la cabeza de un lado a otro y veo que estoy en mi habitación. Mi lámpara
está encendida, dándole a la habitación un suave resplandor. Intento mover los
pies, me giro hacia un lado y, al mirar hacia abajo, veo mis tobillos atados con
cinta adhesiva. Empiezo a gritar contra la cinta que ahora sé que cubre mi boca.
—Hola, mi pequeño demonio.
Miro a mi izquierda y veo a Sin junto a mi cama. Lleva unos jeans negros y
una sudadera con capucha a juego, pero ya no lleva la máscara del Freak Show.
Parpadeo y mi respiración se vuelve irregular. 86
Se sienta a un lado de la cama y muevo mi cuello, intentando aliviar la tensión
de mi espalda. Sus dedos acarician la zona sensible de mi piel donde uno de ellos
envolvió la cadena. Gimo.
—No voy a lastimarte, Elli. Todo lo contrario. —Sus dedos se mueven para
rodear mi garganta, y siento que mi coño se aprieta, mis muslos se tensan—.
Voy a hacer realidad todas tus oscuras fantasías —dice con sencillez.
Mis ojos se llenan de lágrimas y respiro profundamente por la nariz.
—¿No es eso lo que quieres? —pregunta, su mano abandona mi cuello y
recorre suavemente mi pecho. Una caricia ligera como una pluma, me
estremezco.
Asiento, incapaz de responder, al darme cuenta de que estoy desnuda.
Retira la mano y me inclino hacia él, esperando que me toque, pero se pone
de pie. Observo con la vista borrosa por las lágrimas que aún no han caído cómo
se quita la sudadera y la camisa y desabrocha sus jeans. Los baja y se quita los
bóxers. Está erecto. Su polla llama la atención.
Mi pulso se acelera al ver su gran tamaño y los piercings que recorren su
longitud y la cabeza de su polla. Cuento al menos seis barras y una argolla.
—Ves, pequeño demonio. —Se arrastra hasta la cama y toma mis piernas
atadas. Empujándolas hacia la izquierda, ruedo sobre un costado y él las empuja
hacia mi pecho, restringiendo aún más mi respiración.
Su mano se dirige a mi coño empapado.
—Esto me pertenece ahora. —Introduce un dedo—. Y esto también. —Lo
retira para deslizarlo hasta mi culo, introduciéndolo también, lo que me hace
tensarme y gritar contra la cinta. Sacudo la cabeza lo mejor que puedo e intento
estirar las piernas para apartarlo.
Se ríe y aparta mis piernas con la mano que tiene libre. Sus dedos se clavan
en mi piel para mantenerlas en su sitio mientras lucho contra él.
—¿Nunca han follado tu culo? Qué sorpresa. —Retira el dedo y me desplomo
contra la cama—. Pero me gusta la idea de ser la primera polla que lo folle. Voy
a ser tu primero en muchas cosas, Elli. —Escupe en su dedo y vuelve a pasarlo
por mi culo, haciendo que me tense—. Te va a encantar. Mi polla en tu culo
mientras follo tu garganta con un consolador cubierto de tus fluidos. —Gimo
ante ese pensamiento—. Te haré pasear con falda y sin ropa interior. Así podré
levantarla cuando quiera para ver mi semen saliendo de tu culo.
Saca el dedo y vuelve a meterlo. Me balanceo contra él, a mi cuerpo empieza
a gustarle la presión que ejerce. 87
—Eso es, Elli. Moja ese coño para mí. Me suplicarás que folle tu culo
enseguida.
Siento su polla empujar contra mi coño, y aspiro por la nariz cuando la cabeza
estira mi dolorido coño.
Grito cuando me penetra. Su tamaño me deja sin aliento por un momento.
Se retira y vuelve a introducirse, con sus piercings en todos los sitios. Quiero
decirle que se ponga un condón, aunque tomo anticonceptivos, pero me ha
quitado el habla.
—Mierda —gime, y mi corazón late desbocado en mi pecho al escucharlo—.
Siempre soñé con follarte, pequeño demonio.
Se me corta la respiración.
—Cada vez que te has puesto una falda corta o unos jeans ajustados. —Sus
dedos se clavan en mi piel con tanta fuerza que me van a dejar moretones. Me
encanta—. Me imaginaba arrancándotelos. Inclinándote y follándote como si
fueras mi pequeño juguete.
Gimo y mi cuerpo se balancea hacia delante y hacia atrás. La sábana de seda
se adhiere a mi rostro lleno de lágrimas.
Su mano libre agarra mi cabello y echa mi cabeza hacia atrás. Su otra mano
se desliza por detrás de mis rodillas, empujándolas hacia mi pecho. Acelera el
ritmo y su polla embiste mi empapado coño.
—Ahora me perteneces... —gruñe en mi oreja, mi cuero cabelludo arde por su
fuerte agarre—. Me suplicarás. Llorarás por mí. —Su lengua recorre mis mejillas,
lamiendo mis lágrimas—. Te arrastrarás de rodillas por mí.
Cierro los ojos y los ruedo mientras los dedos de mis pies comienzan a
curvarse.
—Tú eres mi regalo, pequeño demonio. —Besa la cinta que cubre mi boca
como si fueran mis labios—. Y harás lo que yo te diga. —Se echa hacia atrás y
me embiste con fuerza. El sonido de nuestros cuerpos chocando llena la
habitación—. ¿Lo entiendes?
Si pudiera hablar, diría que sí, pero es imposible. En vez de eso, murmuro
detrás de la cinta adhesiva que tengo pegada en mi rostro.
Justo cuando creo que estoy a punto de venirme, se retira y me suelta. Lloro
y mi cuerpo tiembla de necesidad.
Me acuesta boca abajo. Tengo las rodillas aprisionadas y el culo al aire, pero
le agradezco a mis brazos que no estén aprisionados debajo de mí. Giro la cabeza
hacia un lado para no asfixiarme.
88
Su polla se desliza contra mi coño, empujando lentamente dentro de mí una
vez más. Lo escucho escupir antes de sentir cómo la saliva cae en mi culo.
Introduce un dedo y empiezo a resistirme. Coloca su mano en mi cabeza, tira de
mi cabello y sujeta mi rostro húmedo contra la cama.
—Voy a follar este culo, pequeño demonio. Esta noche. La pregunta es: ¿me
lo darás tú o lo tomaré yo? —cuestiona. Su dedo sube y baja lentamente desde
mi culo hasta mi coño.
Inspiro profundamente y relajo mi cuerpo.
—Eso es. Qué niña tan buena —dice, introduciendo su dedo otra vez—. Y las
chicas buenas son recompensadas.
Capítulo 14
Sin

Extiendo la mano y tomo el lubricante que tenía sobre la cama. Lo abro y lo


vierto en su trasero. Tanto que se desliza hacia abajo y cubre su coño y mi pene.
Sigo follando su coño mientras meto y saco el dedo de su culo. Agregando un
segundo y luego un tercero. Ella sigue resistiéndose. Su cuerpo lucha y sonrío,
encantado. Esto es lo que quería: ella. No tengo problema en darle lo que quiere,
aunque eso signifique quitárselo. Solo cree que hay algo mal en ella. Le mostraré
lo jodida que puede estar una cabeza. Lo oscura que puede llegar a ser una
mente. Sangrará por mí, vendrá por mí y suplicará. Deseará complacerme.
Empujo tres dedos dentro de ella, girándolos, viendo su culo abrirse para mí.
Normalmente, el sexo anal requiere un poco más de preparación, estiramientos
y algún tipo de enema para limpiarlo, pero estoy demasiado impaciente para eso
89
en este momento. Así que tendrá que aguantar. Si la hago sangrar, que así sea.
Y no podría importarme menos que ensucie mi pene.
Salgo de su coño, luego agarro mi polla. Retiro mis dedos de su culo y froto
lentamente la punta a lo largo de su orificio fruncido. Mi piercing Príncipe Alberto
empuja dentro de ella. Cierro los ojos y un gemido de placer escapa de mis labios.
—Mierda, pequeño demonio. —Se me corta la respiración cuando profundizo
un poco más, sintiendo cómo mi polla se abre paso donde ningún hombre ha
estado nunca.
Ella grita debajo de la cinta y trata de alejarse de mí. Reajustándome, coloco
mi pie derecho en la cama junto a ella, flexionando mi rodilla. Así puedo
controlarla mejor mientras sigo arrodillado sobre el lado izquierdo. Mi mano
izquierda presiona su espalda, bajando el ángulo de su trasero, aplastando sus
piernas debajo de ella.
—Quédate quieta —le ordeno, mi corazón late salvajemente en mi pecho.
Maldición, esta noche voy a llenarla con mi semen.
Empujo en su culo de nuevo. Grita, pero la ignoro. La presión me deja sin
aliento cuando la cabeza de mi polla desaparece dentro de ella.
—Eso es, Elli —digo sin aliento—. Buena chica. —Su cuerpo se estremece
debajo del mío y empujo más adentro de ella antes de salir por completo—.
¿Sientes eso? —Vuelvo a penetrarla—. Tu culo me está absorbiendo, pequeño
demonio. —Suelto su espalda lo suficiente para azotar su trasero. Tan fuerte que
deja una huella perfecta. Lo hago de nuevo, y su cuerpo se convulsiona—.
Mierda, lo estás haciendo muy bien. Eso es. —Empujo más adentro, pero aún
no he llegado ni a la mitad—. Toma mi polla, pequeño demonio. —Empujo más
fuerte, con más contundencia—. Lo estás haciendo muy bien para mí. —Puedo
sentir su resistencia, y debo admitir que se siente increíble—. Ábrete para mí y
déjame tomarlo —añado, aspirando aire y profundizando aún más.
Mi mano se desliza por su espalda por el sudor que cubre su piel perfecta.
Entonces clavo mis dedos en su cadera, consiguiendo un mejor agarre.
Respiro entrecortadamente, saliendo y empujando hacia adelante, su trasero
ahora se abre para mí como si me perteneciera. Se lo recordaré cada vez que
pueda.
—Eso es. —Echo la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos, y siento cómo su
culo me traga a medida que profundizo más y más con cada embestida, sin darle
la oportunidad de adaptarse a mí—. Maldita sea —gimo, hundiendo los dientes
en mi labio inferior.
Sus gritos son ahogados y tiembla sin control. La he imaginado así muchas
90
veces, pero nada se compara con la realidad. Sujetándola, tomo lo que quiero.
—Qué buena chica. Lo estás haciendo jodidamente bien, Elli. —Continúo
elogiándola mientras tomo su dulce culo, haciéndola mía en todo lo que puedo.
Salgo por completo y luego vuelvo a empujar dentro de ella, amando la forma
en que forcejea. Como si fuera a escapar de mí. Como si pudiera detenerme.
Su culo me aprieta y una sonrisa se dibuja en mis labios.
—Eso es, Elli. Toma mi polla. —Dejo de mover mis caderas y observo cómo
su trasero se balancea sobre mi polla. Ella se mueve mucho más despacio. La
dejo hacer lo suyo durante un minuto. Luego me acuesto sobre su espalda,
aplastando sus piernas debajo de su cuerpo y los brazos contra su espalda.
Enredo una mano en su cabello desordenado y deslizo la otra por debajo de su
cuello. Aprieto mis dedos alrededor de su garganta hasta que no puede mover ni
un músculo.
Estoy tan cerca que, si sacara la lengua, podría saborear las lágrimas que
corren por su hermoso rostro. Traga saliva contra mi mano, haciéndome sonreír.
Le susurró al oído:
—Ahora me lo voy a follar, pequeño demonio. Voy a mostrarte a quién
pertenece este culo. —Tiro de mis caderas hacia atrás y me abalanzo sobre ella.
Grita debajo de la cinta que cubre su boca y aprieto mi mano alrededor de su
garganta, quitándole el aire—. Voy a hacer que te guste, Elli. Vas a venirte por
mí —gruño incapaz de contenerme. Lamo sus lágrimas mientras su cuerpo
tiembla, saboreando su sabor salado. Sabe a océano, y me ahogaría por ella.
Follo su culo, sintiéndome poderoso. Imparable. El sonido de nuestros
cuerpos chocando llena su habitación. Observo cómo sus ojos se vuelven
pesados y cómo su cuerpo se pone rígido contra el mío. Sé en qué momento se
viene y suelto su garganta justo cuando sus ojos se ponen en blanco.
Arranco los trozos de cinta y ella toma una respiración profunda. Saliendo de
ella, la acuesto sobre su espalda y empujo sus rodillas contra su pecho. Vuelvo
a penetrarla por el culo, haciéndola gritar, pero esta vez su culo me recibe con
facilidad. Ahora no hace falta que me esfuerce. Paso mi mano libre sobre su coño
mojado y unto mis dedos con sus fluidos. Aparto un poco sus rodillas para
inclinarme sobre su cuerpo y agarro su rostro con la mano cubierta con su
excitación.
—Qué pequeño demonio tan bueno —digo mirando sus ojos pesados—. Tú
rostro está embadurnado de maquillaje desde antes y aún más ahora.
—S-in. —pronuncia con dificultad mi apodo, intentando arquear la espalda.
91
Acerco mis labios a los suyos y la beso. Mi lengua entra en su boca mientras
mi polla sigue entrando y saliendo de ella. Está temblando sin control, y separo
mis labios de los suyos para meter dos dedos en su boca. Tiene arcadas, pero
las ignoro.
—¿Saboreas eso, Elli? Eres tú en mis dedos desde mi polla en tu culo.
Se atraganta con ellos, la saliva sale volando de sus labios. Arquea su cuello
e intenta sacar mis dedos de su boca, pero mi mano se mueve con ella.
—Quiero que los metas hasta tu garganta —le digo, haciéndola gemir. Su
garganta se resiente con el movimiento—. Quiero que te saborees a ti misma. —
Empujo mis caderas hacia delante y mi polla penetra su culo. Cuando parpadea,
lágrimas nuevas caen por su rostro—. Lo estás haciendo muy bien, Elli. Venirte
así por mí. Sabía que te gustaría. Tengo tantas formas de hacer que te vengas,
pequeño demonio.
Mis pelotas comienzan a tensarse y aprieto los dientes. No quiero venirme,
todavía no, pero es inevitable. Se siente demasiado bien. Cierro los ojos, empujo
una última vez, y mi polla palpita dentro de su culo mientras mi cuerpo se pone
rígido.
Retiro los dedos de su boca y me siento. Tose y llora mientras salgo de su
culo. Sonrío pasando los dedos por la zona sensible, viendo cómo mi semen
escapa de ella.
—Eso es lo que quería ver. Te encantará ser mi mascota, pequeño demonio.
Ella gime ante mis palabras, y sonrío. No tiene ni idea de lo lejos que estoy
dispuesto a llegar para mantenerla ahora que la tengo. Un collar, una correa,
una jaula. No podrá respirar sin preguntarme primero. E incluso eso, se lo
quitaré.
Levantándome de la cama, la dejo allí y entro en el cuarto de baño contiguo.
Abro el grifo y tomo la toalla de la encimera. Dejo correr agua tibia sobre ella y
procedo a limpiar mi polla con un poco de jabón. Una vez satisfecho, arrojo la
toalla sobre la encimera y apago la luz.
Vuelvo a su habitación y la veo acostada boca abajo, mirándome por encima
de su hombro. Todavía tiene las muñecas y los tobillos atados con cinta
adhesiva.
—Qué espectáculo digno de ver —le digo, y ella gime levantando su trasero.
—Me duelen los brazos —susurra con voz ronca.
En lugar de reconocer eso, me acerco a la cama y la agarro por los hombros,
obligándola a rodar sobre su espalda una vez más, tirando de ella hacia mí
92
mientras estoy de pie junto a la cama.
—Sin...
—¿Pensaste que había acabado contigo? —Paso mis nudillos por su mejilla,
apartando el cabello enredado de su rostro mojado.
Respira profundamente y me mira con la cabeza apoyada en el borde de la
cama.
—Abre la boca —le ordeno.
Sus hombros tiemblan y cierra los ojos. Pero veo cómo intenta frotar sus
piernas atadas. Su coño disfruta de la forma en que estoy a punto de usar su
boca como lo hice con su culo. Su coño será lo último esta noche.
Tomo mi polla con la mano, sintiendo los piercings. Tengo seis barbells a lo
largo de mi polla: la escalera de Jacob. Estoy deseando verla ahogarse con eso.
El metal a través de mi polla la hará babear más que una polla en su boca sin
ellos.
Tan pronto como ese pensamiento entra en mi mente, ese fuego vuelve a mi
cuerpo, calentándome de dentro hacia fuera. Como una explosión dentro de un
túnel que derrumba todas las paredes, aplastando todo lo que haya dentro.
Nunca había sentido tantos celos. Mi respiración se acelera con solo pensar en
su diario lleno del profesor follándosela. Voy a quemarlo. Ella empezará uno
nuevo. Y cada historia en él nos involucrará a ella y a mí.
Mierda, incluso el hecho de que haya escrito sobre mí con la máscara
haciéndola venirse me enfada porque no sabe que soy yo.
Agarro sus costillas por ambos lados y la acerco a mí, su cabeza ahora cuelga
completamente fuera de la cama. Coloco mi mano en la parte posterior de su
cuello y gruño.
—Te dije que abras la maldita boca.
Sus ojos se agrandan y traga saliva, nerviosa.
—Sin...
No dejo que diga lo que le preocupa. En vez de eso, empujo mi polla dura
entre sus labios entreabiertos, aprovechándome de la situación. Ella aprenderá
que lo hago a menudo.
Su cuerpo se sacude, sus piernas atadas patalean, tratando de luchar contra
la cinta adhesiva mientras se atraganta con mi polla cuando la empujo
fácilmente por la parte posterior de su garganta. Puedo sentir mis piercings
golpeando sus dientes, y sus palabras murmuradas hacen vibrar mi polla.
93
—Ahógate conmigo, Elli —le digo sonriendo. Saliendo, ella jadea. Empujo de
nuevo hacia delante, haciendo que su cuerpo continúe su inútil lucha. Su cabeza
cuelga de la cama, entre mis muslos. Su respiración ya está restringida porque
cada vez que mis caderas empujan hacia delante, mis pelotas chocan contra su
nariz. Tengo una mano debajo de su cuello, inclinándolo para poder deslizarme
con facilidad hasta el fondo de su garganta.
Sonrío y extiendo la mano libre para jugar con los piercings en sus pezones.
Tiro de ellos, y su pecho se eleva conmigo para intentar aliviar el dolor. Creo que
ni siquiera se dio cuenta de que se los perforé. Estoy deseando mostrarle el vídeo.
—Eso es. —Me retiro y la saliva se desliza de su boca, cubriendo su rostro
mientras toma aire—. Tan hermosa. —Abofeteo su mejilla húmeda y grita. Vuelvo
a introducirme en su boca mientras ella aprovecha para respirar, y veo cómo se
dilata su garganta al deslizar mi polla por ella—. Esa es mi chica. —Jadeo,
sintiendo sus arcadas—. Tómalo, Elli. Demuéstrame que me perteneces.
Si tengo que atarla y exhibirla en medio de la ciudad, desnuda con mi nombre
grabado en su pecho para que el mundo lo vea, lo haré. Como dije antes, ella no
tiene ni idea de lo oscura que puede llegar a ser mi mente o lo violento que puedo
llegar a ser. No tengo ningún problema en mostrarle lo que el diablo hará para
reclamar a su pequeño demonio.

El l in g t o n

Se desliza por mi garganta antes de retirarse. Sus piercings repiquetean


contra mis dientes superiores.
Inmediatamente ruedo sobre mi estómago, mi cabeza aún cuelga sobre el
borde de la cama, pero ya no estoy aplastando mis brazos debajo de mí.
Saliva y semen salen de mis labios entreabiertos mientras jadeo y toso. El
cabello rubio que no está pegado a mi rostro mojado cae alrededor de mi cabeza,
así que no puedo ver nada más que la alfombra blanca que tengo debajo. Mis
manos hormiguean cuando la sangre regresa a ellas, ya que aún las tengo atadas 94
con cinta adhesiva detrás de mi espalda.
La sábana de seda se pega a mi piel sudorosa y caliente.
Respiro profundamente, parpadeando, tratando de ver a través de mis
pestañas acuosas y apelmazadas por la máscara de pestañas que me puse esta
noche. Casi vomito varias veces. Tuve que esforzarme para contenerme. Temía
ahogarme. No soy una experta en gargantas profundas, pero no pensé que fuera
tan mala en eso. ¿Fue por su tamaño? ¿La rudeza? ¿Los piercings? No estoy
segura, pero mi cuerpo disfrutaba. La forma en que me elogiaba por intentarlo,
aunque no tuviera otra opción.
Escucho correr el agua de la bañera y, segundos después, veo sus pies
descalzos regresando a la cama. Sus manos agarran mis hombros y me acuesta
boca arriba. Luego me levanta y me lleva al cuarto de baño mientras yazco inerte
entre sus fuertes brazos.
El gran ventanal situado sobre la bañera de hidromasaje me dice que aún es
de noche. Sin embargo, tiene encendidas las luces del baño y queman mis ojos
sensibles.
Me sumerge en la bañera y la porcelana blanca una vez más aplasta mis
brazos detrás de mi espalda.
—Sin... —Logro susurrar con dificultad—. Mis brazos... —Resoplo—. Duelen.
Arrodillado junto a la bañera, pasa la mano por un lado de mi rostro para
secar las lágrimas que lloré mientras follaba mi culo y mi boca.
—Lo sé —dice simplemente, apartando el cabello mojado de mis pechos y
hombros.
El agua caliente sigue llenando la gran bañera. Aún no llega a mis caderas.
Su mano baja por mi esternón, entre mis pechos, y la yema de su pulgar roza mi
pezón, haciéndome sisear en un suspiro.
—¿Por qué? —Levanto la cabeza y miro mi pecho para averiguar por qué está
tan sensible y veo una barra plateada atravesando mis dos duros pezones,
haciéndome jadear.
—Te gusta el dolor.
Mis ojos, muy abiertos, se elevan hacia los suyos, y lo encuentro mirando los
piercings que debió haberme hecho mientras estaba en la casa de los espejos.
—Eran hermosos. —Toma la barra entre su dedo índice y pulgar y la gira
suavemente, haciéndome empujar la parte posterior de mi cabeza en la bañera
y gritar. Un intenso dolor me deja sin aliento—. Ahora son jodidamente perfectos,
como tú. 95
Soltándolas, se apoya en sus rodillas y toma el gel de baño. Miro rápidamente
el agua y veo que ahora llega hasta mi ombligo. Abre la tapa de la botella y lo
vierte en su mano, enjabonándolas. Luego sus manos están sobre mí.
Un gemido de dolor sube por mi garganta cuando él masajea mis pechos. Sus
fuertes manos suben y bajan por los costados de mis costillas. Luego las sube
lentamente a ambos lados de mi cuello.
Jadeo e inclino la cabeza hacia atrás, consciente de lo vulnerable que soy y
sin que me importe en este momento.
Abriendo los ojos, dirijo mi mirada a la encimera junto al tocador y veo uno
de mis diarios. Me tenso. Él se da cuenta y sigue mi línea de visión antes de
volver a mirarme. Mi mirada se desvía hacia el grifo que sigue abierto y noto que
el agua ahora llega hasta mis pechos.
Arqueo mi espalda, tratando de elevarme sobre el agua, ya que parece que me
he deslizado hacia abajo, pero su mano se envuelve alrededor de mi garganta,
manteniéndome en mi lugar. Mi corazón se acelera y mis muslos se tensan.
Se inclina hacia un lado y presiona sus labios contra los míos, y le devuelvo
el beso sin dudarlo. Su lengua entra en mi boca mientras su mano me sujeta.
Es tierno y parecería cariñoso si no estuviera atada con cinta adhesiva en una
bañera mientras el agua sigue subiendo.
Sin se aparta y trato de inclinarme hacia él, deseando más, pero sus manos
lo impiden. En lugar de eso, mantiene su rostro cerca del mío, pero justo fuera
de su alcance.
—Easton. —Su nombre de pila tiembla en mis labios. Sé lo que está haciendo
y adónde va esto, y mierda, lo deseo—. ¿Lo leíste? —Tengo que saberlo. Necesito
escuchar su respuesta.
—Quiero saber todo lo que pasa por esa hermosa mente tuya —responde,
confirmando lo que ya sabía.
Observa una lágrima deslizarse por el rabillo de mi ojo. Los cuadernos y los
diarios tienen un propósito. Los cuadernos son para clase. Es para incomodar a
las personas. Para insensibilizarlos ante lo que está por venir. Para mí, es mucho
más que eso. He estado escribiendo en diarios desde que era una niña. Era sobre
lo que escuchaba hablar a mi madre con sus clientes. Situaciones en las que se
encontraban o en las que querían estar. Mis fantasías se han vuelto cada vez
más oscuras con los años. Tenía que expresar de alguna manera mis deseos y
no tenía a nadie con quien hablar de ellos. Así que opté por escribirlos.
—¿Confías en mí? —pregunta tan suave como lo fue su beso. 96
Trago el nudo en mi garganta y humedezco mis labios hinchados.
—Sí.
Sus bonitos ojos azules buscan los míos durante un segundo antes de
inclinarse hacia delante y depositar un beso en mi frente. Gimo ante la ternura
de su tacto. Luego se pone de pie, se inclina sobre la bañera y sumerge mi rostro
debajo del agua con la mano alrededor de mi garganta.
Me sujeta, mis brazos y espalda tocan el fondo de la bañera. No es lo
suficientemente larga para que pueda acostarme, así que flexino las rodillas para
tener espacio. Abro los ojos y miro a través del agua tranquila para verlo
inclinado sobre el borde. Unos mechones de cabello empiezan a flotar alrededor
de mi rostro, obstruyendo mi visión.
Mis mejillas están llenas de aire y lo suelto lentamente, sintiendo las burbujas
en mi rostro. Mi coño se contrae, mis rodillas se mueven de un lado a otro.
Tenía una escena escrita en mi diario igual a esta. En la que confiaba en
alguien lo suficiente como para tener literalmente mi vida en sus manos. El
bondage acuático es una práctica conocida en la comunidad BDSM, y siempre
había querido probarla. Algo sobre arriesgar mi vida mientras le doy todo el poder
a otra persona me excita. Es una combinación de bondage y control de la
respiración. Ambas cosas me encantan.
Mis pulmones arden y mi pecho se oprime. Levanto las caderas y muevo mis
hombros, intentando liberarme de su agarre. Justo cuando creo que no puedo
más, me saca del agua.

97
Capítulo 15
Sin

Ella jadea en el momento en que su rostro sale a la superficie y tose. Suelto


su cuello para agarrar el cuchillo que había traído. Vuelvo a inclinarme sobre la
bañera, corto la cinta que envuelve sus tobillos y la tiro al suelo junto con el
cuchillo. Luego me meto en la bañera, me sumerjo en el agua tibia y separo sus
piernas con las mías. La bañera es grande, no como una cama de matrimonial,
pero funcionará.
—Sin —musita, con la cabeza apoyada en el borde de la bañera y los ojos
pesados.
Mierda, ella es increíble. Tan condenadamente hermosa.
Extiendo la mano hacia atrás y saco el tapón, pero dejo el grifo abierto. El
98
agua está tan alta que llega a su cuello. Conmigo adentro el agua se desborda
por los lados y salpica el suelo.
Agarro mi dura polla y empujo en su coño, arrancándole un grito. Odio follar
en el agua, pero ya he tenido su culo y su boca. Ahora es el momento de venirme
dentro de este coño. Me inclino hacia delante, agarro su rostro y la obligo a
mirarme. La beso bruscamente, tragándome todos los sonidos que salen de sus
labios carnosos. Muevo las caderas y el agua salpica la baldosa y la pared.
Ella está aletargada y su cuerpo está cansado. La estoy perdiendo. No pasará
mucho tiempo antes de que vuelva a cerrar los ojos para dormir lo que queda de
la noche. Pero no voy a bajar el ritmo. No. La usaré hasta que se desmaye. Bueno,
eso tampoco me detendrá. Me la follaría, aunque estuviera inconsciente. Mi
pequeño demonio nació para servir. Ella prefiere someterse. Dale una orden, y
ella obedecerá.
Cuando separo mis labios de los suyos, mi mano vuelve a su garganta y su
coño se aferra a mi polla, atrayéndome más profundamente.
—Eso es, Elli. Ordeña mi polla. Haz que me venga dentro de tu apretado coño.
Igual que hice con ese culo y esa boca.
Ella gime, con los ojos cerrados. La alejo de la parte de atrás de la bañera y
abre los ojos inmediatamente justo antes de que vuelva a sumergir su cabeza en
el agua. Esta vez se resiste. Su cuerpo se agita debajo de mí y follo su coño. La
penetro con fuerza mientras la sujeto. Su cabello flota en la superficie como una
nube, protegiendo su bonito rostro de mí.
Bajo mi mano libre y juego con su piercing vertical. Mi pulgar roza
agresivamente la barra negra.
—Vente para mí, pequeño demonio —gruño, mis dedos se clavan tanto en su
cuello que mañana tendrá moretones. Me gusta esa idea. Quiero que todos sepan
que me pertenece. Nadie intenta enfrentarse al diablo porque sabe que no tiene
ninguna posibilidad de ganar. Es despiadado, un salvaje, y no tiene piedad con
nadie.
Su cuerpo deja de luchar solo para ponerse rígido. Su coño comienza a
palpitar alrededor de mi polla y sonrío. Espero un segundo más, empujo y me
vengo dentro de ella. Agarrando la parte de atrás de su cuello, levanto su cabeza
del agua. Durante un milisegundo, parece que no respira. Observo sus suaves
rasgos. Tiene los labios entreabiertos y los ojos cerrados. Levanto mi mano libre
y paso el pulgar por sus labios justo cuando abre los ojos y respira.
Inmediatamente comienza a llorar.
Me levanto de la bañera, la saco y la coloco en el borde. Tomo el cuchillo del
99
suelo, corto la cinta adhesiva de sus muñecas y la dejo para apagar el agua la
bañera, que se ha enfriado. Tomo una toalla del gancho de la pared, me doy la
vuelta y la veo arrodillada en medio del baño, con su rostro entre las manos,
sollozando suavemente.
Me agacho, la envuelvo en la toalla y la atraigo hacia mis brazos, donde
entierra su rostro en mi pecho desnudo. Luego la llevo a su habitación y la
acuesto en la cama. Estoy a punto de alejarme, pero sus brazos se envuelven
alrededor de mi cuello.
—Por favor. No lo hagas. —Se aferra a mí.
—Me voy...
—No... me dejes —solloza sin dejarme terminar, así que me acuesto en la
cama a su lado, mojado y desnudo.
Beso su cabello mojado. En unos minutos, su llanto se calma y su respiración
se estabiliza. Cuando su cuerpo se relaja contra el mío, sé que está dormida.
Me separo de ella, salgo de la cama y tomo el edredón para taparla. Coloco
dos almohadas sobre la cama y deslizo una debajo de su cabeza. Voy al baño,
tomo su diario y vuelvo a la cama con ella.
Mientras duerme lo leo, haciendo tiempo hasta que vuelvan los chicos con
David y todo lo que necesito para joderle la vida a ese hijo de puta.
Nada sobre sus fantasías en su diario me sorprende. Mi pequeño demonio
siempre ha sido curiosa. Me sentí atraído por ella y nunca pude entender por
qué. Quiero decir, ella es hermosa, sí, pero siempre había algo más que no podía
explicar. Pero éramos demasiado jóvenes. Cuando ella alcanzó la mayoría de
edad, yo ya estaba en mi primer año de iniciación para ser un Lord. Las órdenes
son que tienes que ser célibe durante tres años.
A la mierda mi suerte.
Nunca me había follado a una chica de mi edad, y mucho menos más joven.
Aprendí a una edad temprana que, si están casadas, no quieren que nadie sepa
que te están follando. Y si les pagas, bueno, definitivamente no quieren que el
mundo lo sepa. No les importa una mierda. No hacen preguntas, y lo mejor es
que no quieren saber la historia de tu vida ni cómo estás enamorado de la mejor
amiga de tu hermana.
Ella se remueve, miro su rostro y paso mis nudillos por su suave piel.
—Dulces sueños, pequeño demonio. Mañana será un nuevo día para servir a
tu diablo.
100

El l in g t o n

Cuando me desperté esta mañana, odio admitir que estaba decepcionada.


Estaba sola en mi cama, y no estaba atada. Lo primero que hice fue revisar mi
teléfono. Kira me había enviado un mensaje de texto en algún momento de la
noche anterior para hacerme saber que se iba a dormir temprano y que me vería
en la universidad más tarde hoy.
Eso fue todo. Nada de Sin. Tuve que dedicar treinta minutos extras para
prepararme. Nunca antes había tenido que cubrir tantos moretones en mi
cuerpo. Muñecas, tobillos, cuello, joder, hasta mis muslos los tenían. Por suerte,
es otoño, así que pude ponerme unos jeans y una camiseta de manga larga con
una bufanda delgada.
Todo el día, mi coño ha estado húmedo debido a la forma en que mi sostén
roza los piercings en mis pezones. No sabía que pudieran excitarme tanto. Cada
vez que trago, me estremezco como si hubiera pasado toda la noche vomitando
alcohol. Mi culo está un poco sensible, pero no es insoportable. Creo que mis
hombros se llevaron la mayor parte del trauma. Me duele mucho la espalda y los
brazos. Gracias a Dios este día está a punto de terminar. En cuanto termine esta
última clase, iré a casa y dormiré.
Abro la puerta de la clase del señor Hamilton y veo que no hay estudiantes.
No es raro que sea la primera, pero la habitación se siente más fría de lo normal,
lo que me hace temblar. Él está sentado en su escritorio, con la cabeza gacha,
mirando algo en su teléfono. Sin mediar palabra, tomo asiento.
El alboroto hace que levante la cabeza y sus ojos oscuros me miran.
—¿Qué diablos estás haciendo? —demanda, poniéndose en pie de un salto.
Miro a mi alrededor para asegurarme de que me está hablando a mí. Cuando
estoy segura de que soy la única estudiante en el salón, pregunto:
—¿Perdón?
—Lárgate de aquí, Elli —grita señalando la puerta.
—¿Qué te pasa? —pregunto, frunciendo las cejas. 101
—Ya no estás en esta clase. —gruñe—: Vete a la mierda.
—¿Qué? —Me pongo en pie de un salto—. ¿Desde cuándo? —No he recibido
ningún correo electrónico, y estoy segura que no he abandonado esta clase.
Pasa las manos por su cabello oscuro.
—Mira, hice lo que me dijo que hiciera. No quiero problemas. Así que lárgate
de aquí y no vuelvas.
—¿Qué estás...? —Easton—. ¿Sin te dijo que me sacaras de tu clase? —exijo.
Suelta una carcajada, pero no me contesta. Me dirijo a su escritorio y agarro
su brazo.
Jadeo cuando abofetea mi rostro.
—Lárgate de aquí o te echo —grita.
Acuno mi rostro dolorido, incapaz de mirarlo a los ojos. Escucho su
respiración agitada mientras contengo la mía. Entonces sus manos agarran mis
mejillas. Intento apartarme, pero levanta mi rostro y tengo que mirarlo. Las
lágrimas arden en mis ojos.
—Eres una maldita puta. —Mi pecho se oprime ante sus palabras mientras
la vergüenza me invade. ¿Por qué soy yo la puta cuando él me follaba a mí? Ni
una sola vez actuó como si fuera una tarea tener sexo conmigo. ¿Ahora le da
asco? Él se acercó a mí, no al revés—. Vuelve a arrastrarte hacia él sobre tus
manos y rodillas. Deja que te trate como la puta despreciable que eres.
La primera lágrima cae por mi mejilla y sus ardientes ojos la observan.
Empujándome, me hace tropezar hacia atrás. Escucho que la puerta se abre
detrás de mí cuando los estudiantes finalmente entran a la clase. Sin decir nada
más, me doy la vuelta y salgo corriendo de su clase, intentando contener un
sollozo.
Entro en mi casa, corro hasta mi habitación y cierro la puerta de un portazo.
No sé con quién estar más enfadada: con mi profesor o con Easton. Hizo que
jodidamente me expulsen de mi clase.
¿Apareció el profesor anoche? Si lo hizo, ¿qué pasó? Me desmayé en la
montaña rusa y luego desperté en mi cama. Pero no estoy segura de cuánto
tiempo había pasado. Tal vez Sin leyó sobre nosotros en mi diario que estaba en
el baño. Mencioné mis noches con David allí. Pero Sin no parecía enojado por lo
que había leído. ¿Y cuándo tuvo la oportunidad de hablar con David? ¿Qué quiso
decir con que hizo lo que le dijeron que hiciera? Se refería a Sin, ¿verdad? Nada
de esto tiene sentido.
102
Saco el celular de mi bolsillo trasero, lo tiro sobre mi cama y me dirijo al baño,
pero me detengo. Mis pies giran y me llevan de vuelta a la cama. Me siento a un
lado y abro mi mesita de noche. Las lágrimas corren por mi rostro mientras mi
dedo se posa sobre la aplicación.
La abro y presiono llamar.
Suena una vez, dos veces, la tercera vez se detiene, y contengo la respiración
esperando que él (el hombre de la máscara) hable, pero solo hay silencio. Miro la
pantalla y veo que el reloj cuenta los segundos, así que sé que contestó.
Resoplo y paso la mano sudorosa por mis jeans.
—Necesito verte —susurro, con un nudo en la garganta.
El profesor tenía razón. Soy una puta. Nunca he pretendido no serlo. ¿Pero
Sin? Él es un Lord. Nunca seré nada para él. Solo soy algo que él puede controlar.
El hecho de que hizo que me echaran de clase lo dice.
—¿Por favor? —Vuelvo a sorber, pasando la mano por debajo de mi nariz
mojada—. Necesito...
Click.
El teléfono cae al suelo después de que él finaliza la llamada. Me levanto
entumecida y me dirijo al baño sintiéndome derrotada, traicionada y
abandonada. Igual que hace tantos años, cuando murió mi padre. No importa lo
que haga, no puedo escapar de él.

103
Capítulo 16
Sin

Entré por sus puertas dobles francesas, sin molestarme en ser silencioso.
Había estado llorando. ¿Qué diablos había pasado para que quisiera verme? ¿Al
yo enmascarado? No a Easton Bradley Sinnett.
Estoy condenadamente molesto. Celoso de mí mismo de que ella no llamara
a Sin. ¿No fui suficiente ayer y anoche? ¿Pensó que estaba jugando? ¿Que ella
no me pertenece?
Ha pasado una hora desde que llamó. Estaba en medio de algo y no pude
salir en ese momento. Me mataba hacerla esperar. Pero tenía que terminar lo
que estaba haciendo. No podía decirle que iba a ir. No puedo arriesgarme a que
me reconozca. 104
Me maldigo cuando me doy cuenta de que no puedo follármela. Ella sabrá
que soy yo. Quizá debería decírselo y acabar con eso de una vez. ¿Por qué ocultar
quién soy ahora? Solo demostraría que es mía. Lo ha sido desde antes de que
ella lo supiera.
Miro hacia la puerta del baño y la veo salir, sin más ropa que una toalla
envuelta bajo los brazos. Lleva el cabello recogido en un moño desordenado. Sus
ojos, que antes eran preciosos y azules como el hielo, están rojos y tiene el rostro
hinchado y húmedo por las lágrimas. ¿Estuvo llorando todo este tiempo?
Al acercarme a ella, se fija en mí. Sus piernas se detienen y veo cómo rompe
a llorar casi de inmediato. Corre hacia mí, pasa sus brazos por mi cuello y me
abraza con fuerza. Su cuerpo se estremece contra el mío mientras solloza.
La levanto, agarro sus muslos con mis manos enguantadas y ella envuelve
sus piernas alrededor de mi cintura. Dejo caer la toalla al suelo y la llevo a la
cama. Acostada, se acurruca contra mí. Es como anoche, pero no soy yo. Es
alguien que me inventé: máscara, guantes, sudadera y lentes de contacto. Ha
llegado a necesitarlo más que a nadie en su vida porque yo se lo he permitido.
Aparta su rostro de mi pecho y me mira. Mi cuerpo se tensa cuando miro más
de cerca la huella de una mano perfectamente colocada en su mejilla.
—¿Quién te golpeó? —No tengo que ocultar mi voz porque no me reconozco.
Una rabia como nunca antes había sentido eriza mi piel y acelera mi corazón.
—No... importa —dice con dificultad.
¿Se folló a David hoy? A lo mejor se pusieron rudos y él la ha abofeteado. Me
dan ganas de arrancarme la máscara, sujetarla y follar su culo para recordarle
que es mía. Si alguien va a marcarla, debería ser yo.
—Gracias —susurra.
Inclino la cabeza hacia un lado, confundido por sus palabras.
—Por salvarme —susurra, y siento que mi pecho se oprime, que la rabia se
convierte en culpa porque sé exactamente a qué se refiere. Por eso está unida a
esta versión de mí. Me doy cuenta de que quizá tenga que interpretar dos papeles
durante más tiempo del que quisiera.
La abrazo con fuerza. Cierra los ojos y veo cómo caen lágrimas nuevas por
sus mejillas, más confundido que nunca.
Se suponía que esto iba a ser fácil. Que ya no tendría que ocultar quién soy.
No con ella. Entonces, ¿por qué no puedo quitarme la máscara y dejar que vea
quién soy?
Ella no confiará en ti. 105
No como yo quiero. Ella conoce a Sin desde que éramos niños, el chico del
que siempre ha estado enamorada inofensivamente, y me dejó usarla por una
noche. Pero el de la máscara... él es su salvador. Está emocionalmente unida a
él. Y ningún orgasmo que Sin pueda darle romperá ese vínculo.

El l in g t o n

TRECE AÑOS
Salgo de la oficina de mi madre, en el cuarto piso. Tengo un refresco en una
mano y una barra de chocolate en la otra. Es verano, así que paso el día sentada
afuera escuchando sus sesiones.
Hoy es un hombre que tiene un fetiche con los juegos de rol. Le gusta fingir que
su novia es una desconocida. Van a un bar por separado. Luego se acerca a ella,
le invita a una copa y termina follándosela en el baño mientras su esposa está en
casa con sus hijos.
Le estoy dando un mordisco a mi chocolatina cuando escucho el ascensor,
señal de que está a punto de abrirse.
Mi corazón se acelera y me pongo en pie de un salto. Estoy a punto de correr,
pero es demasiado tarde. La puerta se abre y sale el nuevo esposo de mi madre.
Sus ojos azules se encuentran con los míos.
—Elli, ¿qué haces aquí arriba? —pregunta inclinando la cabeza hacia un
costado.
La voz de mi madre viene de la puerta cerrada detrás de mí mientras habla con
su paciente. Suspira pesadamente y se acerca a mí.
Contengo la respiración, las lágrimas ya arden en mis ojos. Me meteré en un
buen problema. 106
—Elli. —Pone la mano en sus rodillas, se inclina para estar a mi altura y me
habla en voz baja—. ¿Estás escuchando las sesiones de tu madre?
No puedo contestar. Mi garganta se cierra. De repente no puedo recuperar el
aliento y chocolatina se cae.
—Oye, no pasa nada. —Toma mi mano y me lleva hacia la zona de la sala de
espera que mi madre diseñó para que sus pacientes se sintieran más a gusto
cuando venían a nuestra casa—. No estás en problemas, Elli.
—¿No? —consigo preguntar respirando profundamente.
—No. —Sus ojos se dirigen a la puerta de la oficina de mi madre y luego
regresan a los míos—. ¿Qué tal si mantenemos este pequeño secreto? —Se levanta
y pasa su mano por mi cabello oscuro.
Muerdo mi labio inferior, saboreando mis lágrimas. Asiento.
Me sonríe suavemente.
—Buena chica. —Su mano baja de mi cabello a mi pierna y doy un salto—. No
pasa nada, Elli. Si guardas mi secreto, yo guardaré el tuyo, ¿de acuerdo?
No conozco su secreto. Así que me quedo mirándolo, confundida por lo que
quiere decir, pero demasiado asustada para preguntar.
—¿Ves? —se acerca más a mí y su pierna toca la mía. Sus pantalones negros
rozan mi piel—. Si tu madre supiera que has estado escuchando, estarías en un
gran problema.
Mis lágrimas se asoman.
—Podría perder su trabajo, Elli. Y tú no quieres eso, ¿verdad?
Niego con la cabeza. Mi madre ya ha sufrido mucho el año pasado. Las cosas
están empezando a volver a ser lo que eran antes de la muerte de mi padre.
—No, señor —susurro.
Levanta la mano y frota la barba incipiente en su barbilla. Después de un
segundo, dice:
—Sabes, Elli. Ahora estoy casado con tu madre. —Asiento, sorbiendo la nariz—
. Es mi esposa, lo que te convierte a ti también en mi familia. —Vuelvo a asentir.
Mi madre me dice que vamos a ser una familia feliz y que todo irá bien—.
Entonces... —Su mano vuelve a caer sobre mi muslo—. ¿Por qué no me llamas
papá?
107

Abro los ojos, me siento erguida y jadeo por el sueño. Pero no es un sueño.
Era una pesadilla. Una que no comprendí hasta años después.
Incluso muerto, me persigue. Lleva muerto dos años, y aún eriza mi piel. Esa
fue la primera vez que me tocó. Años después, le di voluntariamente mi
virginidad.
Estoy acostumbrada a ser el secreto de alguien. La puta de alguien. Para eso
sirvo. Mi cuerpo fue hecho para servir a los hombres. Me decía todo el tiempo lo
bonita que era. Lo sexy que era. Y lo mucho que lo excitaba. Yo lo odiaba. Odiaba
que me hiciera desearlo. Lo bien que me hacía sentir. Era una enfermedad para
los dos.
Levanto la mano y froto mis ojos hinchados, deseando poder borrar el
recuerdo de mi cerebro. Mi cabeza se siente pesada y un fuerte dolor de cabeza
se avecina. Mis manos caen sobre mi regazo y miro a través de mis pestañas
para verlo de pie a los pies de mi cama.
Vino por mí.
Aún lleva la máscara negra, la sudadera con capucha, los guantes y los jeans
a juego. Los lentes de contacto rojos me miran fijamente y me pregunto qué
estará pensando. Nunca me he derrumbado así. Ni con él. Ni con nadie.
Me levanto a duras penas y me arrastro hasta el final de la cama. Él se queda
quieto como una estatua mientras yo me pongo de rodillas y mis manos caen
sobre mis muslos. Estoy desnuda. Después de que finalizó la llamada, me di un
baño caliente en el que lloré con una botella de vino, con la esperanza de que me
ayudara. Pero no fue así.
—¿Por qué no me follas? —pregunto, con voz áspera.
Él no dice nada. Se queda ahí de pie.
Extiendo la mano y levanto su sudadera lo suficiente para agarrar su cinturón
negro y comenzar a desabrocharlo. Sus manos enguantadas aprietan mis
muñecas hasta que siento dolor. Gimo y mi respiración se acelera.
—¿Por qué no me follas? —Exijo entre dientes apretados. Estoy al borde de la
manía. Puedo sentirla burbujeando en mi interior mientras mi mente se aleja
cada vez más de mí.
108
Los recuerdos de James, David y Sin... son demasiado.
Me suelta y le doy un puñetazo en el pecho.
—¿Por qué? ¡Sé un maldito hombre y fóllame! —grito, las lágrimas arden en
mis ojos mientras jadeo para recuperar el aliento—. ¿No se te para? —Intento un
ángulo diferente. Manipulación. Hacer que se pruebe a sí mismo. A ningún
hombre le gusta que lo menosprecien.
Nunca he visto su pene. Me ató y jugó conmigo, pero nunca se trata de él.
—Vamos. —Le doy una sonrisa burlona—. Folla mi boca. Vente en mi rostro.
Hazme tu puta. —Levanto las manos—. Eso es lo que soy, ¿verdad? Úsame. —
Se me caen las lágrimas y él se queda mirando cómo pierdo la cabeza.
Me bajo de la cama, rodeo el poste y me acerco a él. Se gira para mirarme.
—Si no vas a follar conmigo, lárgate —grito señalando las puertas francesas—
. ¡Lárgate de una maldita vez! —Empujo su pecho, pero no se mueve—. Eres un
inútil —espeto—. Nada más que otro pene inútil que no sabe follar.
Su mano sale tan rápido que ni siquiera tengo oportunidad de reaccionar. Me
rodea la garganta, cortándome inmediatamente el suministro aire. Sus dedos
tienen un agarre de hierro mientras me levanta de mis pies. Ni siquiera me
resisto. Un pedacito de mi corazón se rompe porque mi coño se contrae
anticipando lo que está por venir. Cómo me va a utilizar.
Me empuja sobre la cama, me suelta y me acuesta boca abajo. Estoy a punto
de arrastrarme por ella, pero una mano agarra mi cabello, tirándome hacia atrás,
y un grito escapa de mis labios. El roce de mis pezones con la sábana me corta
la respiración. Todavía están hinchados y extremadamente sensibles. Me sujeta
mientras lo escucho abrir y cerrar el cajón de la mesita de noche. Luego tira mi
brazos por detrás de mi espalda. Noto la familiar aspereza de una brida antes de
que la apriete en mis muñecas.
Luego vuelve a tirar de mi cabello y me da la vuelta. Estoy acostada mirando
su máscara de calavera. Es principalmente blanca con negro alrededor de los
ojos que bajan por su rostro como si se estuvieran desangrando. La mandíbula
y los dientes están perfilados en negro, al igual que la nariz. Sus ojos rojos me
miran fijamente. Veo su pecho agitarse a través de la sudadera negra y escucho
su respiración agitada dentro de la máscara. Lo molesté. Me alegro.
Su mano baja hasta el cinturón y lo arranca de sus jeans negros. Luego lo
pone alrededor de mi cuello, tirando de él con fuerza, dificultando mi respiración,
pero no imposibilitándola.
Sé lo que me espera, pero no será suficiente. Necesito pelea. Quiero que lo
109
tome y que haga que me guste. Así que le doy una patada y mi pie golpea su
estómago.
Se encorva, un gruñido sale de detrás de su máscara. Sujeta mi tobillo, me
tira de la cama y caigo al suelo. El impacto saca todo el aire de mis pulmones.
Me acuesto boca abajo y él cae detrás de mí. Siento sus jeans ásperos contra mi
piel mientras sus rodillas abren las mías haciéndome gemir.
Escucho su cremallera un segundo antes de que su polla entre de golpe en
mi coño. Enloquezco. Mi cuerpo se agita contra su peso. Me avergüenzo de estar
tan mojada que ni siquiera necesita penetrarme.
Lágrimas nuevas caen de mis ojos y él sujeta el cinturón, quitándome el aire.
Su cuerpo cubre el mío y su respiración agitada llena mi oído mientras me
penetra. Sollozaría si pudiera respirar. Las lágrimas caen libremente por mi
rostro mientras roza la alfombra. Voy a tener una quemadura de alfombra
cuando acabe conmigo. Coincidirá perfectamente con la huella de la mano que
me hizo David.
Mi coño se contrae y comienzo a sudar frío. De repente, se aparta, aflojando
el cinturón, y suelto un sollozo ahogado. Escucho abrirse de nuevo el cajón
detrás de él y entonces algo frío se desliza por mi culo.
Mi corazón se acelera.
—Espera...
Vuelve a agarrar el cinturón, me quita el aire y vuelve a inclinarse sobre mi
espalda.
—A una puta se la utiliza. —Su voz es un susurro bajo y siniestro, y mi
corazón late con fuerza ante la promesa que encierra—. Así que cierra la maldita
boca y tómalo.

110
Capítulo 17
Sin

La maldita ira me hace actuar irracionalmente. Mi mente lo sabe, pero no


puedo detenerme. Odiaba verla quebrarse. Verla tan malditamente rota. Se
despertó de su pesadilla, y yo sabía exactamente lo que venía. Había susurrado
“papá” en sueños mientras me dirigía a las puertas francesas. No me atreví a
dejarla.
Pensé que tal vez querría que la abrazara una vez más. O al menos que me
sentara aquí con ella. Pero empezó a provocarme. Intenté con todas mis fuerzas
no tocarla. Dejar que hiciera su berrinche y darle la espalda.
Pero cedí a mi ira. Por ella. Por mí. Pensé que tal vez podría hacer que odiara
al tipo de la máscara. Hacer que se diera cuenta de que no soy el bueno, después 111
de todo.
Está acostada en el suelo boca abajo, con el culo al aire, y empujo mi polla
dentro de ella. Si quiere ser una maldita puta, entonces me la follaré como tal.
Sujeto el cinturón con fuerza alrededor de su cuello mientras veo cómo su
culo cede ante mi polla. No es fácil. Su cuerpo tiembla sin control y la escucho
ahogarse mientras intenta respirar. Mis caderas se mueven adelante y atrás, con
fuerza y rapidez.
Aflojo el cinturón, no quiero que se me desmaye todavía, y ella tose antes de
sollozar.
Meto mi polla hasta el fondo y grita. Tomo su cabello y la pongo de rodillas.
Me da la espalda. Mis piernas mantienen las suyas abiertas.
La posición permite que mi polla se deslice profundamente en su culo
apretado. Extiendo la mano. Una mano enguantada cubre su boca, mientras la
otra cae sobre su coño. Comienzo a frotar su coño con mis dedos antes de
metérselos dentro, follándoselo.
Susurro, con la boca junto a su oreja:
—Sé una buena puta, Elli. Vente para mí. —No debería hablarle, pero no
puedo evitarlo. Si aún no se ha dado cuenta, no lo hará esta noche. Tiene otras
cosas en la cabeza.
Respira agitadamente por la nariz y mi polla se sacude dentro de su culo,
haciéndola gemir.
—¿Esto es lo que querías? —Mantengo la voz baja—. ¿Qué te demostrara que
soy un hombre? ¿Qué me perteneces? —Saco los dedos y le doy una palmada en
los pechos, haciéndola estremecerse y grita contra mi mano. Lo hago de nuevo,
asegurándome de que se excite aún más. Si quiere que la marque, lo haré.
—Estás tan mojada. —Tiembla. Mi mano vuelve a su coño y lo abofetea,
obligando a su culo a balancearse sobre mi polla—. Qué buena putita. —La elogio
y vuelvo a introducir los dedos en su coño empapado.
Su cuerpo forcejea y sus sollozos llenan la habitación mientras
introduzco un tercer dedo. Su coño los aprieta y su cuerpo se pone tenso
mientras se viene por mí.
Los saco de su coño, aparto mi mano de su boca para meter por su garganta
los dedos que tenía dentro de ella. Solloza, pero ya no se aparta ni se resiste.
Deslizo la otra mano y envuelvo mi brazo alrededor de su cintura, la hago
rebotar sobre mí, follando su culo, sabiendo que estoy a punto de venirme. Tiro
112
de su cabello, empujo su rostro hacia abajo y me vengo en su culo.
Se queda acostada, con las piernas abiertas y sollozando en el suelo. Con la
mano en su espalda, saco mi polla de su culo y veo que ambos están
ensangrentados.
Mierda.
La dejo ahí llorando mientras me levanto y voy al baño. Preparo la bañera y
vuelvo a su habitación. Abro el cajón superior de su mesita y tomo lo que necesito
antes de meterlo en mi bolsillo. Luego me inclino y corto la brida de sus muñecas.
Se queda allí, boca abajo sollozando, y luego cubre su rostro con las manos.
La agarro, la obligo a levantarse y la cargo en brazos. La llevo al cuarto de baño,
la meto en la bañera y ella presiona las rodillas su pecho. Empujándose hacia el
otro lado de la bañera, ella quiere tanto espacio de mí como sea posible.
Está a punto de cumplir su deseo.
Saco del bolsillo el celular que tomé de su mesita y lo sostengo en alto,
esperando a que lo vea.
Sus ojos inyectados en sangre encuentran los míos y se entrecierran,
haciéndome saber que lo conseguí. Odia a mi yo enmascarado. La lastimé. Fui
su salvador, pero ahora soy un bastardo enfermo que folló su culo hasta que
sangró mientras hacía que le gustara. Tuerzo el teléfono de fabricación barata y
lo rompo por la mitad antes de tirar el celular, ahora inservible, al agua de la
bañera. Me doy la vuelta, dándole la espalda, y salgo por las puertas francesas,
sabiendo que nunca volveré a entrar por ellas como el enmascarado que la salvó.
Es hora de que ella dependa del verdadero yo tanto como lo hizo de él.

113
Capítulo 18
Sin

La tarde siguiente, entro en la oficina de Lincoln en la casa de los Lords. Está


sentado detrás de su escritorio, con el rostro entre las manos, pero se levanta en
cuanto me escucha entrar.
—Sin...
Dejo caer el sobre de papel manila sobre su escritorio, interrumpiéndolo. Lo
abre con un suspiro. Examina las fotos y los celulares y decide conectar la
memoria USB a la computadora. Permanece en silencio durante unos minutos
mientras los revisa. Cuando termina, abre el cajón de arriba, saca una foto suya
y la deja sobre el escritorio delante de mí.
—Me resulta extraño que esta mujer no aparezca en ninguna de las fotos que
114
acabo de mirar.
No tengo que bajar la vista para saber que es una foto de Elli atada a la cama
de un hotel. Es la que me había mostrado antes, cuando me encargó que
averiguara con quién se había estado acostando el señor Hamilton.
—Eras consciente de su implicación. No creí que necesitara más pruebas —
digo rechinando los dientes. No quiero que nadie se entere de la relación sexual
entre ella y David. Los que saben lo que él hacía, saben lo que esperaba de una
mujer. Y la parte posesiva de mí no quiere que nadie tenga fotos de ella siendo
su puta. La he protegido antes y seguiré haciéndolo.
Vuelve a sentarse y cruza los brazos sobre su pecho.
—¿Supongo que también tiene que ver con que no aparecieras en la
ceremonia de los votos la otra noche?
No contesto.
—Tu elegida...
—Puede ser la puta de otro —lo interrumpo. Todavía estoy de un humor de
mierda por el hecho de que Elli llamara y se follara a mi yo enmascarado anoche.
Yo, el verdadero yo con el que había pasado anteanoche, no escuché ni una
maldita palabra de ella.
—Esto no funciona así, Sin, y lo sabes. —Sus ojos se clavan en los míos.
Inclinándome hacia delante, apoyo los antebrazos en la fría superficie de su
escritorio de caoba.
—Como Lord oficial, puedo follarme a quien quiera ahora que se ha celebrado
la ceremonia de los votos —le recuerdo.
—Ellington Asher no estaba en la lista como elegida —gruñe, frustrado
conmigo.
Una elegida debe ser incluida en la lista por sus padres. Un descendiente
varón sirve a los Lords. Un Lord que tenga una hija puede obligarla a servir
también. Es su oportunidad de mostrar a los Lords su gratitud. Todos jugamos
nuestro papel en esta sociedad secreta.
—Me importa una mierda si ella estaba en una lista o no. —Me enderezo.
—Sin —espeta, señalando la silla, y yo me desplomo sobre ella, poniendo los
ojos en blanco—. Me da igual lo que hagas con Ellington, pero debes llevar a tu
elegida.
—¿Y si no lo hago? —Arqueo una ceja, desafiándolo. 115
Toma la foto de Elli y la mira unos segundos antes de fulminarme con la
mirada.
—O te llevas a tu elegida, o yo me llevo a Ellington. —Vuelve a dejar la foto
sobre el escritorio—. Y, Sin, no te gustará lo que le haga.
Mis manos se cierran, mi mandíbula se tensa. Acaba de amenazarla. No vas
en contra de Linc. No aquí. Él dirige la casa de los Lords. La puerta se abre detrás
de mí, y una sonrisa sádica se extiende por su rostro, haciendo que sus ojos se
iluminen como árbol de Navidad.
—Querida. —Se levanta, guarda la foto en el bolsillo y sale de detrás de su
escritorio para saludar a su polvo semanal.
La mujer se acerca y él la abraza. Sus ojos se clavan en los míos mientras
baja las manos para agarrar su trasero por dentro de la ajustada falda lápiz.
Entrecierro los ojos y le sostengo la mirada. ¿De verdad cree que me importa
una mierda dónde mete su polla después de lo que me acaba de decir sobre Elli?
—¿Terminamos? —pregunto, poniéndome de pie—. Tengo otros lugares
donde estar.
Se aparta de ella y me hace un gesto.
—Cariño, ya conoces a Easton.
La mujer se gira hacia mí y sus mejillas enrojecen. Rechino los dientes cuando
me doy cuenta de por qué estaba actuando tan engreído. Es la madre de Elli.
¿Qué diablos hace aquí, en la casa de los Lords, de todos los lugares, abrazando
a Lincoln?
—Easton, no te había visto. —Me sonríe—. Lo siento. —Sus ojos se dirigen a
Linc—. Debería haber llamado antes...
—Estás bien, cariño.
¿Cariño?
—Sin guardará nuestro secreto, ¿verdad, Sin? —Arquea una ceja.
Están saliendo. Esto no puede estar pasando. Paso una mano por mi cabello.
—Por supuesto, señora Asher. —La llamo por el apellido de su primer esposo
para enfadarlo. Siempre será una Asher para mí. No importa cuántos esposos
tenga.
—Es que sé que eres amigo de Elli. Nunca te pediría que mientras… —Ella
divaga—. Pero aún no se lo hemos dicho... 116
—Cariño, no tienes por qué darle explicaciones a Sin —interrumpe él.
—Bueno, de todas formas, se van a enterar pronto. El gran día llegará antes
de que nos demos cuenta.
—¿G-gran día? —Tropiezo con mis palabras, intentando averiguar qué
diablos está pasando.
—Sí. —Me dedica una cálida sonrisa—. Estamos casados. Pronto lo
anunciaremos.
Mis piernas ceden y vuelvo a caer en la silla. ¿Se casó con él? Una Lady es la
esposa de un Lord. Y tiene reglas al igual que su esposo. Cuando un Lord muere,
su Lady es regalada a un nuevo Lord. Es para que no pueda salir y tener citas
en el mundo real y contar todos nuestros secretos. Maté a su esposo hace dos
años. Entonces, ¿por qué casarse ahora? Algunas Ladies se vuelven a casar en
meses, otras tardan más. No hay reglas sobre cuándo deben tomar a otro Lord.
Todo depende de con quién quieran los Lords que esté la viuda.
—¿Easton? —Ella llama mi atención y levanto la vista para ver su mano en
mi hombro—. ¿Estás bien?
Me levanto de un salto, dando un paso atrás.
—Bien —miento—. ¿Qué diablos está pasando?
—Te lo ruego, Easton, por favor, no se lo digas a Elli. Se lo diremos la semana
que viene en la cena. Queremos que tenga tiempo suficiente para adaptarse a
que Linc se mude con nosotras.
Mi corazón late con fuerza en mi pecho. Ahora su amenaza tiene más peso.
Va a vivir en la misma casa que mi chica. Tiene sentido. La señora Asher tiene
la mansión de su primer esposo, el padre de Elli. Era un Lord muy poderoso.
Lincoln no está tan arriba en la cadena alimenticia en nuestro mundo. Quiero
decir, vamos, vive aquí con nosotros en la casa de los Lords, que es básicamente
una casa de fraternidad.
—Allí estaremos —respondo, recomponiéndome y enderezando los hombros.
—Oh, sí... claro...
—Nos gustaría que solo fuéramos nosotros tres —la interrumpe Linc, que
sigue dedicándome esa sonrisa de suficiencia que me dan ganas de cortar de su
maldito rostro y ponerla en el mío para que pueda verla—. Ya sabes, como ahora
somos familia.
Yo también sonrío con suficiencia.
—Lo entiendo, pero como novio de Elli, estoy seguro de que ella también me
querrá allí. Ya sabes, como apoyo moral. —Meto las manos en los bolsillos
117
delanteros de mis jeans.
La señora Asher frunce el ceño.
—¿Qué? —Mira a Linc y luego a mí—. ¿Están saliendo?
—Sí, señora. —Asiento.
Frunce el ceño, mira a Linc y luego a mí.
—Pero... estás en el último año de la universidad. Y has sido iniciado.
Mierda.
Continúa:
—Elli no es una elegida.
—Correcto —asiente Linc, y quiero partirle el maldito cuello.
—¿Así que eres el novio de Elli y tienes una elegida? ¿Estás engañando a mi
hija? —Habla despacio, como si su mente no comprendiera lo que dice, pero
intentara encontrarle sentido.
—No...
—Querida, ya sabes cómo funcionan estas cosas. —Se ríe entre dientes, sin
dejarme terminar—. Y ellos también. Todo irá bien.
Ladeo la cabeza ante sus palabras. ¿Por qué mierda me defiende ahora?
—Supongo que sí. —Asiente para sí misma, intentando hacerse a la idea de
por qué su hija permitiría que su novio se follara a otras mujeres, como si la
hubiera educado para tener más amor propio que eso. No lo hizo, pero eso no
viene al caso.
Sin decir nada más, me doy la vuelta y salgo de su oficina. Prácticamente
estoy corriendo por la escalera cuando veo a un Matt muy jodido saliendo de
nuestro gimnasio personal en la segunda planta. Sangra por la cabeza y rostro.
Parece un poco perdido.
Lo ignoro. Los hombres se pelean todo el tiempo dentro de casa. Diles a cien
hombres que no pueden tener sexo durante tres años y bueno... nunca acaba
bien. Terminan descargando su frustración de alguna manera.
Abro de un empujón la puerta doble y saco mi celular. Solo tardo un segundo
en encontrar la información que necesito. Luego me meto en el auto y salgo a
toda velocidad del estacionamiento.

118

El l in g t o n

Caminando por el campus, acomodo la mochila sobre mi hombro. Me acuerdo


de anoche. No pude dormir después de que mi héroe se fuera. Todavía me duele
la cabeza de tanto llorar y también el culo.
Demostró que no era el tipo que yo creía. Tal vez sea lo mejor. Podía sentir
como me estaba apegando emocionalmente. Necesitar físicamente a alguien y
necesitarlo mentalmente son dos cosas muy distintas.
Suena mi celular y lo saco del bolsillo para ver que es Kira.
—Buenas tardes —contesto—. ¿Dónde estás? —Hoy no asistió a la
universidad. Bueno, si lo hizo, no la vi.
Bosteza.
—Todavía estoy en la cama.
Frunzo el ceño.
—¿Estás en casa? —Muerdo mi labio inferior, queriendo preguntar si Sin está
allí, pero no lo hago. Si él puede ignorarme, entonces yo también puedo ignorarlo.
—No. Estoy en una cama —dice crípticamente.
—Ah, ya veo. Tengo que conocer a ese nuevo novio. —Me rio, acercándome al
estacionamiento.
—Pronto —anuncia y vuelve a bostezar—. ¿Quieres ir al puerto esta noche?
¿Solo tú y yo?
—Sí. —Asiento. Me vendría bien una noche de chicas.
Promete mandarme un mensaje en unas horas y finalizamos la llamada.
Estoy abriendo la puerta del auto cuando escucho el chirrido de los neumáticos.
Al levantar la vista, veo el auto de Sin volando hacia mí. Se detiene justo detrás
de mi auto, bloqueando el mío, que está estacionado contra el bordillo.
—Sube —me ordena a través de la ventanilla del acompañante.
Me acerco a él y me inclino para ver cómo aprieta el volante.
—Buenas tardes a ti también —digo, empujando mi cabello por encima del
hombro. No sé nada de él. Ni una palabra.
119
Sus ojos se clavan en los míos y frunzo el ceño al verlos entrecerrados.
—¿Está todo bien? —pregunto.
—Entra en el auto, Elli —espeta.
Pongo los ojos en blanco, enderezo la espalda y camino hacia mi auto.
—No me hablarás de esa manera —grito por encima de mi hombro. En la
cama y en público son dos cosas muy distintas. Abro la puerta y estoy a punto
de entrar cuando su mano agarra mi brazo. Me aleja del auto de un tirón. Intento
liberarme, pero me arrastra hasta su auto y me empuja al asiento del copiloto,
cerrando la puerta de golpe—. Sin, no puedo dejar mi auto aquí —protesto, pero
él ya se está alejando a toda velocidad y los chicos saltan para evitar ser
atropellados—. ¿Qué mierda te pasa?
Permanece en silencio, pero enciende la radio y “I Hate Everything About You”
de Three Days Grace ahoga todo lo que yo pueda decir.
Cruzo los brazos sobre mi pecho, suelto un resoplido y veo pasar los árboles
mientras él acelera por la carretera. Tardo un segundo en darme cuenta de que
se dirige a mi casa. Ahora estoy realmente preocupada. Si quería ir a mi casa,
¿por qué no me dejó conducir? Podría haberlo seguido. Bueno, está bien. Un
vistazo rápido muestra que va a casi cien kilómetros por hora. Yo acelero, pero
no tanto.
Mi cuerpo se estremece cuando frena de golpe en la entrada de mi casa. Sale
dando un portazo. Yo salgo mucho más despacio, pero empiezo a correr escaleras
arriba cuando lo veo entrar en casa.
—Sin, ¿qué diablos estamos haciendo? —gruño, subiendo las escaleras de
dos en dos para alcanzarlo. Es mucho más alto que yo, así que no puedo llegar
tan rápido. Cuando entro en mi habitación, él está sacando una maleta de debajo
de la cama y empieza a abrir cajones y a meter cosas—. ¿Me estás secuestrando?
—le pregunto en broma, riéndome. Porque es ridículo, ¿no? Pero mi pulso se
acelera al pensarlo. Una descarga de adrenalina hace que mi coño se contraiga.
Es otra fantasía de mi diario. Y sé que él ha leído al menos una de ellas.
Deja de hacer lo que está haciendo y se acerca a mí. Me quedo sin aliento al
ver su mirada. No le ha hecho ninguna gracia. Se detiene, extiende la mano y
acaricia mi rostro. Mis labios se separan y él los recorre con el pulgar.
—¿Eso es lo que está a punto de pasar, Elli? ¿Vas a hacer que te saque de
esta casa contra tu voluntad?
—No. —Iría a cualquier parte con él. Pero la pregunta es, ¿por qué la 120
urgencia? ¿Por qué ahora? ¿Adónde vamos?
Se inclina hacia mí, besa mi frente con suavidad y se aparta.
—Ayúdame a hacer la maleta.

Una hora después, llegamos a la casa de los Lords. Ya estuve aquí antes.
Hacen muchas fiestas grandes. Pero nunca estuve aquí con un Lord real. Solo
con Kira. Bailamos, nos emborrachamos, y tomamos un Uber a casa.
Estaciona el auto y sale mucho más despacio esta vez. Abre el maletero, toma
mi maleta y me abre la puerta.
—¿Cuánto tiempo nos quedaremos aquí? —pregunto. No he hablado con él
desde que me amenazó con sacarme a rastras de casa. Pero ha empacado
muchas de mis cosas, suficientes para más de una noche.
—Vivirás aquí conmigo. —Toma mi mano y me arrastra por los escalones de
piedra.
Suelto una carcajada.
—¿Vivir? Sin, no puedo vivir aquí. —¿Con él? ¿Desde cuándo somos pareja
solo porque dejo que me folle? Quiero decir, leyó mi diario, así que sabe lo que
he sentido por él durante años. Pero eso no significa que él sienta lo mismo,
¿verdad?
—Pues no te vas a quedar ahí —argumenta con tono cortante.
—¿Dónde? ¿En mi casa? —¿De qué demonios está hablando?
Entramos en la casa que estoy casi segura de que una vez fue un elaborado
hotel, y es un maldito caos. Hombres y mujeres por todas partes. La casa huele
a hierba y a sexo. Se nota que anoche hubo fiesta por las latas de cerveza y las
botellas de licor vacías. En el pasillo hay bolsas de basura pegadas a las paredes
que ya están llenas pero que aún no han sacado.
Se acerca a una puerta del primer piso y la abre de un empujón. Entro y miro
a mi alrededor mientras la cierra. Tiene una cama individual que, para mi
121
sorpresa, está hecha con sábanas blancas y un edredón. Dos almohadas blancas
a juego. Una cómoda y una puerta por la que entra y deja mi bolso. Me pregunto
cuándo se alojó aquí por última vez. ¿Trae mujeres aquí? ¿O se queda en su
casa?
—Ese es el baño —dice saliendo.
Asiento y entro, intentando averiguar qué mierda hago aquí y cuánto tiempo
voy a quedarme. Porque si hay algo que sé de Sin es que, si decido irme, me
atará a la cama y me obligará a quedarme. Y honestamente, eso no suena tan
mal.
Capítulo 19
Sin

De ninguna manera se quedará en su casa. Su madre trajo a otro hombre


malvado a sus vidas. Ahora, no estoy seguro de que sea su culpa. Probablemente
no sabe que Lincoln la está usando para ascender en la escala social de los
Lords.
Lo que no puedo entender es cómo fue capaz de lograrlo. ¿Conseguir que los
Lords aceptaran que se casara con ella? Un Lord no siempre necesita permiso
para casarse con quien quiere. Por lo general, se establece a través de las
familias. Cuando nos graduemos en Barrington, nuestras bodas ya estarán
planeadas. Pero es diferente cuando eres la viuda de un Lord. La Lady muy rara
vez puede elegir al Lord al que es re-otorgada. La señora Asher parecía estar
realmente enamorada de Linc, lo que me hace creer que él se la ha estado
122
ganando durante los últimos dos años. Las mujeres son fáciles de manipular.
Especialmente una mujer afligida que perdió a su segundo esposo. Eso la hace
vulnerable y necesitada de cualquiera que le ofrezca algún tipo de atención.
Pero sé todo lo que necesito saber después de que amenazó a Elli. Y no la
dejaré en esa casa para que Linc tome lo que es mío. Por voluntad propia o por
la fuerza.
Elli es muy frágil y puede ser manipulada fácilmente. Lo sé porque lo hice. Y
no me quedaré de brazos cruzados y dejaré que Linc se salga con la suya con
algo que es mío. He esperado demasiado para tenerla donde quiero. Y nadie se
interpondrá en mi camino. Especialmente no un maldito Lord de bajo nivel en
un viaje de poder.
La puerta de mi habitación se abre y miro hacia arriba para ver entrar a una
mujer. Lleva el cabello largo y oscuro recogido en una coleta alta. Está
maquillada como si fuera a hacer una sesión de fotos y lleva la bikini más
pequeña que he visto nunca. Dos pequeños triángulos cubren sus tetas falsas y
uno aún más pequeño cubre su coño. Lleva un par de tacones y está claro que
no ha estado nadando porque sigue seca.
Amelia Lane Cleary está de pie en mi habitación, con las manos en las caderas
y sonriendo con sus labios inyectados.
—Lárgate de mi habitación. —Señalo la puerta.
En lugar de eso, da un paso hacia dentro, más cerca de mí.
—Tienes suerte de que no sea celosa. Si no, me sentiría insegura porque no
apareciste en nuestra ceremonia de votos. —Pone la mano en mi pecho y ladea
la cabeza. Saca la lengua y la pasa por sus labios rojos. Como si de verdad
creyera que eso va a hacer algo por mí. Pero no.
Sujeto su brazo y la llevo hacia la puerta.
—Sin...
Me detengo y veo que Elli salió del baño. Sus preciosos ojos pasan de los míos
a los de la chica semidesnuda que tengo agarrada.
—Ya se iba —gruño con los dientes apretados, odiando tener que dar
explicaciones, pero también sabiendo que necesito calmar la situación en la que
me ha metido Amelia.
Frunciendo los labios, Elli vuelve al baño y toma su bolso.
—No, ya me iba. 123
Suelto el brazo de la perra y me pongo delante de Elli.
—No te vas a ninguna parte.
Sus ojos entrecerrados me dicen que va a salir corriendo de aquí y que voy a
tener que obligarla a quedarse. Bien, me dará una razón para encadenarla.
—No deberías estar aquí —dice Amelia detrás de mí—. No eres una elegida.
Cierro los ojos y respiro profundamente. Un problema a la vez. Suelto a Elli y
me giro hacia Amelia. La saco de la habitación y cierro la puerta detrás de mí.
Una vez en el pasillo, la atraigo hacia mí.
—No te metas en mi habitación. —Está mintiendo. Cualquier mujer puede
estar aquí en cualquier momento. Solo intenta enfadar a Elli, y funciona.
Ella resopla.
—Lincoln me llamó. Dijo que querías verme. Pero aquí estás. —Pone los ojos
en blanco y espero que le dé un ataque—. Con ella —añade con un resoplido.
Por supuesto, él la metió en esto. Me está jodiendo la vida.
—¿Se lo dijiste? —continúa.
Aprieto la mandíbula, negándome a responder a esa pregunta.
—Se va a enterar, Sin. Tarde o temprano. No me importa que juegues con ella
por ahora, pero llegará el momento en que tengas que dejarla marchar.
Mirando hacia mi puerta, pienso en mis opciones. Por ahora tengo que calmar
a Linc. Pasando una mano por mi cabello, digo:
—Te llamaré. —Luego me doy la vuelta, dándole la espalda, pero agarra mi
brazo y me frena de un tirón.
—¿Me lo prometes? —Sus ojos se posan en mis jeans y suben lentamente
hasta encontrarse con los míos, presionando su cuerpo contra el mío.
Mis dedos se enroscan en la parte superior de sus brazos, clavándose en su
piel, y ella gime, sus rodillas se doblan, pero la mantengo erguida.
—Dije que te llamaré. Ahora sé una buena perra y vete hasta que te necesite.
—La empujo, me doy la vuelta y entro en mi habitación, que encuentro vacía—.
¿Elli? —grito, pero no obtengo nada. El baño también está vacío—. Mierda. —Me
apresuro a atravesar la casa, preguntándome cómo escapó, y salgo por la puerta
principal para verla entrar en el auto de mi herman—. ¿Elli? —grito, pero ella
me ignora, dejándose caer en el asiento del copiloto antes de que Kira arranque—
. Maldita sea.

124

El l in g t o n

TRECE AÑOS

Sostengo mi diario cerca de mi pecho mientras camino por el pasillo. Veo la


puerta abierta y entro en la habitación.
—Elli. —James me mira desde detrás de su escritorio—. Ven. Siéntate. —Me
siento en el sofá de cuero negro y él me dedica una suave sonrisa—. ¿Qué
aprendiste hoy?
Mi padrastro descubrió la semana pasada que he estado escuchando las
sesiones de mi madre. Me prometió que no me delataría, pero para que guardara
mi secreto, tuve que tomar notas y compartirlas con él.
—Juego de edades —le digo en voz baja.
—Oh —dice entusiasmado y se levanta, rodeando su escritorio para estar más
cerca de mí. Se sienta en el sofá—. Continúa.
—Al señor Robbins le gusta ser el papá de su esposa.
—¿Cómo es eso?
Tragando saliva, dirijo mis ojos de nuevo a la página.
—Le gusta que ella finja ser su bebé, y ella lo llama papi.
—¿Como cuando yo te hago llamarme papi? —pregunta, y yo asiento—. Ves,
Elli, está bien que me llames papi cuando estamos solos. No somos los únicos que
lo hacemos. —Muerdo mi labio inferior con nerviosismo y él frunce el ceño—. ¿Qué
pasa?
—Hace que lleve pañal. No quiero usar uno.
Me dedica una suave sonrisa y se ríe.
—Sin pañal. ¿Y un chupete? —Extiende la mano y pasa suavemente su pulgar
por mis labios, mi respiración se acelera con el contacto—. Estarías muy hermosa
con algo en la boca, Elli.
Me aparto y él deja caer la mano sobre su regazo. Miro mis manos e intento
calmar mi acelerado corazón.
125
—Supongo... —Susurro, encogiéndome de hombros.
—Así me gusta —dice, colocando suavemente un mechón de cabello detrás de
mi oreja. Me gusta cómo suena, y por la sonrisa que me dedica, a él también—. ¿Y
si te digo que ya tengo uno para ti? —Se levanta, se acerca a su escritorio y abre
un cajón. Saca una caja negra y vuelve a sentarse a mi lado. Me la tiende y me
dice—: Adelante, ábrela.
Extiendo la mano, abro la tapa y veo un chupete negro. La niña de papi está
escrito en letras rosas. Ya los había visto antes. Una amiga de mi madre tiene un
bebé y lleva cinco para su hijo a todas partes.
—Parece diferente —digo en voz baja.
Deja la caja a su lado en el sofá y lo saca.
—Lo es. —Sosteniéndolo en sus manos, lo coloca delante de mí—. Esto se llama
chupete con arnés de cinturón de cuero.
Me remuevo en el asiento y él se da cuenta.
—Estar nerviosa no tiene nada de malo, Elli. Si no te gusta, lo quito.
Paso las manos sudorosas por mis jeans.
—¿Qué hace? —pregunto, queriendo saber. El señor Robbins dice que a su
esposa le encanta. Que lo chupa todo el tiempo. Y a él le excita mucho verla
—Esto —señala el cinturón de cuero—, rodea tu cabeza. Es como un cinturón
que se lleva con los jeans. Se abrocha en la nuca.
Mis ojos se abren ampliamente y mi pulso se acelera.
—Así que no me lo puedo quitar.
Él asiente.
—No podrás. Pero yo sí.
Vuelvo a moverme y una sensación extraña entre mis piernas hace que mi
respiración se acelere.
—No sé...
—Solo tienes que golpear el chupete con la mano y te lo quitaré —me
interrumpe.
Trago el nudo en mi garganta, pero no puedo negar que mis muslos han estado
apretados todo este tiempo. Mi curiosidad me hace querer probarlo. Para ver por
qué le gusta tanto a la esposa del señor Robbins. Dejando escapar un largo
suspiro, asiento. Dijo que me lo quitaría si no me gustaba.
126
—Qué buena chica. —Me sonríe.
Otra vez esas palabras y las mariposas vuelven a mi estómago.
James se levanta del sofá para ponerse delante de mí.
—Abre la boca para mí —me ordena, y humedezco mis labios antes de hacer
lo que me pide.
Lo mete en mi boca, envuelve mi cabeza con el cuero y mi respiración se acelera,
haciendo que mi corazón palpite con fuerza.
—Respira profundamente por la nariz, nena. Respira para mí. —Me aparta y lo
miro a través de las pestañas—. Buena chica. —Pasa los dedos por el chupete que
tengo en la boca.
Saboreo la goma y mi lengua explora la extraña forma. No es tan grande como
parecía en la caja.
—¿Qué se siente? —James tira del cinturón para ver si está demasiado
apretado o demasiado suelto. No estoy segura.
Asiento porque es lo único que puedo hacer.
Se acerca a su escritorio y toma el celular.
—Voy a poner un cronómetro en diez minutos. ¿Crees que puedes succionar por
tanto tiempo?
Vuelvo a asentir y empiezo a hacerlo. Es como tener una ventosa. Pero cuando
lo tienes en la boca, lo chupas en vez de lamerlo. Pero esto no tiene sabor. El de
cereza es mi favorito.
Se sienta en su escritorio y empieza a trabajar en su computadora, mientras
yo me quedo aquí sentada intentando por todos los medios ser su niña buena.

Bebo mi vodka, intentando ahogar mis recuerdos. No lo consigo. James


jugaba con el hecho de que yo solía escuchar las sesiones de mi madre. Me hacía
tomar notas y luego las discutía con él. Era su forma de mantenerme atrapada.
Cuanto más supiera, más material podría tener para llevárselo a mi madre, y yo
estaría en problemas.
Ojalá lo hubiera entendido entonces. Ojalá no hubiera sido tan estúpida. Me
enseñó que estaba bien que me gustara lo que me gustaba. Que mi cuerpo
anhelara lo que anhelaba. Lo odié por eso. Y me odio aún más. Por haberme
excitado.
Intento decirme a mí misma que no lo sabía. Pero lo sabía. Sabía que escuchar
127
las sesiones estaba mal. Sabía que desear esas cosas que escuchaba estaba mal.
Sabía que dejar que me tocara estaba mal. Pero me sentía tan bien. Ser deseada
me hacía sentir bien. Me había sentido perdida e ignorada durante tanto tiempo.
Me sentía sola, hasta que dejé de estarlo.
—¿Estás bien? —pregunta Kira, su mano en mi hombro me hace saltar.
Asiento, pero es mentira. No podría decirte la última vez que me sentí bien o
cuando las cosas fueron normales. O yo me sentí normal.
—¿Kira? —escucho gritar a una chica que conozco llamada Sarah. Está
saliendo con otro Lord. Los vimos cuando llegamos.
—Vuelvo enseguida —me informa Kira.
Le hago un gesto con la mano para que se vaya, sin importarme que me deje
aquí. Después de salir corriendo de la habitación de Sin en la casa de los Lords,
ella me trajo a su casa. No le pregunté por qué estaba allí y, por suerte, ella
tampoco me preguntó a mí. No estoy preparada para decirle que me acosté con
su hermano. Ella es lo único estable que he tenido en mi vida, y no quiero
perderla por un pene.
Me llevó de vuelta a la universidad, tomé mi auto y la seguí hasta su casa.
Vimos una película y luego nos preparamos para salir. Esta noche hay una fiesta
en el puerto deportivo y necesito salir y beber hasta desmayarme. Si no, me
quedaría sola en casa, en mi habitación, mirando el celular roto que ya no llega
a la única persona que necesito.
Estoy en la casa de botes, mirando por las ventanas que van del suelo al
techo, viendo a los chicos saltar de bote en bote. Algunos incluso se caen al agua
y sus amigos los sacan mientras se ríen de ellos. Ojalá yo estuviera a ese nivel
de embriaguez. Mierda, ahora mismo me conformaría con un poco de éxtasis.
Cualquier cosa con tal de perderme.
Hace años que no vengo por aquí. Me hace extrañar mi antigua vida. La que
tenía cuando mi padre aún vivía. Cuando murió, mi madre vendió su yate. Dijo
que no lo necesitábamos. Se llamaba Ellington. Sé que suena estúpido, pero
sentí que era otra forma de borrarme. Otra forma de ser olvidada. Nunca importé.
Ni para ella ni para su carrera. ¿Pero mi padre? Yo era su chica. Mi padre era
un Lord, pero mi madre trabajaba para ellos. Su trabajo estaba antes que
cualquier otra cosa. Incluso ella y mi padre peleaban por eso.
—Hola, Elli. —Escucho mi nombre detrás de mí.
Me giro y le sonrío a Mack. 128
—Hola. —Doy un paso más hacia él. Por la forma en que levanta las cejas,
cree que estoy interesada de repente. Solo quiero sentir algo. He perdido a mi
enmascarado, a David, y ahora a Sin como amigo. Estoy completamente sola.
—¿Estás aquí con alguien? —pregunta mirando a su alrededor.
—No. —Justo cuando la palabra sale de mis labios, un brazo cae sobre mis
hombros.
—Aquí estás, nena. —Sin me jala hacia él.
El uso de nena me provoca escalofríos. Nunca me llamó así, y sé que es por
Mack.
—¿Quién es tu amigo? —continúa Sin, me libero de su agarre y lo empujo,
pero por supuesto no se mueve. Debería haber sabido que aparecería. El lugar
está plagado de Lords esta noche.
—Mack —responde él tímidamente, extendiendo la mano derecha. Sin no se
mueve para estrecharla.
Pongo los ojos en blanco y bebo un trago de vodka. Vi cómo agarraba a la
chica en su habitación. La forma en que ella lo miraba como si fuera a hacer
cualquier cosa para complacerlo. Conozco esa mirada porque yo también la uso.
No soy la chica de la que un chico se enamora. Soy la chica a la que se folla
hasta que ella aparece.
Mack mira torpemente a su alrededor y luego se gira, dándonos la espalda
antes de alejarse entre la multitud.
—Vete, Sin —espeto—. No estoy aquí contigo.
Da un paso hacia mí, su duro pecho choca con el mío, y trago saliva nerviosa
al ver su mirada clavada en la mía.
—¿Tengo que quitarte esa actitud, pequeño demonio?
No contesto.
Esta vez levanta la mano para acariciar mi mejilla.
—Ponte de rodillas y abre la boca.
Resoplo. Sí, claro. ¿Así todo el mundo puede grabarlo? No puedes hacer una
mierda sin que los chicos saquen sus celulares y lo publiquen en internet.
—Eso no va a pasar. —Le doy la espalda.
Una mano se enreda en mi cabello, tirando de mí hasta que mi espalda queda
presionada contra su pecho. Su mano libre se envuelve alrededor de mi garganta,
sujetándome, y me susurra al oído: 129
—O te pones de rodillas y abres esa boca, o te agacho y follo tu culo.
Gimo, y la mención de mi culo hace que mi respiración se acelere. Todavía
me duele por lo del enmascarado de anoche. Fue muy duro y me hizo sangrar. Y
me gustó. Estuve sentada en la bañera más de una hora mirando el celular que
había roto. Su último “jódete”. ¿Qué hice que lo enfadó tanto? ¿Fue porque dije
que su pene no valía nada? Demostró que eso no era cierto. ¿Por qué quitarme
mi única línea de comunicación?
—¿Cuál será, Elli? —Sin interrumpe mis pensamientos.
Respiro profundo y consigo gruñir:
—Que te jodan, Sin.
—Culo, será. —Comienza a empujarme hacia unas escaleras estrechas con
la mano enredada en mi cabello, pero me salvo cuando Jayce se acerca a él.
—Eh, hombre. Necesito hablar contigo. —Sus ojos van de los de Sin a los
míos—. Es importante.
Sin me suelta y ni siquiera miro atrás. Bebo más vodka mientras voy a buscar
a Kira. Pensé que venir aquí esta noche sería divertido, pero ahora que Sin está
aquí, necesito irme.
Capítulo 20
Sin

—Hazlo rápido, Jayce —digo rechinando los dientes mientras la veo alejarse.
Llegué justo a tiempo para verla hablar con ese estúpido de Mack. Está
obsesionado con ella. No puedo culparlo, pero vi cómo reaccionó su cuerpo ante
su historia cuando la leyó delante de la clase del señor Hamilton. Por encima de
mi cadáver tendrá una oportunidad con mi chica. Es demasiado tímido. Nunca
podría darle lo que ella quiere. Lo que necesita. No como yo.
Sintonizo a Jayce mientras imagino dónde y cómo la tomaré esta noche. Le
di la opción de boca o culo porque quería ver hasta dónde me dejaría llegar. Sé
que tiene el culo dolorido, pero no iba a decirme que no.
Si no fuera tan celoso, la pondría de rodillas y follaría su boca delante de 130
todos para que vieran que es mía. Pero incluso yo sé que no puedo hacerlo. No
quiero compartirla. Ni siquiera quiero darle a nadie la imagen de ella de rodillas
para mí. Le sacaría los ojos a un hombre si la viera en ese estado.
—Amigo, ¿me estás escuchando? —Jayce golpea mi hombro.
—No —respondo con sinceridad.
—Sin...
—Llámame mañana —lo interrumpo y lo empujo, negándome a perderla de
vista. Al acercarme por detrás, veo que el imbécil vuelve a hablarle—. Ahí estás,
pequeño demonio. —Me acerco a ellos. Me doy cuenta de que se pone tensa
cuando la llamo nena. Puedo adivinar por qué.
Mack salta hacia atrás y luego se da la vuelta para correr.
—¿No puedo tener amigos? —gruñe.
—Te conozco de toda la vida. Mack no es tu amigo. —La única amiga íntima
que tiene es mi hermana.
—No es como si hubiera sacado su polla y la hubiera chupado.
Mi mandíbula se tensa.
—¿A cuántos hombres te estás follando ahora mismo? Ya sabes, ¿además de
David y yo? —Esta es su oportunidad. ¿Será sincera conmigo? ¿Y qué haré si
no lo es?
Aprieta los puños.
—¿Por qué? ¿Vas a encargarte de ellos como lo hiciste con David?
¿Cómo sabe que me encargué de David? Supongo que está adivinando. Me
presenté en su clase con mis amigos y lo eché. Tenía planes de venir la noche
que me la follé. Y al día siguiente, ¿ya no está en su clase? Es lo suficientemente
lista como para darse cuenta. Nunca la obligué a decirme quién la abofeteó ni a
averiguar si se la folló por última vez. Pero obtendré esas respuestas más tarde.
Sonrío y veo cómo sus ojos se entrecierran al ver que acabo de confirmar en
silencio que fui yo.
—En realidad hay uno más. —Esboza una sonrisa de suficiencia—. Anoche
estuve con él —admite, acercándose a mí—. Y nunca he tenido que fingir con él.
—Se gira, dándome la espalda, y se aleja una vez más, pensando que acaba de
ganar.

