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EMILIANO JIMÉNEZ HERNÁNDEZ

LA VIDA DON DE DIOS

TEMAS FUNDAMENTALES DE BIOÉTICA

1
INDICE

PROLOGO A LA 2ª EDICIÓN 9

INTRODUCCIÓN A LA BIOETICA 13

1. Nombre
13
2. Actualidad
14
3. Historia
16
4. La luz de la fe
19

1. LA VIDA DON DE DIOS 25

1. El hombre: ser personal


25
2. Corporeidad
28
3. Sexualidad
30
4. Amor y procreación
32
5. Matrimonio
34
6. La vida don de Dios
37
7. La vida don para la donación
39

2. FECUNDACIÓN ARTIFICIAL 41

1. Inseminación artificial entre casados: IAC


42
2. Inseminación artificial con semen de donante: IAD
47
3. Fecundación in vitro y transferencia de embriones: FIVTE
52
4. Embriones sobrantes
57
5. Madre sustituta
59
6. El hijo a toda costa: ¿Derecho a la procreación?
60

3
3. MANIPULACIÓN GENÉTICA 65

1. Experimentación humana
65
2. Manipulación genética
67
3. Diagnóstico prenatal
71
4. Terapia genética
74
5. Investigación y experimentación sobre embriones humanos
74
6. Congelación de embriones
76
7. Eugenesia
76
8. Hibridación
78
9. Clonado y partenogénesis
79
10.Trasplantes de órganos
80
11.Manipulación cerebral
81

4. NEGACIONES DE LA VIDA 83

1. Anticonceptivos
84
2. Esterilización
86
3. Pena de muerte
91
4. La guerra
93
5. Huelga de hambre
95
6. Drogas
96
7. Terrorismo
97
8. Inviolabilidad de la vida humana
98

5. ABORTO 99

4
1. Aclaraciones preliminares
99
2. Indicaciones o motivaciones del aborto
101

a. Aborto terapéutico
101

b. Aborto eugenésico
102

c. Aborto sentimental
103

d. Aborto psicosocial
103
3. Factores que llevan al aborto
104
4. Valoración moral del aborto
106
5. Legalización del aborto
107

6. EUTANASIA 111

1. Suicidio y homicidio
111
2. Eutanasia
113
3. Terapia del dolor
116
4. Distanasia
117
5. Bien morir
121

5
Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con
la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su
cabeza; está encinta, y grita con los dolores del parto y con el
tormento de dar a luz.

Apareció otra señal en el cielo: un gran Dragón rojo, con siete


cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas...

El Dragón se detuvo delante de la Mujer que iba a dar a luz, para


devorar a su Hijo en cuanto lo diera a luz...

La Mujer dio a luz un Hijo varón...,que fue arrebatado hasta Dios y


su trono. Y la Mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar
preparado por Dios...

Entonces se entabló una batalla en el cielo...Y fue arrojado el gran


Dragón, la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el
seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra...

Cuando el Dragón vio que había sido arrojado a la tierra, persiguió


a la Mujer que había dado a luz al Hijo varón. Pero se le dieron a
la mujer las dos alas del águila grande para volar al desierto, a su
lugar, lejos del Dragón...

Entonces el Dragón vomitó de su boca como un río de agua,


detrás de la Mujer, para arrastrarla con su corriente. Pero la tierra
vino en auxilio de la mujer; abrió la tierra su boca y tragó el río
vomitado de la boca del Dragón. Entonces despechado el Dragón
contra la mujer, se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos, los
que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio
de Jesús.

Apocalipsis 12

Es también la lucha a favor del hombre, de su verdadero bien, de


su salvación. ¿No quiere decir la Biblia que precisamente en la mujer,
Eva-María, la historia contrasta una dramática lucha por cada hombre, la
lucha por su fundamental sí o no a Dios y a su designio eterno sobre el
hombre?.

Mulieris Dignitatem 30

6
DOCUMENTOS

PIO XII, -Discurso a la Unión Médico-Biológica "S. Lucas":12-11-1944.


-A los participantes al IV Congreso Internacional de Médicos
Católicos: 29-9-1949.
-A las congresistas de la Unión Católica Italiana de Obstétricas: 29-
10-1951.
-A los participantes al II Congreso Mundial de Nápoles sobre
fecundidad y esterilidad humana: 19-5-1956.

PABLO VI,-HV= Encíclica Humanae vitae: 25-7-1968.

JUAN PABLO II, -A los participantes al 81 Congreso de la Sociedad Italiana


de Medicina interna: 27-10-1980.
-A los participantes a un Congreso de la Pontificia Academia de
Ciencias: 23-10-1982.
-A los participantes al Congreso del "Movimiento por la vida": 3-12-
1982.
-A los participantes a la 35ª Asamblea General de la Asociación
Médica Mundial: 29-10-1983.
-A los sacerdotes participantes al seminario de estudio sobre "La
procreación responsable": 17-9-1983.
-RH=Encíclica Redemptor hominis: 4-3-1979.
-FC=Exhortación Familiaris consortio: 22-11-1981.
-Carta apostólica Salvifici doloris: 11-2-1984
-MD=Carta apostólica Mulieris dignitatem: 15-8-1988.
-Exhortación apostólica Christifideles laici:30-12-1988.
-Teología del corpo, Roma 1982
-Uomo e donna lo creo. Catechesi sull'amore umano, Roma 1985.
-EV= Evangelium vitae del 25-3-1995.
-Carta a las Familias Gratissimam sane del 2-2-1994.
CONCILIO,-LG=Constitución Lumen Gentium: 21-11-64.
-GS=Constitución Gaudium et spes: 7-12-1965.

S. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, -Declaración sobre el


aborto procurado: 18-11-1974.
-La esterilización en los hospitales católicos: 13-3-1975.
-PH=Declaración "Persona humana"sobre algunas cuestiones
de ética sexual: 23-12-1975.
-Declaración sobre la eutanasia: 5-5-1980.
-DV=Instrucción Donum vitae, sobre el respeto de la vida humana
por nacer y la dignidad de la procreación: 22-2-1987.

S. CONGREGACIÓN DE LA EDUCACIÓN CATÓLICA, -Orientaciones sobre el


amor humano. Líneas de educación sexual: 1-11-1983.

OBISPOS DE AUSTRALIA, -Carta en mérito al juicio moral sobre la FIVTE,


en Medicina e Morale 3(1984)3-90-396.

7
OBISPOS DE GRAN BRETAÑA, -Comentarios al Informe Warnock sobre
fertilidad y embriología, en Medicina e Morale 1(1985)138-180.

OBISPOS FRANCESES, -Vie et mort sur commande: noviembre de 1984.

OBISPOS DE ALEMANIA FEDERAL, -La protection de l'anfant avant sa


naisance, en Medicina e Morale 1(1986)207-211.
-La vida del hombre y la eutanasia: 15-6-75.
-Muerte digna del hombre y muerte cristiana: 20-11-1978.

OBISPOS DE PORTUGAL, -La régulation des naisances, en Medicina e


Morale
2(1986)431-446.
-Stérilisation et insémination artificielle: 29-1-1983.

OBISPOS ESPAÑOLES, -Nota sobre el aborto: 4-10-1974


-La vida y el aborto:5-2-1983.
-Actitudes morales y cristianas ante la despenalización del aborto:
28-6-1985.
-"La verdad os hará libres".La conciencia cristiana ante
la actual situación de nuestra sociedad: 20-11-1990.

NOTA BIBLIOGRÁFICA: A. SARMIENTO, recoge mucho de estos


documentos en El don de la vida. Documentos del Magisterio de la
Iglesia sobre Bioética, (BAC MINOR 84), Madrid 1996.

8
PROLOGO A LA 2ª EDICIÓN

Preparo esta 2ª edición inmediatamente después de la publicación


de la encíclica de Juan Pablo II EVANGELIUM VITAE. Con el Papa quiero
hacer "una confirmación precisa y firme del valor de la vida humana y de
su carácter inviolable, y, al mismo tiempo, una acuciante llamada a todos
y a cada uno, en nombre de Dios: ¡respeta, defiende, ama y sirve a
la vida, a toda vida humana!" (EV 5). Mi deseo es responder a la
invitación que Juan Pablo II hace a los teólogos, a quienes "corresponde
la tarea de poner de relieve las razones antropológicas que
fundamentan y sostienen el respeto de cada vida humana. De este
modo, haciendo resplandecer la novedad original del Evangelio de la
vida, podremos ayudar a todos a descubrir, también a la luz de la razón
y de la experiencia, cómo el mensaje cristiano ilumina plenamente el
hombre y el significado de su ser y de su existencia" (EV 82).
Con la Iglesia, "escrutando asiduamente el misterio de la
Redención, se descubre con renovado asombro el valor de cada
persona". Este descubrimiento hace surgir "la llamada a anunciar a los
hombres de todos los tiempos este 'evangelio', fuente de esperanza
inquebrantable y de verdadera alegría para cada época de la historia. El
Evangelio del amor de Dios al hombre, el Evangelio de la
dignidad de la persona y el Evangelio de la vida son un único e
indivisible Evangelio" (EV 2).
El anuncio de este Evangelio "hoy es particularmente urgente ante
la impresionante multiplicación y agudización de las amenazas a la vida
de las personas y de los pueblos, especialmente cuando ésta es débil e
indefensa" (EV 3). Por desgracia, el alarmante panorama de amenazas a
la vida, "en vez de disminuir, se va más bien agrandando. Con las nuevas
perspectivas abiertas por el progreso científico y tecnológico surgen
nuevas formas de agresión contra la dignidad del ser humano, a la vez
que se va delineando y consolidando una nueva situación cultural, que
confiere a los atentados contra la vida un aspecto inédito y -podría
decirse- aún más inicuo ocasionando ulteriores y graves
preocupaciones: amplios sectores de la opinión pública justifican algunos
atentados contra la vida en nombre de los derechos de la libertad
individual, y sobre este presupuesto pretenden no sólo la impunidad, sino
incluso la autorización por parte del Estado, con el fin de practicarlos con
absoluta libertad y además con la intervención gratuita de las
estructuras sanitarias" (EV 4).
Descubrir las falacias de esta cultura se hace hoy necesario para
frenar "el preocupante deterioro moral de la sociedad actual" . Pues "en
la actualidad... opciones, antes consideradas unánimemente como
delictivas y rechazadas por el común sentido moral, llegan a ser poco a
poco socialmente respetables. La misma medicina, que por su vocación
está ordenada a la defensa y cuidado de la vida humana, se presta cada
vez más en algunos de sus sectores a realizar estos actos contra la
persona, deformando así su rostro, contradiciéndose a sí misma y
degradando la dignidad de quienes la ejercen. En este contexto cultural y
legal... nos encontramos expuestos a soluciones falsas e ilusorias, en
contraste con la verdad y el bien de las personas y de las naciones...A la

9
conciencia misma, casi oscurecida por condicionamientos tan grandes, le
cuesta cada vez más percibir la distinción entre el bien y el mal en lo
referente al valor fundamental de la vida humana" (EV 4).
Se hace, pues, necesario anunciar "el valor de la vida humana y su
carácter inviolable, con relación a las circunstancias actuales y a los
atentados que hoy la amenazan" (EV 5). Pues "hoy una gran multitud de
seres humanos débiles e indefensos, como son, concretamente, los niños
aún no nacidos, está siendo aplastada en su derecho fundamental a la
vida" (EV 5). Estos atentados contra la vida naciente -como contra la vida
terminal- hoy "adquieren una gravedad singular, por el hecho de que
tienden a perder, en la conciencia colectiva, el carácter de delito y a
asumir paradójicamente el de derecho...Estos atentados golpean la vida
humana en situaciones de máxima precariedad, cuando está privada de
toda capacidad de defensa" (EV 11). En una sociedad basada en la
eficacia, "se puede hablar de una guerra de los poderosos contra los
débiles. La vida que exigiría más acogida, amor y cuidado es tenida por
inútil, o considerada como un peso insoportable y, por tanto,
despreciada. Quien, con su enfermedad, con su minusvalidez o, más
simplemente, con su misma presencia pone en discusión el bienestar y el
estilo de vida de los más aventajados, tiende a ser visto como un
enemigo del que hay que defenderse o a quien eliminar" (EV 12).
En estos atentados contra la vida se alían "la investigación
científica, preocupada por obtener productos cada vez más simples y
eficaces contra la vida", la "mentalidad anticonceptiva, que, además de
contradecir la verdad plena del acto sexual como expresión propia del
amor conyugal, crea una cultura abortista, difundiendo una mentalidad
hedonista y egoísta respecto a la sexualidad" (EV 13). "También las
distintas técnicas de reproducción artificial dan pie a nuevos
atentados contra la vida, pues, además de separar la procreación del
contexto integralmente humano del acto conyugal, producen embriones
supernumerarios que son suprimidos o utilizados como simple material
biológico...Los diagnósticos prenatales... con frecuencia son ocasión
para proponer o practicar el aborto eugenésico" (EV 14). Amenazas no
menos graves afectan también a los enfermos incurables y a los
terminales, en un contexto social y cultural, que agudiza la tentación de
resolver el problema del sufrimiento anticipando la muerte del
enfermo...Encontramos una trágica expresión de ello en la difusión de la
eutanasia, encubierta y subrepticia, practicada abiertamente o incluso
legalizada" (EV 16)...
"La humanidad de hoy nos ofrece un espectáculo verdaderamente
alarmante, si consideramos no sólo los diversos ámbitos en los que se
producen los atentados contra la vida, sino también su singular
proporción numérica, junto con el múltiple y poderoso apoyo que reciben
de una vasta opinión pública, de un frecuente reconocimiento legal y de
la implicación de una parte del personal sanitario... En esta conjura
contra la vida están implicadas incluso Instituciones internacionales,
dedicadas a alentar y programar auténticas campañas de difusión de la
anticoncepción, la esterilización y el aborto. Finalmente, no se puede
negar que los medios de comunicación social son con frecuencia
cómplices de esta conjura, creando en la opinión pública una cultura que

10
presenta el recurso a la anticoncepción, la esterilización, el aborto y la
misma eutanasia como un signo de progreso y conquista de la libertad"
(EV 17).
Frente a este panorama, que describe la encíclica Evangelium
vitae, es preciso, para comprender toda su gravedad, analizar las
motivaciones y las consecuencias que se derivan de esta cultura de
muerte. No para quedarnos abrumados por una sensación de impotencia,
sino para, a la luz y con la fuerza de la fe en Cristo, anunciar, celebrar y
servir al Evangelio de la vida. "El Evangelio de la vida es buena y gozosa
noticia" (EV 52). "Iluminados por este Evangelio de la vida, con
agradecimiento y alegría, sentimos la necesidad de proclamarlo y
testimoniarlo por la novedad sorprendente que lo caracteriza,
señalando al mismo tiempo todas las consecuencias del mismo, que se
pueden resumir así: la vida humana, don precioso de Dios, es sagrada e
inviolable, y por esto, son absolutamente inaceptables el aborto
procurado y la eutanasia; la vida del hombre no sólo no debe ser
suprimida, sino que debe ser protegida con todo cuidado amoroso; la
vida encuentra su sentido en el amor recibido y dado, en cuyo horizonte
hallan su plena verdad la sexualidad y la procreación humana; en este
amor incluso el sufrimiento y la muerte tienen un sentido y, aun
permaneciendo el misterio que los envuelve, pueden llegar a ser
acontecimientos de salvación; el respeto de la vida exige que la ciencia y
la técnica estén siempre ordenadas al hombre y a su desarrollo integral;
toda la sociedad debe respetar, defender y promover la dignidad de cada
persona humana, en todo momento y condición de su vida" (EV 81).
Deseo, por tanto, con Juan Pablo II, "anunciar el Evangelio de la
vida, esplendor de la verdad que ilumina las conciencias, luz diáfana que
sana la mirada oscurecida, fuente inagotable de constancia y valor para
afrontar los desafíos siempre nuevos que encontramos en nuestro
camino" (EV 6). Quiero contribuir a sostener "a la familia, para que
también hoy -aun en medio de numerosas dificultades y de graves
amenazas- ella se mantenga siempre, según el designio de Dios, como
santuario de la vida...". "Espero ofrecer a nuestro mundo nuevos
signos de esperanza..., para que se afiance un nueva cultura de la vida
humana, para la edificación de una auténtica civilización de la verdad y
del amor" (EV 6).

11
INTRODUCCIÓN

1. NOMBRE

La palabra bioética hoy es ya de uso corriente, aunque sea un


término nuevo. Es una palabra compuesta, que une vida (bios) y ética
(ethos). La vida y la ética son realidades de siempre, antiguas como el
hombre mismo. La novedad está en el contenido que adquieren en
nuestros días al unirse en una sola palabra.
El término bioética fue acuñado por Van Resselaer Potter en
1970, quien le introdujo como título de uno de sus libros, con el que se
proponía dar comienzo a una nueva rama del saber humano. Según
Potter la bioética consiste fundamentalmente en servirse de las ciencias
biológicas para mejorar la calidad de la vida.
En los veinticinco años de vida que tiene este neologismo se ha
difundido rápidamente del mundo anglosajón a las restantes áreas
lingüísticas. Y del mundo científico ha pasado al lenguaje corriente de la
gente. Son ya incontables los libros y artículos, enciclopedias
voluminosas, centros de estudios, comités y comisiones dedicadas al
estudio de la bioética.1
Sin buscar una definición de la bioética, podemos acercarnos a su
contenido con la descripción que nos hace O. Hoffe: "La Bioética se
interesa de las cuestiones éticas del nacimiento, de la vida y de la
muerte, en particular a partir de los avances recientes y de las
posibilidades de la investigación y las terapias biológicas y médicas.
Estudia, pues, entre otras cosas, la problemática moral del aborto, la
esterilización, el control de natalidad, la manipulación genética, la
eutanasia y la experimentación humana".2
Si el término es nuevo, ¿qué decir de su contenido? Por una parte
hay que reconocer que la bioética existe desde que el hombre aparece
sobre la tierra. El problema de la vida y de la muerte, del vivir y el morir,
de la salud y la forma de mejorar la vida, es un problema del hombre de
todos los tiempos. La actividad médica -acepción predominante para
muchos al tratar de bioética- ha unido desde siempre los conceptos de
vida y ética, vida y valores morales de la vida. Ya en tiempos de Galeno
aparece un libro con el significativo título: El mejor médico es también
filósofo. El médico no puede saber qué tiene el enfermo, si no sabe qué
es el hombre.3
Es cierto que los problemas que trata de iluminar la bioética se
concretizan de un modo particular en la práctica médica. De aquí su
importancia en el campo de la biomedicina. Sin embargo el campo de la

1 Cfr .H. KIEFFER, Bioética, Madrid 1983; L. WALTERS (Ed.), Bibliography of


bioethics, 7 vol., Nueva York 1975-1983;D. GARCIA, Fundamentos de bioética, Madrid
1988;A.C. VARGA, Bioética. Principales problemas, Bogotá 1988.

2 Cfr. E. BONE, Bioéthique: nouveau chapitre d'une morale du XXIE siècle, Foi et
Temps 1984,p.249; J. F.MALHERBE, Ethique et génétique, Louvain 1983.

3 Cfr. G.THIBON, Scientismo e fiducia, en VARIOS, Che cosa attendete dal malato,
Brescia 1957.

13
bioética se extiende más allá de la moral médica. Los hechos biológicos,
que estudia la bioética, tienen una repercusión ineludible en todo el
ámbito de la ética humana. De aquí que la bioética deba ser
considerada como una rama del saber ético, en el que están implicadas
la biología, la medicina, la antropología y la teología moral. Es el hombre
como persona, en todas sus dimensiones, quien está en juego. La
Enciclopedia de bioética señala este amplio significado de la bioética en
su intento de definición: "la bioética puede ser definida como el estudio
sistemático de la conducta humana en el área de las ciencias de la vida y
del cuidado de la salud, en cuanto que dicha conducta es examinada a la
luz de los valores y de los principios morales". 4

2. ACTUALIDAD

La bioética, pues, afronta los problemas éticos antiguos y nuevos


de la vida humana. Pero los inauditos progresos de la ciencia y de la
técnica en el campo de la biología y su aplicación al hombre es lo que da
a la bioética su actualidad peculiar. Es evidente que hoy la noticia de la
ciencia no son los descubrimientos sensacionales de estrellas o galaxias
nuevas. Los viajes espaciales, con sus sistemas sofisticados de
comunicación, son noticia de telediario, es decir, de un día, en medio de
otras noticias. La noticia científica que sorprende e inquieta hoy es la
vida. La noticia es el descubrimiento del hombre con los acontecimientos
que jalonan su vivir desde el nacer al morir.
El proyecto internacional GENOMA HUMANO es una iniciativa
inquietante: determinar la secuencia humana del DNA -compuesto por
tres mil millones de pares bases- e interpretar los mensajes genéticos
codificados en nuestras moléculas DNA permitirá, según sus promotores,
conocer "las respuestas esenciales del apuntalamiento químico de la
existencia humana". Algo fascinante y aterrador después de tantas
experiencias del uso de otros descubrimientos científicos.
Fascinados por estos inauditos adelantos de la ciencia y el poder
cada día creciente de la técnica, corremos el riesgo de caer prisioneros
bajo su dominio, llegando a perder nuestra identidad humana. James D.
Watson, presidente del citado proyecto GENOMA HUMANO, reconoce el
poder encantador de la curiosidad por conocer "cómo opera la
Naturaleza, y en el caso de los biólogos conocer la naturaleza de los
organismos vivos". ¿Conocer sólo? ¿No seguirá luego la tentación de
experimentar nuevas secuencias y ver qué ocurre?
Cada día amanecemos ante una situación nueva. Pero el hombre
no se identifica con los minerales, ni con los vegetales ni con los
animales, aunque participe de todos los procesos químicos, vegetativos e
instintivos de dichos elementos del mundo natural. El hombre no puede
olvidar la eterna paradoja de la existencia humana, con su miseria y su
grandeza, suspendida entre el nacimiento y la muerte. Los interrogantes
sobre el sentido de la vida, del nacimiento y de la muerte humana, son

4 Enciclopedia de Bioética, Nueva York 1978, p.XIX.

14
preguntas esenciales y no caen bajo la luz de los focos potentes de
ningún laboratorio científico o técnico.
Esto hace que sea inconcebible la lógica interna que mueve
muchas veces el mundo científico. Un mundo construido y regido por la
ciencia y por la técnica lleva a pensar y a actuar como si todos nuestros
problemas pudieran resolverse científica y técnicamente, con el
postulado implícito de que todo lo que puede hacerse es bueno
hacerlo. Olvidamos que fabricar bombas -atómicas o genéticas- no
constituye en absoluto un progreso humano. Toda manipulación del
hombre, en su nacimiento y en su muerte, es algo que nos afecta a
todos. Implica el significado y la dignidad de nuestra existencia personal
y comunitaria.
Pero "la superstición científica es una de las modas típicas de
nuestro tiempo" (K. Jaspers). Los medios de comunicación, consciente o
inconscientemente, contribuyen a la aceptación por una especie de
ósmosis de esta superstición. Cada descubrimiento es presentado como
un logro de la ciencia o de la técnica. Y para vencer las barreras éticas o
psicológicas, cada conquista es considerada inicialmente como una
solución extrema para casos-límites que hacen mella en las fibras
sentimentales de la opinión pública; luego termina siendo algo aceptado,
cosa "normal".
Este proceso crea una espiral, por donde se mueven ciertos
científicos, experimentadores sin escrúpulos que buscan mostrar sus
habilidades demiúrgicas, que pueden llevar a la humanidad a un
precipicio de consecuencias insospechadas. Por ello, ante los
descubrimientos sorprendentes que cada mañana nos ofrece la prensa,
surge con fuerza por todas partes una sensibilidad ética cada día más
viva y alarmante. Son, por otra parte, los mismos científicos y técnicos,
quienes, en su mayoría, solicitan la constitución y la actividad de
Comités Eticos, preocupados ante los problemas inéditos y de enorme
significado para la humanidad entera, surgidos por los rápidos avances
de las ciencias biológicas y médicas. ¿Puede hacerse éticamente todo lo
que puede hacerse técnicamente? La ciencia reclama la ayuda de la
conciencia, la técnica implora a la ética.
De aquí la actualidad de la bioética. Como escribe Arturo
Falaschi, miembro del Instituto de Bioquímica y Genética de la
Universidad de Pavía: "Sí, es cierto, nos hallamos en un momento mágico
para los investigadores. Hay un continuo aumento de datos y, al mismo
tiempo, empiezan a concretizarse notables aplicaciones productivas. En
suma, a sólo treinta años del descubrimiento del DNA, la biología
molecular comienza de verdad a dar sus frutos. Un día quizás se podrá
intervenir sobre las células somáticas humanas para introducir el gene
justo, capaz de producir la proteína que falta, reparando así la avería
natural. Pero este proceso no es nada simple. Aún no sabemos de qué
modo el nuevo gene, al entrar en la célula, conmoverá el DNA: su
proceso es en gran parte indeterminado y casual. Y en cuanto a las
células germinales el proceso es aún más delicado. En las intervenciones
sobre los animales es posible deshacerse de los productos equivocados.
Pero con el hombre, según mi parecer, corremos el riesgo de crear más
sufrimientos de los que se puedan eliminar".

15
La bioética tiene como tarea iluminar los problemas angustiantes
en este campo de suma actualidad. El científico y el hombre de la calle
se preguntan hoy: ¿Con qué criterios se orienta la evolución humana?
¿Qué modelo de hombre informa los intentos biológicos para el hombre
futuro? ¿Tiene derecho el científico actual a determinar el futuro
biológico de las generaciones futuras? ¿El hombre seguirá siendo
hombre? La ciencia necesita urgentemente aliarse con la sabiduría si no
quiere perderse en un laberinto sin salida.

3. HISTORIA DE LA BIOETICA

Al hacer la historia de la bioética, se suele colocar su nacimiento


-antes aún de que recibiera el nombre- en el proceso de Norimberga,
apenas terminada la Segunda Guerra Mundial. En dicho proceso se tomó
posición sobre los delitos perpetrados sobre los prisioneros y otras
muchas personas; se trataba de delitos contra la vida humana:
eutanasia, esterilización, experimentos hechos por investigadores y
médicos...La comunidad internacional sintió la necesidad de señalar los
límites éticos en relación a la vida humana. De aquí nació la
Declaración universal de los derechos del hombre, publicada por la
ONU en 1948, a la que han seguido otras Declaraciones, Convenciones,
Cartas y Códigos.5 En todos estos documentos de carácter jurídico se
busca señalar el fundamento ético que justifique los derechos del
hombre. De esta "filosofía de la investigación y de la praxis biomédica"
surge la bioética.
Pero lo que ha dado auge y resonancia a la bioética han sido los
sucesivos descubrimientos en el campo de la biomedicina. Durante la
misma guerra mundial, y a consecuencia de la guerra misma, se
descubren los antibióticos y se perfecciona grandemente la cirugía. En
1952 Pincus pone en el mercado los contraceptivos químicos, que
determinan un cambio radical en el ejercicio de la sexualidad...En 1954
aparece, con su compleja tecnología, la reanimación, que permite
mantener en vida a personas que de otro modo hubieran muerto
irremediablemente. En 1959 nace en Bélgica el primer niño concebido
por inseminación artificial. Y en 1978 comienza un capítulo nuevo para la
humanidad.
A finales de julio de 1978 daba la vuelta al mundo la noticia del
nacimiento de la "primera niña probeta": Louse Brown, cuya
concepción no tuvo lugar en el seno de su madre, sino en el laboratorio
de los doctores Edwards y Steptoe, biólogo y médico ingleses. Los
padres de Louse no podían tener descendencia a causa de la obstrucción
de trompas de la mujer. Edwards y Steptoe recogieron el óvulo en un
ciclo regular de la madre mediante precisas mediciones hormonales.
Disponían, por tanto de un único óvulo, y posteriormente, de un único

5. VARIOS, Nuevas técnicas de reproducción humana. Biomedicina, Etica y


Derecho, Madrid 1986;J.F.MALHERBE, Médicine, anthropologie et éthique, Médicine de
l'Homme 156(1985)5-12.

5 Cfr.S. SPINSANTI, Documenti di deontologia e etica medica, Roma 1985.

16
embrión para ser trasferido al organismo materno. La técnica FIVTE fue
presentada inicialmente como una terapia de la esterilidad por oclusión
de trompas.
Pero meses más tarde, la técnica se modifica. Se procede
previamente a una estimulación del ovario para, de esta forma, poder
recoger simultáneamente varios ovocitos próximos a su maduración. De
esta forma, la técnica ahora utilizada permite disponer, al mismo tiempo,
de varios óvulos, que se ponen en contacto con los espermatozoides,
pudiéndose obtener simultáneamente varios embriones. Desde el punto
de vista médico, la inducción de esa multiovulación es sumamente
ventajosa, ya que permite disponer de varios óvulos, y embriones luego,
haciendo frecuentemente innecesaria la repetición de la parte más
compleja, costosa y peligrosa de toda la técnica: la recogida de los
ovocitos del interior de la cavidad abdominal de la mujer mediante
laparoscopia.
A comienzos de 1984 se anuncia, casi simultáneamente, el
nacimiento de dos niños en los que la madre, que los da a luz, no es la
madre genética, es decir, la que les ha trasmitido sus factores
hereditarios. Por primera vez en la historia humana no se da coincidencia
entre maternidad de gestación y maternidad genética.
En el primer caso, en la Universidad de Melbourne, en Australia, la
pareja era estéril por oclusión de trompas de la mujer. Se sometieron a la
FIVTE, obteniéndose tres embriones. Dos de ellos fueron transferidos
inmediatamente a la esposa. El tercero fue donado a otra pareja en la
que la mujer era estéril como consecuencia de una menopausia precoz,
por lo que su ovario había dejado de ovular definitivamente. El proceso
embrionario se interrumpió en la primera pareja, padres genéticos,
mientras que tuvo éxito en la segunda, donde el esposo no intervino para
nada y la madre era sólo madre de gestación, mas no genética...El
segundo caso se realizó en la Universidad de California (Los Angeles). Se
trataba de una pareja en la que la mujer era estéril por causas ováricas.
Su marido inseminó artificialmente a otra mujer. Posteriormente se
procedió a un lavado uterino de esta mujer, extrayéndole el embrión aún
no implantado. Este embrión fue transferido a la esposa previamente
preparada para el embarazo. A los nueve meses nacía un niño que,
desde el punto de vista genético, no era hijo de la esposa, sino de la otra
mujer inseminada por el marido.
Pocos meses más tarde viene al mundo una segunda famosa "niña
probeta", que fue calificada en los medios periodísticos como "la niña
probeta congelada". En efecto, mediante la FIV se obtuvieron en una
pareja estéril por obstrucción tubárica cinco embriones. Tres de ellos
fueron transferidos inmediatamente, mientras que los otros dos restantes
fueron congelados a la temperatura de -196 grados. Al fracasar el
embarazo con los tres primeros embriones, se recurrió a la
descongelación, dos meses más tarde, de los dos embriones
previamente congelados, que fueron transferidos al útero de la mujer.
Uno de ellos se implantó y completó los nueve meses de desarrollo
embrionario. De este modo se abría la posibilidad de congelación-
descongelación de embriones humanos y se disponía así de ellos para

17
una utilización posterior por la misma mujer, para donación a otra pareja
e incluso para la venta.
En junio de 1984 -seis años después del nacimiento de Louise
Brown- nace en España la primera niña probeta: Victoria Ana Perea, en el
Instituto Dexeus de Barcelona.
En el mismo verano se hacen públicos otros dos casos, que
encuentran amplio eco en la prensa (cada paso es precedido de quién
sabe cuantos intentos que quedan en el olvido). Se trata en primer lugar
de la francesa Coryne Parpalaix, cuyo marido antes de morir deja su
semen en un banco de semen. Coryne, fallecido su esposo, reclama su
semen para ser inseminada artificialmente con él. La dirección del banco
se niega a la inseminación post-mortem. Pero Coryne acude a los
tribunales, que le dan la razón en contra de la decisión del banco.
Por la misma fecha se conoce el segundo caso. Se trata del
matrimonio Ríos, chilenos supermillonarios, residentes en California.
Durante un tratamiento de esterilidad habían dejado dos embriones
congelados en Australia. Los dos mueren en accidente aéreo. Los
embriones "huérfanos" suscitan problemas y discusiones éticas y
jurídicas interminables, en los que inciden importantes intereses
económicos.

El 28 de febrero de 1989, bajo la técnica del doctor Juan Coyotupa


Vega, nace Victoria, la primera niña-probeta del Perú.
A finales de 1984 se plantea el problema de la maternidad de
alquiler. Se habla de la existencia de agencias en Estados Unidos, que
sirven de mediación para que parejas estériles puedan tener
descendencia mediante el recurso a la maternidad subrogada o
sustitutiva y a través de una importante suma de dinero.
En 1985 nace en España el primer niño concebido en Europa
mediante la técnica TIG (transferencia intratubárica de gametos). Una
vez conseguidos los ovocitos, se depositan junto con los
espermatozoides en las trompas. Se trata de una técnica paralela a la
FIVTE, con la diferencia de que la fecundación no acontece in vitro, en
el laboratorio, sino en vivo, en las trompas, en donde tiene lugar según
el proceso natural de la fecundación humana.
Según la ley española sobre técnicas de reproducción asistida
del 22 de noviembre de 1988, para esa fecha habían nacido en España
unos 2000 niños mediante la inseminación artificial y unos 50 mediante
la FIVTE.
Entre las posibilidades, algunas ya realizadas y otras en vías de
realizarse en el futuro, cabe señalar:
-La elección de sexo. A pesar de que a lo largo de la historia
muchas mujeres fueron repudiadas por sus maridos, acusadas de no
darles descendencia masculina, sin embargo hoy se sabe que la
determinación biológica del sexo de los hijos depende del varón. Todos
los óvulos de la mujer son idénticos y todos ellos portadores del
cromosoma X. En cambio, el varón produce dos tipos de
espermatozoides: los portadores del cromosoma X, destinados a
engendrar una niña, y los que llevan el cromosoma Y, que darán origen a
un varón. Pues bien, mediante centrifugación, es posible separar ambos

18
tipos de espermatozoides, haciendo de esta forma posible la selección
del sexo de la descendencia.
-La partenogénesis. Mediante la fusión del óvulo con un
corpúsculo polar se logra que surja un embrión con exactamente los
mismos factores genéticos de la madre. El hijo es engendrado
partenogésicamente, es decir, sin aportación masculina.
-Inducción a la gemelación. En el embrión de pocas células,
cada una de ellas es aún totipotente, es decir, capaz por sí sola de
originar un ser completo. Con la división pueden obtenerse varios
individuos genéticamente idénticos.
-El clonado -cloning, en inglés, que los autores traducen por
clonado, clonación o clonaje; en realidad la palabra viene del griego
klon=esqueje-. El clonado ya se ha conseguido con ciertos animales. Se
trata de tomar el óvulo de una mujer y sustituir en él su núcleo por el de
otra célula del cuerpo. El individuo que nace tendría los mismos factores
genéticos que aquel de quien se tomó el núcleo de la célula somática. El
desarrollo y la aplicación de esta técnica a la especie humana podría
llevar a la producción de centenares o millares de copias, genéticamente
idénticas, de un mismo individuo. Se ha especulado con la posibilidad de
producir múltiples copias de personalidades tan distintas como A. Hitler,
A. Einstein o Marylin Monroe.
-La hibridación entre distintas especies. El desarrollo de las
técnicas DNA-recombinante está haciendo posible que las barreras
biológicas, que separaban las distintas especies, comiencen a
desvanecerse. Quizás el ejemplo más ilustrativo es el actual intento de
crear plantas híbridas que produzcan bajo tierra patatas y sobre tierra
tomates. Pero se habla ya de la posibilidad de hibridación entre nuestra
especie y el chimpancé. Se ha afirmado que de esta forma podría crearse
una especie de subraza humana que sirviera de mano de obra barata o
fuese utilizada para trabajos o investigaciones especialmente
arriesgadas. La casi totalidad de las legislaciones prohíbe estos intentos.
Pero cuando algo se prohíbe es porque ya se hace o se intenta hacer.
Que yo sepa aún ninguna legislación prohíbe robar o apagar estrellas.
La ciencia está comenzando a manipular el material genético de
los seres vivos y se comienza a vislumbrar la posibilidad de modificar o
sustituir los factores genéticos de nuestra especie. Se habla en "El
proyecto Genoma humano" de cambiar los genes responsables de ciertas
enfermedades...Pero, dando un paso adelante, podría pensarse en la
programación del futuro individuo humano (?) mediante la introducción
en su genoma de factores genéticos considerados positivos para el
desarrollo físico o psíquico del hombre.
Ante el creciente número de aberraciones como la creación de
bancos de semen, bancos de embriones, donadores de esperma, úteros
de alquiler, embriones ya huérfanos, hijos de donadores ya muertos,
posibilidad de matrimonios incestuosos entre donadores de semen y sus
hijas de origen desconocido, posibilidad de procreación de parejas de
homosexuales..., la ciencia navega en el reino de lo técnicamente posible
sin brújula de orientación ética y humana. Con razón algunos
científicos están alarmados y se retiran del campo de experimentación
humana. El doctor Shafiro quedó profundamente preocupado al

19
conseguir aislar el primer gen. Fue consciente de que se trataba de un
hecho equiparable al logro de la fisión del átomo por Becquerel, que tan
dramáticas consecuencias acabó teniendo en la historia de la
humanidad. Para concluir esta rápida incursión histórica, merece la pena
mencionar el caso de J. Testart, "padre científico" de los primeros niños
probetas franceses y que ha decidido retirarse de esta investigación,
asustado por las consecuencias que podrían surgir de ella. Esta es su
declaración, hecha pública en los medios de comunicación: "Yo, Jacques
Testart, investigador en el campo de la procreática, he decidido acabar
de una vez con esta carrera enloquecida hacia la novedad científica".

4. LA LUZ DE LA FE

La breve historia que acabo de reseñar de hechos y


preocupaciones está a la base de la inquietud ética que se siente entre
científicos, legisladores, gobernantes y también entre filósofos y
teólogos.
Para empezar hay que decir que la consideración ética y la
consideración humana integral coinciden absolutamente. Con su
acostumbrada concisión y lucidez, ya Santo Tomás lo ponía de manifiesto
al escribir: "Idem sunt actus morales et actus humani": actos morales y
actos humanos son una misma cosa. 6 El objeto de la ética es el hombre
en la totalidad, unidad y profundidad de sus valores. O mejor aún, el
objeto de la ética, más que los valores del hombre, es el hombre mismo,
es decir, el hombre en cuanto hombre.
El hombre es un ser que lleva inscrita, en su más íntima
estructura -en el dinamismo interior y en su finalidad esencial- una
verdad, un significado (logos), que le descubre su misma razón (recta
ratio) y cuya salvaguardia es encomendada a su libertad. Racional y
libre, el hombre es responsable ante la verdad de su mismo ser. El
hombre está llamado a conocer, amar y realizar como hombre su ser
humano:
La vida lleva escrita en sí misma de un modo indeleble su verdad. El hombre,
acogiendo el don de Dios, debe comprometerse a mantener la vida en esta
verdad, que le es esencial. Distanciarse de ella equivale a condenarse a sí
mismo a la falta de sentido y a la infelicidad (EV 48).
Es de suma importancia redescubrir el nexo inseparable entre vida y
libertad. Son bienes inseparables: donde se viola uno, el otro acaba también por
ser violado. No hay libertad verdadera donde no se acoge y ama la vida; y no hay
vida plena sino en la libertad... No menos decisivo es el descubrimiento del
vínculo constitutivo entre libertad y verdad. Separar la libertad de la verdad
objetiva hace imposible fundamentar los derechos de la persona sobre una sólida
base (EV 96).7
La norma moral no es otra cosa que la fidelidad del hombre al
vínculo que el logos o verdad del hombre crea dentro de su libertad, es
decir, la fidelidad del hombre a su ser de hombre. Seguir la norma moral
es expresar en las decisiones y en los actos la verdad del propio ser. Es la
coherencia del hombre con su verdad. ¿Pero cuál es esta verdad del
hombre, cuál es su logos? Comparado con los demás seres creados, el

6 SANTO TOMAS, I-II,1,3.

7 Cfr toda la encíclica Veritatis Splendor.

20
hombre es un ser personal, es persona, es decir, "la única criatura en la
tierra que Dios ha querido por sí misma y que no puede encontrar su
propia plenitud si no es en el don sincero de sí mismo a los demás" (GS
24).

El médico, que actúa sobre un paciente, debe conocer bien la


anatomía, la fisiología, la patología del órgano enfermo, pero nunca
puede olvidar que está actuando sobre una persona humana, que ha de
ser valorada por sí misma. Lo mismo vale en relación a la procreación
humana, que da origen a una persona; se puede describir su proceso
biológico, en el que la anatomía y fisiología del organismo sexual
expresan toda su causalidad con sus recursos bioquímicos, neurológicos,
endocrinos, etc, pero no se puede olvidar nunca que se trata de un acto
interpersonal, del que forman parte el afecto, la libertad, la
responsabilidad, la comunión de las personas y la cooperación con Dios,
de quien procede y participa toda paternidad humana.
No comprende un cuadro de Rafael quien se limita a estudiar la
clase de tela usada, la composición química de los colores, la fecha y el
costo de la pintura, sin interesarse por lo que Rafael quiso expresar y el
arte con que lo logró.
La reducción de la antropología a la biología, de la biología a la
química y de la química a la física -si puede ser válida para una
investigación parcial y sectorial-, no es válida para la compresión global
de la persona y de la vida humana. El hombre se distingue de los
minerales, de los vegetales y de los animales no sólo por el número de
cromosomas o por su morfología. Aunque el médico entre en contacto
directo con la corporeidad del hombre, no se puede nunca hacer
abstracción de la libertad singular de la persona, de su relación con la
comunidad humana y de su relación con la sociedad. 8
La racionalidad humana sería el postulado fundamental de la
bioética. Pero formulado así se corre el riesgo de sobrevalorar la razón
humana, según un rousonismo ingenuo. Como dice M. Vidal "existen
tantos paradigmas de racionalidad ética cuantas son las teorías
filosóficas sobre la moralidad".9 En la aplicación a la bioética se dan los
paradigmas: consecuencista o utilitarista, que mide la moralidad por
los resultados o utilidad de la acción; evolucionista, que hace coincidir
la moralidad con la superación de la debilidad y la potenciación de la
fuerza física y psíquica; el paradigma kantiano del orden previo e
independiente a las consecuencias de la acción; el paradigma de la
libertad absoluta, que declara lícito y bueno todo lo que el hombre
hace libremente: "lo quiero, luego es bueno"; el paradigma sociológico
o estadístico, en el que el dato es tomado como valor, lo que es es lo
que debe ser; el paradigma científico tecnológico, que identifica la

8 J.ECCLES.-D.ROBINSON, La meraviglia di essere uomo, Roma 1985;V.MARCOZZI,


Però l'uomo é diverso, Milano 1981;L. VILLA, Parliamo della vita umana, Medicina e
Morale 3(1981)392-402;E.SGRECCIA, Reduzionismo in medicina, Medicina e Morale
1(1985)3-9; B. LAMOTTE, Le réductionisme: methode ou idéologie, Lumière et vie
172(1985)5-18. Esta reducción criticada es la que hace J. MONOD en su difundida obra Le
hasard et la nécessité o también J.P. CHANGEUX, en L'homme neuronal.

