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DIAGNOSTICO Y ZONIFICACIÓN ARQUEOLÓGICA MUNICIPIO DE MAICAO,

DEPARTAMENTO DE LA GUAJIRA

FELIPE ANDRÉS REINA VILLAMIL

TRABAJO DE GRADO

DEPARTAMENTO DE ANTROPOLOGIA

FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS

UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA


DIAGNÓSTICO Y ZONIFICACIÓN ARQUEOLÓGICA MUNICIPIO DE MAICAO,
DEPARTAMENTO DE LA GUAJIRA

CONTENIDO

INTRODUCCIÓN.
1. Objetivos.
2.1 Objetivos específicos

2. Caracterización del Área de Estudio o Actuación.


2.1 Localización
2.2 Fisiografía y Paisaje

3. Revisión Documental de los Antecedentes Referidos para la Zona.


3.1. Antecedentes Arqueológicos.
3.2. Periodización.
3.2.1 Evidencias de ocupaciones tempranas.
3.2.2 Tradición Malamboide.
3.2.3 Tradición Hornoide.
3.2.4 Tradición Ranchoide, Interacción y Devenir Histórico Actual
3.3. Referentes Etnohistóricos.

4. Análisis de Paisaje, Reconocimiento General de Superficie y Valoración Arqueológica.


4.1. Actividades Preliminares.
4.2. Procedimientos del Trabajo de Campo.
4.3. Resultados del Reconocimiento Visual.
4.4. Localidades y Sitios de Incidencia Arqueológica.
4.5. Sitios de Potencial Incidencia Arqueológico.

5. Bibliografía de Referencia.
DIAGNÓSTICO Y ZONIFICACIÓN ARQUEOLÓGICA MUNICIPIO DE MAICAO,
DEPARTAMENTO DE LA GUAJIRA

INTRODUCCIÓN

El presente documento contiene un diagnostico preliminar respecto al potencial del área de los
resguardos indígenas de Alta y media Guajira y Carraipia en jurisdicción del municipio de Maicao del
departamento de La Guajira. La información aquí contenida es el resultado del trabajo de campo
realizado en el área del proyecto, así como de la identificación y revisión de fuentes secundarias. De
esta manera las actividades realizadas en campo permiten construir una cartografía que indica las
áreas susceptibles de contener vestigios arqueológicos con el fin de garantizar la protección del
patrimonio arqueológico y el conocimiento de las dinámicas culturales de la región

En este sentido el diagnóstico y las medidas de manejo arqueológico han sido construidas a partir
del dialogo y consentimiento de las comunidades indígenas Wayuu ubicadas en la zona de
intervención que hacen parte del proceso de consulta previa y se consolidan como un Programa de
Monitoreo Arqueológico Preventivo (en lo sucesivo MAP), con los lineamientos para la toma de
decisiones frente a las actividades constructivas, de exploración y perforación y demás inherentes al
programa, que puedan afectar de manera significativa el Patrimonio Cultural de la Nación (Ley
General de Cultura, Ley 397 de 1997). Así mismo en atención a la sentencia T-129 de 2011 de la
corte constitucional y referida a la consulta previa de proyectos que puedan afectar territorios de
minorías étnicas, de igual manera a la Ley 99 de 1993 conforme a su artículo 76 y la Ley 397 de
1997 artículo 13, entre otras normas; todo lo anterior con el fin de propender por la protección del
acumulado histórico y patrimonial de estas comunidades. A su vez este diagnóstico orienta sobre
las medidas de manejo arqueológico a ser implementadas, a futuro, en el área de influencia de la
exploración sísmica.

Es de suma importancia para la investigación de la arqueología en Colombia realizar acercamientos


a esta región arqueológica de la Costa Atlántica y el nororiente de Venezuela buscando integrar los
datos existentes y contextualizarlos con el fin de indicar la ubicación de sitios arqueológicos y con
ello, la proyección de áreas susceptibles de contener vestigios prehispánicos de diferente índole.
Este tipo de investigaciones permiten obtener información de lugares remotos y de difícil acceso que
complemente las investigaciones realizadas hasta el momento en la región y así poder esclarecer el
proceso y la dinámica cultural que involucra a las comunidades que habitan y han habitado esta zona
de estudio, constituye una valiosa oportunidad para ampliar el horizonte arqueológico regional a
través del reconocimiento parcial del área y de tener un acercamiento a las comunidades autóctonas
e indagar sobre hallazgos arqueológicos fortuitos, desde la interacción con los habitantes actuales,
con el propósito último de rescatar la memoria local a través de fuentes tanto tangibles como orales
que permean procesos de identidad y de pertenencia a un territorio determinado.

Es de vital importancia resaltar que la Consulta Previa se constituye según la corte constitucional
como un derecho fundamental al manifestar que “la explotación de los recursos naturales en los
territorios indígenas debe hacerse compatible con la protección que el estado debe dispensar a la
integridad social, cultural y económica de las comunidades indígenas integridad que configura un
derecho fundamental para la comunidad por estar ligada a su subsistencia como grupo humano y
como cultura. Para asegurar dicha subsistencia se ha previsto, cuando se trate de realizar la
explotación de recursos naturales en territorios indígenas, la participación de la comunidad en las
decisiones que se adopten para autorizar dicha explotación”.
Es por esto que la consulta previa al intervenir tanto las medidas de manejo arqueológico, como en
las medidas de manejo ambiental, están fundamentadas en el derecho que tienen los pueblos de
decidir sus propias prioridades, en la medida en que dicha intervención afecte sus vidas, creencias
instituciones y bienestar espiritual y las tierras que ocupan o utilizan de alguna manera, y de controlar
en la medida de lo posible, su propio desarrollo económico, social y cultural. La participación de las
comunidades en las decisiones que pueden afectar su territorio con la explotación de recursos
naturales ofrece como hecho particular a través del mecanismo de la consulta la connotación de
derecho fundamental que finalmente es un instrumento básico para la preservación étnica, social,
económica y cultural de las comunidades indígenas y el aseguramiento como grupo social. Este es
uno de propósitos centrales de este documento en lo relativo a la definición conjunta de las medidas
de manejo arqueológico que permitan y aseguren la protección del acervo histórico y cultural de la
comunidad Wayuu de la Alta y Media Guajira.

Según el artículo 76 de la Ley 99 de 1993: De las comunidades Indígenas y Negras. La explotación


de los recursos naturales deberá hacerse sin desmedro de la integridad cultural, social y económica
de las comunidades indígenas y de las negras tradicionales de acuerdo con la Ley 70 de 1993 y el
artículo 330 de la constitución nacional, “las decisiones sobre la materia se tomarán, previa
consulta a los representantes de tales comunidades”. Lo anterior permite la configuración del
Estado Social y Democrático que conlleva el mandato de proteger el derecho a la cultura como una
garantía que determina valores y referentes no sólo para quienes hacen parte de los tiempos
contemporáneos, sino como un mecanismo de diálogo constante con el pasado y el futuro de las
generaciones y su historia.

En lo que se refiere a la protección de los bienes culturales y a la salvaguarda del patrimonio


arqueológico, específicamente el artículo 13 de la Ley 397 de 1997 establece un tratamiento especial
a las comunidades étnicas en los siguientes términos: “Artículo 13: Derechos de los grupos
étnicos. Los grupos étnicos asentados en territorios de riqueza arqueológica conservarán los
derechos que efectivamente estuvieren ejerciendo sobre el patrimonio arqueológico que sea parte
de su identidad cultural, para lo cual contarán con la asesoría y asistencia técnica del Ministerio de
Cultura.”

De esta manera es posible evidenciar los mecanismos y herramientas de protección de la riqueza


natural y cultural de la Nación en el artículo 8° de la constitución nacional y allí componen desarrollo
ligado a la carta política y a la ley. Dada esta situación, desde el orden constitucional es preciso
enfocar la necesidad de que en los casos que impliquen intervención de los territorios e indígenas el
procedimiento para la protección del patrimonio arqueológico sea paralelo a la protección de los
recursos naturales y el medio ambiente. Por lo anterior el Instituto Colombia de Antropología e
Historia (en adelante ICANH) especifica las actividades arqueológicas a realizar en cada una de las
fases requeridas por las autoridades ambientales en su “RÉGIMEN LEGAL Y LINEAMIENTOS
TÉCNICOS DE LOS PROGRAMAS DE ARQUEOLOGÍA PREVENTIVAEN COLOMBIA” esto para
la preservación del patrimonio arqueológico en los proyectos de impacto ambiental.

Por lo tanto, este trabajo se configura como un insumo de caracterización preliminar del área y se
puede tener en cuenta como una “Zonificación Arqueológica Preliminar” para la definición de los
lineamientos del Programa de Arqueología Preventiva. En el mismo sentido es una herramienta para
garantizar la protección del patrimonio arqueológico y el conocimiento de las dinámicas culturales de
los grupos que a lo largo del tiempo han ocupado el territorio mediante el establecimiento de un Plan
de Integral de Manejo Arqueológico (PIMA). Dada la alta densidad de sitios con potencial
arqueológico en el diagnostico preliminar a lo largo del recorrido por las comunidades indígenas
visitadas y reportadas en el trabajo de campo es preciso proponer labores de índole preventiva
mediante el acompañamiento y monitoreo arqueológico durante todo el proceso de realización de la
exploración sísmica a fin de garantizar la conservación del patrimonio arqueológico, esto implica la
realización de recorridos de campo, muestreo de sectores sensibles en términos de hallazgos y
rescates arqueológicos es caso de ser necesario. Por lo tanto, para garantizar el cumplimiento del
PAP, se debe requerir al ICANH la respectiva licencia de intervención arqueológica, para el adecuado
manejo y preservación de los materiales arqueológicos identificados así como para el registro de las
tareas arqueológicas programadas.

Adicionalmente es preciso adelantar un componente de sensibilización y capacitación al personal


que tenga relación con las labores de la exploración sísmica, con respecto al eventual hallazgo de
vestigios arqueológicos de la misma manera se realizará la implementación de un protocolo de
acción a seguir en el caso de identificar este tipo de sitios en las áreas de exploración. La información
contenida en el informe describe los resultados obtenidos en la investigación y la metodología
aplicada en el proceso de consulta, así como el registro de datos, el procesamiento de los mismos
en las distintas fases que hacen parte del proceso de zonificación arqueológica preliminar.

El documento está compuesto de cuatro partes. En la primera, se presentan los objetivos generales
que orientaron el estudio y la descripción de las estrategias metodológicas utilizadas para la
obtención de la información. En la segunda parte se hace una caracterización de la composición
ambiental el área. La tercera parte se refiere a una exposición de la información que se necesita para
la elaboración del Programa de Monitoreo Arqueológico Preventivo: en primera instancia se realiza
un resumen de los conocimientos arqueológicos que hasta el momento existen para el área de
estudio así como de los elementos etnohistóricos existentes, luego se presentan los resultados y la
información obtenida en los recorridos de campo realizada para el presente estudio.

Finalmente se presentan las consideraciones generales con relación al potencial e importancia


arqueológica de los sitios evidenciados y se proponen las medidas de manejo y protección del
patrimonio arqueológico.

De otro modo para la definición y caracterización de las potencialidades arqueológicas del contexto
en el cual se está realizando la investigación se requiere un acercamiento a la dinámica cultural e
histórica de la región, es decir la península de la Guajira, que es considerada como una unidad
macro-geográfica, ubicada desde el piedemonte de la Sierra Nevada de Santa Marta hasta la cuenca
del lago Maracaibo, el Mar Caribe y la Serranía del Perijá; esta delimitación es con el fin de incluir y
articular la información obtenida en el estudio en un contexto amplio que explique las dinámicas
socioculturales en el tiempo y el espacio, y no limitarla al contexto del proyecto ya que esta
información por sí sola no daría luces frente el desarrollo de la investigación en arqueología del norte
del país.

Esta es una excelente oportunidad para ampliar la información arqueológica existente sobre los
procesos de movilidad y ocupación de los territorios del resguardo de la Alta y Media Guajira el cual
ha experimentado un dinámica de procesos culturales complejos articulando elementos de distintos
orígenes con múltiples expresiones de la expresión social y cultural que precisamente son posibles
de evidenciar mediante el acercamiento a las comunidades que actualmente ocupan el territorio y
con la información arqueológica contenida en el territorio.
1. Objetivos

Realizar un diagnóstico y una caracterización general del potencial arqueológico de la zona para el
establecimiento de las directrices generales que orientarán la preservación del patrimonio
arqueológico.

1.1 Objetivos Específicos

 Realizar un análisis territorial definiendo los límites y las principales características


ambientales de la zona de estudio mediante una visita técnica a campo, con el propósito de
hacer una valoración de la importancia arqueológica del área.
 Descubrir las problemáticas desde el punto de vista arqueológico a un nivel local y regional,
así como reconocer los vacíos y ausencias en las investigaciones arqueológicas de la región
a través de una profunda revisión de fuentes bibliográficas con el propósito de sustentar la
evaluación preliminar del potencial arqueológico en la zona de estudio.
 Hacer un diagnóstico de la importancia arqueológica de la zona de estudio mediante una
visita de aproximación en campo para precisar la evidencia de material de interés
arqueológico a partir de la información recolectada entre los habitantes del área de influencia
de estudio.
 Garantizar el cumplimiento de la normatividad que regula el manejo, preservación y
recuperación del patrimonio arqueológico y a los lineamientos que exige el ICANH en el
Manual de Procedimientos Generales con base en los requerimientos del Ministerio de
Ambiente.

2. Caracterización del Área de Estudio o Actuación.

2.1 Localización

En un marco geográfico el área de interés se ubica en la Península de la Guajira, es una región de


contrastes encerrada por una serie de macizos. En su extremo septentrional limita con la Serranía
de la Macuira, incrustada en el medio del Mar Caribe y el lago de Maracaibo. Hacia el oriente las
estribaciones de la Cordillera Oriental (la Serranía del Perijá y los Montes de Oca) funcionan como
frontera política y a su vez, como gran divisoria de aguas entre las repúblicas de Colombia y
Venezuela. Por último, en el sur-occidente, el litoral caribeño hasta la Sierra Nevada de Santa Marta
(altura máxima de 5.775 msnm.), reserva hídrica y nacimiento de más de 30 ríos. Por encontrarse
en la planicie central de la Guajira que carece de fuertes ondulaciones.

Dicha región, comprende tres grandes divisiones con diferente extensión y diversidad ecológica.
Hacia el sur se ubica la Guajira Baja, conformada por aplanamientos de piedemonte del macizo
Sierra Nevada y el macizo Andino, los cuales, delimitan las cuencas hidrográficas de los ríos Cesar
y Ranchería, formando una llanura aluvial baja que se estrecha alrededor de 25 km y se prolonga
hacia el sur, hasta la Jagua del Pilar. La Guajira Media, competencia del presente estudio, está
conformada por la planicie central guajira, una llanura aluvial que se extiende desde el río Palomino
hasta Uribia e integra la cuenca media del río Ranchería y sus principales afluentes. Por su parte, la
Alta Guajira se extiende desde Uribia hasta Puerto Estrella cubriendo el área del macizo guajiro, el
cual actúa como una barrera natural para la humedad traída por los vientos alisios del noroccidente,
haciendo de esta región una de las más desérticas y agrestes del país.
La red hidrográfica de la planicie central guajira básicamente está conformada por una vertiente
hidrográfica, el Río Ranchería. El mismo, nace en el Páramo de Surlibaca sobre la falda oriental de
la Sierra Nevada (Reichel-Dolmatoff, 1951), describiendo un recorrido en L, siendo el único que
conserva durante todo el año un caudal permanente hasta su desembocadura en el mar, a la altura
de la ciudad de Riohacha. Otras fuentes hídricas de relevancia que corren paralelas al sur del
Ranchería, son el río Tapia que desemboca en La Enea y el río Palomino que rodea el flanco nor-
occidental de la Sierra Nevada; y hacia las estribaciones cordilleranas, el río Carraipia. Aunque el
Ranchería ni ninguno de sus brazos baña el área de estudio, su influencia sobre la población actual
y la distribución del patrimonio arqueológico es notable. Sus afluentes son arroyos de escurrimiento
esporádico, pues responden a una lógica estacional e incluso tienden a desaparecer en época de
verano. Por ser un área llana, durante la temporada de invierno los arroyos se desbordan inundando
amplias zonas del territorio, en donde temporalmente se forman lagos.