131
Han pasado dos horas desde que me echó en cara y prácticamente me dijo
que el otro hombre al que se ha estado tirando era mejor que yo. ¿Yo? Gracioso,
considerando que el otro tipo soy yo.
No puedo esperar a ver su mirada cuando le cuente las buenas noticias. Que
ella estuvo conmigo todo este tiempo.
Cuando se alejó, corrí a mi auto, tomé lo que necesitaba y me senté a beber
una cerveza. Esperando. La he observado desde la distancia. Dejándola que se
tomara su tiempo. Pensando que realmente había hecho algo al decirme que
alguien más se la había estado follando y que ella había estado fingiendo
conmigo.
Fue tan tierno. Pero será aún más dulce cuando vea su reacción. Nunca
esperé que supiera quién era el yo con la máscara, pero ya es hora. Suficiente
con esta mierda. Ella realmente piensa que ese bastardo es mejor que yo.
La veo bajar por el muelle desde el barco en el que estaba con una copa en
una mano y el celular en la otra. Me levanto de mi lugar y la sigo de cerca. Se
dirige hacia el estacionamiento.
Cuando se gira en mi dirección, me escondo detrás de una esquina. Espero a
que pase, salto detrás de ella y pongo una capucha en su cabeza. Empieza a
gritar, pero apenas se escucha por encima de la música de los barcos cercanos.
Llevo sus brazos tras su espalda y los ato con fuerza. Luego la levanto y la
llevo al otro lado del puerto, donde mi padre tiene uno de sus barcos. Lucha, su
cuerpo se agita mientras grita palabrotas a través de la capucha. Sonrío. Tiene
que ahorrar energía.

El l in g t o n
132
Estoy sentada sobre mi trasero y respiro profundamente.
—Sin —gruño, luchando contra las ataduras que sujetan mis manos detrás
de mi espalda—. ¿Qué diablos estás haciendo? —grito.
Luego intento respirar tranquilamente. Las bebidas han empezado a
golpearme hace un rato, y mi cuerpo se mueve. No, ¿meciéndose?
¿Me muevo yo o se mueve él? No estoy segura. El aire caliente de la capucha
cae sobre mi rostro, haciendo que el cabello dentro del material oscuro se pegue
a mis mejillas. Me incorporo y mi cuerpo se balancea hacia delante.
Quito la capucha de mi cabeza y la sacudo para intentar que el cabello no se
pegue a mi rostro mojado.
—Est... —Su nombre muere en mis labios cuando miro hacia arriba y veo
unos ojos rojos mirándome fijamente—. ¿Qué...? —No puedo formar una frase
porque mi mente está desbocada.
El enmascarado está de pie frente a mí con una sudadera con capucha, jeans,
guantes negros y su máscara. Sus lentes de contacto parecen brillar en medio
de la noche mientras está de pie ante mí. Mi corazón se acelera cuando mis ojos
se posan en la cadena que lleva en la mano derecha.
¿Estaba en la fiesta? ¿Me vio con Sin? ¿Con Mack? ¿Está loco? ¿Celoso? Él
me abandonó. No jugaré más a este juego con él. No voy a confiar en él.
—¿Qué mierda quieres? —grito, poniéndome en pie de un salto.
Extiende la mano, empuja mi pecho y me hace caer de nuevo sobre el asiento
blanco que, ahora me doy cuenta, es de un barco. Echo un rápido vistazo a mi
alrededor, me estremezco con el aire frío y veo la lancha que se balancea sobre
las olas. No hay otros barcos a la vista, pero veo el puerto deportivo a nuestra
derecha. Estamos lo suficientemente lejos como para que, si gritara, nadie me
oiría. Pero lo suficientemente cerca como para que las luces nos ayuden a ver en
medio del lago.
Estoy a punto de abrir la boca para decirle que se vaya a la mierda, pero sus
manos me agarran. Tira de mi cabello y sujeta mi cabeza mientras con la otra
mano me pone boca abajo. Se sienta a horcajadas sobre mi espalda y envuelve
una cadena alrededor de mi cuello. Escucho un chasquido y el peso de su cuerpo
desaparece.
De repente, tengo los brazos libres y me levanto para mirarlo con piernas
temblorosas.
—¿Qué mierda pasa? —Levanto la mano y noto la cadena que rodea mi cuello.
No está tan apretada como para cortarme el aire, pero tampoco está floja. 133
Golpeo su pecho con mis manos. Agarra mi vestido y lo arranca de mi cuerpo.
La tela cede ante su fuerza como si rasgara un trozo de papel, dejándome en
nada más que mi tanga. No llevaba sujetador y mis tacones desaparecieron hace
tiempo. Los perdí en algún momento mientras pataleaba y gritaba con la
capucha sobre la cabeza.
—¿Qué demonios te pasa? —grito, levantando las manos para cubrir mis
pechos desnudos como si no los hubiera visto nunca.
Entonces levanta la mano y agarra la parte superior de su máscara de
calavera. Contengo la respiración mientras la arranca del rostro. Miro a Sin con
los ojos muy abiertos, mi corazón palpitante, el pulso acelerado y la sangre
corriendo por mis oídos. Mis manos caen a los lados como un peso muerto,
incapaces de sostenerlas ante lo que veo.
—Hola, pequeño demonio. —Sonríe. Levanta la mano y la pasa por su cabello,
dándole ese aspecto desordenado que tanto me gusta.
—No —musito, negando con la cabeza—. No puede ser.
Se acerca a mí y no retrocedo. Toma mi rostro y mis labios se entreabren,
tratando de entenderlo todo. ¿Cuánto he bebido? Mucho. Pero no tomé ninguna
droga. ¿Cómo es posible?
—¿Sin? —Su nombre sale tembloroso de mis labios y mis rodillas amenazan
con ceder.
—Sorpresa. —Entonces me agarra por la cintura y me tira por encima de la
parte delantera del barco.

134
Capítulo 21
Sin

La escucho chapotear en el agua, luego le sigue un grito ahogado.


—¡EASTON! —grita.
Coloco el zapato en el lateral de la proa, con el antebrazo apoyado en mi pierna
doblada. Enciendo el foco para verla mejor en el agua. Sus manos se agarran a
la cadena que puse alrededor de su cuello y que aseguré con un candado.
Consigue nadar hasta el bote; no la he tirado demasiado lejos. Sus manos
golpean la parte delantera, intentando agarrarse a algo para poder salir del agua,
pero la proa está demasiado alta para eso.
—Sin... —Está jadeando. 135
—¿Cuánto tiempo crees que puedes nadar hasta que te canses, Elli? —grito.
—Te... odio. —Comienza a llorar. Sus manos siguen golpeando el barco.
—No lo hiciste anoche. Me dijiste que yo era tu salvador —le recuerdo—. Oh,
espera. Era el otro hombre al que creías que te estabas follando.
Ella muestra sus dientes blancos, agarrando la cadena alrededor de su cuello.
Liberé sus manos, pero los cinco kilos de más en su cuello van a agotarla muy
pronto. Me aseguré de no apretarla demasiado, pero lo suficiente para que no
pudiera levantarla por encima de su cabeza.
—Hablando de anoche, espero que tu culo no siga sangrando. No me gustaría
que atrajeras a un tiburón —miento, intentando asustarla. No hay tiburones en
estas aguas.
—¡EASTON! —grita, sus manos golpean el agua, haciendo que salpique su
rostro.
Intenta una nueva posición, flotando sobre su espalda para darle a su cuerpo
un segundo de descanso, pero su cabeza se hunde. Jadea y vuelve a enderezarse.
Puse la cadena en su nuca por esa misma razón. Para tirar de ella hacia abajo.
Si la cadena sobrante estuviera delante, podría sujetarla con las manos para
aflojar el peso que tira de su cuello mientras sus piernas flotan en el agua. Quiero
que use los brazos y las piernas. Así se cansará antes.
Miro hacia la parte trasera del barco, donde está la cubierta de baño. No se
le ocurrió nadar hasta allí. Ni siquiera estoy seguro de que la vea. El foco que
tengo sobre ella es cegador. Las personas en situaciones de vida o muerte no
suelen pararse a pensar racionalmente. Entran en pánico.
—Por favor —se atraganta.
—¿Por favor qué, pequeño demonio? —pregunto, quitándome los guantes
negros y tirándolos a un lado, poniéndome cómodo.
No pensaba hacerlo esta noche, pero decidí que ella tenía que saber quién era
yo. Mi verdadero yo. Que yo era el hombre que ella necesitaba. Soy el hombre
que la salva. Incluso soy el que la pone en estas situaciones que amenazan su
vida.
Su cabeza se sumerge bajo el agua, y sale un segundo después, aspirando
entre sollozos. Vuelve a sumergirse, y esta vez, cuando emerge, está un poco más
lejos. La distancia es suficiente como para que empiece a preocuparme.
Se hunde una vez más, y espero, vigilando que vuelva a subir. Después de un
segundo, me pongo rígido.
—¿Elli? —grito, pero solo veo las ondas del lago oscuro.
136
Está jugando conmigo, intentando hacerme creer que se hunde. Pero no es
así.
Pero mientras mis ojos escanean el agua, mi pulso se acelera. Había bebido
bastante.
El pánico se apodera de mi pecho cuando veo que no salió a la superficie.
Levanto la mano y deslizo mi sudadera por encima de mi cabeza mientras me
quito los zapatos antes de zambullirme donde la vi por última vez. Intento
acercarme lo suficiente, pero sin golpearla.
Inmediatamente vuelvo a levantarme, dando vueltas.
—¿Elli? —grito antes de volver a sumergirme para comprobarlo, y mi miedo
se duplica cuando no la veo por ninguna parte. Vuelvo a sumergirme y abro los
ojos, pero no veo gran cosa. Mis piernas patalean y mis manos se extienden sin
rumbo. Siento algo. Es la cadena. La envuelvo en mi puño y tiro de ella, sintiendo
cómo su cuerpo choca contra el mío. Suelto la cadena, rodeo su cintura con el
brazo y nado hacia la superficie, arrastrándola conmigo.
El aire frío golpea mi rostro cuando aspiro.
—¿Elli? —La doy la vuelta y su cabeza se inclina hacia atrás, dejando al
descubierto su cuello enrojecido con la cadena todavía alrededor.
Sujeto su rostro con mi mano libre.
—Elli...
Antes de que pueda terminar, abre los ojos y golpea mi rostro con su frente,
haciendo que mi vista se nuble y estalle el dolor entre mis ojos.
—¡Mieeeerda!

El l in g t o n

Lo aparto de mi con una patada y empiezo a nadar hacia la cubierta, jadeando


ahora que ya no me estoy ahogando de mentira. Casi llego cuando jala la cadena
que llevo en el cuello, cortándome el poco aire que me quedaba.
137
—¿Quieres jugar con el diablo? A ver qué tienes, pequeño demonio. —Tira de
la cadena hacia la parte trasera del barco y me saca del agua.
Caigo sobre la cubierta, mi cabeza palpita. Siento que la sangre corre por mi
frente, donde hice contacto con su nariz. Estoy de espaldas mientras él se sienta
entre mis piernas temblorosas. No tengo fuerzas para empujarlo y mucho menos
para luchar contra él.
Se cierne sobre mí, goteando sangre de su nariz rota sobre mi pecho y mi
rostro. Lamo mis labios y mi boca sabe como si estuviera chupando monedas. A
estas alturas no sé si es su sangre o la mía.
Sigo jadeando cuando me sonríe.
—Mierda, te quiero —susurra con la mano alrededor de mi cuello, aplastando
la cadena contra mi piel, ya de por sí sensible—. Recuérdalo cuando te haga
pedazos.
Mi pecho se agita, mis brazos pesan y caen a mis costados. Un gemido escapa
de mis labios entreabiertos ante su mentira. No me quiere, pero no puedo negar
cómo palpita mi corazón al escuchar esas palabras.
Me suelta, se arrodilla en la cubierta, echa mis piernas por encima de sus
hombros y baja su rostro ensangrentado hasta mi coño.
Da igual que esté atada, porque no puedo moverme. Mi cuerpo está agotado,
mis muslos gritan y mis brazos están cansados. Me acuesto sobre trozos de la
cadena, que se clavan en mi espalda, pero no tengo fuerzas para moverla. Seguro
que mi cabello también está enredado en ella.
Mi espalda y mi cuello se arquean cuando introduce un dedo, luego dos. Un
grito queda atascado en mi garganta cuando siento un tercero. Los mete y los
saca, follándome mientras mi cuerpo se balancea de un lado a otro sobre la
rugosidad de la cubierta de baño. Los saca y lame mi coño. Su lengua roza mi
piercing antes de llevárselo a la boca.
—Sin —grito, arqueándome de nuevo, la cadena tira. Arriesgaría mi vida por
esto. Hay personas que murieron por menos.
El sonido de las olas que mecen el barco y la sensación de su boca entre mis
piernas hacen que el mundo dé vueltas.

138
Capítulo 22
Sin

Me incorporo y miro sus piernas abiertas. Sus flujos y mi sangre están


esparcidos por su suave coño.
—Perfecto —susurro antes de bajar la mano para palmearlo.
Se sacude y grita a la noche.
Bajo la cabeza y chupo los piercings de sus pezones, metiéndomelos en la
boca. Agarra mi cabello y tira suavemente de mi cuero cabelludo. No le queda
energía. No tiene fuerzas. Bien.
Sujeto sus mejillas e introduzco la lengua en sus labios ya abiertos. Me
devuelve el beso con la misma avidez, gimiendo al sentir el sabor cobrizo
mezclado con su dulzura.
139
Me separo, me siento y desabrocho mis jeans mojados. Saco mi polla dura y
paso la cabeza por su coño, manchándola de sangre y flujos. Lentamente,
empujo dentro de ella. Se le corta la respiración y arquea la espalda.
Levanto la mano, deslizo los dedos entre su cuello y la cadena y la pongo a
horcajadas sobre mí.
Sus ojos están ahora a la altura de los míos. Mi polla palpita dentro de su
coño mientras aparto el cabello mojado de su rostro. Lo que queda de su
maquillaje se le ha corrido por las mejillas. Sus preciosos ojos azules como el
hielo le pesan tanto que no puede mantenerlos abiertos. Subo la mano por su
espalda, agarro la base de la cadena con la mano y tiro de ella, cortándole el aire
mientras la hago rebotar sobre mi polla.
Mis labios encuentran los suyos y los devoro. No recibo mucho de ella, pero
no importa. He conseguido lo que me propuse. Ahora entiende que es mía. Y
haré lo que tenga que hacer para recordarle a quién pertenece.
El l in g t o n

Mi pecaminoso, pecaminoso, pequeño demonio


En mis sueños verás
Que eres lo que yo quiero que seas
Eres mi demonio
Yo soy tu diablo
Y te mantendré encadenada en el infierno para siempre

Miro el diario abierto en la primera página sobre la cama. La cadena que me


ataron al cuello anoche yace en el centro de las páginas junto a las palabras
escritas con la letra de Sin.
Al mirar hacia arriba y alrededor de la habitación, veo que estoy en su
dormitorio en casa de sus padres. No recuerdo cómo hemos llegado hasta aquí.
¿Él me trajo aquí? Si es así, ¿dónde está?
No recuerdo nada además de haber follado en la piscina. Mis pesados ojos se 140
cerraron durante mi segundo orgasmo y, cuando los abrí, estaba aquí y era de
día. A mi lado hay un diario en blanco. He pasado horas leyendo la primera
página, intentando encontrarle sentido a todo.
Mi teléfono emite un pitido, señal de un mensaje de texto, y lo tomo para ver
que es Kira confirmando nuestros planes para esta noche. O no está en casa de
sus padres o no tiene ni idea de que estoy en la habitación de su hermano, al
final del pasillo.
Me pongo en pie y consigo llegar a su cuarto de baño con un poco de ayuda
de la pared. Enciendo las luces y veo que tengo moretones alrededor de mi cuello
por la cadena. Examinando mis rodillas, veo que también tengo marcas de la
cubierta y una en la cadera de cuando me subió al barco.
Enciendo la ducha, entro y me caigo. Golpeo mi hombro contra la pared y
gimo. ¿Por qué bebí tanto? Ya lo sé. Para ahogar los recuerdos que gritaban en
mi cabeza. Pero siempre vuelven. No puedes borrar la vida real. Por mucho que
lo intentes.
Caigo al suelo de la ducha, me siento bajo el rociador y cierro los ojos mientras
el agua caliente corre sobre mí como un aguacero. Mi mente está jodida ahora
mismo. Sin es el hombre misterioso. Debería haberlo sabido, ¿verdad? Debería
haber reconocido su voz. Su forma de caminar. La sudadera con capucha.
Llevaba una igual en el Freak Show. Pero vamos, yo también tengo una sudadera
negra. Así que no puedo odiarme por eso. Pero tuvo que haber otras señales que
elegí pasar por alto. O tal vez quería que el hombre misterioso siguiera siendo
solo eso. No conocía mi verdadero yo. O eso pensaba.
¿Cuántas veces me visitó en los últimos dos años? Más de las que puedo
contar. Casi nunca hablaba. Y cuando lo hacía, su voz era baja. Apenas un
susurro. Diablos, a veces, mi mente creía que lo escuchaba hablar, pero solo
escuchaba cosas. A la mente le gusta engañarse a sí misma.
Escuché suficientes sesiones de mi madre para saber que las personas
pueden convencerse a sí misma de que las cosas no son reales. Pensé que el
hombre enmascarado era alguien que no conocía. Por lo tanto, ni siquiera pensé
en buscar similitudes, lo que me lleva a otro pensamiento.
Easton Bradley Sinnett mató a mi padrastro.
Ese pensamiento me golpea como la mano de David en mi rostro. La
conmoción y la sorpresa oprimen mi pecho. ¿Por qué? No fue por mí. ¿Qué hizo
James para merecer que lo mataran? No me entristece, pero siento curiosidad.
Por lo que escuché a lo largo de los años, los Lords cuidan de los suyos. Lo que
podría significar algo bueno o malo. Dependiendo de lo que hayas hecho por
ellos, su sociedad puede hacerte desaparecer. Hacer que parezca que nunca has
141
existido.
¿Y el dedo de James? ¿Por qué Sin tuvo que tomar su dedo y su teléfono?
¿Qué había allí que era tan importante? Nunca lo sabré. Sin nunca me lo diría,
y yo nunca preguntaría.
Consigo levantarme del suelo de la ducha y empiezo a lavar mi cabello con su
shampoo. Aprendí mucho anoche. No solo sobre Sin, sino también sobre mí
misma. Quería darle celos con Mack. Quería presionarlo para ver hasta dónde
llegaba. Obtuve mi respuesta. Una parte de mí quiere saber cuánto más lejos
llegará antes de romperse.

Estoy caminando por el pasillo, con un diario en la mano. Encontré mi auto


en la entrada de los padres de Sin esta mañana. Una vez más, no tenía ni idea
de cómo había llegado allí. Pero pasé rápidamente por mi casa esta mañana de
camino a la universidad. Veo a Sin caminando hacia mí con Jayce, pero no me
ve. Está demasiado ocupado mirando su teléfono, tecleando. Me pregunto con
quién estará hablando.
¿Soy lo bastante buena para follar, pero no para mandar mensajes o llamar?
No sé por qué me sorprende. O por qué estoy celosa. Estoy más molesta por el
hecho de que sea el enmascarado que se coló en mi habitación y me sacó.
Debería avergonzarme de lo que he permitido que ese hombre me haga. Pero no
lo estoy. En lugar de eso, quiero más. Más del hombre que creía que era y más
del hombre que ahora sé que es.
Jayce le dice algo, y los ojos de Sin se elevan de su teléfono para encontrarse
con los míos. Parecen fríos. Implacables. Eso me gusta de él. No es falso. Odia el
mundo a pesar de que le ha dado todo lo que siempre quiso. Guarda el teléfono,
mete las manos en los bolsillos de sus jeans y empieza a caminar hacia mí.
Ignorando lo que sea que Jayce le esté diciendo.
Me subo más la mochila al hombro y, justo antes de llegar a él, giro a la
derecha, abriendo una puerta que da al salón de clases.
—Bien, ahora... —El señor Hamilton deja de hablar cuando me ve entrar—.
Elli. —Sus ojos se entrecierran en los míos.
Me quedo de pie, esperando a que me eche, pero no lo hará. No puede 142
permitirse montar una escena, no esta vez, porque no estamos solos. La clase
ha empezado oficialmente. Y si quiere que me vaya, tendrá que arrastrarme por
el cabello.
Escucho que la puerta se abre detrás de mí y, por la forma en que David se
pone rígido, ni siquiera tengo que girarme para ver que Sin me ha seguido.
—Tengo una historia que contar —digo.
—Oh, no me importa. Adelante. —Mack está de pie en el podio y corre a
buscar su asiento ante mi anuncio. Odia compartir. Sinceramente, el tipo o tiene
una vida sexual aburrida o no tiene imaginación. No puede decir coño o culo sin
que su rostro se ponga rojo.
David cruza los brazos sobre su pecho y aparta la mirada de mí. Su silencio
me dice todo lo que necesito saber.
Me dirijo a la parte delantera de la clase, dejo la mochila a mis pies y coloco
mi diario en el estrado. Lo abro y empiezo a leer.
Capítulo 23
Sin

Tomo su asiento en la parte delantera de la clase y apoyo mi codo en el


pupitre, con el mentón apoyado en mi mano. Empuja su cabello rubio platinado
por detrás de la oreja y no se me escapa que se ha tomado la molestia de
disimular todos los moretones que le hice anoche en el barco de mi padre. Pero
te garantizo que los que tiene debajo de la ropa seguirían siendo visibles si la
desnudara delante de todos.
—Lo conocí en un bar —empieza—. Se me acercó y me ofreció una copa. Una
se convirtió en más de lo que pudiese recordar.
Veo a David moverse en su asiento.
—Me dijo que era hermosa. Que yo era lo que todos los hombres querían. Le
143
creí. Pero entonces, como el hombre que le precedió, me puso las manos encima.
Me siento más erguido y vuelvo a mirar a David. Él arregla su corbata, con
los ojos fijos en su escritorio.
—Me dijo que era una puta despreciable.
David se aclara la garganta.
—Elli, esta no es la tarea.
—¿Por qué? ¿Por qué la mujer siempre es la puta? —continúa ella,
ignorándolo—. ¿No debería ser él el responsable por hacerme desear? Por
excitarme.
—¿Elli? —espetó él, poniéndose en pie de un salto.
—No tuvo ningún problema en follarme, pero cuando descubrió que me había
follado a otro hombre, yo no valía nada. Basura usada.
—Por el amor de Dios, Elli. —Sale de detrás de su escritorio y se dirige hacia
ella, pero me levanto de su silla, haciendo que se detenga.
—Ya no era su puta, sino la de otro. —Sus ojos están en su papel, sin
importarle que él esté tratando de evitar que ella derrame sus secretos—. Me
parece gracioso que, porque yo tenga una vagina y él un pene, sea yo la que
debería avergonzarse. No lo hago. Él me drogó la primera vez que se metió entre
mis piernas.
¿Él qué? Doy un paso hacia él y él retrocede dos, casi tropezando con su silla.
—¡Ellington!
—Él lo había grabado todo —continúa, todavía ignorándolo—. Me lo mostró
cuando me desperté. Cuánto disfrutó mi cuerpo. Me excitó. Me prometió que
sería nuestro pequeño secreto. Pero no debería tener que callarme que es un
pedazo de mierda.
—¡ELLINGTON! —Su rostro se torna rojo de ira. Se hace el silencio y él suelta
un largo suspiro al darse cuenta de que ella terminó.
Mirándola, la veo cerrar el cuaderno y salir de clase.

144
El l in g t o n

Salgo de la clase y siento una mano en mi brazo que me detiene. Me da la


vuelta y me mira con unos duros ojos azules.
—¿Te violó? —me pregunta.
Aprieto los labios y aparto la mirada de él.
Deja escapar un gruñido ante mi negativa a responder y me hace otra
pregunta:
—¿Te golpeó?
No sé por qué se preocupa de repente.
—La noche que llamaste al enmascarado para que viniera a mimarte. Te
pregunté quién te había pegado y dijiste que no importaba.
De nuevo, no digo nada. No fui a la clase de David por la simpatía o los celos
de Sin. Fue para limpiar mi alma de todo lo que quedaba de David. No iba a dejar
que fuera Sin quien acabara con él. Fui yo. Mi elección, mi camino.
Y eso es exactamente lo que acabo de hacer.
—¿Elli? —Sin pronuncia mi nombre, haciendo que los chicos del pasillo se
queden mirando.
—¿Cómo mierda te atreves? —Empujo su pecho con la mano libre.
Guarda silencio un segundo antes de bajar la voz a un gruñido mortal.
—Ten mucho cuidado con cómo me hablas, Elli...
—Vete a la mierda, Easton —lo tuteo—. ¿Hiciste que me echaran de la clase
del señor Hamilton? —Señalo la puerta ahora cerrada—. Estaba
condenadamente molesto conmigo. Y yo no hice una mierda.
Empuja mi cuerpo contra el suyo y noto lo tenso que está.
—Te drogó y te pegó, ¿y estás molesta conmigo?
—No importa. —Paso una mano por mi cabello—. Felicidades. Ganaste. —
Luego libero mi brazo de su agarre y me alejo furiosa por el pasillo—.
Oficialmente ya no soy su puta.
Llego al auto, tiro el cuaderno en el asiento del copiloto y me voy a casa a toda
velocidad.
Entro en mi habitación, cierro la puerta de un portazo, dejo caer la primera
lágrima y coloco el cuaderno sobre la mesita de noche. No estoy enfadada porque
ya no abra las piernas para David. Estoy enfadada conmigo misma. ¿Cómo
145
puedo seguir haciendo esto? Ponerme en situaciones que sé que están mal.
Primero James, luego David, y ahora Sin.
—Mierda —me maldigo, necesito un segundo para recuperar el aliento.
Suena mi celular y miro para ver que es Sin. A la mierda. Presiono Ignorar y
luego lo apago. No estoy de humor para hablar con él. Ni con nadie. Mi madre
vuelve a estar fuera de la ciudad. Dijo que volvería el lunes. Al menos, eso es lo
que decía el mensaje que me envió esta mañana.
Voy a pasar la noche en casa. Sola. Me daré una ducha caliente, tomaré una
botella de vino y me acostaré en la cama a comer dulces.

Miro el reloj en la mesita y veo que es casi medianoche. Mis ojos se sienten
pensados y ya no puedo mantenerlos abiertos. Mi teléfono sigue apagado. He
ignorado al mundo. Es lo mejor.
Apago el televisor, me acuesto debajo de las sábanas y cierro los ojos, pero se
abren en cuanto escucho algo. Parece una puerta que se abre y se cierra. Me
incorporo, aparto las sábanas y pongo los pies en el suelo justo cuando abren la
puerta de mi habitación de un empujón.
Sin entra en mi habitación, y mi respiración se entrecorta cuando veo sus
ojos azules fijos en los míos. Al segundo siguiente está delante de mí, antes de
que pueda pestañear.
—East...
—Shh —susurra, levantando los nudillos para acariciar mi mejilla enrojecida,
haciéndome estremecer—. No pasa nada si no quieres hablar. De hecho... —
Toma mi brazo y me hace girar para que le dé la espalda. Me rodea por detrás
con un brazo y con el otro cubre mi boca, pellizcando mi nariz—. Te ayudaré con
esto.
Me resisto a su férreo agarre. Mis piernas se levantan y mis dedos se clavan
en su antebrazo. Me revuelvo, pero él me sujeta con fuerza, cortándome el
suministro de aire mientras mis pulmones arden y mi pecho se agita.
Mi cuerpo se afloja y mis brazos caen a los lados. Espero que me suelte, pero
no lo hace. Mis ojos se cierran y la oscuridad me sumerge sin escapatoria.
146
Capítulo 24
El l in g t o n

Me despierto, abro mis pesados ojos y me doy cuenta de que estoy en el


asiento del copiloto del auto de Sin.
Mi cabeza cae hacia la izquierda y miro por encima de su cuerpo tenso. Su
mano agarra el volante, la otra sujeta la palanca de cambios. Su mandíbula
definida está tensa y sus ojos entrecerrados en la carretera como si lo
traicionara.
—Sin —gimo su nombre, me duele la garganta.
Sus ojos me miran rápidamente y luego vuelven a la carretera.
Levanto mi trasero del asiento, pero no puedo moverme. Mis brazos están
atados detrás de mi espalda y él ha apretado tanto el cinturón de seguridad que
147
me ha inmovilizado. Mis muslos se tensan mientras mi respiración se acelera.
—¿A dónde... a dónde vamos? —de repente, se me seca la garganta.
—Tengo que ocuparme de algo —responde crípticamente.
—¿Puedes desatarme? —pregunto en vez de exigir. Una parte de mí sabe que
me gusta, mientras que otra me dice que no debería.
Se ríe, pero no responde ni hace ningún intento por liberarme. Miro por los
cristales tintados, intentando ver dónde estamos o a dónde vamos. Es solo
bosque, pero sé exactamente adónde vamos. Al Freak Show.
Mi respiración se acelera cuando él sale de la carretera de dos carriles y
atraviesa una verja de hierro hasta el estacionamiento. Detiene el auto junto a
un Audi blanco que sé que es el de Jayce. Justo cuando miro por la ventanilla,
veo que un todoterreno negro se detiene junto a nosotros, y es Corbin.
Sin se acerca y abre mi puerta. Se inclina, desabrocha mi cinturón de
seguridad y me saca del auto sujetando mi brazo, llevándome a la parte trasera
del todoterreno cuando Corbin abre la ventanilla.
Me hace girar para mirar a Jayce, luego desliza algo por encima de mi cabeza
y sobre mi cuerpo. Al mirar hacia abajo, veo que parece una especie de capa
negra. Tiene un cuello alto. Puedo sentir el roce del material en mi cuello.
—Abre bien la boca —ordena Sin desde atrás, y hago lo que me dice, solo para
que mueva mi cabeza y meta una mordaza de bola en mi boca. Es grande, por lo
que me obliga a mantenerla muy abierta y gimo a su alrededor mientras siento
cómo la sujeta detrás de mi cabeza. Sabe a goma, lo que hace que mi boca
produzca instantáneamente más saliva. Mi lengua explora la parte posterior de
la bola redonda, intentando apartarla, pero es inútil. La aseguró lo
suficientemente fuerte como para que el cuero se esté clavando en las comisuras
de mi boca y mejillas. El dolor hace que mis muslos se tensen.
Entonces unas manos agarran mis hombros y me hacen girar. Sin levanta
algo entre sus manos y lo coloca sobre mi cabeza. Por suerte, tiene dos agujeros
para los ojos, así que puedo ver. Pero hace calor aquí. Escucho mi respiración
agitada resonando en mis oídos.
Supongo que es para que nadie vea que tengo una mordaza en la boca. Y la
capa que me pusieron no tiene agujeros para los brazos, así que también oculta
mis brazos atados detrás de mi espalda.
Cada uno de los chicos se pone la capucha negra y la máscara de la última
vez. La de Corbin es la del payaso, la de Jayce es la de la cara sin piel y, tal como
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había adivinado, la de Sin es la del espejo roto.
—Vamos —ordena Sin, y Corbin cierra la camioneta.
Tres hombres me escoltan hasta lo que parece una tienda de carpa roja y
negra. Espero que dentro haya algún tipo de circo, pero eso no es ni cerca de lo
que veo. La carpa está pintada en la fachada del edificio. Hay un tipo tomando
las entradas y dos carritos conectados entre sí. Las luces son tenues, lo que hace
más difícil ver con estos pequeños agujeros como ojos.
La saliva corre por las comisuras de mi boca y no puedo evitar el gemido que
se me escapa cuando mi coño palpita. Veo al chico, que está tomando las
entradas, con el ceño fruncido.
Sin agarra mi brazo y me ayuda a subir al carrito, y veo que Corbin y Jayce
suben al que está pegado a la parte trasera del nuestro. Sin se inclina hacia mí,
agarra mi garganta obligándome a inclinar la cabeza hacia atrás y gimo.
Su mano se aprieta, quitándome el aire, y lucho contra su agarre, aunque mi
ropa interior se humedece. Intento aspirar aire, pero no consigo nada, y eso solo
hace que me retuerza más.
—El sonido de cómo intentas respirar me pone tan jodidamente duro —
susurra en mi oreja, haciendo que mis pezones se endurezcan, y solo fuerza otro
sonido ininteligible de mis labios debido a la sensibilidad que aún provocan los
piercings—. Si no tuvieras una mordaza en la boca, la tendrías llena con mi polla.
Mi garganta arde, mi pecho se agita y las lágrimas arden en mis ojos.
Me suelta y respiro profundamente por la nariz. Una hilera de saliva cae por
las comisuras de mi boca. Ya empieza a doler mi mandíbula.
El carrito da otra sacudida, pero esta vez hasta detenerse, y él me agarra.
Protesto, pero me saca del carrito sin esfuerzo. Echo un rápido vistazo a Corbin
y Jayce a través de los pequeños agujeros en mis ojos y veo que también salen.
Sin me jala a través de una puerta que no había visto oculta en la pared negra
y se detiene, luego arranca la máscara de mi cabeza, mi cabello se pega a mi
rostro cubierta de sudor y saliva. Parpadeo para ver un objeto atado a una pared.
Tiene los brazos levantados por encima de su cabeza. Sus pies atados juntos por
los tobillos.
Lleva unos jeans con una camiseta negra. Está rasgada, parece que han
cortado su piel con un cuchillo en varios lugares, le sangre falsa corre sangre
por el frente. Hay una máscara sobre su cabeza. Parece un animal de algún tipo
con largos y gruesos cuernos de diablo que se enroscan hacia atrás. 149
Hay una luz roja apuntándolo directamente.
No entiendo por qué estamos aquí ni qué estamos haciendo. Un pitido me
hace dar un respingo, antes de escuchar lo que parecen nuestros carritos
dejándonos al otro lado de la pared.
El pánico invade mi pecho, haciendo que mi corazón palpite más rápido. Mis
ojos muy abiertos se dirigen a Sin para preguntar qué diablos está pasando, pero
agarra mi cabello con sus manos y grito en la mordaza cuando me arrastra hacia
delante. Me detiene frente a lo que sea que esté colgado y Jayce le arranca la
máscara.
Grito dentro de la mordaza cuando unos ojos marrones oscuros se
encuentran con los míos. El señor Hamilton es el objeto que cuelga de la pared.
Y el olor a sangre llega a mi nariz, provocándome arcadas.
—No hagas eso, pequeño demonio —ordena Sin en mi oreja, de pie detrás de
mí para mantenerme en mi lugar—. Este pedazo de mierda no merece tu
compasión ni tu perdón.
Niego, intentando aflojar rápidamente su agarre, pero él solo me aprieta con
más fuerza, obligándome a mirar el techo oscuro. Empiezo a ahogarme con la
saliva que se desliza hasta el fondo de mi garganta.
—Lo he estado observando. —Sin continúa como si no me estuviera
ahogando—. No eres la única alumna con la que estaba follando.
¿Cómo sabía que me había estado acostando con mi profesor? Quiero decir,
tuvo que haberlo sabido antes de que leyera mi diario hoy en clase. Pero también
sé que Sin es la razón por la que me sacó de su clase en primer lugar. Así que
estaba al tanto antes de hoy.
Sin continúa.
—Algunas incluso menores de edad. Tenía vídeos y fotos que lo demostraban.
Mi cuerpo se tensa y mi respiración se detiene por completo.
Sin ríe bruscamente, el sonido resuena en la habitación y hace que los vellos
de mi nuca se ericen.
—Así es, pequeño demonio. Tiene una larga lista de chicas que han estado
más que dispuestas a desvestirse para él.
La forma en que dice chicas hace que mi pecho se oprima y la bilis suba por
mi garganta. 150
—Estará aquí colgado el tiempo que tarde en morir —añade—. Me aseguré de
no hacerle cortes muy profundos, ni perforar órganos vitales. Morir desangrado
puede llevar horas. A veces días, si tiene mala suerte. —Soltándome, enderezo
mi cabeza, mi cuello está tan dolorido como mi boca.
Sin extiende la mano hacia su amigo y él coloca mi diario. Empiezo a
murmurar detrás de mí mordaza, tratando de sacarlo de su agarre. Sé que leyó
mi otro diario, pero este diario es diferente. Hablo de Sin allí.
—Vamos a tener una clase —dice Sin y unas manos agarran mis hombros,
obligándome a sentarme en una silla. El frío metal congela mi trasero y mis
muslos a través de la fina capa—. Compartiste tus fantasías, pequeño demonio.
Ahora déjame compartir las mías. —Lamiendo la punta de los dedos, comienza
a pasar las hojas hasta que encuentra lo que busca—. Imagina que estás atada
a una cama en un sótano.
Me pongo rígida, incapaz de apartar los ojos de Sin.
—Acostada allí, lista para que te follen. Para que se aprovechen de ti. Paso
suavemente mi mano a lo largo de tu muslo y te mueves en la cama,
suplicándome que folle tu coño mojado.
Mi pulso se acelera. ¿Por qué me resulta tan familiar?
Cierra el diario y lo tira al suelo, ya sin interés. Se inclina hacia delante y
coloca cada mano en un reposabrazos, aprisionándome. Su máscara está a
escasos centímetros de mi rostro y contengo la respiración.
—Imagíname follando tu coño con las manos alrededor de tu garganta
mientras luchas contra la cuerda que te ata a la cama.
Mi corazón late con fuerza y contengo la respiración. ¿Por qué siento que ya
he estado allí antes? ¿Y cómo lo sabe él? ¿Nos estaba observando al señor
Hamilton y a mí?
Su mano sale disparada y se envuelve alrededor de mi garganta, obligándome
a levantar la barbilla mientras una línea constante de saliva sale de mi boca
amordazada.
—Esa fue la primera vez que te follé, pequeño demonio. En su casa.
No. No puede ser. Trato de negar con la cabeza, pero su máscara de espejo
destrozada asiente una vez.
—Sí. Él te dejó sola en su sótano. Y entré y me salí con la mía.
Mis ojos se llenan de lágrimas. Estaba tan enfadada con Hamilton aquella
noche. Después de mi segunda botella de vino, me ató a la cama y me dijo que 151
me dejaba. Cuando empecé a asustarme, metió mi ropa interior en mi boca y la
cerró con cinta adhesiva. Entonces no hubo nada. Solo silencio. Sabía que se
había ido y no estaba segura de cuándo volvería. Pero cuanto más tiempo pasaba
allí acostada, más me excitaba. Entonces sentí una caricia, y quise... no, necesité
más. Mi cuerpo le suplicaba que me follara. Prácticamente sollozaba cuando me
vine. Luego me desmayé. A la mañana siguiente me desperté en mi habitación,
confundida sobre cómo llegué a casa, y mi auto estaba en el camino de entrada.
—Mi punto es, Ellington. —Sin suelta los reposabrazos y se agacha para
agarrar el dobladillo de la capa, levantándola.
Mi pulso se acelera. Nunca me llama por mi nombre completo.
Pasa su mano libre entre mis piernas, que se abren solas.
—Es que me perteneces. Me pertenecías incluso antes de que lo supieras. Y
voy a asegurarme de que nunca lo olvides.
Intento levantarme, pero agarran mi cabello por la coronilla y tiran de mi
cuello hacia atrás. De mi boca amordazada salen palabras entrecortadas y
escupitajos por el borde de la pelota de goma.
Unas manos sujetan mis rodillas y trato de resistirme, pero es inútil. Son tres
contra uno, y mis brazos están atados detrás de mi espalda.
—Ahora perteneces a un Lord, Elli. Y un Lord siempre toma lo que quiere.
Trago saliva, la sensación de la saliva fría en mi boca me provoca arcadas.
—Juro... —la voz de Sin llena la habitación—, follarme este coño. —Mi tanga
ya empapada es empujada hacia un lado y un dedo entra en mí, haciendo que
mis caderas se agiten involuntariamente—. Juras ser mía, ¿verdad, pequeño
demonio?
Asiento lo mejor que puedo, que no es mucho, y gimo un sí cuando entra un
segundo.
—Juramos no separarnos nunca, ni en este mundo ni en el próximo. —
Introduce un tercer dedo, y mis dientes se hunden en la goma mientras inhalo
bruscamente por la nariz—. Porque siempre te encontraré, mascota. No importa
lo lejos que intentes huir, lo mucho que luches contra mí o lo mucho que vivas
para mí. Nunca escaparás de mí.
Veo una luz roja, casi como una llama que ilumina la pequeña habitación,
pero no puedo mirar para ver qué es porque uno de los tipos que están detrás
de mí sigue sujetando mi cabeza por mi cabello, obligándome a mirar hacia el
techo negro. Sin retira los dedos y me hundo en la silla justo cuando un dolor
152
abrasador atraviesa mi cuerpo.
Grito en la mordaza, mi cuerpo se agita en la silla y juro que mi visión se
desvanece durante un segundo. Cuando vuelvo a la realidad, mi rostro está
mojado por las lágrimas y mi cuerpo tiembla. Unas manos agarran mi rostro y
el rostro de Sin está frente al mío, su máscara ha desaparecido y también la
mano que sujetaba mi cabello.
Sonríe.
—Has sido una buena chica, pequeño demonio.
Su mano se desliza por detrás de mí cuello y empuja mi rostro hacia abajo.
Veo su escudo en la cara interna de mi muslo: un círculo con tres líneas paralelas
en su interior. Es del tamaño del anillo que lleva. La piel irritada está roja y
sangra.
Agarra mi cuello una vez más, obligándome a mirarlo a los ojos. Puedo ver
diversión en ellos, la comisura de sus labios se levanta, mostrando el más
mínimo atisbo de sonrisa.
—Eso es un recordatorio de a quién sirves.
Mis muslos se tensan y un gemido sale de mi boca amordazada. La sensación
de humedad entre mis piernas me recuerda lo jodida que estoy. Él tenía razón.
Me gusta el dolor. Mi cuerpo se excita con él.
—Te gusta, ¿verdad? —pregunta, levantando mi cabeza para que vuelva a
mirarlo a los ojos—. Siempre quisiste que alguien te hiciera sentir digna, Elli. Me
aseguraré de que sepas cuál es tu lugar. Serás mi mascota personal. Te ataré y
jugaré contigo siempre que quiera. Como yo quiera.
Asiento lo mejor que puedo con su otra mano alrededor de mi garganta. En
este preciso momento, me doy cuenta de que haría cualquier cosa por él. Para
ser su pequeño demonio.
Cuando queme el mundo y me pregunten por qué, les diré que el diablo me
pidió que lo hiciera. Y que quería que se sintiera orgulloso.
Retrocede y me desplomo en la silla, intentando contener las lágrimas
mientras tiemblo incontrolablemente. Sin levanta la mano hacia Corbin y una
mochila aparece frente a mí en la mano de Sin. Abre la cremallera y vierte el
contenido en un cubo que Jayce coloca en el suelo a su lado.
Mis ojos se agrandan cuando veo lo que había dentro de la mochila. Sin le
arroja la mochila ahora vacía a su amigo y se agacha, sacando del cubo un
cuaderno con mi nombre escrito en el frente, sosteniendo un encendedor. Estoy 153
gritando cosas ininteligibles cuando las hojas comienzan a arder, y él lo deja caer
en el cubo para encender el resto.
Sin extiende la mano, agarra mi cabello y me pone de rodillas delante del
cubo. Se coloca detrás de mí, con una mano en mi cabello y la otra alrededor de
la silla mientras se arrodilla detrás de mí. Me obliga a ver cómo quema mis
recuerdos, mis fantasías. Una parte de mí desearía que fueran tan fáciles de
borrar.
—Ya no los necesitas, Elli —susurra en mi oreja mientras las llamas se
vuelven más grandes y la habitación se calienta. Puedo sentir el fuego calentando
mi piel, me sostiene tan cerca—. Te compraré unos nuevos. Y me aseguraré de
que siempre tengas algo sobre lo que escribir —promete, besando suavemente
mi mejilla bañada por lágrimas.
Sin

Ella finalmente es mía. Me ha costado años llegar a este punto, pero nunca
he tenido dudas sobre lo que quería. Siempre supe que haría todo lo posible para
conseguirla.
La suelto, doy un paso atrás y ella se desploma, arrodillándose en el suelo
mirando el fuego, sus gritos entre dientes llenan la habitación.
Corbin saca su celular del bolsillo y escribe un mensaje. Jayce se gira para
mirar a David. Iba a dejarlo vivir. No pensé que fuera una gran amenaza. Pero
después de escuchar lo que ella dijo hoy en su clase, supe que tenía que
ocuparme de él. Por ella.
Sorbe la nariz, llamando mi atención, y la miro. La capa aún está amontonada
alrededor de su cintura, por lo que está mirando hacia abajo, la parte interna de
su muslo, donde la marqué con mi anillo.
Vuelvo a colocar la capa en su lugar y sus bonitos ojos se encuentran con los
míos. Lágrimas frescas se derraman por sus pestañas inferiores y corren por sus
mejillas. Junto con la saliva.
Mierda, ella es hermosa.
154
Si pudiera, la mantendría así para siempre.
Es oficialmente mía. Técnicamente, no puede ser mi elegida, pero puedo tener
más de una. La ceremonia de votos no era una tradición a los ojos de los Lords,
pero aun así lo hice. Se supone que debes sumergir a tu elegida en agua para
limpiarla de polvos pasados. Y se hace delante de una congregación para mostrar
propiedad. Dos compañeros Lords que resultaron ser mis mejores amigos fueron
suficientes. Ella lleva nuestra marca. Me pertenecerá hasta el día de su muerte.
—Vamos —digo, extendiendo la mano y agarrando su brazo. La pongo en pie
y se balancea un poco.
Ella comienza a murmurar detrás de su mordaza, con los ojos muy abiertos.
Hago caso omiso de su evidente forcejeo para recordarme que sigue amordazada
y sujeta. No va a soltarse pronto. Sus hombros tiemblan y vuelvo a deslizar la
máscara sobre su rostro para cubrirlo.
Corbin apaga el fuego antes de que salgamos por la parte de atrás, la
conduzco a mi auto y la acomodo en el asiento del copiloto. Cierro la puerta y
me giro hacia mis amigos.
—Vendré a buscarlo por la mañana —les informo.
Jayce añade:
—Podemos vernos aquí. Dime a qué hora.
Corbin sigue escribiendo en su teléfono, pero asiente.
Nos despedimos y subo al asiento del conductor. Le quito la máscara y sus
ojos pesados miran los míos. Está cansada. La adrenalina está empezando a
desaparecer.
Paso mi pulgar sobre la bola cubierta de saliva y gime, levantando las caderas
del asiento. Estirándome por encima de ella, agarro su cinturón de seguridad y
lo abrocho, encerrándola.

Llevo su cuerpo inconsciente a su casa. Escuché que Linc estará fuera de la


ciudad hasta el fin de semana. Como su madre también está desaparecida,
supongo que están juntos. Así que prefiero traerla aquí que llevarla a casa de
mis padres. 155
Abro de una patada la puerta de su habitación y la acuesto en la cama. Sus
pesados ojos se abren y me mira, intentando ponerse boca abajo para liberar la
presión de los brazos atados detrás de su espalda.
—Quédate quieta —ordeno, presionando sus hombros contra el colchón—.
Voy a limpiar tu muslo.
Ella asiente y entro en el cuarto de baño contiguo. Tomo lo que necesito y
vuelvo al dormitorio. Me siento a un lado de la cama y subo la capa por sus
piernas hasta la cintura. Luego agarro los pantalones cortos y la ropa interior de
algodón y se los quito hasta dejarla desnuda de cintura para abajo.
Tomo la toallita en la que ya tengo agua y jabón y la paso suavemente por la
piel enrojecida.
Grita dentro de la mordaza y su cuerpo se aleja de mí.
Me levanto, la empujo sobre su espalda y me siento a horcajadas sobre sus
piernas, justo debajo de las rodillas.
—Tengo que limpiarla —le digo.
Ella asiente, con los ojos cerrados mientras las lágrimas corren por los
costados de su rostro. La limpio lo más rápido posible y coloco una venda.
Metiendo la mano en mi bolsillo, saco mi navaja y la abro. Me mira,
respirando con dificultad por la nariz, corto por la mitad la capa y su camiseta.
Cuando entré en su habitación, ya se había acostado, así que no llevaba sostén.
Cuando lo empujo fuera de sus hombros, se queda desnuda debajo de mí.
Me levanto de sus piernas y las separo, acomodándome entre ellas. Mis dedos
recorren su coño empapado.
—Me encanta lo mojada que te pones —murmuro cuando introduzco un
dedo—. Voy a disfrutar presionándote, pequeño demonio.
Arquea la espalda y gime. Desabrocho mis jeans, libero mi dura polla y la
froto sobre su entrada antes de introducirla en su apretado coño.
Me acuesto encima de ella, con mis brazos detrás de sus rodillas, abriéndola
para mí, y empiezo a follarla, disfrutando de sus sollozos entre dientes mientras
la hago mía.

156
Capítulo 25
Sin

He pasado todo el fin de semana dentro de Elli. He soñado con tener tiempo
ilimitado con ella, y aproveché cada segundo. La desperté y la follé mientras aún
dormía. Me dejó hacer lo que quise con ella. Pero, de nuevo, es difícil detenerme
cuando tiene las manos atadas. O decirme que no cuando está amordazada.
Entro en la casa de los Lords y me dirijo al único ascensor que tiene acceso
al sótano. Nos llamaron. Podemos tener una asignación en cualquier momento
una vez que somos iniciados. Así que el hecho de que estuviera hasta las pelotas
dentro de su boca cuando recibí el mensaje todavía me tiene duro.
La casa fue otorgada a los Lords hace años, junto con muchas otras
propiedades en todo el mundo. Una vez fue un hotel. Un bunker fue añadido 157
después de que los Lords se hicieran cargo. Entrenamos aquí para disparar, para
cazar. Pasamos gran parte de nuestros primeros dos años aquí aprendiendo a
tomar lo que queremos.
—Oye, ¿viste lo que está pasando? —me pregunta Jayce mientras me siento
en la gran mesa. Mirando a mi alrededor, se me ocurre que solo llamaron a los
mayores.
—No. Estuve ocupado. —Mi celular sonó diciendo que tenía que estar aquí.
De lo contrario todavía estaría con mi pequeño demonio.
—Es el fiscal —susurra Corbin, inclinándose hacia delante y apoyando los
antebrazos en la mesa.
—¿Qué pasa con él? —Jayce le pregunta a Corbin.
—Salió en las noticias. Allanamiento en la casa del fiscal, disparos. Se
encontró un cadáver. —Se encoge de hombros—. Eso es todo lo que se dijo antes
de que su seguridad rompiera la cámara del reportero que estaba en el jardín
delantero.
Saco el celular de mi bolsillo, ingreso el código y reviso la cámara que tengo
en la habitación de Elli. La coloqué allí la segunda vez que la visité, hace un par
de años. Hubo veces que no pude ir a verla, pero pude vigilarla. Quería saber si
algún otro hombre estuvo alguna vez en esa habitación. Y si era así, me ocuparía
de él. Afortunadamente, nunca lo ha habido.
Está acostada boca abajo, con los brazos abiertos y las muñecas atadas a un
poste de la cama. Está desnuda, con el culo al aire. Le dije que si se movía, lo
sabría y sería castigada. Una parte de mí espera que lo haga. Me encanta hacerla
llorar.
El ascensor suena, indicando su llegada antes de abrirse. Bloqueo mi celular
y miro hacia arriba para ver entrar a Ryat, Prickett y Gunner.
Toman asiento y no me pierdo la tensión entre Ryat y Matt. Sigo sin tener ni
idea de lo que está pasando allí.
Veo a Lincoln saliendo del ascensor y me pongo rígido. Estaba fuera de la
ciudad, pero debe de haber regresado antes de tiempo. Vi que la madre de Elli le
envió ayer un mensaje de texto diciendo que mañana por la noche iban a tener
invitados para cenar después de que ella regresara de su fin de semana fuera.
No le he dicho a Elli que lo sé, pero mi trasero estará allí. Tendrá que echarme y
luego explicarles a su madre y a Elli por qué.
Da una palmada y va directo a la razón por la que estamos aquí.
—Supongo que todos habrán visto ya las noticias y estarán al tanto de lo
158
ocurrido.
Todos decimos que sí. Si Corbin nos dijo lo que vio, entonces yo diría que
estoy lo suficientemente al tanto.
Se sienta a la cabecera de la mesa.
—Necesito dos voluntarios para una tarea. No puedo darles más detalles,
salvo que el trabajo puede durar un día o tres semanas. Todo depende de lo que
tarden en hacerlo.
—Ryat y yo nos encargaremos —dice Matt antes de que nadie más pueda
decir una palabra.
Un silencio cubre la sala y todas las miradas se dirigen a Ryat. Está sentado
y no parece afectado. Si está enfadado o preocupado, no lo demuestra.
—¿Ryat? —Lincoln le pide confirmación.
—Me parece bien, señor —responde.
—Perfecto. Todos ustedes pueden retirarse. —Linc se levanta y sale como si
fuera él quien tiene a una mujer atada a una cama esperando a que la follen. Lo
que probablemente hace. Hay quince estudiantes de último curso en esta
habitación ahora mismo, y garantizo que al menos tres de nosotros tiene a una
chica atada y esperando a que volvamos con ellas.
Me levanto y me dirijo al ascensor, revisando de nuevo las imágenes para ver
que está relajada en la cama. Ahora su cuerpo está plano y su cabeza hacia un
lado. Parece como si estuviera durmiendo, con los ojos cerrados. Sonriendo,
guardo mi celular. Castigo será.

El l in g t o n

El lunes por la tarde, me miro en mi espejo de cuerpo entero, mis manos


tocan mi vestido blanco de tirantes, tacones rojos y lápiz labial a juego. Kira y yo
nos reuniremos después de cenar. Mi maquillaje es intenso y mi cabello está
recogido en una coleta alta. Vamos a salir. Voy a tomar algunas pastillas,
emborracharme, y luego ir a casa con ella y meterme en la cama con Sin. Si es
159
que está en casa. Pasó todo el fin de semana aquí conmigo. Ahora que mi madre
ha vuelto, no quiero estar aquí.
Agarrando el dobladillo de mi vestido, lo levanto para mirar la marca en la
parte interna de mi muslo. He tenido un vendaje en los dos últimos días. Sin lo
limpia y lo cambia. Odio que me encante. Que me haya reclamado de una forma
que nadie lo había hecho antes. En cierto modo, me hace sentir aceptada.
Incluso yo sé que eso es jodido. Que mi infancia me haya hecho aceptar algo que
la mayoría de la sociedad consideraría incorrecto.
Vuelvo a bajar el vestido y le respondo a Kira mientras bajo las escaleras y
me dirijo al comedor. Me siento a la mesa.
—¿Ellington?
Miro hacia arriba y veo entrar a mi madre con algunos miembros de su
personal.
—¿Estás bien, cariño? Pareces un poco enferma. —Antes de esperar a que
responda, se gira hacia ellos, ladrando órdenes, y luego me mira de nuevo,
cruzando los brazos sobre su pecho.
—Estoy bien, mamá. Solo cansada.
—Bueno, si no estuvieras toda la noche con hombres al azar como un
mapache rebuscando en la basura, no estarías tan agotada.
Asiento, tomando la botella de champán del centro de la mesa.
—Tienes razón, mamá. —Respondo, sorbiendo directamente de la botella.
Ella frunce el ceño, pero luego les ordena a sus pequeñas perras que traigan
una botella nueva, ya que he reclamado esta. Se marcha y la aparto de mis
labios, respirando profundamente.
—Una copa, señorita Ellington. —Un miembro de su personal contratado
coloca una copa de champán frente a mí. Su forma de decirme que mi madre no
apreciará mis modales indisciplinados delante de nuestros invitados.
Extiendo la mano, tomo la copa de cristal y la dejo caer sobre el suelo de
mármol junto a mi silla. Era de la segunda boda de mi madre. Un regalo de mi
papi.
Sus ojos se entrecierran en los míos mientras lo miró fijamente.
—Lo siento, se me resbaló.
—No pasa nada, señorita. Le traeré otra —dice con firmeza, girándose hacia
el pasillo. Lo escucho chasquear los dedos, ordenándole a alguien que vaya al
comedor formal porque recoger mi desastre es indigno de él. 160
Agachándome, agarro un trozo y lo sostengo en mi mano. Mi dedo índice pasa
por la esquina afilada. Siseo cuando veo que me corté. La más mínima gota de
sangre brota antes de correr por mi dedo. Meto el dedo en mi boca y chupo. El
sabor me recuerda a lo que Sin y yo hicimos en la parte trasera del barco. Joder,
ahora lo deseo más que nunca.
¿Por qué? ¿Porque sé que está tan jodido como yo? ¿Porque ha sabido que
era yo todo este tiempo? Apareció para mí cuando lo necesitaba. Me abrazó en
mi cama. Eso tiene que significar algo, ¿verdad? ¿Qué es algo más que sexo?
Y el hombre misterioso. Me ha hecho tantas cosas sucias... no, asquerosas.
Algunas se las pedí. Otras veces, no me dio esa opción.
Escucho una risa procedente del pasillo y envuelvo la mano alrededor del
cristal para ocultarlo. Ella entra y mis ojos se encuentran con unos marrones.
Mi respiración se acelera. Solo lo he visto dos veces en mi vida.

Me siento en el gran salón, en el sofá, con los ojos en el suelo.


—¿Quién haría esto? —grita mi madre—. ¿Quién mataría a James?
—No lo sé, Laura. Pero lo encontraré. Me encargaré de eso. Habrá castigo.
Levanto los ojos para mirar al bastardo que se sienta frente a mí. Tiene sus
brazos alrededor de mi madre mientras ella solloza a su lado, pero sus ojos están
clavados en mí. Bajan hasta mi vestido y sus cejas se fruncen cuando mira mis
muñecas. Aún se ven las marcas de la brida que el hombre misterioso usó para
atarme después de matar a mi padrastro.
Se abre la puerta principal y mi madre se levanta de un salto.
—¿Se sabe algo? —ella ruega.
—No, señora. —El oficial niega con la cabeza—. No hay pruebas de que
forzaran la entrada.
—Debe haber estado en la fiesta —gruñe Lincoln—. Comprueba la lista.
—Tenemos...
—Entonces compruébala dos veces, tres veces, por el amor de Dios —espeta, y
el cuerpo de mi madre se estremece—. Quiero saber cómo tuvo acceso a esta
maldita casa.
Mi habitación. Lo vi salir por las puertas francesas que dan a mi balcón. Debe
haber entrado por ahí. Nunca las cierro con llave. Prefiero dejarlas abiertas por la
noche y escuchar el aullido del viento entre los árboles. Es relajante. 161
—¿Se encuentra bien, señorita? —Un hombre se acerca y se coloca frente a mí.
Le miro a través de mis pestañas. Están mojadas. Sus ojos se posan en mi
vestido y mis tacones. Sé que tengo un aspecto horrible. Creen que es porque mi
padrastro está muerto, pero es porque permití que su asesino me follara con su
arma. Mi vagina arde. Estoy segura de que tengo una infección. Pero me importa
una mierda. Valió la pena. ¿Ser follada por la misma cosa que mató al hombre que
odio? Aceptaré una infección cualquier día por el precio de la libertad.
—Ella está bien. —Lincoln resopla.
—Está en shock. —Mi madre llora—: No ha hablado desde que Linc encontró el
cuerpo.
Ni siquiera sabía que Lincoln asistiría esta noche. No me habría quedado en
casa si lo hubiera sabido. Pero eso no significa nada. Estaba lleno de invitados. Y
me quedé sola. Siempre lo hago.
—Llamemos a Emergencias para que la revisen. —El oficial no espera a que
nadie responda. Habla por la radio que lleva en su hombro y ordena una
ambulancia.
—¿Por qué? —grita mi madre, haciéndome estremecer—. ¿Por qué pasó esto?
¿Otra vez? —Ahora está sollozando de rodillas junto al sofá.
Lincoln se acerca por detrás y coloca sus manos sobre sus hombros.
—Laura...
—Era tan bueno con nosotras. Nos quería. —Gimo ante sus palabras, y el oficial
se da cuenta.
—¿Se va a poner enferma, señorita? —me pregunta.
—Ella está bien —espeta Lincoln, pero el oficial no aparta la mirada de mí.
¿Lo estoy? No. Ojalá pudiera expulsar cada caricia, cada beso, cada maldito
recuerdo suyo, pero no puedo. Solo la muerte me ofrecerá tal misericordia.
Un nuevo oficial baja las escaleras y le entrega un frasco de pastillas al que se
cierne sobre mí.
—Encontré esto en el baño junto a su cuerpo.
—¿Qué son?
El hombre baja la voz.
—Viagra.
Mi cuerpo se estremece. Tuve la suerte de que el año pasado necesitara ayuda
162
para tener una erección. No era tan divertido para él follarme cuando tenía que
estar programado. Una parte de mí, la parte enferma, se avergonzaba de mí
misma por no haber hecho más por él. La otra parte le dijo que cerrara la maldita
boca.
—Alguien cortó su dedo —afirma otro hombre bajando las escaleras.
El grito estridente de mi madre que sigue a la declaración del oficial hace que
mis oídos piten. Había visto al hombre misterioso cortarlo. Él no sabía que yo
estaba allí, pero estaba. Aturdida y en silencio al principio. Pensó que yo iba a
hablar. No tiene ni idea de lo bien que puedo guardar un secreto. Uno de esos
secretos está sentado frente a mí, abrazando a mi madre mientras solloza.
Las puertas dobles de la entrada se abren de golpe y tres hombres entran en
la sala de estar vestidos con trajes de tres piezas de color negro.
—Ya es suficiente, caballeros. Nos encargaremos desde aquí.
Son Lords. Hombres poderosos en la cima de su cadena alimenticia.
—Con todo el debido respeto...
—Vete a la mierda de la casa del señor Roland —ordena uno. Su voz retumba
por encima de los gritos de mi madre.
Quiero corregirlo. Esta no es la casa de James. Era de mi padre, quién se la
dejó a mi madre al morir. Pero no puedo hacer que mis labios se muevan.
—Tenemos médicos en camino —argumenta el oficial que pidió una ambulancia
para mí.
Otro hombre entra en la casa y los Lords le hacen un gesto.
—Trajimos a los nuestros. —Cruza los brazos sobre su pecho—. Es la última
vez que lo digo.
Al comprender que los oficiales son superados en número y poder, salen de la
casa mientras los Lords siguen a Lincoln escaleras arriba donde permanece el
cadáver.
El doctor se acerca a mí mientras mi madre se desploma en el sofá, los sollozos
que salen de su boca me irritan. ¿De verdad no sabía qué clase de hombre era?
Pensé que fingía. Fingía amarlo porque tenía que hacerlo. Supongo que estaba
equivocada.

Eso fue hace dos años, la última vez que tuve que ver a Lincoln. Pero no es 163
por eso que mi mano aprieta el trozo de cristal que sostengo. Mi respiración se
acelera por el dolor cuando los bordes irregulares cortan mi piel.
—¿Por qué está aquí? —le pregunto.
—Elli —me regaña mi madre—. No hables de esa manera. Lo siento, Linc.
—No pasa nada. Esto será un ajuste para todos nosotros.
—¿Ajuste? —Repito la palabra y mis ojos se posan en el diamante en su mano
izquierda. Una punzada en mi pecho me deja sin aliento—. Mamá...
—Laura, tenemos un problema en la cocina —dice su jefe de cocina,
interrumpiéndome.
—Vuelvo enseguida. —Ella palmea el pecho de Lincoln y sigue al hombre
fuera.
Él coloca las manos sobre la mesa frente a mí, sin perder tiempo.
—Hola, Elli. Ha pasado demasiado tiempo.
—No el suficiente. —Trago saliva, mi lengua de repente se siente pesada—.
Vete de esta casa —añado, ignorando la forma en que mi cuerpo tiembla en la
silla. Puede que James me haya follado, pero se tomó su tiempo para
manipularme. Haciéndome creer que lo necesitaba. Lincoln no es ese tipo de
hombre.
Sonríe.
—¿No viste el anillo, nena? —Me estremezco ante el apodo—. Papá está en
casa. Y por la forma en que has estado actuando, veo que has olvidado tus
lecciones.
Un grito escapa de mis labios y mi cuerpo se hunde más en la silla, tratando
de escapar de él.
Sus ojos se posan en mi mano y su sonrisa se hace más grande.
—Ya estás sangrando por mí, por lo que veo.
Las lágrimas nublan mi vista y mi garganta se cierra, haciendo que sea difícil
respirar.
—Cuando te ponga las manos encima, esos seis años con James se sentirán
como el paraíso.
No salgo del comedor, corro por el pasillo y atravieso el vestíbulo, necesito
salir de este infierno. Abro de un tirón las dos puertas principales y salgo
corriendo, solo para toparme con un cuerpo duro. Un grito de sorpresa escapa
de mis labios. 164
—¡Vaya! —Unas manos agarran la parte superior de mis brazos y mis piernas
ceden, pero él envuelve sus brazos a mi alrededor, haciéndome gemir—. ¿Qué
diablos pasó, Elli? —Escucho la voz de Sin, y presiono mi rostro en su camisa.
Su aroma familiar me envuelve y empiezo a llorar.
Capítulo 26
Sin

Se aferra a mí y miro por encima de su cabeza para ver a Linc de pie en el


pasillo, justo fuera del comedor formal. Me sonríe y mis dientes rechinan.
Automáticamente, mis brazos la sujetan con más fuerza.
—¿Linc?
—Ya voy —le dice a su madre, pero sus ojos se posan en Elli antes de
desaparecer.
No se me pasa por alto el doble sentido.
—Espera —La aparto de mí y las lágrimas corren por su rostro. Las limpio
con mis pulgares, mientras acaricio su mejilla—. ¿Qué pasó? —exijo. 165
Sus grandes ojos se encuentran con los míos y veo cómo le caen lágrimas
nuevas por las pestañas inferiores. Un rastro negro recorre sus mejillas,
manchando su maquillaje.
—No puedo quedarme aquí. Ahora mismo no.
Sorbe su nariz.
Asiento, tomo su mano y la acompaño por los escalones hasta mi auto. Abro
la puerta del pasajero y ella se deja caer en el asiento, arreglando su vestido que
se había subido.
Entro, enciendo el auto, salgo del camino de entrada y atravieso la puerta
abierta. Siento algo en mi espalda. ¿Humedad? Extiendo mi mano alrededor, la
paso sobre mi camisa. Miro mi mano, veo que está ensangrentada.
—¿Pero qué demonios...? —La miro y la veo sentada, muy erguida, con las
manos sobre su regazo y cubiertas de sangre—. ¿Elli? ¿Qué diablos pasa? —
gruño—. ¿Por qué estás sangrando?
¿Él la lastimo?
Deja caer la cabeza sobre su regazo y abre su puño tembloroso.
—Dios —siseo cuando veo un pequeño trozo de cristal negro incrustado en
su palma.
Con su mano libre, lo saca y la sangre empieza a correr por sus piernas
descubiertas. El dobladillo de su vestido blanco la absorbe.
Piso el freno, detengo el auto a un lado de la carretera y me dirijo al asiento
trasero. Tomo mi bolsa de viaje y abro la cremallera para encontrar una camiseta
mía. Arranco un trozo de la manga y agarro la cinta adhesiva. Tomo su mano,
enrollo la manga ahora rasgada, la sostengo sobre la herida en su palma y luego
arranco el extremo de la cinta con mis dientes antes de envolverla cuatro veces,
vendando con presión para detener el sangrado. Luego tiro todo en el asiento
trasero de nuevo.
Agarro suavemente su rostro, lo giro para que me mire. Sus ojos nunca se
habían visto tan vacíos. Son del color azul más bonito que he visto en mi vida,
pero en este momento se ven apagados, sin vida.
—¿Qué pasó? —pregunto, preocupado por su cordura. La he visto
derrumbarse antes, pero parece a punto de perder la razón.
Traga saliva y susurra:
—Se casó con él.
No era una pregunta.
166
—Elli...
—Lo está haciendo... otra vez —dice con voz ahogada—. ¿Por qué él?
Sus palabras oprimen mi pecho. Sabía que debía tomarme en serio la
amenaza de Lincoln. Pero hasta ahora no me había dado cuenta de que ya la
había lastimado antes.
—¿Qué te hizo, Elli?
Ella traga saliva nerviosa, pero no me contesta.
—Te violó. —Adivino. James y él eran íntimos. Solo puedo suponer que, si
James la utilizó, también dejó que otros lo hicieran.
Su labio inferior tiembla mientras susurra:
—No dije que no.
Rechino los dientes y desearía haberlo matado cuando me deshice de James.
—¿Cuántos años tenías?
No puedo arreglar la situación a menos que sepa qué pasó. Y prometo que
arreglaré todos los problemas que haya tenido.
El l in g t o n

DIECIOCHO AÑOS

Humedezco mis labios cuando Kira se para a mi lado. Se mira en el espejo de


mi baño mientras pasa las manos por su cabello rizado.
—¿Le contestaste a Michael?
—No —digo, destapando mi lápiz labial y aplicando una capa.
—Chica, es sexy. Ve por él.
—No me interesa.
Solo hay un chico al que quiero, y no es Michael.
—Hablando de chicos que no te interesan... ayer estaba en la cocina con mi
madre, y Sin entró. Mi madre le dijo que debería salir contigo.
Dejo caer el labial en el lavabo sobre el que estoy inclinada, las rayas rojas 167
cubren ahora el mármol.
—¿Qué? ¿Por qué iba a decir eso?
—Te quiere. Por supuesto. Además, creo que está cansada de que se folle a sus
amigas. ¡Qué asco! —Ella se estremece ante la idea y luego hace un sonido de
arcadas—. Bueno, lo hacía. Ahora está en la iniciación. —Riendo, añade—: De
momento no puede follar con nada, y eso lo ha convertido en un idiota aún más
grande con el que estar.
—¿Qué dijo? —Me encojo de hombros como si no me importara. Pero me
importa. Es a él a quien quiero.
—Se rió, como si fuera una broma, tomó su agua y se fue.
Mi corazón se desploma. Las palabras duelen más de lo que deberían. Sé que
no tenemos futuro. Él no me querría. No después de lo que he pasado. Además,
será un Lord. Probablemente, tiene un matrimonio arreglado con una hermosa
virgen que se ha estado reservando solo para él. Eso es lo que les importa. La
inocencia. Ningún hombre quiere una puta.
—Aun así, ella realmente te quiere.
Me lanza una sonrisa brillante.
—Yo también la quiero —digo, abriendo el cajón de arriba, junto al lavabo.
Extiendo mi mano en el cajón y busco la bolsita que había pegado con cinta
adhesiva. La saco y la pongo delante de ella—. ¿Quieres una?
—Sí. —Aplaude antes de tomar el éxtasis que le ofrezco.
Las dos nos metemos una y tomamos la botella de vodka, bebiendo cada una
un trago.
—Vamos a empezar la noche.
Apagamos la luz, salimos del cuarto de baño y del dormitorio. Bajamos las
escaleras y nos dirigimos a la puerta principal cuando pasamos por delante de su
oficina.
—Elli — lo escucho llamar, y dejo escapar un suspiro. Pensé que se había ido
por la noche. Mi madre se fue esta mañana a un viaje de chicas con la madre de
Kira. Hemos tenido una salida nocturna planeada desde hace tres semanas.
Nuestra primera semana como estudiantes de primer año en la Universidad de
Barrington comienza la próxima semana. Queríamos salir a celebrar nuestra
última semana de libertad.
Entramos en su oficina y lo vemos en su escritorio. Hay otro hombre sentado
en el sofá de cuero negro. Nunca lo había visto antes. Un chico más joven, más o
menos de nuestra edad, se sienta frente a él en una silla. Todos nos miran. Mis
168
ojos se dirigen a mi padrastro. Está mirando a Kira con disgusto, sus instintos
paternales hacen que se avergüence de ella por llevar una minifalda ajustada,
tacones y un bralette negro.
Entonces sus ojos se clavan en los míos y se oscurecen aún más. Aprendí muy
joven que la lujuria vuelve primitivos a los hombres. Son unos malditos animales
cuando ven algo que desean.
—¿A dónde van ustedes dos? —pregunta.
—A Blackout —responde Kira, y cierro las manos en puños.
Iba a mentir. No le gusta que vaya allí. En Blackout siempre pasan cosas
malas. Pero ¿qué esperas cuando un Lord es dueño de un club nocturno? Tyson
Crawford es lo que consideran un paria en su sociedad. No le importa una mierda
nada ni nadie. Me gusta eso de él. También está buenísimo. Dejaría que me follara.
Lástima que no se me permita follar con nadie más que con el hombre que me está
mirando ahora mismo.
—Bueno —se levanta y abrocha su chaqueta—. Ve, Kira. Ella se reunirá contigo
allí.
Sus ojos azules se encuentran con los míos, y puedo ver que quiere discutir,
pero esbozo una despreocupada sonrisa.
—Iré detrás de ti. —Mentira. Ya sé que no saldré de esta casa esta noche. No,
debido a que mi madre se ha ido. Tendrá toda la noche para hacer conmigo lo que
se le plazca.
—De acuerdo. Hasta luego, señor Roland.
Se aparta de mí y él sale de detrás de su escritorio. La única razón por la que
la dejo ir es porque sé que Sin estará en Blackout esta noche. De lo contrario, no
la dejaría ir sola. Pero ella está más segura en cualquier otro lugar del mundo que
no sea esta habitación. Eso lo sé.
—Ven aquí —me ordena. Ya no estoy haciendo un espectáculo para mi amiga
que ahora se ha ido.
Como un perro entrenado para obedecer las órdenes de su dueño, camino hacia
él. Mis pies se sienten pesados. Me detengo y él agarra mis mejillas
dolorosamente, haciéndome gemir. Sus ojos buscan los míos y luego caen a mis
labios.
—¿Tomaste algo?
Cierro los ojos, con mi corazón acelerado. 169
—Sí —susurro con sinceridad, incapaz de mentir sobre las drogas. He
aprendido la lección de que siempre se entera cuando lo hago.
—¿Pastillas o polvos? —pregunta.
—Pastillas.
Me aparta y froto mi rostro.
—Fue solo...
Me da una bofetada antes de que pueda terminar. Entonces siento sus dedos
en mi boca. Empujándolos por mi garganta, y empiezo a tener arcadas. El instinto
me hace luchar, y le doy una palmada en el pecho, alejándolo mientras doy un
paso atrás.
Me tira detrás del escritorio y baja la falda por mis piernas junto con mi ropa
interior. Luego me empuja boca abajo sobre la superficie, haciéndolo traquetear.
Segundos después, lo escucho quitarse el cinturón.
—Manos en la espalda.
Mi respiración agitada inunda la habitación y evito mirar a los otros dos
hombres presentes. Nunca habíamos tenido público. Pero él sabe que fantaseo con
varios hombres. Me obliga a contárselo todo. Las coloco detrás de mi espalda y
cruzo las muñecas antes de sentir cómo el cuero las envuelve.
—La has entrenado bien. —El del sofá de cuero habla por fin.
Lo miro y veo que tiene las manos juntas delante de él y una pierna cruzada
sobre la otra. Su cabeza se inclina hacia un lado mientras sus ojos oscuros se
clavan en los míos.
—Toma nota, niño —le habla al chico más joven que está sentado frente a él.
—Llevamos bastante tiempo haciendo esto —gruñe James—. ¿Verdad, nena?
—Su mano recorre mi coño. Sus dedos entran lentamente en mí, lo suficiente para
que empuje contra él—. Se trata de jugar a largo plazo.
Continúa introduciéndolos un poco más, haciéndome gemir.
Mis ojos se están poniendo pesados. La pastilla empieza a hacer efecto. Mi
rostro está apoyado sobre la fría superficie de su escritorio y mi trasero se mueve.
—No siempre ha sido fácil, pero he descubierto que ella responde mejor a los
golpes que a cualquier otra cosa. Le gusta lo rudo. —Sus dedos me separan y
gimo, con los ojos cerrados—. Tienes que entrenar sus mentes antes de tocar sus
cuerpos.
—Suena como si hubieras hecho todo el trabajo duro por mí —dice el chico, y le 170
siguen las risas.
Los ignoro y me concentro en los dedos que acarician mi coño. Se sienten
demasiado bien. Abro más las piernas para él y retira los dedos, haciéndome
gemir de frustración.
—¿Qué tomaste, Elli? —lo escucho preguntar. Su voz suena lejana.
—¿Hmm? —murmuro, con la lengua pesada. Estoy en un túnel, lejos de los
demás.
Una mano se posa en mi trasero y lo muevo, deseando más. Empiezo a sentir
un cosquilleo en mi piel y la habitación se calienta. ¿Por qué no me ha quitado
también la camiseta?
—Dije, ¿qué tomaste? —gruñe, ese escozor en mi trasero sigue, pero no lo siento
tanto como la última vez.
—Hombre, está drogada. —El chico se ríe una vez más.
No sé de qué están hablando. Solo sé que necesito algo. Segundos después, la
cabeza de su pene está en mi entrada, y mis labios se separan con una respiración
temblorosa cuando entra en mí.
Odia que me drogue porque no puede alcanzarme cuando estoy en éxtasis. Mi
mente está libre de todo y de todos. Sin embargo, las drogas hacen que me sienta
diez veces mejor.
—Folla su boca, Lincoln. Hasta que vomite lo que se haya tragado —ordena
James, y mi coño aprieta su pene, haciéndolo gemir.
—Será un placer.
Mis ojos pesados observan al chico levantarse del sofá. Se lleva las manos al
cinturón.
—Después de que vomite, fóllatela un poco más hasta que no quede nada más
que el semen que la obligas a tragar. —James saca su pene y luego lo sacude
hacia adelante. Soy consciente de la humedad que corre por mis muslos.
—¿Y si intenta arrancar mi polla de un mordisco? —pregunta riendo, ahora de
pie justo delante del escritorio. Tiene la cremallera desabrochada y su polla en la
mano.
Humedezco mis labios entumecidos.
James sale de mi coño y vuelve a darme una palmada en el trasero.
—No lo hará. A la puta le encanta atragantarse con una polla.
—Sabes que si tomó éxtasis, vomitar solo hará que su adrenalina aumente,
171
¿verdad? —dice el chico.
James se queda quieto, con su polla enterrada profundamente en mí. Se inclina
sobre mi espalda, agarra mi cabello y levanta mi cabeza del escritorio. Me gruñe
al oído y pregunta:
—¿Eso es lo que tomaste?
Ni siquiera puedo mantener los ojos abiertos, y mucho menos responder. Un
lado de mi rostro arde y mis ojos se abren lo suficiente para ver al hombre parado
frente a mí, abofeteando mi trasero de nuevo. Mi visión se vuelve borrosa, y no
puedo decir si son las drogas o las lágrimas no derramadas. No podría importarme
menos de cualquier manera.
—Te hizo una pregunta, perra.
—A la mierda de todos modos —dice James, y sus caderas empiezan a
moverse de nuevo, empujando las mías contra el lateral de su escritorio—. Lo
quiero duro y desordenado.
Me quito el cinturón, abro la puerta del pasajero y caigo de rodillas. Agradezco
que el auto ya estuviera en la carretera.
—¿Elli? —Escucho a Sin gritar, pero ya estoy de rodillas y vomitando sobre
la grava ante ese recuerdo. Tal y como me obligaron a hacer aquella noche. Puede
que las drogas hayan afectado mi capacidad de funcionamiento, pero los
recuerdos están grabados a fuego en mi cerebro como la marca que Sin hizo en
mi muslo.
Mi estómago se contrae y mis hombros comienzan a temblar. Me las arreglo
para vomitar de nuevo, luego empiezo a tener arcadas porque no comí mucho
hoy.
—Elli... —Lo veo aparecer por mi periferia. Extiendo mi mano para que se
quede atrás y vuelvo a vomitar.
Cuando no tengo nada más que devolver, mi cabeza se inclina, mis rodillas
se meten debajo de mí con mis manos en mis muslos. Empiezo a toser y aprieto
mis manos. Soy un maldito desastre. ¿Por qué? He vivido con esto durante años.
¿Por qué no puedo controlarlo ahora?
—Ven, deja que te ayude a levantarte. 172
Unas manos agarran mis brazos, tirando de mis temblorosas piernas, y lo
empujo antes de bajar el dobladillo de mi vestido para cubrir donde se había
subido.
—Detente, Easton. —Su mandíbula se tensa al escuchar su nombre—. ¿Por
qué? —le pregunto, pasando el dorso de la mano por mi boca.
—¿Por qué, qué?
—¿Por qué ahora? ¿Después de todos estos años? ¿Por qué estás siempre en
todas partes? —pregunto, incapaz de escapar de él. ¿Cómo sabía que iba a estar
en mi casa esta noche? ¿Fue solo una coincidencia? No, no creo en esas cosas.
Sobre todo, cuando se trata de Sin.
Da un paso hacia mí y retrocedo otro. Se detiene y mete sus manos en los
bolsillos delanteros de sus jeans.
—Llevas dos años colándote en mi habitación, pero nunca hemos tenido sexo.
Entonces empiezo a acostarme con David, ¿y decides follarme?
—Elli...
—Me engañaste. —Lo interrumpo, sin importarme realmente cuál sea su
respuesta a eso. Sin no necesita una razón. Simplemente, hace cosas cada vez
que decide que quiere. Además, sé lo de su voto de celibato. Me tomó unos días
entender por qué esperó tanto—. Me hiciste pensar que eras otra persona.
Permanece en silencio.
—¿Cuánto tiempo habrías dejado que siguiera?
Eso sí quiero saberlo.
—¿Cuánto tiempo habrías seguido follando conmigo, el enmascarado, y con
David? —espeta, evitando responder a mi pregunta y haciendo la suya propia—
. Por el amor de Dios, Elli. Cualquiera diría que con una polla es suficiente.
Le doy una bofetada con mi mano sana. Lo vuelvo a hacer, pero agarra mis
muñecas antes de que haga contacto. Las libero de un tirón, pero el impulso y
los tacones sobre la carretera irregular me hacen caer, mi costado patina sobre
la grava. No se ríe de mí. Me mira con lástima. Mi pecho se oprime, haciéndome
difícil respirar.
—Vamos.
Se adelanta para ayudarme a levantarme de nuevo, me doy la vuelta y me
pongo de pie de un salto, limpiando el polvo de mis mano y arreglando mi vestido
de nuevo. Maldición, esta noche debería haberme puesto jeans y zapatillas
deportivas. 173
—Iré caminando.
—No —gruñe—. Mete tu trasero en el auto.
Doy otro paso atrás.
—¡Elli! —dice—. Mete tu trasero en mi maldito auto. Ahora mismo. No te
dejaré aquí en la carretera. No es seguro.
Suelto una carcajada. La parte de mí que quiere pelea asoma la maldita
cabeza y digo:
—Seguro que puedo chupársela a alguien para que me lleve.
Extiende la mano, agarra mi brazo y me arrastra de vuelta al auto. Me empuja
dentro, cierra la puerta de un golpe y agarro la botella de champán que había
traído conmigo cuando salí corriendo de la casa de mi madre. Tomo un trago,
tratando de borrar el sabor a vómito. Espero hasta que está en el asiento del
conductor con la puerta cerrada antes de abrir la mía y correr. Necesitando la
ventaja inicial.
—Maldición —sisea, seguido del sonido de su puerta cerrándose de golpe.
Escucho sus pies golpeando la grava detrás de mí mientras corro hacia el
bosque. Se agacha debajo de las ramas y salta sobre ramas grandes.
Estoy jadeando, mi corazón se acelera, pero no miro atrás. Solo necesito
seguir. Prefiero estar sola. Me folló sin piedad esa noche después del Freak Show
y luego como el hombre enmascarado. ¿Por qué se está ablandando ahora?
¿Porque descubrió que soy una puta? Él siempre supo eso. Escuché rumores
sobre mí en la escuela secundaria y luego en Barrington. Nunca me importó una
mierda. Nadie me conocía realmente ni sabían por lo que había pasado, y
aquellos que piensan que lo saben pueden irse al infierno.
Algo golpea mi espalda y caigo al suelo. Sabía que no llegaría lejos con los
tacones puestos. Un grito escapa de mis labios, mientras el dolor se dispara por
mi hombro y cadera.
Agarran mis brazos y me empujan hacia atrás. Levanto la vista y veo a un
Sin furioso que se cierne sobre mí. Se sienta a horcajadas sobre mi estómago y
le doy una bofetada.
—Quítate de encima de mí.
Pero él agarra mis brazos, empujándolos por encima de mi cabeza y
sujetándolos contra el suelo irregular.
Las ramitas y rocas se clavan en mi espalda, y grito tan fuerte como puedo
174
con frustración hacia el bosque, tratando de apartarlo, pero es inútil.
—Me encanta cuando gritas por mí.
Sonríe.
Las lágrimas se acumulan en mis ojos, y los cierro con fuerza, negándome a
mirarlo y mostrar cualquier vulnerabilidad. Ya me ha visto débil. No lo soporto
más.
Capítulo 27
Sin

Suelto sus muñecas y la vuelvo a colocar boca abajo.


—Suéltame —gruñe, con sus manos clavadas en el suelo, tratando de
arrastrarse por debajo de mí.
—¿Por qué haces esto? —Me rio de su intento de escapar. Ella no irá a
ninguna parte. Desabrocho mis jeans, saco mi polla dura y luego separo sus
piernas, haciéndola gemir.
Extiendo mis manos, agarro sus brazos y tiro de ellos detrás de ella,
manteniéndolos cautivos paralelos a su espalda. Con mi mano libre, deslizo mi
pene en su coño empapado. 175
—Maldición, te lastimó, ¿verdad?
—Vete a la mierda —dice con voz ahogada.
Vi cómo me miró cuando le mostré compasión. Así que veré cómo reacciona,
al contrario. Suelto mi polla, extiendo la mano y agarro su cabello. Aparto
bruscamente su rostro del suelo, mientras mi polla empieza a follarle el coño.
Sin preliminares.
—Dime, Elli. ¿Le suplicaste a James que te folle, como me suplicas a mí?
—Bas-ta. —Empieza a sollozar.
Suelto sus antebrazos y ella los aparta de su espalda para estirarlos hacia
delante. Me acuesto sobre su espalda, mi peso la inmoviliza, con mis dos manos
ahora enredadas en su cabello, coloco mis labios junto a su oreja.
—¿Quieres que sea tu papi?
Comienza a retorcerse. Su cuerpo se agita contra el mío, sus piernas patalean.
Las mías separan más las suyas para intentar controlarlas. Sus dedos se clavan
en el suelo, mientras grita groserías en la noche.
—Sé una buena chica, nena, y vente en mi polla. Como lo hiciste con él
durante todos esos años. —Salgo de su coño y empujo mis caderas hacia
adelante.
Ahora solloza incontrolablemente.
—¿Te compartió? —gruño, haciéndolo de nuevo.
La fuerza nos hace movernos por el suelo. Tendrá marcas de arañazos en su
rostro por las extremidades relajadas. Sé que puedo sentirlos raspando mis jeans
en las rodillas. Lleva un vestido fino.
—¿Vio a Linc follarte? —No debería estar celoso. Sé que no importaba la
situación, no era como si ella hubiera elegido follar con él. Pero leí su diario para
la clase de Hamilton, fantasea con múltiples hombres follándosela. Le daría el
mundo, pero ahí es donde trazo la línea—. ¿También te viniste por él?
Su coño palpita alrededor de mi polla y rechino los dientes.
—¿Eso es lo que te excita, pequeño demonio? —continúo, mis caderas son
más enérgicas con cada embestida. Quiero salir de su coño y follar su culo, pero
incluso yo sé que no sería capaz de controlarme ahora mismo—. ¿Quieres que
obligue a mis amigos a follarte mientras miro? ¿Hmm? —Empujo las caderas
hacia delante—. ¿Quieres que te ate a mi cama en la casa de los Lords y permita
que entren uno a uno y tomen su turno?
176
Mi respiración es errática, las palabras saben amargas en mi boca.
—Te... odio. —Sigue sollozando.
—No, no me odias. —Rechino mis dientes ante su negativa a responder a mi
pregunta—. No puedes odiar a nadie que te muestre algún tipo de afecto.
Extiendo mi mano y agarro su rostro, la deslizo sobre su boca mientras mis
dedos pellizcan su nariz.
Se va a venir por mí, y sé lo que necesita para hacerlo.
Sus dedos arañan mi mano, rasgando mi piel, pero no la suelto. Mi pene folla
su coño mientras le quito cualquier posibilidad de respirar.
Nuestros cuerpos se balancean en el suelo, en medio del bosque de
Pensilvania, hasta que siento cómo se viene sobre mi polla. Tal como pensaba,
no tarda mucho.
Suelto su rostro y me siento sobre mis rodillas. Ella yace debajo de mí, ya no
se mueve. Mi respiración pesada inunda el espacio abierto y la sangre se
precipita en mis oídos. La giro, su cabeza cae hacia un lado antes de que su
cuerpo comience a convulsionarse con un ataque de tos.
Sus pesados ojos se abren y mira a su alrededor sin rumbo.
—Ahí estás. —Sonrío. Mi mano aparta el cabello cubierto de ramitas y hojas
de su rostro lleno de lágrimas. Está rojo e irritado por el suelo. Me inclino y pongo
mi rostro frente al suyo—. Siempre venceré, Elli. No importa lo bajo que tenga
que caer, no me vencerás en este juego.
Ella gime, con los ojos aún desenfocados.
—Huye de mí, te perseguiré. Desafíame, te destruiré.
Las lágrimas frescas se acumulan en sus ojos y no estoy seguro de si son de
rendición o de miedo. No importa.
—Nunca te liberaré, pequeño demonio. Es mejor que lo entiendas ahora. —
Humedece sus labios ya húmedos—. Porque odiaría tener que matarnos a los
dos.
Si no puedo tenerla, nadie lo hará. Pero tampoco querría sobrevivir en un
mundo donde ella no existiera. La muerte sería el paraíso comparado con una
vida sin ella siendo mía.
La suelto, me siento sobre mis rodillas, agarro el dobladillo de su ahora
arruinado vestido y lo empujo hasta su cuello, exponiendo sus pechos para mí.
Mis manos recorren sus prominentes costillas y agarro sus pechos. Veo su
cabeza caer de lado a lado, todavía está tratando de recuperar el aliento.
177
—Te viniste en mi polla, Elli. —Mis ojos bajan para ver cómo la saco
lentamente antes de empujar de nuevo dentro de ella—. Ahora es mi turno.
Su respiración es superficial, sus ojos siguen desenfocados. Soy consciente
de que fui demasiado lejos, pero no puedo evitarlo. Me excita mucho.
Empujo dentro de ella una última vez, llenando su coño, y luego la retiro.
Aprieto la cabeza, viendo caer la última gota sobre su coño hinchado. Luego
empujo dentro de ella otra vez, haciéndola gemir.
—Maldita sea. —Gimo. No puedo saciarme de ella. Miro cómo mi polla la folla
mientras ella yace jadeante. Mi mirada se posa en la marca del interior de su
muslo y quiero rodearla con la boca y hundir los dientes en la delicada piel para
escucharla gritar. Pero no lo hago. Ahora no. Ya tendré mi oportunidad. Tengo
el resto de mi vida para hacerle lo que quiera.
—S-in —se las arregla para decir mi nombre con voz ahogada.
Sonrío.
—¿Sí, hermosa? Dime que soy el único que va a follarte ahora.
—Solo... tú.
—Solo yo, Elli. —Empujo mis caderas hacia delante—. Quiero que tu coño
reciba todo mi semen, pequeño demonio. Como hace tu boca cuando te obligo a
tragar.
Su cuello se arquea mientras deja escapar un gemido.
—Eso es —digo, entrando de nuevo en ella—. Así me gusta. Tómalo todo, Elli.
Una vez satisfecho, la saco y la veo llorar mientras se acurruca sobre sí
misma. Subo la cremallera, me levanto y recojo su cuerpo inerte en mis brazos,
llevándola a mi auto.

