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Quintanal ‘2005
Hay una gran diferencia entre un cuento narrado y leído. La utilidad que conlleva el arte
de contar cuentos es superior al de su lectura. Y los niños, así lo perciben. Prefieren la
narración a su lectura; incluso a la declamación y la representación, por mucho que ambas
supongan un juego para él. Nada es comparable con la recreación que permite la narración de
un cuento y el modo en que capta al niño. ¿Razones? Encontramos varias:
- Una primera tendremos que situarla en la libertad de la que goza el narrador, que
puede expresarse con suma libertad, incluso llegando a transformar una narración
y haciendo que no se parezca a la misma en otro contexto o situación.
- La expresividad del movimiento es un factor clave, cuya aplicación determina la
calidad de la narración. Los ojos, la boca, las manos, el cuerpo, la voz, … todo ha
de estar debidamente medido y “expresado” para obtener la mejor
representatividad de la narración.
- La recreación, que como hemos dicho es la finalidad que busca la narración, se
explicita mucho mejor modulando la voz, e interpretando sonoramente el texto. La
lectura ha de limitarse al artificio del lenguaje, cuyo efecto muchas veces resulta
cargante para el niño, y no consigue el efecto deseado. Además, los sentimientos
(alegría, tristeza, miedo…), se resultan mucho más fáciles de transmitir con los
ojos, los gestos y las formas, que con las palabras, limitadas en su vocabulario
incipiente.
- En la narración resulta mucho más fácil mantener la atención del niño, que en la
lectura personalizadota, pues el procesamiento mental que requiere es puramente
receptivo, eliminando la interpretación cognitiva y el procesamiento de la
información que supone la lectura del texto, la cual requiere una actitud de constate
atención.
- La espontaneidad de la narración facilita la satisfacción del curioseo. El niño
encuentra placer en saber lo que hacían sus mayores, o lo que hacen sus
vecinos…
- La emotividad y la sensibilidad se consigue transmitir mejor con la presencia del
narrador (lee para mí, me cuenta…), la cual perfectamente se puede materializar
en la captación de la mirada del niño.
- El encanto de la personalidad del narrador lo facilita la espontaneidad de la
narración, haciendo que la corriente de simpatía que se establece entre el narrador
y el auditorio sea mucho más rápida e intensa que en el libro, donde al autor o al
ilustrador, al comunicarse únicamente de forma simbólica, les cuesta unas cuantas
páginas establecerla.
- La expresión sonora siempre podemos enriquecerla con otro tipo de soportes como
guiñol, imágenes, etc, que tienen un efecto multiplicador de la expresividad del
narrador, lo cual amplía notablemente las posibilidades de simbolización de
cualquier texto, más allá de las simples imágenes de la ilustración.
En la experiencia compartida que supone contar un cuento, el niño percibe (de sus
padres, de los profesores, de los narradores) que se acercan a su mundo y lo comprenden. Al
compartir sus fantasías con quienes más quiere, el niño se siente seguro, pues sus conflictos
se enredan en una maravillosa aventura. Téngase presente que la realidad que vive el niño es
diferente de la del adulto y que sus necesidades y dificultades se resuelven de otra manera,
diferente, en parte por medio de la fantasía que aportan los cuentos. Cada final feliz, para ellos
supone la integración de un problema interno (miedo a ser abandonado, celos de su hermano,
angustia …). Los cuentos les presentan personajes sobre los que proyectan sus esperanzas y
miedos, angustias y ansiedades, y que les ofrecen soluciones para sus problemas (1). Incluso
los momentos crueles, violentos o desagradables que tienen esos cuentos, vienen a ser una
vía de escape para descargar la ansiedad acumulada, desterrar pesadillas o temores, tan
frecuentes en algunos niños, que se les recomienda la narración de cuentos antes de
acostarse.
La narración de historias a los niños es un arte que se consigue perfeccionar en base a
su experimentación. Cuando lo aplicamos en el aula, conviene respetar su sentido. S. Cone
Bryant(2) se preguntaba si los maestros sabemos ¿qué intentamos explicar con los cuentos a
nuestros alumnos?. Incluso, si sabemos ¿qué es esencialmente un cuento? Pensamos que
esta es una cuestión en estos momentos clara: el deleite es el único fin. La narración del
cuento despierta el espíritu creativo y recreativo del niño, para deleitarlo. Este efecto de
“encantamiento” ha de mantenerse a lo largo de toda la narración, pues con la complacencia
del auditorio se facilita la distensión de la atmósfera del aula, y por ende, al mantener un
ambiente tan agradable, el profesor capta fácilmente su atención y genera un clima de mayor
confianza y seguridad en sus alumnos, lo cual revierte indefectiblemente en la propia actividad
escolar.
