Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Saussure
Saussure
El fenómeno lingüístico presenta siempre una dualidad, dos caras que se corresponden, con
igual valor:
*El oído que percibe impresiones acústicas / los sonidos emitidos por órganos vocales.
*El sonido no hace solo al lenguaje, sino que es instrumento de un pensamiento con el que se
ejecuta, siendo un fenómeno físico, fisiológico y psíquico.
*El lenguaje tiene un lado social y uno individual, mientras que implica un sistema establecido
y, a la vez, evolución.
La solución a estas dualidades es colocarse en el terreno de la lengua y tomarla como norma de
todas las otras manifestaciones del lenguaje. Pero, ¿qué es la lengua?
Lenguaje: Multiforme y heteróclito; a caballo de diferentes dominios; físico, fisiológico y
psíquico; inclasificable dentro de los hechos del dominio humano.
Lengua: totalidad en sí y principio de clasificación. Primer lugar entre los hechos del lenguaje.
A este principio de clasificación se podría objetar que el ejercicio del lenguaje se apoya en una
facultad que nos da la naturaleza, mientras que la lengua es cosa adquirida y convencional que
debería quedar subordinada al instinto natural en lugar de anteponérsele.
Lugar de la lengua en los hechos del lenguaje:
Para hallar en el conjunto del lenguaje la esfera que corresponde a la lengua, hay que situarse
ante el acto individual que permite reconstruir el circuito de la palabra. Este acto supone por lo
menos dos individuos, mínimo exigible para que el circuito sea completo.
Este es un modelo de partes externas (vibraciones acústicas) e internas (todo el resto); psíquica
y una fisiológica (órganos) y física (exteriores al individuo); activa (la parte que va desde el centro
de asociación del sujeto al oído del otro) y pasiva (viceversa); ejecutiva (todo lo que es activo) y
receptiva (lo pasivo).
Entre todos los individuos así ligados por el lenguaje, se establecerá una especie de promedio:
todos reproducirán —no exactamente, sin duda, pero sí aproximadamente— los mismos signos
unidos a los mismos conceptos.
¿Cuál es el origen de esta cristalización social?
La parte física puede descartarse desde un principio. Cuando oímos hablar una lengua
desconocida, percibimos bien los sonidos, pero, por nuestra incomprensión, quedamos fuera del
hecho social.
La parte psíquica tampoco entra en juego en su totalidad: el lado ejecutivo queda fuera, porque la
ejecución jamás está a cargo de la masa, siempre es individual, y siempre el individuo es su arbitro;
nosotros lo llamaremos el habla (parole).
Al separar la lengua del habla (langue et parole), se separa a la vez lo que es social de lo que es
individual y lo que es esencial de lo que es accesorio y más o menos accidental.
La lengua no es una función del sujeto hablante, es el producto que el individuo registra
pasivamente; nunca supone premeditación, y la reflexión no interviene en ella más que para la
actividad de clasificar.
El habla es, por el contrario, un acto individual de voluntad y de inteligencia, en el cual
conviene distinguir las combinaciones por las que el sujeto hablante utiliza el código de la lengua
con miras a expresar su pensamiento personal, y el mecanismo psicofísico que le permita
exteriorizar esas combinaciones.
Resumen: página 42 del libro (38 pdf)
Para estudiar el lugar de la lengua dentro de los hechos del habla, Saussure propone una ciencia,
la semiología.
Resumen.
Recapitulemos las etapas de nuestra demostración, refiriéndonos a los principios
establecidos en la Introducción.
Evitando estériles definiciones de palabras, hemos empezado por distinguir, en el
seno del fenómeno total que representa el lenguaje, dos factores: la lengua y el habla. La
lengua es para nosotros el lenguaje menos el habla. La lengua es el conjunto de los hábitos
lingüísticos que permiten a un sujeto comprender y hacerse comprender.
Pero esta definición deja todavía a la lengua fuera de su realidad social, y hace de
ella una cosa irreal, ya que no abarca más que uno de los aspectos de la realidad, el aspecto
individual; hace falta una masa parlante para que haya una lengua. Contra toda apariencia,
en momento alguno existe la lengua fuera del hecho social, porque es un fenómeno
semiológico. Su naturaleza social es uno de sus caracteres internos; su definición completa
nos coloca ante dos cosas inseparables (lengua/masa hablante). Pero en estas condiciones la
lengua es viable, no viviente; no hemos tenido en cuenta más que la realidad social, no el hecho
histórico.
Como el signo lingüístico es arbitrario, parecería que la lengua, así definida, es un sistema
libre, organizable a voluntad, dependiente únicamente de un principio racional. Su carácter social,
considerado en sí mismo, no se opone precisamente a este punto de vista. Si se tomara la lengua en
el tiempo, sin la masa hablante, probablemente no se registraría ninguna alteración; el tiempo no
actuaría sobre ella. Inversamente, si se considerara la masa parlante sin el tiempo no se vería el
efecto de fuerzas sociales que obran en la lengua. Al esquema de la lengua, debe agregarse el factor
“tiempo”:
Pero para señalar mejor esta oposición y este cruzamiento de dos órdenes de fenómenos
relativos al mismo objeto, preferimos hablar de lingüística sincrónica y de lingüística diacrónica.
Es sincrónico todo lo que se refiere al aspecto estático la lengua, a su estado actual; y diacrónico
todo lo que se relaciona con las evoluciones, una fase de evolución. Todo cuanto es diacrónico en
una lengua, lo es por el habla.
La lingüística sincrónica se ocupará de las relaciones lógicas y psicológicas que unen términos
coexistentes y que forman sistema, tal como aparecen a la conciencia colectiva.
La lingüística diacrónica estudiará por el contrario las relaciones que unen términos sucesivos
no percibidos por una misma conciencia colectiva, y que se reemplazan unos a otros sin formar
sistema entre sí.
Lingüística sincrónica.
Todo lo que se llama «gramática general» pertenece a la sincronía, pues solamente por los
estados de lengua se establecen las diferentes relaciones que incumben a la gramática.
En la práctica, un estado de lengua no es un punto, sino una extensión de tiempo más o menos
larga durante la cual la suma de modificaciones acaecidas es mínima.
En la historia política se distingue la época, que es un punto del tiempo, y el período, que
abarca cierta duración. Se podría decir también que la lingüística estática se ocupa de épocas; pero
estado es preferible: nos evita hacer creer que ocurra algo semejante a “hechos históricos” o sucesos
determinantes en la lengua.
La lengua presenta, pues, el extraño y sorprendente carácter de no ofrecer entidades perceptibles
a primera vista, sin que por eso se pueda dudar de que existan y de que el juego de ellas es lo que la
constituye. Éste es sin duda un rasgo que la distingue de todas las otras instituciones semiológicas.
Identidad sincrónica:
Valor lingüístico:
Relaciones sintagmáticas:
Relaciones asociativas: