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Ecosocialismo versus Marxismo Colapsista (IV)1

Comentarios de Jorge Altamira (Argentina), Jaime Vindel (España) y Paul Walder (Chile)

En esta cuarta sección de la serie “Ecosocialismo versus Marxismo Colapsista” se integran a la


discusión el dirigente de la izquierda trotskista argentina Jorge Altamira, el académico del Estado
español Jaime Vindel y el periodista chileno Paul Walder. Algunos de los aportes de estos nuevos
participantes de este debate radican tanto en el tratamiento que hace cada uno de las diversas
problemáticas relacionadas a la actual crisis ecológica planetaria y la perspectiva de un posible
fenómeno de colapso civilizatorio cercano, así como también en sus respectivas posturas frente a los
argumentos defendidos en las secciones anteriores de este debate por parte del intelectual ecosocialista
Michael Lowy y los representantes del pensamiento colapsista Miguel Fuentes (Colapsismo Marxista)
y Antonio Turiel (Teoría del Decrecimiento). Otro de los aportes de las intervenciones del argentino
Altamira, el español Vindel y el chileno Walder puede encontrarse en el propio marco teórico-político
y práctico desde el cual articulan sus reflexiones: uno desde el ámbito de la izquierda latinoamericana
militante (Altamira), otro desde la esfera de la academia europea crítica (Vindel) y el último desde el
terreno del periodismo y los medios de comunicación chilenos (Walder). Es precisamente la diversidad
de ubicaciones de estos referentes lo que constituye una importante ampliación de la discusión dada en
las secciones previas de esta serie.

En el caso de Jorge Altamira, desarrollando con maestría una perspectiva marxista tradicional crítica
tanto del enfoque ecosocialista, así como también de las diversas variantes del pensamiento colapsista,
se trata aquí de las opiniones de uno de los principales referentes de la izquierda revolucionaria y la
lucha de clases de América Latina durante las últimas décadas. Enfrentando hoy en carne propia el
avance de un agudo proceso de degeneración socialdemócrata en las filas del Trotskysmo a nivel
internacional (su alevosa expulsión del Partido Obrero es una muestra de esto último), el análisis de
Altamira da cuenta así, como veremos, de la vitalidad del pensamiento y la práctica política de este
dirigente revolucionario. Adicionalmente, es interesante conocer, de primera fuente, el posicionamiento
que tiene con respecto a las discusiones dadas en esta serie el que podría ser catalogado, si tenemos en

1
Este material fue elaborado durante los meses de enero y febrero del 2020, previamente al estallido de la crisis
pandémica mundial. La publicación oficial de este material había sido diferida hasta ahora para privilegiar la
elaboración de materiales de discusión actualizados referidos al desarrollo de la crisis sanitaria internacional, una
de las primeras materializaciones (en toda regla) del avance de un fenómeno inicial de colapso civilizatorio.
cuenta el agudo proceso de adaptación parlamentarista que viene caracterizando en Argentina a los
principales partidos del llamado Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT), como el último gran
dirigente del Trotskysmo histórico a nivel mundial. Basta con recordar aquí, como caso opuesto, el
nefasto papel jugado en el pasado por otros referentes del Trotskysmo argentino en el terreno de la
denuncia de la crisis ecológica mundial que, tal como en el caso de la ex diputada del PTS Myriam
Bregman, llegaron incluso a alinearse en el parlamento con la derecha y el peronismo al negarse a votar
en contra de los acuerdos pro imperialistas de la Cumbre Climática de París (COP21), lo anterior a
pesar de que sus propios compañeros de coalición en el congreso (por ejemplo, Pablo López del PO) la
hayan conminado a manifestar su rechazo. Otro ejemplo semejante ha sido la complicidad de Nicolás
del Caño (también militante del PTS) con la política brutal-industrialista de apoyo a la existencia de la
mega-minería del cobre y el litio que sigue en Chile el PTR, una de las organizaciones satélites de su
partido en ese país.

De gran interés son también las intervenciones de Jaime Vindel, académico especialista en temáticas
de ecología marxista que, desarrollando una posición más cercana a la tendencia ecosocialista, intenta
dar cuenta de algunos de los que serían los principales “vicios” que presentaría, a su juicio, el discurso
colapsista defendido por Miguel Fuentes (Marxismo Colapsista) y Antonio Turiel (Teoría del
Decrecimiento). Las posiciones de Vindel representan, de este modo, un importante contrapunto (en
gran medida polémico) con las críticas realizadas en secciones anteriores por Fuentes y Turiel a los
planteamientos ecosocialistas de Michael Lowy. Al mismo tiempo, dando cuenta de un importante
manejo de la teoría ecosocialista y del tratamiento de la problemática ecológica al nivel de la izquierda
mundial, Vindel no deja la oportunidad de deslizar una serie críticas con respecto al estado actual del
pensamiento y la práctica ecosocialista, esto último llegando a manifestar su acuerdo (aunque de manera
más bien tácita) con algunos de los razonamientos colapsistas alrededor de la imposibilidad que tendría
hoy una revolución socialista para “detener” o “revertir” el inicio de una dinámica de cambio climático
catastrófico. Otra de las posturas colapsistas con las cuales Vindel parece tener acuerdo se refiere a su
rechazo al planteamiento de una posible “recomposición” del “equilibrio metabólico” entre la
humanidad y la naturaleza, idea que constituye, como sabemos, uno de los pilares fundamentales del
pensamiento ecosocialista. Es precisamente el nivel de flexibilidad teórica y discursiva que demuestra
Vindel al momento de calibrar y sopesar las posiciones ecosocialistas y colapsistas, uno de los atributos
más importantes de sus reflexiones, esto sobre todo ante un escenario ideológico caracterizado entre los
partidos de izquierda tradicional que exhiben algún tipo de “sensibilidad ecológica” por una
reproducción muchas veces acrítica (y en gran medida vulgar) de las posturas ecosocialistas. Una
muestra clara de lo anterior en el ámbito latinoamericano puede encontrarse, por ejemplo, en el tipo de
adaptación mecánica del ideario ecosocialista noventero que vienen intentando (aunque todavía de
manera marginal) algunos espacios de izquierda parlamentarista de cuño industrialista tales como la red
de diarios digitales La Izquierda Diario, la Red Ecosocialista del MST argentino o algunas de las
escasas (y prácticamente inexistentes) instancias de discusión ecológica de la LIT-CI en América
Latina. Ejemplos en Chile de estos intentos de reproducción vulgar del ideario ecosocialista pueden
encontrarse, sobre todo, en el seno de ciertas organizaciones tales como el llamado Movimiento
Anticapitalista (LIS–ISL) y el MST (UIT-CI).

Las intervenciones de Paul Walder, impulsor del portal de noticias Politika.cl y ex director del medio
de prensa digital chileno El Ciudadano, ofrecen el interés suplementario de referirse no sólo al conjunto
de temáticas desarrolladas por los demás participantes de este debate, sino que, asimismo, al problema
de la escasa cobertura dada por los grandes medios de comunicación a los desafíos de un posiblemente
cercano colapso eco-social planetario. Es precisamente desde aquí que los planteamientos de Walder,
uno de los principales promotores de la discusión en torno a los problemas del cambio climático y el
horizonte de un derrumbe eco-social en el ámbito de los medios de prensa en Chile, otorgan a este
debate una dimensión no presente hasta ahora en las posiciones de los demás participantes del mismo.
Adicionalmente, los puntos de vista de este periodista destacan por poseer un manejo de la crisis
ecológica y sus posibles implicaciones internacionales que contrasta con la ignorancia (y virtual
desconocimiento) que existe respecto a estas temáticas no sólo al nivel de una gran parte de la prensa
latinoamericana, sino que, además, en el de los sectores dirigentes de la mayoría de las organizaciones
del arco político chileno, esto desde el terreno de la derecha pinochetista y la corrupta ex Concertación

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hasta el de los partidos neo-concertacionistas agrupados en el Frente Amplio y los del ámbito de las
llamadas izquierdas ciudadano-parlamentarias o anti-capitalistas radicales.

