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¡La Revolución Socialista ante el abismo!

¡Por una Segunda Conferencia de Zimmerwald para enfrentar el desastre planetario!

Miguel Fuentes

Se propone en este documento que el cambio climático estaría adquiriendo el carácter de un


factor catastrófico de orden terminal en la dinámica histórica, entendiéndose por esto último
un tipo de factor histórico que, tanto por sus probables consecuencias sobre el medio natural y
las condiciones de existencia humana, así como por su papel como catalizador (acelerador) de
las principales contradicciones económicas, sociales y políticas del presente, tendría el
potencial de gatillar una “crisis terminal” (o colapso) del sistema capitalista y la civilización
contemporánea. Teniendo en cuenta la naturaleza del proceso ambiental y geológico implicado
en el calentamiento global, asociado por ejemplo a los peligros inherentes al deshielo del Ártico
y al aumento inédito de las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera, el
cambio climático podría actuar, asimismo, como detonante de un fenómeno (fulminante) de
extinción de la vida terrestre, esto si seguimos los planteamientos de un importante grupo de
científicos alrededor de este tema. Considerando lo anterior, sugerimos para las próximas
décadas el desarrollo de tres grandes escenarios históricos (posiblemente concatenados entre
sí) como consecuencia probable del avance de la crisis ecológica: crisis estructural, colapso
civilizatorio y extinción masiva. Debe considerarse en este punto, sin embargo, que la gravedad
de la crisis ecológica dependería además de su mayor o menor sincronización con un potencial
escenario de derrumbe energético global como resultado de un agotamiento en el mediano
plazo de los combustibles fósiles, así como de los grados de intensidad que vaya tomando la
crisis capitalista de conjunto.

Se plantea desde aquí la necesidad de declarar un “estado de emergencia” entre las


organizaciones anticapitalistas alrededor del mundo con respecto a estos peligros, superiores a
todos aquellos a los que la humanidad se haya enfrentado jamás. Esto último con el objetivo
de iniciar un proceso inmediato de reflexión, discusión y acción conjunta en torno a los mismos.

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Se defiende igualmente la urgencia que tendría, ante la verdadera “emergencia estratégica” que
constituiría la amenaza de una crisis ecológica súper-catastrófica y el riesgo de un colapso
civilizatorio cercano, la convocatoria de una “Nueva Conferencia de Zimmerwald”. Esto
tomando como antecedente la reunión encabezada por el puñado de revolucionarios que, ante
el estallido de la Primera Guerra Mundial (es decir, el fenómeno histórico más catastrófico de
los desarrollados hasta ese entonces), participaron en 1915 de la convocatoria de la Conferencia
de Zimmerwald hace exactamente un siglo.

¡Hay que declarar una “Emergencia Estratégica” en el seno de la Izquierda Revolucionaria!

Defendemos así la necesidad de una Segunda Conferencia de Zimmerwald entendiéndola como


una respuesta internacionalista desde donde avanzar en la rediscusión (y actualización) del
programa de la revolución socialista de cara a los nuevos e inéditos peligros a los que la
humanidad parece aproximarse. Debe recordarse aquí que fue justamente en Zimmerwald en
donde el marxismo sentó las bases para el impulso de una política a la altura del desastre que
significó el estallido de la Primera Guerra Mundial, la cual representó en ese entonces la
materialización histórica del nuevo tipo de amenazas propias de la fase imperialista. Sería así
posiblemente en una instancia similar a la Conferencia de Zimmerwald en donde, tal como ayer
cuando la humanidad comenzaba a ser envuelta en las tinieblas de un desastre de magnitudes
hasta ese momento inconcebibles, podríamos empezar a dar los primeros pasos en la discusión
y enfrentamiento del verdadero cataclismo geológico-histórico que se aproxima. En otras
palabras, una Segunda Zimmerwald en donde, tal como ayer cuando los partidos marxistas se
vieron obligados a enfrentar situaciones históricas signadas por la ausencia de procesos
revolucionarios clásicos y por una aguda crisis de las direcciones revolucionarias, sea posible
sentar los jalones teórico-programáticos y políticos de una respuesta revolucionaria
internacional ante la ya cercana crisis global. Esto último teniendo como perspectiva
fundamental, además, la refundación (en el corto y mediano plazo) de un gran partido mundial
de la revolución socialista.

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¡Por una Segunda Conferencia de Zimmerwald!

Entendemos, sin embargo, que producto de la derrota de la revolución socialista durante el


siglo XX y el tiempo de sobrevida que dicha derrota brindó al capitalismo, permitiéndole a este
último exacerbar las contradicciones económicas, sociales, políticas y ecológicas globales a
niveles nunca vistos, el desarrollo de un desastre planetario sería ya prácticamente imposible
de evitar. Esto tal como ocurrió, aunque a una escala menor si consideramos las repercusiones
que podría tener hoy la crisis ecológica, con motivo del estallido de la Primera Guerra Mundial
y la incapacidad que mostraron las fuerzas revolucionarias para evitarla. De esta forma, tal
como en 1914, las fuerzas reaccionarias que nos conducen a un desastre de magnitudes tan
inimaginables como las que tuvo en su momento el inicio de la Gran Guerra, cuentan hoy con
una fuerza tan avasallante que nada parece ser capaz de detenerlas. No podemos olvidar aquí
que ha pasado más de un siglo desde que Rosa Luxemburgo nos advirtiera, con su famosa frase
de “Socialismo o Barbarie”, respecto a los peligros a los que se enfrentaba la humanidad como
producto de la dinámica suicida del capitalismo. ¡Un siglo, en el cual las bases del capitalismo
se han mantenido prácticamente intocadas, permitiendo un avance sin precedentes de su
voracidad destructiva!

Aun así, teniendo en cuenta esta situación adversa, caracterizada por la ausencia de procesos
revolucionarios clásicos, planteamos que los fenómenos de desestabilización que traería
consigo el desastre ecológico y social en ciernes, exacerbando al límite las contradicciones
económicas, políticas y sociales capitalistas, podrían alentar el desarrollo de un nuevo ascenso
revolucionario mundial de magnitudes quizás insospechadas. Esto último, por lo menos,
durante el periodo inicial de la crisis ecológica-social planetaria, momento durante el cual sería
posible, otra vez, el impulso de una política anti-capitalista que se haga carne en cientos de
millones en todo el planeta. En concordancia con esta perspectiva, basta con considerar aquí
los efectos desestabilizadores que podría tener una situación internacional de inestabilidad
social y geopolítica aguda, alimentada por el cambio climático y la crisis energética, sobre los
pilares de la dominación imperialista, pudiendo aquella ofrecer importantes oportunidades
revolucionarias para las masas en diversas regiones. Esto tal como han comenzado ya a discutir
los principales órganos de seguridad imperialista a nivel mundial.

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Establecemos aquí, por lo tanto, una analogía entre este potencial escenario catastrófico con el
periodo histórico comprendido entre el inicio de la Primera Guerra Mundial y la derrota del
nazismo en 1945 cuando se produjo, en medio de un salto de las tensiones inter-imperialistas
y de la crisis económica, social y política internacional, el desarrollo de una serie de grandes
procesos revolucionarios en distintos países (por ejemplo, la Revolución Rusa). De importancia
clave en esta analogía sería, además, la capacidad que habría mostrado durante estas décadas
el movimiento obrero y popular para dar pasos, al calor de una serie de avances y retrocesos
de la lucha de clases mundial, en el camino de una respuesta internacional propia
(independiente) ante la crisis capitalista. Aunque ante la perspectiva (ya probablemente
inevitable) de la muerte de decenas o cientos de millones como secuela de una degradación
aguda de las condiciones de habitabilidad ecológica de nuestro planeta, pensamos que la
posibilidad de una replicación en el futuro próximo de un fenómeno de ascenso revolucionario
mundial podría ser uno de los principales resultados de la agudización de la próxima crisis
capitalista, esta vez potenciada a niveles inauditos por las penurias que producirá sobre las
masas los golpes de la crisis ecológica y energética global en ciernes.

La crisis ecológica planetaria prepara golpes inauditos sobre los pueblos del mundo

Y si pensamos en los devastadores efectos que tendrá el derrumbe ecológico durante las
próximas décadas sobre una serie de países desarrollados y del llamado “Tercer Mundo”, esto
tal como es posible ver hoy en el caso de la crisis de refugiados en Europa y la guerra civil siria
(cuyas dinámicas fueron potenciadas, tal como han sugerido una serie de investigaciones, por
el cambio climático), todo indica que sólo será del avance de una política anti-capitalista basada
en la independencia de clases y la auto-organización de los explotados de la cual podría
depender, prontamente, el destino de la humanidad completa. Es evidente, de hecho, que no
existe ninguna chance de combatir las causas estructurales de la actual crisis ecológica en tanto
la sociedad capitalista no sea extirpada de raíz. Lo anterior mediante una revolución mundial
que permita arrebatar a los capitalistas las riquezas materiales e intelectuales que tienen
secuestradas para ponerlas, de una vez por todas, al servicio de la humanidad en su conjunto.
Una revolución mundial que nos permita, en definitiva, avanzar hacia la abolición de las
caducas jerarquías de clase y la creación de una sociedad comunista global basada en la
planificación racional de la economía y el desarrollo tecno-científico. En otras palabras, el

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único modelo de civilización capaz de brindarnos una alternativa de sobrevivencia ante la
hecatombe planetaria a la cual nos estamos aproximando.

