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Sergio Yesid Sandoval Díaz.

Código: 460705

Desarrollo Taller:

Teorías Para Afrontar el Análisis del Discurso

A) Ferdinand de Saussure.

1.

Es cierto que la relación entre lengua y habla existe, sin embargo, son procesos
diferentes en sí. Para entender mejor este proceso, se debe explicar desde la raíz. El
autor expone que existe la creencia de que el lenguaje es una facultad dada por la
naturaleza, mientras que la lengua es una cosa adquirida y convencional. Por esa
razón, la lengua debería quedar subordinada al lenguaje. El autor refuta esta afirmación
con válidos argumentos. Objeta que el lenguaje es multiforme y heteróclito, ya que
pertenece a muchas categorías, pero no se le puede clasificar en una o varias
determinadas, ya que no se conoce su unidad. Asimismo, afirma que la unidad del
lenguaje la realiza la lengua, ya que esta facultad, natural o no, para articular palabras
(lenguaje) no se puede ejercer sin la ayuda del instrumento creado y suministrado por la
colectividad (lengua), por lo que la lengua se convierte en un principio clasificador del
lenguaje es un principio clasificador. La lengua se puede encontrar dentro del conjunto
del lenguaje, situándose en el acto individual que permite reconstruir el circuito de la
palabra, siendo necesario que esto se dé entre mínimo 2 personas, lo que permite
observar cómo las ideas surgidas en el cerebro se logran transmitir a través de palabras
coherentes que las conceptualicen.

Durante este proceso, desde el cerebro del transmisor de las ideas se pueden
diferenciar tres partes del circuito. La primera es la parte psicológica, en la que un
concepto dado desencadena en el cerebro una imagen acústica del mismo. La segunda
parte es la fisiológica, en la que el cerebro envía a los órganos encargados de la
fonación el impulso correlativo a la imagen. La tercera y última es la física, en la que las
ondas sonoras se transmiten desde el hablante hasta el receptor. En este último, el
proceso se repite, pero a la inversa, y cuando este se convierte en el hablante, el
proceso es exactamente el mismo. En la parte psíquica del proceso, el autor llama
ejecutivo a la etapa activa del mismo, (es decir, lo que va del centro de asociación del
transmisor al oído del receptor), y receptivo a la etapa pasiva (lo que va del oído del
receptor a su centro de transmisión).1

1
Curso de Lingüística General. Ferdinand De Saussure. Págs. 38 – 40.
El lado ejecutivo de esta etapa psíquica es de tipo totalmente individual, no social, por
lo que, siendo el propio individuo siempre su árbitro. A esta fase el autor le llama el
habla. Él afirma que, al separar la lengua del habla, se hace una distinción entre lo que
es social de lo que es individual, respectivamente. Mientras que la lengua es el
producto que registra el receptor de los conceptos, es decir, un acto social, que requiere
de más de un individuo, el habla es un acto individual de voluntad e inteligencia, en el
que se distingue el mecanismo psicofísico que le permite al individuo generador
exteriorizar su pensamiento personal.

Lo que hace que en los sujetos hablantes se formen acuñaciones que se vuelven
sensiblemente idénticas dentro de una comunidad, son las facultades receptiva y
coordinativa. Según el autor, lo que hace que la lengua se separe del resto de
componentes del lenguaje es que esta constituye en sí un tesoro depositado por la
práctica del habla en los sujetos pertenecientes a una misma comunidad, un sistema
gramatical que existe en los cerebros de un grupo de individuos, ya que la lengua no se
encuentra completa en un individuo, sino en la masa. Esto también explica por qué la
lengua permite al sujeto comprender y ser comprendido. Recordemos que la lengua es
el producto que registra el receptor, el que escucha hablar al transmisor. Además, la
lengua, a diferencia del lenguaje, es de naturaleza homogénea: es un sistema de
signos constituido básicamente por la unión del sentido y por la imagen acústica. Los
signos lingüísticos, si bien son de origen psíquico, cuando son ratificados por el
consenso colectivo, este conjunto de signos y asociaciones constituye la lengua. Las
realidades que expresadas en la lengua tienen su asiento en el cerebro. Esto explica
que la lengua sea definida por Saussure como la parte social del lenguaje, exterior al
individuo. Por otra parte en la lengua, su principal componente es la imagen acústica, la
cual se puede traducir como una imagen visual constante. Cada imagen es la suma de
un número limitado de fonemas, susceptibles de ser evocados en la escritura por un
número correspondiente de signos. La fonación de una palabra (el habla), por pequeña
que sea, representa una infinidad de movimientos musculares extremadamente difíciles
de reconocer e imaginar.2 Por otra parte, el habla es un acto totalmente individual. Es
incorrecto afirmar que sea el conjunto de todo lo que la gente dice. Si bien el habla es
un acto del lenguaje que se produce cuando se eligen signos ofrecidos por la lengua, es
un acto individual, ya que la asociación psíquica que se realiza en el cerebro, la cual
constituye el origen de la expresión de los conceptos, es enteramente personal. De
nada sirve conocer una lengua y ser incapaz de hacer una asociación mental entre el
objeto y el concepto para poder expresar este proceso mediante la voz, y esto es algo
que cada individuo hace. Es un proceso personal en sus fases psíquica y fisiológica, y
lo deja de ser cuando llega a la fase física, estas explicadas anteriormente.

2
Ibídem. Págs. 41 – 43.
En mi opinión, la comprensión del proceso del habla se vuelve importante para el
Análisis Crítico del discurso porque, al estudiar este último dentro del discurso al
lenguaje como un forma de práctica social, que abarca aspectos como el político,
social, y económico y hasta de género, nos permite entender el tipo de asociación
psíquica que el generador del discurso realiza sobre unos determinados conceptos, lo
que se ve reflejado al momento de plasmar y/o transmitir su mensaje, ya sea de forma
escrita o verbal. Permite comprender el carácter del discurso y el por qué un discurso
posee unas características particulares que lo distinguen de otro, partiendo del hecho
de que son el origen de la forma de ver el mundo, y el conocimiento de la lengua que
posea su creador.

2.