Enero-febrero / octubre 2020


Editores

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Ecosocialismo versus Marxismo Colapsista (IV)
El Marxismo entre la crisis ecológica y el colapso de la civilización

En la primera parte de este documento se integran los comentarios generales de dos de los nuevos
participantes de este debate (Paul Walder y Jaime Vindel). Posteriormente, se adjuntan a la discusión
las respuestas de estos últimos a la serie de preguntas ya desarrolladas en secciones anteriores por
Michael Lowy (Ecosocialismo), Miguel Fuentes (Marxismo Colapsista) y Antonio Turiel (Teoría del
Decrecimiento). La parte final de esta cuarta entrega de la serie “Ecosocialismo versus Marxismo
Colapsista” consiste en la intervención de Jorge Altamira. Por motivos de fuerza mayor, este último no
pudo enviarnos sus respuestas al cuestionario de preguntas completado por lo demás participantes. Con
todo, Altamira se comprometió a enviarnos dichas respuestas para futuras secciones de esta serie.

1. Comentarios Generales

Paul Walder2

a. ¿Cuál es su impresión desde el ámbito de la comunicación social y el periodismo


chileno y latinoamericano respecto a las posiciones vertidas hasta el momento en
el debate “Ecosocialismo versus Marxismo Colapsista” por parte de Michael
Lowy (Ecosocialismo), Miguel Fuentes (Colapsismo Marxista) y Antonio Turiel
(Teoría del Decrecimiento)?

Creo que es necesario hacer una breve contextualización del periodismo regional y
local respecto a estas temáticas. No existe este debate en los medios, los que carecen
incluso de información más o menos general sobre cambio climático y sus efectos y sin
ahondar en sus causas. Ante esta falencia informativa, cuando hablamos de

2
Periodista chileno. Impulsor del portal de noticias Politika.cl. Ex director del medio digital El Ciudadano.

4
“Ecosocialismo” o “Colapsismo” nos referimos a materias propias de una discusión
acotada con presencia en medios muy especializados, y básicamente digitales.

Por otro lado, aunque sin presencia en los grandes medios, existe con intensidad un
debate ambiental en pleno desarrollo, el que está hoy en día incorporado como
importante espacio de lucha política. La defensa de los territorios, de los recursos
naturales ante el extractivismo y los procesos industriales, es un lugar de luchas
intensas de organizaciones sociales en Latinoamérica y en Chile. Las decenas de
asesinatos de activistas ambientales sólo en Colombia durante estas dos primeras
semanas del año dan cuenta de hasta dónde se atreven a llegar los gobiernos liberales
y el capital extractivo e industrial.

b. ¿Comparte las críticas realizadas por Miguel Fuentes (Marxismo Colapsista) y


Antonio Turiel (Teoría del Decrecimiento) al Ecosocialismo con respecto a las
supuestas carencias de esta corriente respecto a su evaluación de la gravedad de
la crisis climática y la posibilidad de un colapso ecosocial inminente? ¿Qué opina
de los cuestionamientos realizados desde el ámbito ecosocialista a las posiciones
colapsistas?

Las proyecciones sobre un aumento de la temperatura global del planeta se han ido
cumpliendo en sus rangos más extremos. Los informes que presenta el panel de
expertos de la ONU, el IPCC, constatan una situación gravísima. Por un lado, las
emisiones de gases de efectos invernadero (GEI) siguen en plena expansión. Por otro
lado, la temperatura de la atmósfera y los océanos se mantienen en ascenso.
Paralelamente, hemos sido testigos del fracaso de todas las Conferencias de Cambio
Climático. Desde la Cumbre del Clima en Río a Kioto hasta el desastre de Madrid el
2019, el único resultado de aquellas ha sido, de hecho, un aumento dramático de las
emisiones y la temperatura.

No sabemos si durante este siglo la temperatura subirá tres, cuatro o seis grados. Pero
la tendencia apunta hacia los peores escenarios previstos. Una temperatura que
conduce a efectos climáticos destructivos en todos los aspectos imaginables, desde las
siembras, los bosques, el deshielo de los polos y los glaciares, el aumento de los niveles
del mar, las sequías extremas y la desertificación con sus consecuencias sobre la vida
humana y animal. Una catástrofe ambiental y humanitaria que tendrá efectos enormes
sobre las formas de organización social, sobre la economía y la política.

El debate político presente y futuro ha de considerar estos escenarios, que se instalarán


con fuerza en los próximos años y que se caracterizarán por una tendencia a un
deterioro generalizado en las áreas mencionadas. Antonio Turiel ha trabajado sobre
la creciente escasez y agotamiento de las reservas de petróleo, aunque el problema no
es precisamente su agotamiento, sino que su uso como alimento del sistema económico.
Miguel Fuentes sobre el colapso ambiental y social en las próximas décadas. Michael
Lowy, a diferencia de ellos, no considera estos condicionantes como base y núcleo de
su análisis, los que de acuerdo con aquel podrían convivir con el sistema capitalista
durante este siglo. Desde mi punto de vista, creo que en el futuro no sólo veremos una
tensión extrema en el clima, sino que también en las formas de organización social y
política, esto tal como ya lo estamos observando. No sé si el Ecosocialismo puede
hacerse cargo de este desastre.

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c. Usted viene realizando, desde su labor como periodista, un importante trabajo de
difusión con respecto a los problemas asociados a la crisis ecológica mundial y la
posibilidad de un pronto colapso civilizatorio. ¿Cuál es la importancia de difundir
estos debates al nivel de los medios de comunicación masiva en Chile y otros
países?

El cambio climático es sin duda el problema más grave que enfrenta la civilización.
Un proceso que puede conducir al término no sólo de esta última, sino que de la propia
especie humana junto a todos o la gran mayoría de los seres vivientes en el planeta. Si
esto no es lo más importante, no sé qué lo es. Este no es un problema que resolverán
las elites gobernantes ni financieras. Ellos están ocupados en mantener su poder y
estiman, supongo, que sus privilegios los salvarán de los desastres ambientales. Que
los efectos del cambio climático afectarán a los pobres del mundo constituye una
realidad cierta, aunque no absoluta. La devastación en la Tierra les llegará a todos
tarde o temprano. Y en esta locura hay millonarios que ya piensan en Marte.

Jaime Vindel3

a. ¿Cuál es su impresión respecto a las posiciones vertidas hasta el momento en el


debate “Ecosocialismo versus Marxismo Colapsista” por parte de Michael Lowy
(Ecosocialismo), Miguel Fuentes (Colapsismo Marxista) y Antonio Turiel (Teoría
del Decrecimiento)?

Aunque con matices, me posiciono del lado de las tesis ecosocialistas. En mi opinión,
el efecto del discurso colapsista puede ser interesante en la medida en que ayude a que
el Ecosocialismo se deshaga de sus inercias modernistas. Estoy de acuerdo en que, al
menos en el plano material (otra cosa es el moral), hemos de abandonar la idea de
progreso. También comparto que, en ocasiones, no se ha hecho el esfuerzo suficiente

3
Académico de la Unidad Departamental de Historia del Arte (Universidad Complutense de Madrid).

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para dejar a un lado las proyecciones productivistas y no se ha cuestionado del modo
adecuado la cosmovisión que restringe el socialismo a las políticas redistributivas y a
la socialización de los medios de producción. Al margen de eso, el colapsismo semeja
una suerte de agujero negro que tiene el atractivo de las tesis visionarias sobre el
decurso de la historia, pero que no plantea alternativas concretas ni entra en los
matices que atañen a cualquier proceso de transformación sociopolítica. En contraste,
pienso que las teorizaciones de autores tales como John Bellamy Foster, Andreas Malm
o Daniel Tanuro, pese a sus puntos de fricción, son mucho más complejas en términos
de lectura concreta del periodo histórico, así como también en relación al papel no
salvífico pero útil que la ciencia o la política revolucionaria pueden jugar en él. Con
todo, también al Ecosocialismo le queda mucho camino por recorrer en lo relativo a
la implementación de un proyecto teórico-práctico factible, especialmente en lo que
concierne a la necesidad de constituir el sujeto o los sujetos de la transición ecosocial.
El Ecosocialismo aguarda aún, en ese sentido, su traducción en una filosofía de la
praxis, sus tesis sobre Feuerbach.

b. ¿Comparte las críticas realizadas por Miguel Fuentes (Marxismo Colapsista) y


Antonio Turiel (Teoría del Decrecimiento) al Ecosocialismo con respecto a las
supuestas carencias de esta corriente respecto a su evaluación de la gravedad de
la crisis climática y la posibilidad de un colapso ecosocial global inminente? ¿Qué
opina de los cuestionamientos realizados desde el ámbito ecosocialista a las
posiciones colapsistas?