El relieve, en asocio con los fuertes vientos y un bajo e irregular régimen de precipitación, han
propiciado una deficiencia hídrica en toda la península, la cual se ve reflejada en su clima seco, suelo
árido y cobertura vegetal pobre. En la actualidad, el promedio de temperatura oscila entre 27º C y
30º C, con máximas de 45º C. Se puede describir el clima como “biológicamente seco y
morfológicamente agresivo” (Pérez Preciado, 1990: 56) más no es homogéneo; ésta sequía va
disminuyendo a medida que nos acercamos al sur de la península. Así, encontramos un clima árido
en la Alta Guajira, de seco a semiárido hacia el parte media y finalmente seco en la Baja Guajira
(Íbid., 1990). De la misma manera, la precipitación anual varía notoriamente pues depende de la
época del año, pues se presentan aguaceros fuertes en tan sólo unas horas (100mm) y en contraste,
la lluvia es ausente durante casi la mitad del año; y se diferencia de acuerdo con la zona de influencia,
con apenas 180 mm en el norte y 1000 mm en la región media. Esta alternancia de periodos secos
y húmedos, propicia la ablación del suelo gracias a la actividad eólica, formando a largo plazo dunas
(Íbid, 1990). La región de estudio se encuentra enmarcada dentro de las zonas de vida: Monte
Espinoso Subtropical (Me-ST), Bosque Muy Seco Tropical (Bs-ST) y Bosque Seco Tropical (Bs-T)

En general, la orogénesis de la Península de la Guajira, se puede reconstruir en tres fases. Durante


el largo periodo comprendido entre el Paleozoico y Mesozoico la región fue una gran fosa o cuenca
de sedimentación marina, con levantamientos de rocas eruptivas (Sierra Nevada de Santa Marta) y
dorsales cristalinos. Posteriormente, hacia finales de la evolución de la unidad tectónica denominada
Oriente Andino Colombiano, el macizo guajiro emergió como una isla separada del continente.
Finalmente, después de una sucesión de regresiones y transgresiones promovidas por un cambio
climático global, en donde el macizo guajiro estuvo unido al continente periódicamente, se termina
la condición marina de la región, conformándose la extensa llanura de la media y baja Guajira, junto
con el corredor tectónico del río Ranchería-Cesar (Íbid, 1990).

Como resultado de esta evolución, la región exhibe conjuntos morfo-estructurales diferenciados: las
serranías y cerros del noroeste de la península; los aplanamientos de piedemonte localizados
alrededor del macizo guajiro; la planicie de la media y baja guajira; los aplanamientos recientes
producto de depósitos aluviales; coberturas eólicas también denominadas dunas activas en el norte;
y las formas litorales que rodean la mayor parte de la península (Íbid., 1990). En este sentido, se
puede considerar que el medio natural es el resultado del comportamiento histórico de estos relieves,
ligado a procesos dinámicos de erosión hídrica y eólica, en donde las poblaciones humanas se
establecieron en el pasado, desplegando una variada gama de adaptaciones al medio natural que
los rodeaba.
2.1 Fisiografía y Paisaje
La vinculación de la presencia del registro arqueológico -discriminado en el tiempo- con las distintas
formas que toma el paisaje y su modelamiento a lo largo de los años, permite conocer formas
particulares del relieve cuya aptitud de uso-ocupación brindan pistas acerca de la actividad humana
en el pasado y la manera diferencial como es usado, manipulado y apropiado. Estos aspectos
constituyen la base para entender los patrones de ubicación humanos en términos de unidades
específicas de paisaje. Por ello, resulta vital el estudio de la distribución de las distintas unidades de
paisaje y sub-paisajes de una región.

En lo que se refiere al área yace sobre un estrato calcáreo (Pérez Preciado, 1990). Cabe destacar
que, desde la época en que grupos humanos han habitado este territorio, han generado una
alteración antrópica del mismo, pues como consecuencia de sus actividades diarias, han alternado
las extensiones de bosque de galería y bosque seco tropical, acelerado los procesos de
desertificación.

Procedimientos Generales para la Caracterización y Diagnóstico Arqueológicos del Área.

La investigación que se propone en el presente documento se encuentra en el marco de los estudios


de Arqueología cuyo objetivo principal es mejorar el conocimiento sobre la distribución en Colombia
de los diversos tipos de yacimientos arqueológicos y posibilitar la protección de la información y
conservación de los bienes culturales. (ICANH, 2010). De otro modo este tipo de estudios nos
permite un acercamiento académico e investigativo a las dinámicas socioculturales de los grupos
humanos que habitaron y en este particular que habitan las áreas de intervención del proyecto, cuya
ocupación y uso del territorio se refleja en las manifestaciones materiales de las diferentes culturas
que allí transitaron y transitan. Para la identificación y registro que representan potencial
arqueológico en el área del proyecto y sus posibles impactos nos basamos en la metodología
propuesta por el ICANH para estudios de impacto ambiental tal como lo establece el Manual de
Normas y Procedimientos Para la Ejecución de Proyectos Arqueológicos elaborado por el Instituto
Colombiano de Antropología e Historia (ICANH, 2001). Por lo tanto, para la formulación del
Diagnostico se ha hecho seguimiento de tres líneas de evidencia arqueológica complementarias
cada una de las cuales fundamenta la importancia de caracterizar el potencial arqueológico de la
zona. La primera permite tener claridad respecto al estado del conocimiento arqueológico que existe
sobre la zona de estudio, identificando la información obtenida en la revisión de fuentes bibliográficas
y aquella información que expone una contextualización de la región. La segunda tiene que ver con
las observaciones en terreno en términos de la caracterización fisiográfica y del paisaje, para
identificar y zonificar el área de influencia directa del proyecto en función de definir sectores con
probabilidad de albergar vestigios arqueológicos en mayor o menor medida. Y finalmente la tercera
en el marco de la Consulta Previa se llevaron a cabo entrevistas informales con las autoridades
tradicionales, líderes comunitarios, profesores de las escuelas de las rancherías y con la comunidad
en general del área de estudio con el propósito de realizar un acercamiento desde las herramientas
de la etnografía a la información y conocimientos de los habitantes de la zona en cuanto la presencia
y existencia de elementos de interés arqueológico, ubicación, y la relación que presentan ellos en su
cotidianidad con este tipo de materiales y elementos además del conocimientos sobre creencias que
se tejen alrededor de los mismos.
Referentes para el Análisis y Evaluación de los Antecedentes Documentales.

Para la construcción de los antecedentes del presente informe se consultaron los archivos del
ICANH, los catálogos de la biblioteca Luis Ángel Arango y el Archivo general de la Nación, así como
en la fuentes que se encuentran en los centros de documentación de las universidades, Del material
consultado se priorizó la información de contenido arqueológico, etnohistórico y paleo-ambiental de
la región y la zona de estudio. De esta manera es posible realizar un balance de los estudios
arqueológicos desarrollados en la zona y a partir de estos resultados evaluar la importancia
arqueológica del área en estudio. Esta revisión documental se orientó a la comprensión de los
parámetros periodización de la zona en un marco regional más amplio que explique los procesos de
ocupación prehispánica con sus manifestaciones culturales relevantes para la península de La
Guajira.

Análisis de Paisaje, Reconocimiento General de Superficie y Valoración Arqueológica.

En esta etapa que es complementaria de la anterior se abordó el área de intervención desde una
panorámica general a partir de un análisis cartográfico observando con especial atención la
geomorfología de las áreas que presenten características aptas para la habitación humana, esto
condujo a la definición de unidades de paisaje que dieran cuenta de la posible localización de sitios
de asentamientos o actividad en época prehispánica, esta revisión cartográfica es complementada
a la consulta de estudios de suelos, geología y geomorfología realizados en la región a fin de zonificar
a partir de elementos concretos del paisaje. Así las cosas se aplicaron técnicas específicas para
captar la información arqueológica en los recorridos en campo tales como recorridos de visualización,
revisiones superficiales en áreas descapotadas o afectadas por procesos erosivos, entrevistas con
la comunidad.

Se aplicaron entrevistas no estructuradas a la comunidad del área de influencia del proyecto para
identificar el conocimiento que la población tiene sobre la existencia de vestigios arqueológicos así
mismo del nivel de apropiación y el sentido que las personas de las diferentes rancherías tienen del
patrimonio arqueológico. Es preciso mencionar que los habitantes de las comunidades son quienes
contienen el conocimiento sobre su territorio y sus procesos históricos esto conduce a que el dialogo
y la etnografía con los habitantes de la comunidad pueda aportar un conocimiento contextualizado y
de primera fuente respecto a la existencia de elementos arqueológicos en la zona de estudio. Por
último, después de los trabajos de terreno se elaboró un mapa ubicando y delimitando los sitios
arqueológicos dentro del área de influencia directa (AID), de modo que posibilite la creación de una
zonificación arqueológica.

3. Revisión Documental de los Antecedentes Referidos para la Zona.

3.1. Antecedentes Arqueológicos.

En primera instancia se llevó a cabo una compilación bibliográfica y una lectura crítica de los
principales referentes documentales y la información secundaria procedente de los estudios previos
desarrollados tanto en el ámbito local como regional en la zona de estudio. Siguiendo atributos
geográficos y características culturales de la Costa Atlántica, esta extensa región del país ha sido
dividida en siete subregiones arqueológicas: Corredor Costero, Urabá-Alto Sinú, Depresión
Momposina, Guajira-Corredor Cesar, Sierra Nevada de Santa Marta, Catatumbo, y Región Insular
(Groot, 1989; Figura 2). La zona de influencia del Área de exploración Sísmica GUA2 3D, se localiza
en la subregión de Guajira-Corredor Cesar, categoría que no sólo delimita un espacio geográfico
sino también cultural, en el que se han definido una serie de problemáticas de investigación sobre la
evolución de los grupos humanos que poblaron el país.

Figura 2. Mapa de la Costa Atlántica con sus subregiones arqueológicas. Fuente: Groot 1989.
El área donde está enmarcado el presente estudio se localiza en la extensa región arqueológica
colombiana Guajira - Corredor Cesar, que comprende el macizo y planicie central guajira, que se
extienden desde las estribaciones de la Cordillera Oriental y el piedemonte de la Sierra Nevada de
Santa Marta, hasta la franja costera y hoya del río Cesar. Abordar la Arqueología de la Guajira en
general, implica tener en consideración las problemáticas arqueológicas planteadas desde antaño
para la Costa Caribe y el noroccidente de Venezuela, por la particularidad de su situación geográfica
como por la presencia de diversas y complejas manifestaciones culturales prehispánicas. En tal
sentido, cobra importancia, el área inscrita en el presente estudio.

El área de estudio, es un sitio obligado de paso al Magdalena Medio y constituye un corredor natural
entre la Costa Atlántica y la cuenca de Maracaibo, no obstante, cuenta con un número reducido de
investigaciones a pesar de su importancia estratégica para comprender las dinámicas de
poblamiento y ocupación del norte del país, como los nexos entre las llanuras del Caribe y las zonas
altas del interior del país, por cuanto el estado del conocimiento es general y es poco lo que se
conoce acerca de la secuencia de ocupación y los grupos humanos asentados en la región durante
la época prehispánica, más aún cuando se alude a los periodos más antiguos referidos en la
arqueología colombiana. Como se colige de la literatura arqueológica y de las evidencias registradas,
en época prehispánica la región fue un centro de contacto e interacción en torno a la Serranía de
Perijá y su vertiente occidental. Por su parte, la hoya del río Cesar sirvió como corredor hacia el
Magdalena medio, en donde se evidencia la influencia de estas culturas, aunque con algunas
modificaciones (Groot, 1989)

La arqueología de la Península de la Guajira se encuentra estrechamente ligada a la arqueología


del noroccidente de Venezuela dada las condiciones climáticas que comparten ambas zonas, a la
cual Ardila (1990) denomina región Guajira – Paraguaná- Norte del Lago de Maracaibo; versión
compartida por Sanoja y Vargas, según la cual “vías fluviales importantes como el río Zulia, cuyas
nacientes se encuentran en la divisoria de aguas con la cuenca del río Magdalena deben haber
servido para comunicar el sur del lago de Maracaibo con el noroeste de Colombia durante el período
precolombino” (2003: 188). Los hallazgos más importantes reportados en cercanías de Venezuela
datan desde finales del pleistoceno y cuentan con restos de mega fauna, en sitios de gran relevancia
como El Jobo (Rouse y Cruxent, 1966), Muaco (Rouse y Cruxent, 1966) y Taima- Taima (Cruxent,
1967; Bryan et al, 1978; Ochsenius, y Gruhn, 1994). Tales yacimientos ampliaron la discusión acerca
del poblamiento americano y la etapa paleoindia.

En comparación, es escasa la información sobre las primeras exploraciones arqueológicas en la


Península de la Guajira, que a diferencia de otras regiones del país, apenas se remontan a la
segunda mitad del siglo XX. En 1953, una comisión conformada por Korn y Harrington excavó varios
yacimientos en la frontera colombo-venezolana, lamentablemente los resultados no fueron
publicados (Ardila, 1990). Pocos años antes, el geólogo Víctor Oppenheimen (1941) divulgó el
hallazgo de extensos sitios en el curso medio del río Ranchería, en donde los esposos Reichel-
Dolmatoff, entre 1946 y 1950, adelantaron el primer estudio sistemático sobre las sociedades agro-
alfareras de la región. En este trabajo pionero realizado por Alicia y Gerardo Reichel–Dolmatoff
(1951), se caracterizó cronológicamente varias franjas del río Ranchería, especialmente en el
municipio de Barrancas, a partir del cual, propusieron los periodos Loma, Horno y Cocos
correspondientes a las tradiciones cerámicas conocidas como Primer Horizonte Pintado y el periodo
Portacelli correspondiente al Segundo Horizonte Pintado, renombradas posteriormente por Tartusi
et al (1984) como Tradición Hornoide y Ranchoide respectivamente.
En estudios posteriores, la pareja realizó excavaciones a orillas del río Azúcar Buena en
colimaciones del departamento del Cesar, en donde se identificaron los tipos cerámicos conocidos
como Tairona propio y Tairona asociado, mostrando una estrecha relación de sociedades que
habitaron la península con grupos de la Sierra Nevada de Santa Marta (G y A. Reichel–Dolmatoff,
1959). La influencia de poblaciones provenientes de Venezuela fue de nuevo advertida en estudios
comparativos entre grupos de la Sierra Nevada y la Guajira, con aquellos provenientes de los
alrededores del lago de Maracaibo y la parte alta de los ríos Zulia y Catatumbo (Reichel–Dolmatoff,
1965; Wagner, 1978; Gallagher, 1976); así como los trabajos arqueológicos y lingüísticos de José
Oliver (1989, 1990) sobre los posibles orígenes y la expansión binacional de los indígenas Wayúu
de la Guajira colombo- venezolana.

Los hallazgos y trabajos que desde la década de los cincuenta tuvieron auge en la región, y en
especial aquellos con evidencia de megafauna, estimularon exploraciones en busca de sitios de
cazadores recolectores por parte del arqueólogo Gonzalo Correal (1977). El investigador logró ubicar
tres sitios: Carrizal, con presencia de artefactos líticos, tiestos cerámicos y gran densidad de conchas
y caracoles; Kamuchisáin, con una cantidad total de 60 fragmentos líticos en cuarzo; y por último la
Serranía de Cosinas, considerado por él como sitio pre cerámico de la Guajira colombiana debido a
su industria lítica. Posteriormente y dada la coyuntura de varias exploraciones en busca de carbón,
en la península se realizaron estudios de impacto ambiental y arqueología de rescate, entre los que
principalmente se encuentran los desarrollados por Gerardo Ardila. Estos trabajos, se realizaron en
el área de El Cerrejón y el litoral guajiro, apoyándose en los trabajos anteriores de Botiva (1981,
1982) quien registró los sitios y midió su potencial.

