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IMPERIALISMO Y DERECHO INTERNACIONAL: HISTORIA Y LEGADO


(Colección Nuevo Pensamiento Jurídico, Ediciones Uniandes y Siglo del Hombre Editores)
Luis Eslava, Liliana Obregón y René Urueña (eds). (Forthcoming)

Capítulos (traducidos al Español) que forman el cuerpo del libro:

1. Antony Anghie, 'The evolution of international Law: colonial and postcolonial


realities' (2006) 27(5) Third World Quarterly 739.
2. Martti Koskenniemi, 'Empire and international law: the real Spanish contribution'
(2011), 61 University of Toronto Law Journal 1.
3. Anne Orford, ‘The past as law or history? The relevance of imperialism for modern
international law’ in Mark Toufayan, Emmanuelle Jouannet and Hélène Ruiz Fabri,
Droit international et nouvelles approches sur le tiers-monde: entre répétition et
renouveau (Société de Législation Comparée, 2013), también publicado en la serie:
NYU Institute for International Law and Justice Working Papers, No. 2012/2.

Capítulo introductorio
IMPERIALISMO(S) Y DERECHO(S) INTERNACIONAL(ES): AYER Y HOY
Luis Eslava, Liliana Obregón, René Urueña1

Aquí pues yo, descendiente de quienes poblaron América hace


cuarenta mil años, he venido a encontrar a los que se la
encontraron hace quinientos. Aquí pues nos encontramos todos:
sabemos lo que somos, y es bastante.
Luis Britto García (1990)

I. INTRODUCCIÓN

En los últimos años, la pregunta sobre cómo y en qué grado el pasado imperial de América y
África influye en el mundo contemporáneo ha generado un debate académico y político
interdisciplinario.2 Para los historiadores del derecho, no obstante, tal cuestionamiento ha pasado

1
Agradecemos enormemente los comentarios y recomendaciones editoriales que nos brindó Daniel Bonilla, la
lectura cuidadosa del texto por Enrique Prieto, y el valioso apoyo editorial y de investigación que nos brindó Jimena
Sierra. Todos las limitaciones de este trabajo son complementamente nuestras.
2
El imperialismo y el colonialismo podrían entenderse como aplicables ‘a la antigua Grecia, el Imperio Romano, a
los aztecas, etc.’ Sin embargo, para nuestros propósitos ‘pasado imperial’ hace referencia a los proyectos imperiales
Europeos generados por la conquista de América a partir del siglo XVI y por la colonización de África, Asia, el
Medio Oriente, y el Pacífico a partir del siglo XVIII, y en particular a partir del siglo XIX. Miguel Mellino, La
crítica poscolonial: descolonización, capitalismo y cosmopolitismo en los estudios poscoloniales (Paidós, 1a ed.,
2008), 25.

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casi desapercibido a excepción de algunos estudios críticos desde la disciplina del derecho
internacional que señalan las consecuencias normativas negativas del imperialismo en la
actualidad. Inclusive, argumentan algunos, el imperialismo fue fundacional e inherente a la
construcción misma del derecho internacional moderno. Visto de desde esta perspectiva, estudiar
la relación entre imperialismo y derecho internacional es central para entender su estructura
histórica y su papel en la sociedad contemporánea. Por lo tanto, es nuestro objetivo presentar al
público de lengua castellana un estudio histórico y un marco introductorio al tema con el fin de
comprender mejor los desafíos que este pasado tiene en el mundo actual y promover estudios
novedosos sobre el tema desde América Latina.

El texto procede de la siguiente manera: las secciones II a VII presentan recientes aportes
teóricos que indagan la relación entre el imperialismo europeo y el derecho internacional.
Nuestra primera descripción destaca una lectura amplia del imperialismo que comprende los
cambios políticos, económicos y jurídicos presentes en el orden mundial contemporáneo. Estos
cambios confirman la naturaleza internacional de nuestra vida contemporánea y el carácter
asimétrico que siguen teniendo las relaciones entre Estados. Como veremos, el proceso de
globalización económica y cultural de finales de los años ochenta, la guerra contra el terrorismo
desatada a raíz de los eventos del 11 de septiembre de 2001, y la crisis financiera global del año
2008, han servido como trasfondo para estudiar la manera en que prácticas, conceptos y
arquitecturas institucionales imperiales del pasado definen la operación del derecho internacional
contemporáneo.3

Este ensayo introductorio describe cómo la relación entre imperialismo y derecho internacional
ha ocupado una parte importante de las discusiones en los movimientos académicos conocidos
como ‘Estudios críticos del derecho internacional’ y ‘Aproximaciones desde el tercer mundo al
derecho internacional’ (en inglés: Critical International Law (CIL)4 y Third World Approaches

3
Los proyectos imperiales se valieron de variados mecanismos legales y extralegales que permitieron la realización
de diversas formas de explotación colonial que continúan acarreado graves impactos en los territorios, en la vida de
las personas y en el ambiente. María Ceci Misoczky ySteffen Böhm. Resisting neocolonial development:
Andalgalá's people struggle against mega-mining projects (Cuadernos EBAPE. BR 11.2, 2013), 311-339.
4
Prabhakar Singh y Benoît Mayer (eds), Critical International Law: Postrealism, Postcolonialism, and
Transnationalism (OUP, 2014); Jason Beckett, ‘Critical International Legal Theory’ (Oxford Bibliographies, 2012)

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to International Law (TWAIL)5). Estas aproximaciones proporcionan un rico repertorio de líneas


argumentativas y herramientas teóricas para repensar la historia del derecho internacional
contemporáneo y entender que hay ‘otro(s)’ derecho(s) internacional(es) que necesitamos
reconocer o crear para generar un mundo más justo.6 A pesar de que la cuestión imperial hace
parte del pasado y presente de América Latina, las nuevas aproximaciones se conocen poco
quizás por su falta de traducción a la lengua castellana o por un arraigo académico histórico al
derecho internacional ‘clásico’ que presenta una visión de un futuro mejor, un progreso linear de
la disciplina y le da una mínima importancia al pasado.

Teniendo en cuenta que los autores con perspectivas TWAIL o CIL buscan subvertir la
condiciones de subordinación impuestas al ‘tercer mundo’ por el colonialismo y el
neocolonialismo,7 nuestra publicación pretende ofrecer herramientas teóricas a la academia
latinoamericana para repensar el derecho internacional en una región que sigue marcada por su
pasado colonial y sus relaciones de dependencia con los antiguos centros imperiales.8 Este

5
Makau Mutua and Antony Anghie, ‘What is TWAIL?’ (2000) 94 The American Society of International Law
Proceedings 31; Antony Anghie and Buphinder S. Chimni, ‘Third World Approaches to International Law and
Individual Responsibility in Internal Conflicts’ (2003) 2 Chinese Journal of International Law 77; Antony Anghie et
al, The Third World and International Order: Law, Politics, and Globalization (Martinus Nijhoff, 2003); Karin
Mickelson, ‘Taking Stock of TWAIL Histories’ (2008) 10(4) International Community Law Review 355; James
Thuo Gathii, ‘TWAIL: A Brief History of its Origins, its Decentralized Network, and a Tentative Bibliography’
(2011) 3(1) Trade Law and Development 26; Luis Eslava and Sundhya Pahuja, ‘Beyond The (Post)Colonial:
TWAIL and the Everyday Life of International Law’ (2012) 45(2) Journal of Law and Politics in Africa, Asia and
Latin America 195.
6
Algunos autores de CIL y TWAIL concentran su análisis en las instituciones centrales del derecho internacional y
su promoción de valores jurídicos definidos como ‘universales’ por los centros imperiales como parte de la llamada
‘misión civilizatoria’. Sobre el concepto de civilización en derecho internacional ver especialmente: Liliana
Obregón, ‘The Civilized and the Uncivilized’ in Bardo Fassbender and Anne Peters (eds), Oxford Handbook of the
History of International Law (Oxford University Press, 2012). Estos autores interrogan el carácter universal del
derecho internacional y develan sus orígenes eurocéntricos con pretensiones de expansión, asimilación y
homogenización prestando especial atención a la historia del derecho, a la construcción de la idea del ‘otro’ (del
sujeto colonial que se entiende como salvaje, incivilizado o subdesarrollado y que debe moldearse de acuerdo a los
mandatos del derecho de las naciones civilizadas), y a los legados coloniales que se reproducen a través de sus
instituciones internacionales y que redundan en el mantenimiento de sofisticadas formas de dominación sobre los
países del tercer mundo, como la configuración de la soberanía, de la categoría de los derechos de propiedad y de las
acciones de intervención humanitaria. Aunque estos autores comparten la preocupación por develar el carácter
opresor del derecho internacional y cuestionar su ideal emancipatorio, existen entre ellos diferentes perspectivas
teóricas y metodológicas sobre el derecho internacional (ej. marxismo, posmodernismo, feminismo, teorías sobre
raza y racismo, etc). La variedad de aproximaciones se debe, entre otras cosas, al origen diverso de los autores que
participan en estos movimientos y a la multiplicidad de movimientos sociales (campesinos, ambientalistas,
feministas, etc) que circulan en el llamado ‘tercer mundo’.
7
Mutua y Anghie, ‘What is TWAIL?’, 31.
8
Aleida Hernández Cervantes, La producción jurídica de la globalización económica. Notas de una pluralidad
jurídica transnacional (Universidad Nacional Autónoma de México, 2014).

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volumen presenta una muestra de escritos representativos de la obra de Anthony Anghie, Martti
Koskenniemi y Anne Orford, tres figuras claves en las discusiones contemporáneas sobre la
relación entre imperalismo y derecho internacional. Las secciones VIII, IX y X presentan y
contextualizan los textos traducidos de los tres autores en relación a la interpretación y operación
del derecho internacional visto desde su relación con el imperialismo. El objetivo y la esperanza
de este libro es que el lector hispanohablante encuentre un punto de partida para indagar y poner
en práctica una mirada incisiva sobre el pasado imperial del derecho internacional y su relación
al mundo contemporáneo, especialmente en América Latina.

II. LA MIRADA RESTRINGIDA DEL IMPERIALISMO.

Corriendo el riesgo de esquematizar o de hacer una clasificación a priori, hay dos formas de
aproximarse a la relación entre imperialismo y derecho internacional: una restringida y otra
amplia. Cada aproximación depende de qué se entiende por imperialismo, y de cómo se
conceptualiza la historia y el objeto del derecho internacional. Así mismo, cada aproximación
acarrea una postura específica frente a la manera como se practica y cómo se conceptualiza el
derecho internacional.

La postura restringida, o canónica, tiende a concebir al imperialismo cómo una cuestión del
pasado y al derecho internacional contemporáneo como una herramienta técnica. A pesar de las
múltiples limitaciones institucionales y asimetrías de poder entre los países, esta postura es
optimista y entiende al derecho internacional como un orden normativo justo9 e idóneo para
avanzar en la construcción de consensos universales en materia de convivencia, seguridad,
comercio internacional, y medio ambiente.10 Por el contrario, la postura amplia considera que el
pasado imperial tiene todavía consecuencias y efectos estructurales sobre el derecho
internacional, y que su ejercicio y enseñanza deben ser repensados en términos de este legado.11

9
Ver por ejemplo, Matthias Herdegen, Derecho Internacional Público (Universidad Nacional Autónoma de
México, 2005) 1 -13.
10
Eslava y Pahuja, ‘Beyond The (Post)Colonial’
11
Antony Anghie encapsula esta idea de manera excepcional: ‘busco … mostrar cómo estos orígenes crearon un
conjunto de estructuras que continuamente se repiten a través de las varias etapas de la historia del derecho
internacional. Al hacer esto busco confrontar las historias convencionales de la disciplina, las cuales presentan al
colonialismo como periférico, un episodio desafortunado que ha sido ya sobrepasado por las iniciativas heroicas
durante el periodo de descolonización que generaron la emergencia de las sociedades coloniales como

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Entendido de una manera restringida, el concepto de ‘imperialismo’ se refiere al momento en el


cual las metrópolis modernas europeas (por ejemplo, Inglaterra, Francia, Alemania, Bélgica,
Portugal, los Países Bajos e Italia) consolidaron su esfera de influencia sobre la periferia colonial
desde el siglo XVI en América y desde finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX en
África, Asia y el Pacífico.12 Las prácticas coloniales, en este contexto, fueron utilizadas como
estrategias para la realización de proyectos de imperio.

El ‘colonialismo’ fue así parte de un proyecto imperialista que utilizó el proceso de conquista y
la administración colonial como herramientas en el asentamiento en tierras foráneas y el control
de poblaciones.13 El ‘imperialismo’ es, por estas razones, un concepto amplio, la realidad es que
éste último porque abarca prácticas y estrategias para extender el poder colonial y controlar de
manera sistemática la explotación de recursos, la vida social y política de territorios enteros, con
o sin la presencia de un aparato de administración colonial como tal.14 Las multiples prácticas
coloniales que utilizaron los Estados europeos sobre los territorios que entendían ‘atrasados’,
‘salvajes’, o ‘sin dueño’ (terra nullius) en África, Asia, el Pacífico y América, hicieron de esta
manera parte de un proyecto imperialista amplísimo y diverso.

independientes Estados soberanos.’ Antony Anghie, Imperialism, Sovereignty, and the Making of International Law
(Cambridge University Press, 2005), 3. [Todas las traducciones son de los editores a menos que se indique lo
contrario].
12
Eric Hobsbawm, Age of Empire 1875-1914 (Hachette UK, 2010).
13
El colonialismo se puede define definir como ‘una forma de control político de un territorio y una población por
un Estado, usualmente a través de un aparato administrativo especializado, que corresponde a una ideología a través
de la cual se justifica ese control’ (Gartrell, 1984, p. 4, citado por Merry, 1991, p. 894 - 895). Otra definición de
colonialismo la define como “la conquista, la posesión y el control directo de territorios que pertenecen a otros
pueblos o grupos sociales definidos a partir de tal situación en tanto colonia. (...) Mientras los tipos de colonialismo
precedente eran de naturaleza precapitalista, la expansión colonial de la edad moderna tenía como fin programático
el nacimiento y el desarrollo del capitalismo mercantil primero, e industrial después. Por esto el capitalismo
moderno no se limitó a extraer bienes, tributos y riquezas de los países conquistados, sino que por medio de un
particular sistema de intercambios comerciales, dio lugar a un proceso de reorganización global de sus economías y
de sus estructuras sociales internas’. Citado en Mellino, La crítica poscolonial, 25.
14
‘El imperialismo implica la existencia de uno o varios centros y periferias. Supone que existen regiones
dominantes (históricamente Europa y luego Estados Unidos) y regiones dominadas (…) El imperialismo concebido
[de esta manera] consiste clásicamente en la proyección de la potencia de los Estados centrales en el escenario
mundial, lo cual implica –sobre todo en la concepción de Lenin – la existencia de conflictos interimperiales’ Razmig
Keucheyan, Hemisferio Izquierda: un mapa de los nuevos pensamientos críticos (Siglo XXI Editores, 2013), 121.

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Las políticas imperialistas europeas como ‘El Gran Juego’ en Asia Central,15 ‘El Reparto de
África’ formalizado en la Conferencia de Berlín de 1884-85,16 y ‘La Política de Puertas Abiertas’
en China,17 vinieron a formalizar así modalidades muy diversas de intervención y administración
colonial, estableciendo patrones globales de distribución de riqueza y poder político que todavía
hoy marcan lo que Immanuel Wallerstein llama el ‘sistema del mundo’.18

En 1917, Vladimir Lenin (1870-1924) explicó en su libro El imperialismo, fase superior del
capitalismo, cómo estas políticas expansivas de carácter imperial eran una consecuencia lógica
de la acumulación de capital en los países de centro desde el siglo XVI – una acumulación que
fue acelerada por la revolución industrial, la necesidad de materias primas, la pauperización de
las clases proletarias y campesinas de estos países, y la cristalización de sus burguesías
nacionales listas a expandir sus actividades comerciales a nivel internacional.19En este marco,
Lenin definió de esta forma el imperialismo como ‘el capitalismo en la fase de desarrollo en que
ha tomado cuerpo la dominación de los monopolios y del capital financiero, ha adquirido
señalada importancia la exportación de capitales, ha empezado el reparto del mundo por los
trussts internacionales y ha terminado el reparto de toda la tierra entre los países capitalistas más
importantes.’20 A partir de esta definición, Lenin afirmó que ‘si fuera necesario dar una
definición lo más breve posible del imperialismo, debería decirse que el imperialismo es la fase
monopolística del capitalismo.’21

Hannah Arendt (1906-1975) en Los orígenes del totalitarismo (1951) avanzó esta lectura del
imperialismo, haciendo un enfasis en la transformación del estado-nacional y el reordenamiento
del orden mundial. Arendt demuestra en su análisis como los elementos económicos del
imperialismo estuvieron ligados al mismo tiempo con la solidificación y modernización de los
estados-nacionales en Europa y la emergencia de discursos de superioridad cultural dentro de

15
David Fromkin, ‘The Great Game in Asia’ (1980) 58(4) Foreign Affairs 936.
16
José Urbano Carreras, ‘Nota bibliográfica sobre el centenario de la Conferencia de Berlin (1884-1885)’ (1987) 8
Cuadernos de historia moderna y contemporánea 311.
17
Jerry Israel, Progressivism and the Open Door: America and China, 1905–1921 (University of Pittsburgh Press,
1971); Walter H. Mallory, ‘The Open Door in China: A Reappraisal’ (1947) 26(1) Foreign Affairs 155.
18
Ver especialmente, Wallerstein, Immanuel Wallerstein, The Modern World-System IV: Centrist Liberalism
Triumphant, 1789–1914 (University of California Press, 2011).
19
Vladimir Lenin, Imperialismo, fase superior del capitalismo (Editorial Progreso, 1989).
20
Ibid, 88.
21
Ibid, 87.