En términos generales, no creo que el Ecosocialismo, al menos en sus planteamientos


actuales, minusvalore la gravedad de la crisis climática, ecológica y social. Lo que
pienso es que trata de hacerse cargo de la irreductibilidad de las diversas dimensiones
de la realidad histórica (la técnica, la social, la cultural, la política, la económica) a
la cuestión ecológica entendida de modo estrecho. En los términos del debate que he
podido leer, el colapsismo se presenta como una forma de cientificismo encubierto, que
por momentos replica la vieja descalificación marxista de la ciencia como un saber
burgués y en otras ocasiones toma esa verdad como una suerte de dogma determinista
que succiona el conjunto de las posibilidades históricas de evolución de la crisis
ecosocial. Es un nuevo paradigma escatológico, una suerte de reverso negativo y
apocalíptico de las proyecciones productivistas del paraíso terrenal. En definitiva, es
una cosmovisión no materialista. Antonio Turiel señala con acierto el modo en que ese
tipo de interpretaciones pasan por alto la complejidad y el margen de indeterminación
en el comportamiento de los sistemas naturales, que cuestionan cualquier
aproximación de tipo lineal. Yo añadiría algo más: es un error comprender aspectos
como el declive energético de modo aislado. Es obvio que el sobrepasamiento biofísico
provocado por el metabolismo socioambiental capitalista representa un límite
absoluto, pero también sabemos que la energía no es sólo una magnitud física, sino
que su uso está social, histórica y culturalmente configurado. Eso introduce un margen
de imprevisibilidad y de contingencia que es el campo mismo de la disputa política.
Por poner tan sólo un ejemplo, aunque el recurso al fracking por la administración
Trump tenga un recorrido relativamente corto, es un síntoma de esa variabilidad. Es
algo que el Ecosocialismo, e incluso las posiciones más elaboradas del “Green New
Deal”, tienen más claro que los colapsistas. En realidad, en algunas de sus versiones
se presenta como un paradigma apolítico, desde el cual es imposible activar una
imaginación estratégica que no pase por el derrumbe civilizatorio. Y es absolutamente
iluso que tal derrumbe se produzca de modo súbito, o que a él le suceda la posibilidad

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redentora de hacer tabula rasa. Históricamente los procesos de colapso o
revolucionarios no se han producido así, y en eso la crisis ecosocial no representa una
novedad.

c. En su reciente texto “El Marxismo Ecológico ante la crisis ecosocial” publicado en


Viento Sur usted ha enumerado una serie de puntos ciegos y debilidades que
caracterizarían tanto a la perspectiva colapsista como a la ecosocialista. ¿Cuales
serían estos puntos ciegos que, de acuerdo a usted, afectarían a ambos marcos de
análisis?

En el texto que mencionáis subrayo que me parece interesante la crítica que el


colapsismo realiza respecto a lo que perdura en el Ecosocialismo del imaginario de
una modernidad verde. Me parece que eso podría ayudar a que el Ecosocialismo se
deshaga de los restos del mesianismo productivista (la transformación social como la
redistribución de una riqueza material exponencial), el paradigma que atravesó buena
parte de los procesos revolucionarios de signo comunista del siglo XX. Lo que sucede
es que ciertos planteamientos colapsistas no hacen más que sustituir un mesianismo
por otro, en este caso de signo oscurantista, como dice Michael Lowy. Pienso que eso
nos impide plantear soluciones concretas a la dimensión de la crisis ecosocial,
dirimiendo qué aspectos de la ciencia y el progreso modernos son rescatables y cuáles
no; de qué manera podemos articular las políticas públicas y la creación de nuevos
prototipos de vida comunitaria, etc. Por otra parte, tengo la impresión de que ese
mesianismo es ante todo una muestra de impotencia política, que evidencia el modo en
que hemos renunciado de antemano a dar la batalla cultural en el contexto hegemónico
que nos ha tocado vivir. De la apelación a una objetividad histórica absoluta (ya sean
las leyes de la historia humana y sus modos de producción; ya la inercia
potencialmente catastrófica de la crisis ecológica) no se deriva la constitución de
sujetos políticos antagonistas. Esta es también una lección teórica que deberíamos
aprender. Miguel Fuentes, a mi modo de ver de modo absolutamente gratuito, asegura
que la debacle de las fuerzas de izquierda en países como Argentina o Francia se
deriva de no asumir el paradigma colapsista. ¿De veras está en disposición de afirmar
que haberlo hecho hubiera garantizado a esas fuerzas un mejor resultado? Me temo
que esta es una expresión más del dogmatismo que caracteriza a cierta izquierda
sedicentemente radical. Otro aspecto que subrayaba en el texto es el problema de la
fijación de fechas concretas para el colapso civilizatorio, que en la medida en que no
se ven cumplidas desacreditan socialmente a los discursos ecologistas. Es una cuestión
sobre la que ha reflexionado, a mi modo de ver de modo muy preciso, Emilio Santiago
Muíño, con el que sin embargo disiento en otros aspectos.

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2. Debate (Secciones I a III)4

1. ¿Qué opina respecto a la posibilidad de una crisis ecológica súper catastrófica


durante este siglo?

Paul Walder:
La posibilidad tiende a ser una proyección que apunta hacia una certeza. Todas las
investigaciones nos describen un siglo en el cual la temperatura promedio del planeta
podría llegar a alzas por sobre los tres grados centígrados de calentamiento global.
Este aumento es claramente conservador y es probable que el calentamiento del
planeta alcance mucho antes esos tres grados y que para fines de este siglo, que es el
horizonte con el cual trabajan las proyecciones científicas (lo que no significa que las
temperaturas no continúen aumentando posteriormente), se llegue a los seis grados de
incremento. Con los aumentos graduales de la temperatura global podemos ver
consecuencias crecientemente catastróficas, aquello tal como las señaladas por Mark
Lynas en su libro “Seis Grados”. Estas consecuencias impactarán sobre toda la vida
en el planeta, incluyéndose aquí, por cierto, a los humanos. Cuando los científicos se
refieren a la Sexta Extinción, provocada esta vez por la propia humanidad y explicada
con detalle por la estadounidense Elizabeth Kolbert, podemos imaginar el mundo que
nos espera. Los mil millones de animales muertos en Australia este verano meridional,
es un adelanto de temporada. A Australia, investigada por no pocos científicos
interesados en el clima, se le puede considerar como el canario en la mina.

En cuanto a las posiciones de Lowy, Fuentes y Turiel sobre el colapso climático y


civilizatorio durante este siglo, estimo que es necesario trabajar con los escenarios
más extremos, los cuales apuntan también a convertirse en los más probables y reales.
Lowy, al relativizar estas hipótesis, creo que también relativiza la magnitud de la crisis
y la urgencia de las acciones. Es necesario emprender un trabajo intensivo para
comenzar a difundir los escenarios futuros relacionados con esta crisis y las propuestas
de acción ante los mismos. ¿Las hay?