9 M. VIDAL, Bioética. Estudios de Bioética racional, Madrid 1989, p.19.

21
posibilidad técnica con la bondad de la acción: lo que se puede hacer es
bueno hacerlo...
La verdad es que la razón humana está ofuscada por la
curiosidad científica, por la arrogancia técnica, por el interés
económico, por manipulaciones políticas e ideológicas, por las modas
que imponen los medios masivos de comunicación. De aquí que la
racionalidad caiga con frecuencia en pura irracionalidad. No todo
progreso científico o técnico es progreso humano. La bioética
abandonada a la racionalidad humana fluctúa entre la manipulación y
la humanización, sin poseer los criterios claros para discernir entre una
y otra.10
Esta ambigüedad se manifiesta patentemente en la sociedad
actual en relación al valor de la vida. Por una parte se afirma el valor
inalienable de la vida en declaraciones continuas y, por otro lado, de
hecho la vida humana es despreciada, violada y destruida
impasiblemente. Indice de tal ambigüedad es la contraria y simultánea
reacción moral y jurídica ante el aborto y la pena de muerte. "La
conciencia ética de la humanidad no ha logrado que el hombre actual
destierre de su horizonte la muerte en cuanto realidad impuesta y
manipulada por el mismo hombre. Son patentes las agresiones al valor
de la vida humana: suicidios, más o menos justificados; homicidios,
impuestos por uno u otro motivo; muertes legales (desaparecidos, pena
de muerte); abortos, eutanasia positiva, con la afirmación del pretendido
derecho a elegir libremente la propia muerte; guerras; secuestros,
torturas...El hombre actual, aún el más civilizado, no ha llegado a la
plena concienciación con respecto al valor de la vida humana. Alcanza
tales límites su inconsciencia que hasta hace objeto de contemplación y
de diversión (cine, TV, etc) el que un hombre quite la vida a otro". 11
La razón humana, abandonada a sus luces, en su pretensión de
escalar la montaña de la vida, cargada con la enorme piedra de
condicionamientos individuales, culturales y sociales rueda siempre por
la misma pendiente. El pecado, cuyo salario es la muerte, vence todas
las pretensiones del hombre de salvarse por sí mismo. La montaña de la
muerte sólo se vence saltando con la pértiga de la cruz de Cristo,
vencedor de la muerte en su resurrección:
El está llamado a una plenitud de vida que va más allá de las dimensiones de su
existencia terrena, ya que consiste en la participación de la vida misma de Dios.
Lo sublime de esta vocación sobrenatural manifiesta la grandeza y el valor de la
vida humana incluso en su fase temporal. En efecto, la vida en el tiempo es
condición básica, momento inicial y parte integrante de todo el proceso unitario
de la vida humana. Un proceso que es iluminado por la promesa y renovado por
el don de la vida divina, que alcanzará su plena realización en la eternidad (EV 2).
El significado humano de la vida, del amor, de la sexualidad, del
matrimonio y de la familia no pueden quedar a merced de una ética
meramente racional, que cambia con cada nueva ideología. Es preciso
que la bioética se inspire y nutra -además de todas las aportaciones
racionales- en una sabiduría más rica, que libere a la ciencia y a la

10 E. SGRECCIA, Il progresso scientifico-tecnologico di fronte all'etica, Medicina e


Morale 4(1983)335-342; J. LADRIERE, I rischi della razionalità, Torino 1978.

11 M. VIDAL, o.c.,p.28.

22
técnica de la idolatría de un progreso finalizado en sí mismo, haciéndolas
auténticamente humanas, puestas al servicio de la persona.
Como afirman los obispos españoles en su documento La verdad
os hará libres:
Por parte de los católicos sería un error de graves consecuencias recortar, so
capa de pluralismo o tolerancia, la moral cristiana diluyéndola en el marco de una
hipotética "ética civil", basada en valores y normas "consensuados" por ser los
dominantes en un determinado momento histórico. La sola aceptación de unos
"mínimos" morales equivaldría sin remedio a entronizar la razón moral vigente,
precaria y provisional, en criterio de verdad. Pero la moral del Evangelio no puede
renunciar a su original novedad, escándalo para unos y locura para otros (Cfr
1Cor 1,23).(n. 51).
El riesgo a que está hoy expuesto el hombre, con los diversos
experimentos técnicos, es el de caer en la tecnificación del ser
humano. Se da una tendencia cada vez más radical a la cosificación
del hombre, náufrago en el gran mar de la producción-consumo y de la
civilización manipuladora del hombre. Con palabras de Juan Pablo II:
Uno de los riesgos más graves, a que está expuesta nuestra generación, es el
divorcio entre ciencia y moral, entre las posibilidades que ofrece una tecnología
proyectada a metas cada vez más sorprendentes y las normas éticas que
emanan de una naturaleza cada día más descuidada...Por ello, es necesario que
todas las personas responsables coincidamos en afirmar la prioridad de la ética
sobre la técnica, el primado de la persona sobre las cosas, la superioridad del
espíritu sobre la materia...Sólo con esta condición -repudiando una cultura que
cosifica al hombre y asumiendo una cultura que le ama, le sirve y le exalta en su
verdad integral, con su incomparable dignidad de persona hecha a imagen y
semejanza de Dios-, sólo con esta condición, el progreso científico, que nos
entusiasma en tantos aspectos, no se trasformará en una especie de Moloth
moderno que devora a sus incautos seguidores. 12
Juan Pablo II en este discurso es fiel intérprete del Concilio
Vaticano II, que nos dice cómo "la naturaleza intelectual de la persona
humana se perfecciona y debe perfeccionarse por medio de la sabiduría,
la cual atrae con suavidad la mente del hombre a la búsqueda y al amor
de la verdad y del bien. Imbuido por ella, el hombre se alza por medio de
lo visible hacia lo invisible". (GS 15). Y añade:

Nuestra época, más que ninguna otra, tiene necesidad de esta sabiduría para
humanizar todos los nuevos descubrimientos de la humanidad. El destino futuro
del mundo corre peligro si no se forman hombres más instruidos en esta
sabiduría...Con el don del Espíritu Santo, el hombre llega por la fe a contemplar y
saborear el misterio del plan divino.
Para esclarecer el misterio del hombre y para cooperar en el
hallazgo de soluciones que respondan a los principales problemas de
nuestra época, la Iglesia se dirige a todos los hombres, ofreciéndoles la
"luz de Cristo, imagen de Dios invisible y primogénito de toda la
creación":
El pueblo de Dios, movido por la fe, que le impulsa a creer que quien lo conduce
es el Espíritu del Señor, que llena el universo, procura discernir en los
acontecimientos, exigencias y deseos, de los cuales participa juntamente con sus
contemporáneos, los signos verdaderos de la presencia o de los planes de Dios.
La fe todo lo ilumina con nueva luz y manifiesta el plan divino sobre la

12 Discurso a los participantes al Convenio Médico Internacional sobre "Diagnóstico


prenatal y tratamiento quirúrgico de las malformaciones congénitas", el 3 de diciembre
de 1982.

23
vocación integral del hombre. Por ello orienta la mente hacia soluciones
plenamente humanas.(GS 11).
La opción incondicional en favor de la vida alcanza plenamente su significado...
cuando nace, viene plasmada y es alimentada por la fe en Cristo (EV 28).
Convencido de que "la fe ilumina todo con nueva luz y manifiesta
el plan de Dios sobre la vocación integral del hombre", buscaré a la luz
de la fe "las soluciones plenamente humanas" a los interrogantes que
hoy se nos plantean en la bioética, acogiendo la invitación de la
Congregación para la doctrina de la Fe en su Instrucción Donum vitae,
sobre el respeto de la vida humana por nacer y la dignidad de la
procreación, que en particular:
dirige una confiada y alentadora invitación a los teólogos y sobre todo a los
moralistas, para que profundicen y hagan más accesible a los fieles las
enseñanzas del Magisterio de la Iglesia, a la luz de una concepción
antropológicamente correcta de la sexualidad y del matrimonio y en el contexto
del necesario enfoque interdisciplinar. De este modo se comprenderán cada vez
mejor las razones y el valor de estas enseñanzas: defendiendo al hombre contra
los excesos de su mismo poder, la Iglesia de Dios le recuerda los títulos de su
verdadera nobleza. Sólo de este modo se podrá asegurar a la humanidad del
mañana, la posibilidad de vivir y amar con la dignidad y la libertad que nacen del
respeto de la verdad.
A los educadores, profesores, catequistas y teólogos corresponde la tarea de
poner de relieve las razones antropológicas que fundamentan y sostienen el
respeto de cada vida humana. De este modo, haciendo resplandecer la novedad
original del Evangelio de la vida, podremos ayudar a todos a descubrir,
también a la luz de la razón y de la experiencia, cómo el mensaje cristiano
ilumina plenamente el hombre y el significado de su ser y de su existencia (EV
82).

24
1. LA VIDA DON DE DIOS

1. EL HOMBRE: SER PERSONAL

La bioética hace referencia a las intervenciones del hombre sobre


el hombre. Se trata de la vida humana. La ética, que regula la bondad o
malicia de los contenidos a que se refiere la bioética, no puede tener, por
tanto, otro criterio más que el hombre en cuanto hombre; se trata de
salvar, favorecer, promover, perder, obstaculizar o destruir la
humanidad del hombre. En una palabra, el objeto de la bioética no son
sólo los valores del hombre, sino el valor que es el mismo hombre. La
bioética contempla al hombre en su totalidad y en su radicalidad.
En este sentido, la bioética transciende la realidad alcanzada por
la ciencia experimental. Como escribe L. Wittgenstein, padre de la
filosofía analítica: "Nosotros sentimos que, aunque la ciencia respondiese
todos los interrogantes que ella misma suscita, aún no habríamos rozado
siquiera los problemas de nuestra vida". El conocimiento científico no es
conocimiento del ser humano. La ciencia no podrá responder nunca, con
sus experimentos de laboratorio, a la pregunta existencial, que
acompaña al hombre desde sus orígenes: ¿Qué es el hombre?
Con el moralista italiano, experto en el campo de la bioética, E.
Sgreccia, podemos afirmar: "La bioética deberá ser una ética racional
que, a partir de la descripción del dato científico, biológico y médico,
examine racionalmente la licitud de la intervención del hombre sobre el
hombre. Esta reflexión ética tiene como polo inmediato de referencia la
persona humana y su valor trascendente, con su referencia a Dios
como Valor Absoluto".13
Cuando decimos que el hombre es una persona queremos decir
que él no es sólo un trozo de materia, como lo es el átomo, una espiga
de trigo, una mosca o un elefante. El hombre es esto, pero no como los
demás. El hombre es eso y mucho más. Con su inteligencia y voluntad se
conduce a sí mismo; existe no sólo físicamente; su existir es mucho más
rico y elevado. Su existencia espiritual, manifestada en el conocimiento y
en el amor, le eleva por encima de los demás seres de la creación. El
hombre es en sí un microcosmos y no sólo una parte del universo; sino
que en él se comprende todo el universo. El amor, con el que el hombre
se abre a otras personas, que están como él dotadas de la capacidad de
amar, le diferencia de todos los demás seres. "La persona humana, por
muy dependiente que sea de los más insignificantes accidentes de la
materia, existe por la existencia propia de su alma que supera la
materia, el tiempo y la muerte. El espíritu es la raíz de su
personalidad".14
Como reconoce el Concilio Vaticano II, en general todos los
juristas, filósofos y teólogos interesados en el campo ético coinciden en

13 E. SGRECCIA, Manuale di Bioética, Milano 1989, p.42.

14 Cfr. J. MARITAIN, Ragione e Ragioni, Milán 1982.

25
afirmar que el criterio de la moralidad debe ser el hombre en cuanto
hombre. Pero, ¿quién es el hombre?. Este es el interrogante
fundamental para que la bioética pueda responder válidamente a su
cometido. Leamos el texto conciliar:
Creyentes y no creyentes están en general de acuerdo en este punto: todos los
bienes de la tierra deben ordenarse en función del hombre, centro y cima de
todos ellos. ¿Pero qué es el hombre? Muchas son las opiniones que el hombre se
ha dado y se da sobre sí mismo. Diversas e incluso contradictorias. Exaltándose a
sí mismo como norma absoluta o despreciándose hasta la desesperación,
terminando de este modo en la duda y en la angustia (GS 12).
La Iglesia, aleccionada por la revelación divina, como maestra y
madre, ofrece a los hombres su visión del hombre, para iluminar sus
dudas y liberarlos de su angustia.15

La revelación cristiana nos ilumina el ser del hombre como


persona singular, única e intangible. El hombre, creado por Dios a su
imagen, en cuanto persona singular es irreductible a todo. Cada
persona significa una radical novedad. Cada persona en cuanto
persona es creada de la nada, no es fruto de ninguna otra cosa, pues
no puede reducirse a ninguna otra realidad. La realidad psico-física del
hijo -cuerpo, funciones biológicas, psiquismo, carácter, etc- se deriva de
la de sus padres, y, en este sentido, es reductible a ella. Su realidad
psico-física, sí; pero su persona, no. Es decir, "lo que" el hijo es, sí tiene
su génesis en los padres; pero no "quién" es. El hijo, que es y dice yo, es
absolutamente irreductible al yo del padre o al yo de la madre,
igualmente irreductibles entre sí. El yo es único, singular e intransferible.
Decir yo es formar una oposición polar con toda otra realidad posible o
imaginable, y esa polaridad, en forma bilateralmente personal, es
precisamente la dualidad yo-tú.16
De aquí la repetida afirmación del Vaticano II: "El hombre es la
única criatura terrestre a la que Dios ha querido por sí misma" (GS 24).
La Encarnación del Hijo de Dios es el testimonio supremo de la dignidad
de cada hombre para la fe cristiana. 17 El Hijo de Dios, encarnado en el
seno de una mujer, es la afirmación más radical del valor único de todo
hombre, como expresaba Juan Pablo II en su Primer radiomensaje de
Navidad al mundo:
Si celebramos tan solemnemente el Nacimiento de Jesús, es para testimoniar que
todo hombre es alguien, único e irrepetible. Si las estadísticas humanas, los
sistemas políticos, económicos y sociales, las simples posibilidades humanas no
logran asegurar al hombre el que pueda nacer, existir y trabajar como único e
irrepetible, entonces todo eso se lo asegura Dios. Para El y ante El, el hombre es
siempre único e irrepetible; alguien eternamente ideado y llamado por su propio
nombre.18

15 Cfr EV 78-80.

16 Cfr. J. MARIS, Antropología metafísica, Madrid 1983,p.77; J.L. RUIZ DE LA PEÑA,


Anthropologie et tentation biologiste, Communio 6(1984)66-79.

17 Cfr EV 29ss.

18 AAS 71(1979)66.

26
Es lo que, volcando su experiencia personal, apenas elegido Papa,
comunicó a todos los "hombres de buena voluntad", en su primera
encíclica, documento programático de todo su pontificado:
El hombre no puede vivir sin amor. El permanece para sí mismo un ser
incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no
se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en
él vivamente. Por esto precisamente, Cristo Redentor revela plenamente el
hombre al mismo hombre. Tal es la dimensión humana del misterio de la
Redención. En esta dimensión el hombre vuelve a encontrar la grandeza, la
dignidad y el valor propios de su humanidad. En el misterio de la Redención el
hombre es confirmado y en cierto modo es nuevamente creado. ¡El es creado de
nuevo!...El hombre que quiere comprenderse hasta el fondo a sí mismo -no
solamente según criterios y medidas del propio ser inmediatos, parciales, a veces
superficiales e incluso aparentes- debe, con su inquietud, incertidumbre e incluso
con su debilidad y pecaminosidad, con su vida y con su muerte, acercarse a
Cristo. Debe, por decirlo así, entrar en El con todo su ser, debe apropiarse y
asimilar toda la realidad de la Encarnación y de la Redención para encontrarse a
sí mismo. Si se actúa en él este hondo proceso, entonces él da frutos no sólo de
adoración a Dios, sino también de profunda maravilla de sí mismo.¡Qué valor
debe tener el hombre a los ojos del Creador, si ha merecido tener tan grande
Redentor (Himno Exsultet de la Vigilia Pascual), si Dios ha dado a su Hijo, a
fin de que él, el hombre, no muera, sino que tenga la vida eterna (Jn 3,16)!
(RH 10).19
El hombre, pues, como persona es el único criterio moral capaz de
dar una respuesta auténtica a todos los problemas éticos y, en concreto,
a los problemas que se plantean a la bioética. Si se pierde de vista este
criterio se destruye al hombre y, con él, se hunde la misma sociedad.
"Todo agravio a la persona es una lesión a la sociedad en su raíz y en su
vértice, pues la sociedad nace de la persona y en función de la
persona".20

Merece la pena transcribir una bella página de R. Guardini sobre la


intangibilidad del hombre en cuanto persona, como criterio moral:
Un hombre es inviolable no ya porque vive y, por tanto, tiene "derecho a la vida".
Semejante derecho correspondería igualmente al animal, ya que también él
vive...No, la vida del hombre no puede ser violada porque el hombre es
persona. Y persona significa capacidad de autodominio y de responsabilidad
personal, capacidad de vivir en la verdad y en el orden moral. La persona no
consiste en algo psicológico, sino en algo existencial; no depende
fundamentalmente de la edad o de las condiciones físicas o psíquicas o de las
dotes naturales, sino del alma espiritual que hay en cada hombre. La
personalidad puede hallarse inconsciente como en quien duerme; sin embargo
exige ya una tutela moral. Es incluso posible que no se actualice porque le faltan
los presupuestos físico-psíquicos, como en los locos o dementes; pero el hombre
civilizado se diferencia del bárbaro porque respeta esa personalidad cubierta con
semejante envoltura. Puede hallarse también escondida, como en el embrión,
pero ya existe con pleno derecho. La personalidad da al hombre su dignidad; le
distingue de las cosas y le hace un sujeto. Una cosa tiene consistencia, pero no le
pertenece; produce un efecto, pero no tiene responsabilidad; tiene valor, pero no
dignidad.
Se trata a algo como cosa cuando se lo posee, se lo usa y se termina por
destruirlo, es decir, tratándose de seres vivos, se les mata. Prohibir matar al
hombre representa la culminación de la prohibición de tratarlo como cosa... El

19 Cfr EV 37s.

20 .D. TETTAMANZI, Bioética. Nuove sfide per l'uomo, Casale Monferrato 1987;
A.HORTAL.-R. AGUIRRE, La vida y el Estado, Madrid 1985.

27
respeto del hombre en cuanto persona es una exigencia que no admite discusión
alguna: de ella dependen la dignidad, el bienestar y la misma existencia de la
humanidad. Poner en duda esta exigencia es caer en la barbarie. Es imposible
hacerse una idea de las amenazas, para la vida y el alma del hombre, si, privado
del baluarte de este respeto, el hombre queda a merced del Estado moderno y de
su técnica.21
La persona es siempre un sujeto. No puede nunca ser tratada
como algo, sino que ha de ser siempre considerada como un alguien.
De aquí, como conclusión general de todo lo anterior, el primer criterio
que iluminará todos los temas concretos que expondré en los siguientes
capítulos, sería: "Es bueno todo lo que custodia, defiende, sana y
promueve al hombre en cuanto persona; es malo todo lo que le
amenaza, hiere, ofende, instrumentaliza o elimina". 22 O mejor dicho, con
palabras de la FC:
En la construcción de un nuevo humanismo, la ciencia y sus aplicaciones
técnicas ofrecen nuevas e inmensas posibilidades. Sin embargo, la ciencia, como
consecuencia de las opciones políticas que deciden su dirección de investigación
y sus aplicaciones, se usa a menudo contra su significado original: la promoción
de la persona humana.
Se hace, pues, necesario recuperar por parte de todos la conciencia de la
primacía de los valores morales de la persona humana en cuanto tal. Volver a
comprender el sentido último de la vida y de sus valores fundamentales es el
gran e importante cometido que se impone hoy día para la renovación de la
sociedad. Sólo la conciencia de la primacía de éstos permite un uso de las
inmensas posibilidades, puestas en manos del hombre por la ciencia; un uso
verdaderamente orientado como fin a la promoción de la persona humana en
toda su verdad, en su libertad y dignidad. La ciencia está llamada a ser aliada de
la sabiduría. "Nuestra época -como dijo ya el Vaticano II-, más que ninguna otra,
tiene necesidad de esta sabiduría para humanizar todos los nuevos
descubrimientos de la humanidad. El destino futuro del mundo corre peligro si no
se forman hombres más instruidos en esta sabiduría" (GS 15)...Es esta una
exigencia prioritaria e irrenunciable (FC 8).

2. CORPOREIDAD

La concepción cristiana de la persona humana no es en absoluto


maniquea. Contempla al hombre "todo entero, cuerpo y alma, corazón y
conciencia, inteligencia y voluntad" (GS 3). En la "unidad de cuerpo y
alma", es donde se manifiesta el hombre como imagen de Dios, con
capacidad de conocer y amar.
La antropología bíblica no conoce el dualismo de cuerpo y alma. El
hombre bíblico vive y se interpreta a sí mismo como unidad, aunque esa
unidad puede presentar aspectos diversos según las relaciones en que el
hombre se halle inserto. Esto puede ilustrarse dando un rápido vistazo a
los términos típicos con que la Biblia se refiere al hombre. Basar
(traducido por carne y a veces por cuerpo) no significa la carne o el
cuerpo en oposición al alma espiritual; significa todo el hombre, corpóreo
y espiritual, visto bajo el aspecto de ser débil y frágil. Lo mismo el
término nefes (traducido por psique o alma) se refiere a todo el hombre
en cuanto vivo; lo opuesto a nefes no es cuerpo, sino cadáver. Cada

21 R. GUARDINI, Il diritto alla vita prima della nascita, Vicenza 1985, p.19-21.

22 D. TETTAMANZI, o.c., p.35.

28
afirmación sobre el cuerpo o sobre el espíritu atañen al hombre en su
totalidad.
Hoy es preciso subrayar con fuerza la verdad del cuerpo, como
expresión de la persona humana. Pues, como señalan los Obispos
españoles:
Unida a la trivialización de la sexualidad, e inseparable de ella, está la
instrumentalización que se hace del cuerpo. Se hace creer, en efecto, que se
puede usar del cuerpo como instrumento de goce exclusivo, cual si se tratase de
una prótesis añadida al Yo. Desprendido del núcleo de la persona, y, a efectos del
juego erótico, el cuerpo es declarado zona de libre cambio sexual, exenta de toda
normatividad ética; nada de lo que ahí sucede es regulable moralmente ni afecta
a la conciencia del Yo, más de lo que pudiera afectarle la elección de este o de
aquel pasatiempo inofensivo. La frívola trivialización de lo sexual es trivialización
de la persona misma, a la que se humilla muchas veces reduciéndola a la
condición de objeto de utilización erótica; y la comercialización y explotación del
sexo o su abusivo empleo como reclamo publicitario, son formas nuevas de
degradación de la dignidad de la persona humana (La verdad os hará libres
19).

Lo afirma igualmente con fuerza Juan Pablo II en la Evangelium


vitae:

En este horizonte cultural, el cuerpo ya no se considera como realidad


típicamente personal, signo y lugar de las relaciones con los demás, con Dios y
con el mundo. Se reduce a pura materialidad: está simplemente compuesto de
órganos, funciones y energías que hay que usar según criterios de mero goce y
eficiencia. Por consiguiente, también la sexualidad se despersonaliza e
instrumentaliza: de signo, lugar y lenguaje del amor, es decir, del don de sí
mismo y de la acogida del otro según toda la riqueza de la persona, pasa a ser
cada vez más ocasión e instrumento de la afirmación del propio yo y de
satisfacción egoísta de los propios deseos e instintos. Así se deforma y falsifica el
contenido originario de la sexualidad humana. (n. 23)

La corporeidad es una dimensión fundamental del hombre como


persona, pues el hombre existe realmente como ser corpóreo. De aquí se
deduce que el cuerpo está revestido de humanidad, cargado de
significado humano. Este significado humano del cuerpo no está
ciertamente inscrito en las estructuras biológicas o fisiológicas del
cuerpo. El significado humano del cuerpo le viene del hecho de que es el
cuerpo de una persona humana. Sólo a la luz de la totalidad de la
persona humana es posible descubrir el significado humano del cuerpo y
de las acciones corporales. De aquí que el cuerpo humano no sea un
objeto, sino "la persona humana en su visibilidad". 23
Respecto a la propia persona, que vive su existencia en el cuerpo y
a través del cuerpo, el significado fundamental de éste es el de ser el
campo expresivo del hombre. Se puede decir que el cuerpo humano es la
persona en cuanto que se expresa y se realiza visiblemente en el mundo,
esto es, en la comunicación con los demás y en la transformación del
mundo, como camino de reconocimiento de los demás. En este sentido,

23 M. ARGYLE, Il corpo e il suo linguaggio, Bologna 1982; JUAN PABLO II, Teología del
corpo, Roma 1982; V. MELCHIORE, Il corpo, Brescia 1984; G. ZAMBONI, Il problema
dell'uomo, Palermo 1985; I. FUCEK, L'unità e la dignità della persona nell'antropologia
cristiana, Medicina e Morale 3(1989)465-489.

29
el cuerpo tiene un significado sacramental, en cuanto que la realidad
personal existe expresándose visiblemente en el cuerpo y a través del
cuerpo.
En relación a los demás, el cuerpo tiene, como gusta repetir Juan
Pablo II, un significado esponsal. En las relaciones con los demás, el
cuerpo humano es ante todo presencia de la persona para ellos. Esta
presencia de persona a persona se hace cercanía, comunicación y
palabra a través del cuerpo. Toda respuesta personal a la llamada del
otro pasa a través del lenguaje oblativo del cuerpo.
Espigando en las catequesis de Juan Pablo II, en las audiencias de
los miércoles, dedicadas durante tres años a la teología del cuerpo,
encontramos la aplicación de esta visión antropológica a la vida cristiana.
La S.C. para la Educación Católica lo hace así en su documento
Orientaciones educativas sobre el amor humano, del 1 de
noviembre de 1983:

La visión cristiana del hombre reconoce al cuerpo una particular función, puesto
que contribuye a revelar el sentido de la vida y de la vocación humana. La
corporeidad es, en efecto, el modo específico de existir y de obrar del espíritu
humano. Este significado es, ante todo, de naturaleza antropológica: El cuerpo
revela el hombre (Audiencia del 14-11-1979), expresa la persona (9-1-80) y
por eso es el primer mensaje de Dios al hombre mismo, casi una especie de
sacramento primordial, entendido como signo que transmite eficazmente en el
mundo visible, el misterio invisible escondido en Dios desde la eternidad (20-2-
80).
Hay un segundo significado de naturaleza teologal: el cuerpo contribuye a revelar
a Dios y su amor creador, en cuanto manifiesta la creaturalidad del hombre, su
dependencia de un don fundamental que es don del amor. Esto es el cuerpo:
testigo de la creación como de un don fundamental, testigo, pues, del
amor como fuente de la que nació este mismo donar (9-1-80).(n.22-23)

Por ello, el cuerpo está destinado a volver a su fuente, a ser


glorificado en Dios:

Incorporado por el bautismo a Cristo, el cristiano sabe que también su cuerpo ha


sido vivificado y purificado por el Espíritu que Jesús le comunica.
La fe en el misterio de Cristo resucitado, que por su Espíritu actúa y prolonga en
los fieles el misterio de la pascua, descubre al creyente la vocación a la
resurrección de la carne, ya incoada gracias al Espíritu que habita en el justo
como prenda y germen de la resurrección total y definitiva (Orientaciones
sobre el amor humano 43)

Un segundo criterio moral, para esclarecer los problemas que hoy


se plantean en el ámbito de la biomedicina, se puede formular con
palabras de la Donum Vitae:
La persona humana sólo puede realizarse como totalidad unificada. Pues, en
virtud de su unión substancial con un alma espiritual, el cuerpo humano no
puede ser reducido a un complejo de tejidos, órganos y funciones, ni puede ser
valorado con la misma medida que el cuerpo de los animales, ya que es parte
constitutiva de una persona, que a través de él se expresa y se manifiesta...Por
ello, cualquier intervención sobre el cuerpo humano afecta a la persona misma.
Juan Pablo II lo recordaba con fuerza a la Asociación Médica Mundial: "Cada
persona humana, en su irrepetible singularidad, no está constituida solamente
por el espíritu, sino también por el cuerpo, y por eso en el cuerpo y a través del
cuerpo se alcanza a la persona misma en su realidad concreta. Respetar la
dignidad del hombre comporta, por consiguiente, salvaguardar esa identidad del
hombre corpore et anima unus" (n.3).

30
3.SEXUALIDAD

El hombre, espíritu encarnado en el mundo, existe creadoramente


en la historia en diálogo con los otros. Su vivir es convivir. La dimensión
interpersonal es constitutiva de la persona humana. Su vida acontece en
forma de convivencia. El yo y el tú en soledad son modos de existencia
inauténtica.
El yo, que camina hacia el tú, y el tú, que sale al encuentro del yo,
se hallan y abrazan en el amor. Como dirá P. Laín Entralgo, la
comunicación personal es posible para el hombre gracias al amor. Sólo
cuando dos personas se aman efusivamente entre sí se da entre ambos
verdadera y real comunicación. Amando, yo me hago conocer por el otro;
amándome él de manera semejante, se hace conocer por mí. Y todo ello
sin confusión de nuestros respectivos seres personales. Sin convertirse
en formal identificación, nuestra comunicación llega a ser verdadera
comunión.24
Este ser con los demás y para los demás pertenece al núcleo
mismo de la existencia humana. La existencia humana está siempre
orientada hacia los demás. Esta estructura interpersonal se vive en la
vivencia del amor en su doble dirección: amor de los demás y amor a los
demás. El hombre es un ser cuya indigencia le mueve a salir de sí, pues
experimenta en lo más hondo de sí que "no es bueno que el hombre esté
solo". Pero, al mismo tiempo, el hombre es un ser abierto, cuya plenitud
de vida le impulsa a abrirse y donarse a los demás. La sexualidad es la
gran fuerza que empuja al hombre a abrirse y a salir de sí mismo, con su
necesidad del otro y con su capacidad de donación al otro. La sexualidad
se hace, pues, signo y fruto de la indigencia y de la riqueza de la
persona, llamada indivisiblemente a amar y a ser amada, a darse y a
recibir, conocer al otro, conocerse a sí misma, reconocer al otro y ser
reconocida por el otro.
Este carácter interpersonal fundamental del hombre encuentra
una expresión específica en el hecho de que el hombre existe como
varón o mujer. Como dice el citado documento de la Cong. para la
Doctrina Católica, citando de nuevo a Juan Pablo II:
El cuerpo, en cuanto sexuado, manifiesta la vocación del hombre a la
reciprocidad, esto es, al amor y al mutuo don de sí. "Precisamente atravesando la
profundidad de esta soledad originaria, surge ahora el hombre en la dimensión
del don recíproco, cuya expresión -que por esto mismo es expresión de su
existencia como persona- es el cuerpo humano en toda la verdad originaria de su
masculinidad y feminidad. El cuerpo que expresa la feminidad para la
masculinidad, y viceversa, la masculinidad para la feminidad, manifiesta la
reciprocidad y la comunión de las personas. La expresa a través del don como
característica fundamental de la existencia personal" (9-1-80) .(n.24)
En la sexualidad es donde la corporeidad humana revela las
profundas posibilidades interpersonales del hombre y donde la misma
intersubjetividad se revela profundamente corpórea. La sexualidad es
una característica propia de la persona que, en la diversidad de varón o
mujer, posibilita la palabra íntima, unitiva y creadora, que se expresa en

24 P. LAIN ENTRALGO, La comunión interpersonal en la convivencia humana, Revista


de filosofía 1(1962)80-81.

31
la unión corporal. De este modo, la alteridad sexual revela la profundidad
e intimidad de la interpersonalidad humana. No hay mayor coefusión que
el amor de entrega personal, en el que los esposos llegan a ser una sola
carne. Pero la condición dual de la persona humana -por ser humana-,
incluyendo la atracción sexual carnal, se realiza superando esta atracción
y situándose en la comunión y trasparencia del espíritu.
Las relaciones sexuales no pueden ser consideradas aisladamente
en su dimensión biológica, sino a la luz de la persona entera, aunque
ciertamente están ligadas a la dimensión corporal del hombre, pero visto
el cuerpo en su significado esponsal, como expresión del "sincero don
de sí mismo" (MD 10). La sexualidad humana implica, por tanto, la
totalidad de la persona:
En el contexto de una cultura que deforma gravemente e incluso pervierte el
verdadero significado de la sexualidad humana, porque la desarraiga de su
referencia a la persona, la Iglesia siente más urgente e insustituible su misión de
presentar la sexualidad como valor y función de toda la persona, creada -varón y
mujer- a imagen de Dios (FC 32).
Todo intento de acercarse a la sexualidad humana desde una
óptica dualista, se encuentra condenado al fracaso, ya sea eliminando la
dimensión espiritual del cuerpo o menospreciando la condición
encarnada del espíritu. Una antropología dualista está viciada desde sus
raíces para captar el sentido y valor de la sexualidad. "El acto conyugal,
con el que los esposos se manifiestan recíprocamente el don de sí
mismos, es un acto indivisiblemente corporal y espiritual", afirma la
Donum Vitae (II,B 4).
El significado humano de la sexualidad radica esencialmente en la
relación entre personas, esto es, en la reciprocidad del encuentro entre
seres personales encarnados, sexuados. Todo el misterio de la sexualidad
humana se halla en este encuentro interpersonal, que no puede agotarse
ni separarse de las condiciones corpóreas. La sexualidad humana se da
únicamente en las relaciones entre personas que se reconocen como
tales. Por ello como dice A. Jeannière:

No es la sexualidad la que nos hace inventar el amor, sino el amor el que nos
revela la naturaleza de la sexualidad. 25

Como dice el citado documento sobre el amor humano, "la


persona humana, por su íntima naturaleza, exige una relación de
alteridad que implica una reciprocidad de amor. Los sexos son
complementarios: iguales y distintos al mismo tiempo; no idénticos, pero
sí iguales en dignidad personal; son semejantes para entenderse,
diferentes para completarse recíprocamente" (n.25).

La condición sexual del hombre, en su polaridad masculina y


femenina, lejos de ser una división o separación en dos mitades, que
escindiese media humanidad de la otra mitad, lo que hace es referir la
una a la otra, instaurando la convivencia entre los dos sexos. La
sexualidad, en vez de separar, vincula al varón y la mujer. Masculinidad
y feminidad son dos estructuras recíprocas. Ser varón no quiere decir
otra cosa que estar referido a la mujer; y ser mujer, estar referida al

25 A. JEANNIER, Anthropologie sexuelle, París 1964, p. 139.

32
varón. Desde el mismo momento de la creación, el ser humano existe en
la diferencia de sexo y en la recíproca relación sexual.
La sexualidad como don del Creador, con su bondad original y con
las implicaciones del pecado, confundiendo e incluso falsificando el
lenguaje sexual, nos lleva a Cristo que, con su redención, asume la
sexualidad, la sana y restituye a su bondad original de gracia y santidad:
Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza: llamándolo a la existencia
por amor lo ha llamado al mismo tiempo al amor. Dios es amor (1Jn 4,8) y vive
en sí mismo un misterio de comunión personal de amor. Creándola a su imagen y
conservándola continuamente en el ser, Dios inscribe en la humanidad del
hombre y de la mujer la vocación del amor y de la comunión. El amor es por tanto
la vocación fundamental e innata de todo ser humano (FC 11).
Como tercer criterio general de moralidad, hay que afirmar que
"tan sólo el acto conyugal posee las condiciones realmente humanas
para engendrar una nueva persona humana".

4. AMOR Y PROCREACIÓN

La sexualidad humana encierra una doble dimensión: unitiva y


procreadora, inseparablemente unidas. La entrega corporal es símbolo y
manifestación de un amor total y exclusivo, que se abre y encarna en la
procreación. Cuando la donación mutua es total se hace fecunda, abierta
a la vida. El amor, del que se ha eliminado la intención de fecundidad,
siendo ésta posible, constituye una perversión del amor, llevando a los
esposos a la frustración y terminando por agostarse el mismo amor.
La llamada recíproca del hombre y la mujer al amor mutuo está
orientada, en el plan de Dios, hacia la doble finalidad de crear la unidad y
la vida. Por una parte, crea una relación personal, íntima, un encuentro
en la unidad, una comunidad de amor, un diálogo afectivo pleno y
totalizante, cuya expresión más significativa se encarna en la entrega
corporal. Y, por otra parte, esta misma donación, fruto del amor, se abre
hacia una fecundidad que brota como consecuencia.
"El cuerpo llama al hombre y a la mujer a su constitutiva vocación a la
fecundidad, como uno de los significados fundamentales de su ser sexuado" (Juan
Pablo II, 26-3-80). El hombre y la mujer constituyen dos modos de realizar, por
parte de la criatura humana, una determinada participación del Ser divino: han
sido creados a imagen y semejanza de Dios y cumplen esa vocación no sólo
como personas individuales, sino asociados en pareja, como comunidad de
amor. Orientados a la unión y a la fecundidad, el marido y la esposa participan
del amor creador de Dios, viviendo a través del otro la comunión con El (Sobre el
amor humano 26):
Amor y fecundidad son, por tanto, significados y valores de la sexualidad que se
incluyen y reclaman mutuamente y no pueden, en consecuencia, ser
considerados ni alternativos ni opuestos (Ibidem 32).
Don viviente y personal de Dios, el hombre no puede encontrar su
propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás.
La vocación fundamental del hombre es, por tanto, la de amar y donarse
con la totalidad unificada de su ser, inseparablemente espiritual y
corpóreo:
En cuanto espíritu encarnado, es decir, alma que se expresa en el cuerpo
informado por el espíritu inmortal, el hombre está llamado al amor en esta su
totalidad unificada. El amor abarca el cuerpo humano y el cuerpo se hace
partícipe del amor espiritual (FC 11).

33
La diversa y complementaria sexualidad masculina y femenina
testimonia espléndidamente que la persona es un don llamado a
donarse. "El don -decía Juan Pablo II el 9-1-80- revela una característica
particular de la existencia personal, más aún, de la misma esencia de la
persona. Cuando Dios dice que 'no es bueno que el hombre esté solo'
(Gen 2,18), afirma que el hombre en solitario no realiza plenamente su
esencia. La realiza existiendo con alguien, y todavía más
profundamente y más plenamente, existiendo para alguien".

"Dos en una sola carne", crecen y se multiplican. De aquí el


vínculo inmediato e indivisible entre amor unitivo y amor creador. Es la
verdad de la sexualidad que, en su lenguaje personalista, pone de
manifiesto la Humanae Vitae:
Todo acto matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida. Esta
doctrina, muchas veces expuesta por el magisterio, está fundada sobre la
inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por
propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado
unitivo y el significado procreador. Efectivamente, el acto conyugal, por su íntima
estructura, mientras une profundamente a los esposos, los hace aptos para la
generación de nuevas vidas, según las leyes inscritas en el ser mismo del hombre
y de la mujer. Salvaguardando ambos aspectos esenciales, unitivo y procreador,
el acto conyugal conserva íntegro el sentido de amor mutuo y verdadero y su
ordenación a la altísima vocación a la paternidad (n.12).
La oblatividad del amor -amor mutuo entre los esposos, que se
desborda en la creación de nuevas vidas- será el criterio moral en los
diversos aspectos de la sexualidad. Cerrarse al amor o a la vida, como
separar ambos aspectos, va contra el plan de Dios sobre la sexualidad
humana, es decir, va contra el hombre mismo; es la negación de una
exigencia básica del ser humano. La Familiaris consortio, glosando el
nº 13 de la Humanae Vitae, dirá:
Cuando los esposos separan estos dos significados que Dios Creador ha inscrito
en el ser del hombre y de la mujer y en el dinamismo de su comunión sexual, se
comportan como árbitros del designio divino y manipulan y envilecen la
sexualidad humana, y con ella la propia persona del cónyuge, alterando su valor
de donación total (n.32).
En el origen de toda persona humana -comenta Juan Pablo II-
existe un acto creador de Dios; ningún hombre viene a la existencia por
casualidad; es siempre el término del amor creador de Dios. De esta
verdad fundamental de fe se deduce que la capacidad creadora, inscrita
en la sexualidad humana, es una cooperación con el poder creador de
Dios. Y se deduce también que de esta misma capacidad, el hombre y la
mujer no son árbitros, no son dueños, llamados como están, en ella y por
medio de ella, a ser partícipes de la decisión creadora de Dios. 26
Por tanto, cuando con la fecundación artificial o mediante los
anticonceptivos, el hombre se atribuye un poder que pertenece sólo a
Dios: poder de decidir en última instancia la venida a la existencia de
una persona humana, entonces "no reconoce a Dios como Dios" (Juan
Pablo II, 17-12-83).
En conclusión, podemos formular un cuarto criterio de moralidad,
con las palabras de la Congregación de la Fe:

26 Cfr EV 43.

34
Dios, que es amor y vida, ha inscrito en el varón y en la mujer la llamada a una
especial participación en su misterio de comunión personal y en su obra de
Creador y Padre. Por esa razón, el matrimonio posee bienes y valores específicos
de unión y procreación, incomparablemente superiores a los de las formas
inferiores de la vida. Estos valores y significados de orden personal determinan,
en el plano moral, el sentido y los límites de las intervenciones artificiales sobre
la procreación y el origen de la vida humana. Tales procedimientos no deben
rechazarse por el hecho de ser artificiales; como tales testimonian las
posibilidades de la medicina, pero deben ser valorados moralmente por su
relación con la dignidad de la persona humana, llamada a corresponder a la
vocación divina al don del amor y al don de la vida (DV 3).

5. MATRIMONIO

El matrimonio, como comunidad de amor, se expresa en la


relación y donación total de los esposos; el gesto sexual entre ellos es
expresión de la unidad, que el amor crea entre los dos. Esta entrega
mutua en el amor es portadora de fecundidad, como superabundancia de
amor, que se desborda de los dos, creando una nueva vida, expresión e
icono de su unidad en el amor: el hijo. Como dice bellamente la
Humanae Vitae, el amor conyugal, por su propia verdad interna y por
su especificidad, está abierto a la vocación paterna:
Este amor es fecundo porque no se agota en la comunión entre marido y mujer,
sino que está destinado a continuar, dando origen a nuevas vidas (n.9).

Juan Pablo II ha repetido en sus discursos por todo el mundo esta


visión sobre el matrimonio y el amor conyugal. Y en su carta Familiaris
consortio, la recoge, actualizándola y presentándola, además, como
fruto del Sínodo de los obispos sobre la "Misión de la familia cristiana en
el mundo actual":
Según el designio de Dios, el matrimonio es el fundamento de la comunidad más
amplia de la familia, ya que la institución misma del matrimonio y el amor
conyugal están ordenados a la procreación y educación de la prole, en la que
encuentran su coronación.
En su realidad más profunda, el amor es esencialmente don, y el amor conyugal,
a la vez que conduce a los esposos al recíproco conocimiento que les hace una
sola carne, no se agota dentro de la pareja, ya que los hace capaces de la
máxima donación posible, por la que se convierten en cooperadores de Dios en el
don de la vida a una nueva persona humana. De este modo los cónyuges, a la
vez que se dan entre sí, dan más allá de sí mismos la realidad del hijo, reflejo
viviente de su amor, signo permanente de la unidad conyugal y síntesis viva e
inseparable del padre y de la madre.
Al hacerse padres, los esposos reciben de Dios el don de una nueva
responsabilidad. Su amor paterno está llamado a ser para los hijos el signo visible
del mismo amor de Dios, del que proviene toda paternidad en el cielo y en
la tierra.27 Sin embargo, no se debe olvidar que, incluso cuando la procreación
no es posible, no por eso pierde su valor la vida conyugal. La esterilidad física, en
efecto, puede dar ocasión a los esposos para otros servicios importantes a la vida
de la persona humana, como por ejemplo la adopción, las diversas formas de
obras educativas, la ayuda a otras familias, a los niños pobres o minusválidos
(n.14).
La familia cristiana vive la adopción desde su fe. Así como su vida
conyugal es reflejo del amor nupcial de Cristo y la Iglesia, la adopción se
hace espejo del amor adoptivo de Dios Padre en Cristo a su pueblo. En la

27 Cfr EV 92.

35
adopción manifiestan el amor de Dios Padre, que en su Hijo nos ha
adoptado como hijos suyos.28
La concepción cristiana del matrimonio y de la familia se basa en
el orden mismo de la creación. En efecto, "Dios no creó al hombre en
solitario. Desde el principio los hizo hombre y mujer y su unión constituye
la expresión primera de la comunión de personas" (GS 12). En
consecuencia, leemos en la Familiaris Consortio:
La sexualidad, en la que el hombre y la mujer se dan el uno al otro con los actos
propios y exclusivos de los esposos, no es algo puramente biológico, sino que
afecta al núcleo íntimo de la persona en cuanto tal. Ella se realiza de modo
verdaderamente humano solamente cuando es parte integral del amor con el que
el hombre y la mujer se comprometen totalmente entre sí hasta la muerte. La
donación física total sería un engaño si no fuese signo y fruto de una donación en
la que está presente toda la persona, incluso en su dimensión temporal; si la
persona se reservase algo o la posibilidad de decidir de otra manera en orden al
futuro, ya no se donaría totalmente. Esta totalidad, exigida por el amor conyugal,
corresponde también con las exigencias de una fecundidad responsable, la cual,
orientada a engendrar una persona humana, supera por su naturaleza el orden
puramente biológico y toca una serie de valores personales, para cuyo
crecimiento armonioso es necesaria la contribución durable y concorde de los
padres.
El único lugar que hace posible esta donación total es el matrimonio, es
decir, el pacto de amor conyugal o elección consciente y libre, con la que el
hombre y la mujer aceptan la comunidad íntima de vida y amor, querida por Dios
mismo, que sólo bajo esta luz manifiesta su verdadero significado (FC 11).
La sexualidad conyugal constituye la expresión del don definitivo
que el cónyuge hace de sí mismo al otro y, por consiguiente, establece
una comunión interpersonal total e indisoluble entre los esposos. La
unión sexual es la expresión de una previa unión afectiva y espiritual, por
la que hombre y mujer se entregan mutuamente de un modo total,
exclusivo y definitivo. Siendo la sexualidad una dimensión que implica
a la persona humana en su totalidad, la donación física sería falsa y
egoísta si no respondiese a una previa donación afectiva y espiritual
completa, de la que se excluye todo tipo de reserva presente y futura.
La indisolubilidad del matrimonio no es otra cosa que la expresión
de la exigencia de fidelidad que brota del auténtico amor conyugal, de la
alianza personal de los esposos, del bien de los hijos y de la dimensión
social del matrimonio, que rebasa los intereses privados de los cónyuges.
Por ello, en el plan de Dios, el vínculo conyugal del matrimonio queda
substraído a la voluntad privada de los esposos, por ser intrínsecamente
indisoluble.

