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BIBLIOTECA DEL

ISTITUTO COLOMBIANO DE CULTURA HISPANICA


56004251227166

II

Víenéndez y Pelayo
en Colombia
1856 - 1956

H o m e n a je d e l In s titu to C o lo m b ia n o d e C u ltu ra H isp á n ic a y


d e l In s titu to C aro y C u erv o a l g r a n r e s ta u r a d o r esp ir itu a l d e
E s p a ñ a co n o c a s ió n d e l c e n te n a r io d e su n a c im ie n to , a c a e c id o
en S a n ta n d e r el 3 d e n o v iem b re d e 1856.

E d icio n es
“X im é n e z d e Q u esa d a ”

19 5 7

ITOFTAL KELLY
B O G O T A , T). E .
INSTITUTO COLOMBIANO DE CULTURA HISPANICA

J u n t a D irec tiv a :

Doctor CARLOS SANZ DE SANTAMARIA,


M in is tr o de R e la c io n e s E x te rio re s .

Doctor PROSPERO CARBONELL,


M in is tr o d e E d u c a c ió n N a c io n a l.

Reverendo Padre FELIX RESTREPO, S. J.,


D ir e c to r d e la A ca d e m ia C o lo m b ia n a d e la L e n g u a .

Doctor BERNARDO J. CAYCEDO,


P r e s id e n te d e la A c a d e m ia C o lo m b ia n a d e H is to r ia .

Doctor JESUS MARIA YEPES,


P r e s id e n te d e la A c a d e m ia d e J u r is p r u d e n c ia .

Reverendo Padre JESUS EMILIO RAMIREZ, S. J.,


P r e s id e n te d e la A c a d e m ia de C ie n c ia s F ís ic a s , E x a c ta s y N a tu ra le s .

Doctor CARLOS RESTREPO CANAL,


D ir e c to r del In s titu to G o n z a lo F ern á n d ez de O v ie d o de C o lo m b ia .

Doctor GABRIEL CARREÑO MALLARINO,


D ir e c to r de la B ib lio te c a N a c io n a l.

D irec ció n :

Doctor IGNACIO ESCOBAR LOPEZ,


D ir e c to r.

Pbro. Doctor ALVARO SANCHEZ,


S u b -D ire c to r:

Pbro. Doctor RAFAEL GOMEZ HOYOS,


S e c r e ta r io G e n e r a l.
BIBLIOTECA DEL
INSTITUTO COLOMBIANO DE CULTURA HISPANICA

II

Menéndez y Pelayo
en Colombia
1856 - 1956

Homenaje del Instituto Colombiano de Cultura Hispánica y


del Instituto Caro y Cuervo al gran restaurador espiritual de
España con ocasión del centenario de su nacimiento, acaecido
en Santander el 3 de noviembre de 1856.

Ediciones
“Ximénez de Quesada”

19 5 7

ED ITO RIAL K E L L Y
BOGOTA, D . E .

UNivrnstnAo v i : vi .'núes
l* n i i . . 1 . « .i i I J l 11 Ak k
INDICE
Págs.
Estudio Preliminar, por Carlos Restrepo C an a l...................................... 5
Don Marcelino Menéndez y Pelayo, por Mons. José Eusebio Ricaurte 19
Marcelino Menéndez y Pelayo, porGuillermo Hernández de Alba . . . 31
Epistolario. Correspondencia de Menéndez y Pelayo y varias persona­
lidades de las letras colombianas:
I. — EPISTOLARIO.
Miguel Antonio Caro ............................................................................. 47
Rafael Pombo .......................................................................................... 131
Emiliano Isaza ........................................................................................ 135
Adolfo Sicard y P é r e z .......................................................................... 139
Rufino José Cuervo .............................................................................. 143
Januario Henao ...................................................................................... 151
Antonio Gómez R estrep o....................................................................... 155
José María Rivas Groot ....................................................................... 175
Rafael María Carrasquilla ................................................................... 181
Carlos Holguín ...................................................................................... 187
Soledad Acosta de Samper ................................................................... 193
Guillermo Valencia ................................................................................ 199
Carlos Arturo Torres ............................................................................ 205
Diego Mendoza Pérez ............................................................................ 211
Rafael Reyes .......................................................................................... 217
Enrique Pérez ........................................................................................ 223
II. — HISTORIA DE LA POESIA EN COLOMBIA.
Por Marcelino Menéndez y Pelayo .................................................... 229
III. — APUNTES BIBLIOGRAFICOS.
Por Francisco Sánchez Arévalo ......................................................... 295
I. Escritos de don Marcelino Menéndez y Pelayo sobre Colom­
bia y autores colombianos ........................................................... 303
II. Escritos de autores colombianos sobre don Marcelino Me­
néndez y Pelayo ........................................................................... 317
III. Escritos de autores extranjeros sobre don Marcelino Menén­
dez y Pelayo publicadosen Colombia .......................................... 341
IV. Escritos de don Marcelino Menéndez y Pelayo reproducidos
en Colombia .................................................................................... 349
o^ o o +\% lD

M A RCELIN O MENENDEZ Y PELA YO.


( O l o o fi el p i n t o r P a b lo S a n s c u w n d o c o lo c a d o e n el I n s t i t u t o C a r o y C u e rv o ,
co m o h o m e n a je oficial ren d id o al e m in e n te h u m a n i s t a ) .
I

EPISTOLARIO

1878 - 1892

MENENDEZ Y PELAYO

MIGUEL ANTONIO CARO


;.ι
M IG U E L A N T O N IO CARO.
MIGUEL ANTONIO CARO O

En e l despacho de M enéndez Pelayo, en su biblioteca d e San­


tander, s e conserva aún, tal com o é l lo dejó, en lugar preferente y
a l la d o d e un retrato d e Milá, joven y romántico, y otro d e Jove-
llanos, reproducción fotográfica d el d e G oya, e l d e su entrañable
amigo Miguel Antonio Caro. Las musas de Horacio y Virgilio h a ­
bían unido a am bos con dulces e im perecederos lazos d e amistad.
El epistolario d e Caro y Menéndez P elayo está publicado por
e l Instituto Caro y Cuervo, d e Bogotá, y e s muy extenso; m as no es
com pleto. Algunas nuevas cartas d e Miguel Antonio C aro han a p a ­
recido entre los p a p eles d e M enéndez P elayo despu és de h aber
remitido nosotros copia de la s que entonces conocíam os. Una s e le c ­
ción d e unas y otras e s la que aquí publicam os.
A los veintiún años, cuando aún no h a b ía ganado la cátedra
de Historia Crítica d e la Literatura Española, s e pone y a Menéndez
P elayo en relación con e l escritor colom biano y la correspondencia
entre am bos se sucede con ejem plar constancia en hom bres tan
absorbidos por mil graves tareas. Es una correspondencia llen a d e
afectos y sinceridades, m odelo d e amistad, ni halagadora, ni vi­
driosa, ni voluble: son dos p ech os que trente a trente se abren y
s e dejan escudriñar la entraña. Menéndez P elayo y Miguel Anto­
nio Caro nunca se vieron y sin em bargo se conocían profunda­
mente.

(i) La correspondencia entre don Miguel Antonio Caro y don Marcelino Menén­
dez y Pelayo se ha tomado de la publicación efectuada por la Academia Colombiana
en 1941 y prologada por don Víctor Caro, agregándole algunas cartas publicadas
en el Boletín de la Biblioteca Menéndez y Pelayo, de Santander, y reproduciendo
en este libro las notas biográficas que allí se incluyeron sobre los corresponsales co­
lombianos que Indican el aprecio que de ellos se lm hecho en los centros culturales
de Espafla, una de las cuales es esta.
50 MENENDEZ Y FELAYO EN COLOMBIA

En la bibliografía d e don Migual Antonio Caro, por Víctor E.


Caro, figuran cuatro estudios diferentes sobre M enéndez P elayo y
sus obras. Don Marcelino, por su parte, acoge agradecido en su
Horacio en España (segunda edición,) las observacion es d e don
Miguel Antonio Caro sobre la p o esía h orad an a, le cita repetidas
v eces en m uchas d e sus obras y especialm ente en la Bibligrafía
Hispano-Latína com o eminente traductor d e H oracio y Virgilio y
prologa la s versiones de éste, de La Eneida y de Eglogas y Geór­
gicas, en la Biblioteca C lásica con los estudios titulados Traducto­
res Españoles de La Eneida y Traductores Españoles de Eglogas
y Geórgicas.
En e l Boletín del Instituto C aro y Cuervo (enero-diciem bre d e
1947, págin as 117-170) h a y un precioso estudio titulado Miguel
Antonio Caro, Humanista, d ebid a a la plum a del muy erudito
colom biano señor Rivas Sacconi.
El mismo señor Rivas Sacconi ha publicado recientem ente las
Poesías Latinas d e Miguel Antonio Caro (Bogotá, 1951), entre las
qu e se encuentran unos preciosos versos latinos dirigidos a l CL. ET
AMICISS, VIRO MARCELINO MENENDEZ Y PELAYO.
Miguel Antonio Caro h a b ía heredado las virtudes d e su padre
}o sé Eusebio Caro, aqu el gran patricio, " a ca b a d o tipo d e valor y
dignidad humana", qu e dijo don M arcelino; y e s a s virtudes s e ven
brillar en las cartas que seguidamente copiamos.
Santader, 27 de julio de 1878.
Señor don Miguel A. Caro.
Muy señor mío y de mi mayor respeto:
Leí por primera vez el libro IV de las traducciones que hizo
usted de La Eneida, en las M emorias d e la A cadem ia Española, y
me agradó infinito por lo bien entendido del original y lo fácil y
elegante de la versión castellana.
Más tarde recibí, sin duda por la bondad de usted, bastantes
páginas de su colección de poesías, que me confirmaron más y
más en la excelente idea que de usted tenía formada como de
versificador clásico, delicado poeta y conocedor insigne de nuestra
lengua. Las traducciones y paráfrasis me parecieron, sobre todo,
de primer orden: algunas dignas del siglo XVI.
También recibí la notable elegía a la muerte de Ospina (los
últimos tercetos son excelentes) y algunos pliegos del tomo III de
su Virgilio. Desearía que me indicase usted el modo de adquirir lo
restante de esta obra y de las Poesías, para darles el lugar que
merecen en la Bibliografía crítica d e Traductores, que hace tiempo
estoy ordenando. Me lisonjeo con la esperanza de que usted me
comunicará algunos nuevos datos sobre intérpretes hispano-ameri-
canos de clásicos griegos y latinos. Ya sabe usted el aislamiento
literario en que hasta ahora (y por desgracia) hemos vivido los
españoles de uno y otro hemisferio.
A propósito de traductores he leído con increíble deleite el
artículo que de usted se ha publicado en La A cadem ia demostran­
do ser aprócrifa y absolutamente indigna de fray Luis de León la
segunda traducción de las G eórgicas que a su nombre, y con tan
52 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

poca crítica, estampó Mayans (l). Siempre he pensado como usted


en este punto, y así lo consigno en el artículo correspondiente de
la citada Bibliografía, donde puse la traducción susodicha entre las
anónimas. Las versiones en prosa que reimprimió Mayans son, a
no dudarlo, del padre Moya, sin que en ellas tuviera arte ni parte
fray Luis, a quien se ha hecho atroz ofensa, con atribuírselas.
Me atrevo a enviar a usted (para corresponder aunque mala­
mente a sus bondades) un ejemplar de mis versos. Fácilmente no­
tará usted y subsanará algunas erratas. Lo que siento es no poder
enviar a usted un ejemplar de los que hice imprimir en papel de
hilo, incluyendo en ellos el Oaristys de Teócrito, que no me atre­
ví a poner en los ejemplares de venta. Esa tirada especial se agotó
y a entre mis amigos.
Conozco que estoy abusando de la paciencia de usted más de
lo que debe un desconocido. Sírvame de disculpa la simpatía que
tengo por usted por sus ideas y trabajos.
Si esta carta y el libro (que mando casi a la aventura) llegan
a esas apartadas regiones, procuraré enviar a usted mi monografía
acerca de Horacio en España y otros trabajillos de parecida índole,
aunque de valor escaso. Entre tanto téngame usted por servidor
suyo y mándeme como se manda a un amigo,

M. Menéndez Pelayo.

P. D.—Si usted tiene la bondad de contestarme, basta dirigir la


carta a mi nombre, en Sanfarder.

sN *
*
Bogotá, diciembre 4 de 1878.
Señor don M. Menéndez Pelayo.
Santarder.
Muy señor mío y de mi mayor consideración:
Tengo el gusto de referirme a su grata carta de 27 de julio, que
con mucho retraso ha llegado a mis manos. Desgraciadamente el
libro de sus poesías que Ud. tuvo la bondad de remitirme, se quedó
en el camino. Cuando en la Revista Europea vi los últimos artículos
de la erudita y meditada obra de usted, Horacio en España y Portu­
gal, sentí mucho que usted por falta de datos no se extendiese a

( ' ) L a A c a d e m i a , m a rz o 30 <ltt 1878.


MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 53

la América Española, cuya historia literaria es parte íntegramente


de la España. Entonces envié a usted unas muestras de algunas
publicaciones mías, como para despertar su curiosidad, y estimu­
larla a ensanchar el campo de sus investigaciones. Sobremanera
me complace ver cómo eoncuerdan mis aficiones con las de usted.
Siempre he deseado que persona competente emprendiese puntual­
mente la obra que usted me anuncia que está ordenando —una
bibliografía crítica de traductores—. Es materia que merece sepa­
rarse del cuerpo de la historia literaria de la nación, porque así lo
piden su peculiar carácter y los conocimientos especiales que se
requieren para tratarla bien. Ticknor acumuló curiosos datos bi­
bliográficos, pero le faltó crítica: del mérito de una traducción creo
yo que nunca sabrá juzgar un extranjero, por mucho que haya es­
tudiado la lengua del traductor. Pellicer en su biblioteca de traduc­
tores trató un plan vasto que no acertó a desempeñar. Consignó,
eso sí útiles materiales. En reducidísima escala, y sólo en lo tocante
a determinado autor latino, yo tengo en borrador un trabajo aná­
logo, que preparo para una segunda edición de mi Virgilio, cuando
llegue el caso de hacerla. Consiste en un Catálogo de todas las
traducciones castellanas del poeta, con expresión de las principa­
les ediciones y brevísimas notas críticas. La publicación de la obra
de usted me excusaría de adelantar este ensayo.
Lamentable es la incomunicación literaria en que viven los
pueblos que componen la familia española. La península es en este
particular, y con razón, la menos desfavorecida. De libros españo­
les se surten en abundancia nuestras librerías; en todas nuestras
capitales hallan ellos natural y fácil mercado, y muchos escritores
peninsulares contemporáneos cuentan numerosos y apasionados
lectores en el pueblo americano. Nuestra producción literaria, en
tre tanto, no se ha regularizado y nuestros escritores, aún los más
distinguidos, son pocos o nada conocidos en España. Pero aún toda­
vía se conocen y tratan menos, entre sí, los americanos de estas
diversas repúblicas. Por los correos se canjean los periódicos en
las respectivas oficinas, y a esto se reduce nuestro comercio lite­
rario. En Bogotá, por ejemplo, hay cinco librerías notables, donde
se hallan en gran número ediciones españolas recientes, y no se
encuentra ni para remedio, ut dicunt, un libro mejicano, chileno
o argentino. Aún los impresos en la vecina Venezuela se consiguen
difícilmente. Sólo llegan a nuestras librerías las obras de los ame­
ricanos, impresas en Europa o en los Estados Unidos, como loe Es-
54 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

crítores Venezolanos, de Rojas (Roger & Chernoviz, París), la lujosa


pero torpemente ordenada A m érica Poética, d e Cortés, etc, etc.
Con el finado don Juan María Gutiérrez 0), de Buenos Aires,gran-
de americanista, inicié yo un cambio de libros colombianos y ar­
gentinos, que iban primero a Europa, para volver a su destino no
sin desagradables dilaciones y tropiezos.
Digo a usted esto para persuadirle que la deficiencia de los da­
tos que le comunico para su bibliografía, no pende de la falta de
voluntad; y también a fin de estimularle a incorporar en esa obra
la parte americana, ya que no le es a usted más difícil que a
cualquier americano recoger datos para esta parte de nuestra his­
toria literaria. Al intento podría usted dirigirse en demanda de ta­
les datos a un literato benévolo y amante de las glorias patrias,
en cada una de las capitales de estas repúblicas. De cada una de
ellas tendría usted así informes especiales que usted sabrá reunir
y utilizar. Me atrevo a recomendarle los nombres siguientes;
En Méjico, don Joaquín García Icazbalceta (-), secretario de la
Academia Mexicana, o don Victoriano Agüeros (3), corresponsal de
la Ilustración Española y Am ericana, donde ha publicado ya (No.
de 8 de junio y 22 de julio) cdgo relativo a traductores mexicanos.
En Guatemala don José Mila y Vidaurre (4), (que escribe bajo
el seudónimo "Salomé Gil").
En Caracas, don Cecilio Acosta (5), o don Aristides Rojas (6).
En Quito, don juan León Mera (7), o mejor don Pedro Fermín
Cebcdlos (8), o don Pablo Herrera (9), porque Mera no debe de resi­
dir ahora en Quito.
En Lima, don Pedro Paz-Soldán y Unanue (10), que ha publica­
do fragmentos de traducciones de poetas latinos.

i1) Ilustre argentino, amigo de Caro, gran poeta y critico.


( 2) Distinguido historiador amigo de Caro.
(3) Literato y periodista, autor principal de la Biblioteca de autores mexicanos.
(**) Miembro correspondiente de las Academias Española y de Historia. Escritos
de viajes, de costumbres, cuentista y novelista amenísimo, de la escuela de Cervan­
tes, con quien tenia más de un punto de semejanza, al decir del señor Caro. Murió
en 1882.
(5) Jurisconsulto venezolano; mantuvo con Caro larga correspondencia.
(·) Médico, historiador y literato, miembro de la Sociedad Geológica de Francia
(1826-1894).
(7) Escritor y político, de la Academia ecuatoriana, autor de Cumandá y de una
Ojeada histórico-critica sobre la poesía ecuatoriana (1832-1894).
(8) Historiador y jurisconsulto, autor de un Resumen de la historia del Ecuador
y de un Curso de derecho práctico.
(“) Escritor excelente, muy erudito, autor de un Ensayo sobre la historia de la
literatura ecuatoriana. Mantuvo correspondencia con el señor Caro.
(>°) Poeta, filólogo y critico, traductor de Virgilio, profesor de literatura griega
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 55

En Santiago de Chile, el presbítero don Crescente Errázuris (').


En Buenos Aires, don Vicente Fidel López (2), que es uno de
los directores de la Revista d el Plata.
Icazbalceta, Acosta y Paz-Soldán son amigos míos, y puede
usted, si le parece bien, escribirles diciéndoles que lo hace por in­
dicación mía.
Sobre las poesías de usted vi un juicio crítico muy favorable
del docto y ameno Valera.
Agradezco tanto más la benignidad con que usted ha mirado
mi traducción de Virgilio, que, salvo las palabras de aplauso con
que me ha honrado la Academia Española, no sé de escritor espa­
ñol alguno que haya prestado atención a mi trabajo. Y, aunque se
impute a flaqueza de autor, confieso a usted mi extrañeza de que
ni el señor Alonso Martínez, en 'la enumeración de traductores de
Virgilio que consignó en el prólogo a las Geórgicas de Peréz de
Camino (1876), ni el señor García Cadena, al dar cuenta de la mis­
ma obra en la Ilustración Española y Am ericana, se diesen por
notificados de mi traducción publicada ya, en parte, desde 1873,
y anunciada en la citada Ilustración. Después de impresa he hecho
en ella tantas enmiendas que algunos libros han quedado del todo
refundidos. Para que la crítica no fuese conmigo tan severa, desea­
ría que se me juzgase por el libro IV de las Geórgicas, y el IV, V,
VI y XII de la Eneida, que son los que con más esmero traduje,
y acaso, por lo mismo, los menos defectuosos.
Inédito tengo el comentario precedido de una larga introduc­
ción. También conservo manuscritos, en verso castellano, una co­
lección de poesías y fragmentos de Lucrecio y Catulo y de los prin­
cipales poetas del siglo de Augusto, Horacio, Propercio, Tibulo;
colección que si se publicase algún día pienso que lleve el título
de Flos poefarum (3).
Hoy envío a usted por el correo los tres tomos de mi traducción
de Virgilio (4), y un ejemplar de mis Horas d e Amor (®), de todo lo

y latina en la Universidad de San Marcos, autor de Diccionario de peruanismos.


(1} Correspondiente de la Academia Española, Igualmente docto en letras pro­
fanas y sagradas, autor del libro Orígenes de la Iglesia Chilena.
(2) Historiador, literato y periodista, autor de una Historia de la revolución ar­
gentina y de un Curso de literatura.
(») Con esta colección de traducciones de los poetas latines se Inició en 1918 la
publicación de las Obras completas del señor Caro.
(*) Obras de Virgilio traducidas en versos castellanos con una Introducción y
notas por Miguel Antonio Caro. Bogotá, 1873-1876, tres tomos.
( G) Horas de Amor por Miguel Antonio Caro. Amor vult esse sursum. Bogotó, 1871.
56 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

cual se servirá usted darme recibo. Caso que no lleguen buscaré


otro conducto. Libro que usted tenga la amabilidad de destinarme
ha de remitirlo a los señores Roger & Chermoviz, 7 Rué des Grands-
Augustinis, París, para que lo acondicionen en las cajas que can
frecuencia me despachan.
Y a propósito de traducciones propondré a usted una cuestión
curiosa. De la versión que hizo de la Eneida el Marqués de Villena
habla Pellicer refiriéndose a un códice que sólo contenía los tres
primeros libros. "De la del marqués (dice don Eugenio de Ochoa)
nunca publicada que yo sepa, ya ruve ocasión de hablar en el
Catálogo que publiqué en París años há con ocasión de describir
el manuscrito 7.812 de aquella biblioteca, entonces real, que con­
tiene los nueve últimos libros de la Eneida, etc.". Los tres primeros
libros que manejó Pellicer, y los nueve últimos que vio Ochoa,
debieron de formar un mismo y único códice. Sin embargo, Pe­
llicer dice que el manuscrito que registró es "copia moderna, he­
cha a mediados del siglo XVII", cd paso que la copia que examinó
el señor Ochoa en París, es según él, del año 1430. ¿Es, pues, ca­
sual la coincidencia de los dos fragmentos, o bien hay algún error
en la supuesta fecha de los manuscritos?
Lisonjéame que haya merecido la aprobación de usted mi
artículo "Una obra apócrifa". Sacó varias erratas, inevitables cuan­
do úno mismo no revisa la pruebas de imprenta.
Remítese a usted desde el número 1 el Repertorio Colombiano,
revista mensual que dirige en esta ciudad don Carlos Martínez
Silva. Tengo encargo de solicitar para El Repertorio un correspon­
sal en España, que escriba especialmente sobre asuntos literarios
de la península, movimiento de universidades, trabajos de acade­
mias, examen de obras nuevas, etc., etc., sin que le esté vedado
hacer alguna excursión en el campo político cuando hubiere algo
digno de referirse. Para el año 1879 debe haber cuatro correspon­
dencias, que se despacharán por el primer correo de marzo, jimio,
septiembre y diciembre. Cada correspondencia h!a de llenar apro­
ximadamente ocho páginas en el Repertorio. Por estas cuatro co­
rrespondencias la administración de la revista ofrece 40 duros y
diez colecciones del Repertorio. Por la exigüedad de la remunera­
ción no me atrevo a hacer a usted esta propuesta; si bien por otra
parte pienso que la publicación de la correspondencia de usted
en una revista de la importancia del Repertorio granjearía a su
nombre extensa reputación en estas tierras.
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 57

Con remuneración no superior no vaciló el finado señor Ama­


dor de los Ríos en ser corresponsal de un diario político de esta
capital intitulado El Bien Público.
De los datos o apuntes que acompaño puede usted hacer el
uso que a bien tenga sin necesidad de mencionarme.

Termino esta carta ofreciendo a usted los respetos de la más


distinguida consideración como atento S. S. y amigo Q. B. S. M.

M. A. Caro.

"Poetas bucólicos griegos, traducidos en versos castellanos por


Ipandro Acaico, con notas explicativas críticas y filológicas. Edi­
ción de la Academia Mejicana correspondiente de la Real Espa­
ñola. Méjico, imprenta de Ignacio Escalante. 1877". L. T. en 49, más
de 400 páginas. Es esta obra en todos aspectos, lo más notable
que se ha publicado en América en materia de traducciones de
clásicos antiguos. Ipandro Acaico es el nombre que lleva entre los
Arcades y único con que, dice, quiere ser conocido en la república
de las letras, el ilustrísimo señor Ignacio Montes de Oca. obispo de
Tamau'lipas.
Al enviarme mi ilustre paisano el señor Paúl, obispo de Pana­
má, el ejemplar de esa obra que le regaló su amigo el de Temau-
lipas; me dijo: "Desde que recibí el tomo que le envía, lo destiné
a usted... Parece imposible que en medio de la agitadísima vida
que lleva Ipandro Acaico haya podido dar cima a esta obra". Y en
otra carta: "Y a debe saber a qué manos fue a parar esta obra, y
le haré llegar lo que sobre ella escribiere usted... Es varón com­
pleto en estudios, no menos que en episcopal actividad, tino y
valor".

*
* *

Bogotá, marzo 18 de 1879.


Señor don M. Menéndez Pelayo.
Santander.
Muy señor mío y de todo mi respeto:
En 4 de diciembre del año pasado escribí a usted largamente
comunicándole datos para su deseadísima bibliografía crítica de
traductores. Fue aquella carta mía contestación a la grata de usted
58 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

de 27 de julio, que con sumo retraso recibí. Va ésta a modo de


alcance; sé que la línea de vapores de la Compañía Trasatlántica
incluye ese puerto en los itinerarios de Colón a San Nazario, con
lo cual me prometo comunicaciones con usted más rápidas y se­
guras.
Le acompaño un apuntito, tal vez inútil, pero valga en mi abo­
no la buena voluntad. He comprado un ejemplar de la nueva edi­
ción de La llíad a de Hermosilla, sólo por el gusto de leer y poseer
la introducción bibliográfica de usted en el tomo III. Reciba usted
por esa preciosa muestra, mis sinceras felicitaciones. Veo que la
obra será lo que yo deseaba que fuese.

En el Polybíblíon, revista bibliográfica parisiense, vi los justos


elogios que tributan los críticos al Horacio en España.
La lectura de su artículo de usted sobre Hermosilla me ha
sugerido la idea de sacar a relucir, y dedicar a usted, unos apuntes
que tenía arrumados, sobre el metro y el lenguaje que han de
emplearse en la traducción de los épicos antiguos. Saldrán proba­
blemente en forma de una carta literaria en el Repertorio Co­
lom biano.
Se ha remitido a usted puntualmente esta revista; si algún
número le faltase, avísemelo, para repetírselo, pues deseo que po­
sea completa la colección.
Cotejando la nueva edición de La llíada con la que cito en el
adjunto apunte, se notan diferencias. Va una muestra.
Queda aguardando impaciente nuevas de usted y a sus órde­
nes affmo. S. S.,
M. A. Caro.

Al tiempo de cerrar el correo di esta carta para que la metie­


sen en el copiador, y la han vuelto un borrón. Prefiero enviarla así
a demorar su envío. Va encomendada a la benevolencia horaciana
de usted. — Non s e m p e r .. . Nihil m irari...

llíada V al fin. Edición francesa de 1848.

Y a mí después, como si dios él fuese,


acometió furioso, y si veloces
mis pies no me salvasen, largo tiempo
sufriera allí vivísimos dolores
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 59

en medio del estrago y los horrendos


montones de cadáveres; o vivo,
ya que morir no pude, del duro hierro
los golpes con mis fuerzas acabaran. . .

En los últimos versos hay errata evidente; la verdadera lec­


ción, con ligera variante, sería:

Ya que morir no pude, el duro hierro


a golpes con mis fuerzas acabara.

En la nueva edición está variado todo el pasaje. ¿De dónde


tales discrepancias?

«
# *

Madrid, 6 de abril de 1879.


Señor don Miguel A. Caro.
Muy señor mío y de toda mi amistad y respeto:
Llegó a mis manos, aunque con mucho retraso, su gratísima
carta del 4 de diciembre. También he recibido los números hasta
ahora publicados del Repertorio Colom biano y el primer tomo del
Virgilio. Los otros dos, y las Horas d e Amor, todavía no han llegado.
Tengo resueltamente la traducción virgiliana de usted (mirada
en conjunto) por la más bella que poseemos en castellano, y creo
que con algunos retoques en la segunda edición, quedará perfec-
tísima. Siento, no obstante, que haya preferido usted en la Eneida
la octava real a l verso suelto, aunque no puede negarse que los
inconvenientes de la primera de estas formas están vencidos con
envidiable maestría.
Siento que no hayan llegado a manos de usted mis versos.
Dentro de pocos días enviaré a usted (por la vía de París) otro
ejemplar, junto con el Horacio en España (para cuya segunda edi­
ción tengo recogidas muchas notas) y con una epístola en verso
suelto, que en estos días imprimo.
La Biblioteca d e Traductores adelanta mucho. En ella tendré
presentes (advirtiendo siempre que las debo a la mucha bondad
de usted) las noticias que me comunica sobre traductores ameri-
60 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

canos y procurará ampliarlas por los medios que usted me indica.


Es de sentir que no se coleccionen las obras de Andrés Bello. Usted
cita en alquna parte una traducción suya de la égloga Alexis.
¿Dónde para? De los traductores venezolanos tengo noticia por la
Biblioteca de Rojas. Los mejicanos tampoco me son desconocidos.
Tengo las poesías de Pesado y las Bucólicas y V ersos del obispo
de Tamaulipas, con quien estoy en correspondencia.
Hace poco llegó a mis manos el libro I de las G eórgicas de
Juan de Arona í1), a quien usted se refiere. No conozco más pro­
ducción suya que esta versión y el cuento de la Matrona de Eieso,
imitado de Petronio.
Si logra usted encontrar los números de la Revista del Plata,
donde se publicaron las traducciones virgilianas de Juan Cruz Vá­
rela, no deje usted de darme alguna noticia de ellas.
Tengo formado el catálogo de las traducciones de Virgilio,
incluyendo algunas inéditas y otras, aunque impresas, poco o nada
conocidas. En 1873 publicó una de toda la Eneida en Coria (Extre­
madura) don Felipe León Guerra. Yo poseo otra, inédita, asimismo
completa, de las Geórgicas y Eneida, trabajada a principios de
este siglo por don Benito Pérez Valdés, boticario de Oviedo. En la
biblioteca real de Nápoles se conservan los cuatro primeros libros
trasladados por Aúnes de Lerma, poeta desconocido del siglo XVI.
Y así otras.
Lamentable es ciertamente la incomunicación en que vivimos,
y a toda costa es necesario que cese. Apenas se ve aquí un libro
americano, como no sea de los impresos en París. ¿Por qué no
piensan esas repúblicas en hacer tratados de propiedad literaria
con España? Todos ganaríamos mucho en el cambio.
Mucho deseo que publique usted sus Flos Poétarum, que será,
a no dudarlo, tan notable como las traducciones de Virgilio.
La cuestión relativa a los códices de la Eneida de don Enrique
de Villena es muy sencilla. Creo haberlos visto todos. Hay tres
verdaderamente antiguos que son el de la Biblioteca Colombina
de Sevilla (6 primeros libros), el de la casa de los Duques de Hijar
(3 primeros libros) y el de París (9 últimos libros). El que vio Pe-
Uicer en la Biblioteca Nacional es una copia del de Hijar, hecha
modernamente, pero conservando la inscripción del códice antiguo.
Más adelante don José Antonio Sánchez, siendo bibliotecario de la
Real, supo la existencia del códice sevillano e hizo copiar otros

( l ) Seudónimo que usubti don Pedro Paz-Soldán y Unnnue.


MENENDEZ Y PELATO EN COLOMBIA 61

tres libros. Excuso decir a usted que estos tres coinciden exacta­
mente con los tres primeros del códice de París. Hay, pues, tres
MSS antiguos y dos copias modernas, sin contar el fragmento (an­
tiguo) de las G losas que conserva el Cabildo de Toledo. El códice
de Hijar y el de París no pudieron formar un solo ejemplar, porque
el primero tiene glosas y el segundo no. Además, el uno debió
copiarse para el rey de Navarra, y el otro dice expresamente que
lo fue para el marqués de Santiilana. Se sabe que el MS parisiense
estuvo en el palacio del Infantado de Guadalajara, hasta el siglo
pasado por lo menos.
No tengo inconveniente en escribir esas correspondencias para
el Repertoiio, y empezaré por la de junio, si es que ya no tienen
ustedes corresponsal.
Sabe usted que sólo desea servirle, y se ofrece de usted afmo.
seguro servidor y amigo q. s. m. b.
M. M enéndez Pelayo.

Hotel de las Cuatro Naciones, calle del Arenal, Madrid.


Puede usted escribirme también a Santander. Lo mismo da.
Ofrezco a usted mi cátedra de literatura española en esta
Universidad de Madrid, donde he entrado a suceder al difunto
Amador de los Ríos, q. de D. g.

-1'·
* ❖

Bogotá, junio 8 de 1879.