Jaime Vindel:
Me parece que no es de ningún modo descartable. Incluso probable si seguimos
instalados en la dinámica del -business as usual-. Pero eso no nos dice nada sobre
cómo encarar políticamente la coyuntura actual.

2. ¿Qué piensa respecto a la posibilidad de un fenómeno de colapso civilizatorio


cercano? ¿Puede el capitalismo autodestruirse durante las próximas décadas?

Paul Walder:
Es muy probable que estemos en rumbo de colisión. El capitalismo en su versión
neoliberal extrema se encuentra en una encrucijada al haber demostrado de manera
evidente su capacidad de concentración sin límites de la riqueza y de llevar los niveles
de desigualdad a niveles inéditos. Sobre el capitalismo y sus tendencias de desarrollo
se han escrito numerosos volúmenes desde el siglo XIX y se sigue escribiendo y
reflexionando. En el siglo XXI podemos ver que, nuevamente, este sistema se enfrenta,
tal como en tantos otros momentos históricos desde la revolución industrial hasta la
4
Las siguientes preguntas fueron respondidas en las secciones anteriores de esta serie por el intelectual
ecosocialista Michael Lowy y los referentes colapsistas Miguel Fuentes (Marxismo Colapsista) y Antonio Turiel
(Teoría del Decrecimiento).

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revuelta de Mayo de 1968, con sus propias contradicciones y con las presiones propias
de los movimientos de las clases trabajadoras y subalternas. Francia, Hong Kong,
Chile, Colombia, por nombrar algunos lugares, expresan que el sistema vive
contradicciones insolubles. Son meses de revueltas, las que tenderán a masificarse y
radicalizarse como resultado de que el sistema ya no tiene nada más que ofrecer. La
respuesta es así una mayor tensión y violencia por parte de los estados para mantener
el orden y una tendencia a la instalación de regímenes autoritarios que restringen los
derechos civiles. Este escenario, junto con el deterioro de las democracias liberales
representativas, nos pone ante una situación de enfrentamientos y espirales de
violencia crecientes. Si a esto le agregamos los efectos cada vez más agudos del cambio
climático, tendremos una escena muy compleja a partir de esta misma década.

Pero hay otros factores que sin duda golpearán al capitalismo durante lo que queda
de este siglo. Los desastres ambientales en todo el planeta, con consecuencias no sólo
en los aumentos generalizados de los costos de consumo, sino que, además, en el
terreno de la producción de alimentos, el transporte y en el de sus impactos nefastos
sobre las sociedades humanas, son algunos de aquellos factores. Y existe además otro
problema que debiera tal vez considerarse en un primer lugar: el agotamiento del
petróleo, tema que viene desarrollando Antonio Turiel. Hay que recodar aquí que el
capitalismo moderno se ha encontrado ligado desde sus inicios a los combustibles
fósiles (capitalismo fósil) y que, hasta ahora, no existe ningún sustituto que pueda
reproducir los niveles de crecimiento que estos combustibles garantizaron para este
sistema económico durante los últimos dos siglos.

Jaime Vindel:
Pienso que en este terreno caemos a veces en debates estériles. Hablar en singular de
un “colapso civilizatorio” redunda en las visiones escatológicas de la historia que
acabo de cuestionar. Mi impresión es que sería más adecuado hablar de colapsos
parciales e interconectados, pero que no responderán a un acontecimiento único,
absoluto y definitivo. De hecho, situar ese “Gran Acontecimiento” en el futuro me
parece una muestra de eurocentrismo por parte de los discursos colapsistas. Hay
sociedades y comunidades humanas que ya están colapsando o que colapsaron hace
mucho tiempo, como han destacado Deborah Danowski y Eduardo Viveiros de Castro
a propósito de los pueblos amerindios. Quizás debiéramos fijarnos en las soluciones
concretas que se están planteando a esos colapsos específicos, en lugar de seguir
alimentando retóricas infernales de la historia como las que he podido leer en el
intercambio anterior. En cuanto a la pervivencia del capitalismo, es dudoso que éste
persista de acuerdo a una matriz global como la que hemos conocido durante las
últimas décadas. Pero nuevamente me preocupa el uso de términos tan gravemente
connotados como "autodestrucción". Creo que esa imaginación apocalíptica nos
impide atender al modo en que las mutaciones se producirán en las diferentes escalas
del sistema-mundo (un fenómeno ya visible), así como identificar las nuevas formas de
dominación y explotación que están surgiendo en diversas regiones del planeta. Ese
trabajo es imprescindible si queremos ser efectivos en la lucha social y política. Por
contraste, el colapsismo parece más interesado en el vaticinio y el milenarismo, algo
que le lleva a minusvalorar la capacidad del capitalismo para adaptarse a situaciones
de emergencia como las que se puedan derivar de la evolución de la crisis ecosocial o
para mutar hacia regímenes de gobernanza que dejen aún menos margen para la
emancipación.

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3. ¿Existe un peligro real de extinción humana durante el siglo XXI, esto tal como
plantea la perspectiva colapsista y algunos movimientos tales como Extinction
Rebellion en Europa?

Paul Walder:
Existe el peligro real. Pero es un tema tabú, silenciado por los partidos políticos y
gobernantes. Al tratarse de un peligro que trasciende sus capacidades de análisis y
acción, al ser todavía un escenario supuestamente lejano que todavía permite una vida
cotidiana ordinaria, los políticos y las elites parecen haber optado por ignorar ese
oscuro futuro. Es por cierto la consecuencia de los fracasos de las cumbres climáticas
y el retraso de acciones de contención del calentamiento global, lo que nos coloca en
un rumbo que ya no tiene vuelta atrás. Si hoy mismo esta civilización apoyada en la
liberación de CO2 a la atmósfera dejara de hacerlo, el calentamiento ya en curso se
mantendría por siglos.

Existe el peligro de extinción humana, el cual también acecharía a las especies que
aún no han desaparecido. Pero en medio de este espacio temporal, que es el fin de
todo, está la agonía de la civilización, que es la gran pesadilla, la barbarie con los
restos del capitalismo y lo peor de nuestra cultura. Mad Max, La Carretera (Cormac
Mc Carty), Elysium, por recordar algunas obras distópicas, describen los pantanos en
los que podría hundirse la civilización y el ser humano. Una sociedad infernal en que
los vivos envidiarán a los muertos.

Esta proyección tiene en estos precisos momentos múltiples antecedentes de


degradación social y política en prácticamente todo el mundo. Concentración del
capital, corrupción política y social, fascismos, narcotráfico, bandas armadas, tráfico
de personas, son todos antecedentes de un posible horizonte de barbarie que en un
futuro cruzado con las amenazas climáticas nos haría recordar con nostalgia cualquier
momento pasado.

Jaime Vindel:
No es descartable, pero la importancia de movimientos como los que mencionáis no se
mide en lo acertado de sus presagios respecto a una posible extinción de la especie
humana. En mi opinión, su fuerza reside en convocar una imagen que nos pone ante
un espejo histórico que deshace el espejismo de eternidad (la negación de la muerte)
característico de la cultura mercantil. En ese sentido, actúan política y
metafóricamente en el imaginario colectivo, algo a lo que parecen renunciar los
discursos colapsistas más alarmistas.

4. ¿Qué opina respecto de la crítica colapsista a una supuesta “superficialidad” del


análisis ecosocialista en su evaluación de los peligros de la crisis ecológica y la
posibilidad de un colapso civilizatorio cercano?

Paul Walder:
Si somos realistas, que no es lo mismo que fatalistas, no podemos en estos momentos
creer en utopías que nos salvarán del colapso. Aquellas mismas utopías que no
pudieron liberarnos de las garras del capitalismo durante largos siglos, no tendrían
por qué tener ahora su oportunidad. Vivimos una pospolítica, un deterioro terminal,
diría, de las democracias liberales representativas, todas corruptas y compradas por
el gran capital, de los partidos políticos de izquierda y de todos los relatos. Tal vez el

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Ecosocialismo sea la única propuesta socialista que considere el ambiente, pero no se
ha instalado de forma sólida en los debates. En el caso latinoamericano todas las
experiencias progresistas de las décadas pasadas se apoyaron en la explotación
desmedida y la comercialización sin límites de los recursos naturales, las materias
primas y los combustibles fósiles, todo esto en el marco de economías nacionales
altamente dependientes de las demandas del gran capital.