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estos países.22 Según Arendt, la lógica expansionista del imperialismo tiene tres rasgos
esenciales: ‘(i) se sostiene bajo la forma del conflicto entre la configuración estable de las
instituciones jurídico políticas y territoriales, por un lado, y la lógica de la acumulación
capitalista, por otro; (ii) la contradicción inherente entre estas dos lógicas solo se resuelve
mediante la expansión geográfica; (iii) [y] a la base de esta expansión geográfica tiene lugar una
acumulación originaria de capital, tal y como Marx concibió este proceso.’23

En el capítulo de Los orígenes del capitalismo, donde Arendt se refiere a La emancipación


política de la burguesía, Arendt analiza esta tensión que supone la consolidación de los estados-
nación en el periodo comprendido entre 1884 y 1914 y la expansión económica que requerían las
operaciones capitalistas de la burguesía. Arendt, explica esta contradicción en los siguientes
términos:

[E]n contraste con el estructura económica, la estructura political no puede expandirse de


manera indefinida debido a que ella no está basada en la productividad del hombre, la
cual es ilimitada. De todas las formas de gobierno y organización del hombre, el estado-
nación es la forma menos apropiada para el crecimiento ilimitado gracias a que el
consentimiento que reside a su base no puede ser extendido de manera indefinida, y es
solo de manera extraordinaria, y con mucha dificultad, obtenido de los sujetos
colonizados. No existe nación que con una consciencia limpia trate de conquistar
poblaciones foráneas, y esto se debe a que tal conciencia solo se puede derivar de la
convicción que la nación conquistadora impone un derecho superior sobre los barbaros. 24

En este sentido, Arendt sostiene que el imperialismo:

[F]ue el producto que surgió cuando la clase dirigente en la producción capitalista se


enfrentó a las limitaciones nacionales en su crecimiento económico. La burgesía se
enfocó así hacia la política debido a una necesidad puramente económica, gracias a que
ella no quería perder su control sobre el sistema capitalista el cual existe bajo la lógica del

22
Hannah Arendt, The Origins of Totalitarianism (Houghton Mifflin Harcourt, 1973).
23
Sonia Arribas, ‘Arendt y el nuevo imperialismo’ (2010) 186(742) Arbor 265.
24
Arendt, The Origins of Totalitarianism, 126. [Traducción al español por los editores].

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crecimiento económico – lógica que debió imponer sobre los gobiernos nacionales para
proclamar la expansión [imperial] como el objetivo fundamental de las relaciones
internacionales de sus países.25

Detrás del imperialismo del siglo XIX y principios del siglo XX existió, de esta manera, una
combinación intrincadísima de justificaciones, en las cuales elementos muy claros de explotación
y dominación, se mezclaban constantemente con ideales de progreso, superioridad cultural y
humanitarismo, y la tecnificación del gobierno al interior de los países europeos y de sus
relaciones internacionales. El trasfondo del imperialismo estuvo marcado así por tres
justificaciones. De una parte, las políticas imperiales buscaban expandir los mercados de los
países de centro, obtener materias primas, generar trabajo para sus clases obreras, y asegurar la
competitividad de estas naciones frente a sus vecinos europeos. A estas justificaciones se sumó
también la necesidad de asegurar una ‘esfera de influencia’ sobre territorios que además de
poseer un valor económico ocupaban al mismo tiempo un lugar geoestratégico muy importante
en términos de defensa y control de rutas comerciales. Finalmente, las empresas imperiales, y el
imperialismo como un todo, se justificó como un proceso civilizatorio o una plataforma (cómo
un ‘mal necesario’) para educar, modernizar y actualizar a la periferia colonial en términos de
estándares ‘universales’ de conocimiento, administración pública, y desarrollo económico.26

Todas estas justificaciones que dieron lugar al periodo imperialista fueron articuladas y
desarrolladas por el derecho internacional, o ius publicum europaeum de ese momento.27 Este
ofreció el lenguaje y la arquitectura institucional (por ejemplo a través del ‘Sistema de
Conferencias’ y las regulaciones sobre la guerra, el comercio y uso de las rutas marítimas)28 que

25
Ibid.
26
Ver en particular los trabajos de Frederick Lugard (1858-1945) y su formulación y uso de la idea del ‘dual
mandate’ dentro del contexto de la empresa imperial británica. Frederick Lugard, The Dual Mandate in British
Tropical Africa (W. Blackwood and sons, 1922). Ver también, Mahmood Mamdani, Define and Rule: Native as
Political Identity (Harvard University Press, 2012).
27
Ver por ejemplo, Jörn Axel Kämmerer, ‘Colonialism’ in Rüdiger Wolfrum (ed), The Max Planck Encyclopedia of
Public International Law (Oxford University Press, 2008-, online edition).
28
‘La época de la culminación de la guerra de los Treinta años (tratados de paz de Münster y Osnabrück, 1648) y el
Congreso de Viena, (1815) se caracterizó por el ordenamiento territorial de Europa y de los territorios de ultramar
mediante Conferencias de Estados y el logro del equilibrio entre los grandes poderes. Esta se conoce como la época
clásica del derecho internacional europeo (ius publicum europaeum).’ Durante este periodo ‘[l]as relaciones
diplomáticas experimentaron un desarrollo creciente mediante organizaciones con reglas refinadas sobre privilegios
e inmunidades. La jurisdicción internacional como mecanismo para la solución de controversias, que había entrado

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legitimaron el expansionismo europeo sobre la periferia colonial.29 El derecho internacional se


convirtió en la lingua franca para negociar y tomar posesión de territorios periféricos y
establecer sistemas transnacionales de intercambio financiero y de materias primas y productos
industriales que le inyectaron el ímpetu tan característico que tuvo la empresa imperial europea.
Este ímpetu llevó (tanto de manera formal como informal) a las potencias europeas y su modelo
económico a todos los rincones del mundo.30

Imperialismo local y su contrapartida internacional

Como Arendt lo afirma en su trabajo,31 y Foucault y otros han replicado en sus análisis, el
imperialismo fue por estas razones una expresión de la consolidación de los estados nacionales y
de la burocratización de la ‘cosa pública’ a nivel doméstico.32 Esta modernización y
burocratización, que estuvo aparejada al nacimiento de muchas de las ramas de las ciencias
sociales que hoy componen el paisaje de las humanidades (como la sociología, la antropología, la
geografía, la estadística, etc),33 refinaron y sirvieron como catalítico a nivel local de las políticas
a favor del expansionismo imperialista y, quizás más importante, de la solidificación del estado-
nacional como la unidad fundamental para organizar las relaciones internacionales.34

en paulatina decadencia, hacia finales del siglo XVIII tuvo un resurgimiento con el tratado de Jay de 1794, entre los
Estados Unidos y la Gran Bretaña. Las reglas relativas a la delimitación de las pretensiones de soberanía sobre los
territorios y mares se siguieron desarrollando, como el ordenamiento legal de altamar y el derecho de neutralidad.’
Herdegen, Derecho Internacional Público, 17 -18.
29
Martii Koskenniemi, The Gentle Civilizer of Nations: The Rise and Fall of International Law 1870-1960
(Cambridge University Press, 2004); Anghie, Imperialism, Sovereignty and the Making of International Law.
30
Sobre la importancia de la expansion imperial formal e informal, ver especialmente, John Gallagher and Ronald
Robinson, ‘The Imperialism of Free Trade’ (1953) 6(1) The Economic History Review 1.
31
Arendt. The Origins of Totalitarianism, 126.
32
Michel Foucault, Society Must be Defended: Lectures at the Collège de France, 1975-1976 (Picador, 2003).
33
Ver por ejemplo en el caso de la Antropología: Bronislaw Malinowski, ´Practical Anthropology’ (1929) 2(1)
Africa: Journal of the International African Institute 22-38. Para una mirada crítica del proceso, ver : Anibal
Quijano, Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina (Clacso, 2000); Santiago Castro-Gómez, La
hybris del punto cero: ciencia, raza e ilustración en la Nueva Granada (1750-1816) (Pontificia Universidad
Javeriana, 2005); Walter Mignolo, The Darker Side of the Renaissance: Literacy, Territoriality, and Colonization
(University of Michigan Press, 2003); Walter Mignolo, ‘The Splendors and Miseries of 'Science': Coloniality,
Geopolitics of Knowledge and Epistemic Pluriversality’ in Boaventura de Souza Santos (ed) Cognitive Justice in a
Global World. Prudent Knowledge for a Decent Life (Rowman and Littlefield Publishers, 2007), 353.
34
Anghie, Imperialism, Sovereignty and the Making of International Law; Sundhya Pahuja, Decolonising
International Law: Development, Economic Growth and the Politics of Universality (Cambridge University Press,
2011); Luis Eslava, ‘Istanbul Vignettes: Observing the Everyday Operation of International Law’ (2014) 2(1)
London Review of International Law 3.

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La cara local del imperialismo galvanizó así la consolidación de identidades e intereses


nacionales y generó como contrapartida la formalización de la esfera internacional. En esta
nueva esfera (o nivel) internacional las potencias europeas comenzaron a usar, de manera cada
vez más refinada, el derecho internacional para avanzar sus propios intereses nacionales.35 Esta
relación entro lo nacional e internacional no solo aplicó, sin embargo, dentro de Europa, sino que
también se convirtió en el horizonte para pensar cómo se podrían conducir las relaciones entre el
centro y la periferia más allá del marco imperialista. El modelo de estado nacional de origen
europeo, y su afirmación en la nueva esfera internacional, se convirtió durante este mismo
periodo en el arquetipo que los territorios de la periferia deberían seguir una vez se les
considerara preparados, o ganaran por sí mismos el derecho a través de las luchas anti-coloniales,
para afrontar sus propios destinos como sujetos ‘libres’ en el mundo.36

Entendido así, el derecho a la autodeterminación de los pueblos no surgió – como usualmente se


presenta en los manuales de derecho internacional – como una propuesta puramente anticolonial
anunciada por Woodrow Wilson en sus famosos Catorce Puntos (1918), y posteriormente
cristalizada por Franklin D. Roosevelt y Winston Churchill durante la Segunda Guerra
Mundial.37 En lugar de esta perspectiva, la idea de autodeterminación tiene su génesis en la
formación de estados independientes en las Américas, y en el establecimiento de estándares
internacionales usados por los países de centro para calificar el nivel de competencia de las
poblaciones periféricas y establecer cuál debería ser la forma política que estas poblaciones
deberían adoptar una vez fuesen descolonizadas.38

35
Mark Mazower, No Enchanted Palace: The End of Empire and the Ideological Origins of the United Nations
(Princeton University Press, 2009); Mark Mazower, Governing the World: The History of an Idea (Penguin, 2012).
36
Anghie, Imperialism, Sovereignty and the Making of International Law.
37
Ver especialmente, Woodrow Wilson, Essential Writings and Speeches of the Scholar-President (NYU Press,
2006). Ver también, Michla Pomerance, ‘The United States and Self-Determination: Perspectives on the Wilsonian
Conception’ (1976) 70 American Journal of International Law 1; Thomas J. Knock, To end all wars: Woodrow
Wilson and the quest for a new world order (Princeton University Press, 1995).
38
Hugh L. Agnew, ‘Jörg Fisch. Das Selbstbestimmungsrecht der Völker: Die Domestizierung einer Illusion’ (2013)
118(3) The American Historical Review 829; Gerry Simpson, Great Powers and Outlaw States: Unequal Sovereigns
in the International Legal Order (Cambridge University Press, 2004)

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No sorprende entonces que durante la época imperialista el derecho de gentes – como se conocía
al derecho internacional – haya servido como lingua franca para el manejo de la periferia. Esto
se logró gracias a la capacidad del derecho internacional de adquirir una identidad propia, cada
vez más definida y moderna, y gracias a su uso y utilidad tanto para los países imperialistas,
como para las poblaciones en estado de colonización que aspiraban a gobernarse como países
independientes.39 Un ejemplo de este proceso de formalización y relevancia cada vez mayor del
derecho internacional fue la formación del Institut de Droit International en 1873,40 el
establecimiento de la Sociedad de las Naciones41 y más tarde de la Organización de las Naciones
Unidas.42 Estas organizaciones se crearon con la idea de generar marcos universales y técnico-
legales para regular las relaciones entre naciones y llevar a los pueblos coloniales a un momento
en el que pudieran gobernarse por sí mismos, convirtiendo a los abogados internacionalistas del
siglo XX (tanto de centro como los creoles y mestizos de la periferia) en los adalides y voceros
de un nuevo orden internacional.43 Como veremos más adelante, los abogados internacionalistas
latinoamericanos adquirieron durante este periodo en particular una relevancia y prestigio
internacional muy significativo gracias a la experiencia republicana postcolonial que los países
latinoamericanos ya habían alcanzado al comenzar el siglo XX.

El principio de autodeterminación y la afirmación del derecho de los pueblos coloniales a


formarse como estado-nacionales demostraron que el derecho internacional moderno estaba
comprometido con un proyecto de emancipación global y que no solo servía a los intereses de los
países de centro. Este derecho internacional moderno de carácter mucho más formal que surge en
este momento contenía, sin embargo, las contradicciones que se derivaban de su afiliación con el
39
Peter Fitzpatrick, La mitología del derecho moderno (Siglo XXI, 1998); Peter Fitzpatrick, ‘Raíces latinas: teología
secular y formación imperial occidental’ (2009) 11 Tabula Rasa 33; Antony Anghie, ‘Finding the Peripheries:
Sovereignty and Colonialism in Nineteenth-century International Law’ (1999) 40 Harvad International Law Journal
1..
40
James Brown Scott, ‘The Two Institutes of International Law’ (1932) 23 American Journal of International Law
91; Irwin Abrams, ‘The Emergence of The International Law Societies’ (1957) 19(3) The Review of Politics 361;
Martii Koskenniemi, ‘International law in Europe: Between Tradition and Renewal’ (2005) 16(1) European Journal
of International Law 113.
41
Christian J. Tams, ‘League of Nations’ in Rüdiger Wolfrum (ed), The Max Planck Encyclopedia of Public
International Law (Oxford University Press, 2008-, online edition).
42
Thomas George Weiss and Sam Daws (eds), The Oxford Handbook on the United Nations (Oxford University
Press, 2008).
43
Ver especialmente, Balakrishnan Rajagopal, International Law From Below: Development, Social Movements and
Third World Resistance (Cambridge University Press, 2011), 30-31; Liliana Obregón, ‘Between Civilization and
Barbarism: Creole Interventions in International Law’ (2006) 27(5) Third World Quarterly 815; Arnulf Becker,
Mestizo International Law: A Global Intellectual History 1842–1933 (Cambridge University Press, 2015).

11
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proceso imperialista. Por un lado, el derecho internacional continuaba siendo un instrumento de


los proyectos imperiales de comienzos del siglo XX. Sin embargo, el derecho internacional
moderno comenzó a prometer la emancipación de los pueblos a través de un conjunto de reglas
formales que permitían negociar las relaciones desiguales entre países. Martti Koskenniemi, uno
de los autores incluidos en este libro, ha calificado por estas razones el derecho internacional que
adquiere identidad en este momento como un ‘Civilizador Gentil’: un derecho que promete
acabar con el imperialismo, aun cuando se encuentra atrapado dentro del marco político y
económico que generó ese mismo imperialismo.44 A pesar de este carácter contradictorio, la
promesa emancipadora, o el lado contra-hegemónico del derecho internacional moderno, dio las
herramientas para la inauguración del movimiento de descolonización y la conclusión del
imperialismo formal durante las décadas de 1950s-1970s.45

Desde una perspectiva restringida, por lo tanto, la relación entre imperialismo y derecho
internacional puede entenderse como contenida históricamente (entre finales del siglo XVI y la
primera mitad del siglo XX) y marcada por un proceso mediante el cual el derecho internacional
comienza coadyuvando el proceso de expansión imperial como ius publicum europaeum, pero
termina redimiéndose con el proceso de descolonización que alcanza su cúspide en 1960 con la
Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales.46 Con el
proceso de descolonización, en combinación con la Declaración Universal de los Derechos del
Hombre y el Ciudadano en 1948,47 el derecho internacional confirmó sus credenciales modernas,
racionales, cosmopolitas, y liberales, y sus raíces en el más puro iluminismo y humanitarismo
Europeo. Estas características se entienden expresadas en la obra Sobre la Paz Perpetua de
Immanuel Kant (1795), aceptada como uno de los hitos fundacionales del derecho
internacional.48

44
Koskenniemi, The Gentle Civilizer of Nations.
45
Ver especialmente, la Carta de Naciones Unidas, que reconoce el derecho a la autodeterminación de los pueblos
(Art. 1, numerales 2, 55, 73 inciso b, 76 inciso b) y la Declaración de la Asamblea General de la ONU sobre la
concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales de 1960 (GA/Res. 1514, 1960).
46
Resolución 1514 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, 1960.
47
Resolución 217 A(III) de la Asamblea General de las Naciones Unidas, 1948
48
Immanuel Kant, Idea de una historia universal desde el punto de vista cosmopolita (Fondo de Cultura Económica,
1997); Luis Villar Borda, La paz en la doctrina del Derecho de Kant (Universidad Externado de Colombia, 1996).