No podemos olvidar aquí, precisamente, que ha sido el capitalismo y su estructura económica


y social arcaica (“faraónica”) el principal responsable de la crisis ecológica global en curso.
Ejemplo de aquello es la insólita distribución mundial de recursos en la cual el 1% de la
población humana posee una cantidad de riquezas equivalentes a las del 99% restante,
generando lo anterior un patrón de sobreconsumo irracional en el cual el 20% de los habitantes
del planeta utilizan más del 80% de los recursos globales. Todo esto en circunstancias en las
cuales más de mil millones de personas viven hoy en el hambre absoluta, existiendo a la vez
alimentos suficientes para una población de más de 12 mil millones; es decir, una cifra muy
superior a los 7 mil millones que componen la población mundial actual. Otro ejemplo de lo
mismo ha sido la decisión (suicida) de las corporaciones capitalistas de impedir una transición
tecnológica desde un patrón productivo basado en los combustibles fósiles a uno que tenga
como eje el uso de las energías limpias, aquello debido a la resistencia de los grandes pulpos
económicos ligados a la industria petrolífera y a sus distintas ramas productivas.

A la luz de estos datos, queda claro que esperar que la sociedad capitalista pueda brindar una
respuesta al verdadero test de sobrevivencia que significará el derrumbe ecológico-social que
estaría a punto de producirse, sería como pretender que un simio resolviera una ecuación
matemática altamente compleja, quizás la más compleja a la cual se haya enfrentado el Homo
sapiens jamás. ¡No! Ninguna respuesta puede esperarse del capital, sus gobiernos, sus
instituciones o sus partidos políticos. El capital, devenido en un virus asesino, no representa
hoy más que una amenaza evolutiva (existencial) para el conjunto de nuestra especie. ¡Es por
la evolución, entonces, por la cual debemos aniquilarlo! Y es que… ¿puede acaso concebirse
hoy otro punto de inicio para una política ecológica?

La muerte del capital se ha convertido en una necesidad ecológica

Ahora bien, tomando en consideración la situación política internacional (caracterizada como


dijimos por la ausencia de procesos revolucionarios clásicos) y las actuales condiciones de
degradación ecológico-planetarias, las cuales presentarían ya un nivel de deterioro que habría

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alcanzado un “punto de no retorno”, creemos que cualquier ascenso revolucionario futuro
deberá ser pensado, como ya mencionamos, asumiendo un escenario de desastre no sólo
inminente, sino que además inédito. Esto último, nuevamente, tal como ocurrió en el caso del
horizonte histórico al cual debieron enfrentarse los marxistas revolucionarios durante las
primeras décadas del siglo XX, caracterizadas por el desarrollo de una serie de fenómenos
reaccionarios de magnitudes no vistas hasta ese entonces. Ejemplos de dichos fenómenos
fueron, entre otros, el estallido de las guerras mundiales y el ascenso del Fascismo, adquiriendo
aquellos en cierto momento del proceso histórico (tal como en el caso de la crisis climática
hoy) una dinámica imparable. Algunos gérmenes de estos fenómenos reaccionarios de nuevo
tipo durante el presente siglo podrían encontrarse, posiblemente, en el surgimiento de ISIS y la
ya mencionada crisis migratoria europea, así como también en el avance (inicial) de la extrema
derecha y el neofascismo a nivel internacional. Debe considerarse aquí, asimismo, el factor
reaccionario adicional que ha venido ejerciendo sobre la marcha histórica durante décadas
recientes la caída de la URSS y el agudo retroceso que experimentaron los niveles de
subjetividad revolucionaria de las masas y las organizaciones marxistas en todo el mundo,
poseyendo todavía estas últimas una influencia mucho menor a la que alcanzaron durante el
siglo pasado.

La crisis ecológica alentará fenómenos reaccionarios inéditos

Proponemos aquí el concepto de revoluciones en el abismo a modo de una representación


gráfica del perfil que podrían adquirir los procesos revolucionarios durante las próximas
décadas, buscándose con esta definición entrever algunas de las similitudes y diferencias que
existirían entre estos últimos y los desarrollados durante la primera mitad del siglo XX. Uno
de estos rasgos comunes se encontraría, según pensamos, en el pronto avance en el ámbito
internacional de una potencial crisis estructural generalizada del sistema capitalista asociada,
entre otras cosas, a un importante salto de calidad en los grados de descomposición de éste. Lo
anterior tal como lo ocurrido en el caso de la crisis capitalista que inauguró el estallido de la
Primera Guerra Mundial y que, luego de cobrarse las vidas de decenas de millones de personas,
se extendió hasta la firma de los acuerdos de Yalta y Potsdam en 1945, cuando las fuerzas
aliadas que triunfaron en contra del nazismo sentaron las bases de un nuevo orden
internacional. Ahora bien, si el periodo comprendido entre el inicio de la Gran Guerra y el

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estallido de la Revolución Rusa (1914-1917) marcó el inicio explosivo de esta crisis histórica,
la situación actual poseería todavía, en gran medida, un carácter introductorio. En otras
palabras, rechazando cualquier tipo de escepticismo con respecto a la posibilidad de una
respuesta revolucionaria internacional de los explotados ante el cambio climático, esto como
resultado de la magnitud ya inmanejable que habría alcanzado la crisis ecológica y de una
supuesta pasividad crónica de las masas para lidiar con aquella, el concepto de “revoluciones
en el abismo” hace énfasis en el efecto catalizador que podría tener dicha crisis y sus múltiples
repercusiones sobre la lucha de clases internacional, pudiendo alentar desde ahí el desarrollo
de múltiples procesos revolucionarios alrededor del mundo. Esto último, sobre todo, en el caso
de generarse una sincronización entre los efectos del fenómeno de degradación medioambiental
planetaria en curso y el derrumbe económico, social y político que se asociaría al mismo.

El horizonte de la revolución mundial ante un escenario de catástrofe eco-social inminente

Paralelamente, se resalta con el concepto de “revoluciones en el abismo” el hecho de


encontrarnos ante una situación histórica con perspectivas radicalmente diferentes a las que
debió enfrentar la revolución socialista en el pasado, esto incluso en los escenarios más
adversos. Nos referimos aquí, principalmente, a la posibilidad de un inminente fenómeno de
colapso del capitalismo y la civilización moderna, esto como producto de la combinación de
los devastadores efectos que tendrán el cambio climático, el derrumbe energético y las futuras
crisis económicas, sociales y políticas mundiales. Entre otras cosas, esta sincronización de
crisis estructurales múltiples tendría la capacidad de generar, tal como desarrollaremos más
adelante, un debilitamiento gradual (y posterior derrumbe) de los pilares fundamentales de la
sociedad contemporánea.

Destacamos en este punto, de este modo, la posibilidad del estallido de revoluciones sociales
que podrían verse inmersas durante este siglo, de iniciarse un fenómeno de colapso
civilizatorio, en una situación de disolución progresiva de las bases objetivas de la lucha de
clases moderna, esto al menos en el sentido en que dichas bases fueran concebidas por Marx y
Engels en los albores del socialismo científico. En términos de la perspectiva de la revolución
proletaria, esto quiere decir que, si el nacimiento del imperialismo implicó la madurez de las
condiciones objetivas para la revolución socialista mundial, un fenómeno de colapso
contendría en sí, por el contrario, una potencial “involución histórica” capaz de poner en riesgo,
de manera permanente, la vigencia de dichas condiciones. Esto significaría, por lo tanto, la

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apertura de un escenario histórico que constituiría el opuesto dialéctico del periodo abierto por
la Primera Guerra Mundial y la Revolución Soviética; esto es, la transición entre la época de
la actualidad de la revolución socialista mundial a la de la caducidad progresiva (al menos en
su acepción proletaria moderna) de esta última.

Discutimos lo anterior a partir de dos intuiciones teóricas de la tradición marxista:

1-La existencia de un horizonte histórico alternativo al triunfo de la revolución obrera y la


perspectiva comunista: el colapso, posibilidad contenida en la célebre frase de Rosa
Luxemburgo “socialismo o barbarie”. Dicho de otro modo, el tipo de resolución negativa
(catastrófica) de la lucha de clases moderna a la cual habría hecho referencia el Manifiesto
Comunista en su alusión a una posible “destrucción mutua de las clases fundamentales en
conflicto”.

2-Las reflexiones de Marx y Engels en torno al concepto de naturaleza, pudiendo entreverse en


aquellas el riesgo de una potencial crisis terminal de la sociedad capitalista como producto de
su alienación respecto al medio natural (vía enajenación del trabajo). A partir de aquí, opinamos
que otra de las intuiciones teóricas de Marx al plantear que “ningún sistema social deja la
escena histórica sin antes dar todo de sí” adquiriría hoy, asimismo, su pleno significado
histórico, debiendo interpretarse esta afirmación de cara al momento actual de maduración de
las condiciones objetivas para la autodestrucción del sistema capitalista.