Jaime Vindel:
No comparto esa caracterización de los análisis ecosocialistas. Bien al contrario,
pienso que el Ecosocialismo ha de jugar un rol político fundamental en nuestro tiempo,
alejado de corrientes tales como el catastrofismo colapsista, la docilidad reformista
del “Green New Deal” o los delirios tecnofílicos del aceleracionismo. Pienso que en
la medida en que el Ecosocialismo complementa la crítica marxiana del valor (la
producción de plusvalía a través de la explotación de la fuerza de trabajo) con la
crítica ecológica del sostenimiento de las condiciones de producción (la apropiación
de la energía, los recursos materiales, la tierra y la fuerza de trabajo), encuentra su
punto de conexión con el Ecofeminismo, que viene planteando una apelación política
sumamente consistente frente a la crisis de los cuidados y otras facetas de la vida
reproductiva, tradicionalmente asumidas por mujeres y que presentan además un
componente racial muy acentuado. Esa articulación entre Ecosocialismo y
Ecofeminismo me parece mucho más relevante y realista en términos políticos que el
sesgo apocalíptico de los discursos colapsistas. Por cierto: el catastrofismo es una
pasión bastante masculina. No hace falta más que repasar la lista de nombres que
aparecen en la siguiente de sus preguntas.

5. Una serie de referentes del colapsismo, activistas medio-ambientales y militantes de


izquierda tales como Miguel Fuentes (Chile), Lucho Fierro (Argentina), Demián
Morassi (Argentina), Manuel Casal Lodeiro (España), Matías Herrera (Argentina),
Alek Zvop (Chile), Miguel Sankara (Chile), Carlos Petroni (Argentina), Albino Rivas
(Argentina), Charly Pincharrata (Argentina), Yain Llanos (Argentina) y Lucas Miranda
(Chile), reconocen que el Ecosocialismo y las elaboraciones de la ecología marxista
constituyeron un aporte clave para una problematización anticapitalista inicial de la
crisis climática. Paralelamente, algunos de estos referentes plantean que la debilidad de
los postulados ecosocialistas consistiría hoy no sólo en una evaluación a veces
“superficial” de la gravedad y dinámica (ya imparable) de dicha crisis, sino que,
asimismo, en su negativa de integrar la perspectiva de un colapso civilizatorio cercano
en su análisis de la dinámica revolucionaria durante el presente siglo. Se dice aquí que
las concepciones ecosocialistas fallarían al momento de integrar las implicancias
prácticas de un escenario de ecocidio ya en marcha, reemplazándose con ello la
discusión en torno a las proyecciones catastróficas reales del mismo por una replicación
(acrítica) del proyecto socialista tradicional de los siglos pasados, aunque esta vez
“adornado” (aggiornado) con “fraseología ecológica” y “medidas verdes”. ¿Qué
piensa respecto de estas críticas?

Paul Walder:
Creo que son críticas acertadas. En un mundo post-colapso posiblemente nada o muy
poco de los sistemas o estructuras económicas y políticas actuales funcionarán. Todo
lo que está hoy arriba, desde el estado al mercado, estará en el suelo o con un nivel
operacional mínimo. ¿Los ecosocialistas plantean tomarse el estado? Y si es así, ¿para
qué? Pensar en un mundo post-colapsista es imaginar todo en el suelo, desde la idea

12
de estado a la nación hasta las estructuras productivas y financieras, los sistemas de
transportes o de salud. No así, las comunidades y sus organizaciones, con economías,
territorios y sistemas políticos propios. Si hay socialismo, creo que este será el espacio,
tal vez el único lugar posible de sobrevivencia.

Jaime Vindel:
Pienso que aún representando una alerta que el Ecosocialismo debe atender, no
podemos pasar por alto lo que señalaba anteriormente. Tan reales son las limitaciones
que impone la acentuación de la crisis ecológica como la existencia de contextos
culturales, sociales, económicos, políticos e institucionales sumamente diversos a lo
largo y ancho del planeta. Que también tienen su consistencia material. Que forman
parte de la red de la biósfera y de la -physis- y que, por tanto, deben ser objeto de
cualquier ecología política digna de tal nombre. La ecología política requiere por igual
de la dinámica de sistemas y de una crítica afinada (no dogmática) del estado
neoliberal. La persistencia de las inercias adquiridas (imaginarios culturales,
expectativas vitales, hábitos de consumo) no se van a esfumar por convocar de manera
apocalíptica la materialidad última de la catástrofe ecológica. Es más: se pueden ver
exacerbadas. Mientras no admitamos este hecho, estaremos girando en círculo en
torno a una posición política residual.

6. ¿Podría una revolución socialista “detener” el curso de la crisis ecológica


planetaria actual? ¿En que condiciones podría un proyecto socialista “revertir”
esta última?

Paul Walder:
Sin la intención de caer en el fatalismo, creo que definitivamente no. No es posible
porque no hay tiempo. Ya es tarde. El poder económico y político está en manos del
gran capital y en su agenda está continuar con el modelo de crecimiento económico
basado en los combustibles fósiles. La transición hacia otras energías, si es que hay
alguna, no logrará detener el proceso de calentamiento global con todas las
consecuencias ya esbozadas. El otro motivo es que desde la izquierda anticapitalista
no hay tampoco un proyecto revolucionario en marcha como sí lo hubo durante el siglo
pasado y el ecologismo es demasiado transversal como para mutar de urgencia en un
movimiento revolucionario anticapitalista. En el caso hipotético de que surgieran
verdaderos movimientos de masas capaces de poner en jaque a los gobiernos y al
capital, la verdad es que los tiempos ante el colapso también estarán muy ajustados y
las medidas a considerar deberían ser extremas.

Jaime Vindel:
No creo que lo pudiera detener y mucho menos revertir. Pero en la ambición de
"paliar", que es a lo que debemos aspirar (una política del mal menor) caben una gama
muy amplia de propuestas, programas y estrategias políticas. Esto es lo que el
colapsismo ciega con su teleología negativa y oscurantista.

7. Considerando la actual ruptura de los equilibrios ecológicos del periodo holocénico que
han primado desde hace aproximadamente diez mil años en nuestro planeta (un ejemplo
de lo anterior serían los más de 410 ppm de CO2 presentes hoy en la atmósfera, un cifra
no vista en la Tierra en varios millones de años): ¿es realista plantear que el
socialismo podría “restablecer” el llamado “equilibrio metabólico hombre-

13
naturaleza”, esto tal como plantea el Ecosocialismo y los principales referentes de
la ecología marxista? ¿Es esta consigna una fantasía o una potencial realidad?

Paul Walder:
Quisiera pensar que sí es posible. No nos podemos resignar a desaparecer como
especie. En cualquier caso, será necesario que los humanos de finales de siglo y en
medio o después del colapso instalen sistemas de vida comunitarios, igualitarios e
integrados con la naturaleza o lo que quede de ella. Respecto al restablecimiento de
los equilibrios que se conocieron en el Holoceno, si esto llegara a suceder tardaría no
cientos, sino miles de años. Esa sería nuestra contribución hoy como generación a
nuestra especie, en caso de que no sea todavía tarde. Si el capitalismo negacionista y
extremo consigue mantener como sea su curso, el colapso sería también el fin de todo.