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Desde una lectura restringida, el periodo siguiente al imperialismo es nuestra época actual SXX :
un periodo que va desde desde la segunda mitad del siglo veinte hasta el presente. En este
periodo el mapa del mundo se entiende dividido en estados nacionales y el derecho internacional
se considera como un espacio de mediación entre distintos intereses domésticos y la promoción
de agendas universales que tratan de resolver los estragos del viejo imperialismo y avanzar un
nuevo modelo de derecho internacional – un modelo de derecho interacional ahora fragmentado
en un número creciente de áreas especializadas, por ejemplo: el derecho internacional del
desarrollo y la cooperación internacional, el derecho internacional de los derechos humanos, el
derecho económico internacional y de regulación de inversiones extranjeras, y el derecho
internacional ambiental.49

III. LA MIRADA AMPLIA DEL IMPERIALISMO.

La lectura restringida de la relación entre imperialismo y derecho internacional se ha venido


cuestionando desde los años setenta. Las primeras lecturas críticas sobre la influencia del
imperialismo en el orden mundial respondieron a un redescubrimiento de los trabajos clásicos
marxistas sobre imperialismo, en especial los trabajo de Lenin, mencionado anteriormente, y
Arendt anteriormente, y las lecturas dadas al fenómeno imperial por Rosa Luxemburgo.50 Estos
trabajos animaron a una generación de intelectuales (muchos de ellos latinoamericanos) en las
áreas de ciencia política, economía, antropología y sociología, que comenzaron a declarar
abiertamente como el sistema global seguía estructurado de acuerdo a patrones (formales e
informales) que surgieron como resultado de la expansión imperial europea.51 Para estos autores,
el orden político y legal que surgió a partir de la Segunda Guerra Mundial había hecho poco para
remediar tal situación. Autores como Ifigenia Martínez, Raúl Prebisch, Hans Singer, Celso
Furtado e Immanuel Wallerstein propusieron distintas tesis y se involucraron en la constitución
de diferentes escenarios institucionales a nivel internacional para generar una re-estructuración
del orden mundial y de los aparatos productivos nacionales.52

49
Eslava and Pahuja, ‘Between Resistance and Reform’, 119-120.
50
Rosa Luxemburg, The Accumulation of Capital (Routledge, 2nd ed, 2003).
51
Fernando Henrique Cardoso, and Enzo Faletto, Dependency and Development in Latin America (University of
California Press, 1979).
52
Raul Prebisch, Change and Development – Latin America's Great Task: Report Submitted to the Inter-American
Development Bank (Praeger Publichers, 1970); Hans W. Singer, ‘The Distribution of Gains between Investing and

13
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La teoría de la dependencia y, en particular, la política de sustitución de importaciones – una


estrategia avanzada por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) – fue
la expresión más clara de este momento.53 La idea detrás de la sustitución de importación era
reversar la manera en la cual los países del Tercer Mundo estaban dedicados a producir materias
primas para exportar a los países desarrollados y a importar bienes manufacturados e industriales
de estos países (un patrón de intercambio comercial desventajoso que se había solidificado
durante la época colonial). El problema radicaba en los términos de intercambio: por un lado,
entre más participara el Tercer Mundo en el comercio internacional, más desventajosa se volvía
su posición. Por otro lado, entre más bienes manufacturados del primer mundo se compraran,
más materias primas del Tercer Mundo se necesitarían para pagarlos. Para detener este espiral,
era necesario reasignar recursos del Tercer Mundo y destinarlos a su propia industrialización.54
Esto solo sería posible si se creaba un mercado para los bienes manufacturados del Tercer
Mundo, sustituyendo de esta forma las importaciones. Al sustituir las importaciones por
producción nacional a través de apoyo a la industria local y el cierre a productos extranjeros por
medio de salvaguardas, cuotas, y aranceles, se buscaba que los mercados nacionales ‘saltaran
hacia el futuro’ alcanzando los niveles de industrialización que gozaban los países de centro.55

La teoría de la dependencia nació así como una crítica a la manera en la cual los países
subdesarrollados eran normalmente vistos como versiones atrasadas de los países desarrollados y
modernos. La visión dominante consideraba que bastaba con que los países subdesarrollados
empezaran a producir en condiciones capitalistas para que con el tiempo pudieran alcanzar el
nivel de desarrollo de los países centrales. Los principales artífices de la teoría de la dependencia
(la mayoría de ellos latinoamericanos) argumentaron, sin embargo, que las economias en las

Borrowing Countries’ (1950) 40 The American Economic Review 473; Celso Furtado and Angélica Gimpel Smith,
La economía latinoamericana: una síntesis desde la conquista ibérica hasta la revolución cubana (Editorial
Uuniversitaria, 1969). Ver también, Gerald M. Meier, and Dudley Seers (eds) Pioneers in Development (Oxford
University Press for the World Bank, 1984).
53
La CEPAL fue creada en 1948 bajo la sombrilla institucional de la Organización de las Naciones Unidas. Detrás
de la creación de la CEPAL estuvieron Ifigenia Martínez y Raúl Prebisch, entre otros.
54
David Kennedy, ‘The "Rule of Law" Political Choices, and Development Common Sense’ in David M Trubek
and Alvaro Santos, The New Law and Economic Development. A Critical Appraisal (Cambridge University Press,
2006), 95.
55
Ronald H. Chilcote (ed), Development in Theory and Practice: Latin American Perspectives (Rowman &
Littlefield, 2003).

14
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antiguas colonias habían seguido los patrones desiguales de producción y acumulación


establecidos por las economias imperialistas. Esto llevó a los dependentistas a afirmar que la
finalidad de la modernización ecónomica no era desarrollar a los países subdesarrollados, sino
mantenerlos en una posición de subordinación. De aquí se desprende la idea de que para lograr el
desarrollo de los países periféricos era necesario un modelo de crecimiento endógeno. En este
sentido, muchos países iniciaron un proceso de industrialización por sustitución de importaciones
que dió lugar a lo que se vino a conocer como ‘Estados Desarrollistas’.56

Los argumentos dependentistas fueron de gran importancia para animar la construcción de los
estados del tercer mundo. Gracias a esto la teoría de la dependencia continúan siendo invocada
por economistas y analistas contemporáneos57. Por ejemplo, Ha-Joon Chang (Profesor de la
Universidad de Cambridge) y Vijay Prashad (Profesor del Trinity College en Connecticut)
continúan argumentando en sus trabajos como el periodo del imperialismo le permitió a los
países de centro acumular riqueza y controlar los términos de intercambio comercial, abriéndoles
espacio para ejercer políticas proteccionistas y generando con esto sus propias ‘revoluciones
industriales’. Esta posibilidad que gozaron los países de centro es sin embargo cada vez menor
para los países pobres gracias a las políticas de mercado abierto promovidas por instituciones
internacionales – lo que Ha-Joon Chang describe como un sistema global que le ‘arrebata la
escalera’ del progreso a los países pobres.58

Esta aproximación crítica de la situación contemporánea y su relación con el legado imperial


contrasta claramente con la mirada restringida del imperialismo que revisamos en el apartado
56
David Trubek, ‘Developmental States and the Legal Order: Towards a New Political Economy of Development
and Law’ (University of Wisconsin Law School, Legal Studies Paper Series Paper N° 1075, 2009)
57
Si bien varios de los planteamientos de la teoría de la dependencia han sido cuestionados y reformulados, sus
ideas han cobrado una nueva vigencia gracias a las teorías críticas del desarrollo recientes. Entre estas nuevas
aproximaciones se encuentran las teóricas que están orientados a cuestionar el paradigma neoliberal hegemónico y
que proponen un Nuevo Estado Desarrollista (por e.j., Trubek); el ‘giro del lenguaje’ (por e.j., Escobar; Castro-
Gómez); el ‘giro cultural’ (por e.j., Marcus; Fischer; Worsley; Tucker); las teorías del imperio (por e.j., Ferguson;
Hart y Negri; Borón; Calliniocs); las teorías poscoloniales (por e.j., Said, Mbembe, Comaroff) y decoloniales (por
e.j., Quijano; Dussel; Mignolo; Grosfoguel); y la perspectiva del posdesarrollo (por e.j., Escobar; Esteva). Para una
revisión de esta literatura ver: Ronaldo Munck, ‘La teoría crítica del desarrollo: resultados y prospectiva’ (2010)
8(14) Migración y desarrollo 35.
58
Ha-Joon Chang, Kicking Away the Ladder: Development Strategy in Historical Perspective (Anthem Press,
2002); Vijay Prashad, The Poorer Nations: A Possible History of the Global South (Verso, 2014). Ver también:
Roberto Unger, Law in Modern Society: Towards a Criticism of Social Theory (Free Press, 1977); Roberto Unger,
Plasticity into Power: Comparative-Historical Studies on the Institutional Conditions of Economic and Military
Success (Politics, a Work in Constructive Social Theory, Vol. 3) (Verso, 2004).

15
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anterior. Desde una mirada amplia, el imperialismo no es un momento histórico que hemos
dejado atrás. En lugar de esto, el imperialismo se entiende como un aparato cultural, económico,
militar, institucional y, por supuesto, jurídico que continúa organizando el acceso a recursos y
poder a escala global. El concepto de imperio implica una tecnología multiforme de poder, que
deriva su nombre de la estructura impuesta en un momento en la historia, pero que no se limita a
ella.

El trabajo del geógrafo crítico David Harvey es un ejemplo de esta lectura más amplia y
actualizada del imperialismo. Para Harvey, la monopolización del capital que estuvo asociada
con el proceso imperial a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX ‘re-emergió en la
década de los sesenta.’ Para él, ‘[e]n esta década fueron las grandes corporaciones … que
dominaban los mercados nacionales y que comenzaron a ejercer un poder monopólico excesivo
[las cuales vinieron a liderar una nueva etapa imperial]. Fueron estas corporaciones, como la
United Fruit en America Central o la ITT en Chile, las que comenzaron a ejercer un poder
monopólico internacional y estar detrás de golpes de estado y regimenes militares, como por
ejemplo en Chile.’59

IV. IMPERIALISMO Y DERECHO INTERNACIONAL DESDE LA PERSPECTIVA AMPLIA

El interés de economistas y analistas sociales y políticos de los años 1970s por estudiar los
efectos de largo plazo del imperialismo también impactó a la disciplina del derecho
internacional. En particular, la experiencia (post)colonial de Africa y Asia dio lugar a una
primera generación de internacionalistas preocupados por la conexión entre imperio y derecho
internacional. Abogados como Georges Abi-Saab (1933-), R.P. Anand (1933-2011), Mohammed
Bedjaoui (1929-), Keba M’baye (1924-2007), y Christopher G. Weeramantry (1926-)
desarrollaron a partir de su propia experiencia nuevas formas para pensar el rol del derecho
internacional en el mundo moderno y su relación con el imperialismo europeo.60

59
David Harvey, Seventeen Contradictions and the End of Capitalism (Oxford University Press, 2014), 135-136.
[Traducción al español por los editores].
60
Ver e.j., Ram Prakash Anand, ‘Attitude of the Asian African-States Toward Certain Problems of International
Law’ (1966) 15 International and Comparative Law Quarterly 55; Mohammed Bedjaoui, Towards a New
International Economic Order (Holmes & Meier, 1979); Christopher G. Weeramantry, Nauru: Environmental
Damage Under International Trusteeship (Oxford University Press, 1992).

16
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Gran parte del trabajo de los años sesenta y setenta, sin embargo, identificaba al derecho
internacional como parte esencial de la estrategia de emancipación post-colonial y como
respuesta positiva a una nueva práctica de internacionalismo de los países del Sur en la
Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas y en reuniones internacionales
como la Conferencia de Bandung de 195561 y la Cumbre de los Países No Alineados de 1961.62
El trabajo de R.P Anand es un buen ejemplo de ese momento histórico. Educado en Yale,
miembro del Institut de Droit International y profesor de la Academia de Derecho Internacional
de La Haya, Anand fue una de las primeras voces del Sur en subrayar el carácter eurocéntrico del
derecho internacional.63 Sin embargo, para Anand el eurocentrismo era una aberración temporal
pues la esencia del derecho internacional era su vocación universal, y una vez se recuperara del
lamentable momento imperial, no habría necesidad de ser criticado.64 Para Anand, el problema
era el contenido eurocéntrico y no la estructura del derecho internacional. Por tal motivo,
influenciar el contenido del derecho internacional desde adentro, por ejemplo, en las
negociaciones sobre el derecho del mar (en el cual Anand fue un gran experto)65 o con relación a
las minucias técnicas de la jurisdicción de la Corte Internacional de Justicia,66 eran formas
válidas para reformar substancialmente el contenido del orden jurídico internacional.

La lectura optimista de Anand, como la de otros abogados internacionalistas del Sur de su época,
cambiaría durante los años ochenta y noventa con el fin de la Guerra Fría y la agresiva
imposición del Consenso de Washington sobre el Sur Global.67 Estos eventos forzaron una forma

61
Richard Wright, The Color Curtain: a Report on the Bandung Conference (University Press of Mississippi, 1956);
James Mackie, Bandung 1955: Non-alignment and Afro-Asian Solidarity (Editions Didier Millet, 2005).
62
Hennie Strydom, ‘The Non-Aligned Movement and the Reform of International Relations’ (2007) 11 Max Planck
Yearbook of United Nations Law 1.
63
‘Es generalmente aceptado y confirmado que el derecho internacional moderno es un producto de la cultura
europea y de la civilización cristiana de occidente. La discusón legal, al igual que el crecimiento de la costumbre y
el derecho convecional internacional son entendidos como producto de la ‘Mente Europea’ y de las ‘Creencias
Europeas’ y el resultado o el producto de la dominación de la influencia occidental europea’. Ram Prakash Anand,
International Law and the Developing Countries: Confrontation or Cooperation? (Martinus Nijhoff Publishers,
1987). [Traducción al español por los editores].
64
Ram Prakash Anand, New States and International Law (Pinnacle Technology, 2008).
65
Ram Prakash Anand, Legal Regime of the Sea-bed and the Developing Countries (Brill Archive, 1976); Ram
Prakash Anand, ‘Winds of Change in the Law of the Sea’ (1977) 16(2) International Studies 207.
66
Ram Prakash Anand, Compulsory Jurisdiction of the Intermational Court of Justice (Asian Publishing House,
1962).
67
A comienzos de los años 90 buena parte de los llamados países en vía de desarrollo fueron afectados por el
‘Consenso de Washington’, que fue el nombre que recibió el paquete de políticas de ajuste y de reestructuración

17
– DRAFT. PLEASE DO NOT CITE WITHOUT PERMISSION –

diferente de entender la relación entre derecho internacional e imperialismo, lo cual permitió la


entrada en la disciplina de un entendimiento aún más amplio sobre la naturaleza y efectos del
imperialismo que ya se venía dando en los estudios feministas68, decoloniales69, poscoloniales70,
la economía política y los estudios críticos del desarrollo71, así como en las áreas de geografía
humana, antropología y sociología.

Una de las expresiones más claras del cambio de mentalidad dentro de la disciplina del derecho
internacional ocurrió en marzo de 1997, cuando un grupo de estudiantes y profesores se
reunieron en la facultad de derecho de la Universidad de Harvard para discutir las “nuevas
aproximaciones a los estudios jurídicos del Tercer Mundo” lo que se sumaría a una corriente
académica más amplia conocida como ‘Estudios críticos del derecho internacional’72 y que
terminaría formando el movimiento que hoy se conoce como ‘Aproximaciones del Tercer
Mundo al derecho internacional’ (o TWAIL, por sus siglas en inglés).73

Resumir qué caracterizó el nacimiento y los trabajos del movimiento TWAIL sobrepasa la
ambición del presente escrito. Sin embargo, es importante mencionar como el arribo de TWAIL

económica promovidas por las instituciones del Bretton Woods (el Banco Mundial y el Fondo Monetario
Internacional) como por la Organización Mundial del Comercio. En esta medida el Consenso de Washington es
conocido por insertar a través de una serie de políticas, un proyecto neoliberal de libre mercado y de competencia
sin barreras, que de la mano de los sistemas democráticos, se expandería rápidamente por los países en vía de
desarrollo. El catálogo de las políticas y reformas del consenso de Washington se sintetiza en los siguientes puntos:
1. Disciplina Fiscal; 2. Reducción del gasto público ,especialmente en los rubros militar y de administración pública;
3. Reforma de impuestos; 4. Liberalización financiera, con tasas de interés determinadas por el mercado; 5.
Competitividad en los tipos de cambio y unificación de los mismos; 6. Libre comercio internacional; 7. Promoción
de la inversión extranjera directa; 8. Privatización de empresas estatales; 9. Desregulación de la economía; 10.
Protección de los derechos de propiedad. Ver e.j., Francisco Cortés, De Westfalia a Cosmópolis: Soberanía,
ciudadanía, derechos humanos y justicia económica global (Siglo del Hombre Editores, 2011), 41-90.
68
Chandra Talpade Mohanty, Ann Russo and Lourdes Torres (eds), Third World Women and The Politics of
Feminism (Indiana University Press, 1991); M. Jacqui Alexander and Chandra Talpade Mohanty (eds), Feminist
Genealogies, Colonial Legacies, Democratic Futures (Routledge, 1997); Cecile Jackson and Ruth Pearson (eds),
Feminist Visions of Development: Gender Analysis and Policy (Routledge, 2005).
69
Arturo Escobar, La invención del Tercer Mundo: construcción y deconstrucción del desarrollo (Editorial Norma,
1998); Santiago Castro-Gómez and Ramón Grosfoguel (eds), El giro decolonial: reflexiones para una diversidad
epistémica más allá del capitalismo global (Siglo del Hombre Editores, 2007); Walter Mignolo, La idea de América
Latina: la herida colonial y la opción decolonial (Gedisa Editorial SA, 2007).
70
Ania Loomba, Colonialism/Postcolonialism (Routledge, 2nd ed, 2005).
71
Munck, ‘La teoría crítica del desarrollo’, 35-57.
72
Thomas Skouteris, ‘Fin de NAIL: New Approaches to International Law and its Impact on Contemporary
International Legal Scholarship’ (1997) 10(3) Leiden Journal of International Law 415; Jason Beckett, ‘“Rebel
without a Cause” Martti Koskenniemi and the Critical Legal Project’ (2006) 7 German Law Journal 1045.
73
Mutua and Anghie, ‘What is TWAIL?’; Gathii, ‘TWAIL’; Antony Anghie, 'TWAIL: Past and Future' (2008) 10
International Community Law Review 479.