El matrimonio, además, no sólo pertenece al orden de la creación,


sino que ha sido incorporado por Dios al orden mismo de la salvación de
Cristo. Por ello, la unión matrimonial "en el Señor" reviste para el
creyente un significado y valor especial. Su estabilidad e indisolubilidad
son un don de Cristo que garantiza la unión en el amor, destruyendo las
barreras de separación que amenazan a los esposos en su convivencia
diaria. El matrimonio de los cristianos se hace, de este modo,
sacramento que actualiza y visibiliza en los esposos la unión inefable, el

28 Cfr EV 93; T. GOFFI, Adopción en DETM, p. 22-31.

36
amor fidelísimo y la entrega irrevocable de Cristo a su esposa, la Iglesia
(Ef 5,22ss).
En el matrimonio cristiano, como participación de esta unión
misteriosa de Cristo con la Iglesia, marido y mujer están llamados -y
posibilitados- a amarse entre sí con una fidelidad que es manifestación
de la fidelidad de Cristo. La unión conyugal consuma la sacramentalidad
del matrimonio, símbolo vivo de la comunión entre Dios y los hombres y
entre Cristo y su Iglesia.
Cuando un hombre y una mujer contraen matrimonio se entregan
el uno al otro para realizar, al servicio del reino de Dios, su comunión de
vida y amor. Su entrega mutua, sin reservas respecto al porvenir, es
manifestación del don total y en común de sí mismos a Dios. Esta
entrega de los esposos cristianos a Dios es respuesta al don irrevocable
de Dios a los hombres en Cristo. El consentimiento matrimonial de los
cristianos es una palabra dada a Dios y aceptada por El para siempre.
La indisolubilidad del vínculo sacramental está, pues, en estrecha
conexión con la realidad del ser cristiano y con lo irrevocable y definitivo
del don de Dios al hombre. La unión conyugal de los cristianos es, por
tanto, indisoluble y exige fidelidad mutua no sólo por razón del bien de
los cónyuges, de los hijos y de toda la sociedad humana, sino
principalmente por la condición sacramental del matrimonio cristiano.
Los esposos cristianos, dada su condición de miembros de Cristo,
no se pertenecen a sí mismos, sino al Señor. Por el sacramento del
matrimonio, su amor conyugal es asumido por el amor divino, están
fortificados y como consagrados para cumplir su misión conyugal
familiar.29
Un nuevo criterio fundamental para la bioética, puede ser
formulado con la Gaudium et spes:
Al tratar de armonizar el amor conyugal y la transmisión responsable de la vida,
la moralidad de la conducta no depende solamente de la rectitud de la intención
y de la valoración de los motivos, sino de criterios objetivos deducidos de la
naturaleza de la persona y de sus actos, que respetan el sentido íntegro de la
mutua donación y de la procreación humana, en un contexto de amor verdadero
(n.51).

Apoyándose en este texto, concluye la Donum Vitae:

La procreación humana presupone la colaboración responsable de los esposos


con el amor fecundo de Dios; el don de la vida humana debe, por tanto, realizarse
en el matrimonio mediante los actos específicos y exclusivos de los esposos, de
acuerdo con las leyes inscritas en sus personas y en su unión (n.5).

6. LA VIDA DON DE DIOS

Cuando el hombre y la mujer se conocen en el acto matrimonial,


llegan al punto supremo de su mutua y recíproca polarización personal.
Entonces se realiza un triple acorde misterioso: Dios creador está allí
entre ellos para llamar por su nombre a la vida el fruto de la unión en el
amor de los esposos. Entonces el hombre y la mujer, con el hijo que Dios
les concede, realizan en forma plena la imagen de la vida trinitaria de

29 Nota de la Com. Episcopal Española para la doctrina de la Fe, del 7-5-77, n. 9-11.

37
Dios.30 Hombre y mujer unidos en una sola carne, que se manifiesta en el
hijo fruto de su unión, es la imagen de Dios amor y fuente de la vida.

Al llamar Adán a su mujer Eva expresaba su vocación a la


fecundidad: "madre de todos los vivientes" (Gen 3,20). Así, desde el
fondo de las edades, resuena sin cesar el llamamiento divino: "creced y
multiplicaos". Y Dios, al llamar, da la forma de responder. La llamada a la
fecundidad es bendición: comunicación del poder de procrear. Este gozo
de la fecundidad, don de la bendición de Dios, aparece en la expresión
de Eva, en el momento de su primer parto: "¡He obtenido un hijo de
Dios!" (Gen 4,1). La misma experiencia tiene la madre de los siete
hermanos macabeos: "Yo no sé cómo aparecisteis en mis entrañas; no fui
yo quien os infundió el espíritu y la vida ni fui yo quien dio forma a los
miembros de cada uno de vosotros" (2Mac 7,22). 31
En la Escritura hallamos repetido: "es Dios quien abre y cierra el
seno materno". Por ello, los salmos cantarán que los hijos son un don y
bendición de Dios:
Don de Yahveh son los hijos,
es merced suya el fruto del vientre (Sal 127,3).

Así, pues, la fecundidad conyugal es participación del amor


creador de Dios, fruto de su bendición: "Y creó Dios al hombre a imagen
suya, a imagen de Dios le creó, hombre y mujer los creó. Y los bendijo
Dios, diciéndoles: Sed fecundos, multiplicaos y llenad la tierra" (Gen
1,27-28). Esta palabra creadora de Dios comunicó a la unidad hombre-
mujer la fecundidad como participación de su fuerza creadora. La
fecundidad es gracia y vocación, que nace del amor para el amor. La
fecundidad creadora de Dios se desborda sobre su imagen, hombre-
mujer, haciéndoles partícipes de su poder creador de vida. De este
modo, el amor conyugal crea comunión y comunidad:
La vivencia auténtica del amor conyugal, y toda la estructura de la vida familiar
que de él deriva, tiende a capacitar a los esposos para cooperar con fortaleza de
espíritu en el amor del Creador y Salvador, quien por medio de ellos aumenta y
enriquece diariamente su propia familia. En la misión de transmitir la vida
humana y educarla, los cónyuges saben que son cooperadores del amor de Dios
Creador y como sus intérpretes (GS 50).

En su amor fecundo, los esposos son signo y testimonio,


sacramento del amor de Dios Creador y Padre:

Dios, con la creación del hombre y de la mujer a su imagen y semejanza, corona


y lleva a perfección la obra de sus manos; los llama a una especial participación
en su amor y al mismo tiempo en su poder de Creador y Padre, mediante su
cooperación libre y responsable en la transmisión del don de la vida humana (FC
28).

En el plan de Dios, el amor conyugal crea comunión y comunidad,


une a los esposos y forma la familia. La unión conyugal, al unir en
totalidad a los esposos, lleva inherente la apertura a la transmisión de la

30 Cfr. B. HARING, La ley de Cristo, II, Barcelona 1961, p. 264.

31 Cfr EV 43-44.

38
vida. El significado unitivo del amor conyugal lleva siempre la fuerza
liberadora que salva a los cónyuges del egoísmo a dos. Por eso, a la
sexualidad, expresión plena del amor conyugal, le es esencial la
dimensión creadora. Esta apertura a la vocación creadora es esencial e
intrínseca al matrimonio.32
El cometido fundamental de la familia es el servicio a la vida, el realizar a lo largo
de la historia la bendición original del Creador, transmitiendo en la generación la
imagen divina de hombre a hombre (FC 28).
La unión conyugal es creadora en cuanto participación en la acción
creadora de Dios. Es cooperación al amor con que Dios crea al hombre a
su imagen. Acoger el amor conyugal quiere decir substancialmente
acoger la bendición y misión de transmitir la vida que Dios les ha
concedido. Un amor conyugal que arbitrariamente se cierra a la
fecundidad rechaza su plena y genuina realización, lo mismo que la
apropiación arrogante de la paternidad, como si el hombre tuviera
derecho a la procreación.
Lo propio del pueblo de Dios es su fe en Dios. Y Dios no está
ligado a leyes o ciclos biológicos. El hijo es don suyo, fruto de su
bendición. El es quien ofrece el hijo a los padres, aún siendo éstos
estériles. Los hijos vienen, pues, de Yahveh (Gen 4,1;24,60;Rut 4,11;Sal
113,9); son, por tanto, herencia de Yahveh (Sal 127,3;Ez 16,21). Así, el
nacimiento de Seth es considerado como el cumplimiento de la bendición
dada por Dios a la primera pareja humana (Gen 5,1-3). Y Malaquías lo
dirá de toda pareja: "¿No ha hecho Dios un solo ser que tiene carne y
soplo de vida? Y este único ser ¿qué busca? Una descendencia dada por
Dios" (2,14- 16). El hijo es el fruto de la unión en "una sola carne", unión
conyugal en el amor como don de Dios. Por ello, el hijo pertenece a Dios
y ha de ser educado en la fe en Dios:
La fecundidad es el fruto y el signo del amor conyugal, el testimonio vivo de la
entrega plena y recíproca de los esposos. El cultivo auténtico del amor conyugal y
toda la estructura de la vida familiar que de él deriva, sin dejar de lado los demás
fines del matrimonio, tienden a capacitar a los esposos para cooperar con
fortaleza de espíritu con el amor del Creador y del Salvador, quien por medio de
ellos aumenta y enriquece diariamente su propia familia. La fecundidad del amor
conyugal no se reduce sin embargo a la sola procreación de los hijos, aunque sea
entendida en su dimensión específicamente humana: se amplía y se enriquece
con todos los frutos de vida moral, espiritual y sobrenatural que el padre y la
madre están llamados a dar a los hijos y, por medio de ellos, a la Iglesia y al
mundo (FC 28).
El creyente en Dios vive su paternidad como participación de la
paternidad de Dios. Los hijos son un don de Dios a los padres, pero son
de Dios y como tales han de ser considerados, ofreciéndolos a Dios como
su herencia (Ez 16,20-21). Porque lo que se manifiesta en todo
nacimiento no es otra cosa que el acto creador de Dios (Is 43,7; Jr 1,5;Job
31,15). El hombre, que puede dar nombre a todas las cosas, y así
poseerlas (Gen 2,20), recibe su nombre de Dios mismo (Gen 5,2). Esto
quiere decir que el hombre ejerce, en nombre de Dios, como donación, la
soberanía sobre la tierra, pero él pertenece a Dios. 33 Ni el hijo pertenece

32 Cfr. IDEM, Sexualidad, en DETM, p.1004-1015.

33 Cfr EV 39s.

39
a los padres; ni es posesión suya, ni tienen derecho a él ni sobre él. Toda
manipulación sobre el hombre es un atentado al designio de Dios y al
hombre en cuanto tal. Es una violación del plan de Dios y de la
autonomía del hombre, que no es nunca objeto de posesión de ningún
otro hombre. La vida humana, don de Dios, pertenece en exclusiva a
Dios, único Señor, como están llamados a proclamar y a transmitir a
sus hijos los padres creyentes:
Escucha, Israel: Yahveh nuestro Dios es el único Dios. Amarás a Yahveh, tu Dios,
con todo tu corazón, con toda tu mente y con toda tu fuerza. Queden en tu
corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Se las repetirás a tus hijos, les
hablarás de ellas tanto si estás en casa como si vas de viaje, al acostarte y al
levantarte (Dt 6,4-7).

En conclusión, hay que afirmar con la Humanae Vitae:

El amor conyugal revela su verdad y valor cuando se le considera en su fuente


suprema, Dios, que es Amor (1Jn 4,8), "el Padre de quien procede toda paternidad
en el cielo y en la tierra" (Ef 3,15). El matrimonio es, por tanto, una sabia
institución del Creador para realizar en la humanidad su designio de amor. Los
esposos, mediante su recíproca donación personal, propia y exclusiva de ellos,
tienden a la comunión de sus seres en orden a un mutuo perfeccionamiento
personal, para colaborar con Dios en la generación y en la educación de nuevas
vidas (n.8).
La sexualidad humana se vive en las fuentes de la vida. Y la vida,
don de Dios, es el criterio primero de la moralidad. Una fuente de vida
envenenada se convierte en fuente de muerte. Dios es el Dios de la vida.
La sexualidad es participación de esta paternidad de Dios. El amor de
acuerdo a los planes de Dios es vida. Fuera de su plan es manantial de
muerte:
El don de la vida, que Dios Creador y Padre ha confiado al hombre, exige que
éste tome conciencia de su inestimable valor y lo acoja responsablemente. Este
principio básico debe colocarse en el centro de la reflexión encaminada a
esclarecer y resolver los problemas morales que surgen de las intervenciones
artificiales sobre la vida naciente y sobre los procesos procreativos (DV 1).
Y tratándose de esposos cristianos, unidos por el sacramento del
matrimonio, éstos viven su amor fecundo bajo la fuerza del Espíritu de
Cristo, infundido en su corazón por el sacramento. Este "don del Espíritu,
acogido por los esposos, les ayuda a vivir la sexualidad humana según el
plan de Dios y como signo del amor unitivo y fecundo de Cristo a su
Iglesia" (FC 33). Y, al mismo tiempo, la fecundidad de los esposos
cristianos es un testimonio de la fecundidad de la Madre Iglesia (LG 41).

7. LA VIDA DON PARA LA DONACIÓN

En la Escritura, la vida se ve siempre desde Dios, se vive ante Dios


y en camino hacia Dios. La encarnación del Hijo de Dios, que asume
nuestra naturaleza humana y nuestra historia, confirma el valor de toda
vida humana, siempre rodeada de la solicitud de Dios y portadora de una
vocación divina. El respeto a la vida -a toda vida humana- halla su
fundamento pleno en la fe en Cristo. Es cierto que la vida física no
garantiza automáticamente una vida en libertad, en comunión con los
demás y abierta a Dios, pero sin ella queda roto el proyecto de Dios para
cada hombre.

40
Pero, aun siendo un valor fundamental, la vida no es un valor
absoluto. La acogida agradecida de la vida, don de Dios, no puede llevar
a la idolatría de la vida. La vida como don se vive plenamente en la
donación. En Cristo aparece la plenitud de la vida, precisamente en la
plenitud del amor: "En esto hemos conocido el amor: en que El dio su
vida por nosotros" (1Jn 3,16). Y concluye el texto: "También nosotros
debemos dar la vida por los hermanos". La vida como don gratuito se
manifiesta en el amor y "no hay mayor amor que éste: dar la vida por los
amigos" (Jn 15,13).34
Cristo, con la entrega de su vida, y el Evangelio, con su palabra
salvadora, nos manifiestan y abren el camino de la realización total de la
vida humana. No es la idolatría de la vida la que le da valor y plenitud. La
vida como don se realiza dándose: "El que quiera salvar su vida, la
perderá; pero el que pierda su vida por mí y el evangelio, la salvará" (Mc
8,35).
Esta visión de fe responde coherentemente con la visión
antropológica del hombre. El hombre, ser personal, es relación, apertura
y donación. Lo que especifica al hombre en cuanto persona es
precisamente la capacidad de donarse y "no puede encontrar su propia
plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás" (GS 24).
Juan Pablo II lo ha expresado en su teología "esponsal del cuerpo":
El don revela una particular característica de la existencia personal, más aún, de
la misma esencia de la persona. Cuando Dios dice que "no es bueno que el
hombre esté solo" (Gen 2,18), afirma que el hombre en soledad no realiza
totalmente su esencia. La realiza plenamente únicamente existiendo "con
alguien", o aún más profunda y más plenamente, existiendo "para alguien" (9-1-
1980).
El cuerpo humano -sigue diciendo-, con su sexualidad, con su masculinidad y
feminidad, visto en el misterio mismo de la creación, no es sólo fuente de
fecundidad y procreación, sino que encierra "desde el principio" el atributo
"esponsal", es decir, la capacidad de expresar el amor: aquel amor por el que el
hombre en cuanto persona se hace don y mediante el que actúa en el sentido
mismo de su ser y existir (16- 1-80).
La vida como valor fundamental del hombre prevalece siempre
sobre valores como la salud, el placer, la técnica, el arte, la ciencia: "¿de
qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida?, pues
¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida?" (Mc 8,36s); pero no
tiene primacía sobre los valores morales. El plan de Dios sobre el hombre
tiene la prioridad sobre la conservación de la propia vida. Cristo, en
fidelidad a la voluntad del Padre, entregó su vida por nosotros. El
discípulo de Cristo, con la fuerza de su Espíritu, no vive ya para sí, sino
para Cristo y para los hombres. Su vida es un testimonio del amor de
Dios a los hombres. El martirio es la plenitud de vida para él.

34 Cfr EV 2;25;49-50;86.. CEC 2288s..

41
2. FECUNDACIÓN ARTIFICIAL

Por fecundación artificial se entienden los diversos


procedimientos técnicos encaminados a lograr la concepción de un ser
humano por una vía diversa de la unión sexual del varón con la mujer.
Gracias al progreso de las ciencias biológicas y médicas, como
reconoce la Donum Vitae, el hombre dispone de medios terapéuticos
cada vez más eficaces, pero puede también adquirir nuevos poderes,
preñados de consecuencias imprevisibles, sobre el inicio y los primeros
estadios de la vida humana. En la actualidad, diversos procedimientos
dan la posibilidad de intervenir en los mecanismos de la procreación, no
sólo para facilitarlos, sino también para dominarlos o sustituirlos. Si tales
técnicas permiten al hombre "tener en sus manos el propio destino", lo
exponen también "a la tentación de transgredir los límites de un
razonable dominio de la naturaleza". Por eso, aún cuando tales técnicas
pueden constituir un progreso al servicio del hombre, al mismo tiempo
comportan graves riesgos.
Son muchos los que consideran la fertilización in vitro una
conquista de la ciencia, como la gran solución de los problemas que se
originan con la esterilidad. En algunos ambientes la fecundación artificial
se ve como la panacea para tales problemas, aceptándola en todas sus
posibilidades: fecundación homóloga o heteróloga, recurriendo a la
donación del óvulo o del esperma o del embrión, aceptando el "útero de
alquiler", la congelación de embriones, clonado, hibridación, etc.
Asistimos a una verdadera revolución ética, en la que la vida humana se
está transformando en una mercancía de uso y consumo. Un organismo
vivo ya puede ser patentado como un invento más, ofrecido a la
explotación comercial, como aparece en una sentencia de la Corte
Suprema de Estados Unidos emitida en 1980, en la que se dice: "El
microorganismo montado en el laboratorio o las células resultantes de la
fusión de células humanas y de ratón para producir anticuerpos, han de
ser considerados fenómenos vivientes originales, fruto del ingenio
humano, y como tales son patentables".
Pero la vida humana no puede reducirse a esta visión utilitarista,
como si fuese un producto. La vida es un don maravilloso de Dios, cuyo
ámbito no puede ser la sala fría y despersonalizada de un laboratorio,
sino la relación interpersonal de los esposos.
Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza: "varón y
mujer los creó" (Gen 1,27) confiándoles la tarea de "dominar la tierra"
(Gen 1,28). La investigación científica, fundamental y aplicada,
constituye una forma significativa del señorío del hombre sobre la

42
creación. Preciosos recursos del hombre cuando se ponen a su servicio y
promueven su desarrollo integral en beneficio de todos, la ciencia y la
técnica, sin embargo, no pueden indicar por sí solas el sentido de la
existencia y del progreso humano. Por estar ordenadas al hombre, en el
que tienen su origen y su desarrollo, reciben de la persona y de sus
valores morales la dirección de su finalidad y la conciencia de sus límites.
Y "a causa de la vocación y de las responsabilidades sociales de la
persona, el bien de los hijos y de los padres contribuye al bien de la
sociedad civil; la vitalidad y el equilibrio de la sociedad exigen que los
hijos vengan al mundo en el seno de una familia, y que ésta esté
establemente fundada en el matrimonio". "La tradición de la Iglesia y la
reflexión antropológica reconocen en el matrimonio y en su unidad
indisoluble el único lugar digno de una procreación verdaderamente
responsable" (DV II,1). "La alteración de las relaciones personales en el
seno de la familia tiene repercusiones en la sociedad civil: lo que
amenace la unidad y la estabilidad de la familia constituye una fuente de
discordias, desórdenes e injusticias en toda la vida social" (II,2).
Por ello, a continuación, después de una breve descripción de las
técnicas biomédicas y de sus indicaciones terapéuticas o psicológicas,
trataré de iluminarlas desde el punto de vista moral, a la luz de los
criterios presentados en el capítulo anterior. La ciencia y la técnica no
son moralmente indiferentes; exigen el respeto incondicionado de los
criterios fundamentales de la moralidad, el servicio a la persona humana
y a su bien integral según el plan de Dios. Las intervenciones artificiales
sobre la procreación no se deben rechazar por el mero hecho de ser
artificiales, pero han de ser evaluadas moralmente por su relación con la
persona, dotada de una dignidad y vocación divina. Lo que es
técnicamente posible no es, por esa sola razón, moralmente admisible. 35

1. INSEMINACIÓN ARTIFICIAL ENTRE CASADOS: IAC

En la inseminación artificial se da una primera división


fundamental, según se realice con semen del esposo, entre casados
(IAC), llamada homóloga; o con semen de un donante (IAD), que da o
vende su semen a una pareja de casados o no casados, o incluso a una
mujer sola; en este caso se habla de inseminación heteróloga.

a) Técnica

La técnica de la inseminación artificial consiste en llevar el semen


del varón, obtenido por masturbación, a la vagina o al útero de la mujer
receptora.
El proceso de la inseminación artificial supone toda una serie de
actos. Primero se realizan en la mujer las exploraciones necesarias para
saber si es estéril y descubrir la causa de dicha esterilidad. Luego, se
computariza la ovulación, para establecer el momento adecuado de la

35 A.SERRA.-G. NERI, Nuova genetica, uomo e società, Milano 1987;VARIOS, Medicina


e genetica verso il futuro, L'Aquila 1986.

43
inseminación, es decir, el momento mejor para el encuentro en el interior
de la mujer de los espermatozoides con el óvulo u óvulos maduros.
Hechas estas dos exploraciones, se procede a recoger el semen
del varón. Se hace por masturbación en el momento previo a la
inseminación, si se quiere usar como semen fresco; o se hace con
anterioridad y se conserva congelado hasta el momento de la
inseminación. En los casos en que la esterilidad de la pareja depende del
varón, antes de transferir a la mujer el semen, es preciso "capacitarlo" en
el laboratorio, seleccionando los espermatozoides más vitales y con
mayor movilidad y capacidad de penetración del óvulo y, al mismo
tiempo, eliminando los fluidos seminales que puedan ser causa de su
incapacidad o del rechazo por parte de la mujer.
Una vez hecha esta preparación del semen en el laboratorio, se
pasa a la inseminación. Por medio de un catéter se hace llegar al interior
de la cavidad uterina el semen capacitado para la fecundación del óvulo,
en el momento adecuado previamente determinado.

b) Indicaciones terapéuticas

La inseminación artificial terapéuticamente está indicada para


los casos de impotencia coeundi, es decir, cuando el varón es incapaz
de depositar el semen por medio del acto sexual en la vagina de la
mujer. Esta impotencia, que es la causa principal de esterilidad por parte
del varón, puede ser debida a la incapacidad de realizar el coito por
motivos psíquicos, por parálisis o por otros traumas que impiden al varón
lograr la erección.
Un segundo caso, en que se recurre a la inseminación artificial, es
el de la impotencia generandi, es decir, cuando el varón puede realizar
con normalidad el acto sexual, pero su semen no reúne las condiciones
adecuadas para fecundar el óvulo por escasez de semen, por el número
limitado de espermatozoides que contiene el líquido seminal o por la
falta de vitalidad, de movilidad o de capacidad de penetración de los
espermatozoides.

A estos dos casos pueden reducirse los demás, como las


malformaciones del aparato genital de la mujer o del hombre, que impide
la realización normal del coito o el encuentro de los espermatozoides con
el óvulo.

c) Motivaciones psicológicas

Psicológicamente, se suele justificar el recurso a la inseminación


artificial diciendo que la esterilidad del matrimonio se convierte en
elemento de frustración y desencanto, llegando a modificar las
relaciones de los cónyuges hasta poner en peligro la misma unión
matrimonial. Los hijos, incluso en una sociedad antinatalista, constituyen
siempre una esperanza humana, como fruto de un proyecto de vida en
común. De aquí que la falta de descendencia cause una desilusión
fundamental. Esta frustración se agrava por las repercusiones que tiene
en la vida social. La carencia de hijos limita las relaciones sociales,

44
pudiendo llevar a la pareja a reducir su mundo de comunicación con los
demás, distanciándose progresivamente del ámbito social en que se
desenvuelven, debido al reproche real o imaginario que consciente o
inconscientemente les hace experimentar su sentimiento de incapacidad.
La ansiedad, que crea su sentimiento de impotencia para procrear,
incrementa las tensiones de la pareja, llevándoles a reprocharse el uno al
otro la causa de la esterilidad. La vida se llena de mensajes que les
recuerdan a todas horas su deficiencia. De aquí, la pretendida
justificación del recurso a la inseminación artificial, como medio para
salvar el mismo matrimonio. Desde que en 1799 Hunter obtuvo, en los
Estados Unidos, la primera gestación artificial de una mujer con semen
de su marido son muchas las parejas que han recurrido a esta técnica. 36

d) Moralidad de la facilitación del acto sexual

Pero los hechos no crean la moralidad. No todo lo que


técnicamente puede hacerse es moralmente lícito hacerlo,
entendiendo por lícito lo conveniente para el hombre y para la sociedad.
La técnica no es el criterio del progreso humano. Ciertamente, la ciencia
y la técnica médicas son acogidas con gozo cuando ayudan al hombre a
crecer en humanidad, a desarrollar sus valores auténticamente
humanos. En concreto, son acogidas con gratitud cuando ayudan a
vencer humanamente la esterilidad, pues uno de los dones mayores
que Dios ha hecho al hombre es darle la posibilidad de transmitir la vida.
En este sentido, ya el Papa Pío XII, en una alocución a los
participantes al IV Congreso internacional de médicos católicos, el 29-9-
1949, decía: "Aunque no se pueden excluir a priori los métodos nuevos
por el simple hecho de ser nuevos, sin embargo en lo referente a la
fecundación artificial, no sólo hay que ser extremadamente reservados,
sino que hay que excluirla en absoluto". Pero, a continuación, hacía la
siguiente precisión:
Con esto no se proscribe el uso de algunos medios artificiales destinados
únicamente a facilitar el acto natural o a procurar el logro de la finalidad
propia del acto realizado naturalmente.

En este caso, se ha hablado de "inseminación artificial


impropiamente dicha". Y la verdad es que es una denominación
impropia. Aquí no se trata de inseminación artificial, sino de una simple
facilitación del gesto conyugal procreador. No se da ni alteración ni
sustitución del acto sexual. Por ello, es unánime la aceptación por parte
de los teólogos moralistas. C. Caffarra, hasta hace poco presidente de la
Comisión pontificia de la familia, lo formula así:

La IAC puede considerarse lícita, cuando entre los esposos se da un verdadero


acto conyugal, pero es necesario recurrir a la ayuda de la ciencia para hacerle
eficaz, es decir, determinante de la fecundidad; se trata de una relación conyugal
normalmente realizada, pero que sin tal ayuda ciertamente sería infecunda. 37

36 VARIOS, El don de la vida. Ética de la procreación humana, Madrid 1987.

37 C. CAFFARRA, Riflessione etico-teologica sulla inseminazione artificiale, Medicina e


Morale 2(1980)129.

45
Y la Donum vitae, fiel a la doctrina tradicional de la Iglesia,
permite el uso de algunos medios artificiales para "facilitar el acto
conyugal o para ayudarle a alcanzar su propio fin":
La inseminación artificial homóloga dentro del matrimonio no se puede admitir,
salvo en el caso en que el medio técnico no sustituya el acto conyugal, sino que
sea una facilitación y una ayuda para que aquél alcance su finalidad natural (II,6).
Quizá sea conveniente señalar que los medios para facilitar y
ayudar la fecundación son innumerables, aunque no aparezcan
difundidos por la prensa diaria. El silencio sobre los progresos de la
cirugía de las trompas o de los tratamientos de la infertilidad se debe a
que, evidentemente, son mucho menos sensacionales que los "niños-
probeta". Y sin embargo, esos medios -de auténtica medicina- permiten
el nacimiento de un número de niños infinitamente superior a los logros
de la fecundación extra-corporal.

e) Valoración moral de la IAC

Los criterios morales que regulan la intervención médica en la


procreación se desprenden de la dignidad de la persona humana, de su
sexualidad y de su origen:
La medicina que desee ordenarse al bien integral de la persona debe respetar los
valores específicamente humanos de la sexualidad. El médico está al servicio de
la persona y de la procreación humana: no le corresponde la facultad de disponer
o decidir sobre ellas. El acto médico es respetuoso de la dignidad de las personas
cuando se dirige a ayudar el acto conyugal, sea para facilitar su realización, sea
para que el acto normalmente realizado consiga su fin (DV II,7).
Este no es el caso, en cambio, de la inseminación artificial
"propiamente dicha", como han pretendido algunos moralistas. La IAC
con semen del esposo recogido con métodos que excluyen el acto
conyugal no es una prolongación, sino una sustitución de la relación
sexual de los esposos. La intervención médica sustituye técnicamente al
acto conyugal, para obtener una procreación que no es ni su resultado ni
su fruto: en este caso, el acto médico no está al servicio de la unión
conyugal, sino que se apropia de la función procreadora y contradice de
ese modo la dignidad y los derechos inalienables de los esposos y de
quien ha de nacer. Supone, por tanto, una disociación de los dos
significados -unitivo y procreador- del acto conyugal. De aquí que haya
que considerarla ilícita, lo mismo que el recurso a los métodos artificiales
anticonceptivos: en un caso se da sexualidad sin procreación y en el otro,
procreación sin sexualidad:
La doctrina relativa a la unión existente entre los significados del acto conyugal y
entre los bienes del matrimonio aclara el problema moral de la fecundación
artificial homóloga, porque nunca está permitido separar estos diversos aspectos
hasta el punto de excluir positivamente sea la intención procreativa sea la
relación conyugal.
La contracepción priva intencionadamente al acto conyugal de su apertura a la
procreación y realiza de ese modo una disociación voluntaria de las finalidades
del matrimonio. La fecundación artificial homóloga, intentando una procreación
que no es fruto de la unión específicamente conyugal, realiza objetivamente una
separación análoga entre los bienes y los significados del matrimonio (DV II,4).

46
En ambos casos se da el peligro de despersonalización del
amor conyugal, como ya lo proclamara Pío XII en su alocución del 29-
10-1951 a las obstétricas italianas:

Reducir la cohabitación de los cónyuges y el acto conyugal a una mera función


orgánica para la transmisión del semen, sería convertir el focolar doméstico,
santuario de la familia, en un simple laboratorio biológico. Por eso... hemos
excluido formalmente del matrimonio la fecundación artificial. El acto conyugal,
en su estructura natural, es una acción personal, una cooperación simultánea e
inmediata de los cónyuges que, por la misma naturaleza de los agentes y por la
propiedad del acto conyugal, es expresión del don recíproco que, según la
Escritura, realiza la unión "en una sola carne".

El 19 de mayo de 1956, dirigiéndose al II Congreso mundial de la


fertilidad y de la esterilidad, volvía a especificar el contenido de la
despersonalización del amor conyugal fecundo, señalando el hecho de
la disociación entre el aspecto unitivo y el aspecto procreador:
La Iglesia ha excluido igualmente la actitud opuesta que pretendería separar, en
la procreación, la actividad biológica de la relación personal de los cónyuges. El
hijo es fruto del amor conyugal, a cuya plenitud concurren las funciones
orgánicas, las emociones sensibles que le son inherentes, el amor espiritual y
desinteresado que lo anima; en la unidad de este acto humano se deben incluir
las condiciones biológicas de la procreación. Jamás está permitido separar estos
aspectos diversos, de modo que se excluya el propósito de la procreación o la
relación conyugal.
Frente a la concepción dualista del hombre por parte de algunos
moralistas y de la cultura actual que, por un lado, reducen la sexualidad
a pura biología y, por otro, afirman que basta "la intención espiritual"
para unificar todos los actos que concurren en la inseminación artificial,
me parece acertada la visión personalista del Papa Pío XII.
En lenguaje actualizado, la Familiaris consortio habla de la
totalidad unificada como estructura propia del amor conyugal:
En cuanto espíritu encarnado, es decir, alma que se expresa en el cuerpo
informado por un espíritu inmortal, el hombre está llamado al amor en esta
totalidad unificada. El amor abarca también el cuerpo humano y el cuerpo se
hace partícipe del amor espiritual...En consecuencia, la sexualidad, mediante la
cual el hombre y la mujer se dan uno a otro con los actos propios y exclusivos de
los esposos, no es algo puramente biológico, sino que afecta al núcleo íntimo de
la persona humana en cuanto tal (n.11).
El amor conyugal y el acto conyugal, que lo revela y encarna,
tienen, si son humanos -lícitos, pues- la estructura de la totalidad
unificada. Comportan el don personal y total; en él los esposos se dan
-no tanto cosas, como el semen- sino su misma persona; y esto de un
modo total, como persona en cuanto ser único e indivisible: cuerpo,
psique y espíritu. De aquí se sigue que la procreación, "fruto y signo del
amor conyugal" sea un hecho indivisiblemente biológico-afectivo-
espiritual (Cfr FC 37).
De aquí la clara respuesta de la Congregación de la Doctrina de la
Fe en su instrucción Donum Vitae:
El acto conyugal con el que los esposos manifiestan recíprocamente el don de sí
expresa simultáneamente la apertura al don de la vida: es un acto
inseparablemente corporal y espiritual. En su cuerpo y a través del cuerpo los
esposos consuman el matrimonio y pueden llegar a ser padre y madre. Para ser
conforme con el lenguaje del cuerpo y con su natural generosidad, la unión
conyugal debe realizarse respetando la apertura a la generación, y la procreación
de una persona humana debe ser el fruto y el término del amor esponsal. Una

47
fecundación fuera del cuerpo de los esposos queda privada, por esa razón, de los
significados y de los valores que se expresan, mediante el lenguaje del cuerpo, en
la unión de las personas humanas (II,4).

Por ello, concluye:

La inseminación artificial sustitutiva del acto conyugal se rechaza en razón de


la disociación voluntariamente causada entre los dos significados del acto
conyugal.

La masturbación, mediante la que normalmente se procura el


esperma, constituye otro signo de esa disociación: "aun cuando se
realiza en vista de la procreación, ese gesto sigue estando privado de su
significado unitivo: le falta la relación sexual requerida por el orden
moral, que realiza el sentido íntegro de la mutua donación, en un
contexto de amor verdadero" (II,6).

Y, con relación al hijo, como persona humana, añade:

En su origen único e irrepetible el hijo habrá de ser respetado y reconocido como


igual en dignidad personal a aquellos que le dan la vida. La persona humana ha
de ser acogida en el gesto de unión y amor de sus padres; la generación de un
hijo ha de ser por eso el fruto de la donación recíproca realizada en el acto
conyugal, en el que los esposos cooperan como servidores, y no como dueños, en
la obra del Amor Creador.
El origen de una persona humana es en realidad el resultado de una donación. La
persona concebida deberá ser el fruto del amor de sus padres. No puede ser
querida ni concebida como el producto de una intervención de técnicas médicas o
biológicas: esto equivaldría a ser objeto de una tecnología científica. Nadie puede
subordinar la llegada al mundo de un niño a las condiciones de eficiencia técnica
mensurables según parámetros de control y de dominio (II,4).

2. INSEMINACIÓN ARTIFICIAL CON SEMEN DE DONANTE: IAD

Abierta una brecha en la conciencia, las aguas se precipitan


incontrolablemente. No hace aún quince años que B. Häring nos decía en
clase: "La inmensa mayoría de la gente considera una aberración la
inseminación artificial con esperma de un donante anónimo". 38 En tan
pocos años, la situación social y cultural ha cambiado totalmente, al
menos según el entusiasmo con que la prensa saluda constantemente la
victoria sobre la esterilidad gracias a la IAD.
Según la ley española del 22 de noviembre de 1988 sobre
técnicas de reproducción humana, para esa fecha "habían nacido en
España con inseminación artificial unos 2000 niños y varios cientos de
miles en el resto del mundo".39

a) Indicaciones terapéuticas

38 B. Häring, Medicina e manipulazione, Roma 1976, p.283.

39 Boletín Oficial del Estado nº 282, de 24-11-1988.

48
En cuanto a la técnica y a las motivaciones psicológicas no
hay diferencia entre la IAC y la IAD. Y terapéuticamente, las
indicaciones suelen ser:
-esterilidad originada por factores insolubles del semen del esposo
como azoospermias.
-esterilidad por anomalías genéticas del esposo, que causan el
aborto en los primeros meses del embarazo.
-enfermedades genéticas y hereditarias del esposo.
-incompatibilidad del factor Rh de los esposos.

b) Falsedad de las motivaciones

La posición moral de la Iglesia no ha variado desde Pío XII, que la


formuló en términos explícitos en la alocución a los participantes al IV
Congreso internacional de médicos católicos, el 29-9-1949:
La fecundación artificial en el matrimonio, producida gracias al elemento activo
de un tercero, es inmoral y, como tal, condenada inapelablemente. Esto también
debe ser así en consideración del niño. A quien da la vida a un pequeño ser, la
naturaleza le impone, en virtud de tal vínculo, el deber de su conservación y
educación. Sin embargo, entre el esposo legítimo y el niño, fruto del elemento
activo de un tercero (aún con el consentimiento del esposo) no existe ningún
vínculo de origen, ningún vínculo moral y jurídico de procreación conyugal.
Además de todo lo dicho acerca de la ilicitud de la IAC, que tiene a
fortiori validez para la IAD, hay que añadir que los argumentos
psicológicos, con que intentan justificar la inseminación artificial sus
partidarios, no son realmente válidos. La experiencia nos dice que son
muchas las intenciones que concurren en la procreación: el deseo -con
frecuencia, obsesivo y neurótico- del hijo, por parte de la madre; la
resignación pasiva del padre ante la insistencia de la esposa; la vanidad
del médico; el interés económico del banco de semen y de la clínica; la
frialdad del laboratorista, "padre técnico" de cientos de niños, que
engendra uniendo mecánicamente óvulos y espermatozoides, como
trabajo y medio de vida...
Las mismas recomendaciones psicológicas, con que se quiere
preparar a la pareja para prevenir los peligros anejos a la IAD, son ya
expresión de la realidad de tales peligros. Así, por ejemplo, J.L. Leuba
insiste en que "la madre se debe comprometer a no reprochar jamás a su
marido la esterilidad" y "a no absorber posesivamente al hijo con el
pretexto de que no es de su marido"; y el esposo "se ha de comprometer
a no reprochar nunca a la esposa el haber procreado sin su colaboración"
y "a no sentir celos del desconocido padre genético de su niño". 40

c) La IAD ofende la unidad matrimonial

Si ya la IAC, con la necesaria intromisión del médico, creaba una


separación entre la comunión de cuerpos de los esposos y el momento
de la fecundación, sometiéndolos a la prueba de tener que aceptar la
presencia de un tercero en la intimidad de su vida conyugal, en la IAD
esta presencia de un tercero se prolonga más allá del momento de la

40 J.L. LEUVA, L'insémination artificielle jugée par l'amour, en L'insémination


artificielle appliquée à l'être humain, Genève 1982, p.70.

49
fecundación a lo largo de toda la vida. El hijo, con sus rasgos heredados
del padre genético, está constantemente haciéndole presente entre los
esposos, distanciándoles entre ellos.
La procreación de una nueva persona, en la que el varón y la
mujer colaboran con el poder del Creador, deberá ser el fruto y el signo
de la mutua donación personal de los esposos, de su amor y de su
fidelidad. La fidelidad de los esposos, en la unidad del matrimonio,
comporta el recíproco respeto de su derecho a llegar a ser padre y madre
exclusivamente el uno a través del otro. Así, "los padres hallan en el hijo
la confirmación y el completamiento de su donación recíproca: el hijo es
la imagen viva de su amor, el signo permanente de su unión conyugal, la
síntesis viva e indisoluble de su dimensión paterna y materna" (DV II,1).
En realidad, la inseminación artificial con semen de un donante y
-como se práctica normalmente-, con la fecundación in vitro con semen
congelado, procedente de un banco de semen, supone numerosas
disociaciones, que la hacen inaceptable moralmente, es decir,
humanamente: disociación entre el acto conyugal y la concepción,
entre la concepción y el embarazo y entre la paternidad genética y la
paternidad social y educadora.
También aquí se tiende, dualísticamente, a relativizar la
paternidad biológica para exaltar la paternidad espiritual, llegando a
separar los conceptos de fecundidad y paternidad. 41 La unidad psico-
física de la persona es completamente disociada. El hijo, ciertamente, ha
de ser concebido en la mente y el corazón de los esposos, pero es este
amor el que llega a ser conyugal hasta hacer de los dos una sola carne,
que se desborda en la unión carnal, engendrando así al hijo. El amor y la
procreación no se dejan reducir a mera biología, pero tampoco la
excluyen. Como humanos se caracterizan por la totalidad unificada
de la persona humana.
A la raíz de las tendencias, que quieren justificar la IAD negando
importancia al aspecto biológico de la fecundación, está el error del
dualismo antropológico, que niega la unidad sustancial de la persona
como espíritu encarnado. La realidad integral del hombre es asumida por
el lenguaje del amor que, así, pronuncia la palabra de la vida, de la
nueva vida humana. No se puede, pues, despojar a la paternidad
humana de una componente fundamental de la persona, como es su
enraizamiento corpóreo y sexual.
Por otra parte, el esperma pertenece a un orden de realidad y
significado completamente diverso de la sangre. No puede aceptarse la
pretensión de algunos de asimilar la donación del esperma con la
donación de la sangre. El esperma goza de una singularidad única al ser
portador del patrimonio genético y ser, por tanto, recapitulación de una
historia, transmisor de los caracteres personales, expresión de una
genealogía.42

41 Cfr.J.M. AUBERT, L'insémination artificielle devant la conscience chrétienne, Revue


de Sciences Religieuses (1981)253-263.

42 Cfr. R. TROISFONTAINES, L'insémination artificielle. Problèmes éthiques, Nouvelle


Revue Théologique (1973)777;S. SPINSANTI, Ética biomedica, Roma 1987.

50
Pero la razón fundamental de la ilicitud de la IAD está en que
contradice radicalmente la verdad del amor de los esposos entre ellos y
de los padres en relación al hijo. Como ha señalado Paul Ramsey, la IAD
ha de ser considerada inmoral no sólo por la "paternidad anónima"(con
su peligro de incesto), sino sobre todo porque niega la conexión
fundamental entre la vocación unitiva y la vocación procreativa de los
esposos.43
La ofensa primera de la IAD es al amor conyugal en lo más típico
y fundamental de éste, que consiste en la recíproca donación total
que lleva a los esposos a la comunión hasta hacer de ellos "una sola
carne". La intromisión de un tercero completamente extraño, como es el
donador, ofende y disocia esta unidad. Pero ya, cuando los esposos se
deciden por la IAD, están negando el amor entre ellos, pues el amor
conyugal, en su singularidad y totalidad, supone la donación al otro así
como es y la acogida del otro como él es. Como escribe H. Wattiaux,
recurriendo a la IAD, "la esposa que se dona a su marido no lo acoge con
la herida de la esterilidad que le marca. Ella toma ciertamente lo que él
puede darle de placer, de ternura, de solicitud, de comprensión. Pero es
de otro -no del marido, aunque sea con su consentimiento- de quien ella
se espera la valorización de su sexualidad con la maternidad. Y en
cuanto al marido, su consentimiento no anula la ruptura del legamen
conyugal en la interdependencia de sus elementos constitutivos: la
intimidad sexual en el amor y la manifestación de este lazo en el niño.
Porque, a pesar del anonimato del padre biológico, el niño que nace es el
hijo de su esposa y del donador del esperma". 44

Como ofensa a la unidad matrimonial, afirma la DV:

El respeto de la unidad del matrimonio y de la fidelidad conyugal exige que los


hijos sean concebidos en el matrimonio; el vínculo existente entre los cónyuges
atribuye a los esposos, de manera objetiva e inalienable, el derecho exclusivo de
ser padre y madre solamente el uno a través del otro. El recurso a los gametos de
una tercera persona, para disponer del esperma o del óvulo, constituye una
violación del compromiso recíproco de los esposos y una falta grave contra
aquella propiedad esencial del matrimonio que es la unidad.(II,2)
En conclusión, en la IAD el acto conyugal, expresión propia y
exclusiva de los esposos, aparece disociado de su doble y único
significado: unitivo y procreador. En la IAD, el esposo no es el padre y
el padre no es el esposo. El elemento procreador está separado del
unitivo en cuanto que la procreación no es obra de la pareja, aunque sea
querida por la pareja.45

43 Cfr. P. RAMSEY, Fabricated Man. The Ethic of Genetic Control, New Haven 1970, p.
128; J. GAFO, ¿Hacia un mundo feliz? Problemas éticos de las nuevas técnicas
reproductoras humanas, Madrid 1987.