Señor D. M. Menéndez Pelayo.
Madrid.
Mi querido señor y muy estimado amigo:
Con fecha 4 de diciembre del año pp. di larga respuesta a la
carta con que usted me favoreció desde Santander y posterior­
mente he vuelto a escribir a usted. No sé si usted no recibió mis
cartas o si me ha echado en olvido. De cualquier manera que sea,
no resistiré a la tentación de felicitar a usted desde el fondo de
mi alma por sus últimos y merecidísimos triunfos. Cuando hablé
a usted de su preciosa monografía Horacio en España referíame a
capítulos sueltos que leí en algunos números de la Revista Euro­
p ea. Ya poseo la obra, y me he deleitado en su lectura, en tales
términos que, a pesar del mal estado de mi vista, no dejé el libro
62 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

de las manos hasta que le di remate. Ahora corre de mano en


mano entre varios amigos, que le han leído con delicia desmin­
tiendo el desconsolador presagio que usted estampó al final del
prólogo í1).
Cosa curiosa es y censurable, bien que usted por haber estado
ausente no tiene en ello culpa, que una publicación como esa, en
que circunstancialmente se citan los rótulos y fechas de los libros,
no tenga ella misma fecha. Tres caídas se hubiera dado el viejo
Disraeli por haber podido consignar un hecho semejante en sus
Curiosidades Literarias.
Sobre esta obra de usted le hablaré detenidamente en otra
carta, si es que mi pobre correspondencia no le fastidiare. Hoy dis­
pongo de breves momentos.
He remitido a usted por el correo:
a) Un ejemplar de mi edición de Virgilio.
b) Mis H oras d e Amor.
c) La edición bogotana de la Ortología y Métrica de don An­
drés Bello; obra notable por la doctrina y la lucidez de exposición.
Me gusta tal vez más que la Gramática, y si no me engaño, es
poco conocida en España.
d) Anuario de la A cadem ia Colom biana, tomo l9.
e) Sentimientos Espirituales, de Sor Francisca Josefa de la Con­
cepción, natural de Tunja, escritora mística del siglo XVII. Mi abue­
lo materno don Miguel de Tobar, del cual aparece en los prelimi­
nares una carta al editor señor Castillo, cuidó de apuntar en notas
los lugares de la Biblia —no todos— que traducidos o por remi­
niscencias intercalaba y graciosamente tejía la Reverenda Madre
en sus escritos. Está también publicada la V ida que escribió de
orden de sus confesores, y permanece inédita, y a mi disposición
y a la de usted, una segunda parte de Sentimientos con algunas
poesías místicas al estilo de Santa Teresa.
f) Obras escogidas en prosa y verso de mi finado padre don
José Eusebio Caro (12*).

(1) "Basta ya de preámbulo (son las palabras de Menéndez Pelayo a que aquí
se refiere Caro) para un libro que no ha de ser leído por nadie. Seguro estoy de ello.
Cómo ha de ser! Predicaremos en desierto o con aquel auditorio al cual Perslo se
dirige en su primera sátira: u n o ... d o s... ninguno” .
(2) “pue el más lírico de todos los colombianos, escribió Menéndez Pelayo, por
ló profundo e intenso de su vida afectiva, la cual expresó con rara franqueza y viril
arrojo en versos de forma Insólita que, bajo una corteza que puede parecer áspera
y dura, esconden tesoros de cierta poesía íntima y ardiente, a un tiempo apasionada
y filosófica” .
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 63

Como no hoy aquí medio de franquear impresos sino hasta


los puertos de la República, he temido causarle a usted gravoso
desembolso con mis envíos, y los hte suspendido, aguardando oca­
sión de enviarle a mi costa una remesa de libros colombianos que
puedan interesarle y serle útiles. Usted debe pensar seriamente en
escribir la historia general de la literatura española incluyendo a
América í1).
Adjunta hallará usted copia de un ingenioso juicio de Macau-
lay sobre las transiciones bruscas de Horacio en las O das. Trans­
cribí también el concepto del mismo ilustre crítico acerca de Es­
quilo, ya que usted, según dice La Ilustración, se ocupa en traducir
las obras dél trágico griego.
Veo por los periódicos que se ha reimpreso el tomo I de mi
traducción de la Eneida en la Biblioteca Clásica. Siento que se
haya empezado a hacer la reimpresión sin mi conocimiento, pues
yo habría comunicado muchas enmiendas. Hay en mi trabajo
pasajes de que ahora me avergüenzo. He refundido casi todo en
el libro II y parte del I. Juzgo que usted tiene intervención en dicha
Biblioteca Clásica, y en tal virtud le comunicaré por el correo que
partirá de aquí el día 18 del que rige, algunas, pocas, enmiendas
para que se introduzcan en los seis últimos libros, si llegasen en
tiempo (2).
Comprendo que mi propuesta de correspondencia para El Re­
pertorio Colom biano no puede tener efecto con las nuevas ocupa­
ciones de usted. He seguido enviándole esta revista, y encomiendo
a su benevolencia mis artículos.
También le incluyo la traducción horaciana que hizo de una
poesía de Ventura de la Vega un scholar inglés residente en esta
capital. Hay otras poesías castellanas metrificadas en latín por el
mismo Mr. Bond (3), entre ellas La V aquera d e la Fínojosa, de San-
tillana, y el soneto de Quevedo A Roma.
Me repito a las órdenes de usted apasionado amigo y s. s.,

M. A. Caro.*()

(1) Desde que ganó la cátedra de Literatura en la Universidad de Madrid tuvo


Menéndez Pelayo el propósito de escribir una Historia de la Literatura Española,
Incluyendo la Hlspano-Amérlca, conforme con el criterio y plan del programa que
presentó en sus oposiciones. (Nota del Instituto Caro y Cuervo).
(*) El tomo n de la versión de Caro en la Biblioteca Clásica, es el que lleva
como prólogo el estudio de Menéndez Pelayo, titulado: Traductores Españoles de la
Eneida.
(") La oda Al Pusa.
64 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

Bogotá, junio 18 de 1879.


Señor don M. Menéndez Pelayo.
Madrid:
Muy señor mío y de toda mi estimación y amistad:
Luego que hube despachado mi carta de 8 del que rige, recibí
la muy grata de usted del 6 de abril, la que me apresuro a con­
testar.
Como dije a usted en mi anterior, poseo ya el Horacio en Es­
paña, y puesto que usted piensa en una segunda edición (que bien
merece y de mejor traza que la primera, tan preciosa monografía)
me prometo enviar a usted por el correo próximo, en calidad de
confidenciales, mis humildes observaciones.
La favorable opinión de usted sobre mi traducción de Virgilio
me llena de orgullo, pero en vez de ponerme una venda en los ojos
para que no vea los muchos defectos que tiene, me empeña más
y más en la obligación de corregirlos; si usted tuviese lugar para
apuntarme los pasajes que pidan en su concepto refundición o en­
mienda, se lo agradecería infinito. Contentas pacius lectoribus, as­
piro a que mi obra quede a gusto de los que pongo en este número,
y usted el primero de todos, dígolo sin lisonja. Tengo ya el primer
tomo de la reimpresión madrileña (Bibl. Clásica, IX). Me lo ha
traído de España mi amigo y compañero Rufino J. Cuervo. Tiene
esta reimpresión muchas erratas. Temo que las correcciones que
incluyo para el tomo II lleguen tarde. Si no pueden incorporarse
en el texto, no les dé usted curso.
Las pocas poesías que conozco de Pesado me parecen algo
pesadas; de los líricos mexicanos que conozco, el más horctciano,
y el mejor de todos, es Arango y Escandón, actual director de la
Academia Mexicana. Si don Casimiro del Collado, individuo de
la propia Academia, que actualmente está en Europa (acaso en
España), es el paisano de usted del mismo nombre, a quien cita
usted en una nota, él podrá suministrar a usted todo género de
noticias sobre la literatura de aquella república.
Tal vez publicaré en el Repertorio mi modesta bibliografía
virgilicma; es un esbozo; la de usted será completísima, pero es
posible que usted halle en mi ensayo uno que otro dato útil o
curioso.
Las noticias que usted me da de los códices del Marqués de
Villena me confirman en la idea que tenía de los trabajos biblio­
gráficos de usted. Veo que no ha perdonado usted rincón de biblio-
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 65

teca ni empolvado archivo. De la imitación que hizo Bello en sus


mocedades de la égloga Alexis no conozco sino la l 9 octava que
J. Vict. González cita en su métrica, sin decir de donde la toma ni
a qué composición pertenece, y dice así:

Tirsis, habitador del Tajo umbrío


Con el más vivo fuego a Clori amaba,
A Clori, que con rústico desvío
Las tiernas ansias del pastor pagaba:
La verde margen del ameno río
Tal vez buscando asilo visitaba,
Y a la distante causa de sus males
Desesperado enviaba quejas tales.

Temo que don Crescente Errázuris, presbítero, a quien indiqué


para corresponsal en Santiago de Chile, aunque distinguido his­
toriador y periodista, no sea el más adecuado a nuestro propósito.
Hoy escribo a mi paisano y amigo don Ricardo Becerra ('), emplea­
do por el gobierno de Chile como redactor del Diario Oficial, y
le intereso de todas veras para que haga se comunique a usted
las noticias que necesita. Se ha publicado en Santiago de Chile
la Historia d e la Literatura Colonial de Chile por José Toribio Me­
dina, 3 tomos; tal vez en esta obra hallará usted algo útil, no la
conozco.
Cuando supe que usted era catedrático de esa Universidad
Central pensé que no podría enviar correspondencia al Repertorio.
Serán honra y gala de nuestra modesta revista. Sólo temo que tan­
to trabajo como se echa usted a cuestas haga daño a su salud.

Los doctos libros que la mente ilustran


El vigor al estómago destruyen.

dijo su amigo Moratín, y nuestro Pardo:

Fieras destruyen la salud las Musas.

Yo me atrevo a aconsejar a usted el festina lente.


Hasta el próximo correo.
Soy de usted apasionado,
M. A. Caro.

(>) Político, orador elocuente, periodista y literato, autor de una magnifica Vida
de Miranda.
66 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

Bogotá, junio 18 de 1879.


Señor don M. Menéndez Pelayo.
Madrid.
Muy señor mío de toda mi estimación y amistad:
He escrito a usted por los anteriores correos, y aunque para
esta fecha me prometía tener el gusto de hablarle largamente de
su sabroso H oracio en España, mis muchas ocupaciones apenas
me han dejado tomar la pluma a última hora para solazarme es­
cribiendo a usted, aunque temeroso siempre de robarle un tiempo
precioso. Para que usted vea que no olvido el asunto de Horacio,
le comunicaré algunos datos que he recogido. Tengo a la vista los
poetas de las repúblicas de la América Central, en una edición
muy fea y mendosa, cuyo rótulo es:
G alería poética Centroam ericana, selecta colección d e poesías
d e los m ejores poetas de la Am érica del Centro, por Ramón Uñarte.
Guatemala. Imprenta de La Paz. Tomo I, 1873, II, 1874. 89 mayor.
De traducciones de clásicos no hay allí sino la de Horacio por
Batres, que ya usted conoce, y dos por Micheo, que ahora incluyo.
Batres nació en Guatemala el 18 de marzo de 1809 y murió
el 9 de julio de 1844. A su muerte dijo un extranjero, en un perió­
dico de aquella ciudad: "Vivió aislado; pocos le comprendieron, y
nadie supo apreciar en lo que valía su noble alma y superior ta­
lento". En la narración festiva dejó atrás a Espronceda y a Bretón.
Es un copioso raudal· de chiste natural, en una versificación in­
comparable. Estas dotes literarias están oscurecidas por la inde­
corosa licencia que reina en sus dos cuentos o leyendas. Si usted
no tiene el cuadernito que contiene las poesías de Batres, tendré
el gusto de remitirle un ejemplar. Sé que en Guatemala se agotó
la edición y sólo se halla de lance.
Micheo (Juan José) nació también en Guatemala, el 6 de mayo
de 1847. Estudió con los jesuítas. Murió el 19 de octubre de 1869.
Pasemos al Perú. Tengo unos cuadernos del Tomo I (no sé si
saldrían más tomos) de un Parnaso peruano, colección hecha por
José Toribio Polo, con el retrato y biografía de los poetas nacio­
nales (Lima, Imprenta de la Epoca, 1862). Es impresión limpia y
de mejor gusto que otras peruanas. Principia la colección con las
poesías, castellanas y algunas latinas, de don Bernardino Ruiz.
Al final de ellas hay esta npta: "Al terminar el volumen publicaré
en un apéndice las traducciones de Horacio y otras piezas de Ruiz
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 67

que restan". Repito que no tengo las últimas entregas del tomo, ni
sé si llegaron a imprimirse. Hoy escribo sobre esto a mi paisano
don Vicente Holguín ('), residente en Lima, y le pido que si existe
el tal apéndice lo remita a usted.
Ruiz nació en Lima por los años de 1765, hijo de don Antonio
Ruiz y doña María Antonia Barrera. Murió el 31 de agosto de 1819.
"Manejaba con claridad y elegancia (dice el señor Polo) no sólo
la lengua española sino la romana, como prueban sus odas, epi­
gramas y elegías, sus paráfrasis de Horacio y Séneca, y las cartas
dirigidas a su querido amigo el célebre oratoriano Lccchica... Ex­
presa el pensamiento con claridad. La dicción es por lo general
correcta y fácil, aunque desprovista de imágenes". Copio como
muestra de los versos de Ruiz un soneto que me parece bastante
bueno.
Un amigo mío a su paso por Madrid tomó para mí una sus­
cripción al excelente boletín que publica don Mariano Murillo. Me
ha llegado con puntualidad por los correos, desde julio de 77 (año
V). Pero del año VI me faltan, y agradecería se me repitieran, los
tres siguientes números, que deben haberse extraviado en el ca­
mino, a saber: julio de 1878, diciembre de 1878 y enero de 1879.
Entre las obras que solicita Murillo, está Ocáriz, Genealogía
d el Nuevo Reino. Varios tienen en Bogotá esta obra, que es muy
apreciada; creo que podría conseguirse un ejemplar sano por $ 25.
He pedido, y no conseguido, la publicación de don Adolfo de Cas­
tro sobre la Epístola moral. ¿Podría usted enviármela? Quedo a
las órdenes de usted apasionado amigo,

M. A. Caro.

Que el señor Murillo siga enviándome el boletín, y me avise


cuándo termina mi suscripción para renovarla. Seré suscriptor per­
manente.

$ *

( ') Hormuno da don Olirli». Fu e aiicrllor y poeta da vanii fumi va. 1 11137-100.1).
68 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

Santander, 24 de julio de 1879.


Mi muy querido amigo:
Escribo a usted desde ésta donde permaneceré hasta el 15 de
septiembre. Puede usted escribirme a Santander o a Madrid, indi­
ferentemente. Mis señas en aquella capital ya las sabe usted: Hotel
de las Cuatro Naciones o bien Universidad Central.
Ya puede usted imaginarse con qué gusto he recibido sus pre­
ciosas cartas y los encargos para mí tan estimables, que ha tenido
a bien remitirme. No todos, sin embargo, han llegado a mis manos.
Me faltan las H oras de Amor y las obras de su padre de usted.
Mucho deseo verlas. He recibido con puntualidad el R epertorio Co­
lom bian o; sólo me falta un número. Me parece una excelente re­
vista. He leído con singular deleite los artículos de usted sobre
Americanismo en el lenguaje y el primero sobre Olmedo, y estoy
deseando ver la continuación. El ensayo de traducción de Byron
me parece muy bien a pesar de mi animadversión a los alejan­
drinos.
Libro de oro es la M étrica de Bello. Acierta usted en decir que
es desconocida en España, donde sólo ha corrido su G ram ática,
menos clara y metódica que la O rtología.
Y a propósito de métrica, ¿cuándo publica usted sus notas
sobre el metro que más conviene para la traducción de los poemas
clásicos? Ya sabe usted que soy partidario ciego del endecasílabo
suelto, y que sólo a usted le perdono el haber empleado las octa­
vas. La cuestión merece dilucidarse, pensando bien el pro y el
contra. Usted puede hacerlo como nadie.
El libro de sor Francisca J. de la Concepción 0) parece de
nuestro siglo de oro. Sólo en algunos claustros de monjas se con­
servaba en el siglo pasado la tradición de nuestra mística y de su
rico lenguaje.
La traducción de Virgilio llegó por de contado, y también el
A nuario d e la A cadem ia C olom biana que trae excelentes artículos.
Mucho agradecerá a usted que continúe abriendo a mis ojos ese
mundo literario americano, que es para nosotros tierra incógnita.
El pequeño desembolso que esto pudiera ocasionar poco importa.

(') Abadesa del convento de Santa Clara en Tunja (1671-1742), conocida en nues­
tra historia como la madre Castillo. Escribió por orden de su confesor su vida y un
libro de Sentimientos Espirituales, obras ambas admirables, publicadas en Filadel­
fia en 1817.
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 69

De Méjico estoy cdgo más enterado, gracias a la amistad de


mi paisano Collado, y del obispo de Tamaulipas que me ha remi­
tido sus primorosas versiones clásicas y obras originales.
Recibirá usted por este correo (puesto que el otro ejemplar se
perdió) mis Estudios P oéticos, colección de versos que publiqué el
año pasado. Posteriores tengo algunos, entre ellos una epístola
a mis amigos montañeses que también envío a usted, aunque quizá
a estas horas la haya leído ya en La Ilustración. También mando
a usted un ejemplar de los que se han impreso por separado de
mi N oticia sobre traductores d e la Eneida, que antecede a la reim­
presión que aquí ha hecho el editor Navarro de la Eneida de usted.
Mucho siento que no haya avisado usted con tiempo, para que
pudieran entrar en el texto las correcciones de que usted me hlabla.
Pero ya sabe usted lo que son los editores: temió que algún otro
se le anticipase a reimprimir el trabajo de usted y a toda prisa
entregó el libro a los cajistas.
Para la segunda edición del Horacio en España, que no puede
tardar, pues quedan de la primera cinco ejemplares, tengo hedías
muchísimas correcciones y adiciones. Agradeceré a usted que me
envíe cuantas se le ocurran. No es extraño que no tenga fecha,
pues fue en todo el libro más desgraciado del mundo: nunca se
ha visto otro con más erratas.
Pronto remitiré a usted la segunda edición muy aumentada
(casi nueva) de mis P olém icas, libro publicado hace dos años en
tirada corta y que se agotó luégo. También tendré el gusto de ofre­
cerle (si Dios quiere) para el próximo otoño, el primer volumen de
mi H istoria de los H eterodoxos E spañoles, que ya está en prensa.
De Esquilo tengo traducidas dos tragedias: Prom eteo y Los
siete sobre T ebas, pero mi compañero Valera no se da prisa a tra­
bajar su parte. Razón tiene Macaulay en afirmar la inmensa supe­
rioridad de Esquilo sobre todos los poetas de la antigüedad, fuera
de Homero.
Mucho me place el sabor horaciano de la traducción que Bond
ha hecho de los versos al Pusa. Mejor está así que en la forma
de coplas de pie quebrado que les dio Ventura.
Una larga carta escribí a usted desde Madrid este invierno,
hablándole de mi B iblioteca d e Traductores y de los copiosos datos
que usted me facilitó para ella, pero sin duda la franqueé mal o no
la enviaron a su destino o anda extraviada. Con ella remití a usted
un ejemplar de mi último libro A rnaldo de V illanova.
70 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

Como temo que los que hoy mando sufran también extravío,
no deje usted de decirme si los ha recibido, y caso que así no sea,
por qué camino he de enviarlos para que lleguen con más se­
guridad.
Cuando usted me remita algunos libros colombianos, no se ol­
vide de incluir entre ellos sus propias poesías y las obras de su
señor padre don José Eusebio Caro.
Escríbame usted largo y tendido, aunque estamos lejos. Nada
me es tan grato como la correspondencia literaria.

Suyo apasionado amigo y admirador,

M. M enéndez P elayo.
%
* *

Bogotá, agosto 7 de 1879.


Señor don M. Menéndez Pelayo.
Madrid.
Muy señor mío y distinguido amigo:
Sin ninguna de usted a qué referirme, confirmo mis anteriores.
Ya que no se me da la dicha de departir con usted mano a mano
y largamente, desquitóme en parte con el gusto que me doy de
escribirle siempre que puedo. Temo ya serle importuno y molesto
con tantas cartas que caerán sobre usted quam m ulta granóm e
nim bi culm inibus crepitant. No se crea usted obligado a contestar­
me puntualmente, sino cuando buenamente pueda robar un rato a
sus muchas y útiles tareas. Conténtese, cuando falte espacio para
contestar, con acusarme recibo de mis cartas; así sabré cuáles han
llegado a sus manos, y podré reponer las noticias de aquellas
que se hubiesen extraviado, pues en todas comunico alguna cosilla
conexionada con los trabajos literarios de usted.
Paréceme muy bien, como poesía horaciana, la oda que inclu­
yo, compuesta hará cosa de año y medio, por la poetisa cubana
Lola Rodríguez de Tio para celebrar la vuelta a la patria y a la
diócesis de Caracas, del virtuoso y dignísimo prelado señor Gue­
vara y Lira, perseguido anteriormente y desterrado por el neron-
zuelo Guzmán Blanco.
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 71

Don Belisario Peña, poeta colombiano, nació por los años de


1838 en Zipaquirá, educóse con los jesuítas, y está casado y ave­
cindado en Quito. Formado en escuela clásica, y conocedor de los
buenos modelos, ha escrito poesías muy bellas, las más en el estilo
de Quintana; ha hecho también algunas horacianas, y de éstas va
una muestra.
Mi amigo y paisano Rafael de Pombo es uno de los poetas líri­
cos de más originalidad y fuerza que tenemos. Mudable, veleidoso
en sus aficiones y trabajos literarios, toma hoy con calor un nego­
cio, y mañana otro, dando importancia a asuntos baladíes. Hace
meses estuvo escribiendo libretos de ópera para un músico amigo
suyo a quien reputa con sobra de ilusión por un nuevo Rossini o
Donizetti. Después se dio a escribir sonetos y más sonetos y a re­
fundir los de Soares de S ilv a ... Ahora ha tomado mejor camino;
le di el Horacio en España, y su lectura lo ha empeñado en bo­
rrajear traducciones de unas cuantas odas, que por mi conducto
remite a usted. Van ahora dos, y el día 18 irán cinco o seis más.
Lo tendremos por una semana devoto de Horacio.
Vi por casualidad en un número de la Academia una traduc­
ción de Propercio por un señor Quiroz (si mal no recuerdo). Dice
el traductor que es la primera vez que aquella elegía se interpreta
en castellano. Cuando ocurra la ocasión puede usted rectificar este
aserto, que es erróneo, pues bajo el título La sombra de Cornelia,
y en tercetos, publiqué yo en la R evista d e Bogotá, tomo I, núme­
ro V, diciembre 1871, la mismísima elegía D esine, P a u lle ...
En vista de lo que usted me dice, fecha 6 de abril, hemos anun­
ciado en el R epertorio que usted le favorecerá con su correspon­
dencia. En el mismo he empezado a publicar mis humildes apuntes
V irgilio en España, dedicados a usted (r). Ya lo veo a usted leyén­
dolos, y, al llegar a cierta nota, decir: "Al primer tapón surrapas".
Quise citar a Vives, tergiversé el nombre con el de Lulio, nombré
a éste dándole, como lo fue, por anterior a Villena; pero como era
mi intención aludir al primero, caí implícitamente en un error cro­
nológico de marca mayor, que ojalá no llegue a conocimiento de
la Academia de Historia, que me tiene de corresondiente en esta
ciudad. No recordaré para excusarme el manoseado quandoque
bonus dorm itat Homerus; pero sí lo que le sucedió al avisadísimo
Macaulay que, con ánimo de censurar la Historia de Goldsmith,

( ' ) Reí. tomo III, No. 3, 13-10, Jullo-octubro, 1870, p Abb. 35-88, 150-154, 193-209,
276-294.
72 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

nombró el clásico Vicario, y llevado de una fascinación singular,


no acertó a corregir el error al revisar más de una vez las pruebas
de imprenta; lo que le valió una granizada de burlas de sus ému­
los, y a él le quitó el sueño por tres meses, hasta que volvió a
salir de la R evista de Edimburgo, donde dio la explicación del caso.
Sobre Blanco White ofrece usted que hablará en su Historia
d e lo s heterodoxos españ oles. Newman, en no sé qué lugar de su
A pología, dice que en su conversión influyeron mucho no sé qué
escritos de Blanco; los primeros que le abrieron los ojos al célebre
sacerdote de Oxford en un punto radical de doctrina. A la aposta-
sía del uno débese en cierto modo, según esto, la conversión del
otro; con el cambio salió ganando la Iglesia. Sobre Blanco White
hay también un estudio reciente de Gladstone, que no conozco.
He recibido el tomo LXXVII de la Biblioteca de Rivadeneyra, y
tanto interés ha despertado en mí que estoy gastando mi mala vista
en leer esas páginas de menudísimo tipo. No le perdono al señor
Cueto que en la Visión A pologética d e M aury no quisiera y dónde
podremos verlas? Con ellas quitaría el poeta mucho de la niebla
que envuelve ese poema laberíntico, lleno de escondidos tesoros.
¿No habrá en España un editor que quiera damos una nueva edi­
ción del Esvero, con las enmiendas que preparaba Maury, un aná­
lisis preliminar, y argumentos claros al principio de cada canto,
que sirvan como de clave para abrir el libro y facilitar su lectura?
Es hora de cerrar el correo. Sabe usted cuán de veras la estima
y quiere.
M. A. Caro.
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 73

Bogotá, agosto de 1879.


Señor don M. Menéndez Pelayo.
Mi querido y estimado señor Menéndez:
Dos palabras para felicitarle a usted cordialmente por su clá­
sica y magistral Epístola a sus amigos de Sanfarder, que he leído
en La Ilustración, y para acompañarle las nuevas traducciones de
Horacio que por mi conducto le remite el señor Pombo.
Por el último correo de ultramar esperábamos recibir corres­
pondencia de usted para el Repertorio. Muy cabizbajos hemos que­
dado con no recibirla, pues ya está anunciada y es usted prom issi
carm inis auctor.
Va a cerrarse el correo.
Yo quedo a las órdenes de usted cordial amigo,
M. A. Caro.
*
* *

Bogotá septiembre 8 de 1879.


Señor don M. Menéndez Pelayo.
Madrid.
Mi muy querido amigo:
Tengo el gusto de referirme a su muy grata carta de usted de
24 de julio último; pero siento decir que no han llegado a mis
manos ni aquella que usted me anuncia escrita de Madrid y rela­
tiva a su B iblioteca d e Traductores, ni tampoco los libros y opúscu­
los que usted ha tenido la amabilidad de remitirme. De los que
yo he enviado veo que también se han extraviado algunos. ¡Sea
todo por Dios! Bien forrados y convenientemente porteados, llegan
aquí con toda puntualidad los periódicos que remite de Madrid
don Abelardo de Carlos a su agente en esta ciudad, don Enrique
Ramos Ruiz, que es buen amigo mío. Si dentro de esos venerables
paquetes consigue usted que ponga el señor Carlos los impresos
que usted quiera enviarme —uno o dos por cada correo— creo
que la remisión será segura. También puede usted, dando mayor
vuelta, encomendarlos a mis corresponsales de París, MM. Roger
& Chermoviz, 7, rué des Grands Augustas.
Nos hemos quedado aguardando la muy deseada, y ya anun­
ciada, correspondencia de usted para el R epertorio. Si sus muchas
74 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

ocupaciones, que considero, no le permiten a usted escribirla, con­


síganos usted un buen corresponsal de la escuela de usted —cató
lico ante todo—, los términos, los que usted conoce.
Mi paisano y amigo Rafael de Pombo (Florencio), contra lo
que yo presumía, sigue traduciendo odas de Horacio, que enviaré
a usted según me las vaya entregando. Ya han ido algunas. Des­
graciadamente no es en traducciones clásicas en lo que más luce
su ingenio.
En el último R epertorio verá usted su magnífica oda al Niá­
gara, seguida de una nota bastante necia; que a veces los poetas
suelen ser harto prosaicos.
De Sor Francisca Josefa de la Concepción no he enviado a
usted la Vida, porque es edición agotada y rarísima, de que ape­
nas tengo un ejemplar. Pero adviértole, por lo que pueda conve­
nirle, que mi paisano R. J. Cuervo, a su paso por Bélgica, regaló un
ejemplar de esa obra a la biblioteca de Bruselas.
Me dice usted que la O rtología y M étrica de Bello no se co­
nocía en España {después de 44 años de haber visto la luz pública
(o más bien dicho, privada) en Santiago de Chile! Ya lo creo; vea
usted: estoy leyendo la edición de El m ágico prodigioso por Alfred
Morel-Fatio, en cuya introducción a vueltas de varias apreciacio­
nes pretenciosas y no siempre justas, consigna el editor como gran­
des novedades no sé qué indicaciones sobre sindérisis y sinalefa,
puntos, como usted habrá visto, magistralmente tocados, y aun
acaso agotados, por nuestro Bello.
Tenemos aquí, con motivo de la guerra del Pacífico, de encar­
gado de negocios del gobierno de Chile, a don Francisco Valdés
Vergara, estimabilísimo joven de 24 años, que conoce perfectamen­
te la historia política y literaria de su patria y de Bolivia, república
donde estuvo como secretario de legación antes de pasar a Co­
lombia. El suegro de Valdés, don Ricardo J. Busiamante, es el más
distinguido escritor de Bolivia, y Valdés, por lo que me ha oído
hablar de usted y sus obras, le ha escrito indicándole que remita
a usted las noticias horacianas que pueda conseguir, aunque lo
más probable, según me dice, es que nada haya en Bolivia en este
género de lucubraciones, como tampoco en Chile, donde los hom­
bres de letras se han dedicado más especialmente a los estudios
históricos.
He empezado a publicar en el R epertorio mis apuntes virgilia-
nos, dedicados a usted, a oscuras de lo que usted ha dicho sobre
traductores de la Eneida.
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 75

Por el asunto de que tratan, y por la época y lugar en que se


escribieron, perécenme curiosas y que interesarán a usted las pie­
zas horacianas que acompaño. Larrahondo no era poeta; pero su
carta crítica es un documento indudablemente notable para su
tiempo.
Queda de usted adictísimo amigo,
M. A. Caro.

* *

Bogotá, septiembre 18 de 1879.

Señor don M. Menéndez Pelayo.


Madrid.
Mi muy querido amigo:
He tenido una deliciosa sobremesa con los Estudios Poéticos
de usted y su noticia de Traductores E spañoles d e la E neida que
me ha traído el correo, cuando ya los juzgaba perdidos. Faltan por
desgracia las otras publicaciones que usted me anuncia en su úl­
tima carta.
Empiezo por aprobar y aplaudir lo material de las ediciones,
pues no puedo conformarme con la de H oracio en España. La de
los Estudios P oéticos es del mejor gusto tipográfico. La carta pró­
logo del señor Cueto es un escrito interesante y ameno, como todo
cuanto sale de tan privilegiada pluma. Recalca demasiado sobre la
sensualidad obscena de los poetas antiguos, de donde resulta que
algunas páginas del moralizador prologuista son quizá menos de­
centes que las piezas mismas que censura. El comentario sobre
S a fo e s más peligroso a la inocencia que la oda misma de la poe­
tisa lesbiana.
Nada hay más santo que la teología, y sin embargo, capítulos
hay de teología moral que sólo se escriben en latín. No soy rigo­
rista, sino con quienes hacen profesión de serlo.
Las poesías de usted, traducidas y originales, me han gustado
muchísimo. La poesía de usted es sobre todo sana y hermosa. Us­
ted no inspira melancolías, desfallecimientos y ternezas; su musa
no canta con tisis, como la Traviata de V erdi, personificación de la
moderna poesía romántica; sino que entona de continuo,

El himno de la fuerza y de la vida;


76 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

y semeja en esto a la muza de Longfellow, pero la de usted es más


clásica, más griega.
No es posible reunir todas las calidades, y aún éstas suponen
defectos correlativos. Usted traduce muy bien a Horacio y tradu­
ciría con facilidad a Homero; pero interpretando a Tibulo no acier­
ta a expresar las delicadezas de sentimientos del cantor de Delia.
En sus epístolas a Horacio y a sus amigos de Santarder, está usted
en su terreno, y no le pese mantenerse en él; hemos abusado del
género llorón, y el rumbo noble que usted sigue se conforma con
ciertas tendencias de reacción poética, en todo sentido saludable.
En los apuntes de usted sobre traductores de la E neida he ha­
llado noticias muy curiosas y completas. En los míos hallará usted
también algo nuevo.
El juicio con que usted favorece mi traducción de la Eneida,
ya consignado por usted en sus cartas, y publicado ahora en su
noticia de traductores, es para mí tanto más satisfactorio cuando
usted abona su imparcialidad notando en términos generales, y
con sobra de justicia, algunos de los defectos de que adolece mi
trabajo. Compláceme sobre manera el juicio favorable de usted
porque sé, y sabe el público, que es ingenuo; pero no me creo
digno del alto puesto en que usted me coloca. No convengo tampo­
co en que usted cite a Pesado al lado de Bello; cuando, como ha­
blista, que es como usted le juzga, está muy por debajo (a mi jui­
cio) no sólo de Bello, sino aun de Pardo y Aliaga y de otros que
siguen o Bello longo intervallo.
Si usted quisiera a ratos perdidos volver a leer mi traducción
virgiliana, anotando al margen los lugares defectuosos con una
o dos palabras (v.gr. oscuro, impropio, exótico violento, etc.), para
enviarme luégo el ejemplar examinado, me prestaría usted un
gran servicio; y yo me aplicaría a hacer las correcciones res­
pectivas.
Rafael Pombo me pidió las señas de usted y yo se las puse
en el sobre que tenía ya preparado para incluir su carta y sus
últimas traducciones de Horacio. Va, pues, de mi letra el sobre
de la carta de Pombo, y aunque no sé el contenido, presumo que
irá llena de tristeza, como de hombre que está en capilla.
Sus días serán pocos; tiene en la lengua una úlcera cancerosa
que ya no le deja hablar, y que empieza a ocasionarle los crueles
dolores con que martiriza a sus víctimas esta horrible enfermedad.
Creo que Pombo conoce la gravedad de ese mal, aunque lo disi-
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 77

muía con sus amigos, y trata de distraerse con puerilidades, como


engañándose a sí mismo. Así considero la carta y versos que
dirige a usted como el testamento del poeta y el canto del cisne.
Incluyo el "Beatus Ule" de Larraondo, para completar sus no­
ticias de mi anterior.
De usted adictísimo amigo y admirador.

M. A. Caro.

* *

Bogotá, octubre 8 de 1879.

Señor don Marcelino Menéndez Pelayo.