Los trabajos de Wagner (1978), Ardila (1996) y Tartusi (1984) en Apûin, Cuzi, Moriche y
Campamento (sitios más al norte de aquellos ubicados para entonces), identificaron la presencia de
la tradición cerámica Malamboide (planteada por Angulo Valdez en 1981) en el área. Esta tradición
había sido hasta entonces planteada por Angulo Valdez con posible influencia desde el
departamento del Atlántico (Colombia) hasta Las Antillas, y luego en los trabajos citados se reconoció
que estaba relacionada con la dispersión de la cultura Arawak (Lathrap y Oliver, 1987; Oliver, 1990).
Los yacimientos ubicados en el curso medio y bajo del río Tapias (Ardila, 1985, 1986) arrojaron
nuevos aportes, como la pertenencia de los grupos ahí asentados a las culturas que desarrollaron la
tradición Ranchoide. Por su parte, el sitio de San Ramón, y el curso bajo del río Ranchería, arrojó
evidencias de complejos cerámicos del periodo Portacelli, pero también tipos cerámicos que
coinciden con aquellos Tairona, tales como cerámica negra pulida y figuras antropomorfas (Ibíd,
1996)

Al continuar las exploraciones para los megaproyectos de infraestructura y extracción, se hicieron


prospecciones arqueológicas en El Cerrejón (Botiva, 1982); El Palmar (Ardila, 1983), La Patilla y
Paredón (Ardila, 1984); Jepirachí Alta Guajira (Ruiz, 2002), El Hatillo (Caro, 2003) Ranchería y San
Juan del Cesar (Chacín y Romero, 2004); Manaure (Hernández, 2005); La Loma, La Jagua de Ibirico,
Chiriguaná y Barrancas (Osorio, 2007); La Jagua del Pilar, San Alberto, Curumaní y Hatonuevo
(Chacón, 2009); cuenca media alta del río Ranchería en San Juan del Cesar, Distracción y Fonseca
(Rodríguez Triviño, et al, 2007; Rodríguez, et al. 2009-2010). Cabe resaltar los trabajos de
prospección y planes de manejo arqueológicos de Sergio Rivera (1992) correspondientes a la línea
Cuestecitas – Majayura, en el que se ubican tres asentamientos cercanos a varias fuentes hídricas
entre ellos el río Carraipía y sus afluentes, cuyo material según el investigador pertenece a los tipos
Portacelli del Segundo Horizonte Pintado. También se encuentran enterramientos con cerámica
correspondiente a este horizonte cuya cronología va desde “el siglo VIII de nuestra era hasta poco
antes de la conquista europea” (Rivera, 1992: 174)

A su vez, se encuentra la investigación realizada por Langebaek et al (1998) en el curso medio del
río Ranchería, la cual prestó especial atención a los cambios climáticos, el cálculo demográfico y los
patrones de asentamiento. Entre tanto, las cronologías establecidas para las áreas de influencia de
este trabajo, en el sito El Fermín inician con los complejos Loma-Horno o primera ocupación,
seguidos de los tipos Cocos y Portacelli, considerados por Langebaek como correspondientes a la
segunda ocupación, quedando en duda una ocupación anterior de tipo pre cerámico en los lotes 117
y 119 del sitio en mención.

Por último, encontramos el informe de prospección arqueológica en la zona Proyecto Embalse río
Ranchería (Rodríguez Triviño et al, 2007), en la cuenca media alta del Ranchería, correspondiente
a San Juan, Distracción y Fonseca, cuyos datos aportaron a la discusión en torno a las dinámicas
ambientales y de subsistencia. A partir de la identificación de puntos con gran potencial arqueológico,
José V. Rodríguez coordinó trabajos de arqueología de rescate en los sitios Santa Helena, El
Cercado y El Espinito (2009). En estos sitios se identificaron tres periodos de ocupación
correspondientes a las ya conocidas Tradiciones Malamboide, Hornoide y Ranchoide. Estos sirvieron
de abre bocas para la publicación final llamada Espacios Rituales y Cotidianos en el Alto río
Ranchería, La Guajira Colombia (Rodríguez et al, 2010)

A la fecha, este es el último libro publicado acerca de la arqueología del departamento, cuya área de
influencia estaba comprendida entre el piedemonte de la Sierra Nevada de Santa Marta y el curso
alto del río Ranchería. Los sitios reportan dos periodos de ocupación; el primero es el Loma-Horno-
Cocos, el más antiguo ya en la era cristiana, con evidencias de agricultura intensiva de maíz, lo cual
se evidencia con presencia de metates y manos de moler. El segundo periodo, el Portacelli,
compuesto por dos fases, una de ellas relacionada estrechamente con los tipos Tairona propio y
asociado definidos por A. y G. Reichel-Dolmatoff (1956). En términos generales se puede decir que
este estudio aporta en el conocimiento de las formas de los asentamientos y cuenta con análisis de
abundante industria lítica, enterramientos, cuentas, y cerámica; además de evidenciar una
devastadora degradación ambiental debido a la presión demográfica y luego del contacto, a la
introducción de otras formas de construcción y la cría de cabras

Casi todo el material bibliográfico coincide en determinar que la región tiene un gran potencial
arqueológico, que ayudarían a responder las preguntas y llenar los vacíos que van quedando a
medida que se amplía el panorama arqueológico tanto en la Guajira, como los estados y
departamentos cercanos de Venezuela y Colombia.

3.2 Periodización

Dentro del desarrollo precerámico y siguiendo las apreciaciones de Cruxent (1971), la etapa
paleolítica en el norte de Suramérica se puede dividir en tres grandes fases, a partir de la tipología
de los materiales líticos registrados, que hablan de una evolución de sus estrategias adaptativas y
sus medios de subsistencia. El autor calcula la llegada de los primeros grupos humanos al
noroccidente de Venezuela entre el 20.000 al 24.000 A.P., coexistiendo con fauna extinta como
mastodonte, gliptodonte, megaterio y caballo americano entre otros (Gutiérrez, 2010). En la primera
etapa los grupos desarrollaron la cacería directa (24.000 al 18.000 A.P.), con artefactos de “tipo
vetusto” o constituido por una industria de artefactos sobre lascas y núcleos, los cuales se fabricaron
empleando, de manera preferencial, la técnica de percusión directa a fin de obtener instrumentos
como raederas raspadores y cuchillos entre otros.

El segundo sistema consiste en la cacería semi-directa (20.000 al 14.000 A.P.) con una tecnología
“transicional”, conservando su equipo instrumental anterior pero mejorando algunas formas como
litos triangulares rematados en ángulo utilizados como cuchillos o punzones; durante el tercer
estadio, se practicó la cacería a distancia (16.000 al 8.000 A.P.), representado por las puntas de
proyectil del tipo Jobo y el uso de propulsores, con los cuales, se podía atacar presas más pequeñas
y veloces como venados, conejos y roedores, este cambio hacia la caza individual repercutió en el
sistema económico y en la estructura social. Para establecer esta periodización, el autor se basa en
una diferenciación tipológica de los artefactos líticos y las dataciones obtenidas en El Jobo (16.880
A.P.) y Taima-Taima (14.000 - 12.500 A.P.), que constituyen los sitios mejor documentados para el
área septentrional del continente Suramericano (Rouse y Cruxent, 1966, 1967; Ochsenius y Gruhn,
1994)

En cuanto a la etapa cerámica, gracias al trabajo pionero de los esposos Reichel-Dolmatoff (1951)
en las principales venas hídricas del corredor Cesar-Guajira, desde muy temprano se cuenta con
una cronología relativa muy desarrollada en la península. La obtención de fechas de C14 en
investigaciones posteriores enfocadas tanto en arqueología básica como en arqueología preventiva,
ratifican dicha periodización, introduciendo algunas variaciones gracias a la obtención de fechas de
C14 (Ardila, 1983, 1984, 1996; Tartusi et al, 1984; Socarrás, 2003; Rodríguez, 2009) y la definición
de nuevas tradiciones como la Serrana, en la cual, se agrupan elementos que se diferencian de la
evidencia reportada en la vertiente oriental de la Sierra Nevada y la hoya del río Ranchería
(Rodríguez et al, 2010: 65-66)

A partir de sus excavaciones en el Ranchería medio y la cuenca del río Cesar, A y G. Reichel-
Dolmatoff establecieron una cronología relativa basada en correlaciones tipológicas y estratigráficas
de los complejos cerámicos excavados en los sitios La Loma, El Horno, Los Cocos y Portacelli, al
que llamaron Primer y Segundo Horizonte Pintado. En el primer periodo, la decoración del complejo
cerámico Loma, se característica por motivos pintados y ejecutados con líneas color negro sobre un
baño crema y delimitada en rojo, formando volutas sigmoideas (Loma Policroma) y una variante, en
donde se repite el motivo pero con incisiones sobre la coloración negra por humo (Loma Negra
Incisa). En el periodo siguiente -Horno-, se mantienen las características de los tipos cerámicos
anteriores, con la variante de la introducción plástica de protuberancias bioformes o en grano de café
(Horno Rojo sobre Crema). Por su parte, el periodo Cocos sería una fase de transición entre los
periodos Horno y Portacelli, caracterizado por la aparición de un tipo de urnas funerarias con baño
blanco (Cocos Blanco Pintado)

Tomando como punto de partida la idea difusionista de diferentes oleadas de migración humana
poblando el área, plantearon la existencia de un mismo desarrollo cultural policromo ubicado en los
comienzos de la era cristiana, constituido por la secuencia Loma-Horno-Cocos, sucedido por un
complejo bicromo, producto de la llegada y superposición de una cultura diferente en el periodo
Portacelli. Este cambio en la cerámica está representado en el tipo Portacelli Negro sobre Rojo,
caracterizado por la decoración pintada con motivos geométricos u ornitomorfos ejecutados con
líneas negras sobre un baño color rojo; y el tipo Portacelli Carmelita Tosca, distinguible por su borde
adelgazado y doblado hacia afuera, con impresiones digitales sobre el mismo. El hallazgo de
cerámica corrugada en los niveles superiores, sugirió la existencia de dos fases en el periodo
Portacelli. En un primer momento, esta cronología se nutrió con las fechas de radiocarbono obtenidas
por Ardila en los sitios el Palmar (1983), la Patilla, el Paredón (1984) en el Ranchería medio y San
Ramón en el litoral (1996).

De acuerdo con las fechas referidas en los cortes Rio III, Rio IV (Palmar) y Patilla III (Patilla) en
contextos de enterramiento, la ocupación más antigua en el Ranchería medio inicia en el siglo VI
a.C., y se extiende casi 700 años, hasta el siglo II d.C., durante el cual, fueron populares los tipo
asociados al complejo Loma. Después de este lapso, la persistencia de los tipos Horno Rojo sobre
Crema y Horno Negra Incisa asociados a una fecha de 585 ± 75 d.C. extraída de una muestra de
carbón de un basurero excavado en Patilla II (Patilla), marcan el final de la ocupación
correspondiente al periodo Horno, a la cual, se le asigna una duración aproximada de 500 años.

Si bien, en un primer momento Ardila retoma la periodización de A. y G. Reichel-Dolamtoff, tan sólo


adopta sus estilos cerámicos (Loma-Horno-Cocos-Portacelli) y se inclina por seguir la nomenclatura
elaborada por Tartusi et al. (1984) para la cuenca de Maracaibo, pues desde la perspectiva de la
ecología histórica, las dos áreas se encuentran estrechamente relacionadas. Esta cronología alude
a tres momentos arqueológicos que comparten un conjunto de rasgos y elementos estilísticos de un
sitio representante. Para el caso que nos ocupa, y dispuestos en su orden de antigüedad, los tres
bloques serían las tradiciones Malamboide, Hornoide y Ranchoide.

Con base en la cronología y localización del Primer Horizonte Pintado en el sur de la Guajira y la
cuenca del Cesar, Ardila resalta las similitudes encontradas por Gallager y Zuchi entre los tipos
policromos de la secuencia Loma-Horno y la cerámica de los periodos Hokomo de La Pitía (fechado
en 1880 ± 110 A.P.) y el complejo Tocuyano de Venezuela (Ardila, 1983: 46; 1996: 178-188), para
respaldar la hipótesis de un origen común de la Tradición Hornoide o Primer Horizonte Pintado en
los llanuras venezolanas (Gallager, 1976; Lathrap, y Oliver, 1987; Oliver, 1990)

Con relación al Segundo Horizonte Pintado, la datación es más completa pues se dispone de un
mayor número de fechas (Ardila, 1983, 1984, 1996; Socarrás, 2003; Rodríguez et al, 2010). El primer
rasgo sobresaliente es la ocupación simultánea de la cuenca del río Ranchería y el área costera. En
el Palmar en contextos de enterramiento asociados con los tipos Portacelli Carmelita Tosca y
Carmelita Lisa, las fechas indican una extensión de la Tradición Ranchoide hasta el siglo XII d.C.,
(Ardila, 1983). Las dataciones en San Ramón encajan con las dos fases del periodo Portacelli, la
primera se ubica en el 750 d.C., con una duración aproximada de 150 años, mientras que la segunda
fase 900 d.C. al 1050 d.C. En su trabajo en el sitio Oreganal, Socarrás (2003) retoma los sitios
evaluados por los esposos Reichel-Dolmatoff (1951), a partir de una fecha extraída de un contexto
agrícola (1430 ± 40 d.C.) establece la extensión del periodo Portacelli hasta el siglo XV d.C.

Por último, Langebaeck (1998) resalta dos problemas de esta terminología y periodización: por un
lado, la terminación oide presupone relaciones históricas o estilísticas con el primer sitio excavado,
más no necesariamente con el más antiguo; por otro, la falta de sitios y fechas de carbono 14
asociadas con cerámica malamboide en la Guajira, indican que esta tradición sólo es un poco más
temprana que el Primer Horizonte Pintado y por ende, no es necesario separarlos. Razón por la cual,
propone dos grandes ocupaciones, en la Primera integra los complejos Loma-Horno y en la Segunda
los tipos Cocos-Portacelli.

En el presente estudio, se opta por presentar los datos a partir de las tres grandes tradiciones
arqueológicas en la Guajira, para el periodo cerámico (ver Figura 3)
Figura 3. Diagrama cronológico sobre fechas radiocarbónicas de la Península de la Guajira. Fuente: Ardila (1996)
3.2.1 Evidencias de ocupaciones tempranas.
Una de las problemáticas arqueológicas más interesantes en la región es el poblamiento de la
Guajira. En torno a ello, se postulan diferentes estrategias de adaptación y condiciones de vida de
los primeros grupos de cazadores recolectores, tomando como fuente de información las
investigaciones adelantadas en la región Guajira – Paraguaná- Norte del lago de Maracaibo. En
general, la presencia de cazadores recolectores en la Península de la Guajira se ha asociado con el
hallazgo de puntas de proyectil tipo Joboide (el cual, se explica más adelante), choppers y
raspadores plano-convexos de pedernal en el medio (Langebaek, 1998) y alto (Rodríguez, et al,
2009, 2010) río Ranchería y estaciones líticas al aire libre con fragmentos de cerámica y conchas en
Carrizal y abundantes fragmentos de cuarzo en Kamuchisáin (Correal, 1977)

Por su parte, en la franja piedemontana al oriente del medio Ranchería, ubicado en la población de
Machobayo, Ardila registra un pequeño yacimiento posiblemente precerámico, Maguaipa,
compuesto por artefactos líticos, 7 raspadores cóncavos, elaborados mediante percusión directa
sobre nódulos de chert amarillo, 3 cuchillas o láminas prismáticas y 3 lascas de uso múltiple (Ardila,
1996: 57-59). Por su parte, en la suela media alta del mismo río, en la ciénaga de la finca Palmarito,
en el municipio de Barrancas, se reportó el hallazgo de un conjunto lítico en donde se destacan 1
preforma de punta de proyectil, raspadores terminales sobre nódulo, choppers, lascas prismáticas,
triangulares y en cuarzo cristalino (Rodríguez et al, 2009: 70-71), y hasta aquí los pocos datos con
los que se cuenta para este oscuro período de la historia regional del norte de nuestro país. Lo que
demuestra la necesidad de ahondar en el entendimiento de esta etapa, mediante un amplio estudio
de sitios pre-cerámicos (de preferencia estratificados) en la península, con el fin de desarrollar una
secuencia evolutiva de los primeros pobladores en términos de tecnología, patrones de movilidad y
estrategias adaptación.

Con base en la evidencia y siguiendo los planteamientos de Correal (1977), el poblamiento de la


Guajira estuvo ligado a las rutas de migración de los primeros grupos humanos que ingresaron desde
el Istmo de Panamá hacia la región del Darién en el Pleistoceno. Estos grupos poseían un sistema
tecnológico flexible y sencillo, capaz de adaptarse a diversos ecosistemas del área caribeña y sin
preferencias ambientales marcadas. En este orden de ideas, a la Guajira se movilizaron grupos de
pescadores y cazadores provenientes del Alto Sinú y la Serranía de San Jacinto1, cuya industria lítica
se caracterizaba por raspadores laterales, terminales y triangulares utilizados en actividades de
cacería, así como lascas concoidales y navajas triangulares relacionadas con la preparación de
pescado.