El signo lingüístico es una entidad de origen psíquico, en donde se produce la


asociación entre la imagen acústica y el concepto, que se reclaman recíprocamente. El
lazo que une al significante (imagen acústica) con el significado (concepto), es decir, el
signo lingüístico es arbitrario. El signo lingüístico esta fuera del alcance de nuestra
voluntad, y esto se debe a que, ya sea que nos ubiquemos en los tiempos más
antiguos, la lengua siempre aparece como heredada de un período precedente. El o los
momentos durante los que los objetos y cosas recibieron los nombres con los que las
sociedades han llegado a conocerlos se puede imaginar, pero nunca ser comprobado,
ya que estas ideas de cómo pudieron haber surgido las sugieren el mismo sentimiento
de arbitrariedad del signo. Es por eso que las sociedades siempre han visto a la lengua
como algo heredado por las generaciones precedentes. El estado de una lengua es
siempre producto de factores históricos. Estos factores explican parcialmente la
inmutabilidad del signo. Hay otros factores que le suman.

Las modificaciones de la lengua no están ligadas a la sucesión de generaciones. La


reflexión no interviene en la práctica del idioma. Los sujetos son en gran medida,
inconscientes de las leyes de la lengua, y por esto mismo, no pueden modificarla, y
cuando lo son, estos intentos no pasan de ser una crítica, ya que cada pueblo está
conforme con la lengua recibida. La arbitrariedad del signo evita cualquier tentativa de
modificación de la lengua. Además, para que estas modificaciones se llevaran a cabo,
es necesario recurrir a la reflexión, que permite comprender la lengua, que es un
sistema, y en esta deben intervenir especialistas en la materia. Y aun así, sus
modificaciones no han logrado tener una repercusión social extendida. La lengua, al ser
un sistema del que participa todo el mundo y todo el tiempo, se ve influenciada por las
personas. Este mismo hecho impide una revolución en torno a ella. Según Saussure, la
masa social inerte aparece como un factor de conservación de la lengua. Es decir, la
lengua es producto de fuerzas sociales. Además, recordando que la lengua es
heredada, estas fuerzas sociales actúan en función del tiempo. La continuidad que
caracteriza a la lengua, está vinculada tanto a la colectividad como al tiempo, siendo
estos 2 inseparables. La solidaridad con el pasado anula la libertad de elección. Por lo
que existe una vinculación entre la convención arbitraria y el tiempo, que determinan la
de la lengua. Sin embargo, es el mismo tiempo el que permite que los signos cambien
con relativa rapidez, por lo que se presenta una mutabilidad de la lengua. Sin embargo,
el lazo no se rompe, ya que las modificaciones son posibles gracias a esta “estática”.
Para que exista una lengua, debe existir una masa parlante. El factor que nos impide
ver a la lengua como una convención modificable por los interesados es la acción del
tiempo, combinada con las fuerzas sociales. La lengua no es libre, porque el tiempo
permite a las fuerzas sociales que actúan en ella desarrollar sus efectos. Esto lleva al
principio de continuidad, que anula la libertad. Pero, la continuidad implica la alteración,
por lo que ahora se puede entender la relación entre mutabilidad e inmutabilidad de la
lengua.3

3.

Considero que el tipo de lingüística que más se relaciona con la naturaleza y objeto del
Análisis Crítico del Discurso es la lingüística diacrónica ya que, mientras la lingüística
sincrónica establece los principios fundamentales de los factores constitutivos del habla,
es decir, las relaciones entre los términos coexistentes en un estado de lengua, la
lingüística diacrónica estudia la relación entre los términos que se sustituyen
sucesivamente con el paso del tiempo. Esto es porque los discursos pertenecen al
tiempo en que fueron creados, y se hace necesario caer en cuenta de que la lengua, al
estar expuesta a modificaciones en el tiempo, constituye un factor determinante del tipo
de discurso que se elabore en una época determinada. Los discursos van ligados al
tiempo en que se crearon, a su autor, y, sobre todo, al estado de la lengua en un
período determinado de la historia, y estos son los factores que especifican el tipo de
discurso que surge. El Análisis Crítico del Discurso va más allá de las estructuras
gramaticales del discurso. Esta expansión llega hasta los campos político, económico y
social, todo en relación con la dominación, con el análisis de las formas en que la
dominación se reproduce en el discurso. En este prevalece sin lugar a duda la
lingüística diacrónica, ya que cada discurso tiene una naturaleza distinta, y esto debido
al paso del tiempo, que no solo determina a los hombres de las diferentes épocas y a
su contexto, sino también el estado de la lengua y las modificaciones que le son
inherentes, por lo que esta resulta mucho más útil a la hora de analizar los discursos,
especialmente cuando se les relaciona a la investigación histórica.

4.

El sintagma es la combinación de los elementos (palabras), que dentro del discurso se


alinean uno tras del otro en la cadena del habla
3
Ibíd. Págs. 92 – 93, 97 – 104.
El sintagma se compone de 2 o más unidades consecutivas. Se habla de “carácter
lineal de la lengua” porque dentro del sintagma, cada término adquiere su valor porque
se opone al que le precede, al que le sigue, o a ambos. Relaciones Sintagmáticas: La
noción de sintagma no solo se aplica a las palabras, sino también a los grupos de
palabras y a otras unidades complejas. La oración es el modelo por excelencia del
sintagma. Sin embargo, la oración pertenece al habla y no a la lengua, pero el sintagma
no pertenece al habla, ya que la característica principal del habla es la libertad de
combinaciones. En el caso de los sintagmas, no todos tienen esta cualidad. Hay un
gran número de expresiones y frases que pertenecen a la lengua, son frases ya
elaboradas, cuyas estructuras, uso y tradición de uso, impiden modificarlas en nada.
Aquí vemos que la fuerza del uso (la tradición) imposibilita alguna clase de cambio. Lo
mismo ocurre con palabras que se caracterizan por alguna anomalía morfológica, que
por costumbre de uso permanecen igual.

Relaciones Asociativas: Este tipo de relaciones se encuentra vinculado por la


asociación mental. Mientras que el sintagma evoca la idea de un orden de sucesión y
un número determinado de elementos, la asociación no se limita solo a relacionar los
dominios que presentan algo en común, sino que capta la naturaleza de las relaciones
que los ata en cada caso, creando series asociativas en torno a las diferentes
relaciones. Además, la asociación no se presenta ni en número definido, ni en un orden
determinado.4 El paradigma, para Saussure, se refiere a un conjunto de signos
establecidos. Este conjunto se divide en prefijos, a los cuales el hablante puede añadir
los sufijos mediante los cuales forma las palabras que considere adecuadas para
transmitir de forma apropiada el mensaje que quiere transmitir. El otro es de los
sinónimos, que le sirven para darle sentido a su mensaje. El paradigma tiene como
función construir una realidad que va más allá de la que proporcionan los significados
de las palabras. Este también determina nuestra capacidad de percibir ya que, una vez
que se seleccionan los elementos constituyentes de nuestro mensaje, estos generarán
diversos significados tanto a nivel verbal como a nivel mental, por lo que la transmisión
de significantes que procede de este eje trasciende la “linealidad” o límites de la
escritura. Una de las características diferenciales entre el eje paradigmático y el eje
sintagmático es que el primero no parte de una “visualización” y selección lineal de los
elementos que se pueden elegir, puesto que el proceso de identificación de significados
se da dentro de una gran cantidad de opciones que serán discriminadas de acuerdo
con las intenciones del emisor. En el caso del eje sintagmático, la organización y
conformación del mensaje es lineal puesto que se busca formar un significado lógico
que está determinado por la posición de cada uno de los elementos y que en conjunto
transmitirán una idea.

