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Escolar Cora y Besse Juan Epistemologi PDF
Escolar Cora y Besse Juan Epistemologi PDF
EPISTEMOLOGÍA
FRONTERIZA
ISBN 978-950-23-1785-4
1. Epistemología. I. Título.
CDD 121
Eudeba
Universidad de Buenos Aires
1ª edición: 2011
© 2011
Editorial Universitaria de Buenos Aires
Sociedad de Economía Mixta
Av. Rivadavia 1571/73 (1033) Ciudad de Buenos Aires
Tel.: 4383-8025 / Fax: 4383-2202
www.eudeba.com.ar
Impreso en la Argentina
Hecho el depósito que establece la ley 11.723
Capítulos
Los escritos que constituyen este libro encontraron su enhebrado gracias al trabajo
docente en las materias de epistemología y metodología de las ciencias sociales,
en el nivel de grado y posgrado, tanto de la UBA, de la UNLa, como de otras
instituciones universitarias.
El seminario interno de las cátedras de Epistemología y Metodología de la
carrera de Geografía de la UBA, llevado a cabo al alba de cada jueves de 2003 en
la mesa redonda de Las Violetas y cada miércoles de 2004 en la ovalada de la Reina
Kunti, ha sido el reavivo para pensar la enseñanza y la transmisión de muchas
de las cuestiones concernidas en los capítulos que integran la compilación. El
conjunto de los trabajos de este libro ha florecido con ese encuentro sostenido.
Luis Baer y Cecilia Varela hicieron posible el tejido de la primera red para
el armado del libro. Silvina Fabri lidió con los menesteres de la presentación
editorial. El trayecto final estuvo a cargo de Andrea Lobos, todos ellos alumnos
y graduados adscriptos a las cátedras antes mencionadas.
En Eudeba, Pablo Castillo brindó un tiempo atento y riguroso al trabajo
de edición.
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Presentación
INVESTIGAR EN LA FRONTERA
El título de este libro acaeció en el tiempo en que una serie de escritos –nuestros
y de quienes forman parte de las cátedras de Epistemología de la Geografía y
Metodología de la Investigación–1 se dispersaban en revistas o en las memorias
de nuestras computadoras.
Fue hacia fines de 2002 cuando empezó a tomar forma la idea de reunir
en un libro escritos forjados al calor de pensamientos e intuiciones modulados
en los seminarios internos de la cátedra. Esos borradores surgieron como resul-
tado del cursado de materias o seminarios de formación, o en la tarea misma
de la enseñanza. Allí, en ese tiempo y por esas prácticas, se hizo evidente, para
nosotros mismos, el carácter fronterizo de la andadura epistemológica trabajada.
Por eso, cuando tomamos contacto con el término epistemología fronteriza,
el regusto a contradicción en los propios términos que secretaba la adición de las
dos palabras, se impuso como una razonable condensación de los enfoques que
coexistirían en el futuro libro. Ese descompletamiento de la Epistemología2 –por la
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Cora Escolar y Juan Besse
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Presentación. Investigar en la frontera
*
Corominas sitúa el uso del vocablo “frontera” hacia 1140. En cambio, el
advenimiento del término “fronterizo” es ubicado con precisión en 1607.7 A
cuatrocientos años de esa emergencia, tres han sido las invitaciones a inscribir
el título del libro en esa inclinación: desde la frontera, como sustantivo, hacia
lo fronterizo como atributo de algo.
Por una parte, las nociones de lo epistemológico esbozadas antes por Del-
gado, aun primando una de ellas, hacen frontera en cualquier trabajo de investi-
gación. La investigación es entonces una región fronteriza entre el conocimiento
como posibilidad, como necesidad8 y como invención histórica: la producción
de sujetos y objetos de conocimiento en las prácticas de investigación tiene como
horizonte saberes, disciplinas y ciencias históricamente constituidas. Sobre ese
supuesto cualquiera de esas nociones (epistemología en singular, epistemologías en
plural o epistémica) es una vía de entrada que habilita –cuando no directamente la
promueve– la búsqueda de enlaces, conexiones, relaciones, con alguna de las otras.
Los trabajos que forman parte de este libro se palpan en esa frontera. En
cada uno de los capítulos, los autores –como no puede ser de otro modo– hacen
reverberar, en sus escrituras, improntas disciplinares: las certidumbres y las ig-
norancias, los modos de dudar y de evidenciar, los estilos de razonar, que ponen
de manifiesto las formaciones primarias transitadas. Pero en ninguno de los
6. Wittgenstein, en sus observaciones sobre los colores, dice que “una historia natural de los
colores tendría que dar cuenta de su aparición en la naturaleza, no de su esencia. Sus propo-
siciones tendrían que ser temporales”, Ludwig Wittgenstein (1977), Observaciones sobre los
colores, Barcelona, Paidós/IIF-UNAM, 1994, p. 34.
7. Joan Corominas (1961), Breve Diccionario etimológico de la lengua castellana, Madrid,
Gredos, 1994, p. 281.
8. En el sentido establecido por Emilio Lamo de Espinosa, J. M. González García y C. Torres
Albero en “Introducción: Conocimiento, individuo y sociedad”, La sociología del conocimiento
y de la ciencia, Madrid, Alianza, 1994.
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Cora Escolar y Juan Besse
casos la razón disciplinar se ejerce como fundamento último. Así, los lenguajes
incorporados en los trayectos académicos o profesionales –sean éstos los lenguajes
provistos por las seguridades de las formaciones primarias (la antropología, la
geografía, la sociología) o los de los balbuceos en los campos más recientemente
explorados (la lingüística, el psicoanálisis, la filosofía)–, se intersecan, y esperamos
que en el espacio de esas intersecciones se con-fronten fructíferamente.
9. Véase, entre otros trabajos, Edgardo Lander (comp.) (2000), La colonialidad del saber:
eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas, Buenos Aires, CLACSO.
10. Castro-Gómez sostiene, y coincidimos con su apreciación, que “es preciso establecer aquí
una diferencia en el significado político que han tenido los estudios culturales en la univer-
sidad norteamericana y latinoamericana respectivamente. Mientras que en Estados Unidos
los estudios culturales se han convertido en un vehículo idóneo para el rápido ‘carrerismo’
académico en un ámbito estructuralmente flexible, en América Latina han servido para
combatir la desesperante osificación y el parroquialismo de las estructuras universitarias”,
Santiago Castro-Gómez (2000), “Ciencias sociales, violencia epistémica y el problema de la
‘invención del otro’”, en Edgardo Lander (comp.) (2000), op. cit., p. 157.
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Presentación. Investigar en la frontera
desde el Pacífico en las Américas hasta el Pacífico del Sur de Asia y Oceanía.
[...] Se trata de entender la fuerza de las epistemologías fronterizas, de aquellas
formas de conocimiento que operan entre los legados metropolitanos del co-
lonialismo (diseños globales) y los legados de las zonas colonizadas (historias
locales). Se trata de pensar a partir de esta situación”.11 Pensar la situación es
pensar en situación y, para Mignolo, el concepto de epistemologías fronterizas
es solidario de otra noción: las geopolíticas del conocimiento.12 Intersección
que no sólo compatibiliza sino que vuelve necesario leer, por dar un ejemplo
que puede invitar a sonreír, a Jauretche con Derrida... y, contra reembolso, a
Derrida con Jauretche.
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Cora Escolar y Juan Besse
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Presentación. Investigar en la frontera
Los capítulos
20. François Jullien (2005), Conferencia sobre la eficacia, Buenos Aires, Katz editores, 2006,
p. 15.
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Cora Escolar y Juan Besse
de la obra de Gaston Bachelard y Pierre Bourdieu, entre otros autores que han
marcado la construcción del andamiaje epistemológico de las ciencias sociales.
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Presentación. Investigar en la frontera
El capítulo 6 de Cora Escolar y Juan Besse “Método: notas para una defini-
ción” recupera una serie de notas de Cora Escolar escritas en México a mediados
de los años ‘80 y reescritas en colaboración con Juan Besse a principios de los
‘90. Allí, la noción de método establecida juega con la incompletud del camino
a recorrer por la práctica de investigación, pero también con la insuficiencia del
camino recorrido. El método es construcción sobre andaduras previas como
tomar un atajo transitado por otros investigadores no supone el mismo trayecto
sino hacer marcas que no estaban en la senda. En el universo limitado de nuestra
actividad docente, tanto en la UBA como en la UNLa, el trabajo es un “clásico”
que, desde 1996,21 nos hemos propuesto muchas veces reescribir y sin embargo
hemos decidido conservarlo como entonces, casi sin modificaciones.
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Cora Escolar y Juan Besse
los datos no están “dados en la realidad” y que sólo resta recopilarlos, sino que
son fruto de una acción creadora y por tanto condicionada por las perspectivas
teórico-metodológicas desde las cuales se los construye.
22. Litorales. Teoría, método y técnica en geografía y otras ciencias sociales, Revista Electrónica
del Instituto de Geografía, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, y
Biblio 3W de Geocrítica, Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales de la Univer-
sidad de Barcelona.
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Capítulo 1
PENSAR EN/CON FOUCAULT*
Cora Escolar
Algunas palabras
21
Cora Escolar
con otras.2 Ésta no es una idea nueva, pero cabe recordarla: todos somos, a la
vez, teóricos de la sociedad y ciudadanos de a pie.
22
Capítulo 1. Pensar en/con Foucault
El poder y la norma
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Cora Escolar
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Capítulo 1. Pensar en/con Foucault
sino el efecto resultante de sus posiciones estratégicas [...] Este poder [...]
no se aplica, pura y simplemente, como una obligación o una prohibición
a quienes ‘no lo tienen’, sino que los impregna, pasa por ellos, del mismo
modo que ellos, en su lucha contra el poder, se apoyan en las acciones que
éste ejerce sobre ellos”.14
Poder y saber
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Cora Escolar
19. “¿...Qué tipos de saberes queréis descalificar cuando preguntáis si es una ciencia? ¿Qué
sujetos hablantes, discurrientes, qué sujetos de experiencia y de saber queréis reducir a la
minoridad cuando decís: ‘Yo que hago este discurso, hago un discurso científico y soy un
científico’?”; Foucault (1993), p. 17.
20. Según Lecourt, refiriéndose a la Arqueología del saber, “...las dificultades con que se topa
(Foucault) y el fracaso relativo al que llega no tienen solución y salida más que en el campo
del materialismo histórico”; Lecourt (1973) [1972], p. 100. Ver también Dreyfus y Rabinow
(1988) [1979], pp. 101-121.
21. “No digo que estas teorías globales no hayan procurado ni procuren todavía, de manera
bastante constante, instrumentos utilizables localmente... Pero pienso que no habrían procu-
rado tales instrumentos más que a condición de que la unidad teórica del discurso quedase
como en suspenso, cercenada, hecha pedazos, trastocada, ridiculizada, teatralizada [...] En
cualquier caso, toda renovación en términos de totalidad ha tenido, en la práctica, un efecto
de freno”; Foucault (1980), p. 128.
22. “La verdad se debe entender como un sistema de procedimientos ordenados para la
producción, regulación, distribución y operación de declaraciones [...] ‘La verdad’ está vin-
culada en una relación circular con sistemas de poder que la producen y la sostienen [...]”;
Foucault (1979), p. 143.
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Capítulo 1. Pensar en/con Foucault
23. Según Dreyfus y Rabinow: “[...] Foucault llama a su nuevo método ‘análisis arqueológico’ [...]
un método de análisis [...] puro de todo antropologismo”; Dreyfus y Rabinow (1988) [1979], p. 74.
24. Morey (1978), p. 233.
25. Cursos pronunciados por Foucault en el College de France. Traducidos directamente de
la grabación en cinta magnetofónica (1979), pp. 125-137.
26. Foucault (1979), p. 126.
27. Foucault (1979), p. 7.
28. Dice Foucault: “[...] encontrarlos allí donde menos se espera y en aquello que pasa
desapercibido por no tener nada de historia –los sentimientos, el amor, la conciencia, los
instintos [...]”; Foucault (1979), p. 17.
29. Foucault está discutiendo contra los contenidos, los métodos o los conceptos de una
ciencia centralizadora y “al funcionamiento de un discurso científico organizado en el seno
de una sociedad como la nuestra”, Foucault (1993), p. 16.
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Cora Escolar
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Capítulo 1. Pensar en/con Foucault
esquemas perceptivos cuanto el lenguaje, tanto las palabras cuanto las cosas.36
El orden no proviene ni del sujeto ni del objeto; es anterior, los construye,
los ordena.37
Pretendemos dejar planteada esta impronta foucaultiana que en Las
palabras y las cosas nos muestra cómo es diferente el orden durante el Renaci-
miento, la Época Clásica o la Modernidad, sin ofrecernos una causalidad de
la discontinuidad.
La constitución de un conocimiento a partir de una práctica social la
desarrolla en la Arqueología del saber. Analizar un saber es pasar de la concien-
cia constituida al discurso en tanto práctica, es pasar del sujeto titular de unos
conocimientos al análisis de una relación diferencial de enunciados que van a
posibilitar un saber. Aquí el sujeto no crea un discurso, sino que se sujeta a un
conjunto de reglas determinadas de las que no es consciente. Es este conjunto y
no el protagonismo aislado del sujeto lo que para el arqueólogo hará posible la
emergencia de lo que definirá como práctica discursiva.
La arqueología recorre el eje constituido por práctica discursiva en lugar
de conciencia, saber en lugar de conocimiento. Ambos ejes conciencia-cono-
cimiento, práctica discursiva-saber, desembocan en la categoría de ciencia. El
lugar del saber va más allá de la demostración científica para ubicarse además
en ficciones, relatos, encuestas, instituciones.38 De esta manera toda práctica
discursiva implica un saber pero no una ciencia. Existen saberes no científicos,
independientes de las ciencias.
Reconocer una ciencia como práctica discursiva es hacer su arqueología,
analizarla desde el pensamiento del exterior, desde el nivel simbólico, para ver
cómo se inscribe en el elemento del saber, es decir, estudiando las reglas que
han permitido la formación de sus objetos, las posiciones del sujeto que habla,
la aparición y transformación de sus conceptos, las elecciones teóricas, así como
todo el ensamblaje de consideraciones que acompaña todo proceso de produc-
ción de conocimientos.
37. “El orden es, a la vez, lo que se da en las cosas como su ley interior, la red secreta según
la cual ellas se miran en cierta manera unas a otras, y lo que no existe sino a través de la grilla
de una mirada, de una atención, de un lenguaje; y es sólo en los espacios en blanco de este
tablero que él se manifiesta en profundidad como ya dado, esperando el momento de ser
enunciado”. Foucault (1998) [1966], p. 35.
38. “La práctica discursiva no coincide con la elaboración científica a la cual puede dar lugar;
y el saber que forma no es ni el esbozo áspero ni el subproducto cotidiano de una ciencia
constituida. Las ciencias aparecen en el elemento de una formación discursiva y sobre un
fondo de saber”. Foucault (1990) [1969], p. 309.
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Cora Escolar
Conclusión
Este artículo arranca desde la preocupación por conocer la utilización del arse-
nal teórico de Foucault para el desarrollo de nuestras investigaciones. Para ello
fuimos desbrozando, a través de una serie de items (poder, saber, ciencia, ideo-
logía, genealogía, arqueología) las implicancias epistemológicas-metodológicas
de algunos de sus escritos.
Fuimos señalando cómo el análisis del poder arroja luz sobre técnicas ca-
paces de producir e imponer normas. En el trasfondo de todo esto, percibíamos
que subyacía la cuestión de saber qué tipo de verdad era producida. De esta
manera, el análisis del poder se doblaba en un análisis de los procedimientos
de verdad. Y, en el punto de intersección de las normas y las tecnologías de
la moral, del poder, de la verdad, del saber, nos topamos con el problema del
sujeto.39 Este sujeto es producido y a la vez sometido a través de estas tecno-
logías. Los sistemas de control social y de castigo constituyen la moral que se
impone a los sujetos.
Entonces, por un lado, encontramos un sujeto sometido a las relaciones
de poder dominante y, por otro, un sujeto que actúa autónomamente e influye
en estas mismas relaciones de poder.
Foucault trata de recuperar al sujeto como sujeto localizado, disciplinado.
La discusión del sujeto oscilando entre su aspecto reproductor y su aspecto
productor.40 En este sentido, identificamos el concepto de institución41 de los
teóricos del análisis institucional con el concepto de sujeto en Foucault.
Pero Foucault añade algo más al concepto de sujeto. Ya no es el sujeto
racional, autoconsciente, tal cual ha sido tipificado por las corrientes racionalistas,
sino el sujeto como producto histórico.
Resulta notorio que atesoró algunos motivos de la reflexión de Bachelard,
básicamente los relativos a la distinción entre umbrales epistemológicos o, más
ampliamente, a los fenómenos de discontinuidad. Parece remitir a una concep-
ción teórica de la ciencia de amplia mirada, al modo de una filosofía dispersada42
en capas distintas.
39. “Las ideas que me gustaría discutir aquí no representan ni una teoría ni una metodología
[...] Mi objeto [...] ha consistido en crear una historia de los diferentes modos de subjetivación
del ser humano en nuestra cultura [...]. Así, el tema general de mi investigación no es el poder
sino el sujeto” en Dreyfus y Rabinow (1988) [1979], p. 227.
40. Cfr. con la función reproductora y productora de las instituciones; Escolar, (2000), p. 30.
41. Lourau (1970), p. 95.
42. Bachelard (1993) [1940], pp. 12-14.
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Capítulo 1. Pensar en/con Foucault
Bibliografía
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Balbier, E. et al.: Michel Foucault, filósofo, Barcelona, Gedisa, 1990.
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—: Genealogía del racismo, Montevideo, Carone Ensayos, 1993.
43. “[...] en principio hemos de considerar que estas tres pasiones o impulsos –reír, detestar
y deplorar– tienen en común el ser una manera no de aproximarse al objeto, de identificarse
con él, sino de conservar al objeto a distancia, de diferenciarse o de romper con él [...]”;
Foucault (1980), p. 27.
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Cora Escolar
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Capítulo 2
RELACIONES ENTRE CIENCIA Y SABER
LA ARQUEOLOGÍA COMO MÉTODO EN MICHEL
FOUCAULT*
Luciana Messina
Lisandro de la Fuente
I. Introducción
*El presente artículo es una reescritura de “Bajos fondos de saber. La arqueología como
método en Michel Foucault”, publicado en la Revista Litorales, Año 2, Nº 2, agosto de 2003.
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Luciana Messina y Lisandro de la Fuente
I. Saber y episteme
En Las palabras y las cosas, Foucault decide orientarse hacia lo que denomina
análisis de la episteme, entendiendo por ésta la configuración del “campo epis-
temológico” en el que los conocimientos “hunden su positividad y manifiestan
así una historia que no es la de su perfección creciente, sino la de sus condiciones
de posibilidad”.1 La episteme sería, entonces, aquello que establece el horizonte
de pensabilidad de una época dada, el a priori histórico que da lugar a la manera
de expresarse de una época, el modo de ser del orden a partir del cual pensamos.
Es en este sentido que Foucault2 afirma: “no se puede hablar en cualquier época
de cualquier cosa”.3
Con la intención de reconstruir el camino que condujo al surgimiento de
las denominadas ciencias humanas, Foucault da cuenta en dicha obra de aquello
que concibe como las dos grandes rupturas en la episteme de la cultura occidental:
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Capítulo 2. Relaciones entre ciencia y saber. La arqueología como...
por un lado, la que inaugura la época clásica hacia mediados del siglo XVII y,
por otro, la que marca el comienzo de la época moderna a principios del siglo
XIX. Es en el seno de esta última redistribución en el orden del saber –que reem-
plaza la episteme clásica por la episteme moderna– donde aparecen las ciencias
humanas. Más allá de las contingencias que han dado lugar al nacimiento de
cada una de ellas, la posibilidad intrínseca del surgimiento de “este conjunto de
discursos que toma por objeto al hombre en lo que tiene de empírico” está ligada
a un reordenamiento de la episteme que dio por resultado la constitución de la
figura del hombre como objeto de ciencia; es decir, su emergencia como “aquello
que hay que pensar y aquello hay que saber”.4 Las figuras epistemológicas que
componen las ciencias humanas no podrían, entonces, presentar antecedentes
en formas discursivas previas a su surgimiento: es solamente a partir de la in-
vención del hombre que éste, por primera vez, puede ser colocado en el lugar de
los objetos de conocimiento. La irrupción de la concepción del hombre en el
pensamiento moderno no sólo fundó las ciencias humanas, sino que entregó a
éstas su paradoja constitutiva: el hombre se convirtió, por un lado, “en aquello a
partir de lo cual todo conocimiento podía constituirse en su evidencia inmediata
y no problemática” y, al mismo tiempo, “en aquello que autoriza el poner en
duda todo el conocimiento del hombre”.5
En La Arqueología del Saber –obra en la que Foucault establece los prin-
cipios metodológicos que habrían gobernado la construcción de sus obras ante-
riores–,6 el concepto de episteme es apenas mencionado hacia el final, mientras
que el despliegue teórico se estructura en torno a los conceptos de formación
discursiva, enunciado, saber y sus relaciones con la ciencia.
Foucault considera que el saber de una época se halla constituido por el
conjunto de los regímenes de enunciados posibles, regímenes que encuentran
sus límites en lo visible y lo decible en un tiempo y lugar determinados y que
resultan del interjuego de reglas que hacen que emerjan algunos enunciados y
no otros. En este sentido, el saber para Foucault es aquel pensamiento implícito
en la sociedad, pensamiento anónimo configurado a partir de ciertas reglas de
formación y transformación, que resulta condición de posibilidad tanto de una
teoría como de una práctica o de una ciencia. El saber constituye, entonces,
aquella experiencia social que, aunque no se inscriba de manera elocuente en un
enunciado concreto, sí puede ser reconstruida a partir de una descripción de las
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Luciana Messina y Lisandro de la Fuente
36
Capítulo 2. Relaciones entre ciencia y saber. La arqueología como...
11. En El orden del Discurso, Foucault expone los cuatro principios de método reguladores del
análisis de los discursos; cuatro principios que se oponen a las nociones que han dominado
la historia de las ideas, a saber: de trastocamiento, de discontinuidad, de especificidad y de
exterioridad. Este último propone “no ir del discurso hacia su núcleo interior y oculto, hacia
el corazón de un pensamiento o de una significación que se manifiestan en él; sino, a partir del
discurso mismo, ir hacia sus condiciones externas de posibilidad, hacia lo que da motivo a la
serie aleatoria de esos acontecimientos y que fija los límites”; Foucault (1999) [1970], p. 53.
12. Foucault (1991) [1968], p. 58.
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Luciana Messina y Lisandro de la Fuente
con la elaboración científica a la que puede dar lugar; y el saber que forma no es ni
el esbozo áspero ni el subproducto cotidiano de una ciencia constituida. Las ciencias
[...] aparecen en el elemento de una formación discursiva y sobre un fondo de saber”.13
Para abordar las vinculaciones entre ciencia y saber, es oportuno señalar que
las formaciones discursivas se transforman al franquear distintos umbrales (posi-
tividad, epistemologización, cientificidad y formalización). Dichos umbrales no
sólo redistribuyen los elementos de cada formación discursiva sino que delimitan
nuevas reglas de formación de objetos, de conceptos y de estrategias discursivas.
Producen, de esta forma, nuevas articulaciones entre estos elementos, nuevos
criterios de selección y nuevos recortes, y dan paso, así, a nuevas condiciones
para la emergencia de los enunciados.14
En cada formación discursiva se reconoce una particular relación entre
ciencia y saber, y una de las opciones de la descripción arqueológica consiste en
mostrar cómo el discurso científico se inscribe y opera en el campo del saber;
es decir, cómo recorta, selecciona y modifica los elementos del saber. En este
sentido, la ciencia se localiza en el saber pero de ninguna manera lo agota o lo
reemplaza. Por ello, si bien la ciencia se constituye sobre un fondo de saber, no
todo dominio de saber deviene conocimiento científico.15
Ahora bien, para comprender por qué han aparecido en un cierto tiempo y lugar
una ciencia, una teoría, un concepto, valores, verdades, etc., hay que atender a
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Capítulo 2. Relaciones entre ciencia y saber. La arqueología como...
las relaciones sociales que los hicieron discursos enunciables y visibles, esto es,
situarlos en determinadas relaciones de poder. En este sentido, vemos cómo el
saber se liga al poder. Asimismo, al preguntarse por las condiciones de posibilidad
de la emergencia de determinados discursos y sus relaciones con otras prácticas
extradiscursivas –obviando deliberadamente la referencia a voluntades indivi-
duales–, Foucault apuesta, más que a una historia de las ideas, a una historia
del discurso.
Consideramos oportuno detenernos en este dilema teórico-metodológico
entre la tarea de realizar una historia de las ideas o una descripción arqueológica.
Foucault desestima por varias razones los tipos de análisis producidos por los
historiadores de las ideas. En primer lugar, mientras que la historia de las ideas
busca interpretar en el discurso aquellos elementos que lo trasciendan y que sean
manifestaciones de un sentido ubicado por fuera de él, la arqueología se dirige al
discurso mismo en tanto práctica que obedece a ciertas reglas de formación. En
segundo lugar, la descripción arqueológica, lejos de buscar una continuidad y una
explicación causal entre los discursos y aquello que los precede, antecede o rodea,
pretende abordar el discurso desde su exterioridad, por medio de la explicitación
de las formas específicas en que se articulan las formaciones discursivas y los
dominios no discursivos. En tercer lugar, la descripción arqueológica no toma a
la obra como una unidad por considerar que las reglas de formación discursiva
atraviesan las obras individuales. Y por último, mientras que la historia de las
ideas, al marcar distinciones entre lo original y lo ya dicho, intenta recuperar
las motivaciones o intenciones del autor, la arqueología pretende, en cambio,
describir las regularidades de los enunciados, es decir, el conjunto de condiciones
en que se ejerce la función enunciativa. De este modo, la arqueología localiza
su interés en las discontinuidades que, delineadas por ciertas transformaciones,
afectan el régimen de las formaciones discursivas.16 La descripción arqueológica
es, entonces, “una tentativa para hacer una historia distinta de lo que los hombres
han dicho”.17
En pocas palabras, La Arqueología del Saber nos habla de dos formas de
hacer historia, de dos tipos de análisis de la historia: mientras que el más tradi-
cional enfatizaría en la continuidad de las grandes unidades históricas, la historia
nueva fijaría su atención, por el contrario, en detectar las interrupciones que
se deslizan por debajo de esas unidades. Si bien ambas trabajan con y a partir
16. Foucault entiende por “formación discursiva” a las series de enunciados surgidos en
distintos ámbitos que, lejos de formar un sistema homogéneo, se articulan en la dispersión
(esto es, en la diferencia) y emergen en prácticas sociales que operan como condiciones de
posibilidad del conjunto de enunciados constitutivos de esa formación discursiva específica.
17. Foucault (1987) [1969], p. 233.
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Luciana Messina y Lisandro de la Fuente
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Capítulo 2. Relaciones entre ciencia y saber. La arqueología como...
41
Luciana Messina y Lisandro de la Fuente
y las configuraciones que éste propone a la percepción [...] para hacer surgir el
nuevo sistema de relaciones entre los elementos”.23
a) Discontinuidad y ruptura
b) La constitución subjetiva
42
Capítulo 2. Relaciones entre ciencia y saber. La arqueología como...
25. Foucault (1987) [1969], pp. 20, 23-24. En el campo del pensamiento social, numerosos
desarrollos han incorporado valiosos aportes del psicoanálisis, aunque cabe destacar que la
concepción del sujeto que se centra en igualar el yo con la conciencia no fue del todo deste-
rrada de su posición hegemónica en el espacio discursivo de las ciencias humanas.
26. En “¿Qué es un dispositivo?”, Gilles Deleuze entiende los dispositivos como madejas en
las que se entretejen líneas de visibilidad, de enunciación, de fuerza. En cuanto a la visibili-
dad, los dispositivos serían “máquinas para hacer ver y para hacer hablar. La visibilidad no se
refiere a una luz en general que iluminara objetos preexistentes; está hecha de líneas de luz
que forman figuras variables e inseparables de este o aquel dispositivo. Cada dispositivo tiene
su régimen de luz, la manera en que ésta cae, se esfuma, se difunde, al distribuir lo visible y lo
invisible, al hacer nacer o desaparecer el objeto que no existe sin ella”; Deleuze (1990), p. 155.
Un dispositivo es, entonces, una red conformada por elementos heterogéneos y polimorfos
que se configuran en y a partir de ciertas relaciones de fuerza.
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Luciana Messina y Lisandro de la Fuente
poder. De este modo, lejos de pensar al poder como algo puramente represivo,
Foucault lo entiende como algo activo: produce sujetos y saberes. En este sentido,
“el dispositivo se halla pues siempre inscrito en un juego de poder, pero también
siempre ligado a uno de los bordes del saber, que nacen de él pero, asimismo,
lo condicionan. El dispositivo es esto: unas estrategias de relaciones de fuerzas
soportando unos tipos de saber, y soportadas por ellos”.27 De este modo, el poder
atraviesa todo el entramado social, es ejercido, no vertical o piramidalmente, sino
desde el interior de redes formadas por un conjunto heterogéneo de elementos
discursivos y no discursivos que se articulan configurando dispositivos.
El análisis de la episteme es pensado como el análisis de un tipo de disposi-
tivo específicamente discursivo. En este sentido, una descripción arqueológica de
los documentos históricos no se ocupa de interpretar la voluntad individual del
autor, rechaza cualquier análisis que se reduzca a las intenciones o capacidades de
individuos empíricos. Por el contrario, considera al discurso en su materialidad,
en tanto producto de prácticas sociales concretas entramadas en dispositivos
concretos; busca mostrar cómo, en ellos, los sujetos y los saberes son fabricados.
Si el sujeto no nace sino que se hace, es porque, en primer lugar, él mismo es
inventado en el seno de dispositivos que lo estructuran. Para Foucault, en una
línea de pensamiento inaugurada por Marx un siglo antes, el sujeto está sujetado;
es el emergente, el efecto de una estructura que lo precede.
Consideramos pertinente, en este punto, apoyarnos en algunas conceptua-
lizaciones desarrolladas en el Seminario 2 de Jacques Lacan, seminario dictado
entre los años 1954 y 1955.28 Según Lacan, el pensamiento freudiano revolu-
ciona el estudio de la subjetividad al postular que el sujeto no es equivalente al
individuo. En este sentido, se rehúsa a pensar el sujeto como una esencia dada,
como un yo consciente que preexiste al acto de conocer. Al reconocer que todo
cuanto el sujeto hace y dice no está enteramente gobernado por la razón y la
voluntad individual no sólo supone que el sujeto excede a la conciencia (es más
que, cartesianamente, “una cosa que piensa”), sino que reafirma la dimensión de
lo inconsciente como constitutiva de la subjetividad. “Las palabras fundadoras,
que envuelven al sujeto”, dice Lacan, “son todo aquello que lo ha constituido, sus
padres, sus vecinos, toda la estructura de la comunidad, que lo han constituido
44
Capítulo 2. Relaciones entre ciencia y saber. La arqueología como...
no sólo como símbolo sino como ser”.29 Así, el sujeto se halla estructuralmente
sujetado, en principio, por el lenguaje; está atrapado en la red significante, en
lo que Lacan llama el Orden Simbólico. El sujeto se constituye, entonces, en la
función simbólica pues “por pequeño que sea el número de símbolos que pue-
dan concebir en la emergencia de la función simbólica en la vida humana, ellos
implican la totalidad de todo lo que es humano. Todo se ordena en relación con
los símbolos surgidos, con los símbolos una vez que han aparecido. La función
simbólica constituye un universo en el interior del cual todo lo que es humano
debe ordenarse [...] Si la función simbólica funciona, estamos en su interior.
Y diré más: estamos a tal punto en su interior que no podemos salir de ella”.30
c) La invención de la verdad
45
Luciana Messina y Lisandro de la Fuente
VII. Conclusión
46
Capítulo 2. Relaciones entre ciencia y saber. La arqueología como...
Bibliografía
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Capítulo 3
EL PORVENIR DE UN ENCUENTRO.
PSICOANÁLISIS Y CIENCIAS SOCIALES, ENTRE LA
APLICACIÓN Y LA EXTENSIÓN*
Juan Besse
I. Entradas
* En este capítulo reescribí algunos tópicos trabajados en “El porvenir de una relación. Psicoaná-
lisis & investigación social entre la aplicación y la extensión”, publicado en la Revista Universitaria
de Psicoanálisis, Nº8, Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, 2008. Una parte
de esta nueva versión encontró el momento de ser reescrita en ocasión de las 1as Jornadas de
Historia, psicoanálisis y filosofía llevadas a cabo en Buenos Aires en 2009. La reescritura de ese
artículo ha sido acompañada por ese intertexto que es el grupo de estudio, sobre los escritos de
Lacan, con Ricardo Rodríguez Ponte. El trabajo se benefició con los comentarios de Ricardo
Abduca, Federico Aboslaiman, Carina Basualdo, Ana Couchonnal y Guillermo Wilde. También
con las puntuaciones de Omar Acha. Y esta extensión fue posible gracias a la charla de muchos
años con Laura Salinas. Como es de forma, no los hago responsables de lo aquí expresado.
1. Bien podría hablar de los psicoanálisis pero, como señala Derrida, “pluralizar es siempre
darse una salida de emergencia hasta el momento en que es el plural el que nos mata”; Jacques
Derrida (1997) [1996], p. 44.
49
Juan Besse
50
Capítulo 3. El porvenir de un encuentro. Psicoanálisis y ciencias sociales...
2. De hecho, los colores de esas camisetas no se destacan en el campo psicoanalítico y les son
indiferentes a la mayor parte de los investigadores y teóricos sociales.
3. Así, la y que vincula en el título [de este capítulo] psicoanálisis y ciencias sociales podría
reemplazarse por la notación lógica lacaniana ◊ (punzón, en francés losange). Dicha nota-
ción lógica daría cuenta de las dificultades que presenta la copla entre ambos saberes. Porge
dice que “ese losange se presta a equívocos que nada tienen que envidiar a los equívocos
significantes. ‘Está hecho para permitir veinte y cien lecturas diferentes’, afirma Lacan. En
efecto, si al principio, en 1958, el punzón es identificado por Lacan con el esquema L,
luego será de buena gana descompuesto (como los caracteres chinos) en ‘<’ y ‘>’ e identi-
ficado con la división del Otro y la Demanda, de la S y a son respectivamente el cociente
y el resto; un corte en doble bucle del plano proyectivo; la disyunción/conjunción; el más
grande/el más pequeño; el vel de la alienación y el borde de la separación en la intersec-
ción y la reunión de conjuntos; la implicación y la exclusión”; Erik Porge (2007) [2005],
p. 63). Parodiando los juegos de palabras de Lacan cuando –frente a las invectivas de los
lingüistas que sostenían su impertinencia en los usos de la lingüística– afirma que él hace
lingüistería, Rithée Cevasco señala que los usos que Lacan efectúa de la lógica bien podrían
ser entendidos como logistería.
51
Juan Besse
como objeto sui generis, tiende a ‘aplicarse’ a lo ‘social’, movimiento que hay
que acompañar y pensar”.4
Es interesante señalar que en el marco de la exploración de las aporías que
atraviesan la relación entre psicoanálisis y ciencias sociales, el mismo Assoun
realiza una recuperación del psicoanálisis aplicado mediante el llamado a asumir
la letra de la denominación, rompiendo de ese modo el mito de la dualidad
de origen entre los sustratos conceptuales, o doctrinarios, de la aplicación y
la extensión. A la vez, mediante lo que podría entenderse como una línea de
recuperación del espíritu freudiano primitivo, el trabajo de Assoun pareciera
dirigirse hacia un doble deslinde. Por una parte, respecto de 1) las posiciones que
priorizaron el psicoanálisis como terapia5 –descuidando de ese modo los métodos
psicoanalíticos de investigación y, sobre todo, sus usos por fuera del tratamiento
de las psicopatologías (esto es: la constitución epistémica de un campo de saber
asociado a esa indagación). Pero también Assoun pareciera remarcar su disidencia
con 2) ciertas vertientes lacanianas –cuando no respecto del mismo Lacan– que
produjeron, como veremos más adelante, una subversión del concepto mismo
psicoanálisis aplicado tal como fuera utilizado para clasificar ciertos estudios en
vida de Freud o por los corrientes posfreudianas.
De modo similar, Plon insiste en que la premura con que, desde los inicios
del psicoanálisis, muchos analistas “se dedicaron a encajar –más que aplicar– un
‘saber’ psicoanalítico a objetos no pertenecientes al terreno de la clínica, de la
cura” colaboró activamente en su descrédito, habilitando por esa vía críticas
destinadas a facilitar la servidumbre del psicoanálisis respecto de la psiquiatría
como especialidad médica y eludiendo así la posición política que Freud asume
respecto del asunto Reik en ¿Pueden los legos ejercer el análisis?, “donde recuerda
enfáticamente que la línea divisoria no se sitúa entre psicoanálisis ‘médico’ y las
aplicaciones del psicoanálisis, sino ‘entre el psicoanálisis científico y sus aplica-
ciones en los dominios médico y no médico’”.6
El movimiento desde el psicoanálisis hacia las ciencias de la cultura o del espíritu
–o como el propio Freud lo refiriera más tarde, hacia la “indagación del régimen social”–,
denominado psicoanálisis aplicado, recorre tópicos de la obra psicoanalítica temprana7
y se institucionaliza en 1912 mediante la revista Imago bajo la inspiración de
52
Capítulo 3. El porvenir de un encuentro. Psicoanálisis y ciencias sociales...
Hans Sachs y Otto Rank.8 Así, desde lo que podría denominarse la política del
psicoanálisis, la aplicación, a pesar de sus resonancias tecnológicas, se ubica en el
seno de la propuesta epistémica de Freud y de sus estrategias de posicionamiento
del psicoanálisis en el campo científico de su tiempo. Mientras la denominación
psicoanálisis aplicado –en la acepción no lacaniana del término– parece ser casi
tan vieja como el psicoanálisis mismo, en contraste, el psicoanálisis en extensión
se encuentra asociado a las escisiones promovidas en el campo psicoanalítico
alrededor de la praxis de Lacan.
Es Colette Soler quien propone “para un contexto bastante generalizado,
que más allá de la multiplicación de grupos, existen tres momentos en la histo-
ria del psicoanálisis: la corporación que privilegia al grupo sobre el discurso, la
asociación que privilegia el saber universitario, y la escuela –es la propuesta de
Jacques Lacan– que pone el acento en la elaboración (cartel, pase) del saber –sea
referencial o textual–”.9 La periodización que propone Soler es sugerente ya que
ayuda a articular en el abordaje de nuestro tema los procesos de institucionali-
zación del psicoanálisis con las rupturas teórico-clínicas que se produjeron en su
seno, las cuales entre otros aspectos supusieron posicionamientos respecto de la
relación del psicoanálisis con otros saberes. Así se puede destacar que la aparición
de un espacio de producción y publicación sobre psicoanálisis aplicado como la
revista Imago coincide con los inicios de la Asociación Psicoanalítica Internacional
(IPA) y la emergencia del término psicoanálisis en extensión con los discursos y
8. El nombre completo de la revista era Imago: Zeitschrift für Anwendung der Psychoanalyse auf
die Geisteswissenschaften, es decir, revista para la aplicación del psicoanálisis a las ciencias del
espíritu, denominación esta última que establece, por una parte, la impronta neokantiana en
los procesos de institucionalización académica de las ciencias sociales en el campo intelectual
y científico de habla alemana pero también cierta frontera indiscernible entre el terreno de las
humanidades y el de las ciencias sociales. Al respecto, véanse Sigmund Freud, 1984 [1914]
y Sigmund Freud (1986) [1926], pp. 230-232. En este último escrito, Freud sostiene enfá-
ticamente que “en modo alguno consideramos deseable que el psicoanálisis sea fagocitado por la
medicina y termine por hallar su depósito definitivo en el manual de la psiquiatría, dentro del
capítulo ‘Terapia’ [...] Merece un mejor destino, y confiamos que lo tendrá. Como ‘psicología
de lo profundo’, doctrina de lo inconsciente anímico, puede pasar a ser indispensable para
todas las ciencias que se ocupan de la historia genética de la cultura humana y de sus grandes
instituciones, como el arte, la religión y el régimen social. Yo creo que ya ha prestado valiosos
auxilios a estas ciencias para la solución de sus problemas, pero ésas no son sino contribucio-
nes pequeñas comparadas con las que obtendrán cuando los historiadores de la cultura, los
psicólogos de la religión, los lingüistas etc. aprendan a manejar por sí mismos el método de
investigación que se les ofrece. El uso del análisis para la terapia de las neurosis es sólo una de
sus aplicaciones; quizás el futuro muestre que no es la más importante”, Sigmund Freud (1986),
p. 232 (los destacados son míos).
9. Germán García (2005), pp. 245-246.
53
Juan Besse
10. Cabe destacar que en Freud la formación del analista ya ocupa un lugar relevante. Véase
Sigmund Freud (1986) [1926].
11. El Instituto de Berlín fue inaugurado en febrero de 1920. A Berlín siguieron los de Viena,
en mayo de 1922, y unos meses más tarde bajo el nombre de Instituto Psicoanalítico Estatal
se estableció el Instituto de Moscú.
12. Es sabido cuáles fueron las respuestas que obtuvo Freud en relación a la admisión de
los no médicos en la Asociación. En los institutos los no médicos, también llamados por
diversas traducciones analistas profanos o legos, tenían “su lugar en el cursus [establecidos
por los institutos] a título excepcional o transitorio”, Eric Laurent (2004), pp. 22 y ss. Dice
Pommier que, en respuesta al patrón alemán, Ferenczi fue el primero en señalar que no
había diferencia entre análisis terapéutico y análisis didáctico (el que se realiza en el marco
del programa de formación que tiene a los institutos como eje) y “el único antes de Lacan
en relacionar el objetivo de la formación y el fin de análisis”; sobre este punto y acerca de
cómo la formación psicoanalítica se guió por el modelo médico universitario, véase Gérard
Pommier (1992) [1989], pp. 23-31.
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Capítulo 3. El porvenir de un encuentro. Psicoanálisis y ciencias sociales...
13. Si seguimos a Assoun: “ya estamos en condiciones de captar el sentido estricto del tér-
mino ‘aplicado’, que aparece en la expresión ‘psicoanálisis aplicado’ y que parece designar la
imposición de algo –en este caso, la ‘rejilla’ de la interpretación psicoanalítica– a otra cosa
distinta (aquí, las ciencias del hombre y de la cultura)”, Paul-Laurent Assoun (2001), p. 32.
14. Mario Pujó (2001), pp. 37-41.
15. En el marco de las respectivas reflexiones acerca de la introducción del psicoanálisis en
la universidad –es decir, su institucionalización como saber que, además de trabajarse en
las propias instituciones analíticas, se impartiría en las instituciones universitarias–, tanto
Freud como Lacan identificaron algunos saberes y disciplinas como los más adecuados a la
formación de psicoanalistas. Véase Mario Pujó (2001), nota 42.
16. Los términos intensión (Sinn; en castellano, sentido, contenido de un concepto) y extensión
(Bedeutung; en castellano, referencia de un concepto) son tomados de las categorías lógico-
semánticas propuestas por Gottlob Frege. Por ejemplo, las frases “el tirano prófugo” y “el
primer trabajador”, en el marco de la lengua política de los argentinos, refieren (extensión)
ambas a J. D. Perón, pero producen distintos y, en este caso, contrapuestos sentidos (intensión).
Derrida llama la atención sobre cuestiones asociadas con la traducción de la lengua alemana,
y, respecto a la palabra Sinn, que quiere decir “sentido’, indica “que también tiene relación
55
Juan Besse
con camino, algo intraducible por ‘sentido’”. Aventuro que Lacan hizo propio ese atolladero
de la traducción del término señalado por Derrida. Véase Jacques Derrida (1999), p. 39. En
un sugerente escrito acerca de la Proposición del 9 de octubre de 1967 de Jacques Lacan, Bassols
pregunta “¿Qué es el ‘psicoanálisis en extensión y en intensión’?” y sigue diciendo: “En la
‘Proposición...’ Lacan escribe ‘psicoanálisis en extensión, o sea los intereses, la investigación, la
ideología que él acumula...’. Esta es la referencia del psicoanálisis, su extensión, su Bedeutung.
Los ‘intereses’ es un término que evoca el texto de Freud ‘Múltiple interés del psicoanálisis’,
su ‘múltiple extensión’, sus múltiples referencias: la literatura, la antropología, la religión –las
logociencias, como las ha designado Jacques-Alain Miller–, la Universitas litterarum necesaria
a la formación del analista”, Miquel Bassols (2004, puede consultarse en línea).
17. Bassols destaca así cómo la clínica del caso y la clínica de lo social muestran en su solidaria
extensión los alcances de la intervención topológica que el propio Lacan propusiera –en los
comienzos de la fundación de su escuela– al revelar las consecuencias de la lógica segregativa,
esto es “el advenimiento, correlativo a la universalización del sujeto procedente de la ciencia,
del fenómeno fundamental cuya erupción puso en evidencia el campo de concentración”;
Jacques Lacan (1993) [1967], p. 26. El mismo Lacan dice: “la singular extraterritorialiadad de
que goza esta institución [la de los psicoanalistas nucleados en la International Psychoanalytic
Association (IPA)] respecto de la enseñanza universitaria, y que le permite calificarse de inter-
nacional, fue una buena protección, en la historia, frente a ese primer intento de segregación
a gran escala que fue el nazismo. De ello se desprende una curiosa afinidad, perteneciente
al registro del reaseguro, entre el estilo de la institución y las soluciones segregativas que la
civilización está a punto de retomar ante la crisis generada en ella por la generalización de
los efectos del saber. Sería nefasto que ello generase una complicidad: pero es fatal que así
sea, si se deja fuera la elaboración de una ética propia a la subversión del sujeto anunciada
por el psicoanálisis”, Jacques Lacan (1988) [circa 1961 con interpolaciones 1969], p. 20.
18. Véase Frida Saal (1996), p. 14.
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Capítulo 3. El porvenir de un encuentro. Psicoanálisis y ciencias sociales...
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Juan Besse
21. Son muchos, y variopintos, los trabajos sobre la separación de Lacan como didacta auto-
rizado por la IPA y los movimientos que llevaron a la fractura y desaparición de la Sociedad
Francesa de Psicoanálisis (creada en 1953 y aceptada como Grupo de estudio en el seno de la
Asociación) por acción de la IPA. Véanse, entre otros trabajos, las entrevistas compiladas por
Alain Didier-Weil, Emil Weiss y Florence Gravas (2003) [2001]; los documentos compilados
por Jacques-Alain Miller (1987); Erik Porge (1998) [1997]; también Élisabeth Roudinesco
(2000) [1993]. Vemos que tanto el cercamiento de Lacan por la conducción de la IPA como
la escisión y posterior disolución de la Sociedad Francesa de Psicoanálisis que finalmente da
lugar a la fundación de una Escuela por Lacan “se trata, en efecto, de la primera gran esci-
sión producida en el movimiento analítico que no se hace contra Freud o sin Freud”; Erik
Porge (1998) [1997], p. 71. Destaquemos el hecho de que la escisión, como señala Porge,
no sólo no es sin Freud o contra Freud sino que profundiza el retorno a Freud enunciado
como ‘consigna’ por Lacan en la conferencia “La cosa freudiana”, llevada a cabo en Viena
en noviembre de 1955. Véase Jean Allouch (1993) [1984], p. 267. Algunas cuestiones del
retorno a Freud son trabajadas por Zafiropoulos, una de cuyas sugerentes preguntas abre
otras líneas de indagación sobre el tema; así señala “pero si Lacan fecha su retorno ‘público’
(es decir, en un seminario) a Freud en 1951, ¿por qué presentarse como su anunciador en
1955? Porque entonces ya no se trata exclusivamente de su propio retorno a Freud sino –y
son sus palabras– de una ‘consigna’ (Escritos, 402) cuya resonancia política (en el sentido
de política del psicoanálisis) se asume ahora de verdad y es susceptible de ponerse en acto
–por su iniciativa– en el plano colectivo e internacional del campo psicoanalítico”; Markos
Zafiropoulos (2006) [2003], p. 141. Destaco entonces la distinción entre enunciación y
anunciación en el punto en que esta última da cuenta, en sentido estricto, de una posición
política en el interior del campo psicoanalítico.
22. Una extensa cita de Allouch recalca cómo el pensamiento se significa también en la geografía.
Así dice que “haré notar que en 1953 Lacan está lejos de pensar en fundar una ‘Escuela freudiana’;
crea, con otros, una ‘Sociedad Francesa de Psicoanálisis’, algo, entonces, que no implica, en su
título, ninguna referencia a Freud. Será necesario esperar mucho tiempo, exactamente hasta 1964,
para que el régimen de la ‘Sociedad’ ceda su lugar al de una ‘Escuela’ en el tiempo mismo en el
que (no sin una ligera vacilación [Allouch hace referencia a que la primera denominación que se
pensara para la escuela fuera Escuela Francesa de Psicoanálisis]), ‘freudiano’ aparece en el título en
lugar de la referencia nacional, y ‘psicoanálisis’ se encuentra a la vez excluida por la localización en
París de este freudismo. Es tanto más legítimo subrayar estas últimas sustituciones, cuanto que un
formidable ‘azar’ (!) deja intacta la sigla, como para marcar, con esta estabilidad acrofónica, que
los lugares son efectivamente, ’los mismos’”, Jean Allouch (1993) [1984], p. 268.
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Capítulo 3. El porvenir de un encuentro. Psicoanálisis y ciencias sociales...
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Juan Besse
Asimismo, es oportuno indicar que hacia mediados de los años ‘60 las
vicisitudes políticas e institucionales del psicoanálisis y los debates internos
respecto del ejercicio de su práctica como de los alcances de su enseñanza que
llevaron a la “excomunión” de Lacan tuvieron consecuencias no sólo en el campo
psicoanalítico sino también en otros, entre ellos el de las ciencias sociales. La
interrupción del seminario sobre los Nombres del Padre, en 1963, y la retoma
del seminario en enero de 1964 bajo el lema fundante de Los cuatro conceptos
fundamentales del psicoanálisis gracias a la hospitalidad de la EPHE (École Pra-
tique des Hautes Études) facilitaron la apertura de las clases a un público ya no
circunscripto a los psicoanalistas.
En el devenir de esa apertura y sin duda asociado al fragor del conflicto
con la IPA, pero más aún a la edificación de la ética que presupone el proyecto de
retorno a la letra freudiana, es claro que Lacan lleva a cabo respecto de Freud una
variación en el vector que une al psicoanálisis con otros saberes y otras prácticas,
tales como el arte o la literatura.27 Si, en este punto, el pensamiento de Lacan
opera una variación respecto de Freud, con respecto a la ortodoxia de la Asocia-
ción Internacional se trata de un corte que de alguna manera reactualiza –bajo
nuevos modos de plantear preguntas– viejas controversias entre médicos y legos.28
Por ejemplo, en el comentario que formulara a la obra de Jean Delay
sobre Gide, Lacan demuele la acepción del psicoanálisis aplicado vigente hasta
el momento. Lacan afirma en ese fragmento que al texto de Delay ninguna de
las avenidas del descubrimiento psicoanalítico le son extrañas para luego decir
que “sin el psicoanálisis, este libro no sería el mismo. No es que haya corrido
ni por un instante el riesgo de parecerse a lo que el mundo analítico llama una
obra de psicoanálisis aplicado. Ante todo, rechaza lo que esta calificación absurda
la convocatoria invoca a los nuevos ‘legos’ mediante un enunciado que pone el acento en el
psicoanálisis y no en los psicoanalistas.
27. François Regnault (1996) [1993].
28. Miller muestra, a través de la reconstrucción de la historia del psicoanálisis en la Rusia
zarista y en la Unión Soviética, el espesor histórico de las preocupaciones en la IPA respecto
del análisis profano y sus repercusiones en el desarrollo del psicoanálisis aplicado. En el caso
ruso, la representación de los médicos –tanto en el grupo de Moscú como en el de Kazan– era
baja respecto de los no médicos y “pese a que Freud se oponía a exigir formación médica para
los candidatos psicoanalíticos, un número de los psicoanalistas europeos de la IPA tenía cierta
desconfianza hacia los psicólogos y otros especialistas no médicos de las ciencias sociales y de las
humanidades que se dedicaban al psicoanálisis. La idea de que un matemático (Otto Schmidt)
fuera vicepresidente del Instituto de Moscú resultaba inexplicable para los médicos. La IPA
tampoco puso demasiado énfasis en esta época en la investigación en psicoanálisis aplicado
por parte de los estudiosos en Psicología social, filosofía, estética, o historia, campos en lo que
lo rusos ya estaban haciendo contribuciones”; Martin Miller (2005) [1998], pp. 109-110.