La perspectiva del colapso

A un nivel más concreto, lo anterior tomaría la forma de una probable revitalización de la vieja
teoría de la “catástrofe malthusiana”, la cual, aunque refutada en su momento por Marx y
Engels, podría estar alcanzando en nuestros días un nuevo tipo de actualidad histórica,
alimentada esta vez por la propia descomposición y decadencia del capitalismo. Las bases de
este peligro se encontrarían, parafraseando a Trotsky, en el desarrollo de una dinámica en
tijeras (exponencial) al nivel de las contradicciones estructurales que hacen posible la
existencia del sistema capitalista; es decir, la doble contradicción capital-trabajo y capital-
naturaleza, las cuales podrían sintetizarse ahora, a su vez, en la aparición de un tercer tipo de
contradicción epocal: capital-existencia humana. Muestra de esto último sería la situación
histórica contemporánea caracterizada, entre otras cosas, por la combinación de una inminente
crisis ecológica y de recursos planetaria sin precedentes y, por otro lado, la presencia de un

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nivel tecnológico cada vez más insuficiente para lidiar con la magnitud que estaría tomando
aquella. Un ejemplo de esta deficiencia tecnológica creciente se hallaría en la total ausencia en
el presente de tecnologías capacitadas para enfrentar la escala de las amenazas asociadas a la
crisis medioambiental, a saber, las derivadas de las actuales concentraciones de dióxido de
carbono en la atmósfera, no vistas en varios millones de años.

Lo anterior plantearía en perspectiva el desarrollo de una potencial falla estructural de los


mecanismos de generación de plusvalía (contradicción capital-trabajo) y recursos básicos
(contradicción capital-naturaleza) de la sociedad industrial, dando esto por resultado la
implosión (o colapso) del sistema capitalista en su conjunto. En términos del proceso histórico,
integrando el carácter inédito que tendrá la crisis ecológica durante las próximas décadas, esta
falla estructural (en ciernes) tomaría, a su vez, la forma de una crisis sistémica del patrón
tecnológico-productivo que dio origen al capitalismo moderno: la revolución industrial. Todo
esto acompañado de un potencial retroceso cualitativo del nivel de desarrollo de las fuerzas
productivas alcanzado durante los últimos siglos y de manera paralela, además, al avance de
una de las peores crisis de recursos a las cuales se haya enfrentado la civilización en su historia.

Crisis ecológica, derrumbe de las fuerzas productivas y colapso

En términos epocales, se plantearía así ante nosotros el inicio de una última “carrera de
velocidades” entre el horizonte revolucionario moderno (cuyas bases objetivas podrían
comenzar a erosionarse) y su antinomia histórica: el colapso civilizatorio… el cual contendría,
a su vez, el germen de un riesgo aún más definitivo: la extinción humana. Lo anterior como
consecuencia de un posible agudizamiento del nuevo fenómeno de extinción planetaria que,
siguiendo lo planteado por una serie de investigaciones, ha comenzado ya a dar sus primeros
pasos: la sexta extinción masiva de la vida terrestre. Sexta extinción que podría constituir, otra
vez de acuerdo con lo señalado por una serie de científicos, una de las extinciones más drásticas
y fulminantes que haya experimentado nuestro planeta.

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El horizonte de la extinción humana

El concepto de revoluciones en el abismo representaría así la última forma teórica posible de


revolución proletaria; esto es, su límite histórico final, simbolizado por la materialización de
una perspectiva práctica de desintegración de los factores sociales que le confirieron en el
pasado su viabilidad histórica. El destino de la revolución en el marco de esta dinámica terminal
se dirimiría entonces, en último término, en un débil equilibrio entre una última oportunidad
para un triunfo revolucionario mundial, la irrupción inminente del colapso y el peligro (mortal)
del fin de la historia; es decir, de la desaparición de nuestra especie.

Aunque es cierto que la perspectiva de una revolución socialista se mantendría en gran medida
vigente hasta el inicio de un fenómeno de colapso, es importante considerar, en términos del
análisis del proceso histórico contemporáneo, que la maduración de las condiciones históricas
para este último debería producirse mucho antes de su consumación plena. Esto plantearía la
existencia de un periodo de contenido precolapsista que se caracterizaría, como es lógico
inferir, por un fortalecimiento progresivo de dichas condiciones, las cuales comenzarían a
ejercer un influjo cada vez más protagónico sobre el devenir histórico. Este periodo
precolapsista, el cual podría estar ya dando sus primeros pasos en el escenario social, tendría
como uno de sus rasgos centrales el impacto degenerativo (creciente) que la maduración de las
bases objetivas para un colapso civilizatorio produciría sobre todos los aspectos de la vida
social, esto por ejemplo en el caso de las estructuras económicas, sociales y políticas
tradicionales de la sociedad actual. Una de las causas motoras (basales) de este verdadero curso
de degeneración de la historia moderna se hallaría, como mencionamos anteriormente, en el
ya referido potencial estancamiento y posterior derrumbe de las fuerzas productivas del sistema
industrial.

A partir de aquí, el avance de este proceso de declive terminal del capitalismo, el que como
dijimos estaría dando ya sus primeros pasos al nivel de las bases del sistema económico,
político y social contemporáneo, podría asimilarse al desarrollo de una especie de interferencia
creciente sobre la dinámica histórica. Factor de “interferencia estructural” sobre cada una de
las dimensiones de esta última que, en un nivel avanzado, de manera similar a como los ruidos
de fondo son capaces de alterar y hasta llegar a anular las medidas acústicas, adoptaría en el
terreno de la lucha de clases moderna la forma de un fenómeno paulatino de distorsión y

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posterior cancelación reaccionaria (irreversible) de aquella. Esto sobre todo si asumimos la
existencia de una “imbricación orgánica” entre la lucha de clases en tanto producto histórico
con las condiciones más generales (epocales) de reproducción de un sistema social dado y el
papel corrosivo que tendría la crisis ecológica sobre las mismas. Dicho de otra manera, existiría
una “correlación estructural” entre, por un lado, la erosión de los “pilares socioecológicos” de
la sociedad contemporánea como efecto del avance de la crisis climática y, por otro lado, el
deterioro de los fundamentos sociohistóricos en los cuales la lucha de clases adquiere (al menos
de acuerdo con los parámetros propios de la modernidad industrial) sentido y vigencia
histórica.

Tal como el caso de la atrofia muscular que suele afectar al cuerpo humano antes de la muerte,
el desarrollo de este fenómeno de “cancelación reaccionaria” de la lucha de clases moderna se
expresaría así, en su estadio final, al modo de una parálisis creciente de las capacidades de
lucha de la burguesía y el proletariado en el sistema social, llegando a constituir esta dinámica
una de las expresiones más claras de la inminencia de una próxima fase de colapso
generalizado. Un fenómeno de atrofia histórica de los “tendones” fundamentales de la lucha
de clases actual que constituiría, de hecho, una de las principales materializaciones históricas
de la ya referida hipótesis de Marx y Engels en torno a una posible perspectiva de “destrucción
mutua” de las clases centrales del capitalismo. Haciendo una analogía con el proceso de
senescencia de los seres vivos, esta dinámica socio-degenerativa podría representarse entonces
como un tipo de envejecimiento estructural (o agotamiento histórico) de las clases sociales del
sistema industrial, debiendo en su momento dicho “envejecimiento” culminar, luego de que
aquellas hayan dado todo de sí en el proceso social, con la muerte (o el colapso) de estas
últimas.

Envejecimiento estructural de las clases sociales fundamentales del capitalismo

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Aunque no podemos extendernos más aquí con respecto a las características que podría
presentar este posible fenómeno de “cancelación reaccionaria” (y envejecimiento estructural)
de la lucha de clases moderna, puede decirse que aquel debería constituir una de las causas
primarias en la aparición de las ya mencionadas “fallas estructurales” que comenzarán a afectar
al sistema económico, social y político contemporáneo. Eventualmente, en línea con lo
afirmado sobre el tipo de “interferencias históricas” que el avance de un proceso de precolapso
civilizatorio (inducido por un empeoramiento sustancial de la crisis climática) produciría sobre
la dinámica social, estas fallas terminarían entonces por generar, necesariamente, una
distorsión progresiva (cada vez más aguda) de la mecánica del enfrentamiento de clases propia
del periodo industrial. Esto último, por ejemplo, alentando formas de pugna revolución-
contrarrevolución con características crecientemente “anómalas” y asociadas a grados cada vez
mayores (también atípicos) de turbulencia histórica.