44 H. WATTIAUX, Insémination artificielle, fécondation in vitro et transplantation


embryonaire, Esprit et vie 24(1983)359; A. BOMPIANI.-N. GARCEA, La fecondazione in
vitro: passato, presente, futuro, Medicina e Morale 1(1986)47-72.

45 Cfr. E. CHIAVACCI, Inseminazione artificiale: aspetti etici, Actas del 2 Seminario


Internacional sobre Inseminazione artifiziale umana, tenido en Bari del 12-14 de mayo
1980 y publicadas en Palermo 1981.

51
Estas razones determinan un juicio moral negativo de la fecundación artificial
heteróloga. Por tanto, es moralmente ilícita la fecundación de una mujer casada
con el esperma de un donador distinto de su marido, así como la fecundación con
el esperma del marido de un óvulo no procedente de su esposa. Es moralmente
injustificable, además, la fecundación artificial de una mujer no casada, soltera o
viuda, sea quien sea el donador (II,2).

d) La IAD altera la relación padres-hijo

Esta ofensa o herida al amor conyugal en su dimensión unitiva se


repercute necesariamente en su aspecto procreador, es decir, en
relación al hijo: el padre biológico no será el educador del hijo, y el padre
educador del hijo no es su padre biológico. En frase de G. Marcel: "el que
es padre biológicamente no lo es espiritualmente, mientras que quien es
padre espiritualmente no lo es biológicamente". 46 El hijo, en relación a los
padres con quienes vive se encontrará, por tanto, en una situación
asimétrica, pues es hijo natural de la madre y sólo hijo adoptivo o
adquirido del padre. De aquí la valoración moral de la Donum vitae:
La fecundación artificial heteróloga lesiona los derechos del hijo, lo priva de la
relación filial con sus orígenes paternos y puede dificultar la maduración de su
identidad personal...Ofendiendo la vocación común de los esposos a la paternidad
y a la maternidad, al privar a la fecundidad conyugal de su unidad e integridad,
opera y manifiesta una ruptura entre la paternidad genética, la gestacional y la
responsabilidad educativa (II,2).
El hijo tiene derecho a ser concebido, llevado en las entrañas,
traído al mundo y educado en el matrimonio: sólo a través de la
referencia conocida y segura de sus padres pueden los hijos descubrir la
propia identidad y alcanzar la madurez humana. Pero las técnicas
actuales han llevado a la distinción, y confusión, entre los lazos de los
genitores y el niño: lazos o parentela genética, que proviene de la
transmisión de los cromosomas del esperma y del óvulo; parentela
gestante, que proviene de la mujer que ha llevado al niño en su seno
durante el embarazo (habría que incluir aquí los lazos con el esposo de la
gestante, que con su voz y caricias tiene también su influencia en el
niño); y parentela educativa, que asumen quienes se encargan de la
educación afectiva y social del niño.
¿De quién es hijo este niño? Son muchos los que han intervenido
en la formación de su persona. ¡Hijo de varios padres y de varias
madres!, ¿qué referencia tendrá el pobre niño para identificarse a sí
mismo con unas raíces vitales y con un espacio social, que han hecho
posible su llegada al mundo? ¿Habrá que hablar de adopción ya antes de
nacer? ¿Podrán hablar con verdad a este niño sus padres?

e) Otras perversiones posibles de la IAD

A estas razones fundamentales de la ilicitud de la IAD, hay que


añadir otras razones que confirman este juicio negativo. Todos los
Códigos nacionales e internacionales, con sus regulaciones y
prohibiciones, nos alertan sobre los abusos a que puede dar lugar la IAD.

46 G. MARCEL, Incidens psychologiques et morales, en L'insémination artificielle, París


1948,p.35-46.

52
Recuérdese que la ley sólo regula y prohíbe lo que ya se hace. Por eso
enumero algunas de estas posibilidades, ya practicadas:
-la selección de donadores según ciertos cánones de fuerza,
inteligencia o belleza, que no son sino formas modernas de racismo, que
contradicen la tan afirmada igualdad de derechos y dignidad de la
persona humana.47

-la comercialización del semen humano, con el negocio


correspondiente de los bancos de semen.
-La inseminación artificial de una mujer que vive sola: célibe, viuda
o divorciada. Es una de las reivindicaciones de cierto movimiento
feminista.48 Marbeau-Cleirens ha estudiado las motivaciones
inconscientes del deseo de maternidad de la mujer no casada, sugiriendo
que a la raíz está un deseo de poder sobre las fuentes de la vida,
acompañado de una fragilidad psicológica fruto de diversos problemas
no resueltos: "Este deseo de omnipotencia creadora -escribe- esconde
una fragilidad profunda que proviene de traumas infantiles...Estas
mujeres se manifiestan como madres celibatarias voluntarias no por el
bien de la prole, sino en función de sí mismas, como solución de sus
problemas personales y desahogo de su agresividad profunda". 49
Además de estos aspectos psicológicos, el problema moral está
sobre todo en el hecho de que el niño, ser personal, que como tal es fin
y nunca medio -"el hombre es la única criatura que Dios ha amado por sí
misma"-, en el caso de la IAD de una mujer sola viene usado como
medio para satisfacer la afectividad de la mujer. Esta reducción del niño
a cosa corre el peligro de agravarse con el desarrollo del sentimiento de
posesión por parte de la mujer, que se considerará madre y padre para el
hijo.
Además, el recurso a la IAD por parte de una mujer sola, ya está
viciado de antemano, pues supone el rechazo del contexto de amor
conyugal y del acto específico que lo expresa, que es el "único lugar
legítimo y digno de la procreación de una nueva persona humana". De
este modo, el niño es privado de la imagen y de la presencia del padre,
algo esencial en el desarrollo normal, psicológica, afectiva y
espiritualmente. Es inadmisible crear voluntariamente esta situación.
Como dice E. Chiavacci, "si es una cosa buena adoptar huérfanos, es
completamente inaceptable crear huérfanos de padre". 50

f) Valoración moral conclusiva

47 Cfr. K. RAHNER, Il problema della manipulazione genetica, en Nuovi Saggi, III Roma
1969, p.374-377; E. CHIAVACCI, Fertilitá e sterilità: l'approccio etico, en Rassegna di
teologia (1982)415-416.

48 Cfr. D. FRISCHER, Les mères célibataires voluntaires, París 1979.

49 B. MARBEAU-CLEIRENS, Les mères célibataires et l'inconscient, París 1980, cita en


p.67.

50 Art. cit.,p. 415.

53
Teniendo en cuenta todas estas situaciones y consideraciones
morales, la Congregación de la Doctrina de la Fe afirma:
La fecundación artificial heteróloga es contraria a la unidad del matrimonio, a la
dignidad de los esposos, a la vocación propia de los padres y al derecho de los
hijos a ser concebidos y traídos al mundo en el matrimonio y por el matrimonio
(DV II,2).

3. FECUNDACIÓN IN VITRO Y TRANSFERENCIA DE EMBRIONES:


FIVTE

Los progresos de la técnica hacen posible en la actualidad una


procreación sin unión sexual, mediante el encuentro in vitro de células
germinales extraídas previamente del varón y de la mujer.

a) Técnica

La FIVTE supone dos momentos fundamentales: la fecundación in


vitro, llamada también fecundación extracorpórea, por realizarse no in
vivo, sino en el laboratorio; y la transferencia del embrión o embriones al
útero de la mujer. Pero cada uno de estos momentos, constitutivos de la
FIVTE, supone toda una serie de fases con relación a los óvulos de la
mujer, al semen del hombre, a la fecundación y a la transferencia del
embrión del laboratorio al seno de la madre. Sin descender a muchos
detalles, estos serían los pasos:

a) Preparación de los óvulos: Hospitalizada la mujer, mediante


ecografía con ultrasonido, se diagnostica exactamente el día de la
ovulación. Como normalmente se intentará la fecundación de varios
óvulos, se estimula con inductores de ovulación la maduración de varios
ovocitos. Mediante laparoscopia -tubo óptico que permite ver el interior
del abdomen y los ovarios- se abren los folículos maduros y se aspira el
líquido folicular con los ovocitos que contiene. Se analiza el líquido
extraído y se cultivan con diversos elementos los ovocitos en una
atmósfera completamente estéril.
b) preparación del semen masculino: Obtenido el semen por
autoestimulación, se pasa a la licuefacción del esperma antes de pasarlo
al medio de cultivo. Mediante un lavado por centrifugación se
seleccionan los espermatozoides más adecuados a la fecundación por
vitalidad, movilidad y capacidad de penetración. Para que estos
espermatozoides puedan penetrar el óvulo deben ser transformados,
como ocurre en la fecundación normal en el útero y trompas de Falopio,
de aquí que sea necesaria una "capacitación" de los espermatozoides. La
concentración mínima de espermatozoides para que se de la fecundación
es de medio millón por ml. También se puede usar semen previamente
congelado.
c) Fecundación in vitro: Preparados los óvulos y los
espermatozoides, se pasa a la fase de fecundación, poniendo en
contacto cada uno de los óvulos con los espermatozoides. En una placa
de vidrio (in vitro) se mantienen unidos durante unas dieciséis horas.
Con el microscopio se comprueba la iniciación de la fecundación in vitro
y la formación de uno o varios cigotos. Los óvulos fecundados se

54
mantienen aún en el medio de cultivo por unas horas (de 12 a 24);
durante este tiempo comienzan a dividirse las células en progresión
geométrica: 2,4,8,16...
d) Transferencia de embriones: Terminadas las fases de la
fecundación in vitro (FIV), se pasa a la última fase: transferencia de los
embriones (TE) al útero de la mujer a través del cuello del útero,
operación que se lleva a cabo en el quirófano mediante un fino catéter
cuando, en la fase de división celular, se han formado de 2 a 16 células,
unas ocho horas después de la fecundación. Cuanto antes se realice es
mejor, pues el contacto con la mucosa uterina en los primeros momentos
reduce el porcentaje de abortos. Terminada la FIVTE, la mujer deberá
permanecer aún en reposo durante un tiempo y, luego someterse a
controles regulares durante el tiempo del embarazo. Esta fase supone el
momento más difícil y es en la que se dan más fracasos. Para superar
esta dificultad se transfieren al útero femenino varios embriones con la
esperanza de que alguno de ellos logre anidarse. 51
A la FIVTE se equipara la TIG: transferencia intratubárica de
gametos. Las dos primeras fases son prácticamente idénticas; solo que
la fecundación no tiene lugar in vitro, sino que los óvulos y el semen
capacitado se colocan juntos en el interior de la trompa de Falopio,
donde se efectúa la fecundación.

b) Indicaciones médicas
Terapéuticamente, la FIVTE está indicada en
-esterilidad por anomalías de las trompas de Falopio de la mujer,
que impiden a estas realizar su función.
-esterilidad por malformaciones congénitas de los ovarios, que
impiden la ovulación, haciéndose necesarios los óvulos de donante.
-esterilidad por alteraciones del semen masculino: escaso número
de espermatozoides, falta de movilidad o ausencia total de
espermatozoides, requiriéndose el semen de donante.
-impotencia del varón.
-incompatibilidad de base inmunológica entre el semen del varón y
el moco del cuello del útero; o en el caso de esterilidad por la producción
de anticuerpos de la mujer respecto de los espermatozoides.
-en prevención de diversas enfermedades genéticas transmisibles
de la mujer al varón, o viceversa, o al embrión.
Junto a estas indicaciones terapéuticas, orientadas a vencer la
esterilidad, se mezclan otras muchas intenciones en la técnica de la
FIVTE. Se puede practicar la FIVTE con finalidad puramente científica, es
decir, para conocer el modo y características de la fecundación humana
y el desarrollo de la vida en sus fases iniciales. Otra intención puede ser
la eugenética, esto es, descubrir las taras hereditarias y buscar las
formas de curarlas. A veces se puede practicar para conocer el poder
manipulador del hombre sobre la fecundación y la gestación: ¿cuánto
tiempo es posible mantener la vida humana en gestación fuera de su

51 Para una información más detallada, pueden verse:A. BOMPIANI, Gli aspetti tecnici
della fecondazione in vitro e dell'embryotransfer umano, en Federazione Medica (1984)5-
13;VARIOS, La fecundación artificial: ciencia y ética, Madrid 1985;VARIOS, Nuevas
técnicas de reproducción humana: Biomedicina, Ética y Derecho, Madrid 1986.

55
ámbito natural? ¿Es posible a la ciencia y técnica producir "niños-
probeta"? Las fantasías descritas en Un mundo feliz, de Huxley, ¿son
posibles en la realidad?...

c) Valoración moral de la FIVTE

Pero, una vez más, hay que repetir que la ciencia no es el supremo
valor del hombre, ni el resultado técnico es la fuente de la moralidad, es
decir, del desarrollo humano del hombre. Con la FIVTE se podrá vencer
en muchos casos la esterilidad, pero al precio de la humanidad de la
persona. Ya el primer precio es el incontable número de exámenes y
manipulaciones, con la ansiedad de esperas angustiosas y,
frecuentemente, de reiteradas desilusiones. Nuestra sociedad, en sus
medios de comunicación, aplaude y se maravilla con el nacimiento de
cada "niño-probeta", sin darse cuenta del alto precio humano de sus
procedimientos...
El matrimonio constituye un modo específico de vivir el amor
como don y, por tanto, es una forma de realizarse el hombre como
persona. En la reciprocidad hombre-mujer y en su total donación mutua
se expresa el ser personal del hombre. Y, en este contexto, cobra todo su
sentido la procreación del hijo, como ser personal: la nueva persona es
engendrada por el amor recíproco y total de los padres. Es lo que, dando
voz a la experiencia de los esposos, afirma Juan Pablo II en la Familiaris
consortio:
En su realidad más profunda, el amor es esencialmente don y el amor conyugal, a
la vez que conduce a los esposos al recíproco conocimiento que les hace una
sola carne, no se agota dentro de la pareja, ya que los hace capaces de la
máxima donación posible, por la que se convierten en cooperadores de Dios en el
don de la vida a una nueva persona humana. De este modo los cónyuges, a la
vez que se dan entre sí, dan más allá de sí mismos la realidad del hijo, reflejo
viviente de su amor, signo permanente de la unidad conyugal y síntesis viva e
inseparable del padre y de la madre.(n. 14)
La procreación de una persona es humana, es moral, cuando se
inserta en esta lógica de donación. La identidad de la persona como
don, exige que en relación a ella -en su gestación y en las siguientes
etapas de su vida- se adopte un comportamiento conforme a su ser:
debe ser querida en sí misma y por sí misma, como don gratuito, no
como medio para colmar un vacío afectivo o de cualquier otra
naturaleza. La gratuidad es la única forma realmente humana de acoger
una nueva vida. Es humana la procreación de un hijo cuando acontece
en el amor y por amor.

De aquí que la FIVTE sea, por sí misma, inmoral, ya que niega el


contexto humano a la procreación de un ser personal. Los padres que
recurren a la FIVTE pueden desear al hijo, pero no le conciben en su
"una sola carne", como fruto y signo de su donarse plenamente. El hijo
es fruto de una serie de actos, distintos y separados (recogida de
gametos, capacitación, fusión y transferencia), de los que ninguno, en
cuanto tal, tiene el significado de encuentro personal. Más aún, el acto
determinante de la procreación de la nueva vida lo realiza el técnico, es
decir, un extraño al matrimonio. Se trata no de concepción, sino de
producción de la vida. El hijo es el producto de una intervención que

56
depende del conocimiento, de la habilidad técnica y del rigor científico
del procedimiento, independientemente del amor de los esposos:
La FIVTE, incluso homóloga, se realiza fuera del cuerpo de los cónyuges por
medio de gestos de terceras personas, cuya competencia y actividad técnica
determina el éxito de la intervención; confía la vida y la identidad del embrión al
poder de los médicos y de los biólogos, e instaura un dominio de la técnica sobre
el origen y sobre el destino de la persona humana. Una tal relación de dominio es
en sí contraria a la dignidad y a la igualdad que debe ser común a padres e hijos
(DV II,5).

d) Consecuencias para el hijo

El acto conyugal no establece una relación de producción entre


padres e hijos: el hijo es engendrado, no producido. Los cónyuges
realizan un acto de amor en el don de sí mismos y el hijo constituye el
don del amor creativo de Dios, confiado a ellos para que sea acogido con
infinito respeto. De aquí que toda persona merezca un respeto
incondicional y nunca pueda ser reducida a un objeto de uso; y esto ya
desde su concepción. Por esto el acto conyugal en el que los esposos
expresan específicamente su comunión de amor interpersonal constituye
la única cuna digna del nuevo ser humano.
En la FIVTE, en cambio, frente a la lógica del amor, prevalece la
voluntad de dominio. Es cierto que los esposos concurren con su
intención amorosa (se supone), pero se trata de simple intención, no del
lenguaje propio y original del amor en su donación integral de mente,
corazón y corporeidad sexuada. Y los mismos esposos, recurriendo a la
técnica de la FIVTE, con su deseo de "tener un hijo a toda costa", tienen
el peligro de caer en la lógica del poseer, en la voluntad de dominio. El
riesgo de sofocar la personalidad del hijo con una afectividad posesiva y
egoísta será una consecuencia casi necesaria.
El deseo de un hijo -o al menos la disponibilidad para transmitir la vida- es un
requisito necesario desde el punto de vista moral para una procreación humana
responsable. Pero esta buena intención no es suficiente para una valoración
moral positiva de la fecundación in vitro entre los esposos. El procedimiento de
la FIVTE se debe juzgar en sí mismo, y no puede recibir su calificación moral
definitiva de la totalidad de la vida conyugal en la que se inscribe, ni de las
relaciones conyugales que pueden precederlo o seguirlo (DV II,5).
El profesor Ancona, psiquiatra de la universidad Católica de Milán,
ha resaltado las consecuencias negativas de carácter psicológico sobre el
niño concebido extracorpóreamente. El niño, fruto de la técnica y del
deseo desmesurado de superar la esterilidad "no es un niño, sino un
divo, un emblema, víctima inmediata de todo tipo de publicidad. Al niño
recién nacido y posteriormente durante su infancia se le priva de su
derecho natural a la intimidad. Al menos, sufre una fuerte sacudida, e
incluso se imposibilita la delicada tarea protectiva que debe desarrollar
la madre, con el fin de hacer menos traumático al hijo el paso del
ambiente intrauterino al mundo externo. El carácter de diversidad puede
perdurar como un sello impreso sobre la vida futura del niño, causando
una profunda deformación en su disposición mental y en su adaptación
social".52 La vivencia de marginación, de extraneidad, de haber sido

52 En E. SGRECCIA, Il dono della vita, Milán 1987, p. 149-150.

57
concebido en la frigidez de una probeta deshumana, influirá
notablemente en su personalidad.

La concepción in vitro, incluso homóloga, es el resultado de la


acción técnica que antecede a la fecundación; ésta no es obtenida como
expresión y fruto de la unión conyugal, acto "en el que los esposos se
hacen cooperadores con Dios para donar la vida a una nueva persona".
Por ello, la Iglesia, reconociendo que "la FIVTE homóloga no posee toda la
negatividad ética de la procreación extraconyugal, ya que la familia y el
matrimonio siguen constituyendo el ámbito del nacimiento y de la
educación de los hijos; es, sin embargo, contraria desde el punto de vista
moral a la fecundación homóloga in vitro:
La concepción in vitro es el resultado de la acción técnica que antecede a la
fecundación; ésta no es de hecho obtenida ni positivamente querida como la
expresión y el fruto de un acto específico de la unión conyugal. En la FIVTE
homóloga, por eso, aún considerada en el contexto de las relaciones conyugales
de hecho existentes, la generación de la persona humana queda objetivamente
privada de su perfección propia: es decir, la de ser el término y el fruto de un acto
conyugal, en el cual los esposos se hacen "cooperadores con Dios para donar la
vida a una nueva persona".
Esta es, pues, en sí misma ilícita y contraria a la dignidad de la procreación y de
la unión conyugal (DV II,5).
Y si la FIVTE homóloga -técnica dirigida a lograr la concepción
humana mediante la unión in vitro de gametos de los esposos unidos en
matrimonio- es ilícita, lo es a fortiori la FIVTE heteróloga -técnica
encaminada a lograr una concepción humana a través de la unión in
vitro de gametos extraídos de al menos un donador diverso de los dos
esposos unidos en matrimonio-. Para la FIVTE heteróloga vale todo lo
dicho de la FIVTE homóloga y lo dicho de la inseminación artificial
heteróloga. La FIVTE heteróloga constituye, en síntesis, una violación de
la unidad conyugal y una alteración de la relación hijo-padres.

* * *

Valores fundamentales como el amor, la vida, la sexualidad, el


matrimonio y la familia, con sus consecuencias para toda la sociedad,
son alterados, perdiendo su significado auténticamente humano. Con las
diversas intervenciones técnicas en las fases iniciales de la vida humana,
se corre el riesgo de una "tecnificación de los seres humanos", con la
consiguiente "cosificación del hombre", náufrago en la cultura de la
producción-consumo, que crea nuestra civilización manipuladora de
la persona humana.
El progreso por el progreso, como Moloch insaciable, amenaza con
devorar al hombre en la vorágine de la ciencia y de la técnica.
Brevemente, analizaré algunas de las aberraciones a que se presta la
FIVTE, aberraciones reguladas o prohibidas en los diversos Códigos de
bioética, es decir, que ya se han realizado o se están intentando.

4.EMBRIONES SOBRANTES

La transferencia simultánea al útero femenino de varios embriones


aumenta la probabilidad de anidación de al menos uno de ellos. Esta

58
exigencia técnica de la FIVTE lleva a preparar, mediante estimulación, la
maduración de varios ovocitos en la mujer. Así, una vez recogidos los
óvulos maduros, éstos son fecundados in vitro. Algunos de los
embriones son transferidos a la mujer. Pero, ¿qué hacer con los
embriones sobrantes o "supernumerarios"? 53
La técnica ha dado ya su respuesta. Lo mismo que existen bancos
de semen, se han creado bancos de embriones para su conservación
congelándolos. Esta conservación de embriones humanos se presta a un
doble uso de ellos: para fines terapéuticos y para la investigación
científica. Como descaradamente escribía en 1982 el Dr. Edwars, "padre"
de la primera niña-probeta: "Pronto, la estimulación ovárica nos permitirá
tener tres, cuatro o más embriones: dos serán transferidos a la madre, y
los otros podrán ser observados en el laboratorio. No hay duda de que en
un próximo futuro lograremos hacer que muchos embriones crezcan más
allá de la fase de implantación".54
Embriones humanos, hasta hace poco escondidos en el secreto de
las madres, hoy los tenemos a la vista, a disposición de nuestras manos
in vitro. Una vez congelados, estos embriones pueden ser mantenidos
en vida días, meses y años. Se puede pensar en transferirlos al seno de
la madre o de otra mujer, incluso después de la muerte de los padres,
permitiéndoles continuar y desarrollar la vida ya iniciada. Pero, con la
multiplicación de embriones, que permiten las nuevas técnicas, no
siempre será posible asegurar a todos su desarrollo. Las preguntas, en
este caso, se multiplican y los Códigos de bioética responden según la
estima de la persona humana o según las presiones sociológicas o
políticas de cada organismo: A los embriones sobrantes, ¿se les deja
morir?, ¿cuánto tiempo se les puede mantener en vida?, ¿es lícito ya el
hecho de fabricar embriones, cuyo desarrollo humano no es posible
asegurar?, ¿es humano manipularlos, fabricarlos simplemente como
objeto de observación, reducirlos "a conejillos de indias" en aras del
progreso de la ciencia biológica?. 55
Como un aspecto preliminar, en estrecha conexión con la FIVTE, la
Donum vitae dice en relación a los embriones sobrantes:
La consolidación de la práctica de la fecundación in vitro ha requerido formar y
destruir innumerables embriones humanos. Todavía hoy presupone una
superovulación en la mujer: se recogen varios óvulos, se fertilizan y después se
cultivan in vitro durante algunos días. Habitualmente no se transfieren todos a
las vías genitales de la mujer; algunos embriones, denominados normalmente
"embriones sobrantes", se destruyen o congelan. Algunos de los embriones ya
implantados se sacrifican a veces por diversas razones: eugenésicas, económicas
o psicológicas. Esta destrucción voluntaria de seres humanos o su utilización para
fines diversos, en detrimento de su integridad y de su vida, es contraria a la
doctrina antes recordada a propósito del aborto procurado.
La conexión entre fecundación in vitro y la eliminación voluntaria de embriones
humanos se verifica demasiado frecuentemente. Ello es significativo: con estos

53 Cfr EV 14.

54 R.G. EDWARS, The case for studying human embryos and their constiutent tissues
in vitro, New York 1982, p. 371-388.

55 Cfr. A. SERRA, Il concepimento umano in vitro. Dati biologici e prospettive, en


Embryotransfer, Verona 1982, p. 371-388;D. GARCIA, Ética de la calidad de la vida,
Madrid 1985;J.L.BARBERO, Conflicto entre vida y libertad, Madrid 1985.

59
procedimientos, de finalidades aparentemente opuestas, la vida y la muerte
quedan sometidas a la decisión del hombre, que de este modo termina por
constituirse en dador de la vida y de la muerte por encargo. Esta dinámica de
violencia y de dominio puede pasar inadvertida para los mismos que, queriéndola
utilizar, quedan dominados por ella (II).
Evidentemente, sea cual sea la intención, estos embriones son
considerados como puro objeto de observación y de experimentación o,
aún peor, como tejido embrional para reparar otros tejidos en los adultos
o para preparar cosméticos o armas bioquímicas selectivas. Todos estos
casos suponen un desprecio del carácter humano de los embriones.
Como dicen los obispos de Gran Bretaña, en su juicio sobre el Informe
Warnock:
Comprendemos los motivos que han llevado a la Comisión a aceptar la teoría y la
práctica actualmente casi universales de producir embriones en número mayor
del que se requiere clínicamente para la transferencia inmediata a la matriz. Pero
esos motivos no son suficientes para justificar el menosprecio de la dignidad
humana y de los derechos que tal práctica conlleva inevitablemente. 56
La Congregación de la Fe, con razón, nos dice que sería ilusorio
reivindicar la neutralidad moral de la investigación científica y de sus
aplicaciones. Y, por otra parte, los criterios morales no se pueden tomar
ni de la simple eficacia técnica, ni de la utilidad que pueden reportar
unos a costa de otros ni, peor todavía, de las ideologías dominantes. A
causa de su significado intrínseco, la ciencia y la técnica exigen el
respeto incondicionado de los criterios fundamentales de la moralidad:
deben estar al servicio de la persona humana, de sus derechos
inalienables y de su bien verdadero e integral según el plan y la voluntad
de Dios. De aquí su valoración:

El ser humano ha de ser respetado -como persona- desde el primer instante de su


existencia. Los procedimientos de fecundación artificial han hecho posible
intervenir sobre los embriones y los fetos humanos con modalidades y fines de
diverso género: diagnósticos y terapéuticos, científicos y comerciales. De todo
ello surgen graves problemas...

A este propósito, esta Congregación recuerda las enseñanzas contenidas en la


Declaración sobre el aborto procurado: "Desde el momento en que el óvulo
es fecundado, se inaugura una nueva vida que no es la del padre ni la de la
madre, sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla por sí mismo. Jamás
llegará a ser humano si no lo ha sido desde entonces. A esta evidencia de
siempre, la genética moderna otorga una preciosa confirmación. Muestra que
desde el primer instante se encuentra fijado el programa de lo que será ese
viviente: un hombre, este hombre individual con sus características ya bien
determinadas. Con la fecundación inicia la aventura de una vida humana, cuyas
principales capacidades requieren un tiempo para desarrollarse y poder actuar"...

Los conocimientos científicos sobre el embrión ofrecen una indicación preciosa


para discernir racionalmente una presencia humana desde este primer surgir de
la vida humana: ¿cómo un individuo humano podría no ser persona humana? Por
tanto, el fruto de la generación humana desde el primer momento de su
existencia, es decir, desde la constitución del cigoto, exige el respeto
incondicionado que es moralmente debido al ser humano en su totalidad corporal
y espiritual. El ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el
instante de su concepción y, por eso, a partir de ese mismo momento se le deben

56 En La Documentation Catholique 82(1985)397.

60
reconocer los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable de
todo ser humano inocente a la vida (DV I,1).57

5. MADRE SUSTITUTA

No merecería la pena dedicar una línea a esta forma de


procreación, que es la negación de todos los sentimientos de
maternidad. Como dice M. Vidal, "no son aceptables moralmente todas
aquellas formas de gestación artificial en las que el útero normal es
sustituido por otro. Estos embarazos adoptivos o de alquiler no reúnen
las condiciones para que el proceso reproductivo sea plenamente
'humanizado' y 'humanizador'. En efecto, no entra dentro de la
realización auténtica de la maternidad el que la esposa busque una
madre alquilada para que realice (por dinero u otras razones) la labor
materna de la gestación".58
Pero, desde que en 1982 Mary Harris se hizo inseminar
artificialmente con el semen de su cuñado y así dio a luz un hijo para
Marta, su hermana gemela, son muchos los casos de madres sustitutas,
madres de alquiler o mujeres-incubadoras o como se las quiera llamar.
Por dinero o por altruismo de parte de la mujer que alquila su útero, y
por las más variadas motivaciones de parte de quien se lo alquila, las
situaciones se han multiplicado. B. Häring enumera los siguientes casos:
mujer sana que no quiere interrumpir su carrera con los inconvenientes
del embarazo; mujer deseosa de un hijo, pero angustiada por la
perspectiva del embarazo o del parto; mujer a la que su salud no le
permite llevar adelante el embarazo; mujer que, fecundada por su
marido, traspasa el embrión a otra mujer para evitarse las molestias de
la gestación...59
Los problemas y complicaciones que se han dado son ya
numerosos. Por ejemplo, Alexander Malahoff, siendo estéril su esposa,
alquiló por diez mil dólares el útero de Judy Stiver, fecundada con su
semen. Pero, al nacer el niño, se descubrió en él una grave
malformación. Ninguna de las dos familias acepta un hijo en esas
condiciones. Los médicos no saben a quién pedir permiso para operar al
neonato, que con tantos "padres" se encuentra abandonado de todos en
su cuna.
Problemas jurídicos y psicológicos acompañan la corta historia de
las madres-incubadoras. "¿Qué sucede -se pregunta J.B. Nelson- si la
madre de alquiler (mercenaria o altruista) se encariña y apega
psicológicamente a lo que le está unido físicamente? ¿Qué sucede si la
madre genética, con las mejores intenciones al comienzo del proceso,
después de algunos meses cambia y se encuentra psicológicamente
imposibilitada para aceptar un hijo llevado y dado a luz por otra?". 60 ¿Qué
sucede, podemos añadir, cuando la pareja alquiladora se encuentra con

57 Cfr. Santa Sede, Carta de los derechos de la familia, L'Osservatore Romano, 25 de


noviembre 1983.

58 M. VIDAL, Bioética, Madrid 1989, p. 124-125.

59 B. HARING, Medicina e manipulazione, Roma 1976,p.289-290.

61
un niño que no responde a las cualidades esperadas? La verdad es que
no se trata de casos hipotéticos, sino de casos reales.
Y pasando al hijo, ¿no sufrirá al conocer las circunstancias de su
origen, al saberse fruto de una transacción comercial y que su "madre"
no quiso llevarle en su seno? ¿No se preguntará, acaso, quién es su
verdadera madre? El proverbio latino "mater semper certa est, pater
numquam" ha perdido su certeza.
¿Quién es la verdadera madre, la que concibe o la que da a luz?
"Los genetistas no tienen dudas; ellos sólo contemplan el núcleo de las
células sexuales, que lleva en sus cromosomas todos los rasgos
hereditarios. La verdadera madre, dicen impertérritos, es la que
proporcionó el óvulo. Y la gestación, ¿qué es? ¿Se puede decir que la
relación entre la madre gestante y el niño que lleva en su seno es una
simple cohabitación en un mismo cuerpo? ¿Y esto se puede decir hoy

62
que se reconoce en el feto un cierto psiquismo y una cierta capacidad de

63
relación con quien le lleva en las entrañas?". 61

H. Wattiaux motiva justamente su valoración negativa, diciendo:

En cuanto a la posibilidad para una mujer infecunda de tener un hijo de su marido


recurriendo a los servicios de una madre sustituta, se trata de un
procedimiento en el que el ser humano es considerado un medio o un producto.

64
La "madre portadora" es un medio, una incubadora de un niño que es un

65
producto.62

En conclusión, es inmoral la maternidad sustitutiva en los dos


casos posibles: el de la mujer que lleva la gestación de un embrión,
implantado en su útero, que le es genéticamente ajeno, obtenido
mediante la unión de gametos de "donadores", con el compromiso de
entregar el niño, inmediatamente después del nacimiento, a quien ha
encargado o contratado la gestación; y el de la mujer que lleva la
gestación de un embrión a cuya procreación ha colaborado con la
donación de un óvulo propio, fecundado mediante inseminación con el
esperma de un hombre diverso de su marido, con el compromiso de
entregar el hijo, después de nacer, a quien ha encargado o contratado la
gestación. En ambos casos:

La maternidad sustitutiva representa una falta objetiva contra el amor materno,


contra la fidelidad conyugal y contra la maternidad responsable; ofende la
dignidad y el derecho del hijo a ser concebido, gestado, traído al mundo y
educado por los propios padres; instaura, en detrimento de la familia, una
división entre los elementos físicos, psíquicos y morales que la constituyen (DV
II,3).

6. EL HIJO A TODA COSTA. ¿DERECHO A LA PROCREACIÓN?

El deseo del hijo es el motivo que se aduce habitualmente para


recurrir a la FIVTE. La ciencia y la técnica hoy permiten la satisfacción
del deseo de ser padres a los matrimonios estériles, a quienes la
naturaleza niega el hijo. Los medios de comunicación se complacen en
subrayar la intensidad del deseo del hijo por parte de los esposos, ya
que están dispuestos a someterse a tantos y tan costosos exámenes e
intervenciones, superando el desánimo de tantos fracasos en la
fertilización o en la transferencia del embrión.
Evidentemente, el deseo de tener un hijo y el amor entre los
esposos que aspiran a vencer la esterilidad, recurriendo a la fecundación
artificial, al no ser superable de otra manera, constituyen motivaciones
comprensibles; pero las intenciones subjetivamente buenas no hacen
que la fecundación artificial sea conforme con las propiedades objetivas
e inalienables del matrimonio, ni con la dignidad y derechos de los hijos y
de los esposos.
Los valores fundamentales relacionados con las técnicas de
procreación artificial humana son dos: la vida del ser humano llamado a
la existencia y la originalidad con que esa vida es transmitida en el
matrimonio. El juicio moral sobre los métodos de procreación artificial
tiene que ser formulado a la luz de esos valores. La comunicación de la
vida humana posee una originalidad propia, derivada de la originalidad
misma de la persona humana. "Nadie, pues, puede lícitamente usar en
ella los medios o procedimientos que es lícito emplear en la genética de

66
las plantas o de los animales".63 Los valores fundamentales de la vida y
de la procreación humana hacen que "lo que es técnicamente posible no
sea, por esa sola razón, moralmente admisible".
El ser personal del hombre, como totalidad unificada de cuerpo y
espíritu, exige que la procreación humana sea querida como fruto del
acto conyugal, es decir, del gesto específico de la unión de los esposos.
Sólo así la procreación es realmente humana y conforme al plan de Dios,
"cuya acción creadora" concurre en el inicio de toda vida humana: "En el
origen de toda vida humana hay un acto creativo de Dios: ningún

67
hombre llega a la existencia por casualidad; es siempre el término del

68
amor creador de Dios".64
Pero el intenso deseo del hijo llega a suscitar en los esposos
estériles la idea del derecho al hijo, un derecho a conseguir el hijo "a
toda costa"; si no es posible por la vía normal, ¿por qué no lograrlo
artificialmente si hoy es ya posible? ¿Pero es real el derecho al hijo?
Para los partidarios de la fecundación artificial, el derecho a
procrear es un derecho ilimitado y, por lo tanto, es coherente recurrir a
cualquier método para conseguir el hijo. La falacia de este argumento
contradice el verdadero "derecho a tener un padre", propio de toda
persona humana. La Declaración de los derechos del Niño, de las
Naciones Unidas, así lo reconoce:
El niño, para el pleno y armonioso desarrollo de su personalidad, necesita amor y
comprensión. Siempre que sea posible, deberá crecer al amparo y bajo la
responsabilidad de sus padres y, en todo caso, en un ambiente de afecto y de
seguridad moral y material (principio 2).
El hombre tiene derecho a "formar una familia", pero no tiene
derecho a la procreación. No puede ser objeto de un derecho humano
algo que por su propia naturaleza está fuera del campo de la libertad
humana.
Dentro de la familia, ciertamente, los hijos representan para los
esposos la plenitud de su unión y amor conyugal. Por eso es
comprensible el deseo del hijo y los esfuerzos por vencer la esterilidad.
Pero, en la búsqueda del hijo, el principal límite lo señala el valor y
dignidad que tiene en sí el hijo que se busca. El hijo no es un bien útil
que sirve para satisfacer necesidades de un individuo ni de los esposos
siquiera. El hijo tiene su valor en sí mismo y como tal ha de ser amado y
buscado. La gratitud y no la utilidad es la ley de la transmisión de la vida
humana, como dice el texto ya citado de la Familiaris consortio:

En su realidad más profunda el amor es esencialmente don. Los cónyuges, a la


vez que se dan entre sí, dan más allá de sí mismos la realidad del hijo, reflejo
viviente de su amor, signo permanente de la unidad conyugal y síntesis viva e
inseparable del padre y de la madre (n.14).
El bien de los hijos postula el ámbito matrimonial como lugar
adecuado de la procreación. Esto hace ilícita, deshumana, la
procreación en el caso de la mujer soltera o viuda, o en el caso de la
unión lesbiana u homosexual. Únicamente el matrimonio garantiza la
coherencia moral de la procreación. Sólo en él se mantiene la indisoluble
unión entre donación conyugal y transmisión de la vida y se garantiza la
realización plena del hijo. Con palabras de M. Vidal: "La consideración del
bien del hijo impide caer en el vértigo de las ideologías individualistas y
libertarias según las cuales el 'derecho al hijo' es interpretado como un

69
derecho útil más o como una consecuencia de la borrachera

70
incontrolable de la libertad humana".65
En sana lógica, jurídica, antropológica y teológicamente, en lugar
del derecho al hijo, hay que afirmar el derecho del hijo. No se da, ni
puede darse, un derecho al hijo, porque el hijo es esencialmente un
don, como acertadamente afirma el Vaticano II: "los hijos son un don
excelentísimo del matrimonio" (GS 50).
El hijo es don en su origen: es el fruto del don mutuo de los
esposos, que al darse entre sí, dan más allá de sí mismos la realidad del
hijo. Así el hijo aparece como don vivo y permanente, fruto y signo del
recíproco donarse en totalidad los mismos esposos.
El hijo es don en sí mismo, pues, en cuanto ser personal, es
"querido por Dios por sí mismo", como ser único y singular, donado a los
padres gratuitamente, sin que les asista ningún derecho para ello. No
pertenece a los padres; es más, el hijo no se pertenece ni a sí mismo,
pues la vida le es dada como a todo hombre. Nadie puede alegar un
derecho a la vida. La vida es un don de Dios. Y como don y no como
derecho ha de ser deseada y recibida, agradecida y vivida.
Pero la sensibilidad moderna, imbuida de mentalidad
consumística, arrastra a los hombres fácilmente por otros caminos. La
sociedad actual, para mantener su ritmo de producción, funciona
suscitando necesidades ilusorias, que el bombardeo publicitario
convierte en necesarias exacerbando nuestros deseos. Multiplicando
nuestras expectativas, nos empujan a buscar la inmediata satisfacción
de toda apetencia. Conseguir el hijo deseado, como un objeto más, entra
en esta lógica consumística; dar satisfacción al deseo de los padres, que
ponen su confianza en el genio de la ciencia y de la técnica, es el móvil
consciente o inconsciente que mueve el conjunto frenético del equipo
que concurre en la FIVTE. De aquí, el grito escandalizado, cuando
alguien dice una palabra de orden moral, que enturbia el goce de la
satisfacción inmediata de un deseo. La moral, en lugar de ser vista como
defensa de la vida, como salvaguardia del hombre, es considerada como
"aguafiestas" de los logros de la ciencia.
El deseo del hijo, con frecuencia, se exacerba particularmente en
la mujer. Es ella quien constata, en su cuerpo, que el hijo deseado no
llega. Mes tras mes siente en su carne esta decepción. Es comprensible,
ante los repetidos fracasos, la ansiedad, el deseo obsesivo del hijo. Pero
es aquí donde está el riesgo. El deseo legítimo del hijo propio, se
transforma en exigencia y necesidad del hijo, llevándola a olvidar que el
hijo ha de ser esperado por él mismo y no como medio para apagar sus
ansias. El hijo, además, sella el amor de los esposos, como signo y
realidad de su amor; pero el deseo obsesivo del hijo puede llevar a lo
contrario, colocándose entre los esposos, absorbiendo mente, corazón y
energías de la esposa, el hijo deseado -o finalmente conseguido
mediante la FIVTE- desplaza al esposo al olvido. La "posesión" del hijo

71
destruye al hijo y al esposo, arruinando la familia que se quería salvar

72
mediante la FIVTE.66
Los estudios psicológicos sobre el deseo de tener un hijo "a toda
costa" revelan las ambivalencias inconscientes de este deseo. La Iglesia,
madre y maestra, experta en humanidad, iluminada por la revelación y
movida por el Espíritu del amor de Dios, tiene una palabra de verdad y
de vida para los esposos estériles:
El sufrimiento de los esposos que no pueden tener hijos o que temen traer al
mundo un hijo minusválido es una aflicción que todos deben comprender y
valorar adecuadamente.
Por parte de los esposos el deseo de descendencia es natural: expresa la
vocación a la paternidad y a la maternidad inscrita en el amor conyugal. Este
deseo puede ser todavía más fuerte si los esposos se ven afligidos por una
esterilidad que parece incurable. Sin embargo, el matrimonio no confiere a los
cónyuges el derecho a tener un hijo, sino solamente el derecho a realizar los
actos naturales que de suyo se ordenan a la procreación.

Un verdadero y propio derecho al hijo sería contrario a su dignidad y a su


naturaleza. El hijo no es algo debido y no puede ser considerado como objeto de
propiedad: es más bien un don, el "más grande" y el más gratuito del matrimonio
y es el testimonio vivo de la donación recíproca de sus padres. Por este título el
hijo tiene derecho a ser el fruto del acto específico del amor conyugal de sus
padres y tiene también el derecho a ser respetado como persona desde el
momento de su concepción.

La esterilidad, no obstante, cualquiera que sea la causa y el pronóstico, es una


dura prueba. La comunidad cristiana está llamada a iluminar y sostener el
sufrimiento de quienes no consiguen ver realizada su legítima aspiración a la
paternidad y a la maternidad. Los esposos que se encuentran en esta dolorosa
situación están llamados a descubrir en ella la ocasión de participar
particularmente en la cruz del Señor, fuente de fecundidad espiritual. Los
cónyuges estériles no deben olvidar que, incluso cuando la procreación no es
posible, no por ello la vida conyugal pierde su valor. La esterilidad física, en
efecto, puede ser ocasión para los esposos de hacer otros importantes servicios a
la vida de las personas humanas, como son, por ejemplo, la adopción, los varios
tipos de labores educativas, la ayuda a otras familias, a los niños pobres o
minusválidos (DV II,8).