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Capítulo 3. El porvenir de un encuentro. Psicoanálisis y ciencias sociales...
traduce acerca de la confusión que reina en ese paraje. El psicoanálisis sólo se aplica,
en sentido propio, como tratamiento y, por lo tanto, a un sujeto que habla y oye”.29
François Regnault se detiene en ese comentario y destaca el modo en el
que Lacan refiere el escrito de Delay invirtiendo, en un juego de palabras, el
significado y la dirección de la aplicación. En Lacan –ausculta Regnault– no
se trataría de aplicar el psicoanálisis a la literatura o al arte, sino al revés.30 Así,
“no parece que haya en Lacan el propósito de percibir lo que el artista o la obra
reprimen sino, más bien, que la obra y el artista interpretados hacen percibir
lo que la teoría desconocía. La obra va, incluso al encuentro del psicoanálisis
aplicado, de manera siempre espontánea, para hacerle tomar conciencia de sus
eventuales prejuicios, y el teórico del análisis recibe de la obra de arte, podríamos
decir, su mensaje en forma invertida”, con estas palabras Regnault31 establece
el corte, sutil pero fundamental, que fundaría la práctica de la aplicación del
psicoanálisis como un trabajo del analista sobre la obra literaria o artística que,
por sus efectos productivos sobre la teoría analítica, en rigor, se manifestaría
como trabajo de la obra sobre el analista.
Ese trabajo de la obra sobre el analista y la invitación a recordar con Freud
que el analista no ha de hacerse el psicólogo donde el artista le abre camino, refresca
el lugar de desecho que el propio analista necesita transitar en la formación analí-
tica; el vector lacaniano destacado por Regnault refuerza, entonces, la situación de
encuentro que la obra artística o literaria propone al analista en su práctica teórica.
La guía freudiana se revela aquí, tempranamente, precisa e incisiva.32
Ahora bien, el caso de las relaciones entre el arte y el psicoanálisis centellea
de modo ejemplar en la discusión sobre los límites y los alcances de la aplicación.
En breve recorrido, prospectemos entonces el terreno de las continuidades y
discontinuidades con el planteo de Lacan antes esbozado.
Le Poulichet recuerda que, ya en 1907, Freud prevenía contra la escritura
de patografías de artistas “dado que las teorías no pueden más que resentirse por
ello”,33 insistiendo en lo que las obras podían mostrar al psicoanalista a la hora
29. Jacques Lacan (1993) [1966, 1958], p. 727 (los destacados son míos). Véase cómo el texto
sobre Jean Delay anticipa en 1958 la postulación institucional de 1964: las subsecciones de la
sección psicoanálisis aplicado son: 2a) doctrina de la cura y de sus variaciones, 2b) casuística
y 2c) información psiquiátrica y prospección médica.
30. François Regnault (1996) [1993], p. 19.
31. François Regnault (1996) [1993], p. 20.
32. Véase Sigmund Freud (1948) [1907] y las observaciones de Paul-Laurent Assoun (1995)
[1994] sobre el texto de la ‘Gradiva’ de Jensen: “el escritor, señala Freud, muestra más dis-
cernimiento que el psiquiatra”, p. 129.
33. Pueden verse al respecto las palabras preliminares y el capítulo I de Sylvie Le Poulichet
(1998) [1996], p. 8. Le Poulichet dice que “una nueva relación entre el arte y el psicoanálisis
61
Juan Besse
de entrenar la escucha. La duda de Freud respecto a realizar –no un sino el– psi-
coanálisis del arte es bien auscultada por Rancière cuando ubica las relaciones
entre el arte y el psicoanálisis en un plano político de naturaleza impolítica:34
saber acerca de las relaciones entre ambos campos no puede “ser un simple asunto
entre el psicoanálisis y el arte”.35 Rancière establece que a los fines de su trabajo
no pretende saber de qué modo se aplica la teoría psicoanalítica a la interpre-
tación de textos literarios o de las obras plásticas. A la inversa, a la manera de
Lacan, se pregunta “por qué la interpretación de esos textos y esas obras ocupa
un lugar estratégico en la demostración de la pertinencia de los conceptos y las
formas de interpretación analíticas”.36 Asimismo, Rancière deja en claro que no
se trata de una alianza entre Freud y los artistas sino más bien de la historia de
un desencuentro parcial, en el que el fundador del psicoanálisis –al acometer el
arduo trabajo de construcción del estatuto del inconsciente– tuvo que moverse
en un territorio ya ocupado por otros inconscientes.
Freud, dice Rancière, le pide al arte y a la poesía que “testimonien po-
sitivamente a favor de la racionalidad profunda de la ‘fantasía’, que apoyen a
una ciencia [el psicoanálisis] que pretende, en cierta forma, volver a poner a
la fantasía, a la poesía y a la mitología en el centro mimo de la racionalidad
científica”37 mediante la demostración de que el pathos no está disociado del
logos. Solicitud de testimonio que, de aceptar los argumentos de Rancière,
habilita la postulación de un “reproche” freudiano a artistas y poetas.38 Al
podría privilegiar en lo sucesivo una reflexión sobre la capacidad de las obras para elaborar
teorías: ciertas obras y ciertas trayectorias de artistas, en efecto son susceptibles de transmi-
tirnos preciosos elementos concernientes a la puesta en juego de procesos psíquicos que la
confrontación con la psicopatología nos impide abordar. ¿La puesta en acción de esos procesos
psíquicos no entraña unas teorías implícitas que terminan por enriquecer nuestras capacidades
de escucha en el campo de la clínica? [...] Sin querer ‘aplicarles’ un saber ya constituido, ¿no
se invita al psicoanálisis a abrir más aún sus propias cuestiones al contacto con los elementos
teóricos que transmiten las obras?, pp. 9-10.
34. Según Cacciari en Nietzsche “‘impolítico’ no significa por lo tanto ‘supra-político’: su
concepto atraviesa el total espacio de lo ‘político’, es, en lo ‘político’, la crítica de su ideología
y de su determinación”; Massimo Cacciari (1994), p. 70.
35. Jacques Rancière (2005) [2001], p. 9.
36. Jacques Rancière (2005) [2001], pp. 19-20.
37. Jacques Rancière (2005) [2001], pp. 62-63.
38. Freud está al tanto de las marcas románticas, vitalistas o místicas que nutren la poesía de
muchos de sus contemporáneos y, en un giro propiamente gramsciano, arremete contra la
materialidad del arte-narcosis y sus efectos en la subjetividad de su momento. Algo de esto
testimonia el recuerdo de Goetz sobre sus entrevistas con Freud; véase Bruno Goetz (2001)
[1960], pp. 34-35. Musachi retoma el escrito de Goetz para situar la posición de Freud frente
62
Capítulo 2. Relaciones entre ciencia y saber. La arqueología como...
63
Juan Besse
de Lacan– se solapan, como en aquellos otros en los que quedan expuestas las
incompatibilidades.42
En ese sentido, cabe la precaución que prevenga el “historicismo” con-
ceptual o el “evolucionismo” de las prácticas que propone leer la aplicación o la
extensión como dos momentos o como dos etapas que muestran, en la “literatura
de las ideas” psicoanalíticas, la relación del psicoanálisis con otros campos. Como
modos de relación, el afán aplicativo o el papel de la extensión en la formación
del analista surgieron en tramas históricas específicas, y en alguna medida se
cincelaron al ritmo del devenir del psicoanálisis y de su política; sin embargo, en
tanto hacer de los psicoanalistas –en 1912 o en 1964– los aguafuertes de ambos
estilos de relación ya estaban delineados y será cuestión de ponderar sus efectos
en el caso por caso.
Ahora bien, ¿qué podemos recuperar quienes trabajamos en el campo de
las ciencias sociales de estos debates en el campo psicoanalítico? Por analogía, y
como propuesta sólo de principio, que el investigador social no se haga el “cien-
tista” social allí donde el psicoanálisis le abre el camino. El carácter “general”
o referencial del psicoanálisis respecto de las ciencias sociales, tal como ha sido
ásperamente esbozado en el Excursus, no es entonces un postulado de hueca
autoridad; sólo indica que la cuestión es escuchar y pensar en consecuencia, qué,
para qué y cómo algo de eso llamado psicoanálisis le concierne, para algo y en
algún punto, al investigador social.
V. Salidas
Los intercambios entre el psicoanálisis y las ciencias sociales tienen, casi, la edad
de ambos saberes. Ambos se constituyeron en las encrucijadas políticas, culturales
e intelectuales de finales del siglo XIX. Los frutos del encuentro entre esa proble-
42. Según Pujó, “Lacan no ‘aplica’ el psicoanálisis [...] como un instrumento de interpretación,
sino que excursiona en él como un recorrido necesario a la elaboración de su experiencia como
analista. Deja ver así una diferencia de perspectivas que no es menor y que tiene incluso su
incidencia en la preferencia de aquellas disciplinas que tanto Freud como Lacan proponen,
cada uno en su momento, como apropiadas a la formación de los analistas. En la coyuntura
de la posible introducción del psicoanálisis en la Universidad, ambos imaginan una relación
con otros saberes que no se interesa tanto en lo que el psicoanalista podría aprender de
ellos, como en la singular transformación que la experiencia de su práctica les impondría; pero
difieren, no obstante, y fuertemente, en cuanto al estatuto de los saberes a los cuales referir
esa práctica y esa formación. [...] Esta diferencia de orientación prolonga y acentúa la men-
cionada divergencia respecto al sentido a dar a la noción de ‘psicoanálisis aplicado’”; Mario
Pujó (2001), p. 39 (los destacados son míos).
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Capítulo 3. El porvenir de un encuentro. Psicoanálisis y ciencias sociales...
43. Que a la manera de la máxima marxista que dice que es la anatomía del hombre la que
permite entender la del momo y no al revés, en la vertical histórica de su perspectiva fran-
cesa es claro que Foucault está pensando no en los inicios de la etnología, la lingüística o el
psicoanálisis sino en Lacan, en Lévi-Strauss y en Jakobson/Benveniste.
44. Michel Foucault (1992) [1966], p. 362. Es Milner quien relee Las palabras y las cosas y
La Arqueología del Saber de un modo sugerente para pensar la aplicación, y su relación con la
65
Juan Besse
formación del analista, según la lógica del modelo médico universitario y la extensión en
tanto lugar (a donde se llega) solidario del pase, como trayecto formativo. Resulta imposible
desplegar en este trabajo las estimulantes conjeturas de Milner acerca de la relación entre
la constitución del saber moderno y el nombre judío. Según Milner la estructura del saber
moderno, en los términos que él la reconstruye, tuvo como una de sus consecuencias que
ese saber se pensara como absoluto, es decir como un saber desembragado del sujeto y el
objeto, donde el objeto es la ocasión del saber y el sujeto no es más que el mediador tam-
bién ocasional de ese saber. Así, el psicoanálisis aplicado podría entenderse como uno de
los efectos de esa relación históricamente situada entre el psicoanálisis y la figura del saber
absoluto, es decir un saber desembragado del sujeto y el objeto, para el caso una práctica
reducida a un saber. Milner dice que Freud “de un modo singular; se pretendió judío de
saber, luego, por obra de las circunstancias, pero también por un movimiento propio, dejó
de lado esta pretensión”; Jean-Claude Milner (2008), p. 13. Con el giro dado en 1920, que
inaugura el ciclo de escritos que pone en el centro de la perspectiva freudiana la pulsión
de muerte, y de modo muy especial con la publicación del Moisés, esa posición absoluta
respecto del saber, que nutrió el programa básico de la aplicación del psicoanálisis, fue
puesta en entredicho.
66
Capítulo 3. El porvenir de un encuentro. Psicoanálisis y ciencias sociales...
67
Juan Besse
Los estilos mediante los cuales el psicoanálisis se relacionó con otros campos
ayudan a pensar de qué modo las ciencias sociales pueden relacionarse a su vez
con el psicoanálisis. La aplicación de las ciencias sociales al psicoanálisis no ha
sido ni parece ser una vía fructífera, en cambio sí la consideración del psicoaná-
lisis como una de las extensiones posibles de las ciencias sociales colabora en la
interrogación del quehacer (intensión) de los investigadores sociales. Esos usos
del psicoanálisis como reavivo de la cuestión que mueve la práctica de las ciencias
sociales supondrá, sin duda, algunas licencias que, parodiando a Lacan, bien
podrían inscribirse como una psicoanalisería. Entonces, el trabajo a emprender
puede entenderse en términos afines a los que Assoun sugiere como clave para
abordar la relación entre Freud y Wittgenstein; las relaciones entre psicoanálisis
y ciencia social “nos imponen, mediante su tan problemático diálogo, la obliga-
ción de ubicarnos, no como una resultante o un compromiso entre dos modos
de pensar, sino en alguna parte del centro mismo de su parentesco apórico. Esto,
tan contradictorio de pensar, es, según nos parece, lo que más da que pensar”.49
Estas puntuaciones, con las vacilaciones a la vista, se embarcan en esa dirección.
Bibliografía
que los psicoanalistas han renunciado a él, a que se imaginaron como superyó, como figura
exaltada del amo. La grandeza del psicoanalista, en el sentido de Lacan, es por el contrario,
consagrarse a permanecer en el lugar de desecho”; Jacques-Alain Miller (2006) 1986, p. 100.
49. Paul-Laurent Assoun (1992) [1988], p. 7.
68
Capítulo 3. El porvenir de un encuentro. Psicoanálisis y ciencias sociales...
69
Juan Besse
70
Capítulo 3. El porvenir de un encuentro. Psicoanálisis y ciencias sociales...
*
Excursus. El carácter referencial del psicoanálisis en tanto
teoría “general”
Y bien, resulta que el inconsciente es algo aceptado, y, por otra parte, se piensa
haber aceptado muchas cosas en paquete, a granel, gracias a lo cual todo el mun-
do cree saber lo que es el psicoanálisis, salvo los psicoanalistas, y eso es lo molesto.
Ellos son los únicos que no lo saben. No sólo no lo saben, sino que hasta cierto
punto es algo que se justifica completamente. Si creyeran saberlo de inmediato,
sería grave, no habría más psicoanálisis en absoluto. A fin de cuentas, todo el
mundo está de acuerdo, el psicoanálisis es un asunto definitivamente reglado,
pero para los psicoanalistas no puede serlo.
La primera pregunta que cabe plantear es: el psicoanálisis ¿teoría y teoría general
para quién o para qué prácticas? Si el término teoría está demasiado preñado
de significados, ya sea porque se lo imagina como un sistema de proposiciones
cerradas o como un cuerpo sistemático de enunciados, el término teoría gene-
ral redobla la preñez y hace bullir el tono propio de pretensiones imperiales.
Para salir de ese atolladero positivizante, desde el psicoanálisis y con mucho
más énfasis desde la vertiente lacaniana, se ha insistido en establecer el psi-
coanálisis como una práctica que para llevarse a cabo requiere abrir la vía a su
propia teorización. De modo tal que la rigidez implícita en el término teoría
da lugar a una práctica que requiere del teorizar pero que no se extravía en la
vía de las deducciones o las inducciones simples. Pienso entonces que, más
que una teoría, en la acepción más convencional del término, esa teorización
se encuentra cerca de lo que en La Arqueología del Saber Foucault denomina
una formación discursiva que vista en su despliegue histórico ha establecido
en y por la regularidad de sus prácticas discursivas y sociales un saber. Así, el
psicoanálisis reivindica para sí la función practicante y la función teorizante
y evita la proclividad hacia su reducción como conocimiento despegado de la
71
Juan Besse
Recio sostiene que para las ciencias sociales el estatuto del psicoanálisis es
similar al de la lingüística, ya que constituye una teoría general con la que hay
que contar. No se trata de forzar la relación entre una “disciplina científica” y
una “corriente teórica”, o de pensar al psicoanálisis como un saber que puede ser
anexado o subordinado al proyecto de una disciplina en un sentido instrumental
como lo postula la misma denominación psicoanálisis aplicado, sino más bien
de construir la relación como psicoanálisis en extensión, ya que “la relación entre
psicoanálisis e investigación social debería situarse en la reflexividad y no en la
instrumentalidad”.52
72
Capítulo 3. El porvenir de un encuentro. Psicoanálisis y ciencias sociales...
73
Juan Besse
Ahora bien, aun al costo de una cierta grosería argumental, dejaré de lado
en este excurso la controversia respecto del estatuto de cientificidad de las ciencias
sociales (o humanas), que si bien ronda las consideraciones aquí bosquejadas,
agregaría un plus de problematicidad imposible de desplegar en los límites de
este trabajo. Si nos atenemos estrictamente al desarrollo propuesto por Foucault
en Las palabras y las cosas, la pregunta por la cientificidad de las ciencias huma-
nas constituye ya un problema no sólo con consecuencias epistemológicas sino,
básicamente, políticas.56
Por otra parte, a diferencia de los psicoanalistas, especialmente de raigambre
lacaniana, la mayor parte de los investigadores sociales no ponen hoy en entre-
dicho la inclusión de sus prácticas bajo el rótulo de la ciencia social.
Supuesto: el psicoanálisis no es una ciencia humana más. Es más, el psi-
coanálisis no es una ciencia, duda a la hora de pensarse a sí mismo como una
ciencia y, sin embargo, no reniega de la cientificidad.57
74
Capítulo 3. El porvenir de un encuentro. Psicoanálisis y ciencias sociales...
de Lacan colaboró activamente en la profundización de las preguntas acerca del estatuto del
psicoanálisis y su relación con la ciencia. Véase sobre estas cuestiones Jacques Lacan (1995)
[1973] [1964].
58. Para situar uno de sus libros, Žižek refiere a que “en su Pragmatismo, William James
desarrolló la idea, retomada por Freud, de que en la aceptación de una nueva teoría hay tres
etapas necesarias: primero es descartada como absurda; después hay quienes sostienen que
la nueva teoría, aunque no carece de méritos, en última instancia se limita a presentar con
nuevas palabras algo que ya saben todos; finalmente se reconoce la novedad”. Luego sigue
diciendo que “a un lacaniano le resulta fácil discernir en esta sucesión los tres momentos
del ‘tiempo lógico’ –el instante de la mirada, el tiempo de comprender y el momento de
concluir– articulados por Lacan”; Slavoj Žižek (1998) [1996], p. 12.
59. Véase Jacques Lacan (1998) [1981].
60. Véase Sigmund Freud (1986) [1925].
75
Juan Besse
61. Félix Recio (1994), pp. 487-488 (los destacados son míos).
76
Capítulo 3. El porvenir de un encuentro. Psicoanálisis y ciencias sociales...