178
Capítulo 28
Sin

La llevo a casa de mis padres. No quiero volver a la casa de los Lords con ella
porque Amelia probablemente esté por allí, ya que aún no la he llamado desde
el día que irrumpió en mi habitación allí. Y no llevaré a Elli a su casa. La coloco
en mi cama, cierro la puerta y me dirijo a la habitación de mi hermana.
La puerta está entreabierta, así que entro. Está sentada en la cama, de
espaldas a mí.
—Oye, yo...
—Maldición, Sin. —Se pone de pie de un salto y gira para mirarme—. Toca la
maldita puerta. 179
Lleva una toalla envuelta alrededor de su cuerpo por debajo de las axilas. Su
cabello está suelto y mojado. Sus ojos se dirigen rápidamente a la puerta del
baño y luego vuelven a los míos.
Doy un paso más en su habitación.
—¿Qué pasa? —pregunto.
—Nada —gruñe—. Pero no puedes irrumpir así en mi habitación.
—Estaba abierta —digo a la defensiva—. ¿Qué estabas haciendo?
Mis sospechas aumentan. Está tramando algo y no quiere que lo sepa. No es
propio de ella. Mi hermana no es de las que esconden cosas.
—Eso no es asunto tuyo. Lárgate de aquí.
Sus manos agarran la toalla con más fuerza mientras sus ojos se entrecierran
en los míos.
—Yo...
La puerta del baño se abre, sus ojos se agrandan y gira la cabeza para ver
salir al hombre.
—Oye, nena... —Sus ojos se encuentran con los míos y maldice en voz baja—
. Maldición.
—¿Estás bromeando? —le grito a Corbin—. ¿Qué demonios es esta mierda?
—grito—. Sal de su maldita habitación.
—Hombre, lo s...
—No te disculpes. —Ella lo detiene—. No hicimos nada malo.
—¿Hablas en serio? —¿No hicieron nada malo? Parece que mi mejor amigo se
está follando a mi hermana. Y eso está definitivamente mal—. Lárgate de una
maldita vez. —Señalo la puerta frente a la que estoy parado y luego la miro—.
Cuando papá se entere...
—Papá lo sabe. —Ella endereza los hombros—. Soy la elegida de Corbin.
Mis ojos pasan de los de ella a los de él. Ella me mira mientras los ojos de mi
mejor amigo se suavizan con... ¿arrepentimiento? Tal vez sea una ilusión. ¿Cómo
pudo no decirme esto? Sabe lo que pienso acerca de que ella esté involucrada
con un Lord. Es inaceptable. Mis padres han pasado sus vidas escondiéndola de
nuestro mundo. ¿Por qué estaría de acuerdo con esto?
—No. —Niego con la cabeza y me doy la vuelta.
—¿Sin? —grita mi hermana, pero la ignoro y bajo corriendo las escaleras. 180
Empujo la puerta de la oficina de mi padre con tanta fuerza que hago un
agujero en la pared interior. Sus ojos se encuentran con los míos y se pone en
pie de un salto.
—Te llamaré luego. —Finaliza la llamada sin esperar respuesta.
Mi hermana entra corriendo detrás de mí, aferrándose aún a su maldita
toalla.
—Papi...
—¿Dejas que sea la elegida de Corbin? —grito—. Maldita sea, ¿enloqueciste?
Corbin entra detrás de ella, pero afortunadamente se tomó un segundo para
ponerse unos jeans. Lo ignoro por completo.
—Señor...
—¡Oh! —ella interrumpe de nuevo—. ¿Así que vamos a fingir que no te estás
acostando con mi mejor amiga? ¿Pero yo no puedo acostarme con el tuyo? —
grita desde detrás de mí.
Me giro hacia ella y quiero estrangularla. Él no la amará. Mi hermana no es
como las otras elegidas. Ella era una maldita virgen. Se reservaba para el
matrimonio. No ha tenido la vida que tuvo Elli. Mis padres siempre la han
protegido.
—Solo te está usando para tener sexo.
—Sin...
—Tal vez yo lo estoy usando para tener sexo.
Cruza los brazos sobre su pecho, interrumpiendo a Corbin una vez más.
—¡Suficiente! —grita mi padre—. Kira, déjanos.
—Pero, papá...
—¡Ahora! —espeta.
Se da la vuelta, su cabello azota su rostro y me sorprende que Corbin también
la siga, aunque mi padre no le haya dicho que se fuera. Ella cierra la puerta de
golpe detrás ellos.
Me giro hacia él.
—¿Una maldita elegida?
Pasa las manos por su cabello, respirando profundamente.
—Corbin vino a mí solicitando ser su Lord. La quería a ella. 181
Resoplo.
—Maldición, lo mataré —gruño en voz baja.
—Le preguntamos a tu hermana. Ella quería ser su elegida.
—No puedes hablar en serio.
—Como elegida de Corbin, él puede protegerla.
—Díselo a Tyson Crawford —gruño, recordando por lo que pasó en su último
año.
Él suspira.
—Lo que le pasó a Whitney Minson fue desafortunado, pero confío en Corbin
con tu hermana. Le creo cuando dice que hará lo necesario para protegerla.
Mi trasero cae en la silla frente a su escritorio. Jayce ha estado hablando una
y otra vez sobre lo que me perdí durante la ceremonia de votos. ¿Pero Corbin? Ni
una palabra. Ahora sé por qué no le importó presionarme para que fuera. Sabía
todo el tiempo que se follaría a mi hermana delante de los Lords. Y eso tiene
sentido ahora en cuanto a por qué vi a Elli entrar en el auto de mi hermana fuera
de la casa de los Lords. Pensé que la había llamado para que fuera a recogerla,
pero no dejaba de preguntarme cómo había llegado mi hermana tan rápido. Pues
Kira ya estaba allí con Corbin.
Levanto la cabeza para fulminar con la mirada a mi padre.
—Haz lo que tengas que hacer para que Elli sea mi elegida.
Tiene que haber algo, aunque la ceremonia ya haya pasado. La hice mía, pero
quiero que todos lo sepan. Quiero que los Lords lo reconozcan.
Sus ojos se suavizan.
—Easton. Nicholas insistió en que nunca quiso que ella fuera una elegida. No
quería que se relacionara con los Lords de ninguna manera.
—Está muerto —gruño, haciendo que se ponga rígido—. Lo ha estado desde
que ella tenía doce años. Creo que las cosas han cambiado.
Se frota las sienes.
Me pongo de pie.
—¿Sabías que fue violada? ¿Durante años? —Su mandíbula se tensa—.
James la estaba preparando. Era una maldita niña —espeto.
Se acerca a la caja fuerte y marca el código antes de abrirla y agarrar una
caja. Luego se acerca y la coloca en mi regazo. 182
—Papá —gruño—. ¿Me estás escuchando?
—Ábrela.
Arranco la tapa y miro hacia abajo, conteniendo la respiración al ver la caja
llena de fotos. Tomo una. Es de Elli acostada boca abajo sobre una mesa de
madera. Debe de tener unos dieciocho años. Quizá diecisiete. Sus brazos están
atados detrás de su espalda, los tobillos también atados y las piernas levantadas
y atadas a los brazos. Está llorando, con cinta adhesiva en su boca. La arrojo al
suelo y tomo otra. Está desnuda en una habitación arrodillada. La foto, tomada
desde atrás, muestra marcas en su espalda y cuello. La arrojo y tomo otra. Lleva
un collar con una correa, nada más. Atada a una X negra con una venda en los
ojos.
—¿De dónde sacaste esto? —pregunto apenas con un susurro.
—¿Quién crees que puso como objetivo a James?
Levanto la cabeza y lo miro con los ojos muy abiertos.
—No... no lo entiendo. ¿Sabías lo que le estaba haciendo? ¿Todos estos años?
No sé a qué edad comenzó a violarla. Pero sí sé que vivió en la misma casa
que ella durante más de cinco años. En ese tiempo pueden pasar muchas cosas.
Niega con la cabeza.
—No. Tenía mis sospechas. Pero nunca pude probarlo. Y a los Lords, bueno,
no les importa cómo se trata a las mujeres. —Suspira. Es por eso que él y mi
madre se han esforzado tanto en proteger a mi hermana—. Pero un día recibí
esto por correo. De forma anónima. Hice copias y se las envié a un miembro
fundador de la familia con la petición de que lo eliminaran. —Aprieta las manos—
. Nicholas habría quemado el mundo si estuviera vivo. No permitiría que nadie
la lastimara. Y le prometí que cuidaría de ella. Le fallé.
Baja la cabeza.
Miro otra fotografía. No puede tener más de dieciséis años. Está boca abajo,
con el trasero al aire y hay sangre corriendo por sus piernas magulladas. La foto
de su inocencia siendo arrancada me dice todo lo que necesito saber sobre
cuánto tiempo llevaba ocurriendo.
Miro a mi padre.
—¿Tú me pediste la misión?
—No. Fue alguien que quería que fracasaras y que te mataran en el proceso.
O una broma para que lo mataras, ya que yo lo pedí.
—¿Y su teléfono? —pregunto. 183
Ladea la cabeza.
—El encargo era quitarle un dedo y entregar su celular. Había algo en él que
querían los Lords.
—No. —Se sienta.
Paso una mano por mi rostro.
—Lo revisé. Tenía fotos de ella. Empezaron cuando ella tenía tan solo trece
años.
Cuando se casó con su madre. No todas eran sexuales. Había algunas de ella
en la cama durmiendo. En otras, ella llevaba un traje de baño y nadaba en su
piscina. Cuanto mayor se hacía, más pornográficas eran. En algunas miraba a
la cámara y en otras no tenía ni idea.
—Quizá sabían que tenía pruebas en su teléfono —ofrece mi padre como
explicación.
—Las borré —anuncio.
—¿Tú qué? —gruñe—. Easton, no puedes manipular lo que ellos quieren.
—No iba a entregar un teléfono con fotos inapropiadas de ella. En algunas
era menor de edad.
Niego con la cabeza. De ninguna manera permitiría que el mundo las tuviera.
Quién sabe qué habrían hecho los Lords con ellas.
Permanece en silencio, pero me doy cuenta de que ahora está enfadado
conmigo. Saco otra foto de la caja, incapaz de contenerme, y mi pecho se oprime.
Está llorando, la sangre corre por su labio roto y tiene la huella de una mano en
su mejilla.
¿Cómo pudo hacerle esto y yo no verlo? No es que la viera todos los días. Una
vez que empecé en Barrington, mi vida giraba en torno a los Lords. Vivía en la
casa de los Lords. Siempre estaba sirviéndoles. No tienes mucha libertad ni
tiempo libre hasta que eres senior y te inicias oficialmente. Pero, aun así, ¿cómo
es que las personas no notaron marcas en ella? ¿Su madre? ¿Mi hermana? ¿Él
la mantuvo enjaulada en un lugar privado, en algún lugar donde nadie pudiera
ver lo que le estaba haciendo? Cierro la caja y me levanto.
—¿Has manipulado sus anticonceptivos?
Me detengo y me giro hacia él, pero no contesto.
Aprieta la mandíbula.
—Sea lo que sea que hayas hecho, anúlalo. Si cambiaste sus pastillas, vuelve
184
a colocar las correctas. Si le diste algo para contrarrestar la inyección, detente.
Aparto la mirada y paso las manos por mi cabello. Cuando vuelvo a mirarlo,
veo decepción en sus ojos.
—Así que no te importa que Corbin deje embarazada a Kira, pero sí que deje
embarazada a la mujer que amo. Entendido.
Conozco a mi amigo, y no usa condón cuando se folla a mi hermana. Y quién
sabe si ella está siendo inteligente.
Su rostro se relaja un segundo antes de disimularlo.
—¿Por qué crees que Linc se casó con Laura?
Mis cejas se fruncen.
—¿Lo sabes?
—Siéntate, hijo. —Señala la silla de la que me había levantado. Me desplomo
en ella—. Yo era el mejor amigo de su padre incluso antes de que él estuviera
con Laura. Se enamoraron de inmediato. Ella era su elegida. Se casaron incluso
antes de graduarse en Barrington. Querían formar una familia lo antes posible.
Laura tuvo un embarazo difícil. Postrada en cama, muy enferma. Se puso de
parto seis semanas antes. Tu madre y yo estábamos allí cuando la llevaron para
una cesárea de emergencia. Elli no respiraba. Laura estaba sangrando.
Terminaron haciéndole una histerectomía.
—¿Qué tiene esto que ver con Lincoln? —exijo, queriendo que vaya al grano.
—Linc quiere un heredero. Un heredero Asher.
Frunzo el ceño.
—Pero acabas de decir que Laura no puede tener más hijos. Aunque pudiera,
ella no es una Asher... —Me detengo, finalmente comprendiendo—. No. — Niego
con la cabeza—. Elli no...
—¿Crees que él le pediría que tuviera un hijo suyo? —espeta—. Se está
metiendo en esa casa para acercarse a Elli. Vio lo que hizo James. Hará lo mismo.
No puedes vigilarla las veinticuatro horas del día, hijo.
Tiene razón, y no me gusta el nudo que siento en mi estómago por no poder
protegerla. Terminará como Whitney Minson otra vez, y los Lords lo encubrirán
como si nunca hubiera existido. Perdería la cabeza, como lo hizo Tyson. Después
de que ella murió, nada ni nadie le importaba. Diablos, renunció a su futuro,
sabiendo que algún día tendría su oportunidad de vengarse.
Mi padre niega con la cabeza. 185
—Lincoln esperará su oportunidad, y se la follará. Cada vez que pueda.
Contra su voluntad o por manipulación. Lo que sea necesario. Elli es una buena
chica y odio por lo que ha pasado, pero ha sido preparada durante demasiado
tiempo. No se puede revertir ese tipo de daño psicológico. Lo sabes de primera
mano.
Mis ojos se entrecierran ante eso.
—Así que estás diciendo que la estoy utilizando.
¿No es así? He fingido ser otra persona para excitarla. Usé su cuerpo. Esa
noche en el Freak Show, después en su casa. Maldición, a ella le gustó. A mí
también. ¿Cuál de los dos está más perturbado? Incluso ahora, no quiero ser
gentil con ella. Quiero que se arrastre sobre sus manos y rodillas hacia mí.
Suplicándome que la folle. Para hacerla mi puta. Es tan bonita cuando llora.
Cuando suplica. La forma en que su cuerpo se inclina hacia el mío. La forma en
que sus labios se separan cuando está rogando por respirar.
—Digo que cuando tenga la oportunidad, la aprovechará. Y si has manipulado
sus anticonceptivos, tendrá su hijo. No tuyo.
Mis manos se cierran en puño ante ese pensamiento. Elli será mi mujer y
tendrá mis hijos. De nadie más.
—Él me advirtió. Me dijo que tomara a mi elegida, y que si no lo hacía, le haría
cosas a Elli. Él ya sabía que tenía planes.
¿Cómo puedo mantenerla alejada de esa casa? Esa es su casa. Elli puede
estar dispuesta a no volver, pero su madre hará preguntas.
—Hay una cosa más. —Suspira—. Amelia...
—No quiero hablar de ella. —Niego con la cabeza.
Él flexiona la mandíbula.
—Hijo, no va a desaparecer. Se han hecho planes...
—Sin mi aprobación —argumento.
—Así son las cosas. Harás lo mejor para tus hijos, igual que yo estoy haciendo
lo mejor para ti y tu hermana.
Soy consciente de que no ha mencionado a mi madre. Sé cuál es su posición.
Me levanto, me doy la vuelta y salgo de su oficina, dando por terminada la
conversación. Entro en mi habitación y la encuentro vacía. Corro al baño
contiguo y abro la puerta de un empujón, haciéndola gritar de sorpresa.
—Solo soy yo —le digo, cerrando la puerta detrás de mí.
Está de pie frente al lavabo con su vestido sucio y desgarrado. Sus rodillas y 186
brazos están raspados. Está cubierta de sangre seca de su mano y debido a la
rudeza de cómo la follé en el bosque al costado de la carretera.
—Déjame ayudarte.
Doy un paso hacia ella y cruza los brazos sobre su pecho. Me detengo y sus
ojos se dirigen al suelo.
No me gusta esta Elli. La chica tímida que actúa con miedo. Quiero a mi
pequeño demonio que abofetea mi rostro, que lucha conmigo sabiendo que no
puede vencerme. Me acerco despacio y agarro suavemente el dobladillo de su
vestido.
—Levanta los brazos —susurro.
Levanto sus brazos por encima de su cabeza, saco el material y lo tiro al suelo.
Se queda en ropa interior, con los tacones olvidados en un rincón. Me acerco a
la ducha y la abro.
Cuando me giro hacia ella, está de pie, temblando, con la cabeza gacha. Con
su cabello rubio blanquecino enredado alrededor de su rostro. Tiene ramitas y
hojas entre los mechones.
Extendiendo mi mano, agarro la suya y la meto en la ducha. La pongo de
espaldas al rociador, la miro de frente, desenvuelvo la cinta adhesiva y quito el
trozo de camiseta de su mano. Miro la herida. Dejó de sangrar. La verdad es que
no le vendrían mal algunos puntos.
—Tengo que limpiarla —le digo, y ella asiente.
La lavo suavemente y se queda quieta en silencio mientras limpio el resto de
su cuerpo, junto con la marca de su pierna y los piercings. Ambos están
cicatrizando muy bien. Inclina la cabeza hacia atrás, cierra los ojos y lavo su
cabello con shampoo.
Una vez que enjuago su cabello, baja la cabeza y sus ojos inyectados en
sangre se encuentran con los míos.
—Lo siento —susurra.
Agarro su rostro con ambas manos.
—Maldición, no te disculpes conmigo, Elli. No tienes nada que lamentar.
Resopla y su pecho se eleva.
—Yo... no sé qué está mal conmigo.
Sus ojos se llenan de lágrimas. 187
Aprieto su rostro con mis manos, haciéndola gemir.
—Escúchame, Ellington. —Espero que las lágrimas se derramen para que
pueda verme con claridad antes de continuar—. Nada está mal contigo. Ni una
maldita cosa.
—Pero...
—Pero nada —espeto, interrumpiendo cualquier tontería que estuviera a
punto de decir—. Eres perfecta.
Comienza a llorar con más fuerza al escuchar mis palabras. Entiendo lo
jodidas que son. Ella es como es por la infancia que tuvo. Y yo soy como soy por
culpa de los Lords. Nos arruinaron a los dos de diferentes maneras.
—Eres tú —susurra y sus labios regordetes tiemblan.
—¿Qué? —pregunto con los ojos fijos en los suyos.
Ella humedece sus labios, bajando su mirada avergonzada antes de susurrar.
—Lo que siempre he querido.
Hace un par de semanas que sé lo que siente por mí. Desde que leí su diario
aquella noche después de traerla a casa del Freak Show. Pero al escucharla
decirlo en voz alta, soy incapaz de expresar con palabras cómo me siento al
reconocerlo.
Suelto su rostro y paso mis nudillos por su cuello para sentir su pulso
acelerado. Presiono mi cuerpo contra el suyo, y mi mano libre se envuelve
alrededor de su delgada cintura, sosteniéndola contra mí.
—No me iré a ninguna parte, pequeño demonio —digo, y ella sorbe la nariz,
mordiendo su labio inferior con nerviosismo—. Seré quien necesites, cuando me
necesites.
Puedo ser el hombre que la abrace cuando necesite un respiro, y puedo ser el
chico que la persiga hasta el bosque y se la folle sin piedad.
Estoy dispuesto a ser su diablo tanto como ella está dispuesta a ser mi
pequeño demonio. Nunca quiero que dude de mis intenciones. Para algunos, el
dolor es donde encuentran consuelo. Elli es ese alguien.
Con mi mano en su cuello, la obligo a mirarme a los ojos. Le doy un suave
beso en los labios y sus manos se envuelven alrededor de mi cuello, su pierna
izquierda se levanta para engancharse en mi cadera. Mi mano cae sobre ella,
agarrando su suave piel.
Voy a demostrarle a esta mujer que un hombre puede ser todo lo que ella
necesita.
188

El l in g t o n

Apoyo las manos en el borde del mostrador, con mi cabeza agachada mientras
miro fijamente las dos pastillas.
Empecé a consumir drogas a los dieciséis años. Al día siguiente de perder mi
virginidad con James. Odiaba que me hiciera sentir tan bien. Sabía que estaba
mal. Pero mi cuerpo había estado hambriento durante tres años. Anhelado algo
que no podría tener. Lloré cuando salió de mi habitación y pasé la noche en vela,
incapaz de cerrar los ojos, temiendo que volviera y me hiciera desear más.
Intenté convencerme de que yo no era el problema. Que me había sentado a
escuchar a tantas parejas a lo largo de los años hablando con mi madre en sus
sesiones, que yo no estaba tan perdida como pensaba. Algunas cosas que no
podía entender, como ¿por qué alguien sentiría placer siendo orinado? ¿Por qué?
No podía encontrar el atractivo de una lluvia dorada, ni siquiera después de ver
vídeos. Pero entonces me di cuenta de que lo que había experimentado con
James me había gustado, por muy malo que fuera. Así que tal vez lo que habían
hecho también se sentía bien.
A cada uno lo suyo, ya sabes. Fue entonces cuando me dije que probaría
cualquier cosa al menos una vez.
Agarro el cuello de la botella de vino, tomo las pastillas con la otra mano y las
meto en mi boca. Cierro los ojos, levanto la botella y las trago con un gran sorbo
de vino. Si tengo que pasar este día, estaré jodida.
Agacho la cabeza, respiro profundamente y abro los ojos. Me pongo rígida
cuando veo unos ojos azules detrás de mí. Sin se apoya en el marco de la puerta,
vestido con un traje negro de tres piezas y los brazos cruzados sobre su pecho.
Me mira fijamente.
Llevo cinco días en casa de sus padres. Pensaba que sería raro quedarme
aquí, pero me siento más como en casa que en mi propia casa. Me levanto, me
lleva a Barrington. Luego, cuando termino, volvemos aquí. Se siente normal. Y
189
el nudo en mi estómago sigue diciéndome que no me encariñe. No durará para
siempre. Es como un sueño del que no quieres despertar.
Limpio mis labios cubiertos de vino con el dorso de mi mano y me giro hacia
él. Sé que me ha visto tomarlas. Sabe que consumo drogas. Una vez, en la
escuela secundaria, me atrapó en una fiesta desmayada en el piso de un baño.
A la mañana siguiente me desperté con un mensaje en el que me decía que
tuviera cuidado con quién me metía. Nunca se lo agradecí.
—Empezando pronto la fiesta. —Las comisuras de sus labios se curvan con
una sonrisa.
—Algo así. —Me alejo del mostrador y me acerco a él, que se aparta del marco
de la puerta. Sus manos se dirigen a la cintura de mi vestido largo. Elegí seda
negra. Pensé que sería apropiado. No estoy celebrando una mierda. Estoy de
luto—. ¿Por qué no me ayudas?
—Lo que sea.
Me rodea con sus brazos, presionando mi cuerpo contra el suyo.
—Fóllame. —Beso suavemente la comisura de su boca—. Quiero tu semen
goteando de mi coño cuando haga mi brindis.
Me aparta, me hace girar y azota mi trasero.
—Agáchate y sube tu vestido —ordena, sin necesidad de que me lo diga dos
veces.

190
Capítulo 29
Sin

Ella ha permanecido en silencio desde que salimos de casa de mis padres. Un


rápido vistazo la muestra en el asiento del copiloto, con la cabeza inclinada hacia
atrás y los ojos cerrados. Las drogas empiezan a hacer efecto, si no lo han hecho
ya. Nunca me han gustado las drogas. Ni siquiera soy un gran bebedor, para ser
honesto. Parte de ser un Lord es estar siempre en la cima de tu juego. No quieres
que te llamen para una misión y estar bajo los efectos de demasiados
estupefacientes para completarla. O peor, estar demasiado drogado o tomado y
que te maten.
Nunca he pensado mucho en por qué lo hace. Debería habérmelo preguntado
después de la primera vez que mi hermana me llamó llorando desde el baño de 191
una fiesta mientras Elli yacía inconsciente en el suelo.

DIECISIETE AÑOS

Me abro paso a empujones entre los chicos de la casa, con Corbin pisándome
los talones. Estábamos pasando el rato con un par de chicas cuando mi hermana
me llamó, frenética y escondida mientras estaba en una fiesta. Al llegar a la puerta
del baño, intento abrirla, pero la encuentro cerrada.
—Abre la maldita puerta —grito por encima de la música, golpeándola con el
puño—. Kira.
Vuelvo a golpearla.
Al segundo siguiente se abre y me encuentro con los ojos muy abiertos de mi
hermana.
—Gracias a Dios, Sin. No puedo despertarla.
Me abro paso a empujones y Corbin entra, cerrándola tras de sí. Veo a su mejor
amiga en el suelo del baño en posición fetal. La falda se le ha subido por los
muslos, mostrando parte de su trasero. El cabello cubre parte de su rostro.
—¿Elli? —pregunto, sacudiendo su hombro.
Nada.
—¿Ellington? —Aparto su cabello y abro los ojos para ver que están dilatados—
. ¿Qué tomó? —pregunto.
—No lo sé. —Mi hermana sorbe la nariz—. No vi nada. Elli no toma drogas.
—Tomó algo —digo con brusquedad.
—Tal vez la drogaron —ofrece Corbin—. ¿Cómo te sientes?
Se gira hacia Kira, pone las manos en sus hombros y la mira a los ojos.
—Bien —responde ella.
—¿Alguien te dio dos copas? —pregunta, haciéndola sobresaltar.
—Sí, pero me las sirvieron de la misma botella, y me encuentro bien —grita,
rodeándose con los brazos.
La pongo boca arriba.
—¿Ellington? —Todavía nada. Pongo los dedos sobre su pulso y noto que está
192
acelerado. Deslizo la sudadera por encima de mi cabeza y le ordeno a Corbin—:
Levántala.
Él se arrodilla detrás de ella, la levanta por las axilas para que se siente y
coloco la sudadera por encima de su cabeza. Es más larga que la falda que lleva.
Y lo último que necesito es un montón de hombres tomando fotos o grabando su
coño a la vista mientras la llevo fuera.
Una vez puesta, paso los brazos por debajo de sus piernas y espalda,
levantando su cuerpo inconsciente. Corbin me ayuda a bajar la capucha para
tapar lo que pueda.
—Abre la puerta. Y despéjenme el camino —vocifero.
—Vamos.
Corbin toma la mano de mi hermana y la saca del baño mientras yo saco a Elli
de la fiesta con todas las miradas puestas en nosotros.

La llevé a casa y la acosté en su cama. Tenía toda la intención de volver a esa


fiesta y averiguar quién demonios la había drogado, hasta que esa noche al salir
de su habitación encontré un frasco de pastillas en su mesita de noche. Eso me
molestó. Mi hermana tenía razón, Elli nunca se había drogado. No que yo
supiera. Antes de la muerte de su padre, nuestras familias pasaban mucho
tiempo juntas. La conocía.
Nunca pensé en preguntarle por qué empezó a tomarlas. Debería haberlo
hecho. Tal vez entonces habría prestado más atención a su vida cambiando ante
mis ojos. Tuvo que ser James. Vi las señales, pero fingí que no me importaba.
Que no tenía tiempo para involucrarme. Tenía dieciséis años, por el amor de
Dios. Sabía que no debía follármela. Porque pronto entraría en iniciaciones.
Sabía que tocarla una vez y luego no poder hacerlo durante tres años sería la
peor de las torturas. Además, sabía que algún día sería mía. Tendría el resto de
mi vida con ella.
Esa noche también fue la noche en que empezaron a correr rumores sobre
ella en nuestro escuela. Decían que se había involucrado con varios chicos esa
noche. Ella nunca lo negó. Yo sabía la verdad, y a ella no parecía importarle lo
que pensaran los demás. Todo lo que tenía que hacer era preguntarme, y les
habría arrancado la maldita cabeza. Habría hecho cualquier cosa por ella
entonces, igual que ahora. La única diferencia es que ahora no tiene que pedirme
ayuda. Haré lo que crea necesario.
—¿Estás bien? —pregunto, extendiendo la mano hacia su pierna. Agarro
193
suavemente su muslo y aprieto.
Su cabeza se inclina hacia un lado, sus pesados ojos se encuentran con los
míos y me dedica una pequeña sonrisa.
—Lo estaré pronto.
Quince minutos después, llegamos a la entrada de la casa de su madre y el
valet abre mi puerta. Doy la vuelta, agradeciendo al hombre que abre la suya,
pero la agarro.
—Elli, llegamos.
Extiendo la mano y tomo la suya.
Consigue abrir los ojos y se gira en el asiento para apoyar los tacones en el
suelo. Sostengo su vestido para que no lo pise y lo rompa. Una vez fuera, no la
suelto.
Aunque es mía desde la última vez que asistí a una fiesta aquí hace dos años,
esta es nuestra primera noche pública oficial juntos. Cuando salgamos de esta
casa, todo el mundo sabrá que me pertenece.
El l in g t o n

DOCE AÑOS

—¿PAPÁ? ¿PAPÁ? —grito. Las palabras suenan tan fuertes que lastiman mis
oídos.
Corro hacia él y rodeo sus muslos con mis brazos, intentando levantarlo.
—Papá, por favor —suplico, intentando levantarlo de nuevo. Pero pesa
demasiado.
Corro al salón contiguo y tomo una silla. La arrastro por el suelo hasta que está
a su lado. Me subo a ella, lo agarro por la cintura e intento levantarlo de nuevo.
Pero mis pies resbalan por el lado del cojín y me caigo por el borde. La silla se
vuelca con mis brazos aun rodeándolo. El peso extra hace que la cuerda se rompa
y ambos caemos al suelo de mármol.
No puedo respirar. Me duele el pecho y rechino los dientes intentando quitarme
su peso de encima.
—¡Ayúdenme! —consigo gritar—. Que alguien... me ayude... papá.
194
Consigo quitármelo de encima y me siento a horcajadas sobre su estómago.
—¡Papá! —grito, tirando de su camiseta. Sollozando, mis puños empiezan a
golpear su pecho, tratando de traerlo de vuelta, pero sé que se ha ido.

Parpadeo, mis ojos pesados se fijan en la barandilla del segundo piso donde
encontré el cuerpo de mi padre colgado cuando tenía doce años. Nunca visito el
ala oeste. No desde aquel día.
El forense dijo que yo no podía haber hecho nada. Ni nadie. Cuando lo
encontré, llevaba muerto varias horas. Acababa de llegar a casa de la escuela.
Mi madre estuvo fuera de la ciudad durante la semana.
Estuve más de una hora con él en el suelo hasta que alguien me encontró.
Tuvieron que separarme de él. La señora Sinnett llegó y me llevó con ella a su
casa hasta que mi madre regresó antes de su viaje al día siguiente.
Sin permanece en silencio a mi lado. Ha estado rondando más que antes. No
puedo respirar sin que me miré desde que tuve mi crisis nerviosa al costado de
la carretera y luego otra vez en su ducha. Por suerte, no habla. Él también se
queda mirando la barandilla que antes tenía una cuerda enrollada. Hoy, la gran
escalera que conduce a ella está decorada con rosas blancas y luces
parpadeantes. Me dan ganas de vomitar. Es como si celebrara la muerte de mi
padre. Esta casa tiene más de cinco mil metros cuadrados, ¿y no podía hacer
esto en otra ala? ¿O afuera? ¿En cualquier otro lugar del mundo?
—Señorita Asher. Señor Sinnett.
El jefe de la casa de mi madre, Francis, nos saluda con la cabeza. La forma
en que sus ojos se detienen en los míos me dice que sabe que estoy bajo los
efectos del éxtasis. Probablemente, correrá a decírselo a mi madre. Espero que
lo haga.
Toma una de las tres velas que hay en el centro de la mesa redonda. Es una
foto de mi madre y Lincoln. Están abrazados, los dos sonrientes en una playa.
Se ven sus anillos de boda. Obviamente es muy reciente. Después de casarse.
Por qué ella eligió escaparse con él y luego volver aquí y tener una recepción no
lo entiendo. Puedo asegurarle que a nadie aquí le importa una mierda que los
Lords la hayan pasado a otro pedazo de mierda. Es un ciclo sin fin. Ya me he
follado a cuatro Lords. Solo puedo esperar nunca follar con otro, y mucho menos
casarme con uno.
Francis toma una caja de cerillas y saca una, encendiendo la vela. Luego las
otras dos. Después agita la cerilla, apagándola.
195
Libero mi mano de la de Sin y, entumecida, tomo una. La acerco a mi rostro
y siento el calor de la llama. Nunca he sido suicida. Pero, de nuevo, ¿es algo que
lleva tiempo? ¿O simplemente piensas: quiero morir y acabar con todo? Mi padre
nunca pareció infeliz ni dio la impresión de odiar su vida. No que yo pudiera ver.
Creo que esa era una de las mayores preguntas que me hacía: ¿por qué?
¿Por qué ese día? ¿Por qué esa barandilla? ¿Por qué ninguna nota de
despedida? ¿Había decidido que iba a acabar con su vida cuando me dio el beso
de despedida aquella mañana antes de que su chófer me llevara al colegio? ¿Lo
había planeado la noche anterior cuando me metió en la cama y me leyó un
cuento?
Ninguna de esas cosas estaba fuera de lugar para él. Siempre estaba de buen
humor. Hacía tiempo para mí y para mi madre. Por supuesto, hubo momentos
en que los Lords lo llamaron a servir. Y su trabajo era muy exigente. Pero se
aseguró de incluirnos. De asegurarse de que fuéramos conscientes de que
éramos amadas y valoradas.
La llama entre mis dedos se agita por mi respiración pesada. Es una locura
lo que una pequeña cerilla puede hacer. Lo que una llama tan pequeña puede
destruir. Quiero ver cómo ilumina el cielo. Me acerco a las escaleras y la extiendo,
dejando que la punta de la llama bese las flores que empiezan a envolver la
barandilla, iluminándolas.
—¡Ellington! —grita Francis y corre hacia mí, arrojando agua del jarrón de
flores que había sobre la mesa redonda para apagarlo.
Observo el humo elevarse antes de desaparecer con decepción y celos. Ojalá
pudiera hacer eso. Flotar, desvanecerme en la nada.
Sigue maldiciendo en voz baja y brama órdenes para que cambien las flores.
Igual que mi madre hizo con mi padre. Sé que ella no fue la misma después de
su muerte. Pero no tardó mucho en enamorarse de James. Ella pensó que él no
podía hacer nada malo. Él llegó y la hizo caer de rodillas.
¿Cuándo es mi turno? ¿Cuándo podré destruir y ser recompensada? Tal vez
lo intente esta noche. A ver hasta dónde puedo llegar. Le doy la espalda a Francis
y me voy. Tengo ganas de arruinar algo.

196
Capítulo 30
Sin

Miro al hombre que está observando a mi chica mientras ella se aleja.


—Tienes que controlar...
—Si ella quiere ver arder esta casa, le daré las malditas cerillas.
Se las arranco de la mano y las guardo en el bolsillo de mi pantalón. Luego la
sigo.
Tropieza con los tacones y me acerco a ella, rodeando su cintura con mi brazo
para estabilizarla.
Observo cómo se queda mirando la escalera. Recuerdo que mi madre la trajo
a casa para pasar la noche con nosotros. Estaba destrozada. Lloró durante horas
197
en la habitación de mi hermana. Los sonidos que hacía me rompieron el corazón.
Tuve que hacer todo lo posible para no correr a abrazarla. Decirle que todo iría
bien. Pero sabía que era mentira. Sabía que vendrían más tormentas antes de
que las cosas se calmaran. Y no me refiero solo al hecho de que hubiera perdido
a su padre.
Él había sido un Lord muy respetado, convirtiendo a su madre en una Lady.
Sería entregada a otro Lord. La vida de Elli estaba a punto de cambiar en más
de un sentido. Y honestamente, mi pequeño demonio no ha sido la misma desde
entonces.
Entramos en el salón de baile para ver todas las mesas redondas cubiertas
con manteles blancos, jarrones de cristal caros llenos de flores. En cada una de
ellas hay sillas de cuero blanco. Globos plateados y blancos flotan sobre nuestras
cabezas, cubriendo el techo.
—Elli. Sin. —Un hombre vestido de traje nos saluda—. Los acompaño a su
mesa.
Lo seguimos hasta la parte delantera de la sala y nos sienta en una de las
mesas redondas que está justo al lado de una mesa larga que da a la sala.
Le acerco la silla y ella se deja caer en ella. Me siento a su lado.
—¿Qué les sirvo? —pregunta.
—Una botella de champán —responde ella.
—Agua, por favor —digo, agarrando su silla y acercándola a mí. Luego deslizo
la mano por la abertura de su vestido y agarro su muslo.
Me mira y no se puede confundir. Tiene los ojos pesados y dilatados, pero
sigue pareciendo la hermosa mujer a la que soy adicto.
Ellington Asher es mi droga. Nunca le diría que no puede hacer algo, pero no
lo hará sin mí a su lado. No puede protegerse a sí misma. No como yo.
El camarero le trae una botella de champán y una jarra de cristal Markham
llena de agua. Coloca una copa de champán delante de su asiento y otra delante
del mío. Llena la suya de champán y ella lo detiene.
—No necesito eso. —Le quita la botella de las manos y bebe de ella.
Disimulo mi sonrisa mientras él llena mi vaso de agua con la jarra.
—Gracias —Asiento y él se aleja, frunciendo el ceño al mirarla.
Mis ojos recorren la sala y veo entrar a mis padres. Se dirigen a nuestra mesa.
Me levanto, abrazo a mi madre y saludo a mi padre. Después entran mi hermana
y Corbin. También ellos vienen a sentarse con nosotros.
198
No he hablado con Corbin desde que descubrí que se folla a mi hermana. Lo
entiendo. Ella es mayor para hacer lo que quiera, pero él me lo ocultó. ¿Habría
enloquecido si me hubiera dicho lo que estaba pasando? Honestamente, no estoy
seguro, pero nunca lo sabremos ahora.
—Hola, chicos. Me han dicho que esta es mi mesa.
Levanto la vista y veo a Chance Beckham sacando un asiento y sentándose.
Es un Lord. Asiste a Barrington y está en el último año con nosotros este año.
Creció conmigo, Jayce y Corbin. Aunque nunca hemos sido amigos íntimos.
No muchos Lords saben quién es realmente. Pero yo sí.
Mi mano sigue en el muslo de Elli y noto que se pone rígida. La miro y su
rostro palidece. Me inclino hacia su oreja y susurro:
—¿Te vas a portar mal?
La vi tomarse dos pastillas y ahora está bebiendo. Me imagino lo que está
sintiendo su cuerpo.
Me alejo, miro su rostro y no hace ademán de reconocer que le hablé.
—¿Elli? —sacudo un poco su pierna—. ¿Estás bien?
Parpadea, con los ojos fijos en la mesa, y asiente, pero sé que está mintiendo.
Suelto su pierna y tomo su mano.
—Vamos.
Estoy a punto de levantarla cuando la sala estalla en vítores y aplausos. Todos
están de pie, y sé que su madre y Lincoln han entrado en la sala desde el otro
lado. Hacen su gran entrada para caminar por el pasillo y sentarse a la cabecera
de la sala.
Vuelvo a sentarme y me giro hacia ella. Sujeto su rostro y la obligo a mirarme.
—Háblame. ¿Qué te pasa?
—Estoy bien.
Traga saliva.
—Estás mintiendo —gruño—. ¿Qué demonios pasa?
Aparta mis manos de su rostro y endereza los hombros. Toma la botella de
champán y bebe un buen trago.
—Déjalo, Sin. Te dije que estoy bien.
Limpia sus labios pintados de rojo con el dorso de la mano.
199

El l in g t o n

DIECIOCHO AÑOS

Estoy en el suelo, boca abajo, y no puedo abrir los ojos. Me pesan demasiado,
pero los escucho hablar. Se ríen de mí. Ojalá me importara lo suficiente como para
levantarme e irme. Pero no puedo. Las drogas hicieron efecto y hace tiempo que
me he ido. Lincoln hizo justo lo que James le dijo que hiciera mientras me follaba.
Estoy exhausta. Me tiraron a un lado cuando terminaron. Como la basura que él
dice que soy.
En lugar de sentirme avergonzada, me siento bien.
Apartan el cabello de mi rostro y unos nudillos recorren suavemente mi mejilla.
—Llévala a su habitación —escucho que ordena James detrás de mí, sentado
en su escritorio.
Unas manos me acuestan boca arriba y me levantan en brazos. Uno de los
míos cuelga a un lado y el otro cruza mi estómago. Consigo abrir los ojos y levanto
la vista para ver al chico que me saca de la oficina de James.
El que estaba sentado en el sofá parecía tener más o menos mi edad. Sus ojos
verdes se posan sobre mi rostro y recorren mi cuerpo. Sigo desnuda de cintura
para abajo.
Si pudiera luchar contra él, lo haría, pero ni siquiera puedo sentir mis propios
labios y mucho menos conseguir que me suelte.
Empuja la puerta de mi habitación y me acuesta en la cama. Agarra el
dobladillo de mi camisa, la sube por la cabeza y desabrocha el sujetador.
—No... —consigo decir, con la lengua pesada.
Esboza una sonrisa. No es afable ni atractiva. Extiende la mano y vuelve a
pasar los nudillos por mi rostro. Luego pasa el pulgar por mis labios entreabiertos.
—No te preocupes, Ellington. No puedo tocarte. Todavía no. —Se inclina, coloca
su rostro frente al mío, su mano cae para envolverse alrededor de mi cuello,
sujetándome como si tuviera fuerzas para luchar contra él—. Pero un día me
pertenecerás. Y cuando llegue ese día, suplicarás drogas para adormecer el dolor
200
que te causaré.

Bebo otro trago de champán y miro al hombre sentado frente a mí. Es él. El
chico de la oficina de James aquella noche. No lo he vuelto a ver desde entonces.
Nunca supe a qué se refería, y nunca se lo pregunté a nadie.
James habría mentido, y yo solo había visto a Lincoln una vez más en la fiesta
aquella noche en que James fue asesinado. Pensé que tal vez lo había soñado,
inventado en mi cabeza. Que me estaba volviendo loca. Pensé que mi
imaginación había sacado lo peor de mí.
Pero aquí está, en la recepción de mi madre. ¿Por qué? ¿Quién demonios es?
¿Y por qué está en esta mesa? Sé por qué estoy aquí. Soy la hija de la novia. Sin
es mi cita. El señor y la señora Sinnett son amigos de mi madre desde antes que
yo naciera. Kira trajo a Corbin. Este chico no encaja. Sé que es un Lord, ¿pero y
qué? Casi todos los hombres en esta habitación lo son.
Ignoro los ojos de Sin sobre mí. No estoy lista para ir allí con él. ¿Cuánto
puede averiguar sobre mí antes de que levante las manos y diga “a la mierda, no
vales la pena”? No quiero averiguarlo.
Prefiero a Sin a lo que otros me harían si tuvieran la oportunidad. Easton
Sinnett puede querer destrozarme, pero él es el único que podría recomponerme
después de que haya terminado.
Confío en Sin con mi vida. En cualquier otro, no tanto.
Mi madre y Lincoln llegan al frente de la sala y toman su lugar en la mesa
junto a nosotros. Da al salón de baile. Así todos pueden ver a la feliz pareja.
Quiero vomitar.
Cuando Sin me preguntó si me iba a enfermar, quise reírme, pero ahora
puedo saborear la bilis subiendo. La trago con otro sorbo de champán. Por el
rabillo del ojo, veo que la señora Sinnett me frunce el ceño. Odio verme tan débil
ante ella. Siempre ha sido una segunda madre para mí. A veces más que la mía
propia.
Cuando descubrí que mi padre había muerto, me abrazó mientras lloraba en
la habitación de Kira. Me acunó hasta que me dormí como si fuera un bebé que
necesitaba mimos. Al día siguiente, mi madre vino a buscarme y estaba tan
angustiada que ni siquiera me miró. Nunca me preguntó si estaba bien. Ni una
sola vez pensó en ofrecerme apoyo. Fui yo quien lo encontró, maldición.
Sé que era su esposa, pero yo era su hija. No importaba. Nunca le importé.
¿Por qué iba a hacerlo entonces? ¿Por qué iba a importar ahora? 201
El chico se inclina hacia Sin y Corbin, diciendo algo que no escucho, haciendo
que ambos se rían. Por supuesto, Sin lo conoce. Tienen la misma edad. Ambos
Lords. Han vivido en la casa de los Lords desde el primer año. Por suerte,
Barrington es lo suficientemente grande como para que puedas evitar fácilmente
a alguien con quien no quieras cruzarte. Y nunca he tenido clases con ellos
porque son de último curso.
Bebo otro trago y cierro los ojos. Respiro profundamente y siento que la
habitación da vueltas. Quiero que me trague. Una mano en mi muslo me hace
abrir los ojos y me encuentro frente a frente con unos hermosos ojos azules.
Buscan los míos antes de bajar a mi pecho que luce el vestido negro de seda. No
dice nada, pero veo la pregunta en todo su rostro.
¿Estoy bien?
No. Estoy enloqueciendo. Pero no es la primera vez. Y honestamente, estoy
cansada de luchar para mantenerme cuerda. Volverme loca serían unas
vacaciones.
—Queremos agradecerles a todos por acompañarnos hoy —escucho que
Lincoln habla a la sala que se calla para su discurso—. Laura y yo no podríamos
estar más encantados de darles la bienvenida a nuestra casa...
La bilis vuelve y mi pecho se agita mientras me fuerzo a contenerla. ¿Su casa?
Ojalá tuviera esa vela para prenderle fuego.
—Para celebrar el comienzo del resto de nuestras vidas —termina, y todos
aplauden como si fuera el presidente dirigiéndose a los Estados Unidos de
América.
No es importante. Eso lo sé. No es tan poderoso como lo fueron mi padre o
James. Entonces, ¿por qué cree que lo es?
—Como acaba de decir mi esposo —comienza mi madre, y la veo sonreírles a
sus invitados. Odio admitir que está hermosa con su vestido blanco. Es ceñido
y sin hombros, muestra todas sus curvas. Alrededor de su cuello lleva las perlas
que mi padre le regaló por su aniversario de boda, dos meses antes de morir.
Quiero arrancarlas de su cuello. No se las merece—. Tenemos mucha suerte de
contar con tantos amigos y seres queridos para compartir este día tan especial
con nosotros. —Levanta su copa—. Gracias de nuevo, por todo el amor y el
apoyo...
Soy incapaz de contener la risa que sale de mis labios entumecidos. La sala
se queda en silencio y siento que me miran.
—Por la feliz pareja.
Levanto la botella de champán y bebo un buen trago. Es hora de crear
202
desorden. No soporto más. Quiero ver todo arder en llamas como las flores.
—Elli —susurra Kira, apoyándose en la mesa.
Empujo mi silla hacia atrás y me pongo de pie, girándome hacia la mesa frente
a mí y sonriendo.
—De verdad, mamá, ¿esperas que creamos que lo quieres de verdad?
Las personas jadean ante mi pregunta y los labios inyectados de mi madre se
afinan. Lincoln estira su cuello, arreglando su corbata. Bien, quiero incomodar
al bastardo todo lo que pueda.
—Quiero decir, es un Lord. —Me rio—. ¿Lo elegiste tú, o los Lords te dijeron
que era con él con quien tenías que casarte?
—Ellington —espeta, saliendo de detrás de su mesa.
—Porque entre papá y James... rebajaste tu status. —Mi risa se hace más
fuerte—. ¿Tengo razón?
Me giro para mirar a la abarrotada habitación llena de invitados.
Una mano agarra la parte superior de mi brazo y me arrastra hacia atrás.
Casi tropiezo con mis tacones, pero consigo mantenerme en pie mientras me
empujan a través de una puerta.

203
Capítulo 31
Sin

—Lo siento, damas y caballeros. —Linc se levanta de su silla—. Elli... no está


bien. —Continúa, alejándose de la mesa—. Solo denos unos minutos.
Sale corriendo de la habitación.
Empujo mi silla hacia atrás y salto de mi asiento.
—Easton —escucho gritar a mi madre, pero la ignoro mientras los sigo.
Al abrir la puerta de la habitación contigua, veo que Laura arrastra a Elli al
interior. Me doy cuenta de que estamos de regreso en el ala oeste, donde ella se
quedó mirando la barandilla de la que su padre se ahorcó. 204
Elli ahora está de pie frente a su madre, quien señala con un dedo su rostro.
—Aquí no te necesitan. Este es un asunto de familia —afirma Lincoln,
parándose frente a mí. Le doy un puñetazo en el rostro.
Se dobla, cubriéndolo con las manos.
—Je-sús —murmura.
—¿Qué demonios? —espeta Laura, mirándome. Luego sus ojos regresan a su
hija—. ¿Qué demonios te pasa? —exige—. Estás consumiendo algo, ¿no?
Drogada, como de costumbre.
Elli comienza a reírse.
—No actúes como si te importara ahora, mamá. Nunca te ha importado.
—Elli...
—Nunca te has preocupado por mí en absoluto. —Su voz se eleva.
—Deja de ser tan malditamente dramática. —Su madre pone los ojos en
blanco.
Escucho que la puerta se abre detrás de mí y miro por encima del hombro
para observar que Chance nos ha seguido para ver el espectáculo. Dándole la
espalda, le digo que se vaya.
Laura se da cuenta y luego mira a su hija también.
—No quiero volver a verte hasta que estés sobria.
Sus tacones golpean el mármol mientras camina hacia su esposo. Ella agarra
su brazo y comienza a arrastrarlo de regreso a la fiesta cuando Elli habla.
—¿Por qué él? —exige, con las manos en puños a los costados—. ¿Por qué de
todos los Lords lo elegiste? —Sus ojos se llenan de lágrimas—. Él no se parece
en nada a papá.
Laura se da vuelta y camina hacia Elli. Con las manos en sus caderas.
—Tu padre era un hijo de puta egocéntrico. Igual que tú —gruñe Laura.
Los ojos de Elli se entrecierran hacia su madre.
—Mi padre era demasiado bueno para ti —afirma.
Me acerco, esperando que su madre la abofetee, que ponga sus manos sobre
Elli de alguna manera. Si lo hace, también romperé su nariz. No dudaré en
golpear a una mujer si toca a Elli. Su rostro coincidirá con el de su marido.
En vez de eso, Laura tiene la audacia de parecer herida por las palabras de
205
Elli.
—Eres como tu padre. Y es exactamente por eso que morirás como él. —Una
lágrima corre por la mejilla de Elli, su pecho palpita mientras su respiración se
acelera—. Haznos un favor a todos y termina con esto. Toma algunos
medicamentos adicionales la próxima vez. Simplemente, no mueras en esta casa.
—resopla Laura. Se marcha furiosa, pero solo para regresar después de unos
pocos pasos, decidiendo que no ha terminado—. Te lo di todo. ¿Y así es como me
tratas, pequeña perra desagradecida?
Elli echa la cabeza hacia atrás riéndose, el movimiento la hace tropezar con
sus tacones, haciéndola perder el equilibrio. Doy un paso adelante para
atraparla, pero ella se endereza.
—¿En serio? ¿Crees que pedí que me violaran?
—¿Violada? —Su madre abre la boca—. ¿Crees que no sabía que te sentabas
afuera de mi oficina escuchando mis sesiones? ¿Crees que no sabía que
engañaste a James para que él se acostara contigo?
Los ojos llenos de lágrimas de Elli se agrandan y jadea.
—¿Engañarlo? No hice tal cosa...
—¿De verdad crees que no sabía que eras una puta que se abría de piernas
para mi esposo? —Ella está gritando sobre el rostro de Elli.
Ellington no dice nada, en cambio, mira a su madre con lágrimas en los ojos.
Su madre acababa de admitir que sabía lo que estaba pasando, pero optó por no
protegerla. No impedirlo.
—Lo vi todo. Y deberías dar gracias a tus estrellas de la suerte por James.
Porque cuando quise echarte, él fue quien me convenció para que te dejara
quedarte bajo mi techo. —Con eso, Laura se da la vuelta y sus ojos entrecerrados
se encuentran con los míos antes de ir a su marido—. Sácala de mi casa —
ordena y luego se va corriendo a la otra habitación, sin importarle una mierda
su hija.
Observo a Elli llorar en silencio, sus bonitos ojos miran hacia el suelo,
mientras su pequeño cuerpo tiembla.
—Chance, escuchaste a mi esposa —gruñe Lincoln, limpiando la sangre de
su rostro—. Llévala a casa.
Luego él también sale, siguiendo a Laura.
Chance se mueve hacia Elli y paso frente a él, bloqueando su camino. 206
—Tócala y romperé tu maldito brazo —advierto.
Se detiene, sus ojos van a mi chica y luego de nuevo a mí. Levantando las
manos, asiente una vez y comienza a retroceder hasta que se da la vuelta y
regresa al salón de baile.

La coloco en mi cama y voy a alejarme, pero ella se acerca, tirando


suavemente de mi brazo.
—Solo estoy desvistiéndome —aseguro, y ella me suelta.
Me quito la camisa y los pantalones. Luego quito mis bóxers y calcetines hasta
que estoy desnudo y entró en la cama junto a ella. De lado, me apoyo en mi brazo
derecho y paso mi mano libre sobre su rostro surcado por lágrimas.
No ha hablado desde que su madre le dio la espalda y la dejó destrozada de
nuevo. Me acerqué, tomé su mano y la acompañé fuera de la casa. La noche
había terminado.
Sus pesados ojos dilatados se abren para encontrarse con los míos.
—Miénteme de nuevo.
Frunzo el ceño.
—Nunca te mentí.
—Cuando… —Ella humedece sus labios—. Cuando estábamos en el barco y
dijiste que me querías. —Sus ojos parecen suavizarse—. Quiero escuchar eso
otra vez.
¿Ella piensa que mentí? ¿Por qué mentiría? ¿Para meterme entre sus piernas?
He estado allí durante años. Elli nunca ha sido el tipo de chica que necesita que
le digan lo que quiere escuchar para meterse en sus pantalones.
Mi mano se desliza por su estómago hasta su coño. Arquea la espalda, sus
ojos se cierran mientras juego con su piercing. Moviendo un dedo en círculos y
frotando suavemente antes de deslizarlo dentro de ella. Está lo suficientemente
mojada. El hecho de haberme venido en ella hace apenas dos horas ayuda.
Además, aún está medicada. Su cuerpo va a reaccionar al toque más simple, 207
al beso más ligero.
Me acuesto boca arriba, agarrando su brazo y tirando de ella sobre mí.
Sus ojos se abren y la miro ahora sentada a horcajadas sobre mí.
—Fóllame —ordeno—. Sienta ese coño apretado sobre mi pene y móntalo.
Tócate, Elli. Quiero ver cómo te vienes.
Ella abandona su solicitud anterior por la mía, tal como sabía que lo haría, y
se acomoda para deslizarse sobre mi duro pene.
Mi cuello se arquea y siseo en un suspiro. Nunca tuve a una mujer encima
antes. Sus caderas comienzan a moverse adelante y atrás, sus manos se posan
en mi pecho. Ella es gentil. Lenta y constante, pero se siente increíble.
Abro los ojos y levanto las manos para rodear su cuello y apretar. Sus manos
delicadas agarran mis antebrazos, pero sus caderas no se detienen. Me toma
como si su vida dependiera de eso.
Y así es.
—Eso es todo, Elli. Siento que tu coño se humedece. Vamos, pequeño
demonio. Sé mi buena puta y vente para mí.
Ella traga saliva contra mis manos y sus pliegues aprietan mi polla mientras
sus dedos aflojan su agarre en mis antebrazos, sus brazos caen a los costados.
Ella se viene mientras su cabeza cae hacia atrás.
Ruedo a mi izquierda, empujándola sobre su espalda y soltando su cuello. Su
cuerpo se convulsiona y tose mientras respira con dificultad. Su rostro está
empapado por las lágrimas y mi polla cubierto de sus fluidos.
Me inclino, lamo sus labios entreabiertos para saborear el champán y las
lágrimas persistentes. Es una combinación deliciosa.
—Así es como se siente amarte, Ellington Jade Asher. Es malditamente
consumidor. Sofocante.
Deslizo mi mano debajo de su cabeza para agarrar su cabello y tirar hacia
atrás, dándome acceso a su cuello.
Paso mi lengua sobre su pulso acelerado hasta su mandíbula. Y sobre su
oído.
—Nunca te mentiré, pequeño demonio. Voy a golpear ese trasero. Me follaré
esa boquita bonita y tomaré este coño cuando quiera. Pero recuerda siempre,
Elli, que te amo. Y ningún hombre en esta tierra jamás se acercará a sentir lo
que yo siento por ti. Y si cree que lo hace, arrancaré su maldito corazón. —Solo
la idea de que otro hombre la ame me hace enfurecer. Nadie puede ser quien ella
208
necesita como yo—. ¿Me entiendes, pequeño demonio?
—S-sí, —responde sin aliento.
—Esa es mi chica buena.
Capítulo 32
Sin

Entro en la casa de los Lords y me dirijo a la cocina. Dejé a Elli durmiendo en


mi cama en la casa de mis padres porque tenía una reunión hace una hora.
Pensé en pasar por aquí corriendo para tomar algunas cosas de mi habitación
en mi camino de regreso a ella.
—Sin, ¿dónde diablos has estado, hombre? —pregunta Gunner, palmeando
mi espalda.
—Ocupado. —Evito su pregunta.
Unos cuantos chicos se sientan alrededor de la gran mesa de la cocina. Uno
de ellos es Matt. Tiene la cabeza agachada mientras envía mensajes de texto de 209
su celular, pero no puedes pasar desapercibido los moretones y el ojo hinchado
que tiene. Parece reciente.
—Matt, te ves terrible. —Chase lo hace notar y se ríe—. ¿Te metiste en una
pelea?
—Cierra la maldita boca —gruñe, poniéndose de pie y saliendo.
Jimmy se deja caer al lado de Prickett y sonríe.
—Escuché que Ryat lo golpeó mientras estaban en una asignación.
Prickett lo ignora. No estoy seguro de lo que está pasando entre todos los
chicos de la casa. No he estado aquí mucho desde que tuvieron su ceremonia de
votos. Pero los he visto cada año durante los últimos tres. Una vez que los chicos
obtienen sus elegidas, hay caos entre los Lords. Hombres peleándose por el coño
que quieren y no pueden conseguir.
Cada Lord que asiste a Barrington tiene una habitación aquí hasta que se
gradúan, pero no es como si tuviéramos que registrarnos todas las noches. Se
nos permite entrar y salir cuando queramos. Sobre todo, a los mayores. Una vez
que los Lords eligen, casi nunca están aquí. Se encuentran demasiado ocupados
follando con todo lo que pueden.
—No sé por qué ustedes pelean por las elegidas. —Chance niega con la
cabeza—. No son nada especial.
—Son como cualquier otra cosa. Algunas son mejores que otras —está de
acuerdo Gunner, mientras le da un mordisco a su sándwich—. La mía vale la
pena.
Esboza una sonrisa astuta alrededor de su bocado.
Mataría a un hombre si eso significara que puedo llevarme a Elli como mi
elegida. Sin hacer preguntas.
—Sí, bueno… —Chance se recuesta en su silla—. La mía apesta.
—En el buen sentido, ¿verdad? —Chase mueve las cejas.
—No. Ella apesta. Todo lo que hace es llorar. Todo el maldito tiempo. Quiero
decir, me gusta usar a las mujeres, pero quiero una que realmente disfrute del
sexo.
Prickett se levanta de su asiento.
—No deberías haber elegido a una virgen, amigo.
Chance resopla.
—No fue mi elección. Su familia le debe a la mía. Ella es el pago. —Pone los
ojos en blanco—. Tengo que perseguir a las putas solo para venirme.
210
—Espera. —Chase levanta las manos—. ¿Tienes una elegida que llora, y eso
te impide venirte? —Él resopla—. Solo amordázala para que no tengas que
escucharla llorar si te molesta tanto.
Chance tiene el rostro entre las manos. Las deja caer y mira a Chase, quien
viene a pararse a mi lado.
—Lo he intentado. Nada funciona. Ella solloza. Como, si el solo mirarme la
molestara. Está aterrorizada. —Él niega con la cabeza—. Algunos hombres
pueden estar interesados en eso, pero estoy seguro de que yo no. Y tengo miedo
cada vez que la amordazo con que vaya a vomitar. No quiero matar a la pobre.
Chase palmea mi espalda, camina hacia mí, pero mira a Chance.
—Toma algunas notas de Sin aquí. Encontró a su propia puta y ni siquiera
tocará a su elegida.
Chance se recuesta en su asiento y sus ojos se posan en los míos. Él quiere
a Elli. No lo culpo, pero cómo sucedieron las cosas anoche en la recepción prueba
mi sospecha. Casi siento pena por el bastardo, que nunca sabrá lo que es estar
con mi pequeño demonio.
Me doy la vuelta, salgo de la cocina y me dirijo a mi habitación. Acabo de
cerrar la puerta de golpe cuando alguien toca. La abro.
—¿Qué? —espeto. Mi mirada se endurece cuando veo quién está frente a mí—
. ¿Qué diablos quieres?
Miro hacia el pasillo para ver que estamos solos.
Entra en mi habitación, empujándome fuera del camino en el proceso.
Agarra mi puerta y la cierra detrás de él.
—Creo que podemos ayudarnos el uno al otro.
Resoplo.
—No necesito ayuda. —¿De qué diablos está hablando?
Saca el celular de su bolsillo y me quedo en silencio, preguntándome qué
diablos está haciendo mientras revisa los mensajes. Cuando encuentra lo que
busca, acerca el teléfono a mi rostro. Mis ojos muy abiertos van a los suyos.
Asintiendo, agrega:
—Como dije, creo que podemos ayudarnos mutuamente. —Bloquea su
pantalla, deja caer su teléfono a su lado y se acerca a mí—. A menos que quieras
perderlo todo. —Se encoge de hombros descuidadamente—. Tú decides. 211
Se gira y agarra el pomo de la puerta, listo para salir de mi habitación, pero
extiendo la mano y la mantengo cerrada.
Se gira y entra más en mi habitación, me doy la vuelta para mirarlo. Tengo
dos opciones. Una: dejarlo vivir. Dos: matarlo aquí mismo, ahora mismo.
—Tienes cinco minutos —señalo.
Dependiendo de lo que tenga que decir dependerá la opción que elija.

El l in g t o n

Despierto y ruedo sobre mi estómago, gimiendo mientras entierro mi rostro


en la suave almohada. Una cálida mano recorre suavemente mi espalda arriba y
abajo antes de agarrar mi hombro y tirar de mí para enfrentar a un Sin
completamente despierto. Tampoco me extraña el hecho de que ya está vestido
con jeans y una camiseta. Todavía estoy desnuda.
—¿Qué hora es? —murmuro. Dios, se siente como si hubiera estado
chupando papel de lija toda la noche y mi cabeza está palpitando. No debería
beber mientras ruedo.
—Casi mediodía —responde.
Cubro mi rostro con las manos.
—¿Por qué no me despertaste?
—Bueno, pensé que después de la noche que tuviste, necesitabas tanto
descanso como pudieras.
Me siento, aparto el nido de ratas que llamo cabello de mi rostro.
Se levanta de la cama y lo veo caminar hacia el baño contiguo, recordando la
noche anterior. Mi madre admitiendo que sabía que me acosté con James. Pero
obviamente no es la verdad al respecto. Ella quería echarme. ¿Él la convenció
para que me dejara quedarme en mi propia casa? ¿Qué le había dicho James?
Al salir del baño, Sin me entrega dos Advil y un vaso de agua.
—Toma esto.
Las meto en la boca y trago.
—Vístete. 212
Caigo sobre la cama, estirando mis brazos por encima de mi cabeza. Él mira,
con su cabeza inclinada hacia un lado. Me pregunto qué estará pensando. ¿Está
visualizándome atada a su cama? ¿Para usarme durante el día? Con mucho
gusto lo dejaría. O lucharía contra él. De cualquier forma, lo disfrutaría. Solo
quiero que me quite la capacidad de pensar.
—¿Por qué? —pregunto finalmente cuando solo me mira fijamente.
—Tengo un lugar al que quiero llevarte —responde vagamente y se gira para
entrar en su armario. Un segundo después regresa, y mi corazón se acelera al
ver la venda de seda negra colgando en su mano.
—¿Ahora mismo? —hago un mohín.
—Ahora mismo. —Agarra el edredón y tira hacia atrás para exponer mi cuerpo
desnudo ante él. Desliza una mano por la parte interna de mi muslo y abro las
piernas para él. Acariciando mi abertura, baja sus labios hacia los míos y
susurra: —Confía en mí, quieres verlo.
Luego se aparta y arroja la venda sobre mi pecho.
Tomo una respiración profunda y rezo para que la medicina haga efecto
pronto.
En menos de 30 minutos estoy vestida y en su automóvil. Ordena que coloque
la venda sobre mis ojos antes de que vaya a alguna parte, así que los cubro. Me
gusta.
Pero el nerviosismo se apodera de mí y empiezo a mover mis rodillas. ¿Qué
demonios estamos haciendo? ¿No me llevará a casa? Aunque, ese es el último
lugar al que quiero ir. Estoy segura de que mi madre ha empacado todas mis
cosas y me ha echado. Si fuera más joven, probablemente me enviaría a un
internado como intentó hacer en ese entonces. O lo haría Lincoln.
De cualquier manera, ya no puedo vivir allí. No después de lo que me dijo
Linc cuando se suponía que tenía que cenar con ellos. Yo era demasiado joven
para reconocer alguna diferencia con James. Él me atrapó. No permitiré que Linc
haga lo mismo.
Una mano toca mi muslo y salto.
—Estás bien —afirma la voz tranquilizadora de Sin, y tomo una respiración
profunda. No he mencionado lo que me dijo anoche cuando pedí que mintiera.
Recuerdo cada palabra que dijo. Aunque casi caigo desmayada. Él dijo que me
213
amaba. Había sido verdad, eso dice. Pero ¿lo hace?
No sé lo que es el amor. Nunca lo he experimentado. Creo que hay diferentes
tipos de amor para todo tipo de personas. ¿Amo a Sin?
Absolutamente. En el sentido de mataría por ti. Él podría convertir a un santo
en un profano solo con su voz. Podría hacer caer un ángel del cielo con una sola
mirada.
¿Y yo? Bueno, no soy una santa o un ángel. Soy una esclava para él. No
podría negarle nada, aunque lo intentara.
El hecho de que destrozaría a otra persona solo por pensar en que podría
amarme me excita. Es mi maldito lado tóxico el que quiere probarlo.
Frota suavemente su cálida mano arriba y abajo de mi muslo y siento que mi
cuerpo se relaja en el asiento, con la esperanza de no quedarme dormida. Todavía
estoy exhausta. Mi cuerpo está adolorido y cansado.
La radio suena, ahogando mi respiración agitada y silenciando cualquier
conversación que podamos tener. No importa. Preferiría no hablar de lo que hice
anoche.
Mi cuerpo se estremece y me doy cuenta de que me quede dormida. Todavía
está oscuro y puedo sentir la venda sobre mis ojos y su mano todavía está en mi
muslo. Si se da cuenta, no lo menciona.
El auto se detiene y su mano desaparece por un segundo antes de que
escuche la puerta del auto abrirse y cerrarse. Agarra mi mano, tira de mí y coloca
sus manos sobre mis hombros para que me pare donde él quiere que esté.
Luego quita la venda de mis ojos y parpadeo un par de veces para adaptarme
a la brillante luz del sol.
Hay una casa está delante de mí. Tres pisos de altura, nada más que cristal
y ladrillo negro.
—¿Qué... qué es esto? —pregunto, mientras me giro.
Él no dice nada. En lugar de eso, toma mi mano, me dirige hacia los siete
escalones y empuja las dos grandes puertas de cristal de colores para abrirlas.
Entramos en la casa y observo el suelo de mármol blanco y las incrustaciones
decorativas en negro. Las paredes son de color gris oscuro y hay una gran
escalera a la derecha.
—¿Alquilaste esto? —pregunto.
—Echa un vistazo —señala, haciéndome un gesto para que entre más en la
casa.
214
Giro a la derecha y veo que es un comedor formal. Una mesa grande con
capacidad para veinte personas está frente a varias ventanas del piso al techo
con vistas al bosque. Las cortinas negras están abiertas para mostrar el césped
perfectamente cuidado. Giro a la izquierda y entro en la cocina. Es como el resto,
piso blanco y negro con encimeras negras, pero el protector contra salpicaduras
es rojo para darle un toque de color.
Hay un pedazo de papel en la isla. Lo recojo y mi corazón se acelera mientras
leo las palabras.
Bienvenida a casa, pequeño demonio.
Miro hacia arriba para verlo apoyado contra la isla. Con los brazos cruzados
sobre su pecho y sus ojos fijos en los míos.
—Sin —susurro, mi garganta se contrae. Mis ojos revisan rápidamente la
habitación, esperando el chiste. Esto tiene que ser una broma, ¿verdad?
Camina hacia mí, toma mi rostro. Su mano libre se envuelve alrededor de mi
cintura y me atrae hacia su duro cuerpo.
—No entiendo.
Muerdo mi labio inferior con nerviosismo.
—Nos compré esta casa, Elli.
—Pero ¿por qué?
Suelta mi rostro, se agacha y agarra mis muslos, levantando mi trasero para
sentarme en la isla. Da un paso entre mis piernas separadas.
—Porque quería que tuvieras un lugar al cual volver. Nuestra casa. —Una
relajada sonrisa curva sus labios mientras la sangre se precipita en mis oídos—
. Un lugar en el que te sientas segura.
Solo lo miro, tratando de calmar mi acelerado corazón.
—Di que sí, Elli. Dime que te mudarás conmigo.
¿Adónde más iría? Este hombre por el que haría cualquier cosa me está dando
el mejor regalo que jamás he recibido. Él quiere vivir conmigo. Aquí en nuestra
casa. Solo nosotros dos. No soy una de esas chicas que necesitan casarse. En
realidad, nunca quiero casarme. ¿Pero vivir con él? ¿Ser suya cada segundo de
cada día? Eso suena como el cielo para mí.
—Sí. —Asiento y sollozo—. Por supuesto.
Me levanta de la isla y sonrío. En realidad, rio como una adolescente
enamorada. Vamos de regreso a la mesa del comedor formal y estoy de pie. Luego
215
está arrancándome la camiseta, los pantalones cortos y la ropa interior.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto, todavía riendo. Nunca había sentido una
felicidad como esta. Es como si burbujeara dentro de mí con ganas de escapar.
—Voy a tener mi primera comida en nuestra casa. —Me levanta y coloca mi
trasero sobre la mesa. Empuja mi pecho, obligándome a acostarme. Pongo mis
tacones sobre la mesa y abro mis piernas para él como la chica buena que él
quiere que sea. Estoy tan necesitada por él—. Tócate para mí —insta.
Sentado en la silla en la cabecera de la mesa, me observa jugar conmigo
misma, mis dedos entran y salen de mi coño. Lo escucho moverse en el asiento
y luego lo escucho quitarse el cinturón de los jeans.
—Vamos, pequeño demonio —dice, animándome—. Hazte venir sobre esta
mesa.
Mis dedos aumentan la velocidad, yendo más profundo, y mis caderas se
levantan de la superficie. Mi respiración agitada y gemidos inundan la
habitación. Estoy cerca. Mi cuerpo se balancea adelante y atrás, mis talones se
clavan en la mesa y gimo.
—Sin... —Estoy tan cerca. Puedo sentirlo. Ya casi...
Aparta mis manos de mi abertura, y grito.
—¿Sin? —me siento, jadeando—. ¿Qué…?
Envuelve su mano alrededor de mi garganta, interrumpiendo mis palabras.
Se inclina, sus labios besan tiernamente los míos.
—Recuéstate, Elli.
Hago lo que dice, y agarra mis manos. Envuelve su cinturón alrededor de mis
muñecas, deslizando el extremo a través de la hebilla plateada, luego presiona
mis brazos contra la parte superior de mi pecho. Toma el resto del cinturón
alrededor de mi cuello antes de atarlo, asegurando mis muñecas a mi cuello.
Mueve mi trasero hasta el final de la mesa y se arrodilla, lanzando mis piernas
temblorosas sobre sus hombros. Lame mi clítoris y arqueo la espalda.
—Vas a venirte en todo mi rostro, Elli. La primera comida que tenga será tu
coño.

216
Capítulo 33
Sin

Salgo de la cama cuando escucho el timbre de la puerta. Una mirada a mi


teléfono en la mesita de noche muestra que son las cinco de la tarde. Justo a
tiempo.
Me inclino sobre la cama y aparto el cabello rubio de su rostro.
—Elli, despierta.
Beso su cálida mejilla, haciéndola moverse.
—¿Mmm? —murmura.
—Despierta y vístete. 217
Sus ojos se abren y mira a su alrededor sin rumbo antes de aterrizar en los
míos. El timbre vuelve a sonar y se sienta erguida, ahora con los ojos muy
abiertos.
—Vístete y encuéntrame en el comedor —señalo, poniéndome la camiseta de
antes y los jeans. Salgo de la habitación sin más explicaciones.
Abro la puerta principal, el hombre me sonríe mientras entra.
—Buenas noches, Easton.
Me sigue hacia el comedor formal, se sienta en la mesa en la que tomé a Elli
hace apenas unas horas. Su maletín está justo donde ella estaba abierta de par
en par para mí. Al abrirlo, saca los papeles que se necesitan y me los entrega.
Los reviso rápidamente, asegurándome de que todo lo que solicité esté allí.
Asiento, los dejo sobre la mesa y él saca un bolígrafo para mí. Estoy firmando la
última página cuando ella entra.
—¿Qué está pasando? —bosteza, apartando el cabello enredado de sus ojos
soñolientos.
—Tenemos que hacerlo oficial. —Saco la silla y se sienta en ella—. Este es el
señor Tate. Trajo todo lo que necesitamos firmar para terminar la compra de la
casa.
Ella frunce el ceño al principio, pero luego asiente.
—Donde quiera que veas una pestaña amarilla es donde debes firmar —
instruyo, señalando la que está en la primera página.
—De acuerdo.
Muerde sus labios antes de mirarme. Parece que quiere cuestionarlo. Como
si tuviera alguna duda de que quiero pasar el resto de mi vida con ella en esta
casa. No la tengo. De hecho, no tiene ni idea de lo que he planeado. Por ella, por
nosotros. Nada menos que la muerte me la quitará.
Sus ojos se posan en los papeles y firma el primero. Luego me agacho y agarro
la esquina del papel, tirando hacia atrás lo suficiente para que ella vea la pestaña
en la parte inferior de la página siguiente. Después de que ella firme, firmo la
siguiente.
Cuando paso la quinta página, miro al hombre que está sentado frente a ella,
y él me da un leve asentimiento. Sonrío para mis adentros, pasando a la página
a la siguiente.
Mi celular vibra en mi bolsillo, y lo saco con mi mano libre para ver que es un
218
mensaje de texto.
Te veo mañana.
Lo ignoro, lo guardo en el bolsillo una vez más y presto toda mi atención a
Elli mientras continúa revisando el papeleo, firmando su nombre. Ella no tiene
ni idea de lo que estoy haciendo, pero eventualmente lo sabrá. Y entonces será
demasiado tarde.

El l in g t o n

Anoche fue nuestra primera noche en nuestra casa. Después de que el


hombre se fue con todo el papeleo firmado, Sin nos llevó a nuestra cama. Nunca
nos levantamos. Ni siquiera para cenar.
Fue extraño, pero agradable saber que íbamos a despertar juntos. Saber que
esto va a pasar todos los días me hace sonreír.
Nunca he dormido tan plácidamente en mi vida. La forma en que sus brazos
me envuelven me hace sentir segura. Y la forma en que me tomó... Dios, incluso
el sexo se siente diferente, y es asombroso. Estoy en un éxtasis que nunca había
alcanzado antes con las drogas.
Me doy la vuelta y me acerco a él, pero no siento nada más que las sábanas
frías. Mis ojos se abren cuando escucho la puerta del baño abrirse.
—Buenos días, pequeño demonio. —Se acerca y besa mi frente.
Mis ojos se cierran.
—¿A dónde vas?
Es sábado. Dijimos que nos quedaríamos en casa todo el día sin hacer nada
más que estar el uno con el otro.
—Tengo que ir a la casa de los Lords. Encargarme de algunos asuntos. —De
nuevo besa mi frente—. Regresaré antes de que te levantes.
—De acuerdo —susurro.
Escucho el leve sonido de las puertas abriéndose y cerrándose mientras sale
de la casa. Me cubro con las mantas hasta el cuello cuando suena mi celular.
Abro los ojos, extiendo la mano y lo tomó de la mesita de noche para ver que
es Kira.
219
—¿Hola?
—Hola —su voz es suave.
Me siento, empujo mi espalda contra la cabecera acolchada blanca, trayendo
las sábanas conmigo.
—Oye, ¿todo bien?
No he hablado con ella desde la recepción de la boda hace dos noches.
—¿Tú estás bien? —pregunta.
—Estoy bien, Kira.
Suspiro, bajando mis ojos al edredón.
—Yo… siento que están pasando muchas cosas en este momento. Contigo y
conmigo. Realmente no hemos tenido la oportunidad de detenernos y hablar.
Solo pasar el rato.
—Hemos estado ocupadas.
Amo a mi amiga, pero también entiendo que está saliendo con alguien. Nunca
he sido una de esas amigas que están necesitadas. Puedo pasar días, incluso
semanas, sin hablar contigo y luego llamarte de la nada y continuar donde lo
dejamos, como si nunca hubiéramos pasado un día sin vernos.
—¿Nos juntamos esta noche? —sugiere—. Tú, yo y los chicos.
—Me encantaría eso.
Aún no ha dicho que está saliendo con Corbin, pero el hecho de que estaba
con él en la recepción era todo lo que necesitaba saber. También vi cómo Sin no
le habló ni una sola vez. Así que supongo que eso no va bien. No le he dicho que
nos mudamos a esta casa. Bueno, técnicamente ninguno de nosotros ha mudado
nuestras cosas. Afortunadamente, la casa vino completamente amueblada, así
que todo lo que tenemos que hacer es buscar nuestra ropa y algunas otras cosas
importantes.
—Estupendo, haré que Corbin le envíe un mensaje a Sin.
Nos despedimos y cierro los ojos, me vuelvo a acostar para descansar un poco
más. Mi cuerpo está agotado.

220
Mis ojos se abren cuando escucho el sonido de la puerta principal abriéndose.
Miro mi celular, viendo que estuve durmiendo por casi dos horas. Me estiro,
sintiéndome bien por haber regresado a la cama después de hablar con Kira.
Una sonrisa curva mis labios cuando escucho el sonido de sus zapatos
caminando hacia el dormitorio. Nuestro dormitorio.
Maldición, es una locura saber que acaba de llegar a casa conmigo. La puerta
del dormitorio se abre y él entra. Instantáneamente me siento.
—¿Todo bien? —pregunto, cuando me doy cuenta de que su mandíbula está
tensa. Sus bonitos ojos azules se entrecierran con ira.
—Bien —contesta entrecortadamente, mientras camina hacia mi lado de la
cama.
—Sin...
Toma mi cabello y tira de mí hacia la cama, interrumpiéndome. Mi respiración
se acelera cuando se inclina y coloca su rostro frente al mío.
—¿Sabes cual la mejor parte de volver a casa contigo?
Gimo ante sus palabras, pero me las arreglo para susurrar:
—¿Qué?
Con su mano libre, pasa sus nudillos sobre el piercing en mi pezón.
—Que ya estás desnuda en nuestra cama esperando a que te use.
Levanto mis caderas del colchón, mi coño se contrae.
—Sí —estoy de acuerdo. Sin puede usarme como quiera, cuando quiera. Soy
suya.

221
Capítulo 34
Sin

Entro en nuestro dormitorio y la encuentro acostada en la cama, con el


teléfono en la mano viendo un video musical en YouTube.
—Nos vamos en treinta —informo.
Se sienta más erguida, su celular cae sobre la cama. Ha estado allí todo el
día. No estoy seguro si es el efecto de las drogas lo que la cansa o si solo está
tratando de recuperar su descanso, pero me gusta. Ella desnuda en nuestra
cama, todo el día. La he usado la mayor parte. Pero tenemos planes.
—Corbin llamó. Él y Kira quieren salir.
—Oh. —Su voz la delata. Ya lo sabía. Sé que Kira la llamó esta mañana
después de que salí de casa. Ellas lo planearon. Como si hacerme pasar el rato
222
con Corbin ayudara a nuestra ya tensa amistad. No lo hará. Pero vamos a un
club, así que no es como si en realidad pudiéramos hablar mucho.
—Sin, voy a necesitar más de treinta minutos. —Mira el reloj de su celular.
La agarro por el cuello y la obligo a regresar a la cama, y ella aspira una
bocanada de aire sexy mientras paso mi lengua por sus labios. Diablos, nunca
me cansaré de su olor, de su sabor.
—Si no estás dispuesta a salir de esta casa en treinta minutos, entonces te
pondré sobre mi hombro y te sacaré.
No quiero ir, pero dije que iríamos, y soy un hombre de palabra.
Sus labios sonríen contra los míos.
—¿Lo prometes?
—Siempre.
Presiono mis labios contra los suyos suavemente, dándole un beso, y sus
caderas se levantan de la cama, queriendo más. Ella no lo está entendiendo. No
ahora. Se separa, levanta las manos y las pasa por mi cabello. Gimo y mis ojos
se cierran.
Amó atarla y jugar con ella, pero también amo cuando me toca.
—Podríamos quedarnos —ofrece—. Estoy segura de que nuestra cama es más
divertida que donde sea que vayamos.
Continúa jugando como si no tuviera ni idea. La dejo.
—No te preocupes, pequeño demonio. Te traeré de vuelta a casa y te ataré a
esta cama.
—Sin —gime, levantando las caderas de nuevo.
—Te quedarás acostada aquí a mi lado el resto de la noche, indefensa, hasta
la mañana, cuando finalmente decida permitir que te vengas.
Sus manos tiran de mi cabello y de mi cabeza hacia un lado. Hunde sus
dientes en mi cuello, haciendo que mi polla se ponga dura antes de que ella lo
chupe. No la detengo. Me encanta que quiera marcarme. Quiero que el mundo
sepa que le pertenezco tanto como quiero que sepan que ella me pertenece.
—Te quedarás sin tiempo —replico.
—Tal vez solo quiero que me saques de esta casa.
Retrocedo, deslizo mis brazos debajo de sus piernas y la levanto de la cama,
mientras ella pelea conmigo riéndose. 223
Ellington

Elegí una minifalda plisada negra y un crop top blanco con un par de Vans.
Cómodo, pero aún elegante. Kira envió un mensaje antes e informó que Corbin
y Sin estuvieron de acuerdo en ir a Blackout esta noche. No me sorprende que
eligieran un club en lugar de ir a una cena. En cualquier lugar que requería una
conversación de verdad.
Mi cabello está recogido en una cola de caballo y no estoy usando mucho
maquillaje. Solo un poco de polvo, rubor, brillo de labios, y para rematar el
aspecto, un poco de rímel. Es suficiente para maquillar mi rostro, pero
definitivamente no es un glamour completo.
Estamos en su auto mientras él nos conduce por carreteras con curvas de
dos carriles antes de detenerse en la parte trasera de un estacionamiento. Está
lleno, pero no es sorpresa. Todos vienen a Blackout para emborracharse o
drogarse. Veo un auto conocido detenerse, se estaciona a unos pocos lugares de
nosotros y salgo para ver a Kira salir del lado del pasajero del auto de Corbin.
Ella corre hacia mí y lanza sus brazos a mi alrededor. Dios, la extrañé mucho.
—Tienes mucho con que ponerme al día —susurro mientras observo a Sin
mirar a su mejor amigo de arriba abajo. Obviamente, todavía no estoy contenta
con esto, pero si conozco a mi mejor amiga, seguro que no puede detenerlo.
—Vamos a emborracharnos. —Esboza una gran sonrisa.
Corbin toma su mano y Sin toma la mía, frenándome para dejarlos caminar
un poco por delante de nosotros. Nos miramos.
—Sin drogas.
Sus palabras me toman por sorpresa y dejo de caminar. Él también lo hace y
se gira hacia mí.
—¿Disculpa? —exijo. Sé que tengo un problema, pero nunca pareció
importarle antes. ¿Por qué lo haría ahora?
—Puedes beber todo lo que quieras, pero no consumas ninguna droga, —
ordena, mirándome fijamente.
Quiero estar enojada. Decirle que se vaya a la mierda. No pensaba consumir
nada, pero ahora quiero hacerlo. ¿Quién diablos se cree qué es? Nos mudamos
juntos y ahora va a decir lo que puedo y no puedo hacer.
—Elli… —replica mi nombre, haciendo que me sobresalte.
224
—Sí. —Niego, tragando saliva nerviosamente. Confundida por su tono—. No
—corrijo—. No lo haré. No tengo nada sobre mí.
Él resopla como si eso fuera a detenerme, pero suelta mi mano y me empuja
a través del estacionamiento hacia la puerta trasera que Corbin mantiene abierta
para nosotros.

Dos horas después, estoy bastante borracha. Tomé un par de tragos y estoy
en mi tercero. Kira y yo nos dirigimos al baño, dejando a los chicos sentados en
la mesa. Tomo su mano en la mía y prácticamente salta.
—Estoy tan feliz de verte feliz.
Ella esboza una sonrisa ebria, sus ojos están prácticamente cerrados.
—Estoy enamorada.
—Eso... —Interrumpo al chocar con un objeto duro. Nos hace retroceder unos
pasos.
—Hola señoritas.
El chico nos sonríe, pero no pasa desapercibido cómo sus ojos bajan a mi
pecho antes de ir también a los de ella. Lo conozco. Su nombre es Marcus, y va
a la Universidad de Barrington. Él es el ese chico si quieres drogas. Incluso le he
comprado antes. Sin embargo, fue hace un par de años, en una fiesta de
Halloween.
Otro chico se para junto a él; lo conozco de la universidad también.
—Lo siento —jadeo y paso a un lado a Marcus, tirando de Kira detrás de mí,
mientras tratamos de pasar entre él y la pared.
Su mano sale disparada, deteniéndonos de nuevo.
—Parece que a ustedes dos les vendría bien un poco de ayuda.
Se acerca a mí y doy un paso atrás, tropezando con Kira.
—Estamos bien.
Aparto su mano. Sin todavía no está de buen humor. A Kira y a mí nos
importan una mierda los chicos, pero se nota que no están contentos de estar
aquí con nosotras esta noche. Y Sin ha estado observándome de cerca. Sigo
225
pensando en lo que dijo en el estacionamiento, y me pregunto si esta noche es
una prueba de alguna manera.
—Podrías estar mejor —afirma el otro chico, haciendo que Kira jadee. Ella
cree que se refiere a nuestra apariencia; sé que se refieren a las drogas.
Marcus se estira y frota su barbilla, mirándome.
—¿Necesitas un recordatorio de la fiesta esta noche? —pregunta.
Kira responde antes que yo.
—No.
Estoy segura de que es por el bien de Sin y Corbin. No quiere que Corbin o
su hermano sepan que las ha probado conmigo antes. Si Sin supiera que lo hizo,
perdería la cabeza.
Los Lords nunca lo harían. Drogarse o tomar cualquier tipo de sustancia para
inhibir su comportamiento, va en contra de su juramento. Siempre están
aportando su máximo esfuerzo, enfoque y compromiso.
—¿Y tú, Elli? ¿Quieres algo?
Muerdo mi labio inferior. La necesidad de ser buena para Sin lucha contra la
necesidad de rebelarse solo para ver qué hará si voy en contra de lo que dijo. A
regañadientes, niego.
—No esta noche.
—Ven a buscarme cuando cambies de opinión —agrega Marcus, guiñando un
ojo—. Si hay algo que pueda darte.
Y luego continúan por el pasillo.
Pongo los ojos en blanco y entro al baño con Kira. Comienza a arreglar su
cabello frente al espejo.
—Dios, estoy tan contenta de no ser más parte de la escena de las citas.
—Sí —murmuro, entrando en un cubículo y levantando mi falda—. Entonces,
tú y Corbin. Infórmame. Todos los detalles. He sido una amiga de mierda.
—Síp. Es genial, Elli. —Suspira.
Salgo, acercándome a ella y empiezo a lavarme las manos.
—Espero que sea bueno contigo.
—Asombroso. —Pestañea.
Hombre, la chica lo ha malentendido. Estoy feliz por ella. 226
—Sin no parecía tan feliz.
Resopla.
—No me importa lo que él piense. Y a Corbin tampoco.
Desbloquea la puerta, la abre y entra la última persona que quiero ver esta
noche. La elegida de Sin.
Los ojos de Amelia me miran antes de liberar el labio entre sus dientes, con
un resoplido. Odio girarme para verla ir al lavabo. Abre su cartera Hermes y
vuelve a aplicar su lápiz labial. Sus ojos se encuentran con los míos en el espejo.
Los pensamientos de ella follando con mi novio pasan por mi mente y los celos
me recorren como la electricidad.
Frunce sus labios y se gira hacia nosotras. Colocando sus manos en sus
caderas, una sonrisa se extiende por su rostro.
—¿Qué se siente ser dos de dos, Elli?
Mi ceño se frunce, confundida por su pregunta, pero es Kira quien realmente
pregunta.
—¿De qué estás hablando?
Mira de mí a Kira, luego de nuevo a mí. Da un paso más cerca, mientras su
sonrisa se hace más grande.
—¿Quieres decir que tu mejor amiga no sabe lo de papi y su amigo?
Me pongo rígida ante sus palabras. La sangre ensordece mis oídos. ¿Cómo
sabría ella? Ella no lo haría. Está divagando. Permanece en silencio, resopla y
mira a Kira.
—Se ha follado a sus dos padrastros. —Se inclina hacia adelante y me
susurra al oído—: ¿Qué crees que haría tu madre si se enterara?
Mis manos se cierran en puño a mis costados. Mi madre sabe sobre James,
pero no la verdad. La historia que él contó. Estoy segura de que cree que me
encontré con él. Me lancé sobre él. Pero mi madre no tiene ni idea de Lincoln. O
ella también lo habría mencionado.
Amelia se aparta y se encoge de hombros.
—Quiero decir, si mi hija se acostara con mis esposos, sé lo que le haría a la
maldita puta.
—¿Quién te dijo eso? —exige Kira, empujándome a un lado. Ella piensa que
es una mentira. Se está difundiendo un horrible rumor sobre mí. Nunca lo he
hablado con ella. 227
Amelia empuja su cadera hacia afuera, mirando sus uñas.
—Tu hermano.
—¡Estás mintiendo, maldita sea! —grita Kira.
—¿En serio? —Ella inclina la cabeza hacia un lado—. Preguntémosle a
Ellington. Elli, dinos que James y Lincoln no te follaron en la oficina de James.
Estoy tratando de recuperar el aliento. Incapaz de responder, aunque
quisiera. La traición que siento por parte de Sin me consume demasiado. ¿Por
qué se lo diría? ¿Cuándo se lo dijo?
—¿Elli? —Una mano toca mi hombro y salto hacia atrás de Kira. Sus ojos
llenos de lástima observan los míos llenarse de lágrimas. Sabía que era
demasiado bueno para ser verdad. Sin no es el tipo de hombre del que te
enamoras y te casas. Es del tipo que te usa hasta que se aburre y sigue adelante.
—Sabes que eres una maldita lástima, ¿verdad? —continúa Amelia ante mi
silencio.
—¡Cállate! —le grita Kira.
Pero ella no lo hace. En cambio, camina hacia mí.
—Eres una puta fácil por la que él siente pena. Puede que nos esté follando a
las dos, pero te dejará a ti una vez que decida que ya no vales nada.
Kira comienza a reírse, haciendo que el rostro de Amelia se tense.
—¿En serio? Ahora sabemos que estás mintiendo. Porque mi hermano no te
está follando.
Amelia abre su cartera y saca su teléfono. Luego lo sostiene frente a nosotras
y comienza a reproducirse un video. Es la habitación de Sin en la casa de los
Lords. No hay sonido, pero el video es tan claro como el día. Él está sentado en
la cama, completamente vestido, con la espalda apoyada en la cabecera de la
cama mirando el teléfono que tiene en las manos. Sin mira hacia arriba y luego
ves a Amelia entrar en su habitación. Se pone de pie, dejando su celular en la
mesita de noche. Ella camina hacia él y no pierden el tiempo. Ella se quita el
vestido de verano. Él se quita la camisa. Ella se quita los tacones y luego baja su
ropa interior por sus piernas huesudas. No lleva sostén, exponiendo sus senos
falsos en plena exhibición para él.
Él hace un gesto hacia la cama, y ella se arrastra sobre ella, rodando sobre
su espalda. De pie junto a ella, tira de la cuerda de la cabecera y ata ambas
muñecas por encima de su cabeza.
Ella cierra los ojos, arqueando su espalda y abre las piernas para él. Baja las 228
manos a sus jeans y desabrocha su cinturón. Lo saca y luego lo envuelve
alrededor de su cuello, dejando que el exceso se extienda por el centro de su
pecho. Cuando se gira para abrir su mesita de noche, arranco de un manotazo
el teléfono en sus manos.
—Perra —espeta ella, agachándose para recogerlo.
Mi corazón está acelerado, mi estómago en mi garganta. Quiero negarlo, pero
estaba justo ahí frente a mi rostro. Llevaba la misma ropa con la que salió de
nuestra casa esta mañana. Él me mintió. Me dijo que estaba relacionado con los
Lords. ¿Pero eso era mentira? Ella es su elegida porque él es un Lord.
Simplemente, nunca cuestioné qué era.
Me folló cuando llegó a casa. En nuestra cama. En la casa que dijo que
consiguió para nosotros. Dejé que me tocara y acababa de estar con ella.
—¿Lo grabaste? —grita Kira—. Sin te va a matar cuando se entere. —Clava
su dedo en el pecho de Amelia—. Y se lo diré. Lo prometo. Ahora mismo,
maldición.
Ella se da la vuelta para salir corriendo.
Amelia se echa a reír, haciendo que mi amiga se detenga.
—Oh, Dios mío, esto es mejor de lo que imaginaba. —Su risa crece, el sonido
agudo lastima mis oídos—. Él nunca te dijo…
Ella golpea su estómago, doblándose.
—¿Quién nunca me dijo qué? —le grita Kira.
Se endereza y aparta el cabello de su rostro. Está casi llorando de tanto reírse.
—Cada Lord tiene cámaras en sus habitaciones en la casa de Lords.
El rostro de Kira palidece, sus ojos ahora están muy abiertos. Traga saliva y
susurra:
—No...
—Sí. —Amelia se acerca a ella—. Corbin te ha estado grabando cada vez que
dejas que te folle en su habitación. Y luego se lo muestra a todos sus amigos,
riéndose mientras todos ven lo mierda que eres.
Con eso, arroja su cabello sobre su hombro y sale del baño.
El silencio inunda el baño y coloco mis manos sobre el mostrador, agachando
mi cabeza. Estoy tratando de respirar una vez más.
—¿Lo sabías? —susurra.
—No. 229
No tenía ni idea de que mi novio se estaba acostando con Amelia. Quiero
decir, ella es su elegida. Simplemente, nunca pensé en eso. Pero, por supuesto,
lo hace. ¿Y en cuanto a las cámaras en sus habitaciones? Solo estuve en la suya
una vez y no hicimos nada. Salí furiosa, vi a Kira en el pasillo, y le rogué que me
sacara de allí.
—Él no se acostaría con ella. —Kira lo niega—. Ella es...
—Su elegida —grito, alejándome del mostrador para mirarla—. Yo no soy
nadie. Nada. Ella es su elegida. Ella es importante. —Incluso los Lords no me
desean. Para algunas chicas, ser una elegida significa algo para ellas. Su
oportunidad de servir. Siempre había pensado que era repugnante. ¿Pero ahora?
Ahora me doy cuenta de que no soy nada para Sin más que una follada de
lástima. Eso es peor—. ¿No viste el video?
—Eso podría haber sido hace semanas.
Pasa una mano por su cabello. Se está concentrando en mi situación para
evitar la suya. Vi el dolor en sus ojos porque Corbin no le había informado que
los había estado grabando.
Ni siquiera me molesto en decirle que ese video fue de esta mañana. Ella tiene
sus propios asuntos con los que lidiar ahora, haciéndome ver como una perra
estúpida aún más grande.
—No le cuentes a Sin sobre el video. O que hablamos con Amelia.
Muerde su labio pintado de rojo.
—Dale una oportunidad...
—Si puedes guardar un secreto sobre el maldito Corbin, entonces creo que
puedes guardar mi secreto de lo que acaba de pasar —espeto.
Sin no se merece un segundo para explicar por qué me engaña. Solo será otra
situación en la que luzco como una puta estúpida.
Ella toma una respiración profunda, enderezando los hombros, y pasa una
mano por mi cabello, tratando de reducir mi pulso acelerado.
—Tu secreto está a salvo conmigo.
Luego se da vuelta y sale del baño.
—Maldición.
Me quedo unos segundos más, limpio mi rostro y controlo mi respiración.
Justo cuando creo que finalmente he conseguido recomponerme, salgo del baño
y regreso al bar. Puedo ver nuestra mesa desde aquí, al otro lado de la habitación.
230
Corbin y Kira se han ido. No me sorprende. Probablemente, le dijo que se iban.
No es como si a él le importara; Sin no estaba hablando con ellos de todos modos.
Veo a Sin sentado allí, bebiendo una cerveza, la misma desde que llegamos
aquí. Tiene que estar caliente ahora. Y tampoco me sorprende ver a la perra reina
de pie allí mismo. Sus manos sobre la mesa inclinándose, colocando sus pechos
en su rostro. Otra vez. Al igual que en el vídeo.
Lo que me sorprende es la forma en que él la mira. Es con odio. Cómo solía
mirarme. Antes de que descubriera lo prostituta que soy.
Cualquier persona normal sabría que este proceso de pensamiento no es sano
ni racional. Pero es como pienso. Me encanta que a Sin no le importe una mierda.
Que te ate y quiera marcarte. No quiero un hombre que tenga miedo de
destrozarme. Y pensé que era él. Me equivoqué.
Giro para salir corriendo por la salida y golpeo un cuerpo duro.
—Perdón.
Miro hacia arriba, suspiro. No otra vez.
—Siento que lo estás haciendo a propósito. —Marco se ríe. Sus ojos bajan a
mis manos y luego frunce el ceño—. ¿Dónde está tu bebida?
—No tengo una —grito por encima de la música.
—Bueno, eso no servirá.
Lo dejo agarrar mi brazo y tirar de mí hacia la barra, sabiendo que voy a
enojar a Sin y me importa una mierda.