Madrid.
Mi estimado señor y amigo:
Creo que ya son pocos los datos que le faltan a usted para
poder hablar con conocimiento de causa, en la nueva edición de
H oracio, del cultivo de la poesía horaciana en América Española.
De Méjico y Venezuela tiene usted larga noticia. De Nueva York
deben haberle enviado las poesías de Bello (edición por desgracia
llena de erratas). De la República Argentina creo que apenas po­
drá citarse a Juan Cruz Varela, del cual hay algunas muestras en
la A m érica P oética que Cortés publicó en París. Ya he dado a us­
ted noticia del peruano don Bernardina Ruiz. En el Ecuador, Bolivia
y otras repúblicas, la cosecha poética ha sido pobrísima, y la lírica
horaciana fruto desconocido.
En Chile se hacen buenos estudios universitarios, hay hombres
ilustres, y se han publicado trabajos importantes sobre ciencias po­
líticas e historia nacional; pero las Musas se han mostrado avaras
en aquella ragión. El chileno es, por lo regular, laborioso y em­
prendedor; poco inclinado a la idealidad.
Contrayéndose a mi patria, diré a usted que en la época co­
lonial apenas se cultivó la poesía lírica, y no la lírica horaciana.
Domínguez Camargo escribió algunas poesías gongorinas, y la

Nota: la estrofa sáflra laverdaica es una Innovación que me suena mal, y no


querría verla Imitada por usted. Y a propósito de sálicos, y ya que usted es tan
amigo de ellos, me atrevo a recomendar a su Indulgencia los que le Incluyo. Hallen
grada por el sentimiento, ya que en la forma no son perfeotos. (N. de la A. O.).
78 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

monja Castillo compuso romancillos, letrillas, etc. en el estilo de


Santa Teresa. En el presente siglo nuestro primer lírico horacicmo,
aunque no conocido, fue mi abuelo don Miguel de Tobar. Escribió
lindas odas por los años 1814-1818. Vargas Tejada, que floreció en
1820-1828, conocido principalmente como autor de la comedia Las
Convulsiones, hizo algunas odas que pueden verse en la colección
de las poesías publicadas por Ortiz en 1857 (remito un ejemplar).
No había salido de las aulas José Eusebio Caro cuando escribió
algunas poesías de sabor horacicmo; tal es por ejemplo la oda en
el cumpleaños de doña Mercedes Nariño (noviembre 24 de 1834).
Mas pronto mudó de rumbo, y fundó una nueva escuela de poesía
lírica. Si por horacianas, aunque de valor escaso, merecen citarse
algunas poesías mías, con ellas se cierra las lista de las pocas de
este género en nuestro Parnaso. Nuestros grandes líricos Arboleda,
Pombo, Ortiz, han seguido caminos diferentes.
He recibido las poesías de Arango y Escadón. Me había for­
mado de él mejor idea por dos o tres odas, muy limpias y agrada­
bles, publicadas ya en las memorias de la Academia Mexicana.
Es entendido que no todas las noticias que le comunico a
usted están destinadas a publicidad; ni menos querría que usted
tomase textualmente mis frases, emitidas a la ligera con todo el
desaliño de la conversación familiar. Lo que no sirva recíbalo con
indulgencia como charla de amigo, y de lo aprovechable saque el
jugo A pis m ature m ore m odoque. Si usted cree que vale la pena
mencionar a mi abuelo, puede referirse a mí por lo que hace a las
poesías que envío, pero en cuanto a datos biográficos, estará mejor
que calle mi nombre, y cite por ejemplo el de Groot, que consagro
a la memoria del doctor Tobar una o dos páginas del tomo III de
su curiosísima H istoria E clesiástica (Apéndices). De esta obra hay
un ejemplar en la biblioteca de la Academia de la Historia.
De usted adictísimo amigo y admirador.

M. A. Caro.

:js *
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 79

Bogotá, octubre 18 de 1879.


Señor don M. Menéndez Pelayo.
Madrid.
Mi distinguido amigo:
Los últimos correos no me han traído carta de usted ni corres­
pondencia para el R epertorio.
Como no me conformo con que usted se quede sin ver el juicio
de Bello sobre la traducción de Horacio por Burgos, se lo envío
adjunto, desglosado del tomo III del R epertorio A m ericano, corrien­
do «1 riesgo de que usted y a haya adquirido esta obra. A usted,
que es admirador de Burgos, no dejará de parecerle severo este
artículo pero no podrá menos de reconocer que hay en él exce­
lente doctrina.
También he copiado para usted una epístola del mismo Bello
que no ha sido coleccionada. Sé por un discípulo suyo que él la
estimaba en muy poco. Hay, con todo, en ella lindos versos, y no
le desagradará a usted la reminiscencia del Quen tu M elpom ene...
La parte final es interesante por las alusiones políticas que con­
tiene. Bello había sufrido desaires del gobierno de su patria y
había tenido desabrimientos y disgustos con Bolívar, que fue, si
no me engaño, su discípulo y después su jefe. Habiendo servido
como secretario de la legación colombiana en Londres se le dismi­
nuyó el sueldo, y últimamente quedó cesante. Entonces se decidió
a dar lecciones a domicilio, y llamado por el gobierno de Chile
se trasladó a aquella república, donde desempeñó hasta su muerte
el cargo de Oficial Mayor de Relaciones Exteriores y el rectorado
de la Universidad. En la epístola a Olmedo describe ya los males
que desde entonces nos aquejan. Bello se muestra allí quejoso y
desengañado. El último verso del fragmento pinta gráficamente
en lo que paró la libertad con tantos sacrificios conquistada, y con­
suena con las célebres palabras en que Bolívar, en sus últimos
días, ponía la amargura de su corazón, como aquello de, "No sé
si he hecho un bien o un mal a mis compatriotas. . . " Hemos arado
en el m a r ..." "La América es ingobernable..." "En América lo
mejor que puede hacerse es emigrar", etc.
Nuestro pobre amigo Pombo sigue de mal en peor, y va por
pasos contados a los últimos.
En el R epertorio de este mes concluyen mis apuntes V irgilio
en España, y saldrán luógo unos artículos sobre Juan de Caste­
llanos.
80 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

Desde mayo he escrito a usted todos los meses, y en el p. p.


dos cartas. Temo estar abusando de la paciencia de usted; le de­
jaré descansar de mi charla algunas semanas.
Soy de usted apasionado amigo,
M iguel Antonio Caro.

P. Se.: Tenga usted la bondad de comunicar la adjunta al li­


brero Sánchez.
En la traducción horaciana de Batres donde escribí "bien" (si­
guiendo con desconfianza una edición errada) debe leerse "sien":
"El aura tu sien h a la g a ..." .
Hace meses que por mi orden remitió de París un amigo mío
a la biblioteca de la Academia Española un curiosísimo Ms. de mi
bisabuelo don Francisco J. Caro. No tengo noticia de que haya
llegado, y estoy con inquietud. No tengo tiempo para escribir hoy
sobre esto al señor Tamayo y Bous; hágame usted el favor de
averiguar el punto.

Bogotá, abril 18 de 1880.


Señor don M. Menéndez Pelayo.
Madrid.
Mi querido señor y amigo:
Hace meses que no escribo a usted ni tengo el gusto de reci­
bir letras suyas. Me temo haber fatigado a usted con la intempe­
rancia de mis últimas cartas del año pasado. Si esa hubiera sido
la causa de su silencio, sentiría yo haber pecado de impertinente.
Si son sus ocupaciones literarias lo que le ha impedido a usted
escribirme, sea entonces enhorabuena; ya veremos los nuevos
frutos de su laboriosidad incansable, y todos saldremos ganando.
Yo no me he olvidado del autor de Horacio en España, ni he
dado de mano a las pesquisas que tengo pendientes en obsequio
de la bibliografía de traductores. Tengo en mi poder todas las poe­
sías inéditas de Bello que me anuncia mi buen amigo don Juan
O'Leary en la carta que original incluyo. La traducción de la
E gloga II de Virgilio es una preciosa imitación, con reminiscen­
cias interpoladas de otros lugares en las Bucólicas. Está en octavas
reales; son 15; usted conoce la primera; he aquí otra muestra:
MENENDEZ Y FELAYO EN COLOMBIA 81

Tú mi amor menosprecias insensata,


Y no falta pastora en esta aldea
Que, si el nudo en que gimo, un dios desata.
Conmigo venturosa no se crea.
¿No me fuera mejor, di. Ninfa ingrata.
Mis obsequios rendir a Galatea,
O admitir los halagos de Tirreno
Aunque rosada tú y ella morena?

¿Acaso, hermosa Clon, la nevada


Blancura de tu tez te ensoberbece?
El color, como rosa delicada,
A la menor injuria se amortece:
La pálida violeta es apreciada,
Y lánguido el jazmín tal vez fallece.
Sin que del ramo que adornaba ufano
Las ninfas le desprendan con su mano.

Por desgracia no ha podido hallarse aún ese manuscrito de


la traducción del libro V de la Eneida; pero el señor O'Leary sigue
buscándolo y no desespera de dar con él í1).
También le acompaño original un pedazo de carta de mi pai­
sano Ricardo Becerra, relativo a nuestras investigaciones biblio­
gráficas. Tome usted nota de lo que le interesa en esas cartas y
devuélvamelas cuando me escriba.
Tanto usted como yo, en nuestros apuntes sobre traducciones
de Virgilio, olvidamos citar lo que escribió el gran cardenal Men­
doza. Vea usted sobre este punto, y en lo que se roza con la tra­
ducción de don Enrique de Aragón, las obras del Marqués de San­
tulona, colegidas por Amador de los Ríos, pp. LXXXTV, 481 y 644.
En los V arones ilustres d el N uevo Mundo por P. Pizarro, Madrid,
1631 (?) a la p. 456 hay una traducción gogórica de la oda Jam
satis tersis. . . torpemente atribuida a fray Luis de León. No re­
cuerdo que usted la cite en su monografía horaciana.
En los últimos tomos que nos han llegado de la Biblioteca Clá­
sica (Tácito y Macaulay), he visto anunciada, en prensa, mi tra­
ducción de las G eórgicas, y me prometía que el editor, informado
por usted de lo que le comuniqué sobre la E neida, no se arrojaría
a una nueva reimpresión sin pedirme las correcciones que debie­
ran introducirse. Yo le hubiera podido comunicar, además, aunque

(») La carta original, lleva en este lugar una nota de letra del señor Menéndez
Felayo, que dice: "Im itó además el principio de la sátira de H orado: Hoo erat in
votUT.
82 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

fuese para un apéndice, dos o tres ilustraciones curiosas, y la imi­


tación de la E gloga II por Bello.
Nuestro amigo Pombo está casi bueno. Los médicos erraron el
diagnóstico. La úlcera, que se creyó cancerosa, se ha cicatrizado.
Las musas y la amistad están de plácemes.
Coa particular satisfacción me ofrezco de nuevo a las órdenes
de usted afectísimo servidor y amigo.

Miguel Antonio Caro.

*
* *

Madrid, 30 de junio de 1880.


Mi muy querido amigo:
Después del largo silencio de usted que ya comenzaba a in­
quietarme y a hacerme temer par su salud, llegó por fin su grata
de 18 de abril, que me entregó el librero Sánchez. Reservando para
Santander, a donde iré (Dios mediante) pasado mañana, el con­
testar a ella más de espacio, escribo hoy para avisarle que por el
correo próximo recibirá usted en una de las cajas de la Ilustración
E spañ ola un ejemplar del primer tomo de mis H eterodoxos Espa­
ñ oles, otro de la segunda edición de la Ciencia E spañola, mi
opúsculo sobre traductores de las E glogas y G eórgicas, y el estu­
dio acerca de Anacreonte de mi amigo Rubio.
No deje usted de escribirme todos los correos. Quizá yo cdguna
vez no conteste con entera puntualidad, por las mil ocupaciones
que me agobian, pero crea usted que nada hay para mí tan grato
como sus cartas y las curiosísimas noticias de que siempre vienen
llenas.
Devuelvo las dé O'Leary y Becerra, después de tomar de ellas
los datos oportunos.
Diga usted a Pombo cuánto celebro la mejoría de su salud.
Mucho ganarán con ellos las letras.
Haga usted pronto un estudio sobre las poesías de Bello. Ya
habrá usted visto, sin que yo se lo advierta, que la epístola Cloris,
g loria y honor d el sex o herm oso, no es de Bello, sino de un don
Teodoro de la Calle, que estuvo en presidio con Sánchez Barbero.
Encontrará usted esa composición en el tercer tamo de los Líricos
de Cueto.
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 83

Quizá haya mezclado alguna otra composición ajena entre


las de Bello.
No sé si envié a usted irnos versos míos a la G alern a d el sá­
bado santo y otros a Lidia. Si no los ha visto usted, irán con otra
carta
Es suyo siempre verdadero amigo y agradecido servidor,

M. M enéndez P elayo.

*
* *

Bogotá, febrero 18 de 1881.

Señor don Marcelino Menéndez Pelayo.


Madrid.
Mi querido y buen amigo:
La última carta que tengo de usted es de 30 de junio del año
pasado.
Hoy le escribo para felicitarle por su elección para la Aca­
demia.
Es honra merecidísima, y un triunfo para la buena causa.
De tiempo atrás era usted mi candidato, así es que he recibido
la noticia como si me anunciasen la aceptación de una propuesta
que yo hubiese hecho. De este sentimiento participan todos los
literatos de esta ciudad amigos míos. El R epertorio califica el voto
en blanco, que se atribuye al señor Castelar, d e telum im b elle sin e
ictu. ¡Adelante, adelante amigo mío!
Lástima que la Academia, tan atinada en casa, tan justamente
respetada en todas partes, haya hecho en América algunos nom­
bramientos tan desacertados. De Panamá me escribe un amigo:
"Cuando vine de Chile tenía la más alta idea del título de acadé­
mico correspondiente de la Academia Española. Lo fue Bello, y lo
son allá Amunátegui, Errázuriz, Lastarria. Sabía que lo eran igual­
mente los mejores escritores de Bogotá y Méjico. ¡Qué desengaño
y qué contraste! ¡En el Ecuador hay algunos académicos q u e ...
y en el Salvador, donde no hay literatura buena, mediana ni mala,
tienen academia correspondiente de la Española! Uno de los miem­
bros está aquí expatriado por revolucionario, y publica un papel
demagógico pagado por agentes del Perú. Si usted lo conociera..."
84 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

Pero con lo que yo no me conformo es con que Guzmón Blan­


co, el "Ilustre Americano", tenga el mismo título académico que
tuvo el ilustre Bello y que tiene hoy el sabio García Icazbcdceta.
Esto no es justo, ni conveniente, ni admisible. ¿Qué ha escrito Guz-
mán Blanco? ¡Decretos infames, y unas cartas groseras! Mientras
no depure la Academia sus listas americanas, más vale que las
suprima del todo al frente de la nueva edición que prepara del
diccionario. Pocos saben hoy esas cosas; la Academia conserva
aún su tradicional prestigio; pero si sale el nombre de Guzmán al
frente del diccionario, créame usted que hará la más desagradable
y funesta impresión en cuantos lo vean en Colombia y en toda la
América española. ¡Qué arma para quitarle autoridad a la Acade­
mia! ¡Cuántas interpretaciones malignas!
Tomé la pluma para darle a usted los parabienes y sin pen­
sarlo la he dejado correr en quejas amargas. No sé si debiera
rayar lo escrito. ¿Quién me mete a mí a censor de la Academia?
Por tanto, si usted cree conveniente hacer uso de estas observa­
ciones, le recomiendo la discreción. De todos modos créame usted
que mi disgusto nace precisamente del interés que tengo por la
honra y lustre de esa corporación, del profundo amor que la
profeso.
Tengo una carta de don Luis Navarro, de l9 de noviembre, y
preparo mis manuscritos.
¿Creerá usted que aún no he recibido los libros que me envió
por conducto de don A. de Carlos? La caja que salió de Santander
en 2 de agosto, padeció un extravío. Llegará en estos días.
Sabe usted que soy su amigo y deseoso servidor.

M. A. C.

*
$ *
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 85

Bogotá, mayo 18 de 1881.


Señor don Marcelino Menéndez y Pelayo.
Madrid.
Mi muy querido amigo y compañero:
Mis más cordiales plácemes por su discurso de entrada en la
Academia. Lo hemos leído en una tertulia literaria y fue recibido
con entusiasmo. Agradecemos la mención de nuestra compatriota
la monja del Castillo.
¡Cuánto siento no haber enviado a usted en oportunidad unas
coplas y romancillos inéditos de esta escritora mística!
Can retraso extraordinario he recibido sus preciosos libros
(H eterodoxos y C iencia Española), pues la c a ja en que venían, des­
pachada por don Abelardo de Carlos, estuvo extraviada y se cre­
yó perdida por algunos meses.
La Ciencia española anda de mano en mano entre los amigos,
pues sólo ese ejemplar hay en Bogotá. Fallón, ingenio de ocurren­
cias felicísimas, al devolverme ese tomo de polémicas, me dijo
que luégo que lo leyó, se fue a buscar en el Apocalipsis el mons­
truo que debía figurar a Menéndez Pelayo. "Tanta erudición, me
dijo también, sería para quitar a cualquiera la gracia y el brío
de estilo, pero lo que yo admiro es ver este potrico cómo brinca
con Ja carga".
Don Mariano Catalina me ha invitado a colaborar en su colec­
ción de clásicos. Yo le he propuesto que haga una edición de las
poesías de Bello, en celebración del centenario de este poeta (na­
cido el 29 de noviembre de 1781).
Al efecto le remito poesías inéditas y otras no coleccionadas
y poco conocidas. Espero que usted nos ayude en esta empresa.
Como considero que usted y el señor Catalina son amigos, rué­
gale hable con él sobre el asunto. El le enseñará la consabida
E gloga virgiliana. Para él es la adjunta carta.
Si no hubiese venido en L a Ilustración, no habríamos visto el
discurso de usted.: No conocemos el del señor Catalina. ¿Por qué
no nos ha enviado la edición ecadémica en cuaderno?
Van unas malas traducciones de Horacio, para que nada falte
en sus catálogos.
Consérvese usted bien, es decir, no trabaje hasta matarse, y
créame su amigo y admirador,
Af. A. C aro.
86 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

Santander, septiembre de 1881.


Señor don Miguel Antonio Caro.
Bogotá.
Mi muy querido amigo y compañero:
Recibí su muy grata de mayo, que agradecí con toda el alma.
Lo que no recibo hace dos meses es el R epertorio C olom biano, y
lo siento mucho en verdad, porque su lectura era para mí sabro­
sísima, y porque preveo que con el tiempo ha de ser rara la colec­
ción de tan excelente periódico.
¿Ha llegado a Bogotá mi segundo tomo de H eterodoxos, que
comprende los del siglo XVI, punto culminante de la obra? Si no
hubiere llegado, enviaré a usted un ejemplar por el conducto de
La Ilustración que me parece el único seguro.
El tomo tercero y último ha entrado ya en prensa.
Hablé largamente con Catalina, y nos hicimos cargo de todo
lo que usted atinadamente indica sobre la edición de Bello. Tengo
la A m érica P oética de Valparaíso, que me parece bastante correc­
ta, pero opino como usted que para las S ilvas am erican as debe
preferirse a todo otro texto el del R epertorio.
Una sola vez y de pasada vi el O rlando de Bello, que es desr
conocido en estas regiones. Y a propósito de Bello ¿qué cosa son
sus O púsculos, que veo citados en varias partes? ¿Dónde y cómo
se han impreso? ¿Está en ellos el estudio sobre el poema del Cid?
Estoy publicando en una revista algunas adiciones a Horacio
en España. Cuando estén terminadas se las enviaré a usted.
Y ¿qué es de Pombo? Cuando me escribió sus odas de Horacio,
le contesté con una larga carta en que se las elogiaba mucho y
le hacía algunas observaciones. Esta carta debió perderse, puesto
que nada me ha vuelto a escribir. Tuve mucho gusto en saber su
mejoría, porque le quiero bien sólo por haber leído sus versos.
Estuvo en Madrid a visitarme de parte suya un señor Portocarrero,
cuya tarjeta encontré, pero estuvo con tan desgraciada fortuna que
yo aún no había vuelto de mis vacaciones de Santander. Dígaselo
usted así a Pombo, y que me escriba algo, porque si no voy a
creer que está enfadado conmigo.
No me olvide usted tampoco ni deje de escribirme con frecuen­
cia, seguro de que leo con la mayor fruición sus cartas, aunque
tarde a veces en responderlas.
De usted siempre y de todo corazón.
M. M enéndez P elayo.
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 87

Bogotá, febrero 18 de 1882.


Señor don M. Menéndez Pelayo.
Madrid.
Muy querido señar y amigo:
La última carta que tengo de usted es de Santander y septiem­
bre último.
Tenemos aquí en efecto el tomo segundo de los H eterodoxos,
y yo lo he leído con ©1 mayor placer. La parte narrativa, literaria
y noticiosa nada deja que desear. Sólo me parecen disonantes en
obras de tanta importancia ciertos toques de controversia perio­
dística, y sobre todo el artículo final, en defensa de la Inquisición,
me ha parecido débil, por el tono oratorio y algo exaltado que en
esa parte se nota. Quizás usted se inclina más al estilo de De
Maistre en su obra, sobre la Iglesia galicana, y al de otros escri­
tores apasionados en las formas, aunque de recto juicio, que al de
Wiseman y otros apologistas más sosegados y serenos, pero ni
menos ortodoxos ni menos vigorosos en la argumentación. No ten­
go la ridicula arrogancia de querer darle a usted un consejo; com­
prendo que el asunto de usted es especialísimo y ocasionado a
la disputa; veo que usted escribe en España y en estos tiempos de
fiebre; sé también que la frialdad glacial sería, aún en obras his­
tóricas, mayor defecto que ciertos ímpetus de pasión oportunísimos
en obras de controversia neta, como la Ciencia E spañola. Perdone
usted mi franqueza, bien entendido que con igual sinceridad añado
el ubi plura nitent.
Aguardo con impaciencia el tomo 39 de que he visto una
muestra, sobre Jovellanos, en el Siglo Futuro. En otra carta llamé
su atención a lo que Newman, en su Apología, dice acerca de Blan­
co White. No es un hecho muy singular que el más notable (¡no
me engaño!) de los heterodoxos o apóstatas españoles fuese en
cierto modo, e involuntariamente, catequista del más ilustre de los
convertidos ingleses? Newman confiesa en efecto que de Blanco
White aprendió la doctrina católica de la tradición. Y a propósito,
Ochoa y otros biógrafos de Lista dicen que jamás se interrumpió
la amistad que desde temprana edad se profesaron Lista y Blanco
White. Este, en un artículo sobre aquél, publicado en el Correo
de Londres, 1824, advierte que sus relaciones se habían interrum­
pido, que él (Blanco) no había vuelto a tener de Lista sino noticias
indirectas, aunque siempre le profesaba mucho cariño y estimación.
88 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

Me dice usted que está publicando en una revista algunas


adiciones a H oracio en España, y que cuando estén terminadas me
las enviará.
Esta noticia me deja quejoso, porque bien híubiera querido yo
que usted me hubiese enviado lo que fuese publicando, en vez de
aguardar a su terminación. Ello es que hasta ahora nada he reci­
bido. También es de sentir que las adiciones se publiquen en una
revista en vez de damos una nueva edición del sabrosísimo Hora­
cio en España, que harto mejor forma tipográfica merece que la
miserable que tiene.
En carta a nuestro amigo y compañero don Mariano Catalina
incluí para usted un ejemplar del Arte Poético de Boileau, traduci­
do por Salazar, que por los años de 1810 mereció entre nosotros el
renombre de poeta, como otros de Andalucía, en tiempos anterio­
res, alcanzaban con menos méritos el dictado de divinos.
Tengo también en borrador varias traducciones de odas de
Horacio que me ha comunicado el señor Caicedo Rojas í1), poeta
delicado y anacreóntico, y es mi ánimo transmitirlas a usted luégo
que las haga poner en limpio.
Corrido y avergonzado estoy con el señor Catalina, aunque
no falto de legítimas excusas. Le propuse que hiciese una edición
de las poesías de Bello, como usted sabe; casi al mismo tiempo con
su primera respuesta vino la noticia de que la edición estaba ade­
lantada. La Academia Española acordó por su parte celebrar el
centenario de Bello, cosa que ni yo sospechaba, ni vine a saber
sino pasado el 29 de noviembre. Entre tanto, yo no había escrito la
introducción que ofrecí, y el señor Catalina, impreso ya el texto,
y deseoso de sacar a luz el libro 1° el día señalado, la aguardaba
con impaciencia suma.
De mi improvisado, aunque no impremeditado trabajo, envié
una mala copia el 8 de noviembre, y otra mejor el 8 de diciembre.
No sé qué suerte han corrido, ni he recibido tampoco hasta ahora
la muestra de la parte impresa de las poesías, que debió haber
llegado en noviembre. Aquí vivimos muy despacio, todo anda len­
tamente, y medidas las distancias por el tiempo que se emplea en
recorrerlas, estamos en el fin del mundo y somos la Ultima Thule.
De esta condición nuestra, causa de ciertos resultados que un

(') Don José Caicedo Rojas, de la Academia Colombiana (1816-1898). Fue ade­
más de poeta, fecundo prosista, de amena y castiza pluma, autor de leyendas histó­
ricas, cuadros do costumbres y recuerdos del tiempo viejo.
MENENDEZ Y FELAYO EN COLOMBIA 89

ingenioso y desgraciado escritor llamó semi-cervas (vice-versas) de


Bogotá, puede servir de muestra el número extraordinario del Re­
pertorio de noviembre que aún no ha salido a luz. Es el mismo
número que se publicó en la fecha, aumentado con irnos apuntes
bibliográficos; pero éstos, aunque preparado ©1 manuscrito desde
entonces, han dado trabajo para muchas semanas y al fin saldrán
a luz en estos días, tarde y mal. En ellos verá usted —y ya lo ha­
brá visto en la edición de Bello hecha en París— lo que son los
O púsculos de que usted me pide noticias.
La edición de estos apuntes bibliográficos es sólo de cien ejem­
plares (l), por ilo cual bien pueden reimprimirse al frente de otro
tomo de obras de Bello, sin temor de repetir cosa conocida. La idea
que tengo es que usted y el señor Catalina, arreglen de nuevo es­
tos apuntes, añadiendo, quitando y alterando lo que gusten, y que
este trabajo bibliográfico sirva de introducción a un tomito de
opúsculos (cuya lista daré al señor Catalina, y entre ellos uno,
cuya copia le he remitido, relativo a la Araucana), el cual será el
2í> de las obras de Bello, si el mismo señor Catalina se resuelve a
continuar su publicación.
Leí a Pombo el párrafo de la carta que a él se refiere, y quedó
muy satisfecho. Del ingenio de este amigo, cuyas grandes facul­
tades poéticas están en desequilibrio, nada debemos esperar por
ahora, pues está entregado en cuerpo y cdma a no sé que cues­
tiones arquitectónicas. El atribuye a no haberse casado, y vivir sin
objeto, según dice, el fastidio que lo esteriliza, sólo interrumpido
por llamaradas fugaces de entusiasmo en asuntos insignificantes,
y ajenos del todo a la literatura. Fue un gran poeta, ya nom inus
um bra.
Tendré mucho gusto en que usted trate a mi querido hermano
político Carlos Holguín, que debe haber pasado a esa corte como
ministro plenipotenciario de Colombia.
Se repite de usted adictísimo amigo y compañero,

M. A. Caro.
*
* *

(!) Se refiere al libro, publicado en edición de cien ejemplares numerados, A la


memoria de Andrés Bello en su centenario. Homenaje del "Repertorio Colombiano''.
Contiene este tomo los siguientes estudios del señor Caro: Centenario de Bello: Las
Silvas americanas y la poesia científica. Ojeada a las opiniones politicas y religiosas
de Bello. Bibliografía de Bello.
90 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

Santander, 19 de julio de 1882.


Señor don Miguel A. Caro.
Mi muy querido amigo:
Tengo a la vista su grata de 18 de febrero, y can frecuencia
he sabido nuevas de usted por su cuñado el señor Holguín, de
cuya cortesía y ameno trato hemos disfrutado en Madrid este
invierno.
No he escrito a usted en esta última temporada tanto como
yo quisiera, porque me enfrasqué en la terminación de los H ete­
rodoxos, a los cuales sólo he dado cabo en los últimos días de
mayo. Pero usted que vive más de espacio, no se olvide de mí y
escríbame con frecuencia, como antes lo hacía, dándome noticias
literarias de esas regiones, bien seguro de que mi silencio o más
bien tardanza en contestarle, no significa nunca olvido, y que nin­
guna de las indicaciones que usted me comunica caen en tierra
estéril ni dejarán de ser aprovechadas en tiempo oportuno.
Cada día siento más la necesidad de conocer en todos sus
pormenores la literatura americana. Ya, gracias a Dios, terminó la
fatigosa labor de los H eterodoxos. Ahora nada hago, sino descan­
sar y leer, y así pasaré algunos meses. Pero siempre me bulle en
la cabeza el pensamiento de comenzar a trabajar seria y deteni­
damente en la historia de la literatura española. A ello estoy obli­
gado en cierta manera por mi puesto oficial de catedrático. La His­
toria de la s id ea s estéticas en E spaña, que quizá habrá visto usted
anunciada en las cubiertas de los H eterodoxos, va a ser la intro­
ducción natural a la historia de la literatura. Primero el examen
de las teorías, luégo el de los hechos.
La historia de la literatura española, tal como la entiendo,
debe abarcar, a manera de introducción, la literatura hispano-
latina y las dos literaturas semíticas cultivadas en la península ibé­
rica antes del nacimiento de las lenguas vulgares, y luego seguir
en su desarrollo a las tres lenguas literarias de la península, así
en el mundo antiguo como en el nuevo.
A pesar de lo vasto de la empresa, no dará a la obra propor­
ciones exorbitantes, aleccionado en esto por el fracaso de mis pre­
decesores, los padres Mohedanos, y Amador de los Ríos. Quiero
hacer un libro que sea a la vez conciso y nutrido, libro en que
domine el espíritu estético sobre el histórico, y que sin mengua del
rigor científico, pueda ser de general lectura. Valera me ha suge­
rido el pensamiento de reservar todos los pormenores menudos y
todas las controversias eruditas para una serie de tomos suplemen-
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 91

torios, que constituyan a la vez una antología de la literatura espa­


ñola. Así podrá darse más extensión a las citas, insertar composi-
siones enteras, y presentar de una manera ordenada la materia
bibliográfica. Así nos excusamos también el interrumpir el texto
de la historia con las referencias continuas al pie de las páginas, o
can la intercalación de trozos ajenos, que siempre quita unidad
al estilo.
Como usted ve, tal empresa ha de ser de muchos años, y quizá
absorberá del todo mi vida literaria. Publicaré esta historia en to­
mos pequeños, para que sea más descansado el trabajo, con ser
más las paradas.
En la parte americana cuento desde luego con la colaboración
de usted. Es preciso incorporarla de una vez en el cuerpo general
de nuestra historia literaria, y ya Ticknor pensaba en ello, aunque
desistió por la escasez de datos. Los míos van siendo bastantes,
pero a todo trance necesito completarlos, con ayuda de mis amigos
americanos, y acudo ante todo a usted, de cuya buena amistad
tantas y tantas pruebas he recibido.
No sé si habrá llegado a Bogotá el tercer tomo de los Herejes.
Si así no fuere, dígamelo usted para remitírselo yo por el conducto
que me parezca más seguro.
Ahí van las adiciones a H oracio en España, que comencé a
publicar en una revista, y que no son, ni con mucho, todas las que
tengo hechas y añadiré en la nueva edición de este libro, que pien­
so refundir del todo.
Recibí, y agradecí mucho, la traducción de la P oética de Boi-
leau, por Solazar, obra de la cual no tenía la menor idea, y que
es sin duda una curiosidad bibliográfica.
Felicito a usted por su discretísimo estudio sobre Bello, al cual
sólo hallo una tacha, la de ser harto breve y no extenderse por
igual a todos los géneros que cultivó el poeta. El artículo sobre las
S ilvas am erican as me parece un trozo crítico de primer orden.
Amunátegui me ha remitido su voluminosa biografía de Bello,
que me parece muy interesante, sobre todo por las corresponden­
cias y trozos que en ella se copian.
A Pombo escribiré otro día, diciéndole lo que pienso de las
poesías de Gutiérrez González, que me envió, que he leído con
mucha atención y deleite.
De usted siempre afectísimo amigo y compañero.

M. M enéndez P elayo.
92 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

Bogotá, noviembre l9 de 1882.