En la Guajira colombiana, Correal (1977) reportó un sitio pre-cerámico en la Serranía de Cosinas,


con evidencia superficial de raspadores terminales y laterales, indicando una similitud con la industria
lítica del Alto Sinú. No obstante dicho planteamiento unilateral, como expresan Vargas y Sanoja
(2003) el noroccidente de Venezuela y el norte de Colombia, desde épocas muy tempranas, han sido
regiones abiertas a las influencias culturales y migración de grupos indígenas en ambas direcciones.
Por ello, los importantes hallazgos en la hoya del río Pedregal, El Jobo (Rouse y Cruxent, 1966),
Muaco (Rouse y Cruxent, 1966) y Taima- Taima (Cruxent, 1967; Bryan et al, 1978) revitalizan las

1
Se debe tener en cuenta que en época pleistocénica, la franja costera se prolongó cubriendo parte de los
departamentos de Córdoba, Sucre y Bolívar, hasta las inmediaciones de la Serranía de San Jacinto.
discusiones al reevaluar las teorías en torno al poblamiento del continente americano y por ende, el
norte de Suramérica.

A partir de las excavaciones en El Jobo, Cruxent planteó como hipótesis la existencia de un complejo
lítico antiguo anterior al 30.000 A.P., anterior a puntas de proyectil tipo Clovis; compuesto por
“instrumentos crudos de nódulos y lascas, pasando por las puntas lanceoladas y terminando con las
puntas trianguloides de pedúnculo” (Cruxent, 1967: 3), denominado tipo Joboide. Se obtuvo una
fecha de radiocarbono de 16.880 A.P. a partir de una muestra de huesos de Gliptodon (Rouse y
Cruxent, 1966), la cual no fue aceptada por la comunidad científica con facilidad pues se adujo que
se trataba de artefactos líticos “inconclusos”. Destaca además la existencia de artefactos de forma
bi-piramidal sobre nódulo, adscritos a dicho complejo, los cuales hacen presencia también en los
valles cálidos de El Zulia, Los Patios y Cúcuta en Norte de Santander (Gutiérrez, 2007), además de
puntas de proyectil y actividades discretas de cacería de megaherbívoros (Correal, 1993). En Taima-
Taima, el hallazgo de fragmentos de puntas de proyectil en la pelvis de dos mastodontes, fechada
entre 14.000 y 12.500 A.P., a su vez, asociados con artefactos de lascas y una categoría de
instrumentos atípicos designados “tools of expediency” en un contexto de matanza, no sólo apoyan
la hipótesis de la existencia de una industria pre-lítica o litos crudos, sino la antigüedad de la misma
(Ochsenius y Gruhn, 1994)

En el mismo sentido, las investigaciones en Falcón-Lara en el noroccidente de Venezuela han puesto


de relieve la amplia distribución de los artefactos asociados tecnológicamente al Complejo Joboide.
Sitios como Monte Cano en la península de Paraguaná, son multifuncionales demostrando la alta
movilidad de estos cazadores recolectores joboides y un patrón de explotación generalizada, a
diferencia de los portadores de tradiciones desarrolladas en las planicies norteamericanas, por lo
cual, “podemos pensar que se trata de varias bandas ocupando y explotando diversos eco-nichos y
diversas materias primas pero manteniendo conceptos tecno-morfológicos comunes a todas ellas a
nivel lítico” (Jaimes, 1999: 108). Los cuales constituyen a su vez uno de los componentes tempranos
identificados, pero no el único, como lo atestigua la presencia de otros materiales de carácter también
expeditivo y elaborados mediante una tecnología de reducción simple en otras regiones y que no
comparten la morfología de los artefactos característicos de dicho Complejo. Ejemplos de ello lo
constituyen las evidencias reportadas por Correal (1977), Reichel-Dolmatoff (1986), Ardila (1996) y
Rodríguez et al., (2010)

En términos generales, las condiciones ambientales de los yacimientos arqueológicos referidos para
los estados de Falcón y Lara, son equiparables a las encontradas en la Guajira. Sin embargo, a
pesar de los estudios adelantados, no existe claridad sobre las condiciones geográficas y ecológicas
en las cuales se desarrolló la vida a finales del Pleistoceno y comienzos del Holoceno en la
macroregión. Para algunos investigadores, la fauna representada en los yacimientos de Muaco, son
un indicador de un clima húmedo con vegetación exuberante, a diferencia de la aridez y cardonal
actual (Rouse y Cruxent, 1966). Por el contrario, los datos obtenidos en Taima-Taima apuntan hacia
una continuidad desde el Pleistoceno en las condiciones climáticas y de vegetación en el cinturón
árido pericaribeño, que se extiende hasta las Antillas Holandesas y la Península Paraguaná-Guajira
(Ochsenius y Gruhn, 1994)

3.2.2 Tradición Malamboide.


Aún no existe claridad sobre los procesos de evolución social de los grupos cazadores recolectores
durante el Holoceno y su relación con las primeras sociedades alfareras en la Guajira, razón por la
cual, existe un vacío en el estado actual del conocimiento que nos acerque a la comprensión de la
transición al periodo Formativo en ésta región del país. Si bien el foco de investigación de esta etapa
tradicionalmente ha sido la Costa Caribe, para la región disponemos de evidencias que darían cuenta
de un modo de vida más sedentario, el uso de la alfarería y el inicio de la vegecultura, conocida como
Tradición Malamboide. No se dispone de mucha información sobre este periodo en la Guajira
colombiana, sin embargo, los estudios adelantados en el nororiente de Venezuela, en los
yacimientos de Las Tortolitas –Alfarería A- (Arvelo y Wagner, 1983), El Campamento, Marichén y
Cuzi (Tartusi et al, 1984), se asignan dentro de esta tradición dadas ciertas semejanzas en la
utilización de incisiones anchas (sigmoideas y curvilíneas) en la decoración de las vasijas, rasgos de
la cerámica modelada incisa hallada el sitio de Malambo (Angulo, 1981)

Este último, constituye el sitio epónimo de donde toma el nombre la Tradición, por cuanto se trata de
los vestigios de una población ribereña y sedentaria, que aparece hacia el año 1130 a.C., en los que
se encuentra cerámica, más rica en formas que la de otros períodos anteriores referidos para otras
zonas aledañas como lo constituye el litoral y el bajo magdalena. Dicha cerámica se caracteriza por
elementos modelados, delimitados por anchas incisiones. Según las fechas disponibles, la tradición
Malambo tendría una duración en esta región de unos 1800 años (1130 a.C. a 710 d.C. En: Angulo
1981: 36 y 168). La Tradición Malamboide se popularizó ampliamente en todo el corredor árido
pericaribeño, desde las bocas del río Orinoco, las Antillas, la Península de la Guajira, el Atlántico e
incluso el Golfo de Urabá (Langebaek, 1996; Ardila, 1996). Esta hipótesis se basa en la comparación
entre la distribución actual de las lenguas arawak y la tradición modelada incisa en el norte de
Suramérica. Sin embargo, Oliver (1990) va más allá proponiendo que el estilo procedente de Cuzi,
Campamento y La Pitía es producto de etnias proto-Guajiras-Wayúu.

A la luz de la evidencia lingüística y arqueológica, la expansión de las lenguas proto-Maipurana, tuvo


su origen más remoto del tronco lingüístico Arawak en el centro del Amazonas, alrededor de 5.000
o 3.500 años A.P., fecha en la cual, los grupos comenzaron su larga expansión por el Llano y el
Orinoco hasta la parte septentrional de Suramérica (Oliver, 1990). En el caso de la península, no ha
sido posible la identificación de este tipo de yacimientos en la cuenca del río Ranchería. No obstante,
el único sitio reportado en la guajira colombiana, Apüin, se sitúa sobre las márgenes de Bocas de
Apure, en cercanías al Cabo de la Vela, en la Alta Guajira (Ardila, 1996), demostrando la adaptación
de los grupos malamboides a las condiciones de litoral y su preferencia por asentamientos
estratégicos en la desembocadura de los ríos.

En el yacimiento Apüin, predominaron los tipos Jepira incisa ancha y Jepira incisión angosta 2,
definidos por el investigador. La ausencia de tipos similares en los sitios aledaños y su localización
en un área delimitada, indicó “que estos tipos fueron importados y que no formaban parte del
repertorio estilístico de los pobladores del lugar” (Ardila, 1996: 65). Posiblemente, estos tipos son
producto de contactos e interacciones con grupos contiguos, residentes en el occidente de la
península, en inmediaciones del lago de Maracaibo, como Cuzi o Campamento. Por otra parte, se
reporta la aparición de cerámica incisa acanalada en el medio-alto río Ranchería, en un contexto
ritual identificado en el sitio El Cercado, mostrando que la cerámica con cualidades estilísticas de
carácter malamboide “se introduce y mezcla con el Primer Horizonte Pintado” (Rodríguez, 2010:
122), como había propuesto Ardila (1996: 90, gráfica 5)

2
No se cuenta con una descripción de este tipo cerámico en la publicación “Los tiempos de las conchas” (Ardila, 1996)
En síntesis, pese a la amplía dispersión de la Tradición Malamboide en el norte de Surámerica, la
evidencia muestra una distribución discreta y específica de los yacimientos. Si bien hasta el momento
no se disponen de una datación precisa de estos contextos en la Guajira colombiana y debemos
utilizar el método de comparación para extraer conclusiones (Langebaeck, 1998) al respecto, son
fuertes las equivalencias en las adaptaciones a la vida ribereña y lacustre en el interior de la llanura
del Caribe, conducentes a un estilo de vida sedentario y una agricultura más eficiente, con los demás
yacimientos del tipo modelado-inciso en su extensa franja de aparición. Haciendo uso de la analogía
y tomando como punto de referencia los hallazgos en Malambo (Angulo, 1981), podría pensarse que
los grupos humanos asentados en la Guajira durante este periodo, sustentaron su economía en el
cultivo de la yuca, la cacería de mamíferos terrestres, la pesca y la esporádica recolección de
moluscos.

3.2.3 Tradición Hornoide


Los yacimientos ubicados en las tierras bajas de la costa atlántica han permitido documentar el inicio
del sedentarismo, el desarrollo de la agricultura y el establecimiento de la vida aldeana durante la
etapa Formativa (Reichel-Dolmatoff, 1986); en el contexto regional de La Guajira, la Tradición
Hornoide se considera una etapa formativa tardía por su posición cronológica que data de hace 500
años antes de la era cristiana (2450 A.P) al siglo VIII de nuestra era (1300 A.P.) (Ardila, 1996;
Rodríguez, 2010) y comprende los periodos Loma-Horno caracterizados por la presencia de
cerámica policroma (Reichel-Dolmatoff, 1951). De acuerdo con la cronología establecida por Tartusi
et al (1984), el sitio cabecera de esta tradición es El Horno, excavado por los esposos Reichel-
Dolmatoff (1951), pues en el complejo Loma-Horno se evidencia un fuerte desarrollo de la tecnología
cerámica para uso diario y una experimentación gradual en la manufactura, forma, decoración y uso
de la misma.

En cuanto al origen y distribución de este estilo, para algunos autores (Gallager, 1976; Oliver, 1990),
la policromía Tocuyanoide de La Pitía tuvo un desarrolló anterior a los complejos Loma-Horno en el
Ranchería, en el primero se nota una evolución de la policromía de menos a más, a diferencia de la
aparición súbita y plenamente desarrollada de los tipos Loma Policroma y Horno Policroma y sus
variantes. Sobre este presupuesto, los ancestros de los Tocuyanoides habrían migrado desde los
llanos y el Orinoco al área de La Pitía, colonizando después la cuenca del Ranchería (Oliver, 1990)

En el área peninsular, el patrón de asentamiento durante la Tradición Hornoide indica una ocupación
ribereña, principalmente enfocada en la cuenca del río Ranchería (Reichel-Dolmatoff, 1951; Ardila,
1983, 1984; Langebaeck et al, 1998; Socarrás, 2003; Rodríguez, 2009, 2010) y el río Tapias (Ardila,
1985, 1986). Los grupos Loma-Horno buscaron establecerse en sitios altos o no inundables próximos
a fuentes hídricas no estacionales, en donde pudieran solventar el problema de escases de agua
impuesto por las condiciones climáticas propias de la región.

La profundidad del estrato cultural de los basureros excavados en el sitio La Loma y El Horno, indicó
un modo de vida sedentario, así como una ocupación densa y prolongada a lo largo del Ranchería
(Reichel-Dolmatoff, 1951), corroborado por los estudios a escala regional. Langebaeck et al (1998)
identificaron dos aldeas o concentraciones de material (Fermín I y Piñón) durante la Primera
Ocupación, los pobladores privilegiaron el acceso a suelos de clase I, ricos en sedimentos por
encontrarse en las riberas del Ranchería.
Recientes investigaciones en el alto río Ranchería, indican una alta diversidad en el uso de los suelos
para los sitios más antiguos reportados para la tradición Hornoide. Por sus características, Santa
Helena fue una aldea agrícola desarrollada, en donde se reportaron los primeros antrosoles o suelos
construidos en la Guajira colombiana, dedicados a la producción de cultivos de granos y raíces por
su alta fertilidad -siglos I a.C. y I d.C.- (Rodríguez et al, 2010: 226). En contraste, El Espinito 3 delimita
espacios con funciones múltiples señalizados con banqueos como viviendas en círculos en piedra,
basureros, huertos medicinales protegidos contra la erosión por medio de cantos rodados,
enterramientos y cercados o “plazas ceremoniales” de forma rectangular conformados por hileras de
piedras, en donde se resalta banqueo denominado el “Cercado Mayor”, destinado a labores rituales
por la evidencia de ofrendas (figuritas en arcilla) (Íbid: 95-96). Construcciones líticas similares fueron
registradas en el sitio La Mesa (Reichel-Dolmatoff, 1959: 162-163) y consisten en una serie de
murallas de piedra delimitando las terrazas aluviales del río Azúcar Buena utilizadas para actividades
agrícolas, así como círculos de cantos rodados indicando áreas de habitación y enterramientos sobre
zonas más elevadas.

Al parecer, debido a condiciones climáticas más húmedas (50 a.C. y 550 d.C.), las sociedades
ribereñas basaron su subsistencia en un trabajo mixto, encaminado al desarrollo del cultivo y la
recolección como actividades paralelas, razón por la cual, el acceso a suelos aptos para sembrar fue
fundamental para su desarrollo y explica el patrón de ocupación disperso (Reichel-Dolmatoff, 1951;
Langebaeck, 1998; Sanoja y Vargas, 2003; Rodríguez Triviño, 2007; Rodríguez, 2010). A partir de
la asociación de evidencia indirecta, los esposos Reichel-Dolmatoff relacionan el hallazgo de
espátulas de cerámica negra, características del complejo Horno, con la elaboración de harina de
yuca o maíz, así como formas planas y discoidales, sugiriendo la preparación de tortillas y cazabe
(Reichel-Dolmatoff, 1951), a su vez, evidenciadas en El Espinito, en donde, predominaron formas
cerámicas como platos planos, budares, cuencos, vasijas aquilladas y copas, asociadas con el
periodo Loma-Horno (Rodríguez, 2010)

Aunado a lo anterior, algunas indagaciones recientes en torno a la transición de la vegecultura a la


semicultura y su relación con el cambio climático en la Guajira, utilizaron evidencia directa como
restos botánicos macroscópicos, concluyendo la existencia de maíz primitivo durante los periodos
Horno y Portacelli. Los resultados de estos estudios indicaron que la elección de las áreas de cultivo
estaban acompañadas de un mejoramiento del suelo mediante la aplicación de sedimentos ribereños
en las terrazas de ocupación, sobre las cuales no se ejerció una fuerte presión, pues la intensidad
del cultivo fue baja (Socarrás, 2003). Cabe anotar que la dieta estaba acompañada de otros recursos
ribereños.

3.2.4 Tradición Ranchoide, Interacción y Devenir Histórico Actual

De acuerdo con Reichel-Dolmatoff fue el desarrollo del cultivo del maíz, lo que permitió a habitantes
ribereños y costaneros que dependían de la combinación de recursos acuáticos y del cultivo de la
yuca, retirarse de los ríos y avanzar sobre las laderas montañosas del sistema andino, dando paso
a una vida más estable, una diversificación cultural, y un notable regionalismo (1986). Hacia finales
del siglo VIII de nuestra era, en la Península de la Guajira se aprecia un desarrollo cultural
significativo en donde prima la diversificación. En el registro se observa, cómo los patrones de
asentamiento se modifican en conjunto con las estrategias de subsistencia, aumenta la interacción
con múltiples regiones y la influencia de culturas vecinas se expresa en la cultura material.

