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DANIEL ROPS
DE LA ACADEMIA FRANCESA

HISTORIA
DE LA IGLESIA
DE CRISTO

XI
LA IGLESIA
DE LAS REVOLUCIONES
II
Esta edición está reservada a
LOS AMIGOS DE LA HISTORIA

HISTORIA DE LA IGLESIA Voi. XI


NLhil Obstat: D. Vicente Serrano, Madrid 21-4-71
Imprímase: Ricardo, Obispo Aux. y Vicario General
Arzobispado de Madrid-Alcalá

© Luis de Caralt-Librairie Artheme Fayard

Edición especial paxa


CIRCULO DE AMIGOS DE LA HISTORIA
Sánchez Díaz, 25 Madrid-17
Papa a los cincuenta y cuatro años, Pío IX (que apa- del que el «Syllabus» es la más fuerte expresión,
rece en la fotografía, en el Vaticano, a los ochenta y liberará al papado de su poder temporal. Pero lo
tres años) conoce el pontificado más largo de la his- dejará, también, crecido en su autoridad espiritual,
toria. Inducido por la acción de los revolucionarios, que se verá consagrada por la proclamación de la
principalmente italianos, hacia un antiliberalismo infalibilidad papal.
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 9.

VI. DIOS Y EL HOMBRE


EN PUGNA

El combate de J a c o b a deshacerse de aquel eterno adversario, que


obstaculizaba su camino, o si, aceptando ser
En una de las capillas laterales de la igle- victoriosa en su misma derrota, continuaría
sia de San Sulpicio, en París, está —envuelta como en otro tiempo hallando en el agudo dolor
en dorado ocre y en misterio— una de las más de su secreta herida la señal y la prueba de su
sorprendentes obras maestras que haya produ- grandeza.
cido el arte del siglo XIX. Su autor, Eugenio Las crisis políticas que hemos visto sacu-
Delacroix, la pintó durante el invierno de 1855- dir al mundo occidental a lo largo del período
1856, cuando ya, percibida la secreta señal, se aquí considerado, ocultan una realidad infini-
enfrentaba, en la creciente sombra, al ángel tamente más profunda que aquella que se tra-
que todo hombre encuentra en su camino. Ese duce por la muerte de un obispo en una barrica-
Combate de Jacob es obra de terrible verdad y da parisina, o la caída de la muralla romana
de insuperable significado. Nunca la grandiosa ante el cañón de Víctor Manuel. La «gran re-
escena del Génesis ha tenido comentarista más volución occidental» de que habla uno de los
profundo, más fiel, más cuidadoso en dar el que la guiaron, Augusto Comte, puede bien ma-
trascendental sentido de los versículos del libro. nifestarse en los hechos por hundimientos de
Allí está toda la lucha del hombre, perfecta- régimen, sublevaciones nacionales y crisis so-
mente evocada, en el cuerpo a cuerpo incansa- ciales; sustancialmente, es algo más: espiritual,
ble de aquellos dos espléndidos atletas, ese metafísica. El tumulto de los motivos y de las
«combate espiritual» que un poeta de dieciséis guerras es el eco de un crujido más terrible, «tal
años1 llamaría «tan brutal como la batalla de —dice Enrique Heine— como nunca se ha oído
los hombres», ese cara a cara que todos debe- hasta ahora en la Historia del mundo». ELI Occi-
mos aceptar para vivir, para vencer la tentación dente cristiano combate con el Angel. Dios y el
del disgusto de sí mismo, del pecado, de la hombre están aquí en tela de juicio.
nada. Ya desde hace siglos, y en todo caso desde
Pero —y ahí está lo peculiar de las autén- el Renacimiento, veíase el desarrollo de esta re-
ticas obras maestras—, superando la importan- belión de la inteligencia que, poco a poco, des-
cia de un testimonio personal, la potente com- atando tradiciones cristianas, obediencias y dog-
posición de la Capilla de los Angeles hace algo mas, arrastraba cada vez más almas y concluía
más que comentar el conflicto pascaliano, en en la «crisis de la conciencia europea» 1 que
el que se juega el destino de cada uno. Como en había sacudido las bases morales y espirituales
otros tiempos el Portal Real de Chartres, o el de la sociedad. De El Poggio, de Platina, de
fresco de Andrea da Firenze en Santa María Vicomercato, escépticos del «Quattrocento», a
Novella, o la nave y la cúpula de San Pedro, ex- Voltaire, Diderot, Helvetius, podía seguirse la
presa uno de los elementos esenciales de su épo- trayectoria en la que se apuntaban los progre-
ca y de la sociedad que la ha visto nacer. En el sos de la irreligión. El siglo XVIII había dado
vado de Yabboq está ya la humanidad entera, un paso inmenso en el camino de la completa
significada por el pueblo elegido y su represen- negación. Filósofos, Enciclopedistas, deístas in-
tante que acababa de librar la batalla noctur- gleses o a lo Rousseau, promotores alemanes de
na. En el momento en que Delacroix pintaba la Aufklärung, la mayoría de cuantos dirigían
la lucha de Jacob contra el Angel de Dios, la el movimiento, por diferentes que fueran unos
humanidad de su tiempo se hallaba compro- de otros, se hallaban de acuerdo en alzar al
metida, en cuerpo y alma, en el mismo comba- hombre contra el Dios del Cristianismo, tanto
te. Tratábase de saber quién sería el más fuerte, como para «aplastar a la Infame», es decir a la
ella o la Divina Presencia; si el hombre llegaría Iglesia. En 1789 la rebelión de la inteligencia

1. Rimbaud. 1. La frase, como es sabido, es de Paul Hazard.


LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

contra la fe se había convertido en uno de los extensión y profundidad. No se trata sólo del
elementos determinantes de la historia. anticlericalismo banal del que tantos síntomas
La Revolución francesa no tuvo ni por hemos hallado, el anticlericalismo a lo Béran-
causa ni por pretexto ese profundo movimiento ger, o a lo Paul-Louis Courier; ni dé ese otro
que minaba las conciencias. Pero rápidamente que traducen en tantos países las leyes «laicas»
se tradujo en los acontecimientos. Por temporal perseguidoras o expoliadoras, por más que el
y hasta sórdida que fuera la manera de plan- laicismo abre tantas veces el camino al ateísmo.
tear la cuestión religiosa, es cierto que, muy Ni se trata tampoco de esos brotes de anarquía
pronto, el debate había salido del marco estre- más o menos blasfema, como los que expresa
cho de la secularización de los bienes eclesiás- la célebre exclamación del socialista Blanqui:
ticos, o de la elección de los párrocos por sus fe- «¡Ni Dios ni dueño!», o que, más dogmática-
ligreses. En los principios de la Declaración de mente, expone en largos discursos el solemne
los Derechos del Hombre se ocultaba un pro- barón alemán Von Bunsen, hostil a toda orto-
pósito propiamente metafísico, que Pío VI tuvo doxia. El ilustre monsieur Homais de Flaubert,
el mérito de penetrar: era significativo que los espíritu fuerte del tiempo de Luis-Felipe, que
derechos de Dios no fueran mencionados allí. admite un Ser Supremo pero rechaza «un Buen
Igualmente, en los artículos de la Constitución Dios hombre que se pasea por un jardín con el
Civil del Clero lo que se discutía era algo más bastón en la mano, aloja a sus amigos en el
que la administración de la Iglesia: los elemen- vientre de una ballena, muere gritando y resu-
tos espirituales sobre los que descansa su orga- cita al cabo de tres días», es un ejemplo de in-
nización temporal, la autoridad sobrenatural crédulo aún modesto: el ateísmo va más lejos.
del Vicario de Cristo, la intervención del Espíritu «Cada edad —escribe el Padre De Lubac
Santo en la vida de la comunidad de los bauti- ve renovarse el principio de los asaltos contra
zados. El conflicto religioso que hemos visto la fe. Ya son los fundamentos históricos de
desgarrar a Francia durante diez años revela nuestras creencias los que parecen sacudidos;
demasiado bien las verdaderas intenciones de la crítica y la exégesis bíblica, la historia de los
quienes asumieron su responsabilidad. Discípu- orígenes cristianos, las de los dogmas y las ins-
los de filósofos y enciclopedistas, los revolucio- tituciones de la Iglesia, proporcionan terreno
narios se inspiraron directamente en sus ense- de lucha. Ya ésta se desplaza al terreno meta-
ñanzas y, como ellos, estuvieron de acuerdo, a físico : se niega la existencia misma de una rea-
pesar de sus divergencias, en eliminar el Cris- lidad superior a las cosas de este mundo, o se
tianismo y expulsar a su Dios Revelado. Lo que la declara incognoscible; el pensamiento se re-
Voltaire ñamaba «la Infame» fue llamado por pliega a posiciones inmanentes; o bien, por el
ellos «la Superstición». Poco importa que los contrario, pretende invadir el campo entero del
unos, como Robespierre, o los teofilántropos de ser y no dejar nada fuera del alcance de una
Larevelliére-Lépeaux hayan mantenido una razón que todo debe comprenderlo: desaparece
vaga fe en un Ser Supremo, o que los Babeuf así la idea misma de un misterio que haya que
y los Buonarotti hayan proclamado un ateís- creer.»
mo radical: unos y otros no representan más En esos terrenos ve el siglo XIX desarro-
que dos aspectos del anticristianismo militante. llarse la ofensiva de la irreligión. Los adver-
Y cuando, en la nave profana de Notre-Dame, sarios de la fe prolongan en él la obra de los del
la deificada Razón fue aclamada bajo la apa- «Siglo de las Luces», del que se proclaman suce-
riencia de una bailarina de la Opera, en aquella sores: Strauss reedita a Reimarus y divulga en
mascarada podíase ver el logro de toda una
corriente de pensamiento que desde hacía tiem- 1. Le drame de l'humanisme athée (Paris,
po oponía la razón a la fe. 1945; reed. 1959) del P. Enrique de Lubac es fun-
Ahora la rebelión luciferina llegaba a su damental para la comprensión del drama espiritual
término. Durante el siglo XIX la irreligión gema de los siglos XIX y XX.
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 11 .

alemán a Voltaire; Marx rinde homenaje al pa- mo para ella que para el mundo, se juega el
pel saludable representado por «el gran Dide- todo por el todo?
rot» y los Enciclopedistas, en la lucha contra
la religión; Augusto Comte alabará, en el culto
de la diosa Razón, la prefiguración - u n tanto
deformada— de su positivismo. Pero los nue- La crítica contra la fe:
vos rebeldes van mucho más lejos que sus ante- de Strauss a Renán
pasados. No se apunta ya sólo a la Iglesia, ni
sólo a Jesucristo, a su figura histórica y a su «Los católicos —escribe con justicia el aba-
mensaje, sino también «a la idea misma de un te Brugerettetardaron bastante en compren-
misterio que haya que creer», a la exigencia de der el peligro que amenazaba a su fe.» Lo que
la fe y a la aceptación del hecho religioso por les abrió los ojos y «mató el sueño» fueron los
parte del espíritu. Van a desenvolverse, durante ataques dirigidos por la crítica histórica contra
todo el siglo, doctrinas que irán cada vez más la Sagrada Escritura y contra la persona misma
lejos en el camino de la irreligión total paira de Cristo. Mirándolos de cerca, esos ataques
concluir en la que, inmediatamente después no eran los más graves que haya tenido que su-
del período que nosotros estudiamos, Nietzsche, frir el Cristianismo: los de los filósofos eran
el «profeta del abismo», definirá con frase exe- mucho más peligrosos; pero los libros contra la
crable «la muerte de Dios». autenticidad de los milagros bíblicos o contra
En esa vasta ofensiva contra Dios no es el origen divino de Jesucristo son evidentemen-
fácil distinguir claramente lo que propiamente te más accesibles a un vasto público que un tra-
pertenece a uno y otro movimiento del espí- tado sobre el método dialéctico o el Das Kapital,
ritu; todos se interfieren y mezclan. La crítica de Karl Marx. Ante el extraordinario éxito de
de Strauss, por ejemplo, debe mucho a Hegel Strauss y de Renán, los católicos sintieron que
y tal vez a Feuerbach; la de Renán sufre idén- despertaba su espíritu de vigilancia: custos, quid
ticas influencias; el positivismo de Augusto de nocte?
Comte actúa sobre ciertos aspectos del marxis- La crítica de los textos sagrados no era
mo. Puede observarse una evolución de conjun- cosa de ayer. Ya en el siglo XVII se habían li-
to, que lleva desde el idealismo alemán, omni- brado en torno a la Biblia furiosos combates en
potente hasta el año 1830 más o menos, al ma- los que monsieur de Meaux había atacado a
terialismo histórico radical de ICarl Marx, a fondo al sabio oratoriano Richard Simón. En el
través del cientismo y del positivismo de los siglo XVIII los pesados exegetas alemanes,
años 1850. Pero el hecho fundamental está en como Edelmann, Ernesti, Michaelis, habían re-
que todas esas corrientes convergen y tratan de cogido y sistematizado en el sentido racionalista
llegar a un mismo fin: la victoria de la incre- las ideas de Simón, y Reimarus, en una obra
dulidad sobre la fe. que, prudentemente, dejara póstuma, asegura-
A estas fuerzas, más decisivas que las de ba ya que Jesús era un impostor —como Moi-
las revoluciones liberal y nacional, pero infini- sés, desde luego—, un usurpador fraudulento
tamente más ocultas y difíciles de combatir, cuyos discípulos habían proseguido su obra em-
debe enfrentarse la Iglesia. Los nuevos desti- pleando sus mismos métodos, por ejemplo, ro-
nos de la humanidad, entre los que debe llevar a bando su cuerpo para hacer creer en su resu-
cabo su obra divina, están preparados por esas rrección. Sus explicaciones (si así pueden lla-
potencias tenebrosas. ¿Cómo resistirá a ellas, marse) fueron recogidas por Voltaire, que las
ocupada como está —demasiado ocupada tal aplicó especialmente a San Pablo, aquel peli-
vez— en denunciar al liberalismo o en defen- groso energúmeno, y por todo un grupo de es-
der los legítimos derechos del Soberano Pontífi-
ce sobre Roma? ¿Cómo conducirá la lucha en 1. En su obra Le prêtre français et la Société
ese combate contra el Angel en el que, lo mis- contemporaine, 1,197 (Paris, 1933).
LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

critorzuelos. Bajo la Revolución, el convencio- método. Para él, Jesús no ha sido ni un impos-
nal Charles Dupuis, en su Origine de tous les tor ni un gran taumaturgo; los milagros que
cuites, aseguraba que Jesús, «doble de Mitra», le atribuyen los Evangelios son otros tantos mi-
sería pronto para los hombres lo que Hércules, tos, es decir, ficciones edificadas sobre ideas
Osiris y Baco; en cuanto a Volney, el autor de filosóficas o religiosas. Por ejemplo, es la ima-
las Ruines, sostenía gravemente que la existen- ginación de los discípulos de Jesús solicitada
cia de Cristo no es otra cosa ¡que la exacta re- por su corazón y ayudada por reminiscencias
producción del curso del Sol a lo largo de los sig- de la Sagrada Escritura, la que representa como
nos del Zodíaco! resucitado al Maestro a quien aquellos hombres
La ofensiva tan insidiosamente comenza- no se resolvían a creer muerto. De cada gran
da se extendió. Otro «Herr Professor» Paulus hecho evangélico, Strauss proporcionaba tres
(1761-1851), repitió hasta el fin de su larga interpretaciones: sobrenaturalista, es decir, or-
vida que Jesús no era un impostor, sino un in- todoxa; racionalista, según Paulus, y mítica, se-
genioso médico, muy al cabo en las cosas de la gún su propia doctrina, la única buena, eviden-
farmacopea, y que aquellos milagros suyos que temente. Gracias a esto se situaba en el origen
no pueden explicarse así son pura ilusión, como, de toda una corriente de la que son representan-
por ejemplo, el caminar sobre las aguas —caso tes típicos nuestros modernos Guignebert, Cou-
de ilusión óptica— o la resurrección de Lázaro choud y Loisy. Pero al mismo tiempo, al afir-
—ilusión originada por la confusión entre la mar que «Cristo no es un individuo, sino una
muerte real y el estado letárgico. idea o, mejor dicho, un género, la humanidad»
Mucho más sólido y mucho más peligroso y que «el Dios hecho hombre es el género hu-
es el libro de David F. Strauss (1808-1874) apa- mano» , se situaba en uno de los orígenes de ese
humanismo ateo cuya importancia será en
recido en 1835 con el título Das Leben Jesu kri-
todo más importante que la de su misma obra,
tisch bearbeitet, y que hizo también mucho
muy pronto superada.
más ruido. Tuvo el mérito de reducir a lo que
realmente era —es decir, muy poca cosa— la Strauss era un simple repetidor en Tubin-
crítica racionalista de Paulus y sus compañeros, ga cuando el éxito —y el escándalo— de su Vida
oponiéndoles este argumento: «Vosotros arre- de Jesús le hicieron célebre. Los maestros de
batáis a los hechos sus caracteres milagrosos y, aquella universidad, sin embargo, trabajaban en
sin embargo, los consideráis como históricos: no un terreno más limitado, en el que obraban
puede arrancarse el milagro más que arrancan- también vastas demoliciones. Christian Baur
do un pedazo de historia.» Lo que, precisa- (1792-1860) fue el más notable de aquella «Es-
mente, hizo él mismo. Mas, puesto que la vida cuela de Tubinga», cuyos trabajos exegéticos
de Jesús está toda ella jalonada dei milagros, el alimentarían durante mucho tiempo y hasta
arrebatar todos esos pedazos de historia, ¿no nuestros días la crítica universitaria. Analizan-
era suprimir toda la historia de Cristo?, lo que do los escritos del Nuevo Testamento, tanto los
hacía incomprensible el gran hecho histórico de San Pablo como los Evangelios, Baur pre-
e innegable que es la religión cristiana. Preci- tendía demostrar que éstos no databan más que
samente Hegel acababa de «demostrar» que del siglo II y hasta tal vez del III en el caso del
«religión y filosofía tienen un mismo conteni- Evangelio de San Juan,1 y que en ellos podían
do, la una bajo forma de imagen, la segunda discernirse claramente dos tendencias, la de
bajo forma de idea». Y, partiendo de los traba- «San Pedro y los Petristas», pao-a quienes el
jos del filólogo Christian Heyne acerca del pa- mensaje de Jesús debía entenderse solamente
pel de los mitos en la historia de la Antigüedad, en un sentido judaizante, y la de los «Paulinia-
Creuzer acababa de interpretar todo el paga-
nismo como un vasto simbolismo, y Wolf había
1. Sabido es que en Egipto se ha encontrado
hecho lo mismo con los poemas homéricos. Da- un papiro del año 140 que contiene un fragmento
vid F. Strauss aplicó al Cristianismo el mismo del IV Evangelio.
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 13 .

nos», de San Pablo, apóstol de todas las na- La Vida de Jesús es reveladora de esta com-
ciones. El Cristianismo habría nacido.así — ex- plejidad. Las frases que exaltan a Cristo son
plicación muy hegeliana— de la síntesis entre legión: «Es el común honor de cuanto lleve
la tesis judía y la antítesis universalista. Su esen- corazón de hombre; ha fundado la religión ab-
cia no es ya, en esta perspectiva, la persona de soluta; para hacerse adorar como El lo ha sido,
Jesús, sino una idea muy anterior a su vida, que hay que haber sido adorable; nos está permitido
él tuvo el mérito de vivificar, injertándola en llamar divina a su sublime persona». Pero, al
el mesianismo judío. mismo tiempo, todo lo que para un cristiano
Todas esas teorías, sobre todo las de la Es- constituye el verdadero Cristo de la fe se des-
cuela de Tubinga, pero también las de Strauss vanece en una especie de bruma dorada. Del
y Paulus, mezcladas con influencias complejas Jesús histórico apenas se sabe algo, sino que ha
y basta contradictorias, del racionalismo kan- vivido, que ha tenido discípulos y que ha muerto
tiano, el idealismo alemán y el positivismo de víctima de una intriga clerical judía. El Cristo
Comte explican la obra crítica que, en su tiem- de la Revelación es aún más vago: el Jesús de
po, suscitó más escándalo y que, aun en nues- Renán no es más que un soñador arrebujado de
tros días, pasa a los ojos de muchos cristianos rabino, el «dulce soñador» galileo, encantador
como arquetipo de los libros blasfemos: la Vida —por supuesto— y rodeado de amistades feme-
de Jesús, publicada en 1863 por Ernesto Renán ninas, que expone una doctrina noblemente hu-
(1823-1892). Difícilmente habla sin cólera de mana, admirable en sí, pero sin trascendencia
este hombre un católico. Hay que prescindir del metafísica alguna. Toda revelación es una de-
mal que ha hecho para consei-var la equidad. La rogación de las leyes naturales, y la que preten-
crisis anímica que, en 1845, le condujo a huir de aportar Jesús está ya de antemano conde-
del seminario de San Sulpicio, en el que se nada por la filosofía. ¿Qué es, pues, Jesús, fun-
hallaba desde hacía tres años —tras haber sido, dador del Cristianismo? Un momento en la evo-
primero, discípulo del abate Dupanloup en lución general del espíritu humano, siempre en
Saint-Nicolas-du-Chardonnet—, esa crisis a la evolución, como quieren los alemanes, una eta-
que frecuentemente hace alusión, pero nunca pa hacia un «Dios que aún no es, pero que tal
de manera exacta, al parecer encerraría moti- vez sea algún día». Servidas por un brillante
vos suficientes para tocar el corazón de un cris- talento de escritor que sabía mezclar las des-
tiano si en ella no se adivinaran otros elementos cripciones de lugares y el análisis de los seres
además de la duda fundamental acerca del va- con los bellos períodos de exposición, hacer com-
lor de la fe y la angustia de la verdad. No se prender claramente al lector los resultados de
trata de un conflicto de orden racional capaz la crítica y hasta utilizar hábilmente los temas
de explicar por sí solo la ruptura, sino en primer de moda procedentes de Lamennais, Ozanam
lugar, más humanamente, de las secretas con- y otros, las tesis de Renán se difundieron in-
tradicciones de un ser dividido, medio bretón, mediatamente. Aquel libro de alta divulgación, -
medio gascón, de un futuro sacerdote apretado maltratado por los sabios germanos, alcanzó
por el deseo de formular solo, al margen de un un éxito prodigioso, al que colaboraron los equi-
cuadro demasiado estrecho1 los descubrimien- vocados furores de ciertos prelados. Está lejos
tos que su inteligencia le forzaba a realizar; de de ser la más importante, pero es sin duda la
un hombre al que simultáneamente tentaban más perniciosa de las obras que, en irónica frase
la evasión en el sueño místico y la ambición. ele Sainte-Beuve, «hicieron dimitir a Jesús de
su puesto de Dios».
1. Hay que notar, con todo, que Renán nunca
Hay que añadir que aquella ofensiva con-
tuvo, con respecto al clero más que frases de respeto tra Cristo no fue la única. Persiguiéronse otros
y amistad. Repitamos la frase de sus Souvenirs: objetivos; se atacó a la autoridad de la Biblia en
«He vivido diez años entre sacerdotes y no he cono- su totalidad. Ayudaron a ello los progresos de
cido más que a buenos sacerdotes.» las ciencias más diversas. La egiptología, por
LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

ejemplo, que no cesaba de desarrollarse desde aduanas y proclamó que innegablemente eran
los descubrimientos de Champollion y Mariet- de fabricación humana; en 1856, en Neander-
te, y la asiriología, iniciada por Emilio Botta, thal, en Prusia, fue exhumado un cráneo del
cónsul de Francia en Mosul, ¿no se pretendía que pudo preguntarse si había pertenecido a un
llevar resultados incompatibles con las afir- hombre o a u n simio; tres años después fue des-
maciones del sagrado texto, especialmente del cubierto otro en Arcy-sur-Cure; y cinco años
libro del Génesis? Los admirables trabajos de más tarde, en una gruta de la Dordoña, el di-
Burnouf acerca del budismo, al abrir el camino bujo que representaba a un mamut, grabado
al estudio comparado de las religiones, ¿no pre- por inmemoriales antepasados humanos; así
tendían demostrar suficientemente que el ju- nacía una ciencia nueva: la Prehistoria. No so-
daismo y su heredero el Cristianismo no podían lamente los admirables hallazgos demostraban
pretender proclamarse únicas religiones tras- que el hombre fósil había existido, sino que ha-
cendentes? Más tarde habría que darse cuenta bía claramente evolucionado a lo largo de las
de que los progresos de la arqueología y del edades. Había evolucionado y progresado, de lo
orientalismo, lejos de derribar las bases cris- cual se pretendía deducir que descendía a su
tianas, las reforzaban; pero, de inmediato, apor- vez de otro ser vivo menos perfecto que él.
taban agua, demasiada agua, al molino de la Esta idea se instaló naturalmente en una
irreligión militante. Y no eran los únicos en teoría que, desde comienzos del siglo XIX, no
ese caso. dejaba de ganar terreno en los ambientes cien-
tíficos: la de la evolución o transformismo. Ya
Buffon, en los últimos años de su vida, había
admitido como una hipótesis que todas las fa-
De la Prehistoria al Evolucionismo milias animales habrían surgido de algunas ra-
mas comunes. En 1809, Juan Bautista de La-
En 1838, un director de aduanas de marck (1744-1829), antiguo botánico pasado
Amiens, Jacques Boucher de Perthes (1788- al estudio de los animales inferiores cuando
1868), curioso individuo que dedicaba más fue creado el «Museum», tomó y profundizó esa
tiempo a excavar el suelo de Picardía que a es- idea en su Philosophie zoologique. Aun dando
tudiar las tarifas, lanzó en una «memoria» esta prueba frecuente de una ingenuidad que nos
afirmación, sorprendente para aquel tiempo: desarma — ¡explicaba la formación de los cuer-
«Tarde o temprano se acabará por encontrar, nos en los rumiantes por su temperamento co-
en los terrenos cuaternarios, a falta de fósiles lérico!— desenvolvió una teoría que daba cuenta
humanos, trazas de hombres antediluvianos.» de la evolución de las especies. Según él, todo
A decir verdad, esas trazas habían sido ya en- ser vivo, al hallarse en un medio ambiente di-
contradas, y también fósiles humanos. Busca- verso del que le es habitual, experimenta nue-
dores aislados como Boué, Schmerling, Tournai, vas necesidades que a su vez determinan nuevos
las habían sacado a la luz. Pero el ilustre pro- actos, los cuales llevan a la transformación de
fesor Cuvier, maestro de la biología europea, los órganos que los realizan. «La función crea
declaró que el hombre fósil era inconcebible, el órgano.» Esos nuevos caracteres así adquiri-
y aquellos restos óseos y aquellos viejos guija- dos se transmiten de generación en generación
rros fueron abandonados en la alacena de las por herencia. De esa manera, la jirafa tiene el
cosas olvidadas. Las declaraciones de Boucher de cuello largo porque sus antepasados tuvieron
Perthes fueron acogidas con el mismo menos- que comer las hojas de altísimos árboles. El
precio por la ciencia oficial, encarnada en Elias transformismo, para Lamarck, era así el resul-
de Beaumont. Pero hubo que rendirse pron- tado de una constante adaptación.
to a la evidencia: el geólogo inglés Lyell, de la Semejante tesis provocó vivas discusiones.
Royal Society, examinó las piedras curiosamen- En Inglaterra, Hunter; en Alemania, Kielme-
te talladas que había coleccionado el jefe de yer; en Francia, Geoffroy Saint-Hilaire, admi-
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 15 .

tían el principio de evolución; por el contrario, que sus postulados contienen enormes incógni-
el fundador de la paleontología, el hombre que tas. Pero, en su tiempo, aquella teoría pareció
realizaba el esfuerzo de reconstituir un animal maravillosamente clara y explicativa. La pa-
fósil partiendo de un pedazo de hueso, Cuvier, leontología surgió puntualmente para apoyar
seguia «fijista». De todas maneras, por original sus asertos: cuando se descubrieron, en el mismo
y audaz que fuera el lamarckismo, no se trata- momento en que se publicaba El origen de las
ba aún más que de primeros intentos, de esbo- especies, los restos de enormes animales del Se-
zos, de una teoría que poco a poco iba a invadir cundario, diplodocus o atlantosaurios, y hasta
el campo de casi todas las ciencias y proponer el extraño «archeopteryx» intermedio entre el
soluciones a todos los problemas filosóficos, una reptil y el pájaro, la teoría evolucionista, que
vez que entrara en escena Carlos Darwin (1809- daba cuenta de la desaparición y transforma-
1882). ción de las especies, se impuso, a pesar de cier-
El origen de las especies, publicado en no- tas resistencias, como algo cierto. Los descubri-
viembre de 1859, hizo, efectivamente, incluso mientos de la Prehistoria permitieron dar una
fuera del mundo de los sabios, un ruido extra- aplicación referente al hombre. También él des-
ordinario. La primera edición, de 1 250 ejem- cendía por evolución de un ser vivo, de una es-
plares, se agotó en cuarenta y ocho horas. En pecie cuyos caracteres definidores de la especie
doce años aparecieron cuatro ediciones france- humana habían sido fijados por selección por
sas, cinco alemanas, tres rusas, tres americanas, algunos individuos. El hombre, pretendía dicha
una holandesa, una italiana, una sueca. El en- teoría, desciende del mono; no es más (como
fermizo quincuagenario, de gran cuerpo encor- decía Littré) que «un animal mamífero del or-
vado, que se había encerrado en su casa de cam- den de los primates», separado de ese orden por
po de Kent para proseguir su obra, se convirtió la selección.
en todo el mundo en un gigante del pensamien- Por sorprendentes y ruidosas que fueran ta-
to. Los diarios popularizaron su cabeza, de po- les aserciones, y hasta escandalosas para algu-
derosa barba, ojos gris-azules hundidos bajo es- nos — «¿Descendéis del mono por Monsieur
pesas cejas. Hacia él afluyeron honores, igual vuestro abuelo o por Madame vuestra abue-
que los visitantes de todos los rincones de la tie- la?», preguntaba a los darwinistas un indigna-
rra. Cuando muriera, sería enterrado en West- do obispo anglicano—, no hubieran bastado por
minster. sí solas para asegurar al darwinismo su prodi-
¿Por qué aquel éxito? Mucho más sólida- gioso éxito. Pero la teoría científica se hallaba
mente fundada que la de Lamarck, la teoría de incluida allí en un conjunto filosófico. El dar-
Darwin aportaba una nueva idea en el campo winismo hacía suyo el viejo naturalismo a lo
científico: la de la selección. Igual que Malthus Lucrecio y el mecanicismo materialista que ha-
acababa de sostenerlo para la humanidad, todo bían enseñado en el siglo XVIII los «filósofos»
el mundo de los vivientes estaba encerrado en D'Alembert y La Mettrie. Su evolucionismo su-
un estrecho cuadro en el que individuos y espe- peraba los límites de la biología para ser pro-
cies debían enfrentarse en rudas luchas por la puesto como una explicación general del mun-
vida. En esa «struggle for life» se opera la se- do, del proceso de la historia, de la marcha
lección natural: solamente subsisten los más fundamental del pensamiento. En este sentido
aptos. También interviene otra forma de selec- trabajaron los discípulos de Darwin, como los
ción: la de la atracción sexual. Así, pues, las ingleses Herbert Spencer, doctrinario de la evo-
especies evolucionan por ese proceso selectivo, lución mecanicista, Henry Huxley, gran biólo-
fijando naturalmente la herencia los caracteres go; o los alemanes Fritz Müller y Ernst Haeckel
que hayan permitido sobrevivir al mejor adap- más tarde.
tado. El darwinismo constituyó un peligroso ad-
Hoy sabemos que, como el lamarckismo, el versario para la Iglesia. Sus afirmaciones, fun-
darwinismo sólo es parcialmente verdadero y dadas en todo un aparato científico, parecían
LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

irrefutables. Hasta las contraofensivas dirigi- Será necesario mucho tiempo para que los
das por auténticos sabios, como los «positivis- errores y las peticiones de principio contenidas
tas» Flourens o Claude Bernard, que reprocha- en aquellas afirmaciones masivas aparezcan
ban a los darwinistas el no poseer pruebas «po- con claridad, y los cristianos, poniendo sobre
sitivas» de cuanto decían, o los mismos descu- otras bases los argumentos, muestren que la
brimientos del fraile agustino Gregor Mendel teoría de la evolución puede también apoyar la
(1823-1884), que daban cuenta minuciosa del fe en un Dios creador que rige la evolución de
mecanismo de la herencia de manera poco con- las especies, y que el finalismo espiritualista da
forme a las tesis darwinistas, no lograron fre- cuenta mejor de muchos más hechos que el ma-
nar la inmensa oleada que llevó aquella doctri- terialismo: verdades todas que ya había intuido
na, simplificada y vulgarizada, a inmensos es- San Agustín. Mas, en el instante en que apare-
tratos de la conciencia humana. La fórmula «el ció, aquella doctrina correspondía a las más
hombre desciende del mono» adquirió valor de profundas tendencias de la inteligencia occi-
axioma. ¿Qué quedaba entonces del relato bí- dental, la aspiración romántica hacia el pan-
blico de la creación del hombre por Dios? teísmo, el asombro ante la ciencia, el deseo del
Más aún que el darwinismo científico, el hombre de superar a Dios, todas las tendencias
filosófico fue uno de los más peligrosos adver- que se hallan en otros sectores del pensamien-
sarios del Cristianismo, cosa que no había de- to. El puesto del darwinismo en la historia de
seado su fundador, desde luego, que había sido la rebelión luciferina, en el desarrollo del hu-
buen cristiano, pero que fue querida por mu- manismo ateo en 1860, ha sido señalado de
chos de sus discípulos, sobre todo por Haeckel, manera clara por la traductora francesa de El
verdadero maniático de la irreligión. Por su origen de las especies, Clémence Royer: «Sí
naturalismo, parecía eliminar todo el papel de —decía en un polémico prefacio—, creo en la
Dios en la creación, puesto que lo superior se revelación, pero en una revelación permanente
explica por lo inferior, el hombre por el animal, del hombre a sí mismo y por sí mismo; una re-
el pensamiento por la sensación; es decir, nece- velación tradicional que no es más que la re-
sariamente, el espíritu por la materia. Por su sultante de los progresos de la ciencia y de la
mecanicismo, oponíase a toda finalidad, ya que conciencia contemporáneas... —y concluía—:
la evolución de las especies no era el resultado La doctrina de Darvvin es la revelación racional
de un plan providencial, sino el efecto de una del progreso.»
ciega presión de causas eficientes, de luchas y
de choque; primer paso hacia la doctrina según
la cual el hombre mismo, reducido a no ser más
que una especie de mecanismo, no obra más La religión de la ciencia
que bajo la presión de fuerzas materiales, doc-
trina que admitirán Spencer y Huxley y será «La revelación racional del progreso»: la
definida por Marx como «materialismo histó- fórmula era oportuna. Pero no era sólo el dar-
rico». En fin, por su evolucionismo generaliza- winismo a quien pudiera aplicarse. Una reve-
do, el darwinismo arrastraba al hombre, sus lación racional del progreso, que conducía a
instituciones, sus doctrinas —y también su cien- «una revelación del hombre a sí mismo y por
cia, su arte, su moral, su religión— hacia una sí mismo», la esperaba el occidental del si-
perpetua movilidad. Nada de verdades inmu- glo XIX más generalmente de todo lo que, en
tables, nada de moral —la moral no existe más cualquier orden, dependiera de la ciencia, y no
que en función de la lucha por la vida— y, por solamente de las ciencias biológicas o paleon-
supuesto, nada de religión revelada: los dog- tológicas.
mas no eran más que transitorios estados de Ahí está el hecho característico del si-
conciencia que, muy primitivos en principio, glo XIX en el dominio de las ideas: el triunfo
se van elevando por evolución. del racionalismo científico. La revelación que
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 17 .

se espera es racional. Triunfa la razón. Prime- ves; cuando la misteriosa fuerza de la electri-
ro, como método del pensar: desde Descartes, cidad se deja domesticar, o el telégrafo trans-
se ha impuesto en todas las disciplinas, está en mite más allá del Atlántico la expresión del
la base de todos los descubrimientos, de todas pensamiento; o cuando surgen la máquina de
las teorías. No se tiene duda alguna acerca de coser y la rotativa, e innumerables instrumen-
su omnipotencia: esas dudas que, tan lancinan- tos alivian la fatiga de los hombres; mientras
tes, experimentarán los hombres del siglo XX... la anestesia anula dolores y sufrimientos, ¿có-
Más aún: la razón aparece como suprema ex- mo no iba a considerarse el sabio una especie
presión del mundo y del hombre, como medida de nuevo demiurgo?
de las cosas. Los filósofos del siglo XVIII han El entusiasmo es normal y, en cierto sentido,
trabajado para restablecer su imperio. Los más sería legítimo si no condujera a la hybris, el or-
ingenuos de los revolucionarios, incluso la han gullo luciferino. Son incontables los himnos a
divinizado; y también aquellos que gustan po- la gloria del progreso científico durante todo el
co de ciertas mascaradas han sido convencidos siglo, incluso entre los cristianos. Mas, entre los
«racionales». En adelante, para un espíritu «se- ensalzadores de la ciencia, comienzan a surgir
rio» o que tal se cree, nada hay de verdadero intenciones que no podrían admitir los cristia-
fuera de la perspectiva racionalista. «Todo lo nos. «El acrecentamiento de las ciencias es infi-
que es real es racional —dirá Hegel—, todo lo nito —escribirá Taine...—, puede preverse que
que es racional es real.» Y acerca de este punto, llegará un tiempo en que reinarán como sobe-
todo el mundo está de acuerdo. ranas sobre todo el pensamiento igual que so-
Lo que da a esta corriente del pensamien- bre los actos del hombre..., sin dejar a sus riva-
to una fuerza irresistible es el extraordinario, el les nada más que una existencia semejante a la
prodigioso progreso de las ciencias, puras y apli- de esos órganos imperceptibles que en una plan-
cadas. Ya Bossuet había reconocido que en su ta o en un animal desaparecen absorbidos por
tiempo «el hombre ha cambiado casi la faz del el enorme crecimiento de sus vecinos.» Tal es el
mundo». Eso era verdad, y más aún cuando al L'Avenir de la Science que adivina el joven Er-
siglo de Descartes sucedió el de Newton. Las in- nesto Renán en un hbro escrito hacia 1848,
venciones y descubrimientos del «Siglo de las pero no publicado hasta 1890; la ciencia ilus-
Luces» han contribuido enormemente al éxito trará sd hombre de mañana; le entregará todos
de la «filosofía» ; y los filósofos, en su mayoría, los secretos del mundo; le guiará por los cami-
se estiman sabios. Pero es el siglo XIX el que, por nos de la razón perfecta; una especie de teocra-
excelencia, puede llamarse «científico». Cúm- cia de los sabios está encargada de dirigir a
plense en todos los terrenos progresos tan nu- toda la humanidad. Sueños más místicos que
merosos, que resulta imposible esbozar el elen- racionales, pero que atraen a muchos espíritus
co más reducido. La ciencia pura explica el que se creen muy racionales y positivos. Un
mundo; renueva las matemáticas'con Cauchy, Strauss, al término de su vida, está unido a esa
Abel, Galois o Weierstrass, inventor de las fun- doctrina igual que Huxley o Haeckel. Y es de
ciones elípticas; descubre la electrodinámica con nuevo Renán quien formula la frase decisiva:
Ampère; define el calor como trabajo con Ma- «La ciencia es una religión.»
yer y Joule; demuestra con Carnot que la ener- Esa religión es, y no puede ser otra cosa,
gía se degrada. Le Verrier, mediante el solo irreligiosa y anticristiana. Ya en los umbrales
cálculo, sitúa en el vasto cielo al planeta Nep- del siglo XVIII un pensador oscuro, Claude
tuno; Dopler y Fizeau, Kirchoff y Robert-Gui- Gilbert, habla declarado: «Siguiendo a la razón,
llaume Bunsen disponen el análisis espectral. no dependemos más que de nosotros mismos y,
Por su parte, la ciencia aplicada da la impre- en cierta manera, nos convertimos en dioses.»
sión al hombre de que posee el mundo. En el La religión cientista eliminará a la revelada:
momento en que el vapor pone en marcha las «La teología —dice Augusto Comte— se extin-
máquinas industriales, las locomotoras, las na- guirá necesariamente ante la física.» El Cris-
LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

tianismo está destinado a convertirse en uno de tiles y profundos, que se imponen a los hombres
esos organismos fósiles de que habla Taine. del siglo XIX; es el materialismo el que lleva
«Tengo por definitivamente evidente —escri- a Augusto Comte hacia «su religión positivis-
birá Berthelot—, como la luz del día, que el ta», y el mismo materialismo el que, tras haber
Cristianismo está muerto y bien muerto, y que conducido al hundimiento del idealismo ale-
ya nada se puede hacer con él que valga la mán, permitirá a Karl Marx invertir término a
pena.» ¿Qué se pondrá en su lugar? Claude término el método hegeliano, para restablecer
Gilbert lo ha visto; Clémence Royer, la prolo- fuertemente un nuevo materialismo dialéctico,
guista de Darwin, lo proclama: la revelación social, económico, histórico. Muy pocos de los
del hombre al hombre, por el hombre. grandes talentos de la época escapan (fuera de
Tal es la doctrina con que nos encontramos las filas del Cristianismo) al atractivo de la re-
a lo largo del siglo XIX y la que le da su verda- ligión dentista: tal vez Schopenhauer, el solita-
dera coloración. La religión de la ciencia no rio de Danzig, cuya mirada de artista y de pe-
queda como patrimonio de irnos cuantos espí- simista ve al mundo transformarse en una gi-
ritus superiores, que pudieran aún interpretar- gantesca ilusión produdda por un querer ciego
la en un sentido bastante elevado y sacar de y absurdo; o el socialista Proudhon, que, por
ella lecciones importantes; divulgada por la orientado que esté hacia el porvenir, sospecha
qué penosas amenazas puede hacer pesar sobre
prensa, por el libro, por la enseñanza, se con-
el hombre el desarrollo incontrolado de la cien-
vertirá en una especie de idolatría e impondrá
cia y el cientismo: ese hombre que sigue siendo
al pueblo mitos simplificados. El hombre alcan- para él la medida del mundo... Raras excep-
zará su deificación, ya no mediante un esfuer- ciones. El impulso de la religión cientista pare-
zo sobre sí mismo y con la gracia divina, sino cía irresistible; gracias a él progresa y parece
por un acrecentamiento ilimitado de conoci- vaya a triunfar el humanismo ateo.
mientos, cuando no por progresos puramente
materiales. Renouvier saca de esta antiteología
una moral sin sanciones, singularmente frágil.
La humanidad occidental está en camino hacia
la religión de la técnica, forma tangible de la Hacia el humanismo ateo:
ciencia, de la producción, del «confort», en cuya 1. De Hegel a Karl Marx
comparación, toda fe, toda metafísica carece de
significado. Humanismo ateo. La fórmula hecha cé-
También se trata de una corriente de ra- lebre por el Padre De Lubac define perfecta-
cionalismo dentista la que hemos hallado bajo mente lo que es nota dominante entre los filó-
todas las doctrinas filosóficas que pretenden ex- sofos de moda en el siglo XIX. Resultado de
plicar el mundo y el hombre y dar cuenta de la evolución que comenzara con el Renacimien-
las causas primeras. El simple materialismo, to, tiende decididamente a sustituir a Dios por
que se limita a negar toda realidad espiritual, el hombre. La concepción cristiana del hombre,
heredero directo de Hobbes y de La Mettrie, lo que otrora fuera acogida como una liberación
absorbe y hace de él un dogma: en el congreso y que habla constituido el orgullo y el goce de
de Gottinga, en 1854, parece triunfar con Vogt la Edad Media, será ahora «gravosa como un
y Moleschott de las valerosas afirmaciones es- yugo». Dios, en quien el hombre «había apren-
pirituales de Rudolf Wagner; se expande en la dido a ver el sello de su propia grandeza», se le
obra del médico Ludwig Büchner, cuyo libro presentará ahora como «un antagonista, ene-
Fuerza y Materia (1855) no ha tenido menos
de veinte ediciones en cincuenta años. Pero la 1. Le drame de l'humanisme athée, citado
potencia expansiva de aquellos materialistas más arriba. Ver, especialmente, las páginas 22 y si-
es limitada. Encuéntrase la misma corriente en guientes de las que se han sacado las citas entreco-
los dos grandes sistemas, infinitamente más su- milladas de este párrafo.
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 19 .

migo de su dignidad». Ese humanismo ateo no Muerto Kant en 1804, á los ochenta años,
se confunde en absoluto con el ateísmo banal fue seguido sobre todo en la primera de aque-
y regocijado de los simples materialistas; ya no llas dos direcciones. Fichte (1762-1814) desa-
es una simple negativa y una desesperación. rrolló una especie de panteísmo, de «monismo»,
Pero, de todos modos, es más grave. Pretende para el que la única realidad era el Yo Univer-
restituir al hombre esa parte de sí mismo que sal, lo que le llevaba a sostener que Dios no es
Dios se ha reservado. Y elimina a Dios para que más que la expresión del orden moral: de lo
el hombre vuelva a entrar en posesión de sí que surgió una disputa ruidosa que hizo más
mismo. ruido en las Universidades germanas que los
Semejante actitud no era nueva ni recien- cañones de Napoleón. Schelling (1775-1854),
te. Podría rastrearse su origen entre ciertos hu- otro maestro de Jena, realizó una síntesis del
manistas del Renacimiento; entre los más irre- idealismo kantiano y del viejo misticismo ale-
ligiosos de los «filósofos» del siglo XVIII, espe- mán a lo Jacobo de Böhme, el zapatero poeta,
cialmente en D'Alembert, D'Holbachy otros. La investigador del «mysterium magnum» de la
«Declaración de los Derechos del Hombre» de naturaleza que vive, muere y resucita en nos-
1789, como ha observado muy bien el historia- otros; mostró que Dios, «ser en sí», no se mani-
dor de la Revolución Mathiez, era su evidente fiesta ni expansiona más que en el mundo y en
expresión: votado aquel texto, «la humanidad el tiempo, que no es, verdaderamente, sino que
se convierte en su propio dios». Movimientos se hace.1
ideológicos y doctrinas filosóficas reforzarán Pero el hombre que había de proporcionar
ese objetivo, definiéndolo, proclamándolo y lle- al idealismo ademán toda su trascendencia, to-
vando hacia él a los hombres. do su brillo, fue otro discípulo de Kant, discí-
La primera y, para el futuro, más impor- pulo también más o menos infiel, pero un ge-
tante de las dos corrientes que a él conducen, nio: Federico Hegel (1770-1831). «El Aristóte-
sigue un curso paradójico. Tiene su origen en les de los tiempos modernos —dice de él el filó-
la obra racionalista e idealista a un tiempo de sofo incrédulo Alain—; el más profundo de los
Emmanuel Kant, maestro del pensamiento ale- pensadores y el que más ha pesado sobre los
mán a finales del siglo XVIII, que, por la Crí- destinos de Europa.» Juicio que confirma un
tica de la razón, había llegado a la convicción filósofo católico, Etienne Borne: «El hegelia-
de que todos nuestros conocimientos son subje- nismo preside la evolución de un siglo y medio
tivos1 y que no son realidad más que en la idea de filosofía occidental, llevada por él al extre-
que nos forjemos de ellos. Así, pues, mediante mo del racionalismo como al extremo del irra-
el «idealismo» resolvía el filósofo de Koenigs- cionadismo. No hay ningún pensador, ni el mis-
berg la delicada cuestión de las relaciones en- mo Aristóteles que pueda comparársele en ta-
tre el pensamiento y el mundo. Aunque fuera lla, ambición enciclopédica y sobrevivencia, no
todo lo contrario de un incrédulo y por más que ha reinado como Hegel hasta ese punto, hasta
su doctrina hubiera sido concebida precisamen- la tiranía, sobre el pensamiento de los demás.»
te como una reacción contra los «filósofos» fran- Su huella evidente se encuentra no sólo en el
ceses racionalistas y ateos, su Crítica de la ra- comunismo marxista, sino en todos los sistemas
zón pura abría el camino a toda clase de idea- totalitarios que, cien años después de su muer-
lismos más o menos panteístas y anticristianos, te, se establecerán en la tierra, lo mismo en el
en tanto que sus tesis sobre la Religión en los bergsonismo que en el freudismo; en el surrea-
límites de la sola razón, interpretadas en un lismo, igual que en el pensamiento de Teilhard
sentido estrecho que él no hubiera aceptado, de Chardin.
llevaban a un escepticismo radicad.
1. Noción que será tomada por Renán y, en
1. Sobre Kant y su obra, cfr. La Era de los nuestra época, por muchos pensadores, incluso cris-
Grandes Hundimientos. tianos.
LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

Aquel hombre grave, macizo, cuyos ojos «Lo que conocemos en el mundo real es su con-
parecían estar siempre fijos en una realidad tenido conforme a la Idea, lo que hace del
trascendente, era tal y como lo vemos en los mundo una realización progresiva de la Idea
retratos: un intelectual puro, completamente absoluta.» La Idea o, si se quiere, el Espíritu,
entregado a la prosecución profunda de su pen- es el alfa y omega de todo; no existe el ser
samiento. Primero había soñado con ser pastor; individual: sólo cuenta el Ser Universal, el Ser
hízose universitario, primero en Jena; después Absoluto, del que no son más que expresiones,
estuvo al frente de un liceo; más tarde, como partes y momentos todos los elementos de lo
profesor en Heidelberg y Berlín. Universitario que nosotros llamamos «realidad». Porque ese
de inmensa fama, a quien se acudía desde toda ser absoluto es activo, y su actividad es preci-
Alemania y hasta de toda Europa, en relación samente el pensamiento. Está en movimiento,
con los maestros de la inteligencia —entre ellos en un perpetuo devenir: y por ello determina
Goethe— y cuya doctrina se impuso a toda la la vida.
enseñanza filosófica de su país. Cuando murió, Pero ese movimiento, esa evolución si se
arrebatado por la epidemia de cólera, el rector prefiere (aunque la palabra tiene aquí un sen-
de la Universidad de Berlín, que hizo su elogio tido muy diverso del que le dio Darwin), es
fúnebre, lo comparó nada menos que a Jesu- concebida por Hegel de manera muy particu-
cristo, por la nueva revelación que había traído lar, según un progreso que él llama dialéctica.
a los hombres. Radicalmente opuesta a la lógica tradicional,
En vida, publicó pocas obras: la Fenome- fundada en el principio de identidad, la «dia-
nología del espíritu, en 1806; después, La cien- léctica» se apoya en el principio de contradic-
cia de la lógica y la Propedéutica filosófica, ción.
además de numerosos artículos. Lo más impor- La contradicción para Hegel es esencial
tante de su pensamiento estaba en sus cursos. al pensamiento: el espíritu no puede concebir
Cuando murió, sus discípulos rehicieron, según nada sin que haya una contradicción inheren-
sus manuscritos y notas, las grandes exposicio- te a su misma afirmación; y sólo superando esa
nes de su pensamiento. Así aparecieron sucesi- contradicción avanza. Toda tesis supone una
vamente su Estética, su Filosofía de la Reli- antítesis: el espíritu realiza entre las dos una
gión, sus lecciones sobre la Filosofía de la His- síntesis, un paso adelante del que volverá a
toria, su Lógica, su Filosofía del Espíritu y tan- partir, según el mismo método, para avanzar
tas otras obras; en total, 18 enormes volúmenes todavía más. Ejemplo: el concepto del ser su-
en la edición de «Obras completas». Empresa pone su contrario, el no-ser, la nada; el movi-
considerable, cuya ambición de abarcar todo el miento de la vida es la síntesis de ambos.
campo del pensamiento es ya en sí admirable. Hegel aplica este método del pensamien-
Tanto como la nobleza de los principios que la to a todos los temas; le permite explicarlo todo;
rigen, de la que dan idea justa numerosas fra- da cuenta, a sus ojos, lo mismo de la evolución
ses: «El hombre, porque es espíritu, puede y de la historia que de la organización social y
debe estimarse digno de lo que tiene de más de los imperativos de la moral. Por ejemplo, en
elevado. De la altura y de la grandeza de su la sociedad, el Estado es la síntesis entre la vo-
espíritu, no puede tener una idea bastante luntad de individualismo y la necesidad de la
grande; y nada habrá bastante duro, bastante comunidad: es, por consiguiente, la forma su-
resistente, para que no se abra a esta creencia.» prema del Espíritu, el «Dios creado» al que
Tal es el tono del más resuelto idealismo. todo individuo debe estar sometido: y he aquí
El hegelianismo es, a la vez, una doctrina el porvenir abierto a todos los totalitarismos.
y un método, que se halla en todos los desarro- En la historia, el método dialéctico muestra que
llos de un pensamiento sorprendentemente ho- la humanidad avanza contradiciéndose a sí
mogéneo. La doctrina fundamental del siste- misma, obrando sin cesar nuevas síntesis entre
ma es la «identidad del pensamiento y el ser». los elementos contradictorios que contiene; y
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 21 .

he aquí indicado el camino a la revolución per- co», le llevaron a una aprehensión más positiva
manente. de ia naturaleza misma de la religión, explica-
¿Oponíanse esa doctrina y ese método al da por las profundas tendencias del hombre a
Cristianismo? Evidentemente. Hegel, personal- salvar su Yo, cuando ese Yo, ese individuo,
mente, era profundamente respetuoso para nada tiene de inmortal, puesto que sólo el es-
con la religión y especialmente para con el Cris- píritu universal lo es. Pero ese «espíritu uni-
tianismo, «religión absoluta». Pero el Cristia- versal» se identificaba, para Feuerbach, con la
nismo, religión de un Dios hecho hombre, y realidad tangible. Tomando así lo contrario del
que consagra todo lo creado, no ha aceptado postulado idealista de su maestro, afirmaba que
nunca ser identificado con un puro y simple el elemento primordial en el mundo no es el
idealismo. Sin negarse nunca totalmente a ad- espíritu, sino la materia. Según sus propias de-
mitir la existencia de la ley de contradicción claraciones, volvía a poner «sobre sus pies al
—especialmente en el homo dúplex—, no ha hombre al que la filosofía especulativa había
creído nunca que todo esté en perpetuo deve- colocado sobre la cabeza». ELI materialismo
nir, que nada sea fijo, nada estable, dogma, afirmábase con caracteres absolutamente nue-
moral, revelación. Para Hegel, el Cristianismo vos. «Der Mensch —exclama— ist ivas er IST»
es un momento necesario de la aventura hu- — «ISST»: juego de palabras que puede tradu-
mana, pero un instante que debe ser superado. cirse así: «El hombre es lo que es», o bien: «El
También para él, como para Schelling, Dios hombre es lo que come.»
no es, sino que «deviene»: la historia de la Con Feuerbach, el hegelianismo llegaba a
humanidad es la historia del «devenir» de una antirreligión categórica, un verdadero an-
Dios. titeísmo. «Verdad, realidad y mundo de los
Este anticristianismo teórico, latente en sentidos, son cosas idénticas; el ser sensible es
todo el hegelianismo, no tardó en tomar un ca- el único verdadero y real; el mundo de los sen-
rácter más agresivo después de la muerte del tidos es el único que es verdad y realidad.» Ma-
filósofo. La escuela surgida de él se divide muy terialismo radical, que no olvidaba incluir al
pronto en dos corrientes: la «derecha hegelia- cientismo: «La nueva filosofía hace del hom-
na» insistió sobre todo en el aspecto idealista de bre, comprendida la naturaleza, base del hom-
su doctrina, en sus afirmaciones de la prima- bre, su objeto universal y supremo. La antro-
cía del Espíritu, y en cuanto a su dialéctica, pología y la fisiología se convierten en ciencia
permitía justificar el orden establecido, el Es- universal.» De esa manera, queda eliminado
tado, la religión, síntesis felices y necesarias. todo lo divino: «La esencia del hombre es el
Pero la «izquierda hegeliana» retuvo sobre ser supremo... El instante decisivo de la histo-
todo su método dialéctico y su concepción de ria será aquel en que el hombre cobre concien-
un mundo en perpetua evolución, para justi- cia de que el único Dios es el hombre mismo.
ficar sus aspiraciones irreligiosas y revolucio- Homo homini deus.» Tal es la fórmula perfec-
narias. ta del humanismo ateo...
Fue Ludwig Andreas Feuerbach (1804- Pero eso no es todo: en la práctica, para que
1872) quien sistematizó esas aspiraciones. En- se realice esa evolución, hay que destruir las re-
cargado de un curso en la Universidad de Er- ligiones existentes, nacidas de los sueños egoís-
langen, puesto que le obligaron a abandonar tas del hombre. Las religiones han «enajena-
las audacias de su primer libro, Pensamientos do» una parte del ser humano en beneficio de
sobre la muerte y la inmortalidad, refugiado Dios; los atributos que dan a la divinidad —sa-
en la soledad de una aldea bávara, se hizo céle- biduría, querer, amor, justicia— son en realidad
bre de pronto cuando, en 1844', publicó La atributos del hombre. «Lo que se da a Dios se
esencia del Cristianismo. Aplicaba al hecho le arrebata al hombre. El hombre pobre se ha
religioso el método hegeliano; pero sus estudios hecho un Dios rico.» La humanidad se salvará
sobre la fuerza del milagro, el «deseo teogóni- el día en que quede libre de tal enajenación.
LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

¡Podemos imaginar qué refuerzo traía esta doc- na, había hecho sólidos estudios filosóficos; an-
trina a todas las corrientes de irreligión!1 tes de meterse en el inmenso análisis de los pro-
La influencia de Feuerbach, pensador de blemas económicos y sociales que conducirá a El
segundo plano, fue considerable. Quien preten- Capital, había compuesto un Tratado de filoso-
diera situarse en la vanguardia dio un enorme fía sobre el Idealismo alemán, intentando una
éxito a la Essence du Christianisme. Abundan «crítica de las críticas» en La Sagrada Familia
los testimonios de pensadores, escritores y hom- y publicado Once tesis sobre Feuerbach. Su ami-
bres dé acción que recibieron de ese libro un go Federico Engels, que con frecuencia fue su
choque decisivo: de Herder y Bakunin a Geor- colaborador, más orientado hacia las encuestas
ge Eliot, que lo tradujo al inglés. «Durante al- económicas y sociológicas, no era en menor
gún tiempo —dice Engels— todos fuimos feuer- grado un espíritu filosófico. Aún joven, Marx
baquianos.» Y en 1845, en otro libro que el se interesa en las doctrinas de moda, con la gra-
mismo Engels publicó en colaboración con un ve pasión que en todo ponía aquel intelectual
amigo, La Sagrada Familia, alababa a su maes- de abundante barba. Su pensamiento procedía
tro el haber «disipado las viejas pamplinas» y, directamente de Hegel, al que leyera a los vein-
como un nuevo Lutero, aportado al mundo una te años y a quien no olvidaría en toda su vida.
verdad nueva. Aquel amigo no era otro que el Conservó de Hegel la marcha dialéctica, la vi-
hombre que, partiendo del materialismo feuer- sión del pasado y del movimiento de la histo-
baquiano, iba a poner en pie la doctrina filosó- ria. Sobre todo, cuando comprendió que aque-
fica antirreligiosa más decisiva: Karl Marx. lla concepción fundaba definitivamente la ac-
Doctrina filosófica: hay que insistir en esas ción revolucionaria, ya que la revolución era
palabras. Desde que el marxismo se ha impues- la síntesis histórica entre una tesis —una situa-
to en el mundo entero como un sistema econó- ción dada— y una antítesis —las fuerzas que tra-
mico al servicio de una ideología revoluciona- bajaban contra ella: en la que se apartaba de
ria, hay una tendencia a olvidar que en la base Feuerbach, que no pensaba en absoluto en sub-
de esa concepción hay una sabiduría, una filo- vertir la sociedad—. Pero retuvo de Feuerbach
sofía. Es verdad que Das Kapital, el libro fun- la actitud fundamentad, la inversión de las po-
damental de Marx, se presenta como una obra siciones término a término.
de economía política; trata de la propiedad, de Después del autor de La esencia del Cris-
la producción, del trabajo, de los cambios, de tianismo, Marx, «hegeliano de la izquierda»,
las reláciones sociales; es verdad también que criticó ferozmente el idealismo de su maestro y
Lenin, su más grande continuador, escribió que de los «hegehanos de derecha». En lugar del
«la doctrina económica de Marx es el conteni- idealismo, puso el deterninismo y el materia-
do esencial del marxismo», porque a través de lismo, con lo que aseguraba «el poner al hom-
ella puede alcanzarse todo su pensamiento. bre en su puesto». Para Marx, ni el Espíritu ni
Pero es más exacta la frase de Plekhanov, otro la Idea tenían el primer puesto, sino lo concre-
de sus discípulos: «El marxismo es toda una to, lo real, la materia. «No es la conciencia
concepción del hombre y de la vida»; o esta otra quien determina la vida; es la vida la que de-
del mismo Lenin: «Marx nos proporciona una termina la conciencia.» Y «el espíritu no es más
visión completa del mundo.» que una expansión de la materia». El marxis-
Hijo de un abogado israelita de Tréveris, mo se basa, pues, en un materialismo radical,
Karl Marx (1818-1883), bastante antes de lan- que no hay que confundir —según el «prejuicio
zarse al periodismo político en la Gaceta Rena- filisteo»— con el materialismo del goce que tie-
ne por único principio la satisfacción de las ne-
1. Al mismo tiempo que acusaba a la fe de cesidades inferiores 1 y que en la práctica puede
esclavizar y enajenar al hombre, Feuerbach le re-
prochaba el separar a los hombres en lugar de unir- 1. Por más que ciertas propagandas marxistas
los. Reproche al que, quince años antes, había ya apelen evidentemente al materialismo del goce de
respondido el gran teólogo Moehler. las masas...
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 23 .

incluso conjugarse con las altas virtudes de la tiende a un objetivo más alto y lejano: la eli-
abnegación; se trata de un materialismo que minación total del derecho religioso en sí mis-
va infinitamente más lejos en la negación de mo. Según el materialismo histórico, la religión
toda espiritualidad que las banales negaciones es un producto de una sociedad mal constitui-
de <dos filósofos o dentistas». da; una superestructura idealista, fabricada por
Su más importante aplicación se refiere al quienes tienen interés en el fraude de la so-
desarrollo de la historia: es el materialismo his- ciedad.
tórico. En la historia, como en todo el universo, La religión es, según una célebre fórmu-
los decisivos son los factores materiales. Las ne- la, «el llanto de los oprimidos, el alma de un
cesidades materiales de los hombres, sus condi- mundo sin alma, la esperanza de una condi-
ciones de vida, fundan la organización política ción humana sin esperanza; el opio del pue-
y social y, además, las «superestructuras» del blo» . El marxismo deberá poner fin a tan peli-
espíritu, el arte, la religión. Cada estado tempo- grosa ilusión: volviendo al uso del vocabulario
ral de la humanidad tiene su filosofía que lo de Feuerbach y Hegel, liberará al hombre de
expresa. La evolución de las técnicas supone y aquella «enajenación». El ateísmo es por lo tan-
explica la evolución del mundo.1 to en el marxismo al mismo tiempo «principio
Fundamentalmente, como en sus aplica- original y razón seminal; todo fluye de él y
ciones, semejante filosofía es anticristiana de todo a él vuelve». El término, como el inicio,
modo radical; incluso antirreligiosa. Admitir la es la afirmación prometeica del hombre: ese
primacía de la materia, es oponerse exacta- homo homini deus de todos los humanismos
mente a la idea misma de un Dios creador. Afir- ateos: «La crítica de la religión —dice M a r x -
mar que la religión no es más que una «super- lleva a la certeza de que el hombre es, para el
estructura» estrechamente dependiente del hombre mismo, el ser supremo.»
estado material de la sociedad es arrebatarle Semejante doctrina hubiera tal vez que-
toda verdad absoluta. Sostener que todo, lo dado en los límites de una filosofía más o me-
mismo en la vida que en el pensamiento, debe nos discutida si Karl Marx no hubiera tenido la
transformarse sin cesar según la ley de una per- táctica de asociarla a dos elementos: un siste-
petua contradicción, es evidentemente recha- ma de pensamiento económico y social, y un
zar toda Revelación, toda tradición, toda per- método de acción política, una praxis, según
manencia de los dogmas. Diseminado a lo largo su vocabulario. Ambos elementos están expues-
de toda su obra, sobre todo al principio, ja- tos en El Capital, la monumental obra cuyo
más erigido en cuerpo de doctrina, el pensa- primer volumen apareció en 1867 (los otros dos
miento «religioso» de Marx es, de un extremo fueron póstumos) y que iba a ser la «Biblia», el
al otro, una resuelta crítica de la religión. No «Corán» del comunismo. «Nada de acción re-
concede ninguna importancia, a no ser táctica, volucionaria sin doctrina revolucionaria», diría
a la obra antirreligiosa de Voltaire y los Enci- Lenin; y de hecho, en el marxismo la acción
clopedistas: ¿en qué han cambiado el orden so- forma un cuerpo con la doctrina: ésta es la
cial sus empresas demoledoras; en qué han me- base de aquélla. Adivinando en el proletariado
jorado la condición de los desgraciados? Marx el elemento motor de la próxima historia y
en la lucha de clases la marcha dialécti-
1. Hay que subrayar, sin embargo, que Marx ca de las sociedades humanas, Marx confie-
no acepta el materialismo puramente mecánico y re a su doctrina una fuerza de expansión
cientista. Al contrario que Taine, por ejemplo, con- única. Atacando a los Fourier, los Proud-
dena la doctrina según la cual los hombres no son hon y hasta a los Lassalle y otros socialis-
más que productos de las circunstancias. Esa doctri-
na, dice Marx, olvida «que las circunstancias son
tas que se balanceaban en bellos sueños re-
modificadas por los hombres». Y la ley del materia- formistas, Marx decía con brusquedad: «No
lismo histórico actúa por medio del hombre y de la se trata de comentar al mundo, sino de trans-
educación. formarlo.» Incorporado al socialismo de esa
LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

manera, el pensamiento marxista iba a conver- Su obra se divide en dos grandes rúbricas,
tirse en la más eficaz expresión del humanis- cuyo carácter complementario no siempre ha
mo ateo. sido tenido en cuenta: la exposición de una doc-
trina filosófica, el positivismo, tal y como lo
Hacia el humanismo ateo: hizo en el curso por él desarrollado en el Ateneo
2. Positivismo y religión de de la rue Saint-Jacques, de 1835 a 1842; des-
la humanidad según pués de 1846, fecha de la muerte de Clotilde,
Augusto Comte vino la proclamación de una religión de la hu-
manidad, que sobre todo se halla en su Système
En el número del 1." de agosto de 1850, la de philosophie positive (1851-1854') y su Caté-
Revue des Deux Mondes escribía, con la firma chisme positiviste (1852).
de Emilio Saisset: «M. Feuerbach en Berlín, El positivismo es, en esencia, un sistema
como M. Augusto Comte en París, proponen a realista, pragmatista, en cierta manera, la con-
la Europa cristiana la adoración de un dios clusion lógica del racionalismo a lo Descartes y
nuevo, el género humano.» La relación honra el de los Enciclopedistas. Es positivo lo que está
a la lucidez mental de aquel cronista hoy olvi- demostrado de manera indiscutible; no es in-
dado. Efectivamente, el mismo año de 1842 en discutible más que lo que siempre puede com-
que Ludwig Feuerbach hacía aparecer La esen- probarse; la «filosofía positiva» es aquella que
cia del Cristianismo, otro pensador, entonces pretende no plantear los problemas y no formu-
poco discutido y poco conocido, acababa la pu- lar solución alguna más que en función de lo
blicación de su vasto Curso de Filosofía positi- que es «positivo», es decir, innegable. Sitúase
va; y por caminos diferentes llegaban a la mis- en la perspectiva dentista, ya que sólo los mé-
ma máxima: Homo homini deus. todos científicos permiten aprehender indiscu-
Augusto Comte (1798-1857) era un perso- tiblemente lo real. Pero entre las ciencias,
naje extraordinario: brillante discípulo de la Comte no admite más que aquellas cuyos pasos
Escuela Politécnica, inteligencia superiormen- fundamentales están basados en la matemáti-
te organizada, sin duda alguna, pero incapaz de ca; y considera menos científicas, menos «po-
adaptarse a la vida social y de salir adelante en sitivas», las que necesitan de hipótesis acerca
ella según su talento, obligado a ganarse la vida de la naturaleza de los cuerpos, la química o
como repetidor-examinador en el Politécnico, la biología por ejemplo; y condena absoluta-
encerrado en dos ocasiones en una casa de salud: mente toda investigación sobre la constitución
a medias un gran hombre y un fracasado. En el de la materia o de los astros.
orden literario se ha podido decir que «era lo Pero el positivismo no es un simple prag-
contrario de un artista, pero sí un genio de la matismo. «Haría poco caso de los trabajos cien-
coherencia, hasta las fronteras del absurdo»; tíficos —dice Comte— si no pensara siempre en
sin embargo, Charles Maurras admiraba en su su utilidad para la especie humana.» Lector
pensamiento «la dulzura, ternura, firmeza y asiduo de José de Maistre y de Bonald en su
las certezas incomparables». En cuanto a su juventud, discípulo durante una temporada del
vida sentimental, por tantas razones insepara- precursor del socialismo, Saint-Simon, le urge
ble de su vida espiritual, no era menos comple- la idea de que hay que renovar a la sociedad,
ja y paradójica; casado en su juventud con una rehacer bases nuevas para la vieja civilización
prostituta, a la que repudió después, aquel hom- occidental a la que considera amenazada y
bre intelectual puro, entusiasmado con las cien- pronta a derrumbarse. El espíritu hallará esas
cias exactas, se vio trastornado por la pasión nuevas bases en la filosofía positiva y en la ex-
que le inspiró la sorprendente Clotilde Vaux, periencia que la ciencia le proporciona. La or-
cuya memoria idealizó hasta el punto de casi ganización de la sociedad deberá hacerse se-
divinizarla, dando culto a sus reliquias y hasta gún leyes tan estrictas como las de las ciencias
a sus sandalias... exactas; y deberá depender de una ciencia, la
A la llamada de Pío IX, convocando un Concilio este concilio, el primero después del de Trento, en
ecuménico en el Vaticano, respondieron 731 obispos el siglo XVI, proclamó solemnemente los derechos
llegados de todo el mundo. Aquí vemos su homenaje de lo espiritual. Se prometió determinar la doctrina
al Santo Padre, popularizado por una imagen lito- católica sobre la Iglesia, pero tuvo que quedarse
gráfica. Abierto en diciembre de 1869 en medio en la concerniente al poder del papa.
de grandes dificultades para la Iglesia y el papado Colección Mella.
y sin la presencia de representantes de los Estados,
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 25 .

sociología. Sólo a este precio pueden salvarse en lugar de Dios hay que poner otra cosa. Esa
las cosas. otra cosa es la religión de la humanidad. Algu-
Además —piensa Augusto Comte— esta nos comentaristas han visto en esta segunda
marcha de la sociedad occidental hacia el nuevo parte de la doctrina de Augusto Comte un ele-
estado es inevitable. Cuando sólo tenía veinti- mento sobreañadido, cuya idea le habría veni-
cuatro años, había escrito, para una publica- do a continuación del «shock» físico que causa-
ción sansimoniana, un folleto —al que más tar- ra en él la muerte de Clotilde de Vaux. De he-
de calificó de «fundamental»— titulado Pros- cho, es la consecuencia lógica de las tesis posi-
pectas des travaux scientifiques nécessaires tivistas; de la misma manera que el culto re-
pour réorganiser la societé. Formulaba allí la volucionario de la diosa Razón es la última con-
ley, destinada a hacerse célebre, de los «tres secuencia del racionalismo ateo del siglo XVIII,
estados». El espíritu humano en su marcha y la Augusto Comte se negaba a admitir que el es-
humanidad en su desarrollo histórico, pasan tado positivo fuera puramente negativo; lo que-
necesariamente por tres estados: el estado teo- ría engendrador de nuevos ideales, de nuevas
lógico o ficticio; el estado metafísico o abstrac- normas. La religión de la humanidad dirigiría
to; y el estado positivo o científico, que es el de- esta nueva construcción, uniendo en torno a
finitivo, porque es el único que asegura una ab- ella las voluntades individuales. Y aún más que
soluta coherencia de todos los datos de los pro- las voluntades: porque el hombre no es sólo in-
blemas humanos. La sociedad del siglo XIX teligencia y voluntad: es también corazón. Por
debía llegar lo más rápida y totalmente posible ello en esta religión nueva, utilizando sus fuer-
al tercer estado, si quería renovarse y cumplir zas de sentimiento, el hombre realizará su
su destino. unidad.
Semejante doctrina, evidentemente, está Podemos pasar por alto los aspectos ridícu-
en los antípodas del Cristianismo y de toda reli- los que, cediendo a un delirio de anticipación
gión. Además, expresamente, Comte concluye que Marx evitará cuidadosamente, Comte dio
de modo lógico en la eliminación del hecho re- a su religión de la humanidad. Especie de teo-
ligioso. En el estado teológico se explican los fe- cracia calcada sobre los aspectos extrínsecos del
nómenos mediante fuerzas sobrenaturales, fe- catolicismo, con su sacerdocio a cuya cabeza
tiches, divinidades o el mismo Dios; en el estado hay un gran sacerdote, verdadero papa; con sus
metafísico, se reemplaza a Dios y a los dioses sacramentos y sus canonizaciones, incluyendo
por entidades filosóficas; pero en el estado posi- entre sus dogmas hasta una especie de caricatu-
tivo, no se pide la explicación del mundo, de la ra de la Trinidad, la construcción comtiana (a la
vida, del hombre, más que a la observación de que se unieron muy pocos de sus discípulos) se
lo real, a la experimentación y a la técnica. En presta demasiado a la fácil ironía. Ostentaba
semejante perspectiva no se niega la religión, aspectos generosos, proponía al hombre una
pero se la considera como una noción «irrevo- moral estricta, un ideal de fraternidad, y lle-
cablemente pasada». No se trata de ateísmo, gaba a rechazar de la humanidad divinizada
porque el ateísmo que se toma el trabajo de a los criminales, aunque se presentaran en la
negar a Dios, es una «emancipación insuficien- Historia con los grandes nombres de Nerón, Ro-
te». Hay que deshacerse de lo divino procuran- bespierre o Bonaparte. Pero no deja de ser por
do no hablar siquiera de ello y eliminando ello una de las fuentes de la gran corriente que
cualquier huella suya en el hombre. Del posi- llevará a la humanidad de nuestra época hacia
tivismo ha podido decirse que «prueba la rigu- las supremas negativas. Por sus cuidados, «la
rosa necesidad de carecer de Dios». humanidad sustituye definitivamente a Dios».
Pero (y ésta es la segunda hoja del díptico Poco importa que aún no se haya visto, como
comtiano) «puesto que no se destruye más que soñaba Augusto Comte, en Notre-Dame de Pa-
aquello que se reemplaza», según frase de Na- rís, convertida en el «gran Templo occidental»;
poleón III que Augusto Comte gustaba citar, la estatua de la Humanidad erguida «sobre el
LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

pedestal del altar de Dios»; sustancialmente, confiar en su sociedad perfecta el poder tem-
es demasiado verdadero que, como Feuerbach poral a jefes de empresa y a banqueros, mien-
o como Marx —y más tarde como Nietzsche—, tras que el poder espiritual quedaba en manos
Augusto Comte habrá sido uno de los profetas de los sabios.
de la herejía decisiva de nuestro tiempo. Sin duda fue por esto por lo que no supo,
En el suyo se colocó decididamente en la como Marx, ordenar su doctrina a la acción.1
cohorte de los enemigos de la Iglesia, por más Ello explica también la limitada influencia que
que personalmente se mostrara respetuoso con ejerció. El positivismo comtista no contó nunca
el Cristianismo y, en especial, con la figura de con el entusiasmo de la juventud intelectual ni
Jesús, y que leyera cada día la Imitación. Pero de los elementos sociales de vanguardia. Lo que
el catolicismo le parecía «petrificado»; su teo- no quiere decir que su influencia no haya sido
ría «superada», su sistema, entregado a una considerable. El filólogo Littré, autor del cono-
«decrepitud irrevocable»; es verdad que había cido Diccionario, se declaró heraldo del positi-
representado un papel histórico enorme e in- vismo; Hipólito Taine (1828-1893) aplicó sus
cluso «salvado a la sociedad»; pero ese papel principios a numerosos temas, de la historia a la
había definitivamente terminado y la «disolu- historia hteraria y a la estética. En Inglaterra,
ción» era el único camino posible. Si resultaba con algunos matices, el positivismo se desenvol-
útil interesarse aún por aquel cadáver era sólo vió con Stuart Mili, ilustre economista y lógi-
para comprender cómo el Cristianismo había co, y Alejandro Bain, que lo utilizó en psicolo-
podido imponerse y durar: cómo, sobre todo, gía. En Alemania, Laas y Jodl fueron sus dis-
San Pablo había sabido sacar sólidas institu- cípulos, a los que sucedieron los empiro-críticis-
ciones de los sueños anarquistas de Jesús; cómo tas, positivistas aún más decididos que él. Todo
el sacerdocio católico había sabido tener en la un conjunto de corrientes del pensamiento sa-
mano, por una notable organización, durante lió de Comte: van del radicalismo de Alain al
siglos, a toda una sociedad. Incluso al término nacionalismo de Maurras; del psicoanálisis de
de su vida, cuando sueña con un acercamiento Freud al sociologismo de Durkheim y Lévy-
entre la religión de la humanidad y la de Cris- Bruhl. Tal vez a este último hay que atribuir
to, el Cristianismo seguía valiendo para Comte la más exacta apreciación del papel asumido
solamente como una especie de prefiguración por Augusto Comte: su pensamiento está tan
del régimen «positivista», tecnocrático en tan- íntimamente unido al pensamiento general de
tos aspectos, que él deseaba. la época que apenas se le nota, como «no se
Porque —y esto es lo que más diferencia nota el aire que se respira». El gran sacerdote
al positivismo del marxismo, también positivis- de la religión de la humanidad no ha rea-
ta en algún sentido— el pensamiento de Augus- lizado esa «reorganización espiritual de Occi-
to Comte nada tenía de revolucionario. Su filo- dente» cuya obsesión tuvo; pero contribuyó
sofía, dice su administrador Littré, «ligaba a la profundamente a conducirlo hacia lo que con-
ciencia toda la estabilidad mental y social». sideraba ideal supremo: un estado en el que se
Y Brunschwicg sostiene que el propósito pro- expulsara a Dios.
fundo de la religión positivista era combatir
«la enfermedad occidental, ya que el principio
revolucionario consistía en no reconocer otra "Esto matará a aquello"
autoridad espiritual que la razón individual».
¡Extremo término para quien era partidario del Todas estas doctrinas que pretendían regir
racionalismo puro! En defensa del orden social, el espíritu humano, diversas en sus principios
Augusto Comte tronó contra «la enfermedad como en su formulación, desiguales en cuanto
revolucionaria» y condenó en bloque «las sub-
versiones socialista y comunista» y «tanto las 1. Y por su ignorancia en materia social y econó-
anarquistas como las retrógradas», y propuso mica.
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 27 .

a su valor filosófico y, sin embargo, convergen- Francia, por ejemplo, y bajo la Monarquía de
tes en un mismo fin, la promulgación del hu- julio, Montalembert comprueba con tristeza
manismo ateo, no podían ejercer una acción in- que La Presse y Le Siècle, «que contienen ata-
mediata sobre las masas a causa del nivel en ques casi cotidianos contra la religión y el cle-
que se situaban y de las dificultades de su voca- ro», tienen casi tres veces más abonados que
bulario. Pero fueron divulgadas por toda una los demás periódicos juntos; más tarde, en el
literatura, acuñadas por innumerables novelis- Segundo Imperio, los tres diarios más impor-
tas, dramaturgos, historiadores, periodistas, que tantes, L'Opinion Nationale, que patrocina el
las difundieron no sin mezclarlas y simplifican- príncipe Napoleón, L'Avenir national y Le
do a la vez sus elementos. Por este medio, las Temps, emanación de la alta sociedad protes-
nociones abstractas de lógica, de psicología, mo- tante, son en forma diferente igualmente anti-
ral o metafísica, se convirtieron en lo que Alfred clericales e incluso anticristianos.
Fouillée llamaría «ideas-fuerza», y se estable- Pero, en conjunto, entre los escritores, los
ció el clima de irreligión creciente que caracte- negadores absolutos son raros. El nihilismo es-
riza al siglo XIX. piritual de un Enrique Heine, cuya obra abun-
En una de esas frases sorprendentes cuyo da en declaraciones de incredulidad; el huma-
secreto poseía su ingenio tumultuoso, Víctor nismo de un Goethe, cuyo «notable odio contra
Hugo, en 1831, en Nuestra Señora de París, el catolicismo» alaba Benjamín Constant, y que
exclamaba: «¡Esto matará a aquello!» Aserción se extraña «él, viejo pagano, al ver tantas cru-
que explicaba de este modo: «Era el terror del ces levantadas sobre el suelo alemán», o el más
sacerdocio ante un nuevo agente, la Imprenta; sentimental, de Schiller, igualmente admirador
el espanto y la perturbación del hombre del del paganismo, no han dejado escuela. En Fran-
santuario ante la luminosa prensa de Guten- cia, un Pablo Luis Courier es casi una excep-
berg... Era el grito del profeta que oye ya ru- ción. El materialismo marxista no ejerce nin-
gir y hormiguear a la humanidad emancipada; guna influencia profunda 1 antes de 1870 y
que ve en el porvenir cómo la inteligencia mina aun más tarde, y, como veremos, queda mucho
el terreno a la fe; cómo la opinión destrona idealismo —y hasta residuos cristianos— en los
a la creencia; cómo el mundo sacude a Ro- diversos socialismos franceses, incluso en los re-
ma... Aquello significaba que una potencia volucionarios a lo Blanqui o a lo Barbès que,
iba a suceder a otra: la imprenta matará a la por protestar contra la alianza del Altar y el
Iglesia.» Trono o contra los ricos, gritan tan vehemen-
¿No contenía parte de verdad aquel vati- temente «¡ni Dios ni dueño!».
cinio? Desde sus orígenes, el libro impreso había La verdad es que, pasada la llamarada neo-
sido muchas veces vehículo de la incredulidad. católica, derivada de Maistre o romántica, de
En el siglo XVIII sus progresos correspondieron comienzos de siglo, a partir de 1820 la litera-
a la oleada de irreligión que ya conocemos. Esos tura del XIX (salvo algunas excepciones) se
progresos continuaron en el XIX; el libro se orienta rápidamente hacia un esplritualismo
vende cada vez más, y las tiradas de más de vago, un humanitarismo al que no falta gene-
cien mil ejemplares empiezan a no ser reirás. rosidad ni, en algunos casos, una verdadera
Por otra parte, el diario, que la Revolución grandeza, pero que van eliminando poco a poco
francesa ha hecho popular, llega definitiva- al Cristianismo. Se cree en el hombre y en sus
mente a imponerse; aún no penetra en las capas virtudes, en su bondad natural, en el poder de
populares, a causa de su precio elevado, pero su genio. Los «inmortales principios» de 1789
impone su uso a toda la burguesía y a toda la son exaltados al máximo; se desea sinceramente
intelectualidad, con lo que ejerce una enorme
influencia. También él es con frecuencia el 1. Lo mismo que la acción política de Marx;
aliado, ya que no del ateísmo, sí de la irreligión por ello, el marxismo será estudiado más detenida-
militante y más aún del anticlericalismo. En mente.
LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

hacer de ellos realidades vivas: libertad, igual- clericalismo un poderoso afluente. Se restaura
dad, fraternidad. ¿No es todo esto el residuo de el método de Voltaire: no se limita a minar las
la vieja religión, la imitación, el ersatz del Cris- Escrituras, a desacreditar los dogmas; se quiere
tianismo laicizado, reducido a un nivel abso- deshonrar a la Iglesia, contando sobre ella mil
lutamente humano? El vocabulario puede ser el infamias. La frase es pronunciada por Edgar
mismo, pero no la realidad. Cuando, por ejem- Quinet, renombrado maestro de la Universidad,
plo, Michelet exclama: «Nada perecerá, estoy en su Livre de l'exilé: «Trátase aquí no sola-
seguro de ello: ¡ni el alma de un hombre ni el mente de refutar al papismo, sino de extirparlo;
alma de un pueblo!», ¿a qué inmortalidad se no sólo de extirparlo, sino de deshonrarlo.» Se
refiere? Tales son los elementos de esta pseudo- presentará, pues, al Cristianismo, y especial-
religión difundida por doquier: en el nivel su- mente al catolicismo y a su Iglesia, como un
perior es la fe del ultimo Lamennais, tras la obstáculo permanente al progreso de la huma-
caída; es la de Michelet, el Michelet del Peuple, nidad: tal es la tesis que desenvuelve, en el pre-
y la que Víctor Cousin bautiza con el nombre facio a su Historia de la Revolución, Michelet,
de eclecticismo, pretendiendo fabricar un sis- tan meloso, sin embargo, y de tan generoso cora-
tema con lo que en todos hay de bueno. En el zón... Por entonces se difunden las fábulas ab-
nivel inferior, es la fe de M. Homais, el farma- surdas u odiosas que perduran hasta nuestros
ceútico de Flaubert, sorprendente amasijo de días en tantos cerebros primarios: los horrores
Rousseau, Robespierre, Sócrates, Béranger, de la Inquisición, el libertinaje de los Borgia, el
Franklin y Voltaire: M. Homais, para quien la proceso de Galileo, comienzan a abrirse camino,
vida espiritual se reduce a cumplir bien «sus sin olvidar, naturalmente, a la «Papisa Juana».
deberes de ciudadano y padre de familia». La civilización cristiana de la Edad Media es
Semejante concepción excluye evidente- presentada como un conjunto de crueldades, de
mente la Revelación cristiana, con sus dogmas estupideces y libertinajes: las famosas anécdo-
y sus imperativos trascendentes. No puede me- tas sobre el pretendido droit de cuissage y sobre
nos de ser hostil a la Iglesia, guardiana de aquel los patanes o villanos que golpean el agua de
depósito. También el anticlericalismo es nota los fosos para imponer silencio a las ranas,
dominante. Se le encuentra en todos los niveles: datan de entonces. Se prefiere aún a Renán y
abyecto en las canciones de Béranger; llevado sus emolientes negaciones.
a lo apocalíptico en Víctor Hugo; sutil y ansioso A partir de mediados de siglo se observa
en el Lamartine de Jocelyn y de la Caída de un una evolución, sobre todo en los círculos univer-
Angel-, apasionado y socializante en las novelas sitarios superiores. El humanismo sentimental
campestres de George Sand; 1 charlatán y a a lo Michelet desciende al lugar de las cosas vie-
veces grosero en las de Eugenio Sue —Los miste- jas. Pero sólo es para dejar el puesto (a medida
rios de París y El judio errante—; pérfido y sar- que Augusto Comte ve crecer su influencia) al
càstico en la crítica de Sainte-Beuve. Y la litera- positivismo y al cientismo. En las academias, en
tura francesa no ostenta el monopolio: en Ita- las grandes revistas, los hombres de ciencia diri-
lia, novelistas y poetas del Risorgimento le dan gen en adelante el asunto, o, por lo menos, los
una significación política; en Alemania, Bun- hombres que presentan la explicación y las apli-
sen hace de ese anticlericalismo el alfa y omega
caciones de la ciencia entonces de moda. Los
de toda ima obra de combate.
ideales, aún generosos, de sus predecesores, les
La historia aporta a esa corriente de anti- parecen irrisorios; una vez radicalmente negado
Dios, reducida el alma a un postulado de la filo-
1. Se olvida demasiado hoy la influencia de sofía, relegada la Iglesia entre las instituciones
George Sand. Leyendo en el seminario su novela
Spiridion, cuyo héroe, «el monje Alexis» está ins- ya fósiles, ¿qué se pone en su lugar? Lógica-
pirado en Lamennais, Renan encontró el espíritu mente, bastante poco; entre algunos, un nuevo
del siglo. Por ello envió a George Sand el primer mesianismo, el de la ciencia, del progreso de la
ejemplar de su Vida de Jesús. inteligencia y de la técnica: ya lo hemos visto
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 29 .

en el Renán de UAvenir de la Sciencie; entre teligencia y en los estratos profundos de la so-


otros, nada; nada más que un riguroso y frío de- ciedad, en tanto que en lo más bajo se declara
terminismo. Quienes dirigen esta nueva ten- un odio brutal al sacerdote.» Esa comproba-
dencia son Emile Littré (1801-1881), ilustre ción desanimadora parecía justificada. Un nue-
filólogo, que no se limita a hacer el mejor dic- vo paso, enorme, parecía haberse dado en aquel
cionario de la lengua francesa, sino que se cons- camino dirigido a la ruina del Cristianismo y
tituye en propagandista de Augusto Comte; aun de toda religión, exceptuada la del hombre.
Hipólito Taine (1828-1853), historiador, histo-
riador de la literatura, esteticista muy influido
por la lógica de Stuart Mili, una de cuyas fór-
mulas por lo menos será.célebre: «El vicio y la ¿ C ó m o ha reaccionado la Iglesia?
virtud son productos naturales como el vitriolo
y el azúcar»; y, llevando a sus últimas conse- Ante un peligro cada vez más evidente, se-
cuencias esta eliminación de toda autoridad ría falso creer que la Iglesia permaneció indi-
sobrenatural en el comportamiento de los hom- ferente e inerte. De la misma manera que ya en
bres, Charles Renouvier (1815-1903), autor de el siglo XVIII había podido verse en el campo
una Uchronie (1857) y de una Science de la mo- católico a hombres —numerosos y no todos in-
rale (1869), en la que pretende fundar una significantes— que habían resistido valerosa-
«moral independiente» y cuyo discípulo Bré- mente a los ataques de los filósofos, en el si-
hier ha podido decir todavía que «era el ene- glo XIX la lista de esos hombres sería inmensa,
migo nato de todas las doctrinas que, con un imposible de trazar del todo con los nombres de
título u otro, consideran la vida moral del hom- quienes lucharían por la verdad, por la fe y por
bre como manifestación necesaria de una ley». la Iglesia. Pero, como ocurrió con sus antece-
Positivismo y cientismo constituirán en sores, la mayoría de estos hombres son ignora-
adelante el elemento esencial de las convic- dos por la historia y la historia literaria; con
ciones de quienes se consideren «librepen- frecuencia son las doctrinas ateas las que pare-
sadores». E incluso cuando los iniciadores sé cen únicas dignas de acaparar la atención. Pero
hayan separado de aquellas doctrinas —diri- sería injusto creer que la inteligencia estuvo
giéndose Renán hacia un vago idealismo, ha- toda de la misma parte.
llando Taine en un Cristianismo protestantizan- Paralelamente a quienes ostentan los pri-
te las bases de una moral social capaz de conte- meros puestos en los manuales, se afirmó una
ner los instintos de la bestia humana que perso- selección intelectual católica a lo largo del si-
nalmente habrá visto actuar en la Comuna, o glo XIX, y con vigor creciente. El clero —Vache-
adoptando Renouvier su «personalismo», esas rot, adversario vigilante, lo comprobaba en un
nociones seguirán penetrando profundamente artículo de la Revue des Deux Mondes— con-
en las conciencias. La francmasonería, cada taba en sus filas con un número considerable de
vez menos deísta, acabará por admitirlas, mez- hombres de vasta cultura y de espíritu bien for-
cladas con el humanismo sentimental. Tal ocu- mado. De Lacordaire al abate Perreyve, de
rrirá cuando, en 1866, el francmasón Macé fun- Monseñor Gerbet a Monseñor Dupanloup, de
de la Ligue de l'Enseignement, asociada a un Monseñor Maret al futuro Cardenal Meignan,
virulento anticlericalismo, la doctrina abierta- de Monseñor Von Ketteler, en Renania, al Car-
mente proclamada de ese organismo, llamado a denal Geissel, en Viena, y del español Jaime
representar un triste influjo entre los educa- Balmes al inglés Newman, muchos nombres
dores. acuden a la memoria, demasiados para que re-
En 1859, en un artículo de Le Correspon- nunciemos tan pronto a enumerarlos. La ciencia
dant, el abate Meignan, futuro príncipe de la no contó solamente con incrédulos a su servicio:
Iglesia, escribía: «El progreso religioso ha cesa- también sería larga la lista de los representan-
do a la vez en las regiones aristocráticas de la in- tes notables de esa especie de sabios que no pen-
LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

saron que fuera necesario rechazar las verdades los ataques de los incrédulos se traducía sobre
sobrenaturales para hacer avanzar el conoci- todo en una verdadera floración de obras, folle-
miento de la realidad. Ampère, Laénnec y Pas- tos, opúsculos, cartas pastorales y órdenes epis-
teur son los más célebres; pero, ¡cuántos otros copales, destinados a denunciar el error y afir-
podrían ser citados! Fresnel, inventor de los mar las verdades cristianas. Ha podido decirse
faros lenticulares; Biot, que descubre la polari- incluso que el siglo XIX fue la edad de oro de
zación de la luz; Thénard, inventor del agua la Apologética, disciplina que es, en la historia,
oxigenada; los matemáticos Gauss y Cauchy, Le vieja como la Iglesia misma, y cuya autonomía
Verrier, el astrónomo que encontró a Neptuno; como ciencia sagrada proclamará el Concilio
el jesuita Secchi, que analizó la composición Vaticano mediante la Constitución Dei Filius.
química del sol, o el fraile Mendel, teórico ge- El catolicismo cuenta con centenares de esos
nial de las leyes de la herencia. Sobre bases apologistas. Algunos alcanzan inmensa repu-
cristianas, un Maine du Biran, un Ravaisson tación, como Monseñor Pie, futuro Cardenal, a
y, sobre todo, un Rosmini, edificaron sistemas quien sus admiradores llamarán el «San Hilario
filosóficos cuya importancia fue, sin duda al- de los tiempos modernos»; o el redentorista Víc-
guna, limitada, pero no despreciable. Y si la tor Deschamps (1810-1883), que fue Arzobispo
«gran literatura», que a comienzos del siglo de Malinas, cuyos Entretiens sur la démonstra-
se había rodeado del prestigioso halo católico de tion catholique de la révélation chrétienne y cu-
Chateaubriand, pareció separarse más tarde de yas Cartas contra «los anticristos» provocaron
la fe cuando Víctor Hugo se pasó al otro campo gran revuelo; o también, en Italia, el célebre
y Lamartine no conservó de su antigua fideli- Padre Ventura (1792-1861), teatino, que, antes
dad más que ima nostalgia, no podría decirse de representar un papel en la política, se dio a
que las letras católicas permanecieron desam- conocer con su libro Razón filosófica y razón ca-
paradas. En Francia, un Montalembert, un tólica, en el que aún se hallan buen número de
Veuillot, un Ozanam y, desde luego, durante notas interesantes y discretas; y, antes de su
buena parte de su vida, un Lamermais, mere- ruptura con la Iglesia, el maestro de Munich,
cen algo más que el puesto de segundo orden Dóllinger; pero el más notable de todos, el ver-
que tantas veces se les otorga. En España los dadero renovador de la apologética fue el futu-
dos más grandes escritores son, sin duda, ca- ro Cardenal Newman.
tólicos: Balmes y Donoso Cortés. En Italia, un Sea cual sea el valor —de hecho tan diver-
Silvio Pellico, un Manzoni, siguen los caminos so— de aquellos grupos de apologistas, su sola
tradicionales y llenan de prestigio la gloria li- presencia da testimonio de la vitalidad de
teraria y la defensa de la verdad cristiana. Ha- la Iglesia, de su resolución a no dejarse atacar
cia 1850 puede incluso hablarse de una renova- sin dar una réplica. Y hay que subrayar un he-
ción de la novela católica, no solamente a cau- cho: el innegable esfuerzo realizado para con-
sa del éxito inmenso de Fabiola, en la que el testar a los adversarios con armas semejantes
Cardenal Arzobispo de Westminster, Wiseman, a las suyas. Mientras que en el siglo XVIII los
pone en escena una iglesia de las catacumbas «filósofos», con Voltaire al frente, usaron de
(1854), sino también por el importante prefacio manera superior del opúsculo y del panfleto
que Barbey d'Aurevilly (1858) puso a la reedi- contra la Iglesia, en tanto que sus defensores
ción de Une vieiüe Maitresse, abriendo el ca- (con raras excepciones, como la de Fréron) no
mino a los Huysmans, a los Péguy, a los Berna- supieron servirse del mismo medio, es evidente
nos. El Cristianismo y sus preceptos «no han que en el siglo XIX los católicos han compren-
ahogado la fuente del genio humano», decía dido mucho mejor la importancia de una pro-
Veuillot, y no era menos verdad en su tiempo paganda adaptada a las exigencias y condicio-
que anteriormente. nes nuevas del público. Las obras de los «Bue-
Sin que se trate, evidentemente, de «genio» nos libros» o «Lecturas buenas», comenzadas en
en la materia, la reacción de la Iglesia frente a Francia a partir de 1815 por la Congregación,
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 31 .

son reveladoras a este respecto: resultaron imi- una interesante iniciativa de Maignen y Le
tadas en todas partes, lo mismo en Italia que en Boucher, dos «católicos sociales», llevó ala crea-
Alemania y hasta en América. Hay que subra- ción de un semanario destinado al pueblo,
yar también el nacimiento y desarrollo de una L'Ouvrier que, después de algunos tanteos, ha-
prensa católica, cuya influencia ya no dejó de lló su verdadera fórmula en la publicación de
crecer. Surgen entonces numerosos periódicos grandes relatos de inspiración cristiana, como
en todos los grandes países del Occidente cató- los Faucheurs de la Mort y Fabiola, con lo que
lico —y hasta en los Estados Unidos— encarga- alcanzó un gran éxito.
dos de defender los dogmas de la Iglesia, y aun De esta manera, digan lo que digan algu-
cuando algunos de ellos, como el Ami de la re- nos historiadores, incluso católicos, un poco su-
ligión., por ejemplo, o, en sentido inverso, el marios en sus juicios, la Iglesia comprendió
Mémorial catholique, L'Avenir y L'Ere Nou- perfectamente la amenaza que gravitaba sobre
velle, aparecían más preocupados por las cosas ella y trabajó con energía para mantener en la
políticas que por las cuestiones religiosas, no sociedad de su tiempo las verdades cuya guarda
por ello difundieron menos esas verdades. La ac- tiene encomendada. Una de sus más originales
ción de Veuillot en sus sucesivos diarios, sobre y prestigiosas empresas fue la creación en Pa-
todo en L'Univers, fue considerable. Fundados rís, en 1835, de las famosas Conferencias de
en 1856 para ayudar al conocimiento de las co- Notre-Dame, cuya serie fue abierta por Lacor-
sas del Oriente cristiano, los Etudes de los jesuí- daire. Conferencias y no sermones. En ese cam-
tas no tardaron en convertirse en ima revista doc- bio de título se dejaba entrever una intención,
trinal de gran importancia. Y, como hemos visto, la que el joven Ozanam expusiera a Monseñor
fue uno de los grandes méritos de Pío IX ei de Quélen: «promover una apologética viva, ca-
haber comprendido la trascendencia que podía paz de responder a las necesidades espirituales
asumir la prensa en la difusión de una apolo- y a las aspiraciones del siglo y de llegar directa-
gética práctica; el haber impulsado a la funda- mente al corazón.» Sabido es con qué precisión
ción de la Civiltà cattolica y de L'Osservatore alcanzó Lacordaire ese objetivo y qué interior
Romano y animado a órganos de prensa, desde estremecimiento sacudió a la inmensa muche-
la Unità cattolica de Florencia hasta Der Ka- dumbre cuando, desde la tribuna sagrada, lan-
tholik en Alemania y De Iíatholick en Flandes. zó la patética pregunta: «¡Asamblea, asamblea!
'Habría que sacar a la luz también, porque ¿Qué queréis de mí? ¿Qué esperáis? ¿La Ver-
son muy curiosas y pintorescas, las tentativas dad? ¿No la tenéis acaso con vosotros?» En 73
realizadas para crear ima literatura popular conferencias, en 1835 y 1836 y más tarde de
católica, capaz de proporcionar a las masas una 1848 a 1851, Lacordaire completó el ciclo de
sana distracción en la que su fe no fuera puesta cuestiones planteadas a la apologética, par-
en tela de juicio. En Alemania será éste uno tiendo del hecho de la Iglesia para concluir en
de los sectores en que actuará el antiguo zapa- la incorporación del hombre al Hombre-Dios,
tero Kolping, del que trataremos más adelante; apelando a los argumentos de la historia, de las
pero el gran hombre de este apostolado popular ciencias, del estudio comparado de las religio-
por la imprenta fue Alban Stolz, que sabía mos- nes para apoyar sus tesis. El prodigioso éxito
trarse «piadoso y alegre, edificante y vulgar, de las Conferencias de Notre-Dame tiene un
con tuia facundia en la anécdota que obliga a testigo: «Nos parecía asistir —dice Ozanam— ya
admitir el cuento», según frase de Goyau; y no a la resurrección del catolicismo, que nunca
«después de una serie de trivialidades, era capaz ha muerto, sino a la resurrección religiosa de la
de lanzar un pensamiento que, como vina fle- sociedad actual.» Aquel éxito no disminuyó con
cha, subía hasta el cielo» ; su Calendario para el los sucesores del restaurador de los dominicos: el
tiempo y para la eternidad obtuvo un éxito pro- Padre Ravignan, el abate Plantier, el Padre
digioso. En Francia, junto al Foyer des fami- Félix... y durará hasta nuestra época. Prueba,
lles, destinado, sobre todo, a la clase media, entre tantas otras, de la potencia del esfuerzo
LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

innegable llevado a cabo por los católicos para nero, en los que la polémica llega a endurecer
enfrentarse con sus adversarios. Queda ahora aún más una obra doctrinal por otros concep-
por ver el alcance de sus resultados. tos considerable; su rival, Monseñor Dupan-
loup, que distinguía mejor los objetivos que de-
bían alcanzarse, no cedía en nada en cuanto a
vehemencia, ¡si no le superaba a este respectoI
"Defensa de la Iglesia" Un título como el del libro de Monseñor Parisis
dice ya mucho acerca de las intenciones y los
El rasgo más sorprendente en toda esta métodos de cierta apologética: Les Impossibili-
apologética es, en su conjunto, el ser polémica y tés ou les libres penseurs désavoués par le simple
negativa, el tratar de responder a los adversa- bon sens. Entre todos los apologistas de esta cla-
rios y destruir sus argumentos, más que situar se, el tipo más sorprendente es, sin duda algu-
serenamente al catolicismo en sus sólidas afir- na, Luis Veuillot, cuyo pensamiento es, con
maciones. Esa actitud es explicable: ante la gra- todo, muchísimo más profundo y matizado que
vedad del peligro queríase «defender a la Igle- el de un simple polemista, pero que es incapaz
sia» y se corría a la brecha para rechazar al ene- de concebir su acción si no es como un combate,
migo. el «buen combate» que hay que llevar adelante
El ejemplo venía de lo alto, de los mismos contra todos los enemigos de la fe católica o
Papas, cuyos documentos decisivos tenían el quienes eran —o lo parecían— sus aliados.
aspecto de condenas. Mirari vos o Quanta Cura, Esa actitud combativa no fue siempre muy
las grandes Encíclicas doctrinales, ¿no se pre- hábil. Está fuera de duda que cuando Monseñor
sentaban como requisitorias y anatemas contra Dupanloup se opuso a la candidatura de Lit-
las nuevas herejías de la época? ¿No era el Syl- tré a la Academia francesa, amenazando con
labus el catálogo de las ideas nocivas? Sin duda abandonarla a su vez si el filólogo ateo era
alguna, como sucede siempre en los textos pon- elegido, o cuando intervino violentamente para
tificios, de aquellas condenas era posible sa- que Taine no recibiera el premio académico
car «a contrario» una doctrina positiva que que él mismo deseaba para sí, el más eviden-
fundara la posición católica frente a las cons- te resultado de sus filípicas fue el hacer a uno
trucciones enemigas, como intentó hacerlo, al y otro autor una publicidad considerable. E in-
menos parcialmente, Monseñor Dupanloup a cluso cuando el bullicioso Obispo de Orleáns pu-
propósito del Syllabus, o, en diversos artícu- blicó una carta pastoral acerca de Les malheurs
los de la Civiltà cattolica, el Padre Taparelli et les signes du temps, en la que, pasando revis-
d Azeglio, o numerosos universitarios alemanes. ta a las recientes calamidades, guerras, pestes,
Mas, en su inmensa mayoría, la masa de los ca- temblores de tierra e inundaciones, las presenta-
tólicos acogió las instrucciones pontificias como ba como castigo de Dios o terribles invitaciones
alarmas, con frecuencia explotadas contra uno a abandonar ciertos yerros. Contestáronle cru-
u otro, especialmente contra quienes deseaban damente, incluso algunos católicos, que «aquel
interpretarlas de'la manera menos negativa. viejo Jehová, aquel Dios brutal que se divertía
El ejemplo pontificio fue seguido con mu- asustando y atormentando a sus criaturas» no
cha frecuencia por apologistas cuyo pensa- estaba ya de moda...
miento estaba lejos de poseer la riqueza del de No eran más hábiles esos contraataques en
un Pío IX. Por un Moehler, un Lacordaire, un el terreno táctico, ni siempre tendían a exactos
Gratry, un Newman, que concibieron de otra objetivos. A veces no tenían objetivo alguno.
manera su labor, ¡cuántos otros creyeron de Bellos fragmentos de elocuencia contra «el or-
buena fe que la combatividad era la mejor cua- gullo del espíritu» no han impedido siempre,
lidad que pudiera exigirse de los católicos! Las en cualquier terreno, los progresos de la irreli-
Instructions synodales sur les erreurs du temps, gión. Con demasiada frecuencia se atacaba a
del Cardenal Pie, son perfectos modelos del gé- autores y doctrinas seguramente condenables
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 33 .

en sí mismos, pero cuya nocividad era incom- féticas con edificaciones políticas totalmente ca-
parablemente menor que la de los nuevos ad- ducadas. En sentido inverso, Lamennais, al
versarios. Uno de los leitmotiv de la elocuencia unir la defensa de los valores cristianos al adve-
sagrada fue, durante toda aquella época, el nimiento de la democracia, no cometía un
f u l m i n a r contra Voltaire: la incredulidad había error menos grave. Y Schlegel, oponiendo su
hecho algo más desde el Zadig o el Candide. «escuela legítima» a la «escuela racionalista y
Y cuando Monseñor Pie la emprendía ardien- liberal», tenía razón al criticar el «falso espíritu
temente contra el «eclecticismo», considerado del siglo», pero se equivocaba cuando veía sólo
por él como una de las mayores herejías de la en la Santa Alianza el más peligroso enemigo
época, podíase pensar que Víctor Cousin y su de los principios religiosos.
doctrina no merecían ni aquellos excesos de ho- Eso no quiere decir que todo haya carecido
nor ni aquella indignación. Por el contrario, los de valor en aquella enorme oleada de polémica
más peligrosos enemigos que la fe cristiana vio que se extendió a lo largo del siglo XIX. En el
levantarse contra ella fueron bien poco denun- plano de la filosofía y de las ciencias naturales,
ciados por el momento; las únicas críticas ver- la crítica de un Balmes, de Rosmini y del Padre
daderamente oportunas de la filosofía de Hegel Gratry o de los Padres Tosti y Ventura, no fue
fueron, tal vez, las de Balines en España, las de insignificante; y L'Univers, de Veuillot, publicó
Rosmini en Italia y las de Staudenmaier en en varias ocasiones las críticas de las teorías
Alemania, que comprendieron que aquella filo- evolucionistas, que mostraban bastante sus fa-
sofía era sustancialmente hostil a la concepción llos. La réplica más vigorosa se dio en el terre-
cristiana del mundo y del hombre. El positi- no histórico y exegético. A la Vida de Jesús, de
vismo de Comte provocó réplicas, especialmen- Strauss, los católicos alemanes opusieron la crí-
te la de Monseñor Dupanloup; pero fueron di- tica de sus tesis míticas por Kühn, y la «contra-
rigidas más por la manera irónica y polémica vida de Jesús» de Sepp. Y cuando apareció en
que por un verdadero análisis de sus postu- Francia la de Renan, no se limitaron sólo a ana-
lados. tematizar, con Monseñor Pie y numerosos obis-
También con demasiada frecuencia aquella pos, al «nuevo Arrio» en un tono que no contri-
apologética militante dio la impresión de ligar buyó a reconquistar a la opinión para la Igle-
la suerte de la verdad cristiana a los intereses sia: Agustín Cochin organizó en Le Correspon-
políticos. Tal era, como ya hemos visto, el punto dant una campaña de artículos -en los que la
débil de José de Maistre y de Bonald, cuyas te- obra fue examinada bajo todos los aspectos; el
sis —sobre todo las del primero— hubieran po- abate Freppel, futuro Obispo de Angers, publi-
dido tener para el futuro del Cristianismo una có un Examen critique de la Vie de Jésus, y el
importancia considerable si no hubiesen dege- Padre Gratry entró en la liza con Les Sophistes
nerado en operación política, conducida en pro- et la critique, obra que contribuyó a abrirle las
vecho de la Restauración. El gran ensayo de Do- puertas de la Academia. Pero sobre todo sacer-
noso Cortés, más tarde, sobre El catolicismo, el dotes de espíritu científico como Meignan y
liberalismo y el socialismo, que contiene críticas Vollot, al criticar el libro de moda, hicieron algo
muy juiciosas, especialmente de los diversos so- más: el curso en la Sorbona del abate Vollot,
cialismos entonces de moda, sufría de la misma interrumpido demasiado pronto por la muerte,
contaminación política manifestada crudamen- acerca de Les Droits et les Devoirs de la criti-
te por el abate Gaduel. Las intuiciones, tantas que à l'égard de la Bible, indicaba, en 1867,
veces fulgurantes, de Blanc de1 Saint Bonnet, en qué sentido había que concebir la resistencia
autor de la Restauration française y de la Légi- a los ataques: recurriendo a los mismos métodos
timité, incluso cuando el vocabulario bien poco científicos de que usaban los adversarios; pero
cartesiano de aquel alumno de Bail an che no aún se estaba lejos de ello.
disminuía singularmente su alcance, perdían En ese combate desigual, llevado en defi-
vigor íd asociar denuncias verdaderamente pro- nitiva de manera decepcionante, debe citarse
LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

el nombre de uno de aquellos luchadores de la grandes verdades de la fe y a justificar el papel


causa católica. Por lo pintoresco del caso, y de la Iglesia, además de proporcionar a los cató-
también por la trascendencia general que pue- licos razones de confianza, procurando al mis-
de atribuirse al título mismo de su obra: el aba- mo tiempo conducir a los incrédulos al aprisco.
te Gorini (1803-59). Era contemporáneo y ve- Era ésa una corriente que nunca había cesado
cino del Cura de Ars, y, como éste, se hallaba de manar; apologética doctrinal y dogmática a
al frente de una modestísima parroquia de los la manera de Bossuet; apologética mística y psi-
Dombes. Apasionado por la historia, estaba in- cológica a lo Blas Pascal: ambos géneros tuvie-
dignado por las deformaciones tendenciosas que ron en el siglo XVIII sus representantes. El
descubría en los historiadores de moda, en un XIX los tuvo también, y en gran número; y
Guizot, un Thierry o un Michelet, y se propuso añadió otros géneros o, mejor dicho, nuevos
restaurar la verdad. Aquel David parecía poco acentos.
calificado para dar algún golpe decisivo a tan Es de capital importancia, paira lo mejor y
gloriosos Goliat. No poseía formación histórica para lo peor, que el más célebre apologista del
alguna, y su parroquia de doscientas cincuenta siglo XIX haya sido un escritor de primera fila,
almas no tenía biblioteca. ¡No importaba! un hombre de inmenso auditorio e iniciador del
Se puso con gravura a la faena; cada semana Romanticismo: Chateaubriand. La publicación
iba a Bourg, de donde traía a hombros enormes de El Genio del Cristianismo no fue solamente
montones de libros para su documentación. De un acontecimiento literario; admirablemente de
aquellos largos y pacientes trabajos salieron acuerdo con el cambio de la situación religiosa
tres, cuatro y hasta seis volúmenes en los que querido por el Primer Cónsul, el célebre libro
se analizaban con minucia todos aquellos pa- estuvo en el origen de una nueva orientación
sajes en que la historia oficial presentaba imá- de la apologética. El fin de la obra, como es sa-
genes inexactas del Cristianismo, de la socie- bido, era mostrar, enfrente de cuanto habíatn
dad cristiana y de la Iglesia. Aquella crítica enseñado la Enciclopedia y el Ensayo sobre las
fue realizada con tanto cuidado y oportuni- costumbres, que «de todas las religiones que
dad y en un tono tan moderado, que muchos han existido, la cristiama es la más poética, la
de los «criticados», como Ampère y Agustín más humana, la más favorable a la libertad, a
Thierry, se rindieron a las razones del buen
las airtes y a las letras; que el mundo moderno
abate, retocaron sus obras de acuerdo con las
se lo debe todo; que nada hay más divino que su
notas de aquél y el primero de los dos se convir-
tió incluso bajo su influencia. La obra de Gorini morad, nada más amable ni más pomposo que
se titulaba Déjense de l'Eglise. Y para llevar sus dogmas, su doctrina y su culto; que favorece
adelante esa defensa, el buen sacerdote había al genio, depura el gusto, desarrolla las pasiones
trabajado intensamente. ¿Pero bastaba eso? virtuosas y da vigor al pensaimiento». Apologéti-
ca estética y sentimental. Sin duda alguna, Cha-
teaubriamd no ignoraba que, antes que esa apo-
logética, era necesario poner ad Cristianismo a
la luz histórica y doctrinal; y en ese sentido
De Chateaubriand a Newman: orientó cuantos añadidos se hicieron a su libro
debilidad y fuerza de una en sucesivas ediciones. Pero no estaba en eso su
gracia. Y si es verdad que fue útil a la Iglesia,
apologética
lo fue menos por sus laboriosas demostraciones
que por ese gram canto modulado, esos períodos
Sería inexacto creer que todo el esfuerzo amplios y majestuosos, esas estremecedoras imá-
del pensamiento católico se limitara a atacar al genes que hacen de El Genio del Cristianismo
adversario. Al lado de la apologética combatien- una obra maestra de las letras francesas.
te se desarrolló otra —conducida a veces por los Es innegable que ha sido útil. Los tres
mismos hombres— que tendía a demostrar las enemigos del Cristianismo en el siglo XVIII ha-
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 35 .

bían sido la ironía de Voltaire, el escepticismo Posiblemente esta afirmación era excesiva y po-
racionalista de los «filósofos» y la utopía senti- día haber sido matizada: pero en su conjunto
mental de Rousseau. Chateaubriand impuso el no carecía de verdad.
silencio a la risa del Rey de Ferney; restituyó La corriente romántica arrastró, pues, una
al misterio, a lo sobrenatural, su lugar soberano, gran parte de la apologética del siglo XIX. A ella
al mismo tiempo que orientaba al sentimiento se añade otra, procedente de Maistre y Bonald,
hacia la fe. Sin duda alguna, la obra tenía no sobre todo del segundo de esos pensadores: es el
pocos puntos débiles, no solamente en su forma tradicionalismo. En detrimento de la razón, sos-
frecuentemente pretensiosa y abundante en fór- pechosa de ser responsable de la rebelión de la
mulas huecas, sino también en su fondo, en el inteligencia, exaltábase la tradición, que se ha-
que son frecuentes las confusiones, especial- cía remontar a las primeras edades, a una espe-
mente entre lo sobrenatural y lo maravilloso; cie de primera revelación; doctrina a la que la
pero, a pesar de todo, su papel fue decisivo: Iglesia, que nunca ha condenado a la razón en
contribuyó a devolver al Cristianismo su digni- sí misma, opondrá formales reservas, pero que
dad, su puesto. Los temas del Genio fueron no por ello dejó de ejercer cierta influencia so-
recogidos en los ambientes religiosos y hasta en bre buen número de apologistas.
los púlpitos, donde habrían de usarse y repe- En la confluencia de ambas corrientes se si-
tirse hasta la saciedad. Y en ello hubo otro túa Lamennais, el Lamennais del Ensayo so-
peligro. bre la indiferencia, perfecto ejemplo de una
Porque la influencia de Chateaubriand apologética romántica nutrida con doctrinas
persuadió a numerosos apologistas que la argu- de Maistre. Su influencia no puede ser subesti-
mentación sentimental, estética y literaria bas- mada: es verdad que para muchos de sus con-
taba. Apenas se tenía la sospecha de la impor- temporáneos, aquel libro apasionado pareció
tancia que las ciencias comenzaban a adquirir reunir, según la frase del abate Teysseyrre, «el
en la crítica de los adversarios, y aún menos estilo de Juan Jacobo Rousseau, el razonamien-
de la necesidad de responderles en el mismo to de Pascal y la elocuencia de Bossuet». Su
tono. Quienes manejaban aquellos temas no se defensa de la utilidad de la religión y de la dig-
preocuparon de otra cosa. Sus procedimientos nidad del Cristianismo, su demostración de los
estilísticos, por otra parte, eran demasiado fáci- peligros a que el ateísmo exponía a la humani-
les al paso —mediocre— al lenguaje hablado. dad, contribuyeron ciertamente a conducir a
Así fue Chateaubriand, en gran medida, el res- muchos hacia la fe. Y hasta cuando su teoría
ponsable de esa apologética oratoria demasiado del «buen sentido» como base de la revelación
inclinada a las exposiciones huecas, y a los es- le valió (tanto como sus posiciones políticas) el
fuerzos verbales, pero pobre en doctrina y en ser condenado por la Iglesia, el impulso por él
ciencia: esa apologética de predicador cuyo gé- dado siguió dejándose sentir, y fueron muchos
nero, por desgracia, está lejos de haber desapa- los discípulos que, en un camino más recto que
recido de nuestros púlpitos. Hacia finales del el suyo, prolongaron su acción.
período que nos interesa, en 1868, el racionalis- Pero tampoco Lamennais —como Cha-
ta Etienne Vacherot, en el artículo dedicado teaubriand— logró colocar la «defensa de la
a la Teología católica en Francia, tras haber Iglesia» en el terreno en que era deseable ver-
enumerado a los maestros de esa disciplina y ha- la, para enfrentarse a los ataques del hegelia-
ber alabado su talento y declarado que su «elo- nismo y a los que ya se preparaban de parte de
cuencia apasionada» era capaz de hacer «tronar Feuerbach y de Comte. El Méthode de la Pro-
de entusiasmo' y de indignación» a sus audito- vidence, de Víctor Dechamps, el redentorista
rios, añadía que sus obras no aportan siquiera belga, procedía con todo de una idea justa: que
un inicio de respuesta a las peligrosas cuestio- nada interesa tanto al hombre moderno como él
nes propuestas a la fe por «el espíritu histórico mismo y que hay que partir de las aspiraciones
y crítico, que es el verdadero espíritu del siglo». del siglo para edificar una apologética adapta-
LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

da al siglo. La de Lacordaire, semejante a ésta, de la Gracia y de la Revelación, y más aún por


tendía a responder a las interrogantes del hom- su solemne afirmación de que «la Iglesia es en
bre, a su ansiosa búsqueda de la verdad, a la sí misma un grande y perpetuo motivo de cre-
«demostración tomada del interior», como de- dibilidad», no parece prestar más atención a los
cía él mismo: esa apologética estaba también sectores especialmente amenazados por las
orientada hacia el futuro. Pero les faltaban esas más activas fuerzas de la irreligión.
bases científicas, históricas y críticas cuya ne- Sin embargo, en el instante mismo en que
cesidad tan exactamente denunciaría Vache- se reunían en Roma los Padres del Concilio,
rot. Y la falta era aún más acuciante con res- aparecía en Inglaterra un libro que abría a la
pecto a los que aún mantenían la apologética apologética nuevos caminos. Presentaba un tí-
doctrinal clásica, aun los más estimables como tulo misterioso: Ensayo para ayudar a una gra-
el Padre de Rozaven; y en mayor grado en mática del asentimiento, y su autor era New-
obras como el Arte de Creer, de Augusto Nico- man, uno de los protagonistas de aquel «Movi-
lás, o en La Divinité de Jésus-Christ, de Euge- miento de Oxford» cuya importancia, incluso
nio de Genoude. fuera de Inglaterra, iba a ser tan considerable.
Lo que no significa que algunos de aquellos Newman ponía exactamente su dedo en el nudo
apologistas no hayan visto claro en qué camino de la cuestión: ¿cómo el hombre moderno pue-
convenía situar la apologética para ponerla a la de armonizar la adhesión incondicional a la fe
altura de su labor. El Padre Gratry (1805-72), y los argumentos racionales que aparentemente
profesor de Religión en la Escuela Normal Su- se oponen a ella? Semejante problema no había
perior y después profesor en la Sorbona, con- dejado de obsesionarle desde su conversión. Y
cibió la idea de conciliar la ciencia y la' fe y halló la solución en lo que ha podido llamarse,
trató de construir sobre ella una filosofía com- por una audaz anticipación, una «apologética
pleta, que comprendiera una teodicea, una me- existencial» Sin sacrificar la necesidad de fun-
tafísica, una lógica y una moral, orientadas a dar racionalmente la fe, sin interpretar la reve-
un fin apologético: pero si su papel de anima- lación según los esquemas llamados científicos
dor de aquel movimiento iba a ser —como vere- —lo que harían algunos de sus herederos mo-
mos más adelante— bastante importante, si so- dernistas—, apeló a una «psicología del pensa-
bresalió en el análisis psicológico y en el lla- miento implícito y de la vida profunda», a una
mamiento a las almas, su obra siguió siendo «espiritualidad de lo individual».2 El asenti-
muy literaria para oponerse a los ataques de la miento que el creyente da a su fe debe, desde
incredulidad. Más práctico, el método del Padre luego, tener en cuenta los progresos de la razón,
Félix, conferenciante de Notre-Dame, «apolo- las adquisiciones y la crítica de las ciencias; pero
gista realista», que se apoyaba en lo concreto de se sitúa bastante más allá de esos conceptos abs-
su tiempo y no se negaba a incluir la idea de tractos. Refiriéndose a la experiencia vitad del
progreso, mostraba mejor el camino del porve- hombre, se puede conducirlo a la fe, colocán-
nir, sin comprometerse empero completamente dolo incesantemente en este «cara a cara» úni-
en él. Lo mismo se diga de la apologética de su co: «Yo y mi Creador.» A las doctrinas ateas
sucesor, el Padre Jacinto Loyson, que hasta la para las que el hombre es su propio dios, New-
víspera de su apostasía insistió en subrayar la man responde, sin recurrir a la polémica, ape-
armonía entre el Cristianismo y las grandes as- lando a lo que hay de más profundo en el hom-
piraciones del hombre moderno. bre. Apenas hizo escuela en su tiempo —y eso
Todo esto deja una impresión de insatis- fue un mal—, pero su huella permanecería pro-
facción e insuficiencia. Hasta la Constitución funda hasta nuestros días.
Dei Filius del Concibo Vaticano, destinada a
servir de base a la apologética moderna, admi- 1. H. J. Walgrave.
rable por las reglas que fija, por las posicio- 2. J. Guitton, en La Philosophie de Newman
nes que define en cuanto al papel de la Razón, (París, 1933).
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 37 .
I

Nova et Vetera sin ver que junto a ella se actualizaban nuevos


métodos. Las bibliotecas eran defectuosas; los
La causa, demasiado evidente, de la insu- archivos, incluso, y sobre todo, los riquísimos
ficiencia del pensamiento católico frente a sus archivos del Vaticano, estaban mal conserva-
adversarios, está en el retraso adquirido en ma- dos y peor explotados aún. Casi nulo era el tra-
teria científica. Para responder al espíritu «his- bajo verdaderamente científico. Demasiadas
tórico y crítico» hubiera sido necesario estar Historias de la Iglesia se manifestaban de insig-
bien armado: y los católicos lo estaban mal. ne debilidad, como la del abate Darras, bajo el
Aún peor: parecían no querer estarlo. Si los Segundo Imperio, que amasaba todas las anéc-
Papas, especialmente León XII y Pío IX, com- dotas más discutidas y todas las afirmaciones
prendían perfectamente la necesidad de elevar más controvertibles. En 1835 el abate Faillon,
el nivel de los estudios superiores, muchos obis- aunque perteneciente a la Compañía de San
pos manifestaban totad desprecio por esa clase Sulpicio, tradicionalmente muy prudente, ha-
de preocupaciones. «¿Qué queréis que haga yo bía lanzado la tesis según la cual las primeras
con los sabios?» — exclamaba Monseñor Bonald, Iglesias de la Galia fueron fundadas por discí-
mientras Monseñor Gousset calificaba de «fru- pulos inmediatos y próximos a Jesús; y ese fá-
tos de una imaginación vagabunda» a toda teo- rrago de bellas leyendas (que no tardarían en
ría física o geológica que no encajara con la ser sistematizadas por el abate Gaume y sobre
letra de la Biblia, entendida por supuesto a su todo por Dom Chamard) penetraba en la ense-
manera, strictissimo sensu. ñanza oficial de los seminarios, donde había
de progresar.
Los testimonios son concordes: con muy ra-
Las ciencias propiamente religiosas no es-
ras excepciones, todas las ciencias que podían
taban mejor servidas. En el momento en que
servir de apoyo a la fe, yacían abandonadas.
Strauss, Baur y Renán removían los datos de la
Volviendo de Roma en 1846, el futuro Carde-
exégesis tradicional, nos sorprende comprobar
nal Meignan escribía: «La teología romana se
la insignificancia en cantidad y calidad de los
preocupa muy poco de lo que ocurre en su de-
estudios acerca de la Sagrada Escritura. Por
rredor. El racionalismo es, en general, poco co-
otra parte, la exégesis apenas tenia puesto en los
nocido y fútilmente combatido. La historia no
seminarios; estudiábase en ellos la Biblia por
tiene ningún representante célebre. La lingüís-
una o dos horas cada semana, y en muchas
tica es abandonada. La medicina queda atrás.
casas ese estudio se limitaba a considerar los
El Derecho sigue en el lugar en que estaba an-
aspectos morales y simbólicos: los trabajos del
tes del movimiento impreso por los descubri-
Padre Patrizi sobre el «sentido típico» eran
mientos cuyo hábil propagandista se ha hecho
muy apreciados. Fuera de las Universidades
Savigny.» 1 La misma alarma daba Monseñor
alemanas, y del Colegio Romano, tras su reor-
Flir, rector austríaco; y el historiador Janssen;
ganización de 1849, la teología fundamental, el
y lo mismo pensaban el ultramontano Cardenal
tomismo, yacía en el olvido. En Francia, Mon-
Von Reisach y el Cardenal de la Curia Viale
señor Freppel, excelente divulgador del pensa-
Prela. Pero, fuera de las Universidades alema-
miento de los Padres de la Iglesia, no fue en
nas —que tenían otros defectos—, aquellas crí-
absoluto el gran teólogo que algunos creyeron
ticas podían dirigirse a toda la Cristiandad.
ver en él. Unos pocos trabajadores aislados, cuya
La historia católica dormía, lo mismo en
importancia para el futuro veremos, no rescata-
Francia que en Italia, y proseguía su camino
ban ni compensaban esa mediocridad general.
También es sorprendente comprobar que
1. Fréderic Charles de Savigny, jurista ale- no se impusiera ninguna gran filosofía cristiana
mán, de ascendencia protestante francesa y encarga- durante todo el período que nos ocupa. Maine
do en Prusia del «ministerio de la Revisión de Le- de Biran (1766-1824), vuelto a la plenitud de
yes». la fe por un largo itinerario, tuvo el mérito de
LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

poner a plena luz el hecho primitivo de la con- que se trató de salir de aquella rutina; algunos
ciencia humana, de la personalidad; de sorpren- hombres que vieron claramente que era necesa-
der agudamente el fluir de la vida interior, y rio renovar el equipo del pensamiento católico
mostrar que en las profundidades del alma es si se quería que estuviera en condiciones de de-
donde puede percibir el pensamiento, con la luz fenderse. La desgracia fue que, con demasiada
de Dios, la claridad de la certeza; a su doctrina frecuencia, la reacción superó su objetivo y la
se le dio una importancia limitada. Lo mismo Iglesia fue llevada a condenar a los defensores
se diga de la de Ravaisson (1813-1900), discí- que le parecían imprudentes. Los más vitales
pulo de Schelling, autor de una tesis sobre la de esos centros fueron las Universidades católi-
Habitude, que trataba de conciliar el determi- cas alemanas; merecen que se les rinda home-
nismo material y la libertad espiritual, y mos- naje, porque gracias a ellas se llevó a cabo un
traba los lazos que unían la vida del Universo acercamiento entre la Iglesia y la ciencia, las
a la del hombre: si su obra contenía puntos de disciplinas eclesiásticas, la teología, la exégesis,
vista con cierto porvenir —que recordará Berg- la historia de la Iglesia, hallaron su fundamen-
son—, en su tiempo apenas ejerció influencia. to, y los racionalistas no estuvieron solos al rei-
El mismo Schelling, el único filósofo espiritua- vindicar el honor de servir a la verdad. Tubinga,
lista que pudiera válidamente oponerse a Hegel, Friburgo, Munich, fueron otros tantos hogares
era protestante y, por cercano que estuviera al de los que irradiaban ideas y hombres; verdad
catolicismo, no se convirtió. Y Rosmini (1797- es que no siempre estaban de acuerdo entre sí
1855), espíritu profundo en el mismo grado que aquellos prestigiosos cenáculos: unos, por ejem-
alma llena de luz, cuya inmensa obra abarcaba plo, consideraban a Santo Tomás como guía;
todo el campo de la filosofía, uno de los heral- los otros, se inclinaban a una escolástica renova-
dos del existencialismo cristiano, es tal vez, en- da. Lo esencial de su aportación fue orientar
tre todos los pensadores del siglo XIX, el que el pensamiento católico, y especialmente la teo-
mejor mostró la relación al ser como constituti- logía, en un sentido menos especulativo, menos
vo de la razón, fundamento mismo del sentido verbal, y utilizar para la fe todos los recientes
del hombre; pero ciertas ambigüedades de ex- descubrimientos en todos los dominios, lo mis-
presión le hicieron sospechoso de panteísmo y de mo en arqueología que en física, en crítica his-
ontologismo, y fue conminado por el Santo Ofi- tórica o en economía política. Por esto, las Uni-
cio. Así, pues, sin que pueda decirse que la filo- versidades alemanas de mediados del siglo XIX
sofía católica era inexistente, sí que debe con- representaron un considerable papel de inicia-
fesarse que poseía poca vitalidad. Por supuesto, doras; muchas de las posiciones que los católicos
las nuevas disciplinas que se iban constituyendo de nuestro tiempo tienen por fundamentales,
a partir de ella, la sociología por ejemplo, que- proceden directamente de aquéllas.
daban aún más abandonadas; y lo mismo se Desgraciadamente, esos grupos fueron po-
diga de otras, como la economía política, cuyo cos; y más raros aún en otros países en los que
porvenir era inmenso: sólo algunos reducidos se trató de seguir caminos análogos y se llegó
grupos de «católicos sociales», cuyos valerosos demasiado lejos, con excesiva rapidez; y como
esfuerzos veremos más adelante, tenían la idea suele ocurrir ordinariamente a las vanguardias
de que tales estudios eran necesarios a los cre- demasiado audaces, fueron castigadas. La casi
yentes; pero aquellos hombres no eran más que totalidad de las desviaciones doctrinales contra
los «hijos pródigos» de una mentalidad dema- las que la Iglesia hubo de reaccionar durante
siado rutinaria. No es de sorprender, en seme- este período tenían su origen en el deseo de dar
jantes condiciones, que los católicos no hayan una solución al problema de las relaciones entre
edificado sistema alguno capaz de oponerse a la razón y la fe, entre el conocimiento científico
los de Hegel, Augusto Comte y menos aún al y la credibilidad. Ya Hermes (1775-1831), el
de Marx. maestro de Bonn, había tratado de reconstituir
Hubo, sin embargo, algunos centros en los el conjunto de los dogmas y explicar los Miste-
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 39 .