73
74
3. MANIPULACIÓN GENÉTICA

1. EXPERIMENTACIÓN HUMANA

La difusión de técnicas de intervención sobre los procesos de la


procreación humana plantea gravísimos problemas morales, relativos al
respeto debido al ser humano desde su misma concepción y a la
dignidad de la persona, de su sexualidad y de la transmisión de la vida.
Gracias al progreso de las ciencias biológicas y médicas, el hombre
dispone de medios terapéuticos cada vez más eficaces, pero puede
también adquirir nuevos poderes, preñados de consecuencias
imprevisibles, sobre el inicio y los primeros estadios de la vida humana.
El rápido desarrollo de los descubrimientos tecnológicos -que permiten
intervenir sobre los embriones y los fetos humanos con modalidades y
fines de diverso género: diagnósticos y terapéuticos, científicos y
comerciales-, hace que "nuestro tiempo, más que los tiempos pasados,
necesite la sabiduría -del designio de Dios- para humanizar más las
cosas nuevas que el hombre va descubriendo. Está en peligro el destino
del mundo, a no ser que surjan hombres más sabios".
La biología y la medicina contribuyen con sus aplicaciones al bien
integral de la vida humana, cuando desde el momento en que acuden a
la persona humana respetan su dignidad de criatura de Dios. Pero ningún
biólogo o médico puede pretender decidir el origen y el destino de los
hombres, en nombre de su competencia científica. La vida humana
participa del misterio de la persona. No puede ser reducida a
consideraciones parciales. Para el creyente, la vida humana se abre al
misterio transcendente del Dios vivo. 67
La situación actual de la conciencia humana frente al valor de la
vida humana denota una notable ambigüedad. Por una parte, se afirma
el valor de la vida; pero, por otra, de hecho la vida humana es violada,
manipulada y destruida constantemente. En las mismas clínicas se
realizan abortos, suprimiendo miles de vidas, y fecundaciones artificiales

60 J.B. NELSON, Humanae Medicine. Ethical Perspectives on New Medical Issues,


Minneapolis 1974, p. 115.

61 S. ZOLI, E ora di mamme non ce n'è più una sola, Corriere della Sera 23-2-1983, p.
12.

62 H. WATTIAUX, Insémination artificielle, fécondation "in vitro" et transplantation


embryonnaire. Repères éthiques, Esprit et Vie 24(1983)260.

63 Juan XXIII, Mater et magistra, III: AAS 53(1961)447.

64 Juan Pablo II, Insegnamenti VI, 2(1983)562.

65 M. VIDAL, Bioética, Madrid 1989, p. 90; B. HARING, Moral y medicina. Ética médica
y sus problemas actuales, Madrid 1973.

66 Cfr. G. DELAISI DE PERCEVAL, L'enfant à tout prix, Seuil 1983; M. BYDLOWSKY,


Desir d'anfant-Refus d'anfant, Stock-Pernoud 1980.

67 VARIOS, Manipulación genética y moral cristiana, Madrid 1988; P. RAMSEY, El


hombre prefabricado, Madrid 1973.

57
para lograr una vida. Esta ambigüedad se manifiesta en la diversa
actitud ante los diversos experimentos que hoy se llevan a cabo con los
hombres. Para aclararnos, en la experimentación humana hay que
distinguir la experimentación terapéutica de la simple experimentación
sin relación directa con la terapia de la persona sometida a
experimentación.
Pío XII ya dio la clave para discernir la moralidad de la
experimentación humana. El criterio supremo para discernir la moralidad
de un experimento es la consideración del hombre como persona. No
existe ningún valor que justifique el reducir al hombre a objeto o medio,
ni la ciencia, "pues la ciencia no es el valor más alto al que todos los
otros órdenes de valores están ordenados", ni un interés injustificado del
mismo paciente, pues el hombre no puede disponer arbitrariamente de sí
mismo:
El paciente no puede conferir más derechos que los que él mismo posee. En lo
que concierne al paciente, él no es dueño absoluto de sí mismo, de su cuerpo, de
su espíritu. No puede, por tanto, disponer libremente de sí mismo, como a él le
plazca. (Discurso del 14-9-1952)
Con estos límites, hay que afirmar que el valor absoluto del
hombre en cuanto persona hace que no se puede realizar con él
lícitamente ningún experimento sin su libre consentimiento:
Nadie puede entrometerse en su esfera sin recibir de él específica autorización; él
es el único responsable de los compromisos asumidos frente a sí mismo, frente a
la comunidad y frente a Dios; nadie puede sustituirlo en sus acciones...Sólo en
caso de urgencia, el consentimiento será presumible con tal de que se haga a su
favor.68
Esto hace ilícitos los experimentos llevados a cabo sobre
encarcelados, sobre condenados a muerte, los experimentos tristemente
célebres llevados a cabo por los nazis y tantos experimentos actuales
que sacrifican la integridad y hasta la vida de seres humanos en aras de
la investigación y del progreso científico.
Por lo que se refiere a la experimentación terapéutica de nuevos
medicamentos y de nuevas prácticas médicas, es preciso, por tanto, el
libre consentimiento de la persona objeto del experimento y que éste no
le cause daño, al privarla de otros medicamentos seguros o exponiéndola
a efectos secundarios perjudiciales, aunque no deseados, del nuevo
tratamiento.
En cuanto a la experimentación no terapéutica, en bien de la
sociedad, otorgado el consentimiento de la persona sometida al
experimento, se puede aceptar el riesgo que supone toda novedad, con
tal de que no se ponga en peligro la vida o la integridad psicosomática y
exista una razonable proporción entre el posible daño y el bien que se
pretende con el experimento...Pero nunca es lícito someter a
experimentación la vida humana. Pues, en todo caso, se trata de la
vida humana, es decir, del hombre en su totalidad unificada. Juan Pablo
II se lo recordaba a los participantes a un Congreso sobre la
experimentación biológica, el 23-10-1982:
El hombre es, también para vosotros, el término último de la investigación
científica, el hombre entero, espíritu y cuerpo, aunque el objeto inmediato de las
ciencias que vosotros profesáis sea el cuerpo con todos sus órganos y tejidos.

68 G. PERICO, Experimentación clínica, DETM, Madrid 1974, p. 370; S.J. REISER, La


medicina e il regno della tecnologia, Milano 1983.

58
Pero el cuerpo del hombre no es independiente del espíritu como el espíritu no es
independiente del cuerpo por la unidad profunda y por la interferencia mutua que
existe entre ellos. La unidad sustancial entre espíritu y cuerpo, e indirectamente
con el cosmos, es tan esencial que toda actividad humana, incluso la más
espiritual, está en cierto modo penetrada y colorada por la condición corpórea;
mientras el cuerpo ha de ser igualmente gobernado y orientado por el
espíritu...En consecuencia, no siento ninguna inquietud ante las
experimentaciones biológicas realizadas por científicos que, como vosotros,
tienen un profundo respeto de la persona humana, porque estoy seguro que sus
experimentos contribuirán al bien integral del hombre.

Este bien integral del hombre, del que habla el Papa, no es sólo el
bien individual y privado, sino que siempre tiene en cuenta la dimensión
social del hombre.69 La investigación humana, si es humana, mira al
hombre, a todo el hombre y a todos los hombres. En definitiva se trata
del principio, que debería ser claro para todos: no es el hombre para el
progreso, sino el progreso para el hombre. Este criterio básico se
obnubila, sin embargo, cuando se hace un ídolo del progreso y a él se
sacrifica todo, hasta la humanidad del hombre. La Gaudium et spes, del
concilio Vaticano II, lo formulaba así:
La actividad humana, así como procede del hombre, así también se ordena al
hombre. Pues éste, con su acción, no sólo transforma las cosas y la sociedad, sino
que se perfecciona a sí mismo. Aprende mucho, cultiva sus facultades, se supera
y se transciende. Tal superación, rectamente entendida, es más importante que
las riquezas exteriores que puedan acumularse. El hombre vale más por lo que es
que por lo que tiene...Por tanto, esta es la norma de la actividad humana: que, de
acuerdo a los designios y voluntad divinos, sea conforme al auténtico bien del
género humano y permita al hombre, como individuo y como miembro de la
sociedad, cultivar y realizar íntegramente su plena vocación.(n.35)

¿Cómo puede una cultura asumir la ciencia y la tecnología con


todo su dinamismo, sin perder su identidad?, se preguntaba Juan Pablo II,
dirigiéndose a los científicos en Hiroshima, el 25-2-1981. Y les respondía:
Para ello, es preciso evitar tres tentaciones. La primera es la tentación de
buscar el progreso por sí mismo. La segunda es la tentación de someter el
progreso tecnológico a la utilidad económica según la lógica de la ganancia y de
la expansión económica sin fin. Y en tercer lugar, la tentación de someter el
desarrollo económico a la conquista y conservación del poder, como sucede
cuando se emplea con fines militares y cuando se manipula a los pueblos para
poder dominarlos.

Dios ha puesto todas las cosas bajo el dominio del hombre, pero el
hombre es "la única criatura que ha querido por sí misma". No puede,
pues, ser considerada como cosa o medio nunca. Sólo Dios es Señor de
la vida humana desde su comienzo hasta su término.

2. MANIPULACIÓN GENÉTICA
El hombre científico, en la actualidad, se siente ebrio de poder y
pretende hacer el papel de creador. Superando los linderos de la ciencia
ficción, el hombre busca el dominio de su misma naturaleza tratando de
manipular las fuentes de la vida. Poner las manos en el "árbol de la vida"
le llena de entusiasmo, admiración y estupor. Es una fuerte tentación. El

69 Cfr. B. HARING, Medicina e manipulazione, Roma 1976.

59
desmedido afán de novedad, el deseo incontrolado de poder científico-
técnico y la curiosidad llevan a nuestra época a límites increíbles en lo
que se llama el genio genético o conjunto de ciencias y técnicas de
manipulación de los genes y de las células vivientes. Gracias a los
descubrimientos de la biología, el hombre ha entrado en una nueva era:
la manipulación del mundo ha desembocado en la manipulación del
hombre por el hombre, descendiendo hasta los manantiales de la vida
humana. Como escribe G.B. Garbelli:
Tras la época de la física, que ha marcado la primera mitad de nuestro siglo, con
el descubrimiento de los misterios del átomo, la desintegración nuclear y sus
aplicaciones, hemos entrado en la que podría denominarse la era de la
biología. Las conquistas más recientes de las modernas disciplinas bioquímicas y
biológicas son el resultado de una apasionante investigación y comprensión de
los mecanismos celulares más íntimos y ofrecen a la humanidad un poder
inimaginable hace tan sólo algunos años, hasta tal punto que no se puede excluir
que el hombre llegue a incidir sobre los mecanismos más íntimos y delicados que
sustentan la base de la vida e, incluso, llegue a poder cambiar, para bien o para
mal, la misma humanidad y los restantes seres vivientes. 70
El proyecto genoma humano es el intento científico más
importante de la biología moderna. El genoma es un conjunto de
instrucciones, agrupadas en unidades de información, denominadas
genes, que conjuntamente forman los cromosomas, situados en el
núcleo de cada célula del organismo humano. Todas nuestras células,
desde la primera que se formó en nuestra concepción al fundirse el
gameto de nuestro padre con el de nuestra madre, hasta un total
aproximado de cien trillones, que forman un organismo adulto, tienen
idéntica carga genética.
Por genoma humano se entiende, pues, el conjunto de genes,
que integran el patrimonio biológico del individuo y que contienen las
claves de la herencia. Su conocimiento o lectura hace posible entender
los procesos de transmisión de todo tipo de características, incluidas las
patológicas. El control de la información genética abre, por tanto,
perspectivas insospechadas: ¿Será posible manipular el genoma?,
¿cabrá eliminar las taras físicas del embrión?, ¿habrá que discutir sobre
la posible muerte de ese embrión ante la demostrada presencia en él de
graves defectos, con lo que se entraría en una nueva variante de la
eutanasia?
El profesor norteamericano Friedman, en una reunión de científicos
sobre el genoma humano, realizada en noviembre de 1990 en Valencia,
se preguntaba ya si las modificaciones genéticas con fines terapéuticos
debían limitarse a las células somáticas o si, por el contrario, podrían
existir circunstancias morales o políticas en que fuese posible e incluso
necesaria la terapia genética en células germinales. La pregunta misma
ya es aterradora. Dicho en palabras simples, esta manipulación significa
que ya no se manipulan células normales como las somáticas, sino
aquellas que están encargadas de la reproducción, con lo que los efectos
de la manipulación serían heredados.
Se sabe todavía muy poco de las consecuencias que podrán
acarrear experiencias de este tipo. Aterrado por el horizonte que se abre

70 G.B. GARBELLI, Manipulación e investigación biológica, en DETM, Madrid 1974, p.


616.

60
ante nosotros, en el mismo congreso, el premio nóbel de Medicina, el
francés Jean Dausset advirtió del gravísimo riesgo que se corre de
producir series humanas, esto es, auténticas legiones de esclavos de
diferente tipo: soldados, trabajadores manuales, etc.
Pero, aparte de estos riesgos, hay otro riesgo mayor y más radical,
pues es la raíz de todas las manipulaciones posibles. Se trata de caer en
el reduccionismo científico como método y como estrategia en
relación al hombre. Este reduccionismo lleva a explicar los fenómenos
humanos como procesos de mecanismos puramente químicos o físicos.
La genética molecular reduce el hombre a ser neuronal. Con este
reduccionismo se hace la explicación del código genético, la explicación
del origen de la vida y de su evolución, y hasta la explicación del
pensamiento mismo. El hombre resulta explicado como una
combinación de tipo mecánico: es el hombre máquina. Con esta
concepción del hombre, no tiene nada de extraño que la ciencia actual
esté trabajando en la producción de la vida, la concepción y la
gestación en la frigidez del laboratorio, como se produce una máquina en
la fábrica.
Pero ¿es equivalente descripción y explicación? La descripción
de los procesos neuronales, ¿nos pueden dar la explicación del hombre?
Si la descripción no basta para darnos el significado auténtico de una
casa, de una obra de arte, ¿bastará para descubrirnos el valor del
hombre? Si no se puede explicar lo que es una casa describiendo el
número, color y forma de sus ladrillos, ¡mucho menos el hombre!.
En los programas de manipulación genética tales como el proyecto
internacional Genoma humano no falta la intención transformativa de
la misma naturaleza humana. Pero, en general, lo que suscita el
entusiasmo y el aplauso de los medios de comunicación es la proclamada
intención terapéutica de las manipulaciones genéticas. Con ellas se
pretende corregir enfermedades hereditarias y, también, salir al paso de
la degeneración biológica que, dicen, acecha a la humanidad. El
deterioro del patrimonio genético de la humanidad se debe a la falta de
selección natural, debida a la misma medicina, que se ha vuelto contra sí
misma al salvar vidas defectuosas, que sin ella hubieran muerto. Para
remediar esta situación, la manipulación genética se propone corregir las
taras hereditarias y controlar así el deterioro genético de la humanidad.
Esta intervención en los genes humanos recibe el nombre de
ingeniería genética cuando pretende la transformación del patrimonio
genético del hombre. Es algo que hubiera deseado Nietzsche o Hitler:
mejorar la raza. Pero hoy, la revolución genética va más lejos,
queriendo manipular la misma especie humana. 71
Pero es preciso afirmar que el deterioro genético, que está a la
base de la ingeniería genética, no es un dato científico, sino algo que
corresponde a una visión utilitarista del hombre en la que se valora al
hombre, ser personal, no por lo que es, sino por lo que tiene: fuerza,
músculos, belleza, inteligencia o capacidad productiva. Esta mentalidad

71 A. SERRA, Interrogativi dell'ingegneria genética, Medicina e Morale 3(1984)306-


321; J.R. LA CADENA, Genética y condición humana, Madrid 1983; J. JONAS, Technique,
morale et génie génétique, Communio 6(1984)46-65.

61
utilitarista no respeta el misterio inalienable de la persona humana. 72 De
aquí la constatación de Juan Pablo II, en su primera encíclica Redemptor
hominis:
El hombre actual parece estar siempre amenazado por lo que produce...Los frutos
de su actividad se traducen muy pronto y de manera a veces imprevisible contra
el mismo hombre. Precisamente los productos que contienen una parte especial
de su genialidad y de su iniciativa, pueden ser dirigidos de manera radical contra
él mismo, convirtiéndose en instrumentos de una autodestrucción inimaginable...
El progreso de la técnica, por tanto, no puede por menos de engendrar múltiples
inquietudes. La primera inquietud se refiere a la cuestión fundamental: ¿este
progreso, cuyo autor es el hombre, hace la vida del hombre sobre la tierra, en
todos sus aspectos, más humana?; ¿la hace más digna del hombre? ¿El
hombre, en cuanto hombre, en el contexto de este progreso, se hace de veras
mejor, es decir, más maduro espiritualmente, más consciente de la dignidad de
su humanidad, más responsable, más abierto a los demás, particularmente a los
más necesitados y a los más débiles, más disponible a dar y prestar ayuda a
todos?.(Cfr n.14)
Las intervenciones sobre el patrimonio cromosómico y genético
que no son terapéuticas, sino que tienen como fin seleccionar el sexo u
otras cualidades, "son contrarias a la dignidad personal del ser humano,
a su integridad y a su identidad".
La idolatría tecnológica de nuestra época lleva con frecuencia a
olvidar que, en estos experimentos, está en juego la persona humana. La
genética humana supone un salto cualitativo respecto a la genética de
los otros seres vivos. No se puede extrapolar un experimento hecho con
las plantas o los animales, sin más, al hombre:
La manipulación genética se hace arbitraria e injusta cuando reduce la vida a un
objeto, cuando olvida que está actuando sobre un sujeto humano; o cuando lo
trata según criterios no fundados en la realidad integral de la persona humana,
con el riesgo de poner en peligro su dignidad. 73

La valoración ética sólo puede hacerse desde el hombre en cuanto


tal, desde la dignidad que le corresponde por el hecho de ser persona y
no del reconocimiento de la ley, de la ciencia, del resultado estadístico
mayoritario, de los intereses económicos o políticos o de los "beneficios"
que pueda reportar a la humanidad. El parámetro de los "beneficios" es
algo tan ambiguo que puede llevar a algo como lo que afirma uno de los
"padres" de la primera "niña-probeta", el Dr. Edwars:
Yo creo que los beneficios que se pueden derivar sobrepasan toda objeción que
pueda hacerse al estudio de los embriones en el laboratorio...; yo creo que la
necesidad de conocer es mayor que el respeto que se merece un embrión
precoz...Estos embriones no son embriones de reserva conservados en las
clínicas que tratan casos de esterilidad mediante la concepción in vitro, sino que
se trata de oocitos preovulatorios tomados de mujeres fértiles que consienten en
donarlos. Estos oocitos recogidos son fertilizados in vitro sin ninguna intención
de transferir los embriones al útero femenino: son simplemente usados con fines
de investigación, para estudios de observación o experimentales. 74

72 Cf VARIOS, Ingeniería genética, Madrid 1987; J.M. MORETTI.-O. DE DINECHIN, El


desafío genético, Barcelona 1985.

73 Juan Pablo II, A la Asociación Médica Mundial, el 29-10-1983.

74 R.G. EDWARDS, The ethical, scientif and medical implications of human conception
in vitro, en Modern Biological Experimentation, Ciudad del Vaticano 1984, p. 193-249.

62
Esto no hace inmoral la terapia genética, con tal de que sea
realmente terapia, curación de enfermedades genéticas y no
manipulación o transformación del patrimonio genético del hombre.
Mejorar la vida humana no es nunca, ni puede pretenderse, crear un
nuevo tipo de hombre. Por ello, dada la delicadeza de tales
intervenciones, es preciso estar muy atentos a los riesgos que suponen
para el paciente y para la humanidad entera. Cada descubrimiento
científico o técnico, hoy, en poquísimo tiempo, llega al último rincón de la
tierra. Hoy se hace más palpable la dimensión social del hombre.
En nuestra sociedad industrializada ha penetrado profundamente
la preocupación por la calidad de la vida. De la preocupación por la
supervivencia se ha pasado al deseo de bienestar, de poseer una buena
calidad de vida. Atender con todos los medios que nos ofrece la ciencia a
la calidad de la vida es una exigencia moral innegable, con tal de que
se trate de acciones orientadas a crear condiciones favorables para el
desarrollo integral de todo ser humano. Sin embargo, invocar la calidad
de vida, tiene con frecuencia, connotaciones muy ambiguas,
degradantes incluso de la condición humana. El concepto calidad de
vida entendido desde una visión prevalentemente económica, es muy
parcial y, por tanto, sin validez alguna para iluminar decisiones
referentes a la vida humana:
Los valores del ser son sustituidos por los del tener. El único fin que cuenta es la
consecución del propio bienestar material. La llamada calidad de vida se
interpreta principal o exclusivamente como eficiencia económica, consumismo
desordenado, belleza y goce de la vida física, olvidando las dimensiones más
profundas -relacionales, espirituales y religiosas- de la existencia (EV 23).

Lo mismo hay que decir de las cualidades físicas o mentales...


Ante un ser con deficiencias físicas o psíquicas, el concepto de calidad
de la vida no puede ser invocado para justificar la negación de esa vida;
debe ser, sí, invocado para darle la mejor acogida posible en la familia y
en la sociedad y para posibilitarle una vida humana lo más plena posible.
A la luz de estos criterios la Donum vitae da una respuesta clara
a las preguntas sobre la moralidad de las modernas técnicas biomédicas
que actúan sobre los procesos de la reproducción humana y sobre la vida
humana en sus fases iniciales. Brevemente, paso a presentar algunos de
estos problemas con la respuesta de la Congregación de la Fe.

3. DIAGNOSTICO PRENATAL
El diagnóstico prenatal puede dar a conocer las condiciones del
embrión o del feto cuando todavía está en el seno materno; y permite
prever, más precozmente y con mayor eficacia, algunas intervenciones
terapéuticas, médicas o quirúrgicas. Entre las técnicas que actualmente
se emplean para el diagnóstico prenatal están: la ecografía, que se
sirve de ultrasonidos para detectar las características somáticas y
estructurales del feto; es una técnica no traumática ni invasiva, que
puede repetirse normalmente hasta tres veces por embarazo sin causar
daño ni al feto ni a la madre; esta técnica, sin embargo, no revela las
anomalías genéticas o cromosómicas. Una segunda técnica es la
fetoscopia, que sí es invasiva, pues consiste en la introducción del

63
fetoscopio -construido de fibras luminosas- en el interior del útero. Esta
técnica permite extraer sangre del feto o del cordón umbilical o tejidos
fetales para analizarlas y ver si se dan anomalías genéticas. Comporta
grandes riesgos de aborto. Estos riesgos se dan igualmente en la
placentocentesis. Hoy, aparte la ecografía, el procedimiento más usado
es el de la amniocentesis, es decir, la extracción de líquido amniótico
para el análisis bioquímico-genético, con el que se pueden detectar
algunos defectos del sistema nervioso central del feto. 75
El diagnóstico prenatal es lícito si los métodos utilizados, con el
consentimiento de los padres debidamente informados, salvaguardan la
vida y la integridad del embrión y de su madre, sin exponerlos a riesgos
desproporcionados. La obligación de evitar riesgos desproporcionados
exige un auténtico respeto del ser humano y la rectitud de la intención
terapéutica. Esto comporta que:
El médico antes de todo deberá valorar atentamente las posibles consecuencias
negativas que el uso necesario de una determinada técnica de exploración puede
tener sobre el ser concebido, y evitará el recurso a procedimientos diagnósticos
de cuya honesta finalidad y sustancial inocuidad no se poseen suficientes
garantías. Y así, como sucede frecuentemente en las decisiones humanas, si
debe afrontar un coeficiente de riesgo, el médico se preocupará de verificar que
quede compensado por la verdadera urgencia del diagnóstico y por la
importancia de los resultados que a través suyo pueden alcanzarse en favor del
concebido mismo.76
El diagnóstico prenatal, por tanto, es lícito "si respeta la vida e
integridad del embrión humano y si se orienta hacia su custodia o hacia
su curación" (DV I,2). Pero, el diagnóstico prenatal se opone gravemente
a la moral cuando contempla la posibilidad, en dependencia de sus
resultados, de provocar un aborto: un diagnóstico que atestigua la
existencia de una malformación o de una enfermedad hereditaria no
debe equivaler a una sentencia de muerte.
Lo que hace sospechoso de inmoralidad al diagnóstico prenatal es
su frecuente conexión intencional con el aborto. A partir de las
informaciones ofrecidas por el diagnóstico prenatal se ha difundido una
mentalidad homicida. Basta pensar en los miles de abortos -mal
llamados terapéuticos, cuando son abortos selectivos o eugenésicos- de
niños afectados de malformaciones, de enfermedades, de graves
minusvalías, incluso incurables...Es inaceptable el juicio previo sobre la
calidad de vida o sobre la felicidad o infelicidad del niño minusválido. La
historia de muchos de ellos es un testimonio de alegría, de inteligencia y
de amor. Y la vida de muchos esposos, con un hijo así, se ha renovado
gracias a la ternura, al afecto y atenciones que dicho hijo ha suscitado en
ellos, en la familia y en su ambiente. Los criterios materialistas y
hedonistas sobre la calidad de la vida son inhumanos y, por tanto, falsos
e inmorales:
Los diagnósticos prenatales, que no presentan dificultades morales si se
realizan para determinar eventuales cuidados necesarios para el niño aún no
nacido, con mucha frecuencia son ocasión para proponer o practicar el aborto. Es

75 Cfr F. MANTEGAZZA, Tecnologie per la diagnosi prenatale, Medicina e Morale


1(1982)72-75; el n. 4(1984) de Medicina e Morale es monográfico sobre la diagnosis
prenatal.

76 Juan Pablo II, Insegnamenti, V, 3(1982)1512.

64
el aborto eugenésico, cuya legitimación en la opinión pública procede de una
mentalidad que acoge la vida sólo en determinadas condiciones, rechazando la
limitación, la minusvalidez, la enfermedad (EV 14)... Semejante mentalidad es
ignominiosa y totalmente reprobable, porque pretende medir el valor de la vida
humana siguiendo parámetros de "normalidad" y de bienestar físico, abriendo así
el camino a la legalización incluso del infanticidio y de la eutanasia (EV 63).
No es humano, -ni moralmente lícito, por tanto- negar el valor
humano de un hijo minusválido, aunque comporte sufrir con sus
limitaciones e incapacidades. Un hijo que, con su presencia, obliga a
romper el egoísmo, es un don inestimable para el matrimonio,
"comunidad de amor". La estima, la solicitud constante y el respeto que
como ser personal reclama es la mejor escuela dentro de la familia sobre
la dignidad humana, sobre el valor de la persona por lo que es y no por lo
que tiene o produce. El niño subnormal, con sus limitaciones, es un
manantial perenne de amor y humanidad para nuestra sociedad
hedonista y mercantilizada. Tratarlo como persona humana, sin
avergonzarse de él ante los demás, sin superprotecciones innecesarias,
condividiendo sus limitaciones y sufrimientos, ayudándole a gozar la vida
que comparte con nosotros es ser hombre maduro, pues la madurez
humana se mide, -no por la capacidad de poder, de gozar o producir-,
sino por la capacidad de amar.
En la cruz de Cristo se nos ha manifestado cómo el amor
transforma el aparente fracaso y triunfo de la muerte en victoria sobre la
muerte. El amor hace la cruz gloriosa.
Aun cuando fuese posible modificar el patrimonio genético para
obtener hijos según el gusto y deseo de los padres, sería inmoral,
inhumano, pretenderlo para mejorar el tipo de hombre. El "superhombre"
perfecto es la negación del hombre. Esto no quiere decir que no sea
deseable y recomendable intentar curar las enfermedades y anomalías
del embrión desde los primeros instantes de su aparición.
El esfuerzo de la ciencia será humano, moralmente recto, siempre
que esté transido de respeto por la dignidad de la vida humana. La obra
de nuestras manos es, antes de nada, obra de Dios. El primer deber del
hombre no es dominar la vida, sino acogerla y promoverla. Sólo Dios es
Señor de la vida. Atentar contra la vida es atentar contra Dios:

Tú has creado mis entrañas,


me has tejido en el seno materno.
Te alabo
porque me has formado como un prodigio;
son admirables tus obras.
Tú conocías hasta el fondo de mi alma,
no desconocías mis huesos,
cuando, en lo oculto, me iba formando
y entretejiendo en lo profundo de la tierra.
Aún informe me veían tus ojos.(Salmo 139,13-16)

Enraizada en Dios, la vida conduce a Dios: "Vuestra vida está


escondida con Cristo en Dios" (Col 3,3). En Cristo llegamos a ser hijos de
Dios, animados por su Espíritu, herederos de la vida eterna. Quien se

65
deje guiar por la fe no puede despreciar nunca la vida ni ninguna vida.
Por consiguiente:
-La mujer que solicitase un diagnóstico con la decidida intención
de proceder al aborto en el caso de que se confirmase la existencia de
una malformación o anomalía, cometería una acción gravemente ilícita.
-Igualmente obraría de modo contrario a la moral el cónyuge, los
parientes o cualquier otra persona que aconsejase o impusiese el
diagnóstico a la gestante con el mismo propósito de llegar en su caso al
aborto.
-También será responsable de cooperación ilícita el especialista
que, al hacer el diagnóstico o al comunicar sus resultados, contribuyese
voluntariamente a establecer o a favorecer la concatenación entre
diagnóstico prenatal y aborto.
-Por último, se debe condenar, como violación del derecho a la
vida de quien ha de nacer y como transgresión de los prioritarios
derechos y deberes de los cónyuges, una directriz o un programa de las
autoridades civiles y sanitarias, o de organizaciones científicas, que
favoreciese de cualquier modo la conexión entre diagnóstico prenatal y
aborto, o que incluso indujese a las mujeres gestantes a someterse al
diagnóstico prenatal planificado, con objeto de eliminar los fetos
afectados o portadores de malformaciones o enfermedades hereditarias.
(DV I,2 Cfr. CEC 2274s)
4. TERAPIA GENÉTICA

Intervenir en los primeros estadios del desarrollo del embrión para


curar sus malformaciones es una meta ambiciosa de la investigación
genética. El ya citado proyecto Genoma humano, en sus mejores
intenciones, es lo que pretende. Y todos están de acuerdo en reconocer
su valor e importancia para un futuro mejor del porvenir de la
humanidad. Pero el mismo hecho del multiplicarse de estudios y
congresos sobre este proyecto, nos advierte de los riesgos que implica la
precoz manipulación de los genes humanos. Son riesgos difíciles de
calibrar, pues está en juego la integridad del desarrollo y de la historia
personal de cada individuo. Como criterio moral la Donum vitae nos da
el matizado principio que sigue:
Como en cualquier acción médica sobre un paciente, son lícitas las intervenciones
sobre el embrión humano siempre que respeten la vida y la integridad del
embrión, que no lo expongan a riesgos desproporcionados, que tengan como fin
su curación, la mejora de sus condiciones de salud o su supervivencia individual.
(I,3)
Esto es lo que ya había formulado Juan Pablo II el 29-10- 1983,
dirigiéndose a la Asamblea General de la Asociación Médica Mundial:
Una acción estrictamente terapéutica que se proponga como objetivo la curación
de diversas enfermedades, como las originadas por defectos cromosómicos, será
en principio considerada deseable, supuesto que tienda a promover
verdaderamente el bienestar personal del individuo, sin causar daño a su
integridad y sin deteriorar sus condiciones de vida. Una acción de este tipo se
sitúa en la lógica de la tradición moral cristiana.
Este principio básico lleva a rechazar todas las intervenciones
técnicas que no respetan la vida y la integridad del embrión, como la
congelación y manipulaciones de embriones para su observación o para
investigaciones científicas y, menos aún, para fines comerciales.

66
Explícitamente lo afirma Juan Pablo II, dirigiéndose a los participantes al
Convenio de la Academia Pontificia de las Ciencias, el 23-10-1982:
Yo condeno del modo más explícito y formal las manipulaciones experimentales
del embrión humano, porque el ser humano, desde el momento de su concepción
hasta la muerte, no puede ser explotado por ninguna razón.

5. INVESTIGACIÓN Y EXPERIMENTACIÓN SOBRE EMBRIONES


HUMANOS

En la valoración moral, la Donum vitae distingue entre la


investigación científica de los embriones humanos y la experimentación
técnica sobre ellos, aunque su conexión sea un hecho que no se puede
olvidar.
La investigación científica de los embriones, prescindiendo de su
finalidad, sería lícita cuando existiera la certeza moral de que no causará
daño alguno a su vida y a su integridad ni a la de la madre. Pero toda
investigación, aunque se limite a la observación del embrión, será ilícita
cuando, a causa de los métodos empleados o de los efectos inducidos,
implique un riesgo para la integridad física o la vida del embrión. 77
En cuanto a la experimentación técnica sobre los embriones
humanos, sin una finalidad terapéutica para el sujeto mismo, es siempre
condenable porque hace de la persona humana un objeto o medio, sin
respetar, pues, su dignidad personal:
Ninguna finalidad, aunque fuese en sí misma noble, como la previsión de una
utilidad para la ciencia, para otros seres humanos o para la sociedad, puede
justificar de algún modo las experiencias sobre embriones o fetos humanos vivos,
viables o no, dentro del seno materno o fuera de él. El consentimiento informado,
requerido para la experimentación clínica en el adulto, no puede ser otorgado por
los padres, ya que estos no pueden disponer de la integridad ni de la vida del ser
que debe todavía nacer.
Utilizar el embrión humano o el feto, como objeto o instrumento de
experimentación, es un delito contra su dignidad de ser humano, que tiene
derecho al mismo respeto debido al niño ya nacido y a toda persona humana...La
praxis de mantener en vida embriones humanos in vivo o in vitro, para fines
experimentales o comerciales, es completamente contraria a la dignidad
humana.(DV I 4)
Sólo cabe una excepción, que lejos de contradecir, confirma este
principio: "En el supuesto de que la experimentación sea claramente
terapéutica, cuando se trate de terapias experimentales utilizadas en
beneficio del embrión como intento extremo de salvar su vida, y a falta
de otras terapias eficaces, puede ser lícito el recurso a fármacos o
procedimientos todavía no enteramente seguros" (Ibídem).
Si se trata, pues, de embriones vivos, sean viables o no, deben ser
respetados como todas las personas humanas; la experimentación no
directamente terapéutica sobre embriones es ilícita. 78 Esto vale para los
embriones obtenidos in vivo y también para los obtenidos in vitro:
Los embriones humanos obtenidos in vitro son seres humanos y sujetos de
derechos: su dignidad y su derecho a la vida deben ser respetados desde el
primer momento de su existencia. Es inmoral producir embriones humanos
destinados a ser explotados como material biológico disponible.(DV I 5)

77 VARIOS, El respeto a la vida humana, Bilbao 1981; M. VIDAL, Ética fundamental de


la vida humana, Madrid 1985.

78 Cfr EV 63.

67
En la práctica habitual de la fecundación in vitro no se transfieren
todos los embriones al cuerpo de la mujer; algunos son destruidos y otros
son congelados. La Iglesia, igual que condena el aborto provocado,
prohíbe también atentar contra la vida de estos seres humanos:
Resulta obligado denunciar la particular gravedad de la destrucción voluntaria de
los embriones humanos obtenidos in vitro con el solo objeto de investigar, ya se
obtengan mediante la fecundación artificial o mediante la fisión gemelar.(DV I
5)
El investigador, que se comporta así, usurpa el lugar de Dios y,
aunque no sea consciente de ello, se constituye en señor del destino
ajeno, ya que determina arbitrariamente a quien permitirá vivir y a quien
mandará a la muerte, eliminando seres humanos indefensos.
Y por lo que respeta a "los cadáveres de embriones o fetos
humanos, voluntariamente abortados o no, deben ser respetados como
los restos mortales de los demás seres humanos...También en el caso de
los fetos muertos, como cuando se trata de cadáveres de personas
adultas, toda práctica comercial es ilícita".

6. CONGELACIÓN DE EMBRIONES

Un caso particular de manipulación inhumana -e ilícita, pues- es la


congelación de embriones:
La misma congelación de embriones, aunque se realice para mantener en vida al
embrión -crioconservación-, constituye una ofensa al respeto debido a los seres
humanos, por cuanto les expone a graves riesgos de muerte o de daño a la
integridad física, les priva al menos temporalmente de la acogida y de la
gestación materna y les pone en una situación susceptible de nuevas lesiones y
manipulaciones.(DV I 6)
Los métodos de observación o de experimentación, -hay que
repetirlo-, que causan daños o imponen riesgos graves y
desproporcionados a los embriones obtenidos in vitro, como es la
congelación, son moralmente ilícitos. Todo ser humano ha de ser
respetado por sí mismo, y no puede quedar reducido a un puro y simple
valor instrumental en beneficio de otros, ni aún de su hermano gemelo,
como sería la pretensión de la fisión gemelar, que permite seguir en el
laboratorio el desarrollo del embrión idéntico al embrión transferido al
seno de la madre o, en el caso de un defecto en el embrión implantado,
usar el sobrante como material biológico para repararlo:
Por haber sido producidos in vitro, estos embriones, no transferidos al cuerpo de
la madre y denominados embriones sobrantes, quedan expuestos a una suerte
absurda, sin que sea posible ofrecerles vías de supervivencia seguras y
lícitamente perseguibles.(DV I 5)

La prácticas de experimentación, que pueden dañar o destruir el


embrión; las que suponen un retraso en su implantación; las que, al no
hacer referencia al beneficio del embrión, retrasan y evitan su
implantación, como la congelación de embriones humanos para su mera
observación científica; todas estas prácticas -como el cultivo
indiscriminado de embriones para, después de una selección técnica,
transferir sólo los más aptos- no conceden al embrión la cualidad de vida
humana, vulnerando la inalienable dignidad de la persona humana.

7. EUGENESIA

68
La eugenética, como indica su nombre (buen origen, buen linaje),
es la intervención sobre el patrimonio cromosómico y genético, no con
fines terapéuticos, sino en orden a la producción de seres humanos
seleccionados en cuanto al sexo o a otras cualidades prefijadas. Es el
intento de mejorar la raza mediante la selección y promoción de los
"mejores" y la eliminación de los "inferiores" o inadecuados para la
existencia común. Entra en las pretensiones eugenésicas el deseo de
tener un hijo superperfecto mediante la selección de óvulos y de
esperma obtenidos de donantes superdotados.
La eugenesia reúne "las acciones realizadas bajo control social que
pueden mejorar las cualidades hereditarias de las generaciones
humanas, tanto en el aspecto físico como en el mental. En otras
palabras, trata de mejorar genéticamente las poblaciones humanas". 79
La razón eugenésica -junto con la razón humanitaria, la razón
científica, la razón social o la razón económica- es invocada para
justificar el aborto, la selección de semen para la inseminación artificial o
la fecundación in vitro. Con el cribado genético se intenta evitar la
descendencia defectuosa; para ello se recurre a la esterilización, a la
contracepción o la prohibición de engendrar, impuesta en forma
coercitiva o con presiones sociales a las personas con riesgo genético; o,
en forma más drástica, eliminando la descendencia defectuosa mediante
el aborto o matando al recién nacido.
El eugenismo, tanto impidiendo la procreación de individuos
"defectuosos" como favoreciendo la reproducción de individuos
"perfectos", supone una discriminación entre los seres humanos, lo que
constituye "un grave atentado contra la igualdad, contra la dignidad y
contra los derechos fundamentales de la persona humana" (DV III).
Cuando los hombres han querido deshacerse de una raza, de un grupo, o
de una persona, previamente los han descalificado en su mente y en su
corazón. La eugenesia, -en cuanto razón eugenésica-, es una filosofía de
muerte.
Si nos remontamos en la historia, nos encontramos con la práctica
espartana de arrojar por el desfiladero de Taigetos a los recién nacidos
débiles o con malformaciones...Pero, si la consideramos en su concepción
moderna, la eugenesia nace con Galton a finales del siglo XIX. 80 Por
influjo del darvinismo se vive un optimismo científico que considera a los
grupos humanos más desarrollados como los portadores de las mejores
cualidades de la herencia humana. Se cree que, aplicando a la especie
humana los métodos empleados en la mejora animal, se mejorará
fácilmente y en poco tiempo la especie humana. Este optimismo
científico se estrelló con los horrores de la eugenesia en la época nazi; la
higiene racial manchó para siempre la misma palabra eugenesia.
Pero, de nuevo, en los últimos años, el mito de la ciencia ha
resucitado el desaparecido optimismo del comienzo de la eugenesia. La
creencia ingenua en el progreso científico, tan ingenua como la fe en el
evolucionismo darwinista, unida al temor del cacareado deterioro

79 J.R. LACADENA, Glosario de términos científicos referentes a la reproducción


humana,en Nuevas técnicas de reproducción humana, Madrid 1986, p. 197.

80 R. ALVAREZ PELAEZ, Sir Francis Galton, padre de la eugenesia, Madrid 1986.

69
progresivo del patrimonio genético han devuelto a la eugenesia nueva
vigencia.
Por otra parte, la concepción hedonista y utilitarista de la
existencia humana, como el elevado costo que acarrea a la sociedad la
atención de las personas con deficiencias, empujan a impedir, por todos
los medios (englobados en el eufemismo de razón eugenética), la
presencia en este mundo de personas deficientes.
La pretensión de la manipulación genética es la de llegar a elegir
el sexo, a programar el aspecto físico, el sistema nervioso, el dinamismo
intelectual y afectivo, de modo que los padres ya no sólo tengan el
numero deseado de hijos, cuando los quieren, sino también como los
quieren.
La eugenesia, salvo en el caso de terapia, viola la inviolabilidad
de la vida humana, la integridad e irrepetibilidad de cada persona, el
derecho a la protección de la vida comenzada, privando con frecuencia al
matrimonio y a la familia de su derecho inalienable a la unión conyugal
plena, abierta a la vida singular de cada hijo. Y, por supuesto, la
eugenesia no tiene en cuenta que, privando a una persona de la vida en
este mundo, la priva de la vida eterna.
De todo lo dicho se deduce la conclusión de la Donum vitae:
Estas manipulaciones son contrarias a la dignidad personal del ser humano, a su
integridad y a su identidad. No pueden justificarse de modo alguno a causa de
posibles consecuencias beneficiosas para la humanidad futura. Cada persona
merece respeto por sí misma: en esto consiste la dignidad y el derecho del ser
humano desde su inicio.(I,6)

8. HIBRIDACIÓN

Las técnicas de fecundación in vitro hacen posibles otras formas


de manipulación biológica o genética de embriones humanos, como son:
los intentos y proyectos de fecundación entre gametos humanos y
animales y la gestación de embriones humanos en útero de animales; y
la hipótesis y el proyecto de construcción de úteros artificiales para el
embrión humano.
Estas técnicas, ya experimentadas con animales (cabra y oveja,
por ejemplo) se presentan también como hipótesis para el hombre
(inseminación de la hembra del chimpancé con esperma humano), con la
intención de producir seres subhumanos para tareas de trabajo repetitivo
o desagradables o simplemente como reservas de órganos y tejidos para
trasplantes.
En el mes de mayo de 1987, unas declaraciones del profesor
Brunetto Chiarelli, de la Universidad de Florencia, suscitaron numerosas
reacciones de incredulidad e indignación; el escándalo del posible híbrido
hombre-chimpancé saltó a la opinión pública internacional. Y el profesor
J. Moor-Jankowski, de la Universidad de Nueva York, admitió el hecho de
que un investigador norteamericano había fecundado una hembra de
chimpancé con esperma humano y que la gestación se había prolongado
por un mes hasta que abortó espontáneamente.
El juicio moral es negativo no sólo porque no se puede asegurar la
vida de estos embriones, sino porque tales experimentos niegan

70
abiertamente la identidad humana, la dignidad de la persona y de la
familia.81 Al respecto, la Donum vitae es clara y tajante:
Estos procedimientos son contrarios a la dignidad del ser humano propia del
embrión y, al mismo tiempo, lesionan el derecho de la persona a ser concebida y
a nacer en el matrimonio y del matrimonio.(I,6)
Nadie puede reivindicar, antes de existir, un derecho subjetivo a
iniciar la existencia; sin embargo, es legítimo sostener el derecho del
niño a tener un origen plenamente humano a través de la concepción
adecuada a la naturaleza personal del ser humano: La vida es un don
que debe ser concedido de modo conforme a la dignidad tanto del sujeto
que la recibe como de los sujetos que la transmiten.