La capacidad recreativa del niño ya le aparece desde el primer año de vida, en que él
es capaz de deleitarse y divertirse, muchas veces sólo. No obstante, su implicación en la
narración de cuentos e historias, como agente participativo (creador o recreado), no aparecerá
hasta los cuatro años, en que lo toma como un juego. Veamos su evolución en esta función de
agente implicado en la narración:
En un principio, entre los cuatro meses (etapa de los reflejos) y los ocho (en
que organiza las percepciones y los hábitos), al niño le impresiona el
movimiento (palmas, gestos…), sobre todo si va acompañado del ritmo sonoro
que suponen versos y rimas. El niño no entiende lo que dice, pero se deleita
con la melodía (cinco lobitos, palmas palmitas…)
Más adelante, entre los ocho meses y los dos años (etapa sensoriomotora o de
inteligencia práctica) es capaz de admirar imágenes gráficas, con pocas
figuras, y captar sencillos relatos en torno a sus objetos familiares (oso,
muñeca, etc). Los libros de imágenes contribuyen al conocimiento del entorno y
a su iniciación en la función simbólica, por lo que conviene que acompañen la
narración.
De los dos a los siete años, encontramos un período bastante largo, caracterizado
por su desarrollo lingüístico y por ser un período dominado por las imágenes.
1
Bettelheim,B. (1978) Psicanálisis de los cuentos de hadas. Barcelona: Crítica.
2
Cone Bryant, Sara (1965) El arte de contar cuentos. Barcelona: Nova Terra. Págs. 19-20.
De los siete a los doce años, domina ya la palabra frente a la imagen (aunque la
acompañe). Es un período de operaciones concretas donde aparece la reversibilidad
del pensamiento, hace deducciones lógicas y se mueve en la línea del tiempo
(secuencia). Esto, unido a su autonomía comunicativa (al dominar el lenguaje) hace
que se sientan más comunicativos, con gran tendencia a la fantasía. Curiosean con el
lenguaje y se recrean en sus nuevos aprendizajes.
Conviene que los maestros se tomen en serio la narración de los cuentos, y no hacerla
excesivamente didáctica, para que no pierda su encanto y su magia. El cuento debe tomarse
en serio, sentirlo como propio, y asimilarlo para transmitirlo, pues de lo contrario, no pasará de
ser un ejercicio trivial e intranscendente. De la misma forma, que es necesario darle una cierta
importancia al hecho de contar un cuento, cambiar de sitio, para que no resulte contagiado por
el hastío de la rutina. Incluso que sea un lugar especial, decorado oportunamente para la
ocasión. Téngase presente que el valor del cuento, en el aula, radica en el contacto personal,
en la presencia real de la palabra, atractiva y perseverante, que el maestro o la maestra
transmiten con sumo amor, para despertar la sensibilidad y la imaginación de los niños.
Pensemos,… ¿cuáles son los cuentos que más gustan a los niños? ¿por qué? ¿qué
características tienen en común? Podríamos perfectamente resumirlas en tres:
Y una cierta repetición de los hechos, que enmarca el ritmo narrativo. El elemento
reiterativo, aunque presente a veces un cierto sentido acumulativo, siempre agrada al
niño, porque facilita su comprensión.
Podríamos añadir un cuarto, que sería la secuencia la cual, como ya demostrara Propp
responde siempre a un mismo esquema narrativo: al principio se le presentan al niño los
personajes, pasando a suceder unos hechos que generan en un problema; éste requiere
la intervención del protagonista (en función de héroe), que algunas veces ha de
enfrentarse al mal (simbolizado por el antihéroe), acabando por triunfar sobre él pues
siempre el bien se impone sobre el mal.
Y del mismo modo es posible crear nuestras propias historias, y contárselas a los niños.
Podemos para ello apoyarnos en personajes tanto reales (incluso que ellos mismos las
protagonicen) como ficticios, haciendo que sucedan unos hechos perfectamente
comprensibles por ellos, por formar parte de su entorno cercano, los cuales pueden exagerarse
sin ningún miedo (un elefante, en cualquier cuento puede volar y resultar de lo más normal).
Eso sí, no olvidemos, que al final la bondad debe triunfar en cualquier historia. Para
sistematizar la creación personal del cuento, podríamos plantear las tradicionales tres etapas,
que caracterizan toda narración:
1º - (Planteamiento) Describir la situación. Puede hacer referencia a temas tanto reales
como imaginarios. En esta descripción deben presentarse los personajes, los lugares y
todos los elementos significativos que vayan a protagonizar nuestra historia. Entre ellos,
no pueden faltar quienes representen el bien y el mal.