ríos por la razón práctica, según un método extremadamente desconfiada con respecto a
kantiano; Gregorio XVI condenó sus tesis (1835) cuanto de cerca, o de lejos, tuviera alguna apa-
y, a pesar de la agitación política que determi- riencia de racionalismo. Desconfianza justifica-
nó aquel asunto, el hermesianismo no pudo da en sí misma, pero que no contribuía menos a
triunfar. En 1847, Pío IX confirmó la senten- paralizar el espíritu de investigación y a desani-
cia de su predecesor. Al mismo tiempo, Gun- mar a quienes quisieran salir de la rutina. Se-
ther (1783-1863), un sacerdote de Viena, ex- vera para quienes avanzaban frente a riesgos y
presaba ideas parecidas; según él, la razón hu- peligros por caminos nuevos. En cambio, no
mana podía, si no explicar los Misterios, al me- hallaba dificultad el concordismo inocente1 y
nos demostrarlos; por el momento, la tesis fue las teorías gratuitas; hacíase difícil resistir a
bien acogida, como réplica al hegelianismo, y los ataques de tantos adversarios bien armados.
Gunther obtuvo un vivo éxito: pero la aplicación Nova et Vetera: esta fórmula ha definido
que hizo de sus teorías a la Creación, a la En- siempre la verdadera sabiduría cristiana. Her-
carnación y a la Santísima Trinidad, pareció manar lo que es nuevo y lo que procede del pa-
excesiva, y, en 1857, fue condenado por el Indi- sado, el porvenir con la tradición. Parece, en el
ce y se sometió. Algo distinto ocurrió en Mu- período que estudiamos, que la difícil síntesis
nich, en torno a Dollinger: allí se trabajaba in- no se haya llevado a cabo: que haya habido un
tensamente en aplicar a la exégesis y a la histo- desacuerdo fundamental entre los mantenedo-
ria, comprendida la de los dogmas, los métodos res de las Vetera y los partidarios de las Nova.
racionales usados por el contrario; el esfuerzo Un católico puede tanto más fácilmente reco-
se hizo de un modo radical que los profesores nocer ese retraso, esta falta, cuanto que en nues-
de Escritura apreciaron poco; y el desprecio ma- tros días, después de tres cuartos de siglo, se ha
nifestado por los maestros de Munich con res- realizado un prodigioso esfuerzo para terminar
pecto a los «asini» romanos, no arregló las co- con el hiatus entre la ciencia y la fe y para ha-
sas. Si la ruptura de Dollinger con Roma fue cer presente el pensamiento católico en todas
provocada por otras razones, ya era bastante las investigaciones, en todas las audacias. Y ya,
sospechoso cuando entró en conflicto con Roma antes de 1870, numerosas señales susceptibles
a propósito del poder temporal y de la Infalibi- de ser prenunciadas anunciaban esa feliz evo-
lidad. Otras muchas pruebas podríamos citar lución.
referentes a ese conflicto latente entre las auto-
ridades romanas y los pensadores católicos que
deseaban avanzar demasiado lejos y con exce-
siva rapidez. El tradicionalismo rígido de Bo- Adarajas 2
nald, de Lamennais, del «fideísta» abate Bau-
tain, de Strasbourg, o de Bonnetty, fundador Porque sería absolutamente injusto limitar
de los Aúnales de philosophie religieuse, que el panorama del pensamiento católico en este
profesaba que la razón es puramente pasiva y período a un certificado de insolvencia. Por
que no pasa a la actividad más que por inter-
vención de la «Tradición», que a su vez fluía de 1. Sabido es que el concordismo es una ten-
la Revelación primitiva, fue condenado en tres dencia del espíritu (más que una teoría propiamen-
ocasiones. La tesis, más mitigada, del abate te dicha) que lleva a dar a un hecho religioso una
Ubaghs, lo fue en 1864' y 1866. El «Ontologis- explicación científica racional más o menos traída
mo» del mismo Ubaghs, de Lovaina; de Giober- por los cabellos. Por ejemplo, se tratará de hallar los
ti, en Italia, y del mismo Rosmini en cierta me- «días del Génesis» en las épocas geológicas; o, en la
dida, que sostenía que Dios no es demostrable, historia bíblica de los comienzos de la Humanidad,
las etapas de la Prehistoria. Muy difundido por los
sino que se descubre su existencia por una espe- trabajos del abate Maigno, el concordismo conoció
cie de percepción experimental, fue también una buena fortuna... que aún no se ha agotado.
condenado por Roma. La Iglesia siguió siendo 2. Pierres d'attente: todo este apartado, enea-
LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

muy numerosos que fuesen los jefes de la Jerar- el Colegio Romano, ayudando a la Gregoriana
quía que pensaran, como Monseñor Gousset y y haciendo restaurar o crear los Seminarios para
Monseñor de Bonald, que la Iglesia no necesi- los futuros sacerdotes de todos los países.
taba de sabios, hubo otros —comenzando por los Tal vez hubiera sido necesario más: cen-
Papas— cuya posición fue totalmente diferente: tros de altos estudios en los que los católicos
el nombre de Monseñor Affre bastaría, por sí se formaran en las nuevas disciplinas. Cabe el
solo, para acabar con ciertas generalizaciones. honor a Monseñor Affre, Arzobispo de París
Los espíritus verdaderamente clarividentes pen- —futura víctima de las barricadas—, el haber
saban como el Padre Matignon que, en 1864, creado el primero. En 1845, por su propia ini-
escribía en Etudes: «Al lado de la autoridad ciativa, volvió a comprar a la Reverenda Madre
que ordena, es necesario situar la ciencia que de Soyecourt el convento de Carmelitas, santifi-
demuestra... No temo en absoluto insistir sobre cado por los mártires de 1792, y estableció en
esta necesidad, porque tenemos en Francia a no él a seis jóvenes sacerdotes, destinados a prose-
pocos católicos que no parecen muy convencidos guir los estudios superiores. El primer licencia-
de esta verdad.» Además, si es verdad que los do de «los Carmelitas» sería el futuro Cardenal
católicos no eran muy numerosos en todas las Foulon; el primer doctor, el que sería Carde-
disciplinas, tampoco podía decirse que estuvie- nal Lavigerie. Los sucesores de Monseñor Affre,
ran del todo ausentes. Monseñor Sibour, Monseñor Darboy, siguieron
El hecho más importante para el porve- interesándose personalmente en aquella empre-
nir es que algunos se dieran cuenta de que lo sa. Sin llegar a convertirse en la «Escuela nor-
que obstaculizaba a la Iglesia en la carrera mal de profesores de seminarios mayores» con
frente a sus rivales era precisamente la insufi- que soñaba Monseñor Darboy, prestó eminen-
ciencia de su enseñanza superior. Era ésta, la tes servicios; Newman saludaba en aquel centro
que había constituido su fuerza en la Edad Me- al germen de una universidad católica; y lo hu-
dia y hasta en los tiempos clásicos: dislocada biera sido, sin duda, rápidamente, si la Santa
por la crisis revolucionaria, no se había rehecho Sede no hubiera temido, no sin alguna razón,
tanto como fuera necesario, y lo que de esa por cierto, que el espíritu galicano prevaleciese
enseñanza quedaba —por ejemplo, la Facultad allí; lo será en 1875, y de ella nacerá el Ins-
de Teología de la Sorbona—, estaba mal adapta- tituto Católico de París, seguido pronto de
do a los nuevos métodos. Así, pues, comenzó a otros.
esbozarse una reacción contra aquel deplora- Lo que «los Carmelitas» hicieron en París
ble estado de hecho. de manera aún limitada, otros centros lo reali-
Los Papas dieron el impulso a ese movi- zaron en diversos lugares de modo más exten-
miento. León XII, reorganizando la Congre- so. Ya hemos visto el ejemplo de las Universi-
gación de Estudios, en 1823, por su Bula Quod dades alemanas y su papel decisivo; y si todo
divina sapientia, e interesándose personalmente no pareció igualmente aceptable a Roma en la
en el desenvolvimiento de la Sapienza y de enseñanza de sus maestros, está fuera de duda
otras seis Universidades de sus Estados; Grego- que su trabajo contribuyó mucho a franquear
rio XVI, tan conservador en política, apoyando al pensamiento católico los caminos del porve-
los esfuerzos de renovación de los estudios lle- nir. Bélgica alcanzó, en esta materia, una seña-
vados adelante por maestros como Tosti, Ven- lada ventaja sobre Francia, y por supuesto sobre
tura, Taparelli d'Azeglio; Pío IX, renovando Italia, con su Universidad de Lovaina, émula de
las de Alemania y Austria. Allí se formó un cle-
bezado por un término significativamente arquitec-
ro valioso y se renovó la teología. En 1847 apa-
tónico, está presidido por el tema de la transición recieron las Mélanges théologiques que, en
a una época, por esas «adarajas» o piedras que es- 1869, se convirtieron en la célebre Nouvelle
peran el ser completadas por una construcción adya- Revue Théologique; el Derecho canónico gozó
cente. (Nota del Traductor.) de un verdadero renacimiento, igual que las
flgp":

El Concilio Vaticano I. Celebración de la Misa en


presencia del Papa y los Padres conciliares.
Scolasticat des Fontaines.
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 41 .

ciencias eclesiásticas: la arqueología cristiana publicación de viejos manuscritos; Juan-Adam


con Reusens y la patrología con Malou. Moehler había descubierto en el estudio de los
Pero todos esos esfuerzos seguían siendo Padres las bases de su teología de la Iglesia;
muy dispersos. «¿No habría que hacer un es- más tarde el benedictino francés Dom Pitra
fuerzo general —escribía Dollinger al abate (1812-1889), llamado a Roma por Pío IX, de-
Meignan— para constituir un núcleo central dicó su vida a sabias publicaciones de obras
de todos los estudios?» Ese deseo del maestro inéditas eclesiásticas, especialmente de cano-
bávaro intentaría cumplirlo otro hombre: Gra- nistas griegos. En torno al abate Migne (1800-
try. Obsesionado, como ya hemos visto, por el 1875), y bajo su dirección, un equipo se consa-
ansia de reconciliar ciencia y fe, no se dedicó gró a la obra, «casi monstruosa por sus dimen-
a trabajar en ello solamente para edificar un siones»,1 de editar toda la Patrología: 161 vo-
sistema de pensamiento. Proyectó la constitu- lúmenes de patrología griega, 231 de patrología
ción de un verdadero «taller de apologética» latina y 91 de sermonarios franceses, sin hablar
capaz de contestar a todos los ataques de los ad- de los 167 diccionarios diversos: mina inmensa
versarios. Para hacerlo, por sugerencia del ca- en la que no todo era de igual valor, pero indis-
nónigo Valroger y con la ayuda de un santo pensable a quien quisiera estudiar la patrística
sacerdote, el abate Pététot, cura de San Roque, y, más generalmente, la historia del pensa-
de París, decidió restaurar el Oratorio, la ilustre miento cristiano. Al mismo tiempo los benedic-
sociedad de San Felipe Neri y del Cardenal De tinos de Solesmes, restaurados por Dom Gué-
Bérulle, desaparecida de Francia desde la Re- ranger, reanudaban las tradiciones estudiosas
volución, cuya espiritualidad y tradición de al- de su orden, emprendían la reedición de la Gal-
tos estudios parecían responder a sus deseos. lia christiana y comenzaban a publicar, en 1841,
Realizada, en 1852, la restauración del Oratorio el Año Litúrgico. Más estrictos aún en cuanto al
hizo concebir grandes esperanzas: las conferen- método crítico, los bolandistas,2 el célebre grupo
cias de Gratry fueron muy difundidas. De he- de jesuítas belgas fundado a comienzos del si-
cho, el Padre Pététot no tenía la misma idea glo XVII y dispersado con la supresión de la
que el Padre Gratry acerca de la Institución; Compañía, cuya obra había sido modestamen-
aquél pensaba sobre todo en volver a los esta- te continuada por los premostratenses de Ton-
blecimientos secundarios, tal como el de Saint- gerloo, fue restaurada entre 1831 y 1835 por el
Ló, a los que envió a los mejores elementos del Rey Leopoldo I; en 1837 volvieron a su trabajo
grupo. Tras dolorosas discusiones, el Padre Gra- bajo la dirección del infatigable Padre Víctor
try hubo de renunciar a su «taller de apologé- de Buck; la publicación de las Actas Sancto-
tica» y aislarse en la elaboración de su obra per- rum se reanudó, un poco improvisada al prin-
sonal. Creía enteramente perdido su idead; pero cipio —pero cada vez más científica—, sobre
algunos elementos procedentes del mismo Ora- todo cuando la dirección pasó al Padre de
torio, de una parte, y de los Institutos católicos, Smedt, autor de los Principes de critique histo-
de otra, lo proseguirían. rique (1869), obra excelente.
Aquel esfuerzo en favor de un renacimien- Esa restauración de las cosas fue, por lo
to del pensamiento católico mejor armado, del tanto, más señalada en el campo de la historia.
que daban señales no dudosas «los carmelitas», Mientras que en las ciencias físicas y naturales
el Oratorio, las Universidades de Lovaina, Mu-
nich y Tubinga, fue también desplegado —co-
mo ya hemos visto— por pequeños grupos de 1. Pouthas. Precisemos que en el equipo de
Migne trabajaban muchos sacerdotes suspendidos:
trabajadores o por individuos aislados. La eru-
así se les dio ocasión de ser útiles en alguna manera
dición no había desap surecido del todo de los a la causa de la Iglesia.
ambientes eclesiásticos; ya a comienzos de siglo 2. Para Dom Guéranger, cfr. más adelante. De
el Cardenal Angelo Mai, primer bibliotecario los bolandistas se habló en el volumen «La Era de
del Vaticano, alcanzó gran reputación por la los Grandes Hundimientos».
LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

el pensamiento católico tenía pocos maestros tres primeros siglos, de Genouillac, y por El
de primer orden —el Padre Angelo Secchi, por Papa y el Concilio, de Monseñor Maret, sin ol-
ejemplo, célebre astrónomo y físico del Colegio vidar la Historia de los monjes de Occidente,
Romano, o Gregorio Mendel, cuyos trabajos so- de Montalembert, y los trabajos de Ozanam, tal
bre la genética serían decisivos, como ya hemos vez nada grandilocuentes, pero siempre bien
visto—, la historia y las ciencias anejas entraron informados y llenos de puntos de vista muy su-
en el camino que había de ser el del porvenir. gestivos.
El Padre Theiner, oratoriano alemán, que con- No se puede hablar, pues, de una ausencia
tinuó la obra de Baronius, dedicó su vida a la total del pensamiento católico durante esos tres
investigación de los archivos. La arqueología cuartos de siglo, en los que tantas nociones fue-
cristiana, restaurada en el pontificado de Gre- ron planteadas de nuevo. Hay que señalar in-
gorio XVI por el Padre Marchi, recibió un gran cluso como uno de los hechos más decisivos, el
impulso bajo Pío IX con la obra de Juan Bau- movimiento ya iniciado hacia una renovación
tista Rossi (1822-1894), verdadero creador de de la teología.1 Hoy nos parece evidente que
la epigrafía cristiana, genial descubridor de la nada en la Iglesia puede llevarse a cabo de ma-
Roma sotterranea cristiana, cuya descripción nera sólida y duradera si no están bien asegura-
minuciosa publicó a partir de 1863, emocionan- das las bases teológicas. Pero, ¿habían perdido
te reconstrucción de la Iglesia de los primeros de vista esa verdad los catóhcos del siglo XIX?
siglos: aquel simple laico estableció, según la Desde luego, no todos. Algunos, como Monse-
profunda frase del Cardenal Pie, «un lugar teo- ñor Maret, en la Sorbona trabajaban aislados;
lógico nuevo». éste, en concreto, se apoyaba sobre todo en la
Gracias a trabajos como éstos, los catóhcos tradición galicana. En Maguncia, en el semi-
estarían armados para replicar a Renán y de- nario germánico de Roma, y en la Universidad
más racionalistas. Y muy pronto la exégesis sacó de Innsbruck, todo un conjunto de teólogos se
partido de ellos y comenzó a establecer sus nue- empeñó en una renovación de la escolástica.
vas bases con el abate Meignan, el abate Vollot Pero sobre todo durante el siglo pasado se
y, sobre todo, el gran sulpiciano Le Hir, del que desarrolló un renacimiento del tomismo, que
decía Renán, su antiguo discípulo: «Le miro iba a ser capital en el porvenir de la Iglesia.
como a un verdadero sabio... Creo que lo que Bastante desconocida en el conjunto de la Cris-
no he aprendido de él no lo he sabido nunca tiandad, la vieja doctrina del genio de Aquino
bien»: el único sacerdote a quien el autor de la no había desaparecido del todo: no solamente
Vida de Jesús hubiera deseado oponer a cuanto la conservaban los dominicos como herencia
«la ciencia crítica de Alemania tiene de más de familia, ni solamente los lazaristas, por or-
colosal». den concreta de su fundador, le dedicaban
Pero al pisar menos el terreno científico, al «gran reverencia», sino que existían centros de
tender, sobre todo, a difundir en un extenso pú- estudios tomistas, especialmente el Colegio Al-
blico sus vastas síntesis, muchos historiadores beroni de Placencia, confiado en 1751 a los
se dedicaban a estudiar la Historia de la Iglesia hijos de Monsieur Vincent: allí enseñaba Fran-
con más solidez que sus antecesores. La historia cesco Grassi, tomista militante. Fue precisa-
alcanzó una dignidad que habían puesto en mente un discípulo de Grassi, Buzzetti, quien,
peligro las incertidumbres y fantasías de al- hacia 1810, inició el movimiento de renovación.
gunos. Y aquí está uno de los más innegables Dos de sus discípulos, los hermanos Sordi, des-
testimonios de la renovación del pensamiento pués jesuítas, interesaron a la Compañía en el
católico: la creación y, frecuentemente, el éxi-
to de tantas empresas que van de la Historia
de la religión de Jesucristo, de Stolberg, a la 1. Conviene no dejar aparte el esfuerzo crea-
Historia de los Concilios, de Hefele, pasando dor de Juan-Adam Moehler cuya Teología de la
por la Historia del dogma católico durante los Iglesia serla decisiva.
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 43 .

movimiento, y la joven revista la Civiltà catto- La cuestión social y los socialismos


lica lo apoyó. Los Padres Taparelli d'Azeglio,
Giuseppe Pecci (hermano de León XIII) y, so- Uno de los rasgos más importantes del si- )
bre todo, Liberatore, trabajaron enérgicamente glo XIX es la cuestión social, entonces defini- (
en colocar de nuevo al tomismo en la base del tivamente planteada: problema de las relacio- I
pensamiento cristiano. Uno de los Sordi ganó nes entre los diversos elementos de la sociedad; J
para la causa al canónigo napolitano Sanseve- problema de las condiciones de existencia de las
rino, que no dedicó menos de siete gruesos vo- clases más humildes. Estos problemas habían
lúmenes a la doctrina que había descubierto. casi quedado marginados por el Antiguo Régi-
El movimiento de restauración se hizo evidente men: a partir de 1789 esa cuestión empieza a
cuando un editor de Parma emprendió la re- agitar los ánimos: su número aumentará rápi- )
edición de la Summa, del genio de Aquino (de damente; tras la ruda sacudida de 1848, ya no \
1852 a 1880), y los manuales en uso en los se- será posible ignorar que tal problema existe y I
minarios comenzaron a inspirarse en el Doctor que se formula en términos revolucionarios. /
Angélico. Hacia 1860-1870, el jesuíta alemán Aparece ahora, una tercera corriente revo-
Kleutgen, cuya influencia era considerable en lucionaria, que no tardará en ser más activa
la Gregoriana —allí se le llamaba Thomas re- que las de las revoluciones liberal y nacional. Ya
divivus— mostraba en sus sabias obras que el hemos visto cómo su origen debe buscarse tam-
tomismo ofrecía el mejor antídoto al kantismo, bién en la Revolución francesa, que pone fin a
al hegelianismo, a todos los racionalismos ateos. la tradicional jerarquía social y cuya ideología,
También era esa la opinión del Padre Gratry, al proclamar la igualdad de los hombres, funda'
que anunciaba la victoria del tomismo «en po- todas las reivindicaciones en el Derecho. Ade-
cas generaciones», y la de Balmes, cuya Filoso- más, en la corriente de pensamiento que había
fía fundamental se presentaba como «un to- desembocado en la Revolución, ¿no se hallaban
mismo apropiado a las necesidades del si- hombres que habían considerado necesario un
glo XIX». Así quedaba iniciada la corriente mejor reparto de las riquezas y nuevas relacio-
que concluiría, en 1879, en la Encíclica Aetemi nes entre las clases sociales? Juan Jacobo Rous-
Patris, en la que León XIII establecería las ba- seau, por ejemplo, que había pensado confiar
ses de ima filosofía cristiana fuertemente arrai- al Estado un papel de àrbitro; o el abate Ma-
gada en la teología. bly, que en su libro De la Législation había
No puede, por lo tanto, un historiador im- pedido el acceso de todos a la propiedad en co-
parcial asociarse a las críticas sistemáticas de munidad de bienes. El deseo de reorganizar el
algunos —incluso católicos— con respecto al orden social igual que el político, será conse-
pensamiento católico de los tres primeros cuar- cuencia directa de la Revolución.
tos del siglo XIX. Sin duda que no se trata de Otras razones de orden técnico y económi-
ima época de gran ilustración; pero tampoco lo co contribuyeron a hacer más urgente la cues-
fue de sombras. El juicio más equitativo lo ha tión. Coincidiendo, de modo extraño, con la
dado el canónigo Leflon, que le aplica la frase revolución política cuyo primer teatro fue Fran-
de Charles Pouthas acerca de la Revolución de cia, la revolución de la máquina señala el tér- '
1848: «Está llena de cosas, pero esas cosas no mino del siglo XVIII y los comienzos del XIX.
son más que comienzos.» La «caldera de vapor», inventada por Dionisio
Y esos comienzos podían bien jalonar con Papin en 1671, y que, en 1707, logra poner en
sus huellas aquel terreno en el que, si nos fia- movimiento una nave, desemboca, en 1775, en
mos de las apariencias, el pensamiento cristiano la genial «máquina de vapor» de James Watt,
parecía más ausente: en el orden de las doctri- que al poner a disposición de la industria ima
nas económicas y sociales; en ese sector en el fuerza de energía hasta entonces desconocida,
que, en el mismo grado que Dios, el hombre pa- va a provocar una revolución en las condicio-
recía estar en tela de juicio. nes de trabajo y de la producción. Una cantidad
LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

casi increíble de inventos y realizaciones indus- amontonan a millares en las enormes fábricas, [
triales le hacen escolta: van del azúcar de remo- sirviendo a la máquina más que sirviéndose de \
. lacha, que fabrica Deelessert para mitigar los ella. Esa clase queda abandonada a sí misma./
) efectos del bloqueo continental, a las conservas La revolución ha establecido la libertad de tra-
de carnes preparadas por Appert; de la lámpa- bajo; es decir, ha puesto fin al régimen de cor- \
ra de mineros, construida por Davy, a las má- poraciones, pero por la ley Le Chapelier, de
quinas de hilar y tejer de Arkwright, de Lenoir, 1791, ha prohibido al mismo tiempo la asocia-
de Girad, de Jacquart. Entre 1780 y 1850 pue- ción y coalición de profesionales. El Código penal
den enumerarse más de doscientos cincuenta de Napoleón llega a hacer de las «coaliciones»
inventos que, en diverso grado, intervinieron en un delito punible con la prisión. Toda huelga es
\ la revolución industrial. ilegal. La Restauración, en todos los países de
Innumerables serán las consecuencias de Occidente, mantuvo esas prescripciones; de esta
esta repentina renovación de las técnicas. Co- manera, privado del ambiente humano que,
mo las máquinas son caras, la industria exige con todos sus defectos, le garantizaba la orga-
para desarrollarse grandes concentraciones de nización corporativa, el obrero de la fábrica,
capital. En lugar de los modestos tejieres de ar- convertido en proletario, se halla sometido sin
i tésanos, nace la gran fábrica —Le Creusot, en defensa alguna a lo que Marx llamaría, no in-
1841—, a la que afluyen los hombres del cam- justamente, «la ley de bronce».
po. Los lazos entre obrero y patrono se dis- Los comienzos de la gran industria capita-
tienden y, por fin, se rompen: el pequeño fabri- lista fueron señalados para la clase obrera por
cante conocía personalmente las docenas o los •una dolorosa degradación de sus condiciones de
' cientos de hombres a los que daba trabajo; el vida. Salarios insuficientes, alargamiento in-
gran industrial no puede conocer ya a sus miles humano de la duración del trabajo, labores ¡
de obreros, y al incluirlos a todos en un vasto excesivas impuestas no sólo a hombres, sino a 1
anonimato, tenderá con frecuencia a no apre- mujeres y niños: tales son los rasgos de un cua- j
ciarlos más que en razón de su rendimiento. dro siniestro que, en la historia del Occidente j
Tanto más que la máquina, por su automatis- moderno, sigue siendo una mancha imborra- J
| mo, que tiende a descalificar el trabajo, hace ble. Ese cuadro ha sido descrito con frecuencia: j
i que los hombres aparezcan cada vez más como por lo que toca a Francia, hállanse todos sus •
! seres intercambiables. Esto resulta más cierto elementos en el informe publicado por la Acá- j
para ese patrono colectivo que es el conjunto de demia de Ciencias Morales, tras la célebre en-
propietarios de acciones, cuando empieza a ad- cuesta realizada por el doctor Villermé entre
mitirse como costumbre la sociedad anónima. 1835 y 1838.1 No puede leerse ese documento
Crecimiento desmesurado del poder del dinero sin horror; otras encuestas confirman su veraci-
/ y deshumanización de las condiciones de traba- dad: la de Buret, por ejemplo, o los informes
) jo y de la producción, tales son los dos principa- de Villeneuve-Bargemont. Pero Francia no de-
les caracteres del fenómeno enormemente com- tentaba el triste monopolio de la explotación
' piejo que se oculta bajo el término de capita- del hombre por el hombre. En Bélgica, en la in- j
lismo. dustria del lino, el salario del obrero, entre 1815
f Su consecuencia social es el nacimiento de y 1848, varía de 60 céntimos a un franco, y el de
/ una clase desconocida para el Antiguo Régi- la mujer oscila en torno a los 0'48 céntimos; el
; men, y que es verdadero producto del capitalis- de los niños, a 0'35; a todo esto, un kilo de pan
1 mo industrial: el proletariado. Se trata de aque- cuesta de 0'40 a 0'70 céntimos. Se comienza a
llos que, para asegurar su propia existencia, no trabajar antes de los 8 años; junto a 6 000 obre-
¡ disponen más que de sus brazos; de hecho, el ros, hay 8 000 «obreras» ¡de 9 a 12 años! En In-
| término designará pronto ya no al conjunto de
trabajadores manuales, sino a la masa anónima 1. Parcialmente reeditada en 1938 por M. Des-
de los obreros de las fábricas, de los y las que se landier y A. Michelin.
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 45 .

glaterra, niños de 4 a 7 años trabajan hasta 12 sarrolló Juan Bautista Say (1767-1832), autor
horas diarias y deben ser mantenidos despier- de un Catecismo de economía política (1815),
tos a golpes de vara. Owen cita el caso de los vi- cuya influencia fue considerable. Para los «li-
gías de las minas —de 5 a 8 años de edad—, que berales» la única ley concebible era la de la
\ se pasan 12 horas sentados en un pequeño hue- oferta y la demanda. La libertad debe regir
i co en la oscuridad, tirando de una cuerda. En toda la vida económica de la sociedad. El pa-
\ Saboya, para referirnos a un ejemplo menos trono, el que da empleo, puede libremente fijar
! conocido, las niñas de 6 a 8 años empleadas en los salarios y condiciones de vida de sus emplea-
• la fábrica de Annecy para unir los hilos de los dos, sin que en ello intervengan los poderes pú-
telares de algodón, trabajan 14 horas al día por blicos. En el mecanismo que regula así el mer-
15 céntimos. La jornada de trabajo empezaba cado del trabajo es inconcebible la sola idea de
en todas partes a las 4 de la mañana y termina- que la moral sea tenida en cuenta. Algunos ex-
ba a las 8 de la tarde, con sólo una hora de in- tremistas del liberalismo llegan a denunciar la
I terrupción a mediodía; el único descanso era el caridad o la limosna como derogaciones inad-
i dominical. Las mujeres encinta trabajaban has- misibles de las estrictas leyes económicas. Mal-
¡ ta la víspera del parto, y muchas veces volvían thus, más radicad aún, obsesionado por el temor
[ al trabajo menos de una semana después. de ver aumentar la población del mundo con-
,' ¿Quién prestaba atención a situación tan denando a la humanidad al hambre, se atreve a
terrible? En verdad, muy pocos. El proletariado afirmar que, en una sociedad bien organizada,
industrial representaba entonces una pequeña quienes componen la clase inferior deben ser
parte de la población: burgueses y campesinos pobres de manera que no tengan más que los
podían ignorar aquella categoría de seres hu- medios para seguir viviendo: de lo contrario,
1 manos, extraños a su modo de vida, que se agol- su número aumentarla peligrosamente.
^ paban en las fábricas. La realidad que para nos- Mas a esas doctrinas inhumanas en el más
| otros encierra el término «social» no aparecía fuerte sentido de la palabra opusiéronse otras.
\ siquiera a los ojos de excelentes personas a quie- Partiendo de la definición que Adam Smith ha-
| nes los disturbios «sociales» de 1848 desconcer- bía dado de la economía política, «ciencia de la
taron e indignaron. Aún no era comente la no- producción y distribución de las riquezas», al
¡ ción de «justicia social».1 revés de los liberales, que no reparaban más
Tal ignorancia del «hecho social» estaba a que en el primer término —es decir: la produc-
¡ veces erigida en sistema: en todos los grandes ción—, los teóricos insistieron sobre el segundo:
Estados de Occidente en que se desarrollaba el la distribución. Para ellos la justicia exigía que
capitalismo industrial, la teoría unánimemen- ésta tuviera la primacía sobre aquélla, puesto
te admitida era el llamado liberalismo econó- que, en definitiva, la vida de los hombres de-
mico, elaborado en 1776 en su libro sobre La pende del modo cómo las riquezas estén distri-
riqueza de las naciones, por el economista in- buidas. Defectuosa en el presente estado de la
glés Adam Smith, discípulo del «fisiócrata» sociedad, la distribución debería ser reorgani-
francés Turgot y que bajo la Restauración de- zada, sea por los unos mediante reformas, sea
por los otros por subversiones radicales en la
1. La ambigüedad de la palabra «social» es estructura de la sociedad. Así se desarrollaron
significativa y llena de consecuencias, como lo era los diversos socialismos.
la del epíteto «liberal». Para muchos hombres de Durante la Revolución francesa, Robespie-
aquel período, «social» quiere decir «lo que con- rre y Saint-Just habían pensado en modificar
cierne a la sociedad», en el sentido en que Rousseau
el régimen de propiedad en un sentido iguali-
hablara de «Contrato social». Hasta hombres co-
mo Montalembert lo usaron en ese sentido. La pun- tario. Gracchus Babeuf predicó la comunidad
tualización del vocabulario va a la par con la con- de bienes, cuyos principios desarrolló Felipe-
ciencia de la realidad misma, bajo la influencia de Miguel Buonaroti, descendiente de Miguel-
las doctrinas «socialistas» y del «catolicismo social». Angel, en su Conspiration des égaux (1828):
LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

precursor citado siempre de buena gana por los pobre». Sus libros El sistema industrial y el Ca-
socialistas. Pero el verdadero socialismo comien- tecismo de los industriales difundieron esas
za a elaborarse después de 1815. En Inglaterra, ideas que, después de su muerte, fueron segui-
con Robert Owen (1771-1858). Siendo mucha- das y desarrolladas por sus entusiastas discípu-
cho, salió de su casa con 40 chelines en el bolsi- los, los «sansimonianos», entre los que descolla-
llo; a los 19 años logró ponerse al frente de una ron Augusto Comte, Olinde, Rodrigués, Bazard
fábrica de hilaturas de algodón y después se y Enfantin, con el diario Le Globe como órga-
convirtió en uno de los jefes de la industria bri- no. Preconizaban estos hombres la supresión de
tánica; haciendo de sus fábricas de New-La- la herencia, la sumisión de toda la vida econó-
narck centros modelos, en los que redujo la jor- mica y social al Estado, que distribuiría trabajo
nada de trabajo y los obreros fueron mejor pa- y bienes de acuerdo con una fórmula que ellos
gados y alojados, forjó simultáneamente una hicieron célebre: «A cada uno según su capa-
teoría cuya base estaba integrada por un gene- cidad; a cada capacidad según sus obras.» Para
roso comunismo; tentó, en vano, según sus prin- mostrar lo que debería ser una sociedad per-
cipios de absoluta igualdad, poner en pie en fecta, se constituyeron en una especie de Igle-
América la colonia de «New-Harmony», en la sia, cuyo jefe era el «Padre Enfantin»; sus
que el interés general y los gustos de cada uno miembros llevaban uniformes de colores alta-
serían las únicas leyes; pero después de su fra- mente simbólicos y un chaleco que, abotonado
caso tomóse más práctico y fundó (1833) la por detrás, demostraba perentoriamente que la
«Gran Unión Nacional del Trabajo», punto de solidaridad humana es fundamental. A la edad
partida de las «Trade Unions» y del «Movi- en que los bellos sueños de la adolescencia se
miento de la Constitución del pueblo», cuyo materializan y engruesan un poco, los sansimo-
objeto supremo era la supresión del patronato, nianos, convertidos en hombres «prácticos» aun-
que sería reemplazado por cooperativas obreras que sin abandonar sus principios, se hallaron
de producción. al frente de grandes empresas capitalistas, fá-
En Francia el socialismo surge menos di- bricas, ferrocarriles y hasta en la obra del Ca-
rectamente de la revolución industrial. Fue obra nal de Suez, cuya idea dio Enfantin a Fernando
de teóricos que primero trataron de concebir e de Lesseps.
incluso edificar hic et nunc una sociedad per- Impresionado, como Saint-Simon, por el
fecta, fundada en la justicia social. Con fre- desorden de la sociedad, Fourier (1772-1837),
cuencia se han reído algunos de aquellos so- modesto empleado de comercio, cuya falta de
cialistas idealistas franceses, de sus andamia- formación intelectual y cierta inclinación a la
jes de sueños, de la extravagancia de su com- extravagancia le hacían bastante confuso de ex-
portamiento; pero no puede negárseles el gran presión, expuso en su Harmonie universelle y
mérito de haber hecho presentir a una opinión en su Traité de l'Association un sistema total-
pública, que no mostraba interés más que por mente diverso: nada de recurrir al Estado, nada
las caídas de ministerios y la libertad de prensa de dirección autoritaria. La asociación, «forma
y enseñanza, que existían problemas más gra- terrestre de la atracción universal», bastaría a
ves, de los que dependía la suerte de millares todo. El orden «societario» se fundaría en la
de seres humanos. Nacido de la misma familia armonía; obtendría ésta agrupando en una fa-
que el ilustre memorialista, el conde de Saint- lange de 1 620 hombres y mujeres —ni uno más
Simon (1760-1825), trabajó durante muchos ni uno menos— a los representantes de las 810
años para llegar a la conclusión de que «la so- pasiones humanas. La sociedad quedaría divi-
ciedad actual es un mundo invertido», y que dida en «falansterios», ciudades-modelo, en las
había que confiar la dirección de la humanidad que cada uno realizaría con gozo el trabajo a
a las clases verdaderamente productoras, y que que hubiera sido destinado. Ningún éxito tu-
en lo inmediato era preciso «tender a la mejora vieron los ensayos del falansterio en París y
más rápida posible de la suerte de la clase más Sedán. Mas, por utópico que pueda parecer, el
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 47 .

«furierismo» no dejó de ejercer cierta influen- un tanto abstracta, fundada en el respeto in-
cia en determinados medios. transigente al individuo o, mejor dicho, a la
A favor de las campañas lanzadas por san- persona. Y ese ideal hallaba su aplicación en
simonianos y furieristas se planteó la «cues- el campo social. Habiendo analizado la Capa-
tión social». El ardiente idealismo de los pri- cité des classes ouvrières y separado la Philo-
meros socialistas tendió poco a poco a ceder el sophie de la misère (1846) por el papel de La
puesto a cierto realismo. Sus doctrinas, que en Justice dans la Révolution et dans l'Eglise, lle-
sus orígenes eran obra de algunos grupos inte- gó a la conclusion de estas tres exigencias radi-
lectuales burgueses, comenzaron a penetrar en cales: el derecho de todos al trabajo y, por éste,
la clase obrera, donde se unieron a la corriente a la libertad y a la propiedad; la igualdad de
revolucionaria nacida del 1789. La evolución las exigencias y la nivelación de las condiciones;
se aceleró en el reinado de Luis-Felipe. Mien- la desaparición del Estado, organismo represi-
tras Cabet soñaba aún con una república ideal, vo, inútil donde reina la justicia. La sociedad
«La Icaria» —que trataba de realizar en Te- por él concebida se fundaba en un sistema fe-
xas—, y Pierre Leroux exponía un socialismo deralista, piramidal en su estructura, en el que
humanitario en el que mezclaban sus princi- toda persona, totalmente libre, podría partici-
pios budismo y sansimonismo, Luis Leblanc par inmediatamente en la animación de la vida
(1812-1882) mostraba claramente que la Orga- social, puesto que el equilibrio de todo estaba
nización del Trabajo suponía profundos cam- asegurado por el ideal de justicia de cada uno.
bios de estructura, y Barbes y Blanqui trataban Obra generosa que tuvo el gran mérito de de-
de asociar a las masas obreras a la promoción nunciar los peligros que correría la humanidad
de reformas sociales; a partir de 1848, el cince- por el hecho del estatismo y el gregarismo, pero
lador en bronce Tolain (1828-1897) trabajará que siguió siendo utópica. Marx, que condenó
en organizar a esas masas en un vasto movi- y ejecutó a la Philosophie, trató a Proudhon de
miento cuyos principios expondrá en el Mani- «pequeño burgués incesantemente traquetea-
fiesto de los Sesenta (1864), que será el punto do entre capital y trabajo». En todo caso, faltó
de partida de la Internacional obrera. Plantea- al pensador de Bensançon el haber discernido
da brutalmente ante la opinión pública por la la palanca de las revoluciones modernas, la lu-
Revolución de 1848 y las Jornadas de junio, la cha de clases, y haber hecho de su pensamiento
cuestión social no podía seguir siendo ignorada un método de acción. Por ello su influencia se-
y negada a finales del período que estudiamos. ría limitada y penetraría menos entre los so-
El más interesante y también el más atrac- cialistas que entre los libertarios o los cristianos
tivo de los socialistas franceses fue Charles Prou- tipo Péguy; en todo caso, no se convertiría en el
dhon (1809-1865), hijo de un obrero del Fran- fermento de aquella revolución que su autor
co-Condado, escritor de calidad, espíritu pro- había soñado.
fundo y original, a quien su diario Le Peuple En consecuencia, incluso antes de la muer-
dio, durante unos meses, un puesto de primera te de Proudhon, su socialismo parecía superado,
fila que no fue consagrado por sus oscuros li- tanto casi como el de los sansimonianos y furie-
bros. Sus fracasadas fórmulas, como la célebre ristas. La publicación, en alemán, durante el
«¿Qué es la propiedad? Un robo», que él mis- movido año 1848, de un pequeño folleto de 40
mo corrigió después sin temor a contradecirse, páginas, titulado Manifiesto del Partido Co-
hicieron demasiada sombra a una doctrina po- munista, no había levantado mucho ruido; la
lítica y social que merecía algo más que la pe- «Liga de los Comunistas» no contaba más que
numbra en que quedó. Todo su sistema descan- con unas docenas de miembros, y el nombre del
sa en la noción de «justicia», entendida en sen- autor de aquel librillo, Karl Marx, era ignora-
tido muy amplio, ya que la palabra designaba do. Pero en menos de veinte años, aquel hom-
lo mismo la Armonía del Universo que la belle- bre y su pensamiento se impondrían a la aten-
za en el arte. Existía la religión de la Justicia, ción de los ambientes socialistas, a la espera de/
LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

salir de aquel círculo a otro más amplio.1 En en las batallas por el hombre, en nombre de
1867 hizo sensación el primer volumen de su la caridad de Cristo? ¿Dejarían los católicos en
extensa obra Das Kapital, en la que por vez manos de los diversos socialismos la defensa de,
primera una doctrina social se apoyaba en un los proletarios abandonados a una suerte injus-
sistema del Mundo y en una concepción metó- ta? Ese desinterés sería tanto más grave cuan-
dica y coherente, y sobre un profundo estudio to que las doctrinas que pretendían restaurar
de todos los problemas económicos y sociales de a la sociedad sobre nuevas bases ponían todas
la época. Y sobre todo, por primera vez, esa doc- en tela de juicio a la religión y a la Iglesia de
trina se presentaba no como uno de aquellos manera bastante inquietante.
sueños ideológicos de los que nadie podría adi- Los socialistas franceses, sansimonianos y
vinar cómo iban a pasar a la realidad, sino co- furieristas, no eran agnósticos. Al contrario: su
mo una «praxis», un método de acción que des- pensamiento rebosaba una religiosidad más o
tacaba claramente el medio propuesto para ha- menos vaga, en la que los elementos fundamen-
cer triunfar las tesis del autor. Ese medio era tales del Cristianismo se mezclaban a corrientes
la lucha de clases que los socialistas utópicos nacidas de diversas fuentes, sobre todo de Rous-
franceses habían rechazado por generosidad, y seau. Los sansimonianos tenían constantemen-
ante la cual el mismo Proudhon había retro- te a Dios en los labios; uno de ellos, Michel
cedido, pero que parecía fluir de manera lógica Chevalier, escribía un Génesis en el que el Crea-
de una comprobación evidente: el antagonis- dor anunciaba a la tierra un Salvador que cele-
mo de los que poseen y los que no, del capita- braría «nuevas nupcias» con la Humanidad.
lismo y el proletariado. «El nombre secreto Fourier construye una cosmogonía según la cual
—había dicho Enrique Heme antes de morir—
dieciocho humanidades deben sucederse exac-
que lleva el terrible antagonismo entre el reino
tamente en 80 000 años y la situaba subordina-
del proletariado, con todas sus consecuencias,
y el reino burgués actual, es el Comunismo.» da a Dios. Todos esos «socialistas utópicos», a
En los congresos que la «Internacional obrera» los que tanto fustigaría Marx, retenían del Cris-
celebró en 1867 y 1868 en Bruselas y Basilea tianismo el principio «amaos los unos a los
las tesis marxistas parecieron imponerse deci- otros»; y en nombre de ese principio, decía
didamente. Abríase así un capítulo nuevo en Saint-Simon, «la religión debía dirigir a la so-
la historia del socialismo. ciedad hacia el gran objetivo de la más rápida
posible mejoría de la clase pobre». Si no se
hubiese tratado más que de esto, todos los cris-
tianos hubieran estado de acuerdo.
Pero entre los primeros socialistas, el Cris-
Los socialismos y el Cristianismo tianismo histórico no aparecía como la revela-
ción definitiva, sino como una etapa que había
¿Podía la Iglesia permanerer indiferente que superar, tras la que vendría la de un Nuevo
ante hechos tan graves como los que señalaban Cristianismo, según el título del último libro
el desarrollo de la revolución industrial? El más de Saint-Simon. ¿Porqué había que superar
elemental deber de la conciencia cristiana, ¿no el Cristianismo? Por muchas razones: ante todo,
consiste en preocuparse de la suerte de los que porque la Iglesia católica, depositaría oficial
sufren; y no ha sido a lo largo de siglos el or- del mensaje cristiano, había dejado que éste se
gullo de la Iglesia permanecer en primera fila perdiera. «¡La humanidad avanza sin vosotros
—gritaba a los sacerdotes el "Padre Enfantin"—
1. La influencia del marxismo no se hizo ver-
y os deja en retaguardia como a rezagados!»
daderamente decisiva en la evolución de las ideas ¿No estaba esclerotizada la doctrina cristiana?
sociales de Occidente hasta más tarde. También ¿Convenía aún su moral ascética a una época
la crítica de esta doctrina será reanudada en el pró- en que el progreso material se imponía a la
ximo volumen de la presente historia. mente como una evidencia? Al cielo de los cris-
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 49 .

tianos, del que no se sabe «ni cuándo vendrá, Pero en este punto, igual que en materia de
ni qué será», Pierre Leroux oponía «el otro cie- acción social, fue Karl Marx quien recorrió la
lo, la vida del mundo y de las criaturas» que última etapa. En él nada queda ya de vaga re-
declaraba «pensado en Dios», pero «manifes- ligiosidad como en los sansimonianos; nada de
tado en el tiempo presente, en lo finito». El aquel antiteísmo a lo Proudhon, que aún tenía
Cristianismo «había rechazado la vida y la na- en cuenta a Dios. El hecho religioso, en sí mis-
turaleza»; a los ojos de algunos, que en esto mo, quedaba eliminado como una superestruc-
anunciaban ya a Feuerbach y a Marx, había tura, un sueño mórbido y, al mismo tiempo, la
enervado las fuerzas de los pobres y los misera- peor ocasión de enajenación del hombre. Los
bles, proponiéndoles la «diversión» del cielo. El ataques contra la religión podían proseguir su
«nuevo cristianismo» establecería el paraíso en desencadenamiento por razones de táctica po-
la tierra: es decir, la perfecta felicidad y el amor lítica; pero la irreligión marxista se sitúa más
universal. Había no pocas ilusiones en esas ideas allá, en la tranquila indiferencia y la negación
religiosas de los socialistas franceses —y hasta radical. En la perfecta sociedad marxista, la
un poco de delirio, cuando Enfantin aclamaba religión no tendría siquiera ocasión de ser com-
a Saint-Simon como nuevo Mesías—: por lo me- batida. Ni tendría siquiera razón de ser: des-
nos tanta ilusión como en sus ideas políticas. aparecería por sí misma. No puede imaginarse
Más duro, y nada inclinado a sueños senti- más total y absurda destrucción.
mentales, Proudhon es más inadmisible en te- La Iglesia, durante los primeros tres cuar-
rreno religioso. Todo lo contrario de un ateo, tos del siglo XIX, se halló así enfrentada con
consideraba al ateísmo «imbécil y comodón»; doctrinas cada vez más virulentas: unas, la con-
y declaraba: «Pienso en Dios desde que existo»; denaban en nombre de un Cristianismo extra-
no eliminaba el problema de Dios sino para ñamente interpretado; la otra, el marxismo,
afirmar un antiteísmo apasionado; y a veces tendía a su radical extirpación. La última en
ocurría que en aquel cara a cara dramático se fecha —que con mucho sería la más peligrosa—
tuviera la impresión de un diálogo pascaliano. no dejó sentir su acción prácticamente hasta
Dios, el Dios de los cristianos, parecíale enemigo 1870; pero tampoco las otras corrientes carecían
del hombre: creer en él, someterse a sus leyes, de importancia. Penetraban en las masas obre-
era negarse «a sentir y afirmar la dignidad hu- ras en las que encontraban mi eco cada vez más
mana». Habla que «reemplazar la noción de potente. No faltaron las reacciones de los cató-
religión por la de justicia»; «el hombre se pro- licos: la apologética polémica no ignoró a los
pone a sí mismo cada vez más como expresión socialismos. Luis Veuillot, que estimaba a
vuelta al revés del absoluto». Naturalmente, Proudhon, atacó en varias ocasiones las utopías
esa anárquica variedad del humanismo ateo socialistas y a «esos sabios que quieren destruir-
era, como las otras, violentamente hostil a la lo todo no sólo en las instituciones, sino también
Iglesia, guardiana del mito del absoluto de en las almas» y desean «crear un ideal social
Dios, adversaria de la nivelación igualitaria, para un hombre distinto del que conocemos».
cuya promesa traslada al más allá, «adúltera Lacordaire, aun rindiendo homenaje a la gene-
de Cristo», de ese Cristo que quería la reden- rosidad de corazón de ciertos socialistas, descon-
ción del proletariado.1 Bajo formas diversas, fiaba de «esas tentativas de comunidad» que
Proudhon no decía a este respecto nada distin- pretenden «mezclar agua y fuego». Montalem-
to de Marx. bert no perdió ocasión de anunciar el peligro
de los «demócratas socialistas». En Italia, Ros-
mini dedicó al socialismo y al comunismo un
1. Proudhon admiraba a Jesucristo y hablaba
frecuentemente de él: tanto que, con los numerosos
penetrante ensayo crítico. En cuanto a las auto-
pasajes dedicados a él, ha podido haccrsc un Retra- ridades religiosas, reaccionaron aún con más vi-
to de Jesús (por R. Aron, París, 1951) de vivo in- vacidad; del Cardenal Pie a Monseñor Dupan-
terés. loup, fueron muchísimos los obispos que de-
LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

nunciaron los errores socialistas; y por lo menos sión social, es decir, ha intervenido en la vida
en dos ocasiones —mía de ellas solemne, en el de las sociedades, podía parecer a muchos de
Syllabus—, el Papa Pío IX anatematizó al so- sus hijos que los métodos de ayer seguían sien-
cialismo y al comunismo que, en su ánimo, no do buenos. Tales métodos para remediar la mi-
era aún el de Marx, sino el de Fourier y el de seria han dependido, desde sus orígenes, de la
los sansimonistas. beneficencia, de la «caridad», tomada en el
¿Era eso suficiente? El mejor medio de im- sentido más práctico del término. Pero, ¿bas-
pedir que los socialismos ganaran terreno era taban paira resolver problemas absolutamente
el oponerles mía doctrina social fundada en los nuevos y enormemente más graves que los plan-
principios del Cristianismo. Además, ¿no urgía teados por la peste o el hambre? ¿O había que
que la Iglesia se ocupara de la suerte de los tender a reformas de estructura? El catolicis-
proletarios? A este doble problema se esforzó mo social nace así también de un esfuerzo, sin-
en responder el movimiento —de pensamien- gularmente osado y vacilante, para distinguir
to y acción a un tiempo— que la historia cono- las dos nociones de caridad pura y simple y de
ce con el nombre de «catolicismo social». reforma social.
Otros preconizaban esas reformas sociales
y formulaban sus principios y métodos: los que
Catolicismo y conciencia social iban a llamarse «socialistas». Pero la mayoría
de ellos quedaban fuera de la Iglesia e incluso
Catolicismo social. Sólo hacia el año 1890, eran sus enemigos. Plantear las reformas como
en el momento en que aparezca la valiente En- lo hacían ellos, ¿no era cooperar en el juego de
cíclica del gran Papa León XIII, se hace usual las fuerzas revolucionarias destructoras de las
esa expresión, que hoy nos parece familiar. An- bases cristianas? Aceptar o rechazar la revolu-
tes de esa fecha, no había hecho más que tími- ción: el dilema planteado a los católicos en el
das apariciones, muy discutidas siempre. ¿Quie- terreno político les salía al paso también aquí.
re esto decir que la realidad no ha sido anterior El nacimiento del catolicismo social era, pues,
a las palabras que la designan? ¿No ha habi- un esfuerzo —tan difícil, que aún no ha con-
do antes de la Rerum Novarum un «catolicis- cluido— para concebir y formular una doctrina
mo social» que intentaba abrirse un camino y unos métodos capaces de resolver la cuestión
entre innúmeras dificultades? Apasionante his- social, sin caer en las aberraciones del ateísmo
toria la de aquellas tentativas en las que se pre- y del materialismo, tomando como únicas ba-
para el nacimiento de una fuerza nueva, que ses la revelación y la tradición.
tanto había de contribuir a dar a la Iglesia del Los católicos fueron poco numerosos para
siglo XX el rostro que conocemos. llevar a cabo aquel esfuerzo.1 Incluso a quienes
Debemos confesar que los católicos fueron estaban al tanto de las cosas de su tiempo, lu-
lentos en despertar a lo que hoy llamamos «con- char por la libertad de enseñanza o contra Vol-
ciencia social». Pertenecían casi todos a aque- taire, parecía más útil que preocuparse de cómo
llas clases de burgueses y, campesinos que, sin vivían los obreros. No hubo más que pequeños
contacto alguno con el naciente proletariádo, grupos de hombres de corazón que se lanzaran
ignoraban totalmente su miseria, aquella «mi- a la tarea. Al comienzo, los franceses pertene-
seria inmerecida» de que más tarde hablaría un
ilustre documento pontificio.
El nacimiento del «catolicismo social» con- 1. Es justo observar que en los ambientes lla-
mados «liberales», los «sociales» fueron también po-
siste ante todo en la actualización de una con- cos. En 1829 se pedia al general Foy, célebre ora-
ciencia de la existencia del proletariado, de su dor liberal, que abordara la cuestión social ante uno
miseria y sus problemas. Pero es también otra de aquellos vastos auditorios que acudían a escu-
cosa: una difícil discriminación. Precisamente charle. «Es inútil —respondió—: nadie lo entende-
porque la Iglesia ha asumido siempre una mi- ría.»
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 51 .

cían a diversos ambientes y partían de postula- tido al catolicismo, a quien encontraremos en-
dos e ideas muchas veces diferentes, pero todos tre quienes rodeaban a Lamennais, comenza-
iban impulsados por un ímpetu de generosidad ba a lanzar advertencias a los que «querían ha-
al que el porvenir hará justicia. «Muchas de cer de la parte inferior de la sociedad una bes-
nuestras ideas —dirá Alberto de Mun— están en tia de carga». Pero ninguno de aquellos pre-
germen en Lamennais, Montalembert, Lacor- cursores lograba alterar la indiferencia gene-
daire y en la escuela de Buchez.» Hay que re- ral: seguía hablándose más, y con más interés,
montarse a aquellos iniciadores para ver nacer, de la Constitución o del «Milliard des émigrés» ;
en medio de la indiferencia casi general, ese La fecha del despertar de los católicos a la
movimiento social católico, llamado a alcanzar cuestión social puede fijarse en 1822. La gran
tan vasto desarrollo. industria está a punto de nacer y lo mismo el
Inmediatamente después de la Restaura- proletariado. El descenso de salarios, que ha co-
ción,1 los escritores, tuvieron, los primeros, la menzado en 1817 y será fenómeno general has-
idea de que un problema nuevo iba a plantear- ta 1850, hace precaria la situación del obrero.
se a la conciencia cristiana. El dulce Ballanche, Levántanse entonces grandes voces, infinita-
a quien su discípulo Sainte-Beuve calificaría de mente más sonoras que las de un Ballanche o
«genio escondido», en su Essai sur les Institu- un D'Eckstein. Es primero la de Lamennais,
tions sociales dans leurs rapports avec les idées aureolado por la gloria que le ha valido el En-
nouvelles, seguido de su Palingénésie sociale, sayo sobre la indiferencia; en dos artículos apa-
anunció ya en 1818 la subida de las fuerzas po- recidos en el Drapeau blanc, dedicados el uno
pulares; y que, como en otros tiempos en Roma, a la «desmoralización obrera» y el otro al des-
la plebe tendería a liberarse. Bonald, doctri- canso dominical, escribe frases hirientes y pre-
nario de la reacción monárquica, expresó con- monitorias. «La política moderna no ve en el
ceptos audaces, casi revolucionarios, no sólo pobre más que una máquina de trabajo, de la
contra la búsqueda exclusiva de las riquezas, que hay que sacar el mayor provecho en un
sino contra la industria, «que no puede ali- tiempo dado... Veréis muy pronto a qué extre-
mentar a aquéllos a quienes da el ser»; y pre- mos puede llegar el desprecio del hombre. Ten-
conizó una reorganización cuya norma anun- dréis ilotas de la industria a quienes se obliga-
ciaba de modo extraño los modernos regímenes rá, por un mendrugo de pan, a estar encerrados
totalitarios: «el hombre no es nada; sólo la so- en los talleres. ¿Son acaso libres esos hombres?
ciedad existe». D'Eckstein, judío danés conver- La necesidad los convierte en vuestros esclavos.»
Al mismo tiempo, un maestro aún más ilustre,
1. Si hubiera que rastraer las señales precurso- nada menos que Chateaubriand, se indigna
ras, habría que acudir a la época de la Revolución. —él, un gran señor— de «la excesiva desigual-
No en los documentos oficiales, absolutamente ig- dad de condición y de fortuna», y anunciaba el
norantes de la cuestión social, ni en los discursos de peligro que supone para la sociedad el creci-
los grandes jefes, sino en los oscuros esfuerzos de
personajes aislados y de poca influencia. Lo mismo miento de las masas proletarias: tales temas
que el comunismo puede reivindicar entre sus ante- volverán a aparecer en las Memorias de ultra-
pasados a Gracchus Babeuf, el catolicismo social tumba. Pero ni él mismo, ni otro alguno de
puede recordar a Claude Fauchet, Obispo constitu- aquellos hombres prestigiosos, seguirá verda-
cional de Calvados, que, en su «Círculo social», es- deramente la cuestión: para el autor de René,
tudiaba la miseria de las clases populares; y al sacer- no se trata más que de uno de esos bellos arre-
dote apóstata Jacques Roux, jefe de los «enragés» y batos con aspecto de profecía, de los que tanto
precursor de un colectivismo cristiano. Pero no se
trata más que de sacerdotes ancianos cuya influen- gustaba; y Lamennais, que hubiera podido
cia fue nula, menor aún que la de Babeuf que, me- ser el iniciador del catolicismo social, se desin-
diante Buonarotti, el hombre de la Conspiración des teresa de él por mucho tiempo y no volverá a
Egaux, ejerció cierta influencia en el naciente so- considerar el hecho social más que cuando haya
cialismo. dejado personalmente de ser católico.
LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

Sin embargo, tantos llamamientos no ha- Los fundadores de la Sociedad de San Jo-
brán sido estériles. Muchos hombres, muchos sé han tendido a ser prácticos. Y otro legitimis-
católicos, se conmueven y comienzan a descu- ta, sin menospreciar las realizaciones concretas,
brir esas miserias e injusticias que acaban de trabaja en el terreno teórico: es el vizconde Al-
serles denunciadas. Quieren remediar una si- ban de Villeneuve-Bargemont, consejero de Es-
tuación que hiere sus conciencias: ya sea tra- tado y prefecto de Napoleón, aliado después
tando de salirle al paso concretamente con la a Luis XVIII. Cuanto ha visto en los departa-
creación de obras que combatan la miseria, ya mentos del Norte y del Loira-Inferior, le con-
sea preparando reformas que sean después san- mueve: envía al ministro del Interior doloro-
cionadas por la ley. De esta manera se inicia sos informes sobre la condición de los obreros
lentamente el catolicismo social en el doble pla- y escribe sobre el mismo tema en periódicos y
no de la acción y el pensamiento. revistas. Cuando Luis-Felipe le da el retiro, em-
Nace en muy diversos ambientes. Uno, el prende la exposición completa de las ideas na-
de los «católicos liberales», que se atienen a las cidas de sus experiencias: en 1834 publica su
ideas nuevas impuestas por la Revolución a Grand. Traité d'économie politique chrétienne,
muchos espíritus; son osados y valientes, pero en el que denuncia «la profunda miseria de
con frecuencia están faltos de realismo y de obreros y jornaleros» y reclama «una inmensa
método. El otro, el de los «legitimistas»: reac- mejora para esa gente tan deplorable y degra-
cionarios en política, algunos no lo son en ma- dada». Sus palabras llegan lejos: «Tenemos
teria social: sus tendencias son frecuentemente que elegir entre la irrupción violenta de las cla-
paternalistas, pero en cambio poseen el senti- ses proletarias y sufridas contra quienes deten-
do de la eficacia. Entre ambos ambientes hay tan la propiedad y la industria, y la aplicación
algunos intermediarios, pero pocas relaciones. general de los principios de justicia, de moral,
La primera obra social católica nace «en la de humanidad y caridad.» Como cristiano, se
derecha», para emplear un término de la polí- opone a lo que más tarde se llamaría «lucha de
tica. Emana de la Congregación, la poderosa clases»; pero muestra la necesidad de profun-
organización de tan considerable influencia du- das reformas; quiere que «toda la economía so-
rante la monarquía legítima, que es a u n mis- cial descanse sobre la educación y la religión».
mo tiempo asociación piadosa y grupo de ac- La solución que propone, la fundación de colo-
ción. Uno de sus capellanes, el abate Lowen- nias agrícolas, no se adapta, sin duda alguna, a
bruck, reúne a algunos jefes de empresa y les la amplitud de los problemas: pero ya es im-
propone crear la «Sociedad de San José», que portante haberlos descubierto y formulado. Sus
ayudaría a la juventud obrera y, conservándo- doctrinas influirán incluso sobre el futuro Na-
la honrada, proporcionarla a los patronos tra- poleón III, que se inspirará en su libro L'ex-
bajadores de garantía. Abrese una casa que tinction du Paupérisme; de ahí nace una So-
acoge a los campesinos cuando llegan a París ciété d'Economie charitable que precisamente
a ganarse la vida. La obra se encarga de colo- tiene por objeto el estudiar las cuestiones socia-
carlos; muy pronto experimenta la Sociedad les en un clima que bien puede considerarse
una importante expansión: posee camas para tradicionalista y paternalista, y en el que se
sus miembros en los hospitales; tiene su socie- llevan a cabo interesantes progresos.
dad de socorros mutuos y sucursales en las pro- Otros católicos, lo más alejados posible de
vincias donde son acogidos los jóvenes compa- los grandes señores de la Congregación y de la
ñeros que viajan por Francia. El número de Sociedad económica de caridad, se unen a ellos
sus adheridos llega a 7 000; su filial, la Sociedad en determinadas posiciones capitales. Pertene-
de San Nicolás, funda en París la primera Es- cen al grupo constituido por el profeta de La
cuela Profesional, que sobrevivirá incluso a la Chênaie; el grupo que, desde 1830, se leniza
desaparición de la sociedad-madre, disuelta en bajo su dirección, a la aventura del Avenir. Los
1830 junto con la Congregación. artículos de Lamennais en 1822 no habían
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 53 .

sido más que gritos de piedad: dos de sus ami- ticia ahora: Ozanam y Buchez. Ni uno ni otro
gos concretan ahora el pensamiento del maes- aparecen en las filas de las que hemos visto na-
tro: Charles de Coux y el delicado abate Ger- cer el catolicismo social; el primero, superan-
bet; uno y otro, primero en las columnas del do las fronteras políticas, tratará durante mu-
efímero diario y después en libros, manifesta- cho tiempo de ser un lazo de unión entre los
ron tales audacias y sostuvieron tales puntos creyentes igualmente sensibles a un ideal de
de vista proféticos que aún hoy no se conside- caridad y justicia; el segundo, situado más «a
ran sin sorpresa: «¿Quién se opone a la educa- la izquierda» que la misma escuela del Avenir,
ción política de las masas? —dice Coux—: los es republicano y revolucionario —y además no
altos jefes del industrialismo, esos hombres que lo oculta—.
fijan a su gusto los salarios... ¡Disminuid los Curiosa figura, de aspecto un tanto a lo
exorbitantes beneficios del capitalismo para Balzac, la de aquel descendiente de artesanos
que el obrero tenga pan!» A lo que se unía el valones que comienza como escribiente del fie-
abate Gerbet, anunciando la revolución social: lato de París, prepara durante las noches su
«Hoy que los espíritus avanzan hacia un nuevo bachillerato —que termina a los veintiocho
orden social —escribe en su Introduction á la años—, hace sus estudios de medicina y aún
Philosophie de l'histoire, ¿no escucháis tam- halla el medio de seguir los cursos de Geoffroy
bién vosotros a no sé qué fantasma que murmu- Saint-Hilaire, Cuvier y Lamarck, y devorar
ra frente a todos nosotros las predicciones del cuanto puede de historia y filosofía: es el tipo
genio del Cabo de las Tormentas?» ¿Vaticinios? mismo del autodidacta, pero de un autodidacta
No solamente eso: el grupo del Avenir va más que piensa por sí mismo. Pesado, poco brillan-
lejos aún. Quince años antes que Karl Marx, te, Buchez (1796-1865) conoce su procedencia
Charles de Coux muestra que en la base de toda popular y piensa seguir siendo del pueblo. Mili-
verdadera economía política está el problema ta primero en los medios de extrema izquierda;
del valor: y sostiene que «todo capital no es más contribuye a fundar el carbonarismo francés;
que trabajo acumulado». Por su parte, Gerbet escapa a duras penas (seis votos contra seis) a
esboza un estremecedor cuadro de los antago- la pena capital cuando las conjuras de 1820,
nismos sociales y observa que «las clases que que cuestan la vida a los famosos «Cuatro Sar-
han vencido al feudalismo... constituyen a su gentos» de La Rochelle; ingresa en la masone-
vez, ante las clases inferiores, otro feudalismo: el ría, en la Logia de los «Amigos de la verdad»,
de la riqueza»; y es indudable que otras se alza- y se adhiere a la escuela sansimoniana en la
rán contra él. Pocas soluciones políticas hay en que frecuenta a Bazard y Enfantin. Pasados los
esta escuela; pero no puede negársele un singu- treinta años, atraviesa una crisis espiritual:
lar vigor en la crítica. Incluso cuando la Encí- hasta entonces dice ser materialista y ateo; el
clica Mirari vos de Gregorio XVI haya conde- evolucionismo que se enseña en el Jardín Bo-
nado al Avenir, aquellos hombres perspicaces y tánico le ha separado (así lo cree) para siempre
valerosos seguirán ejerciendo su influencia... de la fe; de hecho, le conduce de nuevo a ella,
imponiéndole la idea de un Dios creador y la
Buchez, socialista cristiano de la finalidad de la evolución misma.1 Al mis-
mo tiempo, le decepcionan las nuevas tenden-
De esta manera, en los quince o veinte cias de la escuela sansimoniana y no menos le
años que siguen al primer despertar de 1822, irritan las ficciones a que aquélla se entrega.
los católicos (o al menos algunos de ellos) ad- Retorna, pues, a la fe (aunque tal vez no a la
quieren conciencia del problema social. Dos práctica) y declara que sólo el Cristianismo ar-
hombres ocupan un lugar considerable en aquel
naciente movimiento: el uno es bien conocido, 1. Podrían estudiarse curiosos puntos de con-
y su nombre tiene valor de símbolo; al otro, tacto entre el pensamiento de Buchez acerca de esta
mucho menos famoso, empieza a hacérsele jus- materia y el del Padre Teilhard de Chardin.
LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

moniza con los postulados del progreso, los idea- ¿Cómo remediar semejante situación? Bu-
les de la moral y de la justicia. Pero trata de chez declara formalmente que, en su opinión,
conservar todo lo que le parece válido de cuan- la caridad cristiana no es más que un paliativo,
to leyó en los libros de Saint-Simon, ad que no tan insuficiente como la filantropía. Son indis-
deja de admirar, y de los demás teóricos, sobre pensables reformas de estructura y los cristia-
todo Fourier y Luis Blanc: su empeño consiste nos deben promoverlas. No basta con enseñar a
en encuadrar esos elementos dentro del catoli- los inferiores la moral y buena conducta (por
cismo. Será en adelante «socialista cristiano». más que a los ojos de aquel kantiano cristiano
Bucbez expone sus ideas en algunos li- eso sea indispensable): hay que llamar al cum-
bros, especialmente en los prefacios que escribe plimiento de su deber a quienes en la Iglesia
para los cuarenta volúmenes que, con su amigo permiten toda clase de goces a los privilegiados,
Roux-Lavergne, dedica a la Histoire parlemen- mientras predican los «rigores de la penitencia
taire de la Révolution française, en su Intro- a los desgraciados que carecen de pan». Buchez
duction à la science de l'histoire y, más tarde, no preconiza la lucha de clases, contraria al
en su Essai d'un traité complet de philosophie Evangelio; lo que recomienda es el pacífico es-
au point de vue du catholicisme et du progrés tablecimiento de la igualdad por medio de la
(1840). Divulgó esas ideas en su efímero Euro- asociación. La asociación obrera de producción:
péen, en la Revue nationale y en otros periódi- tal es la institución definitiva de la que espera
cos. Intentará incluso definirlas desde lo alto la salvación. Esa institución pondrá fin a la in-
de la tribuna del Palacio Borbón cuando, en justa explotación llevada a cabo por los capita-
1848, sea elegido diputado y Presidente de la listas sobre los productos del trabajo de los obre-
Asamblea.1 Para él, «Cristianismo y revolución ros: éstos se convertirán en sus propios proviso-
son una misma cosa, y la única equivocación de res de empleo, en los detentores (colectivamen-
la Iglesia está en no ser revolucionaria». En te considerados) del capital y de los instrumen-
nombre de los principios cristianos critica, con tos de su trabajo. ¿Visión limitada de las cosas?
una vehemencia que ni el mismo Marx llega a Tal vez sea así: y también exceso de optimismo
superar, el orden social de su tiempo, sus injus- en un asiduo lector de Rousseau, que creía en
ticias y escándalos. Denuncia, ya en 1829, «la la bondad natural del hombre; pero al mismo
explotación del hombre que —dice— engendra tiempo es una tentativa original, cronológica-
muchas clases de vicios, tanto entre los explota- mente la primera, por concebir una reforma
dores como entre los infelices explotados». Ana- de la sociedad que no sólo no rechaza al Cris-
liza con lucidez el proceso que, haciendo surgir tianismo, sino que lo toma como fundamento.
el capitalismo, arrastra consigo la formación Buchez ejerce en su tiempo una influencia
del proletariado : los que «nacen desprovistos de innegable. Y es curioso que precisamente entre
toda herencia» deben trabajar para quienes sus seguidores reclutara Lacordaire a tres de
«poseen todos los instrumentos de trabajo». No sus primeros dominicos; que bajo su influencia,
hay términos más fuertes que los suyos para Pierre Olivaint, futuro jesuíta, recobre la fe;
denunciar la desmesurada, duración de la jor- que Monseñor Affre, el gran Arzobispo de Pa-
nada de trabajo y el empleo de mujeres y niños rís, sostenga con él enjundiosas conversaciones;
en faenas agotadoras. Toda su obra está sem- que Alfredo de Vigny, tan distanciado de la
brada de requisitorias de esta clase: y nos deja Iglesia, se considere miembro de la «escuela
confusos el que tales cosas se hayan escrito ba- sansimoniana disidente» perteneciente a este
jo el reinado del bienpensante Carlos X o en el socialista cristiano. Porque, en tomo a aquel
del Rey Burgués. hombre que, no contento con ser un teórico, es
infatigable propagandista, se agrupa una ver-
1. Fue Buchez quien, en las jomadas de febre- dadera escuela, poco numerosa, pero muy fiel y
ro, entró el primero en el palacio de las Tullerías, al coherente, con su centro de enseñanza, la «Aso-
frente de su «Legión». ciación para la Instrucción del pueblo» y con
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 55 .

sus corresponsales en las provincias y sus sim- O z a n a m despierta las almas


patizantes más o menos lejanos, incluso entre al problema social
el clero. Algunos de los miembros de esa escue-
la de Buchez merecen ser citados: el alsaciano No podríamos imaginar hombre más dis-
Augusto Olt, que, en 1844 —cuatro años antes tinto de Buchez que Federico Ozanam (1813-
del Manifiesto, de Marx—, analiza la filosofía 1853). Intelectual de nacimiento y de forma-
de Hegel y muestra que puede servir de base a ción, hijo de un gran médico de Lyón, desde su
la ciencia económica y social, y hace de los sis- infancia reveló brillantísimas dotes: retórico a
temas socialista y comunista una minuciosa los catorce años y filósofo a los quince, antes de
crítica, aunque no vacila en tender a la apro- llegar a los treinta es ya doctor en Letras, auxi-
piación de los instrumentos de trabajo por parte liar y encargado de curso de Derecho econó-
de las asociaciones obreras; o también Carlos- mico: una preclara inteligencia, admirable-
Francisco Chevé, animador de L'Atelier. Cu- mente dispuesta y formada. Durante toda su
riosa tentativa la de este periódico, redactado vida despliega paralelamente a la obra social
sólo por obreros cristianos, y que no se dirige y de caridad que hará su nombre ilustre, la do-
más que a los obreros y logra vivir diez años, ble carrera de profesor — un profesor deslum-
de 1840 a 1850. Esta empresa representa el ala brante— y de historiador y erudito. Publica li-
izquierda del movimiento de Buchez: en L'Ate- bros sobre Dante, sobre los poetas franciscanos
lier se proscribe el capital, se vilipendian las y los escritores germánicos; sobre la civilización
rentas, se rechaza la caridad y cualquier clase en la época de los bárbaros y otros temas. Y le-
de limosna; se preconiza el término del sala- jos de estar separadas, las dos actividades de su
rio, «eterno y aplastante diezmo de miseria»; al vida se completan y sostienen. La formación
contrario que el fundador, no muestra repug- histórica le lleva naturalmente a situar los acon-
nancia en admitir la lucha de clases. Un movi- tecimientos de que es testigo en su exacta pers-
miento obrero de inspiración cristiana se insi- pectiva. Pero el impulso generoso que le lleva
núa en tomo al pequeño y vehemente grupo, hacia la miseria se traduce, en su enseñanza
cronológicamente el primero. Y aunque hay igual que en todo lo que escribe, en un secreto
gran diferencia entre esos redactores obreros y estremecimiento, en una constante referencia
el mismo Buchez, la empresa está toda ella ani- a la humanidad.
mada por el pensamiento del primer socialista Nuestro hombre es todo lo contrario de lo
cristiano. Seguirá durante mucho tiempo más popular. Menudo, fino, de pálido rostro enmar-
activa de lo que pudiera pensarse: y si nos to- cado por ligera barba, Ozanam es la distinción
máramos el trabajo de buscarla, lá descubri- personificada, un tipo extremo de civilización.
ríamos sin duda entre nosotros.1 «Y no solamente hay en él virtudes —ha podi-
do decirse—, sino también encanto.» Sus ojos,
color avellana, sonríen en sus cuencas hundi-
1. Es curioso observar que también en los Es- das; pero en seguida la sonrisa cede el puesto a
tados Unidos de América se inició un socialismo cris- la melancolía, a una angustia que la perma-
tiano, con Orestes Brownson, convertido al catoli- nente amenaza de la enfermedad explica, pero
cismo, admirador de los pensadores franceses, espe- que la voluntad rechaza. Porque, bajo esas frá-
cialmente de Saint-Simón y Proudhon. En un ar- giles apariencias, hay una energía poco común,
tículo publicado en 1840 en su revista Brownson's que sirve a un apasionado deseo de acción. Ese
Quaterly sobre las clases obreras, se lee: «El deber ser amenazado y que muy pronto se sabrá des-
de los cristianos es emancipar a los proletarios, como
en el pasado liberaron a los esclavos.» Quería nacio- tinado a la muerte, se entrega a múltiples ta-
nalizar la Banca y suprimir el carácter hereditario reas con una generosidad sin límites. «Posee el
de la propiedad. Su biógrafo, Arthur Schlesinger fuego sagrado —dirá Sarcey—; una convicción
(Boston, 1939) dice: «Brownson fue en los Estados íntima tal que, sin artificio adgimo, a pesar de
Unidos el más cercano precursor de Karl Marx.» todos sus defectos, nos convence y conmueve.
LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

Al escucharle, uno siente que las lágrimas le ristas, colocar al Cristiemismo entre las cosas
asoman a los ojos.» Pero aquella pasión que le superadas? Y grita a sus amigos, a los estudian-
anima sabe guarden: mesura en su contacto tes que aún permanecen fieles: «¿Qué hacéis
con los demás; nada hay en él del polemista a vosotros, que os enorgullecéis de ser católicos?
lo Veuillot, cuyas más profundas críticas pier- ¿Dónde están las obras que demuestran vues-
den con frecuencia al acompeiñarse de invecti- tra fe y que pueden hacerla respeteir y amar?»
vas. Y si, en el fondo, este hombre moderado es Entonces descubre el medio para realizar
un violento, se trata de aquella violencia sobre- aquella apologética de la acción con que tanto
natural a la que se ha prometido el Reino de ha soñado. Leyendo a Gerbet y escuchando a
los Cielos. Lacordaire, comprende a la vez la gran lección
Nada se explica en él sin la fe, esa fe que del Cristianismo, la exigencia de la ceuridad de
ha recibido al nacer, con la que ha crecido y que Cristo: las circunstancias exigen más que nun-
tuvo la suerte de no poner nunca en tela de ca que todos le obedezcan. Descubre amenaza-
juicio, ni siquiera en las oscuras horas de las in- do al mundo en que vive: la Revolución de 1830
quietudes de la adolescencia y que, toda su vida, no es más que un acto de la tragedia, al que se-
forma parte fundamental de su ser. Ha podido guirán otros. Más tarde, compeu-eurá ese mundo
extraerse de sus libros y de su correspondencia al del siglo V, a la antigua sociedad a punto de
un florilegio de textos espirituales que le sitúan hundirse en el caos bárbaro. Está etmenazado
en la familia de los gretndes místicos. Hableua- internamente por la injusticia social y por el
do, escribiendo, actuando, tiene siempre ante odio que es su consecuencia. Y precisamente,
su espíritu la exigencia de un Dios crucificado, en el momento en que el joven medita estas
el Gran Pobre. Y esto no puede olvidarse un cosas, levántase una voz sonora, que acabará
sólo instante cuando se considera la obra lleva- de orientar hacia las preocupaciones sociales al
da a cabo por él; Ozanam no es un fundador grupo del Avenir y que lleimará a Federico Oza-
de obras de caridad, un publicista fecundo en neim a la vocación de caridad; es la voz de un
fórmulas generosas: es un cristieuio que ha to- ilustre anciano que se llama Chateaubrieuid.
mado ed pie de la letra la petición dieuria del «Llegará un tiempo en que no se concebirá ya
Padrenuestro : «Venga a nos tu Reino» ; un san- que haya existido un orden social en el que un
to laico al que un día, sin duda, la Iglesia lle- hombre pudiera tener un millón de rentas mien-
vará a los alteires. tras que otro hombre no tiene con qué pagetrse
Tiene dieciocho años cuando llega a París la comida: de una peurte, unos cuantos indivi-
para concluir sus estudios. Allí se encuentra de duos que detentan inmensas riquezas; de otra,
nuevo con Ballanche, como él de Lyón, que le innumerables muchedumbres de gentes ham-
habla de aquella «palingenesia social», que brientas. Muy pronto los colonos pedirán a los
constituye su meinía; encuentra también a «pa- terratenientes peirte del suelo, porque ellos cul-
pá Ampère», sabio ilustre y gran creyente. Des- tivan sus terrenos baldíos, mientras los dueños
cubre el grupo del Avenir, entonces en pleno se pasean con los brazos cruzados; porque los
ímpetu; y no tanto a Letmennais, al que sólo trabajadores sólo poseen una blusa de percal,
verá ima vez, sin que atraiga sus simpatías, mientras los señores llevan abrigo de lana. ¿Ha-
cuanto al generoso abate Gerbet y al abate La- brá que establecer en cada ciudad fabril una
cordaire, cuyas preocupaciones apostólicas se guarnición de 26 000 hombres para mantener
unen a las suyas. Porque Ozanam tiene el cora- el orden?» Estas páginas fulgurantes aparecían
zón rebosante de preocupaciones apostólicas. en diciembre de 1831 en la Revue Européenne
¿No ha comenzado ya una inmensa obra a la y después en Le Globe. Nunca el viejo maestro
que se propone titular Démonstration de la vé- había hablado de aquellos problemas con tanta
rité de la religión catholique? ¿No se deja lle- vehemencia. Y toda una juventud lo leyó con
var de santo furor cuando oye a sus compeiñe- entusiasmo febril: Federico Ozanam estaba
ros de estudios, materialistas, deístas o furie- conmovido.
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 57 .

Pero, ¿cómo responder a ese llamamiento? no se echarán atrás muy pronto, después de vi-
¿Cómo actuar? Se plantea la cuestión en el pe- sitar los tugurios, de subir y bajar escaleras rui-
queño grupo estudiantil constituido en torno a nosas, de entrar en cubiles que apestan. Los jó-
Ózanam. Existe ya una «Sociedad de buenos venes aceptan con júbilo. Corre el mes de ma-
estudios» —bastante análoga a lo que hoy lla- yo de 1833: acaba de nacer la Compañía de
maríamos un grupo de la J.E.C., Juventud es- San Vicente de Paúl. Siete son los fundadores:
tudiantil católica—. Está dirigida por un profe- primero, Bailly; después, Ozanam, Lallier, Le
sor, Emmanuel Bailly de Surcey, erudito,1 gran Taillandier, Lemaitre, Devaux y Clavé. Toman
coleccionista de manuscritos de San Vicente de por patrón al más grande santo de la caridad
Paúl, y más tarde fundador de un diario, La francesa: y saben por qué.
Tribune catholique, cuyo programa se resume Triunfan. No solamente perseveran los sie-
en una breve fórmula: dejar de lado la cuestión te fundadores, sino que inmediatamente irra-
política, pero trabajar en llevar a Cristo las ove- dian su influencia. El objetivo que se han fija-
jas separadas. Ozanam y sus amigos acaban de do es muy simple y concreto. No tienen necesi-
tomar parte en las «conferencias de historia» dad alguna de reconstruir la sociedad sobre nue-
de M. Bailly; hablan allí de la mitología de la vas bases, como Buchez, Fourier o Saint-Simon;
India, del mahometismo, de la arquitectura ni trabajan en absoluto en levantar una teoría
gótica o de las órdenes religiosas. Pero, ¿en qué social, como lo ha hecho la «Compañía de la
hacen progresar la causa de Dios todas esas be- Economía caritativa»; modesta y humildemen-
llas exposiciones? Uno de los asistentes, Le Tai- te, quieren establecer contactos de hombre a
llandier, saca la conclusión de que hay que ha- hombre entre los afortunados y los infelices,
cer alguna otra cosa. Y Ozanam, que hasta en- los ricos y los pobres. La visita a domicilio que-
tonces ha guardado silencio, exclama con un da como gran medio, casi el único: la visita en
acento que impresiona a todos: «La bendición la que se hace algo más que llevar a un hogar
de los pobres es la de Dios... ¡Vayamos a los po- miserable, a una vieja pareja abandonada, un
bres!» Decídese inmediatamente una nueva cesto de alimentos o algún vestido: la visita en
«conferencia», cuyo objeto será «ir a los po- la que se habla a aquellas gentes vencidas con
bres». Mas, ¿por qué medio? El párroco de afecto, en la que se les restituye una dignidad
Saint-Etienne-du-Mont, a quien los jóvenes humana. Y lo extraordinario es que aquella
manifiestan sus grandes proyectos, no se mues- iniciativa hace escuela. Tras algunas vacilacio-
tra muy entusiasta; ¡harían mejor en dedicar nes, la conferencia de la rué du Petit-Bour-
su tiempo libre en explicar el Catecismo! Pero bon-Saint-Sulpice acepta que sobre su modelo
M. Bailly sí que ha comprendido. Aquel hom- se creen otras, y no sólo en París, sino también
bre es, desde hace tiempo, amigo de la famosa en las provincias. Un lazo, premeditadamente
Sor Rosalía, la Hija de la Caridad de la que el flexible, une a todas aquellas «conferencias»
barrio de Mouffetard ha hecho una figura le- unas con otras, a fin de que cada una pueda
gendaria, y a la que afluyen a la vez innumera- adaptar sus métodos al ambiente en que vive.
bles miserias y casi otras tantas almas en busca En 1839 hay en Francia 39 conferencias; en
de soluciones. La rebgiosa juzga, al primer en- 1844, 141, y llegan a 282, en 1848. La Compa-
cuentro, a aquellos «jóvenes señores» de corazón ñía pasa incluso las fronteras: en 1848 hay 106
fervoroso; y les da su confianza. ¿Quieren «ir filiales fuera de Francia. Entretanto, Ozanam,
a los pobres» ? Sea. Y les muestra una lista de que ha sido sin duda alguna —y sus compañe-
direcciones. Ya se verá si aquellos muchachos ros así lo proclaman— el verdadero fundador, si
es verdad que se dedica a la obra sin limitación
alguna, visitando personalmente a cientos de po-
1. Emmanuel Bailly de Surcey es el padre del bres, deja a otros la Presidencia y las funciones
R. P. Vicente de Paúl Bailly, asuncionista, funda- honoríficas. Porque no se trata de gloria hu-
dor del diario La Croix. mana.
LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

Así nace, por voluntad y celo de un hom- profesa ya ideas que se convertirán cuarenta
bre, una de las obras de caridad que hasta nues- años después en doctrina social de la Iglesia.
tros días han alcanzado más feliz desarrollo. Los puntos que él ilustra son decisivos: critica
Cuando, en 1933, la Sociedad de San Vicente de el liberalismo económico, «ignominiosa doctri-
Paúl festeje su centenario, el balance que pue- na que reduce toda la vida a cálculos de inte-
da hacer será prodigioso: no hay país católico rés» y que reduce al hombre a una máquina
en que no exista; y sus miembros se cuentan productora de la que hay que gozar; denuncia la
hoy por millares. Pero, ¿se trata solamente de injusticia de la ley de la oferta y la demanda
una obra de caridad? Ó, mejor dicho, ¿hay que en materia de salario, y pide que ese salario
considerar en el plano de la caridad la acción permita al obrero una vida digna de un hom-
del fundador? Desde luego que no. Ante todo, bre; se manifiesta contra la degradación del
convendría hacer el elenco de todas las obras obrero por el sistema industrial, lo mismo a
auténticamente sociales que fluyen de aquella causa de la máquina que por el excesivo poder
primera fundación: Obra para los hijos de los del que da el empleo sobre el empleado. Algu-
encarcelados; Obra para los militares; Obra para nas de sus fórmulas tienen un sabor casi revolu-
la formación de aprendices; Escuelas nocturnas, cionario: habla de «las aberraciones en las rela-
a las que profesores y estudiantes acuden para ciones entre patrono y obrero», de «la explota-
enseñar la ortografía y la aritmética a los jóve- ción del trabajador por parte de quien no lo
nes obreros; los primeros de aquellos «patrona- considera más que como un instrumento del
tos», cuya idea señalará durante mucho tiempo que hay que sacar el máximo rendimiento», del
la corriente del catolicismo social en Francia... «obrero-máquina» convertido en «parte del ca-
Pero, sobre todo, lo que hay que retener, en el pital como el esclavo de los antiguos». Tal es el
plano social, de la obra de Ozanam, es su pro- vicio fundamental, el que lleva a la sociedad a
funda acción en las conciencias. Cuántos hom- conflictos en los que no puede menos que destro-
bres han descubierto, gracias a él, gracias a las zarse: «La cuestión que hoy agita al mundo no
Conferencias de San Vicente de Paúl, el proble- es una cuestión de personas, ni de formas polí-
ma social. Entre todos los que representen un ticas, sino una cuestión social: es la lucha de
papel en el catolicismo social, apenas hay uno los que nada tienen y de los que tienen dema-
que no haya pasado por las Conferencias. Basta siado.»
con leer las listas de miembros para encontrar Para resolver tan terribles problemas «no
sus nombres: Armando de Melun, Le Prévost, basta la caridad» —dice formalmente—. Son
Agustín Cochin, y tantos otros; a Ozanam de- indispensables algunas reformas; y la palabra
bieron la revelación de su vocación. No podría- «institución» viene muchas veces a su pluma.
mos subestimar la acción de aquel hombre de Pero no define con gran precisión esas insti-
fuego que reclamaba «la aniquilación del es- tuciones, ya que ésta no es cuestión suya. Pien-
píritu político en beneficio del espíritu social». sa, con todo, que serían necesarias unas Asocia-
Por supuesto que ese hombre no es un so- ciones obreras análogas a las preconizadas por
ciólogo, ni un economista, ni un teórico en ma- Buchez. Incluso admite una cierta intervención
nera alguna. Hay que reconocer también que del Estado para obligar a los egoísmos a ceder.
su catolicismo social tiene un carácter bastante Mas lo que sobre todo quiere Ozanam es la re-
más sentimental que científico. El mismo lo ha conciliación de las clases sociales —esa reconci-
reconocido así numerosas veces, declarando con liación en la que trabajan sus Conferencias de
humildad casi excesiva «haber apenas penetra- San Vicente de Paúl—, la rehabilitación del tra-
do en el gran problema de la mejora de las cla- bajador, tal y como la ha querido siempre el
ses trabajadoras». Pero queda la certeza de que Cristianismo, en un clima de fraternidad. Tal
su clarividencia fue notable. Con la prudencia es el sentido de la célebre fórmula que lanza
y la moderación propias del verdadero cristia- Ozanam en vísperas de la Revolución de febrero
no, con la lucidez de un gran espíritu, Ozanam de 1848, en un artículo en Le Correspondant:
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 59 .

«¡Pasemos a los bárbaros!» Los «bárbaros»1 lltica. En la extrema izquierda actúan los de
son en el siglo XIX esas masas cuya marea ame- Buchez; éste mismo ve crecer su autoridad entre
naza con destruir la sociedad tal como lo lucie- los grupos que se oponen al régimen. Pero su es-
ron, hacia el año 4 00 de nuestra era, las invasio- cuela no es la única en preconizar un socialismo
nes de al amanes, visigodos y burgundios. Pero cristiano: sin constituir propiamente una escue-
ese llamamiento patético debe ser escuchado en la, faltos de jefe, un grupo de catóbcos reciben
el plano social más que en el político. Hay que la influencia de Fourier, manifestándose, sobre
«acudir al pueblo, a ese pueblo que no nos cono- todo, en La Démocratie pacifique, en la que
ce». Desde la primera consigna de su juventud, además recalan algunos no catóbcos respetuo-
«vayamos a los pobres», a esta otra, ha quedado sos para con la religión. Sus ideas son audaces:
trazado el itinerario de Ozanam. según ellos, hay que destruir «el salario, último
Tal es el heraldo de la caridad de Cristo resto de la antigua esclavitud». Hay sacerdo-
en quien reconoce a uno de sus pioneros y maes- tes que se interesan por ese movimiento, como el
tros el catolicismo social. Los acontecimientos abate Darboy y el abate Clavel, fundador del
dramáticos de 1848 que arrancaron de sus labios Bien Social, periódico destinado al clero; o, más
algunos de sus más bellos párrafos de indigna- inesperado, el abate Busson, ex capellán de Car-
ción, podrían reducirle a un silencio en esos úl- los X. Hay incluso auténticos sociahstas que
timos años señalados por la enfermedad incu- se convierten: tal es el brillante pobtécnico
rable. Pero, desde entonces, su obra y su pensa- Transon, amigo de Víctor Considerant; o Luis
miento están en grado de sobrevivir y difundir- Rousseau, que critica tanto los sistemas socia-
se. Y la muerte, que le sale al paso en la paz hstas como el liberalismo y muestra excelente-
del corazón, cuando apenas ha llegado a los mente la necesidad de establecer una ciencia
cuarenta años, no interrumpe ya el mensaje de económica y social cristiana y propone, a título
aquel testimonio de Cristo en nuestros tiempos. de ejemplo, constituir lo que él llama una «tribu
cristiana», un grupo de producción a la vez
agrícola e industrial, que no puede menos de
hacernos pensar en los soviéticos kolkhozes. Este
Los laicos y la Jerarquía socialismo cristiano tiene sus mantenedores en
las provincias: en Bretaña, por ejemplo, el fo-
La acción social de los catóbcos es, pues, un goso poeta Hipólito de La Morvonnais, que
hecho en vísperas de la Revolución de 1848, que utiliza los periódicos regionales para difundirlo.
señalará un cambio importante en la historia Menos violentos poUticamente, los catóbcos
de Europa. En Francia se comprueba, desde liberales que-se interesan por el problema social
luego, en frase de Mirkine-Guétzevitch y Pré- no son muy numerosos: Charles de Coux y el
lot, «un inesperado pulular de personajes, una abate Gerbet son sus guías y se manifiestan
enorme abundancia de obras».2 Incluso resulta durante mucho tiempo a través de L'Université
difícil hacer un cuadro completo de ellas, ya catholique. Pero como esta revista no parece
que existen relaciones confusas y hasta más de sentir otro interés que el de la hbertad de ense-
un encabalgamiento entre unas y otras. En lí- ñanza, comienzan a escribir en Le Correspon-
neas generales, sigue válida la clasificación po- dant. Un redactor anónimo de esta revista lan-
za, en 1846, la doble idea del salario mínimo
garantizado y del control por el Estado de los
1. Este nombre de «bárbaros» fue aplicado a la precios de los artículos vitales. Un hombre cuyo
clase obrera por el diario Journal ¿Les Débats en
nombre ha quedado olvidado hoy,1 pero que
1831. En un discurso a la Cámara, en 1847, a propó-
sito del Sonderbund suizo, Montalembert lo hizo
suyo. 1. A pesar de la excelente biografía que le ha
2. Cfr. Prefacio al libro de J. B. Duroselle, ci- dedicado Paul Bastid: Un juriste pamphlétaire, Cor-
tado en las Notas Bibliográficas. menins (París, 1948).
LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

en su tiempo alcanzó grandes éxitos literarios, originalidad de ese «Corporativismo», que será
Cormenins, autor de los Entretiens de village, más tarde uno de los temas constantes de la
sin proponer reformas de estructura, habla ca- escuela social católica de derecha; no distingue
lurosamente de la miseria obrera y se erige en bien, ni la distinguirá nunca, la caridad de lo
apóstol de las Cajas de Ahorros. social. Pero es notable realizador. Crea el Co-
La influencia de Ozanam actúa cerca de los mité des Oeuvres con el juicioso propósito de
católicos liberales, pero también en contacto con poner orden en la acción de los católicos; adop-
el catolicismo sociad de derecha; tiene amigos ta la idea, nacida en la Sociedad de San Vicen-
en ambos campos, y la Sociedad de San Vicente te de Paúl —de la que es activísimo miembro-
de Paúl no ha adquirido aún el carácter legiti- de los Patronatos, y crea, con la ayuda de los
mista que tendrá después. En las reuniones no Hermanos de las Escuelas Cristianas, la Obra
se habla sólo de las visitas que cada tino hace de los Aprendices; da vida a los Annales de la
a los pobres; se discuten también los grandes Charité, para estudiar las «inmensas cuestiones
problemas sociales. El mismo Ozanam habla y que suscita el ejercicio de la caridad» ; después,
escribe sobre ellos, y de la Sociedad surge, en en 1847, lanza la idea de la Société d'économie
1845, fundada por Myionnet, Maignen y el charitable, que tanto ha deseado Villeneuve-
abate Le Prévost, con el propósito de impulsar Bargemont, cuyo objeto será estudiar «todos los
la experiencia de los patronatos y hacer de ellos problemas que interesan a las clases pobres», y
un medio de acción social, una Congregación cuya acción se extenderá, al siguiente año, fue-
que ya anuncia de modo curioso nuestros recien- ra de las fronteras francesas, por la creación de
tes Institutos: los Hijos de San Vicente de Paúl, la Société Internationale de Charité.
religiosos que conservarán sus vestidos seglares Hay que subrayar que se debe a la acción
a fin de mezclarse mejor al pueblo. Al mismo de hombres de derecha, como Armand de Me-
tiempo, los escritos de Ozanam, muy leídos lun y sus amigos, las primeras realizaciones le-
por el clero joven, despiertan en él vocaciones gislativas en materia social. Ya en 1840, Monta-
que más tarde aumentarán: así, en el seminario lembert, en un discurso admirable —que será,
de Lyón, donde acaba sus estudios, Antoine además, uno de sus pocos actos sociales— de-
Chevrier sueña con ese apostolado popular, para nunció desde la tribuna «los repugnantes hechos
el cual fundará El Prado. que presenta la historia actual de la industria»
A la derecha, entre los directos herederos y afirmó «la obligación que tenía la legislatura
de esos legitimistas que han trabajado, los pri- de intervenir directa y propiamente en las cues-
meros, en el aspecto social, la actividad sigue tiones sociales». Más tarde, Villeneuve-Barge-
siendo grande. Entre ellos se afirma una perso- mont extiende el debate y, partiendo del asunto
nalidad que va a representar un importante en discusión, el trabajo de los niños en las fá-
papel durante no menos de treinta años, Ar- bricas, expone —por primera vez en la historia
mando de Melun, verdadero guía del catolicis- parlamentaria— el conjunto del problema obre-
mo social hasta 1871. De elevada familia, se ro. Se vota una primera ley en 1841, que limita
vio inclinado a plantearse el problema social por a ocho horas el trabajo de los niños de 8 a 12
la doble influencia de madame Swetchine, en años, y a doce horas el de los niños de 12 a 16,
cuya casa se encuentra con Lacordaire, y de Sor y al mismo tiempo controla el trabajo nocturno;
Rosalía, que le hace leer una vida de San Vi- ley cuyas cláusulas nos parecen hoy durísimas,
cente de Paúl; desde aquel momento se lanza pero que entonces señalaba un enorme pro-
a la acción, como hombre de obras magnífica- greso.
mente dedicado a cuanto hace, y que, al mismo A Melun y sus amigos no les pareció sufi-
tiempo, ha leído a Villeneuve-Bargemont. Pen- ciente; en 1847, la Sociedad de Economía Cari-
sador de horizontes ilimitados, Armand de Me- tativa y los Anades de la Cairidad reclamaron
lun no aporta en su Manuel des Oeuvres ideas una revisión, y hubo que reglaunentar el con-
originales; a lo más puede descubrirse en él la junto de las condiciones del trabajo obrero. Es-
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 61 .

tas son discutidas en la Cámara de los Pares en no pueden adscribirse a grupo alguno, ni situar
febrero de 1848; la Revolución interrumpe los en el tablero pobtico, pero cuyo testimonio no
debates, que no se reanudan hasta bastante más es despreciable. Evoquemos al menos la figura
tarde. de Paulina Jaricot, fundadora de la «Propa-
Hay aún otra realización que debe ponerse gación de la Fe» y del «Rosario vivo» 1 que, ha-
en el haber de los católicos de derecha: la de biendo visto de cerca la revuelta de los trabaja-
la Societé de Saint-Frangois-Xavier, que, en dores sederos lyoneses en 1831 y en 1834, se
1840, fue fundada por Armando de Melun, su dedica apasionadamente a la mejora de la si-
amigo Lambel y unos sacerdotes, para reempla- tuación de los obreros, trata de erigir una em-
zar a la Societé de Saint-Joseph, desaparecida presa modelo en la que funcionarán verdaderos
en 1830. Su nombre es significativo: en su seguros sociales, cajas de socorros mutuos y de
arranque se trata de una obra misional, que retiro, cursos de formación profesional, aun-
tiende a evangelizar al proletariado. Pero, de que fracasa sólo por la mala fe de algunos...
hecho, evoluciona rápidamente. Al mismo tiem- Paulina Jaricot, amiga del Cura de Ars... No
po que se desarrolla, animada por el Arzobispo olvidemos tampoco al extraordinario abate Ca-
de París, Monseñor Affre, y por el Padre De milo Rambaud (1822-1880), «el joven rico —co-
Ravignan, el ilustre predicador de Notre-Da- mo dice Folbet—, fabricante de sedas, que deja
me, adquiere un pronunciado carácter social, un buen día sus ganancias de 300 000 francos
anuales para hacerse sacerdote de los pobres»,
hasta el punto que la pobcía de Guizot se pre-
se ocupa sobre todo de los obreros ancianos y
ocupa y la vigila. Uno de sus animadores, Ni-
muy especialmente de los viejos matrimonios
sard, aun combatiendo a Saint-Simon y Fou- obreros que el régimen de los hospicios separa-
rier, profesa un socialismo católico no muy le- ba: luminosa figura cuyo recuerdo guarda aún,
jano del de Buchez, lo que, por otra parte, irrita en Lyón, la «Ciudad Rambaud...»
bastante a L'Atelier. En la obra alcanza un
puesto de primera categoría Francisco-Agato- Hecho importante es que esa efervescencia
cles Ledreuille, un obrero con carácter de tri- de ideas y realizaciones repercute más allá de
buno; debidamente autorizado por Monseñor las fronteras francesas. No se trata por ahora
Affre, se convierte en el más escuchado orador más que de empresas aisladas o de reflexiones
de la Sociedad; recibe el sacerdocio, funda la sohtarias, pero existe ya la señal de que un
«Casa de Obreros para colocación gratuita», día el conjunto de catóbcos podrá despertar
imagina una vasta «obra de trabajo» que pro- a las preocupaciones sociales. En España, Jaime
porcionarla a los obreros cuidados médicos y Balines, modesto sacerdote de Vich, que con
consejos jurídicos, buenas lecturas y ayuda en sólo el esplendor de su intebgencia y su dia-
caso de enfermedad y paro, lo que sin duda es léctica invencible, se convierte en uno de los
abarcar mucho, pero que, en resumen, ejercería guías pobticos de su pueblo en lo más agudo de
tal influencia que la prensa le llama «el padre la guerra carbsta, proclama que a través de los
de los obreros». Casi nada teórico, Ledreuille antagonismos políticos hay un conflicto social
es un crítico vehemente de las injusticias socia- pronto a estallar y preconiza una especie de socia-
les, «hijo del pueblo, sahdo providencialmente bsmo cristiano que no deja de hacer pensar en
de las masas», denuncia «el abismo que se ha Buchez; está en relaciones con Lacordaire y sus
abierto en lo más hondo de este valle de lágri- amigos, con el mismo Chateaubriand y, poco
mas, ¡en regiones a las que no llegan los afor- antes de morir, en 1848, a los treinta y ocho
tunados!». Y el prefecto de Pobcía se pregunta, amos, mantiene en Bruselas importantes conver-
inquieto, si aquel abate Ledreuille no se ha atri- saciones con el Nuncio Apostóbco, que no es otro
que Monseñor Pecci, futuro León XIII. En Bél-
buido «la misión de irritar y amotinar a la clase
popular».
¡Animación extraordinaria! Y paira com-
pletar el cuadro habría que añadir nombres que 1. Cfr., más adelante.
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

gica, donde la situación obrera es especialmente ción del proletariado».1 Pero, muy preocupado
penosa, se afirman las primeras preocupaciones por la cuestión política, no mauiifiesta en las pri-
sociales entre los antiguos lectores del Avenir: meras medidas de su Pontificado preocupacio-
los fundadores de la Universidad de Lovaina, nes sociales.2
los Robiano, los Vilain, los Mérode, piden a ¿Las tienen, cuando menos, los obispos?
Charles de Coux que ocupe la cátedra de Econo- No mucho. En Italia, un Mastai es caso único.
mía política, y el primero de los sociólogos bel- En Francia, el despertar de los católicos a las
gas, Eduardo Ducpétiaux, comienza su gran preocupaciones sociales ocurre al margen de la
encuesta sobre el pauperismo en Flandes. El Jerarquía. Procedentes de las clases elevadas,
profesor Buss, en Alemania, el joven abate Von nobles durainte la Restauración, intelectuades
Ketteler, el abate Kolping y algunos otros, co- bajo Luis-Felipe, los obispos son conservadores
mienzan a descubrir el problema social y, con- en materia sociad lo mismo que en política; ni
cretamente, prueban algunas soluciones. Tam- comprenden siquiera que está a punto de nacer
poco en Italia, donde el problema social se una nueva realidad social. Nada hay acerca de
plantea de otra manera, puesto que la industria- esta materia en sus pastorales; nada en su co-
lización es lenta, y todas las energías están em- rrespondencia con los Nuncios. Un Cardenal
peñadas en la libertad y unidad nacionales, deja D'Astros comprueba la descristiauoización de las
de haber algunos espíritus capaces de descubrir masas,3 pero no sospecha que aquel fenómeno
la importancia del problema: el barón siciliano tenga alguna relación con el surgir del proleta-
Vito d'Onda Reggio, el patriota toscano Mon- riado; en <da triste desigualdad de condiciones»
tánelli, admirador de Saint-Simon y de Proud- no ve más que «el orden de la Providencia»;
hon, y el famoso Padre Ventura. siendo todos los sistemas sociailizaintes escuela de
Hay que subrayar que toda esa acción es vicios, el único remedio está en la práctica re-
obra de seglares o de sacerdotes que trabajan ligiosa, que consuela e invita al pobre a sobre-
a título personal. ¿Qué hace entonces la Iglesia llevar su mal con paciencia. Ignoramos si Karl
oficiad, la Iglesia docente, la Jerarquía? He aquí Marx leyó las pastorales de Monseñor D'Astros:
el punto negro de toda esta historia: entre las en todo caso, habría hadlado en ellas excelentes
iniciativas, no siempre coherentes pero sí gene- citas paira probar que la religión es «el opio del
rosas, de los pequeños equipos católicos sociales pueblo».
y quienes tienen la responsabilidad de la Iglesia, Hay, sin embargo, adgunas excepciones. El
parece que hay un abismo de ignorancia y de Ceirdenad de Croy, Arzobispo de Rouen, que se
incomprensión. La más alta autoridad guarda mainifiesta enérgicamente contra el trabajo de
silencio: Gregorio XVI, por la Encíclica Mirari los niños en las manufacturas, con tanto vador,
vos, ha condenado el liberalismo en todas sus que Montadembert le cita en su famoso discur-
formas, salvo una que no ha designado, el li- so acerca de esa materia; Monseñor Belmas, an-
beralismo económico, que entrega ad obrero in- tiguo constitucional, Obispo de Cambrai, que,
defenso a los excesos de poder del capitalismo.
El Cardenal Mastad-Ferretti, al convertirse en 1. L. Sandri, La biblioteca privata di Pio IX
el Papa Pío IX (1846), ¿se mostrará más sensi- (en Rassegna storica del Risorgimento, t. XXV,
ble a tales preocupaciones? Recuérdese que, 1938).
siendo joven canónigo, ad frente del hospital 2. Al menos inmediatas. Pero ha podido notar-
de San Miguel, mauiifestó ideas muy nuevas, se que el esfuerzo de los Papas por luchar contra
todo lo que atacaba a la sociedad y ayudarla a lo-
como la de la participación de los obreros en grar su fin, contribuía indirectamente a arreglar en
los beneficios; que en Spoleto, ya Obispo, creó concreto la cuestión social, E. Keller lo dirá así a
una Obra para los niños vagabundos, y se ase- propósito del Syllabus.
gura que en su biblioteca poseía «una abun- 3. Estudiado por el R. P. Droulers, Action pas-
damte literatura sobre los problemas sociales, torale et problèmes sociaux sous la Monarchie de
especialmente acerca de la mejora de la situa- Juillet chez Mgr. d'Astros (Paris, 1954).

>
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 63 .

en cuatro ocasiones, en vigorosas pastorales, de- han denunciado tales perturbaciones, pero en su
nuncia <da explotación del hombre por el hom- mayoría son enemigos de la rebgión; hay que
bre, que especula con su semejante como con exponer, pues, la verdadera doctrina catóbca
un vil ganado, o como con mi puro y simple sobre el trabajo, mostrar que la Iglesia se opo-
objeto de producción». En Lyón, Monseñor de ne a «toda opresión de los débiles», que conde-
Pins, administrador de la diócesis en ausencia na «la explotación del hombre por el hom-
del Cardenal Fesch, pronuncia muy pronto fra- bre», que no «transige más sobre la trata de
ses durísimas sobre <da extrema miseria a que se blancos que sobre la trata de negros»; en resu-
hallan reducidos casi todos los obreros»; y su men, hay que mostrar que la «rebgión posee en
sucesor, el Cardenal De Bonald —último hijo del sus doctrinas y apbcaciones todas las verdades
escritor—, de quien decía Montalembert que es necesarias a la solución teórica y práctica de es-
«de todos los obispos el que mejor comprende tas graves cuestiones».
los problemas mayores», ya en su primera Carta El otro es un saboyano, Monseñor Rendu,
pastoral y después en muchas otras no sólo hijo de campesinos pobres, llegado a Obispo de
habla con generosidad de la miseria obrera, Annecy, primo de la célebre Rosalía Rendu.
sino que emplea la palabra injusticia para ca- Impresionado por la condición atroz en que ve
racterizar la situación social, se indigna al ver a los obreros, incluso mujeres y niños, de la más
que el trabajador no es para algunos «más que grande fábrica de su diócesis, publica, en 1845,
una máquina que funciona», y deja en múlti- para hacerla Uegar a su soberano de Turín, una
ples ocasiones adivinar que comprende la rela- Mémoire sur le prolétariat, sorprendentemente
ción entre el capitalismo creciente y la angustia precisa y minuciosa, de estilo más bien jurídico
proletaria. que teológico, en la que se guarda de apelar
En París, por último, Monseñor Affre, que, solamente a la caridad y en la que se siente
siendo joven sacerdote, escribió excelentes ar- estremecido un corazón de cristiano. Desde el
tículos sobre «las dos especies de paupe- comienzo de su documento, Monseñor Rendu
rismo», el de los individuos, que depende de la plantea el problema: el nacimiento del prole-
caridad, y el de una clase que depende de la jus- tariado industrial constituye para la sociedad y
ticia y debe ser suprimido por las instituciones. la rebgión un motivo de inquietud grave. «La
Convertido en Arzobispo de París, se inspira legislación moderna nada ha hecho por el pro-
en Vüleneuve-Bargemont para escribir sus pas- letario; protege su vida como hombre, pero lo
torales, y apoya con toda su autoridad la Obra olvida en cuanto trabajador.» Urge una legis-
de San Francisco Javier y la acción del abate lación social. Si no el obrero quedará indefen-
Ledreuille; su célebre muerte en las barrica- so ante la voluntad del patrono. «Habrá un
das de las «Jomadas de Junio» consagrará en el momento en que el dueño podrá decir al obrero:
supremo sacrificio toda una vida en la que ince- ¡cédeme tu vida con rebaja, o muere!» Frases
santemente se ha manifestado la preocupación sorprendentes en la pluma de un prelado. Pero
social. aún hay más: veinte años antes de Das Kapital,
Dos de esos raros obispos «sociales» mere- Monseñor Rendu muestra formalmente que el
cen ser citados aparte y colocados entre los pre- capitahsmo es responsable de la situación por
cursores; no se contentan con protestas genero- él denunciada: tal régimen trae consigo «abusos
sas y justas intuiciones, sino que tienen una tan odiosos que, al parecer de todos, sería impo-
clara visión del problema. Uno de ellos es el su- sible hallar algo semejante en los siglos de la
cesor de Monseñor Belmas en Cambrai, Mon- barbarie». Si los gobiernos no hacen nada para
señor Giraud: su pastoral de Cuaresma de 1845 remediar semejante situación, la clase obrera
acerca de la Ley del Trabajo, es una especie de se revolverá y entonces, «halagada por los ambi-
esbozo de la Rerum Novarum; la ley normal del ciosos y los teóricos», querrá, «puesto que se le
trabajo ha sido perturbada por el prodigioso ha negado una justa porción en el banquete de
desarroUo de la industria; razón tienen quienes la vida, adjudicárselo todo». Hay que repetir
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

que tales frases son anteriores en tres años al y grandes proyectos. «Las cuestiones sociales es-
Manifiesto comunista, de Marx... Por supuesto tán a la orden del día —observa entonces el aba-
que el Rey Carlos Alberto dará a tan patético te Busson—; todos se ocupan de ellas: hombres
documento la única respuesta que entonces pa- de Estado, filósofos, economistas, todos los pen-
rece imponerse: enviará a un mensajero espe- sadores, sea cual sea la clase a que pertenez-
cial que felicite al Obispo por sus generosos can.» Entre los católicos hay una gran agita-
sentimientos, pero que le diga también que «tal ción. Corresponde al breve idilio que, en el
cosa no entra en la competencia del gobierno», terreno político, hace confraternizar a los revo-
a quien no toca ocuparse de las relaciones entre lucionarios y a los fieles, y bendecir por los
patronos y obreros; en cuanto a Cavour, se li- párrocos los «árboles de la libertad». «La Re-
mitará a invitar a callarse a «ese socialista pe- volución de febrero —exclama Ozanam— es la
ligroso».1 consagración de la democracia política: eso en
Pero, a pesar de estas nobles excepciones, cuanto al pasado. Por lo que toca al porvenir,
reina aún el silencio de la Iglesia oficial en ma- debe ser la iniciadora de la reforma social.»
teria social: tendrá penosos resultados, que po- Y entretanto, un orador de la izquierda, lleno
drán presentirse ya poco después de la Revolu- de buenos sentimientos, ya que no de conoci-
ción de 1848. mientos teológicos, explica a los «Sacerdotes de
Jesucristo» su «magnífica tarea»: «Hasta hoy
habéis enseñado la salvación individual; ha lle-
gado la hora de enseñar la salvación social.»
Período de entusiasmo y de euforia, muy
El viraje de 1848 en aquel estilo que será llamado «del cuarenta
y ocho». Buchez es elegido Presidente de la
í Porque, con los acontecimientos que agi- Asamblea; conservará el puesto durante un mes.
I tan a Europa a lo largo del año 1848, el catoli- Imitando a Monseñor Áffre, al Cardenal Bo-
\ cismo social dará un rodeo muy grave. La Revo- nald y al Cardenal Giraud, los obispos parecen
i lución —todos los espíritus un poco clarividentes abrirse a la conciencia de los nuevos proble-
¡lo comprenden—, no es sólo política. Especial- mas; así, Monseñor Angebault, de Augers, y
/ mente en Francia no se trata del simple juego Monseñor Sibour, entonces Obispo de Digne y
de partidos que tira por tierra a Luis-Felipe: futuro Arzobispo de París. Luis Veuillot, cuyo
es la entrada en escena de las fuerzas populares. diario L'Univers se va a convertir en una poten-
Por primera vez, el mundo del trabajo manifies- cia en la iglesia de Francia, comprobando que
ta su presencia y reclama justicia. «Tras la re- «la revolución no debe sólo atribuirse a las pa-
volución política —dice Ozanam— vemos una siones políticas», tiene justas y calurosas frases
revolución social, el advenimiento de la clase acerca de «la posición del obrero, precaria y
obrera», a lo que añade un seguidor de Bu- miserable». En el clero aumenta de pronto el
chez: «La reforma social es el problema del número de quienes hablan a los fieles de la
siglo, y la Revolución de febrero lo ha plan- cuestión social; un observador nota que «se
teado.» ve crecer la falange de los eclesiásticos aficio-
Y, de hecho, en los primeros tiempos de nados al - catolicismo social». Hay sacerdotes
la Segunda República se asiste a una eferves- que, presidiendo banquetes democráticos —y
cencia de generosidad social, de bellos discursos con frecuencia en tales ocasiones olvidan vestir
la sotana— se declaran pura y simplemente
socialistas. Con ayuda del calor comunicativo,
1. Cfr. Paul Guicbonnet: quelques aspects de se ensalza a «Jesús de Nazareth, padre del so-
la question ouvrière en Savoie à la veiUe de 1848 cialismo». En el ánimo de los más ardorosos
(Rassegna storica del Risorgimento, t. XLII, agosto- el acercamiento es posible y hasta probable.
septiembre de 1955). ¿Acercamiento? Más aún: la fusión entre los
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 65 .

diversos movimientos del socialismo francés y zan manifestaciones y desfiles e incluso inten-
el catolicismo social, y tal vez es verdad...1 tan instalar, el 15 de mayo, un gobierno provi-
Durante aquellos felices meses, el trabajo I sional. Lacordaire es el primero en comprender
más atrevido y eficaz es realizado por el grupo ( que se va hacia un conflicto; disgustado aban-
de catóbcos bberales, a los que se ba asociado dona la dirección de L'Ere Nouvelle. Un mes
Ozanam. El diario que entonces fundan, L'Ere ¡ después ocurren las «Jornadas de Junio», cien-
Nouvelle, y cuyo director es, basta el 18 de to veinte horas de lucha en las calles. París
mayo, Lacordaire, pubbca admirables y clari- ' está erizado de barricadas; Monseñor Affre
videntes artículos con las firmas de Ozanam, el muere en una de ellas, a la entrada del fau-
abate Maret y otros. «Siendo Francia católi- bourg Saint-Antoine, y una severa represión se
ca —dicen— la postura que adopten su Episco- abate sobre los amotinados y sospechosos.
pado, su clero y sus fieles es de soberana impor- La sangrienta crisis de la primavera dé
tancia.» Ozanam precisa que al gritar «¡Pase- 1848 trae para el catobcismo consecuencias ex-\
mos a los bárbaros!» ba querido pasar al pue- tremadamente graves. En su inmensa mayoría, I
blo, a ese pueblo que espera a que se le baga los catóbcos están indignados y espantados.'
justicia. Maret, con notable lucidez, demues- Tanto más, cuanto aquí y allá se han producido
tra que los famosos derechos pohticos conce- incidentes anticlericales; la Revolución ha esta-
didos por la Revolución de 1789 no son «más llado también en Roma, de donde ha expulsado
que una amarga irrisión para quien no tiene el a Pío IX: a ese mismo Pío IX, el generoso Papa
poder de vivir, para quien va a morir de ham- con quien algunos habían contado para cons-
bre». En conjunto critican a esa burguesía que tituir el Cristianismo social... De pronto, sin
desde hace veinte años «rechaza como cuestio- vacilar, la masa catóbca retorna al «partido
nes incendiarias todas las que se reñeren a la del orden», manejado hábilmente por monsieur
organización del trabajo». L'Ere Nouvelle ape- De Falloux. Todos los que hasta ayer hablaban
nas proporciona soluciones concretas: parece de mejorar a la clase obrera son hoy sospe-
inclinarse hacia la fórmula de Buchez de las chosos. Social y sociahsta son términos equi-
asociaciones obreras. Pero, por su rápido éxi- valentes, y la gente sabe que cada sociahsta
to —3 200 abonados en tres meses— contribuye es un «faccioso». Muchos catóbcos bberales se
a comunicar la preocupación por el proletariado pasan también al campo del conservadurismo
social a lo más selecto del catobcismo. \ social, con Montalembert al frente. Apenas con
Pero el clima cambia rápidamente. Llega dos o tres excepciones —Monseñor Sibour, Mon-
la primavera; pero se trata de una primaveral señor Angebault...—, todos los obispos impre-
de angustia y d,e sangre. En abril y mayo, vio- sionados por la muerte de Monseñor Affre,
lentos incidentes demuestran que la clase obre- abandonan inmediatamente sus veleidades so-
ra, frustrada en su revolución por una burguesía ciales de la víspera. «Se ataca al orden social
que nada quiere comprender, está dispuesta a hasta en sus principios», dice uno de ellos, que
hacer estallar su cólera; muestran también que,y trata al socialismo como «doctrina insensata y
manteniendo sóbdamente en sus manos los re-\ perversa» y a sus mantenedores como «inteb-
sortes del Estado, los burgueses están dispuestos 1 gencias enfermizas y depravadas». Hasta el
a aplastar cualquier tentativa de revolución so- Cardenal Giraud, el valeroso autor de la pas-
cial. Se ven obbgados a dejar emprender la ex- toral de 1845, que ha envejecido bastante, cede
periencia sociahsta de los Tálleres Nacionales, a la corriente reaccionaria. Los sacerdotes socia-
pero no esperan más que una ocasión para po- bstas o simplemente sociales son hteralmente
ner término a aquella experiencia. Los socialis- cazados y los que resisten, castigados sin piedad.
tas, por su parte, van demasiado lejos: organi^ Veuillot se desencadena en L'Univers: ¡fuego
graneado para la defensa del orden social ame-
1. En ese momento Karl Marx, que va a pu- nazado! «No admitimos para los obreros exigen-
bhcar el Manifiesto comunista, no existe todavía. cia alguna, ni derecho estricto y legab>, y aña-
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

de sólo que la sociedad y los individuos deben nosotros mismos formemos una escuela social...
socorrer a la miseria. También es ésa la opinión Recurriendo al juicio de la Iglesia, se edificaría
de Montalembert: «Nada hay verdaderamente un imponente cuerpo de doctrinas y se despoja-
útil y fecundo fuera de la caridad privada.» ría a los seudosocialistas de la influencia que
Así queda establecida una distinción entre cari- ejercen... ¡Hagámonos socialistas nosotros mis-
dad y acción social, pero sólo para condenar a mos !» Pero el abate Maret no formula esa doc-
ésta en beneficio de aquélla. trina que tan elocuentemente pide: a lo más
¿Qué hacen los católicos sociales ante tal deja adivinar que la buscaría de buena gana
hundimiento de todos sus sueños? Muchos se en el campo de los seguidores de Buchez; pero
inquietan: la explosión revolucionaria les ha no tiene tiempo de añadir más. Atacado desde
turbado; saben bien que los amotinados eran en la derecha por la gente de orden, denunciado
su mayoría «obreros desesperados por la mise- por Veuillot como cómplice de los socialistas, des-
ria», pero han visto también actuar a los cabe- aprobado por los Obispos, el periódico —L'Er-
cillas, a aquellos demagogos cuyos propósitos reur Nouvelle lo llama Veuillot— desaparece,
parecían a todas luces amenazadores. La misma dejando un gran vacío. Sus redactores se refu-
L'Ere Nouvelle, aun reclamando una «miseri- gian en la teología o en la erudición; Ozanam,
cordiosa piedad», habla de «rigor saludable e in- ya enfermo, reanuda sus estudios italianos. De
dispensable». Hasta Ozanam está angustiado, lo que fue el primer catolicismo democrático y
tanto por las noticias que llegan de Roma como social no quedan más que pequeños grupos en
por lo sucedido en París. ¿Representa aquello el torno a Clavé y algunos otros hombres. Duran-
fin de sus generosos esfuerzos? No; no es el fin te más de cuarenta años desaparece un movi-
inmediato, ni en todas partes. miento que tantas esperanzas había suscitado.
En L'Ere Nouvelle, dirigida desde mayo por Es evidente que el socialismo cristiano se
el abate Maret, se organiza la resistencia con- hundirá aún de un modo más total. En vano
tra la corriente que, al parecer, arrebata a todos tratan algunos de demostrar que hay dos socia-
los católicos franceses hacia la reacción social. lismos, que frente al «socialismo salvaje y pa-
Y el valor halla su recompensa en el éxito que gano» hay —dice el abate Busson— «un socia-
le otorga el público: ocho mil abonados. En oc- lismo cristiano, fundado en la libertad, igualdad
tubre de 1848, en dos resonantes artículos, Oza- y fraternidad, tal y como las muestra la religión
nam explica a las «gentes de bien» las «causas de Cristo». ¡Las cosas no están entonces para
de la miseria». Y les dice: «Vosotros habéis discutir de libertad, igualdad y fraternidad!
aplastado la revuelta; pero os queda un enemi- Buchez ha sido eliminado de la presidencia de
go al que no conocéis y del que no gustáis que se la Asamblea; queda suspendida la Revue Na-
os hable: ¡la miseria!» Dirige un patético llama- tionale; u n decreto clausura el Club de l'Ate-
miento a los sacerdotes: «Desconfiad de quienes lier-, es verdad que los seguidores de Buchez
calumnian al pueblo... Ha llegado el tiempo han ingresado en el «Conseil d'encouragement
de que os ocupéis de esos pobres que no men- pour les Associations ouvrières», pero en él la
digan, que viven ordinariamente de su traba- mayoría es conservadora y no se les deja hacer
jo...» Y añade, dirigiéndose a quienes le si- nada. Arnaud de l'Ariège trata en la Cámara
guen : «No os asustéis cuando los malos ricos os de llevar adelante las ideas de Buchez y hasta de
llamen comunistas, como se trató a San Bernar- hacer proclamar el derecho al trabajo, y Laver-
do de fanático e insensato.» Por su parte, Maret dant publica aún un tratado de Socialisme ca-
conduce el combate hacia un esfuerzo construc- tholique; pero el título mismo es ya sospechoso
tivo: «Una de las mayores equivocaciones de y pone al rojo vivo al partido de orden. Hipólito
los católicos está en la indiferencia que mani- de la Morvonnais puede intentar poner en pie
fiestan con respecto a los trabajos económicos en el Guildo la primera de sus «comunas cris-
y socialistas que agitan y apasionan a las clases tianas»: el socialismo cristiano ha muerto para
más ardientes y numerosas... Es urgente que mucho tiempo, tal vez para siempre...
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 67 .