El avance de una etapa de precolapso tomaría así la fisonomía de una especie de dialéctica
negativa (degenerativa) del desarrollo capitalista que estaría signada, tal como dijimos, por la
combinación de un potencial derrumbe de las fuerzas productivas a nivel mundial con los
efectos de la apertura de una fase de lucha de clases e imperialismo decadente (es decir, cuyos
agentes sociales se encontrarían en estado de desintegración). Aunque con características
todavía desconocidas, este proceso de literal “degradación estructural” de la sociedad moderna
podría manifestarse en la dinámica histórica, tal como veremos más adelante, con ciertos
fenómenos tales como el desarrollo de crisis económicas agudas sin salida, quiebres
generalizados de las cadenas productivas internacionales y colapsos económicos regionales o
continentales de carácter crónico. Otros fenómenos asociados probablemente con este curso
“degenerativo” del proceso social serían, igualmente, el avance de un posible debilitamiento
sistémico de los sostenes del poder imperialista mundial y la apertura de un periodo de desorden
global de naturaleza permanente.

En el ámbito de la lucha de clases propiamente tal, algunos fenómenos históricos relacionados


eventualmente con este marco de “descomposición eco-social” podrían abarcar, por un lado,
desde un potencial salto en el proceso de debilitamiento y descomposición de las condiciones
económicas de reproducción de la clase obrera hasta, por otro lado, el desarrollo de
revoluciones sociales “seniles”, es decir, revoluciones que estarían incapacitadas
objetivamente para dar cumplimiento a las tareas históricas que las motorizaron. Finalmente,
otra posible anomalía histórica relacionada con esta etapa de precolapso podría comprender,
asimismo, el nacimiento de estados revolucionarios “condenados”: en otras palabras,
formaciones estatales socialistas que, en la medida en que las condiciones para un colapso
civilizatorio se profundicen, estarían destinadas a desintegrarse en el corto y mediano plazo.

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Dinámica degenerativa terminal del capitalismo (1)

Dinámica degenerativa terminal del capitalismo (2)

La dialéctica histórica específica que pueda adquirir la interacción entre el desarrollo de


potenciales procesos revolucionarios de contenido “precolapsista” y el avance de un fenómeno
de “cancelación reaccionaria” de la lucha de clases moderna constituiría así, en definitiva, una
de las dinámicas cruciales del proceso político y social contemporáneo. Entre otras cosas, esta
interacción representaría la materialización no sólo de la última manifestación de la “ley de
desarrollo desigual y combinado” develada por Trotsky para el periodo imperialista, sino que,
además, el último estadio posible de la dinámica revolucionaria permanentista (también
descubierta por Trotsky) correspondiente a la edad moderna. Más aún, el choque (o
“interrelación orgánica”) entre estas dos tendencias fundamentales del proceso histórico futuro
marcaría el momento cúlmine (final) del enfrentamiento revolución-contrarrevolución de toda
la historia de la lucha de clases holocénica; es decir, su cierre definitivo.

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La perspectiva histórica de una cancelación reaccionaria de la lucha de clases moderna

A pesar de este potencial escenario con tonalidades hipercatastróficas cada vez más acusadas,
pensamos que todavía sería posible “extender” los límites del horizonte revolucionario
moderno más allá, incluso, de la propia vigencia de las condiciones objetivas que permitieron
su existencia en el pasado. Lo anterior, por lo menos, durante un cierto periodo y bajo
circunstancias específicas. Resaltamos aquí la posibilidad teórica del estallido de futuros
procesos revolucionarios que presenten una naturaleza “bi-epocal”; es decir, revoluciones
sociales que, aunque originadas en el marco histórico moderno, serían capaces de atravesar (en
el contexto apropiado) los límites de este último, esto en la medida en que el propio mundo
moderno que permitió su desarrollo inicial comience a desmoronarse. La dinámica de estas
revoluciones bi-epocales (las cuales constituirían un tipo de dinámica permanentista extendida
o sui generis de la revolución socialista) podría graficarse así al modo de una flecha impulsada
por una fuerza de aceleración originada en un contexto sociohistórico pasado que, gracias a un
fenómeno particular (inducido) de inercia histórica, se encontraría capacitada para continuar
su trayectoria hacia su objetivo final: el comunismo. Esto último hasta el momento en que dicha
fuerza de inercia se agote, o bien hasta que la flecha en cuestión pueda encontrar, en
condiciones favorables, esta vez durante una etapa de colapso, una nueva “plataforma de
lanzamiento” desde donde ser reimpulsada.

Siguiendo esta metáfora, la fuerza mecánica generada por un determinado instrumento de


disparo simbolizaría las condiciones objetivas (modernas) que harían posible el avance inicial
de estos procesos revolucionarios bi-epocales, constituyendo su fuerza de inercia el papel del
factor subjetivo en un escenario histórico en fase de derrumbe: es decir, que presente bases
objetivas en estado de disolución. Finalmente, los “puntos de apoyo” que pueda alcanzar la
revolución socialista ante un potencial escenario de colapso civilizatorio (o bien, en el sentido
de esta metáfora, las plataformas de lanzamiento desde las cuales sería posible reimpulsar
nuestro “proyectil revolucionario”), requerirían ser alcanzados (construidos) con anterioridad
al momento de colapso en sí; en otras palabras, durante el periodo de crisis estructural previa.
Esto al modo de las trincheras construidas en un campo de batalla, antes de la batalla misma.

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Revoluciones bi-epocales

En términos de la mecánica de clases asociada a una eventual dinámica de revoluciones bi-


epocales, debe subrayarse la posibilidad teórica de que, como resultado del fenómeno de
agotamiento del sistema industrial que caracterizaría a un proceso de colapso, se configure una
situación marcada por un creciente “vacío” (o ausencia) de sujeto social revolucionario en el
escenario histórico. Una situación como ésta se daría en el caso de que un debilitamiento agudo
del movimiento obrero y las demás clases explotadas bajo el capitalismo no pueda ser
“compensado” o contrarrestado a tiempo por el surgimiento de nuevos sujetos revolucionarios
(alternativos), propios del nuevo contexto colapsista. Con todo, coherentemente con lo dicho
respecto al papel que deberían jugar los factores subjetivos en la preservación del horizonte
socialista durante un periodo de derrumbe civilizatorio, destaca aquí la importancia que podrían
alcanzar las organizaciones revolucionarias que logren estar en condiciones de intervenir al
calor del próximo marco colapsista, esto último llegando posiblemente a adquirir, por un
determinado momento, el carácter de verdaderos sustitutos históricos del rol de las clases
revolucionarias del periodo industrial. Esta perspectiva guardaría algunas semejanzas
estructurales (aunque evidentemente en otro contexto sociohistórico) con la teoría del foco
guerrillero desarrollada por el Che Guevara y otros exponentes de la política foquista en
América Latina durante la segunda mitad del siglo XX. No es descartable suponer, por lo tanto,
que dicha teoría (y su concepción respecto al papel de las vanguardias guerrilleras en la
“creación” de las condiciones objetivas de una revolución socialista) pueda adquirir una
importancia renovada de cara al nuevo escenario de colapso capitalista que ya inicia.

Cabe mencionar, asimismo, que una dinámica de “sustitución” del papel de las clases
revolucionarias por parte de la acción de determinadas organizaciones políticas, alentada como
hemos dicho por el curso de declive histórico del modo de producción capitalista, debería ser
también válida para el caso de las propias clases burguesas, las cuales ante la degradación de
las condiciones objetivas que permitieron el afianzamiento de su poder durante la era industrial
podrían también, al menos por un cierto periodo… “refugiarse” en el factor subjetivo: es decir,
en el ámbito de la acción histórica de sus respectivas estructuras políticas. Desde aquí, la
degradación de las condiciones objetivas de reproducción de la sociedad industrial no debe

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entenderse como una especie de declive automático (inmediato) de las organizaciones políticas
actuantes durante la era moderna, muchas de las cuales podrían, de hecho, comenzar un proceso
de transición (o mejor dicho mutación) hacia formaciones ideológico-políticas propiamente
colapsistas.

La teoría del foco guerrillero podría adquirir una renovada relevancia ante un contexto de colapso

La perspectiva de un colapso civilizatorio cercano supone así, entre otras cosas, el desafío
estratégico de comenzar a reflexionar en torno a las vías por las cuales impulsar la lucha por el
socialismo no sólo ante un escenario de crisis estructural capitalista probablemente similar a
las desarrolladas durante siglos pasados, sino que, además, en medio de una crisis civilizatoria
que amenace con tirar abajo los propios pilares del mundo moderno. Dicho de otra manera, la
posibilidad de revoluciones sociales al calor de una potencial dislocación fundamental tanto
del modo de producción capitalista, el comercio mundial, el estado-nación, el imperialismo, la
vida urbana, el desarrollo tecno-científico y la lucha de clases, así como de una crisis
generalizada de los soportes ecológicos básicos de la sociedad contemporánea y la vida
terrestre.