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Juan Besse
66. Jacques Lacan (2001) [1978] [1954/55], pp. 56-57. En dicho capítulo, Lacan se apoya
en Las estructuras elementales del parentesco de Lévi-Strauss para construir su noción de lo
universal. A la vez, Lacan sube la apuesta mediante la distinción clave entre la universa-
lidad y lo genérico, situando lo universal humano como un subrogado de la existencia
misma de la función simbólica: la cita parece ser una respuesta a la asociación primera
entre naturaleza y universalidad / regla y cultura que Lévi-Strauss delinea en su libro. Así
Lacan remarca que “el hecho de que los hombres, salvo excepción, tengan dos brazos, dos
piernas y un par de ojos –y por otra parte esto lo tienen en común con los animales–, el
hecho de que se, como se dijo, sean bípedos sin plumas, pollos desplumados, todo esto
es genérico, pero absolutamente no universal”. Véase y confróntese Claude Lévi-Strauss
(1993) [1949], especialmente, pp. 41 y ss.
78
Capítulo 3. El porvenir de un encuentro. Psicoanálisis y ciencias sociales...
nada indica que Lacan –o quienes se inscriben bajo su divisa doctrinaria– hubiera
rechazado los supuestos de la pregunta anterior. Cuestionar lo general por la vía
de remarcar su dependencia de lo particular, poner en entredicho lo universal
por considerar que lo universal no es sin lo singular o que para el psicoanálisis lo
universal se encarna en lo singular del sujeto, son otros tantos modos de sortear
falsos dilemas.
Aun cuando el psicoanálisis no se sienta cómodo en el concepto de lo
general, es evidente que la extensión de otros campos hacia él, de un modo u
otro, lo requiere. En otras palabras, servirse de una teoría general a condición
de poder prescindir de ella.
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Juan Besse
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Capítulo 3. El porvenir de un encuentro. Psicoanálisis y ciencias sociales...
del psicoanálisis a un punto anterior al giro teórico que Freud diera a partir de
192072 y profundizara con la zaga de escritos que se inicia en 1923. La postulación
de la pulsión de muerte –y la radical teoría del lenguaje que por su copertenencia
estructural con lo simbólico se deriva de ella– inaugura un estatuto de la pulsión
que, en los dilemas73 que oponen instinto a razón, siempre tiende a eludirse.
Una extensión hacia la teoría psicoanalítica no puede soslayar el estatuto
de lo pulsional, como sostiene Laurent, a sabiendas de que el lazo con el Otro
es la pulsión, y en ese sentido, el psicoanálisis se constituye para el pensamiento
social en invitación incesante a recordar el malestar. La noción de malestar –que
el concepto de pulsión permite inteligir– en su doble apertura, hacia lo crónico y
lo histórico,74 inaugura una avenida compleja para el análisis social: el reconoci-
miento de lo no histórico en lo histórico, y viceversa, mediante la postulación de
una naturaleza humana no enturbiada por el imperativo y el “equívoco idealista”,75
matriz esta última del equívoco historicista (todo es historia).
Así, la antropología freudiana hace del malestar estructura y por tanto
propone una posición menos ingenua respecto de la naturaleza humana. Huma-
na naturaleza que habiendo perdido pie en la primera naturaleza, la que filia al
hombre con el animal, no puede sentirse cómoda en la segunda –la cultura–, ésa
que el saber socioantropológico entiende como propiamente humana. En esos
pasajes de la primera naturaleza a la segunda –siempre dispuestos y expuestos
a fracasar y triunfar– un núcleo resiste la reconciliación del sujeto con el orden
simbólico que sostiene la cultura76 y abre, en consecuencia, la consideración del
malestar como concepto ordenador en la constitución del lazo social, posibilitando
de ese modo la aprehensión de la lógica de las formaciones culturales. Eso que,
81
Juan Besse
según Lacan, “Freud nos indica sin pedantería, sin espíritu de reforma, y casi
abierto a una locura que supera por mucho lo que Erasmo sondeó de sus raíces:
este acuerdo del hombre con una naturaleza que misteriosamente se opone a sí
misma, y donde él querría que logre descansar de su pena al encontrar el tiempo
medido de la razón”.77 Pasaje temprano en el que Lacan reivindica el papel que
fungió la construcción antropológica de Freud, pero también escruta y sopesa
los perjuicios y los beneficios que abismarse en la aventura de una antropología
puede tener para la práctica analítica. Poco después, y en medio del fragor de las
luchas políticas que marcaron el devenir del campo psicoanalítico en los años
sesenta, Lacan recusará la aspiración antropológica del psicoanálisis y se embar-
cará en el establecimiento de una ética estrictamente ajustada a los alcances de
la experiencia analítica, como una práctica que se concibe a sí misma, aunque
no exclusivamente, en relación con la clínica y sus avatares. Paradójicamente,
las transformaciones y los modos de pensar esa práctica, abiertos por la escisión
realizada en nombre de Lacan, tendrá efectos, silenciosos, pero contundentes,
en el terreno del pensamiento filosófico y en el quehacer de las ciencias sociales
que se nutre de ese pensar.
Bibliografía
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torales. Teoría, método y técnica en geografía y otras ciencias sociales, Revista
del Instituto de Geografía, FFyL, UBA, Buenos Aires, agosto, 2004.
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Bourdieu, Pierre: “¡Viva la crisis! Por la heterodoxia en las ciencias sociales”,
en Poder, Derecho y Ciencias Sociales, Bilbao, Desclée/Palimpsesto, 2000.
82
Capítulo 3. El porvenir de un encuentro. Psicoanálisis y ciencias sociales...
83
Juan Besse
Žižek, Slavoj: Porque no saben lo que hacen. El goce como un factor político, Buenos
Aires, Paidós, 1998 [1996].
— : El espinoso sujeto. El centro ausente de la ontología política, Buenos Aires,
Paidós, 2001 [1999].
84
Capítulo 4
LA TEORÍA MENOR, EL TIEMPO HISTÓRICO Y LA
PRÁCTICA SIMBÓLICA COMPARTIDA*
Cora Escolar
Introducción
85
Cora Escolar
3. Katz (1996).
86
La teoría menor, el tiempo histórico y la práctica simbólica...
4. Popper (1978).
5. Weber (1973) [1958].
6. Katz (1996).
7. Foucault (1979).
8. “El papel de la teoría hoy me parece ser justamente éste: no formular la sistematicidad
global que hace encajar todo; sino analizar la especificidad de los mecanismos de poder, per-
cibir las relaciones, las extensiones, edificar avanzando gradualmente un saber estratégico”;
Foucault (1979), p. 79.
87
Cora Escolar
esta búsqueda no puede hacerse más que gradualmente, a partir de una reflexión
[...] sobre situaciones dadas”.9
De ahí que en el discurso de Katz, más allá de cierta flojedad en el uso metafórico
del lenguaje –lo que complica el lado también descriptivo de todo relato que
en principio e intención asume centralmente la forma de planteo–, estos inters-
ticios representan la sospecha de grietas en el paradigma y evidencian que nada
permanece tal como lo definimos por mucho tiempo. La obstinación de lo real
por contrariar nuestros intentos de simplificar su complejidad actúa en dirección
favorable a lo que (siguiendo muy flexiblemente a Katz) puede entenderse como
una reelaboración de la anomalía que procede por descomposición de lo mayor.
Para Foucault, lejos de pensar en una descomposición de lo mayor, la reflexión
sobre situaciones dadas produciría investigaciones genealógicas múltiples.10
Se trata, entonces, para el tema que plantea Katz, además de una elaboración más
precisa de estos términos –espacio intermedio e intersticio– del esclarecimiento del
panorama, acercando una descripción del estado de las cosas en el cual la tensión
entre permanencia y cambio –cuyo nexo fluido sería el tornarse o devenir del que
habla la autora– podría ser, además de móvil y exquisita, informativamente más rica.
En efecto, no se trata de una petición de principio de tipo semántico:
elaborar como conceptos las expresiones que la autora emplea permitiría pasar
del lenguaje evocador de las imágines al código de construcción y desciframiento
de lo real –es decir, del sugerir al referir.
9. “No digo que estas teorías globales no hayan procurado ni procuren todavía, de manera
bastante constante, instrumentos utilizables localmente: el marxismo y el psicoanálisis están
ahí para confirmarlo”. Sin embargo, agrega de inmediato: “...pienso que no habrían procurado
tales intrumentos más que a condición de que la unidad teórica del discurso quedase como
en suspenso, cercenada, hecha pedazos, trastocada, ridiculizada, teatralizada [...]”; Foucault
(1979), p. 127.
10. “Y esta genealogía, en tanto que acoplamiento erudito y del saber de la gente, no sólo
ha sido posible sino que además pudo intentarse con una condición: que fuese eliminada la
tiranía de los discursos globalizantes con su jerarquía y con todos los privilegios de la van-
guardia teórica”; Foucault (1979), p. 129.
88
La teoría menor, el tiempo histórico y la práctica simbólica...
89
Cora Escolar
90
La teoría menor, el tiempo histórico y la práctica simbólica...
Avanzar en la dirección de la integración no es, por otra parte, tan sólo un legítimo
reclamo de progres nostálgicos. En efecto, asegurar la heterogeneidad de voces y
la posibilidad de potenciar la fertilización cruzada entre perspectivas, teorías y
prácticas es una bandera que debe levantarse no únicamente desde el deber ser
de la pluralidad democrática esencial al oficio de científico, sino que responde
también a una necesidad práctica: este mundo nuestro –al que agredimos y ha-
bitamos colectivamente– no puede darse el lujo de descartar ninguna incubadora
de posibles soluciones para algunas de todas las heridas con que continuamente
lo lastimamos. Y, en esa dirección, no puede desdeñarse el aporte de estas otras
maneras “alternativas” –conforme la denominación estándar– a la hora de idear
nuevas soluciones a nuevos problemas, nuevas maneras de enfocar problemas
91
Cora Escolar
Bibliografía
92
Capítulo 5
PROCESO Y DISEÑO EN LA CONSTRUCCIÓN DEL
OBJETO DE INVESTIGACIÓN: LAS COSTURAS DE
FRANKENSTEIN O UN ENTRE-DOS QUE NO HACE DOS*
Juan Besse
Víctor Frankenstein
Mary Shelley, Frankenstein o el moderno Prometeo
I. Razones introductorias
* El presente capítulo surgió de las costuras de notas sueltas y pasajes de trabajos preexistentes.
Las lecturas y consideraciones de Cecilia Ros y Miriam Wlosko respecto de algunos de esos
escritos fueron un envite a dar forma a este trabajo. Cora Escolar y Juan Samaja hicieron lo
suyo gracias a una enseñanza perdurable.
93
Juan Besse
1. Jesús Ibáñez (1996) [1986], pp. 51-52. Véase El Oficio de Sociólogo de Pierre Bourdieu,
Jean-Claude Chamboredon y Jean-Claude Passeron (1992) [1973]. En la introducción
de este último libro, denominada “Epistemología y metodología”, los autores señalan que
“establecer, con Bachelard, que el hecho científico se conquista, construye y comprueba, implica
rechazar al mismo tiempo el empirismo que reduce el acto científico a una comprobación y
el convencionalismo que sólo le opone los preámbulos de la construcción. A causa de recor-
dar el imperativo de la comprobación, enfrentando la tradición especulativa de la filosofía
social de la cual debe liberarse, la comunidad sociológica persiste en olvidar hoy la jerarquía
epistemológica de los actos científicos que subordina la comprobación a la construcción y
la construcción a la ruptura: en el caso de una ciencia experimental, la simple remisión a la
prueba experimental no es sino tautológica en tanto no se acompañe de un explicación de los
supuestos teóricos que fundamentan una verdadera experimentación, y esta explicitación no
adquiere poder heurístico en tanto no se adhiera la explicitación de los obstáculos epistemo-
lógicos que se presentan bajo una forma específica en cada práctica científica” (los destacados
son míos); Bourdieu, Chamboredon y Passeron (1992) [1973], p. 25.
2. Alain Badiou (2009) [2007, 1969], p. 54.
94
Capítulo 5. Proceso y diseño en la construcción del objeto...
Cada uno de esos tres niveles, que es solidario de los otros, le imprime a
cada momento del proceso de investigación una primacía relativa que se despliega
peculiarmente, con énfasis distintivos, en la práctica de diseño. Se trata entonces
de puntualizar aspectos propios de los tiempos y las operaciones conceptuales y
prácticas de la construcción del objeto en el proceso de investigación. La cuestión es
entonces transmitir la complejidad de las relaciones entre:
95
Juan Besse
96
Capítulo 5. Proceso y diseño en la construcción del objeto...
de la familia milanesa Borromeo, consistente en una “‘cadena de tres, tal que al desatar uno de
los anillos de esta cadena los otros dos se deshacen’ [...] y si los nudos borromeos interesan es
a causa de su función esencial, ‘es decir, del tipo paradójico de enlace que instituyen’: ‘ ¿Qué
es una topología? Una topología –declarará Lacan en su charla el Savoir du psychanaliste– es
algo que tiene una definición matemática. La topología es lo que se aborda en primer lugar
mediante relaciones no métricas, relaciones deformables. Propiamente hablando, es el caso de
esas especies de círculos blandos [...] cada uno es una cosa cerrada blanda que se sostiene por
estar encadenada a las otras. Nada se sostiene solo. Esta topología, por su inserción matemática, está
ligada a relaciones de significancia, es decir, que es en tanto que esos tres términos son tres que vemos
que por la presencia del tercero se establece una relación entre los otros dos. Es esto lo que quiere decir
el nudo borromeo’” (destacados nuestros); Claude Conté (1996) [1993], p. 88. Asimismo, “el
nudo procede de un método emparentado con el de la ciencia: el método que cobra consistencia
gracias a una dimensión por la cual pasamos de la demostración a la mostración, es decir, a una
evidencia que ya no obedece únicamente a la calidad imaginaria de la demostración sino también
a la calidad de lo real”; Charles Melman (2003) [2001], p. 85. Por tal razón no se trataría de una
mera ilustración, una imagen pertinente. Así los dibujos como medios para hacer efectiva una
representación gráfica ponen en escena una captura imaginaria, pero al tratarse de una escritura
ya introducen “el simbolismo”. En esa dirección, Granon-Lafont afirma que “Lacan demanda
del nudo borromeo explicar, formalizar relaciones que por lo demás no están escritas. El nudo
no ilustra las relaciones entre los términos, las crea”; Jeanne Granon-Lafont (1999) [1987], p. 142.
10. Según Foucault el conocimiento es un “efecto de superficie”; su invención –en los términos
sostenidos por Foucault– comporta una doble ruptura. Ruptura con la naturaleza humana pero
también con la naturaleza de la cosas. Con la naturaleza humana, porque el sujeto de conocimiento
no es del mismo nivel que ‘la’ o al menos una naturaleza humana (ya sea se entienda por natura-
leza humana una determinada estructura anatómica y fisiológica compleja caracterizada por un
atributo sutil como el prensilismo; una co-pertenencia entre lo humano y el orden simbólico; la
posesión de un aparato para proferir el lenguaje; el hecho de ser seres hablantes) sino que entraña
un plus. Ruptura con la naturaleza de las cosas porque el conocimiento tampoco se desprende de
la naturaleza de las cosas, las cosas no reclaman ser conocidas y esto ni aunque las cosas humanas
se definan por su estar en la lengua o posean el atributo del habla o la potencialidad de ser dichas.
En tal sentido, Foucault no desconoce la existencia de una materialidad –de hecho– independien-
te del acto de conocimiento, materialidad que pre-existe al trabajo de constituir el objeto sino
que enfatiza el argumento de que el conocimiento sólo es posible mediante la distancia o mejor
dicho el proceso de producir un distanciamiento entre un sujeto y un objeto que se producirían
con el acto mismo de conocer, pauta que nos es brindada por el lenguaje: conocer es co-nacer;
97
Juan Besse
Michel Foucault (1984) [1973]. Por ende, el sujeto no coincide con el investigador (aunque lo
presupone, es su condición necesaria pero no suficiente) y el objeto no coincide con las cosas
(aunque las presupone), se producen junto con el conocimiento en una fabricación que no es
transparente ni del todo conciente para el investigador. Está claro que Foucault sube la apuesta de
la teoría del conocimiento kantiana mediante la incorporación del poder y la historicidad. Y que
lo hace por la vía de la incorporación de elementos conceptuales provenientes del pensamiento
de Nietzsche a través de los cuales pone en perspectiva el conocimiento pero también el objeto
y el sujeto de conocimiento. Véase en este libro nuestro comentario sobre el libro de Vanden
Berghe Lacan lector de Simmel: una extraña alianza.
11. Sujeto y objeto no son causa de conocimiento sino que son del orden del efecto. O en
todo caso sujeto y objeto se encuentran en el lugar de causados uno respecto del otro pero
a condición de preservar un punto de imposibilidad: el sujeto no puede decirlo todo acerca
del objeto y el objeto no puede ser dicho todo.
12. Acerca de la significancia o insignificancia social, de manera muy preliminar, cabe decir
que los usos del término se inscriben en un orden del discurso que habría que indagar caso
por caso y que la magia del término se ve reforzada, entre otras impulsiones, por la noción
de proceso en tanto progreso. En la lengua de los argentinos, la marca del significante Proceso
de Reorganización Nacional es motivo de vacilaciones o impasses discursivos.
98
Capítulo 5. Proceso y diseño en la construcción del objeto...
La eficacia simbólica del concepto le viene dada por un orden que excede las
cuestiones epistemológicas y metodológicas, es decir que su significación no se
da por el mero trámite de las razones expuestas por las teorías de la ciencia, del
conocimiento o de la investigación que circulan en las instituciones académicas
o científicas sino también por los alcances de su inscripción social. Siguiendo a
Canguilhem, la cuestión es explorar no sólo en el terreno discursivo de lo que la
ciencia dice sobre el proceso de investigación sino sobre lo que no dice o dice no.
Proceso de investigación es un término que enlaza dos significantes poli-
valentes y enraizados de un modo u otro en el habla social. Evolucionar y conocer
hacen sentir allí su escansión o corte histórico. Digamos que se trata de un con-
cepto eminentemente moderno, ilustrado, faro de luz durante al menos dos siglos.