Jaime Vindel:
No creo que se pueda restablecer un equilibrio metabólico entre el hombre y la
naturaleza. Me parece que aunque apele a un concepto termodinámico, se trata de una
imagen idealista y dualista de la relación entre sociedad y naturaleza. En primer lugar,
porque es probable que nunca haya existido ese equilibrio, no al menos desde la
fundación de los estados agrarios, como se encargaron de demostrar Ramón
Fernández Durán y Luis González Reyes. Considero que en la idea misma de
civilización reside una cierta tendencia a la desmesura, a la hybris, que no podemos
dejar de considerar. El problema es que la automatización de los procesos económicos
que caracteriza al sistema capitalista ensancha esa fractura metabólica hasta
convertirla en una amenaza para la supervivencia de la idea misma de civilización.
Por tanto, a lo que debería de aspirar cualquier proyecto ecosocialista es a atenuar
esa fractura en la medida de lo posible, mediante un amplio espectro de políticas, que
vayan desde la escala micro de una relocalización radical de los flujos energéticos y
de materiales de la vida social, a una política concertada e internacionalista de
contención de la crisis ecosocial en las dimensiones intra y supraestatal. Con todo,
hemos de ser conscientes de que, según revela la ciencia climática, la inestabilidad de
Gaia se prolongará durante siglos y tal vez milenios.

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3. Jorge Altamira – Intervención5

Cambio climático, Colapso civilizatorio, Ecosocialismo y Marxismo


(Por Jorge Altamira)

El tema del cambio climático ha venido ocupando la primera plana de la agenda política
internacional. El énfasis está puesto en el calentamiento global, relegándose a un segundo plano
otros aspectos del mismo como, por ejemplo, el envenenamiento de la agricultura y la
alimentación o la depredación de las especies por parte de la industria farmacéutica.

En el campo de la izquierda, la cuestión del clima ha dado paso a la formación de distintas


corrientes. Una de ellas señala que la crisis climática ha ingresado a un punto sin retorno, lo
cual replantearía la vigencia del ‘paradigma’ marxista que sustenta la lucha de clases y la
revolución socialista mundial. La descomposición progresiva del sustrato natural de la sociedad
habría terminado por quebrar, por lo tanto, la posibilidad de una sociedad sin clases. Lejos de
la premisa socialista de la abundancia y el horizonte comunista de un cese de la lucha por la
existencia, la humanidad habría entrado así en un mundo con recursos menguantes como
consecuencia de la destrucción del medio ambiente. El socialismo o el marxismo deberían,
desde aquí, asumir este cambio radical de las condiciones históricas y postularse para gestionar
el “derrumbe civilizatorio”. En otras palabras, nos encontraríamos, con las debidas diferencias,
ante un retorno del malthusianismo en la época de la decadencia capitalista. De otro lado, se

5
Jorge Altamira es el fundador del Partido Obrero de Argentina y uno de los dirigentes históricos del Trotskysmo
Latinoamericano del último siglo. Como explicamos en la introducción de esta sección, Altamira nos hizo llegar
su intervención a este debate en el formato que presentamos a continuación, comprometiéndose a enviarnos sus
respuestas a las preguntas del cuestionario anterior durante las próximas secciones de esta serie.

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encuentra una corriente “ecosocialista” que pretende llenar el vacío ecológico que exhibiría el
pensamiento marxista y, como ocurre con el “feminismo anticapitalista”, abrir el camino al
pluriclasismo y al frente popular. Se trata en este caso de un aporte curioso al marxismo, como
si éste no partiera en sus concepciones de la noción de alienación; es decir, del análisis de la
separación del ser humano de su propio medio (natural o no) que es consustancial al
capitalismo. Cabe recordar aquí, sin embargo, que el comunismo no sólo significa la conquista
de una sociedad sin clases, sino que, asimismo, la reconciliación de la sociedad con la
naturaleza, incluida la suya propia.

Se advierte así que la cuestión del cambio climático es el pretexto o el argumento para un nuevo
tipo de revisionismo, el cual hace siempre aparición, por lo demás, en coyunturas de ruptura
de la sociedad capitalista. Estas posiciones enfatizan, por ejemplo, que la cuestión climática no
habría sido advertida por la izquierda mundial en sus implicancias catastróficas durante los
famosos “treinta años gloriosos” de la posguerra (caracterizados por una expansión sin
precedentes de la productividad capitalista), habiendo sido dichas décadas, por el contrario,
celebradas por una gran parte de ésta, lo anterior precisamente cuando se desarrollaba como
nunca antes la explotación de los recursos fósiles que producen el calentamiento global.

La cuestión del cambio climático no puede ser abordada por fuera del contexto histórico y su
correlato –la lucha de clases y la lucha política. Una de las razones de lo anterior es que la
destrucción de las fuerzas productivas y el medio ambiente se encuentra en los genes mismos
del capitalismo, cuya base es la cosificación de las relaciones sociales y la explotación
mercantil de la fuerza de trabajo (y de unas naciones por otras). La barbarie se encuentra, por
lo tanto, en la propia genética del capital; desde su fase de ascenso desarrolla su labor creativa
mediante la destrucción de la fuerza de trabajo y el medio natural de existencia. La época de
su decadencia despliega esa tendencia destructiva de forma potencialmente ilimitada. Se trata
de un movimiento histórico contradictorio, mediado por el avance de una lucha de clases de
alcances más revolucionarios, guerras e insurrecciones nacionales.

La barbarie y el colapso civilizatorio aparecen como cuestiones concretas antes de las


advertencias sobre el cambio climático por parte de la comunidad científica. Las guerras
imperialistas (que Lenin caracterizó en su momento como expresiones de “un cambio de
época”) pusieron en vigencia el slogan “socialismo o barbarie” e inauguraron los debates sobre
la posibilidad de un “derrumbe civilizatorio”. Hoy dichas guerras son presentadas como una
amenaza menor a la que representaría el cambio climático, aunque esto solamente por los
reveses que sufrió el imperialismo en aquellas: la revolución de octubre, en un caso, la derrota
del nazismo y las revoluciones de posguerra, en el otro. Ahora bien, una victoria del nazismo,
como resultado alternativo de la última gran guerra imperialista, habría convertido al mundo
en un campo de concentración gigantesco, por supuesto que con cámaras de gas incluidas. La
naturaleza hubiera sido devastada por el pillaje hitleriano, en paralelo al avance de la
esclavización humana. La derrota (relativa) de dicha barbarie fue alcanzada por medio de
guerras revolucionarias y revoluciones sociales. Estas guerras y revoluciones siguen siendo
hoy las únicas barreras concretas contra la barbarie capitalista.

La amenaza a la civilización que representa la destrucción del clima, o del “equilibrio” o


“metabolismo” climático, ha sido precedida y se encuentra todavía acompañada por otra
amenaza de alcance apocalíptico: una guerra nuclear. Hiroshima, Chernobyl o Fukushima han
tenido un efecto devastador sobre el medio ambiente, esto más allá del crimen de lesa
humanidad que significó el lanzamiento de la bomba atómica sobre Japón (o los bombardeos
de napalm sobre Vietnam). Una guerra nuclear, observemos al pasar, aceleraría el ‘cambio

16
climático’ en una forma que desafiaría la imaginación de cualquier ‘colapsista’. El derrumbe
civilizatorio acompaña a la decadencia capitalista como la sombra al cuerpo, y no puede ser
separada de ella sin caer en operaciones ideológicas. Un ejemplo de este peligro puede verse
en el hecho de que, luego de la integración de China y Rusia a la economía mundial, el mundo
vive actualmente una espiral de guerras y conflictos, esto sin que nunca haya dejado de estar
amenazado por un apocalipsis atómico.

La crítica a la tendencia a la catástrofe climática no puede ignorar las experiencias del llamado
‘socialismo en un sólo país’, por ejemplo, los casos de China o Rusia, los cuales se cobraron,
en el contexto de una supuesta “acumulación primitiva”, un precio elevado de vidas. Cabe
destacar aquí, igualmente, que las burocracias contrarrevolucionarias de dichos estados no
inventaron un modo de producción propio, lo cual solamente habría sido posible gracias a la
existencia de un sistema socialista a escala mundial, sino que adaptaron, a su modo, bajo la
presión del capitalismo, los métodos más bárbaros de este último. Ulteriormente, el triunfo de
la restauración capitalista en dichos países alineó las prácticas productivas de esas sociedades
con aquellas que, tal como hemos visto con motivo del desarrollo del modelo capitalista
neoliberal, acentúan al máximo la perspectiva de una catástrofe climática. En resumen, la
posibilidad del colapso, la barbarie y la catástrofe de la humanidad deben colocarse en el marco
de la historia y la política. Fuera de ellas, sólo existe la nada.