9. CLONADO Y PARTENOGÉNESIS

Son posibles aún otros experimentos sorprendentes y espantosos,


como la duplicación de un embrión en dos embriones idénticos, llamada
fisión gemelar; o el clonado o clonación -aún no se han puesto de
acuerdo los autores sobre la traducción de la palabra inglesa cloning-,
que consiste en la multiplicación indefinida de seres idénticos. La
práctica de la escisión gemelar en el campo animal se ha difundido en
las granjas experimentales para incentivar la producción múltiple de
ejemplares escogidos. Desde 1993 se ha practicado con embriones
humanos.
Mediante fisión gemelar un solo ovocito fecundado, es decir, el
embrión de una sola célula, en su primer estadio de desarrollo, puede ser
dividido en dos -como ocurre en el caso natural de los gemelos- y dar
lugar a dos embriones idénticos, que darán lugar a dos individuos
también idénticos. De los dos embriones, obtenidos por fisión gemelar,
uno podría ser congelado para ser usado posteriormente en caso de
muerte del gemelo o mantenido congelado como reserva de tejidos y de
órganos para posibles necesidades de trasplantes en el gemelo que se
ha dejado vivir. De este modo los órganos de este embrión, siendo
genéticamente idénticos a los del gemelo vivo, evitarían el problema tan
frecuente del rechazo del órgano trasplantado.
El otro procedimiento de la reproducción clónica, que da hijos
copia o fotocopia del padre o de la madre, ya se ha aplicado con ciertos
anfibios. Consiste en la desnucleación del óvulo, es decir, en quitar el
núcleo del óvulo, al que luego se le injerta el núcleo de otra célula no
sexual que tiene la dotación cromosómica completa. Una vez
trasplantado el nuevo núcleo, que puede ser del padre o de la misma
madre -en este caso se da la partenogénesis-, el nuevo producto se
coloca en el útero para que continúe el embarazo. Este proceso puede
repetirse las veces que se quiera con la misma persona para multiplicar
las reproducciones de la misma. Así tendríamos uno o múltiples seres
idénticos al "padre" que prestó el núcleo, con las únicas diferencias
debidas a las influencias ambientales. El potencial genético e incluso
morfológico es el mismo del "padre", es decir, del donante del núcleo,
que aporta el DNA.

81 L. LOMBARDI VALLAURI, ,Bioetica, potere, diritto,"Jus" 1-2(1984)343-370. E.


SGRECCIA, Manual de bioética, p. 326-327.

71
Con la clonación se obtiene la reproducción sin la aportación de los
dos gametos; se trata, pues, de una reproducción asexual. Se habla de
lograr con esta técnica la perpetuación y multiplicación de caracteres y
tipos humanos con cualidades excepcionales de inteligencia, belleza,
fuerza, etc, etc. Como pueden prestar el núcleo -que es el decisivo de
estas características- tanto el hombre como la mujer, una pareja podría
tener cada uno sus hijos-copia de sí mismo. Un uso político dictatorial o
racista de la reproducción clónica podría tener gravísimas consecuencias
para la humanidad. Dentro de las posibilidades del clonado entra la
hipótesis de la fecundación de dos lésbicas, que rechazando la
heterosexualidad no quieren renunciar a la maternidad. Otra
consecuencia del clonado es el empobrecimiento de la herencia genética,
pues el hijo recibe esta herencia de un sólo progenitor.
La autofecundación humana, posible mediante clonado, al
prescindir del acto de amor de los dos sexos, no respeta la verdad sexual
y personalista de la procreación humana, ya que el hombre es varón o
hembra y la conyugalidad se expresa con actos corpóreos y espirituales y
no mediante el dominio tecnológico del hombre sobre la procreación y
sobre el amor conyugal. La condena moral del clonado, al prescindir no
sólo del contexto familiar sino también de la sexualidad, es evidente:
También los intentos y las hipótesis de obtener un ser humano sin conexión
alguna con la sexualidad mediante fisión gemelar, clonación, partenogénesis,
deben ser considerados contrarios a la moral en cuanto que están en contraste
con la dignidad tanto de la procreación humana como de la unión conyugal.(DV I
6)
Además, el futuro del hijo concebido fuera de la generación normal
es una clara indicación más de lo inhumano e inmoral de esta quimera,
como la llama E. Sgreccia. Y el hecho de que con el clonado se
persiguieran solo fines experimentales, sin pensar en dejar con vida los
embriones clonados, no hace más que agrava agravar el juicio moral. La
Academia Pontificia para la Vida señala los siguientes “problemas éticos
de la clonación humana:
La clonación humana se incluye en el proyecto del eugenismo y, por tanto, está
expuesta a todas las observaciones éticas que merece el eugenismo... Es una
manipulación radical de la relacionalidad y complementariedad de la procreación
humana, pues la clonación tiende a considerar la bisexualidad como un mero
residuo funcional, puesto que se requiere un óvulo, privado de su núcleo, para
dar lugar al embrión-clon y, por ahora, es necesario un útero para que su
desarrollo pueda llegar al final. En la clonación se adopta, por principio, la lógica
de la producción industrial: se deberá analizar y favorecer la búsqueda de
mercados, perfeccionar la experimentación y producir siempre productos
nuevos... Se produce una instrumentalización radical de la mujer, reducida a
algunas de sus funciones biológicas (prestadora de óvulos y del útero). ..En la
clonación se pervierten las relaciones fundamentales de la persona humana: la
filiación, la consanguinidad, el parentesco y la paternidad o maternidad. La mujer
puede ser hermana gemela de su madre, carecer de padre biológico y ser hija de
su abuelo... La clonación humana merece un juicio negativo también en relación a
la dignidad de la persona clonada, que vendrá al mundo como una copia
biológica de otro ser, lo que constituye un atentado a su subjetividad personal...
La clonación es siempre inmoral por la arbitraria concepción del cuerpo humano,
considerado como una máquina compuesta de piezas. El cuerpo humano es parte
integrante de la identidad personal de cada uno y no es lícito usar a la mujer para
que proporcione óvulos con los cuales realizar experimentos de clonación... Es
preciso, finalmente, subrayar una vez más, la diferencia que existe entre la

72
concepción de la vida como don de amor y la visión del ser humano considerado
como producto industrial...82

10. TRANSPLANTES DE ÓRGANOS

Dentro del campo de la manipulación humana entran los


trasplantes de órganos, si bien las exigencias éticas no se sitúan tanto en
las intervenciones quirúrgicas en sí mismas cuanto en los aspectos
personales y sociales que acompañan la acción del trasplante:
determinación de la muerte del donador de órganos y sus posibles
manipulaciones, la comercialización de los órganos, el coste social y
económico en favor de unos pocos, abandonando a la mayoría...
Se llama trasplante o injerto la operación quirúrgica por la que se
inserta en el organismo receptor un tejido obtenido del donante. Esta
definición genérica incluye los trasplantes autoplásticos: traslado de
tejidos de un lugar a otro del mismo organismo; y trasplantes
heteroplásticos: traslado de órganos de un organismo a otro
organismo. En este segundo caso se dan dos posibilidades: trasplante
dentro de la misma especie o trasplante de un órgano de un individuo de
una especie al individuo de otra especie: ya sea de vivo a vivo o de
muerto a vivo.83
Para una valoración moral, los trasplantes autoplásticos no
presentan ningún problema. Las partes de un organismo hacen
referencia al todo. Es la totalidad de la persona la que rige. No hay duda
de que los órganos y funciones orgánicas, miembros, tejidos, etc, están
ordenados al bien de todo el organismo humano. Por lo tanto, en caso de
necesidad o conveniencia proporcionada para el conjunto, es lícita la
extirpación de los órganos y la suspensión de las funciones orgánicas. Y
si, para salvar la vida de la persona, se puede admitir la pérdida de un
miembro, con mayor razón es lícito el trasplante de un miembro de una
parte a otra del cuerpo humano.
En cuanto a los trasplantes heteroplásticos, no hay ningún
problema en el trasplante dentro de la misma especie hecho de vivo a
vivo cuando se trata "de una parte del cuerpo que no deja, en su
funcionalidad, consecuencias sustanciales. Tales son las transfusiones de
sangre, una cantidad limitada de piel, esquirlas de huesos, segmentos de
tendones, pequeñas secciones de glándulas o de vasos sanguíneos". 84 Y,
dado el avance actual de la medicina, hoy es posible lícitamente el
trasplante de órganos íntegros, como el riñón, pues ya no supone un
grave riesgo ni para el donante ni para el receptor. Es más, la donación
de un órgano es una manifestación de amor humano y cristiano.
Tratándose de dos personas humanas, donante y receptor, se
supone, para su licitud, que el trasplante se realice con plena libertad y
consentimiento de ambos y que la intervención tenga suficiente
probabilidad de éxito. Por otra parte, como señalan las leyes de casi

82Academia Pontificia para la Vida, Reflexiones sobre la clonación, L’Osservatore Romano 11-
7-1997.

83 Cfr. G. PERICO, Trasplantes, en DETM, Madrid 1974, p. 1137.

84 Ibídem, p. 1140.

73
todos los Códigos nacionales, tratándose de órganos humanos en función
del hombre, la cesión de un órgano ha de ser siempre una donación, y
no es lícita su comercialización.
En cuanto a los trasplantes de un organismo animal al organismo
humano no hay ningún problema moral, con tal de que no produzcan una
alteración de la personalidad humana.
El caso del que más se ha discutido es el del trasplante de muerto
a vivo. Pero la discusión no versa sobre la intervención en sí misma. En
sí mismos estos trasplantes son lícitos, incluido el caso del trasplante de
corazón. El problema está en los abusos a que se presta con relación a la
muerte del donante. Es ilícita la aceleración de la muerte para lograr
antes los órganos que se van a transplantar. Para que estos trasplantes
sean lícitos es preciso estar seguros de que el donante está realmente
muerto y, además, es preciso el consentimiento de los familiares a falta
del consentimiento explícito del difunto.
Aparte lo señalado, queda una duda en relación a posibles
trasplantes en un futuro quizá próximo: ¿Serán lícitos los trasplantes
cerebrales o de órganos genitales? La respuesta teóricamente es
sencilla: un trasplante es moralmente lícito siempre que con él no se
corra el riesgo de alterar la personalidad del receptor.

11. MANIPULACIÓN CEREBRAL

Dentro de las manipulaciones a las que puede ser sometido el


hombre, ser personal, singular e inviolable, cobra cada día más
importancia el llamado control del cerebro humano.
La exploración del cerebro humano, como los experimentos
genéticos, afectan al hombre en su totalidad, con el riesgo
correspondiente de alterar su personalidad. La utilización de fármacos
psicoactivos, la cirugía cerebral, la estimulación electrónica o el control
mental, alterando el sistema nervioso central del hombre, pueden inducir
al hombre a un comportamiento prefijado científica y técnicamente, sin
respetar la libertad y singularidad de la persona humana.
Estas manipulaciones de la mente humana, como extrapolaciones
de experimentos sobre animales, pueden tener un uso en la terapia
psicológica, pero ofrecen la posibilidad y el peligro de planificar una
sociedad psicoprogramada. Rodríguez Delgado, con optimismo
ingenuo, ha escrito:
El destino natural de épocas precivilizadas suponía enfermedades, hambre,
sufrimientos, vejez y vida breve. La civilización ha cambiado este destino cruel y
salvaje. De modo parecido se hace necesario transformar el salvajismo mental
del hombre actual. Su estructura mental ha de ser planificada con objetivos a
definir que dependen de la inteligencia, dignidad y esfuerzo que el hombre de
hoy ponga en la concepción de lo que debe ser el hombre del mañana. La
realidad biológica y la aceptación del principio de objetividad son los ejes de la
planificación de las mentes futuras.85
En la exploración del cerebro humano y en la actuación sobre la
mente humana hay que tener en cuenta, para su licitud, el ser integral

85 J.M. RODRIGUEZ DELGADO, Planificación cerebral del hombre futuro, Madrid 1973,
p. 49.

74
del hombre, respetando su identidad personal, es decir que tengan un
valor directamente terapéutico y no manipulador del hombre.
Para concluir, este capítulo, señalaré "otras formas sutiles de
manipulación del hombre", citando la Instrucción de los obispos
españoles La verdad os hará libres:
Llamamientos compulsivos al consumismo; imposición desde las técnicas de
marketing de modelos de conducta de los que están ausentes valores morales
básicos; manipulación de la verdad con informaciones sesgadas e inobjetivas;
introducción abierta o subliminar de una propaganda ideológica, oficial o de
cultura en el poder, frecuentemente antirreligiosa y silenciadora o ridiculizadora
de lo católico...; el dirigismo cultural y moral de la vida social..., que constituye
no sólo un abuso del poder o del más fuerte, sino que, además, contribuye a
imponer concepciones de la vida inspiradas en el agnosticismo, el materialismo y
el permisivismo moral.(n.15)

75
4. NEGACIONES DE LA VIDA

En nuestra época, en contraste con los innumerables


declaraciones en favor de la vida y de los derechos del hombre, existe
una gama inmensa de agresiones a la vida: actitudes, ideologías y
estados de opinión que constituyen auténticas negaciones de la vida.
Esta civilización es el caldo de cultivo de las agresiones a la vida que
analizaré en este capítulo.
El anuncio del Evangelio de la vida hoy es particularmente urgente ante la
impresionante multiplicación y agudización de las amenazas a la vida de las
personas, especialmente cuando ésta es débil e indefensa... Y, por desgracia,
este alarmante panorama, en vez de disminuir, se va más bien agrandando. Con
las nuevas perspectivas abiertas por el progreso científico y tecnológico surgen
nuevas formas de agresión contra la dignidad del ser humano, a la vez que se va
delineando y consolidando una nueva situación cultural, que confiere a los
atentados contra la vida un aspecto inédito y -podría decirse- aún más
inicuo ocasionando ulteriores y graves preocupaciones: amplios sectores de la
opinión pública justifican algunos atentados contra la vida del hombres en
nombre de los derechos de la libertad individual, y sobre este presupuesto
pretenden no sólo la impunidad, sino incluso la autorización por parte del Estado,
con el fin de practicarlos con absoluta libertad y además con la intervención
gratuita de las estructuras sanitarias (EV 3 y 4).

Hoy nos hallamos "ante una sociedad moralmente enferma". Se


aprecian más los bienes materiales que la vida humana. La "falta de
respeto al niño no nacido es un espejo de la condición del hombre de
nuestro mundo. En cada uno de los niños muertos antes de nacer se
pone en cuestión el valor de la vida de todos, también de los adultos". En
nuestra "sociedad desmoralizada" "se justifica, legaliza y practica el
abominable crimen del aborto"; "se alzan voces en favor de la
legalización de la eutanasia"; "se siguen eliminando vidas humanas y
cometiendo atropellos a las personas, por el persistente y execrable
cáncer de la violencia terrorista", "el ignominioso e incalificable tráfico de
drogas y su degradante consumo"; "y por último, la venta de
armamentos que atizan los conflictos locales y pueden llegar a producir
situaciones de pérdida de la paz universal". 86
Los rasgos más salientes de esta mentalidad que lleva a negar la
vida, según los obispos españoles en su Nota sobre el aborto, son:
-la concepción utilitarista del hombre, que privilegia la
dimensión productiva del hombre. En nuestra civilización, escriben los
obispos españoles, "parece abrirse paso una visión parcial y unilateral
del hombre, en la que se le valora, no tanto por su intrínseca dignidad,
cuanto por su productividad y rendimiento económico" (n.8). 87
-el consumismo, que hace depender la felicidad de la posesión y
consumo de cosas. En una civilización del consumo, competitiva además
como la nuestra, el otro aparece como un agresor ya desde el seno
materno; viene a entrar en el reparto de los bienes. "Es necesario,
advierten los obispos, fomentar una concepción del hombre

86 Cfr Conf. Episcopal Española, La verdad os hará libres. La conciencia cristiana ante
la actual situación moral de nuestra sociedad, de 20-11-1990.

87 Cfr EV 23.

76
auténticamente humana, menos condicionada por manipulaciones de
todo género y por los nuevos ídolos y tabúes de la sociedad de consumo.
Esta conversión, que se debe operar en el hombre, es el verdadero
camino para remediar un mal, del que el aborto no es muchas veces sino
una manifestación externa" (n.15).
-El hombre de nuestra civilización industrializada y robotizada es
una hombre que busca su seguridad en la programación y
planificación de sus actividades y de su vida en general. Esta reducción
unilateral le incapacita para acoger toda sorpresa que la vida le depara.
Un hijo no programado, una enfermedad no prevista, propia o de un
familiar, el sufrimiento y el amor le encuentran desarmado; y ante
cualquier sorpresa no sabe reaccionar de otra manera que eliminando los
resultados no programados.
-Este hombre frío y calculador es, necesariamente, esclavo de la
tiranía de las emociones que no puede ahogar ni controlar. En sus
decisiones vitales, no programadas, se rige por una marea incontrolada
de emociones instintivas. De ello se servirán los manipuladores de masas
en sus campañas ideológicas que explotan los casos conflictivos,
dolorosos y frecuentemente dramáticos, para contar con el apoyo
democrático masivo para sus propuestas de anticoncepción,
esterilización, divorcio, aborto, eutanasia...
Es la civilización de la violencia, que engendra una cultura de
muerte: "Vivimos en un mundo en el que, si bien se ha adquirido una
intensa conciencia de la dignidad de la persona, son, sin embargo, muy
frecuentes las violencias de todo orden dirigidas contra la misma. Las
guerras, la violencia ejercida desde distintas formas de poder, el
terrorismo, la indiferencia o insuficiente atención ante las catástrofes
sufridas por pueblos y razas, el mismo desorden en el desarrollo
tecnológico, son muestras de una práctica depreciación de la vida del
hombre" (n.6). Como punto de partida es conveniente recordar un texto
clave de la Gaudium et spes:
Todo cuanto se oponga a la misma vida, como los homicidios de cualquier género,
el genocidio, el aborto, la eutanasia o el mismo suicidio voluntario; todo lo que
viola la integridad de la persona humana, como las mutilaciones, las torturas
infligidas al cuerpo o a la mente, los intentos de coacción espiritual; todo lo que
ofende a la dignidad humana...; todas estas prácticas y otras parecidas son,
ciertamente, infamantes y, al degradar a la civilización humana, todavía
deshonran más a los que así se comportan que a los que sufren la injusticia.
(n.27)

1. ANTICONCEPTIVOS

En la escalada progresiva de negaciones de la vida la


contracepción ocupa el primer peldaño. En todas partes se ha
comenzado con la propaganda y la difusión de los anticonceptivos; se ha
pasado en un segundo momento al aborto, para llegar finalmente a la
esterilización voluntaria. Esta gradualidad no tiene nada de casual, sino
que es deliberada. La aceptación del aborto presupone un terreno
cultural anticonceptivo; para llegar al aborto es preciso crear antes una
mentalidad antinatalista (antilife mentality), es decir, convencer a la
gente de que un nuevo nacimiento es un mal que hay que evitar. Una
vez establecida esta mentalidad, el aborto aparece como la salida

77
obligada para las concepciones que se escaparon al control de los
anticonceptivos. La esterilización llega después como el método más
seguro y menos traumatizante para evitar nuevos nacimientos. Esta
búsqueda del medio más eficaz y más fácil ha llevado a la producción de
anticonceptivos cada vez con menos riesgos para la salud y también a
las píldoras abortivas (píldora del día siguiente), que trasladan el aborto
de la clínica a la propia casa. 88
Entre los métodos contraceptivos artificiales, que no respetan la
totalidad y particularidad del acto conyugal, están los anticonceptivos
mecánicos, los farmacológicos, los espermaticidas y el "coitus
interruptus". En la actualidad se va perdiendo la confianza en la
contracepción hormonal por razones no morales sino médico-sanitarias. 89
Hay que recordar, además, que la espiral tiene fundamentalmente un
efecto abortivo, ya que impide la anidación del óvulo fecundado.
La apertura a la vida es fruto del amor a la vida. Quien no ama la
vida o tiene miedo de vivir, expresa sus temores y desconfianza
limitando los nacimientos. Una cultura de muerte agranda los temores
con campañas sobre el peligro demográfico y ecológico para limitar los
nacimientos de nuevas vidas. Una civilización del amor y de la vida,
dando sentido a la vida y esperanza de vida eterna, hace posible la
apertura gozosa a la procreación. 90
Los esposos, que viven el gozo agradecido del amor mutuo, saben
que la vida conyugal se expresa en la verdad del amor y no en la
manipulación del gesto conyugal. La verdad total y personal del acto
conyugal es negada cuando se busca en él únicamente la dimensión
psicológico-afectiva (o peor aún, genital placentera), impidiendo la
dimensión procreativa. Se niega igualmente cuando el acto sexual es
visto sólo como un hecho biológico sin su dimensión afectiva y espiritual.
Es lo que ya constataba el Concilio Vaticano II con su análisis realista de
nuestra sociedad consumista y antinatalista, en la que "el amor
matrimonial queda frecuentemente profanado por el egoísmo, el
hedonismo y los usos ilícitos contra la generación" (GS 47).
El acto conyugal, en su verdad personal plena, comprende las dos
dimensiones intrínsecamente interdependientes y no accesoriamente
unidas. Se manipula dicho acto conyugal cuando se separa en él el amor
y la vida: con esta reducción, la sexualidad no expresa la totalidad del
ser personal de los esposos:
El acto conyugal con el que los esposos manifiestan recíprocamente el don de sí
mismos expresa simultáneamente la apertura al don de la vida: es un acto
inseparablemente corporal y espiritual. En su cuerpo y a través del cuerpo los
esposos consuman el matrimonio y pueden llegar a ser padre y madre. Para ser

88 Cfr el análisis de la conexión entre anticoncepción y aborto en EV 13; M.L. DI


PIETRO.-E. SGRECCIA, La contragestazione ovvero l'aborto nascosto, Medicina e Morale
1(1988)5-34.

89 Cfr. F. VECCHIO, Rischi connesi con l'uso dei contraccettivi orali, Medicina e Morale
2(1978)167-180, donde comenta los datos de dos estudios estadísticos hechos con 46
mil mujeres por 1800 médicos durante 8 años.

90 P. BARBERI.-D. TETTAMANZI, Matrimonio e famiglia nel magistero della Chiesa,


Milán 1986; C. CAFFARRA, La trasmissione della vita nella 'Familiaris consortio', Medicina
e Morale 4(1983)391-399;E. SGRECCIA, Il dono della vita, Milán 1987.

78
conforme con el lenguaje del cuerpo y con su natural generosidad, la unión
conyugal debe realizarse respetando la apertura a la generación, y la procreación
de una persona humana debe ser el fruto y el término del amor esponsal.(DV II 4)

Con la Humanae vitae hay, pues, que afirmar:

Queda excluida toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su


realización, o en el de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o
como medio, hacer imposible la procreación.(n.14)

Cerrarse al amor o a la vida, separando ambos aspectos, va contra


el plan de Dios sobre la sexualidad humana, es decir, va contra el
hombre mismo:
Cuando los esposos, mediante el recurso a la anticoncepción, separan estos dos
significados que Dios Creador ha inscrito en el ser del hombre y de la mujer y en
el dinamismo de su comunión sexual, se comportan como árbitros del designio
divino y manipulan y envilecen la sexualidad humana, y con ella la propia
persona del cónyuge, alterando su valor de donación total. Así, al lenguaje
natural, que expresa la recíproca donación total de los esposos, el
anticoncepcionismo impone un lenguaje objetivamente contradictorio, es decir, el
de no darse al otro totalmente: se produce no solamente el rechazo positivo de la
apertura a la vida, sino también una falsificación de la verdad interior del amor
conyugal, llamado a entregarse en plenitud personal.(FC 32)

Y la Donum vitae ha unido en su juicio moral la contracepción y


la fecundación artificial, porque ambas coinciden en su negación de la
verdad personal plena de la sexualidad conyugal:
La contracepción priva intencionadamente al acto conyugal de su apertura a la
procreación y realiza de ese modo una disociación voluntaria de las finalidades
del matrimonio. La fecundación artificial homóloga, intentando una procreación
que no es fruto de la unión específicamente conyugal, realiza objetivamente una
separación análoga entre los bienes y los significados del matrimonio.(II,4)

Hay que añadir, además, que los anticonceptivos tuvieron su raíz


en las dificultades de las parejas en relación a la regulación de los
nacimientos, pero en seguida se han convertido en métodos y estrategia
de colonización por parte de los países más desarrollados e influyentes
para condicionar el desarrollo demográfico de los pueblos emergentes.
La contracepción se ha convertido en un medio de control demográfico al
hacer depender las ayudas económicas de la planificación familiar.
Determinadas fuerzas económicas y organizaciones internacionales han
impuesto a las naciones pobres este criminal chantaje, ya denunciado
por Pablo VI en la Humanae vitae y reiterado en la Familiaris consortio (n.
6 y 30).91

2. ESTERILIZACIÓN

La mentalidad anticonceptiva no se detiene en los medios


químicos o mecánicos contraceptivos, sino que ha provocado "el recurso
cada vez más frecuente a la esterilización" (Ibídem 6). La esterilización
antiprocreativa, en la actualidad, es un problema particularmente vivo. El
desarrollo creciente de la praxis anticonceptiva, en su búsqueda del

91 Cfr E. JIMENEZ, Moral sexual. Hombre y mujer imagen de Dios, Bilbao 1990, p. 175-
194.

79
anticonceptivo ideal, encuentra en la esterilización el método más
seguro, inocuo y eficaz. La misma Organización Mundial de la Salud
declara que "la esterilización es actualmente uno de los métodos
principales para controlar la fecundidad en el mundo". 92 Las políticas
demográficas de muchos países la promueven, ofreciéndola incluso como
un servicio social.
Por otra parte, los avances de la ciencia médica, sobre todo en lo
que se refiere a la microcirugía, han convertido la esterilización, tanto en
el hombre como en la mujer, en una técnica de fácil realización,
practicable en régimen ambulatorio y en un tiempo no superior a veinte
minutos. Esta facilidad técnica apenas da a quien la padece la sensación
de haberse sometido a una amputación quirúrgica.
Los métodos más usados en la esterilización masculina son la
vasotomía: simple sección del conducto deferente; y la vasectomía:
extirpación de un segmento de dicho conducto. Ambas técnicas
imposibilitan la emisión de esperma fértil. La eficacia de la vasectomía,
en orden a la exclusión de un posible embarazo, es mucho mayor que
cualquier otro método del control de la fertilidad, excepción hecha de la
ligadura de trompas en la mujer. Las posibilidades de un embarazo
son mínimas; se da alguna vez por recanalización espontánea del
conducto deferente, por oclusión o sección errónea, por duplicación
congénita del conducto o por la realización del acto sexual en el período
posterior muy cercano a la operación, cuando aún quedan acumulados
espermatozoides en el aparato reproductor.
La técnica más frecuente de esterilización de la mujer es la
ligadura de trompas, que puede realizarse con una minilaparotomía
a través de una incisión en la piel no mayor de dos centímetros. La
simplicidad, eficacia y bajo costo de este procedimiento ha contribuido a
su multiplicación.
Para aclararnos, antes de dar el juicio moral sobre la esterilización,
es conveniente hacer algunas precisaciones. Por esterilización humana
se entiende aquellas intervenciones que tienen por objeto privar al que
las sufre de la facultad procreativa.
La esterilización puede ser orgánica -extirpación o modificación
de alguno de los órganos indispensables para la procreación- o
funcional -respetando la integridad de los órganos, mediante sustancias
farmacológicas se impide su normal funcionamiento. En los dos casos se
produce artificialmente una infecundidad biológica: incapacidad de
fecundar o de ser fecundada.
La esterilización puede ser temporal o permanente, según
exista o no la ulterior posibilidad de restablecer la función procreativa. La
reversibilidad de la esterilización quirúrgica está condicionada, en
parte, por el tiempo que haya pasado desde que se realizó y también -en
cuanto a la recuperación efectiva de la función generativa- por la
formación o no de anticuerpos antiespermáticos. En cuanto a la ligadura
de trompas, la reversibilidad depende del tipo de técnica utilizada en la
primera intervención y del lugar tubárico en que se realizó la ligadura.

92 OMS, Special Programme of Research Development and Research Training, 1977.

80
Recuperar la capacidad generativa no es sinónimo de
recanalización, que la microcirugía ha simplificado y es fácil. Pero no
siempre queda garantizada la capacidad generativa con la
recanalización, pues la capacidad generativa depende de otros muchos
factores. Quien se somete a la esterilización debe saber que lo más
probable es que sea permanente.
Desde el punto de vista moral no se considera la esterilización
indirecta, es decir, cuando la esterilización no es buscada directamente,
ni como medio ni como fin, sino que se da como consecuencia inevitable
de una intervención que tiene por objeto conservar o recuperar la salud
gravemente comprometida por la disfunción de un órgano imprescindible
para la procreación.93
La motivación de esta esterilización terapéutica es salvar la vida
o aliviar dolores persistentes y graves, aunque ello comporte la supresión
de la capacidad generativa como una consecuencia inevitable. No ofrece
ninguna duda el caso de la histerectomía realizada para remediar un
estado patológico grave del útero, cuando no existe otro tratamiento
eficaz menos mutilante. Así sucede, por ejemplo, en el caso del cáncer
uterino, en el que el único tratamiento eficaz posible consiste en la
extirpación del útero con lo que se provoca indirectamente un estado de
esterilidad permanente. El mismo caso se da en algunos cánceres de
próstata que llevan consigo la extirpación testicular, o cánceres de mama
con dependencia hormonal de los ovarios, en los que junto a la
mamectomía se debe practicar la ovariectomía,
Una clarificación especial merece el caso de un útero con
malformaciones o debilitado con cicatrices múltiples como consecuencia
de repetidos partos con cesárea. La histerectomía estaría permitida a
causa del deterioro en que se encuentra el útero en el momento en que
se realiza la intervención y no únicamente a causa del peligro que
pudiera provenir de un hipotético o posible embarazo.
La licitud de la esterilización no está ligada al número de cesáreas
que haya sufrido la mujer, sino a las condiciones reales en que se
encuentra el útero. Es falsa la opinión de que la mujer no puede tener sin
grave riesgo más de tres cesáreas. La técnica de la cesárea baja -única
que se realiza actualmente- permite que se puedan realizar varias sin
ningún tipo de riesgo. Por esto no se puede admitir que tres operaciones
de cesárea constituyan un motivo suficiente para justificar la
histerectomía. Sólo si el útero enfermo, independientemente del
embarazo, es la causa del peligro para la vida de la mujer, su extirpación
sería lícita, pues la esterilidad que se provoca no es buscada
directamente ni como medio ni como fin, sino que se trata de una
consecuencia inevitable de un tratamiento que tiene por objeto
conservar la salud gravemente comprometida por la presencia del útero
enfermo. Esta es la respuesta dada ya por Pío XII en su discurso a los
Urólogos y repetida al Congreso Internacional de Hermatología:

93 Cfr L. CICCONE, Non uccidere, questioni di morale della vita fisica, Milano 1984; C.
CAFFARRA, Il problema morale della sterilizzazione, Medicina e Morale 19(1979)199ss; D.
TETTAMANZI, La sterilizzazione anticoncezionale: per un discorso cristiano, Brezzo de
Bedero 1981.

81
La Iglesia, sin embargo, no considera de ningún modo ilícito el uso de los medios
terapéuticos verdaderamente necesarios para curar enfermedades del
organismo, a pesar que se siguiese un impedimento, aún previsto, para la
procreación, con tal de que ese impedimento no sea, por cualquier motivo,
directamente querido.94

A parte de la esterilización voluntaria, se da también la


esterilización coactiva, es decir, la esterilización impuesta por la
autoridad pública sin contar con el consentimiento de quien la padece.
En la historia pasada se dio la esterilización coactiva como punición o
castigo por los delitos sexuales o como humillación de los guerreros
enemigos vencidos y, a veces, también se conocen casos de
esterilización vindicativa como la ordenada por el tío de Eloisa contra el
filósofo Pedro Abelardo, al tener conocimiento de la relación de éste con
su sobrina.
Los motivos que se aducen hoy para imponer la esterilización son,
generalmente, la eugenesia y el control de natalidad. La
esterilización coactiva eugenésica se impone con el fin de evitar la
transmisión de taras hereditarias y, de este modo, mejorar la calidad y
condiciones de vida de un determinado país. Se incluyen aquí las
esterilizaciones racistas, que buscan eliminar de la población una raza
considerada inferior.
Con la esterilización eugenésica se trata de evitar a toda costa el
nacimiento de un hombre tarado, pues se le considera una carga
considerable para la sociedad; la esterilización del cónyuge capaz de
transmitir la tara es el medio más eficaz, ya que los demás métodos
anticonceptivos son difíciles de controlar y siempre más costosos. 95
Dentro de este punto, Ch. Curran ha incluido el caso de la
esterilización de las mujeres que sufren un grave retraso mental. Opina
que la esterilización puede estar recomendada, cuando por violencia o
ignorancia, una deficiente mental estuviese expuesta al acto sexual y a
quedar embarazada; e incluso para prevenir las hemorragias
menstruales y los problemas de higiene que se derivan de este hecho
fisiológico... La esterilización en estos casos "es un derecho que la
sociedad debe tutelar".96
Sobre este particular de las retrasadas mentales baste la
respuesta de E. Sgreccia: "Parece absurdo que, para impedir un abuso,
se procure un daño físico, no a la persona que realiza el abuso, sino a la
que lo sufre, y más tratándose, en el caso de la inhábil de mente, de una
persona que ya está disminuida".97 Los padres o las personas que las
tienen bajo su custodia, y la misma sociedad, tienen la obligación de
velar por el bien integral de estas personas. Las molestias que les
puedan causar no son un motivo para esterilizarlas.

94 AAS 45(1953)674-675; 50(1958)734-735.

95 Cfr J.M. CASAS TORRES, Población, desarrollo y calidad de vida, Madrid 1982.

96 Ch. CURRAN, New Perspectives in Moral Theology, Indiana 1976.

97 E. SGRECCIA, Manuale de Bioetica, p. 283.

82
Pero la motivación que ha provocado más esterilizaciones en
nuestro tiempo ha sido la de contener el crecimiento demográfico. A
comienzos de los años sesenta, la esterilización es incluida dentro de los
programas destinados a evitar la llamada explosión demográfica.
Gobiernos y organismos internacionales condicionan sus ayudas
económicas a los países pobres a la reducción de la natalidad por medio
de una planificación familiar que, no pocas veces, incluye la esterilización
impuesta por la ley.
Otro fenómeno actual, en el que confluyen frecuentemente amenazas y
atentados contra la vida, es el demográfico... Como el antiguo Faraón, hoy no
pocos poderosos de la tierra consideran como una pesadilla el crecimiento
demográfico actual y temen que los pueblos más prolíficos y más pobres
representen una amenaza para el bienestar y la tranquilidad de sus Países. Por
ello..., promueven e imponen por cualquier medio una masiva planificación de los
nacimientos. Las mismas ayudas económicas, que estarían dispuestos a dar, se
condicionan injustamente a la aceptación de una política antinatalista (EV 16).

Uno de los casos más conocidos es el de la India. Desde que en


1958 entró en vigor el primer programa de planificación familiar hasta el
año 1980, se habían practicado más de veinte millones de
esterilizaciones; sólo en 1976 se practicaron ocho millones.
Otro país del que se han obtenido estadísticas oficiales de
esterilizaciones coactivas es China: treinta millones de mujeres y diez
millones de hombres fueron esterilizados entre 1979 y 1984; casi una
tercera parte de las parejas casadas en edad de procrear.

En el fondo, las soluciones dadas por los neomalthusianos para


frenar la, según ellos, explosión demográfica no son más que la
conclusión lógica de una concepción puramente materialista del hombre,
a quien se considera exclusivamente como un ser biológico que vive en
una colectividad política sin dignidad personal. Se puede decir que los
criterios demográficos serían los mismos de la eugenesia aplicada a
conservar o mejorar la especie.
Pero, junto a la esterilización coactiva, hoy se ha extendido de
forma alarmante, sobre todo en los países desarrollados, la esterilización
voluntaria, que se realiza con el consentimiento de quien la padece, bien
por propia iniciativa o por indicación médica, o por acuerdo común de la
pareja. La extensión del recurso a la esterilización por libre elección en
los últimos años, supone una cultura que separa, en la actividad sexual,
el significado unitivo del procreativo. El objeto directo es incapacitar a
una persona para la procreación. Puede ser practicada con el fin de
evitar directamente los hijos o como medio para impedir otras
consecuencias que puedan derivarse inevitablemente del embarazo o del
nacimiento de un nuevo hijo.
Las motivaciones que se aducen para justificar la esterilización
antiprocreativa son innumerables; entre las más frecuentes se pueden
señalar: el excesivo miedo a la maternidad, el rechazo de las limitaciones
de libertad personal que lleva consigo el embarazo o los hijos, la escasez
de medios económicos, problemas habitacionales, el temor a transmitir
enfermedades congénitas o hereditarias, el riesgo que supondría para la

83
madre un eventual embarazo, etc. 98 Con el fin de evitar problemas que
se derivarían de un nuevo embarazo, se ha hecho práctica habitual en
muchos hospitales la esterilización de multíparas -con o sin
consentimiento de ellas-, después de una segunda o tercera cesárea.
La condena de la esterilización, fiel a la tradición del magisterio de
la Iglesia, sobre todo en Pío XII, aparece de forma explícita y concisa en
la Humanae vitae:
Hay que excluir igualmente, como el Magisterio de la Iglesia ha declarado muchas
veces, la esterilización directa, perpetua o temporal, tanto del hombre como de la
mujer.(n. 14)

Por no citar más textos, recojo el documento de la C. para la


Doctrina de la Fe, donde aparece de modo específico el sentir de la
Iglesia sobre la esterilización, en contra de la opinión de algunos teólogos
del dissenso:
Cualquier esterilización que por sí misma o por su naturaleza y condiciones
propias, tiene por objeto inmediato que la facultad generativa quede incapacitada
para la procreación, se debe retener como esterilización directa, tal como es
entendida en las declaraciones del Magisterio pontificio, especialmente por Pío
XII. Por lo tanto queda absolutamente prohibida, según la doctrina de la Iglesia,
independientemente de la recta intención subjetiva de los agentes para proveer
la salud o para prevenir un mal físico o psíquico que se prevé o se teme derivará
del embarazo. Ciertamente está más gravemente prohibida la esterilización de la
misma facultad que la de un acto, ya que la primera conlleva un estado de
esterilidad, casi siempre irreversible. Y la autoridad pública no puede invocar, de
ninguna manera, su necesidad para el bien común, porque sería lesivo para la
dignidad e inviolabilidad de la persona humana. Igualmente, no se puede invocar
en este caso el principio de totalidad, por el que se justifican las intervenciones
sobre los órganos para un mayor bien de la persona; de hecho, la esterilidad por
sí misma no se dirige al bien integral rectamente entendido de la persona, "salvo
en el orden de las cosas y de los bienes" (Humanae vitae), sino que daña su
bien ético, que es supremo, al privar deliberadamente de un elemento esencial la
prevista y libremente elegida actividad sexual.99

En conclusión, la esterilización directamente procreativa, al


disociar voluntariamente de modo radical y total los dos significados de
la sexualidad humana, se hace acreedora del juicio negativo de ilicitud.
Con la esterilización, lo mismo que con la anticoncepción y el aborto, el
hombre no sólo rompe por propia iniciativa la conexión inseparable entre
los dos aspectos del acto conyugal, sino que también deforma el mismo
significado unitivo. La unión buscada en una actividad sexual
voluntariamente despojada del significado procreativo, no es nunca
unión conyugal, porque no es un verdadero acto de amor conyugal; sería
una falsificación de la verdad interior del amor conyugal que está
llamado a entregarse en plenitud personal.
Y al ser el cuerpo y la sexualidad partes no accesorias sino
constitutivas del ser del hombre, la esterilización es ofensiva y
contradice a todo el ser del hombre. La moralidad supone el respeto a la
totalidad y unidad del ser humano, si no queremos caer en el dualismo

98 Cfr G. PERICO, La sterilizzazione volontaria come metodo contraccetivo,


Aggiornamenti Sociali 30(1979)198ss.

99 AAS 68(1976)738-739.

84
antropológico, que empieza por sacrificar el aspecto corpóreo, para
terminar con la destrucción de la persona.
Es cierto que se dan casos límites en la vida conyugal, en los que
conjugar el amor unitivo y la apertura a la vida según la voluntad de Dios
sólo es posible "fomentando el espíritu de sacrificio" (GS 50) y
"cultivando sinceramente la virtud de la castidad conyugal" (n.51). La
castidad no es renuncia, sino ingrediente del amor. Los esposos
cristianos, que entienden su vida y su amor ligados al amor de Dios,
estarán preparados para hacer lo que el amor aconseja y para renunciar
a lo que contradice el amor. La cruz de su vida se hace gloriosa a la luz
de la cruz de Cristo, liberando su vida conyugal del hedonismo, que mata
el amor.100

3. PENA DE MUERTE

Sin examinar las bases del derecho penal de la sociedad, hay que
afirmar que la defensa de la justicia por la violencia, hasta infligir la
muerte, no es la mejor pedagogía para sensibilizar en el respeto al valor
de la vida. Brevemente, examino tres expresiones de esta violencia: la
pena de muerte, la tortura y la legítima defensa.

a) Pena de muerte

El hombre, por ser imagen de Dios, merece siempre que se le


respete la vida. Dios sale en defensa de la vida hasta del fratricida Caín
(Gén 4,15). Y Cristo, redentor del pecador, se declara contra la ley del
talión, invitando a una actitud nueva, como signo y expresión de su
salvación: el amor a los enemigos (Mt 5,38-41). La dinámica de la
venganza, que añade muerte a muerte, es sustituida por la dinámica del
perdón y el amor. La justicia de Cristo, que se carga con el mal hasta dar
la vida por el malvado, hace justo al pecador. A la adúltera, que según la
Ley mosaica debe ser lapidada, no la condena, sino que con el perdón la
regenera.
La vida y muerte de Cristo manifiestan la paciencia y misericordia
de Dios, que no desespera del hombre, dándole confianza hasta el último
momento de su vida. La pena de muerte es, en cambio, una expresión de
desesperación y desconfianza del hombre. Es negarle la posibilidad de
regeneración. Las penas, que la sociedad inflige a los culpables, deberían
ir encaminadas a favorecer su recuperación. Esta función medicinal de la
pena desaparece con la eliminación del reo. En este sentido, la pena de
muerte aparece como una pobre justificación de las negligencias de la
sociedad para resolver las causas de la criminalidad o como un medio
para eximirse de las propias responsabilidades respecto a los
inadaptados o discrepantes de sus ideas.
Respecto a la pena de muerte, tanto en la Iglesia como en la sociedad civil, hay
una tendencia progresiva a pedir una aplicación muy limitada e, incluso, su total
abolición... Hoy, gracias a la organización cada vez más adecuada de la
institución penal, los casos de absoluta necesidad de eliminación del reo, por no

100 VARIOS, Il problema della sterilizzazione voluntaria, Milán 1983, con amplia
bibliografía.

85
ser posible la defensa de la sociedad de otro modo, son ya muy raros, por no
decir prácticamente inexistentes (EV 56 y 27).

b) La tortura

Con la pena de muerte, hoy se sigue negando el valor y respeto de


la vida en las diversas y sofisticadas formas modernas de tortura. Desde
los malos tratos físicos a las variadas formas de tortura psíquica, con
técnicas cada vez más "limpias" de huellas, en nuestro mundo no ha
desaparecido este recurso para obtener confesiones o informaciones o
para castigar a los disidentes. En 1975 la ONU daba esta definición de
tortura, (no ciertamente con intención didáctica):
Se entenderá por tortura todo acto por el cual un funcionario público, u otra
persona a instigación suya, inflija intencionalmente a una persona penas o
sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de
un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya
cometido, o de intimidar a la persona o a otros.