Tal como se indica en las siguientes figuras, el proceso histórico durante las próximas décadas
podría simbolizarse al modo de una tendencia general colapsista con posibles “bifurcaciones
históricas” multi-lineales que estarían enmarcadas, a su vez, en una serie de potenciales
“etapas” (precolapso, quiebre civilizatorio y extinción) con una direccionalidad altamente
variable o contingente. Es decir, cuyas trayectorias serían definidas tanto por la evolución que
vaya tomando la situación económica, política, social y de la lucha de clases actual, como por
el propio avance de la crisis ecológica global y sus fenómenos concomitantes de crisis
energética y de recursos planetaria. Nótese, por ejemplo, las múltiples trayectorias asociadas a
una hipotética etapa de precolapso (representada en la tabla de más abajo con la designación
a) signada por el horizonte doble de, por un lado, un empeoramiento del derrumbe ecológico-
energético mundial y, por otro lado, un potencial escenario de “transición socialista” en el
marco de un agravamiento sustancial de la crisis civilizatoria que acompañaría a este último.

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Tendencia colapsista y posibles puntos de divergencia histórica (a)

Tendencia colapsista y posibles puntos de divergencia histórica (b)i

Con respecto al peso específico que pueda tener en el devenir histórico futuro la evolución de
los factores económicos, políticos y sociales tradicionales del desarrollo capitalista, es posible
entrever, en la medida en que un fenómeno de colapso tome fuerza, una modificación sustancial
del papel que jugaron estos últimos durante los siglos XIX y XX, aquello como producto de la

17
influencia creciente que deberían alcanzar pronto los avatares (cada vez más disruptivos) de la
situación ecológica-energética y de recursos a nivel mundial. Lo anterior se expresaría, a nivel
general, al modo de un declive progresivo del peso que tuvieron los factores históricos
“clásicos” del desarrollo industrial (caracterizados por un contexto de crecimiento acelerado
de las fuerzas productivas) y un aumento de la importancia de las nuevas condiciones
sociohistóricas que, asociadas a una exacerbación de la crisis medioambiental, deberían
acompañar la apertura de un periodo de colapso.

Ahora bien, sea cual sea el curso efectivo que tome el proceso colapsista, es posible intuir que
su evolución estará marcada por el rebasamiento de múltiples puntos de ruptura histórica cuya
resolución irá determinando, durante el transcurso de este siglo, en una dirección u otra, el
curso general del mismo. Entre algunos de estos puntos de inflexión a los que se aproxima el
desarrollo histórico contemporáneo pueden avizorarse los siguientes: salto exponencial de la
crisis ecológica y energética global, inicio de fenómenos súper-migratorios explosivos,
surgimiento y propagación de fallas terminales en el mercado mundial, fractura agrícola
planetaria y del sistema internacional de producción de recursos, estallido de las primeras
guerras e invasiones climáticas, ciclo final de las revoluciones modernas, derrumbe de las
primeras ciudades y estados nacionales, fallas ecosistémicas continentales generalizadas,
desintegración de bastiones estructurales completos del proletariado mundial y del sistema de
clases moderno, caída de los poderes imperialistas clásicos, agudización extrema de la crisis
terminal del capitalismo e inicio de una fase abierta de colapso civilizatorio y extinción
humana fulminante.

Se indican a continuación, a modo de diagrama, algunas de las principales tendencias bajo las
cuales podrían agruparse estas potenciales bifurcaciones históricas del proceso colapsista, cada
una de aquellas representando niveles particulares de necesidad (y contingencia)
sociohistórica, así como también distintos grados de interdependencia causal entre las mismas.
Lo anterior quiere decir, por ejemplo, que si bien el tipo de dinámica histórica que se clasifica
bajo la designación de (a1) podría eventualmente devenir en las agrupadas bajo las
denominaciones (b2) o (b3), lo más probable sería que aquella termine adoptando, como
producto de su desarrollo objetivo previo, un curso histórico más cercano a una dinámica (b1)ii.
Téngase en cuenta que el ordenamiento de estas fases y sus respectivas dinámicas (o, como
hemos dicho, “bifurcaciones históricas”) toman como base el esquema de la posible trayectoria
general del proceso de colapso mostrada en figuras anteriores.

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Posibles divergencias histórico-epocales del proceso colapsistaiii

Una de las manifestaciones más claras del carácter disruptivo de estas “bifurcaciones
epocales”, todas ellas inscritas ya dentro de las posibilidades objetivas del curso histórico
actual, sería la irrupción de una serie de problemas estratégicos de nuevo tipo en la lucha de
clases. Problemas propios (originales) de la dinámica tardo-capitalista súper-catastrófica que
está tomando forma que tendrían como uno de sus factores basales (estructurales) el proceso
ya referido de degradación de las fuerzas productivas que caracterizaría a una fase de colapso.
Nuevos problemas, crecientemente influenciados por la amenaza cercana del derrumbe del
capitalismo y la disolución de las premisas materiales del proyecto socialista moderno que,
aunque todavía solapados bajo el paraguas de los problemas económicos, sociales y políticos
tradicionales de la sociedad contemporánea, han empezado ya a vislumbrarse en la escena
internacional, esto tal como puede verse (de manera incipiente) en los casos de la guerra en
Siria, la crisis migratoria europea y la situación venezolana. Nuevos problemas, muchos de
aquellos posiblemente irresolubles desde el punto de vista socialista tradicional, que
constituyen ya (o que constituirán dentro de poco) un desafío teórico-político y programático
ante el cual la mayoría de los programas revolucionarios del periodo industrial comenzarían a
quedar virtualmente obsoletos.

Problemas de nuevo tipo, totalmente inéditos, que estarían siendo dinamizados por la
combinación de cinco causas motoras fundamentales, inscritas cada una en la base de
desarrollo de la actual crisis eco-social planetaria: 1-la escala de la crisis medioambiental y
energética que está empezando a dar sus primeros pasos a nivel internacional (factor de
magnitud); 2-el escaso tiempo del cual dispondría, de acuerdo a las principales proyecciones
científicas de la crisis ecológica, un proceso revolucionario mundial para reaccionar de manera
efectiva ante la misma (factor temporal); 3-la perspectiva de un derrumbe generalizado del
desarrollo de las fuerzas productivas del sistema capitalista en el mediano plazo (factor
económico); 4-el peligro creciente de un fenómeno de debilitamiento estructural y
desintegración progresiva de la clase obrera y los demás agentes revolucionarios del periodo
industrial, esto como resultado de la dinámica de derrumbe socioeconómico global ya indicada
(factor sociológico) y 5-la traba ideológica (posiblemente insalvable) que implica la existencia

19
de una perspectiva industrialista hegemónica en las filas de la izquierda mundial, lo cual
actuaría, entre otras cosas, como un tipo de “camisa de fuerza” que impediría a las
organizaciones anti-capitalistas una real calibración de los desafíos estratégico-políticos
involucrados con el horizonte de una crisis civilizatoria cercana (factor político-ideológico).

Mirado desde un punto de vista más general, la perspectiva de un colapso civilizatorio se


presentaría al modo de una ruptura espacio-temporal del tiempo histórico en la cual las leyes
clásicas de la dinámica revolucionaria propias del periodo industrial empezarían
irremisiblemente a fallar, esto antes de caducar de forma inevitable. Una imagen sugerente para
visualizar esta posible “ruptura epocal” sería la de una especie de agujero negro cuya fuerza de
atracción tendría la capacidad de alterar, distorsionar y luego de producir un completo
derrumbe del propio devenir histórico moderno. Expresión clara de esta ruptura en ciernes del
“tejido histórico” contemporáneo desde el punto de vista de la estrategia socialista sería, tal
como ya hemos indicado, la obsolescencia (o inutilidad) creciente que está comenzando a
afectar a algunas de las reivindicaciones revolucionarias tradicionales del siglo XX,
encontrándose ya muchas de estas últimas prontas a perder una gran parte de su capacidad para
asegurar una satisfacción plena (íntegra y efectiva) de las necesidades sociales.

El colapso como fuerza gravitatoria fundamental del proceso histórico futuro

En tanto nueva “fuerza gravitatoria” del proceso histórico, la inminencia de un fenómeno de


colapso se expresaría en el ámbito de la lucha de clases al modo de una “curvatura reaccionaria”
de su trayectoria histórica capaz de inducir, entre otras cosas, una alteración de los “vectores”
político-sociales sobre los cuales el programa socialista moderno adquirió vigencia en el
pasado. Es decir, que plantearía eventualmente una modificación elemental de los factores
objetivos y subjetivos que han constituido hasta hoy los fundamentos de la lucha de clases
contemporánea. Una de las particularidades de esta “curvatura” sería el fortalecimiento de una
serie de tendencias sociohistóricas que, como producto del actual empeoramiento de la
situación eco-social planetaria, estarían comenzando a sentar las bases (de allí precisamente su
influjo reaccionario) para una involución civilizatoria de largo alcance en el proceso social.
Pensemos aquí, por ejemplo, en las implicancias que tendría el desarrollo de una crisis hídrica
global (inducida por el cambio climático) para la estabilidad de una gran parte de los sistemas
democráticos occidentales. Crisis que podría asociarse potencialmente a un escenario de aguda
inestabilidad sociopolítica que termine actuando como un “fermento eco-social” (o catalizador)
para el surgimiento de ideologías ultra-autoritarias cada vez más alejadas de los estándares
modernos.