¿Nada queda que esperar entonces? ¿Hay tencia que fortifica»; monsieur Thiers trata a
que limitarse a certificar una muerte? No. En- Melun de «sociahsta». En,1850, bajo la influen-
tre los católicos sociales de ayer hay, como he- cia directa del leader catóbco, de su hermano y
mos visto, muchos hombres de derecha. Y no amigos, comienzan a proponerse proyectos de
todos se pasan a la reacción social. Al contrario: leyes acerca de los alojamientos insalubres, so-
ocurre, en muchos casos, que en los dolorosos bre los seguros de retiro, el contrato de apren-
sucesos de 1848 hallan aquellos hombres una dizaje y sobre la creación de baños gratuitos...
confirmación de su vocación social. Con un va- Indudablemente, todo eso está lejos de las refor-
lor al que nunca rendiríamos digno homenaje, mas de estructura; pero, en el ánimo de los ca-
se niegan a entrar en ese «gran partido de or- tólicos sociales, aqueUo no es más que el co-
den que invoca la justicia, primera de las virtu- mienzo. «Mi programa —dice Armando de Me-
des celestiales, no para aminorar un poco las lun— me hace pasar de los pobres a los obreros,
desigualdades sociales, sino paira encontrar un y de la asistencia a las asociaciones.» Uno debe
excelente pretexto de no dar nada a los que inclinarse ante el valor y la tenacidad de este
nada tienen». Y como por su nacimiento, por grupo de hombres que, enfrentándose con la
su fortuna y sus relaciones están mejor protegi- Asamblea y con casi toda la opinión púbbca,
dos que los demócratas liberales y los socialistas mantuvieron tal fidebdad a sus ideales.
cristianos, aprovechan su situación para llevar Pero esa acción de los catóbcos sociales
adelante una lucha en la que están definitiva- conservadores Ueva consigo consecuencias, en
mente solos. Su jefe es Armando de Melun. cuanto al conjunto del catobcismo social, cuya
No quiere esto decir que sus ideas y sus gravedad no podríamos disimular. Ante todo,
obras dejen de padecer las repercusiones de la por el simple hecho de quedar solos en la bza
crisis. La Compañía de San Francisco Javier, —ya que el catobcismo social demócrata, libe-
por ejemplo, acaba dislocándose, atacada por la ral o sociahsta, nada puede esperar, evidente-
izquierda anticlerical y sospechosa a los pode- mente, del Imperio— dejan una profunda hue-
res establecidos. La «Casa de los Obreros» es lla en todo el movimiento. No existe ya rela-
clausurada; el abate Ledreuille sigue hablando, ción alguna entre catóbcos sociales de derecha
pero su autoridad declina. Sin embargo, Ar- y de izquierda, puesto que los últimos quedan
mando de Melun y algunos otros no se desani- ehminados. En la Compañía de San Francisco
man. No sólo crea, con ayuda de madame de Javier se había hecho hablar a Ozanam y Bu-
Lamartine y de Monseñor Sibour, obras de ca- chez; pero tales lazos desaparecen; ambas co-
ridad como las «Fratemités», destinadas a so- rrientes del catobcismo social quedan definiti-
correr a la clase obrera, sino que se lanza a ac- vamente diferenciadas: y una de ellas se ve re-
tuar en el terreno legislativo. La Societé d'éco- ducida, durante casi medio siglo, a caminar en
nomie charitable, en la que es considerable su silencio.
influencia, se orienta por esa ruta: preparar las En cuanto a la otra corriente, la de la de-
leyes que resuelvan los problemas del trabajo recha social, por la fuerza de las circunstancias,
y del proletariado. Melun llega incluso a con- adquiere un carácter que apenas perderá en
versar acerca de esas cuestiones con el Príncipe- adelante: el del patemalismo. En el ánimo de
Presidente Luis Napoleón, que no ha olvidado muchos se instala la convicción de que, habien-
al autor de L'Extinction da Paupcrisme. Propo- do mostrado el proletariado su falta de madu-
ne a la Cámara que se constituya una Comi- rez para dirigirse a sí mismo, conviene tenerle
sión de treinta miembros encargada de preparar de la mano, como un padre de familia tiene a
las «leyes de asistencia social»; con tal motivo sus hijos menores: con ternura, pero con fir-
se entablan vivas discusiones en las que «el ciu- meza.
dadano Víctor Hugo» interviene para hacer que Entretanto, han sido adoptadas otras pos-
«se sustituya la limosna que degrada por la asis- turas que serán decisivas para el futuro.
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

Alemania despierta a advenimiento de la justicia social; y los tres


las preocupaciones sociales —dice— no constituyen más que uno solo. El ri-
val muniqués de Lenning y Heinrich, Dollin-
En tanto que el catolicismo social francés, ger, tan apartado de ellos en lo demás, piensa y
amputado por lo menos en la mitad de sus ele- habla de la misma manera; proclama su con-
mentos activos, pierde importancia, la llama del vicción de que «la solución final de la cuestión
movimiento se enciende en otros lugares, más social está reservada a la Iglesia católica». El
allá del Rfain. Alemania ha sido más lenta en impulso está dado, pero nadie trabaja con más
despertarse a la conciencia social: además, la energía paira hacerlo poderoso y decisivo, que
industria se desarrolla en aquel país más tarde, un joven sacerdote de treinta y siete años, cuya
y por lo tanto, el proletariado aparece después. inflamada elocuencia conmueve a los congresis-
En este terreno, los católicos se han dejado tas de Maguncia: Guillermo Emmanuel, barón
tomar ventaja por los contrarios; los protestan- Von Ketteler (1811-1877).
tes, que han fundado la Asociación general de Sin duda alguna hay que buscar el origen
beneficiencia de Stuttgart y la obra de los orfe- del despertar de la conciencia alemana al pro-
linatos del buen Wichern; los socialistas, o, me- blema social en esa serie de sermones que en
jor dicho, los precursores del socialismo, con 1848 y 1849 pronuncia el abate Von Ketteler
Federico Lasalle. Verdad es que se ha hablado en la catedral de Maguncia, a petición de su
de cuestiones sociales en torno a la Mesa Re- propio Arzobispo. Inmenso es el título escogi-
donda de Guido Górres y en las famosas Hojas do: «Las grandes cuestiones sociales de nuestro
histérico-políticas creadas por él; incluso se ha tiempo.» Y desde lo alto de la solemne y sagra-
oído en 1837 al profesor Buss, apóstol de la Sel- da cátedra van cayendo, sobre un auditorio in-
va Negra, gran militante de Badén, denunciar numerable y apasionado, frases sorprendentes,
la miseria de los jóvenes proletarios, demostrar terribles. «Habéis expulsado a Dios del corazón
los peligros de una industrialización incontrola- del hombre y éste ha convertido en dios a su
da y proponer a la Cámara, cuarenta años an- propiedad». «Una montaña de injusticia aplas-
tes de Bismarck, un primer esbozo de legisla- ta al mundo; el rico malgasta y derrocha, de-
ción obrera; también le hemos visto intentar la jando que sus hermanos los pobres se consuman
fundación, en 1846, de un «partido campesino» en la privación de las cosas más necesarias. ¡El
a la vez antiburgués y antirrevolucionario. Pero rico roba lo que Dios ha destinado a todos los
esos generosos llamamientos han sido muy limi- hombres!» ¿Hasta dónde irá el joven y vehe-
tados tanto en sus intenciones como en su in- mente profeta? ¡Ni siquiera teme citar a Proud-
fluencia. hon! «La célebre frase: la propiedad es un
De pronto, todo cambia. Cuando, en octu- robo, no es pura y simplemente una falsedad;
bre de 1848, el canónigo Lenning reúne en Ma- contiene, al mismo tiempo que una mentira con-
guncia a 400 delegados del catohcismo alemán siderable, una verdad fecunda. Nos basta des-
para considerar en común la nueva situación truir todo lo que contiene de verdad para que
en que los acontecimientos colocan a la Iglesia, un día se convierta en falsedad completa.» Uno
en el programa del congreso incluye, entre otros tras otro, los sermones desarrollan esos temas,
temas de estudio, éste: «resolver el gran proble- criticando a la vez al liberalismo económico y a
ma del tiempo presente: la cuestión social». En los sistemas socialistas, evocando el drama de la
su discurso inaugural insiste sobre este punto: miseria obrera, suplicando a su auditorio que
«Debemos anunciar el socialismo del Cristia- preste atención a las exigencias de la justicia
nismo —exclama—, y no sólo con palabras, sino social. Nada de soluciones concretas: el abate
con hechos vivos de dedicación y sacrificio.» Su Von Ketteler piensa aún que lo esencial está en
colega Heinrich le hace eco: para él hay tres la reforma interior de las almas. Solamente más
problemas, la defensa de los derechos de la Igle- tarde comprenderá que la transformación inter-
sia, la propagación de la verdad cristiana y el na, indispensable, debe ir junto a una reforma
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 69 .

de )as instituciones. Pero la sensación es inmen- orden (al que tan adheridos están sus hermanos
sa en el auditorio de Maguncia y aun fuera de de Francia) como algo exterior, limitado a la
él. Poco después, su valor valdrá al joven abate sumisión de los trabajadores y al mantenimien-
el ser nombrado Obispo. El catobcismo social to de la presente situación social. Mucho menos
alemán ba nacido. doctrinarios que sus émulos franceses, serán
El movimiento va a desarrollarse rápida- más prácticos y realizadores. No surgirán entre
mente en todas las direcciones. Los congresos ellos teóricos como Buchez —algunas de cuyas
regulares celebrados por seglares, que son una ideas toma Schueren—; pero sus obras sociales
de las originalidades del catobcismo alemán, no serán sóhdas, muy bien organizadas, conducidas
dejan ya pasar una sesión sin abordar por lo con toda disciplina. Algunas durarán hasta
menos un aspecto del problema social: en 1858, nuestros días...
en Colonia, se babla de los «compañeros» y Otro rasgo de ese catobcismo social alemán
emigrantes; en 1859, en Friburgo, de nuevo de es el haber nacido, sobre todo, de la acción de los
los compañeros; en 1862, en Aquisgrán, de los sacerdotes e incluso de los obispos. Mientras en
criados y obreros agrícolas; en Francfort, en Francia la casi totahdad del Episcopado se nie-
1863; en Wurtzburgo, en 1864; en Tréveris, ga a interesarse por el problema social y la masa
en 1865, y en Innsbruck, en 1866, se aborda del clero lo ignora, la consigna de Alemania es
siempre la cuestión fundamental del proletaria- «acercar a la Iglesia al pueblo para acercar al
do industrial. «¿Quién no puede ver — exclama pueblo a la Iglesia». Igualmente, en tanto que
en Francfort el párroco Tbissen— que hay en las obras sociales en Francia son casi única-
tomo a nosotros una clase de población que mente fundadas por seglares, en Alemania, la
merece en el más alto grado nuestra simpatía? mayoría de ellas tienen a sacerdotes al frente;
Es esa masa de obreros y artesanos que sostie- o, en todo caso, éstos representan un papel deci-
nen duramente la lucha por la vida y que, en sivo de consejeros. Tales son los caracteres que
medio de los grandiosos progresos de la indus- señalarán al catobcismo alemán hasta nuestros
tria, miran al porvenir sin consuelo.» Y los días.
jesuítas misioneros que recorren toda Alemania
extienden llamamientos semejantes por do-
quier. Algunos obispos como Monseñor Weis,
de Spira, los repiten por su parte; éste llega a Un zapatero y un señor terrateniente
exclamar que «la suerte de los asalariados de las
ricas fábricas es más opresiva que la antigua Pero hay otra nota característica, que muy
servidumbre». De lo mismo habla Joerg en las definida en sus comienzos, irá atenuándose con
Hojas histórico-políticas; el convertido Pilgram, el tiempo en el catobcismo social alemán. En vez
antiguo discípulo de Hegel, pubbca en 1855 un de pensar, como los franceses, en suscitar nue-
libro acerca del problema en el que reclama la vas instituciones, un orden cristiano nuevo, mu-
comunidad rehgiosa de bienes como solución chos espíritus germanos se inspiran en una con-
al problema social; con más matices, el econo- cepción ideahsta de la Edad Media, cuando las
mista Schueren, aprobado por el Cardenal Geis- instituciones protegían a las gentes humildes
sel, presentada expansión del Cristianismo como contra la explotación de los ricos. Así aparece
indispensable complemento de la indispensable con frecuencia en ese cuadro bastante anacró-
renovación social. nico —y romántico— el caso de las viejas corpo-
Así, al contrario que los catóbcos franceses raciones, del compañerismo y las hermandades
a quienes hemos visto imirse en masa al «par- de oficios, en los que hay que situar audacias de
tido del orden», los catóbcos alemanes, tan in- pensamiento muy modernas y grandes realiza-
quietos como aquéllos por la amenaza revolu- ciones sociales.
cionaria y socialista, sienten más sus responsa- Dos significativas figuras aparecen ahí, a
bihdades sociales de cristianos. No conciben el plena luz: la de Adolfo Kolping (1814-1865), el
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

zapatero, y la del barón Burghard von Schorle- mites de Elberfeld. El Cardenal Geissel, de Co-
mer AIst (1825-1895), antiguo oficial y propie- lonia, oye hablar del apóstol y le ofrece un vi-
tario de tierras. Hijo de un obrero, el joven cariato —muy mal pagado, por cierto— en su
Kolping ba tenido que esperar a los veintitrés catedral. El abate Kolping acepta y he aquí a la
años para obedecer a una vocación religiosa que familia Kolping instalada en la gran metrópoli.
le atormenta desde hace tiempo. Es por enton- Por supuesto que no faltan las críticas: los siete
ces oficial zapatero en casa de un patrono que primeros seguidores del Gesellenverein son tra-
le estima tanto como para desear hacer de él tados de «desgranadores de rosarios». Pero su
su yerno: unos bellos ojos lloran cuando el jo- número aumenta rápidamente. Su «padre» pre-
ven anuncia que va a marcharse al seminario. dica en la catedral y, ante toda una asamblea
¡Pero no es tan cómodo llegar a ser sacerdote! El burguesa, recuerda con orgullo que es hijo de
primer párroco a quien comunica su deseo, le obreros, antiguo zapatero remendón y que no se
contesta con una broma latina fácil de enten- avergüenza de ello. Sus frases golpean dura-
der: Ne sutor ultra crepidam! Felizmente, u n mente los. egoísmos, evocan la pobreza de los
vicario a quien ofendían menos los ascensos so- jóvenes oficiales de los que nadie se ocupa.
ciales toma a Adolfo bajo su protección, y gra- Por su voz, no sólo se expresa la Iglesia que va
cias a él puede ir a hacer sus estudios a la Uni- al pueblo, sino la Iglesia nacida del pueblo, la
versidad de Munich, estudios que paga genero- Iglesia que es pueblo en sí misma; como en
samente una buena señora. Francia la de Ledreuille. Toda la Renania se
En 1845 es nombrado vicario de Elberfeld. llena de asociaciones, hasta el punto que ya en
Es un sacerdote sólido y jovial que gusta a la la primavera de 1850 se las puede federar.
juventud. Muy pronto le rodea un pequeño gru- También es conquistado a la causa el Sur de
po de aprendices y jóvenes oficiales; y él des- Alemania: Friburgo, Carlsruhe. Después des-
cubre sus descarríos morales y materiales y el pierta Baviera. En Viena, en Austria, un joven
abandono en que muchos se hallan. Hablando sacerdote, hijo de artesanos, se encuentra con
con el maestro de escuela Breuer, viénele la idea un robusto hermano mayor que, tuteándole, le
de instituir lo que más tarde se llamaría «ho- ordena seguir su ejemplo: es el abate Gruscha,
gar» ; primero en una trastienda, después en un futuro Cardenal-Arzobispo de Viena; obedece
local más amplio, reúne a sus muchachos en y, gracias a él, nace a orillas del Danubio un
torno a una jarra de cerveza y les enseña can- Gesellenverein. En Berlín, el joven Eduardo
tares a Nuestra Señora y a San Lorenzo, patrón Müller, hasta entonces confesor de las muy aris-
de la ciudad. La obra se desarrolla: Breuer, que tocráticas conciencias de la familia principesca
ha estudiado las hermandades y oficiabas de los Sagan, se lanza a la acción, hace hablar a Kol-
tiempos antiguos, prepara los estatutos de una ping ante un grupo reclutado en el Gotha y,
«asociación de oficiales» que ayudará, protegerá con el dinero recogido, funda una asociación
y guiará a los jóvenes. El abate Kolping se en 1855, la Kolpingfamilie cuenta con 104 gru-
muestra entusiasmado; seguidamente pone ma- pos y 12 000 adheridos. En 1858 surge una or-
nos a la obra. En 1846 se funda el primer Ge- ganización central. En 1865, cuando muera el
sellenverein (Gesellen: compañeros u oficiales). gran animador de aquella obra, los oficiales se-
Cuenta muy pronto con 251 adheridos, lo que rán más de 100 000.
supone un triunfo. Y Kolping sueña con la res- En sus orígenes, la finalidad perseguida
tauración moderna de la antigua oficiaba, con era sobre todo espiritual y caritativa. Tratá-
su sólida jerarquía en los oficios, con los «cur- base de proteger el alma de la juventud obrera
sos» que hacen los aprendices, con toda esa or- y remediar su miseria. Pero muy pronto se
ganización fraterna que la sacudida revolucio- añade el cuidado de organizar la profesión.
naria ha tirado por tierra. El folleto que publi- Tras lo cual, a medida que el movimiento ad-
ca en 1849 expone todo un programa. quiere amplitud, Kolping lucha por hacer mo-
El éxito supera muy pronto los modestos lí- dificar el régimen de trabajo y defender los de-
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 71 .

rechos del obrero: evolución que veremos repro- sus casas propias», ofrece un verdadero hogar
ducida y seguida en nuestros días en los movi- a sus jóvenes —incluso a los no catóbcos—, dis-
mientos católicos obreros, por ejemplo en la pone de bibhotecas y muchas veces de enfer-
J.O.C. En la práctica, el Gesellenverein apenas merías. El ejemplo de Kolping será seguido.
trae innovaciones. Por ejemplo, la idea de alojar Invitado a París a un congreso de obras de ca-
a los jóvenes obreros en casas pertenecientes a ridad, expone allí sus obras y sus tesis con una
la Obra, tomada del antiguo régimen de oficia- autoridad que hará impresión. Escuchándole,
lía, había sido ya experimentada en diversas Mauricio Maignen siente nacer en él la idea de
ciudades de Francia por la Sociedad de San Vi- esos «círculos de obreros» que fundará después
cente de Paúl en sus comienzos, pero con muy de 1871, en unión de Alberto de Mun, vista a
pocos medios y menos método, lo que había lle- una luz bastante distinta y menos señalada por
vado al fracaso; Kolping y sus discípulos ponen influencias medievales. Tanto por su influencia
en la obra todas las cualidades de orden y de como por la obra nacida de sus poderosas ma-
realización que se reconocen en su raza: sus nos —que durará hasta nuestra época— el anti-
casas, bien administradas, no conocen dificul- guo oficial zapatero surge así como uno de los
tades. adelantados del catohcismo social.
Pero en un punto aporta Kolping algo Ni por sus orígenes, ni por su realización, el
nuevo y se manifiesta muy avanzado con res- barón Von Schorlemer se parece, evidentemente,
pecto a su tiempo. Al contrario de los «patro- a Kolping. Seglar, de familia rica, no se interesa
natos» franceses, deja a sus jóvenes la mayor por los artesanos, sino por los campesinos, cuya
iniciativa posible. «Los oficiales zapateros —di- suerte entonces no es más envidiable que la de
ce— son los mejores en saber dónde les aprieta los oficiales. Aquel gran señor terrateniente,
el zapato.» Nada de uniformidad en la organi- que es un gran católico, descubre por sí solo
zación: cada grupo conserva su autonomía. lo que más tarde se llamará la función social de
A los sacerdotes situados en cada Gesellenve- la propiedad. «El gran propietario - d e c l a r a -
rein, Kolping les envía instrucciones llenas de debe vivir en cristiano. Es decir, distinguirse
prudencia; deben estar siempre presentes, siem- de quienes consideran un vasto dominio como
pre atentos, pero con discreción: deben incluso una ventajosa colocación de su capital o como
comprender que en esas experiencias sociales un medio de evitar los grandes calores del estío.
hay que aprender tanto como enseñar. Y para Debemos compartir los sufrimientos del pueblo
cada uno de sus círculos halla consejeros ecle- tanto como sus alegrías... Ante Dios, ricos o
siásticos tan prudentes como eficaces. Uno de pobres, todos somos servidores inútiles. Y sólo
eUos le sugiere imirlos en una nueva congrega- en este sentimiento puede basarse la verdadera
ción religiosa destinada a ese apostolado tan jerarquía social.»
especial; pero Adolfo Kolping se niega a ello: Y Schorlemer pone en práctica esos exce-
tal y como es, su obra le parece suficientemente lentes principios. En su Westfalia natal comien-
sóbda. za la industrialización, muy nociva para los
Y lo es en efecto. En 1865 está implantada campesinos. Poco a poco aquellas buenas gentes
en todo el catohcismo alemán, austríaco y suizo- son expulsadas de sus pequeños terrenos, para
germano. Tiene sus diarios y revistas en los que caer en la masa de un proletariado agrícola
el mismo Kolping escribe de modo atractivo. cada vez más amenazado. Tal evolución irrita
Un francés que vuelva de Alemania podrá com- en grado sumo el generoso corazón del antiguo
parar melancóhcamente los resultados obteni- mayor. Indígnase, sobre todo, al ver a tantos y
dos por la Compañía de San Francisco Javier tantos campesinos aplastados por las hipotecas
con los de la empresa alemana; la primera, dice, que una mala cosecha, una crisis de precios,
no reahza más que «una acción fugitiva», ape- les obligan a suscribir. A partir de 1858 entra
nas posee local propio, reúne a sus jóvenes en en acción. En 1862 tiene la idea de fundar una
una sala de catecismo; la segunda, «instalada en asociación de campesinos, y les muestra dos ob-
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

jetivos: permanecer buenos católicos y defen- treinta años; treinta meses después recibe las
der sus intereses. Primero son unos veinte los órdenes sacerdotales. Nombrado vicario de una
que le siguen; al cabo de seis meses, más de dos- pobre parroquia rural de Hannover, aquel gen-
cientos, y un millar, al año siguiente. Así han tilhombre encuentra las palabras precisas para
nacido los Bauerverein. hablar a los campesinos; se convierte en su pro-
Su papel será considerable. Difundidas videncia durante el hambre; en su médico, du-
primero por Westfalia, las asociaciones cam- rante una epidemia de tifus. Así, cuando tienen
pesinas se extienden luego por toda Alemania y lugar las elecciones para el Parlamento que se
se organizan a la perfección. Hasta la Primera va a reunir (1848) en Francfort, es elegido de
Guerra Mundial habrá en todas las provincias manera triunfad. Y como entrada, ante unos
una Bauerverein con su casa, su laboratorio téc- cuarenta diputados sacerdotes, entre los que
nico, su periódico, su banca cooperativa de prés- hay tres obispos muy preocupados por cuestio-
tamos agrícolas, su organismo de seguros mu- nes políticas, Von Ketteler afirma la importan-
tuos, sus almacenes de pastos y abonos. Si, fren- cia de la cuestión social, y el deber que tiene la
te a una industrialización desmesuradamente Iglesia de resolverlo. Aquél es el anuncio de
desarrollada, Alemania conserva un campesina- una carrera que tan brillantemente se inicia en
do, lo debe al católico social Schorlemer Alst. Maguncia.
El hombre es todo lo apasionante, seduc-
tor y atractivo que puede ser. Reúne la finura
y distinción de un aristócrata de vieja cepa a la
U n "obispo socialista",
audacia y la pasión de actuar de un caudillo.
monseñor Von Ketteler Patriota alemán, trabaja vigorosamente por la
unidad de su país; pero no aceptará en modo
Oficiales, aprendices, artesanos y campe- alguno la empresa estatizante y centralizadora
sinos cuentan así con sus defensores. Pero, de Prusia. Cuando llegue el período de la KuL-
¿quién se ocupará de los obreros de las fábricas, turh.am.pf, será uno de los adversarios con que
como aún se dice, cuya situación en Alemania Bismarck habrá de contar. La misma adhesión
no es más envidiable que en Francia, Bélgica o a un concepto germánico, tradicional, de su
Inglaterra? De ellos se habla en la mayoría Iglesia, hará de él un oponente al dogma de la
de los congresos católicos y hasta desde los pul- Infalibilidad pontificia. Pero aquel gran comba-
pitos. Pero, ¿quién se encargará de su defensa? tiente es admirable cristiano, un sacerdote en
¿Los socialistas de Lassalle o los católicos? Un el sentido más noble de la palabra, un pastor
hombre responde a esta pregunta. Es aquel jo- de almas. Vive y morirá pobre. Sus jornadas
ven abate Von Ketteler, cuya elocuencia de fue- son las de un monje, lo mismo que sus comidas
go removió a toda Maguncia hasta el punto y sus penitencias; su postrer refugio lo hallará
que, dos años después, Roma le eleva a la ilustre en un convento de los humildes capuchinos.
Sede Episcopal. Por su origen es un hidalgo Toda su gestión episcopal está jalonada por in-
westfaliano, como Schorlemer. Siendo estudian- numerables realizaciones apostólicas: fundacio-
te se ha batido en duelo como sus cam aradas nes de seminarios, organización de misiones,
hacen. Salido de la Universidad, ingresa en la creación de obras de piedad y caridad en las
administración, y su familia sueña con que lle- que se interesa personalmente. Hay algo de un
gue a prefecto. Es el momento en que estalla Carlos Borromeo y de un Francisco de Sales en
el conflicto entre el gobierno prusiano y la Igle- ese sacerdote aristócrata que no ama la demo-
sia, del que ya hemos hablado; el instante en cracia, combate a los socialismos y sabe colo-
que Monseñor Zu Droste-Vischering es ence- carse al nivel del pueblo, participar de las an-
rrado en una fortaleza; el joven Von Ketteler, gustias de los más débiles y, en nombre de és-
en señal de protesta, cirro ja su dimisión a sus tos, reclamar justicia.
jefes. Y entonces entra en el seminario; tiene Su acción social se ejerce, sobre todo, por
Proclamada la infalibilidad, los Padres, invitados (pintura de Ademollo). Se ha acabado el reinado
para volver en noviembre, están de nuevo en sus temporal de los papas. No podrá celebrarse la nueva
diócesis. Pero el 20 de septiembre de 1870 las tropas sesión conciliar.
de Víctor Manuel y del general Cadorna entran en Museo elei Risorgimento. Milán.
la Ciudad Eterna por la brecha de la Porta Pía
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 75 .

la pluma y la palabra. Son incontables los ser- insistía en la reforma interior; ahora, sin aban-
mones y discursos en que trata el tema, lo mis- donar ese aspecto del problema, piensa que son
mo que sus pastorales y artículos. En 1864 pu- indispensables las reformas de estructura. Hay
blica u n libro: La cuestión obrera y el Cristia- que llamar indudablemente a los católicos a un
nismo, en el que resume sus ideas. Estas ideas esfuerzo por la justicia social, que no es más que
son audaces: al llegar al Episcopado, Monseñor un aspecto de la caridad; pero es igualmente
Ketteler no ha perdido nada de la vehemencia necesario que las virtudes personales estén en-
del predicador de 1848. «Hoy no existe duda cuadradas, protegidas y hasta suscitadas por
posible: la existencia material de la clase obre- instituciones cristianas. No se resolverá la cues-
ra, es decir, de la mayor masa de ciudadanos tión social sin una restauración total de la socie-
de todos los Estados modernos, la de sus fami- dad, que tienda a darle sus bases orgánicas de
lias, el pan cotidiano del obrero, de su mujer y antes, las que el sistema hberal-capitahsta ha
sus hijos, está sometido a todas las fluctuacio- dejado destruir.
nes del mercado, tratado como mercancía. ¿Co- Contra este sistema y contra las doctrinas
nocéis algo más deplorable que semej ante si- que —como la de Manchester— lo apoyan, Mon-
tuación? ¿Qué sentimientos debe suscitar en el señor Von Ketteler no tiene nunca palabras lo
corazón de esos desventurados? La Europa libe- bastante violentas. El capitalismo industrial es,
ral nos ofrece el mercado de esclavos, tal y co- a sus ojos, responsable de los males que advierte
mo nos lo fabrican nuestros liberales, nuestros todo el mundo, la ruina del trabajador, su ex-
francmasones filántropos, ilustrados y anticris- plotación por el patrono —«verdadero verdugo
tianos.» ¿No debe preocuparse la Iglesia de tan de toda una masa», escribe—, el odio que de ahí
dramática situación? «Algunos claman: ¿en resulta y la lucha «a vida o muerte» de unas
qué toca al sacerdote la suerte de los obreros?» clases sociales que debieran colaborar entre sí.
Ketteler responde: «No tengo sólo el derecho, Teorías como las de Adam Smith son inadmi-
sino la obligación de conbcerla, de formarme sibles: la absoluta libertad pone al débil en las
una opinión y exponerla públicamente. La cues- manos del fuerte. Las realizaciones patronales y
tión obrera me toca a mí, Obispo, tan de cerca capitalistas, a la manera de las que trata de
como me toca el bien de todos los fieles de mi instituir Schulze-Delitzsch, no son más que pa-
diócesis, y los que pertenecen a la clase obrera hativos o cebos. Aquel obispo no retrocede ante
me son especialmente queridos.» No puede uno ninguna audacia. «En otros labios que no sean
sorprenderse de que Le Temps, el grave perió- los vuestros —le escribe con un poco de mahcia
dico parisiense, al publicar un detallado análi- un vicario de Aquisgrán— nuestros catóbcos
sis del libro episcopal, dé a su referencia un ex- burgueses no podrían soportar semejantes ver-
presivo título: «Un obispo socialista.» Por su dades.»
parte, Monseñor Von Ketteler no oculta en abso- Pero Von Ketteler no se limita a la crítica
luto su admiración por Lassalle, «el Lutero del y propone soluciones acerca de numerosos pim-
socialismo», como entonces se le llama; admi- íos. Su gran idea es la asociación obrera: hoy lo
ración que Lassalle le devuelve, declarando a lo llamaríamos sindicato. Independientes del Es-
largo del Rhin que el prelado está «en olor de tado y más independientes aún del capitahsmo,
santidad». Incluso se establece una breve corres- esas asociaciones obreras deberán ser fuertes
pondencia entre ambos hombres. La crítica del para compensar, incluso en el terreno pohtico,
sistema capitalista que Lassalle ha iniciado en la influencia de los patronos y trabajar por lo-
1863 es recogida e incluso desarrollada por grar las indispensables reformas: la garantía
Monseñor Von Ketteler: tres años antes de la de un salario mínimo independiente del merca-
pubhcación de El Capital, esboza incluso la do del trabajo y de sus elementos aleatorios; la
teoría del «trabajo-mercancía» que Karl Marx reglamentación de las condiciones de trabajo,
expondrá y apoyará en cifras. que prohiba el empleo de niños y proteja a la
Ketteler evoluciona de 1848 a 1864. Ayer, mujer; la ayuda a la madre de f a m i l i a que
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

trabaja en su hogar. Sus ideas, sorprendentes congresos socialistas. En torno a él fúndanse


para la época, y más aún en labios de un impor- equipos de sacerdotes sociales que extienden y
tante miembro de la Jerarquía, son expuestas prolongan su obra: con el deán Lenning —el
por Von Ketteler en toda circunstancia y ante impulsor de 1848—, su sobrino Moufang y el
cualquier auditorio. En 1869, ante miles de canónigo Heinrich, auxiliares inmediatos del
obreros que le aclaman. El mismo año, los obis- Arzobispo en su acción pastoral, proseguirán su
pos alemanes que deben reunirse en un Sínodo enseñanza. Y el impulso que ha dado lanza a la
nacional antes de acudir al Concilio Vaticano, acción a un joven sacerdote de Aquisgrán, el
reciben de sus manos un verdadero programa: abate José Schings, fundador de las Hojas cris-
pide a todos que funden en sus diócesis centros tianas sociales, y el abate Hitze, que con él tra-
sociales que ayuden al progreso obrero y a la bajará en unificar las Asociaciones obreras, y
creación de Asociaciones de obreros. En aquel todos los que se encuentran en la Volksverein y
informe se encuentran cosas extraordinarias: el movimiento de Munich-Gladbach. Los ar-
por ejemplo, un proyecto de participación obli- tículos que publica en las Hojas histórico-polí-
gatoria de los obreros en los beneficios, o el de ticas su nuevo director Edmundo Joerg, y su
la creación de una institución de crédito que libro Historia de los partidos político-sociales
permita a los trabajadores poseer el dinero de la en Alemania, están en todo de acuerdo con las
empresa. Sin duda alguna, no se trata de un tesis del Arzobispo. En Suiza, el capuchino Teo-
conjunto doctrinal completo, de un verdadero dosio, que sueña con la creación de una especie
sistema: nada semejante, ni en el análisis críti- de sacerdotes-obreros, y Bernard von Myer, exi-
co, ni .en la síntesis constructiva, al monumen- liado de Austria, que tiende a la posesión co-
to que entonces precisamente edificaba Marx. munitaria del capital, son discípulos suyos.
En algunos puntos fundamentales, por ejemplo, Conocida es la frase de León XIII, el Papa
el papel de Monseñor Von Ketteler resulta poco de la primera Encíclica social, la Rerum Nova-
claro. Pero al menos quedan establecidos los rum: «Ketteler fue nuestro gran precursor.» El
grandes principios que serán los del catolicismo catolicismo social ha debido mucho al Arzobis-
social moderno. po de Maguncia, a aquel infatigable luchador
Hay que añadir que, en el terreno prácti- de las causas generosas. Pero las consecuencias
co, las realizaciones del gran Arzobispo de Ma- de su acción fueron aún más profundas. Tra-
guncia son importantes. A su amparo nacen las bajando en consolidar más y más los lazos de
Asociaciones de trabajadores católicos —que se unión entre la Iglesia y la clase obrera, dio ba-
desarrollarán sobre todo después de la Kultur- ses populares extremadamente sólidas al cato-
kampf-; surgen grupos de juventud —más o me- licismo alemán; es significativo que la Iglesia
nos imitados de los de Kolping—; cajas de so- católica haya conservado en gran medida aque-
corros, hogares de obreros, oficinas de coloca- llas masas, en tanto que el proletariado protes-
ción y hasta sociedades inmobiliarias para edi- tante pasaba rápidamente al socialismo revolu-
ficar casas obreras: cosas todas que hay que po- cionario.
ner al crédito del gran prelado. Y más aún: No debe perderse de vista esto cuando se
porque ese papel de gran impulsor se traduce en asista al nacimiento del gran partido católico
todo el catolicismo alemán por un extraordina- alemán, el Centro; sin ese enorme apoyo del
rio impulso hacia las cuestiones sociales. La pueblo, ¿hubiera logrado la Iglesia vencer a
influencia personal de Von Ketteler es extraordi- Bismarck en la Kulturkampf, y hubiera tenido
naria; de toda Alemania, y de fuera de su país, que inscribir el Canciller en las tablas de su des-
recibe innumerables muestras de simpatía. Un tino el nombre de Canossa después del de Sa-
humilde mecánico le escribe que, no atrevién- dowa y Sedán? Más profundo aún: ¿no es el
dose a verle en la tierra, espera encontrarle en gran Arzobispo Von Ketteler quien ha dado el
el cielo para agradecerle «el haber sido un gran catolicismo alemán uno de sus caracteres fun-
hombre de bien». Su nombre es aclamado en damentales que aún conserva, la costumbre de
\
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 75 .

«considerar lo social desde el punto de vista de el diario de los grandes propietarios rurales, fe-
un orden armonioso..., más que como un rudo derahstas, hostiles ad gobierno imperiad centra-
combate con sus odios, sus triunfos y sus de- bzador y al capitahsmo industriad. Y en las co-
rrotas?» 1 Y no en vano, cuando en 1878 sean lumnas de ese diario expone sus ideas con las
votadas en Alemania las primeras leyes socia- que, poco a poco, elabora una doctrina.
les, en vanguardia sobre toda Europa, se las lla- En buena pairte, esas ideas proceden di-
mará «Leyes Ketteler», en homenaje al gran rectamente de las de Ketteler. Como éste, de-
prelado ya difunto. nuncia en el capitadismo la exclusiva búsqueda
del provecho propio, la iniquidad de un régi-
men que mantiene al obrero en la miseria y la
servidumbre. Va aún más lejos que aquél en
Hacia el corporativismo y diversos puntos, por ejemplo, cuaindo sostiene
el paternalismo que «la propiedad tiene ima función sociad» en
términos que recordairán León XIII y Pío XI, o
La enorme cantidad de ideas de Ketteler, cuamdo muestra la necesidad de instituir ver-
sus realizaciones, sus planes para el futuro, y daderos Seguros sociales. Pero sobre todo tiene
las creaciones de Kolping y de Schorlemer, por el mérito de situar sus críticas y proyectos en
diferentes que sean entre sí, proceden de una un cuadro general. Según él, «bay que susti-
idea común: hay que trabajar por la restaura- tuir la actual división horizontal de clases so-
ción de un orden social subvertido por las fuer- ciales por una división profesional vertical
zas del mal. Paira ninguno de aquellos tres hom- uniendo a patronos y obreros en corporaciones
bres se trata de rehacer las corporaciones del ainálogas a las de la Edad Media, en las que se
Antiguo Régimen; pero sí piensan lo que aqué- sientam sohdairios los unos de los otros».1 Des-
llas hain aportado en sus tiempos, podría ser aparecería así el salairio, reemplazado por la
utilizado, transpuesto en términos modernos. De participación de los obreros no solamente en
ahí va a salir un movimiento que en nuestra los beneficios, sino también en la propiedad de
época será uno de los cabadlos de batailla del las empresas. Una atmósfera profundaunente re-
catohcismo social: el corporativismo. Y preci- hgiosa —piensa Vogelsang— permitirá el buen
samente será un discípulo de Von Ketteler quien acuerdo de todos y el armonioso funcionamien-
formule su teoría. to del sistema; pero ahí está el punto débil de
Llámase Karl von Vogelsang (1818-1890); su teoría, porque si en la Edad Media el coipo-
es un barón del Mecklemburgo, un alto fun- rativismo ha sido vigoroso y ha funcionado
cionario prusiano, tan feudad de temperamento bien, ¿no fue porque la sociedad entera era
que, cuando Federico Guillermo IV hace a sus cristiana? ¿Lo es aún la del siglo XIX, o puede
súbditos adgunas concesiones constitucionades, volver a serlo? Pero eso no impide que las ideas
se muestra indignado. Pero convertido al catoh- de Karl Vogelsang ejerzan ima influencia con-
cismo después de una pascaliana crisis de con- siderable. Industriades y patronos importamtes
ciencia, descubre la escuela de Maguncia y, se inspiran en ellas paira readizaciones que des-
por ella, la existencia del problema social. En pués serán con frecuencia imitadas: seguros de
1864 se retira a Viena y se dedica por entero a enfermedad y vejez, pairticipación de los obre-
resolverlo. En su tarea está sostenido por miem- ros en los beneficios. Su discípulo, el joven con-
bros jóvenes, pero importantes, de la alta airis- de Von Blome, difunde esas ideas en su revista
tocracia austríaca, el príncipe de Licchtenstein, intemacionad La Correspondance de Genève.
el conde Von Blome, el conde Von Kufstein; Ahí las descubrirá La Tour du Pin, que a su
muy pronto llega a redactor de Das Vaterland, vez se inspira en ellas.

1. Joseph Rovan, Le Catholicisme politique en 1. Vaussard, Histoire de la démocratie chré-


Allemagne. tienne (Francia, Bélgica, Italia).
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

La situación en Francia ha evolucionado corros mutuos católicas, sobre todo en las pro-
desde 1848 de manera muy diversa. Perdida vincias. Y también a los católicos sociales se
toda influencia, los católicos demócratas ceden debe la creación, y el rápido éxito, de la Oeuvre
terreno y sólo quedan activos los católicos so- des crèches que se encarga de los niños cuyas
ciales de derecha, cuyos jefes siguen siendo, madres trabajan y a la que Marbeau une su
tras la muerte de Villeneuve-Bragemont en nombre: e igualmente la fundación de «colo-
' 1850, Armando de Melun y Agustín Cochin. nias agrícolas de la infancia», orfelinatos y ca-
Los unos, legitimistas, están en la oposición; los sas-reformatorios. Su mayor esfuerzo se encauza
otros (y el mismo Melun), aparecen más o me- hacia los patronatos en los que se trata de agru-
nos aliados al Imperio. Napoleón III está dis- par a los jóvenes, a los aprendices, para ofre-
puesto a ayudarles; quiere ser «social» y, como cerles distracciones sanas, una enseñanza pos-
dice juiciosamente Melun, «está muy bien dis- escolar y también el mantenerlos cristianos.
puesto a hacer el bien y a procurar la felicidad Cunden las obras de juventud de ese género:
del pueblo, pero a condición de que ese bien y llegan a casi 180. En París, Armando de Melun
esa felicidad le den en cambio alguna cosa: que preside una personalmente, y crea una rama
todo lo que en ese terreno se hace, parezca ve- femenina. En Marsella, el abate Timon-Da-
nir de él...». Por el contrario, el clero y la Je- vid; 1 en Angers, el abate Le Boucher, son in-
rarquía se interesan muy poco por sus esfuerzos. fatigables apóstoles de esa modalidad de acción
social. Los patronatos tienen incluso su diario,
Pocos son los obispos que, como Monseñor Dar-
Le Jeune Ouvrier; sus directores se reúnen re-
boy, Arzobispo de París, se muestren preocupa-
gularmente en congresos para estudiar los pro-
dos por la cuestión social. Raros los sacerdotes blemas en escala nacional. Allí se habla por
que se dediquen al apostolado popular, y más primera vez de un Apostolado obrero llevado a
raros aún los que comprendan que no sólo con cabo por el obrero mismo.
sermones se llevará al proletariado hacia la
Iglesia. Los progresos que hace entonces el so- Pero son numerosos los indicios que de-
cialismo, la orientación irreligiosa que adquiere nuncian que aquella actividad, tan meritoria,
cada vez con más fuerza, contribuyen a crear choca con serias dificultades. Los miembros de
confusiones y a sostener desconfianzas. Veuillot la Cofradía de San Vicente de Paúl comprue-
ve socialistas, revolucionarios, herejes, en todos ban que, en determinados ambientes popula-
y en todo lo social. En tales condiciones difici- res, sus visitas no son ya gratas. Observan tam-
lísimas Melun, Cochin y sus amigos continúan bién que los jóvenes entran cada vez en menor
trabajando en el terreno social. número en sus filas. Las sociedades católicas de
En el plano práctico, su acción no es nada socorros mutuos apenas penetran ya en la clase
obrera; en París puede incluso hablarse de fra-
despreciable. La Sociedad de San Vicente de
caso. Los patronatos ven acudir a los buenos mu-
Paúl hace espectaculares progresos: llega a con-
chachos, a los dóciles, pero una parte de la ju-
tar con más de 1 300 conferencias, quizá cerca ventud obrera les huye. Por otra parte, el mo-
de 1 600; a las famosas visitas añade otras acti- vimiento atraviesa una crisis en 1860: algunos
vidades, por ejemplo, la puesta en servicio de quieren dar más autoridad a los jóvenes, y cons-
los «hornos económicos» —nosotros diríamos' tituir una agremiación católica según el mode-
«comidas populares»— en los que los miembros lo de la de Kolping; otros se oponen a esa ten-
de la sociedad van a distribuir raciones alimen- dencia, y Timon-David hace fracasar el pro-
ticias a los pobres. El movimiento mutuahsta yecto.
que alcanza durante el Imperio tan gran desa-
rrollo, es en buena parte obra católica; Arman-
1. Acerca de este interesante personaje, cfr. el
do de Melun es el encargado de elaborar el de- libro del Canónigo Lecigne (Tolón, 1923), el del Pa-
creto que establece sus bases y, en el consejo de dre Sauvagnac, sobre su Pédagogie spirituelle (Mar-
la Mutualidad, los católicos sociales son muy sella, 1953) y la reedición del Método Timon-David
numerosos. Multiplícanse las sociedades de so- (1930).
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 77 .

Pruebas múltiples de que el catolicismo so- de las masas, debe ser condenado. En el cuadro
cial francés se busca a sí mismo. La Sociedad de de la profesión, el antagonismo de clases es un
Economía caritativa, tras algunos bandazos, ba error mortal: los patronos y los obreros deben
vuelto con energía a sus trabajos: Armando de sentirse solidarios, puesto que, en definitiva,
Melun la preside durante veintiocho años se- sus intereses son los mismos (y aquí Le Play in-
guidos. Su valor y audacia son innegables. No troduce, por otros caminos, el corporativismo
vacila en escribir que el mundo occidental «vi- de Vogelsang). Le Play se manifiesta hostil a
ve sobre un volcán subterráneo» y que la explo- cuanto proceda de la Revolución. Denuncia los
sión social se producirá fatalmente. Se atreve «falsos dogmas» de la «igualdad providencial»
a echar en cara sus equivocaciones a los católi- y del «derecho perpetuo a la revuelta». Pero no
cos, reprochándoles «su inmovilidad y su silen- es menos hostil al liberalismo económico que, en
cio», recordándoles que no basta con evocar nombre del provecho, destruye la f a m i l i a y de-
ante los pobres «los inenarrables goces del cie- grada al hombre. ¡Tampoco quiere sistemas es-
lo». Y se franquea un paso decisivo cuando, en tatistas, hasta el punto que reclama la supre-
1860, los viejos Anuales de la Chanté se c o n - sión de los ministerios de Agricultura, de Obras
vierten en la Revue d'Economie charitáble: así públicas y de Educación nacional! ¿Cuál será
comienza a distinguirse mejor lo social de lo entonces la sociedad ideal? Será «monárquica
caritativo y al obrero del pobre. Pero, en total, en la familia y en el Estado», pero «democráti-
de congreso en congreso, de artículo en artícu- ca en la comuna y aristocrática en la provincia
lo, de discurso en discurso, sigue siempre bus- y en el oficio». Será, en resumen, una especie de
cándose una doctrina. Y entonces hallan una inmensa familia, cuyo Pater familias estaría
los católicos sociales: una que está de acuerdo representado por todos los que, socialmente ha-
con sus profundas convicciones, antidemocráti- blando, ocupan lo más alto de la escala jerár-
cas, anturevolucionarias, fundadas en una con- quica: éstos deben tener conciencia de sus de-
cepción jerárquica de la sociedad y sobre la idea beres y trabajar por el logro de la armonía or-
de que, trabajando por la justicia social, se sal- gánica de la sociedad, haciendo reinar en ella
vará el orden. Esta doctrina es la de Federico el orden y la justicia. En cuanto a los demás,
Le Play (1806-1882). su deber es practicar el respeto: respeto al padre
Se trata de un hombre considerable, una en la familia, a las autoridades sociales, a Dios.
lumbrera del régimen imperial. Politécnico, in- Así, cada elemento social, bien colocado en su
geniero de minas, comisario general de tres Ex- puesto y lleno del sentido de sus responsabili-
posiciones universales, consejero de Estado. Sus dades, hará que todo funcione a la perfección.
ideas se ajustan a la moda. «Un Bonald reju- Innegablemente hay muchos elementos
venecido, progresivo y científico», dice de él buenos en la obra de Le Play, especialmente en
Sainte-Beuve; y Montalembert, cuando en 1864 sus ideas sobre el papel de las células sociales,
aparece La Réforme sociale, declara sencilla- la familia, el municipio, el oficio. El conjunto
mente que «es el libro más fuerte del siglo». Su no puede menos de agradar a los católicos, por-
teoría pretende ser científica. Multiplicando las que ese «decálogo universal» a que se refiere
monografías sobre gran cantidad de ejemplos tiene naturalmente el sentido de los Manda-
concretos, sacados de la historia o de la observa- mientos de Dios. Pero Le Play no es expresa-
ción en los numerosos países por él visitados, mente católico —o, mejor dicho, no lo será has-
Le Play afirma que pueden deducirse las reglas ta el fin de su vida—; y la «Sociedad interna-
que permiten a las sociedades ser prósperas. In- cional de economía social» cuenta entre sus
siste con justicia sobre las realidades de la fa- miembros con protestantes y hasta con agnós-
milia y del oficio que constituyen las células ticos. Pero su doctrina corresponde en gran ma-
vivas de la sociedad. Todo lo que destruye la nera a las tendencias profundas de los católi-
f a m i l i a , lo mismo las doctrinas irreligiosas que cos sociales de derecha, demasiado para que no
la excesiva industrialización y la proletarización se establezca entre ellos un espontáneo acuer-
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

do. Asociada a las teorías de la contrarrevolu- conciencia de sí misma, de su fuerza y sus de-
ción que, al mismo tiempo y con Blanc de Saint- rechos, y en que recibe con mayor intensidad
Bonnet y sus compañeros, van ganando terre- la influencia del socialismo? ¿Se hacía un ser-
no, y que hacen del catolicismo una «máquina vicio al catohcismo ad asociarlo a semejante
de guerra» contra las ideas de 1789, esa doctri- concepto de la acción social? Son muy pocos
na hará carrera.1 El Patemalismo ha nacido y los que se dan cuenta de que ahí existe un error.
va a señalar toda una corriente del catohcismo Armando Melun tiene la idea de vez en cuando
social. de que el porvenir pertenece a las «asociaciones
En esa perspectiva hay que situar la obra obreras» —nosotros diríamos a los sindicatos—
de los catóhcos sociales franceses bajo el Im- y a la responsabibdad del obrero mismo sobre su
perio, para comprender las razones de su semi- destino; pero reconoce que «el instinto de las
fracaso. Una obra como la de los patronatos clases altas ha rechazado esta tendencia demo-
—y hasta su mismo nombre— es, a este respec- crática» porque siente que «perdía mi privile-
to, muy significativa: trátase de «morabzar» a gio», mientras el pueblo «se queja de que la
la juventud obrera, como dice el abate Le Bou- caridad sea una expresión de supremacía con-
cher, a fin de que, llegada a la edad adulta, tra él». Más tarde üegará a decir: «Entramos
constituya un elemento de orden. En un plano en una era social en la que menos que nunca el
más general, existe la intención de lograr la fe- bienhechor del obrero deberá hacer sentir que su
licidad del obrero sin pedirle su opinión, sin aso- beneficiencia obbga.» Pero la corriente es ya
ciarle a las decisiones concernientes a su suerte, demasiado fuerte y arrastra al movimiento so-
como si fuera un menor de edad o un incapaci- cial catóbco en un sentido completamente di-
tado. El patemalismo, de esta manera, alcanza verso de lo que indican sus justas palabras. En
muy mala reputación. «Se desciende, se condes- ninguna parte, salvo en algunos escritores poco
ciende al pueblo» —dirá Péguy—. Y sin duda
conocidos, y cuya obra pasará por mucho tiem-
no falta injusticia. Los «paternalistas» han tra-
po inadvertida, como Francisco Bourgeois, se
bajado por mejorar la condición obrera: así ha-
cen esos «patronos sociales» cuyos modelos son propone la idea de que «confiando a los obre-
Agustín Cochin y su tío Benoist d'Azy, y que ros catóhcos la responsabibdad de las obras so-
en las empresas de las que son administradores, ciales catóhcas, se evitará la descristianización
como la Compañía de Orleáns y Saint-Gobain, y la lucha de clases y se llegará a una real me-
llegan muy lejos en el esfuerzo social, creando jora social». En la práctica, las excepciones son
cooperativas para el personal, servicios médicos, raras. León Harmel, patrono social, que en Val
sistemas de crédito y hasta asociando a los obre- des Bois ensaya, hacia 1870, una experiencia
ros en los beneficios.8 Pero el principio mismo totalmente exenta de espíritu paternalista. Y
del sistema, ¿puede ser aceptable en un mo- Maurice Maignen, de la Cofradía de San Vi-
mento en que la clase obrera tiene más y más cente de Paúl que, con su Cercle Montparnas-
se, intenta salir del estrecho marco del patrona-
to de aprendices y asociar a los obreros adultos
1. Se ha señalado con frecuencia que el pater- a la vez a la promoción social y a la recristiani-
nalismo de Le Play no es necesariamente cristiano. zación: ese Maurice Maignen, que será el ini-
La autoridad jerárquica ejercida por los mejores o ciador de La Tour du Pin. Pero sólo son casos
los mejor situados, puede estar basada en princi- aislados.
pios nada cristianos. En cierto sentido, las tecno- Alrededor de 1870, el movimiento social
cracias cuya dictadura anuncia Burnham como fa- catóbco parece concluir en el corporativismo y
tal, derivan también de Le Play.
el paternahsmo, igualmente «contrarrevolucio-
2. Pero la finalidad sigue siendo evidentemen-
narios». En Bélgica, Charles Périn, sucesor de
te paternalista. Así Cochin dirá en el Congreso de
Malinas: «Respetad las grandes fortunas porque Charles de Coux en su cátedra de Lovaina, de-
suponen grandes virtudes prácticas, un trabajo in- nuncia con vigor los abusos de que es víctima
dustrioso, una economía perseverante.» la clase obrera, y reclama valerosamente refor-
DIOS Y EL HOMBRE EN PUGNA 79 .

mas; pero no las concibe más que en el marco lugar bien modesto, hay que reconocerlo. Para
de un corporativismo cristiano autoritario y en denunciar las iniquidades sociales no brota de
un esfuerzo por mejorar la moral y el espíritu su pluma ninguna de esas frases fulgurantes
cristiano lo mismo entre los patronos que entre que halla para vituperar al liberalismo, al so-
los obreros. El «socialismo cristiano» en que se cialismo y a las potencias revolucionarias. Sin
apoya preconiza la renuncia, la abstinencia, la duda alguna, Emilio Keller, al comentar en su
castidad voluntaria, aceptando como fatal y libro La Encíclica del 8 de diciembre de 1864,
bueno en sí el progreso y la industria. Es muy se aplica hábilmente a demostrar que en la
escuchado y seguido. Y cuando Ducpétiaux, Quanta Cura y en el Syllabus n o solamente hay
apoyado en los resultados de minuciosas encues- principios básicos que permitirían a una socie-
tas llevadas a cabo por él acerca de la situación dad justa eliminar el problema social, sino
de las clases obreras, sobre el filósofo republica- también elementos positivos en los que puede
no Francisco Huet, y el periodista Adolfo Bar- hallarse el esbozo de una doctrina social, tan
tels, fundador del Débat Social, exigen para el alejada del sistema socialista como de la econo-
catolicismo social belga una orientación más mía política liberal.1 Rehacer una sociedad cris-
democrática y progresista, apenas hay quien tiana es el único remedio ideal y soberano, sin
les siga. «La causa primordial del desorden so- duda alguna, pero no es tan fácil de aplicar en
cial —dirá un orador en el Congreso de Mali- la situación presente. Y por otra parte, el Sylla-
bus, estrechamente interpretado, contribuye a
nas de 1868— está en el olvido de los deberes
orientar al catolicismo social en el sentido de
que la religión católica impone tanto a los obre-
la contrarrevolución, de un retorno a las jerar-
ros como à los patronos, y el remedio principal quías sociales y al paternalismo.2
está en la vuelta a la práctica de esos deberes.»
Y la dirección de la Fédération des sociétés ou-
vrières catholiques, fundada en 1868, es exclu-
sivamente burguesa. Manning, en Inglaterra,
no piensa de otro modo, incluso cuando su insu-
perable caridad le valga el ser llamado «Padre Tras cincuenta años de esfuerzos
de los Pobres y Cardenal de los obreros». Gas-
pard Descurtís, gran realizador de obras sociales
en Suiza, obedece a los mismos principios. En Medio siglo ha pasado, en 1870, desde que
Italia, donde el estudiante Nicolo Rezzara se los católicos comenzaran a despertar a la con-
prepara a una acción social más audaz, el joven ciencia social. Tesoros de buena voluntad, de
Cardenal de Perusa, Joaquín Pecci, que, sin em- generosidad y de valor han sido derrochados por
bargo, ataca con tanta vehemencia «el indigno ellos. ¿Con qué resultados? La primera respues-
abuso de los pobres y los débiles por parte de ta que acude a la mente es: bien escasos. El
quienes los explotan en provecho propio», y que catolicismo social no ha logrado aún alcanzar
juzga tan exactamente «el vicio de las fábricas un puesto entre las grandes corrientes de ideas
modernas» que consiste en aislar al dueño del y los grandes movimientos que arrastran consigo
trabajador y reducir a éste al nivel de una má- a aquella época. No ha logrado sacudir la indi-
quina, que utiliza incluso el vocabulario mar- ferencia social de la gran masa católica, que
xista para denunciar «la ley del bronce», no
propone aún como solución más que el retomo 1. Sabido es que, leyendo en su cautividad en
al Cristianismo y a la Iglesia, «que da al traba- Alemania, el libro de Keller, dos jóvenes oficiales
jo su dignidad, su potencia de producción y con- franceses, Alberto de Mun y René de La Tour du
Pin, descubrirían la cuestión social.
cilia la ruda obligación con la libertad huma-
2. Alberto de Mun llegaría a decir que entre
na» ; León XIII irá más lejos. su obra social y el Syllabus hay la misma relación
Por lo que toca id Papa reinante, a Pío IX, que «entre el producto y el principio, entre el efec-
¿qué puesto ocupa en toda esta corriente? Un to y la causa, entre el hijo y la madre».
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

sigue prisionera de sus rutinas, de su egoísmo to. No es culpa suya el que los acontecimientos
o, en el mejor de los casos, de una concepción en de 1848, al provocar la reacción pohtica y sociad
exceso espiritual e individual de la religión. que hemos visto, eliminen la mitad de entre
Tampoco ha conseguido reconquistar seriamen- ellos, y precisamente aquella mitad que mejor
te a la clase obrera; y, si es exagerado decir con sentía su época, sus exigencias, y que era la
el Padre Barbier, gran enemigo de todo lo cató- mejor capacitada para oponerse a los sociadis-
lico social, que ias obras católicas no cuentan mos, colocándose en el mismo terreno que ebos.
más que con <dos atrasados de la industria, los Pero su error consistió en no hacer un esfuerzo
parásitos de las fábricas, bedeles de bastón roto lo bastante serio paira comprender con profun-
y sacristanes jubilados», hay que admitir, desde didad las condiciones de su tiempo, el meca-
luego, que lo más selecto del mundo obrero no nismo del sistema capitalista y sus consecuen-
ha vuelto a la grey de Cristo. cias: las consecuencias que traúa para la Iglesia.
Pero sería absolutamente injusto atenerse Muchos de aquellos catóbcos creyeron que
nada más a este balance decepcionante. Gra- podría reformarse la vida social simplemente lu-
cias a la acción, muy desordenada, es cierto, y chaindo contra la injusticia, sin darse cuenta de
hasta contradictoria, de los diversos grupos de que las condiciones sociales y las instituciones
catóbcos sociales, un número creciente de cató- debían ser reformadas en sí mismas. Para de-
licos ha descubierto que existe un problema so- cirlo en una palabra, el catobcismo social que
cial que pone en tela de juicio su propia religión entonces comenzaba estaba cruelmente fadto de
y que es deber suyo trabajar por resolverlo: no doctrina: eso era excusable hacia 1830, en la
son aún muy numerosos, pero siguen en la época en que, como dice Engels, «a la no ma-
vanguardia de un ejército que crecerá después. durez de la producción capitahsta, a la inma-
Se han destacado algunos grandes principios, durez de las clases, corresponde la de las teo-
especialmente en lo que toca a los deberes de rías» ; pero no es tan expbcable en 1870; ha ocu-
los ricos y los patronos, en cuanto a la función rrido un gravísimo retraso con respecto a los
social de la propiedad, y, sobre todo, se ha im- gramdes doctrinarios del sociahsmo ateo. Como
puesto la idea de que en la enseñanza de Cris- sucede en otro terreno, aunque vecino, por cier-
to, en la tradición de la Iglesia, se pueden y de- to, el de la especulación pura, de la crítica y de
ben hallar las normas para resolver el problema la filosofía, a los catóbcos de 1815 a 1870 les
social. También se destaca un esquema idead de ha faltado demasiado, en el plamo social, inteli-
esos esfuerzos del pensamiento y la acción: el gencia creadora, audacia constructiva, poder
de una sociedad más justa, más fraternal, de la de atnáhsis y de síntesis. ¿Puede hablarse de
que serían eliminados a la vez la explotación del equivocación? ¿Qué clase social, qué pueblo y la
hombre por el hombre y el amtagonismo de Iglesia misma es acaso responsable de los ge-
clases. nios que nacen o no nacen en su seno?
El fracaso —si es que hay fracaso— o, por Pero uno se pone a veces a imaginair lo
mejor decir, el semifracaso, se debe en parte a que hubiera sido el destino del mundo si El Ca-
causas independientes de la acción de los ca- pital hubiera sido escrito por un catóbco, o si
tóbcos, y en parte a su insuficiencia en este pun- Carlos Marx no hubiera sido ateo...

Y
ORBIS TERRARUM 81

v n . ORBIS TERRARUM

Orbis terrarum túa en el cuadro de los acontecimientos histó-


ricos que, en cierta medida, lo explican y, en
Enumerando los títulos que el catolicismo todo caso, con respecto a algunos puntos preci-
posee para exigir la fe de la humanidad, el sos, lo han ayudado. Al menos dos son de gran
Concilio Vaticano, en su última sesión solem- importancia: el aflujo de emigrantes a Amé-
ne, puso entre ellos, a la cabeza, «la sorpren- rica del Norte, por una parte; y por otra, el
dente propagación de la Iglesia a través de to- impulso que en el siglo XIX lleva a los euro-
das las naciones». Aquella afirmación estaba peos hacia la exploración de los continentes y
fundada: la historia del siglo que estudiamos la expansión «colonial». Efectivamente, estos
proporcionaba una brillante prueba. Lejos de acontecimientos han podido ayudar a la ex-
limitar su actividad a aquellas regiones de la pansión católica: la llegada en masa a los Es-
tierra en que se había establecido mucho tiempo tados Unidos de irlandeses e italianos ha supues-
atrás, lejos de limitarse a resolver los arduos to una buena oportunidad para la iglesia de
problemas que en esas regiones encontraba, la América. Y veremos que en diversos casos
Iglesia católica encontró una vez más esa fuer- —aunque no en todos— las Misiones pudieron
za de expansión, esa vocación de apostolado que ser ayudadas y protegidas por los gobiernos colo-
otrora hicieron su grandeza y su gloria. Eran nizadores. Pero esas condiciones históricas están
ya incontables los puntos del globo donde, mu- lejos de explicar el impulso, literalmente prodi-
chas veces al precio de pruebas y sufrimientos gioso, que decidió a tantos hombres y mujeres a
extraordinarios, sus hombres plantaban la cruz exponerse a los peores riesgos para ir de nuevo a
y preparaban los campos para próximas cose- enseñar el Evangelio a al gimas tribus de ne-
chas. Podíase admirar el vigor con que se afir- gros, de indios o de esquimales; como tampoco
maban frente a sus competidores —más aún explican el empeño que pusieron los canadien-
adversarios— las jóvenes iglesias de la América ses franceses católicos en no dejarse absorber
del Norte, las de Estados Unidos igual que las por los victoriosos protestantes. En gran pro-
del Canadá. Sí: aquella propagación tenía algo porción, las circunstancias son lo que los hom-
de «sorprendente». bres hagan. Ni la expansión colonial ni la
afluencia de emigrantes hacia los países nue-
Sobre todo si se comparaba la situación de vos de América hubieran servido a la Iglesia si
1870 con la de comienzos de siglo. Entonces, en ésta no hubiese contado entonces con reservas
el instante mismo en que la Revolución sacudía de valor y energía y con una profunda vita-
los fundamentos de la vieja Europa cristiana, lidad.
hubiérase podido creer en una definitiva de-
tención de la expansión católica. Dañadas ya Y aquí está una de las dos grandes señales
cruelmente por los acontecimientos de la edad —la otra es la fuerza de la vida espiritual en
de las luces, las Misiones no ofrecían más que su seno1— por las que puede reconocerse que
campos de ruinas. Frente a la marea viva de las esta Iglesia católica, atacada por tantos adver-
iglesias y sectas protestantes, el catolicismo de sarios, enfrentada a tan terribles problemas,
Norteamérica parecía tener que luchar fuer- no era ese otro «hombre enfermo» del mundo
temente para conservar sus posiciones. ¡Qué de que hablaban algunos. Es posible que en el
cambio sesenta años más tarde! Podía hablarse, terreno de la política hubiera podido trazar su
punto por punto, de un retorno: allí donde camino de modo diverso a como lo hizo. Quizás
el catolicismo parecía a punto de desaparecer en en el plano de las ideas hubiera podido desearse
otro tiempo, o había quedado reducido a una más fuerza creadora. Pero no es menos cierto
actitud de angustiada defensa, ahora se le veía que aquella Iglesia del siglo ateo conservaba en
dispuesto y resuelto a la conquista. A un melan- sí un poder de renovación, una juventud extra-
cólico balance sustituía un positivo éxito.
Sin duda alguna ha podido observarse que 1. Este tema será desarrollado en el capítulo
esa recuperación de la expansión católica se si- próximo.
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

ordinaria. Sus santos dan testimonio de ello, fuerzo.1 En todo caso, constituye la gran histo-
igual que aquellos de sus hijos que cayeron már- ria de la resistencia, de las luchas, de la recon-
tires en la amarilla Asia, en Oceanía, en Afri- quista de sus derechos legítimos realizados por
ca. Una Historia de la Iglesia en el siglo XIX un pueblo. Y a todo ebo está estrechamente
quedaría gravemente incompleta si, al relato asociada la Iglesia catóhca.
de las luchas políticas y sociales, o al de los Se dice con harta frecuencia que lo que ha
grandes conflictos ideológicos, no se añadie- permitido a los canadienses franceses sobrevivir
ran dos capítulos: el que escribieron en el mis- es la extraordinaria vitahdad demográfica de
terio de la total entrega tantas almas consagra- que han dado prueba esas magníficas famihas
das, y el que trazaron con su sangre, su sudor y de doce a veinte hijos que constituyeron y cons-
sus lágrimas los testimonios de una raza poco tituyen aún el orgullo de su raza. Es verdad que
dispuesta a extinguirse, los aventureros de las cifras son sorprendentes; en el «Bajo Cana-
Dios. ' dá», la actual provincia de Quebec, eran apro-
ximadamente 65 000 en el momento de la derro-
ta; pasarán a 525 000 en 1840 (de los 650 000
habitantes en total) y a 930 000 (sobre un total
Sobrevivencia y renovación de 1 200 000) en 1871. Mas, sin Uegar siquiera
de la iglesia canadiense a plantear la cuestión de saber si la estricta mo-
ral catóhca y el clima familiar establecido por
la tradición cristiana han pesado mucho en ese
Apenas hay historia peor conocida fuera
prodigioso crecimiento demográfico, uno puede
del país que la ha vivido que la del Canadá
preguntarse si esa abundancia hubiera basta-
francés a partir de la conquista inglesa. Cuando
do, por sí sola, para mantener la raza, de no
se evoca a aquel país, dos grandes imágenes se
haber intervenido otros factores. Aquel pueblo
imponen a la mente: por una parte, la de la co-
de campesinos, dirigido y dominado por los ri-
lonia real de otros tiempos, creciente en la au-
cos conquistadores, emprendedores y hábiles,
dacia y el sacrificio, lanzada a civilizar y evan-
¿no hubiera terminado por dejarse invadir por
gelizar inmensos territorios, capaz de constituir
los modos de vida y las ideas de sus vencedo-
en las orillas del San Lorenzo una auténtica
res, si no hubiera existido en su seno una fuerza
«Nueva Francia», tras lo que hubo de sostener
moral sólidamente organizada y resuelta a de-
una lucha desigual y heroica y sucumbir a la
fender superiores intereses? Esa fuerza moral
superioridad numérica: es el Canadá de Car-
es la Iglesia, con sus sacerdotes y hasta sus obis-
tier, de Champlain, de los jesuítas mártires de
pos, surgidos del pueblo, sus jerarquías y sus tra-
Montcalm; y de la otra parte, la imagen del
diciones. Es ella quien, para defender el depósito
Canadá francés de boy, rico, poderoso, sóbdo,
espiritual cuya guarda ejerce, se empeñó en
parte considerable de lo que fue el Dominio
mantener a los canadienses lo más franceses que
británico y cuyos hijos se hallan naturalmente
fuera posible, a fin de conservarlos catóbcos,
asociados por los vencedores de ayer a un co-
ya que el vencedor y ocupante se identificaba
mún destino. Pero entre ambas imágenes, la
con la herejía protestante. Y los canadienses
general ignorancia parece abrir un vasto parén-
se dieron cuenta de que aceptar la estructura
tesis. ¿De qué manera, por qué prodigio, o
del catobcismo, sus normas, su disciplina, era
por qué virtudes, los descendientes vencidos de
el mejor medio de seguir siendo lo que eran.
las üanuras de Abraham 1 consiguieron llegar a
He aquí un caso bien raro en que la intervención
la situación brillantísima en que hoy los ve-
de la Iglesia en el terreno pohtico condujo a fe-
mos? Ha podido hablarse de un supremo es-
hces resultados.

1. Llanura en la que se desarrolló, a las puer-


tas de Quebec, la suprema batalla, en la que cayó 1. Monseñor Albert Tessier, en su Histoire du
Montcalm. Cañada.
ORBIS TERRARUM 83

Tras el hundimiento francés en 1763,1 la Londres precisas instrucciones para que no tole-
situación del Canadá era penosa. No solamente rara «ninguna jurisdicción eclesiástica proce-
«encerrados entre fantásticas fronteras que les dente de Roma», ayudara a «establecer la igle-
aprisionaban en el valle del San Lorenzo», los sia anglicana» e incitara a los habitantes a
descendientes de los grandes pioneros de los abrazar el protestantismo, cosas todas que debía
«corredores de selvas» se veían tratados como hacer «evitando cualquier fricción». El obje-
habitantes de segunda categoría en el país que tivo estaba claramente indicado: colocar a todo
ellos mismos conquistaran, sino que se hallaban el país bajo la ley inglesa. Paira la Iglesia cató-
amenazados en su fe religiosa y en sus más lica, lo mismo que para los canadienses france-
sagradas libertades. El artículo IV del Tratado ses, era una cuestión de vida o muerte. Había
de París les garantizaba desde luego el derecho que luchar para sobrevivir. Entablóse así una
«a practicar el culto de su religión según los guerra fría entre los nuevos dueños y los pocos
ritos de la Iglesia romana», pero con esta in- cientos de hombres que tomaron sobre sus hom-
quietante restricción: «en tanto que lo permitan bros los destinos de su fe y de su pueblo. Con al-
las leyes de la Gran Bretaña». Ahora bien, esas ternativas de tensión y de ceilma, esa guerra du-
leyes —el Bill del Test y otras— separaban pre- raría cien años.
cisamente a los católicos de todos los cargos La política preconizada por la Iglesia y
públicos, de todos los derechos políticos e in-
que, en su mayoría, siguieron los fieles, fue tan
cluso de varios derechos civiles. Era de temer
prudente como hábil y llena de realismo. La si-
que el Canadá se convirtiera en una segunda Ir-
landa, que fuera entregado como la gran isla tuación era, pues, claira: Francia había perdido
católica a las persecuciones o, en el mejor de los el Camadá y no volvería más allí; en consecuen-
casos, a las medidas minuciosas y vejatorias de cia, era estéril abrigar ilusiones y esperar un
los vencedores herejes. Situación tanto más gra- desquite; más vailía practicair para con el vence-
ve cuanto que las mismas filas de la Iglesia dor una estricta lealtad. Pero a caimbio había
acusaban rudamente el golpe de la derrota; mu- que exigir la igualdad de derechos, y especial-
chos sacerdotes franceses abandonaban la des- mente la de los derechos religiosos, para lo cuad
graciada «Nueva Francia»: en seis años, 60 de había que resistir por todos los medios a las ve-
196; la entrada de los sustitutos estaba formal- leidades del protestauitismo oficial. Semejainte
mente prohibida; y las órdenes religiosas, cuya política fue puesta en práctica desde el comien-
acción había sido tan decisiva en el desarrollo zo. Mientras los ingleses trataban de hacer de
del país, jesuítas y recoletos, veían prohibírse- Quebec una capital protestante y gobernar el
les el reclutamiento de nuevos candidatos. país conquistado por las leyes de Gran Breta-
ña, los camadienses, antes de prestair el juramen-
Muy pronto —seis meses después de la fir- to del Test, abandonaron sus funciones públi-
ma del Tratado— pareció claro como la luz del cas y las dej airón en manos de aventureros lle-
día que, en lugar de la tolerancia oficialmente gados de Londres, que chocaron con innumera-
prometida, aquellas gentes se hallarían frente bles dificultades. No se gobierna con facilidad
a una tentativa para inducir a los católicos a
a un pueblo que unánimemente se niega a ser
abandonar su Iglesia, en la esperanza —a la
gobernado. Después de diez aiños de un régimen
vez— de asimilarlos. El gobernador Murray,
que al principio aplicó las cláusulas del Trata- análogo a una ocupación militar, los ingleses
do con «exacta justicial», a la que rindieron lo comprendieron así, y en 1774 Jorge III, a pe-
homenaje las autoridades religiosas, recibió de sar de las manifestaciones de los antipapistas,
firmó el Acta de Quebec, que dispensaba a los
católicos del juramento del Test, reafirmaba la
1. En *La Era de los Grandes Hundimientos» libertad de cultos, restablecía los usos jurídicos
dejamos esta historia religiosa del Canadá en esa
fecha, porque la historia de la resistencia a la in- frainceses y, al mismo tiempo, ampliaba hasta
fluencia inglesa y protestante forma un bloque o, el Labrador y los Grandes Lagos las estrechas
mejor dicho, una sola corriente entre 1763 y 1867. fronteras de 1763. Medida prudente, porque
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

la Guerra de Independencia americana hubiera za y de caridad decaían. Verdad es que se ha-


podido suscitar entre los canadienses el deseo de bían llevado a cabo valerosos esfuerzos: así en
imirse a los rebeldes. Pero no hicieron nada de 1737, la Madre D'Youville (beatificada el 4
eso: el Obispo de Quebec, Monseñor Briand,1 de mayo de 1959) creaba, en medio de enor-
les aconsejó que no dieran oídos a las sedicio- mes dificultades, sus «Hermanas de la Caridad
sas proposiciones de los «Insurgentes» —que en de Quebec», üamadas «Hermanas Grises», cuyo
su mayoría eran protestantes—, y cuando apa- hábito aparecería en todas partes: en las Misio-
reció un ejército americano frente a Quebec, los nes, en los hospitales, en los hospicios, y siempre
canadienses franceses ayudaron a los ingleses igualmente admirables: ¡hoy son 7 500! Pero
a alejarlo. los jefes de la Iglesia se mostraban inquietos:
Pero tal actitud no tuvo las felices conse- ¿Podría mantenerse vivo el catohcismo en aquel
cuencias que pudieran esperarse. La proclama- pueblo que crecía tan rápidamente, con ese cle-
ción de la independencia trajo consigo la emi- ro tan escaso, insuficientemente formado, y con
gración desde los nuevos Estados Unidos de más tan pocas vocaciones? Dos hechos de orden dife-
de cincuenta mil ingleses leales que fueron a rente pusieron fin a esos temores y galvanizaron
instalarse a orillas del San Lorenzo, en la an- las energías. El primero fue la llegada de unos
tigua Acadia, convertida ahora en Nueva Es- cincuenta sacerdotes franceses expulsados por
cocia, y en el Nuevo Brunswick, creado enton- la Revolución, y a los que las autoridades bri-
ces. Pero también se instalaron en el Canadá tánicas no se atrevieron a negar asilo; todos
francés. Eran, en su mayoría, anghcanos, muy fueron modelos de virtud, caridad y celo apostó-
celosos de su fe antirromana. Uno de sus jefes, lico, y en el clero local hicieron gran labor de
el Obispo Ingbs, se manifestó especialmente vi- fermento. El otro hecho decisivo fue la subida
rulento; propuso la creación de escuelas gra- a la sede de Quebec, en la que permanecería
tuitas «neutras», regidas de hecho por anghca- más de veinte años (1806-1829), de un hombre
nos y protestantes, a fin de hacer la contra a las notabilísimo: Octavio Plessis.
escuelas catóbcas, que seguían manteniendo su Nacido en el seno de una familia de dieci-
vitalidad. La protesta del Obispo de Quebec, siete hijos —su padre era un simple herrero—,
Monseñor Hubert, fue de tal tono, que las auto-
aquel sacerdote profundamente espiritual unía
ridades no insistieron más y renunciaron a
la firmeza de carácter al espíritu de empresa
aqueüa nueva ofensiva anticatólica. Viendo lo
cual, los antiguos «leahstas» organizaron una y al conocimiento de los seres y el tacto político.
campaña para ser separados de aquellos cin- Al mismo tiempo que reorganizaba las parro-
cuenta mil canadienses franceses, en los que no quias de su inmensa diócesis, enviaba vicarios
llegaban a penetrar; en 1791 se atendió a su pe- generales para que le representaran en las re-
tición y se decretó la división: el Bajo Canadá giones más apartadas, se interesaba de cerca
(actual Quebec) quedaba separado del Alto Ca- en la renovación de su seminario y sabía hacer-
nadá (Ontario), donde los descendientes de se respetar por los ingleses. En el instante en
franceses estaban en menor proporción. Am- que Monseñor Plessis fue nombrado para aque-
bas regiones evolucionarían de manera muy lla sede, la situación pobtica acababa de hacer-
diversa; y la primera se convertiría en ese bas- se tensa de nuevo. Los anglicanos y protestantes
tión catóbco que conocemos. de la administración habían lanzado una doble
ofensiva antipapista y antifrancesa: un nuevo
Pero la situación religiosa no permanecía organismo escolar, Uamado Instituciones reales,
menos difícil. La falta de sacerdotes se dejaba fue creado como único capacitado para recibir
sentir cada vez más duramente; las vocaciones las subvenciones oficiales, para fundar escuelas
locales eran insuficientes; las obras de enseñan-
y colegios destinados a imponerse a la enseñan-
1. Los ingleses no reconocían su título episco- za catóhca, especialmente a la de los jesuítas,
pal, puesto que ignoraban cuanto se refiriera a cuyos bienes eran confiscados; al mismo tiempo,
Roma. unas hábiles distribuciones de tierras permitían
ORBIS TERRARUM 85

implantar grandes propietarios, elegidos desde clima favorable. Parecía abrirse una vida nue-
luego entre la religión de los gobernantes. La va para el catolicismo canadiense. Roma insti-
firmeza de Monseñor Plessis contrarió esos pro- tuía nuevas diócesis: la de Montreal en 1836, y
yectos. Por orden suya los canadienses france- el Parlamento votaba nuevas facilidades para
ses se negaron a enviar a sus hijos a las nuevas las escuelas normales católicas.
escuelas; la Institución Real no pudo abrir más Pero ese impulso iba a ser interrumpido en
que una veintena en veinte años. Y los sacer- seco. Una crisis estalló en todo el pads, cuyas
dotes trabajaron todo lo posible para retener a causas no eran religiosas propiamente: la prue-
los campesinos dispuestos a emigrar. ba es que sacudió con la misma fuerza a las
La guerra que en 1812 estalló entre los provincias habitadas por anglosajones. Las cau-
Estados Unidos e Inglaterra fue para el gran sas fueron complejas: rudeza excesiva de ciertos
Obispo la ocasión de marcarse unos tantos deci- gobernadores, voracidad de algunos funciona-
sivos. Predicó la lealtad, animó el reclutamiento rios —a los que se llamaba «la pandilla del cas-
de milicias entre su grey, se manifestó pública- tillo»— y deseo legítimo de reformas fiscales.
mente satisfecho del fracaso que por tres veces Entre los canadienses franceses el movimiento
experimentaron los americanos al tratar de in- reformista fue dirigido por un hombre bullicio-
vadir el Canadá. (Una de las victorias fue lo- so, más audaz que prudente, Papineau, que
grada en Chateauguay por un canadiense fran- halló aliados en algunos católicos que juzgaban
cés, Charles de Salaberfry.) Londres compren- demasiado prudente la política de los obispos
dió y, en agradecimiento, reconoció oficialmen- y demasiado acomodaticia paira con los «conde-
te como Obispo a quien hasta la víspera no se nados ingleses». Inútilmente los intranquilos
designaba más que como «superior» o «super- obispos trataron de calmar los ánimos, llegan-
intendente» del clero romano; concedióle inclu- do a amenazar con penas canónicas a quienes
so un tratamiento y, por último, le nombró participaran en una revuelta de la que asegura-
miembro del Consejo Legislativo. Poco des- ban que «no sólo sería ineficaz, sino funesta»
pués, los vicarios enviados al Alto Canadá, a a los intereses de la religión. No por ello dejaron
Nueva Escocia y Nuevo Brunswick recibían a su de estallar violentos incidentes. El gobierno bri-
vez el título episcopal. Y el Papa Pío VII ele- tánico los reprimió duramente; muchas aldeas
vaba a Monseñor Plessis a la categoría de Arz- ardieron, hubo deportaciones y ejecuciones ca-
obispo; Quebec era sede metropolitana. Para el pitales. ¿No había motivos para esperar, en
hijo de un herrero aquello era un brillante respuesta, una reanudación de la ofensiva anti-
triunfo. católica? De hecho, no ocurrió en forma vio-
También fue para la iglesia canadiense el lenta; pero el gobernador lord Durham propuso
comienzo de una primera recuperación. En po- reunificar las dos partes del Canadá en un solo
sesión de un título oficial y de un gran prestigio Estado, a fin de que el elemento anglo-protes-
en la Asamblea, Monseñor Plessis prosiguió su tante, enormemente acrecentado por la emigra-
obra constructiva. Fue votada una ley que auto- ción hacia Ontario, dominara al elemento ca-
rizaba a las «casas parroquiales» a abrir y man- tólico. A ello ayudaron algunas medidas admi-
tener escuelas; creáronse más de 1 500 en siete nistrativas. En vano los Obispos de Montreal
años; al mismo tiempo se fundaban colegios o y Quebec protestaron en un documento apoyado
seminarios menores. La escuela se convertía en por 4 0 000 firmas. E n 1840, el Acta de Unión,
bastión del catolicismo canadiense. Al mismo que fusionaba ambas partes del Canadá, era
tiempo, dando pruebas de su vitalidad, la igle- firmada por la reina Victoria. En la nueva
sia canadiense resucitaba su vocación misione- Cámara, el Alto Canadá, que no tenía más
ra, la de sus antepasados franceses, y el abate que 400 000 habitantes, contaría con tantos di-
Provencher partía hacia el río Rojo. La ley putados —cuarenta y dos— como el Bajo Ca-
votada por las Cámaras británicas sobre la nadá, poblado por 650 000 almas...
emancipación de los católicos (1829) creaba un Pero la maniobra fracasó. Paradójicamen-
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

te, la «Unión forzada» que, en la intención de dotes para 500 000 fieles; una grave disminu-
sus autores, - debía fundir en fin de cuentas a ción de la práctica rehgiosa; pehgrosos progre-
los católicos en la masa protestante, señaló para sos de las ideas subversivas y de la constante
aquéllos el comienzo de una nueva época de propaganda protestante de la French-Canadian
vigor. En el terreno propiamente político los Missionary Society. ¿Cómo reaccionar ante
diputados canadienses franceses, guiados por un todo ello? Al pais le faltaban medios y hombres.
joven de 32 años, Hipólito Lafontaine, tan há- Monseñor Bourget tuvo entonces una idea que
bil como prudente, constituyeron un bloque y debía asegurar el porvenir espiritual de su pue-
muy pronto hubo que contar con ellos. Fraca- blo; dirigió sus ojos hacia Francia.
só una tentativa para hacer del inglés único Tal idea le fue sugerida por dos hechos
idioma oficial. Otra para modificar la legisla- igualmente significativos y capaces de infundir-
ción escolar condujo en fin de cuentas a su me- le ánimos. En 1837, arguyendo que no eran
jora a favor de las escuelas catóhcas, que llega- sacerdotes, cuatro Hermanos de las Escuelas
ron casi a la cifra de 2 000. Un joven goberna- Cristianas habían logrado instalarse en Mon-
dor, lord Elgin, comprendió que era inútü pro- treal; sus escuelas obtuvieron un vivo éxito;
seguir aquella politiquería de vejaciones. Y, a tanto, que un año después tuvieron que abrir
pesar de Papineau, siempre bravio, Lafontaine otras en Quebec y en Trois-Riviéres; en el ins-
compartió sus puntos de vista. Tratábase de es- tante en que la enseñanza catóhca canadiense
tablecer un régimen en que ambos elementos en pleno desarrollo tenía tanta necesidad de
étnicos tendrían los mismos derechos e idéntica maestros, los Hijos de San Juan Bautista de La
importancia. A pesar de los furores de los ingle- Salle se ofrecían para formarlos. Poco después,
ses fanáticos, que le arrojaron un día huevos durante el año 1840, un Obispo francés, el de
podridos y llegaron a incendiar el Parlamento Nancy, Monseñor Forbin-Janson, a quien serias
de Montreal, y de los, no menos vivos, de los dificultades con sus diocesanos habían obhgado
catóbcos extremistas, que conspiraban para ase- a abandonar su sede durante la Revolución de
sinar al «jefe» Lafontaine, el joven virrey se 1830, hizo un largo viaje por América, los Es-
mantuvo firme, y en 1851 la reina Victoria tados Unidos y el Bajo Canadá, donde sus mi-
firmó un nuevo decreto que garantizaba las h- siones alcanzaron un clamoroso éxito: el núme-
bertades y derechos de los canadienses france- ro de comuniones pascuales aumentó mucho;
ses catóbcos. La valerosa resistencia de todo un ciudades enteras se «convirtieron».
pueblo no solamente había hecho fracasar el Monseñor Bourget dedujo de esas dos expe-
plan de sus adversarios, sino que obtuvo para riencias que la iglesia de la vieja madre patria,
sí mismo un triunfo decisivo. entonces en pleno desarrollo espiritual, podría
Pero eso no era todo. A esa renovación poh- proporcionarle los refuerzos que tanto necesita-
tica iba asociada una renovación espiritual no ba. Y embarcó paira Europa. Su llamamiento
menos rica de porvenir. El mérito, una vez más, fue escuchado. No solamente los jesuítas acepta-
pertenecía a un gran prelado, el segundo Obis- ron volver a aquel país en el que tantos de sus
po de Montreal, Monseñor Ignace Bourget. Era antepasados habían muerto mártires, y los sul-
un campesino, el undécimo de una familia de picianos franceses apoyaron a sus hermanos de
trece hijos; hombre vivaz y alegre, siempre en los seminarios canadienses, sino que muchas
movimiento, cuyo afable y casi tímido aspecto congregaciones recién fundadas vieron alb una
ocultaba una energía sin debihdades. Situado, ocasión para emplear sus jóvenes energías: Clé-
en la primavera de 1840, al frente de la inmen- rigos de San Viator, Padres de la Santa Cruz,
sa diócesis en la que permanecería durante cer- que se dedicaron sobre todo a la educación;
ca de cuarenta años, se impuso ante todo como Oblatos de María Inmaculada, Hijos de Monse-
jefe de la iglesia canadiense, a la que dio un ñor Mazenod, que añadirían en el Gran Norte
extraordinario impulso. La situación con que se una página sorprendente a la epopeya de las
encontró lo era todo menos buena: 300 sacer- Misiones. Entre las mujeres no fue menor el en-
ORBIS TERRARUM 87

tusiasmo: para acudir en ayuda de las ursulinas, cabo por Monseñor Bourget y, con él, por un
las Hijas de Margajita Bourgeoys, las hospita- creciente número de obispos y sacerdotes, a
larias, las Hermanas Grises, llegaron sucesi- quienes estimulaban su palabra y ejemplo. En
vamente las Damas del Sagrado Corazón, las 1850 un primer Concilio de Quebec reunió a
Hermanas de la Santa Cruz, las de la Presenta- cinco prelados, que pudieron ya enorgullecerse
ción, las religiosas lyonesas de Jesús-María y las de los resultados obtenidos. Los seminarios se
religiosas del Buen Pastor de Angers, dedicadas reorganizaban, aumentaban las vocaciones,
a la redención de jóvenes perdidas. Esta aporta- multiplicábanse las casas de beneficencia, hos-
ción de los equipos franceses sería decisiva. pitales y hospicios. La Sociedad de San Vicente
«Hay que conceder un puesto importante a de Paúl fundaba en 1846 su primera Conferen-
Francia en el movimiento de renovación espiri- cia. Por doquier elevábanse nuevas iglesias: las
tual e intelectual que transforma al pueblo ca- que vemos todavía hoy. El pueblo había vuelto
nadiense a partir de 1840 —escribe Albert Tes- a la Iglesia; se difundía la Sociedad de Buenos
sier—. Sería falsear la Historia y faltar a los más Libros; por consejo de Monseñor de Forbin-
elementales deberes de gratitud el minimizar Janson fue fundada una sociedad de templan-
los servicios hechos por nuestra antigua patria, za, la Cruz Negra, para luchar contra la em-
en un momento en que nuestra raza emprende briaguez, y en diez años lograba 400 000 afi-
una difícil reconquista de su alma.» liados.
Al mismo tiempo que realizaba estos nue- El más importante medio de este regreso
vos injertos en el viejo tronco, Monseñor Bour- de todo un pueblo a la Iglesia era la enseñanza.
get trabajaba por desarrollar los institutos y No en vano habían luchado tanto los católicos
congregaciones del mismo Canadá y por crear por salvar sus escuelas. En el Bajo Canadá, en
otros nuevos. Fue sobre todo ayudado por las adelante fueron los dueños exclusivos de la en-
mujeres, y de su Episcopado data la sorprenden- señanza. Un católico selecto, el doctor Meilleur,
te proliferación y la prosperidad de las órdenes verdadero apóstol, convertido en superinten-
femeninas que tanto sorprenden hoy a los via- dente de la enseñanza, se dedicó con entusiasmo
jeros. Las Hermanas Grises, que no llegaban a a la organización de la educación primaria. Los
50 en 1840, conocieron con la Madre Mallet colegios de enseñanza media se multiplicaron,
un rápido desarrollo que les permitió orientarse dirigidos todos por sacerdotes o religiosos, espe-
decididamente hacia las Misiones. Las Herma- cialmente jesuítas y oblatos. Este edificio fue
nas de la Congregación, las Hospitalarias de coronado por la fundación de una Universidad
Montreal, se difundieron hasta fuera del Bajo en Quebec: en 1852 recibió su constitución real
Canadá. Al servicio de la caridad, Emilia Ta- y fue inaugurada en 1854; apoyada por el semi-
vernier fundó las Hermanas de la Providencia; nario que existía desde 1663, y cuyo superior,
Rosalía Cadron, las Hermanas de la Misericor- el abate Casault, quería hacer de ella un centro
dia; María Roy, el Buen Pastor de Quebec; para de irradiación intelectual, tomó, en recuerdo
la enseñanza, tanto la de las ciudades como la del gran Obispo del siglo XVII, el nombre de
de los campos, surgieron las Hermanas de los Universidad Laval. Por lo demás, el desenvolvi-
Santos Nombres de Jesús y María, las Herma- miento de la enseñanza entre los canadienses
nas de Santa Ana, las de la Asunción de Nicolet; franceses no se limitó a Quebec; en el Ontario,
agrupáronse también las contemplativas puras, los Oblatos de María Inmaculada fundaron el
las Adoratrices de la Preciosa Sangre, de Aure- Regiopolis College, de Kingston, y el Colegio
lia Caouette, y, muy avanzadas para su época, de Otawa, del que hizo el Padre Tabaret una
las auxiliadoras del clero, las Hijas de San José, verdadera fortaleza francesa. Los católicos lo-
fundadas por el sulpiciano francés Antonio graron incluso tener sus escuelas en el Nuevo
Mercier. Brunswick.
Esta proliferación de institutos religiosos Una expansión impresionante probaba
no es más que un aspecto de la obra llevada a también qué vitalidad tenía ya la iglesia cana-
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

diense. La permitía el aumento demográfico; posición desfavorable en el seno de una enorme


el clero la animaba y dirigía. Para contener el mayoría protestante, mostráronse favorables a
éxodo hacia los Estados Unidos, que podía ser un proyecto que, elaborado hacia 1860, se hizo
catastrófico, los párrocos enviaron y a veces de actualidad cuando la Guerra de Secesión
acompañaron a sus fieles a la conquista de nue- americana y la victoria de los nordistas hicieron
vas tierras. La región de Saguenay y del lago temer que los vencedores quisieran asegurarse
San Juan, futura patria de María Chapdelaine, la primacía de todo el continente. Los antago-
el país lejano de Nicolet, los mismos bosques nismos entre canadienses ingleses y canadienses
laurentmos, comenzaron a poblarse. El «cura franceses habían pasado. Y aunque no existiera
Labelle», jovial gigante, infatigable apóstol, es el sentimiento de unión, se imponía el «matri-
el tipo perfecto de aquellos «sacerdotes coloni- monio de razón»; así, el 1.° de julio de 1867,
zadores» que implantaron en todas partes su se estableció una nueva Constitución, el Acta
raza; fundó, por sí solo, más de cuarenta parro- de la América del Norte inglesa, que creaba
quias. Esa penetración canadiense francesa se una verdadera confederación, el Dominion of
realizó incluso, por pequeños grupos, en pleno Cañada —la «Potencia del Canadá», dirían los
corazón del continente, en Manitoba y Alberta canadienses franceses más suspicaces—, en el
y hasta en las Montañas Rocosas y sobre la costa que los descendientes de los vencidos de 1763
del Pacífico. Los misioneros abrían camino: en constituirían la provincia de Quebec, aunque
1836 habían llegado al Pacífico; entrarían en conservaran influencia en las otras. Tomáronse
contacto con los indios y penetrarían entre los precauciones para salvaguardar los derechos de
esquimales, en cuyas tierras se celebró el primer las minorías, especialmente en materia escolar;
bautizo en 1860.1 ¡Cuántas pruebas de un vi- el francés fue reconocido lengua oficial. La polí-
gor, de una fuerza creadora que, desde enton- tica de igualdad y de concordia entre ambos ele-
ces, no dejarían de afirmarse más y más cada mentos étnicos triunfaba, y no hubiera sido
día! concebible si la iglesia canadiense no hubiera
Y mientras Roma reconocía oficialmente logrado, en una lucha tenaz, preservar la inde-
aquella expansión por la creación repetida de pendencia moral de su pueblo al defender su fe.
nuevas diócesis —Trois-Rivieres, San Jacinto y El Canadá francés de hoy ha nacido de esa
otras—, por la erección de Quebec como sede historia. Es ella la que explica los caracteres
metropolitana con tres sufragáneas: Montreal, tradicionales y jerárquicos que allí ha conser-
Toronto y Kingston, y muy pronto con varios vado la Iglesia, la importancia del puesto ocu-
obispados en países lejanos o protestantes, como pado por el clero, los poderosos medios de ac-
Nuevo Brunswick, Nueva Escocia y costa del ción políticos y financieros de que está provisto,
Pacífico, es evidente que aquellos impresionan- y tantos rasgos' de costumbres que a veces sor-
tes progresos imponían a los gobernantes ingle- prenden al visitante llegado de Europa. Si los
ses un decisivo cambio de conducta. Además, la
canadienses franceses de nuestros días aceptan
situación evolucionaba también rápidamente:
para su país una disciplina eclesiástica que, en
ingleses y franceses del Canadá ya no se enfren-
taban solos. Junto a ellos, al sur, crecía inmen- tantos aspectos, recuerda la del Antiguo Régi-
samente la potencia de Estados Unidos, de los men, casi la de la Edad Media, es ante todo por
que desconfiaban irnos y otros. Los obispos, gratitud: porque saben que sin ella quizá no hu-
por temor a las infiltraciones protestantes pro- bieran podido sobrevivir y, en todo caso, no
cedentes del sur, por temor, sobre todo, a una hubiesen alcanzado la libertad y la fuerza que
anexión que hubiera colocado a los católicos en poseen hoy.
Por supuesto que aquella iglesia comba-
tiva del Canadá no dejó penetrar en su seno
1. Acerca de la historia de las misiones, espe- las ideas avanzadas y los principios revolucio-
cialmente de las indias y esquimales. Cfr. más ade- narios como tampoco las ideas protestantes.
lante. Para proseguir la tarea habla que apoyarse
Por encima de los cambios políticos y de la. crisis «El combate entre Jacob y el Angel».
social, la revolución del XIX es de orden espiritual: Eugène Delacroix.
el hombre se lanza a la lucha por lo que él considera Iglesia de San Sulpicio. París.
su emancipación total. ¿Es una lucha contra Dios?
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sólidamente en las tradiciones; por lo tanto, no debe a su historia. En el cuadro nuevo de la


podía sentirse inclinada a admitir innovacio- Confederación del Dominion la iglesia estaba
nes. Las tentativas llevadas a cabo para intro- bien preparada para mantenerlos.1
ducir en las riberas del San Lorenzo las doctri-
nas entonces de moda en Europa, fueron seve-
ramente atajadas por la Jerarquía. Si en 1835
pudieron aparecer ocho ediciones de las Paroles El prodigioso impulso de la
d'un croyant, el libro condenado de Lamennais, iglesia americana
cuando diez años después algunos liberales fun-
daron el Instituí Canadien para difundir sus Nada da una idea más sorprendente del
ideas mediante bibliotecas públicas, el Episco- prodigioso impulso del catolicismo en los Esta-
pado, con Monseñor Bourget al frente, se le-
vantó en contra y opuso los Instituís Naíionaux,
llegando a fulminar con la excomunión a quie- 1. La historia del catolicismo en aquellas regio-
nes se negaran a someterse.1 Tal resistencia, im- nes no se limita a la de la iglesia canadiense fran-
puesta por la evidente preocupación de la uni- cesa, aunque sea ésta la que represente sus fuerzas
vivas. En Acadia, otra región de población francesa,
dad frente a los adversarios protestantes, expli-
tras la catástrofe del «Gran desorden» de 1755 (ver
ca un aspecto que algunos reprochan a la iglesia «La Era de los Grandes Hundimientos»), una pe-
canadiense: el ser estrecha de ideas, poco acce- queña minoría francesa y católica logró sobrevivir
sible a las novedades. Explica también el carác- en el país, convertido ahora en Nueva Escocia, gra-
ter eminentemente romano de aquella iglesia. cias a la acción de algunos misioneros de la Con-
Gregorio XVI y Pío IX, los Papas que lucharon gregación del Espíritu Santo; pero, como decía Mar-
contra los progresos del espíritu revolucionario, cel Trudel, «la misa se habla extinguido» en nu-
fueron admirados, amados en el Canadá más merosas partes del país; obróse un modesto renaci-
aún que en cualquier otro lugar. El Syllabus miento, sobre todo a partir de 1864, en todas las
provincias marítimas, bajo la influencia del Padre
no contó con más vehemente propagandista que Lefébvre, el «apóstol de los acadienses», que sostuvo
Monseñor Lafléche, Obispo de Trois-Riviéres. y animó el colegio de San José y Memrancook, lo
Cuando los «zuavos pontificios» fueron organi- bastante importante para que los protestantes, en
zados para la defensa de la Sede Apostólica, se mayoría, trataran de arruinar las escuelas católicas
alistaron más de quinientos jóvenes canadien- en 1869, mediante medidas contra las que los aca-
ses, y el abate Lussier, que tan fecunda carrera dienses protestaron en vano ante el gobierno fe-
apostólica haría, partió con ellos como cape- deral pero que, con su energía, lograron contrarres-
llán.2 En el Concilio Vaticano todos los obis- tar. En Terranova, el elemento francés fue pronto
pos canadienses fueron partidarios resueltos de reforzado y después superado por la afluencia de ir-
landeses, y el catolicismo conservó allí sólidas posi-
la Infalibilidad pontificia. ciones (más del tercio de los habitantes). Habiéndose
Hacia el año 1870 la iglesia canadiense negado Terranova, en 1867, a ingresar en la Confe-
deración canadiense, fue creado allí un vicariato
—que acababa de celebrar en 1868 su primer apostólico en 1870. En el Ontario y más al Oeste, la
Concilio Nacional— se hallaba establecida en inmigración de irlandeses y polacos contribuyó a
aquellas fuertes posiciones que había sabido mantener una fuerte proporción de católicos en una
conquistar y en esos caracteres vigorosos que población en pleno crecimiento; la creación de dió-
cesis hecha por Roma, la erección de Toronto al
grado de metropolitana (1870) sancionó el hecho;
1. En 1869, la muerte del tipógrafo Guibord, esta iglesia católica del Canadá central y occiden-
uno de esos insumisos, provocó incidentes. La Iglesia tal, a pesar de la presencia de numerosísimos cana-
negó a sus despojos funerales religiosos y el ingreso dienses franceses sentimentalmente ligados a los re-
en el cementerio. Hubo una serie de procesos, inclu- cuerdos de Quebec, evolucionó en un sentido que,
so ante el Consejo privado de la Reina, que acaba- a causa de numerosos contactos e influencias, la
ron dando la razón a la familia del difunto. acercaría cada vez más al catolicismo de los Estados
2. Cfr. P. E. Théoret, Monsieur Lussier (Ule Unidos.
PerrotNord, 1959).
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

dos Unidos durante la primera mitad del siglo Pero su situación estaba lejos de ser bri-
XIX que una árida sucesión de cifras. En 1789 llante. Para atender a los 30 000 fieles, agru-
los católicos eran unos 30 000; llegarán a 318 000 pados sobre todo en Maryland y entre los que la
en 1830; 600 000 en 1840; 1 600 000 en 1850 increíble variedad de procedencias nacionales
y 4 500 000 en 1870. Indudablemente, esta pro- no facilitaba las tareas apostólicas, Monseñor
gresión —que parece vertiginosa— debe inscri- Carroll no disponía más que de 22 sacerdotes
birse en el cuadro general de un fenómeno aná- —de los que seguramente no todos eran de pri-
logo en cuanto a la población global de la mera calidad—. El único colegio fundado por los
Unión, que de 3 500 000 habitantes hacia 1800 jesuítas hubo de cerrar sus puertas; no había es-
pasa a 38 500 000 en 1870. Con todo, la misma cuelas parroquiales propiamente dichas, ni pen-
comparación de estos datos estadísticos prueba sionados para muchachas, ni hospitales, ni por
que en 70 años la Iglesia católica no solamente supuesto seminarios. ¿Cómo hacer, en semejan-
ha crecido en valor absoluto, sino que ha alcan- tes condiciones, que una iglesia progresara?
zado en la joven nación americana una situa- La providencial oportunidad de Monseñor
ción infinitamente más fuerte: menos del 1 por Carroll y de la iglesia americana fue la idea
100 de católicos en 1800, y casi el 12 por 100 que por entonces tuvo, en su celda de Issy-les-
en 1870. Tales resultados son estremecedores. Molineaux, desde donde seguía con clarividente
El 6 de abril de 1779, el Papa Pío VI había angustia los sucesos de Francia, Monseñor Eme-
realizado uno de los gestos más importantes ry, el gran superior de San Sulpicio. Adivinan-
de su Pontificado al crear la primera diócesis do, en julio de 1789, que un día u otro la Revo-
de los Estados Unidos, la de Baltimore. La con- lución se volvería contra la Iglesia, pensó en rea-
fió, naturalmente, al admirable sacerdote que lizar una fundación más allá del Atlántico, para
había sabido dar al mezquino y reducido grupo asegurar el futuro de su Compañía. Y cuando
de «papistas» menospreciados un impulso, un Monseñor Carroll vino a Londres, en 1790, para
ardor y una autoridad que los mismos gober- hacerse consagrar, recibió también una concreta
nantes hubieron de reconocer, el antiguo jesuita oferta que procedía de San Sulpicio: los Hijos de
John Carroll (1735-1815). Usando habilísima-
Monseñor Olier enviarían a los Estados Unidos
menté su parentesco con uno de los jefes de
un equipo de profesores y hasta de discípulos,
los «Insurgentes» y sus personales relaciones con
Washington, Monseñor Carroll obtuvo que en y construirían a sus expensas un seminario en
la Constitución votada en 1784 se insertara un que se formara el clero americano hasta que
artículo que era capital para los católicos: el pudiera bastarse a sí mismo. Aunque hubiera
Congreso no podría «elaborar ninguna ley para deseado, sobre todo, contar con sacerdotes ingle-
establecer religión alguna ni para prohibir el li- ses para su colegio de Georgetown, que enton-
bre ejercicio de ninguna religión». De esa ma- ces deseaba abrir, el Obispo no pensó en rehu-
nera quedaba reconocida la libertad religiosa sar la oferta de Monseñor Emery. Y en abril de
en toda la nación. Verdad es que cada uno de los 1791 viose embarcar en Saint-Malo, en la nave
Estados se reservaba el derecho de legislación «Saint-Pierre», con destino a América, a un
religiosa, y algunos eran violentamente hostiles grupo de cuatro sulpicianos y cinco seminaris-
al catolicismo; pero en 1785 Jefferson hizo esta- tas, dirigido por Monseñor Nagot; al mismo
blecer en Virginia un «Estatuto de libertad reli- tiempo que ellos, navegaba hacia sus sueños y su
giosa», dando un ejemplo que a otros Estados gloria un hermoso joven, bastante presuntuoso,
pareció debía imitarse.1 La Iglesia podía mirar que quería ver a los «buenos y virtuosos ame-
al porvenir con confianza. ricanos» en los desconocidos bosques del Nuevo
Mundo: se llamaba Francisco Renato de Cha-
teaubriand.
1. De hecho, pasará casi medio siglo hasta que La llegada de los sulpicianos a los Estados
la libertad de creencias sea reconocida por la legisla- Unidos sería tan decisiva para la joven iglesia
ción de todos los Estados de la Unión. americana como lo fue, en el siglo anterior, para
ORBIS TERRARUM 91

la canadiense. Muy pronto fueron doce; ade- Era la época en que se desarrollaba la
más, se les unieron sacerdotes expulsados de «gran aventura», tan cara a los novelistas del
Francia por las medidas terroristas, y de Santo Far-West, de los pioneros lanzados a la con-
Domingo, por la insurrección de Toussaint quista de las tierras vírgenes, de las caravanas
Louverture: en total, un centenar de 1791 a de pesados carros en los que se nacía, se mo-
1815. La mayoría de esos emigrados eran hom- ría, a la espera de poder construir algunas casas
bres de gran valor moral y de cultura. Se esta- de maderos, germen de futuras ciudades. Tras el
blecieron por doquier en los territorios de la Kentucky venía el Tennessee; después, el Ohío.
Unión, y en todas partes realizaron una exce- La frontera de la Unión retrocedía hacia el
lente labor. Menos de veinte años después del norte, con detrimento del Canadá; hacia el
nombramiento episcopal de Monseñor Carroll, sur, con perjuicio de México; hacia el extremo
la situación del catolicismo en los Estados Uni- oeste, hasta el Pacífico. La iglesia se asoció a
dos había cambiado enteramente. Roma, con- esa historia movimentada; mientras algunos
sagrando ese estado de hecho, creaba en 1808 de los suyos volvían a las misiones propiamente
la Provincia eclesiástica de Baltimore, cuyo arz- dichas, entre los pieles rojas, lejos de ese Nor-
obispado contaba con cuatro sufragáneos: Nue- deste en que el catolicismo parecía concentra-
va York, Filadelfia, Boston y Bardstown. do; otros plantaban cruces, levantaban lugares
de culto, constituían parroquias e incluso dió-
De esta manera, entre los «Padres» de la
cesis y hasta Universidades, como la célebre
iglesia americana figura un brillante grupo de
Universidad de Nuestra Señora, fundada en
franceses. El historiador americano Teodoro 1842 en medio de los indios, en «Indiana». En
Maynard les ha rendido este homenaje: «Es di- todos los núcleos de roturadores en que había
fícil imaginar a qué hubiera ido a parar la Igle- católicos, la iglesia enjambraba: sorprendente
sia sin esos sacerdotes sabios, virtuosos, entrega- historia que sería imposible seguir en sus deta-
dos a su obra.» Seis de ellos llegaron al Episco- lles, y a cuyos jefes resultaría difícil citar en su
pado, dejando donde trabajaron nombres ilus- totalidad. Sin embargo, algunos han dejado un
tres. Muchos fueron verdaderas figuras de le- nombre respetado en las diócesis americanas:
yenda: así Monseñor Cheverus, futuro Arzo- así el príncipe Agustín Galitzine,1 convertido
bispo de Burdeos y Cardenal, cuya distinción de la ortodoxia que, con el seudónimo de Smith,
y encanto hicieron mucho para implantar el trabajó tan bien en el oeste de Pensilvania; o
catolicismo en Boston, y en cuyo honor, cuan- el P. William de Rohan, uno de los apóstoles
do llegó la noticia de su muerte, los mismos del Kentucky, o Monseñor Dubourg, que que-
protestantes doblaron las campanas. O el sor- dará en la iglesia como el gran sostenedor de la
prendente Monseñor Flaget, pionero del Oeste, Luisiana católica.
cuyo primer palacio episcopal, en Bardstown,
fue una cabaña de madera, y cuya larga vida Todo esto no quiere decir que a aquella jo-
(cerca de cien años) fue tan fecunda, que se ven iglesia no se le plantearan numerosos pro-
decía de él que cada una de sus etapas apostóli- blemas. La autoridad de los obispos franceses
cas señalaba el emplazamiento de una futura era innegable y duraría mucho tiempo. Toda-
diócesis. O también Monseñor Bruté de Rémus, vía en 1840 la misión predicada por Monseñor
llamado «el Angel del Monte», el más sabio de Forbin-Janson, en los tiempos de su gran viaje
todos, que a los cincuenta y cinco años dejó sus americano, mostraría hasta qué punto seguía
libros para ir, a dos pasos de los pieles rojas, a siendo grande el prestigio de los católicos fran-
arrancar de la ruina a la Cristiandad de Vin- ceses. Pero eso no impedía que algunos, sacer-
cennes, y cuya vida, en sus últimos tiempos, dotes y fieles, tuvieran sus reservas acerca de
fue un verdadero tejido de aventuras. Su ac-
ción fue fructuosa para todos: a la muerte de 1. Hijo de la célebre princesa Galitzine, que
Monseñor Carroll, en 1815, los católicos eran representó un papel importantísimo en el catoli-
70 000 y había ya 82 sacerdotes americanos. cismo alemán. (Cfr., también, cap. siguiente).
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

quienes presidían las diócesis que, en su mayo- por su acción personal y su don de gentes, tra-
ría, hablaban mal el inglés: «remas» a las que bajó enérgicamente en fundir en uno todos los
se acusaba de querer dominar a América. Por su elementos diversos de la iglesia y en suscitar un
parte, los obispos sólo tenían una confianza estilo de vida típicamente americano. «Fue
muy limitada en aquellos sacerdotes que llega- —declaró, a su muerte, el jurista George Read—,
ban de Europa con las oleadas de inmigrantes, el primero en hacer a la religión católica res-
y cuya principal virtud no solía ser la docilidad. petable a los ojos del pueblo americano.»
Algunas frases desgraciadas acabaron de hacer Las dificultades con que se encontraron
tensa la situación. Tal fue una de las causas de Monseñor England y los demás obispos, a cau-
los incidentes, a veces graves, que turbaron a la sa de la diversidad de origen de sus feligreses,
joven iglesia americana. Cuando, en 1814, fue se tradujeron concretamente en crisis —algunas
nombrado para la sede de Nueva York Monse- de ellas serias—. Hubo muchas desde el Episco-
ñor Connolly, irlandés, las fricciones se hicie- pado de Monseñor Carroll hasta mediados de
ron numerosas entre él y sus diocesanos, sus co- siglo. Los motivos y la escena eran casi siempre
legas y sus jefes jerárquicos de Baltimore. los mismos: recién llegado de Europa un sacer-
Porque en aquel momento se producía el dote de vivo temperamento y cerebro cediente,
fenómeno que daría a la iglesia de los Estados se indisponía con sus superiores, arrastraba con-
Unidos algunos de sus más importantes rasgos: sigo a unos cientos de fieles a la rebelión y a
la llegada masiva de irlandeses. Entre los 19 mi- veces llegaba incluso al cisma. Así ocurrieron
llones de emigrantes que desembarcaron, en- sucesivamente las rebeliones de Nugent contra
tre 1790 y 1840, la mayoría era originaria de Carroll, las de los alemanes Reuter y Goetz, la
la Isla Verde; expulsados por las leyes inglesas de los irlandeses Harold y Gallagher, la del
o por la miseria, atraídos por la naciente in- español Sedella, que dio tanto que hacer a Mon-
dustria, afluyeron primero a un ritmo de 65 000 señor Dubourg, que hubo de volverse a Besan-
por año. Después, la terrible hambre de 1845, çon. Desde luego, no hay que exagerar la gra-
causada por la enfermedad de la patata, hizo vedad de esos disturbios. Nada hubieran sido
aumentar la cifra ¡a casi 200 000! De 1846 a de no haberse mezclado obispos europeos para
1854, 1 500 000 irlandeses abandonaron su pa- intervenir en las agrupaciones de sus antiguos
tria; 20 000 murieron en el camino; el resto se connacionales establecidos en los Estados Uni-
instaló casi totalmente en los Estados Unidos. dos, llegando algunos incluso a acudir a Roma
A pesar de una afluencia nada despreciable de para hacer nombrar a obispos de su país. Y,
católicos alemanes —unos 200 000—, la iglesia sobre todo, si la iglesia americana no hubiera
americana adquiría vigorosamente ^, aspecto cobijado en su seno un germen de anarquía
de una iglesia irlandesa, con sus caracteres fer- bajo la forma de una singular institución.
vientes y rígidos, el estricto control ejercido por Llamábase el trusteísmo. Los católicos eu-
el clero sobre la vida de sus feligreses y su tra- ropeos llevaban consigo, entre sus costumbres,
dicionalismo riguroso. Al Episcopado francés la de los «consejos de fábrica» y la del «genera-
sucedía un Episcopado de mayoría irlandesa: lato de la parroquia» que, en el Antiguo Régi-
¡y no había un solo Obispo de origen america- men, habían ejercido un papel muy activo junto
no! ¿Iba a aparecer la Iglesia, a los ojos de los al clero. Tales instituciones, implantadas en el
americanos, como una religión de extranjeros? suelo democrático de América, adquirieron un
Un hombre comprendió que ahí radicaba un sorprendente desarrollo, dando nacimiento a
gravísimo peligro: Monseñor John England los comités de seglares, los trastees, que, más o
(1786-1842), primer Obispo de Charlestown, a menos, a imitación de las iglesias protestantes,
quien su excepcional inteligencia, sus dotes de pensaron regir la vida parroquial, imponiéndose
organizador y su fascinadora presencia propor- a los derechos de los párrocos e incluso de los
cionaron eficacia más allá de su diócesis del obispos. La cosa fue bastante lejos, llegando
Sur. Por sus discursos, por la prensa que él creó, incluso al nombramiento de párrocos por aque-
ORBIS TERRARUM 93

líos trustees, contra la voluntad de los obispos y de los metodistas. Los bastiones de la Unión
—un cierto Kogan fue el más notorio— ¡y has- debían ser defendidos contra las infiltraciones
ta reclamar para los seglares el derecho de ele- papistas, vehículo de incredulidad y perversión.
gir a sus prelados! Roma, a petición de la jerar- Tanto más que, por entonces, el catolicismo se
quía americana, reaccionó vigorosamente, y en encarnaba en los irlandeses, en ese «feroz irlan-
1822 Pío V I I , por la Bula Non sine magno, con- dés» que, como todos sabían, había asesinado a
denó las pretensiones de los trustees. Pero ape- tantos inocentes protestantes, que hablaba el
nas se hizo nada hasta que, en 1850, un hom- inglés con tan extraño acento, que se permitía
bre enérgico, Monseñor John Hughes (1797- aceptar salarios inferiores a los de los verdade-
1864), Obispo y, más tarde, primer Arzobispo ros «yankees» y que —¡el colmo del escánda-
Je Nueva York, logró resolver tan espinosa cues- lo !— bailaba los sábados por la noche.
tión, poniendo en marcha un flexible sistema De esta manera se organizó la resistencia
de colaboración entre el clero y los seglares, imi- protestante desde el mismo momento en que
tado poco a poco por todas las diócesis, y que se afirmaron las fuerzas católicas. La libertad
contribuyó a dar al catolicismo americano un religiosa era un derecho reconocido por la Cons-
rasgo fisonómico que ha conservado hasta nues- titución federal, pero, en el interior de los
tros días. Estados, era posible limitarla y, sobre todo en
Así, pues, hacia 1850 había concluido la la práctica, nada impedía a los metodistas, con-
crisis de crecimiento de la iglesia americana. gregacionalistas o unitarios unirse contra el pa-
Las dificultades no habían estorbado su desa- pismo. La realidad fue así bastante diversa de
rrollo. Doquiera llegaba la colonización de nue- los principios, y se hicieron no pocas extorsio-
vas regiones, el catolicismo estaba presente. Ro- nes a aquella plena libertad americana que con
ma seguía el movimiento, creando sin cesar tanta nostalgia ponderaban los Ozanam y los
nuevas diócesis —•veintiuna— y erigiendo las Montalembert.
más importantes en arzobispados: Cincinnati, Poco antes de 1830 se constituyó en diver-
San Luis, Nueva Orleáns, Nueva York, Oregón. sos lugares de la Unión una Native American
El primer diario católico había nacido, en 1822, Association, cuya manifiesta finalidad era pre-
en Charleston, bajo la dirección de Monseñor sionar sobre el gobierno para que pusiera res-
England, United States Catholic Miscellany, tricciones a la inmigración, especialmente a la
seguido por un diario jesuíta en Boston, y des- de los católicos irlandeses. «¡América para los
pués por muchos otros —entre ellos, uno ale- americanos!» —se gritaba—. Lo que bien po-
mán, en Cincinnati—. El público católico se día entenderse: «¡América para los protestan-
entusiasmaba con las obras misioneras que na- tes!» Los adheridos al movimiento celebraron
cían en Francia, sobre todo con la Propagación sus meetings, en los que se votaban inflamadas
de la Fe, que alcanzaría extraordinario desarro- resoluciones. La presión subió de punto, y en
llo en Estados Unidos. De Europa llegaban en 1834 prodújose una explosión. Al llamamiento
masa religiosos de órdenes y congregaciones: al- de algunos cabecillas —entre los que se contaba
gunas • nacían incluso en América. Se había Lyman Beecher, padre de la futura autora de
dado un impulso que ya no se detendría. La cabana del Tío Tom— el convento de las
Por supuesto que semejantes progresos eran ursulinas de Boston, excelente casa a la que nu-
observados con disgusto por quienes, desde ha- merosos ricos protestantes enviaban a educar a
cía tiempo, se consideraban maestros y guías sus hijas, fue atacado en plena noche e incen-
de la Unión, los protestantes. La gran repúbli- diado. Semejante proeza dio al «nativismo» un
ca había nacido en un clima específicamente vigor de conquista. Libros de resuelto antipa-
protestante: evidentemente, la prosperidad y la pismo contaban a trescientos mil lectores las
maravillosa fortuna de América descansaban espantosas violencias que cierta María Monk
sobre el protestantismo, sobre la lectura de la —personaje inventado para la circunstancia-
Biblia, la estricta moralidad de los puritanos había sufrido en un hospital regentado por re-
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

ligiosas. En Nueva York fueron lanzados dos Fue conducida primero por una sociedad
diarios para defender la causa. de propaganda protestante, la American and
Pero los católicos no dejaron el ataque sin Foreign Christian Union; después, a partir de
respuesta. Era entonces Obispo de Nueva York 1853, por un verdadero partido con aspectos de
el vigoroso Monseñor Hughes, cuyo carácter secta secreta, oficialmente llamado «Partido
fundamental no era precisamente la modera- Americano», pero más conocido por el nombre
ción. Contraatacó, en efecto, llegando incluso de Know nothing —«No sé nada»—, a causa de
a advertir a las autoridades municipales que si la fórmula que los adheridos debían responder a
ardían las iglesias católicas «¡Nueva York se quien les interrogara acerca de los fines y or-
convertiría en una nueva Moscú!». Siguió su ganización de la asociación. Los «Know not-
ejemplo el Obispo de Filadelfia, Monseñor Ken- hings», apoyados por la francmasonería, desen-
rick. Esto frenó, por un momento al «nativis- cadenaron entonces una verdadera guerra con-
mo». Pero en 1844 se produjo una nueva explo- tra el «romanismo», símbolo, a sus ojos, de todo
sión de furor: la muchedumbre protestante in- lo que esencialmente se oponía a los ideales
vadió el barrio de Kensington, poblado sobre americanos.
todo por irlandeses, incendió casas e iglesias y La abundante llegada de «cuarentaiochis-
molestó a mujeres y niños; llegóse al derrama- tas» alemanes, buenos demócratas, luteranos
miento de sangre. «¡Extraño olor de sangre y en principio y ateos de hecho —y, por supues-
humo —comentó Le Correspondant— que se to, hostiles a Roma—, aportó al movimiento
eleva de Filadelfia, la ciudad de los herma- un serio refuerzo. Cualquier ocasión fue bue-
nos!» na para excitar a la opinión: el paso del re-
El hecho pareció a todos tan odioso que las volucionario húngaro Kossuth, la llegada del
autoridades mismas acabaron por conmoverse: antiguo barnabita Gavazzi, escapado de las des-
el «nativismo» entró en letargo. Además, la graciadas insurrecciones de Italia, y sobre todo
Unión estaba por entonces demasiado ocupada la llegada a Estados Unidos de Monseñor Be-
en instalarse en el Oregón, en la guerra contra dini, Nuncio apostólico en el Brasil, que venía a
México y en la cuestión de la esclavitud, que estudiar la posibilidad de instalar una legación
comenzaba ahora a plantearse, para interesar- apostólica ante el gobierno de Washington, y
se demasiado en aquellas diferencias religio- que se vio obligado a reembarcar clandestina-
sas. La elección de Pío IX, en 1846, considera- mente para escapar a los furores que suscitaba
da como una victoria del liberalismo, desenca- su presencia. Pronto se llegó a la violencia: el
denó en los Estados Unidos un movimiento de punto culminante se alcanzó entre 1853 y 1855.
simpatía que culminó el 29 de noviembre de En varios lugares de la Unión fueron incendia-
1847, en el famoso meeting de Broadway Ta- dos o saqueados iglesias y conventos; se moles-
bernacle, en el que todas las naciones y todas tó a los sacerdotes; Massachusetts sobresalió al
las religiones se unieron para dirigir al «jefe votar una ley vejatoria sobre la inspección de
sabio y humano» el mensaje de simpatía de los los conventos de religiosas. En Luisiana, el 5 de
«republicanos enamorados de la libertad». Pero agosto de 1855, estalló un motín anticatólicp
cuando la revolución romana de 1848 condujo tan violento, que aquel día se haría célebre en
a Pío IX a la evolución que ya conocemos, la la Historia de los Estados Unidos con el nombre
opinión pública americana, tan impulsiva en de Bloody Monday (lunes de sangre). Sólo des-
un sentido como en otro, desencadenóse contra pués de aquel drama se distendieron los áni-
el Pontífice reaccionario: llegó a silbársele en mos, aunque con lentitud; y habrá que esperar
público. Un magnífico bloque de mármol de aún unos diez años —y la Guerra de Secesión,
Carrara, que Pío IX había ofrecido para el fu- que plantearía problemas bastante más gra-
turo monumento de Washington, fue tirado al ves — para que el católico dejara de ser, a los
río Potomac por una muchedumbre delirante. ojos de la masa protestante, un enemigo al que
Y la campaña antipapista reanudó sus furias. había que eliminar.
ORBIS TERRARUM 95

Entretanto, y con ocasión de esas mismas otro medio de defenderse que el atacar. Arre-
luchas, la actitud dé los católicos había cam- metió, pues, contra los protestantes, sus sectas
biado mucho. Consciente de ser algo muy dis- y sus falsos prohombres, y contra el sórdido ma-
tinto a una minoría que debiera hacerse tole- terialismo que, a sus ojos, imponía aquella reli-
rar, la Iglesia católica se afirmaba en toda oca- gión, demasiado comodona, a los americanos;
sión. Su más elocuente portavoz, Monseñor Hu- nó se contenía al tratar de igual manera a los
ghes, declaraba como en un desafío: «Todo el católicos, a quienes consideraba tibios o poco
mundo debería saber que nuestra misión es respetuosos para con el dogma. Tal fue el hom-
convertir el universo entero, incluso los habi- bre que dio a sus correligionarios el latigazo ne-
tantes de los Estados Unidos, desde los ciudada- cesario para el gran impulso victorioso. «Yan-
nos y campesinos hasta el Senado y el Presiden- kee» de pies a cabeza, quería a toda costa ter-
te de la República.» Un gentilhombre bretón, minar con aquella iglesia demasiado timorata,
Henry de Courcy,1 amigo de Veuillot y corres- demasiado humilde, que se dejaba tratar como
ponsal en Nueva York de sus diarios, publica en extranjera por los hijos de América. ¡Había
1856, en una traducción inglesa, la primera His- que poner fin a la «dominación irlandesa»! Su
toria de la Iglesia católica en los Estados Uni- iglesia sería americana cien por cien. Más aún:
dos, en la que exaltaba el valor y la tenacidad sería la guía de América. Tales fueron las ideas
de que aquélla había dado pruebas. Pero, so- que expresó, sobre todo en dos ocasiones: en
bre todo, había entrado en escena uno de los 1846, en un número especiad de su revista, y
personajes más pintorescos y originales del ca- más tarde, en 1865. Misión de América —la lla-
tolicismo americano: Orestes Brownson2 (1803- maba—. Porque América tenía una misión que
1876).
cumplir: el «manifiesto destino de los Estados
Era un convertido, llegado del calvinismo Unidos de América era realizar el ideal de la
más puritano; corpulento y enjuto, con aspecto sociedad humana en el Antiguo y en el Nuevo
de briosa energía. Había sido, sucesivamente, Mundo», es decir, guiar a las naciones. Al for-
presbiteriano, universalista, librepensador, uni- mular, con cien años de anticipación, una doc-
tariano y congregacionalista, lo que le vahó el trina que el ciudadano medio de Estados Uni-
sobrenombre de «Brownson Weather-cocks» dos tiene hoy como normal evangelio, Brown-
(veleta). Pero, ingresado en la Iglesia en 1844', son exclamaba: «Nos contemplamos como un
dio pruebas de tanta estabilidad como de firme pueblo providencial, un pueblo que tiene que
audacia. Era un hombre extraordinario: violen- cumplir un destino grandioso, glorioso para él
to, apasionado, de insuperable generosidad de mismo y benéfico para los demás. ¡Somos el
corazón —un tanto excéntrico y superiormente pueblo del porvenir, y puesto que llevamos esa
dotado—. Autodidacta, no por ello dejó de ser convicción dentro de nosotros mismos, la reali-
un escritor de clase, y redactó casi por sí solo zaremos !» Pero ese papel de caudillaje destina-
una revista a la que, sin excesiva modestia, ti- do a los Estados Unidos no podrían asumirlo si
tuló Brownson's Quarterly. Cristiano fervoroso, seguían prisioneros de los protestantismos aven-
al que de buen grado clasificaríamos en la fa-
tajados y privados de sabia espiritual. Debían
milia de los León Bloy y los Bernanos, poseía,
entrar en la Iglesia de Roma, cuyas doctrinas,
igual que éstos, una especie de genio profético
que estallaba en frases penetrantes. Supo poner más respetuosas con la ley natural, estaban
al servicio de la Iglesia sus dotes y sus mismas también más cerca de aquellas que constituían
pasiones. A su parecer, los católicos no tenían las bases de la nación. «¡Como nuestro país es
la esperanza del mundo entero —exclamaba—,
el catolicismo es la esperanza de nuestro país!»
1. Sobre la vida y obra de Henry de Courcy, Y concluía: «Con respecto al porvenir, somos
ver el excelente libro de Robert Sylvain (Universi- nosotros, los católicos, el pueblo americano. No-
dad Laval, Quebec, 1955).
2. Ver Orestes Brownson, por Teodoro May-
sotros quienes tenemos en las manos el destino
nard (Nueva York, 19+3). de la Patria.» Desde luego, se estaba muy lejos
LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

de la actitud que hubieran podido adoptar los dos americanos se dedicaron a la tarea de for-
católicos de sesenta años antes. mar un clero de energía y espíritu de iniciativa
De hecho, las condiciones habían cambia- extraordinarios. Por doquier se fundaron semi-
do totalmente: el catolicismo empezaba a con- narios. En Lovaina (Bélgica) el «American Col-
tar algo en la vida americana. Los católicos lege» se inauguró en 1857, a fin de reclutar y
tenían ya asiento en los bancos del Congreso. Y formar sacerdotes para Estados Unidos. Dos
en la poderosa corriente de inmigración que se- años después se abría también en Roma un
guía afluyendo —diez millones en veinte años—, «American College». El resultado de tales es-
tal vez los irlandeses eran menos numerosos, fuerzos fue excelente: de 1850 a 1870 el núme-
pero ahora había italianos, españoles, católicos ro de sacerdotes pasó de 1 320 a 3 780.
alemanes. La iglesia crecía a ojos vistas en esa Ese clero secular recibió en sus tareas un
población de colonos y obreros agrícolas que enorme apoyo por parte de las órdenes religio-
iban a buscar fortuna en el Middle West. Ohío, sas y las congregaciones, tanto masculinas co-
Wisconsin, Iowa y Minnesota contaban con mu- mo femeninas. Algunas de ellas hablan nacido
chos católicos; católicos que, con ayuda de la o nacerían en el mismo territorio americano. A
demografía —había entre ellos numerosos na- comienzos de siglo, una santa viuda, Ana Eli-
cimientos—, aumentaban rápidamente. No se sabeth Seton, convertida del protestantismo
había extinguido la raza de los instauradores episcopahano, había fundado, en 1811, las Her-
de parroquias. En Nuevo México y en Arizona, manas de la Caridad de Emmitsburg, que se
Monseñor Lamy, auvernés, tomaba en sus ma- inspiraban directamente en los principios de
nos a un clero disoluto y a fieles poco acomoda-
Monsieur Vincent; en 1850 se unieron formal-
ticios. Un joven dominico, de origen italiano, el
mente a las Hijas de la Caridad vicentinas, aun
Padre Mazuchelh, apóstol de Iowa y de Wis-
consin, superando todas las dificultades y obs- guardando una cierta autonomía. En 1859 un
táculos, hacía de Dubuque y de Milwaukee joven convertido, Isaac Hecker (1819-1888), que
verdaderos centros vivos del catolicismo. En la estaba muy influido por Orestes Brownson,
costa del Pacífico, hacia el norte, los empren- abandonaba con tres amigos los redentoristas,
dedores canadienses franceses, los dos herma- en cuya casa había ingresado, para fundar una
nos Rlanchet,1 multiplicaban iglesias y capillas, nueva congregación, especialmente destinada
incluso antes de que hubiera muchos feligreses a dos formas de apostolado, la misión entre el
para ocuparlas; y hacia el sur, en California, pueblo sencillo, de origen anglosajón y alemán,
tan querida del Padre Junípero Serra,2 arraiga- y la acción por la prensa: los paulistas, relativa-
ba el catolicismo, gracias al dominico america- mente poco numerosos, pero cuya influencia
no Alemany. en el catolicismo americano sería enorme. Los
Hermanos de la Santa Infancia, de Buffalo, y
Al mismo tiempo que este esfuerzo de ex- los Hermanos de San Francisco Javier, de Luis-
pansión, se llevaba adelante otro de consolida- ville, fueron también creados para regir las es-
ción y organización. Multiplicábanse prodigio- cuelas, en tanto que surgían numerosas con-
samente las escuelas privadas de todas clases y gregaciones femeninas que se ocupaban de la
grados, que proporcionaron sólidas bases a la educación y la caridad: Franciscanas de la In-
iglesia. Los sacerdotes seguían siendo insufi-
maculada Concepción, Hermanas de Santa
cientes en número, y tampoco muy suficientes
Inés, Religiosas del Niño Jesús, Terciarias fran-
en calidad, ya que los que llegaban de Europa
eran con frecuencia aquéllos a quienes sus pro- ciscanas de diversas observancias: el fenómeno,
pios obispos no deseaban conservar. Los prela- tan sorprendente en Europa, de la proliferación
de formaciones religiosas femeninas, no lo era
menos en los Estados Unidos de América.
1. Hablaremos de ellos más adelante. Más sorprendente aún fue la afluencia, la
2. Cfr. «La Era de los Grandes Hundimien- santa afluencia hacia el continente americano,
tos», en diversos pasajes. de todas las congregaciones, viejas o jóvenes, de

i
ORBIS TERRARUM 97

Europa. Todas o casi todas, querían estar pre- muerte de un obispo, el Episcopado de la pro-
sentes en aquellas tierras, de las que se adivina- vincia, propusiera una lista de candidatos. ¿Se
ba que serían las tierras del porvenir. Sería fas- llegaría más lejos? Algunos hubieran deseado
tidioso, y desde luego imposible, dar una lista una iglesia «americana» que tuviese, de dere-
completa; después de los jesuítas, sólidamente cho, una especie de autonomía en la Iglesia uni-
instalados en Estados Unidos desde 1816; los versal, quizá con un patriarca al frente: Pío IX
carmelitas; las clarisas, ,los trapenses, que ha- se opuso a esa idea, tan prudente como firme-
bían llegado en la época del Imperio, enviados mente.
por Dom de Lestrange, y hasta las Hijas de la Cuando en 1861 estalló la Guerra de Se-
Caridad, que desembarcaron en gran número cesión que, durante cinco años, opondría a Su-
en 1850, a los Padres y las Religiosas de la Santa distas y Nordistas, la Iglesia católica se hallaba
Cruz (de Mans), a los Oblatos de María Inmacu- tan fuerte, que la terrible crisis no podía com-
lada, venidos a Francia, a los Hermanos de San prometer su porvenir. Con todo, se le presenta-
Alejo, llegados de Alemania: la mera enumera- ron en esa ocasión problemas difíciles de resol-
ción llenarla páginas enteras. Algunos de esos ver; los «abolicionistas» del Norte estaban —ya
institutos hallarían en Estados Unidos un te- lo hemos visto con Beecher, padre de la señora
rreno tan favorable, que alcanzarían un desa- Beecher-Stowe— ligados de cerca a los «nati-
rrollo más grande que en la misma Europa: así vistas» y a los «Rnow nothings»; los Sudistas
las Hermanas de San José, que en nuestros días eran, en gran número, catóhcos. Produjéronse
cuentan con las comunidades más importantes incidentes serios, sobre todo en Nueva York,
de la Unión. donde los irlandeses tomaron parte activa en
Toda esa prodigiosa animación de institu- los motines que a punto estuvieron de poner a
tos y congregaciones se llevó a cabo, en con- la ciudad en manos de los Sudistas. Pero la igle-
sia logró salvaguardar su unidad mejor que nin-
junto, con orden. Los obispos americanos no
guna otra confesión. Los obispos se hallaban en
eran solamente hombres de iniciativa, sino que
uno y otro campo, pero mantenían entre sí re-
se manifestaron también excelentes organiza- laciones fraternales por encima de los odios en-
dores. Roma, que seguía de cerca aquella her- contrados. Pío IX intervino en varias ocasiones
mosa aventura de la Iglesia en los Estados Uni- para que se conservara tal actitud. La activa
dos, seguía consagrando la expansión con la caridad de sacerdotes y religiosas, cuya entrega
fundación de nuevas diócesis; había 39 —de no distinguía entre bandos contendientes, les
ellas 6 archidiócesis— en 1852; llegarán a 51 en aseguró unánime respeto.1 Pero la Iglesia ca-
1870. Uno de los rasgos característicos de ese tólica salió del drama con graves pérdidas, con
Episcopado americano fue el mantener muy es- numerosos edificios de culto destruidos por los
trechos los lazos entre las diócesis. Mientras que combates y con sus clases dirigentes del Sur en
en Europa los concilios y sínodos, incluso pro- la ruina; pero sobre todo hubo de comprobar con
vinciales, nunca eran gratos a los Gobiernos —ni tristeza que, en los Estados del Sur, los catóh-
a veces a la Santa Sede...—, en los Estados Uni- cos blancos y los catóhcos negros estaban defi-
dos, como el Estado no se interesaba por las nitivamente separados por un muro de hostili-
cosas de la Iglesia, esos concilios se reunieron dad, y que los negros se pasaban en masa a los
regularmente y sin dificultades. De 1832 a 1869 diversos protestantismos.2 Pero la vitalidad del
se celebraron en Baltimore diez concilios pro-
vinciales; en 1852 y 1866 se reunió todo el Epis-
copado de Estados Unidos. Comenzaron a ins- 1. El asesinato del presidente Lincoln por el
tituirse organismos centrales para coordinar la actor Booth, en el que estuvo comprometido el cató-
lico John Serrat, no provocó graves reacciones anti-
acción de los obispos y ayudarles en sus tareas. católicas.
Roma aprobaba; para evitar la intervención de 2. El Concilio de 1861 suplicó, en elevados tér-
los Estados europeos en los asuntos del clero minos, a todos los catóhcos, sacerdotes y seglares,
americano, se tomó la costumbre de que, a la que se mostraran fraternales para con los negros y
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

catolicismo 110 estaba extinguida. Sus obispos, o al Padroado de las coronas, la Iglesia parecía
y sobre todo Monseñor Spalding, Arzobispo de tan sólidamente asentada, que formaba un solo
Baltimore, personalidad de primer plano, goza- cuerpo con la sociedad y el régimen. Innumera-
ban en toda la Unión de considerable prestigio. bles y riquísimos eran los conventos e iglesias.
El Concilio Nacional de 1866, en el que se inició Una religiosidad de vivo color, pródiga en sun-
una inmensa campaña en pro de la escuela ca- tuosas ceremonias y en aparatosas manifestacio-
tólica, pudo considerarse un triunfo; su inaugu- nes de piedad, imponía por el respeto humano
ración, el 7 de octubre, con la entrada en la ca- e incluso por la obligación una fe al menos ex-
tedral de una procesión de siete arzobispos, terior a todos los órdenes sociales. Pero, ¿podía
treinta y siete obispos, dos abades mitrados y hablarse de otra cosa que fidelidad exterior pre-
más de mil sacerdotes, produjo sensación. cisamente? Que entre aquellos millones de bau-
De esta manera, en el instante en que con- tizados haya habido muchas almas santas para
cluye nuestro período, la iglesia americana ha- quienes la fe conservaba todo su significado,
bía superado victoriosamente su crisis de creci- está fuera de duda; pero en cuanto a la masa,
miento y todos los obstáculos colocados en su ¿no se trataba más bien de un barniz de Cristia-
camino. Aparecía como una potencia dentro de nismo? La muchedumbre de pueblos sometidos
la Unión, dispuesta a afirmarse más fuerte aún y de mestizos era más supersticiosa que creyen-
en el mañana y más conquistadora. Roma no te. El clero era más que insuficiente; muchos
tardaría en coronar aquella sorprendente histo- sacerdotes vivían aislados, a seis o siete jorna-
ria. Ya en 1850 el Presidente Lincoln había he- das de ruta los unos de los otros, incapaces de
cho pedir que un obispo americano recibiera la asegurar la administración de ayuda espiritual
púrpura. Antonelli halló absurda esa idea. Pero a todas sus ovejas, y con frecuencia tan sumergi-
Pío IX respondió que, «siendo el único entre los dos en medio de poblaciones de costumbres de-
sucesores del Apóstol que había poblado de masiado fáciles, que cedían a la rutina.
sacerdotes el suelo de América», estaba dispues- ¿Hasta qué punto cambió tal situación en-
to a ser también el primero en crear cardenales tre 1815 y 1870? Los acontecimientos políticos
americanos. Cumpliría su palabra en 1875, dan- modificaron totalmente el cuadro en que la
do a Monseñor Mac Closkey, Arzobispo de Nue- Iglesia debía actuar. Prevista ya en 1790 por el
va York, el capelo y la capa roja, y reconocien- sabio alemán Humboldt, que viajaba por aque-
do así, de manera solemne, el puesto que en el llas regiones, iniciada desde el momento en que
mundo católico había sabido adjudicarse la jo- el rey de Madrid era el hermano de Napoleón,
ven iglesia de los Estados Unidos. la revuelta contra España, convertida en Gue-
rra de Independencia, lograba en quince años
quebrantar una vieja dominación de más de
tres siglos. Sucre, San Martín, Bolívar, Iturbide
Situación decepcionante llevaron a cabo operaciones militares s a n g r i e n -
en la América latina: tas que impusieron a España y a la Europa de
siembra para el porvenir la Santa Alianza el reconocimiento de la liber-
- r tad de los antiguos colonos. Desde México a la
La América latina del siglo XIX ofrece, en Tierra de Fuego se constituyeron quince nuevos
lo que toca a los destinos del catolicismo, un Estados, que desgraciadamente no supieron for-
rudo contraste con los Estados Unidos y el Ca- mar una Federación (1836). Simultáneamente,
nadá. Sin embargo, a comienzos de siglo, los el Brasil ponía término a la dominación portu-
inmensos territorios de habla española o portu- guesa, con la ayuda del príncipe heredero don
guesa parecían un gigantesco bloque de catoli- Pedro (1821), que se proclamó (1822) Empera-
cismo. Estrechamente vinculada al Patronato dor constitucional.1

se acercaran a ellos. Pero ese llamamiento no fue 1. Un poco antes (1806) la gran isla de Santo
oído entonces. Domingo rechazó la dominación francesa, después
ORBIS TERRARUM 99