Dicho periodo, denominado Segundo Horizonte Pintado, Tradición Ranchoide o Segunda Ocupación
(Reichel-Dolmatoff, 1951, 1959; Tartusi et al, 1984; Langebaeck et al, 1998) se extiende un poco

21
antes de la Conquista, con fechas cercanas al 1450-14303 de nuestra era, de acuerdo con las últimas
dataciones realizadas en el Ranchería medio (Socarrás, 2003)

Al igual que los periodos descritos en los apartados anteriores, durante este lapso de tiempo el
registro arqueológico nos habla de una estrecha relación con el noreste de Venezuela. La Tradición
Ranchoide se definió tomando como punto de referencia Rancho Peludo en la cuenca del río
Guasare, sitio cabecera del piedemonte de la Sierra de los Motilones y los ríos Socuy y Limón en la
baja Guajira venezolana (Tartusi et al, 1984). Para el caso colombiano, la tradición fue definida por
los esposos Reichel-Dolmatoff y corresponde al sitio, periodo y complejo cerámico Portacelli
(Carmelita tosca y Roja sobre rojo) incluyendo en algunos casos la cerámica Cocos (Ardila, 1996;
Langebaeck, 1998)

En comparación con los periodos anteriores, la propagación de éste estilo cerámico en los
yacimientos arqueológicos de la Guajira es muy alta. Ubicamos sitios en el interior de la península,
en el valle medio del río Ranchería (Reichel-Dolmatoff, 1951; Ardila, 1983, 1984; Langebaeck, 1998;
Socarrás, 2003) y la cuenca del Río Cesar (Reichel-Dolmatoff, 1951); extendiéndose sobre el
piedemonte cordillerano en el alto río Carraipía (Rivera, 1992) y el sureste de la Sierra Nevada en el
río Azúcar Buena (Reichel-Dolmatoff, 1959) y bordeando la cuenca alta del río Ranchería (Rodríguez
Triviño et al, 2007; Rodríguez et al, 2010); así como en el litoral guajiro, tanto en el bajo río Tapias
(Ardila, 1985, 1986) como en el bajo Ranchería (Ardila, 1996)

Como se evidencia en la localización de los yacimientos, la Tradición Ranchoide tuvo un importante


crecimiento poblacional y como consecuencia directa, un incremento del área ocupada. A diferencia
del periodo anterior, los habitantes del interior de la Guajira se desplazaron a territorios aledaños
buscando ambientes menos áridos en los deltas y piedemontes serranos, evidenciando una
transformación en los patrones de asentamiento. En los sitios Majayura y Carraipia, se identificó una
gran densidad de material cultural en las zonas altas y húmedas, lo cual corrobora la vocación
agrícola de la “gente Portacelli” (Rivera, 1992). En la costa, la ubicación estratégica de San Ramón
en un delta, estimuló la movilidad de sus habitantes, pues la ocupación del sitio estaba ceñida a las
estaciones, lo que permitió la obtención de una mayor diversidad de recursos naturales para el
mantenimiento de la comunidad (Ardila, 1996). No obstante, los grupos del periodo Portacelli
siguieron ocupando las terrazas aluviales aledañas a los valles de inundación, en donde, aldeas
como el Fermín y Piñón en el Ranchería medio, muestran un considerable incremento poblacional,
acompañado por el establecimiento de viviendas alejadas de la ribera (Langebaeck, 1998)

El análisis del registro nos conduce a un interrogante ¿Por qué la población se aparta de los
principales cursos de agua durante la última ocupación prehispánica en la Península de la Guajira?
Al respecto, se han postulado varias hipótesis complementarias que explican la modificación en el
comportamiento de la gente Portacelli. La más aceptada se basa en modelos teóricos que dan cuenta
de cambios sociales a partir de la transformación de las condiciones medio-ambientales de la época.
Hacia el 50 a.C. y el 550 d.C. sobrevino un importante cambio climático, promoviendo un aumento
de la pluviosidad y una reducción en el déficit hídrico en la región; esto le permite a la población
establecerse en áreas antes no exploradas (Langebaeck et al, 1998)

De manera simultánea, una mayor humedad permitió la modificación de las estrategias de


subsistencia, suscitando un “modelo explotación escalonada y diversificada de los diferentes
ecosistemas y recursos naturales” (Sanoja y Vargas, 2003: 202). Lo anterior indica que la población

3
Fecha calibrada.

22
de la tradición Ranchoide explotó una mayor variedad de ambientes que sus antecesores (Rodríguez
Triviño et al, 2007)

En San Ramón, durante la fase 1, vivieron grupos familiares dedicados a la pesca (70% de la ración
de proteína) y recolección ocasional de moluscos y crustáceos salinados; durante la fase 2
comienzan a imperar condiciones de sequía y la franja de bosque seco se extendió hacia las
ciénagas y lagunas, por lo cual, la subsistencia mudó hacia la cacería venado y conejo (25% de la
ración de proteína) (Ardila, 1996). A su vez, es importante destacar el hallazgo frecuente de material
lítico pulido (hachas, vinculados con el procesamiento de granos (entre ellos, hachas, yunques,
actividades de molienda y maceración), vinculados con el Segundo Horizonte Pintado (Rodríguez
Triviño et al, 2007; Rodríguez et al, 2010)

La aparición de metates y manos de moler con huellas de ahuecamiento en la excavación del sitio
Portacelli y su presencia mínima en la secuencia Loma-Horno según los hallazgos de A. y G. Reichel-
Dolmatoff (1951), indicaba una intensificación en el cultivo de maíz durante este periodo, que resulta
coetánea con la construcción de terrazas de cultivo en la Sierra Nevada de Santa Marta.

Si bien la mayor parte de las investigaciones coinciden en señalar una agricultura intensiva de yuca-
maíz durante el Segundo Horizonte Pintado (Rodríguez Triviño, 2007), posteriores investigaciones
reportan una gran cantidad de evidencia relacionada con el procesamiento de maíz en sitios como
El Espinito, asociados con la secuencia Loma-Horno (Rodríguez, 2010). Sin embargo, la región
viviría un proceso de “desecación gradual causada por una fuerte presión biológica” (Reichel-
Dolmatoff, 1951: 193), dado que los sitios arqueológicos se encuentran sobre antiguas terrazas
aluviales y en el curso de las excavaciones, se evidenció una capa de humus en los estratos más
profundos, de la cual carece el suelo actualmente. Por ello, los autores postulan que frente a la
erosión y aridez del paisaje actual, antiguamente Barrancas debía poseer una mayor humedad e
irrigación natural y por ende, una extensión de territorio apto para el cultivo.

En términos históricos y geográficos, proponen como factor de presión biológica el avance de las
sociedades agrícolas de la época sobre las áreas húmedas de la Sierra Nevada. Esta actividad
generó fenómenos de erosión de la tierra y deforestación, causando la desecación de los ríos desde
su nacimiento “privando a los pobladores agricultores habitantes de las tierras bajas, de su arteria
vital” (Íbid: 197). Partiendo de esta hipótesis, Langebaeck et., al (1998) evaluó sí la presión
demográfica durante la Primera Ocupación generó degradación ambiental en el Ranchería medio.

Los resultados de la investigación arrojaron datos sobre intensificación agrícola (abundancia de


metates y manos de moler) y aumento demográfico en el desarrollo de la Segunda Ocupación, en
donde no hubo necesidad de realizar adecuaciones o nuevas técnicas de producción, como canales
o distritos de riego, que obliga a replantear las consecuencias de la degradación ambiental.
Adicionalmente, el autor plantea que estos procesos en la Guajira, de ninguna manera parecen
relacionarse con el surgimiento y consolidación de sociedades complejas semejantes a los
cacicazgos en el Alto Magdalena o el área Muisca.

Por otro lado, según Ardila (1984), en los siglos IX d.C. y XIV d.C. se presentaron etapa de
inestabilidad cultural, en donde las sociedades estuvieron abiertas a influencias externas. Si bien es
difícil (aunque no imposible) apoyar por medio del registro un desequilibrio social, este permite
evidenciar contactos entre diferentes grupos. En los yacimientos pertenecientes a la Tradición
Ranchoide el hallazgo de cuentas de collar con incisiones, conchas de moluscos marinos y la
cerámica corrugada, remiten a una marcada actividad comercial con diferentes grupos sociales de
la zona (Reichel-Dolmatoff, 1951)

23
Durante la última fase del periodo Portacelli, aparece una cerámica corrugada identificada como
“atípica” (Íbid, 1951). De acuerdo con el análisis adelantado por Oliver (1990: 112-113), existió un
intercambio de modelos y estilos, ligado a contactos comerciales entre Kaketíos de la cuenca de
Maracaibo y Canoas en el Cabo de la Vela, que llevó a la adopción de las vasijas con bordes
multicintados o corrugado entre los grupos Portacelli y la aparición de la cerámica Roja/negro con
motivos zoomorfos ajustados a dibujos geométricos en la alfarería de Coro en Venezuela. Con base
en la evidencia de intercambios comerciales, Oliver postula un modelo de expansión de la policromía
tardía, en el cual sugiere que el “estilo Portacelli de extenderse hasta el periodo de conquista haya
sido elaborado por Canoas o Wanebucanes, asentados en la cuenca del Ranchería”, cuya dispersión
llama modelo de expansión de la policromía tardía (Íbid: 113)

Adicionalmente, son abundantes las evidencias de interacciones entre los grupos asentados en la
Sierra Nevada y los habitantes de la Guajira. Se suman los hallazgos de cerámica negra pulida
Tairona en El Palmar (Ardila, 1984), una cabeza ataviada con la vestimenta típica Tairona (Ardila,
1996) y la presencia de figurinas femeninas ceremoniales en el sitio Portacelli (Reichel-Dolmatoff,
1951). Como indican este tipo de evidencia, la naturaleza de la relación no se limita al intercambio
comercial y entra en el plano ceremonial o ritual.

La certeza de contactos con la Sierra Nevada, se puede apreciar en la recurrencia de cerámica


Tairona negra fina en los yacimientos de El Cercado, El Espinito y Santa Helena, en el Alto
Ranchería, que nos hablan de su influencia sobre las tradiciones “sabaneras” de la planicie Guajira
(Rodríguez et al, 2010: 231). La evidencia de cerámica negra de la tradición alfarera de la Sierra
Nevada en conjunto con una de fecha de 1350±60 d.C. en el “Cercado Mayor” en el sitio El Espinito
3 demuestran “que corresponde a una construcción lítica prehispánica con influencia serrana” (Íbid:
64). Mientras que, El Cercado se considera un sitio ritual o templo de los indígenas de la Sierra
Nevada, los restos “rituales de la cansamaría” (ofrenda) consisten en vasijas rituales y domésticas
con representaciones femeninas, figurinas antropomorfas y huesos de animales (Íbid: 61, 92, 130),
en donde se plasmaron conceptos sobre la vida y la muerte, relatos del mundo espiritual tanto de los
antiguos habitantes de la Guajira, como de sus pobladores actuales.

Efectivamente, varias de las estrategias, modos de vida y patrones de comportamiento esbozados


por la investigación arqueológica a lo largo de los últimos 60 años siguen presentes en las
comunidades wayúu actuales, residentes de este territorio ancestral. Si bien, durante la colonia los
europeos tuvieron relaciones esporádicas con las etnias que habitaban la península de la Guajira
(Barrera, 2000), al reconstruir el cuadro encontrado por los españoles hacia el siglo XVI de nuestra
era en la Guajira, es el de “pueblos de pescadores, recolectores y salineros en el litoral guajiro y del
lago de Maracaibo, pastores y comerciantes en el interior inmediato, y agricultores sedentarios en el
Bajo Magdalena y en la Sierra Nevada, quienes formaron un circuito de circulación de bienes
terminados y materias primas entre el noroeste de Colombia y la cuenca del lago de Maracaibo”
(Sanoja y Vargas, 2003: 202)

No obstante dicho conservadurismo, la influencia del proceso de colonización en la Guajira resulta


notable. La facilidad con la cual los guajiros introdujeron la cría de ganado-caprino, posiblemente se
deba a una conducta aprendida culturalmente desde la época prehispánica, cuando un drástico
cambio climático trajo consigo una sequía progresiva y con ella, la restricción de ecosistemas
húmedos como ciénagas, pantanos, manglares, ríos y afluentes en la región, obligando a una
modificación en las estrategias de subsistencia (Gallager, 1976, citado por Oliver, 1990). Con la
expansión del bosque seco, la cacería se volvió preponderante, en deterioro de la agricultura
ribereña, como se evidencia en la fase II del sitio San Ramón (Ardila, 1996). El abandono temprano

24
de cultivo intensivo de maíz crea las condiciones proto-históricas de los guajiros, cusinas y
paraujanos, pues coincide con las actividades de cacería, pesca y trueque de cultivos presentes en
la actualidad (Oliver, 1990). En otras palabras, el repentino cambio una sociedad agroalfarera a un
modo de vida cazador-agricultor prefigura al pastor wayúu de la sociedad moderna (Sanoja y Vargas,
2003: 203)

Sin duda, el contacto europeo desarticuló culturalmente los pueblos que habitaban la Península de
la Guajira. Un claro ejemplo de ello, es la introducción y rápida adopción del pastoreo caprino en
detrimento de las condiciones ecológicas locales. Siguiendo la evidencia arqueológica, es posible
postular que el deterioro ambiental por parte de los pobladores de la península se perfila como una
constante en tiempo desde la época prehispánica, ya sea, como consecuencia del aumento
demográfico (Langebaek, 1998) o la intensificación del cultivo de maíz (Reichel-Dolmatoff, 1951).
Por su parte, para Oliver (1990) la discordancia en las características estilísticas de la cerámica
Wayúu en comparación con sus antecesores, es producto de un traumatismo cultural generado por
el reajuste de valores, tradiciones y estrategias de subsistencia durante la introducción del pastoreo
caprino y bovino en la época colonial, con el resultado final del deterioro y posterior abandono de la
tradición alfarera prehispánica.

3.3. Referentes Etnohistóricos.

Las fuentes documentales indican que a la llegada de los españoles la península estuvo habitada
por varias comunidades indígenas, entre ellas cocinas, guanebucanes o wanebucanes, caquetíos,
makuiras, paraujanos, y wayúu, hablantes de lenguas pertenecientes a la familia lingüística arawak
(Ardila, 1996). Hacia el Cabo de la Vela había amplísimas sabanas, llenas de cardos y espinas,
habitadas por indígenas desnudos llamados cocinas, muy rápidos en su correr animosos en la pelea
contra lo que fuese necesario y se sustentaban de la pesca, la caza y de las cosechas. Hacia la
Sierra de Coquivacoa encontraron a los guanebucanes y caquetíos, donde hallaron sementeras con
abundancia de comida. En cercanías de Macoíra había muchos indígenas anatos, con los
guanebucanes y cocinas (Castellanos, 1997). Estas anotaciones muestran el carácter agrícola de
las poblaciones nativas del interior de la península, cuya práctica perdieron parcialmente con la
llegada de los españoles y la adopción del ganado caprino que contribuyo con el proceso de deterioro
ambiental Actualmente en las vegas del río Ranchería se continua con el cultivo de maíz que es
exportado hacia el interior del país (municipio de Albania, donde se conservan reductos del bosque
primario en las riberas del rio Ranchería, con monos aulladores), (Rodríguez, 2010).

Según los registros etnohistóricos investigados en el marco de las excavaciones realizadas en la


cuenca alta de río Ranchería por el profesor José Vicente Rodríguez y el equipo de la Universidad
Nacional de Colombia, para el siglo XVIII se calculaban aproximadamente 30.000 habitantes en La
Guajira, de los cuales cerca de 14.000 eran guerreros, “Amantes de su libertad, ritos y
supersticiones”, donde el Piache (sacerdote) continuaba jugando un papel religioso muy importante
(Restrepo, 1953, II:84). Para 1788 quedaban solamente 10.000 desde Sinamaica hasta Riohacha
viviendo el intercambio de palo de Brasil, vacas, mulas, jumentos, cabras por armas, herramientas,
mantas y coletas (Restrepo, 1953, II: 262). Henry Candelier a finales del siglo XIX apuntaba que los
nativos aguantaban hambre y sed durante largos periodos; cuando tenían muchos alimentos a su
disposición comían todo lo que podían, aún en la noche. Si por el contrario había escasez de
productos, aguantaban dos o tres días sin probar bocado (Candelier, 1994: 127).

Por su parte Juan de Castellanos se refería a una extraña costumbre de utilizar los excrementos en
esta región, donde eran consumidos, secos y molidos, para ser introducidos posteriormente por
donde salieron (Castellanos, 1997: 371).