20
Otra manifestación de esta “curvatura epocal” del devenir histórico y del tipo de distorsiones
estructurales (regresivas) que estaría a punto de producir sobre la lucha de clases puede verse
en el caso de la aparición de una serie de paradojas históricas “irresolubles” (sin solución)
desde el punto de vista de las perspectivas políticas del periodo moderno, esto como producto
de una mayor sincronización de los diversos factores de orden súper-catastrófico que están
empezando a imprimir su sello al curso social. Dicho de otro modo, tal como veremos a
continuación, el surgimiento de problemas incapaces de ser solucionados por ninguna de las
vías de desarrollo (económico-tecnológica, social o política) del sistema industrial
contemporáneo. O sea, que estarían más allá del “horizonte epocal máximo” de la sociedad
moderna en sus distintas variantes. Uno de los resultados de lo anterior sería, como dijimos,
una tendencia al debilitamiento paulatino (y anulación gradual) de la facultad y vitalidad
histórica de los programas revolucionarios del presente para responder a los desafíos de la crisis
de la sociedad actual.

La curvatura reaccionaria de la lucha de clases

Un ejemplo del carácter inédito que podrían tomar pronto estos desafíos (y de la naturaleza
irresoluble de los mismos desde el ángulo de los esquemas políticos tradicionales) puede
encontrarse, entre otros, en la creciente incapacidad que tendría una política de expropiación
de la industria alimentaria para resolver el problema del hambre que azota hoy a diversas
regiones del mundo. Esto último ante un escenario de calentamiento global superior a los 1.5
grados centígrados que generaría, tal como atestiguan una serie de modelos climáticos, una
irremisible fractura agrícola planetaria. Debe tenerse en cuenta en este lugar, de hecho, la
inexistencia de tecnologías que permitan impulsar en el mediano plazo una hipotética nueva
“revolución verde” que haga posible una ampliación sustancial de la base alimentaria a nivel
internacional. Cabe recordar aquí, además, que uno de los resultados de esta supuesta
“revolución” (basada en un uso masivo de fertilizantes químicos y plaguicidas) habría sido
producir en décadas recientes un agudo debilitamiento de la capacidad agrícola de los suelos
en vastas regiones del mundo. Y todo esto sin siquiera mencionar el papel que debería jugar en
el agravamiento de las hambrunas la situación internacional de agotamiento cercano de
recursos básicos y el deterioro aún mayor de los actuales niveles (inviables) de degradación
ecosistémica global.

21
Otro de estos potenciales problemas, vinculados a un contexto de colapso, se hallaría en las
dificultades insalvables que podrían enfrentar muchas sociedades durante este siglo (incluidas
aquellas que puedan avanzar hacia formas de organización socialista) para lidiar con los nuevos
fenómenos súper-migratorios que están comenzado a gestarse. Puede descartarse en este punto
la posibilidad de que, estableciendo una analogía con el caso de las invasiones germánicas que
impactaron al imperio romano antes de su caída (constituidas en ese momento por una serie de
grupos étnicos con menores niveles de desarrollo tecno-científico, social y artístico), muchas
de estas oleadas súper-migratorias desemboquen, tarde o temprano, en verdaderas invasiones
climáticas violentas de dimensiones enormes capaces de afectar amplias zonas del planeta e
incluso continentes enteros. Consideremos aquí que estos procesos de migración serán llevados
a cabo por parte de poblaciones que, como resultado de los altos niveles de desesperación y
descomposición social que deberían caracterizarlas, así como del estrechamiento cada vez más
severo de la base de recursos de la mayoría de los sistemas sociales alrededor del mundo (lo
que impedirá a estos últimos ofrecer una respuesta de sobrevivencia a dichas poblaciones),
podrían convertirse en el mediano y largo plazo en una amenaza mortal no sólo para el proyecto
socialista, sino también para cualquier forma de sociedad organizada que logre mantenerse en
pie ante el nuevo y convulsivo escenario histórico.

Finalmente, cabe mencionar la posible obsolescencia, en el marco de sistemas sociales que


deban enfrentar crisis de recursos agudas más o menos permanentes, de la validez histórica de
una serie de derechos individuales hoy entendidos como básicos en numerosas sociedades
democrático-burguesas avanzadas, por ejemplo aquellos relacionados al ámbito reproductivo.
A diferencia de la típica dicotomía moral existente en contextos sociales tardo-capitalistas
alrededor del problema del aborto entre un campo reaccionario “pro-vida” (enemigo de
cualquier tipo de aborto legal) y otro “progresista” defensor del derecho de las mujeres a una
decisión plena sobre sus cuerpos, no se puede descartar que, ante la amenaza doble de la falta
de recursos y la sobrepoblación, numerosas sociedades se vean forzadas en un futuro cercano
a implementar controles de natalidad estrictos, incluyendo prácticas de aborto obligatorio y
programas de esterilización masiva tanto para hombres como para mujeres. Algunos ejemplos
de estas formas de control demográfico (entre los cuales se ha contado en ciertas ocasiones el
infanticidio) pueden hallarse en una serie de sociedades tribales (pre-modernas y
contemporáneas) caracterizadas por la búsqueda constante de un equilibrio entre poblaciones,
recursos y ecosistemas. Tal como es sabido, la búsqueda de este equilibrio tuvo en muchos
casos una importancia fundamental no sólo para la sobrevivencia de diversas sociedades
indígenas, sino que, además, para la consolidación de sus propias estructuras sociales e
ideológicas.

22
El peligro súper-migratorio es una amenaza mortal para el socialismo

En resumen, nos encontramos ante problemas que, asociados potencialmente al desarrollo de


la próxima crisis planetaria que se vislumbra en el horizonte, aludirían así, a un nivel más
general, a la cuestión de si es posible (o no) lograr una transición socialista efectiva en medio
de una caída abrupta y sin precedentes en el avance de las fuerzas productivas. Nuevos
problemas, presentados al modo de una serie de “paradojas históricas irresolubles” de la más
variada índole y cuyas implicaciones estratégicas abarcan, como dijimos, desde la cuestión de
la centralidad obrera hasta la teoría de genero y la vigencia de las reivindicaciones democráticas
propias de la sociedad moderna. Nuevos problemas que, ligados en su génesis con la nueva
perspectiva de colapso civilizatorio, han comenzado a desafiar (y que desafiarán con aún más
fuerza en el futuro) cada aspecto de la discusión programática, política y táctica de las
organizaciones revolucionarias.

Nuevos problemas, muchos nada agradables para el oído socialista (o progresista liberal)
tradicional, muchos como señalamos con un carácter posiblemente irresoluble, pero que
requieren ya de un tratamiento urgente por parte de las organizaciones anticapitalistas, esto si
desean preservar algo de la poca sintonía que todavía poseen con los procesos históricos
fundamentales de nuestro tiempo. Nuevos problemas, de carácter inédito, que se disponen a
azotar de manera violenta no sólo la validez de todos y cada uno de los programas de
transformación revolucionaria heredados del siglo pasado, sino que a la vez los propios
“sentidos comunes” (e incluso las simbologías) del ideario de la izquierda mundial, moldeados
durante la era moderna. Recordemos aquí que es esa misma izquierda que hasta hace poco se
deleitaba (la responsabilidad es compartida) con esas típicas imágenes épicas de trabajadores
delante de gigantes fumarolas brotando de poderosas chimeneas industriales capaces de teñir
el horizonte en su voracidad destructiva, la cual deberá lidiar hoy (si es que fuera capaz,
hipotéticamente, de hacerlo) con los efectos económicos, sociales y políticos de la peor crisis
ambiental a la cual se ha enfrentado la humanidad.

23
La izquierda industrial-productivista de los siglos XIX y XX

Nuevos problemas, definitivos, que requerirán que las organizaciones de izquierda se


embarquen en una reflexión que transcienda con creces los lugares comunes (obsoletos) a los
que a menudo recurren, simulando tener una respuesta (mediante frases emotivas) frente a
algunos de los peligros históricos más trascendentales de nuestra época. Esto tal como en el
caso del mencionado fenómeno inicial de súper-migraciones, donde hasta ahora su única
respuesta ha sido repetir (como loros) la frase “ningún ser humano es ilegal”. Problemas
novedosos, completamente disruptivos, que exigirán el impulso de una auténtica “revolución
teórica” en el seno de las organizaciones anticapitalistas. Esto último, claro, en la medida en
que dichas organizaciones no quieran dejar la tarea de responder ante estas nuevas
problemáticas en las manos de otro tipo de actores, quienes seguramente tendrán muchos
menos escrúpulos para posicionarse firmemente ante las mismas, como el neofascismo o
cualquier otra de las tendencias ultra-reaccionarias que están comenzando a surgir hoy desde
las entrañas de esa literal “fosa civilizatoria” a la que nos acercamos.