Aquellos movimientos tomaron en todas En algunos países pudo hablarse de verda-


partes un señalado carácter anticlerical. La Igle- dera persecución. Sobre todo en México, donde
sia había estado tan íntimamente asociada al la llegada al poder, en 1855, de vehementes de-
régimen político, que resultaba difícil que fuera mócratas, conducidos por el indio Benito Juá-
de otro modo. Incluso en países como México, rez, señaló el comienzo de una larga serie de
donde habían sido precisamente los clérigos —el pruebas: Aun declarándose fiel a su catolicis-
Cura Hidalgo o el Cura Morelos— quienes se mo natal, pero imbuido de hecho de los princi-
pusieron al frente de la rebelión, la jerarquía y pios de la Constitución Civil del Clero, el omni-
las órdenes religiosas eran generalmente im- potente presidente organizó contra sacerdotes y
populares. Nombrados por la autoridad real, religiosos una verdadera campaña, prohibién-
los obispos se pusieron, en la mayoría de los doles el uso de los hábitos talares, confiscando
casos, frente a la revolución; así fueron perse- los tesoros de las iglesias y desterrando a obis-
guidos, despojados y expulsados. En 1822, en pos. El advenimiento, en 1864, del Emperador
toda la América del Sur quedaban sin sus titu- Maximiliano, impuesto por los fusiles de Napo-
lares seis arzobispados y treinta y dos episcopa- león III, sólo arregló las cosas provisionalmen-
dos. Hay que añadir que la francmasonería te; la jerarquía fue reinstaurada, pero la Empe-
aprovechaba las circunstancias —en el Brasil, ratriz Carlota, como buena hija del rey de los
don Pedro la animó abiertamente— para lograr belgas, Leopoldo, pretendía comportarse como
una influencia que ya no iba a perder en lo su- liberal, y, por último, el Arzobispo de México
cesivo.
se puso al frente del movimiento de resistencia
De esa manera, una vez convertidos en paí- al gobierno imperial. Tuvo buenos motivos para
ses libres, la mayoría de los Estados conserva- arrepentirse de ello porque, cuando Juárez hu-
ron una evidente inclinación al anticlericalis- bo fusilado a Maximiliano, reanudó con ma-
mo. Unas veces, los nuevos gobiernos restaura- yor violencia aún su política anticlerical; no
ban los viejos principios regalistas heredados solamente se votó la separación de la Iglesia y
de España, a fin de controlar a la Iglesia; otras, el Estado, sino que se multiplicaron las confis-
indignábanse con los privilegios y riquezas del caciones de los bienes eclesiásticos; la enseñanza
clero y luchaban por mantener la independen- católica fue prohibida, y se llegó a expulsar del
cia de sus Estados. No pocas de esas crisis fue- país a las religiosas que trabajaban en los hos-
ron también provocadas por conflictos idológi- pitales. El ejemplo mexicano cundió en algunos
cos «entre la ideología católica, favorable al países; en Colombia, donde el general Mosque-
gobierno autoritario de un grupo selecto, y la ra expulsó de su sede y de su patria a su propio
ideología liberal, alimentada por las logias ma- hermano, el Arzobispo de Bogotá, culpable de
sónicas, hostil al principio de autoridad bajo
haber protestado contra la nacionalización de
cualquier forma, que llevaba hasta sus últimas
los bienes eclesiásticos; en Venezuela, donde
consecuencias los derechos personales del indivi-
duo».1 Por lo demás, esas violencias anticlerica- Guzmán Blanco trató de organizar una iglesia
les no fueron un hecho común a todos los Esta- nacional, cuyo clero y cuya jerarquía serían ele-
dos latinoamericanos. Ni fueron tampoco con- gidos por el pueblo; en el Paraguay, donde com-
tinuas las crisis de régimen y las revoluciones plicadísimas luchas religiosas culminaron, en
que en la mayoría de las capitales pagaron las 1868, con la ejecución del Obispo de Asunción,
costas provocando a consecuencia cambios de fusilado por haber resistido a tentativas análo-
orientación. gas de sometimiento de la Iglesia.
En otras partes las crisis adquirieron un
de la revuelta acaudillada por Toussaint Louverture.
carácter más esporádico y transitorio. En Ar-
La isla quedó dividida en dos repúblicas: Haití y la gentina, por ejemplo, la caída del dictador Ro-
República Dominicana. sas, en 1852, que había seguido los pasos de
1. Cfr. L. V. Tapié, Histoire de l'Amerique la- Juárez, señaló un cambio total; y su sucesor, el
tine au XIX' siècle, p. 120. presidente Mitre, protegió abiertamente al ca-
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES
l

tolicismo. En el Brasil, los dos emperadores su- cordato que firmó con la Santa Sede abandonó
cesivos, y sobre todo Pedro II, aun declarándo- todos los antiguos derechos del Patronato. El
se respetuosos para con la religión, permitieron régimen con que él soñaba serla algo semejan-
que los funcionarios locales molestaran a los te a lo que habían concebido también José de
sacerdotes y, sobre todo, intervinieron frecuen- Maistre y Bonald: total y resueltamente fun-
temente de manera abusiva en los asuntos de dado en los principios y mandamientos del ca-
la Iglesia. En el Perú se propuso un proyecto de tohcismo. Las grandes enseñanzas de Pío IX,
ley que restringía los derechos y privilegios de sobre todo las del Syüabus, serían ley en Ecua-
la Iglesia, pero desencadenó tal oleada de pro- dor. Ningún hbro que figurara en el Indi-
testas entre la población, que hubo que retirar ce podría leerse, ni siquiera en las Universida-
la ley. des. No se toleraría logia masónica alguna. Se-
Por el contrario, algunos países se mostra- gún la Constitución que hizo votar en 1859, sólo
ron absolutamente benévolos con el catohcismo, los católicos podrían ser ciudadanos con pleni-
llegando incluso a practicar —más o menos- tud de derechos. Instaláronse en el país con-
una alianza del Trono y del Altar digna de los gregaciones europeas. El clero, cuyo nivel era
viejos tiempos. En Chile, Diego Portales, jefe mediocre, recibió formal invitación a reformar-
casi inamovible del partido conservador, aunque se. Con ayuda de la Iglesia emprendióse una in-
personalmente no era cristiano muy ejemplar, mensa obra de asistencia social y de caridad.
En resumen, veíase surgir «el tipo de un Esta-
reforzó la influencia de la Iglesia y llamó a su
do catóhco, no precisamente por fidelidad al
país a los jesuítas y a las Damas del Sagrado
pasado, sino por la eficacia de una fe viva, que
Corazón. En los pequeños Estados de la Amé- asumía un programa coherente y doctrinal».1
rica Central fue regla la alternancia entre la Pero aquello era, sin duda, más de lo que infe-
protección oficial y las medidas sectarias, al rit- lizmente el siglo XIX estaba dispuesto a admi-
mo de los golpes de Estado y los «pronuncia- tir. Cuanto en Quito había de francmasón y li-
mientos» ; pero, en conjunto, la Iglesia se man- beral se alió para abatir «la fortaleza confesio-
tuvo, especialmente en Cuba, donde el Arzobis- nal». En 1870, al conocer la conquista de Roma
po de Santiago, San Antonio María Claret y por los italianos, García Moreno protestó (úni-
Ciará, burlando por dos veces el puñal, alcanzó co Jefe de Estado que lo hizo en todo el mundo)
una importancia de primer orden en el país; o e hizo votar subsidios para «el Prisionero del
en Haití, donde el presidente Fabre Geffrard, Vaticano». En 1873 consagraba su país al Sa-
estimando que sólo la civilización católica y grado Corazón de Jesús. ¡El infierno bramaba!
francesa convenía a su país, se mostró protector Dos años después caía ante los disparos de un
inteligente y eficaz de la Iglesia. asesino.
Uno de esos países hispanoamericanos me-
rece ser considerado aparte con atenta simpa- Frente a la situación complicada y difícil
tía: un pequeño país, Ecuador, a causa de la que le presentaba el conjunto de los países his-
tentativa extraordinariamente original que en panoamericanos, Roma no se mostraba ni vaci-
él realizó un hombre en tantos aspectos excep- lante ni insuficiente. Por el contrario, la Santa
cional: García Moreno (1821-1875). Era un Sede actuó con habilidad y firmeza. Apenas
verdadero castellano, descendiente directo de constituidos, muchos de aquellos jóvenes Esta-
aquellos creyentes imperiosos y austeros que hi- dos trataron de entrar en relaciones diplomáti-
cas con el Papa, dándose cuenta de que era im-
cieron la grandeza de España. Personalidad ex-
posible gobernar contra una masa mayoritaria
cepcional, a la vez hombre de acción y alma
de católicos. Pío VII se hizo el sordo; hasta 1820
mística, durante los quince años que tuvo en la Curia siguió designando «a nombre del rey
sus manos los destinos de su nación, se impuso de España» a obispos que, por lo demás, no po-
el deber de hacer de Ecuador un verdadero
Estado cristiano. Pero no regresando al pasado,
a los métodos de la dominación real: en el con- 1. Tapié, ibíd., pág. 125.
ORBIS TERRARUM 101

dían llegar a sus seáes. Pero aquello no podía peratriz Carlota quedó espantada al encontrarse
durar, y menos aún desde que en 1820 la mis- con sacerdotes que, sin vergüenza alguna, le
ma España había pasado a manos liberales. presentaban a sus concubinas y a sus chiquillos.
Desde entonces los Estados latinoamericanos Pero aquella lamentable situación no tardaría
fueron reconocidos uno tras otro por la Santa en cambiar. En esas iglesias habían surgido je-
Sede, y con una rapidez contra la que vana- fps resueltos a volver a la moral y a la práctica
mente protestaron Madrid y Lisboa. Grego- religiosa. El más notable de todos ellos fue San
rio XVI nombró una comisión especial de seis Antonio María Claret, que en Cuba obró ex-
cardenales para estudiar los asuntos de Hispa- traordinarias labores llenas de profundidad,
noamérica. Pío IX, que en su juventud —como pronunciando en seis años once mil sermones,
se recordará— había acompañado a un envia- regularizando treinta mil matrimonios, confir-
do especial de la Santa Sede a Chile, manifestó mando a trescientos mil bautizados, restaurando
para todos los países latinoamericanos tan gran iglesias y distribuyendo millones de folletos y
solicitud, que muchas veces se le ha llamado de catecismos. Y fueron sus dignos émulos Mon-
«el Papa de la América latina». El inmediato señor Munguía, en México; Monseñor Vital de
resultado de esa inteligente actitud fue la trans- Oliveira, capuchino de la provincia francesa de
posición más allá del Atlántico de la feliz polí- Toulouse, y Monseñor de Macedo Costa en el
tica iniciada por Consalvi en materia de con-
Brasil; Monseñor Aneiros en Buenos Aires;
cordatos. Uno tras otro, ocho de los quince paí-
Monseñor Valdivieso en Chile... El clero co-
ses normalizaron sus relaciones con Roma: en
1855, Guatemala y Costa Rica; en 1860, Haití; menzó a mejorar, especialmente en Chile, don-
Venezuela y Honduras, en 1861; en 1862, San de en adelante surgiría de las clases sociales más
Salvador; en 1863, Nicaragua y Ecuador; Perú intelectuales y cultas. Inicióse también un es-
seguiría en 1874.1 Y, a favor de esos acuer- fuerzo en pro de la creación de seminarios; se-
dos, aprovechando un momento en que reinaba ría célebre —y ejercería gran influencia— el de
la calma religiosa, Roma reorganizó la Iglesia Santiago de Chile. La aportación de las con-
en aquellos países, redistribuyó las provincias gregaciones europeas, que llegaron en número
eclesiásticas y las diócesis, multiplicándolas, es- considerable, desde los jesuítas y las Hijas de la
tableciendo delegados apostólicos, encargados Caridad hasta las Hermanas de San José de
tanto de controlar al clero local como de mejo- Chambéry y hasta los salesianos, ayudó mucho
rar las relaciones con los gobiernos. a la renovación. Se abrieron colegios nuevos y
volvieron a funcionar los antiguos. Incluso apa-
Y la iglesia latinoamericana comenzó a re- reció aquí y allá una selección de seglares, di-
cobrar vida y vigor espiritual. No es que pueda rectamente influidos por los intelectuales cató-
decirse que todo fuera excelente en adelante. El licos de Europa, discípulos de Montalembert,
deseo que expresaba en 1865 un prelado brasi- de Veuillot, de Raimes, de Donoso Cortés: José
leño hubiera podido ser pronunciado tal vez Manuel Estrada, en Argentina, fue el más ad-
por otros muchos: «El honor de Dios y de la mirable ejemplo. Pero el hecho más brillante y
Iglesia reclaman una reforma lo más pronto rico de porvenir fue sin duda alguna la funda-
posible.» Y lo mismo se diga de lo que declara- ción en Roma, en 1858, por Pío IX, del Colegio
ba el Arzobispo de Río: «Los sacerdotes de más Pío Latinoamericano, destinado a la formación
de treinta y cinco años están en una situación de un clero capaz de promover una Iglesia re-
moral que no deja esperanzas: muchos de ellos novada.
ya no rezan su oficio; gran número mantienen
públicamente mujer e hijos.» En México, la Em- Indudablemente, todo esto son síntomas
más que resultados; semilla más que cosecha.
Y pasará aún bastante tiempo, hasta nuestra
1. Es difícil fijar exactamente la cronología época, para que la siembra dé todo su fruto.
de esas negociaciones y acuerdos. Cfr. G. Marchi, Pero no por ello es menos cierto que la Iglesia
Le Nunziature Apostoliche dal 1800 al 19JO. estaba lejos de haber perdido su oportunidad en
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

el país de los Conquistadores, aunque careciera lejanas a tres mil quinientos sacerdotes.1 Hay
aún de la vitalidad que hemos observado a ori- que añadir, por último, que el estado de ánimo
llas del Hudson o del San Lorenzo. Conclusión creado por los «filósofos» no era en nada favo-
que, por lo demás, se impone en cualquier lugar rable a las Misiones y a los misioneros: Voltaire
del mundo en que se la considere. se complacía en desacreditarlos.
La Revolución y sus secuelas agravaron
aún más la crisis. Francia, que había sido gran
semillero de misioneros, perdió de pronto ese
Las Misiones en lo más bajo puesto. Mientras los conventos de franciscanos,
dominicos y otros se vaciaban, reduciendo así
Extraordinaria y admirable historia la de el reclutamiento de misioneros, las tres Socie-
las Misiones católicas del siglo XIX, uno de los dades de sacerdotes seculares que tanto habían
testimonios más impresionantes que puedan in- hecho por la causa, quedaban heridas de muer-
vocarse acerca de la vitalidad de la Iglesia, su te. Los lazaristas, cuya casa madre fue saquea-
juventud permanente, las virtudes de audacia, da el 13 de julio de 1789, porque se sospechaba
heroísmo y sacrificio que sus hijos llevaron con- que guardaban armas y víveres,1 hubieron de
sigo. Esta historia se resume en dos fases: hacia dispersarse, y unos veinticinco de ellos murie-
1820 parece perdida, terminada, prescrita aque- ron asesinados, ejecutados o en la prisión. La
lla gran aventura misionera que en el si- Congregación del Espíritu Santo fue barrida.
glo XVII, había escrito para la Iglesia una pá- En el Seminario de la rué du Bac pesquisas y
gina de gloria; pero cincuenta años más tarde amenazas condujeron a la dispersión de los Pa-
la Cruz surge en todas las partes del mundo, y dres de las Misiones Extranjeras; uno solo de sus
los heraldos del Evangelio ven nacer por do- directores quedó alli en aquel edificio ocupado
quier comunidades de bautizados. Una renova- por guardias nacionales y artilleros. De 1793 a
ción, una resurrección: eso es lo que evoca esta 1798 no partieron más que siete misioneros en
historia. Pero tales resultados se pagan caros en total.
penas, en sudores y en sangre. El Imperio asestó un nuevo golpe a las
La Revolución francesa sorprendió a las misiones. Con la ocupación de Roma, la supre-
Misiones en una situación penosa; a decir ver- sión de toda la administración pontificia, la
dad, en un doloroso declinar. Monseñor Este- transferencia a Francia de sus archivos, la Con-
ban Borgia, secretario de la Congregación de gregación de la Propaganda quedó arruinada
Propaganda, no lo disimulaba en sus clarivi- como las demás; sus finanzas fueron «imperiali-
dentes informes. Muchas causas explicaban zadas»; el general Radet se instaló en su palacio,
aquella disgregación: la crisis abierta desde el en el que dio un banquete a los francmasones;
Gran Siglo por las pretensiones de Portugal y hasta los tipos de la imprenta poliglota fue-
España a someter a las Misiones al Padroado o ron enviados a París. Sin embargo, Napoleón
al Patronato de los gobiernos; después, la de- había manifestado interés por las Misiones: a su
cadencia de ambos países; la pérdida del Cana- manera, desde luego, que era bastante utilita-
dá por Francia; la expansión marítima de Ho- ria. Basándose en un informe de Portalis, pensó
landa e Inglaterra, naciones protestantes; las reconstituir las sociedades misioneras para en-
crisis de xenofobia que agitaron todo el Extre- viar a sus miembros a todos los continentes para
mo Oriente; las disputas teológicas dentro del que «tomaran informaciones» y trabajaran por
catolicismo europeo, agravadas en los países de su causa. «Sus hábitos les protegen —decía—,
Misión por la deplorable Querella de los Ritos;1 y servirán para cubrir propósitos políticos y
y para terminar, la disolución de la Compañía comerciales.» Así pues, un decreto las auto-
de Jesús, que arrebató de golpe a las iglesias
1. Cfr. «La Era de los Grandes Hundimientos» •
1. Cfr. «La Era de los Grandes Hundimientos». 2. Cfr. capitulo I del vol. X.
ORBIS TERRARUM 103

rizó a renacer; el Cardenal Fesch fue nombra- mera, para todo el mundo, a 500 misioneros que
do su protector; y, siempre lógico y simplifica- dependen de la Propaganda; 250 son religiosos,
dor de las cosas, el dueño supremo habló de reor- y 250, sacerdotes autóctonos. Los seminarios de
ganizar aquellas congregaciones y hacer un solo Misiones estaban tan mal provistos, que cuando,
instituto que, por supuesto, estaría bajo el im- en 1812, vino una delegación de coreanos a su-
perial control. El conflicto con el Papa puso fin plicar a Pío VII que les concediera un misionero,
a aquella tentativa, inquietante en sí misma... el Papa no pudo hacer otra cosa que confesar,
¿Mejoraría al menos la situación el hundi- entre lágrimas, su impotencia para complacer-
miento del Imperio? Es indudable que entre les: no tenía a nadie a quien enviar.
las restauraciones a que se procedió a la caída Ante situación tan angustiosa, los Papas no
de El Aguila, la institución misionera no quedó quedaron indiferentes. Si el Cardenal Consalvi
en el olvido. La Congregación de la Propagan- se interesó poco por el problema, Pío VII hizo
da volvió a instalarse en Roma en 1814. En los todo lo posible por dotar de recursos a la reor-
primeros meses de su reinado Luis XVIII auto- ganizada Propaganda y, desde que la conoció,
rizó a los lazaristas, a las Misiones extranje- dio ánimos a la naciente obra, que se converti-
ras y a la Congregación del Espíritu Santo a ría en Propagación de la Fe; apoyó lo mejor que
reanudar sus actividades. La restauración de la pudo a las congregaciones y sociedades que
Compañía de Jesús por la Santa Sede fue otro anunciaban su deseo de trabajar en las misio-
hecho capital para el futuro de las Misiones. nes: capuchinos, maristas, oblatos de María
Pero nada de eso bastaba para poner término a Inmaculada. León XII respondía a todas las
la crisis. Las vocaciones eran raras; faltaban peticiones que procedieran de misioneros va-
dinero y medios de acción. Las compañías de ciando sus arcas personales e interesándose per-
navegación holandesas e inglesas se negaban a sonalmente en la Propaganda, a la que dio por
embarcar a ningún misionero. Hasta en los paí- secretario al activo y clarividente Cardenal
ses de misión, las evidentes divisiones entre los Mauro Capellari. Y Pío VIII, en los breves me-
blancos favorecieron las maniobras de los xenó- ses de su pontificado, consagró la obra de la Pro-
fobos. La propaganda protestante se había pagación de la Fe y se preocupó especialmente
aprovechado de las circunstancias; plantó jalo- de Sudamérica, el viejo continente católico, en
nes sobre las ruinas de las Misiones católicas y a el que debía reanudarse urgentemente la tarea
veces incluso se presentó como su heredera legí- misional.
tima. Era una pendiente difícil de remontar: eso Fuera de esas pruebas de buena voluntad
explica el que la crisis haya podido durar unos oficial, cuanto puede inscribirse en el haber de
quince años aún después de la Restauración, las Misiones durante el primer tercio de siglo
hasta casi el 1830. tiene poca trascendencia o sólo depende de ini-
Los documentos que poseemos acerca de la ciativas individuales. Resistencia casi ignorada
situación de las Misiones en aquel primer ter- de los cristianos de Corea, guiados por seglares;
cio del siglo angustian el corazón. Un texto apa- o de los chinos, salvados por algunos grupos de
recido en 1822 en los Anales de la Propagación sacerdotes indígenas y valerosos misioneros; su-
de la Fe nos muestra las iglesias construidas pervivencia de algunos seminarios —despobla-
pacientemente convertidas ahora en ruinas; a dos en sus tres cuartas partes— y de las «Casas
los viejos misioneros que mueren uno tras otro, de Dios» en Indochina. Aquí el Padre Smet y
desanimados al no ver llegar jóvenes relevos; el algunos jesuítas belgas se aventuraban entre
clero indígena diezmado por las persecuciones; las tribus indias de América; allá algunos laza-
las comunidades de fieles en evidente disminu- ristas se dirigían a China; dos seculares holan-
ción; la fe cada vez más vacilante. Ni un solo deses llegaban a Java; algunos irlandeses em-
sacerdote en Japón y Corea, ni en Asia Central, barcaban para Australia; en el Canadá el abate
ni en Oceanía o Madagascar. No más misio- Provencher remaba por el río Rojo; la Madre
neros en América latina. Un censo de 1820 enu- Javouhey comenzaba su gran aventura africa-
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

na... No es demasiado larga la lista de aquellas entre los hombres, por ejemplo, conducía nece-
empresas llevadas a cabo, en medio de peligros sariamente al término de la esclavitud y la trata
enormes, por individualidades fuertes y llenas de negros. Sobre este punto las personas de iz-
de audacia... Por lo menos eso era un indicio. quierda se unían a los católicos abolicionistas y
En el viejo tronco católico la savia no había de- a sus primeros adalides, los Papas.
jado de correr, aquella savia que en siglos prece- Esas nuevas ideas, favorables a las misio-
dentes había hecho retoñar y crecer a tantas nes, tomando el desquite de Voltaire y los «fi-
ramas vigorosas. En 1831, cuando Mauro Ca- lósofos», fueron difundidas, desde comienzos
pellari, antiguo secretario de la Propaganda, del siglo XIX, por una oleada de papel impreso.
llegó al solio con el título de Gregorio XVI, esta- Chateaubriand, mediante El Genio del Cristia-
ba a punto de iniciarse una nueva primavera. nismo, dio origen a un «romanticismo misione-
ro» que inflamó a muchos corazones jóvenes.
Las Cartas edificantes y curiosas de los jesuítas,
llenas de admirables relatos de aventuras misio-
nales, fueron reeditadas tres veces, en 1803,
Causas y dificultades de 1818 y 1824; 1 añadióse la edición, en ocho vo-
una renovación lúmenes, de las Nuevas cartas edificantes de las
Misiones de China y de las Indias Orientales.
Apenas fundados en 1823, los Anales de la Pro-
¿Por qué cambió totalmente la situación?
pagación de la Fe alcanzaron un éxito prodigio-
¿Por qué las misiones, por las que parecían no
so, con una tirada de 16 000 ejemplares en una
interesarse ya los católicos, se convirtieron de
época en que una gran revista como la Revue
pronto en uno de los más vivos objetos de su
des Deux Mondes contaba con mil abonados. En
preocupación? Numerosas y complejas son las
esta propaganda por la pluma a favor de las
causas de ese cambio. Es evidente, ante todo,
Misiones sería injusto olvidar el papel cumplido
que la renovación misionera va unida a un fe-
por un hombre cuyas actitudes todas no fueron
nómeno más general; la restauración de los va-
tal vez aceptables, pero que, en este terreno,
lores católicos desde 1815. En el momento en
merece admiración sin reservas: Louis Veuillot,
que volvía a situarse la Iglesia sobre sus tradicio-
que durante cuarenta años, en todos los órganos
nales bases, era imposible el que no se reanimara
de que dispuso, se convirtió en el apóstol casi
esa actividad de evangelización universal que
diaiio de aquella causa, apologista y defensor de
aquélla ha considerado siempre fundamental.
los misioneros, y cuya influencia en esta mate-
Los gobiernos, especialmente el francés, osten-
ria no debe ser subestimada.1
tarían de nuevo el puesto de amigos y protecto-
res de las Misiones, puesto que habían asumido Recordemos que también intervinieron
desde los tiempos de Richelieu. También impul- causas totalmente profanas. En la primera mi-
saba a ello la sorpredente renovación espiri- tad del siglo XIX la Europa occidental conoció
tual.1 En la lucha contra la Revolución y el Im- un nuevo impulso hacia el vasto mundo, seme-
perio los católicos habían adquirido virtudes jante al que cuatrocientos años antes determi-
de combatividad y heroísmo que sus hijos trans- nara los grandes descubrimientos. La ciencia
pondrían a otros terrenos; no deja de sorpren-
der que en los orígenes de muchas grandes obras
1. Leyendo estas Cartas, Paulina Jaricot fue
misioneras se encuentre a «caballeros de la fe» alcanzada por la gran pasión de las misiones.
y a numerosos individuos de la Congregación. 2. Su hermano Eugenio (padre del escritor
Mas, por otra parte, algunas de las ideas surgi- Francisco Veuillot y abuelo del actual Obispo de An-
das de la Revolución misma impulsaban a favor gers) le ayudó en esa tarea, examinando para él la
del movimiento misionero: la de la igualdad prensa misionera y la correspondencia de los obis-
pos. Cfr., sobre Louis Veuillot et Vidée missionnaire
el artículo de George Goyau en L'Eglise en Mar-
1. Cfr., más adelante. che, II, pág. 191.
«Hegel, el más profundo de los pensadores, el que el rector de la Universidad de Berlín lo comparó a
más ha pesado en los destinos de Europa» (Alain). Jesucristo.
Cuando murió el padre de los sistemas totalitarios, Retrato de Schesinger. Museo nacional. Berlín.
ORBIS TERRARUM 105

geográfica se convirtió en elemento de emula- También allí, como en las colonias, los misione-
ción entre los pueblos: la exploración fue una ros precedieron o, con más frecuencia, acompa-
vocación corriente. Ingleses, franceses, rusos, ñaron a los descubridores y conquistadores.
alemanes, italianos, americanos: innumerables Eso plantearía graves problemas para el porve-
fueron los descubridores de tierras. Es la épo- nir, pero de inmediato era una buena baza.
ca en que René Caillé llega a Tumbuctú vesti- Lo que no quiere decir que todo haya sido
do de musulmán; Denham y Clapperton des- sencillo. El movimiento misionero chocó con
cubren el lago Tchad; los ingleses Burton y graves dificultades. Unas, las más serias, eran
Grant, los Grandes Lagos. Leyendo los escri- tradicionales: resistencias que siempre han
tos sobre aquellas aventuras, los jóvenes descu- opuesto a la penetración evangélica los pueblos
bren en sí mismos un alma de Robinson Cru- en que se ejerció; resistencias acrecentadas en
soe; y el más aparatoso éxito de imprenta fue muchos lugares por el odio y el menosprecio
el de las Illustrated London News, revista de qüe suscitaban entre los indígenas, con su con-
viajes, que se vendió por millones de ejempla- ducta, tantos blancos «colonizadores» y «colo-
res. La técnica facilitaba además los desplaza- nialistas» . Numerosos misioneros serán víctimas
mientos. Fundáronse grandes líneas de nave- de reacciones xenófobas, de las que hay que de-
gación: la Cunard Line, en 1839; Hamburg- cir que a veces fueron muy excusables.
Amerikanische, en 1847; la Compagine Géné- Otras dificultades procedían de un hecho
rale Transatlantique, en 1855. Disminuyeron nuevo, la aparición y desarrollo de las Misio-
los peligros de naufragio, suprimiendo así las nes protestantes, de poca monta hasta finales
enormes pérdidas que en otros tiempos diez- del siglo XVIII: a lo más podía hablarse de un
maban a los misioneros. El vapor acortó distan- «despertar misionero del protestantismo» con
cias. Y desde 1815 la libertad de los mares es- los valerosos ensayos de John Eliot, de Hans
taba intemacionalmente garantizada. Egéde y del doctor Coke, admirable metodista.
Tampoco la política dejó de surtir algún Pero a partir de 1789 se operó un cambio radi-
efecto sobre la renovación misionera. La disgre- cal. En unión con la expansión colonial inglesa,
gación del Imperio turco, que desencadenaba tan impresionante como la de Francia; en unión
las complicaciones de la «Cuestión de Oriente», también con el desenvolvimiento de la potencia
abría al mismo tiempo nuevas perspectivas en de los Estados Unidos, las Misiones protestan-
países del Islam, de las que podían sacar pro- tes adquirirían un extraordinario ímpetu. Mul-
vecho las Misiones. El rápido desarrollo de los tiplicáronse las sociedades misioneras protestan-
Estados Unidos y del Canadá trajo consigo una tes: la Baptist Missionary Society, en 1792; la
ampliación territorial igualmente favorable a London Missionary Society, en 1795; la So-
las misiones. Pero fue tobre todo la expansión ciedad Evangélica de Basilea, f u n d a d a en 1730,
colonial de las grandes potencias europeas lo fue reorganizada en 1796; la Neederlandsch
que les daría enorme ayuda. Si Francia iba a Zendelinggenostchapp holandesa, en 1797; la
ser, durante el siglo XIX, la primera nación mi- Rheinische Misionsgeselschaft alemana, el mis-
sionera, lo debería también a haber sido la na- m o año; la American Board of Commissionnen
ción que plantaba su bandera en Argelia, en for te Foreign Missions, en 1810; en u n siglo
Túnez, en el Sahara, en Africa occidental y nacerán más de trescientas. De pronto los misio-
ecuatorial, en Madagascar, en Djibuti, en Co- neros protestantes sembraron en el mundo en-
chinchina, Tonkín y Oceanía. Ésa expansión tero, llegando incluso a ocupar un puesto junto
colonial fue a la par con una política de presti- a los misioneros católicos. Ciertamente que no
gio en Occidente; a fin de afirmar su suprema- podríamos negamos a rendir homenaje al celo
cía, o para proporcionar mercados a sus comer- apostólico de que aquellos hombres dieron fre-
ciantes, las grandes potencias abrieron por la cuente prueba; pero hay que notar también que
fuerza países como China, el Japón o Indochi- su presencia junto a sus hermanos católicos tra-
na, cerrados hasta entonces por la xenofobia. ducíase muchas veces en un penoso antagonis-
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

mo. Son incontables los incidentes suscitados por expansión y cosechas, se asistirá a una lucha por
ellos: algunos, como el asunto Pritchard, en revivir y a esfuerzos para explorar y preparar
Tahití, alcanzarían las características de un ver- los terrenos de futuras mieses.
dadero conflicto. E incluso donde las relaciones Debemos subrayar un último rasgo: el que
no fueron malas quedaba siempre el hecho de esos esfuerzos hayan sido, sobre todo, franceses.
que los futuros catecúmenos vacilaban entre dos Como ya había ocurrido en el «Gran Siglo de las
iglesias rivales —y no solamente entre católicos Almas»,1 es Francia quien facilita, en una pro-
y protestantes, sino entre sectas de diversos gé- porción superior a la mitad, equipos de hom-
neros—, y que ese gran escándalo de los cristia- bres y mujeres que parten a los cuatro ángulos
nos desunidos, públicamente ostentado, no po- del mundo para plantar en ellos la Cruz de
día en absoluto favorecer los progresos de la Cristo. Veuillot subraya hasta qué punto ese
doctrina de Cristo. hecho desmentía la imagen, demasiado difun-
A estas dificultades exteriores habría que dida de una Francia anticlerical e irreligiosa: de
añadir otras internas, menos visibles. La Disputa la Francia de Paul-Louis Courier, de Béran-
de los Ritos chinos y la de los malabares habían ger y de Renán.
llevado a muchos ánimos a desconfiar excesi-
vamente de todo aquello que pudiera parecerse
a una «adaptación» del Cristianismo a las tradi-
ciones y costumbres indígenas.1 Algunos misio- Dos grandes "Papas misioneros"
neros, como Monseñor Pigneau de Béhaine, en
Indochina, habían pensado que era necesario Dos Papas tuvieron la perspicacia y la
atenuar los rigores de las condenas de Clemen- energía de adherirse profundamente a aquel
te XI y de Benedicto XIV y escuchar las leccio- renacimiento de las Misiones. Y no se debió al
nes del Padre Ricci y del Padre De Nobili; pero azar el que el Cardenal Mauro Capellari, al ser
en general nadie les seguía. Sobre todo en la elevado a la Sede de San Pedro, tomara el
India, una excesiva sumisión a la letra de las nombre de Gregorio: el del Pontífice que envió
prohibiciones pontificias creó desde luego in- apóstoles a la conquista de Inglaterra y el del
comodidades y provocó incidentes. fundador de la Propaganda, Gregorio XV. Se-
Pero no hay que exagerar la importancia cretario de esta Congregación romana, conoce
de esas diversas dificultades, que no obstaculi- admirablemente todos los engranajes de aquella
zaron el movimiento de renovación. A partir de organización, y durante su Pontificado se dis-
1820, modestamente aún, se inicia una recupe- puso a resolver sus problemas con la indomable
ración que se acentúa y hace cierta en 1830; a energía que empleaba en todos los terrenos. Ya
mediados del siglo la crisis puede considerarse en su primer discurso hizo notar con fuerza que,
conjurada; hacia 1870 los misioneros, a pesar a pesar de las graves dificultades que proporcio-
de que su número es aún insuficiente, están en naba la situación de Europa, el cuidado de la
plena labor en todas partes, de tal manera, que expansión católica estaría siempre en el primer
durante el último tercio del siglo se asistirá a plano de sus preocupaciones. Y de hecho no dejó
una expansión como la Historia no ha conocido pasar ocasión alguna de manifestar el interés
otra desde la primera evangelización cristiana. que sentía por ello, reorganizando y mejorando
En el período que va de 1815 a 1870, período los servicios de la Propaganda, dotándola de
de desbrozamiento y preparación más que de fondos considerablemente acrecentados, dándole
la admirable biblioteca poliglota que él mismo
1. Cfr. «La Era de los Grandes Hundimientos»; había constituido, apoyando con toda su auto-
conviene observar honradamente que la «adapta- ridad la obra misional, a las congregaciones mi-
ción» no resolvía todos los problemas... (Ver, para sioneras que estaban a punto de nacer, enviando
matizar ciertos juicios, el artículo del Reverendo
Padre Juan Guennou en L'Ami du Clergé, 24 de
abril de 1958). 1. Cfr. «La Era de los Grandes Hundimientos».
ORBIS TERRARUM 107

a cardenales que vigilaran y ordenaran el esta- tólicas», y uno de los grandes días de la Asam-
do de colegios y seminarios de Misiones, incluso blea fue aquel en que, en presencia de treinta
los de las antiguas órdenes, multiplicando las y seis obispos, el Cardenal Bonnechose consagró
circunscripciones eclesiásticas en países de mi- Obispo a un misionero que iba a reanimar la
sión y confiándolas a hombres muy escogidos, a misión de Corea.1
quienes supo dar toda confianza; reanudando El instrumento de esa acción pontificia
la política de los Vicarios apostólicos para reme- misionera fue, cada vez más la Propaganda
diar la ausencia de España y Portugal... ¿Qué Fide. Fundada en 16222 para dar a la Sede
más? Si se considera la historia de las Misiones Apostólica los necesarios medios de iniciativa
en todas las partes del mundo se verá que, bajo y control para cuanto concernía a la expansión
el Pontificado de Mauro Capellari, hay que de la Fe. La Sagrada Congregación de Propa-
situar, casi en todas partes, la restauración. ganda Fide, disuelta y expoliada por el Directo-
Hasta los historiadores que no aprueban su po- rio y por Napoleón, no había dejado de actuar
lítica general, su antiliberalismo y su conserva- durante la Revolución y el Imperio con medios
durismo estrechos, admiran en él al Papa del y en condiciones que aún no han sido manifes-
apostolado universal, al que —como dice Char- tados a plena luz. Restaurada en 1817, confir-
les Pouthas—, «envolvió a la tierra en una red mó, año tras año, una creciente autoridad, con-
de Misiones». Y no sin razón, un bajorrelieve virtiéndose en verdadero Ministerio de las Mi-
en San Pedro, de Roma, sobre la tumba del siones. Trabajaron en ella hombres notables;
Pontífice, muestra a Gregorio XVI rodeado de ya hemos hablado del Cardenal Mauro Capel-
lari; en 1854 fue nombrado Prefecto de la Pro-
los representantes de los pueblos de la tierra, a
paganda un hombre sorprendente, el Carde-
los que bendice con mano paternal.
nal Barnabo, carácter bastante agreste, pero
Tal vez menos sistemáticamente, pero con inteligencia poderosa, apasionadamente entre-
tanto celo, también Pío IX se interesó por las gado a aquella tarea, que aseguró hasta su
Misiones. Ayudó también a la creación de Con- muerte, durante más de veinte años. La acción
gregaciones misioneras, los scheutistas, por de la Propaganda fue inmensa. Sus innumera-
ejemplo, o las Misiones Extranjeras de Milán; bles instrucciones, que pueden ser leídas en las
favoreció la fusión de dos Institutos, que iban Collectanea de Propaganda Fide, penetraron en
a revivificar la Compañía del Espíritu Santo; los detalles de cada asunto y formularon solu-
animó al Padre De Foresta a restaurar sus Es- ciones muy precisas. Era la Propaganda la que
cuelas apostólicas. También Pío IX practicó una administraba y repartía los fondos, cada vez
política de multiplicación de circunscripciones más importantes, que las obras misioneras ha-
eclesiásticas: 29 arzobispados, 123 obispados, 33 cían afluir a Roma. Definitivamente indepen-
vicariatos apostólicos y 3 delegaciones: tal es el diente de los gobiernos seglares —puesto que se
balance de su Pontificado. Ni puede olvidarse hallaban en idéntica disolución el Padroado y
que, al canonizar a algunos misioneros, espe- el Patronato—, era la Congregación la que, en
cialmente a los mártires japoneses que fueron el instante oportuno, enviaba a los misioneros
objeto, en 1862, de una manifestación glorifi- donde fueran necesarios, fijaba el estatuto ca-
cadora, a la que se asociaron más de trescien- nónico de las organizaciones misioneras, las ha-
tos obispos, aquel Papa contribuyó poderosa- cía pasar, poco a poco, de la misión a la Prefec-
mente a atraer la atención y la veneración del tura apostólica, después al Vicariato apostólico
público católico sobre tantas figuras heroicas. y, por último, las transformaba en diócesis. Era
Cuando decidió reunir el Concilio Vaticano, también la Propaganda la que nombraba o
hizo convocar a él, a pesar de las resistencias y
protestas de algunos obispos y teólogos, a todos 1. Cfr., más adelante en este mismo capítulo,
los Vicarios apostólicos de las misiones lejanas; párrafo «Cruel y Santa Asia amarilla».
una comisión especial recibió el encargo de ela- 2. Cfr. «La Reforma católica» y «La Era de
borar una «constitución sobre las Misiones apos- los Grandes Hundimientos».
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

transfería a los jefes de Misiones y controlaba el tianos 1 oponían a la emancipación de los ne-
funcionamiento de las órdenes y congregaciones gros, a veces en nombre de una teología com-
dedicadas a aquel trabajo. Nunca se exagerará placiente que afirmaba la maldición de Cam,
el papel de aquel ministerio apostólico: el Pa- hijo de Noé, de manera sórdida en nombre de
lacio de la Plaza de España fue uno de los cen- sus intereses. «Está prohibido a todo católico,
tros más vivos de la Iglesia en este medio siglo sacerdote o seglar el sostener que la esclavitud y
decisivo. el mercado de esclavos sean cosas legítimas.»
Y, sin embargo, sería minimizar el papel de Pero no se trataba solamente de respetar al
Roma, tanto el de los Papas como el de la Pro- hombre de color: la Iglesia pensaba en su pro-
paganda, si se le limitara a las tareas de crea- greso, en su entrada en el seno de la Comunidad
ción administrativa y de organización. Uno de cristiana, con todos los derechos de los bautiza-
los hechos capitales de ese período pertenece al dos. Y a las célebres Instrucciones de la Propa-
orden ideológico: se completa, se precisa la doc- ganda, de 1659,2 habían enseñado formalmente
trina de la Iglesia en materia de misiones; y, a los misioneros el respeto a las civilizaciones
de modo más general, se afirma su actitud fren- y sociedades en cuyo seno iban a trabajar, po-
te a los pueblos aún no civilizados, a los que niéndoles en guardia contra el peligro de pre-
lleva el Evangelio. Actitud admirablemente hu- tender «occidentalizar» el Cristianismo. Grego-
mana. En cada hombre, por salvaje y primitivo rio XVI volvió a esa idea y la desarrolló; el 23
que sea, reconoce la inefable faz de Dios encar- de noviembre de 1845, unos meses antes de
nado. Nada más admirable que el esfuerzo de morir, hizo dirigir por la Propaganda, a todos
los Papas para luchar" contra la esclavitud. La los jefes de Misión del mundo, la Instrucción
trata de negros se encarnizaba aún en aquellos Neminem Profecto, que tiene valor de verdade-
pobres seres; las «naves del ébano» seguían ro programa y anuncio de cuanto los Papas irán
atravesando el Atlántico llenas de cargamento. haciendo hasta nuestros días. Recordaba que la
Las potencias europeas comenzaban sólo enton- expansión de la Iglesia ha descansado siempre
ces a conmoverse por aquella infamia. Y la es- sobre dos bases: la multiplicación de iglesias
clavitud seguía siendo cosa legal: Francia no locales y la creación de un clero indígena. Igual-
pondría término al abuso hasta 1831. Entonces,
situándose en la grandiosa tradición de tantos
de sus predecesores,1 Gregorio XVI habló. Su bano VIII, en 1639, atacó la trata de negros como
Instrucción de 1839, In Supremo, condenó so- a «abominable comercio de hombres»; cuando Cle-
lemnemente la ciega resistencia que tantos cris- mente XI, en 1704, recogió todas las ideas y conde-
nas de Paulo III; y, en fin, cuando Benedicto XIV,
en 1741, había hablado de la «fraternidad de todas
1. La lucha contra la esclavitud había comen- las razas» y fulminado, una vez más, a todos los
zado, en efecto, desde hacía mucho tiempo; cuando, negreros y propietarios de hombres. Extractos sus-
por ejemplo, Eugenio IV, en 1435 —medio siglo an- tanciales de todos esos documentos pontificios se ha-
tes de los grandes descubrimientos— fulminó exco- llan en los cuadernos de Recherches et Débats, «Co-
munión contra los cristianos que, en quince días, no lonización y conciencia cristiana». Esa inmensa co-
hubieran devuelto su libertad y sus bienes a los rriente en pro de la justicia fue también sostenida
hombres y mujeres del archipiélago de las Cana- por grandes doctrinarios como Suárez y Vitoria, por
rias, a los que habían reducido a esclavitud; cuan- hombres de acción como San Pedro Claver o Anto-
do Paulo III, en 1537, había juzgado con extrema nio Vieira. Aflora en el siglo XIX con enorme fuer-
severidad a «aquellos satélites del enemigo del gé- za; pero sus fuentes eran lejanas.
nero humano» que trataban a los indios «como a 1. Al recibir las instrucciones de Gregorio XVI
bestias salvajes» para «saciar su concupiscencia», contra la esclavitud, un cura de la isla Guadalupe
«so pretexto de que aquéllos eran ajenos a la f e » ; exclamó: «¡Aquel pobre viejo habla de la esclavi-
cuando el Papa San Pío V, en 1568, hizo saber a Fe- tud como todos los que ignoran las colonias!» Des-
lipe II su intención de hacer controlar el modo como graciadamente, esa opinión estaba muy difundida.
los colonizadores españoles trataban a los indígenas 2. Cfr. «La Era de los Grandes Hundimien-
y castigar cualquier falta que hubiera; cuando Ur- tos», cap. I.
ORBIS TERRARUM 109

mente, cuando fuera posible, había que instituir participó activamente en el esfuerzo de las Mi-
una jerarquía y nombrar obispos; era necesario siones. Mientras que, en el siglo XVII, la ayuda
trabajar en la constitución de un clero indígena a la evangelización había sido llevada a cabo
y, para ello, fundar seminarios; entre esos sacer- por iniciativas individuales, en el siglo XX apa-
dotes indígenas habría que elegir a los futuros recieron en gran número obras cuyo objetivo era
obispos; para preparar la promoción indígena conmover a la masa católica en favor de las Mi-
debíanse multiplicar las escuelas y dedicar to- siones.
dos los esfuerzos a la educación... Cien años «Asociar a los fieles de todas las naciones
después, puede leerse aquel documento con ver- a fin de orar juntos por la evangelización y re-
dadera admiración. unir sus ofrendas para sostener a los misione-
La acción de Roma, por lo tanto, fue deci- ros»: tal fue el propósito que expuso a sus fu-
siva, y la renovación misionera le dehe mucho. turos miembros el comité de una modestísima
Pero también estuvo apoyada fervorosamente asociación que se reunía en Lyón el 3 de mayo
por el clero y el Episcopado. He aquí otra carac- de 1822. El alma de aquel grupo, y a quien se
terística del período: el entusiasmo por las mi- debía la iniciativa, era una joven de veintitrés
siones, semejante al que hoy, tras un eclipse años, de bello rostro delicado bajo una austera
a principios del siglo XX, se comprueba entre cofia negra, que humildemente se mantenía en
nosotros, con carácter desde luego distinto. Mu- la penumbra y apenas hablaba en las reuniones.
chos fueron los mandatos, discursos, cartas pas- Llamábase Paulina Jaricot (1799-1862). Bajo
torales de obispos en favor de las misiones. Ha aquellas humildes apariencias existía un alma
podido decirse que, en Francia, el Episcopado de fuego, un corazón enteramente dedicado a
había sido «el instigador del impulso populan).1 Dios y a la Caridad de Cristo, sensible a todas
El Cardenal De Croy dedicó no menos de nue- las miserias,1 apasionada por la gloria de la
ve mandatos a las misiones; Monseñor Dupan- Iglesia. En 1817 había agrupado en torno a sí
loup habló de ellas con frecuencia, con su vehe- a jóvenes y mujeres piadosas, las «Reparadoras
mencia acostumbrada. También Lacordaire del Corazón de Jesús, desconocido y desprecia-
exaltó «la vocación misionera de Francia», do». Al mismo tiempo, comenzaría a interesarse
mientras que en Italia, un hombre tan influ- por las Misiones. Hablábase mucho de ellas en
yente y atractivo como Juan Bosco no perdía su ciudad natal, abierta a todos los vientos del
una sola ocasión de despertar esa misma voca- vasto mundo. En Lyón, en 1815, la célebre viu-
ción entre sus compatriotas y, sobre todo, entre da Petit había salido a pedir personalmente do-
sus hijos. En definitiva, fue la Iglesia entera la nativos para los apóstoles de los pieles rojas; en
que tomó sobre sí, como una consigna, la her- Lyón, en 1816, Monseñor Dubourg, Obispo de
mosa fórmula del Cardenal De Croy: «Nada San Luis de Mississipí, había pronunciado con-
hay más sagrado que las Misiones.» movedores sermones acerca de las desdichas de
los misioneros; también en Lyón, Bernard Cos-
te, rico agente de Bolsa y presidente local de la
«Congregación», solicitado por el abate Rondot,
Nacimiento de Obras misioneras

Sí: la Iglesia entera... Porque, y éste es uno 1. Ya hemos visto más arriba la acción social
de los más significativos aspectos de aquella re- de Paulina Jaricot. Conviene observar que el papel
novación, el conjunto de la comunidad cristiana de esta mujer en la fundación de la «Propagación
de la Fe» ha sido muy discutido. Existía antes una
Asociación para las Misiones Extranjeras, conocida
por su hermano Philéas. Por otra parte, cuando el
1. Cfr. A. Rétif, Les évêques français et les grupo de hombres fundó la Obra, Paulina Jaricot
Missions au XIX' siècle («Etudes», diciembre de no estaba allí. Pero nada de eso anula el hecho de
1957). que ella fuera el alma de la empresa.
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

seminarista lyonés de la rué du Bac, había pre- denal Mauro Capellari, se interesaba personal-
guntado: «¿Qué hay que hacer?» Fue Paulina mente por ella. Su éxito completo y definitivo
Jaricot, ayudada por su hermano el abate Phi- estaba pues asegurado.1
léas, quien halló lo que convenía hacer. Aquella La acción de la Propagación de la Fe fue
mística poseía un espíritu realista. Su plan que- enorme. No solamente porque proporcionó su-
dó formulado en tres puntos: en lugar de dejar mas considerables a los misioneros, sino porque
que se dispersaran las buenas voluntades, unir- interesó a millones de católicos en la obra de
las todas en una obra universal en favor de las evangehzación. El éxito de los Anales de la Pro-
Misiones; organizar minuciosamente esa obra pagación de la Fe, que ya hemos visto, hizo co-
de unión, encargando a cada uno de los aso- nocer al mundo entero las hazañas y los sacrifi-
ciados que reuniera el dinero de diez simpa- cios de los nuevos mártires; son incontables las
tizantes; esas «decenas» serían reunidas des- vocaciones misioneras que suscitó la lectura de
pués en «centurias», en un sistema pira- los artículos de aquella valiente revista. Apare-
midal; por último, fijar la cotización en una cieron ediciones extranjeras. Y hasta hubo que
cifra extremadamente baja, para que todos pu- duplicarla, cuarenta años más tarde, en 1868,
dieran pagarla sin dificultad: un sou por sema- por otro órgano, las Misiones Católicas, destina-
na, es decir, ¡cinco céntimos! Sobre tales bases do a dar temporalmente un «status» de las Mi-
nació la Obra de la Propagación. Y como los pe- siones. Instituyéronse otras sociedades sobre el
queños arroyos son origen de los grandes ríos, la modelo de la Obra: Sociedad de San Francisco
Obra recogió, en el primer año, 22 915 francos. Javier, en Aquisgrán, en 1832; la Leopoldsve-
Tal vez, por bien montada que estuviera, rein, en Austria, en 1839; la Ludwigsverein, en
la Obra de la Propagación de la Fe hubiera Baviera, en 1843.
quedado limitada en su expansión, si no hubiera En Nemours, en 1838, María Zoé Duches-
entrado, por medio de Bernard Coste, en con- ne, una piadosa joven que había confeccionado
tacto con un «Consejo» de importantes señores, ornamentos litúrgicos y lienzos de altar para un
«sederos» en su mayoría, que mostraban interés, misionero perdido en las islas Gambier, y que
por las Misiones; y, mediante ellos, con la «Con- había recibido de él emocionantes cartas de gra-
gregación». El Cardenal De Croy aceptó ser titud, tuvo la idea de agrupar a varias mujeres
presidente del Consejo Central de la Obra, cuyo cristianas para trabajar en confecciones para las
nacimiento anunció a todos los obispos de Fran- Misiones. Monseñor Dupanloup se interesó por
cia. Después, la presidencia fue ejercida por el aquella iniciativa. Así nació la Obra Apostólica
conde Femando Bertier de Sauvigny, el mismo que, hasta hoy, aportaría a las Misiones una
que, bajo el Imperio, había fundado los Caba- ayuda tan discreta como eficaz.
lleros de la Fe, uno de los jefes de la «Congre- En 1837 Monseñor De Forbin-Janson,
gación». Todos los individuos de esta organiza- Obispo de Nancy separado de su diócesis, cuyos
ción fueron avisados y patrocinaron la naciente elocuentes discursos entusiasmarían a canadien-
obra. El dinero afluyó: 82000 francos en 1824; ses y americanos, oyó contar que en numerosos
300 000 en 1829; se llegará a los 727 000 en países paganos el infanticidio era uso corrien-
1836, a los 2 500 000 en 1840 y a los 3 235 000 te. Especialmente en China, estaba tan difun-
dido que, en 1775, el Venerable Moye, de las
en 1842. La unión de la Obra con la Congre-
gación hubiera podido comprometer su éxito
en 1830, arrastrándola en la desgracia de su 1. La obra se desarrolló en Francia en una do-
protectora. Pero ya entonces se había converti- ble dirección: un consejo lyonés y otro parisiense;
do en organismo internacional, con filiales en la pero, el 3 de mayo de 1922 (tras una discreta misión
en Francia de Monseñor Angelo Roncalli, futuro
mayoría de los países católicos; había sido reco-
Juan XXIII) Pío XI decidió que la dirección supre-
nocida por el Papa Pío VIII, en 1826, y estaba ma se estableciera en Roma, como la de todas las
en relaciones oficiales con la Sagrada Congre- «obras pontificias misionales». Francia quedaba di-
gación de la Propaganda, cuyo prefecto, el Car- vidida entre ambas direcciones.
ORBIS TERRARUM 111

Misiones Extranjeras, había creado en Se- piritual de las cristiandades locales sería consi-
Tchuan la Obra Angélica, que bautizaba a los derable.
pequeños chinos en peligro de muerte. El Obis- Poco después, en 1865, un jesuita de Avi-
po decidió consagrar su fortuna y sus energías ñón, el Padre Alberico de Foresta, tuvo otra
a desarrollar aquella idea. Hubiera deseado si- idea: atraído al problema misionero por una es-
tuar su obra en el mecanismo de la Propagación tancia en el «Juniorado» de Nuestra Señora de
de la Fe; pero razones personales no se lo permi- Lumières, de los Oblatos de María Inmaculada,
tieron. Decidió, pues, fundar aparte, en 1843, pensó en dirigir a los jóvenes hacia las Misiones,
la Obra de la Santa Infancia, destinada, en sus creando pequeños seminarios especializados, en
orígenes, a rescatar y bautizar a los niños chinos los que se educaría a los muchachos a los que
abandonados; pero, en seguida, en una perspec- pareciera atraer el apostolado en países lejanos.
tiva más amplia, a sostener «el apostolado de No se trataba de trabajar para esta o aquella
los niños cristianos para con los países paganos». congregación. «Todas las órdenes, todos los
De esta manera, bien diferenciada de la Propa- países, todas las Misiones», decía el Padre De
gación de la Fe, la nueva obra ocupó un puesto Foresta. Así nacieron en Aviñón, en Amiens, en
importante entre las empresas misionales. Su Poitiers, en Burdeos, y después, fuera de Fran-
carácter conmovedor, fue asociar a la infancia cia, sobre todo en Bélgica, las Escuelas Apostóli-
católica al esfuerzo del apostolado en relación cas, que aún existen: en menos de cien años han
con los niños a los que había que bautizar. Las proporcionado a la Iglesia más de tres mil mi-
colectas de sellos que organizó se harían céle- sioneros, religiosos o sacerdotes seculares.
bres. Al aparecer en el instante en que el Ex- ¡Sorprendente, admirable, esta eclosión de
tremo Oriente se abría a las Misiones y al Occi- obras durante aquel medio siglo! 1 Unos que-
dente, la nueva institución haría inmenso bien, rían dedicarse a la conversión de los musulma-
tanto por el rescate de niños como por sus asilos, nes; otros, se consagraban especialmente a ayu-
sus escuelas y orfelinatos y sus dispensarios. dar a los misioneros de una congregación...
—por ejemplo, la Asociación de María Inmacu-
Hubo aún otras obras que se situaron en
otro terreno: el de la escuela. En 1856 un ilustre lada, en favor de los oblatos—; otro grupo, como
matemático, Cauchy; un pintor no menos ilus- el del Venerable Pallotti, asociaba estrechamen-
te a la formación de misioneros, hombres y mu-
tre, Hipólito Flandrin; un orientalista, Charles
jeres, que salían de sus casas, el esfuerzo de se-
Lenormand; un jesuita, el Padre Gagarin, que
glares que les proporcionaban medios materia-
fundaba entonces la revista Eludes, y un orato- les. Todas las fórmulas, todos los métodos fue-
riano, el Padre Petétot, interesados todos ellos en ron experimentados. En los países católicos de
los problemas del Próximo Oriente, pensaron Occidente era ya imposible a cualquier fiel per-
que el mejor medio de actuar allí sería abrir es- manecer indiferente e insensible al apostolado
cuelas que formaran en el Cristianismo y en la y sus exigencias. Así se dio un paso decisivo para
cultura occidental a las jóvenes generaciones. extender a la dimensión del mundo a esa Iglesia
Tal idea entusiasmó a un joven y brillante pro- a la que Cristo quería universal.2
fesor de la Facultad de Teología de la Sorbona,
el abate Charles Lavigerie, que aceptó ser la
clavija maestra de la empresa. Así se fundó la
Obra de las Escuelas de Oriente, convertida más 1. Posteriormente a 1870 nacerán otras insti-
tarde en Obra de Oriente, que Pío IX aprobó en tuciones, como la «Obra de San Pedro Apóstol» o,
en nuestros días, la llamada «Ad Lucem».
dos calurosos Breves. Hacia 1870 contaba con 2. He aquí, según el Padre Arens, el número
cerca de 10 000 asociados (hoy tiene 250 000); de obras misionales creadas: 4 entre 1818 y 1830;
su acción para el mantenimiento de la influen- 5 entre 1837 y 1840; 7 entre 1841 y 1850; 10 entre
cia católica en Levante y para la renovación es- 1851 y 1860; 20 entre 1861 y 1870.
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

U n pulular de Congregaciones... la progresiva irreligión; esa Congregación de


los Sagrados Corazones de Jesús y Maña, que
Pero la multiplicación de obras misioneras nacería oficialmente en 1802, y anunció su pro-
no fue nada en comparación con la de las con- pósito de enviar también a sus hijos, llegado el
gregaciones, órdenes, institutos de todas clases momento, a Misiones lejanas; cumplió su pala-
que aquella época vio ponerse al servicio de las bra en 1825; viose llegar, lo mismo entre los
Misiones. caníbales de Australia y Oceanía que entre los
Las viejas instituciones, las que otrora cons- aventureros de California, la sotana blanca con
tituyeran las glorias de las Misiones, desde que dos corazones bordados de aquellos «buenos
fueron restauradas tras la crisis revolucionaria, Padres», a quienes los parisienses llamaban
reanudaron su labor de apostolado; los jesuitas, «picpucianos», por el nombre de la calle en que
en Norteamérica en 1822, en Siria en 1831, en se instalaron durante el Imperio. Y cuando el
China en 1842; los franciscanos y capuchinos, santo fundador murió, en 1837, las últimas pa-
en América del Sur; los lazaristas, cuyo general, labras oídas de sus labios fueron: «Islas Gam-
el Padre Etienne, decimotercero sucesor de bier, Valparaíso...»
Monsieur Vincent, no dejará de recordarles en En 1816 Eugenio Mazenod, joven y apues-
toda ocasión su vocación misionera; los Sacer- to caballero que se dedicaba a los pobres de su
dotes de las Misiones Extranjeras, que volvieron ciudad natal de Aix-en-Provence, agrupó en
a la ruta del Extremo Oriente, seguida por sus torno a sí a varios amigos para emprender una
antecesores, y que, bajo la dirección de hom- campaña de apostolado popular, según la fór-
bres como Monsieur Delpech, alcanzaron un no- mula de las grandes misiones entonces de mo-
table desarrollo. Los Hermanos de las Escuelas
da; en 1826 les dio el nombre de Oblatos de Ma-
Cristianas, a quienes hemos visto proseguir la
ría Inmaculada: su intención era, primero, la
obra de San Juan Bautista de La Salle en el Ca-
nadá, en las Antillas y en otros lugares, oyeron que expresaba la divisa de su joven congrega-
ción: Evangelizare pauperibus misit me. Pero,
también los elocuentes llamamientos a la emi-
gración misionera, dirigidos por su superior, el al igual que su amigo Forbin-Janson, se mos-
Hermano Gerbaud; su alzacuello llegó a ser po- traba muy preocupado por las Misiones. El paso
pular en todas las escuelas del mundo. por Marsella, en 1841, de Monseñor Bourget, el
gran Obispo de Montreal, cristalizó en él esa vo-
Refuerzos en masa llegaban junto a esas cación, y desde entonces, en Asia, en Africa,
viejas tropas. Cuando Ignacio de Loyola, fundó en América, los oblatos se mantuvieron en la
a sus jesuitas, cuando Vicente de Paúl fundó a brecha; sobre todo en el Canadá, donde, en el
sus lazaristas, aquellos santos quisieron que la Gran Norte, escribirían hasta nuestros días una
obra misionera en tierras lejanas no anduviera
admirable epopeya.
separada de las fuerzas del apostolado entre
cristianos. Su lección no fue olvidada y, entre Tales ejemplos tuvieron abundante suce-
las órdenes y congregaciones —nacidas en nú- sión; apenas hubo nuevo instituto religioso que
mero extraordinario desde comienzos del si- no quisiera tener su obra misional. Los Maria-
glo XIX—, fueron muchos los institutos que nistas, fundados en Burdeos, en 1817, por el
consagraron a las Misiones lejanas buena parte Padre C h a m i n a d e ; los Padres de la Santa Cruz,
de su actividad.1 creados en Le Mans, en 1820, por el Padre Ba-
En plena Revolución, siendo sacerdote silio Moreau; los Maristas, de Belley, funda-
clandestino y guerrillero de Dios, el Padre Cou- dos, en 1822, por el Venerable Colín, a los que
drin, el famoso «Marche á terre», pensó en Gregorio XVI envió a Oceanía como refuerzo
crear una congregación destinada a combatir de los «picpucianos»; los Sacerdotes del Sagrado
Corazón, de Betharam, de San Miguel Gari-
1. Acerca de la prodigiosa multiplicación de coits, nacidos en 1833, se dedican sobre todo a
institutos religiosos en esta época, cfr., más adelante, la enseñanza, y muy pronto se extenderán por
capítulo siguiente hacia el fin. Palestina, China y Chile; los Oblatos de Ponti-
ORBIS TERRARUM 113

gny, hijos del Padre Muard (futuro fundador religiosa que, con la advocación del «Santísimo
de los benedictinos de La Pierre-qui-Vire), ins- Corazón de María», se dedicara al apostolado
tituidos en 1843, trabajan excelentemente en entre los negros. A través de numerosas dificul-
América con el nombre de Padres de Saint- tades, en Francia y en Roma, llegaron a cum-
Edme; los Misioneros del Sagrado Corazón, de plir sus deseos en 1841; e inmediatamente —el
Issoudun (año 1854), a los que su fundador, el instituto no contaba todavía más que con veinte
Padre Chevalier, destina a la vez a la evangeli- miembros— enviaron misioneros a Haití y a la
zación de los pueblos europeos, en nombre del Guinea. En el último de estos países fracasaron
Sagrado Corazón, y a las Misiones lej Ernas del a causa del clima, que mató a los primeros Pa-
Brasil, de Cuba o de Insulindia. En 1845 y 1851, dres. Pero no por ello se desanimó el fundador.
cuando el Padre D'Alzon funda sus Asuncionis- Afluían las vocaciones al seminario de la Neu-
tas —los agustinos de la Asunción— para luchar ville. El Padre Libermann soñaba con crear en
contra la descristianización, mediante la escuela Africa seminarios indígenas que dieran a los ne-
y la prensa, también les señala el Próximo gros sacerdotes de su propia raza. Unos hombres
Oriente como campo de apostolado. Y lo mismo tenían ya experiencia de la raza negra: los de
en Italia, cuando en 1841 (1855), San Juan la Sociedad del Espíritu Santo, fundados en
Bosco funda sus Salesianos para darles a enten- 1703 por Claude Poullart des Places,1 que ha-
der que la ayuda a los niños y jóvenes desgra- bían realizado excelente labor en la Guaya-
ciados de Europa no era su único objetivo, les na, pero cuyo seminario de la rué Lhomond
cuenta con frecuencia aquella visión que él mis- comenzaba a declinar. Establecióse contacto con
mo había tenido, en la que pueblos desconoci- ellos, y en 1848, el día de Pentecostés, ambas
formaciones decidieron —con raro ejemplo de
dos se corrompían en la barbarie hasta el día
prudencia— fusionarse con el nombre de Socie-
en que aparecían en sus tierras unos hombres
dad del Espíritu Santo y del Santísimo Corazón
vestidos como ellos —los Hijos de San Juan Bos- de María, bajo la dirección del Padre Liber-
co—, llevándoles la fe cristiana y la paz. mann. Tal sería el arranque de una expansión
A aquellas primeras oleadas unióse pronto que iba a llevar a los «Espiritinos» al número
otra: la de los institutos, cuyo único objetivo fue de 2 500, entregándoles desde la isla Mauricio
el apostolado misionero —o, por lo menos, el a Haití, y desde la India al Africa, todo un
principal—. Tres nombres y tres obras dominan mundo para un apostolado singularmente fe-
esta historia: en 1824 Jacobo Libermann (1804- cundo.2
1852), hijo del rabino de Saverne, un mucha-
cho ferviente y entusiasta, con quien contaba su El 8 de diciembre de 1856, en Lyón, a los
propio padre para una sucesión en el cargo, pies de Nuestra Señora de Fourviére, Monse-
aunque fuera enfermizo y nervioso, sintió sur- ñor de Marion-Brésillac, con seis compañeros,
gir en él un deseo irresistible: el de la conversión se comprometía con voto a consagrarse al Africa
al catolicismo. Tres de sus hermanos se habían para llevar a aquellas tierras el bautismo. Perso-
hecho católicos, y Jacobo siguió sus pasos y fue nalmente había pertenecido a las Misiones Ex-
bautizado. Ingresado en el seminario de Issy, tranjeras durante trece años; había sido Vicario
hubo de permanecer en él casi diez años, porque apostólico de Coimbatur, en el Indostán, donde
su débil salud amenazaba con apartarle del sa- hiciera excelente trabajo;' pero abandonó la
India porque no estaba de acuerdo con determi-
cerdocio. Pero aquella fue una estancia fecunda.
Hallábanse entonces en la misma casa dos semi-
naristas criollos que cursaban sus estudios; eran
Eugenio Tisserant, de Haití, y Federico Le Va- 1. Cfr. «La Era de los Grandes Hundimientos».
vasseur, de la isla de Borbón (Reunión). Am- 2. A partir de 1853 dirigirán el Seminario
francés de Roma.
bos le hablaron de la mísera condición de los ne- 3. Cfr. J. Bonfils, L'Oeuvre de Mgr. de Ma-
gros en todas las partes del mundo; y el grupo rion-Brésillac en faveur du clergé local dans les mis-
de jóvenes tuvo la idea de fundar una familia sions de l'Inde (Lyón, 1959).
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

nados métodos.1 En esa situación, atendió a la Oblatos de San Francisco de Sales, a los que ve-
sugerencia de Monseñor Barnabo, secretario de remos trabajar en Africa del Sur. En muchos
la Propaganda,-para fundar un instituto. Su lla- lugares de la península italiana se despierta la
mamiento, lanzado en L'Univers, le valió una misma vocación. En 1835 la Piadosa Sociedad
espléndida adquisición: la del abate Agustín de las Misiones surge para proporcionar a Ocea-
Planque. Inmediatamente, dejando al Padre nía no solamente dinero, sino también hombres,
Planque al frente de la obra en Europa, Monse- los «Pallotinos», llamados así por el nombre
ñor de Marion-Brésillac partió para el Africa, de su fundador; en Milán, el Instituto de las
como Vicario apostólico de Sierra-Leona. La Misiones Extranjeras, creado en 1850 por los
fiebre amarilla, que allí reinaba en estado en- abates Ramazotti y Marinoni, trabaja sobre
démico, le arrebató la vidá, igual que a cuatro todo por la China y la India; en Verona, en
de sus cinco misioneros. Pero el Padre Planque 1867, Monseñor Comboni establece, con inten-
no se dejó abatir por aquel fracaso. Aprobado ciones parecidas a las de Monseñor de Marion-
por Pío IX y por el Cardenal Barnabo, prosi- Brésillac, sus Misiones terciarias o de «herma-
guió la obra emprendida. Del Dahomey a la nos legos», que acompañan a los Padres con for-
Costa de Oro, de la Nigeria a la Costa de Mar- mación especializada, a la manera de los Her-
fil y, después, en Egipto y hasta entre los negros manos de las Escuelas Cristianas. En 1862, en
americanos de Georgia, los misioneros lyone- Alemania, ocurre la fundación de los Misione-
ses se extendieron rápidamente: hoy son más de ros del Corazón Inmaculado de María, cuyos
mil seiscientos. establecimientos en el Congo y en Mogolia
Apenas habían pasado diez años, y he aquí harían célebre el nombre de su Gasa madre:
que iba a nacer otra obra destinada a prodigio- Scheut, los Scheutistas. España tuvo sus Misio-
sa expansión. Su fundador no era otro que el neros Hijos de María Inmaculada —llamados
antiguo abate Lavigerie, a quien hemos conoci- con frecuencia «Misioneros de Vich»—, funda-
do como eje maestro de las Escuelas de Oriente, dos, en 1849, por el santo Arzobispo Monseñor
y ahora se ha convertido en Arzobispo de Argel. Claret y Ciará, movido por las grandes necesi-
La creación llevada a cabo por él, en 1868, dades apostólicas que había conocido en Amé-
de los «Misioneros de Nuestra Señora de Afri- rica latina, y que muy pronto comenzaron su
ca», los famosos Padres Blancos, sería uno de trabajo en Cuba. Tampoco quedó rezagada la
los hechos más trascendentales de la historia Inglaterra católica, y en 1866 Monseñor Man-
del Cristianismo en el Africa musulmana y una ning bendijo el primer seminario de la Socie-
de las más considerables realizaciones de la em- dad de San José, creado por el doctor Vaughan:
presa misionera.2 aquella casa de Mili Hill a la que harían célebre
Las tres fundaciones enumeradas fueron tantas valerosas figuras. Hasta en las mismas
francesas. Pero Francia no fue el único país en tierras de Misión aparecieron instituciones des-
que nacieran institutos con parecidas intencio- tinadas a llevar la Palabra a los indígenas: Mé-
nes. En Saboya, ya en 1838, el abate Mermier xico tuvo sus josefistas, y la India, sus oblatos
había fundado los Misioneros de San Francisco del Malabar.
de Sales paira enviar equipos a la India, en tanto Repitamos una vez más que la lista no
que en Troyes el Padre Brisson fundaba los queda completa con estos pocos nombres. Pero
al menos debemos colocar en sitio aparte a un
1. Cfr. L. Guizard, Mgr. de Marion-Brésillac, instituto cuya vocación misionera revistió ex-
Conferencia (Lyón, 1957). cepcional carácter; a decir verdad, único. Es
2. Las condiciones en que fueron fundados los el de Nuestra Señora de Sión, obra de los dos
Padres Blancos son inseparables de la historia de
la Argelia francesa, estudiada más adelante. Sien-
hermanos Ratisbona, hijos de judíos alsacianos,
do posterior a 1870, el gran desarrollo de los Padres a quienes Cristo ganó como a nuevos Saulos.
Blancos será estudiado en el segundo volumen de la María-Teodoro se convirtió el primero; después
presente obra. María-Alfonso, que vacilaba aún, fue inespe-
ORBIS TERRARUM 115

radamente conmovido hasta lo más profundo mundo no se tardaría en ver a esos modestos co-
de su alma por una visión que tuvo, el 20 de laboradores de los misioneros que, sin ser sacer-
enero de 1842, en la iglesia de San Andrés delle dotes, llevaron a cabo una obra apostólica de
Fratte, en Roma, en la que se le apareció la primer orden.
Virgen tal como la viera doce años antes Cata- Queda por añadir una parte considerable a
lina Labouré, soberana sobre el globo terrá- tan prestigioso conjunto: la última parte del
queo. Definitivamente imidos en la misma fe, tríptico. También las mujeres entraron en el ca-
ambos hermanos no pensaron más que en tra- mino misional o, mejor dicho, regresaron a él
bajar, «llorar y sufrir por la redención de Is- —si se piensa en lo que habían hecho en otros
rael». A partir de 1852 los Sacerdotes de Nues- tiempos, si se recuerda a María de la Encarna-
tra Señora de Sión, seguidos después por las ción, a Juana Maneé, a Margarita Bourgeois,
Damas de Sión (1855), comenzaron su gran pioneras del Canadá. La proliferación de obras,
obra: trabajo doble, de oración por la reden- congregaciones y formaciones femeninas dedi-
ción del Pueblo Elegido, y de formación cris- cadas a las Misiones se llevó a cabo con tal rit-
tiana de sus jóvenes; muy pronto se levantaría mo y tal abundancia, que la pluma vacila ante
en Jerusalén, con ambas intenciones, la célebre la más ligera enumeración, segura de rozar sus-
casa del Ecce Homo. ceptibilidades muy legítimas por inevitables ol-
Grande es, pues, la multiplicidad de con- vidos. Sólo una cifra bastaría a darnos idea de la
importancia de esa renovación de vocaciones
gregaciones e institutos nuevos. Pero he aquí
misioneras femeninas: entre el ciño 1817, en
otra característica de las Misiones en este pe-
que la Madre Javouhey marca el compás, en-
ríodo: multiplicidad también de los institutos viando a sus hijas a la isla de la Reunión, hasta
de Hermanos, igualmente dedicados a la obra 1870, se contarán 128 institutos de religiosas,
apostólica. No se trataba sólo de coadjutores, antiguos y nuevos, que participan en la gran
de robustos campesinos de Cambresis. Los Her- aventura de la expansión católica por el mun-
manos de las Escuelas Cristianas enviaron a sus do.1 Unas pertenecen a antiguas congregacio-
miembros a países lejanos para abrir en ellos sus nes que retoman a las rutas seguidas por sus
escuelas, colegios y orfelinatos. Los Hermanos predecesoras: contemplativas, carmelitas, clari-
de la Instrucción cristiana, de San Grignion de sas, agustinas; de enseñanza, las ursulinas; hos-
Montfort, reorganizados en 1835 por el Padre pitalarias de San Pablo de Chartres, Hijas de
Deshayes; los Christian Brothers que Irlanda la Caridad. Otras nacen a la sombra de alguna
vio nacer en 1802 y los Brothers of Saint Patrick, institución de Padres: así los misioneros africa-
del mismo país (1807); los Hermanos de la Ca- nos de Lyón, los de Issoudum, los de la Santa
ridad, de Gante, también surgidos en 1807, aso- Cruz, los del Espíritu Santo y los Padres Blan-
ciados a la gran empresa de las Misiones en cos tienen sus ramas femeninas. Otras surgen
cuanto ésta se abrió. Igualmente participaron de modo independiente, ya sea para asociar la
las nuevas fundaciones: los Pequeños Hermanos obra misionera a otras labores en Europa, ya
Maristas, del Bienaventurado Champagnat Petra consagrarse especialmente a ella. ¡Admira-
(1817); los Hermanos de la Instrucción cris- ble diversidad! Hermanas de San José de Clu-
tieuia, que en 1817 creó, en Ploermel, el santo ny, cuya historia veremos; Hermanas de la Pre-
hermano mayor de Lamennais, el abate Juan sentación, de la Venerable Rivier; Hermanas de
María; los Hermanos del Sagrado Corazón, del San José de la Aparición, de Santa Emilia de
Padre Coindre (1821); los Clérigos de San Via- Vialar; Hermanas Azules de Castres... Son mu-
tor, del Padre Querbes (1831), cuyo papel en chas, pero bastan apenas para los grandes tra-
Canadá será tan importante. Más tarde la Ho-
landa católica proporciona nuevos equipos: Her-
manos de San Luis Gonzaga (1840), Hermanos 1. De 1870 a 1959, nacen otras tantas institu-
de la Inmaculada Concepción (1840), Herma- ciones, exactamente 122, con un total de 250 desde
nos de Tilburg (1844). En todas las partes del la Restauración.
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

bajos que aquellas mujeres cumplen en servicio hombre de buen humor, que explotaba en
del Señor. Chamblanc vastas y excelentes tierras. La ma-
En una frase que Barrés difundiría, Louis yor, que había llevado a las demás a Chadon, era
Veuillot ha caracterizado de manera profunda una joven sana, de piel fresca, alegre como un
a aquellos hombres y mujeres que hicieron que pájaro, inteligente y valerosa, a la que todo el
la Iglesia del siglo XIX reconquistara su pues- pueblo conocía con el nombre de Nanette, di-
to en la tierra: una caballería andante de Dios. minutivo de Ana María y su nombre de guerra
«¿Quién nos explicará —dice— por qué hay durante la Revolución. Porque en los años ne-
siempre hombres y mujeres dispuestos a consu- gros, aunque no tenía más de trece años —había
mirse en ese oscuro y sangriento trabajo, que nacido en 1779— Nanette no había conocido
desean esa vida, la buscan, la han soñado sien- rival en el arte de hacer pasar el Saona a un
do niños y, ocultando a sus madres aquel gran sacerdote perseguido o para organizar misas
propósito, pero alimentándolo siempre, obtienen clandestinas. Cuando los sans-culotte incen-
de Dios, a fuerza de oraciones, que se cumpla? diaron el castillo fue ella quien corrió a la capi-
]Ah! Ese es el secreto del Cielo, el más noble lla y, burlando las llamas, logró salvar el osten-
misterio del alma humana...». A través de la sorio y el cáliz. ¡Una muchacha de fuego!
enumeración, tal vez monótona, de todas aque- Tenía diecinueve amos cuando anunció a
llas fundaciones, hay que reconocer y admirar su padre, sorprendido y disgustado, su intención
sobre todo el impulso de valor y de sacrificio de hacerse religiosa. Todos los buenos partidos
que vibra en ella. Y puesto que los nombres de que se le propusieron quedaron descartados, y
aquellos «caballeros de Dios» son demasiado uno de aquellos pretendientes fue tan bien
numerosos para citarlos a todos, que al menos adoctrinado, ¡que ingresó en La Trapa! En se-
la evocación de algunos de ellos, a título de creto, en una estancia de la alquería, conver-
ejemplo, dé testimonio de lo que hizo su gran- tida improvisadamente en capilla, Ana María
deza. hizo jurar solemnemente a sus hermanas meno-
res que la seguirían en el camino que ella se
disponía a emprender.
Pero, ¿qué camino? A decir verdad, ni ella
U n "gran hombre" de Misiones: misma lo sabía bien, ni le fue fácil adivinarlo.
la madre Javouhey ¿Enseñar el catecismo a los niños de la aldea,
ocuparse de los pobres? Sí; pero, ¿cómo hacer-
De camino hacia París, donde iba a consa- lo? Las tentativas que llevó a cabo, sea paira
grar Emperador a Napoleón, Pío VII hizo un ingresar en las religiosas de La Trapa, sea para
alto en Chalón para celebrar allí la Pascua. creair pequeñas comunidades campesinas, no tu-
Toda la Borgoña había corrido a la ciudad para vieron éxito. Los consejos de un gran monje, el
aclamarle. Cuatro jóvenes campesinas, cuatro famoso Dom Lestrange, que acababa de restau-
hermanas llegadas de su aldea natal, próxima a rar La Trapa en la Vad-Sainte, en Suiza, y los
Dijon, se hallaban entre la muchedumbre, mas del párroco de Chamblanc, vuelto después de la
por razones bien distintas de la piadosa curio- tormenta, la confirmaron en su resolución de no
sidad. ¿No habían llegado a tener la audacia desanimarse. El mismo cielo parecía tomar car-
de pedir una audiencia? Y —¡milagro!— la ha- tas en el asunto. Mientras hacía en Besançon,
bían conseguido. El Papa las recibió con su en la casa de las Hermanas de la Calidad, un
acostumbrada bondad. Después las cuatro jó- retiro espiritual y suphcaba a Dios que le mos-
venes tomaron de nuevo el camino de las ori- trara su ruta, tuvo una visión: numerosos hom-
llas del Saona, animadas por el Vicario de Cris- bres de piel negra la rodeaban tendiéndole las
to en su gran propósito. manos suplicantes. La pequeña Javouhey no
Eran las cuatro hijas del maestro Baltasar había visto nunca gentes de color; tad vez igno-
Javouhey, sólido campesino, buen cristiano, raba incluso su existencia. Pero una voz inefa-
ORBIS TERRARUM 117

ble susurró en sus oídos: «Esos son los hijos que Dios le había dado estaban en Africa. Precisa-
Dios te da. Soy Santa Teresa y seré la protectora mente Francia poseía allí un modesto territorio,
de tu instituto.» La vocación misionera de Ana el Senegal, puerta de ingreso al continente ne-
María Javouhey había nacido. gro. A decir verdad, bien poca cosa: una colo-
En adelante todo fue bien. El Obispo de nia mal administrada, cuya población indígena
Dijon, a quien Ana María comunicó sus proyec- no había recibido apenas de los blancos más
tos, los aprobó, entregándole incluso el ala de que sus vicios; una capital destartalada, San
un viejo convento de benedictinos. El 12 de Luis, en la que la iglesia estaba de modo tan
mayo de 1807, gracias al mismo prelado, nacía evidente en ruinas, que el prefecto apostólico
la Asociación Religiosa de San José, y las prime- había de abandonar aquellos lugares totalmen-
ras religiosas del nuevo instituto pronunciaron te descorazonado. ¡Pero no se desanimarían por
sus votos definitivos. Llevaban el hábito azul tan poca cosa la Madre Javouhey y sus hijas!
de las vendimiadoras de Borgoña, con la gran Un primer grupo de seis religiosas embar-
cofia que cada sobre los hombros, la enorme pe- có, bajo la dirección de la más joven de las Her-
chera blanca que en seguida harían célebre. manas de Ana María, Claudina, convertida en
Las vocaciones afluían y el viejo edificio de Di- Madre Rosalía. También partió uno de sus her-
jon resultó pequeño; en Cluny se encontró otro manos, Pierre, que era sacerdote; pero, de carác-
más amplio. De esta manera nació el título con ter débil, no le fueron bien las cosas y hubo de
que se harían célebres las hijas de Nanette Ja- volver. En cambio, las religiosas se mantuvie-
vouhey: las Hermanas de San José de Cluny. ron firmes. Alharacas de la administración, epi-
Comenzaron modestamente, según las pri- demias, falta de dinero, nada les hizo retroceder
meras intenciones de la fundadora, enseñando en su obra. Entretanto, la Madre Ana María se
el catecismo y abriendo algunas escuelas. Hasta movía para que Roma enviara un nuevo prefec-
en París, en el barrio del Marais, abrieron en to apostólico, y París, ayuda en medicamentos y
1814 una que alcanzó gran éxito. Pero la Madre víveres. La simpática Madre se había converti-
Ana María no había olvidado su visión ni su do en un personaje: el duque Decazes gustaba
gran proyecto. Todavía faltaba que la Provi- de conversar con ella; apenas había ministro que
dencia diera la señal, cosa que ocurrió en 1816. no la tuviera en gran consideración. Las vocacio-
Monsieur Desbassyns de Richemont, intendente nes afluían a Cluny, y tan numerosas, que no
de la isla Borbón —la actual Reunión—, pre- solamente podían mandarse refuerzos a la Reu-
guntó al vizconde Lainé, ministro del Interior, nión y al Senegal, sino llevar a cabo fundaciones
si conocía alguna Congregación de religiosas en la isla Guadalupe y en la Guayana, sin ha-
dispuestas a acudir para ocuparse de aquellos blar de los diversos lugares de la misma Francia.
indígenas: «Tengo lo que necesitáis» —le con- El sueño de la Madre Javouhey se realizaba,
testó el vizconde—. Y convocada inmediatamen- pero sin que ella personalmente hubiera acudido
te, sin que experimentara sorpresa alguna, la a la faena y frecuentado a sus queridos negros.
Madre Javouhey oyó que se le proponía el acu- Su fundación no tenía ya necesidad de su pre-
dir a tomar en sus manos toda la obra de edu- sencia en Francia. Antes de que sus hermanas
cación y de caridad de la lejana isla, cosa que hubiesen tenido tiempo de presentar dificulta-
inmediatamente aceptó. El 10 de enero de 1817, des, embarcó en dirección a San Luis del Sene-
en Rochefort, cuatro religiosas de hábito azul gal, a bordo de «La Pantera»; era el 1.° de fe-
embarcaban para aquella aventura: de este brero de 1822.
modo se colocaba la primera piedra de un gran El tiempo pasado en Africa sería para la
edificio misionero. Madre Javouhey, a pesar de las innúmeras difi-
La fundadora no había partido, ¡y no por- cultades, una época de felicidad y plenitud. Es-
que no le faltaran deseos! Pero, aparte de que taba en el sitio en que Dios la quería. «Amo a
le fuera difícil abandonar tan pronto su obra, los negros —decía—; son sencillos y buenos. No
se reservaba para otros planes. Los «hijos» que tienen otra malicia que la que los blancos les
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hemos comunicado. No sería difícil convencerles dación naciente. Y no porque se sintiera cómo-
por el ejemplo.» Dar ejemplo a los negros, hacer da en las naves: sufría verdadera muerte con
de ellos buenos cristianos: tal sería su único ob- los mareos. Pero solía decir entre dos crisis de
jetivo; y para lograrlo no había otro medio que aquéllos: «El mar y sus males ya no me dan
amarlos con un gran amor. Lo que iba a hacer más miedo que la tierra.» Y un día, viéndola
aquella mujer, lo que inventaría, preludiando tan firme en medio de las tormentas, el almi-
las realizaciones del futuro, resulta increíble. rante Tréhouart exclamaba: «¡Es mi más vie-
Cuando muchas veces sucede que grandes mi- jo marinero!» Sesenta mil kilómetros: tal fue
sioneros —incluso un San Francisco Javier- su record...
son únicamente desbrozadores de terreno, pio- En esa colección asombrosa de éxitos, si
neros audaces, la Madre Javouhey es una mujer hubiéramos de escoger uno que estremeciera el
que edifica. Sabe concebir vastos proyectos, pero espíritu, sería el de La Mana. La Mana es un
manteniéndose lo más lejos posible de las qui- río de la Guayana, que desemboca en el Atlán-
meras, como buena campesina de Borgoña, poco tico, un poco al sur de Maroní. El país, mal co-
inclinada a tomar molinos por gigantes. nocido y peor afamado, nada tenia de atracti-
¡El hospital estaba en ruinas! La Madre lo vo. Calor pesado durante todo el año, lluvias
levanta y rehace. ¿Los negros sufren el despre- intensas, fiebres, insectos, serpientes. Cultivá-
cio de los blancos? Pues, a pesar de cuanto pue-' base deficientemente la yuca y el plátano; los
da decírsele, decidirá que en su casa todos son aventureros, más o menos bandidos, buscaban
iguales, tratados de la misma manera, sin dis- oro. Desde luego que nada de aquello parecía
tinciones de color de piel. ¿Eran deplorables ofrecer un cuadro muy agradable para una
las costumbres en la colonia? La Madre crearía, fundación de religiosas. En cuanto a los hom-
en plena algaida, una explotación agrícola en bres..., un amasijo de indios, negros y europeos
la que los cultivadores vivirían en comunidad, sin fe ni ley. Sin embargo, cuando el gobierno
en la honestidad y la ley moral. La misma idea pidió a la Madre Javouhey que acudiera a hacer
que tuviera San Francisco Javier en la India una fundación a la Guayana no vaciló un ins-
tante, y el 26 de jimio de 1828 embarcó en Brest
—de la que Ana María nunca había oído ha-
con una verdadera expedición de 9 hermanas,
blar—, la de preparar un clero indígena, está
27 legas o conversas y 39 colaboradores segla-
en la mente de esta mujer; y hace levantar en res, con sus hijos y mujeres: en total, 100 per-
Francia un seminario indígena, al que son en- sonas.
viados tres jóvenes senegaleses, que allí hicie-
ron sus estudios y llegaron al sacerdocio; uno Instaló a su gente en las orillas de La Ma-
de ellos, antes de regresar a Africa, celebró mi- na, sobre las ruinas que habían dejado dos abor-
sa ante el Rey Luis-Felipe en Fontainebleau. tadas tentativas de construir una aldea. Su ob-
Y cuando la buena Madre tuvo que reembarcar jetivo era hacer lo mismo que en el Senegal,
para Francia, más de un millar de negros la una colonia agrícola modelo, en la que los ne-
acompañaron al puerto, y fue digno de verse gros vivirían en comunidad. No muy distinto,
cómo besaban las huellas de sus pies.' en resumidas cuentas, de aquellas «Reduccio-
nes» que antaño hicieran los jesuítas en las ori-
Lo que desde entonces fue la actividad de
llas del Paraguay.1 Las autoridades de la colo-
aquella mujer supera toda imaginación. Pare-
nia temían que llegara el día en que los traba-
cíale imposible no contestar a todas las peticio- jadores se sublevaran y asesinaran a todos los
nes que se le hicieran con un fervoroso ¡presen- blancos. Mas, por paradójica que fuese, la obra
te! Las hermanas de hábito azul llegaron a to- salió adelante. Se trabajó en la sabana, se cul-
dos los rincones del mundo, a Cayena, a la tivó yuca y bananeros, trajéronse rebaños, se
Martinica, a Pondichery, a Madagascar, a construyó un puerto en el rio, con sus pequeños
Oceanía, a San Pedro y Miquelon. Y la Madre
fundadora estaba siempre dispuesta a embar-
car: para ir a echar una mano en cualquier fun- 1. Cfr. «La Era de los Grandes Hundimientos».
ORBIS TERRAJvUM 119

arsenales, muelles y almacenes; levantóse tam- procedía de la Iglesia misma, de aquella Igle-
bién una iglesia, pomposamente llamada cate- sia a la que servía con toda su alma y que, el
dral. La vida, bajo la firme dirección de las re- 15 de octubre de 1950 había de colocarla sobre
ligiosas, manteníase bien reglamentada: todo los altares. Un cierto Monseñor De Héricourt,
el mundo acudía a misa los domingos; al atar- Obispo de Autun, antiguo oficial de caballería,
decer se rezaban las oraciones. Y aquel sorpren- concibió la idea de ser superior general de la
dente éxito duró por tres años en la misma for- Congregación de Cluny, y lo pidió en tono de
ma. El gobierno de Luis-Felipe se interesaba mandato. La Madre tenía lo bastante desarro-
poco por la Guayana. Pero cuando la ley de llado el sentido de los problemas mundiales
1831 suprimió la esclavitud en todas las tierras para aceptar a ojos ciegos el ser guiada por un
francesas, la Madre Javoubey recibió la peti- prelado desde el fondo de su obispado morvan-
ción de que acogiera a todos los esclavos negros diense. De su negativa resultó un conflicto tan
que la Marina de guerra arrebataba a los bar- violento, que el Obispo llegó a obtener de Roma
cos de trata y a los que se, devolvía la libertad. que a la gran fundadora se le negaran los sa-
La madre lo aceptó, e inmediatamente forjó cramentos. En aquel verdadero calvario, tan
un plan grandioso: se baria venir a mujeres de singular mujer de acción, que había sido siem-
Africa; crearíanse poblados negros, a cuyo fren- pre una gran mística, un alma de oración y de
te pondríanse religiosas. Lamartine, entonces luz, se manifestó sublime: «Señor, ya no ten-
ministro, se entusiasmó con los proyectos de su go más que a Vos —murmuró—; por ello vengo
compatriota borgoñona. Y de hecho los pobla-
a echarme en vuestros brazos y a suplicaros que
dos surgieron de la tierra; los antiguos esclavos
no abandonéis a vuestra hija.» Pero de sus la-
se pusieron al trabajo: La Mana progresó.
bios no salió una sola palabra de cólera. «Hay
Así era aquella mujer de Dios, adelantada que orar por nuestro Obispo —decía—; es tam-
de las Misiones. Cuando regresó a Francia, lla- bién uno de nuestros bienhechores, puesto que
mada por el mismo desarrollo de su fundación, nos ofrece ocasiones de sufrir.» La cosa terminó
los diarios le dedicaron artículos de elogio. Y con una reconciliación y se retiró la dolorosa
las gentes mostraban en las calles de París a la medida contra la Madre. Monseñor De Héri-
vivaz sexagenaria de hábito azul, cuyo rostro court murió, y al saberlo la anciana Madre dijo
rosado y fresco sonreía a la sombra de la cofia. dulcemente, con un delicado matiz de malicia
«¡La Madre Javouhey! —dijo el Rey—. ¡Es un borgoñona: «El buen Monseñor ha pasado an-
gran hombre!» Y en las barricadas de junio, tes que yo; es justo que así sea: a tal señor, tal
donde murió Monseñor Affre, aquella mujer honor.»
pudo penetrar tranquilamente, con su toca flo- Corría la primavera de 1851; la misma Ma-
tante al viento y la cruz de oro sobre la blanca dre Javouhey se hallaba muy débil. Erale im-
pechera: «Es el general Javouhey» —dijo uno posible ir a Roma, donde el Papa Pío IX hubie-
de los amotinados—. Allá, en su querida Mana, ra deseado verla para aprobar solemnemente
permanecía su recuerdo; cuando la República su Instituto. El 15 de julio murió rápidamente,
decidió hacer de aquella tierra una región li- en pie, como había vivido, sin agonía. Hoy,
bre, es decir, imponerle el régimen administra- más de 3 500 Hermanas de San José de Cluny,
tivo de las comunas francesas, estalló una re- repartidas en 269 casas en todos los continentes,
vuelta que sólo consiguió apaciguar la Madre prosiguen la obra de aquel «gran hombre», una
Isabel, en nombre de la Madre Ana María. Y de las más sorprendentes figuras femeninas de
cuando se dijo a los negros que eligieran un la historia de las Misiones.
diputado, hubo que explicarles de mil maneras
que las mujeres no podían ser elegidas; aun así Tres mártires
votaron en masa por la Madre Javouhey.
Nada faltó a vida tan llena, ni siquiera la Si la Madre Javouhey ha sido elevada al
prueba, y en su forma más penosa, puesto que honor de los altares a causa de la trascenden-
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

cia de su obra y de la santa eficacia de su ac- bito manchado de sangre y la cuerda que lo es-
ción, otras, muchísimas otras figuras misione- tranguló. Aduéñase de él una sublime obsesión
ras —más de treinta en el período que nos ocu- que ya no le abandonará en toda su vida:
pa— lo han sido a causa del testimonio que die- «¡Qué hermoso fin el de Monsieur Clet! —con-
ron, del sacrificio que aceptaron por la fe de fía a un camarada—; rogad a Dios para que yo
Cristo y por su expansión en el mundo; y la termine como él.»
Iglesia, al glorificarlas, ha empleado con fre- Pero Juan-Gabriel es un muchacho enfer-
cuencia ese término de «mártires» que las une mizo, de aspecto tímido y escasa estatura. En
a los héroes cristianos de los primeros siglos, su casa, lo mismo que en el seminario menor,
gracias a los cuales la Cruz fue plantada en la se divierten llamándolo «el pequeño San Juan».
tierra. Su propio tío no ha podido evitar el reírse cuan-
He aquí a tres de esos mártires de las Misio- do, siendo un muchachuelo, el pequeño le con-
nes modernas, pertenecientes a tres diversas fa- fía que quiere ser misionero. Sus hermanos, sí
milias religiosas, muertos en países diferentes. que lo serán —tiene dos que han ingresado en
Pero es imposible no hallar en ellos cierto aire los lazaristas—, y hasta sus hermanas, futuras
de familia, el mismo que se encuentra en todos Hijas de la Caridad: todos podrán correrla gran
aquellos que obtuvieron idéntico destino. Un aventura; pero él... La tenacidad es virtud de
ánimo tranquilo, una sonriente sencillez, una Quercy, y aquel joven de ojos modestos, que
natural entrega a Dios y a los hombres. En re- reza sin cesar, es aún más tenaz que los demás.
sumen: una fe tan absoluta, que tanto la muer- Un día sabe que se prepara una expedición de
te como la vida quedan transfigurados por ella misioneros para la China; acude a su superior,
y las más terribles pruebas parecen hacerse no persuade a los médicos, vence todas las resis-
sólo aceptables, sino deseables. Hay que leer, en tencias. Y logra el permiso de embarcar en un
los Anales de la Propagación de la Fe, esos in- convoy para Macao, de donde debe dirigirse a
formes, un tanto áridos, de suplicios, en que con Ho-Nan y a Hou-Pe, no muy lejos de aquella
tanta frecuencia el horror supera a lo que la ciudad de Ou-Tchang-Fu donde el Padre Clet
pluma describe. Ningún comentario ni énfasis ha sufrido el martirio. En él piensa Juan-Ga-
de estilo; pero uno sabe que se halla ante la más briel siempre: la última carta que escribe al sa-
auténtica grandeza. lir de Francia habla aún del mártir y de su de-
Primero es un hijo de Monsieur Vincent, seo de imitarle.
el Bienaventurado Juan-Gabriel Perboyre Llega a China a finales de 1835. Trabaja-
(1802-1840). Nada muestra mejor que su histo- rá allí algo más de cuatro años. Sus cartas nos
ria esa filiación espiritual que, de una genera- lo muestran incesantemente por valles y mon-
ción a otra, hace renovarse sin cesar, hasta tañas visitando sus Cristiandades diseminadas
nuestro tiempo, a los hombres de un mismo en espacios vastísimos: en el Ho-Nan quedan
temple e idénticos ideales. Cuando ingresa, a 1 500 bautizados, divididos en veinte grupos;
los diecinueve años, en el Seminario Lazarista, pero para verlos a todos hay que recorrer 300
apenas se habla de otra cosa que del martirio leguas, «ya con la barba emblanquecida por la
que acaba de padecer en China el anciano Pa- escarcha de las mañanas de invierno, ya con el
dre Francisco de Régis Clet, uno de los que rostro curtido, las orejas, el cuello y la frente
desde hace medio siglo han logrado mantener pelados por los calores de estío». Los caminos
en pie, en aquel inmenso imperio, a las cristian- son terribles, los carros no tienen suspensión;
dades diezmadas por insistentes persecuciones; en cuanto a los albergues, el misionero dice
después de veintiocho años de misión, el Padre gentilmente que «si se está ávido de privaciones
Clet terminó por ser denunciado, encarcelado y y de mortificación, hay ocasiones suficientes
ejecutado. Y el pequeño Juan-Gabriel Perboy- para amontonar una santa fortuna». Además
re pasa largas horas rezando ante las reliquias deben tomarse precauciones, porque la perse-
de su hermano mayor en rehgión: ante el há- cución arrecia cada vez más; hay que caminar
Discípulo de Hegel, cuya «dialéctica histórica» apli- grafía lomada en 1963) donde compuso su obra ma-
ca a los problemas económicos y sociales, Carlos yor, «El Capital». Abajo, a la derecha, la portada
Marx (fotografía) es el padre del más potente mo- de la segunda edición de «El Capitab>, que fue la
vimiento revolucionario de los tiempos modernos. que dio a conocer la obra.
Fue en Londres, en esta casa de Dean Street (foto-

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';* rías Kapital. ^


Kritik der politischen Oekonomie.

Karl ]^arx. m

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E r s t e r Band.
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Bach li Ber Prodoktloneprocm de» Kapitals.

Zweit« verbesserte Auflage.

Dét Eicht du l/rWMlrenf vi/4 votUbilüa.

Hamburg
Verlng von Otto Meisaoar.
1872.
ORBIS TERRAJvUM 121

de noche, guiado por cristianos seguros y a ve- cuerda para que la víctima pueda recuperar el
ces escoltado por un sacerdote chino. ;No im- aliento y la propia angustia. Un puntapié en el
porta! Se hace buena labor. Durante los diez o vientre pone término a la atroz agonía. Juan-
quince días que el misionero permanece entre Gabriel Perboyre ha muerto como deseaba; te-
una comunidad hay tiempo de realizar un ver- nía entonces treinta y ocho años.
dadero examen de catecismo a los cristianos Casi al mismo tiempo, a algunos miles de
de la aldea, paira ver en qué situación está su fe, kilómetros de allí, perdido en la más solitaria-
de bautizar a niños y adultos, de celebrar pri- de las islas del Pacífico, moría otro héroe con
meras comuniones y a veces incluso de organi- una muerte casi tan horrible como la suya-y
zar una pequeña cofradía piadosa que conserve aparentemente más inútil, porque este otro
activa la vida de las almas cuando los sacer- mártir era sacrificado por unos dos mil caníba-
dotes estén lejos. Al mismo tiempo, Juan-Ga- les. La paradoja de la Misión cristiana consiste
briel hace también de médico, de padre de fami- en dedicar sacerdotes a la irrisoria tarea de lle-
lia, de juez... Uno piensa en las Misiones de var el Evangelio a un puñado de salvajes, por-
San Pablo durante sus grandes viajes, y se que esos salvajes son también hombres y tienen
piensa también en lo que debe ser, en nuestros un alma que salvar. Y tal vez nunca ha sido tan
días, la China... 1 evidente esa paradoja, ni se ha manifestado
Después, un buen día, se precipita el dra- más verídica y necesaria como en el caso de
ma. El 15 de septiembre de 1839, el Padre Per- San Pedro Chanel (1800-1841).
boyre es denunciado por un neófito traidor: Pertenecía a la joven Sociedad de María,
como Jesús, por treinta monedas... El martirio recién fundada por el Padre Colín y a la que
comienza, y durará un año. Cargado de cade- Gregorio XVI, al darle su aprobación, encami-
nas, golpeado en todo su cuerpo, el sacerdote es naría inmediatamente hacia un campo de apos-
arrastrado ante un mandarín que le interroga. tolado todavía virgen, el de Oceanía central.
Silencio absoluto. Estudiando a fondo la vida Era un muchacho sólido, hijo de un campesino
de su modelo, ha sabido que los chinos son ha- de Bugey, que había sido cura rural y, después,
bilísimos en hacer hablar a sus prisioneros, y superior del Seminario menor de Belley. A los
que algunas palabras escapadas al Padre Clet treinta años sintió la vocación misionera; a los
dieron pie a varias detenciones. Por ello no res- treinta y cuatro partió, en 1836, en compañía
ponde a las preguntas, o contesta con simples de su amigo, el Padre Bataillon, y de dos o tres
afirmaciones de su fe. Se le suspende de una maristas, para evangelizar una zona de la Ocea-
polea por los pulgares; se le obliga a permanecer nía del Pacífico, de 2 000 leguas de lado, sem-
durante horas de rodillas sobre unas cadenas de
brada de islas aún mal conocidas, de las que
hierro. Por último, en compañía de un pequeño
sólo se sabía que las costumbres de sus indígenas
grupo de cristianos, se le lleva precisamente a
aquella ciudad de Ou-Tchang-Fu, donde fuera eran terribles, que la caza del hombre y la an-
martirizado veinte años antes el Padre Clet. tropofagia eran uso corriente y que en los ban-
Apaleado hasta dejarle casi sin vida, torturado quetes principescos se servían cadáveres asa-
en el potro, resiste heroicamente: no denuncia dos...
a nadie ni cede en nada. Por último llega la El Padre Chanel desembarcó en Futuna.
orden de ejecución. Es el 11 de septiembre de Un paraíso de palmeras, de agua azul y de ro-
1840. Atado a una cruz debe morir estrangu- sados corales. Como por un milagro, los indí-
lado; pero el verdugo, por orden superior, sus- genas se mostraron al principio muy acogedo-
pende el suplicio por diez veces, aflojando la res. El rey de la isla, un cierto Niuliki, declaró
públicamente que los europeos no podían me-
nos de traer consigo la riqueza y que, por lo
1. Cfr. en Ecclesia (París, septiembre de 1958)
tanto, había que acoger bien al hombre blanco,
una carta del Padre Perboyre llena de detalles pin- y lo declaró «tabú». Obráronse conversiones, lo
torescos o conmovedores. mismo en Futuna que en las islas Wallis, don-
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

de el Padre Bataillon hizo maravillas. Pero El Padre Chanel hubiera podido huir, em-
nada impedia que las condiciones materiales barcar para las Wallis. Pero se quedó en su
fueran durísimas. El visitador apostólico que, puesto. «Se me mate o no, la religión está plan-
al cabo de dos años, fue a ver al Padre Chanel tada en esta isla y no se perderá por mi muer-
quedó horrorizado al comprobar en qué miseria te.» El llamado Muzu-Muzú no se atrevió a
se hallaba: apenas comía; acostábase en una atacar al Padre de frente. Envióle un emisario
caja de bambú cubierta de paja; un tronco de que le pidiera que llevase lo antes posible un
árbol le servía de almohada. Pero el joven Padre ¿remedio para un enfermo; apenas el Padre
no parecía prestar atención a tales condiciones Chanel regresó a su cabaña, le siguieron los
de existencia; había aprendido el dialecto local conjurados y le atacaron a golpes de maza.
y predicaba y enseñaba el Catecismo a los indí- Como un neófito acudiera a ayudarle, el Padre
genas. Parecía que lo aceptaban; su insuperable murmuró: «Está bien..., está bien...» Muzu-
caridad para con los enfermos y moribundos le Muzú gritaba: «¡Acabad con él!» Pero sus hom-
ganaba corazones, y en torno a él comenzaba a bres ya no pensaban más que en saquear el
agruparse una pequeña grey de bautizados. pobre ajuar de la cabaña. Entonces, el jefe to-
Pero fue ese mismo éxito lo que le perdió. mó la propia hacha del misionero y le rompió
Y lo mismo los del Padre Bataillon en las Wa- el cráneo. Era el 28 de abril de 1841.
llis, donde toda la población, con el Rey a la ca- Lo que sigue es extraordinario. El hermano
beza, se hizo bautizar. El famoso Niuliki, aun Nizier y algunos bautizados habían huido y lo-
proclamándose siempre amigo y protector del graron acogerse a una corbeta americana de
hombre blanco, dejaba adivinar de vez en cuan- paso. Pero seis meses después apareció junto a
do sentimientos muy distintos. Había admitido la isla una fragata francesa que exigió la res-
sin dificultad que fueran destruidos algunos titución del cuerpo del Padre y todo lo que le
ídolos secundarios, algunos símbolos totémicos había pertenecido. Niuliki había muerto ya.
y otros signos. Pero él era personalmente el Quedaban unos treinta neófitos en la isla. Apre-
gran dios del culto futuniano, la encamación suráronse a exhumar el cadáver y a llevar a
de las potencias, el que predecía las tempesta- bordo el crucifijo y el cáliz que habían tenido
des y podía desencadenar el rayo. ¿Qué le que- ocultos. Pero antes de que el navio se alejara,
daría de todo eso una vez bautizados sus súb- un grupo de los que habían participado en el
ditos? ¿Y si se convertía él mismo? Poco a poco asesinato acudieron a suplicar que se les envia-
cambió su actitud. El buen hermano Nizier,
ra otro misionero. Fueron enviados dos. Y un
que ayudaba al Padre, fue puesto al corriente
año más tarde, la mitad de los dos mil habitan-
de los amenazadores propósitos del Rey caníbal.
Advertido, el Padre Chanel contestó repitiendo tes de la isla/ estaban bautizados. El mismo
la famosa frase de San Luis Gonzaga cuando Muzu-Muzú pidió que se le instruyera en la
jugaba a la pelota,1 y siguió preparando el dic- religión. Gravemente enfermo, rogó que se le
cionario futuniano en que trabajaba entonces. llevara al mismo lugar en que él había aplas-
Comenzaron las vejaciones. Los catecúmenos tado la cabeza del Padre Chanel.
fueron amenazados con represalias si seguían
frecuentando al sacerdote. La exasperación del
reyezuelo llegó al colmo cuando su hijo mayor Avancemos veinte años. Leamos las car-
pidió el bautismo. Y encargó a su «primer mi- tas que un misionero de Indochina escribe a su
nistro» que suprimiera al hombre blanco. familia y a sus superiores, a todos sus amigos,
en 1861. Comienzan con una singular indica-
ción de lugar: «Desde mi jalda». Porque real-
1. «...¿Qué haríais —preguntaron al joven san- mente está en una jaula, como un pollo, desde
to— si supierais que vais a morir ahora mismo?» hace más de dos meses, desde que un jefe de
Y San Luis Gonzaga contestó: «Seguiría jugando a cantón, advertido por un denunciante, le ha des-
la pelota...» cubierto en su escondite y arrestado. La sitúa-
ORBIS TERRAJvUM 123

ción es, a la vez, triste y odiosa; aquel hombre sur-Thouet, lleva siempre consigo su lectura fa-
está expuesto a la vista de todos, de la manera vorita, los Anales de la Propagación de la Fe.
más incómoda posible. Ninguna ilusión puede El renovado ejemplo de aquellos misioneros que
hacerse sobre su suerte. Pero las cartas que es- afrontan heroicamente la muerte exalta su ju-
cribe, las cartas de adiós, muestran al mismo venil espíritu. «También yo quiero ir al Ton-
tiempo una sublime serenidad y una sensibili- kín —dice—, y quiero ser mártir.» Algunos ríen
dad admirable. Evoca recuerdos familiares; tie- ante tal pretensión. Pero en cuanto pasa por el
ne palabras de buen humor y de ternura. Pa- seminario, se precipita a la rué du Bac, obedien-
rece que se le ve sonreír... te a una vocación irresistible. Y a pesar de las
«Es casi medianoche. En torno a mi jaula amables frases que le escribe, tan sencillamen-
de madera hay lanzas y largos sables. En un te apaciguantes, su viejo padre murmura: «He
rincón de la sala algunos soldados juegan a las perdido la más bella flor de mi rosal.»
cartas; otros se divierten con los dados. De vez Llegado al Tonkín en 1853, Teófanes Vé-
en cuando, los centinelas golpean en el tam- nard logra escapar a la persecución durante bas-
tam y el tambor las horas de la noche. A dos tante tiempo. Recrudecida entonces, desde ha-
metros de mí, una lámpara proyecta su luz va- ce seis años, desde que Tu-Duc se ha convertido
cilante sobre mi hoja de papel chino y me per- en Emperador de Annam. Sus órdenes son pre-
mite trazar estas líneas... Espero cada día mi cisas y rigurosas; los sacerdotes europeos son
sentencia. Tal vez mañana me llevarán a la arrojados al agua; los indígenas, descuartiza-
muerte. Probablemente me cortarán la cabeza. dos. En 1851 y 1852 dos misioneros fueron mar-
Dichosa muerte, ¿verdad? Muerte deseada que tirizados. La intervención de Francia suspen-
conduce a la vida... Voy a ver aquellas bellezas dió momentáneamente la persecución; pero en
que el ojo humano no vio nunca; a oír aquellas 1857 vuelve a ser intensa, y una demostración
armonías que no oyó el oído del hombre; a mal realizada, la ocupación de Saigón, acaba de
gozar de los goces que el corazón no ha gusta- exasperar los odios. Aumentan las pesquisas po-
do jamás...» Y de pronto resuena el eco de los licíacas; prométense sumas elevadas a los de-
más admirables escritos de los mártires, de un nunciantes. Los cristianos reconocidos como ta-
San Pablo y un San Policarpo: «Pero ante todo les son marcados a fuego vivo. Precisamente
es necesario que el grano de trigo sea triturado, entonces, en noviembre de 1860, el Padre Vé-
que el racimo sea prensado. ¿Seré un pan y un nard, que no había cesado de ir de comunidad
vino a gusto del Padre... ?» en comunidad, bautizando, confesando, ani-
Aquel hombre, que en el umbral de la mando a todos sus fieles con su inextinguible
muerte escribe esas místicas frases —palabras buen humor, es prendido y enjaulado.
que firmará con su sangre—, es un sacerdote Su fin es digno de la Gesta de los Márti-
de las Misiones Extranjeras, auténtico descen- res. Condenado por «haber enseñado una reli-
diente de tantos otros, que, desde comienzos del gión sacrilega» y haber «animado a los barcos
siglo XVII, escribieron admirables páginas en europeos a hacer la guerra contra el Empera-
el libro del apostolado. Es joven: tiene treinta dor», es conducido solemnemente al suplicio,
y dos años; la juventud es una de las más sor- en medio de un cortejo, precedido de dos ele-
prendentes características de esos aventureros fantes de guerra. Durante todo el camino, el
de Cristo. Se llama Teófanes Vénard, el Bien- mártir canta salmos e himnos. Petra aquella
aventurado Vénard (1829-1861). Se le ha lla- ocasión se ha encargado una túnica nueva de
mado «el mártir alegre», con toda justicia. Es seda. El verdugo, un horrible jorobado que ha
un hijo del Poitou, naturalmente expansivo y ejecutado ya a cincuenta misioneros, le pide
sociable. Hijo de un preceptor libre que ha edu- que le regale su vestidura a cambio de una eje-
cado en sólidos principios a una numerosa fa- cución cuidadosa y rápida. «Cuanto más dure,
milia. Siendo niño, cuando sube con sus cabras más valdrá» —contesta el Padre—. Después, se
por la ladera del Bel-Air, cercana a Saint-Loup- deja desnudar, en recuerdo de Cristo despoja-
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

do de sus vestiduras. Atado a una estaca de milmente los autores del incendio del Santo Se-
bambú, los codos ligados y alzada la cabeza, pulcro. Todo ello era, por lo menos, inquie-
reza aún. ¿Tiene el verdugo deseos de propor- tante.
cionarle un placer prolongando su suplicio? Sólo El primer gesto a favor del Oriente cristia-
al quinto golpe de sable, tras haber cambiado no debe ponerse en el haber de Napoleón Bona-
de arma, porque la primera se había mellado, parte. El 25 de junio de 1802 (6 mesidor, añoX),
el jorobado consigue cortar aquella cabeza que por orden del Primer Cónsul, el ciudadano Ta-
las aguas del río Rojo arrastran. lleyrand firmó, con el Esseid Ghalib Effendi,
La Historia de las Misiones del siglo XIX representante de la Sublime Puerta, un trata-
podría citar varias docenas de hombres de la do que renovaba por entero las cláusulas de
talla de un Perboyre, de un Chanel, de un Vé- las Capitulaciones de 1740; 1 y en el mes de oc-
nard. Y el cuadro que puede trazarse sobre ese tubre del año siguiente, al salir para Constan-
mundo misionero hallaría iguales ejemplos do- tinopla como embajador, el general Bruñe re-
quiera que la Cruz de Cristo fuera plantada y cibió instrucciones muy precisas para que to-
llevada la Iglesia. Además, ¿sería explicable mara a los cristianos bajo su protección. Al res-
sin ellos la magnífica renovación espiritual? Y tablecer, como ya hemos visto, las sociedades
ante tantos episodios que parecen arrancados misioneras, el Emperador tuvo, sin duda algu-
de la Leyenda Aurea, ¿cómo no pensar en la na, proyectos más vastos; su conflicto con el
célebre frase de Tertuliano: Semen est sanguis Papa y, después, su propia caída, impidiéronle
christianoiwn? ponerlos por obra. Pero no por ello dejaba de
anunciar el acto de 1802, que el Occidente, y
especialmente Francia, comenzarían a intere-
sarse de nuevo por la suerte del Cristianismo
en aquellas regiones de la tierra.
Escuelas cristianas en el
Por otra parte, las circunstancias políticas
Próximo Oriente fueron favorables a aquella renovación de in-
terés y, por consiguiente, a la restauración de
La recuperación de las Misiones se mani- las Misiones. La disgregación del Imperio tur-
festó antes en el Próximo Oriente, desde las co, la revuelta helénica de 1821, empujaron a
orillas del Mediterráneo oriental hasta Persia. las Potencias a intervenir en aquellos lugares; la
Pero en el umbral del siglo, y hasta en los vein- batalla de Navarino, el tratado de Andrinópo-
te primeros años, la situación en aquellas regio- lis no tuvieron como única consecuencia el li-
nes era deplorable. El admirable esfuerzo de berar a Grecia; persuadieron, además, a Tur-
la época anterior, tal y como lo encarnara Fran- quía a contemplar desde un nuevo punto de
cisco Picquet, apóstol, diplomático y jefe, fue vista el problema de todos sus súbditos cristia-
abandonado, y sus resultados se extinguieron. nos, y en 1840 un primer decreto del soberano
El Arzobispado latino de Bagdad permaneció turco mejoró su suerte. Francia, bajo la Monar-
sin titular durante cuarenta y siete años; en quía de julio, se desentendió del Próximo Orien-
Mosul el único Padre dominico superviviente te, hasta el punto de renunciar a vengar a los
moría en 1815; ya no había más carmelitas en misioneros asesinados por los drusos en 1845,
Basora, ni en Persia; ni más capuchinos en Mar- lo que provocó en la Cámara las indignadas
dina; el Vicariato apostólico de Esmirna no con- protestas no solamente de Montalembert, sino
taba ya más que con diez mil católicos, en un del diputado israelita Crémieux. Napoleón III,
territorio que va desde el Bósforo hasta el Alto por el contrario, cuidadoso de su prestigio, rea-
Nilo. En Tierra Santa los Hijos de San Francis- nudó la gran tradición de Francia, presente en
co se mantienen firmes, pero deben enfrentar-
se con la doble hostilidad de los turcos y los
griegos cismáticos que, en 1808, fueron verosí- 1. Cfr. «La Era de los Grandes Hundimientos».
ORBIS TERRAJvUM 125

el Levante. Sabido es que la guerra de Crimea categoría, profesor del Colegio de Francia,
tuvo por causa inmediata la voluntad del Em- miembro de la Academia de Inscripciones a los
perador de impedir al Zar el llevar demasiado treinta y cuatro años, quien acomodó el méto-
lejos, hasta los Santos Lugares, las ventajas de do misional adaptado a aquellos países. Llamá-
sus chentes, los griegos ortodoxos; y aquella in- base Eugenio Boré (1809-1878). Había tomado
tervención tuvo por consecuencia la firma con parte en las famosas reuniones de La Chênaie,
el Sultán, en 1856, de un Hatti-humrayum muy en las que Lamennais, animándole a estudiar
solemne, que aseguraba la igualdad de los cris- las lenguas orientales —como él mismo desea-
tianos en todo el Imperio turco, y su derecho a ba—, le puso en guardia (lo que deja un tanto
llegar a todas las funciones públicas y a ser re- perplejo) contra las tentaciones del orgullo de
presentados en el Consejo de Estado. Cuatro la inteligencia. Habiendo casualmente enta-
años más tarde, en 1860, la matanza de los ma- blado contacto la víspera de Navidad de 1837,
ronitas por los drusos, acompañada de la ruina cuando buscaba un confesor, con el superior de
de numerosas casas religiosas católicas y de re- la Misión lazarista de Constantinopla, se apa-
petidos insultos a los consulados y a la bandera sionó por la obra misionera. Aun permanecien-
francesa, fue la ocasión de que Napoleón III do por mucho tiempo en su estado seglar, y en-
demostrara que no tomaba a la ligera su papel cargado, tanto por la Academia de Inscripcio-
de protector de los cristianos: una expedición nes como por el Ministerio de Instrucción Pú-
francesa restableció el orden en el Líbano. blica, de llevar adelante trabajos de erudición
A esas favorables circunstancias políticas que su conocimiento del idioma armenio, del
se añadieron otras, espirituales y psicológicas, turco y de otras lenguas orientales le permitía,
que no lo fueron menos. La crisis del Estado participó en empresas propiamente apostólicas
turco era paralela a un notable declinar del Is- en Caldea y en Armenia con ayuda de un laza-
lam. Los elementos cultos se alejaban de él; el rista italiano. En Persia las circunstancias le
cisma herético de los «babitas», nacido en Per- llevaron a fundar una escuela, que tuvo éxito.
sia hacia 1845-1850, con Alí Mohamed, llama- Siguieron otras, especialmente en Mosul e Is-
do «Bab» —«puerta de la verdad»—, tendía a pahan; y tanto hizo, que en cuatro años, aque-
un sincretismo de toda clase de elementos re- llas misiones que estaban en ruinas en aque-
ligiosos, en el que desaparecían los principios llos lugares, vieron cómo las escuelas cristianas
del Corán. El mundo musulmán perdía vigor y alcanzaban maravillosos éxitos. De aquella ex-
cohesión. En cambio, en Occidente crecía cada periencia, Eugenio Boré dedujo una lección que
día más el interés por las cosas de Oriente; ha- comunicó inmediatamente a Roma y a París
blábase mucho de ellas en los salones de mada- en numerosos informes. Convertir a los musul-
me Swetchine, en las páginas de la nueva revis- manes era, por el momento, poco menos que
ta jesuítica Etudes. La Asociación alemana para imposible; había que hallar, por lo tanto, otros
Tierra Santa se fundaba en 1855. La Orden medios de apostolado que no se redujeran a la
Ecuestre del Santo Sepulcro, restaurada en 1815, simple predicación: el mejor era la escuela,
alcanzaba gran desarrollo; también la Orden de abierta a todos los niños sin distinción de raza
Malta se ocupaba de los Santos Lugares. La ni de religión, que, por una parte, permitiría
Obra de Oriente, cuya fundación en París, en disipar los errores que el Islam mantenía acer-
1856, ya hemos visto (realizada gracias a la in- ca de los cristianos; y por otra, levantaría el ni-
tervención de intelectuales de primera fila), vel de las cristiandades locales, bastante caídas.
mostraba bastante el interés que los grupos se- Al mismo tiempo, las instituciones de caridad,
lectos occidentales manifestaban, tanto desde hospitales y orfelinatos, ganarían la simpatía
el punto de vista científico como desde el espi- de las poblaciones. Gregorio XVI fue puesto al
ritual, por aquella antigua cuna de la civiliza- corriente de las sugerencias de Boré, y las hizo
ción. suyas. Tal debía ser el comienzo de la gran obra
Fue precisamente un orientalista de gran . escolar y hospitalaria católica en todo el Próxi-
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

mo Oriente, cuyos admirables resultados son paganda pudieron asegurar y concretar la re-
aún palpables.1 novación de las Misiones. La cortés gestión que
Al mismo tiempo, en 1834, otro iniciador, hizo el Sultán ante Pío IX, al tiempo de su
el Padre Leroy, fundaba, a 30 kilómetros de elección; el envío por el Papa de un representan-
Beyruth —el primer año con sólo seis alum- te personal a Constantinopla, contribuyeron al
nos—, el Colegio de Antura, hoy célebre en feliz resultado. Una cifra da idea del mismo:
todo el Líbano. En Constantinopla, en Santo- a la muerte de Pío IX no habrá en el Imperio
ría y Esmirna los lazaristas abrían también turco menos de 630 000 católicos, de los que
sus colegios; y en la última ciudad, los picpu- 150 000 son latinos; si se piensa en lo que era la
cianos fundaban otro, en 1844, que. durante situación sesenta años antes, el hecho es prodi-
largos años sería un centro de irradiación inte- gioso. Por lo demás, podemos recorrer todas las
lectual y cristiana en el Asia turca. En 1846 zonas del Próximo Oriente; en todas ellas se
entraban los jesuítas en escena; en Ghazir, en comprueba la misma animación fervorosa, los
el Líbano, nacía el Seminario central asiático, mismos progresos. Y en todas ellas, Roma se
que comprendía una casa de formación para el esfuerza en seguir de cerca y dirigir aquella ac-
clero local y un colegio de enseñanza media. Y ción misionera multiforme.
se pensaba ya en fundar la Universidad de San En Palestina, tierra sagrada que interesa
José, de Beyruth, que la Compañía de Jesús especialmente a los católicos, Pío IX lleva a
haría ilustre hasta nuestros días. A partir de cabo una acción de gran trascendencia: en 1847
1840, los Hermanos de las Escuelas Cristianas restaura el Patriarcado latino de Jerusalén, so-
aportaron su ayuda a los padres de las diversas metiéndole todo el Vicariato apostólico de Si-
órdenes, desde Egipto a Persia, desde las islas ria; y confía aquel cargo a un sacerdote secular
del Egeo a la Mesopotamia, encargándose de
que había sido misionero en Mosul, gran cono-
las clases elementales. Las congregaciones re-
cedor de las cosas de Oriente, hombre de indo-
ligiosas femeninas colaboraron a aquella vasta
empresa, sobre todo las Hermanas de San Vi- mable energía, Monseñor Valerga. Junto a los
cente de Paúl, cuya instalación en Esmirna franciscanos, tradicionales guardianes de los
(1839) y en Alejandría (1844) señala el comien- Santos Lugares, se instalan otras congregacio-
zo de una inmensa red de caridad. Las Damas nes, cada vez más numerosas, entre las que ocu-
de Sión aparecen en Palestina, en 1837. Reli- pan un puesto de primera fila las de Sión, Hijas
giosas indígenas sirias, las Myriamitas, se de- del Padre Ratisbona; las obras católicas, ayu-
dican a la fundación de escuelas locales. No dadas por la Propagación de la Fe, se multipli-
tardarán en llegar otras congregaciones france- can en aquellas tierras. Monseñor Valerga, al
sas como refuerzo: las Hijas de la Caridad, las llegar a Jerusalén, no había encontrado, apar-
Hermanas de San José de la Aparición, las Re- te de los Franciscanos 'de la Custodia, más que
ligiosas del Buen Pastor, de Angers, las Damas a dos sacerdotes para cuatro mil doscientos fie-
de Nazaret. Hacia 1870 las ideas de Eugenio les; inmediatamente fundó un seminario, y en
Boré se habían convertido en realidad de mane- 1870 el clero latino contará ya con sesenta y cin-
ra muy amplia. co miembros.
Idéntico progreso se observa en Siria don-
Sostenidos por aquella poderosa corriente de, de 1830 a 1870, se instalan no menos de on-
de entrega, los «Papas misioneros», Grego- ce congregaciones masculinas y nueve femeni-
rio XVI y Pío IX, y la Congregación de la Pro- nas. Es uno de los lugares de acción preferidos
por la Obra de Oriente; al día siguiente del dra-
1. En 1849, Eugenio Boré ingresó en los laza- ma de 1860, para borrar las ruinas dejadas por
ristas, en la Misión de Constantinopla. Fue sucesi-
los drusos y restañar tantas heridas, el abate
vamente Visitador provincial, Secretario general de
la Congregación y, en 1874, Superior general. Es Lavigerie se lanza a aquellas regiones, se en-
una de las más sorprendentes figuras entre los hijos trega a ellas sin límite, gasta más de tres millo-
de M . Vincent. nes de francos en ayudas. Multiplícanse las es-
ORBIS TERRAJvUM 127

cuelas y los hospitales. El capuchino italiano so que, en 1850, Pío IX creó seis diócesis sufra-
Castelli gana terreno entre los cristianos jaco- gáneas de Constantinopla. Pero en 1867 estalló
bitas, de los que se convierten un determinado un penoso confhcto, tras la elección para el
número. La Iglesia catóhca de rito sirio, con Patriarcado del Arzobispo Hassun; habiendo
tales apoyos, se levanta, y su jefe Monseñor querido Pío IX reorganizar la iglesia armenia,
Audu, Patriarca de Babilonia, se regocija, en y especialmente reglamentar los nombramien-
1853, por haber visto volver al redil a treinta y tos episcopales, la Bula Reversurus (12 de julio
cinco mil fieles. El breve cisma provocado por de 1867) fue considerada como una intolerable
algunas decisiones del Concibo Vaticano no intervención romana en las tradiciones enme-
frena por mucho tiempo aquella renovación. nias; y en ausencia de Monseñor Hassun —que
En Egipto, un régimen bastante liberal, había ido a Roma para participar en el Conci-
sobre todo en los tiempos de Mehemet-Ah, per- bo Vaticano— estalló un cisma que duraría
mite la implantación de numerosas escuelas y hasta 1887.
obras de caridad: Hijas de la Caridad y Herma- Dejado a un lado ese disgusto, aunque se-
nos de las Escuelas Cristianas se distinguen en rio, la situación que dejará Pío IX a su muerte
aquel esfuerzo. Un notable delegado apostólico, será, en todo el Próximo Oriente, especialmente
Monseñor Guaseo, lleva a cabo una obra de más reconfortante que la de comienzos de si-
expansión que consigue conquistar para Roma a glo. Por doquier la Iglesia despertaba; los mi-
buen número de cristianos melkitas. Lo que sioneros llegaban en gran número, los delega-
vahó a la Iglesia de Egipto el ser separada de dos apostólicos disponían ya de un personal casi
la de Jerusalén y constituir un Vicariato apostó- suficiente. Había, es verdad, puntos negros en
lico. aquel conjunto: la resuelta oposición de las igle-
Lo mismo sucede en Persia, donde las flo- sias disidentes, el desarrollo de la rica propa-
recientes Misiones de otrora habían quedado ganda protestante, la creciente ambición de la
reducidas, en 1840, a un solo sacerdote, ya an- Rusia ortodoxa. Pero no podía considerarse ex-
ciano y sumido en la mayor angustia, el Rena- cesivo optimismo el mirar al porvenir con es-
cimiento siguió el paso de Eugenio Boré y la peranza.
instalación de sus escuelas. Tres lazaristas se
instalaron allí y fundaron un seminario, del
que comenzaron a sahr sacerdotes indígenas. La India y Monseñor Bonnand
A uno de aquellos tres pioneros, Monseñor Clu-
zel, verdadera alma de apóstol, confió Pío IX, Tal vez más impresionante aún fue la re-
en 1858, una Prefectura apostólica distinta de novación de la Iglesia en la India. Sin embargo,
la de Mesopotamia. la situación a comienzos del siglo XIX era pro-
Así era en todas partes, en aquel Oriente fundamente entristecedora. ¿Qué quedaba de
dominado por la Media Luna del Islam, la Igle- los admirables esfuerzos del Padre Nobili y de
sia catóhca cosechaba éxitos. Sólo una región los sacrificios de San Juan de Brito? La supre-
le proporcionó graves cuidados: Armenia. No sión de la Compañía de Jesús había asestado
porque la fe catóhca fuera allí menos viva y el un terrible golpe a las comunidades cristianas,
esfuerzo misional menos activo. En 1830 los decapitándolas de sus jefes, difícil e incomple-
catóhcos de Armenia, a los que el sultán Mah- tamente sustituidos por los sacerdotes de las
mud había colocado a la fuerza bajo las órdenes Misiones Extranjeras. La disminución de voca-
de un patriarca cismático, obtuvieron ser libe- ciones durante la Revolución completó la ruina.
rados de aquella tutela; el Papa Pío VIII erigió Aprovechándose de esa carencia, los protestan-
en Constantinopla una sede arzobispal armenia, tes dieron un impulso a sus vanguardias, y miles
y a pesar de las astucias de los turcos, que ha- de catóhcos se pasaron a las sectas. La cifra
cían controlar su clero por un laico, los catóh- total de los fieles de Roma en toda la India no
cos armenios seguían prosperando. Tanto inclu- superaba, sin duda alguna, los doscientos mil.
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