231
Capítulo 35
Sin

—Nunca me llamaste hoy.


Amelia arquea una ceja.
—Estuve ocupado.
Ella se deja caer a mi lado y me deslizo para poner un poco de espacio entre
nosotros. Honestamente, si Elli ve esto, espero que una botella de cerveza vuele
hacia mi cabeza. El pensamiento me hace sonreír. Me gusta cuando ella está de
humor. Solo hará que lo que planeó hacerle más tarde cuando lleguemos a casa
sea aún mejor. Me encanta cuando ella me hace tomar el control.
—Estás perdiendo el tiempo con ella. 232
Sus palabras llaman mi atención y giro la cabeza para mirarla, pero no digo
nada.
Mi silencio la irrita aún más.
—Ella no es buena para ti.
Su mano cae sobre la parte interna de mi muslo y se inclina para colocar sus
labios junto a mi oreja. La nueva posición me da una línea de visión directa a la
barra.
Veo la espalda de Elli de pie allí con una bebida en la mano. Mis dientes
rechinan cuando veo al chico a su lado, su mano en la parte inferior de su
espalda, en la parte superior de su trasero. Se están riendo. Se aparta, metiendo
la mano en el bolsillo y saca algo. Ella abre el puño y él lo deja caer. Luego se da
la vuelta y toma el trago que el cantinero deja frente a ella.
—Vamos a salir de aquí. Ven a mi casa. Quiero que me ates a mi cama esta
vez y me folles. —Escucho palabras pronunciadas en mi oído, pero no puedo
reconocer a Amelia. O apartar la mirada de mi pequeño demonio dejando que
otro hombre ponga sus manos sobre ella.
¿Qué diablos se cree que está haciendo?
Una mano llama la atención y me doy cuenta de que Amelia está
prácticamente sentada encima de mí. Sus manos frotan mi polla. Ni siquiera
estoy duro. Y está lamiendo mi oreja.
Extiendo mis manos y agarro sus muñecas. Ella gime, tratando de liberarse,
pero mi mano libre agarra su barbilla, manteniéndola en su lugar.
—Tócame otra vez y te romperé la maldita mano. ¿Lo entiendes?
—Sin. —Jadea—. Estás lastimándome.
Para reforzar mi punto, aprieto mi agarre y ella grita. Pero estamos en un
maldito club, nadie nos mira.
—Sin… —Solloza, acomodándose en su asiento—. Lo digo en serio.
Sus ojos se llenan de lágrimas.
—Hablo muy en serio, maldita sea —gruño, rechinando los dientes—. Cuando
te deseé de nuevo, te llamaré.
Entonces la empujo fuera de la cabina y cae sobre su trasero.
Algunas chicas intentan ayudarla a levantarse, pero ella las empuja y sale
corriendo, llorando.
Salgo de la cabina, dirigiéndome a la barra, preguntándome qué diablos cree
Elli que está haciendo.
233
Me acerco al bar, miro a mi alrededor y no la veo, pero sí veo al chico con el
que estaba hablando. Lo reconozco. Su hermano juega al fútbol en Barrington.
—¿Oye, Marcus? —Llamo su atención.
—Sin, ¿qué pasa, hombre? —Me saluda con un medio abrazo y media
palmada en la espalda un par de veces—. ¿Qué está pasando?
—No mucho. —Le hago un gesto al cantinero para que traiga un trago, porque
eso es lo que cualquier chico haría en el club, y la busco de nuevo. Aún nada.
¿Adónde diablos se fue?—. ¿Estás aquí con alguien esta noche? —indago, sin
perder el tiempo.
Él echa la cabeza hacia atrás, riéndose.
—Nunca vengas con un coño, Sin. Tú lo sabes. Debes mantener tus opciones
abiertas para que puedas elegir cuál quieres.
Asiento como si entendiera eso. No es como si hubiera estado en discotecas
durante años llevándome a casa coños al azar.
—¿Alguna perspectiva? —sigo.
—Sí. Estamos a punto de irnos.
Él toma su trago.
Mi corazón se acelera. ¿De verdad se va a ir con él? Esto tiene que ser una
broma, ¿verdad? Maldición, vivimos juntos.
—¿La conozco?
Baja de golpe el vaso vacío en el mostrador.
—Lo dudo. —Sus ojos se posan en el anillo de calavera en mi mano que
significa que soy un Lord. Todos los usamos mientras asistimos a Barrington.
Bueno, los que saben que existimos. Durante años ha habido rumores sobre
quiénes somos y qué hacemos—. Ella no es nadie.
Mis dientes se aprietan ante sus palabras. Ella es mía, maldición.
Mira su teléfono y suspira, guardándolo.
—¿Qué pasa?
Señalo con la cabeza. Tal vez se está largando y envió un mensaje de texto
diciendo que no podían reunirse esta noche.
—Tenía un amigo que iba a unirse a nosotros. Supongo que encontró a
alguien más. 234
—¿Así que tú y tu amigo iban a llevar a esta mujer a casa?
Sus ojos se encuentran con los míos y sonríe.
—Queríamos sorprenderla, si sabes a lo que me refiero.
Sí, lo sé. Se va a ir con mi pequeño demonio y la compartirá con su amigo.
Quiero cortarle la garganta aquí mismo, delante de todos. Pero ¿dónde me
llevaría eso?
—Eso es una apuesta —agrego—. Lo último que necesito es un cargo por
violación el lunes por la mañana.
Él sabe que ella está borracha y drogada. Drogas que él proporcionó. Ir a la
policía no hará ningún bien después de que hayan terminado con ella. Claro,
ella podría tener moretones, pero podrían decir que le gustaba rudo. Siempre
hay una manera de evitarlo.
Echa la cabeza hacia atrás, se ríe, su nuez de Adán se balancea.
—Tienes que saber cuál elegir, hombre. Esta chica… —Golpea mi brazo con
entusiasmo—. Ella es tan fácil. Ha estado follando con su profesor.
Me cuesta mantener mi rostro inexpresivo. ¿Cómo diablos sabe él eso?
—Ella no dirá una mierda a nadie. Y si lo hace… nadie le creerá. —Sus ojos
bajan a mi anillo de calavera de nuevo mientras lo giro alrededor de mi dedo,
tratando de mantener la compostura cuando quiero explotar—. ¿Y tú? ¿Quieres
un pedazo del pastel?
Él quiere que participe por mi estatus de Lord. Los policías no pueden
tocarnos. Tenemos en el interior a Lords en uniforme. Cada vez que uno de
nosotros hace algo ilegal, no se oculta debajo de la alfombra. Es completamente
triturado.
—Sí. Estoy libre.
Les mostraré a ambos una lección que no olvidarán.

El l in g t o n

Salgo del baño una vez más para encontrar a Marcus listo y esperando. Dejo
que tome mi mano y mientras me acompaña por el club, miro hacia donde
estábamos todos sentados y ahora está lleno de gente que no conozco. 235
Sin la llevó a casa con él. Hace que esta decisión sea aún más fácil. A la
mierda con él y sus malditas mentiras. Se terminó. Sea lo que sea, se terminó.
Él puede tener su elegida. Yo tendré a quien quiera.
Camino afuera, entro en el auto de Marcus. Afortunadamente, sube el
volumen de la radio para que no tengamos que hablar. No hay nada que decir.
Necesito calmar mis nervios. Mi cuerpo entero está vibrando por la traición
que siento de Sin. No es solo el sexo, sino que también habló con Amelia sobre
James y Lincoln. Ella tiene una bocaza. Irá y les contará a todos.
Menos mal que me importa una mierda lo que piense la gente. No es como si
alguien pudiera creer la verdad de todos modos. Si mi mamá no lo hizo, nadie lo
hará.
Detiene el auto y veo que estamos en una cabaña de troncos.
—¿Tu casa? —pregunto.
Marcus no es de aquí. Su familia vive en California. Los chicos vienen de todas
partes del mundo para ir a Barrington. Es para la élite. No importa tus
calificaciones, todo lo que tus padres tienen que hacer es pagar una tarifa
significativa cada año y estás dentro.
—Sí. —Abre la puerta principal y la mantiene abierta para mí.
Lo sigo hasta la cocina abierta y toma una botella de vodka.
—¿Bebes?
—Por favor. —Demonios, sí. Dame toda la maldita botella y me ahogaré en
ella.
Saca dos vasos pequeños y los llena hasta el borde.
Lo tomo de él y lo bebo de un sorbo, siseando un suspiro. Viene a pararse
detrás de mí. Coloca sus manos en mis muslos. Siento cuando sube mi falda.
Extiendo la mano y agarro el vaso vacío que dejé y lo lleno de nuevo. En el
momento en que lo bebo, su mano está entre mis piernas. Lanzo el vaso al suelo
y lo escucho romperse. Levanto la botella, tomo un trago cuando tira mi ropa
interior hacia un lado.
Las lágrimas se asoman en mis ojos, pero me niego a dejarlas caer. No
permitiré que Sin me lastime. No le daré ese tipo de poder. Él tomó su decisión,
y no fui yo.
Tomo otro trago, su dedo se desliza dentro de mi vagina y gimo. La culpa
oprime mi pecho. ¿Por qué? Me estaba engañando. Follándose a alguien más.
Luego llegó a la casa que dijo que compró para nosotros. 236
Después de que terminó de hacer que me viniera en la mesa del comedor ese
día y firmamos los papeles. Tenía todo allí y listo para que lo convirtiéramos en
nuestro hogar. Llevó horas revisarlo, finalizarlo, pero es nuestro.
Entonces, ¿por qué me siento culpable? Él es el que vive dos vidas.
—Estás tan mojada.
Marcus saca el dedo y lo vuelve a meter.
—Yo... no creo...
—Cierra la maldita boca. —Golpea mi trasero, y un grito sale de mis labios
entumecidos.
Mis manos agarran la botella de vodka con más fuerza y cierro los ojos. Odio
desear a Sin ahora mismo. Que mi cuerpo pueda sentir la diferencia. Me ha
estado excitando durante dos años. Él sabe hacerlo mejor que yo misma.
Los pensamientos de él y Amelia entran en mi mente y muerdo mi lengua
para contener el sollozo. Me los imagino a él y a ella en nuestra cama. Ella atada
allí mientras él le da lo que yo quiero.
Marcus saca su dedo y luego sus manos recorren mi espalda, agarra mi
cabello. Tira de mí para ponerme de pie, me hace girar. Su mano libre agarra mi
barbilla dolorosamente, su rostro frente al mío.
Miro sus ojos verdes y él sonríe ante las lágrimas en los míos.
—¿Ya estás llorando, nena?
Me estremezco ante el apodo.
—Ni siquiera empecé todavía.
Luego presiona sus labios contra los míos.
No devuelvo el beso y su lengua se abre camino entre mis labios. Sabe a
cerveza barata. Mis brazos permanecen a mis costados mientras él sujeta mi
rostro y cabello. Estoy entumecida, mi corazón destrozado. Nunca he conocido
un dolor como este. Es como si alguien me hubiera apuñalado y me estuviera
desangrando. Puedo sentir que mi vida se escapa. Rezo para que el alcohol se lo
lleve todo pronto.
Cuando se retira, estoy tomando una respiración profunda. Me hace girar,
empujándome sobre el mostrador y abriendo mis piernas con sus zapatos.
—Espero que te guste rudo.
Suelta mi cabello, lleva mis manos a la espalda y, antes que me dé cuenta lo
237
que está haciendo, siento las esposas apretando mis muñecas.
Levanto mis piernas y voy a gritar, pero él coloca su cuerpo encima del mío,
inmovilizándome sobre el mostrador, su peso corporal me quita el aire.
—Porque nosotros vamos a usar este maldito cuerpo como estaba destinado.
¿Nosotros?
—¿Nosotros?
Me las arreglo para moverme mientras el miedo se apodera de mi pecho.
Su peso se levanta de mi espalda, agarra mi cabello, tirando de mí para
ponerme de pie.
—¿Qué opinas?
Frunzo el ceño, confundida por la pregunta, pero él me hace girar y mis
piernas amenazan con ceder ante lo que veo.
Sin está apoyado en la entrada de la cocina. Tiene los brazos cruzados sobre
su pecho y sus ojos están en los míos. Mi corazón está en mi garganta. La sangre
que corre en mis oídos es todo lo que escucho.
Se mueve, da un paso hacia nosotros. Estoy a punto de correr, pero Marcus
envuelve un brazo alrededor de mi cuello, tan apretado que no puedo respirar.
Sin viene a pararse delante de mí. Su mano recorre mis senos por encima de
mi blusa, y lucho contra el agarre que Marcus ejerce sobre mí.
Sin mete la mano en su bolsillo y saca su navaja. La abre y corta mi blusa.
Mi pecho se agita cuando sus dedos recorren suavemente mis costillas y bajan
a mi falda. Cayendo al piso.
Cuando sus fríos ojos se encuentran con los míos, finalmente responde:
—Ella lo hará.

238
Capítulo 36
Sin

Marcus se ríe de mi respuesta mientras ella me mira con los ojos muy
abiertos. Va a odiarme cuando termine con ella, pero me importa una mierda.
Mi piel está en llamas, mi pulso acelerado. Ella dejó que él la tocara. La
manoseara. Le pusiera las esposas, por el amor de Dios. Olvida el hecho de que
me pertenece. Las cosas que Marcus y su amigo podrían haberle hecho son
infinitas.
¿No aprendió nada sobre los hombres? Maldición, crecer en un mundo
sabiendo que los Lords existen debería ser suficiente para aterrorizarla.
—¿Escuchas esto? —pregunta él, su boca junto a su oreja mientras ella lucha
contra su agarre—. Eres lo suficientemente buena para ser nuestra puta.
239
Ella gime, las lágrimas caen sobre sus pestañas inferiores.
—Ponla de rodillas —ordeno.
Él suelta su cuello y la empuja al piso de la cocina. Grita cuando golpea el
azulejo.
Agarro su cola de caballo y echo su cabeza hacia atrás. Ella va a hablar, pero
presiono la punta del cuchillo en su mejilla.
La miro sin pestañear. Sus ojos muy abiertos van de los míos a Marcus.
—No la mates antes de que llegue el turno. —Él se ríe, una sonrisa se extiende
por su rostro al pensar en lo que le va a hacer—. Te vamos a follar, putita.
Estarás rogando por la muerte antes de que te la concedamos.
Él se endereza y apoya la espalda contra la pared, cruzando los brazos sobre
su pecho, poniéndose cómodo para disfrutar del espectáculo.
Voy a darle uno.
—¿Drogas? —pregunto
—Le di algo —responde.
—¿Qué era? —espeto, mirándolo.
—Algo para ponerla de humor. —Sus ojos están fijos en los de ella arrodillada
frente a mí—. Disfrutará que la utilicen. Bueno, hasta que pierda el conocimiento
de todos modos.
La miro, y efectivamente sus ojos están dilatados, sus párpados cada vez más
pesados.
—¿Ella lo pidió?
Necesito saber si ella fue a él por algo, o si simplemente se lo ofreció y lo tomó.
No estoy seguro de por qué, no va a cambiar la forma en que la trate.
Él resopla.
—Ella no tenía que hacerlo. La puta es una drogadicta. Vendida en el pasado.
La vi en el club y aproveché la oportunidad.
Ella gime y mis ojos se posan en sus pezones perforados, y están duros.
Inclino la cabeza, observando la forma en que su pecho sube y baja mientras
respira.
Me arrodillo ante ella, mis nudillos recorren sus pechos y estómago. Caen
sobre sus muslos, y paso suavemente la parte de atrás de mis nudillos sobre
ellos. Se remueve sobre sus rodillas apoyadas sobre el suelo frío. Su garganta se 240
mueve cuando traga. Llego a su ropa interior.
—Abre las piernas —exijo.
Ella toma una respiración profunda pero no discute. Las abre lo mejor que
puede. Deslizo la navaja hasta su ropa interior, cortándola. La quiero desnuda.
La quiero vulnerable. Quiero que entienda que su vida está en mis manos.
Paso mis dedos por su coño y ella cierra los ojos, avergonzada. El movimiento
de su pecho se acelera mientras su agitada respiración inunda la habitación.
—Te dije que es una maldita puta. —Se ríe, haciéndola sollozar—. Ella se
excita con esta mierda. Simplemente, le encanta que la usen y abusen de ella.
Me pongo de pie.
—Abre la boca. Saca tu lengua.
Sus ojos se dirigen a Marcus, quien se apoya contra la pared a mi derecha, le
doy una bofetada en el rostro, haciéndola gritar.
—Abre la maldita boca, perra, y saca la lengua —ordeno.
Solloza, humedece sus labios y luego los separa, haciendo lo que ordeno.
—Esa es una buena chica —la alabo y sus hombros tiemblan. Paso la punta
de la navaja por sus labios, apenas tocándolos. Después la deslizo por su lengua.
Observo la suave presión haciendo una muesca en el centro. Cuando estoy casi
en la punta, aplico un poco más de presión y corto la piel.
Ella se echa hacia atrás, llorando mientras la sangre brota del corte y cae
sobre su pecho desnudo.
—Espléndido.
Mi mano libre desabrocha mis jeans y saco mi polla. Estoy tan duro para mi
pequeño demonio en este momento. Quiero azotar su trasero, pero quiero que
mi polla esté cubierta con su excitación cuando lo haga.
La sangre gotea de la punta de su lengua que sobresale de su boca abierta
sobre su pecho y el suelo a mis pies. En cualquier otro momento, sería feliz. Pero
ahora mismo, quiero lastimarla. Hacerla llorar y que suplique que la perdone.
Que diga que lamenta habernos puesto a los dos en esta situación.
Tomo mi polla dura en mi mano, la paso por sus labios ensangrentados y lo
empujo dentro de su boca. Se atraganta, su cuerpo retrocede, pero no la dejo ir
a ninguna parte.
Veo saliva y sangre caer de las comisuras de sus deliciosos labios mientras
follo su boca. Ella está llorando, sus lágrimas fluyen libremente por su hermoso
241
rostro.
—Maldición —gimo, amando la forma en que se ve así. Tendré que hacerlo de
nuevo en algún momento.
Estoy hasta el fondo de su boca cuando mi mano libre pellizca su nariz. Sus
ojos se abren ampliamente y se retuerce debajo de mí sobre sus rodillas, pero no
me rindo. La follo hasta que sus ojos se ponen en blanco y su cuerpo se afloja.
Salgo y termino por todo su pecho cubierto de saliva y sangre.
Retrocedo, la suelto y su cabeza cae hacia adelante mientras comienza a toser
y sollozar.
Levanto su rostro para que me mire, sus ojos están pesados. Ella parece
aturdida. Podría ser el alcohol, o las drogas. De cualquier manera, está a punto
de desmayarse. La saliva y la sangre salen lentamente de su boca.
—Qué pequeño demonio, tan buena.
Ella gime, sus ojos se cierran, y la dejo caer al suelo de costado en medio de
la cocina.
Escucho el débil sonido de la puerta principal abriéndose y cerrándose, lo me
hace sonreír.
—Oye, soy el siguiente.
Marcus gime como un maldito niño, moviéndose de la pared.
—De acuerdo. —Me pongo de pie y me giro para mirarlo—. Tú eres el próximo.
Entonces lanzo el cuchillo, disfrutando del grito estridente que sigue.

El l in g t o n

Abro mis ojos pesadamente y gimo. Tengo un fuerte dolor de cabeza. Me


siento, froto mis ojos con la palma de mi mano. Presiono un poco fuerte,
haciendo que las estrellas bailen a través de mi visión.
Al abrirlos, parpadeo rápidamente antes de enfocarlos. Se me corta la
respiración cuando veo a Sin sentado frente a mí en un sofá. Tiene el tobillo
derecho apoyado en su rodilla. Sus brazos extendidos sobre los cojines del
respaldo. Sus ojos azules fijos en mí. 242
Sin parpadear. No parece enojado ni satisfecho. Solo inexpresivo.
Eso no es lo que tiene mi corazón acelerado. Es el hecho de que no estoy
atada. No hay cinta adhesiva, ni cuerda, ni esposas.
Parece demasiado tranquilo para lo que me hizo antes.
Trago saliva nerviosamente y aparto la mirada de él. Mis ojos revisan la sala
de estar en busca de Marcus, pero solo estamos Sin y yo. Sé que todavía estamos
en la misma casa. ¿Por qué estamos aquí?
Mis ojos caen a mi pecho, y veo que tengo sangre seca en él. Todavía estoy
desnuda. Extiendo la mano, agarro la manta y me cubro, escondiéndome en ella.
—No quieres jugar este juego conmigo, pequeño demonio. —Finalmente
habla. Su voz suena tan tranquila como parece—. Ganaré todas las veces. Nadie
puede vencer al diablo.
Levanto la mirada para mirarlo a través de mis pestañas, y ladea su cabeza
hacia un lado. Mi lengua palpita donde la cortó, pero ya no saboreo la sangre.
Se pone de pie y camina hacia mí. Obligándome con sus movimientos a
sentarme más derecha y levantar la cabeza para mirarlo. Se detiene frente a mí
y extiende su mano
La tomo.
Me levanta sobre mis rodillas temblorosas y quita la manta. La abre y la
envuelve alrededor de mis hombros. Levantando su mano, pasa su dedo por mis
labios temblorosos. Sus ojos ardientes se clavan en los míos, manteniéndome en
el lugar. Siempre supe que Sin tendría poder sobre mí. Simplemente, nunca nos
acercamos lo suficiente para ver cuánto.
Ahora que lo sé, estoy aterrorizada. No de él. Sino de lo que haría por él.
Desliza su pulgar en mi boca y saco mi lengua. Lo pasa suavemente sobre el
corte, y gimo.
—Di que lo sientes.
Parpadeo ante su orden. ¿Perdón? ¿Lamento haberlo puesto celoso anoche?
¿Lamento haberme ido con un hombre al que pretendía dejar que me follara?
¿Lamento haberme puesto en una posición en la que potencialmente podría
haber sido violada por varios hombres y dejada en una zanja para que me
pudriera? No.
Podría haber estado borracha y drogada, pero mi mente estaba clara y
decidida. A la mierda Sin, sus mentiras y su trasero infiel. Levanto mi barbilla y
entrecierro mis ojos.
—No lo haré.
243
Espero que se enfade por mi negativa, pero en lugar de eso esboza una sonrisa
impresionante. Una que hace lucir sus deslumbrantes dientes blancos. Luego se
inclina y susurra a mi oreja:
—Ya lo veremos.
Agarra mi brazo, me lleva a la cocina. Jadeo, deteniéndome abruptamente
cuando veo a Marcus sentado en una silla. Sus muñecas atadas a los
reposabrazos. Cada tobillo atado a las patas delanteras. Jayce y Corbin están
parados detrás de él. Hay un corte vertical en su camiseta blanca y una mancha
de sangre alrededor.
—¿Qué diablos, Sin? —espeta Marcus cuando nos ve.
—Adelante, díselo.
Sin hace un gesto hacia Marcus.
Doy un paso atrás, pero Sin sujeta mi brazo, tira de mí hacia delante y se
para detrás de mí, donde estoy justo frente a la silla de Marcus, mirándolo
fijamente.
—Díselo, pequeño demonio —ordena Sin, tirando de mi cabello enredado, que
en algún momento se salió de mi cola de caballo para caer sobre mi espalda.
—Déjame salir de esta silla —grita Marcus—. Ahora mismo, Elli. Sácame...
—Suficiente —espeta Sin—. Que hable la mujer. —Envuelve una mano
alrededor de mi garganta desde atrás, obligándome a mirar hacia arriba—. ¿A
quién le perteneces?
—A ti —susurro, incapaz de negarlo.
—¿Quién te folla? —continúa Sin.
Trago el nudo en mi garganta.
—Tú lo haces.
Sin quita la manta de mis hombros y quedo desnuda frente a ellos. Su mano
libre cae sobre la parte interna de mi muslo, y me quedo sin aliento cuando sus
dedos recorren la marca que colocó.
—¿Y quién es tu dueño?
—Tú… —Mi respiración se acelera—. Tú lo eres.
—Ustedes me tendieron una trampa —grita Marcus, haciendo que me
sobresalte—. Enfermos de mierda. —La silla golpetea cuando tira de la cuerda 244
que lo mantiene atado—. Déjame ir.
—No, hasta que mi chica diga que lo siente.
Ahí está esa maldita palabra otra vez.
—Ya te lo dije —digo entre dientes apretados—. No lo haré.
Él susurra a mi oreja:
—Lo harás.
Me empuja hacia Jayce, a quien no había visto moverse para pararse a mi
derecha. Trato de alejarlo, pero me hace girar, sujetando mis caderas en el borde
de la gran isla. Se las arregla para deslizar su brazo entre los míos,
inmovilizándolos en su lugar detrás de mi espalda. Mientras su mano libre cae
sobre mi boca.
—Corbin.
Sin asiente hacia su amigo. Toma una cadena y se la ofrece a Sin. Recoge un
pequeño tanque azul de mano del mostrador y comienzo a sacudirme contra la
isla y Jayce, sabiendo lo que es. Sin enciende el soplete y comienza a calentar
una pequeña área de la cadena que Corbin sostiene entre sus puños.
—¿Qué demonios, hombre? —grita Marcus.
Una vez que Sin está satisfecho, vuelve a asentir hacia Corbin. Regresa a su
lugar detrás de Marcus, quien intenta observarlo por encima de su hombro.
—Abre —ordena Sin, y Corbin baja la cadena caliente sobre la cabeza de
Marcus desde atrás, abriendo su boca con ella, colocándola con éxito entre sus
dientes.
Empiezo a llorar, gritando “Lo siento” pero nadie puede escuchar. No entre
los gritos de Marcus y la mano de Jayce sobre mi boca.
Sin se acerca a la mesa y toma otra silla. La arrastra y la coloca frente a
Marcus, al revés. Se sienta a horcajadas sobre el asiento y coloca sus brazos
sobre el respaldo de la silla.
—Tocaste a mi chica y eso es inaceptable.
Marcus todavía se retuerce en la silla, la saliva ya se escapa por la comisura
de su boca.
Sin coloca el soplete en la mano derecha de Marcus que cuelga del
reposabrazos de la silla.
Estoy gritando en la mano de Jayce que “Lo siento”, pero nadie puede
escucharme, ya que todavía está sobre mi boca. Marcus está escupiendo a través 245
de la cadena. El olor a carne quemada hace que empiece a tener arcadas.
Sin lo aparta y Marcus se desploma en su silla, sus jeans se vuelven más
oscuros mientras se orina. Sin inspecciona su boca.
—Ta has roto algunos dientes al morder ese metal, ¿eh? ¡Qué fastidio!
Veo sangre mezclada con la saliva que ahora corre sobre su camiseta ya
manchada de sangre.
—Mírala. —Sin me señala. Cuando Marcus no hace ningún intento por
hacerlo, Sin salta de la silla, agarra el rostro de Marcus y empuja hacia la
derecha para que me mire—. Mírala. Ella no es una don nadie.
Sin observa caer las lágrimas de mis ojos con una orgullosa sonrisa en su
rostro, y un sollozo sacude mi cuerpo.
—Ella es mía. Y eso la convierte en la persona más importante del mundo.
¿Lo entiendes?
Marcus resopla y asiente lo mejor que puede, lo cual no es mucho con Corbin
tirando de la cadena y la mano de Sin en su rostro. Lo suelta.
Se arrodilla frente a Marcus, sosteniendo el soplete frente a su única mano
buena. Marcus echa la cabeza hacia atrás, sollozando. Su pecho cubierto de
sangre se agita.
—Vi ésta deslizarse debajo de su falda donde procediste a tocar su coño con
los dedos. Mi coño. Tiene que irse.
Marcus solloza y Sin lo presiona contra su piel. Todo el cuerpo de Marcus se
pone rígido, las venas en su cuello sobresalen. Su piel está roja, como si estuviera
ardiendo desde dentro hacia fuera.
Estoy gritando a todo pulmón. Las lágrimas y los mocos corren por mi rostro
y sobre la mano de Jayce mientras me mantiene inmovilizada.
Sin se detiene y el cuerpo de Marcus se hunde en la silla. Nos mira.
—Suéltala.
Jayce da un paso atrás, soltándome. Alejo mis caderas y la parte inferior del
estómago de la isla y doy un paso hacia Sin, pero caigo de rodillas. Están
entumecidas por la fuerte sujeción que Jayce tenía.
—Yo... lo siento —murmuró a través de un sollozo—. Lo siento mucho.
Apaga el soplete y lo deja sobre el mostrador. Luego camina hacia mí. Se
arrodilla, apoyando su antebrazo en su muslo. 246
—Esa es mi chica. —Se inclina hacia adelante y presiona suavemente sus
labios en mi frente—. Qué pequeño demonio tan bueno.
Cubro mi rostro con las manos y siento que me levanta.
—Limpia este desastre —ordena antes de sacarme de la casa.
Capítulo 37
Sin

Estoy parado a los pies de nuestra cama. Ella se quedó dormida. La traje a
casa, le di un baño y estaba dormida antes de que su cabeza tocara la almohada.
Ella y yo somos muy parecidos, si lo piensas bien. Los Lords son entrenados,
preparados y manipulados. Puedes poner a cincuenta hombres promedio en una
habitación con cien Lords y ellos serán capaces de elegirnos a cada uno de
nosotros. Incluso si ellos no supieran que nuestra sociedad secreta existe. ¿Por
qué? Porque nos educaron igual. Estamos condicionados a pensar de cierta
manera. Estamos destinados a ser posesivos, dominantes y malditamente viles.
La muerte no significa nada para nosotros.
James tomó el entrenamiento que recibió de los Lords y lo usó con Ellington. 247
Mientras pasé tres años de celibato para la iniciación, él la hizo pasar por tres
años de iniciación también. Ella escuchó a los adultos hablar sobre sus malditos
fetiches y perversiones. Su cuerpo lo ansiaba, pero nunca se le permitió una
liberación.
¿Estoy enojado porque ella dejó voluntariamente Blackout con Marcus?
Absolutamente. ¿Puedo culparla por eso? No.
Soy el cuarto hombre con el que ha estado. Pero ¿y si ella no me hubiera
descubierto esa noche en la fiesta matando a James? ¿Y si no me hubiera visto
enmascarado salvarla? No la habría sacado de esos dos años. Se habría abierto
camino a través de la universidad. Hombre tras hombre. Polla tras polla. Tenía
que mantenerla a distancia, pero satisfecha al mismo tiempo.
Nadie sabe lo díficil que fue eso. Fue como colgar un trozo de carne frente a
un hombre hambriento.
Elli necesita que le recuerden constantemente, que la poseen. Que pertenece
a alguien. De lo contrario, se siente perdida. Como una niña vagando por las
calles buscando a sus padres a los que les importan una mierda.
Mi celular comienza a vibrar en mi bolsillo, y lo saco. Mi ceño se frunce
cuando veo quién es. Salgo del dormitorio, respondo.
—¿Hola?
—En mi oficina. Veinte minutos —espeta antes de colgar.
Guardo mi celular en el bolsillo, regreso al dormitorio y beso su frente,
subiendo las mantas hasta su cuello.
—Dulces sueños, pequeño demonio. Regreso enseguida.

Entro por la puerta trasera y tomo el ascensor hasta el tercer piso. Salgo y
toco la puerta.
—Está abierto —grita.
Entro y veo a Tyson Crawford apoyado contra su escritorio en Blackout. Son
las siete de la mañana y está vestido con pantalones negros y una camisa a juego
con las mangas arremangadas. Al igual que yo, dudo mucho que el hombre haya
dormido. 248
—¿Querías verme?
—Siéntate.
Señala el sofá a su derecha. Tyson nunca ha sido un hombre de muchas
palabras si no eres un amigo cercano de él. Va al grano y no le importa una
mierda si te gusta lo que tiene que decir o no.
Me siento sobre el cuero y me recuesto, poniéndome cómodo.
Me entrega una tarjeta. La tomo, frunciendo el ceño mientras la leo.
—Detective Haynes. No lo conozco. O ella.
Voy a regresarla, pero camina detrás de su escritorio y se sienta. Agarra un
control remoto, enciende el televisor que cuelga en la pared opuesta.
Más de doce ángulos diferentes muestran múltiples cámaras que revelan la
vigilancia de Blackout. Selecciona una que está enfocada hacia el
estacionamiento. Nos muestra a Corbin y a mí entrando con las chicas por la
entrada trasera. Va a otra cámara y avanza un poco, mostrando a las chicas
yendo al baño. Se topan con Marcus y otro chico que conozco. Luego entran al
baño, que ya no está a la vista. Avanza un poco más y veo a mi hermana salir
corriendo. Un nuevo ángulo la muestra caminando hacia nuestra mesa,
abofeteando a Corbin y luego saliendo furiosa. Él la sigue. Sonrío ante el
recuerdo. Luego, otro ángulo muestra a Elli saliendo del baño luciendo enojada.
¿Por qué ambas salieron tan enojadas?
Se detiene y mira en la dirección en la que nos sentamos. Otro ángulo en la
parte inferior muestra a Amelia sentada a mi lado. Pero ella parecía enojada
antes de ver a la cabina. Se da vuelta y se encuentra con Marcus de nuevo. Esta
vez deja que él la lleve a la barra. Él coloca su mano en su espalda y Tyson la
detiene.
—¿Quieres decirme por qué la chica con la que llegaste se fue con él?
Me giro hacia él, pero permanezco en silencio.
—Sin —gruñe—. La detective Haynes salió de Blackout cinco minutos antes
de que te llamara. Han recuperado un cuerpo. Y pertenece a este chico que tiene
su mano en tu cita.
Sonrío.
—Maldita sea, Easton —grita bruscamente mi nombre real.
Siempre me agradó Tyson. Él era un estudiante de último año cuando yo era
de primero. Por lo que he visto, era un poco más reservado. Pero siempre fue
despiadado. Luego perdió a su elegida, y bueno, lo dejó todo por Blackout. Espero
249
que todo lo que pidió a cambio haya valido la pena.
—¿Mostraste la grabación de vigilancia? —finalmente hablo.
—No. —Él niega—. Blackout no coopera con la policía.
—Bien, entonces eso es todo.
Golpeo mis muslos y levanto.
—No eres estúpido, Sin. Así que no actúes de esa manera.
Inclino mi cabeza.
—¿Qué se supone que significa eso?
Quería que encontraran su cuerpo. Tiene un amigo que se iba a follar a mi
chica con él. Quiero que la muerte de Marcus se tome como la amenaza que
pretendía ser.
—Significa que si no quieres que la chica que amas descubra que te estás
acostando con otra persona, no lleves a las dos al mismo lugar.
Resoplo.
Toma el control remoto y rebobina uno de los muchos ángulos hasta el baño
de mujeres de nuevo. Muestra a Kira y Elli entrando y un minuto después veo
entrar a Amelia también. Me acerco a la televisión mientras el tiempo pasa
lentamente. Antes lo había adelantado rápidamente. Finalmente, la puerta se
abre y sale Amelia con una sonrisa en su rostro. No mucho después, Kira sale
corriendo, luego veo a Elli. Ella hace una pausa, limpiando sus mejillas mojadas,
toma una respiración profunda y camina por el pasillo hacia el club. Me ve y se
pone rígida. Entonces sus ojos encuentran a Marcus y eso es todo. Ahora me
doy cuenta. Lo que sea que le dijo rompió algo dentro de ella y terminó conmigo.
Bueno, apesta ser ella porque no la voy a dejar ir.
Él la apaga y advierte:
—La próxima vez que planees hacer algo sobre un coño en mi club, espero
ser informado.
—Gracias —gruño, dirigiéndome a la puerta.
—¿Sin?
—¿Sí?
Me doy la vuelta para enfrentarlo.
—¿Marcus? 250
Se recuesta en su asiento.
—Todo en orden —afirmo. No obtendrán nada de lo que los chicos dejaron
para que los policías los encontraran.
Él asiente.
—La próxima vez, avísame.
—Sí, señor —confirmo y cuando voy a abrir la puerta me detengo viendo que
alguien estaba a punto de entrar.
—Siento llegar tarde —anuncia Ryat Archer, entrando en la habitación. La
última vez que lo vi, estábamos en la casa de los Lords sentados en el sótano
cuando Matt se ofreció como voluntario e involucró a Ryat para una misión.
—Justo a tiempo —informa Tyson. Entonces me mira—. Querrás volver a
sentarte, Sin.
Cierro la puerta, me acerco al sofá frente al que se sienta Ryat. Se ve
terriblemente mal. El labio roto, ojo morado y algunos moretones en la parte
superior del cuello. Lleva una sudadera con capucha, lo que dificulta ver
cualquier otra cosa, junto con un par de jeans oscuros. Se nota que son viejos.
Me pregunto si fue con Matt con quien peleó.
—¿Qué diablos te pasó? —No puedo dejar de preguntar.
Él gruñe, pero no responde. Ryat y yo no somos cercanos, pero él está con
Tyson. Los Lords son como cualquier otra cosa. Hay pandillas dentro de
nosotros. Ryat no creció aquí en Pensilvania como Jayce, Corbin y yo. Es de
Nueva York. Se mudó aquí después de graduarse de la secundaria para asistir a
Barrington.
—Estaba en una misión —responde Ryat y asiento.
—Soy consciente. ¿Qué tiene eso que ver conmigo? —pregunto.
Inclina la cabeza y pasa una mano por su cabello oscuro.
—Normalmente, no haría esto, pero si fuera tú, querría saberlo.
Levanta la cabeza y sus ojos se encuentran con los míos.
Un escalofrío recorre mi espalda cuando habla. Veo sus labios moverse,
escucho sus palabras, pero con la sangre corriendo por mis oídos, soy incapaz
de procesar lo que está diciendo. Una cosa es segura, todo está a punto de
cambiar. Y voy a estar en deuda con Ryat por mucho tiempo.
251
Capítulo 38
Sin

Son poco más de las nueve de la mañana cuando estaciono en el camino de


entrada. Saco mi celular del bolsillo, llamo al número de mi padre. Contesta al
segundo timbre.
—Hijo.
—Haz la llamada —ordeno, mirando la casa que se encuentra frente a mí.
Él suspira.
—Es lo mejor, Easto...
—No te pedí tu opinión —interrumpo.
Respira profundamente, irritado por mi actitud, pero no me importa. Después
252
de lo que dijo Ryat, necesito hacer algunos cambios. Y deben hacerse lo antes
posible.
—Haré la llamada. Pero, hijo…
Click.
Finalizo la llamada, salgo del auto y entro a la casa. La encuentro en la cocina
parada en la isla. Lo primero que noto es el bolso empacado a sus pies. No puede
tener más que unas cuantas prendas de vestir y su cepillo de dientes. Es todo lo
que hemos traído hasta ahora. Meto las manos en los bolsillos de mis jeans y la
miro.
—Me voy —anuncia Elli, levantando la barbilla.
Me hago a un lado para asegurarme que no estoy bloqueando la salida.
Sus hombros caen, pero se recupera rápidamente. Mi pequeño demonio
quiere ser perseguida. Cautiva. Antes solo pensaba que me pertenecía, pero las
cosas están a punto de cambiar. Y no a su favor.
Resopla, se agacha, agarra su bolso, y espero hasta que pasa a mi lado antes
de girarme y hablar.
—No llegarás lejos.
Se detiene, girándose lentamente hacia mí, sus ojos azul hielo se entrecierran
ante mi declaración.
—¿Disculpa?
Me acerco a ella, la alcanzo; colocando algunos mechones sueltos de cabello
rubio teñido detrás de su oreja.
—Adelante, huye si eso te hace sentir mejor contigo misma. Pero no llegarás
lejos.
—Sin. —Suspira, enojándose—. Lo que hiciste anoche fue inaceptable. Casi
matas…
Sonrío, interrumpiéndola. ¿Casi? Ella empuja mi pecho.
—No te importó la última vez que maté a un hombre por ti. O la vez anterior
a eso.
Maté a tres por ella. Y mataré a muchos más si es necesario.
Sus ojos miran el suelo, y la acerco, tocando su rostro mientras paso mi
pulgar por su labio inferior.
—Que eso sea una lección, Elli. Si un hombre te toca, será lo último que haga. 253
Empujo mi pulgar entre sus labios. La acción obliga su cabeza a inclinarse
hacia atrás para encontrarse con mi mirada.
Envuelve sus labios carnosos a su alrededor, crea succión mientras los saco
lentamente.
—¿Ese fue mi castigo? —susurra, recordando lo que le hice anoche.
—¿Qué?
Frunzo el ceño.
—Cortar mi lengua —explica.
Sonrío.
—No, pequeño demonio. Eso fue por diversión.
Ella gime, y adoro la forma en que su respiración se acelera al pensar que
hacerla sangrar iba a ser divertido. Puede intentar decirme que no lo disfrutó,
pero ambos sabemos que eso sería una mentira.
—Tengo algo mucho más agradable en mente para tu castigo.
Muerde su labio inferior y pregunta:
—¿Divertido para ti o para mí?
—Eso lo tienes que averiguar.

El l in g t o n

Mi corazón palpita con fuerza en mi pecho. Un escalofrío recorre mi espalda.


Tenía toda la intención de salir por esa puerta. Decirle que se vaya a la mierda.
¿Pero en serio quería? Sí es así, ¿por qué esperé a que regresara a casa para
amenazarlo con irme? Quería que me detuviera. Que agarrara mi cabello y me
arrastrara de vuelta a la cama y me obligara a quedarme. Sé que lo que hice
estuvo mal. Necesito ser castigada. Necesita recordarme que aún me desea. Que
me necesita. Es la parte perturbada de mí que quiere ser poseída. No sé quién
soy sin él.
—Dame tu bolso —ordena.
Me agacho, lo recojo y se lo entrego. Lo coloca en la isla y lo abre. Mira
adentro, debe estar satisfecho porque cierra la cremallera y toma mi mano. Me
saca de la cocina, llevándome por un pasillo, y entramos en lo que será la 254
biblioteca. No veo la hora de llenarla de libros. Una pared completa no es más
que ventanas del piso al techo con vista al bosque en la parte de atrás.
Empuja la pared del fondo y se abre una puerta que ni siquiera sabía estaba
allí. Enciende una luz, bajamos unas escaleras y entramos en una habitación.
Una frialdad me invade, haciéndome temblar ante lo que veo. Es un sótano.
Estuve en uno antes. David tenía uno en su casa. Me ató y dejó allí una noche.
Pero esa fue la primera noche que Sin me folló. Haciéndome suya.
Suelta mi mano y ordena:
—Desnúdate.
Luego arroja la bolsa sobre un mostrador en la esquina.
Lentamente, saco la camiseta que llevaba puesta (la cual es suya) hacia arriba
y sobre mi cabeza.
Luego bajo los pantalones cortos por mis piernas, junto con mi ropa interior.
Me siento tímida de repente. Avergonzada cuando mis ojos muy abiertos miran
por encima de las cuerdas, cadenas y cinturones que cuelgan en la pared del
fondo. Cada uno diferente al otro. Hay varios colores y tamaños.
Se da vuelta y veo mis tacones Dior blancos en su mano que estaban en mi
bolso. Se acerca a mí y se arrodilla.
—Pon tus manos en mi espalda para apoyarte.
Hago lo que dice y levanto el pie derecho del frío suelo de cemento. Él lo
desliza, seguido por el otro. Se pone de pie en toda su altura y sonrío
nerviosamente.
—Mi príncipe azul.
Su rostro está inexpresivo, sus ojos vacíos de cualquier emoción. Hace que
mi pulso se acelere. Agarra mi mano una vez más y me lleva al centro de la
habitación.
Hay un poste envuelto en cuero negro que se encuentra en medio. Un poste
vertical con uno horizontal justo a la altura de mis caderas con mis tacones de
quince centímetros puestos.
Paso mis dedos a lo largo del cuero suave, observándolo por el rabillo del ojo
caminar hacia la pared del fondo. Agarra unas cadenas, un par de cinturones y
luego se da la vuelta, abriendo un cajón. No puedo ver lo que saca de eso.
Cuando se gira para caminar hacia mí, mis ojos se elevan para mirar un aro
plateado que cuelga de la parte superior del poste vertical que está justo en frente
de mí. Mi respiración se acelera.
255
Se agacha de nuevo, detrás de mí esta vez. La cadena se envuelve alrededor
de mi tobillo derecho, la frialdad de la misma me hace temblar. Toma un anzuelo
corto de metal de dos puntas. Uno está conectado al piso, el extremo libre es
enganchado a través de dos eslabones que están en la cadena alrededor de mi
tobillo, asegurándolo en su lugar.
Se levanta y camina hacia mi otro tobillo. Lo agarra y lo separa más, casi
derribándome. Agarro el poste para no caerme mientras él hace lo mismo con el
tobillo izquierdo.
De pie detrás de mí, se inclina hacia mí y siento que sus jeans se frotan contra
mi trasero y muslos.
—Mira hacia arriba —ordena.
Trago saliva, miro hacia el techo pintado de negro. Desliza algo alrededor de
mi garganta. Siento el cuero envolviéndome y escucho abrocharlo en mi nuca.
Trato de bajar la cabeza, pero no puedo. Mis manos se levantan tocando lo
que sea que puso alrededor de mi cuello, mi corazón late con fuerza en mi pecho.
—Sin...
—Es un collar de postura —interrumpe antes de que pueda preguntar qué
es.
Mis manos comienzan a sudar y trato de moverme sobre mis tacones, pero
están demasiado separados, demasiado apretados. Mi respiración se acelera y
mi coño se contrae. Va a hacerme pagar. Odio estar excitada. Quiero que me
marque. Como si la marca en la parte interna de mi muslo se hubiera
desvanecido.
Camina frente de mí y lo miro por encima del poste vertical. Mis tacones
ponen mi barbilla a la altura de la parte de arriba. Él todavía tiene diez, tal vez
trece centímetros sobre mí. Saca otro de esos ganchos de metal de doble cara de
su bolsillo, bajo mi mirada para verlo conectar un lado el anillo que cuelga de la
parte superior del poste. Luego agarra mi cuello, empujando dolorosamente mi
cabeza hacia atrás y escucho un chasquido de nuevo.
Al soltarme, intento apartarme, pero aseguró el collar al poste.
—¿Easton? —Mi voz tiembla. Mis manos se levantan y agarran el gancho de
metal. Trato de desengancharlo, pero aparta mis manos con un manotazo.
Toma una cadena más larga y sujeta mis manos con una mano mientras con
la otra pasa la cadena por mis muñecas, luego vuelve a colocar ambos extremos
sobre el centro y tira de ellos, asegurando mis muñecas con una sola cadena. Él 256
tira de ella, sujetándola a la barra horizontal que corre a través de mis caderas,
pero por dentro. Estoy inmóvil. Totalmente a su merced. Mi coño está mojado,
pero mi cuerpo está temblando, y quiero llorar lágrimas de felicidad porque no
dejó que me vaya. Porque va a luchar por mí. Obligarme a quedarme.
Da un paso atrás, sus ojos me recorren y sonríe.
—Por favor —gimo, tratando de liberarme, sabiendo que no voy a ir a ninguna
parte.
Se acerca, inclina su cabeza hacia un lado. Extiende la mano y pasa sus
nudillos por un lado de mi rostro.
—¿Tienes alguna idea de lo que sentí al verlo tocarte? Sé que te besó... te iba
a follar.
—Sin —humedezco mis labios, necesitando explicar—. Estaba enfadada…
—¿Enfadada? —repite la palabra, asintiendo lentamente. Sus ojos se clavan
en los míos—. Así que cada vez que te enfades, tengo que esperar que te lances
a cualquier chico al azar.
Mis dientes rechinan y mis manos atadas se cierran en puños.
—Tú estás engañándome. Solo estaba haciendo lo que te vi hacer.
—Nunca te engañé —argumenta.
Rio con aspereza.
—Deja de mentirme. Te vi.
Esboza una sonrisa y se inclina, presionando sus labios contra mi frente.
Intento apartarme de su toque, pero no puedo moverme.
—Te odio —gruño, tirando de mis ataduras, sabiendo que es una mentira. No
lo odio. Lo amo. Incluso sabiendo que se folló a Amelia, todavía quiero estar con
él—. Maldición, te odio.
Empiezo a llorar, las amargas palabras son difíciles de tragar.
—No, no me odias. Todavía no de todos modos —señala con calma.
—Sin —gruño, odiando que me conozca tan bien.
Extiende su mano, agarrando mi rostro, apretando mis mejillas con fuerza.
—Solo recuerda, pequeño demonio, que te amo. Porque lo que voy a hacerte
no tiene nada que ver con el amor.
Su mano se aleja de mi rostro y lo escupo. Es lo único que puedo hacer en
este momento. Aterriza en su mejilla y barbilla. Espero que me abofetee o agarre
mi rostro de nuevo, pero no lo hace. En cambio, me da la espalda. 257
Capítulo 39
Sin

Limpio mi rostro con la mano mientras la escucho gritar seguida por el


traqueteo de las cadenas. Ella no irá a ninguna parte. Este es su castigo. Anoche
en la cocina de rodillas no fue nada.
Seguiré recordándole quién marcó su muslo. Abro un cajón y tomo lo que
quiero. Camino hacia ella, me paro detrás de ella esta vez. Me encanta la forma
en que su espalda se arquea debido a cómo la até a los postes. Los mandé a
hacer solo para ella. He tenido años para imaginar cómo la follaría. Las ideas
son infinitas.
Mis ojos se posan en sus piernas delgadas y las observo curvarse hasta su
trasero redondeado. Lo tiene hacia afuera, dándome acceso completo a su culo 258
y coño. Su barbilla está hacia adelante, el collar conectado al poste y sus manos
hacia abajo delante de ella encadenadas al horizontal que empuja sus caderas
hacia afuera.
Intenta girar la cabeza para mirarme, pero no puede debido al collar que la
encadena. Agarro su cabello y tiro su cabeza hacia atrás. Ella grita en la
habitación por el movimiento, y empujo la mordaza de metal en su boca.
—Abre bien —ordeno, asegurándome de que esté detrás de sus dientes
inferiores—. Más, Elli. Sé lo grande que puede llegar a ser esa boca. —Ella gime,
su cuerpo se estremece y trata de alejarse, pero me las arreglo para poner la
parte superior detrás de sus dientes también—. Eso es una buena chica —
halago, colocando las correas de cuero alrededor de su cabeza y ajustando la
hebilla en su lugar. La aprieto lo suficiente como para que pellizque sus mejillas
y no pueda sacarlo con la lengua.
Camino alrededor de ella y veo lágrimas en sus bonitos ojos azul hielo. Agarro
sus mejillas, bajando mi rostro hacia el suyo.
—Ya que te gusta escupir… —Coloco mis labios en el centro de la mordaza y
escupo en su boca.
Ella se atraganta, su lengua sobresale mientras trata de escupirla. Pero es
inútil. Cierra los ojos con fuerza y veo lágrimas correr por sus mejillas.
—Me encanta cuando lloras por mí —confieso, haciéndola gemir—. Mírame,
Elli —ordeno y sus ojos se abren lentamente. Con sus pestañas húmedas y ojos
rojos—. Cuando termine contigo, no podrás gatear, y mucho menos huir de mí.
Dejándola en su lugar, regreso al mostrador y abro un cajón, agarrando un
par de cosas más que necesito para empezar.
Primero tomo el cinturón y lo envuelvo alrededor de la parte superior de su
muslo y la barra horizontal, reforzándolo, asegurándome de que no pueda mover
su trasero. Luego tomo otro cinturón, haciendo lo mismo con el otro muslo.
Abro el lubricante y lo paso por su trasero, observándolo correr entre sus
nalgas y gotear hasta el suelo. Está gritando, su cuerpo se agita, pensando que
sabe lo que viene. Ella no tiene ni idea.
Luego vierto lubricante sobre un tapón anal. Tomo mis dedos empapados y
lo meto entre sus piernas abiertas desde atrás y froto su coño. Ya estaba mojada,
pero me aseguró de empujar mis dedos dentro de ella, colocando el lubricante
en todas partes.
Una vez que estoy satisfecho, los saco y froto la punta del tapón a lo largo de
su culo, hasta su coño. Lo empujo dentro de su coño unas cuantas veces antes
259
de volver a deslizarlo por su trasero y empujar la punta hacia adentro. Ella gime
y presiono mi mano en su espalda baja, sintiendo que se tensa.
—Va a entrar más si te relajas como si no.
Ella llora, sus hombros tiemblan, y empujo. Su culo se abre como sabía que
lo haría.
—Eso es todo, pequeño demonio. Casi llegamos.
Lo empujo más adentro de su culo, el músculo se ensancha para permitir que
la cabeza entre. Desaparece por completo dentro de ella, y empujo mi pulgar en
la base ancha para asegurarme de que esté completamente adentro.
Me inclino sobre su espalda, coloco mi mano sobre su frente sudorosa,
besando su mejilla mojada, saboreando sus lágrimas.
—Buena chica —susurro—. Eres tan buena puta. Tomando lo que te doy.
Sus sollozos agitan su cuerpo y le doy otro beso. La suelto, me alejó un paso
atrás y contemplo a mi chica.
Maldición, ella es increíble.
Agarro el consolador y lo lubrico también. Luego lo bajo entre sus piernas
atadas y lo paso por su coño, untando más lubricante para asegurarme de que
esté lista antes de empujarlo lentamente desde atrás.
—Aprenderás, Ellington, que mi polla es lo único que vas a necesitar. Y estoy
más que dispuesto a recordártelo cada vez que lo necesites.
Unos ruidos ininteligibles salen de su boca amordazada mientras empujo el
consolador dentro y fuera de ella.
—Mira la forma en que tu cuerpo lo pide, pequeño demonio. Para ser follada.
—Su cadera intenta moverse hacia adelante y atrás sobre él, pero la tengo atada
con los cinturones, así que no va muy lejos—. Deja que te ayude.
Desabrocho un cinturón a la vez. Dándole a sus caderas cinco centímetros
de movimiento. Suficiente para que sus gritos se conviertan en gemidos.
Agarro la base del consolador, acelero el ritmo, follando su coño con él como
si fuera mi polla. Y lo hago. Ella simplemente no lo sabe todavía. Las cadenas
tintinean y su respiración se acelera mientras follo su coño bruscamente. Quiero
que termine. El castigo no deja de llegar.
Su cuerpo se pone rígido, gemidos con gárgaras salen de su boca, y cuando
su cuerpo se hunde, quito el consolador. Está cubierto de sus fluidos.
Desabrocho mis jeans con una mano y luego los abro. Los deslizo por mis
260
piernas, dejando que el material se acumule en mis tobillos, sin importarme
quitarlos por completo. Agarro mi dura polla y la deslizo dentro de su coño
empapado, gimiendo al sentir que la penetro.
Alcanzo su barbilla cubierta de baba, tirando de ella hacia atrás, sabiendo
que la cadena no le permitirá ir muy lejos. Pero tampoco me importa. Se supone
que esto debe doler. A ella le excita esto.
—Esta es la razón de la mordaza. —Sostengo el consolador que es una réplica
de mi polla, con piercings y todo, para que ella lo vea—. Lo mandé hacer solo
para ti, Elli. Te dije que mi polla sería lo única que te volvería a follar y lo dije en
serio.
Empujo la punta del consolador en su boca, sus ojos llorosos parpadean
rápidamente. Ella se mueve, su garganta se mueve mientras la empujo hacia su
boca abierta. Se atraganta, su cuerpo lucha contra las ataduras.
—Ya casi, Elli. Sé que puedes tomarlo todo.
No va a saber muy bien con el lubricante, pero me importa una mierda.
Parpadea de nuevo y las lágrimas frescas se derraman sobre sus pestañas
inferiores mientras la miro.
—Lo estás haciendo muy bien, vamos, Elli. Trágalo. —Desaparece en su boca,
y lo mantengo allí, su pecho palpita, su cuerpo se estremece. Salgo de su coño y
empujo hacia adelante, haciendo que luche conmigo más fuerte—. Esto es lo que
querías, pequeño demonio. Cada agujero lleno. Para ser usada como la puta que
eres.
Aparto mis caderas hacia atrás, dejo que mi polla se deslice y entre más lento
esta vez, sintiendo su coño apretándose a mi alrededor.
—Recuerdas que te dije que follaría tu boca con un consolador cubierto de
tus fluidos. —Lo saco de su boca, ella tose y escupe de la mordaza—. Tan bonita.
Me encanta cuando te ves así. Tómalo de nuevo por mí. Muéstrame lo buena que
eres para tragar mi polla, Elli.
Lo empujo de regreso en su boca, sintiendo cómo mueve su lengua para
permitir que se deslice fácilmente.
—Estoy tan orgulloso de ti.
Beso su mejilla. Incapaz de detenerme, mi lengua lame sus lágrimas y gimo,
empujando mi polla en su coño empapado al mismo tiempo.
—Lo estás haciendo muy bien.
Ella parpadea, las lágrimas corren por su rostro, y extiendo mi mano libre,
pellizcando su nariz. Ella mueve las caderas, el sonido de los postes
261
traqueteando inundan la habitación.
—Aprenderás que puedo tomar lo que quiera de ti, Elli —informo, mi polla
solo juguetea con su coño mientras sostengo su nariz con el consolador todavía
en su garganta—. Tu vista, tu audición, tu respiración. —Lo saco y suelto su
nariz. El consolador está empapado de saliva y lubricante, pero ella lo limpió—.
No olvides que le sirves al diablo. Me suplicarás de rodillas por una misericordia
que nunca llegará.
Saco mi polla de su coño y doy un paso atrás, ella se desploma contra los
postes. Me inclino para girar el tapón anal, haciendo que su cuerpo se sacuda,
tensándose.
Bajo el consolador a su coño y lo empujo dentro y fuera varias veces, haciendo
que sus jugos vuelvan a cubrirlo. Después doy un paso atrás y empujo mi polla
bruscamente dentro de su coño.
—Otra vez —ordeno, llegó a su alrededor, y solloza. Sonrío, empujando el
consolador en su boca. Cuando golpea la parte posterior de su garganta esta vez,
se atraganta de nuevo—. No vomites, Elli. Respira por la nariz.
Ella parpadea rápidamente, las lágrimas caen por su rostro. Relaja su cuerpo
y la escucho respirar pesadamente por la nariz.
—Eso es. —Beso un lado de su rostro—. Sigue así.
El final del consolador tiene una gran base. Lo hice para que pueda conectarle
un cinturón de cuero y asegurarlo alrededor de su cabeza si alguna vez tengo
ganas de dejarlo en su boca mientras uso el resto de ella. Pero no está lista para
eso. Sin embargo, llegará allí. La entrenaré para que lo tome como si su culo
aceptara mi polla.
Solo toma práctica. La consistencia es clave.
Una hora al día aquí conmigo y ella podrá hacer lo que yo quiera. Tomar lo
que yo quiera.
Empujo mi polla dentro y fuera de su coño, chocando con ella. Su cuerpo se
tensa y siento que se viene una vez más.
—Esa es mi chica —animo—. Solo quiero que te vengas una y otra vez.
Ella suelta un gemido ahogado.
Empujo hacia adelante, terminando dentro de su coño y luego lo saco. Quito
el consolador y lo arrojo al otro lado de la habitación. Arrodillándome detrás de
ella, recojo mis jeans y los subo a mis caderas, colocándolos en su lugar. 262
Luego levanto un taburete de cuero negro y lo coloco justo detrás de su
trasero antes de colocar los cinturones en la parte superior de cada muslo,
manteniéndolos en su lugar.
—No puedo permitir que te muevas para esto —anuncio y le doy una palmada
en el culo.
Ella gime y agarro lo que necesito antes de volver a sentarme en el taburete.
Tomo el peróxido y mojo la bola de algodón. Luego lo paso por la parte inferior
de su espalda, justo encima de su trasero, centrado entre sus dos hoyuelos.
Tengo que limpiar todo el sudor y los fluidos corporales. No estoy tratando de
que obtenga una infección.
Una vez que seca, me pongo los guantes y enciendo la máquina inalámbrica.
Ella comienza a gritar en la habitación, sin saber lo que estoy haciendo, pero la
ignoro.
Sumerjo el extremo de la aguja en la tinta negra, presiono mi mano izquierda
sobre su piel ahora impecable, mientras uso la derecha para tatuar su espalda
baja.
Perforé sus pezones y la marqué con el escudo de los Lords. Pero eso no es
suficiente. Cualquiera puede tener algo perforado, y cualquier Lord puede
marcar una mujer. Los he visto hacerlo innumerables veces a lo largo de los años
durante mi tiempo en la casa de los Lords. ¿Pero un tatuaje que hago solo para
ella? ¿Uno que ninguna otra perra tendrá jamás?
Eso es propiedad. Es mi propia manera de marcarla. Otro recordatorio de a
quién pertenece. Puede que no esté pegado a su pecho, pero sabré que está allí
y ella también. Y si algún hombre alguna vez tiene la oportunidad de desnudarla
lo suficiente como para verlo, entonces será lo último que verá antes de que le
arranque la maldita cabeza.
Me detengo en un punto y limpio la sangre que corre por su espalda hasta el
culo.
—Lo estás haciendo muy bien, Elli —alabo, y ella tiembla con un sollozo entre
dientes—. Casi termino.

El l in g t o n
263
Una vez más, despierto con un fuerte dolor de cabeza. No puedo moverme.
Nunca he estado tan dolorida en toda mi vida. Estoy bastante segura de que mi
garganta está hinchada. ¿Eso es posible? Es difícil tragar y respirar.
Me levanto, poniéndome algo de ropa y salgo a la cocina para buscar algo de
comer porque muero de hambre, deteniéndome de inmediato. Mi madre está
sentada sen la isla. Lincoln frente a la nevera abierta.
—Cariño. —Ella frunce el ceño al verme. Camina, acercándose e intenta pasar
su mano por mi cabello enredado—. ¿Qué te pasó?
—Puedo adivinar. —Linc resopla.
Doy un paso atrás, su mano cae a su lado.
—¿Qué... qué está pasando? —Mi voz es áspera, mi garganta está irritada—.
¿Cómo supiste…? —Empiezo a toser y aclaro mi garganta—. ¿Cómo entraste?
¿Cómo sabían que aquí es dónde estaba?
Mi madre sonríe como si no hubiera dicho que me suicidara hace unos días.
—¿Cómo entré? —Saca una llave de su bolsillo y la deja—. Mi llave.
—¿De dónde sacaste eso? —Mi voz tiembla mientras trato de recuperar el
aliento. ¿Por qué Sin entregó una llave de nuestra casa?
—Compré esta casa para ti.
Mi corazón se acelera con sus palabras.
—No —respondo, negándome—. Tú no lo hiciste.
Ella frunce el ceño.
—¿Quién crees que es el dueño de este lugar?
—Sin y yo.
—Oh, cariño. —Ella comienza a reírse y mira a Lincoln, observándome con
lástima—. ¿Por qué, por qué tú pensarías eso?
—Porque él la compró… —interrumpo cuando ambos comienzan a reírse—.
Firmamos papeles. Él me agregó.
Nunca he comprado una casa antes. No sé lo que requiere, pero tenía todo
listo. Dijo que estaba hecho y era nuestra.
—No te crie para que fueras tan ingenua, Elli. —Mi madre niega—. Lincoln y
yo te compramos esta casa mientras nos casábamos. Fue idea de Lincoln. —Ella
lo señala y mi estómago se desploma. ¿Por qué él querría comprarme una casa?
Me quería en la casa donde están. Incluso lo dijo, dijo que haría que esos seis
264
años con James se sintieran como el cielo.
Todavía estoy dormida. Esto es una pesadilla. Tiene que serlo.
—Él quería darte un regalo. Ya que nos fugamos y sabíamos que el anuncio
de la boda sería... difícil para ti. Es un regalo. De nosotros.
Ella abre los brazos de par en par, haciendo un gesto hacia la casa.
Niego, dando otro paso hacia atrás.
—No.
Ella suspira agitadamente, mirando a Linc, pero él se encoge de hombros.
Obviamente, sin saber qué hacer o decir para hacerme creer sus mentiras.
—Sí, Elli. Esto es nuestro. Aquí… —Abre su Louis grande y saca un juego de
papeles—. Estas son tus copias. Las traje para que las tengas.
Me entrega un sobre manila, mis manos temblorosas lo toman.
Lo abro y saco la escritura de la casa. Tiene varias firmas. Se ve igual a las
que Sin y yo firmamos. Pero mi nombre no está en ninguna parte. Solo la firma
de mi mamá y Linc.
—También necesitarás esto. —Me entrega otro juego de papeles—. Esto es el
fideicomiso. Es todo tuyo. Libre y claro.
—Esto tiene que ser una broma —susurro más para mí.
Imprimieron los documentos falsos en línea para fastidiarme.
—En serio.
Resopla y saca su teléfono esta vez. Unos segundos más tarde, está
mostrando correos electrónicos. Es entre ella y un agente inmobiliario. La mujer
le envió fotos de esta casa. Está completamente amueblada, como el día que
llegamos Sin y yo. Habla de una venta al contado. Fecha de cierre. Cómo la quiere
lista antes de su regreso.
Mi corazón está palpitando. Él mintió. Mintió sobre Amelia. Sobre esta casa.
Sobre cómo me ama. ¿Qué más no fue verdad? Desplomándome en la silla de la
isla, trato de contener las lágrimas.
—Cariño. —Ella pone su mano sobre la mía y la miro—. La casa no es la razón
por la que estamos aquí.
—¿Cuál es?
¿Qué más podría ser? ¿Y dónde diablos está Sin? Después de que terminó
conmigo anoche en el sótano, me dio una ducha y me acostó en la cama. ¿Él se 265
acostó conmigo? No puedo recordarlo. ¿Qué hora es ahora mismo? ¿Cuánto
tiempo he estado inconsciente?
—Lincoln y yo hemos decidido tu futuro.
—¿Mi futuro? —El dolor de cabeza que ya tengo se intensifica.
Asiente.
—Te hemos encontrado un marido.
—No. —Me pongo de pie de un salto—. No voy a casarme, mamá.
Hemos hablado de esto. Ella sabe cómo me siento.
—Nosotros...
—Cariño, siéntate —la interrumpe Linc, y asiente, haciendo lo que dice—.
Mira, Elli, después del incidente en la recepción, hemos decidido que es hora de
que te establezcas. Convertirte en una Lady.
—No quiero...
—Esto no es tema a discusión, querida —afirma mi madre, su tono es más
duro que antes—. Te establecerás con un Lord respetado. Y serás iniciada como
una Lady. —Ella se acerca y agarra su bolso. Fin de la conversación—. La boda
será en dos semanas —afirma y Linc se acerca para tomar su mano.
¿Boda? ¿Dos semanas? ¿Iniciada?
—Espera —grito desesperadamente mientras salen de la casa—. ¿Puedo
elegir? ¿Con quién me caso?
—No. Se ha decidido. Lincoln se reunió con él esta mañana. Y él está de
acuerdo. —Ella suelta su mano y camina hacia mí. Sujeta mi rostro—. Tienes
suerte de que alguien se case contigo, Elli. Con tu... situación pasada y actual.
—Sus ojos recorren mi cabello enredado y rostro hinchado con disgusto—. Verás
que esto es lo mejor.
Mi pecho está tan oprimido que duele respirar. Siempre temí que esto pasara.
Ella dictaría lo que hago, con quién puedo salir. Cuanto más crecía, menos
pensaba en ello. Esto tiene que ser idea de Lincoln. Él está haciendo un ejemplo
de mí. Consiguiendo desecharme para siempre.
—¿Qué pasa con Sin? —susurro.
Ella frunce el ceño.
—Ya prometió casarse, Elli. Jesús, ¿no te dijo nada? Ya sabes cómo funciona
esto. Honestamente, ni siquiera sé por qué saliste con él en primer lugar,
sabiendo que no podría ir a ninguna parte.
266
¿No podría ir a ningún parte? Nunca pensé en casarme, pero tampoco pensé
en que él se casara.
—No. —Niego. ¿Cuánto tiempo he estado dormida, por el amor de Dios?—.
Él no es…
—Las familias anunciaron su compromiso esta mañana, Elli. —Sus ojos se
suavizan y suspira.
Mis hombros tiemblan. ¿Esta mañana? Después de que me folló en esta casa.
—¿Quién? —Muerdo mis labios agrietados. La mordaza de nuestro tiempo en
el sótano ayer fue dura para ellos—. ¿Quién es?
—Amelia Cleary. —Sonríe—. Ella es adorable. Toda la familia. Su madre es
amiga mía. —Levanta su mano y se da palmaditas en un lado de mi mejilla—.
Ella es quién nos vendió esta casa.
¿Se va a casar con su elegida? Mis piernas fallan y caigo en mi asiento una
vez más. Besa mi mejilla.
—Te veré el jueves. Almorzaremos.
Luego toma la mano de Lincoln y sale de mi casa. ¿Su casa?
Se supone que nos pertenece a mí y a Sin. ¿Cómo…? ¿Qué pasó? Ayer dijo
que yo era suya. Ha marcado mi muslo interior. Me tatuó…

—Mira esto —susurra en mi oreja. Sus brazos tienen que sostenerme, mis
piernas están demasiado cansadas.
Abro los ojos, mirando por encima del hombro al espejo del baño para ver la
palabra SIN en la parte baja de mi espalda, justo encima de mi trasero. Está rojo
y un poco sangriento. Gimo y él atrae mi rostro para mirarlo mientras se pone de
pie frente de mí.
—Tú... me tatuaste. —Mi voz es áspera. Tenía una idea de lo que estaba
haciendo. Podía escuchar el zumbido y sentir la aguja en mi piel. Me excité con
eso. El dolor, el hecho de saber que él estaba reclamándome de nuevo a su
manera, me excitaba.
Agarra mi mejilla, sus ojos azules buscan los míos antes de que baje su rostro,
tan cerca que nuestros labios casi se tocan.
—Tienes toda la maldita razón, lo hice. —gimo—. Es un recordatorio de que me
perteneces. Siempre has sido mía y siempre lo serás. 267
Entonces sus labios capturaron los míos en un beso impresionante.

Me niego a creer que tatuó su nombre ayer y luego anunció un compromiso


esta mañana. Eso no es algo que hagas por capricho. Él tendría que hacer sabido
que iban a anunciarlo.
—¿Sin? —Llamo, mi voz se quiebra en la casa ahora silenciosa.
Me pongo de pie, corro a nuestra habitación. Abro la puerta del armario y me
quedo sin aliento, todas sus cosas desaparecieron. No. Esto no puede estar
pasando.
Corro de regreso a la cama y tomo mi celular. Llamando al suyo.
—Has llegado al correo de voz de Sin... —Directo al buzón de voz.
Lo hago de nuevo. Lo mismo. Decido llamar a Kira. Ella contesta al segundo
timbre.
—¿Dónde estás?
Salgo corriendo, sin siquiera esperar su saludo. Entro a la cocina una vez
más y tomo las llaves de mi auto.
Ella bosteza.
—En la Casa de los Lords.
—¿Está Sin allí?
Estoy colocándome un par de zapatos en ese lugar junto a las puertas
delanteras. Al agacharme, la piel de mi espalda se tensa, recordándome el tatuaje
que ahora está allí por el resto de mi vida.
—No lo vi.
—¿Está su auto allí? —exijo.
—Elli...
—Kira, por favor. Compruébalo por mí.
Estoy corriendo por los escalones hacia mi auto estacionado en el camino de
entrada.
—Déjame ver. —Suspira. Un momento después responde—, Sí, está aquí…
Cuelgo y piso el acelerador, arrojando mi teléfono al asiento del pasajero.
Llego a la casa en diez minutos cuando en un día cualquiera tardaría más de
treinta. Entro corriendo, ignorando las miradas que dan los chicos. Corro por el
pasillo y abro la puerta de su dormitorio. Está vacía, pero la puerta de su baño
está abierta. Entro para encontrarlo recién salido de la ducha, con unos jeans
268
bajos en sus caderas. Una toalla en su mano secándose el cabello.
—¿Es verdad? —pregunto, tragando el nudo en mi garganta, temerosa de su
respuesta. Mi mente dice que cierre la maldita boca, que dé la vuelta y me vaya.
Para ahorrarme el dolor que ya sé que espera.
Levanta la cabeza, esos ojos azules más severos que nunca. El Sin del que me
enamoré. Por el que haría cualquier cosa. Dejaría que él hiciera cualquier cosa.
El hecho de que tengo su nombre en la espalda demuestra lo lejos que estoy
dispuesta a llegar para ser suya.
Ignorándome, se mueve para pararse frente al espejo, dándome una vista
lateral.
—No tengo tiempo para juegos —es su monótona respuesta.
¿Juegos? Sujeto su brazo, tirando de él para que mire mi rostro una vez más.
—Esto no es un maldito juego, Easton —espeto—. ¿Es verdad?
Aprieta la mandíbula y aparta la mirada de mí.
Mi aliento se atasca. Levanto las manos para cubrir mi boca y doy un paso
tambaleante hacia la puerta, encerrándonos.
—¿Todo?
No puedo dejar de preguntar. Necesito que lo diga. Nunca ha tenido miedo de
decirme la verdad antes, incluso si duele, así que ¿por qué evita responderme
ahora? ¿Y por qué se siente peor que si supiera que mintió al respecto?
Se gira para mirarme de nuevo, moviéndose para pararse frente a mí. Sus
ojos en los míos.
—¿De verdad pensaste que te amaba?
Las lágrimas se acumulan en mis ojos y siento como si acabara de saltar de
un rascacielos, con el estómago ahora en la garganta.
—¿Qué pensabas que iba a suceder, Ellington? —dice mi nombre completo,
haciéndome gemir. Levanta su mano derecha, toma un mechón de cabello entre
sus dedos y lo hace girar—. ¿Qué te convertiría en una mujer honesta? ¿Tener
hijos contigo?
Resopla ante esa ridícula idea.
La primera lágrima cae por mi mejilla. Suelta mi cabello para pasar sus
nudillos por mi mejilla.
—Siempre has sido una puta, Elli. Yo soy un Lord. Seré uno poderoso. Y voy
a hacer de una mujer una Lady muy respetada. —Mi estómago se contrae—. 269
Eres el tipo de mujer con la que nos follamos aparte. No la que llevamos a casa.
No puedo respirar. No puedo moverme. Mi visión se desvanece, y creo que
estoy a punto de perder el conocimiento. Nunca quise ser una Lady, pero ¿pero
por Sin? Sería cualquier cosa que él quisiera que sea. Y si tuviera que casarme
con un Lord, quiero que sea él.
—No te creo —grito, sacudiendo mi cabeza, negándome a procesar sus
palabras.
Sus ojos azules buscan los míos y respiro temblorosamente.
—Dijiste que me amabas —consigo responder.
Él sonríe, una sonrisa siniestra que hace que sus ojos se iluminen.
—Esas fueron solo palabras, Elli. Eres la chica estúpida que las creyó.
—Tú… —Tomo un segundo para tragar el nudo en mi garganta—. Dijiste que
yo te pertenecía.
Sus labios perfectos que debilitaron mis rodillas ayer hacen que los vellos de
mi nuca se ericen cuando se curvan en una sonrisa.
—Tienes razón. Dije que tú me perteneces, pero nunca dije que yo te
pertenecía.
—¿Sin?
Me pongo rígida cuando una mujer dice su nombre desde el interior de su
habitación, como si Dios mismo se estuviera riendo en mi rostro por creer cada
palabra que Sin dijo.
—Un minuto —responde, su voz más alta para traspasar la puerta cerrada
contra la que estamos apoyados, haciendo que me sobresalte.
—Vamos a llegar tarde, cariño. El servicio de catering puede trabajar con
nosotros. No quiero que nos cancelen —continúa ella.
¿Servicio de catering? ¿Para qué? ¿Su boda? ¿Realmente se va a casar con
ella? ¿La chica con la que dijo que no estaba engañándome? ¿Él estaba
engañándome? ¿Estuvimos realmente juntos alguna vez? Mi madre tenía razón,
conozco las reglas que tienen los Lords, pero estúpidamente creí que yo era
especial. Que él me elegiría a mí sobre ella. ¿Por qué? ¿Por qué fui una tonta por
él?
Se supone que ella es su elegida. Una elegida y una Lady son dos cosas muy
diferentes. Y un Lord no siempre se casa con su elegida. Entonces, ¿por qué ella?
Es desgarrador pensar que alguna vez creí que obtendría lo que quería. Nunca
270
lo he obtenido antes. Sin no es diferente.
No puedo evitar el sollozo que brota y cubro mi boca con la mano, empujando
la parte de atrás de mi cabeza hacia la puerta. Se inclina, presiona su duro
cuerpo contra el mío, su rostro baja para susurrar en mi oído:
—Siempre estuviste destinada a ser en el secreto de alguien, Elli. Eres una
buena folladora, no puedo negarlo. Pero nadie te amará jamás. No a la verdadera
tú.
Me empuja a un lado, agarra su camisa del mostrador y abre la puerta,
cerrándola de golpe detrás de él, escondiéndome en su baño.
—Vamos —lo escucho decir.
—¿Qué estabas haciendo allí? —pregunta, obviamente pensando que algo
está pasando.
—Nada —responde.
Luego escucho que la puerta de su dormitorio se abre y cierra cuando se va
con su futura esposa.
—Aquí —declara Kira—. Ponla en la cama —ordena a Corbin, quien me carga.
Después de que Sin me dejara en su baño, caí de rodillas. Llorando tan fuerte
que me arrastré hasta el baño y vomité. Kira me encontró e hizo que Corbin
llevara mi auto a casa mientras ella me llevaba.
Estoy acurrucada en una bola, ya no lloro. Mi mente está adormecida,
desearía que mi cuerpo también lo estuviera. El tatuaje quema más que la
marca. Puedo sentirlo palpitar, un recordatorio de que fui tan tonta como para
dejar que me atara y se saliera con la suya conmigo. Tiene razón, ningún hombre
podría amarme jamás.
—Oye. —Ella se arrodilla al lado de la cama para estar a mi altura.
—¿Lo sabías? —susurro, finalmente hablando con ella.
No ha habido nada que decir desde que me encontró. Sabía que aparecería
cuando confirmo que Sin estaba allí. Y luego escuché a Corbin decirle cuando
entraron al baño que había visto a Sin y Amelia discutiendo mientras él la sacaba
de la casa. Mi auto estaba estacionando justo enfrente. Una parte de mí espera 271
que Amelia lo haya visto y haya sumado dos y dos. Pero si es tan tonta como yo,
ni siquiera le importará. Ella lo tomará de cualquier manera que pueda
conseguirlo.
Suspira.
—Me enteré esta mañana.
Sollozo. ¿Por qué no me lo dijo? ¿Advertirme? ¿No se detuvo a pensar qué lo
descubriría? Ella sabe que estoy durmiendo con su hermano. No es que esté
enamorada de él, pero era obvio que estábamos juntos y que estaba angustiada
cuando descubrí que se estaba acostando con Amelia cuando nos encontramos
con ella en el baño.
—¿Desde cuándo ellos lo saben?
—No lo sé.
—Tres semanas —responde Corbin, apoyándose contra el marco de la puerta.
—Cariño —espeta ella.
—¿Tres semanas? —susurro, mi garganta se cierra de nuevo.
—Iban a esperar hasta el próximo año después de que ella se graduara de
Barrington —continúa—. Pero su madre decidió adelantarlo.
¿Su madre? ¿Lo hizo por mi madre? Ella dijo esta mañana en mi cocina que
son amigas. ¿Planificaron esto?
—Intenté llamarlo...
—Él bloqueó tu número —agrega con total naturalidad.
—Corbin —lo regaña de nuevo.
—Ella merece saberlo. —Sus fríos ojos se encuentran con los míos—. Se
acabó, Elli. Lo mejor para ti es aceptar eso cuanto antes.
Kira se levanta de una saltó y se acerca, cerrando la puerta en sus narices.

272
Capítulo 40
Sin

—¿Qué te parece esto, nene? —grita Amelia y rechino los dientes ante el
apodo. Elli lo odiaba y yo también. Es demasiado dulce. Demasiado genérico.
Me acerco a ella y miro la muestra de platos que tienen delante para probar.
Todos parecen una mierda demasiado cara, si me preguntas. ¿Pero qué sé yo?
—No me importa —respondo, sacando el celular de mis jeans y alejándome
para tener algo de privacidad.
Subo las imágenes de la cámara justo a tiempo para ver los ojos de Corbin
mirándome a través de la pantalla como si supiera que estoy mirando, luego Kira
cierra la puerta del dormitorio en su cara. Mi hermana se acerca a la cama y
observo a Elli hundir su rostro en la almohada. Kira frota su espalda, pero Elli
273
la aparta.
—¿Nene? —chilla Amelia—. ¿Qué estás haciendo?
Ella está frente a mí al segundo siguiente, tratando de echar un vistazo a mi
teléfono.
Lo cierro, entrecerrando los ojos a ella. Abro mi boca para hablar, suena en
mis manos. El nombre de Tyson se ilumina en la pantalla.
—¿Hola? —respondo, alejándome una vez más para poner algo de distancia
entre nosotros.
—Hecho. Tienes una reunión. El viernes por la mañana, a las diez —responde
a modo de saludo, yendo al grano—. Encuéntrame en Blackout. Yo manejaré.
—¿Tú vienes también?
No puedo dejar de preguntar. Sorprendido por eso.
—Esa es la única forma en que te recibirán —gruñe, obviamente no contento
con la situación, pero entendiendo lo importante que es para mí.
Asiento para mí mismo.
—Gracias hombre.
Sé que no solo voy a deberle a Ryat, sino que también voy a deberle a Tyson.
Cuelga sin decir una palabra más y me giro para ver a Amelia mirándome.
Los brazos cruzados sobre su pecho pagado.
—¿Por qué te llama Tyson Crawford? —exige, empujando su cadera hacia
afuera.
—No es nada. —Le doy la espalda, volviendo a mirar las imágenes de la
cámara.
Ella agarra mi brazo, sus uñas se clavan en mi piel, haciéndome rechinar los
dientes.
—Easton...
—No es de tu maldita incumbencia —grito, dándome la vuelta para mirarla.
El silencio cae sobre la habitación. Ahora todos los ojos están puestos en mí.
La mujer que nos está ayudando a planear nuestra boda se queda sin aliento.
Con sus ojos muy abiertos, y la mano ahora sobre sus labios inyectados.
A la mierda este día.
Meto la mano en mi bolsillo trasero y saco mi billetera. Le entrego mi tarjeta
a Amelia, añadiendo: 274
—Consigue lo que quieras. Simplemente, no esperes que me importe.
Luego salgo por la puerta principal, dirigiéndome a mi auto. Caigo en el
asiento del conductor y cargo las imágenes de la cámara.
Elli está acostada en la cama, con los ojos cerrados. Ella parece estar
dormida. Reviso el resto de la casa donde instalé cámaras, veo a Corbin y mi
hermana en la sala de estar. Enciendo el volumen al máximo para escuchar.
—¿Por qué le dijiste todo eso? —gruñe—. Elli es frágil.
—Como dije, ella merecía saberlo. —Se encoge de hombros—. Sin se va a
casar con Amelia. La pobre chica necesita superarlo y seguir adelante.
—Oh, porque eso es tan fácil. —Kira se ríe, pero no tiene humor—. ¿Yo sería
tan fácil de superar?
—Kira —contesta bruscamente—. No empieces…
—¿Qué harías si te dejara para casarme con otra persona? ¿Mmm?
¿Simplemente me dejarías marchar?
—Eso es diferente. —Corbin pasa una mano por su cabello.
—Eso es una excusa si alguna vez he escuchado una. —Ella pone los ojos en
blanco y se aleja de él.
Él se acerca, agarrando la parte superior de su brazo, y la hace girar.
Va a empujarlo, pero él la atrae y la besa.
Regreso a la cámara en el dormitorio, no quiero ver esa mierda, y veo la cama
ahora vacía. Me siento más derecho. ¿Adónde diablos se fue?
Pongo la otra cámara, miro el baño. La muestra caminando hacia uno de los
lavabos dobles. Su mano sobre su rostro. Abre el grifo y bebé agua, enjuagándose
la boca.
Enciendo el volumen cuando entra mi hermana.
—Toc, toc.
Elli la mira, las lágrimas caen silenciosamente por su rostro hinchado.
—¿Estás bien? —pregunta suavemente.
—Bien —responde Elli y comienza a caminar hacia el dormitorio.
—¿Te enfermaste de nuevo? —le pregunta mi hermana.
—Estoy bien, Kira.
Elli ignora su pregunta.
275
—¿Estás embarazada? —pregunta Kira, y Elli se detiene.
Lentamente, se da la vuelta para mirar a mi hermana.
—No.
Pasa una mano por su cabello enredado, negando con la cabeza.
—¿Estás segura? Tal vez deberías hacerte una prueba —ofrece mi hermana,
su voz es tan baja que parece temerosa de poner el pensamiento en la cabeza de
Elli, pero también preocupada por la salud de su amiga.
—No estoy embarazada, Kira. Estoy en control de la natalidad —argumenta
Elli, irritada.
Se da la vuelta y está a punto de marcharse de nuevo cuando mi hermana
habla.
—Pero ¿y si lo estás?
Los hombros de Elli caen y suspira pesadamente, pero no responde. En
cambio, entra en la suite principal y vuelve a meterse en la cama, tirando las
sábanas sobre su cabeza para bloquear al mundo y su mejor amiga.
El l in g t o n

Estoy sentada en el restaurante, mirando mi agua. Las palabras de Kira, de


que podría estar embarazada, siguen haciendo eco en mi cabeza.
No es posible. Pero esa sería mi suerte, ¿verdad? Tener un bebé de Sin. El
universo destrozándome una última vez. Dudo mucho que mi futuro esposo
quiera criar al hijo de otro hombre. Demonios, ya tengo su nombre tatuado en
mí. Al menos eso se puede tapar con otro. Y mi mamá dijo ayer que tenía suerte
de que un Lord me quisiera. Añade un niño y al diablo con esa mierda.
Una parte de mí espera que así sea. Tendría una salida. Diciéndole al Lord
con él que se supone debo casarme, que estoy embarazada y tal vez me eche a
un lado y pueda seguir con mi vida. Sola. Lejos de aquí donde nadie me conozca.
Sin estaría ocupado con su esposa y formando una familia con ella, nunca
pensaría en mí, y mucho menos buscarme. El pensamiento hace que se corte mi
aliento y mi pecho se apriete.
—¿Ellington?
Miro a mi madre que se sienta frente a mí.
—¿Sí?
276
Suspira, sus ojos se posan en su teléfono, comprobando la hora, estoy segura.
Contando los minutos que falten para irse. Ni siquiera sé por qué quería venir a
almorzar conmigo de todos modos. Y no sé por qué salí de la cama en primer
lugar hoy. Ni siquiera cepillé mi cabello o tomé una duché. Simplemente, me
puse un par de pantalones cortos y una camiseta junto con unas zapatillas
deportivas y salí por la puerta.
Se pone de pie, llamando mi atención una vez más y la veo sonreír.
—Querida.
Lincoln se acerca a la mesa y pongo los ojos en blanco. Por supuesto, él está
aquí. No es de sorprenderse que no haya dicho que tendríamos un invitado. ¿Por
qué ella querría comer conmigo a solas?
Él besa su mejilla y luego me mira.
—Elli, es bueno verte fuera de la casa.
No digo nada.
—Espero que no les importe, señoras, pero traje compañía.
Hace un gesto a mi derecha, y miro hacia arriba, mi corazón late con fuerza
en mi pecho.
—Claro que no —afirma mi madre emocionada.
El chico se inclina, estrecha la mano de mi madre, y se sonroja. Sus ojos
verdes se encuentran con los míos y siento que voy a vomitar de nuevo. Es él. El
chico de la oficina de James, luego de su recepción.
—Ellington.
Asiente hacia mí y toma la silla a mi derecha.
Lo miro con ojos muy abiertos, incapaz de hablar, tratando de contener la
tostada que logré comer anoche.
—Elli, no seas grosera, cariño —regaña mi madre—. Lo siento, no se siente
bien.
Ella tiene razón. Estaba bien, pero ahora no.
—No pasa nada. —Esboza una sonrisa deslumbrante—. Podemos hacer esto
en otro momento.
Se levanta de la silla, él va a irse, pero mi madre lo detiene.
—No por favor. Siéntate. Ella estará bien. Solo necesita algo de comida en su 277
sistema.
—Voy a buscar al camarero —concede Lincoln, poniéndose de pie y
dejándonos solas con el invitado sorpresa que trajo.
—¿Quién eres? —pregunto, incapaz de detenerme. ¿Por qué él está aquí?
¿Con Lincoln, de todas las personas?
Me mira, sus ojos verdes se posan en mi pecho para una rápida mirada antes
de encontrarse con los míos.
—Soy Chance Beckham. Pero todo mundo me dice Becks.
Sus hombros se enderezan y su pecho se arquea como si estuviera orgulloso
de ese nombre. Como si yo debiera saber quién diablos es.
No lo sé.
—Elli —mi madre dice mi nombre y la miro. Ella está sonriendo, sus dientes
a la vista. Se ve tan feliz que se hace un nudo en mi estómago—. Chance es el
sobrino de Lincoln.
Mi respiración se corta.
—Y va a ser tu esposo.
Capítulo 41
Sin

Estaba en Blackout a las nueve y quince esta mañana. Tyson ya estaba listo
como sabía que lo estaría. Estoy sentado en el asiento del pasajero mientras él
toma las pronunciadas curvas de las carreteras de Pensilvania. Estamos
subiendo, haciendo nuestro camino hacia las montañas en un día nublado y
frío.
Tengo mi celular en el regazo, con un auricular en la oreja mirando a Elli en
la pantalla. Ella está durmiendo. Lo ha estado haciendo mucho esta semana.
Ayer llegó a casa después de almorzar con su madre y tuvieron otra gran pelea.
Su madre irrumpió en la casa gritando; Elli dijo que se fuera al infierno. Fue
grosera como la discusión de la recepción. 278
Chance Beckham es con quien la están obligando a casarse. No me sorprende.
Supuse que ese sería el elegido por Lincoln. Es una forma de echarme en cara
que él ganó. Cree que tendrá acceso ilimitado a ella si su sobrino es su esposo.
No es tan inteligente como se cree.
Miro hacia su mesita de noche. Tiene una prueba de embarazo y una botella
de vino vacía al lado. La vi tomarla anoche y en realidad parecía decepcionada
de que fuera negativa. Sin embargo, luego celebró con una botella mientras
miraba una película de terror antes de desmayarse.
—¿Por qué te torturas a ti mismo? —habla Tyson finalmente, desde que llegué
a Blackout hace casi una hora.
Cierro el teléfono, quitándome el auricular, sin saber muy bien qué decir, así
que mantengo la boca cerrada y veo pasar el bosque.
Mi celular suena en medio del silencio y es Amelia. Presiono ignorar y paso
una mano por mi rostro.
Sentado más derecho, veo un letrero que dice Carnicería: 16 kilómetros.
—Sé directo —explica Tyson, obviamente notando la señal también—. Al
grano. No jodas. A los hermanos Spade no les gusta perder el tiempo.
—Entendido. —Asiento—. ¿Cuánto tiempo hace que los conoces?
—El tiempo suficiente —responde crípticamente.
Ni siquiera estoy seguro de por qué pregunté. Mi teléfono suena de nuevo y
esta vez contesto. Si no lo hago, seguirá llamando.
—¿Hola?
—No olvides que tenemos una cena con mis padres esta noche —contesta a
modo de saludo.
Gimo ¿En serio? Esto podría haber sido por un texto.
—No lo olvidaré.
—Mi madre y yo tenemos una cita con la floristería. Así que iré con ella y nos
reuniremos contigo para la cena. —Hace una pausa—. ¿A menos que quieras ir
a la floristería también? Entonces podemos ir juntos...
—Te veré en la cena.
Ella sabe que no quiero ser parte de la planificación de la boda. No podría
importarme menos.
—Está bien, te amo...
Cuelgo e inmediatamente vuelvo a encender las cámaras dentro de la casa de 279
Elli. Ella todavía está en la cama durmiendo. Bloqueo mi teléfono, cierro los ojos,
suspiro. Tyson tiene razón, tengo que dejar de torturarme.

