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Alivio de la Tensión Nerviosa

Por Cecil A. Poole, F.R.C.


Revista El Rosacruz A.M.O.R.C.

Es bien sabido hoy en día que en la moderna civilización muchas de las enfermedades
físicas y mentales del hombre tienen estrecha conexión con las tensiones y esfuerzos que al
parecer se desarrollan por la complejidad de tal vida. Hubo un tiempo en la historia humana
en que la vida no era complicada. Aparte de tener que procurarse techo y alimento, el
hombre no desarrollaba un gran esfuerzo para adaptarse a su mundo material.

Los antiguos que vivieron antes de los períodos de civilización, trataron de buscarse cierto
grado de comodidades y felicidad en su vida con lo poco que les era dable hacer en aquellas
circunstancias. Tal forma de vida no era complicada; ofrecía pocas compensaciones y su
propósito era limitado. Esos individuos no encontraban nada más valioso que la mera
satisfacción de las necesidades y demandas del cuerpo y las de su innata curiosidad. De
varias maneras trataban de ajustarse a las circunstancias imperantes y, tal como lo hacen
actualmente los hombres, disfrutaban ciertos grados de satisfacción en algunas cosas, pero
no de una cabal complacencia de sus necesidades.

Por esta razón han llegado a creer algunos que posiblemente una vida más sencilla, tal
como la vivieron nuestros antepasados, sea la mejor. No faltaron individuos que yendo más
lejos afirmaran que la civilización es una falsa apariencia que más perjudica que beneficia al
hombre.

Tal idea es contraria a la naturaleza cambiante del universo. No se puede lograr la idea de
que hay una dirección o propósito tras del universo sin darnos cuenta de que el progreso es
esencial. Por supuesto que es difícil aislar la definición del progreso; mas, en general,
podemos considerar como progresivo aquello que se ha desarrollado en tal forma que
ayuda al hombre a usar mejor sus habilidades. El hombre fue puesto en el universo para
que se asocie con las fuerzas y circunstancias existentes. Desarrollar estas potencialidades
no sólo es una obligación, sino una necesidad absoluta en el curso de la evolución mental y
espiritual.

La humanidad no puede continuar en el salvajismo. El hombre está dotado de


potencialidades que lo levantan por sobre el nivel del aborigen o del individuo falto de
cultura. Se le ha dado la habilidad de dominar y alcanzar la maestría de ciertos obstáculos
físicos; se le ha dado la facultad de razonar, de acumular conocimientos y de utilizar lo que
aprende.

Fundamentalmente, el propósito de esto es beneficiarse y beneficiar a otros. Algunos


llegarán a la conclusión de que el hombre no ha tenido gran éxito; que la civilización, con
todas sus ventajas y logros, no ha hecho más feliz al hombre que lo que fue cuando vivía
bajo circunstancias en que sólo le era necesario un conocimiento muy limitado. Esto, por
supuesto, es debatible, pues el hombre esta aún en proceso de crecimiento. Que la
civilización ha tenido alzas y bajas hasta ahora y que ha traído tanta aflicción como
beneficio, no es el criterio que debe sustentarse.

Hoy vivimos bajo la forma más complicada de civilización que, según creemos, haya podido
existir. Es complicada en el sentido de que nos hemos adaptado a utilizar más los
fenómenos físicos de lo que previamente pudo hacerlo el hombre. No quiere decir esto que
ha dominado todos los fenómenos físicos, sino que el hombre está usando los componentes
de su ambiente. Mientras más los use, y mientras más traiga a la diaria familiaridad las
complicaciones del mundo en que vive, más embrollada es su vida y mayor el reto que le
aguarda para seleccionar, entre la complejidad de la existencia, aquellos valores
permanentes que le han de dotar con características que lo conduzcan hacia un nivel de
vida más elevado y a un logro más completo.

Con la complejidad de la vida, con las exigencias a las que ha de hacer frente el hombre en
su tiempo disponible para adaptarse a las circunstancias actuales, constantemente se ve
urgido a satisfacer todas las demandas que se le hacen. Un plano más elevado de vida lo
impele a esforzarse más para satisfacer esas demandas, y, en tal proceso, desarrolla
complejos de origen mental. Se siente tenso. Toda su energía se contrae al propósito de
comprender lo que le rodea, o tratar de obtener mayor bienestar que su vecino. El
procedimiento en sí no es malo, sino los resultados. La finalidad en lo que buscamos es lo
que nos hace hallar en nuestro criterio las respuestas que, como entidades humanas, damos
a nuestro ambiente.

Si nos preocupamos demasiado en ganarnos la vida, en conquistar fama o en acumular


riqueza, sin poder relajarnos, entonces estamos preparando nuestra propia ruina. La
relajación es la clave del crecimiento físico, mental y espiritual y, por tanto, de la felicidad.

Hasta que podamos hallar alivio en nuestras tensiones no podremos utilizar plenamente
nuestras potencialidades ni adquirir un sólo grado de felicidad en el curso de nuestra
experiencia terrenal.

Cómo obtener alivio en la tensión nerviosa es el tema de muchos libros, artículos y


conferencias de hoy, pero existe un principio fundamental que subraya todas las
explicaciones que se dan a los que buscan este alivio bajo las actuales circunstancias, que
consiste en dirigir apropiadamente nuestro concepto de los valores. Si valuamos las cosas
materiales ante todo, estaremos mucho más tensos por la preocupación de acumular y
poseer esos valores.

Pero si nos damos cuenta cabal de la naturaleza pasajera del mundo material, de que esta
vida sólo es un proceso de aprendizaje, y que nos estamos encaminando hacia la hora y
lugar más trascendentales que todo lo presente, sabremos entonces que en la simple
apreciación de esos valores, incorporados en los conceptos de amor, felicidad y considera-
ción de los derechos de los demás, podemos alcanzar objetivos materiales a la vez que
grabamos estos valores en nuestra propia consciencia.
La Catedral del Alma es un lugar ideal para aprender a encaminarnos a tal fin por medio de
la relajación y el entonamiento, y para escapar de esas angustiosas tensiones. Se concibió y
dedicó con el propósito de auxiliar al hombre a tener hora, lugar y medios de asociarse con
fuerzas que lo transporten, al menos momentáneamente, lejos de las luchas y ansiedades de
la existencia material.

Será una ventaja para todos conocer lo que es esta Catedral y dedicarle unos cuantos
minutos cada día para ayudar a desarrollar dentro del ser los valores que tienen
permanencia a pesar de la fluctuación de los acontecimientos del mundo material. No hay
restricciones para disfrutar de estas ventajas. Todo individuo que así lo desee puede
acercarse a conocer lo que es la Catedral del Alma y a utilizar sus valiosos medios para
relacionarse con su trabajo y con el verdadero origen de su ser.

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