25
Con la llegada de los españoles se inició el proceso de pillaje y vejaciones contra la población nativa
pues todos los navíos atracaban en la costa Caribe orientándose por el macizo de la Sierra Nevada,
apoderándose de los alimentos y vituallas de las poblaciones indígenas, desesperándolos a tal punto
que en 1554 los aborígenes de varios pueblos de la provincia de Santa Marta -Según las fuentes
escritas eran 400- se sublevaron por los maltratos cometidos en Buriticá, valle de Tairona,
generando un profundo malestar inclusive en la misma corona española (Friede, 1975, II: 153). Los
indígenas eran obligados a trabajar para los gobernadores, oficiales y encomenderos de la Corona
sin recibir ningún alimento de ellos, obligándolos a cargar hasta tres arrobas, sin importar la edad
fueran muchachos o ancianos. Sus mujeres e hijas fueron regaladas como cualquier presente y las
tumbas de sus ancestros saqueadas. Además los españoles introdujeron la modalidad de calpixque
(cuota por pillaje) a quien le daban la cuarta parte de todo lo que robaba entre los indígenas. Fuera
de eso, si se convertían en la religión católica eran sacados de las redes de infieles y dados a los
españoles para su servicio personal.

Finalmente los españoles ricos llegaban a tener 10 o 20 mujeres indígenas para su servicio, con las
que practicaban “suciedades”, y cuando se aburrían de ellas las regalaban para sacar más de los
pueblos. Este comportamiento a la temprana formación de mestizos, tanto que en algunos pueblos
había más mestizos que españoles o indígenas a principios del año 1560; estos también se
amancebaban con mujeres nativas incrementando a su vez el mestizaje (Friede, 1975, IV: 55, 60).

Las enfermedades como la viruela y el sarampión –en 1783 se presentó una terrible epidemia de
viruela que hizo estragos en Cartagena y Santa Marta- Sellaron este cuadro de tristeza y desolación,
reduciendo la población aborigen en casi un 90 %, pues como afirmaban los mismos españoles con
asombro (Friede, 1975, VII: 291) “No hay al presente la décima y aún la duodécima parte de los
indios que solía haber en la comarca de esta ciudad. La causa, dicen los naturales y aún los
españoles, que fue una general enfermedad que hubo de viruelas y sarampión, la cual asoló muchos
pueblos” (Rodríguez, 2010). De acuerdo con las mismas fuentes hispánicas traídas a colación por el
historiador Ernesto Restrepo (1953, I: 302, 253), los maltratos inhumanos, la guerra de tierra
arrasada, la matanza sin piedad, la esclavitud el hambre y las pestes que aplicaron los españoles
durante casi un siglo, diezmaron significativamente la población nativa, como quedo consignado en
los documentos escritos, habiéndose reducido de aproximadamente 500.000 indígenas –cifra muy
exagerada-que habitaban en las llanuras, selvas y la alta cordillera, a solamente 50.000 en 1968
cuando se acabó la Conquista, confinados como “nómadas infelices sin tierra para cultivar, sin
poblaciones para habitar”:

Cuando entraban a los pueblos robaban cuanto había en los bohíos, que luego quemaban y
arrasaban las sementeras para quitarles el deseo de volverse. Apresaban sin distinción
hombres, mujeres y niños que en el camino lloraban de cansancio… Fueron, según los
testigos, muy numerosas las victimas sacrificadas a sangre fría.

A principios del siglo XVII en la provincia de Santa Marta habían sucumbido los bondas y taironas,
que eran las poblaciones más grandes; de tupes, arhuacos, chimilas (ocupaban la franja occidental
de la sierra hasta el río Magdalena) y palenques quedaban algunas familias relegadas a lo más
abrupto de las sierras; los únicos que sobrevivían eran los guajiros in los inaccesibles desiertos de
la península (Restrepo, 1953, I: 302).

De igual manera los referentes etnohistóricos obtenidos en la investigación adelantada por Gerardo
Ardila en los diferentes contextos arqueológicos de la Guajira permiten una descripción del momento
del contacto de españoles y wayúu, En sus Elejias de varones ilustres de Indias (1589, 1962: 184),
Juan de Castellanos cuenta que los expedicionarios que atravesaron la Guajira encontraron

26
resistencia de grupos principalmente wanebucanes y caquetíos quienes tenían sus sementeras con
mucha comida en los alrededores de las serranías de Jarara y Macuira.

Algunos trabajos de reconstrucción de la distribución étnica durante el contacto (Reichel-Dolmatoff,


1977ª, b; Bischof, 1971; Oliver, 1990) permiten hacer un boceto de la distribución geográfica de los
grupos mencionados, labor importante para la interpretación final de los resultados arqueológicos.

Reichel-Dolmatoff delimita las provincias de los wanebucán (o de la Ramada), y de Seturna y Orino,


separadas por el río Ranchería. En la primera enmarcada por el piedemonte de la Sierra Nevada de
Santa Marta y el mar, habitaban los wanebucán, en la segunda, los guajiros. Un mapa de distribución
de las tribus precolombinas según los actuales Kogi, presentado por (Reichel-Dolmatoff 1977b: 173),
ubica a los duanabuká (wanebucán) en el área de la actual población de Dibulla y a los uahiuahi
(wayúu) al suroccidente de Riohacha en inmediaciones del río Tapias. Bischof ilustra la provincias e
la Ramada (1971 Abb.3) con los mismos límites físicos que le diera Reichel-Dolmatoff, pero saca a
los wanebucán hasta el este del río Ranchería a la provincia de Seturma; en el valle medio del río
Ranchería y coloca a los coanao, a quienes Reichel-Dolmatoff ubica en el curso alto de los ríos Cesar
y Ranchería con el nombre de coanao. (Bischof, 1971: 299) delimita la provincia de la Ramada así:

La provincia, nombrada así por los españoles, incluye el piedemonte al este del paso de
Marona (entre el río Don Diego y el Palomino), hasta la costa del mar; la frontera oriental la
constituía el río Hacha (río Ranchería).

Reichel-Dolmatoff (1977b: 81) describe a los wanebucán en estos términos:

(…) navegación marítima, pesca, agricultura intensa, principalmente de maíz; ambos sexos
desnudos y los hombres usan apenas un portapene de caracol; adornos de oro (sin que se
sepa si eran localmente manofacturados o no); casas ceremoniales; estatuas grandes de
madera que representan antepasados; carácter pacífico y franco, comercio con los
habitantes de las faldas septentrionales de la Sierra Nevada (Provincia de Tairona).

Los wanebucán parecen haber hablado un idioma distinto al de los tairona ya que Rodrigo de
Bastidas envío un soldado a la Ramada especialmente para que aprendiera la lengua, aunque ya
había enviado otros a distintos pueblos de las dos provincias anteriores. El escaso material lingüístico
de los wanebucán consiste an algunos toponímicos y antroponímicos que parecen pertenecer a otra
lengua y que difieren mucho del material existente de las provincias de Tairona y Betoma. En
concepto de (Reichel-Dolmatoff 1977b: 95) los wanebucán huyeron a la Sierra Nevada en donde se
integraron a los kogi:

La actual tribu kogi esta pues formada por el núcleo antiguo kogi y elementos wanebucanes,
taironas, matunas y aún sankas, integrados en la organización social antigua.

Hacía el este del río Ranchería se encontraban los guajiros (kosina y Wayúu) y al menos otros tres
grupos. (Oliver, 1990) demuestra la presencia de Kaketíos (o caquetíos) en la costa Guajira, cerca
al Cabo de la Vela. Un documento de Esteban Martín que se refiere a la expedición de Ambrosio
Alfínger (1531-34) publicado por el hermano Nectarío María en 1977, establece que toda la costa de
la alta Guajira entre Coro y el Cabo de la Vela, estaba habitada por caquetíos. Martín también localiza
en el Cabo de la Vela a los coanuos.

Sobre los caquetíos, se sabe que conformaron inmensas poblaciones –Algunas de ellas con cerca
de 4.000 habitantes- en los llanos de Colombia y Venezuela, muchas de ellas fortificadas.
Federmann pensó que un jefe local quien podía tener bajo su mando cerca de veinte aldeas, era

27
capaz de reunir un ejército de 30.000 hombres. La estratificación social era marcada por el uso de
collares de concha (quiripa), y según el número de mujeres que cada hombre podía tener
(Federmann, (1557) 1962; Monrey, 1975). Los caquetíos de la Guajira debieron arribar desde la
costa venezolana de Falcón (Oliver 1990) probablemente eran grupos de agricultores radicados allí,
quienes se establecían en la costa del Cabo de la Vela y en los alrededores de Punta Espada durante
gran parte del año para comerciar con caonaos, wanebucanes y guajiros pero que obtenían la base
de su subsistencia de los cultivos de Falcón. La presencia de cerámicas colombianas (Portacelli II)
en la península de Paraguaná podría indicar que estos comerciantes tomaron consigo mujeres de la
Guajira y se las a Falcón.

Martín ubica a los caonao en la parte alta del río Cesar, como lo hiciera Reinchel-Dolmatoff; desde
allí se extendían hacia la costa y el interior. Los caonao compartían el medio río Ranchería con los
buderes, de quien no parece haber mucha información, y con grupos arhuacos. Oliver explica que
los caonao obtenían sal en la costa y luego la cambiaban por oro o esmeraldas. Lo cierto es que
este grupo mantenía fuertes relaciones con “la tierra adentro” en palabras de Martín. Diversas
fuentes informan que los caonao vestían mantas y bonetes de algodón; eran agricultores y tenían
conucos para el riego artificial. Sobre su lengua no se sabe nada, pero Oliver sugiere que podrían
ser un grupo de habla macrochibcha (1990: 88).

Otro grupo relacionado por los europeos en la Guajira del siglo XVI corresponde a las
denominaciones de aruago, aruaco, haroacana, o arhuaco. Este grupo parece haber precedido a los
guajiros en la ocupación de los valles de los ríos Ranchería y Cesar, y parte de la media Guajira.
Debieron mantener estrecho contacto con los caonao (con quienes tendrían en común historia y
cultura) y los wanebucán, hasta que la penetración de las primeras migraciones guajiras los
desplazaron a la Sierra Nevada de Santa Marta. Los Wayúu mantienen historias orales que dan
cuenta de la presencia de arhuacos en la península cuando ellos arribaron (Perrin, 1983).

El arribo de los Wayúu parece estar relacionado con la aparición de la tradición Hornoide en los
valles de los ríos Cesar y Ranchería Estos grupos de excelentes agricultores se vieron forzados a
replegarse hacía las áreas desérticas de la península por motivos no aclarados todavía en esas
regiones debieron basar su subsistencia en la caza y la recolección, complementadas con pequeños
cultivos en zonas y épocas propicias (Gallagher 1976; Picon 1983; Oliver 1990).

A la llegada de los europeos a la península, los guajiros ya se encontraban divididos entre kosinas y
wayúus. Es muy difícil explicar este proceso de separación, pero los kosina aparecen en el registro
etnohistórico y parecen haber persistido hasta hace pocos años. Castellanos nunca menciona a los
wayúu en sus escritos, sino que se refiere en general a los kosina a quienes califica de excelentes
cazadores y pescadores, guerreros altos, enjutos, ligeros y desnudos (Castellanos 1962: 278). Los
Wayúu de hoy se refieren a los kosina (tanto en sus relatos mítico-históricos, como en su
conversación cotidiana) como ladrones y asesinos que vivían escondidos en las sierras (Perrin
1983).

Como ya ha sido mencionado, los europeos tuvieron solo relaciones esporádicas con las provincias
guajiras. Con relación a la provincia de la Ramada, Bischof (1971: 300) dice que básicamente se
hacían expediciones en intervalos anuales:

El dominio español sobre los indios de la Ramada jamas fue intenso, sino que se redujo a la
recolección de tributos.

28
Casi todas las fundaciones hechas en la costa guajira desaparecieron rápidamente, incluido el primer
asentamiento español en tierra firme de Suramérica, hecho por Alonso de Ojeda en 1502. Tampoco
subsistieron las fundación Villaviciosa (1544) fundad por Alonso Luis de Lugo que fue abandonada
tras la fundación de Riohacha. En 1561 se fundó la población de Nueva Salamanca se fundó
Hontiberos, que no tuvo más de veinte años de vida. Documentos Y cronistas españoles explican
los traslados y las desapariciones de asentamientos como consecuencia de la falta de agua.

4. Análisis de Paisaje, Reconocimiento General de Superficie y Valoración


Arqueológica.

4.1. Actividades Preliminares.

El reconocimiento arqueológico del área se orientó a la determinación de referentes y elementos del


paisaje que permitiesen identificar patrones generales de ubicación de sitios arqueológicos y generar
medidas de manejo y protección ante su eventual alteración o destrucción. Por lo tanto en el trabajo
de campo se buscó obtener información con respecto a la localización de evidencias arqueológicas.
La consulta de fuentes bibliográficas permitió entender procesos patrones de ocupación del área y
una caracterización geomorfológica que permite tener un panorama amplio de los elementos que
permitieron la dinámica cultural de la península.

4.2. Procedimientos del Trabajo de Campo.

A lo largo de la visita de campo fue posible obtener información para el registro e identificación de
sitios arqueológicos, además de obtener datos precisos sobre el sistema de creencias asociadas al
territorio y la mitología representadas en los vestigios o sitios de interés arqueológico. Dado el
carácter restringido de este trabajo, que no permite la recuperación y/o intervención sobre el material
arqueológico, y siguiendo los lineamientos establecidos para la investigación en el marco de la
Arqueología Preventiva, no fue posible establecer secuencias cronológicas, estratigráficas y/o
tipológicas del material observado en campo, por ende, los datos registrados obedecen a puntos de
hallazgo e incidencia arqueológica, los cuales son considerados como sitios arqueológicos debido a
la presencia de vestigios culturales como líticos y cerámica, principalmente.

Cada uno de los puntos de hallazgo material superficial y de identificación de material arqueológico
de uso actual fue identificado como un sitio de incidencia arqueológica (SA) seguido por las siglas
del proyecto (GUA2) y finalmente en el caso de corresponder a una exploración sísmica en tres
dimensiones la abreviación (3D). Los sitios fueron enumerados según el consecutivo de las
comunidades visitadas. Dadas las características fisiográficas del área de estudio, en donde prima
una extensa planicie, no se pudo llevar a cabo la revisión de perfiles, taludes o cárcavas que pudieran
dar un acercamiento inicial a la estratigrafía del área y detectar objetos arqueológicos estratificados.

Sin embargo fue posible identificar y reconocer sitios que reportaba la comunidad como lugares de
antiguos entierros que no eran visibles en superficie ya que las urnas estaban enterradas, pero los
habitantes de las zonas aseguraban su presencia. Por esta razón fue oportuno el trabajo de etno-
arqueología que permitió conocer la visión de los wayúu respecto a la ubicación e importancia de los
sitios de potencial arqueológico asociados a su cotidianidad y creencias.

El campo se abordó a partir de visitas puntuales a cada una de las 103 comunidades que hacen
parte del polígono inicial del programa de exploración sísmica, la distribución de las visitas se
coordinó desde las comunidades más alejadas que están ubicadas al norte del área de estudio, el
equipo se repartió en dos grupos los cuales diariamente visitaban entre 3 a 5 comunidades según la

29
concentración de sitios de potencial arqueológico en cada una de ellas. Previamente se había
acordado una reunión con la autoridad tradicional, el líder de la comunidad, profesores o profesoras
de las escuelas o personas que habitaban en rancherías de la comunidad, mediante los intérpretes
que son wayúu se presentaba el motivo de la visita y se solicitaba que nos informaran acerca de la
existencia de lugares que presentaran características que apuntaran al reconocimiento de la
arqueología de la zona en wayunaiqui, en ocasiones las personas eran bilingües lo que permitía que
cada uno delos arqueólogos realizara la presentación directamente, y luego las personas nos
comenzaban a informar acerca de la existencia de estos materiales en sus cocinas o ranchos de
almacenamiento de granos o agua o los sitios cercanos a las rancherías donde era posible identificar
materiales arqueológicos in-situ asociados a cementerios actuales o antiguos, o sitios donde había
la creencia de que existía algo de carácter mitológico o misterioso. Se realizaron recorridos a pie
haciendo un barrido de identificación de material en superficie en todas las rancherías visitadas.

Adicional a lo anterior la identificación de sitios arqueológicos también se centró en la caracterización


de sub-paisajes que por sus atributos naturales o antrópicos albergan sitios arqueológicos. Entre los
sub-paisajes naturales encontramos las terrazas aluviales, el bosque seco tropical y el paisaje
semidesértico o parches de monte espinoso subtropical. En cuanto a la actividad antrópica sobre el
paisaje, encontramos rancherías, cementerios actuales, rozas (cultivo) y vías de acceso. Para el
desarrollo del presente estudio, se hace una separación entre los términos comunidad, entendida
como los límites territoriales de un grupo dado, y ranchería, que a diferencia del anterior, hace
referencia a las aldeas o áreas de vivienda de una comunidad determinada.