Una sola región constituía excepción a este de- como el bengalí u otro dialecto de la Penínsu-
clive: Goa y sus cuatro diócesis sufragáneas, la. En 1832 los fieles de Bengala reclamaron
sometidas al Padroado portugués, que conser- que se les diera sacerdotes a los que pudiesen en-
vaba todas las características del antiguo cato- tender; en 1834 los capuchinos italianos, que
licismo «pranghi»; 1 allí vivían cuatrocientos acababan de instalarse en Madrás, se hallaron
sacerdotes, por desgracia mediocres en conjun- en conflicto con el Obispo portugués de Myla-
to, que celebraban los oficios religiosos para pore, su superior canónico, y también, por su
los colonizadores y para los indígenas —mode- parte, dieron la alarma en Roma. La Propa-
lados sobre aquéllos—, y mostraban bien poco ganda respondió nombrando un prefecto apos-
interés por el apostolado. tólico en Calcuta y un Vicario apostólico en
Pero esa situación lamentable no duraría Madrás: el primero, francés, y el segundo, ir-
mucho. La Iglesia católica, que parecía herida landés. Eso provocó el furor del Episcopado por-
de muerte, sobrevivió a la época y se levantó tugués y, de rechazo, el del Gobierno de Lisboa,
muy pronto. Lo debió, ante todo, a la testarudez lo que era aún más irónico, puesto que en aquel
heroica de un puñado de misioneros que se afe- momento (1837), por razones de política inte-
rraron al terreno y se negaron a ceder; en pri- rior,1 estaban rotas las relaciones entre la Reina
mer lugar estaba el sabio y audaz Padre Du- de Portugal y la Santa Sede. Gregorio XVI se
bois que, de 1800 a 1820, se empeñó en restau- mantuvo firme y llegó incluso más lejos: por la
rar a los cristianos de Mysore, diezmados en Bula Multa praeclare (1838) limitó al territorio
1780 por las deportaciones de Tippu-Sahib; lo de Goa la jurisdicción de su Arzobispo, suprimió
debió también a la llegada numerosa, a partir los obispados sufragáneos, a fin de multiplicar
de 1830, de misioneros y religiosos de diversas en toda la India los Vicariatos apostólicos, de-
órdenes, animados todos de ardiente espíritu pendientes directamente de la Propaganda.
de conquista. Las circunstancias políticas se hi- Aquello provocó una tempestad. Protestas, pa-
cieron más favorables cuando, en 1858, la Co- sos diplomáticos en Roma, incidentes en la In-
rona británica tomó bajo su inmediato gobier- dia, que llegaron a la lucha cuerpo a cuerpo
no todo el territorio de la India 2 —hasta enton- cuando el clero de Goa incitó a sus fieles con-
ces dirigido por la Compañía de Comercio— y, tra los jesuítas y otros misioneros. El Vicario
comprendiendo que la penetración cristiana capitular de Goa anunció que se negaba a so-
servía a sus intereses, apoyó a los misioneros de meterse a una Bula que consideraba apócri-
todas las confesiones. Pero la India debió su fa. Eso fue lo que se ha llamado el «cisma
renovación sobre todo a la acción de los Papas de Goa» con un poco de exageración. Por un
y a las capitales decisiones tomadas por Gre- momento, en 1843, creyóse que aquella situa-
gorio XVI. ción iba a terminar, gracias a la restauración
de relaciones entre Roma y Lisboa; un nuevo
La existencia del Padroado portugués Arzobispo, Monseñor Juan de Silva Torres, emi-
constituía un grave inconveniente. El Arzobis- nente profesor de Coimbra, llegó a Goa con
po de Goa pretendía tener una autoridad sobre intención de arreglarlo todo; de hecho, apenas
la India casi total: autoridad que nunca había instalado en la sede, viose rodeado por su clero
podido ejercer. Aquel clero de Goa, sin ser tan y llegó a atacar públicamente a la Propaganda
malo como algunos han dicho, había aceptado y hasta a la Santa Sede. Las tentativas para con-
en su seno demasiados mestizos y hombres de cluir con aquel lamentable estado de cosas fra-
sangre mixta, cuya conducta era poco ejem- casaron, una tras otra; y el «cisma de Goa»
plar. Sus miembros ignoraban tanto el inglés duraría hasta 1886.
Pero Roma no se dejó vencer por aquella
1. Cfr. «La Era de los Grandes Hundimientos». resistencia. La Propaganda siguió sistemática-
2. Evidentemente, salvo el establecimiento por-
tugués de Goa y los enclaves dejados a Francia, el
principal de los cuales era Pondichéry. 1. Cfr. vol X, cap. IV (hacia el final).
ORBIS TERRAJvUM 129

mente creando Vicariatos en todas partes; en pudo emprender una obra cuya amplitud y
1858 se había llegado ya a la cifra de dieciocho. perspicacia no pueden menos de suscitar la ad-
Delimitábanse grandes circunscripciones mi- miración.
sioneras: las principales eran la de la costa de Las Cristiandades estaban debilitadas por
Coromandel, confiada a las Misiones extranje- la larga anemia espiritual sufrida: Bonnand las
ras de la rué du Bac; la del Maduré, encomen- reorganizó y reanimó, hizo multiplicar las pre-
dada a los jesuítas franceses; la de Vizagapa- dicaciones, la enseñanza y los grupos de piedad.
tam, en la costa del golfo de Bengala, dada a Las iglesias que estaban casi en ruinas fueron
los misioneros de San Francisco de Sales. Y pre- reparadas; otras muchas nuevas surgieron de la
cisamente uno de aquellos Vicarios apostólicos, tierra, además de innumerables capillas que
jefe de la misión del Coromandel, cuyo centro aún puede ver el viajero. Los misioneros eran
estaba en Pondichéry, aparecía como uno de los muy escasos, incluso con los refuerzos de Fran-
promotores de la vasta empresa de apostolado cia, muy importantes, obtenidos por Bonnand;
en la India e iniciador de métodos nuevos: era el porvenir del catolicismo en la India estaba,
el infatigable Monseñor Bonnand. innegablemente, en manos del clero indígena.
El Padre Bonnand,1 de las Misiones extran- Y el Vicario apostólico puso su esfuerzo en esa
jeras, estaba ya desde hacía once años en la materia. Hubo que comenzar desde la base y es-
India cuando, en 1836, fue nombrado Vicario tablecer o restablecer un sistema de escuelas
apostólico del Coromandel, título al que suce- primarias. Después, crear o mejorar seminarios
dió el de Vicario apostólico de Pondichéry, cuan- menores, claramente diferenciados de los ma-
do sus progresos permitieron dividir el vasto te- yores, en los que se daba la enseñanza, a la vez,
rritorio. Durante veinticinco años fue verdade- en francés y en tamul. Fundóse también un
ramente el alma de la empresa misionera, no seminario mayor, cuyos programas fueron co-
sólo en el este de la Península, directamente so- piados de los europeos: antes de recibir la tonsu-
metido a su acción, sino en la India entera. ra, los futuros sacerdotes debían —según la tra-
Bajo las finas y distinguidas apariencias de hu- ducción M.E.P.— trabajar una temporada jun-
milde sacerdote, prudente y dulce, ocultaba un to a un misionero, que juzgaría de sus vocacio-
carácter de acero, de resoluciones frías, capaz nes. Se necesitaban libros para los seminaristas,
de llevar a buen término sus decisiones, y po- para el clero y también para los más cultos
seedor, además, de una inteligencia dispuesta de los feligreses: Monseñor compuso algunos
siempre a adaptarse a las circunstancias: un en lengua indígena, especialmente un resumen
temperamento de apóstol y de realizador. Obis-
de toda la historia de la Revelación cristiana,
po caminante, a quien nadie pudo reprochar el
que hizo sensación. Para publicar esas obras
«haber guardado excesivamente la residencia»,
viósele sin cesar por montes y valles, en todos se necesitaba una imprenta; el Vicario la creó,
los caminos difíciles, visitando, inspeccionando, y sus prensas abastecían de catecismos de diver-
controlándolo todo. Un hábil método, puesto en sos grados y de diccionarios, como el tamul-
práctica por él, completó tales contactos; co- francés, todavía en uso. Adelantándose a lo que
menzó en 1837 y prosiguió durante toda su después sería la «Acción Católica», Monseñor
vida un sistema de cartas a sus misioneros, a Bonnand preconizó el apostolado del ambiente
las que exigía pronta respuesta. Así, mante- por el ambiente; hizo formar a catequistas indí-
niendo con firmeza en sus manos el Vicariato, genas para preparar la evangehzación de sus
compatriotas. Y llegó aún más lejos en su au-
dacia: enfrentándose directamente con todos
1. Muchos historiadores escriben Bonnaud los prejuicios indios que se oponían al progreso
(cfr. Mourret, Fliche y Martín) pero el nombre y mejora de la mujer, abrió colegios y escuelas
exacto es Bonnand: es el que da el Précis d'histoire
de la Mission de Pondichéry, del Padre Lafrenez,
para las muchachas, con la ayuda de las Her-
confirmado por el «Dictionnaire de biographie fran- manas-de San José de Cluny, y las Carmelitas;
çaise». como las religiosas europeas no eran suficientes
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

para la tarea, creó tina congregación indígena Uno de los grandes medios de acción fue la crea-
de enseñanza, llamada del «Corazón Inmacula- ción de colegios; abriéronse los de Calcuta, Tri-
do de María», agregada después a la Tercera chinopolis y Bombay, que sirvieron de modelo
Orden de San Francisco; más adelante, como a otros1 y que tuvieron pronto una gran pobla-
las religiosas de esa congregación vacilaran en ción escolar.
dedicarse a las niñas de las castas más bajas, También Ceilán experimentó una renova-
constituyó expresamente para las niñas parias ción análoga. En lucha contra los hugonotes
otro instituto, el de San Luis Gonzaga. holandeses, los católicos, heroicamente guiados
Nada detuvo a aquel hombre de Dios; ni por el santo sacerdote mestizo José de Vaz —al
vaciló en plantear valerosamente el terrible pro- que sin duda veremos un día sobre los alta-
blema de las castas; la irritante cuestión de los res—, lograron mantener bastante vivas sus co-
ritos malabares1 fue resuelta por él, en la prác- munidades, que en 1829 contaban aún con
tica, con admirable flexibilidad. A aquella obra 70 000 fieles. Obteniendo entonces de los nue-
inmensa asociaba activamente a todos sus mi- vos ocupantes un Bill de emancipación total,
sioneros. Unos sínodos provinciales —el primero reanudaron su expansión. El Oratorio, del que
en 1844— los agrupaba a todos para estudiar era miembro el Padre Vaz, prosiguió su obra
en común el problema del apostolado. Después con el Padre Francisco Javier, que fue nombra-
un Padre, el Padre Luquet, iba a Roma a expo- do, en 1835, Vicario apostólico de la isla. Veinte
ner ante la Propaganda los resultados obtenidos años después, los Oblatos de María Imaculada
y las cuestiones sobre las que convenía dar ins- se encargaban de ayudar a los oratorianos y
trucciones. De tal manera fueron las cosas, que emprendían una obra de evangelización siste-
Pío IX nombró, en 1858, a Monseñor Bonnand mática, de construcción de iglesias, escuelas y
Visitador apostólico de toda la India, con orden hospitales muy notable. En 1870 los católi-
de hacer un detallado informe acerca del con- cos cingaleses superaban el número de 200 000.
junto del apostolado en el inmenso país. Asistido ¿Con cuántos fieles contaba entonces la
por un coadjutor, Monseñor Charbonneaux, el Iglesia en la India propiamente dicha? Un mi-
viejo misionero se puso inmediatamente en ca- llón, sin duda alguna, y tal vez más. Todos los
mino para un viaje a muchos miles de kilóme- observadores están de acuerdo en mostrar a esa
tros. En el curso de esa visita murió en Benarés, iglesia en plena vitalidad, en pleno progreso,
en 1861. El título de «Padre y Fundador de las según la frase del Vicario apostólico de Agrá,
Misiones de la India», que le concedieron los «con paso lento, pero firme». Se hablaba ya de
elogios fúnebres, estaba bien justificado: en todo establecer allí una jerarquía regular, cosa que
caso, había sido el artesano de su resurrección. hará en 1886 León XIII. El clero indígena sa-
Lo que no quiere decir que otros no hayan lía de los seminarios cada vez más numeroso.
hecho muchísima labor. En su misión de Vizaga- Verdad es que muchos problemas seguían plan-
patam, los misioneros de San Francisco de Sales, teados: sobre todo el de las castas, que provo-
de Annecy, realizaron un gran trabajo; uno caba no poca tirantez en el seno de las congre-
de ellos, el Padre Avrillon, se hizo literalmente gaciones religiosas; el de los ritos malabares,
«paria entre los parias» y moriría en olor de que, en numerosos matices, creaba curiosos in-
santidad. En el Maduré, su tierra desde los cidentes.2 La calidad del clero indígena no era
tiempos de Javier, Nobili y Brito, los jesuítas aún la deseable. El Norte de la India parecía
—apoyados a fondo por Monseñor Bonnand— abrirse al apostolado con más dificultades que
vencieron mil dificultades al precio de treinta y
dos vidas en veinte años y en medio de aventu- 1. Abriríanse 54 hasta nuestros días.
ras que cuenta con pintoresca pluma el Padre 2. Por ejemplo, ¿tenían los músicos católicos
Bertrand en sus Cartas edificantes y curiosas. el derecho de inteipretar músicas, por orden de los
gobernantes, en las ceremonias hinduistas? ¿O calan
por ello bajo los rigores pontificios y quedaban ex-
1. Cfr. «La Era de los Grandes Hundimientos». comulgados?
ORBIS TERRAJvUM 131

el Sur. Las iglesias de rito oriental, especialmen- traciones de fuerza. Los tratados concluidos
te las de los siromalabares —hoy centros de gran impusieron a los gobernantes amarillos un cier-
celo apostólico— participaban aún muy poco to respeto por las Misiones. De ahí resultó una
en el celo que impulsaba a la Iglesia latina. clara mejoría de la situación; pero, ¿no era
Pero, en definitiva, ¿qué representaban estas también peligroso? Esa íntima relación entre
dificultades y esas faltas en comparación con el expansión colonial y progreso del apostolado,
movimiento en sí mismo, de tantos y tan admi- ¿no acabaría por volverse alguna vez contra las
rables resultados? Misiones? Desde luego, era legítimo que los Es-
tados europeos protegieran a sus misioneros.
Mas, ¿no sería peligroso para el futuro que los
progresos del Cristianismo no hayan sido alcan-
Cruel y santa Asia amarilla zados solamente por la sangre de los mártires,
sino también por la pólvora de los cañones de
El Asia amarilla contrastaba de modo grueso calibre?
estremecedor con la India. Mientras que en la
Recordemos1 que, en todas partes, los úl-
vasta península el Cristianismo no topaba con
timos años del siglo XVIII hallaron a las Mi-
ninguna resistencia sistemática, en todos los
siones del Asia amarilla en plena disgregación.
países del Extremo Oriente, China, Indochina,
La supresión de la Compañía de Jesús, las inci-
Corea y Japón, la penetración apostólica cho-
dencias de la Disputa de los Ritos, las persecu-
caba con medidas draconianas y movimientos
ciones, habían hecho sufrir mucho a las igle-
de xenofobia, con desencadenamientos de vio-
sias. Pero en todas partes también las raíces del
lencia que ensangrentaron abundantemente
viejo tronco seguían en el subsuelo, lo bastan-
aquel capítulo de la Historia de las Misiones.
te vigorosas para que, cuando lo permitieran
Capítulo que podría resumirse en pocas pala-
las circunstancias, surgiera un nuevo árbol. En
bras: la persecución es endémica, estalla aquí y
Indochina, el gran sustentador de la situación
allá, se atenúa en un lugar, se recrudece en
había sido el sorprendente Monseñor Pigneau
otro... Mas, a pesar de los peligros, los misione-
de Béhaine, que, interviniendo hábilmente en
ros arraigan en los países y aprovechan la me-
las dificultades internas del Emperador de An-
nor calma para consolidar sus posiciones y lle-
nam, Gia-Long, consiguió hacer de él un ami-
var un poco más lejos las conquistas de la Cruz,
go de las Misiones.2 El gran Vicario apostólico
hasta que estalla una nueva crisis que parece
había muerto en 1799, tras haber salvado sus
comprometerlo todo, obligando a los católicos a
seminarios y restaurado sus comunidades. Tras
la vida clandestina, en espera de que más tarde
él, y hasta la muerte de Gia-Long, la tolerancia
sea reanudado el heroico esfuerzo. Se ha com-
oficial permitió a la Cristiandad de Annam cre-
parado con frecuencia esta historia de las Cris-
cer con sorprendente rapidez: erigida con cua-
tiandades del Asia amarilla a la gesta de los
tro vicariatos apostólicos, contaba en 1821 con
mártires de los primeros siglos, y el homenaje
cerca de 400 000 fieles, dirigidos por casi 200
está bien justificado.
sacerdotes indígenas y 1 000 catequistas; sólo
Hay que subrayar, sin embargo, en esa his- había que lamentar la insuficiencia del núme-
toria, un hecho de otro orden, que tendría enor- ro de misioneros, 25 sacerdotes de las Misiones
me importancia. Los Estados europeos, que has- extranjeras de París y 28 dominicos españoles.
ta entonces apenas hablan manifestado su pre-
Todo cambió cuando, en 1821, murió Gia-
sencia en aquella parte del mundo, entran de
Long, dejando el trono a su hijo Minh-Mang,
pronto en escena. A veces, por razones que nada
un semidemente feroz, hipnotizado por el ejem-
tienen de espirituales — comerciales y finan-
plo de la poderosa China y resuelto a imitarla
cieras, sobre todo— y algunas bastante inno-
bles; a veces también para hacer respetar la «fi-
gura» del blanco, el omnipotente Occidente en- 1. Cfr. «La Era de los Grandes Hundimientos».
vía sus naves de guerra para que hagan demos- 2. Ibid.
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

en la violencia anticristiana. Sus dos sucesores su aphcación y hasta los agravó. En 1856 una in-
siguieron el mismo camino. «Los nombres de tervención naval francesa mal conducida le dio
Minh-Mang, de Thieu-Tri y de Tu-Duc —se la impresión de que nada tenía que temer, y
ha escrito con razón— recuerdan a los historia- entonces desencadenó una persecución terrible.
dores catóhcos los de Nerón, Domiciano y Dio- Los sacerdotes prisioneros serían arrojados al
cleciano.» La comparación es siniestramente agua o decapitados; los sacerdotes indígenas,
exacta. En 1833 un edicto ordenó destruir las despedazados; ofreciéronse cantidades de dine-
iglesias, detener a los sacerdotes y obligar a los ro a los denunciantes. Los misioneros llevaron
fieles a pisotear la Cruz, si querían salvar sus desde entonces una existencia propia de anima-
vidas. La orden fue bien seguida; trescientas les acosados; tal situación duraría cinco años.
iglesias fueron arrasadas; persiguióse a los cris- Un Obispo español, Monseñor Díaz, fue asesina-
tianos: la persecución se abatió sobre todo el do, y eso provocó que una expedición franco-es-
país, más violenta aún cuando estalló una gue- pañola bombardeara Turane y ocupara Saigón,
rra con Siam, con cuyo motivo se acusó a los pero sin seguir adelante en su acción punitiva.
misioneros refugiados en aquel país de haberla Cada vez más furioso, Tu-Duc hizo marcar con
provocado. En cinco años, nueve sacerdotes eu- hierro al rojo en las mejillas a todos los cris-
ropeos, cinco franceses y cuatro españoles, y tianos que pudo prender. Sin una revolución
otros cien sacerdotes indígenas, perecieron. El palaciega que le obligó a llegar a un acuerdo
primero fue el Padre Gagelin, estrangulado en con los franceses y permitirles instalarse en Co-
Hué; el más célebre, el Padre Marchand, a cau- chinchina (1862) hubiera seguido en su obra
sa de lo horroroso del suphcio de las «cien he- persecutoria por mucho tiempo; el tratado que
ridas» que se le infligió. hubo de firmar reconocía —en principio...— la
Bajo el mando de Thieu-Tri la persecución libertad de todos los cristianos. Pero el balance
adquirió otro tono más discreto y sutil: los euro- de la persecución era atroz: 12 sacerdotes ex-
peos acababan de intervenir en China, y el Em- tranjeros habían perecido —entre ellos, Monse-
perador de Annam desconfiaba, tanto más que ñor Cuénot, muerto de inanición en la mazmo-
las naves francesas aumentaban frente a sus rra, y el «mártir alegre». Teófanes Vénard; 115
costas. Aprovechando la imperial vacilación, un sacerdotes indígenas siguieron la misma suerte;
hombre audaz, Monseñor Retord, Vicario apos- 2 000 religiosas annamitas fueron dispersadas
tólico del Tonkín, hizo salir de nuevo a sus mi- y 100 sufrieron el martirio; 150 iglesias, 80 con-
sioneros y comenzó largos viajes de visitas y ventos y 100 aldeas cristianas ardieron; 2 000
evangehzación. Su ejemplo fue seguido en to- Cristiandades quedaron en la ruina y las tres
das partes y con tal empuje, que Roma, hacién- cuartas partes de los fieles tuvieron que escon-
dose eco del progreso alcanzado, creó seis nue- derse.
vos Vicariatos apostóhcos. Pero la situación es- Esta página sangrienta, que ha hecho de
taba lejos de haberse apaciguado del todo. En la Indochina «la hija mayor de la iglesia de
las regiones más apartadas, a las que los anna- Extremo Oriente» y cuya grandeza han recono-
mitas pensaban que no llegaría la mirada del cido los Papas elevando al honor de los altares
europeo, los sacerdotes seguían siendo arresta- a setenta de los héroes de aquel drama, tuvo co-
dos, las iglesias destruidas e incluso condenóse mo conclusión un extraordinario desarrollo del
a muerte a un Vicario apostóhco. Más adelante, catohcismo en la Península. Innumerables fue-
después de un incidente marítimo en el que dos ron las vocaciones para reemplazar a los misio-
naves francesas, respondieron a una tentativa neros asesinados: sacerdotes de las Misiones de
de agresión, hundieron la escuadra de madera la rué du Bac y dominicos españoles rivaliza-
del Imperio, Thieu-Tri firmó nada menos que ron en valor. Muy pronto desembarcarían las
cuatro decretos contra los cristianos de sus Es- Hermanas Hospitalarias de San Pablo de Char-
tados. tres, a título de enfermeras; después llegarían
Su sucesor, Tu-Duc, puso bastante celo en los Hermanos de las Escuelas Cristianas y hasta
ORBIS TERRAJvUM 133

las Carmelitas, enviadas por el Carmelo de Li- En China los acontecimientos siguieron un
sieux.1 Los cristianos indígenas habían mostra- proceso análogo. A comienzos del siglo la situa-
do durante la persecución un heroísmo que nos ción del Cristianismo en el Celeste Imperio era
obliga a la admiración; las apostasías fueron peor aún que en Indochina. La persecución,
poco numerosas, y en cambio fueron muchos que, por esporádica que fuese, no había cesa-
los ejemplos de fidelidad hasta la aceptación do prácticamente desde 1707, acababa de al-
del sacrificio. Los «Amantes de la Cruz», ver- canzar su paroxismo entre 1785 y 1795. La su-
dadero estamento de acción católica, fundados presión de la Compañía de Jesús supuso un
en el siglo XVII por Monseñor Lambert de la golpe inmenso en la organización misionad: los
Motte y el Padre Deydier, constituyeron la mé- lazaristas, los sacerdotes de la rue du Bac, que,
dula de la resistencia. Agrupadas según un ré- además, no recibían refuerzos desde 1789, no
gimen comunitario, que hacía de algunas de pudieron llenar todos los vacíos. El hábil méto-
ellas una sola gran familia, las Cristiandades de do practicado antaño por los jesuítas, es decir,
Indochina dieron brillante prueba de invencible hacerse sabios consejeros de los Emperadores,
vitalidad. Hacia 1870 contaban con más de me- estaba a punto de fracasar: los Hijos del Cielo
dio millón de almas. El catolicismo penetraba se habían cansado de su entusiasmo por las
incluso entre las tribus «Mois», Banhar, Jolong, ciencias occidentales, y los lazaristas, primero
Sedang, a pesar de repentinas y pasajeras ex-
portugueses y franceses después, como el Padre
plosiones de furor. Conquistaba pacíficamente
Raux, que consiguieron ingresar en el célebre
el Reino de Cambodia, con el que Francia ha-
bía firmado en 1856 un tratado de amistad. «tribunal de las matemáticas», apenas contaban
Sin duda alguna, no habían terminado las horas con medios de acción en las diócesis que regen-
negras, pero el porvenir presentaba motivos de taban. Regiones inmensas habían quedado sin
ánimo.8 un solo misionero. ¿Cuántos eran los fieles?
¿125 000 ó 300 000? Las cifras varían de un
1. De ahí la importancia que las Misiones observador a otro.
tendrán en la plegaria y el pensamiento de Santa Con todo, aquella amenazada Cristiandad
Teresa de Lisieux. conservaba una vitalidad innegable. Debíala a
2. En Siam, donde en el siglo XVIII se repi- aquellos grupos de «misioneros volantes» que,
tieron las crisis de persecución (cfr. «La Era de los enfrentándose valerosamente con todas las difi-
Grandes Hundimientos»), hasta el punto que las
cultades, lograban mantener su presencia entre
cristiandades se reducían en 1823 a 3 000 fiel es y o
sacerdotes indígenas, la penetración fue lenta y se el pequeño rebaño. Habíase visto al último
vio detenida en 1859 por un edicto que expulsaba Obispo jesuíta, Monseñor Laimbeckoven, ya
a 8 misioneros. En Birmania, donde los barnabi- septuagenario, vestirse como un coolie y correr
tas italianos habían logrado unas tres mil conver- entre las andas de un palanquín para ir a vi-
siones, su reemplazo por los oblatos de Turín y las sitar a sus fieles. Veíase a Monseñor Dufresse,
Misiones Extranjeras de París, permitió una modes- vicario apostólico de Se-Tchuan, ir incesante-
ta restauración del apostolado, muy dificultada por mente de un lado a otro de su Misión y hasta
la guerra anglo-birmana de 1852; hacia 1870, había
unas seis mil almas. En Malasia, la restauración fue
reunir en un sínodo, en 1803, a todos sus mi-
más clara. La antigua diócesis de Malaca, que data- sioneros para estudiar el porvenir de la Iglesia
ba de 1558 había sido arruinada por los holandeses; en China, como si ese porvenir estuviera lleno
y de ella se ocuparon los sacerdotes de las Misiones de claridad. Los mismos fieles mostrábanse ani-
Extranjeras de París desde 1787. El «Seminario cen- mosos: las apostasías eran raras. El clero chino,
tral de Misiones», expulsado de Siam, se reorganizó émulo y heredero de los Andrés Ly y de los José
allí y recibió alumnos de Indochina y de la India. Kio, se manifestaba heroico hasta delante de la
Otros misioneros llegaron a partir de 1830; pero su
muerte. Las «vírgenes chinas», verdaderas re-
actividad no se ejercía más que en las ciudades,
Malaca, Singapoore, Penang, y entre los chinos e
ligiosas sin título ni estatutos, y las catequistas,
indios; pero al menos había ahí unos buenos pun- llevaban a cabo discretamente un trabajo admi-
tos de partida para el porvenir. rable. Pero, ¿cuánto tiempo duraría aquello?
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

El comienzo del siglo XIX fue señalado en Manila y hasta a Nápoles. Pero sobre todo a
la China por un rápido declinar de la famosa partir de 1830, un nuevo impulso llevó a los
dinastía manchú que, desde 1644, reinaba en misioneros hacia China. El peligro era bien co-
Pekín, y por una serie de revueltas nacionalistas nocido, pero no los detuvo. Cinco congregacio-
hostiles a los manchúes, más o menos maneja- nes religiosas entraron entonces en santa emu-
das por sociedades secretas. De todo ello resultó lación: lazaristas, sacerdotes de las Misiones Ex-
una tensión mayor aún entre los gobiernos y tranjeras, dominicos españoles, franciscanos ita-
los cristianos, ya que la persecución era un me- lianos y jesuítas, que a partir de 1842 volvieron
dio excelente para dar satisfacción a los naciona- a aquellas tierras trabajadas por tantos antepsi-
listas y desviar las cóleras. Reanudóse, pues, la sados suyos, y fundaron en 1847 el centro de
persecución en 1805, bajo el Emperador Kia- Zi-Kawei, al que harían célebre por su obser-
King, con violencia acrecentada. Las Cristian- vatorio y su colegio. A continuación llegaron las
dades fueron pasadas a cuchillo o dispersas; los Hijas de la Caridad y las Hermanas de San Pa-
libros sagrados, quemados; numerosas iglesias, blo de Chartres. Roma apoyó con todas sus fuer-
destruidas; un edicto imperial condenaba a zas el movimiento de restauración; la multipli-
muerte a todo sacerdote que fuera aprehendido. cación de Vicariatos apostólicos —una docena en
Entonces murió decapitado Monseñor Dufresse, diez años— consagró esa reinstauración misio-
a quien había denunciado uno de sus neófitos; nera. Pero el peligro estaba siempre allí; los
después perecieron, estrangulados, los Padres edictos persecutorios no habían sido derogados;
Clet y De Triora. Idéntica suerte corrieron unos bastaría que cualquier virrey, cualquier alto
doce sacerdotes chinos. Muchos hubieron de funcionario tuviera sus razones para proceder
huir a Manchuria o a las Filipinas. Por lo me- celosamente, y la violencia volvería a surgir; de
nos un tercio de los fieles se dispersó. Si algunas esa manera, en el Hon-Pe, en 1840, era marti-
provincias, como Shan-Si, resistían valerosa- rizado el Padre Perboyre.
mente, protegidas por cierta tolerancia local, en Un hecho político vino a modificar repen-
la mayoría de las regiones del Imperio no existía tinamente el curso de los acontecimientos, un
ya más que una Iglesia del silencio, una Iglesia hecho —hay que reconocerlo— que no dejó de in-
de las catacumbas. Cuando, en 1829, el Padre comodar a la conciencia cristiana. Los comer-
Tozzette, lazarista francés, desembarcó en el ciantes ingleses vendían en la China el opio
país fue sólo para cerrar los ojos al Padre La- fabricado en la India, sin preocuparse del em-
miot, único sobreviviente de todos los misione- brutecimiento en que semejante tráfico sumía a
ros lazaristas. Calculábase en 90 la cifra a que todo un pueblo. Pekín publicó un edicto que
había quedado reducido el clero chino. La situa- prohibía aquella importación, en cuya virtud
ción era angustiosa. el gobernador de Cantón hizo destruir 20 000
Sin embargo, se restableció. Llevóse a cabo cajas de opio. Inglaterra protestó; el Empera-
un doble esfuerzo por quienes quedaban en el dor prohibió a las naves inglesas el ingreso en
territorio y por parte de Europa. En los lugares puertos chinos. Para obligarle a volverse atrás
en que la Iglesia había podido mantenerse, tra- en esa decisión, Londres le declaró la guerra: tal
bajó con extraordinario empeño en la prepara- fue la «Guerra del Opio» (1840-42). Los ingleses
ción de equipos que partieron a la reconquis- no tuvieron que esforzarse mucho para ocupar
ta en cuanto les fue posible. En Macao, la vieja Shangai, remontar el río Yang-Tsé hasta Nan-
ciudad portuguesa, la ciudad de oro de Cristo, king y obligar a los chinos a firmar un tratado
tan sólida con sus 11 000 cristianos y sus 70 que ponía en sus manos el islote de Hong-Kong
sacerdotes, el seminario formaba a sacerdotes y abría libremente a su comercio cinco puertos.
chinos. Otros salían también de los seminarios Al saber esos resultados, los Estados Unidos y
creados en las provincias que permanecían en después Francia intervinieron para obtener ven-
relativa calma. Algunos seminaristas jóvenes tajas análogas. El cañón que no había sido uti-
fueron incluso enviados a hacer sus estudios a lizado para vengar la muerte del Padre Perboy-
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re y de los otros misioneros asesinados, ¡respal- otros cinco países europeos obtuvieran para sus
daría ahora la venta de quincalla y de opio! connacionales las mismas garantías religiosas.
Con todo, un marino y diplomático francés, Esta mezcla de los asuntos políticos y del
monsieur de Langrénée, encargado de negociar apostolado puede producir inquietud. Pero hay
con China, tuvo la idea de exigir al mismo tiem- que reconocer que los resultados puramente cris-
po un «tratado de tolerancia para el Catolicis- tianos de esos tratados impuestos por la fuerza
mo». El Emperador reconocía que «la religión fueron excelentes. En la paz —una paz relativa,
del Señor del Cielo no era perversa» y ordenaba desde luego...— las Cristiandades chinas se reor-
que no se la persiguiera más. ganizaron y reformaron. La afluencia de misio-
Aquello, en principio, suponía la puerta neros aumentó sin cesar. Las Misiones de la rué
abierta a los misioneros. Pero de hecho las cosas du Bac enviaron hasta veinte por año. Los Pa-
no eran tan simples. Las concesiones hechas a dres de las Misiones Extranjeras de Milán, los
los europeos trajeron consigo una vasta rebeldía Padres de Scheut, se unieron muy pronto a ellos,
en la China del Sur. Una sociedad secreta, los seguidos de cerca por los Agustinos de la Asun-
Tai-Ping, echó en cara a los emperadores man- ción. Las Religiosas canossianas de Italia, las
chués el traicionar a China en beneficio de los Auxiliadoras del Purgatorio y las Carmelitas
bárbaros; su jefe se proclamó Emperador e hizo se instalaron también en diversos puntos del
de Nanking su capital. Durante catorce años Imperio. El número de fieles aumentó con ra-
cundió la guerra civil. Y, por supuesto, la si- pidez; en 1870 eran unos 400 000, con más de
tuación de las Misiones fue cada vez más pre- 600 misioneros y 750 sacerdotes chinos.
caria. Bastaba la mala voluntad de un manda- Aquella iglesia rebasaba incluso las fron-
rín local para que se reanudara la violencia. En teras de la China propiamente dicha. Cuando
febrero de 1856, eñ Kuang-Si, el Padre Chap- la persecución expulsó a los misioneros de Chi-
delaine era martirizado; y como al mismo tiem- na, junto con sus cristianos, un sacerdote de las
po los comerciantes y marinos ingleses sufrían Misiones de París, Monseñor Verrolles, nombra-
molestias por parte de los chinos, Napoleón III do Vicario apostólico de Manchuria y Mogo-
propuso a Inglaterra usa intervención conjunta. lia (1838) había logrado, con un disfraz chino,
Una escuadra adiada se presentó en el golfo de llegar a su nuevo campo de acción, en el que
Petchili y remontó el río Pei-Ho; los chinos se fundó una veintena de puestos de misión; poco a
apresuraron a conceder cuanto se les pedía, y el poco aquellas semillas germinaron: hacia 1870
tratado de Tien-Tsin (1858) contuvo de nuevo había unos 4 000 cristianos en Manchuria y
unas cláusulas que autorizaban las Misiones; otros tantos en Mogolia, constituida en Vica-
dos años más tarde Pekín aceptaba incluso el riato apostólico. Desde allí los misioneros se di-
restituir a los cristianos todos los bienes confis- rigieron al Tibet, cuyas avanzadas reconoció el
cados durante la persecución. Pero cuando los mismo Monseñor Verrolles. En 1844 dos laza-
ristas, los Padres Huc y Gabet, se lanzaron a
embajadores europeos llegaron para ratificar el
la nueva tierra, y a costa de innumerables aven-
tratado fueron recibidos a cañonazos. Una nue-
turas, bastante pintorescas, consiguieron llegar
va expedición franco-inglesa derrotó a los chi- a Lhasa, la ciudad santa prohibida, en la que
nos en el puente de Palikao; Pekín fue ocupada pudieron formar un núcleo de neófitos, pero
y, enfurecidas por la matanza de algunos prisio- de donde los hizo expulsar el embajador chino.
neros, las tropas occidentales se entregaron a Lo que no impidió que Gregorio XVI creara
violentas represalias e incendiaron el admirable un Vicariato apostólico de Lhasa, ni que dos
Palacio de Verano (1860). Todo concluyó con la expediciones, una de lazaristas y la otra de las
firma de un nuevo tratado que garantizaba a Misiones de París, se lanzaran incluso al asal-
los misioneros, si llevaban pasaporte francés, la to del misterioso país, en el que dejarían dos
libre circulación por todo el Imperio (1862). muertos.1
Francia se convertía así en principal protectora
de la Iglesia en China, aunque, de 1860 a 1870, 1. El Padre Huc ha contado sus aventuras en
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

Espléndida vitalidad, pero no debe ilusio- iglesia puramente laica, cuyos fieles, habiendo
narnos. La partida no estaba ganada, ni mucho leído en los hbros que los primeros cristianos ele-
menos, en China. Crecía en el Imperio la hosti- gían a sus sacerdotes, escogieron entre sus pro-
lidad hacia el Cristianismo, al mismo tiempo pias filas a un obispo y cuatro sacerdotes que
que los progresos de los blancos acrecentaban la celebraban la misa - u n a misa, en realidad, un
xenofobia. Los nacionalistas, las sectas secretas poco aproximativa— con hermosos ornamentos
—y, desde luego, cuantos querían una renova- litúrgicos de seda. Dándose cuenta de que se
ción de la China—, eran hostiles a los cristianos. desviaban un tanto, lograron hacer venir a un
«¡El porvenir es nuestro!», exclamaba en 1860 auténtico sacerdote chino, Jacobo Tsiu, que dio
Monseñor Desfléches, Obispo de Se-Tchuan; y a aquella joven iglesia una vitalidad tal, que ya
era verdad, pero en 1862 no dejó de ser marti- contaba con casi 10 000 miembros cuando Tsiu
rizado el Padre Neel, ni tampoco el Padre Ma- y una docena de personalidades catóhcas fue-
billeau en 1865, ni el Padre Rigaud en 1869, ron decapitadas en 1801.
asesinado ante el altar en medio de sus fieles. Sin desanimarse por ello, los cristianos de
Una revuelta nacionalista, en 1870, causó innu- Corea lograron enviar a Europa una legación
merables muertos; el rescate de los niños aban- para pedir al Papa que les enviara misioneros.
donados, realizado por la Santa Infancia, fue Corría el año 1812; Pío VII estaba prisionero
presentado como un comercio infame y hasta en Fontainebleau; entre sollozos hubo de con-
como una obra de explotación, destinada a pro- testar que no contaba con un sacerdote a quien
porcionar a los cristianos la sangre humana con
enviar. Trece años más tarde, ante la misma
que se alimentaban. Por aquellas fechas, lo mis-
súphca, León XII pudo responder favorable-
mo en China que en otros lugares, el porvenir
no estaba exento de nubes, aunque fuera ver- mente, y confió el país «de la mañana tranqui-
dad que podía ser considerado con cierto opti- la» a las Misiones Extranjeras de París (1832),
mismo. constituyéndolo acto seguido en Vicariato apos-
tólico. Para los misioneros de la rué du Bac co-
Más negro parecía ese porvenir en otro im- menzó entonces una serie de aventuras señala-
perio, vecino al de la China y vasallo suyo: das con sangre, entre las más extraordinarias
aquella larga península, de difícil acceso, eriza- de una reseña que cuenta otras muchas. Había
da de innumerables montañas, conocida por la que atravesar la prohibida China, franquear
geografía occidental con el nombre de Corea. una frontera estrictamente vigilada —algunos
Y sin embargo, en aquel país orgulloso, en el la pasaron disfrazándose de aguadores— e insta-
que reinaba despóticamente el budismo, existía larse en un país que inmediatamente se mani-
una extraordinaria historia cristiana, única en festó hostil; por último, para muchos de aque-
el apostolado catóhco. Allí había nacido, efec- llos hombres, el martirio era el final de la etapa.
tivamente, en el siglo XVIII, sin intervención El primer Vicario apostólico, Monseñor
de misioneros, una Iglesia sorprendentemente
Bruguiére, murió de agotamiento antes de en-
viva, que contaba ya con sus mártires. Un joven
trar en Corea; el segundo, Monseñor Imbert, lo-
diplomático coreano, Seng-hun-i, residente en
Pekín, se encontró con sacerdotes catóhcos, leyó gró entrar en el país con dos misioneros y pudo
algunos de los hbros de teología publicados por trabajar durante tres años. Pero su presencia
los jesuítas y, conquistado por la Gracia, recibió reavivó el desconfiado furor hacia los cristia-
el bautismo. Vuelto a su país en 1784, hizo, so- nos, y en 1839 fue detenido. Ocurrió entonces
bre todo en las clases cultas, una propaganda un extraordinario episodio: estimándose respon-
tan entusiasta de la religión catóhca, que obtuvo sable de la persecución que se desencadenaba
numerosas conversiones. Así había nacido una y tomando al pie de la letra el precepto evan-
gélico: «El buen Pastor da la vida por sus ove-
una obra sorprendente —más llamativa que histórica jas», ordenó a sus subalternos que se entrega-
y crítica— calificada por Barbey d'Aurevilly de ran; obedecieron, y los tres misioneros fueron
obra maestra. El libro fue reeditado en 1925. martirizados en condiciones terribles. Inmedia-
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tamente las Misiones de París enviaron a otros historia: entre ellos, a Andrés Kim, a quien la
dos, entre ellos, el Padre Ferréol, Vicario apos- Corea cristiana de hoy considera el primero de
tólico, que lograron pasar la frontera en com- sus héroes.
pañía de un joven seminarista coreano, Andrés ¡Cruel y santa Asia amarilla! Diríase que
Kim, que era un apóstol sorprendente. Entre los ninguna región del Extremo Oriente vería rena-
tres reagruparon las comunidades; el movimien- cer en su suelo el Cristianismo sino a precio de
to de conversiones volvió a tener fuerza y, con enrojecerlo con abundante sangre. Y el Japón
ello, arreció la persecución; hubo casi doscien- no iba a ser una excepción. Recordemos la atro-
tas víctimas entre los bautizados. En vano el cidad que caracterizó a la lucha anticristiana en
almirante Cécille, cuya flota surcaba los mares lo que antaño fuera el «floreciente jardín de
ante las costas de Corea, amenazó al regente con Dios»; recordemos a los cristianos crucificados
represabas; en respuesta, la cabeza de Andrés o sumidos en fosas llenas de basuras o arrojados
Kim cayó bajo el sable del verdugo (1846). Poco a las aguas sulfurosas hirvientes. El decreto im-
después moría, agotado, Monseñor Ferréol. perial de 1640 no había dejado de estar en vi-
Una vez más hubo que rehacer el grupo gor. «¡En tanto que el sol caliente a la tierra,
misionero; la rué du Bac envió a Monseñor Ber- que no haya cristianos lo bastante valerosos para
neux, con el Padre Daveluy como adjunto, gran pisar nuestro suelo; y aun cuando fuera el Rey
especialista en lengua coreana. Una vez más de España o el mismo Dios de los cristia-
reanudáronse los progresos. Pareció incluso por nos quien violara esta prohibición, lo pagaría
un momento que el mismo regente estuviera a inmediatamente con su cabeza!» Y de hecho,
punto de ser ganado para el Cristianismo; ver- desde comienzos del siglo XVIII, ningún misio-
dad es que la victoria occidental de Palikao pro- nero había podido desembarcar en el Imperio
vocaba en Seúl un pánico que conducía a la pru- del Sol Naciente, de donde la Iglesia parecía
dencia. La Cristiandad coreana llegó entonces haber desaparecido para siempre.
a los 25000 fieles, dirigidos por dos obispos. Sin embargo, la Propaganda no desespe-
Pero, pasado el peligro y ausentes las naves occi- raba de aquella tierra en que San Francisco
dentales, la persecución estalló de nuevo (1866). Javier había plantado los primeros gérmenes de
Monseñor Berneux fue apresado con tres sacer- la Fe. En 1831, cuando Corea fue constituida
dotes; después llegó el turno a Monseñor Dave- como Vicariato apostólico, Roma pidió a las
luy, que, repitiendo el gesto heroico de Mon- Misiones Extranjeras de París que pensaran
señor Imbert, aconsejó a sus subordinados que se también en el Japón. Y los misioneros se dispu-
entregaran, a fin de ahorrar vidas a sus greyes. sieron a penetrar de nuevo en el país prohibido.
Vana esperanza: la violencia superó cuanto has- La espera duró trece años. En 1846, cuando el
ta entonces se había visto. Perecieron más de tratado Lagrénée pareció abrir al Cristianismo
ocho mil cristianos: se les ejecutó en serie, veinte las puertas de la China, podía creerse llegado el
a la vez, haciéndoles caer un madero sobre la momento de intentar la aventura japonesa. El
nuca. Sólo tres misioneros lograron huir: entre almirante Cécille desembarcó a un misionero
ellos estaba el Padre Ridel, que fue a informar a en las islas Riu-Kiu: era el Padre Forcade, y le
la Propaganda. La iglesia coreana parecía heri- acompañaba un catequista chino. Poco tiempo
da de muerte, privada de sus pastores, aterrori- después hubieron de reembarcar. Por dos ve-
zada, reducida a la clandestinidad. Pero el 5 de ces se intentó de nuevo la penetración, hasta
jimio de 1870 el Padre Ridel era consagrado que un funcionario local publicó un decreto
Obispo y recibía el peligroso encargo de reco- que recordaba el de 1640, y las medidas policía-
ger la herencia de los mártires. Fracasaría: sería cas cayeron sobre los neófitos que visitaran a
expulsado de Corea. Hasta que cinco años des- los misioneros. La penetración por el Sur parecía
pués ocurriera la renovación, el renacimiento... imposible. La expedición europea a China en
Pío IX y Pío XI han llevado a los altares a casi 1857-1860 tuvo, sin embargo, una feliz reper-
ochenta de las víctimas de aquella prodigiosa cusión en el Japón: el tratado de 1858, que abría
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a los occidentales algunos puertos e imponía Porque, sobre aquellos sucesos, avanzaban
la presencia de los cónsules francés e inglés en los acontecimientos políticos. El 3 de enero de
Yedo, autorizó también la construcción de algu- 1868, el joven mikado Mutsu-Hito (que tenía
nas iglesias y la estancia de misioneros, a quien dieciséis años de edad) se desembarazó de la
todo proselitismo seguía prohibido. Durante tradicional tutela del Shogun, especie de Ma-
cinco años, los Padres se limitaron a estudiar el yordomo de Palacio omnipotente, y de la casta
idioma y las costumbres del país que, como es feudal, y lanzó a su país a la «Era Nueva», el
sabido, estaba minado por una agitación polí- Mei-Ji, decidiendo imitar a Occidente. Yedo
tica intensa que culminaría poco después en la se convirtió en Tokio, «la capital de Oriente»,
famosa revolución del Mei-Ji. y fueron tomadas medidas radicales para mo-
En 1865 se produjo uno de los aconteci- dernizar al Imperio. Esa revolución llevaría,
mientos más conmovedores de la historia misio- poco a poco, a un cambio de clima con respecto
nal y que venía a dar la razón a quienes, en al Cristianismo. Tanto más que los monjes bu-
Roma, se resistían a desesperar. Cierto día de distas, en su mayoría, habían sostenido al Sho-
marzo el Padre Petitjean, misionero en Na- gun y a los «daimios», y el nuevo régimen los
gasaki, vio venir a él unos quince hombres y trató sin miramientos, en tanto que descendía
mujeres que pidieron poder entrar en la igle- el crédito dado a su religión. Mas, por el mo-
mento, ese proceso trajo consigo una reacción
sia. Arrodilláronse en ella y, como el sacerdote
penosa. Acusados de entregar al divino Japón
diera alguna muestra de sorpresa, dijéronle:
a los bárbaros de Occidente, los vencedores de
«El corazón de cuantos estamos aquí es el mis- la revolución permitieron que se desencadena-
mo que el vuestro.» Eran cristianos. De esa ma- ra, en junio de 1868, una nueva persecución
nera se supo que, desde hacía dos siglos, resistien- contra los cristianos. Cuatro mil fueron depor-
do a todas las fuerzas de la policía, sin sacerdotes, tados, dos mil murieron en la prisión o en el
sin contacto con el exterior, algunos grupos de patíbulo. Pero nadie se metió con los misione-
cristianos habían logrado sobrevivir. Eran devo- ros: se temía a los gruesos cañones y acorazados
tísimos de la Virgen María, sabían que su jefe de Occidente. Por su parte, los diplomáticos de
supremo era el Papa, y algunos de ellos prac- Napoleón III negociaron la pacificación religio-
ticaban incluso el celibato. Puede imaginarse sa, que llegaría a consolidarse en 1873. Para
qué instante de intensa emoción fue aquél. De entonces, los misioneros habían podido estable-
aquella manera pudieron localizar, reunir, re- cer las bases de lo que sería el Japón católico
animar los sorprendentes restos del gran redil. moderno, tan firme y vigoroso; ya en un peque-
Poco a poco, diez mil «cripto-católicos» apare- ño seminario, a medias clandestino, crecía el
cieron a la luz del día. Pío IX lloró de emoción que iba a ser el primer sacerdote japonés: el
al recibir aquella noticia y nombró inmediata- hijo de Zen Yemon.
mente al Padre Petitjean Vicario apostólico del
Japón.
Pero el júbilo no duraría mucho. Inespera-
damente, el 14 de julio de 1867, sin que nada En las islas del Pacífico
hiciera preverlo, la persecución se abatió sobre
aquella Cristiandad renaciente. La mayoría de El siglo XIX vio abrirse un nuevo campo
las capillas clandestinas fueron saqueadas; hubo de Misión: la inmensa zona del planeta cubierta
un centenar de arrestos y las ejecuciones capita- por el Pacífico, el Océano más grande del mun-
les se sucedieron, casi todas en medio de refi- do, con sus islas, sus innumerables islotes, ves-
nados suplicios de atroz crueldad. Fue una oca- tigios de continentes tragados por el mar, rosa-
sión, para los cristianos, de mostrar su valor: rios de volcanes, arrecifes de coral, atolones,
uno de ellos, Zen Yemon, se haría célebre por polvo de tierras separadas unas de otras por mi-
su resistencia; torturado por siete veces, se negó les de leguas marinas, que se bañan en un clima
a abjurar, y, por último, escapó a la muerte. de aspecto paradisíaco, pero tantas veces pe-
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ligroso, venenoso y mortífero. A finales del si- en 1862, la señal de la primera rebelión nacio-
glo XVIII, las Relaciones, de Cook; el Viaje al- nal —además de manifestarse gran animador
rededor del mundo, de Bougainville, los infor- de la campaña de secularización—. Muerto Pe-
mes de los descubrimientos de Wallis, hablan láez, en 1863, sus esfuerzos fueron continua-
atraído la atención de Europa sobre aquellas dos por un triunvirato de sacerdotes. Tras la Re-
«cabezas de alfiler» rodeadas de agua, de las volución española de 1868, que derrocó a Isa-
que poco se había hablado desde Magallanes y bel II, un gobernador inteligente trató de apo-
los periplos españoles. En torno a aquellas islas yarse en el clero filipino, apartando a los reli-
llamadas Afortunadas se forjaban mil sueños. giosos españoles. Pero no tuvo éxito. En 1871,
En el nuevo siglo, más en el terreno material, al tiempo de la gran revuelta, algunos sacerdo-
aquellos supuestos edenes se convirtieron en tes fueron ejecutados, lo que no impedirá a
cabeza de turco de rivalidades políticas y eco- otro miembro del clero, el Cura Rizal, proseguir
nómicas encarnizadas; primero, entre los Esta- la lucha hasta la proclamación de la república
dos europeos, a la espera de convertirse en ob- en 1898.
jeto de oposición entre Europa, América y Asia. Al sur del Pacífico, el más grande bloque
Desembarcos, luchas de influencia, carreras en- insular —tan grande, que la geografía acostum-
tre marinos y traficantes; en ese conjunto queda bra a designarlo como continente—, Australia,
inscrito el esfuerzo misionero, en medio de las conocía también un particular destino. Por ra-
dificultades que el antagonismo entre los blan- zones muy diversas, la antigua «Nueva Holan-
cos añadía a las del clima, la distancia y los da», convertida en inglesa después de la suble-
habitantes. vación de las colonias de América, y como con-
De ese aventurero capítulo hay que excluir trapartida de aquel hecho, debería de modo
a un archipiélago que, desde hacía tiempo, co- esencial a los irlandeses el ver florecer en su
nocía un destino cristiano: el de las Filipinas, suelo ese catolicismo vigoroso y militante que
que desde Magallanes, en 1525, tenía la Cruz todavía conocemos. Los ingleses hicieron pri-
plantada en su centro: como dependencia del mero de la enorme isla un inmenso penal. Entre
Imperio español de América del Sur, había vis- los trabajadores forzados que allí se enviaban,
to nacer y proliferar un catolicismo local, de ca- la tercera parte estaba formada por irlandeses
racteres bastante particulares, opulento, fecun- rebeldes a Su Majestad británica. La lucha de
do en bellas liturgias, en iglesias sabrosamente Irlanda llevó allí a otros prisioneros, entre ellos,
barrocas, al que más de un millón y medio de tres sacerdotes que reclamaron y obtuvieron
fieles se adherían con entusiasmo. Manila, ar- el derecho a decir la misa (1805). En el pre-
chidiócesis con once sufragáneas, era conside- sidio surgió así una iglesia que fue creciendo
rada como la capital cristiana del Extremo tan rápidamente, que los funcionarios de Lon-
Oriente: su universidad dominicana de Santo dres, buenos anglicanos o metodistas, prefi-
Tomás era muy ilustre; sus seminarios estaban rieron devolver a los tres sacerdotes a Euro-
llenos. Desde la marcha de los jesuítas, el clero pa —de manera que seis mil católicos que-
indígena se había desarrollado y tendía a al- daron sin pastores—. Pero los relatos de los
canzar más importancia al sacudirse la tradicio- tres repatriados conmovieron profundamente a
nal tutela de las órdenes religiosas. Estas se- Irlanda y a Roma. La Propaganda envió a Aus-
guían siendo poderosas: dominicos, francisca- tralia a un cisterciense irlandés, el padre Flynn,
nos, jesuítas vueltos en 1820; eran los únicos con el título de Prefecto apostólico; pero las
en dirigir las Misiones —por lo demás, modes- vigilantes autoridades inglesas lo devolvieron a
tas— entre los indígenas y las tribus toda- Europa en el primer barco que tocó en aquellas
vía salvajes del interior. Pero la «seculariza- costas. De pronto se indignaron los católicos in-
ción» del clero prosiguió durante todo el si- gleses y algunos liberalesca cuestión de la liber-
glo XIX, a la par con el progreso del nacio- tad de conciencia fue planteada en la tribuna de
nalismo. Fue un sacerdote, Peláez, quien dio, los Comunes. Unos sacerdotes, los Padres Cono-
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

lly y Therry, fueron autorizados a establecerse los mismos, eran de una pereza, de una indo-
(1821)enSidneyyenHobart. El desarrollo cató- lencia que nada podía vencer. A tales dificul-
lico tuvo entonces un vigoroso progreso. En 1853 tades añadíanse las que en muchos lugares sus-
había ya más de 17 000 fieles: al año siguien- citaron a los misioneros catóhcos los protestan-
te, Roma nombraba un Vicario apostóhco, Mon- tes, fuertemente apoyados por las autoridades
señor Polding, a quien hizo ocho años después el inglesas. En numerosos puntos los pastores
primer Obispo y después Arzobispo de Sidney, y —metodistas y de otras sectas— hicieron exce-
a quien hubo de dar siete sufragáneos. Por rá- lente trabajo, y su papel de pioneros no debe
pidamente que aumentara, el clero secular era ser menospreciado. Pero ese antagonismo entre
insuficiente; acudieron en su ayuda los maristas blancos, entre cristianos, era absurdo y odioso
franceses, entre los que se hallaba el Padre en tales circunstancias. Llegó incluso a la cruel-
Monnier, párroco de Saint-Patrick, de Sidney, dad y a las violencias —lo veremos en el asunto
una especie de Juan Bautista Vianney de los Pritchard—, sin hablar de las más abyectas
antípodas. También llegaron los benedictinos calumnias: así fue distribuida entre los indíge-
franceses y se ocuparon de los miserables resi- nas una estampa que representaba al Papa ali-
duos de la población autóctona. En el momento mentándose de niños asados, cuyos miserables
en que, hacia 1851, la fiebre del oro hizo afluir huesos se amontonaban a sus pies. Esa actitud
a Australia a decenas de miles de inmigrantes, el de tantos ingleses protestantes contribuyó a im-
catohcismo se había implantado vigorosamente pulsar a los misioneros catóhcos a desear la pro-
en el continente de los Mares del Sur, de mane- tección de la marina francesa y a hacer en aque-
ra que la afluencia de tantos ingleses y aventu- llos parajes sinónimas las palabras «católico» y
reros cosmopohtas no podría ya desarraigarlo.
«francés», tal y como quedarían durante mu-
Pero la verdadera aventura misionera se cho tiempo...
desarrolló en los archipiélagos de la Polinesia, En semejantes condiciones se escribió un
en aquellos lugares cuyos nombres se han hecho capítulo de la historia misional, a la vez extre-
familiares a los hombres de hoy, como de cam- madamente pintoresco, heno de aventuras, trá-
pos de batalla, lugares de turismo o paisajes de gico en ocasiones, y singularmente llamativo.
películas, pero que hace ciento cincuenta años Hemos visto ya el martirio del Padre Chanel;
eran desconocidos. La evangelización chocó allí pero otros lo superarían en horror, como el de
con innumerables dificultades. Hemos recor- los maristas Paget y Jacquet, devorados por los
dado ya las de la distancia y el clima; pero los indígenas de las islas Salomón. Pero ya sabe-
indígenas no planteaban menos problemas. Ha- mos también la estremecedora vuelta de la po-
bía una total ignorancia sobre ellos; apenas se blación de Futuna después del asesinato del
sabía que de una región a otra eran extrema- santo: porque, parecidos a niños, aquellos sal-
damente diversos, sin otro punto común que el
vajes eran capaces de inesperados cambios re-
ser antípodas de los blancos en todos los aspec-
pentinos y de irresistibles impulsos hacia la Fe.
tos. Muchos eran de una ferocidad digna de
bestias1 y hasta antropófagos. Otros, a veces Se tiene la impresión de estar cerca de los tiem-
pos heroicos de la evangelización cristiana en-
1. La crónica de los maristas ha conservado tre los bárbaros. Y los misioneros que llevaron
esta anécdota, muy significativa: habiendo pedido a cabo esa empresa no dejaron de hacer pensar
que le recibieran en el Cristianismo un canaco de en San Martín, en San Columbano, en San Bo-
Nueva-Caledonia, el misionero le respondió que no nifacio, en todos los apóstoles de la edad bár-
podría permitírselo mientras tuviera dos mujeres, y bara. Citemos un ejemplo entre cien: cuando
que tenía que renunciar a una. Al día siguiente, el Monseñor Bataillon, antiguo compañero del Pa-
neófito candidato volvió. «¿No te he dicho —repitió
dre Chanel, se sintió en el trance de morir, con-
el misionero— que tienes que dejar a una de tus
mujeres?» —«¡Ya no tengo más que una!» — replicó vocó a sus cristianos en la iglesia, vistió los or-
el canaco—. —«¿Cómo? ¿No tenías dos ayer?» —«Sí, namentos pontificales y en público, con admira-
pero he ahogado a una de ellas¿..» ble serenidad, recibió los últimos sacramentos.
ORBIS TERRAJvUM 141

En Oceania, lo mismo que en el Asia amarilla, Al año siguiente ocurrió, en Tahití, el «asunto
se vive en un clima de gesta, de una leyenda Pritchard», con el que se conmovieron todas las
dorada que se ha forjado con la más estricta cancillerías europeas. Este Pritchard, inglés,
verdad. misionero protestante y comerciante, logró ha-
Los capítulos de esa gesta fueron escritos cer expulsar de la isla a los picpuchinos recién
especialmente por dos congregaciones france- llegados a ella; pero habiendo preferido la Rei-
sas, de las que hemos visto nacer en el siglo XIX: na Pomaré el protectorado de Francia al de In-
los picpuchinos del Padre Coudrin y los maris- glaterra, los Padres volvieron ahí en 1842, vien-
tas del Padre Colin. Hasta su entrada en esce- do lo cual, Pritchard desencadenó una verda-
na, nada serio se había hecho en aquellas regio- dera guerra de religión en reducidas dimensio-
nes. La misma Propaganda andaba tanteando, nes, lanzando a sus catecúmenos contra los es-
falta de hombres y de informaciones suficientes, tablecimientos catóhcos. El incidente fue muy
buscando una fórmula de circunscripción que lejos en el terreno diplomático. Habiendo ex-
pudiera englobar a las tierras australes. Toda- pulsado los marinos franceses al reverendo Prit-
vía en 1829 confiaba al valeroso Monseñor De chard, el Gobierno inglés — aun desaprobando
Solages un monstruoso Vicariato, el más extenso en secreto al torpe misionero protestante— puso
que nunca haya existido, que iba de la isla de el grito en el cielo, y Guizot, que cultivaba la
amistad inglesa, ofreció sus excusas. En el te-
Santa Elena a Oceania, pasando por Borneo y
rreno religioso aquello era simplemente una se-
Nueva Zelanda, excluidos sólo los puntos rela-
ñal del antagonismo protestante que había de
tivamente sólidos, como la isla Mauricio y la encontrarse en todas partes en aquellas islas,1
Borbón, donde trabajaban algunos lazaristas y pero que no era suficiente para detener a los mi-
espiritinos; por supuesto que semejante mam- sioneros. De hecho, ninguna de esas dificulta-
dato era puramente nominal. Pero ya entonces des desanimó a los picpuchinos ni frenó sus ím-
habían partido los primeros grupos que iban a petus.
implantar, en menos de treinta años, el catoli-
cismo en las islas. Su éxito más curioso fue el de las islas
Comenzaron los picpuchinos. El sector de Gambier; allí el Padre Laval, un terrateniente
su trabajo fue, a grandes rasgos, la zona norte de Beauce, estableció una organización, imita-
del inmenso triángulo polinesio que tiene por da directamente de las famosas Reducciones
vértice las islas Hawai, o Sandwich, y por base jesuítas del Paraguay, organizando a los indí-
la Nueva Zelanda, al oeste, y la isla de Pascua, genas en comunidad de trabajo, enseñándoles
al este. En 1825 el padre Coudrin logró que la la agricultura y, al mismo tiempo, reforman-
Propaganda le confiara la evauigehzación de do sus costumbres y convirtiéndoles a todos, con
las Sandwich, y al año siguiente envió allí a tres su Rey a la cabeza, que tomó el nombre de Gre-
misioneros. Inmediatamente comenzaron las gorio, en homenaje al Papa reinante. También
dificultades. Los primeros misioneros católicos en otras partes se llegó a resultados venturosos.
desembarcados en Honolulú se encontraron En las Hawai los picpuchinos regresaron en
con los metodistas sólidamente instalados, y los 1837 para no ser expulsados; y tan rápidos fue-
ron sus progresos, que Roma pudo hacer de
buenos wesleyanos no tuvieron cosa más urgen-
Honolulú el centro de un Vicariato apostólico;
te que hacer que obligarles a reembarcar por la
en 1870 podíanse contar casi cien mil fieles, in-
fuerza y abandonarlos en una solitaria costa de cluso entre los leprosos, a los que, poco tiempo
California, con dos botellas de agua por todo después, el Padre Damián consagraría su vida.
bagaje. Doce años después, en 1843, era el océa- También Tahití, a pesar del Reverendo Prit-
no quien parecía oponerse a la expansión cató-
lica, tragándose cuerpos y bienes frente al Cabo
de Hornos y anegando la nave «Marie-Joseph», 1. Se. hallará un detallado estudio del «asunto
en la que Monseñor Rouchouze conducía un Pritchard» en el libro del R. Padre Perbal, Les Mis-
refuerzo de catorce misioneros y diez religiosas. sionnaires français et le Nationalisme (París, 1939).
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

chard, presenció el crecimiento de una comuni- los católicos! Si en nuestros días la Iglesia os-
dad católica. Desde allí se llegó a las islas Tua- tenta en todo el Pacífico una situación privile-
motu; después a las Marquesas, donde los mi- giada —hasta el punto que algunos de sus Vi-
sioneros hubieron de luchar, ante todo, contra cariatos no cuentan más que con católicos— lo
el flagelo de las enfermedades, más aún que debe a aquellos pioneros, a los picpuchinos, a
contra la ferocidad de los indígenas. A finales los maristas que partieron hasta los antípodas
del período que nos interesa, se puede decir que para seguir la aventura de Cristo. A los ojos de
todas las islas principales de la Polinesia sep- nuestros contemporáneos, la abnegación misio-
tentrional y oriental habían sido conquistadas nera en las islas del Pacífico se encauma en un
por el catolicismo o estaban a punto de serlo. solo testimonio: el ilustre y santo Padre Damián.
Desde 1836 Oceanía central y orientad era Pero el apóstol de los leprosos tuvo muchos pre-
feudo de los maristas; habían recibido su des- decesores, cuya fuerza de alma no era menor
tino misional el mismo año de su fundación. Su que la suya: y sus nombres merecerían no ya-
primer Vicario apostólico, Monseñor Pompal- cer en el olvido.
lier, atacó el sector que se le había confiado, en-
viando a las Wallis y a Futuna a los padres Ba-
taillon y Chanel. Ya sabemos cómo el martirio
del segundo y el trabajo del primero plantaron De Valparaíso
sólidamente la Cruz. Roma constituyó un segun- al Gran Norte canadiense
do Vicariato apostóÜco, del que se encargó Mon-
señor Bataillon, mientras que su coadjutor, Al considerar sucesivamente lo ocurrido en
Monseñor Elloy, tomaba en sus manos la evan- la India, en el Asia amarilla y en Oceanía, nos
gelización de las islas Samoa. Más lejos aún, ha- hemos dado cuenta de que la empresa misionad
cia el oeste, los maristas intentaron establecerse del siglo XIX toma aspectos absolutamente di-
en las islas Salomón: aquello fue una trágica versos, según las tierras en que se lleva a cabo.
empresa. El primero de ellos, Monseñor Epalle, En América reviste apariencias muy diferentes.
fue abatido a hachazos en la misma playa en Allí no se trataba de ir al encuentro de grandes
que desembarcara; los siguientes fueron asesi- masas de hombres con sus tradiciones religio-
nados y devorados por los caníbales; otros mu- sas o de sociedades más o menos organizadas;
rieron por la fiebre... Fracaso que no detuvo ni era la misma situación del Pacífico, porque
en absoluto la obra apostólica en otros lugares. si es verdad que había inmensas regiones vír-
En Nueva Caledonia, Monseñor Douarre ins- genes en las que el apostolado y la expansión
talaba una Misión, construía una iglesia —que de los blaincos ibam forzosamente a la par,-exis-
reedificó después, cuando fue destruida— y me- tían también en los confines de aquellas tie-
recía el título de apóstol de los canacos. En el rras en que los europeos se hallaban ya instala-
extremo sur, Monseñor Viard llegaba a Nueva dos, y a veces mezcladas a ellas, otras regiones
Zelanda. En las islas Fidji, el Padre Breheret de auténtica misión. ¿A quién debí aun dirigirse,
—incansable viajero de aquellos mares entre la entonces, los misioneros? Por una pairte, a aque-
nube de islas, a bordo de su ballenero que él llas «naciones» indias y de pieles rojas que, en
mismo gobernaba mientras rezaba el rosario- las soledades de la Pradera y de las Montañas
lograba reunir a cuatro mil fieles. En Vavau, en Rocosas, o en las impenetrables selvas de la
las Tonga, el Padre Bretón se obstinaba duran- Amazonia, habían escapado a la dominación de
te diez años en un trabajo que apenas lograba los blancos; población errante, salvaje, que no
algunas conversiones, y ofrecía su vida de ana- pasaba del millón de almas en totad, y a la que
coreta y su muerte solitaria por la salvación de muy pronto habrá que añadir la de los esqui-
sus queridas islas... males del Gran Norte; mas, por otra parte, ins-
¡Cuánto heroísmo, cuántos sacrificios a lo critos en los registros de las iglesias, bautizados
largo de esta historia tan ignorada, incluso de en principio, ¿no había más considerables ma-
ORBIS TERRAJvUM 143

sas de gentes de color, indios, negros, mestizos presas. Una tras otra, entre 1814 y 1830, ce-
y mulatos a los que nadie se había ocupado mu- rráronse las Misiones y los seminarios quedaron
cho de moralizar y civilizar? Los misioneros vacíos. En 1817 todos los religiosos eran expul-
deberían dividirse en su tarea: tendrían que sados de Chile; Bolivia había hecho lo mismo
tomar la defensa de esos indios, a quienes el dos años antes; Ecuador y Perú siguieron el
mero contacto con el blanco condenaba a des- ejemplo. Los treinta mil indios que los misio-
aparecer, y de esos esclavos negros, a los que neros habían logrado establecer en California
tantos patronos explotaban. volvieron al tamojal y id pillaje. Las reduccio-
La Iglesia misionera había emprendido ya nes que los franciscanos mantuvieran tan flo-
esa doble tarea en los siglos XVII y XVIII, en recientes en Bolivia fueron sistemáticamente
la época en que los Isaac Jogues y los Brébeuf arruinadas, en psirte por las autoridades loca-
habían dado sus vidas para bautizar a los pie- les, en parte por las incursiones brasileñas; sus
les rojas, o en la que San Francisco Solano fue- magníficas iglesias quedaron abandonadas; sus
ra a convertir a los indios tocando el violin, o riquezas fueron pasto del pillaje; los últimos
en que los jesuítas, para salvar de la degrada- pueblos guaraníes serían incorporados al Para-
ción de los blancos a sus queridos guaraníes, guay en 1848.
instituyeron sus Reducciones, y San Pedro Cla- Para esas fechas, sin embargo, la restaura-
ver se hizo «esclavo de los negros». A principios ción estaba ya bien iniciada en muchos lugares
del siglo XIX parecía que aquella página glo- de Sudamérica. Expulsado de México, el Padre
riosa había pasado. En la América del Norte Herrero, promovido Comisario general de las
francesa o anglo-sajona, la Iglesia católica tenía Misiones franciscanas de América, reinstaló a
que salvaguardar su existencia y hasta su super- los franciscanos italianos en Bolivia (1832); des-
vivencia, defenderse y organizarse; no podía pués, desde allí, los multiplicó por Chile y Perú.
pedírsele, además, que se hiciera misionera. En En 1842 los jesuítas volvieron a Colombia (para
todo el mar Caribe una decadencia lenta, pero ser expulsados de allí ocho años después...);
irresistible al parecer, ganaba a las Cristianda- otros llegaron al Paraguay (de donde fueron
des, a pesar de los esfuerzos de algunos grupos expulsados después de catorce meses...). Los
de misioneros, sacerdotes del Espíritu Santo, dominicos, a su vez, regresaron al Perú. Esfuer-
capuchinos o dominicos españoles. En la Gua- zos esporádicos que la Propaganda apoyaba lo
yana no quedaba misionero alguno en 1807. En mejor que podía, pero que hacía vacilantes la
América latina la situación parecía mejor en inestabilidad política. En muchos lugares los
los primeros años de la pasada centuria; las misioneros de regreso no llegaban a ponerse en
Misiones habían podido mantenerse, por ejem- contacto con los indígenas y tenían que limitar-
plo, en California, donde los franciscanos del se al apostolado entre los blancos..., lo que, des-
célebre Fray Junípero Serra,1 seguidos por los de luego, no era del todo inútil.
dominicos, habían trabajado tan bien como en Con todo, al firmar los concordatos con los
Bolivia, Chile, Ecuador o Perú; los seminarios nuevos Estados sudamericanos, la Santa Sede
de las misiones de Ocapa, Chillán y otros luga- hacía introducir cláusulas que protegían a los
res seguían formando misioneros de primera misioneros. Y Pío IX tuvo el triple gozo de re-
línea. Pero los duros contragolpes de la política, cibir, en 1847, de parte del Gobierno de Santia-
las guerras de independencia, los movimientos go, una petición de misioneros capuchinos para
anticlericales, que ya hemos visto en su acción la Araucania; después, en 1855, una petición
dañosa para con las iglesias latinoamericanas, idéntica de la Argentina, y, por último, en 1861,
traerían consigo la disminución de aquellas em- de saber que en el Ecuador, el Presidente Gar-
cía Moreno llamaba a los jesuítas que iban a
1. Cfr. «La Era de los Grandes Hundimientos». fundar, en el Alto Amazonas, la Misión propia-
Gloria de los Estados Unidos, el Padre Junípero tie- mente india del Ñapo. Así, en vísperas de 1870,
ne su estatua en el Capitolio de Washington. en numerosos países de la América española las
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

Misiones habían establecido bastantes jalones flujo de los inmigrantes, hacia el oeste y el Pa-
como para que pareciera probable un nuevo pro- cífico y, algo después, en dirección norte. La
greso. Debe subrayarse un hecho: la considera- implantación del catolicismo en la región de
ble importancia alcanzada como puerto misio- Vancouver, de la que ya hemos hablado ante-
nero, procura, centro de comercio y de solicita- riormente, depende, en cierto sentido, tanto de
ciones por Valparaíso, escala obligatoria en las la historia misionera cuanto de la historia inte-
rutas de Oceanía y de la China; los capuchinos rior de la Iglesia de los Estados Unidos y del Ca-
de la Araucania se encontraban allí con los ma- nadá. Entretanto, se lleva a cabo, en diversos
ristas y los picpuchinos de las islas: hasta la puntos con éxito,1 un esfuerzo propiamente mi-
apertura del canal de Panamá, Valparaíso se- sional, que tendía a reanudar la evangehzación
ría una de las capitales de las Misiones. de los indios. Tratábase de reimplantar el ca-
El mismo movimiento de restauración, tolicismo en aquel gran vacío espiritual que la
fragmentario pero prometedor, se observaba supresión de la Compañía de Jesús dejara en
en las Guayanas: la francesa, donde los espiri- la zona que va de los Grandes Lagos hasta el
tinos de la antigua Congregación, de regreso Mississippí: desierto en el que habían trabaja-
en 1817, fueron relevados, en 1851, por los re- do, con buen éxito en ocasiones, los protestan-
ligiosos de la Sociedad del Padre Libermann (a tes. El impulso partió otra vez de la Luisiana,
los que en seguida se unieron los Hermanos de el inmenso dominio del Mississippí, constituido
Ploermel); la inglesa, confiada, en 1856, a los por Francia y vendido a la Unión en 1803. A
jesuítas británicos; la holandesa, en la que des- decir verdad, grupos aislados no dej airón nunca
embarcaron los redentoristas en 1865. En las de realizar tentativas heroicas; algunos sacer-
Antillas las cosas iban por el estilo a veces al dotes franceses se habían lanzado a las regio-
precio de enormes dificultades; el primer mi- nes más difíciles, llegando hasta los Grandes
sionero que llegó, en 1837, a las Antillas ingle- Lagos y estableciendo contacto con los indios.
sas, un franciscano español, no contaba al prin- Así Flaget, en 1792 —que seguirá dedicado a
cipio ni con clero ni con fieles. En Santo Do-
mingo los misioneros tuvieron bastante que ha- 1. Hay que confesar que nada, o casi nada, se
cer en la lucha contra el culto «budú». Pero en hizo entre las poblaciones negras, constituidas en su
Cuba el santo Arzobispo Monseñor Claret y mayoría por esclavos. Bautizados, católicos de una
Ciará había llevado a cabo, durante ocho años, manera sumaria, tenían, sin embargo, gran nece-
un admirable esfuerzo apóstolico entre las gen- sidad de ser catequizados seriamente. Pero los pre-
tes de color, lo mismo que entre los blancos. En juicios raciales de los grandes propietarios consti-
las Antillas francesas, convertidas desde 1850 tuían un obstáculo casi insuperable. Algunos hom-
en dos diócesis sufragáneas de Burdeos, fue bres generosos realizaron intentos: por ejemplo,
Monseñor England fundó una escuela para niños
realizada una obra de gran porvenir por los Pa- negros, en la que enseñaba él mismo; la Madre Du-
dres del Espíritu Santo, para el apostolado ge- chesne admitió negras y mulatas en sus escuelas.
neral, y por los Hermanos de Ploermel, hijos Pero se obtuvieron pocos resultados: la lectura del
espirituales de Juan María de Lamennais libro del Padre GiÛard, L'Eglise catholique et le
que, instalados en las islas entre 1836 y 1843, nègre américain proporciona una profunda impre-
crearon allí una obra notable de educación de sión de tristeza. Los patéticos llamamientos del Con-
la juventud negra, que iba a contribuir podero- cilio de 1886 no fueron atendidos y en vano el Obis-
samente a hacer de los habitantes de la Marti- po Spalding habló con emoción «de los cuatro mi-
llones de infortunados que piden ayuda con elocuen-
nica y Guadalupe lo que son en nuestros días.
te silencio»; en vano mostró a los católicos «la pre-
ciosa ocasión de hacer abundante cosecha». Sepa-
En América del Norte la restauración mi- rado de los blancos por la Guerra de Secesión, en las
sionera se hallaba, de hecho, más o menos aso- condiciones ya vistas, el mundo negro se dejó ganar
ciada al fenómeno de expansión que lanzó a los cada vez más por la propaganda de sectas protestan-
pioneros, los conquistadores de tierras, en gran- tes, a veces incluso por las más torpes y llenas de
des oleadas, incesantemente reforzadas por el aberraciones.
ORBIS TERRAJvUM 145

esa labor durante dieciocho años, antes de ser al que pudo verse en incesante caminar con
nombrado Obispo de Bardstown—; o Teodoro su carro de bueyes, dispuesto siempre a ir a
Badin, en Kentucky; o Vicente Badin hasta evangelizar a los incómodos indios de las Pra-
las tierras de Michigan, entre las tribus de los deras, llegando hasta el territorio de los sioux y
otawas y de los sioux. Gabriel Richard, enviado recorriendo 2 000 kilómetros para encontrar, en
a Detroit, evangelizó un país más vasto que las estribaciones de las Rocosas, no lejos del lago
España y Francia: ejemplos admirables que Corazón de Aleña, a las tribus iroquesas, «ca-
otros siguieron. Cuando en 1815 un sulpiciano, bezas piernas», que pedían el bautismo. Admi-
Monseñor Dubourg, fue nombrado Obispo de rable figura de misionero, frente a la cual nos
San Luis —el mismo cuyos discursos conmove- gustaría poner la de Filipina Duchesne, hoy
rían tanto a Paulina Jaricot—, llegó con un bienaventurada, fundadora de las Escuelas de
equipo de sacerdotes obsesionados por la idea de Damas del Sagrado Corazón, de Florissant, de
convertir a los pieles rojas. Estableciéronse con- San Carlos, de San Luis, de la Luisiana, que
tactos con los indios, y Monseñor Dubourg supo quiso partir personalmente —a los setenta y un
que, entre las tribus, no había desaparecido el años— a los países indios en los que, en increí-
recuerdo de los «hábitos negros» de los jesuítas; bles condiciones de pobreza, abrió una escuela
habló de ello al Presidente Monroe que, con para las niñas pieles rojas...
notable inteligencia y generosidad, consintió Toda esa evangelización de los indios hu-
en la labor misionera. biera podido tener resultados humanos de pri-
Así comenzó, en 1832, una sorprendente mera importancia. Llevada a cabo con grandes
restauración de las Misiones jesuítas, sobre las medios, tal vez hubiese salvado a aquellos pue-
huellas del Padre Marquette; a las órdenes del blos de la destrucción casi total que iba a ser su
Padre Van Quickenborn, instalaron sus centros destino. Pero no pudo ser; no fue sostenida en
en San Luis y en Florissant (cerca de la escuela el puesto elevado que le correspondía; las gene-
de las Damas del Sagrado Corazón); los padres rosas promesas del Presidente Monroe no fue-
—eran belgas— se entregaron en seguida a la ron cumphdas por todos sus sucesores. Cuando
tarea entre las poblaciones indias más misera- murió Monseñor Carroll, una de las grandes
bles, diezmadas por el alcohol, que constituían tristezas fue pensar que la obra llevada a cabo
los residuos de las viejas y fieras «naciones» pie- entre los indios no era comprendida por todos.
les rojas. Luchando con la hostilidad de la opi- De 1832 a 1843 dos picpuchinos se dedicaron a
nión pública de los blancos, muy contraria a los passamacodis y a los «pennoscots», sin gran-
los indios —«sólo el indio muerto es buen in- des resultados. En 1857 las Misiones jesuítas se
dio», se repetía en todas partes—, indignándose hallaban casi del todo abandonadas, y en 1869
con ios incalificables procedimientos de ciertas las leyes del Presidente Grant, que prohibían el
autoridades que obligaban a las tribus a emigrar acercamiento a determinadas tribus —de hecho
por la fuerza e incluso disparaban los cañones esas leyes apuntaban concretamente a las Mi-
sobre agrupamientos inofensivos de mujeres y siones católicas— les dieron el golpe de gracia.
niños, apoyando lo mejor que podían los pro- Tales Misiones no se restablecerían —y de ma-
yectos gubernamentales del «Indian Territo- nera muy modesta— hasta 1886.
ry», aquellos religiosos volvieron a abrir el Cris- Más hacia el norte, en territorio canadien-
tianismo a los pieles rojas —y con él, la agri- se, en las actuales provincias de Manitoba, Sas-
cultura, la domesticación de animales y la me- katchewam y Alberta, escribíanse otras páginas
dicina... de epopeya. Allí los misioneros no avanzaban
La más sorprendente figura de aquel apos- a caballo o en carros de bueyes, sino en canoas,
tolado fue el Padre De Smet, flamenco, nacido por los lagos y los ríos, de rápido en rápido, a
en Termonde, hombre menudo, rechoncho y la manera indígena. Hecho importamte es el que
fornido —ciento veinticinco kilos, un metro se- aquella restauración de la obra misional fue ain-
tenta de estatura—, literalmente infatigable, te todo obra de la iglesia cainadiense francesa,
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que allí dio una de las más admirables pruebas o para evitar rápidos peligrosos. Pronto estuvie-
de su vitalidad. ¿Qué había que evangelizar ron instaladas no sólo en el río Rojo, sino en
en aquellas regiones lejanas? Indios de la pra- San Jacinto, en Bytown —hoy Ottawa—. Al mis-
dera, restos de los hurones y algonquinos, de mo tiempo llegaban (esta vez de Francia) otros
los pies negros y los sioux. Y también blancos refuerzos: los jesuítas, que, en recuerdo de sus
de todas clases y mestizos de todos los colores. mártires, se hicieron confiar la Misión entre los
En 1816 un escocés anghcano, lord Selkirk, indios de Ontario, y los Oblatos de María Inma-
fuerte accionista de la Compañía de la Bahía culada, que, apenas fundados por Monseñor
de Hudson, que estaba a punto de explotar, en Mazenod, enviaron al Canadá grupos cuya ac-
la región del río Rojo, un territorio de 116000 tuación sería decisiva. Fue uno de sus miem-
millas cuadradas, pidió al gran Obispo de Que- bros, el primer oblato canadiense, Monseñor
bec, Monseñor Plessis, que le enviara sacerdo- Taché, quien sucedió en 1853 a Monseñor Pro-
tes que se ocuparan de los trabajadores irlan- vencher en la sede de río Rojo; y también hizo
deses y de los indios de los alrededores. Mon- maravillas en su mandato; en la compleja po-
señor Plessis designó para aquella aventura a blación que las inmigraciones acumulaban en
dos jóvenes sacerdotes, Provencher y Dumou- aquel país nuevo, entre los mestizos que consti-
hn. Emplearon 58 días en atravesar los 2500 tuían un ambiente aparte, desconfiado y difí-
kilómetros que les separaban de su destino. cil, alcanzó tal autoridad, que en 1870, cuando
Tras sesenta y ocho años de ausencia, la Igle- se hallaba en el Concilio Vaticano, el Gobierno
sia reaparecía en el río Rojo; haciendo a la le pidió que volviera rápidamente porque es-
vez de albañiles, agricultores, catequistas y taba a punto de estallar una revuelta de mes-
maestros de escuela, aquellos dos pioneros rea- tizos y él era el único capaz de apaciguarlos.
lizaron verdaderas maravillas. Cuatro años más A esas páginas de grandeza que constitu-
tarde el abate Provencher era nombrado Obis- yen tan bello capítulo de la Historia de las Mi-
po y se ponía al frente de un Vicariato apostó- siones debe añadirse otro: el que escribieron los
lico muy pronto transformado en la diócesis de Oblatos de María Inmaculada en el Gran Norte.
San Bonifacio. Otros misioneros seguían nue- Verdadera epopeya, epopeya blanca, en la que
vas direcciones. El padre Belcourt, en torno a los misioneros avanzaban en trineos arrastra-
Winnipeg, era el apóstol de los indios «piel-de- dos por perros, vestidos y cubiertas las cabezas
liebre». En las orillas mismas del Pacífico los con pieles; de esta manera superaron pronto los
«dos Blanchet», los dos hermanos, conducían territorios de los indios para entrar en los de los
sus empresas misioneras: Francisco-Norberto, el esquimales y realizar entre aquellos amarillos
hombre de horizontes ilimitados, Vicario apos- pescadores y cazadores de focas una obra de
tólico y después Arzobispo de Oregón; y Ma- evangelización que había de obtener hermosos
gloire, Obispo de Walla-Walla y más tarde de resultados. El mapa del norte del Canadá está
Nesqually; al mismo tiempo, Monseñor Demers, todo jalonado de nombres de aquellos grandes
Vicario apostólico de la isla de Vancouver, con- aventureros catóhcos que allí se inscribieron
trolaba un inmenso territorio desde la frontera en homenaje a su orden: Grouard, Aubert, Ta-
de los Estados Unidos hasta el Polo. ché, lago Mazenod, lago Grandin y el mismo te-
En todos aquellos puestos de vanguardia rritorio de Alberta que conserva el recuerdo de
los sacerdotes no eran numerosos. Pero les llegó la capilla de San Alberto, levantada allí por el
un refuerzo de gran cahdad con las Hermanas Padre Vital Grandin. La Propaganda siguió
Grises de Montreal, las hijas de la Madre de con pasión aquella gran historia, y en el mo-
Youville; también ellas se embarcaron animosa- mento oportuno, sancionando sus progresos,
mente en las hgeras canoas: las cuatro primeras multiplicó los Vicariatos apostólicos.1 Entretan-
emplearon dos meses en llegar a su destino,
obhgadas a llevar a hombros por setenta y cua- 1. Monseñor Grouard murió en 1931 tras se-
tro veces su frágil embarcación de un río a otro, senta y nueve años de misión; en el Anuario Ponti-
ORBIS TERRAJvUM 147

to, otros oblatos franqueaban las Rocosas y se da, Nyassa, no será alcanzado hasta 1880. Y se
encaminaban a edificar capillas en el Oregón. necesitarán cincuenta años de esfuerzos encar-
Y las Hermanas Grises, arrastradas por el ejem- nizados para que se alcancen posiciones verda-
plo, enviaban a su vez grupos a la tierra de los deramente sólidas. Tal retraso se explica no so-
esquimales para vivir la vida de éstos. Se había lamente por las dificultades geográficas, el cli-
dado un admirable impulso que ya no se deten- ma mortífero y la exuberante vegetación o el
dría más. desierto, sino también por la peligrosa presencia
en las costas del norte de los corsarios turcos,
y en las del este y oeste (a pesar de las patrullas
de las marinas de guerra), de los comerciantes
Continente negro de la trata de negros, que hacían huir al interior
del continente a poblaciones enteras. Solamente
De todas las partes del planeta la que opuso a partir de 1830 y la instalación de Francia en
más duradera y fuerte resistencia a la penetra- Argelia, el Africa mediterránea pudo abrirse
ción católica fue el Africa. Contienente negro, de manera más seria al Cristianismo; pero an-
tierra oscura: a comienzos del siglo XIX ese ape- tes de que Faidherbe (1854-1868) llevara hasta
lativo tema todo su significado. Durante dos- el Senegal los fundamentos del Imperio francés
cientos años las tentativas llevadas a cabo para del Africa negra, los misioneros habían desem-
penetrar en sus tierras, por una parte o por barcado ya en sus costas.
otra, habían concluido en el fracaso.1 El Evan- Precisamente se llevó a cabo en el Senegal
gelio retrocedía en todas partes: la persecución
la primera tentativa importante, la que ya vi-
desencadenada por Pombal había desorgani-
mos de la Madre Javouhey, la intrépida funda-
zado a la Iglesia en el Imperio portugués; la Re-
volución puso un punto, que parecía final, a dora de las Hermanas de San José de Cluny,
las Misiones francesas. En los mismos lugares en que implanta en el Senegal, en 1819, su joven
que se alzaran bellas iglesias, como en Santo congregación, pone en pie una célebre colonia
Tomé, en San Pablo de Loanda, apenas que- agrícola y logra hacer ordenar a tres sacerdotes
daban unas ruinas. ¿Había más de 50 000 cató- indígenas. Comienzos muy modestos, pero con
licos en toda el Africa? Y con unos sesenta valor de promesa: el encantador rostro de Ana-
sacerdotes, entre seculares y religiosos, de los Florencia, la pequeña esclava «pehule» resca-
que irnos veinte —a lo más— eran indígenas. tada por las buenas hermanas, a la que educó
Era desolador. la Madre Javouhey, es como el símbolo, al co~
mienzo de esta historia, de la joven iglesia afri-
La restauración sería lenta. Salvo mínimas cana, pronta a renacer en la esperanza y el
excepciones, nada serio se hizo antes de 1840, fervor.
poco más o menos. Los lazaristas llegaron a
Etiopía en 1839 y a Egipto en 1847, al mismo Poco después el continente fue abordado
tiempo que los capuchinos; los oblatos de María por el otro extremo, la costa oriental. Mundo
Inmaculada penetraron en el Natal en 1850; aparte dentro de Africa, imperio de antiguas
los «Sacerdotes del Santo Corazón de María» tradiciones cristianas, pero de un Cristianismo
(futuros espiritinos) llegaron en 1843 al cabo de herético, cismático y más o menos degenerado,
las Palmas; en 1844, a Libreville; en 1844-46, a Etiopía permanecía cerrada al catolicismo des-
Gorés; y los Padres de las Misiones africanas de finales del siglo XVI, y la tentativa del Obis-
desembarcaron en el Dahomey en 1861. El co- po autóctono Ghebré, en 1784, había terminado
razón del continente, el Congo, Ubangui, Ugan- en total fracaso. El «Reino del Preste Juan»
parecía impenetrable. Pero Roma no quería
ficio, hasta esa fecha (desde 1891) podía leerse: Vi-
desesperar de la tierra regada con la sangre
cariato de Grouard, titular, Monseñor Grouard, re- de los mártires capuchinos Casiano y Agatán-
sidencia Grouard. gelo. En 1839 la Propaganda nombró Vicario
1. Cfr. *La Era de los Grandes Hundimientos». apostólico de Abisina al santo lazarista ñapo-
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

litano Justino de Jacobis, que desembarcó en se. En 1855 los jesuítas de la provincia de Tou-
Massahua y comenzó a evangelizar con una en- louse disponíanse a partir de nuevo hacia la
trega que la Iglesia reconocería con el honor de isla Roja; el Padre Finaz consiguió la hazaña
los altares; pero el clero copto hizo desencadenar de penetrar en Tananarivo disfrazado y perma-
contra él y sus catecúmenos una persecución du- necer allí dos años. En 1861, muerta la Reina
rante la cual un católico fue muerto a latigazos; Ranavalona, su heredero, Radama II, se mostró
quince años más tarde el «abuna» Ghebré Mi- benévolo y pudo realizarse a la luz pública la
kael tuvo la misma suerte por haberse conver- instalación de los misioneros jesuítas: el Padre
tido. Pero, al mismo tiempo, los lazaristas fran- Jouen llegó a ser Prefecto apostólico. El porve-
ceses acudían en socorro (1849) para encargarse nir estaba asegurado.
de los seis mil católicos que el heroico Monseñor Pero aquéllas no eran más que instalacio-
De Jacobis había logrado reunir; y los capuchi- nes marginales, y ni Etiopía ni Madagascar
nos italianos, dirigidos por Monseñor Massaia, pertenecían étnicamente al mundo negro de
futuro Cardenal, se instalaban entre los gallas. Africa. El verdadero problema, la verdadera
Francia intervino para que, en principio, los labor, era llegar hasta los negros y evangeli-
misioneros fueran autorizados a trabajar; pero zarlos. Ese había sido el sueño de la Madre Ja-
la persecución no tardaría en reaparecer. «Mi vouhey, y era el del Padre Libermann y el de
Misión es la última de todas, la más difícil, la un sacerdote americano, Edward Barron, Vica-
más pobre», exclamaba en 1867 Monseñor Bel, rio general de Filadelfia, conmovido al iniciar-
nuevo Obispo, que moría de agotamiento al se en el Sur de la Unión el movimiento de vuelta
año siguiente; y su sucesor sería muy pronto hacia Africa de los esclavos que acababan de
arrojado a una prisión. El catolicismo había en- emanciparse. Tres mil de aquellos negros regre-
trado de nuevo en Etiopía, pero ¡a qué precioI saban al continente y, cerca del cabo de las Pal-
También había penetrado en Madagascar, mas, fundaban la república de Liberia. Edward
donde, desde 1674, fecha siniestra de la gran Barron, en 1842, uníase a ellos con el Padre
matanza, había concluido la tentativa de evan- John Kelly y el instructor catequista Denis Pen-
gelización de los lazaristas, orgullo de Monsieur dar. Cuando Barron pasó por Roma, el Papa
Vincent. Como vimos, la isla Roja fue unida Gregorio XVI le consagró Obispo y nombró Vi-
al gigantesco Vicariato de las islas, confiado en cario apostólico. Pero faltaba gente. El canóni-
1829 a Monseñor Henri de Solages; sin dejarse go Desgenelles le puso en relación con el Padre
impresionar por los dolorosos recuerdos, el va- Libennann, que aceptó ayudarle.
leroso Vicario apostólico concibió un gran pro- Con la entrada en escena del Padre Liber-
yecto: ir al encuentro de la Reina Ranavalona mann —aquel gran misionero que nunca puso el
y obtener el permiso de convertir a sus súbditos. pie en Africa— se llega a los más grandes capí-
Desembarcó en Tamatave en 1830, pero fue re- tulos del apostolado en el continente negro. Son
chazado por orden de la Reina: ésta era ya cris- ellos, los Padres de la Congregación del Espíritu
tiana, ¡pero protestante! Dos años después Mon- Santo, llamados por su fundador a la especial
señor Solages moría víctima de las fiebres. Sin vocación de evangelizar a los negros, quienes
embargo, la Iglesia no se desanimó. Las islas serán los grandes pioneros de aquel apostolado.
volvían a una vida espiritual activa; los bene- Seguidos muy de cerca —no debe olvidarse—
dictinos ingleses de Monseñor Collier se encar- por los misioneros de Lyón, los hijos de Monse-
gaban del Vicariato de la isla Mauricio; mon- ñor de Marion-Brésillac. Su historia es de heroi-
sieur Le Vavasseur, cofundador de la Sociedad ca monotonía. Parten sabiendo que la tierra que
del Santo Corazón de María con el Padre Liber- les espera es hostil, llena siempre de enfermeda-
mann, se hacía apóstol de los negros de la isla des que entonces no pueden curarse; y que el
Borbón. apostolado es difícil e ingrato, pues ha de des-
Las «pequeñas islas malgaches», Mayot- envolverse entre poblaciones todavía salvajes.
te, Nossi-Be, Santa María, volvían a animar- La mayoría de aquellos misioneros hallará su
ORBIS TERRAJvUM 149

tumba en aquellas tierras. Así ocurre con el pri- superior acepta perder cada año una tercera
mer Vicario apostólico de las Dos Guineas, Mon- parte de sus efectivos para que la obra sobrevi-
señor Truffet, llegado en abril de 1847, que va, hasta que los Padres Dorgére y Borghero
muere en octubre. Y de los diez primeros misio- logran implantarla sólidamente.
neros desembarcados en el cabo de las Palmas, Santa competencia, que Roma aprovecha y
ocho murieron en seis meses. ¡No importa! Ha- utiliza en bien de los intereses de la Iglesia, con-
brá siempre voluntarios para aquellos puestos fiaindo a una u otra congregación sectores bien
peligrosos. delimitados, en los que cada una seguirá su ta-
Entre tantas figuras heroicas y santas de rea. En el Congo francés los Padres del Espíri-
que guarda memoria la Congregación del Espí- tu Samto, que muy pronto contarán con un gran
ritu Santo, si hubiera que retener un solo nom- apóstol, Monseñor Augouard, «el Obispo de los
bre, tal vez habría que escoger a Monseñor antropófagos». En Angola se introducen los
Bessieux —uno de los dos supervivientes de la mismos Padres. Y pronto entran en la liza otras
hecatombe del cabo de las Palmas—, el pionero congregaciones. Lavigerie lanzará, poco des-
de Gabón, cuyo sepulcro y cuyo busto, en Libre- pués de 1870, a sus hijos hacia el corazón del
ville, mantienen su presencia de hombre humil- continente negro, utilizándolos también en las
de, sencillo, de aspecto franciscano, que mani- tierras del Mogreb. Igualmente llegatrán otros,
festó dotes de jefe de temple excepcional. De los Padres de la Salette, los Oblatos de María
su Misión de Santa María del Gabón fluye todo Inmaculada, capuchinos, misioneros italianos,
el desarrollo misionero del Africa occidental y jesuítas.
ecuatorial. Y enviando a su coadjutor, Monse- Al finalizar el período que nos ocupa, todo
ñor Kobes, un alsaciano de veintiocho años de el Africa está jalonada por Misiones católicas
edad, a instalar una iglesia (1846) en una mo- sólidamente instadadas en sus bordes, de maulera
destísima aldea del Senegal, determinó, sin sa- que ya es imposible su total desaparición, y está
berlo, el nacimiento de Dakar. Pero, ¿no sería a punto de iniciaurse la marcha hacia el centro
igualmente justo citar al Padre Horner, tam- del continente. En los dos extremos de Africa se
bién alsaciano, que, enviado a la costa oriental ainuncian grandes readizaciones. Al sur, en ese
de Africa, a aquel sultanato de Zanzíbar que país «boer», donde los ingleses rechazan más
era el más importante mercado de esclavos del allá del Orange a los colonizadores holandeses,
mundo, trabajó durante veinticinco años entre se ham alcanzado sólidas posiciones gracias a
aquella población miserable e hizo de su orfeli- unos sacerdotes seculares irlandeses, bajo la di-
nato de Bagamoyo el centro vivo de todas las rección del benedictino Monseñor Slater y del
Misiones de la costa orientad, llegando a ejercer dominico Monseñor Griffith; después, a partir
su influencia hasta el Kilimanjaro? de 1850, hacen lo mismo los oblatos de Monse-
Estaba dado el impulso. Apenas nacida, en ñor Mazenod, que se convierten en apóstoles
1856, la Sociedad de Misiones africainas de de los zulúes y los cafres. Por último, ad norte,
Lyón lanza sus primeros miembros al asalto Egipto —hasta ayer cerrado totalmente al cato-
del continente negro. Roma les confía Sierra licismo y en el que el Cristianismo copto está
Leona; a los comienzos ocurre la primera prue- en decadencia—, recobra la vida gracias a los
ba, el derrumbamiento de la primera Misión lazaristas, a las Hijas de la Caridad, a los Her-
bajo los golpes de la enfermedad; la muerte del manos de las Escuelas Cristiainas, a los Padres
fundador en aquella tierra africana en la que ha de las Misiones africanas de Lyón y a otros, to-
querido trabajar personalmente. Pero su suce- dos fundadores de escuelas, de orfelinatos y hos-
sor es el incansable Padre Planque, que dirigi- pitales; y entreteinto, en esa Argelia en la que
rá la congregación durante casi medio siglo; acaba de clavar su bandera, la Francia misio-
con él parten nuevos equipos. En el Daihomey, nera, a falta de la Francia oficiad, se dispone a
<da región más perniciosa de Africai», en donde reanudar una gran tradición cristiana en la pa-
los misioneros desembaircaui en 1861, el gran tria de San Agustín.
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

Los difíciles comienzos Esperemos que venga pronto a hacer reflorecer


de la Argelia cristiana una civilización que se había extinguido.»
De hecho, el Cristianismo estaba entonces
Las condiciones políticas y militares de la casi del todo ausente de Argelia, como de todo
conquista de Argelia por Francia son materia el Mogreb. Desde la heroica muerte, en 1683,
de una cultura tan elemental, que un candida- de Jean le Vacher, un hijo de Monsieur Vincent,
to al bachillerato se avergonzaría de ignorar- cuyo cuerpo voló hecho pedazos desde la boca
las. El insulto del Bey de Argel al cónsul de de un cañón turco, no había habido más tentati-
Francia, la intervención del gobierno de Car- vas para establecer el Cristianismo en aquellas
los X, unas semanas antes de que la Revolución orillas hostiles. Algunos religiosos mantuvieron,
de 1830 lo derribe; la fulgurante campaña de en condiciones de extrema dificultad, un apos-
Bourmont, que obliga a las autoridades turcas tolado de caridad entre los esclavos y forzados
a la capitulación o al exilio, y después, tras las cristianos. En 1801 los tres últimos lazaristas ha-
dos desdichadas tentativas de «ocupación res- bían abandonado Argelia; uno solo volvió y mu-
tringida» y de colaboración con un joven jefe rió en 1811. En 1823 Roma restableció en prin-
local, Abd-el-Kader, sucedió la guerra a muerte cipio el Vicariato de Argel, beUo título que no
conducida por este último, la Guerra Santa, a la pudieron hacer efectivo dos titulares. Era, pues,
que pondría término la hábil estrategia de Bu- sobre una verdadera tabula rasa sobre la que
geaud. Todos esos acontecimientos figuran en tendría que actuar un nuevo apostolado cris-
las páginas de los más sencillos manuales. Pero, tiano.
¿tienen también esos hechos una significación «La población —escribe Jean Peillard1—
considerable desde el punto de vista religioso? muestra una total pasividad: el vencido no es el
¿No significa nada la reaparición de una na- autóctono, sino el turco ocupante y sus jeníza-
ción cristiana en esa tierra africana, que fue ros. La población no hace más que cambiar de
una de las cunas del Cristianismo, esa tierra dueño; no se las prometía ni mejor ni peor que
enrojecida por la sangre de tantos mártires y antes. Conquistada por los cristianos esperaba,
donde habían surgido tan florecientes iglesias? naturalmente, si no que se le impusiera el Cris-
Pero hay que admitir que las condiciones reli- tianismo, al menos el hallarse, en el terreno
giosas en que se llevó a cabo la instalación fran- religioso, en posición de minoría tolerada.» Pero
cesa en Argelia son muy ignoradas incluso de los el tratado de capitulación, firmado por el Bey,
catóhcos, pero no estuvieron desprovistas de con- precisaba: «El ejercicio de la religión musulma-
secuencias. na seguirá siendo libre; la libertad de todas las
clases sociales, su religión, su comercio y su in-
El anuncio de los éxitos franceses en Ar- dustria no recibirán daño alguno.» No se trata-
gelia fue acogido por los catóhcos de Francia ba, pues, de realizar conversiones en masa por
con entusiasmo. Cantáronse Tedéums en todas la fuerza, como había hecho España después de
las iglesias; al recibir al Rey en el umbral de la Reconquista, lo que tal vez hubiera sido ma-
Notre-Dame, Monseñor de Quélen alabó al terialmente posible en una época en que la di-
«hijo de San Luis» por haber vengado el trági- plomacia no se llevaba a cabo en la plaza pú-
co fracaso de su abuelo, y comparó a las Cruza- blica, pero que ahora repugnaba tanto a la con-
das esa guerra que aseguraba la victoria de la ciencia cristiana como a las costumbres de la
Cruz sobre la Media Luna. En Argel, el maris- época.2 Ese respeto a la religión del vencido era
cal Bourmont, comandante en jefe del cuerpo
expedicionario, hizo colocar una cruz en el edi-
ficio más alto de la ciudad, y después de la misa 1. Jean Peillard, La Pacification de l'Algérie
solemne celebrada en el patio del palacio de et la conscience française. (Argel, 1958.)
Hussein, reuniendo a los diecinueve capellanes 2. Cfr. «La Reforma Protestante», donde el au-
militares, les declaró: «Acabáis de abrir con tor explica la posición religiosa de la naciente uni-
dad española, a raíz de la Reconquista, tan distinta
nosotros la puerta del Cristianismo en Africa. en el espacio y en el tiempo —y en tantas otras cir-
ORBIS TERRAJvUM 151

muy noble y propio de la tradición francesa. y en otras regiones: la de sostener el Islam. Con
Pero al menos no se prohibía al Cristianismo en- la esperanza de ganar simpatías entre los mu-
trar libremente en competencia con el Islam y sulmanes se concedió a las mezquitas la ayuda
emprender un esfuerzo de penetración tal y que se negaba a las iglesias; hasta se dio opoyo
como lo deseaban muchos católicos. Parecía que a la propaganda coránica.
iba a ser relativamente fácil llevar a cabo esa ¿Era muy hábil esa actitud incluso en el te-
penetración en las regiones bereberes, en las rreno político? Los musulmanes la consideraron
que el Islam, impuesto antaño a las kabilas por como prueba de debilidad. Cuando vieron que
los vencedores árabes, conservaba un carácter se alzaba «Notre-Dame des Victoires» excla-
superficial. maron: «Ahora debemos creer que los france-
El cambio de régimen —y de personal— que ses no están dispuestos a marcharse, puesto que
trajo consigo la Revolución de julio, tuvo como han alojado a su Dios de modo conveniente.»
consecuencia el abandono total de esas pers- Y las concesiones al Islam no impedían que
pectivas. Apenas estaba conquistada Argelia y Abd-el-Iíader hallara innumerables apoyos para
ya el contragolpe del anticlericalismo que se lanzarse a la Guerra Santa. En desquite, la neu-
abatía sobre Francia —recordemos el saqueo de tralidad religiosa de los vencedores, la irreli-
Saint-Germain l'Auxerrois, de diversos semina- gión de que muchos blasonaban, provocaron su
rios y conventos— se dejó sentir en Africa. Quin- desprecio. La célebre frase de Abd-el-Kader hu-
ce de los diecinueve capellanes militares fueron biera debido aclarar la opinión de los dirigentes
llamados a la metrópoli; suprimiéronse las mi- franceses: «¿Los franceses? —decía el jefe mu-
sas solemnes; una orden real prohibía reconocer sulmán—, son perros que nunca suplican a Dios.»
carácter sacerdotal a los sacerdotes que Roma Pero en 1838 el Gobierno de París com-
pudiera enviar a Argelia. La prensa liberal puso prendió que, por muchas razones, había que
en guardia al Gobierno contra toda ayuda con- permitir al menos que la Iglesia se organizara
cedida al apostolado católico; el serio Journal en Argelia; se entablaron negociaciones con
des Débats opinó incluso que la conversión de Roma, que concluyeron en la erección del Obis-
los musulmanes haría desaparecer el «color lo- pado de Argel, sufragáneo del Arzobispado de
cal», lo que sería un gran daño. Hubo que espe- Aix. Habrá que esperar veintiocho años para
rar a 1853 para que se instalara una iglesia un que a su vez se constituyan las diócesis de Orán
tanto decente en la antigua mezquita del cuar- y Constantina, al mismo tiempo que Argel se
tel de los jenízaros.1 Entretanto, militares y convertía en archidiócesis. Pero se entendía —y
funcionarios se dedicaban a una política que se- París lo recordaba de manera impenitente—
ría seguida durante mucho tiempo en Argelia que el nuevo Obispo no debería ocuparse más
que de los europeos cristianos. El mariscal Va-
cuxistancias— de la aquí referida: «Fernando e Isa- flée hizo saber a los sacerdotes que no toleraría
bel, que tan magistralmente habían realizado la ningún proselitismo; más aún: hizo poner cen-
unidad territorial, comprendieron que debía acom- tinelas a las puertas de Nuestra Señora de las
pañarla otra unidad interior, tanto étnica como ad- Victorias para impedir que entraran los musul-
ministrativa, política y espiritual.» Estas motiva- manes.
ciones, y en concreto las religiosas —inseparables en-
tonces de las políticas y étnicas— han sido admira-
El primer Obispo de Argel, Monseñor Du-
blemente ponderada por Jean Descola en su lau- puch, no conoció tiempos fáciles. Aquel hombre
reada Historia de la España Cristiana, cap. IV. Da- era todo lo contrario de ese incapacitado que al-
niel Rops, en la citada obra, cap. IV, párrafo 9.° gunos han escrito, esa especie de pobre de espí-
(Nota del Traductor.) ritu encallado en las órdenes, cuya caricatura
1. En lo que los musulmanes no vieron mal al- se ha trazado tantas veces.1 Santo sacerdote,
guno. En Constantina, dos años después de la con-
versión de una mezquita en iglesia, la población 1. Sus altercados con las Hermanas de San
ofreció al párroco, muy popular, el alminar de otra José de la Aparición y su superiora, la Santa Madre
mezquita. E. de Vialar, gravan su memoria.
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

hombre de insuperable caridad1 —había tra- Su sucesor, Monseñor Pavy, prosiguió su


bajado en París con la célebre Sor Rosalía—, obra con más éxito. Multiplicó sistemáticamen-
enérgico y activo, hizo todo lo que pudo, y te las parroquias. Obtuvo del Arma de Ingenie-
de la mejor manera, en condiciones insopor- ros que construyera modestas iglesias (en ese
tables. A su llegada, el mariscal Vallée le re- «estilo militar» del que tanta burla se ha hecho),
cibió con fausto, salvas de artillería y gran llamó a sacerdotes y comunidades a la tierra de
gala; pero el desdichado Obispo se dio cuenta Africa. A su muerte, Argelia contaba con 187
muy pronto de que sus medios eran limitadísi- parroquias (en lugar de 29) y 273 sacerdotes
mos. En una diócesis de 600 000 km2, con unos (en vez de 48). En 1857 los fieles estaban agru-
fieles que consistían en 60 000 soldados y 25 000 pados en una viva asociación de oraciones, y el
colonos de diversos orígenes, más de 2 000 000 Santuario de Nuestra Señora de Africa comen-
de indígenas, disponía en total de ocho sacer- zaba a elevarse.
dotes, una iglesia en Argel y dos capillas en Sin embargo, la política oficial en materia
Orán y Bona. Los subsidios se le regateaban mi- religiosa no había cambiado con la llegada al
serablemente, en tanto que —como observaría poder de Napoleón III. Aun contando con el
su segundo sucesor, Lavigerie—, se construían apoyo, en política interior, de los catóhcos del
mezquitas «con grandes gastos» y se proporcio- «partido del orden» —que no mostraban en ge-
naba la enseñanza del Corán «a quienes nunca nerad mucho entusiasmo por la expansión de ul-
lo habían conocido». Contra tan mala fortuna, tramar—, aun cuando enviaran soldados y na-
Monseñor Dupuch combatió durante bastante ves a proteger a los cristianos del Líbano y a los
tiempo. Se le vio infatigable, a caballo, por los
misioneros de Extremo Oriente, el Emperador
caminos; en barco por las costas, visitando cons-
era demasiado partidario del «principio de las
tantemente su diócesis. A un llamamiento suyo,
siete institutos religiosos masculinos y feme- nacionalidades» para no llevar en Argelia una
ninos aceptaron realizar fundaciones en Arge- política islamizante. La tentativa de constituir
lia, sobre todo los lazaristas, los Hermanos de la un «Reino árabe» dio de ello pruebas manifies-
Santa Cruz, de Mans, las Hermanas de San Vi- tas. «Soy —dijo— Emperador délos árabes tanto
cente de Paúl, las Hermanas de San José, las como de los franceses.» Lo que de hecho conta-
Damas del Sagrado Corazón; el proyecto de La ba para él era «favorecer a las grandes asocia-
Trapa de Staueh fue puesto en marcha. La re- ciones de capitales europeos para vastas empre-
organización de la capellanía militar iba a la sas» en Argelia; no se trataba de propagar el
par con la de las primeras parroquias. Creáronse Corán ni de evangelizar a los musulmanes. La
obras de caridad, y el Obispo se entregó a ellas sumisión de la kabila al mariscal Randon, que
con una generosidad que le vahó la amistad y habría podido abrir al Evangelio aquel mundo
admiración de Abd-el-Kader. Pero la guerra bereber en el que antaño fuera poderoso, no
que había sostenido con la administración, aña- tuvo influencia alguna en el desarrollo del Cris-
dida a las fatigas físicas y a las graves dificul- tianismo. Casi de manera clandestina empren-
tades económicas, acabaron de desgastarle, ya dieron los jesuítas, a partir de 1864, algunas
que no de desanimarle. En 1845, no pudiendo misiones y fundaron varios orfelinatos. ¿Había,
más con la pesada carga, dimitió y volvió a pues, que desesperar del destino cristiano en
Francia.2 Argelia?
Todo cambió de pronto. En 1867 llegó a
1. Y casi excesiva. Porque se endeudó basta el Argelia un hombre que iba a revelarse en aque-
punto que, armiñado y perseguido por sus acreedo- llas tierras como pionero del Evangelio, promo-
res, hubo de ocultarse en España e Italia. tor de un apostolado que ya no dudaría en
2. «Su Episcopado fue una tragedia», observa
Aimé Dupuy en un estudio de excelente informa-
afirmarse. No era otro que aquel Lavigerie, a
ción y visión amplia, aparecido en la Revue socia- quien ya hemos visto encargarse de la Obra de
liste de marzo de 1956 con el título: «La lutte entre las Escuelas de Oriente y hacer de ella un ins-
Prélats et Gouvermeurs algériens de 1830 á 1870.» trumento de acción de primer orden, tras lo
Este grabado está sacado de la obra de J. B. Rossi: tir la fundamentación científica del estudio de los
«Roma sotteranea cristiana», el primero de los gran- orígenes de la Iglesia; un «nuevo lugar teológico»,
des trabajos de epigrafía cristiana que iban a permi- Sección de Estampas. Bibliothèque Nationale.
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cual emprendió la organización de la ayuda a a los indígenas en sus sectores, no pidiéndoles


los cristianos maronitas del Líbano, asesinados más que proporcionaran mano de obra, apro-
por los drusos; hombre de exttaordinario vigor baron a Mac-Mahon cuando éste hizo saber al
moral y físico, emprendedor y organizador, al- Obispo que se salía de sus funciones y se metía
ma mística impulsada a realizaciones sóhdas: en asuntos que no le incumbían. Por un momen-
el tipo de los constructores de imperios o de to, Monseñor Lavigerie pareció vacilar; no a
iglesias... causa de aquellas resistencias, sino por la debili-
Tenía cuarenta y dos años y, joven Obis- dad de los medios que poseía, tanto en hombres
po de Nancy, acababa de mostrar en pocos me- como en dinero, y por la impotencia en que se
ses qué brillo era capaz de dar a su diócesis. hallaba para emprender las tareas que creía ne-
Mac-Mahon, que entonces tenía el gobierno de cesarias. Pero le reconfortó una visita al gran
Argelia, lo propuso como sucesor de Monseñor Papa Pío IX. Volvió de Roma más decidido que
Pavy. Napoleón III se lo concedió, no sin temo- nunca a «hacer de la tierra argelina la cima
res y reservas; desconfiaba de aquel hombre al de una nación grande, generosa, cristiana, de
que consideraba demasiado audaz y emprende- una segunda Francia», y por ese medio llevar
dor. Para un sacerdote como Lavigerie, que ha- después la llama de Cristo al desierto del Sa-
hara.
bía descubierto en Siria el problema musulmán,
aquel nombramiento abría un inesperado cam- Estalló el conflicto.1 Habiéndole enviado
po de acción; para el acto de su consagración Mac-Mahon una larga carta de amonestación
no eligió a Lyón, ni a Reims, ni siquiera a París, y alerta, Lavigerie escribió al mismo Napo-
como le ofrecía el Emperador; partió para Ar- león III. La respuesta imperial fue seca: «Vos
gel, con el espíritu rebosante de inmensos pro- tenéis, Monseñor, una gran obra que realizar:
yectos y con visiones del porvenir tan amplias, la de moralizar a los doscientos mil colonos ca-
que quienes oían su exposición lo consideraban tólicos que hay en Argelia. En cuanto a los ára-
un sueño vacío. Al acogerle en los muelles de bes, dejad al Gobierno general el cuidado de
Argel, el mariscal Mac-Mahon ignoraba que disciplinarlos y habituarlos a nuestra domina-
acababa de introducir en la ciudad al hombre ción.» Pero el Arzobispo no se dio por vencido.
Dos días después embarcaba para Francia, de-
más capacitado para realizar la obra opuesta a
cidido a convencer al Emperador. En las Tu-
la política que él mismo preconizaba.
llerías fue despedido: Napoleón III partía para
Monseñor Lavigerie no disimulaba en ab- Biarritz, y Lavigerie le siguió y obtuvo audien-
soluto sus ideas. Indignóse en público por ver cia. Aquel joven Obispo era persuasivo y se
«elevarse un muro inamovible entre la Francia atrevía a hacer comprender que era capaz de
espiritual y el reino árabe»; denunció «la inso- tomarse por su mano la libertad que se le ne-
portable vergüenza de no haber hecho nada, en gaba. Napoleón no deseaba, por el momento,
treinta años, por bautizar a Argelia». Y añadía: provocar una ruptura que acabaría de compli-
«Hay que despertar a este pueblo; hay que dejar car las cosas con los catóhcos, ya bastante dis-
de encerrarlo en el Corán; es necesario que gustados por su política romana. Monseñor La-
Francia le dé —es decir, le deje dar—, el Evan- vigerie sahó de Biarritz con la carta que desea-
gelio.» Y remontándose mucho más allá del ba y que le permitía trabajar a su gusto.
hecho argelino en sí mismo: «¡Argelia —excla- Y entonces se produjo, inmediatamente, el
maba— es una puerta que lleva a un continen- gran impulso. Recogiendo las ideas —y a veces
te de más de doscientos millones de almas: y incluso las obras— de los Padres jesuítas, Lavi-
allí, al centro de ese continente, hay que llevar gerie había lanzado ya un amplio movimiento
la luz del Evangelio!»
Es innecesario decir que semejante progra- 1. Un solo jefe militar aprobó a Monseñor La-
ma desencadenó una oleada de oposiciones con- vigerie: el general De Sonis, que había de mandar a
tra el prelado. Funcionarios, colonos, comercian- los zuavos pontificios y caer al frente de sus solda-
tes, que estaban de acuerdo en que se dejara dos en 1871.
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

a favor de los orfelinatos: ahora lo desarrolló y obispo, podían considerarse como serias. Sus or-
amplió. Los niños educados por su desvelo, ca- felinatos, sus escuelas, sus explotaciones agrí-
sados después y colocados a sus expensas en colas se hallaban en plena expansión. Sobre las
tierras que él les daría sin compensación algu- terrazas de la ciudad, Nuestra Señora de Africa,
na, formarían los primeros núcleos de zonas de casi concluida, levantaba sus campanarios; Ro-
implantación católica En el valle del Chelif ad- ma, contestando al deseo de Monseñor Lavige-
quirió varios miles de hectáreas para colocar allí rie, acababa de crear para él un Vicariato apos-
a sus protegidos. Se advirtió a los musulmanes tólico que se extendía al Sahara y al Sudán, ha-
que, cuantos lo pidieran, podrían enviar a sus ciendo así de Argel la blanca puerta cristiana
hijos a las instituciones del Arzobispo. Los terri- del Continente negro.
bles azotes que durante más de veinte meses se Viendo tales resultados, rápidamente obte-
abatieron sobre Argelia —cólera, peste, inunda- nidos —y a los que seguirán tantos otros—, se
ciones— dieron al gran prelado ocasión exce- piensa con tristeza en lo que hubieran podido
lente de mostrar la medida de su caridad llena ser de no haberse perdido cuarenta años y si en
de eficacia. Un morabito hizo oraciones públi- las tierras africanas hubiera trabajado un Lavi-
cas por él, en señal de gratitud. gerie en 1830 y si unos gobiernos menos limita-
Pero si la mies era grande, había una tre- dos, menos sectarios, hubieran dirigido la polí-
menda carencia de operarios. Era necesario lle- tica argelina de Francia. Ya en 1832, respon-
var adelante la tarea de implantación cristiana, diendo a los jóvenes redactores del Journal des
pero al mismo tiempo, la población europea cre- Débats, hostiles a toda acción misionera en Ar-
cía rápidamente y, por lo tanto, no podían que- gelia, Veuillot escribía: «Los árabes no pertene-
dar abandonadas las parroquias que exigían ser cerán a Francia si no son franceses; y no serán
multiplicadas. ¿Con qué personal? Los predece- franceses más que cuando sean cristianos; ni se-
sores de Monseñor Lavigerie habían intuido ya rán cristianos en tanto que nosotros mismos no
lo seamos...»
la creación de órdenes religiosas especialmente
africanas: pero sus tentativas sucumbieron. La-
vigerie salió airoso. Así se realizó, con la ayuda
de monsieur Girard, superior del Gran Semina-
rio. la fundación (1868) de los Padres Blancos, E n la propia Europa...
los futuros apóstoles de los indígenas, que de-
bían hablar el árabe y vestir a la manera del Si se tiene la pretensión de ser completo al
país, con el albornoz blanco y el fez, haciéndose esbozar este rápido panorama de la expansión
en todo «africanos entre los africanos», según el católica en el mundo a lo largo de los setenta
insuperable consejo de San Pablo. A los Pa- primeros años del siglo XIX, hay que añadir
dres siguió muy pronto un instituto de religio- una indicación de los esfuerzos llevados a cabo
sas misioneras, las Hermanas Blancas, de las también en el mismo continente de donde par-
que el abate Le Maulf trajo desde Bretaña las tía el impulso misionero: Europa. Nadie, evi-
primeras novicias: entre ellas, una joven de dentemente, pensaría en asimilar a los «países
dieciséis años. de misión» de Africa o Asia, a esas regiones de
Los instrumentos de trabajo apostólico es- vieja civilización, donde el Cristianismo había
taban definitivamente dispuestos. Padres Blan- sido implantado tantos siglos antes y donde los
cos y Hermanas Blancas tratarían menos de progresos del catolicismo no podían realizarse
hallar conversiones mediante un indiscreto pro- más que en detrimento de otras obediencias
selitismo que de hacer irradiar el Cristianis- entre los hermanos disidentes. Sin embargo,
mo entre las masas musulmanas por el ejer- allí había un trabajo que hacer, y fue realiza-
cicio de una caridad vigilante y la fuerza do. En 1800 aun más de la mitad de Europa
del ejemplo. En 1870 las oportunidades de dependía de la Congregación de la Propagan-
la Argelia cristiana, en manos del gran Arz- da; es decir, se admitía que las «Misiones» eran
ORBIS TERRAJvUM 155

indispensables en aquellas tierras. De hecho, lico comenzó a crecer —todavía modestamen-


se realizaron progresos menos espectaculares te—, alcanzando en uno y otro Estado unos tres
que los de la iglesia americana e incluso que los o cuatro mil fieles; y fue un hecho importante
de las Misiones: pero también en Europa se el que, tanto en Copenhague como en Cristia-
manifestaron prometedores. nía, pudieran edificarse catedrales catóhcas. En
En Inglaterra el progreso del catohcismo la misma Suecia, donde hasta 1860 la conver-
se confunde con la serie de grandes aconteci- sión al catohcismo se castigaba con el destierro,
mientos políticos, demográficos, espirituales y y donde los sucesores del valeroso Vicario apos-
canónicos, la emancipación de los católicos, la tólico Oxer1 no pudieron ejercer durante mu-
afluencia de irlandeses, el «Movimiento de Ox- cho tiempo más que una actividad muy redu-
ford» y el restablecimiento de la Jerarquía, lle- cida, el catohcismo se restableció gracias a los
vado a cabo por Pío IX; en Escocia ocurre otro esfuerzos de Monseñor Studach, capellán de la
tanto, aunque la Jerarquía no haya de ser resta- Reina Josefina, y de algunos religiosos y reli-
blecida antes de 1878; en ambos países aumen- giosas, especialmente las Hermanas de San
ta el número de católicos, llegando a 800 000 José, de Chambéry. En 1870 no había más de
en Inglaterra y 200 000 en Escocia. Igualmente dos mil catóhcos en Suecia; pero al menos el
clima había cambiado y los «papistas» no eran
notables son los progresos del catohcismo en
ya mirados como seres pestíferos. De aquellas
Alemania. Aquí resultan de causas complejas:
regiones difíciles habían partido incluso verda-
influencia ejercida por determinados grupos es- deras Misiones. La Prefectura del Polo Norte,
pirituales, cuya importancia veremos más ade- que de 1855 a 1869 abarcó una inmensa zona
lante; prestigio de algunos grandes obispos, tan que iba de la bahía de Baffin y Groenlandia
valerosos al enfrentarse con los gobernantes; hasta las islas Feroe y la Laponia, recibió la
acción social de los católicos, sólidamente orga- acción de numerosos pioneros alemanes, irlan-
nizados entre los artesanos y campesinos; des- deses y franceses que no se desanimaron ante
censo del protestantismo y sobre todo del lute- las escasas conversiones obtenidas, sabiendo que
ranismo. Durante todo el siglo hay una corriente laboraban para el porvenir. Tampoco se desco-
de conversiones, a veces espectaculares, como razonaba el heroico Padre Balduino, nacido en
las de Rochus von Rochow y Traugott von Pfeil, Reims, que volvió a establecer el catohcismo
que en 1852 volvieron a la obediencia romana en Islandia, donde había desaparecido total-
por odio a la revolución, cuyo precedente, y mente, convirtiendo a una sola familia y
una de las causas, les parecía ser el protestan- abriendo una única capilla, pero preparando el
tismo. Hacia 1870 los catóhcos representaban camino a aquéllos y aquéllas que, veinte años
más de la tercera parte de la población ale- después, edificarían la escuela y el hospital ca-
mana. tólicos de Reykjavik.
Si en Rusia hubo cierto retroceso, a causa
de la política de rusificación de los zares; si en
Grecia un curioso movimiento de conversiones,
provocado por los yerros del Patriarca ortodo-
xo de Constantinopla, fue detenido por la acción Resultados y problemas
simultánea de rusos y turcos, en el noroeste de
Europa, por el contrario, en los bastiones del Concitado nuestro vuelo sobre el mundo,
protestantismo se obtuvieron halagüeños resul- podemos volver a leer la frase del decreto con-
tados. En Holanda los catóhcos, a los que en ciliar del Vaticano y medir su veracidad. En to-
1798 se había reconocido la igualdad de dere- das partes —o al menos en la mayoría— la Igle-
chos, comenzaron a alcanzar un puesto conside- sia estaba en franco progreso en 1870 o coloca-
rable. Los países escandinavos, Noruega en da en circunstancias que hacían posibles e in-
1845 y Dinamarca en 1849, establecieron la li-
bertad religiosa y el pequeño contingente cató- 1. Cfr. «La Era de los Grandes Hundimientos».
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

minen tes progresos decisivos. La desastrosa si- aparecido del horizonte. Problemas viejos: Asia
tuación que contemplábamos a comienzos de seguía siendo difícilmente penetrable; sus anti-
siglo había sido enderezada; dejaba huellas, era guas civilizaciones eram refractarias al Cristia-
responsable del retraso sufrido en algunos luga- nismo: Africa estaba solamente rodeada por las
res —como Oceanía— y de las dificultades que Misiones y el interior pairecía oponer atrduais
el catolicismo hallaba en otros, como en la In- dificultades a la evamgehzación. Por otra parte,
dia; pero, en conjunto, el balance era satisfac- a medida que se extendía el caimpo de la ex-
torio. pansión católica, se necesitabain más hombres
¿Puede traducirse ese balance en cifras? para trabajar en él: por grande que fuese el
Por lo que toca a los países en que la Iglesia fervor de las Misiones, ¿se hallarían obreros su-
estaba definitivamente organizada, la cosa es ficientes para la fundación de nuevos puestos?
fácil; puédese decir que en el Canadá los cató- ¿Y no se añadirían otros a esos problemas
licos pasaban del millón; recordar que en los cuyos términos podían ya formularse? En la
Estados Unidos eran cuatro millones y medio. medida en que la expansión misionera había
Pero los cálculos son más difíciles cuando se coincidido con la expansión coloniad de Occi-
trata de territorios de Misión, en los que todas dente, en la medida en que había sido ayu-
las estadísticas presentan un carácter conje- dada por ésta, ¿no había un germen de dificul-
tural, tanto más que la nomenclatura de «pau- tades? El heroísmo y la santidad de los misio-
ses de Misión» varía a medida que algunas neros estaba fuera de duda, y por otra paute,
regiones cesan en su dependencia de la Congre- los Estados europeos tenían razón cuando ven-
gación de Propaganda para ingresair en los cua- gabam a los mártires o cuando exigían que se
dros normales de la Jeraurquía. Con estas reser- permitiera la evamgehzación; mas a los ojos de
vas, y sin contar demasiado con su precisión ex- los pueblos a los que esa evangelización iba en-
cesiva, algunas estadísticas, como las del Padre derezada, ¿no existía el peligro de que esa in-
Rose,1 dan indicaciones de conjunto: de 1840 tervención de la fuerza en la obra apostólica
a 1878 el número de católicos en países de acabara por dañar la causa cristiana? «La san-
Misión vino a pasar de 4 778 800 a 14 559 147
gre de los mártires —escribe Simone Weil—
fieles. Más seguras, las cifras referentes ed cle-
difícilmente puede conservar la eficacia sobre-
ro son aún más significativas: en 1800 los mi-
sioneros no eran más que 500 paira todo el natural que se le atribuye cuando es vengada
planeta; no eran más de 1000 en 1820; ¡y en por las armas...» Por injusta que pairezca la
1878 vienen a ser más de 17 000! En cuamto a frase, cuando se piensa en los sacrificios de tam-
las religiosas, que eram unos reducidos grupos a tos heraldos de Cristo, ¿no pairece que las cir-
principios del siglo y unas 75 algunos aiños des- cunstamcias entrañaban el riesgo de unir más o
pués, llegan a casi 30 000. Por lo tanto, en esa menos la suerte de las Misiones al coloniadismo,
época hubo un verdadero salto hacia delante cuyos aspectos no fueron todos igualmente acep-
por parte de la Iglesia católica, menos gramde tables para los cristianos?
que el del siglo XVI, el de las Misiones espaiño- E incluso cuando la obra misionad no fue
las y portuguesas, pero también importante. unida a la del colonialismo, la expansión cris-
Anunciábanse ya las realizaciones de León XIII, tiana —y la protestamte tamto como la católica—
de Pío X, de Benedicto XV y las de los Pontí- ¿no se hallaba identificada, a los ojos de los
fices de nuestra época: más que una promesa, pueblos de color, con el destino y la civilización
tratábase de una iniciación. de Occidente? Ya hemos visto que la Iglesia,
desde las famosas Instrucciones de 1659, y de
No quiere eso decir que no se plantearam nuevo por boca de Gregorio XVI, manifestó has-
problemas, ni que las dificultades hubiesen des- ta qué punto había que evitair por todos los me-
dios esa identificación: Cristianismo igual a Oc-
1. Katholische Missionstatistik. (Friburgo, cidente. Pero en la práctica, por el simple hecho
1928). de tener la piel blamca y porque sus formas de
ORBIS TERRAJvUM 157

vida eran las de los blancos, ¿no aparecían los 1870; pero los hombres lo ignoraban aún. Ra-
misioneros, forzosamente, como los representan- ros, rarísimos eran quienes lo adivinaban: un
tes de la Europa blanca al mismo tiempo que Padre Taparelli d'Azegho, el célebre jesuíta de
de Cristo? El prestigio de Occidente era tal en la Civiltà cattolica, que tuvo un presentimien-
el siglo XIX, que el hecho, en sí, parecía no pre- to y llegó a preguntarse si la civilización téc-
sentar más que ventajas; los pueblos de color nica y productivista de Occidente, contraria al
aceptaban como un axioma la superioridad del verdadero Cristianismo, no chocaría inevita-
blanco. Pero, ¿no iba a llegar el día en que pu- blemente con las viejas formas de civilización
sieran en tela de juicio esa superioridad, halla- sacra del Asia. Estaba reservado a los cristia-
ran de nuevo el sentido y el orgullo de sus anti- nos del siglo XX el ver levantarse ante sí esas
quísimas culturas, y entonces, al rechazar al angustiosas dificultades y a la Iglesia de nues-
blanco y su civilización, serían inducidos a re- tros tiempos el resolverlas, caminando siempre
chazar también al Cristianismo? adelante en el sendero de su verdad profunda
La Historia puede decir que tales proble- que es el ser trascendental a todas las formas
mas estaban virtualmente planteados hacia de sociedad y civilización: ser universal.
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

v m . ESE MUNDO AL QUE


CRISTO HACE VISIBLE

¿Siglo ateo el X I X ? vas, que podía sentirse débil ante ellas, la Igle-
sia del siglo XIX no ha dejado de vivir, supe-
Podría hacerse una singular antología, cu- rarse e incluso adquirir nuevas fuerzas: he aquí
riosa para ser leída con el paso del tiempo, de un hecho irrecusable, por más que lo ignore al-
textos con apariencia de vaticinio que, a lo lar- gún historiador oficial. Que la causa profunda
go del siglo XIX, anunciaron la inminente caída de esa renovación está én las pruebas sufridas,
del Cristianismo, la ruina de la Iglesia e inclu- sólo puede extrañar a quienes desconocen el
so la inevitable desaparición de toda fe religio- misterio central del Cristianismo, que convierte
sa. Semejante colección de fragmentos iría del la muerte en vida y hace de la Cruz una gloria.
informe que el ciudadano carcelero de Valence Iniciado bajo el sol rojizo del patíbulo, el ca-
dirigió el 29 de agosto de 1799 a los miembros pítulo que nos interesa ha visto a la Iglesia re-
del Directorio, para anunciarles la muerte del novarse por las pruebas, algunas de las cuales
«último» de los Papas, a los trágicos monólo- ponían en tela de juicio su misma existencia.
gos de Federico Nietzsche: «¡Dios ha muerto! Mas para ella fue como la poda para un árbol.
¡Dios ha muerto! ¡Nosotros lo hemos matado!», La Iglesia de las Revoluciones fue —y sigue
pasando por las mordaces aserciones de Enrique siendo— una Iglesia de santidad.
Heine, las gruesas blasfemias de Béranger, los Nada más falso que representar al siglo XIX,
editoriales de El Globo, los silogismos de Feuer- sin más, como un período en que la irreligión
bach y las dulzonas insinuaciones de Renán. progresa en estratos de la sociedad cada vez
Pero a todos han respondido los hechos, y es más vastos. Nadie duda de que muchas almas
casi caer en tautología el esbozar vm comenta- fueron conquistadas por el ateísmo; pero esa
rio. A un periodista que, una vez más, acababa comprobación no da cuenta de toda la realidad
de repetir esa cantilena, respondió Lacordaire: espiritual de la época. Al mismo tiempo que
«Emplazamos a El Globo para el año 50 del si- se desencadena el anticlericalismo, que las doc-
glo de que somos hijos.» La cita ha valido no trinas positivistas y materialistas hallan nuevos
sólo para el año 1850, sino para muchas déca- adeptos, que en muchos países los legisladores
das después: sigue en pie todavía. y educadores preparan la descristianización, se
«Dios quiso que la Iglesia fuera deudora desarrolla ion movimiento en sentido contrario.
de su nacimiento a la Cruz y al sufrimiento, de Desde el instante, tan elocuentemente evocado
su gloria a la ignominia, de su luz a las tinie- por Chateaubriand,1 en que, concluidas la Re-
blas del error, de sus progresos a los asaltos de volución y sus secuelas, «pudo verse una Cruz y,
sus enemigos, de su fuerza a las privaciones y la al pie de esa Cruz, un mundo nuevo», hasta ese
adversidad. Así su esplendor no fue nunca más otro en que en interminables grupos los peregri-
puro que cuando los hombres se esforzaron en nos se pongan en camino hacia Lourdes, se des-
ensombrecerlo. Porque, como el oro se prueba arrolla la bella historia del renacimiento cató-
en el fuego, así los amigos de Dios son probados lico durante los tres primeros cuartos de siglo;
en la tribulación.» esa historia da testimonio de una vitalidad ex-
traordinaria, más grande, desde luego, que la
Este admirable párrafo de tono profético, del período precedente y que hace de ese tiem-
fue escrito por el desgraciado Papa Pío VI en el po, que con demasiada frecuencia ha sido lla-
instante mismo en que iba a salir para el exilio, mado ateo y «estúpido»,2 uno de los grandes
la cautividad y la muerte. Da cuenta de una momentos de la Historia del Cristianismo.
verdad trascendente a la Historia, pero que un
historiador no puede dejar de tener en cuenta: La expansión de la Iglesia en el «Orbis Te-
el papel sobrenatural que el sufrimiento repre- rrarum», que acabamos de ver, constituye uno
senta en el crecimiento de la Iglesia, su nece-
saria fecundidad. Atacada desde dentro y des- 1. «Études historiques», final del discurso so-
de fuera, traicionada por algunos de sus hijos, bre la calda del Imperio Romano.
enfrentada con dificultades tan graves, tan nue- 2. León Daudet.
ESE MUNDO AL QUE CRISTO HACE VISIBLE 159

de sus signos más sorprendentes: más aún por mites de un Cottolengo, de un Juan Bosco o
las virtudes de que da testimonio que por los de un Padre Chevrier; a la seducción del «Es-
impresionantes resultados obtenidos. Pero hay píritu que niega siempre» —de que hablaba
otras señales, otras muchas, no menos eviden- Goethe—, la fe simple de una Catalina Labouré
tes. El clero, aumenta en cantidad y, sobre todo, o de una Bernadette Soubirous. Lo que en sus
en calidad; las órdenes religiosas y las congre- tiempos hicieron sucesivamente un San Agus-
gaciones se expansionan; las grandes corrientes tín, un Sem Bernardo, un San Vicente de Paúl,
de piedad alcanzan extraordinario impulso; la constituyéndose en hereddos de Dios frente a
liturgia se restituye a sus venerables fines y de- las corrientes del mundo, otros lo hicieron en
vuelve a las almas el verdadero sentido de la el siglo XIX con el mismo éxito y la misma fuer-
Iglesia; las obras de caridad más eficaces aún za. Ellos son, sin duda alguna, los más veraces
que en los tiempos de Monsieur Vincent; la cre- testimonios de una época a la que se da el nom-
ciente devoción a la Santa Sede; el despertar bre de «atea».
del laicado a una fe más activa: he aquí algu- Resultaría singularmente incompleto un
nos hechos característicos de la época, por lo cuadro del siglo XIX que dejara a un lado este
menos tanto como el éxito editorial de Renán, aspecto fundeimented de la realidad histórica.
la comilona en Viernes Santo de Sainte-Beuve Más que la política de la Iglesia, cuenta la san-
o la fundación de la primera Internacional tidad de la Iglesia; y más que los ruidosos con-
obrera. Es sorpredente el contraste entre las flictos ideológicos, esa batalla que eternamente
dos caras de una misma sociedad: la una, vuelta se libra en lo más profundo del corazón del
hacia la noche de las negaciones decisivas; la hombre, lo que Sem Ignacio llamaba batalla
otra, hacia la luz, que anuncia la de nuestros «de dos banderas». Analizando profundetmente
tiempos. la naturaleza de la Iglesia, para concluir que
no es una sociedad humana como las otras, que
Encalman esa contradicción hombres y mu-
tiene su modelo en el Cielo, en la Ciudad de
jeres cuya sola existencia desmiente el renom-
Dios; que es, en la tierra, el símbolo y la prome-
bre de irreligión creciente del tiempo en que vi- sa de una vida sobrenatural que trasciende a la
ven. Muchos son los samtos y las santas en el si- tierra, J. A. Moehler, el maestro de Tubinga,
glo XIX: venios centenares. Todas las naciones heillaba hace cien años esta fórmula perfecta:
cuentan con alguno —Francia, más que ninguna «Jesucristo ha hecho visible el mundo superior:
otra—; todas las clases sociales los tienen. Perte- la Iglesia es su imagen y figura, porque en ella
necen a todas las categorías: desde los puros mís- y por ella se ha convertido en realidad lo que
ticos como el exquisito Gabriel de la Dolorosa y quería representair.» 1 Y en definitiva, lo que
el humilde Tadgi, hasta los fundadores de memos ante todo importa a los ojos del historiador cris-
poderosas como la Madre Javouhey y San Juam tiano es «ese mundo que Cristo hace visible»,
Bosco, y los aventureros de Cristo, mártires en que es el que da a los seres sus verdaderas di-
China y Oceanía. mensiones y a los acontecimientos toda su tras-
Más aún: los más eminentes entre ellos son cendencia.
representativos de esa ley diedéctica de la sam-
tidad que se observa a lo largo de la historia
cristiana; ley misteriosa, según la cuail los gran-
des santos aparecen siempre en el instamte y El estiaje de la Fe
con los cairacteres apropiados peira deir el nece-
sario mensaje a los hombres de su tiempo. Así, Es muy difícil deirse cuenta, de memera
al luciferino orgullo de la inteligencia, respon- exacta, del nivel de la fe en los tres primeros
den la pobreza de espíritu y la luminosa igno- cuartos del siglo XIX. La sociología cristiana,
rancia del Cura de Ars; a la dureza a la inhu-
manidad creciente de una sociedad en la que 1. Symbolique, de J. A. Moehler, trad. Lachat,
el dinero se convierte en rey, la ceiridad sin li- t. II, p. 20 (París, 1936).
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

ciencia tan joven que nace apenas en nuestro vida religiosa varía según los países como tam-
tiempo, no existía entonces. Por ana diócesis bién varían sus características: el catolicismo
como la de Versalles, que ya en 1829 iniciaba italiano, buen muchacho, un tanto supersti-
lo que hoy llamamos «encuesta sociológica», cioso, que se adhiere a todos los aspectos de la
¡cuántas hay cuyos pastores no se planteaban vida corriente, incluso a los más imprevistos,
siquiera el problema de saber si sus ovejas eran no es idéntico al catolicismo español o al polaco,
realmente fieles! En Francia algunos estudios que ha conservado —de manera a su vez dife-
fragmentemos, algunos documentos episcopales, rente— rasgos casi medievales. Pero este estiaje
dan breves indicaciones acerca de la práctica re- de la fe parece haber cambiado también de dé-
ligiosa en Chartres, en Mans, en Orleáns; para cada en década, más alto inmediatamente des-
Alemania, algunos informes de Nuncios; en pués de la tormenta revolucionaria, cuando Eu-
cuanto a Italia y España, hay que atenerse a ropa entera intentó la experiencia de la Restau-
algunas alusiones. ración; y en descenso después, en correlación
Los pocos documentos que poseemos dejan con los acontecimientos políticos y con nueva
mala impresión. Los Nuncios, en Alemania, tendencia a subir hacia finales del período,
aseguran que «las clases elevadas de la sociedad cuando todos los esfuerzos llevados a cabo des-
no son rehgiosas más que en apariencia, limi- de hace cincuenta años comienzan a dar su
tándose a la misa del domingo y a la recepción fruto.
anual de los sacramentos»; y que «entre los ar- En este panorama sobresalen dos grandes
tesanos, los comerciantes, los hombres de letras hechos, visibles más o menos en todos los paí-
y los sabios domina la indiferencia, y sólo las ses, pero especialmente en Francia, donde po-
mujeres ofrecen mejor situación»; que en las demos hacemos una idea bastante exacta de la
clases bajas, por último, «apenas puede hallarse vida religiosa, a veces incluso por documentos
aún una religión». Por otra parte, Monseñor profanos, como artículos de periódicos y nove-
Dupanloup, trazando un retrato implacable de las. La burguesía, volteriana en conjunto des-
su diócesis, considera un triunfo el haber lo- pués de la Revolución y el Imperio, y sobre todo
grado que suba de 30 000 a 40 000 el número la burguesía de los negocios que se desarrolla
de fieles que cumplen por Pascua, en un con- con el capitedismo y la industria, evoluciona
junto de 350 000 almas. Pero convendría sa- lentamente; se acerca a la Iglesia, no sólo por
ber en qué estadísticas, en qué resultados de razones políticas, como las que pudieran pro-
encuestas se apoya el vibrante Obispo de Or- vocar las Jornadas de Junio, sino por causas
leáns para proponer una cifra tan débil... En más profundas, en virtud de esa ley pendular
este terreno hay una tendencia al pesimismo que opone los hijos a los padres, por reacción
profesional que sería difícil discernir en nuestra contra los apriorismos y las negaciones decep-
época; los predicadores tienen con más frecuen- cionantes de la irreligión. Por el contrario, la
cia costumbre de tronar contra la descristiani- clase obrera se aparta cada vez más no sólo de
zación que mostrar las señales más seguras de la Iglesia, sino de la vida religiosa; hasta los
cristianización. Parece a primera vista difícil años próximos a 1848, el obrero —incluso cuan-
admitir que una sociedad en la que se ven crecer do apenas va a misa— se mantiene respetuoso
tantas vocaciones sacerdotales y rehgiosas, des- con las cosas de la fe; pero después, con el an-
arrollarse tantas obras de caridad y extenderse ticlericalismo, se desarrolla rápidamente la irre-
de manera impresionante las devociones al Sa- ligión, e incluso la hostilidad declarada. Es
grado Coreizón y a la Santísima Virgen, haya muy significativo leer, en documentos episco-
podido estar tan alejada de la fe y de la prác- pales, comprobaciones y llamamientos extra-
tica religiosa como algunos han pretendido. ñamente parecidos a los que hoy podemos leer
Hay que tener en cuenta, además, dos ele- y oír. En 1856, poco antes de ser asesinado por
mentos igualmente importantes en la aprecia- un loco, Monseñor Sibour, Arzobispo de París,
ción de esta clase de hechos. El estiaje de la hacía establecer por sus servicios un plan de
ESE MUNDO AL QUE CRISTO HACE VISIBLE 161

evangelización de la clase obrera. En él podía objeto, de un hecho, de un hombre, «no me pa-


leerse: «Una enseñanza religiosa de las masas rece muy católico» es emitir un juicio peyorati-
populares, enseñanza activa, apostólica, perse- vo y, al mismo tiempo, rendir homenaje a la
verante, que vaya a buscar a esas masas, pene- Iglesia, maestra de morad.
tre en ellas, se les ofrezca fácilmente y tome Esta sociedad, más sólidamente cristiana
una forma apta a sus necesidades, es evidente- de lo que pensamos, tiene sus vigorosas células:
mente una de las cosas más urgentes para la las parroquias. Habían sido bien restauradas,
iglesia de Francia. La necesidad de esa ense- tras la crisis protestante, según las indicaciones
ñanza religiosa se deja sentir en todas las ciu- del Concilio de Trento. En vísperas de la Revo-
dades de provincia, pero existe de modo incom- lución mostrábanse aún muy vivas. Fueron las
parable en París, sobre todo en su comarca y en parroquias quienes permitieron a la Iglesia atra-
sus arrabales. Allí viven casi un millón de tra- vesar la terrible prueba, resistir a los ataques
bajadores y pequeños comerciantes, en su ma- de los laicizadores y rechazar o separar al clero
yoría alejados de las prácticas de la religión y constitucional. Tras la tormenta, las parroquias
de la enseñanza.» En cuanto al campo, a pesar siguen allí. Nunca se les ha dado, ni en Francia,
de una cierta tendencia a la indiferencia, que ni en Alemania, ni en Bélgica, ni siquiera en
se acentuará con los progresos del anticlerica- Italia, el registro llamado «Estado Civil», pero
lismo, sigue siendo, en su mayoría, fiel a la fe los que ellas tienen, para bautismos, matrimo-
tradicional; una fe que tal vez, y sobre todo nios y entierros, conservan enorme importancia.
entre los hombres, aparece teñida de conformis- Las parroquias no son las únicas en impartir
mo, pero que, en muchos más casos de lo que se la enseñanza primaria, pero en muchos países,
incluso en Francia, asumen aún en gran medi-
cree, llega a revelar verdadera calidad: así, en
da ese oficio pedagógico. A ellas incumbe, en
las familias rurales de donde salen un Teófanes
todo caso, la formación espiritual de la juven-
Vénard, alegre mártir en Indochina; un Juan tud, y en todos los grandes países católicos el
María Viarmey, una Bernadette Soubirous. Catecismo querido y ordenado por el Concilio
Además, ¿ debe condenarse, sin más, el con- de Trento es enseñado efectivamente a los ni-
formismo cuando existe? No carece de impor- ños: En Francia es, en líneas generales, el de
tancia el que la sociedad que encuadra y sostie- San Sulpicio, que remonta a los tiempos de
ne al individuo sea, en su conjunto, tradicional- monsieur Oher, de pedagogía muy tradicional,
mente cristiana; que las costumbres, pequeñas que alterna explicaciones, preguntas y cantos li-
y grandes, estén penetradas de recuerdos reli- túrgicos. Se necesitan cuando menos cuatro ho-
giosos; que el respeto humano trabaje a favor de ras semanales para seguir todo el curso.
la fe en vez de laborar contra ella —como tan-
tas veces ocurre en nuestros días—. La vida or- Solidez, fecundidad de las parroquias: «El
dinaria en la casi totalidad del Occidente católi- sentido comunitario de la antigua Cristiandad
co, sigue bajo el signo de la Cruz. Hemos po- —observa juiciosamente el Reverendo Padre
dido medir la fuerza de tal fidelidad cuando los Humbert Vicaire—, expulsado de una Europa
semilocos de la Revolución francesa quisieron voluntariamente individualista, se refugia aho-
repubhcanizar los nombres de lugares y perso- ra a la sombra de los campanarios.» En el
nas e incluso el calendario. Resulta inconcebible cuadro parroquial se desarrollan las asociaciones
y escandaloso no bautizar a los hijos o no lle- piadosas, los grupos de Adoración Perpetua y
varles a hacer la primera comunión; Víctor de Hijas de María, las Conferencias de San Vi-
Hugo, que se ha convertido en un anticlerical, cente de Paúl, las cofradías de penitentes negros
participa con gozo en esas fiestas familiares en y blancos, cuyo renacimiento data de esa épo-
honor de sus nietos. No ser enterrado por la ca.1 La parroquia tiene sus grandes momentos:
Iglesia sigue siendo, en la opinión común, «re-
ventar como un perro». El mismo lenguaje tra- 1. Como lo ha mostrado Jean Mellot en su li-
duce la adhesión a esas tradiciones; decir de un bro Pénitents noirs, pénitents blancs.
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