2º - (Nudo) Introducir unos hechos, un problema, sin olvidar que deben ir
convenientemente relacionados con los personajes anteriormente presentados. La
secuencia de los hechos debe ir complicándose progresivamente, para resaltar la
necesidad de bondad, que rematará el cuento.
3º - (Desenlace) Este será el desenlace, donde el héroe, la justicia o el bien acaban
imponiéndose y devolviendo la normalidad a la vida cotidiana, poco antes alterada.
No obstante, de acuerdo con las premisas que acabamos de plantear, abogamos por
un buen derroche imaginativo del narrador, creando con espontaneidad sus propias historias a
partir de objetos, intereses o acciones cotidianas de los niños. Este tipo de recreaciones le
permitirá acomodar los modelos de actuación del niño, en virtud de sus intereses más próximos
y hasta tener una continuidad inusitada (por ejemplo, una marioneta muy rudimentaria
establece amistad con los niños del aula, para “regular” sus acciones cotidianas, valorando y
aconsejándoles su control de modo personalizado).
Además, hemos de saber que el narrador se convierte en intérprete de los hechos que va
a narrar, cuyo protagonismo, puede acabar en él, o trasmitírselo, en aras a su destreza, a los
propios niños del auditorio (haciéndoles participar de la narración mediante preguntas,
repeticiones, o intervenciones esporádicas). Esta fórmula favorece su implicación y hace que
vivan más intensamente la narración.
En cuanto al ambiente, que como sabemos, ayuda, es bueno mantener una proximidad
con el auditorio, incluso que éste esté lo más próximo al narrador (en semicírculo, por ejemplo).
Cuando es personal, la narración conviene hacerla en el regazo, pues los niños actúan en todo
momento movidos por sus sentimientos y emociones.
3
op.cit. pág.97
4
Citados por Asensi,J op.cit pág.5)
agrado o su repulsa. Un buen ejercicio de memoria es invitar a los niños a que narren el cuenta
de forma alternativa con nosotros “Entonces Caperucita le preguntó…(miños) “Abuelita, ¿qué
ojos más grandes tienes?…” Con esta participación, se estimula su creatividad. Si esto no se
hace, al menos conviene recurrir a plantear algunas preguntas que fijen la atención y propiciar
la participación de ese modo: “¿sabéis lo que pasó? ¿No 9magináis lo que le dijo?...” Y por
supuesto, combinar la palabra con otro tipo de recursos igualmente comunicativos como los
títeres, marionetas, carteles, sombras, audiovisuales, etc, según la finalidad que en cada caso
oriente nuestra actuación.
Por último, significar que no hay métodos o sistemas (recetas) que permitan alcanzar la
maestría en el arte de contar cuentos. La única fórmula válida para conseguirlo es la propia
experiencia. El narrador es obra de sí mismo y de su relación con los otros. Es imposible dar
una imagen ante los niños (no ha lugar la máscara, pues se da la cara), ha de manifestar su
propia imagen. A partir de ahí, es posible “construirse”, e incluso generar un estilo propio. Este
estilo se perfecciona desde la experimentación, con la práctica, pues cada situación es
diferente y determina un modo específico de desarrollo.
“Érase una vez… un cuento”. El cuento oral que fue, a través de los siglos, una
manifestación viva por la cual, las diferentes culturas, realizaron durante generaciones, la
transmisión de sus leyendas y de sus tradiciones(5). Esta misma tradición, la escuela debe
cultivarla, e integrarla en el sentimiento de sus alumnos. En primer lugar porque es un
manantial inagotable donde bebe toda la literatura infantil (pensemos cómo fueron creadas las
primeras obras de este género). Pero además, porque resulta plataforma ideal para la creación
y la recreación, pues “la cultura es, a la postre, forja de todos”(6) No obstante, hemos de
reconocer la preeminencia que tienen la palabra en el folclore. Es sobre todo, tradición oral
(tanto en formatos reducidos que aportan expresividad como las canciones, retahílas, aleluyas,
refranes,… como en las narraciones que no pierden esa espontaneidad (fábulas, mitos,
cuentos,…). En palabras del profesor Medina, podemos decir que “las creaciones populares
son venero inagotable y valiosísimo de recursos educacionales, porque son coincidentes con
las tendencias, necesidades o intereses de los niños”. Además hemos de identificar en ellos,
un acervo de cultura popular, no exenta de unos valores importantes y necesarios para un
desarrollo armónico y una convivencia sana.
5
Asensi Díaz, J. (1998) El cuento oral y sus valores educativos. En Boletín AEL (Asociación Española de
Lectoescritura) nº 2. Marzo. Págs. 3-7.