¡Nuevos problemas, totalmente inéditos, ante los cuales la izquierda se jugará, de cara al
próximo derrumbe planetario, la posibilidad de la construcción del último proyecto
revolucionario de la modernidad! ¡Nuevos problemas, terminales, en los que se decidirá el
destino mismo de nuestra especie y en donde deberemos elegir, por vez postrera, en una lucha
a muerte en contra de nuestro destino fúnebre, entre el reino de la estupidez (y su correlato
lógico, la extinción humana)… o el reino de la sobrevivencia! ¡Nuevos problemas, epocales,
alrededor de los cuales tomará cuerpo la próxima era de monstruos y héroes mitológicos que
ya se perfila en el escenario social y en donde, a costa de ríos de sangre, ya sea para su
regeneración definitiva o para su declive final… la historia habrá de ser conquistada o perdida
para siempre!

24
La última batalla

Y aunque es cierto que la materialización de estas nuevas problemáticas constituye todavía un


escenario hipotético, su validez radica en la objetividad (indiscutible) de las variables eco-
históricas consideradas en el mismo. Es decir, las consecuencias potencialmente explosivas del
cambio climático al nivel del desarrollo social, el grado inédito que ha alcanzado hoy la
descomposición capitalista y, por último, la naturaleza catastrófica-terminal de los peligros
que se desprenden de la combinación de dichos factores. Todo esto teniéndose en cuenta,
adicionalmente, el pronto avance de una posible crisis tecnológica y energética estructural (o
insuficiencia tecnológica terminal) del modo de producción capitalista para lidiar con la
dimensión (cada vez mayor) de estos peligros.

Peligros mortales, decisivos, que ya comienzan a cernirse sobre el curso social y que podrían
adquirir durante las próximas décadas la fisonomía no sólo de algunas de las principales
amenazas existenciales a las que la humanidad se ha enfrentado en su historia, sino que además
replicar, en pleno siglo XXI, los mismos procesos que desencadenaron, en el más remoto
pasado geológico, el desarrollo de los distintos fenómenos de extinción masiva que ha
experimentado nuestro planeta. Extinciones masivas que, tal como lo ocurrido al final del
periodo pérmico, hicieron sucumbir en su momento a una gran parte de las especies naturales.
Todo esto, tal como comienza a reconocer un grupo cada vez más nutrido de investigadores
alrededor del mundo, producto de las fenomenales fuerzas destructivas que el capitalismo ha
desatado en su desenfreno maniático. Querámoslo… o no, pensémoslo posible… o no, el siglo
XXI podría así ponernos, mucho más pronto de lo que nuestros prejuicios modernos sean
capaces de sugerirnos, ante un escenario en el cual llegue a ser inevitable pensar que la lucha
por el socialismo ni siquiera logre ser resuelta, íntegra y efectivamente, en nuestro propio
planeta. Esto debido a que este último (tal como señalan algunos de los científicos más
prominentes de la actualidad)… podría volverse durante este siglo, literalmente, inhabitable.
¡Este es el nivel de desastre al que nos han conducido esos malditos maniáticos: la burguesía!
¡Este es el verdadero rostro, al fin descubierto, del siglo XXI: el peligro (cercano) de la
aniquilación total!

25
¡Enfrentamos el peligro de una aniquilación total!

Creemos así que con el propósito de prepararnos ante el posible apocalipsis ecológico-
civilizatorio al cual estaríamos aproximándonos, apocalipsis que como mencionamos
previamente podría requerir llevar la lucha por un horizonte comunista hasta un escenario
(ahora sí) “post-moderno”, nos veremos obligados a echar mano de todos los “recursos
programáticos” de la tradición revolucionaria y la lucha de clases en su historia. Y es que
¿cómo podríamos hacer frente a un contexto de barbarie absoluta, por ejemplo, de producirse
un incremento de 2 o 3 grados centígrados de la temperatura global, sin contar con la voluntad
de lucha que inspiró a algunos de los líderes de las primeras revoluciones modernas como
Robespierre, Marat, Saint Just o Cromwell, todos ellos modelos de decisión y tenacidad ante
el desastre? Asimismo, ¿cómo podríamos resistir el embate de un auténtico Armagedón
planetario si la temperatura mundial llega a alcanzar los 4 grados centígrados de aumento
durante las próximas décadas, sin la audacia teórica de aquellos que, como Jacques Roux o
Babeuf, fueron capaces de concebir las bases del programa comunista contemporáneo, o bien
sin el espíritu de redención que caracterizó a las primeras corrientes comunistas medievales,
representadas por figuras como Fray Dulcino o Thomas Müntzer?

Más aún, ¿cómo podríamos llegar a soportar la caída de todo lo existente, en caso de que se
cumplan las predicciones más sombrías sobre el calentamiento global, sin tener en cuenta el
coraje de todos esos líderes indígenas que debieron enfrentar en el pasado el colapso (y
exterminio) de sus respectivas sociedades, por ejemplo, los caudillos Lautaro (mapuche),
Túpac Amaru II (andino) o María Angata (rapanui)? Finalmente, ¿cómo seríamos capaces de
sobrevivir el dantesco escenario de un aumento de 5 o 6 grados centígrados (¡o incluso más!)
en la temperatura terrestre durante este siglo, lo que convertiría a una gran parte de nuestro
planeta en un lugar prácticamente inhabitable, sin tomar en consideración las ideas de los
socialistas utópicos y sus modelos alternativos de sociedades futuras basadas en la creación de
colonias tecnológicas?

26
La tradición revolucionaria se apresta a su último desafío

¡No! Los desafíos teóricos, estratégicos y políticos serán demasiado vastos como para desdeñar
estas y otras tradiciones revolucionarias y de la lucha de los oprimidos durante los siglos
pasados. En realidad, ante esa verdadera “mezcla de tiempos históricos” que podría traer
consigo el tipo de derrumbe civilizatorio que ha comenzado a desarrollarse ante nuestros ojos,
no tendremos más alternativa que tomarlas en cuenta a todas. ¡Todas las tradiciones
revolucionarias, incluso aquellas que precedieron al surgimiento de la lucha de clases
contemporánea! Esto desde las luchas antiesclavistas de Espartaco y los líderes plebeyos de la
Antigua Roma hasta las guerras de liberación nacional en las Américas encabezadas durante
los siglos XVIII y XIX, entre otros, por Francisco de Miranda, Toussaint-Louverture, Simón
Bolívar, San Martín y Bernardo O’Higgins. Mixtura de tiempos que, de producirse la caída de
los pilares de la sociedad moderna, podría también traer de regreso, nuevamente, como salidos
de una caverna que se creía sellada para siempre, todos y cada uno de los peligros, enemigos y
horrores de la sociedad de clases que ya dábamos por superados. Todos y cada uno de los
monstruos ancestrales de la explotación del hombre por el hombre, despertados otra vez a la
vida para cobrar venganza por sus derrotas pasadas.

Los enemigos ancestrales de la lucha de clases al acecho de la historia

Mixtura de tiempos históricos en la cual tendrá lugar la última carrera de velocidades de la


lucha de clases holocénica, inaugurada hace más de tres mil años en el Valle de los Reyes del
Antiguo Egipto cuando se produjo, un 14 de noviembre de 1152 a. C., bajo el reinado de
Ramsés III, la primera huelga de la historia. Mixtura de tiempos históricos en la cual la voz de
esos artesanos de los albores de la civilización que desafiaron, en el nombre de Ra, el poder de

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los sumos sacerdotes será nuevamente oída, ahora para triunfar o ser acallada para siempre, en
el desafío final de los explotados en contra del último gran faraón de la prehistoria humana: el
capital, servidor oscuro de Seth, la representación maligna del caos primigenio que hoy a
adoptado su forma definitiva… ¡el colapso!

El fin de la lucha de clases holocénica

La perspectiva de un potencial colapso civilizatorio no se presenta, por lo tanto, al modo de


una “progresión” supuestamente inevitable hacia el futuro (entendiendo por futuro un estadio
necesariamente superior al actual) sino que, por el contrario, como un viaje a ciegas a lo
desconocido. Y aunque lo anterior es una característica más bien usual del proceso histórico,
puede afirmarse que su nivel de incertidumbre podría ser hoy mucho mayor que en el pasado,
esto por lo menos si consideramos el peso (ya asfixiante) que poseen las certezas modernas que
se hallan en la base de una gran parte de los sistemas filosóficos y de pensamiento hegemónicos
de nuestro tiempo, incluido el marxismo. Un ejemplo de esto sería el inevitable
cuestionamiento que una perspectiva de colapso plantearía con respecto a algunos conceptos
ideológicos fundamentales de la modernidad, tales como los de progreso constante,
crecimiento infinito, avance continuo de la complejidad social, dominio técnico sin límites de
la naturaleza, entre otros. De a poco, el siglo XXI va revelándose así como el puerto de salida
de un viaje no sólo desconocido, sino que además completamente a ciegas. Un viaje en el cual
la única certeza parecería ser su rumbo: el infierno. ¿Cómo podríamos, entonces, llegar a
prescindir de los aportes de aquellos líderes revolucionarios que, alguna vez, tuvieron que
enfrentar al mismísimo demonio, esto tal como en el caso de los ya mencionados predicadores
comunistas del medioevo tardío Fray Dulcino o Thomas Müntzer?