Señor don. Marcelino Menéndez Pelayo.
Madrid.
Estimadísimo amigo y compañero:
No sé por qué ha llegado a mis manos con tanto retraso su
carta de 19 de julio, que he leído y vuelto a leer con grandísima
satisfacción. Si algunas veces dejo de escribirle, no lo atribuya
usted sino a que urgentes y menos agradables atenciones me lo
han impedido, o al disgusto que me da ponerme a hacer letras
para decirle a usted mal y con dificultad parte pequeña de lo
mucho que quisiera comunicarle en francas y abiertas conversa­
ciones. Ni se crea usted obligado conmigo a contestarme puntual­
mente; no quisiera ser yo ladrón de tiempo.
Escríbame cuando buenamente se lo permitan sus fructuosas
tareas. Sólo le pido que me dé recibo de los libros y cuadernos
que le envío, pues de otra suerte me quedo sin saber si han llegado
o no a sus manos; y eso puede usted hacerlo en una tarjeta postal,
excusando toda etiqueta. Hasta ahora, por ejemplo, no sé si usted
ha recibido el H om enaje d el R epertorio a B ello, donde puse una
noticia bibliográfica que puede interesarle, y repetí ampliado el
artículo Silvas am erican as.
Me ha llenado de gozo y entusiasmo la noticia de la obra que
usted proyecta, y reclamo la gloria de haberle indicado yo a usted
hace algún tiempo la idea de historiar en un solo cuerpo la lite­
ratura española, peninsular y americana. He hablado de este asun­
to con el señor Soffia i1), ministro chileno, y me ha manifestado
el más vivo deseo de contribuir con obras y datos de su patria.
Me ha dicho que usted debiera indicamos lo que le falta, para no
enviarle lo que ya tiene, y qué datos necesita de preferencia, a fin
de que nuestras investigaciones sigan el orden de los deseos y del
plan de usted y no haya desconcierto ni pérdida de tiempo. Todo
esto me parece muy bien pensado. Soffia es poeta, y muy apasio­
nado de las letras.

t1) Don José Antonio Soffia (1843-1886), literato y poeta, discípulo de Bello,
miembro de la Academia de Bellas Letras de Santiago y correspondiente de la Co­
lombiana. Durante su permanencia en Bogotá, como ministro plenipotenciario de
Chile, su casa fue centro de reuniones literarias, y a él se debieron, entre otras Ini­
ciativas, la fundación del Ateneo, del que fue presidente honorario, y la publicación
del Romancero Colombiano, como homenaje a la memoria del Libertador en el cen­
tenario de su nacimiento. Murió en Bogotá repentinamente, cuando se disponía a
trasladarse a Buenos Aires en misión diplomática.
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 93

Paréceme que usted empezará por proveerse de guías biblio­


gráficas de cada una de estas regiones para entrar con luz en el
laberinto de nuestra desigual e incoherente producción literaria.
Servirán de tales, para México la R eseñ a del señor Agüeros; para
Colombia la H istoria d e la Literatura, de Vergara; para el Ecuador
la de Mera y Herrera; para Chile la H istoria d e la Literatura Co­
lon ial, de Medina, 3 tomos. Me figuro que usted tiene todos estos
libros. De la obra de Medina le enviaré un ejemplar; si usted lo
tiene ya, destínelo como guste. El señor Icazbalceta, tan sabio
como modesto, me escribe que tiene casi concluida su bibliografía
mexicana del siglo XVI: allí habrá tesoros. La producción colonial
de Venezuela se perdió por falta de imprenta. De la América Cen­
tral y de Bolivia nada colonial conozco, excepto algunas crónicas.
El D iccionario de Mendiburo podrá servir de guía para rastrear la
literatura peruana. En el presente siglo nuestra literatura ameri­
cana, como usted habrá observado, se reduce a algunos individua­
lidades eminentes. La revolución que nos ha atormentado sin des­
canso, ha hecho guerra tenaz a todo lo tradicional, que no estaba
muy bien asentado siempre; de lo que ha resultado no determinar­
se bien nuestro carácter nacional, y no tener literatura que de este
carácter pueda preciarse. Por esto no tenemos poesía dramática en
América: líricos infinitos, algunos de primer orden, los más, detes­
tables, unos sin filiación bien definida, otros imitadores de modelos
falsos y exóticos. En México dos o tres historiadores eminentes;
en Chile bastante investigación histórica, muchos historiógrafos,
pero emancipados de la elegancia y la poesía, que, como dijo bien
Macaulay, es uno de los componentes de la historia misma. Yo
creo que la historia de la literatura americana no admite encade­
namiento filosófico ni clasificaciones de escuelas nativas; parte
de ella se ha de referir a la historia peninsular, como brote y
apéndice suyo ultramarino; y parte se reduce a la historia de al­
gunos hombres eminentes y originales. Ni sería bien que usted
gastase tiempo en esclarecer esterilidades que no merecen estudio.
Baste que usted tome los nombres culminantes corno centros de
investigación biográfica y crítica, echando una rapidísima ojeada,
como guía de transición de una cosa a otra, a las partes desiertas
o lagunas de nuestro mapa literario. En suma, así como usted no
ha escrito la historia de la herejía en España, sino de los hetero­
doxos, así concibo que aquí no hay más historia literaria que la
de nuestros escritores y poetas; y este sistema de exposición, que
parece quitar importancia a la materia en el aspecto nacional, se
94 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

lo da en lo literario, haciéndole fácil de tratar agradablemente,


porque nada hay que comunique a un relato tan hondo interés
como la individualización. Homo sum. Posible es que hasta cierto
punto yo esté engañado, y que escritores que vistos de cerca y
sin relación con otros términos de juicio, parecen entre sí del todo
diferentes, a distancia presenten semejanzas de familia que permi­
tan clasificarlos. Aún así, creo en general que hay aquí más rei­
nados que escuelas literarias.
Pero a mí no me toca sino comunicar a usted noticias, para
que usted las aproveche del modo que a usted le plazca, y que
será el mejor. Principiaré por formar un apuntamiento a manera de
derrotero bibliográfico, y usted viéndole me dirá: Necesito tal libro,
datos sobre tal escritor, sobre tal suceso, etc. Así procederemos en
orden y con fruto. La H istoria de Vergara está plagada de errores.
En la obra de Ticknor las notas ilustran el texto con curiosas
noticias, sin que por eso pueda decirse que interrumpen la expo­
sición. Cuando el lector quiere hacer en aparte o en voz baja una
pregunta, digámosle así, al autor, no tiene que hacer sino bajar
la vista y consultar la nota. Así todo queda en su lugar, pero con
la debida distinción de pisos. Con todo, reconozco que la forma
de la edición de Escritores C astellan os es muy cómoda, por las
razones que usted apunta, y que con ella no cuadrarían notas tan
largas como las del historiador americano. Resérvense enhorabue­
na para una serie de tomitos suplementarios las menudencias bi­
bliográficas y controversias eruditas; pero no falten en el cuerpo
de la obra, aunque en notas brevísimas, ciertos datos bibliográfi­
cos y cronológicos capitales. Bueno será un término medio entre
discurso a la francesa y fárrago de erudición germánica. Usted
con rara fortuna sabe realizar este temperamento.
El plan es vastísimo, quizás demasiado vasto. La introducción,
que ha de abrazar las literaturas que se desenvolvieron en la pe­
nínsula antes de la castellana, ha de ser, a mi juicio, muy rápida;
y la literatura portuguese y catalana vendrían mejor como parte
segunda de la historia, que como ramas de la exposición, Yo pre­
guntaré a usted ante todo el concepto en que ha de estribar la
unidad de la obra. ¿El de territorialidad? Paréceme algo material,
y excluye la literatura americana separándola de la española.
Océano dissociabili. ¿El de la unidad de lenguaje, libri unius? En
este caso, la literatura española se identifica con la castellana; lo
semítico queda excluido; allégase a ella lo latino, por su valor
genealógico o colateral, pero siempre con carácter accesorio; y
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 95

el asunto principal y dominante será la lengua castellana, en su


progresivo desenvolvimiento, florescencia y conquistas lejanas.
¿Quién no ve que el lemosín con el francés, y el castellano con
el toscano, tienen más estrecho parentesco que el lemosín con el
castellano? No sé si será del todo propio apellidar literatura espa­
ñola, en singular, a las diversas literaturas de la península ibérica.
No son éstas, objeciones al plan que usted se ha propuesto,
sino deseos de que la literatura castellana merezca principalmen­
te la atención del hombre llamado a escribir su historia.
Respecto a su B ibliografía d e traductores o H istoria d el hum a­
nism o españ ol, me atrevo también a proponer a usted algunas ob­
servaciones, dictadas por el interés que me inspira una obra tan
en consonancia con mis estudios predilectos, y por el natural de­
seo de que empiece a ver la luz pública. Las muestras publicadas
(Traductores d e H om ero y d e V irgilio, dejando aparte el H oracio
en España, que no es muestra, sino obra completa en sí misma),
por mí leídas con deleite y atentamente estudiadas, tienen para el
público en general un inconveniente, y es que la unidad de la
composición no se siente bien; la agrupación de partes parace
convencional. ¿Y esto por qué? Porque no están subordinados los
efectos a sus causas históricas, ni los hijos a sus padres, quiero
decir, las obras a sus autores; sino los traductores al autor que
interpretan, auncuando los nombres de los intérpretes suelen reñir
unos contra otros. De aquí se sigue que el nombre de cada tra­
ductor habrá de repetirse tantas veces cuanto sean los autores que
vertió de deliberado propósito y ocasionalmente; y que en vez de
una crítica general relativa a cada traductor, comprobada con
ejemplos diversos, habrá juicios dispersos y repetidos. Usted ha
indicado que este defecto se corregirá con índices varios y com­
pletos; no basta; el orden fundamental debe estar en la obra, y
no en los índices, y si la clasificación primordial es biográfica, la
obra entera debe tener forma de índice, debe ser un diccionario.
Yo ordenaría en esta forma los materiales que usted ha reu­
nido. Irían mezclados y dispuestos por orden alfabético los ape­
llidos de autores y traductores. Los artículos relativos a autores
serían breves, como los de Bouillet, y terminarían, a modo de refe­
rencia, con la lista de los traductores del autor respectivo. Bajo el
nombre de cada traductor pondría noticias biográficas y críticas,
y el estudio de todas sus traducciones, con muestras más o menos
extensas. Así cada artículo tendría en sí mismo perfecta unidad,
y se excusarían los índices, riéndolo la obra de sí propia. Las ob-
96 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

servcrcion.es generales podrían ponerse en forma de introducción;


y el Diccionario publicarse por tomos, como han salido varias obras
de esta clase en Alemania, y como saldrá probablemente el in­
comparable D iccionario castellano de mi amigo y paisano Cuervo.
Estimulado por la benevolencia y amistad de nuestro compa­
ñero el señor Catalina, y con la colaboración de algunos amigos,
me he propuesto ordenar una edición de todas las obras de Bello,
que ha de formar parte de la colección de Escritores Castellanos,
con estudios preliminares y notas que le den algún vedar sobre
otras ediciones incompletas. Mi estudio sobre las P oesías (que con
haber merecido la aprobación y aplauso de usted nada más tiene
que desear), sólo se refiere a la parte lírica, y y a habrá ocasión
de juzgar a don Andrés Bello en otros aspectos literarios y cientí­
ficos. Acabo de enviar originales para el D erecho Internacional,
anotado a d h oc por Martínez Silva, y luego irán O púsculos Filo­
lógicos, G ram ática, F ilosofía, etc. Yo querría que usted favoreciese
esta colección (que bien puede también llamarse suya, como que
en ella se prepara usted a publicar su gran historia literaria) con
una introducción, para la bellísima traducción del O rlando en a­
m orado, que pienso debe ir aumentada con algunas poesías que
no se incluyeron en el tomo publicado. Si usted conviene mi ello,
vaya preparando el prólogo.
Rufino Gutiérrez, estimabilísimo joven católico, hijo del poeta
Gutiérrez González, empieza a remitir y seguirá remitiendo a usted
El C onservador, periódico político de que es editor propietario, y
me encarga niegue a usted reciba con indulgencia este recuerdo
que hace de usted uno de sus admiradores. Como por una carta
de Holguin a mi hermana ya sabía yo que usted había formado
favorable concepto de Gutiérrez González, no tuve por indiscreto
anunciar a Rufino al juicio que usted, por el final de su carta últi­
ma, promete enviar sobre aquel poeta montañés (antioqueño). Si
usted quisiere consignar ese juicio, aunque sea en breves líneas,
en forma que pueda ver la luz pública, dará usted un placer in­
menso a esta meritísima familia, arruinada y perseguida por su
amor a los buenos principios, y

los manes del poeta


palpitarán de ternura.

Como suelo escribir anónimo, indicaré a usted algunos de mis


artículos de El C onservador y otros periódicos. Reconocerá usted
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 97

desde luego como de un buen amigo suyo lo que he trazado a


vuela pluma para defenderlo a usied de apreciaciones malignas de
un Marcelo de Madrid, corresponsal del Diario de Cundinam arca
de esta ciudad í1). Como es probable que al ver mi artículo el
mismo Marcelo vuelva a la carga, yo quiero estar apercibido y
pertrechado, y así le ruego me envíe las publicaciones que ilustren
la materia, exceptuando La Unión y Siglo Futuro, que aquí llegan
y yo leo.
En todas las luchas y debates que usted ha sostenido he tenido
y tengo la satisfacción y la dicha de estar enteramente conforme
con usted. Si la amistad y profundo afecto que le profeso me auto­
rizan a usar de esta franqueza, añadiré que he sentido hallar en
sus discusiones con católicos y eclesiásticos algunas palabras con
cierto sabor de enojo o de burla. Me complazco en reconocer que
usted fue el provocado; pero aun así le hubiera yo querido a usted
menos orgulloso y más tranquilo en sus contestaciones. También
reconozco que para el grado de acrimonia a que han llegado allá
las polémicas entre católicos en el terreno político, principiando
por ciertos periódicos carlistas, y sin exceptuar algunos boletines
eclesiásticos, todo con escándalo de la cristiandad y con inmenso
dolor de los que amamos a España; en comparación con todo eso,
la controversia de usted con esos reverendos padres es un modelo
de moderación, así por la materia como por el lenguaje. Esta y
otras consideraciones le excusan a usted, pero no a su carta al
padre Fonseca; porque todos los escritos de usted, aunque ahora
se publiquen en periódicos, han de vivir en libros. Por eso quiero
yo que todo lo que salga de su pluma de usted esté a la altura
de su gloria, que no es suya toda, sino de la Iglesia, de su patria
y nuéstra. Dios es paciente porque es eterno; de esa serenidad di­
vina deben participar los inmortales. No imagine usted que tengo
la audacia de echarle un sermón; lo que deseo es mostrarle el
interés que inspira cuanto usted piensa y escribe.
Sobre la teoría del conocimiento publiqué yo hace algunos
años fragmentos de un trabajo original, fruto de larga meditación.
He tenido ahora tentaciones de anudarlo y concluirlo con motivo
de las cuestiones filosóficas que ustedes han renovado. Pero ¡ay
amigo mío! llega un día en que se acabó el tiempo.
En el R epertorio verá usted reimpresas sus adiciones a Hora-

( 1) Publicáronse estos artículos bajo el titulo de Mcnéndes Pelayo y la ciencia es­


pañola en El Conservador del 21 y 28 de octubre de 1882.
98 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

ció. He saboreado su discretísima advertencia al H oracio b arcelo­


n és. Ha puesto usted en su punto el mérito de Burgos.
Con los elogios gue usted ha dedicado a Rafael Pombo, este
amigo se ha dado con grande empeño a traducir nuevas odas.
En algunos pasajes ha estado muy feliz; pero no es ésta, a mi
juicio, la cuerda de este insigne poeta, cuyo talento y hábitos lite­
rarios están más en consonancia con el moderno romanticismo
que con la poesía clásica. De todos modos, le hemos dado y nos
hemos dado el parabién, porque ha tomado al trato de las musas,
dejando a un lado cierto debate arquitectónico con que se estaba
volviendo y nos estábamos volviendo locos. A usted se debe este
fervorín.
Mi hermana, yo, todos los de esta casa le estamos a usted
agradecidísimos por las atenciones que de usted ha recibido Hol-
guín. En todas sus cartas habla de usted con grande afecto y
admiración.
Me pide usted mis poesías. La colección de 1866, un cuader-
nito, se agotó. Otra menos mala publiqué en 1871, con el título
de H oras d e am or. Creo habérsela enviado a usted. Hay muchas
en periódicos y más inéditas. Escogiéndolas podría formarse un
tomo, si hay quien quiera apadrinarlas y publicarlas. Con las tra­
ducciones de los poetas clásicos (Flos Poetarum) podría hacerse un
tomo para la biblioteca de arte y letras.
En su próxima carta no me dirá usted que ha estaco conciso
ni poco franco éste su más adicto amigo,
M. A. Caro.

Del tomo 39 de los H eterodoxos he visto las muestras que dan


los periódicos. ¡Magníficas!

*
* *

Bogotá, diciembre 30 de 1882.


Señor don M. Menéndez Pelayo.
Estimadísimo amigo y compañero:
El l 9 del mes pasado escribií a usted una larga carta, y por
lo que recuerdo, no poco impertinente. Confío en que en todo caso
la sinceridad de mi lenguaje le persuadirá del afecto profundo y
cada vez más entrañable que le profeso.
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 99

He leído el tomo III de los H eterodoxos, lo estoy volviendo a


leer, y cuantas veces lo cojo se me pasan las horas sin soltarlo
de las manos. Todo en él me ha gustado, en el fondo y en la forma,
como ahora se dice; y mucho es también lo que en él he aprendido.
Vi con gran satisfacción la cita que usted hizo de mi padre en
una nota. Yo también publiqué por los años de 1868 una refutación
de Bentham, en que hay algunas indicaciones originales a vueltas
de una exposición desigual y poco firme, con filosofía racional y
tradicioncdista mal concertadas. Yo leía entonces autores franceses,
y seguía principalmente a Jouffroy. No le he enviado a usted este
ensayo de estudiante, porque lo he creído indigno de su atención.
Otro ejemplar de dicho tomo III he llevado a mi madre, que
es grande admiradora de usted, y no sabré decirle a usted cuánto
le ha interesado su lectura; a mí me llama la atención sobre puntos
en que no me había fijado, y a cuantos la visitan les habla de
usted, y les enseña pasajes de su libro. Algunos capítulos le han
hecho recordar las tragedias de Voltaire y otras que en la primera
Colombia se representaban con grande entusiasmo, y los nombres
de autores impíos que andaban en boca de los mozalbetes des­
creídos de aquellos tiempos. Esta obra es una demostración de que
las malas ideas que tanto nos han corrompido, no nos vinieron
directamente de Francia, sino ya nacionalizadas en España, y que
la historia de nuestras ideas filosóficas y de nuestras opiniones
religiosas ha sido hasta muy avanzado el siglo, continuación del
movimiento intelectual de la Península.
La influencia que tuvo la expulsión de los jesuítas en la eman­
cipación de América, es un punto muy importante, sobre el cual
llamé ya la atención de paso en un prólogo a la nueva edición
de la H istoria de Piedrahita. Aquel acto público y ruidosísimo de
atroz injusticia minó el poder real. La pérdida de las Indias fue
el castigo del regalismo, y es bueno que esto se entienda bien en
España.
De las cosas de América habla usted con bastante propiedad,
siguiendo principalmente a Roa Bárcena, aunque con demasiada
concisión. Cuando se trate de asuntos americanos conviene ir con
tiento, para no incurrir en injusticias comprendiendo en un solo
haz a todos los hombres de nuestra independencia. Duele hallar
en obras ortodoxas errores tan garrafales e injuriosos como en el
que incurrió don Vicente de la Fuente en su H istoria d e la franc­
m asonería, poniendo con mucho desprecio a Bolívar entre los ma­
sones y propagadores de logias. El no habet querido jamás ser
100 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

masón es uno de los rasgos que enaltecen al Libertador y que más


odioso le han hecho a los liberales. De las logias salió el proyecto
de conspiración contra su vida en 1828, y en aquel mismo año en
uso de facultades extraordinarias, prohibió las sociedades secretas
bajo graves penas.
Le envío un número del D iario d e Cundinam arca en que un
gozque ha empezado a ladrarle a usted. Yo me he propuesto no
dejar sin contestación ataques semejantes, aunque por otra parte
sean bien despreciables. Le incluyo los dos primeros artículos que
han salido bastante desaliñados e incorrectos, porque tuve que es­
cribirlos estando enfermo, y no pude revisarlos. En otro rebatiré
los cargos que le han hecho a usted directamente, y espero que
de esta parte no quedará usted descontento.
No he logrado ver la segunda carta de usted en la polémica
con el Padre Fonseca. Le ruego a usted que no me deje a oscuras
de estas cosas, porque puedo necesitarlas. En el tomo III de los
H eterodoxos he visto los elogios que usted tributa a los filósofos
escolásticos desde el Padre Alvarada hasta Pidal y Mon; y esto
demuestra la injusticia con que han dicho algunos que usted se ha
ocupado hace diez años en hacer guerra a la escolástica, etc.
Tengo un libro ms. importantísimo para la historia de nuestras
letras intitulado: El nuevo Luciano d e Quito, o Despertador de in­
genios quiteños en nueve conversaciones. . . Por el doctor D. Javier
de Cía Apestegui, año de 1779. No he tenido ocasión de averiguar
si esta obra se ha impreso alguna vez, o si es conocida en copias
manuscritas. Infórmeme usted sobre esto.
Le desea a usted feliz año nuevo su más apasionado amigo.

M. A. Caro,

Deseo saber a quién debemos Cuervo y yo la recomendación


honrosísima que se hace de nuestra G ram ática latin a en un infor­
me académico sobre la de Lomas, publicado a nombre de la Aca­
demia.
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 101

TARJETA POSTAL

Madrid, enero de 1883.


Señor M. A. Caro.
Mi querido amigo:
Recibidos carta del P de noviembre, y dos libros: L averde y
San M iguel. Contestaré pronto y largo. No tengo el Medina Lite­
ratura C olonial de C hile, que usted me anunciaba.
Suyo siempre verdadero amigo,
M. Menéndez.
*
# *

Bogotá, enero 31 de 1883


Señor don M. Menéndez Pelayo.
Mi muy querido amigo y compañero:
Estoy escribiendo una nota biográfica de mi bisabuelo don
Francisco Javier Caro, e irá por otro correo, con el complemento
de los papeles que hasta ahora se han copiado y que hallará us­
ted adjuntos.
Todo esto hubiera tenido su lugar propio en los P oetas líricos
d el siglo XVIII, d el señ or Cueto. Vaya usted deletreando a ratos
perdidos lo que acompaño. Cuando vaya lo demás usted podrá
hacer, de todo o de parte, el uso que quiera. Los trozos que huelen
a culantrillo, como decía el desenfadado andaluz, deben quedar
inéditos.
a) Es una riña con don Manuel del Socorro Rodríguez, sobre
el cual enviaré también noticias.
b) Versos de un poetastro de apellido García, si no yerro, y
creo que son los que dieron margen a las saladísimas décimas
Para dar días o n oches, publicadas en la H istoria d e la Literatura
por Vergara.
El título inquisitorial va para que usted vea que de casta le
viene al galgo.
Sobre la palabra de usted admití por buena la crítica de A. de
Castro, que no conozco, sobre el autor de la Epístola M oral, y así
lo dije en el prólogo de la O rtología. Ahora me escribe Cuervo de
102 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

París, y me transcribe estas palabras de carta de Morel-Fatio: "Me


olvidé de contestar a usted a propósito de la Epístola Moral. En
esto he cometido en cierto escrito una ligereza imperdonable; pero
ya sabe usted que es uno de los muchos defectos de nosotros los
franceses jurar in verba magistri. El m agister no es otro que Me-
néndez Pelayo, y aunque él es grande autoridad en toda cuestión
literaria española, creo que en este punto ha admitido más fácil­
mente de lo justo como cosa probada la demostración, tal vez, y
casi seguramente, harto débil del señor Castro", etc.
Desearía saber si usted se ratifica.
Aunque no me escriba, no me olvide, y créame su más adicto
amigo,
M. A. Caro.
*
*

Señor don Miguel Antonio Caro (' ).


Mi estimado amigo y compañero:
Mucho placer recibí con su carta del 1“ de noviembre. Por una
tarjeta postal mía habrá usted visto que también llegaron a mis
manos los libros que últimamente me envió. Tampoco se ha per­
dido ninguno de los anteriores.
Supongo que ya habrán llegado a Bogotá algunos ejemplares
del tercer tomo de mis H erejes. Hoy envío por correo un ejemplar
de la nueva edición de mis versos (casi enteramente nueva como
usted verá), que ha hecho en su colección el amigo Catalina, y
ha encabezado con un prólogo discreto y amenísimo corno suyo,
don Juan Valero. Me agradaría que diese usted a conocer este
libro en América.
No sé si he dicho a usted que recibí el H om enaje a Bello donde
está la esmerada bibliografía que usted hizo. También he notado
que el artículo sobre la poesía descriptiva y las Silvas am ericanas,
que es, a mi entender, uno de los mejores trozos críticos que se han
escrito en estos últimos tiempos, está mucho más completo que en
la primera edición.
No ceso de reunir materiales y madurar ideas para la futura
historia de nuestras letras. Servirá de introducción la historia de

(') Esta carta no tiene fecha, pero por la respuesta del señor Caro (12 de Junio),
puede presumirse que es de los primeros meses de 1883.
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 103

las ideas estéticas entre nosotros, cuyo primer tomo (.Antigüedad


Y Edad M edia) tengo ya muy adelantado. Cuando la historia de
la literatura llegue, reclamo el auxilio de usted para la parte ame­
ricana. Para orientarme, empezaré por consultar las bibliografías
regionales. De México puedo consultar aquí a Beristcdn (¿cuándo
nos darán una reimpresión?) y tengo algunos libros de Icazbalceta
y la R eseñ a de Agüeros. He recibido la Bibliografía colombiana
del señor Laverde, con las notas de usted sub sigillo secreti, pero
no tengo la H istoria de Vergara, a quien veo que todos se refieren
para el período anterior a la independencia. Del Ecuador nada ten­
go, pero escribiré a Mera, que me ha remitido algunas obrillas
suyas. No se olvide usted de enviarme la prometida H istoria d e la
contener material abundante y aquí desconocido. Del D iccionario
literatura chilen a de Medina, que, a juzgar por su volumen, debe
Peruano, de Mendiburu, debe haber ejemplares en estas bibliote­
cas, y a su tiempo procuraré verle, aunque debe tener poco de
literario.
No deje de formar el prometido índice o nota bibliográfica de
escritores y libros notables. Como ya tengo bastantes obras ameri­
canas, me será fácil indicar los datos que me faltan y pueden
interesarme.
Reconozco la fuerza de los reparos que usted pone a mi plan
de historia literaria. Con todo eso, y visto el sesgo que estos estu­
dios llevan entre nosotros, creo que conviene hacer la historia
amplia y comprensiva lo más que se pueda, y no limitamos a la
parte castellana. El concepto de nacionalidad literaria es, si yo no
me equivoco, muy complejo, y debe resultar de la combinación del
elemento geográfico, del elemento etnográfico, quiero decir, de
raza y lengua, y de otro elemento más íntimo y recóndito, que con­
siste, a mi ver, en aquellos principios capitales de la civilización
española (peninsular y americana) y en aquellas cualidades na­
tivas del ingenio español, y tradiciones artísticas, cuyo influjo se
siente en nuestros autores, aun separados por largas distancias de
siglos y de regiones, o por accidentales diferencias de lengua.
Creo como usted que la historia de la literatura española pro­
piamente dicha no nace sino con las lenguas romances (castella­
nas, catalana, gallego-portuguesa), pero creo también que sería ha­
cer una historia acéfala como la de Ticknor, y dejar sin explica­
ción muchos hechos, no dar idea, aunque sea en forma de intro­
ducción (que forzosamente ha de ser extensa), del desarrollo de
104 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

la literatura latina y de las dos semíticas en la península, y sobre


todo de los elementos que trajeron a la literatura vulgar.
Deben ustedes continuar la edición de Bello, y yo por mi par­
te se lo he encarecido a Catalina. Quedo muy honrado con hacer
el prólogo del O rlando, al cual podrían añadirse, para completar
las obras poéticas de su autor, los versos que publicó Amunáte-
gui en su última biografía, los fragmentos del S ardan ápalo de
Byron, que deben de andar perdidos en algún periódico de Chile,
y el Rudens, de Plauto, si pudiera encontrarse.
Yo procuraré en la introducción compendiar el resultado de
las últimas investigaciones sobre la epopeya caballeresca en Italia
y sobre los orígenes del poema de Boyardo.
Muchas veces he tenido pensamiento de escribir sobre las poe­
sías de Gutiérrez González, y cuento realizarlo, aunque hasta aho­
ra me lo han impedido otras ocupaciones. Gutiérrez González es, a
mi entender, uno de los poetas más americanos que han existido,
y al mismo tiempo uno de los de más sincera inspiración lírica.
Poco de falso, poco de artificial encuentro en él, y aun esto lo
debe a la imitación romántica y zorrillesca. En lo que pone de su
alma es delicado, íntimo y ferviente, lleno de gracia y de bondad
nativa. Pero todavía más que como poeta de sentimiento, me agra­
da como poeta descriptivo y geórgico, de una especie propia y
peculiar suya. Nada parece sacado de los libros, todo de la rea­
lidad vida. Tiene el sentimiento profundo del trabajo humano, que
todo lo ennoblece; y hasta los pormenores más prosaicos se idea­
lizan y magnifican al pasar por su mano. Hay cierto alarde de
simplicidad y rusticidad en todo, pero rara vez llega a ser afectado.
Yo soy muy amigo de los provincionalismos, y si acepto los de mi
tierra, y los aplaudo en Pereda, tampoco puedo rechazar los de
Antioquia, aunque me parece que Gutiérrez abusa de ellos a las
veces. En suma, el poema sobre e l m aíz, me parece de un género
desusado pero admirable y laudable: poesía sana, primitiva y
agreste, llena de frescura y de impresión directa de lo exterior,
percibida y mejorada por una alma íntegra y buena. ¡Dios nos dé
tales poetas, que siempre serán aves raras, así en América como
en España!
Y ahora (pasando a otra materia menos agradable), tengo que
dar a usted infinitas gracias por la generosa campaña que en
favor mío está haciendo, y de la cual me entero por los números
del Conservador, que recibo y leo con vivo interés. Téngame usted
al corriente de todo.
MENENDEZ Y FELAYO EN COLOMBIA 105

Navarro me ha encargado que proponga a usted el encargarse


para su B iblioteca C lásica de la traducción de algún poeta latino,
no traducido, o traducido mal antes de ahora. El preferiría las
obras mayores de Ovidio: M etam oiioseos, Fastos, Tristes y Ponto.
El mismo editor desea dar a luz todo Byron y que le traduzca
nuestro Pombo. Me alegraría que esto sirviese de estímulo para
decidir a usted y a él a dar una vuelta por España.
Se despide hasta el próximo correo su afectísimo y verdadero
amigo y compañero,
M. M enéndez P elayo.

* *

Bogotá, abril 6 de 1883.


Señor don M. Menéndez Pelayo.
Mi querido amigo:
En uno de los pueblos de esta Sabana, a donde fui a respirar
unos días el aire puro del campo, recibí su tarjeta postal de enero
en que usted me avisa que llegaron oportunamente dos de los
libros que le he enviado: San M iguel y L averde. Allí no estuve del
todo ocioso para las musas: les pedí inspiración, y escribí una O da
a la Pam pa, que he enviado con dedicatoria al señor Rubio y
Lluch í1), en correspondencia al afecto de este distinguidísimo jo­
ven, amigo y condiscípulo de usted, y una larga epístola (más de
300 versos) al autor de los H eterodoxos, a quien la enviaré por
otro correo (2).
Acabo de recibir, con otros ejemplares que pedí de obras de
usted, el que me ha destinado de sus odas, epístolas y tragedias.
Gracias en primer lugar por la hermosísima dedicatoria. La edi­
ción me gusta por todos lados, y celebro en el alma que en la
misma forma se sigan publicando todas sus obras; así volveré a
leer las que ya conozco, am ans m em inisse, y aprenderé no poco
en las que de usted aguardamos sus numerosos y apasionados lee-

( ’ ) D o n A n to n io R u b ió y L lu c h (1 8 5 3 -1 9 3 7 ), h u m a n i s t a c a t a lá n c o n o c e d o r p r o ­
f u n d o d e n u e s t r a l i t e r a t u r a y g r a n d e a m ig o d e C o lo m b ia , c u y a r e p r e s e n ta c ió n c o n ­
s u l a r t u v o p o r v a r i o s a ñ o s . D o n A n t o n i o , lo m i s m o q u e s u p a d r e , o l i n s i g n e p o e t a
y r e s t a u r a d o r d e l a s l e t r a s c a t a l a n a s , d o n J o a q u í n U u h ló y O r s , m a n t u v o c o r r e s p o n ­
d e n c i a a m i s t o s a y l i t e r a r i a c o n e l s e ñ o r C a r o , a c u y a Im m m m e m o r i a d e d i c ó m i l i b r o
Entudion tiinpanoamertoanoii, e n g r a n p a r t o c o n s a g r a d o s a é l.
( “ ) A m b a s p o e s í a s s e h a l l a n r e p r o d u c i d a s e n l a s Obran compltian d e l s e ñ o r C a r o .
106 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

tores, De las poesías sólo L a G alern a y uno o dos sonetos me fal­


taban; las demás las había visto en la colección anterior, y en
números y almanaques de L a Ilustración E spañola. He vuelto a
saborearlas, tomando notas, y pienso publicar sobre ellas un ar­
tículo. El retrato difiere de otros anteriores. Si usted quiere sacarme
de dudas respecto de su fisonomía enviándome una buena fotogra­
fía, se lo agradeceré. ¿Y cómo no he de dudar, cuando la letra del
facsímile, dibujada y diminuta, no es aquella que el d elg ad o p a p el
rasg a de las cartas?
El prólogo de Valero, como todo lo que sale de su pluma, ame­
no, elegante, erudito, con sus puntas de volterianismo que hiela.
Es un escritor que encanta pero no ed ifica. La defensa literaria que
hace de las poesías de usted es muy buena y muy justa; ¿pero
cómo dejó usted correr dos páginas en que hablando de acentos
y cuantidad prosódica, me ha dado, y debe haberle dado al pro­
loguista de Coll y Vehí, más patadas que las ciento que él recibió
del corcel del exterminio? Y así como él ha borrado de sus ejem­
plares esos cuatro versos, yo en cambio arranco del mío esas
cuatro hojas del prólogo y, cual otro Gil Blas, las hago muchas
trizas (J).
Saludo amistosamente al señor Catalina, y yo me despido de
usted con el mayor afecto.
M. A. Caro.

No me ha dicho usted si tiene el N uevo Luciano de Quito. Creo


que le convendría tomar nota de esta obra para su H istoria d e las
id ea s estéticas.
Fajados y rotulados, no alcanzaron a ir por este correo, pero
irán por el próximo, los tres tomos de Medina, Literatura C olonial
d e C hile.
*

i1) Alusión a una crítica humorística que hace don Juan Valera de los siguien­
tes versos de Menéndez Pelayo, en la Elegía a la muerte de u n amigo:

La fiebre, que sus huesos,


cual indómito mostruo, contundía;
el rápido corcel del exterminio
volando por su sangre generosa;...

El prologuista de Coll y Vehl (Diálogos literarios), es el propio señor Menéndez


\ Pelayo.
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 107

Bogotá, abril 30 de 1883.


Señor don M. Menéndez Pelayo.
Madrid.
Mi querido amigo:
Esta carta será puramente bibliográfica, por faltarme tiempo
para extenderla al tenor de mis deseos, que son conversar larga­
mente con usted.
Entre otros libros le he enviado a usted últimamente, certifi­
cados, la Literatura C olonial d e C hile, por Medina, tomos l 9 y 39
(el 2° irá por el próximo correo), las poesías del guatemalteco Iri-
sarri, y un cuaderno del C atholic W orld, que contiene un artículo
sobre teorías estéticas.
Veo por sus A puntes adicion ales a H oracio en España, que no
llegó a sus manos la muestra que publiqué en el R epertorio, de
mi traducción de las Epístolas. La incluyo. Estoy revisando ese
trabajo para hacerlo poner en limpio y remitírselo a don Luis Na­
varro, a quien se lo he prometido para un tomo de la B iblioteca
que publica.
Al recibo de ésta, ya nuestro amigo don Mariano Catalina le
habrá presentado a usted en mi nombre la consabida epístola.
Si hay algo que no le guste, bórrelo usted y doilo por no escrito.
Los regalos han de quedar, hasta donde sea posible, a gusto de la
persona a quien se dirigen:
N ec prave íactis decorari versibus opto.
En los A nales de instrucción pú blica, de esta ciudad, se inser­
tará el trabajo de usted sobre traductores de Homero; en seguida
irá el juicio de Bello sobre la llía d a de Hermosilla, que inconcluso
publicó Amunátegui; y por último un estudio mío sobre el mismo
asunto (1).
Supongo que Amunátegui le habrá enviado a usted las traduc­
ciones poéticas por Bello, que ha publicado en Los Lunes. Ahí ha­
brá visto usted un estilo de versos blancos más natural, más se­
reno, y no menos gallardo... iba a decir que el de Moratín, si
usted me lo perdona.
Y con esta cuasi blasfemia se despide de usted amigo de
corazón,
M. A. Caro.
(') ffi estudio del señor Caro se refiere al compendio hecho por don Snriqua
Alvarez Bonilla del Arte de hablar en prosa y veno por Gómez Hennoallla, y a# pu­
blicó, con los de Menéndez Pelayo y Bello, en la entrega de septiembre de 1M3.
108 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

Bogotá, junio 12 de 1883.