4
Ibíd. Págs. 47 – 151.
En el eje sintagmático se da una limitación por parte del lenguaje, ya que la
transposición de alguno de los elementos puede deformar el significado global de la
idea. Resulta muy interesante la aplicación que pueden tener estos 2 ejes. Recordemos
que el Análisis Crítico del Discurso estudia al discurso no solo en torno al lenguaje, sino
también a las posibles formas de dominación que en ellos se pudieran encontrar
implícita o explícitamente. El paradigma sirve para comprender qué tipo de palabras
“clave” usó el autor de un discurso. Conocer el sentido en el que haya sido escrita o
pronunciada una palabra, el lugar que ocupe en la oración y en el mismo discurso
ayudan a delimitar la intención o intenciones del mismo. En muchas ocasiones, los
discursos pueden contener más de una intención, o una intención oculta, un mensaje
“secreto”, y si se entiende por qué las palabras fueron escritas en un tiempo
determinado, en una determinada posición y en un sentido específico, el discurso se
puede entender en su trasfondo. Asimismo, el sintagma puede ayudar a la
comprensión, ya no de las palabras sino de las oraciones, de la organización de las
palabras en la misma. Si se entiende lo que es el sintagma, su aplicación en el discurso
radica en que se podrá detectar el por qué en una oración las palabras llevan un orden
específico y no otro. Y más ampliamente, el por qué un sistema de oraciones va
articulado de cierta forma en un discurso. Si esto se analiza, se podrá ver que el
objetivo es darle un sentido al discurso, ya sea que la intención del autor sea
reconocible o haya que buscarla dentro del texto.

B) John Langshaw Austin

5.

El texto Cómo Hacer Cosas con Palabras se compone por doce conferencias que su
autor, John Langshaw Austin dio en Oxford. Estas conferencias constituyen el núcleo
de su teoría, así como las ideas que lo hicieron famoso a nivel de la lingüística y la
filosofía. En la primera conferencia, el autor advierte que no todas las proposiciones son
descriptivas, y querer afirmar lo contrario indicaría una falsedad “descriptiva”. También
existen las oraciones o expresiones realizativas, las cuales señalan que emitir una
oración indica realizar el acto que se menciona dentro de la misma. Para que esto sea
así, las circunstancias deben ser las apropiadas. Además, esto incide en el carácter de
nulidad que se puedan desprender de estos actos. La segunda conferencia expone la
teoría de “los infortunios” en la que estudia la manera de usar las palabras, así como los
resultados que se obtienen, ya que no siempre son los acertados. De esa manera
“infortunada” de utilizar las palabras se derivan los desaciertos y abusos, tales como
malas apelaciones, malas ejecuciones, actos insinceros, malas aplicaciones, actos
viciados e inconclusos. Este tipo de resultados se pueden combinar y superponer.
En la tercera conferencia expone los casos de infortunios, así como aquellos en los que
no hay procedimiento, en donde el procedimiento era defectuoso, o donde existían
circunstancias inapropiadas u otros inconvenientes. La cuarta conferencia trata las
relaciones entre la expresión realizativa y los diferentes tipos de enunciado. Para que
una expresión sea afortunada, tiene que cumplir con ciertas condiciones, que incluyen
la implicación y la presuposición. De esto, Austin concluye que la expresión constatativa
puede tener el carácter de verdadera o falsa, y que la expresión realizativa puede ser
afortunada o desafortunada. En la quinta conferencia trata la distinción de los
realizativos. No resulta fácil aventurar una diferencia que discrimine entre ellos y los
constatativos. Si acaso en que son afortunados o desafortunados. Señala que encontró
tremendas dificultades para hallar algún criterio de distinción. La sexta conferencia
analiza las expresiones realizativas en contraste con las expresiones realizativas
primarias, de las cuales las primeras surgen. Asimismo, Propone unas pruebas que
sirven para examinar si algo es un realizativo explícito o no. En la séptima conferencia,
expone algunos test para realizativos: a. ¿Tiene sentido preguntar ¿ fue realmente así ?
b. ¿Podría estar realizando la acción sin emitir el realizativo? c. ¿Podría estar
haciéndolo deliberadamente? Los distingue así de las frases rituales o convencionales y
de los casos en que se unen acción y palabra, los que llama expositivos: “Sostengo que
en Marte hay vida”. Señala también los comportativos: "Lamento tener que decir..."; y
los judicativos: "Resuelvo que" (dicho por un juez). También examina los fenómenos
que acompañan al hecho de emitir una expresión y realiza la siguiente distinción:
Phone: es siempre realizar el acto de emitir ciertos sonidos. Phatic: (fático) es siempre
realizar el acto de emitir ciertos vocablos o palabras, ruidos de ciertos tipos,
pertenecientes a cierto vocabulario, que se adecuan a cierta gramática, que se emiten
con cierta entonación. Pheme: la expresión que se emite en el phatic. Rhetic: (rético)
realizar el acto de usar tal pheme o sus partes constituyentes en un sentido más o
menos definido y una "referencia" más o menos definida (sentido y referencia producen
el significado).