El cambio climático y el agotamiento de recursos que lo acompaña son consecuencias del


mismo tipo de “metabolismo social” que es consustancial a la acumulación de la riqueza bajo
el capitalismo. No se puede proceder a un cambio de rumbo del primero sin la abolición del
segundo. Los recursos planetarios menguantes engendran, en primer lugar, nuevas guerras por
el control de materias primas tales como el petróleo, el gas natural o el litio. La guerra,
armamentismo mediante, es el principal factor de succión de recursos contaminantes y en
declive. La voracidad capitalista por dichos recursos altera negativamente (de manera
catastrófica) las condiciones de vida de amplias masas como resultado, entre otras cosas, de la
contaminación de ríos y otras fuentes de agua, esto cuando no genera la completa privación de
estas últimas. Es justamente por esta y otras razones que se han venido desarrollando en todo
el mundo inmensos procesos de lucha en favor de una serie de demandas medioambientales
tales como la preservación de glaciares, la defensa de las fuentes de agua y por la denuncia de
la minería contaminante. La cuestión del cambio climático desata así procesos de luchas de
clases que tienen como referencia las condiciones de vida de las masas, esto tal como ocurre
en las empresas y lugares de trabajo en las cuales los trabajadores protestan en contra de la
insalubridad laboral. Desde aquí, la cuestión del cambio climático desata, en consecuencia,
crisis sociales, políticas y revoluciones. Ahora bien, esta enunciación (correcta) no remite a un
cierto “ecosocialismo”, sino que, por el contrario, al marxismo revolucionario ‘tout court’.

La política climática de los gobiernos imperialistas se encuentra asociada indisolublemente a


la guerra por un nuevo reparto del mundo y no puede ser entendida como ajena a esa disputa.
No se puede discutir una política socialista acerca del clima ignorando las guerras que el
conflicto inter-imperialista por el mercado mundial engendra. El autoabastecimiento de
petróleo por parte de Estados Unidos, por medio del fracking (o hidrofracturación), no trajo
por consecuencia una ‘política de paz’ del imperialismo norteamericano en Medio Oriente, esto
por una razón muy simple: nadie entrega recursos que pueden caer en manos rivales. Por otra
parte, China, el rival designado por Trump y el partido demócrata, importa petróleo desde Irán.
Cabe mencionar aquí que el propio fracking estadounidense se encuentra ya en crisis, siendo
esto visible en el hecho de que las principales empresas en este campo se han presentado a
concursos de acreedores. Señalar una perspectiva de colapso climático inminente sin

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relacionarlo con el imperialismo y las guerras; y sin relacionarlo con las guerras
revolucionarias y revoluciones que éstas engendran, se convierte así en un mero torneo
ideológico para cuestionar la vigencia del programa de la dictadura del proletariado y la
revolución proletaria internacional.

El cambio climático no se reduce al calentamiento global, sino que se expresa, además, en otras
esferas tales como la depredación de especies naturales y la infiltración química de la
agricultura, fenómenos que ya habían sido señalados por Marx, digamos de paso, en 1848
(véanse las notas de Riázanov en la Biografía del Manifiesto). Se trata por lo tanto de una
agresión en gran escala en contra del metabolismo de la naturaleza y la alimentación humana
y animal, una agresión que ha despertado ya grandes luchas en diversos campos productivos
tales como las que han venido enfrentando al capital químico en la agricultura y sus financistas.
Recordemos aquí que una de las primeras grandes reivindicaciones de la lucha de clases
moderna en contra el capital ha sido históricamente, de hecho, la nacionalización de la tierra,
reivindicación que no aparece, sin embargo, en la agenda del ecologismo, esto tal como
tampoco aparece la demanda por la nacionalización de la banca y el capital financiero. La
crítica ecologista al planteo de expropiar a las empresas contaminantes parte de la idea de que
estas expropiaciones estarían intentando, simplemente, dar un uso “socialista” a las mismas,
aunque esto sin buscarse un reemplazo del llamado “modelo extractivista” del cual dichas
empresas son parte. Ahora bien, tal como parece olvidársele al ecologismo, la expropiación del
capital no es un mero acto jurídico, sino que, por el contrario, la premisa de la emancipación
de la explotación social y de la reconversión de las fuerzas productivas existentes para ponerlas
al servicio de objetivos sociales, esto en oposición a la producción de plusvalía y los intereses
mercantiles. Como se ve, no se trata aquí de que los comunistas se transformen en ecologistas
sino que, al revés, que el ecologismo se convierta en comunista.

Para algunas corrientes ecologistas, colapsistas o no, las luchas sociales que han venido
estallando en diversos países en contra de los tarifazos que afectan a los sectores populares
serían vistas, entre otras cosas, como una manifestación de la espantosa falta de conciencia de
las masas acerca de un inminente “derrumbe civilizatorio”. Según esto, al parecer, los
trabajadores deberían estar dispuestos a financiar de sus bolsillos la reconversión de un sistema
energético basado en el uso de los combustibles fósiles a uno que tenga en su base la utilización
de energías limpias. No obstante, sabemos que dicho método (los impuestos al petróleo y las
bencinas) no sólo es totalmente insuficiente para alcanzar el propósito de una pretendida
reconversión energética, sino que tampoco existe la certeza de que ese sea el verdadero
propósito de los tarifazos impulsados por los gobiernos neoliberales. Por el contrario, aquellos
podrían estar siendo utilizados para reforzar el presupuesto de los estados capitalistas para
financiar guerras y otras actividades contaminantes. En otras palabras, algo así como desatar
una ofensiva en contra las condiciones de vida de los trabajadores en nombre de la “defensa
del clima”, esto tal como pudimos ver en el caso de Macron cuando, al momento de establecer
su “impuesto ecológico” a las naftas en Francia, se peleaba en contra de Trump para que Total
(la principal empresa privada petrolera francesa) pueda desarrollar actividades de explotación
de petróleo en Irán.

El fracaso de los acuerdos climáticos obedecería así, por un lado, a la imposibilidad de financiar
una reconversión energética sobre las espaldas de los trabajadores y, por otro lado, a la
competencia y la lucha entre las potencias capitalistas por el control de los recursos
contaminantes. Una de las razones de lo anterior es que la cuestión climática es internacional
por naturaleza y no puede ser abordada por un régimen social caracterizado por los
enfrentamientos entre estados y la opresión nacional. La agenda del clima es indisociable, por

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lo tanto, de las tareas del internacionalismo proletario. La tarea de los socialistas debe ser
enfrentar la agresión del capital a los trabajadores y la naturaleza por medio de la lucha de
clases, la revolución y la acción revolucionaria internacional. Replantear el lugar histórico del
socialismo para gestionar una supuesta “sociedad post colapso”, es asignarle una función de
sepulturero. A su vez, sostener la posibilidad de detener o “administrar” el cambio climático
mediante el ‘decrecimiento’ es una idea que, en el marco del sistema capitalista, no puede más
que estar basada en un hipotético control extendido de la natalidad, un planteamiento ahora en
desuso, pero repetidamente defendido por los ideólogos del capitalismo. Cabe tenerse en cuenta
aquí que el llamado “techo” del hijo único aplicado por China en décadas anteriores ha
concluido no ya en un fracaso, sino que en una deformación poblacional que impulsa, entre
otras cosas, a un todavía mayor ‘productivismo’ y pillaje sobre la naturaleza.