También que se está ante una palabra encandilante. ¿De qué distintos modos el
evolucionismo –una sucesión de fases, etapas o estadios correlativos y necesarios– y
el funcionalismo –la visión de algo como un todo de partes interdependientes y
con imperativos de regulación interna– están presentes en el término? Se trata
entonces, como diría Canguilhem, de distinguir –y diferenciar– lo normal de
lo normativo y ver cómo el significado más asentado de normalización es un
producto arbitrario de la confusión entre normatividad y normativismo (en tanto
uso espúreo o explotación política o ideológica de la norma).13
Según Allouch –y la metodología como campo con aspiraciones disci-
plinarias tanto como los usos del término en dicho campo no son ajenos a este
boceto– “el término ‘proceso’ viene del latín processus que quería decir ‘progreso’;
es ‘eso que va adelante’, de allí su sentido anatómico de ‘prolongamiento’, ‘sa-
liente’, ‘divertículo’. Littré lo define como un conjunto de fenómenos concebido
como activo y organizado en el tiempo (el singular señala que esos calificativos se
refieren al conjunto como tal y no a los fenómenos). Guilbaud en su libro sobre
13. Una de las certidumbres relativas que orientan este trabajo indica que no podemos rehusar
de la normatividad pero tampoco caer en el normativismo; es decir que en esa delgada línea
se juega la diferencia entre la razón y la locura. Al respecto Legendre dice que “importa no
confundir una reflexión sobre la normatividad con el despliegue de un pensamiento normativo. La
sociología –al menos la que no es ciega a sus propios fines– ha perfeccionado suficientemente
sus métodos para favorecer esta distinción. La explotación social y política de la normatividad
es una cosa, la cuestión vital del vínculo de un sujeto con la normatividad es otra cosa. Ninguna
sociedad humana podría prescindir de poner en orden a sus sujetos” (destacados míos); Pierre
Legendre (1996) [1985], p. 11. Una aserción similar ofrece la obra de Georges Canguilhem
Lo normal y lo patológico, al distinguir entre el cuerpo normado –como cuerpo social exter-
no producido por el científico en el quehacer de su ciencia (laboratorio, estadísticas)– y el
cuerpo normativo –en tanto cuerpo capaz de innovar, de producir respuestas inéditas, esto
es, la normatividad como instrumento a través del cual el ser viviente se singulariza; véase
Guillaume Le Blanc (2004) [1998], pp. 46-66.
99
Juan Besse
100
Capítulo 5. Proceso y diseño en la construcción del objeto...
la vía china no es una vía que ‘lleva a’, como la vía religiosa en Europa, o la vía
de la filosofía que, como el principio de Parménides, conduce a la verdad. En el
contexto cristiano, la vía lleva al Padre (a la Salvación, a la Vida eterna). Nuestra
imaginación europea siempre relaciona la vía con un final, siempre hay un telos;
mientras que el tao chino no es una vía que lleva a, sino la vía por donde la cosa
pasa, por donde es posible, por donde es ‘viable’. Es la vía de la regulación, la
vía de la armonía por donde el proceso, que no se desvía, vuelve a pasar ince-
santemente. [...] aquí no hay ninguna idea de resultado; se trata de un proceso
y no de un progreso”.18
Así, atento a la vía china pero sin desafiliarse de la vía occidentada, diver-
sos autores, entre ellos Samaja, han señalado los usos, muchas veces confusos e
imprecisos, de términos tales como proceso, diseño, método o proyecto de investi-
gación. Que si bien son términos que refieren a aspectos de la investigación que
se encuentran estrechamente vinculados en la práctica de producción de cono-
cimiento es necesario distinguirlos como dimensiones específicas de dicha práctica.
Demos un rodeo antes de avanzar en la definición de proceso que ofrece
Samaja.
La asunción básica del programa para una epistemología de las ciencias
sociales impulsado por Bourdieu, Chamboredon y Passeron a principios de los
años ’70, y cuyo manifiesto es El Oficio de Sociólogo, se organiza sobre el intento
de evitar la disyunción sustantiva entre epistemología y metodología, o dicho en
otras palabras entre teoría y método, esto es dejar de suscribir la separación
realista entre teoría y observación, teoría e investigación, teoría y práctica que,
aunque sutilizada, imponía el canon metodológico derivado del programa de Paul
Lazarsfeld y continuado por Galtung: teoría teoricista y metodología empirista.
La cuestión entonces es buscar el atajo para salir de la encerrona que insiste
en separar en términos sustantivos19 la teorización del objeto de estudio respecto
del proceso de investigación, entendido este último como el proceso de elabora-
ción del diseño de investigación20 pero que al no coincidir uno a uno con él lo
rebasa y lo afecta. En esa dirección se orienta la recuperación del aserto de Kant,
parafraseado por Pierre Bourdieu, cuando dice que la teoría sin investigación
empírica está vacía y la investigación sin teoría está ciega.
El discurso metodológico (no el ‘clásico’ sino el del pasado reciente) ha
introducido un término como es el de estrategia de investigación o estrategia
teórico-metodológica que viene a cuestionar, es decir a darle otro significado u
101
Juan Besse
21. Gobernar, una de las profesiones marcadas por la imposibilidad según Freud.
22. Juan Samaja (2004), pp. 47-48, definición que corrige y especifica parcialmente, sobre
todo en lo referente a la relación del proceso con el diseño y el proyecto, a la propuesta en
Juan Samaja (2003) [1993], pp. 204-205.
23. Pierre Bourdieu (2000), p. 81.
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Capítulo 5. Proceso y diseño en la construcción del objeto...
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Juan Besse
25. En consonancia con distintos momentos del proceso de investigación tal como han sido
imaginados por las imágenes prevalecientes en la literatura metodológica de las ciencias sociales.
26. El uso del término lleva hacia otros deslizamientos semánticos. A esos deslizamientos de
sentido vamos a denominarlos acepciones no excluyentes de un significante que a fuerza de
ser usado cobija el secreto de la coexistencia pacífica.
27. Elaborar un proyecto supone una práctica de diseño pero no es lo mismo. También supone
una práctica de diseño confeccionar un artículo, una ponencia, una tesis, un libro, un informe.
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Capítulo 5. Proceso y diseño en la construcción del objeto...
28. Por ejemplo, Alvira sostiene que “un diseño de investigación se define como el plan
global de investigación que [...] intenta dar de una manera clara y no ambigua respuestas a
las preguntas planteadas en la misma”; Francisco Alvira (1996) [1986], p. 87.
29. Edgar Morin (1995) [1990].
30. Una anécdota de Rubert de Ventós prepara el terreno para los apartados que siguen; así,
dice el autor que no es cuestión de pretender que “la existencia y eficacia de las imágenes
105
Juan Besse
sea algo nuevo, pero sí que su paso de la natura a la cultura, su transformación en productos
expresamente manufacturados para ser asumidos, no ha supuesto tanto la desmitificación de las
ideologías como la reprogramada remitificación de una supuesta experiencia directa y eficacia
inmediata. Sólo así puede comprenderse que el culto a la imagen y el empirismo más estricto
se amalgamen sin conflicto alguno en la cultura norteamericana. Empíricos, pragmáticos y
profundamente desconfiados respecto de las ideologías, los americanos no se escandalizan sin
embargo si la Casa Blanca lanza la ‘operación Candor’ como una campaña de marketing, cuyo
objetivo declarado es ‘mejorar la imagen del Presidente después de Watergate’. Igualmente
‘empíricos’ en sus investigaciones, los antropólogos de Harvard rechazan las ‘especulaciones’
de Mauss o Lévi-Strauss y se atienen estrictamente a lo que el indio Juan o la patrona María
les cuentan sobre su concepción de Dios o de las estaciones. Sólo que el indio Juan pronto
aprende que cuanto más larga y barroca es su historia más propina saca. De modo que, bajo
los dólares, hacen proliferar en México tantos mitos y tradiciones como tesis doctorales se
escriben en USA. Tesis todas, claro está, que transcribirán con exactitud las observaciones y
entrevistas realizadas. La conclusión de mi mujer, luego de trabajar con los antropólogos de
Harvard, creo que es en este sentido definitiva: puesto que ellos son ‘empíricos’ y se niegan
a inventar teorías... lo que inventan –o pagan para que les inventen– son los hechos mismos”;
Xavier Rubert de Ventós (1980) [1974], pp. 374-375.
31. Juan Besse (2000), p. 98.
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Capítulo 5. Proceso y diseño en la construcción del objeto...
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Juan Besse
Sólo cabe señalar entonces que se trata de tipos conceptuales ‘puros’ y que
por convención se dirá que una técnica es cuantitativa o cualitativa si presenta
una concentración mayoritaria de rasgos propios de uno de los tipos de diseño
y no si responde al ideal ‘puro’.
33. Le cabe a Paul Lazarsfeld aquello que Milner afirma respecto de los emigrados judíos –los
judíos de saber– en relación con el derrotero del nombre judío en la jungla académica anglosajo-
na: “...todos ellos se hicieron trampa a sí mismos y a sus contemporáneos. Hicieron trampa a
propósito del saber; hicieron trampa con su lengua natal; hicieron trampa con Europa; hicieron
trampa con los Estados Unidos; hicieron trampa con el nombre judío: cada uno de ello siguió
rodeos que le eran propios, pero todos tomaron caminos colaterales. Hoy se sospecha que estos
caminos no llevaban a ninguna parte. Pasado el tiempo, corresponde hacer el balance. Los judíos
de saber pudieron estar en el candelero de las universidades norteamericanas o inglesas; pudieron
sacar adelante trabajos de magnitud, pero no dejaron ninguna huella particular en lo que atañe
al devenir del nombre judío. En cuanto al saber universitario, siempre estuvo regido por una
ley de hierro: deformación cuando no hay olvido, olvido cuando no hay deformación; sólo se
salvan de esto las excepciones. Los judíos de saber no fueron excepción”; Jean-Claude Milner
(2008) [2006], p. 124. En la crítica y el homenaje que Samaja efectúa a lo que da en llamar la
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Capítulo 5. Proceso y diseño en la construcción del objeto...
matriz de datos ‘clásica’ de Galtung puede leerse, conjeturo, algo del deseo de Lazarsfeld que se
extravió en las andaduras de las universidades norteamericanas; Juan Samaja (2003) [1995].
34. Las transformaciones de lo que en la mayor parte del mundo académico se denomina
Metodología de la investigación social, con escasas excepciones, abrevan poco en la riqueza
que se desprende de un examen minucioso de la singularidad de las prácticas de investiga-
ción tanto disciplinares como de aquellas difíciles de inscribir en tradiciones disciplinarias
o teóricas asentadas.
35. Parafraseando a Foucault, es como si por detrás de la historia atropellada de las grandes
controversias teóricas, de las implicancias políticas de las teorías, de los objetos y de los proble-
mas de investigación se dibujaran “unas historias, casi inmóviles a la mirada, historias de débil
declive, historia de las vías marítimas, historia del trigo o de las minas de oro, de la sequía y
de la irrigación” (los destacados son míos); seguimos diciendo nosotros: de los métodos de
análisis o de las técnicas de obtención de información. Michel Foucault (1988) [1969], p. 4.
36. Michael Pollak (1986) [1979]. Sobre la trayectoria académica de Lazarsfeld puede
consultarse la presentación de Fernando Álvarez-Uría y Julia Varela (1996) a Los parados de
Marienthal.
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Juan Besse
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Capítulo 5. Proceso y diseño en la construcción del objeto...
En esas palabras que Mary Shelley puso en boca del ser defectuoso, se revela
un plus que la investigación social exige reconocer como propio de su práctica,
su lógica y su ética: acompañar pero a condición de no sustituir los avatares del
sujeto por el taponamiento acompañante (llámese éste teoría, método, técnica
o tutor). Las costuras de Frankenstein, como metáfora del hacer investigativo,
proyectan sobre la singularidad de cada práctica de investigación el plus de una
soledad que ni el proceso ni el diseño, ni la relación teoría-método- técnica
pueden evitar porque es su causa.
Bibliografía
una vía promisoria para la reflexión epistemológica que se proponga reunir la construcción
teórica con la intervención técnica en el terreno del método.
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Juan Besse
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Capítulo 5. Proceso y diseño en la construcción del objeto...
113
Capítulo 6
MÉTODO: NOTAS PARA UNA DEFINICIÓN*
Introducción
El propósito de estas notas fue en sus inicios familiarizar a los estudiantes con
un espectro de discusiones que, en principio, les resultaba extraño: la teorización
epistemológica y metodológica acerca de los métodos y técnicas cualitativas. Hoy
consideramos necesario ampliar el repaso de los principales problemas involucrados
en el ejercicio de las estrategias metodológicas propias de la investigación social.
Con ese horizonte esbozaremos una perspectiva epistemológica desde la
cual reflexionar sobre los problemas de construcción del método, así como de
manera más específica abordar la relación entre teoría, método y técnicas en un
proceso de investigación.
* Una parte de este trabajo fue publicado con el título “De los problemas del método a los
métodos cualitativos en Geografía” en Cuadernos de Epistemología y Metodología. Métodos
Cualitativos, Nº1, Departamento de Geografía, Oficina de Publicaciones de Filosofía y
Letras, UBA, 1996.
115
Cora Escolar y Juan Besse
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Capítulo 6. Método: notas para una definición
5. Foucault (1979).
6. Un análisis de los presupuestos compartidos por las vertientes rotuladas como “naturalismo”
y “positivismo” respecto de la distinción –siguiendo a Olivé (1988)– ontológica y epistemo-
lógica entre sujeto y objeto como entidades “discretas”; ver Hammersley y Atkinson (1985).
7. Schütz (1993) [1932].
8. Bourdieu et al. (1986) [1973].
117
Cora Escolar y Juan Besse
En primer lugar, creemos pertinente plantear algunos usos que en las cien-
cias sociales se hacen del concepto de método, para continuar con una serie
de reflexiones sobre los métodos cualitativos. Entendemos que las siguientes
reflexiones constituyen un “piso” indispensable para repensar teóricamente
los métodos cualitativos. Las prácticas de investigación implican permanentes
tomas de posición y decisión por parte de los investigadores y, en este sentido
inscribir los abordajes cualitativos, tanto metodológicos como específicamente
técnicos en un horizonte de problematización teórica constituye un primer paso
en el camino hacia la identificación de las potencialidades que presentan para la
geografía como disciplina.
En el terreno de las ciencias sociales, podemos distinguir diferentes niveles
de abstracción a los que se asocia el término método. Si, en términos ideales,
la situación problemática a la que se enfrenta el investigador social es el cono-
cimiento de los objetos sociales en su conjunto, la respuesta marca un camino
con el grado de generalidad que corresponde al tema planteado. Los métodos
118
Capítulo 6. Método: notas para una definición
discuten y proponen, en relación con las teorías en las que abrevan una manera de
construir el objeto de estudio; o dicho en otros términos, un modo de recorrer el
camino que une la aproximación a lo real con la construcción de datos científicos.
Entonces, definimos al método como la construcción de un camino intelectual
especificable mediante el cual se aborda una cuestión o pregunta de investigación que,
en tanto camino construido a través de una práctica de vigilancia epistemológica
debe ser pasible de una reconstrucción retrospectiva.
Cabe destacar que en la literatura que trata sobre temas metodológicos
muchas veces se hace referencia a los métodos como técnicas, a las técnicas como
métodos.12 Este carácter intercambiable de los términos nos lleva al problema
de los límites. Desde nuestra perspectiva sostenemos a la teoría, a los métodos
–tal cual los hemos definido– y a las técnicas como componentes que actúan
solidariamente en la práctica de investigación.
Una pragmática del concepto nos indica que otro uso del término método
–vinculado a las perspectivas epistemológicas positivistas– es el que lo asocia a
una serie de procedimientos canónicos o metodología estipulada para mantener
en resguardo la objetividad científica y la representatividad de los datos. O sea,
que la manipulación del objeto no tergiversa las relaciones entre los “hechos”
ni sus características; este concepto es el que asocia método con experimento.
Se habla también de método cuando se describen los pasos a seguir para
desarrollar con orden y de manera sistemática una problemática específica, que
debe ser vinculada con los datos. Las fases de un diseño describen un método de
resolución de problemas.13 Al reconocer que los componentes de un diseño son
complejos, ya que abren distintas alternativas, podemos usar la palabra método
para designar a las técnicas de recopilación de la información, lo que traducido a
los términos de nuestra perspectiva epistemológica sería designar como método
a las técnicas de intervención en lo real para obtener información. Información
que nosotros no consideramos datos puros sino que la entendemos como insumo
del proceso de deconstrucción/ reconstrucción de los datos.14
Ahora bien, reservamos la denominación de técnicas a aquellos procedi-
mientos operativos de intervención en la realidad que aspiran a poder ser usados
desde distintas perspectivas teóricas. Las técnicas se colocarían al final del pro-
ceso de abstracción y supuestamente como tales no les cabe la consideración de
verdaderas o falsas, sino de útiles o inútiles a los fines de la investigación. Esta
definición coincide con lo sostenido por Bourdieu,15 la concepción de que las
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Cora Escolar y Juan Besse
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Capítulo 6. Método: notas para una definición
18. Según Miller (1960, 40-41) “un diseño de investigación no es un plan sumamente es-
pecífico que deberá seguirse sin ninguna desviación, sino más bien una serie de guías para
mantener a uno en la dirección correcta. Uno debe estar preparado a abandonar (aunque
no muy rápido) hipótesis que no resultan y desarrollar nuevas hipótesis basadas en el nuevo
conocimiento que se va adquiriendo en el proceso de investigación. Es más, cada diseño de
investigación desarrollado en un cubículo sufrirá casi generalmente cambios y alteraciones,
tomando en cuenta lo que el investigador vaya enfrentando en su trabajo de campo”. Ham-
mersley y Atkinson nos dicen que “el diseño de la investigación debe ser un proceso reflexivo,
operando en todas las etapas del desarrollo de la investigación”; Hammersley y Atkinson
(1994) [1983], p. 42.