18
– DRAFT. PLEASE DO NOT CITE WITHOUT PERMISSION –

implicó una rebelión informada en contra de la visión conciliatoria de la relación entre derecho
internacional e imperialismo que adoptaron autores como Anand. Para esta nueva aproximación,
el derecho internacional no era en esencia algo ‘bueno’ y previo al encuentro colonial, que había
sido temporalmente capturado y pervertido por la agenda imperialista. Por el contrario, para los
académicos asociados con el movimiento TWAIL el derecho internacional es, en sí mismo, el
resultado del encuentro colonial. El imperialismo y el encuentro colonial constituyeron al
derecho internacional como lo conocemos hoy en día. No se trata, pues, de un sistema jurídico
que existía de manera previa o paralela al imperialismo. En realidad, como lo sugiere esta visión,
las categorías claves del derecho internacional (como la soberanía, el consentimiento, la
responsabilidad estatal, entre otras) surgieron para dar cuenta de situaciones que se estructuraron
con ocasión del imperialismo y que permitieron el avance del mismo.74

Desde esta nueva perspectiva, el hecho geo-político del imperialismo (esto es, la relación de
dependencia directa entre las metrópolis y sus colonias) comienza a parecer menos relevante. El
imperialismo se ve mejor como una relación de poder que puede darse no sólo entre metrópoli y
colonia, sino también entre un estado en desarrollo y una organización poderosa como el Fondo
Monetario Internacional, o entre un estado en desarrollo y actores privados con gran poder
económico, como las compañías multinacionales, o aún más entre los ciudadanos de un estado y
la estructura gubernamental que los gobierna y que resultó gracias a la organización
internacional del mundo en estados nacionales.75 En todas estas relaciones, el derecho
internacional cumpliría una labor similar a la que cumple en el marco del colonialismo
tradicional: perpetuar y legitimar estructuras asimétricas de poder. Por tal motivo, la estructura y
categorías doctrinales básicas del derecho internacional aplicables a estas otras relaciones (por
ejemplo, el derecho de las inversiones extranjeras, el derecho de la Organización Mundial del

74
Por ejemplo, Antony Anghie se refiere a como ‘el colonialismo fue central a la constitución del derecho
internacional en la medida que muchas de las doctrinas básicas del derecho internacional, inlcuídas, de forma más
significativa, la doctrina de la soveranía fueron gestadas a partir de la aspiración de crear un sistema legal que
pudiera dar cuenta de las relaciones entre los mundos Europeos y No-Europeos en la confrontación colonial’.
Anghie, Imperialism, Sovereignty and the Making of International Law, 3.
75
Ver en particular en relación con la forma mediante la cual los estados nacionales y sus estructuras admnistrativas
y políticas internas articulan el orden internacional: Luis Eslava, Local Space, Global Life: The Everday Operation
of International Law and Development (Cambridge University Press, 2015). Ver también, Anghie, Imperialism,
Sovereignty and the Making of International Law; Pahuja, Decolonizing International Law; Anne Orford, ‘Locating
the International: Military and Monetary Interventions after the Cold War’ (1997) 38 Harvard International Law
Journal 443.

19
– DRAFT. PLEASE DO NOT CITE WITHOUT PERMISSION –

Comercio, y el principio de no intervención y de promoción de la construcción de estado a través


de empréstitos para el desarrollo), serían también participes de estos (nuevos) encuentros
marcados por la explotación.76

Esta nueva forma de entender la historia y el legado del imperialismo en la operación del derecho
internacional ha ocurrido dentro del marco de la globalización económica y cultural que hemos
presenciado desde la década de los 1980s, las intervenciones militares como consecuencia de la
guerra contra el terrorismo desatada por los eventos del 11 de septiembre del 2001, y la crisis
global financiera que se confirmó en el año 2008 y que todavía sigue teniendo efectos
económicos y sociales en varias partes del mundo. Como resultado del encuentro entre dichos
eventos y una academia (en derecho internacional y otras disciplinas como la economía, la
geografía, la ecología política, sociología, la antropología, la ciencia política, etc.) preparada a
explorar los efectos del imperialismo en nuestros días, contamos hoy con un abanico amplio de
lecturas críticas sobre la maleabilidad y adaptabilidad del imperialismo a través de discursos y
herramientas jurídicas y técnicas contemporáneas de administración global. Al mismo tiempo,
estas nuevas lecturas han venido a replantear el futuro del derecho internacional tanto en el
contexto mundial como en la región latinoamericana.77

V. EL NUEVO MUNDO Y EL DERECHO INTERNACIONAL

Desde 1492 el continente americano ha sido parte de diferentes dinámicas imperialistas, tanto en
su versión estricta como en su versión amplia. En esta sección, queremos resaltar aspectos

76
Un ejemplo de esto es la noción sobre Estado de Derecho que introdujo el Banco Mundial a partir de los años 90
en América Latina. Desde la década de los 80, este organismo había empezado a introducir múltiples reformas de
tipo legal, programas de ajuste estructural y a condicionar sus préstamos a cambio de la adopción por parte de los
países prestamistas de ciertas leyes o regulaciones que reflejaran las políticas defendidas por él. Sin embargo, la
incorporación de la noción de Estado de Derecho por el Banco Mundial solo se produjo hasta 1992 debido a la
preocupación de este organismo por la ‘gobernanza’ como nuevo factor determinante del crecimiento económico.
Para el Banco Mundial solo a través del Estado de Derecho era posible impulsar el crecimiento económico por
considerarlo como un instrumento o medio idóneo para lograr las condiciones de predictibilidad normativa o de
seguridad jurídica económica requeridas por el Banco. En esta medida, la relación entre Estado de Derecho y
desarrollo era entendida de manera instrumental por lo que lo importante para el Banco Mundial era determinar el
impacto de ciertas instituciones jurídicas en el crecimiento económico. Germán Burgos Silva, Estado de derecho y
globalización: El Banco Mundial y las reformas institucionales en Amércia Latina (ILSA, 2009), 97-166.
77
Ver por ejemplo, Eslava and Pahuja. ‘Beyond the (Post) Colonial’.

20
– DRAFT. PLEASE DO NOT CITE WITHOUT PERMISSION –

centrales de la relación entre derecho internacional e imperialismo en nuestra región, desde su


inauguración y legitimación, en sentido restringido, hasta su continuación, en sentido amplio.

Generalmente los europeos (a excepción de los españoles) que han escrito sobre la historia del
derecho internacional omiten la fecha del inicio de la colonización de América como un evento
significativo en la historia de la disciplina. Cuando 1492 es tenida en cuenta por estudiosos del
derecho internacional, casi siempre se trata de americanos (del norte o del sur), españoles o
historiadores críticos que ven al ‘descubrimiento’ europeo, su asentamiento y colonización del
continente como un momento determinante en la historia regional y global del derecho
internacional. Para algunos, esta historia comienza con el conjunto de eventos que dieron lugar a
la consolidación de la corona Española después de la expulsión del pueblo musulmán de la
península ibérica a finales del siglo XV, y la solidificación del mercantilismo europeo del post-
medioevo.78 De acuerdo a esta lectura, el inicio de la colonización de las américas comienza con
un proceso violento con consecuencias nefastas para la población indígena y esclava, pero que
evoluciona, se civiliza y da lugar al nacimiento de las repúblicas latinoamericanas y a la
inauguración de un nuevo derecho y orden en la región.79 En este tipo de historia el derecho
internacional juega un papel doble que refleja la dinámica a la que nos referimos cuando dimos
cuenta de la visión restringida del imperialismo en los apartados anteriores. En un primer
momento, el derecho internacional es presentado como legitimador del proceso de expansión

78
Luis Esteban Manrique, América Latina: de la conquista a la globalización (Universidad Científica del Sur,
Fondo Editorial, 2009); Lewis Hanke, La lucha por la justicia en la conquista de América (Colegio Universitario,
Ediciones Istmo, 1988); Toribio Obregón, Hernán Cortés y el derecho internacional en el siglo XVI (Porrúa, 1985);
Rafael Altamira, La huella de España en América (Universidad de Salamanca, 2008).
79
Carlos Calvo, Una página de derecho internacional, o la América del Sur ante la ciencia del derecho de gentes
moderno (A. Durand, 1864); Santiago V. Guzmán, El derecho de conquista y la teoria del equilibrio en la América
Latina (Impr. De P. E. Coni, 1881); R. F. Seijas, El Derecho internacional Hispano-Americano (público y privado)
(Impr. De El Monitor, 1884); Felix Stoerk, El Derecho Internacional Americano. Estudio doctrinal y crítico (Centro
Editorial de Gongora, 1898); Alejandro Garland, Derecho Internacional Americano. Los conflictos sudamericanos
en relacion con los Estados Unidos (Impr. La Industria, 1900). Alejandro Alvarez, ‘Origen y desarrollo del derecho
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Labra, España Y América, 1812-1912; Estudios Políticos, Históricos y de derecho internacional (Tip. Del Sindicato
de publicidad, 1912); F. Carrera y Justiz, El panamericanismo; la independencia de las colonias de Europa en
América (Imp. La propagandista, 1917); Jesús María Yepes, Alejandro Alvarez, Créateur du droit international
Américain. La notion de l'universalité du droit des gens en rapport avec les conceptions internationales
Américaines (Les Éditions internationales, 1938); Alfredo Cock Arango, Derecho Internacional Americano (Impr.
Nacional, 1948); Carlos Augusto Sanchez i Sanchez, Instituciones de Derecho Internacional Americano (Impresora
Dominicana, 1958); H.B. Jacobini, ‘La contribución latinoamericana al derecho de las Naciones y al Derecho
Internacional Americano’ (Foro internacional, El Colegio de Mexico 22, No. 3 1982); Ivonne González Niño,
‘Simón Bolívar, Precursor Del Derecho Internacional Americano’ en Pensamiento Latinoamericano, Vol. 3
(Instituto Colombiano de Estudios Latinoamericanos y del Caribe, 1985).

21
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colonial a través, por ejemplo, de las Leyes de Indias, las capitulaciones, y las asignaciones de
encomiendas. Luego se ofrece una lectura donde el derecho internacional es transformado y
reusado para limitar los excesos de la presencia imperial – un proceso que se liga no solo a la
lenta pero progresiva humanización en la consolidación del imperio Español y Portugués en la
región, sino también en los procesos independentistas del siglo XIX.80

Es interesante ver que quienes algunos autores españoles y americanos han llamado los
‘verdaderos fundadores’ del derecho internacional (Bartolomé de las Casas (1484-1566),
Francisco de Vitoria (1483-1546), y Francisco Suárez (1548-1617)) estuvieron comprometidos
en registrar y reprochar algunas conductas de los conquistadores pero participaron en regular,
viabilizar y legitimar el proceso de colonización de las Américas. Como lo describen las
contribuciones de Anghie, Koskenniemi y Orford, de las Casas, Vitoria y Suárez se
constituyeron en figuras canónicas del derecho internacional gracias a este ejercicio dual: de
castigo y refrendación del proceso imperial. Su establecimiento como figuras centrales del
derecho internacional se debió a la lectura que autores posteriores – desde Grocio hasta James
Brown Scott y muchos latinoamericanos internacionalistas81 – le dieron a sus trabajos desde sus
propios intereses, y la forma mediante la cual nombraron (y siguen nombrando) a estos autores
clásicos como los fundadores de una tradición natural humanista en la conducción de relaciones
globales, olvidando de paso su rol en el procesos de expansión imperial. Sobre el particular,
Barreto explica como Vitoria ha sido visto como precursor de los derechos humanos a través de

80
Sobre este punto, y como veremos más adelante, resulta ilustrativa las diferentes perspectivas sobre el papel de
Francisco de Vitoria en el derecho internacional, desde la originaria y defensora de los indios hasta la colonizadora,
pasando por las nuevas reflexiones críticas que tienen en cuenta su contexto histórico y un anacronismo necesario
para entenderlo en el mundo contemporáneo. Camilo Barcía Trelles, Francisco De Vitoria, fundador del derecho
internacional moderno (Talleres tipográficos Cuesta, 1928); James Brown Scott, The Spanish Origin of International
Law: Francisco de Vitoria and His Law of Nations (Clarendon Press, 1934); Charles Hyacinth McKenna, Francis
De Vitoria, the Founder of International Law (Immaculate Conception College, 1929). Como ejemplos de la
relectural crítica sobre Vitoria, ver por ejemplo: David Kennedy, 'Primitive Legal Scholarship' (1986) 27 Harvard
International Law Journal 1; Antony Anghie, 'Francisco De Vitoria and the Colonial Origins of International Law'
(1996) 5 Social and Legal Studies 321; Martti Koskenniemi, ‘Vitoria and Us Thoughts on Critical Histories of
International Law’ (2014) 22 Journal of the Max Planck Institute for European Legal History 119.
81
Scott, The Spanish Origin of International Law; Hugo Grocio, ‘De jure belli ac pacis’ Sobre el derecho de la
guerra y la paz (1865); De Sepúlveda, Juan Ginés. Demócrates Segundo o De las Justas Causas de la Guerra contra
los Indios (Instituto Francisco de Vitoria, 1951); Luciana Pereña y José Manuel Pérez, “Estudio Preliminar”
Bartolomé de las Casas, De Regia Potestate o Derecho de Autodeterminación (Consejo Superior de Investigaciones
Científicas, 1969); Juan Pablo Scarffi, El imperio de la ley: James Brown Scott y la construcción de un orden
jurídico interamericano (Fondo de Cultura Económica, 2014); Brett Bowden, ‘The Colonial origins of International
law. European expansion and the classical standard of civilization’ (2005) 7(1) Journal of the History of
International Law 1.

22
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una extraña construcción del derecho natural, que reconoce a los indígenas como humanos
mientras apoya toda una era de violencia frenética sobre ellos al volverlos sujetos de derecho.82

Al estar a la vanguardia del proceso imperial, sin embargo, América Latina también ha sido vista
como el primer escenario donde se pusieron a prueba mecanismos jurídicos para sobrellevar los
problemas asociados al imperialismo, tratando de adaptar a la región a un modelo de gobernanza
global que pasó desde formas imperiales muy brutales de acumulación primitiva (utilizando un
concepto del Marxismo clásico) (ver imagen 1), hasta el establecimiento de los estados
nacionales en Latinoamérica y con esto anunciando el fin, por lo menos a nivel restringido, de la
aventura imperial.

82
José-Manuel Barreto, ‘Imperialism and decolonization as scenarios of human rights’ en José-Manuel Barreto (ed),
Human Rights from a Third World Perspective: Critique, History and International Law (Cambridge University
Press, 2012), 150-151.

23
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Imagen 1. Ilustración por Theodor de Bry (1528-1598) incluida en la traducción al


latín (1598) del libro de Bartolomé de la Casas, Brevísima Relación de la
Destrucción de las Indias (1552). Wikimedia Commons.

VI. EL LATINOAMERICANISMO Y EL DERECHO INTERNACIONAL

El discurso de contribución latinoamericana se origina en los procesos de independencia y su


rechazo al imperialismo. Desde esta perspectiva, los internacionalistas latinoamericanos se han
visto a si mismos como contribuidores al desarrollo del derecho internacional en diferentes áreas:
desde algunos principios y doctrinas generales hasta el origen de conceptos fundamentales al
derecho comercial internacional y al derecho internacional de los derechos humanos.