En la octava conferencia, continúa analizando las definiciones tratadas en las


conferencias anteriores, añadiendo las distinciones existentes entre acto locucionario,
acto ilocucionario, y acto perlocucionario. La novena conferencia sigue en esta línea, y
distingue tres sentidos en los cuales aún en los actos ilocucionarios pueden presentarse
efectos. En la novena sigue en esta línea, y distingue tres sentidos en los cuales aún en
los actos ilocucionarios pueden presentarse efectos. En la décima examina varios usos
de las preposiciones: “en”, “por. Y luego se fija en los elementos perlocucionarios: “al” y
“porque”. En la undécima conferencia se pregunta por el fundamento de las distinciones
primeras, y si no habrá solapamientos entre los diversos actos o, incluso, entre los
constatativos y los realizativos. Ve que no hay conflicto entre ellos. Señala que lo que
hay que estudiar no es la oración, sino el acto de emitir (el enunciado).
Indica la importancia de los fines y propósitos de la emisión, sin llegar a que el valor del
acto resida en sus resultados, sino que hay que contar qué tipo de acto estamos
realizando. En la última, hace una recapitulación sobre lo logrado hasta el momento e
indica varios principios de lo que debe ser un realizativo, así como otros más generales,
como que verdad y falsedad no son nombres de relaciones, sino apuntan a
apreciaciones; que lo normativo y valorativo tiene que ser eliminado como dicotomía.
Intenta listar los verbos realizativos, o mejor, las fuerzas ilocucionarias, que se dan en
algunos de ellos. Indica cinco clases generales de verbos: judicativos, ejercitativos
(votar, ordenar, instar), compromisorios (que comprometen), comportativos (elogiar,
felicitar) y expositivos (argüir, conceder). Luego define cada uno de ellos y los compara
entre sí.

6.

El lenguaje no es algo homogéneo. Este puede subdividirse en tipologías, atendiendo a


sus características, y considerando el grado de artificialidad y convencionalidad que
interviene en la construcción de símbolos o signos del lenguaje. El lenguaje natural es
el mismo lenguaje ordinario. Es el utilizado por una comunidad lingüística, con el fin
primario de la comunicación, y se ha construido con reglas y convenciones lingüísticas
y sociales durante el período de constitución histórica de una sociedad. El individuo, por
el hecho de nacer en una sociedad, acepta normativamente el lenguaje de su propia
comunidad lingüística. El influjo que el individuo puede ejercer sobre el lenguaje pasa
únicamente por el hecho de hablarlo, por el habla. Si hablamos del lenguaje natural u
ordinario, nos referimos a la lengua, junto a otros componentes, siendo este tal vez el
más importante. Recordemos que la lengua, según Saussure, es una construcción
social, es el producto que el oyente o receptor capta como resultado del proceso
psíquico - fisiológico que se produce en el emisor, para crear y transmitir un mensaje.
Nos encontramos en el campo de la lengua definitivamente, pero recordemos que la
primera fase del proceso que lleva al nacimiento de la lengua es el habla, por lo que
siempre va a estar presente en todo proceso comunicativo. Lo que quiere decir Austin
al relacionar las palabras con herramientas que deberían ser limpias, es que el uso que
se hace de las palabras debe ser correcto. Como él lo dice, se hace necesario utilizar el
lenguaje de forma apropiada, y esto con el objetivo de, tanto transmitir lo que se quiere
de una forma clara, concisa y coherente, como para, como lo dice él, no caer en “las
trampas que el lenguaje nos tiende”. Es decir, si no conocemos nuestra lengua, y si no
tenemos en claro qué queremos expresar y cómo lo deseamos expresar, podemos ser
víctimas, más que del lenguaje, de nuestra propia ignorancia, e incurrir en “faltas”,
“errores” o “abusos”, y podemos pasar de ser usuarios del lenguaje, a ser “víctimas” de
él y de su complejidad, por lo que la mejor forma de prevenirnos de caer en estos vicios
es el conocimiento, el cual nos permitirá utilizar estas herramientas de forma apropiada.
Si lo hacemos así, estaremos utilizando, como lo menciona Austin “herramientas
limpias”. Creo que el punto de semejanza entre el pensamiento de Saussure y el de
Austin está en el tema de la lengua. Como acabamos de ver, Austin habla de las
palabras como herramientas “de doble filo”, mientras que Saussure habla de la lengua
como una construcción social. Si bien las palabras surgen del proceso del habla, en
realidad son construcciones que surgen por consenso en una sociedad (recordando el
taller de Saussure). Las palabras no son arbitrarias, están establecidas dentro de una
sociedad. He aquí la semejanza. Tanto Austin como Saussure ven a las palabras como
elementos o herramientas, nacidas de la misma sociedad, y las cuales, al formar parte
de un sistema lingüístico (lengua) de uso colectivo extendido, tienen unas reglas de
uso, y son estas reglas las que permiten que se haga un buen uso de las palabras, y en
general, de la lengua y el lenguaje. Es esta normatividad la que debe servir de “guía
social” a la hora de utilizar las palabras. El objetivo en los dos autores es el mismo: un
correcto uso de las palabras permite que el mensaje se trasmita en la forma deseada,
de tal modo que el receptor lo entiende, y el emisor se hace entender.

7.

Según Austin, expresar la oración no es describir el acto que se menciona, sino hacerlo.
La oración o expresión realizativa, es en la que emitir la expresión es realizar una
acción, más exactamente la que se menciona en la oración, y esta no se concibe como
el mero decirlo. Expresiones como “te bautizo”, “te prometo”, “te doy”, reflejan un signo
externo y visible de un acto espiritual interno. Estas expresiones registran la adopción
espiritual de una atadura espiritual por parte del hablante, esto, según el autor, quiere
decir que la palabra empeñada nos obliga. Sin embargo, el autor expone un problema:
¿cómo saber si la expresión es en realidad verdadera o falsa? En caso de que al acto
que se menciona sea falso, no se cumpla, o no se realice como debería, le califica
como nulo, hecho de mala fe, incompleto o algo semejante. Esto quiere decir que,
aunque se menciona la realización de una acción, esta no se hace completamente, se
hace erróneamente, o no se llega a hacer. Las expresiones realizativas pueden dar la
apariencia de ser enunciados. Sin embargo, lingüísticamente, estas expresiones no se
pueden calificar de “verdaderas” o “falsas”, característica principal de los enunciados.
Expresiones como “te apuesto”, dejan ver que la acción no necesariamente se está
realizando por parte del hablante. Es aquí cuando se entra a hablar de las
“circunstancias apropiadas” para que estos actos se den. Es necesario que ciertas
cosas se den para que los actos salgan bien. Cuando ciertas cosas salen mal, el acto
es un fracaso, por lo que la expresión pasa a convertirse en desafortunada. Austin
llama a la doctrina de las cosas que van mal y salen mal, la doctrina de los infortunios.5
El problema radica precisamente en determinar qué circunstancias son las que pueden
hacer que el acto mencionado salga mal.
5
Cómo Hacer Palabras con Cosas. John L. Austin. Págs. 47, 50 – 55.
El radio de acción de los infortunios se extiende a todos los actos que poseen el
carácter general de ser rituales o ceremoniales. Sin embargo, no todos estos actos
convencionales están expuestos al infortunio, ya que muchos de ellos pueden
realizarse por medios no verbales. El autor aclara que muchos de estos tipos de actos
no son simplemente movimientos físicos, sino que son actos convencionales, por lo que
se encuentran expuestos a los infortunios. Cuando en la fórmula verbal de una
expresión no hace referencia a la persona que emite y realiza el acto, se debe hacer
referencia a dicha persona en dos de estas formas: mediante las expresiones orales, en
las que el emisor es la persona que emite la expresión, y mediante las expresiones
escritas, mediante el empleo de la firma de la persona, que le otorga una identificación
al escrito. Cuando entra en escena el yo, ya sea en primera, segunda, tercera persona,
o mediante la firma. La expresión se vuelve explícita. Palabras como “culpable” y
“posición adelantada” tienen una función especialmente realizativa dentro de la oración
al estar vinculadas en su “origen” a verbos realizativos explícitos (cuya función es
explicitar la acción precisa, realizada al emitir la expresión) tales como “proclamar”,
“declarar” etc., y en la medida en que lo estén. 6 El problema que Austin maneja es
¿cuándo estamos hablando de un realizativo explícito: cuando la persona que emite la
oración se puede identificar, cuando hay verbos realizativos, o cuando se encuentran
las dos dentro de la oración?