El socialismo no consiste simplemente en transformar al estado en propietario colectivo de los


medios de producción, una suerte de capitalismo de estado, sino que en emancipar la fuerza de
trabajo de su condición de mercancía asalariada. Sin la ruptura de esta atadura, ni el
proletariado puede emanciparse del yugo de la explotación ni la naturaleza de la usurpación
por parte de una potencia extraña, el capital. Solamente la prevalencia del tiempo libre sobre
el tiempo necesario para la supervivencia habilita la posibilidad de una relación histórica-
natural armónica del ser humano con su ambiente. El capital se eleva como potencia enajenante
no solamente frente a la fuerza del trabajo, sino que ante todo frente al medio social y natural
que incesantemente busca absorber. La primera medida de una revolución socialista
internacional debe ser, por lo tanto, reducir las horas de trabajo y separar la producción del
despilfarro capitalista, lo cual constituiría, en los hechos, una forma de ‘decrecimiento’, aunque
socialmente útil. El trabajo libre es así la condición primera de la reconciliación del ser humano
con su medio natural.

“El colapso civilizatorio y la extinción humana ya serían imposibles de detener.” “Dinámica


de cierre o clausura del horizonte socialista moderno”. “Derrumbe generalizado inminente de
las fuerzas productivas”. “Colapso civilizatorio como resultado de procesos irreversibles y ya
avanzados”. “Los equilibrios ya no se pueden recomponer”. “El punto de no retorno de la
barbarie en desarrollo”. ¡Todos estos espantajos dan por consumada una lucha que tenemos por
delante! “Repensar” el socialismo, sobre la base de estas premisas, es apuntarlo para una
gestión de dicha barbarie, que no será socialista sino que capitalista. En definitiva, un colapso
civilizatorio no constituiría, bajo ningún aspecto, un sinónimo de “derrumbe (o auto-
destrucción) del capitalismo”, sino que, en realidad, de una posible metamorfosis de adaptación
del mismo a un tipo de barbarie de su propio cuño. La fatalidad de dicho colapso, justificada
en cuestiones climáticas, al margen de la lucha de clases que el capitalismo declinante potencia
cada vez más, sólo puede ser sostenida como ideología, o sea como un tipo de justificación que
empalma en toda la línea con la reacción. Esta tendencia aparece en la izquierda como
expresión del escepticismo frente a rebeliones crecientes y procesos revolucionarios que
buscan abrirse paso. Es un contra-espejo de los brotes fascistas que genera la ruina de la
sociedad capitalista. La integración de la crisis climática a “la crisis de la humanidad”, nos
devuelve así a la cuestión, candente, de la crisis de dirección del proletariado. Esta es la
verdadera agenda política en la situación histórica presente.

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Enlaces nuevos integrantes del debate

Jorge Altamira
Sitio web
https://altamiraresponde.com/

Jaime Vindel
Artículo “El Marxismo ecológico ante la crisis ecosocial” (Viento Sur)
https://vientosur.info/spip.php?article15059

Paul Walder
Portal digital Politika.cl
http://politika.cl/

Secciones anteriores de este debate

-Ecosocialismo versus Marxismo Colapsista

Parte I
Enlace
https://www.elciudadano.com/politica/ecosocialismo-versus-marxismo-colapsista-i/06/14/

Parte II
Enlace
https://www.elciudadano.com/medio-ambiente/ecosocialismo-versus-marxismo-colapsista-ii-
una-conversacion-con-michael-lowy-miguel-fuentes-y-antonio-turiel/06/26/

Parte III
Enlace
http://www.politika.cl/2020/01/14/ecosocialismo-versus-marxismo-colapsista-iii-una-
conversacion-con-michael-lowy-miguel-fuentes-y-antonio-turiel/

Próxima sección

-Ecosocialismo versus Marxismo Colapsista (V)


Discutiendo las capacidades de la tecnología y el socialismo para “frenar” un cambio
climático catastrófico

-Las secciones anteriores de este debate pueden leerse en el siguiente enlace:


https://www.scribd.com/document/441112422/Michael-Lowy-Ecosocialismo-versus-
Colapsismo

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Materiales adicionales (online)

1. Ecosocialismo

-Manifiesto Ecosocialista
https://www.rebelion.org/hemeroteca/sociales/lowy090602.htm

-Ecosocialismo y Crisis Civilizatoria


https://razonyrevolucion.org/crisis-ecologica-crisis-capitalista-crisis-civilizatoria-la-
alternativa-ecosocialista/

-Michael Lowy, la Crisis Ecológica y el Colapso


https://www.elmostrador.cl/noticias/mundo/2017/05/28/michael-lowy-advierte-sobre-la-
crisis-ecologica-es-un-tren-suicida-que-avanza-con-una-rapidez-creciente-hacia-un-abismo/

2. Marxismo Colapsista

-Presentación de “Marxismo y Colapso”:


https://www.eldesconcierto.cl/2019/03/09/marxismo-y-colapso-la-ultima-frontera-teorica-y-
politica-de-la-revolucion/

-Marxismo y Colapso Web:


https://www.marxismoycolapso.com

-Marxismo y Colapso Facebook Fanpage:


https://www.facebook.com/Marxismo-y-Colapso-Redes-104267944397619/

3. Teoría del Decrecimiento

-El agotamiento del petróleo (Antonio Turiel)


https://www.comillas.edu/images/catedraBP/Presentacion%20Antonio%20Turiel.pdf

-Antonio Turiel (Entrevista)


https://ultimallamadamanifiesto.wordpress.com/2018/12/11/turiel-la-transicion-a-las-
energias-renovables-implica-el-fin-del-crecimiento-y-por-tanto-el-fin-del-capitalismo/

-The Oil Crash Blog:


http://crashoil.blogspot.com/

Lecturas Complementarias

-Debate Colapsista

1. La Senilidad Estratégica del Trotskymo y la tradición marxista-industrialista. El caso de


Emilio Albamonte (1)

Enlace:
https://issuu.com/collapseandmarxism/docs/la_senilidad_del_trotskysmo_1

21
-Especial Crisis Mundial por el Coronavirus

1. ¡El Comienzo del Derrumbe! La Pandemia, el Colapso y el fracaso del Marxismo


Industrialista (I)

Enlace:
https://issuu.com/collapseandmarxism/docs/el_comienzo_del_derrumbe__i_

2. Coronavirus: ¡Última Advertencia!

Enlace:
https://www.scribd.com/document/454545647/Coronavirus-Emergencia-colapsista-
Caracterizacion

3. Coronavirus de Wuhan, Cambio Climático y Crisis Civilizatoria


Notas para un Marxismo Colapsista (Palabras iniciales)

Enlace:
https://www.scribd.com/document/451654082/Coronavirus-de-Wuhan-Cambio-Climatico-y-
Crisis-Civilizatoria

4. El Calentamiento Global como horizonte cataclísmico de la historia


Grado 1: La antesala del infierno
(con sección introductoria en torno a la crisis del coronavirus)

Enlace:
https://www.scribd.com/document/453635428/El-Calentamiento-Global-como-Horizonte-
Cataclismico-de-la-Historia-I

-Especial Aniversario 80 años de la muerte de León Trotsky

-El Segundo Asesinato de Trotsky


Parte I: Los héroes malditos

Enlace:
https://issuu.com/collapseandmarxism/docs/el_segundo_asesinato_de_trotsky

Algunos materiales anteriores destacados

1. El Horizonte de un colapso civilizatorio inminente.


Entrevista de Paul Walder a Miguel Fuentes (I)

Enlace:
http://www.politika.cl/2019/12/14/parte-i-el-horizonte-de-un-colapso-civilizatorio-inminente-
conversacion-entre-paul-walder-y-miguel-fuentes/

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2. La Inevitabilidad de la catástrofe.
Entrevista de Paul Walder a Miguel Fuentes (II)

Enlace:
http://www.politika.cl/2019/12/22/conversacion-con-miguel-fuentes-parte-ii-la-
inevitabilidad-de-la-catastrofe-eco-social-planetaria/

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