La tortura física atenta contra la integridad de la persona y toda


tortura atenta contra la dignidad del hombre: vulnera la libertad interior,
anula o disminuye la racionalidad y reduce al hombre a un objeto. 101

c) Legítima defensa

Dentro de la violencia a la vida del hombre, está la llamada


legítima defensa y muerte del injusto agresor. En este caso se da
una aceptación casi general de la violencia. La moral tradicional, en
consonancia con el sentir común de los hombres, ha considerado lícito el
recurso a la fuerza contra el injusto agresor incluso hasta producirle la
muerte, con tal de que se cumplieran determinados requisitos.
La moral cristiana, siguiendo en este punto la pedagogía de la ley
bíblica del talión, se ha limitado con frecuencia a limitar los casos en que
quedaba legitimada la defensa propia y a poner los límites y condiciones
de dicha defensa. Una primera condición era la necesidad, es decir, que
no existiera otra alternativa para protegerse de la agresión. En segundo
lugar, que la defensa fuera sólo defensa, sin dejarse arrastrar por
sentimientos de odio o venganza hacia el agresor. Para la moral matar o
agredir a una persona humana, aunque fuera un agresor injusto, es
siempre lamentable y nunca motivo de orgullo o satisfacción. Y en tercer
lugar, para que sea legítima la defensa propia, se señalaba la necesidad
de una proporción entre los bienes amenazados por el agresor y la
respuesta del agredido. La vida del agresor está siempre por encima de
cualquier bien material.
En la condición de hombre sometido al pecado, la acción de la
moral cristiana ha prestado un servicio a la vida señalando los límites
dentro de los cuales la defensa puede considerarse legítima. Pero quizá
la moral cristiana no ha señalado, en toda su radicalidad, la novedad
evangélica que aparece en Jesucristo, que no responde al mal, sino que
como Cordero de Dios quita el mal cargándolo sobre sí (doble significado

101 Cfr Pío XII, AAS 45(1953)730-744;Pablo VI, AAS 68(1976)707-714; GS 27.

86
del latín tollere). Con E. Chiacacci, la moral cristiana está llamada a
presentar "el anuncio moral cristiano en toda su radicalidad y totalidad
como llamada a dejarse matar antes que matar. La vida de Cristo, que no
se defiende ante la agresión, sino que se entrega a la muerte en rescate
de los mismos agresores, es la expresión plena de la voluntad del Padre,
que acepta la muerte del inocente por los pecadores. Este amor es la
expresión de la lógica del Reino, que Cristo inaugura para sus discípulos,
dándoles su mismo Espíritu para que puedan amar como El nos amó.
Este amor es el camino, la verdad y la vida plena para el hombre (Cfr Mt
5,38-48;Lc 6,27-36;Rom 12,17-21;1Cor 6,1-8;1Pe 2,18-25). 102

4. LA GUERRA

Pablo VI calificó a la guerra de "hecho irracional en sumo grado" y


Juan Pablo la ha calificado de "aventura sin retorno". Cuando hace cuatro
meses puse en el esquema de este libro la palabra guerra no pensé que
escribiría este capítulo en plena guerra en el Golfo Pérsico. Esto prueba
que el armamento, como ya afirmó el Vaticano II, se acumula no sólo
para disuadir sino para ser empleado.
La incoherencia de la guerra con el mensaje evangélico de la
moral cristiana sobre el don de la vida es algo evidente. La guerra actual,
como toda guerra, es la consecuencia de los mecanismos, climas
personales y sociales, contextos y estructuras políticos que valoran el
nacionalismo, el orgullo, la economía o otros intereses por encima de la
vida humana.
En el Evangelio de Cristo no se habla de la guerra, pero sí de la
erradicación de las causas de la guerra. 103 Como escribe D.C. Maguirre "la
apreciación de la dignidad de las personas y el poder del amor que sufre
señalan la fuente genuina de la paz; al dirigirse a la pecaminosidad del
hombre, el Evangelio pide una eliminación de las causas radicales de la
guerra. El sermón del monte ofrece los objetivos máximos de justicia y
paz, para realizarlos plenamente en la 'nueva tierra donde habita la
justicia', pero que se han de realizar ahora en una tensión creativa".
El testimonio de los primeros cristianos nos proporciona también la
aversión a la guerra por parte de la Iglesia primitiva. En los escrutinios de
los catecúmenos se exigía para acceder al bautismo la renuncia a la
carrera militar y, cuando se mitigó esta praxis, el juramento al menos de
dejarse matar antes que matar. Más tarde, con San Agustín y Santo
Tomás se fue elaborando toda una doctrina sobre la guerra. Se empieza a
hablar de la clásica división de "guerra justa y guerra injusta".
Para que una guerra sea "justa" se requerían toda una serie de
condiciones: imposibilidad de una solución pacífica, una causa justa,
decisión tomada por la legítima autoridad, a la que corresponde velar
por el bien común, e intención recta, es decir, no buscar la venganza ni
actuar por crueldad, sino por el deseo de hallar una solución justa a un
conflicto. Y, además, una vez en guerra, se exige que ésta se lleve con
espíritu de humanidad.

102 Cfr E. CHIAVACCI, Morale della vita fisica, Bologna 1976, p.155-170.

103 Cfr EV 27.

87
Quizás, para ser realistas, hay que reconocer el servicio que esta
moral ha prestado a la humanidad. En primer lugar, esta teología hizo de
la guerra una cuestión moral, cosa desconocida en el mundo antiguo
ajeno al cristianismo. Al encuadrar la guerra dentro de un planteamiento
moral, de algún modo la liberó de su total irracionalidad y de los
caprichos de los poderosos de turno, exigiendo una causa justa y
proporcionada. Y, aunque sea algo prácticamente imposible, esta moral
se preocupó de crear una actitud moral interior; no basta para justificar
la guerra la causa justa externa, sino que se pide la rectitud de intención.
Todas estas condiciones eran un freno para la guerra.
Hoy, el Vaticano II invita a "mirar la guerra con espíritu
enteramente nuevo" (GS 80). Dado el potencial bélico acumulado, en
estos momentos no cabe la posibilidad de que se den todas las
condiciones exigidas por la moral tradicional para que se pueda dar una
guerra justa. La guerra es una aventura sin retorno; es imposible calcular
el costo en vidas humanas y en desprestigio de la dignidad del hombre.
Es la negación del hombre como ser racional. La violencia no puede, por
ello, ser un camino de paz.
La guerra va contra la lógica del amor y de la reconciliación que
Cristo anuncia, vive y ofrece al cristiano. La guerra confía la justicia al
dictado de la fuerza, a la potencia de las armas y no a la verdad de la
razón y del amor. Y si la guerra es "un hecho irracional en sumo grado",
lo es también la carrera de armamentos de nuestra sociedad. El Concilio
Vaticano II se expresó así:

Por lo tanto, hay que declarar de nuevo: la carrera de armamentos es una


gravísima plaga de la humanidad y perjudica a los pobres de un modo intolerable.
Hay que temer seriamente que, si perdura, engendre todos los estragos funestos
cuyos medios ya prepara.(GS 81)

La carrera de armamentos, según la síntesis de diversos


documentos que hace J. Javier Elizari, es:
-Una malversación de fondos, que podrían cubrir las necesidades
humanas de los países menos desarrollados y de las clases marginadas
de las sociedades más ricas.
-"por su solo coste, las armas matan a los pobres, haciéndoles
morir de hambre"A104
-un escándalo a nivel mundial.
-un peligro de acudir a la utilización de esos armamentos tan
destructores.
-una inversión, en cuanto que da la primacía a la fuerza sobre el
derecho.
-una ilusión, pues toda seguridad basada en las armas y no en el
primado de la razón es frágil y ficticia
-se opone al espíritu cristiano.
-es una locura, pues crea una especie de histeria colectiva y
favorece un clima obsesivo de temor, un equilibrio del terror.

104 La Saint-Siège, et le désarmement général, en DocCath 73(1976)604.

88
-es una contradicción: por una parte, se dice que las armas tienen
fines disuasorios; pero, por otra, se está dispuestos a utilizarlas. 105
Dentro de la carrera de armamentos hay un aspecto que la Iglesia
ha denunciado y condenado con frecuencia: el comercio de armas. Este
"comercio de la muerte" exacerba las guerras, aumenta el peligro de que
los conflictos locales se extiendan y generalicen.
Pero el desarme, para ser efectivo, implica un cambio de
mentalidad, como puso de manifiesto el Vaticano II:
Pues los que gobiernan los pueblos, que son garantes del bien común de la propia
nación y, al mismo tiempo, promotores del bien de todo el mundo, dependen
enormemente de las opiniones y de los sentimientos de las multitudes. De nada
les sirve el trabajar en la construcción de la paz mientras los sentimientos de
hostilidad, de menosprecio y de desconfianza, los odios raciales y las ideologías
obstinadas dividen a los hombres y los enfrentan entre sí. Es de suma urgencia
proceder a una renovación en la educación de la mentalidad y a una nueva
orientación en la opinión pública...Tenemos todos que cambiar nuestros
corazones, con los ojos puestos en el orbe entero y en aquellos trabajos que
todos juntos podemos llevar a cabo para que nuestra generación mejore.(GS 82)

Una nueva evangelización, que ofrezca a los hombres el amor y


reconciliación con Dios, dará el verdadero sentido de la vida al hombre
actual y cambiará su corazón de modo que participe de las
bienaventuranzas del Reino de Dios: "Bienaventurados los pacíficos
porque ellos serán llamados hijos de Dios" (Mt 5,9).

5. HUELGA DE HAMBRE

Se puede partir, para buscar una valoración moral de la huelga


de hambre, del significado que da a esta expresión el Diccionario de la
Real Academia: "Abstinencia total de alimento que se impone a sí misma
una persona, mostrando de este modo su decisión de morirse si no
consigue lo que pretende".

La huelga de hambre supone, por tanto, una decisión libre de


privarse de alimento hasta la muerte; el hambre es utilizada como
instrumento de presión y de reivindicación de un pretendido derecho
conculcado. La presión se lleva a cabo causando un daño moral a otra
persona o a una institución, acusándola de inhumana hasta el punto de
dejar morir de hambre a alguien. Otro elemento fundamental de la
huelga de hambre es la publicidad máxima del hecho; para dar
publicidad a la huelga de hambre, el huelguista sigue todo un ritual: se
elige el lugar, el día y la hora de su comienzo, preparando los cauces de
comunicación para dar relevancia al hecho. La entrega de lo más valioso
-la propia vida- ha de aparecer como signo notificador del gran valor que
se concede al derecho pretendido. La presión psicológica sobre el otro o
sobre la autoridad está en hacerla sentirse responsable de un hecho tan
inhumano como dejar morir a una persona a sabiendas, de hambre y
lentamente.
Siendo el alimento la necesidad más primaria, dejarse morir de
hambre, es la mayor violencia posible para el hombre, como

105 Cfr J.F. ELIZARI BASTERRA, Praxis cristiana, p. 142-143.

89
desprestigio del carácter humanitario al que toda persona e
institución tiene derecho y cuyo reconocimiento apetece instintiva y
visceralmente. Cuando a una persona, a una institución o a la humanidad
se le quita el carácter de humanidad -ya que deja morir de hambre a
sabiendas a una persona- se la está destruyendo desde los cimientos. Se
habla a veces de la huelga de hambre como de la fuerza de la
debilidad. En realidad es la violencia fría y calculadora más deshumana
que existe. Quien recurre a la huelga de hambre, hasta las últimas
consecuencias, se mata a sí mismo, declarando la muerte a la
humanidad entera, pues se la priva de su valor de humanidad.
La huelga de hambre no puede justificarse con las mistificaciones
de tipo místico sacrifical, como hacen ciertos grupos de presión pseudo-
religiosos. No se puede justificar la huelga de hambre como experiencia
de comunión con el hambre que otros padecen por necesidad. Es una
burla del hambre impuesta por la necesidad. La fraternidad cristiana se
vive en el compartir el pan, no en el fingir compartir por un tiempo el
hambre que el otro no desea ni para sí ni para nadie.
La banalización de la huelga de hambre con su recurso frecuente,
como su manipulación por intoxicación ideológica de tipo político o
pseudo-religioso, manifiestan la negación de la vida como germen de
ella. El delirio necrófilo que ha aparecido tantas veces en la historia
humana sigue hoy apareciendo en ciertos líderes visionarios e
intransigentes, que instrumentalizan a los pueblos, impulsándoles al
suicidio, aunque ellos hablen de heroicidad.
Llevar a la humanidad hasta el borde de la irracionalidad con la
violencia moral que ejerce la huelga de hambre es una prueba más de su
inmoralidad. La vida humana no es sólo un valor individual, sino social en
contraste con la huelga de hambre. No se puede usar la vida humana
como medio, instrumento o táctica para conseguir unos bienes
siempre inferiores y que sólo tienen sentido supuesta la vida. Según la
frase evangélica, "¿de qué le sirve al hombre ganar todos los bienes de
este mundo si pierde su vida?".

6. DROGAS

Las drogas son otra de las expresiones de la negación de la vida


en nuestra sociedad. La utilización de productos para modificar las
condiciones psíquicas se ha dado desde siempre en la humanidad. Pero
la drogadicción hoy ha adquirido unas proporciones y características
enormes.
El uso de la droga, para lograr nuevas sensaciones o un estado
psíquico "agradable" o alucinógeno, tiene graves repercusiones sobre el
drogadicto y sobre la sociedad. La drogadicción produce una
dependencia, que se manifiesta en la crisis de abstinencia con tal fuerza
que hace casi imposible la recuperación del drogadicto. El recurso a la
droga o el deseo de poseerla lleva frecuentemente a una conducta
antisocial y supone una carga económica elevadísima para la familia y
para la sociedad, elevando el número de robos y crímenes.

90
Para la Organización Mundial de la Salud "la dependencia
psicológica es una necesidad que pide la administración periódica o
continua de una droga para producir placer o evitar malestar. Esta
necesidad es el factor más poderoso en la intoxicación crónica con
drogas psicótropas... Esta puede llevar a la dependencia física, como
estado patológico producido por la administración repetida de una droga
y que conduce a la aparición de un conjunto característico y específico
de síntomas, designados como el síndrome de abstinencia, cuando la
administración de una droga cesa...".
Juan Pablo II, en una homilía, señalaba como factores que inciden
en la toxicomanía la falta de motivaciones para la vida y la
incomunicación dentro de nuestra sociedad. En concreto, como raíz,
señalaba:
La falta de claras y convincentes motivaciones de vida. En efecto, la falta de
puntos de referencia, el vacío de valores, la convicción de que nada tiene sentido
y que, por tanto, no vale la pena vivir, el sentimiento trágico y desolado de ser
viandantes desconocidos en un universo absurdo, puede impulsar a algunos a la
búsqueda de huidas rabiosas y desesperadas.

Al llevar al adicto a las drogas a un estado deshumanizador para él


y para la sociedad es preciso rechazar moralmente el consumo de la
droga, que pone en peligro la salud física y psíquica, llegando en muchos
casos a poner en peligro la misma vida. Y si el consumo de drogas es
condenable lo es más el tráfico de las mismas, que movido por el afán de
dinero no le importan las consecuencias mortales de su comercio. Ya
Pablo VI dijo:
Hemos expresado ya nuestra convicción de que el fenómeno de la droga no
existiría, al menos en las proporciones actuales, si no existiera igualmente una
red de conspiradores responsables: los productores clandestinos y los traficantes,
que buscan una ganancia en el tráfico sistemático de la droga.

7. TERRORISMO

Como "última playa de ruina y de muerte", hay que señalar el


terrorismo, que aparece en nuestro mundo en todas sus latitudes como
una amenaza irracional contra la vida personal y social. El terrorismo,
fruto de nuestra sociedad, es una amenaza constante e interna para ella.
El terrorismo es una negación de la vida desde todas sus
manifestaciones: homicidios, atentados, secuestros de personas,
lesiones, intimidaciones, impuesto revolucionario, manipulación
constante de la verdad, mutilando o falseando los hechos, silenciándolos
u orquestándolos según su conveniencia... La fuerza motriz de su acción
es el odio y con frecuencia el ensañamiento.
Los factores ideológicos, psicológicos o sociales que engendran el
terrorismo de nuestro tiempo son múltiples y variados. La conferencia
episcopal alemana señala los siguientes:
-Un ideal de sociedad justa e igualitaria, pero privado de vínculos
trascendentes, accesible con las meras fuerzas del hombre, cuya
consecución sería lícita por cualquier medio; así, un compromiso
humanitario inicial se convierte en agente de destrucción.
-el rechazo radical de toda institución, concebida siempre como un
freno al desarrollo personal.

91
-un concepto de libertad no sujeta a normas y carente de límites.
-un tipo de sociedad que no da respuesta a las necesidades
fundamentales del hombre: una sociedad puramente pragmática, cuyo
símbolo más elocuente es el consumismo, una sociedad que produce un
sentimiento de vacío y de absurdo.

A estas causas, los obispos añaden la vivencia deficiente de la fe,


los reducionismos teológicos de la fe, que impiden que el mensaje
cristiano ejerza todo su poder de atracción y de transformación de los
hombres.106
Todas estas causas no eximen de responsabilidad personal al
terrorista. Quienes exoneran a los terroristas de responsabilidad personal
entran también ellos en la lógica del terrorismo, reduciendo al hombre a
un mecanismo del engranaje social, que es la forma más radical y
terrorista de negar la dignidad de la persona humana. Juan Pablo II
expresa con fuerza su rechazo del terrorismo:
Es necesario poner un dique al terrorismo, el cual no duerme... Acaso los
desequilibrios sociales y otras motivaciones han podido permitir una mentalidad
crítica, tendiendo a hacer tabla rasa de todo con la esperanza de un futuro mejor,
como dicen. Pero, ¿qué futuro, qué futuro mejor puede construirse sobre el odio,
que ferozmente se enfurece contra los propios hermanos, qué mañana puede
surgir de una última playa de ruina y de muerte?.

8. INVIOLABILIDAD DE LA VIDA HUMANA

Frente a estas u otras formas de negar la vida, fruto de una cultura


de muerte, la Iglesia se alza incansablemente en defensa de la vida, de
toda vida humana. Para no multiplicar las citas, me limito a un solo texto
del Magisterio actual de la Iglesia:
La inviolabilidad de la persona, reflejo de la absoluta inviolabilidad del mismo
Dios, encuentra su primera y fundamental expresión en la inviolabilidad de la
vida humana. Se ha hecho habitual hablar, y con razón, de los derechos
humanos; como por ejemplo, sobre el derecho a la salud, a la casa, al trabajo, a
la familia y a la cultura. De todos modos, esa preocupación resulta falsa e ilusoria
si no se defiende con la misma determinación el derecho a la vida como el
derecho primero y fontal, condición de todos los otros derechos de la persona. 107

La Iglesia no se ha dado nunca por vencida frente a todas las


violaciones que el derecho a la vida, propio de todo ser humano, ha
recibido y continúa recibiendo por parte tanto de los individuos como de
las mismas autoridades. El titular de tal derecho es el ser humano, en
cada fase de su desarrollo, desde el momento de la concepción hasta
la muerte natural; y cualquiera que sea su condición, ya sea de salud
o de enfermedad, de integridad física o de minusvalidez, de riqueza o de
miseria.
En la aceptación amorosa y generosa de la vida humana, sobre
todo si es débil o enferma, la Iglesia vive hoy un momento fundamental
de su misión, tanto más necesaria cuanto más dominante se hace una

106 Conf. Episc. Alemana, ¿De dónde procede el terrorismo?, en Ecclesia


1891(1978)9-15; Cfr Juan Pablo II, Es necesario poner un dique al terrorismo, Ecclesia
1979(1980)8-11.

107 Cfr toda la Evangelium vitae, veáse en particular n. 2; 5; 40-41; 53-54.

92
cultura de muerte. En efecto, la Iglesia cree firmemente que la vida
humana, aunque débil y enferma, es siempre un don espléndido del Dios
de la bondad. Contra el pesimismo y el egoísmo, que ofuscan el mundo,
la Iglesia está en favor de la vida: y en cada vida humana sabe descubrir
el esplendor de aquel "Sí", de aquel "Amén" que es Cristo mismo (Cfr
2Cor 1,19;Ap 3,14). Frente al "no" que invade y aflige al mundo, pone
este "Sí" viviente, defendiendo de este modo al hombre y al mundo de
cuantos acechan y rebajan la vida.(Christifideles 38)

5. ABORTO

El aborto hoy se encuentra ampliamente difundido y regulado en


la mayoría de las legislaciones nacionales. En nombre de la salvaguardia
de las necesidades de los ya nacidos, del deseo, de la salud o de la
libertad de la madre o de ambos genitores, el hombre se arroga el
derecho de interrumpir una vida humana. Las limitadas relaciones
nuestras con ese pequeño ser humano, que ya ha tomado cuerpo en
nuestra humanidad, ¿nos da derecho a decidir sobre su vida o muerte?
Destruyendo el niño en el seno materno, ¿no destruimos algo
fundamental en nuestras relaciones humanas?

1. ACLARACIONES PRELIMINARES

Se entiende por aborto la interrupción del embarazo cuando el


feto no es viable, es decir, cuando no puede subsistir fuera del seno
materno. Se llama aborto espontáneo cuando la interrupción del
embarazo acaece por causas naturales, sin la libre intervención humana.
Y se llama aborto provocado al que se debe a la intervención libre del
hombre; la moral sólo se ocupa de este aborto procurado por la libertad
humana.
En el vocabulario biológico, los términos cigoto, pre-embrión,
embrión y feto indican estadios sucesivos en el desarrollo del ser
humano. Ya desde el momento de la fertilización, con la fusión del óvulo
y el espermatozoide, se forma el cigoto, un ser humano nuevo, que se
llama pre-embrión hasta la anidación en el útero materno; desde la
primera semana, en que se da la anidación, hasta el segundo mes, se le
llama embrión. A partir del segundo mes se le considera feto. En
biología se da también importancia al momento de la aparición de la
corteza cerebral hacia el 14º día. Esta distinción terminológica, en el
campo moral, tiene poca importancia, pues el ser humano comienza su
vida desde la fecundación.
La fe cristiana afirma sin ambages que la vida humana ha de ser
respetada con todas las exigencias éticas de ser personal desde la
fecundación. La constitución Gaudium et spes lo expresa abiertamente:
"la vida humana desde su concepción ha de ser salvaguardada con

93
máximo cuidado" (n.51). Y con precisión total lo confirma la C. para la
Doctrina de la Fe en su Declaración sobre el aborto provocado:
El respeto a la vida humana se impone desde que comienza el proceso de la
generación. Desde el momento de la fecundación del óvulo, se inicia una vida
que no es del padre ni de la madre, sino de un nuevo ser humano que se
desarrolla por sí mismo. No llegaría nunca a ser humano si no lo fuese ya en
aquel momento.(n.12)

Esta afirmación clara es confirmada por la misma ciencia genética,


como reconoce la misma declaración:
La ciencia genética aporta preciosas confirmaciones. Ella ha demostrado que
desde el primer instante queda fijado el programa de lo que será este ser
viviente; a saber, un hombre y un individuo, provisto ya de todas sus notas
propias y características. Con la fecundación ha comenzado la maravillosa
aventura de una vida humana, cada una de cuyas capacidades exige tiempo para
ponerse a punto y estar en condiciones de actuar.(n.13)

Con la fecundación del óvulo por un espermatozoide se inicia una


vida humana; de dicha unión no se origina una vida que, una vez
desarrollada, nos dé un elefante o una merluza, sino un ser humano, una
persona humana. El proceso de fertilización marca la existencia de una
realidad distinta de los progenitores, con toda la dotación cromosómica
propia y con capacidad de autodesarrollo. Ya en el momento de la
fecundación, con la fusión de los gametos, aparece un genotipo distinto
del del padre y del de la madre, con posibilidad de autodesarrollo
homogéneo. El óvulo fecundado, por tanto, no pertenece a la madre
como un tejido o un órgano de ella; el embrión o feto no es "carne" o
"cosa" de la madre. Esa vida biológicamente distinta de la de la madre es
única e irrepetible, con mecanismos internos propios; el proceso de
desarrollo y crecimiento es ordenado no por la madre, sino por el propio
embrión. De aquí que la vida humana merezca todo el respeto desde el
momento de la fecundación.
El segundo momento es el de la segmentación, proceso mediante
el cual se realiza el fenómeno de la individuación en el caso de los
gemelos. La implantación o anidación en el útero y la posterior aparición
de la corteza cerebral no son más que momentos del desarrollo de la
vida humana comenzada en la fecundación. La actividad cerebral
presupone la estructura cerebral ya presente antes de empezar su
funcionamiento. No se puede argumentar con la analogía de la muerte:
la desaparición de toda actividad de la corteza cerebral marca el final de
la vida biológica, ya que se verifica ahí la condición de irreversibilidad,
pero la aparición del funcionamiento cerebral no marca el comienzo de la
vida, ya que tal funcionamiento está exigido previamente. 108
Como dicen los Obispos españoles en su Nota sobre el aborto:
El proceso embrionario es un proceso continuo en el que, desde el principio,
estamos ya ante una realidad humana... Aunque pudiera opinarse que en la
primera fase del proceso embrionario no existiera aún persona humana, sin
embargo, nos encontramos ya desde el comienzo del mismo por lo menos con
una individualidad genética -distinta y diferenciada de la de los padres-

108 J. ELIZARI, El aborto ya es legal. ¿Qué hacer?, Madrid 1985;J. GAFO, El aborto ante
la conciencia y la ley, Madrid 1982;EPISCOPADO FRANCES, Vie et mort sur commande, La
Document.Catholique de Nov 1984.

94
intrínsecamente orientada a la constitución de una persona humana, que origina
un derecho fundamental a la vida.(n.2)

El primer dato indiscutible, puesto hoy en evidencia por la


genética y de un modo palpable por la FIVTE, es el hecho de que desde
el primer momento de la fecundación nos hallamos ante un nuevo ser.
Este nuevo ser tiene en sí el proyecto de su vida, que realiza por sí
mismo y no por la madre. El niño, desde el momento de su concepción,
es el arquitecto que desarrolla el proyecto interno de su ser. Negar al
embrión el papel de protagonista, como hacen quienes le llaman pre-
embrión con la finalidad de descalificarlo y justificar el aborto antes de la
anidación, es una violación de la verdad objetiva y, además,
anticientífico.
Aún cuando, en sus primeros estadios, no sea reconocible la figura
humana, ya se dan en el embrión cientos de miles de células musculares
que hacen pulsar un corazón; ya se dan decenas de millones de células
nerviosas ensambladas en circuitos, que se disponen a formar el sistema
nervioso de una persona determinada, singular y concreta. El hombre,
que aparecerá al final, está ya germinal o genéticamente presente desde
el comienzo, incluso en sentido individual.
En todas estas fases, la biología muestra una concatenación de
procesos vitales determinados por el código genético constituido en el
momento de la fecundación. El desarrollo gradual de los órganos y de las
formas externas no constituyen el principio de la vida humana, sino su
manifestación. Toda intervención que destruya una vida comenzada es,
por tanto, matar una vida humana. Entre el feto y el niño nacido no
existe ninguna diferencia sustancial.
Es inaceptable, por otro lado, la concepción reduccionista del
concepto de alteridad aplicado a la persona humana, que exige para ser
considerado persona el ser aceptado por los demás. La alteridad, en una
genuina interpretación de la filosofía personalista, no es una aceptación
o relación que se puede dar o quitar al ser humano. Ya la misma
existencia de la persona exige ser respetada y aceptada como tal
persona por las otras personas. 109
El embrión, desde su concepción, en cuanto ser humano, es ya
objeto particular del amor de Dios, que no llama a nadie en vano a la
vida, como piensan los impíos:

Los impíos con las manos y las palabras llaman a la muerte; teniéndola por
amiga, se desviven por ella... Porque se dicen: "Corta es y triste nuestra vida;...
por azar llegamos a la existencia y luego seremos como si nunca hubiéramos
sido..." (Sb 1,16-2,1ss)

Dios es un Padre que ama la vida y no olvida a nadie que haya


llamado a la existencia:
Amas a todos los seres y nada de lo que hiciste aborreces, pues si algo odiases,
no lo hubieras creado. Y ¿cómo podría subsistir cosa alguna que no hubieses
querido? ¿Cómo se conservaría si no la hubieses llamado? (Sb 11,24)

109 Cfr EV 60; G.B. GUZZETTI, Quando l'embrione è persona?, Rivista di Teologia
Morale 73(1987)67-79; S. LEONE, I diritti dell'embrione, Medicina e Morale 3(1985)583-
603;VARIOS, Il diritto alla vita, Roma 1981;VARIOS, L'Aborto. Riflessioni di studiosi
cattolici, Milán 1975.

95
2. INDICACIONES O MOTIVACIONES DEL ABORTO

El aborto procurado se suele catalogar según la motivaciones


o indicaciones que llevan a la interrupción voluntaria del embarazo.
Aunque no hay total unanimidad entre los autores, comúnmente se
distinguen los siguientes tipos:

a. Aborto terapéutico

Se habla de aborto terapéutico cuando la continuación del


embarazo pone en peligro la vida de la mujer gestante. Esta terminología
es impropia, pues no se trata de terapia. La intervención no se orienta a
la curación de una enfermedad. Con el aborto no se pasa de la
enfermedad a la salud, sino que se efectúa una acción sobre el feto sano
para prevenir una enfermedad o el riesgo de muerte de la madre. Se
podría hablar de aborto terapéutico en el caso de la extirpación
necesaria e inaplazable de un tumor del útero que indirectamente
comportase la muerte del feto.
En realidad, el llamado aborto terapéutico -interrupción del
embarazo ante el peligro que supone para la vida o salud de la madre-,
en la actualidad, carece de toda significación. En épocas pasadas esta
situación se daba con cierta frecuencia. Pero hoy, gracias a los progresos
de la medicina, esta situación es excepcional; sólo se puede presentar el
peligro para la madre en el embarazo ectópico, es decir, cuando el
embarazo no tiene lugar en la matriz, sino en las trompas u ovarios.
Y en los casos en que, por las condiciones precarias de salud de la
madre, el embarazo supone un peligro de agravamiento de la
enfermedad, la verdadera terapia es la que se dirige a eliminar
directamente la enfermedad sin lesionar la vida del feto. 110 El deber del
médico en estos casos es el de sostener la vida de la madre y la vida del
niño, prestando todos los medios terapéuticos posibles a ambos. Entre
estos medios nunca puede incluirse el de dar la muerte a ninguno de los
dos, pues matar no es un acto ni médico ni terapéutico. La vida humana
puede terminar, pero no puede ser directamente suprimida por ningún
motivo, ni siquiera para salvar otras vidas.
Últimamente se quiere ampliar el concepto de aborto terapéutico
también a los casos en que el embarazo suponga complicaciones
psíquicas para la madre. Es algo incomprensible cómo se pueda sugerir
la eliminación de una persona no deseada para defender el equilibrio
psíquico de alguien.

b. Aborto eugenésico

Se llama aborto eugenésico al aborto procurado cuando existe


el riesgo o la certeza de que el nuevo ser nazca con anomalías o

110 Cfr E. BOMPIANI, Le indicazioni dell'aborto "terapeutico": stato attuale del


problema, en L'aborto, riflessioni...,p. 191-215;L. CICCONE, L'Aborto, en "Non uccidere".
Questioni di morale della vita fisica, Milano 1984, p. 144-256.

96
malformaciones congénitas. (Impropiamente, en medicina se le llama a
veces terapéutico).

La diagnosis prenatal permite hoy conocer en el seno materno las


malformaciones del feto. Se suelen usar dos técnicas para ello: la
amniocentesis o análisis del líquido amniótico, en el que se encuentra
inmerso el feto; este análisis permite diagnosticar enfermedades
cromosomáticas, como el mongolismo. La segunda técnica es la
ecografía, en la que mediante ultrasonidos puede visibilizarse el feto y,
así, diagnosticar malformaciones como la hidrocefalia o microcefalia...
La diagnosis prenatal permite, a veces, curas adecuadas del hijo o
de la madre, evitando posteriores sufrimientos. Gracias a este
diagnóstico precoz, los padres pueden quizás prepararse mejor para
superar las dificultades psicológicas o espirituales que supone la acogida
de un hijo minusválido. A otros, obsesionados por el miedo a tener un
hijo subnormal, la diagnosis prenatal les calmará, quitándoles los
temores infundados, liberando al mismo tiempo al hijo de las
consecuencias que esa angustia hubiese tenido para él. A algunos
padres, incluso, la diagnosis prenatal les librará del recurso al aborto.
Sin embargo, como ya queda dicho, en la actualidad, la diagnosis
prenatal y la perspectiva del aborto se hallan estrechamente vinculadas.
Hay médicos que se niegan a realizar esta diagnosis si los padres no dan
antes su consentimiento al aborto en el caso de que se descubra una
malformación en el embrión. Se parte, pues, de la idea de que el niño
minusválido no tiene derecho a la vida, que se le ha transmitido. El
Episcopado español, en su declaración Actitudes morales y cristianas
ante la despenalización del aborto, contestaba esta visión:
Cualquier ser humano, tanto más cuanto más necesitado y desvalido se
encuentre, tiene en sí la grandeza de haber sido creado por Dios a su imagen y
semejanza para desarrollarse libremente en el mundo y alcanzar la plenitud en la
vida eterna.(n.3, del 28-6-1985)

La presencia de una malformación o minusvalía no puede


equivaler a una sentencia de muerte, sino todo lo contrario: exige, en
nombre de la dimensión social de toda persona, una tutela, protección y
ayuda especial.
Hoy estamos ante una "cultura de muerte", portadora de una concepción de la
sociedad basada en la eficacia. Mirando las cosas desde este punto de vista, se
puede hablar de una guerra de los poderosos contra los débiles. La vida que
exigiría más acogida, amor y cuidado es tenida por inútil, o considerada como un
peso insoportable y, por tanto, despreciada de muchos modos. Quien, con su
enfermedad, con su minusvalidez o, más simplemente, con su misma presencia
pone en discusión el bienestar y el estilo de vida de los más aventajados, tiende a
ser visto como un enemigo del que hay que defenderse o a quien eliminar. Se
desencadena así una especie de conjura contra la vida (EV 12).
En semejante contexto el sufrimiento, elemento inevitable de la existencia
humana, aunque también factor de posible crecimiento personal, es "censurado",
rechazado como inútil, más aún, combatido como mal que debe evitarse siempre
y de cualquier modo... El criterio de la dignidad personal -el del respeto, la
gratuidad y el servicio- se sustituye por el criterio de la eficiencia, la
funcionalidad y la utilidad. Se aprecia al otro no por lo que "es", sino por lo que
"tiene, hace o produce". Es la supremacía del más fuerte sobre el más débil (EV
23).

97
c. Aborto sentimental

Así se llama en Perú (donde escribo), pero este tipo de indicación,


que califica al aborto, recibe otros muchos nombres, todos ellos
impropios, como "aborto humanitario" o "aborto ético". Se trata del
aborto procurado cuando el embarazo ha sido consecuencia de una
acción violenta, como la violación. También se da este nombre cuando el
embarazo es fruto de relaciones incestuosas, con menores de edad o con
deficientes mentales. Se trata, en definitiva, de una violación.
El embarazo, fruto de una violación, supone una situación
anómala, pues el hijo no es fruto del amor, sino de la violencia. Pero el
menos culpable es el hijo engendrado. No es él quien debe morir,
ciertamente. Por otra parte, hay que decir que esta situación no es
frecuente; se dan muy pocos casos de fecundación por violación. Y
siempre, en caso de darse, queda la alternativa realmente humanitaria
y ética de la adopción del hijo concebido y alumbrado sin que la madre
lo deseara.

d. Aborto psicosocial

Se denomina aborto psicosocial al aborto procurado cuando el


embarazo resulta no deseado por motivos de carácter social o
psíquicos. Bajo esta indicación caben infinidad de situaciones: problemas
económicos, de vivienda, embarazos en mujeres solteras o como
consecuencia de relaciones extraconyugales, motivos psicológicos en la
mujer, como temor al embarazo o al parto... Es la panacea de los
abortistas. En realidad, las indicaciones psicosociales son la causa más
frecuente del número de abortos provocados en el mundo.
El número elevado de abortos provocados -se calculan alrededor
de 50 millones al año-, que crece con la legitimación legal en la mayoría
de los países en los últimos años, y la poca importancia de las razones
que sirven de justificación, ponen de relieve el oscurecimiento del valor
de la vida en gestación. Con razón se puede hablar de nuestra sociedad
como de una sociedad abortista y de nuestra cultura como cultura de
muerte.
El hecho de que se tienda a considerar el aborto como un logro
necesario o al menos como solución para determinadas situaciones
conflictivas, nos obliga a descubrir y combatir las causas reales de la
existencia del aborto voluntario, sea legal o clandestino, castigado o
permitido, clínico o privado, ya que la anunciada "píldora abortiva" podría
trasladar al ámbito doméstico lo que hasta ahora requiere una
intervención médica. Al respecto, el doctor francés Jerome Lejeune,
refiriéndose a la píldora Ru486, a la que aluden los obispos españoles,
escribe:
Me avergüenzo de mi país, el país de Pascal, que hoy difunde como medicamento
el primer pesticida anti-humano de la historia, la primera píldora que no tiene
otra finalidad que la de suprimir la vida... Nos hallamos ante el primer preparado
químico, cuyo porcentaje de éxito se mide en vidas suprimidas.

98
3. FACTORES QUE LLEVAN AL ABORTO

Los factores que han llevado a nuestra sociedad a esta cultura de


muerte son muchos.111 En primer lugar está la creciente permisividad
sexual y la correspondiente banalización de la sexualidad, reducida a la
búsqueda egoísta del placer. Esta permisividad va acompañada de la
creciente aceptación social del aborto. Es innegable que el número tiene
una gran incidencia en la sensibilidad de las personas; la multiplicación
numérica de los abortos hace que ya no sea un hecho tan chocante.
El recurso al aborto es con frecuencia fruto de un abuso
puramente egoísta, alienante e irresponsable de la sexualidad, ejercida
incluso de manera prepotente y aún violenta, especialmente por parte
del varón. Dentro de esta mentalidad surge la reivindicación del aborto
por parte de algunas mujeres para poder disfrutar de su cuerpo en las
mismas condiciones que los varones. El error de estas reivindicaciones
está en dar por buena una visión de la sexualidad que degrada a quien la
acepta, tanto al varón como a la mujer (Actitudes... 12).
La legalización del aborto no hace más que aumentar esta
mentalidad abortista. La permisividad legal, en concomitancia y
consecuencia de una sociedad permisiva, contribuye a la aceptación del
aborto; es algo casi inconsciente el razonamiento de muchas personas: si
el aborto es lícito legalmente, ¿por qué no es lícito moralmente?
En todas partes donde se ha legalizado el aborto se ha constatado
que la ley no ha eliminado los abortos clandestinos, finalidad que alegan
siempre los propulsores de su legalización. Más bien, la ley abortista ha
aumentado los abortos ilegales. La clandestinidad no depende sólo ni
primeramente del temor a la pena que pueda infligir el Estado; las
motivaciones son otras, como el secreto familiar y social que la ley no
puede tutelar en casos de concepciones por adulterio o en embarazos de
mujeres sin casar y jovencísimas. Además, como dice E. Sgreccia, una
vez admitido por la ley que una persona puede abortar a la luz del sol, no
se entiende por qué no se va a poder hacer la misma cosa en el secreto
de un ambulatorio o de una casa, si se prescinde del valor moral.

El progreso técnico, por su parte, coopera eliminando los riesgos


de las intervenciones abortistas; la facilidad técnica del aborto le despoja
de ciertos dramatismos y así reduce su impacto psicológico negativo:
Para facilitar la difusión del aborto, se han invertido y se siguen invirtiendo
ingentes sumas destinadas a la obtención de productos farmacéuticos, que hacen
posible la muerte del feto en el seno materno, sin necesidad de recurrir a la
ayuda del médico. La misma investigación científica sobre este punto parece
preocupada casi exclusivamente por obtener productos cada vez más simples y
eficaces contra la vida y, al mismo tiempo, capaces de sustraer el aborto a toda
forma de control y responsabilidad social (EV 13).

Añádase a esto los intereses políticos y económicos de


determinados grupos, que manipulan a los demás con miedos
demográficos o ecológicos, induciendo a la práctica del aborto. 112 En

111 Cfr EV 11;18-19.

112 Cfr EV 16.

99
relación a los países pobres, los países superdesarrollados, en lugar de
ofrecerles una ayuda desinteresada para resolver los problemas de
miseria, imponen con crueldad inhumana la drástica reducción de la
natalidad con anticonceptivos primero y con el aborto después. 113
Los medios de comunicación, mass-media, se ofrecen como
difusores de esta cultura de moda: "Los medios de comunicación social
son con frecuencia cómplices de esta 'conjura contra la vida', creando en
la opinión pública una cultura que presenta el recurso a la
anticoncepción, la esterilización, el aborto y la misma eutanasia como un
signo de progreso y conquista de libertad, mientras muestran como
enemigas de la libertad y del progreso las posiciones incondicionales a
favor de la vida" (EV 17).
Esta servidumbre a la cultura de moda se manifiesta en la pseudo-
emancipación de la mujer, que se siente más libre manejando robots
-ordenadores, calculadoras, etc- que siguiendo el crecimiento único y
original de cada hijo o que proclaman su derecho a abortar libremente en
nombre del dominio sobre el propio cuerpo.
Es un hecho que buen número de abortos provienen de mujeres casadas. Puede
influir en ello una mentalidad excesivamente consumista que valora más las
comodidades y el bienestar que la vida de un nuevo hijo.(Actitudes 14)

Los mecanismos que están favoreciendo el aumento creciente de


abortos, alegando las más fútiles motivaciones, se podrían multiplicar.
Baste, para terminar, una última de enorme influencia. Nuestra sociedad
idolatra la vida sana, fuerte, joven en su dimensión puramente física.
Dentro de esta mentalidad se hace casi imposible la aceptación de un ser
con disminuciones físicas o psíquicas. Los temores a tener un hijo
subnormal crean un clima emocional particularmente propicio para el
aborto...
Pero, como proclama la Comisión Permanente del Episcopado
Español, "la calidad humana de una sociedad se mide, entre otras cosas,
por el grado de acogida que mantiene y el trato que da a sus miembros
más débiles y disminuidos física y mentalmente. El camino de la
eliminación es el camino de la crueldad y de la degradación" (Actitudes...
15). Y podemos añadir que aprobar el asesinato de una persona inocente
lesiona el valor que sustenta como fundamento a la misma sociedad.
Otras razones, que suelen aducirse para justificar la legalización
del aborto, como la autonomía de la mujer, la libertad de conciencia
o la convivencia pacífica de las diversas opciones personales, son tan
sinrazones o irracionales que no merecen que se las tenga en cuenta. Si
la autonomía, libertad o convivencia pacífica (?) nos llevan a dar muerte
a un niño inocente, ¿cómo garantizar la vida de los ancianos, de los
impedidos, de los deficientes mentales, de los miembros de otra raza, de
los disidentes políticos o de cualquier enemigo? Con razón la madre
Teresa de Calcuta ve en la legalización del aborto la semilla de la próxima
guerra mundial.114

113 Cfr M. SCHOOYANS, L'avortement, problème politique, NouvRevTh 96(1974)1031-


1053 y 97(1975)25-50.

114 Cfr EV 4.

100
La supresión efectiva de la persona es la culminación de la
violencia, que comienza con la descalificación y descrédito de la víctima.
No se mata si previamente no se ha desacreditado a la victima. Desde la
patológica autoestima de salvador mesiánico de la humanidad, el
violento mata a los que él previamente a descalificado, como ocurre en
el aborto, calificando al niño de "material biológico", "proyecto humano",
"vida sin valor"...
La inviolabilidad de la vida humana hace irrelevante el momento
en que se encuentre el feto o embrión en su desarrollo. Dos días, quince
días o tres meses no cambia nada. Esté anidado, con la aparición de la
corteza cerebral o con la formación somática no cambia la valoración
moral del aborto. Cuando la vida humana pierde su valor de persona se
mata al niño no deseado en el seno de la madre, al niño nacido con
malformaciones, al joven que con su delincuencia rompe la tranquilidad
burguesa, al emigrante de otra raza que llega a "robar" el puesto de
trabajo, al adulto que, con una enfermedad crónica, se vuelve un peso
para la familia y para la sociedad, y al anciano improductivo y molesto. Y
así se cierra el círculo de muerte: madres abortistas engendran hijos
eutanasistas.