8.

Austin enuncia esquemáticamente algunas de las cosas que son necesarias para el
funcionamiento “afortunado” de un realizativo:

A1: Debe existir un procedimiento convencional aceptado, que genere un efecto


convencional. Este procedimiento debe incluir la emisión de ciertas palabras por ciertas
personas en ciertas circunstancias.

A2: En un caso determinado, las personas y circunstancias particulares deben ser las
apropiadas para recurrir al procedimiento particular que se emplea.

B1: Este procedimiento se debe llevar a cabo por todos los participantes en forma
correcta y

B2: En todos sus pasos.

Estos son unos requisitos que el autor considera necesarios para que la expresión sea
realizativa. Imaginemos el bautizo de un recién nacido, y veremos que las reglas de
Austin deben llevarse a cabo para que el ritual sea exitoso y se realice correctamente (o
como él dice, sea un acto afortunado).
6
Ibídem. Págs. 60 – 61, 104 – 105.
Por esto, si se viola una o más de estas reglas, la expresión realizativa será
infortunada. Cuando el acto mencionado no se logra realizar este tipo de infortunios son
llamados por el autor como desaciertos. Entre estos desaciertos de las reglas A y B,
Austin hace una distinción entre las dos. En el caso de las reglas A, se habla de Malas
Apelaciones, ya sea porque el procedimiento para cumplir la acción no existió, o la
forma en que se intentó hacer no es válida. En el caso de la regla A2, le llama Malas
Aplicaciones, en donde existe el procedimiento, pero no se puede aplicar como se
pretende. En el caso de las reglas B, Austin aclara que aquí el procedimiento existe y
es aplicable al caso en cuestión, pero se falla en la ejecución del mismo. En oposición a
las reglas A, el autor llama a los desaciertos ocurridos en B como Malas Ejecuciones. El
acto que se intentó se encuentra afectado, ya sea porque hay un vicio en la realización
de la ceremonia o porque esta no fue concluida. En el caso de la regla B1 se habla de
los Actos Viciados, y en el caso de la regla B2 de Actos Inconclusos.7

9.

El autor menciona tres formas en las que un enunciado implica la verdad de algunos
otros enunciados. El primero lo llama Implica Lógicamente, en donde una expresión que
menciona una verdad, contiene o significa otra verdad, coherente con la primera
expresión. El segundo le dice implica. Aquí, ya interviene más directamente la persona
que emite la expresión. Una afirmación o negación debe ser considerada por la persona
que la dice como cierta para sí misma. Cuando esto es así, contendrá otro u otros
enunciados que son verdaderos ya que el primero lo es, o al menos la persona que
habla lo cree así. El tercero es presupone. Existen y se pueden construir muchas
expresiones que presupongan o den por sentado la existencia de una condición previa
para que la primera sea verdadera. Aquí, son aún más obvias las expresiones que se
pueden derivar como verdades surgidas de esta primera verdad. Austin afirma que,
visto desde la elaboración del lenguaje, el realizativo explícito surgió de forma posterior
a las expresiones lingüísticas primarias, llamadas por él Realizativos Implícitos, que se
incluyen en los realizativos explícitos como partes de un todo. Según el autor, una
opinión plausible es que, en los lenguajes primitivos todavía no se puede distinguir cuál
de las diversas acciones que se están realizando, se están llevando a cabo en realidad.
Ejemplo: el realizativo implícito “lo haré” es considerado por Austin como anterior a
“prometo que lo haré”. De igual forma dice que la distinción explícita entre las diferentes
fuerzas que una expresión puede tener es un logro posterior del lenguaje, mientras que
las formas primitivas de las expresiones conservan la ambigüedad”, “equivocidad” o
“vaguedad” del lenguaje primitivo, ya que no explicitan la fuerza precisa de la expresión.
En lenguaje, en sus estadios primitivos, no es preciso ni explícito por las razones
anteriormente expuestas.
7
Ibíd. Págs. 56 – 59.
La precisión en el lenguaje aclara el significado de lo que se ha dicho. El carácter
explícito, aclara la fuerza de las expresiones, o “cómo hay que tomarlas”. El adverbio se
define como una palabra invariable, cuya función consiste en complementar la
significación del verbo, de un adjetivo, de otro adverbio y de ciertas secuencias. Austin
resalta que los adverbios se tienden a utilizar, especialmente en el lenguaje escrito
más que en oral. En esto caso, los adverbios sirven para atenuar o aumentar la fuerza
de las expresiones realizativas y de los realizativos explícitos. Ejemplo: la expresión
“estaré allí” se puede ver atenuada añadiendo “probablemente”, o aumentar su fuerza
agregando “sin falta”. Las circunstancias de la expresión, en ocasiones puede requerir
la utilización de recursos adicionales, como las partículas conectivas (por lo tanto,
concluyo que) y de elementos no verbales que la acompañen (gestos o acciones
ceremoniales no verbales). Si bien estos recursos son abundantes, según el autor,
tienden a prestarse a equívocos, además se caracterizan por la vaguedad de sus
significados y la falta de certeza en cuanto a la segura recepción de ellos y,
comúnmente, estos recursos son más utilizados cuando se realizan insinuaciones.
Aclara que el realizativo explícito excluye los equívocos y hace que la acción resulte
relativamente determinada. Austin afirma que, probablemente falte en los mismos
recursos una adecuación positiva que les permita abarcar la complejidad de las
expresiones realizativas. Aunque el autor no lo da todo por perdido y argumenta que, el
uso combinado de estos elementos permite crear este tipo de oraciones, usando
especialmente los adverbios, utilizándolos en el modo que consideremos apropiados
para transmitir dicho mensaje, tal como el ejemplo mencionado anteriormente. Por otra
parte, el autor distingue el caso de adecuar la acción a la palabra. En estos casos, el
autor nos dice se puede dar lugar a realizativos, que pueden convertirse en expresiones
realizativas puras. Ejemplo: se puede pasar de “y uno hace un saludo” a “lo saludo”. 8

10.