En esta tradición contribucionista, se le adjudica a América Latina el origen de conceptos como


el principio de auto-determinación83 y el de utis possidetis juris. Aunque el principio uti
possidetis iuris se origina en el derecho romano y significa ‘como poseías de acuerdo al derecho,
así poseerás’, este mismo fue implementado por los líderes de los nuevos estados
latinoamericanos para definir sus fronteras nacionales de acuerdo a límites de la división colonial
española.84 Otros principios reconocidos como de origen latinoamericano y que rechazaban las
imposiciones imperiales externas son el principio de solución pacífica de controversias, el
principio de asistencia recíproca y defensa colectiva contra agresiones externas, la prohibición
del uso de la fuerza, el principio de solidaridad y el asilo diplomático.85

Adicionalmente, se destacaron varias doctrinas cuyos creadores promovieron en contraste a las


interposiciones externas y buscando proteger el principio de igualdad entre Estados y la no-
intervención como: la claúsula Bello (1832) como una excepción a la claúsula de nación más

83
Ver por ejemplo, Walter Mignolo, ‘Who Speaks For The “Human” In Human Rights?’ en José-Manuel Barreto
(ed), Human Rights from a Third World Perspective: Critique, History and International Law (Cambridge
University Press, 2012), 44-64
84
Ver por ejemplo, Hugh L. Agnew, ‘Jörg Fisch. Das Selbstbestimmungsrecht der Völker: Die Domestizierung
einer Illusion’, 829-830; International Court Of Justice. Case Concerning The Frontier Dispute, Burkina
Faso/Republic Of Mali, Judgment Of 22 December 1986.
85
Wagner Menezes, Derecho Internacional En América Latina Brasila (FUNAG, 2010), 249-294

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favorecida en beneficio de los nuevos Estados hispanoamericanos86; la claúsula Calvo87 (1868)


que buscaba que los ciudadanos extranjeros agotaran los recursos jurisdiccionales nacionales y
no recurrieran a la protección diplomática88; la doctrina Drago (1902) que prohibía la
intervención armada o invasión por el cobro de deuda pública; y las doctrinas Tobar (1907) y
Estrada (1930) sobre las restricciones al reconocimiento de gobiernos y Estados
respectivamente.89 También se ha argumentado que existe una originalidad latinoamericana con
respecto al derecho internacional de los derechos humanos.90

Las narrativas sobre regionalismo latinoamericano en derecho internacional generalmente


comienzan con el esfuerzo de Simón Bolívar por formar una ‘unión, liga y confederación’ de los
nuevos Estados. El proyecto bolivariano se ha entendido – a pesar de todas sus limitaciones –
cómo el orígen de una perspectiva americana contra los intentos de recolonización europea y de
expansión imperialista estadounidense.91 El congreso que Bolívar organizó en Panamá en 1826
se dificultó por las enormes distancia y los retos de la comunicación, como también por cómo
sería la representación pues los Estados se componían de una diversidad inmensa. Trescientos
años de colonialismo habían producido un complejo sistema político y jurídico, y generado una

86
Orrego Vicuña, Francisco. "Estudio sobre la cláusula Bello y la crisis de la solidaridad latinoamericana en el siglo
XIX." en derecho internacional económico. México: Fondo de Cultura Económica, 1974.
87
CarlosDonald Richard Shea, The Calvo Clause: A Problem Of Inter-American And International Law And
Diplomacy (University of Minnesota Press, 1955); Francesco Tamburini, ‘Historia y destino de la ‘doctrina Calvo’:
¿actualidad u obsolescencia del pensamiento de Carlos Calvo?’ (2002) 24 Revista de estudios histórico-jurídicos 81.
88
Jesús María Yepes, La contribution de l'Amérique Latine au développement du Droit international public et privé
(1930); Francisco José Urrutia, La codification du droit international en Amérique (Hachette, 1929); César
Sepúlveda, Las Fuentes del derecho internacional americano: una encuesta sobre los métodos de creación
(Editorial Porrúa, 1969); Juan Carlos Puig and Marcel Sibert, Les Principes du droit international public américain
(A. Pedone, 1954); Julio A. Barberis, Les règles spécifiques du droit international en Amérique Latine (Martinus
Nijhoff, 1992).
89
Menezes, Wagner. Derecho Internacional En América Latina Brasila: FUNAG, 2010, p. 140-149.
90
Ver especialmente, Barreto, Human Rights from a Third World Perspective. Para otra visión sobre la promoción
inicial de los derechos humanos en América Latina ver: Liliana Obregón, ‘The Universal Declaration of Human
Rights and Latin America’ (2009) 24 Maryland Journal of International Law 94.
91
Simon Planas Suarez, La doctrina de Monroe y la doctrina de Bolivar: los grandes principios de la política
internacional americana (El Siglo XX, 1924), Antonio de la Peña y Reyes, El Congreso de Panamá y algunos otros
proyectos de unión hispano-americana (Publicaciones de la Secretaría de Relaciones Exteriores, 1926); Mauricio
Mackenzie, Los ideales de Bolivar en el derecho internacional americano (Biblioteca del Ministerio de Gobierno,
Colección Bolivariana; 1955); Jesús María Yepes, Del Congreso de Panamá a la Conferencia de Caracas, 1826-
1954: El Genio de Bolívar a través de la historia de las relaciones interamericanas (Caracas: Cromotip, 1955);
Ivonne González Niño, Simón Bolívar, Precursor del derecho internacional americano (Pensamiento
Latinoamericano, Vol. 3) (Instituto Colombiano de Estudios Latinoamericanos y del Caribe, 1985); Edgar Vieira
Posada, La Integración de américa latina: del congreso anfictiónico de Panamá en 1826 a una comunidad
latinoamericana o sudamericana de naciones en el año 2010 (Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2004);
Germán A. De la Reza, El Congreso de Panamá de 1826 y otros ensayos de integración latinoamericana en el siglo
XIX (Universidad Autónoma Metropolitana, Azcapotzalco, 2006).

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población estratificada en castas que bajo el nuevo esquema de estados soberanos debían
representarse como unidades homogéneas. Se calcula que para la época de la independencia
había una población total de unos diecisiete millones de personas de los cuales un poco más de
tres millones eran criollos (o ‘blancos’), frente a unos siete y medio millones de indígenas, cinco
millones de castas y 800,000 esclavos.92 Una frase de Bolívar captura el dilema que generaba
esta configuración social en términos de representación:

nosotros… no somos indios, ni europeos, sino una especie media entre los legítimos
propietarios del país, y los usurpadores españoles: en suma, siendo nosotros americanos por
nacimiento, y nuestros derechos los de Europa, tenemos que disputar éstos a los (nativos) del
país mantenernos en él contra la invasión de los invasores; así nos hallamos en el caso más
extraordinario y complicado93.

La visión estrecha del proyecto bolivariano tanto a nivel de Estados como de ciudadanos, se
evidencia aún más en las discusiones sobre la exclusión de Haití del Congreso de Panamá y su
no-reconocimiento como Estado independiente.94

Al internacionalismo de Bolívar se sumó en 1832 el primer tratado de derecho internacional


publicado en las Américas por Andrés Bello bajo el título Principios del derecho de gentes y
posteriormente como Principios del derecho internacional en su segunda (1844) y tercera (1864)

92
Liliana Obregón, ‘¿Para qué un derecho internacional latinoamericano?’ en René Ureña (ed), Derecho
Internacional: Poder y límites del derecho en el derecho en la sociedad global (Ediciones Uniandes, 2015), 30.
Manuel Lucena Giraldo, A los cuatro vientos : las ciudades de la América Hispánica (Ambos Mundos; Madrid:
Fundación Carolina Centro de Estudios Hispánicos e Iberoamericanos: Marcial Pons Historia, 2006), 108. Estas
cifras deben tomarse con escepticismo por la cantidad de limitaciones existentes en la época incluyendo la propia
resistencia de los grupos a dejarse identificar bajo categorías raciales. Ver, J. Robinson (ed), Social Fabric and
Spatial Structure in Colonial Latin America (Ann Arbor, MI: Dept. of Geography Syracuse University, 1979), 17 -
22. El punto a resaltar aquí es que Bolívar y los demás criollos formaban parte de una minoría de poder que no era
representativa de la mayoría de la población mixta, indígena y afrodescendiente del continente.
93
Simón Bolívar, ‘Contestación de un americano meridional (es el jeneral Bolivar) a un caballero de esta isla
(Jamaica)’ en Colección de documentos relativos á la vida pública del libertador de Colombia y del Perú para
servir a la historia de la independencia del suramérica (Tomo 21) (Carácas: Impr. de G.F. Devisme 1830).
94
Ver Liliana Obregón ‘Haiti and the Cosmopolitan Imagination’ en Mónica García-Salmones and Pamela Slotte
(eds), Analysing Cosmopolitanisms in Englishtenment Europe and Beyond (Peter Lang, 2013); Obregón ‘¿Para qué
un derecho internacional latinoamericano’. Los primeros estados latinoamericanos quereconocen a Haití lo hacen
después de Estados Unidos en 1862 y Brasil en 1865. México fue el último Estado americano en reconocer a Haití
en 1934, más de un siglo después de su revolución. Immanuel Wallerstein The Modern World-System (University of
California Press Berkeley 2011).

26
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edición. Bello se apropió de textos europeos y estadounidense y los re-escribió, editó y organizó
en un tratado escrito en lengua castellana y con una ‘perspectiva americana’ como parte de su
proyecto de orden y seguridad de la independencia para la región.95

El esfuerzo inicial de Bolívar, Bello y otros en el siglo XIX, podría entenderse como
perteneciente a lo que Liliana Obregón ha llamado una ‘conciencia jurídica criolla’ o aquel
conjunto de ideas sobre el derecho que compartían los letrados criollos en la era pos-
independentista. La identidad jurídica americana (como parte de la conciencia criolla) se
caracteriza por un legado regional del derecho indiano y del derecho español; un entendimiento
común de que la raíz histórica (y ‘civilizada’) del derecho en la región era el derecho romano;
una herencia europea que se transformaba en algo que se creía distintivamente americano; una
práctica de usar fuentes muy variadas para resolver problemas locales; y una aceptación del
letrado criollo como ‘naturalmente’ superior al resto de la población nativa (castas, indígenas,
negros).96 Con el fin de no ser excluidos de los derechos asignados (por Europa) a los miembros de
la llamada ‘comunidad de naciones civilizadas’ los criollos mostraron una voluntad de civilización
que aparecería en las constituciones y leyes, y le darían prevalencia a políticas económicas,
religiosas, educativas y de control social que buscaban mejorar la ‘civilización’ existente.97

En la segunda mitad del siglo XIX el escenario politicó de la región cambió substancialmente.
El americanismo de las élites criollas de comienzos del siglo XIX incluía a Estados Unidos como
un modelo de autonomía y gobierno exitoso de donde se inspiraron nuevas constituciones y
formas de gobierno en la región.98 La doctrina Monroe fue adaptada desde el Congreso de
Panamá como útil a los gobiernos de la región en contra de las frecuentes intervenciones
europeas. Sin embargo, la guerra de Estados Unidos contra México en 1848 y la consecuente

95
Ver Liliana Obregón , ‘Construyendo la Región Americana: Andrés Bello y el Derecho Internacional’ en Beatriz
González-Stephan y Juan Poblete (eds), Andrés Bello y los estudios latinoamericanos (Universidad de Pittsburgh,
2009); Ivan Jaksic, Andrés Bello: La pasión por el orden (Editorial Universitaria, 2001).
96
Obregón, ‘¿Para qué un derecho internacional latinoamericano?’
97
Ver por ejemplo, Domingo Faustino Sarmiento, Civilización i barbarie, vida de Juan Facundo Quiroga. i aspecto
físico, costumbres, i abitos de la república Arjentina (Impr. del Progreso, 1845); Cristina Rojas, Civilization and
Violence: Regimes of Representation in Nineteenth-Century Colombia, Borderlines (University of Minnesota Press,
2001).
98
La influencia del constitucionalismo estadounidense se extendió como consecuencia de la obra De la démocratie
en Amérique publicada en Paris en 1836 por Alexis de Tocqueville, con una primera traducción al castellano por
D.A. Sánchez de Bustamante en 1837 como De la democracia en América del Norte que circuló extensamente entre
las élites criollas.

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pérdida de Texas y California, y la invasión de William Walker en Nicaragua en 1855 (quién se


autonombró presidente, y reinstauró la esclavitud y quiso anexar el país a Estados Unidos), creó
temores de un neo-imperialismo de Estados Unidos en el continente.99

La creación de “América Latina” y el derecho internacional

Como reacción a esta política expansionista de Estados Unidos, el concepto de ‘América Latina’
surge en la región, como una adaptación criolla del panlatinismo Francés. Los ideólogos del
panlatinismo francés fueron Michel Chevalier (1806-1879), funcionario de Napoleón III, y
Ernest Renán (1823-1892) quienes promovieron la unión basada en categorías étnicas y
culturales del historicismo europeo de principios del siglo XIX. El panlatinismo proyectaba la
oposición de Francia al dominio continental de las naciones anglosajonas (Inglaterra y Estados
Unidos) y un modelo geo-ideológico legitimador de sus intereses económicos expansionistas y
de patronazgo cultural.100 Aunque el panlatinismo de Chevalier defendía claramente el papel
imperial de Francia, su descripción de las antiguas colonias españolas como parte de la familia o
raza latinas tuvo eco entre la élite criolla en París. El diplomático chileno, Francisco Bilbao, fue
el primero en usar ‘América Latina’ y ‘latinoamericanos’ en la conferencia ‘Idea de un Congreso
Federal para las Repúblicas’ dada en París el 22 de junio de 1853. Como Chevalier, Bilbao usó el
concepto de ‘latinoamericanos’ en oposición a ‘americanos anglosajones’ y una idea de un
congreso o confederación de Estados americanos como propuesta de unificación frente a las
amenazas extranjeras emergió de nuevo.101

Bilbao no le daba ningún papel a Francia, o a ninguna otra nación europea, contra el
expansionismo estadounidense, sino que pretendía una unión de pueblos americanos ‘latinos’
para enfrentarse a los Estados Unidos. La conferencia en la que habló Bilbao, al igual que los
libros y artículos de Chevalier, tuvo un impacto destacado en otros criollos en París, entre los que
se encontraba el diplomático colombiano José María Torres-Caicedo. De hecho, algunos autores
99
Ver Alejandro Bolaños Geyer, William Walker: The Gray-Eyed Man of Destiny (Lake Saint Louis, Mo., 1988);
Noel Bertram Gerson, Sad Swashbuckler: The Life of William Walker (T. Nelson, 1976).
100
Véase John L. Phelan, El origen de la idea de América (Universidad Nacional Autónoma de México, 1979)
citado en Obregón, ‘¿Para qué un derecho internacional latinoamericano?’
101
Francisco Bilbao, ‘Idea de un congreso federal de las repúblicas’. Colección de ensayos i documentos relativos a
la union i confederacion de los pueblos Hispano-americanos publicada a espensas de la "Sociedad de la unión
americana de Chile", vol. 1 (Impr. Chilena, 1862) 281.

28
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le atribuyen a Torres-Caicedo el primer uso del término, o al menos el ser el promotor más activo
del mismo, porque después de que Bilbao se diera cuenta de que había adoptado un término que
legitimaba el programa político expansionista francés y su patronazgo cultural dejó de usarlo.102
Torres-Caicedo se apropió del término y promovió su uso separándolo de la connotación de
imperialismo francés que tenía, aunque su uso era similar al de Bilbao: lo utilizaba en oposición
al imperialismo de Estados Unidos y como imagen de un proyecto regional de unificación.

En septiembre de 1856, Torres Caicedo publicó el poema ‘Las dos Américas’ contra la invasión
de Nicaragua por William Walker. El poeta usó la expresión ‘América Latina’ en oposición a la
raza sajona glorificando la unificación de las antiguas colonias españolas (basada en una
comunidad de lenguaje, religión, derecho y tradiciones) en contraste con la amenaza del
imperialismo estadounidense.103 Torres-Caicedo también circuló un manifiesto en París que
defendía el proyecto bolivariano de una confederación, unión o liga latinoamericana que uniría a
América Central y Sur para construir una gran nacionalidad con autonomías estatales pero bajo
los mismos principios generales.104

Carlos Calvo, por su parte, fue el primer tratadista que utilizó ‘América Latina’ en relación al
derecho internacional con la connotación de intereses comunes entre las naciones de la región en
defensa de su soberanía e independencia. En 1862, poco después de que se publicara el primer
volumen de la compilación histórica de tratados de América Latina, el colombiano José María
Samper, publicó una reseña del libro de Calvo en un artículo titulado ‘Derecho público

102
John L. Phelan, ‘El Origen de la idea de América’ (1979) 31 Cuadernos de Cultural Latinoamericana 5, citado
en Obregón. ‘¿Para qué un derecho internacional latinoamericano?’
103
El texto completo del poema puede encontrarse en Antonio José Rivadeneira Vargas, El Bogotano J.M. Torres
Caicedo (1830-1889): La multipatria latinoamericana (Colección lecturas de Bogotá, 3) (Academia Colombiana de
Historia: Alcaldía Mayor de Bogotá, 1989) 61-73.
104
El manifiesto de Torres Caicedo está transcrito en Eduardo Ricardo Pérez Calvo y Lucio Ricardo Pérez Calvo,
Vida y trabajos de Carlos Calvo; Los Calvo en el Río de la Plata (Ediciones Dunken, 1996), 152. Calvo manifestó
que el texto contenía muchas de las ideas en las que había pensado o escrito antes y lo publicó en su colección de
1862: Carlos Calvo, Colección completa de los tratados, convenciones, capitulaciones, armisticios y otros actos
diplomáticos: de todos los estados de la américa latina: comprendidos entre el golfo de mejico y el cabo de hornos:
desde el año de 1493 hasta nuestros días ... (A. Durand, 1862). Torres Caicedo publicó sus ideas sobre el origen y el
futuro de una Unión de América Latina en Unión latinoamericana pensamiento de Bolívar para formar una liga
americana: su origen y sus desarrollos (Librería de Rosa y Bouret, 1865)

29
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latinoamericano’.105 De una manera similar a Bilbao, describió la presencia de dos razas


europeas en el continente americano, pero lo leyó al revés: el Norte como producto de una raza
vital, vigorosa y libre, y el Sur como el legado de la raza degenerada española. Debido a este
legado, Samper pensó que la creación de un derecho internacional para la región era de la mayor
importancia ‘como elemento de civilización…el símbolo verdadero, la síntesis, la más compleja
manifestación y la más elevada forma de ser de un pueblo’.106

En Bilbao, Torres-Caicedo y Samper vemos entonces la reacción de las élites criollas al


imperialismo poscolonial que se empezó a sentir en la región a partir de mediados del siglo XIX.
Aunque mantuvieron su conciencia criolla con respecto a la región, incorporaron en sus lecturas
nuevas formas discursivas y nuevas leyes con las que presentar su autonomía e independencia
frente al imperialismo europeo y estadounidense.107 Estos autores eran críticos de la intervención
extranjera de los europeos en su región, pero al mismo tiempo, a través del discurso civilizador,
justificaron la apropiación de tierras indígenas en sus propios países y la de los europeos en
África a finales del siglo XIX.108

Alejandro Álvarez y el proyecto de un “derecho internacional latinoamericano”

Un siglo después del intento fallido de Bolívar y de las múltiples propuestas, proyectos y congresos
que buscaban la integración política y jurídica durante el siglo XIX, el abogado chileno, Alejandro
Álvarez, comenzó a promover el reconocimiento de un derecho internacional latinoamericano109.
La adherencia y oposición al proyecto de Álvarez fue casi inmediata. Algunos abogados se
opusieron argumentando que los problemas comunes o la experiencia histórica compartida por un

105
José María Samper, Derecho Público Latino-Americano, Miscelánea Ó Colección De Artículos Escogidos De
Costumbres, Bibliografía, Variedades Y Necrología (Impr. de Eug. Vanderhaeghen, 1869), publicado originalmente
en 1862 en el periódico El Comercio de Lima.
106
Samper, ‘Derecho Público Latino-Americano’
107
Obregón, Liliana ‘¿Para qué un derecho internacional latinoamericano?’
108
José Yves Limantour, Memoria sobre la vida y la obra de D. Carlos Calvo (Librería de la Vda. de C. Bouret,
1909), 16
109
Alejandro Álvarez, ‘Origen y desarrollo del Derecho Internacional Americano’ en Tercer Congreso Científico
Latino Americano. (Rio de Janeiro: 1905); Alejandro Álvarez, ‘Le Droit International Américain, son origine et son
évolution’ (1907) XIV Revue Générale de Droit International Public; Alejandro Álvarez, American Problems in
International Law (New York, Baker, 1909); Alejandro Álvarez, Le droit international américain: son fondement,
sa nature: d’après l’histoire diplomatique des états du nouveau monde et leur vie politique et économique (A.
Pedone, 1910).