Señor don M. Menéndez Pelayo.
Mi muy querido amigo:
Tuve el gusto de recibir la grata última de usted (sin fecha),
por la cual he quedado mejor enterado del vasto plan de su His­
toria d e la literatura, y deseosísimo de ver la de las ideas estéticas,
que ya se anuncia en prensa. Entre otras publicaciones le tengo
remitidas la obra de Medina (tres tomos), y la de Vergara, que,
sin necesidad de que yo se lo advierta, verá usted que es poco
segura, pero es lo único que tenemos en su clase.
Me doy los parabienes, y a usted, en lo que me toca, un mi­
llón de gracias, por la ayuda que va a prestamos para continuar
la publicación de las obras de Bello. Ya usted habrá visto el tomo
de poesías recientemente impreso en Santiago; allí está el Orlando.
Celebraré que nuestro gran amigo Catalina dé sin demora a las
cajas el texto de este poema, y usted se siente a escribir el prome­
tido prólogo. No apruebo la idea de usted de añadir las otras poe­
sías rezagadas, porque éstas, como usted echará de ver, son tantas,
que pueden bien formar otro tontito, para el cucd ofrezco como in­
troducción un estudio sobre el lenguaje poético y versificación de
Bello, estudio que contiene una ojeada a la historia de nuestro
verso heroico. Incluyo el prólogo que sacó la edición de 1862. Con­
vendría dar una idea somera del contenido de los libros que Bello
no tradujo.
Mi discusión con el D iario de C undinam arca se cortó de un
modo muy singular. Mi contendiente dijo que cedía la palabra al
belga M. Laurent, y empezó a transcribir un artículo de este autor
sobre la Inquisición, y por cierto que escogido con torpeza, porque
en él, aunque desde un punto de vista protestante, se sustenta que
la Inquisición fue un tribunal eminentemente eclesiástico, y que el
Santo Oficio en España no fue una aberración peninsular sino ins­
titución católica. Yo había salido por entonces al campo, y aguardé
a que se concluyera aquella reproducción; pasaron semanas y
meses, sin que apareciera en el diario la continuación esperada,
y creo que definitivamente aquello quedó trunco. No he creído
deber decir nada, mientras no vuelvan a tocar con usted. Yo había
consultado varias obras antiguas y curiosas, y acopiado datos.
Ni en Hefele, ni en otro alguno, ya sostenga su tesis, ya la con­
traria, como Ortí y Lara, he encontrado noticia precisa sobre las
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 109

sentencias de muerte emanadas de autoridad civil, que recaían so­


bre reos relajados. Prescott y otros describen los autos de fe di­
ciendo que los condenados a las llamas eran entregados al corre­
gidor de la ciudad, y que éste los llevaba a quemar, lo cual supone
que la mera relajación era en sí misma sentencia capital. Ultima­
mente, en el proceso de ,1a familia Carvajal, de Méjico, publicado
por Riva Palacio, he hallado la sentencia que copio. De otras seme­
jantes debe usted tener larga noticia, pero como nada de eso re­
cuerdo tampoco haber visto en los H eterodoxos, no omito acompa­
ñarle la sobredicha del corregidor López de Vibero, con la cita del
libro donde puede usted ver por extenso ese punto histórico.
Aunque jamás publico párrafos de cartas privadas, pues sé
cuán indiscreta es esta práctica de algunos, me he atrevido por
excepción a sacar a luz lo que usted me escribió sobre Gutiérrez
González, porque recordando lo que yo le había dicho a usted, y
vistos los términos de que usted ha usado, sobrentendí una autori­
zación ad hoc.
Holguín ha llegado con felicidad. Todos los amigos le han pe­
dido noticias de usted, y él las da muy largas y muy cariñosas.
Se despide de usted amigo de corazón,

M. A. Caro.

* *

Madrid, 25 de junio de 1883.


Señor don Miguel Antonio Caro.
Mi muy querido amigo:
¿Cómo podré agradecer a usted tantas y tan valiosas pruebas
de afecto, como le debo cada día y a las cuales sólo de un modo
tardío e incompleto correspondo? Recibí la hermosísima epístola
con que usted me ha honrado, idealizando con noble y generosa
imaginación mis esfuerzos y trabajos, que usted mira con ojos
benévolos y cegados por el cariño. Confieso a usted que no me
reconocí en la imagen que usted traza, pero reconocí y admiré el
primor y la destreza del artífice. Sobre todo, la segunda parte de
la epístola me pareció nutrida de verdadera poesía, e inspirada
por Iob más nobles afectos de patria y de raza. Son ustedes hispani
hispaniores, y buena falta hace que de esa España andina venga
110 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

algún soplo vital que nos refresque y vigorice el espíritu nacional,


harto apagado y marchito. La E pístola saldrá impresa en la ilus­
tración E spañola y A m ericana, que tanto circula en ambos mundos.
Ya creo haber escrito a usted que recibí también la brillantí­
sima defensa de La C iencia Española, o a lo menos una parte muy
considerable de ella, porque no parecía terminada. Al mismo
tiempo, mano desconocida me envió los números del Diario de
Cundinam arca, que contenía el ataque, que sin duda, quedó tam­
bién incompleto. Como deseo tener completa esta polémica, sobre
todo los artículos de usted, he de recorrer mis papeles (parte de
los cuales he enviado delante de mí a Santander), y decir a usted
cuántos y cuáles son los artículos que tengo, para restablecer al­
guno, si es que se ha quedado por el camino.
¿Que es del R epertorio C olom biano? ¿Ha muerto quizá? Sería
gran lástima. Hace dos o tres meses que no hia llegado a mis ma­
nos ningún número.
Del artículo de usted sobre mis versos no he visto todavía más
que el principio, que me obliga a nuevo agradecimiento, y me
despierta no poca codicia de lo restante í1).
Los libros y folletos que usted me anunciaba han llegado to­
dos, sin más excepción que e.1 tomo 29 de la Literatura C olonial de
Chile, por Medina, que espero en el próximo correo. La obra de
Medina me parece curiosísima y de no vulgar erudición. ¡Ojalá
hubiera una así en cada una de las repúblicas americanas! Se
facilitaría mucho mi trabajo. No conozco el libro de Vergara sobre
Nueva Granada, pero debe ser cosa corta.
Espero publicar este otoño la anunciada reimpresión o más
bien refundición de H oracio en España, que será obra enteramente
nueva, así en datos como en juicios y estilo. Allí daré cuenta de
la traducción de las Epístolas, que anhelo ver publicadas. También
las Sátiras merecían que usted las tratase mejor que Burgos.
¿Y por qué no me ha enviado usted nunca sus propias poe­
sías? Sé que hay en ellas traducciones, pero ignoro cuáles sean,
fuera de las contenidas en unos pliegos que me envió usted al
principio de nuestras relaciones literarias.
Supongo que a estas horas habrá usted recibido el ejemplar
que le envié de mi discurso de entrada en la Academia de His­
toria, con la contestación de don Aureliano Femández-Guerra.

O Publicóse en La Verdad del 21 de abril de 1883, y se reprodujo con Impor­


tantes ampliaciones en el Repertorio, de diciembre de ese año.
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 111

Amunátegui me ha enviado la edición chilena de Bello (los


tres tomos publicados) y los versos inéditos que luego ha dado a
conocer en Los Lunes. ¡Lástima que no consiga descifrar el manus­
crito de Rudens! Ya habrá usted notado que lo que supone frag­
mento de una leyenda inédita en octavas reales, no es otra cosa
que el principio de los N iebelungen, que sin duda se propuso tra­
ducir Bello.
Debe de ser obra curiosísima El N uevo Luciano d e Quito, de
que no tenemos en España ejemplar ni noticia alguna.
¿Tiene usted la nueva edición de los D iálogos de Coll y Vehí
con mi prólogo?
Me preguntaba usted en una carta anterior lo que pensaba del
cantor de la E pístola M oral. Desde luego, hay que rechazar la atri­
bución a Rioja, por falta de toda prueba. No hay una sola copia
antigua que lleve su nombre. Fue un antojo del padre Estala (don
Ramón Fernández) el atribuírsela, como lo había sido de Sedaño
el estamparla en el Parnaso Español a nombre del menor de los
Argensolas. Ni Sedaño ni Estala ni Quintana vieron códice alguno
que justificase tales atribuciones. Los dos últimos se dejaron llevar
sin duda por el sonsonete de F abio y de Itálica, naciendo así de
un error otro. Tres manuscritos conozco de la Epístola M oral: el
de la Bibliteca Nacional, que ha servido de texto a las ediciones
corrientes, es anónimo. El de la Biblioteca Colombina de Sevilla,
visto por Adolfo de Castro, y el de la Biblioteca de los Duques de
Gor en Granada, que él no vio, traen contestes el nombre de Fer­
nández de Andrada, y declaran además el personaje a quien la
Epístola fue dirigida: don Alonso Tello de Guzmán. Por consiguien­
te, y mientras no se presenten datos nuevos, hay que dejar cd
capitán Andrada en pacífica posesión de la Epístola, no por las
razones harto revesadas que expone Adolfo de Castro, sino por
la razón clarísima de atribuírsela dos manuscritos coetáneos, y no
contradecirlo ningún otro. Lo mismo que yo, opinan Aureliano Fer-
nández-Guerra y los demás amigos eruditos con quienes he con­
sultado el caso.
Creo haber acusado a usted el recibo de los papeles de su bis­
abuelo don Francisco Javier Caro, que ya utilizaré en tiempo opor­
tuno. Era muy fácil y donairoso versificador. Veo que han tenido
ustedes en su casa una verdadera dinastía literaria.
El día l9 de julio salgo para Santander, donde estaré tres me­
ses según costumbre. Allí me dirigirá usted sus cartas siempre
gratísimas.
112 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

Va imprimiéndose el primer tomo de la H istoria de la Estética


en España.
De usted siempre amigo verdadero,

M. M enéndez y P elayo.

Bogotá, julio 6 de 1883.


Señor don M. Menéndez y Pelayo.
Mi muy querido amigo y compañero:
He recibido los discursos leídos por usted y el señor Fernán-
dez-Guerra en la Academia de la Historia. Le agradezco la aten­
ción de haberme enviado un ejemplar. Ya sabe usted que no quie­
ro dejar de ver nada de cuanto usted publique, en cualquier forma
que sea. Felicito a usted por este nuevo triunfo académico. Nuestro
público saboreará ambas piezas en El C onservador, que las dará
in integrum. En otro periódico publiqué una noticia de la recepción
y extracto de los discursos. También salió en El C onservador el ar­
tículo sobre el último libro del señor don Aureliano; pero suprimí
ciertas líneas por usted escritas con excesivo mal humor.
Ya está impreso para los A n ales d e Instrucción p ú blica el ar­
tículo bibliográfico de usted, H erm osilla y su llíad a , y en seguida
saldrán el de Bello y el mío. Siento no estar de acuerdo con usted
respecto a la traducción de Hermosilla; o mejor pensado, me ale­
gro de ver que sólo en materias tan insignificantes me aparto de
las opiniones de usted. Cuidaré de que todas esas publicaciones
lleguen a sus manos.
Hace pocos día escribí a usted y también a nuestro buen ami­
go don Mariano Catalina. Les he dicho, y repito ahora, que cele­
braré se haga a la mayor brevedad otro tomo de Bello, con el
O rlando y la introducción que usted nos ha prometido formalmen­
te; añadí que no han de agregarse las otras poesías que quedan
fuera de la edición de Madrid, porque, como usted habrá visto, son
muchas, principiando por el poema El Proscrito, y juntas éstas po­
drán formar otro volumen, para el cual daré una introducción so­
bre el estilo poético y versificación de nuestro autor. Después se­
guiremos con los O púsculos filológicos, cuyos originales estoy or­
denando, y con las demás obras de Bello, ya que usted, que ha
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 113

aprobado este pensamiento, seguirá prestándonos su valiosísimo


concurso. Con que, manos a la obra, editor y prologuista, y éntre
en prensa el O rlando enam orado.
Veo que olvidé en mi anterior incluir el rótulo y prólogo de
la edición de 1862, que usted tal vez aún no habrá logrado ver.
Ahí van, junto con una nota de los lugares de Virgilio traducidos
o imitados en el O rlando, o hablando con más exactitud, en la
traducción de Bello, pues no he conseguido edición alguna, anti­
gua ni moderna, del original italiano. Tales referencias servirán
para poner en su punto la influencia de las fuentes clásicas en la
literatura caballeresca. Posible es que así como veo circunstancia­
das las reminiscencias de esa especie que se hallan en el Tasso,
no falte crítico que haya hecho lo mismo con Bemi y Boyardo, pero
como nada de esto he visto, le envío el resultado del examen he­
cho por mí mismo, para que usted verifique y aproveche lo que
puede servir o le dé carpetazo sin ningún escrúpulo.
Queda de usted amigo de corazón.
Ai. A. Caro.

Pasajes de la E neida imitados en el O rlando Enam orado; tra­


ducción de Bello í1).

Libro V erso Canto V erso 89


I 327-330 I 60
I 630 V 27
II 496 sg. X 62
III 425-8 V 82
IV 441 IV 7
V 458 X 16
VI 520-599 XII 49
IX 722 IV 30
IX 434-6 III 75
X 436-9 V 61
X 685-599 V 62
X 691-3 X 27
X 821-199 III 77, 78
X 898-902 III 75
XI 705-714 VI 27

( ') P r in c ip ia n d o n co n ta r d esd e Arma vlrumque.


114 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

Véase, sobre todo, el episodio del libro X de la Eneida, verso


636 y siguientes, donde Juno con su fantasma semejante a Eneas,
atrae engañado a Tumo, sálvale del combate y le mete en un
barco encantado. Todo este episodio está fielmente imitado en el
O rlando, Canto V, L a Barquilla, donde leemos que Gaudilordo,
fingido Gradaso, se lleva a Reinaldo engañándole y salvándole
por los mismos medios. Nótase que este pasaje virgiliano está
incrustado en un poema caballeresco sin que parezca exótico; por
donde se ve que la poesía fantástica tiene entronques no sólo
con fábulas como las ovidianas, sino con Virgilio y Homero. No
puedo dudar que los críticos que han tratado de la influencia de
la epopeya clásica en la poesía de la Edad Media, habrán parado
la atención en este ejemplo, que me parece muy digno de tomarse
en cuenta. Tu diveris.

M. A. Caro.

Rogerio José eran los nombres de pila del célebre jesuíta Bos-
cowich. La elegía latina, cuya traducción acompaño, está como ex
Bartolom eo Boscow icki, en el libro S electa Patrum Societatis lesu
Carm ina, única parte donde la he visto. ¿Hubo dos jesuítas ragu-
simos, hermanos tal vez, de apellido Boscowich? Ninguno de los
diccionarios biográficos que he consultado menciona a Bartolomé,
y he quedado dudando qué nombre ha de darse al autor de tal
elegía.

$ $
$

Bogotá, agosto 13 de 1883.


Acabo de recibir, mi querido amigo, su amabilísima carta del
25 de julio. Se va en este momento el correo y sólo tengo un mo­
mento para incluirle ese trozo de correspondencia que usted debe
ver. El 18 de este mes partirá Carlos Holguín. En esta fecha. Dios
mediante, le escribiré a usted largamente.

M iguel Antonio Caro.


(En una tarjeta de visita).

* *
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 115

Santander, 15 de agosto de 1883.

Señor don Miguel Antonio Caro.


Mi muy querido amigo y compañero:
Tengo a la vista dos muy gratas de usted, una de 12 de junio
y otra de 6 de julio. Usted habrá recibido a estas horas una mía,
que escribí antes de salir de Madrid. En cuanto a los discursos, ya
veo que no han sufrido naufragio, y que los ha honrado usted ha­
ciéndolos reproducir en esa, por lo cual le doy mil gracias.
Ya habrá visto usted publicada en La Ilustración la elegantí­
sima y cariñosa epístola con que me favoreció. Bulle en mi mente
el deseo de contestarla en la misma forma, pero como esto de los
versos no es cosa de voluntad, hasta ahora no he atinado con nada
que me satisfaga. Esperemos, pues, el momento de la iluminación,
y ojalá se me ocurra cosa digna de usted y de nuestra amistad.
Recibí por el correo pasado el tomo que faltaba de Medina,
Literatura C olonial d e C hile, y el libro de Vergara sobre la litera­
tura de Nueva Granada, obsequio este último del señor Restrepo,
a quien dará usted las gracias más expresivas de mi parte, rogán­
dole que ecepte mi voluntad de servirle aquí en lo que pueda.
El libro de Medina, a pesar de lo difuso e incorrecto del estilo,
y de la importancia que da a todo por igual, me ha parecido un
trabajo erudito y concienzudo, y ojalá que hubiera otro igual para
cada una de las regiones que fueron colonias nuestras. Estos chi­
lenos parecen en todo los vascongados del Nuevo Mundo. Son gen­
te formal y que trabaja bien, pero no sale entre ellos un solo escri­
tor que tenga estilo. Todos san farragosos y destartalados. Reuni­
rán materiales para la historia, pero historia, llevan camino de no
tenerla nunca
El libro de Vergara parece libro de un aficionado algo ligero,
pero me servirá de base, en su día, para pedir a usted detalles
más seguros sobre algunos autores.
Estoy decidido a hacer el estudio preliminar al O rlando Ena­
m orado, de Bello. Tengo los materiales a mi parecer necesarios,
es decir, el primitivo O rlando, de Boyardo, el riíacim ento de Bemi,
otros tres o cuatro poemas caballerescos italianos, entre ellos el
M organte, y además los principales trabajos modernos sobre los
orígenes de este género de poesía en Italia, especialmente los de
Gastón París, y el libro de Rajna sobre las fuentes del Ariosto.
El plan de la introducción será poco más o menos el siguiente:
116 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

I. Orígenes y caracteres de la poesía orlandina en Italia.


II. Noticias biográficas de Boyardo y bibliográficas de su poe­
ma, con mención especial de las dos o tres traducciones castella­
nas que hay antiguas.
III. Análisis del O rlando Enam orado, fijándome especialmente
en los cantos que no llegó a traducir Bello.
IV. El rifacimento de Bemi, y en qué difiere del original.
V. La traducción de Bello, y cuáles son las modificaciones in­
troducidas por él a la obra de sus predecesores.
Haré con gusto este trabajo, porque me dará ocasión para es­
tudiar más de cerca a Boyardo, a quien nunca he leído entero. Es
muy curiosa la nota que usted me envía, de los lugares de Virgilio
imitados por Boyardo, y la aprovecharé para una nota. En los
libros italianos y franceses que tengo a la vista, no los encuentro
advertidos.
Es lástima que en la edición chilena de Bello se haya proce­
dido tan de prisa, dejando fuera del cuerpo de las P oesías tan
notables fragmentos como los que luégo ha publicado Amunátegui,
y los que puede encontrar todavía. A este paso, nuestra edición
se aprovechará de todas las ventajas de la suya, y saldrá más
completa y metódica. ¡Si consiguiesen descifrar el Rudens com­
pleto! Parece que no quieren que le saboreemos de una vez, y
nos le van dando a pedazos.
Ha hecho usted bien en publicar el párrafo de una de mis
cartas relativo a Gutiérrez González. Yo ya le escribí con ese
objeto.
Creo haber dicho a usted en mi anterior (aunque ya usted lo
habrá notado) que ciertas octavas de Bello, publicadas por Amu­
nátegui en los Lunes, son un principio de traducción de los N iebe·
fungen, y quizá no sea éste el único fragmento del mismo poema,
que se halle entre sus papeles.
Hasta ahora he recibido tres artículos de usted sobre mis
poesías, y tengo que declarar que nunca me he visto tan bien juz­
gado, si prescindimos de lo mucho que en usted influye el cariño,
torciendo en este solo punto su buen juicio. No deje usted de te­
nerme al corriente de la continuación de este estudio, que yo haré
reproducir aquí, cuando esté completo.
Hace tiempo me dijo usted que le faltaba el segundo de mis
artículos en réplica al padre Fonseca. Trabajo me ha costado des-
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 117

cubrir entre mis papeles un número, pero al fin le encontré e irá


dentro de ésta.
El tomo primero de las Id eas E stéticas está ya casi impreso.
Es el menos interesante, porque alcanza sólo hasta fin del siglo
XV. A ratos perdidos corrijo y adiciono el H oracio en España, para
que lo imprima en su colección el amigo Catalina con más primor
y esmero que aquellos nefandos editores que le publicaron al prin­
cipio. Ya verá usted que le he dejado como nuevo.
Veo con gusto reproducido en El Conservador mi artículo sobre
el último libro de don Aureliano ('). Siento que por haberle tomado,
sin duda, de La Unión, haya conservado algunas erratas con que
salió allí, y que luégo se corrigieron en La E poca, especialmente
un bien aventurado por desventurado, aplicado al rey don Rodrigo.
Temibles son los cajistas, especialmente los de periódico, y bien
merecen la diatriba de nuestro Pombo (a quien, entre paréntesis,
dará usted mil recuerdos míos, así como a Holguín).
Celebro que haya usted suprimido en el artículo una bou tade
mía, que era buena para leída en Madrid, pero no para que co­
rriese fuera, dando armas a los que acriminan el estado intelectual
de España.
Magnífica y valentísima encuentro la oda de usted A la esta­
tua d el Libertador, del cual veo con placer que murió como cristia­
no y que había hecho actos de tal en vida. Yo recelaba que el con­
tagio de las ideas enciclopedistas de su tiempo le hubiesen malea­
do algo.
Remito hoy mismo a la Revista d e M adrid la elegante traduc­
ción de la oda de Boscowich, hecha por usted en primorosos versos.
Siga escribiéndome a menudo, porque siempre recibo extraor­
dinario placer con sus cartas, aunque a veces soy algo tardío para
contestar.
Suyo de corazón,
M. Menéndez y Pelayo

(') Caída y ruina del Imperio visigótico español. Estudio histórico crítico por
don Aureliano Fernândez-Gucrro. El Juicio del señor Menéndez Pelayo se publicó en
Kl Conservador de 20 y 20 de Julio do 1883.
118 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

Bogotá, agosto 18 de 1883.

Señor don Marcelino Menéndez y Pelayo.


Santander.
Mi muy querido amigo:
En dos líneas escritas a última hora en anterior correo acusé
a usted recibo de su larga y afectuosa de 25 de junio, y le envié
un recorte de correspondencia de Madrid relativo a su discurso de
entrada en la Academia de la Historia. Este, con el del señor Fer-
nández-Guerra, se ha reproducido en El C onservador, y saldrá tam­
bién en los A nales d e Instrucción Pública, por disposición del sub­
secretario de este ramo de gobierno, don Enrique Alvares, que es
amigo nuestro.
Me da usted una buena noticia anunciándome la próxima edi­
ción de Horacio en España. Sólo temo que en una revisión tan
completa y radical como la que usted me dice haber hecho, desa­
parezcan algunos rasgos ingenuos que dan al libro muy agrada­
ble sabor.
Mi artículo IV sobre las poesías de usted es un estudio breve
sobre las condiciones de la poesía horaciana; pero se imprimió
incompleto y sin los retoques necesarios. Si algún editor amigo de
usted reimprime este escrito mío, ruégole aguarde las adiciones
que remitiré a usted por otro correo.
Pedí al señor Ortiz un ejemplar de sus poesías para remitirlo
a usted, y me lo ha dado, junto con otros dos cuadernos, todo con
expresiva dedicatoria. Las C artas d e un sacerd ote católico sólo se
hallan de lance. En las poesías de Ortiz creo que hay mucho que
admirar, aunque se echen menos sobriedad y precisión. Paréceme
su estilo mezcla de español e italiano; la pompa de Quintana, pero
en el fondo más verdad y sincero sentimiento, porque el autor es
cristiano. Pertenece Ortiz a la escuela de Gaume; así es que cuan­
do en 1866 publiqué algunas traducciones de clásicos, me comba­
tió por el lado del paganismo, y luégo reforzó el ataque en el
terreno literario, sosteniendo que los grandes poetas no pueden
traducirse en verso. Estas polémicas no alteraron nuestras rela­
ciones de amistad, y cada uno quedó en su puesto. Ortiz es el de­
cano de nuestros periodistas, y escritor católico muy benemérito,
aunque algunos le comparan por ciertas intransigencias con No­
cedal. En 1836 fundó con mi padre y con mis tíos Antonio José y
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 119

Francisco Javier Caro. La E strella N acional, primer periódico lite­


rario que se publicó en la Nueva Granada.
Pues quiere usted saberlo, le diré que las traducciones que sa­
lieron a luz en mi primera colección de poesías, agotada (1866),
son: Sagradas: C ántico d e Moisés; El m iserere; P aráfrasis d e la
Salve. Varias: Canto G uerrero, de Tirteo; Q ualem ministrum, de
Horacio; H ohenlindes, de Campbell; E gloga 1, de Virgilio; La tem­
planza am orosa, de Juan Segundo; Quid juvat ornato... de Pro·
percio; Lugete o V en eres, de Catulo; el Bóreas, imitación de Ovidio
(en soneto). Removiendo mis papeles he hallado las que le incluyo.
Extraño que el señor Navarro anuncie en preparación las
obras de Horacio, traducidas por Burgos, 4 tomos, cuando convino
en publicar mi traducción de las epístolas. Las odas podrían publi­
carse eligiendo versiones de varios, como hizo usted en la edición
de Barcelona. No me comprometo a traducir ni las sátiras de Ho­
racio, porque considero la empresa superior a mis fuerzas, ni me­
nos las obras mayores de Ovidio, que no son para mí lectura gus­
tosa. Mil gracias por su opinión y noticias sobre la E pístola M oral.
Se despide de usted amigo de corazón,
M. A. Caro.

* *

Madrid, 1? de noviembre de 1883.


Señor don Miguel Antonio Caro.
Bogotá.
Mi muy estimado y querido amigo:
Esperando escribir a usted con más sosiego otro día, pongo
estas cuatro líneas, para anunciarle que han llegado con entera
felicidad a mis manos todos sus últimos encargos, lo mismo los
que me ha dirigido por correo, que los que ha traído el amigo Hol-
guín en su equipaje. Tengo ya, pues, los dos tomos de la B ibliogra­
fía de Briceño, con lo cual y con la H istoria de Medina, poco o
nada me queda por desear en cuanto a las estadísticas de las pu­
blicaciones chilenas. Un señor argentino, llamado García Merou,
me ha entregado también de parte de usted una copiosa colección
manuscrita de epigramas del siglo pasado. Por todo ello tengo que
dar a usted muy encarecidas y repetidas gracias.
120 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

La adjunta se para don Joaquín Ortiz, a quien suplico que se


la entregue usted en mi nombre.
Ya habrá recibido usted ejemplares del primer tomo de las
Id eas estéticas. Serán cuatro por lo menos. Catalina me está im­
primiendo simultáneamente un volumen de Estidios d e crítica lite­
raria, donde hallará usted algunas cosas nuevas, epsecialmente
un largo estudio sobre Núñez de Arce, y otro sobre el teatro de
Martínez de la Rosa.
No deje usted de escribirme, aunque yo tarde algunas veces
en contestarle; que nunca será ciertamente por falta de voluntad.
Sabe usted que es siempre suyo amigo de veras, y que desea ser­
virle en algo, para corresponder a sus múltiples favores,

M axceliao M enéndez y Pelayo.

P. D. Mucho deseo ver su juicio de usted sobre la lh a d a her-


mosillesca.
¡Soberbia es la Oda a l Libertador! En La Ilustración la haré
reimprimir.

* *

Bogotá, noviembre 6 de 1883.


Señor don M. Menéndez Pelayo.
Mi muy querido amigo:
La última que tengo de usted es de 15 de agosto. Vi en efecto
estampada en La Ilustración mi Epístola consabida, aunque no por
amabilidad del editor, que no se ha acordado de mí para enviarme
un ejemplar. Advierto que ustedes proscriben de la poesía el nom­
bre de Marcelino; en materia de nombres de personas la influen­
cia de la asociación de ideas es decisiva. Me dice usted que medi­
taba contestarme en la misma forma. Sea enhorabuena, siempre
que se vaya la musa de usted como la de Horacio, por cualquier
parte, y no incurra en el mal caso de cantarme, pues yo me sé
que no soy cantable, y usted sabe que "son las comparaciones
siempre odiosas". En el buen afecto con que usted corresponde a
mi amistad tengo ya la más cumplida retribución.
Mi último artículo sobre las poesías de usted saldrá a luz en
esta semana. Después de cosa de tres meses de hacerse aguardar.
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 121

al fin le he venido a escribir a toda prisa, sin la meditación con


que hubiera deseado hacerlo. Así van mis cosas: se me pasan
meses sin poder hacer nada de provecho. Cuando falta di ánimo y
se maneja la pluma como a esclava, todo sale mal. Ahí verá usted
que no todo es elogio; he puesto algunos peros a sus versos para
acreditarme de imparcial. Todos estos artículos saldrán juntos, re­
visados y aumentados, en el R epertorio de diciembre.
Lo que escribí en defensa de usted en El C onservador no debe
reproducirse así como está. Aquello se hizo a vuela pluma, y veo
que incurrí en distracciones que piden enmienda.
Al fin he logrado ver el O rlando innam orato, edición de Flo­
rencia, 1872 (Biblioteca italiana portatile). En los pasajes que he
comparado con la traducción hie admirado la maestría de Bello.
Siendo tan conciso el italiano, no me imaginaba yo que con igua­
les metros pudiera nuestra lengua llevarle ventajas en ningún
caso; así es que algunas octavas de Bello me han parecido triun­
fos increíbles. De las indicaciones que yo le envié a usted sobre
imitaciones o reminiscencias virgilianas, creo que no merece salir
en nota sino lo relativo a un largo pasaje (Eneida, libro X y Or­
lan do, canto V), que revela la influencia de la poesía clásica sobre
la caballeresca. Una lista minuciosa debía referirse a todos los
cantos del O rlando, y este apunte mío sólo llega al canto XIV; por
manera que vale más no tomar de allí sino lo más importante.
Al señor Catalina he enviado originales para hacer una edi­
ción completa de los admirables Sentim ientos Espirituales de sor
Francisca Josefa de la Concepción, con retrato y autógrafo. Fuera
de lo que ha de imprimirse, va todo lo que ha de traer a la vista
la persona que escriba la introducción. Como no quiero robarle a
usted tiempo precioso, no me atrevo a pedirle que se encargue
de este trabajo; pero sí le ruego encarecidamente que se entere
de lo que va a hacerse y con sus indicaciones nos ayude a que
todo salga bien. Si usted no puede escribir la introducción, podrían
prestar este servicio el reverendo padre Mir, o don Vicente de la
Fuente? En fin, en manos de usted y de nuestro excelente amigo
don Mariano pongo con toda confianza este negocio literario. Para
todo quedan facultados.
Mucho me alegro de que el H oracio en E spaña venga en la
colección de escritores castellanos. Y a propósito, no recuerdo ha­
ber visto citado por usted los escolios latinos de Jaime Falcó sobre
el Arte Poético de Horacio. ¿O es que por ser escrito latino no en­
tra en el plan de la obra? He llegado a sospechar que el P oem a
122 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

colecticio, de Bartolomé de Argensola, es alusión satírica a la Epo­


peya latina de Falcó.
Creo haberle dicho que agradecí mucho sus noticias sobre la
Epístola m oral, pues tenía mis escrúpulos de haber citado a An-
drada sobre la fe de don Adolfo de Castro.
Consérvese usted muy bien, y mande a su apasionado amigo.

M. A. Caro.

*
* *

Bogotá, febrero 6 de 1884.


Señor don Marcelino Menéndez Pelayo.
Mi muy querido amigo:
En la última de usted me avisa haber recibido los libros que
le envié con Holguín y los manuscritos que llevó García Merou í1).
Son éstos parte de la antología u obras poéticas de don Ma­
nuel del Socorro Rodríguez, mestizo cubano que trajo aquí el Vi­
rrey Ezpeleta y fue el primer bibliotecario y el primer periodista
que tuvo el Nuevo Reino, por lo cual alcanzó cierta notoriedad en
aquellos tiempos. Era muy piadoso y aplicado, pero de facultades
mentales muy opacas, como ya lo habrá visto usted si ha hojeado
el manuscrito. Es el mismo a quien enderezó don Francisco Javier
Caro las décimas que usted conoce. Hablan de él Vergara y Ver-
gara y Groot, H istoria eclesiástica, tomo III.
Esos cuadernos de versos estaban destinados a publicarse, se­
gún se colige, pero no lo fueron, y aquí son totalmente descono­
cidos; los envié a usted a título de curiosidad, y nada más.
Añada usted que la copia es de puño y letra de don Francisco
Javier Caro. Caro y don Diego Martín Tonco (2) eran paisanos e

(*) Don Martín García Merou, literato y diplomático argentino, correspondiente


de la Academia Colombiana (1862-1905). Desempeñó en esta ciudad, en 1882, el pues­
to de secretario de la legación argentina, cuando ésta se hallaba a cargo del inolvi­
dable don Miguel Cañé. En sus libros Impresiones, Madrid, 1884, y Confidencias lite­
rarias, Buenos Aires, 1893, hace recuerdos de su permanencia en Colombia y se ex­
presa con mucho elogio de nuestros literatos de entonces.
( 2) Don Diego Martín Tanco fue tronco de la familia de este apellido, estable­
cida en Bogotá y unida por vínculos de parentesco, en más de una generación, con
la familia Caro, cuyo ascendiente español fue don Francisco Javier. Este, refirién­
dose a don Diego Martín, escribía con fecha 22 de julio de 1809: “Es un amigo, que
no sólo me honra con llamarme hermano, sino también con permitir que yo lo
trate como tal” .
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 123

íntimos amigos. La copia se hizo a ruego de Diego Tanco, hijo del


otro y nacido en Cuba, por lo cual el literato bayamés le llama
paisano. La ojeriza que el copiante andaluz profesaba al escritor
criollo se echa de ver en aquello de dejar truncos los títulos, "obras
de don Fulano, etc.". En ninguna parte se dignó estampar de su
puño el nombre de Rodríguez, lo que no impedía que copiase con
esmero sus atrasadísimos sonetos. Hay uno de éstos, no tan malo,
en honor de España, encomiado por el copista en una nota.
En pliego certificado remití a usted copia de un trozo completo
y curioso del Luciano de Quito, y las noticias de su autor que trae
don Pablo Herrera en un libro que debe usted buscar porque re­
sume la historia literaria del Ecuador. En la obra de Santa Cruz
y Espejo advertirá usted el resentimiento de la raza indígena ven­
cida, mezclado a cierta corrupción de gusto y malas tendencias
filosóficas, tomadas de la literatura francesa que invadió a la Es­
paña de ambos mundos. ¡Es esta producción bien significativa!
La carta de usted para el señor Ortiz fue entregada en propia
mano.
Consérvese usted muy bien y mande a éste su apasionado
amigo y compañero,
M. A. Caro.
*

* *

Madrid, 24 de febrero de 1884.