Navidad, Pascua, el Corpus, el 15 de agosto, el mientos, repetidos desde el púlpito, por ejem-
Día de Difuntos, las Rogativas, cuyas ceremo- plo, acerca de la «ballena de Jonás» o la deten-
nias son seguidas con gran atención en los pue- ción del Sol por Josué, sabían a pueriles; que
blos, sin olvidar la «fiesta parroquial» en honor con todo derecho podía uno sorprenderse al oír
del santo cuyo nombre lleva la iglesia. El folklo- el revolucionario Canto de la despedida en las
re mezcla sus costumbres, a veces extrañas a los iglesias, con texto modificado así: «un cristiano
fastos litúrgicos, contribuyendo a mantener las debe vivir para ella...», y más aún admitir que
viejas tradiciones. Ocurre a veces que el resul- los siete dones del Espíritu Santo fuesen con-
tado es grotesco; celébranse en algunos lugares gruamente alabados con la música de la roman-
todavía «misas del rebaño» e incluso «misas za Du serin qui te fait envie... Es igualmente i n -
del cerdo»; también sucede en ocasiones que las dudable que la fe popular, incitada a eso por
fiestas religiosas terminen en francachelas... muchos sacerdotes, tuvo tendencia a admitir fá-
Pero pasémoslo por alto. No es menos cierto que cilmente hechos llamados milagrosos, que la
el papel de bastiones cristianos representado en Iglesia docente no reconoció nunca, o muchas
la sociedad medieval por los monasterios, en una tradiciones legendarias que la crítica se encar-
Iglesia amenazada por diversos medios lo sostie- gaba de pulverizar.
nen ahora las parroquias. No está ahí, quizá, la peor falta que pueda
Hay que tener en cuenta estas realidades si achacarse a la religión del siglo XIX, sino, ante
se quiere poseer una idea justa de lo que verda- todo, el haber sido demasiado personalista, de-
deramente era la vida religiosa, su vitalidad, su masiado dirigida al interior, en un sentido —el
fuerza, en los tres primeros cuartos del si- mal sentido— demasiado «espiritual», es decir,
glo XIX. La laicización no había hecho sentir descarnada. Para luchar contra las tentaciones
aún profundamente sus efectos: no será motivo del mimdo insistíase de tiempo atrás en la im-
de preocupación hasta algo después, cuando portancia de la vida interior. Un esfuerzo «so-
las leyes en diversos países (Francia, Italia, Ale- bre sí mismo», una ascensión personal hacia la
mania, Bélgica y Suiza) establezcan sus medios, luz; eso es lo que parecía únicamente necesario.
y las doctrinas cientifistas y materialistas, pasa- El clero, influido por las lecciones de monsieur
das del terreno de la especulación al de la ense- Olier y de San Sulpicio, entendidas además
ñanza primaria, se difundan gracias a la inter- en un sentido demasiado estrecho, se inclinaba a
vención de muchos educadores. Desde este pun- pensar que le bastaba trabajar en su propia
to de vista será capital el período que va de los santificación para irradiar a Dios y la Verdad.
últimos años del Imperio (1865, fundación de la Nada de esto es verdad sino a condición de re-
Liga de Enseñanza en Francia), a las declara- cordar, como harán Juan Bautista Vianney,
ciones «laicas», de Gambetta, de Crispi o de Bis- Juan Bosco o el Padre Chevrier, que la santi-
marck. Y cuando los más profundos ejes de la dad es, ante todo, abandono y olvido de sí. Esta
tradición cristiana hayan sido minados, la fe interiorización de la vida religiosa lleva muy
estará en peligro. pronto a una verdadera dicotomía, de eviden-
¿Quiere ello decir que esa fe —más sóli- tes efectos, entre la vida interior del cristiano
da, repitámoslo, de lo que ordinariamente se y la exterior, es decir, la vida simple y llana-
cree— no tuviera sus defectos? Con frecuencia mente. Así se verá cada vez más a hombres que
se ha observado que la religiosidad del siglo XIX se creen en su vida privada excelentes cristia-
era pueril en su expresión, que algunas formas nos, creyentes, practicantes y que al mismo
de devoción eran ridiculas, que los himnos que tiempo violan, en los negocios y en la dirección
se cantaban en las iglesias eran vacíos. Tal jui- de sus empresas, los más elementales manda-
cio, sin ser totalmente falso, resulta precipitado, mientos de la moral y de la caridad cristiana. Se
sumario. Es evidente que algunas prácticas necesitará mucho tiempo para que tales errores
para ganar indulgencias nada tenían que ver sean denunciados (ya que no corregidos: ¿y
con la verdadera piedad; que ciertos razona- lo serán alguna vez?) y para que haya concien-
ESE MUNDO AL QUE CRISTO HACE VISIBLE 163

cia de que una religión que no hace cuerpo con guerras napoleónicas, y otras víctimas de in-
la sociedad, que no empapa los medios de vida, cendios fortuitos, como la basílica de San Pablo
que no rige las relaciones de los hombres y en- Extramuros, que fue reedificada con grandes
tre las clases sociales, sino que se aisla en el es- gastos. En algunos sitios —tan fuerte era el ím-
fuerzo solitario por la salvación personal, es una petu religioso después de 1815— se decidió con-
religión amenazada. tinuar de nuevo obras inactivas desde hacía
Ahí está la profunda causa de esa especie siglos; así ocurrió en Colonia, donde la catedral
de distorsión que padece la religión en el si- quedara inacabada desde tres siglos atrás, y
glo XIX: también explica el retardo en empren- a donde fueron ñamados, en 1823, los hermanos
der una acción social cristiana y la inferioridad Boisserie, para concluir las obras. Son inconta-
de los catóhcos en los debates ideológicos. Es bles las iglesias que en todas partes, y sobre
significativo que el testimonio de todos los gran- todo en Italia, fueron reforzadas, restauradas y,
des santos se alce contra esta amenaza; y no con demasiada frecuencia, retocadas según el
lo es menos el que se compruebe, en la teología gusto de la época. Y más difícil aún es enume-
y en la renovada liturgia, un esfuerzo por llevar rar las iglesias, pequeñas y grandes, que fueron
al alma fiel a un sentido más ampho, más comu- levantadas entonces en toda Francia; en el año
nitario, de las profundas exigencias de la fe: 1852 había doscientas obras simultáneas, mu-
esfuerzo que conducirá en nuestro tiempo a la chas parroquias rurales datan de ese tiempo y
grandiosa visión de la Iglesia, «cuerpo mís- reemplazan frecuentemente —y desgraciada-
tico». mente— a construcciones consideradas viejas,
que hoy añoramos.
Así, pues, la arquitectura religiosa conoce
en ese período una gran vitalidad material.
Las contradicciones Pero, ¿puede hablarse de vitalidad en la crea-
del arte sagrado ción, en la invención? El siglo XVIII había ter-
minado con la victoria del academicismo: la
El arte, que sigue siendo, como siempre, Magdalena, en París, mala imitación a gran
espejo del tiempo, traduce con toda evidencia escala de la «Maison Carrée» de Nimes, co-
esas dificultades. En los periodos en que la fe menzada bajo Luis XV y concluida y consa-
forma un cuerpo con la sociedad cristiana, en grada en 1842, es la obra maestra del género:
que el dogma y la tradición informan todos sus no parecía inadmisible encerrar el culto cris-
elementos, trátese de la Edad Media o del siglo tiano en el marco de un templo romano. Du-
«barroco» que siguió al Concilio de Trento, el rante mucho tiempo se seguirá poniendo, aquí y
arte sagrado da una fiel imagen de la religión ahí, columnas jónicas y corintias y el frontón
del tiempo; su vigor y su plenitud dan testimo- triangular en las fachadas de las iglesias, in-
nio de ello. ¿Sucede lo mismo en el siglo XIX? cluso (tal es el caso de la iglesia de San Vicente
No vamos a decir que el arte cristiano en esa de Paúl, en París) cuando se trata de una facha-
época no ostente un puesto importante mate- da postiza, sin relación alguna con el resto del
rialmente considerado. Tras la crisis de vanda- edificio y que pugna con las torres neorromá-
lismo que acompaña a la Revolución,1 se em- nicas.
prende un admirable esfuerzo para reparar in- Pero surge en seguida una reacción con-
numerables iglesias y capillas que muchas ve- tra el tradicionalismo académico. Mejor dicho,
ces se hallaban en deplorable estado. Fueron dos reacciones. Abierta la era del conocimiento
reconstruidas también las destruidas por las del vasto mundo, los espíritus curiosos se intere-
san cada vez más por los países lejanos, por el
1. Y que, en algunos lugares, continuó sus de- Oriente, y se piensa en recoger «esa gracia divi-
vastaciones: por ejemplo, en Cluny, las destruccio- na del cosmopolitismo», de que habla Baudelai-
nes prosiguieron por mucho tiempo. re, tomando lo mejor de todas las formas arqui-
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

tectónicas. De ese estado de ánimo nace una es- de los monumentos religiosos de la Edad Me-
cuela, el eclecticismo, que trata de asociar ima dia: el de Viollet-le-Duc (1813-1879). Patroci-
columnata griega a una fachada renacentista nado por Napoleón III, apoyado por la Comi-
como ingreso a una nave basilica! coronada de sión de Monumentos Históricos, tuvo, y aún con-
cúpulas. serva, el mérito de haber salvado de la ruina
Más vigorosa y decisiva fue la reacción me- a Vézelay, la Santa Capilla, Saint-Denis, Notre-
dievalista y, sobre todo, neogòtica. ¿Reacción? Dame de París y otra decena de catedrales. Se
No: invasión y triunfo. Los escritores dieron la ha juzgado frecuentemente con excesivo rigor
pauta: el romanticismo puso de moda la arqui- su obra, criticando, sin válidas razones, los aña-
tectura de la Edad Media, llena de compleji- didos que hizo a tales monumentos venerables,
dades y misterios y susceptible de conducir al por ejemplo, a Notre-Dame de París, la flecha
ensueño. Chateaubriand la había exaltado ya y las célebres gárgolas —que, por otra parte,
en El Genio del Cristianismo. Víctor Hugo pro- son muy logradas—. Lo que puede reprocharse
siguió la rehabilitación de aquellas formas, otro- como más grave a Viollet-le-Duc es su mismo
ra tenidas por bárbaras, en Notre-Dame de Pa- principio: «Restaurar un edificio —decía— no es
ris: supo demostrar en esa arquitectura el equi- mantenerlo, repararlo o rehacerlo: es restable-
librio perfecto de la audacia y la ciencia, el cerlo en un estado completo que puede no haber
lirismo y la precisión técnica. Hubo una verda- existido en un instante dado.» Eso era olvidar
dera pasión por aquel arte, del que decía Mon- que las grandes catedrales han crecido a la ma-
talembert: «A mi modo de ver, es catóhco ante nera de organismos vivos, que su profunda ar-
todo.» Tal era, también, la opinión del arqui- monía se basa en ese fluir de la savia creadora
tecto Didron que, yendo aún más lejos, procla- y no en una artificiosa unidad de estilo. Cor-
maba que «nada había más catóhco, en el sen- tando y suprimiendo la aportación de los si-
tido riguroso de la palabra, que el estilo del si- glos, tendió a reconstruir las catedrales, no
glo XIII». Las personas creyentes o simple- como eran, sino como pensaba que hubieran
mente sensibles, se encontraban a gusto en él: sido.
así madame d'Agoult que visitando la catedral A este error se añade otro, en cierto sentido,
de Bourges, se sintió «como envuelta en un sen- más grave aún. Gran número de arquitectos,
timiento de infinito». Los trabajos de Reichen- cuya común idea era expresada por Didron,
sperger, en Alemania, daban a este ímpetu más vivían convencidos de que, para hacer iglesias
sóhdas bases. verdaderamente católicas, no había más que co-
A esta vuelta al honor de un arte antes tan piar a los maestros medievales. Y no en su flu-
desdeñado habría que brindar el aplauso incon- yente genio, sino en sus secas recetas. En París,
dicional si la admiración hubiera ido acompa- Santa Clotilde, comenzada en 1846 por Gau
ñada por una respetuosa fidelidad. Pero se co- y acabada en 1856 por Ballu, es el perfecto
metieron muchos errores : el primero, so pretexto ejemplo del triste resultado a que llegaban tales
de prestar un servicio a la arquitectura medie- intenciones. En Lille, para construir la catedral,
val, protegiendo sus obras maestras, consistió los arquitectos Lassus y Leroy no hallaron cosa
en «proseguirlas» e incluso en «mejorarlas», mejor que emprender la síntesis «moderna» de
desembarazándolas de cuanto no pareciera con- todas las catedrales de Francia: la nave de
forme a su carácter. La empresa era entonces Amiens, el pórtico de Reims, el coro de Beau-
tanto más peligrosa cuanto que se conocía mal vais, la torre de Chartres... Equipos de arqui-
la Edad Media y, al restaurar o imitar las cate- tectos establecieron modelos «universales» de
drales, se corría el riesgo de crear un falso arte diversas medidas, con precios garantizados:
medieval, una mala imitación. una bonita iglesia gótica de aldea, inspirada en
Un nombre ha quedado unido a la obra la de Pont-Aubert, en el Yonne, no costaba más
—muy estimable en sí, hay que reconocerlo, y de 131 187'47 francos. ¡Beneficios de la «stan-
grande en sus intenciones— de la restauración dardización» ! Y no fue el gótico el único obje-
ESE MUNDO AL QUE CRISTO HACE VISIBLE 165

to de tades copias: otros arquitectos prefieren de- vacilación y ad retoricismo. La pintura propia-
dicarse al neorrománico, por ejemplo, en Saint- mente religiosa sucumbe. En Italia triunfan las
Lambert de Vaugirard, o en la catedral de Gap peores imitaciones de Miguel Angel y de Guido:
y en numerosas ciudades de Italia. A finales del la sala del Vaticano, que Pío IX erigió en honor
período, con el pretexto de reaccionar contra la de la Inmaculada Concepción, es un perfecto
invasión del falso gótico, surgirá el neobizan- ejemplo del más execrable gusto. En Alemania,
tinismo, cuya obra maestra será el Sacré-Coeur, desde comienzos de siglo, surge en torno a Fede-
de Montmartre; al mismo tiempo crece una es- rico Overbeck (1789-1869), que será uno de los
pecie de eclecticismo que da conocidos resulta- jefes de la renovación católica en los países ger-
dos en Notre-Dame de Fourvière, de Lyón, y en mánicos, la escuela llamada de los «Nazare-
Notre-Dame de la Garde, de Marsella. nos» : instalados en Roma, sobre el Pincio, aque-
Esos fracasos son reveladores. En 1845 llos jóvenes, que son todos buenos creyentes
Martín Dentinger, el sacerdote-filósofo de Mu- (algunos protestantes) y viven como monjes, se
nich, en su Tratado de Estética, escribía que <da dedicam con entusiasmo ad estudio de los maes-
conciencia estética tenía necesidad de la reve- tros del primer Renacimiento italiano: Duccio,
lación divina paira expansionarse». Fra Angélico, Benozzo Gozzoli, y copiam sus
La experiencia probaba que eso no era sufi- obras. Más allá de la belleza de los cuerpos,
ciente. Muchos de aquellos arquitectos eraui cre- tendían a dair cuenta del mundo sobrenatural.
yentes y querían, con leal corazón, servir a la Con esta inspiración realiza Overbeck vastos
Iglesia, pero no lograron más que obras decep- frescos de tema bíblico o sobre la «Visión de Sam
cionemtes, complicadas o enfáticas, de la que Francisco de Asís»: aircaísmo, hieratismo, estu-
ninguna da impresión de la plenitud de fe ex- diada simplicidad. Su influencia se dejará sen-
presada.1 ¿Qué les faltaba? ¿Ser «modernos»? tir en la escuela de Beuron, fundada por Pedro
Todos creíam serlo; e incluso algunos tuvieron Lenz, en las de Dusseldorf y Viena, donde Fueh-
la idea de que materiales «modernos», como el rich pinta un Vía Crucis, reproducido en
hierro, podrían ser definitivamente usados en todo el mundo; en los «prerrafaelistas» ingleses
la arquitectura religiosa, cosa que se hizo en y hasta nuestra época: pero, ¿dónde está la ver-
San Eugenio, de París: ¡pero también esa auda- dadera creación?
cia fue puesta al servicio del neogòtico! Fal-
No está tampoco en el arte francés, que se
tábades el genio, el gram ímpetu creador. Pero
dedica igualmente a la imitación. Hipólito
ese genio, ese impulso creador del arte cristia-
no, no surge más que en las épocas en que el Flandrin (1809-1864), que pasa por ser uno de
Cristianismo está totalmente ligado a una for- los maestros de la pintura católica, tiene una de-
ma de sociedad, a la que penetra y amima, de voción dulce y recogida. Pero en las enormes
manera que no hay entre ellos esa tirantez, esa composiciones que realizó para numerosas igle-
incertidumbre tan visible en el siglo XIX. Aque- sias, en Nimes y en Nantes, en Saint-Germain-
lla mediocre arquitectura es la señal más visi- des-Prés, en Pairís, lo mismo que en Sam Vicente
ble de un mundo espiritualmente discorde. de Paúl, ¡cuánto artificio, cuánto método, cuán-
tas diversas influencias, tamto de los nazarenos
La situación no es mejor en las artes plás- como de Ingres! Taimpoco falta la mística pie-
ticas. También en éstas se va a la copia, a la imi- dad en el pincel de Ary Scheffer, pero no le bas-
tación más o menos servil, al eclecticismo, a la
ta paira producir obras maestras. Hacia finades
del período, Puvis de Chavannes aporta un
1. Hay que leer en el excelente libro de Made- acento nuevo, que no llega a imponerse a quie-
leine Ochsé Un art Sacré pour notre temps (París,
1959) las profundas páginas sobre el caso de Pierre
nes encargan las grandes decoraciones de los
Bossa, primer arquitecto de Fourvière, convertido templos. ¿Ha muerto o está moribunda la pin-
de corazón, discípulo del Cura de Ars, que meditó tura cristiama? No, en absoluto. Pintores laicos,
y oró durante veinte años para que su basílica fuera de espíritu a veces muy profano, consagram de
una obra maestra... vez en cuando sus talentos a temas religiosos:
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

Prud'hon pinta un Cristo eri la Cruz y tina glo XIX. Y hablaríamos de él con mayor deso-
Asunción de la Virgen; Ingres, cabecilla de lación si no supiéramos que, mientras se le-
los clásicos, prestigioso dibujante, pinta una vantaban las laboriosas copias del falso gótico,
Virgen con la Hostia y u n Cristo entregan- edificábanse también, gracias al Cura de Ars, a
do las llaves a Pedro; Delacroix realiza para la Dom Bosco y a Bernadette Soubirous, las cate-
iglesia de San Sulpicio, de París, su admirable drales del alma... Y hallaríamos que el proble-
Cristo en el Huerto de los Olivos, y para Saint- ma planteado a los cristianos del siglo XIX por
Denis-du-St.-Sacrement, su dramática Pietà; el desacuerdo entre la fe y la sociedad respon-
o Chasseriau, Delaroche y Millet, con su céle- sable de esa decadencia está lejos de haber sido
bre Angelus. A algunos de esos maestros pro- resuelto en nuestro tiempo.
fainos dedicados a temas sacros se les ha repro-
chado a veces la falta de verdadero espíritu re-
ligioso y haber escogido temas y formas en que
lo espiritual no tenía mucha cabida: pero esto Música en la iglesia,
no es verdad para todos. Y es importante, en o música de Iglesia
cualquier caso, el que adgimo de los maestros
de su tiempo, aunque carecieran de profundas Esa decadencia artística —puesto que hay
raíces cristianas, hayan querido dedicair a te- que llamarla por su nombre—, ¿se manifiesta
mas religiosos parte de su actividad. Más ade- también en la música? Bastante menos y de di-
lante, cuando se haya acentuado el divorcio versa manera. Es sensible el mismo desacuerdo
entre la fe y la sociedad, habrá motivos para entre las profundas aspiraciones del alma cre-
laimentar que los Manet, Monet, Degas, Re- yente y sus modos de expresión, que traducen
noir, Gauguin, Van Gogh, que renovaron la vi- de otra manera la dificultad de la religión para
sión del mundo, no hayam sentido esa clase de informar y marcar con su sello la sociedad que
preocupaciones. está naciendo. Por lo menos, en el terreno musi-
Todavía más decepcionante resulta hablar cal se observan —cada vez más precisos— sínto-
de la estatuairia cristiana. Cainova, muerto en mas dichosos de renacimiento.
1822, deja muchos discípulos que sólo retienen En el instante en que el siglo XVIII iba a
los procedimientos formalísticos del maestro. hundirse en la Revolución, la música religiosa
Se camina hacia el airte tierno, pero algo «azu- se hallaba en situación contradictoria. Lo que
carado», de Chapu, autor de una conocida Jua- había en ella de propiamente eclesiástico re-
na de Arco y las voces; o hacia la mediocridad sultaba lamentable: el canto gregoriano acaba-
de Paul Dubois y Eugenio Guillaume... Pero ba de degradarse; las naves resonaban con aires
hay algo peor: hacia 1850, un reducido grupo de caza, de «arietas», de zairabandas..., cuando
de hombres muy distinguidos, algunos incluso no minuetos y rigodones. Había habido reaccio-
eminentes, fundaron la Sociedad catóhca para nes: Bach, Haendel y Haydn, sobre todo, mos-
la fabricación, venta y comisión de todos los traron en qué sentido debía hallarse una músi-
objetos consagrados al culto catóhco: tal debía ca propiamente cristiana, a la vez espiritual y
ser el punto de partida de ese arte llamado «de comunitaria; y el mozo genial, Mozart, supo
San Sulpicio», porque los comercios que vendíam traducir en acentos sobrehumanos, en el Ave
sus productos estaban instalados en las proxi- Verum y en sus solemnes Credos, la voz inte-
midades de esa iglesia, y que había de difundir rior del alma en la que habita la Gracia divina.
desde entonces, dentro y fuera de Francia, un Sin embargo, en las obras más auténticamente
número ilimitado y catastrófico de falsas obras religiosas de aquellos maestros podíase adivinar
maestras en escayola, que pretendían pasar por el peligro que amenazaba a toda la música de
góticas y que han mantenido hasta hoy el mal Iglesia: reminiscencias profanas en los oratorios
gusto catóhco. bíblicos de Haendel, complacencia en el «ritor-
Triste testimonio el del arte sacro en el si- nello» en las más austeras cantatas de Bach;
ESE MUNDO AL QUE CRISTO HACE VISIBLE 167

evidente contaminación de las obras religiosas sublime renuncia; y Gounod, fanático oyente de
de Haydn y del mismo Mozart por las sinfo- Lacordaire, que estuvo a punto de recibir las
nías, las óperas —incluso las «bufas»— que al órdenes sagradas. Pero los más creyentes, ¿no
mismo tiempo componían. caen en la confusión establecida en el si-
El nuevo siglo ofrece caracteres análogos. glo XVIII entre música rehgiosa y profana, lle-
Son muchos los maestros que, con genios o ta- vando a la iglesia algunos temas y modos musi-
lentos diversos, consagran a la música religio- cales que irían mejor a un escenario o a una
sa una parte a veces considerable de su obra. sala de conciertos?
Beethoven (1770-1827), por ejemplo, gigante He ahí el rasgo principal de la música en
de la música, «cuyo nombre tiene la densidad, este período. El elemento religioso gana terre-
la autoridad y el brillo de un símbolo», aquel no en el concierto con los oratorios, sobre todo
testimonio genial de la presencia del hombre en los de Méhul, Schumann, Schubert y Berhoz.
el universo de los sonidos, se levanta sobre sí Pero el elemento profano invade las iglesias.
mismo hacia Dios, creando sus grandes Misas Hay mucha música en la iglesia, pero la música
en re y en do, los «heder» espirituales sobre los de Iglesia está en decadencia. Triunfa «el bel
poemas de Gellert, el oratorio Cristo en el Mon- canto»; sobre todo en Italia, donde Veuillot
te de los Olivos, innegables obras maestras. —tan «romano»- llega a encontrarlo «molesto».
Schubert ((1797-1828), «el pequeño champi- Existe la manía de cantar arias de ópera du-
gnon» de humilde y corta vida, cuyos admira- rante los oficios religiosos: así se canta el O sa-
bles «lieder», olvidados por tanto tiempo —Him- lutaris con música de un aria de La flauta má-
no a María, Pax Vobiscum, La doncella y la gica, de Mozart, o el Ave María, sobre el aria
muerte—, dan tan viva impresión del más allá. Lascia ch'io piange, de Haendel. ¡ Cierto Castil-
El «franciscano» Franz Liszt (1811-1886), cuya Baze «compone» incluso una Missa de Rossini,
Missa Choralis o la Misa de Gran, o el inefable en la que intercala fragmentos de las principa-
Canto del Sol, en honor de San Francisco, cons- les óperas rossinianas y en la que la romanza de
tituyen las cumbres de su obra. Héctor Berlioz El Barbero de Sevilla sirve de apoyo musical a
(1803-1869), hermano francés de los grandes las palabras del «Credo»! Ya hemos visto que
románticos alemanes, cuyo oratorio La Infancia los cánticos sagrados seguían la moda... Cuan-
de Cristo bastaría para clasificarle entre los do no se cede a tales aberraciones, surge siem-
grandes compositores cristianos. Y tantos otros, pre una música efectista, parecida a los frag-
de Méhul a Gounod, de Cherubini a Rossini, mentos de lucimiento o más difíciles de las ópe-
podrían citarse por la inspiración religiosa que ras: el Ave María, de Gounod, es buen ejemplo
anima buena parte de su obra, sin olvidar a Ri- de ello. La «misa solemne» a gran orquesta se
cardo Wagner (1813-1883), una de cuyas pri- convierte en un género en sí, en que se mani-
meras obras, La Cena de los Apóstoles, es una fiesta, es verdad, el genio de los maestros, pero
cantata totalmente religiosa, y muchas de cu- que suena a falso en las iglesias, y cuya música,
yas páginas en El Buque Fantasma o El Anillo en vez de servir al texto sagrado, se sirve de él
de los Nibelungos o en Parsifal suenan con para exponer y desarrollar un tema, suscitar
acentos místicos. vocalistas y valorizar un «solo». ¿Dónde está
Pero, ¿hasta qué punto esa música es ver- la oración comunitaria de la Iglesia en todo
daderamente de Iglesia? ¿Hasta dónde es cris- esto? Más que a Dios, el artista se busca a sí
tiana? Muchos de esos maestros son creyentes: mismo, y el fiel se convierte en simple oyente.
no Wagner, desde luego, que en su Heroísmo y El mismo órgano, instrumento de iglesia
Cristianismo hará profesión de incredulidad; por excelencia, está en decadencia. También a
pero sí Beethoven, a pesar de las tendencias él se le piden grandes efectos —el de la tempes-
panteístas de que, con frecuencia, se le ha acu- tad, el Judex crederis— e incluso se quiere que
sado; y Liszt, sacerdote de fe luminosa; y Ber- imite a los instrumentos de la orquesta: el violín,
lioz, cuya alma atormentada halla acentos de los oboes, el clarinete. Se transcriben para el
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

órgano las marchas de Chopin o de Schubert. (1834-1883), a fin de luchar contra la mala mú-
Un organista de la época declara que <dos val- sica de Iglesia, fundaba, en 1868, la Sociedad
ses y las oberturas de ópera parecen sublimes Santa Cecilia, que había de ejercer una influen-
en el instante de la elevación»; otro, que ha cia considerable en la renovación que se anun-
compuesto «una escena pastoril con tormenta», ciaba con un gran acontecimiento de importan-
aconseja interpretarla en la Misa de Mediano- cia capital: la vuelta al canto gregoriano.
che. Bach, Couperin, Clérambault quedan des- Todas esas investigaciones, todos esos es-
terrados, en provecho de esa música teatral. So- fuerzos, notables en sí mismos, eran obra de per-
lamente Mendelssohn, Benoist, Niedermeyer y sonalidades aisladas, cuyos medios de acción no
D'Ortignes reaccionan, situándose en la gran estaban siempre a lá adtura de sus intenciones.
tradición de Bach. Todo cambiaría si una gran orden religiosa hi-
Porque a pesar de todo hubo reacciones a ciera de aquella renovación de la música sagra-
lo largo del siglo XIX contra aquella universal da uno de sus más firmes objetivos. Esa gran
decadencia de la música sagrada. La primera orden fue la de San Benito. Dom Guéranger,
fue, ya en plena Restauración, la de Alejandro cuya acción decisiva en la restauración bene-
Esteban Choron (1772-1834), hombre de cien- dictina en Solesmes veremos más adelante, tuvo
cia llegado a la música, notable teórico de su el mérito —con respecto a la no menos importan-
arte, el mismo que resucitó, en 1815, el Conser- te renovación litúrgica— de comprender y pro-
vatorio de París y fundó, en 1828, la célebre clamar que la música de Iglesia debía estar
Sociedad de Conciertos del Conservatorio: en su asociada a la liturgia, formar cuerpo con ella,
Escuela de Música Clásica y Religiosa renovó someterse al texto sagrado paira alcamzar todo
la gloria de Bach, Haendel, Haydn, y enseñó el su significado. Cuando aparecieron, en 184-0 y
verdadero sentido de la música sacra. Muerto 1841, los primeros volúmenes de sus Institucio-
Choron, la antorcha fue cogida por el príncipe nes litúrgicas, la idea comenzó a afirmarse, a
de Moskowa, hijo mayor del mariscal Ney, que pesair de la resistencia de los amaintes de la lán-
fundó una sociedad para salvaguardar, hacién- guida sinfonía y del «bel camto». Mientras
dolas imprimir, estudiar y ejecutar, las obras todos los monasterios que habíam sobrevivido a
de los grandes compositores cristianos del pasa- la Revolución cantaban misas y motetes a la
do: Palestrina, Lasso, Victoria, Scarlatti y Ocke- moda del siglo XVIII, Dom Guéranger introdu-
ghem, habituando así a los oyentes a las no- cía de nuevo en Solesmes el uso exclusivo del
bles polifonías. Luis Niedermeyer (1802-1861) «cainto llamo». Pronto fue seguido el ejemplo.
prosiguió el mismo camino, abriendo su escue- En 1849 los Arzobispos de Reims.y Cambrau
la en la que quería formar organistas y maes- constituyeron una comisión encargada de res-
tros de capilla, mientras Félix Clément, orga- taurar el canto litúrgico. Fueron reeditados el
nista de la Sorbona, reunía con el título de Can- Gradual y el Antifonario antiguos, especialmen-
tos de la Santa Capilla numerosas polifonías te en Malinas. Musicólogos belgas, como Felis,
medievales. director del Conservatorio de Bruselas, y el jesuí-
También en Alemania se afirmaban ten- ta Lambillotte, y ademanes como Schubiger y
dencias parecidas. Raspar Ett, organista de la Schlecht, estudiaron el auténtico canto grego-
iglesia de San Miguel, de Munich, apasionado riano, según amtiguos mamuscritos. Pero el tra-
por los viejos maestros, ganaba para su causa al bajo más serio se llevó a cabo sobre todo en So-
Rey Luis I de Baviera que hablaba de restaurar lesmes. Un adjunto de Dom Guéranger, Dom
auténtica música de Iglesia. El canónigo Karl Jausions, se consagró a esa resurrección prác-
Proske, otro protegido del soberano amigo de tica de la música eclesiástica, mientras Dom
las artes, examinaba numerosas bibliotecas y Pothier elaboraba su teoría: todo ello llevairía,
depósitos de archivos para encontrar grandes en 1881, a la publicación de las Melodías grego-
obras de la música religiosa de los siglos XV al rianas, de Dom Pothier, y a la reforma que Pío X
XVIII. Y su discípulo, el Padre Franz Witt readizaría a comienzos de la centuria siguiente.
Federico Ozanam: historiador, erudito, profesor bri- de Chateaubriand, crea la Sociedad de San Vicente
llante, cristiano abierto, por una caridad inteligente, de Paúl, de la que saldrán, al contacto con la mi-
a las necesidades de su tiempo. Fue él quien hizo seria, las falanges de los cristianos sociales.
elegir a Lacordaire para inaugurar las conferencias Daguerrotipia. Colección particular.
de Notre-Dame; él, quien, movido por las llamadas
ESE MUNDO AL QUE CRISTO HACE VISIBLE 169

En el instante en que concluía el período dadero resurgir, y tan calumniada época pare-
que nos ocupa, la situación parecía mejor en ce, mirada con equidad, quizá tan fecunda co-
música que en las demás artes. Quedaba inicia- mo, dos siglos antes, la primera mitad del XVII,
da la vuelta a la verdadera tradición de la mú- el «Gran Siglo de las Almas». La renovación del
sica sacra. De Solesmes se difundiría, no sólo en catolicismo en nuestros días le debe más de lo
las abadías benedictinas, sino también en las que se cree; debemos mucho a los jefes de fila,
casas de otras muchas órdenes y en numerosas a los iniciadores, a los testigos de Dios cuyos
iglesias, el uso del antiguo canto romano, am- centenarios celebramos ahora.
plio y sencillo, expresivo y meditativo a la vez, Tal vez el rasgo más original y de más
en que el alma fiel se expansiona a su gusto, próspero porvenir sea la aparición de un grupo
al abrigo de tentaciones del sentimentalismo selecto catóhco, decidido a vivir plenamente
profano. Grandes artistas se inspirarían en aque- su religión y a hacerla eficaz. Ha nacido ese
lla resucitada tradición, sobre todo dos belgas grupo bajo la Revolución y el Imperio; y se ha
(el segundo de los cuales vivió en Francia): Ni- afirmado durante la Restauración. En muchos
colás Lemmens (1823-1881), fundador de la Es- lugares de la Europa cristiana constituye, en
cuela de Organo, que, instalada en Malinas y torno a un grupo de hombres de gran talla,
patrocinada por el Episcopado, había de formar pequeños grupos de creyentes convencidos, que
a muchos organistas fieles a la inspiración gre- quieren hacer más profunda y radiante su fe.
goriana; y, sobre todo, César Franck (1822- Unos dam testimonio mediante la pluma, o en
1890), «pater seraphicus», organista de verda-
el terreno de la política; otros persiguen una
dero genio, discípulo espiritual de Bach, alma
experiencia más íntima. Todos esos hogares es-
profunda y llena de humildad, que sin murmu-
rar sometía su inspiración a la sublime servi- pirituales, frecuentemente unidos unos a otros,
dumbre de la hturgia y cuyas obras maestras, ejercen una influencia considerable. Lo que los
La Redención y Las Bienaventuranzas, elevan
cenáculos de Filósofos y Enciclopedistas, o las
el alma al más elevado misticismo. «sociedades de pensamiento», hicieran en el
siglo XVIII contra la fe, aquellos pequeños gru-
Instructiva lección la que da la música. pos fervorosos lo hicieron a su favor. Ocurrió
Mientras las sirtes plásticas iban a tientas por que algunos llegaron demasiado lejos en una
caminos sin salida, la música descubría los su- dirección que la Iglesia docente nunca ha creí-
yos en una fidehdad, no a las formas exterio- do que debiera seguirse; pero hasta de éstos fue
res de la tradición, sino a una inspiración pro- considerable y benéfica la influencia espiritual.
funda, en ese sentire cum Ecclesia, que siempre Todos ellos representaron un papel de fermento.
ha sido un eficaz medio de grandes renovacio- ¿Cuáles citaríamos en Francia? Desde los
nes. Toda una parte, indudablemente, confesa- comienzos de este período hemos visto ya la
ba los errores de una sociedad amenazada por Congregación: en sus orígenes, como en las pro-
la laicización, pero otra, la más bella y de por- fundas intenciones de quienes la dirigían —los
venir más rico, traducía el impulso de los es- Bertier de Sauvigny, los Montmorency y Sali-
píritus. gnac-Fénelon—, era muy distinta de esta so-
ciedad secreta de acuerdo mutuo para la con-
quista del poder y la dominación de los espíri-
tus que sus adversarios quieren ver en ella: una
Hogares espirituales unión espiritual, una hermandad de práctica re-
ligiosa y de oración; y la orientación hacia la ca-
Hay que tener la medida de este impul- ridad activa que pronto adquirió, muestra lo
so espiritual si se quiere llegar a una idea bastante que su papel no se limitó a proveer
exacta de la historia religiosa del siglo XIX. a los suyos de carteras ministeriales y de pre-
Muchos son los indicios que lo muestran tan fecturas. En un terreno diverso, sería un error
vivo y profundo que puede hablarse de un ver- creer que el grupo de discípulos que, en La Ché-
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

naie, escuchaba durante fervorosas veladas la lidad, en que soñó situar el rehecho oratorio,
palabra de Lamennais, no dejara en la historia sino por esa especie de magnetismo que atraía
religiosa más que la aventura del Avenir y de a él a innumerables discípulos, y por el poder
los combates librados por un catohcismo liberal; de emoción de un pensamiento que nos con-
rezábase mucho, vivíase de verdad en Dios en mueve todavía?
aquella pequeña casa del profeta bretón; y nun- ¿Y cómo evocar esos hogares espirituales
ca, hasta los días de su rebeldía —y, en cierto que tanto contribuyeron a dar ardor al catoh-
sentido, después—, Lamennais separó el esfuer- cismo francés, sin citar el nombre de una mujer
zo político de otro, más profundo, más interior, cuyo hermoso y tranquilo rostro aparece en
para elevar las almas. Se mide mal la trascen- todas las encrucijadas espirituales de su tiempo:
dencia de su irradiación espiritual y la intensa madame Swetchine (1782-1857)? Hija de la
acción que ejerció, después del Essai sur l'indif- nobleza rusa, casada a los dieciocho años con un
férence, en la fermentación de la masa cristia- general más que cuadragenario, convertida al
na. Y esa otra, indirecta, que ejerció en todos catohcismo después de lentos progresos y minu-
los medios, incluso en el Episcopado, por medio ciosos estudios, en los que se manifestaba su se-
de aquéllos a los que había formado y a los que riedad intelectual, era, a la vez, un alma mís-
tuvo la grandeza de ánimo de no arrastrar con- tica, un cerebro bien formado, una clarividente
sigo cuando él mismo se desvió. conciencia, segura en sus consejos, pero discre-
Otros muchos de esos hogares espirituales ta en su acción. Durante cuarenta años, su salón
ejercieron, en un ámbito menos amplio que el parisiense fue el punto de reunión de lo más se-
del druida de La Chênaie, una influencia no lecto del catohcismo, en que José de Maistre,
pequeña. En Lyón vive ese grupo de heterogé- Montalembert, Lacordaire, el Padre De Ravi-
nea apariencia y, sin embargo, de caracteres gnan, Falloux y Bonnetty, el fundador de los
bien definidos, que abarca al dulce Ballanche, Annales de philosophie religieuse, se encontra-
a Ozanam y a Blanc de Saint-Bonnet, y que ban con Cuvier o Tocqueville. ¿Para cuántos
dejó su huella en las letras y en las obras de no fue aquella mujer una «brújula» en sus ho-
caridad. En París, en torno al abate de Salinis, ras decisivas, como lo fue para Lacordaire? Su
capellán del Colegio Enrique IV y futuro obis- influencia, que sería prolongada en el tiempo
po, ese núcleo de jóvenes que anuncia nuestros por las ediciones de sus hbros sobre la vejez y la
círculos de juventud estudiosa, al que uno de resignación y de su admirable correspondencia,
sus miembros, Melchior du Lac, catóhco social, no ha sido estudiada en conjunto: en todos los
rindió este homenaje: «Aportábase a esas reu- terrenos en que se renovó el catohcismo podría
niones un gran amor por la verdad, un amor descubrirse, sin lugar a dudas. La historia es-
apasionado por la Iglesia; no creo que haya ha- piritual de la Iglesia en Francia, e incluso en
bido nunca en la juventud catóhca, tanto ím- otros lugares, no hubiera sido tal como la cono-
petu, tanto movimiento y tanta vida.» En Es- cemos si no hubiera contado, para alumbrar a
trasburgo, el abate Bautain, antiguo convertido, muchos de los que fueron sus artesanos, con la
a quien ordinariamente se conoce por su esfuer- tranquila y profunda mirada de madame Swet-
zo en fundar una filosofía catóhca sobre el anti- chine y su fe sin repliegues.
intelectualismo y por la condena que la Iglesia Otros muchos países cuentan con seme-
fulminó contra su «fideísmo»; pero que fue jantes hogares espirituales, que irradian a dis-
—con menos genialidad— un suscitador de al- tancia la fe más activa. En España, el genial
mas a la manera de Lamennais, de cuyas ma- Jaime Balmes no es solamente el vigoroso lucha-
nos salieron discípulos tan diversos como el fu- dor de combates políticos, el poderoso filósofo
turo Cardenal de Bonnechose, el gran converti- que presenta una nueva síntesis y piensa en re-
do de Israel, Padre Ratisbona y el Padre Gratry. sucitar el tomismo, el iniciador social que ya
¿No ejerció el mismo Gratry una influencia conocemos: es, ante todo, un alma; un alma de
análoga, no sólo en el terreno de alta intelectua- fuego y de luz, a quien muchos hombres deben
ESE MUNDO AL QUE CRISTO HACE VISIBLE 171

el haberse elevado sobre sí mismos. En Italia, alemán. Adormecida en vísperas de 1789, pri-
donde las exigencias políticas parecen pesar sionera de su conformismo y de sus rutinas,
tanto que las aspiraciones espirituales quedan frente a los ataques del josefismo y del febro-
oscurecidas, no debe olvidarse que el «Risorgi- nianismo, la Iglesia catóhca de los países ger-
mento» tuvo su punto de partida en círculos de manos obró en los primeros tres cuartos de si-
hombres para quienes el renacimiento religio- glo una reactivación tan extraordinaria, que
so debía ir a la par con el gran movimiento de hacia 1870 constituía una potencia intelectual,
resurrección nacional y que, a lo largo de los social y política ante la que habría de arriar
acontecimientos, contaría con personalidades banderas el canciller Bismarck. Esa reacción
cristianas de primer orden. En torno a Rosmini, no hubiera sido posible de no haber estado pre-
alma radiante y generosa y poderoso espíritu, cedida, determinada y sostenida por una reno-
no se agrupan sólo los Padres del Instituto de la vación espiritual que constituye una de las más
Caridad, sino todo un círculo de seglares que, a emocionantes de la historia cristiana. Hermo-
su vez, influyen lejos y de forma durable. En so capítulo éste, en el que tantas almas libran
Turín, qué admirable «rosario de santidad», el combate de la conversión, en el que arte y li-
en frase de Joergensen, el que comienza con el teratura toman parte activa, en el que se suce-
Padre Diesbach, suizo convertido, amigo de Jo- den admirables figuras de santos y místicos.
sé de Maistre, fundador de la Amicizia catto- Poco conocido en Francia,1 sigue siendo, con
lica, continúa con Bruno Lanteri (1789-1830), toda justicia, motivo de orgullo para los católi-
fundador de la Compañía del Divino Amor, y cos alemanes.
con los Oblatos de María se expande en esa Hacia 1800, en el principado eclesiástico
tríada de santas figuras, Cottolengo, Cafasso, de Münster, en Westfaha —que no tardaría en
Bosco, para prolongarse hasta nosotros con Leo- ser secularizado por los prusianos y después por
nardo Murialdo, fundador de la «Pia Società los franceses—, la pequeña capital era tal vez la
di S. Giuseppe», y G. Allamano, fundador de ciudad alemana en que el catohcismo conser-
las Misiones de la Consolata. vaba la mayor autoridad, tanto intelectual co-
En Bélgica habría que estudiar la obra mo moral. Una gran dama residía allí desde
propiamente espiritual de ese gran centro inte- hacía quince años, Amelia von Schmettau, prin-
lectual que fue la Universidad de Lovaina; en la cesa Galhtzine (1748-1806). Alma de fuego2 y
misma Suiza tendríamos que considerar a Mon- espíritu refinado, que había recobrado la fe ca-
señor Mermillod en otros aspectos que el de sus tóhca de su infancia después de numerosas y a
comphcaciones con el gobierno cantonal de Gi- veces extrañas peregrinaciones espirituales. En
nebra, como iniciador de la renovación católi- una época en que era raro que los salones hicie-
ca, cosa que hizo en forma soberbia. Pero hay ran de antecámara de la Iglesia, el suyo era el
que contemplar, sobre todo en Alemania e In- lugar de reunión de lo más selecto del catoh-
glaterra, esos hogares de la vida espiritual cuya cismo de la región. El conde Von Stolberg era
acción fue, en tantos aspectos, decisiva en la uno de sus íntimos, lo mismo que el Vicario ge-
historia cristiana de la época.
1. A pesar de los excelentes libros de G. Go-
yau, citados en las Notas Bibliográficas.
2. Puede juzgarse... Uno de sus hijos, Dimitri,
E n Alemania, de Münster a Munich anunció su deseo de partir para los EE.UU. de Amé-
rica como misionero y la Princesa le acompañó a
Rotterdam. En el último instante el joven comenzó
Hay que volver a los comienzos del si-
a vacilar y su madre le empujó con tail violencia que
glo XIX, en plena crisis revolucionaria, para el muchacho cayó al agua. Lo salvaron unos mari-
sorprender en sus orígenes al movimiento es- neros y de ese modo partió para América el famoso
piritual que está en la raíz misma de un gran Padre Gallitzine que, con el nombre de «M. Smith»,
hecho histórico: la renovación del catolicismo sería imo de los apóstoles de los Estados Unidos.
LA' IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

neral Francisco von Fürstenberg y el canónigo te creyentes en el campo protestante amaban


Bernard Overberg, de rostro tan luminoso, que también a este sacerdote: el ilustre jurisconsul-
pudo decirse de él que Rafael lo hubiera tomado to Savigny, el filósofo Jacobi, el gran editor
como modelo. Fue en torno a aquella mujer ex- Perthes; sus dos primeros biógrafos serán un
cepcional donde se inició el movimiento de res- vicario católico y un pastor luterano. Entre sus
tauración católica alemana. Círculos de estu- fervorosos oyentes se hallaban Melchor von
dio, retiros, novenas, mantenían vigorosamente Diepenbrock, que será Príncipe-Obispo de Bres-
el fuego de aquel hogar. Se preguntaban qué lau y Cardenal, y un escritor, un poeta llamado
había que hacer para que la Iglesia recobrara Clemente Brentano, a quien Sailer habló de
su puesto en el mundo y, ante todo en Alema- una extática, Catalina Emmerich, y que, de
nia. Fürstenberg, ministro «ilustrado», a la pronto, decidió constituirse en secretario de la
moda del tiempo, trabajaba personalmente, vi- extraordinaria joven. Porque aquél era, quizás,
sitaba las parroquias, hablaba a los campesinos. el único defecto del buen Sailer: ser demasiado
Bernard Overberg (1754-1826), humilde vica- indulgente para con todos los misticismos, lo
rio rural en sus comienzos, meditaba una refor- que decidió a Roma a hacerle esperar durante
ma del Catecismo e incluso de toda la enseñan- mucho tiempo una Sede episcopal que merecía
za católica, desterrando las malas doctrinas del por tantos motivos, y tal vez a negar una corona
psitacismo para introducir en su lugar otros mé- a su memoria...
todos que despertaran en los jóvenes la fe viva Cuando concluyó la gran aventura napo-
en Cristo. Bastante tiempo después de que mu- leónica, y en medio de una Europa en restau-
riera santamente la ardiente princesa ofrecien- ración, también la Iglesia hubo de rehacerse;
do a Dios sus terribles sufrimientos, la acción el movimiento en Alemania ya estaba bien en-
del Círculo de Münster seguía dejándose sentir cauzado. El fervor católico despertaba en mu-
incluso lejos del país de Westfalia. chos sectores. Artistas, literatos, poetas, filóso-
Casi al mismo tiempo surgía otro centro en fos, abrían la marcha. Overberg, iniciador de
Alemania del Sur, en Landshut. Vivía alli un los «Nazarenos», acababa de convertirse en
sacerdote, bastante original, pero de santidad Roma, imitado por una docena de sus camara-
reconocida en toda la región: Juan Miguel das, pintores o grabadores. Novalis, el alma más
Sailer (1751-1832). En torno a él veíanse las mística de la poesía alemana, escribía sus Him-
gentes más diversas. Su palabra era pintoresca, nos a la Santísima Virgen y alababa a los j e -
voluntariamente popular, capaz de llegar a to- suítas. Tieck, en su Genovefa, exaltaba el ideal
dos los corazones. Por profesor de la universi- de la Caballería. Reaccionando contra el Goe-
dad que fuera, escribía un alemán tan sencillo, the «fáustico», toda la corriente del Romanti-
que cualquier «Juan Lanas» de Alemania po- cismo alemán llevaba hacia la tradición y la
día leer su Libro de Oraciones o sus Medita- inspiración católica. Tenían lugar ruidosas con-
ciones. Lo mismo que hiciera antaño San Fran- versiones: la de Leopold von Stolberg, gran co-
cisco de Selles mediante la lengua francesa, Sai- nocedor de la Antigüedad, que colocaba el mun-
ler hacía accesibles a los alemanes los dogmas do pagano al pie de la Cruz publicando su mo-
y la moral del Cristianismo a lo largo de innu- numental Historia de la religión de Jesús y
merables obras, que, reunidas más tarde, inte- cuya alma, profundamente mística se transpa-
grarán 41 volúmenes. De sus manos salieron rentaba en sus Meditaciones afectivas y en su
generaciones de sacerdotes, a los que comunica- Pequeño libro de Amor; o la de Federico von
ba el íntimo sentido y la mística del Reino de Schlegel, también llegado de la erudición pa-
Dios que él poseía. Alma transparente y gene- gana a la admiración de las grandezas cristia-
rosa, no quería retener del mensaje cristiano nas: era tanto o más que un gran historiador
más que lo que une y nada de lo que divide, y so- de las literaturas; conciencia creyente que, en
ñaba con reconciliar con la Iglesia a los herma- su Filosofía de la vida y en su Filosofía de la
nos separados. Todos los corazones sinceramen- Historia, expresaba una fe católica vigorosa-
ESE MUNDO AL QUE CRISTO HACE VISIBLE 173

mente fundada y convincente, aquel Schlegel te con un entusiasmo que la edad no hará des-
cuya máxima de vida conserva aún toda su fallecer. Espíritu genial en no pocos aspectos,
oportunidad: «Gozar de todo en el mundo para enciclopédico a la manera de Leibniz, Gorres
gloria de Dios, pero negárselo todo por su no era solamente el peligroso combatiente a
amor.» quien vimos intervenir con la pluma y la pala-
La reacción, de ese modo determinada, fue bra en todos los asuntos en que el catolicismo
ganando los diversos elementos de la renova- estuviera amenazado —los de los matrimonios
ción católica. El grupo de Landshut entró en mixtos, por ejemplo, o el del arresto de Monse-
contacto con el de Münster; Sailer visitó a Stol- ñor Zu Droste-Vischering—; no era sólo el pro-
berg; Schlegel era padrino de muchos «naza- fesor cuya «titánica» enseñanza explicaba toda
renos» que volvían al catolicismo. Otra figura, la historia a la luz de la Providencia: una espi-
un auténtico santo, se levantaba en la Alemania ritual irradiación emanaba de aquel profeta lai-
meridional, en el corazón del catolicismo aus- co, como fluiría más tarde de León Bloy, «el
tríaco: el admirable redentorista Clemente Hof- mendigo ingrato». Las almas eran exaltadas
bauer (1751-1820), a quien vimos en el intento por él; las grandes lecciones de la «Mística Cris-
de establecer su orden en Varsovia, de donde tiana», desde San Francisco, «trovador de Dios»,
fue expulsado, y después se dedicó a hacer fun- hasta Enrique Suso, penetraban gracias a él en
daciones en el oeste y sur de Alemania. Insta- las conciencias.'Es posible que aquella mística
lado en Viena desde 1808, prosiguió una obra fuese un tanto confusa, «turbadora enciclope-
apostólica tan eficaz entre los pobres como en- dia de todo lo maravilloso», en que se relataban
tre la aristocracia de nacimiento y del talento, los éxtasis, y los estigmatizados sangraban, y
en la que multiplicaban las conversiones su las Hostias milagrosas tenían amplio espacio...
ejemplo y su palabra. Por él se extendía entre Pero, ¿quién podría decir qué peso represen-
los católicos alemanes la sabiduría ligoriana, esa tó aquel hombre en la balanza en que la fe
religiosidad de desmesurada confianza y de ca- debía equilibrar al racionalismo, al escepti-
ridad, más alimentada en las profundas fuen- cismo, a todos los pesados argumentos de la
tes de la vida que endurecida por las luchas, irreligión?
en cuyo heraldo se había erigido el gran obispo Llamado, a petición de Sailer, a la nueva
napolitano. Bajo su acción reanimóse toda la Universidad de Munich, que en 1827 reempla-
Europa central católica. zó a la de Landshut, Gorres hizo de la capital
Cuando la muerte dislocó los primeros gru- bávara un extraordinario centro de vida cató-
pos de esa renovación, surgía otro núcleo que lica. A su «Tabla Redonda» (llamábase así en
iba a ser aún más influyente y vivo: el de Mu- recuerdo de la Búsqueda del Graal) acudía a
nich. Muy pronto se impondría allí una perso- sentarse todo lo que había entonces de más
nalidad como jefe y expresión viva del movi- eminente en la Iglesia de Alemania: Dóllinger,
miento: José Gorres (1776-1848), una especie Moehler, Ringseis, Lassaulx, Philips, Sepp, eran
de Veuillot, Bloy o Bernanos de la Alemania familiares suyos; escritores, artistas, juristas,
romántica, cuya penetrante mirada, bajo una teólogos, «románticos de la víspera y parlamen-
cabellera siempre en desorden, parecía desafiar tarios de mañana», cambiaron allí sus puntos
a todos los adversarios de la Iglesia y, a la vez, de vista durante más de veinte años. El Círculo
penetrar en los arcanos del cielo y deí infierno. de Munich fue muy pronto tan conocido, que
Fue sucesivamente jacobino convencido, patrio- se iba allí como en peregrinación. Al salir de
ta alzado contra Napoleón, renano hostil a Pru- Roma, en 1832, donde habían sufrido tan gran
sia; se le conoció como periodista, pubücista, decepción, los tres «peregrinos de la libertad»
tribuno, profesor y polemista, en ansiosa bús- franceses, Lamennais, Montalembert y Lacor-
queda de su camino, hasta el momento en que, daire, se dirigieron allí; y en Munich recibie-
entre 1824' y 1827, volvió a la fe de su infancia ron copia de la Encíclica Mirari vos. La Dublin
para no abandonarla más y servirla en adelan- Review enviaba a Munich colaboradores. El
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

grupo alcanzó incluso un carácter semioficial, fuerzo (tan notable en sí mismo) llevado a cabo
al interesarse el Rey Luis I de Baviera (1825- por sus Universidades, ese cambio interior sería
1848) —al menos por todo el tiempo que su con- para ellos decisivo.
ducta privada le permitió permanecer en la
práctica católica— en lo que allí sucedía. Era
amigo de Sailer, para quien obtuvo la Sede epis- E n Inglaterra: Newman
copal de Ratisbona. Llamó de Tubinga a Moeh- y el «Movimiento de Oxford»
ler, cuyos trabajos Históricos, sobre todo la Sim-
bólica, expresión, al mismo tiempo, de una cul- Hay otra nación en la que, también ro-
tura teológica inmensa y de una sensibilidad deados por el protestantismo, más desdeñados
viva ante la realidad mística de la Iglesia, de- de lo que nunca lo fueron en Alemania, los
bían provocar, sin vanas polémicas, un con- católicos confirmaron su grandeza y alcanza-
siderable movimiento de conversiones. A pesar ron sobre sus rivales un sorprendente desquite:
de Lola Montes, la bellísima bailarina andalu- Inglaterra. Desarrollóse allí una admirable
za, que conservaba a su lado, protector de la aventura espiritual que explica, más que las
«Tabla Redonda» de Gorres, amigo de su dia- decisiones oficiales, ese avance del catolicismo
rio El Católico, restaurador —con su ministro en un país que desde hacía tres siglos no alimen-
Abel— del Episcopado en sus dominios, el Rey taba hacia él más que hostil desconfianza. Ese
Luis parecía uno de los pioneros de la renova- hecho es famoso en la Historia con el nombre
ción católica de su época. de «Movimiento de Oxford».
Tales fueron los tres grandes centros en El 9 de septiembre de 1833 un gran nú-
que durante la primera mitad del siglo XIX mero de «churchmen» de la Alta Iglesia de
irradió el catolicismo sobre Alemania. Otros Inglaterra recibieron un pequeño impreso de
podrían citarse, menos importantes; incluso tres páginas, cuyo título, dedicatoria y conte-
aquellos que se desviaron doctrinalmente bajo nido sorprendían por igual. «Tract for the Ti-
la influencia de Hermes o de Günther, o, más mes», decía el título. La inscripción preliminar
tarde, de Dóllinger, no carecieron de importan- ofrecía el pequeño panfleto «a mis hermanos
cia, porque aquellos teóricos discutibles fueron en el sagrado ministerio, los sacerdotes y diáco-
frecuentemente —sobre todo Giintlier, piado- nos de la iglesia de Inglaterra, ordenados por
so sacerdote de Viena— almas fervorosas que el Espíritu Santo y por la imposición de ma-
difundieron la fe. Pero la savia que vivificó a nos». Era, pues, un miembro del clero anglica-
la vigorosa encina alemana partió de Münster, no quien se ocultaba en el anonimato del
de Landshut y de Munich. La filiación de esos opúsculo. Pero lo que escribía era bien singu-
iniciadores surge directamente de los grandes lar. Haciendo, evidentemente, alusión a una de-
combatientes de las luchas políticas en que la cisión reciente del Parlamento, que suprimía
Iglesia católica se reafirma frente a las Poten- diez diócesis anghcanas en Irlanda, el redac-
cias: Droste-Vischering y otros; como la de és- tor del folleto se alzaba contra aquella intrusión
tos en los grandes dirigentes del catolicismo so- del poder laico en una cuestión de orden reli-
cial alemán, de Gorres, organizador de la ca- gioso, con un vigor que nadie había jamás ma-
ridad en Munich, hasta Monseñor Von Ketteler, nifestado en la Iglesia establecida, desde los
jefe activo de la Iglesia alemana del mañana. tiempos de Enrique VIII e Isabel. Más extraño
Hallando de nuevo una fe más profunda, más aún: afirmaba que los obispos no tenían sus
vital, mejor alimentada en las fuentes vivas de poderes por concesión del Rey, sino por la suce-
la piedad y de la tradición, los católicos ale- sión apostólica, que los ligaba al mismo Cris-
manes adquirieron una clara conciencia de su to. ¡Sucesión apostólica! El término y la idea
vocación, de sus posibilidades, y el orgullo de eran igualmente sospechosos.
permanecer fieles. Tanto o más, sin duda, que Los jefes de la Iglesia anglicana se pregun-
las luchas políticas que sostuvieron, o que el es- taron quién era el responsable de aquella extra-
ESE MUNDO AL QUE CRISTO HACE VISIBLE 175

ña manifestación. Unas semanas antes, el 14 de Algunos esfuerzos se habían intentado para


julio, un conocido y respetado miembro de la devolver la vida a aquel noble cuerpo sin alma;
High Church, John Keble, había pronunciado pero uno de ellos, el de Wesley y sus metodis-
un discurso sobre temas muy parecidos, lla- tas, había terminado en una secesión; el otro,
mando a los verdaderos «churchmen» a levan- posterior, de los evangelistas de Isaac Milner,
tarse contra la intromisión del Estado y a con- John Verm y Wilberforce, aunque sólo datara
sagrarse a la «Iglesia apostólica». Sus palabras, de medio siglo comenzaba a dar señales de se-
que produjeron sensación, fueron impresas bajo nilidad.
el título decididamente escandaloso de: La ¿A dónde podían dirigirse, entonces, las
Apostasía Nacional. ¿Era él el autor del fo- almas que esperaban de la religión algo más
lleto del 9 de septiembre y de los que con rá- que reglamentos y fórmulas? ¿A los «liberales»,
pido ritmo le siguieron? No; no era él exacta- que pretendían constituir una «Broad Church»,
mente, sino uno de sus amigos y discípulos, el una Iglesia «amplia», en la que pudieran ca-
joven John-Henry Newman, que con él hacía ber todas las tendencias y variedades —¡por
como una sola persona. supuesto, sin los papistas!—, poniéndose de
Keble y Newman pertenecían a un peque- acuerdo sobre algunas verdades elementales:
no grupo de ministros del culto anglicano que vivir honestamente, no robar, no matar, y des-
juzgaban severamente a su iglesia. Dividida interesarse, por lo demás, de todo dogma, de la
tradicionalmente en Alta y Baja Iglesia, la se- Presencia real, de la confesión y otras triqui-
gunda era muy estricta en la interpretación pro- ñuelas?
testante de los 39 artículos de la Reina Isabel, Los jóvenes «churchmen», que en septiem-
es decir, el abandono de la confesión, la nega- bre de 1833 lanzaron el «movimiento de los fo-
ción de la Presencia real, del culto de la Virgen lletos», no se sentían cómodos en ninguna de
y de los santos y de las ceremonias litúrgicas. las tres tendencias del «Establishment» o «Igle-
La iglesia Anghcana Alta, por el contrario, sia establecida». Pertenecían a la misma casta
inclinábase a introducir de nuevo en el culto de los Lamennais y Lacordaire, de Francia; los
la pompa católica y a interpretar con menos ri- Overbeck, los Stolberg y Schlegel, de Alema-
gor las decisiones dogmáticas de los siglos XVI nia: la raza de esos hijos del siglo que, madura-
y XVII. Pero esa Iglesia, en ambos sectores, pre- dos por la gran crisis que el mundo acababa de
sentaba un mismo aspecto: el de una esclerosis pasar, quieren hallar en su religión respuesta a
creciente. Los obispos, elegidos por razones polí- los angustiosos problemas del alma. Reuníanse
ticas, apenas se interesaban por sus diócesis, en en Oxford, una de las capitales del espíritu en
las que residían. Los «clergymen», en su ma-
Gran Bretaña, en el Oriel College, venerable
yoría segundones de buenas familias, no pro-
casa fimdada en 1326 por Eduardo II —el Rey,
vocaban escándalos, pero su propósito no pasa-
ba de llevar una vida decorosa y respetable. en su jerga anglonormanda, la había llamado
«Nada de sobrenatural; ninguna preocupación la «Oriole»— porque el pórtico aparecía muy
por lo invisible; poca piedad y fervor; menos adornado, «aureolum». En la entrada del Cole-
aim ascetismo y misticismo. En el fondo, la gio unas estatuas evocaban extrañas cosas pasa-
Iglesia parecía menos ser la guardiana de un das, la Virgen con el Niño, por ejemplo, bajo
conjunto de creencias que se imponían a la ra- un dosel de piedra; pero en el «hall» estaba en-
zón y ataban a la conciencia, que un Estable- tronizado el retrato de Isabel; cerca, el del Obis-
cimiento estrechamente ligado al Estado, del po Butler, el de la Reina Ana y el de Walter
que había recibido privilegios políticos y gran- Raleigh, descubridor de lejanos mares y anti-
des riquezas...» 1 Las almas que buscaran el guo alumno de Oriel.
absoluto no hallarían allí nada. El jefe de aquellos jóvenes, diez años mayor
que ellos, era aquel «churchmen» John Keble
1. Cfr. Thureau-Dangin, 1,1, 9, libro citado en (1792-1866) cuyo discurso sobre la «apostasía
las Notas Bibliográficas. nacional» dio tanto que hablar en toda la Igle-
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

sia establecida. «Fellow» 1 de Oriel, profesor de «no como una noción, sino como un ser, una
poética, tenia la costumbre, desde 1819, de persona a la que se dice: "Tú"». Admitido en
componer cada semana una especie de cántico el «Trinity College» de Oxford, sorprendió a
sobre las más importantes fiestas del año y los sus camaradas por la intensidad de su vida in-
hechos principales de la vida, vistos a la luz de terior, el modo de abstraerse en la meditación
Cristo. De esta manera había recogido una co- y su inquieto ardor en tender a lo más alto.
lección, The Christian Year, que no apareció Su cuerpo era grande, largo y delgado —en-
hasta 1827, anónimamente, pero cuyas primi- tonces aún bastante desmadejado—, con una
cias hicieron gran impresión a los amigos del testa poderosa, de rostro cesáreo, precozmente
reverendo Keble que las gustaron. Escuchában- surcado de arrugas, de profundos ojos de un
se en aquellas composiciones frases como éstas: gris sombrío bajo la desordenada cabellera.
«Un solo camino en la vida. Una sola fe, reve- Temperamento fogoso y con frecuencia impera-
lada una vez para siempre. Un ejército santo, tivo, recto hasta la imprudencia. Pero fluía de
fuerte, sin fin. Tal es la Iglesia que en otros él una extraordinaria seducción, hecha de es-
tiempos construyó el Eterno. Pero ahora, cami- pontaneidad, de radiante bondad, de rectitud
nos fáciles y sin obstáculos, buenas prebendas. moral y, sobre todo, de esa impresión que daba
Un credo para cada edad y chma. ¡Terminada de vivir totalmente los problemas que proponía
la Cruz, concluido el combate! Tal es la Iglesia y de estar sumido en ellos con todo su ser. Pre-
que ven nuestros ojos en tinieblas...» sencia de su alma en todo; transpárente mirar:
El tono era nuevo, propio para llegar a así era John-Henry Newman en vida, y así
los corazones jóvenes. Y aquella advertencia aparece aún entre las líneas de sus obras. Por-
con que terminaba el poema: «Los santos no que aquel pensador existencia! era un admira-
estarán siempre mezclados con los impuros, ni ble escritor.
la gloria del cielo asociada a nuestra vergüenza. En 1833, recibido a los veinte años como
¡Piensa en aquella hora! ¡Escoge entre el muelle «Fellow» de Oriel College; sacerdote anghcano
dormitar y la acción audaz!» a los veinticuatro, se había convertido a los vein-
Nadie tenía más inclinación ni estaba me- ticinco en «tutor» —algo así como «profesor
jor preparado paira escuchar tal lenguaje que auxiliar» o repetidor—; a los veintisiete, aún
Johñ-Henry Newman. Hijo de un banquero,8 conservando sus funciones universitarias, recibió
aquel muchacho que vivía sin preocupaciones el importante Vicariato de Santa María de Ox-
de dinero, tal vez debía a su ascendencia hebrea ford, donde sus instrucciones dominicales a los
(al menos que no fuera por la sangre de su ma- fieles y sus lecciones a los jóvenes alcanzaban
dre, hija de hugonotes franceses), un insaciable gran éxito. Al mismo tiempo había comenzado
deseo de lo absoluto y un sentido misterioso de
a publicair trabajos de patrología e historia ecle-
lo sobrenatural. Todavía niño, quizás a los diez
siástica, especialmente una sóhda obra acerca
años, supo ya, con innegable certeza interior,
que estaba llamado al servicio de la gloria de de los arriamos en el siglo IV, en la que, a tra-
Dios. A los quince años, aún discípulo de la vés de páginas dedicadas a Saín Atanasio y San
«Public School» de Ealing, encontró a Dios, Optato, podía adivinarse hacia donde iba su
a través de la enseñanza del reverendo Mayers, espíritu.
Oxford era entonces, como lo es ahora, un
centro intelectual extraordinairiamente vivo. Y
1. Sabido es que el título de «Fellow» era una la «Common Room» de Oriel College era uno
especie de beneficio dado por concurso a los mejo- de sus adcázares. Todas las ideas, todas las doc-
res «graduados» de cada colegio. Un «fellow» habi-
taba en el colegio que le había recibido. Si se casa-
trinas y tesis se encontraban allí en formidables
ba, tenía que dejarlo. y ruidosas disputas. Maestros como Whately
2. Nacido en 1801, el que después se llamarla eran incomparables en el arte de agudizar el es-
Cardenal Newman, morirá en 1890 casi nonagena- píritu crítico de los jóvenes. Sin duda, aquél se
rio. inclinaba más o menos hacia el liberalismo re-
ESE MUNDO AL QUE CRISTO HACE VISIBLE 177

ligioso, hacia la «Broad Church»; pero existían poeta y pensador de alma ardiente, bajo las más
otras influencias que no dejaban de hacerse sen- frías apariencias. La sonrisa del grupo era Hu-
tir en John-Henry Newman: la de Hawkins, rrel Froude, el más querido amigo de John-
futuro preboste de Oriel, que buscaba una espi- Henry, hijo de un arcediano inglés, pero que
ritualidad cristiana no en las áridas fórmulas detestaba la iglesia establecida, demasiado
del «Establishment», ni en los individualismos mundana y complaciente. Froude, «espíritu ge-
protestantes, sino en la comunión viva de la tra- nial, desbordante de ideas» —decía Newman—,
dición y la experiencia interior; que era también temperamento de asceta y de lírico, para quien
la del doctor Lloyd, Obispo de Oxford, anglica- eran cosas parecidas poesía y plegaria, joven
no de la vieja escuela, pero que había conocido paladín de Dios, que moriría a los treinta y un
en su juventud a sacerdotes franceses emigrados años y cuya antología postuma, los Remansos,
cuyo trato había abierto su espíritu y enrique- está impregnada de resonancias catóhcas.
cido su alma. Entre esas influencias buscaba su En ese grupo apasionado debía buscarse a
camino el joven Newman. También conoció los responsables del folleto de 1833. Y de los
la tesis de Joseph Butler sobre la Analogía, que cuarenta y cinco que le siguieron. Ya uno, ya
cristalizaron en él la convicción de que toda otro de los miembros del grupo aseguraban su
ciencia humana comporta dificultades análogas redacción; pero Newman era el más celoso en
a las que hedía el creyente en su fe, lo que no aqueUa tarea. Eran tratadas todas las grandes
les impide proseguir su carrera, y que, por consi- cuestiones que podían arrastrar consecuencias
guiente, lo esencial era el avance mismo de la religiosas graves, como la verdadera naturaleza
fe, su ímpetu, su profunda vitalidad. La frase de la Iglesia, sus relaciones con la tradición de
de San Ambrosio alcanzaba para él todo su sen- los primitivos tiempos, su autoridad, sus rela-
tido: «No es la dialéctica el medio que plugo ciones con el gobierno, e igualmente las obje-
a Dios para salvar a su pueblo.» ciones hechas con más frecuencia a ella y a sus
Por otra parte, usa doble experiencia per- ministros. También se ocupaban los miembros
sonal le persuadió de que ni el formalismo de del grupo en la distribución de esos folletos, en
su iglesia ni las discusiones de la «common visitar a los libreros y las casas de los ministros
room» resolverían todos sus problemas: la ex- del culto, e incluso en hacer de vendedores am-
periencia de la muerte. La primera vez se aba- bulantes en las ferias. En menos de un año el
tió sobre un ser tiernamente amado, su herma- «movimiento de los folletos» alcanzó tal impor-
na; y esa ausencia, convertida en presencia, no tancia que ya no fue posible a los graves
cesó de dirigirle hacia el aspecto invisible de «churchmen» de la iglesia establecida conside-
las cosas. Más tarde, durante un viaje a Sicilia, rarlo como un pasatiempo de jovenzuelos.
cayó gravemente enfermo, y comprendió que Pero, ¿podía proseguirse indefinidamente
Aquél cuya memo había sentido en sí mismo y en la distribución de aquellas minúsculas hojas,
cuyo rostro creía haber adivinado, no era ni el cuya influencia —pasado el primer instante de
antiguo «fatum» ni el Dios abstracto y fosiliza- sorpresa— podía no ser durable? ¿No había
do de los teólogos, sino el Amor supremo, en que trabajar más, profundizar en los temas
quien se cumplía todo descanso, y entonces es- abordados y hacer una obra seria? Esta era la
cribió su famosa y emocionante oración: Lead, opinión de Edward Bowerie Pusey, canónigo
Kindly Light. de la «Christ Church», el gran colegio de En-
Tal era el fascinante joven que, a partir de rique III, «The House», como se le llamaba en
1833, iba a convertirse en el alma del grupo de Oxford.
ministros angheanos de Oxford. En torno a él Mezcla de místico y emprendedor, Pu-
y a su maestro Keble se hallaban el reverendo sey persuadió a sus compañeros para que dieran
Bowden, Henry Wilberforce, Frederick Rogers, a sus folletos más amplitud y un giro más dog-
que iba a ser lord Blackford; Wilham Gladsto- mático. El mismo redactó algunos, y, a ejemplo
ne, futuro primer ministro, y Matthew Arnold, suyo, Newman y Keble dieron más desarrollo a
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

sus escritos. «Fue Pusey —reconocería Newman— como recuerdo de lo que habían sido; algunos
quien dio nombre, forma y personalidad a lo grupos de irlandeses que iban de acá para allá,
que, sin él, hubiera quedado informe.» Por su- a contratarse para las siegas; grupos de la mis-
gerencia del canónigo se resolvió añadir a los ma raza en los arrabales y tugurios de la capi-
tratados o folletos una «Biblioteca de los Pa- tal... Habían caído tan bajo, que el menospre-
dres», destinada a mostrar las relaciones del cio dejaba lugar a la piedad.» A partir de la
Movimiento con la Iglesia primitiva. Esa biblio- primavera de 1829 la ley los había «emancipa-
teca —decía Newman— «haría correr un chorro do», es decir, les había vuelto sus derechos ci-
de teología». Era el año 1836: el «Movimiento viles, seguramente porque se sabia que nada
de Oxford», de tres años de edad tenía ya tan podían hacer. Mas, ¿cómo imaginar que unos
sólidas bases, que era imposible detenerlo. ¡Y brillantes «Fellows» de Oxford pudieran tener
sabe Dios que no le faltaron hostilidades! La algo de común con aquellos rústicos y men-
jerarquía de la iglesia establecida mostrábase digos?
muy irritada: el 5 de mayo de 1836, todos los Existían, empero, en el seno del anglica-
maestros de Oxford, reunidos en una especie nismo, no pocas veleidades catolizantes. Las
de tribunal inquisitorial, votaron una solemne novelas de Walter Scott habían despertado inte-
repulsa de las doctrinas de los jóvenes rebeldes. rés por la Edad Media: por la católica Edad
Los «liberales» se burlaban de sus pretensiones Media. Los «lakistas», Wordsworth, Coleridge
dogmáticas. Los «evangelistas» olían en ellos y los demás, poetas de meditaciones solitarias,
el odiado papismo. Tales ataques no proporcio- habían avanzado, sin saberlo, en el mismo sen-
naron placer alguno a Newman y sus compa- tido, por más que su religiosidad fuera muy
ñeros, que aún se consideraban hijos de la igle- vaga. Más seria fue la influencia de los sacer-
sia de Inglaterra; pero tampoco les indujeron a dotes emigrados durante la Revolución, que con
cambiar de conducta. «¡Abandonar los opúscu- su ejemplo probaron que se podía ser papista
los! —exclamaba el apasionado Froude—. ¡Me- y testimonio de santidad. Entre los jóvenes de
jor sería arrojar al mar a todos los Z'S!» Los Oxford, la corriente «romanista» era evidente:
Z'S eran, en su estilo, los «Old-Fashionad High su apasionado interés por los Padres de la Igle-
Churchmen»; algo así como los «viejos esper- sia les conducía a una época en que aquélla no
pentos de la Alta Iglesia». estaba aún desgarrada por el cisma: al estudiar
¡Papistas! La acusación lanzada contra aquellos textos, cedan sobre el Breviario romano
ellos por los "evangelistas les hería. Tanto más y lo admiraban.
que había sido recogida, con creciente insisten- Nada de esto les impedía creerse muy le-
cia, por un reputado profesor de teología, por el jos de Roma. Es posible que ya no pensaran,
nuevo Obispo de Oxford, sucesor del doctor como Newman en su adolescencia, que «el Papa
Lloyd, por el Obispo de Chester y, muy pronto, era el Anticristo anunciado por Daniel, San
por la voz casi unánime de todo el «Establish- Pablo y San Juan», y que toda la Iglesia cató-
ment». ¿Era verdad que, al esforzarse por re- lica no era más que «un cadáver». Su idea era
animar la vida espiritual en su Iglesia, los jó- más flexible; poco más o menos, Newman la
venes profetas de Oxford conducían a una «Re- formulaba así: «Entre el protestantismo y el
vival of Popery»? Ellos no lo admitían. Por romanticismo existe una vía media que hay que
aquella época, el solo nombre de católico sus- seguir, manteniendo contra el primero, la auto-
citaba en el ánimo de los leales súbditos de su ridad de los antiguos Padres y de la Tradición; y
Majestad un sentimiento de desdén. ¡Era tan rechazando, contra el segundo, todo lo que en
poca cosa el catolicismo en Inglaterra! «En usos y doctrinas sea innovación.» Esa vía media
realidad —escribía más tarde Newman— no ha- sería la de la iglesia anghcana, renovada y re-
bía Iglesia católica, ni siquiera comunidad ca- animada por el «Movimiento de Oxford». Por lo
tólica, sino un escaso número de fieles a la demás, si la Iglesia romana —y la griega orien-
vieja religión que pasaban, silenciosos y tristes, tal— se reanimaba a su vez, habría «tres ra-
ESE MUNDO AL QUE CRISTO HACE VISIBLE 179

mas» en la verdadera Iglesia, cada una legíti- dadero deber era quedarse tranquilamente en
ma en su sector. Roma, mientras en Inglaterra se planteaban
Posición ambigua, cuya puerta falsa reco- tantos problemas ardientes a la Iglesia. Uno de
nocería pronto el mismo Newman. Pero un sus oyentes, Georges Spencer, hijo de un lord,
alma leal no se aparta fácilmente de una comu- convertido al catolicismo después de patéticas
nidad en cuyo seno se ha despertado a la vida crisis anímicas,1 le había dicho en términos vi-
espiritual y en la que tiene sus tradiciones y vos: «¿Qué hacéis aquí, enseñando el sirio,
amistades, aunque la juzgue con severidad y cuando hay tanto que hacer en Inglaterra? ¿No
lucidez. Se necesitarán aún algunos años para sería tarea más útü que formar a media docena
que John-Henry Newman comprenda a qué de especiaüstas el devolver la dignidad a la pe-
necesaria meta le conduce su camino. Durante queña y menospreciada grey católica?» El en-
su viaje a Italia, con su amigo Froude, había cuentro con Newman y Froude, acabó de orien-
pasado por Roma: y sintió animarse en él las tarle. Si ellos no habían sacado nada de la entre-
viejas aversiones atávicas: «¡ Ah, si Roma no fue- vista, Wiseman, en cambio, dedujo una impor-
ra Roma! Bien veo que es imposible la unión: tante lección.2 Oyéndoles hablar del «Movi-
es la cruel Iglesia quien exige lo imposible, miento de Oxford» había comprendido que era
que nos condena por desobediencia, que desea- preciso responder a los anglicanos para rebatir
ría nuestra ruina y se gozaría en ella.» Ni los sus falsas ideas acerca del catolicismo; y hasta
mismos encuentros con ingleses católicos (siem- adivinó que el camino comenzado por aquellos
pre muy acogedores) le hicieron cambiar de opi- jóvenes de buena fe conduciría necesariamen-
nión: ni siquiera el de Nicolás Wiseman. te a Roma.
Era el rector —muy joven— del Colegio In- Entonces, abandonando su colegio por un
glés de Roma, abierto de nuevo, en 1818, por largo período, Nicolás Wiseman llegó a París
el Cardenal Consalvi. Enviado a los dieciséis en el momento preciso para oír a su amigo La-
años con una reducida colonia de irlandeses cordaire, que inauguraba las «Conferencias»
para repoblar aquel centro, antaño famoso, hizo de Notre-Dame. Aquel ejemplo acabó de deci-
en él estudios extraordinariamente brillantes dirle. En Londres, en la Capilla Sarda, y des-
y, apenas adulto, se impuso como especialista en pués en Moorfieids, pronunció también sus
las lenguas hebrea y siria. En 1833, cuando «conferencias» —o lecturas—, seguidas por un
Newman y Froude pasaron por Roma, Wise- púbhco distinguido y pronto muy interesado.
man enseñaba esa última materia en la «Sa- Aquello era una sacudida al catolicismo inglés;
pientia», sin dejar de dirigir el Colegio. Y los O'Connell, el gran irlandés, propuso al joven
dos jóvenes anglicanos, al entrevistarse con él, orador fundar con él la Dublin Review (1836)
habían creído conversar simplemente con un para completar la acción emprendida en los
especialista en cuestiones escrituristas, con un medios intelectuales.
sabio profesor, más preocupado por la semán- Pero Wiseman no había olvidado a los con-
tica y la filología semítica que por los proble- movedores muchachos que en Roma le hablaran
mas del apostolado, en lo que se equivocaron, de los esfuerzos de regeneración que realizaban
engañados tal vez por la apariencia tranquila
y modesta de su interlocutor.
1. En medio de una vida bastante disoluta, fue
Nicolás Wiseman 1 alimentaba en su cora- llevado a la fe por una extraña visión que tuvo en
zón una gran inquietud muy parecida a la que la Opera de París durante la representación del
ocupába el alma de los dos jóvenes «oxonien- Don Juan, de Mozart. Entonces se hizo pastor an-
ses». Desde hacía meses se preguntaba si su ver- glicano; después, desanimado por la debilidad dog-
mática de la iglesia establecida, pasó al catolicismo.
1. Nacido en Sevilla (España) en 1802, Nico- En él haría un ernioso papel de fermento.
lás Wiseman fue nombrado Rector del Colegio ro- 2. «No he vacilado en creer —escribe a propó-
mano y Prelado de Su Santidad a los 26 años. Mu- sito de su encuentro con Newman y Froude— que
rió en 1865. empezaba para Inglaterra una era nueva.»
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

en su iglesia. Volvió a entrar en contacto con mentado: Securus iudicat orbis terrarum: esa
ellos, y cuando imprimió sus conferencias, en- frase era para él como el «Turn again Whitting-
vió la obra a Newman, que habló de ella con ton de los carillones de Londres o como el Tolle,
simpatía —aunque siguiera criticando a Roma lege! que determinó a San Agustín».
y sus «suciedades supersticiosas»—. Vuelto, por Todos los golpes cumplen su objetivo en
algún tiempo, a su colegio romano, Wiseman aquellos a quienes Dios mismo apunta. La ins-
resolvió abordar de frente aquella posición del talación en Jerusalén, por p sirte del Gobierno
«Movimiento de Oxford» y denunciar su error. de su Majestad, de un obispo anglicano que
Fue entonces, en 1859, cuando apareció controlara todos los protestantismos, arruinó su
en la Dublin Review un artículo de tono histó- teoría de las «tres ramas»; aquello era un acto
rico, pero de intención apologética. Se hablaba de cisma que «protestantizaba» oficialmente al
en él de los «donatistas», aquellos puritanos anghcanismo. Vino después la condena formal,
del siglo IV, a los que combatiera San Agustín. por los teólogos de la iglesia establecida, deí
También ellos habían tenido la pretensión de tratado —el noventa y dos— en que había in-
constituir una Iglesia nueva, también habían tentado mostrar que los treinta y nueve artícu-
soñado con un Cristianismo renovado. Pero, los eran conciliables con la enseñanza catóhca.
¿a dónde llegaron? A la herejía. Y el gran ¿Todo le Uevaba hacia el mismo camino?
Obispo de Hipona les había opuesto el «princi- «Como miembro de la iglesia anghcana
pio de exclusión» que determina la conducta de —reconocería después—, me hallaba entonces
cuantos quieren actuar solos, fuera del marco como en un lecho de agonía.» Retirado a Little-
de la Santa Iglesia, guardiana del sagrado de- more, anejo de su parroquia, perseguido hasta
pósito. No seguir en comunión con Roma y con en aquella soledad por sus adversarios, que le
el universo catóhco es condenarse al cisma y al acusaban de preparar la fundación de un con-
error doctrinal. ¿No ocurría lo mismo con la vento papista, fue arrancándose, lenta y doloro-
iglesia anghcana? ¿No eran los renovadores de samente, de lo que pareciera hasta entonces la
Oxford otra cosa que donatistas de los tiempos esperanza de su vida. Por última vez, habló
actuales? en Santa María de Oxford: el tema fue «La se-
Aquel golpe daba en pleno corazón a New- paración de los amigos», y su sermón concluyó
man. Ejercía éste entonces una autoridad extra- en lágrimas. Encerrado en su retiro, luchó aún
ordinaria sobre la juventud anghcana. Muchos durante meses, por más de dos años, contra sí
espíritus se le confiaban: y el más petulante del mismo y contra sus últimas objeciones. Todo
grupo, Ward, cuando se le preguntaban cuáles le llamaba hacia Roma. Pero la Iglesia roma-
eran sus convicciones, respondía: «Credo in na del siglo XIX, ¿era la de los Padres, la de San
Newman.» Al pie del pulpito de Santa María, Agustín y San Ambrosio? El Primado del Papa,
de Oxford, el auditorio se apretujaba más nu- las indulgencias, la devoción a la Virgen y el
meroso cada domingo. De haberlo querido, culto a los santos, ¿no eran cosas añadidas des-
Newman hubiera podido fundar, como Fox o pués? Su genio —o el Espíritu Santo— le dictó
Wesley, «su iglesia»: otro cuaquerismo, otro la respuesta: la Iglesia no es un monumento eri-
metodismo... gido una vez por todas, un bloque inmutable y
Pero cuanto más avanzaba tanto más cre- como fosilizado de fórmulas, a las que estuvie-
cía su angustia. ¿Podía sostenerse la vía media? ra prohibido añadir una coma. Es una realidad
¿Sería legítima la iglesia de Inglaterra, su igle- viva y que, como todo lo que vive, evoluciona.
sia, atinque fuera renovada? ¿Poseía los atribu- En una Iglesia legítima, que ha recibido de
tos de la verdadera legitimidad, la catolicidad Cristo una autoridad infalible, es normal y tam-
y la sucesión apostóhca esa iglesia nacional fun- bién legítimo que el dogma se precise y desarro-
dada por un Rey? Una breve frase de San Agus- lle. Tal fue la tesis del hbro definitivo que
tín, citada por Wiseman en su artículo, penetró Newman pubhcó en 1845: Ensayo sobre el des-
en él con una fuerza que nunca había experi- arrollo de la doctrina cristiana, verdadero «dis-
ESE MUNDO AL QUE CRISTO HACE VISIBLE 181

curso del método» del catolicismo moderno, vivía como un anacoreta, y cuya influencia era
cuya importancia no se ha calculado todavía. segura. Manning había seguido de cerca el
Ahora las objeciones se habían desvane- «movimiento de los folletos», y sin estar direc-
cido. Y Newman se demostraba a sí mismo la tamente asociado a él, experimentaba viva sim-
necesidad de someterse, de volver a la obedien- patía. También él había pensado que la vía
cia de una sola autoridad. La última frase del media era buena, la de la iglesia anglicana re-
Ensayo era la cita del sublime canto de Simeón: generada. Pero a medida que fue leyendo, plu-
«Nunc dimittis servum tuum Domine...» Pidió ma en mano, el hbro de Newman, sintióse con-
al preboste de Oriel que le borrara de la lista de quistado por sus argumentos. Dos escándalos
«Fellows». Después, el 8 de octubre de 1845, en que por entonces turbaron a la iglesia estable-
su retiro de Littlemore, y en las manos de un cida acabaron de apartarle de ésta: el nombra-
pasionista, el Padre Dominic, «hombre sencillo miento paira una diócesis de cierto teólogo de
y santo, que gozaba de gran poder», al que ha- Oxford, conocido por su liberalismo, próximo al
bía rogado que acudiera, sin explicarle el moti- librepensamiento; y la descarada intervención
vo, pronunció la solemne fórmula de abjura- del Consejo privado de la Reina, tribunal laico,
ción. Tan turbado y conmovido, que salió del en un asunto que oponía a un «clergyman» a su
oratorio tambaleándose. Obispo. Durante cinco años dudó Manning,
Aquella fecha de 8 de octubre de 1845 se- buscando dónde estaba su deber, en situación
ría capital para el catolicismo inglés. Gladsto- tan dolorosa y «agónica» como la pasada por
ne, escribe: «Nunca, desde la Reforma, la Igle- Newman. Por último, el 6 de abril de 1851,
sia romana había alcanzado mayor victoria.» La en unión de su amigo Hope, abjuraba también
seriedad con que se había obrado aquella con- en manos de un jesuíta.
versión, su carácter doloroso, el prestigio intelec- Tal fue, para no salir de sus aspectos pura-
tual y espiritual de Newman, su influencia en mente espirituales, la aventura del «Movimien-
la juventud, todo contribuía a hacer de ello un to de Oxford». Esa sucesión de combates espiri-
acontecimiento. Muchos de sus íntimos le imi- tuales, ese encadenamiento de influencias y reac-
taron inmediatamente: algunos, incluso, le pre- ciones constituyen un conjunto tan extraordina-
cedieron en pocos días. Dalgairns, Saint-John, rio, un ejemplo tan sorprendente de fluir sobre-
Starton, el fogoso Ward, arrodillándose como éi natural, que apenas se resiste a la tentación de
ante el hijo de San Pablo de la Cruz. Seguirían- compararlo con el primer Port-Royal, con el
Ies otros, y entre ellos, Faber, que se convirtió Port-Royal de antes de la rebelión y la ruptura,
—en frase suya— «para no morir de hambre», cuando un grupo de conciencias sinceras bus-
y que llegaría a ser uno de los maestros de la es- caba con gemidos la verdad del mensaje y la
piritualidad inglesa; y Ullathorne, futuro cola- gloria de Dios. Escribióse entonces una admira-
borador de Wiseman. En menos de un año hubo ble página de la Historia de la Iglesia, en la que
más de trescientas conversiones, todas de inte- un católico no piensa sin emoción.
lectuales, de profesores, de teólogos, de hombres Prosiguió esa página con un capítulo cu-
conocidos por la seriedad de su evolución. La yos episodios no fueron, tal vez, igualmente fe-
iglesia establecida se sintió sacudida en sus ci- lices, pero cuya grandeza, en definitiva, no es
mientos. desigual. Newman, por consejo de Wiseman (a
Pero aún le aguardaba otro golpe. Ante la quien quiso hacer homenaje de su conversión),
borrasca desencadenada, la jerarquía del «Esta- se dirigió a Roma, donde recibió el sacerdocio,
bhshment» buscó a un hombre capaz de repli- y volvió a Inglaterra para establecer, en Bir-
car a Newman, y especialmente de refutar el mingham, un Oratorio, en la línea del de San
deplorable Ensayo. Para ello escogió a Heniy Felipe Neri; después dejóse persuadir para ir a
Manning (1808-1892), arcediano de Chichester, Irlanda a asumir el cargo de rector de la nueva
pastor de conocido celo, gran espíritu, alma de Universidad de Dublín; labor administrativa
apóstol, que desde el fallecimiento de su esposa para la que no le calificaba su sensibilidad y en
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

la que fracasó. Vuelto al convento de Birmin- titud que había de adoptairse frente al mundo
gham, reanudó la actividad para la que él es- moderno y a las ailmas por conquistar; más tar-
taba más preparado: pensar, escribir, dar testi- de, acerca de la Infalibilidad Pontificia y del
monio. Fue entonces cuando, exaltada el alma Concilio Vaticano. Estos pequeños incidentes
por las pruebas, afinado más aún el espíritu por no impidieron que el catohcismo conociera en
tantos años de meditación, dispuso esa apologé- Inglaterra un desarrollo que no ha cesado des-
tica de estilo nuevo que debía expresarse en su de entonces. La situación había cambiado a su
Gramática del asentimiento, primera manifes- favor. El término catóhco no era ya sinónimo
tación de existencialismo cristiano, que busca, de pobre campesino irlandés: podía ser taimbién
más allá de las palabras, las ideas y los concep- intelectual de primer orden, un teólogo, un filó-
tos, la realidad viva de Dios, que enseña al alma sofo y hasta un aristócrata, puesto que ocurrían
a darse del todo en cada acto de la vida. En- muchas conversiones incluso en la nobleza más
cuentra entonces esa fórmula insuperable desde cerrada.
tantos puntos de vista: «No hay más que dos Indudablemente, el impulso no fue tan
absolutos, dos evidencias: Yo y mi Creador.» 1 grande como para llevar a la Iglesia catóhca
En cuanto a Manning, que no tardó en re- (cosa que tantos soñaban), a toda la iglesia es-
presentar en la Iglesia católica, a la que había tablecida e incluso a la Alta Iglesia. Numerosos
vuelto, un papel de primer plano, también se de los promotores del «Movimiento de Oxford»
hizo sacerdote: en dos meses recibió todas las permanecieron en el protestamtismo. Keble,
órdenes, celebró su primera misa, en presencia Morley y sobre todo Pusey, que siguió la vía
del Padre Ravignan, y se ofreció paira una obra media hasta fundar una nueva iglesia, la de los
práctica de apostolado. Pero, a pesar de la apa- «rituadistas», y que había de ser uno de los obs-
riencia absolutamente espiritual que le daba su táculos mayores para la reconciliación con
bello y fino rostro de rasgos demacrados, era Roma, al tiempo de las negociaciones que pre-
tan excelente administrador como malo lo era cedieron al Concibo Vaticano. Pero era ya in-
Newman. Colaborador de Wiseman, fundador menso el hecho de que el catohcismo hubiera
del Instituto Misionero de los Oblatos de San dejado de ser esa religión de segunda fila, esa
Carlos, superior del Seminario de San Edmun- grey desdeñada y ese cuerpo sin vida que era
do, sucedió (1865) a Wiseman en la sede de aún en 1830, según los anghcanos.1
Westminster; ya que, como se sabe, consagran- ¿Estaba muerta, o moribunda, como escri-
do la renovación de la Iglesia catóhca en Ingla- bían los Heme, los Feuerbach, los Renán, esa
terra, Pío IX había restablecido, en 1850, la Iglesia que suscitaba semejantes movimientos
jerarquía en aquel reino, haciendo a Wiseman de almas? «¡Cuán justa y consoladora eres, oh
Arzobispo de Westminster y Cardenal. Iglesia de Roma —cantaba Newmain—, constam-
Puede dejarse a un lado —pues no es esen- te en la guardia de las Mansiones de Dios!» Y
cial en el plano de las almas— la organización aún no hemos dejado de oír tades acentos...
(desde luego necesaria) que Manning dio a la
Iglesia catóhca de Inglaterra. Se pueden pasar
por alto, sobre todo, las tiranteces surgidas en el
seno de aquella rejuvenecida Iglesia, señales in- "Cuales son los sacerdotes,
dudables de su vitalidad y vigor: entre los «anti- tales son los pueblos"
guos catóhcos» y los recién llegados, entre los del
pueblo y los intelectuales, incluso entre Newman Así ardía en altísimas llamas el fuego de
y Manning, a propósito de los métodos de apos- Cristo en muchos sectores del Occidente cris-
tolado o, de modo más generad, acerca de la ac- tiano. Pero había otras señades. Y amte todo, la

1. León XIII reconocerá los méritos de New- 1. Otras causas menos importantes intervinie-
man, creándole Cardenal en 1879. ron también en el desarrollo del catolicismo inglés.
ESE MUNDO AL QUE CRISTO HACE VISIBLE 183

más importante, aquella en que se reconoce chos fueron los prelados paira quienes era aquél
siempre la vitalidad de la Iglesia. «Cuales son el mayor cuidado; por distantes que estuvieran
los sacerdotes, tades son los pueblos» —había di- entre sí Monseñor Pie y Monseñor Dupanloup
cho en otro tiempo Monsieur Vincent—. La fór- se encontraban en este terreno. En Maguncia,
mula que harán suya muchos émulos suyos no donde, a comienzos de siglo, el abate Lieber-
dejaba de ser verdadera; ni ha dejado nunca de mann, alsaciano, restauró la gran tradición de
serlo. Ahora bien, en conjunto, el clero del si- los seminarios de los tiempos clásicos, será, en-
glo XIX merece nuestro respeto y admiración. tre otras, una de las principades taireas de Mon-
Mala era la situación al salir de la gran cri- señor Ketteler el desatrrollarlos. ¡Cuántos fun-
sis revolucionaria. Sobre todo en Francia, don- dadores de congregaciones proponen a sus hi-
de la persecución le había asestado golpes terri- jos ese idead: formaur sacerdotes, muchos y bue-
bles, el clero disminuyó en cerca de un tercio. nos sacerdotes! Sarint-Sulpice, en Pairís, se re-
Más de cinco mil parroquias quedaban sin pas- organiza a principios de siglo, y bajo la direc-
tor. El abate Rohrbacher, historiador, cuenta ción de M. Hamon, adcanza buen desarrollo.
que en sus comienzos tuvo que atender a siete. Los resultados de aquellos múltiples es-
De doce mil Vicariatos, sólo cinco mil estaban fuerzos son evidentes. En el país más afectado
provistos. Y como desde 1789 no había habido por la crisis, Francia, el déficit desapairece des-
más que seis mil ordenaciones, el envejecimien- de 1825; el movimiento es inverso. Hacia 1850
to era evidente. En otros países, donde las esta- todos los curatos están cubiertos, lo mismo que
dísticas parecen más favorables, la realidad es- los vicariatos; en 1870 los efectivos totales del
taba lejos de ser satisfactoria. En muchos luga- clero llegan a 56 000. Lo que no impide que al-
res las guerras napoleónicas habían proporcio- gunos obispos, como Monseñor Dupanloup,
nado graves golpes al clero, a sus instrumentos muestren inquietud: «Faltan sacerdotes; las vo-
de acción y a sus vocaciones. Incluso donde no caciones están en crisis»; lo que ocurre es que
había disminuido la cantidad, no progresaba la las nuevas obras y la acrecentada piedad de los
calidad; demasiada rutina, demasiado confor- fieles amplían considerablemente el campo del
mismo y, con frecuencia, demasiada comodidad. apostolado, lo que no constituye, en sí, un he-
En todas partes era evidente el desdén por cual- cho del que haya que launentarse. En Itadia, el
quier esfuerzo intelectual: hablando con fran- clero pasa de los 50 000 en 1815 a casi los 70 000
queza, existía una gran incultura. Stendhal, individuos en 1870; hay incluso un exceso. Aná-
mostrándonos a Julián Sorel aborrecido en el loga es la situación en España. En Alemainia el
seminario de Besançon porque es inteligente e progreso es idéntico ad visto en Framcia. El clero
inclinado al estudio, llega evidentemente a la es numeroso, está cerca de su grey y es muy ac-
caricatura. Pero Lamennais, que conocía bien tivo.
las cosas internas del clero, podrá decir: «Nun- En este cuadro hay una sombra que, por
ca el clero, tomado en conjunto, ha sido tan ig- lo demás, es común a toda la Iglesia. ¿No se
norante.» aiísla el clero.demasiado del mundo, de ese mun-
Notable fue la reacción contra tal estado do tal cued es? Por reacción contra las excesivas
de cosas. Inicióse ya en el Imperio, en el que libertades del tiempo de crisis, por cuidado de
el Cardenal Fesch se dedicó a la creación de se- la disciplina, ¿no se prepara en exceso a los
minarios con un ardor que divertía a su impe- sacerdotes a vivir en un mundo cerrado, sin ven-
rial sobrino; también Pío VII, en medio de todas tanas a la vida real de los hombres? ¡Eso no es
las dificultades de su cautividad ligur, escribía verdad en todos los casos: no puede decirse que
a los obispos de Italia que ésa era su primera un Padre Chevrier prepara a sus sacerdotes de
obligación. Y aumentó en vigor cuando las cir- El Prado para encerratrse en sí mismos, ni que
cunstancias se hicieron más favorables. Ningu- San Juam Bosco hace lo mismo con los sadesianos!
no de los Papas de aquel período dejó de impul- Y, aunque formado en la estricta disciplina sul-
sar y ayudar a la creación de seminamos. Mu- piciana, Juam María Vianney no se recluye en
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

la que fracasó. Vuelto al convento de Birmin- titud que había de adoptarse frente al mundo
gham, reanudó la actividad para la que él es- moderno y a las almas por conquistar; más tar-
taba más preparado: pensar, escribir, dar testi- de, acerca de la Infalibilidad Pontificia y del
monio. Fue entonces cuando, exaltada el alma Concibo Vaticano. Estos pequeños incidentes
por las pruebas, afinado más aún el espíritu por no impidieron que el catolicismo conociera en
tantos años de meditación, dispuso esa apologé- Inglaterra un desarrollo que no ha cesado des-
tica de estilo nuevo que debía expresarse en su de entonces. La situación había cambiado a su
Gramática del asentimiento, primera manifes- favor. El término católico no era ya sinónimo
tación de existencialismo cristiano, que busca, de pobre campesino irlandés: podía ser también
más allá de las palabras, las ideas y los concep- intelectual de primer orden, un teólogo, un filó-
tos, la realidad viva de Dios, que enseña al alma sofo y hasta un aristócrata, puesto que ocurrían
a darse del todo en cada acto de la vida. En- muchas conversiones incluso en la nobleza más
cuentra entonces esa fórmula insuperable desde cerrada.
tantos puntos de vista: «No bay más que dos Indudablemente, el impulso no fue tan
absolutos, dos evidencias: Yo y mi Creador.» 1 grande como para llevar a la Iglesia catóhca
En cuanto a Manning, que no tardó en re- (cosa que tantos soñaban), a toda la iglesia es-
presentar en la Iglesia católica, a la que había tablecida e incluso a la Alta Iglesia. Numerosos
vuelto, un papel de primer plano, también se de los promotores del «Movimiento de Oxford»
hizo sacerdote: en dos meses recibió todas las permanecieron en el protestantismo. Keble,
órdenes, celebró su primera misa, en presencia Morley y sobre todo Pusey, que siguió la vía
del Padre Ravignan, y se ofreció para una obra media hasta fundar una nueva iglesia, la de los
práctica de apostolado. Pero, a pesar de la apa- «ritualistas», y que había de ser uno de los obs-
riencia absolutamente espiritual que le daba su táculos mayores para la reconciliación con
bello y fino rostro de rasgos demacrados, era Roma, al tiempo de las negociaciones que pre-
tan excelente administrador como malo lo era cedieron al Concilio Vaticano. Pero era ya in-
Newman. Colaborador de Wiseman, fundador menso el hecho de que el catohcismo hubiera
del Instituto Misionero de los Oblatos de San dejado de ser esa religión de segunda fila, esa
Carlos, superior del Seminario de San Edmun- grey desdeñada y ese cuerpo sin vida que era
do, sucedió (1865) a Wiseman en la sede de aún en 1830, según los anglicanos.1
Westminster; ya que, como se sabe, consagran- ¿Estaba muerta, o moribunda, como escri-
do la renovación de la Iglesia catóhca en Ingla- bían los Heine, los Feuerbach, los Renán, esa
terra, Pío IX había restablecido, en 1850, la Iglesia que suscitaba semejantes movimientos
jerarquía en aquel reino, haciendo a Wiseman de almas? «¡Cuán justa y consoladora eres, oh
Arzobispo de Westminster y Cardenal. Iglesia de Roma —cantaba Newman—, constan-
Puede dejarse a un lado —pues no es esen- te en la guardia de las Mansiones de Dios!» Y
cial en el plano de las almas— la organización aún no hemos dejado de oír tales acentos...
(desde luego necesaria) que Manning dio a la
Iglesia catóhca de Inglaterra. Se pueden pasar
por alto, sobre todo, las tiranteces surgidas en el
seno de aquella rejuvenecida Iglesia, señales in- "Cuales son los sacerdotes,
dudables de su vitalidad y vigor: entre los «anti- tales son los pueblos"
guos catóhcos» y los recién llegados, entre los del
pueblo y los intelectuales, incluso entre Newman Así ardía en altísimas llamas el fuego de
y Manning, a propósito de los métodos de apos- Cristo en muchos sectores del Occidente cris-
tolado o, de modo más general, acerca de la ac- tiano. Pero había otras señales. Y ante todo, la

1. León X i n reconocerá los méritos de New- 1. Otras causas menos importantes intervinie-
man, creándole Cardenal en 1879. ron también en el desarrollo del catohcismo inglés.
ESE MUNDO AL QUE CRISTO HACE VISIBLE 183

más importante, aquella en que se reconoce chos fueron los prelados para quienes era aquél
siempre la vitalidad de la Iglesia. «Cuales son el mayor cuidado; por distantes que estuvieran
los sacerdotes, tales son los pueblos» —había di- entre sí Monseñor Pie y Monseñor Dupanloup
cho en otro tiempo Monsieur Vincent—. La fór- se encontraban en este terreno. En Maguncia,
mula que harán suya muchos émulos suyos no donde, a comienzos de siglo, el abate Lieber-
dejaba de ser verdadera; ni ha dejado nunca de mann, alsaciano, restauró la gran tradición de
serlo. Ahora bien, en conjunto, el clero del si- los seminarios de los tiempos clásicos, será, en-
glo XIX merece nuestro respeto y admiración. tre otras, una de las principales tareas de Mon-
Mala era la situación al salir de la gran cri- señor Ketteler el desarrollarlos. ¡Cuántos fun-
sis revolucionaria. Sobre todo en Francia, don- dadores de congregaciones proponen a sus hi-
de la persecución le había asestado golpes terri- jos ese ideal: formar sacerdotes, muchos y bue-
bles, el clero disminuyó en cerca de un tercio. nos sacerdotes! Saint-Sulpice, en París, se re-
Más de cinco mil parroquias quedaban sin pas- organiza a principios de siglo, y bajo la direc-
tor. El abate Rohrbacher, historiador, cuenta ción de M. Hamon, alcanza buen desarrollo.
que en sus comienzos tuvo que atender a siete. Los resultados de aquellos múltiples es-
De doce mil Vicariatos, sólo cinco mil estaban fuerzos son evidentes. En el país más afectado
provistos. Y como desde 1789 no había habido por la crisis, Francia, el déficit desaparece des-
más que seis mil ordenaciones, el envejecimien- de 1825; el movimiento es inverso. Hacia 1850
to era evidente. En otros países, donde las esta- todos los curatos están cubiertos, lo mismo que
dísticas parecen más favorables, la realidad es- los vicariatos; en 1870 los efectivos totales del
taba lejos de ser satisfactoria. En muchos luga- clero llegan a 56 000. Lo que no impide que al-
res las guerras napoleónicas habían proporcio- gunos obispos, como Monseñor Dupaidoup,
nado graves golpes al clero, a sus instrumentos muestren inquietud: «Faltan sacerdotes; las vo-
de acción y a sus vocaciones. Incluso donde no caciones están en crisis»; lo que ocurre es que
había disminuido la cantidad, no progresaba la las nuevas obras y la acrecentada piedad de los
calidad; demasiada rutina, demasiado confor- fieles amplían considerablemente el campo del
mismo y, con frecuencia, demasiada comodidad. apostolado, lo que no constituye, en sí, un he-
En todas partes era evidente el desdén por cual- cho del que haya que lamentarse. En Italia, el
quier esfuerzo intelectual: hablando con fran- clero pasa de los 50 000 en 1815 a casi los 70 000
queza, existía una gran incultura. Stendhal, individuos en 1870; hay incluso un exceso. Aná-
mostrándonos a Julián Sorel aborrecido en el loga es la situación en España. En Alemania el
seminario de Besançon porque es inteligente e progreso es idéntico al visto en Francia. El clero
inclinado al estudio, llega evidentemente a la es numeroso, está cerca de su grey y es muy ac-
caricatura. Pero Lamennais, que conocía bien tivo.
las cosas internas del clero, podrá decir: «Nun- En este cuadro hay una sombra que, por
ca el clero, tomado en conjunto, ha sido tan ig- lo demás, es común a toda la Iglesia. ¿No se
norante.» aisla el clero.demasiado del mundo, de ese mun-
Notable fue la reacción contra tal estado do tal cual es? Por reacción contra las excesivas
de cosas. Inicióse ya en el Imperio, en el que libertades del tiempo de crisis, por cuidado de
el Cardenal Fesch se dedicó a la creación de se- la disciplina, ¿no se prepara en exceso a los
minarios con un ardor que divertía a su impe- sacerdotes a vivir en un mundo cerrado, sin ven-
rial sobrino; también Pío VII, en medio de todas tanas a la vida real de los hombres? ¡Éso no es
las dificultades de su cautividad ligur, escribía verdad en todos los casos: no puede decirse que
a los obispos de Italia que ésa era su primera un Padre Chevrier prepara a sus sacerdotes de
obhgación. Y aumentó en vigor cuando las cir- El Prado para encerrarse en sí mismos, ni que
cunstancias se hicieron más favorables. Ningu- San Juan Bosco hace lo mismo con los salesianos!
no de los Papas de aquel período dejó de impul- Y, aunque formado en la estricta disciplina sul-
sar y ayudar a la creación de seminarios. Mu- piciana, Juan María Vianney no se recluye en
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

la meditación solitaria. Pero es verdad que, en propuesta de nombres: sea cual fuere el modo
conjunto, quienes entonces tienen la misión de de designación, la intervención de Roma es, en
educar a las jóvenes generaciones del clero, se fin de cuentas, decisiva y ya no se discute. Y, en
preocupan más de formar sacerdotes dignos y general, se ejerce para hacer llegar a la mitra
piadosos, «muy espirituales», capaces de resol- a hombres que proceden de todas las clases so-
ver los casos de conciencia de sus penitentes, de ciales, a veces a los más humildes; hombres ver-
celebrar correctamente la misa y administrar daderamente religiosos y auténticos pastores.
los sacramentos, lo mismo que de preparar a Durante mucho tiempo se ha repetido que
sus ilustres alumnos, incluso en las ciencias ecle- los obispos del siglo XIX estaban demasiado li-
siásticas. Hasta San Sulpicio, que acaudilla la gados a la política y a los intereses de partido y
formación sacerdotal, cede a esa pendiente; el de clase; hasta cuando ese juicio es, en cierta
manual de Tronson sigue en uso; y allí se vive medida, justificado, no permite prejuzgan: las
—dice Renán— tan «separado del tiempo pre- cualidades propiamente espirituales de esos
sente como si lo rodearan tres mil leguas de si- hombres que, en su mayoría, mantuvieron muy
lencio». Esa corriente durará bastante. Pero, alto el sentido de la espirituadidad. Hay en el
¿no presenta más que aspectos reprobables? siglo XIX una pastoral episcopad cuya impor-
El gran hecho de todo ese período es la in- tancia apenas comenzamos a medir ahora.1 Un
discutibilidad de la calidad propiamente espiri- hombre como el Caurdenal Pie aparecía verda-
deramente como un adma sobrenatural y un
tual del clero. Esto es comprobable en las más
apóstol, en la misma medida que como lucha-
altas esferas. No hay un solo Pontífice de esa
dor heno de combatividad. Hay sauitidad en él
época criticable en tal aspecto: Pío VI, cuyos como en un Monseñor Affre, un Monseñor Dar-
comienzos en el Pontificado —demasiado feli- boy, como la hay en un Wiseman, un Newman,
ces— no parecieron muy edificantes, mostró en un Zu Droste-Vischermg, un Pacca y tantos
el martirio del término de su vida una grandeza otros, comprendidos los obispos emprendedo-
que lo transfigura; Pío VII, el monje Chiara- res que ya hemos visto en acción en Estados
monti, es, sobre el trono de San Pedro (ese tro- Unidos; un Cheverus, un Flaget, un Bruté, y
no tan agitado), el piadoso benedictino que hu- esos Vicaurios apostóhcos de los vastos y heroicos
biera preferido seguir siéndolo; León XII es un territorios de Misión.
austero asceta, pero también hombre de insu-
perable caridad; el bondadoso Pío VIII, un ser A decir verdad, todo el clero está en cons-
piadoso y devoto; Gregorio XVI, el camaldulen- tauite perfeccionamiento. No conviene, sin du-
se, otro monje bajo la tiara; en cuanto a Pío IX, da, limitarse a un cuadro idílico. Hay aún pad-
el «abogado del diablo», en el proceso de su ses católicos en los que algunos de sus elemen-
tos están lejos de ser ejemplatres, sobre todo, en
beatificación (que, sin duda, no tardará en
cuanto a la observancia del sexto y noveno man-
abrirse) le reprochará la presencia, a su lado, de
damientos: pero son excepción. El canónigo
Antonelh; pero los promotores de su causa ten- Aubert, poco inclinado al painegírico, observa
drán excelente ocasión de mostrar sus virtudes con justicia: 2 «El adza sensible del nivel espiri-
y méritos como hombre privado tanto que como tual del clero es uno de los aspectos menos es-
pastor.
Dando tal ejemplo el Obispo de Roma, es
natural que el Episcopado sea, en generad, de 1. El R. P. Broutin, especialista en materia
calidad. Los titulares de las diócesis son designa- pastoral episcopal del siglo XIX, ha iniciado este
dos según diversos sistemas, sea por libre elec- estudio a propósito del Cardenal Pie, en un sugesti-
vo artículo de la Revue d'Ascétique et de Mystique
ción del Papa, en Italia y Bélgica; sea por pre- (enero, 1959). También hay mucho que aprovechar
sentación de los jefes de Estado, en los países sobre este tema en el libro de Sévrin sobre Mon-
regidos por un Concordato; sea por elección ca- señor Clausel de Montais.
pitular, como en Holanda, en Suiza y e n parte 2. En su libro sobre el Pontificado de Pío IX,
de Alemania; sea —en Norteamérica— por una t. XXI del Fliche y Martin.
Con la ayuda activa de Pío IX, la Iglesia de Amé- regiones más apartadas. Aquí vemos a un Padre,
rica Latina emprende su reforma e inicia una nueva conducido por dos indios, en piragua, de Baños a
marcha adelante. Las misiones ecuatorianas de los Canelos. (Grabado de Pinto).
dominicos llevarán el evangelio a los indios de las Archivos de Propaganda Fide.
ESE MUNDO AL QUE CRISTO HACE VISIBLE 185

pectaculares y más importantes de la Historia beneficios y que no se ocupa más que de sus
de la Iglesia durante la segunda mitad del si- queridos estudios, y el cura rural, de costumbres
glo XIX.» Numerosas causas explican este he- fáciles y plebeyas. En muchas diócesis los Re-
cho. La Revolución, «al cribar al clero», según tiros espirituales (a veces mensuales), las prác-
la frase de José de Maistre, ha eliminado la ma- ticas de piedad regulares, la meditación diaria
yor parte de los elementos dudosos y ha impues- mejoran la calidad sobrenatural. ¿Es el sacer-
to la fuerza del ejemplo. ¿Cómo olvidar el sa- dote solamente ese «funcionario fiel en su se-
crificio de los que murieron mártires, bajo la guridad, paciente, atento a las consignas, cum-
cuchilla de la guillotina o en las barcazas de plidor correcto de su deber solitario y monóto-
Rochefort, o, por ejemplo, la admirable histo- no», de que nos habla Taine? Cada vez se le ve
ria del párroco Noel Pinot, ejecutado en An- más preocupado por el apostolado, entregado
gers, que, revestido por burla de los ornamentos sin reserva, en el ámbito de la parroquia, a la
sacerdotales, recitaba al llegar ante la fatal má- propagación del Reino de Dios y a la práctica
quina el Introito ad altare Dei de la misa? Gru- de la Caridad de Cristo. La célebre frase del
pos sacerdotales y laicos no dejaron de trabajar Padre Chevrier adquiere categoría de máxima:
en la mejora del clero: la Congregación, a co- «El sacerdote es un hombre devorado.» Es ne-
mienzos del período; institutos como los crea- cesario que se entregue sin límites a su pequeña
dos por Monseñor Pianelli, en Bobbio, o por
grey, si quiere ser fiel a las exigencias de su
Juan María de Lamennais, hermano de Feli-
vocación: así lo entienden buen número de
cidad; y más tarde, por el Padre Chevrier, Man-
ning y otros. La acción de los seminarios res- sacerdotes. Y como ese esfuerzo diario es inmen-
taurados y renovados se hace sentir cada vez so y difícil, y exige fuerzas sobrehumanas, se
más fuerte, sobre todo a partir de 1850. San inicia un movimiento para unir a los sacerdotes
Sulpicio, en Francia, es, desde ese punto de vis- en el apoyo fraterno y, ante todo, en la oración,
ta, decisivo. Existe también la emulación con como hacen, desde 1861, los Sacerdotes del San-
el clero regular, cuya prodigiosa proliferación tísimo Sacramento, del Padre Eymard; la Unión
veremos, que actúa como un fermento; la cre- Apostólica, del abate Lebeurier; la Sociedad de
ciente influencia de la Compañía de Jesús, la Sacerdotes de San Francisco de Sales, del abate
de benedictinos y dominicos, restaurados, son Chaumont; la «Associatio perseverantiae sacer-
profundas en el clero francés y contribuyen a dotalis», del abate austríaco Müller; las agrupa-
darle tono... ciones del «Convitto» turinés, de Don Guala y
don Cafasso, y, al término de nuestro período,
Así queda establecido ese clero, tal y como el experimento de vida en común, puesto en
lo conocemos hoy, en la mayoría de los países
marcha por Dom Gréa.
católicos, merecedor de respeto.1 Mucho más
Por supuesto, es imposible una selec-
disciplinado que el antiguo, sobre todo en paí-
ses, como Francia e Italia, en que los párrocos ción entre tantos y tantos excelentes sacerdotes.
no son inamovibles, vigilado de cerca por los ¡Cuántos no han sido conocidos más que por
obispos que, por orden de Roma, multiplican Aquél que penetra las entrañas y los corazones!
sus visitas, a fin de desarrollar el celo y el espí- Todos los países de la catolicidad podrían aña-
ritu sacerdotales; ese clero nuevo es serio, sóli- dir nombres a este elenco: la Italia, de Rosmini
do, consciente de su responsabilidad, impulsado y Cottolengo; la Alemania, de Sailer; la Espa-
con frecuencia a los más altos ideales. Ha des- ña, de Balmes; la Francia, del simpático Juan
aparecido el abate cortesano; cada vez es más María de Lamennais; del apóstol ciego, Mon-
raro el sacerdote mundano que brilla en los sa- señor De Ségur, uno de los más grandes maes-
lones; el erudito cómodamente instalado en sus tros de espíritu de su tiempo; del Padre Che-
vrier, que tan admirablemente supo formular
1. Recordemos la frase de Renán: «He vivido el ideal de sacerdote; del abate Perreyve (1831-
diez años entre sacerdotes, y no he conocido más 1865), figura luminosa, cuyos sermones entu-
que buenos sacerdotes.» siasmaron a los estudiantes, y que murió en pie-
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

na juventud, a los treinta y cuatro años de edad. nacido treinta y dos años antes, en 1786, en una
Pero, ¿no es vana en definitiva toda enumera- aldea asentada a unas 10 leguas de ahí, Dardi-
ción, puesto que es precisamente el siglo XIX Uy, en la que sus padres eran campesinos, gentes
el que vio nacer, crecer y morir a aquél a quien piadosas, de las que aún quedan muchas en
la Iglesia reconocería oficialmente como tipo Francia. Por un curioso encuentro habíase sen-
de sacerdote y modelo de todos: Juan María tado a su mesa San Benito Labre, «el ángel
Vianney, Cura de Ars? andrajoso», durante su gran peregrinación. Ya
a los siete años el pequeño Juan María había
mostrado una gran inclinación a la oración, tan
evidente, que se hablaba de hacer de él un mon-
J u a n María Vianney, Cura de Ars je o un sacerdote. ¿No llevaba al campo en que
guardaba las vacas una estatuilla de la Virgen,
Al atardecer del martes 9 de febrero de que colocaba en el hueco de un sauce, para arro-
1818, Antonio Givre, pastor de dieciséis años, dillarse ante ella? Habiendo llegado la Revolu-
que guardaba sus ovejas en la landa de Dom- ción y la persecución de sacerdotes, estudió a
bes, tuvo un singular encuentro, cuyo recuerdo escondidas el Catecismo; hizo su Primera Comu-
conservaría toda su vida. Caía la noche, encen- nión clandestinamente, en una casa con todas
díanse ya las luces en las ventanas de las casas, las ventanas cerradas; y el espectáculo de la re-
agrupadas a unos cientos de metros más allá de sistencia del clero de Francia a la persecución
un barranco. De la parte de la carretera que
acabó de arraigar en él la vocación religiosa;
lleva a Lyón llegó un ruido; el pastor se volvió
más aún: una vocación de heroísmo, de sacrifi-
a mirar: a grandes zancadas de hombre aveza-
do al campo se acercaba un sacerdote, acompa- cio y de grandeza.
ñado de una anciana mujer tocada con una co- Desgraciadamente, para ser sacerdote y te-
fia; tras ellos seguía un carruaje tambaleante, ner el derecho y los medios de «ganar almas
cargado de enseres y objetos confusos, entre los para Dios» no bastaban la buena voluntad y el
que podían distinguirse las tablas de una cama. impulso de corazón: hay que estudiar, aprender
Él sacerdote llamó al muchacho y le preguntó si el latín, la liturgia, la teología y ¡tantas otras
aún estaban lejos de una aldea llamada Ars. cosas! Ya en este terreno Juan María Vianney
Antonio señaló con un movimiento del brazo el fue decepcionante. Su cerebro estaba hecho de
modesto caserío abrazado por el crepúsculo. tal manera que, siendo maravillosamente apto
«Qué pequeño es» —murmuró el sacerdote—. para retener los hechos de la vida práctica y
Acto seguido se arrodilló. Oró silenciosa y espa- penetrar en los seres, era radicalmente inepto
ciadamente; tenía la mirada fija en el grupo de para almacenar declinaciones latinas y la más
casas, y rezó con un fervor, con una atención elemental dogmática. De no haber habido en
extraordinaria: hubiérase dicho que aquel hom- su camino un hombre que le comprendiera,
bre veía cosas de las que los demás no tenían nunca hubiese llegado a franquear los sucesi-
idea alguna. Levantándose volvió sus ojos hacia vos obstáculos que le separaban del sacerdocio.
el muchacho y, con sencillez, le dijo: «Tú me ¡Qué papel penoso había hecho el pobre Vian-
has mostrado el camino de Ars; yo te mostraré ney en los seminarios de Verrières y de San
algún día el del cielo.» 1 Después reanudó su Ireneo, cerca de Lyón! Pero veló por él M. Bal-
viaje. La capellanía de Ars-en-Dombes —dos- ley, el cura de Ecully, la clave maestra de uno
cientas almas—, dependiente de la parroquia de los equipos misioneros que el abate Linso-
de Misérieux, en la diócesis de Lyón, recibía a las, gran Vicario de Lyón, tuviera la audacia de
su nuevo capellán. crear en pleno Terror; gracias a él, Juan María
Llamábase Juan María Vianney. Había Vianney fue hecho diácono en 1814 y ordena-
do sacerdote el 13 de agosto de 1815, unas se-
1. Antonio Givre murió unas semanas después manas después del hundimiento del Imperio, en
que el Cura de Ars. la capilla del Seminario Mayor de Grenoble.
ESE MUNDO AL QUE CRISTO HACE VISIBLE 187

Vicario en Ecully, junto a su maestro, acabó de cho de él—. Y cuantos le vieron han dado el
formarse allí en una existencia sacerdotal del mismo testimonio acerca de su irradiación es-
todo dedicada a las almas y fecunda en prácti- piritual, de la misteriosa «aura» que rodeaba
cas de ascesis, flagelaciones, ayunos y cilicios. su cuerpo falto de atractivo. Una frase lo resu-
De Ecully precisamente llegaba aquella tarde me todo acerca de la profunda realidad de aquel
brumosa del 9 de febrero de 1818 a la mi- hombre; la dijo el Obispo de Belley un día en
núscula aldea de Ars. Y allí permanecería cua- que algunos sacerdotes deploraban «caritativa-
renta y un años. mente» la ignorancia de su compañero y su nu-
Físicamente era un hombre corpulento, lidad en materia de teología y casuística: «No
fuerte y basto, de caminar pesado, rostro largo sé si es instruido, pero es iluminado.»
y enjuto, cuyas afiladas mejillas bajaban a un Así era aquel a quien Ars-en-Dombes con-
mentón estrecho y cuya nariz huesuda sobresa- servaría durante cuarenta y un años seguidos;
lía encima de unos finos labios. La única nota aquel que tan total y plenamente iba a consti-
que resaltaba en aquellos rasgos sin gracia eran tuir un solo cuerpo con la mínima aldea que,
los ojos azul-grises, cuya limpidez y fuerza de en cierto modo, se absorbería en él y sustituiría
atención eran igualmente extraordinarias. Más su apellido en beneficio del humilde título para
tarde, en el momento de su máxima celebridad, no ser «en el porvenir como en el cielo» otra
una oveja burguesa, llegada de París para ad- cosa que el Cura de Ars.1 Cuarenta y un años y
mirar al gran hombre, exclamará: «¿No es más «siempre contra su voluntad» —dice la buena
que eso el Cura de Ars?» ¿No era más que eso, Catalina Lassagne, encargada de la casa parro-
aquel campesino rugoso, mal trajeado, cuya quial—. Porque, torturado por la angustia de
zurcida y remendada sotana verdeaba por el ser inferior a su dura tarea de sacerdote, aquel
prolongado uso; aquel bonachón, que charlaba hombre, humilde ante Dios, huye de su parro-
y bromeaba de buena gana y a sí mismo se tra- quia en tres ocasiones, decidido a dejar el pues-
to «a otros menos ignorantes»; y serán sus pro-
taba de necio, tonto del pueblo? ¡Había bas-
pios feligreses quienes le retengan, al precio de
tante para desconcertar a una parisiense! ¡Y esa
mil astucias. Cuarenta y un años de una vida
reputación de ignorante, de cangrejo con orejas que, en apariencia, parecerá la más banal y mo-
de asno, que le seguía desde el seminario y él nótona que pueda imaginarse; pero en ese tiem-
mismo sostenía con placer! po se llevará a cabo, en un plano que no es el
Pero la verdad de aquel hombre no estaba de esta tierra, la más estremecedora aventura
allí. Es evidente que fue todo lo contrario de mística de su época.
ese minus habens, de aquel «primario intelec-
tual», como le llamarían los redactores de L'Idée Cuando Juan María Vianney llegó, Ars no
Ubre: la inteligencia no .se mide sólo por la do- era más que la más tibia de las comunidades
sis de conocimientos librescos que pueda asimi- cristianas. «No se amaba allí demasiado al buen
lar; y, para cuanto se refiere a la vida y no an- Dios.» Pero, desde que vieron cómo vivía su
nuevo párroco, los feligreses de Ars compren-
da impreso en ningún libro, Juan María poseía
dieron que algo había cambiado. Primero hizo
una inteligencia fuera de serie. Y, sobre todo,
devolver al castillo los cómodos muebles que la
habla en él algo más que inteligencia: una ma- piadosa mademoiseüe Des Garets había presta-
nera de «ver las cosas desde lo alto», como dice do a la casa parroquial. Después se impuso el
el Cardenal Bonald; un don de intuición que deber de reparar la iglesia, que se hallaba en
escapaba a toda lógica, pero que se manifesta- muy mal estado, haciendo por sus propias ma-
ba casi infalible; una grandeza que se imponía nos «la limpieza del buen Dios». También se
al observador más obtuso y al más hostil: en una
palabra, una fuerza soberana que iba a la par
con la más natural simplicidad y la más autén- 1. Ars fue erigida en parroquia en 1821. En
tica humanidad. «Para creer en la presencia de 1823, cuando fue reconstituida la diócesis de Belley,
lo sobrenatural bastaba con mirarle» —se ha di- la parroquia quedó adscrita a ésta.
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

difundió por la aldea el rumor del modo singu- era un gran orador, ni brindaba a sus oyentes
lar que el nuevo párroco tenía de alimentarse: fragmentos de elocuencia. Su voz era gutural
unos curruscos de pan duro, una olla de pata- y tendía a hacerse chillona; con frecuencia le
tas, que cocía cada tres semanas y comía frías. ocurría que perdía el hilo de sus sermones; de-
Por último, las buenas mujeres que lograron teníase y después continuaba no importaba
entrar en la casa cural, de vez en cuando, para cómo; por último, si no sabía cómo acabar, cor-
asegurar los cuidados de limpieza, cuentan que taba en seco y descendía del púlpito sin con-
habían visto sábanas ensangrentadas y man- cluir el sermón. En cuanto a la materia de sus
chas de sangre en las paredes, y se comprendió predicaciones, nada tenía de original, y me-
entonces para qué servían las cadenas que el nos aún la de sus catequesis, que dirigía a pe-
sacerdote hiciera forjar al herrero. Aquellos ayu- queños y grandes varias veces a la semana. Sin
nos y penitencias —y el Cura de Ars proseguiría escrúpulo, entraba a saco en los florilegios de
esta costumbre toda su vida— hicieron tanta Bonnardel, Joly, Billot y del Padre Lejeune,
mayor impresión cuanto que la terrible ascesis todos ellos sermonarios de mucho uso en su
no impedía a Monsieur Vianney mostrarse lleno tiempo, y en el «Catecismo rural». Copiaba un
de gentileza y exquisita mansedumbre y nada párrafo aquí, otro allá, los concordaba poco más
inclinado a imponer a otros los golpes de disci- o menos; y sobre aquel mosaico dejaba su im-
plina que se infligía a sí mismo, y que ni una pronta, transformando frases, demasiado bien
sola vez dejó que trascendieran. Pero cuando hechas, en fórmulas simples, populares, colma-
alguno se permitía aludir a los rigores que apli- das de imágenes y comparaciones que sorpren-
caba a su cuerpo, respondía con su mejor son- dían a sus oyentes. Para resaltar, por ejemplo,
risa que aquello estaba bien para «el viejo la acción del pecado en el alma, lo comparaba
Adán» o «el cadáver». a una mancha de aceite en un tejido de lana;
Poder del ejemplo: por él, sin duda alguna, «¡por mucho que la lavéis con diez aguas, no lo-
Juan María Vianney se impuso a sus feligreses, graréis que desaparezca!» Y al pasar por sus la-
primero, y muy pronto a otros muchos. Poco a bios (cuantos le oyeron están de acuerdo en
poco, la parroquia se transformó. Mujeres, hom- esto) aquellas pobres palabras alcanzaban una
bres y niños fueron agrupados en cofradías y enorme fuerza de sugestión. Ya anunciara los
actividades. Se abrió una escuela gratuita, la castigos del Juicio, ya hablara, de modo insu-
Casa de la Providencia, adonde afluyeron las perable, acerca del amor de Dios a los hom-
niñas, incluso las huérfanas, abandonadas y bres, o de su misericordia infinita, hallaba,
desvalidas. Lentamente desaparecieron de la como por instinto, la palabra precisa que pe-
parroquia las malas costumbres, las del baile y netrara hasta el fondo de los corazones. ¡Y qué
la taberna, contra las que el Cura de Ars era don de fórmulas el suyo! Una de ellas, al me-
muy severo; para no entristecerle, los mucha- nos, pertenece al más raro florilegio del pensa-
chos y las jóvenes menos vergonzosos del pue- miento cristiano. Lo evocaba un día aquella
blo vigilan mejor su conducta; el «respeto hu- angustiada viuda cuyo marido se había arro-
mano» da la vuelta sobre sí mismo hasta el pun- jado al agua y que temblaba al creerlo conde-
to que ahora parece tan mal el embriagarse co- nado: ¿Qué le había contestado el Cura de Ars?
mo antes no beber con los amigos. La iglesia, Sencillamente esto: «Entre el puente y el agua
ayer vacía, vuelve otra vez a llenarse; y como hay espacio para el arrepentimiento y el per-
los campesinos de los alrededores han tomado dón.» Entre el puente y el agua...
la costumbre de venir a ella, resulta demasiado Tal era el sacerdote al que Ars conservó
pequeña. ¿Quién hubiera podido prever un cuarenta y un años. El sacerdote: esa palabra
cambio semejante, unos años antes, cuando se lo dice todo. Porque Juan María Vianney no
había tratado seriamente, en el Arzobispado, de fue otra cosa que un sacerdote, un simple sacer-
suprimir aquella parroquia? dote, totalmente entregado a las almas, devo-
Y, sin embargo, Juan María Vianney no rado por su misión, íntegramente fiel a su vo-
ESE MUNDO AL QUE CRISTO HACE VISIBLE 189

cación: nada más y nada menos. Pero a ese nían de todos los países y pertenecían a todas las
sacerdocio, que casi le fue negado en otro tiem- clases sociales. Aquél que fue tenido por simple
po, lo llevó a un nivel tan alto, que resulta in- de espíritu entre sus camaradas de seminario,
comparable. Nadie ha hablado mejor del sacer- aquél de quien murmuraban algunos de sus
dote, de la grandeza de su función, de su papel compañeros de sacerdocio por su nulidad inte-
sobrenatural. «¡ Qué cosa tan grande es el sacer- lectual, era ahora objeto de las consultas de
dote! No puede ser comprendido más que en el hombres venerables, de intelectuales altísimos y
cielo. ¡Si se le comprendiera en la tierra, se de expertos directores espirituales: el Padre La-
moriría, no de temor, sino de amor!... ¡Después cordaire, por ejemplo, preocupado por el porve-
de Dios, el sacerdote lo es todo! ¡Dejad una pa- nir de su Orden; el Padre Chevrier, fundador de
rroquia sin sacerdote durante veinte años y se El Prado en Lyón; el Padre Muard, que iba a
adorará a las bestias!» Pero nadie ha dicho tam- crear los benedictinos de la Pierre-qui-Vire, y
poco de mejor manera cuán terrible es para un Monseñor De Ségur, el prelado ciego, y Mon-
hombre ser depositario del poder divino, tener señor Ullathome, el inglés convertido, discípu-
el derecho de absolver y el de hacer bajar al lo de Wiseman, enviado por él a Roma para
mismo Dios a la Hostia. «¡Qué terrible es ser arreglar el asunto de la restauración de la Je-
sacerdote!» —repetía con frecuencia, y su rostro rarquía inglesa, que se detiene en Ars y piensa
entonces se inundaba de lágrimas—. «Es cosa en no moverse de allí... Ninguno dejó de volver
lastimosa un sacerdote que dice la misa como consolado, animado, iluminado; nadie podría
si fuera algo ordinario... ¡Qué desdichado el dejar de decir lo que aquel humilde viñador de
sacerdote que no tiene vida interior!» Un sacer- Mácon: «He visto a Dios en un hombre.»
dote: nada más que un sacerdote. Y ahí está lo Aquella prodigiosa afluencia tuvo para el
extraordinario de su aventura; sólo por haber Cura de Ars una consecuencia dolorosa. Su vida
sido totalmente un sacerdote, Juan María Vian- se convirtió en la de un forzado de Cristo, atado
ney se convirtió en gloria de la tierra antes de día y noche a un trabajo cuya amplitud supe-
ser un santo. raba las fuerzas humanas. Verdad es que le
Porque, poco a poco (a decir verdad, rápi- habían enviado un auxiliar; pero éste, por su ca-
damente), el renombre del Cura de Ars rebasó rácter, fue ocasión frecuente de penitencias su-
los estrechos límites de su minúscula parroquia. plementarias; constituyóse incluso un grupo de
Se le llamaba a diversos lugares para confesar misioneros para ayudarle. Pero a él, sólo a él
y predicar. Y sobre todo, hombres y mujeres se querían los innumerables fieles, sólo a él que-
ponían espontáneamente en camino porque ha- rían ver, confiarle sus miserias; de él sólo aguar-
bían oído decir que allá, en el umbral de Dom- daban la esperanza y la paz. Entonces, devo-
bes, en una perdida aldea, un sacerdote habla- rado por el celo de las almas, Juan María Vian-
ba de Dios, confesaba y consolaba a las gentes. ney se convirtió en esclavo del confesionario.
Menos de diez años después de su llegada, la En el reducido recinto de madera, donde moría
corriente de peregrinos que afluía a Ars había de frío en invierno y se asfixiaba en verano,
alcanzado todas las características de un aconte- pasó horas, días, meses, ¡años enteros! Llegó a
cimiento no sólo regional, sino nacional y hasta estar en el confesionario dieciocho horas segui-
internacional. Se calcula en 80 000, por término das. A veces se desvanecía, sofocado por la falta
medio, el número de peregrinos que anualmen- de aire y los malos olores. «Sus días estaban or-
te, durante treinta años seguidos, se sucedieron denados y pautados como una página de músi-
en Ars. El último año, el de la muerte del santo, ca.» Poco después de medianoche dirigíase a su
fueron más de 100 000. La aldea se multiplicó. iglesia, linterna en mano; ya le esperaba una
En torno a la iglesia (como se ve en los grabados muchedumbre en la puerta. El desfile comen-
de la época) surgieron «pensiones burguesas» y zaba en seguida; había sido necesario organizar
tiendas en las que se vendían objetos de devo- un servicio de orden. Las mujeres se confesaban
ción. ¿Quiénes eran los que acudían a Ars? Ve- en el confesionario, situado en una capilla; los
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

hombres, a quienes no gustaba ser vistos, lo ha- celeste, extrañamente manifestada en la tierra.
cían en la sacristía; los sacerdotes, incluso el Los peregrinos de Ars la difundían por lejanas
Obispo de Belley, se cirro diliaban detrás del al- tierras, haciendo acudir por las rutas de Dom-
tar mayor. Fuera la confesión breve o larga, la bes a curiosos e incluso a incrédulos, que casi
exhortación del sacerdote era siempre corta, siempre regresaban descubiertos, sorprendidos,
pero bastaba para que el penitente quedara con- henos de emoción. La prensa se mezclaba en el
movido y muchas veces se alzara con el rostro asunto. En los tenderetes, cerca de la Iglesia,
bañado en lágrimas. En aquel atroz y monóto- vendíanse estampas que representaban al santo
no desfile de feos pecados, de suciedades gran- cura, cosa que suscitaba en él gran cólera. «He
des y pequeñas, apenas había dos interrupcio- aquí mi carnaval» —decía mostrándolas—. Echó
nes: una, para la misa, hacia las cuatro de la a la calle al escultor que tuvo la imprudente au-
madrugada, y otra, a las once de la mañana, dacia de pedirle permiso para hacerle un re-
para el Catecismo. Y eso duró más de treinta trato. Su Obispo le envió la muceta de canóni-
años... go honorario; se lo agradeció con mucha corte-
¿Pertenecía aún a la tierra tal heroísmo? sía, pero en seguida vendió el inútil ornamento
Lo sobrenatural surgía por todas partes en tor- y el dinero fue empleado en ayuda de los po-
no a aquel hombre de Dios. Una cosa era cierta: bres. En cuanto a la Legión de Honor, que el
su don de leer en los corazones: descubría en subprefecto de Trevoux obtuvo paira él, declinó
el honor de hevairla en su pecho y, puesto que
eUos que trataban de regatear con Dios, de ca-
la insignia no tenía vador para la venta, la re-
llar sus graves fadtas, de rebajar un poco el
galó inmediatamente, ya que no servía para sus
cálculo de los años en que no se habían confesa- obras de cairidad. Nada faltaba para hacerle en-
do; con una mirada el sacerdote penetraba en trar, aún en vida, en el mundo de la leyenda;
ellos, los iluminaba y, con una sola palabra, los nada, ni siquiera los ácidos celos de algunos de
ponía ante la triste verdad de su miseria. ¿No sus compaiñeros, ni las murmuraciones de aque-
veía aún otras realidades? Tenazmente callado llos a quienes molestaba su presencia, ni las
a ese respecto, evitando toda clase de preguntas, cairtas anónimas y las injurias; respondía a to-
negábase a decir si era verdad que había visto dos los ataques diciendo que los peores tratos
a la Santísima Virgen, o a San Juan Bautista, eran dulces para un tonto y un pecador de su es-
o a algunos otros santos, según afirmaban in- pecie, lo que dejaba cabizbajos y corridos a los
sistentes rumores. Uno de sus íntimos, que con maliciosos.
frecuencia le ayudaba en la misa, dice: «Mu-
chas veces tuve la impresión de que veía lo que En los últimos días de julio de 1859, la
adoraba.» El Cura de Ars era algo más explícito muerte, cuya Uegada él mismo ánunciaura, vino
sobre otro capítulo, el de la terrible lucha —de a hbereirle, por fin, de aquel trabajo desmesu-
más de treinta años de duración— sostenida con rado. El 3 de agosto, durante la noche, murió
el Adversario, el mismo Satanás, a quien hu- con los ojos puestos en el Cielo, «con una expre-
sión extraordinairia de fe y de dicha», dice un
morísticamente llamaba «el gavilán» y al que
testigo. Y en seguida viose acudir a muchedum-
reconocía haberse encontrado tantas veces, «que
bres de fieles, mezclados ricos y pobres, y entre
eran como dos viejos camaradas». En cuanto a ellos el nuevo Obispo de Belley, que vino a pie
sus milagros (el proceso de canonización reten- desde Meximieux, a 40 kilómetros, «jadeando
dría unos treinta), poseían todos un timbre de conmovido, orando en voz adta». Ars sabía que
sencillez que bien puede llamarse evangélica: acababa de perder a un santo.1
multiplicaciones de pan para el orfelinato de la
parroquia, curaciones de enfermos, previsiones
1. Juan María Vianney fue proclamado Vene-
del futuro: siempre se halla en ellos lo que los
rable por Pío IX en 1872, beatificado por Pío X en
cristianos de la primitiva Iglesia llamaban «el 1905 y canonizado en 1925 por Pío XI que, en 1929
buen olor de Cristo». lo proclamó Patrono de todos los sacerdotes secula-
La gloria humana acompañó a esa gloria res del mundo.
ESE MUNDO AL QUE CRISTO HACE VISIBLE 191