4. VALORACIÓN MORAL DEL ABORTO

La tradición de la Iglesia, a través de los siglos, es constante y


unánime en la condena del aborto. La Iglesia expresa hoy su doctrina en
una formulación que se ha ido precisando con el correr del tiempo. Si
bien entre los moralistas se dan ciertas discrepancias, a nivel episcopal
la postura de la Iglesia con relación al aborto es unánime. La condena del
aborto aparece como un servicio indiscutible e incondicional a la vida.
Establece unos criterios objetivos de protección de la vida, considerando
la fecundación como momento inicial de ella. De esta forma, la
valoración de la vida del embrión queda protegida de todo subjetivismo,
como gustos, costumbres, manipulaciones y arbitrariedades que de otro
modo amenazan la vida incipiente.
En este punto, la unanimidad de la tradición de la Iglesia es
universal desde sus comienzos. Frente a la práctica del aborto en el
mundo greco-romano, los primeros cristianos afirmaron de modo taxativo
e inequívoco el respeto de la vida humana en el seno de la madre. Así
aparece explícitamente en la Didaché o Doctrina de los doce apóstoles,
en el siglo primero. Atenágoras, en la Legatio pro christianis (año 177
aproximadamente), presenta el respeto de la vida humana en el seno
materno como característica que distingue a los cristianos de los demás.
Tertuliano, en el Apologeticum (año 197), dice que impedir el nacimiento
es un homicidio anticipado. San Basilio el Grande, en la primera Carta a
Anfilochio (año 374) dice claramente que no se debe andar con sutiles
disquisiciones acerca de si el feto está formado o no; a quien comete un
aborto se le ha de imponer la penitencia correspondiente al
homicidio...115

115 Cfr EV 57-58;61-62; CEC 2271.

101
La inmoralidad del aborto, en cuanto violación positiva y directa
del derecho a vivir del ser humano, incluye la inmoralidad de la
cooperación a su realización. La cooperación puede ser física, ayudando
de hecho a realizar la acción abortiva; o moral, por ejemplo, induciendo o
aconsejando la misma. No sólo quien realiza el aborto, sino quien
coopera directa y formalmente en su ejecución, comete una transgresión
grave del orden moral...
La Iglesia, movida por el deseo de proteger la vida de los no
nacidos y tratando de fortalecer la conciencia de los católicos en este
punto, considera excomulgados a quienes procuran un aborto, si éste
llega a realizarse. Esta excomunión es una pena impuesta por la Iglesia
para subrayar la gravedad de una acción por la que, quien la comete, se
priva ya a sí mismo de la plena comunión espiritual con la Iglesia (n.7;
can. 1398; 1321;1324).116

5. LEGALIZACIÓN DEL ABORTO

La Iglesia no sólo condena el aborto, sino que mantiene,


mundialmente, una posición abiertamente contraria a cualquier forma de
legalización del aborto. En palabra de la Comisión Episcopal Española
para la Doctrina de la Fe:
Nuestra conciencia de pastores nos constriñe a proclamar que el inviolable
respeto a toda vida humana es un principio tan fundamental que debe ser
legalmente salvaguardado. Una sociedad en la que el derecho a la vida no está
legalmente protegido es una sociedad intrínsecamente amenazada. Por ello, aun
siendo verdad que el legislador no está obligado siempre a penalizar toda
infracción moral, es deber suyo, en razón del bien común, la defensa y la
protección de toda vida humana.(Nota sobre el aborto, n.13)

Cuando una ley aprueba una conducta moralmente ilícita, la


misma ley se hace inmoral. Y no vale decir que la ley, que legaliza el
aborto, "no crea el aborto, sino que regula el hecho del aborto" que ya
existe en forma creciente en nuestra sociedad. Con esta lógica se
debería despenalizar el robo y el crimen que existen igualmente en
forma creciente en nuestra sociedad. La función de la ley y del Estado
queda minada cuando un hecho ilícito de tal gravedad como la supresión
de la vida es reconocido como legal. Un hecho es que tal cosa se dé
contra la ley y otro muy distinto es que se dé con su aprobación. La
función pedagógica, social y moral de la ley desaparece.
La prohibición legal del aborto no es, ciertamente, el camino para
proteger eficazmente la vida no nacida. Pero, dada la mentalidad
juridicista de los hombres, la legalización jurídica lleva a la confusión
entre licitud jurídica y licitud moral, como demuestra el aumento de
abortos allí donde se ha despenalizado. Las cifras tampoco demuestran
que, con la legalización del aborto, disminuyan los abortos clandestinos,
que es una de las pretensiones más vociferadas a la hora de proponerla.
Es hipócrita, igualmente, la pretensión de acabar, mediante la
legalización del aborto, con la discriminación entre pobres y ricos, pues la
despenalización del aborto deja en situación de inferioridad total

116 Cfr EV 59.

102
precisamente a los seres más débiles, más carentes de recursos,
situados en una condición absoluta de indefensión.
Si se considera que la ley y la acción de los legisladores deben
proteger siempre los bienes fundamentales de la sociedad y de todos sus
miembros, el hecho mismo de la despenalización, aparte de la
mentalidad abortista que crea, es en sí misma una decisión moralmente
injusta. La vida del nuevo ser humano queda sin la protección que le es
debida, como la de cualquier persona, abandonada a la voluntad de
otros.
En vez de buscar soluciones positivas a las situaciones difíciles y
dolorosas, que sin dudan pueden presentarse, especialmente para los
padres afectados, esta ley propicia la solución más fácil al permitir la
eliminación física del que va a nacer. De esta manera, se quiera o no, el
pueblo puede acostumbrarse a pensar que la supresión física de quien
crea dificultades es una manera legítima de resolver los problemas. Si se
puede matar a un no nacido en determinadas condiciones, ¿por qué no
en otras? ¿y por qué no aplicar el mismo criterio respecto a otras
personas que no estén ya en plenitud de vida? (Ibidem, n.5).
Una sociedad que niega el derecho primario a la vida, ¿cómo
puede garantizar los otros derechos que proclama en tantas de sus
declaraciones? ¿No serán papel mojado? ¿Qué quiere decir, cuando se
admite el aborto, que "la preocupación por el interés del individuo debe
siempre prevalecer sobre los intereses de la ciencia y de la sociedad"?. 117
Una vez más hay que afirmar que la ley no coincide con la ética.
La ley no siempre puede impedir todo mal o abuso en el ejercicio de la
libertad personal de los ciudadanos, pero debe siempre crear las
condiciones para la vida moral de toda persona. Por ello, la ley debería
defender la vida de todos, especialmente la vida de los más indefensos.
Si no tutela la vida, la ley es inicua y es preciso oponerse a ella. "Es
preciso obedecer a Dios antes que a los hombres", respondieron los
apóstoles al Sanedrín.
Por otra parte, la ley no puede imponer a nadie matar a una
persona. No puede, pues, exigir al médico que preste su colaboración al
aborto. La objeción de conciencia es, por tanto, lícita y obligatoria para
el médico en el caso del aborto legalizado. 118
Finalmente, hay que decir que para la eliminación o reducción del
aborto no basta, como ingenuamente creen algunos, con eliminar las
causas sociales que se presentan como indicaciones de muchos
abortos: problemas de vivienda, de pobreza, de educación, de sanidad,
etc. "Los hechos, como constata F.J. Elizari, prueban cómo las sociedades
y clases más avanzadas siguen acudiendo al aborto, a pesar de tener en
gran parte resueltos todos esos problemas de empleo, vivienda, cuidado
de la salud, etc. En el aborto influyen poderosamente ciertos rasgos
presentes en la mentalidad de nuestra sociedad: concepto de libertad del
cuño burgués más descarado, concepto utilitarista de la sociedad y del
hombre, civilización consumista, incapacidad para diferir las propias

117 Declaración mundial de Helsinki II. Cfr EV 20;68-72.

118 Cfr EV 73-74; C. CAFFARRA, Aborto e obiezione di coscienza, Medicina e Morale


1/2(1977)101-109;R. VENDITTI, Le ragioni dell'obiezione di coscienza, Turín 1986.

103
satisfacciones o renunciar a ellas en virtud de una solidaridad humana,
concepto consumista de la sexualidad, tiranía de la programación, que
llega hasta a eliminar con frialdad a los seres humanos no deseados o
defectuosos en las primeras fases de su existencia". 119
Y, como raíz de esta mentalidad, está lo que ya descubrió San
Pablo. Una sociedad que niega a Dios, creador y señor de la vida, es una
sociedad que niega la vida y engendra una civilización de muerte. La fe
en Dios, que ofrece la vida eterna en su Hijo Jesucristo da, en cambio,
valor a toda vida humana.
En la búsqueda de las raíces más profundas de la lucha entre la "cultura de la
vida" y la "cultura de la muerte" es necesario llegar al centro del drama vivido
por el hombre contemporáneo: el eclipse del sentido de Dios y del hombre,
característico del contexto social y cultural dominado por el secularismo. Quien
se deja contagiar por esta atmósfera, entra fácilmente en el torbellino de un
terrible círculo vicioso: perdiendo el sentido de Dios, se tiende a perder
también el sentido del hombre, de su dignidad y de su vida (Cfr EV 21-24).

La Iglesia que, como Maestra, ha expuesto con claridad la verdad,


no se olvida de que es Madre. Y, también como madre, se dirige "a las
mujeres que han recurrido al aborto":
La Iglesia sabe cuántos condicionamientos pueden haber influido en vuestra
decisión, y no duda de que en muchos casos se ha tratado de una decisión
dolorosa e incluso traumática. Probablemente la herida aún no ha cicatrizado en
vuestro interior. Es verdad que lo sucedido fue y sigue siendo profundamente
injusto. Sin embargo, no os dejéis vencer por el desánimo y no abandonéis la
esperanza. Antes bien, comprended lo ocurrido e interpretadlo en su verdad. Si
aún no lo habéis hecho, abríos con humildad y confianza al arrepentimiento: el
Padre de toda misericordia os espera para ofreceros su perdón y su paz en el
sacramento de la Reconciliación. Os daréis cuenta de que nada está perdido y
podréis pedir perdón también a vuestro hijo que ahora vive en el Señor. Ayudadas
por el consejo y la cercanía de personas amigas y competentes, podréis estar con
vuestro doloroso testimonio entre los defensores más elocuentes del derecho de
todos a la vida (EV 99;Cfr EV 59).

6. EUTANASIA

119 F. J. ELIZARI BASTERRA, Moral de la vida y la salud, en Praxis cristiana, Madrid


1981, p. 103; E. SGRECCIA (dir), Il dono della vita, Milano 1987.

104
1. SUICIDIO Y HOMICIDIO

El valor de la vida humana se ilumina vista a la luz de la fe y la


esperanza en Cristo, "quien con su vida, su muerte y su resurrección, ha
dado un nuevo significado a la existencia y sobre todo a la muerte del
cristiano. Según las palabras de S. Pablo: 'si vivimos, vivimos para el
Señor; y si morimos, para el Señor morimos. Por tanto, en la vida como
en la muerte somos del Señor. Para esto murió Cristo y retornó a la vida,
para ser Señor de vivos y muertos' (Rm 14,8s)". 120
En la apreciación del valor de la vida humana el cristianismo ha
tenido un papel fundamental. La visión cristiana de la vida cambió el
sentir común de la humanidad. El rechazo del infanticidio eugenésico y
eutanásico siguió los mismos pasos del rechazo del aborto. En un caso y
en otro, sobre la base de la sacralidad de la vida como don de Dios, el
cristianismo defendió la vida humana contra todas las costumbres
bárbaras que encontró en las sociedades paganas donde se fue
difundiendo.121
No mates al hijo en el seno de la madre y tampoco lo mates una vez que ha
nacido. No abandones el cuidado de tu hijo o de tu hija, sino que desde la infancia
les enseñarás el temor de Dios.122

Para la fe cristiana, la vida es un bien personal. Quitarse la vida o


quitar la vida a otro es ofender a la caridad hacia uno mismo y hacia el
prójimo. Con relación al suicidio, así se expresa Santo Tomás:
Todo ser se ama naturalmente a sí mismo, y a esto se debe el que todo ser se
conserve naturalmente en la existencia y resista cuanto sea capaz lo que podría
destruirlo. Por tal motivo, el que alguien se dé muerte es contrario a la inclinación
natural y a la caridad por la que uno debe amarse a sí mismo.

Pero, al ver al hombre como ser personal, la vida humana es


además un bien de la comunidad. Atentar contra la propia vida o contra
la vida de un semejante es una ofensa a la comunidad. Así continúa
Santo Tomás:
Cada parte, en cuanto tal, es algo del todo; y un hombre cualquiera es parte de la
comunidad y, por lo tanto, todo lo que él es pertenece a la comunidad; luego el
que se suicida hace injuria a la comunidad.

Y esto porque, en su raíz, la vida humana es un don de Dios y a


Dios pertenece. Disponer absolutamente de la vida humana, propia o
ajena, es usurpar algo que pertenece a Dios, "Señor de la vida y de la
muerte". De aquí, la inviolabilidad de la vida humana. Dios marca con su
señal protectora hasta la frente de Caín, para que nadie se arrogue el
derecho de quitarle la vida. 123

120 C. de la Fe, Sobre la eutanasia de 5-5-80, AAS 72(1980)542s.

121 Cfr. Didaché II,2;Carta de Bernabé 19,5 y 20,2; Tertuliano, Apologeticum IX,8 y De
exhortatione castitatis XII,5...

122 Carta de Bernabé, c. 9;Funk 1,53-57.

123 Cfr EV 8-9;66.

105
Toda la Escritura es un sí decidido a la vida, como don de Dios,
único Señor de la vida y de la muerte. Los Obispos españoles lo han
señalado en su Nota sobre el aborto:
Dios es el único Señor de la vida y de la muerte. El hombre, salvo el caso extremo
de la legítima defensa, no puede atentar contra la vida humana. El Antiguo
Testamento expresa de diversas formas esta misma idea: la vida, tanto la propia
como la ajena, es un don de Dios que el hombre debe respetar y cuidar, sin poder
disponer de ella. Dios, "el viviente", ha creado al hombre "a su imagen y
semejanza" (Gén 1,14), y Dios, de vivos y no de muertos (Cfr Mc 12,27), quiere
que el hombre viva. Por eso protege con la prohibición del homicidio (Gén 9,5-
6;Ex 20,13) la vida del hombre. En el Nuevo Testamento continúa el aprecio del
Antiguo Testamento por la vida del hombre, manifestando su predilección por las
vidas más marginadas y menos significativas, y las ha rescatado para la
verdadera vida. Con ello se ha revelado inequívocamente el valor de la vida de
todo hombre, independientemente de sus cualidades y de su utilidad social. El
derecho a la vida es inherente a la vida misma como un valor en sí, intangible,
que debe ser respetado y salvaguardado.(n.2)

En la cultura actual, por el contrario, se ha verificado un cambio


profundo en relación a la vida y a la muerte. El hombre se arroga el
derecho a decidir cuándo dar la vida a un nuevo ser y, como
consecuencia, hasta el cuando morir es considerado como objeto de la
decisión humana. El fuerte crecimiento de la subjetividad, hasta
absolutizar la libertad y la autonomía del hombre, se ha elevado como
lugar y criterio único de toda decisión ética; la lógica de nuestra sociedad
tecnicista y eficientista ha llevado a perder, como parámetros en la
valoración de la vida, lo que no tenga un valor cuantitativo; la cualidad
de la vida hoy se entiende únicamente como búsqueda de felicidad a
toda costa, perdiéndose, por tanto, la comprensión del sufrimiento como
dimensión de la vida; la incomunicación y evaginación de las personas
disminuidas según estos parámetros, hasta decretar su muerte, es una
consecuencia lógica.124 Y, para llevar de la mente a la realidad estas
ideas, están los progresos de la ciencia médica y sus aplicaciones
tecnológicas que hacen posible tanto la prolongación de la vida como
acortarla...
Dar la vida y la muerte está al alcance de la ciencia y de la
técnica, es decir que se nace sin los dolores del parto y se muere sin
agonía. Es la asepsia del nacer y del morir. Hoy en la mayor parte de los
casos se nace y se muere en los hospitales. Este hecho ha modificado la
experiencia de la vida y de la muerte. El paso de la casa al hospital
comporta que son los médicos y paramédicos quienes asumen la
responsabilidad de la vida y de la muerte: se nace y se muere, no en el
seno de la familia, sino en las manos frías de la técnica.
De aquí el ingente número de suicidios que arrojan las
estadísticas, sobre todo en los países más desarrollados; y los homicidios
por venganza, terrorismo, mafia, drogadicción, etc son noticia cotidiana
de todos los telediarios.
Sin negar la responsabilidad personal del suicida, los teólogos
moralistas hoy la atenúan grandemente en muchos casos debido a los
datos que proporciona la psicología. El suicida que llega a poner término
a su vida ha pasado generalmente por un proceso que ha debilitado su

124 Cfr EV 46.

106
libertad y percepción de los valores, aparte de hallarse frecuentemente
bajo un estado emocional que coarta aún más su libertad. Vale al
respecto el juicio moral de la Cong. de la Doctrina de la fe:
La muerte voluntaria, o sea, el suicidio es inaceptable, lo mismo que el homicidio:
semejante acción constituye, en efecto, por parte del hombre, el rechazo de la
soberanía de Dios y de su designio de amor. Además, el suicidio es a menudo un
rechazo del amor a sí mismo, una negación de la natural aspiración a la vida, una
renuncia frente a los deberes de justicia y caridad hacia el prójimo, hacia las
diversas comunidades y hacia la sociedad entera, aunque a veces intervienen,
como se sabe, factores psicológicos que pueden atenuar o incluso quitar la
responsabilidad.(Sobre la eutanasia, I)

Esto no quita gravedad a la realidad creciente del suicidio como un


síntoma más del deterioro de nuestra sociedad, que con su mentalidad
hedonista educa para el placer e inutiliza al hombre para aceptar el dolor
y enfrentarse a las dificultades de la vida. La cruz sin Cristo manifiesta
todo su absurdo y necedad hasta llevar al suicidio. Con Cristo la cruz se
hace gloriosa, permitiendo al hombre entrar en la realidad de la propia
historia.

2. EUTANASIA

Eutanasia y aborto van unidos, como consecuencias de una


cultura de muerte, que suprime la vida al no reconocer el valor de la
persona por sí misma.125

Son muchas, ciertamente, las preguntas que se plantea el ser


humano ante la muerte y los, a menudo, difíciles momentos que la
preceden. ¿Desean los pacientes realmente, incluso los sometidos a
grandes dolores o largas agonías, que su muerte sea adelantada? ¿Es
lícito ceder a las súplicas de un paciente atormentado, que pide la
eutanasia? ¿Es la muerte lo que de verdad desea? ¿Es lícito ceder a las
súplicas de una familia abrumada por el dolor impotente de un ser
querido? ¿Es lícito abreviar la vida por piedad ante el sufrimiento?
El sentido etimológico del término eutanasia, buena muerte,
muerte dulce, en el lenguaje corriente se ha transformado en
"supresión de la vida de un enfermo incurable a petición del mismo
enfermo, de los familiares, de los profesionales de la medicina o del
mismo Estado...". La Real Academia Española define la eutanasia como
"muerte sin sufrimiento físico y, en sentido restrictivo, la que a sí se
provoca voluntariamente".126
La Congregación para la Doctrina de la Fe define la eutanasia con
una precisión que no aparece frecuentemente en otros escritos:
Por eutanasia se entiende una acción o una omisión que, por su naturaleza o en
la intención, causa la muerte, con el fin de eliminar el dolor. La eutanasia se sitúa,
pues, al nivel de las intenciones y de los métodos usados.(Sobre la eutanasia, II)

La mentalidad secularizada de nuestra sociedad es incapaz de dar


un significado a la muerte. La muerte sólo tiene sentido cuando es vista

125 Cfr EV 15; CEC 2277.

126 Diccionario de la lengua española, ed. de 1984.

107
como tránsito a una nueva vida, plena y eterna. Con esta esperanza se
puede afrontar en paz la muerte. Sin esta garantía de vida eterna, el
hombre actual reacciona ante la muerte con dos actitudes opuestas y, al
mismo tiempo, unidas entre sí: por una parte se la ignora, tratando de
borrarla de la conciencia, de la cultura y de la vida; y, por otro lado, se la
anticipa para no enfrentarse conscientemente con ella.
Nuestra cultura, con su reclamo de libertad y autonomía frente a
Dios mismo, como valores supremos del hombre, llega a querer ejercitar
esta libertad hasta en la elección de la muerte. Si no hemos podido elegir
nuestro nacimiento, ¿no podemos al menos elegir nuestra muerte?
Muchos en nuestra época se hacen individual y asociadamente sus
sostenedores y promotores encarnecidos. 127
En una cultura de tipo liberal-radical, que toma como punto
supremo y último de referencia la libertad, se termina por destruir la vida
y, con ella, la libertad. Según este modelo de sociedad es lícito todo lo
que es libremente querido o aceptado. Bajo esta mentalidad se han
propuesto la liberación del aborto, la elección del sexo del niño que ha de
nacer -o en el adulto, el cambio de sexo-, la fecundación extracorpórea
de la mujer sola, núbil o viuda, libertad de investigación y
experimentación, libertad de decidir el momento de la muerte (living will)
y el suicidio como signo y expresión máxima de libertad...
La muerte es el último acto de la vida del hombre. El concepto de
eutanasia depende de la idea que se tenga sobre la vida y sobre el
hombre. Una mentalidad eugenista, como la racista o la nazi, reclamará
con Nietzsche la eutanasia "para los parásitos de la sociedad, para los
enfermos a los que ni siquiera conviene vivir más tiempo, pues vegetan
indignamente, sin noción del porvenir". Los niños subnormales, los
enfermos mentales, los incurables o los pertenecientes a razas inferiores
han de ser eliminados mediante la "muerte de gracia".
Pero, quien considera la vida humana como vida personal, don de
Dios, descubrirá que la vida tiene valor por sí misma; posee una
inviolabilidad incuestionable; no adquiere ni pierde su valor por situarse
en condiciones de aparente descrédito por la vejez, inutilidad
productiva o social. En su inviolabilidad nunca puede ser
instrumentalizada para ningún fin distinto de ella. De aquí la condena de
toda acción que tienda a abreviar directamente la vida del moribundo. 128
La socialización de la medicina, que es un logro de nuestro tiempo,
lleva consigo una serie de implicaciones políticas y económicas con
graves consecuencias éticas. Desde el momento en que se destinan
inmensas sumas de dinero a la asistencia médica para todos se opera
una elección de destino de los fondos según los criterios de costos-
beneficio, instaurándose una política sanitaria con todos los riesgos
correspondientes.

127 Cfr EV 64; D. TETTAMANZI, Eutanasia, l'illusione della buona morte, Casale
Monferrato 1985; L. CICONE, L'eutanasia, en Non uccidere, Milano 1984; G. DAVANZO,
L'eutanasia, en Etica sanitaria, Milano 1986, p. 245-293.

128 Cfr EV 94; J.R. FLECHA.-J.M. MUJICA, La pregunta moral ante la eutanasia,
Salamanca 1985; VARIOS, La eutanasia y el derecho a morir con dignidad, Madrid 1984.
L. ROSSI, Eutanasia, en DETM; J. GAFO (ed.), Dilemas éticos de la medicina actual, 2 vol.,
Madrid 1986-1988.

108
Ante el aumento de la población anciana, con la prolongación de
curas costosas de enfermedades que el progreso de la medicina
consigue muchas veces, más que sanar, prolongar indefinidamente; ante
criterios eudemonísticos -búsqueda del bienestar, placer, felicidad, goce
de la vida- y utilitaristas, la política sanitaria corre el riesgo de inclinarse
hacia programas que van contra la persona, instaurando la llamada
eutanasia social. Estos criterios ya han dado sus frutos en el aborto
selectivo practicado en algunas naciones con el screening masivo: se
eliminan los fetos con malformaciones, porque son una carga económica
para la sociedad; por ello, la misma sociedad financia las diagnosis
prenatales de las personas propensas a estos riesgos. Esto se presenta
como prevención de enfermedades hereditarias. De este modo, la
bioética afecta no sólo a los médicos, sino a los administradores
sanitarios y a los políticos de la sociedad.
La consecuencia primera de esta mentalidad es el abandono de
los enfermos incurables e improductivos para la sociedad, con la
evidente discriminación en base a la utilidad económica del presupuesto
sanitario. Los recursos económicos de la seguridad social se reservarían,
prevalentemente, para aquellos enfermos que, una vez sanados, pueden
volver a la vida productiva y no a los ancianos o enfermos incurables. Es
la llamada "eutanasia social", que contradice precisamente la dimensión
social del hombre.
Por ello, con la C. de la Doctrina de la Fe, hay que afirmar:
Nada ni nadie puede autorizar la muerte de un ser humano inocente, feto o
embrión, niño o adulto, viejo, enfermo incurable o moribundo. Nadie, además,
puede pedir este gesto homicida para sí mismo o para otro a él confiado; ni
tampoco puede aceptarlo explícita o implícitamente. Ninguna autoridad puede
legítimamente imponerlo ni permitirlo. Se trata, en efecto, de una violación de la
ley divina, de una ofensa a la dignidad de la persona humana, de un crimen
contra la vida, de un atentado contra la humanidad.(Sobre la eutanasia II)

Hoy son también muchos los que se oponen a la eutanasia en


nombre de que ni el nacer ni el morir -ni la vida ni la muerte- nos
pertenecen. "Los creyentes ven en la vida un don del amor de Dios,
sintiéndose llamados a conservarla y a hacerla fructificar. Creyentes y no
creyentes se oponen también a la eutanasia porque temen, con razón,
que la práctica de la eutanasia destruya la confianza que los enfermos y
minusválidos ponen en quienes les cuidan, familiares y médicos".
Ciertamente, ante el moribundo o enfermo que, con todo su
cuerpo grita su dolor, es comprensible la tentación de la eutanasia. "Pero
las súplicas del enfermo grave, que invoca la muerte, no debe
interpretarse como deseo real de la eutanasia; casi siempre se trata de la
petición angustiosa de ayuda y afecto" (II).
Otros, ante el grito de dolor del enfermo, no queriendo acelerarle
la muerte, le sumergen en la inconsciencia recurriendo al coctail lítico
(mezcla de drogas que sumergen al paciente en la inconsciencia y que,
según cierta dosis, en realidad, aceleran el proceso de la muerte). ¿Es el
amor o no, más bien, para liberarse de la propia angustia ante el dolor
insoportable lo que mueve a recurrir a tales medios? Más que de una
muerte dulce se debería hablar de una muerte inhumana, pues se

109
impide al moribundo el vivir conscientemente sus últimos momentos y, al
mismo tiempo, se le priva de toda relación con los demás. 129
Y, sin embargo, el grito de dolor debe escucharse. Y más aún
cuando se ha perdido toda esperanza de curación y se sustituyen las
medicinas curativas por las curas paliativas. "Además de las curas
médicas, de lo que el enfermo tiene necesidad es de amor, del calor
humano y sobrenatural, con el que pueden y deben circundarle todos los
que le están cerca, padres e hijos, médicos y enfermeros" (Sobre la
eutanasia, II). La agonía es el tiempo propicio para que, con una libertad
nueva, el enfermo se enfrente consigo mismo y con la muerte. En esta
agonía es preciso que el enfermo se sienta acompañado y sostenido por
los familiares y los médicos, dispuestos a acoger sus deseos y su último
soplo de vida. Esta cercanía le renovará la fe en la vida, abriéndole al
Señor de la vida y a esperar que El, de su mano, le lleve a la resurrección
con Cristo.
3. TERAPIA DEL DOLOR

La eutanasia activa, es decir, la muerte provocada a petición del


interesado o de los familiares, hoy cobra nueva vigencia. La precisión de
eutanasia activa es un modo de distinguir las intervenciones
encaminadas a precipitar la muerte de la abstención de ciertas curas,
que deja llegar la muerte sin acelerarla intencionalmente, a la que se da
el calificativo de eutanasia pasiva.
Para evitar confusión quizá fuera conveniente dejar de usar el
término de eutanasia en estos casos. Tampoco se debe usar la palabra
eutanasia para las prácticas encaminadas a aliviar el dolor, incluso
cuando ciertos analgésicos, encaminados a mitigar el dolor, pueden
suponer abreviar de alguna manera la vida del enfermo. Los diversos
aspectos de este caso los presenta así la Congregación para la Fe:
El dolor físico es, ciertamente, un elemento inevitable de la condición humana; a
nivel biológico, constituye un signo cuya utilidad es innegable; pero puesto que
atañe a la vida psicológica del hombre, a menudo supera su utilidad biológica y
por ello puede asumir una dimensión tal que suscite el deseo de eliminarlo a
cualquier precio.

Sin embargo, según la doctrina cristiana, el dolor, sobre todo el de


los últimos momentos de la vida, asume un significado particular en el
plan salvífico de Dios; en efecto, es una participación en la Pasión de
Cristo y una unión con el sacrificio redentor que El ha ofrecido en
obediencia a la voluntad del Padre. No debe, pues, maravillar si algunos
cristianos desean moderar el uso de los analgésicos para aceptar
voluntariamente al menos una parte de sus sufrimientos y asociarse así
de modo consciente a los sufrimientos de Cristo crucificado (Cfr Mt
27,34). No sería, sin embargo, prudente imponer como norma general un
comportamiento heroico determinado. Al contrario, la prudencia humana
y cristiana sugiere para la mayor parte de los enfermos el uso de las
medicinas que sean adecuadas para aliviar o suprimir el dolor, aunque
de ello se deriven, como efectos secundarios, entorpecimiento o menor

129 P. VERSPIEREN, Eutanasia? Dall'accanimento terapeutico all'acompagnamento dei


morenti, Milano 1985.

110
lucidez. En cuanto a las personas que no están en condiciones de
expresarse, se podrá razonablemente presumir que desean tomar tales
calmantes y podrán suministrárseles según los consejos del médico.
Pero el uso intensivo de analgésicos no está exento de
dificultades, ya que el fenómeno de acostumbrarse a ellos obliga
generalmente a aumentar la dosis para mantener su eficacia... Conserva
validez la respuesta de Pío XII a un grupo de médicos que le planteó esta
pregunta: "¿la supresión del dolor y de la conciencia por medio de
narcóticos... está permitida al médico y al paciente... incluso cuando la
muerte se aproxima o cuando se prevé que el uso de narcóticos
abreviará la vida?". El Papa respondió: "Si no hay otros medios y si en
tales circunstancias ello no impide el cumplimiento de otros deberes
religiosos y morales, sí". En este caso, en efecto, está claro que la
muerte no es querida o buscada de ningún modo, por más que se corra
el riesgo por una causa razonable; simplemente se intenta mitigar el
dolor de manera eficaz, usando a tal fin los analgésicos a disposición de
la medicina.130
Los analgésicos que producen la pérdida de la conciencia en los
enfermos merecen, en cambio, una consideración particular. Es
sumamente importante, en efecto, que los hombres no sólo puedan
satisfacer sus deberes morales y sus obligaciones familiares, sino
"también y sobre todo que puedan prepararse con plena conciencia al
encuentro con Cristo" (Sobre la eutanasia, III).
La ciencia y la técnica, orientadas a aliviar el dolor, pueden prestar
al enfermo una valiosa ayuda. Pero no son suficientes. En nuestra
relación con el moribundo, nuestra concepción del hombre, de su
identidad y de su vocación, nos sugerirá internamente qué actitudes
tomar en cada situación. La eutanasia, como intento de procurar una
"buena muerte" abreviando los dolores a alguien, que nos lo pide
explícitamente, será siempre una tentación. Se comprende que algunos
sucumban a ella, al hacérseles insoportables los sufrimientos o
desesperación de aquellos a quienes aman o, como médicos, atienden.
Pero es sabido que la petición de la muerte, frecuentemente, esconde la
petición de otras ayudas. Acertadamente escribe P. Verspieren:
La primera exigencia de orden ético, que nos llega a través de la petición de la
muerte, es la apelación a dar respuesta a las necesidades fundamentales de
quien ha llegado a desear la muerte, para ayudarle a salir de esa situación que él
considera intolerable y así devolverle el gusto de la vida. Esta apelación está
cargada de exigencias: permanecer junto a quien se halla en tal prueba; aceptar
el sufrimiento que supone tal proximidad; tomar conciencia que dar la muerte al
paciente, en estas circunstancias, es por librarse a sí mismo del sufrimiento más
que por liberar del dolor al otro. 131

4. DISTANASIA

Junto a la eutanasia, en contraste ilógico, se da también hoy la


distanasia o encarnizamiento terapéutico. La distanasia es la
práctica médica que, mediante la técnica de reanimación, tiende a alejar

130 Cfr EV 65.

131 Ch. JOMAIN, Vivere l'ultimo istante, Roma 1986.

111
lo más posible la muerte utilizando, no sólo los medios ordinarios, sino
medios extraordinarios y costosos en sí mismos o en relación al enfermo
y a su familia.
El rechazo de la muerte ha llevado a las prácticas del
ensañamiento terapéutico. El uso de medios extraordinarios logra
prolongar, al menos vegetativamente, la vida, cuando ya se han apagado
irremediablemente las funciones cerebrales. Pero este despliegue de
recursos y de técnicas médicas, para mantener en vida lo más posible a
una persona, va contra el derecho del hombre a morir con dignidad,
circundado y sostenido por el afecto de sus familiares. El poder médico
debe reconocer sus propios límites y guiarse por otros imperativos que
no sean el simple rechazo de la muerte a cualquier precio. Ninguna
persona humana puede desear que se retrase en estas condiciones su
muerte. El progreso de los conocimientos médicos no puede justificar tal
ensañamiento terapéutico.132
Las situaciones distanásicas revisten gran variedad, pero todas
ellas se pueden enmarcar en el afán desmesurado de prolongar la vida y,
con frecuencia, sólo la vida vegetativa. Mediante la reanimación se
intenta indebidamente prolongar la vida incluso después de haber
constatado la "muerte clínica", sometiendo al enfermo a experimentos
terapéuticos inútiles y molestos o degradantes y a los familiares a
tensiones interminables y costosas. En carta dirigida en nombre del Papa
a la Federación Internacional de las Asistencias Médicas Católicas, el
cardenal Villot escribía en 1975:
En muchos casos, ¿no sería una tortura inútil imponer la reanimación vegetativa
en la última fase de una enfermedad incurable? El deber del médico consiste más
bien en hacer lo posible por calmar el dolor en vez de alargar el mayor tiempo
posible, con cualquier medio y en cualquier condición, una vida que ya no es del
todo humana y que se dirige naturalmente hacia su acabamiento.

Pío XII ya lo había expresado antes:

Si es evidente que la tentativa de reanimación constituye, en realidad, para la


familia tal peso que no se le puede en conciencia imponer, ella puede insistir
lícitamente para que el médico interrumpa sus intentos, y el médico puede
condescender lícitamente con esa petición. No hay en este caso ninguna
disposición directa de la vida del paciente, ni eutanasia, la cual sería ilícita. 133

La decisión de abstenerse de medios extraordinarios, considerados


desproporcionados en la fase terminal y vistos como
encarnizamiento terapéutico no es lo mismo que la eutanasia. Esto
entra en el derecho de toda persona a su propia muerte, asumiendo todo
el significado de la muerte. No es lo mismo dejar morir que hacer
morir. En palabras de la Conferencia Episcopal Alemana:
El derecho a una muerte humana no debe significar que se busquen todos los
medios a disposición de la medicina, si con ellos se obtiene como único resultado

132 Cfr EV 65; CEC 2278; C. NICOLAS ORTIZ, El derecho a la salud y los derechos de
los enfermos, Madrid 1983; VARIOS, Derechos del enfermo, Bogotá 1982; S. SPINSANTI,
Documenti di deontologia e etica medica, Torino 1985; P. PERICO, Problemi di etica
sanitaria, Milano 1985; A. BOMPIANI, Eutanasia e diritti del malato "in fase terminale",
Presenza pastorale 5-6(1985)76-119.

133 AAS 49(1957)1030.

112
el retrasar artificialmente la muerte. Esto se refiere al caso en el que, por una
intervención de carácter médico, una operación, por ejemplo, la vida se prolonga
realmente poco y con duros sufrimientos, hasta tal punto que el enfermo, en
breve período de la propia vida, se encuentre sometido, a pesar de la operación o
justamente como resultado de la misma, a graves trastornos físicos o
psicológicos... Si el paciente, sus parientes y el médico, tras haber sopesado
todas las circunstancias, renuncian al empleo de medicinas y de medidas
excepcionales, no se les puede imputar el atribuirse un derecho a disponer de la
vida humana.134

El derecho a una muerte digna no significa derecho a elegir la


propia muerte, sino a aceptar la propia muerte. La muerte que nos
llega, aunque sea a pesar nuestro, no nos priva de nuestra dignidad. La
dignidad del hombre no se reduce al apego a la vida. Se expresa más
profundamente en la disponibilidad a asumir nuestra existencia de
persona humana con todo lo que esto significa.
Ante la muerte, que ineludiblemente se acerca, se puede luchar no
sólo alejando lo más posible el final, sino buscando también las
condiciones más humanas para entrar en la muerte, ayudando al
moribundo con la cercanía, con unas relaciones de estima, de afecto, de
respeto, de escucha. La libertad y ayuda personal ante la muerte, no se
buscan sólo en las aportaciones de una técnica terapéutica, que muy
pronto deberá constatar su impotencia ante la muerte, sino en la
presencia de quienes con su amor pueden confortar al enfermo (Cfr Lc
22,41-44p).
Frente al encarnizamiento terapéutico, hay que defender la
muerte digna del hombre. El muro de tantos aparatos sofisticados, que
se interpone entre el moribundo y los familiares, le privan de la atención
adecuada para entrar en un acontecimiento de tanta importancia como
es la muerte. No se trata, por ello, de disimularla, ocultando al enfermo
la realidad. La falsas esperanzas, las mentiras son una falta de respeto y
de consideración para el moribundo. Vivir la verdad con el moribundo,
quizá en el silencio de la escucha atenta de sus suspiros o deseos,
mostrándole la cercanía con simples gestos de ayuda y de ternura,
sosteniendo con él el combate entre la angustia y la confianza,
recibiendo su último suspiro y sus últimas palabras... todo esto es dar a
la vida humana, que se acaba, toda su dignidad. De este modo, el
moribundo no siente únicamente angustia y sufrimiento; vive también la
presencia afectuosa de quienes lucharon con él en la vida. Gracias a esta
presencia, la pérdida de la vida, con toda la ruptura que significa, se
transforma en un lazo más íntimo e intenso con quienes le circundan. La
dignidad humana se expresa como nunca en esta solidaridad en el
último momento de la vida.
En el umbral de la muerte, el moribundo echa una mirada sobre su
vida, buscando el sentido de ella. Es el momento de sumar éxitos y
fracasos, de averiguar la trama de tantos acontecimientos
aparentemente desligados. Es el momento en que siente la necesidad de
reconciliación consigo mismo, del reconocimiento y comprensión de los
demás, del perdón de sus faltas: de dar un significado a su vida y a su
muerte. En esta recapitulación siente la necesidad de ser escuchado y

134 En Ecclesia 25(1975)1239-1240.

113
ayudado. Puede aún corregir, con una súplica, con el desvelamiento de
un secreto, con una palabra que nunca dijo, dar el verdadero significado
a su vida.
Para concluir, en relación a la distanasia, la Congregación de la fe
hace una serie de precisiones que pueden orientar nuestra respuesta
moral:
En cada caso, se podrán valorar bien los medios confrontando el tipo de terapia,
el grado de dificultad y el riesgo que comporta, los gastos necesarios y las
posibilidades de aplicación con el resultado que se puede esperar de todo ello,
teniendo en cuenta las condiciones del enfermo y sus fuerzas físicas y morales.

Para facilitar la aplicación de estos principios generales se pueden


añadir las siguientes puntuaciones:
-A falta de otros remedios, es lícito recurrir, con consentimiento del
enfermo, a los medios puestos a disposición por la medicina más
avanzada, aunque estén todavía en fase experimental y no estén
libres de todo riesgo. Aceptándolos, el enfermo podrá dar así
ejemplo de generosidad para bien de la humanidad.
-Es también lícito interrumpir la aplicación de tales medios cuando
los resultados defraudan las esperanzas puestas en ellos. Pero, al
tomar una tal decisión, deberá tenerse en cuenta el justo deseo
del enfermo y de sus familiares, así como el parecer de los
médicos verdaderamente competentes; éstos podrán, sin duda,
juzgar mejor que otra persona si el empleo de instrumentos y
personal es desproporcionado a los resultados previsibles y si
las técnicas empleadas imponen al paciente sufrimientos y
molestias mayores que los beneficios que se pueden obtener de
los mismos.
-Es siempre lícito contentarse con los medios normales que la
medicina puede ofrecer. No se puede, por lo tanto, imponer a
nadie la obligación de recurrir a un tipo de cura que, aunque ya
esté en uso, todavía no está libre de peligro o es demasiado
costosa. Su rechazo no equivale al suicidio; significa más bien o
simple aceptación de la condición humana o deseo de evitar la
puesta en práctica de un dispositivo médico desproporcionado a
los resultados que se podrían esperar, o bien una voluntad de no
imponer gastos excesivamente pesados a la familia o la
colectividad.
-Ante la inminencia de una muerte inevitable, a pesar de los
medios empleados, es lícito en conciencia tomar la decisión de
renunciar a unos tratamientos que procurarían únicamente una
prolongación precaria y penosa de la existencia, sin interrumpir,
sin embargo las curas normales debidas al enfermo en casos
similares. Por esto el médico no tiene motivo de angustia, como si
no hubiera prestado asistencia a una persona en peligro (IV).
Los escrúpulos o temor a los remordimientos "por no haber hecho
todo lo posible" llevan a veces al médico o a los familiares a una lucha
obsesiva por prolongar una existencia de manera desproporcionada. Peor

114
aun sería una actitud semejante cuando se tratara de simple idolatría
técnica.135
El asalto técnico es un abuso. En la práctica puede significar una
orgullosa actitud de confianza en la técnica, una idolatría de la vida, un
miedo a enfrentar la muerte de cara. Por otra parte, es un ataque a la
dignidad de la persona, que puede quedar subordinada a unos
procedimientos técnicos, y una injusticia a la sociedad por un uso
injustificado de energías y recursos.

El enfermo o moribundo es una persona humana, cuya dignidad y


libertad hay que respetar y amar siempre. Nunca se le podrá tratar como
un mero "caso clínico", como un mero objeto de observación. En la
actuación técnica y científica en relación al enfermo, el médico, sin
prescindir en nada de sus conocimientos técnicos o científicos que
puedan mejorar el diagnóstico y terapia del paciente o aliviar sus
dolores, sabe que el único límite con que se encuentra es el hecho de
estar tratando a una persona, a la que debe respetar siempre y en todas
sus formas.

5. BIEN MORIR

Los cristianos ven la muerte como un "morir en el Señor". Dios es


el Dios de la vida y de la muerte. Incorporado a Cristo por el bautismo, el
cristiano en su agonía y muerte se siente unido a la muerte de Cristo
para participar de su victoria sobre la muerte en el gozo de la
resurrección. El bien morir es la entrega, en aceptación y ofrenda a
Dios, del don de la vida, recibido de El. Como Cristo, sus discípulos ponen
su vida "en las manos de Dios" en un acto de total aceptación de su
voluntad.136
Médicos, como el celebre cirujano Ambriose Paré (1509-1590), han
admitido en todas las épocas los límites de su intervención: "Yo hice las
curas, pero solamente Dios es dueño de la vida y de la muerte, de la
curación y de la agonía, de la angustia y de la serenidad".
El derecho del hombre a bien morir supone, como exigencias
para los demás, la atención al enfermo con todos los medios que posee
actualmente la ciencia médica para aliviar su dolor y prolongar su vida
humana razonablemente; no privar al moribundo del morir humano,
engañándolo o sumiéndole en la inconsciencia; para ello, es preciso
liberar a la muerte del ocultamiento a que está sometida en la cultura
actual, que la ha encerrado en la clandestinidad de los repartos
terminales de los hospitales y los camuflamientos de jardines de los
cementerios; el acompañamiento afectivo del moribundo en sus últimos
momentos de vida; la participación con él en la vivencia del misterio
religioso de la muerte, como tránsito de este mundo al Padre de la vida.
No se puede privar al moribundo de la posibilidad de asumir su
propia muerte, de hacerse la pregunta radical de su existencia, de vivir,

135 P. VERSPIEREN, Face à celui qui meurt, Paris 1984, p. 159.

136 Cfr EV 67.

115
aún con dolores, su muerte. El acompañamiento del enfermo en esta
agonía es importantísimo.137
Una muerte en solitario, sin el acompañamiento y ayuda de los
seres queridos en momentos tan decisivos, resulta cruel, no respeta la
dignidad del hombre y no responde a la naturaleza social de la persona.
Con palabras de la Conferencia episcopal alemana hay que afirmar:
Nadie puede vivir solo su propia vida, nadie puede afrontar en soledad su propia
muerte. Solo, es decir, sin una ayuda esencial de los demás. Para muchos
hombres la muerte está precedida de una ruptura decisiva, a veces brutal, con el
mundo que les rodea, y está acompañada de una soledad creciente... Por ello,
todos los hombres, en la última etapa de su vida, tienen necesidad de una
asistencia intensiva para poder conocer una muerte digna de un ser humano
(D.c. 20)

En pocos momentos de la vida se hace tan perceptible y urgente


la presencia de los demás como ante la perspectiva de la muerte. Ante la
acumulación de aparatos técnicos en torno a la cama del enfermo, a
veces se tiene la impresión de que la acumulación de atenciones
técnicas es una especie de suplencia ante la falta de asistencia humana
o un intento de acallar culpabilidades -"hemos hecho todo lo posible"-
por descuidar la esfera de las relaciones humanas. 138

Con palabras de la C. de la Fe:

Hoy es sumamente importante proteger, en el momento de la muerte, la dignidad


de la persona humana y la concepción cristiana de la vida contra el tecnicismo
que corre el riesgo de hacerse abusivo. De hecho algunos hablan del derecho a
la muerte, expresión que no designa el derecho a darse o hacerse dar la muerte,
sino el derecho a morir serenamente con dignidad humana y cristiana.
(IV)

137 C. IANDALO, Parlare col malato, Roma 1983; P. CATTORINI, Terapia e parola. Il
rapporto medico-paziente come nucleo essenziale della passi medica, Medicina e Morale
4(1985)781-799.

138 S. SPINSANTI, Umanizare la malattia e la morte, Roma 1986;VARIOS, Por un


hospital más humano, Madrid 1986;G. MORGANTE, Umanizzazione della medicina,
Medicina e Morale 3(1984) 322-327; G. BARBAGLIO, Morire sí, ma quando?, Roma
1977.

116

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