Señor don M. A. Caro.
Bogotá.
Mi amigo carísimo:
Estoy en deuda con usted desde el mes de diciembre pasado,
en que llegó a mis manos su última carta. Desde entonces no ha
cesado usted de favorecerme en ningún correo con documentos
literarios interesantes. Ultimamente he recibido el extracto de Lu­
ciano de Quito, y por el correo anterior llegó a mis manos el Ro­
mancero C olom biano, donde leí una nobilísima oda de usted, ins­
pirada por el sentimiento de la reconciliación de españoles y ame­
ricanos.
Lo que no sé si he encarecido a usted bastante y tal como yo
lo siento, es el mérito a su oda A la estatura d el Libertador. Hacía
tiempo que ninguna poesía castellana me había producido una
124 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

impresión tan profunda. Corre por toda ella un sentimiento de gran­


deza melancólica y de resignación serena, que contrasta con el
tropel y el boato declamatorio de las infinitas odas inspiradas por
el mismo caudillo. Y las estrofas son tersas, elegantes y rápidas,
horacianas sin pretenderlo, aunque no se ajusten rigurosamente al
tipo horaciano, que usted da por único. Razón tuvo Fallón en lo
que dijo de esa oda, aunque no está para todos el ver sus exce­
lencias.
He entregado a Murillo, para que le haga llegar a manos de
usted un ejemplar del M em orial d e Utrera, obra inédita de Ro­
drigo Caro, publicada por la Sociedad de Bibliófilos de Sevilla,
que ha impreso libros muy útiles. Al fin van unas noticias de la
vida y escritos de aquel insigne arqueólogo, recopiladas por mí.
El texto del M em orial, como usted verá, está muy mal impreso,
sobre todo en los textos latinos. Le imprimieron, guiándose por las
copias antiguas, y sin consultarme para nada. Hojeando dicho
M em orial, en la parte que habla de los utreranos que pasaron a
Indias, encontrará usted pruebas irrecusables de que el autor de
las Ruinas d e Itálica era deudo bastante cercano de sus abuelos
de usted.
He visto en poder de Holguín un ejemplar de la edición de las
P oesías, de Arboleda, que se ha hecho en Nueva York con un pró­
logo de usted que no he tenido tiempo más que de hojear. ¿Por
qué no envía usted a Murillo dos o tres ejemplares para la venta?
El artículo de usted sobre mis poesías me ha satisfecho plena­
mente (fuera de la ojeriza contra el verso suelto, que no deja de
ser el más excelente de todos, por más que no haya acertado yo
a darle toda la perfección de que es susceptible). Le haré repro­
ducir en alguna revista de aquí, porque nunca me he visto tan
bien juzgado.
Ya sabrá usted que con el advenimiento de nuestros amigos
al poder, Catalina se ha convertido en Director general de Agri­
cultura, con lo cual me temo que no pueda atender con tanta asi­
duidad a los negocios editoriales. Ahora acaba de imprimirse un
tomo de Estudios críticos, escogidos entre los menos malos que por
ahí tenía yo dispersos. Encontrará usted en él algunos artículos
nuevos, entre ellos uno sobre el teatro de Martínez de la Rosa, y
otro acerca de Núñez de Arce.
En la nueva edición de H oracio en España, verá usted ya ci­
tado a Falcó entre los escoliastas.
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 125

¿Conoce usted la traducción fácil y elegante que de los pri­


meros cantos del O rlando Enam orado (de Boyardo, no de Bemi).
hizo Hernando de Acuña, y está entre sus Varias P oesías, donde
hay olvidados tantos primores de estilo? Como no son más que dos
o tres cantos, quizá convenga sacarlos del olvido, y ponerlos al
fin del trabajo de Bello, para comparación de dos modos distintos
de traducir. Yo los tengo.
¿Será posible adquirir en América el cuadernillo de las poe­
sías de Batres?
De usted siempre amigo verdadero,

M arcelino M enéndez y P elayo.

*
* $

Bogotá, julio 18 de 1884.


Señor don M. Menéndez Pelayo.
Madrid.
Querido y buen amigo:
La última carta de usted de 24 de febrero llegó oportunamente
a mis manos, juntamente con el ejemplar del M em orial d e Utrera.
que usted ha tenido la amabilidad de destinar a mi biblioteca.
Lo estoy leyendo, y con particular gusto he saboreado la carta de
usted al señor Asensio. Cuanto al parentesco entre el inmortal au­
tor de las Ruinas y mis abuelos, mucho me alegraría de que salie­
se cierto, pero no hay que buscarle en las pru ebas recu sables que
usted indica, porque yo no desciendo de aquellos Caros que vi­
nieron a Indias en otros siglos, sino de don Francisco Javier Caro,
que nació en la isla Gaditana el 19 de agosto de 1750 y fue hijo
primogénito de don Juan José Caro y doña Francisca García. El
mismo de quien tiene usted algunas poesías festivas, que le tengo
remitidas en copia.
El tomo de los Estudios d e crítica literaria, en que he hallado
los dos nuevos trabajos que usted me indica, a cual más intere­
sante, debe ser primero de una serie de estudios de la misma espe­
cie, para que no salga mentiroso el título de O bras com pletas d e
Menéndez Pelayo. Hay muchos prólogos y artículos de usted que
andan dispersos y merecen entrar en la colección. El último es-
126 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

crito de usted, que va al frente de las O bras de Pereda, es de lo


mejor que ha salido de su pluma.
Mucho me temo que esas empresas literarias y editoriales,
sobre todo nuestra C olección de escritores castellanos, queden aho­
ra desatendidas, y quejosas del plausible cambio político que ha
puesto en el candelero a nuestro amigo Catalina, y que a usted
(según entiendo) le ha abierto las puertas del laberinto parlamen­
tario, donde ruego a Dios que le guíe de su mano, y siga conce­
diéndole sus dones, para gloria de la Iglesia y regocijo de sus
amigos.
Al señor Catalina le tengo enviadas las obras impresas e iné­
ditas de la monja Castillo, y una importante introducción filosófica
a la G ram ática de Bello, escrita por Suárez, que es un joven es­
critor católico, muy virtuoso, muy docto y muy digno de protección.
Este trabajo de Suárez ha sido escrito en buena letra, y no requie­
re sino una fiel corrección de pruebas; pero los manuscritos de la
monja demandan ordenación y revisión cuidadosa, y además de­
ben ir precedidos de alguna noticia biográfica y crítica, para la
cual hay datos suficientes en los materiales remitidos por mí. Pero
¿quién se habrá de encargar de este trabajo literario? Nada me
dice de estas cosas el señor Catalina, y yo soy el primero en dis­
culpar su silencio, pues le considero enfrascado en sus nuevas y
abrumadoras atenciones.
Mucho deseo que salga a la luz cuanto antes el O rlando Ena­
m orado, de Bello, con la introducción de usted. El apéndice de
Acuña, y cualquiera otro que usted crea oportuno, vendrá bien,
siempre que las dimensiones del tomo lo comporten. Importa ac­
tivar la impresión de ese y otros tomos de Bello, para no quedar­
nos muy atrás respecto de la edición chilena. Yo me propongo es­
cribir la introducción de los O púsculos filológicos. Del O rlando
pediré por lo pronto 200 ejemplares.
He leído con delicia la novela Pedro Sánchez, y con tal mo­
tivo se me ha venido a la pluma el soneto que le incluyo para que
usted, si no lo encuentra muy malo, se lo envíe a su ilustre paisano,
como un eco de la admiración que se le profesa en tierras lejanas.
Y con esto me despido y quedo deseoso de tener noticias del
amigo y del diputado, á cuyas órdenes me repito amigo afectísimo.

Ai. A. Caro.

Incluyo el ejemplar de Batres que usted me pide.


MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 127

Bogotá, julio 20 de 1884.


Señor don M. Menéndez Pelayo.
Madrid.
Mi querido amigo:
Anteayer escribí a usted, pero auncuando anuncié a usted en
mi carta que le enviaba el cuaderno de Batres, veo ahora que se
ha quedado. Irá por conducto de don Luis Navarro, a quien tengo
que dirigir un pliego certificado.
No tiene usted para qué devolverme las cartas que le incluyo.
Por ellas verá usted que nunca le olvido. También le remito los
A nales R eligiosos.
El señor Ortiz, cura de Zipaquirá, es un eclesiástico ilustrado;
autor de varias obras filosóficas y catequísticas.
Agradeceré en el alma que la edición de las poesías de mi
padre, cuyos originales tengo remitidos a nuestro amigo Catalina,
salga revisada con esmero.
U sque a d ras, esto es, hasta las puertas del congreso;

Primum ante om nia Musoe.

De usted apasionado amigo,


M. A. Caro.

La obra de Suárez (introducción a la G ram ática de Bello) no


debe darse al público sin una advertencia que enviaré luégo.

*
* *

Madrid, 5 de octubre de 1884.


Señor don M. A. Caro.
Bogotá.
Mi muy querido amigo:
Recibí con mucho agrado las dos últimas cartas de usted y
después me ha entregado Navarro el tomito de Batres. Mil gracias
por todo.
¿En qué estado lleva usted la traducción y comento de las
epístolas de Horacio? Navarro desea publicarlas.
128 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

Creo que antes de un mes estará terminada la impresión, harto


lenta para mis deseos, del segundo tomo de las Id eas Estéticas en
España, el cual abarca los siglos XVI y XVII y contiene muchas
noticias singulares. Pienso dedicar un volumen al siglo XVIII y
otro al XIX, llenando buena parte de éste con la exposición de
mis ideas propias.
En cuanto a la H istoria d e la Literatura, he decidido empezar
por el medio, es decir, por la época de los Reyes Católicos, en que
Amador de los Ríos suspendió su trabajo, y continuarla hasta
nuestros días, sin perjuicio de volver atrás, si Dios me da vida,
y rehacer la parte de la Edad Media, con una vasta introducción
que abarque el desarrollo literario latino y semítico anterior a las
lenguas vulgares. Pero como la Edad Media, quizás por sus mis­
mas dificultades, ha sido hasta ahora lo más estudiado de nuestra
literatura, Wolf, Clarus y Puymagre, no veo perjuicio en dejarla
para el fin y atender entre tanto a la época clásica y a la moderna,
que son las más desatendidas.
Haré esta historia por géneros: primero, la poesía lírica, luégo
la épica, así popular como erudita, la novela, el teatro, la historia,
la oratoria, la prosa didáctica. Y como cd principiar cada sección
condensaré en breves frases los antecedentes del género en la
Edad Media, fácil me será dar unidad a la historia, reservando los
resultados sintéticos, para una especie de discurso preliminar que
escribiré al fin de todo, y que será como el sistem a o la teoría
de la historia de la literatura española, tal como puede obtenerse
inductivamente por el estudio comparado de sus monumentos, con
lo cual me libraré además del escollo de las teorías precipitadas
en que tantos naufragan antes de conocer íntegramente los hechos.
Aunque las ocupaciones oficiales u oficinescas de Catalina
dañan un poco a su Colección, que va con una lentitud desespe­
rante, creo que publicará pronto todo lo que usted le ha remitido,
empezando por el estudio preliminar a las obras gramaticales de
Bello. Debe usted ir preparando la colección de los O púsculos filo­
lógicos. El O rlando lo reservaremos para cuando yo termine una
tarea harto triste, en que ahora voy a empeñarme, y es escribir
la B iografía literatria de mi sabio maestro Milá y Fontanals, a quien
hemos perdido este verano.
De usted siempre amigo verdadero,

M arcelino M enéndez y P elayo.


MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 129

Bogotá, agosto 17 de 1892.


Señor don Marcelino Menéndez Pelayo.
Madrid.
Distinguido y buen amigo:
No necesita el señor Gómez Restrepo, portador de ésta, de re­
comendación mía ni de nadie para usted como literato, pues bien
le conoce usted por sus escritos; pero sí tengo el gusto de reco­
mendárselo como amigo mío, particular y político, muy querido,
y como persona merecedora del aprecio y de la confianza de usted
por sus bellísimas prendas.
El señor Gómez tomó activa parte en la larga contienda elec­
toral que precedió a mi elección de vicepresidente. El hará a usted
una visita en mi nombre, y le explicará a usted las circunstancias
inexorables que me han robado a las letras y a la correspondencia
de mis mejores amigos, pero no al placer que me ha proporciona­
do, a modo de excepción única, la lectura de los últimos tomos de
las Id eas Estéticas.
Excusado es decir a usted que en el puesto que ocupo estoy
como siempre a sus órdenes, y que soy su invariable amigo.

M. A. Caro.
1882

MENENDEZ Y PELÄYO

RAFAEL ΡΟΜΒΟ
RAFAEL ΡΟΜΒΟ

A este gran dom ador d el verso que fue R atael Pom bo le tienen,
y tal vez n o sin fundam ento, críticos tan em inentes com o C aro y
y G óm ez R estrepo, por e l m ás com pleto y uno d e lo s m ejores p oe­
tas d e C olom bia. M enéndez P elayo dijo d e é l qu e d a b a por bien
em p lead o su trabajo de escribir e l Horacio en España, aunque no
fuera m ás que por h a b er estim ulado con esto a Pom bo a traducir
en verso castellan o a l vate vensusino.
Varias de las cartas de Pombo con traducciones y notas a
Horacio, la s gu ardaba M enéndez P elayo p a ra que figurasen en
la Bibliografía Hispano-Latina Clásica a l tratar de este poeta, que
e s e l lugar qu e nosotros le hem os d ad o en la edición n acion al d e
la s Obras Completas. La graciosa m isiva qu e aqu í insertam os se
refiere a l fam oso son eto q u e en inglés com puso B lanco W hite con
e l título Mysterius Night!; y e l artículo d e la Revista Hispano-
Americana e s una anticipación d e la s cu artillas qu e escrib ía por
esta s fec h a s don M arcelino p a ra e l capítu lo IV d el libro V il de
Los Heterodoxos (Vid. en Edición N acional, tom o VI, págin as
211-213), donde la versión p arafrásica de Pom po a p a rece lim pia
d e la s erratas d e qu e en esta carta se qu eja.
Tam bién se incluye en este estudio d e M enéndez P elayo sobre
Blanco W hite la versión latina d el fam oso soneto h ech a por el
scholar in glés Sam uel Bond, versión que d a a conocer e l autor de
Los Heterodoxos su sa b io am igo e l colom bian o Caro (!).

f ) Del Boletín do In Biblioteca Menéndez y Polayo.


134 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

Bogotá, septiembre 6, 1882.


Señor don Marcelino Menéndez Pelayo.
Madrid.
Muy señor y amigo mío:
Cuando ha venido usted a acordarse de este su amigo, mori­
bundo en nuestra primera correspondencia, ha sido hiriendo el
genus in ita b ile vatum en su parte más sensible. Nuestro amigo
Caro me dio a leer pocas noches ha el artículo de usted sobre Blan­
co Whife en la R evista H ispano-A m ericana; me sentí gordo (de
viento) con los altísimos calificativos con que allí me favorece us­
ted, pero imagine qué tábano me picaría al encontrar su mismo
elogio completamente desacreditado con un par de erratas de
aquellas que acreditan el peculiar numen de los cajistas para eje­
cutar a los autores,
l g Al verso sexto, el universo hirviendo en un segundo, como
un par de huevos; en vez de
Y hervir haliá un segundo
Universo sin fin ...
2<? El verso undécimo, nuestro padre Adán, que probablemente
había salido sucio del molde y se limpió como pintura vieja, al se­
reno, despertan do puro y fulgente a la luz d el segundo día; en vez
de luz dorm ida qu e, otra vez pura y fulgente, despertó a l padre
A dán.
Y no hago alto en que usted llame paráfrasis mi soneto, por­
que sus razones tendría usted; pero me parece difícil parafrasear
un soneto in glés en un soneto castellan o. Lo que intenté hacer fue
quitarle el amato de mal gusto y arreglarlo a mi manera, para lo
cual añadí cdgún incidente.
Aquí vendría a pelo que remitiese yo a usted para la R evista
un libelo que publiqué en Nueva York en 1867 titulado El C ajista;
pero son muchas estrofas en ista y no hay tiempo para copiarlas.
Vayan éstas de muestra, las menos majaderas:

El Cajista más chambón


Es un pasmoso alquimista
Que del mismo Cicerón
Saca un asno, y a Platón
Ateísta.
R afael Pom bo.
1883

MENENDEZ Y PELAYO

EMILIANO ISAZA
Se refiere esta carta a la G ram ática del distinguido literato, fi­
lólogo y diplomático señor don Emiliano Isaza, natural de Sansón,
Antioquia (1850-1930), célebre en Colombia por esta obra didáctica
y por otras no menos importantes de orden filológico, como el
Diccionario de la conjugación castellan a, entre ellas. Colaboró en
El T radicionalista, en El R epertorio C olom biano y en otros perió­
dicos. Esta carta se ha tomado de El C onservador (Bogotá), año II,
serie XI, número 272, julio 12 de 1883, p. 1.087.

Madrid, 19 de mayo de 1883.


Señor dan Emiliano Isaza.
París.
Muy señor mío y de todo mi aprecio:
Doy a usted las gracias por haberme remitido su G ram ática
Práctica d e la Lengua C astellan a, que me parece más útil para las
escuelas que ningún otro método de los que conozco. Celebraré
que se extienda y propague en todos los establecimientos de Amé­
rica, y por mi parte no dejo de recomendarla a mis amigos es­
pañoles.
Ta m b ién tengo que agradecer a usted las citas que se digna
hacer de mis ensayos en algunos de los temas de su interesante
obra.
Reciba usted mi parabién cordial, aunque tardío, mande a este
su afectísimo servidor que su mano besa.

M. M enéndez y P elayo.
1883

MENENDEZ Y PELAYO

ADOLFO SICARD Y PEREZ


SOBRE EL POEMA "MARIA", DEL SEÑOR SICARD
(Del "Papel P eriódico Ilustrado", vol. 11, p ág . 341).

El señor Sicard y Pérez, sobrino d el ilustre escritor venezolano


Pérez Bonalde, fu e distinguido prosista y p o eta colom bian o y uno
de los fundadores d e la céleb re tertulia literaria El M osaico; tra­
ductor acertado d e obras fran cesas y autor d e un tratado d e verbos
irregulares fran ceses, d e m ucha utilidad en e l estudio d e la lengua
d e sus an tepasados paternos. N ació en Bogotá en 1836.

Madrid, abril de 1833.


Señor don Adolfo Sicard y Pérez.
Muy estimado señor y de todo mi respeto:
El primer ejemplar de su elegante poema que usted me remi­
tió, no llegó a mis manos, pero sí el segundo, y tengo que dar a
usted gracias muy encarecidas por él. Aplaudo en los versos de
usted el sentido religioso profundo, lo espontáneo del estro lírico
y la fácil y robusta versificación. Siga usted cultivando la poesía
para honra propia y placer de sus amigos.
De usted siempre afectísimo amigo y seguro servidor.

M arcelino M enéndez y P elayo.


1884-1886

MENENDEZ Y PELAYO

RUFINO JOSE CUERVO


RUFINO JOSE CUERVO

De los ties gram áticos y filólog os em inentes que produjo


C olom bia en e l p a sad o siglo, dos de ellos, Rufino José Cuervo y
M iguel Antonio C aro, fueron cordialísim os am igos de M enéndez
P elayo. El tercero, M arco F idel Suárez, brav o lu chador en política
en tregado a l periodism o y a tareas d e enseñanza, lle g a un p oco
m ás tarde a cultivar con intensidad sus aficion es filológ icas, en lo
qu e s e le p u ed e considerar com o e l m ás aven tajado discípulo de
C aro y Cuervo.
Rufino José Cuervo es figura destacadísim a en todos los pue­
b lo s d e h a b la esp añ ola, p a ra cu alqu iera qu e h a y a salu d ad o los
estudios gram aticales. El ap recio en qu e M enéndez P elay o le tenía,
bien se v e en la s cartas d e é l qu e aqu í reproducim os, tom adas d el
Epistolario pu blicado b a jo la dirección d e la B iblioteca N acional
d e Bogotá.
A l tallecer Cuervo, en París, e l año d e 1911, escribía a don
M arcelino e l sacerd ote navarro don M anuel Fernández Barrena:
"El prim er filólog o d e nuestra raza, com o usted lo escribió y m e lo
escribió, s e está m uriendo. /Y con e l filólogo, qu é n obleza d e alm a,
qu é gentileza, qu é cristiandad tan profunda, tan pura, tan viva s e
nos v a d e este mundo! Es un verdadero santo, qu e pon e la virtud
cien m il m illones d e cod os m ás alta que la cien cia; y no só lo esp e­
culativam ente, qu e eso cu alqu iera lo h a ce, sino prácticam ente y
en todo su tenor d e vida (’).

(') Del Boletín de lu Blbllotecu Metiéndote y Pelityo.


146 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

París, 22 de octubre de 1884.


3 rué Meissonier.
Señor don Marcelino Menéndez y Pelayo.
Muy señor mío y respetado compañero:
Sé que a usted y al señor secretario de la Real Academia
Española debo el que ésta se haya enterado de estar ya publicán­
dose mi Diccionario d e Construcción y Régim en d e la ¿engua C as­
tellan a. Como la satisfacción con que la Academia ha acogido esta
noticia no puede proceder de otra cosa que de la benévola e indul­
gente mediación de usted, me complazco en reconocer a usted esta
deuda y manifestarle mi más vivo agradecimiento. Siendo en el
orbe literario una recomendación de usted lisonjera esperanza para
los aficionados a las letras, muy cerca estaría de envanecerme con
este favor, si no supiese que la bondad de usted, que amigos comu­
nes no acaban de encarecerme, es igual a su saber. A uno y otro
apelo rogando a usted se digne honrarme con su indulgencia y con
sus luces, y aceptar la respetuosa consideración con que me ofrez­
co de usted adicto compañero y admirador apasionado q. b. s. m.,

Rufino José Cuervo.

*
* *

Círculo Liberal-Conservador.
Carrera San Jerónimo, 28, 2<?.
Madrid.
Madrid, 20 de marzo de 1886.
Señor don Rufino J. Cuervo.
Mi respetado amigo y señor:
Precioso regalo de Año Nuevo me hizo usted con la nueva
edición de su áureo libro A puntaciones críticas sobre e l len gu aje
bogotan o. Conocía yo, aunque no poseía, esta obra en sus prime­
ras ediciones: pero la presente viene tan enriquecida y mejorada,
que casi puede estimarse como un libro nuevo. Me asombra en
éste, como en los demás trabajos filológicos de usted, la enorme
y bien digerida lectura que en ellos se manifiesta, el tino seguro
y casi infalible con que procede en las cuestiones dudosas, la saga-
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 147

cidad con que trae a su propósito las más diversas autoridades y


la lucidez con que las interpreta. Pero lo que admiro más es el
método y el rigor científico, que si en toda obra humana son dignos
de aprecio, mucho más deben serlo en esta materia de la Filología,
donde el método lo es todo, y sin él se cae irremisiblemente en lo
arbitrario, fantástico y caprichoso, de lo que tenemos en España
innumerables ejemplos. Esta obra que para usted no ha sido más
que un pasatiempo, y que es sin duda un recreo sabrosísimo paia
todos los amantes de las bellezas de nuestra habla (puesto que
usted no escribe solamente para los bogotanos, ni para los colom­
bianos en general ni para los americanos, sino que nos instruye
y adoctrina a todos los que hablamos y escribimos el castellano en
ambos mundos), acaba de darme idea de lo que será ese monu­
mental D iccionario que usted prepara y cuyas primicias han llena­
do de admiración a los pocos que entre nosotros tienen autoridad
en estas materias. Dios dé a usted vida, salud y alientos para llevar
a cumplido remate y perfección ese opus magnum, como de todo
corazón lo desea su más affmo. amigo y admirador, q. b. s. m.,

M. M enéndez y P elayo.
*
* *

París, 29 de marzo de 1886.


3 rué Meissonier.
Señor don Marcelino Menéndez y Pelayo.
Mi venerado amigo y señor:
Mucho he vacilado para resolverme a molestar a usted con
una impertinencia, y no me he atrevido a hacerlo sino al ver la
suma inmerecida benevolencia con que usted ha dado hospitalidad
a mi asendereado librito sobre el habla de mi ciudad natal.
Es el caso que me ha hecho usted concebir la esperanza de
que, cuando le envíe el primer tomo del D iccionario, que ya queda
calzándose las espuelas para ese viaje, me otorgará usted un rato
para leer el prólogo. Pues bien, lo que entonces le parezca a usted
malo, ya tal vez no se animaría usted a decírmelo, y, dicho, me
serviría para arrepentimiento más bien que para oportuna enmien­
da. ¿Conque podría usted hacerme una anticipación y leer, seña­
lando los desaciertos, el pedazo que en galeradas le remito a us­
ted? Los puntos que me inspiran más desconfianza son éstos:
148 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

¿Estaré muy democrático en la calificación de las diversas


categorías del lenguaje y al estimar la parte que en esto cabe a
•la nación y a los escritores? Usted sabrá, sin duda, que en las
comarcas en que yo nací, por más que uno se mire y se remire,
se necesita ser un Caro para no tener sus puntas de radical, anar­
quista, etc. Temo, además, que esta parte adolezca de alguna va­
guedad u oscuridad.
Lo que digo sobre el Centón Epistolario ¿es razonable? No sé
qué aires corren entre ustedes sobre este punto, y me dolería que
mis noticias fuesen trasnochadas.
No he empezado por pedir de antemano a usted su beneplá­
cito, porque eso supondría quitarle de todos modos a usted el tiem­
po pidiéndole una carta. Aquello fuera lo más cortés, pero esto es
lo más expedito; pues, si usted no tiene tiempo, no lee nada, y yo
culparé mi mala suerte y nunca la buena voluntad de usted. Si
usted pudiere prestarme este servicio, le ahorro el gravamen de
una carta y la ansiedad de quien aguarda un golpe que le viene
encima.
He hecho tirar varios ejemplares de las galeradas, de suerte
que usted no tiene que devolverme los que le remito. Aquí tengo
unas en que están corregidas las erratas de imprenta, y de ellas
he trasladado a las de usted las que facilitan la lectura.
Pido a usted mil perdones por este abuso protestándole que
por ningún caso quiero que sea para usted un compromiso. Usted
hará lo que buenamente pueda, que, desde decirme que le ha sido
imposible complacerme para adelante, dejo a usted todas las liber­
tades imaginables.
Cuente usted con que siempre soy su respetuoso amigo y ad­
mirador apasionado q. b. s. m.,
Rufino José Cuervo.

Es inútil decir a usted que cualquiera reparo de usted sobre


el fondo o la forma, será acogido con la más viva gratitud.
Otro petardo: ¿Tiene usted a la mano la edición de Fray Luis
de León hecha por el P. Merino? Yo no tengo sino el tomo de las
poesías, y deseo saber si en la Exposición de Job, cap. 32, v. 17,
se lee resum e o reasum e. De este último modo se ha puesto en la
reimpresión del año pasado. En Rivadeneyra dice resum e. Si en
la edición del P. Merino se lee también de igual manera, sería un
ejemplo curioso qué agregar a los que van en el Prólogo, que cau­
sa todas estas molestias a usted. Mil perdones.
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 149

Círculo Liberal-Conservador.
Carrera San Jerónimo, 28, 29
Madrid.
Madrid, 4 de mayo de 1886.
Señor don Rufino J. Cuervo.
Mi querido amigo:
Perdóneme usted el que mis infinitas ocupaciones me hayan
impedido, a pesar de mis buenos deseos, contestar antes de ahora
a su muy grata de 29 de marzo. Todavía me avergüenza más el
no haber tenido tiempo para consultar en la edición del P. Merino
el texto de Fray Luis de León que usted copia. Mi ejemplar de di­
cha edición está en mi casa de Santander, y hasta el día de hoy
no he logTado hora libre para compulsar la cita en alguna de
nuestras bibliotecas públicas. Con esto solo, comprenderá usted
cómo vivo.
Para lo que sí he tenido tiempo (y de ello me felicito) es para
recorrer o, por mejor decir, para leer muy de espacio el admirable
prólogo que usted va a poner a su Diccionario. Todo me agrada en
esta introducción: el estilo y la materia. Estoy enteramente de
acuerdo con usted en la calificación de los provincialismos, y en
la importancia concedida al elemento vulgar en el lenguaje. Pienso
como usted en lo relativo al falso lenguaje poético, confundido mu­
chas veces por los preceptistas con el lenguaje corriente de una
época dada, e imitado luégo de una manera servil y amanerada
por escritores de épocas más cercanas. Lista y Hermosilla tenían
muy poca lectura de libros castellanos antiguos, y les sobraba, en
cambio, rigor magistral y autoridad censoria para juzgar de lo que
no entendían. Todo lo que usted dice de las llamadas licencias poé­
ticas, me parece tan atinado como nuevo y profundo.
En cuanto al Centón Epistolario, puedo asegurar a usted que
ninguno de nuestros modernos eruditos (exceptuando al muy res­
petable don Aureliano Femández-Guerra, que se inclina a la idea
de la interpolación, tiene semejante libro por auténtico, ni le otorga
crédito alguno. Yo creo que hasta su valor literario ha sido exa­
gerado. A mí me hace el efecto de una parodia, donde los caracte­
res de antigüedad se han abultado hasta producir un efecto grotes­
co. Usted ha puesto el dedo en la llaga, probando en una de sus
notas que "es un zurcido (el Centón) de voces y locuciones de dis­
tintas procedencias". Su demostración lexicográfica no deja lugar
150 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

a réplica, y viene a corroborar la crítica que otros han hecho del


mismo libro, bajo el aspecto histórico o bajo el indumentario. De
todas maneras, basta que el Centón sea sospechoso, para que por
ningún caso pueda hacerse uso de él en un libro de filología.
Esto es lo que se me ocurre decir a usted correspondiendo a
la confianza que me ha manifestado, y al placer que he tenido en
saborear las primicias de su bello trabajo. Quiera Dios que pronto
veamos el primer tomo del Diccionario, que con tanta gloria ha de
llevar el nombre de usted por todos los países donde se habla la
lengua castellana.
Vuelvo a pedir a usted mil perdones por la tardanza, y por lo
imperfecto de esta contestación: se los pido también por los mu­
chos borrones de esta carta, y me repito suyo amigo afmo. s. s.
q. s. m. b.,
M. M enéndez y P elayo.
*
* *

París, 7 de mayo de 1886.


3 rué Meissonier.
Señor don Marcelino Menéndez y Pelayo.
Muy venerado y querido amigo:
Yo bien sabía lo ocupado que usted vive, y fue menester esfor­
zar en mi ánimo la idea que tengo de la bondad de usted para
atreverme a causarle el petardo de mi pedazo de prólogo. Ahora
que veo lo fundado de mis esperanzas, me lleno de gratitud por
la benevolencia con que usted me trata, y no hallo los términos
adecuados para manifestársela a usted.
Como no era urgente enviar esas pruebas a la imprenta, esta­
ban dormidas en casa; al llegar la carta de usted, he pensado en
ellas y las he enviado con alguna más tranquilidad, para que ha­
gan la imposición. Espero que en este mes se acabará el primer
tomo, pues hoy ya se está componiendo la lista de autores y abre­
viaturas. Por más que me alienten usted y los buenos amigos y
colegas de esa ciudad, todavía no las tengo todas conmigo.
Mil y mil gracias por todas las pruebas de amistad que sin
títulos algunos de mi parte se digna usted prodigarme, y cuente
usted con el respetuoso afecto de su amigo y admirador apa­
sionado,
Hufino Jo sé Cuervo.
1884

MENENDEZ Y PELAYO

JANUARIO HENAO
SOBRE EL TRATADO DE PUNTUACION Y ACENTUACION
CASTELLANAS

(Tom ado d e la cuarta edición de d ich a obra).

Madrid, 24 de febrero de 1884.


Señor don Januario Henao.
Muy señor mío y de iodo mi aprecio:
He recibido con el mayor agradecimiento su afectuosa carta
de 3 de diciembre, y juntamente con ella el tratadito de O rtografía,
con que ha tenido usted a bien favorecerme y que me ha pare­
cido muy bien dispuesto y útilísimo para su objeto. Agradezco a
usted mucho las citas que se digna hacer de mis libros, que ganan
con esto una honra inmerecida.
Agradeciendo a usted sus favores, se repite suyo afectísimo,
s. s. q. s. m. b.,
M. M enéndez y P elayo.