En la gran mayoría de comunidades visitadas era preciso visitar el cementerio y otros sitios los cuales
tenían historias particulares asociadas a entierros de niños en los tiempos pasados o rancherías que
se trasladaron debido a supersticiones o creencias religiosas. En cada una de las rancherías se
tomaba registro fotográfico de los materiales arqueológicos, del paisaje o contexto en el cual se
encontraba y así mismo se georreferenciaba con un punto de GPS, se tomaban apuntes en los
diarios de campo y se llenaba el formato creado para EIA el cual reúne datos sobre la presencia de
material arqueológico y la descripción del paisaje.

Los resultados de las actividades de reconocimiento mostraron un número altos de sitios


arqueológicos en el área de estudio. La mayoría de comunidades mostraron resultados positivos
ante la presenta de potencial arqueológico mediante la técnica mencionada de visualización del área
y de visualización de área y de observación superficial mediante transeptos de muestreo, se detectó
un total de 110 sitios de incidencia arqueológica (esto es donde se registra la presencia de material
cultural o se consigna su hallazgo).

4.3 Resultados del Reconocimiento Visual y la caracterización preliminar del Área.

Para efectos de determinar el potencial arqueológico del área de estudio, se sectorizó el polígono,
se implementó la metodología de consulta en campo para cada una de las comunidades wayúu del
área. En la Tabla 1, se presenta una síntesis de los sitios de incidencia arqueológica y de los sitios
de enterramiento wayúu actual.

30
TABLA 1

SITIOS DE INCIDENCIA ARQUEOLÓGICA EN LOS QUE SE REGISTRÓ O SE REFERENCIÓ LA


PRESENCIA DE VESTIGIOS ARQUEOLÓGICOS DURANTE LAS ACTIVIDADES DE
INSPECCIÓN Y CARACTERIZACIÓN DE SUPERFICIE EN EL ÁREA DE EXPLORACIÓN
SÍSMICA GUA2- 3D.

CODIGO COMUNIDAD COORDENADAS ALTURA EVIDENCIAS.

ESTE NORTE

SA GUA2 3D 001 JAIPARIJUNA 1186952 1762278 51 m Ollas de cerámica negra,


múcuras y Metate con piedra
de moler, piedra de afilar.

SA GUA2 3D 002 JAWAPIAKAT 1190579 1766046 55 m Metate con piedra de moler.

SA GUA2 3D 003 KANAAN 1184923 1764119 50 m Metate con piedra de moler

SA GUA2 3D 004 OOROKOT 1185609 1763487 51 m Múcuras, Metate con piedra


de moler

SA GUA2 3D 005 CHOKOSUMANA 1194476 1765830 41 m Múcura y Metate con piedra


de moler

SA GUA2 3D 006 AMUSHACHON 1197535 1765030 47 m Cementerio antiguo con


urnas y restos óseos y
fragmentos cerámicos

SA GUA2 3D 007 MASHI I 1198689 1765147 32 m Fragmentos cerámicos en el


cementerio

SA GUA2 3D 008 CARAQUITA 1191106 1759067 36 m Metate con piedra de moler.

SA GUA2 3D 009 CARAQUITA 1189638 1758819 34 m Metate con piedra de moler.

SA GUA2 3D 010 CARAQUITA 1191365 1759349 33 m Múcuras, tinajas, metate con


piedra de moler.

SA GUA2 3D 011 TURRIACHON 1192139 1759618 39 m Unidad habitacional


abandonada con urnas
cercanas

SA GUA2 3D 012 CARAQUITA 1190972 1759920 41 m Lítico tallado antropomorfo.

SA GUA2 3D 013 JUTTIAL 1191686 1760381 46 m Urnas con restos humanos.

SA GUA2 3D 014 JUTTIAL 1192623 1760589 42 m Urnas con restos humanos.

SA GUA2 3D 015 PAPUMANA 1187922 1753626 44 m Metate con piedra de moler.

SA GUA2 3D 016 LA ESTRELLA 1189042 1754700 54 m Múcuras

31
SA GUA2 3D 017 LOMOULIEN 1188594 1754522 104 m Metate con piedra de moler.

SA GUA2 3D 018 MAZUREN 1190031 1754947 63 m Metate con piedra de moler,


fragmentos cerámicos en el
cementerio

SA GUA2 3D 019 SAIMA 1194988 1760455 33 m Metate con piedra de moler,


Múcura.

SA GUA2 3D 020 SAIMA 1194831 1760939 38 m Fragmentos cerámicos.

SA GUA2 3D 021 KANASUMANA 1195337 1761883 45 m Urnas y restos humanos.

SA GUA2 3D 022 KANASUMANA 1195076 1761335 49 m Fragmentos cerámicos

SA GUA2 3D 023 KOTOTOMANA 1197803 1758725 41 m Metate con piedra de moler.

SA GUA2 3D 024 EL POZO 1186107 1758367 44 m Metate con piedra de moler.

SA GUA2 3D 025 JATKUSIRA 1185238 1758090 54 m Metate con piedra de moler.

SA GUA2 3D 026 KURICUMANA 1185135 1757653 52 m Metate con piedra de moler.

SA GUA2 3D 027 KURICUMANA 1183909 1755437 57 m Urnas y restos humanos.

SA GUA2 3D 028 PERRAMANA 1184320 1754689 74 m Múcuras

SA GUA2 3D 029 ISHAMANA 1186393 1756438 65 m Cerámicas enterradas

SA GUA2 3D 030 ISHAMANA 1186746 1755827 61 m Metate con piedra de moler.

SA GUA2 3D 031 ISHAMANA 1186878 1757532 70 m Fragmentos cerámicos.

SA GUA2 3D 032 CHOLOISIRRA 1193062 1756575 43 m Metate con piedra de moler.

SA GUA2 3D 033 KASICHI 1194459 1754192 43 m Metate con piedra de moler


y piedra de afilar.

SA GUA2 3D 034 KASICHI II 1195627 1754968 51 m Metate con piedra de moler,


múcura, piedra de afilar.

SA GUA2 3D 035 TUMOU 1195875 1754948 54 m Metate con piedra de moler.

SA GUA2 3D 036 IRUISHIRA 1190422 1753420 50 m Metate con piedra de moler,


Múcura.

SA GUA2 3D 037 IRUISHIRA 1190540 1754024 48 m Sitio de cultivo antiguo

SA GUA2 3D 038 MAICAITO 1194285 1752659 65 m Múcura y metate con piedra


de moler.

SA GUA2 3D 039 MAICAITO 1193678 1752620 62 m Fragmentos de cerámica.

32
SA GUA2 3D 040 SHALIMANA 1194618 1753770 59 m Metate con piedra de moler,
enterramientos en urna

SA GUA2 3D 041 SHALIMANA 1194941 1753424 47 m Fragmentos cerámicos

SA GUA2 3D 042 IRRUWAIN 1197783 1755244 45 m Múcuras, olla negra.

SA GUA2 3D 043 SICHEN 1199092 1755124 43 m Múcura y olla negra.

SA GUA2 3D 044 KASHUYAS 1196262 1753953 60 m Metate con piedra de moler.

SA GUA2 3D 045 WARRARRATCHON 1191617 1754745 89 m Metate con piedra de moler


y fragmentos cerámicos.

SA GUA2 3D 046 NARANJITO 1200336 1753496 47 m Metate con piedra de moler


y múcura

SA GUA2 3D 047 JONJONCITO 1202070 1754990 43 m Metate fragmentado con


piedra de moler.

SA GUA2 3D 048 GEQUIMANA 1200891 1755125 47 m Metate con piedra de moler.

SA GUA2 3D 049 PURIKUMANA 1194756 1747594 68 m Metate con piedra de moler.

SA GUA2 3D 050 LA CAMPANA 1197234 1748638 62 m Múcura, metate con piedra


de moler.

SA GUA2 3D 051 LA CAMPANA 1197268 1748758 67 m Múcura, metate con piedra


de moler.

SA GUA2 3D 052 LA CAMPANA 1197073 1748258 59 m Múcura, metate con piedra


de moler.

SA GUA2 3D 053 WASHINGTON 1196551 1749913 58 m Urnas funerarias

SA GUA2 3D 054 WAYUMANA 1195189 1754420 52 m Metate con piedra de moler.

SA GUA2 3D 055 JASALIMA I 1197800 1745910 55 m Múcura, metate con piedra


de moler.

SA GUA2 3D 056 JASALIMA I 1197790 1745925 75 m Fragmentos cerámicos.

SA GUA2 3D 057 LAS DELICIAS 1197144 1747511 60 m Urnas funerarias

SA GUA2 3D 058 LAS DELICIAS 1197362 1747680 64 m Fragmentos cerámicos

SA GUA2 3D 059 LAS DELICIAS 1197353 1747643 63 m Metate con piedra de moler

SA GUA2 3D 060 MARIRAU 1190170 1767906 53 m Fragmentos de cerámica y


piedra de afilar

SA GUA2 3D 061 MARIRAU 1190187 1767871 52 m Fragmentos de cerámica


(Diagnostico)

33
SA GUA2 3D 062 MARIRAU 1189394 1768344 47 m Dos metates

SA GUA2 3D 063 CHONCOMANA 1192007 1748520 56 m Metate con piedra de moler

SA GUA2 3D 064 MI RANCHITO 1196339 1751628 59 m Metate con piedra de moler


y múcura

SA GUA2 3D 065 ARUATACHÓN 1185673 1766245 50 m Concha y hueso humano.

SA GUA2 3D 066 ARUATACHÓN 1185423 1766046 50 m Olla fragmentada color


ladrillo

SA GUA2 3D 067 ARUATACHÓN 1185462 1766329 48 m 2 Metates y una piedra de


moler

SA GUA2 3D 068 MONTEP 1186767 1766525 48 m Olla negra no pintada por


completo

SA GUA2 3D 069 KACHULAP 1187840 1764821 53 m Líticos y hueso cementerio


antiguo (no ocupado)

SA GUA2 3D 070 KACHULAP 1188685 1765239 63 m Metate partido

SA GUA2 3D 071 RIRITANA 1191262 1764547 51 m Fragmentos cerámicos


(Múcura y bordes)

SA GUA2 3D 072 RIRITANA 1191260 1764571 49 m Metate con piedra de moler.

SA GUA2 3D 073 YOTOJOLOSHI 1195292 1765727 43 m Fragmentos cerámicos en el


cementerio

SA GUA2 3D 074 YOTOJOLOSHI 1195602 1764861 43 m Metate con piedra de moler


y olla negra

SA GUA2 3D 075 BUENOS AIRES 1190535 1762505 50 m 1 Múcura grande, 2


pequeñas unidas, una tinaja

SA GUA2 3D 076 BUENOS AIRES 1190566 1762507 51m Metate con piedra de moler

SA GUA2 3D 077 WOLIWA 1190478 1760884 44 m Metate partido con piedra


de moler

SA GUA2 3D 078 KAYALLIWOU 1189764 1753494 65 m Múcura

SA GUA2 3D 079 PASIPAMANA 1197688 1757089 50 m Metate con piedra de moler,


múcura, tetera, olla negra

SA GUA2 3D 080 PASIPAMANA 1196852 1756860 47 m 2 Urnas

SA GUA2 3D 081 YAWASIRROU 1 1195586 1757191 45 m Metate con piedra de moler,


1 piedra de afilar y 1 múcura

SA GUA2 3D 082 GUARRAPTAMANA 1184156 1757326 71 m Metate con piedra de moler

SA GUA2 3D 083 KASOMANA 1192228 1763327 61 m Fragmentos cerámicos

34
SA GUA2 3D 084 JAMAIN 1183333 1757185 72 m Fragmentos cerámicos cerca
al cementerio

SA GUA2 3D 085 JUJULIMANA 1189919 1756101 47 m Metate con piedra de moler


y múcura

SA GUA2 3D 086 JUJULIMANA 1188866 1756556 63 m Fragmentos cerámicos cerca


de la ranchería

SA GUA2 3D 087 URIPA 1189668 756681 54 m Metate partido con piedra


de moler y olla negra

SA GUA2 3D 088 PASANUALU 1189598 1757569 64 m Fragmentos cerámicos cerca


de la ranchería

SA GUA2 3D 089 PASANUALU 1191328 1757210 49 m Urna y fragmentos cerámicos


en el cementerio

SA GUA2 3D 090 PASANUALU 1190368 1757119 52 m Fragmentos cerámicos


(kossina)

SA GUA2 3D 091 PASANUALU 1190512 1756748 53 m Fragmentos cerámicos

SA GUA2 3D 092 SICHIMANA 1190565 1758007 57 m Metate con piedra de moler

SA GUA2 3D 093 WAYATCHON 1191401 1753469 56 m Metate con piedra de moler


y piedra de afilar

SA GUA2 3D 094 KARRISAL 1196159 1756032 64 m Olla con incisiones


fragmentada y fragmento
enterrado

SA GUA2 3D 095 KARRISAL 1196272 1756002 53 m Fragmentos cerámicos.

SA GUA2 3D 096 KARRISAL 1196425 1756089 46 m 3 Metates con piedra de


moler, múcuras y una olla
negra

SA GUA2 3D 097 KALEKISHIMANA 1197244 1757927 42 m 1 Múcura y un caldero negro

SA GUA2 3D 098 BETANIA 1187512 1754570 67 m Fragmentos cerámicos y


lítico

SA GUA2 3D 099 AIPIAN 1198095 1755981 53 m Metate con piedra de moler,


dos múcuras y olla con asas y
semipintada color negro y
naranja

SA GUA2 3D 100 SALAO 1198618 1755873 42 m Fragmentos cerámicos

SA GUA2 3D 101 SALAO 1198910 1755400 47 m 2 partes de un mismo


metate con dos piedras de
moler y una múcura

SA GUA2 3D 102 ICHICHON 1196817 1756865 42 m Urna de niño en el


cementerio

35
SA GUA2 3D 103 ICHICHON 1198885 1756391 44 m Fragmentos de cerámica
(bordes)

SA GUA2 3D 104 ICHICHON 1198735 1756170 39 m Fragmentos de cerámica

SA GUA2 3D 105 ICHICHON 1198836 1755988 34 m Metate con piedra de moler

SA GUA2 3D 106 KOLERRAMANA 1196710 1752754 45 m Metate con piedra de moler,


múcura y olla negra sin asas

SA GUA2 3D 107 KOLERRAMANA 1196918 1752635 51 m Múcura

SA GUA2 3D 108 CAMPO FLORIDO 1192929 1749368 50 m Fragmentos de cerámica

SA GUA2 3D 109 CAMPO FLORIDO 1192929 1749391 57 m Metate con piedra de moler

SA GUA2 3D 110 CAMPO FLORIDO 1192863 1749376 63 m Fragmentos de cerámica

Como se puede observar en el Mapa de ubicación de sitios arqueológicos y en la tabla anterior, las
evidencias arqueológicas se encuentran distribuidas a lo largo de todo el polígono y en ciertos
sectores específicos hay mayor concentración de sitios al parecer por características del suelo, por
lo tanto se evidencia una alta densidad de sitios adscritos a distintos momentos de ocupación de la
zona, sino la presencia contemporánea de población indígena asentada en el área.

A continuación se realiza la descripción de los sitios de incidencia de arqueología identificados en


las comunidades de cada uno de los sectores referidos en la Tabla 1.

Las 93 comunidades ubicadas dentro y cerca del polígono, se abordaron de Norte a Sur, dejando de
esa manera por ultimo comunidades cercanas a la vía de Riohacha.
Dentro de los 110 sitios geo referenciados, se registró fragmentos cerámicos, metates, piedras de
moler, múcuras, ollas, tinajas y urnas en diversos cementerios y rancherías.

COMUNIDAD JAIPARIJUNA

Dialogamos con la autoridad tradicional Orlando Uriana que nos contaba que antiguamente esa zona
hacia parte de un terrateniente que no dejaba ocupar el territorio y desde aproximadamente 1830 se
ocupa el territorio de la comunidad de Jaiparijuna, allí se encuentran 25 rancherías además hay
Jawey, Rosa, Cementerio actual. La comunidad está ubicada en una terraza plana, escasa cobertura
vegetal de bosque xerofítico (Foto 1, 2). En la ranchería del señor Orlando se encontraron vasijas
cerámicas de diferentes épocas, características y usos (Foto 3-11), además un metate con piedra
de moler (Foto 12 y 13). Este es el sitio arqueológico SA GUA2 3D 001.