Austin realiza una distinción entre los diferentes sentidos en los que puede entenderse
que decir algo es hacer algo. Las tres clasificaciones principales que realiza son las
siguientes. El autor llama acto locucionario al acto de “decir algo”, entendiendo esto en
el sentido de que decir algo es, en sentido normal, hacer algo. Las locuciones son
unidades completas del discurso. En los actos locucionarios agrupamos el grupo de
cosas que se hacen al decir algo. A su vez, estos equivalen a expresar oraciones con
cierto sentido y referencia. El autor realiza una aclaración muy importante. Dice que al
realizar un acto locucionario se realiza también un acto ilocucionario, ya que, en
muchas ocasiones, la expresión, aunque indique en sí su significado, puede que no
quede en claro si, al estar emitiendo esta expresión se está dando una orden,
advirtiendo, aconsejando o sugiriendo, es decir, la fuerza con que se emite la expresión.
8
Ibíd. Págs. 115- 117, 119, 121 – 122, 126.
Los actos ilocucionarios consisten en llevar a cabo un acto al decir algo, y no realizar el
acto de decir algo. Es decir, son producto de expresiones que informan, ordenan,
advierten, sugieren, etc. Son actos que invitan a que otro u otros realicen alguna
actividad, y se caracterizan por tener una cierta fuerza. Los actos locucionario e
ilocucionario son convencionales (suponen convenciones), son de tipo formal.

El acto perlocucionario es el que puede producir ciertas consecuencias o efectos sobre


los sentimientos, pensamientos o acciones de los oyentes, del propio emisor o de otras
personas. Este acto puede ser voluntario (se habla o se trasmite el mensaje con la
intención de generar dichos efectos sobre los receptores) o involuntario (se dan estos
efectos sin premeditación).

Ejemplo 1:

Acto A o Locución: Ella me dijo “siéntese a comer”, queriendo decir con “siéntese”,
siéntese, y refiriéndose con “comer” a comer.

Acto B o ilocución: Me ordenó (sugirió, insistió, etc.) que me sentara a comer.

Acto C o perlocución: Me convenció de sentarme a comer.

Ejemplo 2:

Acto A o Locución: Me dijo: “no puedes salir”

Acto B o ilocución: Me advirtió que no puedo salir.

Acto C o perlocución: Me abstuve de salir.9

C) John Rogers Searle

11.

Esta obra de Searle estudia los diferentes tipos de actos de habla desde la perspectiva
de la filosofía del lenguaje, así como la aplicación de estos en el uso de la lengua. El
primer capítulo es una introducción al texto. Expone los objetivos, métodos, objetivos y
justificaciones de su estudio, así como la perspectiva desde donde se van a analizar los
actos del habla. En el segundo capítulo, expone los aspectos en los que desea trabajar
más profundamente en capítulos posteriores.

9
Ibíd. Págs. 138, 143 – 146, 151, 153.
Aquí expone su hipótesis, la cual repite más de una vez a lo largo del texto: “hablar un
lenguaje es participar en una forma de conducta gobernada por reglas”. Esto es muy
significativo, ya que sostiene que el acto de hablar en sociedad (pasar del proceso del
habla al de la lengua) consiste en realizar actos conforme a reglas, y esto es lógico, ya
que la lengua y el lenguaje se encuentran guiados por reglas, que se deben conocer al
momento de practicarlas. Asimismo, empieza a establecer reglas y análisis del
significado, así como su importancia en las expresiones, que, en el caso de este autor,
son principalmente ilocutivas. El tercer capítulo trata más a fondo las expresiones
ilocutivas, la forma en que se deben construir y las reglas de su uso. Es aquí en donde
se puede ver la continuidad entre este autor y John Austin, ya que esta es una
continuación del estudio hecho previamente por este último autor. El cuarto capítulo
hace un igual estudio a la referencia como acto de habla. Establece cómo se deben
aplicar, las condiciones apropiadas para su uso, reglas y principios. El quinto se habla
de la predicación, aunque aquí (y también en el de la referencia), su análisis incluye
bastante filosofía del lenguaje, que le ayuda a establecer las reglas de uso de estas, así
como la comprobación de teorías como la teoría terminal de las proposiciones. Las
bases de su teorización y estudio son más filosóficas que lingüísticas. Hasta aquí va la
primera parte del texto. La segunda parte es una aplicación de las teorías que planteó
en la primera a lo ya estudiado. El sexto capítulo analiza ciertas falacias existentes en el
acto del habla, la aserción y el significado. El séptimo capítulo estudia dos problemas
de la referencia: la teoría de las descripciones, y el uso de los nombres propios. El
capítulo final estudia la derivación “debe” a partir de “es”. Esta es una aplicación de la
teoría de los universales, desarrollada por Searle en el capítulo V.

12.