Don /anuario H enao, natural d e Sonsón, A ntioquia (1850-1912),


fue distinguido escritor e historiador, ben em érito servidor d e edu­
cación nacional, a la que se dedicó durante su vida. Esta carta
fue pu blicada tam bién en la "Revista d el C olegio de N uestra S e­
ñora d el Rosario", vol. III, núm ero 27, ag osto d e 1907, págin as
437-438.
1886 -1906

MENENDEZ Y PELAYO

ANTONIO GOMEZ RESTREPO


ANTONIO GOMEZ RESTREPO

La devoción de Gómez Restrepo por M enéndez Pelayo com ien­


za en su primera juventud„ antes de la carta su ya qu e aqu í inser­
tam os y en la que d ice qu e tiene d iecisiete años. Y a h a b ía soste­
nido enton ces una polém ica con e l escritor cu ban o R afael M aría
M erchán, en la que dem ostró el detenim iento con qu e h a b ía leíd o
a l autor d e La Ciencia Española y la Historia de los Heterodoxos.
En e l Boletín d e la A cadem ia C olom biana d e la Lengua (Tomo
IV, T ercera Epoca, núm. 1, m arzo de 1948), a p a rece una extensa
bib liog rafía d e G óm ez R estrepo firm ada por José J. O rtega Torres,
m uy conocido tam bién com o excelen te m en én dezpelayista. De los
num erosos trabajos en que con m ás o m enos extensión se ocupa
de la lab or literaria d e M enéndez P elayo, conviene destacar dos,
por lo relacionados que están con esta correspon den cia qu e v a a
continuación.
En 1891 publica R estrepo, en la Revista Literaria (núm eros 9
y 10), un artículo sobre los Ripios Académicos de Antonio d e Val-
buencí, defen dien do a M enéndez P elayo d e los dardos aguzados
del descontentadizo crítico qu e se h a b ía empeñado en no dejar
títere con ca b eza en la Docta C orporación.
En la sesión necrológica que la A cadem ia C olom biana tuvo
el día 20 de junio de 1912, pronunció el señor R estrepo el Elogio
de don Marcelino Menéndez Pelayo, pieza literaria tan bellam en ­
te escrita y sentida, qu e a l reproducirla en el núm ero d ed icad o por
la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos a la m em oria d e
M enéndez P elayo, m ereció la siguiente nota laudatoria d e Rodrí­
guez M arín: "Aunque, por antiguo acu erdo d e la junta d e red ac­
ción de nuestra revista, só lo s e insertan en e lla trabajos entera-
158 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

m ente inéditos, hoy hacem os una excepción d e esta norm a para


honrarnos reproduciendo este adm irable discurso d el insigne Se­
cretario de la A cadem ia C olom biana, Y, a la verdad, en este nú­
m ero extraordinario no podían tener m ejor ni m ás lucida represen ­
tación la s bu en as letras hispano-am erícanas".
En esa s proíundas y bien m editadas págin as, que p arecen im­
pregn adas del estilo y acen to d el autor de La Ciencia Española,
h ay sobre todo un párrafo qu e nos recu erda los resqu em ores que
don M arcelino m an ifiesta en alguna de estas cartas su yas a G ó­
m ez R estrepo. Escribió éste lo siguiente: "Porque M enéndez P elayo
fu e p oeta en sus m oced ad es y guardó esp ecia l cariño a sus versos,
aunque procurase disim ularlo. A chaque h a sido de eminentes sa ­
b ios y hom bres de Estado el poner e l corazón en versos escritos
sin e l ben ep lácito de la s m usas: inocente m anía qu e merece dis­
culpa y, en ocasion es, h asta respeto. No era éste el ca so de nues­
tro autor, en cu ya alm a ardió una ch isp a d e genio lírico, qu e en
m ás d e una ocasión lanzó vivos resplandores. Sus versos n o han
lleg ad o a ser popu lares, porgue son p o esía sa b ia , m anjar de ex­
traño sabor p ara m uchos p alad ares. ¿Pero la erudición no pu ede,
a ca so , ser tem a de p o esía ? ... P ara e l vulgo, la erudición e s una
v ieja, s e c a y adusta, d e vista vacilan te y d e m anto desteñido, cu­
bierto con e l p olv o gris qu e brota d e lo s libros olvidados; p ara un
sa b io com o M enéndez, la erudición e s una m usa gentil, qu e con
su antorcha ilum ina los arcan os d e la cien cia, por descifrar los
ca si borrados renglones d e los cód ices vetustos y h a ce surgir per­
fu m adas floracion es d e e s e m ism o polvo, q u e p a recía árido e in­
fecundo".
A nuestro buen am igo don Jo sé M anuel R ivas Saccon i, direc­
tor d el Instituto C aro y Cuervo y d el Boletín de este Centro, e hijo
d el gran historiador Rivas G root, d e quien tam bién s e inserta en
este Epistolario una carta, debem os cop ia en m icrofilm d e la s de
contestación d e M enéndez P elay o a G óm ez R estrepo, que trans­
cribim os (1).

(') Del Boletín de la Biblioteca Menéndez y Pelayo.


MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 159

Bogotá, octubre 31 de 1886.

Señor don Marcelino Menéndez y Pelayo.


Madrid.
Muy señor mío y de todo mi respeto:
Auncuando no tengo la honra de conocer a usted, me atrevo
a dirigirle esta carta, confiado en la benevolencia de que tantas
muestras ha dado, especialmente para con los hispano-americanos.
Le remito, asimismo, un cuaderno, que contiene un estudio mío
sobre una obra reciente, que tal vez usted conocerá (l). En mi
opúsculo no verá usted sino un ensayo que hace en el campo de
las letras un estudiante de diecisiete años, amante como el que
más de su Religión y de la Lengua, Historia y Literatura castella­
nas, pero cuya instrucción e inteligencia no corren parejas con la
buena voluntad que lo anima. Empero, como no tengo otro don, le
envío ese, pues estoy en la persuación de que no sólo los grandes,
sino también los pequeños, debemos testificar nuestro respeto y
agradecimiento a los paladines que defienden valientemente nues­
tra causa, entre los cuales es imposible desconocer que está usted
en primera línea, pues desde su niñez ha combatido el error con
convicción profunda y asombroso talento, logrando imponer res­
peto aun a los más descaminados. A nadie ha podido ocultarse la
valía de sus esfuerzos, así es que desde años atrás he sentido por
usted y por sus obras una viva admiración y una profunda simpa­
tía. Esta carta es, pues, un desahogo de mi corazón, y, sin duda,
así lo comprenderá usted.
Le acompaño también unas traducciones de Horacio (2), que he
hecho en diversas ocasiones, no porque crea que tengan mayor
mérito, pues son obra de un aprendiz de latín, sino para manifestar
a usted mi admiración por sus trabajos en pro de la buena litera­
tura. No tengo suficiente gusto artístico para poder apreciar a
Horacio como usted, pero sí conozco cuán meritorios son los esfuer­
zos de los que pretenden limpiar la literatura de las impurezas y

(') El opúsculo a que se refiere es: Ensayo sobre los “Estudios” de don Rafael
M. Merchán. Bogotá, Imprenta de "La Luz”, 1886. El primer trabajo Impreso que se
conooe de Gómez Restrepo es de 1881, cuando tenía doce afios. La profecía del canó­
nigo lo tituló y se refiere a lo que la leyenda cuenta que predijo el sacerdote que
bautizó a Bolívar.
(“) Don Marcelino cita a Restrepo en su Horacio en España y transcribe algunas
de iu * traducciones.
160 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

manchas que la afean; y más hoy día, en que hablar de sencillez


y pureza es considerado como un sacrilegio por los innùmere» y
rabiosos sectarios de ciertas escuelas francesas.
Aunque sé que tiene usted en esta república muy cordiales
y doctos amigos, que se hallan en mejores condiciones que yo para
comunicar a usted cualquier noticia literaria referente a estas re­
giones, ofrezco a usted de todo corazón mis insignificantes servi­
cios, y sería para mí sumamente honroso y satisfactorio poder en
alguna ocasión ser útil a usted; en todo caso, acepte la buena
voluntad de mi ofrecimiento.
Tenga usted la bondad de dispensar mi atrevimiento, en con­
sideración del sentimiento que me ha impulsado y créame su más
entusiasta admirador y respetuoso servidor q. s. m. b.,

Antonio G óm ez R estrepo.

*
* *

Madrid, 2 de febrero de 1887.

Señor don Antonio Gómez Restrepo.


Muy señor mío y de todos mis respetos:
He tenido el gusto de recibir por el correo un opúsculo de
usted relativo a los Estudios críticos del señor Merchán, y más ade­
lante una carta y algunas traducciones manuscritas de Horacio,
dignas de todo aprecio, de las cuales daré noticia en la tercera
edición de mi H oracio en E spaña, si alguna vez llega a hacerse.
Tanto en estas versiones como en el ensayo crítico (aparte de
algún juicio que me parece inexacto, v. gr., el relativo a Píndaro)
observo muy sana tendencia literaria, cultura no vulgar y grandes
esperanzas de futuro lucimiento y legítimo aplauso.
Agradeciendo a usted de todo corazón su buen recuerdo, me
repito suyo afmo. y s. s., q. s. m b..

M. M enéndez y P elayo.
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 161

Bogotá, febrero 18 de 1891.


Señor don Marcelino Menéndez y Pelayo.
Madrid.
Señor de mi mayor respeto:
Hace algunos años tuve el atrevimiento de enviar a usted un
folleto, primer ensayo mío, y unas traducciones de Horacio, buenas
a lo más para ser leídas privadamente en una clase, pero indignas
de presentarse ante tan insigne maestro como usted. Varias veces
me he arrepentido de aquella imprudencia de muchacho, a pesar
de que tuvo muy favorable resultado para mí, pues me hizo posee­
dor de un autógrafo suyo, que conservo entre mis más preciados
papeles. Fue usted muy benévolo conmigo; sin embargo, no he
querido posteriormente importunarle con el envío de los trabajos
que he publicado, pues usted que lee todo lo bueno que se publica
en el mundo, ¿qué podría encontrar en mis pobres ensayos? Hoy
me atrevo a enviarle un estudio mío, que acabo de dar a luz, por­
que si bien es cierto que usted no encontrará en él nada digno
de atención creo que verá con interés el asunto. Una refutación
de Valbuena, hecha por un americano, que jamás ha salido de
un rincón de los Andes, tiene que adolecer forzosamente de mu­
chos errores y presentar grandes deficiencias; pero la buena in­
tención con que ha sido escrita, ¿no podrá servirle de pase para
ante los académicos españoles? Así lo espero. La sinceridad de mi
protesta contra los desmanes de Valbuena, hará que ustedes per­
donen mi poca erudición y mi falta de habilidad.
Aquí debería terminar, pues no es justo quitar el tiempo a
quien tan ocupado vive y tan bien sabe aprovecharlo. Pero antes
quiero manifestarle mi vivo deseo de que dé pronto a la estampa
nuevos volúmenes de la Historia de las Id ea s Estéticas, libro que
constituye una de mié predilectas lecturas y del cual quisiera un
tomo nuevo por mes. ¡Qué monumento tan grandioso será esa obra
cuando esté terminada! ¡Y qué tesoro de enseñanzas encierra! Mu­
chos eruditos pueden formarse con las migajas que caen de la
mesa de usted.
Se despide de usted admirador apasionado y afmo. servidor,

Antonio G óm ez Restrepo.
*

*
162 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

Madrid, 26 de abril de 1891.


Señor don Antonio Gómez Restrepo.
Bogotá (Colombia).
Muy señor mío y de todo mi aprecio:
Recibí su grata de 18 de febrero, y también los números de la
R evista Literaria, donde ha publicado usted sus discretas observa­
ciones acerca de los R ipios A cadém icos, de Valbuena, tomando
noblemente la defensa de algunos escritores españoles injuriados
por el susodicho libelista. Confieso a usted con toda sinceridad que
nunca he leído los tales Ripios ni otro libro ninguno del señor Val-
buena, a quien sólo conozco por algunos artículos desvergonzados
con que he tropezado en alguno que otro periódico.
Mi alejamiento de tal género de literatura es tan profundo,
que llegaba hasta el punto de desconocer el nombre de un señor
Carreras, a quien usted menciona en el artículo. Luégo me he
enterado de que fue un periodista oscuro de Barcelona, maldiciente
de profesión y que en su vida llegó a aprender el castellano. Es
cosa que verdaderamente me pasma y maravilla la atención con
que ustedes los americanos siguen el movimiento de la imprenta
española. No hay folleto ni artículo de periódico que se les escape.
Pero así como la lejanía contribuye a agrandar a ciertos hombres,
no sé yo si deja ver con entera claridad las relaciones y las dis­
tancias. En España, las diatribas de Valbuena y sus congéneres
a nadie dan calor ni frío, y muchos de los interesados ni siquiera
nos hemos enterado de los ataques más que por las defensas.
Yo de la literatura militante vivo bastante apartado. M usas
colim us sev eriores y dispense usted la pedantería de la cita.
Usted dice, y sin duda con razón, que sobre el mérito de mis
versos "cabe opinar lo que se quiera" y que "no gozo de gran
reputación como poeta". Yo de esto nada sé, ni puedo tener juicio
propio sobre el caso. Por lo mismo, debo agradecer más y más la
indulgente conmiseración con que usted ha tratado mis pobres
versos que juzga tan desdeñados y menospreciados, y que lo esta­
rán sin duda cuando usted, tan benévolo con mis escritos, así lo
estima (‘). Yo ni a mi prosa ni a mis versos he dado nunca impor-
í1) Realmente Menéndez y Pelayo, que generosamente lo perdonaba todo y hasta
acogía con muy buen temple de ánimo, y agradeciéndolo cuando veía en ello buena
intención, que se le señalasen deslices u errores en sus obras, tenia la epidermis
muy delicada en todo lo que a sus versos se refiriera. También en la correspondencia
que sostuvo con Morell-Fatio hay quejas, reticencias y malos humores de don Mar­
celino sobre este tema.
Y téngase en cuenta que esta carta fue escrita en el 1891, cuando hacía ya bas­
tante que no escribía versos. Agnosco veteris vestigia flamae, parece que nos está
diciendo al contestar a su amigo colombiano.
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 163

tancia alguna: se la doy, sí, a ciertas noticias que he dado a cono­


cer, y a otras que publicaré adelante. Yo soy un trabajador mo­
desto que no ha aspirado nunca, ni puede aspirar, a un éxito
popular, y que se contenta con ser útil a los pocos que toman estas
cosas por lo serio. Afortunadamente, en España hay campo ya
para que toda vocación se desenvuelva dentro de sus naturales
límites, y la estimación de un hombre de ciencia no anda sujeta
al arbitrio de un Carreras o de un Vcdbuena.
Agradezco profundamente el generoso impulso que ha movido
la pluma de usted y los elogios, a toda luz excesivos, en que abun­
da su defensa, y me ofrezco más que nunca amigo suyo y servidor
afmo. q. b. s. m.,
M. M enéndez y P elayo.

No necesito encarecer a usted las singulares prendas de doc­


trina y estilo que avaloran su generosa disertación, digna de mejor
empleo.
Perdone usted que en esta carta, puramente confidencial haya
dejado correr con alguna libertad la pluma.
Salude usted de mi parte al señor don Miguel A. Caro, de
cuya docta correspondencia me encuentro privado hace tantos
años.

*
* *

Bogotá, julio 13 de 1891.


Señor don Marcelino Menéndez Pelayo.
Madrid.
Señor de mi mayor respeto:
Muy sinceramente he agradecido a usted la muestra de defe­
rencia que me ha dado contestando con tanta amabilidad a mi
carta de febrero. Como usted sabe la admiración y el afecto que
le profeso, puede medir el placer que experimnto al adornar mi
gaveta con un autógrafo suyo. No quisiera volver a importunar a
usted con mis letras, porque conozco las graves y múltiples tareas
que usted tiene siempre entre manos, pero me mueve el deseo de
aclarar algunos puntos que me han llamado la atención en la carta
de usted.
164 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

Me da a entender usted que ponerse en el trabajo de refutar


a Valbuena es gastar pólvora en salvas, porque en España nadie
da importancia a las difamaciones de ese libelista. Celebro sa­
berlo, porque sería muy triste que en la patria de usted, de Valera
y de Milá tuviera autoridad Escalada ('). Pero yo escribí mi traba-
jillo en vista de las circunstancias de nuestro público. No puede
usted imaginarse cómo nos han inundado los libreros españoles de
los engendros de Valbuena, hasta el punto de no haber estudiante,
ni escribiente de oficina, ni abogadillo, que no los conozca perfec­
tamente. Y como estos librejos son baratos, y en ellos se habla
del prójimo, mientras que las obras que ataca Valbuena son serias
y muchas de ellas escasas y de elevado precio, resulta que son
pocos los que hacen la confrontación entre el crítico (llamémoslo
así) y las personas a quienes injuria; confrontación que basta para
desacreditarlo. Como, además, Valbuena, mintiendo con singular
desfachatez, asegura que sus críticas han desacreditado a la Aca­
demia y que el Diccionario dejó de venderse desde que él publicó
la Fe d e en a ta s; como Clarín, que goza de merecida reputación,
lo elogia altamente, y cómo escritores de la categoría de don Ma­
nuel Silvela lo han refutado por lo largo, no es de extrañar que
aquí haya adquirido el difamador notoriedad, por creerse que su
influencia en España era grande. Los periodistas de la escuela
liberal, enemigos de la autoridad en todo campo, han contribuido
especialmente a popularizarlo, y periódico de esta filiación conozco
yo que ha reproducido los R ipios íntegros, como lectura edificante
y apetitosa. La distancia impide indudablemente valorar, en oca­
siones, los hombres y los hechos, y a esto se debe el que Carreras,
a quien usted no había oído nombrar, goce aquí de cierta reputa­
ción y que Valbuena sea autoridad, no sólo para gentes ignoran­
tes, sino para personas que pasan por ilustradas y serias. Mi es­
crito que en España sería inútil e incompleto, aquí ha ayudado
algo a desacreditar a Valbuena.
Otra explicación que deseo hacer a usted se refiere a mi apre­
ciación sobre sus poesías. Dice usted que yo las considero olvida­
das y menospreciadas, frase que no ha podido menos de apenar­
me. Mi juicio sobre la difusión de sus poesías en España, tenía for­
zosamente que fundarse en el testimonio de escritores a quienes
yo consideraba bien informados, v. gr., para no citar españoles, el
ruso Boris de Tanneberg, cuyo libro sobre L a P oesía C astellan a
(!) Miguel de Escalada fue el seudónimo que empleó Valbuena en sus Ripios
Académicos.
ME.NENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 165

contem poránea, me parece superficial en la parte crítica, pero


exacto en sus noticias. Yo no podía menos de extrañar que el libro
de versos de usted fuese trop peu apprécié en España, según afir­
ma dicho escritor, pero hallaba explicación de este fenómeno en la
consideración de que, tanto allá como aquí, el romanticismo echó
hondas raíces y los cultivadores de las severas musas clásicas no
hallan muy dispuesta en su favor el aura popular. Usted tuvo que
resucitar a Cabanyes, y a pesar de los trabajos de usted y de Milá,
una escritora como doña Emilia Pardo no ha vacilado en decir
recientemente que Cabanyes "merece la penumbra". Aquí tiene
usted selectos partidarios de sus poesías, empezando por el ilustre
Caro, pero no pueden compararse en cuanto cd número, a los ad­
miradores con que cuenta en su calidad de historiador y crítico.
Muchas veces he visto escritos venidos de las provincias más leja­
nas, en que se citan con gran respeto las obras de usted, especial­
mente los H eterodoxos. Usted comparte con dan Miguel Antonio
Caro el amor y la veneración de la escuela católica de Colombia.
Reconozco, no obstante, que no expresé bien mi pensamiento;
porque la reputación de un poeta no se mide por el número, sino
por la calidad de sus admiradores, y yo mismo hice constar en mi
artículo que las poesías de usted habían merecido altos elogios a
los más autorizados jueces. El señor Caro, en su estudio sobre las
poesías de usted, dijo, refiriéndose a las de Valera, que eran "poco
apreciadas en España". Usted, al reproducir estas líneas en el Ho­
racio en E spaña, introdujo esta oportuna variante: "no bastante
apreciadas en España". ¡Cuánto siento no haber tenido una mano
amiga y bien intencionada que hubiera variado mi frase en el
mismo sentido!
No piense usted que hago estas aclaraciones porque abrigue
la presunción de que usted, que está por sobre todos los escritores
españoles y americanos, dé ninguna importancia a lo que yo diga
o deje de decir sobre sus escritos. Yo comprendo bien nuestras res­
pectivas situaciones. Pero por eso mismo, no podría perdonarme
el haber cometido una falta de respeto, aunque fuese involuntaria,
con un escritor que ha sido siempre mi duca, signore e m aestro.
Daré con gusto sus memorias al señor Caro, que desde hace
algunos años vive entregado a la política, pues como usted no
ignora, desde 1886 él es eje sobre el que gira la Regeneración, aun-*
que hasta ahora no haya querido aceptar honores ni preeminen­
cias. Pero últimamente las circunstancias lo han obligado, a aceptar
la candidatura para Vicepresidente en el próximo periodo, con el
166 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

doctor Núñez como Presidente, y estamos actualmente en lo más


fuerte de la lucha electoral. Los radicales rechazan al señor Caro
como a su mayor adversario, y los acompañan a hacerle oposición
ciertos conservadores descontentos, que profesan ciertas teorías de
origen liberal y que tienen como candidato para Vicepresidente
al general Marcelino Vélez, hombre hábil y conservador incoloro.
Pero Dios mediante, el triunfo será espléndido y, como el doctor
Núñez no querrá probablemente ejercer el poder, tendremos al
señor Caro de Presidente por seis años, a contar desde agosto del
año próximo. Nadie sabe qué cúmulo de beneficios reportará el
país de la administración de un hombre como este.
Perdone usted que lo haya molestado con una carta tan larga,
pero cuente usted con que no volverá a importunarlo más su res­
petuoso y s. s. y amigo q. s. m. b.,
Antonio Góm ez Restrepo.

*
* *

Bogotá, 21 de agosto de 1905.


Excmo. señor don Marcelino Menéndez y Pelayo.
Madrid.
Mi muy respetado amigo:
En varias ocasiones me he tomado la libertad de importunar
a usted con mis cartas; y aunque no he recibido respuesta a ellas,
no lo he atribuido a que usted haya dejado de dispensarme su
valiosísima amistad, sino al extraordinario número de atenciones
urgentes que le roban el tiempo y que bastarían para abrumar a
otro que no fuera usted. Así es que pierdo el ánimo y vuelvo a la
carga para anunciarle el envío de un tomo del N uevo Tiempo
Literario, revista de esta ciudad, en que he publicado una traduc­
ción completa de las poesías de Leopardi; confiando en que usted
me dispensará el honor de leerla, no por el mérito de mi trabajo,
que es muy escaso, sino por el interés que naturalmente inspira
a usted cuanto se refiere a aquel grandísimo poeta. Además, usted
en, ptra época, dispensó benévola acogida a otras producciones
rpíp3¡; y no creo que hoy se muestre usted menos bondadoso para
conmigo.
i Por conducto de nuestro común amigo Rubio y Lluch, me he
informado frecuentemente de usted. En su última carta me dice que
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 167

espera la publicación de algún trabajo fundamental de usted: noti­


cia que, naturalmente, me ha llenado de satisfacción pues cada
nuevo libro de usted es un reconstituyente para el espíritu.
Deseando que usted se conserve bien, me repito su respetuoso
amigo y s. s.,
Antonio G om ez R estrepo.

* $

Santander, 8 de enero de 1906.


Señor don Antonio Gómez Restrepo.
Mil parabienes, querido amigo, por la manera brillante y ver­
daderamente poética con que ha llevado usted a término la difici­
lísima empresa de poner en verso castellano los cantos de Leo-
pardi, con profunda inteligencia de su sentido y sin violencia nin­
guna de nuestra lengua. Otros ingenios nada vulgares habían in­
tentado el mismo trabajo, así en España como en América, pero
usted tiene el mérito de haber impreso antes que nadie una versión
completa del grande y desventurado lírico recanatense, y no creo
que sus aciertos en cada una de las piezas sean menores que los
de cualquier otro traductor. Ahora sólo falta que esa traducción
salga de las columnas del N uevo Tiem po Literario para campear
en volumen aparte (').
No he contestado antes a su grata de 21 de agosto, porque
pocos días después de recibirla tuve el mayor dolor de mi vida
con el fallecimiento de mi santa madre, que a pesar de su avan­
zada edad de ochenta y cinco años, conservaba toda la energía
de su espíritu.
No piense usted que el tiempo transcurrido ni mi silencio epis­
tolar hayan entibiado en lo más mínimo el sincero afecto que a
usted profeso y la grande estimación que hice de su persona cuan­
do convivimos familiarmente en Madrid (2). Es para mí siempre
una satisfacción el recibir noticias de mis amigos de Colombia y
por cierto que en estos últimos años han sido bien escasos.

(') En 1929 reimprimió Restrepo estos cantos en volumen aparte con algunas
otras versiones de Leopardl.
( J) Estuvo en Madrid como Encargado de Negocios del Ooblorno do Colombia.
168 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

De don Miguel Antonio Caro nada sé hace un siglo, pero espe­


ro enviarle muy pronto (y a usted también) el primer tomo de la
B ibliografía H ispano Latina que lentamente voy imprimiendo y
llega ya hasta el artículo Cicerón inclusive. Mucho me alegraría
que con este motivo reanudase el señor Caro nuestras antiguas
pláticas de Humanidades, y me remitiera algunos de los trabajos
de literatura clásica que tiene hechos y que pueden servir de gran­
de ornamento a mi libro, destinado de antemano a poquísimos
lectores.
Estoy terminando el segundo tomo del Tratado d e los Roman­
c e s V iejos (129 de la Antología) y acabo de publicar un largo estu­
dio sobre la primitiva novela española, como primer tomo de la
Nueva Biblioteca de Autores Españoles í1), continuación de la de
Rivadeneyra, que hemos emprendido varios aficionados. Con esto
y la edición de Lope, y otras tareas que nunca faltan, tengo más
ocupación de la que deseara, pero ocupación grata mientras haya
salud y fuerzas. Anteayer recibí el tomo reimpreso de la Literatura
N eogranadina, de Vergara, con prólogo y notas de usted. Le agra­
dezco la mención benévola de mis trabajos.
De usted buen amigo y s. s.,
M. M enéndez y P elayo.

*
* *

(*) En la Revista del Colegio del Rosarlo (No. 35 del año 1908), publicó Restrepo
una recensión muy elogiosa de la Nueva Biblioteca de Autores Españoles, dirigida
por Menéndez y Pelayo.
NOTICIA BIOGRAFICA Y LITERARIA DE
MENENDEZ Y PELAYO

por
Antonio G óm ez R estrepo (])

Nació don Marcelino Menéndez y Pelayo en la antigua y noble


ciudad de Santander el día 3 de noviembre de 1856, y es, junto
con Pereda, la gloria más alta de la Montaña. Al lado de sus pa­
dres, que aún conserva vivos, y en el Instituto Santanderino, cursó
la segunda enseñanza, "con tal aprovechamiento —dice uno de
sus primeros biógrafos (2)— y con tan manifiesta precocidad de su
raro ingenio, que ya bachiller en 1871, amigos ilustres de la familia
presagiaban al despedir a Menéndez Pelayo, que marchaba a co­
menzar su carrera en la Universidad de Barcelona, los triunfos que
alcanzaría en lo porvenir". En la docta capital del Principado se
conserva aún vivo el sentimiento de admiración y pasmo que pro­
dujo la aparición de aquel jovencillo, a quien Ortega Munilla ape­
llidó más adelante "el niño del milagro". Terminados sus estudios
en Barcelona bajo la dirección del eminente Milá y Fontanals, pasó
a Madrid, y durante el curso del 74 al 75, estudió el doctorado de
Filosofía y Letras, y obtuvo, en exámenes brillantísimos, el título
que luégo ha ostentado con orgullo en todas sus obras. El Ayunta-

(!) Con esta noticia biográfica y literaria se publicó en 1899 en la Biblioteca


Popular, que dirigía don Jorge Roa, la Historia de la Poesía colombiana de Menén­
dez y Pelayo; se incluye aquí, por su Importancia, con las cartas del señor, Gómez
Restrepo.
<») Don Miguel García Romero. Apuntes para la biografía de don Marcelino M>·-
néndee y Pelayo. Madrid, 1879.
170 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

miento de Santander y la Diputación Provincial, le dieron una co­


misión para que visitara algunas importantes bibliotecas de Euro­
pa. Con este motivo, recorrió Menéndez el Portugal y visitó deteni­
damente a Italia, Francia, Bélgica y Holanda, recibiendo en donde
quiera testimonios de alta consideración de sabios tan eminentes
como Latino Coelho, Ernesto Monaci, Jacobo Bohemer, Pío Rajna,
Morel Fatio, Paul Meyer, Gastón París, Gachard, Dozy y otros mu­
chos de igual importancia. Cuéntase que el ilustre erudito Fornari,
Director de la Biblioteca Nacional de Ñapóles, sintió gran sorpresa
al ver a Menéndez Pelayo. "Recordando —dice García Romero—
las epístolas que le dirigió nuestro joven en un latín ciceroniano y
de muy subidos quilates literarios, creía ver en él uno de esos
hombres encanecidos y avejentados por el polvo de las bibliotecas
y no un chico imberbe que frisaba por aquel entonces en los veinte
años de edad". Proponíase Menéndez extender sus investigaciones
a las bibliotecas de Inglaterra y Alemania, cuando por muerte de
Amador de los Ríos, quedó vacante la cátedra de literatura espa­
ñola en la Universidad de Madrid; ocasión tentadora para que
aquel se presentase como opositor a la plaza vacante. Hízolo en
efecto, teniendo como contrincante al célebre orador don José Ca­
nalejas y Méndez; y aquellas oposiciones han marcado época en
los anales universitarios. El triunfo de Menéndez fue indiscutible y
la cátedra se le otorgó, mediante la aprobación por las Cortes de
un proyecto de ley que permitía ingresar en el profesorado a la
edad de veintiún años. La fama del joven santanderino llegó enton­
ces a su colmo; y el que hasta aquella época había llevado una
vida retirada y modesta, lejos de las vanidades mundanas, se en­
contró convertido en escritor de moda y se vio agasajado por los
más altos círculos políticos, sociales y literarios. La Academia Es­
pañola le llamó poco después a recoger la herencia del ilustre
Hartzenbusch; la de la Historia le nombró sucesor de Moreno Nieto;
posteriormente le llamaron a su seno las Academias de Ciencias
morales y políticas y de Bellas Artes de San Femando. A la muer­
te de Tamayo y Baus, el gobierno le nombró director de la Biblio­
teca Nacional de Madrid; y como en España una posición política
es completamente indispensable de toda carrera brillante y afor­
tunada, Menéndez ha sido varias veces Diputado a Cortes y Sena­
dor por la Universidad de Oviedo, figurando siempre en la dere­
cha del partido conservador, al lado de Pidal y Mon y otros cató­
licos alfonsinos.
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 171