Tyson se detiene frente a unas viejas puertas de hierro forjado. Baja su


ventana, presiona un código y ambas se abren, permitiéndonos entrar. Miro por
encima de los árboles altos que bordean ambos lados de la carretera de dos
carriles.
Tiene curvas junto con algunas colinas. Una vez que los árboles se despejan,
aparece un edificio de aspecto medieval.
—Ni siquiera sabía que existía este lugar.
—La mayoría no lo sabe — continúa Tyson—. El hecho de que seas un Lord
no significa que te cuenten todo.
Nos estacionamos en el camino circular, ambos salimos, subimos los quince
escalones y entramos por las puertas dobles. Se ve tan tosco y viejo como el
exterior.
Un hombre vestido con un uniforme de mayordomo blanco y negro asiente
hacia nosotros.
—Por favor, síganme, caballeros.
Nos lleva a un ascensor que sube al sexto piso. Al abrirse, salimos y entramos
en una habitación.
—Los hermanos Spade estarán con ustedes —afirma y sale, cerrando las
puertas detrás de él.
Tyson cae en una silla, revisando su celular. Me acerco a las ventanas que
dan al bosque. Al escuchar las puertas abrirse detrás de mí, doy la vuelta para
ver entrar a tres hombres.
No estoy seguro de lo que esperaba, pero no es lo que veo. Uno tiene el cabello
oscuro rapado cerca de los lados, pero más largo en la parte superior. Lleva una
camisa negra de manga larga con un par de jeans agujereados y botas de
combate negras. La tinta cubre sus nudillos y cuello. Un grupo de serpientes se
enroscan alrededor de su garganta hasta la línea de su mandíbula.
El segundo hombre tiene puesta una camiseta blanca, mostrando ambos
280
brazos tatuados. Un tatuaje llama mi atención. Es de una mujer. Está vestida
con un disfraz de monja que cubre todo su cuerpo; todo lo que puedes ver es su
rostro. Tiene una mordaza de bola en la boca con una línea de baba corriendo
por su barbilla, el maquillaje corrido y tiene una cruz al revés en la mejilla. Mis
ojos suben a sus ojos azules, y él sonríe, cuando me sorprende mirándolo.
El tercer hombre usa una gorra de béisbol hacia atrás y tiene un piercing en
la nariz. Está vestido con una camiseta negra y jeans. Él también está cubierto
de tinta, pero no puedo distinguirlos debido a la sangre que lo salpica. Quita un
paño que cuelga de su bolsillo trasero y limpia sus manos antes de girarse y
extender una hacia Tyson.
—Ha pasado tiempo.
—Ya sabes cómo es.
Tyson la estrecha, ni siquiera se inmuta.
—¿Qué podemos hacer por ti? —pregunta el primero que entró, tomando un
paquete de cigarrillos del escritorio y sacando uno. Como dijo Tyson, nada de
tonterías.
—Quiero ver tu lista —declaró.
El silencio cae sobre la habitación mientras el hombre enciende su cigarrillo
y da una larga calada. Suelta el humo y ríe.
—Esto es una broma, ¿verdad?
—No. Estoy buscando a alguien y quiero saber si está aquí o no.
Se toma su tiempo, da otra calada, sus mejillas se hunden en la inhalación,
el final del cigarrillo arde en rojo mientras sus ojos verdes me miran. Deja salir
el humo y dice:
—Si hay alguien aquí, no importará si lo confirmamos o no. —Sacudiendo su
cabeza, agrega—: Ellos no saldrán de aquí. Para el mundo, ya no existen.

El l in g t o n

Sostengo la botella de vino por el cuello, a mi lado, mientras mis pies


descalzos pisan el suelo frío. Mi vida se acabó. Mi plan de una carrera se acabó.
Bien podría abandonar Barrington en este momento. Chance dijo que no
trabajaré. Nunca. Mi trabajo está aquí. En esta casa. Un día criando a sus hijos.
Bueno, esas no fueron sus palabras exactas. Se comportó muy bien delante de 281
mi madre en el almuerzo de ayer cuando dijo que cuidaría de mí. Parecía más
que emocionada de entregarme como un bebé que requiere atención las 24
horas, y ella ya no tenía tiempo para mí.
En este punto, me doy por vencida. Tendré una muerte lenta y agonizante.
¿Es por esto qué mi padre se suicidó? ¿Porque simplemente no vio el final a
la vista? ¿Cuánto tiempo voy a ser capaz de aceptar la vida que Chance me hará
vivir? Olvídate de lo que quiero o necesito. Él usará mi cuerpo como quiera, y
daré a luz algunos niños mientras él se folla a otras mujeres y finjo no saberlo.
Es como dijo Sin en su baño, los Lords tienen mujeres a su lado. Cuando te
dicen que pueden obtener lo que quieran, incluidas las mujeres, ¿por qué
estarían ellos satisfechos con una?
Levanto el vino, tomo un trago. Al inclinarlo demasiado hacia atrás, un poco
se escurre por mi barbilla y mancha mi camiseta. Es de Sin. La encontré en la
parte de atrás del armario debajo de una pila de mis jeans. Todavía huele a él.
Tuve la urgencia de quemarla como él hizo con mis cuadernos y diarios, pero no
me atreví a hacerlo.
Entro en la oscura sala de estar, acercándome a las ventanas del piso al techo
y abro las cortinas negras. Miro hacia el bosque oscuro que rodea la parte trasera
de la propiedad.
El almuerzo fue como pensé que sería. Malditamente terrible. Luego apareció
Linc y Chance y todo explotó a partir de ahí. Pedí unas copas después de eso y
mi madre tuvo que traerme a casa. Nos peleamos. Una vez más, llamándome
puta barata y diciendo que debería besar los zapatos de Chance por pensar que
él podía convertirme en cualquier tipo de Lady. Tomé algunas copas más después
de que se fue.
Entonces recordé que Kira pensó que estaba embarazada. Le pedí que trajera
una prueba y cuando también dio negativo, lo celebramos tomando algunos
tragos de Everclear que trajo con ella.
Esto es lo mejor.
Demonios, tal vez todas las drogas y mierda que he consumido impidan que
tenga hijos con Chance y él me deseche. Como cualquier otro hombre que ha
entrado en mi vida. Un Lord necesita reproducirse. Es parte de su compromiso
con la sociedad. Si no tienes nada que ofrecerle, entonces no te necesitan. Y los
Lords quieren su ejército.
Negarle a un hombre sexo durante tres años, luego darle una elegida como 282
recompensa, cásalo y estará más que dispuesto a embarazar a su esposa. ¡Pum!
La próxima generación de Lords y Ladies está creciendo. Enjuague y repita.
Un escalofrío recorre mi espalda y me pongo rígida. Mi corazón se acelera por
la sombra que veo en la ventana de pie detrás de mí.
Mi piel comienza a hormiguear, el miedo y la adrenalina me dejan sin aliento.
—¿Qué quieres? —pregunto, sabiendo exactamente quién es.
—Pequeño demonio. —La voz de Sin viene detrás de mí.
Cierro los ojos, mi mano se enrosca alrededor del cuello de la botella de vino
con más fuerza. Aparta el cabello de mis hombros para presionarme contra su
pecho y mi piel se eriza.
—¿Por qué estás aquí, Sin?
—¿No es obvio? —cosquillea contra mi cuello. Sus labios besan tiernamente
justo detrás de mi oreja.
—Me voy a casar —afirmo, esperando que le moleste tanto como a mí la
noticia de que se casará con Amelia. Quiero destrozarlo. Es mi turno de destruir
algo.
—Estabas sirviéndome mucho antes de que él llegará, pequeño demonio —
continúa, y gimo. Por supuesto, a él no le importa que esté siendo forzada a
casarme con otro Lord.
—Vete —susurro—. Por favor.
—No puedo hacer eso, Elli. —Su brazo rodea mi cintura y lo desliza hacia
arriba de mi camiseta. Su gentileza hace que mi respiración se acelere. Sin nunca
es gentil, pero no lo detengo. Lo he extrañado demasiado. Solo el hecho de que
apareciera hace que mi corazón palpite en mi pecho con emoción—. Todavía
piensas en mí.
Ríe sombríamente cuando sus dedos recorren mis perforaciones en mis
pezones. Aún no he decido quitarlos.
No importa cuánto lo intente, parece que no puedo borrarlo.
Su mano se desliza a través del cuello de la camiseta que tengo puesta, y
envuelve sus dedos alrededor de mi cuello, haciendo que lo arquee.
Su mano libre agarra la botella que cuelga a mi lado. La acerca a mis labios,
ordenando:
—Abre.
Vierte el vino en mi garganta, haciendo que me atragante. El líquido cubre mi 283
rostro, cuello y ropa. Salpica la ventana frente a la que estoy.
—Sin —digo bruscamente, empujándolo lejos y girándome para enfrentarlo,
su mano ahora se desliza fuera de la camiseta.
Las cortinas abiertas ahora detrás de mí iluminan un poco la habitación con
las luces del porche que entran. Está vestido con sus jeans negros y una
sudadera con capucha negra. Todo lo que falta es su máscara, lentes de contacto
y guantes para ser mi héroe. Odio que el chico que me salvó sea el mismo que
ya no me quiere.
—Lárgate de mí maldita casa —gruño, pasando junto a él. Mi hombro choca
con el suyo.
—Arrodíllate —ordena.
Una risa burbujea en mi pecho y sale de mis labios. Me doy la vuelta para
mirarlo. La mirada en su rostro dice que no estaba bromeando.
—Obtienes lo que das, Sin, y ya no me importa una mierda.
Con eso, me doy la vuelta, dándole la espalda y dirigiéndome a mi habitación.
Su mano agarra mi cabello y tira, presionándome contra su pecho.
—Sin —gruño, mis manos agarran sus antebrazos. Clavo mis uñas en su piel,
esperando hacerlo sangrar—. Suéltame.
Mis piernas patean cuando me levanta, llevándome al respaldo del sofá. Mi
coño se contrae de excitación. Él está aquí por mí. Y si él está aquí para mí, eso
significa que no está allí para ella.
—¿Así es como vamos a jugar, Elli?
Gimo y la humedad se acumula en mi ropa interior. No, no, no.
—Solo vete. Por fa-favor —suplico. Mi corazón palpita.
Se ríe, presionando m pecho contra el respaldo del sofá mientras está de pie
detrás de mí.
—¿Vas a pelear conmigo? —Agarra mis manos y tira de ellas detrás de mi
espalda, fijándolas en su lugar mientras sujeta mis antebrazos con una mano.
Su mano libre toma mi cabello, tirando de mi cabeza hacia arriba, obligándome
a mirar hacia el techo, jadeando—. ¿Haciéndome tomar lo que ya me pertenece?
Trato de liberarme, pero no hay dónde ir y mis muslos se tensan. Me odio a
mí misma más de lo que jamás podría odiarlo a él. James tenía razón, respondo
mejor a los golpes. Los moretones y las cicatrices son lo que me excita. ¿Por qué
soy así? ¿Habría sido así si mi padre nunca hubiera muerto y mi madre no se
hubiera casado con James? Nunca sabremos.
284
—Vete a la mierda, Sin —me las arreglo para responder.
Otra risa sombría.
—Adelante, pequeño demonio. Si pelear conmigo te hace sentir mejor contigo
misma, estoy de acuerdo con eso.
Otro gemido escapa de mis labios, me aparta del sofá. Me hace girar, me
suelta y le doy una bofetada.
Él extiende sus manos, agarrando dolorosamente mi cuello con ambas,
quitándome el aire. Coloca su rostro frente al mío y sonríe cuando habla.
—Ambos sabemos que no tengo ningún problema en tomar lo que quiero.
Capítulo 42
Sin

Su cuerpo lucha contra mí, pero está débil y borracha. La he estado


observando todo el día en las cámaras. Simplemente, no fue suficiente. Esto es
mucho mejor. Sus bonitos ojos azules como el hielo se amplían de terror, su
pequeño cuerpo apretado contra el mío. Demonios, la extrañé, y solo han pasado
cinco días.
Sus manos golpean mis brazos y su cuerpo se sacude en mi agarre. Sus labios
entreabiertos y observo sus largas pestañas oscuras revolotear cuando deja caer
los brazos a los lados.
—Eso es, Elli. Qué buena chica.
Me inclino hacia delante, presiono mis labios contra los suyos con delicadeza,
285
sintiendo su suavidad contra los míos.
Me importa una mierda lo que nos depare el futuro. Ella siempre será mía.
Estoy aquí para recordárselo.
Me aparto, veo cómo sus ojos se ponen en blanco y suelto su cuello. Yace en
mis brazos, aturdida y tosiendo. La acuesto en el sofá y la dejo allí, sabiendo que
no irá a ninguna parte pronto. Tengo que recoger algunas cosas porque voy a
pasar la noche aquí. Tal vez un par.

Tomo asiento en el sofá, con los brazos extendidos sobre el respaldo y los ojos
fijos en la televisión. Está encendida, pero en silencio. No me gusta mucho ver
la televisión, pero tengo que hacer algo para pasar el rato hasta que se despierte.
Mis ojos se dirigen a la silla que está frente a mí. Cuando volví del sótano,
estaba desmayada en el sofá, como sabía que estaría. La levanté, la desnudé y
traje una silla de la cocina. Ahora está sentada, con las piernas abiertas y los
tobillos atados a cada pata delantera. También até sus rodillas. Tiene los brazos
detrás de la espalda, colgados de la silla y atados al respaldo, y puse un cojín
entre ella y el respaldo para empujar sus caderas.
La quiero abierta. Vulnerable. Capaz de ver todo. Tiene puesto el collarín para
mantener la barbilla hacia arriba y tres trozos de cinta adhesiva en la boca. Dos
en forma de X y el otro sobre ambas.
Se mueve y una sonrisa curva mis labios. Le toma unos minutos disipar la
niebla y asimilar la realidad. Sus grandes ojos se encuentran con los míos y
empieza a murmurar detrás de la cinta. Se agita, su cuerpo lucha en la silla.
Veo cómo sus pezones se endurecen y cómo levanta las caderas del asiento
todo lo que puede. Me inclino hacia delante, agarro la silla y la arrastro hasta
que toca el extremo del sofá, mis piernas se abren para que quede situada entre
ellas. Subo y bajo las manos por sus muslos y ella gime.
—Ya era hora de que te despertaras para mí.
Mi mano se desliza entre sus piernas y mis dedos abren su coño para que mi
pulgar recorra su clítoris, haciéndola sobresaltar. Tal como la tengo sentada, sus 286
caderas sobresalen más que su pecho. Así que tengo suficiente acceso a su coño
para jugar. La mayor parte de su peso recae sobre sus axilas que se extienden
sobre el respaldo.
Esto no se trata de comodidad. Se trata de que es mía.
Me aparto, empujo la silla un poco hacia atrás y hacia la izquierda para
alcanzar la mesa de café que hay frente al sofá. Tomo el pequeño huevo rosa y
el lubricante. Lo abro y cubro la silicona con él. Me giro hacia ella y mi mano
regresa entre sus piernas. Murmura palabras ininteligibles detrás de la cinta
mientras la follo con mis dedos un par de veces antes de deslizar el vibrador
dentro de ella.
Levanto el mando y sus ojos llorosos van de los míos a él.
—¿Recuerdas cuando te até y te excité con el consolador? —pregunto
sonriendo al recordarlo. Fue al principio, cuando me colé en su habitación como
su salvador—. Te viniste, ¿cuántas, cinco o seis veces?
Parpadea, con el pecho agitado.
—Vamos a repetirlo.
Enciendo el mando a distancia y su espalda se arquea, su cuerpo se pone
rígido durante un breve segundo antes de empezar a agitarse en la silla.
Vuelvo a sentarme, mis ojos se posan en su cuerpo, observando sus caderas
cabalgar la silla como si fuera mi pene dentro de ella. Respira por la nariz, con
las mejillas hundidas y los pezones duros.
—Hermosa —digo, y ella gime.
Grita detrás de la cinta y su cuerpo se pone rígido mientras veo como se viene.
Apago el control y se deja caer en la silla. Sus ojos llorosos se cruzan con los
míos.
Levanto mis caderas del sofá y saco lo que quiero del bolsillo de mis jeans.
Sus ojos se abren de par en par cuando me ve quitar la tapa.
—Esa es uno. —Me inclino hacia delante, pasando la punta del rotulador
negro por su pecho. Volviendo a poner la tapa, le sonrío—. No quiero perder la
cuenta. Y tampoco espero que tú lo hagas. Cuando te obligan a tener un orgasmo
una y otra vez, tu mente tiende a volverse papilla.
Vuelve a gemir e intenta apartar la cabeza de mí, pero el collar la mantiene
en su lugar. Así que cierra los ojos. Se lo permito.
Suena mi teléfono. Contesto, pongo el altavoz y lo dejo a mi lado en el sofá. 287
—¿Hola?
—Hola, cariño. —La voz de Amelia inunda la habitación.
Miro fijamente a Elli y sus ojos se abren ampliamente cuando se da cuenta
de quién está al otro lado. Vuelvo a encender el mando a distancia y veo cómo
su cuerpo lucha contra las ataduras.
—¿Dónde estás? —continúa Amelia—. Cenamos con mis padres. Te estamos
esperando.
Elli parpadea, con lágrimas frescas corriendo por sus mejillas.
—No voy a llegar. —Pongo el vibrador al máximo y me encanta ver cómo el
cuerpo de Elli se tensa.
—¿Qué? —gime Amelia—. Pero, nene...
—Esta noche no estaré en casa.
Elli solloza, comprendiendo que va a ser mi juguete toda la noche. Voy a poner
su cuerpo en el cielo, pero se va a sentir como el infierno. Voy a hacerlo brutal.
Amelia suspira agitadamente, pero luego añade:
—Bueno, entonces puedes compensármelo mañana.
Y por la forma en que baja la voz, se nota que se refiere a ella y a mí en la
cama.
—Lo que tú quieras —digo y veo cómo las caderas de Elli vuelven a levantarse
de la silla, preparándose para el orgasmo número dos. Su cuerpo es incapaz de
controlarse. Elli aspira profundamente por la nariz y su cuerpo se inclina.
—Te amo —dice Amelia.
Termino la llamada justo cuando Elli vuelve a venirse. Apago el vibrador y la
veo bajar del subidón, hundiéndose de nuevo en la silla. Abre sus ojos pesados
y aterrizan en los míos. Se entrecierram, está enfadada conmigo. Pero no lo
suficiente. No está ni cerca de donde necesito que esté.
—Si te hace sentir mejor, yo tampoco la amo.
Solloza, su cuerpo tiembla.
—¿Dónde estábamos? —Agarro el rotulador y escribo otra marca en su pecho
junto a la anterior—. Espero que estos se quiten antes de tu noche de bodas —
le digo, y ella cierra los ojos con fuerza.
Su madre ha anunciado oficialmente el compromiso de su hija con Chance.
Cuando planeas celebrar una boda dentro de dos semanas, tienes mucho tiempo
para compensar. Y su madre lo quiere ostentoso, llamativo. 288
Me aseguraré de que sea un día que mi pequeño demonio nunca olvide.
—Odiaría que Becks cuestionara tu lealtad hacia él.
Ella sacude la cabeza lo mejor que puede y grita en la cinta.
—¿Sabes lo que le hacen a las Ladies que engañan a sus Lords? —continúo
como si a ella le importara—. No importa si es una violación o si ella se abre de
piernas voluntariamente. Engañar es engañar. No digo que esté de acuerdo, pero
esas son las reglas.
Me encojo de hombros, viendo cómo su odio hacia mí crece a cada segundo
que pasa.
Levanto mis caderas de nuevo para sacar mi navaja. La abro y la paso por su
muslo tembloroso, con cuidado de no cortarla.
—Su Lord la arrastra hasta la catedral pataleando y gritando. La desnuda y
la ata al altar delante de los fieles. Luego pasa una cesta de ofrendas a sus
compañeros, que llenan los bancos. Pero en lugar de recolectar dinero, reparten
hojas de afeitar. Entonces, uno a uno, los Lords se levantan, van al altar y cortan
a su Lady. La sangre es un precio que todos debemos pagar.
Paso la punta de la cuchilla entre sus piernas y su cuerpo se pone rígido.
Lentamente, la arrastro hacia arriba y sobre su estómago.
—Por supuesto, hay reglas. Su Lord da órdenes. No cortes demasiado
profundo. No más de cinco centímetros. Mantente alejado de su coño... Pueden
ser tan pocas o tantas reglas como él quiera. Ella es su esposa. Su ofrenda.
Acerco la navaja a sus pechos y golpeo el piercing con él, haciéndola
estremecer.
—Escuché historias, pero solo lo he visto una vez. En mi segundo año. Volvió
pronto a casa de una misión y la encontró de rodillas ante su hermano. Le
disparó a su hermano, lo mató allí mismo. Decidió que ella necesitaba un destino
más doloroso. Solo tenía una regla, asegurarse de que estuviera muerta para
cuando terminaran. Dios, nunca olvidaré los gritos. Cómo resonaban. Duró
horas. Tanta sangre. Así aprendí a no matar a David tan pronto.
Sus ojos pesados se encuentran con los míos cuando vuelvo a bajar la navaja
entre sus piernas.
—El punto es hacer que la Lady sea lo más fea posible. No importa si la ama
o no. Es el hecho de que ella lo haya traicionado. Lo nuestro es la lealtad, la
devoción. Eso es lo que me gusta de ti, Elli.
Ella gime al escuchar las palabras.
289
Retiro la silla entre mis piernas abiertas, coloco la navaja en sus labios
pegados con cinta adhesiva y ella se estremece incontrolablemente. Sus ojos se
clavan en los míos y los veo bañados en lágrimas, preguntándome cuánto tardaré
en doblegarla. Es demasiado fuerte para su propio bien. Parpadea, las lágrimas
se derraman sobre sus pestañas inferiores y la cinta adhesiva.
—Él te entrenó bien, Elli —digo, y un sollozo sacude su cuerpo—. Pero es
hora de que aprendas quién eres realmente. —Mis ojos se dirigen al punto rojo
que hay en la esquina de la habitación, en el techo. Si no supieras que está ahí,
nunca lo verías. Lo escondí bien. Vuelvo a mirarla—. Puede que te conviertas en
la mujer de Chance, pero siempre serás mi puta.
Enciendo el vibrador con el mando a distancia, lo tiro al otro lado de la
habitación y me siento, disfrutando del sonido de sus gritos y gemidos ahogados
con el rotulador en la mano, listo para llevar la cuenta.
El l in g t o n

Estoy acostada en el suelo de la ducha, mi cuerpo tiembla


incontrolablemente. No sé cuánto tiempo llevo aquí, pero estoy segura de que el
agua ya está fría. No la siento. Estoy entumecida. Demasiado cansada para
moverme, incluso para abrir los ojos.
No sé cuánto tiempo estuvo Sin aquí. El tiempo no existía. En un momento
dado, me desató de la silla y me llevó a mi dormitorio. Allí continuó con mi
tortura. Vibrador, cinturón, cinta y cuerda. Me folló en todas las posturas que
se le ocurrían.
Me desmayaba y volvía a despertarme. Era un ciclo interminable de placer
que mi cuerpo suplicaba.
Sigo teniendo recuerdos. Fragmentos que vuelven a mí.

—Buena chica, Elli —susurra Sin en mi oreja—. Maldición —gime, y su mano 290
se desliza por mi cabello ya enmarañado—. Lo estás haciendo muy bien.
Empujo la cabeza hacia el colchón y ni siquiera me resisto. Es inútil. No me
queda nada. Tiene la misión de acabar conmigo, matándome a orgasmos. ¿Hay
alguna forma mejor de morir? No.
El sonido de la cabecera golpeando la pared inunda la habitación junto con su
pesada respiración. Está a punto de venirse. Otra vez.
—Ya está. —Sus caderas empujan hacia delante, presionando mi rostro hacia
lo que una vez fue nuestra cama—. Maldita sea, Elli. Tu coño se siente tan bien.
No puedo respirar, pero eso no es nada nuevo. En este punto, ni siquiera estoy
segura de cómo sigo viva. He perdido la cuenta del tiempo y los días desde que lo
encontré de pie en mi sala de estar. He sido su juguete para jugar. Para usarlo
como quiera, y mi cuerpo ha amado cada segundo.
Su mano en mi cabello levanta mi rostro y respiro por la nariz, porque aún
tengo cinta adhesiva en la boca. Solo me la quita para follar mi boca y la vuelve a
poner en su lugar una vez que termina de usarla.
Mis piernas están abiertas, mi espalda dolorosamente arqueada y los brazos
se encuentran inmovilizados entre nosotros detrás de mi espalda. Rozan mi
tatuaje recién hecho y el dolor me excita aún más.
No sé si estoy en el paraíso o en el infierno.
Mi coño palpita alrededor de su pene perforado mientras me folla sin piedad.
A estas alturas, no puedo decir cuántas veces me he venido, pero las marcas con
rotulador en mi piel llevan la cuenta por mí.
—Eso es, pequeño demonio. Demuéstrame cuánto te gusta ser mi puta
viniéndote en mi polla.
Gimo, incapaz de emitir otro sonido, mi cuerpo se pone rígido mientras hago
exactamente lo que él quiere. Mi visión se llena de puntos negros y mi respiración
se detiene por completo. Mis ojos se ponen en blanco y mis músculos empiezan a
sufrir espasmos. Controla cada parte de mí, mi mente y cuerpo. No puedo
detenerlo.
Empuja sus caderas hacia delante y se detiene mientras su polla palpita dentro
de mí. Me suelta y caigo sobre la cama, intentando recuperar el aliento.
Siento que se levanta de la cama, pero estoy demasiado cansada para abrir
los ojos. Agarra mis tobillos y tira de mi cuerpo hacia los pies de la cama. Los
extiende y envuelve algo áspero alrededor de cada uno. Una cuerda. Estoy abierta
291
de par en par para él.
Su mano agarra mi cabello y mueve mi cabeza hacia el otro lado.
—Mírame —ordena.
Mis pesados ojos se abren y veo que está inclinado sobre la cama, con su rostro
frente al mío. Su mano libre agarra mis mejillas mientras sus ojos examinan mi
rostro bañado en lágrimas. No he sido capaz de detenerlas. Además del dolor,
todo mi cuerpo está sobreestimulado. Está vibrando de adentro hacia afuera.
Suelta mis mejillas, su mano aparta el cabello enmarañado de mi rostro y lo
coloca en mi espalda sudorosa.
—Eres perfecta. —Acaricia mi rostro con sus nudillos—. Pero voy a arruinarte,
Elli.
Trago saliva ante su promesa.
—Chance nunca podrá satisfacerte. Esperarás con impaciencia mis visitas. Me
suplicarás que te use. Para hacerte mi pequeña puta.
Se aleja y cierro los ojos, pensando que voy a dormir una siesta, pero los abro
cuando algo frío se desliza entre mis nalgas. No ha terminado conmigo.
Segundos después, siento la presión de sus dedos. Mis piernas intentan
cerrarse, pero me doy cuenta de que para eso las ató. Su dedo se desliza
fácilmente dentro de mi culo, entrando y saliendo, separándome, preparándome
para recibir lo que quiera darme. Ni siquiera me estremezco cuando el tapón anal
se desliza en su sitio. En lugar de eso, un gemido sale de mis labios encintados.
Luego me sumerjo en la oscuridad. Parpadeo, intentando averiguar si me
desmayé o no, pero no. Apagó la luz. Luego siento la puerta del dormitorio abrirse
y cerrarse mientras me deja escuchar esperando a que vuelva a utilizarme.

—¿Elli? —escucho a Kira llamar desde el dormitorio contiguo, sacándome de


mis recuerdos—. Ellington, ¿dónde diablos...? —Irrumpe en mi baño y corre
hacia la ducha. Abre la puerta de cristal de un tirón y entra completamente
vestida—. ¿Qué diablos, Elli? Llevo quince minutos golpeando la puerta de tu
casa. Al final rompí una ventana. —Extiende la mano para tocarme, pero suelta
un suspiro al sentir el agua—. ¿Cuánto tiempo llevas aquí? El agua está helada.
—Se levanta, la cierra y vuelve a agacharse—. Vamos. Levántate. —Agarra mi
brazo y tira de mí para que me siente—. ¿Cuánto tiempo...? —Su voz se
entrecorta y sus ojos se posan en mi pecho y mi estómago—. ¿Qué demonios? —
susurra—. ¿Qué es eso?
No contesto.
292
—¿Son conteos? —continúa.
Asiento, incapaz de hablar. Me duele la mandíbula de tanto apretar los
dientes. Nunca me había venido tan fuerte en mi vida. Y eso sin contar la forma
en que utilizó mi garganta. Odio querer complacerlo. Que mi mente pensara que,
si veía lo buena que podía ser, tal vez me elegiría a mí en vez de a Amelia. Como
si alguna vez hubiera tenido una oportunidad de ser suya.
—Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete... Jesús, Elli.
Deja de contar.
Sé que hay muchos más. Cuando me llevó al dormitorio y me dio la vuelta,
empezó a llevar la cuenta en mi espalda. Mi coño está hinchado, duele.
—No puedo borrarlo —susurro.
Llevo no sé cuánto tiempo restregándome. Probé un exfoliante con una
esponja vegetal. Todo lo que hizo fue frotar mi piel en carne viva. Mi pecho está
rojo y me hizo sangrar un poco.
—¿Qué? —Sus ojos se dirigen a la jarra que está a mi lado y la levanta—. ¿Te
estás bañando en lejía? —gruñe.
No fue la mejor idea que he tenido, pero la idea de que Chance me echara a
la calle me desesperó. Si me echa a un lado, mi madre sin duda me echará.
—Iba a intentarlo. —Necesito que se vayan.
Suspira pesadamente y se levanta.
—Vamos. —Toma mi mano y me ayuda a ponerme de pie—. Sé lo que te
ayudará.

293
Capítulo 43
Sin

Estoy en mi habitación, en casa de mis padres, con otros dos Lords, cuando
suena el teléfono de Corbin.
Lo mira y suspira.
—Es Gunner. Me llamó tres veces en la última hora. Ryat está perdiendo la
cabeza por Blakely... —Vuelve a sonar y lo interrumpe—. Hola, hombre. —Se
acerca a mi baño—. No sé nada. No fui a la fiesta...
Se encierra dentro, dándonos intimidad a los dos.
—Lo hiciste bien —afirma el otro Lord.
Resoplo. 294
—Ya veremos.
La puerta de mi habitación se abre con tanta fuerza que choca contra la pared
interior, dejando un enorme agujero por el golpe del pomo contra la pared de
yeso.
—Lamentable hijo de puta... —Las palabras de mi hermana se interrumpen
cuando sus ojos se cruzan con los míos y luego se dirigen al hombre que está a
mi lado. Da un paso atrás como si uno de nosotros la hubiera empujado—. No.
—Sus ojos se vuelven a clavar en los míos—. Easton, por favor, dime que esto
no es lo que creo que es.
Paso una mano por mi cabello. Sabía que esto pasaría, solo pensé que tendría
más tiempo.
—Por favor —suplica—. Dime que mi mejor amiga no es una misión.
Miro a Chance y él cruza los brazos sobre su pecho, mirándola. Sé que no va
a decir una mierda. Los dos tenemos mucho que perder.
—¿Cómo pudiste hacerle esto? —pregunta.
Permanezco en silencio.
—¿No puedes simplemente dejarla ir? —Aprieto los dientes—. ¿Eh? Déjala en
paz. —Corre hacia mí y me da una bofetada—. Pedazo de mierda.
Me abofetea de nuevo.
—¡Detente! —ordena Chance, poniendo una mano en su pecho,
sosteniéndola.
—No la toques —brama Corbin, saliendo de mi baño, al escuchar el alboroto
mientras guarda el teléfono en su bolsillo.
—Entonces ocúpate de tu puta —dice Chance.
Ella mira a su novio, ahora con lágrimas en los ojos.
—¿Lo sabías? Todo lo que le dijiste... ¿estabas mintiendo? —Su voz tiembla,
mostrando lo dolida que está porque él no la puso al corriente de nuestro plan.
Como una máscara deslizándose sobre el rostro de Corbin, se queda en
blanco. Nos han entrenado para ser herméticos, para ocultar secretos a los
demás sin importar quiénes sean.
—¿Por qué no me lo dijiste? —le pregunta a Corbin.
Pero es Chance quien responde.
—Porque no es asunto tuyo. 295
Ella mira a Corbin, esperando que la defienda, pero él no dice nada. Toma
una respiración profunda y sé que está a punto de estallar contra mí.
—Acabo de salir de casa de Elli. Estaba en la ducha limpiándose. Iba a usar
lejía —grita, enfadándose de nuevo conmigo—. Maldita lejía, Easton.
Me abofetea de nuevo.
Esta vez, Corbin se acerca por detrás y la rodea con los brazos, inmovilizando
los suyos a los lados. La levanta del suelo, intenta darme una patada, pero ya
está demasiado lejos.
—Maldito bastardo —espeta—. Ella te ama.
Mi pecho se oprime.
—Ella te ama y tú la arruinaste.
—¿Qué crees que estoy haciendo? —espeto, incapaz de quedarme callado—.
¿Eh? Intento mantenerla con vida.
Él la pone sobre sus pies de nuevo.
—¿Matándola? —suelta—. Dios, Sin, déjala ir. —Empieza a llorar—. Déjala
estar con Chance. —Sobre mi cadáver—. Déjala tener una vida sin ti. Todo lo que
haces es lastimarla. Mentirle. Engañarla.
—Nunca la engañé —gruño, sin escuchar esa mierda otra vez.
—¡Te vimos! —grita tan fuerte que me hace daño en los oídos. Nunca había
visto a mi hermana tan angustiada. Desde que dejé a Elli desmayada en nuestra
cama, me preocupa el estado mental en que la puse. Estoy haciendo lo que hay
que hacer, no importa si estoy de acuerdo o no. Tengo que probarme a mí
mismo—. Amelia nos mostró el vídeo en el baño —prosigue.
Miro a Chance y él niega con la cabeza, sin entender tampoco.
—No sabes de lo que estás hablando —le digo.
—¡Deja de mentirme! No voy a creer más tus tonterías. Te vimos a ti y a Amelia
en tu habitación de la casa de los Lords. La vimos desnudarse, meterse en tu
cama y luego la ataste...
Hace una pausa para recuperar el aliento.
—¿Y qué? —exijo, con el corazón acelerado por lo que está describiendo.
—Elli tiró el teléfono de la mano de Amelia, obviamente cansada de ver cómo
su novio la engañaba. —Resopla—. Pero estaba claro, Easton. Eres un mentiroso 296
y tramposo pedazo de mierda.
Vuelve a abalanzarse sobre mí, pero Corbin se acerca y agarra su cabello,
tirándola hacia atrás.
—Nena, cálmate —gruñe, sujetándola mientras ella lucha contra su agarre.
—Y le contaste lo de James y Lincoln —continúa—. ¿Por qué? ¿Para sentirte
mejor? No eres mejor que ellos. Te aprovechas de ella.
Aprieto la mandíbula.
—Esta conversación ha terminado —gruño, ya escuché suficiente.
Corbin levanta sus pies del suelo y se gira, arrastrándola fuera de mi
habitación a patadas y gritos. Normalmente, me preocuparía adónde la lleva,
pero ahora no me importa.
—¿Cómo diablos sabe todo eso? —me pregunto.
—Amelia —responde Chance.
—¿Cómo diablos lo sabe?
Entrecierro los ojos hacia él.
Este levanta las manos.
—No le dije una mierda a esa perra.
—Eso solo deja a otra persona.

Han pasado dos días desde que mi hermana irrumpió en mi habitación y


todavía no tengo ni idea de lo que está pasando. No puedo preguntarle a Amelia
porque entonces sabrá que lo sé. Prefiero mantenerla en la oscuridad tanto como
sea posible. Es obvio que está hablando y cuanto menos sepa que lo sé, mejor.
Entro en el estudio de mi padre, lo veo sentado en su escritorio.
—¿Tienes un segundo? —pregunto.
—Siéntate. —Señala la silla que hay frente al escritorio.
Me dejo caer en ella. 297
—Si se trata de tu boda...
—No lo es —lo interrumpo.
Asiente, recostándose y poniéndose cómodo.
—¿Qué necesitas?
—¿Qué sabes de Carnage? —pregunto.
Su cuerpo se pone rígido, sus ojos se entrecierran durante un breve segundo
antes de disimularlo. Pero evita mi pregunta.
—Sé que debes mantenerte alejado de allí.
—¿Por qué? ¿Por los hermanos Spade? —continúo y él suspira.
El otro día se negaron a darme información. Pero no voy a rendirme tan
fácilmente. Mi futuro con Elli está en juego. Y haré lo que sea para salvarlo.
—No son parientes de sangre —afirma—. Se llaman hermanos porque, como
tú y yo, se hicieron un juramento el uno al otro. Lo comparten todo.
—¿Cuál es su secreto? —pregunto.
Él arquea una ceja.
—¿Secreto?
—¿Por qué ellos? Son Lords, ¿verdad?
No entiendo cómo terminaron allí. Por supuesto, los Lords son como cualquier
otra cosa en el mundo. Algunos son más ricos que otros. Algunos son más
inteligentes, más despiadados. ¿Cómo consiguieron el control de una maldita
ciudad? Carnage cubre cientos de miles de acres en medio de la nada escondida
en las montañas. Todo rodeado por un alambrado más alto de lo que cualquier
hombre podría pasar. Solo tiene una entrada y una salida que yo haya visto
hasta ahora.
La mandíbula de mi padre se tensa mientras gira la cabeza para mirar a otro
lado un segundo. Sé más de lo que él quiere que sepa. ¿Se supone que es un
secreto que son de los nuestros?
—¿Cómo terminaron allí? —Sigo cavando en su silencio.
—¿Terminar allí? —Suelta una áspera carcajada y vuelve a clavar sus ojos en
los míos—. Hijo, son Carnage. Dirigen ese lugar como si fuera el mismísimo
infierno. Puede que sean Lords, pero no piensan como nosotros. No manejan las
cosas como nosotros. No pueden funcionar en el mundo como tú y yo. Están
entrenados de manera diferente. Sus iniciaciones fueron diferentes. Todo en ellos
es diferente. 298
—Haces que parezcan máquinas. —Resoplo—. Todo el mundo tiene una
debilidad.
Elli es la mía. El hecho de que estoy investigando lo demuestra, pero no puedo
dejar que nadie lo sepa. Los Lords lo usarán en mi contra. Tomarán lo que amas
y lo arruinarán solo porque pueden.
Ladea la cabeza, confundido por mi comentario.
—¿Dices que nunca han estado enamorados? —Imposible.
Esboza una sonrisa.
—Siempre hay una mujer. Aunque no puedo decir que hubiera amor de por
medio.
—¿Una mujer? —verifico, sentándome más erguido. Había dicho que
comparten todo.
Él asiente.
—Hay varias historias que involucran a Carnage. Una es que la mataron. La
otra es que escapó.
Frunzo el ceño.
—Entonces, ¿era una prisionera allí o una paciente?
Sacude la cabeza, irritado con todas mis preguntas.
—¿Por qué te importa? —Sus ojos se entrecierran sobre mí.
Me recuesto, cruzo los brazos sobre mi pecho y cierro la boca. Sueno
demasiado desesperado.
—Solo por curiosidad. Escuché rumores y quería saber si eran ciertos. Me
parece raro que se mantengan en secreto.
Va a abrir la boca, pero suena su celular y lo saca del bolsillo.
—Es Malcom —anuncia, y pongo los ojos en blanco. Mi futuro suegro—. Dame
un segundo. —Acerca el teléfono a la oreja y sonríe—. Hola, Malcom...
Abre la puerta de la derecha, sale de su oficina, sabiendo que no me voy a ir,
y que quiere privacidad.
Saco mi teléfono y abro la aplicación para ver a Elli. Está acostada en la cama
durmiendo. Últimamente lo hace mucho. No come lo suficiente. Entre lo mucho
que ha bebido y lo que le he hecho a su cuerpo, está agotada.
Cierro mi teléfono, lo meto en el bolsillo y veo la caja que mi padre me moestró
el otro día. Llena de fotos de Elli. Me levanto y me acerco a ella. Saco la tapa y
tomo una.
299
Es joven. Menor de edad, seguro. Tiene los ojos vendados, atada a un sucio
colchón en un sótano. Está oscuro, pero el flash la ilumina. Está vestida con un
vestido amarillo. Pensar en ella en una situación así tan joven hace que mi pulso
se acelere. Debería haber visto señales. Debería haberle prestado más atención.
Analizo la foto, veo un espejo en la pared sobre su cabeza. Entrecierro los
ojos, intentando enfocar lo que veo. Es un hombre, de pie, mirándola fijamente.
Es James. No hay lugar a dudas. Viste una camisa abotonada y pantalones.
Tiene los brazos cruzados sobre su pecho con los ojos en ella.
¿Quién diablos está tomando la foto?
Escucho el pomo de la puerta abrirse, guardo la foto en mi bolsillo y vuelvo a
poner la tapa. Me dejo caer en el asiento cuando vuelve a entrar con el teléfono
en la mano.
—Mañana por la noche vamos a tomar unas copas con Malcom.
—No —afirmo.
Suspira.
—Hijo...
—Tengo que ir a un lugar.
Me levanto, con la necesidad de largarme de aquí.
—¿Easton? —grita, me detengo y me giro para mirarlo—. Lo que sea que
quieras con Carnage, déjalo ir. Por algo no sabías que existían. Son imbatibles.
Uno de ellos es letal, pero los tres... no conoces el sufrimiento hasta que deciden
arrastrarte a su mundo. Nadie sobrevive allí.
Me estremezco ante sus palabras, rezando para que se equivoque. Aparto la
mirada de él, sin querer revelar lo que Ryat me dijo. No tenía por qué ir conmigo
como lo hizo. Se lo agradezco, pero no traicionaré su confianza ni su lealtad. Así
que digo:
—La chica...
—Ella se fue, Easton. Si escapó, su tiempo de fuga se agotará. Si está muerta,
tuvo suerte.
Tiene que estar viva. Mi futuro está en sus manos. Pero si me guío por lo que
mi padre acaba de decirme sobre los hermanos Spade, ya podrían tenerla
encadenada a un catre cubierto de sangre en una habitación acolchada. Por lo
que sé, la mataron hace años y luego inventaron los rumores para cubrir sus
huellas.
—Lo dejaré. —No es la primera mentira que le digo a mi padre y tampoco será
300
la última.
Aclara su garganta, haciéndome saber que esta conversación aún no ha
terminado. Toma algo de su escritorio y se acerca a mí. Sosteniendo un sobre
blanco, dice:
—Hoy llegó esto para ti.
—¿Qué es? —le pregunto, tomándolo. Mi sangre se congela cuando leo sobre
la escritura negra.
Por favor, únase a nosotros para una fiesta de compromiso...
Es la invitación a la fiesta de Chance y Elli. La arrugo y la dejo caer al suelo,
donde debe estar. Luego, sin decir nada más, me doy la vuelta y salgo de su
oficina.
El l in g t o n

Estoy de pie en mi habitación, en casa de mis padres, frente al espejo que hay
en una esquina. Mi maquillaje y peinado están listos. Solo tengo que vestirme.
Pero parece que no puedo obligarme a hacerlo. Eso es todo. Mi madre nos
organizó una fiesta a Chance y a mí. Esta noche anunciaremos oficialmente
nuestro compromiso frente a todos sus amigos y los de Linc. Solo otro mar de
Lords y Ladies en el que quieren ahogarme.
Odio que Sin esté en mi mente. Kira fue capaz de quitar todas las marcas de
mi piel. Estoy bastante segura de que quitó una capa con ella, pero todos los
recuerdos de esa noche se han borrado como si nunca hubiera sucedido. Y no
lo he vuelto a ver desde entonces. Es como cuando el enmascarado rompió
nuestra única forma de contacto y me dejó llorando.
Me siento inadecuada. Como si estuviera demasiado ocupado con Amelia.
Ella satisface todas sus necesidades, así que he quedado en el olvido. Dejada
hasta pudrirme en el fondo de la bañera como ese teléfono inútil.
Escucho el chasquido del pomo y me giro para ver la puerta abierta. Me pongo
rígida cuando entra Linc.
301
—Sal de mi habitación —digo, intentando enderezar los hombros, pero mi voz
se quiebra, delatando que después de todos estos años el mero hecho de estar
cerca de él me afecta.
La sonrisa en su rostro me dice que lo notó. Mi corazón empieza a latir
salvajemente en mi pecho cuando cierra la puerta con llave.
—Esto solo tomará unos minutos.
Me precipito hacia la puerta del baño contiguo, pensando que puedo entrar y
ponerle cerrojo para dejarlo afuera, pero se me adelanta. Gimo y retrocedo un
paso cuando se coloca en el marco de la puerta con los brazos abiertos,
bloqueándola.
Agarra mi barbilla y me obliga a echar la cabeza hacia atrás. Tomo una
respiración profunda y lo miro con desdén.
—Ponte de rodillas y agradéceme —ordena, yendo directamente al motivo por
el que está en mi habitación.
Mis piernas comienzan a temblar. Mi respiración se agita.
—Vete a la mierda —escupo en su rostro.
Suelta mi barbilla y me da una bofetada tan fuerte que hace que caiga sobre
mis manos y rodillas. Abro mis ojos llorosos y veo que es donde me acosté
voluntariamente por primera vez para el hombre enmascarado. Clavo las uñas
en la alfombra y me niego a llorar por el escozor persistente que siento en la
mejilla. Estoy tan cansada de parecer tan débil.
—Sabes, Elli... —comienza mientras sus zapatos se alejan de mí y se acercan
a mi cama—. James se tomó su tiempo contigo al principio debido a lo joven que
eras. La edad legal de consentimiento en el estado de Pennsylvania es dieciséis.
—Hace que suene bien. Como si James fue de alguna manera un caballero por
esperar hasta que el estado dijera que yo tenía edad suficiente para dar mi
consentimiento para ser follada—. Sinceramente, me impresiona que haya
podido esperar tanto. Te habría follado en el momento en que me hice cargo de
esta casa.
—Nunca le pedí...
Su risa inunda la habitación, interrumpiéndome y provocándome un
escalofrío.
—Tienes razón. Nunca se lo pediste. Se lo suplicaste mucho antes.
Mi garganta se cierra porque no puedo discutir eso.
Abre el cajón superior de mi mesita de noche antes de cerrarlo. Intento
302
levantarme con las piernas temblorosas y correr hacia la puerta, pero agarra mi
cabello. Grito cuando tira de mí hacia atrás y me inclina sobre la cama,
sujetando mis piernas con él de pie detrás de mí.
Grito cuando lleva mis brazos a la espalda y ata mis muñecas. Mi estómago
se revuelve y no puedo contener las lágrimas que se agolpan en mis ojos.
—No pueden escucharte ahí abajo, Elli. Todos están en el ala oeste
preparándose para tu fiesta.
Me levanta de la cama y me pone de rodillas. Mi cabeza cae hacia delante y
los sollozos desgarran mi cuerpo, con tanta fuerza que no puedo recuperar el
aliento.
—Abrirás esa boca y me agradecerás todo lo que he hecho por ti.
Levanto los ojos, intentando recuperar el aliento y ralentizar mi acelerado
corazón. No es el momento de enloquecer. Lo fulmino con la mirada.
—Mira, Elli... —Baja la cremallera de sus pantalones negros—. Tu madre
quería que te casaras con Sin. —Mis ojos se agrandan—. Me confesó, después
de tu crisis en la recepción, que creía que al menos te mantendría ocupada. Que
sabía que tu padre y el suyo tenían una especie de acuerdo para que, cuando te
graduaras en Barrington, te casaras con él.
¿Mi padre quería que me casara con Sin?
—Pero claro, tu padre está muerto, así que cualquier acuerdo que él y el señor
Sinnett tuvieran es nulo ahora. Así que la convencí de que deberías casarte con
Chance. Él es un mejor Lord para ti. Te controlará como debe ser controlada una
Lady. Sin sería blando contigo. Te ama demasiado.
Está equivocado. No tiene ni idea de lo que está hablando. Sin me odia. Sus
acciones lo han demostrado.
—Y David, me lo debes por David. Yo te lo envié. Le dije que eras una buena
puta y que necesitabas ser follada. Haces que Sin sea débil. Él te dejaría hacer
lo que quieras. ¿Pero Chance? No le importas una mierda. —Se agacha y pasa
sus nudillos por mi mejilla que acaba de abofetear—. Puede que te cases con él,
pero servirás a quien él te diga.
—¿Te refieres a ti? —espeto—. Por eso me obligas a casarme con tu sobrino,
porque crees que te dejará follarme.
Si mi padre y mi madre realmente querían que me casara con Sin, sé una
cosa: puede que no sea fiel, pero nunca dejaría que otro hombre me tocara. Y
eso no funcionaría con Lincoln.
303
Se ríe ligeramente.
—Eres muy lista, Ellington. James solía decirme lo tonta que eras. Solo una
puta a la que follar. Pero sabía que eras más lista de lo que él creía.
Mete la mano en su pantalón, saca su polla y me aparto. Enreda la mano en
mi cabello, haciéndome gritar.
—Basta de hablar. Es hora de que seas una buena puta y me agradezcas todo
lo que hice por ti.
Aprieto los dientes y sacudo la cabeza lo mejor que puedo con su puño en mi
cabello. Esto no es como la última vez en la oficina de James. No estoy drogada.
Ni rogando por eso.
Suspira, decepcionado, y pone los ojos en blanco.
—¿Qué te parece Sin?
Mi corazón se detiene y lo miro con ojos llorosos.
—Si no abres la boca, lo denunciaré a los Lords.
Me quedo helada. ¿Qué quiere decir con denunciarlo?
—Verás, a Sin le dieron una misión, fuera de los libros. Por supuesto, él no
lo sabía. Fue más un experimento por mi parte. Quería ver hasta dónde llegaría
por su pequeño demonio. Y puf, el chico terminó muerto. Fotos tuyas desnuda y
siendo usada, desaparecidas. Todo por ti, Elli. Imagina mi sorpresa cuando me
di cuenta de lo mucho que se preocupa por ti, una puta usada.
Las lágrimas caen por mis mejillas. David. Linc le tendió una trampa a Sin
conectándome con David. Pero ¿por qué? ¿Qué le hizo pensar que Sin estaba
interesado en mí?
—Esta es la última vez que haré esta oferta, Ellington. Abre la boca y
agradéceme por no despojar de su título al hombre que amas.
Odio que me importe lo que le pase a Sin. Él me salvó. Aunque luego me usó
hasta que se aburrió. Pero eso es culpa mía, ¿verdad? Creí sus mentiras. Me
enamoré de alguien que realmente no era. No puedo dejar que lo despojen de su
título. No por mi culpa. Estoy cansada de ser la razón por la que la gente sale
lastimada. Este es mi futuro. Siendo pasada y usada.
Ellos tienen razón. Soy la puta. No soy nada. Sin tiene un futuro, y no voy a
dejar que lo pierda por mi culpa. No soy como ellos. Humedezco mis labios, cierro
los ojos y los separo.
—Buena perra —elogia, y mis hombros tiemblan cuando su pene se desliza 304
en mi boca abierta.

Me arrodillo en el suelo, la sangre corre por mis oídos. Lo veo subirse la


cremallera. Agarra mi rostro y lo miro aturdida. Todo está borroso. Dice algo y
me suelta. Corta la cuerda que sujetaba mis muñecas y estas caen a los lados.
Lo escucho salir y la puerta se cierra.
Mi pecho se agita y me pongo en pie. Corro al baño contiguo y caigo delante
del inodoro justo a tiempo para vomitar.
—Dios mío, Elli. —Escucho a Kira, que está a mi lado.
Lo vuelvo a hacer. Los músculos de mi estómago se contraen, mis muslos se
tensan y mi pecho arde. Expulso lo que Linc me obligó a tragar. Es como un déjà
vu.
Ojalá estuviera tan drogada como la última vez. Tengo un poco en el tocador
que puedo tomar una vez que sepa que he terminado de vomitar.
Agarra mi cabello, sosteniéndolo desde que Linc arruinó mi peinado con su
puño. Cuando acabo, tiro de la cadena y me siento sobre mis piernas.
—¿Has comido hoy? —pregunta acercándose al lavabo. Abre el grifo, pasa
una toallita por debajo para mojarla y me la da.
—S... —Mi voz es áspera y mi garganta arde.
Dejo el paño en el suelo y me levanto sobre piernas temblorosas. Me acerco
al grifo, junto mis manos, formando un cuenco para tomar agua y lavo mi rostro
mientras enjuago mi boca.
—Elli —habla en voz baja—. Creo que deberías hacerte otra prueba de
embarazo.
—Otra vez no —murmuro en voz baja.
—Lo digo en serio. Podría haber sido un falso negativo. O quizá el tiempo de
embarazo es muy poco y la prueba no lo detectó…
—No estoy embarazada.
—¿Sin y tú usaron condón? —pregunta. 305
—¿Corbin y tú usan protección?
La fulmino con la mirada.
—No soy yo la que vomita —suelta a la defensiva.
—Estoy bien, Kira —suspiro—. Te lo prometo.
Salgo del baño, entro de nuevo en mi dormitorio, y ella me sigue.
—¿Intentas ocultar este embarazo porque Sin se va a casar con Amelia?
Me doy la vuelta para mirarla.
—¿Qué?
—¿Es una especie de venganza? —Pone las manos en sus caderas—. ¿Porque
no quiere casarse contigo?
Estoy tan cerca del maldito límite que estoy a punto de saltar. No sé cuánto
más de esta mierda puedo aguantar.
—A tu hermano no le importo una mierda, Kira. Y lo entiendo. Realmente lo
entiendo. Yo solo era una mierda. Toma nota. Tu día se acerca.
Le doy la espalda.
—¿Qué significa eso?
Agarra la parte superior de mi brazo, haciéndome girar.
—Significa que Corbin es igual.
—No...
—Todos son unos malditos Lords, Kira —digo bruscamente por ser tan
estúpida como yo. Si puedo ahorrarle esta angustia, lo haré—. Hicieron un
juramento. Las mujeres no significan una mierda para ellos.
Sus ojos se dirigen al suelo. El mismo lugar donde estaba arrodillada y
amordazada por Linc.
—Mi hermano te ama.
Echo mi cabeza hacia atrás, riendo. Es un sonido maníaco, todo mi cuerpo
tiembla por eso.
—Pues yo no lo amo.
Vuelve la bilis, pero la trago. Nunca le dije que lo amaba y ahora me alegro.
Imagínate que supiera que tiene tanto poder sobre mí.
—Tienes que decirle que estás embarazada —insiste.
—¡No estoy embarazada! —grito—. Jesucristo, Kira. No estoy embarazada, 306
maldición. Olvídalo. Preocúpate por ti. ¿Eh? Quién diablos sabe si Corbin te está
siendo fiel.
Abofetea mi rostro, y ni siquiera lo siento. Estoy demasiado entumecida en
este punto. Perdiendo la cabeza por un juego que no puedo ganar.
Sale corriendo de mi habitación y me encuentro caminando hacia mi tocador.
Lo abro y meto dos pastillas en mi boca. Luego, sin pensarlo, entro en el armario
y, aturdida, saco de la percha el vestido que mi madre me pidió que usara para
la fiesta de esta noche, así que lo deslizo por encima de mi cabeza. Si algo me
enseñó la vida es que no se detiene cuando necesitas descansar. Te tragas el
llanto y levantas la barbilla. Porque a la vida le importas una mierda. O la aceptas
o dejas que te mate.
Nunca confíes en un hombre a menos que sepas lo que haría para sobrevivir.
Lo entiendo. Porque por una vez, entiendo lo que hizo mi padre, y no suena
tan mal.
Capítulo 44
Sin

Estoy de pie junto a Corbin y Chase en el salón de baile cuando veo entrar a
mi hermana. Puedo decir desde el otro lado de la habitación que está llorando.
—¿Qué pasa? —pregunto en cuanto se abalanza sobre nosotros.
—Nos vamos —le gruñe a Corbin.
—¿Qué pasa? —pregunta él, y ella también lo ignora.
—Me voy. Ven conmigo o no vengas. —Se da la vuelta y se va furiosa, pero
tomo su brazo y tiro de ella hacia atrás—. Sin...
—Responde nuestra maldita pregunta ahora mismo —gruño en su rostro,
clavando mis dedos en su piel. Ella mira a Corbin, pero él solo cruza los brazos 307
sobre su pecho, también esperando una explicación.
Quiero a mi hermana a muerte y haría cualquier cosa por ella, pero eligió esta
vida con los Lords. Tuvo todas las oportunidades para huir y no lo hizo. Corbin
no es el tipo que ella cree que es. Es un Lord y eso siempre será lo primero. No
importa cuánto la ame. A los Lords siempre les gusta ponernos a prueba con las
cosas que amamos.
—Encontré a Elli arriba vomitando —admite finalmente, dejando escapar un
largo suspiro.
Mi ceño se frunce.
—¿Está enferma?
—Ha estado enferma —espeta, intentando liberar su brazo, pero yo no la
suelto—. Creo que... —muerde su labio—. Creo que está embarazada, pero no
quiere que nadie lo sepa.
Suelto su brazo y dejo caer el mío a mi lado. Se acerca a mí en vez de salir
corriendo.
—Si está embarazada, entonces puedes elegir casarte con ella, ¿verdad? —
Sus ojos azules están grandes y llenos de esperanza. Me quiere con Elli tanto
como Elli. Quiere que sea un buen chico y que elija a su mejor amiga.
—No funciona así. —Corbin es quien habla cuando me niego a contestar.
Sus ojos se dirigen a él.
—¿Por qué no? —suelta, irritada una vez más.
—Sin podría decidir si lo quiere o no —prosigue Corbin.
Sus ojos vuelven hacia mí y da un paso atrás.
—No. Tú no le harías eso —dice, comprendiendo lo que quiere decir su novio.
—Es complicado —continúa Corbin.
No le oculto nada. Puede que lo haya hecho a mis espaldas, pero he aceptado
lo que hizo. Sigue siendo mi mejor amigo. No dejaré que su amor por mi hermana
se interponga.
—Easton —habla en voz baja—. No puedes hacerle eso.
—Soy un Lord —digo—. Puedo hacer lo que quiera.
Con lágrimas en los ojos, mira a Corbin y, cuando él no dice nada, da media
vuelta y sale corriendo del salón de baile. 308
—Mierda —sisea Corbin.
Meto las manos en los bolsillos de mis pantalones, salgo del salón de baile y
subo las escaleras, sin molestarme en intentar hablar con él sobre lo que acaba
de ocurrir. Puede elegir seguir a Kira o no. No es mi relación, no es mi problema.
Entro en la habitación de Elli como si fuera mía y veo las puertas francesas
abiertas a su balcón. Está de pie en él, de espaldas a mí, con los antebrazos
apoyados en la barandilla.
Al salir, veo cómo su cuerpo se pone rígido al sentir mi presencia.
—¿Por qué estás aquí? —dice con voz suave. No parece enfadada ni curiosa.
Solo cansada.
—Tu madre me invitó
—Claro que sí. —Suspira, se aparta de la barandilla y se gira para mirarme.
Mi mirada recorre sus mejillas hinchadas, sus ojos inyectados en sangre y…
están dilatados. Rechino los dientes.
—Estás drogada. —No es una pregunta.
Ella parpadea lentamente, con sus bonitos ojos pesados.
Mis ojos recorren el resto de su rostro y llegan hasta su mejilla. ¿Es la huella
de una mano? Me acerco y la aprisiono contra la barandilla. Extiendo la mano
para tocar su mejilla, pero ella baja la cabeza.
—¿Quién diablos te golpeó? —pregunto.
—Tu hermana —responde, levantando la barbilla para mirarme a los ojos.
No sé si es mentira o no, pero mi hermana no pegaría tan fuerte como para
dejar una marca tan roja.
—Elli...
—Vete, por favor —me suplica.
Mis ojos buscan los suyos y empiezan a llenarse de lágrimas.
—Estoy harta de verte. —Su labio inferior empieza a temblar—. Estoy cansada
de odiarme por tu culpa. Estoy tan cansada... —Cierra los ojos con fuerza y
nuevas lágrimas caen por su rostro. Se abren y aterrizan sobre los míos,
inmovilizándome donde estoy—. Estoy cansada de ser la puta a la que nadie
puede amar.
—Elli...
—Mi padre me enseñó que la vida no es justa. —Pone la mano sobre mi pecho,
empujándome hacia atrás, y yo se lo permito—. Me voy a casar con Chance y
309
voy a ser una Lady devota, Sin. Porque estoy cansada de ser tu puta. No vale la
pena. —Con eso, camina a mí alrededor y sale de su habitación.
Con manos temblorosas, saco mi teléfono. Algo pasó. No es la misma Elli que
dejé inconsciente en nuestra cama hace una semana después de pasar todo el
fin de semana con ella. No. Estaba justo donde necesitaba que estuviera. En el
borde. Ha saltado de cabeza y no podré recuperarla.
Reviso la grabación de las cámaras que he instalado en su habitación. La veo
preparándose frente al espejo. Su puerta se abre y mi sangre se hiela cuando
entra Linc. Subo el volumen. Observo, con los ojos pegados a la pantalla y las
manos apretando el teléfono hasta el punto de romperlo mientras él la
amenaza...
Conmigo.
Ella abre su boca para él por mí.
Él la utiliza por mi culpa.
Estoy temblando cuando él la deja y ella corre al baño sintiéndose enferma.
Veo entrar a mi hermana y ni siquiera me molesto en mirar. Mintió como yo
sabía que lo había hecho. Vi cómo la golpeó dos veces. Una cuando se negó a
darle lo que quería y la segunda vez cuando estaba de rodillas chupando su
polla. Puede que mi hermana también lo hiciera, pero nunca mencionó a Lincoln
en su habitación, y sé por qué.
Guardo mi teléfono en el bolsillo, y bajo corriendo las escaleras.
—¿Elli? —grito su nombre. El salón de baile está lleno de invitados. Ni
siquiera se tomó el tiempo de volver a maquillarse. Simplemente se lo lavó por
completo y dejó su cabello suelto—. Elli, necesito hablar contigo. —Doy un paso
adelante.
—Eso no va a pasar. —Linc da un paso hacia mí.
Aprieto mis manos; quiero arrancarle la maldita cabeza, pero no puedo.
Demasiados ojos sobre nosotros, observando. Esto era una prueba. Ahora lo sé
y no puedo fallar. La perderé para siempre. Para siempre. Todo mi cuerpo está
vibrando, estoy tan furioso. Fuego caliente toca mi piel, y prácticamente estoy
jadeando.
—Yo me encargo de esto. —Chance coloca sus manos en el pecho de Lincoln
y retrocede.
—Llévalo fuera —ordena Linc a Chance. Veo por última vez a Elli en medio de
un mar de gente y me doy cuenta de lo insegura que está. Aquí nadie la
protegerá. No como yo.
310
—Vamos —gruñe Chance y dejo que me arrastre fuera de la habitación, a
través de la casa y por las puertas dobles hacia al porche delantero antes de que
me maten. Si eso ocurre, no se sabe lo que le harán a ella—. ¿Qué diablos,
hombre? —demanda en voz baja, escrutando con sus ojos la propiedad—. ¿Estás
tratando de arruinarlo todo?
Saco el celular, subo el volumen y se lo tiendo. Mi corazón está martilleando
en mi pecho. Empiezo a caminar y agarro mi cabello con mis manos. Debería
haberlo sabido en cuanto me di cuenta de que se había drogado. Es su vía de
escape. Su forma de sobrellevar acciones que sabe que están mal.
—Mierda. —Pasa una mano por su cabello, mirándome con los ojos muy
abiertos. Su mandíbula se tensa cuando escucha lo que Linc dice. Después que
termina y llega al final, me lo devuelve. Guardo el teléfono en mi bolsillo con
manos temblorosas. Los brazos de Chance caen a los lados.
—Lo siento, hombre...
Le doy un puñetazo, haciéndolo retroceder.
—Jesús, Sin...
Agarro su esmoquin y tiro de él hacia mí, chocando su pecho contra el mío.
—Si alguien, y me refiero a cualquiera, la vuelve a tocar... me importa una
mierda dónde estemos o quién esté mirando, está muerto.
—No sabía que iba a hacer eso —espeta en mi rostro, con un flujo constante
de sangre saliendo de su nariz rota.
—Y después de que lo mate, tú serás el siguiente —prometo, empujando a
Chance lejos de mí—. Ahora vuelve a meter el culo ahí y no te apartes de su lado.
—Señalo la casa.
—Cálmate, hombre. —Levanta las manos, mirando rápidamente a su
alrededor, pero todo el mundo está dentro. La fiesta ya ha empezado—. Estoy
tan enojado como tú, pero aún no podemos hacer nada.
Lo sé, pero eso no significa que me guste.
—No pierdas de vista a mi mujer. Si le pasa algo, cortaré tu maldita cabeza
con un cuchillo de mantequilla —amenazo.
Atravieso la rotonda hasta donde se encuentra el valet, quien saca mis llaves
cuando me ve venir para que vaya por mi auto. Se las arranco de la mano y me
dirijo hacia donde está estacionado. Entro en mi auto y mi teléfono comienza a
sonar.
—Easton. —La voz de mi padre llena el reducido espacio antes de que escuche
una puerta abrirse y cerrarse mientras se esconde de la multitud dentro de la
311
casa—. ¿Qué diablos pasó? Chance acaba de regresar con la nariz
ensangrentada.
—No es nada —digo apretando los dientes.
—Eso no fue nada. ¿Dónde demonios estás? Amelia y sus padres te están
buscando.
—Tuve que irme.
Suspira.
—Hijo...
Cuelgo y dejo caer el teléfono sobre mi regazo. Mi sangre está hirviendo, no
puedo dejar de temblar. Amenazó mi estatus con los Lords, y ella hizo lo que él
quiso. Lo odio. Ella no debería protegerme. Debería ser al revés. Pero los Lords
me tienen atado de brazos. Se odiaría a sí misma más de lo que ya lo hace si
supiera que las mismas personas de las que me salvó, son las mismas que me
alejan de ella.
Sabía que Lincoln intentaría algo, pero supuse que al menos esperaría hasta
después de su boda. Usarme contra ella hace que mi pecho se oprima. No me
extraña que me odie. Ella le permitió tener algo que no era suyo. Me protegió
como yo a ella todos estos años. ¿Pero a qué costo? Su cordura. Ya no es la
misma. James jugó con ella. La hizo suplicar que la follaran. Linc hará que ella
ruegue para que se detenga, cosa que él no hará. Le mintió, mi padre y el de ella
nunca acordaron que nos casaríamos. Es solo otra forma de herirla. Hacerla
sentir que estaba cerca de conseguir lo que quería, pero él tenía el poder de
quitárselo.
Mi teléfono vuelve a sonar, pero lo rechazo al ver que es mi padre. Ahora
mismo no tengo nada que decirle. Salgo a toda velocidad del camino de entrada.
Me dirijo por el camino de tierra paralelo a la casa, donde solía esconderme en
bicicleta cuando me colaba para verla, y saco el teléfono. La observo de pie junto
a Chance en el salón de baile. No hay sonrisa en su rostro. Ni siquiera parece
drogada, solo inexpresiva. Ya no es mi pequeño demonio. Es Ellington Asher, la
chica que querían romper. La chica que no tiene idea de lo poderosa que puede
ser.
Soy su única esperanza.

312
Me detengo en Blackout y entro corriendo al club, subiendo a la oficina de
Tyson.
—Llámalos de vuelta. —Cruzo la puerta sin molestarme en llamar.
Me mira desde detrás de su escritorio.
—Diles que quiero otra reunión —exijo.
—Sin, los hermanos Spade no funcionan así. Puede que sean Lords, pero no
es lo mismo que tú y yo.
—Tú no respondes ante los Lords —le recuerdo. No voy a fingir que entiendo
qué diablos hacen realmente los hermanos Spade para los Lords, y no podría
importarme menos.
Aprieta las manos.
—Naces Lord, mueres Lord. —Gruñendo, añade—: Nadie es intocable cuando
se trata de prestar juramento. —Pasa una mano por su cabello y suspira—. Solo
nos harás perder el tiempo. Te dijeron que no...
—Hay una mujer —lo interrumpo.
Recostándose en su silla, me mira. Sus ojos lo delatan. No le dije su nombre,
ni nada sobre esta perra, pero él sabe exactamente quién es y que es importante
para ellos.
—¿Tal vez podamos encontrarla? Intercambiarla o algo.
Suelta una carcajada.
—¿Intercambiarla? Entiendes que, si pudieras localizarla y entregarla, no
serías mejor que Linc.
Resoplo mientras me alejo de su escritorio y empiezo a caminar. Esa
sensación de ardor aún recorre mi piel. Podría matar a cien hombres ahora
mismo con mis propias manos. Ojalá no hubiera matado a David. Sería un buen
candidato para torturar ahora mismo.
—Hablo en serio, Sin. Estarías arrojando a esta chica a una manada de lobos.
La destrozarían pieza por pieza. Ella es la razón por la que son como son.
Habla como si yo supiera lo que quiere decir. No lo sé y, de nuevo, no me
importa. Me acerco de nuevo a su escritorio y lo golpeo con las manos, haciendo
que sus ojos se entrecierren sobre los míos. Nunca supe que Tyson fuera suave.
Es despiadado, una maldita leyenda para todos nosotros. 313
—¿Temes que nunca me lo perdone?
Se ríe como si fuera una estupidez.
—El perdón no existe en nuestro mundo.
Tal vez siente pena por la chica porque cree que es inocente. Su elegida lo
cambió. El camino de Tyson como Lord iba a convertirlo en multimillonario. Un
respetado y poderoso CEO con la familia perfecta que habría incluido niños y un
perro. Lo dejó todo cuando su elegida fue asesinada. La mataron por algo que no
hizo. Él la amaba. Tanto como un Lord puede amar a una mujer de todos modos.
La puso en peligro, y ella pagó el precio final.
No permitiré que eso le suceda a Elli. Quemaré este maldito mundo antes de
dejar que un hombre me la quite. La amaré sin importar cómo la recupere, rota
o no.
—Ella me importa una mierda. —Finalmente respondo a su pregunta anterior
sobre la mujer. Que se la queden los lobos. Si eso significa que puedo tener a mi
pequeño demonio de vuelta, entonces que así sea. Estoy dispuesto a derramar
sangre, aunque no sea la mía. Nunca nadie se preocupó por Elli, así que ¿por
qué debería preocuparme por una perra que ni siquiera conozco?
—No importa.
—Ty...
—Hace mucho que se fue, Sin. No la encontrarás.
¡Mierda! Caigo en el sofá y me recuesto, cubriendo mi rostro con las manos.
Me estoy quedando sin opciones. El tiempo se acaba. Conozco a Elli. Va a seguir
drogada las veinticuatro horas del día. Al final morirá de sobredosis. Por
accidente o a propósito, no importa.
—Vete a casa, Sin —me despide—. Descansa un poco y piénsalo dos veces
antes de ponerte irracional por un coño.
Suena su teléfono y me levanto, a punto de salir, cuando llama mi atención
llevándose el dedo a los labios en señal de que me calle. Frunzo el ceño, pero
asiento.
Contesta y pone el altavoz.
—¿Hola?
—Tyson —habla el tipo—. Algo nos ha llamado la atención. —Reconozco la
voz. Es uno de los hermanos Spade, pero no estoy seguro de cuál. Mi único
encuentro con ellos fue muy breve.
—¿Y me llamas por qué? —pregunta Tyson, cruzando los brazos sobre su
314
pecho.
—El chico con el que viniste el otro día.
—¿Qué pasa con él? —prosigue.
—Tráelo mañana. Nos gustaría verlo. —El tipo cuelga.
Tyson cierra su teléfono antes de mirarme.
—Parece que tienes una oportunidad más.

El l in g t o n
Me paré en el salón de baile, mis ojos se posan en un hombre que está en el
extremo opuesto. Lo conozco. Lo he visto antes. Vino a mi casa. Nos trajo papeles
para firmar cuando Sin dijo que nos había comprado la casa. Debería ir y
preguntarle por qué lo hizo si era mentira. ¿Por qué tomarse tantas molestias?
Pero mis pies están plantados donde estoy. Sus ojos azules están sobre los míos,
mirándome fijamente. No le importa que lo haya atrapado. Lleva una copa de
champán a sus labios y bebe un sorbo.
Una mano agarra mi brazo y me saca del salón de baile. Mis pies son
incapaces de mantener el ritmo y tropiezo, pero por suerte no caigo de bruces.
—Dios, estás drogada. Otra vez. —Es Lincoln—. Maldita sea, Elli. ¿No puedes
estar limpia ni un día?
Gimo cuando se detiene, haciéndome girar hacia él.
—¿Qué diablos dijiste? —reclama en mi rostro.
Ni siquiera estoy aquí. El éxtasis hizo efecto y estoy bebiendo. Ya no lo saboreo
en mi boca. Podría estar babeando, por lo que sé.
—¿Mmm? ¿Qué le dijiste a Sin?
Parpadeo, mis párpados están pesados, lo que hace que todo esté borroso.
Levanta la mano para abofetearme, pero se detiene en el aire. 315
—¿Qué crees que estás haciendo? —gruñe Chance.
Parpadeo de nuevo y me doy cuenta de que la mano de Chance rodea la
muñeca de Lincoln, evitando que me golpee. Ni siquiera me estremecí, la idea del
dolor hace que mis pezones se endurezcan. Quiero sentir algo. Ojalá Sin
estuviera aquí para hacerme daño. Para hacerme rogar que me empuje más allá
de lo que mi cuerpo quiere ir.
Linc se suelta de un tirón y da un paso atrás.
—Estoy teniendo una conversación con mi hijastra.
La bilis sube ante esas palabras. Mientras me revolcaba en mi propia
autocompasión, olvidé que está casado con mi madre. Oficialmente, me he
follado a dos esposos de mi madre mientras estaban casados con ella. Soy una
persona horrible.
—¿Por qué está jodida? —le pregunta Chance a Linc.
Él resopla.
—Porque es una maldita drogadicta. Ya lo sabías. Es lo que hace.
Chance se gira hacia mí y acaricia mis mejillas. Me apoyo en sus manos frías.
Qué bien se sienten.
—¿Estás bien? —pregunta.
Una risa brota y no puedo evitar dejarla salir, haciendo que mi cuerpo
tiemble.
—¿Elli? —Chance frunce el ceño, sacudiéndome un poco.
—Ella está bien —espeta Linc.
Chance suelta mi rostro y me acerca a una silla, empujándome hacia ella, y
luego se gira hacia su tío.
—¿Qué diablos crees que estás haciendo? Tu esposa está aquí. —Ladeo la
cabeza, su conversación me confunde. ¿Está? Ni siquiera he visto a mi madre
esta noche. Puede que esta fiesta sea para Chance y para mí, pero ella la ha
organizado para sí misma. Es una forma de presumir de que no soy un completo
desperdicio de espacio en su vida. Convertirse en una Lady es algo grande en
nuestro mundo. No estoy segura de cuando convertirse en una esclava era algo
de lo que estar orgullosa.
Linc endereza sus hombros.
—Teníamos un trato... 316
—Sí, sé lo que había acordado —espeta Chance, interrumpiéndolo—. Pero
aún no es mi esposa. Así que mantén las manos quietas hasta entonces.
Los ojos de Lincoln se entrecierran sobre mí y le sonrío. Al menos eso creo.
Tengo los labios entumecidos.
—Sin sabía algo...
—Sin está vigilando todos tus malditos movimientos —continúa Chance,
dando un paso atrás y pasando una mano por su cabello oscuro. No sé si está
enfadado conmigo o con su tío—. Jesús, eres un hombre adulto. Una vez
estuviste tres años sin sexo. Guárdatelo en los pantalones una semana más
antes de que arruines esto para ambos.
Lincoln arregla el cuello de su camina y me mira mientras habla con Chance.
—La quiero en la noche de bodas.
Chance suelta un resoplido.
—Hablo en serio, Becks. No es como si fuera una maldita virgen y tú fueras
el primero en llegar. La quiero después de la boda. Demonios, puedes estar allí
y mirar, pero quiero follármela antes que tú. Me lo he ganado.
Chance asiente.
—Sí, tienes razón. De acuerdo. Es tuya primero, la noche de la boda.
Linc lo empuja y camina hacia mí. Inclinándose, agarra mi barbilla,
obligándome a mirarlo desde donde estoy sentada.
—¿Escuchaste eso, Elli? Te dije que obtendría mi parte de ti.
—Nunca serás tan bueno como Sin. —No estoy segura de por qué lo dije, pero
no podría detener las palabras, aunque quisiera. Voy a casarme con Chance, y
él va a dejar que mi padrastro me folle junto con quién sabe quién, pero nunca
serán Sin. Y se lo recordaré cada vez que pueda. Puede que nunca me haya
amado, pero sabía exactamente lo que quería cuando lo necesitaba.
Espero que Lincoln se enfade, pero en lugar de eso se limita a sonreír y
apartar mi rostro, empujándome de nuevo a la silla.
—Puede que no seas virgen, pero sangrarás por mí en tu noche de bodas
cuando corte su maldito nombre de tu espalda. Se lo enviaré por correo en una
bolsita. Será mi regalo de bodas para él después de que convierta a Amelia en su
esposa.
No estoy segura de por qué Linc haría eso, a Sin no le importará una mierda.
Pero no voy a decirle eso. Lincoln puede averiguarlo por su cuenta. 317
Capítulo 45
Sin

Estoy de pie en el comedor, con las manos metidas en los bolsillos delanteros
de mi pantalón. Miro por las ventanas que van del suelo al techo cuando veo los
faros que se acercan por el camino de entrada. Entro en el gran vestíbulo, abro
de un tirón las dos puertas y salgo al porche en el aire fresco de la noche. El auto
se detiene y me dirijo a la puerta del acompañante. Al abrirla, veo a Chance salir
del lado del conductor.
—Está fuera de combate —saluda.
Miro a Elli, que está desplomada en el asiento del copiloto, aún con el vestido
de noche de la fiesta de compromiso.
Me inclino, desabrochando su cinturón de seguridad, la tomo en brazos y la
318
llevo al interior de la casa, al dormitorio principal. Acostándola en la cama, me
giro para ver a Becks en la puerta.
—Lárgate de esta casa —gruño, dispuesto a echarlo si se niega a irse.
Pone sus manos en mi pecho.
—Sin. —Suspira—. Lo siento.
Agarro su camisa y lo arrastro hasta la puerta principal, donde lo empujo
afuera. Casi tropieza en el porche.
—¿Qué diablos te pasa, hombre? —gruñe.
—Mantente alejado de ella hasta la boda. —Cierro la puerta en sus narices.
Vuelvo a la habitación y ella está donde la dejé. Acostada boca arriba, con los
brazos extendidos y la cabeza inclinada hacia un lado. El dobladillo del vestido
se subió dejando su muslo al descubierto.
Me acerco, agarro el material y lo rasgo por el centro, exponiendo su pecho
para mí. Luego me quito la camisa, bajo mis pantalones por mis piernas y me
quito los zapatos de una patada antes de quitarme los calcetines. Me arrastro
sobre la cama hasta sentarme entre sus piernas.
Mi mano cae sobre su coño y paso dos dedos sobre él. No está mojado. Escupo
en mis dedos y los paso un par de veces antes de empujarlos dentro de ella,
preparando su coño para mi polla.
Tomo mi polla en mi mano y empujo dentro de ella, con mis brazos detrás de
sus rodillas, abriéndolas ampliamente y golpeando mis caderas contra las suyas.
—Quiero que mañana estés dolorida —digo, observando cómo rebotan sus
pechos por la fuerza—. No recordarás que te follé, pero lo sentirás.

El l in g t o n

Parpadeo, mis ojos están pesados y secos. Llevo las manos a mi rostro y gimo.
¿Dónde estoy? Me incorporo, miro alrededor de la luminosa habitación y
entrecierro los ojos, la luz es demasiado intensa. Estoy en mi casa. 319
¿Cómo llegué hasta aquí?
Mi cuerpo duele. Mi coño duele y me cuesta mucho ponerme en pie. Consigo
tambalearme hasta el baño, y me duele cuando me limpio después de ir al baño.
¿Qué hice anoche? No recuerdo mucho después de que Linc viniera a visitarme.
Me pongo una camiseta y unas bragas, ya que estoy desnuda, y me dirijo a
la cocina. Tengo la boca seca, me muero de sed.
Atravieso la sala de estar, aparto el cabello de mi rostro y entro en la cocina.
Me detengo abruptamente cuando veo a Sin apoyado en la isla y a Corbin a su
lado.
—Ahí está. —Corbin se fija primero en mí.
Mis ojos están puestos en Sin. La sangre se precipita en mis oídos cuando
sus ojos se posan en mis piernas desnudas y suben lentamente por la camiseta
que apenas cubre mi coño.
Doy un paso atrás y me doy la vuelta, solo para encontrar a Jayce caminando
hacia mí. Se hace a un lado, pasa de largo y entra en la cocina, dejando la
mochila sobre la encimera.
—Está todo ahí.
Sin se aparta de la isla y asiente hacia mí.
—Atrápala.
Voy a correr, pero Corbin me agarra y me arrastra hasta la cocina,
levantándome mientras lo pateo, intentando liberarme. Es inútil. Me coloca
sobre mis pies descalzos y agarra mi cabello, sosteniéndome en el lugar.
—Deberías tener más cuidado con lo que eliges tragar —dice Sin por fin y mi
estómago cae.
¿Linc le contó lo que hice? ¿Qué abrí la boca voluntariamente y dejé que me
follara para salvar a Sin de los Lords? Mierda, espero que no. Prefiero que piense
que le rogué a Linc que follara mi boca a que sepa que lo hice por él.
Sin se da la vuelta y toma un vaso del armario y luego la botella de Everclear
de la encimera que Kira trajo la semana pasada. Desenrosca la tapa y vierte el
alcohol en el vaso hasta que está medio lleno. Sus ojos se cruzan con los míos
cuando lo levanta y bebe un pequeño sorbo. Sin nunca bebe licor fuerte. ¿Qué
demonios está haciendo?
Deja el vaso, abre la mochila y saca una pequeña bolsa. Jadeo cuando veo lo
que hay dentro. Las drogas que tenía escondidas en la habitación de casa de mis
padres.
—¿Qué demonios estás haciendo? —exijo.
320
Abre la bolsa y vierte el contenido en el vaso de Everclear.
—Sin...
—Como dije, deberías tener más cuidado con lo que eliges tragar. —Saca una
caja de fósforos del bolsillo de sus jeans y enciende uno antes de dejarlo caer en
el vaso. Sus ojos se encuentran con los míos cuando vuelve a hablar—: Te dije
que nada de drogas.
La única vez que ha mencionado las drogas fue cuando entrábamos en
Blackout. Lo miro con los ojos entrecerrados.
—No puedes decirme lo que tengo que hacer. No eres mi dueño, Easton.
Veo cómo las pastillas de éxtasis comienzan a descomponerse mientras se
asientan en el fondo, bajo las llamas, la pequeña cantidad de cocaína se
desintegra. No había mucha, pero era todo lo que me quedaba.
—Iré a comprar más. —Me encojo de hombros, como si no me importara—.
Son fáciles de conseguir.
Sus ojos se entrecierran sobre mí. Rodeando la isla, agarra mi camiseta y tira
de mí hacia delante, obligando a Corbin a soltar mi cabello.
Mi cuerpo choca contra el duro pecho de Sin. Con la mano libre, mete la mano
en su bolsillo y saca unas píldoras rosa familiar.
—¿Recuerdas que te dije que te follé esa primera noche en casa de David?
¿Cuándo te encontré atada en su sótano?
Mis ojos se cruzan con los suyos y respiro hondo, sintiendo cómo el vello de
mi nuca se eriza.
—Lo que no mencioné es que reemplacé el anticonceptivo esa noche cuando
te llevé a casa después.
No puedo respirar. Mi pecho se oprime y mis piernas quieren doblarse.
—¿Por qué crees que te follo cada vez que puedo, Elli? —continúa ante mi
silencio—: ¿Porque me atraes? —Niega con la cabeza—. Es porque quieras o no,
tendrás a mi hijo. —Soltando mi camiseta, se levanta y acaricia mi rostro—. Si
aún no estás embarazada, pronto lo estarás. Y, bueno, digamos que ninguna
mujer embarazada de mi hijo se drogará. —Sus ojos se posan en mis piernas—.
¿Cómo se siente tu coño esta mañana? ¿Mmm?
Sigo sin poder respirar, y mucho menos hablar. ¿Es por eso estoy adolorida?
¿Porque Sin y yo tuvimos sexo? ¿Por qué no puedo recordar? Bueno, sé que
estaba drogada, pero nunca antes lo había estado tanto.
Sonríe orgulloso al verme en estado de shock, mis labios son incapaces de
321
funcionar.
—Anoche follé tu coño en nuestra cama y no te moviste. Imagínate que
hubiera sido un desconocido, Elli. Alguien aprovechándose de ti en un estado
tan vulnerable. —Hace un chasquido con la lengua entre los dientes. Su sonrisa
desaparece de su rostro y rodea mi cuello con su mano, pero sin cortarme el
aire—. Si llego a pensar que estás drogada, empujaré mis dedos por tu garganta
hasta que vomites sobre ti misma. Y si eso no funciona, te haré un lavado de
estómago. ¿Me entiendes?
Mis ojos buscan los suyos mientras la sangre se agolpa en mis oídos. ¿Cómo
pude ser tan estúpida? Tomo mis anticonceptivos religiosamente. Pero que él los
cambiara. ¿Cómo no me di cuenta?
—¿Por qué? —Es todo lo que consigo decir.
—Porque me perteneces —dice simplemente—. Puede que él se case contigo,
pero siempre me pertenecerás.
Capítulo 46
Sin

Me acomodo en el asiento del pasajero de Tyson, mirando mi teléfono como


la última vez. Elli está sentada en la cama, meciéndose de un lado a otro,
llorando en silencio. Hoy la dejé en la cocina después de obligarla a ver cómo
prendía fuego a sus drogas.
Estoy bastante seguro de que todavía está en estado de shock. Pronto se
enfadará e intentará vengarse de mí. Estoy preparado. Necesitaba hacerla enojar.
Estaba cansado de verla deprimida. Todo lo que sigo pensando es cómo voy a
entrar en la casa y encontrarla muerta porque pensó que era su única salida.
Igual que su padre.
No mentí. Le cambié los anticonceptivos hace semanas y espero que se quede 322
embarazada pronto, si no lo está ya. Aunque no estoy tan preocupado como Kira.
Leí sobre el tema y puede llevar tiempo. Está estresada, consumiendo drogas y
bebiendo. Puede que su cuerpo no sea capaz de quedar embarazado ahora
mismo, no ha estado comiendo regularmente, pero sucederá. Si tengo que
arrastrarla hasta el sótano, atarla y follármela sin parar hasta que orine en un
palo y diga que está embarazada, Ellington Asher tendrá a mis hijos.
Tyson detiene el auto y baja la ventanilla. Cierro mi teléfono mientras él marca
el código y la puerta se abre, permitiéndonos acceder a Carnage.
Tyson estaciona al llegar a la rotonda, salimos y nos dirigimos a las puertas
dobles. El mismo hombre de antes nos saluda.
—Por aquí, caballeros.
Lo seguimos por unas escaleras y un largo pasillo. No vamos a volver a la
oficina, eso queda claro cuando empuja una puerta y empezamos a bajar un
nuevo tramo de escaleras.
Nos lleva por un pasillo oscuro y llegamos a una puerta metálica al final.
Golpea dos veces antes de empujarla para abrirla, haciéndola chirriar
ruidosamente.
—Caballeros. —Asiente, manteniendo abierta la puerta para nosotros.
Yo entro primero, haciendo un gesto con la cabeza mientras Tyson me sigue.
La puerta se cierra, encerrándonos dentro.
—Tyson. Sin. —El hombre con el tatuaje de la monja amordazada en el brazo
nos saluda, apoyado en la pared de concreto del fondo—. Me alegro de que hayan
podido venir. —Sus labios se transforman en una sonrisa siniestra que me pone
en alerta al instante. Pero reprimo el impulso de empezar a lanzar puñetazos. Ni
siquiera voy a fingir que no los necesito. Todos sabemos que sí.
—¿Por qué estamos aquí? —pregunta Tyson, yendo al grano, cruzando los
brazos sobre su pecho.
Nadie le responde. En su lugar, nuestros ojos se posan en el tipo que está
arrodillado en medio de la habitación. Le faltan mechones de su cabello oscuro.
Lleva una camisa de fuerza y está de rodillas. Desnudo de cintura para abajo y
con la cabeza inclinada hacia delante.
Uno de los hermanos se le acerca.
—¿Tienes hambre, Oscar? —pregunta.
El hombre levanta la cabeza, sus ojos azules hundidos se agrandan. Sus
labios están agrietados y secos. Parece salvaje. Como un perro rabioso
encadenado.
323
El hermano Spade sostiene un plato en la mano. Sobre él hay pequeños trozos
de filete cortados. El otro hermano saca una navaja de su bolsillo y se la tiende.
El que está arrodillado apuñala un trozo de filete con la punta de la navaja y
se lo alcanza al tipo de la camisa de fuerza. Oscar se inclina hacia delante, sin
perder un segundo, y cierra los labios en torno a él, con cuchillo y todo. Cuando
se retira, sonríe y la sangre cubre sus dientes torcidos, que ahora caen sobre el
trozo de filete. Se apuñaló a sí mismo en el proceso de agarrar el filete.
—Buen chico, Oscar —elogia el hermano Spade—. ¿Quieres otro?
—Sí, sí, sí —se apresura a decir, asintiendo.
El hermano Spade apuñala dos trozos esta vez, haciendo que cubran más de
la hoja. Extendiéndolo, el tipo envuelve de nuevo el cuchillo con los labios,
deslizando la boca por el filo de la hoja, sacando el filete. La sangre gotea de sus
labios chasqueantes.
—Te has dejado parte del jugo. —El hermano Spade lo sostiene frente a su
rostro y el tipo lame hambriento la hoja. Cortándose una y otra vez para sacar
hasta la última gota—. Está bueno, ¿verdad?
—Muy bueno. —El tipo cierra los ojos y gime. No se puede negar el hecho de
que ahora está duro.
—Te lo has ganado, Oscar. —El hermano Spade empuja los últimos trozos de
filete al suelo y el tipo se inclina como un perro y se lo come del sucio cemento.
Los tres hermanos se giran para mirarnos a mí y a Tyson. Mi cuerpo se pone
rígido, preguntándome qué diablos estamos haciendo aquí y por qué querían que
viéramos eso. El Lord en mí me dice que es una advertencia. Para mostrar lo
jodidos que están.
Ellos son Carnage. Lo manejan como su propio infierno personal.
Las palabras de mi padre resuenan en mi mente.
—¿Qué pasaría si te dijera que te daremos lo que quieres? —afirma uno, y mi
pulso se acelera por la expectación—. Pero tienes que darnos algo a cambio.
—Yo diría que digan su precio y es suyo —digo sin dudar.
Los tres sonríen, pero escucho a Tyson maldecir detrás de mí, sabiendo que
podría haber firmado mi sentencia de muerte.