19. Las distinciones de Taylor y Bogdan (1984) entre foco sustancial y foco teórico y la de
Hammersley y Atkinson (1983) entre problemas de investigación tópicos y genéricos –ambas
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Cora Escolar y Juan Besse
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Capítulo 6. Método: notas para una definición
Bibliografía
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Cora Escolar y Juan Besse
124
Capítulo 7
EL ENCUADRE TEÓRICO-METODOLÓGICO
DE LA ENTREVISTA COMO DISPOSITIVO DE
PRODUCCIÓN DE INFORMACIÓN*
Luciana Messina
Cecilia Varela
I. Introducción
* En este trabajo retomamos muchas de las ideas desarrolladas por Juan Besse y Cora Escolar en
sus clases de epistemología y metodología de la investigación. Especialmente, en lo que hace a la
posibilidad de pensar a través del psicoanálisis aspectos de las prácticas de investigación en ciencias
sociales. Queremos, a su vez, agradecer sus comentarios críticos y sugerencias a este artículo.
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Luciana Messina y Cecilia Varela
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Capítulo 7. El encuadre teórico-metodológico de la entrevista...
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Luciana Messina y Cecilia Varela
no adviene sola sino que, al igual que el objeto de estudio, debe ser producida
mediante una operación de conquista. Retomaremos más adelante esta cuestión
que hace a la construcción de la posición del entrevistador.
A su vez, la situación de entrevista se presenta como un acontecimiento en
el que entran en relación dos “sistemas de pre-construcciones”, dos universos de
significaciones que, de no ser sometidos a una “confrontación metódica”, lleva-
rían a “dejarse imponer las nociones y categorías de la lengua empleada por los
sujetos”.9 La construcción del dispositivo de entrevista debe partir, entonces, del
reconocimiento de esas realidades estructuradas a partir de diferentes universos
de significaciones. Pero, si bien la construcción del sentido se produce a partir
de la interacción de estas dos parcialidades en cuestión, los discursos e inter-
pretaciones surgidos de la entrevista las rebasan, produciendo nuevos sentidos
inexistentes antes de ella.10
clasificar el mundo, utilizando categorías que son propias de una forma de conceptualizarlo
y que se enraízan en una perspectiva teórica-política, se corre el riego de “proyectar conceptos
y sentidos del investigador en las palabras del informante, corroborando lo que se proponían
encontrar”; Guber (2004) [1991], p. 208. Así como el ejercicio de la atención flotante du-
rante una entrevista en el marco de la investigación social habilita la categorización diferida,
la opción por la no directividad guarda relación con la regla psicoanalítica de la asociación
libre consistente en que el paciente “comunique, sin crítica ni selección alguna, todo lo que
se le vaya ocurriendo”; Freud (1997) [1912], p. 1654.
9. En Bourdieu et al. (1993) [1973].
10. Saltalamacchia (1992).
11. En primer lugar, porque el lenguaje difícilmente pueda ser conceptualizado como un
instrumento comunicacional diáfano que remite unívocamente significantes a significados.
Saussure indicó que el signo lingüístico no une una cosa con su respectivo nombre, sino más
bien un significado (concepto) con un significante (imagen acústica) y que el lazo entre estos
dos elementos es de carácter arbitrario. Es decir, los significantes no se corresponden sustan-
cialmente con ningún significado. Esto es lo que explica para él la polisemia en el lenguaje:
un significante puede hallarse enlazado a múltiples significados y conformar, de esta forma,
distintos signos lingüísticos. El carácter arbitrario del signo es lo que permite la polisemia,
aunque en el esquema saussuriano la significación enlazada al significante vuelve a otorgar
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Capítulo 7. El encuadre teórico-metodológico de la entrevista...
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Luciana Messina y Cecilia Varela
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Capítulo 7. El encuadre teórico-metodológico de la entrevista...
19. Resulta oportuno destacar que la idealización alude aquí a los procesos psíquicos que
posibilitan que un objeto sea investido de características y peculiaridades únicas y perfectas.
En Psicología de las masas y análisis del yo, Freud nos muestra cómo la idealización se encuentra
íntimamente ligada el narcisismo: “Amamos al objeto a causa de las perfecciones a las que
hemos aspirado para nuestro propio yo y que quisiéramos ahora procurarnos por este rodeo
para satisfacción de nuestro narcisismo”; Freud (1997) [1912], p. 2590.
20. Žižek (1992) [1989], p. 147.
21. En este sentido, Žižek señala que “la definición lacaniana de un loco es alguien que cree
en su identidad inmediata con él mismo, alguien que no es capaz de una distancia mediada
dialécticamente hacia él mismo como un rey que cree que es rey, que toma su ser como
una propiedad inmediata y no como un mandato simbólico que le ha impuesto una red de
relaciones intersubjetivas de las que él forma parte”; Žižek (1992), p. 76.
22. Es interesante pensar aquí cómo la trama de la película de John Lasseter Toy Story ilustra
esta tensión entre identificación imaginaria y simbólica. Mientras Buzz está convencido de
ser un astronauta que pertenece a un grupo de guardianes del espacio, Woody se reconoce
como el juguete favorito del pequeño Andy. En Buzz, al estar cautivado por la imagen del
astronauta, predomina una alienación imaginaria que expresa una total ausencia de distancia
dialéctica entre “lo que cree ser” y “lo que es”, una omisión de la pregunta por la propia
131
Luciana Messina y Cecilia Varela
posición subjetiva dentro del entramado simbólico del que forma parte. Así las cosas, Buzz
sostiene momentáneamente el sentido de realidad a través de una fantasía que muestra el
abismo entre la imagen con la cual se identifica y su lugar efectivo en la red intersubjetiva de
las relaciones entre los juguetes. En este sentido, la ausencia de la pregunta que problematiza
el orden simbólico (¿quién soy yo para el Otro?), sustenta la creencia de ser un astronauta en
su mismidad, es decir, más allá del reconocimiento público en cuanto tal. Para un análisis
más detallado del film desde esta perspectiva, véase Baer et al. (2003).
23. La cuestión aquí es que finalmente el Otro también está barrado, estructurado en torno
a una falta. La fantasía es ese intento por colmar la falta en el Otro, mantenerlo sin fisuras y
consistente. Finalmente, entonces, el Otro sólo existe en tanto ilusión retroactiva que oculta
la contingencia de lo real, necesario entonces para permitir el juego social y garantizar de un
mínimo de consistencia a la “realidad”; Žižek (2000) [1991], (1992) [1989].
24. Lacan distinguía así al Sujeto (je) del yo (moi): si el yo es la representación que un su-
jeto se hace respecto de sí mismo a través de sus enunciados y por ende está del lado de lo
imaginario, el sujeto es ubicado en el registro de lo simbólico y refiere a la posición desde
la cual aquél habla.
132
Capítulo 7. El encuadre teórico-metodológico de la entrevista...
identificarse con una determinada imagen.25 Los dichos del entrevistado pueden
ser interpelados a partir de su identificación con la imagen vinculada al locus desde
donde se mira. La problematización del orden simbólico permite ir más allá de
las supuestas imágenes que se imbrican en los procesos identificatorios y, por lo
tanto, en la estructuración del “papel” del entrevistado. Pues en la conformación
de los rasgos de identificación se interpone siempre una mirada en el Otro que
opera cuando el entrevistado se identifica con una imagen.
*
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Luciana Messina y Cecilia Varela
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Capítulo 7. El encuadre teórico-metodológico de la entrevista...
Bibliografía
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Luciana Messina y Cecilia Varela
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Capítulo 8
Cora Escolar
Introducción
Jesús Ibáñez
El presente artículo tiene como objetivo presentar una serie de reflexiones referidas
a los procesos de “gestión de datos” que se dan en instituciones de los gobiernos
y que pueden ser de utilidad para exponer descarnadamente las potencialidades y
* Este artículo es una resignificación de uno más acotado publicado en Cinta de Moebio,
Revista Electrónica de Epistemología de Ciencias Sociales, Nº14, Facultad de Ciencias Sociales,
Universidad de Chile, Santiago, 2002.
137
Cora Escolar
138
Capítulo 8. La “gestión de datos” como proceso de toma de decisiones
Proponemos por tanto un nivel de construcción del dato: “los datos empíricos”
en sí no dicen nada, se deben analizar en función de identificar el lugar desde
el cual fueron construidos. Desde esta línea, el proceso de “gestión” de datos
implica, por un lado de-construir aquellos parámetros y variables desde los cuales
fue elaborada la información y por el otro, re-construir la misma a partir de este
reconocimiento de singularidad.4 Singularidad que se vuelve necesaria al relacio-
narla metódicamente con las causas y razones que la explican y le dan sentido.
Referirse a la naturaleza del dato plantea varios interrogantes: ¿Cuál es ésta? ¿Es algo
dado? ¿Existe mediación conceptual? ¿Cuál es la relación entre lo dado y el dato?
En términos de esta perspectiva epistemológica lo dado es un “recorte epis-
temológico”, efectuado por el sujeto en el objeto percibido. “...en este sentido,
la abstracción requiere para su construcción de un procedimiento sistemático
y coherente...”. 5
4. La construcción de datos descansa siempre sobre una previa clasificación de los datos,
ya sea conforme a categorías “ad-hoc” o bien a los términos de la práctica de gestión. Cf.
Cicourel (1964).
5. “Afirmar que los conceptos tengan un contenido teórico significa que constituyen una
anticipación de realidad en función de un esquema que los especifica en función de un orden
de determinaciones (o sea, teóricamente). Por el contrario, se trata de construir una relación
no teórica (en la acepción anterior) en cuyo marco los conceptos, que sirven de base al ra-
zonamiento y que provengan del conocimiento acumulado, sean utilizados en forma de que
cumplan la función construir campos problemáticos con prescindencia de las delimitaciones
teóricas de la realidad”; Zemelman (1990) [1984], p. 6.
139
Cora Escolar
Sin embargo, aquí lo que interesa es lo dado, es decir lo que toma el sujeto
como “dado” del objeto, como el lugar conocido empíricamente, como el “dato
inmediato” del mismo, por una parte, y por la otra, la relación entre lo dado y
el dato, considerado éste como lo dado elaborado, como lo dado mediado. Lo
dado vendría a ser un recorte epistemológico efectuado por el sujeto en el objeto
percibido. Este recorte tiene que ver con el alcance “visual” logrado por todo un
desarrollo aprehensivo, por lo que podemos llamar una especie de “socialización”
cognoscitiva del objeto.6
De esta manera, se reduce lo observable al indicador estadístico, o a una
característica indicativa y permanente, tratándose de los datos cualitativos. El
indicador establece la intensidad o extensidad del fenómeno, y a veces su corre-
lación con otros fenómenos, comprendidos como variables. En rigor, el proceso
estudiado o en vistas de ser analizado se reduce a ser una cosa; el objeto se petrifica,
quedando de él el significado de su rasgo y el esqueleto de su regularidad.7
Esta crítica a la concepción del dato es importante, no sólo para develar su
encajonamiento empirista, sino también para liberarlo del empaquetamiento que
hace de él como instrumento neutro, herramienta primaria en el acto de procesar
información que pretende dar cuenta de una realidad recortada según formas
particulares que se destacan acorde a cualidades indicativas/indicadas de ante-
mano (del latín index, -icis, ‘indicador, revelador´; derivado: indicar, indicare,
indicador; indicativo).8
Como afirma Bourdieu “no lamentar, no reír, no detestar, sino compren-
der” , de nada serviría que el sociólogo hiciese suyo el precepto spinoziano si no
9
fuera también capaz de brindar los medios de respetarlo. La idea es facilitar los
medios para la comprensión, es decir, instrumentar los dispositivos necesarios
para aprehender la realidad como necesaria e insertarla en el contexto que la
hace ser lo que es.
Para superar el estigma de que el proceso de “gestión” de información se
constituya en una suma de técnicas o un “sistema nacional de contabilidad social”,
la propuesta es subordinar estas técnicas y conceptos e indicadores a un examen
sobre sus condiciones y límites de validez, repensarlos en sí mismos en función
del caso particular. Esta cautela metodológica significa repensar la mecánica
140
Capítulo 8. La “gestión de datos” como proceso de toma de decisiones
lógica de las comprobaciones y las pruebas y reconocer que existen atajos para
proponer un discurso que haga legible la complejidad de la producción social.10
La vigilancia epistemológica11 debe estar presente tanto en el procesamiento
de la información como en el análisis de la misma ya que se vuelve una fuente
de información “ad hoc” al “hablar significativamente” de los fenómenos bajo
análisis. Esto exige estar atento a la diversidad de subjetividades que intervienen
en todo el proceso que recorre una y otra vez la construcción de distintas matrices
de datos que se constituyen en fuentes de información básica para el trabajo de
sistemas de información.
En otras palabras, no se trata simplemente de la “aplicación correcta” de un
manual de procedimientos, que se presupone neutral, objetivo y paradigmático,
sino de cómo hacer para preservar el entorno de “objetos” a los que se atiende
o a los que se supone que se atiende para generar algo llamado “dato”. Así se
elaboran múltiples tablas, estadísticas, indicadores y cuadros que aparecen como
datos objetivados y que de alguna manera encubren el núcleo de procedimientos
(demasiado simplificados) que pretenden verificar y justificar supuestos e hipóte-
sis que son en definitiva decisiones teórico-políticas, por tanto sustancialmente
ideológicas.
De esta manera podemos afirmar que los consultores-investigadores se
enfrentan permanentemente a problemas inseparablemente teóricos y prác-
ticos que ponen de relieve la relación social entre los primeros y su objeto de
investigación-gestión.
Otro ítem significativo refiere a las interpretaciones que de ellos se hacen sobre
lo que “sucedió” (se atendieron XXX beneficiarios, el presupuesto devengado
fue de XXX, las prestaciones fueron XXX) pretendiendo presentar argumentos
convincentes como condición para decidir los diferentes resultados que se están
mostrando.
Aquí nos volvemos a encontrar con la estadística. La estadística (ciencia del
estado) ha sostenido siempre metodológicamente el paradigma del control. Ha
servido a un poder que se reserva el azar (permanece impredecible) y atribuye la
pauta (predice).12 La estadística descriptiva permite al Estado hacer el recuento
10. Recordemos que la descripción no es más que “la toma de posesión” de un conjunto con-
creto por medio de un conocimiento ya producido de antemano. Está sometida a los resultados
que suministran los procesos de delimitación y de clasificación de la encuesta descriptiva.
11. Bourdieu et al. (1993] [1973].
141
Cora Escolar
142
Capítulo 8. La “gestión de datos” como proceso de toma de decisiones
en una institución. Es decir, una propone una autorreflexión sobre las propias
condiciones de producción de conocimiento, lo que conlleva la descarnada ex-
posición de la singularidad de los puntos de vista. La otra, por su parte, pretende
la regulación y normalización de las prácticas con total indiferencia de las con-
diciones y condicionamientos de los que es producto el autor de todo discurso,
en definitiva con total prescindencia etnometodológica de la organización social
y del orden que ella conlleva.
Bibliografía
143
Cora Escolar
— Method and Measurement in Sociology, New York, Free Press of Glencoe, 1964.
Deleuze, G. y C. Parnet: Diálogos, Valencia, Pre-Textos, 1980 [1977].
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nales, Buenos Aires, Eudeba, 2000.
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Ibáñez, J.: El análisis de la realidad social. Métodos y técnicas de investigación.
Madrid, Alianza Universidad Textos, 1996 [1986].
— (coord.): Nuevos avances en la investigación social I. Barcelona, Proyecto A.
Ediciones, 1998 [1990].
Lazarsfeld, P. y M. Rosenberg (eds.): The language of social research, New York,
The Free Press, 1955.
Prada, R.: Epistemología del dato. en Revista Mexicana de Sociología, Año XLIX,
Vol. XLIX, Nº1, Enero-marzo de 1987 [1986].
Zemelman, H.: Racionalidad y Ciencias Sociales en Suplementos Nº45, septiem-
bre de 1994, Barcelona [1990].
144
Incursiones bibliográficas:
comentarios de lectura
PENSAR LA CONSTRUCCIÓN. UN COMENTARIO SOBRE
ARQUITECTURA PLUS DE SENTIDO. NOTAS AD HOC DE
IGNACIO LEWKOWICZ Y PABLO SZTULWARK*
Juan Besse
Arquitectura plus de sentido... es uno de esos escritos que dan que pensar. El libro
está organizado mediante una introducción, un apartado y tres partes que, en
principio, proponen un pasaje por el estatuto actual de la arquitectura. En estas
notas, para abordar los muchos costados de la arquitectura, Lewkowicz y Sz-
tulwark han elegido una vía de acceso: poner en relación un cierto estado inactual
de la Arquitectura –en tanto disciplina– con la práctica de la arquitectura como
un hacer parcialmente desacoplado de ese saber que orienta la construcción social
de entes arquitectónicos pero que, paradójicamente, hoy no puede construir el
espacio epistémico para pensarse a sí mismo.
Y no sería aventurado decir que la propuesta de los autores consiste en que
no ya los entes arquitectónicos (los edificios, los parques, las autopistas, etc.) sino
el objeto arquitectónico no pueden ser pensados mientras no se intente escribir
el objeto de la arquitectura de un modo menos académico y más colectivo. Por
decirlo en términos afines a Heidegger1 (no ajenos a la perspectiva del libro), la
* Reseña publicada en Litorales. Teoría, método y técnica en geografía y otras ciencias sociales,
Nº2, Instituto de Geografía, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, agosto de 2003.
1. Cf. Martin Heidegger (1997) [1951].
147
Juan Besse
El formato expositivo propone una introducción que es más que una zanahoria
para atraer al burrito. En ella, una pléyade de supuestos obligan a leer con dete-
nimiento y a preguntarnos acerca de qué se está hablando.
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Pensar la construcción. un comentario sobre arquitectura plus de sentido...