La entrada de Menéndez Pelayo en el campo de las letras fue


saludada con salvas de aplausos por una parte y con gritos de
protesta por otra: el triunfo definitivo fue comprado a costa de
largas y violentas luchas. Presentábase Menéndez en la liza como
campeón de la España tradicional, objeto de vilipendio para el
espíritu revolucionario, y como heraldo de la cultura clásica, tan
desdeñada por los que se engalanaban con el nombre de progre­
sistas. Las circunstancias eran adversas a Menéndez, porque rei­
naba entonces en España, entre los hombres adictos a la revolu­
ción, una intransigencia sectaria, rayana en la ferocidad, que ya
no existe, a lo menos en las clases directoras. El ardoroso montañés
tuvo que medir sus armas con los más reputados representantes
de la filosofía krausista y del positivismo, y entre ellos, con el
malogrado Revilla, aquel "gran crítico", que fue luégo su amigo
íntimo y le dejó con su muerte "imborrable recuerdo y amarguí­
simo duelo". Ponían estos escritores grande empeño en probar la
absoluta deficiencia científica de la antigua España y en negar la
existencia de la filosofía española; y estas afirmaciones categóri­
cas, basadas en un superficial conocimiento de los hechos excita­
ron el celo patriótico de Menéndez Pelayo, que hallándose de viaje
por Europa, acometió la empresa de sostener, con pruebas una de
las tesis más atrevidas y difíciles que pueden tentar la ambición
de un erudito. Fruto de esas polémicas es el hermoso libro de La
C ien cia Española, que se lee hoy con el mismo interés que en la
época de su publicación, por la feliz alianza de erudición nueva y
extraordinaria, y de ingenio vivo y de buena ley. Aun los más
predispuestos en contra de la tesis defendida por Menéndez Pelayo,
tienen que reconocer, por lo menos, que él demostró plenamente
que sus adversarios carecían de preparación para discutir materia
tan complicada y tan poco conocida; y que dejó establecido que
no se podía prescindir de España, en la historia de la ciencia, en
la forma absoluta en que aquellos lo hacían. Si con respecto a la
cuestión más grave, a la existencia de una filosofía española con
caracteres propios y con influencia en el pensamiento europeo,
el litigio, para muchos, permanece aún sub judice, quizá se debe
esto a la falta, no subsanada todavía, de una H istoria d e la filoso­
fía esp añ ola, escrita con espíritu científico y aprovechando el in­
menso aparato bibliográfico que formó Menéndez para la última
edición de su libro de polémicas.
La lucha en el campo puramente literario fue menos dura que
la sostenida en el terreno religioso y filosófico. Necesitábase, em-
172 MENENDEZ Y PELAYQ EN COLOMBIA

pero, no pequeño arrojo para presentarse como heraldo del más


puro clasicismo, del de las grandes épocas de Grecia y Roma, en
días de confusión y anarquía, en que predominaba la literatura
efectista. Menéndez predicaba con la palabra y con el ejemplo.
Sus E nsayos poéticos son una tentativa afortunada de transfusión
del "vino antiguo en odres nuevos"; en ese florilegio aspiramos el
aroma de las más bellas creaciones de la musa antigua, algunas
de hechizo tan peligroso como el O añstys de Teócrito. La Epístola
a H oracio es, por el vigor de las ideas y el brío y entusiasmo comu­
nicativo con que está escrita, un verdadero manifiesto literario. Al
propio tiempo, para extender la afición a la poesía horaciana, sum­
mum a sus ojos de la perfección artística, escribió Menéndez el
H oracio en España, libro juzgado por Morel Fatio como "uno de
los mejores estudios literarios que se han escrito en España en
este siglo".
Pero la obra maestra de Menéndez Pelayo en su primera época
es la H istoria de los heterodoxos esp añ oles. "Obra magna de eru­
dición y de talento", llamóla Cánovas del Castillo; y esta opinión
ha sido confirmada por todo el mundo literario. Arido parecía el
tema y difícil de amenizar la historia de las herejías en el país
más católico del mundo. Sin embargo, los tres gruesos tomos se
leen con creciente interés, y son los H eterodoxos el libro de historia
escrito con más arte entre cuantos tiene la moderna literatura espa­
ñola. El tomo 29 que comprende la magna época de la Reforma,
tiene páginas admirables, capítulos en que el arte de narrar ha
llegado a su perfección, retratos de personajes célebres y que son
dignos de la pluma potente y colorista de Taine. Y es de notarse en
este volumen que el autor, sin menoscabo de su criterio estricta­
mente ortodoxo, muestra cierta benevolencia y aun simpatía para
con herejes tan famosos como Miguel Servet, a tiempo que cuando
llega a la época contemporánea, su pluma suele moverse con indig­
nación juvenalesca para censurar a políticos, filósofos, literatos y
oradores afiliados en escuelas opuestas a la suya, quizá porque
las doctrinas por éstos defendidas y propagadas tienen influencia
social inmediata, mientras que las herejías de aquellos reformistas
han pasado al panteón de la historia.
La segunda época de Menéndez se caracteriza por un cambio
radical de opinión sobre el valor y la importancia de la literatura
y la ciencia germánicas, que le inspiraban verdadera repulsión en
sus primeros tiempos y han sido luégo objeto de su fervoroso entu­
siasmo. El que en la C arta a m is am igos d e Santader, dejaba
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 173

estallar su antipatía contra el "rudo cantar" y el "filosofar caligi­


noso" de los escritores hiperbóreos, considera a Goethe, Schiller
y Heine como dioses máximos de la poesía; se declara en estética
discípulo de Hegel y nutre su poderoso entendimiento con la cien­
cia de un Grimm, de un Diez, de un Lofze, de un Momsen. El tomo
4r de las Id eas estéticas es un monumento levantado en honor del
arte alemán. Este cambio demuestra una ampliación de criterio,
que ha permitido a Menéndez comprenderlo y abarcarlo todo; y
ha dado a su crítica una serenidad, elevación e independencia que
son marca de genio. Su mirada se pasea por el vastísimo campo
de la literatura universal, y ya asciende a las cimas del arte
helénico, ya penetra en las selvas americanas en busca de sus
flores agrestes. Menéndez, como crítico, está a la altura de los
grandes maestros franceses del género, con la ventaja de que, sa­
biendo cuanto éstos saben, ha explorado regiones que para los
sabios europeos suelen ser tan ignorados como la última Thule,
es decir, todo lo relativo a las literaturas española y portuguesa y
a la del Continente americano. Mucho se ha hablado de la erudi­
ción de Menéndez; pero hay que ponerla a prueba para poder
medir hasta dónde llegan su extensión y profundidad. En esta parte
hay que reconocerle poco menos que como infalible; y este home­
naje se lo han rendido más de una vez los tres hombres que en la
España contemporánea han gozado de reputación mejor sentada y
poseen ilustración más universal y memoria más grande y segura:
Cánovas, Valera y Cas telar.
Menéndez es hoy universalmente querido y respetado en Espa­
ña. No tiene enemigos ni tampoco émulos, porque aun los más
ambiciosos comprenden que con él no se puede luchar. Sigue sien­
do católico sincero y así lo declara con noble franqueza; sigue
figurando en el partido conservador; pero si es amigo íntimo de
Pidal, no le quieren menos Valera, Galdós, Clarín y Jacinto Octa­
vio Picón. Otro que no fuera él habría adoptado un tren de vida
de acuerdo con su posición, se habría vuelto intratable y orgulloso;
se daría aires de pontífice máximo: Menéndez sigue llevando vida
de estudiante; y nada ha podido alterar su carácter dulce e inge­
nuo. En su cuarto de la Academia de ,1a Historia, atiborrado de
libros y que él mide nerviosamente a grandes pasos, como león
encerrado en una jaula, recibe a quien quiere visitarle y pone a
disposición de todo el mundo los tesoros de su ciencia. Cuando se
encamina hacia la Universidad, envuelto negligentemente en su
capa, cualquiera le tomaría por uno de los discípulos de su cáte-
174 MENENDEZ Y PELA YO EN COLOMBIA

dra. En las sesiones de la Academia representa al elemento in­


disciplinado y bullicioso, que no teme perturbar con su animada
charla las graves disertaciones de un Fernández y González o un
Fabié, a reserva de trabajar luégo más que todos los académicos
juntos. Tal es el hombre de quien ha dicho el escritor ruso Boris de
Tannenberg que "es el cerebro más vigoroso de la juventud espa­
ñola contemporánea".
Agregaremos para terminar que el peso de la erudición no ha
abrumado a Menéndez Pelcryo, ni ha hecho de él un sér deforme
ni enclenque, al estilo de Leopardi: su vigorosa organización mon­
tañesa se ha desarrollado plenamente y goza del dón precioso de
una salud inalterable. El mismo declara que ignora lo que es un
dolor de cabeza. Eso sí: tiene particular cuidado de no leer ni
escribir una línea de noche, merced a lo cual conserva una vista
de lince: tampoco trabaja constantemente durante el día; y al verlo
a ciertas horas recorrer sin rumbo las calles, podría tomársele por
un "paseante en corte". ¿Con qué tiempo lee Menéndez cuanto se
publica en el mundo, y a qué horas escribe sus libros, que ya for­
man una biblioteca? Nadie lo sabe. Clarín decía una vez que pro­
bablemente leía mientras dormía, así como hay otros que duermen
mientras leen.
Antonio Góm ez R estrepo.
Abril, 1899.
1886

MENENDEZ Y PELAYO

JOSE MARIA RIVAS GROOT


JOSE MARIA RIVAS GROOT

C olom bia p a rece qu e d a lo s literatos por gen eracion es com ­


pletas: los Góm ez R estrepo, los Caros, los R iv a s...
R ivas Groot era hijo d e M edardo Rivas, p oeta, n ovelista, histo­
riador y, sobre todo, hom bre d e acción, qu e lo m ism o em p leaba sus
esfuerzos d e gran luchador en abolir la esclavitud y colonizar nue­
vas comarcas, que en sacar a luz, en m agn íficas edicion es, v iejos
y olvidados libros.
El abu elo d e R ivas Groot, José M anuel Groot, e s e l prim er
gran historiador d e C olom bia con su Historia Eclesiástica y Civil
de la Nueva Granada, a que se alu de en estas cartas.
Y esta generación d e lo s R ivas colom bian os y literatos, s e
perpetú a en el hijo d el señor Rivas Groot, José M anuel Rivas Sac-
coni, a quien y a hem os aludido en este Epistolario y a quien ten­
drem os qu e aludir m ás veces, a p esar d e la concisión qu e qu ere­
m os dar a estas notas, pu es su in can sable actividad literaria
continúa ilustrando la brillan te historia de su país.
José M aría R ivas G root se dio a conocer como buen poeta en
su Canto a Bolívar y en Constelaciones; com o n ovelista, en e l
Triunfo de la Vida, prem iada por la Biblioteca Patria; com o histo­
riador, en su Historia de la Gran Colombia; com o político, en su
actuación honrada e inteligente en todos los altos puestos qu e su
nación le confió, y com o am igo fiel y devoto d e M enéndez P elayo,
en h a b er honrado siem pre, aun despu és de m uerto, a l gran m aes­
tro d e la crítica literaria en España. En el añ o 1917, a l inaugu-
178 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

roerse la estatua a M enéndez P elayo en el vestíbu lo d e la Biblio­


tec a N acional, d e M adrid, don José Rivas Groot, lu e uno d e los
q u e tom aron parte en aq u ella v ela d a pronunciando un sentido dis­
curso i1)·(i)

(i) Del Boletín de la Bbca. M. y F. El título de la obra histórica a que se alude


en esta nota es El Nuevo Reino de Granada en el siglo XVIII, escrita en asocio de
Jerónimo Becker, e Impresa en Madrid, en la Imp. del Asilo de Huérfanos del S. O.
de Jesús, en 1921. (Biblioteca de Historia Hispanoamericana).
MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA 179

Bogotá, enero 23 de 1886.

Exorno, señor don Marcelino Menéndez y Pelayo.


Madrid.
Señar de toda mi consideración y aprecio:
Mil y mil gracias, ante todo, eminente señor, por la bondadosa
acogida que fue usted servido dar a mi pobre letra, como lo veo
en la que usted se dignó dirigirme há meses, y que llegó a mis
manos con no poca retardación a causa de que la desastrosa gue­
rra por que ha pasado el país, detuvo en el litoral, o bien extravió,
la correspondencia que de fuera nos venía.
Gratísimo me fue por cierto, como es fácil imaginarlo, el con­
tenido de la letra de usted, así por la voz de aliento que usted,
autorizado como nadie para ello, me da a fin de que no desmaye
en sacar a luz todas las obras históricas relacionadas con la con­
quista que la gloriosa España hizo de estos mundos, o las que tra­
tan del Gobierno Colonial y del propio que hemos tenido, obras
que publicadas unas, tocan en escasas manos porque escasos tam­
bién son los ejemplares que se conservan, y desconocidas otras,
corren inéditas, y mal digo corren, pues que duermen en la Biblio­
teca Nacional o en otras particulares, sin otro manoseo que el que
les damos algunos desocupados.
Por ló que respecta a la H istoria E clesiástica y Civil, de mi
venerado abuelo, diré a usted que, como toda otra empresa, su
reimpresión se suspendió temporalmente a causa de la guerra;
pero que en estos momentos llevamos ya a la prensa el tomo l 9,
y no de lejos, me prometo, han de seguirle los otros dos. También
ha sido parte a retardar la impresión el deseo de dar a Caro tiempo
de rematar su excelente y extenso Prólogo.
La bondadosa oferta que usted, en respuesta a mi petición, se
digna hacerme de trabajar un estudio sobre la H istoria, que, según
usted me lo indica, ha "de figurar no al principio sino al fin de la
obra", ha sido recibida por mí can todo el agradecimiento de que
soy capaz yo, entusiasta admirador de usted tanto en sus trabajos
de aliento científico como en los deleitosos de género poético con
que usted a menudo nos regala. Comuniqué dicha oferta a Caro,
Pambo y demás amigos, quienes han manifestado vivísimo interés,
como yo, por este nuevo escrito de usted, y frecuentemente se me
acercan a informarse si y a llega. Creo que Caro le hablará a usted
especialmente de ello.
180 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

Por todo ello verá usted la admiración que por usted tenemos
en este país, que, no pudiendo alardear de otros progresos, a causa
de la situación topográfica y lo escarpado de nuestros Andes, se
encastilla en los estudios y así se enamora de los altos ingenios,
entre los cuales es usted tenido como uno de los primeros.
Me permití remitir a usted, por correo pasado, un ejemplar de
mi pobre Canto a Bolívar, no para que usted lo lea, pues que no
vale la pena de tal sino a fin de que usted lo conserve como fian­
za de respetuosa admiración. Por el presente, envío a usted los dos
primeros tomos de las O bras de mi buen padre. Siento en el alma
que éste se hcdle ausente ahora en una de sus propiedades del
norte de la república, pues que así los ejemplares no irán dedica­
dos personalmente por él, que tanto le admira a usted, y que me
recomienda especialmente los envíe a su nombre.
Como no dejarán de interesar a usted las obras que se publi­
quen originales en esta capital, me tomo la libertad de ofrecerle
que en el curso del año le enviaré todas las que publiquemos, que
no serán pocas, por lo mismo que fueron escasísimas en el que
ha pasado.
Tan pronto como hayamos puesto en prensa el trabajo de
Caro, lo remitiré a usted, ya que usted, naturalmente, tiene deseos
de conocerlo antes de dar remate a su trabajo propio.
Acepto, agradeciéndola en el alma, la amistad que usted es
dignado ofrecerme, y ruego a usted, en cambio, que sea servido
ocupar en algo a este su inútil servidor que se honra en demasía
al llamarse su humilde admirador y amigo, q. b. s. m..

José R ivas Groot.


MENENDEZ Y PELAYO

RAFAEL MARIA CARRASQUILLA


RAFAEL MARIA CARRASQUILLA

El cura d el barrio d e la C atedral, q u e a sí era con ocido en


todo Bogotá, n o desm ien te la casta en e s e buen hum or qu e d eja
ca er en esta carta. Era h ijo d el con ocido p ed a g og o y p o eta íestivo
R icardo C arrasquilla.
Term inados sus estudios y h abién d ose d ad o y a a conocer por
sus trabajos hterarios, sintió la vocación sacerd otal y entró en e l
Sem inario a los veinticuatro añ os d e edad.
Fue un celo so sacerd ote y brillante orador sag rad o y pu blicó
varios estudios históricos, literarios y ap olog éticos í1).

( 1 ) Es necesario ampliar la breve noticia anterior que el Boletín de la Biblioteca


Menéndez y Pelayo dió de Monseñor Rafael María Carrasquilla, cuyo centenario se
ha conmemorado en estos mismos dias. Insigne sacerdote y canónigo de la metropoli­
tana de Bogotá, que brilló como uno de los más grandes oradores sagrados y como
uno de los más notables escritores que ha tenido Colombia. Formado en la filosofía
y en la teología por su padre, don Ricardo Carrasqulla, y por el presbítero y doctor
Joaquín Gómez Otero, precursor éste de la restauración escolástica en Colombia, aún
antes de la aparición de la in m o rta l encíclica Aetemi Patrie de la Santidad de León
xm, fue Carrasquilla uno de los más sabios filósofos y teólogos que ha tenido nues­
tra nación. Como restaurador de la escolástica fue digno continuador de su maestro,
y el más Ilustre Intérprete del pensamiento pontificio expresado en la famosa e
Inmortal encíclica antes mencionada.
Su mentalidad de profundo pensador, discípulo de San Agustín y de Santo
Tomás, se señala en todas sus obras, donde campea su elegante y diáfano estilo.
Carrasquilla es considerado como uno de loe más altos escritores castellanos de los
últimos tiempos.
Fue durante cuarenta años rector magnifico del Colegio Mayor de Nuestra
Señora del Rosarlo, Institución no sólo de enseñanza superior, sino de carácter
universitario; dirigió además, por más de veinte años la Academia Colombiana de la
Lengua y fue ministro del despacho ejecutivo en la cartera de Instrucción Pública,
durante la administración del señor Caro. (N. del ■ .).
Bogotá, 30 de septiembre de 1890.
Señor don Marcelino Menéndez y Pelayo.
Madrid.
Muy estimado señor mío:
Desde que la Academia Colombiana cometió el disparate de
elegirme miembro suyo, me puse a pensar qué asunto elegiría
para mi discurso de entrada; y escogí los escritos de la Madre
Castillo, por cien razones que usted comprende y que no necesito
enumerarle.
Como usted, olvidándose de su indiscutible superioridad, no
desdeña leer y analizar lo que por acá se escribe, y lo juzga con
tamaña indulgencia; como fue usted el primero que en España
habló de nuestra insigne monja tunjana (*), llamándola émula de
Santa Teresa, y como sé, por boca de usted mismo, que se gloría
de impertérrito lector, me atrevo a remitir a usted un ejemplar de
mi precitado discurso, o más bien sermón, leído el 6 de agosto ante
la Academia Colombiana.
Pero hay otra razón para que le escriba yo a usted; y, si no
he de mentir, ésta es la principal. Es el caso, señor don Marcelino,
que, sin que lo estorbe la distancia que nos separa, aquí leemos
y estudiamos con ahinco cuanto usted escribe, y que usted es cono­
cido de todos los colombianos, y estimado y querido de todos los
colombianos buenos. Los clérigos, sobre todo nos perecemos por

(1) Sobre la Madre Castillo, habló Menéndez y Polnyo en hu discurso de recep­


ción en la Real Academia Española, y el primero que le facilitó datos sobre la céle­
bre monja tunjana fue Miguel Antonio Oaro. Véase su correspondencia con don
Marcelino.
186 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

usted y tenemos su retrato y le sabemos la vida y milagros, lo


m i s m o que si viviéramos pared de por medio con usted en la
Fonda de las Cuatro Naciones.
Hace tiempo que tenía ganas de conversar con usted. Si los
dos fuéramos ingleses, le habría rogado yo al señor Caro que me
presentara a usted; pero como somos españoles —gracias a Dios—
yo mismo me presento.
—El cura de la Catedral de Bogotá.
Y aunque a usted le enfade el encuentro, ya sé que me res­
ponde:
—Tengo mucho gusto de conocer a usted.
Me figuro —mejor dicho, sé— que a usted le llegan todas las
semanas cartas por el estilo de esta mía, y que recibirlas y leerlas
es una de las cruces cuotidianas de usted. Pero, paciencia, señor
don Marcelino. Si usted no hubiera escrito La Ciencia E spañola y
Los H eterodoxos, estaría usted libre del enfado que le causa.
Su afmo. estimador, q. b. s. m..

R afael M. C arrasquilla, Pbro.


1892

MENENDEZ Y PELÄYO

CARLOS HOLGUIN
k.
CARLOS HOLGUIN

C arlos Holgu'm vino a E spaña en 1881 con carta d e presen ­


tación d e su cuñado M iguel Antonio C aro p a ra M enéndez P elayo,
su íntimo am igo. D esde enton ces se entablaron relacion es cordia-
lísim as entre am bos.
Holguín e s e l prim er Ministro Plenipotenciario d e C olom bia
en E spaña y el que con gran tino y am or a la M adre Patria inau­
gura la s relacion es d e sin cera am istad entre am bos p aíses. Política
qu e restableció y m antuvo con firm eza a l ser nom brado Presidente
d e la R epública, y política am istosa qu e siguieron sus su cesores
M iguel Antonio C aro y e l gen eral R eyes: d e qu ien es transcribim os
aqu í tam bién cartas a M enéndez P elayo.
Los n egocios pú blicos y la s lu chas políticas no dejaron tiem po
a Holguín m ás qu e p a ra dar m uestras, en algu nos artículos perio­
dísticos, d e la s gran des d otes d e escritor q u e p oseía. Brilló com o
elocu en te orador y sobre todo fu e un gran estadista (x).

(') Del Boletín de la Biblioteca Menéndez y Pelayo.


L
Bogotá, agosto l9 de 1892.

Al señor don Marcelino Menéndez y Pelayo.


M adrid.
Muy distinguido amigo:
Tengo el gusto de enviar a usted mi cordial scdudo, y de in·
troducir, por medio de la presente, a su valiosa amistad, al señor
don Antonio Gómez Restrepo, a quien envío como secretario de
nuestra Legación en esa corte.
Supongo que su nombre no es desconocido de usted, pues a
pesar de sus pocos años, figura ya con honor entre los de nuestros
literatos y poetas. Agradeceré mucho a usted todo lo que por él
haga, y no dudo que la amistad de usted será para este amigo
de inapreciable valor.
Deseo que se conserve usted bien, y que viva muchos años,
para gloria de su patria y satisfacción de sus amigos, entre los que
tiene a honra contarse su affmo. y obsecuente servidor.

C arlos Holguin.
t
1894

MENENDEZ Y PELAYO

SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER


SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER

N acida en B ogotá y ed u cad a en París, vivió d espu és en otras


repú blicas H ispano-A m ericanas, y vino tam bién a E spaña en 1892
com o d eleg a d a d e B olivia en la s tiestas d el cuarto cen ten ario d el
descubrim iento d e A m érica.
Tiene estudios históricos m uy a p recia b les sobre la conquista
y colonización d e C olom bia, biog rafías d e hom bres céleb res y es
fundadora de una revista. La Mujer, en la qu e só lo colaboraban
plum as femeninas.
C asó con lo s é M aría Sam per, literato tam bién y colom biano,
autor conocido por su Ensayo sobre las Revoluciones en las Repú­
blicas Colombianas í1).

( 1) Dnl Uulutin clu In Hlblloli'cii Mmiímlroi y l’nliiyi).


París, 6 me Crevaux, 24 de octubre de 1894.
Señor don Marcelino Menéndez y Pelayo.
Madrid.
Muy distinguido señor y amigo:
Por medio de la casa editorial de Gamier —de París—, he
tenido el gusto de enviar a usted mi última obra La Mujer en Ja
Sociedad M oderna. Me he atrevido a remitírsela a usted porque
en una de sus apreciables cartas me dice usted que ha leído mis
libros y tendrá gusto en recibirlos. No sé si éste será aprobado por
usted, pues la parte que a España toca no es muy nutrida por
falta de datos precisos —a pesar de que los pedí a España a per­
sonas competentes—. Quizá, sin embargo, que el objeto y la inten­
ción de la obra merezca su aprobación, ya que el desempeño de
ella ha tocado a persona que no es suficientemente apta para el
caso.
Me repito de usted con toda consideración, atenta servidora y
amiga.
S oledad A costa d e Sam per.
MENENDEZ Y PELAYO

GUILLERMO VALENCIA
GUILLERMO VALENCIA

En carta d e 3 d e junio de 1889, Antonio G óm ez R estrepo d ice


a don M arcelino: "La p resen te tien e por o b jeto introducir a sus
bu en as relaciones a l señ or don G uillerm o V alen cia, qu e p arte p ara
Europa con e l carg o d e S ecretario d e nuestra Legación en París y
s e propon e h acer un v iaje a España. Es V alen cia uno d e nuestros
m ás jóv en es p oetas y represen ta entre nosotros una tendencia an á­
lo g a a la d e Rubén Darío, p ero con inspiración m ás alta y una
cultura intelectual m ucho m ás sólid a y com pleta qu e la d el p oeta
n icaragü en se; y a l decir esto creo qu e n o m e ciegan la am istad
ni e l paisan aje".
Electivam ente, y sin m eternos en e s a s com paracion es odiosas,
no ceg a b a la pasión a R estrepo a l juzgar a V alen cia com o un alto
poeta. M enéndez P elayo n o pu do m en cion arle en su Antología de
Poetas Hispano-American os, y fue pena, porqu e seguram ente qu e
h u biese escrito un m aravilloso juicio sobre este gran señ or qu e
cu ltivaba la p o esía com o uno de sus m ás favoritos sports y en m ás
d e una ocasión s e h a c e digno d e qu e s e le proclam e campeón.
No hem os podido h allar el comienzo de esta carta de Guillerm o
V alen cia, p ero d a d a la im portancia d el p erson aje, no hem os duda­
d o en insertarla, aun truncada, entre esta correspon den cia d e his-
pano-am ericanos C1).

( L) Del Boletín de la Biblioteca Menéndez y Pelayo.


Aunque parece un poco extraña para elogiar a un gran poeta la terminología
deportiva, a pesar del buen espíritu de quien escribió la precedente nota, sin em­
bargo, vale ello para recordar aquí que en la reciente encuesta abierta por la
Academia Colombiana, obtuvo el maestro Valencia la m&s numerosa cantidad de
votos, que lo declararon alto poeta colombiano. (N. del O.)
C A R T A DE GUILLERMO VALENCIA

.. .al pobre librejo que hoy le envío donde están encerrados,


más bien que mis trabajos, mis pecados literarios de juventud.
Sólo deploro que este pobre presente vaya por sí mismo a
refutar las bondadosas recomendaciones de mi querido amigo Gó­
mez Restrepo, a quien excusarán en este caso su generosidad y
optimismo.
Con sentimientos de la más alta consideración, tengo el honor
de suscribirme de usted, por la primera vez, su admirador sincero
y humilde servidor, q. b. s. m., (l)
G uillerm o V alencia.

(') A posar de múltiples eminencias hechas para hallar lo que falta de esta carta,
no nos ha sido posible completarla ni encontrar ulnifuna otra. (N. del O.).
1907

MENENDEZ Y PELAYO

CARLOS ARTURO TORRES


L
CARLOS ARTURO TORRES

De sus Estudios Ingleses d ice G óm ez R estrepo qu e "hacen ho­


nor a las letras colom bianas".
Ese derecho, qu e con orgullo exhibe en esta carta, d e sentirse
d e raza hispan a, acom pañ a a C arlos Arturo Torres en todas sus
producciones p oéticas, qu e no son popu lares por ser íilosóíicas;
pero que no dejan d e tener inspiración p oética. Y m ucho m ás d e
adm irar e s este sentim iento d e H ispanidad en quien casi s e crió
y edu có en Inglaterra y allí o viajando por Europa p a só la m ayor
p arte d e su vida I1).

( ') Del B o le tín do la 131blloteen M rním loy, y l’nluyo,


Liverpool, enero 28 de 1907.
Al señor don Marcelino Menéndez y Pelayo.
Madrid.
Muy distinguido señor:
Mi amigo y compatriota el señor Torres Mariño se encargó bon­
dadosamente de poner en propias manos de usted mi libro Obra
P oética, editado en esa Villa y Corte. Hoy le encargo de la misma
comisión respecto de otro libro titulado Estudios In gleses.
Heme tomado la libertad de dedicar a usted el estudio primero
de ese libro, que es al propio tiempo el más largo y detenido, cual
cumplía al asunto: Shakespeare.
Al honrar mi oscura producción con el esclarecido nombre
de usted, he querido, en primer término, dar un testimonio de ad­
miración y altísima estima al representante más genial y excelso
de ,1a cultura y de la intelectualidad españolas en la época contem­
poránea: honra y prez de las letras y de la raza que, como hispano­
americano, tengo derecho a llamar mías; también he querido seña­
lar la orientación que a mi juicio debe buscar la intelectualidad
hispano-americana, algo extraviada por sendas exóticas y que,
a mi parecer, debe hermanar el gusto por lo moderno con el res­
peto y culto por lo castizo y español. Así lo digo en el Estudio sobre
el m ovim ieno literario en la Europa contem poránea. Finalmente,
he pretendido poner mi trabajo bajo la égida del más insigne de
nuestros ingenios y del más comprensivo, sabio y elevado de nues­
tros críticos, dando así a mi libro, con el nombre de usted, el brillo
que su falta de méritos propios le ha negado.
210 MENENDEZ Y PELAYO EN COLOMBIA

Es mi trabajo también, en parte, una contribución a la obra


de acercamiento o entente entre España y la América española.
Los que vivimos en países sajones somos, quizás, quienes aprecia­
mos más la importancia de ima resurrección del prestigio del espa­
ñolismo en el mundo. De eso hablo en el estudio que he llamado
El C entenario d e Tzaialgax.
Ruego, pues, a usted se sirva aceptar benévolamente la dedi­
catoria de mi primer Estudio y las seguridades de mi admiración
y estima.
Queda de usted s. s. q. s. m. b.,
C arlos Arturo Torres.
1909

MENENDEZ Y PELAYO

DIEGO MENDOZA PEREZ


S o b ie la colección d e cartas y algunas m em orias inéditas de
C aldas que arrojan luz sobre la Expedición Botánica y sobre la
vida d el sa bio colom biano. (Tomada de La Crónica, número 1838,
pág. 2?, 1912).
Madrid, 7 de noviembre de 1909.
Señor doctor Diego Mendoza.
Muy señor mío y amigo de todo mi aprecio:
Interesantísimas páginas para la historia de la cultura espa­
ñola del siglo XVIII en ambos hemisferios ha escrito usted en su
libro Expedición B otánica d e Mutis y M em orias in éditas d e C aldas,
por el cual muy sinceramente lo felicito. Los documentos inéditos
que usted publica me hacen desear que usted complete su trabajo
con otro volumen en que detalladamente se expongan la biografía
de Caldas y el desarrollo de su actividad científica en los varios
órdenes a que la aplicó.
Contestando a su pregunta puedo decirle que el señor don
Cayetano Alberto Barrera y Leivado falleció en Madrid el 30 de
octubre de 1872, según consta en el archivo de la Biblioteca Na­
cional donde era empleado.
De usted afectísimo y agradecido servidor y amigo q. b. s. m..

M. M enéndez y P elayo.
1911

MENENDEZ Y PELAYO

RAFAEL REYES
RAFAEL REYES PRIETO

El gen eral R eyes, explorador, trotam undos in can sable, hom bre
d e n egocios, m ilitar victorioso en la b ata lla d e Enciso, en 1895,
m ereció despu és d e es e triunfo qu e el gobiern o d e su nación le
con firiese im portantes m isiones diplom áticas en varios p a íses de
Europa. Por estos añ os e s cuando trató a M enéndez P elayo.
Proclam ado m ás tarde Presidente d e la R epú blica d e Colom ­
b ia, ejerció d esd e e l poder una dictadura b en eficiosa p ara el p aís;
pero dán dose cuenta a tiem po d e que el pu eblo d esea b a cam bio
d e m ando, confirió a l qu e d eb ía ser su su cesor la m ás alta m agis­
tratura de la nación (7 d e junio d e 1909) y se ed icó a viajar nueva­
m ente por Europa, residien do larg as tem poradas en M adrid. A esta
ép o ca se refiere la carta a M enéndez P elayo qu e publicam os.
El artículo que le rem ite sobre la visita a la viuda d el gen eral
San Martín, pu blicada en La Epoca, como su folleto España y Amé­
rica, tienen por objeto fom entar la s relacion es entre E spaña y los
p aíses hispano-am ericanos (’).

( ’) Del Boletín do In Biblioteca Mentido/ y Pelayo.


Vichy, 30 de julio de 1911.
Señor don Marcelino Menéndez Pelayo.
Madrid.
Muy estimado señor y amigo:
Le adjunto un articulejo escrito a la ligera, como se vive hoy,
y plagado de errores: Una visita a la viuda d e San Martín. El ob­
jeto de él es trabajar por los mismos generosos ideales, que su
magistral pluma ha defendido.
Recuerdo con agrado nuestro encuentro en Sevilla, con usted
y el insigne Castelar en 1896 y acaricio la ilusión de volver a es­
trechar su mano y a oír su sabia palabra.
En Constantinopla encontré al joven español Agustín G. de
Amezúa, con quien hablamos de usted con cariño y agrado y le
recomendé hacerle una visita. No teniendo la dirección de usted
envío esta carta por conducto de aquél.
Pienso hacer un viaje a España en el próximo invierno y ten­
dré el gusto de buscarle.
Soy afmo. s. s. y amigo,
R. Reyes.
1912

MENENDEZ Y PELAYO

ENRIQUE PEREZ
ENRIQUE PEREZ

El artículo que este periodista pu blica en Hispanice, revista


qu e s e ed itaba en Londres con e l subtítulo d e The Journal of the
Spanish-speaking world, y qu e electivam en te alcan zó gran difu­
sión en todas la s repú blicas h isp an oam erican as, tiene m uchos
puntos d e interés y so b re todo d e actualidad. Par ser larg o no lo
reproducim os íntegro, sin o únicam ente aqu ellos p árrafos fin ales a
q u e s e refiere la carta d el señ or Pérez.
En lo s p árrafos an teriores d e este artículo s e rep lica a Ram iro
d e M aetzu qu e en N uevo Mundo ap lau d e a la revista Hispania
y sus propósitos d e fom entar la unión d e H ispano-A m érica con la
M adre Patria: "Se m e figura, d ice e l autor d e la Defensa de la His­
panidad, que la n u eva sim pática revista s e d eja llev ar en a la s d el
d eseo un poco m ás a llá d e la s p osibilid ad es inm ediatas" i1).(*)

(*) Del Boletín de la Biblioteca Menéndez y Pelayo.


I
Londres, marzo l9 de 1912.
Señor don Marcelino Menéndez y Pelayo.
Madrid.
Muy distinguido señor:
Me tomo la libertad de acompañar a la presente, en pruebas,
un artículo que habrá de aparecer en el número de abril de His­
pania. Sin otro título para dirigirme a usted que la veneración y
el cariño que todos los hispano-parlantes sentimos hacia el grande
escritor, me permito inquirir su valiosa opinión sobre el plan que
en la parte final del artículo incluso formulo. Y caso de que usted
tenga la bondad de honrarme con una respuesta, pido desde ahora
su venia para publicarla en el momento oportuno.
Aprovecho esta oportunidad para presentar a usted mi cordial
saludo, y con sentimientos de la más distinguida consideración, me
suscribo de usted.
Respetuoso admirador,
Enrique Pérez.
*
* 4c

AMERICA Y ESPAÑA

La fraternidad. — Las p alab ras. — Los hech os. — Un C ongreso


d e Estudiantes H ispano-parlantes.

Un C ongreso Internacional d e Estudiantes

Existe un medio de colaboración eficaz para realizar este ideal


de fraternidad. Lo someto al estudio de los escritores castellanos
228 MENENDEZ Y PEIAYO EN COLOMBIA

de ambos mundos. Ya ha sido ensayado, can éxito, en menor es­


cala. Hablo de un Congreso Internacional de Estudiantes —que
hubiera de reunirse en Madrid—, al cual concurriesen delegados
de todos los centros universitarios del mundo hispano-parlante. Un
joven cuyo talento trae bellas promesas, inició en Colombia, en
1909, la idea de reunir un Congreso Internacional de Estudiantes
de los tres países que formaron la Gran Colombia. La idea fue
acogida con entusiasmo, y el primer Congreso se reunió en Bogotá
el 20 de julio de 1910. El segundo se reunió en Caracas en julio
de 1911, y el tercero en Quito, en agosto del mismo año. No conta­
mos con espacio suficiente, en estas páginas, para dar, siquiera
sea en extracto, una idea de las importantes resoluciones adopta­
das por los citados Congresos. Baste saber que ellas han tenido
mucha trascendencia en los países del norte de América, y que han
cimentado una inteligencia, un acercamiento' notable, de los cen­
tros universitarios de las tres repúblicas.
Demos ensanche a esa idea. Los estudiantes de hoy son los
hombres del porvenir; los que han de formar esa España futura
con que sueñan los modernos pensadores españoles. Acerquemos
los estudiantes de América a los estudiantes de la Madre Patria,
y que una de las conclusiones a que se llegue sea la del inter­
cambio de profesores y la del intercambio de estudiantes. No creo
que haya medio más eficaz para que se conozcan, y aprendan a
amarse, los hispano-parlantes de ambos mundos.
La idea es generosa y, en mi sentir, es práctica. Acaso algunos
la consideran utópica. No la creo de difícil realización y me place
hacerme su vocero. A otros, por menos, se les ha llamado visio­
narios; y cuando su pensamiento se ha traducido a los hechos, se
les ha lanzado un "¡quién lo hubiera creído!" en pleno rostro. No
reclamo para mí la originalidad de lo propuesto; muchos pueden
haber pensado en un plan análogo. Mas sí confío en el éxito, por
el mérito mismo de la idea. Trabajen por su realización, contribu­
yan a su propaganda, todos los escritores y periodistas de habla
castellana, hasta que comulguemos en un ideal común, en una
común aspiración —presididos por el buen sentido del inmortal
Sancho— todos los descendientes de nuestro señor Don Quijote.

Enrique Pérez.

Londres, abril de 1912.


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EN LA EDITORIAL KELLY DE BOGOTA
SE ACABO DE IMPRIMIR ESTE LIBRO
E L D IA I I I D E N O V IE M B R E DE
MCMLVII AÑOS, ANIVERSARIO DEL
NACIMIENTO DE DON MARCELINO
MENENDEZ Y PELAYO.
LAUS DEO.

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