36
Fotos 1, 2. Contexto ambiental del sitio SA GUA2 3D 001.

Foto 3, 4, 5, 6,7. Ollas de cerámica negra usadas para la cocción de granos (Wuchu)

37
Foto 8,9. Vasijas cerámicas para el almacenamiento de agua (Amuchi)

Fotos 10,11. Vasijas cerámicas de almacenamiento (foto 10) es de manufactura contemporánea


(foto 11) de manufactura antigua.

38
Foto 12, 13. Metate con piedra de moler.

Foto 14, 15. Total de piezas cerámicas identificadas en la ranchería del señor Orlando Uria

COMUNIDAD JAWAPIAKAT

Llegamos a la casa del señor Ricardo Usayu Epieyu Autoridad Tradicional de la comunidad de
Jawapiakat, él no se encontraba y dialogamos con sus hermanas y una vez el intérprete explicó la
razón de nuestra presencia allí, las dos señoras fueron a la cocina y ubicaron metates con piedras
de moler de uso cotidiano en las moliendas de alimentos y para los rituales de encierro de las niñas
cuando se convierten en jóvenes. Además de encontró una piedra de afilar (Fotos 18-22). Así mismo
fue posible registrar tres piezas cerámicas en perfecto estado de conservación (Foto 23, 24). Esta
comunidad está ubicada en un territorio plano de poca vegetación y suelos arenosos, alta erosión
por factores eólicos (Foto 16, 17). Este sitio arqueológico corresponde al SA GUA2 3D 002.

39
Fotos 16, 17. Contexto ambiental de la comunidad Jawapiakat y ranchería de reunión.

Foto 18, 19, 20. Metate con piedra


de moler.

Foto 21, 22. Piedra de afilar muy antigua.

Foto 23, 24 Piezas cerámicas de la ranchería del señor Ricardo Usayu.

COMUNIDAD KANAAN

Las familias de esta comunidad viven allí hace 60 años, la Autoridad Tradicional se llama María Ester
Uriana, ella nos comenta que existe un sitio con entierros de vasijas muy cerca de su ranchería, ella
observa y refiere que se han ido descubriendo con la erosión del suelo, por lo tanto es un sitio con
fragmentos cerámicos dispersos en el suelo además que en su cocina hay un metate con mano de
moler, las características ambientales de esta comunidad son una superficie plana, muy escaza
vegetación, fuertes vientos. Los suelos son arenosos. Este es el sitio arqueológico SA GUA2 3D 003.

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Foto 25, 26. Urnas enterradas erosionadas y fragmentadas y
material cerámico fragmentado en dispersión.

Foto 27. Metate piedra de moler de la cocina de a señora María Ester Uriana.

COMUNIDAD OOROKOT

En esta comunidad hablamos con las señoras Gloria Tila, Aleida Tila y el señor Angel Tila, hijos de
la autoridad tradicional que estaba en Maicao la señora Betulia Uriana ellos son hermanos y docentes
del colegio en construcción de la comunidad, Allí encontramos en dos rancherías diferentes
contiguas entre sí vasijas cerámicas y metates con piedra de moler. Esta comunidad está cerca de
la carretera

COMUNIDAD DE MARIRAU

Se reconocieron tres lugares, SA GUA2 3D-060 situado a 892 m desde la ranchería de la autoridad
Jose Maria Ipuana, la autoridad menciona que anteriormente había una vasija y a raíz de ello
decidieron abrir el cementerio (foto 1) que esta sobre una planicie, en este lugar se presentan
montículos formados a partir de la arena y se pueden registrar una baja presencia de árboles. Al
hacer el recorrido se pudo verificar la presencia de material cultural y de una piedra de afilar (foto 2)
aunque vale la pena aclarar que antes se encontraban en este mismo lugar dos metates, los cuales
fueron trasladados a la ranchería.

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Foto1. Vista general del cementerio, comunidad Marirau

Foto 2. Material registrado en el cementerio Marirau

SA GUA2 3D-061 encontrado dentro del mismo cementerio, se puede visualizar bordes y fragmentos
con decoración punteada (foto 3)

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Foto 3. Material cultural del sitio SA GUA2 3D-061

SA GUA2 3D-062

Al llegar a la ranchería, don Jose Maria Ipuana, mostro los metates que antes estaban en el
cementerio de la comunidad, se encuentran en un espacio libre y debajo de ellos hay fragmentos
(fotos 4)

Foto 4. Ubicación de la ranchería y metates

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COMUNIDAD DE ARUATACHON

Debido a que en ese momento no se encontraba la autoridad, se habló con el líder –Alberto Uriana-
quien expreso conocer un cementerio antiguo SA GUA2 3D-065 ubicado a unos 300m de la
ranchería, situado en una terraza aluvial con una micro topografía plana, por donde se forma un
arroyo, lo que ocasiona que los artefactos arqueológicos sean lavados y depositados en ocasiones
en nuevos lugares, el suelo se presenta arcillo-arenoso, con escasa cobertura vegetal formada por
árboles de Dividivi y pequeños cactus (Foto 5), se puede observar una acumulación de conchas y
muy cerca restos de fauna y pequeños pedazos de cerámica muy erosionados.

El líder, relata que en las noches se enciende una luz en un árbol que tiene debajo enterrado cinco
tinajas, revelado en sueños, no las sacan ni las mueven del lugar por respeto a la vida, ya que realizar
dicha práctica, puede acarrear la muerte de toda una familia.

En la ranchería se registra el sitio SA GUA2 3D-066 que corresponde a una olla con la base
fragmentada (foto 6), la cual permanece in situ, debido a las creencias que se tejen en la cultura
wayuu.

Y por último, SA GUA2 3D-067, en la cocina donde se encuentran dos metates y una piedra de moler
las cuales siguen siendo usadas en la actualidad (Foto 7)

Foto 5. Vista general del sitio SA GUA2 3D-065 y el respectivo material arqueológico

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-

Foto 6. Sitio SA GUA2 3D-066 en donde se registró olla in situ

Foto 7: Vista general del lugar SA GUA2 3D-067

COMUNIDAD MONTEP

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Esta ranchería al igual que las otras, muestra un paisaje plano y desértico. La autoridad -Orlando
Uriana- manifestó no conocer de sitios arqueológicos cerca, pero transporto hasta la enramada (Foto
8) una olla (ushu) (SA GUA2 3D-68) que como él manifiesta no se terminó de pintar, puesto que este
tipo de olla tanto por dentro como por fuera las conocen con un color negro, dicho objeto, sigue
siendo usado
para cocer
alimentos,
como especie
de olla pitadora

Foto 8: Panorama de la enramada a donde la autoridad transportó la olla

COMUNIDAD DE KACHULAP

En esta comunidad se registran dos sitios, uno, es un cementerio antiguo SA GUA2 3D-069 (foto 9
y 10) al que se debe caminar cerca de 1km desde la ranchería para poder llegar; una vez en el lugar
se puede observar líticos y restos de fauna, el suelo es arenoso, pero también en cierta parte se
presenta arena con piedrecilla de rio, generada por el arroyo que se forma en épocas de lluvia. El
siguiente lugar SA GUA2 3D-070 se sitúa dentro de la ranchería con un fragmento de metate que se
encontraba en la cocina, pero en esta ocasión también la trajeron hasta la enramada para geo
referenciarlo y tomar las fotografías respectivas (foto 11)

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Foto 9: Con la hija de la autoridad en el sitio SA GUA2 3D-06

Foto 10. Material encontrado en el sitio SA GUA2 3D-069

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Foto 11. Aspecto de la enramada SA GUA2 3D-070 y metate fragmentado, comunidad de Kachulap

COMUNIDAD DE RIRITANA

Al llegar a la comuidad y hablar con la autoridad –Dagoberto Panna Epiayu- quien es a su vez
profesor del colegio que se encuentra cerca a la ranchería, manifesto ver desechos arqueologicos
en sus recorridos cerca del establecimiento (Foto *) por lo que se ubican dos sitios, siendo el primero
SA GUA2 3D-071 en un area de suelo arcilloso con fragamentos crema pintados con negro y un
borde. El siguiente SA GUA2 3D-072 ubicado en la casa de la autoridad, equivalente a un metate
con una piedra de moler (Foto *)

Foto : Perspectiva del colegio y fragmentos de cerámica

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Foto : Metate con piedra de moler en la casa de la Autoridad

COMUNIDAD DE YOTOJOROTSHI

Se ubican tres sitios que hacen parte de esta comunidad, siendo el primero SA GUA2 3D-073
ubicado a 925m de la ranchería, en esta parte refiere la autoridad -Rubén Darío Ipuana- que existe
un entierro en una urna dentro del cementerio (foto *) donde visualizaban restos humanos, por lo
que resolvieron tapar con una tapa de barro y recubrirla alrededor con cemento para evitar que fuera
removido. Cerca de esta urna, se reconocen fragmentos con decoración incisa triangular con una
serie de punteado y cerámica rojo sobre negro.

Debido a lo anterior, decidieron dejar ese cementerio tal cual y crear uno nuevo a 300m del costado
derecho (foto *)

De este modo, en la ranchería se ubíca el lugar SA GUA2 3D-074 donde siguen empleando los
utensilios, como el metate con la piedra de moler y la olla (foto *)

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Foto : Cementerio del sitio SA GUA2 3D-073 con material diagnóstico.

.
Foto : Cementerio reciente de la comunidad Yotojoroshi

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Foto : Artefactos ubicados en la cocina de la ranchería SA GUA2 3D-074

COMUNIDAD DE BUENOS AIRES

En esta comunidad, se pudo observar dos lugares descritos así: SA GUA2 3D-075 el cual esta
conformado por una múcura mediana, dos pequeñas de cuerpo doble y una tinaja (fotos * y *) que
en la actualidad no se usa, pero anteriormente si. La múcura mediana de boca ancha y cuerpo
subglobular, se empleaba para guardar agua y cocinar, la múcuras de cuerpo doble, servian para
transportar la chibcha cuando se iba a ejercer las actividades de pastoreo.

En las imágenes del centro se puede observar la decoración en la union del cuello con el cuerpo,
en la de arriba decoracion achurada y en la de abajo una linea de puntos que bordea todo el cuello.

SA GUA2 3D-076 corresponde al área en donde bañan a las hijas cuando están enfermas o están
en el estado de transición de niña a mujer. Por lo general, este metate se ubica en una zona al aire
libre y rara vez se traslada del sitio (foto *)

Foto : Material ubicado en el sitio SA GUA2 3D-075

Foto. Tinaja empleada como urna o medio para lmacenar el agua.

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Foto *: SA GUA2 3D-076 Metate utilizado en rituales

COMUNIDAD WOLIWA

Dentro de esta comunidad se registra el lugar SA GUA2 3D-077 y como se ha mostrado


anteriormente, suelo pasar de forma recurrente que los metate fraccionados que estan expuestos
exteriormente y lejos de las cocinas sean usados con menos frecuencia (Foto )

Foto. SA GUA2 3D-077 Espacio en donde se encuentra el metate fraccionado.

COMUNIDAD DE KAYALILUOU

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En esta comunidad se situó el SA GUA2 3D-078 con una múcura grande, de color rosado con figuras
pintadas en rojo y partes en negro y decoración achurada alrededor del cuello y del labio (foto )

Foto : Múcura con decoración achurada alrededor del cuello y el labio

COMUNIDAD DE PASIPAMANA

En este espacio se sitúa una par de lugares, SA GUA2 3D-079 concernientes a un metate redondo
con una piedra de moler, una olla y dos múcuras globulares. (Foto )

Foto. Zona donde se encuentra el conjunto de


artefactos.

El SA GUA2 3D-080 corresponde al cementerio, éste oscila a una distancia de ----- de la ranchería,
área compartida con la comunidad de Aipian, en este sitio se encuentran dos urnas (foto 20), la
primera como se muestra en el costado izquierdo se encuentra boca abajo y la segunda del costado
derecho se encuentra fragmentada y erosionado debido a los factores climáticos, dichas urnas se
encuentran desocupas porque los restos han sido trasladados a osarios, sin embargo, las vasijas
permanecen in situ

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Foto 20: Cementerio actual con urnas desocupadas, en el fondo se observa el cementerio de la
comunidad de Aipian

COMUNIDAD DE YAGUASIRROU 1

Dentro de esta zona se establece el sitio SA GUA2 3D-081, con un metate, una piedra de moler y
una piedra de afilar más reciente (foto 21), sin embargo cabe anotar que se han encontrado este tipo
de piedras en otras comunidades.

Foto 21: Metate con piedra de moler y piedra de afilar ubicados en la cocina
COMUNIDAD DE GUARRAPTAMANA

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Debido a la lluvia del día anterior a la visita y los fuertes vientos, el techo de donde estaba ubicada
antes la cocina había sido arrasado (foto 22), al hablar con la autoridad –Ana Epinayu- manifestó
que después de este suceso seguía in situ el metate con la piedra de moler, motivo por el cual se
marcó el sitio como SA GUA2 3D-082

Foto 22: Apariencia de la cocina con la lluvia y los fuertes vientos y ubicación del metate con la piedra
de moler.

COMUNIDAD DE KANASUMANA

Al llegar a la comunidad e interactuar con la autoridad-Patricia García Epieyu- manifestó no


conservar objetos dentro de su territorio, pero si conocer un lugar sagrado donde enterraban como
lo dice ella “a los viejos”, esta es una área ubicada a ---km de la ranchería sobre un montículo con
un bosque en buen estado y tupido de árboles, se pueden observar cerámica diagnostico inciso
triangular (foto 23)

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Foto 23 *

COMUNIDAD DE YAMAIN

Por lo general como se ha descrito, los cementerios quedan aproximadamente al km de las


rancherías y en esta comunidad está instalada a---- tanta distancia, es un cementerio actual, donde
se pueden encontrar las fosas abiertas, puesto que cada 3 o 4 años los cuerpos son trasladados a
un nuevo lugar. SA GUA2 3D-084 corresponde a dicho lugar en donde se encontraron fragmentos
cerámicos. (Foto 24)

Foto 24: vista del cementerio en donde se encontraron los fragmentos.

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COMUNIDAD DE JUJULIMANA

En esta parte se anotaron dos puntos, el primero en la parte de la ranchería SA GUA2 3D-085 donde
se hizo registro fotográfico de una múcura y un metate con piedra de moler (foto 25) y el segundo
SA GUA2 3D-086 cerca a la enramada en el cual se ve cerámica roja/roja del periodo Portacelli,
diagnósticos con incisiones y un borde recto de una posible múcura (foto 26 y 27)

Foto:

Foto 26:

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f

Foto 27:

COMUNIDAD DE WLIPA

La autoridad -Cecilia Uriana- conserva una parte del metate con una piedra de moler y una olla (foto
28) el cual se designó como SA GUA2 3D-087

Foto 28:

COMUNIDAD DE PASANUARU

En Pasanuaru se registraron cuatro lugares, los cuales se describen así: SA GUA2 3D-088 referente
a material ubicado en la ranchería

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Foto 29:

SA GUA2 3D-089 está ubicado en el cementerio, en donde se encuentra una urna boca abajo, la
cual se encuentra un poco deteriorada debido a los cambios climáticos que se viven de forma general
en la zona de la Guajira.

Las épocas de precipitación lo que ocasionan es que lavan y arrasan fragmentos arqueológicos
depositándolos en muchas ocasiones en nuevos lugares y con las urnas y ollas y los mismos tiestos,
el sol y la fuerte brisa empiezan a erosionarlos como se puede observar en la fotografías del margen
derecho.

Foto

SA GUA2 3D-090, se encuentra sobre una superficie de pequeñas ondulaciones con una vegetación
de árboles en hileras y otros dispersos y plantas medicinales, es un campo en un buen estado de
conservación, debido también a que es poco frecuentado y transitado. El líder manifiesta que los
fragmentos que se encuentran en este espacio hacen parte del grupo indígena Kusina, los cuales
ocuparon los montes al sur de la región Guajira, puesto que yacían antes de que los wayuu llegaran.

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Foto:

SA GUA2 3D-091, se encuentra a 400 m del sitio SA GUA2 3D-090 y presenta una cobertura vegetal
similar, el líder relata que antes había una tinaja grande, pero esta fue quedando tapada con el
tiempo, debido a la brisa y a las cantidades de arena que podía arrasar consigo, al llegar
efectivamente no había rastro de ella pero a su alrededor se encontraba material cerámico muy
erosionado.

Foto:

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COMUNIDAD DE SICHIMANA

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