6
Medina, A. (1990) La tradición oral como vehículo literario infantil. Sus La literatura Infanil. Sus valores educativos. En
Cerrillo, P. y García Padrino, J. (coords.) Literatura Infantil. Cuenca: Servicio de Publicaciones de la Universidad de
Castilla-La Mancha. (Págs. 37-65)
Para acentuar el valor pedagógico de la narración, encontré en una ocasión una frase
que me gustó:”Si queremos enseñar a pensar a nuestros hijos, antes tenemos que enseñarles
a usar la imaginación”. Pienso que debiera ya formar parte de nuestra cultura (pedagógica),
por la gran verdad que lleva dentro.
Y no podríamos ignorar el elemento lúdico que siempre les acompaña, el cual genera en
el niño sentimientos de goce muy intensos: musicalidad, goce, gracia, ingenio, … .y sabiduría.
Lo tiene todo, no en vano se ha ido forjando a lo largo del tiempo, con la suma de muchos
creadores.
6.- Algunas técnicas escolares para que los niños puedan crear (e imaginar) cuentos
Desde que Rodari (fallecido hace ya un cuarto de siglo) iniciara sus experiencias
recreadoras con los cuentos, hasta hoy , no han dejado de surgir técnicas y recursos que
potenciaran la creación de narraciones en el aula. A continuación vamos a presentar algunas,
no sin el perfecto convencimiento de plantear una somera muestra de recursos, que bien
puede enriquecerse no sólo con la lectura de sus obras(8) como la de distintos autores
especialistas en la materia, sino además, pudiéndola ampliar con la recopilación de numerosas
experiencias que a diario se llevan a efecto en el aula.
• Comencemos con el propio Rodari, y su binomio fantástico. A partir de dos
palabras, dispares semánticamente, se produce un choque insólito que los niños
salvan con gran imaginación para componer frases generar historias a partir de
ellas:
> Elefante – cuaderno >>> La historia del elefante que perdió su cuaderno.
> Cafetera – pañuelo >>> La del pañuelo que buscaba una cafetera para
regalar a su novia.
• Cuentos con distintos finales. Otra técnica de Rodari, que estimula mucho la
creatividad. Se trata de contarles una historia (o inventarla entre todos), pero no
rematarla, sino cortarla en el momento de mayor intriga, para pedir a los niños que
sean ellos quienes sugieran finales diferentes para el mismo cuento.
7
Fabregat,A.M. (1990) Cómo crear cuentos en la escuela. Buenos Aires: Gram. Pág.13.
8
Rodari, G. (1985) Gramática de la Fantasía. Barcelona: Fontanella.
una palabra que nos resulte muy sonora, llamativa, y focalice nuestra atención. A
partir de ella nos plantearemos distintos porqués, seleccionando uno muy curioso
para crear una historia imaginada con él, a modo de explicación verosímil (aunque
no sea real) del mismo.
¾ AVE: ¿Por qué…. Las aves tienen alas?....
• ¿qué pasaría si…? Muy imaginativa esta técnica. Pensemos, ¿qué pasaría si…?
Y a partir de una hipótesis insólita, extraña, maravillosa, y hasta absurda, creamos
un cuento.
¾ ¿Qué pasaría si… en la ciudad llovieran lacayitos?... (La imaginación es libre).
• El cuento del cuadro. Hoy en día, que la imagen nos inunda, es posible encontrar
sentido a tanta iconografía, y buscar las historias que se esconden detrás de todas
ellas. Se trata de observar un cuadro, una imagen, una obra plástica, e imaginar
una historia que explique lo que simboliza la obra. Se trata de que los alumnos,
observando el cuadro, perciban lo que les dice éste, y cuáles son los elementos
que lo simbolizan. A partir de ahí, se crea la historia narrativa.
• Los limerick. Para alumnos más mayores y creativos, sugerimos este género
creado por Rodari. Se trata de una estrofa de cinco versos: el primero define al
protagonista, el segundo indica sus características, en el tercero y cuarto se asiste
a la realización del predicado (explicar lo que hizo) y el último se reserva para la
aparición de un epíteto final, de carácter extravagante. La rima, conviene que
aparezca, aunque no se someta a ninguna norma para ello. Veamos un ejemplo:
¾ Era un viejo de colina, Un señor muy pequeño de Sevilla
de naturaleza fútil y cansina, se subió en lo alto de una silla.;
sentado sobre una roca, y aún estando en las alturas,
cantó nanas a una oca, no aumentó nada su estatura
aquel didáctico viejo de colina. aquel figurilla, microenano de Sevilla.
Y, eso sí, tengamos especial preocupación en que todo cuento acabe con un buen final:
* Vivieron felices, y comieron perdices.
* Colorin colorado, este cuento se ha acabado (terminado, ha finalizado)
* Terminaron contentos, y como me lo contaron, os lo cuento.
*… … …
O uno, que los niños hayan imaginado, para rematar el cuento que hemos contado.