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- Pero los amigos que te frecuentaban en esos años han dado un testimonio
concordante que tu gran éxito con los estudiantes y el hecho de que fueras una
persona abierta y libre y de altísimo nivel intelectual, provocaron muchos celos
y no poca desconfianza respecto a ti
- Es cierto, fui lentamente dejado de lado, pero no recuerdo ningún conflicto
frontal en aquellos años. Quizá ya no era necesario para la organización en
Roma y por eso un día viene Escrivá y me dice: ´Sabemos que has
manifestado el deseo de ir a la India, ¿por qué no vas allá y lo ves?´
- Y en esos días de “prisión” tus amigos Enrico Castelli, Carlo Brutti y Gianni
Mattioli, iban bajo la ventana de aquella casa para coger los paquetes de libros
y documentos que tu les pasabas desde la ventana con una cuerda!
- Si, afirma el maestro sonriendo.
- Pero ¿qué es lo que quería hacerte aquel que luego ha llegado a ser, con un
proceso excepcionalmente rápido, san Escrivá?
- En esa casa me siguieron un proceso canónico. Ahí estaban monseñor
Escrivá y todos los superiores. Me hicieron muchas preguntas pero no contesté
ninguna. Por último me acusaron de haber desobedecido, de haber sido un
hombre libre, y de haber tenido relaciones de confianza con mujeres incluida
María del Carmen. ¡Cuánto había cambiado el Opus Dei! Así, monseñor
Escrivá pudo emitir sentencia, oral naturalmente, porque no encontrarás nunca
nada escrito sobre esto en los archivos de la Obra. ´Bah´ me dijo
secamente ´desde ahora no eres más de los nuestros, pero, como sacerdote
no estás incardinado en ninguna diócesis no podrás siquiera celebrar misa´. Y
en efecto recuerdo que dos días no dije misa.
- ¿Ninguna nostalgia por el Opus Dei ni por Escrivá, del cual algunos decían
que al principio habías sido el delfín?
- No. Ninguna nostalgia por aquel modo cerrado y asfixiante, y mucho menos
entonces cuando regresaba a mi segunda patria, la India, que había empezado
a descubrirme horizontes maravillosos. Por lo que hace a monseñor Escrivá, no
recuerdo haber tenido con él ninguna relación particular y no pienso haber sido
su protegido. El delfín del fundador de la Obra siempre fue el amigo de la
primera hora, Álvaro del Portillo, que seguía al Padre en todo y para todo.