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grupo de países no constituían la base suficiente para una esfera autónoma o separada del derecho
internacional por que el derecho internacional se basaba en principios, leyes y normas observadas
por la sociedad internacional. Otros, siguiendo a Álvarez, justificaron un derecho internacional
definido en términos regionales americanos como lo hizo él por primera vez en 1905.110 Durante
medio siglo, Álvarez defendió la necesidad de reconocer una versión regional del derecho
internacional en relación con Europa y Estados Unidos111.

En uno de sus textos más representativos, dirigido a un público estadounidense, Álvarez usó tres
argumentos para identificar la unidad jurídica latinoamericana: 1) las diferencias marcadas entre
las naciones americanas y Europa; 2) la idea de una patria regional, que excluía a los Estados
Unidos, pero que tenía sus orígenes civilizadores en Europa; y 3) la idea de que las naciones
latinoamericanas estaban civilizadas, y en algunos casos, más civilizadas que sus contrapartes
europeas.112 Sobre el primer punto, Álvarez señalaba diferencias generales como históricas y
fundacionales: el continente americano, por razones de su situación geográfica y la manera en la
cual se construyeron sus naciones, se había desarrollado en condiciones constitucionales,
administrativas, económicas y sociales diferentes a las de Europa. Así, según Álvarez, el Nuevo
Mundo tenía un punto de vista diferente y unos problemas sui generis desconocidos en el Viejo
Mundo, como entendimientos distintos de los conceptos de libertad y soberanía.113 Después de la
Segunda Guerra Mundial, Álvarez continuó promoviendo la idea de que era necesario colocar al
continente americano al frente de un entorno internacional que había cambiado radicalmente.
Álvarez llegó a expresar esta idea en varios de sus salvamentos de voto como juez de la Corte
Internacional de Justicia.

A pesar de su lectura regionalista, Álvarez no compartía las acusaciones de imperialismo a


Estados Unidos por parte de varios de sus colegas. Su actitud hacia el colonialismo internacional
fue de esta manera ambigua como la de muchos de sus colegas europeos. Y como muchos de sus

110
Alejandro Álvarez, ‘Le Droit International Américain, son origine et son évolution’ (1907) XIV RGDIP 393.
111
Alejandro Álvarez, ‘International Law and Related Subjects from the Point of View of the American Continent: a
Report on Lectures Delivered in the Universities of the United States, 1916–1918, Under the Auspices of the
Carnegie Endowment for International Peace, Including a Comparative Study of the Universities of Latin America
and the United States’ Pamphlet, Carnegie Endowment for International Peace, Division of International Law
(1922).
112
Ibíd., p. 25.
113
Ibíd.

31
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predecesores criollos, favoreció la recolonización de las tierras indígenas y la inmigración


europea en América Latina con el fin de completar la civilización mediante la eliminación de los
vestigios de la ‘barbarie’ que se encontraban en la región. Esta postura la modificaria de alguna
manera después las dos guerras mundiales en Europa, las cuales le permitieron darle la vuelta a
la dicotomía civilización-barbarie y afirmar la autoridad moral de sus propuestas americanas y
latinoamericanas. Con el surgimiento de las Organización de las Naciones Unidas en 1945 (entre
otras numerosas organizaciones internacionales que surgieron en la segunda mitad del siglo XX),
la fragmentación del derecho internacional en áreas especializadas para resolver problemáticas
específicas, la muerte de Álvarez en 1960, y la creciente bipolarización mundial, la promoción,
uso y creencia de un ‘derecho internacional latinoamericano’ cayó en el desuso y en el olvido.

VII. AMÉRICA LATINA Y EL NUEVO MUNDO POSCOLONIAL

Después la segunda guerra mundial, y a pesar de la historia ambivalente de la región y sus


intelectuales con el fenómeno imperialista, América Latina se encontró en muchos foros y
conversaciones internacionales participando activamente de las discusiones sobre
descolonización. Los abogados internacionalistas de la región, con ya casi siglo y medio de
historia republicana sobre sus espaldas, entraron a jugar un papel muy importante.114 La región
vivió un momento de renacimiento con el potencial de un derecho internacional que prometía un
nuevo orden mundial. El impulso se cristalizó en la sustitución de importaciones y en las
discusiones alrededor de un “Nuevo orden económico internacional”, término acuñado en la
Resolución 3201 de 1974 de la Asamblea General de las Naciones Unidas.115

Los avances no estuvieron librados de las contradicciones de condenar al orden prevalente


mientras se refrendaban las condiciones estructurantes de un orden global desventajoso para los

114
Arnulf Becker Lorca, ‘Alejandro Alvarez situated: subaltern modernities and modernisms that subvert’ (2006)
19(4) Leiden Journal of International Law 879; Arnulf Becker Lorca, ‘International Law in Latin America or Latin
American International Law-Rise, Fall, and Retrieval of a Tradition of Legal Thinking and Political Imagination’
(2006) 47 Harvard International Law Journal 283.
115
Ver especialmente, Ahmed Mahiou, ‘La Declaración sobre el establecimiento de un nuevo orden económico
internacional’ (United Nations Audiovisual Library of International Law, 2011) Ver también la Resolución 1803
(XVII) de 1962 (Soberanía permanente de los recursos naturales) y la Resolución 3281 (XXIX) de 1974, Carta de
derechos y deberes económicos de los Estados.

32
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países del sur. Durante el siglo XX América Latina vivió las frustraciones generadas por la
contradicción, y vio extender un imperialismo soterrado, aun cuando de sus paises emergian
llamados por un orden internacional diferente. Por un lado la región generó nuevas propuestas en
derecho internacional y su posición geopolítica dentro del contexto de la Guerra Fría, y la
revolución cubana en particular, le permitieron pensar que los países del continente podrían dar
un salto hacían el futuro. Programas como la Alianza para el Progreso promovidas por el
presidente de Estados Unidos, J.F. Kennedy, parecieron en su momento confirmar esta
opinión.116 Sin embargo el nuevo orden internacional liderado por los Estados Unidos, vino a
reconfirmar políticas tempranas de ese país (y del orden internacional detrás de él) que eran bien
conocidas en la región. La doctrina Monroe117 y la doctrina del Gran Garrote118 (ver imágenes 2
y 3) fueron recicladas en nuevas formas de internacionalismo más sutiles pero igualmente
malsanas. La visión progresista de América Latina por un mundo diferente se truncó con la
acumulación de deuda externa, la década perdida del desarrollo en los años 1980s, y los
subsecuentes procesos de ajuste estructural.

116
Promovida por el Presidente de los Estados Unidos J.F. Kennedy, la Alianza por el Progreso fue aceptada en
1961 por todos los países latinoamericanos, excepto Cuba, en la Declaración de Punta del Este, Uruguay. La Alianza
buscó promover en la región la distribución de la tierra, el libre comercio, la modernización de la infraestructura,
reformas monetarias y fiscales, la planeación económica y del desarrollo, y el mejoramiento de los indicadores
sociales en salud, servicios básicos, educación y acceso a la vivienda. Ver por ejemplo, Jeffrey F. Taffet, Foreign
Aid As Foreign Policy: The Alliance for Progress in Latin America (Routledge, 2007).
117
Expuesta por el Presidente de los EE.UU James Monroe en 1823, la Doctrina Monroe implicó a) el principio del
panamericanismo (Tanto Norteamérica como Latinoamérica formaban parte de una zona, ‘el hemisferio occidental’,
con un sistema político propio y sin ninguna relación con las potencias europeas); b) el principio de no intervención
(Norteamérica consideraba como una amenaza para su paz y seguridad cualquier intento por parte de las potencias
europeas de intervención en la zona); y c) el principio de no colonización (Norteamérica, además, consideraba como
una amenaza para su seguridad cualquier intento por parte de las potencias europeas de colonización de esta región
del mundo). J. Durán, ‘Aspectos ideológicos del intervencionismo norteamericano en Latinoamérica: 1823-1914’
(1991) 11 Norba. Revista de historia 331.
118
La doctrina del Gran Garrote se implementó por Estados Unidos originada en la afirmación emitida por el
presidente Theodor Roosevelt en 1901: ‘habla suavemente y lleva un gran garrote, así llegarás lejos.’ para aplaudir
la expulsión de un miembro del partido republicano. La política se implementaría con los países latinoamericanos, a
través de una combinación de diplomacia y fuerza justificando varias intervenciones en la región, incluyendo la
separación de Panamá de Colombia, las ocupaciones militares en República Dominicana (1916 – 1924); Cuba (1906
– 1909) y Haití (1915 – 1934). Sylvia L. Hilton, ‘La ‘nueva’ Doctrina Monroe de 1895 y sus implicaciones para el
Caribe español: algunas interpretaciones coetáneas españolas’ (1998) 55(1) Anuario de Estudios Americanos 125;
Joaquín Santana Castillo, ‘Identidad cultural de un continente, Iberoamérica y la América Sajona. Desde la doctrina
Monroe hasta la Guerra de Cuba’ en Arturo Andrés Roig (ed), El pensamiento social y político iberoamericano del
siglo XIX (Trotta, 2000); Stewart Brewer, Borders and Bridges: A History of U.S.-Latin American Relations
(Praeger Security International, 2006).

33
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Imagen 2. Publicidad del partido Republicano de los Estados Unidos para la


campaña presidencial de 1900. La imagen recoge la Doctrina de Monroe (“América
para los Americanos”) establecida por el presidente James Monroe en 1823, y
seguida por la política del Gran Garrote acuñada por el presidente Theodore
Roosevelt en 1901. Wikimedia Commons.

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Imagen 3. Caricatura de la política del Gran Garrote dónde se usa los Viajes de
Gulliver para criticar la aproximación del gobierno de los Estados Unidos a la
región de América Latina. Creada por William Allen Rogers en 1904. Wikimedia
Commons.

Relaciones económicas latinoamericanas e imperialismo amplio: El caso del FMI

Una lectura amplia argumentaría que el derecho internacional ha seguido jugando un papel
crucial en la construcción de dinámicas imperiales en América Latina, aun cuando la estructura
formal de una metrópoli y una colonia han desaparecido. Las políticas de ajuste estructural del
Fondo Monetario Internacional (FMI) son un buen ejemplo. El FMI119 fue creado en 1944 como
resultado de los acuerdos de Bretton Woods (en conjunto con el Banco Mundial y la fallida
Organización Internacional del Comercio, que después reviviría en 1994 como la Organización

119
Para una revisión sucinta del FMI, ver, Fondo Monetario Internacional, ‘¿Qué es el Fondo Monetario
Internacional?’(International Monetary Fund, Publication Services, 2004): http://www.imf.org/external/spanish/.

35
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Mundial del Comercio).120 El FMI surgió inicialmente con dos objetivos principales: ‘a) regular
el sistema monetario y financiero internacional, promoviendo la estabilidad de los cambios
internacionales y colaborando en el establecimiento de un sistema multilateral de pagos entre los
distintos países; y b) ayudar a los estados miembros a hacer frente a sus desequilibrios de balanza
121
de pagos, evitando, con ello, la extensión internacional de las crisis económicas.’

El objetivo del Fondo de lograr la estabilidad monetaria internacional;122 hace referencia a la


estabilidad de la tasas de cambio123 y a facilitar los pagos internacionales, con lo que se busca
beneficiar el libre comercio y la inversión extranjera.124 Para lograr esto, el Fondo tiene la
facultad de apoyar a los países cuando éstos presenten problemas en su balanza de pagos. La
balanza de pagos es la cuenta de todas las transacciones monetarias entre un país y el resto del
mundo en un periodo dado. Una crisis en ésta (o una crisis cambiaria, como también se le
conoce) ocurre cuando un país no tiene suficiente dinero para pagar sus obligaciones en divisa
extranjera. Por ejemplo, si Colombia no tuviera suficientes dólares para pagar sus obligaciones
comerciales o financieras con el extranjero, probablemente el país imprimiría más pesos, pero
eso implicaría que el peso perdería su valor frente al dólar (es decir, se deberían pagar muchos
más pesos por un dólar). Este es el problema de la devaluación extrema de las monedas.

Ahora bien, el problema de las crisis cambiarias es que, ante la situación antes descrita, a las
personas les da miedo que el dinero que tienen ahorrado pierda todo su valor (por ejemplo, que
tengan que dar millones de pesos colombianos por un solo dólar) y salen a cambiar sus ahorros
por divisa extranjera (el dólar, por ejemplo, que es visto como una divisa más confiable). Pero el
banco central del país en crisis (en Colombia, este sería el Banco de la República), puede no
tener suficiente reservas internacionales (esto es, no tiene suficientes dólares guardados) para
responder a esa demanda creciente. El gobierno del país en crisis, entonces, tiene que prohibir
directamente que las personas cambien su dinero por dólares (como se ha hecho en
120
René Urueña, ‘The World Trade Organization and Its Powers to Adopt a Competitive Policy’ (2006) 3
International Organizations Law Review 55.
121
Hernández, La producción jurídica de la globalización económica, 101.
122
Articles of Agreement of the International Monetary Fund. art. 1.
123
La tasa de cambio se refiere a cuánto de cierta divisa (e.g. pesos colombianos), se da por otra divisa (e.g. dólares
estadounidenses).
124
Hernández, La producción jurídica de la globalización económica, 73, 112, 176; Ángel Martínez González-
Tablas, Economía política de la globalización (Ariel, 2000), 109.

36
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Venezuela),125 o limitar la posibilidad de que las personas puedan retirar sus ahorros del banco,
para evitar que los cambien por dólares (como se hizo en Argentina en 2001, con el llamado
“corralito”).126 Mientras tanto, si la moneda local pierde su valor, es posible que los precios de
los bienes importados en el país en crisis aumenten desmedidamente, porque los importadores
deberán pagar más moneda local por los mismos bienes – lo cual puede resultar en una terrible
inflación. Todo lo anterior (limitación en la tasa de cambio, restricciones bancarias e inflación)
forma una tormenta perfecta que genera problemas sociales graves. En ese marco, el FMI entra a
apoyar al país que se enuentran en crisis cambiaria. Y lo hace prestándole dinero: el Fondo le
presta (o promete prestarle) divisa extranjera (en nuestro ejemplo, dólares) al país en crisis. Con
este préstamo, se espera que los países recuperen la posibilidad de cumplir sus obligaciones
monetarias internacionales, y prevenir problemas de devaluación e inflación.

¿Dónde entran los legaldos imperiales, el derecho internacional y América Latina en este relato?
Si reconocemos que el FMI es una organización internacional, creada por un tratado, cuyas
funciones y facultades están dispuestas por un instrumento jurídico internacional entonces,
vemos que el Fondo actúa a través del derecho internacional, en aplicación de muchas de las
doctrinas básicas de la disciplina que hemos discutido en este capítulo: soberanía,
consentimiento estatal, etc. Dicho de otra forma, el Fondo Monetario no podría existir sin el
derecho internacional: el sistema jurídico internacional crea y perpetúa el aparato de poderes,
obligaciones y derechos que permiten al Fondo actuar como lo hace.127 Este aparato, sin
embargo, no es ni política ni ideológicamente neutro, por el contrario el FMI defiende una
política económica particular, que se ha venido a conocer como de carácter ‘neoliberal’.128

Durante los años 1980s y 1990s, el Fondo ejerció sus funciones de rescate monetario en América
Latina de una forma especialmente agresiva, añadiendo a los préstamos la idea de los ‘programas
de ajuste estructural’.129 Para el Fondo, los problemas monetarios de los países en crisis en la

125
Véase, República Bolivariana de Venezuela, Ley de Ilícitos Cambiarios (2010); Capitulo III. Diario Oficial
Número 5.975, Extraordinario. Año CXXXVII; Mes VIII.
126
Rafael Olarra Jiménez, and Luis García Martínez, El derrumbe argentino: de la convertibilidad al "corralito"
(Planeta, 2002).
127
Anghie, Imperialism, Sovereignty and the Making of International Law, 258 y ss.
128
David Harvey, A Brief History of Neoliberalism (Oxford University Press, 2005).
129
Los préstamos para programas de ajuste estructural o PAJ surgieron principalmente a causa de la crisis de la
deuda externa de finales de la década de los años 70. Los PAJ se caracterizan por condicionar su otorgamiento a la

37
– DRAFT. PLEASE DO NOT CITE WITHOUT PERMISSION –

región derivaban no sólo de sus problemas de balanza de pagos, sino de causas estructurales,
como un manejo fiscal irresponsable y de una economía poco productiva. Por lo tanto, para
solucionar la crisis cambiaria era también necesario, según el Fondo, adoptar cambios en la
estructura profunda de la economía: su sistema tributario, sus leyes laborales, la participación del
estado en la provisión de servicios y sus políticas sociales y fiscales130.