Con todo, no queremos decir con lo anterior que el Socialismo científico y las experiencias
revolucionarias de los últimos siglos (entre otras la Comuna de París y las revoluciones rusa,
española, cubana o chilena) no deban continuar jugando un papel clave (prioritario) como guías
para la acción revolucionaria en el presente. Más bien, a lo que apuntamos es a la necesidad
de emprender un reacondicionamiento del programa revolucionario moderno de cara a los
posibles escenarios históricos (inéditos) a los cuales la revolución deba enfrentarse en el futuro.
En otras palabras, una reformulación del marco teórico y programático del pensamiento
socialista, similar a la que impulsó la generación de marxistas clásicos de la primera mitad del
siglo XX al consumarse la transformación del capitalismo de libre competencia en capitalismo
imperialista. Esto último considerando no sólo cada uno de los posibles escenarios futuros de

28
la lucha de clases moderna (…y más allá de la misma si es necesario), sino que, además, dando
cabida a un mayor diálogo entre la tradición marxista clásica y sus predecesores teóricos:
socialismo utópico, tradición comunista-ilustrada francesa, corrientes mesiánico-igualitarias,
etc.

Llevado a un ámbito programático, lo anterior significaría comenzar a reformular los


problemas fundamentales de la lucha de clases, como la toma del poder, la insurrección
armada, la centralidad obrera, la dictadura del proletariado, el periodo de transición, el
partido obrero, la internacional, la lucha política, etc., desde una evaluación detallada de los
potenciales cursos que pueda (o no) tomar el proceso sociohistórico, considerando para ello el
papel históricamente disruptivo (terminal) de la crisis ecológica. Todo esto discutiendo la
articulación de dichos problemas tanto con el avance de un posible escenario (tradicional) de
crisis capitalista, así como la probable hibridación de esta última con dinámicas catastróficas
potencialmente inéditas que, aunque todavía hipotéticas, podrían constituir una realidad muy
contundente durante el presente siglo. Esto especialmente si tenemos en cuenta las recientes
informaciones científicas sobre las desastrosas consecuencias que traerá el calentamiento
global en los próximos años, así como el verdadero callejón sin salida económico, tecnológico,
social, político y ecológico al que parece habernos llevado la podredumbre capitalista en su
fase de decadencia absoluta.

El Marxismo clásico debe renovarse ante los problemas del colapso… o morir

No podemos olvidar aquí que el capitalismo ya ha demostrado, en contadas ocasiones durante


el siglo pasado, toda su vocación destructiva. Guerras mundiales, bombardeos atómicos,
carrera nuclear, conflictos regionales, golpes de estado sangrientos, hambrunas continentales,
miseria abismal, explotación sin límites, destrucción medioambiental a escala planetaria.
Década tras década, ha sido el mismo capitalismo el cual ha venido cavando no sólo su propia
tumba, sino que también la de cada habitante y especie natural de este planeta. Ha sido el mismo
capitalismo, en definitiva, el que ha venido preparando, paciente y cotidianamente, un
descalabro de proporciones bíblicas. Y no podemos olvidar tampoco que, al no haber sido
frenado a tiempo por los procesos revolucionarios del pasado, el desenfreno capitalista se ha
desarrollado a un ritmo tan enloquecido e insospechado que sólo un idiota (o un ciego) tendría
problemas para reconocer que hoy, efectivamente… lo peor es posible. No puede
sorprendernos, por lo tanto, el hecho de que nos veamos ahora ante la escabrosa tarea de pensar
la revolución ante escenarios que, tal como han comenzado a sugerir algunos de los más
importantes centros de investigación científica alrededor del mundo, podrían ponernos
prontamente ante una realidad que pareciera ser sacada más bien de una novela o película
futurista.

29
Pero este es un efecto común. ¿Quién habría imaginado en 1930 que la capital intelectual del
mundo, Alemania, sería dominada por aquel nuevo tipo de inquisición semi-secular llamada
nazismo? ¿Quién habría pensado al estallar la Segunda Guerra Mundial en Auschwitz o en la
“solución final”, o bien en el apocalipsis nuclear de Hiroshima y Nagasaki? ¡Nadie! Y es que
el capitalismo ha tenido siempre una virtud: su ingenio insuperable para el horror. Hoy, el
capitalismo lo ha hecho otra vez. Justo cuando comenzábamos a pensar, ingenuamente, en la
posibilidad de una nueva oportunidad revolucionaria tal como las anteriores, el capitalismo ha
utilizado su “último as”: su autodestrucción inminente y con ello la posible aniquilación del
género humano. Con esto, el “hábil” capitalismo nos ha puesto, nuevamente, ante una situación
desesperada.

Septiembre 2019
(2015-2016)
Santiago – Londres

30
Notas
i
Un fenómeno de colapso capitalista debería tener lugar, potencialmente, durante el transcurso de las
próximas décadas, esto si consideramos el conjunto de investigaciones científicas que apuntan tanto al
desarrollo de un importante salto catastrófico en la dinámica actual de la crisis ecológica, así como a
una drástica disminución de los recursos básicos a nivel mundial. Uno de los indicadores claves de lo
anterior son los ritmos que estaría tomando el proceso de calentamiento global, llegando a hablarse de
un aumento de la temperatura media del planeta de hasta 5 o 6 grados centígrados para fines de este
siglo. Es decir, una cifra muy por encima del “límite de seguridad” establecido por la ONU de 1.5
grados. Es importante recordar aquí que, tal como hemos discutido, el papel de la crisis climática en un
futuro fenómeno de colapso civilizatorio no debe reducirse a los meros efectos medioambientales de la
misma, debiendo considerarse además su rol como catalizador (intensificador) de las tensiones sociales
y políticas del presente. Teniendo en cuenta la disminución de recursos básicos que traerá aparejada en
el futuro esta crisis (por ejemplo, en el ámbito de la agricultura mundial), así como también la existencia
en la actualidad de graves déficits tecno-científicos y medio-ambientales que harían inviable el
desarrollo de una “segunda revolución verde”, un posible colapso capitalista generalizado se presenta
durante este siglo, por lo tanto, como altamente probable. Esto último incluso considerando la
posibilidad del estallido de revoluciones socialistas triunfantes en el próximo periodo, las cuales (dada
la gravedad del tipo de crisis que se aproxima) deberían ser también arrastradas por la dinámica
colapsista. Con todo, estas revoluciones socialistas (denominadas en este documento bajo la
designación de “revoluciones en el abismo”) podrían jugar un papel clave, si bien no en la anulación
del proceso de colapso propiamente tal, al menos en la administración del mismo (esto sobre todo en
el caso de que aquellas adopten una dinámica de tipo bi-epocal).
ii
Otro ejemplo de lo mismo puede encontrarse en el hecho de que las probabilidades del desarrollo de
un fenómeno de extinción humana total serían más altas para el caso (b3) que para el caso (b2), esto
como producto de un escenario histórico marcado por la derrota de un hipotético ciclo revolucionario
socialista anterior durante la fase (a3). Igualmente, el caso (3c) se debería caracterizar, por la misma
razón, por un grado de degeneración mayor de las condiciones histórico-sociales que en el caso (3b),
dando como resultado una menor capacidad de reacción de la humanidad ante el avance de un fenómeno
de extinción masiva. Es posible sugerir aquí que los casos (3b) y (3c) podrían dejar abierta la alternativa
al desarrollo de mecanismos sociopolíticos (y tecnológicos) que permitan a potenciales sistemas
sociales post-capitalistas no comunistas (es decir, basados en la existencia de la explotación de clases u
otras formas de opresión social) evitar un fenómeno de extinción humana total, aunque en estos casos
en el contexto de un probablemente agudo (y quizás inconcebiblemente monstruoso) fenómeno de
retroceso civilizatorio. No puede olvidarse en este lugar que los procesos de involución tecno-
económica y cultural constituyen una parte importante del proceso histórico en el pasado, esto por
ejemplo en el caso de la caída del Imperio romano y las sociedades altomedievales que le sucedieron.
Ahora bien, para el caso de la conquista de una hipotética sociedad comunista post-colapso (3a),
tampoco debe descartarse la posibilidad de que aquella llegue a presentar (por lo menos durante sus
primeras fases) una fisonomía muy diferente a la imaginada por los pensadores marxistas clásicos, esto
principalmente por el contexto de masiva destrucción de fuerzas productivas en el cual dicha sociedad
(o sociedades) serían gestadas. Finalmente, en el caso de un escenario de extinción humana total, aquel
debería darse como resultado de la combinación catastrófica (y retroalimentación mutua) de las
dinámicas (a3), (b3) y (3c). En términos del proceso histórico contemporáneo, la situación parece
apuntar a la apertura de una dinámica precolapsista cuyo destino se juegue en el rango de trayectorias
históricas comprendidas entre las dinámicas (a2) y (a3). Esto último plantearía que un escenario realista
(posiblemente optimista) para la lucha socialista durante este siglo debería considerar la alta
probabilidad de la apertura en el mediano plazo de una dinámica colapsista de tipo (b2).
iii
I.C: Involución Civilizatoria.

31

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