324

El l in g t o n

Permanezco sentada en mi auto estacionado fuera de casa. Mis rodillas


rebotan y mis manos están sudorosas. Después de que Sin me dejara llorando
en la cocina, me metí en la cama y pasé todo el día intentando encontrarle una
salida a la vida que me han dado.
No hay escapatoria. Podría huir, pero ¿adónde me llevaría eso? ¿Una vida
mirando siempre por encima de mi hombro? Probablemente hay un dispositivo
de rastreo en mi auto. Después de lo que Sin dijo sobre mi control de natalidad,
he aprendido que no sé nada. Él ha estado un paso por delante durante meses.
Años, en realidad.
Miro mi bolso apoyado en el asiento del pasajero. Me aseguré de verificarlo
dos y hasta tres veces... No estoy embarazada, y odio lo triste que me pone eso.
¿Por qué quiero tener un hijo suyo? ¿Por qué quiero poner esa carga sobre él
o ella? ¿Sabiendo que Chance, mi marido, no sería su padre biológico?
Mierda, ¿qué sería de mí si Chance se enterara? El niño sería rechazado. ¿Qué
le harían los Lords? Se supone que Sin es poderoso. Pero su futuro se ha
mantenido en secreto. Escuché a James hablar sobre Sin y su padre. Cuán alto
era su rango, y cuán poderoso sería Sin.
¿Y si yo muriera mientras nuestro hijo es pequeño? ¿Sin lo cuidaría? ¿Y si el
niño necesita tratamiento médico y los análisis de sangre revelan que no es de
Chance?
Mi mente no ha dejado de repasar todos los escenarios que acaban mal para
mi hijo imaginario. Tuve que intentar ignorar la posibilidad de que nunca sea
así. No estoy en condiciones de ser madre. Desearía que el pasado de Sin y el
mío fuera diferente. Y que pudiéramos estar felizmente casados y formando una
familia, pero esas no son las cartas que tengo para jugar.
En vez de eso, me casaré con un hombre que planea prestarme a quien me
quiera. Quién sabe si me hará tener sus hijos.
Para ayudarme a no pensar en mi inútil vida, estaba revisando mis redes
sociales y vi que Sarah, la amiga de Kira, estaba en una fiesta. Quería ir. Necesito
drogarme. Entumecerme. Sin quemó todo lo que tenía. Bueno, técnicamente no 325
lo quemó, pero está arruinado de todos modos.
Así que me levanto, me ducho y me preparo como si mi vida no fuera a estallar
en mil pedazos.
Salgo del auto, dejo el bolso y agarro mi celular.
Entro en la casa y me abro paso entre la multitud. Barrington tenía partido
de fútbol esta noche y ganaron, así que todos los estudiantes de la universidad
están aquí celebrándolo. Barrington no es conocido por su atletismo, así que
siempre que ganan en cualquier tipo de deporte, todo el mundo lo celebra.
Cuando los padres pagan millones al año para que los chicos asistan, no
necesitan tener un buen programa deportivo.
Al entrar en la cocina, veo a Sarah de pie junto a la gran isla, con una copa
en una mano y la otra sosteniendo la mano de un Lord llamado Gunner. Lo he
visto por ahí. Es difícil pasar por alto el anillo en su dedo cuando sabes qué
buscar.
Me mira y sonríe.
—Elli. —Alejándose de Gunner, envuelve sus brazos a mí alrededor.
Miro por encima de su hombro y veo a Gunner buscando detrás de mí. Sus
ojos recorren la habitación antes de posarse en los míos. Ve que estoy sola.
Se lo dirá a Sin.
Qué bien. Que ese hijo de puta sepa que no estoy en casa llorando por él.
—¿Quieres tomar algo? —pregunta, apartándose.
No soy tan cercana de Sarah como de Kira, pero hablé con ella antes. Con ella
y con su amiga Blakely. Sin embargo, no la he visto mucho últimamente. Siento
que las vidas de todos han cambiado desde que los Lords tuvieron su ceremonia
de votos.
—Me encantaría —respondo, colocando un mechón de cabello detrás de mí
oreja y evitando la mirada de Gunner.

Ella observa al tipo que prepara las bebidas y ordena una para mí antes de
volver a mirarme.
—¿Kira vino contigo? Le envié un mensaje antes y no llegó a leerlo.
—No hablé con ella. —Necesito disculparme con ella. Que Sin no haya
resultado ser el chico que yo quería que fuera no significa que Corbin no pueda
ser quien ella quiera. No todos tienen mi mala suerte.
326
—Aquí tienes. —El tipo le da la bebida a Sarah y ella me la entrega a mí.
—Gracias —digo y la levanto para dar un sorbo, pero un brazo cae sobre mis
hombros, tirando de mí hacia su cuerpo. Levanto la vista y me encuentro con
unos ojos verdes que me resultan familiares.
—Hola, Elli.
Suelto un suspiro nervioso, agradecida de que no sea Sin.
—Hola, Holland. —Es el amigo de Marcus con el que me crucé en Blackout.
Levanta los ojos hacia Gunner y asiente, pero Gunner no lo reconoce de
ninguna manera. Sus ojos siguen clavados en mí, poniéndome nerviosa. Solo
para confirmar mi punto, finalmente habla:
—¿Dónde está Sin, Ellington?
La forma en que utiliza mi nombre completo hace que mi corazón se acelere.
Los Lords tienen una manera de convertir la palabra más simple en una
amenaza.
—No lo sé, Gunner. —Le dedico una sonrisa tensa—. ¿Por qué iba a saberlo?
—Levanto la copa y bebo un trago, resoplando por el ardor.
—Gunner... —dice Sarah en voz baja, poniendo su mano sobre su pecho.
Él la ignora.
—¿Sabe que estás aquí?
Mis ojos se entrecierran sobre él.
—¿Por qué no llamas y se lo preguntas? —No sé por qué estoy participando
en una pelea que no puedo ganar.
Mentira.
Ya sé por qué. Quiero ponerle un cebo. Quiero que Gunner llame a Sin y le
diga que estoy aquí. Quiero verlo aparecer y arrastrarme fuera de aquí, pateando
y gritando. Quiero que todos vean que le pertenezco. Que ya no soy un secreto.
Quiero que el mundo vea que está engañando a la mujer con la que se va a casar.
A la mierda mis consecuencias con Chance. Valdrá la pena. Solo por saber que
alguien le diría a Amelia que Sin se preocupa por mí.
—¿Sin? —pregunta Holland, uniéndose finalmente a la conversación—.
¿Desde cuándo se preocupa por ti?
Mis hombros caen ante sus palabras. La verdad me golpea como una
bofetada. La única razón por la que Gunner sabe algo es porque es un Lord.
Probablemente Amelia tenía razón en que todos se sientan y se ríen de las 327
mujeres que se follan. Solo soy otra chica en su larga lista de ligues.
Incluso si Sin irrumpiera en la fiesta y me sacara a rastras, nadie pensaría
dos veces por qué. Lo hizo una vez y los únicos rumores que empezaron a correr
al día siguiente fueron que me follé a tres tipos. Ninguno de los cuales nombró a
Sin como uno de ellos.
Doy un gran trago a mi bebida mientras Gunner vuelve a fulminarme con la
mirada. Sarah parece incómoda, mordiendo nerviosamente su labio inferior.
—¿Quieres algo más fuerte que eso? —pregunta Holland, rompiendo la
tensión y tomando la bebida de mi mano, dejándola sobre la encimera—. Vamos.
—Ni siquiera espera una respuesta.
Dejo que me saque de la cocina y me conduzca por un pasillo. Me lleva a unas
escaleras y a una nueva habitación. Está oscura y tiene carteles de neón
colgados en la pared del fondo. Chicos y chicas sentados en sillas y recostados
en el sofá, hay una mesa de billar a la derecha y un pequeño bar en la esquina.
—Eh, hombre —ordena Holland al entrar—. Ella necesita algo.
Frunzo el ceño, mirando al tipo con el que está hablando.
—¿Mack? —Se vuelve a sentar reclinado en una silla.
—Elli. —Se levanta de un salto, atrayéndome para abrazo que me levanta del
suelo. Dejándome nuevamente sobre mis pies, frunce el ceño, mirando mi
rostro—. ¿Qué?
—Nada —respondo, negando con la cabeza. No creía que fuera de los que se
van de fiesta, pero entonces me viene a la cabeza su imagen en el puerto
deportivo. Pero aun así, incluso entonces era tan tímido. Parecía inocente.
Entonces, ¿por qué Holland le pide drogas?
Holland le da una palmada en el hombro.
—Dale lo mejor que tengas.
Mack frunce el ceño.
—¿Estás seguro?
Holland asiente.
—Por supuesto.
Mack empieza a rebuscar en su bolsillo y saca una pequeña bolsa de plástico.
La abre y saca una pastilla blanca. Se la entrega y dice:
—Solo necesitas una.
—¿Qué es? —pregunto. 328
—El mejor éxtasis que jamás tendrás. —responde Holland, guiñándome un
ojo, y la meto en mi boca, sin molestarme siquiera en pensar en eso.
Mack me pasa un vaso y tomo un trago de la bebida mezclada, tragando la
pastilla.
—Gracias, hombre —le dice Holland.
—Dale quince minutos y estarás bien —añade Mack.
Voy a devolverle la bebida y él niega con la cabeza, metiendo las manos en
sus bolsillos.
—Quédatela.
Holland agarra mi mano libre y me saca de la habitación. Caminamos por el
pasillo cuando el teléfono vibra en mi bolsillo. Esta noche me puse jeans porque
sabía que no estaría sobria. Prefería no exhibirme ante nadie. Apartando mi
mano de la suya, miro para ver que es Kira.
—¿Hola? —grito por encima de “Lilith” de Ellise.
Puedo escuchar su voz, pero no entiendo lo que dice.
—Un segundo.
Entro en una habitación y enciendo la luz. Es un medio baño.
—¿Hola? —repito.
—¿Dónde estás? —grita ella, pensando que aún no la escucho, y eso me hace
estremecer.
—En una fiesta. —No hay necesidad de mentir. No estoy segura de sí Sarah
finalmente consiguió hablar con ella o no. Kira y yo somos amigas desde hace
demasiado tiempo como para mentirnos la una a la otra. Puede que no estemos
de acuerdo en algunas cosas, pero siempre le diré la verdad.
—Elli —suspira—. ¿Estás drogada?
—Todavía no —respondo con sinceridad.
La escucho susurrar y supongo que le está contando a Corbin lo que estoy
haciendo.
—¿Con quién estás ahí? —continúa.
—¿Qué pasa con las veinte preguntas? —Miro hacia arriba para ver cómo se
abre la puerta y entra Holland, cerrándola tras de sí, evidentemente cansado de
esperarme en el pasillo.
—Elli, por favor, sal de ahí —prosigue Kira mientras Holland viene a colocarse
detrás de mí. Pone sus manos en mis caderas y las aparto.
329
Las levanta y se ríe como si fuera gracioso. No estoy ahí. No vine aquí para
tener sexo. Al único chico que quiero es a Sin. Y me odio por eso.
—¿Elli? —espeta cuando la ignoro.
—Estoy bien, Kira. Te llamo mañana. —Cuelgo y apago el celular, sabiendo
que intentaré llamar a Sin en cuanto todo se entumezca. Incluso si me tiene
bloqueada, no quiero conocer esa clase de angustia cuando lo escuche en su
buzón de voz.
—¿Qué tal si nos divertimos un poco? —Holland ofrece, sacando una bolsa
de su propia billetera.
Tomando un sorbo de la bebida que me dio Mack, rezo para que la pastilla
haga efecto pronto. Dijo que le diera quince minutos.
—No sé...
—Estás aquí para drogarte, ¿verdad? Vamos a drogarnos. —Sin otra palabra,
vierte el polvo blanco sobre el mostrador y luego saca una tarjeta de crédito. Me
entrega un billete de cien dólares y empiezo a enrollarlo mientras él prepara dos
líneas de cocaína. Supongo que una no hará daño.
Capítulo 47
Sin

Volvemos de Carnage en silencio. Siento la tensión en el auto. Los hermanos


Spade me van a dar lo que quiero, pero no me han dicho lo que me costaría.
Ni siquiera importa. Sé que no será dinero. Un alma por un alma viene a mi
mente. Y yo entregaría la mía sin pensarlo. Amar a alguien es ser desinteresado
y Elli vale eso. No se merece menos. Después de todo lo que ha pasado, lo que le
hice pasar. Una parte de mí odia que me siga amando porque sé que se merece
algo mejor. La otra parte de mí se alegra de que lo haga porque no sería capaz
de alejarme de ella aunque me odiara. Hemos ido demasiado lejos para volver
atrás.
Rebusco en el bolsillo trasero de mis jeans y saco la foto que aún conservo. 330
No puedo dejar de pensar en ella. La idea de saber que otra persona estaba allí
me inquieta cada vez más. El hecho de que ella estuviera en esa situación me
hace querer matar a James una y otra vez, pero si a eso le añadimos que ahora
sé que había más implicados...
Tiene que ser Linc, ¿verdad? Él sabía lo de ella y James. Pero ¿y si no es él?
¿Quién más está vivo y sabe lo que James le hizo? ¿Este otro tipo también lo
hizo? No me había hablado de Linc hasta que su madre se casó con él, así que
¿para quién más podría estar guardando secretos?
—¿Qué es eso? —Tyson finalmente rompe el silencio. Su tono me dice que
sigue enfadado conmigo, pero tiene curiosidad por preguntar.
—Encontré una foto antigua de Elli. James está en ella. —Tyson conoce su
pasado. Ya se lo conté. No iba a ayudarme sin saberlo todo. Pensé que no podía
hacer daño tenerlo de mi lado. Aunque no esté de acuerdo con lo que voy a hacer
para acabar con todo.
Frunce el ceño.
—¿Qué quieres decir?
—Significa que alguien más lo tomó.
Asiente para sí mismo.
—¿Crees que es Linc?
—Tiene que ser.
Va a hablar, pero suena mi teléfono y veo Gunner escrito en la pantalla.
—Oye, hombre...
—¿Dónde diablos estás? —exige.
Frunzo el ceño, escuchando el débil sonido de la música de fondo.
—Con Tyson de camino a Blackout. ¿Qué pasa?
—No sé qué pasa entre Amelia y tú, felicidades por el compromiso, por cierto.
—Pongo los ojos en blanco—. Pero pensé que te gustaría saber que tu juguete
está en la fiesta de Harrison.
—¿Qué? —exclamo, quitando el teléfono de mi oreja y poniéndolo en altavoz
para poder ver las cámaras de nuestra casa. No aparece en ningún sitio.
—Sí —continúa—. Yo estaba en la cocina y ella entró. Sarah le dio un trago,
pero Holland se acercó y se la llevó por algo más.
—¡Hijo de puta!
—Dime qué hago, Sin —dice mientras rastreo su ubicación, pero su celular
331
está apagado. Menos mal que sé dónde vive Harrison—. ¿Quieres que la deje ir?
¿O que la saque de la fiesta?
—Estamos a veinte minutos de distancia —gruño, sabiendo que en ese tiempo
pueden pasar muchas cosas. No se sabe cuánto tiempo ha estado allí—. Sácala
de allí como sea —digo apretando los dientes.
—Eso pensé —murmura para sí.
—¿Gunner? —Hablo antes de que pueda terminar la llamada.
—¿Sí?
Tyson frena en seco para dar la vuelta y le muestro la dirección.
—¿Estás allí solo?
—No, Prickett está por aquí.
—Quiero a Holland. —Si vino por Elli es porque tiene planes para ella. Maté
a su mejor amigo, dejé que su cuerpo se pudriera como advertencia. Elli no lo
sabe, pero estoy seguro de que Holland sí.
—Entendido. —Cuelga y tiro el teléfono.
—¡Mierda!
—Podemos llegar en quince minutos. —Tyson pisa el acelerador, ahora en
dirección contraria.
—¿En qué diablos está pensando? —gruño para mis adentros. Arruiné sus
drogas, así que salió a buscar más. No he comprobado las cámaras en más de
dos horas porque estábamos en Carnage. Allí no tenía cobertura.
Mi teléfono vuelve a sonar y me agacho a recogerlo del suelo, donde lo tiré.
—Déjame hablar con ella —exijo al ver que es Gunner otra vez e
inmediatamente lo pongo en altavoz.
—¿Dónde diablos estás? —se apresura a decir.
—De camino. ¿Por qué?
—La tengo, pero, Sin...
—¿Qué? —Me siento más erguido cuando se queda callado.
—Tiene problemas.
—¿Qué tipo de problemas? —pregunto, con el corazón acelerado.
—La encontré inconsciente. Su respiración es rápida, está ardiendo. No
consigo que se despierte. 332
—¿Qué...?
—Tiene una sobredosis —dice Tyson.
—Mierda. Sostén su cabeza —Gunner ladra a alguien.
¿Sobredosis? No. Puede que se drogue, pero conoce sus límites. No hay forma
de que tome demasiado. Es más lista que eso.
—¿Qué está pasando? —musito—. ¿Gunner?
—Está vomitando —dice—. Sujeta su cabeza, Sarah.
—Lo intento —la escucho gritar.
—¿Puedes llevarla a Blackout? —ordena Tyson, haciendo otra vuelta en U.
—¿“Blackout”? Necesita un hospital —argumenta Gunner.
—Yo me encargo —le asegura Tyson—. Gavin puede reunirse con nosotros en
Blackout.
Vuelvo a mirar la dirección.
—Están más cerca de nuestra casa. Nosotros también. —Blackout está al otro
lado de la ciudad. Entiendo por qué Tyson lo sugirió, pero podría estar muerta
para entonces.
Tyson asiente.
—Envíale la dirección y los encontraremos allí.
Gunner cuelga y voy a devolverle la llamada, queriendo permanecer en el
teléfono con él, pero mi teléfono vibra, alertándome de un mensaje.

DESCONOCIDO: Sabemos dónde está tu lealtad. Veamos la suya.

—¡MIERDA!
—Estará bien —dice Tyson.
—Mierda. Mierda. —Aprieto mis manos antes de pasarlas por mi cabello—.
Son los Lords. Quieren ponerla a prueba. ¡Mierda!
Tyson no parece sorprendido. ¿Por qué iba a estarlo? Esto es lo que hacen.
Ven a alguien en una posición vulnerable y la usan en tu contra. Solo los más
fuertes consiguen llevar el escudo. Solo los que ellos consideran dignos son
recompensados.
333
—Una cosa a la vez —habla Tyson—. Envíale a Gunner la dirección de la casa.
—Luego toma su celular para hacer la llamada que necesitamos.

Camino nerviosamente por la sala de estar de la casa con Gavin. Trabaja para
los Lords. Tyson lo llamó para que se reuniera con nosotros aquí. Por suerte
estaba más cerca que nosotros y ya nos estaba esperando cuando llegamos.
Tyson está de pie frente a las ventanas que van del piso al techo, mirando hacia
el oscuro bosque.
Las puertas dobles de la entrada se abren y corro hacia ellas, pensando que
es Gunner con Elli, pero es Chance. Vuelvo a pasearme.
—Recibí el mensaje de texto —afirma ante nuestro silencio.
No tengo tiempo para pensar en eso ahora. Su lealtad no importará si ya está
muerta cuando llegue Gunner.
—¿Dónde la quieres? —grita Gunner, entrando a toda prisa en la casa con
Elli inconsciente en brazos. Una llorosa Sarah entra detrás de ellos.
—En el dormitorio —ordena Gavin, señalando el pasillo. Me apresuro delante
de él para mostrarle el camino a Gunner, donde Gavin ya se está preparado para
ella.
Gunner la coloca en la cama y su cabeza rueda hacia un lado. No me pasa
desapercibido el hecho de que sigue vestida con sus jeans y una camiseta. Lo
que me hace pensar que lo que Holland planeaba hacer con ella no era sexual.
No quería follarse a mi pequeño demonio, quería matarla.
—¿Elli? —grito, agarrando su rostro. Está húmeda y fría, tiene la piel pálida
y los labios azules—. ¿Elli? —vuelvo a grito su nombre, sacudiéndola, pero nada.
No responde. Mi pecho se aprieta
—¿Qué tomó? —pregunta Gavin, pasando sus nudillos por su esternón, pero
sigue sin responder. Se mueve como una muñeca de trapo con sus duros
movimientos, sin vida.
Gunner se aferra a una sollozante Sarah que mira fijamente a Elli.
—No lo sé. La encontré así.
334
Gavin me mira y luego a Chance, que también lo ha seguido.
—¿Qué consume normalmente?
Pasando una mano por mi cabello, digo:
—Eh, éxtasis, cocaína... —intento pensar en todo lo que quemé y la he visto
consumir en el pasado—. Tenía algunos benzodiacepinas. —Chance no lo sabe.
No es lo suficientemente cercano a ella así que permanece callado.
—¿Fentanilo? —pregunta Gavin—. ¿Opioides? —Levanta sus párpados y veo
sus preciosos ojos azul hielo, con las pupilas contraídas.
—No. —Sacudo la cabeza—. Ella no...
—Tyson, pásame el Narcan que está en mi bolso —me interrumpe, sin creer
mi respuesta.
Tyson abre el paquete y le entrega el spray nasal a Gavin. Sujeto su mano
húmeda mientras él inclina su cabeza hacia atrás. Lo coloca en su fosa nasal
izquierda y le introduce el émbolo en la nariz.
—Ayúdame a darle la vuelta —me ordena, apartándose de la cama.
Agarro su hombro y la hago rodar hacia mí.
—Pon tus manos debajo de su cabeza. —Hago lo que me dice—. Tyson, dobla
su rodilla izquierda, hasta que no pueda rodar sobre su estómago.
La ponemos en posición, y me arrodillo junto a la cama, mirándola a los ojos.
Están algo abiertos, sin ver nada. El maquillaje que llevaba esta noche se ha
corrido por su hermoso rostro. ¿Estuvo llorando? ¿Intentó llamarme? Me
necesitaba y yo no estaba allí para ella.
—¿Y ahora qué? —le pregunto a Gavin, relamiendo mis labios nerviosamente.
—Le damos un par de minutos. Si no funciona, tengo otro.
—Tienes que irte —Tyson agarra mi brazo, tirando de mí para ponerme en
pie.
—¿Qué? No. —Mis ojos se clavan en Elli y veo que parpadea, empezando a
volver en sí, y suelto un suspiro de alivio—. Elli...
—Sí, Sin —gruñe Tyson—. Chance está aquí. Es a quien necesita.
—¡No! —espeto, viendo sus ojos mirar a su alrededor sin rumbo. Gavin
empieza a hablarle y veo cómo empieza a llorar. ¿Habla malditamente en serio?
Tyson me empuja a través de la puerta del dormitorio. Gunner sale con una
Sarah sollozante y la cierra detrás de ellos, encerrándola allí con Gavin y Chance.
335
—Has llegado hasta aquí. No lo arruines. Chance es con quien necesita estar
ahora mismo. No contigo. —Luego se gira y entra en el dormitorio, cerrándome
el paso una vez más.

El l in g t o n

Despierto una vez más, estremeciéndome ante la brillante luz sobre mí. Me
cuesta mantenerme despierta. Mis ojos están pesados y mi mente se nubla.
Rodando sobre mi costado, empiezo a temblar, mi cuerpo está frío.
—Aquí. —Escucho la voz de un hombre antes de que me cubra con una
manta.
Levanto mis pesados ojos y veo a Tyson dando un paso atrás, lo que me
permite ver al tipo de pie junto a una pared. Gimo cuando veo sus ojos verdes
clavados en los míos.
—¿Dónde estoy? —pregunto, ignorándolo y escaneando la habitación.
—En casa. —Tyson es quien responde.
¿Cómo he llegado hasta aquí? Al incorporarme, la habitación da vueltas y
agacho la cabeza, presionando mi sien con una mano.
—¿Qué...? —Mi lengua se siente pesada y mi garganta irritada—. ¿Qué pasó?
Me siento drogada, pero apagada. Todo duele.
—Fuiste a una fiesta y consumiste. Como siempre —gruñe Chance,
claramente enfadado.
—No actúes como si te importara —murmuro, sin recordar gran cosa. Lo
último que me viene a la mente es a mí de pie en el baño con Holland. Hicimos
un par de líneas y empecé a sentirme diferente... mal. Entonces todo se volvió
negro.
Suspira.
—Si crees que ser una drogadicta hará que cancele la boda, te equivocas.
Por supuesto, no lo hará. Eso significaría que la suerte está a mi favor.
336
—Aquí está su bolso —escucho decir a Tyson y levanto la vista justo cuando
le entrega mi bolso a Chance. ¿Cómo lo consiguió? Estaba en mi auto. ¿Cómo
he llegado hasta aquí? ¿Tyson me encontró? ¿Me trajo a casa?
Miro al otro hombre que está en la habitación. Es mayor. Lo reconozco de
cuando los Lords lo trajeron a nuestra casa después de que James fuera
asesinado. Entonces se ocupó de mí. Recuerdo que dijo que se llamaba Gavin
cuando me desperté por primera vez. No pude mantener los ojos abiertos y me
volví a quedar dormida. Me prometió que estaba bien. Que todo saldría bien.
Solo necesitaba descansar.
Chance llama mi atención cuando abre mi bolso y se tensa mientras lo mira
fijamente. Mete la mano y saca los cinco tests de embarazo que me hice antes y
los sostiene.
—¿Celebrando?
No. Más bien ahogando mis penas. No le contesto.
Los lanza al otro lado de la habitación, golpeando la pared con tanta fuerza
que dos de sus tapas se caen. Se acerca a mí y enderezo la columna.
—¿Con quién diablos te acuestas? —pregunta.
Aprieto los dientes, negándome a responder. No diré que fue Sin. Quedaría
como una estúpida. Desesperada. No merece mi lealtad, pero no se trata de él.
Se trata de mí. Él no vino a salvarme de la fiesta. No pasaré el resto de mi vida
con Chance pagando por lo que Sin me hizo. Algunas cosas una mujer se las
tiene que llevar a la tumba. Esta es una de esas por las que moriría.
—Te hice una pregunta —grita en mi rostro, haciendo que mi dolor de cabeza
se intensifique—. ¿Eh? ¿A quién diablos te estás follando?
Trago saliva y me estremezco por el dolor, pero guardo silencio.
Agarra mi cabello y me tira de la cama. Soy incapaz de mantenerme en pie y
caigo de rodillas sobre el suelo alfombrado.
Respiro hondo y digo:
—No... te importó cuando chupé la polla de Linc. —Respiro hondo y siento
que mi pecho arde—. No estoy segura de por qué te importaría si me follo a uno.
—Al diablo con Chance y el hecho de que vaya a decidir con quién puedo y no
puedo acostarme. Al menos Sin se asegura de que esté satisfecha. Al menos él
no pasará de mí.
Chance se agacha, agarra mi rostro e inclina mi cabeza hacia atrás para que
tenga que mirarlo. Por suerte, me duelen tanto otras partes del cuerpo que no lo
337
noto.
—¿Te parece divertido? —pregunta—. ¿Crees que puedes follar a quien
quieras, cuando quieras? —Ni siquiera me da la oportunidad de responder, como
si fuera a hacerlo de todos modos.
Suelta mis mejillas y me da una bofetada, la fuerza del golpe hace que caiga
sobre mis manos. Siento que la bilis comienza a subir, pero la trago. Mi mejilla
palpita y la saliva cae de mis labios entreabiertos. La habitación da vueltas y me
pregunto si volveré a desmayarme. Rezo para que así sea.
—¿Sabes, Elli? Pensé que podríamos hacer que esto funcionara. Que, aunque
serías una molestia, podrías llegar a ser una esposa sumisa que habías
aprendido la lección hace muchos años. Al fin y al cabo, James te enseñó cómo
comportarte.
Gimo al escuchar su nombre. En algún momento de las dos últimas semanas
había olvidado que Chance vio de primera mano cómo era yo con James. Cómo
mi cuerpo me traicionaba. Haciéndome suplicar por algo que nadie debería
desear.
—Si sexo es lo que quieres, entonces sexo es lo que te daré. —Agarra mi
cabello y me levanta desde mi posición de rodillas. Empuja mi espalda contra la
pared, moviendo su mano para envolver mi dolorida garganta, cortándome el
aire. Ni siquiera lucho contra él. Dejo que me noquee. No tengo por qué mirarlo
si estoy inconsciente. Colocando su rostro frente al mío, muestra sus blancos
dientes—. Te ofreceré a todos los Lords en la catedral.
Mis ojos arden ante sus palabras. Es lo que me dijo Sin. Cómo trata un Lord
a su esposa que engaña. Sin había dicho violación o voluntariamente, ella será
castigada por sus aventuras.
—Te ataré al altar, abierta de par en par. Dejaré que tres a la vez suban y te
usen hasta que cada Lord te haya follado. Tomará días.
La primera lágrima se derrama sobre mis pestañas inferiores y él sonríe.
—No serás conocida más que como nuestra puta. Y me aseguraré de que te
ganes ese título. —Suelta mi cuello y vuelvo a caer de rodillas, aspirando aire.
—Sue-na divertido —consigo decir a través de la tos. Ya no me importa.
Prefiero que me mate. Sería lo mejor en este momento. No le sirvo para nada. No
jugará conmigo por mucho tiempo. No como Sin. Chance se dará cuenta de que
no valgo la pena y se deshará de mí. Para siempre.
Escucho reírse a Tyson. Chance me abofetea, la fuerza me hace caer de
338
bruces al suelo donde mi cuerpo empieza a tener movimientos espasmódicos
incontrolables. Me siento como si estuviera teniendo una convulsión de algún
tipo. Por suerte, se detiene y permanezco acostada, con los ojos pesados y la
boca llena de saliva.
—Créeme, Elli. No lo disfrutarás. —Se arrodilla a mi lado—. Última
oportunidad, cariño. —Gimo, sabiendo que me ha llamado así a propósito—. ¿A
quién te estás follando?
Tengo problemas para recuperar el aliento. No sé si es por las drogas o por
los golpes, pero me incorporo, apoyando la espalda en la pared, y lo miró
fijamente.
—Vas a dejar que tu tío me folle después de nuestra boda. —Hago una pausa
para respirar entrecortadamente—. No sé por qué importa a quién me folle ahora.
Capítulo 48
Sin

Estoy caminando de un lado a otro por la sala de estar cuando escucho


abrirse y cerrarse la puerta del dormitorio. A continuación, veo a Chance bajando
por el pasillo que conduce a la suite principal.
—Cambia la fecha de la boda —demando, caminando hacia él.
Deja caer la cabeza, pasa una mano por su cabello y parece en conflicto:
—No sé...
—Cambia la fecha de la maldita boda —gruño.
—Sin, hombre. —Levanta los ojos para mirarme—. Está muy mal. Intentó
suicidarse. 339
Niego con la cabeza.
—No, no lo hizo.
—Hay que ingresarla. —Me ignora—. Para observación. Una retención de
setenta y dos horas...
Le doy un puñetazo en mitad de la nariz, haciéndolo caer de rodillas al suelo.
—Maldita sea —gruñe ahogado—. Creo que esta vez me rompiste la nariz. —
Me mira, la sangre gotea por su rostro y cayendo sobre la alfombra.
—Repite eso y romperé tu mandíbula —le advierto.
Se pone de pie y doy un paso atrás para no romper su maldito su cuello. Lo
necesito ahora mismo. Solo un poco más.
—Escucha. —Levanta las manos, sus ojos llorosos se suavizan—. Ella no está
bien.
—Ella está bien.
Sacude la cabeza.
—Jesús, Sin, escúchate. Está en la habitación, vomitando porque salió de
fiesta y consumió drogas. Apenas puede mantenerse consciente. Lo que sea que
hayas dicho o hecho fue demasiado para ella.
Él tiene razón. Yo le hice esto. La he empujado demasiado lejos. Pero puedo
arreglarlo.
—Ella no hizo esto. — Es posible que haya ido allí pensando en hacer algo,
pero Holland vio una oportunidad y se aprovechó de ella. Quería lastimarla,
lastimarme. Ella era su venganza por Marcus. Mi pequeño demonio no se haría
esto a sí misma. Ella es más fuerte que eso.
—Tal vez deberías rendirte. —Suspira—. Todos tenemos un punto de quiebre.
Su padre hizo el trabajo, algún día ella también lo hará.
Doy un paso hacia él, mi pecho golpea el suyo tan fuerte que lo empujo un
paso atrás.
—¿Vas a echarte atrás en nuestro trato? —Estoy harto de escuchar lo que
cree que debo hacer. O quién cree que es ella. No tiene ni idea.
Aparta la mirada de mí y, después de un largo segundo, niega con la cabeza.
—Voy a hacer la llamada. Asegúrate de que aparezca y de que esté sobria. —
Con eso, se da la vuelta y sale por la puerta principal, cerrándola de un portazo. 340
Un suave sollozo llega a mis oídos e ignoro a Sarah. Está sentada con Gunner
en el sofá. No se fueron. Sarah quería esperar a ver cómo estaba Elli y Gunner
no discutió con ella. Además, recibió un mensaje hace unos quince minutos
diciendo que Prickett viene hacia aquí.
Tyson y Gavin entran en la sala de estar.
—¿Cómo está? —exijo.
—El Narcan funcionó.
—¿Pero estará bien? —insisto.
—Sí. Le di algo para que se sienta cómoda. —Mira alrededor de la
habitación—. ¿Dónde está su esposo...?
—Yo soy su esposo —digo bruscamente, interrumpiéndolo.
Mira a Tyson, que asiente, y luego vuelve a mirarme a mí.
—Necesita descansar, pero se pondrá bien. Puedes llamarme si tienes alguna
pregunta o duda.
Entro en la cocina y tomo una botella de agua, necesito tratar de calmar mis
nervios. Tyson me sigue. Me dejo caer en uno de los taburetes de la isla y paso
una mano por mi rostro.
—¿Qué tan malo fue? —pregunto a través del nudo en mi garganta. Tengo
cámaras en el dormitorio, pero no me atrevo a verlas. Temía que me hiciera
irrumpir allí para protegerla. Por mucho que quisiera, no podía intervenir. Habría
sido peor para ella.
Tyson mete las manos en los bolsillos de sus jeans.
—Ella pasó, si eso es lo que estás preguntando. Felicidades. Es toda tuya.
Agacho la cabeza, entrelazo los dedos detrás de mi cuello y suelto un largo
suspiro.
—Sí, ¿pero a qué precio? —¿Me perdonará? No. ¿Me importa? Tampoco.
Ahora es mía. Nadie podrá arrebatármela jamás. Pasaré el resto de mi vida, por
corta que sea, luchando para protegerla.
Dejo caer las manos sobre la isla y lo miro.
—Todos pagamos un precio, Sin. Algunos más que otros. Lo que acabe
costándonos depende de lo mucho que lo queramos.
Mirando hacia la entrada de la cocina, veo a Gunner acercarse. 341
—Prickett está aquí.
Me levanto de un salto del taburete y vuelvo corriendo a la sala de estar.
—¿Qué diablos pasó? —exijo. Gunner había dicho que Prickett tenía
información para mí. Él también la había visto en la fiesta.
Prickett suspira y se para frente a mí y Tyson.
—Estaba en la sala de juegos cuando Elli entró con Holland. Se dirigió a Mack
y le dijo que necesitaba algo especial. Mack lo cuestionó, pero Holland le aseguró
que estaría bien. Elli preguntó qué era. Holland le dijo que era el mejor éxtasis.
Ella, por supuesto, le creyó y lo tomó. Después de que Holland la sacara de la
habitación, otra chica que había visto el intercambio se acercó a Mack y le dijo
que quería un poco de éxtasis. Mack dijo que no tenía.
—¿Qué diablos estás diciendo? —exijo, tratando de entender.
—Digo que lo que Mack le dio y lo que Holland le dijo que era, eran dos cosas
muy diferentes. Después de que Gunner la encontrara en un dormitorio y la
sacara de la fiesta, se escuchó a Holland alardear de haberle dado a Elli una
pastilla con fentanilo. Y luego supongo que también esnifó algo que pensó que
era cocaína.
—Maldición, tuvo suerte de que Gunner la encontrara cuando lo hizo —habla
Tyson.
—¿Pudiste atrapar a Holland? —exijo, mirando a Gunner. No he preguntado
por la situación en la que la encontró. Mis planes de acabar con él quedaron en
suspenso.
—No. La encontré en el dormitorio. Necesitaba la ayuda de Prickett para
sacarla de la fiesta sin que nadie viera lo que pasaba y llevarla al auto. Vine
directamente aquí e hice que Sarah nos siguiera en el auto de Ellington. Así no
quedaba atrás para que nadie la viera. Supuse que Holland volvería a ver cómo
estaba en el dormitorio, y quería que se cagara de miedo preguntándose dónde
diablos se había metido.
Paso una mano por mi cabello, frustrado. Lo atraparé.
—Regresé con toda la intención de atraparlo para ti, pero estaba rodeado de
gente. Pensé en dejarlo alardear. Cuando estés listo, avísame y te ayudaré —
añade Prickett.
Asiento.
—No tiene sentido. —Gunner frunce el ceño—. Le pregunté dónde estabas.
Luego le pregunté si tú sabías que ella estaba allí. Holland le preguntó por qué
te importaría lo que está haciendo. —Se encoge de hombros—. Pensé que eran
342
amigos, pero después de la forma en que habló sobre lo que hizo con ella,
obviamente ese no es el caso. Simplemente la dejó allí. En la habitación sola.
¿Para qué? ¿Para morir? ¿Pensando que los demás lo verían como una
sobredosis? ¿Un posible suicidio? Todos saben que su padre tuvo éxito hace
años.
Eso es lo que estoy pensando que era el plan de Holland, pero les digo la
verdad de por qué le hizo lo que hizo.
—Maté a su mejor amigo.

Entro en el dormitorio principal y la encuentro acostada en posición fetal en


la cama, con los ojos cerrados. Arrastrándome en la cama justo a ella, aparto el
cabello de su rostro. Está temblando. Levanto el edredón y lo meto debajo de su
cuello.
—Lo siento, pequeño demonio —susurro besando su frente—. Todo va a estar
bien. Tú vas a estar bien.
Sus pestañas oscuras se abren, sus ojos azul hielo desenfocados miran a su
alrededor hasta encontrarse con los míos.
—¿Sin?
—Estoy aquí, Elli. —Al diablo lo que dijo Tyson. No voy a dejarla. No hay nadie
más aquí para asegurarse de que esté bien. No quiero que su madre o Linc sepan
lo que pasó. La ingresarán a una institución. A un centro de rehabilitación y la
dejarán allí, sin vigilarla nunca. Linc simplemente se la follará, posiblemente
alimentando su adicción con más drogas.
Soy todo lo que tiene. Soy todo lo que ha tenido, y no voy a defraudarla nunca
más.
Mi teléfono empieza a vibrar en el bolsillo y lo saco para ver que es Amelia.
Rechazo la llamada. Vuelvo a guardar el teléfono en mi bolsillo, nuevamente
suena y veo que esta vez me ha enviado un mensaje. Lo abro y veo que es un
anuncio.
Chance ha cambiado la fecha de su boda con Elli. Tal y como le dije. Rechino
343
los dientes. Por supuesto que me lo mandaría. Quiere restregarme en la cara que
la mujer que amo se casa con otro.
Si ella supiera.
Elli llama mi atención y se aparta de mí. Lucha por ponerse cómoda y se quita
de encima las mantas.
—¿Qué puedo hacer? —le pregunto, poniendo mi mano en su espalda.
Aún está vestida y cubierta de sudor. Su cuerpo tiembla.
—¿Elli? —digo, dándole una sacudida, pero ella no contesta. Me levanto y me
inclino sobre ella, tocando su frente, está ardiendo. Bajo la mano a su cuello
para tomar su pulso. Está acelerado.
Su cuerpo se sacude y se incorpora.
—¿Elli? —pregunto, mientras veo cómo lleva sus manos a su rostro y empieza
a vomitar.
La tomo en brazos y me apresuro a llevarla al baño. Apenas llego a tiempo de
ponerla delante del inodoro antes de que vomite. Está tan débil que apenas
puede mantener la cabeza erguida, así que lo hago yo mientras sujeto su cabello
para que no le estorbe.
Cuando termina, la desnudo hasta quedar en ropa interior y la llevo a la
cama. Consigo un paño húmedo y fresco, lo pongo en su cabeza y acerco una
papelera. Saco el teléfono y llamo a Tyson. Todos se fueron hace veinte minutos.
Solo estamos ella y yo.
—¿Hola?
—Algo va mal —digo a modo de saludo—. Está empeorando. No mejorando.
—Espera, añadiré a Gavin a la llamada.
Espero impaciente mientras tomo agua de la nevera y vuelvo corriendo al
dormitorio. Sé que Gavin había dicho que necesitaba hidratarse. Necesita beber
agua a sorbos, sobre todo si va a volver a ponerse enferma.
Gavin atiende la llamada.
—Tyson...
—¿Qué diablos le pasa? —exclamo, interrumpiéndolo—. Está vomitando.
Temblando, tiene el pulso acelerado y está sudando, como empapada.
—Cada persona es diferente, pero puede estar experimentando efectos
secundarios.
344
Mis dientes rechinan.
—Así que le diste algo para curarla, pero la empeoró —gruño.
—Narcan solo funciona con opiáceos. Si tragó o inhaló cualquier otra cosa,
no tendrá efecto sobre esas drogas. Además, en la mayoría de los casos, el
Narcan solo permanece en el organismo entre treinta y noventa minutos. Pero
puede desencadenar la aparición de síntomas de abstinencia en el organismo,
—Hace una pausa—. También podría ser que muchos opiáceos permanezcan en
el cuerpo más tiempo del que tarda el Narcan en hacer efecto. Lo que significa
que podría estar experimentando los efectos de la sobredosis ahora que el Narcan
está fuera de su sistema.
Suspiro, pasando una mano por mi cabello, observándola acostada en la
cama, sus ojos están cerrados una vez más. Suena el timbre y mis ojos se abren.
—Puedo...
Cuelgo y guardo el celular en el bolsillo, subiendo la sábana hasta su cuello.
Sé que está ardiendo, pero no quiero que nadie la vea desnuda si hay alguien
aquí. Camino hacia la cómoda, abro de un tirón el cajón de arriba y agarro la
pistola, metiéndola detrás de mis jeans y asegurándome de que la camiseta la
cubra. Enciendo el ventilador al salir de la habitación y cierro la puerta detrás
de mí.
Dirigiéndome a la puerta principal, me detengo cuando se abre y tres hombres
entran a la casa como si fueran sus dueños. Tres hombres a los que no les di
esta dirección, pero que saben exactamente dónde estoy. Lo que significa que
saben dónde está Elli.
—Hermanos. —Les hago un gesto con la cabeza mientras están en el gran
vestíbulo, vestidos de negro, cubiertos de tinta, con expresiones de querer cortar
mi cabeza.
—Venimos a entregar un paquete —dice uno, haciéndose a un lado. Otro
agarra al hombre que estaba escondido detrás de él y lo empuja hacia delante—
. Tienes una semana para entregarlo, Easton. —Me llama por mi nombre de pila
y me acerco a ellos, queriendo proteger a Elli, que está en el pasillo detrás de mí.
No quiero que se acerquen a ella—. O vendremos a buscarla. —Sus ojos azules
miran a su alrededor, asimilando todo antes de volver a encontrarse en los
míos—. Y odiaríamos tener que destruirlo todo para conseguir lo que se nos debe.

345

El l in g t o n

Giro mi cuerpo de costado. Agarro mi estómago con mis manos y gimo. Siento
náuseas. Mi cuerpo tiembla. Todo duele. Es difícil respirar.
—Estás bien, Elli. —Escucho la voz de Sin, pero no lo veo. Tengo los ojos
cerrados con fuerza. Probablemente me lo estoy imaginando.
—¿Qué le pasa? —Escucho una voz preguntar en la distancia.
—Está bien. —La voz de Sin es mucho más fuerte, está más cerca de mí.
Siento sus manos agarrar mis hombros, evitando responder a la pregunta—. Ve
a esperarme a la otra habitación.
Extiendo la mano y agarro una almohada. La pongo sobre mi rostro, la luz es
demasiado intensa y me hace daño en los ojos, aunque los tenga cerrados. Siento
que doy vueltas y que mi cuerpo se sacude involuntariamente.
—No voy a...
Me incorporo, abandonando la almohada mientras mi boca se llena de saliva.
—Voy... a vomitar —consigo murmurar a nadie en particular.
Sostienen mi cabello y colocan algo en mi regazo. Vomito, los músculos de mi
estómago se tensan y el ácido quema mi garganta. Hasta el punto de vomitar en
seco. Las lágrimas arden en mis ojos y nublan mi vista.
—Estás bien. —Sin frota mi espalda—. Te vas a poner bien.
Caigo de espaldas y me hago un ovillo, temblando.
—¿Qué diablos le pasa? —exige esa voz lejana.
Escucho a Sin suspirar.
—Tiene síndrome de abstinencia.
—¿Es una adicta?
—No... sí. Estaba drogada. Necesitaba Narcan. Creo que le ha provocado
abstinencia.
—Dios.
Siento que la bilis vuelve a subir y no puedo contenerla. Unas manos me
agarran y me levantan en el aire, entierro mi rostro en el duro pecho y rodeo su
346
cuello con mis temblorosos brazos.
—Haz algo útil y quita las sábanas. Hay un par limpias dobladas en la
secadora —grita Sin antes de que escuche una puerta cerrarse de golpe y luego
me coloque en un suelo frío justo cuando vuelvo a vomitar.

Abro los ojos y no siento que me esté muriendo, así que eso es una ventaja.
No soy la de siempre, pero estoy mejor de lo que recuerdo.
Al girarme, las cortinas dejan entrar un suave resplandor en la oscura
habitación, y veo que Sin está acostado a mi lado, con los ojos cerrados y los
labios ligeramente entreabiertos. Está durmiendo. No sé de dónde ha salido.
Cómo llegué a casa. Y por qué sigue aquí. ¿No debería estar con Amelia? ¿Y a
dónde fue Chance? ¿Me lo imaginé aquí en esta habitación con Tyson y el doctor?
No, fue real. Chance me ha recordado exactamente cómo será mi vida cuando se
case conmigo... diablos.
Incorporándome, miro hacia la mesita de noche y veo una botella de agua
vacía. Tengo la boca tan seca que necesito beber algo. Poniéndome en pie, me
tambaleo un poco antes de recuperar el equilibrio. Abro la puerta del dormitorio
y avanzo por el pasillo, apoyando la mano en la pared. Hay una sensación
palpitante justo detrás de mis ojos y siento náuseas.
Entro en la cocina, abro la nevera y tomo agua. Cuando la cierro, veo una
figura de pie en un rincón y grito, mi corazón se acelera, haciéndome tambalear
sobre mis pies.
—¿Elli? —escucho gritar a Sin antes de entrar corriendo en la cocina.
Enciende la luz y me giro hacia él para ver que no lleva nada más que unos
bóxers negros y una pistola en la mano derecha—. ¿Qué pasa? —pregunta, con
su pecho duro agitado por su pesada respiración. Sus ojos se posan en mis
piernas desnudas, asegurándose de que estoy bien físicamente mientras suben
rápidamente por la camiseta que llevo puesta.
—Vi a alguien. —Me doy la vuelta para mostrárselo, pero mi respiración se
atasca en mi garganta. Él sale de la esquina, dando un paso hacia nosotros y yo
retrocedo, igualándolo. Choco con Sin, y me hace gritar de sorpresa. 347
—Elli...
Me giro de nuevo hacia Sin.
—Estoy alucinando —me apresuro a decir.
Deja la pistola sobre la encimera y toma mi rostro en sus cálidas manos.
Estoy temblando, intentando recuperar el aliento. Mi corazón sigue latiendo con
fuerza y esa sensación palpitante detrás de mis ojos ahora se intensifica.
—¿Qué pasa conmigo? —susurro.
Sus ojos azules se suavizan mientras recorren mi rostro.
—Estás bien, Elli.
Humedezco mis labios.
—No. Fui a una fiesta... me drogué.
Suspira pesadamente.
—Lo sé y hablaremos de eso más tarde, ¿de acuerdo? —Una mano suelta mi
mejilla para apartar mi cabello de mi rostro.
Me tiemblan las piernas. Hasta el punto de que mis rodillas chocan entre sí.
—Sin, estoy viendo... cosas. —Mi garganta se cierra. ¿Qué tomé? ¿Cuánto
tiempo he estado inconsciente? ¿Está Sin incluso aquí? ¿Estoy soñando?
—Respira profundo —dice Sin, haciéndolo él mismo, esperando que lo siga.
No lo hago. En lugar de eso, mis manos temblorosas suben para rodear sus
muñecas y cierro los ojos con fuerza, esperando que cuando se abran, esté
acostada en la cama sola. Y que esto sea una pesadilla. Quizá sea un mal viaje.
—¿Elli? —Sin gruñe mi nombre, y mis ojos se abren de golpe para verlo
todavía aferrándose a mí—. Respira profundo. Estás bien.
Sacudo la cabeza lo mejor que puedo mientras las lágrimas empiezan a arder
en mis ojos.
—Es verdad, princesa —dice el hombre detrás de mí, y un gemido escapa de
mis labios entreabiertos.
Sin asiente, como dándome ánimos, y luego suelta mi rostro, colocando sus
manos sobre mis hombros para que me dé la vuelta. Miro con los ojos muy
abiertos unos ojos azules que no he visto hace años. No parece el mismo, pero
lo reconocería en cualquier parte.
—¿P-papá?
348
Capítulo 49
Sin

Nicholas Asher da un paso más cerca de nosotros y ella da otro paso hacia
atrás, saliendo de la cocina. Sus ojos van a los míos y luego vuelven a Elli.
—No —susurra ella—. Te vi... estabas muerto.
—Ellington —dice su nombre y otro gemido sale de sus labios temblorosos.
Elli rodea su cintura con sus brazos.
—Te encontré. —Él pasa una mano por su cabello al escuchar sus palabras—
. Sostuve tu cuerpo. —Ella da otro paso atrás, con los ojos en el suelo, incapaz
de mirarlo—. Estás muerto. Desde hace años.
Su mandíbula se tensa y me mira. Lo fulmino con la mirada. Yo tampoco sé 349
cómo es que está vivo y aquí en la cocina. Solo sé lo que Ryat había escuchado
mientras estaba en su misión y que, si el rumor era cierto, Tyson sabía dónde
estaba: en Carnage.
Los hermanos Spade lo dejaron hace dos días, pero yo he pasado todo el
tiempo con Elli. Por fin dejó de vomitar alrededor de la medianoche de anoche y
pudo descansar un poco. Me desperté solo en la cama con sus gritos.
—Vamos a sentarnos, ¿de acuerdo? —Me giro para mirarla—. Hay muchas
cosas de las que tenemos que hablar. —No me refiero solo a que su padre haya
vuelto de la tumba.
Una lágrima corre por su mejilla, pero asiente. Tomo su mano y agarro la
pistola de la encimera con la que me queda libre. Nos dirigimos a la sala de estar
y ella y yo nos sentamos en el sofá. Su padre se sienta frente a nosotros.
No me extraña que ella se acerque a mí. Su pierna desnuda toca la mía. Tomo
la manta del respaldo y la coloco sobre nosotros, ya que ella lleva una camiseta
mía y yo solo llevo bóxers.
—Elli...
—Nicholas. —La forma en que dice su nombre es tan fría, distante. Está
levantando todos sus muros, confundida y herida. Siente que le han mentido
todos estos años. Lo entiendo. No esperaba que esto fuera fácil. No después de
todo lo que ha pasado.
Su mandíbula se tensa al escuchar su nombre.
—Es raro que no me llames papá. Supongo que ya no tienes doce años.
Un sollozo escapa de sus labios y coloca su mano sobre su boca, bajando los
ojos a su regazo.
Me mira, con la ceja arqueada.
—Una cosa a la vez —gruño—. ¿Cómo diablos estás vivo? —exijo, envolviendo
mi brazo alrededor de sus hombros y acercándola hacia mí. Con la mano libre
sostengo la pistola apoyada sobre la manta. Entiendo que es su padre, pero
también soy consciente de que lleva desaparecido nueve años. No sé si es por
decisión propia o algo que planeó.
Pasa una mano por su cabello.
—No mueres en Carnage a menos que los hermanos Spade hayan acabado
contigo — afirma.
—¿Cómo sobreviviste ahorcándote? —pregunta Elli, su es voz suave y sus 350
ojos aún bajos, mirando sus manos temblorosas sobre su regazo—. Estabas...
frío —añade en voz baja.
—Jesús, Elli. ¿De verdad crees que intenté suicidarme? —musita.
Ella levanta los ojos para mirarlo a través de sus pestañas.
—Fui yo quien te encontró. Estuve tirada en el suelo con tu cadáver durante
más de una hora. Tú. Estabas. Muerto.
Niega con la cabeza.
—Me tendieron una trampa.
—¿Cómo te tendieron una trampa para suicidarte? —pregunto. Quiero decir,
no es imposible. Considerando lo que Holland intentó hacerle a Elli, pero la
situación de Nicholas es un poco diferente. No hubo drogas involucradas. No que
yo sepa.
Se inclina hacia delante, apoyando los codos en sus rodillas.
—Alguien murió ese día, pero no fui yo. Fue Nathaniel.
Frunzo el ceño, Elli guarda silencio.
—Nathaniel era mi hermano gemelo.
Me siento más erguido.
—Tú no tienes un hermano gemelo. —Yo lo sabría. Nuestras familias
crecieron juntas y lo habría recordado.
—Lo tenía. —Asiente—. Mi padre tuvo una aventura con su Lady y dejó
embarazada a mi madre. Mi padre se quedó conmigo y dejó que nuestra madre
se quedara con mi hermano. Cuando fui mayor de edad, me inicié. Quería ser
un Lord. Encontré a mi hermano y me acerqué, pero él no quiso tener nada que
ver con eso. —Se encoge de hombros—. Mi padre no quería saber nada de él.
Fue rechazado por mi padre y por mi madre, que me crió. Pero estuvo en mi vida.
Mucho, en realidad. Siempre necesitaba dinero, lo sacaba de situaciones que él
mismo no podía permitirse. Por supuesto, no muchos sabían que existía. Pero lo
mataron para que pareciera que yo me había suicidado. Y me entregaron a
Carnage.
El silencio se apodera de la habitación y siento que el cuerpo de Elli tiembla
mientras se apoya en mi costado.
—¿Qué pasa contigo? —Sus ojos van a su hija—. ¿Por qué y cuánto tiempo
has estado consumiendo drogas?
Ella se pone rígida, pero su cabeza permanece baja. No va a reponer. Admitir
lo que le ha sucedido es demasiado para que ella se lo explique a su padre. 351
—¿Por qué no vas a darte un baño? —Me inclino y beso su sien. Nick está
dispuesto a compartir su historia, pero sé que ella no. Puede que sea su padre,
pero ahora mismo es un extraño para ella—. Estaré allí para reunirme contigo
en un minuto.
Se pone de pie lentamente y empieza a caminar hacia el pasillo. Su padre se
levanta y ella sale corriendo de la sala de estar. Escucho la puerta del dormitorio
cerrarse de golpe segundos después.
—¿Qué diablos pasa con ella? —gruñe.
Esperaba que fuera así, sinceramente. Supuse que estaría más confundida
que emocionada. Pero a la larga, entrará en razón.
—Tu muerte arruinó su vida —digo simplemente.
Gime.
—La mía no ha sido la luz del sol desde que morí.
Lo miró fijamente mientras él mira hacia el pasillo por el que ella corrió, con
la pistola pesando en mi mano. Necesita saber qué está pasando porque, una
vez más, las cosas van a cambiar. Voy a darle una oportunidad. Me ayudará o
se interpondrá en mi camino. Será mejor que averigüe ahora mismo cuál va a
ser.
—Tu esposa se volvió a casar —empiezo y él resopla—. Con James, un año
después de tu muerte. Él pasó los primeros tres años de su matrimonio
preparando a tu hija. —Su cuerpo se pone rígido—. Luego le quitó la virginidad
a los dieciséis años. Y siguió violándola hasta que lo maté hace dos años. La
obligó a llamarlo Papi, así que perdónala por no llamarte así.
Se gira, dándome la espalda, pasando las manos por su cabello. Maldice en
voz baja. Cuando vuelve a mirarme, añado:
—Hace poco descubrimos, en la recepción de la tercera boda de tu mujer, que
ella era consciente de que James follaba a Elli. Pero cuando Elli dijo que la
estaban violando, tu mujer dijo que se estaba arrojando voluntariamente a su
esposo.
—¡Hija de puta! —Toma un vaso de la mesita y lo lanza al otro lado de la
habitación. Golpea la pared del fondo y se rompe en mil pedazos.
Solo puedo imaginar cómo se siente. Estoy seguro de que no pudo dejar salir
su frustración en Carnage. Ahora será una bomba de tiempo andante. Nueve
años de agresión contenida. Eso es lo que necesito. Alguien que no lo piense dos
veces antes de hacer sangrar a otros. Necesito ayuda si voy a acabar con quien 352
creo que está involucrado. Y por supuesto, ella necesita a su padre. Puede que
no lo sienta así en este momento, pero lo hará.
Me dirijo hacia el pasillo, sabiendo que Elli me está esperando, pero él me
detiene.
—¿Qué les ofreciste a los hermanos Spade a cambio de mí? —pregunta.
Lo miro por encima de mi hombro.
—Lo que quisieran.
—Easton... —gruñe.
—Descansa un poco, Nick. Lo intentaremos de nuevo más tarde. Solo
tenemos una semana para que vuelva en sí.
El l in g t o n

Me siento en la bañera, con el agua caliente hasta el pecho y los ojos fijos en
el frente, pero no veo nada.
Mi padre está vivo. Lo ha estado todos estos años. No. No lo creo. ¿Cómo es
que nadie lo sabía? Estaba muerto. En mis brazos.

—¿Papi? —Lloro, con mis brazos alrededor de su cuello mientras yacemos uno
al lado del otro en el frío suelo. La cuerda aún lo envolvía.
—Elli, está muerto. —Unas manos tiran de mi brazo.
—Noooo. —Sollozo, aferrándome a él con más fuerza.
—Elli, cariño, tienes que soltarlo. —Escucho decir suavemente a la señora
Sinnett.
Las manos vuelven a agarrarme y esta vez me separan de él. Grito, mis manos
se extienden, tratando de agarrarlo, pero estoy demasiado lejos.
—¡PAPÁ! —Suelto un sollozo cuando unos cálidos brazos me envuelven y me
atraen hacia un cuerpo suave. Me giro y entierro mi rostro en ella. Ella me levanta
353
y dejo que me saque de la casa como si fuera un bebé que no puede caminar solo.

Parpadeo y veo a Sin sentado frente a mí en la bañera, con el agua ya cerrada.


Sus piernas a ambos lados de las mías. Sus manos en mis rodillas dobladas.
Sus ojos siguen la lágrima que corre por mi rostro y me doy cuenta de que estoy
llorando.
—¿Cómo lo supiste?
—Otro Lord escuchó algo por casualidad. Vino a verme y le pedí a Tyson que
hiciera una llamada.
No quiere que sepa quién se lo dijo. Quizá sea lo mejor. Resoplo.
—¿Qué hiciste? —Si mi padre lleva casi nueve años desaparecido, a Sin le
costó algo recuperarlo. Sé cómo funcionan los Lords.
—No te preocupes por eso —dice, sus manos acarician mis muslos de arriba
abajo—. Ahora está aquí.
Mis ojos se centran en el agua y siento nuevas lágrimas ardiendo en mis ojos.
Vuelvo a levantarlos y pregunto:
—¿Por qué estás aquí, Sin?
Suspira, su pecho sube y baja, y mis ojos se posan en el escudo de los Lords
que lleva grabado. Me hace pensar en el que puso en mi muslo. ¿Ya le hizo uno
a Amelia? Y si no, ¿Lo hará una vez que se convierta en su esposa?
—Porque no hay otro lugar donde quiera estar.
Mis ojos vuelven a encontrarse con los suyos y él extiende la mano, frotando
con el pulgar las lágrimas en mis mejillas.
—Amelia...
—No te preocupes por ella —me interrumpe, evitando una vez más mi
pregunta.
Retrocedo y muevo mis piernas hacia un lado, apartando sus manos de ellas.
—Elli —musita.
Me levanto, haciendo que el agua salpique, y salgo de la bañera, escuchándolo
salir también. Seco mi cuerpo y me dirijo al dormitorio, tirando de las sábanas,
subo a la cama.
—Vete a casa, Sin —digo, viéndolo salir del baño. Me doy la vuelta dándole la
espalda. 354
Tira de las sábanas y se acuesta a mi lado.
—Estoy en casa, Elli. — Envuelve su brazo a mí alrededor por detrás.
Me giro en sus brazos y presiono mi mano en su pecho desnudo.
—Este no es nuestro hogar, Sin. Vete.
Me empuja sobre mi espalda y se sienta a horcajadas sobre mis caderas.
Levanto la mano y abofeteo su rostro, pero es débil. Todavía no soy cien por
ciento yo misma después de la fiesta. La habitación ha dejado de dar vueltas y
ya no tengo mal sabor de boca desde que me cepillé los dientes, pero mi cabeza
no está al cien por cien. Tengo una sensación punzante justo detrás de mis ojos.
No tanto como para lastimarme, pero lo suficiente como para irritarme.
Agarrando mis muñecas, las inmoviliza a ambos lados de mi cabeza. Intento
levantar las caderas, pero se sienta sobre ellas. Gruño.
—Enfádate, pequeño demonio. Simplemente hará que esto sea mucho más
dulce.
—S-in —grito, frustrada y excitada. Necesito que me lleve a ese lugar donde
mi mente no funciona. Donde no tenga que preguntarme por qué mi padre está
vivo y en mi casa o por qué me drogaron en una fiesta. O por qué Sin está aquí
conmigo y no con Amelia—. Por favor, vete.
Suelta mis muñecas y agarra mi garganta, obligándome a arquear mi cuello.
Acerca sus labios a los míos y susurra:
—Pídeme que me vaya mientras follo tu coño, Elli.
Gimo antes de que me deje sin aliento por completo. Mi coño se aprieta
mientras mis manos arañan su espalda y mis uñas se clavan en su piel,
haciéndolo sisear en un suspiro. Mis talones se clavan en las sábanas,
empujando hacia arriba, pero él sigue encima de mí. No consigo tracción ni hacer
palanca para quitármelo de encima. ¿Y lo peor? No quiero que lo haga. Esto es
lo que yo quería. Que me sacara de la fiesta y me follara. Que me deseara. Que
me necesitara como yo lo necesito a él.
Es ese rasgo tóxico que necesito que me posea. Ponme en mi lugar. Hazme
daño, fóllame, haz que me venga. Nunca aprenderé, pero quiero que piense que
puedo. Que soy capaz de ser salvada. Aunque ambos sabemos, en el fondo, que
estoy demasiado rota para cambiar ahora. Sin puede ser el diablo, pero yo soy
la pecadora. Haciendo lo mismo una y otra vez, sabiendo que no puedo salvarme.
Pasa su lengua por mis labios entreabiertos antes de murmurar:
—No sé qué pretendías yendo a esa fiesta, pero voy a castigarte por eso.
355
Arqueo más mi cuello, intentando respirar, y eso solo le da mejor acceso.
Cambia la posición de su mano, que sigue impidiéndome respirar, y veo puntos
bailando en mi campo de visión. Mis manos, que se clavan en su espalda, caen
a los lados y mis ojos comienzan a cerrarse.
Capítulo 50
Sin

Veo sus ojos ponerse en blanco mientras su cuerpo se relaja debajo del mío.
Sus labios se vuelven de un bonito color azul y su rostro palidece. No debería ser
tan duro con ella, no después de lo que ha pasado los dos últimos días, pero no
puedo evitarlo.
Ahora que sé que está bien, que no va a morir, quiero atarla a la cama y follar
su culo, haciéndola sangrar mientras llora, rogando que me detenga. Se lo
merece.
Suelto su cuello, abre los ojos y mira a su alrededor sin rumbo, intentando
enfocarlos mientras empieza a toser. Me levanto de sus caderas, la volteo boca
abajo y me coloco entre sus piernas, abriéndolas de par en par. 356
Tomo mi polla dura con la mano y froto su coño con la otra, sintiendo lo
mojado que está. Empujo dentro de ella, estirándola bien para que me deje
entrar, haciéndola jadear. Inclinándome sobre su espalda, envuelvo mi mano
alrededor de su boca desde atrás y acerco mis labios a su oreja.
—Lo que hiciste fue estúpido e imprudente, pequeño demonio, exactamente
lo que te dije que no hicieras.
Murmura contra mi mano, pero no me importa lo que tenga que decir. Tiro
de mis caderas hacia atrás y las empujo hacia delante, estirando su coño y
amando la forma en que su cuerpo lucha contra el mío.
—Sigues tan débil, Elli. Eso es lo que pasa cuando te joden.
Su coño palpita alrededor de mi polla y beso un lado de su rostro. Sus manos
se clavan en la sábana y siento que su cuerpo intenta levantar el mío, pero abro
más las piernas, presionando mi cuerpo contra ella para mantenerla en su lugar.
—Lucha conmigo, pequeño demonio. Muéstrame cuánto deseas que te la
quite.
Intenta mover la cabeza para intentar zafarse de mi mano, pero clavo mis
dedos a los lados de sus mejillas, haciéndola gemir y cerrar los ojos.
—Me encanta cuando luchas contra mí. Cuando finges que no lo quieres, pero
tu coño está empapado, Elli. Me dice lo mucho que te gusta que te utilicen.
Sus manos golpean el cabecero de la cama contra la pared, sin importarle si
su padre puede escucharnos o no.
—Hay una razón por la que mi nombre es el que tienes tatuado en tu espalda.
—Tiro mis caderas hacia atrás y las empujo hacia delante, haciéndola gritar
contra mi mano—. Porque me perteneces, pequeño demonio. Creo que lo
olvidaste.
Mientras su coño se aprieta alrededor de mi polla, sonrío. Voy a utilizarla todo
lo que pueda durante la próxima semana, porque el reloj ha empezado a correr
oficialmente.

Estoy en la cocina preparando el desayuno cuando miro el reloj. Es casi


mediodía y Elli sigue dormida en nuestra cama. Estaba prácticamente
inconsciente cuando terminé con ella. Necesitaba una distracción. Una 357
oportunidad para salir de su cabeza. Le encanta que la follen, pero el sexo es su
droga preferida. Le encanta el intercambio de poder que le da, dejándola
indefensa y a mi merced.
Mi teléfono empieza a sonar y contesto.
—¿Hola? —le digo a Chance.
—Cambié la fecha de la boda —dice a modo de saludo.
—Lo sé. —Amelia me lo envió de nuevo cuando no respondí la primera vez.
He ignorado todas sus llamadas y mensajes desde entonces—. Ahora cancélala.
Se hace un silencio en la línea antes de que lo escuche susurrar:
—¿Qué diablos?
—Cancela la boda, Chance. Ya no es necesaria. —Levanto la vista cuando
escucho alboroto, pensando que Elli se ha despertado y me acaban de atrapar,
pero es Nicholas.
—¿Lo dices malditamente en serio? —ruge—. Esta boda fue idea tuya. Tú me
dijiste...
—Exactamente. Fue idea mía, así que ¿por qué diablos te niegas a cancelarla
ahora? —exijo.
Suelta un gruñido.
—Hace que parezca estúpido, Sin.
—Te hace parecer que no quieres casarte con una drogadicta. No veo por qué
parecerías estúpido. —Me siento en la mesa frente a Nicholas y le acerco un
plato—. Come —ordeno—. Te ves como la mierda.
Para mi sorpresa, sonríe y empieza a comer.
—Easton...
—Haz el anuncio, Chance. Tienes veinticuatro horas. —Cuelgo y dejo mi
teléfono. Apoyo los codos en la mesa, inclino la cabeza, paso las manos por mi
cabello, apartándolo de mi frente.
Ya no es necesario que haya una boda. Mi boleto está sentado justo en frente
de mí. Hice el trato con Chance incluso antes de saber que Nicholas estaba vivo.
E incluso cuando lo supe, no había garantías de que los hermanos Spade fueran
a entregármelo sin más. Necesitaba varios huevos en mi cesta. Ahora tengo la
gallina de los huevos de oro.
Limpia su boca con el dorso de la mano y se recuesta en su silla, 358
encorvándose. Sus ojos se posan en mi anillo con el escudo de los Lords. Lo mira
con nostalgia, como si quisiera tener uno.
—Así que tengo una semana —dice, empezando donde terminó nuestra
última conversación.
Imagino que la libertad no es tan buena como parece. Carnage es todo lo que
ha conocido durante mucho tiempo. Es como un preso que sale en libertad
condicional tras cumplir treinta años, pero sabe que no podrá desenvolverse en
el mundo real. Enjaula a una persona el tiempo suficiente y creerá que ya no
puede volar.
—No vas a volver a Carnage. —Me levanto, recogiendo su plato y colocándolo
en el fregadero.
—¿Qué? —Se pone en pie de un salto—. Dijeron que faltaba una semana para
cobrar.
—Eres libre. No lo arruines. —Estoy a punto de regresar al dormitorio, pero
agarra mi brazo, dándome la vuelta para enfrentarlo. Su rostro está a
centímetros del mío, con los ojos entrecerrados.
—¿Qué hiciste? —exige.
—Lo que había que hacer —digo simplemente.
—Easton...

El l in g t o n

Los ojos de mi padre se encuentran con los míos por encima del hombro de
Sin y éste deja de decir lo que estaba a punto de decir y lo suelta, dando un paso
atrás. Sin se gira para mirarme y suspira pesadamente.
Escuché lo suficiente para confundirme aún más. No sé qué es Carnage ni
por qué mi padre estaba allí, pero no me gustó que Sin dijera que hizo lo que
había que hacer. Si involucra a los Lords, requerirá un sacrificio
Mi padre pasa una mano por su cabello, apartándolo de su frente como si
estuviera tratando de arreglarlo. Para lucir más presentable en mi presencia. Es
359
raro verlo. Es él, pero no se ve igual. Siempre estaba en forma, se cuidaba. Pero
está más delgado de lo que recuerdo. Su cabello es canoso, y sus ojos parecen
apagados. Siempre fueron de un bonito azul. No tan azules como los míos y los
de mi madre, pero igual de bonitos. Tiene una cicatriz en la mejilla derecha que
antes no estaba. Otra en el antebrazo. Ambas parecen haber estado ahí durante
años.
—Siéntate, Elli. Necesitas desayunar —dice Sin, acercándose a la cocina.
Toma un plato y comienza a poner huevos en él.
Camino alrededor de la isla, de espaldas a la encimera para no perder de vista
a mi padre, y me acomodo en una silla. Él ocupa el asiento más alejado de mí,
en el extremo opuesto, y se sienta a la cabecera de la mesa.
Sin se acerca y deja un plato con un tenedor y una botella de agua.
Inclinándose, besa mi frente y se sienta a mi derecha, frente a la entrada de la
cocina.
—Come. Necesitas energía.
Un silencio incómodo cae sobre la habitación mientras bajo los ojos para
mirar los huevos, el tocino y la tostada.
—No tengo hambre —susurro.
—Elli...
—¿Por qué está aquí? —dejo caer el tenedor en la mesa, escuchándolo
tintinear, y miro a Sin, interrumpiendo a mi padre—. ¿Por qué está aquí? —
gruño, poniéndome en pie, la irritación aumenta—. ¿Por qué están los dos en mi
casa?
—Hay muchas cosas de las que tenemos que hablar —afirma Sin, sus ojos
muestran que también se está irritando porque no voy a rendirme. Como si no
mereciera saber la verdad.
Dejé que me follara sin sentido esta mañana, pero así es el sexo. Él sabe que
es una debilidad mía. Eso no quiere decir que no sea sensata después.
—Empecemos contigo. —Pongo las manos en mis caderas—. ¿Qué diablos
haces aquí?
—La verdad —se pone de pie, la silla raspa el suelo en el proceso, y se gira
para mirarme—, es que Gunner llamó y me dijo que estabas en una fiesta
drogándote. Como siempre. —Se acerca a mí y trago saliva—. Y me preguntó qué
quería que hiciera. Le dije que te sacara de la fiesta si era necesario. Cuando me
volvió a llamar, te había encontrado en un dormitorio, sola. Inconsciente y
vomitando.
360
Entrecierro los ojos y me acerco un paso más, con la espalda apoyada en la
encimera.
—Estaba bien...
—¡Tuviste una sobredosis! —grita—. Holland te mintió. Mack no te dio
éxtasis. Era fentanilo. Gavin tuvo que darte Narcan, lo que te provocó síndrome
de abstinencia una vez que pasó el efecto. Podrías haber muerto, Elli. ¿Por qué
lo hiciste?
No puedo responder. Eso le mostraría lo débil que soy.
—¡Dímelo! ¿Por qué tomaste algo que alguien te dio sin saber lo que era? —
exige.
—Easton... —Mi padre se levanta de la mesa—. Cálmate. Ella...
—No —lo interrumpe Sin, con los ojos clavados en mí—. Ella quiere saber qué
está pasando. Quiero saber qué diablos estaba pensando.
—De todas formas, ¿por qué demonios te importa lo que hago? —exclamo,
tratando de desviar la atención—. Te vas a casar con Amelia. Yo me casaré con
Chance. Se acabó para nosotros. Vete a casa con tu futura esposa, Sin. —
Dándole la espalda, salgo furiosa de la cocina.
—Tú eres mi esposa, Elli.
Me detengo abruptamente y me giro hacia él. Espero que se ría. O que diga
caíste. Que es otra broma de mal gusto que me está jugando. Pero en lugar de
eso, camina hacia mí, su mirada se calienta de una manera que me hace pensar
que envolverá su mano alrededor de mi garganta y me estrangulará. Si mi padre
no estuviera presente, rogaría por eso.
—Hasta que la muerte nos separe, Elli.

361
Capítulo 51
Sin

Unos ojos azul hielo muy redondos me miran fijamente. Me recuerda a cómo
me miró después de que la sorprendiera viéndome matar a James. El shock está
escrito en su rostro. Sus carnosos labios se cierran y su garganta se mueve
cuando traga saliva.
—No... no te creo —murmura.
Es lo mismo que expresó cuando le dije que no la amaba en el baño de la casa
de los Lords, cuando irrumpió exigiendo que le dijera la verdad. Que no la estaba
utilizando. Tenía razón. Le había estado mintiendo. Ella era para mí más que un
polvo. Era mi esposa.
—No te estoy mintiendo.
362
Sacudiendo la cabeza, da un paso atrás. Esos ojos muy abiertos se dirigen a
su padre, pero él no tiene ni idea de lo que hice. Si lo supiera, probablemente
intentaría echarme de esta casa. Antes tendría que matarme, y por su aspecto,
no estoy preocupado por eso.
—Me voy a casar con Chance —susurra, humedeciendo sus labios.
—Ibas a casarte con Chance porque yo se lo dije. Me estaba haciendo un
favor.
Sus cejas oscuras se fruncen.
—No —gruñe, enfadándose—. Tú y yo no tuvimos una boda...
—No hace falta una boda para casarse —digo, y sus ojos vuelven a
agrandarse—. Lo único que se necesita es una licencia de matrimonio firmada
por dos personas y un oficiante.
—Pero yo no...
—Lo hiciste —la interrumpo—. Lo deslicé en la pila para que la firmaras
cuando cerramos la compra de esta casa. Lo firmaste. Ni siquiera te molestaste
en leerlo.
Jadea.
—Llevamos casados desde entonces.
Frunce el ceño y mira sus pies descalzos durante un largo segundo. Luego
levanta la vista hacia mí y yo contengo una sonrisa al ver su mirada furiosa. Ahí
está mi pequeño demonio. Empuja mi pecho, pero no me muevo.
—¿Y qué pasa con Chance? ¿Ibas a hacerme creer que en realidad estaba
casada con él?
—Necesitaba que pareciera real —digo a la defensiva.
Sabía que su madre armaría un gran escándalo. Se suponía que cientos de
Lords estarían allí. Un par de ellos ya sabían que era mi esposa, pero los que
importaban no. Iba a ser mi secreto mejor guardado.
—¿Para tu propio placer enfermizo? —grita—. ¿Otra forma de hacerme quedar
como una idiota?
—No —respondo—. Para tenderle una trampa a Linc.
—¡Me manipulaste! ¿Por qué? ¿Ibas a dejar que me follara?
—¡Mierda, no! —grito, la idea hace que mi sangre hierva.
No volverá a acercarse a ella, y mucho menos a tocarla. Chance y yo teníamos
un plan. Iba a llevarla de vuelta a su casa y hacer que Linc se reuniera con ellos
363
aquí. Yo iba a estar esperándolos. Y en el momento en que él fuera a tocarla, yo
iba a intervenir. Tenía pruebas de que ya la había obligado a arrodillarse ante él
en su dormitorio antes de la fiesta de compromiso, y ella ya era mi esposa. Nunca
quise que la tocara, pero lo vi demasiado tarde, de lo contrario lo habría impedido
antes incluso de que eso hubiera sucedido. Al diablo las consecuencias.
—En el momento en que Linc se acercara a ti, iba a intervenir. Es un crimen
a los ojos de los Lords follarse a la Lady de otro sin el permiso de su Lord.
Echa la cabeza hacia atrás, soltando una risa áspera.
—Olvidé que una Lady no puede conseguir una polla en ningún otro lugar,
excepto de su Lord, pero él puede follarse a quien quiera. —Pone las manos en
sus caderas—. Al igual que has estado follando a Amelia todo este tiempo que
llevamos casados. Así que, en vez de ser tu compinche, voy a ser con la que
vuelvas a casa cuando hayas terminado de follarlas. —Suelta otra carcajada—.
Has hecho realidad mis sueños, Sin.
Respiro profundamente ante sus palabras y doy un paso hacia ella.
—Tú eres la que se abrió de piernas para los demás. —Jadea—. Yo, sin
embargo, no me he follado a nadie más que a ti.
—No te creo. —Pone las manos en sus caderas y ladea una—. Te vi.
El vídeo que había mencionado mi hermana.
—Puedo explicarlo...
—Claro que puedes. Seguro que será otra mentira que no podré demostrar.
Pero seré sincera contigo, le chupé la polla a Linc.
Intenta que suene como si hubiera querido hacerlo. Como si él no la hubiera
chantajeado. La entiendo. Quiere lastimarme como yo la lastimé. Pero no tiene
ni idea de lo que hice y lo que no.
—¿Cómo te hace sentir eso? —espeta ante mi silencio.
Doy un paso hacia ella, empujándola contra el mostrador, y respira
entrecortadamente cuando acaricio su rostro.
—Te observé de rodillas en tu habitación para él, Elli. —Sus ojos comienzan
a llenarse de lágrimas ante mi confesión, sus labios comienzan a temblar—. Sé
que te obligó. Y sé que lo hiciste por mí. —Suspirando, añado—: Lo siento, pero
lo vi después de que lo hizo. Nunca me perdonaré por no poder protegerte.
Sus ojos llorosos se entrecierran en los míos y entonces levanta la mano y me
da una bofetada.
—Eres un hijo de puta...
364
—¡SUFICIENTE! —grita su padre, haciéndola saltar. Creo que se olvidó de que
estaba presente. Yo no lo hice. Me importa una mierda si lo sabe o no. Ella es
mía. Nadie me la puede quitar.
Ella toma una respiración profunda y sus ojos se cruzan con los míos; la
primera lágrima cae por fin por su mejilla.
—Te odio —consigue decir apretando los dientes.
Las palabras no significan nada para mí porque no importa.
—Ódiame todo lo que quieras, sigo siendo tu esposo y nadie puede cambiar
eso. Ni siquiera tú.
El l in g t o n

¿MATRIMONIO?
¿Soy la señora Easton Sinnett?
¿Me vio chupársela a Linc en mi habitación? ¿Cómo?
Mi corazón late con fuerza por su traición. En este punto, no puedo decir qué
es verdad o mentira.
—Creo que tenemos que sentarnos. —Mi padre rompe el silencio y Sin da un
paso atrás, dejándome espacio para respirar, paso una mano por mi cabello.
Siguiéndolos a la sala de estar, me siento en el sofá, asegurándome de que
haya espacio suficiente entre Sin y yo. Mi mente me grita que debería estar
enfadada, pero también me dice te dije que no había terminado contigo. Sabía que
todo lo que dijo en el baño de la casa de los Lords era mentira. Yo era más para
él que una simple follada. Sin embargo, que sea su esposa nunca pasó por mi
mente.
Estoy casada con Easton Bradley Sinnett. Ojalá pudiera gritarlo al mundo.
Pero es obvio que tenemos que mantenerlo en secreto. Espero que no para 365
siempre.
Sin es el primero en romper el silencio.
—Hablé con Chance antes. Va a cancelar la boda.
Quiero ignorarlo, pero no puedo evitar preguntar:
—¿Por qué? Dijiste que necesitábamos que sucediera. Que debería parecer
creíble. —Mi voz es suave. Mis manos temblorosas se cruzan en mi regazo.
Intento calmar mis nervios. Quiero abofetearlo y follarlo ahora mismo. Nunca
estuve tan confusa en mi vida y eso es decir mucho.
—Eso dije —responde—. Pero fue antes de que dejaran a tu padre en nuestra
puerta.
Miro a mi padre, que está sentado frente a nosotros, y ya me está mirando.
Bajo los ojos, aún no estoy preparada para afrontar esa situación. Tiendo a
pensar que puedo manejar mucho, pero una cosa a la vez.
—Bueno, una vez que detuve a Linc, iba a hacer una gran escena, pero las
cosas han cambiado. —Se relaja en el sofá y los celos hacen que el calor de mi
cuerpo aumente al ver lo tranquilo que está ahora mismo después de lo que
ambos nos revelamos en la cocina—. A un Lord se le enseña a mostrar al mundo
nuestro poder. Por eso tenemos confesionarios en la catedral. Colgamos a los
que nos hacen daño delante de nuestros compañeros Lords. Y ese era mi plan
para Linc, pero ahora ya no es una opción. Tenemos que hacerlo en silencio.
Como mi padre no dice nada, vuelvo a preguntar:
—¿Por qué?
—Porque para el mundo, tu padre está muerto. Tenemos que mantenerlo
oculto y asegurarnos de que nadie lo sepa, excepto los que queremos que lo
sepan.
—Que no es nadie —afirma mi padre.
Sin lo mira con el ceño fruncido.
Mi padre se inclina hacia delante, con los codos apoyados en las rodillas.
—Solo había dos personas que sabían que mi hermano existía y podrían
haber preparado mi muerte.
—¿Quiénes son? —pregunta Sin.
—Prefiero no decirlo todavía —responde mi padre y Sin se mueve en su lugar,
ya no se siente cómodo.
—¿Hablas en serio? —pregunta. 366
Mi padre asiente.
—Arruinaría varias vidas si me equivoco.
—Ya se han arruinado varias vidas —afirmo, poniéndome en pie. ¿Por qué
está aquí si no va a ayudarnos? Quién sabe si estuvo donde dice que estuvo los
últimos nueve años. ¿Quién sabe lo que ha estado haciendo? Puede que nunca
sepamos la verdad.
—¿Elli? —Sin suspira mi nombre.
—Olvídalo, Sin. —Lo despido—. No va a ayudarnos. Así que lo que hicieras
para sacarlo no valió la pena.
Mi padre también se levanta de un salto.
—Ellington —gruñe mi nombre—. No sabes lo que está pasando.
—¡Sé lo suficiente! —grito—. Estoy tan malditamente cansada de las
mentiras, de los secretos. Los Lords no hacen más que arruinarlo todo. Y lo único
que hacen ustedes es poner excusas y encubrirlos. —Dándoles la espalda, me
dirijo a la suite principal. Cierro la puerta de un portazo y pongo el cerrojo. No
es que vaya a impedir que Sin entre. Si quisiera, la tiraría abajo.
Apoyo la frente en la fría madera, respiro profundamente y me doy cuenta de
que no me siguió.

367
Capítulo 52
Sin

Me quedo donde estoy, sin terminar mi conversación con Nicholas, de pie en


medio de la sala de estar.
—¿Por qué la engañaste para que se casara contigo? —pregunta, sin parecer
enfadado como lo estaría cualquier padre preocupado.
Lo fulmino con la mirada, pero no respondo. Veamos cuánto le gusta el
tratamiento silencioso.
—Easton, las cosas no son siempre lo que parecen. Especialmente con los
Lords —dice a la defensiva por no responder a mis preguntas.
—¿Crees que no lo sé? —Suelto una risa áspera. Se supone que no debemos
cuestionarlos. Nunca. Nos asignan misiones, cumplimos las órdenes y seguimos
368
adelante.
—La pondrán a prueba —continúa—. Una Lady tiene que ser iniciada.
—Ya lo hicieron —le informo—. Aprobó.
Agacha la cabeza, sacudiéndola como si no pudiera creer lo que está pasando
en este momento. Pero no se molesta en preguntar qué le exigieron hacer para
ser mi esposa.
Mi teléfono empieza a sonar y lo saco del bolsillo trasero. Veo que es Chance,
presiono responder y me acerco a las ventanas que van del piso al techo.
—¿Sí?
—Está cancelado. Pero para que lo sepas, Linc y Laura no están contentos.
—Por supuesto que no. Creen que eras la única opción para ella.
—Sí, bueno, solo quería que lo supieras.
Puedo decir que sigue enojado conmigo. Espero que se dé cuenta de que me
importa una mierda lo que sienta acerca de la situación que involucra a mi
esposa.
—Gracias —digo escuetamente y cuelgo. Al darme la vuelta, veo a Nicholas
de pie junto al sofá, con una foto en la mano.
Deslizo el celular en mi bolsillo trasero, meto también la mano en él y me doy
cuenta de que tiene en la mano la foto de Elli que encontré en la caja de la oficina
de mi padre. Me apresuro a arrebatársela de la mano. Se debe haber resbalado
cuando saqué mi teléfono. Siempre la llevo encima, no quiero que Elli la
encuentre.
Nicholas me mira.
—¿Por qué diablos tienes eso? —Sus ojos se entrecierran con sospecha.
—La encontré. —Esquivo la pregunta. Si no me va a dar toda la información
que necesito, ¿por qué se la daría yo? Aún no estoy seguro al cien por cien de
cómo terminó en Carnage. Por lo que sé, fue alguna misión con los Lords, y fue
“olvidado”. Ha sucedido antes. Estoy seguro de que pasará con otros en el futuro.
Y, por supuesto, está la otra opción: los hermanos Spade lo liberaron solo para
vigilarnos a Elli y a mí. Estoy seguro de que no confío en nada sobre ellos.
Pasa una mano por su rostro y luego me mira.
—Necesito ir a un lugar. ¿Me llevas?
Hago una pausa, la idea de llevarlo a algún lugar hace crecer mis sospechas.
¿Dónde diablos necesitaría ir? Lleva muerto nueve años. Pero la curiosidad saca
369
lo mejor de mí. Necesito respuestas. Quizá esto me dé algunas.
—Seguro.
—Dame diez minutos. Trae a Elli, también necesita venir con nosotros.
Mis hombros se enderezan ante eso. Abro la boca para decirle que no. Que él
no me va a decir lo que ella tiene que hacer. Que no la conoce. Pero quizá tenga
razón. Tiene que venir con nosotros. Estar conmigo. Chance canceló la boda. No
me sorprendería que Linc apareciera en la próxima hora exigiendo saber qué
mierda hizo para que Chance ya no la quiera. Al fin y al cabo, habían acordado
que él se quedaría con ella la noche de bodas.
Finalmente, asiento. Está más segura conmigo que aquí sola.
—Diez minutos.
El l ig t o n

Me siento en la parte de atrás del auto mientras Sin conduce y mi padre va


en el asiento del copiloto. Dijo que tenía que ir a un lugar y me dieron diez
minutos para vestirme y subir al vehículo. Puedo decir que no se llevan bien.
Llevamos más de treinta minutos en el auto y no se han dirigido la palabra.
—La siguiente a la derecha, aquí a la vuelta de la esquina. —dice por fin mi
padre, señalando por el parabrisas.
Miro a Sin, que tiene una muñeca sobre el volante. Está relajado en el asiento,
pero puedo decir por la tensión en su mandíbula que no está contento. No estoy
segura de lo que se dijeron después de que saliera de la sala de estar, pero está
claro que no fue amistoso. O quizá sea conmigo con quien está enfadado, cosa
que no podría importarme menos. Si alguien debería estar enfadada, soy yo.
—Aquí mismo —dice mi padre una vez más, señalando lo que parece un
camino de entrada.
Sin frena el auto y gira. Estamos en un camino de grava, con hierba crecida
a ambos lados. En algunos lugares, la hierba sale a través de la grava. 370
Vemos una casa. Es hermosa, o al menos lo fue una vez. De una sola planta,
la fachada solo tiene ventanas de vidrio y el poco revestimiento que tiene es negro
con molduras a juego. Se nota que es antigua. Hace tiempo que está olvidada
por los macizos de flores de la fachada, abandonados a su suerte y cubiertos de
maleza.
Mi padre se da la vuelta y me mira.
—¿Te resulta familiar?
Frunzo el ceño ante su extraña pregunta, pero es Sin quien habla primero.
—¿Por qué diablos esto le resultaría familiar?
Mi padre sigue mirándome, ignorando a Sin mientras detiene el auto delante
de la casa. Niego con la cabeza, sabiendo que espera que responda.
—No.
—Nicholas —gruñe Sin, saliendo y cerrando de un golpe la puerta del
conductor.
Me arrastro desde atrás mientras mi padre sostiene el asiento delantero hacia
adelante para mí.
—Solo curiosidad —responde vagamente.
Frunzo el ceño. Siempre imaginé cómo sería tener a mi padre. Pero el de antes
creía que se suicidó. Ahora es diferente. Lo noto en su forma de andar, de
comportarse. No creo que sea algo bueno.
Subimos los tres escalones de piedra, mi padre se agacha y toma una maceta
que antes era negra, pero que con el tiempo el sol ha convertido en un feo tono
gris. Saca una llave y abre la puerta principal.
Rechina cuando entramos. La casa huele a humedad y rancio. Como si llevara
años abandonada. Es triste, la verdad. Seguro que fue hermosa en otro tiempo.
—Última oportunidad, Nicholas. ¿Por qué diablos estamos aquí? —exige Sin.
Mis ojos bajan hasta la parte de atrás de su camisa cuando se pone delante de
mí, y veo el contorno de su pistola metida en sus jeans.
Mis mejillas se sonrojan, recordando lo que me hizo con ella cuando era el
hombre enmascarado que quería que me acechara por resto de mi vida. Ahora
es mi esposo. Es curioso cómo los sueños se hacen realidad de formas que nunca
habrías imaginado. Lástima que ahora quiera darle un puñetazo en su rostro.
—Quiero ver algo —responde y atraviesa la casa. Se acerca a una puerta del
pasillo, la abre de un empujón y aparecen unas escaleras que conducen al
sótano.
371
Mi padre va primero y luego Sin toma mi mano, empujándome a seguir, con
él detrás de mí, dejando la puerta abierta al final de la escalera para que entre
más luz.
Al llegar al último escalón, envuelvo los brazos a mí alrededor y paso mis
manos arriba y debajo de mi cuerpo para crear fricción.
—Hace frío aquí.
Sin viene detrás de mí y me rodea con sus brazos, apoyando su barbilla sobre
mi cabeza, pero siento la rigidez de su cuerpo. No confía en mi padre. No intenta
calentarme, sino protegerme de lo desconocido. Es evidente que mi padre ya ha
estado aquí antes y no estoy segura de que debamos confiar en él. Quién sabe
por qué nos trajo aquí.
—¿Reconoces algo, Elli? —vuelve a preguntar mi padre, y escucho a Sin
gruñir molesto.
Frunzo el ceño, pero miro alrededor de la habitación. No hay nada especial.
Una vieja sábana blanca cubre algo en medio de la habitación. Aparte de eso, no
hay nada más aquí que vea que pueda ser importante.
—No.
Sin baja sus brazos de mi pecho, y al instante extraño su calor. Da un paso
a mí alrededor.
—Nicholas...
—¿Qué hay de ti, Easton? ¿Reconoces algo? —Mi padre interrumpe lo que
estaba a punto de decir.
Sin inclina la cabeza, sus cejas oscuras se fruncen ante la extraña pregunta.
—¿Por qué? ¿Debería?
En lugar de responder, mi padre se acerca a la sábana blanca y la arranca
para revelar un viejo y sucio colchón de dos plazas. Tiene manchas por todas
partes. Supongo que de sudor y sangre. Algunas parecen de color marrón oscuro,
supongo que podría ser sangre. No estoy segura.
—No entiendo —digo y miro a Sin.
Su cuerpo está rígido, los ojos fijos en el frente, su mandíbula está tensa y
las manos en puños a los costados.
—¿Sin? —pregunto, pero ni siquiera pestañea. Me acerco y coloco mi mano
en su hombro, y salta hacia atrás—. Sin, ¿qué pasa? —pregunto con los ojos
muy abiertos. No lo entiendo—. ¿Qué me estoy perdiendo? —No pregunto a nadie
en particular. 372
Sin extiende la mano, agarra mi brazo y me coloca detrás de él mientras saca
su pistola y le apunta a mi padre.
Capítulo 53
Sin

—¿Cómo diablos sabías que tenías que traernos aquí? —exijo, la misma
pistola que use para matar a James y follé a su hija, ahora está apuntando a su
cabeza.
—¿Sin? —Las manos de Elli agarran la espalda de mi camisa—. ¿Qué está
pasando?
Ambos la ignoramos. Nicholas coloca sus manos en los bolsillos delanteros,
sin importarle que esté a punto de dispararle entre los ojos. Supongo que cuando
has estado muerto para el mundo durante nueve años, la muerte realmente no importa.
—Solía venir aquí. Mucho, en realidad —responde, mirando a su alrededor—
. Odio admitirlo, pero traía mujeres aquí. No aquí en particular, sino a esta casa.
373
—¿Engañaste a mamá? —pregunta, soltándome. Elli está a punto de caminar
a mí alrededor, pero la empujo detrás de mí de nuevo, mi arma sigue
apuntándolo—. ¿Cómo pudiste hacer eso? Pensé que la amabas.
Él le da una mirada comprensiva.
—Los Lords son todo apariencias, Elli. Mientras están en público, pero a
puerta cerrada, las cosas son diferentes. —Luego sus ojos vuelven a los míos—.
Lo reconocí enseguida cuando vi la foto que tenías de Ellington y que se te cayó
del bolsillo trasero.
—¿Qué foto? —pregunta, pero seguimos sin prestarle atención.
—Ve al grano —ordeno—. Esta es tu casa, ¿verdad? Después de que murieras,
James la encontró y la trajo aquí. —Es lo único que se me ocurre. Tenía
documentos de este lugar donde traía a sus putas en su casa y James usó este
lugar para su beneficio. Laura probablemente no tenía ni idea de que existe.
—¿De qué estás hablando, Sin? Nunca estuve aquí —argumenta ella.
—Sí, estuviste —le informa a Elli, sus ojos se dirigen a los de ella. Noto cómo
su cuerpo se pone rígido contra mi espalda.
—No...
—He visto la foto —prosigue asintiendo—. Pasé suficiente tiempo aquí como
para reconocer lo que vi en ella.
Siento que sus manos se deslizan hacia mis dos bolsillos traseros y no soy lo
bastante rápido para detenerla. Se da la vuelta y ya tiene la foto entre sus manos,
mirándola fijamente. La pistola cae y cuelga de mi muslo mientras el silencio
inunda la habitación.
Levanta los ojos para mirarme a través de sus oscuras pestañas. Están llenos
de lágrimas.
Doy un paso hacia ella.
—Elli...
Retrocede, sollozando.
—¿Por qué tienes esto?
Paso una mano por mi cabello y suelto un largo suspiro.
—Necesitaba averiguar quién es el segundo de la foto —respondo con
sinceridad.
—Ya sé quién es —dice su padre. 374
Me giro para mirarlo y pregunto:
—¿Quién?
—El dueño de esta casa —afirma entre dientes apretados.
—¿Quién es? —espeto. Necesito que vaya al maldito grano.
—Tu padre.