John L. Austin fue maestro de John Searle, y su conexión es evidente, así como las
diferencias en su teorización. La relación más importante que estos autores tienen es el
manejo del acto ilocucionario, concepto creado por Austin y desarrollado más adelante
por Searle. Ya conocemos la teorización de Austin, aunque este es el verdadero punto
de contacto entre maestro y alumno. El avance en la teorización de Searle se
manifiesta en el estudio que realiza del acto ilocucionario, el cual denomina como “la
unidad mínima de la comunicación lingüística, y, al incluir esta a los actos, quiere decir
que es una de las bases de la comunicación”. Clasifica a los actos ilocucionarios en
asertivos o representativos, directivos, comisivos, expresivos y declarativos. Asimismo,
les da a estos una dirección de ajuste, grados de sinceridad, y contenido proposicional.
Asimismo, da las reglas de uso de los actos ilocucionarios, estudia los verbos utilizados
en este tipo de expresiones, y también crea algunos principios que dominan su creación
y emisión. Afirma que una proposición no es un acto aunque el acto de expresar una
proposición sea una parte de la realización de ciertos actos ilocucionarios.
El significado no está en la proposición, sino en el acto que la expresa, por cuanto este
autor focaliza la base del significado en el acto ilocucionario. Para el autor, la
realización de actos obedece a un cierto tipo de conducta. Existen dos clases de reglas
semánticas: las reglas que regulan las formas de conducta existentes y las reglas que
definen nuevas formas de conducta. Por otra parte, realiza una distinción importante
entre un acto ilocucionario y el contenido proposicional. Desde un enfoque semántico,
una oración posee un indicador proposicional y un indicador de fuerza ilocucionaria. El
primero corresponde al indicador de proposición, es decir, la proposición misma; y el
segundo contiene el indicador de función, es decir, al acto de habla en cuestión.
Además, aclara que el significado no es un asunto de intención sino de “convención”.
Para que la emisión de una expresión genere un acto, este debe estar sujeto a una
serie de reglas, y no pretender que con la sola intención que tenga el hablante, se
manifieste el significado de cualquier acto.

13.

Según el autor, la razón para concentrase en el estudio de los actos de habla es que
toda comunicación lingüística incluye actos lingüísticos, siendo la producción o emisión
del símbolo, palabra u oración a realizar la unidad de comunicación. La instancia en la
realización del acto del habla se refiere a la emisión del mensaje. Searle denomina a
una instancia de la comunicación lingüística como un mensaje. La instancia es el
mensaje que quiere se quiere emitir de forma hablada o escrita, mediante un símbolo,
palabra u oración. El problema en torno a la instancia radica en reconocer cuándo esta
aparece como algo intencional (cuando un mensaje ha sido enviado o dejado
premeditadamente por una persona) o como algo no intencional, por lo que este último
tipo de instancias deben ser excluidas de la comunicación lingüística, al no ser producto
de la acción del ser humano, o al menos voluntariamente. 10 Él sigue la misma línea de
Austin, y su aporte a esta definición es que diversas oraciones con el mismo contenido
proposicional, pueden tener diferente fuerza ilocucional, dependiendo de que se
presenten como una aseveración, una pregunta, una orden o la expresión de un deseo.
Las fuerzas ilocucionales de un acto de habla pueden describirse siguiendo reglas o
condiciones especificables dadas tanto por las circunstancias como por el propósito que
se sigue en los diferentes actos ilocucionarios. En mi opinión, la obra de Searle es una
continuación y complemento de lo iniciado por Austin en el libro anteriormente
analizado. En el caso del primero, este se enfoca en el análisis de los actos
ilocucionarios, concepto creado por el segundo, y profundiza en su complejidad,
mostrando las condiciones y reglas que rigen a la emisión de este tipo de expresiones.
Asimismo, trata el tema de los actos perlocucionarios, aunque de forma menos
específica.
10
Actos de Habla. John Searle. Pág. 26.
Por otra parte, Searle y Saussure tienen algo en común en las obras que hemos
estudiado: el interés en el estudio de la lengua. Si bien se sabe que el habla, como
principio constitutivo, es inherente a la lengua, el mismo Searle aclara que, a pesar de
que su texto trata el estudio de los actos del habla, también representa un estudio de la
lengua, ya que, además de que el habla es la primera fase del proceso de la
comunicación, él añade que, cualquier cosa que una persona quiera decir (proceso del
habla) puede ser dicha (lengua). Justifica esto diciendo que, si bien un lenguaje puede
no ser lo suficientemente rico para que una persona se sirva de decir algo en especial,
no hay barreras para que la misma complemente esta insuficiencia o diga lo que desee
en un lenguaje más rico.

Según Searle, el significado puede ser un asunto de reglas y convenciones. Esto quiere
decir que debe existir una conexión entre el hecho de que alguien quiera decir algo
mediante lo que dice, y lo que realmente significa en el leguaje aquello que alguien
dice. Cuando una persona articula las palabras en oraciones que trasmiten una
instancia (mensaje), se intenta producir un efecto determinado por medio del logro del
reconocimiento por parte del oyente o receptor de la intención del emisor de generar
dicho efecto. El dispositivo utilizado para generarlo se usa convencionalmente, en virtud
de las reglas que gobiernan su uso. El autor afirma que, al realizarse un acto
ilocucionario, cuando las palabras se utilizan literalmente, se pretende que el
reconocimiento de la intención del emisor se logre en virtud de que las reglas para el
uso de las expresiones que emite asocian la expresión con la generación de dicho
efecto.11

14.

El acto ilocucionario, para Searle, constituye una unidad básica o mínima de la


comunicación lingüística. Él sigue la misma línea de Austin, y su aporte a esta definición
es que diversas oraciones con el mismo contenido proposicional, pueden tener
diferente fuerza ilocucional, dependiendo de que se presenten como una aseveración,
una pregunta, una orden, una promesa, una felicitación, un saludo, un consejo, un
agradecimiento, un aviso, o la expresión de un deseo. Las fuerzas ilocucionales de un
acto de habla pueden describirse siguiendo reglas o condiciones especificables dadas
tanto por las circunstancias como por el propósito que se sigue en los diferentes actos
ilocucionarios. Estos también pueden presentar posibles defectos, que pueden viciar el
acto en su totalidad. En ocasiones, un defecto puede ser intrínseco al mismo, y aunque
esté presente, el acto se logra realizar. Searle llama a esto acto defectivo”, al cual
asocia con la noción austiniana de “infortunio” 12
11
Ibídem. Págs. 52, 54.

12
Ibíd. Pág. 62.
La predicación es la acción de decir algo de un sujeto, animal o cosa (predicación
nominal), o de un proceso o evento (predicación verbal). El capítulo de la predicación
del texto de Searle inicia con la exposición de la teoría del matemático y filósofo alemán
Gottlob Frege, quien afirma que, siempre que dos expresiones se refieren al mismo
objeto o sujeto, una puede ser reemplazada por la otra en la oración sin cambiar el
valor de verdad del enunciado correspondiente. Esto para Searle constituye un
problema, que él mismo resuelve con varias objeciones. Él dice que esto no es cierto.
Una segunda oración, producto de la aplicación de la teoría de Frege, a diferencia de la
oración original es o un complemento sinsentido o, simplemente una lista. La
contradicción en la que entra Frege se debe a que, según el autor, él desea extender la
distinción sentido – referencia a los predicados, es decir, que él insiste en que los
predicados tienen un referente. Esto se debe a que en su teoría de la aritmética surgió
la necesidad de cuantificar propiedades.