Renovación monástica, sa a los jesuítas; en tres ocasiones se desencade-


florecimiento de Institutos, na en España la persecución de frailes; en Sui-
plétora de Congregaciones za la guerra del «Sonderbund» arruina a mu-
chas comunidades; al mismo resultado llevan
Por lo tanto, el clero secular conocía en los en Piamonte las leyes Siccardi y Cavour. Pero
tres primeros cuartos del siglo XIX una renova- nada detiene o frena el movimiento: contra
ción cierta. Pero más poderosa aún, más impre- viento y marea, las órdenes se restablecen, las
sionante, porque es también más notoria, es la congregaciones dispersas se reúnen, los institu-
renovación del clero regular, de las órdenes, ins- tos nacen por doquier.
titutos y congregaciones. Sin embargo, ninguna Hay que subrayar que la Santa Sede se
otra institución católica había tenido que en- halla muy unida a esa gran empresa. Dos de los
frentarse, desde el siglo XVIII, con tantos ata- Papas de la época son religiosos, y ese hecho es
ques y asaltos. La supresión de la Compañía de importante. Generalmente son las iniciativas
Jesús en 1773, arrancada al Papa por los sobe- individuales las que determinan restauraciones
ranos católicos, fue el más notable episodio de y fundaciones; pero Roma las anima y vigila. La
aquella ofensiva. Las iniciativas de la «Comi- Congregación de Regulares alcanza gran im-
sión de Regulares», en Francia contaban con portancia. De 1816 a 1823, una Congregación
sus correspondientes en Austria, donde José II especial impone a las diversas órdenes, antes de
había suprimido de una vez seiscientos monas- volver a abrir sus casas, la obligación de proce-
terios. La Revolución y las guerras del Imperio der a ciertas reformas. Apenas elegido, Pío IX
prosiguieron esa obra de destrucción. instituye en septiembre de 1846 una Comisión
cardenalicia encargada de promover la vida re-
A comienzos del siglo XIX, si es verdad que
ligiosa; y al año siguiente, la Encíclica Ubi pri-
quedaba en Occidente cierto número de casas
mum arcano, fija las principales normas de esa
religiosas, puede, sin embargo, decirse que la
vida y sus reglas. En Gaeta se ocupa personal-
vida regular era casi inexistente. Mas permane-
mente de la reorganización de los redentoristas;
cían intactas poderosas tradiciones, y no falta-
en 1850 toma en sus manos la reforma de los
ban hombres y mujeres que las hicieron revivir.
dominicos y, con gran descontento de los Padres
En cuanto las circunstancias fueron algo más
italianos, nombra maestre general de la orden
favorables, como ya hemos visto, aumentaron
al Padre Jandel, compañero de Lacordaire; el
las iniciativas para comenzar esta resurrección,
mismo año emprende la reorganización de los
incluso en la Francia ensangrentada por el te-
benedictinos de Montecassino. Puede decirse
rror. Caído el Imperio, ocurre como una explo-
que en este sector tan importante de la Iglesia,
sión. En adelante, a lo largo del período, se
nada se hace sin que intervenga Roma; y, como
asiste a un movimiento de restauración tal, que
lógica consecuencia, todos los institutos enton-
la historia no ha conocido otro equivalente por
ces surgidos, todas las órdenes restauradas son
su amplitud y complejidad.1 Las viejas órdenes
totalmente fieles a la causa del Vicario de Cris-
renacían de sus cenizas; nuevos institutos, en
to y a su persona y los mejores agentes del ul-
número increíble, se añaden a aquéllas (en
tramontanismo.
Francia los religiosos llegan a 30 000 y las reli-
giosas a 128 000). El hecho es tanto más sor- Renacimiento de congregaciones y anti-
prendente cuanto que en numerosos países — ca- guas órdenes: muchas veces ocurre de modo es-
tólicos— la actitud de los poderes públicos es pectacular. Ya hemos visto como en 1814 la
frecuentemente hostil; en Baviera, Montgelas Compañía de Jesús vuelve a la vida.1 Su desa-
practica los mismos métodos que otrora practi- rrollo es extraordinario. Gobernada sucesiva-
cara José II; en Francia, la Restauración expul- mente por los Padres generales Fortis (1820-29),
Roothan (1829-53) y Beck (1853-83), progresa
1. Henry Marc-Bonnet, obra citada en las No-
tas Bibliográficas. 1. Cfr. cap. III del vol. X.
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

por todos los medios. De 800 Padres en 1814, virtió en uno de los alcázares de Francia y de la
pasa a 2000 en 1829; son 4500 al advenimiento Cristiandad. En 1837 Roma la erigía en abadía
de Pío IX, y 5029 en 1833, repartidos en diez y reconocía las Constituciones de la Congrega-
provincias; treinta años después llegarán a la ción benedictina de Francia. En el ejemplo de
cifra de 12 000 miembros. Pero ese desarrollo Dom Guéranger se inspiraron entonces los her-
numérico da una impresión incompleta de los manos Wolter, cuya iniciativa condujo a la fun-
progresos que, sobre todo, a partir de 1848 y de dación alemana de Beuron. Al mismo tiempo,
la nueva orientación del Pontificado de Pío IX, Roma reorganizaba en 1853 Montecassino; en
hacen los jesuítas en punto a influencia. En el 1867, la Congregación de Subiaco, a la espera
terreno de las ciencias eclesiásticas, en las Con- de que, en 1872, fuera erigida la «Congregación
gregaciones romanas, la Compañía ocupa un de la Primitiva Observancia» o Cassiana, que en
puesto eminente, aunque a veces discreto. El Francia se agregaría a la obra emprendida por
Syllabus y la preparación de la proclamación del el Padre Muard en la Pierre-qui-rVire. Y de
Dogma de la Infalibilidad Pontificia le deben aquel renacimiento benedictino procedían otros:
mucho. Y en la vida de las almas su acción se el de la ciencia eclesiástica, el de la liturgia, el
deja sentir tanto en la orientación de la devo- de la música de iglesia: obra grandiosa la del
ción de los fieles (culto del Sagrado Corazón, áspero Dom Guéranger.
retiros cerrados) como en la formación de sacer- Los mejores espíritus de la época dedujeron
dotes y de grupos laicos selectos, educados en la lección de aquella obra: «el acto por el cual
sus colegios. uno se dedica a ese género de existencia es un
La Orden de San Benito, también piedra acto de elección, un acto esencialmente libre, y
angular de la Iglesia en el curso de los siglos, la cantidad de hombres y mujeres que, sin te-
no necesitaba ser restaurada; había aún muchas mor y sin pena, ponen ahí todo su porvenir es
abadías benedictinas en diversos países. Pero prueba de que la vida en común es la vocación
en otros habían desaparecido y, aun donde sub- de un determinado número de almas. ¿Con
sistían, imponíase una reorganización. El hom- qué derecho se les impediría que satisfagan su
bre que en Francia unió su nombre a la resu- deseo? ¿Es que la vida en común no es un de-
rrección de los benedictinos fue Próspero Gué- recho del hombre? La naturaleza y la sociedad,
ranger (1806-1875), discípulo de segunda línea por su inalterable savia, se burlarán siempre de
de La Chênaie, que desde su juventud soñaba esos especuladores que creen cambiar sus esen-
con la vida monástica y que, tras el fracaso de cias y que una ley puede acabar con las encinas
la Congregación de San Pedro, fundada por y con los monjes: las encinas y los monjes son
Lamennais, se orientó definitivamente hacia la inmortales». Quien pronunciaba esta orgullosa
noble tradición de la vida orante y laboriosa de frase era el joven abate Henri de Lacordaire, a
los Hijos de San Benito. En 1833, junto con tres quien hemos visto mezclado en toda la aventura
compañeros, fue a instalarse en el viejo prio- del Avenir y de Lamennais, y separarse, con el
rato de Solesmes, en la diócesis de Le Mans, corazón sangrante, del profeta de La Chênaie,
para vivir allí según la regla. Era un hombre encaminado ya hacia la rebelión. Hallándose
de hierro aquel Dom Guéranger; un tempera- en Roma en 1837 —inquieto, turbado, inseguro
mento tan combativo, que el sobrenombre de en cuanto a su porvenir— ve llegar allí a su an-
«Dom Guerroyer» parecía irle como anillo al tiguo camarada de La Chênaie, Guéranger,
dedo. Un carácter al que ninguna dificultad que ha venido a pedir a Gregorio XVI el reco-
podía doblegar. Después de los comienzos, en nocimiento de sus proyectos. Lacordaire queda
que no faltaron al fundador ni las dificultades conmovido. Ha meditado sobre el papel, en la
financieras ni las incompresiones que general- Historia cristiana, de esas grandes órdenes, «for-
mente acompañan a esa clase de empresas, lo- taleza de la fe», dinastías de la plegaria. Víno-
gró lo que pretendía. Solesmes, heredera de le entonces la idea de restaurar en Francia una
Cluny, de Saint-Vanne y de San Mauro, se con- de las grandes órdenes desaparecidas en aquel
ESE MUNDO AL QUE CRISTO HACE VISIBLE 193

país. Un retiro en Solesmes (y los consejos de recen pronto: los sulpicianos, en 1816, al mis-
Dom Guéranger) le impulsaron a decidirse. ¿No mo tiempo que los Padres de las Misiones Ex-
era la Orden de los Predicadores, la de Santo tranjeras de París. Para algunos institutos, se
Domingo y Santo Tomás, la más propia para trata de algo más que una simple restauración:
su temperamento, para el apostolado tal y como de un impulso y de un desarrollo extraordina-
él lo concibe? El Papa no le desanima; madame rio; así ocurre con los redentoristas, los pasio-
Swetchine le empuja a ello. En 1838, el Maes- nistas, los diez mil Hermanos de las Escuelas
tro generad, el Padre Ancaroni, le acoge bon- Cristianas y las tres fundaciones de San Gri-
dadosamente y le abre las puertas del convento gnion de Montfort, a las que dio vida de nuevo
romano de Santa Sabina, para que haga alh el Padre Deshayes. Las órdenes femeninas no
su noviciado, y le confía la misión de restaurar se quedan atrás: las carmelitas, restablecidas en
la Orden en Francia. Al año siguiente la cosa es- París por la valerosa mademoiselle de Soye-
tá hecha: a la Memoria para el restablecimien- court, cuando aún está lejos de haber termina-
to en Francia de la Orden de Predicadores, la do la Revolución; las clarisas, las benedictinas
opinión catóhca, el Episcopado y hasta el gobier- y dominicas alcanzan de nuevo una vida bri-
no, responden con una simpatía prudente, pero llante; y más aún las Hermanas de San Vicen-
real. La cosa es un hecho ya; 1839 es el año de la te de Paúl, las Hermanas de San José y los de-
resurrección. Pero es algo muy modesto, porque más institutos dedicados a la caridad que, in-
Lacordaire, muerto su único colaborador, es el cluso en lo más sangriento de la crisis, han rea-
único en vestir el hábito blanco y la gran capa nudado su trabajo y se desarrollan y difunden
negra. Pero cuando, en 1840, vuelve a subir al de manera grandiosa.
púlpito de Notre-Dame, lugar de sus pasados En ese suelo de la vieja Europa cristiana,
triunfos, alcanza uao nuevo, y la partida está
tan trabajado y enrojecido por la sangre de los
ganada. Seis meses más tarde los postulantes
mártires sacrificados, no surgían sólo los reto-
son doce; en 1870 hay ya casi trescientos padres;
y son las ideas de Lacordaire las que, por medio ños de la vieja cepa. La aparición de congrega-
del Maestro general, el Padre Jandel, se impon- ciones nuevas es uno de los hechos característi-
drán en la reorganización de la Orden de Pre- cos de aquel período: ¿aparición? Más aún: pro-
dicadores. liferación, santo pulular, plétora... No hay un
solo año, de 1815 a 1870, en que no se registre
Estas tres restauraciones son las más céle- el nacimiento de uno de esos grupos, masculi-
bres, pero hay tantas otras, que no podríamos nos o femeninos, que, con hábito igualmente
enumerarlas todas. Muy pocas, tal vez veinte, nuevo, según peculiares constituciones, se en-
fueron las órdenes y congregaciones que existían tregan al servicio de Dios. Entre las mujeres,
antes de la Revolución y no resucitaron des- el fenómeno alcanza tal amplitud, que se hizo
pués. Los cistercienses de la común observancia famosa una mahciosa frase: «Una de las cosas
se reorganizaron en la Alta Alemania en 1806, que, a pesar de su omnisciencia, el buen Dios
en Italia en 1820, en Bélgica en 1836, en Aus- ignora... es el número de congregaciones fe-
tria en 1852, en Francia, gracias al Padre Bar- meninas.» Por otra parte, ese movimiento es
nouin, en 1855, con la abadía de Sénanque; animado por Roma, especialmente por el Car-
mientras que los de la estricta observancia, los denal Bizzarri, que, bajo Pío IX, dirige la Con-
«trapenses», salvados por Dom Lestrange, al gregación de Religiosos. Hemos de confesar que
precio de sorprendentes aventuras se restaura-
no es cómodo enumerar esas denominaciones
ron en dos observancias, fusionadas, en 1834,
que con tanta frecuencia se confunden. Excep-
por Gregorio XVI. Los Monjes Blancos volvían
a instalarse entre los muros de la Gran Cartuja, ción hecha de los especialistas, pocos catóhcos
en 1816. Los premostratenses esperarían a 1869 son capaces de exphcar lo que distingue a unas
para reunir su primer Capítulo general. Pero de otras, y menos aún de asociar correctamente
las Compañías de sacerdotes regulares reapa- a una congregación el nombre de su fundador.
¡Establecer la diferencia entre marianistas, ma-
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

ristas, Hermanos maristas, Oblatos de María quier enumeración que hagamos es forzosamen-
Inmaculada, Padres del Santo o del Inmacula- te injusta, y artificial toda clasificación. ¿Por
do Corazón de María no es cosa fácil; ni lo es qué citar a unos y no a otros, cuando un mismo
más establecer en sus justas perspectivas a las impulso los incitó a todos? ¿Por qué reunir a
Hermanas de la Asunción, a las Hermanitas quienes siguen una misma devoción, cuando sus
de la Asunción, Oblatas de la Asunción y Oran- objetivos pueden ser extremadamente variados?
tes de la Asunción! ¡Las viejas órdenes siguen Pocos son los institutos que se dedican única-
el ejemplo: los dominicos acabarán por tener mente al culto, como los sacerdotes del Santí-
treinta y una ramas o congregaciones diversas! simo Sacramento, del Bienaventurado Eymard
¿Es señal de individualismo esa prolifera- (1811-1868), el santo de La Mure, en los Alpes,
ción de pequeñas congregaciones? Tal vez; pero que exigía de sus hijos, por encima de todo, la
hay también el deseo de contestar a las necesi- adoración. La mayoría se dedican a tareas más
dades, acrecentadas y diversificadas, mediante activas: misiones, alivio de los pobres y, sobre
una especialización extremada. Lo que no im- todo, la enseñanza. El apostolado propiamente
pide que muchas de esas nuevas congregaciones dicho los atrae: así los Misioneros de la Precio-
sean «pluralistas» a la vez, por ejemplo, dedi- sa Sangre, fundados en Italia por el Bienaven-
cadas a la enseñanza y a la caridad, como ya lo turado Gaspar del Buffalo, o en Francia los
han sido, desde hace dos siglos, las Hijas de sacerdotes de El Prado, de Lyón, a los que su
Monsieur Vincent, sin olvidar las vocaciones fundador, el Bienaventurado Padre Chevrier,
misioneras, cuya importancia ya hemos visto. especializa ya, desde 1860, en la misión obre-
Inmensa, impresionante mies para Dios, a la ra; muchos, como los Oblatos de María In-
que afluyen obreros y obreras: Francia es en- maculada, de Monseñor Mazenod, o los Maris-
tonces su campo más fecundo, seguida por Ita- tas del Venerable Collin, no separan la obra de
lia, Bélgica, España y hasta Estados Unidos y predicación en los campos de la que llevan a
Canadá. Por entonces se prepara uno de los as- cabo en los antípodas para convertir a los paga-
pectos de la Iglesia de nuestros días. nos. Otras congregaciones, a las que hemos visto
Las nuevas fundaciones masculinas se ins- realizar una tarea misional de primer orden, se
tituyen menos sobre el modelo de las grandes dedican también en los países cristianos a la
órdenes antiguas que sobre el de las Congrega- educación de la juventud: los picpuchinos del
ciones posteriores al Concilio de Trento, y sobre heroico Padre Coudrin, o los sacerdotes del Sa-
todo las compañías de sacerdotes, fórmula fle- grado Corazón de Betharram, de San Miguel
xible y muy favorable a una acción multiforme. Garicoits. Pero son mucho más numerosos los
El término de oblatos se usa frecuentemente, que no tienen otra vocación que la de enseñar a
aunque muchas veces no designa, según la de- la juventud: constituyen incluso la categoría
finición, a «seglares que se agregan (u ofrecen) más abundante. Algunos se especializan en la
a una comunidad religiosa, dejándole sus bie- nueva fórmula de los «patronatos» surgidos en
nes», sino verdaderos religiosos, que pronuncian 1845, con los Hijos de San Vicente de Paúl, del
sus votos, y generalmente son sacerdotes. Junto abate Le Prévost; la mayoría se dedican a la
a esas formaciones —otro hecho característico escuela; y entre ellos, grandes grupos de Her-
que ya hemos notado en el terreno misionero- manos maristas del Padre Champagnat;
surgen y se multiplican las de los Hermanos, re- Hermanos de la Instrucción Cristiana, llamados
ligiosos que no son sacerdotes, pero que no pres- «dePloermel», del simpático Juan María de La-
tan menos servicios a la Iglesia en todas las mennais; Hermanos del Sagrado Corazón, del
tareas apostólicas, según la fórmula populari- Padre Coindre; Hermanos de la Doctrina Cris-
zada por San Juan Bautista de La Salle; su ac- tiana, de Nancy, de Dom Fréchard; Clérigos de
ción, sobre todo en materia de educación, es de San Viator, del Padre Querbes, cuyo éxito en el
capital importancia. Canadá será considerable; los Hermanos de las
Al referimos a tan generoso ejército, cual- Escuelas Cristianas de la Misericordia y los de
ESE MUNDO AL QUE CRISTO HACE VISIBLE 195

la Sagrada Familia, del Hermano Gabriel Ta- se dedican a la caridad y a la enseñanza, según
borin; los Hermanos de la Santa Cruz, de Mans, todas las infinitas exigencias de una sociedad
y los de la Santa Cruz-le-Rougé... Turba mag- que cada vez se diversifica más. Cronológica-
na, diría el abate Bremond. Y aún habría que mente, la primera de esas fundaciones femeni-
añadir a los que se ocuparon especialmente de nas fue creada a comienzos de 1800 por Santa
los orfelinatos, dedicándose más a la caridad que Magdalena Sofía Barat, alma apostólica, ani-
a la educación. Ni habría que olvidar a los mada por el espíritu de San Ignacio; se llamó
Christian Brothers y a los Saint Patrick's Bro- Instituto de Damas del Sagrado Corazón, de-
thers, de Irlanda, ni sobre todo a cuantos en dicadas a formar grupos selectos femeninos cris-
Italia responderán al llamamiento de dos gran- tianos. En seguida aparecerán otras en todos los
des santos de la época: José Cottolengo y Juan países de Occidente, incluso en Inglaterra, don-
Bosco. Entre tantos fundadores de brillantes vir- de, en 1846, Monseñor Connely funda la socie-
tudes, tantas veces reconocidas por la Iglesia, dad de Holy Chüd. De las 432 fundaciones (la
toda veleidad de elección cede al desánimo. cifra es inaudita y no estamos seguros de que
Pero deseamos citar aparte, por su notable intui- baste) que van apareciendo durante este perío-
ción, al Padre D'Alzon (1810-1880) que, al fun- do, si hubiera que citar una sola —aun a riesgo
dar a sus asuncionistas (a los que se unirían de disgustar a las restantes 431—, recordaría-
muchas ramas femeninas), no los orientó sola- mos a las Auxiliadoras del Purgatorio, funda-
das en 1856 por Eugenia Smet de Monthiver, en
mente hacia la enseñanza y misiones en tierras
un clima espiritual impregnado de lecciones
paganas, sino que les propuso uno de los más
de San Ignacio, no solamente paira cuidar a los
grandes medios de apostolado de los actuales enfermos, sino para ayudar a los moribundos a
tiempos: la Prensa. franquear el umbral supremo y ofrecer una
Esa complejidad es aún mayor entre las existencia de oración y sacrificio en rescate de
mujeres; muchas congregaciones no rebasan los los pecados que se expían más allá de la muerte.
límites de una diócesis y a veces de una parro-
quia; por otra parte, los nombres de esas co-
munidades son más semejantes entre sí que las
de los hombres. Lo que no quiere decir que, U n fundador: San J u a n Bosco
fundadores y fundadoras, no posean individua-
lidades fuertes y bien diferenciadas: muchos En el abundante grupo de fundadores que
se presentan incluso como figuras potentes, y su entonces avanzan bajo la bandera de la Iglesia,
existencia, que conocemos por numerosos li- hay uno cuya gloria brilla más que la de los
bros, aparece llena de altísimas lecciones. De otros: Dom Bosco (1815-1888). La Italia cató-
M. M. Postel a Emile de Rodat, de la extática lica se enorgullece de él tanto como la Francia
de Niederbrorm a M. T. Soubiran, del español católica de su «rival» en santidad, el Cura de
Francisco Coll a la italiana marquesa de Ca- Ars.
nossa, ¡cuántas almas brillantes, qué galería de Uno y otro tienen en su tiempo valor de
imágenes ejemplares! También aquí la preocu- símbolo, imponiéndose por la sola fuerza de
pación propiamente contemplativa parece ce- sus dones sobrenaturales, testigos de Cristo en
der el sitio a otras más activas: las Siervas del medio de una sociedad que lo olvida. Pío IX
Santísimo Sacramento, Hijas del Padre Elmard, los ha unido; y, en cierta manera, se comple-
las Hermanas de la Adoración Reparadora, las tan. Uno irradia sobre el mundo —desde el fon-
Religiosas de María Reparadora, fundadas en do de un confesonario que nunca abandona—,
Bélgica por la baronesa de Hoogvorst, y otras porque la humildad del Gran Pobre habita en
—entre ellas, las contemplativas del Cottolen- él y lo transfigura; el otro vive en una incesan-
go— se entregan, sin embargo, esencialmente a te actividad: crea, edifica, agrupa los seres, obli-
la oración. Otras muchas, al consagrar al oficio ga a los acontecimientos a seguir su propio rit-
divino y a la oración gran parte de su tiempo, mo; pero, desemejantes en apariencia, se pare-
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

cen en lo más profundo de sí mismos por la ge- seriamente raíces y el joven abate de antaño
nerosidad sin límites, por la incontenible en- deja, poco a poco, el puesto al superior de mía
trega a Dios y a los hombres, y por la fe inque- congregación que no pide otra cosa que desa-
brantable en la Providencia. Aun cuando hubie- rrollarse. No es un hombre corpulento, pero está
sen estado solos en su siglo —que, como es sa- dotado de una extraordinaria fuerza física. Si
bido, contó con otros muchos émulos suyos—, hubiera tenido que batirse, ¡qué adversario hu-
bastarían para demostrar que la gran serie de biese sido con sus músculos de hierro y sus gran-
los heraldos de Cristo no había concluido en des manos de campesino! Pero su abierto rostro
el instante en que sus enemigos cantaban vic- respira generosa calma y benevolencia. Su fren-
toria. te es alta, bajo la cabellera en bucles; los ojos
«El San Vicente de Paúl italiano» —dijo la vivos y penetrantes; la nariz, fuerte; la boca,
prensa francesa durante su estancia en Fran- hecha para la oración y la sonrisa. En aparien-
cia, en 1883—. La expresión sólo es verdadera cia, nada hay en él de un asceta; y, sin embar-
grosso modo, en cuanto significa que la caridad go, hasta en los momentos más alegres hay en
de Dom Bosco en nada cede a la de Monsieur él una expresión de recogimiento que impone.
Vincent; pero, al igual que el Cura de Ars, no Es aquél que con una sola palabra, sin levantar
cubre un campo tan vasto como aquél —ilimi- la voz, se hace obedecer de los quinientos mu-
tado en realidad—, que abarcaba todos los pro- chachos que le rodean. En él todo es humano y
blemas de su tiempo y que fue cubierto por el al mismo tiempo irradia misteriosamente la luz
pastor de las Landas, convertido, a la vez, en sobrenatural.
fundador de dos congregaciones, renovador del Su fisonomía moral corresponde totalmen-
clero francés, iniciador del apostolado rural, te a la física: equilibrio y solidez, pero también
uno de los protagonistas de las misiones en tie- entusiasmo y audacia. Le gusta reír: toda su
rras paganas, ministro sin cartera de los Asun- vida seguirá siendo el acróbata y prestidigita-
tos Sociales de Francia y tantas otras cosas. Dom dor que fue en su adolescencia para divertir a
Bosco concentra lo esencial de su actividad en sus camaradas, y no pocas anécdotas nos lo
torno a un problema casi único: el de la infancia mostrarán, ya birlando a un ingenuo campe-
desgraciada y abandonada. Pero penetra con sino dos o tres escudos, ya sacando el portamo-
tal exactitud en la importancia de ese problema, nedas del bolsillo de un Obispo, ya subiendo a
y hace que sus contemporáneos la midan tan lo alto de un pedo de cucaña. Hay en él algo de
precisamente, que sobre esa base se levanta un San Felipe Neri: no en vano siente admiración
grandioso edificio. Es el tipo del gran funda- por el fundador del Oratorio. «Un santo triste
dor, idealista y realista a la vez, capaz de atre- sería un triste santo», dice el proverbio. Dom
verse incluso a usar la prudencia y de no bus- Bosco nunca está triste, ni en las peores prue-
car para sí prestigio alguno: ni agitador ni hom- bas, porque el otro nombre de su alegría es la
bre de negocios, sino constructor de realidades fe en Dios. Pero, ¿cabe olvidar que esa aparien-
sólidas. Su primo Enrique Bosco lo ha compara- cia de buen muchacho siempre contento no se
do al árbol que, por sus raíces, «se afinca allí sostiene sin una extremada habilidad? Verdad
donde está, penetra profundamente en la vida; es que en Bosco no hay nada que sepa a caute-
más que turbar la tierra, capta sus fuerzas»; la; pero sí un sentido instintivo de los seres, de
un árbol que «mira al sol, al viejo sol de las al- sus secretos designios, de sus maniobras: diplo-
mas» y cuyas múltiples ramas se agitan sola- mático en el mismo grado que hombre de ac-
mente al cálido viento de la caridad... ción.
Contemplémosle, ya cerca de la cuarente- Tal le hem hecho sus jóvenes años de cam-
na, en esa «mitad del camino de la vida», de pesino pobre, huérfano de padre a los seis años,
que habla Dante. Es el buen momento de la educado rudamente, pero también formado en
plena madurez, cuando la obra emprendida en el Cristianismo más auténtico por una madre
la loca audacia de la juventud comienza a echar admirable, verdadera guía en el camino de la
ESE MUNDO AL QUE CRISTO HACE VISIBLE 197

santidad. Aquella mujer simpática, la dulce vo. A los cuarenta años ha escrito ya muchos
Margarita, ha sufrido mucho para educar en hbros, una Historia de la Iglesia, un manual de
su viudez a toda una familia; pero en medio Educación rehgiosa paira la juventud y también
de las diarias necesidades no ha dudado nunca, una historia de Italia; después escribirá otros
nunca ha decaído en la fe: una fe simple, de hbros. Pero él no ha soñado con un destino de
catecismo. Ella ha hecho comprender a su hijo sacerdote erudito o de canónigo letrado.
el honor de ser pobre: «Si algún día tienes la Por otra parte, ¿ha querido realmente, con
desgracia de ser rico, yo no volveré a poner los dehberada decisión, la obra que está a punto de
pies en tu casa», decía, como con una amenaza; germinar? Una sucesión de azares —en los que
y se podía estar seguro de que cumpliría su pa- un creyente reconoce en seguida las señales de
labra. Es también ella la que, desde el momen- la Providencia— le ha conducido a hacer lo que
to en que el pequeño Giovanni da señales de hace. Vicario pobre en Turín, se encuentra en
vocación, le prepara para ser verdadera y total- la gran ciudad con muchos jóvenes que vagan
mente un sacerdote. El día de su ordenación en busca de un refugio y hasta del pan coti-
le dice: «Vas a decir tu primera misa; vas a em- diano. Ha visitado también a los pequeños de-
pezar a sufrir.» lincuentes de doce años, encerrados por cual-
¡Qué difícil de realizar esa vocación flore- quier tropelía. Su corazón se conmueve; ¿no
cida en la infancia! El mismo Juan manifiesta hubiera sido uno de aquellos pilletes, precoces
haberse sentido llamado a los nueve años. A los malhechores, si no le hubiera protegido la sóli-
ojos de su hermanastro mayor, jefe de la fami- da formación materna? Espontáneamente, sin
lia, un muchacho que sueña con llegar a ser pensar mucho en lo que suponía aquel compro-
sacerdote es un inútil. ¡Que trabaje! ¡Que vaya miso, pero con el consentimiento de su Arzobis-
al campo a guardar el ganado, o que se coloque po, empieza a reunir en 1841 a algunos de aque-
para ganar unas liras! Y así, como por un azar, llos chicos de la calle. Crea en Turín lo que en
de la manera más desusada, porque un ancia- Francia empieza a llamarse «Patronato». El
no sacerdote adivina sus dotes y sobre todo por- número de sus protegidos crece rápidamente:
que el mismo Giovanni tiene una voluntad sin pronto son unas decenas. Y los buenos ciuda-
desfallecimientos, ha podido llevar a cabo sus danos no quedan poco sorprendidos al ver des-
estudios, comenzar el latín y prepararse para el filar —en buen orden, ¡no faltaba más!— a
seminario. No puede pensarse sin simpatía en aquellos vagabundos adolescentes que van por
aquel jovencito que cada día, en cualquier épo- los caminos y se encaraman a las colinas can-
ca del año, por los caminos de las colinas de Asti tando «Angel del buen Dios...»
(por los que otros van a sus diversiones) se diri- Así, a los veintiséis años, en el momento
ge heno de alegría a recitar su Cornelio Nepote en que su vida sacerdotal busca una orienta-
y a leer las páginas de San Alfonso Ligorio. ción, Juan Bosco la encuentra. Altas y nobles
Semejante formación es buena, sobre todo personas le sirven de mentores: dos de los más
cuando el muchacho que la recibe tiene dotes eminentes testimonios de la caridad de Cristo
excepcionales. A los veinte años, cuando recibe en su época, ambos piamonteses como él, ambos
la sotana en el Seminario Mayor de Chieri, Gio- santos: el sorprendente Dom Cottolengo que,
vanni es ya un hombre formado y un excelente partiendo de la nada, ha hecho de su Pequeña
latinista. A los veintidós, cuando sale ya orde- Casa de la Providencia una ciudad dentro de
nado y va al Colegio eclesiástico de Turín, po- la ciudad; y el radiante Dom Cafasso, capellán
see una cultura vasta y profunda, y maneja con de los condenados a muerte, jefe espiritual de la
el latín, el griego y el hebreo; habla francés co- comunidad sacerdotal del «Convitto». Uno y
rrientemente, conoce algo el alemán y parece otro le muestran el fondo de la miseria humana,
haber leído cuanto interesa, tanto de las cien- le ayudan con su autoridad y sus consejos. Con
cias sagradas como de las profanas. Como ora- ellos ha descubierto que la caridad tiene exi-
dor y escritor, se expresa con ardor comunicati- gencias sin límite y que cuando uno se pone a
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

su servicio hay que aceptar el ser enteramente materiales. Se adquiere el local Pinardi e inclu-
absorbido por ella. so se construye al lado una pequeña iglesia, de-
Es necesario encuadrar de modo estable a dicada naturalmente a San Francisco de Sales.
aquella juventud errante: así nace el primer ho- Pero empiezan a surgir oposiciones y descon-
gar de la obra. Desde luego, algo muy modesto, fianzas. Los serios señores del Consejo munici-
en un barrio de la periferia, una especie de pal, y hasta los del Gobierno, manifiestan in-
hangar, mejor o peor dispuesto, como sitio de quietud. ¿Qué hace exactamente aquel abate
reunión y capilla. Pero hay que contentarse con con esos bribones? Exigencias del marqués de
eso: las gentes ricas, incluso los católicos cre- Cavour —padre del célebre ministro—, pesqui-
yentes y aun las damas de la Obra, no ven sin sas policíacas, amenazas de muerte: nada falta
inquietud lo que les parece solamente una re- entre los medios de presión puestos en práctica.
unión de truhanes. ¡Pero no importa! Cuanto Y esa situación durará bastante tiempo, sopor-
más se desconfía de sus hijos, tanto más Dom tada por Dom Bosco con calma y con una son-
Bosco se une a ellos. Abandonando cualquier risa. Los liberales le reprochan el ser demasiado
otro ministerio, se dedica por entero a éste: la fiel al Papa, cosa que en aquellas circunstancias
salvación de la juventud desgraciada. ¿Se le les parece «hacer política». Los francmasones,
echa de todas partes? Pues encuentra medio, en a quienes ha atacado abiertamente, le espían y
1846, para vivir al lado de su hangar; y se le acechan. Se llega incluso —cosa apenas creíble—
une su valerosa madre, que acude a encargarse a tentativas de asesinato, a verdaderas embos-
de la limpieza. Por supuesto que no están mu- cadas en las que siempre intervienen la pistola
cho tiempo en aquel lugar, pues, aun cuando o la navaja. Felizmente, por entonces se mani-
tiene techo, Dom Bosco vacila en llevar allí a los fiesta una de sus poderosas amistades: la del
muchachos a pasar la noche; a veces ocurre que mismo Rey, que envía «trescientas liras para los
aquellos pilletes se eclipsan a la mañana si- rapazuelos de Dom Bosco»; la del m i n i s t r o libre-
guiente, Üevándose consigo sábanas y mantas. pensador Ratazzi, a quien impresiona la comu-
Uno de ellos permanece fiel, y ése será el suce- nicativa sencillez del sacerdote; la del mismo
sor de Dom Bosco al frente de la congregación. conde de Cavour que, por muy anticlerical que
Así nace el primer Oratorio de San Francisco de sea en su política, tiene siempre en su mesa un
Sales: oratorio en recuerdo de San Felipe Neri, cubierto para Dom Bosco...
el alegre santo de los pobres de Roma; y de San Fehzmente sobre todo —y aquí la historia
Francisco de Sales, en memoria del gran santo se hace prodigiosa—, hay otras intervenciones
de Annecy —compatriota de los súbditos de la capaces de animar al Fundador, más altas aún
Casa de Saboya—, que ha enseñado a los cató- que las reales o ministeriales. Porque aquel
licos la religión de la vida, la práctica diaria de hombre de acción es, al mismo tiempo, un mís-
las virtudes y las dulzuras en la tarea apostóli- tico, a cuyo encuentro sale el Cielo. Toda su
ca. La empresa está en marcha y se impone dar- vida está jalonada por visiones que él mismo ha
le un nombre: incluso antes de que el Oratorio contado con exquisita sencillez. En los momen-
del hangar Pinardi se convierta en la sede de tos decisivos de su existencia, cuando abunda-
una Pía Sociedad (1856), los habitantes de Tu- ban los motivos para la inquietud y la duda, vio
rín tienen ya un nombre para calificar a sus aparecer ante sí a la Virgen María, y tal vez al
miembros: en adelante se llamarán «Salesia- mismo Señor, «el Hijo de Aquélla a quien su
nos». madre enseñó a saludar tres veces al día». Gio-
¡Imaginemos cuántos esfuerzos y cuánta vanni ha sabido, ha visto qué camino conviene
audacia ha exigido el salir adelante, aun en seguir. Tanto como paira el Cura de Ars, para
empresa tan modesta! El dinero que hay que él lo sobrenatural forma parte de la realidad.
encontrar para la subsistencia diaria: eso no es A partir de 1855 —exactamente cuando lle-
nada, pues con la ayuda de la Providencia se ga a la cuarentena— Dom Bosco no es ya el jo-
llega siempre a la solución de las dificultades ven abate que reúne a los golfillos de la calle
ESE MUNDO AL QUE CRISTO HACE VISIBLE 199

y los aloja como puede. Su vocación se lia pre- jóvenes de Dom Bosco han hecho cuando la epi-
cisado. Fundar una Congregación que se ocupe demia de cólera diezmaba la ciudad; ha basta-
especialmente de la juventud desvalida, un do una palabra del sacerdote para que grupos
cuerpo de educadores: he ahí su objeto. Tales de voluntarios se presten a transportar a los en-
serán los Salesianos. En 1855 esboza su Regla; fermos y enterrar a los muertos. ¡Y ni uno solo
en 1858 va a presentarla al Papa Pío IX; en ha sido tocado por el flagelo! ¿Y no conserva el
1859 reúne el primer Capítulo; en 1862 los mismo prestigio aun en los peores ambientes?
nuevos religiosos pronuncian sus votos púbhcos; ¡Produce asombro el enorme esfuerzo realiza-
dos años después, el «Decreto de alabanza» vede do por aquel hombre: conducir de paseo, sin vi-
como reconocimiento pontificio provisional; y gilancia alguna, a aquellos trescientos jóvenes
a pesar de las dificultades con el Arzobispo, que detenidos en el correccional, sin que uno solo
reprocha al Fundador el anticiparse siempre y faltara al regreso! ¡Sorprendente pedagogo! De
el acudir a Roma pasando sobre él, en 1869 sus escuelas saldrán generaciones de hombres
llega el decreto oficial de aprobación de la So- serios, disciplinados, creyentes, formados en ex-
ciedad Salesiana, preludio a la definitiva apro- celentes oficios —el de impresor es especialmen-
bación de las Constituciones, que ocurrirá en te considerado entre los Salesianos, porque Dom
el año 1874. Bosco ha comprendido la trascendencia de la
Dom Bosco propone a los maestros —reclu- imprenta—: una selección obrera cuya presencia
tados casi exclusivamente de entre las filas de en Italia explica en gran medida el que, hasta
sus muchachos— métodos absolutamente nue- una época bastante cercana a la nuestra, el pro-
vos, y tan adelantados sobre su tiempo, que uno letariado italiano no haya cedido a las tentacio-
se pregunta si han podido ser superados desde nes del ateísmo. Y entre todos aquellos hombres
formados por las poderosas manos de Dom Bos-
entonces. La pedagogía por la confianza, «pre-
co, surge un santo auténtico, el pequeño Do-
ventiva y no represiva», llama a cuanto hay de
mingo Savio (1842-1857), muerto a los quince
más generoso en la conciencia del hombre sen- años, modelo de fe, de devoción y de gracia, a
cillo. Pedagogía cristiana de primer orden, en la quien la Iglesia llevará a los altares.1
que no se impone la disciplina desde fuera, sino
que debe surgir del interior de las almas. El for- ¡Bien ha arraigado en la viva tierra de las
mar creyentes, como medio de formar hombres, almas el árbol evocado por Enrique Bosco! En
pero nunca solicitar y menos aún constreñir la adelante, el fundador de los Salesianos es una
conciencia de los jóvenes. Al contrario de lo que especie de potencia. Se abanarán las dificulta-
ocurre a muchos colegios catóhcos de la época, des, tanto las económicas como las otras. Pío IX
la comunión no es nunca obligatoria en las ca- le tiene en gran estima y le escucha de buena
sas de Dom Bosco. Hay que conducir a los jóve- gana, hasta el punto que el Gobierno real trata
nes a vivir verdaderamente su Cristianismo por de enviarlo como negociador cuando los asuntos
la persuasión y el ejemplo. La confesión, a la entre Roma y Turín se enturbian. Se habla de
que el santo turinés da tanta importancia como Dom Bosco más allá de las fronteras de Italia: en
el de Dombes, se convierte en medio pedagógico París, donde Veuillot le dedica artículos; en In-
eminente. También se establece esa peculiar
atmósfera de mutua confianza y de fraterni- 1. Domingo Savio es la más deliciosa figura de
dad entre maestros y discípulos, que caracteri- la «gesta de Dom Bosco». Niño a quien ya a los cin-
za a las casas de Dom Bosco. co años devoraba el celo de Dios, muchachuelo cuya
De esta manera, Dom Bosco puede esperar- inteligencia de las cosas sobrenaturales y cuyo rigor
de conducta producían a la par la admiración de
lo todo y reclamarlo todo de sus jóvenes. Habían cuantos le rodeaban; joven místico, aureolado de ca-
empezado siendo una media docena en los tiem- rismas, que murió a los quince años, tuberculoso,
pos heroicos del hangar Pinardi. Veinte años con una santidad sublime. Ofrece un conmovedor
después serían más de mil. Su autoridad era ejemplo de fuerza sobrehumana en el seno de la
inmensa ante todos. Turín recuerda lo que los humana debilidad. Fue canonizado en 1950.
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

glaterra, donde le cita Manning. Cuando, casi rará a la empresa un apoyo moral y financiero.
al final de su vida, va a Francia, los que acu- Se han abierto más de 1500 casas salesianas
den a visitarle deberán hacer «cola» en su es- en todo el mundo, ya que, como es sabido, Dom
calera para poder confiarle sus problemas; y Bosco quiso que también sus hijos se asociaran
se cuenta1 que un anciano de barba blanca ha a la obra misionera, y los envió personalmente
subido aquellos peldaños para hablar con él a la Patagonia y a la Tierra de Fuego. En todas
acerca de Dios: aquel anciano se llamaba Víctor partes, el propósito de la familia salesiana es de-
Hugo... En torno a la figura de Dom Bosco, dicarse a la juventud más pobre y abandonada,
aún en vida, se produce un fenómeno que nadie según el espíritu que la anciana «mamma Mar-
esperaría de aquel siglo escéptico: una especie gherita» había legado a su hijo.
de espontánea «leyenda dorada». Se aseguraba, Tal fue don Bosco, figura de leyenda, ejem-
por ejemplo, que cada vez que gentes malignas plo vivo de santidad activa, hermano menor
trataban de hacerle algún daño, un misterioso de San Francisco de Asís, de Santo Domingo, de
perro, «el Gris», aparecía para ponerles en fuga; San Ignacio, de San Alfonso de Ligorio. Duran-
lo contrario, por lo tanto, del gavilán de Juan te una de las visiones que le guiaron a lo largo
María Vianney: pues aquél era un perro en- de su vida, le preguntó la inefable Presencia qué
viado por los ángeles. A pesar de todas sus pre- deseaba, y Giovanni contestó: «Dadme almas,
cauciones para que no trascendieran los ex- Señor, y quedaos todo lo demás.» Pocas veces un
cepcionales carismas de que gozaba, la voz pú- deseo fue tan atendido.1
blica aseguraba que Dom Bosco leía como en
un hbro abierto en las conciencias, igual que
el Cura de Ars; y que un día, llamado a la cabe- «Flos Caritatis»
cera de un adolescente moribundo, al que en-
contró ya muerto, le devolvió la vida con una Si es cierto que un Dom Bosco lleva al má-
sola palabra, el tiempo preciso para darle la su- ximo grado de expansión esa caridad de Cristo,
prema absolución. «dulce, paciente, activa», de que habla San Pa-
Pero lo que, en todo caso, no depende de la blo, la primera de todas las virtudes, también
leyenda, es el triunfo literalmente prodigioso de es verdad que no es el único en poseerla. Una
su Fundación. Porque en vida del santo, los Sa- historia de la Iglesia en el siglo XIX estaría
lesianos alcanzaron un desarrollo rápido, que radicalmente viciada si no mostrara, al menos
iba a acelerarse aún más a la muerte del Funda- brevemente, la extraordinaria floración de ca-
ridad de la que dio altísimo espectáculo aquella
dor. Eran unos 900 en aquel instante, distribui-
época. Con frecuencia se ha ensalzado la gene-
dos en 200 casas; hoy son 15 000, lo que les si-
rosidad de los cristianos medievales que daban
túa entre las congregaciones más poderosas de sin intervención del Estado a obras innumera-
la Cristiandad. Se crea una rama femenina, la bles de asistencia; también se recuerda muchas
de las Hijas de María Auxiliadora, que llevan a veces el ímpetu de aquellos creyentes del «Gran
cabo la misma labor entre las jóvenes. Son ad- Siglo de las Almas» que, por sus dotes y sus es-
mitidos también unos «coadjutores», como en fuerzos, ayudaron a la realización de la obra
otros tiempos los Hermanos legos de las abadías, de Monsieur Vincent y de sus émulos. Pero hay
para participar modestamente en la obra. Y la que decir que los catóhcos del siglo XIX no son
Piadosa Sociedad de Cooperadores, especie de
«Tercera Orden» salesiana —con más de medio
millón de adheridos en nuestros días—, asegu- 1. El más popular de los santos italianos de
nuestro tiempo gozará, por parte de la Iglesia, de
un rápido proceso de canonización. Dos años des-
pués de su muerte, se abre el procedimiento canó-
1. El hecho ha sido contado por Dom Bosco; nico para su beatificación. En 1929 es declarado
pero no ha podido probarse con certeza que el visi- Beato; Pío XI lo canoniza en 1933; y el año siguien-
tante fuese Víctor Hugo. te extiende su culto a la Iglesia universal.
p

Por todo el mundo las iglesias poseen su imagen para ver a un santo y, así remozar su vida en Dios.
del Cura de Ars. Impresionante prestigio de la san- Cabuchet ha esculpido en mármol este «Cura de
tidad pura y simple, ya que Jean-Marie Viarmey, Ars en oración», documento muy exacto, inspirado
gran santo del «siglo ateo», no conoció ningún otro en numerosos croquis tomados a lo vivo.
tipo de prestigio. Las multitudes llegaban a Ars Ars-sur-Formans.
ESE MUNDO AL QUE CRISTO HACE VISIBLE 201

indignos de ser comparados a sus predecesores. clase y de fortuna. Otros muchos, por diversos
Si en la época precedente se había experimenta- medios, tendieron a idénticos fines: los podero-
do un retroceso en este terreno, ahora se recon- sos messieurs de la Congregación; o, en Italia,
quista lo perdido y se llega aún más allá, reco- los que siguen el llamamiento de Bruno Lan-
giéndose, además, riquísimas mieses. teri y Rosmini; y más tarde, en Inglaterra,
Tan ricas, que también en este terreno se aquéllos a quienes movilizará para la lucha con-
desanima por adelantado toda intención de ha- tra la miseria Marming, «el Cardenal de los po-
cer cálculos. Las mismas formaciones de cari- bres». El nacimiento del catolicismo social está
dad, que nunca dejaron de trabajar, ni siquiera estrechamente asociado a ese movimiento de ca-
en los peores momentos de la tempestad revolu- ridad, hasta el punto que sus mismos protago-
cionaria, experimentan ahora una renovación: nistas apenas establecen diferencias entre am-
la de las Hijas de la Caridad que, de 1807 a bos órdenes de acción. ¿No son, ante todo, almas
1849, pasan de 1598 a 8000 miembros, es im- de caridad los «sociales» Kolping y Ketteler? ¿Y
presionante.1 Y entre las numerosas congrega- son sus objetivos algo diverso del alivio de la
ciones que nacen entonces, ¿cuántas no se en- miseria? Todos esos nombres, y otros muchos
tregan al propósito de servir a Dios en sus po- que acuden a la pluma, son los mismos de los
bres? La mayoría de los nuevos institutos de re- que guían las obras de caridad: sus propios jefes
ligiosas se dedican a esa nueva vocación. Los de fila; pero, ¿quién medirá la generosidad de
hombres, cuyos nombres retiene la historia, esos millones de seres anónimos que con sus do-
como los de importantes actores en la escena po- nativos permitieron la vida de tantas obras, sin
lítica, son al mismo tiempo (ante todo, a sus recurso regular alguno, sin subsidios y hasta sin
propios ojos), los servidores de la caridad de libros de cuentas, con sólo el diario recurso de
Cristo: así el abate Antonio Rosmini (1797-
la Providencia?
1855), a quien hemos visto íntimamente mez-
clado en los asuntos del «Risorgimento», que Si se hubiera de mostrar por un solo ejem-
es también el fundador del Instituto de la Ca- plo lo que es la paradoja de aquella caridad y el
ridad (1828) y de las Hermanas de la Provi- insolente desafío que supone para todos los prin-
dencia (1833). Otros, menos conocidos, tras un cipios de la sana gestión financiera, habría que
período de activísima vida secular, se dedican a conducir al lector de nuevo a Turín, para aden-
la caridad en cuerpo y alma: así el capitán de la trarle en uno de los lugares más conmovedores
«Grande Armée», Paul de Magellon, que se con- del mundo. Allí, a pocos metros del rincón don-
vierte en restaurador de los Hermanos de San de Dom Bosco instaló su primer Oratorio, se es-
Juan de Dios y fundador de la célebre casa de la tablece y extiende dentro de la gran ciudad otra
calle Oudinot, en París.2 Fenómeno al que se ciudad, cerrada sobre sí misma: un laberinto de
añade otro: el desarrollo de la caridad laica. El calles, caminos y pasos subterráneos, un mundo
más sorprendente ejemplo lo proporcionan las de conventos, asilos, capillas, hangares y coci-
célebres Conferencias de San Vicente de Paúl, nas: una ciudad en la que se halla reunido
de Bailly y Ozanam, cuyas generosas intencio- cuanto la miseria humana puede presentar de
nes ya hemos visto: disponer un grupo selecto más penoso y horrible. Hay allí orfelinatos y
de católicos al servicio de «nuestros señores los escuelas donde los niños juegan y ríen como to-
pobres»; y establecer lazos de amor fraternal dos los niños del mundo; hay casas de materni-
entre aquéllos a quienes separan diferencias de dad donde, a pesar de los errores y extravíos que
las conducen a aquel lugar, las jóvenes madres
sonríen a sus recién nacidos. Pero también hay
casas con las ventanas enrejadas, tras las cuales
1. Tendrán en 1880, 933 casas en Francia y
1024 fuera de Francia. grita la locura; en otras están recogidos los peo-
2. La curiosa vida de Paul de Magellon ha res despojos de la abyección física: monstruos
sido contada, con motivo del centenario de su muer- con tres ojos, cuerpos sin brazos, enanos defor-
te, por J. C. Cousson (París, 1959). mes, lisiados, caricaturas vivientes de la huma-
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

nidad. Hay lugares para los cancerosos, para teincias se considerain necesarios, y sin contar es-
los contagiosos, paira toda clase de enfermos. Son trictaimente más que con los dones diarios, hasta
unos ocho mil los huéspedes de aquella ciudad el punto que el «Libro de cuentas» de la «Pic-
de miseria, reunidos y confundidos en un idénti- cóla Casa» no fue nunca más que un simple
co y universal amor. cuaderno escolar. Hace más de ciento treinta
Todo comenzó en enero de 1828, uno de años que aquella pairadójica empresa dura y
esos eneros de intenso frío, de granizo y nieve, prospera y se reproduce sin cesar el permamente
de los que con frecuencia conoce la llanura pia- milagro de la caridad.
montesa; toda la masa de los glaciares alpinos ¡Cuántas otras figuras podríam ser coloca-
parecía gravitar sobre Turín. Una joven pare- das junto a Dom Bosco y Dom Cottolengo en esa
ja erraba por las calles de la ciudad, llena de gadería de personajes ejemplares, entre los que
angustia: eran dos franceses de paso por la capi- la Iglesia nunca ha dejado de seleccionar santos
tal. La mujer estaba encinta y enferma. Nin- para sus altares! En Francia la gran historia
gún hospital quería admitirla, porque los regla- ha encontrado a una, mezclada a hechos polí-
mentos no lo permitían; y aquellos extranjeros ticos y asociada a la evolución de los espíritus:
carecían de dinero. Por casualidad, un sacerdote Sor Rosalía Rendu (1786-1856), a quien ya he-
supo aquella desgracia y acudió en ayuda de la mos visto en las barricadas de junio empeñada
infeliz pareja. Pero todo fue en vano: la pobre en separar a los contendientes, ya guiamdo a
mujer murió sin que ningún establecimiento Ozanam y sus camaradas hacia la fundación de
oficial le abriera sus puertas. Ante semej ante las Conferencias de San Vicente de Paúl, ya co-
drama, el sacerdote descubrió de pronto el abis- mo consejera de cuantos, desde Lacordaire y
mo de la miseria humana y se decidió a consa- Montadembert, a Dom Guéranger y Armando de
Melun, representan algo en el catohcismo fran-
grar su vida a la lucha para remediarla. Aquel
cés. En aquel barrio Mouffetard, del que ha he-
sacerdote se llamaba José Cottolengo (1786-
cho su pequeño reino, no hay una sola clase de
1842). miseria que escape a su eficaz salicitud: cunas
Así nació la obra: la Pequeña Casa de la para recién nacidos, escuelas, patronatos, hospi-
Divina Providencia. No volvería a decirse que cios para los ancianos, dispensamos, asilos, «hor-
en una gran ciudad que se creía cristiana mu- nos económicos», es decir, comidas populares...
riera una mujer rechazada por todos. Abrióse ¡Cuántas realizaciones saden de las infatigables
un primer asilo con cuatro lechos en total. Poco manos de aquella perfecta hija de Monsieur
a poco aglutináronse las calamidades en torno Vincent! Pero, ¿acaso es inferior a ella en ánimo
al pequeño núcleo de caridad. La «Piccóla Ca- y en dedicación aquella Jeanne Jugatn, humil-
sa» se convirtió primero en una casa grande, de, sirvienta bretona que, conmovida por la tris-
después en un barrio y, por último, en una ciu- te suerte de los andamos, funda en 1841 un asi-
dad. Para asumir las múltiples tareas que exi- lo, seguido por decenas de otros,1 sin un cénti-
gía el funcionamiento de la enorme empresa, mo, según el método de Cottolengo, y logra
Dom Cottolengo creó, una tras otra, nuevas con- hacerles vivir y pone a su servicio a las Herma-
gregaciones: una para dirigir, otra para formar nas de los Pobres, que serán seis mil en menos
enfermeros y enfermeras; otra para reclutar de un siglo? ¿O esa Beata Bartolomea Capita-
educadores de ambos sexos; e incluso formó nio (1806-1833), que, aun muriendo a los vein-
congregaciones de cocineras y lavanderas, sin tiséis años, hadla un medio de poner en pie un
olvidar la de las mujeres de clausura —funda- instituto hoy de vastas dimensiones, el de las
mentad para él—, instaladas en el corazón de la Hermanas de la Cairidad, a las que hallamos
ciudad y cuyo fin era orar incesantemente. En en todos los trabajos de beneficencia, lo mismo
totad, fueron catorce las congregaciones reuni-
das en la Obra. Y todo eso, toda la prodigiosa
realización, se llevó a cabo sin ninguno de los
gramdes medios financieros que en otras circuns- 1. Hoy son trescientos.
ESE MUNDO AL QUE CRISTO HACE VISIBLE 203

que al servicio de las Misiones lejanas, siempre que toman como objeto a los seres rechazados
con la misma incansable entrega? por la sociedad, a esas ovejas perdidas a las que
Uno de los rasgos más sorprendentes que Cristo nunca abandona. En otro tiempo Mon-
ofrece entonces la caridad cristiana es el de sieur Vincent dio el ejemplo, oyendo a los con-
especializar frecuentemente a cuantos —hom- denados para probarles con una palabra, con un
bres y mujeres— la sirven, en una forma par- gesto fraternal, que siguen siendo hombres. En
ticular de dedicación. Apenas hay un aspecto el siglo XIX cuenta con muchos imitadores.
de la miseria o del sufrimiento que no suscite En Turín, decididamente uno de los alcázares de
vocaciones expresamente ordenadas a combatir- la caridad en este período, San José Cafasso rea-
los. A Jeanne Jugan la había movido la suerte liza una obra ejemplar, visitando diariamente las
de los ancianos desvalidos, como a María Saint- cárceles y asistiendo hasta el instante supremo
Frai, en Tarbes, fundadora de las Hijas de a los condenados a muerte. Otros son llamados
Nuestra Señora de los Dolores; otras acudieron «curas de patíbulo»; otros, «misioneros de las
en ayuda de los huérfanos y niños sin hogar: así mazmorras»; apenas hay país católico que no los
la Venerable Madre Rivier, fundadora de las conozca, desde España a México, desde Austria
Hermanas de la Presentación de María; o el al Brasil. En Francia, las Hermanas de las Pri-
buen «Monsieur Vitagliano», fundador de las siones, creadas en 1805, en Lyón, por la genero-
Oblatas de María Inmaculada y de la «Casa de sidad de Elisabeth Dúplex, constituidas en 1839
los Huérfanos», de la que conserva un recuerdo en Dorat como Congregación de María-José por
Marsella; y tantos otros... Los ciegos, los sordo- Ana Quinon, instaladas en la prisión parisiense
mudos, suscitan especial generosidad: su cui-
de San Lázaro en 1850, llevan la luz de su bon-
dado y educación son las máximas preocupa-
dad sin límites a todas partes, a los peores rin-
ciones de los «Frati bigi» del Padre Ludovico
di Casoria, como de los Clérigos de San Viator cones del vicio y de la abyección moral. Y si
del Padre Querbes. Categorías sociales, a veces Lyón conserva hasta hoy el recuerdo de aquel
muy limitadas, atraen dedicaciones exclusivas: Canónigo Pierre Villion, cuyo Asilo de San Leo-
unos trabajan por hacer menos desgraciada la nardo ha recogido y recoge aún a miles de hom-
vida de los pequeños deshollinadores saboyanos bres castigados por alguna debilidad por la jus-
de París; otros, en ayudar a los pescadores de ticia de esta tierra, no quiere decir que no haya
Nápoles o Cerdeña. Adelantándose a su tiem- otros muchos nombres dignos de admiración y
po, la Beata M. T. de Soubiran, fundadora de de ser citados aquí.
la Compañía de María Auxiliadora, abre en Y veamos ahora otra clase de generosidad:
1864, su primera casa-refugio para jóvenes tra- esas jóvenes y mujeres a las que la ley castiga
bajadoras. Santa María Josefa RoseÚó se dedica por delitos o crímenes, y aquellas otras conde-
a las sirvientas; ella misma ha estado colocada nadas por la sociedad por faltas de las que a
en una casa burguesa de Savona y conoce por veces no son responsables, no pueden quedar
experiencia que la vida de las pobres criadas no abandonadas. Para ayudarlas a recuperarse, a
es color de rosa. A los feriantes, a los buhoneros reintegrarse a la sociedad, para auxiliar a aque-
y vendedores de tenderete dedica toda su vida, llas a las que vergonzosamente se llama «jóve-
en un apostolado de pintorescos episodios, el nes caídas», Santa Eufrasina Pelletier funda
abate Bonnefois, apóstol de la feria de Neuilly.1 en 1828 sus Hermanas del Buen Pastor —que
Las más conmovedoras de todas esas «es- cien años después serán más de diez mil—. En
pecializaciones de la caridad» son tal vez las Italia la marquesa de Barolo consagra a una la-
bor análoga a sus Hermanas de Santa Ana y,
en el país de Bayona, Eduardo y Eüsa Cestac
1. Célebre feria que se celebraba hasta hace
poco a lo largo de la Avenida de Neuilly, a las puer- sus Siervas de María. Y he aquí, ahora, una in-
tas de París. En una sala del Municipio de Neuilly tención de tal profundidad espiritual, que sólo
abrió el abate Bonnefois su primera escuela para un alma auténticamente santa ha podido darle
los pequeños feriantes. vida. En 1864 un joven dominico, el Padre La-
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

taste (1832-1869) fue enviado a predicar un Padre Hecker, y que obligará a León XIII a
retiro en una «casa central» de mujeres, en Ca- recordar que las virtudes «activas» ordenadas a
dillac de la Gascuña. Tras haber ido allí sin en- la acción apostólica no deben separarse de las
tusiasmo, descubrió al cabo de unos días que virtudes «pasivas» que controlan las pasiones
en aquellas almas aparentemente culpables, por la ascesis y elevan las almas a Dios por
Dios había depositado semillas que no pedían la oración. Además, ¿cuál es el auténtico santo,
más que expansionarse en virtudes. Preocupado cuál el apóstol verdadero que haya separado al-
en adelante por la suerte de las que, salidas de guna vez esos dos órdenes de preocupaciones y
la prisión, quedarían de nuevo expuestas a to- que, sirviendo a Dios en el apostolado y en la
dos los peligros, después de un mes de oración caridad, no haya experimentado y seguido en
sintió germinar en él un profundo propósito: el fondo de su ser una experiencia espiritual?
fundar una congregación que se dedicara total- Piénsese en Monsieur Vincent, místico y hom-
mente al rescate y a la reeducación de aquellas bre de Acción; en Dom Bosco, en el Padre Ché-
abandonadas, una congregación que las aco- vrier, en la Madre Javouhey y en tantos otros
giera y en la que entraran también jóvenes y misioneros. Uno de los primeros novicios que se
mujeres a las que nada pudiera reprocharse. agruparon én tomo a Lacordaire, el Padre Re-
Bajo el mismo hábito dominicano, viviendo la quedat, decía haber visto el verdadero camino
misma vida, orando unas junto a otras, «reha- que debería seguir el día en que comprendió
bilitadas» y «rehabilitantes»1 acabarían por que «no tenía que amar a Cristo porque amaba
confundirse, y nadie, excepto Dios, sabría quié- a los pobres, sino amar a los pobres por amor de
nes eran las antiguas pecadoras. En memoria Jesucristo». Y Taine ha referido1 esta frase de-
de la Magdalena, a la que mucho se perdonó finitiva del Padre Etienne, Superior general de
por haber amado mucho, la nueva congrega- los lazaristas y de las Hijas de la Caridad, des-
ción (1866) tomó el nombre de Dominicas de pués de una visita que el ilustre historiador
Betania. Las «betanianas» son ahora más de hiciera a las obras de caridad de ambos institu-
quinientas y crecen y se expansionan. Pocas tos: «Os he hecho conocer el comienzo de nues-
pruebas de la fuerza sobrenatural del amor hay tra vida, pero no su secreto. Ese secreto es el
más convincentes que su éxito. siguiente: Jesucristo conocido, amado, servido
en la Eucaristía.»
La vida espiritual irradia en el período que
ahora nos interesa en relámpagos abundantes e
La vida profunda de las almas intensos. No hay que juzgarla por los aspectos
en que a veces se expresa, ni por las formas dul-
zonas del arte «sansulpiciano» o las desoladoras
Como hemos visto, aquel siglo llamado in- estupideces de ciertos cánticos que en aquellos
crédulo e inhumano está atravesado por una po- «vergonzosos librillos de piedad» aparecían es-
derosa corriente de apostolado y caridad. Pero, critos —en frase de Emest Helio— «para ani-
¿bastaría eso para llevar a la catohcidad hacia mar a los incrédulos a persuadirse de que la de-
un porvenir de esperanza? No, ciertamente. Si bilidad, la mediocridad y la estupidez son atri-
representara por sí sola toda la vida espiritual butos necesarios de la palabra católica». La más
de la sociedad, esa corriente llevaría a un peli- auténtica espiritualidad puede usar a veces me-
gro: el del activismo, que se presentará algo dios inadecuados de expresión: se compmeba
más tarde, en la crisis del «Americanismo» del esto con sólo escuchar las cancioncillas de Santa
Teresa de Lisieux. Pero nadie sabrá nunca
1. La palabra «rehabilitante» no fue nunca cuántas plegarias fervorosas escuchadas por
usada por el Padre Lataste, que decía admirable- Dios se habrán pronunciado ante la desoladora
mente: «El único rehabilitante es Cristo.» El últi-
mo capítulo general, en 1959, decidió no volver a
usarla. 1. Le Régime modeme, II, 115.
ESE MUNDO AL QUE CRISTO HACE VISIBLE 205

imagen de un «Sagrado Corazón» de escayola Sonis, héroe de la batalla de Loigny durante la


con el pecho abierto, ni qué gracias se habrán guerra franco-prusiana de 1870, que aun cum-
alcanzado leyendo el Pequeño Jardinero de las pliendo su deber de soldado seguía una vía espi-
virtudes cristianas o el Tesoro de las sonrisas ritual próxima a la de los místicos? Y lo mismo
del Niño Jesús.1 se diga, en su existencia de mujer del gran mun-
Una vez franqueada la barrera de la pia- do, de la duquesa de Alengon, futura víctima
dosa simplicidad, se descubren cosas dignas de del incendio del Bazar de la Caridad. La hsta
admiración. La época no sólo está llena de san- sería interminable, si fuera posible completar-
tos canonizados: abundan también figuras la; pero, ¿quién podría enumerar a todos aque-
ejemplares, laicas o no, que viven visiblemente llos a quienes sólo conoce El que escruta los
en Dios, siguiendo a veces una experiencia mis- corazones y las entrañas? Así aquel campesino
tica muy próxima a la de los santos. A veces, que, interrogado por el Cura de Ars acerca de
incluso, entre los santos canonizados y quienes lo que hacía durante sus largas estancias en la
se esfuerzan por parecérseles la distancia es mí- iglesia, respondía esta frase insuperable: «Dios
nima, y uno se siente tentado a hablar de «san- me habla.» La «fina punta» del alma, a que
tidad» lo mismo acerca de unos que de otros. se refiere Enri Bremond, ¡cuántos la habrán al-
¿Qué hacen un San Gabriel de la Dolorosa o canzado durante aqueUos años en los que se
un Santo Domingo Savio para conquistar el cie- desarrolla el gran asalto de la inteligencia con-
lo, si no poner por obra a la perfección, las vir- tra la fe catóhca! Obsérvanse entonces los más
tudes cotidianas que todo el mundo debiera sorprendentes fenómenos carismáticos, que po-
practicar? La Iglesia ha proclamado santa a drían considerarse relegados a las famosas «ti-
Ana María Taigi, la sirvienta de los príncipes nieblas» de la Edad Media: Juan María Vian-
Chigi que, asumiendo las tareas más humildes ney, Juan Bosco, Ana María Taigi y la extática
y educando entre graves dificultades conyuga- de Niederbronn, además de otros muchos, se
les una familia numerosa, durante cuarenta y benefician de ellos, sin olvidar a la extraña Ca-
siete años, participó de la gloria de Dios, cuya talina Emmerich (1774-1824), la visionaria
luz brillaba sobre todos los acontecimientos de westfaliana cuyo cuerpo, cada viernes, deja ver
los seres; pero, ¿es inferior aquel León Dupont, los estigmas de la Pasión y cuyas célebres re-
«el santo hombre de Tours», antiguo magistra- velaciones sobre la vida y pasión del Señor,
do de las colonias que, retirado en su habita- escritas por Clemente Brentano, llenaron de an-
ción, vivió largos años en la contemplación de la gustia a innumerables almas y no han dejado
Santa Faz y fue considerado por toda Francia aún de conmovernos.1
como un proveedor de gracias? ¿Un general de ¿Cómo dudar, además, de esa presencia
del Espíritu cuando con frecuencia se le ve
1. Acerca de esta literatura piadosa, abaundan- irrumpir erólas exigencias humanas y llenarlas
te y muchas veces de mal gusto, puédese citar el si- del todo? En múltiples ocasiones la época ofrece
guiente pasaje de Madame Bovary, de Flaubert: «El el ejemplo de notables retornos a la Iglesia. La
librero, con la misma indiferencia que si se tratara conversión es un fenómeno tan frecuente, que
de enviar quincallería a los negros, os embala mez- quizá sólo haya sido tan abundante a princi-
clado todo lo que entonces tiene de libros piadosos pios del siglo XVII: conversión en el sentido
en su tienda. Son pequeños manuales de preguntas tradicional, de otra religión —o de la irreligión—
y respuestas, panfletos de estilo romo, a la manera
de M. de Maistre, y novelas con portadas de color
rosa y azucarado lenguaje, fabricadas por semina- 1. La Iglesia se ha negado, hasta el presente;
ristas, troveros o "bas-bleus" arrepentidos. Encuén- a proclamar los méritos de esta santa joven, porque
trase allí el "Pensez-y bien" el "Homme du monde sospecha que en los libros que cuentan sus visiones
aux pieds de Marie", por Monseñor de..., condeco- puede haber una parte de invención debida a la plu-
rado con numerosas órdenes, "Des erreurs de Voltai- ma de Clemente Brentano. Con todo, la encuesta
re, à l'usage des jeunes gens..."» (Madame Bova- episcopal de 1818 reconoció que en el caso de Cata-
ry, part. 2.a, cap. XIII.) lina Emmerich no había superchería alguna.
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

a la fe católica; conversión en el sentido «clá- Monseñor Bourget y penetra en los Estados


sico» y «pascaliano» del término, de una simple Unidos, en tanto que es adoptada en todas par-
adhesión blanda y tibia a una fe viva. Un con- tes en Francia, donde existía en algunas dióce-
vertido es Lacordaire, que, llegado de la indi- sis desde comienzos del siglo. Y gracias a la
ferencia de su edad adolescente a la convicción obra del compositor Hermann Cohen, judío
que le hace apóstol, «encontrando la fe en su convertido y hecho carmelita, se completa con
alma más como en recuerdo que como un nue- la Adoración Nocturna, adoptada rápidamente
vo don», pasar de «ser incrédulo la víspera a en Italia, acogida en Alemania y desarrollada
creyente al siguiente día». Otra convertida es después en Francia por el abate de la Bouille-
madúme Swetchine,1 guía del futuro domini- rie y Filiberto Vray. Los institutos fundados por
co y de tantos otros testigos de Cristo. Conver- el Padre Eymard, sacerdote del Santísimo Sa-
tido es Alfonso de Ratisbona, que, siendo judío, cramento, o las Religiosas de la Adoración Re-
entró en una iglesia de Roma de la que salió paradora, de la Madre Dubouché y otros están
cristiano tras «haberlo comprendido todo de un al servicio de esta devoción.
golpe» —dice él mismo— en el instante en que Señal inequívoca de la vitalidad espiritual
se arrodilló, a una señal de la Virgen. Conver- de la sociedad católica nos la da la costumbre,
tido es también Pablo Francisco Libermann, cada vez más extendida, de la comunión fre-
fundador de Sión, y los miembros del círculo de cuente. El problema estaba planteado, como es
Miinster —sobre todo la princesa Galitzine— y sabido, desde la época del jansenismo; en el si-
Stolberg y tantos otros amigos suyos. Conver- glo XVIII la influencia de San Alfonso de Ligo-
tidos son los artistas «nazarenos» que en la Ciu- rio había combatido vigorosamente lo que que-
dad Eterna intentan redescubrir la gran ins- daba de los usos impuestos por Port-Royal y el
piración de la pintura cristiana y encuentran Padre Quesnel. Pero las tradiciones jansenistas
la verdad de Cristo. Y conversiones son —y emo- se mantenían, y ciertos teólogos y directores de
cionantes— las que en Inglaterra jalonan la ruta conciencia se oponían a aconsejar más que la
del «Movimiento de Oxford», tal vez prefigura- comunión semanal. La tendencia contraria se
ción del gran retorno. afirma cada vez más vigorosa. El poeta flamen-
El Espíritu Santo actúa visiblemente, y co Guido Guezelle es un elocuente propagan-
bajo su acción se anima el alma fiel. Esa Euca- dista de la comunión frecuente; en Francia ha-
ristía, señal tangible del Cristo presente, de la cen lo mismo Monseñor Gerbet y Monseñor De
que el Padre Etienne dice a Hipólito Taine que Ségur, mientras Monseñor Dupanloup hacía
es el secreto de todas las obras cristianas, está imprimir cien mil ejemplares de una carta de
rodeada de nuevo fervor. Nace en Roma, inspi- Fénelon sobre la comunión diaria. En Italia,
rada por el Oratorio y el Carmelo, la práctica de en eZ Banquete del Amor divino, José Frassinet-
la Adoración Perpetua, recomendada oficial- ti cita textos de la antigüedad cristiana para
mente por Pío IX: introdúcese en el Canadá con justificar esa costumbre. Al mismo tiempo se
esboza la campaña en favor de la comunión
temprana de los niños; 1 Dom Bosco y el Padre
1. Podría hacerse un curioso estudio sobre los Chévrier son sus partidarios más entusiastas, y
convertidos rusos de comienzos del siglo XIX. El en varias ocasiones, preludiando las decisiones
iniciador de todas estas conversiones parece haber de San Pío X, las congregaciones romanas corri-
sido el caballero D'Augard, emigrado francés, amigo gen algunas decisiones de concilios provinciales
de José de Maistre. Fue él quien convirtió a la con- o de Obispos que retardan la «primera comu-
desa Rostopchine, esposa del hombre de Estado que nión», cuya fecha, dicen, no puede ser fijada,
mediante el incendio de Moscú logró frenar a Na-
poleón, y madre de la célebre Sofía, esposa de Eu-
sino que dependerá del grado de instrucción re-
genio de Ségur, autor de las Mémoires d'un âne, ligiosa y de la madurez espiritual del niño.
madre de Monseñor de Ségur (cfr. el trabajo del
Padre Giiilhermier en las Memorias de la Academia
de Vaucluse, 1953). 1. Era costumbre hacerles esperar a los 12 años.
ESE MUNDO AL QUE CRISTO HACE VISIBLE 207

Otro testimonio de fecundidad espiritual: no, al Padre Gautrelet, jesuíta; de Monseñor


la abundancia de literatura ascética y mística. Ullatorne, antiguo benedictino, al Padre Bis-
Si la mala literatura, «la de los librillos de pie- son, fundador de los oblatos y las oblatas de
dad», abunda, también hay otra de más cali- San Francisco de Sales, ¿a quién escoger? Las
dad, y si el abate Bremond hubiera podido pro- cartas de Lacordaire A un joven y A los jóve-
seguir su gran obra hasta esa época hubiese nes, recogidas y publicadas por el abate Perrey-
encontrado abundante cosecha de autores no re, están llenas de un optimismo confiado, pero
indignos de ser puestos junto a los Lallemand, también de gran sentido práctico. En Alemania
los Chardon e incluso a María de la Encarna- las primeras obras de Scheeben —Naturaleza y
ción. Dos nombres por lo menos fueron célebres Gracia, en 1861, y Los esplendores de la Divina
en su tiempo y siguen siéndolo en el nuestro. El Gracia, en 1863— anuncian un nuevo desarrollo
Padre Faber (1814-1865), convertido del «Movi- de la espiritualidad especulativa. Entretanto,
miento de Oxford» y fundador del Oratorio de bajo la influencia de Górres y, en Francia, de
Londres, cuya abundante obra escrutaba, por Ernesto Helio, el público católico vuelve a los
una parte, los misterios de Cristo y sus ejem- místicos del pasado, lee de nuevo a Angela de
plos en hbros como Todo por Jesús (1853) o Al Foligno y a Santa Catalina de Siena, y descubre
pie de la Cruz (1858); y por otro lado fija las a Ruysbroeck «el Admirable». Una inmensa ola
leyes de la vida espiritual en los Progresos del de literatura espiritual se extiende sobre todo el
alma (1854) y las Conferencias espirituales
público católico. Obra nacional en 1844 y mun-
(1859), obra en la que se muestra sobre todo
dial en 1861, el Apostolado de la Oración, fun-
prudente, mesurado, atractivo, muy próximo al
espíritu de San Alfonso de Ligorio, llamando dado por dos jesuítas, los Padres Gautrelet y
más a la emoción religiosa que a la curiosidad Ramiére, gracias a su revista El Mensajero del
intelectual y ganando a innumerables corazo- Corazón de Jesús y gracias a innumerables fo-
nes. Y Monseñor De Ségur (1820-1881), el pre- lletos de gran tirada, difunden entre las masas
lado ciego, resplandeciente figura de apóstol aquellas lecciones, orientando cada mes la in-
que atrae a cientos de penitentes a su aparta- tención de sus miembros hacia alguno de los
mento de la rué du Bac y cuya gran serie de es- más grandes temas de la fe.
critos, agrupados con el título común de La pie- Esa piedad, a la que tantos indicios nos ma-
dad y la vida interior (a partir de 1863), y espe- nifiestan viva, adquiere los mismos caracteres
cialmente el último, Nuestras grandezas en Je- que conservará hasta hoy. Aparecen dos gran-
sús, exponen una doctrina muy semejante a la des devociones. La primera y fundamental —y
de la «adherencia» berulana, con una simplici- tan esencial al Cristianismo que podemos pre-
dad y una delicadeza de corazón que hacen guntamos si hay alguna otra que no fluya de
pensar en San Francisco de Sales.1 Pero si Mon- ésta— es la devoción al mismo Cristo, al Hom-
señor De Ségur y el Padre Faber son los más bre-Dios crucificado. Ya ocupó el primer pues-
grandes, la lista de los escritores espirituales del to a comienzos del siglo XVII, pero había retro-
siglo XIX llenaría páginas enteras. Todas las cedido después, cuando, bajo la influencia de
escuelas tradicionales cuentan con alguno, más Bossuet — un Bossuet, por lo demás, mal com-
o menos eminente; llevados los irnos hacia la prendido—, se impuso la tendencia a considerar
ascesis, y los otros, más numerosos, hacia el ím- más la gloria de Dios que la Cruz de Jesús. Y
petu místico, porque se vive en plena reacción ésta era una tendencia dominante a principios
antijansenista: del Padre Bergerac, francisca- del siglo XIX; cierta majestad abstracta de Dios
Omnipotente ocupaba en la religión un puesto
más importante que el amor sobrenatural de
1. El otro gran escritor espiritual, Monseñor
Dios encarnado, ofreciendo su vida por el res-
Gay, no comenzó a publicar hasta 1875, una obra cate de los hombres: hasta el punto que, a pro-
cuyos datos había acumulado durante cuarenta pósito de la Eucaristía, el sacramento «crístico»
años. por excelencia, se hablaba de «Dios que descien-
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

de al altar». Durante el siglo XIX se opera un Luis XVI pensó en consagrar a Francia al Sa-
verdadero redescubrimiento de Jesucristo. Todo grado Corazón y que los «chouans» llevaron su
conduce a eso: los libros del Padre Faber y de sagrada insignia sobre el pecho, el culto sube
Monseñor De Ségur, los de San Alfonso de Ligo- en importancia año tras año. Veintidós nuevas
rio, adaptados y difundidos por el abate Gau- congregaciones se colocan bajo su advocación.
me; las revelaciones de Catalina Emmerich y En 1856 Pío IX inscribe en el calendario litúr-
hasta las controversias —oportet haereses es- gico la fiesta del Sagrado Corazón; en 1864
se...¡— en torno a la Vida de Jesús, de R e n á n ; beatifica a la mística vidente de Paray-le-Mo-
o también la acción de sacerdotes, religiosos y nial. En todas partes se construyen iglesias, se
simples fieles que, con el Padre Eymard, el aba- abren capillas, se consagran templos y muy
te Sordas, Teodolina Dubouché, practican la pronto se levantará la basílica que, sobre la co-
Adoración Perpetua ante el Santísimo Sacra- lina de los mártires parisinos, glorifique el amor
mento o la vuelta a la comunión frecuente... supremo de Cristo a los hombres. Diócesis y
¿Y qué más? En Tréveris se reanuda en 1844 países enteros son consagrados por sus jefes ad
la costumbre de mostrar la Sagrada Túnica; en Sagrado Corazón: el Ecuador, por el valeroso
Turín las muchedumbres se aprietan en torno García Moreno; Bélgica, por Monseñor Des-
al «Santo Sudario»; el Padre Faber es el promo- champs. Incluso se pide a Pío IX la consagra-
tor del culto a la «Preciosa Sangre»; León Du- ción del universo, por un documento que se le
pont, el hombre santo de Tours, del de la «San- envía al término del Concibo Vaticano con más
ta Faz». Con Lacordaire, los católicos descubren de un millón de firmas, en tanto que en la ba-
de nuevo que «el gran asunto» es «amar a Je- talla de Loigny el general de Sonis y sus volun-
sucristo». Ahí está la respuesta a todas las an- tarios pelean bajo el estandarte del Sagrado Co-
gustias, a todos los problemas. Y, una vez más, razón. Hay ahí todo un movimiento de vida
triunfa San Pablo: «Para mí, vivir es Cristo.» profunda seguido por los teólogos, sobre todo
Entre todas esas formas de devoción cristo- por Perroné. A pesar de las apariencias, a veces
céntrica hay una que se impone y ocupa un tan insípidas, que reviste, esta devoción es qui-
puesto de primera fila en la vida espiritual de zá la que consigue hacer al Cristianismo más
los catóhcos: la devoción al Sagrado Corazón fiel al mensaje único y definitivo del amor re-
de Jesús. Nacida en pleno reinado del Rey Sol, dentor.
como una especie de rectificación a lo que de Otra devoción es inseparable de la de Cris-
excesivamente glorioso ostentaba la religión ofi- to, y alcanza una importancia tal, que algunos
cial, cuando Margarita María Alacoque oyó en espíritus mohínos se mostrarán inquietos:1 la
su celda de Paray-le-Monial la voz inefable devoción a la Virgen María. Si Monseñor
que le decía: «He aquí el Corazón que tanto D'Hulst quiere llamar a su época «el siglo del
ha amado a los hombres»; o cuando San Juan Sagrado Corazón», tal vez tienen más razón
Eudes, en una profunda intuición, vio que en quienes hablan de un «Siglo mariano». Esta de-
aquel símbolo estaban significados todos los voción se remonta a orígenes del Cristianismo
grandes misterios del Cristianismo.1 Difundi- y, de todas maneras, es tan antigua, que cons-
da durante el siglo XVIII por los jesuítas, las tituye uno de los más importantes elementos
salesas y obispos como Monseñor de Belzunce, de la tradición catóhca. La Edad Media —la
místicos como Ana-Magdalena Rémuzat, San- Edad de San Bernardo— fue el instante de elec-
ta Verónica Giuhani y Bernardo de Hoyos, o ción. El Renacimiento y la Reforma Protestan-
laicos como la Reina María Leczinska o la san- te la desvalorizaron, tal vez porque había per-
ta «Madame Elisabeth»; sostenida durante la dido su vigor y porque en el siglo XV ya no era
Revolución por el Padre De Cloriviére y sus dis-
cípulos, por los realistas que recuerdan que
1. Cuando Monseñor Sibour fue asesinado en
Saint-Etienne-du-Mont, el asesino gritó: «¡Basta de
1. Cfr. «La Era délos Grandes Hundimientos». diosas!»
ESE MUNDO AL QUE CRISTO HACE VISIBLE 209

más que «un bello jardín abandonado y lleno cismático que fuese, tuvo la feliz idea de votar-
de malas hierbas». Pero con el Concilio de Tren- la como artículo de fe; en 1469, la Sorbona im-
to la devoción mariana recupera todo su vigor: puso a sus doctores la obligación de creer en
en España, en torno a Nuestra Señora del Pi- aquella verdad. Y desde entonces el movimiento
lar, hacia la que lleva muchedumbres el mila- fue irresistible: de San Francisco de Sales y Bé-
gro del hombre de la pierna cortada; 1 en Fran- rulle a San Grignion de Montfort, todos los
cia, donde San Grignion de Montfort se hace su maestros del espíritu del siglo XVII tendieron a
infatigable apóstol, como más tarde en Italia él. Bossuet escribió: «Después de los artículos de
San Alfonso de Ligorio. Salida de la gran prue- la fe, no conozco nada más seguro.» Alejan-
ba revolucionaria, pero siempre amenazada, la dro VII, en 1661, y Clemente XI, en 1710, ani-
Iglesia del siglo XIX da al culto mariano una maron el movimiento. Así, pues, Pío IX se si-
significativa importancia como reacción de las tuaba en la línea de toda una tradición al defi-
almas frente a un mundo que se hace cada día nir como dogma aquella convicción, existente
más duro e inhumano, la devoción a la Madre de en la conciencia creyente, apoyada fuera de
Dios es sobremanera dulce y consoladora; como ella y aprobada por la casi unanimidad del Epis-
protesta de los espíritus contra las herejías de copado y de la opinión católica. ¡Bello ejemplo
la época, reconoce en la Virgen que concibió de esa evolución histórica (de lo menos claro a
por obra del Espíritu Santo a la que con sola la plena claridad) de los dogmas, cuya impor-
su presencia da el más vibrante mentís al racio- tancia descubre entonces NewmanI Y ya se
nalismo y al materialismo.
anuncian otras formulaciones análogas: es co-
Un poderoso movimiento doctrinal da im- rriente oír hablar de la Asunción de la Virgen
pulso a esa devoción. Son innumerables los teó- como de una certeza; ¿y no se esboza, al rogar a
logos que profundizan en los misterios de María «María Auxiliadora», su Mediación universal,
e indagan las lecciones de su mensaje. Y en junto con la tendencia (clara en nuestros tiem-
primer lugar, el más autorizado de todos, el pos) de asociar a María, medio humano de la
mismo Vicario de Cristo. La proclamación, en divina Encarnación, a la misma obra redento-
1854, por Pío IX, del Dogma de la Inmaculada ra? Todo un inmenso trabajo doctrinal está en
Concepción es un acto de capital importancia, gestación.
y no solamente para el desarrollo del poder pon- Pero lo que sobre todo hace más viva esa
tificio. Remontándose tal vez al siglo III, al me-
devoción mariana —y también más considera-
nos en forma embrionaria, a los días de San
ble— es el impulso mismo de las almas. Resulta
Ireneo, San Ambrosio, San Jerónimo y San
Agustín, la convicción de que la futura Madre imposible enumerar todas las señales que lo
de Jesús nació indemne del pecado original enuncian: son demasiadas. ¿Cuántas de las con-
no dejó de difundirse en la Iglesia. La fiesta de gregaciones que nacen entonces toman el nom-
la Concepción de la Virgen, en el sentido de bre de su advocación? Y apenas formados, to-
ser Inmaculada, se celebraba ya, primero en dos esos oblatos de María Inmaculada, todos
Oriente y después en Occidente, desde hacía esos maristas y marianistas, todas esas religio-
siglos. Los teólogos la habían discutido — Santo sas, esas Hijas de María, las de la Presentación,
Tomás, en contra; Duns Scotto, a favor—. Pero las de la Madre de Dios, de María Auxiliadora,
la balanza se había inclinado hacia los francis- de María Reparadora, de la Asunción, de la In-
canos. En 1401, Juan Gerson, canciller de la maculada Concepción, y tantas otras, trabajan
Universidad de París, pronunció un sermón en en difundir esa devoción. En las masas penetra
el que, quizá por primera vez, se proclamaba de mil maneras: Paulina Jaricot instituye el
que la Inmaculada Concepción era una verdad «Rosario viviente»; en la parroquia de Nuestra
dogmática. En 1439, el Concilio de Basilea, por Señora de las Victorias, el abate Desgenettes co-
loca, bajo la advocación mariana, la Asocia-
ción para la conversión de los pecadores, y sur-
1. Cfr. el libro de este título del abate Deroo. gen los Hijos de María, fundados por el abate
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

Aladel, suprimidos temporalmente por Napo- indicios, el siglo XIX ha sido un período de in-
león, impulsados por las Hijas de la Caridad y tensa vida espiritual, una era de auténtica re-
por los jesuítas, y reconocidos, en 1847, por novación. Pero la admirable piedad que enton-
Pío IX: cincuenta años después serán más de ces se observa, fecunda a la vez en oraciones y
500 000 miembros. Porque ese vasto movimien- devociones, ¿no concede acaso demasiado mar-
to que se manifiesta de cien mil maneras, por la gen al impulso individuad? Aunque compensa-
imprenta, por los cánticos, por las peregrinacio- da por tamtos esfuerzos por difundir el Mensaje
nes, es seguido por Roma con diligente aten- y ayudar al prójimo, esa actitud tiene adgo de
ción. Ya en 1799, Pío VI había aprobado un insuficiente. Explícase por la necesidad que sin-
Oficio en honor del Purísimo Corazón de Ma- tieron los creyentes, tras el largo tiempo de de-
ría, que Pío IX, en 1855, declaró facultativo cadencia que precedió y llevó a la crisis pro-
para toda la Iglesia. También Pío IX, estable- testante, cuando por fin el Concibo de Trento
ció una fiesta universal, el 8 de diciembre, en y San Pío V pusieron término a dudosos equí-
honor de la Inmaculada. Animó la práctica de vocos, de reconstruir ante todo el hombre inte-
dedicar a la Virgen todo el mes de mayo con rior. Tal fue el trabajo llevado a cabo por los
singulares gracias. ¿Y no se diría que Aquélla herederos de San Francisco de Sales, de mon-
a quien se dirigían tan ardientes súphcas desea-
sieur Olier, del Cardenal De Bérulle —trabajo
ba corresponder a ellas? Porque, por tres veces
siempre fecundo—. Pero, a pesar de las grain-
en menos de treinta años, María se manifestó
a los hombres.1 des intuiciones —como las de un Bossuet—, esa
labor dejó demasiado marginado el otro aspec-
to de la esencia cristiana: «el Sentido de la Igle-
sia». La restauración espirituad del siglo XIX
no hubiera sido completa de no haberse inicia-
Orar con la Iglesia:
do un movimiento en ese sentido. Cosa que se
Dom Guéranger restaura la Liturgia produjo. En ese terreno, a decir verdad, hubo
una verdadera convergencia de pensamientos e
Orar a solas; elevar hacia Dios, en el puro intenciones. En el primer tercio del siglo, los
silencio del corazón, una plegaria fervorosa: he teólogos de Tubinga y, sobre todo, J. A. Moeh-
ahí el paso necesario de un alma creyente. ler, profimdizairon en la noción misma de la
Pero, ¿basta por sí solo? No. Uno de los ele- Iglesia, sociedad humaina, sin duda alguna,
mentos fundamentales del Cristianismo es el pero «unidad y realidad viva en el Espíritu
asociar estrechamente la experiencia religiosa
S a n t o » : en 1835, en su Espíritu del Cristianis-
individual a la de una comunidad visible e in-
mo, Staudenmader hacía votos por una renova-
visible, en cuyo destino debe participan: cada
uno de los creyentes. «No se salva uno solo...» ción litúrgica. Más tarde, por el perfecciona-
En un plano visible, esa frase significa la exi- miento en el conocer la reahdad de la Iglesia en
gencia del apostolado y de la caridad y de una las obras de los antiguos Padres, Newmam siente
oración comunitaria, expresión de las invisibles el deseo de seguir el camino que lleva a Roma.
realidades de la reversibilidad de los méritos y Y aquel hombre, tan cuidadoso de mantenerse
de la comunión de los santos. en el sublime cara a cara del hombre y su Crea-
dor, no por ello deja de escrutair el misterio de
Como hemos visto a través de numerosos
la Iglesia, «señal de los hechos celestes, de que
la eternidad está llena»; y mucho aintes de su
1. Cfr. más adelante. Dos devociones van uni- conversión, para mejor pairticipair en la vida de
das a la de María: la de San José, a quien Pío IX da esa Iglesia, lee cada día el breviario romano.
el título de «Patrono de la Iglesia universal», y la
del Niño Jesús, a cuya difusión contribuyó mucho
Pero el hombre que indudablemente com-
el Padre Faber con su libro Belén. Es titular de una prendió la profunda exigencia paira los católi-
veintena de congregaciones y muchas cofradías; y cos de «sentire cum Ecclesia», y que, ad señadar
lo difundirá aún más Santa Teresa de Lisieux. el medio de cumplirla, ejercería inmensa in-
ESE MUNDO AL QUE CRISTO HACE VISIBLE 211

fluencia, fue Dom Guéranger, restaurador de la ¿por qué no la oración simplemente personal?
Orden benedictina en Francia y fundador de Porque la liturgia no es solamente la oración,
Solesmes; personaje batallador que aparece sino «la oración considerada en estado social»;
comprometido en todas las luchas de su tiem- porque es «la más alta expresión, y la más santa,
po, y cuyo nombre ha quedado para siempre del pensamiento y de la inteligencia de la Igle-
unido a uno de los grandes hechos de la Historia sia», y porque «es la forma social de la virtud
de la Iglesia en el siglo XIX: la restauración de de la rehgión».
la Liturgia. Aquel ex discípulo de Lamennais Pero tal como la conoció Dom Guéranger
era un espíritu tan profundamente «eclesiásti- en su juventud, la liturgia católica se había
co» como lo era poco el Profeta de La Chênaie. degradado. La comprobación de esa decaden-
Sus largos y sóhdos estudios de historia religio- cia constituye la parte polémica de su obra. Con
sa, de patrística, de teología le dieron plena con- frecuencia vivaz y pintoresca, sin caer en el ar-
ciencia de la necesidad de asociar la vida del gumento «ad hominem» y, menos aún, en la
alma a la vida de la Iglesia, si se quería llevar mala fe. Por lo demás, hay otros testigos que
a cabo toda la experiencia cristiana. Para ello pueden confirmar la exactitud de sus afirmacio-
«había que reanimar todo ese conjunto de sím- nes. Es absolutamente cierto que, bajo la in-
bolos, de cantos y de actos por cuyo medio la fluencia del glorioso Cristianismo del siglo XVII
Iglesia expresa y manifiesta su rehgión para
y del manierismo del XVIII, las ceremonias li-
con Dios» y de los que, al mismo tiempo, saca
túrgicas parecen muchas veces espectáculos de
su propia santificación.
ópera, en los que los oyentes (no se atreve uno a
En 1840 apareció el primer tomo de un llamarlos fieles) vuelven las espaldas al sagra-
gran hbro extraordinariamente original para rio para mirar a la orquesta, y en los que se tra-
aquella época: Les Institutions liturgiques; des- taba mucho más de «baritonar» arias que de
pués siguieron otros dos, hasta 1851. Al mismo orar ante el Señor. Todo parece haber perdido
tiempo (1841) empezaron a salir de la impren- el sentido de la tradición. Los vestidos litúrgi-
ta los volúmenes del Año Litúrgico,1 en que se cos adquieren formas rebuscadas, extravagan-
comentaba el desarrollo del Oficio de la Igle- tes; y Dom Guéranger no perdía ocasión de
sia, día a día, con todas las referencias a la Es- burlarse de esas «casullas a las que con un infle-
critura, a los Padres, a la teología y a la tradi- xible bocací se han hecho, por su parte poste-
ción, y, además, con una gran experiencia espi- rior, parecidas a estuches de violín; esas capas
ritual de monje de guía de almas. Esas publi-
no menos extrañas que, garantizadas contra
caciones produjeron gran revuelo. En medio
toda pretensión de efectos de pliegues, gracias
siglo se venderían 500 000 ejemplares de las
Instituciones, hbro enorme y austero. Y, a pesar a los refuerzos encolados que les sirven de ar-
de los innumerables trabajos que suscita en mazón», parecen encerrar al clérigo en una ga-
nuestro tiempo una renovación litúrgica que rita; esos sobrepellices de batista igualmente
debe a Dom Guéranger más de lo que se creería, incómodos, cuyas mangas se mantienen rígidas
la obra de éste aún no ha sido reemplazada por como alas; y «el bonete picudo que ha reempla-
otra. zado al birrete de nuestros mayores».
La liturgia debe ser restaurada, por lo tan-
Aparte de los escritos sobre el canto grego-
riano, que derivan de ella, la obra del gran to, en todos sus aspectos: tanto en los hbros li-
benedictino de Solesmes se ordeña de acuerdo túrgicos como en los usos y rúbricas, en los ves-
con cuatro temas fundametales. Primero, los tidos y en la música litúrgica. La parte central
elementos teóricos: el por qué de la liturgia; de la obra está constituida por la exposición de
los principios y métodos de restauración. Ape-
lando a las enseñanzas y a la experiencia de
1. Dom Guéranger pudo publicar en vida so- otros tiempos, Dom Guéranger muestra en la li-
lamente 9 volúmenes; su obra fue terminada por turgia la oración misma de la Iglesia, por la
Dom Fromagé. que confiesa su fe en Dios, le implora y glorifi-
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

ca. Recuerda las reglas que en otros tiempos, y y atacaron al innovador. Otros, como Monseñor
sobre todo en la Edad Media, fijaban la prácti- Parisis, le apoyaron. Las discusiones se hicieron
ca litúrgica y la hacían admirable. Por lo de- agrias, pero Roma intervino y apoyó a Dom
más, nada hay de árido, de dogmático en esas Guéranger.
páginas en las que el polemista de los preceden- Es difícil medir la influencia de este monje
tes capítulos no ha perdido su afilada agudeza y su obra, precisamente porque las ideas por él
y su fuego; pero, al mismo tiempo, pone un lanzadas se han difundido de tal manera, que
gran amor. Escuchamos al gran monje hablar ya no es posible referirse a usos que las ignoren.
de la «unción maravillosa, la inefable melan- Ha podido decirse que por la renovación de la
colía, la ternura incomunicable de esas fórmu- liturgia catóhca, de la que fue iniciador, se afir-
las, unas tan simples, otras tan solemnes, en las mó «otra Iglesia»: de todas maneras, en sus as-
que aparece, ya la dulce y tierna confianza de pectos interiores y hasta en cierto sentido, en su
una real esposa hacia el monarca que la ha ele- profunda concepción, así fue. Pero sus reformas
gido y coronado, ya la cuidadosa solicitud de no fueron seguidas inmediatamente en todas
un corazón materno...». Oigámosle alabar en partes. Emplearon bastante tiempo en imponer-
la liturgia «esa ciencia de las cosas de otra vida, se en Italia, en España, en Inglaterra... y hasta
tan profunda, tan clara», tal que «ningún otro en la Orden benedictina. Pero, poco a poco, hizo
sentimiento podría comparársele, ningún len- escuela. En Alemania, en 1864, Dom Mauro
guaje parangonarse con el suyo». Todo lo que Walter, restaurador de la abadía de Beuron, le
un catóhco experimenta de cálido y acariciante, imitó y difundió los Ejercicios Espirituales, de
de exaltación y paz del alma, cuando asiste a Santa Gertrudis, fundados en la liturgia. Trein-
una gran ceremonia litúrgica, unas nupcias o ta años después de su muerte (1875) la co-
unos funerales, Dom Guéranger lo ha expresa- rriente liturgista por él comenzada hallaba en
do en términos insuperables, y a él debemos Pío X un nuevo impulsor. En una liturgia a la
el poder penetrar mejor en ese mundo. vez más sencilla y más solemne, más admirable
Tal vez, si en esa obra audaz y constructiva en sus formas exteriores y también más pro-
no hubiera habido más que esos tres elementos, funda en su espíritu, la Iglesia hallaba defini-
no hubiese provocado tantas discusiones. Por tivamente una expresión concreta de su mis-
más que evidentemente las rutinas a las que terio.
atacaba hubieran debido reaccionar. Pero aña- En una página de aspectos casi proféticos,
dió una cuarta parte, o mejor dicho, puso junto Dom Guéranger deseaba que se volviera «a los
a su empresa de restauración otra de unifica- tiempos de religiosa fidelidad al culto divino»,
ción, que en su opinión era más necesaria. Los en los que el pueblo cristiano siguiera «con ojos
usos y ritos nacionales, locales y particulares inteligentes y religiosos» todos los ritos y, por
quedaban localizados entre los responsables de ellos, se sintiera llevado «a la contemplación de
la decadencia: por lo tanto, había que elimi- las cosas invisibles». ¿No ha sido escuchado su
narlos, ordenando la reforma en torno a la li- deseo en gran medida? Los catóhcos del si-
turgia que él consideraba la más noble y fiel a glo XX deben mucho al gran monje que, más
la tradición: la liturgia romana. Carlomagno, y mejor que ningún otro, enseñó «ese lenguaje
Gregorio VII, el Concilio de Trento podían ve- sublime con que la Iglesia habla con Dios ante
nir en apoyo de su tesis, considerada primero los hombres».
con inquietud por Gregorio XVI, pero aprobada
calurosamente por Pío IX, activo artesano de la
centralización de la Iglesia. Eso dio origen a re- Opciones para el mañana
acciones de su gran vivacidad y hasta de violen-
cia apasionada. El Cardenal DAstros, Arzobis- Con la renovación litúrgica se anuncia uno
po de Toulouse, y el burlón Monseñor Fayet, de los elementos fundamentales del catolicis-
Obispo de Orleáns, defendieron los viejos ritos mo, tal y como lo verán consolidarse los últi-
ESE MUNDO AL QUE CRISTO HACE VISIBLE 213

mos años del siglo XIX y el primer tercio del tiempos bárbaros Eucario, es decir, que la Igle-
siglo XX. Pero hay otros: la Iglesia, como hoy la sia es, en cierto sentido, ante todo el conjunto
conocemos, fluye mucho más directamente de de fieles, la muchedumbre de bautizados, pare-
lo que se cree de los esfuerzos, a veces confusos cía haberse oscurecido en el transcurso de los si-
y mal encaminados, pero también heroicos, de glos. Habíase producido una excesiva «clerifi-
las realizaciones —insuficientes, pero ricas de cación»: aun en los tiempos clásicos, todo ocu-
porvenir— de aquellos católicos que hace cien rría como si la responsabilidad de la Iglesia
años, en difíciles condiciones, supieron tomar e incluso de la fe católica incumbiera solamente
decisiones que aún no hemos terminado de ago- a los clérigos tonsurados. Muchos indicios pare-
tar. Imposible sería hacer siquiera la reseña de cen indicar que tal error está terminando: la
lo que nuestra vida espiritual de hoy les debe; misma «laicización» de la sociedad impulsa a
pero al menos podemos indicar algunos rasgos los «laicos» o seglares católicos a tener más en
esenciales. cuenta su deber de hacer a Cristo presente en
Muchos de ellos han aparecido ya en esta todas pau-tes. Ya no hay cardenales ni obispos
obra: proceden esencialmente (como se ha visto en el gobierno de los pueblos; en cambio, mu-
ya con respecto a la liturgia) de una intención chos hombres de Estado son católicos militantes.
renovadora. Hemos observado cómo, vivifican- Igualmente, muchos de los que aparecen como
do viejas costumbres, antiguas enseñanzas y guías de la opinión son creyentes que luchan
pasados métodos, la fe se hacía más sólida, me- por su fe a cara descubierta; el papel de los
jor fundada y, al mismo tiempo, más influyente grandes periodistas y publicistas católicos es
y eficaz. La resurrección del tomismo —a la enorme: los Montalembert, los Veuillot, los
que ya nos referimos— es uno de esos hechos Gorres. Este poder del laicado cristiano se afir-
decisivos en que se perfila el futuro. El admi- ma en aquellos «congresos» que los católicos
rable y prodigioso desarrollo del apostolado mi- alemanes comienzan a celebrar en 1848, en la
sionero es otro: en él se prepara visiblemente la «Piusverein» de los católicos suizos, en esa Obra
Iglesia de talla universal de Pío XI, de Pío XII de Congresos que los católicos italianos elaboran
y de Juan XXIII. Métodos antiguos, restaura- al día siguiente de la caída de Roma y que se
dos en el siglo XIX, encuentran pronto nue- desarrollará bajo la presidencia del duque Sal-
vos campos de aplicación: el de la «Misión in- viati.
terna», elaborado en los tiempos de Monsieur En esos casos, aún se trata de un terreno
Vincent, puesto en primer plano bajo la Restau- práctico; pero en el plano propiamente espiri-
ración, aplicado más tarde por los jesuítas y la- tual, la evolución es la misma. Prodúcese enton-
zaristas en Francia; y también por los jesuítas, ces una consagración del estado seglar que
con los pasionistas y, más tarde, los salesianos, anuncia ya uno de los rasgos fundamentales
en Italia, anuncia formas de apostolado que ve- del catolicismo del siglo XX. Cuando Monta-
remos desarrollarse hasta hoy. Podrían incluso lembert, en una biografía de Isabel de Hun-
hallarse los gérmenes de las «Misiones especia- gría, se atreve a hablar del amor conyugal de
lizadas» en la obra del abate Ledreuille, del la santa, provoca algo más que sorpresa en los
abate Timon-David, de Maurice Maignen y en medios bienpensantes, donde la influencia jan-
las de los discípulos de Monseñor Von Ket- senista sigue siendo mayor de lo que se cree: ¡el
teler o en la de los sacerdotes a quienes el Car- estado de matrimonio, el estado «seglar» por
denal Manning envía a los barrios bajos de excelencia, reconocido como medio de santifi-
Londres. cación! ¡Qué escándalo! Pero, ¿es que San Fran-
Pero hay que subrayar tres hechos que más cisco de Sales pensaba de otro modo? En 1860
que otros anuncian innovaciones. El primero es la publicación hecha por madame Craven —en
la creciente importancia alcanzada por los se- el Récit d'une soeur— de las cartas de amor c o n -
glares en la Iglesia. Esta verdad, que en otro yugal de Alberto y Alejandrina de la Ferronay,
tiempo gustaba repetir el santo Obispo de los responde categóricamente a la cuestión. Y la
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

Iglesia, al canonizar a la humilde madre de fa- les asestó un rudo golpe; pero renacen en 1815
milia numerosa Ana María Taigi, demostrará y ya no cesarán de expansionarse. Peregrinacio-
que admite tales puntos de vista. ¿No es tan nes tradicionales: las que van a Jerusalén se re-
ejemplar como la de los sacerdotes y religiosos anudan lentamente, bajo la protección de Fran-
la santidad <daica» de un Ozanam? Laicos son cia y con el permiso, al menos tácito del Sul-
quienes llenan las Ordenes Terceras, esas insti- tán; se multiplican las de Roma, Asís, San Mi-
tuciones creadas hace siglos por las grandes ór- guel del Monte Gárgano; a la «Sainte-Baume»,
denes, que han sufrido cierto eclipse y que, des- patrocinada por los dominicos; a Notre-Dame-
de finales del Imperio, recuperan su viejo im- de-Liesse, a Rocamadour; en España, a Nuestra
pulso, sobre todo la de San Francisco. Y ya sur- Señora del Pilar, a Compostela, a Montserrat;
ge una nueva fórmula de vida consagrada a en Alemania, a Mariazell y a Altoting; en Sui-
Dios y, al mismo tiempo, resueltamente laica, za, a Einsiedeln. A esto se unen grandes manifes-
la de los Institutos seculares, que en nuestros taciones educativas, como las representaciones
tiempos obtendrán el éxito que sabemos; nada de la Pasión de Oberammergau, o los desfiles de
de vida común ni de votos propiamente dichos, Fumes y de Brujas, en Flandes. También co-
sino un cotidiano esfuerzo por servir a Dios y a mienzan nuevas peregrinaciones: las atraídas
la Iglesia: sus primeros iniciadores serán, preci- por las recientes apariciones de la Virgen; pere-
samente a finales de este período, madame Ca- grinaciones ingentes a la Salette y, sobre todo, a
rré de Malberg y el abate Chaumont, cuyo ins- Lourdes, además de las que atrae hacia Ars el
tituto llevará un escogido título: «Hijas de San sobrenatural encanto del santo Cura. Al finid
Francisco de Sales.» Fuera incluso de toda for- de nuestro período, nuevas señales anuncian la
mación definida, hay que reparar en las prime- difusión de la plegaria comunitaria. Una sor-
ras agrupaciones de lo que después se llama- prendente convergencia de santidad —Juan Ma-
rá «Acción Católica», en el trabajo de apostola- ría Vianney, el Padre Eymard, el Padre Che-
do, en la brillante influencia de tantos seglares vrier—, la influencia de grandes maestros del
que entonces tratan de conquistar su medio am- espíritu y de pensadores cristianos, como Mon-
biente para Cristo: por ejemplo, un Federico señor De Ségur y Blanc de Saint-Bonet, prepa-
Ozanam o una Paulina Jaricot. Y está cercana ran la realización de esas manifestaciones es-
la hora en que se hable, de acuerdo con la frase pectaculares,1 de que tan orgulloso se muestra
de San Pedro, del «real sacerdocio» de los se- nuestro tiempo, en las que cientos de miles
glares. de creyentes afirman en común oración su fe en
Jesucristo presente en la Hostia, y para las que
De esta manera se prepara una Iglesia Monseñor Mermillod hallará en 1873, el título
más «laica» y también más comunitaria. Reac- de «Congresos Eucarísticos». Entretanto, en
ción contra el excesivo individualismo de la Ménil-Saint-Loup, en la Champaña, en torno al
piedad que era, como hemos visto, uno de los Padre Emmanuel, se constituía un grupo de se-
caracteres más discutibles de la religión. El de- glares resueltos a seguir en común una obra de
sarrollo de las obras de caridad, el nacimiento perfeccionamiento espiritual, antecedente de
del catolicismo social traducían aquella reacción otras análogas de las que nuestra época conoce
al terreno práctico. Pero también dej aban su tantos ejemplos. «Despreciando la fraseología
impronta en el espiritual. ¿Volverán los católi- un tanto solemne de la oración en siglos ante-
cos a la costumbre de orar en común, como ha- riores, o las consideraciones demasiado abstrac-
cían en la Edad Media? El éxito de las Misio- tas de las oraciones metódicas, el siglo XIX se
nes internas responde: las muchedumbres las aficiona cada vez más a los valores de contacto,
siguen, participan en las ceremonias de clausu-
ra, en la erección de las cruces que conservarán
su recuerdo. También las peregrinaciones dan
1. Acerca de los orígenes espirituales de los
una respuesta; su importancia había disminui- Congresos Eucarísticos, cfr. el librito de Antonio
do en el siglo XVIII, y la crisis revolucionaria Lestra, Retourner le monde (París, 1959).
ESE MUNDO AL QUE CRISTO HACE VISIBLE 215

de presencia, de testimonio.» 1 Y el siglo XX mes por la definición dogmática, otros, y sobre


será su heredero. todo Newman, hacen todo lo posible por resal-
Como lo será en un movimiento que vemos tar lo que une a católicos y anghcanos más que
difundirse entre nosotros, hacia la reconcilia- lo que los separa. El convertido Ignacio Spen-
ción de los hermanos separados: el ecumenis- cer suplica a Pío IX que no se emplee más en
mo. El gran escándalo de la desunión de los los documentos oficiales el término «herejes»,
cristianos había angustiado, en el siglo XVII, a cuando se trata de los «acatólicos», y no lo obtie-
algunos de los más nobles espíritus; entre ios ne. Otro convertido, Ambrosio Phillips, trata in-
protestantes, el Pastor Calixto y el filósofo Leib- cluso de poner en pie, con algunos «clergymen»
nitz; entre los católicos, el franciscano Spínola, de la «High Church», una «Association for the
Bossuet y el sacerdote croata Krijanich trabaja- promotion of the Union of Christendom», cuya
ron por un acercamiento. Leibnitz y Bossuet audacia fue considerada excesiva primero por
mantuvieron correspondencia sobre aquel asun- Manning y después por Roma. John Acton,
to; pero tales esfuerzos fracasaron, y en el si- en su Rambler, se esfuerza en exponer los prin-
glo XVIII no se reanudaron más que en casos cipios de un catolicismo muy abierto y gene-
aislados de poca influencia. En el siglo XIX la roso, y procura que no aparezca nada de cuan-
preocupación del ecumenismo reaparece en no to pudiera herir a los anglicanos.
pocos espíritus. Sobre todo, como es natural, en Pero los movimientos más vigorosos de
los grupos de convertidos que, habiendo aban- aproximación, e incluso de tentativas más con-
donado una secta para volver al catolicismo, de-
cretas, van dirigidos hacia la iglesia ortodoxa
sean llevar hacia éste a sus hermanos: en París,
de Oriente. Mientras el barón Von Haxthousen
el círculo de madame Swetchine; en Alemania,
los de Miinster y Munich, con Dollinger al fren- y los Obispos de Miinster y Paderborn crean un
te; en Inglaterra, el «Movimiento de Oxford»: «Petras Verein» cuyos miembros orarán por la
todos ellos son otros tantos hogares de ecumenis- conversión de Rusia, y el jesuíta Príncipe Gaga-
mo. Surgen así esfuerzos de acercamiento en rin publica el resonante libro ¿Será católica Ru-
todas partes, especialmente evidentes a partir sia? y funda para trabajar por esa conversión
de 1848. la revista Etudes, llamada a un porvenir diver-
so, pero igualmente prestigioso, y más tarde
En Alemania, el publicista Riess trabaja la Obra de los Santos Cirilo y Metodio y la Bi-
en constituir una asociación de piedad cuyos blioteca Eslava, el Padre Schuvalof realizaba
misioneros ofrecerán los frutos de sus comunio- en Italia esfuerzos semejantes; el gran erudito
nes por el regreso de los reformados al seno de Dom Pitra, monje de Solesmes y futuro Carde-
la Iglesia católica; el maestro de Munich, Dol- nal, dirige una inmensa encuesta sobre las tra-
linger, que publica, en 1860, La Iglesia de las diciones y los derechos de las iglesias surgidas
Iglesias, obra en la que, estudiando los oríge-
de Bizancio; al mismo tiempo se inician obras
nes de la Religión, tiene buen cuidado de con-
prácticas por parte del Obispo de Diakovar,
servar todas las posibles oportunidades de pa-
cificación; el Cardenal Diepenbrock tiene el va- Strossmayer, uno de los jefes del nacionalismo
lor de escribir que «los católicos deben soportar croata, que ejerce enorme influencia entre todos
la escisión religiosa con espíritu de penitencia los pueblos eslavos del Imperio austríaco y de los
por las faltas cometidas» y tender «a corregir Balcanes; por Monseñor Malón, Obispo de Bru-
todo lo que parezca nocivo»; Leopoldo Schmid jas, orientalista y bizantinólogo eminente, y el
llega a elaborar un proyecto de unión. Por par- barón Von Haxthousen, que mantienen corres-
te anglicana, si algunos católicos, como Man- pondencia con altas personalidades del clero or-
ning, siguen desconfiando y se mantienen fir- todoxo. Trabaja también el abate Lavigerie
que, durante su misión de caridad en Levante,
tras los sangrientos sucesos de 1860, multiplica
1. R. P. Vicaire, en Histoire illustrée de l'E- los contactos con los cristianos orientales separa-
glise, t. II, p. 278. dos de Roma; y el mismo Dom Pitra que llamado
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

a Roma, recibe el encargo de crear una sección adversarios), sino la Comunidad del género hu-
de la Congregación de la Propaganda «para los mano sobrenaturalmente reunida en la espe-
asuntos orientales», precedente de la actual ranza y el amor.
Congregación Oriental. Un teólogo del siglo XIX ha expuesto pre-
Todos esos esfuerzos no llevaron, en defini- cisamente esta concepción de la Iglesia, en tér-
tiva, a nada. A las EncícHcas que Pío IX dirigió minos que hacen de él uno de los precursores e
a los ortodoxos griegos para rogarles que inter- iniciadores, tal y como la sueñan y desean reali-
vinieran «en la comunidad de oración», los pa- zar los creyentes de nuestro tiempo: aquel Jean-
triarcas y metropolitanos griegos respondieron Adam Moehler (1796-1838), una de cuyas fra-
con una verdadera acta de acusación, en la que ses ha proporcionado el título del presente capí-
se recogían todas las viejas críticas contra el ca- tulo. Joven sacerdote dedicado al apostolado
tolicismo. Cuando fue anunciado el Concibo campesino, descubierto por Sailer, llamado a
Vaticano y Pío IX trató de invitar a los disiden- la Universidad de Tubinga, Moehler experi-
tes, a pesar de la buena voluntad de algunas menta a los veintiséis años la necesidad de vivir
personabdades, como el Obispo primado de Es- espiritualmente de una teología que esté por
cocia, Monseñor Forbes, y media docena de pas- encima de esa otra formalista, a medias racio-
tores luteranos alemanes, nada se obtuvo; la je- nalista, erastiana y febroniana con que por en-
tonces se conformaba la enseñanza catóhca.
rarquía ortodoxa griega llegó a declinar la in-
Viaja por Alemania, siguiendo incluso los cur-
vitación en términos injuriosos. Mas, por insig-
sos de maestros protestantes, como Neander, el
nificantes que fueran los resultados, no deja de maestro de Berlín, que le ayuda a sentir la pre-
tener importancia el que se realizaran tales tra- sencia de lo sobrenatural en la historia. De re-
bajos. Habíase adoptado una nueva actitud: se greso a Tubinga, donde se dedica a la enseñan-
iniciaba un movimiento que daría a la Iglesia za, no le obsesiona más que una idea: mostrar
del siglo XX una orientación que no ba dejado a los catóhcos lo que es verdaderamente la Igle-
de ser fecunda: la misma que boy se traduce en sia, la Iglesia una, dinámica, eternamente jo-
las grandes intenciones de Juan XXIII. ven, eternamente animada por el Espíritu. Dos
¡Admirable trabajo el reabzado por el al- grandes hbros salen de su pluma: en 1824, De
ma catóbca durante ese tiempo de laicismo, de la Unidad en la Iglesia; en 1832, la Simbólica;
impiedad y revolución! Una sociedad se aparta ambos poseen una riqueza que nuestro tiempo
de Dios y le niega; pero frente a ella, o mejor ha vuelto a descubrir. A través de las frases
dicho, incluida en ella, otra lo afirma con una del joven profesor de Tubinga se destaca toda
fe cuya lucidez y valor van siempre en aumen- una visión de la Iglesia, visión que no es ya nue-
to. Tal es la respuesta de la Iglesia al desafío de va, porque es la de San Pablo, la de los Padres
la Historia. Mientras tantas potencias se unen de los primeros siglos, la de San Cipriano y San
para atacarla, prosigue la tarea que desde sus Atanasio,1 pero restaurada y puesta de nuevo a
orígenes le encomendara el Dios vivo que le dio plena luz. Una Iglesia que no se define como
el ser. Sea que determine y perfile su doctrina sociedad cerrada, como bloque doctrinal, estan-
por la voz de los Papas, sea que consohde sus cado una vez por todas, o como haz de institu-
bases mediante el trabajo de los teólogos o que ciones al que nada puede añadirse, sino que se
lleve a cabo —lo mismo en su propia grey que en mantiene viva, abierta a todos, dinámica, infi-
el mundo entero— una infatigable empresa de nitamente acogedora y fraternal: la Iglesia del
apostolado; que una cada vez más a sus hijos en Amor, en la que se cumple la encamación
la obra de salvación, que sueñe incluso con lle- del Amor Supremo. Cuando León XIII, en su
var a las ovejas perdidas al único redil, todos Encíchca Inmortale Dei, despliegue la idea de
sus esfuerzos y el heroísmo de sus santos no tie-
nen más que un objeto: promover, no ya un po-
der terrenal encerrado en sus privilegios y endu- 1. Al que Moehler ha dedicado un importante
recido en sus instituciones (como afirman sus libro.
ESE MUNDO AL QUE CRISTO HACE VISIBLE 217

la Iglesia con aquella majestad que todos cono- quilamente sentada en el sillón de «Monsieur»
cemos, el pensamiento de Jean-Adam Moehler el director, cuya inefable identidad le reveló el
estará presente en muchas de las frases ponti- niño que la condujera hasta allí, y en cuyas ro-
ficias; ni estará ausente, más tarde, en los gran- dillas puso Sor Catalina sus propias manos? De
des textos en que Pío XI y Pío XII ofrezcan a corazón a corazón, en el fulgurante silencio del
su época la gran doctrina del Cuerpo Místico. éxtasis, la joven novicia recibió consejos, escu-
Recordando a los catóhcos que su Iglesia no es chó palabras de aquellas que, en frase de San
nada si no es el Cristo prolongado en la tierra, Pablo, no es dado al hombre repetir. Después
el órgano de su Espíritu, la manifestación cons- se le confiaron mensajes con el encargo de que
tante de su Presencia, Moehler se constituye en los transmitiera a sus destinatarios.
uno de los profetas de la renovación de nuestro Otras dos veces se repitió el prodigio du-
tiempo. Convenía rendirle homenaje al termi- rante el siguiente otoño. Eso fue todo, y duran-
nar esta selección de realidades de la vida espi- te cuarenta y siete años, por toda su vida, Sor
ritual del siglo XIX. Catalina no fue más que la humildísima porte-
ra de una casa de los suburbios, encargada ade-
más del gallinero. Para que se difundiese cuan-
to había oído, lo comunicó a su confesor, ro-
Tres señales en el cielo gándole que lo revelara sin nombrarla a ella.
Lo que la joven novicia había oído era a la vez
En este terreno en que se sitúa Jean-Adam terrorífico y consolador. Habíansele hecho pro-
Moehler, aquel en que dentro de la Iglesia fecías acerca de dramáticos sucesos que confir-
—Cuerpo místico de Cristo— cada creyente en- maría la Historia cuarenta años después, en sus
cuentra la Divina Presencia, hay que situar irnos mínimos detalles. Se le había pedido que una
hechos que a los ojos de los historiadores laicos inmensa ola de plegarias subiera al cielo, a fin
tienen algo de fábula, pero que para un histo- de desviar la Divina Justicia y suscitar su mise-
riador catóhco revisten una trascendencia que ricordia. Incluso se le había indicado el medio
supera lo meramente sociológico. En tres oca- que había de emplear esa campaña de oración,
siones, reconocidas formalmente por el magis- en la forma de una medalla que llevarían cuan-
terio de la Iglesia, la Virgen María, la Madre de tos quisieran unirse a la empresa. Más aún: Sor
Dios hecho hombre, se ha manifestado al mun- Catalina había visto a la Santísima Virgen que
do para hacerle oír admoniciones y advertencias. consagraba toda la tierra, ya erguida sobre el
En la noche del 18 al 19 de julio de 1830 orbe como sobre un pedestal, ya sosteniéndolo
una joven novicia Hija de la Caridad, a quien en sus manos como para una ofrenda. Al anun-
sus superiores consideraban «espíritu poco no- cio de catástrofes se unía, en definitiva, una so-
table», fue desvelada, en medio de un sobre- brenatural esperanza.
salto, en su celda del convento de la rué du Bac, Diecinueve años después, el 19 de septiem-
en París, Casa madre de la Congregación. Un bre de 1849, dos niños —una muchacha de quin-
niño estaba a su lado y le ordenaba insistente- ce años y un rapaz de doce— guardaban sus
mente que le siguiera. A lo largo de los corre- ovejas en los altos pastos de la montaña que do-
dores de la vasta casa dormida —¡qué sorpresa mina la aldea de Corps, en el Delfinado. Nada
hallarlos iluminados!— la novicia se dirigió a la notable había en aquellos pequeños; la triste y
capilla, en la que ardían todos los cirios. ¡Qué soñadora Melania Matthieu no era más piado-
sobrenatural resultaba todo a aquella hora de sa que el jovial Maximino Giraud. Aquel 19 de
la noche! Pero Zoé Labouré, Sor Catalina en re- septiembre, a mediodía, cuando se hallaban en
ligión, era uno de aquellos corazones puros a una especie de lengua de tierra que une dos co-
quienes se ha prometido que verán a Dios: por linas llenas de arbustos, en el lugar llamado La
eso acogió con sencillez el prodigio. ¿Se sor- Salette, vieron una luz prodigiosa; y como si
prendió al ver ante sí a una dama joven, tran- saliera de un globo de fuego, una mujer —una
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

«Dama», dirían después los muchachos— que se febrero de 1858 se difundió entre las gentes una
había sentado, con los brazos apoyados en las extraña noticia. El jueves, día 11, las hermanas
rodillas, en actitud de llorar. Los dos jovencitos Toinette y Bernadette Soubirous, acompañadas
se acercaron a la Dama, que se puso en pie; pa- de su inseparable amiga Jeanette, habían sa-
recióles de estatura mayor que la normal; de lido a recoger leña seca. Dirigiéronse hacia las
su cabeza brotaban rayos luminosos, que forma- rocas de Massabielle, a la otra orilla del Gave,
ban como una diadema. Y la Dama les habló. cuyas aguas corrían, vivas y rumorosas, sobre
Habló como puede hablarse a dos pequeños los guijarros. En el momento de pasar una pe-
campesinos de los Alpes sin cultura alguna, ig- queña acequia que las separaba del bosque, las
norantes del mundo; desde luego, más fácil- muchachas se habían detenido; y mientras Ber-
mente en «patois mateysin» que en francés. El nadette esperaba sola, vacilando en mojarse los
dolor que delataban sus lágrimas lo explicó con pies, de pronto el mundo se le hizo insólito. ¿La
alusiones precisas, de acuerdo con lo que ellos rodeaba un viento del abismo? Sin embargo, el
pudieran entender; ¿qué era la gran traición de agua tranquila de la acequia seguía igual y las
los hombres, sino su ausencia de la misa, su ol- ramas de los árboles no se movían; en esto, de
vido de las leyes del ayuno y su mala conducta? pie ante ella, en una cavidad de la roca, vio
Lo mismo se diga de los castigos anunciados por una forma femenina - u n a «señorita», dijo des-
la Dama: ¿en qué iban a consistir sino en ma- pués Bernadette— muy joven, vestida de blan-
las cosechas, en frutos y raíces que se echaban a co y que le sonreía. Ese incidente, que provocó
perder y en epidemias entre niños y animales? después las risas de sus dos compañeras y el
Pero tras aquel lenguaje elemental ocultábase malhumor de sus padres, sería el comienzo de
una realidad misteriosa y terrible: la que sin una serie de sucesos cada vez más incomprensi-
duda alguna quedaba claramente expresada en bles y prodigiosos.
esos mensajes secretos que cada uno de los dos
visionarios recibió en depósito con orden de no Bernadette era una muchacha seria, pro-
comunicarlo más que a los responsables de la fundamente piadosa: un alma religiosa ya a los
Iglesia. Ahora bien, de aquella extraña manifes- catorce años. Nada tenía en común con la Mela-
tación —extraña por la elección de quienes fue- nia y el Maximino de La Salette; nadie pensó
ron sus depositarios y por las circunstancias en que fuera una simuladora; pero, ¿no podía ha-
que se realizó—1 fluía una impresión de angus- ber sido víctima de una ilusión, de un sueño, de
tiosa advertencia y de amenaza, amenaza cuyo algún desconocido disturbio patológico? La his-
significado no ha terminado de comprender la toria de las revelaciones de Lourdes se convirtió
humanidad después de tantos años. desde entonces en la lucha, prolongada duran-
te meses, entre aquella niña investida de una
Pero once años más tarde surge la respues-
misión sobrenatural y todas las autoridades fa-
ta a aquellas amenazas. A los pies del Pirineo,
miliares, locales, clericales, judiciales y guber-
la aldea de Lourdes se eleva en un bello y seve-
ro paraje, viviendo la existencia monótona de namentales, empeñadas en no querer reconocer
tantos otros pueblos del mundo. De pronto, en esa misión. Entretanto, cada semana se repe-
tían las apariciones, y para la joven vidente todo
se hizo más preciso y explícito. En torno a Ber-
1. A tal punto, que estallaron vivas discusiones nadette hubo primero diez, después veinte, cien
cuando fueron conocidos los acontecimientos. Miem- y por último cientos de testigos, incluso gen-
bros eminentes de la Jerarquía, hasta santos como darmes y funcionarios del gobierno. El éxtasis
el Cura de Ars, vacilaron al principio en admitirlos. se reproducía, siempre idéntico: la niña caía en
Incluso corrieron rumores según los cuales se tra-
taba de una superchería: tica mujer medio loca ha-
una especie de estado próximo al desvaneci-
bría hecho juguete de sus bromas a los inocentes miento. Mientras rezaba el rosario con excep-
niños. Pero la seria encuesta canónica dirigida por cional fervor, su rostro se iluminaba como si
el Obispo de Grenoble hizo justicia. En 1851, el «su- reflejara la violenta claridad de una presencia
ceso de La Salette» fue formalmente reconocido. sólo visible para ella.
ESE MUNDO AL QUE CRISTO HACE VISIBLE 219