Estos ‘ajustes estructurales’ eran un reflejo de la ideología imperante en ese momento (y que
todavía persiste en buena medida) en el FMI y otras organizaciones internacionales. Esta
ideología (neoliberal) se vino a conocer como el ‘Consenso de Washington’, el cual
recomendaba, entre otras cosas, la reducción del tamaño del Estado, la liberalización de los
mercados y la privatización de las empresas públicas.131 Estas medidas de ajuste estructural
comenzaron a ser usadas como condición para que muchos países de América Latina pudieran
acceder a los préstamos que les podría permitir una estabilidad cambiaria en el corto plazo
durante estos años. Por supuesto, el Fondo tenía la sartén por el mango, y muchos países en
América Latina (endeudados y con una carga social muy alta) accedieron a las condiciones del
Fondo para acceder a los recursos financieros de estabilización.132

Es importante tener en claro, sin embargo, que no hay una conexión necesaria entre el apoyo
monetario que el Fondo debe dar, y la política de condicionalidad implícita en los ajustes
estructurales – y menos aún con el modelo de políticas de austeridad que el mismo Fondo
impuso como parte de su programa de ajustes primero en América Latina y luego en muchos
otros lugares del Sur Global.133 El paso de apoyo monetario a ajuste estructural que acabamos de
ver implicó una decisión ideológica y políticamente controversial, la cual fue presentada a los

reforma de determinadas políticas económicas, siendo una de las condiciones básicas la defensa de una postura no
estatal en relación con el manejo de la economía por oposición a la defensa de una postura a favor del mercado para
asignar los recursos. Los PAJ se han dividido en dos tipos: unos dirigidos a la reforma de los elementos eje de la
política macroeconómica de los gobiernos y otros dirigidos a reformar el orden nacional a través de sus sectores
económicos. Ver especialmente, Burgos Silva, Estado de derecho y globalización, 46-54. Ver igualmente, Bob
Milward, ‘What is structural adjustment’ in Ed Brown et al (eds) Structural Adjustment: Theory, Practice and
Impacts (Routledge, 2000).
130
Ver por ejemplo, William Easterly, ‘What did structural adjustment adjust?: The association of policies and
growth with repeated IMF and World Bank adjustment loans’ (2005) 76(1) Journal of Development Economics 1.
131
Tim Besley and N. Roberto Zagha (eds), Development challenges in the 1990s: leading policymakers speak from
experience (World Bank Publications, 2005).
132
Javier Santiso, Latin America's political economy of the possible: Beyond good revolutionaries and free-
marketeers (MIT Press, 2007), 53-96
133
Ver especialmente sobre el concepto de Sur Global, Juan Obarrio, ‘Pensar al Sur’ (Southerns Perspectives, 2014):

38
– DRAFT. PLEASE DO NOT CITE WITHOUT PERMISSION –

gobiernos en América Latina como el remedio ‘técnico’ para sus problemas cambiarios. Esta
decisión generó, sin embargo, una redistribución muy importante de recursos y poder al interior
de los países de América Latina.

Al revisar las políticas del FMI en América Latina es posible confirmar ciertas ideas sobre la
relación entre imperialismo y derecho internacional que ya hemos visto con anterioridad en este
capítulo introductorio. En primer lugar, tenemos una iniciativa ideológica y políticamente
cuestionable, que es impuesta a un territorio o colectividad extranjera ‘por su propio bien’, para
alcanzar el desarrollo económico – definido en los términos de quien propone la iniciativa. Esta
puede ir desde un ajuste fiscal, el recorte del gasto social y las privatizaciones, hasta la
desregulación de las tasas cambiarias y la liberalización de comercio interno primero a través de
marcos multilaterales como el GATT y la OMC, y cada vez más a través de Tratados Bilaterales
de Inversión, nuevos ejercicios legislativos para el fomento de la Inversión Extranjera Directa, y
los Tratados de Libre Comercio que han aparecido de forma intensa en la región en los últimos
años.

Un segundo tema clave que podemos confirmar al estudiar las actividades del FMI en América
Latina durante las últimas décadas es la imposición de un modelo de administración pública y
económica internacional que tiene efectos a nivel nacional desde el proceso independentista y
que las élites locales han apoyado. Un aspecto central del imperialismo durante su periodo
inicial, fue la creación de una maquinaria de administración en la colonia (por ejemplo, a través
de la estructura de Virreinatos en América, o el Servicio Civil Imperial en la India)134 que
mantenía el control económico, político y social y que construyó infraestructura e imponía un
cierto modelo de educación y de gobierno que beneficiaba a la metrópoli. Por su parte, las
políticas de ajuste estructural del FMI han logrado hacer algo parecido en nuestros días, pero de
una manera que es más dificil de identificar. Las políticas del FMI han forzado la creación de
una forma específica de gobierno y administración local, la cual ha generado en algunos lugares
infraestructura, pero que ha venido a prolongar, al mismo tiempo y bajo arreglos legales

134
Anghie, Imperialism, Sovereignty and the Making of International Law, 156-178.

39
– DRAFT. PLEASE DO NOT CITE WITHOUT PERMISSION –

firmados aparanetemente para el beneficio de los paises, la dependencia de los estados deudores
con el Fondo y con el aparato financiero internacional.135

Finalmente, reflexionar sobre las actividades del FMI en la región nos obliga a presentar
atención al problema de la imposición como característica central, pero dinámica, del
imperialismo. Claramente, el imperialismo en términos tradicionales implicó la imposición de
políticas imperiales por vía de la fuerza militar, económica, y social. En el caso del FMI, sin
embargo, la imposición ocurre mediante el mecanismo de la condicionalidad: si las medidas de
ajuste no son adoptadas por el país en crisis, los recursos financieros no estarán disponibles.
Nótese que la agencia y autonomía del país en crisis no desaparece formalmente: en términos
jurídicos, el estado guarda la capacidad de negarse a realizar los cambios exigidos por el Fondo.
No obstante, la economía política de la situación hace poco viable que esa negativa ocurra. Este
aspecto es clave para entender la relación entre derecho internacional e imperialismo: como
hemos visto, el derecho internacional se construye sobre la idea del consentimiento y la igualdad
soberana. Si un estado da su consentimiento, el derecho internacional presume que lo hizo de
manera soberana, por lo que la situación que se deriva de tal consentimiento se entiende como
legítima y aceptable. Una aproximación crítica a este entendimiento permite ver, así, como el
optimismo hacia el derecho internacional que ha existido de mayor o menor medida en la región
de América Latina durante los últimos siglos, desde Vitoria hasta Álvarez, ha ignorado en
muchas ocasiones el carácter recalcitrante (y quizás cada vez más intenso) de los legaldos
imperiales (entendidos de manera amplia) en la región y el mundo.

El énfasis tradicional en el consentimiento de los Estados y la soberanía formal esconden las


estructuras económicas, políticas e ideológicas que definen y limitan las opciones que se
presentan a los Estados y que subyacen, de hecho, a la idea misma de que a un grupo de personas
e instituciones se les considere como parte de un ‘Estado’ y que por lo tanto pueden ser objeto de
disciplinamiento internacional. En el caso del FMI y los ajustes estructurales, el hecho de que los
Estados de América Latina guardasen la capacidad jurídica formal de negarse a adoptar las

135
Antony Anghie, ‘Time Present and Time Past: Globalization, International Financial Institutions, and the Third
World’ (1999-2000) 32 New York University Journal of International Law & Policy 243; B. S. Chimni,
‘International Institutions Today: An Imperial Global State in the Making’ (2004) 15(1) European Journal of
International Law 1.

40
– DRAFT. PLEASE DO NOT CITE WITHOUT PERMISSION –

políticas de ajuste no nos dice mucho sobre esas estructuras profundas de poder, y la forma en
que el derecho internacional las comunica y las perpetua en el mundo, la región y sobre sus
habitantes. Ahora bien, este es precisamente el aporte de los ensayos contenidos en este
volumen. Las doctrinas clásicas del derecho internacional, como el consentimiento o la
soberanía, son presentadas en los trabajos de Anghie, Koskenniemi y Orford como el producto
de un amalgamiento ideológico, político y militar. De esta manera, los autores nos ofrecen una
relectura de las doctrinas imperiales como resultado de situaciones políticamente controversiales,
y que son eventualmente aplicadas a regiones como América Latina.

VIII. ANTHONY ANGHIE Y LA HERENCIA COLONIAL DEL DERECHO INTERNACIONAL

Anthony Anghie es una de las voces más sobresalientes en el debate contemporáneo sobre la
relación entre derecho internacional e imperialismo entendido en sentido amplio. Nacido en Sri
Lanka y educado en Australia y Estados Unidos, Anghie es actualmente profesor en la Facultad
de Derecho de la Universidad de Utah. Anghie comenzó a preocuparse por el tema del
colonialismo y el derecho internacional cuando de 1987 a 1988 trabajó como asistente de
investigación de Christopher Gregory Weeramantry, reconocido abogado cingalés, juez de la
Corte Internacional de Justicia (CIJ) de 1991 a 2000, y uno de los primeros internacionalistas que
comenzaron a indagar el pasado colonial del derecho internacional (como mencionamos en la
sección IV).136

Anghie colaboró con Weeramantry en la investigación de la Comisión sobre la Rehabilitación de


Tierras Minadas por Fosfato del Estado de Nauru, cuyo objetivo era determinar los daños
ambientales causados por Australia al explotar el mineral mientras Nauru estaba bajo su
administración – otorgada por la Sociedad de Naciones en 1927 y por Naciones Unidas en 1947.
La investigación de la Comisión Nauru llegó a tener suficiente pruebas para que el estado más
pequeño del mundo llevara un caso contra Australia ante la CIJ en 1989. Aunque el caso fue
resuelto en una negociación de indemnización fuera de la Corte, es relevante por ser el primer

136
Anghie, Imperialism, Sovereignty and the Making of International Law, xii – xvi, 1-3, 144.

41
– DRAFT. PLEASE DO NOT CITE WITHOUT PERMISSION –

caso de un territorio dependiente demandando a una autoridad colonial ante la CIJ137. Del caso
surgieron varias preguntas que impactaron profundamente a Anghie, quien más tarde publicaría
un artículo académico basado en esta experiencia y en dónde sentaría los lineamientos de su
proyecto doctoral y su futuro trabajo como académico.138

La tesis doctoral de Anghie fue culminada en 1995 con el título Creating the Nation State:
Colonialism and the Making of International Law y una década más tarde se publicaría por
Cambridge University Press como el libro Imperialism, Sovereignty and the Making of
International Law.139 El artículo traducido para este volumen fue publicado en el 2006 como
una síntesis de los temas más importantes presentados en su libro. En este artículo, Anghie
analiza la invisibilidad de las realidades coloniales y poscoloniales en la forma tradicional de
presentar la historia del derecho internacional. En lugar de ver al imperialismo como un evento
marginal del pasado, Anghie argumenta que el proceso de expansión imperial es central para
entender la manera en que se formó la disciplina del derecho internacional y fundamental para
entender al concepto de soberanía, el eje fundacional del derecho internacional contemporáneo.
Igualmente, Anghie busca mostrar cómo la misión civilizadora que acompañó al proceso
imperial no es un evento anecdótico del pasado sino la razón por la cual se arma el proyecto de
gobierno y transformación de los pueblos no-europeos. Anghie demuestra, por ejemplo, como la
guerra contra el terrorismo del siglo XXI se debe entender como otra extensión del proyecto
imperial. El artículo presenta, por lo tanto, cómo la historia y teoría del derecho internacional han
invisibilizado la manera en la cual el pasado colonial de la disciplina continua engranado en la
mecánica diaria de las instituciones, normas y discursos internacionales, y su operación y efectos
en todos los niveles jurisdiccionales.

Anghie argumenta que el origen europeo del derecho internacional es vital a la evolución del
derecho internacional porque sus principios fueron desarrollados e impuestos por europeos. La
descolonización fue la única forma en que las naciones no-europeas lograron soberanía, pero a

137
Christopher G. Weeramantry, Nauru: Environmental Damage Under International Trusteeship, 78; Certain
Phosphate Lands in Nauru (Nauru v. Australia), ICJ Reports 1992, 240 (preliminary objections, judgement); Antony
Anghie, ‘The Heart of my Home: Colonialism, Environmental Damage, and the Nauru Case’ (1993) 34 Harvard
International Law Journal 445.
138
Anghie, ‘The Heart of My Home’, 445.
139
Anghie, Imperialism, Sovereignty and the Making of International Law.

42
– DRAFT. PLEASE DO NOT CITE WITHOUT PERMISSION –

cambio de serles reconocida una soberanía natural. Los no-europeos no pudieron determinar
cómo serían gobernados y con qué base serían ocupados sus territorios. Anghie señala que estos
fueron, y continúan siendo mecanismos de exclusión que funcionan en contra de los no-europeos
y que hacen pensar que el paradigma de orden formal entre los Estados debería entenderse como
una “dinámica de la diferencia”. Este vacío entre los civilizados y los incivilizados – o en
lenguaje contemporáneo, por ejemplo, entre desarrollados y subdesarrollados – es la distinción
que anima al imperialismo y es crucial para entender como funcional la idea de la soberanía en
realidad.

Con sus orígenes religiosos, Anghie argumenta que el naturalismo dio al derecho internacional
una idea de obligatoriedad moral. Anghie mira en este contexto cómo uno de los ‘padres’ del
derecho internacional que ya hemos mencionado, Francisco de Vitoria, trata los problemas de
soberanía que surgen de la expedición de Colón a las Américas y cómo este entiende ‘la
humanidad’ de los indios. Al ser los indios presentados como humanos, pero atrasados, en el
análisis de Vitoria estos pueden y deben ser sometidos al derecho universal natural. Esto terminó
negando, por supuesto, las diferencias en la manera de ser y actuar de la población indígena. La
guerra contra los indígenas se volvió legítima y perpetua por su incapacidad de lograr unos
estándares que no les eran propios. Esta es una historia colonial, que como hemos visto, Bolívar
repitió tristemente en la región latinoamericana ya descolonizada (formalmente).

Además de las limitaciones del naturalismo, Anghie también señala al positivismo como eje del
sistema imperialista al utilizar doctrinas formales que comenzaron a imponer criterios raciales o
culturales para determinar si un Estado era soberano o no. El derecho legítimo a la conquista, por
ejemplo, se basó en el concepto de terra nullius el cual asumía que un territorio se encontraba
libre para ser apropiado si la población allí existente no vivía en asentamientos permanentes. El
incumplimiento de este estándar ‘universal’ y de muchos otros permitió la intervención y la
conquista de un sin número de estados no-europeos y el fraccionamiento cultural de continentes
enteros – como en el caso de África en la Conferencia de Berlín de 1884 – que todavía hoy
afecta a millones de personas.

43
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Para Anghie la llegada de la Sociedad de las Naciones, y después de las Naciones Unidas, no
cambio drásticamente este panorama. De acuerdo a su análisis, con el advenimiento de estas
instituciones se pasó en muchas ocasiones de identificar al no-europeo en términos raciales y
culturales a caracterizarlos como grupos sociales atrasados en términos económicos. El resultado
de este cambio generó que tanto la soberanía como el gobierno de las sociedades no-europeas se
formaron, especialmente durante el proceso de descolonización, con base en los intereses
económicos de países que ya eran poderosos a nivel internacional y de élites locales. Anghie
subraya que el fin del colonialismo en el siglo XX no significó, por estas razones, el fin de las
relaciones coloniales. Para Anghie, el viejo colonialismo fue remplazado con un neo-
colonialismo donde la dependencia económica ha venido a marcar las relaciones centro-periferia.

La Guerra contra el Terrorismo, señala Anghie, ha venido a extender esta historia y a actualizar
la idea, usada por Francisco de Vitoria en el siglo XVI, de que el mundo está dividido entre
bárbaros e incivilizados. Los rasgos imperialistas del orden internacional a partir de este
momento son tan evidentes, muestra Anghie, que aún académicos prestigiosos han propuesto
sistemas de administración gubernamental internacional dirigidos por Estados Unidos con la
arrogante presunción de que tal manejo sería bienvenido por los países del Tercer Mundo.
Anghie señala que el imperialismo cotidiano de las relaciones de poder y subordinación
económica, se han normalizado y aceptado como una práctica cotidiana bajo la búsqueda de una
‘seguridad’ global definida por los países más poderosos.

Al final de su artículo Anghie concluye que el uso del derecho internacional como instrumento
de políticas imperialistas es una característica persistente de la disciplina. Sin embargo, también
resalta que estas políticas siempre han sido contestadas, y que deben seguir siendo contestadas,
por el Tercer Mundo. Según su análisis el reto es entonces entender las operaciones y lógicas
imperiales del derecho internacional para oponerlas y prevenirlas en la medida de lo posible, y
con esto alcanzar un mundo un poco más justo.

IX. KOSKENNIEMI Y EL IMPERIALISMO DEL DÍA A DÍA

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Aproximaciones como las de Anghie nos permiten pensar en el imperialismo más allá de la
relación entre metrópoli y colonia. Se trata, más bien, de la colonización de nuestra vida diaria, a
través del derecho internacional. Una forma que adopta el imperio es el modelo económico que
se impone como medio para alcanzar el desarrollo y la modernidad, por ejemplo, mediante los
acuerdos de condicionalidad, los cuales modelan nuestras relaciones laborales, comerciales,
tributarias y familiares; en otras palabras, nuestras vidas. Así también son una manifestación del
imperio, las relaciones de clase que se estructuran al interior del Norte y al interior del Sur, las
redes transnacionales de capital que unen el Norte del Norte con el Norte del Sur, y también las
redes de movilización de resistencia (pero también de abuso, consumismo y explotación) que
unen al Sur del Norte con el Sur del Sur.140

El derecho cumple una función central en estos procesos: se trata del vehículo por excelencia
para estructurar y perpetuar estas dinámicas de poder. En tal marco, el vehículo no es solamente
el derecho internacional público en el sentido tradicional del término – normas que regularían las
relaciones entre Estados. En realidad, la relación del derecho internacional con el imperio pasa
por el derecho privado y la regulación de la propiedad, por el derecho nacional, y el derecho
informal. Imperio o imperialismo hoy implica, de esta manera, categorías jurídicas flexibles,
pero muy resistentes, que sirvan para comunicar y cristalizar relaciones de poder siempre
cambiantes141.