Continúa con el problema de la teoría terminal de las proposiciones, critica de nuevo


Frege, resaltando que su fracaso radicaba en querer encontrara una simetría “extrema”
entre sujeto y predicado. La solución que a este problema da el autor es que, la teoría
terminal interpreta la predicación como un género particular de referencia. Si se
insistiera en la existencia de una simetría, es más adecuado interpretar la referencia
como un género peculiar de la predicación. Otro problema se refiere a los predicados y
los universales. El autor afirma que la existencia de cualquier universal se sigue de la
significatividad de su correspondiente término general. El problema que plantea Searle
es ¿qué se necesita para tener la noción de un universal? Él responde que para esto se
debe conocer el significado del término general correspondiente, así como ser capaz de
usarlo. Esto quiere decir que, para comprender el nombre de un universal, hay que
comprender el uso del término general correspondiente, aunque esta operación no se
puede realizar a la inversa.

Por ejemplo, si el término “amabilidad” es anterior a “es amable”, un lenguaje no podría


contener la noción de “amabilidad” si no contiene su anterior: “es amable”, pero puede
poseer esta última sin necesidad de la existencia de la primera. 13 Por otra parte, el autor
afirma que la predicación es un acto de habla que se encuentra “separado”, ya que
forma parte del acto ilocucionario, y jamás es neutral, ya que siempre tiene una u otra
fuerza ilocucional. Añade que, la predicación presenta un contenido, y el modo en que
este se presenta está determinado por la fuerza ilocucionaria de la oración. La
referencia, para Searle, junto con la predicación, son los dos actos proposicionales, y
estos a su vez son actos de habla. Aclara que, no toda ocurrencia de una expresión
referencial en el discurso es una ocurrencia referencial.

13
Ibíd. Pág. 126.
Las expresiones, sean referenciales o de otra clase, pueden aparecer en el discurso sin
tener su uso normal, sino que en el discurso se habla de ellas mismas.

Ejemplo: A) Sócrates fue un filósofo, y

B) “Sócrates” tiene ocho letras.

Mientras que en la primera oración, el papel que juega la primera palabra es normal, ya
que allí se refiere a una persona particular, en la segunda no tiene este uso, ya que la
palabra misma es presentada y se procede a hablar sobre ella, en lugar de usarse
convencionalmente para referir. Searle clasifica los géneros de las expresiones
referenciales definidas en cuatro: 1) Nombres propios; 2) Frases nominales complejas
en singular; 3) Pronombres y 4) Títulos. También dio las dos condiciones necesarias
para la realización de la referencia. La primera es que debe existir solo un objeto al que
se aplique la emisión de la expresión por parte del emisor. La segunda es que se le
debe dar al oyente los medios suficientes para identificar el objeto a partir de la
producción de la expresión por parte del emisor.14

15.

Austin y Searle han contribuido sin duda alguna al estudio de la lingüística. El Análisis
del discurso toma al discurso escrito y hablado como una forma de uso de la lengua. En
este campo es en donde Austin ha aportado más. El uso de la lengua es el que
determina el carácter del discurso, el tono que puede tomar el discurso, y la efectividad
del mismo cuando se transmite a los receptores. Los historiadores y los analistas
políticos son tal vez los académicos que más necesitan estudiar los discursos,
especialmente por los mensajes que pretenden transmitir al público. Asimismo, el uso
de la lengua en el discurso indica una forma de comunicación y su pertenencia a un
contexto espacio–temporal específico. Las expresiones locutivas, ilocutivas y
perlocutivas, se pueden encontrar presentes en los discursos, y se hace necesario que,
al analizarlos, la persona que lo haga tenga el conocimiento sobre este aspecto de la
lingüística, ya que la identificación de estos dentro de un texto ayudaran a conocer la
intención del creador del discurso, así como la forma en que quiere que su mensaje
llegue a un grupo determinado de receptores. Tanto Austin como Searle han realizado
contribuciones al Análisis crítico del Discurso. Recordemos que este considera al
discurso como una forma de práctica social, por lo que los historiadores, que nos
especializamos en estudiar discursos de diferentes épocas y en contextos muy
distintos, debemos ser capaces de reconocer que pretendía el emisor al generar un
discurso, qué mensaje transmite.

14
Ibíd. Págs.81 – 84, 88 – 90.
¿Es en realidad el mensaje explícito, o se encuentra oculto o cifrado en el texto? ¿Es
más de un mensaje? ¿En qué forma se pretende transmitir el mensaje, por qué, y a qué
clase de oyentes va dirigido? Para saber esto, no solo basta con saber historia. Se hace
necesario conocer aspectos básicos de la lingüística. Estos dos autores exponen dos
que tal vez la mayoría de los historiadores no conocían hasta que leyeron estos textos.
De ellos podemos tomar la importancia que tiene el uso de las expresiones. En el caso
del discurso, esto se convierte en una herramienta que nos guía para para poder
resolver todas las interrogantes que surgen a partir de esta cuestión. Además, si se
logra detectar el sentido que puedan tener ciertas expresiones en un determinado
discurso, se puede desentrañar la verdadera naturaleza del mismo, ya que el empleo
que se le dé al lenguaje en el discurso puede señalar quién es su autor, lo que lo motivo
a crear el discurso, y las intenciones, explícitas u ocultas que pueda tener este.

Mi único reparo es a Searle. Opino que, al ser un filósofo del lenguaje, Searle asocia
más el estudio de la lingüística a la filosofía. Se enfoca más en el análisis filosófico,
dirigido a varios aspectos del lenguaje, especialmente los de la referencia y la
predicación, en donde se adentra dando reglas, enumerando procesos y dando teorías
más asociadas a la filosofía y, en mi opinión, gran parte de estas observaciones son
más útiles a los filósofos del lenguaje que a los propios lingüistas. Es una obra algo
compleja, ya que aborda al lenguaje desde la perspectiva filosófica.

Textos Estudiados:

* Curso de Lingüística General. Ferdinand de Saussure. Editorial Losada. Buenos Aires.


1945.

* Cómo Hacer Palabras con Cosas. John Langshaw Austin. Editorial Paidós. Barcelona.
1971.

* Actos de Habla. John Rogers Searle. Editorial Planeta - Agostini. Madrid. Barcelona.
1994.

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