Porque aquella presencia se repitió muchas nia a los miembros de una archicofradía de
veces —¡hasta dieciocho!— y volvió a hablar con oraciones por la redención del mundo pecador
su pequeña confidente. Multiplicáronse entre (1836), y desde entonces aquella institución
tanto los prodigios. Un día, por orden de la visi- hizo tales progresos, que treinta años más tarde
tante, Bemadette se arrodilló, inclinóse como contaba con veinte millones de adheridos, y un
para beber agua en una fuente que no existía; siglo después, ¡con cincuenta!
y apenas removió el suelo con las manos, ei Hacia La Salette, cuyas dificultades de
agua empezó a fluir, poderosa, incontenible. acceso eran considerables, comenzó a afluir una
Otro día declaró que en el lugar que ella estaba peregrinación que nacía espontáneamente de la
señalando se levantaría una iglesia muy pronto. piedad de las masas; constituyóse en 1850 un
Ahora toda una muchedumbre corría a la gru- pequeño grupo de misioneros para asegurar el
ta de Massabielle para contemplar a la joven servicio de los peregrinos, y se instalaron en
mística en sus éxtasis. Comenzaron a producir- cabanas de madera semejantes a las de los pas-
se milagros: un ciego recobró la vista; una Hija tores de la montaña, en tanto que comenzaba
de la Caridad, un niño tullido, fueron curados. a edificarse una capilla (1852), anticipo de los
El párroco del lugar, inquieto, exigía a Bema- sólidos edificios que hoy se alzan en aquellas
dette: «¡Pregunta a tu "señorita" cómo se lla- soledades. En 1855 se calculó en medio millón
ma!» Y la niña respondía: «La señora me ha di- el número de peregrinos que habían subido a
cho: "Yo soy la Inmaculada Concepción"», lo La Salette en seis años, llegados de todos los
que en labios de una jovencita absolutamente lugares de la Cristiandad. La montaña de la
ignorante de toda teología y que jamás había aparición se convirtió en uno de los alcázares
oído hablar de proclamaciones dogmáticas era de la fe, amado por muchos creyentes, oscuros
rigurosamente incomprensible. La Jerarquía y y notorios, como León Bloy.1
el clero tendrán que convenir en ello; las autori- En cuanto a la gruta de Lourdes y su fuen-
dades imperiales deberán reconocerlo: en Lour- te milagrosa, a las que el innumerable fervor
des, en el año 1858, se ha producido una de las de los fieles llevó a tantas gentes incluso antes
más extraordinarias manifestaciones de lo so- de que las autoridades de la Iglesia hubieran
brenatural. Sobre la tierra resuena el llama- otorgado su beneplácito, a partir de 1862, fecha
miento a la penitencia y a la oración, pero tam- oficial del reconocimiento por el Obispo de Tar-
bién a la confianza y la esperanza: llamamien- bes, la afluencia se convirtió en verdadera
to cuyo depósito ha sido confiado a Bernadette riada. El libro de Henri Lasserre, Notre-Dame
Soubirous. de Lourdes, en 1869, contribuyó a difundir la
De esta manera se han producido tres he- nueva en toda la Cristiandad. Las Asuncionis-
tas, recién creadas, se convirtieron en servido-
chos que no pertenecen al orden de esta tierra:
ras del nuevo santuario y de sus fieles. Los fe-
tres hechos cargados de significación. Uno de
rrocarriles establecieron vías para ayudar a las
esos significados es de tal naturaleza, que la his- peregrinaciones. Ya en 1872 se contaron 119 000
toria más laica no podría desconocerlo. Entran- peregrinos; en 1874, 14-0 000; en diez años acu-
do de lleno en la corriente de la devoción ma- dieron a orar a la gruta cerca de trescientos
riana, cuya importancia ya conocemos, el he- obispos de todos los países. Gran día fue aquél
cho de la rué du Bac, el de La Salette y más aún en que, en nombre de Pío IX, que había pro-
el de Lourdes, contribuyeron poderosamente a clamado la «luminosa evidencia» del hecho de
incrementar su ímpetu. Apenas autorizada por Lourdes, el Nuncio Apostólico procedió solem-
Monseñor de Quélen, la «medalla milagrosa» nemente a la coronación de la estatua de la In-
que en éxtasis había contemplado Santa Cata- maculada, el 3 de julio de 1876, entre las acla-
lina Labouré se difundió con rapidez asombro-
sa; seis años después, un santo sacerdote pari-
siense, el abate Desgenettes, párroco de Nues- 1. Cfr. Víctor Hostachy, Histoire séculaire de
tra Señora de las Victorias, la daba como insig- La Salette (Grenoble, 1946).
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

maciones de 36 Obispos, 3 000 sacerdotes y dad hasta nuestros días, hasta 1917, hasta Fáti-
100 000 peregrinos. ma. Piensen que en todo ello hay un azar o un
Desde el punto de vista sociológico —y geo- espejismo quienes olvidan esa acción constante
gráfico—, las tres grandes apariciones de esa de Dios en la Historia que hemos aprendido a
época señalan en la Historia del catobcismo fe- reconocer con San Agustín y con Bossuet.
chas importantes: capital, sobre todo, la última. Por lo que toca a las lecciones que propor-
Pero, ¿desde cuántos puntos de vista habría cionaban a su época las tres apariciones, su sen-
que considerar esos acontecimientos? Tal vez tido no podía ser oscuro más que para quienes se
habría que preguntarse por qué fue Francia la negaran a oír los mensajes. Voces de alerta con-
elegida por el cielo para estas tres manifestacio- tra los poderes de las tinieblas que amenazan al
nes: aquella Francia que había dado al mundo hombre y a su fe, a Cristo y a su Iglesia; solem-
los más violentos ejemplos de odio a Cristo y a nes advertencias a todo lo que en el corazón
su Iglesia y que, al mismo tiempo, se mantenía cómphce de los cristianos se presta demasiado a
en la vanguardia de todas las realizaciones apos- esas empresas de muerte; pero al mismo tiempo
tólicas, de todas las empresas por el Reino de afirmación de una esperanza que trasciende a
Dios... \ la tierra, promesa de una salvación cuyo medio
Ni podría dejar de hablarse de aquella sor- está en la plegaria: la Virgen no ha dicho otra
prendente coincidencia que multiplica esos tes- cosa en la capilla de la rué du Bac, en la mon-
timonios de lo sobrenatural —y se piensa tam- taña de La Salette y en la gruta de Lourdes.
bién en el Cura de Ars, en Dom Bosco, en Ana Formulábase un dilema que otra época tendría
María Taigi y en tantos otros— en el momento que debatir: entre la «muerte de Dios», que iba
mismo en que en la sociedad occidental todo pa- a anunciar un profeta de los abismos, y un Cris-
rece impulsar a negarlos; esa sociedad en que el tianismo vivido con todas sus exigencias, la elec-
racionalismo y el materiahsmo parecen estar a ción parecía inevitable. Los cristianos se verían
punto de triunfar, en la que se ve crecer y ex- muy pronto conminados a realidad esa elec-
pansionarse a esa civilización del dinero, de la ción...
producción y del bienestar que demasiado co-
nocemos. La Iglesia de las Revoluciones es tam- Neuilly, junio 1958.
bién la Iglesia de las Apariciones; y eso será ver- Tresserve, enero 1960.
INDICACIONES BIBLIOGRAFICAS 221

INDICACIONES
BIBLIOGRAFICAS

cinco volúmenes, que han sido reeditados y re-


I Parte novados: La Révolution française, de G. Lefeb-
vre (nueva edición, 1951), Napoléon, del mis-
m o autor (n. e., 1953) ; L'Eveil des Nationalités
¿Deberíamos repetir lo dicho en el umbral et le mouvement libéral (1818-45), por G. Weill
de las Notas Bibliográficas del precedente volu- y F. Ponteil (n. e., 1955); Démocratie et capita-
men? Que, amphándose prodigiosamente la lisme (1848-60), por Ch. H. Pouthas (1948); Du
materia de la Historia de la Iglesia, seria ab- libéralisme à l'impérialisme (1860-78), por H a u -
surdo pretender incorporar una verdadera «bi- ser, Maurain, Benaerts y Lhuilher. Si al lector
bliografía». Hay que dejar ese cuidado a los li-
le interesa sobre todo la evolución de las cos-
bros de erudición, especialmente a aquéllos a
tumbres y las ideas L'Histoire Générale des Ci-
los que remiten las presentes Notas. Más que
nunca nos limitaremos, pues, a señalar los vo- vilisations responde a su deseo, con dos volúme-
lúmenes que permitan al lector, si lo juzga nes extremadamente sugestivos: Le XVIII'siècle
oportuno, proseguir sus investigaciones en (hasta 1815), de Roland Mousnier y E. La-
uno u otro sentido, o aquéUos que le ayu- brousse (1953) y Le XIXe siècle, de Robert
darán a situar nuestro relato en un cuadro Schnerb (1957). Para cuanto concierne a las re-
más general. Sin haber tenido la pretensión laciones internacionales, L'Histoire diplomati-
de no omitir alguno de los hbros, folletos, que, de J. Droz (1952) y la de P. Renouvin
estudios, artículos, con los que tendríamos al- (1954-55), seguirán siendo indispensables; pero
guna deuda... las Grands Courants de l'Histoire Universelle,
de J. Pirenne (1951-53) abren más vastas pers-
pectivas. Y, para motivar un juicio sobre el con-
junto del período, los trabajos de Ch. Morazé
son especialmente útiles: citemos de un modo
I. INDICACIONES BIBLIOGRAFICAS particular su Essai sur la Civilisation d'Occi-
GENERALES dent, I. L'Homme (París, 1950) ; pero puede de-
cididamente ser dejado aparte el Assai d'une
a) Caracteres y problemas de conjunto histoire comparée des peuples de l'Europe
(1938), de Seignobos, que es tendencioso y gris.
El lector que desee tener una visión de con- En italiano se utilizará la Storia universale, de
junto de la historia profana de nuestro período, Barbagallo.
dispone de una extrema abundancia de obras Las historias de los diversos países aportan
bien hechas en generad. ¿Quiere un claro resu-
numerosas informaciones. Con respecto a Fran-
men en un solo volumen? Tiene la Histoire gé-
cia, al Lavisse, puesto al día por La Formation
nérale contemporaine, du milieu du XVIIIe siè-
de la Société française modeme, de Ph. Sagnac
cle à la Seconde Guerre mondiale, de F. P o n -
teil (1951).1 ¿Desea profundizar más? La Co- (1945), se añadirán los dos tomos de la Histoire
lección «Cho» les ofrece tres excelentes manua- du Peuple français (1953), escrita por P. Lafue
les, con sucintas y juiciosas bibliografías: Le (De la Régence à 1848) y G. Duveau (De 1848
XVIIIe siècle, por E. Préclin y V. L. Tapié à nos jours): este último deriva bastante hacia la
(1952) ; La Révolution et L'Empire, de L. Villat izquierda; como contrapartida, puede leerse la
(1947), L'Epoque contemporaine: I. Restaura- Histoire des Français, de Pierre Gaxotte (1951).
tions et Révolution, por J. Droz, L. Genet y Para la totalidad de los países, no podría com-
J. Vidalenc (1953). ¿Desea aún más detalles? La pletarse una lista de estas útilísimas obras de
Colección «Peuples et Civilisations», le propone conjunto: Histoire d'Angleterre, de André
Maurois, o de Merville (Paris, 1951); Le Siècle
de Victoria, de J. Chastenet; L'Allemagne con-
1. Para las obras publicadas en París damos temporaine, de Vermeil; L'Histoire d'Irlande,
únicamente la fecha. de Chauviré; La Formation de l'Unité italien-
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

ne, de Bourgin; la reciente Histoire d'Espagne, el resumen de P. Lavedan en «Clio», la Histoire


de Jean Descola; la Histoire de Belgique, de de l'Art, de P. du Colombier, los bellos trabajos
Henri Pirenne, y la Histoire des Belges, de de L. Hautecoeur sobre arquitectura, dan los
Meeiis. Las historias del Canadá, de Rumilly, elementos esenciales del cuadro en que debe si-
de Cl. Bonnault, Albert Tessier; las de los Es- tuarse el arte religioso; lo mismo que, para la
tados Unidos, de André Maurois, de Ch. y M. música, las historias de Vuillermoz o de Com-
Beard, y el célebre Tableau des Etats-Unis, de barieu y Dumesnil.
André Siegfried, deben tenerse en cuenta, sin
olvidar los dos grandes libros de René Grous-
set, Histoire de Chine y Histoire de l'Extrême-
Orient. b) Historia Religiosa
No se entiende bien el capítulo VII de
nuestra Historia si no se tiene en cuenta el gran La gran Histoire de l'Église, de «Fliche et
hecho de la expansión europea en el siglo XIX, Martin», dirigida ahora por Duroselle y Jarry,
que se hallará bien estudiado en La Découver- dedica dos volúmenes a nuestro período. El to-
te du Monde, de G. Le Gentil (1952); en la mo XX, que va de 1789 a 1846, con el título de
Histoire des Explorations, dirigida por L . - H . P a - La Crise révolutionnaire (1949) se debe al ca-
rias (1955), y en la Histoire des Colonies fran- nónigo Jean Leflon, cuyo nombre hallaremos
çaises, de G. Hanotaux y Martineau (1929- en múltiples ocasiones a lo largo de estas Notas
3 4 ) ; la Cambridge History of the British Em- Bibliográficas : la obra es vivaz y clara, y pro-
pire (1929), o en S. Hardy, La Politique porciona abundante documentación. Igualmen-
coloniale et le partage de la terre au XIX' siècle te sólido, el tomo XXI, Le Pontificat de Pie IX
(1937). (1952), del Canónigo R. Aubert, es en su conjun-
Nuestro capítulo VI se refiere a la historia to un tanto severo para con aquel gran Papa, ad
de las ideas, de las ciencias y de la técnica, me- que se juzga menos en las perspectivas de su
diante alusiones que se ampliarán con numero- tiempo que de acuerdo con nuestro actual pun-
sos libros: Histoire des techniques, de P. Rous- to de vista. Como casi todo el «Fliche et Mar-
seau (1956), o la de P. Ducassé (1942), y el exci- tin», estos dos indispensables volúmenes dejan
tante ensayo de Lewis Mumford, Technique et poco espacio a la vida espiritual en la Iglesia.
civilisation (1950): Histoire de la Science, de L a Histoire du Christianisme, de d o m Poulet,
P. Rousseau (1945), o Histoire des Sciences, de tan importante para los anteriores períodos,
G. F. M a s o n ; Histoire de la Philosophie, de E. proporciona aquí menos servicios: interrumpida
Bréhier (1932), o Les Grands Philosophes, de por la muerte de su autor —y animador— y pu-
P. Ducassé (1942). Especialmente citamos Le blicada después por J. Sécher, ya no trata con
Journal, de G. Weill (1934) y la Histoire de la seriedad más que la historia del Papado y sobre
Presse, de Charles Ledré (1959). Para nuestro todo la de la Iglesia en Francia. Más sucintas,
período, no pueden dejar de consultarse una la Histoire illustrée de l'Église dirigida p o r G .
Histoire des Doctrines économiques c o m o la de de Plinval, tiene el gran mérito de consagrar,
Ch. Gide y Ch. Rist (1949) y la de Lepointe: mediante la pluma del Padre dominico Hum-
Histoire des Institutions et des faits sociaux bert Vicaire, un fascículo excelente a la «irra-
(1956). O los libros de H. Sée sobre los Origines diación espiritual de la Iglesia» ; y los tomos IX
du Capitalisme moderne (1926) o de W . S o m - y X de L'Avenir du Christianisme, del llorado
bart, L'Apogée du Capitalisme (1932), sin men- Albert Dufourcq (el X interrumpido por su
cionar aquí las obras sobre el socialismo y el muerte) contienen numerosas observaciones
marxismo, a que nos referiremos en las Notas útilísimas. En la «Biblioteca católica de cien-
al capítulo VI. cias religiosas», E. Jarry ha dado, con el título
Para el sirte, cuya importancia desde el de L'Église contemporaine (1935) un excelente
punto de vista cristiano no es tan considerable, resumen, lleno de justas observaciones. Entre
INDICACIONES BIBLIOGRAFICAS 223

las «Historias generales de la Iglesia», si ha en- ques, desaparecida; de la Revue d'Histoire mo-
vejecido mucho la de Boulenger, hay todavía derne, tres revistas de historia general. La Re-
muchas cosas que tomar de la de Fernand Mou- volución francesa ha sido tema de estudio de
rret. En inglés, remitiremos a la History of the tres revistas especializadas; sólo queda una, los
Cath. Church in the XIXe Century, de M a c C a f - Annales historiques de la Révolution française,
f e r y ; e n italiano, a l a Storia della Chiesa, de revista bastante tendenciosa pero que a veces
T o d e s c o . L a Historia de los Papas, de F. H a y - ofrece trabajos procedentes de plumas eclesiás-
ward; la Histoire du Vatican, de Ch. Pichón; ticas. Cuando vivía, el historiador Mathiez, que
La Papauté contemporaine, de Henry Marc- la fundó, era su principal colaborador. Añada-
Bonnet (1946), son útiles divulgaciones, a falta mos las revistas locales dedicadas especialmente
de la Geschichte der Päpste (tomo XVI), de al estudio del período revolucionario, por ejem-
Ludwig von Pastor; como también, del mismo p l o : la Révolution dans les Vosgues, cuya colec-
M a r c - B o n n e t , l a Histoire des Ordres religieux ción —¿quién lo creería?— bastaría para henar
(1949). una buena parte de una bibhoteca. Existe tam-
Para estudiar de modo más especial la his- bién otra revista: La Révolution de 1848.
toria religiosa de los diversos países, el lector Numerosas revistas y periódicos deben con-
d e b e dirigirse a la Histoire religieuse de la Fran- sultarse en el aspecto religioso. La Revue d'His-
ce, de G. Goyau (1920; nueva edición reducida toire ecclésiastique e n p r i m e r lugar. L a Revue
y completada hasta nuestros días por G. Hano- d'Histoire de l'Église de France contiene n u -
taux, 1942), y la Histoire religieuse de la Fran- merosos artículos acerca del período que nos
ce contemporaine, de Adrien Dansette (1948), ocupa: especialmente los estudios del Canónigo
sin o l v i d a r la Histoire des rapptors de l'Église Sevrin sobre la práctica religiosa en la diócesis
et de l'État, de Debidour (1896); a los cuatro de Chartres bajo el episcopado de Monseñor
breves y vivos volúmenes de Georges Goyau, Clausel de Montais. Las revistas locales están
L'Allemagne religieuse, Le Catholicisme llenas de artículos sobre la historia religiosa de
( 1 9 0 9 ) ; a la Histoire de l'Angleterre chrétienne, nuestro período, sobre todo acerca de la Revo-
de André D. Toledano (1951); a la Histoire de lución; los eruditos de provincias han deposita-
l'Espagne chrétienne, de Jean Descola (1950). do en ellas el fruto de sus pacientes investiga-
Aunque sus títulos parecen limitarlos al estudio ciones; y no puede ignorárseles. Tres nombres
político, los dos volúmenes de la Histoire de la destacan: el abate Uzureau, para Anjou, a quien
Démocratie chrétienne (I. France, Belgique, se deben numerosos tomos de la Andegaviana;
Italie, p o r M . Vaussard, 1956, y II. Le Catholi- el abate Sol para Quercy y el abate Sevestre
cisme politique en Allemagne, p o r J. R o v a n , paira la Baja Normamdía.
1956), tienen im gran interés generad.
No parece necesario recordar aquí cuanto
se ha dicho en las Notas Bibliográficas de «La
Era de los Grandes Hundimientos» acerca de los
II. NOTAS BIBLIOGRAFICAS
grandes diccionarios y enciclopedias; limitémo- DE LOS CAPITULOS
nos a recordar los servicios que proporcionan la
Enciclopedia catholica publicada en el Vatica- Cap.I Una época de la Historia
no y Catholicisme, dirigido por el abate Jac-
quemet, y en continuo progreso. Si no pudiéramos citar, para este capítulo,
Innumerables son los periódicos y revistas más de dos hbros, sin vacilair nos quedaríaimos
que, de modo esencial o incidentalmente, con- c o n La Église catholique et la Révolution, de
tienen contribuciones, a veces considerables, a André Latreille (1950), modelo de una erudi-
la historia religiosa de la época contemporá- ción que sabe hacerse accesible a todos, y L'É-
nea: tal es el caso de la Revue Historique, siem- glise de France sous la Révolution, de Chairles
pre viva, y de l a Revue des questions histori- Ledré (1949), «suma» de cuanto hay que saber
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

acerca de la cuestión; nos sentimos deudores Hay que añadir que ha sido publicado un
a ambas obras, tan objetivas, tan equilibradas. número infinito de trabajos de interés general.
Pero ¿cómo no quedarse más que con dos obras Bastantes han aparecido en la Revue d'Histoire
de entre la muchedumbre de cuantos han trata- de l'Église de France; los Indices han sido orde-
do la cuestión? Incluso sin indicar una sola de nados por el Padre Rouziès, en 1930 y 1941;
las obras generales de la Revolución que, en su hay otros muchos en la Revue d'histoire ecclé-
totalidad, abordan nuestros problemas, sin evo- siastique de Louvain. E. Lavaquery ha consi-
car siquiera al Tocqueville de L'Ancien Régime derado en conjunto la Histoire religieuse de la
et la Révolution (1856) y al Taine de los Origi- Révolution française dans le cadre diocésain
nes de la France contemporaine (1876), en los (Rev. Hist. Egl. Fr., t. XX, 1943). A título de
que todavía hay bastante que tener en cuenta; ejemplo, citaremos gustosos la Histoire de la
ateniéndonos exclusivamente a la historia re- persécution religieuse dans le Doubs, de J. Sau-
ligiosa, las obras dignas de ser citadas llenarían zay que, aparecida bajo el Segundo Imperio,
páginas enteras de un volumen. La obra de es todavía digna de ser consultada. Mathiez la
Pressensé, L'Église de la Révolution française estimaba mucho.
(reed. 1890), hoy muy olvidada, conserva estu- Todos los aspectos, todos los episodios y
pendos retratos; los cinco tomos de la Histoire casi todos los personajes de primera fila de la
religieuse de la Révolution française, de Pierre
crisis religiosa de la Revolución han suscitado
de la Gorce (1909-1925), juzgados demasiado algún libro. Evidentemente, apenas podremos
académicos por los maestros de la Sorbona, con-
sugerir algunos. A. Denys Buirette ha consul-
tienen muchísimos datos. En otro aspecto muy
tado 6500 «Cuadernos de quejas» para escribir
distinto, Albert Mathiez ha estudiado en nume-
su obra Les Questions religieuses dans les ca-
rosos artículos y obras, diversos aspectos de la
cuestión: hace una síntesis en La Révolution et hiers de 1789 (1919). Acerca de La Constitution
l'Église (1910) y sobre todo en su curso sobre civile du Clergé, el libro de Grangier (Saint-
L'Église et la Révolution française, publicado Etienne, 1906) dice lo esencial. L'Église Cons-
en la Revue des Cours et Conférences de 1932- titutionnelle ha sido estudiada por Dom Leclerq
33; entretanto, otro gran universitario, A. Au- (1934) y también por Mathiez, en Rome et le
lard, autor de la Histoire politique de la Révo- Clergé français sous la Constituante (1907),
lution (1901) publicaba, en 1924, un volumen: mientras que E. Préclin se plantea la cuestión
Le Christianisme et la Révolution, cuyos juicios de saber qué papel representaron los jansenis-
deben ser con frecuencia subrayados. A los lar- tas en aquel asunto.
gos trabajos de Monseñor Pisani, L'Église de Los episodios de la persecución y los de la
Paris et la Révolution (1910-1911), së les ha re- resistencia católica proporcionan amplio ma-
prochado muchas veces el dar cifras poco exac- terial a los historiadores y a los curiosos de la
tas; los de A. Sicard sobre Le Clergé français historia. Gran parte de la obra de G. Lenôtre
pendant la Révolution (reed, 1912) presentan está dedicada a ello; J. Hérissay es especialista
buen número de ejemplos y hermosas figuras; en La Vie religieuse à Paris sous le Terreur
J. Lacouture, que renueva a Aulard, reanuda (1952), Hors-la-loi sous la Terreur, Les pontons
en 1940 el estudio de La Politique religieuse de Rochefort, Les Aumôniers de la Guillotine.
de la Révolution; se buscará, a causa de sus pini- Algunos hechos trágicos, como las matanzas de
tos de vista muy particulares (j amenizantes y septiembre, han suscitado una enorme litera-
«constitucionales»), los Études sur l'histoire re- tura, de Hérissay a G. Walter, de Monseñor du
ligieuse de la Révolution, de A. Gazier (1887); Theíl a P. Carón. El Martirologio, del abate
el abate Boussolade ha estudiado muy bien Carrón, aparecido en 1820, es siempre de lectu-
L'Église de Paris du 9 thermidor au Concordat ra útil y conmovedora. Subrayemos el libro,
(1950) y hay mucho que ver en el primer tomo rico en exposiciones de transcendencia general,
del Pie VII, de J. Leflon (1958). de Charles Ledré, Le Cuite caché sous la Ré-
volution: Les Missions de l'abbé Linsolas (1949).
INDICACIONES BIBLIOGRAFICAS 225

En cuanto a la guerra de la Vendée, cuyos hé- ga la tesis de Fugier citada más adelante, sin
roes son objeto de verdadero culto en algunas olvidar las obras consagradas al Concordato
regiones del Oeste, también se beneficia de (cfr. cap. II) y las que recuerdan sus orígenes.
abundante literatura: la gigantesca bibliografía Desprovisto de pretensiones, el hbro de Fernamd
de Lemière (1914) quedó detenida en la letra H; Haywaird, Les derniers siècles de la Roma pon-
recordemos sobre todo los trabajos de F. Cha- tificale, está heno de détaillés pintorescos.
mand (1899), de L. Dubreuil, Histoire des insu- En cuanto a los personajes religiosos de
rrections de l'Ouest (1930), de Gabory, La Ré- esta Historia, la hsta de hbros dedicados a ellos
volution et la Vendée (1925-28); de Bittard de sería interminable: citemos al menos las dos
Portes, sobre Charette; de J. Nanteuil, sobre La excelentes obras de J. Leflon, Monsieur Emery
Rochejaquelein, sin olvidar los innumerables (1944) y Bemier (1938), con el sentimiento de
artículos de periódicos y revistas del Oeste, como ser injustos al omitir las biografías del Padre
el Anjou historique y la Revue du Bas-Poitou de Clorivière, por Terrien, del Padre Coudrin,
(desde el punto de vista militar, ver coronel por Lestra, y tantas otras... Notemos, sin em-
M o n t a g n o n : Une guerre subversive: la Guerre bargo, que Grégoire espera aún su historiador.
de Vendée, 1959). Sobre la descristianización,
a falta de un estudio de conjunto, poseemos una
buena monografía histórica locad, la de Dom-
manget, sobre el Oise. Cap. II El Sable y el Espíritu
Acerca de la emigración, las obras funda-
mentales siguen siendo la de Ernest Daudet, La bibliografía de este capítulo es, al me-
Histoire de l'Émigration (1907) y la de Baldens- nos, tan abundamte como la del anterior. El
perger, Le Mouvement des idées dans l'émigra- mejor guía sigue siendo André Latreüle, cuyo
tion (1924) ; pero hay que leer también Le Cler- tomo II (hbro ya citado) está precisamente de-
gé français réfugié en Angleterre, de Plasse, de dicado a la Ere napoléonienne et la Crise euro-
1886 y el conmovedor artículo del abate Sicard, péenne. Todos los biógrafos de Napoleón —¡y
en Le Correspondant, en 1889: Sur les chemins Dios sabe cuántos hoy...!— abordaui evidente-
de l'exil. mente el problema religioso; en su monumen-
Sobre un tema especiad, pero de gran im- tal Histoire du Consulat et de l'Empire, Louis
portancia, el de la enseñanza, hay que referir- Madelin hace especiailmente una excelente sín-
se, no sólo para este capítulo sino paira los cua- tesis de todos los conocimientos acerca de la
tro siguientes, a la obra de Luis Grimaud, His- cuestión. Una exposición más rápida es la del
toire de la liberté d'enseignement en France abate V. Bindel, Histoire religieuse de Napo-
(Grenoble, 1948 y 1949). léon (1940). Hay más detalles interesantes en
También los cultos revolucionarios han sus- Lanzac de Laborie, Paris sous Napoleón. IV
citado muchos estudios y glosas, desde Aulard, La Religion. Por supuesto, las biografías de
que ainadizó el de la diosa Razón y el del Ser Pío VII, como la de Leflon, dedican largas pá-
Supremo (1892) hasta Mathiez que, tras haber ginas a sus relaciones con Napoleón.
considerado los Origines des cultes révolution- El Concordato ha sido abundantemente
naires (1904), se dedicó a la Théophilanthropie estudiado. Mater consideró las señales que lo
et le culte décadaire (1904) ; el abate Sicard, en anunciaban en su pintoresca obra La Républi-
su obra A la recherche d'une religion civile que au Conclave (1923); Vandal ha expuesto
(1898) había puntualizado bien las cosas. La Raison du Concordat en u n excelente ar-
La Question romaine, estudiada por M o l - tículo de la Revue des deux Mondes, del 1.° de
lat, de Pío VI a Pío IX (1932) es evocada en las febrero de 1902. El estudio de conjunto del Car-
historias del Papado; pero es también intere- denad Matthieu, aparecido en 1907, ha sido su-
samte recorrer el hbro de P. Gaffairel: Bonaparte perado por el minucioso trabajo de Boulay de
et la République italienne (1895), que prolon- la Meurthe (Tours, 1920). C. Latreille ha mos-
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

trado la importancia de la Opposition religieuse época que no haya tentado a alguna pluma
au Concordat (1910). Y recordemos que la bi- (más adelante indicaremos las biografías de
bliografía referente a la «Pequeña Iglesia» fue Monseñor D'Astros, de Monseñor Clausel de
dada ya en una nota del texto. En cuanto a la Montáis, y de tantos otros). Después de Ernest
reorganización de la Iglesia de Francia (1801- Daudet, en 1866, y de Fischer (alemán), en
1809), ha sido objeto de una tesis magistral 1899, un historiador italiano, Angelucci, se ha
(1952) —casi 4000 páginas— por Monseñor Si- dedicado (1924) a la gran figura del Cardenal
mon Delacroix. Consalvi. Pero con respecto a este último, debe
Sobre el «Catecismo Imperial», hay que subrayarse el interés que presenta referirse a
leer la obra de André Latreille; numerosos pa- las Memorias, muy numerosas, que los actores
sajes son verdaderamente interesantes y de sa- y testigos de esta Historia han publicado: las
brosa lectura. del mismo Consalvi son apasionantes; las edi-
Napoleón y las Congregaciones es asunto ciones de Crétineau-Joly (1884) y Drochon
de un buen artículo del Padre Dudon, en Étu- (1895) están un poco descuidadas; pero Monse-
des (20 de abril de 1901) y Napoléon 1" et les ñor Nasalli Rocca di Corneliano ha dado una
Jésuites, tema del de E. Flourens en la Nouvel- cuidadísima en Roma (1950), de la que el canó-
le Revue, marzo 1894; lo mismo que Les Con- nigo Leflon hace un notable resumen e informe
grégations sous Napoléon, de Deries, deben ser lleno de cosas nuevas, en la Revue d'histoire de
completados con referencias a las historias ge- l'Église de France, en 1952.
nerales de las diversas Congregaciones. Por
ejemplo, la de A. Launay, para la Sociedad de
Misiones extranjeras, la de Burnichon para los
Jesuítas, la de Rigault para los Hermanos de
las Escuelas Cristianas. En cuanto a la resisten- Cap. III Una Contrarrevolución
cia catóhca frente a Napoleón, está estudiada fracasada
en el libro de Bertier de Sauvigny, citado para
el siguiente capítulo.
Las relaciones de Napoleón con Pío VII,
Cap. W Frente a nuevos destinos
tema patético, han dado materia para nume-
rosas obras, cuya síntesis se hallará en el rela-
to, extremadamente vivo, de Bernardine Mel- El período que va de 1814 a 1848 no cuen-
chior-Bonnet, Napoléon et le Pape (1958), que ta con libros de conjunto accesibles al gran pú-
ha reemplazado definitivamente al de Wel- blico, como eran los de André Latreille para la
schinger. (Sobre Radet, ver Nouvelle histoire Revolución y el Imperio, o los de Ledré y Ma-
des gendarmes, de Saint-Benoît-Guyod, 1938.) delin. El único resumen general se encuentra
La exposición de Féret, La France et le Saint- en un curso de la Sorbona, de C. Pouthas, ex-
Siège, pone suficientemente a la luz el papel plicado en 1932-33: L'Église catholique de l'a-
del Cardenal Fesch; también hay mucho que vènement de Pie Vil à l'avènement de Pie IX.
aprovechar en la tesis de Fugier, Napoléon et Por lo que toca a Alemania, remitimos al
l Italie. Para este capítulo y los siguientes, no lector a los cuatro tomos de Georges Goyau, ya
se dejará de consultar a G. de Marchi, Le Nun- citados; para Francia, se consultarán cuatro
ziature apostoliche dal 1800 al 1950 (Roma, obras que proponen juicios radicalmente dife-
1957). rentes: L'Histoire des catholiques français au
También son muy numerosas las biogra- XIXe siècle (Ginebra, 1947), en la que Henri
fías de personajes importantes de esta Historia, Guillemin asegura, «grosso modo», que todo lo
y no podemos citarlas todas: las de Bernier y que sucedió de malo debe atribuirse a la Igle-
M. Emery, por J. Leflon, son de enorme inte- sia. entregada a las fuerzas de la reacción;
rés; pero apenas hay obispo notable de aquella L'Histoire de la Démocratie chrétienne (1948),
INDICACIONES BIBLIOGRAFICAS 227

en la que P. Havard de la Montagne incri- contemporánea, a los que Ch. Ledré ha dedica-
mina vigorosamente a los católicos liberales; la do también un volumen del que trataremos más
objetiva Histoire du catholicisme libéral, de adelante. En italiano es muy notable la obra de
G. Weill (1939) y la generosa obra de J. Bruge- E. Vercesi, Tre pontificati: Leone XII, Pió VIII,
rette, Le Prêtre français et la Société contempo- Gregorio XVI (Turin, 1936); ni debe dejar de
raine (1933), ofrecen puntos de vista menos po- leerse el hbro de retratos del cardenal Wise-
lémicos. man, Souvenirs sur les quatre derniers Papes.
Las obras sobre la Restauración abordan El estudio de Monseñor Martin acerca de La
toda la cuestión rebgiosa; las últimas en fecba Nonciature de Paris et les affaires ecclésiasti-
(después de Viel-Castel, en 20 volúmenes, 1860- ques sous le règne de Louis-Philippe (194 9) es
78) son las de J. Lucas-Lebreton (1927) y del de un interés que desborda su propio título. Ya
marqués de Roux (1930), a las que bay que aña- hemos recordado antes los bbros dedicados al
dir el Louis XVIII (1926) y el Charles X (1928), Cardenal Consalvi; hay que añadir los esplén-
de Pierre de la Gorce. Le Parti libéral sous la didos trabajos de M. Petrocchi, aparecidos en
Restauration (1887), de Tbureau-Dangin, sigue 1941 y 1943 en Florencia, acerca de la obra de
siendo interesante. Pero hay que colocar en si- restauración y reorganización del ilustre Car-
tio extraordinario la tesis de G. de Bertier de denal Secretario de Estado. La restauración
Sauvigny: Le Comte Ferdinand de Bertier et de la Compañía de Jesús ha sido parcialmente
l'énigme de la Congrégation (1948) que, no sólo estudiada por André Rayez en el Archivum his-
ha renovado totalmente la cuestión de la «Con- toricum Societatis Jesu, de 1952, a propósito de
gregación», sino que ha abierto muchas pers- Clorivière y La Fe; pero debemos agradecimien-
pectivas sobre la época. Acerca de las Misiones to al seminario de la Compañía de Jesús de
rebgiosas, ver la obra, desgraciadamente inaca- Fontaines en Chantilly por habernos comuni-
bada, deE. Sevrin (1957). cado amablemente una memoria inédita de J.
Sobre José de Maistre —como sobre todos B. Testema acerca de Pignatelli et la restaura-
los escritores de este periodo— es indispensable tion de la Compagnie de Jésus en Italie.
leer de nuevo a Saint-Beuve, Lundis, Nouveaux Lamennais y su drama, el movimiento de
Lundis, Portraits littéraires; y, en una vasta b i - L'Avenir y el grupo de La Chênaie, han susci-
bhografía, retener el hbro de G. Goyau acerca tado multitud de hbros y trabajos, de cuya
de su Pensée religieuse (1912), el de Dermen- abundancia da idea el Essai de bibliographie,
g h e m , Joseph de Maistre mystique (1923). A de F. Duine, que se detiene en 1923. Desde Ed.
Bonald ha dedicado Louis Dimier un fervoroso Scherer (1859) a Michel Mourre (1955) no hay
capítulo en sus Maîtres de la Contre-Révolution menos dé treinta biografías del profeta conde-
(1907) ; L. de Montesquiou ha estudiado su Réa- nado: Ricard (1884) le sitúa en su escuela; P.
lisme (1911); R. Mauduit, su Politique (1913); Janet estudia su filosofía (1890) ; A. Feugère, su
C. Maréchal su filosofía en un excelente artícu- juventud y su formación (1906), tema que re-
lo en los Annales de Philosophie chrétienne, de coge C. Maréchal (1913); el Padre Dudon ana-
1910; ni debe faltar la lectura de Les Prophè- liza sus relaciones con la Santa Sede (1911);
tes du Passé (1851), de Barbey d'Aurevilly. Lamennais, el «excesivamente cristiano», dice
La Santa Alianza, estudiada ya por M. Pi- Bréhat (1942); Lamennais, «sacerdote a su pe-
renne, ha sido objeto, más recientemente (1947), sar», le llama R. Vallery-Radot (1931); prueba
de un trabajo serio a cargo de M. de la Fère y eficiente —si era necesario probarlo— de que
E. Babeau. «Feli» sigue siendo en nuestros días signo de
Acerca de los Papas de este período, los contradicción.
estudios son muy desiguales; Pío VII es el más Acerca de Lacordaire, la bibliografía es
favorecido, con el hbro ya citado de G. Leflon. menos abundante, pero no poco considerable:
J. Schmidlin —traducido del alemán por L. desde el hbro de Montalembert (1862) y la gran
Maréchal— ha estudiado Los Papas de la época biografía de Foisset (1870), deben tenerse en
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

cuenta las obras de Haussonville, Chócame, Cap. V Grandeza de Pío IX


R. Zeller, del P. Gillet (1951) y de Marc Escho-
her (1958). Sobre Gerbet, situado exactamente Ya hemos dicho que el Pontificado de
en la escuela lamennaisiana, la obra de Ladoue Pío IX constituye la materia de todo un tomo,
(1870) sigue siendo muy útil. De Montalembert el X X I , de la Histoire de l'Église, de Fliche y
trata —rejuveneciendo la obra de Foisset— un Martin; escrito por R. Aubert, profesor en el Se-
hermoso libro de Lecanuet (1906) y el trabajo minario Mayor de Malinas, tiene el defecto de
de André Trannoy, muy sugestivo, centrado en exagerar las reservas acerca de la política del
su «romanticismo político». Papa, pero también el gran mérito de dar una
También Luis Veuillot atrae la atención visión de conjunto muy completa, fundada en
de los biógrafos: su hermano Eugenio (en 1899) inmensa documentación, de todo el Pontifica-
y su sobrino (en 1937) están entre los mejores: do. Pueden corregirse ciertos juicios del canóni-
pero debemos citar también a E. Comut, J. Re- go Aubert con los de F. Hayward en su Pie IX
nault, M. Vallot, H. Talvart, M. Marc Devitt, et son temps (1948), obra especialmente nota-
E. Gauthier, J. Morienval, sin olvidar las pági- ble en lo que toca a la personalidad del Pontí-
nas tan oportunas que André Billy ha dedica- fice, su corte y los asuntos italianos. El curso
do al gran polemista en sus Écrivains de com- explicado en la Sorbona por Ch. Pouthas en
bat (1931). 1945-46, es objetivo y clarividente. Ch. Ledré,
Acerca de la cuestión, tan importante para en un volumen no muy profundo, pero perspi-
Francia, de la libertad de enseñanza, debe re- caz, D'un Pape á l'autre (1957) dedica a Pío IX
cordarse, desde luego, el gran libro de Louis un brillante capítulo; acerca de los últimos años
Grimaud; pero también es curiosa la lectura
—bastante crítica— del Frayssinous, son role
dxms l'Université (1925), de Garnier. sición servirá al lector en este y en los dos capítulos
siguientes. Gabriel de Armas, con un conocimiento
La emancipación de los católicos ingleses profundo de la materia y una exposición notable
es un hecho tan importante que conviene dar por su equilibrio, ha recogido caracteres interesan-
sobre él una breve bibliografía: B. Ward, The tes del pensamiento de Donoso como apologista, con
Ere of Catholic Emancipation (Londres, 1915); relación al Syllabus, al intuicionismo cristiano y al
Cardenal Gasquet, Great Britain and the Holy problema social, que Rops estudia en el Capítulo VI
Sede y la History of Ireland (t. V), de D ' A l t o n . de este volumen. También deben recordarse los ca-
También aquí son numerosas las biografías pítulos referentes a la espiritualidad de Donoso y
de personajes ilustres religiosos. Nos limitare- a sus ideas jurídicas, que completan la visión certe-
ra de Gabriel de Armas.
mos a citar algunas: la de Monseñor D'Astros,
Acerca de Donoso Cortés nos tomamos la liber-
por el Reverendo Padre Droulers, muy docu- tad de remitir al lector de habla castellana a la edi-
mentada, pero un tanto severa (1954); las de ción de Obras Completas (B.A.C., 1952, 2 vol.) con
Monseñor de Quélen, por R. Limouzin-Lamothe abundancia de bibliografía. Sobre Balmes, la mis-
(1955-57) y de Monseñor Clausel de Montáis, ma B.A.C., ha hecho una cuidadosísima edición de
por E. Sevrin (1955), de la que ha hecho una Obras Completas, en la que abundan también los
recensión crítica C. Laplatte en junio de 1959 datos bibliográficos. Acerca de personajes y hechos
en la Revue de Droit Canonique; la del Carde- de la Historia de España en este período, Rops cita
nal Gousset, por L. Gousset (1903); la de Mont- diversas obras; el lector puede hallar datos abun-
dantísimos y bibliografía muy completa en Diccio-
losier, por Brugerette (Aurillac, 1931). Ver ca- narios como el de Historia de España de la «Revista
pítulo VIII, para los fundadores de Congrega- de Occidente» (Madrid, 1952, 2 vols.) y en obras de
ciones.1 J
síntesis como el Manual de Historia de España, de
P. Aguado Bleye, que en los caps. XVIII a XXIV y
1. Es deseo del autor que figure en estas No- en los XXIX y XXX, referentes a la historia políti-
tas Bibliográficas el interesante y completísimo libro ca, cultural y religiosa de este período (1800-1870),
de Gabriel de Armas: Donoso Cortés, su sentido en España, proporciona abundante y detallada bi-
trascendente de la vida (Madrid, 1953) cuya expo- bliografía. (Nota del Traductor.)
INDICACIONES BIBLIOGRAFICAS 229

del Pontificado, ver E. Lecanuet (1930). Las liana de Villafranca a Porta Pía (1938) y el
otras biografías (en francés, Sylvain, 1885, Pou- otro al tema Chiesa e Stato in Italia negli ultimi
geois, 1886; en alemán, Wappmannsperger, cento anni (1949). Sobre Pellegrino Rossi, ha-
1879, Stepischnegg, 1879) son demasiado lau- bía publicado Giovagnoli, hace cincuenta años
datorias, pero proporcionan numerosos detalles. (1911) una obra enorme; la de Brigante Colon-
La curiosa personalidad del Cardenal An- na (Milán, 1938), dedicada en principio a su
tonelli no ha tentado aún a ningún biógrafo; asesinato, se refiere de hecho a todo el perso-
además, sus archivos personales no han sido in- naje.
ventariados. Es ernioso comparar la noticia que Los asuntos religiosos franceses y las per-
le dedica el Dictionnaire d'Histoire et de Géo- sonalidades en ellos mezclados, han sido muy
graphie Ecclésiastique, verdadera defensa, y las estudiados. Le clergé sous la 2." République,
de la Enciclopedia cattolica, la Enciclopedia de Cabane, ha envejecido. La obra fundamen-
italiana y Catholicisme. tal es la tesis de J. Maurain: La Politique ecclé-
En cambio, todos los principales aconteci- siastique du Second Empire de 1852 à 1869
mientos, todas las decisiones del Pontificado, (1930). Los libros citados antes, de Goyau, Dan-
han sido objeto de numerosos trabajos. Siguien- sette, Guillemin, Brugerette, Debidour, se refie-
do el orden de nuestra exposición, indicaremos ren también a este capítulo (acerca del drama
los más importantes. de 1848 y las Jomadas de junio, Guillemin es
El Sonderbund y la guerra que desgarró particularmente tendencioso). Ni debe olvidar-
a los cantones suizos, fueron evocados ya en se la referencia a Louis Grimaud —ya citado—
1850 por Crétineau-Joly en ima «historia» con paira la ley Falloux. Y el precioso libro de J. B.
aspecto de apología católica. En sentido inver- Duroselle sobre el catolicismo social, al que nos
so, la historia escrita en alemán por J. Dierauer referiremos en el siguiente capítulo, da muy
(Gotha, 1917) y traducida al francés (Lausana, útiles resúmenes generales. De las numerosísi-
1918) se muestra severa para con los católicos. mas biografías, deben retenerse la de Monseñor
El número especial de la Schweitzer Rund- Dupanloup, por F. Lagrange (1884); la de
schau, aparecido en 1947, es en conjunto más Montalembert, por Lecaunet, ya citada; la de
equitativo. Sobre las consecuencias del movi- Monseñor Maret, por G. Bazin (1892) y la del
miento hasta nuestros días, el folleto Couvents Catrdenal Pie, por Monseñor Baunard (1893).
et Jésuites, de Monseñor Joseph Meier, adapta- Los historiadores belgas han estudiado mu-
do en francés por Vermeille (Friburgo, 1958), cho este período: G. Guyot de Mishaegen, Le
pone muchas cosas en claro... Parti catholique belge de 1830 à 1884 (Bruse-
La crisis revolucionaria de 1848 debe ser las, 1946) ; A . Mélot, Le Parti catholique en Bel-
situada en su ambiente valiéndose de las histo- gique (Lovaina, 1934); A. Simon, Le cardinal
rias generales citadas al comienzo de estas No- Sterckx et son temps (1950), obra de primer or-
tas; en lo que concierne especialmente a la crisis den; Un siècle de l'Église catholique en Belgi-
en Italia, son indispensables las historias de la que (Courtrai, 1934), bajo la dirección de C. Jo-
Unidad italiana y del Risorgimento, como lo set. Recordemos el libro de M. Vaussard, cita-
son paira el estudio de toda la cuestión romana do más airriba, y notemos también los capítulos
hasta 1870, por ejemplo, la monumental Storia que dedica a esta cuestión Ch. Terlinden en su
del Risorgimento e dell' Unità d'Italia, de C. Histoire de la Belgique contemporaine (Bruse-
Spelanzon (Milán, 1938). El libro de Mollat las, 1929).
sobre la cuestión romana, citado más arriba, es Para Alemainia, los trabajos de G. Goyau
muy útil. De Marco ha estudiado el tema de siguen proporcionando al público francés los
Pío IX y la revolución romana (Módena, 1947), datos esenciales. Volveremos a hablar de su Ket-
mientras que G. Jacini y A. C. Jemolo han de- teler en el siguiente capítulo (1908). Con res-
dicado, también en italiano, estudios de con- pecto a Inglaterra, hay que ver el conjunto de
junto, el primero a La Política eclesiástica ita- estudios agrupados bajo la dirección de Monse-
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

ñor G. A. Beck (Londres, 1950): Essays to com- gines intellectuelles de la Révolution, y de Paul
memorate the Centenary of the restauration of Hazard, La Pensée européenne au XVIIIe siè-
the Hierarchy. cle. Para el conjunto de este estudio, aconseja-
El Syllabus lia proporcionado el tema de mos al lector las historias de la literatura y de
un libro del Padre Hourat (1904); mas para la filosofía, como las de E. Bréhier, el oportuno
tener una idea exacta, lo mejor es acudir al ar- hbro del R. P. Sertillange, Le Christianisme et
ticulo firmado por L. Brigué en el Dictionnaire les Philosophes (1941) y las obras de A. Metz so-
de théologie catholique. Acerca de las Réactions bre la filosofía inglesa, de Benrubi, sobre la
suscitées par la publication du Syllabus, el ca- filosofía francesa y de Spenlé sobre la alemana.
nónigo Aubert ha escrito un largo estudio, Ueno Acerca de la crítica bíblica anticristiana,
de documentos inéditos, en los Collectanea Me- hay numerosos estudios de valor: J. Coppens, la
chliniensia, de 1949. Histoire critique de l'Ancien Testament (1938);
Sobre el Concilio Vaticano, es imposible, L.-C. Fillon, Les Etapes du rationalisme dans ses
pasar por alto el hbro de Emile Olivier, L'Eglise attaques contre les Evangiles et la vie de Jésus-
et l'Etat au Concile du Vatican (1877), que Christ (1911); R. P. Braun, O. P., Où en est le
contiene una masa de hechos y documentos; problème de Jésus? (1932). De la abundante bi-
pero la mejor exposición es la inglesa de C. bliografía sobre Renan, deben retenerse es-
Butler (Londres, 1930) ; la obra alemana (tradu- pecialmente los trabajos de Jean Pommier,
cida en Bruselas, 1908-19), de T. Granderath, especialmente La Pensée religieuse de Renan
no brilla por su espíritu crítico; las de F. Mouret (1925), el hbro traducido del neerlandés de
(1919) y È. Campana (Lugano, 1926), son tam- J. Deírooy (1958) y Le Portrait de M. Renan,
bién notables. Y se hallarán detalles a veces di- de Henri Massis (1947).
vertidos en los hbros ya citados de F. Hayward, Del problema de la evolución, que en nues-
su Pie IX y sus Derniers siècles de la Rome tros tiempos ha dado lugar a gran prohferación
pontificale. de obras referentes, sobre todo, al período que
nos interesa, en función de Darwin, citaremos
solamente a H. Dorlodot, Le Darwinisme au
point de vue de l'orthodoxie catholique (Lo-
Il Parte vaina, 1921).
Science et religion dans la philosophie con-
temporaine (1908), de Emile Boutroux, cons-
Cap. VI Dios y el hombre en pugna
tituye una excelente exposición de las diversas
formas del «cientismo» (a cuyo propósito, remi-
Los asaltos contra la religión durante el timos al lector a las historias de las ciencias y las
siglo XIX no han sido objeto de un estudio de técnicas citadas en las notas generales).
conjunto que valga la pena ser citado; una rá- Los maestros del «humanismo ateo», tan
pida visión puede hallarse en el cap. V, tomo II, oportunamente estudiados por el Padre de Lu-
de la Histoire illustrée de l'Eglise, de Plinval, re- bac, se han beneficiado todos los trabajos en
dactado por el R. P. Bochenski y Gaston Caste- número tan considerable que se duda en citar
11a. Un libro admirable se destaca entre los pri- a uno más que a otro. No indicaremos aquí más
meros de esta empresa crítica: Le drame de l'hu- que obras francesas. Sobre Hegel, la exposición
manisme athée, del R. P. Lubac (aparecido en general de P. Roques, Hegel, sa vie et ses oeu-
1944 y reeditado en 1959): no podemos menos vres (1912) y el penetrante ensayo de Jean
de aconsejar su lectura. Para reanudar el desa- W a h l , Le Malheur de la consciencie dans la
rrollo de lo que se refería en «La Era de los Gran- philosophie de Hegel (1929). Sobre Feuerbach,
des Hundimientos», a la crisis antes de la Revo- A . Lévy, La Philosophie de Feuerbach et son
lución, siguen siendo fundamentales los hbros influence sur la littérature allemande (1904).
ya conocidos de Daniel Mornet sobre Les Ori- Sobre Karl Marx, entre toda una biblioteca (la
250
INDICACIONES BIBLIOGRAFICAS

Bibliographie, por M. Rubel, aparecida en des Manuales citados más arriba, que es inútil
1956, llena más de 500 páginas) se podría rete- dar otras indicaciones. La célebre encuesta de
ner la gran biografía hecha por el mismo Rubel, Villermé ha sido parcialmente reeditada.
marxista «sin partido» (1957) y Pour connaître Sobre los socialistas franceses, la tesis de
la pensée de Karl Marx (1947), de Lefebvre, teó- H. Louvancour, De Saint-Simon à Fourier
rico comunista, oponiéndoles la obra de A. Piet- (Chartres, 1923); el divertido hbro de C. Bou-
tre, Marx et le marxisme (1957) y los estudios glé, Chez les prophètes socialistes (1918), y el só-
de los Padres Desroches (1950), Bigo (1954), lido trabajo de G. Gurvitch, Les Fondateurs
Calvez (1956), Fessard y Ducatillon (este últi- français de la sociologie moderne, Saint-Simon
m o en Le Communisme et les chrétiens, 1937) et Proudhon (1955), proporcionan ampliamente
y los Problèmes du Communisme, de Berdiaeff lo esencial. Pero hay que recordar que ya Sainte-
(1933). Por último, sobre Augusto Comte, acon- Beuve, en 1872, había escrito sobre Proudhon
sejamos el admirable hbro de Henri Gouhier, un libro penetrante, que el Padre Lubac le de-
La Vie d'Auguste Comte (1931), que dice todo dica también un capítulo fundamental de su
lo esencial, y proporciona excelente bibliogra- libro y que, en fin, al frente de su Portrait de
fía. Jésus, Robert Aron ha dado una excelente in-
La propagación de la irreligión por los es- troducción, muy útil para esta materia.
critores ilustres, no ha sido objeto de obras de El «Catohcismo social» es un asunto casi
conjunto; sin embargo, sería un excelente tema nuevo. Su historia es demasiado ignorada de los
paira una tesis. El lector puede por sí mismo rea- mismos catóhcos. Acerca de esa historia, Fran-
bzar tan interesante estudio, leyendo de Víctor cia tiene la suerte de poseer una obra exhausti-
H u g o , Notre-Dame de Paris (v. 2), Les Contem- va, la tesis, notable en todos sus aspectos, de J.
plations (ejemplo: Ce que c'est que la mort), B. Durosehe, Les Débuts du catholicisme social
la Légende des siècles (ejemplo: Les enterre- en France, 1822-1870 (1951). Sin embargo, hay
ments civils); George Sand, Mauprat, Consue- mucho que recibir, sobre todo en cuanto a tex-
lo; Eugenio Sue, Les Mystères de Paris; Miche- tos, del hbro del abate Charles Calippe, L'Atti-
let, Du Prêtre, de la femme de la famille; Ed- tude sociale des catholiques français au XIX'
gar Quinet, Le Génie des religions; Michelet siècle (1911) y, para tener en cuenta el punto de
y Quinet, Les Jésuites, etc. vista del adversario, debe uno dirigirse a la His-
Desgraciadamente, las reacciones de la toire du catholicisme libéral et du catholicisme
Iglesia a todos esos ataques, han sido aún me- social en France, del abate Emmanuel Barbier
nos estudiadas. El R. P. Cayré, en el tomo III (Burdeos, 1923) que, aunque formalmente co-
(1944') de su Patrologie et histoire de la théolo- mienza en 1870, proyecta sobre nuestro perío-
gie, apenas aborda el problema. Sobre la reno- do luces... violentas. Queda por escribir el con-
vación de la apologética, poseemos el buen libro junto de la historia del catohcismo social. Para
del R. P. M. Becqué, L'Apologétique du car- todo lo alemán, lamentamos el no poseer un
dinal Dechamps (Lovaina, 1949) y ios numero- hbro equivalente al de Duroselle (y los de Geor-
sos trabajos sobre Newman, en particular el de ges Hoog y Henri Rollet que, cronológicamen-
M . Nédoncelle, La philosophie religieuse de te, le siguen). El libro de A. Franz, Das soziale
Newman (Estrasburgo, 1946) y el de J. Guitton Katholicismus in Deutschland b.z. Tode Iíette-
(1933). Sobre los Orígenes del Neotomismo, obra ler (Munich-Gladbach, 1914), es incompleto.
en italiano de G. F. Rossi (1957). Sobre la ten- L'Allemagne religieuse (Le Catholicisme, III),
tativa del Oratorio, el Père Gratry (1901), de de G. Goyau no contiene más que un capítulo
A. Chauvin. Sobre la Obra de los Bolandis- sobre el tema. Hay que referirse, pues, a los
tas, el libro del Padre Peeters (1942). Pero todo trabajos dedicados a los principales personajes
esto sigue siendo fragmentario. de esta historia. Sobre Kolping, el viejo hbro de
La «Cuestión social» en el siglo XIX se ha- Schaeffer, reeditado por Dahl (Colonia, 1947);
lla tan abundantemente expuesta en los gran- sobre Ketteler, el de G. Goyau, en francés,
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

1908 y, en alemán, los del protestante Vigener Times of Johñ Carrol'1, y el francés de Jeanne
(Munich, 1924) y del jesuíta Pruelf (Friburgo, Danemarie, sobre Anne Elisabeth Seton (1938);
1899); sobre Vogelsang, las obras de W. Klopp el de G. Herbermann, The sulpicians in the
(Viena, 1930) y A. Lesowsky (Viena, 1927). United States, hermoso homenaje a los sacerdo-
Señalemos, por último, que la obra y el tes llegados de Francia, y de nuevo una obra
pensamiento de Federico Ozanam han sido ob- de P. Guilday, la biografía de Monseñor John
jeto de numerosísimas publicaciones: reténgase, England. Sin olvidar la Browson's Life escrita
sobre todo, el libro de Carlos-Alfonso Ozanam por su hijo (Detroit, 1900).
(París, 1879), de Monseñor Baunard (París, La Iglesia católica en la América latina,
1912) y los artículos de Latreille, de Lavalette, de Corredo Latorre (1910) proporciona una vis-
de Folliet en la Cronique sociale de France ta general de los problemas latino-americanos.
(marzo-abril, 1948), lo mismo que las numero- Sobre las Misiones, la Bibliotheca missio-
sas publicaciones de la Sociedad de San Vicente num (Münster, 1939) sigue siendo inextingui-
de Paúl. Una detallada bibliografía de Ozanam ble filón. Las colecciones de revistas especializa-
ha sido ordenada por el abate Galopín. das, Revue d'histoire des Missions (desaparecida
en 1940), Missions catholiques, Bibliografía
missionaria y cuantas publican las diversas con-
gregaciones, proporcionan una prodigiosa can-
Cap. VII Orbis Terrarum tidad de documentos. Numerosos manuales per-
fectamente elaborados hacen muy accesible
Aún no existe una obra detallada sobre la esta materia: barón Descamps (Bruselas, 1932),
historia de la Iglesia en el Canadá en el si- B. Arends (Lovaina, 1925), PaulLesourd (1937),
glo XIX. El manual de Albert Tessier, Histoire Monseñor Olichon (1937), canónigo du Mesnil
du Canada (1763-1958) deja gran espacio a las (1949); el más completo es el último en fecha,
cuestiones religiosas; es obra viva y bien docu- dirigido por Monseñor Delacroix, cuyo tomo V
mentada. Ver también el sucinto resumen del acaba de aparecer en 1960. Para las Misiones
capuchino Georges de Quebec, L'Eglise catho- francesas, cuyo papel fue tan considerable, B. de
lique au Canada (Montréal, 1944), y Tétu, Les Vaulx (1951) y Jean-Marie Sédés (1950) son
Evêques de Quebec (Quebec, 1889) además del guías seguros. El mismo B. Vaulx ha estudiado
Dictionnaire général du Canada (Otawa, Les Eglises de Couleur (1957) y ha dado una
1931). Hállanse útiles indicaciones en el trabajo útil antología de Les Plus beaux textes sur les
de M a r c e l Trudel, L'Eglise canadienne sous le Missions. Por último, es necesario decir de nue-
régime militaire y numerosos rasgos de costum- vo que no se puede estudiar esta cuestión sin re-
bres en la conocida obra de Georges Filteau, La currir a la obra de Georges Goyau: Missions et
Naissance d'une Nation. Missionnaires, l'Eglise en marche, Apotres du
Sobre la Iglesia en los Estados Unidos, el Christ et de Rome, la France missionnaire dans
libro más accesible es el de Th. Maynard, tra- les cinq parties du Monde. Obras que son otros
ducido en 1948, Histoire du catholicisme amé- tantos filones, ¡y de qué riqueza! Señalemos es-
ricain. Lo que no dispensa de consultar la obra pecialmente los trabajos de «teología misione-
colectiva dirigida por Louis J. Putz, Catholic ra» del R. P. Rétif, S. J., sobre todo su fecunda
Church U.S.A. (Chicago, 1956) ni la The catho- Introduction á la doctrine pontificale des mis-
lic Church in the United States, de Teodoro sions.
Roemer (San Luis, 1954), ni, para muchos deta- La bibliografía del tomo III de Monseñor
lles, la gran obra de J. G. Shea (1886-1902). Delacroix ocupa más de veinte páginas en gran
Algunos trabajos sobre ciertos personajes y so- in-octavo: lo que quiere decir que ni siquiera
bre determinados aspectos de la cuestión, han podemos proponernos el reseñar aquí una ni si-
sido ya citados en las notas del texto: añadamos quiera breve. Nos limitaremos a señalar algu-
aquí el libro de P. Guilday: The Life and the nas obras, todas apasionantes, sobre todo bio-
John Henry Newman, joven pastor anglicano de y penosos debates interiores consiguió la comunión
influjo excepcional, al frecuentar a los Santos Pa- con la Iglesia Romana.
dres, encontró la antigua tradición católica. Alma Dibujo sacado de «The Life of J. H. Cardinal
del movimiento de Oxford en pro de la renovación Newman».
espiritual de la Iglesia Anglicana, al final de largos Scolasticat des Fontaines.
254
INDICACIONES BIBLIOGRAFICAS

gráficas, que permitirán al lector darse cuenta bert Vicaire, en el tomo II, cap. VI de la Histoi-
de la variedad de aquellas aventuras al servicio re illustrée de l'Eglise, de Plinval. Ver también
de Dios. E. Laveille, 'Le. P. de Smet, apotre des el pequeño übro, tan rico en contenido, de M.
Peaux-Rouges (Bruselas, 1928); Mons. Grouard, Nédoncelle: Les Leçons spirituelles du XIXe siè-
Souvenirs des mes soixante ans d'apostolat cle (1936) y la obra del Padre Kempf, S. J., Die
(Lyón, s. f.), y P. Duchaussois, Les Soeurs gri- Heiligkeit der Kirche im XIXe Jahrhundert (En-
ses canadiennes aux glaces polaires (1933) ; R. P. siedeln, 1927).
Breton, Vital Grandin (1960) con una bibliogra- Sobre la práctica religiosa, faltan los estu-
fía sobre, la epopeya oblata del Canadá; Jean dios de conjunto, como ya lo hemos indicado
Lafrenez, Précis d'histoire de la Mission de Pon- en el texto. Gabriel Le Bras no se ha dedicado
dichéry (Pondichéry, 1953); G. Taboulet, La aún a este período. Hay trabajos fragmentarios
Geste française en Indochine (1955); J. N a n - como el de E. Sévrin sobre la diócesis de Char-
teuil, Th. Vénard, martyr joyeux (1950); F. T r o - tres en los tiempos de Monseñor Clausel de
chu, Vie du Bx. Th. Vénard (1921) y Les Bien- Montais (Rev. Hist. Egl. de France, 1939) o el
heureux Martyrs des Missions étrangères de C. Marcilhacy sobre la diócesis de Orleáns
(1921); P. D'Elia, Les Missions catholiques en (ibíd., 1955); o sobre Alemania, los de J.
Chine (Shangai, 1934); J. van den Brandt, Les Schmidlin. Para la joven ciencia de la sociolo-
Lazaristes en Chine (Pei-Ping, 1936); A. Lan- gía cristiana, hay un inmenso campo, casi inex-
glais, Le Catholicisme au Japon (Lieja, 1933); plorado.
G . G o y a u , Un grand homme: la Mère Javouhey
Un art sacré pour notre temps, de M a d e -
(1929); M. Briault, La reprise des Missions leine Ochsé (1959) da con tanta ciencia como
d'Afrique au XIX' siècle, le vénérable Lïber-
elegancia lo esencial de lo que hay que saber
mann; J. Thérol, Croisade en Polynésie, saint
acerca de la cuestión. Las historias generales
Pierre Chanel (1954)... ¡Qué variedad y abun-
dancia! Todavía habría que añadir los libros del arte citadas al comienzo de las presentes No-
sobre grandes fundadores: fundadores de obras tas, proporcionan, desde luego, muchos datos.
misioneras, como el de D. Lathoud, sobre Pauli- Es divertido leer el libro de A. Reichensperger,
na Jaricot (1937); del Padre Lesourd, sobre L'Art gothique au XIXe siècle (Bruselas, 1867).
Monseñor de Forbin-Janson (1954) ; la de Mon- L'Histoire de la Musique chrétienne, de A l -
señor de Marion-Brèsillac, por el Padre Gallen fred Colling (1956) y la Musique religieuse, de
(1910), a la que debe añadirse el útil trabajo R. Aigrain (1929), son excelentes guías en esta
del Padre Jean Bonfils sobre su obra en la In- materia, a los que deben añadirse los manuales
dia; la definitiva de J. Leflon, que ha empezado generales. Debe leerse también La Musique
a aparecer (dos de sus tres volúmenes) acerca de d'orgue française, de N. Dufourcq (1944), y
Monseñor Mazenod. En cuanto al Cardenal La- L'Ecole grégorienne de Solesmes, de N . R o u s -
vigerie, no existen menos de veinte biografías; seau (Roma, 1910).
especialmente dignas de ser citadas las de Mon- Cada uno de los centros espirituales y aqué-
señor Baunard, G. Goyau. L. M. Garnier, llos o aquéllas que mantienen su llama, han sido
Azaïs, M. A. Leblond, J. Toumier, G. Renard, estudiados con frecuencia: de madame Swetchi-
Francis Jammes... ne se ha hablado abundantemente, de Sainte-
Beuve a Barrés y a J. Guitton; el testimonio más
conmovedor sigue siendo tal vez el que le dedi-
có, poco después de su muerte, su ejecutor tes-
Cap. VIII Este mundo al que Cristo tamentario Falloux. Bruno Lanteri ha tenido un
hace visible buen biógrafo en Tommaso Piatti (Turin, 1926)
y hay que leer sobre C. Donafasso el fervoroso
Acerca de la vida espiritual en el siglo XIX, libro del mismo Don Bosco (reeditado en Turin,
recordemos lo que se dijo en las notas genera- 1926). Sobre los centros alemanes, hay que refe-
les: que la mejor síntesis es la del Padre Hum- rirse a los ya citados cuatro tomos de G. Goyau.
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

Ver también J. Anstett, El Pensamiento religio- rresponde, desde luego, gran abundancia de li-
so de Schlegel después de su conversión (1914); bros dedicados a ese tema. Colecciones enteras
el excelente Sailer, de W. Schlags (Wiesbaden, recogen la obra de un buen número, como la de
1932); sobre Gorres, los estudios publicados por Grasset y la de Letouzey. Un escritor como Gaé-
la Górres-Gesellschaft con motivo del cincuen- tan Bernoville ha dedicado la mayor parte de su
tenario de su fundación, y especialmente el libro obra a tales temas. Por decirlo así, apenas hay
de W. Scbelberg. un instituto religioso, por modesto que sea, que
El «Movimiento de Oxford» y sus protago- no haya considerado un honor publicar la bio-
nistas han dado materia a muchas obras. Las grafía, a veces muy bien escrita, de su funda-
exposiciones más notables son: en italiano, la de dor o fundadora. E l Saint Michel Garricoïts, de
Carlo Lovera di Castiglione (Brescia, 1931); en Bernoville; el P. Querbes, de Monseñor Cristia-
inglés, la de S. L. OHard (Londres, 1933); la ni; el Chaminade, de Rousseau, emergen en
gran obra de P. Thureau-Dangin, La Renais- esa «turba magna et sacra». Un buen resumen
sance catholique en Angleterre (1899-1906), si- de conjunto se lee en la Histoire des Ordres re-
gue siendo muy útil. Sobre Newman, los libros ligieux, de Marc-Bonnet (1949); si no se tiene
son abundantísimos ; si no hubiera que retener la paciencia de acudir a las Notices historiques
más que un título, podría escogerse el conmove- sur les congrégations et communautés religieu-
dor Essai de biographie psychologique (1913), ses du XIXe siècle (Lovaina, 1892), de Ch. Tyck,
del abate Brémond ; pero la Philosophie de New- obra minuciosa, pero incompleta. Sobre el rena-
man (1933), de Jean Guitton es también un ex- cimiento de los benedictinos, la Histoire de l'or-
celente libro. Hay que observar que el relato dre de saint Benoît, de Ph. Schmitz (1948) es
de su conversión por el mismo Newman, Loss indispensable, como las biografías de Dom Gué-
and gain ha sido traducido con el discutible tí- ranger. Hay que leer, en el tomo IX de las Obras
tulo de Roman de la Conversion, por L. Lefran- Completas, de Lacordaire, su Mémoire pour le
çois Pillion (1948). rétablissement en France de l'ordre des Frères
Acerca de la renovación del clero, recorde- Prêcheurs.
mos las obras de Brugerette, C. Pouthas (por También San Juan Bosco es un santo pre-
ejemplo, su gran artículo de la Rev. Hist. Eccl. ferido por los escritores: Johannes Jôrgensen,
Fr., de 1943). El Padre Chevrier, ejemplar fi- Jean de la Varende y, recientemente, su sobri-
gura eclesiástica, ha sido bien estudiado por no Enrique Bosco (1959) le han dedicado mag-
Chambost (Lyón, 1928), pero no debe dejar de níficos libros. Las obras básicas siguen siendo
leerse la reedición de su admirable Le Prêtre italianas, como la de G. M. Lemoyne (Turin,
selon l'Evangile. 1920) y francesas, como la de A. Auffray (1937).
Acerca del Cura de Ars, el año 1959, cente- Desconocido o poco menos en Francia, San
nario de su muerte, motivó abundantísimas bio- José Cottolengo ha sido objeto en los últimos
grafías : escritores como Michel de Saint-Pierre, años de un movimiento de curiosidad y fervor:
Henri Quéffelec, Jean de Fabrègues, que si- J. Danemarie (1952), el Hermano Ughetto
guen a Joseph Jolinon y Henri Ghéon, hablaron (Lyón, 1953), B. Lejonne (1958) le han dedica-
del santo con fervor; las publicaciones más ori- do obras: pero el libro fundamental es el de Gas-
ginales son las de Monseñor Fourrey, Obispo de taldi, en italiano (Turin, 1883). Entre las demás
Belley, especialmente un hermoso álbum muy figuras de la caridad, se recordará a Sor Rosa-
ilustrado (1958) y la edición de los Carnets ¿Le ha Rendu, a la que Jeanne Danemarie ha con-
la confidente du Curé d'Ars, Catherine Lassa- sagrado una vivaz biografía, y el Padre Lataste,
gne (1959), y el análisis espiritual, profundo, apóstol de las prisiones, sobre quien puede leerse
del abate Daniel Pézeril (1950). Pero la obra la obra de R. y C. Evers (Friburgo, 1944).
fundamental sigue siendo la de Monseñor F. La vida profunda de las almas ha sido es-
Trochu (Lyón, 1926). tudiada en el libro de Nédoncelle, ya citado, y
Al pulular de órdenes y congregaciones co- en la Histoire de la Spiritualité, tan conocida,
256
INDICACIONES BIBLIOGRAFICAS

del P. H. Pourrat (tomo IV, 1930); en la Folie A. Paul (protestante), L'Unité chrétienne
de la Croix, del Padre Raoul Plus (Toulouse, (1930); en A. Boudou, Le Saint-Siège et la Rus-
1927), y en muchas obras más limitadas. Las sie; en el libro de A. Battandier, sobre el Car-
admirables figuras de la espiritualidad son tan denal Pitra, etc. Volveremos sobre este asunto
numerosas que apenas retendremos algunas. en el siguiente volumen.
Sobre el Padre Faber, la obra fundamental es El Padre Chaillet ha dedicado (1939) a
la de J. E. Bowden, aparecida en Baltimore en J. A. Moehler, precursor de la unidad de la Igle-
1869. Sobre Monseñor de Ségur, el libro esen- sia y el Cuerpo Místico, un vibrante homenaje:
cial data de 188+ y su autor es H. Chaumont. L'Eglise est une. Ver también (en francés) las
El Padre Eymard ha sido estudiado por P. Fos- obras de Monestier (1897) y de Vermeil (1905).
sati (Milán, 1925), por J. M. Lambert (1926) Por último, las «tres señales en el cielo»
y por «uno de sus religiosos» (1930). La Devo- han dado lugar a abundantísima literatura: el
ción al Sagrado Corazón de Jesús ha sido ob- hecho de Lourdes, sobre todo, que, con motivo
jeto de un buen libro (1921), a la vez doctrinal del centenario de las apariciones, ha sido co-
e histórico, de J. Bainvel. La Devoción maña- mentado por cientos y miles de plumas. Limi-
na, ha sido considerada, con respecto a Francia, tándonos a lo esencial, recordaremos: sobre Ca-
por Saint-John, L'Epopée mariale en France talina Labouré y la aparición de la rue du Bac,
au XIXe siècle (1930) y por M. Hamon nada el vivaz y fervoroso libro de Colette Yver (1936)
menos que en siete volúmenes (1861-1866): de y el de F. Veuillot, Un Siècle à Notre-Dame des
manera más general en la gran enciclopedia Victoires (1936); sobre La Salette, los libros de
María, y e n u n pequeño volumen más reciente J. Bertrand (1889), L. Carlier (1904), J. Giray
(1958) de Danemarie, Histoire du culte de la (Grenoble, 1921) y del R. P. V. Hostachy, His-
Sainte Vierge. Ver también L'Immaculée Con- toire séculaire de La Salette (Grenoble, 1946),
ception de M. Le Bachelet (1903). sin olvidar a León Bloy, Celle qui pleure-, sobre
Dom Guéranger, abad de Solesmes, había Lourdes, la Histoire de Notre-Dame de Lourdes,
sido sabiamente evocado en 1909 por Dom. P. de J. M. Cros (1925-1926); la Histoire exacte des
Delatte; E. Sevrin ha concretado numerosas apparitions de Notre-Dame de Lourdes, del P a -
cuestiones en su Dom Guéranger et Lamennais dre Petitot (1935) y su Sainte Bernadette (1940),
(1933). Louis Dimier había reunido (1937), con no han destronado al libro entusiasta que en
un largo prefacio, los Meilleurs Textes del gran 1869 publicara H. Lasserre; pero los trabajos
benedictino. D. Rousseau, en su Histoire du exhaustivos del abate Laurentin, Histoire docu-
Mouvement liturgique (1945) le dedicó un buen mentaire de Lourdes (1958-1959), sobre todo,
espacio. han aportado sobre la cuestión documentos
El estudio del movimiento que ha conduci- nuevos capaces de renovarla; ver también Gaé-
tan Bernoville, L'évêque de Bernadette, Mgr.
do a los católicos a acercarse a sus hermanos di-
Laurence (1955). Les Prophéties de Marie, de
sidentes no ha sido aún tratado por un historia-
dor. Hállanse algunos elementos en la enciclo- Louis Pain (1960) ilustran el sentido de las apa-
pedia Tu es Petrus (artículo de C. Guenet); en riciones.
Fechas Historia de la Iglesia Acontecimientos políticos

1789

4 mayo Procesión solemne en Versalles.


5 mayo Inauguración de los Estados Generales.
17 junio Proclamación de la Asamblea Nacional.
19 junio El clero se une al Tercer Estado.
14 julio Toma de la Bastilla.
4 agosto Por la noche, abolición de diezmos y privilegios eclesiásticos, igual que de todos los privilegios.
20 agosto Declaración de los Derechos del Hombre.
Agitación en Aviñón, tierra pontificia.
24 septiembre Admisión de los protestantes en los empleos pú-
blicos.
5-6 octubre El Rey y su familia llevados a París.
2 noviembre Los bienes del clero a disposición de la nación.
22 diciembre Decreto que arrebata a los obispos y confía a la administración departamental la vigilancia de la
educación pública.

1790

13 febrero Supresión de los votos monásticos. Muerte de José II de Austria; advenimiento de


Leopoldo II.
29 marzo Pío VI (Braschi) condena los principios de la
Revolución.
12 julio Con pretexto de reorganizar la Iglesia, la Asamblea vota la Constitución Civil del Clero.
14 julio Fiesta de la Federación.
Julio y octubre Enajenación total de los bienes del clero.
27 noviembre Decreto sobre el juramento constitucional.
28 noviembre 62 sacerdotes diputados juran.
26 diciembre El Rey Luis XVI acepta el sancionar la Constitución Civil del Clero.

1791

10 marzo-13 abril Pío VI condena la Constitución Civil del Clero.


2 mayo Pío VI quemado en efigie en París.
21 jimio Luis XVI arrestado en su huida, en Varennes.
17 julio Fusilamientos en el Campo de Marte.
3 septiembre Votación de la Constitución.
14 septiembre Aviñón, tierra pontificia, anexionada a Francia y ocupada militarmente.
Octubre-diciembre Ruptura de relaciones diplomáticas entre Francia y la Santa Sede.
17 octubre Clausura de los grandes colegios de Teología.
29 noviembre La obligación del juramento se extiende a todos los miembros del clero. Primer veto del Rey.

1792

Marzo Luis XVI desecha el ministerio moderado y lla-


12 marzo Pío VI excomulga a los sacerdotes juramentados. ma a los «Girondinos» (2 marzo, advenimien-
to de Francisco II de Austria).
20 abril Declaración de guerra a Austria.
28 abril Prohibición del hábito religioso; supresión de Derrotas en las fronteras del Norte.
todas las congregaciones.
27 mayo Decreto de deportación de los sacerdotes no juramentados; veto del Rey a ese decreto.
20 junio En las Tullerías invadidas, Luis XVI se niega a
ceder.
11 julio La Patria en peligro.
25 julio El manifiesto de Brunswick amenaza a los pa-
risienses.
10 agosto Caída de la Monarquía.
14 agosto-1 sepbre. Violencias contra los sacerdotes, decretos de per- Invasión prusiana en el Este,
secución; juramento de «Libertad-Igualdad».
2 septiembre Asesinato de muchos sacerdotes durante las horribles «matanzas de septiembre».
20 septiembre Se le arrebata al clero el «estado civil». Establecimiento del divorcio. Victoria de Valmy.
21 septiembre Reunión de la Convención: proclamación de la
República.
6 noviembre Contraofensiva militar: Jemmapes.

1793

13 enero Asesinato de Hugon de Bassville en Roma.


21 enero Ejecución de Luis XVI.
23 enero Segundo reparto de Polonia.
10 marzo Se sublevan los católicos del Oeste: comienzo de la «Vendée».
25 marzo Primera coalición contra Francia.
6 abril Creación del Comité de Salvación Pública.
Junio-agosto La invasión; movilización general.
2 junio Caída de los «Girondinos», comienza la dicta-
dura de «la Montaña».
24 junio Constitución del Año I.
10 agosto Fiesta (anticristiana) de la Naturaleza.
17 septiembre Los sacerdotes refractarios atacados por la Ley
de Sospechosos.
Sepbre.-diciembre Victorias en las fronteras.
16 octubre Ejecución de María Antonieta.
21 octubre Decreto de sospecha legal contra todos los sacer-
dotes (30 pradial).
24 octubre El «calendario» republicano sustituye oficialmente al cristiano.
Fechas Historia de la Iglesia Acontecimientos políticos

7 noviembre Gobel, Arzobispo juramentado de París, abando-


na el sacerdocio.
10 noviembre Fiesta de la «Diosa Razón» en Notre-Dame de
París.
6 diciembre Decreto (16 frimario) sobre la libertad de cultos,
no aplicado.
21 diciembre La Vendée aplastada en Savenay.

1794

14 marzo Robespierre abate a los hebertistas.


30 marzo Robespierre abate a Danton y a los indulgentes.
10 mayo Ejecución de Mme. Elisabeth.
8 junio Fiesta anticristiana del «Ser Supremo».
10 junio Ley que suspende todas las garantías: comienza
el «Gran Terror».
17 iulio Las carmelitas de Compiégne al patíbulo.
27 julio 9 thermidor: calda de Robespierre.
Julio-agosto Tranquilidad religiosa.
18 septiembre Decretos financieros que suprimen gastos y sa-
larios de todos los cultos.
Octubre Jourdan, victorioso en el Rhin.
Diciembre Pichegru, victorioso en Holanda.

1795

Enero Tercero y último reparto de Polonia.


17 febrero La paz vuelve a la Vendée: pacificación de Jaunais.
21 febrero 3 ventoso año III: Decreto de libertad de cultos y separación de la Iglesia y el Estado.
Abril-julio Tratados de Rasilea y La Haya.
Mayo Muchas iglesias vuelven a abrir sus puertas.
Junio-septiembre Vuelve la hostilidad contra la Iglesia. Agitación en el Oeste: tentativa de desembarco
realista en Quiberon.
Julio Comienzo del «Terror blanco».
Constitución del año III que establece el régi-
22 agosto men de Directorio.
7 vendimiario año IV: codificación de leyes re-
29 septiembre presivas contra el clero.
19 vendimiario: tentativa realista aplastada en
5 octubre París.

1
25 octubre Fundación del Instituto de Francia.
27 octubre Instauración del Directorio.
ta
O
1796 o
se
Todo el año Grave crisis financiera. O
Marzo Hoche acaba de pacificar la Vendée.
Abril Comienzo de la primera campaña italiana de o
£
Bonaparte. O
10 mayo 21 floreal: retorno a la política de apacigua- o
HH
miento religioso. Fracaso de la conjura comunista de Babeuf.
O
23 junio Bonaparte firma con la Santa íSede el armisticio de Bolonia.
7 vendimiario año V: el clero es obligado a un juramento de sumisión a las leyes de la República.
o
29 septiembre
15-17 noviembre Victoria de Areola.
Diciembre Derogación del conjunto de leyes antirreligio-
(comienzos)

1797

Enero Fundación de la teofilantropía.


14 enero Rívoli.
19 febrero Bonaparte firma con el Papa el tratado de Tolentino.
Abril Elecciones moderadas y realistas.
15 agosto Concilio nacional de la «Iglesia constitucional».
24 agosto Medidas de excepción contra los sacerdotes.
Septiembre Brusco retorno a la persecución.
4 septiembre Golpe de Estado jacobino.
6 septiembre Juramento de odio a la Monarquía impuesto a los sacerdotes.
30 septiembre I Bancarrota de los dos tercios.
17 octubre | Tratado de Campo Foraño.
28 diciembre Francia rompe las relaciones con la Santa Sede a causa del asesinato del general Duphot en Roma.

1798

10 febrero Ocupación de Roma por las tropas del generad Berthier.


20 febrero Pío VI expulsado de Roma y conducido a Flo-
rencia.
Febrero-marzo Proclamación de la República romana.
19 mayo Comienzo de la campaña de Egipto.
Junio Sublevación antifrancesa en Italia.
Verano-otoño En el cansancio general, se atenúan las medidas
antirreligiosas. Regresan muchos sacerdotes.
Fechas Historia de la Iglesia Acontecimientos políticos

21 julio Batalla de las Pirámides.


1 agosto Desastre de Abukir.

1799

Marzo Segunda coalición: derrotas francesas.


28 mayo Pío VI arrebatado de Florencia y llevado a Fran-
cia.
18 junio 30 pradial: golpe de fuerza de los Cónsules con-
tra el Directorio.
Verano Agitación realista; los «chouans».
14 julio Pío VI llega a Valence.
29 agosto Muerte de Pío VI en la ciudadela de Valence.
29 septiembre El ejército francés sale de Roma.
Sepbre.-octubre Mejora la situación militar francesa.
Victorias de Zurich y Bergen.
9 noviembre Golpe de Estado de Napoleón Bonaparte: 18 bru-
mario.
30 noviembre Apertura del Conclave en Venecia.
13 diciembre Constitución del Año VIII: el Consulado.
28 diciembre Decretos de pacificación religiosa.

1800
31 enero Funerales solemnes en Valence, por Pío VI.
14 marzo El Cardenal Chiaramonti, Papa Pío VII.
14 jimio Marengo.
Primavera-verano Comienzan las difíciles negociaciones del Con-
cordato.
Agosto Reapertura de San Sulpicio.
Septiembre Restablecimiento de las Hijas de la Caridad.
3 diciembre Hohenlinden.
Navidad El Padre Coudrin funda el Picpus.

Acontecimientos
Fechas Historia de la Iglesia Artes, letras y ciencias
políticos y sociales

1801 Negociaciones laboriosas del Concordato: se 9 febrero: Paz de Lunéville. Schiller (1759-1865): La Pu-
firma el 17 de julio; lo aprueba la Bula Ec- celle d Orleáns.
clesia Domini el 15 de agosto. Ballanche: «Du sentiment con-
sideré...»

1802 Regreso a Roma de las cenizas de Pío VI. 15 25 marzo: Paz de Amiens;
agosto: Promulgación del Concordato. mayo: consulado Vitalicio. —
2 agosto: Constitución del
Año X. El Genio del Cristianismo, de
Chateaubriand (1768-1848).
1803 Noviembre: Concordato italiano. Febrero: Retroceso en Alema-
nia.
1804 24 noviembre: Pío VII llega a Fontaine-
bleau. — 2 diciembre: Consagración de Na-
poleón, por Pío VII. Restablecimiento de
los Hermanos de las Escuelas Cristianas.
Reacción contra las órdenes religiosas, so-
metidas a autorización previa.
En Nápoles, restauración de la Compañía de
Jesús.

1805 Octubre: ocupación de Ancona, tierra ponti- Marzo: Napoleón, Rey de Ita-
ficia, por las tropas francesas. lia. — Tercera coalición. —
2 de diciembre: Austerlitz.

1806 Supresión del calendario revolucionario. — Cuarta coalición. — 10 mayo:


6 mayo: Civita-Vecchia ocupada por Fran- creación de la Universidad
cia. imperial. Jena, Auerstaedt
(14 octubre). — 21 noviem-
bre: Bloqueo continental. Fenomenología del espíritu,
de Hegel (1770-1831).

1807 Conferencias de Frayssinous en San Sulpicio. Eylau (8 febrero). Friedland


La M. Javouhey funda San José de Cluny. (1.° junio); tratado de Til-
sitt (7 julio).

1808 2 febrero: ocupación de Roma por las tropas 2 mayo: comienzo de la Guerra Lamennais (1782-1854): Refle-
francesas. de España. Capitulación de xiones sobre el Estado y la
Bailén (21 julio). Iglesia. Fichte (1762-1814):
Discursos a la nación ale-
mana.
Acontecimientos
Fechas Historia de la Iglesia Artes, letras y ciencias
políticos y sociales

1809 17 mayo: anexión por Francia del Estado Asedio de Zaragoza. — Quinta
Pontificio. — Excomunión de Napoleón. — coalición. — Wagram (6 de
6 julio: Pío VII es arrestado y conduci- julio).
do a Savona. — Las organizaciones piado- Divorcio de Napoleón (16 di-
sas disueltas en todo el Imperio. Se plantea ciembre). Chateaubriand: Los mártires.
el problema de las investiduras episcopa- Méhul: José.
les.

1810 17 febrero: Roma declarada, por senado-con- 2 agosto: matrimonio de Na-


sulto, segunda capital del Imperio. — 25 de poleón con María Luisa de
octubre: Maury nombrado arzobispo de Austria. Beethoven (1770-1827) Misa en
París. El «asunto D'Astros». Re. — Mme. Staël: De la
Alemania.
1811 La «Comisión eclesiástica» trata de resolver 20 marzo: nacimiento del Rey
el problema episcopal. — 17 junio: Conci- de Roma. Chateaubriand elegido para la
lio de París. Academia no es autorizado
a pronunciar su discurso de
recepción.

1812 Pío VII es transferido de Savona a Fontaine- 24 jimio: comienzo de la cam-


bleau. paña de Rusia. — Octubre:
conjura del general Malet. —
Noviembre-diciembre: reti-
rada de Rusia. José expulsa-
do de España. — 20 diciem-
bre: regreso de Napoleón a
París.

1813 19-24 enero: entrevista de Napoleón y Pío VII Campaña de Alemania: Lut-
en Fontainebleau. — 25 enero: «Concor- zen-Bautzen. Congreso de
dato de Fontainebleau». — 4 marzo: Praga. — Victoria de los alia-
Pío VII retracta el Concordato. — Pío VII dos sobre Napoleón en Leip-
escribe al Emperador de Austria. zig (16-19 octubre).

1814 Ocupación de Roma por Murat. — Pío VII Febrero-marzo: campaña de


es llevado de Fontainebleau a Savona en Francia. — 6 abril: primera
febrero. El 24 de mayo regresa a Roma. — abdicación de Napoleón. Muerte de Fichte (1762-1814).
7 agosto: Billa Sollicitudo. — Restaura-
ción de la Compañía de Jesús.

1815 Invasión de Roma por las tropas de Murat; 1.° marzo-22 junio: los «Cien
huida de Pío VII a Génova; regreso defi- Días». — 18 junio: Waterloo. Catecismo de Economia poli-
nitivo a Roma el 7 de junio. tica de J. B. Say (1767-1832).
Restauración de las misiones extranjeras, de Congreso de Viena. — La Santa
los lazaristas y los Padres del Espíritu Alianza.
Santo.

1816 Restauración, en Francia, de muchas órde-


nes e institutos. Fundación de los Oblatos
de María Inmaculada. — Monseñor Pro-
vencher en río Rojo.

1817 Fracaso del proyecto de Concordato francés. — Ensayo sobre la indiferencia,


Bula Ubi primum. — Aprobación de Roma de Lamennais. — Muerte de
para el Picpus. — Restauración de la Con- Méhul (1763-1817).
gregación de la Propaganda.

1818 Concordato con Baviera.

1819 En Francia se mantiene el Concordato de Del Papa, de José de Maistre.


1801.
1821 Concordato con Prusia. Las Veladas de San Petersbur-
go, de J. de Maistre. Muer-
1822 Fundación de la Propagación de la Fe, en Frayssinous, gran maestro de la
te del autor (1753-1821).
Lyón. Universidad. — Don Pedro,
emperador del Brasil.
1823 Muerte de Pío VII. - Elección de León XII Expedición francesa a España
(Cardenal della Genga). — Restauración (el Trocadero).
de las misiones de los jesuitas en Norte-
américa.

1824 Fundación del «Memorial católico». Carlos X, Rey de Francia (1824-


1830). Muerte del pintor Géricault
(1791-1824) y del filósofo
Maine de Biran (1766-1824).
La Unidad de la Iglesia, de
Moehler (1796-1838).
1825 Jubileo. Asunto de los matrimonios mix- Muerte del «socialista» Saint-
tos en Prusia. — Ley sobre el Simon (1760-1825). - La-
sacrilegio en Francia. mennais: La religión consi-
derada en sus relaciones...
Acontecimientos
Fechas Historia de la Iglesia Artes, letras y ciencias
políticos y sociales

1826 Memoria de Montlosier contra los jesuítas.

1827 Victoria de Navarino contra los Muerte de Beethoven (1770-


turcos. 1827).

1828 Ordenanza de Carlos X contra los jesuítas. En Francia, ministerio de Mar-


Concordato con Suiza. tignac. Muerte de Schubert (1797-
1828).
1829 Muerte de León XII. - Elección de Pío VIII
(Cardenal Castiglioni). — Emancipación
de los católicos ingleses.

1830 Muerte de Pío VIII. — Aparición de la Vir- En Francia, Revolución de Ju-


gen a Catalina Labouré. — Breve Litteris lio. Advenimiento de Luis-
sobre los matrimonios mixtos en Alema- Felipe. — Independencia de
nia. Bélgica. Revuelta en Polo-
nia. — Conquista de Argelia. Publicación del Avenir. —
Overbeck en Roma; los «Na-
zarenos».

1831 Elección de Gregorio XVI (Cardenal Cappel- Violentos incidentes anticleri-


lari). — Sollicitudo ecclesiarum sobre la cales en Francia. — Ocupa-
actitud política de la Santa Sede. ción de Ancona por los fran-
ceses. Muerte de Hermès.
Notre-Dame de Paris de Vic-
tor Hugo.

1832 Encíclica Mirari Vos contra el liberalismo. En Francia, batalla por la li-
— El Papa condena la insurrección polaca. bertad de enseñanza. La Simbólica, de Moehler.

1833 Dom Guéranger en Solesmes. — Primer «fo- En España, advenimiento de


lleto»: comienzo del «Movimiento de Ox- Isabel II. Lucha violenta en-
ford». — Fundación de la Sociedad de San tre carlistas y cristinos. — Ley
Vicente de Paúl. Persecución en Indo- Guizot sobre la enseñanza
china. primaria.
1834 Palabras de un creyente, de
Lamennais (condenado por
la Singulari nos.

1855 Lacordaire inaugura las Conferencias de No-


tre-Dame. — Supresión de los jesuítas en
España. — Condenación de las tesis de
Hermés.
Restablecimiento de la Univer-
sidad de Lovaina. — Vida
de Jesús, de Strauss (1808-
1874).
1836 Monseñor Bonnand en la India. Advenimiento de la reina Vic-
toria en Inglaterra.
1837 Institución de la «Adoración perpetua» en El «Suceso de Colonia», deten-
Francia. — Los benedictinos franceses en ción de Monseñor Zu Droste-
Solesmes. Vischering. El libro del pueblo, de La-
mennais. — Muerte de Fou-
rier (1772-1837).
1838 Conversión de Veuillot. — Argel, obispado.
Muerte de J. A. Moehler. - En
cuesta social de Villermé. —
Boucher de Perthes y la Pre-
historia.
1839 Lacordaire restaura en Francia a los domi-
nicos.

1840 Persecución en China (1840-1846). Advenimiento de Federico Gui-


llermo IV de Prusia. Guerra
del Opio. Las Instituciones litúrgicas de
Dom Guéranger. Muerte de
Bonald (1754-1840). - Cato-
licismo y progreso del socia-
lista cristiano Buchez. — La
Mística cristiana, de Gorres
(1776-1848).
1841
Proyecto de Villemain sobre la
Enseñanza media. Calda de
Espartero en España. El Año Litúrgico.
1842 Muerte de San Cottolengo (1786-1841).

1843 Conferencia de Lacordaire en Notre-Dame Insurrección de Rímini. Los Jesuitas, de Michelet y Qui-
(1843-1851). - Obra de la Santa Infancia.
net. — Primado moral de los
italianos, de Gioberti. La
Cena de los Apóstoles, de
Wagner (1813-1883).
Acontecimientos
Fechas Historia de la Iglesia Artes, letras y ciencias
políticos y sociales

1844 Movimiento anticatólico en Estados Unidos. La esencia del Cristianismo,


de Feuerbach (1804-1872).

1845 Newman abjura el anglicanismo. — Asesina- Revuelta en las Legaciones .—


to de José Leu en Suiza. Visita de Nicolás I a Roma. D'Azeglio: Los últimos sucesos
de Romana. — Textos socia-
les de Monseñor Giraud y
Monseñor Rendu. — New-
man publica el Desarrollo de
la doctrina cristiana.

1846 Muerte de Gregorio XVI. — Apariciones de


La Salette. - Elección de Pío IX (Mastai-
Ferretti). — Fundación de la «Congrega-
ción de Religiosos». Filosofía de la miseria de
Proudhon (1809-1865). - Mi-
sión de América, de Orestes
Brownson (1803-1876).

1847 Política «liberal» de Pío IX: la «Consulta». Muerte de O'Connell (1775-


Derrota de la Sonderbund suiza. 1847). «Gesellenverein», de
Kolping.

1848 Revolución de Roma. Asesinato de Ross; hui- Revolución en París: caída de


da del Papa a Gaeta. — Congreso de los Luis-Felipe (21-24 febrero).
católicos alemanes. Jornadas de junio. — Elec-
ción de Luis-Napoleón a la
Presidencia (10 diciembre). —
Advenimiento de Francisco-
José de Austria. El porvenir de la guerra, de
Renán. — Muerte de Cha-
teaubriand. — Manifiesto del
Partido Comunista, de Marx
(1818-1883). - Sermones so-
ciales de Ketteler en Magun-
cia.
1849 En Roma se proclama la República; 3 julio:
intervención francesa. — Aparición de La
Salette. Fundación de La Civiltà Cat-
tolica.

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Ley Falloux sobre la enseñanza. — Regreso a


Roma de Pío IX. — Restablecimiento de la
Jerarquía en Inglaterra. — En el Piamon-
te, leyes Sicardi.

Manning abjura el anglicanismo. — Con- Golpe de Estado de Luis Napo-


cordato español. león (2 diciembre).

Restauración del Oratorio por el P. Gratry Napoleón III Emperador de los


(1805-72). - Reedición de la Summa de franceses. — Cavour en el po-
Santo Tomás de Aquino. — Fundación, por der. — Muerte de Gioberti
Ratisbona, de los Padres de Sión. (1801-1852). Los intereses católicos, de Mon-
talembert. — Fundación de
la Universidad Laval, en
Canadá. — Catecismo positi-
vista, de A. Comte (1798-
1857). - Teorías de Mendel.
Fundación del Seminario francés de Roma. Muerte de Ozanam (1813-1853).
— Comienzo de la «Kulturkampf», de Ba-
dén.

Definición del Dogma de la Inmaculada


Concepción.

Cavour hace votar la Ley sobre los conven-


tos.

Proclamación de la fiesta del Sagrado Cora-


zón. — Fundación de la Obra de Oriente,
de las Misiones africanas de Lyón. En In-
glaterra, los Oblatos de San Carlos. — Con- Muerte de Schumann (1810-
cordato austríaco. — Fundación de los Sa- 1856). Fundación de la revis-
lesianos de San Juan Bosco. ta Les Eludes. — Descubri-
miento del cráneo de Nean-
derthal.

Uchronie, de Renouvier.
Asesinato de Monseñor Sibour. — Condena-
ción de Gimther. Entrevista de Plombières entre
Napoleón y Cavour. Fabiola, de Wiseman. — La
«Asunto Mortara». — Apariciones de Lourdes. defensa de la Iglesia, del aba-
te Sorini.
r>
Historia de la Iglesia Acontecimientos
Fechas Artes, letras y ciencias
políticos y sociales W
R
1859 Disturbios en Italia y especialmente en los Guerra franco-piamontesa con-
Estados Pontificios. — Graves amputacio- tra Austria: Magenta, Solfe-
nes de éstos. — El «American College» en rino. Armisticio de Villafran-
Roma. — Muerte del Cura de Ars (1786- ca. El origen de las especies, de a
1859). Darwin (1809-1882). w

1860 Derrota pontificia de Castelfidardo (18 sep- Niza y Saboya anexionadas a Cfl
tiembre). — Caída de Ancona (29 septiem- Francia. — Guerra de China. Trabajos de Viollet-le-Duc
bre). — Establecimiento del «Dinero de (1813-1879).
San Pedro». — Persecución en Indochina.
s
1861 Numerosas discusiones a propósito del poder Fundación del reino de Italia
temporal del Papa. Fundación de L'Osser- (capital en Florencia). Muerte de Lacordaire (1802-
vatore Romano. 1861) y del Padre Ventura
1792-1861).
1862 k El Consejo de la Sociedad de San Vicente de Garibaldi derrotado en Aspro-
Paúl disuelto por Napoleón III. — Cano- monte. Renan, profesor en el Colegio
nización de los mártires japoneses. de Francia. — Grandes tra-
bajos del abate Migne (1800-
1875).

1863 Congreso de Malinas. Discurso de Monta- Insurrección de Polonia. La Vida de Jesús, de Renan,
lembert en el Indice.

1864 Encíclicas Quanta Cura y Syllabus. — Mon- Convención franco-italiana del


señor Von Ketteler publica La Cuestión 15 de septiembre. La Apologia, de Newman. —
obrera y el Cristianismo. La Reforma social, de Le
Play. — Roma sotterranea,
de Rossi.
1865 \ Fundación en Francia de la
«Liga de Enseñanza (laica)».

1866 Derrota de Austria en Sadova


(3 julio). — La Primera In-
1 • ternacional.

1867 XVIII centenario de los martirios de San Pe- Derrota de Garibaldi en Mon-
dro y San Pablo. Lavigerie en Argel. tana. — Ejecución de Maxi-
miliano en México. Primer volumen de El Capi-
tal, de Marx.

O
1868 Búla Aetemi Patris, que convoca el Conci- La Era Mei-Ji en Japón. Muerte de Rossini. C
lio Ecuménico. — Fundación de los Padres
Blancos. — Persecución en España. §

1869 Apertura del Concilio Vaticano (8 diciembre). Muerte de Berlioz (1803-1869).


Resumen de crítica históri-
o
¡rt
ca, de Smedt. — Fundación O
de la Nueva Revista Teoló- z
gica, de Lovaina. o
r
o
1870 Definición del Dogma de la Infalibilidad 19 julio: guerra franco-pru- Muerte de Montalembert. o
pontificia. — Conquista de Roma por los I—I
O
italianos (20 septiembre). o
INDICE ONOMASTICO 253

INDICE ONOMASTICO

Abâtcs Bienaventurado Champagnat 115


Adolfo Kolping (Zapatero) 31, 62, 69, 70, 71, Bismarck 68,72,74,171
74,75,76 Blas Pascal 34
Antonio Rosmini 30,33,38,49,201 Bonnetty 39,170
Busson 59,64,66 Bossuet 17,34,35,209,210,220
Brugerette 11 Bounarotti 10,45
Camilo Rambaud 61 Buchez 53, 54, 55, 57, 59, 61, 64, 65, 66, 67, 69
Carrón 145 Burghard von Schorlemer Alst 70, 75
Casault 87 Bulas, Breves, Encíclicas
Clavel 59,66 Bulas
Gorini 34 Multa praeclare 128
Gruscha 70 Non sine magno 93
Lamennais, Felicidad de 13, 28, 30, 33, 35, 51, Quod divina sapientia 40
52,56,89,125,170,175,192,211 Reversurus 127
Lamennais, Juan María 115, 144, 185, 194 Encíclicas
Le Boucher 31,76,78 Aeterni Patris 43
Ledreuille 61,63,67,70,213 Imnortale Dei 216
Le Prévost 58,60,194 Miran vos 32,53,62,173
Perreyve 29,185 Quanta Cura 32,79
Plan tier 31 Rerum Novarum 50,63,74
Rondot109 Ubi primum arcano 191
Timon-David 76,213 Otras disposiciones
Adam Smith 45,73 Dei Filius (Constitución) 30,36
Agustín Cochin 33,58,76,78 In Supremo (Instrucción) 108
Agustín Galitzine (Príncipe) 91 Neminem Profecto (Instrucción) 108
Alban de Villeneuve-Bragemont 44, 52, 60, 63, Syllabus (Catálogo) 32, 50, 79, 89, 100, 192
76
Alberto de Mun 51,71 Cardenales, obispos, arzobispos
Alfred Fouillée 27 Barnabo 107,114
Alfredo de Vigny 54 Consalvi 101,103,179
Ampère 30,34,56 De Berulle 41,209,210
Andrés Kim 137 De Bonald 37,39,40,51,63,64,187
Antonelli 98 De Croy 62,109,110
Aristóteles 19 De Segur 185, 189, 206, 207, 208, 214
Armando de Melun 58, 60, 61, 67, 76, 77, 78, 202 Ferreol137
Augusto Comte 9, 11, 13, 17, 18, 24, 25, 26, 28, Fesch 103,183
29,33,35,38,46 Geissel 29,69,70
Giraud 63,64,65
Babeuf 10,45 Lavigerie, Charles 40, 111, 114, 126, 152, 153,
Baimes (Jaime) 29,30,33,43,61,101 154,215
Ballanche 33,51,56 Mauro Capellari (ver Gregorio XVI) 103,
Balzac 53 104,106
Barres 116 Meignan 29,37,41,42
Bazard 46,53 Newman, John Henry 29, 30, 32, 34, 36, 40,
Baudelaire 163 174,175,177,178,179, 180,181,184, 209, 210,
Baur 37 215
Benito Juárez (México) 99 Pacca 184
Benjamín Constant 27 Pie 30,32,33,42,49,183,184
Benozzo Gossoli 165 Polignac
Bernard Uverbeck 172,175 Richelieu 104
Bernadette Soubirous 159,161,218 Wiseman, Nicolás 30, 179, 180, 181, 182, 184,
Bernanos 30 189
Bernard Coste 109,110 Zu Droste-Vischering 71, 173, 174, 184
Béranger 10,28,158 Carlos Darwin 15,16,18
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

Carlos Marx 11, 16, 18, 22, 23, 26, 38, 44, 47, 50, Dante 55,196
53,54,55,62,64,73,74,80 David F. Strauss 10,11,12,13,17, 33, 37
Catalina Emmerich 172,205,208 Descartes 17,24
Catalina Labouré 115,159,217 Diarios y revistas
Cauchoud 12 Ami de la religion 31
Cavour 64,191,198 Avenir 31,53,56,192
Claude Gilbert 17,18 Bien Social 59
Clémence Royer 16,18 Civiltà cattolica 31,32,43,157
Clemente Hoybaner 173 Débat Social 79
Clotilde Vaux 24,25 De Katholick 31
Colegios Der Katholik 31
Colegio Alberoni (de Placencia) 42 Dublin Review 173,179,180
Colegio de Enrique III 177 El Católico 174
Colegio de Francia 125 El Mensajero del Corazón de Jesús 207
Colegio de Otawa 87 Etudes 31,40,125,215
Colegio Eclesiástico (de Turin) 197 Européen 54
Colegio Inglés (de Roma) 179 Gaceta Renana 22
Colegio San Sulpicio 185 Journal des Débats 151,154
Congregación de Propaganda Fide 103, 106, La Correspondance de Genève 75
107, 108, 110, 111, 126, 128, 137, 139, 154, 156, La Presse 27
215 L'Atelier 55,61
Constitución Civil del Clero 99 La Tribune catholique 57
Creuzer 12 L'Avenir national 27
Cristiandad 10, 11, 13, 14, 16, 17, 18, 21, 25, 26, Le Correspondant 29,33,59,94
27, 29, 30, 33,34,35, 36, 37, 42,48,49, 53, 54, 56, Le Globe (El Globo) 46,56,158
58, 65, 69, 79, 106, 114, 131, 137, 138, 147, 150, Le Jeune Ouvrier 76
151, 152, 154, 156, 158, 161, 165, 180, 192, 196, Le Peuple 47
207,208,210,211,219,220 Le Prado 60
Cura de Ars (Juan María Vianney) 34, 61, 140, L'Ere Nouvelle 31,65,66
159, 161, 162, 166, 183, 186, 187, 188, 189, 190, Le Siècle 27
194,195,196,198,200,205,214,220 Le Temps 27,73
Cura Hidalgo 99 L'Idée libre 187
Cura Morelos 99 L'Opinion Nationale 27
Cura Rizal 139 L'Osservatore Romano 31
Cuvier 14,15,53,170 L'Univers 31,33,64,65,114
Concilios L'Université catholique 59
Basilea 209 Manifiesto del Partido Comunista 47, 55, 64
Nacional 89,98 Mémorial catholique 31
Quebec 87 Misiones Católicas 110
Trento 161,163,194,209,210,212 Nouvelle Revue Théologique 40
Vaticano 30, 36, 74, 81, 89, 107, 127, 146, 182, Revue d'Economie Charitable 77
208,215 Revue des Deux Mondes 24,29,104
Revue Européenne 56
Revue nationale 54,66
Charles de Coux 53,69,62,78 United States Catholic Miscellany 93
Charles Dupuis 12 Diderot 9,11
Charles Maurras 24,26 Dios 25,49,116,120,158,211,220
Charles Serin 78 Dollinger 30,39,41,68,173,174,215
Charles Pouthas 107 Dogma de la Inmaculada Concepción 209, 210
Chateaubriand 30, 34, 35, 51, 56, 61, 90, 104, 158, Dom Bosco (Ver San Juan Bosco)
164 Dom Gueranger 41, 106, 116, 168, 192, 202, 210,
211,212
Dom Cafasso (San José) 171, 197, 203
D'Alembert 15,19 Donoso Cortés 30,33,101
INDICE ONOMASTICO 255

Eduardo Miller70,185 Federico Lasalle 68


Elias de Beaumont 14 Federico Le Play 77
El Poggio 9 Federico Overbeck 165
Eramanuel Bailly de Surcey 57 Fernando Bertier de Sauvigny 110,169
Emmanuel Kant 19 Fernando de Lesseps 46
Emilio Keller 79 Feuerbach 11, 21, 22, 23, 24, 26, 35, 49, 182
Emilio Saisset 24 Fichte 19
Emperadores y reyes Fourier 23,46,50,54,57,59,61
Austria Fra Angelico 165
José II191 Francisco Picquet 124
Luis I de Baviera 168,174 Franklin 28
Bélgica Freud 26
Emperatriz Carlota 99,100 Fritz Muller 15
Leopoldo 141,99
Brasil Galileo 28
Emperador Maximiliano 99 García Moreno (Jefe de Estado) 100, 143, 208
Pedro II 98,99,100 George Eliot 22
China George Sand 28
Gia-Long de Annam 131 Georges Goyau 31
Kia-Kim 134 Guisot 34,141
Minh-Mang 131,132 Goethe 20,27,159,172
Muzu-Muzu 122 Gorres, Guido 68,173,174,213
Nuiliki 121,122 Gorres, José 173,174,207,213
Thieu-Tri 132 Grant (Presidente) 145
Tu-Duc (Emperador de Annam) 123,132 Guignebert 12
España Gutenberg 27
Isabel II139
Francia Hegel, Federico 11, 12, 17, 18, 19, 20, 21, 23, 33,
Carlos X 54,59,150 38,69
Luis XVIII 103,208
Luis Felipe 47,52,62,64,118,119 Heinrich 68,74
Napoleón 102,107,116,124,173,210 Helvetrus 9
(
Napoleón III (Luis Napoleón) 25, 52, 76, ' Henry de Courcy 95
124,125,135,138,152,153,164 Henry Auxley 16,17
Inglaterra Herbert Spencer 15,16
Eduardo II 83,175 Herder 21
Enrique VIII174 Hipólito Taine 17, 18, 26, 29, 32, 185, 204, 206
Isabel 174,175 Hobbes 18
Reina Victoria 86 Humboldt 98
Japón
Mutsu-Hito 138
Persia Iglesia 9, 29, 30, 34, 35, 39, 42, 48, 56, 62, 66, 68,
Ali Mohamed 125 76, 79, 80, 81, 82, 91, 95, 97, 99, 101, 111, 120,
Enfantin «Padre Enfantin» 46,48,49,53 127, 128, 158, 160, 178, 179, 180, 205, 210, 211,
Enrique Bosco 196 213,218
Enrique Heine 9,27,48,182 Islam 125
Enrique Suso 173 Iglesias y catedrales
Ernest Haeckel 15,16,17 Colonia (Catedral) 69,163
Espíritu Santo 10,20,143,162 Maguncia (Catedral) 68,69
Etienne Vacherot 29,35,36 Notre Dame de París (Catedral) 10, 25, 36,
Eugenio Bore 125,126,127 61,164,193
Eugenio Delacroix 9 Notre Dame des Victoires (Iglesia) 151
Nuestra Señora de Fourvière (Iglesia) 113
San Andrés delle Fratte (Iglesia) 115
Federico Engels 22,80 San Sulpicio (Iglesia) 9,90
i 'y:

LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

San Vicente de Paúl (Iglesia) 163 Annam 131,132


Santa Capilla de París 164 Antillas 112,144
Santuario de Nuestra Señora de Africa 152, Araucania 143,144
154 Argel 153
Solesmes (Monasterio) 41, 168, 169, 192, 193, Argelia 147,150,151,152,153,154
211,215 Argentina 99,101,143
Armenia 125,127
Asia 82, 103, 112, 126, 131, 139, 141, 142, 154,
Jacobo de Böhme 19 157
Jeanne Jugan 202,203 Australia 103,112,139,140
Jesucristo 11, 13, 26, 64, 158, 204, 206, 207, 208, Austria 70
217,220 Bahía de Baffin 155
John Keble 175,176,177,182 Baltimore 90, 91,92,97
José Cottolengo 159,171,185,195,197,202 Bélgica 40, 44, 62, 72, 161, 162, 171, 184, 194
José de Maistre (Conde) 24, 27, 33, 35,170,171,
185 Bengala 128,129
Besancon 116
Juan Bautista de Lamarch 14,15 Berlín 70,216
Juan Gerson 209 Beyruth 126
Juana Manee 115
Bolivia 143
Bombay 130
Lacordaire (Abate) 29, 31, 32, 35, 49, 51, 54, 56, Borgoña 117,118
60, 61, 65, 109, 167, 170, 173, 175, 191, 193, 202, Brasil 98,99,100,101,113,203
204,206,208,211 Bruselas 48,61
La Chênaie (Villa) 52,125,169,170 Buenos Aires 101
Lafontaine, Hipólito 86 Burdeos 111,112,144
Lamartine 28,30,119 Cabo de las Palmas 149
La Mattrie 15,18 Calcuta 128,130
Larevellière Lepeaux 10 Caldea 125
Lassalle 23,72,73 California 96,112,141,143
Leibniz 173,215 Cambodia 133
Lenim 22,23,68,74 Canadá 81, 82, 83, 85, 87, 88, 91, 98, 102, 103,
León Bloy 95,173,219 105,112,144,146,156,194,206
Le Varrier 17,30 Cantón 134
Lincoln (Presidente) 98 Cayena 118
Littre 15,26,29,32 Ceilán 130
Loisy 12 Cochinchina 105,132
Lola Montes 174 Colombia 143
Luis Blanc de Saint Bonnet 54, 78,170,214 Congo 147,149
Luis de Bonald (Vizconde) 24,33,35 Costa Rica 101
Luis Leblanc 47 Constantinopla 124,125,126,127
Lugares geográficos Corea 103,131,136,137
Africa 82, 112, 113,114, 117, 119, 147, 149, 151, Cuba 100,101,113,144
154,156 Chile 100,101,112,143
Alberta 88,145 China 110,112,114,120,131,132,133, 134, 135,
Alemania 14, 20, 28, 31, 33. 62, 68, 69, 72, 74, 136,144,159
155, 160, 161, 162,164,165, 171,172,173,174, Dahomey 114,149
175, 184, 185, 206, 207, 212, 214, 215, 216 Dijon 117
Alejandría 126 Ecuador 100,101,143
Alto Amazonas 143 Egeo (Mar) 126
América 31, 46, 90, 93, 112, 113, 139, 142 Egipto 114,126,127,147
América del Norte 81,143,184 Escocia 155
América del Sur 99,139 Esmirna 126
América Latina 98,101,103 España 33, 61, 99, 100, 101, 102, 107, 145, 150,
Angola 149 160,170,185,194,203,209,212,214
INDICE ONOMASTICO 257

Estados Unidos 81, 84, 85, 88, 90,91, 92, 93, 94, Martinica 118,144
95, 96, 97, 98, 105,134,144,146,156,184,194, Mauricio (Isla) 141
206 Mesopotamia 126
Etiopía 147,148 México 96,99,101,143,203
Europa 20,75, 81, 88, 89,92,93,96,97,104,106, Mississipi (Rio) 144
113, 114, 134, 139, 155, 157, 160, 161, 169, 172 Mongolia 114,135
Extremo Oriente 102, 111, 112, 131, 132, 137, Mogreb 149,150
139,152 Montañas Rocosas 88,142
Fátima 220 Montreal 85,86,88
Fidji (Islas), 142 Mosul 14,126
Filadelfia 91,148 Munich 39,41,171,173,174,215
Filipinas 134,139 Munster 171,172,174,206,215
Flandes 62,214 Nanking 134,135
Francia 10, 14, 37, 44, 46, 59, 72, 76, 83, 87, 91, Nápoíes 134
102,105,108,109, 113, 114,117,118,119, 120, Norteamérica 112,184
123, 124, 129,133,134,135,141,144,147,148, Noruega 155
150, 151, 152,153,154, 159,160,161,162, 163, Nueva Escocia 84,85, 88
166, 169, 175,183,185,191,194, 202, 206, 207, Nueva York 91,92,93,94,95,97
208,213,220 Nueva Zelanda 141,142
Francfort 69,72 Nuevo Brunswich 84,85,87,88
Goa 128 Oceam'a 82, 103, 105, 112, 114, 118, 121, 141,
Grandes Lagos 83,105,144 142,144,156,159
Grecia 124 Océano Atlántico 101,108
Guayana 113,117,119 Océano Pacífico 88,96,138,142
Guinea 113 Occidente 26, 31, 44, 105, 111, 124, 125, 131,
Haití 100,101,113 156,157,182,209
Hawai (Islas) 141 Ontario 84,85,87
Holanda 102,184 Orán 151,152
Ho-Nan 120 Oregón 94,147
Hong-Kong 134 Oriente 125,126,127,209
Hou-Pe 120,134 Ou-Tchang-Fu 120
India 113,114,127,128,129,131,134 Oxford 174, 175, 176, 178, 179, 180, 181, 206,
Indochina 103,105,122,131,133 215
Inglaterra 14, 72, 85, 102, 134, 178, 179, 181, Palestina 112,126
212,215 Paraguay (Río) 118
Irlanda 174,181 París 9, 46, 52, 63, 76, 102, 119, 125, 151, 152,
Italia 31, 49, 62, 109, 135, 160, 165, 179, 183, 153,161,163,170,179,215
184,185,193,194,195,203,206 Pekín 134,135,136
Japón 103,105,138 Persia 124,125,126,127
Jerusalén 115,126 Perú 100,101,143
La Nana 118,119 Portugal 102,107
Laponia 155 Próximo Oriente 111,113,124,125,126,127
La Salette 217,218,219,220 Quebec 82,84,85,87,88
Líbano 125,126,152 Reunión (Isla) 113,115,117
Lisboa 128 Rojo (Río) 85,103,124,146
Londres 90,134,139,179 Roma (Ver Santa Sede)
Lourdes 158,218,219 Roma (Ciudad) 102, 115, 125, 128, 153,
Luisiana 91,94,144,145 179
Lyon 63,109,113,153,186,203 Rusia 127,155,215
Macao 120,134 Saboya 45,114
Madagascar 103,105,118,148 Sahara (Desierto) 153,154
Maguncia 68,72,183 Saigón 123.132
Manchuria 134,135 Salomón (Isla) 140,142
Manila 134 Sandwich (Islas) 141
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

San Lorenzo (Río) 82,83,84,89,102 Monseñores


San Salvador 101 Affre 40,54,61,63,64,65,119,184
San Luis 145 Angebault 64,65
Santa Elena (Isla) 141 Belmas 62,63
Santos Lugares 124,125,126 Bonnaud 129,130
Saona (Rio) 115 Bourget (Ignace) 86,87,89,112,206
Siria 112,126,153 Briand 84
Sierra Leona 114,149 Brute de Remus 91,184
Suecia 155 Claret y Clara (Ver Santos)
Suiza 162,184,191 Cluzel 127
Tahiti 106,141 Cuenot 132
Tibet 135 Charbonneaux 130
Tonkin 105,132 Chevereus 91,184
Tubinga 174,216 Darboy 49,59,76,184
Turin 171,197,199,201,202,208 DAstro 62,211
Uganda 147
Vancouver 144 De Forbin-Janson 86,91,110,112
Varsovia 173 De Héricourt 119
Venezuela 99,101 De Meaux 11
Viena 70,173 De Quelen 31,150,219
Virginia 90 Díaz 132
Wallis (Isias) 142 Dubourg 91,92,109,145
Westfalia 71,72,171 Dupanloup 29,32,33,49,109,110,160,183,206
Dufresse 133,134
Dupuch 151,152
Emery 90
Mace 29 Falloux, Alfredo (Conde) 65,170
Mac-Mahon (Mariscal) 153 Flaget 91,184
Mermillod 171,214 Gerbet 29,53,56,59,206
Imbert 136,137
Madames John Carroll 90,91,92
De Lamartine 67 John Englard 92
Swetchíne 170,193, 206 John Hughes 93, 94, 95
Madre Ana María Javuchey (Nanette) 103,
104, 115, 116, 117, 118, 119, 147, 148, 159, 204 Juan de Silva Torres (Arzobispo) 128
Madre Mallet 87 Lambert de la Motte 133
Madre Rivier 203 Manning 79, 114, 181, 182, 185, 200, 201, 213,
Madre de Soyecourt 40
Malthus 15,45 Maret 29,42,65,66
Maignen (Mauricio) 31,60,71,78,213 Marion-Bresillac 113,114,148
Margarita Bourgeois 115 Mazenod 86,146,149,194
Margarita (Madre de Dom Bosco) 197,200 Octavio Plessis 84,85,146
María de la Encarnación 115,207 Olier 90,161,162
María Zoé Duchesne 110 Parisis 32,212
Mariscal Vallée 151,152 Pavy 152,153
Mathiez 19 Rendu 63
Michel Chevalier 48 Retord 132
Michelet 28,29,34 Sibour 40,64,65,67,160
Miguel Angel 45,165 Spalding 98
Mochler 32, 41, 159, 173, 174, 210, 216, 217 Valerga 126
Monroe (Presidente) 145 Verrolles 135
Monsieur Vincent 96,112,120,150,159,183,194, Victor Deschamps 30,35,208
200,202,203,204,213 Von Ketteler 29, 62, 68, 72, 73, 74, 75,174,183,
Montalembert (Conde) 27, 30, 42, 49, 50, 62, 65, 201,213
66,77,93,101,124,170,173,202,213 Weis 69
INDICE ONOMASTICO 259

Músicos Das Kapital 11,22,23,48,63,73,80


Bach 166,168 (El Capital)
Beethoven 167 Das Leben Jesu kritisch bearbeitet 12
Benoist 168 Défense de l'Eglise 34
Berlioz 167 De la Législation 43
César Franck 169 De la Unidad en la Iglesia 216
Clérambault 168 Démonstration de la vérité de la religion ca-
Couperin 168 tholique 56
Cherubini 167 Diccionario 26
Chopin 168 Ejercicios espirituales 212
D'Ortignes 168 El catolicismo, el liberalismo y el socialis-
Gounod 167 mo 33
Haendel 166,167,168 El Genio del Cristianismo 34, 35,104,164
Haydn 166,167,168 El judío errante 28
Lasso 168 El origen de las especies 15,16
Liszt 167 El Papa y el Concilio 42
Mehul 167 El sistema industrial 46
Mendelssohn 168 Enciclopedia 34
Mozart 166,167 Ensayo para ayudar a una gramática del
Niederraeyer 168 asentimiento 36
Ockeghem 168 Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina
Palestrina 168 cristiana 180,181
Rossini 167 Ensayo sobre las costumbres 34
Scarlati 168 Ensayo sobre la indiferencia 35, 51
Schubert 167,168 Entretiens de village 60
Schumann 167 Essai sur l'indiférence 170
Victoria 168 Escrituras 28
Wagner 167 Espíritu del Cristianismo 210
Estética 20
Nietzsche (Federico) 11,26,158 Evangelio de San Juan 12
Evangelios 12
Examen critique de la Vie de Jésus 33
Obras y publicaciones Fabiola 30,31
Actas Sanctorum 41 Faucheurs de la Mort 31
Annales de philosophie religieuse 39,170 Fenomenología del espíritu 20
Al pie de la Cruz 207 Filosofía del Espíritu 20
Annales de la Charité 60,77 Filosofía de la Historia 20,172
Anales de la Propagación de la Fe 103, 104, Filosofía de la Religión 20
110,120,123 Filosofía de la vida 172
Año Litúrgico 41,211 Filosofía fundamental 43
Arte de Creer 36 Fuerza y Materia 18
Biblia 11,13,37 Gallia christiana 41
Caída de un Angel 28 Génesis 20
Calendario para el tiempo y para la eterni- Genovefa 172
dad 31 Gramática del asentimiento 182
Candide 33 Grand Traité d'économie politique chrétien-
Catéchisme positiviste 24 ne 52
Catecismo de economía política 45 Habitude 38
Catecismo de los industriales 46 Harmonie universelle 46
Combate de Jacob 9 Himnos a la Santísima Virgen 172
Conferencias espirituales 207 Historia de la Iglesia católica en los Esta-
Conspiration des égaux 45 dos Unidos 95
Crítica de la razón pura 19 Historia de la religión de Jesucristo 42,172
Curso de Filosofía positiva 24 Historia de la Revolución 28
I LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

Historia del dogma católico durante los tres Pequeño Jardinero de las virtudes cristia-
primeros siglos 42 nas 205
Historia de los Concilios 42 Pequeño libro de Amor 172
Historia de los monjes de Occidente 42 Philosophie zoologique 14
Historia de los partidos político-sociales en Principes de critique historique 41
Alemania 74 Progresos del alma 207
Hojas cristianas sociales 74 Propedéutica filosófica 20
Hojas histórico-políticas 68,69,74 Rambler 215
Imitación de Cristo 26 Razón filosófica y razón católica 30
Instituciones litúrgicas 168 Religión en los límites de la sola razón 19
Introduction à la Philosophie de l'histoire 53 Remansos 177
Jocelyn 28 Restauration française 33
Juana de Arco y las voces 166 Roma sotterranea cristiana 42
La cabana del Tío Tom 93 Ruines 12
La ciencia de la lógica 20 Sagrada Escritura 11,37
La cuestión obrera y el Cristianismo 73 Science de la morale 29
La Divinité de Jésus-Christ 36 ¿Será Católica Rusia? 215
La esencia del Cristianismo 21,22,24 Simbólica 174,216
La Iglesia de las Iglesias 215 Summa 43
La piedad y la vida interior 207 Système de philosophie positive 24
La Réforme sociale 77 Tesoro de las sonrisas del Niño Jesús 205
La riqueza de las naciones 45 The Christian year 176
La Sagrada Familia 22 Todo por Jesús 207
L'Avenir de la Science 17,29 Tratado de Estética 165
Légitimité 33 Tratado de filosofía 22
Les Droits et les Devoirs de la critique à Traité de l'Association 46
l'égard de la Bible 33 Uchronie 29
Les Institutions liturgiques 211 Une vieille Maîtresse 30
Les Sophistes et la critique 33 Viaje alrededor del mundo 139
L'Extinction du Paupérisme 52,67 Vida de Jesús, de Renan 13,42,208
Livre de l'exilé 28 Vida de Jesús, de Strauss, 12,33
Libro de Oraciones 172 Zadig 33
Lógica 20 Ordenes religiosas
Los esplendores de la Divina Gracia 207 Asociación de María Inmaculada 111
Manifiesto del partido comunista 47, 55, 64 Clérigos de San Viator 86,115,194,203
Manuel des Oeuvres 60 Compañía de Jesús 102, 103, 126, 127, 131,
Meditaciones 172 133,185,191
Meditaciones afectivas 172 Conferencias de San Vicente de Paúl 201,202
Mémoire sur le prolétariat 63 Congregación del Espíritu Santo 102, 103,
Memorias de ultratumba 51 107,148,149
Méthode de la Providence 35 Damas del Sagrado Corazón 87, 145,152, 195
Misterios de París, Los 28 Dominicos 185
Naturaleza y gracia 207 Escuelas Apostólicas 111
Nuestra Señora de Lourdes 219 Hermanas Blancas 154
Nuestra Señora de París 27 Hermanas de las Prisiones 203
Nuestras grandezas en Jesús 207 Hermanas de San José de Cluny 115,117,119,
Nuevo Cristianismo 48 129,147
Nuevo Testamento 12 Hermanas de San Vicente de Paúl 126, 152,
Once tesis sobre Feuerbach 22 193
Origine de tous les cuites 12 Hermanas Grises 87,146,147
Paroles d'un croyant 89 Hermanas Hospitalarias de San Pablo de
Patrología 41 Chartres 132,134
Pensamientos sobre la muerte y la inmorta- Hermanos de las Escuelas Cristianas 86,112,
lidad 2 1 114,115,126,127,132,149,193,194
Hermanos de San Juan de Dios 201 Gagelin 132
Hijas de la Caridad 134, 149, 201, 202, 210 Gratry 32,33,36,41,43,170
Lazaristas 103,112,134,141,150 Herrero 143
Maristas 112,147,194 Jandel 191,193
Misiones de la rué du Bac 129,132,135,137 Juan-Gabriel Perboyre 120,121,124,134
Misiones Extranjeras de París 102, 136, 137, Junípero Serra 96,143
193 Leroy 126
Misiones Extranjeras de Milán 107,135 Lestrange 97,193
Misioneros del Sagrado Corazón 112,113 Libermann Jacobo 113,114,148
Misioneros de San Francisco de Sales 114, Libermann Francisco 183,206
129,130 Marchand 132
Misioneros Hijos de María Inmaculada (Mi- Muard 189
sioneros de Vich) 114 Petétot41,111
Oblatos de María Inmaculada 86,87,103,111, Petitjean 138
112,130,146,149,194 Querbes 115,203
Oblatos de San Francisco de Sales 114 Ratisbona, María-Alfonso 114, 126, 170, 206
Obra de la Santa Infancia 111 Ricci 106
Orden de los Predicadores 193 Ridel 137
Orden de San Benito 185,192 Vaz 130
Padres Blancos 114,115,154,193 Ventura 30, 33,40, 62
Padres de la Santa Cruz 86,112
Salesianos 113,199
Papas
Sociedad del Espíritu Santo y del Santísi- Alejandro VII209
mo Corazón de María 113 Benedicto XIV 106
Sociedad de San Vicente de Paúl 76,87 Benedicto XV 156
Orestes Brownson 95,96 Clemente XI 106,209
Olinde 46 Gregorio VII 212
Ozanam (Federico) 13, 30, 31, 42, 53, 55, 56, 57, Gregorio XV 106
58, 59, 60, 64, 65, 66, 67, 93, 170, 201, 202, 214 Gregorio XVI (Mauro Capellari) 39, 40, 42,
53, 62, 89, 101, 103, 104, 106, 107, 108, 112,
Padres 121, 126, 127, 135, 148, 156, 184, 192, 212
Alberico de Foresta 107,111 Juan XXIII 213, 216
Bataillon 121,122,140,142 León XII (Anibale della Genga) 37, 40, 103,
Bertrand 130 136,184
Coindre 115,194 León XIII (Joaquín Pecci) 43, 50, 61, 74, 75,
Colin 121,141 79,130, 156, 204,216
Conolly 92, 139,140 Pío VI (Pontífice Brachi) 10, 90,158,184, 210
Coudrin 112,141,194 Pío VII (Monseñor Bernabé Chiaramonti)
Champagnat, Marcelino 194 85,93,100,103,116,136,183,184
Chevalier 113 Pío VIII (Cardenal Castiglioni) 103, 127, 184
Chevrier, Antoine 60, 159, 162, 183, 185, 187, Pío IX (Cardenal Mastai-Ferretti) 31, 32, 37,
194,204,206,214 39, 41, 42, 50, 62, 65, 79, 89, 94, 97, 98, 100,
D'Alzon 113,195 101, 107, 114, 119, 126, 127, 130, 137, 138,
Damián 141,142 143, 153, 155, 165, 182, 184, 192, 193, 199,
De Lubac 10,18 206, 208, 209, 210, 212,215,216,219
De Nobili 106,130 Pío X 156,168,206,210,212
De Ravignan 31,61,170,182 Pío XI75,137,213,217
De Triora 134 Pío XII213,217
Deydier 133 San Pío V 210
Etienne 112,204,206 Papineau 85,86
Faber 182,207,208 Paulina Jaricot 61,109,110,145,209,214
Félix 31,36 Paul-Louis Courier 10,27,106
Francisco de Régis Clet 120,134 Paulus 12,13
Gagarin 111 Péguy 30,78
LA IGLESIA DE LAS REVOLUCIONES

Peláez (Sacerdote español) 139 San Pedro Chanel 121,122,124,140,142


Pierre Leroux 47,49 San Vicente de Paúl 112,152
Pigneau de Béhaine 106,131 Santa Ana María Taigi 205,214,220
Platina 9 Santa Emilia de Vialar 115
Pritchard (Misionero protestante) 106, 140, Santa Magdalena Sofía Barat 195
141 Santa Margarita María Alacoque 208
Proudhon 18,23,47,49,62,68 Santa Teresa de Lisieux 204
Santo Domingo 91
Santo Domingo Savio 199,205
Ratisbona (María-Teodoro) 114 Santo Tomás de Aquino 38,43
Renán, Ernesto 11, 13, 17, 28, 29, 33, 37, 42, 106, Sailer 173,174
182, 184,208 Säntä Alisnzä 33
Reimarus 10,11 Santa Sede 39, 40, 41, 72, 85, 91, 92, 97, 100, 101,
Renoir 166 103, 108, 109, 126, 127, 128, 132, 137, 138, 141,
Renouvier 18,29 185,191
Revolución francesa 10, 27, 43, 45, 102, 127, 191, Saint-Just 45
193 Saint-Simon 24,46,48,49,53,54,57,61,62
Richard Simón 11 Sainte-Beuve 13,28,50,77,159
Robert Owen 45,46 Salignac-Fénelon 169,206
Robespierre 10,25,28,35,45 Schelling 19,21,27,38
Rodrigués 46 Sor Rosalia Rendu 57, 60,202
Rousseau, Juan Jacobo 9,28, 34, 43,48,54

Talleyrand 124
Santos Taparelli d'Azeglio 32,40,43,157
San Agustín 180,209,220 Teilhard de Chardin 19
San Alfonso Ligorio 197, 200, 206, 207, 208, Teófanes Vénard 123,124,132,161
209 Tocqueville 170
San Antonio María Claret y Ciará 100, 101,
114,144
San Benito Labre 186 Universidades
San Felipe Neri 181,196,198 Universidad de Berlín 20
San Francisco de Asís 41,200 Universidad de Dublín 181
San Francisco Javier 118,130 Universidad de Erlangen 21
San Francisco de Sales 172, 198, 207, 209, Universidad de San José 126
210,213 Universidad Dominicana de Santo Tomás
San Francisco Solano 143 139
San Grignion de Montfort 115,193,209 Universidad de Innsbruck 42,69
San Ignacio de Loyola 112,159,200 Universidad de la Sorbona 40,42,111
San Juan Bautista de La Salle 194 Universidad de Lovaina 40,41,62,78,171
San Juan Bosco 109, 113, 159, 162, 166, 171, Universidad de Munich 70,173
183, 195,196,198,199, 200, 201, 202, 205, 206, Universidad de Ntra. Señora 91
220 Universidad de París 209
San Juan de Brito 127,130 Universidad de Quebec 87
San Pedro Claver 143 Universidad de Tubinga 41,216
INDICE

VI Dios y el hombre en pugna 9

VII Orbis terrarum 81

VIII Ese mundo al que Cristo hace v i s i b l e . . . . 158

Indicaciones bibliográficas 221

Indice onomástico 253


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San Vicente deis Horts 1970
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