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Juan Besse
7. Žižek, haciendo gala de la máxima freudiana de que lo serio en el hombre es que está es-
tructurado como un chiste, se pregunta: “¿Por qué un dialéctico debe aprender a contar hasta
cuatro? [...] ¿Hasta cuánto debe aprender a contar un dialéctico hegeliano? La mayoría de los
intérpretes de Hegel, para no mencionar a sus críticos, intentan convencernos al unísono de
que la respuesta correcta es tres (la tríada dialéctica, etc.). Además ellos compiten entre sí por
llamarnos persuasivamente la atención sobre el ‘cuarto lado’, el exceso no dialectizable que
supuestamente elude la aprehensión dialéctica, aunque (o, más precisamente, en cuanto) es
la condición de posibilidad intrínseca del movimiento dialéctico: la negatividad de un puro
consumo que no puede ser recobrado en su resultado”; Žižek (1998).
8. Ignacio Lewkowicz y Pablo Sztulwark (2003), p. 21.
9. Ignacio Lewkowicz y Pablo Sztulwark (2003), pp. 21-22.
150
Pensar la construcción. un comentario sobre arquitectura plus de sentido...
10. Ignacio Lewkowicz y Pablo Sztulwark (2003), pp. 45 y 47-48 (los destacados son nuestros).
151
Juan Besse
Entre las muchas consideraciones que se pueden hacer sobre este libro móvil, y
adaptable a los más diversos usos intelectuales por parte de un investigador, la que
cabe resaltar es aquella que destaca la presencia de dos registros en su letra. Siempre
que se habla de un qué, de una cierta entidad de las cosas se la acompaña de un
cómo fueron pensadas o cómo podrían comenzar a ser pensadas. Se trata entonces
de un libro que por semejanza recorre breve pero incisivamente los fundamentos
del oficio de arquitecto.13 Y al hacerlo, al interrogar ética y políticamente el saber
y el hacer del arquitecto, ofrece un ejercicio teórico y metodológico que se presta
11. Dicho sea de paso, coto histórico de los arquitectos y, marginalmente respecto de los
anteriores, de los geógrafos. Más recientemente de sociólogos y antropólogos incursionistas.
12. Ignacio Lewkowicz y Pablo Sztulwark (2003), pp. 111-112.
13. En los términos propuestos por Pierre Bourdieu, Jean-Claude Passeron y Jean-Claude
Chamboredon en El Oficio de Sociólogo y reconfigurados por Bourdieu (1995) [1987] de
modo afín al itinerario que sugieren Lewkowicz y Sztulwark.
152
Pensar la construcción. un comentario sobre arquitectura plus de sentido...
a los más diversos usos no sólo para el investigador sino para el ‘enseñante’ de
metodología o el orientador de un taller de diseño: hay en el libro un itinerario
de pensamiento, construido colectivamente, puesto a prueba en la discusión y
en la transmisión, abierto a rectificaciones, que habla de autores testigos y no de
espectadores de la Arquitectura, de la Ciudad y de las situaciones urbanas que
nos conciernen por el solo hecho de –como podemos– habitarlas.
Bibliografía
153
UN LUGAR PARA LOS ESTUDIOS DE LA VIDA
COTIDIANA. UN COMENTARIO DE LA VIDA COTIDIA-
NA Y SU ESPACIO-TEMPORALIDAD
* Reseña publicada en Geocrítica Nº96, Biblio 3W, Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias
Sociales, Universidad de Barcelona, 2002. http://www.ub.es/geocrit/b3w-380.htm.
155
Cora Escolar y Analía Minteguiaga
156
Un lugar para los estudios de la vida cotidiana
157
Cora Escolar y Analía Minteguiaga
En tal sentido puede decirse que una manera de definir la vida cotidiana
es mediante una operación de oposición y al mismo tiempo de complementariedad.
Por un lado, para la autora, lo cotidiano se constituye por aquellas prácticas, lógi-
cas, espacios y temporalidades que garantizan la reproducción social por la vía de la
reiteración; y por el otro, la rutinización normalizada adquiere “visibilidad”para
sus practicantes en aquellos períodos de excepción o cuando alguno o algunos de los
dispositivos que la hacen posible entran en crisis.
Al definir el espacio de la vida cotidiana como escenario de la re-producción
social y por tanto vinculado a lo que en un momento específico se considera
normal y legítimo para garantizar cierta continuidad social, la autora niega la
existencia de una cotidianeidad esencial y ahistórica factible de ser explicada des-
de abstracciones o generalizaciones unívocas, y exige una comprensión desde las
propias estructuras que la producen y que son simultáneamente producidas (y
legitimadas) por ella. Basándose en las ideas de Michel De Certeau afirma que si
bien los mecanismos y lógicas de la vida cotidiana al ser rutinizadas constriñen
a los sujetos existe un margen para la improvisación que de acuerdo a su “uso”
puede subvertir desde dentro el mismo orden establecido. En ese margen de
indeterminación es donde se libra la batalla simbólica por la definición del pro-
yecto societal como totalidad. Desde este lugar el desafío consiste, entonces, en
desentrañar el “plus” de sentido que se sobreimprime en el acto de apropiación
de lo que la sociedad pone a nuestra disposición.
Por ello, para la autora, por lo menos bajo dos condiciones puede pensarse
la vida cotidiana como un espacio clandestino en el que las prácticas y los usos
subvierten los poderes hegemónicos. Justamente estas condiciones son el desan-
claje espacio-temporal y la dimensión asociativa de la vida cotidiana.
El trabajo de Daniel Hiernaux-Nicolás desarrolla el tema de la vida cotidia-
na desde un ámbito particular como es el turismo y en este ejercicio lo jerarquiza
al distanciarse de los enfoques tradicionales construidos a partir del trabajo y la
producción que han despreciado el lugar que le cabe al ocio en el marco de las
motivaciones humanas.
En este sentido afirma que algunos de los trabajos más leídos en sociología
del turismo analizan críticamente el proceso de turismo a través de una valo-
rización negativa del mismo definiéndolo como proceso de despersonalización
del individuo en un contexto de alienación construido por las grandes empresas
internacionales.
El artículo se centra en el tema de la construcción de la vida cotidiana en
el turismo, o mejor dicho, en explorar en los procesos turísticos la existencia de
una recreación de la vida cotidiana. Ésta será sin duda distinta a aquella que se
constituye en el mundo del trabajo y de residencia habitual. Será más efímera
y responderá a otras pautas pero no por eso resultará menos productiva e inno-
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Un lugar para los estudios de la vida cotidiana
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Cora Escolar y Analía Minteguiaga
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Un lugar para los estudios de la vida cotidiana
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Cora Escolar y Analía Minteguiaga
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Un lugar para los estudios de la vida cotidiana
163
MEMORIA DEL ANÁLISIS ESTRUCTURAL.
UN COMENTARIO DE EL PERIPLO ESTRUCTURAL. FI-
GURAS Y PARADIGMA DE JEAN-CLAUDE MILNER*
Juan Besse
Introducción
* Reseña publicada en Litorales. Teoría, método y técnica en geografía y otras ciencias sociales,
Nº3, Instituto de Geografía, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, diciembre de 2003.
165
Juan Besse
166
Memoria del análisis estructural. Un comentario de El periplo estructural...
estructura– Milner hace acto de memoria histórica? Ahora bien, como lo indica
en el prefacio “mi exposición no es la de un historiador”. Para la perspectiva del
historiador remite a quienes sí han escrutado el paradigma estructuralista con
esos ojos;5 allí deben buscarse los sostenes documentales. En cambio, su trabajo
es el de un analista del periplo discursivo de ciertas figuras que tanto desde la
controversia como mediante el consenso –más implícito que explícito– hicieron
a la producción de algo (más que la teoría y la analítica estructural) a lo que, no
sin sutileza, denomina paradigma.
La estructura de la exposición
I. El Prefacio
El prefacio es corto, claro y contundente. Allí cuenta Milner que se trata de una
compilación de artículos éditos e inéditos cuyo “conjunto tiene [...] un propósito
unitario: dar una idea más exacta y mejor fundada de lo que se dio en llamar
‘estructuralismo’”.
Bajo este nombre es costumbre reunir dos entidades básicamente diferentes.
Existe, por una parte, un programa de investigaciones desarrollado por hombres
de ciencia desde fines de la década del ‘20 hasta fines de los ‘60; se caracteriza por
cierto número de hipótesis y proposiciones; se completa en 1968. Hay, por otra
parte, un movimiento de doxa que, junto a los actores centrales del programa
de investigaciones, reúne otros nombres, a veces ilustres, que no participaron de
él. Este movimiento se desenvolvió durante la década del ‘60 y en gran medida
caracteriza intelectualmente al período”.6
Todorov y F. Wahl, la cuestión no había sido de veras retomada. Ahora bien: el paso de los años
movió las líneas en algunos puntos”; Jean-Claude Milner (2003) [2002], pp. 9-10. La versión
castellana de los títulos que conforman la colección antes mencionada editada por Losada
fuera oferta en las mesas de saldos de la misma librería durante el curso de este año 2003.
5. E. Roudinesco y F. Dosse.
6. Jean-Claude Milner (2003) [2002], p. 9.
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Juan Besse
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Memoria del análisis estructural. Un comentario de El periplo estructural...
11. Es sugestiva la lectura del retorno a Freud promovido por Lacan y teorizado por Foucault
(1999) [1969] mediante el análisis de la figura de la función autor en los términos propuestos
por Allouch (1993) [1984] pp. 255 y ss.
12. Jean-Claude Milner (2003) [2002], p. 42 (los destacados son nuestros).
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Juan Besse
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Memoria del análisis estructural. Un comentario de El periplo estructural...
16. Jean-Claude Milner (2003) [2002], p. 156 (los destacados son nuestros).
17. “A condición de comprenderlo bien. Lo que es negado, no es la posibilidad para la lengua
de hablar de sí misma; por el contrario, lo que es negado es la necesidad real para la lengua,
cuando habla de sí misma, de salir de sí misma. [...] Se tendrá cuidado en particular en no
confundir el logion de Lacan y una proposición tal como la de Wittgenstein: ‘Ninguna pro-
posición puede decir nada sobre sí misma’ (Tractatus, 3. 332). Sin hablar de la proposición
más general, recurrente bajo una forma u otra en los lógicos: ‘Es imposible hablar significati-
vamente de un lenguaje L permaneciendo en el interior de ese lenguaje’. Está ahí justamente
el axioma fundador del metalenguaje. A la inversa, el logion de Lacan puede parafrasearse: ‘’de
una lengua, sólo una lengua habla’ o ‘no se sale de la lengua’” (en nota al pie); Jean-Claude
Milner (2000) [2003], p. 29.
18. Jean-Claude Milner (2003) [2002], p. 159 (los destacados son nuestros).
171
Juan Besse
plano de la casa para darse contra las paredes, decía Lacan: ¿hay palabras
más abiertamente cavernícolas?” (p. 174). Milner dice entonces que al
“sostener que no se sale de la Caverna, que en verdad no hay exterior de
ella, los hombres de 1960 no eligieron la tristeza sino la alegría: la verda-
dera, la del saber. Es preciso que el saber siga siendo posible”.19
III. El paradigma
172
Memoria del análisis estructural. Un comentario de El periplo estructural...
173
Juan Besse
Bibliografía
Allouch, Jean: Letra por letra. Traducir, transcribir, transliterar, Buenos Aires,
EDELP, 1993 [1984].
Cacciari, Massimo: El Archipiélago. Figuras del otro en Occidente, Buenos Aires,
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ratura, Paidós Básica, Barcelona, 1999 [1969].
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— Los nombres indistintos, Buenos Aires, Bordes/Manantial, 1999, [1983].
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Buenos Aires, Ediciones del Cifrado, 2000 [2003].
— El periplo estructural. Figuras y paradigma, Buenos Aires, Amorrortu, 2003
[2002].
174
SIMMEL CON LACAN. UN COMENTARIO DE LACAN
LECTOR DE SIMMEL: UNA EXTRAÑA ALIANZA
DE PAUL VANDEN BERGHE*
Juan Besse
I. Introducción
En los últimos años, algunos libros como Freud y las ciencias sociales de Paul-Laurent
Assoun o Lacan y las ciencias sociales de Markos Zafiropoulos vienen ofreciendo
reconstrucciones de las fuentes sociológicas, antropológicas o del pensamiento jurí-
dico en las que abrevaron Freud y Lacan. Y lo vienen haciendo desde la perspectiva
de las deudas y los intercambios enriquecedores que el psicoanálisis comparte con el
campo del pensamiento social. Para quienes nos acercamos al psicoanálisis desde las
ciencias sociales, lo interesante es que dichos trabajos de historia del pensamiento
psicoanalítico son producto de una elaboración realizada a la luz de la experiencia
analítica en el propio campo del psicoanálisis.
En ese sentido, esta nueva cohorte de trabajos da cuenta de la relación
entre psicoanálisis y pensamiento social de un modo distinto a los producidos
desde las ciencias sociales. Allí radica parte de la sorpresa, pero también de la
sospecha que inevitablemente envuelven al pensamiento cuando el asombro
* Reseña publicada en Litorales. Teoría, método y técnica en geografía y otras ciencias sociales,
Nº4, Instituto de Geografía, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, agosto de 2004.
175
Juan Besse
Para situar en la justa vertical el escrito de Vanden Berghe, ubicaremos este libro
en una cierta tradición erudita que apunta a la reconstrucción de la materialidad
176
Simmel con Lacan. Un comentario de Lacan lector de simmel ...
177
Juan Besse
El libro consta de una breve introducción y dos partes que constituyen dos mo-
mentos clave de la argumentación.
El primero, titulado Simmel lector de Kant se organiza mediante los si-
guientes apartados:
En la breve introducción del libro se sostiene que “parece muy probable que
Simmel haya tenido influencia sobre Lacan. Hay desde el principio elementos
formales que militan a favor de esta tesis”7 para luego dar cuenta de la mención
que Lacan hace de Simmel en la clase del seminario del 2 de marzo de 1960.8
“¿Esto prueba, sin embargo, que el mismo Lacan ha tenido conocimiento de la
obra de Simmel (y no únicamente alguien de su entorno)? Hay elementos en el
pensamiento de Lacan que sugieren que ha leído al menos un texto de Simmel.
Sin querer hacer una crítica de las fuentes de Lacan, retengamos dos hipótesis
que conciernen a la estrecha afinidad entre Simmel y Lacan. Primero parece que
la interpretación que hace Simmel de la filosofía kantiana constituye un eslabón
intermediario entre Kant y la interpretación que de él hace Lacan. Es necesario
confesar que esta interpretación lacaniana parece a primera vista incomprensible
y sobre todo inesperada”.9
178
Simmel con Lacan. Un comentario de Lacan lector de simmel ...
Son muchos los puntos en los que este escrito ayuda a pensar los aspectos
epistemológicos del quehacer propio de las ciencias sociales. Sobre algunos de
esos puntos seguiremos pensando, porque el libro empuja a releer, y desde otras
coordenadas distintas de aquellas a las que estamos habituados, a Kant.
Asimismo, como es de esperar, releer a Simmel. El libro de Vanden Berghe
invita a hacerlo con los mismos recaudos con que releemos la obra de Max Weber
a partir de los escritos innovadores de un Aguilar Villanueva.10 Autor este último
que al practicar un abordaje de la historicidad del pensamiento de Weber que –en
muchos casos y sin elasticidades forzadas– puede alcanzar a la obra de Simmel o,
al menos, ayudar a revisar al neokantiano que anida en él y que Simmel mismo
escruta con prudencia en el despliegue de su pensar.
En la primera parte hemos de quedarnos con un aserto fecundo. Aquel
que Vanden Berghe señala como corolario del primer momento argumentativo,
esto es “desactivar en tres etapas el pretendido subjetivismo epistemológico y
ético que se le reprocha a Simmel. Primero, el sujeto mismo es, tanto como el
objeto, el producto de un proceso de distanciamiento que le precede. Más aún,
este proceso de distanciamiento, aunque se tratara de un acontecimiento estric-
tamente singular e individual, conduce –si se lo empuja hasta el extremo– a un
‘objeto’ y a un ‘valor’ supra-subjetivos, a una cosa en sí, que tanto como el sujeto
trascendental se encuentra más allá de la oposición objeto-sujeto. Reprochar a
Simmel de ser un subjetivista testimonia de ‘una confusión entre la subjetividad
y la individualidad del valor [...] El valor es por tanto desde el principio intra
o supra-subjetivo. No es más que en un segundo lugar que es intersubjetivo,
supra-individual.
Segundo. El tercer término, la Cosa en sí, es –como el sujeto trascenden-
tal– secundaria en el ordo cognoscendi, pero en el ordo essendi no es ciertamente
secundaria con respecto al sujeto y al objeto. Es necesario subrayar, por cierto,
que lo que debe significar ordo essendi no está claro aquí, en la medida en que
la existencia es una forma a priori del sujeto. Es cierto que la Cosa en sí no es
conocida más que por un sujeto que se distancia, pero no es para nada la creación de
un sujeto cognoscente que proyecta. [...]
Tercero. En tanto que hombres, nos es imposible adoptar otro punto de
vista que el del sujeto cognoscente y deseante. No es por lo tanto imposible recons-
tituir el proceso de distanciamiento de otro modo que de forma asimétrica, nos
es imposible ubicarnos en un punto de vista sin punto de vista. Pero esto no excluye
un subjetivismo trascendental (kantiano). El subjetivismo no puede ser superado
179
Juan Besse
11. Paul Vanden Berghe (2003) [1994], pp. 37-39 (los destacados son nuestros).
12. Bourdieu, Pierre, Jean-Claude Passeron y Jean-Claude Chamboredon (1992) [1973].
13. Véase Juan Samaja (2001).
180
Simmel con Lacan. Un comentario de Lacan lector de simmel ...
181
Juan Besse
Bibliografía
Aguilar Villanueva, Luis F.: Weber: la idea de ciencia social Vol. I La tradición,
Porrúa Editores, 1989.
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Vanden Berghe, Paul: Lacan lector de Simmel: una extraña alianza, Buenos Aires,
Grama Ediciones, 2003 [1994].
182
colofón