El l in g t o n

Otro silencio cae sobre la fría habitación e intento no dejar caer la primera
lágrima. ¿Desde cuándo tiene Sin esta foto mía? ¿Cuántas más hay? ¿De dónde
la ha sacado?
Recuerdo a James tomándome fotos. Me decía que era demasiado hermosa
como para no capturar el momento. O que quería algo para mirar más tarde
cuando estuviera solo. No podía evitar que las tomara. Esperaba a que estuviera
atada y no pudiera resistirme. Cerraba los ojos la mayor parte del tiempo debido
a la vergüenza que sentía por el hecho de que disfrutaba con lo que me hacía,
pero nunca me detuve a pensar adónde iban a parar. O a quién se las mostraba.
Sin se gira para mirarme una vez más.
—¿Mi padre te violó? —pregunta.
Me estremezco ante su brusquedad. Mi corazón, ya acelerado, da un vuelco.
—No —susurro.
—¿Cómo lo sabes? —continúa, señalando la foto que tengo en la mano—.
Tienes los ojos vendados. —Su cuerpo se pone rígido y sus grandes ojos se
encuentran con los míos, dejándome sin aliento—. Igual que cuando te follé y
creíste que era David —susurra más para sí mismo que para mí, y veo cómo
reajusta la pistola en su mano. Sus dedos se flexionan antes de que su puño se
apriete en la empuñadura.
Las lágrimas se derraman sobre mis pestañas inferiores, incapaces de
contenerlas por más tiempo.
—Nunca estuve aquí —susurro, negándome a creer que me he acostado con
375
su padre.
Extiende el brazo, arranca la foto de mi mano y la levanta sobre la cama sucia.
Es la misma. No puedo negarlo. Pero no parece tan vieja como ahora. Luego
señala la pared donde cuelga un espejo ante mi negativa a reconocer que es la
misma. El cristal roto en la esquina superior derecha parece una tela de araña.
—¡Es esta misma habitación, Elli! —grita.
Envuelvo los brazos a mí alrededor. Nunca me había sentido tan sucia en mi
vida. Después de todo lo que dejé que me hiciera James, luego Sin cuándo creí
que era el extraño enmascarado... diablos, ni siquiera David me hizo sentir así.
¿El padre de Sin? Si James dejó que me follara, ¿cuántos más había que yo no
supiera?
Empecé a drogarme a los dieciséis, así que no habría sido difícil para James
esperar hasta que estuviera jodida, llevarme de casa a un lugar remoto y dejar
que otros me follaran. Luego llevarme de vuelta a casa para que me despertara
en mi cama a la mañana siguiente.
—Yo... no lo sé —digo sinceramente a través del nudo en la garganta.
—Sin —llega la suave voz de mi padre.
—¿Qué? —espeta, con el pecho agitado.
—Tu padre y mi esposa eran los únicos que sabían que mi hermano existía.

376
Capítulo 54
Sin

—¿De dónde las sacaste? —pregunto apenas en un susurro.


—Las recibí un día por correo. De forma anónima.
Estoy furioso. Él me mintió. ¿Por qué diablos no le pregunté? Los Lords nos
han enseñado que nunca es lo que parece. Pero yo soy el idiota que creyó todo
lo que dijo. ¿Por qué si no tendría esas fotos de ella?
Tomo las curvas más rápido de lo que debería, con la pistola encima de la
consola central. Los faros del auto brillan en la carretera de dos carriles. Ella
está desmayada en el asiento trasero, y su padre está sentado tranquilamente
en el asiento del copiloto.
—¿Crees que mi padre te ha tendido una trampa? —pregunto, apretando con
377
fuerza el volante.
—Ese ha sido mi pensamiento durante los últimos nueve años. Claro que ya
me he equivocado antes —afirma mirando por la ventanilla—. Es que no creo
que Laura pudiera haberlo conseguido sola.
—No digo que mi padre no estuviera implicado, pero ¿podría haber estado
James también metido? —pregunto.
—Tu suposición es tan buena como la mía. —Mira por encima de su hombro
hacia el asiento trasero para ver que está dormida antes de mirarme—. ¿Elli
había mencionado que ibas a casarte con una mujer llamada Amelia?
Resoplo.
—Ese era el plan de mi padre. No el mío. —Lanzándole una rápida mirada,
pregunto—: ¿Por qué?
—Porque... —Hace una pausa—. Teníamos un plan diferente. —Le doy una
mirada rápida cuando continúa—: Tú y Ellington iban a casarse.
—Espera. ¿Tú y mi padre habían acordado que ella y yo nos casáramos? —
Me aseguro de haberlo escuchado bien.
—Sí —asiente—. Ella iba a ser tu elegida y luego se casarían.
Una risa áspera escapa de mis labios que no puedo detener.
—Condenadamente perfecto.
—¿El qué?
—Le rogué que hiciera lo que fuera para que fuera mi elegida y me dijo que
tú no querías que se involucrara con los Lords de ninguna manera. Su madre
también.
—Naces en esta vida. No puedes elegir irte cuando quieras. —Vuelve a
mirarla—. Recuérdalo cuando tengan hijos. —Una suave sonrisa se dibuja en su
rostro—. Dios, cómo me gustaría estar allí para ver ese día. —Inclina la cabeza
y pasa la mano por su cabello—. Me perdí tantas cosas. Tiene suerte de tenerte.
Me estremezco ante sus palabras.
—No digas eso. No sabes lo que hice para llegar a donde estamos. —Le mentí
y la manipulé tanto que no estoy seguro de que vuelva a confiar en mí. Quiero
decir, todavía deja que la folle incluso pensando que la estaba engañando con
Amelia mientras estaba comprometido para casarme con ella. ¿Hasta dónde
tendría que llegar para que ella me diera la espalda? Espero no descubrirlo
nunca. 378
—¿Por qué me mentiría? —preguntó en voz alta—. ¿Por qué empujarme a
Amelia cuando ustedes dos habían acordado que nos casaríamos?
—Dinero —responde.
—¿Cómo podría alejarme de ella igualar el dinero de ellos? Elli tiene acceso a
su fondo fiduciario a los veinticinco años, pero nadie puede tocarlo. Supongo que
podrían hacerlo si la consideraran incapaz. Pero eso tendría que incluir un
instituto de algún tipo. —Los padres lo han hecho antes. Lo he visto entre los
Lords. Cuando hay dinero de por medio, la gente se vuelve salvaje. Incluso los
que ya están establecidos de por vida. Lo hacen por despecho—. Pero, de nuevo,
no tiene sentido. Pensaría que él querría que ella fuera mi esposa porque querría
tener acceso a su dinero a través de mí si yo fuera su esposo. —Nunca dejaría
que eso pasara.
—Asher Corp —afirma, sentándose más erguido en su asiento.
—¿Qué pasa con eso?
Me mira.
—La condición era que te casaras con Elli y Asher Corp sería suya. Por
supuesto, la ayudarías a dirigirla. Si no hay boda, Laura puede dársela a quien
quiera. Incluyendo a tu padre.
Asher Corp es el mayor fabricante de armas y municiones del mundo. El
tatarabuelo de Nicholas la comenzó y se ha ido heredando desde entonces. Elli
fue la primera hija nacida en la familia Asher en más de dos siglos. Que yo sepa,
al menos.
No es inaudito que los Lords “vendan” a sus hijas después de nacer. No se
sumaban al ejército de Lords que intentaban conseguir. Los hombres
significaban poder. Las mujeres no significaban nada. Pero eso fue antes de la
época de mis padres. Creo que a lo largo del camino los Lords se dieron cuenta
de que necesitaban a las mujeres para producir a los niños. Estaban cortando
sus propias narices para arruinar sus rostros. Ahora, no puedo decir que los
Lords no sigan haciendo eso hoy en día, a algunos no les gusta el cambio y harán
cualquier cosa con el fin de lograr lo que quieren. Pero hay que ser un hijo de
puta enfermo para vender a tu hija en el mercado negro solo porque no puede
llevar tu apellido.

379

Acuesto a Elli en nuestra cama y ella se da la vuelta, dándome la espalda,


pero aún dormida. Entro en la sala de estar y camino hacia la cocina para buscar
agua, cuando suena mi teléfono.
—Oye, hombre, ahora no es un buen momento —saludo a Prickett.
—¿Mal día? —pregunta.
—Algo así. —Aún tiemblo al pensar en mi padre puede haberse aprovechado
de ella. ¿Cuántas veces la vio en esa posición? ¿Cuántas de esas fotos en esa
caja tomó? Ella no recuerda que mi padre estuviera involucrado. ¿James lo
quería así, o era algo que mi padre quería? Ella creció alrededor de mi familia,
sabía que él era el mejor amigo de su padre. Así que tendría sentido que él no
quisiera que ella supiera de su participación.
—Bueno, déjame hacerlo mejor para ti. —Se ríe de sí mismo y mis dientes
rechinan —. Acabo de entrar en Blackout y adivina a quién estoy viendo. —No
me deja contestar—. A Holland.
—Voy para allá. —Su risa creciente llega a mi oído mientras cuelgo—. Me voy.
¿Puedes quedarte aquí con ella? —le pregunto a Nicholas, entrando en la cocina.
Asiente, sentado en la isla con una botella de bourbon delante.
—No tengo otro lugar donde ir. —Me doy cuenta de que sigue llevando la
misma ropa con la que lo dejaron hace tres días. Le compraré ropa nueva, pero
ahora no tengo tiempo de preocuparme. Al menos lo dejaron llevar algo. Me viene
a la mente el tipo de la camisa de fuerza, recordándome que podría ser peor.
Dándome la vuelta, voy a la habitación de invitados y abro la caja fuerte que
tengo. Saco una pistola, aseguro la caja fuerte y luego encuentro a Nicholas
ahora en la sala de estar. La misma botella de bourbon está sobre la mesita.
—¿Puedo confiar en ti? —le pregunto, tendiéndosela.
Me fulmina con la mirada, ofendido por mi pregunta.
—¿Para estar a solas con mi hija? Por supuesto.
Le entrego la pistola.
—Dispara a cualquiera que intente entrar en esta casa. —Si soy sincero
380
conmigo mismo, confío en él con Elli. Creo que Nicholas tenía algunos enemigos
que fingían ser amigos y lo jodieron por codicia.
—¿Crees que Linc vendrá por ella? —El lee mi mente.
—Creo que todo es posible, y si no estoy aquí, no puedo protegerla. Así que
necesito que lo hagas tú.
Asiente, toma la pistola y se relaja en el sofá.
—Tienes mi palabra. Si alguien que no seas tú entra en esta casa, está
muerto.
Tendrá que bastar por ahora. Saco el celular de mi bolsillo y llamo a Tyson.
—¿Hola? —contesta al tercer timbrazo.
Dijo que quería que le avisara cuando fuera a hacer alguna estupidez por un
coño. Este es el momento.
—Te aviso. Voy a Blackout a matar a un hijo de puta —digo, caminando hacia
la suite principal.
—Sin...
—Me dijiste que te avisara. Ya está.
Suspira pesadamente.
—¿Quién es?
—Holland. —Entro en la habitación para despedirme de mi esposa, pero veo
que ya no está en nuestra cama.
—Te prepararé el sótano —dice Tyson.
Al mirar a mí alrededor, veo la puerta del baño abierta. Al entrar, la encuentro
sentada en la ducha, con la espalda apoyada en la pared de azulejos y la cabeza
apoyada en sus rodillas.
—¿Sin? —pregunta ante mi silencio.
—No importa —lo interrumpo, colgando. Envío un mensaje rápido a Prickett,
diciéndole que lo dejaré para otro día, pero que gracias por avisarme.
Dejo mi teléfono sobre la encimera, me quito la camiseta y los zapatos antes
de quitarme los calcetines y los jeans. La idea de darle una paliza a Holland me
parecía buena. Era exactamente lo que necesitaba. Pero al ver a mi mujer
alterada y llorando suavemente en la ducha a solas, él puede esperar. No se
merece ni un momento de mi tiempo. Ella sí.
Él ya me la quitó durante los dos días en que sufrió el síndrome de
381
abstinencia, y odié cada segundo. No había nada que pudiera hacer para
mejorarlo. Pero aquí y ahora, puedo hacer algo por ella. Demostrarle lo que nadie
ha hecho nunca: que ella es lo primero.
Abro la puerta de cristal, entro y me agacho delante de ella.
—¿Elli? —Extiendo la mano y empujo los mechones húmedos que cubren sus
piernas—. ¿Ellington? —digo con más firmeza cuando decide ignorarme.
Suspirando, meto la mano entre su rostro y su rodilla y la obligo a mirarme. Sus
ojos azules como el hielo evitan encontrarse con los míos.
—Lo siento —susurra.
Agarro sus brazos y la empujo para que se ponga en pie.
—Sin. Detente. —Resopla, intentando apartarme, pero la aprisiono contra la
pared de azulejos y rodeo su cuello con mi mano, presionando mi cuerpo contra
el suyo y manteniéndola en su lugar.
—No me pidas perdón, Elli.
Ella traga saliva.
—Si no hubiera...
—No es culpa tuya —la interrumpo—. ¿Me escuchaste? Nada de esto ha sido
culpa tuya. —Dejo escapar un largo suspiro, me inclino hacia ella y beso
suavemente su frente—. Soy yo quien lo siente. —Retiro la mano que tenía
alrededor de su cuello y la pongo en su rostro mientras paso mi pulgar por su
labio inferior—. Debería haber estado ahí para ti. Te prometo que mi padre
pagará por lo que hizo. Y todos los que te han puesto las manos encima. ¿Me
entiendes? —No puedo garantizar que sea yo quien mate a esos malditos
bastardos, pero me aseguraré de que se haga.
Levanta los brazos y los pasa por mi cuello, acercando su cuerpo desnudo al
mío.
—No, Sin. No hagas nada. No hagas nada. Por favor. No quiero que tengas
problemas con los Lords.
Resoplo. Es por ellos que ella ha tenido la vida que ha tenido.
—No les tengo miedo. —Ya me he prometido a Carnage. Los Lords no pueden
hacerme una mierda.
—Solo quiero seguir adelante. —Lame sus labios húmedos—. Y tener una vida
contigo. —Bajando la voz, añade—: Eso es todo lo que siempre he querido.
Me estremezco ante sus palabras y espero que no se dé cuenta.
—No me voy a ninguna parte, pequeño demonio —le miento. Lo último que
382
necesito es que piense que me voy. Que hice un trato del que no puedo
retractarme. Es por ella. Todo lo que hago es por ella, pero no lo entenderá.
Levanta los brazos, presiona sus labios contra los míos y yo deslizo la mano
por su cabello, inclinando la cabeza hacia atrás, devorándola. Ella gime en mis
labios y yo gruño en los suyos. Levanta la pierna, rodea mi cadera y dejo caer la
mano libre sobre ella, hundiendo mis dedos en su suave piel.
Me separo y ella me mira a través de sus pestañas llorosas.
—Te necesito. —Baja su pierna, cae de rodillas en medio de la ducha y me
mira, con ojos pesados y los labios hinchados—. Fóllame, Sin. Por favor. —Pasa
las manos por sus muslos, abriendo y cerrando las rodillas.
Toma mi mano, mete mi pulgar en su boca y lo chupa.
Gimo y lo quito de sus labios, sus ojos se posan en mi polla para ver que la
tengo dura. Siempre lo estoy.
—Permanece de rodillas —ordeno saliendo de la ducha. Agarro el cinturón de
mi pantalón y vuelvo a unirme a ella—. Las manos a la espalda —ordeno,
poniéndome detrás de ella.
Ella inclina la cabeza, su respiración agitada se puede escuchar sobre el
sonido de la ducha corriendo. Estira sus brazos hacia atrás, tomo el cinturón de
cuero y lo ajusto firmemente alrededor de sus brazos, tirando de sus hombros
hacia atrás y empujando su pecho hacia adelante. Gime cuando lo abrocho.
Agarro su cabello mojado y tiro de su cabeza hacia atrás, obligándola a mirarme.
Me inclino sobre ella por detrás y capturo sus labios con un beso mientras deslizo
mi mano entre sus piernas. Mueve las caderas y trago su gemido. Subo mi mano
por su vientre hasta su pecho y sus caderas se mueven más rápido, suplicando
que vuelva a tocar su coño.
Se lo niego.
Ralentizo el beso, separo mis labios de los suyos y ella respira profundamente.
Mis dedos pellizcan su pezón perforado, haciéndola gemir antes de rodear su
cuello.
—Mantén la boca abierta.
Ella asiente lo mejor que puede con mi otra mano aún enredada en su cabello.
Escupo en su boca y veo cómo baja por su lengua hasta el fondo de la garganta.
—Buena chica —la elogio cuando no se atraganta.
Se lo estoy permitiendo. Ella necesita una dosis sexual tanto como necesita
drogarse. Puede que haya quemado sus drogas, ¿pero el sexo? Mierda, le daré
383
todo el maldito sexo que quiera. La marcaré tanto como pueda antes de que esto
termine. Quiero que se acueste en la cama sola y con su coño húmedo solo de
pensar en las cosas que le hice, sabiendo que ningún otro hombre será capaz de
satisfacerla como yo. Suelto su cuello, mantengo la mano en su cabello y lo
retuerzo con más fuerza mientras me muevo frente a ella.
Jadea, con las rodillas abiertas, la lengua fuera y el agua caliente rociando
su espalda.
Abofeteo su bonito rostro y me encanta cómo jadea mientras saca su pecho y
veo cómo se endurecen sus pezones con piercing. Tomo mi polla con la mano y
la deslizo en su boca dispuesta. Sus mejillas se ahuecan, succionándome más
profundamente.
Echo la cabeza hacia atrás y gimo.
—Maldita sea. —Siempre se le ha dado bien chupar pollas. Bajo la cabeza y
la veo moverla arriba y abajo mientras follo su boca—. ¿Quieres que te use?
Se echa hacia atrás y mi polla sale de sus labios.
—Sí —jadea—. Por favor...
La arrastro por el cabello hasta el banco y la empujo hacia él. Se sienta en el
suelo, con las piernas extendidas. Mi mano enredada en su cabello tira su cabeza
hacia atrás, apoyando su cuello contra el borde afilado del banco, y grita.
Aprovecho y vuelvo a introducirla en su boca. La sujeto contra el banco.
Mi mano libre se acerca a la pared, subo el pie derecho al banco, junto a su
cabeza, y meto mi polla hasta el fondo de su maldita y apretada garganta,
provocándole arcadas desde este ángulo.
—Mierda, pequeño demonio. Eso es lo que quiero escuchar de ti. —Sus ojos
llorosos me miran fijamente mientras sus arcadas y sorbos llenan la ducha
caliente—. Mierda, Elli. —Gimo cuando ella traga con mi polla en el fondo de su
garganta, creando una sensación de vacío alrededor.
Ajustándome, bajo el pie hasta el suelo de la ducha. Doblo las rodillas contra
el lateral del banco y deslizo las dos manos por su cabello mojado, separando su
cuello del banco y controlando su cabeza mientras follo su boca.
Estoy jadeando, con las pelotas apretadas, y tengo tantas ganas de venirme
en su garganta, pero con la poca fuerza de voluntad que tengo, me alejo de ella.
La saliva sale volando de su boca mientras la pongo en pie. Alejándola de mí, la
empujo hacia abajo, boca abajo, sobre el duro banco de azulejos.
Azoto su trasero, haciéndola chillar, y le ordeno: 384
—Coloca tu rodilla izquierda en el banco. —No es lo bastante grande como
para que pueda doblarla sobre él, así que tenemos que ir en ángulo.
Ella hace lo que se le ordena, y yo hago lo mismo, sujetándola contra la pared.
Su rostro, pecho y estómago están apoyados contra el banco. Su pierna derecha
cuelga del costado y toca el suelo.
Utilizo mi pie derecho en el suelo para abrirla completamente para mí.
Introduzco mi polla en su estrecho coño y empiezo a follármela mientras sus
gritos y gemidos llenan la ducha.
—A partir de ahora solo me vendré en este coño, Elli. —Se quedará
embarazada, aunque me mate.
Jadea, su cuerpo se desliza hacia delante y hacia atrás sobre el banco mojado.
Extiendo mi mano libre, rodeando la hebilla del cinturón que ata sus brazos, y
la agarro.
Su coño se contrae contra mi polla y su voz resuena con mi nombre mientras
se viene sobre mí. La embisto un par de veces más antes de que mi polla palpite
en su interior.
Saliendo, la suelto para abrir la puerta de la ducha y agarrar una toalla.
Cierro el grifo, la seco y luego a mí. Con una mano envuelta alrededor de la parte
superior de su brazo, la arrastro hacia el dormitorio y hasta la cama.
—Boca abajo — le ordeno.
Se arrastra hasta la cama y se acuesta. Le doy una palmada en el muslo.
—El culo al aire, las piernas abiertas. Quiero ver mi semen chorreando de ti,
Elli.
Levanta las piernas y las abre. No le da vergüenza abrirse para mí. Meto dos
dedos, y ella empuja contra ellos, queriendo más. Los saco y los paso por su
culo, que ella mueve de un lado a otro.
—Quédate quieta —ordeno, introduciendo e el pulgar y haciendo que entierre
su rostro en la cama, gritando—. No te preocupes, pequeño demonio. Me follaré
eso también.

385
Llego arriba, llamo a la puerta y envío rápidamente un mensaje.
Llámame.
Guardo mi celular en el bolsillo y respiro profundamente para calmarme. No
puedo perder la cabeza. No es lo que quiero. Todavía no.
—Pasa —escucho decir a mi padre desde el otro lado de la puerta.
Al abrirla, entro en el estudio de la casa de mis padres.
—¿Tienes un minuto? —pregunto.
—Easton —gruñe mi nombre, colocando sus manos en las caderas—.
Siéntate. —Me grita y señala una silla frente a su escritorio. Aprieto los dientes
y hago lo que me dice—. ¿Dónde demonios has estado?
—Ocupado —respondo vagamente.
Resopla.
—Amelia no pudo localizarte. Intentó llamarte y tu teléfono salta directamente
al buzón de voz. —Rodea el escritorio y se apoya en él—. ¿Esto tiene que ver con
Elli?
El solo sonido de su nombre saliendo de su boca me hace hervir la sangre.
No digo nada.
Suspira y su mandíbula se tensa.
—Linc me llamó. Dijo que Chance canceló la boda.
—Me lo dijo Amelia —le informo, lo cual es cierto. Pero también le digo que
hablé con ella. No tiene por qué saber que no respondí.
Sus labios esbozan una sonrisa ante mi media mentira.
—Linc me dijo que Laura no puede localizarla. Creen que está borracha y
drogada en el sótano de alguien.
Me rio de lo cerca que están de su suposición. Sí que está en el sótano de
alguien, el nuestro. Pero está sobria. Llevo dos días con mi esposa. Sexo sin
parar. Mi tiempo con ella es limitado y estoy más decidido que nunca a dejarla
embarazada. Una vez que me vaya, no hay posibilidad de que tenga a mi hijo.
—¿Qué es tan gracioso? —grita.
—Lleva años drogándose y a Linc ahora le importa dónde está y qué hace. —
Me encojo de hombros—. Quizá si se hubiera preocupado antes, ella no las
consumiría.
Él pasa una mano por su cabello oscuro.
386
—Lo dudo. La mujer es una adicta. Sexo, drogas, alcohol. Nadie puede
culparla. —Finge preocuparse por ella—. Después de lo que James le hizo pasar
a esa pobre chica, pero necesita ayuda.
Inclino la cabeza hacia un lado.
—¿Qué tipo de ayuda? —pregunto.
No contesta y eso me dice todo lo que necesito saber: no confía en mí. Si me
cuenta demasiado, cree que iré a avisarle de lo que tienen planeado para ella.
Podría ser un centro de rehabilitación a algo peor donde la ayuden a alimentar,
su adicción manteniéndola medicada. No me extrañaría que la encerraran, así
tendrían acceso a ella cuando quisieran.
Apartándose del escritorio, camina alrededor para sentarse en su silla.
—Hablé con Kira ayer y estaba en casa de Elli. Dijo que estaba bastante mal
—miento.
Ves —suspira—. Alguien va a encontrarla muerta algún día.
Me estremezco ante sus palabras porque he pensado lo mismo más veces de
las que puedo contar. No creo que mi esposa sea una suicida, pero ¿se pone en
situaciones que son condenadamente estúpidas? Sí. Por ejemplo, Holland la otra
noche en la fiesta. No quiero ni pensar lo que mi padre o Linc podrían hacerle si
tuvieran la oportunidad.
Suena mi celular y oculto mi sonrisa mientras levanto las caderas para
sacarlo del bolsillo.
—Hola, nena. —Respondo cuando veo que es Amelia. Justo a tiempo.
—Hola, ¿dónde has estado, Sin? —se apresura a decir.
—Estaba en una misión. —Otra mentira y mi padre parece preocupado. Como
si no se le hubiera ocurrido preguntarme cómo me va con los Lords. Por
supuesto, está demasiado centrado en mi mujer.
—Oh. —Parece sorprendida—. Te extraño. ¿Puedo verte esta noche?
—Estaba pensando... ¿quieres escaparte? Corbin y mi hermana están en la
cabaña de sus padres los próximos días. Me invitó ayer, pero no he tenido la
oportunidad de preguntarte. —Fui yo quien sugirió que la llevara allí. Necesito a
Kira lo más lejos posible de Elli ahora que estoy escondiendo a su padre muerto
en nuestra casa. Corbin estaba más que dispuesto a llevarse a mi hermana un
fin de semana sin interrupciones. Podría usar su relación a mi favor.
—Por supuesto —grita—. Puedo estar lista en una hora. 387
—No hay prisa. Tengo que ocuparme de algunas cosas antes de irnos. —Mi
mujer es lo más importante de mi lista—. Te recogeré esta noche a las siete. —
Finalizo la llamada antes de que pueda decirme que me ama. Cada vez que lo
dice, me dan ganas de vomitar.
—No sabía que estabas en una misión —habla mi padre una vez que guardo
el celular en mi bolsillo.
—No era nada. —Le hago un gesto con la mano restándole importancia y me
pongo de pie—. Voy a escaparme por unos días. Creo que es lo que Amelia y yo
necesitamos. Un tiempo a solas.
Él asiente.
—Estoy orgulloso de ti, hijo. Sé que es difícil, pero Amelia es la adecuada para
ti.
Quiero cortar su maldito cuello y ver cómo se desangra.
—Yo también lo creo. —La mentira me deja mal sabor de boca—. Te llamaré
cuando regrese a la ciudad.
El l in g t o n

Me siento en la isla de la cocina de la casa de Sin y mía. Se está haciendo


tarde, el sol se ha puesto hace un par de horas. Tengo frente a mí un vaso de
chupito y una botella de vino. Podría beber solo de la botella, pero me apetece
contar el número de chupitos que tardo en beberme todo el vino.
No bebo para emborracharme. No, bebo para adormecer mi cuerpo. Duele,
pero de la mejor manera.
Sin me ha follado tan fuerte y rudo durante el último par de días. Hoy ha sido
el primer día que he visto la luz del día desde que me arrodillé para él en la
ducha. Me ha tenido encerrada en el sótano. Necesitaba que me recordara que
soy suya. La necesidad de complacerlo es tan fuerte. Escucharlo llamarme buena
chica. Mierda, mis rodillas tiemblan. Haría cualquier cosa por él.
Con cualquier otro estaría avergonzada, pero no con Sin. Me elogia por ser su
puta.
388
Escucho un ruido y levanto la vista de la isla.
—¿Hola? —grito, pero me encuentro con el silencio. Mi padre se ha ido esta
tarde. Llamó un taxi y dijo que tenía que recoger unas cosas.
Tomo otro trago, escucho abrirse la puerta principal y sonrío. Me pongo en
pie, salgo de la cocina y me dirijo a la sala de estar para saludar a mi esposo,
pero me detengo al ver quién está aquí. Tragando el nudo en mi garganta,
entrecierro los ojos y miro a Linc.
—¿Qué diablos haces aquí? —pregunto.
Mete las manos en los bolsillos mientras la puerta se abre y otro hombre entra
en mi casa. Me quedo sin aliento y necesito todo lo que hay en mí para no bajar
la vista. No tiene ni idea de que vi la foto que me tomó.
Sabía que Linc era un maldito bastardo, ¿pero el padre de Sin? No poder
recordar si hicimos algo me hace sentir sucia. Como la puta más sucia.
—Hola, Elli —habla Linc, haciendo que los vellos de mi nuca se ericen.
—Tienes que irte —susurro, sin reconocer a Liam.
La puerta se cierra de golpe y me estremezco.
—Se nos ocurrió pasar a ver cómo estabas. —Linc es quien habla—. Imaginé
que tendrías el corazón roto después de que Chance cancelara tu boda.
No puedo evitar soltar un bufido.
—Era un pedazo de mierda. ¿Por qué iba a importarme que ya no me quisiera?
Linc se adentra más en la habitación y yo doy un paso atrás.
—Porque era tu última oportunidad de tener una vida normal.
Es una amenaza.
—¿Crees que es una vida normal que tu esposo te preste para ser utilizada
por otros Lords? —pregunto— Estás más jodido de lo que pensaba.
Se ríe.
—Solo lo hacía por tu madre. Ella quería que te establecieras. —Niega con la
cabeza y frunce el ceño—. Está muy decepcionada de ti, Elli.
Mis hombros caen e intento tragar el nudo que tengo en la garganta. Odio
saber que tiene razón. Pero estaba decepcionada de mí mucho antes de que
empezara a alimentar mi cuerpo con veneno y sexo.
—Así que te envió para ¿qué? ¿Llevarme de vuelta a casa?
—Algo así. Sonríe y desabrocha sus mancuernillas antes de remangarse la 389
camisa blanca.
Doy un paso atrás, necesito ir a la cocina.
—No iré a ninguna parte contigo. —Mi corazón se acelera al pensar que esto
podría no funcionar. Que estoy sobrepasada. No esperaba que los dos
aparecieran.
—¿Quién dijo que te llevaríamos a alguna parte? —El padre de Sin finalmente
habla, y gimo al escuchar su voz.
Odio lo desconocido con él. No saber lo que me hizo. Demonios, creía que
sabía todo lo que había hecho con Linc, pero ¿y si aquella primera vez en la
oficina de James no fue la primera? ¿Cuántas otras hubo?
Linc se agacha ahora que tiene las mangas remangadas y desabrocha su
cinturón antes de pasarlo por las trabillas de los pantalones.
Me doy la vuelta y corro hacia la cocina, con mi pecho palpitante y pulso
acelerado. Entro en la cocina, arranco la toalla de mano de la encimera y tomo
la pistola que tenía debajo. Me doy la vuelta y miro hacia el arco mientras los
dos entran paseando como si yo los hubiera invitado. No les importa nada. Saben
que no tengo adónde ir.
Linc se ríe al ver la pistola apuntándolo, y Liam se limita a resoplar.
—¿Qué vas a hacer con eso, Elli? —pregunta Linc.
—Matarte. —Levanto mi barbilla, pero mis manos tiemblan.
—Tengo una idea mejor. —Se frota la barbilla—. ¿Qué tal si me la das y te
follo con ella?
Mi estómago se revuelve y no puedo recuperar el aliento.
—No —consigo decir. Él dijo que había estado observando cómo Sin se colaba
en mi habitación en casa de mis padres y me excitaba. Sabe lo que he dejado
que Sin haga. Lo que me gusta. La pistola baja a mi lado porque mis manos
tiemblan mucho.
—Qué buena chica. —Linc me sonríe.
—Me gusta esa idea. —El padre de Sin asiente—. Con el seguro puesto, por
supuesto. Ya sabemos que a la puta le gusta, no queremos que se excite
demasiado y se mate accidentalmente.
—Por supuesto —asiente Linc, dando un paso hacia mí.
Trago saliva, levanto mi barbilla y respiro profundamente.
—Como se suicidó mi padre. 390
Los dos se ponen rígidos, mirándose el uno al otro.
—Lo que le pasó a tu padre fue...
—Tú lo asesinaste —gruño entre dientes apretados, interrumpiendo a Linc.
—Esta perra está más loca de lo que pensaba. —El padre de Sin se ríe de mí.
¿Pero Linc? Parece contento por lo que dije. Orgulloso, incluso.
—Tu padre era un hombre demasiado débil para hacer el trabajo. —Linc se
acerca a mí, más hacia la cocina—. Igual que tú eres una débil y patética idiota.
Pero no te preocupes, acabaremos contigo también.
Realmente cree que mi padre está muerto, lo que me dice que no sabía que
tenía un gemelo. Levanto la pistola, apuntando a Linc una vez más, apretando
mis manos sudorosas alrededor de ella.
—Mi padre no está muerto.
Linc echa la cabeza hacia atrás y el sonido de su risa llena la cocina, pero el
padre de Sin se limita a mirarme fijamente.
—Mierda, ¿qué estás consumiendo ahora? —pregunta Linc, aun
carcajeándose por el hecho de que piense que estoy loca—. Debe de ser una
mierda buena.
—Díselo, Liam. —Miro al padre de Sin—. Dile a Linc que mi padre no está
muerto.
Linc se gira hacia él y su risa empieza a apagarse.
—¿De qué mierda está divagando? —exige cuando ve a Liam mirándome.
—Es una adicta. —Por fin aparta la mirada de mí para mirar a Linc—. Una
puta de mierda que se abre de piernas por pollas y drogas. Está delirando. —
Levanta la voz—. Se inventa cosas. Lleva muerto nueve años. Es una perra con
problemas paternos.
Linc se gira hacia mí.
—¿Ese es el problema, Elli? ¿Eh? ¿Echas de menos tener un papi?
Por la forma en que dijo papi, sé que se refiere a James. Trago la bilis que
sube al pensar en él. Por lo que permití que James y Linc me hicieran en su
oficina aquel día.
—Entrégame la pistola. —Linc extiende su mano, cansado de nuestra
conversación—. Ponte de rodillas y abre esa boca. Quiero verte ahogarte con la 391
pistola antes de que te vengas. —Dando un paso adelante, cierra el espacio entre
nosotros, y aprieto el gatillo.
Pum.
—¡Mierda! —grita, agarrando su brazo derecho.
Mis oídos zumban y mi corazón late con fuerza mientras lo veo retroceder a
trompicones. Quise disparar en su rostro, pero fallé. La única experiencia que
tengo con un arma fue cuando Sin la usó conmigo. Respiro profundamente y
retrocedo aún más hacia la cocina para poner más distancia entre nosotros.
La sangre empapa su manga blanca enrollada y baja por el brazo hasta el
suelo.
—No me tocarás —digo con voz temblorosa—. Esta vez no. Ya no.
Capítulo 55
Sin

Camino por detrás de mi padre y Linc, apuntando con mi pistola la nuca de


mi padre.
—Hola, papá.
Se da la vuelta y su rostro se pone blanco cuando sus ojos se encuentran con
los míos.
—Easton, ¿qué demonios estás haciendo?
—Protegiendo a mí esposa.
Su mandíbula se tensa.
—¿Qué diablos está pasando?
392
—Nosotros te tendimos una trampa —digo con sinceridad, llegando al punto
de su visita—. Hoy en tu estudio. Nuestra conversación, mis planes con Amelia.
Todo era mentira. —Bueno, mi llamada con Amelia fue real. La llamé y cancelé
a última hora esta noche. Ella me colgó. Espero que eso signifique que renuncia
a que estemos juntos.
—¿Qué? —grita Linc, con la mano aún en su brazo sangrante, y da una
patada a un taburete para sentarse—. No lo entiendo.
Miro a mi esposa y veo que sigue apuntando a Linc con la pistola. Tiembla en
sus manos, pero lo vigila como un halcón. No estaba cien por ciento de acuerdo
con esta idea. Sentía que demasiadas cosas podían salir mal, pero su padre me
recordó que ambos estaríamos aquí vigilándola. Supuse que mi padre llamaría y
le avisaría a Linc de mis planes para esta noche, dejando a Elli sola y vulnerable,
pero no esperaba que mi padre viniera con él. Dos por uno.
—¿Cómo que tu esposa? —grita mi padre, como si su cerebro tardara en
procesar la situación en la que se encuentra.
—Llevamos semanas casados —afirma Elli, levantando la barbilla. Nunca he
estado más orgulloso de ella.
Linc grita suavemente:
—Mierda.
—Mierda tiene razón, hijo de puta. —empujo la punta del cañón en su nuca—
. Te follaste a mi esposa en su dormitorio. ¿Y sabes lo que le pasa a un Lord que
toca a una Lady que no le pertenece?
Se queja y yo sonrío.
—Espera... —espeta mi padre—. Espera un momento. Yo no firmé para que
te casaras con esta puta de mierda.
Golpeo su cabeza con la pistola, haciéndolo caer de rodillas.
—No necesitaba tu permiso —gruño.
—Laura quería que ella se casara con él —afirma Linc, viendo a mi padre
ponerse en pie, con la sangre corriendo ahora por su rostro—. Tú dijiste que no.
—No quería que se casara con ella —le gruñe a Linc.
—Porque la querías para ti —añado.
Mi padre se gira hacia mí, con los ojos entrecerrados.
—¿Por qué diablos iba a querer a esa basura? —Señala a mi esposa y vuelvo
a golpearlo, haciéndolo chocar contra el mostrador—. Mierda, Easton... 393
—Sé lo de tu casa —le informo—. A la que James y tú la llevaron.
Su rostro palidece y vuelvo a golpearlo.
—¿Violaste a mi esposa?
—No. —Escupe sangre sobre la encimera de mármol blanco.
—No me mientas. —Lo golpeo de nuevo y se tambalea hacia atrás—. ¡Dime la
verdad! —grito, la sangre corre por mis oídos, mi corazón me late con fuerza. Sé
la respuesta, pero quiero escuchar al bastarlo admitirlo.
Lo golpeo una vez más y cae de rodillas. Me acerco a él, agarro su cabello con
los nudillos ensangrentados y tiro de su cabeza hacia atrás, haciendo que la mire
mientras ella permanece de pie junto a la isla, con el arma todavía en la mano a
un lado. Sujeto la mía contra su cabeza, presionándola contra su sien.
—Dime la maldita verdad —exijo.
Respira profundo antes de escupir sangre.
—¿La verdad? —gruñe—. La verdad es que tenía el maldito coño más
apretado...
Golpeo su cabeza contra el borde de la encimera mientras lo veo caer al suelo,
ahora tosiendo sangre. Pateo su estómago, haciéndolo ponerse en posición fetal.
Le doy un pisotón en el costado.
—¿Easton?
—¿Qué? —grito, girándome para ver a mi suegro de pie en la cocina. Linc
mira a Nicholas con los ojos muy abiertos, como si hubiera visto un fantasma.
—¿Qué diablos está pasando? —susurra Linc para sí mismo. Los dos lo
ignoramos.
—Elli —dice en voz baja, señalando con la cabeza detrás de mí.
Me giro y la veo sentada en el suelo de la cocina, con los brazos alrededor de
sus piernas, mirando fijamente a mi padre mientras las lágrimas corren por su
rostro. Me alejo de mi padre para dejar que Nicholas se ocupe de él y me dirijo a
mi esposa.
Caigo de rodillas frente a ella, suelta la pistola y cae al suelo. Ella se abalanza
sobre mí, envolviendo sus brazos alrededor de mi cuello y tiro de ella hacia mi
regazo hasta que sus piernas rodean mi cintura. La agarro por la nuca, rodeo su
cintura con la otra y empiezo a mecerla mientras sus gritos llenan la cocina.
—Lo siento mucho. —Solloza en mi cuello. 394
La abrazo, mi pecho se oprime. Necesitaba saberlo. Quería que confesara,
pero nunca pensé en lo que le haría a ella. ¿Era mejor para ella no saberlo? Tal
vez sí, tal vez no.
—Lo siento mucho —continúa.
—Shh. —Paso mi mano por la parte posterior de su cabeza—. No tienes nada
que lamentar, Elli —le recuerdo—. Lo has hecho bien, pequeño demonio. —Beso
su cabello—. Muy bien. —Me alegro de que haya terminado. Solo queda una
persona de la que ocuparnos y luego podré pasar un par de días con mi esposa
antes de tener que dejarla para siempre.
El l in g t o n

Estoy en casa de mis padres, mirando al balcón donde encontré a mi padre


hace nueve años. Hoy no hay flores ni velas encendidas. Solo un escalofrío. Lo
ha habido desde aquel día. No estoy segura de sí está en mi cabeza o es real,
pero aún persiste.
Miro fijamente al hombre que cuelga del balcón del segundo piso. No está
muerto. No todavía. Sus pies apenas tocan la silla que tiene debajo. Tiene los
brazos atados a su espalda y una cuerda alrededor de su cuello.
Miro a Linc y siento que me invade una sensación de calma. Después de que
Sin obligara a su padre a confesar hace una hora, lloré. Mis ojos derramaron
lágrimas en el piso de la cocina, en el regazo de mi esposo. Fue terapéutico.
Entiendo que no puedo cambiar el pasado, pero también estoy muy agradecida
de que eso no cambie su amor por mí.
Yo le pertenezco. Ahora y siempre. No importa lo que haya pasado o vaya a
pasar, soy su esposa, una Lady.
—Elli, ¿qué estás...? —El grito agudo de mi madre ni siquiera me hace
estremecer. La estaba esperando.
395
—Madre —digo con calma, girándome hacia ella.
Sus manos están cubriendo su rostro y los ojos muy abiertos mientras mira
a su marido colgado del balcón.
—Me pareció apropiado —digo, volviendo a mirar a Linc.
De la herida de bala que tiene en el brazo, donde le disparé, gotea sangre.
Ahora me alegro de haber fallado. Esto es mucho más dramático. Quería
demostrar algo y creo que lo he conseguido.
—Laura...
—¿Qué...? —jadea ella, interrumpiéndolo—. ¿Qué hiciste? —Sus ojos llorosos
se encuentran con los míos—. Déjalo bajar. Ahora mismo.
—Yo lo hice.
Se da la vuelta y sus piernas ceden antes de tropezar hacia atrás con la mesa
redonda, derribándola y haciendo añicos la parte superior del cristal en el suelo
ensangrentado.
—No... —Se levanta y tapa su rostro como si eso fuera a hacer desaparecer a
mi padre.
—Hola, Laura —dice, acercándose a mí.
—¿Qué hiciste? —me grita mi madre antes de mirar a mi padre. Se da la
vuelta para salir corriendo de la habitación, pero se detiene rápidamente cuando
ve a Sin apoyado en la puerta, con los brazos cruzados sobre su pecho. Su padre
yace a sus pies, apenas consciente de la paliza que Sin le dio antes en nuestra
casa.
Me sorprende que aún respire. Cargamos a ambos en el auto y los trajimos
aquí. Teníamos una persona más de la que ocuparnos. Una más que sabe que
mi padre no está realmente muerto. Quería ver la expresión de su rostro cuando
se diera cuenta de que la habían atrapado. No me decepcionó.
—¿Por qué? —pregunto, dando un paso hacia ella, pero mi padre agarra mi
brazo, impidiéndome acercarme demasiado—. ¿Por qué lo hiciste?
Ella se gira hacia mí, con el maquillaje corrido por las lágrimas. No son de
tristeza, ni de arrepentimiento, sino de rabia. La han atrapado. Su destino está
sellado. Mete la mano en el bolsillo trasero de sus jeans ajustados y saca su
celular.
Me abalanzo sobre ella, choco contra su cuerpo y ambas caemos al suelo.
Grita y golpea mi rostro con las manos mientras me separo de ella. Sin rodea mi
cintura con un brazo, manteniéndome de espaldas a él, mientras mi padre 396
agarra a mi madre.
—¿Cómo pudiste hacer esto? —grito, luchando contra Sin para que me
suelte—. ¿Cómo pudiste hacernos esto? ¿A mí?
—¿A ti? —Ella grita mientras mi padre la sujeta también—. ¿A ti? —Ella
repite—. No te hicieron nada, Elli. Tu padre valía más muerto que vivo.
El la empuja hacia delante y ella cae de rodillas. Me mira a través de sus
pestañas y me dedica una fría sonrisa.
—Tú, sin embargo, valías más viva.
Sin me suelta y da un paso hacia ella.
—¿Qué mierda significa eso? —pregunta.
Sus labios gruesos se afinan, negándose a hablar, y Sin rodea su cuello con
las manos, apretando mientras la levanta para ponerla en pie.
—¿Qué mierda significa eso? —La suelta y ella vuelve a caer de rodillas,
tosiendo y frotando su cuello enrojecido.
—Asher corp.
Es Linc quien habla, levantando la cabeza intentando aliviar la presión de la
cuerda envuelta alrededor de su cuello.
—Cállate... —La voz de mi madre es ronca, sigue frotando su garganta.
Sin se acerca a la silla; agarra el respaldo actuando como si estuviera a punto
de empujarla cuando Linc habla rápidamente.
—Con Nick muerto, Asher Corp necesitaba un director general. —Traga
saliva, moviendo los hombros—. Liam se hizo cargo. Lo solicitó a través de los
Lords y ellos lo aprobaron. No vieron ningún problema, ya que él y Nick eran
amigos. Laura respondió por él.
—¿Qué tiene eso que ver con mi esposa? —demanda Sin.
—Laura fue re-dotada para casarse con James. Él descubrió que Laura hizo
que Liam matara a Nicholas. —Sus ojos bajan para mirar a mi padre todavía
confundido de cómo está vivo—. Amenazó con ir a los Lords, pero Laura le ofreció
a Elli.
—Hijo de puta. —Mi madre se pone en pie y corre hacia Lincoln, pero Sin
suelta la silla para girarse y agarrarla antes de que pueda llegar hasta su marido.
Sin la hace girar, rodeando su cuello con el brazo, manteniéndola de espaldas
a él. 397
—Sigue hablando, Linc —le ordena, asfixiándola.
Él humedece sus labios.
—Laura fue a ver a Liam y le contó lo que había pasado y cómo le había
entregado a Elli. Tu padre quería participar. Así que chantajeó a James,
forzándolo a que lo dejara tener una parte de Elli. Funcionó por un tiempo. Pero
James quería a Asher Corp y tu padre se negó a entregárselo. Así que James
amenazó con ir a ti. Mostrarte los vídeos y las fotos que demostraban que tu
padre se había estado follando a la mujer que se suponía que iba a casarse
contigo.
A mi madre se le ponen los ojos en blanco y Sin la suelta; cae al suelo
inconsciente.
—Así que mi padre lo mandó matar. —Sin suspira, sus ojos en los míos—.
Esa parte era verdad. —Asiente para sí mismo.
Estoy temblando. Mi respiración es irregular. Retrocedo unos pasos, necesito
espacio. ¿Me vendió por una empresa? Mi inocencia no significaba nada para
ella. Tú, sin embargo, valías más viva.
—Malditamente lo has estropeado.
Todos miramos a Liam que está en el suelo, poniéndose en pie. Sus ojos se
entrecierran en su hijo mientras limpia la sangre de su rostro.
—Los Lords tenían que encontrar las fotos de Elli en su teléfono. No solo era
una perra, sino también una adicta. La habrían considerado no apta para ser
una Lady. —Sus ojos se encuentran con los míos—. La habrían manchado. Nada
más que una puta para nosotros.
—Así que no podría heredar mi negocio. —Añade mi padre—. Quedaría para
ti, para que lo dirijas y controles. —Se acerca un paso más a Liam—. Sabías que
quería que Easton y Elli se casaran. Sabías que quería que Easton ayudara a
Ellington a hacerse cargo de Asher Corp.
—Condenadamente no se lo merecía —grita Liam.
—Teníamos un trato —gruñe mi padre.
—¿Trato? —Liam suelta una risa áspera—. Se suponía que yo iba a ser tu
socio y me dejaste fuera de todo.
La mandíbula de mi padre se tensa.
—No lo habrías sabido hasta después de mi muerte.
—¿Cómo se involucró Nathaniel? —pregunta Sin.
—¿Quién es? —pregunta Linc sin que nadie le responda.
398
—Se había puesto en contacto con Laura. Necesitaba dinero. Sabía que no lo
ayudarías porque llevabas años pagándole la fianza. Era la oportunidad perfecta.
—Liam escupe sangre al suelo—. Ella le echó algo en la bebida y yo lo colgué —
sonríe orgulloso de sí mismo.
Mi madre empieza a volver en sí, gimiendo y revolcándose por el suelo. Sin se
acerca a ella, la agarra del cabello, la pone en pie y la obliga a mirar a su marido.
—Despídete —le dice.
—No. No. —Linc empieza a entrar en pánico dando pisotones en la silla y mi
madre se echa a llorar.
Sin asiente con la cabeza a mi padre, que se acerca a Linc y patea la silla
debajo de él mientras nos quedamos de pie y observamos.
Capítulo 56
Sin

Entro en su oficina y levanta la vista para verme.


—Siéntate, Easton. —Señala la silla que hay frente a su escritorio.
Hago lo que me dice, deja una pila de papeles sobre la superficie, los desliza
hacia mí y luego me entrega un bolígrafo. Mirándolos por encima, firmo con mi
nombre donde están colocadas las etiquetas amarillas.
—Tengo que preguntarte, Sin —me llama por mi apodo—, ¿está todo bien?
Paso la página y firmo la última y luego coloco el bolígrafo sobre el papel.
—Todo va bien —miento mientras me levanto y salgo de su oficina.
Veinte minutos después entro en casa, me dirijo directamente al dormitorio
399
principal. Aún no ha salido el sol. Mi reunión de esta mañana no estaba prevista.
Había que hacerla, pero llamando la atención lo menos posible. Cuantos menos
sepan, menos preguntas podrán hacer.
Empujo la puerta del dormitorio, la encuentro aún acostada en nuestra cama,
profundamente dormida. Cierro la puerta y me apoyo en ella, cruzando los
brazos sobre mi pecho y escuchando sus suaves ronquidos.
Mi pecho se siente pesado, por todo lo que ha pasado debido a mi familia. Mi
padre comenzó todo esto. Su madre ayudó, pero nunca se me ocurrió preguntar
por qué o cómo. Ahora es demasiado tarde. El daño ya está hecho. No me refiero
a mi pequeño demonio. Aunque odio por lo que pasó, nunca cambiaría quién es.
La amo. Cada pedazo torcido, cada borde afilado. Ella es el marco de una imagen.
Ella es lo que me mantiene cuerdo. Ojalá yo hubiera podido ser lo mismo para
ella.
Apartándome de la puerta, deslizo mi camiseta por encima de la cabeza y me
quito los zapatos. Luego desabrocho mi jeans y los bajo por mis piernas junto
con los bóxers. Retiro las sábanas y me meto en la cama junto a ella. La rodeo
con el brazo y la atraigo hacia mí. Está tan caliente, como un maldito horno.
Se mueve y presiona su cabeza contra mi pecho. Me encanta.
Beso su cabello y deslizo la mano por su espalda desnuda. Siempre que
estamos juntos en la cama, los dos estamos desnudos. Siempre. Quiero ver y
tocar lo que es mío.
Mi mano se desliza entre nuestros cuerpos y encuentro su coño, lo acaricio
con mis dedos. Suelta un gemido y sus caderas se balancean contra mi mano.
Beso su cabello de nuevo, inhalo su aroma mientras meto un dedo. Su
respiración se entrecorta y la empujo hacia atrás, acomodándome entre sus
piernas separadas.
—Sin —musita mi nombre, pasa las manos por su cabello y arquea la espalda.
Me inclino sobre ella, sujeto su barbilla con mi mano libre y presiono los
labios contra los suyos.
—Te amo, Ellington.
Abre los ojos y me mira preocupada. Nunca la llamo por su nombre completo,
salvo cuando estoy enojado.
—¿Estás bien? —pregunta, envolviendo sus brazos alrededor de mi cuello. Mi
piel se eriza mientras acaricia mi cabello.
Voy a extrañar esto. Sus manos sobre mí, escuchar su voz, ver esos preciosos
ojos cada mañana cuando se despierta. Sonrío suavemente, pero no respondo. 400
Estará bien. Me aseguré de eso. ¿Y yo? Tengo un reloj en marcha desde que hice
mi trato con los hermanos Spade. Y no me arrepiento.
—Sin. —Está a punto de incorporarse, pero sigo sujetándola con la mano
alrededor de su barbilla y presiono mis labios contra los suyos.
La beso apasionadamente, intentando decirle que lo siento sin tener que decir
las palabras. Espero que pueda sentir cuánto la amo. Lo mucho que la necesito.
Apartándose, abre sus ojos pesados y me mira.
—Te amo, Sin.
Ahora puedo morir feliz.
La suelto, me siento y abro el primer cajón de la mesita de noche. Saco lo que
quiero, tomo su mano izquierda y deslizo el anillo de bodas con halo de Harry
Winston en el dedo de mi esposa.
Ella jadea y lo levanta para verlo. Sus ojos se abren de emoción y sorpresa.
—Espero que te guste.
Sus ojos miran la mesita y luego vuelven a los míos.
—¿Cómo? ¿Cuánto hace que lo tienes?
—Un tiempo. —Admito sin pudor—. Siempre supe que te haría mi esposa,
Elli.
Sus manos agarran mi rostro y atrae mis labios hacia ella.
—Sí —susurra contra ellos.
Me rio.
—No era una pregunta. —Nada me habría impedido hacerla mi esposa.

401
Capítulo 57
Sin

Pasé los dos últimos días encerrado con Elli en nuestro sótano. La follé como
si no hubiera mañana. En cierto modo, no lo hay. Era mi última oportunidad de
dejarla embarazada. De dejarla con algo mío. Ella tiene mi apellido, pero yo
quería darle un hijo. No le di opción, no es como si a ella le importara. Se quedó
allí, atada y amordazada, dejándome hacer lo que quisiera con ella. Estaba
demasiado agotada para intentar detenerme. Su coño goteaba y mi polla estaba
tan dura que dolía. Aproveché cada segundo.
Nicholas se ha estado quedado en su antigua casa. No sé cómo ha estado
torturando a su madre y a mi padre, y tampoco me importa. Hice mi parte. Les
dediqué más tiempo del que quería. Ahora era mi momento de estar con mi
esposa, así que lo aproveché al máximo. Esta mañana, cuando terminé con ella,
402
la llevé a la cama y, cuando salí por la puerta principal, vi el todoterreno de su
madre en la entrada y me alegré de que Nicholas hubiera vuelto. No quería que
se despertara esta mañana sola en casa.
—¿Supongo que no puedo disuadirte de esto? —preguntó Tyson, rompiendo
el silencio.
—Tú más que nadie deberías saber por qué lo estoy haciendo —digo, mirando
por el parabrisas de su auto, el reloj en el salpicadero de su Bentley muestra que
ahora son casi las seis de la mañana. El sol está empezando a salir por encima
de la línea de árboles.
—¿Por qué? —cuestiona.
—Renunciaste a tu futuro por amor.
Resopla.
—Yo renuncié al mío por venganza. No es lo mismo. Uno es poder, el otro una
debilidad.
—Si darle un futuro que se merece me hace débil, que así sea.
Suelta una carcajada.
—¿En serio crees que quiere una vida sin ti?
—Creo que se merece un padre. —Saco mi celular y miro las cámaras de
nuestro dormitorio. Está acurrucada contra mi almohada, profundamente
dormida—. Estoy haciendo lo correcto. —No sé si intento convencerlo a él o a mí
mismo. Nunca le daría a Elli a su padre para llevármelo después de una semana.
Ni siquiera yo soy tan cruel. Por fin empieza a simpatizar con él.
—La gente no va a Carnage a morir, Easton. —Gruñe, y continúa—: Mierda.
Mira a Nicholas. Los años que lo han mantenido con vida. Lo suyo es la tortura,
no la muerte.
—Todos pagamos por nuestros pecados —murmuro. Ninguno de nosotros es
intocable, no importa si queremos creer que lo somos o no.
Su mano se tensa sobre el volante, pero por suerte permanece en silencio
durante el resto del trayecto de treinta minutos.

403
Llega a la rotonda y baja del auto. Sonrío, intentando relajar el ambiente.
—No hace falta que me acompañes. —Saco mi celular y lo dejo en el auto
junto al diario que me traje—. Asegúrate de que lo reciba. —No quería que lo
encontrara antes de que Tyson regresara. Me quito el anillo de los Lords y
también lo tiro en el asiento. No lo necesitaré.
Apoya los antebrazos en el techo del auto y dice:
—Sabes que no te lo perdonará, ¿verdad?
Aprieto mi mandíbula.
—¿De verdad crees que ella te quiere aquí? —Da golpecitos con el dedo en el
techo. Las gafas de sol cubren sus ojos. No puedo verlos, pero puedo sentirlos
mirándome—. ¿Crees que encontrará a alguien más? ¿Qué amará a otro? —El
niega con la cabeza—. Quiero decir, se follará a otros hombres, seguro.
—Tyson —gruño. Ya tuve esta misma conversación conmigo cientos de veces.
De alguna manera suena peor escuchándola en voz alta.
—Pero ella te ama, Easton. Y estás haciendo lo que todos hicieron siempre,
darle la espalda.
Rechino los dientes.
—La estoy protegiendo.
—¿Entregándote? —espeta, apartándose del auto—. Por el amor de Dios, Sin.
Usa la maldita cabeza.
—Caballeros, ¿podemos hacer algo por ustedes?
Me doy la vuelta y veo a los tres hermanos de pie al final de la escalera.
Cierro la puerta de golpe y camino hacia ellos, extendiendo los brazos.
El de los tatuajes de serpientes sonríe.
—Llegas pronto, Sin. ¿Seguro que no quieres tus dos días extra de libertad?
Con los puños apretados, paso junto a ellos y entro por la puerta abierta, sin
molestarme en mirar atrás. Sigo al que supongo que es el líder por un pasillo
mientras los otros dos caminan detrás de mí.
Entramos en un ascensor y mi respiración se acelera. No por lo que estoy
haciendo, sino por lo que me dijo Tyson. Espero que el dolor sea tan insoportable
que nunca piense en ella con otro hombre.
El ascensor suena antes de que se abra la puerta. El aire helado llena la caja
metálica antes de que podamos salir. Mi aliento se convierte en una nube frente
a mi rostro. Huelo sangre. Fresca y vieja. Hay una sensación inquietante en el
404
aire. Casi como si hubiera almas atrapadas aquí abajo.
Caminamos por un estrecho pasillo y él abre una puerta de un empujón,
haciéndose a un lado para permitirme entrar primero.
Ingreso y me detengo al ver la habitación.
El tipo del tatuaje de la monja amordazada me da una palmada en la espalda,
soltando una risa siniestra.
—Nunca hemos tenido a alguien que se entregue voluntariamente. No será
tan divertido sabiendo que no opondrás resistencia.
Respiro profundamente y enderezo mis hombros. Esto es lo que he aceptado.
Por ella. Se lo merece. Yo merezco esto. No somos perdonados de nuestros
pecados solo porque somos Lords. En el mundo real, los Lords son dioses. Aquí
en Carnage, no eres nada. Desaparecido hace tiempo, un alma olvidada. No estoy
seguro de lo que mi esposa le dirá al mundo cuando le pregunten cómo morí. Y
honestamente, no importa. Eventualmente nadie sabrá que alguna vez existí.
—Quítate la camiseta —ordena Uno.
Levanto la mano, agarro la parte detrás de mí cuello y deslizo la camiseta por
encima de mi cabeza, tirándolo a un rincón.
Una mano golpea mi espalda desnuda y me empuja hacia el centro de la
habitación. Al girar, me empujan contra un poste de madera. El olor a sangre es
aún más fuerte aquí. Y a juzgar por los desagües colocados por todo el suelo de
concreto, supongo que se ha derramado mucha. Incluso hay mangueras
colgando del techo. Cuento al menos tres. Fácil de lavar un cuerpo. Quieres una
limpieza rápida y fácil después de quitar una vida.
Tiran de mis brazos y colocan unas esposas en cada muñeca, apretadas hasta
el punto de pellizcarme la piel y hacerme soltar un siseo. Mierda, mis manos se
entumecerán rápidamente.
Veo al otro caminar detrás de mí con algo colgando de la mano que llama mi
atención, pero está demasiado oscuro para que pueda verlo. Al segundo
siguiente, mete una mordaza de goma en mi boca, abriéndola de par en par.
Siento que la ajusta detrás de mi cabeza.
—Esto es para que no te muerdas la lengua —susurra sombríamente en mi
oreja—. Nos gusta escuchar los gritos. Sería una pena dejarte mudo tan pronto.
Otro cinturón de cuero rodea mi cuello, fijándolo al poste, antes de apretarme
hasta el punto de restringirme el aire, pero sin dejarme completamente sin 405
respiración. Intento ralentizar mi acelerado corazón y respirar profundamente
por la nariz.
El tipo que está frente a mí tira de una cadena desde un carrete en el techo.
El sonido resuena en la sala de concreto. En el extremo lleva un eslabón que
coloca alrededor de la cadena que une las esposas, enlazándolas. Tira
bruscamente de la cadena para soltarla y levanta mis brazos por encima de mi
cabeza. La posición inmoviliza mi cabeza entre los brazos. El pellizco que las
esposas causan en mis muñecas hace que muerda la mordaza.
Mis piernas están abiertas de par en par y suben las perneras de los
pantalones hasta mis pantorrillas, donde noto que las esposan con la misma
fuerza que las muñecas antes de encadenarlas al suelo. Un tercer cinturón rodea
mis caderas y las sujeta al poste.
No puedo mover ni un músculo. Apenas puedo respirar.
La puerta se abre y vislumbro a un hombre mayor que empuja un carro con
él. Parece que lleva instrumental médico. Mi respiración se acelera y mi corazón
late con fuerza mientras la saliva comienza a salir por la comisura de mis labios.
El tipo se detiene frente a mí y se pone un par de guantes. Luego toma el
estetoscopio que lleva al cuello y lo coloca en mi pecho. Escucha en silencio y
luego mira a uno de los hermanos y asiente. Un escalofrío recorre mi espalda
cuando el tipo con los tatuajes de serpientes alrededor de su cuello me sonríe.
El médico agarra una jeringuilla e introduce la punta en un vial, extrayendo
parte del líquido, y luego se gira hacia mí.
Mi cuerpo lucha involuntariamente contra las ataduras cuando toca mi pecho
con los dedos. Siento la piel de muñecas desgarrarse a causa de las esposas
antes de que la sangre comience a correr por mis brazos.
—Sentirás un pinchazo. —Clava la aguja en mi pecho, haciendo que la
habitación se llene con mi grito amordazado.

El l in g t o n

Despierto y me encuentro sola en la cama, mi cuerpo se siente dolorido. Sin


406
actuó como si el mundo se acabara. Siempre ha sido rudo, pero en los últimos
dos días no se ha guardado nada. Demonios, esta última semana para el caso.
Me dirijo a la cocina por algo de beber y veo a mi padre sentado a la mesa.
—¿Has visto a Sin? —pregunto.
—No. —Frunce el ceño—. Pero me acabo de despertar.
—¿Sin? —grito, entrando en la sala de estar. Grito de sorpresa cuando veo a
Tyson sentado en el sofá, con los brazos extendidos sobre el respaldo—. Me
asustaste. —Sonrío, pero mi sonrisa se desvanece cuando no me la devuelve—.
¿Dónde está Sin? —pregunto, mirando a mi alrededor mientras mi padre entra
también.
—Se fue —responde Tyson, sus ojos van a mi padre y luego vuelven a los
míos.
—¿Qué quieres decir con que se fue? ¿Cuándo volverá? A lo mejor tuvo que
ir a la casa de los Lords por algo.
—No va a volver. —Tyson se levanta y me entrega un diario que no había visto
a su lado hasta ahora. Luego deja un anillo de los Lords sobre la mesita junto a
lo que reconozco que es el celular de Sin. Empieza a vibrar y veo que se ilumina
con un mensaje de texto.
Me quedo sin aliento y los vellos de mi nuca se erizan. Nunca deja su celular.
Lo recojo, me doy cuenta de que ya no tiene candado y abro el mensaje para
leerlo en voz alta.
DESCONOCIDO: Nicholás, disfruta de tu libertad.
—Mierda —espeta mi padre, arrebatando el teléfono de mi mano.
—¿Qué está pasando? —exijo—. ¿Qué quiere decir con libertad? —¿Por qué
desconocido? ¿Por qué se lo enviarían a Sin y no a Tyson? Me preguntaría por
qué no le mandaron un mensaje a mi padre si iba dirigido a él, pero que yo sepa
no tiene teléfono.
—Tyson, ¿puedo hablar contigo un segundo? —Mi padre ignora mis
preguntas y no espera una respuesta de Tyson. En lugar de eso, sale de la casa
y se dirige al porche trasero. Abro el diario por la primera página.

Pequeño demonio,

Estoy sentado a tu lado en nuestra cama viéndote dormir. Me cuesta mucho no


407
despertarte y despedirme de ti. Para ver esos hermosos ojos azules mirarme una
vez más. Escuchar tu dulce voz susurrar que me amas. No te haré eso. Ya te hice
sufrir bastante.
Así que decidí escribirte una carta. Es mejor así, lo prometo.
Primero, déjame decirte que estoy enamorado de ti, Elli. Lo he estado desde
que tengo memoria. Soy egoísta, lo sé. Pero también sé que siempre estuviste
destinada a ser mía, y yo tuyo. No importa lo que te haya hecho o dicho, créeme
cuando te digo que siempre fuiste tú. Tú lo eres todo para mí.
Tuve que tomar una decisión. Y sé que fue la correcta. Espero que un día
despiertes y estés de acuerdo conmigo. Mereces tener a tu padre. Mi familia te lo
arrebató, es mi responsabilidad devolvértelo. Nicholas puede protegerte de todo lo
malo que hay en nuestro mundo. Te fallé más de una vez y por eso lo siento.
Debería haber estado ahí para ti, y no estuve. No cuando importaba.
Te engañé para que te casaras conmigo. Pero no me arrepiento de eso. Ayer fui
a ver a un abogado para que redactara los papeles del divorcio, pero no me atreví
a firmarlos. No puedo dejarte ir. Aunque ya no exista para el mundo, seguiré vivo.
Por cuánto tiempo, no lo sé. Pero te prometo esto, Elli, serás mi esposa hasta mi
último aliento. Sin embargo, me aseguré de que te cuidaran. Tyson tiene el papeleo
que necesitarás. Te dejé todo lo que tengo. Sé que no lo necesitas, pero te lo
mereces. Siempre te he pertenecido, así que estaba mal no darte lo que quedaba
de mí.
Aquí es donde se supone que debo decirte que espero que encuentres a alguien
que te haga feliz. Que te establezcas con un buen hombre que no esté involucrado
con los Lords, que tengas hijos y envejezcas con él. Pero tampoco puedo hacer eso.
Si eso me hace una persona horrible, que así sea. Sabes quién soy, y soy el tipo
que no puede imaginarte con nadie más que conmigo. Eso nunca cambiará.
Por último, no te pierdas en tu propia mente, Elli. No te ahogues intentando
salvar a alguien que se niega a nadar. Mantente lúcida. No empañes tu cerebro
con drogas o dudas. Eres más fuerte que eso. Quiero que sepas que eres amada
por un hombre que quería el mundo para ti, aunque no fuera capaz de cumplirlo.
Ten en cuenta que siempre estarás en mis pensamientos, y que seguirás siendo
mi pequeño demonio para siempre.

Con amor, tu diablo.

—¿Dónde está? —escucho a mi padre preguntar y, con los ojos llorosos, lo


veo entrar a la casa. Arranca el diario de mis manos.
408
Me siento mareada, coloco las manos en mi pecho, tirando de mi camiseta.
Tyson se acerca a mí.
—Respira, Elli —ordena, sosteniendo mi rostro, obligándome a levantar la
vista—. Respira. Antes de que te desmayes.
—Maldita sea —exclama mi padre, tirando el diario al suelo.
—¿Por qué haría esto? —jadeo, intentando recuperar el aliento. No lo
entiendo. La carta no respondía a ninguna de mis preguntas, solo me daba más.
—Porque es un idiota. —Mi padre es el que responde—. Tyson, tenemos que
irnos.
—¿Adónde vamos? —pregunta confundido.
—A mi antigua casa. Ahora mismo. —Mi padre empieza a recoger sus cosas—
. ¿La catedral todavía tiene un triaje preparado?
—Sí. —Tyson asiente.
—Bien. Llama a Gavin. Que se reúna con nosotros en la catedral. Vamos a
necesitarlo.
Me negué a quedarme en la casa después de leer la nota que Sin me dejó. Si
va a elegir dejarme, que me lo diga de frente. Después de todo lo que hemos
pasado, ¿cree que puede abandonarme? No lo aceptaré. Nunca fue un cobarde;
no dejaré que lo sea ahora.
Me siento en el asiento trasero del Cadillac Escalade de mi madre. Mirando
por encima del asiento, veo a mi madre y al padre de Sin atados, acostados uno
al lado del otro en la parte de atrás. Fuimos a recogerlos a casa de mis padres.
Mi padre y Tyson han estado hablando sin parar. Intento seguir su
conversación, pero la mitad de las palabras ni siquiera las entiendo. Las otras
veces estoy demasiado ocupada llorando, preguntándome por qué Sin me haría
esto. ¿Por qué no puedo tenerlos a los dos? ¿A él y a mi padre? ¿Es mucho pedir?
Justo cuando creía que iba a conseguir lo que quiero, lo que merezco, el mundo
me lo quita.
Tyson entra en un camino y se detiene en una puerta. Introduce un código y
la puerta se abre. Salto del todoterreno y mis manos sudan al ver el edificio. 409
Parece un viejo castillo. Uno que verías asentado en un acantilado donde viviría
un monstruo. Las nubes oscuras que cubren el cielo aumentan la sensación de
inquietud.
Tyson agarra a mi madre y mi padre agarra al padre de Sin. Los sigo con
piernas temblorosas y subo las escaleras. Tyson abre de un empujón las dos
puertas principales y entramos en el gran vestíbulo. A ambos lados hay dos
escaleras que conducen a un balcón del segundo piso. El olor me provoca
arcadas. Parece tan amenazador por dentro como por fuera.
—Vaya, vaya, vaya. Nos encanta cuando la compañía aparece sin avisar,
¿verdad, hermanos? —resuena la voz de un hombre antes de aparecer por un
pasillo a la derecha.
—Sorpresa —afirma escuetamente Tyson, dejando caer a mi madre al suelo.
Ella solloza alrededor de la cinta adhesiva que cubre su boca. Debería sentirme
mal por ella, pero no lo hago. No después de saber todo lo que había hecho.
Entran dos más en la habitación y todos están cubiertos de sangre. Desde las
manos hasta las camisas y los jeans. Un tipo incluso deja huellas
ensangrentadas con sus botas negras al caminar hasta colocarse frente a
nosotros. Vuelvo a tener arcadas, llamando la atención de uno de ellos. Me mira
de arriba abajo, sonriendo satisfecho.
—Si has trajiste a la chica para suplicar por Romeo, no funcionará.
Mis ojos llorosos se dirigen a Tyson, pero él mantiene la mirada al frente,
observando a los tres hombres que están ante nosotros.
—Estoy aquí por un intercambio. —Es mi padre quien les habla—. Dos por
uno. —Luego deja caer al padre de Sin al suelo a los pies de los hombres.
—¿Qué voy a hacer con ellos? —pregunta uno, pateando al padre de Sin en
el pecho, haciéndolo gritar en su mordaza.
—Lo que tengas ganas. —Mi padre se encoge de hombros
despreocupadamente—. Seguro que se te ocurre algo.
—Yo digo que nos quedemos con el chico y que ella venga a visitarlo. —El
mismo de antes se acerca a mí. Su camisa cubierta de sangre casi toca la mía—
. Lo dejaremos ver cómo nos la follamos. Apuesto a que ambos se excitarían con
eso. Sé que yo lo haría. —Se acerca un paso más y mi respiración se detiene—.
Si matas de hambre a un hombre durante unos días, comerá cualquier cosa.
Nos turnaremos para llenar tu coño con nuestro semen, y luego te pondremos a
su disposición como si fuera un festín. Se comerá hasta la última gota de
nosotros.
410
Tyson agarra mi brazo y tira de mí, colocándome detrás de él, y trato de tragar
la bilis que sube.
—Ya basta. —El primero que entró suspira pesadamente, sonando aburrido—
. ¿Jessie? — grita entonces, haciéndome dar un salto, y el que me hablaba se ríe
de mi malestar.
Aparece un hombre vestido con un esmoquin completamente negro.
—¿Sí, señor?
—Llévate a estos dos para que se preparen para la iniciación —ordena el tipo
con un gesto de la mano.
El tipo que me hablaba se acerca a Tyson y éste se da cuenta.
—Ella no es para ti —le dice al hombre ensangrentado.
—Solo me estoy divirtiendo, Tyson. De todas las personas, tú deberías saber
lo que es tener un pedazo de algo que no te pertenece.
Si Tyson está irritado, no lo demuestra.
El que ha llamado a Jessie nos da la espalda y los otros dos lo siguen. Tyson
toma mi mano y me arrastra por un pasillo, lo sigo con piernas temblorosas
hasta un ascensor. Me aferro a su lado, mirando al frente, ignorando los ojos
que me miran. Quiero preguntar si nos llevaran con Sin, pero me muerdo la
lengua. ¿Adónde íbamos a ir si no?
La puerta se abre y un escalofrío recorre mi espalda al sentir el aire helado
que me golpea. Tyson sale y me arrastra con él. Bajamos por otro pasillo y
llegamos a una puerta. Uno de los hermanos la abre y Tyson entra, pero se da
la vuelta y se detiene.
Tropiezo con él y le pregunto con nerviosismo:
—¿Qué? —lo miro con los ojos muy abiertos y veo cómo su mandíbula se
tensa.
Tyson me mira y me ordena:
—Quédate aquí fuera.
—¿Qué? —grito—. No...
—Déjala conmigo —dice uno de los hermanos detrás de mí, y noto que es la
voz del que me estaba molestando en la entrada de arriba—. Cuidaré bien de
ella. 411
Los ojos de Tyson se entrecierran en los suyos antes de bajar a los míos y se
suavicen.
—Mantén la calma —murmura, y frunzo el ceño. Confundida por lo que
quiere decir con eso.
Asiento rápidamente, tragándome el nudo de la garganta y tratando de calmar
mi respiración. Tyson se gira hacia la habitación, tirando de mí hacia dentro.
Jadeo, mi corazón se detiene ante lo que veo una vez que entramos. Sin está
en el centro de la habitación, atado. Los brazos esposados por encima de su
cabeza, los tobillos abiertos y encadenados al suelo. Tiene una mordaza en su
boca y la saliva corre por sus labios. Tiene los ojos cerrados, y un cinturón
alrededor del cuello y las caderas lo mantienen atado a un poste. La bilis sube
cuando veo un trozo de piel en el suelo frente a él. Es el escudo de los Lords, se
lo cortaron. 666 ha sido grabado donde antes estaba el escudo de los Lords.
Sangre, hay mucha. Ahora entiendo de donde salió toda la sangre que estaba en
los hermanos, es de Sin.
No me doy cuenta de que estoy sollozando hasta que Tyson agarra mi mano
y me empuja hacia él.
—Bájenlo —grita, haciéndome saltar.
Uno de los chicos se acerca, agarra una cadena y tira de ella, liberando las
muñecas esposadas de Sin por encima de su cabeza.
Tyson me suelta y se acerca para quitarle la mordaza y las correas que lo
sujetan mientras otro de los hermanos suelta los tobillos. Sueltan las esposas
de las muñecas y Tyson lanza uno de los brazos de Sin por encima de su hombro
mientras mi padre lo ayuda agarrando el otro.
Mi corazón se acelera ante el silencio que reina en la habitación. No emitió ni
un solo sonido. ¿Por qué no siente dolor? ¿Acaso respira?
—Fuera —me dice Tyson mientras empiezan a arrastrar a Sin por la
habitación hacia la puerta.
Me doy la vuelta para salir, azotando mi rostro lleno de lágrimas con mi
cabello, solo para encontrarme a ese tipo de pie en la puerta, bloqueándola. Sus
ojos recorren mi cuerpo, haciéndome temblar de miedo.
—Es increíble lo que un hombre puede hacer por un coño. —Inclina la cabeza
hacia un lado pensativo—. Me dan ganas de ver qué tiene de especial. —Se
acerca a mí.
—Quítate de en medio, maldita sea —grita Tyson, todavía detrás de mí.
El tipo lame sus labios: 412
—Quizá en otra ocasión. —Da un paso atrás y salgo corriendo de la habitación
hacia el pasillo y conduzco a los chicos por donde entramos.
Cuando salimos, Tyson me grita.
—Abre la puerta trasera. Luego baja los asientos traseros. Vamos a tener que
acostarlo. —Hago lo que me dice, él y mi padre cargan a Sin dentro del
todoterreno.
Mi padre salta a la parte trasera, llegando hasta la cabeza de Sin, y lo agarra
por debajo de los brazos, tirando de él hacia arriba mientras Tyson empuja sus
piernas. Yo salto dentro y me arrodillo junto a Sin. Tyson cierra la puerta.
—Voy a hacer esto rápido. Así que espera ahí atrás —nos dice una vez que
salta al asiento del conductor.
Mi padre asiente, quitándose la camisa. La rompe por la mitad y luego en
varios trozos.
—Envuélvele esto alrededor de la muñeca. Apriétalo bien. Tenemos que parar
la hemorragia. —Me lo entrega.
Respiro profundamente mientras las lágrimas corren por mi rostro, y hago lo
que me dice, viendo las marcas que han dejado las esposas. Son profundas.
Demasiado profundas. Parece como si hubiera agarrado un cuchillo y se las
hubiera cortado él mismo horizontalmente.
Entonces mi padre desabrocha el cinturón de Sin. Lo envuelve alrededor de
su antebrazo.
—Esto debería proporcionar un poco de ayuda extra. En este punto, no puede
doler. —Luego se quita el suyo y hace lo mismo con el otro brazo de Sin.
—¿Por qué no está despierto? —grito, mis manos ahora ensangrentadas
tiemblan mientras coloco mi mano sobre su pecho, tratando de sentir los latidos
de su corazón. No puede estar muerto. No puedo creerlo.
—No quieres que esté despierto. Créeme, es mejor que esté inconsciente. —
Tyson es el que me responde.

413
Capítulo 58
El l in g t o n

Llegamos a lo que mi padre llamaba una catedral. Nunca había estado aquí
antes, así que no estoy segura de por qué estamos aquí ahora, pero es
exactamente lo que esperaba. Vieja e inquietante, con su rosetón en el centro y
dos torres a cada lado. Hay una cruz fuera de lugar que cuelga boca abajo.
La puerta se abre y salto, haciéndome a un lado para que puedan sacar a Sin
por la parte de atrás. Los sigo adentro porque no sé adónde van.
Los sigo por unas escaleras hasta lo que parece ser un sótano donde nos
espera el médico de nuestra casa. El los ayuda a subir a Sin a una cama de
hospital. Esto parece un centro quirúrgico. Como uno de esos centros de
clasificación que se ven en las películas de guerra. 414
—¿Qué le hicieron? —finalmente logré preguntar. No estaba segura de querer
saberlo, pero ahora necesito saberlo. No lo entiendo. Su carta decía que quería
dejarme. ¿Por qué dejaría que le hicieran esto?
—Adrenalina. —Tyson es el que responde.
—¿Qué? —me tiembla la voz.
—Le pusieron una inyección de adrenalina. Directo al corazón. Lo hacen para
que no se desmaye. Dura unos veinte minutos. Le quitan la marca de los Lords
cortándosela. Y para evitar que se desangre, la cauterizan con la suya. Tres seis.
Uno por cada hermano.
Mis manos suben para cubrir mi rostro. Lágrimas frescas se derraman por
mis mejillas.
—¿Por qué le hicieron esto?
Los ojos de Tyson se suavizan mientras me observa.
—Se lo hacen a todos, Elli. Es su iniciación. Puede variar de una persona a
otra, porque no todos los que entran en Carnage llevan el escudo de los Lords,
pero a todos los marcan.
Mis ojos se mueven hacia mi padre, que está de pie junto a ellos, y miro su
pecho. Se había quitado la camisa para usarla con Sin. Efectivamente, veo los
tres seis en su pecho. Están cicatrizados, pero no se puede pasar por alto el
trabajo que hicieron.
—Una vez que se les pasa la adrenalina, bajan y se estrellan con bastante
fuerza —añade Gavin.
Mi mirada se dirige hacia él y veo que ya le ha puesto una vía intravenosa y
le está administrando algo.
—¿Qué es eso?
—Lo he sedado. Tengo que limpiar la herida y hacer un autoinjerto —
responde Gavin. Tyson le pasa unas tijeras y Gavin empieza a cortar por el muslo
de Sin, destrozando sus jeans ensangrentados para exponer su pierna a la
habitación.
Mi mirada se dirige a Tyson, necesito más explicaciones.
—Es un tipo de injerto de piel. Va a tomar un trozo de piel del muslo de Sin,
marcarlo con el escudo de los Lords y luego volver a pegarlo sobre la marca que
le hicieron los hermanos.
—Usa la mía —casi grito, dando un paso adelante, sabiendo que puedo ser
de ayuda.
415
Ambos me miran con el ceño fruncido.
—Elli —empieza mi padre, pero se detiene cuando mis manos temblorosas se
dirigen a mis jeans. Los desabrocho y los bajo por mis piernas. Agarrando la
parte interior de mi muslo, giro la pierna lo mejor que puedo para mostrarles mi
marca.
—Tómalo.
Los tres se miran entre sí y luego vuelven a mirarme.
—Esto es lo que necesitas, ¿verdad? Úsalo.
Gavin frunce el ceño.
—¿De dónde lo sacaste?
Antes de que pueda responder, Tyson habla:
—Él la marcó con su anillo.
—Maldita sea. —Mi padre suspira.
—Pero puedes usarlo, ¿verdad? No lo cortes a él. —Estoy temblando. No
quiero verlo sufrir más. ¿Qué piel sustituirá al trozo que le quite Gavin? Parece
un círculo vicioso que no tiene buen final. Pueden quitarme la marca y él estará
entero. Una recuperación más rápida.
Tyson se acerca a mí, sube mis jeans y sostiene mis temblorosas manos entre
las suyas.
—Esto es importante, Elli. —Habla despacio, con calma. ¿Cómo puede estar
tan tranquilo ahora?—. Los Lords no pueden descubrir que Sin estuvo alguna
vez en Carnage.
—¿Y si lo hacen? —pregunto con los ojos muy abiertos. Mi mirada se dirige a
Sin, y mi corazón se rompe al verlo allí acostado. Nunca lo había visto tan
vulnerable. Quiero protegerlo. Como sea. Está cubierto de sangre. Parte está seca
en su piel; otras partes aún están frescas. No hay moretones ni cortes visibles,
aparte de los tres seis y los cortes alrededor de sus muñecas, que siguen
envueltas en trozos de la camisa de mi padre.
—No lo sabrán —me asegura Tyson, llamando mi atención, pero no le creo.
¿Cómo no lo van a saber? Lo saben todo.
—Aunque tienes el escudo de los Lords, es demasiado pequeño. El que
llevamos nosotros es de un tamaño mucho más grande. Lo siento, pero no
podemos usarlo. Tendremos que hacer uno nuevo.
Gavin vuelve a llamar mi atención cuando inclina la cabeza de Sin hacia atrás
416
y empieza a introducir un tubo por su garganta.
—¿Por qué haces eso? —Estoy a punto de caminar hacia el lado de la cama,
pero Tyson agarra mis hombros, deteniéndome, y me empuja hacia mi padre.
Envuelve sus manos alrededor de mis brazos y me mantiene en mi lugar
mientras Tyson se acerca a Sin y Gavin.
—Lo estoy intubando, para que su cuerpo no tenga que esforzarse tanto para
respirar mientras está sedado. —Sus ojos se encuentran con los míos durante
un segundo—. Merece un descanso.
Sin

Abro los ojos en una habitación suavemente iluminada. Lo primero de lo que


me doy cuenta es que estoy acostado boca arriba porque miro al techo. Lo
segundo de lo que me doy cuenta es que no siento gran cosa. ¿Por qué me siento
entumecido? Me hormiguean las puntas de los dedos de las manos y de los pies.
Trago saliva y me estremezco al sentir dolor en la garganta. Se me escapa un
gemido cuando intento girar sobre un costado.
—Espera. —Una mano toca mi hombro y extiendo la mano para apartarla—.
Easton, relájate. Soy yo.
Parpadeo y miro un rostro que se cierne sobre el mío.
—¿Ty-son?
—Estás bien. Pero necesito que te quedes boca arriba. —Quita su mano de
mi hombro y me relajo en la cama.
—¿Por qué estás aquí? —pregunto, con voz áspera. ¿Por qué diablos iba a
estar en Carnage?
—Toma, bebe esto. —Coloca una pajita frente a mi boca y bebo un sorbo, sin 417
importarme que necesite que la sostenga por mí.
Alejándome, asiento y él la coloca a mi lado.
—Nicholas, Elli y yo fuimos a Carnage...
—¿Qué? —Suelto un gruñido que me hace estremecer. Usando mis pesados
brazos, me empujo para sentarme mientras Tyson maldice en voz baja. Mi
corazón se acelera y respiro con dificultad una vez sentado. Mis pies cuelgan de
lo que veo que es una cama de hospital—. ¿Por qué mierda la trajiste aquí? —
exijo—. Tiene que irse. —Hago fuerza para levantarme, pero él pone las manos
en mis hombros, manteniéndome sentado en el borde. Aprieto los dientes al ver
que no tengo fuerzas para luchar contra él.
—Sin...
—¿En qué estabas pensando? —pregunto apretando los dientes—. ¿Dónde
está? Quiero verla.
—No estás en Carnage. Estamos en la catedral —dice despacio, como si
tuviera problemas de audición. Cuando comprende que no puedo vencerlo, da
un paso atrás, metiendo las manos en los bolsillos de sus jeans ensangrentados.
Ni siquiera me molesto en preguntar de quién es la sangre. No parece suya.
Asintiendo detrás de mí, me giro para mirar por encima de mi hombro y la veo
acurrucada en una cama de hospital. Con la manta hasta el cuello,
profundamente dormida. Suelto un suspiro.
—Se quedó dormida hace unos treinta minutos. Ha luchado todo lo que ha
podido — continúa Tyson.
Lo miro.
—¿Qué diablos pasó? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
—Recibió tu carta. Lloró. Mucho. Pensó que se iba a desmayar después de
leerla. Tu teléfono recibió un mensaje, era para Nicholas de los hermanos Spade
diciéndole que estaba libre. Se enfadó. Reunimos a su madre y a tu padre y
fuimos a Carnage. Hicimos un intercambio, tú por ellos. Te trajimos a la catedral.
Gavin ya estaba aquí esperándonos.
Suspiro, levanto la mano para pasarla por mi rostro, pero veo una venda
enrollada en mi muñeca. Mirando la otra, veo lo mismo.
—¿Qué tan mal estaba ella? —pregunto. Recuerdo que me quitaron la marca
y me pusieron la suya. Fue un infierno. Pero aparte de eso, tengo la cabeza
nublada. Incluso ahora, las luces tenues lastiman mis ojos sensibles. Mi cuerpo
está aletargado y, aunque no siento mucho dolor, sí me siento mareado.
—No ha estado bien —responde. Da un paso atrás, apoya la espalda en la
418
encimera y cruza los brazos sobre su pecho—. Seguro que pensó que estabas
muerto. Luego ofreció su marca cuando Gavin le explicó que necesitabas un
injerto de piel.
Mi mano recorre mi estómago desnudo hasta mi pecho, me estremezco
cuando siento la venda sobre donde estaba mi marca original de Lords.
—Por favor, dime que él no...
—No. —Niego con la cabeza—. Quitó un trozo de piel de tu muslo.
—Gracias a Dios. —Suspiro y cierro los ojos. Me pesan.
—Lo que hiciste fue estúpido, Sin —gruñe. Dejo que Tyson me diga que soy
un idiota—. Te encontramos inconsciente. Quién sabe cuánto tiempo te habrían
dejado desangrándote y colgado en esa habitación. Podrías estar muerto ahora
mismo.
Abro los ojos y lo miró fijamente. Él arquea una ceja, esperando que diga algo.
En lugar de eso, miro a Elli, acurrucada en la otra cama, y una sonrisa se dibuja
en mis labios.
—Todos hacemos estupideces por amor, Tyson. —Entonces vuelvo a cerrar
los ojos y dejo que la droga que sea que Gavin me haya metido me hunda en la
oscuridad.

Cuando abro los ojos de nuevo, me siento y la habitación empieza a dar


vueltas, mareándome.
—Tranquilo. —Una mano toca suavemente mi hombro y miro para ver a
Tyson.
Mierda, pensaba que había soñado esa conversación con él antes. Miro a mi
alrededor y encuentro lo que busco. Elli, mi pequeño demonio, acostada en la
cama del hospital junto a la mía. Donde estaba antes. Me deshago de la manta
y me pongo en pie mientras Tyson suspira. Ignoro cómo protesta mi cuerpo al
menor movimiento. Siempre me ha gustado el dolor. Significa que no estás
muerto. Y créeme, te sorprendería lo que tu cuerpo puede soportar.
419
Me acerco a su cama, extiendo la mano y paso mis nudillos secos y
ensangrentados por el costado de su fría mejilla.
—¿Está bien? —pregunto, mis dedos van a su cuello para comprobar su
pulso.
—Está bien. —Miro a su padre sentado en una silla, con los brazos cruzados
sobre su pecho y un tobillo apoyado en la otra rodilla—. No puedo decir lo mismo
de ti. —Me mira de arriba abajo, fijándose en la venda que cubre mi pecho.
Miro hacia abajo y veo que me han quitado los jeans, pero sigo llevando los
bóxers y tengo otra venda en mi muslo.
—No empieces —murmuro, girándome hacia ella y levantando la manta para
cubrir sus hombros, metiéndola debajo de su cuello.
—¿Que no empiece? —repite, poniéndose en pie—. ¿Tú...?
—Intentaba darle lo que merecía —gruño, interrumpiéndolo. Ahora mismo no
estoy de humor para esta mierda. Puede que esté vivo, pero me siento como si
hubiera pasado por un infierno.
—¿Un esposo muerto? —espeta, acercándose a mí.
—Un padre —gruño.
Jesús, ¿por qué les cuesta tanto ver lo que estaba haciendo? Que lo hice
porque la amo. Que creo que se merecía una vida mejor que la que ha tenido
desde que él murió. Una parte de mí estaba tratando de compensar por lo que
ella pasó en el pasado. Quiero a mi pequeño demonio tal y como es, pero odio
por lo que pasó. ¿Cuántas veces había habido señales que decidí ignorar o
simplemente no capté?
—Ese no es tu trabajo. —Él golpea su pecho—. Tuve la oportunidad de hacerlo
bien y tú lo arruinaste.
—Oh, ¿yo lo arruiné? —resoplo—. ¿Qué ibas a hacer? ¿Volver a Carnage?
¿Actuar como si hubieras muerto hace tantos años? ¿Que no regresaste a su
vida solo para dejarla otra vez?
—Exacto —gruñe él, y ella se mueve. Él baja la voz y pasa las manos por su
cabello—. He pasado nueve años en Carnage. —Sus ojos azules se posan en ella
y su rostro se suaviza—. No sé vivir aquí.
—Lo entiendo, pero ¿no quieres intentarlo? —le pregunto. No digo que vaya a
ser fácil para ninguno de los dos, pero merece la pena intentarlo por ella.
—No puedo ser quien era. —El niega con su cabeza—. No soy un Lords, no
soy un esposo. Demonios, les entregué a su madre. No tengo nada que ofrecerle.
420
—¿Ofrecerle? —Frunzo el ceño, confundido por sus palabras—. Todo lo que
ella siempre quiso fuiste tú. A su padre. Todo lo que tienes que hacer es estar.
—Lo señalo—. ¿Crees que le importan una mierda los Lords? —Niego con la
cabeza—. Y su madre era una maldita inútil que la traicionó. —Mi voz se hace
más fuerte—. Tienes una segunda oportunidad en la vida, Nick. Puede que no
sea la vida que tenías antes, pero es algo que puedes compartir con ella.
La puerta se abre y miro para ver entrar a Gavin. Se detiene cuando sus ojos
se posan en mí.
—No deberías estar levantado dando vueltas.
—Estoy bien —digo apretando los dientes.
—Yo juzgaré eso.
Capítulo 59
El l in g t o n

Escucho voces a lo lejos cuando empiezo a despertarme de mi siesta.


—¿Cómo te encuentras? —reconozco a Gavin.
—Como si me hubieras dado demasiadas drogas. —Escucho la voz de Sin y
no sé si debería llorar o gritar. Subo la mano por debajo de la manta y tapo mi
boca para no hacer ambas cosas.
—Era un dolor inmenso o una felicidad inducida por las drogas —gruñe
Tyson—. Elegimos por ti.
—Bueno, ahora estoy despierto y elijo no más drogas —afirma Sin—. ¿Hay
algo que pueda firmar para asegurarme de que eso no ocurra? 421
Abro los ojos y bajo las mantas lo suficiente para asomarme y observar la
habitación. Estoy acostada de lado, frente a la cama de Sin. Él está sentado, con
las piernas colgando y de espaldas a mí. Gavin y Tyson están de pie frente a él.
Mi padre está a un lado.
—¿Cómo te sientes? —pregunta Gavin.
—Bien —dice con voz entrecortada.
—Deberías... —Tyson hace una pausa cuando sus ojos se encuentran con los
míos.
Me atraparon. Me incorporo y dejo que la manta caiga hasta mi cintura.
—¿Qué? —Sin le pregunta a Tyson mientras se gira para mirarme por encima
de su hombro.
—Te daremos dos minutos a solas —afirma Gavin. Él y mi padre se acercan
a la puerta, pero Tyson no los sigue. No sé si se queda por mí o por Sin.
—Elli. —Sin se da la vuelta en la cama y veo cómo su mandíbula se tensa por
el dolor que siente. Aún no es él mismo al cien por cien, pero va a fingir todo lo
que pueda.
Eso también me enfada. Ahora que lo veo, quiero darle una bofetada. ¿Eso
me hace una mala persona? Seguramente. ¿Me importa? Por supuesto que no.
—¿En qué mierda estabas pensando?
Sus ojos se entrecierran en los míos.
—Elli...
—Porque tu carta sonaba como si me estuvieras dejando. Luego, cuando te
vi, me di cuenta de que era más bien una nota de suicidio.
—Acabo de pasar por esto con tu padre —murmura, y luego habla más alto—
: Estaba haciendo lo correcto.
Sus palabras me hacen hervir la sangre. Cómo se atreve a decidir lo que es
correcto para mí.
—Tenías los papeles del divorcio escritos.
—No los firmé —dice apretando los dientes—. Estaban hechos trizas.
Me pongo en pie.
—Me engañaste para que me casara contigo y luego quieres deshacerte de mí.
Cómo diablos te atreves, Easton. —Dándole la espalda, me dirijo a la puerta,
pero me detengo y me giro hacia él—. ¡Tú no decides cuándo terminamos! —
grito—. Eso lo decido yo. —Me acerco a él y veo cómo se le dibuja una sonrisa
422
en la comisura de los labios. Cree que es un juego. Que estoy bromeando—. Haz
que me entreguen los papeles del divorcio, Sin, y a ver qué diablos hago con
ellos. Te los meteré tanto por la garganta que te ahogarás. —Con eso, me doy la
vuelta y salgo corriendo de la habitación, asegurándome de cerrar la puerta tras
de mí para darle a entender que estoy enojada con él, por si aún no había captado
la indirecta.
Salgo corriendo de la catedral, dando gracias por no encontrarme con mi
padre o Gavin, y me dirijo al estacionamiento, donde está el Escalade de mi
madre. Tyson me había dado las llaves cuando él y mi padre estaban sacando a
Sin de la parte de atrás. Las había metido en mi bolsillo.
Me subo, lo enciendo y conduzco hasta la casa de mis padres. Estoy tan
enojada con Sin que ahora mismo necesito espacio para respirar. El hecho de
que me haya dejado después de todo lo que hemos pasado me enfada mucho.
¿Por qué me haría pasar por más? ¿De verdad pensaba que podría perderlo y
estar bien? ¿Seguir con mi vida cotidiana? Olvídate de seguir adelante y amar a
alguien. Me sentiría miserable el resto de mi vida.
Extiendo la mano y subo el volumen para ahogar mis propios pensamientos
mientras “DARKSIDE” de Neoni llena el auto y veo cómo los faros iluminan la
carretera de dos carriles a toda velocidad.
No tardó mucho en llegar a casa de mis padres. Es raro estar aquí sabiendo
que mi madre ya no está. Se me ocurre que ella tiene la misma marca que Sin
ahora. Bueno, la misma que tenía antes de ver a Gavin cubrirla con una nueva.
Una parte de mí espera que le duela. Que se sienta como en el infierno.
Creía que mi padre y Sin iban a ocuparse de ella, a hacerla pagar por
arruinarnos la vida, pero después de lo que vi en Carnage, se merece lo que sea
que tengan planeado para ella. Y espero que viva muchos años allí. Al menos
nueve.
Al entrar en la casa, miro a mí alrededor y siento un escalofrío. Está vacía.
Sin envió al personal a casa antes de que trajéramos a Linc y Liam hace unos
días. No lo hemos discutido, pero no estoy segura de lo que vamos a hacer con
esta casa.
Diría que mi padre se mudará, pero ¿por qué querría hacerlo? Su hermano
gemelo fue asesinado aquí. Mi madre ha compartido esta casa con otros dos
hombres, incluso ha celebrado aquí uno de los banquetes de boda. Por lo que
sé, mi padre tiene que permanecer oculto de los Lords. Creen que está muerto y
no estoy segura de que tenga que seguir así o no. Solo sé que no puede volver a
423
ser un Lord. Esa parte de su vida terminó.
Subo a mi dormitorio y tomo una maleta del armario. Solo tengo unos cuantos
cajones llenos de ropa en casa de Sin y en la mía. No me apetecía ir allí todavía.
Prefiero estar aquí sola que allí, sabiendo que está en la catedral. Quién sabe
cuánto tardará en volver a casa. Por la forma en que se movía, diría que va a
esforzarse más de lo debido demasiado pronto.
Estoy metiendo ropa en la maleta y agarrando cosas de abajo del lavabo
cuando escucho algo.
—¿Hola? —pregunto entrando en mi habitación desde el cuarto de baño
contiguo. Solo hay silencio.
Me acerco al altavoz Bluetooth de mi escritorio, lo conecto a mi celular y pongo
“Pray” de Xana a todo volumen.
Entro en el armario, tomo los cinturones y los llevo a mi habitación, donde
tengo la maleta abierta en el suelo. Me detengo cuando veo a un hombre en mi
habitación, junto a la puerta, bloqueándola.
Lleva jeans negros, una sudadera con capucha a juego y una máscara en su
rostro. Es una simple máscara negra con malla sobre los ojos y costuras blancas
donde deberían estar los labios. Coloco las manos en mis caderas, empujando
una hacia fuera.
—¿No deberías estar descansando? —grito por encima de la música. Debe de
haber salido corriendo detrás de mí. Supongo que Tyson lo trajo aquí.
Se queda ahí parado, sin moverse ni decir nada que yo pueda escuchar.
—No voy a hacer esto, Sin —grito una vez más y me doy la vuelta. Vuelvo al
armario y esta vez tomo algunos pañuelos. Al salir, él sigue allí. Los meto en la
maleta—. Ya basta. No estoy de humor. —La canción se interrumpe cuando
empieza a sonar mi teléfono.
Pongo los ojos en blanco, me acerco al escritorio y miro la pantalla. El nombre
de Sin se ilumina en ella y me giro rápidamente para mirar al tipo que está en la
puerta de mi habitación. No tiene el teléfono en la mano.
Mi padre lo tenía consigo después de recibir el mensaje. Por lo que sé, se lo
dio a Sin en la catedral. Así que es él quien me llama.
—¿Cómo estás haciendo eso? —pregunto, dando un paso atrás nerviosa. Tal
vez presionó llamar y luego lo metió en su bolsillo. Sin siempre está pensando
en formas de engañarme—. Ya basta —repito, con el pulso acelerado.
Entra en mi habitación mientras mi teléfono deja de sonar y la canción
empieza a sonar de nuevo.
424
—No quiero jugar a tu estúpido juego ahora, Sin. Lo digo en serio. —La
música se detiene casi de inmediato y el timbre llena la habitación. La sangre se
me agolpa en los oídos cuando me doy cuenta de que tiene las dos manos a los
lados. No es Sin.
Dando media vuelta, voy a salir por las puertas dobles francesas que dan al
balcón, pero se abren de golpe. Con tanta fuerza que golpean la pared interior y
una se hace añicos. Intento gritar, pero no me sale nada cuando veo a otro tipo
vestido exactamente igual.
Al girarme, veo que el de la puerta se ha adentrado en mi habitación y solo
puedo pensar en los tipos de Carnage. ¿Cuántos eran? ¿Dos? No, eran tres. Eso
significa que hay uno más aquí. Nos siguieron. Quieren hacerme pagar por
ayudar a liberarlo. ¿Cómo me habrán encontrado? Mi madre. Me ha echado a
los lobos antes. Esto no sería diferente. Especialmente si ella me entregó a
cambio de su libertad. Eso es lo que ella haría.
El tipo que está junto a la puerta abierta del dormitorio se hace a un lado y
yo aprovecho la situación y salgo corriendo de mi habitación. No miro atrás, con
el corazón martilleándome en el pecho. Bajo las escaleras corriendo, intentando
no tropezar y diciéndome a mí misma que respire. No lo consigo.
Estoy a mitad de camino cuando veo una figura que salta al pie de la escalera:
¿el tercer hermano? Solo veo ropa negra y otra máscara. Salto los tres últimos,
lanzando mi hombro contra el cuerpo tan fuerte como puedo.
Sabía que eran ellos. Los hermanos. Quieren llevarse a Sin y torturarlo. No
dejaré que se lo lleven. No dejaré que se entregue por mi culpa. Ni por nadie más.
Si planean usarme como carnada, no va a funcionar. Haré que me maten
primero.

Sin

Tiro mi teléfono y empiezo a caminar. 425


—Me está ignorando.
—Tienes que tomártelo con calma —me dice Tyson.
Resoplo.
—Ya nos han marcado antes.
Gavin resopla.
—Eso es más que una marca. Demonios, parecía que te habías cortado las
venas en un intento de suicidio.
Tomo el celular y aprieto los dientes para no darles la satisfacción de tener
razón. Suena en mi mano e inmediatamente contesto.
—Elli...
—Hola, Sin.
La voz que reconozco me produce un escalofrío. Esperaba no volver a
escucharla. Aparto el teléfono de mi oreja, veo que aparece DESCONOCIDO y lo
pongo en altavoz. Me giro hacia Tyson para que pueda escuchar—. ¿Qué mierda
quieres?
Una risita oscura recorre la habitación.
—Esa no es forma de hablarle a un hombre que te dio la libertad.
—No me diste nada. Un alma por un alma —gruño.
—¿Cómo está tu chica?
Me pongo rígido y escucho a Nick maldecir en voz baja mientras empieza a
caminar.
—¿Qué mierda acabas de decir? —Agarro el teléfono con más fuerza.
—Ellington. Sería una pena que le pasara algo a tu esposa —dice, sonando
jodidamente aburrido. Como si estuviera sentado en una silla, con los pies
apoyados en un escritorio mientras mira fijamente una copa que tiene en la
mano.
—¡Hijo de puta! —grito, y Tyson me quita el celular de las manos—. Déjame
hablar con ella —exijo.
Tyson levanta la mano y acerca el teléfono a su boca.
—¿Dónde está? —pregunta, sonando mucho más tranquilo que yo. No le
importa lo que le pase. No la quiere.
El tipo vuelve a reírse.
—¿Desde cuándo eres el padre de los Lords más jóvenes, Ty? —pregunta—.
Renunciaste a tu título para hacer de niñero. Suena por debajo de ti, si me
426
preguntas. Tenías tanto potencial.
La mandíbula de Tyson se flexiona, pero se niega a reconocerlo.
—No te sirve para nada.
—Oh, podría pensar en un montón de maneras de hacerla útil...
—¡Malditamente te mataré! —Me abalanzo sobre Tyson para tomar el teléfono,
pero Nick me tira hacia atrás mientras Tyson se aparta al mismo tiempo. Mis
dientes rechinan por el dolor que siento en mi pecho mientras las manos de Nick
tiran de mi piel, dejándome sin respiración durante una fracción de segundo.
—¿El chico no rastrea a su mascota? —Él chasquea la lengua—. Ty, hombre,
nos estás decepcionando. Tienes que enseñarle a estos Lords más jóvenes cómo
manejar a sus putas.
Tyson me mira, arqueando una ceja, y yo asiento rápidamente. Encogiéndose
de hombros, Nick me suelta y levanto las manos, haciéndole saber que no voy a
tirar a Tyson al suelo. Primero necesito saber dónde está.
Me acerco a Tyson, me da el teléfono y no cuelgo, sino que salgo de la llamada
para ir a la aplicación con la que rastreo su teléfono.
—Está apagado —gruño. Debe de haberlo apagado después de que la llamara.
—Te sugiero que, si la recuperas, le insertes un rastreador —prosigue—. Los
teléfonos se pueden manipular.
—¿Dónde diablos está? —grito tan fuerte que me duele la garganta. Todo mi
cuerpo tiembla. O puede que sea la adrenalina. Me siento como si estuviera de
vuelta en Carnage en la habitación, atado, y necesitando luchar, pero incapaz
de hacerlo.
La idea de recuperarla con el 666 marcado en su piel me da ganas de vomitar.
Haré que Gavin la anestesie mientras se lo quito... Levanto la cabeza hacia Tyson
cuando me asalta un pensamiento y me pongo rígido.
—¿Qué? —dice.
Lo único que puedo hacer es mirarlo fijamente. La marqué. El escudo de los
Lords en su muslo. Se lo quitarán. La abrirán como a un pez mientras cuelga en
la cámara frigorífica. No puedo dejar que eso le pase. Tragando el poco orgullo
que me queda, digo:
—¿Qué quieres? —No me habrían llamado. Si no, se la habrían llevado.
Click.
—¡HIJO DE PUTA! 427
—Vamos. —Tyson entra en acción y todo lo que puedo pensar es que yo le
hice esto. Es mi culpa—. ¿Easton? —gruñe mi nombre, con la mano en mi
hombro—. ¿Tienes rastreadores en algo más?
—No... —Me detengo, intentando pensar—. Pero tengo cámaras en nuestra
casa. —Abro la aplicación, pero no encuentro actividad en ellas.
—La casa de sus padres. ¿No tienen cámaras? —continúa.
Levanto la cámara de su dormitorio. Es el único lugar de la casa donde las
tengo.
—Nada —gruño, con manos temblorosas mientras sostengo el celular. Voy a
salir de la aplicación, pero me detengo. Entrecierro los ojos, miro hacia abajo y
veo su teléfono sobre el escritorio—. Espera. —Abro un nuevo ángulo y veo las
puertas francesas abiertas, con vidrios rotos en el suelo—. Estaba allí —grito.
Regreso la grabación y subo el volumen para que todos los presentes
escuchen lo que estoy viendo.
—¿Cuántos? —pregunta Tyson cuando sale corriendo y la persiguen,
haciendo que el sonido vuelva a enmudecer.
—Dos. —Su padre es el que contesta a mi lado, observándola por encima de
mi hombro.
No espero a ninguno de ellos, me doy la vuelta y salgo corriendo hacia la
puerta, subo las escaleras y salgo a la fría noche.
—Yo conduzco —ofrece Gavin, y miro detrás de mí para ver que trajo su bolso.
Después de escuchar lo que he visto, cree que va a necesitar ayuda médica.
Mirando a mi alrededor, me doy cuenta de que su auto es el único que hay en el
estacionamiento, así que no estoy seguro de cómo hemos llegado hasta aquí. O
en qué se fue.
—Sin, voy a necesitar que te quedes atrás. No puedes estar abriéndote puntos
de sutura — dice Gavin una vez que estamos todos arriba en su auto.
—Estoy bien.
—Ahora mismo tienes limitaciones. —Es Nick, que se sienta a mi lado en la
parte de atrás, el que habla.
—Puedo recuperarme después de que la encontremos —gruño, mirando la
transmisión en vivo en mi teléfono. No se la ve por ninguna parte. Tampoco a los
dos enmascarados. Lo miro fijamente, con mi corazón palpitante esperando ver
lo peor: que la arrastren de vuelta a su habitación pataleando y gritando, donde
la violarán, la golpearán, la matarán.
428
Al menos en casa de sus padres, tengo algún tipo de ventaja contra ellos. Si
la llevan a Carnage, es como si estuviera muerta. No puedo traerla de allí, pero
me aseguraré de que me maten. Entraré por sus malditas puertas, con las armas
en alto y listas. Será una misión suicida, pero no viviré sin ella. Ya no.
—¿Alguien tiene armas? —Tyson cambia de tema—. No estamos preparados.
Y no tenemos tiempo de pasar por Blackout.
Apenas tengo ropa puesta. Nicholas fue capaz de encontrarme una camiseta
y unos pantalones de chándal después de que ella se fuera. Los tomó de un
armario en una oficina de la catedral. Seguro que una vez pertenecieron a un
muerto durante la confesión. Es cuando los Lords traen a alguien a quien quiere
dar un escarmiento delante de la congregación.
—Tengo dos en la guantera. —Gavin lo señala con la cabeza—. Otro en la
consola central. Tómenlas ustedes. Yo la atenderé.
Me estremezco ante sus palabras. Mi mente pasa por un millón de escenarios
diferentes. Uno es el hecho de que podría encontrarla colgada del balcón del
segundo piso donde se escenificó el asesinato de su padre. Estarían tan enfermos
como para exhibirla así solo para demostrar algo.
Tyson abre la guantera, suelta el cargador, comprueba si hay cartuchos y me
lo pasa por encima de su hombro.
—El seguro no está puesto —me advierte.
Tomo la pistola y la apoyo en mi muslo, haciendo rebotar las rodillas. Todo
mi cuerpo vibra ahora de rabia, dolor y arrepentimiento. Si no muero esta noche,
voy a necesitar una semana de descanso después de esto. Tenían razón, mi
cuerpo acabará apagándose. Solo tiene que aguantar hasta que sepa que está a
salvo en mis brazos y cada uno de esos hijos de puta esté muerto.

429
Capítulo 60
Sin

Llegamos a la casa de sus padres, sin siquiera molestarnos en escondernos.


Gavin detiene el auto justo en la puerta principal y yo salto de la parte trasera.
Al mirar por encima de la entrada, el único auto que veo es el todoterreno de su
madre.
—¡Sin! —grita Tyson—. Espera. —Se precipita delante de mí, subiendo las
escaleras de dos en dos—. Déjame entrar primero, al menos. —Sus ojos se posan
en mi camisa—. Cristo, estás sangrando.
—Estoy bien. —Empujo la puerta, con el arma en alto. Tyson entra detrás de
mí, seguido de su padre y luego Gavin. Nos quedamos todos en el gran vestíbulo,
atentos a cualquier ruido, pero no escuchamos nada—. Tienen que estar aquí — 430
le digo a nadie en particular. ¿Por qué me iban a llamar si no? Me querían aquí.
Sea lo que sea lo que han planeado, quieren público.
Nicholas da un paso a la izquierda y se pierde de vista, solo para volver. Nos
hace un gesto con la cabeza para que lo sigamos. Al doblar la esquina, vemos un
cuerpo tendido en el suelo al pie de la escalera. Hay cristales rotos por todas
partes y sangre esparcida por el suelo. Veo dos juegos diferentes de huellas de
botas que lo atraviesan y luego siguen hacia la sala de estar. Hay pequeñas
huellas de manos que supongo que son de Elli y, por la sangre manchada, se ve
que la arrastraron lejos de aquí.
Me agacho, tomo la máscara negra y la arranco de su rostro.
—Esto... no es lo que esperaba. —Tyson es el que habla.
—¿Quién demonios es? —pregunta Nicholas.
Extiendo la mano para comprobar si tiene pulso y no lo tiene. De pie, miro
hacia abajo, a los ojos muertos, y sonrío. Mi esposa hizo eso.
—Amelia —respondo finalmente.
—¿Quién mierda es? —continua Nicholas.
—Era con quien mi padre intentó que me casara.
—¿Por qué la involucrarían los hermanos Spade? —pregunta Tyson en voz
alta.
Me encojo de hombros.
—Quién demonios sabe. Vamos. Están en la casa. Sigue el rastro de sangre.
—Una parte de mí sabe que no todo eso pertenece a Amelia. Hubo un forcejeo,
es obvio por el vidrio roto y la mesa volteada. Solo rezo para que no esté
desangrándose en alguna parte.
Levanto la pistola cuando las huellas de las botas manchadas de sangre
empiezan a desaparecer. Al entrar en la sala de estar, veo a Elli acostada en uno
de los sofás. Bajo el arma y corro hacia ella.
—¡Elli! —Está acostada boca arriba, con los brazos debajo y la cabeza
inclinada hacia los cojines—. Elli. —Agarro su barbilla y la obligo a mirarme.
Tiene los ojos cerrados, así que los abro y veo que están dilatados—. Mierda —
digo.
La agarro por los hombros y tiro de ella hasta que se sienta y su cabeza cae
sobre mi pecho. La sostengo mientras Tyson se acerca al sofá. Saca una navaja
del bolsillo y corta sus muñecas atadas.
—¿Qué le pasa? —pregunta Nicholas.
—Drogas. —Miro a Gavin—. ¿Puedes hacer algo al respecto?
431
Suspira.
—Depende de lo que le hayan dado.
Mis ojos se dirigen a Tyson mientras asiento detrás de él.
—Hay un dormitorio al final de ese pasillo. Revísalo. Si está despejado, la
quiero allí. —Él asiente y sale en esa dirección.
No sé dónde están los hermanos Spade ni por qué la han dejado aquí sola.
Pero la quiero fuera de esta habitación cuando vuelvan, antes de que empiecen
a volar las balas.
La vuelvo acostar, me quito la camiseta y empiezo a limpiar sus manos y
brazos ensangrentados. Su cuello y mejillas. La froto donde veo para asegurarme
de que no es suya. Pero cuando llego a su muslo, veo que tiene un corte. No es
profundo ni pone en peligro su vida, pero parece que sigue sangrando. Aplico
presión con la camiseta.
—¿Elli? —Acaricio su rostro—. Despierta por mí. Mírame, Elli.
Sus oscuras pestañas se abren y sus aturdidos ojos azul hielo se encuentran
con los míos, pero sé que no me está viendo.
—Eso es. Elli, esto es importante, ¿qué te dieron?
Aparta la mirada de mí y sus pestañas se agitan antes de que sus ojos se
cierren y vuelvan a abrirse, pero no responde.
—¿Tal vez un sedante? —ofrece Gavin.
Tyson vuelve a entrar en la habitación familiar y asiente.
—Está vacía.
Me pongo de pie, la levanto del sofá y lo sigo. Entro en una de las muchas
habitaciones libres, la dejo en la cama y miro a Gavin.
—Quédate aquí con ella. No importa lo que escuches ahí fuera, no la dejes
aquí sola.
—Me quedaré con ellos —ofrece Nicholas, levantando su arma—. Los
protegeré.
Tyson me sigue fuera y cierra la puerta detrás de él. No impedirá que los
hermanos entren, pero puede darle a Nicholas un segundo extra para disparar
a sus malditas cabezas.
Cuando volvemos por el pasillo, escucho voces. Nos detenemos, apoyando
nuestras espaldas en la pared, y ambos asentimos el uno al otro en señal de
comprensión.
432
—Amigo, ¿dónde diablos se metió? —gruñe uno.
—Ella estaba justo aquí —afirma otro.
—No pudo haber ido lejos. Estaba atada, por el amor de Dios. —El primero
se ríe.
—Solo ataste sus muñecas. Te dije que deberíamos haber atado sus tobillos.
No hay posibilidad de movimiento en esa posición.
—Vamos —gruñe el primero, cada vez más irritado—. Está por aquí en alguna
parte.
Reajusto la empuñadura de la pistola y la sostengo frente a mí, escuchando
el sonido de sus botas cada vez más cerca. Contengo la respiración para que no
se den cuenta de que pasamos al final del pasillo. Cuando pasa el segundo,
Tyson me hace un gesto con la cabeza y ambos salimos. Golpeo su nuca con la
culata de mi pistola. Cae como una roca al instante.
El segundo tipo se da la vuelta al escuchar la conmoción.
—¿Pero qué…?
Tyson golpea su rostro enmascarado con la pistola y también cae al suelo.
Agachándome, le arranco la máscara al tipo justo cuando Tyson se la quita al
otro. Ambos nos levantamos y nos miramos.
—¿Qué diablos está pasando? —me pregunta, tan confundido como yo.
—Ni idea —es la única respuesta que se me ocurre darle—. Pero vamos a
averiguarlo.

El l in g t o n

—Ahora esperamos. Dentro de nada estarás suplicando que follemos tu boca.


Mi corazón se hunde ante sus palabras y ruego a Dios que no sea verdad.
—¿Qué me diste? —Mi voz tiembla. Pero necesito saberlo. ¿Voy a morir? ¿O solo
desearé estar muerta?
433
—Éxtasis —responde el que metió las pastillas en mi boca.
El otro da un paso hacia atrás.
—¿Qué? —pregunta, extendiendo las manos—. No es que pueda luchar contra
eso. Pronto estará jodida.
El chico se levanta de mi pecho y por fin puedo respirar. Me pongo de lado para
aliviar la presión de mis brazos, pero no sirve de nada. Se han entumecido. Y
pronto mi mente hará lo mismo.
El que había metido la mano debajo de mi camiseta y me había dado las
pastillas, se arrodilla junto al sofá, poniéndose a la altura de mis ojos, pero sigo
sin saber qué hermano es. La parte de la malla en la máscara que cubre sus ojos
impide que los vea.
—Has sido una puta muy sucia, Elli.
Gimo.
—Es increíble lo mucho que te has creído. Lo mucho que permitiste que te
manipulara.
Frunzo el ceño. ¿Cuánto tiempo llevan los hermanos formando parte de
nuestras vidas? Sé que mi padre lleva ahí nueve años. ¿Nos han estado vigilando
durante tanto tiempo? Nunca fingí no ser estúpida por Sin. Ese hombre me hizo
idiota. Pero seguí arrastrándome, pidiendo más.
—MIERDA.
El otro grita desde el fondo de las escaleras.
—¿Está muerta? —pregunta el que está a mi lado.
No contesta. En vez de eso, le da varias patadas al cuerpo.
—¿Ella? —Mis ojos se abren ampliamente hacia el enmascarado que tengo
frente a mí—. ¿Quién... quién es ella?
Suelta una risa siniestra y saca el celular del bolsillo de su sudadera. Lo acerca
a mi rostro.
—¿Recuerdas el vídeo que te mostró Amelia?
Veo a Sin sentado en su cama en la casa de los Lords. Cierro los ojos con fuerza
y le doy la espalda, pero agarra mis mejillas y me obliga a mirarlo.
—¡Mira el maldito vídeo! —grita, haciéndome estremecer.
Al abrir los ojos, noto cómo mi cuerpo empieza a hormiguear mientras se relaja
en el sofá.
434
—Ya lo vi —susurro.
—Solo míralo. Todo. —Continúa, poniéndolo delante de mi rostro. La luz de la
pantalla me hace entrecerrar los ojos.
Amelia entra y se desnuda. Se acuesta en la cama y él ata sus brazos por
encima de la cabeza. Luego se gira para abrir la mesita de noche. Aquí es donde
dejé de verlo cuando tiré su celular de un manotazo. Abre el cajón de arriba, toma
una venda y la pone en sus ojos.
Ella abre bien las piernas, arquea la espalda y levanta las caderas. Él mete
algo en su boca y ella empieza a murmurar antes de que él cubra sus labios para
que no pueda escupirlo.
Luego se acerca a la puerta del baño, la abre y sale Chance. Parpadeo al ver
cómo se desnuda, se sube a la cama y empieza a follársela mientras Sin se apoya
en la pared, cruza los brazos sobre el pecho y los observa.
Quiero enfadarme. Enfadarme conmigo misma. Pero no puedo. Mi mente no me
lo permite. Se me nublan los ojos.
Se ríe y vuelve a meter el celular en su bolsillo.
—Deja que te trague, Elli. —Pasa la mano por mi rostro e intento apartarlo, pero
no puedo. Vuelve a meterse dentro de mi camiseta y agarra mis pechos con
brusquedad, la tela pellizca mi cuello mientras lo estira—. Cuando estés bien y
lista, empezaremos la fiesta. —Retira la mano, se levanta y sale de la habitación
con el otro tipo, dejándome sola.
Lo último que tengo en mente es lo que Sin me dijo cuándo le mencioné el video
con Amelia.
—Puedo explicarlo...
Ojalá al menos lo hubiera dejado intentarlo.

435
Capítulo 61
Sin

Abofeteo al tipo que até a la silla. Su cabeza se mueve hacia la derecha antes
de levantarse. Parpadea y sus ojos verdes miran sin rumbo antes de posarse en
los míos.
—¿Qué...? —Da un tirón de la cuerda que ata sus manos al respaldo de la
silla y los tobillos a las patas.
Le doy otra bofetada solo porque puedo.
—Mierda —grita, mirándome. Sus ojos se agrandan y jadea. Sentado y rígido,
mira de mí a Tyson, que está de pie a mi lado—. Sin... estás muerto.
—Ya te gustaría. —Le doy un puñetazo tan fuerte esta vez que tira la silla
hacia atrás, inmovilizando sus brazos detrás de ella.
436
Sus gritos llenan la habitación y me acerco a él. Aprieto su estómago con mi
zapato y lo sujeto. Y para añadir más peso, apoyo mi cuerpo en él, apoyando el
antebrazo en mi muslo.
—De-ten-te —jadea—. Por favor.
—¿Dónde están los hermanos Spade? —Lo ignoro. Todavía estoy tratando de
averiguar qué diablos está pasando. Me llamaron. Pero cuando llegamos, Amelia
estaba muerta con una máscara y descubrimos que los otros dos enmascarados
son Chance y Holland... La mierda no cuadra.
—¿Quiénes? —Rechina los dientes, echa la cabeza hacia atrás y vuelve a
gritar. Su cuerpo lucha contra la posición en la que se encuentra sin tanta
suerte.
—Voy a cortar tu maldita garganta y ver cómo te ahogas en tu propia sangre
si no empiezas a hablar —le advierto, apretando más el pie en su estómago,
aplastando sus brazos debajo de la silla. Espero rompérselos—. Tyson. —
Extiendo la mano libre y él me tiende una navaja abierta.
La deslizo por el pecho de Chance, colocando la punta de la navaja en su
cuello justo debajo de su oreja y consigo unos dos centímetros antes de que grite.
—Para. Para. Por favor. Por favor, para. Por favor. De acuerdo. —Está
llorando.
Sonrío cuando veo el pequeño reguero de sangre que corre por el lado de su
cuello hasta la alfombra que tiene debajo.
—¿Dónde están los hermanos Spade? —Empecemos con algo fácil. Debería
haber sabido que no eran ellos cuando salimos del pasillo. Los hermanos no son
tan condenadamente estúpidos.
—No sé quién es. —Está sollozando, la saliva vuela de su boca, solo para
aterrizar en su rostro—. Lo... juro.
Miro a Tyson y se encoge de hombros. Echo un vistazo rápido a Holland y
sigue fuera de sí. Su rostro está destrozado por la pistola de Tyson.
—De acuerdo, probemos esto. —Quito el pie de su estómago y respira hondo
antes de sollozar por el gran peso que ya no tiene—. ¿Por qué diablos está Amelia
muerta al final de las escaleras?
—Elli la mató. —Confirma lo que ya pensaba.
—¿Tuviste algo que ver con eso? —Si no, ¿por qué demonios iba a estar aquí
esa perra?
Asiente. 437
—Explícamelo —exijo.
Chance traga saliva.
—Tu padre vino a verme. Me exigió que me asegurara de que no persiguieras
a Elli.
—¿Fue antes o después de que hicieras un trato conmigo? —pregunto.
Cierra los ojos con fuerza y suelta un suave sollozo.
—Antes.
—Así que por eso acudiste a mí. —Asiento, soltando una risa áspera—. Hiciste
un trato con mi padre y fingiste ayudarme.
—Siempre se supuso que me casaría con ella —se apresura a decir—. Cuando
James estaba vivo. Él y Linc me traían... me hacían mirar.
—¿Qué diablos quieres decir con que te hicieron mirar? —grito. Algo me dice
que él no tenía ningún problema en verla hacer cualquier cosa.
—James esperaría hasta que ella estuviera jodida. Le daba órdenes. La
convertía en una puta esclava y ella hacía todo lo que él quería. Me hicieron
mirar porque Linc dijo que la estaba entrenando para mí.
Doy unos pasos, cerrando el pequeño espacio que nos separa, y pateo su
rostro como si fuera el pateador de un equipo de la NFL y este partido dependiera
de mí.
Su cabeza se inclina hacia un lado y la sangre salpica el suelo. Empieza a
ahogarse y su cuerpo se convulsiona.
Me agacho, levanto la silla y la pongo en posición vertical. Agarro su rostro
destrozado, pellizco su piel ensangrentada y le exijo:
—Sigue. —Lo único que me alegra haber mantenido en secreto es que Elli y
yo estábamos casados. La llamé mi mujer un par de veces, pero nunca pareció
tomárselo en serio. Ahora sé por qué. Todo el tiempo pensó que se iba a quedar
con mi chica—. Habla. —Sacudo su rostro y escupe sangre de su labio partido.
—Yo... y Amelia les tendimos una trampa a ti y a Elli —respira
profundamente—, en Blackout aquella noche. Le di el vídeo que necesitaba para
enfrentarse a Elli en el baño. Necesitaba a Elli enfadada contigo. Si no, ella se
lanzaría contra otro. Por lo tanto, necesitábamos molestarte a ti. —Llora
suavemente—. De lo contrario, ella no iba a alejarse de ti. Necesitaba que te
alejaras de ella.
Pienso en sus palabras durante un segundo.
—Mi hermana mencionó el vídeo. —El maldito gime—. Incluso te pregunté
438
qué quiso decir con lo de James y Linc, y dijiste que no lo sabías.
—Lo siento. —Solloza, su cuerpo tiembla incontrolablemente.
—Lo sé. —Soltando su rostro, le doy una palmada en el pecho—. ¿Pero por
qué aquí? ¿Por qué esta noche? Dijiste que me dabas por muerto. —Froto mi
barbilla.
Asiente, sorbiéndose los mocos.
—Recibí un mensaje de que habías muerto...
—¿De quién? —exijo, haciéndolo saltar.
—Era un número desconocido. —Llora—. Pensé que eran los Lords.
—¿Y?
—Y llamé a Holland, preguntándole si era él quien lo había enviado. —Se
detiene para tomar aliento—. Dijo que no, pero que estaba en deuda con Elli por
lo que le hiciste a Marcus por su culpa. Y como estabas muerto... —No termina
la frase. Pero puedo atar cabos.
Tomo la navaja y apuñalo su muslo. Echa la cabeza hacia atrás, gritando.
—Concéntrate, Chance. —Golpeo su rostro ensangrentado lo suficiente para
llamar su atención—. Presta atención.
Sus ojos inyectados en sangre se encuentran con los míos, la saliva corre por
sus labios reventados mientras muestra los dientes por el dolor. Retiro la navaja,
haciéndolo sollozar.
—Entonces, ¿qué? ¿Cómo sabían que estaba aquí?
—Llevamos más de una hora esperando a que volviera a casa. Holland y yo
estábamos aquí. Amelia estaba en la otra casa. Sabíamos que una vez que le
notificaran que habías muerto, volvería a casa. —Aspirando profundamente,
cuelga la cabeza.
Miro a Tyson, que ha permanecido en silencio mientras obtenía la información
que necesitaba, y finalmente habla:
—¿Con qué la drogaron?
—Éxtasis —dice con voz temblorosa.
—¿Le diste algo más? —pregunto rechinando los dientes. No quiero que pase
otros dos días infernales como la última vez. Fue una tortura para ella y para
mí, no poder ayudarla. Estar indefenso ante la persona que amas es otro tipo de
infierno. 439
—No. —Me mira a través de sus pestañas húmedas y arqueo una ceja—. Te
lo juro. Solo queríamos que...
—¿Queríamos qué? —Tyson suelta un chasquido, listo para acabar con esto.
—Que suplicara. —Cuelga la cabeza—. No muerta.
—Tyson. —Le hago un gesto con la cabeza hacia Chance, y él camina detrás
de él.
Chance levanta la cabeza y me mira con los ojos muy abiertos.
—No lo sabía —se apresura a decir—. Estabas muerto.
—Y sin embargo, aquí estoy. —Extiendo los brazos.
Tyson agarra el cabello de Chance y tira de su cabeza hacia atrás. Paso la
punta de la hoja lentamente por su cuello, haciendo exactamente lo que dije que
haría. Retrocedo y miro al bastardo desangrarse en el suelo con una sonrisa en
mi rostro.
Capítulo 62
Sin

La llevo de vuelta a casa y la meto en la cocina. La única luz encendida está


sobre los fogones, lo que me permite ver la isla y sentarla en un taburete.
—Siéntate aquí —le digo, me dirijo a la nevera para buscar agua.
Camino hacia ella y veo que está inclinada, con su pecho y rostro apoyados
sobre la isla de mármol y los brazos extendidos delante de ella. Dejo la botella y
enciendo la luz, pero me quedo inmóvil al ver a un hombre sentado en la cabecera
de la mesa, y no es su padre.
—¿Qué diablos quieres? —gruño.
Golpea la mesa con los dedos y ladea la cabeza. Sus ojos azules se posan en
Elli, y me pongo delante de la isla para impedir que la vea.
440
—No creo en el amor —afirma, y resoplo—. Algo tan puro no puede sobrevivir
en el infierno. Pero sí creo en la venganza.
—¿Por qué estás aquí? —Ya he tenido todos los acertijos que puedo soportar
esta noche. Estoy malditamente dolorido y agotado. Solo quiero limpiarnos a los
dos y meterme en la cama con mi esposa, sabiendo que está sana y a salvo.
—¿Sabes por qué llamé a Tyson y le dije que te trajera de vuelta después de
tu primera reunión con nosotros en Carnage?
—No. —No me importaba.
—Mis hermanos y yo no dirigíamos Carnage cuando trajeron a Nicholas. No
hasta más tarde. Pero nos parecía extraño que en todos esos nueve años que
había estado allí nadie hubiera preguntado nunca por él. Hasta que apareciste
tú.
Frunzo el ceño y me acerco a la mesa.
—¿Qué quieres decir?
—No habíamos preguntado a quién querías porque no importaba. No
entregamos a nadie. Nadie tiene un pase. Pero tú... —Se sienta más erguido—.
Apareces con Tyson, exigiendo ver nuestra lista, y cuando te decimos que no, te
vas. Al día siguiente recibimos una llamada. Alguien pregunta por un Lord.
¿Sabes con qué frecuencia recibimos llamadas de personas que quieren saber la
situación de alguien en Carnage?
—¿Cuántas?
—Nunca.
—¿Quién era? —pregunto, mirando por encima de mi hombro para verla aún
extendida sobre la isla. Rápidamente escaneo la habitación para asegurarme de
que los otros dos no están aquí también. Ahora estoy aquí solo. Gavin nos dejó
a Elli y a mí y su padre se quedó en la casa con Tyson para limpiar el desastre
de cadáveres que hicimos.
—Tu padre —responde, llamando mi atención una vez más.
Lo miro y frunzo el ceño.
—¿Cómo ha...? —Por supuesto. Le pregunté por Carnage. Si sabía de ellos,
pero nunca le dije quién o qué quería. Gracias a Dios por eso. Podría haberse
adelantado a mí para llegar a Nick y asegurarse de que estaba muerto de verdad
de alguna manera. Asegurándose de que nunca supiéramos la verdad de lo que
mi padre hizo para encerrarlo.
—No creo en las coincidencias —continuó—. Así que volvimos a llamarte para
441
una reunión, y no te imaginas, querías al mismo Lord por el que él llamó. —
Cruza los brazos tatuados sobre su pecho y se recuesta en la silla—. Decidimos
que lo entregaríamos a cambio de ti. Sinceramente, no pensamos que lo harías.
—Inclinando la cabeza hacia un lado, pregunta—: Por cierto, ¿cómo te sientes?
—Sus ojos se posan en mi camiseta ensangrentada.
No contesto, lo que lo hace soltar una risa siniestra.
—Sí, duele como una mierda. Eso es lo que tiene que doler.
—¿Qué quieres? —Prefiero no volver a hablar de esta situación. Y vino aquí
por otra razón que no es por qué me dejaron hacer un trato para liberar a
Nicholas.
—La única razón por la que eres libre de follarte ese coño —señala a Elli con
la cabeza—, es porque su padre ofreció a su esposa.
Mis manos se cierran en puños.
—Ve al grano —exijo. Esto no es nuevo para mí.
—Tu padre no pudo mantener la boca cerrada desde que lo dejaron. Habla y
habla de su socio.
¿Socio? ¿De qué mierda está hablando? ¿A quién más tengo que cazar y matar
para asegurarme de que mi esposa esté a salvo?
—Al principio pensamos que se refería a tu madre, pero empezó a soltar
nombres. Adivina quién era uno de ellos.
Elli gime y miro por encima de mi hombro para ver cómo pasa las manos por
su cabello para apartarlo de su rostro. Pero sigue con los ojos cerrados.
—¿Quién? —pregunto, dispuesto a terminar de una vez.
—Chance.
Mi espalada se endereza y él golpea la mesa con sus nudillos tatuados.
—Así que planté un micrófono.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Me aseguré de que se enterara de que habías fallecido. —Me sonríe,
mostrando sus dientes blancos. Contrasta con la tinta negra que rodea su cuello
hasta la mandíbula.
—¿Qué? —exclamo, acercándome a la mesa. Por eso el rostro de Chance se
puso blanco cuando me vio y dijo que estaba muerto. Estaba tan seguro de que
había muerto—. ¿Por qué...? —Se me corta la voz y respiro profundamente—.
Querías que fuera tras Elli. —La usó como cebo—. Hijo de puta...
442
—Funcionó, ¿verdad? —La mira a ella todavía desmayada.
—Podría haberla matado. —La señala.
—A mí me parece que está viva. Un poco ida —se encoge de hombros
despreocupadamente—. Pero respira.
—Podría haberlo hecho. Mierda. La drogó. Quién sabe lo que le habría hecho
si no hubiera llegado a tiempo —grito, mi garganta arde. Que se joda por jugar
a esto conmigo. Mi esposa está fuera de los límites.
—Me aseguré de que fueras consciente de la situación...
—¿Situación? No me dijiste dónde estaba. Pensé que ustedes la tenían.
Resopla ante eso.
—Si fuéramos a llevarnos a tu esposa, lo último que haríamos sería avisarte.
Ella simplemente... desaparecería.
Ese pensamiento hace que mi pecho se oprima y doy un paso atrás,
acercándome de nuevo a ella.
—Lo que le pasó a Nicholas fue desafortunado. Y no nos gusta que nos hagan
quedar como tontos. —Sus ojos se dirigen a mi esposa mientras ella hace otro
ruido que suena más como un gemido—. Y Elli realmente era una inocente. —
Sus ojos vuelven a los míos—. Estoy a favor de la venganza brutal, pero no
cuando no es merecida. Así que... —Se levanta de la cabecera de la mesa—.
Tómalo como la ofrenda de paz que es. Ella tiene a su padre y a ti. Por no
mencionar que te he presentado a un enemigo que no sabías que existía. Ahora
mataste a cada persona que ha lastimado o planeado lastimar a tu esposa. Diría
que nuestro negocio terminó. —Caminando hacia mí, me tiende una caja negra
que no había notado que llevaba consigo—. Toma, querrás esto.
—¿Qué es esto? —Estoy harto de sorpresas.
—Es el teléfono de tu padre. Tiene contenido interesante. —Pasa junto a Elli,
sin molestarse siquiera en mirarla, y va a salir de la cocina.
—¿Mi padre y su madre? —pregunto, necesitando saberlo.
Hace una pausa, esperando un segundo para decidir si quiere decírmelo o
no.
—Los dos siguen vivos. Por ahora. Pero no te preocupes, te doy mi palabra de
que nunca abandonarán Carnage. Los chicos ya han descubierto que su madre
es útil, y disfrutan con la forma en que tu padre suplica. —Sonríe—. Ahora 443
disfruta de tu esposa, sé que yo lo haría. —Se da la vuelta y sale de la cocina.
Escucho la puerta principal abrirse y cerrarse segundos después.
Deslizo el teléfono de mi padre en un cajón de la cocina; volveré a buscarlo
más tarde. Me acerco a Elli, la agarro por los hombros y levanto su rostro y pecho
de la isla. La levanto en brazos y tomo el agua para llevarla al baño principal.
Me siento en el borde de la bañera de hidromasaje y la sujeto con un brazo
mientras con el otro abro el grifo. Cuando el agua está donde sé que le gusta, me
levanto y la dejo en el borde.
Su cabeza cae hacia delante y sujeto sus mejillas para que no se mueva.
—Elli, necesito que me ayudes un poco, ¿de acuerdo?
Los ojos pesados se abren y miran a su alrededor sin rumbo.
—¿Sin?
—Necesitas un baño, Elli. Está bien. Tengo que limpiarte. —Alcanzo el
dobladillo de su camisa y la subo por su cabeza. Luego desabrocho su sostén y
lo tiro al suelo. La levanto y la sujeto con un brazo mientras con el otro le
desabrocho los jeans. Consigo bajarlos por sus piernas y la levanto antes de
meterla en la bañera. La limpio y la meto en nuestra cama. Luego me ducho y
me lavo antes de unirme a ella, porque tengo problemas para mantener los ojos
abiertos. Me estoy desmayando. Estoy harto de este día. Espero que mañana sea
mejor.

El l in g t o n

Abro los ojos, un poco confundida, pero solo tardo un segundo en darme
cuenta de que estoy de nuevo en casa. La luz de la mañana se filtra por la
ventana. Miro a mi derecha y veo a Sin boca abajo, con los brazos bajo la
almohada, profundamente dormido. Recuerdo fragmentos de la noche anterior.
Como en la bañera: él lavándome y yo llorando, confundida por su presencia. Me
dijeron que había muerto. Él seguía asegurándome que no se iba a ir a ninguna
parte y que yo estaba a salvo mientras lo abrazaba con fuerza. Tenía miedo de
dejarlo marchar. De que desapareciera.
444
Tengo un ligero dolor de cabeza, pero aparte de eso, me encuentro bien. Me
meto debajo de las sábanas, paso mis manos por mi cuerpo, para encontrarme
desnuda y me pregunto si tuvimos sexo. Si es así, no me acuerdo. Siento el
cuerpo tenso, me duelen los músculos. Pueden haber sido las drogas o un buen
polvo.
La idea me hace bajar la mano entre mis piernas. Paso los dedos sobre mi
coño y estoy mojada. Muy mojada. Mi coño suplica que lo follen. Para venirse.
Meto un dedo y me decepciono al no sentir dolor. Que mi esposo no se
aprovechara de mí anoche mientras estaba jodida. Probablemente porque estaba
demasiado cansado. O tal vez estaba herido. Pasó por muchas cosas en Carnage.
Mirándolo una vez más, muerdo mi labio. No quiero despertarlo. Tiene que
estar agotado. Rodando en dirección contraria, abro el cajón superior de mi
mesita de noche y saco mi vibrador plateado. Ahora mismo esto servirá.
Acostada boca arriba, lo meto entre mis piernas y lo enciendo. Se me escapa
un gemido, tapo mi boca con la mano libre y echo un vistazo a Sin. Por suerte,
no se movió.
Cierro las piernas, intentando ahogar el sonido vibrante. Funciona un poco,
pero aún se escucha lo potente que es. Lo froto hacia delante y hacia atrás sobre
mi piercing. No necesito un orgasmo estremecedor, solo algo que me mantenga
unos días, quizá una semana. Lo que tarde en recuperarse de lo de los hermanos
Spade. Me pregunto si los mató...
Aparto ese pensamiento de mi mente y respiro profundo. Concéntrate, Elli.
Piensa en Sin, atándote en el sótano. Mi clítoris palpita. Eso es. Forzando su
polla en mi garganta. Trago saliva al pensarlo, imaginando la saliva escapando
por la comisura de mi boca mientras me dice que soy su buena chica y lo bien
que lo aguanto.
Arqueo la espalda, mi mano mueve el vibrador más deprisa. Mis dedos se
hunden más en mis mejillas para mantenerme en silencio.
Mi respiración se entrecorta y mi cuerpo se pone rígido. Me vengo,
mordiéndome la lengua, y luego me relajo en la cama. Me quedo un segundo
mirando al techo, con el vibrador aún en mi mano, pero lejos de mi coño.
Extiendo la mano, lo dejo sobre la mesita y cierro los ojos. Ruedo hacia el otro
lado, suspiro, me acomodo y abro los ojos.
Suspiro y miro unos ojos azules. Muerdo mi labio con nerviosismo, sabiendo
que probablemente acaba de ver cómo me masturbo. 445
—Buenos días —digo—. ¿Cómo te encuentras?
Extiende la mano, agarrando la parte de atrás de mi cuello y me hace rodar
sobre mi estómago antes de que pueda reaccionar. Mi cuerpo está demasiado
flojo en este momento. Todavía siento los efectos del éxtasis, por no hablar del
orgasmo que acabo de tener. Sus rodillas separan piernas sin esfuerzo y me
obliga a levantar mi trasero.
—Sin...
Me da una palmada en el culo.
—He visto cómo te excitabas, pequeño demonio.
Gimo, con los dedos clavados en la sábana ajustable.
—Eso no volverá a suceder. —Sus nudillos recorren mi coño expuesto,
cubriendo sus dedos con mi excitación. Luego desaparecen y escucho chuparlos
un segundo después—. Me encanta desayunar el sabor de mi esposa —
murmura, haciéndome gemir—. ¿Quieres venirte, Elli? Haré que te vengas.
Pídemelo amablemente. —Golpea mi coño, haciéndome gritar, e intento
apartarme de él, pero su mano envuelta en mi nuca me mantiene inmovilizada.
—¿Por favor? —musito.
—Otra vez. —Abofetea mi coño.
Jadeo.
—Por favor... haz que me venga.
Introduce dos dedos hasta el fondo y yo empujo contra ellos mientras él añade
otro, abriendo mi coño.
—Sabes que una vez te vi atarte y venirte.
—Oh, Dios. —Me balanceo contra sus dedos al escuchar sus palabras,
haciendo que mi coño se apriete alrededor de ellos.
—Tenía tantas ganas de sujetarte y follarme esa boca tuya. Castigarte por
tocar lo que es mío. —Retira los dedos y me tenso, pensando que va a
abofetearme de nuevo, pero en lugar de eso siento su polla contra mi coño antes
de que empuje dentro de mí, haciendo que mi respiración se entrecorte. Se
inclina hacia delante, se apoya en mi cuerpo, acerca la boca a mi oreja y suelta
un gemido mientras me penetra profundamente, abriéndome de par en par para
acomodar su enorme tamaño. Susurra—: A partir de ahora, si te masturbas,
serás castigada, Elli. ¿Lo has entendido? —Retrocede y me embiste con fuerza.
—Sí —grito.
—Soy dueño de este coño, este culo y esta boca. —Retira las caderas y vuelve 446
a empujar hacia delante, haciendo que la cama choque contra la pared—. Dilo
—me ordena, agarrando mi cabello con una de sus manos y apretándolo con
fuerza, haciéndome gemir—. Di soy tuya, Sin.
—Soy... tuya, Sin. —Jadeo, lamiendo mis labios—. Por favor, haz que me
venga — añado, con esa sensación creciendo una vez más.
Besa suavemente un lado de mi rostro mientras su mano libre se desliza por
debajo de mí y rodea mi garganta.
—Te vendrás, pequeño demonio —gimo—. En mi polla, luego en mis dedos y
por último en mi rostro. —Su mano aprieta, quitándome el poco aire que tenía—
. Vamos a pasar todo el día en esta cama y me aseguraré de que nunca olvides
que eres mía.
Epílogo
Sin

Estoy en el estudio de mi padre, en la casa de mis padres. Su celular está


sobre el escritorio, pausado en un vídeo de mi esposa. Es el quinto vídeo que veo
hasta ahora. Todos iguales. Algunos James se los envió a mi padre. Otros los
grabó él mismo. En otro sale Linc.
El que tengo abierto en particular es uno en el que nunca pensé. Es Chance.
Está sentado en la oficina de James y mi esposa está inclinada sobre su
escritorio. James follando su coño mientras la polla de Lincoln está en su
garganta.
Nunca le pregunté a Elli a qué se refería mi hermana cuando irrumpió en mi
dormitorio y habló de Amelia diciendo que yo le había contado que James y Linc 447
se la estaban follando. Cuando me di la vuelta para preguntárselo a Chance,
fingió no saber nada. Pero lo sabía. El maldito bastardo estuvo allí. Grabándolo.
La cosa era que Elli nunca me dijo cómo o cuándo se la había follado Linc. Nunca
le pedí que me diera detalles y ella nunca los ofreció.
Cuando acabaron con ella, la tiraron al suelo donde yacía, desnuda de cintura
para abajo, apenas consciente. Estaba drogada.
El vídeo termina y yo dejo caer la cabeza, pasando las manos por mi cabello,
mi cuerpo tiembla de furia. Se terminó. Pero saber eso no es suficiente. Hay tanto
que ni siquiera recuerda, ¿cuánto hay que nunca sabremos?
Poniéndome de pie de un salto, empujo todo de su escritorio y observo cómo
cae al suelo. Tomando un pisapapeles, lo tiro por la habitación y rompo una foto
enmarcada que tiene de nuestra familia. Fue después de mi primer año en
Barrington. Quién sabía cuánto tiempo llevaba violando a Elli. Cuántas veces la
había visto desnuda y la usó.
Me acerco a él, lo arranco de la pared y lo golpeo contra el escritorio, hasta
que no queda más que cristales rotos y madera astillada. Saco la foto de entre
los restos y la hago pedazos. Luego me doy la vuelta y agarro sus palos de golf,
golpeándolos contra la pared. Una y otra vez, disfrutando de los agujeros que
deja.
Lo tiro al otro lado de la habitación, me dirijo a su caja fuerte y tecleo el
código, esperando que no lo haya cambiado desde la última vez. Se abre y tomo
la caja que contiene fotos de mi esposa desnuda. Tiro su celular en la caja y salgo
furioso del estudio, cuando se abre la puerta y me detengo.
Unos ojos azules recorren toda la habitación destruida antes de posarse en
los míos.
—Sin….
Sus ojos caen al suelo y me doy cuenta de que se cayó una foto de la caja. Va
a recogerla y la piso, ocultando a Elli desnuda de su vista. Da un paso atrás y
sus ojos llorosos vuelven a encontrarse con los míos.
—Me lo dijo mamá —susurra mi hermana—.Traté de llamar a Elli... —hace
una pausa y no tengo nada que decir.
En la última semana han salido a la luz muchas cosas y llevará tiempo
superarlas. Sabe lo que siento por mi padre, pero Elli sigue sintiéndose
avergonzada. No sabía cómo se sentirían mi madre y mi hermana cuando se
enteraran que mi padre la violó y, por lo que saben, yo lo maté. Lo último que
quiero es que se enteren de los hermanos Spade.
448
—¿Le dirás que me llame? —pregunta—. Que estoy aquí para ella. Para lo que
necesite.
Me agacho, recojo la foto y la meto en la caja.
—Sí. —Paso junto a ella hacia la puerta para salir, pero vuelve a hablar.
—¿Sin? —Me giro hacia ella, pero no digo nada—. Espero que le hayas hecho
pagar por lo que le hizo.
Sin decir nada más, me doy la vuelta y salgo de la casa, rumbo a casa con mi
esposa. Vamos a hacer una fogata con esta caja de fotos y a destruir este
teléfono.
Estoy en la sala de estar, con las manos metidas en los pantalones, mientras
veo a mi esposa salir al balcón de nuestra cabaña. Queríamos un fin de semana
lejos de todo. Los dos solos. Las cosas han estado tan agitadas durante tanto
tiempo. Ahora es raro, aunque las cosas aún no se han calmado. Es solo un tipo
diferente de caos ahora.
He intervenido y asumido el control en Asher Corp. No era lo que se suponía
que debía hacer, pero es lo que quiero. Yo, Elli, y Nicholas nos sentamos y
discutimos las opciones para la empresa. Como me imaginé, Elli no quiere tener
nada que ver con eso. Quiere seguir los pasos de su madre como terapeuta
sexual. Al principio no estaba seguro de lo que pensaba al respecto, pero me
explicó que desearía haber podido tener a alguien con quien hablar todos estos
años y no pude negar que yo también deseaba tenerlo.
Mis ojos recorren sus tacones rojos de quince centímetros y sus piernas al
descubierto hasta el dobladillo de su vestido negro de cóctel. Tenemos reserva
para cenar dentro de una hora. La encuentro asomada al balcón, mirando por
encima de las luces de la ciudad al pie de la colina. Mi polla se endurece al ver
que su tanga a juego está empapada con mi semen goteando de su coño. Amo a
mi esposa y haría cualquier cosa por ella, pero siempre le recordaré que me
pertenece. Que ningún otro hombre puede ponerla de rodillas como yo. Hacerla
suplicar como yo. 449
La vida no es normal, pero creo que para nosotros es lo más parecido que
habrá nunca. Ha vuelto a Barrington; incluso asiste a su clase de psicología de
la sexualidad humana. Hay un nuevo profesor desde que maté a David, y yo la
acompaño y me siento en su asiento cada vez que está allí leyendo lo que todos
creen que es una escena imaginaria. Es la mayor excitación que he
experimentado nunca. Saber que las anotaciones del diario son sobre ella y sobre
mí. Es como nuestro pequeño secreto del que nadie forma parte.
También me gusta ir para incomodar a Mack. Recordarle que no joda con mi
esposa. Le di una paliza hace unas semanas. Fui a su casa y rompí su nariz y
mandíbula. Se merecía que le recordara que lo que le hizo a ella no será
permitido. Sé que Holland era el que quería hacerla sufrir por mi culpa, pero
Mack tuvo la oportunidad de advertirle de lo que realmente se estaba llevando
esa noche en la fiesta y no lo hizo. Eso merecía consecuencias.
Suena un celular y saco el mío, esperando que sea otra llamada de trabajo,
solo para darme cuenta de que es el suyo. Levanto la vista y la veo sacarlo de su
bolso.
—Hola, papá.
—Hola, princesa. ¿Qué haces? —Lo escucho en el altavoz.
—A punto de ir a cenar —afirma—. ¿Todo bien?
—Sí, sí. Lo siento. No quería interrumpir tus vacaciones...
—Está bien —le asegura, sacando el culo mientras se apoya en la barandilla.
Humedezco mis labios, pensando en arrodillarme detrás de ella y enterrar mi
rostro en su coño excitado.
—¿Qué está pasando? —le pregunta Elli.
—Tamara y yo vamos de camino a París —responde él.
Le preste el jet de mi padre. No es que lo vaya a necesitar más. Su madre
había vendido el jet de Nicholas después de que ayudara a preparar su muerte.
Pensé que era lo menos que podía hacer por él.
—Me preguntaba... —Se aclara la garganta, sonando nervioso de repente—.
¿Si a Easton y a ti les gustaría cenar con nosotros cuando regresemos?
Ella ha estado deseando conocer a su novia, pero no estaba segura de si él
quería que se conocieran o no. Su novia no tiene ni idea de que era un Lord, o
de que existimos. Después de asegurarnos de que todas las amenazas estaban
controladas, le conseguí una nueva identidad. Jenkins Lancaster es solo un
hombre común que trabaja duro todos los días en Asher Corp, persiguiendo el
sueño americano. Despedí a todos los empleados de Asher Corp que lo conocían 450
o podían reconocerlo, incluyendo a cualquiera de la junta directiva. Jenkins se
mantiene detrás de las escenas en su mayor parte, pero nunca se puede ser
demasiado cuidadoso. Pensé en darle la identidad de su hermano, pero se
merecía un nuevo comienzo. Un nuevo nombre que no estaba manchado con un
registro pasado y la deuda.
—Sí. —Su voz se quiebra y se aclara la garganta, recuperándose—. Eso sería
genial.
—De acuerdo, volveremos el domingo. Estamos a punto de despegar, Elli.
Saluda a Easton de mi parte y nos vemos cuando volvamos. Te quiero.
Va a decirle que ella también lo quiere, pero él ya colgó. Cuando vuelve a dejar
el teléfono en su bolso, escucho el sonido del mío, que indica que hay un
mensaje.
Lo saco para leer el mensaje.
DESCONOCIDO: Tenemos que hablar.
Frunzo el ceño y leo por encima.
—¿Va todo bien?
Vuelvo a guardar el celular en mi bolsillo sin responder. Puede esperar.
—Sí —respondo, viendo que ahora se ha dado la vuelta, mirándome, pero aún
en el balcón—. Todo está bien.
Sonriendo, se aparta de la barandilla y camina a través de las puertas de
cristal abiertas. Me quedo donde estoy, dejando que venga hacia mí. Mis ojos se
posan en el corte en V de su vestido, que deja ver sus increíbles pechos. Siguen
perforados. Le encanta que juegue con ellos. Especialmente últimamente. Están
muy sensibles.
Se acerca a mí y deja su bolso en el sofá de cuero blanco a mi izquierda antes
de envolver sus brazos alrededor de mi cuello.
—Llamó mi padre.
—Lo escuché.
—Escuchando mis conversaciones, ¿eh? —Arquea una ceja oscura.
—Sí. —Asiento, levantando la mano y apartando el cabello rubio de sus
hombros para que caiga por su espalda y poder ver su precioso rostro.
—Quiero decírselo. —Habla en voz baja, como si fuera a decirle que es una
mala idea. Pues no.
—¿Sabes lo que quiero? —le pregunto.
451
Ella ladea la cabeza, frunciendo el ceño ante mi pregunta.
—¿Qué?
Me agacho, agarro sus suaves muslos y la levanto. El vestido se sube y deja
expuesto su trasero mientras sus piernas se envuelven alrededor de mi cintura.
—Sin —jadea mientras la acuesto en la cama a mi derecha. Abre sus piernas
para mí, me arrodillo entre ellas y subo el vestido para dejar al descubierto su
creciente vientre. La mayoría aún no lo notaría, pero yo sí.
Me inclino y la beso suavemente; ella pasa las manos por mi cabello y arquea
la espalda.
—Sin...
—Voy a llevar a cenar a mi esposa embarazada, pero antes vas a sentarte
sobre mi rostro hasta que te vengas. Quiero que seas lo que pruebe cuando
estemos sentados a la mesa.
Ella gime.
—¿Qué te parece, pequeño demonio? —Desciendo mis labios hasta su tanga
y tiro hacia un lado, dejando a la vista su húmedo coño.
—Increíble. —Sus caderas se agitan y sonrío.
—Suplícamelo, Elli —ordeno en voz baja, besando suavemente la parte
interna de su muslo, sabiendo que la volverá loca. A mi esposa le gusta que se
la follen, que la tomen, que la posean—. Suplícame que te excite.
—Por favor. —Jadea, sus caderas se agitan mientras sus dedos se clavan en
mi cuero cabelludo, tratando de forzar mis labios donde ella quiere.

El l in g t o n

Hace un mes que nos fuimos de vacaciones. No hemos parado desde que
volvimos. Pero no me gustaría que fuera de otra manera. Sonriendo, miro mi
anillo de boda. Sin siempre será mi diablo. Y yo siempre seré su pequeño
demonio que elegirá arder con él. Es lo que somos. 452
Una mano sube y baja por mi muslo y sonrío, mirando a Sin, que está sentado
a mi lado. Hemos invitado a mi padre a comer. Él está sentado frente a nosotros
en la mesa de la cocina.
—No lo entiendo. —Sacude la cabeza y lee los papeles que tiene frente a él.
—La vendí —le explico—. Sin ha transferido el dinero a tu cuenta. —Mi
marido le pasa el recibo de la transferencia por la mesa—. Es todo tuyo —añado.
Mi padre me mira y luego mira a Sin. Sus ojos azules se humedecen y mi
pecho se oprime.
—¿Por qué hiciste eso? —pregunta en voz baja.
—Era tu casa —respondo. Compró esa mansión cuando mi madre estaba
embarazada de mí. Volví a esa casa, allí ocurrieron tantas cosas buenas, pero
nunca volvió a ser la misma después de que asesinaran a su hermano. Allí
ocurrieron tantas cosas malas. No me sirve de nada, y sé que a él tampoco. Sin
y yo decidimos que esto es lo que queríamos hacer con él.
—Te mereces un nuevo comienzo —le dice Sin—. Tú y Tamara.
Mi padre está enamorado. La conocimos hace unas semanas y es genial. Nos
dice que planea casarse con ella. Espero que ella pueda hacerlo feliz. Que sea la
esposa que él se merece.
Toma el recibo y suspira. Había pagado en efectivo por esa casa. Fue hace
mucho tiempo, pero entonces aún costaba millones. La madre de Sin pudo
venderla por más del precio de venta, que era superior a lo que mi padre pagó
por ella hace tantos años. Ya no es un Lord y con eso viene una vida diferente
para él. Una que no se merece. Queremos ayudarlo en todo lo posible.
—Yo... no sé qué decir —susurra.
—Di que te quedarás en Pensilvania. —Ese es mi mayor miedo. Que se vaya
y no pueda verlo tan a menudo como quiero. Sé que es egoísta por mi parte, pero
quiero que forme parte de nuestras vidas y de las de nuestros hijos. Quiero que
mi familia tenga la vida que a mí me hubiera gustado tener. Rodeada de mucho
amor y apoyo.
Se levanta de su asiento y camina alrededor de la mesa. Me levanto y me da
un fuerte abrazo.
—No me iré, Elli —dice bruscamente, y siento que mis ojos se llenan de
lágrimas. Sus brazos me abrazan con más fuerza—. No me iré a ninguna parte.
—Me suelta, se acerca a Sin y comparten un abrazo de hombres. 453
Siento la primera lágrima correr por mi rostro mientras sonrío. Esto es lo que
siempre quise. Ser amada y sentirme segura.
Epílogo II
Sin

DIECIOCHO AÑOS DESPUÉS

Salgo del dormitorio y encuentro a mi esposa en la cocina.


—Buenos días, pequeño demonio —susurro en su oreja mientras me coloco
detrás de ella. Mis brazos rodean su cintura. Enterrando mi rostro en su cuello,
lo inclina hacia un lado para darme mejor acceso. Gimo y subo la mano izquierda
para agarrar su barbilla—. Estoy tan...
El sonido de la puerta abriéndose y cerrándose me interrumpe y me alejo.
—¿Quién diablos está aquí tan temprano? —murmuro. Cuando tienes dos 454
hijos adolescentes, siempre hay chicos entrando y saliendo a todas horas del día
y de la noche.
Mi esposa y yo entramos en la sala de estar a tiempo para ver a nuestra hija
corriendo por las escaleras.
—¿Dónde estabas? —pregunto.
Annaleigh se detiene a medio camino, echa la cabeza hacia atrás y suspira
antes de girarse para mirarme.
—Fuimos por café.
—¿Fuimos quiénes? ¿Y no deberías estar preparándote para ir a la escuela?
Una rubia blanquecina asoma la cabeza por el balcón del segundo piso.
—Hola, señor y señora S. —Su mejor amiga nos saluda.
—Ya estoy lista. —Nuestra hija señala sus pantalones de chándal, que
parecen tres tallas más grandes, y una camiseta. Ninguna se parece a la suya.
Nunca los había visto. Soy el tipo de padre que la mayoría de los chicos odian.
Soy muy activo en la vida de mis hijos, quieran o no. Me fijo en todo y siempre
estoy haciendo preguntas.
Nunca he creído en Dios. Pero si lo hubiera hecho, lo mandaría a la mierda.
Aquellos días pasados con Elli en el sótano intentando dejarla embarazada
funcionaron. Estaré siempre en deuda con mi suegro y con Tyson por sacarme
de Carnage. Pero Dios se rió y dijo mira esto. Me dio una hija que es como yo.
Cabeza dura, terca, y un dolor en mi trasero. Y para empeorar las cosas, dijo que
la haría igual a su madre.
—Date prisa. No quiero que llegues tarde. —Elli las ahuyenta.
Elli camina hacia la cocina y la sigo.
—Si fue a buscar café, ¿dónde estaba? —le pregunto a mi esposa.
Me lanza una mirada mordaz.
—Cálmate. Te preocupas demasiado.
—Tiene dieciocho años —señalo. Está a punto de graduarse en la escuela
secundaria. No confío en los chicos con los que sale.
Me da unas palmaditas en el pecho.
—No pasa nada.
—Buenos días.
Mi esposa se aparta para mirar a nuestro hijo. Apenas abre los ojos, sus
rostro tiene marcas rojas donde ha estado durmiendo. Tiene el cabello revuelto
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y algunos mechones caen sobre sus ojos.
—Este es el aspecto que debe tener un adolescente por la mañana —digo.
Nuestros hijos no podrían ser más diferentes en todos los sentidos. La gente
que no conoce a nuestra familia piensa que son gemelos. Pero ¿qué se puede
esperar cuando tienen la misma edad?
Cuando tuvieron edad para hablar, ya decían que eran gemelos. Nunca los
corregimos. Saben la verdad, pero para ellos son hermano y hermana. Elli es
mamá y yo soy papá, y quien no pueda entenderlo o aceptarlo, que se joda.
—¿Tienes hambre? —le pregunta ella.
—Muero de hambre —responde Brexton entre bostezos.
—¿Te acostaste tarde? —pregunto.
—Sí, estaba estudiando para un examen final. —Apoya su rostro en la
encimera y cierra sus ojos azules.
Escucho abrirse y cerrarse la puerta principal, y segundos después mi suegro
entra en la cocina.
—Buenos días. —Saluda con una sonrisa radiante.
—Papá, ¿qué haces aquí? —pregunta Elli, dándole un abrazo.
—Pensé en llevarte al trabajo —ofrece—. Todavía vamos a comer hoy, ¿no?
Elli es terapeuta sexual licenciada desde que los niños tenían cinco años. Le
dije que no tenía que trabajar, pero ella quería. Eligió tener una consulta fuera
de casa. No quería que los pacientes entraran y salieran para las sesiones. Lo
entendí y la apoyé.
—Por supuesto —responde ella.
Annaleigh entra con su amiga y golpea a su hermano en la nuca.
—Despierta.
Él se incorpora, frotándose el golpe y entrecerrando los ojos en los de ella.
—Algunos nos preocupamos de verdad por nuestras notas y estudiamos.
Ella se ríe de él, pero no discute.
—Brex, ¿quieres que hoy hagamos algo de tiro después de clase? —pregunta
Nicholas.
—Claro —responde encogiéndose de hombros.
—¿Y tú Anna? ¿Quieres venir con nosotros? —pregunta.
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—No, gracias. Tengo planes.
—¿Qué vas a hacer? —pregunto.
—Grupo de estudio —responde sin levantar la vista de su celular mientras
escribe—. La graduación es dentro de tres semanas. Tengo que prepararme para
los exámenes finales. —Su hermano resopla como si no le creyera.
Tengo que darle la razón, pero mi esposa habla antes que yo.
—¿Con quién?
—Ryann.
Al menos puedo confirmarlo. Todo lo que se necesita es un mensaje de texto.
Soy bastante cercano con algunos Lords con los que no lo era cuando asistía a
Barrington. Eso es lo que pasa cuando tienes hijos de la misma edad que van
juntos a la escuela.
—Ella no está en el último año —argumenta Brexton.
—Está en clases avanzadas. —Annaleigh pone los ojos en blanco y añade—:
Deberías dejar que te ayude. Probablemente te enseñaría algunas cosas.
Su rostro se endurece. Abre la boca como si fuera a decir algo que la enojara
aún más, pero decide no hacerlo. Toma su celular y sale de la cocina.
—No desayunaste —grita Elli, pero él no responde—. Anna...
—¿Qué? —Ella toma un trozo de tocino del plato de su hermano—. No es
ningún secreto que está enamorado de ella. Solo intento ayudarlo. —La sonrisa
que le dedica a su madre dice algo totalmente distinto—. Si va a ser un Lord,
necesita tener pelotas.
—¡Annaleigh! —la regaña su madre.
Ella ignora el tono de su madre y se gira hacia su abuelo.
—Pero mañana estoy libre. Necesito practicar para lanzar mis cuchillos.
Como dije. Es mi gemela. No estoy seguro de que Brexton pudiera dispararle
a nadie a menos que su vida dependiera de eso. ¿Pero Annaleigh? No tengo dudas
de que apuñalaría a alguien múltiples veces si trata de decirle cómo manejar.
Luego escondería el cuerpo mientras organiza un grupo de búsqueda.
—Absolutamente —dice Nicholas con una sonrisa orgullosa.
—Nos vamos a la escuela. —Entonces se da la vuelta y sale corriendo de la
cocina. Su amiga la sigue rápidamente, diciendo adiós con la mano.
—Te espero en el auto —le dice Nicholas a mi esposa—. Easton, te veré en el
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trabajo. — Asiente y nos deja solos.
—Por fin. —Extiendo la mano y la atraigo hacia mí. Acaricio su rostro, bajo
mis labios hasta los suyos y la beso, necesitando su sabor para pasar el día. Me
encantaría arrastrarla escaleras abajo y mantenerla atada en nuestro sótano
hasta mañana, pero sé que eso no va a suceder.
Se aparta y abre sus ojos azules como el hielo para mirarme.
—Sé lo que estás haciendo y no tengo tiempo.
—Seré rápido.
Suelta una carcajada.
—Sí, claro. Los dos sabemos que es mentira. —Envuelve sus brazos alrededor
de mi cuello y presiona su pecho contra el mío—. Pero los chicos no estarán en
casa este fin de semana. Se van de campamento de fin de curso. ¿Sabes lo que
eso significa?
Gimo.
—Significa que te voy a tenerte para mí solo. —Los pensamientos de lo que le
haré son interminables—. Vamos a pasar todo el fin de semana en el sótano. —
Siempre amaré a mi esposa, pero ella siempre será mi pequeño demonio que
ama ser usada. Y yo siempre seré su diablo que le dará todo lo que quiera.

Fin

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Adelanto
La ik yn

El día de tu boda se supone que es uno de los días más emocionantes de tu


vida. Al igual que mi madre, estoy a punto de casarme con un hombre que no
elegí. Que no amo. En realidad, lo desprecio y todo lo que representa: dinero,
codicia y poder son sólo algunos de ellos.
Mi madre odia a mi padre, pero ninguno de los dos podía hacer nada. Su
suerte estaba decidida, su destino sellado. Igual que el mío. Igual que el de mis
hijos. Y el de mis nietos. Somos criadas con el único propósito del poder. Control
en números.
¡A la mierda con eso!
Las mujeres en mi mundo, la sociedad secreta de los Lords, no deben
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reproducirse. No quiero hijos. El ciclo terminará conmigo. Tiene que terminar.
Los Lords solo encontrarán una manera de utilizar a sus miembros. Nos casan
para asegurarse de que aumentamos su ejército. La próxima generación de Lords
y Ladies los ayudará a apoderarse del mundo.
Estoy de pie en medio de la habitación, observando el vestido blanco en la
pared de espejos, pasando la mano por la seda de morera, una de las sedas más
finas del mundo. Respiro profundamente. Ha costado la friolera de dos millones.
¿Dos millones de dólares? ¿Por un maldito vestido?
Mi futuro esposo se lo encargó a un diseñador francés. Lo sé porque mi madre
me lo recuerda cada vez que puede.
¿Por qué iba yo a elegir algo tan importante en mi vida? Es una locura,
¿verdad? Pensar que debería poder opinar sobre lo que me pongo el día que le
entrego mi vida a otro.
Es como si pensara que su riqueza me impresionará. Es dinero manchado
con sangre. Lo sé porque es la misma fortuna con la que crecí. Nunca quise las
cosas lujosas de la vida. Sé que una persona pobre pondría los ojos en blanco
ante esa afirmación, pero es verdad. Dame una cerveza, una sudadera con
capucha barata y una gorra para ocultar mi cabello teñido de rubio con
crecimiento de tres días y seré feliz.
Pero no. Eso es inaceptable. Al uno por ciento no se le permite parecer menos
que perfecto. Al menos no en público. Me sorprende que nos dejen hablar.
Nosotras, como mujeres, bien podríamos caminar por ahí con cinta adhesiva en
la boca vestidas solo con cadenas.
Un Lord necesita una Lady pero no por las razones que puedas pensar. Es
una manera de ocultar quiénes son realmente. Tendrá polvos por todo el mundo,
pero se espera que cocinemos, limpiemos y nos abramos de piernas para él
cuando esté en casa. Adorarlo como si fuera el mismísimo Dios y dar a luz a sus
hijos.
Nunca he sido religiosa, y no voy a comenzar a adorar a un hombre ahora.
Mi hermano se acerca por detrás y mira el vestido a través del espejo.
—Al menos tiene buen gusto.
Pongo los ojos en blanco.
—Como si eso importara.
—Solo tienes que tener hijos y engordar. —Se encoge de hombros—. Entonces
se tirará a cualquiera menos a ti. Contrata a una niñera sexy y mucho más joven. 461
—Asiente para sí mismo—. Sin embargo, déjame probarla primero. Asegúrate de
que sea lo suficientemente sexy.
Sus palabras solo demuestran que todos los Lords son iguales. Ha sido un
Lord durante años, pero aún no se casó. Tiene el privilegio de follar por todo el
mundo mientras yo firmo por mi vida.
Un celular empieza a sonar y él lo saca de su chaqueta para contestar.
—¿Diga?
Suspirando, tomo la cola de mi vestido y me acerco a la ventana. No se ve una
mierda por ahí. Este lugar es antiguo. La catedral es para un Lord lo que una
iglesia es para una religión: su santuario. Guarda cien años de secretos como
un sarcófago encierra una momia.
Les fue transferido hace años: un lugar donde realizar sus rituales enfermizos
y retorcidos. En mi opinión, no tiene nada de lujoso ni especial. Podría estar
caminando por el pasillo en pantalones de chándal y una camiseta o lencería.
No importa.
No todos los Lords y Ladies están obligados a casarse aquí. Pero es donde mi
futuro esposo eligió. Quería que fuera lo más tradicional posible. Es una razón
de mierda, si me preguntas. Solo quiere hacer un espectáculo de mi familia
entregándole mi vida a él. Podríamos estar en un tribunal con un juez
sentenciándome a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional por
un crimen que no cometí.
Apoyo la mano en el frío cristal y escucho cómo cae la lluvia. Hace dos días
que llueve torrencialmente. Es como si el mundo supiera que he sido destinada
a una vida de servidumbre a un hombre al que preferiría matar antes que
arrodillarme y chuparle la polla.
Culpo a mi madre. Nos educó a mi hermano y a mí para ser fuertes y
decididos. Pero ahora ¿se supone que debo descartar todo eso y creer que voy a
dedicar mi vida a un hombre que me descuidará durante el día, pero me exigirá
que me abra de piernas por la noche?
No aceptaré eso. Merezco más. Quiero más.
Mi hermano finaliza la llamada, llamando mi atención, y me observa.
—Tenemos un problema —afirma.
Toda mi vida es un maldito problema.
—¿Qué?
—Luke despareció. 462
Resoplo.
—No juegues conmigo así. —Eso no es un problema, es una plegaria
respondida.
—Hablo en serio. —Traga saliva, mirando alrededor de la gran habitación con
nerviosismo, como si fuera a aparecer de la nada—. Él no está aquí. Nunca llegó.
Tampoco está en la casa. Desapareció.
—No estoy segura de por qué eso es un problema. —No quiero casarme con
el bastardo enfermo. Luke Cabot es el Lord de más alto rango que puedes
encontrar. Lo que hace que esto sea aún peor.
Se acerca a mí.
—Laikyn...
La puerta se abre y mi padre entra con mi madre. Cruzo los brazos sobre mi
pecho.
—¿Supongo que esta buena suerte no tiene nada que ver con ustedes dos?
Los labios inyectados de mi madre parecen afinarse un poco ante mi
comentario. Me ha dicho un millón de veces que así es nuestra vida. Que es una
“tradición” y que tengo que aceptarla. Que, en cuanto a Lord y Lady, somos de
la realeza. Mentira. Prefiero ser la perra de alguien que Lady de un Lord.
Mi padre, sin embargo, se queda mirando al suelo mientras pasa una mano
por su cabello oscuro.
—¿Papá? —pregunto, acercándome a él, sujetando el vestido con mis manos
para no pisar el dobladillo—. ¿Qué pasa?
Traga saliva antes de que sus ojos encuentren los míos. Hay una mirada de
arrepentimiento en ellos, y la esperanza invade mi pecho. Quizá se dio cuenta de
que no quiero esta vida.
Se aclara la garganta.
—Acabo de recibir una llamada...
—Por favor, dime que fuiste tú... ¿Cancelaste mi boda? —Me apresuro, mis
palabras esperanzadas.
—Lo siento, Laikyn, pero la boda sigue en pie. —Suspira.
—Pero Miller dijo que él desapareció. —Señalo a mi hermano.
—Ya no vas a casarte con Luke. —Tira del cuello de su camisa abotonada.
Recojo el vestido para no tropezar con él con mis tacones de prostituta de
quince centímetros (que también eligió mi futuro esposo) y doy un paso atrás,
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con mi corazón acelerado.
—No lo entiendo. Si no está aquí...
—Un nuevo Lord te ha elegido —interrumpe.
Mi madre cubre su boca con una mano, intentando contener un sollozo.
—No —argumento—. Eso no puede ser. —Se decidió que Luke sería mi esposo
cuando yo tenía dieciséis años, hace cinco. Las cosas como estas no se cambian
en el último momento. He vivido los últimos cinco años preparándome para este
día. Para ser su esposa. Lo que él quería. Un Lord no puede elegir casarse
conmigo, no cuando ya estoy prometida a otro.
—¿Quién? —exige mi hermano—. ¿Quién demonios haría este cambio? —
Lleva las manos a los costados.
Levanto la mano y toco las perlas que me regaló mi madre. Ella pensó que me
darían algún tipo de consuelo y yo lo reí, pero ahora me aferro a ellas como si
fueran un ancla.
—Yo... —La puerta vuelve a abrirse, esta vez golpeando la pared interior y
haciéndome saltar.
Unos ojos azules se encuentran con los míos y mi estómago se revuelve. Hace
años que no los veo, pero desde entonces persiguen mis sueños.
—Tyson —gruñe mi hermano, empujándome a un lado y sacándome de ese
recuerdo, y se coloca delante de mí—. ¿Qué estás...?
Ryat, el mejor amigo de Tyson, cierra la puerta con la misma fuerza con la
que la abrió.
Doy un paso atrás, tropezando con el vestido, pero por suerte la ventana
impide que me caiga.
—¿Cómo? —gruñe mi padre, girándose hacia él.
Tyson solo le dedica una sonrisa malvada que me recuerda lo jodido que está
en realidad.
—Déjanos —ordena.
—¡No lo haré! —Mi padre se aparta para impedir que me vean.
Tyson cierra el pequeño espacio que los separa y se inclina para susurrarle
algo a mi padre al oído. Sus ojos están clavados en los míos y, aunque gritara,
no podría escucharlo por encima de los latidos en mi pecho y la sangre que corre
por mis oídos. El sudor corre por mi frente y me cuesta recuperar el aliento al
verlo. De repente, el vestido me aprieta demasiado. El costoso material es un 464
ancla que me arrastra hacia un mar sin fondo.
Mi padre agarra la mano de mi madre y la saca de la habitación, dejándome.
Mi hermano está a punto de salir, pero Ryat agarra su chaqueta y lo empuja de
nuevo dentro de la habitación.
—Puedes quedarte.
—¡Vete a la mierda! —grita mi hermano—. O llamaré a seguridad.
—Adelante. —Tyson se encoge de hombros—. He sustituido a tus guardias
por los míos.
Levanto mis manos sudorosas.
—¿Qué... qué están haciendo aquí? —Luke nunca los invitaría a nuestra
boda. Odia a Tyson, aunque no sé qué opina de Ryat. Pero casi puedo garantizar
que no es un fan debido al hecho de que es su mejor amigo. Es esa cosa culpable
por asociación.
—Ryat. —Tyson chasquea los dedos hacia su mejor amigo, que mete la mano
en su esmoquin y saca un papel doblado. Lo empuja contra el pecho de mi
hermano.
Dejando escapar un resoplido, mi hermano lo abre y sus ojos recorren el
papel, su cuerpo se pone rígido y mi respiración se acelera.
—¿Qué pasa? —pregunto nerviosa, mi mano sudorosa continúa agarrando
las perlas que cuelgan de mi cuello.
—No —gruñe, negando rápidamente con la cabeza.
—¿Qué pasa? —Doy un paso adelante y Tyson se coloca frente a mí, su
enorme cuerpo se eleva por encima del mío. Intento apartarme, pero el vidrio
vuelve a estar a mi espalda.
El rostro de mi hermano palidece y susurra:
—Te casaras con Tyson.
—¿Qué? —Mis piernas amenazan con ceder, mi corazón se detiene por
completo—. No. Tiene que haber...
La mano de Tyson se envuelve alrededor de mi garganta y me presiona contra
el frío vidrio. Levanto las manos y clavo las uñas en la manga de su camisa
blanca.
—¡Laikyn! —Mi hermano suelta el papel y corre hacia mí, pero Ryat agarra su
cabello, tira de él hacia atrás y patea sus rodillas, obligándolo a arrodillarse.
Mete la mano en su bolsillo, saca una navaja y la abre. El sonido del chasquido 465
me corta la respiración, antes de presionarla contra la garganta de mi hermano.
—¡No! —le grito a Ryat, y mis ojos encuentran los azules de Tyson. Están
fríos. Ni siquiera estoy segura de sí el hombre siente algo. Es de lo peor que hay
en los Lords. La mayoría de los Lords se colocan estratégicamente en el mundo
para encajar mientras toman lo que quieren. Pero no Tyson. No, él dirige
abiertamente el inframundo para ellos. Se para a la luz del día, sin importarle
quién mierda lo ve—. ¿Qué quieres, maldito bastardo? —exijo. Mi cuerpo se
retuerce bajo su agarre.
—Solo a ti. Para siempre —responde simplemente.
Mis dientes rechinan y levanto la barbilla.
—¡Maldito enfermo! ¿De verdad crees que me casaré contigo? —Por él murió
mi hermana. Todos los Lords son malvados, pero él tenía algo raro—. Sobre mi
cadáver.
Una sonrisa se dibuja en su rostro, diciéndome que esperaba esto. Sabe lo
que siento por él y que nunca me entregaría voluntariamente. Me casaría con
Luke mil veces antes de entregarme a Tyson.
—O tu hermano te lleva al altar y te entrega a mí, o Ryat corta su garganta y
me entrega él mismo con la sangre de Miller.
—No lo hagas —gruñe mi hermano, y Ryat tira de su cabeza hacia atrás,
obligándolo a mirar al techo, presionando la hoja contra su cuello un poco más,
clava la punta en la piel de mi hermano, como si estuviera a punto de
rebanársela.
—No lo hagas —grito, sabiendo que lo matará aquí mismo, frente a mí. No
conozco a Ryat personalmente, pero sé lo suficiente para saber que no es de los
que bromean. Está aquí por Tyson y hará lo que él le diga solo para probar un
punto. No pude salvar a mi hermana, pero haré lo que sea para salvar a mi
hermano—. Lo... haré. —Mi pecho se oprime al pronunciar las palabras, me
cuesta sacarlas. Acabo de firmar mi sentencia de muerte. Pero no me acostaré y
le daré la satisfacción de aceptarlo. Puede que él dirija el infierno de los Lords,
pero yo me aseguraré de quemarlo conmigo.
—Esa es una buena chica —Tyson alaba, pasando su mano libre por un lado
de mi rostro. Acariciándome suavemente como si pensara que eso me daría algún
tipo de seguridad. Todo es una maldita mentira. Sé cómo funcionan los Lords.
He visto a mi padre manipular a mi madre durante años. Pero ella lo permitió.
Yo, sin embargo, no lo haré—. Ryat, avisa a nuestros invitados que estaremos
listos en diez minutos. —Se aleja, libreándome, y froto mi cuello dolorido donde
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mis perlas se clavaron en mi piel sensible.
Ryat sale de la habitación, arrastrando a mi hermano con él y dejándome a
solas con el monstruo que arruinó mi vida.
Sobre la autora

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Shantel es una de las autoras más vendidas de USA Today y Wall Street
Journal. Vive en Oklahoma con su novio del instituto, que es un esposo
maravilloso y comprensivo, y sus dos hijas. Le encanta pasar tiempo
acurrucada en el sofá con un buen libro. Aunque le apasiona escribir, su
familia es lo más importante para ella.
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