En este sentido, la contribución del finlandés Martti Koskenniemi, ‘Imperio y derecho


internacional: la verdadera contribución española’, complementa la aproximación de Anthony
Anghie. Para Koskenniemi, la literatura que ha conectado el concepto de imperialismo y derecho
internacional ha estado invariablemente enfocada en la idea de un soberano (la metrópoli) que
expande su poder hegemónico sobre otras unidades geográficas y culturales (las colonias), sea a
través del comercio, la violencia, o a través de una combinación de ambas (estrategias
comerciales que corren a la par de ejercicios de violencia física y simbólica). Las lecturas críticas
de autores como el propio Anghie, China Miéville142 o Robert Williams143 enfatizan cómo un

140
Ver por ejemplo, Eslava y Pahuja, ‘Beyond The (Post)Colonial’.
141
Koskenniemi, ‘The History of International Law Today’, 61 - 66.
142
China Miéville, ‘Multilateralism as terror: International Law, Haiti and imperialism’ (2008) 19 Finnish Yearbook
of International Law 63.

45
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ejercicio de dominación global se cristalizó dentro del marco del imperialismo, argumentando
que el derecho internacional ha sido el resultado y factor legitimador de esta dinámica imperial.
Desde esta perspectiva, como se ha discutido en esta introducción, y como hemos ya
mencionado, ciertas doctrinas básicas del derecho internacional, en especial del derecho
internacional público (como, por ejemplo, el principio de igualdad soberana, o la libertad de los
mares) habrían sido acuñadas en el marco del encuentro colonial, y servirían para legitimar los
patrones de distribución inequitativa (que se formaron durante los siglos XVI a XIX y que
continua hasta nuestros días) entre centros de poder público del Norte y del Sur. Derecho
internacional e imperialismo forman, en ese sentido, una unidad inescindible, pues representan
dos caras de una misma arquitectura del poder público – una arquitectura que ha sido oscurecida
por lecturas canónicas del derecho internacional que usualmente olvidan el trasfondo político de
las relaciones internacionales.

Koskenniemi no controvierte esta perspectiva. De hecho, la encuentra preferible a las grandes


narrativas que ven el derecho internacional puramente como el resultado de conflictos entre
poderes hegemónicos (España, Inglaterra, Francia, etc), y que presenta a los pueblos colonizados
como simples espectadores de una fiesta a la que no fueron invitados. Sin embargo, el énfasis de
esta aproximación en el ‘poder público’ (o lo ‘público’ del encuentro colonial y del derecho
internacional) es, para Koskenniemi, contraproducente. La verdadera conexión conceptual entre
derecho internacional e imperio no ocurre, según él, en la expansión hegemónica de un soberano
(sobre otros ‘soberanos’ más débiles), sino en la compleja red de relaciones comerciales privadas
que se desarrollan con ocasión del encuentro colonial. La verdadera contribución del encuentro
colonial sería, desde esta perspectiva, el aparato ideológico e institucional que se desarrolló para
dar forma y justificación a las relaciones económicas entre particulares, o entre particulares y
soberanos, que se originaron a partir del proyecto imperial. Para Koskenniemi, el mundo
funciona en efecto como un imperio – un imperio de derechos privados los cuales operan, se
amalgaman y adquieren fuerza gracias a su propio dinamismo y a su asociación simbiótica de los
ejercicios de poder soberano.

143
Robert A. Williams, ‘Encounters on the Frontiers of International Human Rights Law: Redefining the Terms of
Indigenous Peoples' Survival in the World’ (1990) 4 Duke Law Journal 660.

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El artículo de Koskenniemi desarrolla este argumento en el contexto de la contribución española


al derecho internacional. El texto viene a complementar de esta manera la obra previa del mismo
autor (The Gentle Civilizer, que mencionamos arriba), donde da cuenta del origen cultural del
derecho internacional a finales del siglo XIX.144 Para tal efecto, el artículo va atrás en la historia
y explora los orígenes pre-modernos del vocabulario básico de la disciplina, concentrándose en
la contribución de la escolástica tardía en la Universidad de Salamanca del Siglo XVI – en
especial, la obra de Francisco de Vitoria y de Domingo de Soto (1494-1560).

Ahora bien, los escolásticos (y en especial Vitoria) son personajes recurrentes en la historia del
derecho internacional, tanto en su versión tradicional,145 como en su versión más crítica. Sin
embargo, la contribución de estos autores es usualmente leída por los historiadores
contemporáneos del derecho internacional en razón de su trabajo sobre la llamada ‘cuestión
indiana’. Dado que los españoles y los indios estaban en medio del violento encuentro colonial,
los historiadores contemporáneos recurren a los escolásticos buscando luces sobre cómo se
elaboró, en ese momento, el encuentro de un soberano (i.e. los representantes de la Corona
Española) con el ‘otro’, el ‘salvaje’, el no-soberano. ¿Se justificaba la violencia indiscriminada
contra los nativos? ¿Eran los indios entendidos como ‘humanos’, o como simples animales
salvajes? ¿Cuáles fueron las justificaciones para que la corona española pudiese iniciar una
guerra justa en las Indias? ¿Cuál fue el régimen de libertad marítima que surge del conflicto entre
la corona y otros soberanos? El objetivo ha sido, en últimas, escudriñar en su contexto las
doctrinas o los patrones de argumentación que surgieron como respuesta a esas preguntas, y
cómo las justificaciones y estrategias normativas que surgieron de estos debates todavía influyen
el operar del derecho internacional contemporáneo.

De nuevo, aun cuando Koskenniemi considera importante los resultados que emergen de este
tipo de análisis, él contribuye a la discusión con otro juego de preguntas. Para él, la verdadera
contribución española no fue la forma en que se respondió a la ‘cuestión indiana’, sino el aparato
conceptual que fue desarrollado para dar cuenta de la densa red de relaciones comerciales que se
creó en el marco del encuentro colonial.

144
Koskenniemi, The Gentle Civilizer of Nations.
145
Richard Tuck, The rights of war and peace: political thought and the international order from Grotius to Kant
(Oxford University Press, 2001).

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Koskenniemi llega a pensar de esta manera la relación entre imperialismo y derecho


internacional al examinar cómo Vitoria o de Soto desarrollaron y difundieron su aproximación
sobre la legitimidad de las relaciones coloniales, por medio de los casos que ellos oían y
solucionaban con ocasión del sacramento de la confesión. Dentro de la esfera de las confesiones,
las preguntas que se suscitaban, y que Vitoria o de Soto necesitaban resolver, no eran
necesariamente sobre el problema abstracto de la naturaleza o mecánica del ejercicio soberano
sobre las Indias y sus pobladores. En lugar de esto, los ejercicios confesionales giraban en torno
a preguntas más mundanas, u ordinarias, pero que sin embargo evidenciaban una multitud de
micro-practicas imperiales que le estaban dando forma a la presencia europea en el mundo
colonial. Cuando llegaba un español proveniente de las Indias a confesión, las dudas a las que se
enfrentaban Vitoria y de Soto estaban relacionadas sobre si matar, vender, acaparar o comprar de
cierta forma era un pecado. La doctrina desarrollada y enseñada en Salamanca (y en otros
lugares) evolucionó con base en las respuestas dadas a estas preguntas y se convirtió en la guía
para que el confesor diera su consejo y una fórmula de expiación apropiada, dictaminando de
esta manera cuales eran los estándares para juzgar y llevar a cabo relaciones comerciales y la
expansión colonial en las Indias.

Examinando las preguntas y respuestas entre Vitoria y de Soto es posible ver cómo los
problemas comerciales (y no la cuestión indiana como tal) fueron los temas centrales que
dominaron la puesta en marcha y el operar diario del imperialismo en el Nuevo Mundo: ¿Puede
cobrarse interés? ¿Cómo, cuánto y a quién? ¿Cuál es la justificación de la ganancia por ser un
simple intermediario comercial, sin producir nada? ¿Debe comerciarse con los indios? ¿Puede
despojarse a un indio de su propiedad sin retribución alguna? En respuesta a preguntas
económicas de este tipo los españoles dieron un contenido original a tres conceptos ya conocidos
para ese momento: dominium, ius gentium y guerra justa.

El primer concepto clave que estudia Koskenniemi es dominium. Desde esta perspectiva
comercial, dominium tiene un doble significado: de una parte, es el poder que ejerce el soberano
sobre sus territorios y sus súbditos (eso está bien establecido), pero es también una esfera de
libertad de los individuos – en especial, una esfera de libertad económica, que incluía la

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propiedad privada, la cual no podía ser limitada por los soberanos, pues derivaba de un título
equivalente y universalmente aplicable. Este dominium individual no es, entonces, una
prerrogativa dada por el soberano o el poder público, sino una justicia horizontal entre individuos
con su propio dominium – es, entonces, una estructura de justicia conmutativa y no un problema
de justicia distributiva.

Esta idea de dominium se expande a las colonias a través del ius gentium. Koskenniemi reconoce
que la idea de ius gentium en Vitoria es poco clara. No se trata de que el ius gentium sea un
derecho natural, ni que sea el derecho impuesto por un soberano sobre los territorios bajo su
control. Se trata, más bien, de un vehículo: la idea ‘privada’ de dominium fue universalizada a
través del ius gentium. Es decir, la idea de dominium no se entendía limitada a los
particularismos de una nación o una cultura comercial, sino que veia que esta era parte parte de
un canon universal de prerrogativas y valores que se suponían innatos a todos los pueblos del
mundo y aplicable a todas las relaciones entre particulares, y entre soberanos y particulares –
incluyendo a los nativos.

Por supuesto, si se llegare a vulnerar este dominium, ahora universalizado y aplicable a todo tipo
de relaciones y entre todo tipo de sujetos, la reacción apropiada sería la guerra justa que se
debería entender como justa no en virtud de las diferencias entre religiones, ni tampoco sobre la
base de imponer el Evangelio de manera violenta, un argumento que Vitoria hace con insistencia.
La guerra es, más bien, la consecuencia que se deriva de la violación del ius gentium – y, en este
caso, el ius gentium implica el concepto privado de dominium, el cual implica a su vez la idea de
la libertad comercial y la propiedad privada.

Los juristas españoles del siglo XVI, concluye Koskenniemi, no parecen ser los (controversiales)
teóricos del ejercicio del poder soberano colonial que han presentado los historiadores y teóricos
críticos del derecho internacional. Desde su análisis, Vitoria y de Soto lucen más bien como los
ideólogos de un sistema horizontal de relaciones comerciales ‘libres’, basado en ‘derechos
subjetivos’, que pueden ser exigidos con base en la ‘violencia legítima’, la cual se apoya, por
supuesto, en la jurisdicción y en el ejercicio del poder soberano. Como se puede ver, este es un
sistema que anuncia las líneas básicas que darían forma al capitalismo moderno. Esta sería

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entonces la verdadera contribución española, no la legitimación del abstracto poder soberano,


sino la cruda y dura realidad que generan las relaciones capitalistas.

X. ORFORD Y LA FUNCIÓN DEL PASADO

Cómo hemos podido observar en este capítulo, detrás de los trabajos de Anghie y Koskenniemi,
al igual que las lecturas que muchos otros autores críticos contemporáneos le han venido a dar a
la relación entre imperialismo y derecho internacional, lo que subyace es un renovado interés por
reexaminar la historia del encuentro colonial y su evolución.146 Este nuevo interés por la
exploración histórica, lo que se conoce como el giro histórico en el derecho internacional, ha
hecho eco de una tendencia que también se ha dado en muchas otras ramas de las ciencias
sociales. El resultado de esta relectura del pasado ha sido la formulación de nuevas preguntas
sobre los fundamentos y operación del derecho internacional, como también el ensamblaje de
una nueva historia – esta vez una historia crítica – del derecho internacional.

El valor de este ejercicio ha sido no solamente teórico. Esta nueva mirada histórica y la nueva
historiografía que se ha venido delineando del derecho internacional ha despertado gran interés
en la disciplina y ha provocado preguntas interesantísimas acerca de la importancia de generar un
nuevo orden político, económico y jurídico internacional.147 Este interés ha estado acompañado a
su vez por la formulación de nuevos proyectos de investigación crítica sobre diferentes aspectos
de la disciplina, la estructuración de nuevos programas académicos en derecho internacional, la
reformulación de la forma de enseñar derecho internacional en las aulas universitarias, y el
apoyo a iniciativas de resistencia o reforma del orden institucional internacional.148

146
David Kennedy, Balakrishnan Rajagopal, Peter Fitzpatrick, Costas Douzinas, Sundhya Pahuja, Upendra Baxi,
Arnulf Becker Lorca, B.S. Chinmi, Makau Mutua, Nathaniel Berman, Dianne Otto, James Thuo Gathii, Gerry
Simpson, entre otros.
147
Ver por ejemplo, Rose Parfitt, 'The spectre of sources' (2014) 25 European Journal of International Law 297-
306; Rose Parfitt, 'Empire des nègres blancs: The hybridity of international personality and the Abyssinia crisis of
1935-36' (2011) 24 Leiden Journal of International Law 849-872; Eslava, ‘Istanbul Vignettes’.
148
Ver por ejemplo, Eslava y Pahuja, ‘Beyond The (Post)Colonial’; Anne Orford, ‘Embodying Internationalism:
The Making of International Lawyers’ (1998) 19 Australia Yearbook of International Law 1; Gerry Simpson, ‘On
the magic mountain: teaching public international law’ (1999) 10(1) European Journal of International Law 70;
Christine E.J. Schwöbel-Patel, 'I’d like to Learn What Hegemony Means': Teaching International Law from a
Critical Angle' (2013) 2 Recht En Methode 67; Robert Knox, ‘Strategy and Tactics’ (2010) 21(1) The Finnish
Yearbook of International Law 193.

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La contribución de Anne Orford, profesora de derecho internacional en la Universidad de


Melbourne, es una de las descripciones contemporáneas más sofisticadas sobre este nuevo papel
de la historia en el estudio del derecho internacional, y es quizás la defensa más sólida que se ha
hecho sobre la importancia de continuar explorando el legado imperial en el funcionamiento de
la disciplina.

Como Orford bien lo explica desde el comienzo de su capítulo, la lectura que los académicos
críticos del derecho internacional le han venido dando a la historia del imperialismo choca con
dos postulados básicos de los estudios históricos y del derecho internacional. Por un lado, y
cómo este capítulo deja claro, las nuevas aproximaciones críticas del derecho internacional al
problema del imperialismo no se circunscriben a analizar el imperialismo en sus propios
términos, ni tampoco dentro de su propio contexto histórico.

Esta tipo de aproximaciones contextuales a eventos históricos – una postura propuesta de manera
famosa por el académico británico Quentin Skinner, y que hoy es aceptada como una de las
reglas de oro de la disciplina histórica – es atendida solo en una cierta medida por los autores
críticos. Como lo hemos visto, los autores críticos del derecho internacional usualmente visitan
la historia del imperialismo para hacerse preguntas sobre cómo estos eventos del ‘pasado’
generaron conceptos o cristalizaron entendimientos jurídicos específicos (por ejemplo, sobre la
supuesta legitimidad de los imperios europeos a expandir su comercio a territorios periféricos o
asentarse en tierras descubiertas’ por ellos), y cómo estos conceptos o lógicas jurídicas todavía
marcan hoy el funcionamiento del derecho internacional. Las lecturas críticas al derecho
internacional y su atención al legado imperial han sido por esta razón usualmente acusadas por
los historiadores como ‘anacrónicas’, es decir como lecturas que presentan algo como propio de
una época a la que no corresponde.

Por otro lado, en su atención al legado imperial, los estudios críticos han revelado como en lugar
de ser el derecho internacional una disciplina de carácter universal y dedicada al avance humano
y a la justicia e igualdad entre las naciones, el derecho internacional en realidad esta inmiscuido
en las agonías diarias de un mundo que es profundamente inequitativo, violento y desigual. Con
esta aproximación, los estudios críticos han venido a erosionar la aparente solidez del derecho

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internacional, haciendo un llamado a reformar el estado actual de cosas a nivel global. Por
supuesto, los académicos y abogados de derecho internacional más clásicos ven con recelo estas
lecturas críticas y argumentan, o bien que el imperialismo es algo del pasado (utilizando una
mirada restringida de este fenómeno), o que hacer este tipo de denuncias no produce ningún
cambio positivo pero si minan el campo de derecho internacional con dudas y temores.

Para Orford, tanto las críticas de los historiadores, como las críticas hechas desde la academia
clásica erran en su apreciación sobre la función del “pasado” en el derecho y sobre la tarea que
han venido llevando acabo autores críticos como Anghie o Koskenniemi (y ella misma en sus
trabajos sobre el carácter imperial de las intervenciones humanitarias contemporáneas y la
doctrina de la ‘Responsabilidad de Proteger’).149 Para Orford, el punto clave a tener en cuenta, es
que a diferencia de la disciplina de la historia, en el derecho (como en la política) el pasado es
fuente de obligaciones. Esto implica que toda mirada al pasado desde el derecho implica
preguntas acerca de cómo y en qué nivel el pasado habla o le da forma al presente.

Ahora bien, si entendemos el pasado como fuente de obligaciones, preguntarse acerca del
imperialismo obliga necesariamente a tomar una visión expansiva del mismo, y a revisar
cuidadosamente como los conceptos y prácticas provenientes del encuentro colonial pueden
continuar vigentes en nuestro mundo contemporáneo. De esta manera, para Orford los estudios
críticos del derecho internacional, y en particular TWAIL, son espacios donde finalmente se ha
venido a tomar en serio el carácter jurisprudencial de la historia. En particular, estos espacios
constituyen hoy lugares donde se puede resistir la tendencia contemporánea en creer que todos
los días podemos inventar un nuevo mundo. Esta convicción moderna – o mejor modernista – de
que el futuro es enteramente nuestro, olvida (quizás por descuido o quizás intencionalmente) la
manera mediante la cual el pasado estructura nuestro presente y como ejercicios de poder y
distribuciones determinadas de recursos que se hicieron ayer no pueden reversarse con un trinar
de dedos, y menos aún con tecnologías institucionales o normativas ciegas a la manera en la que
nuestro presente es el resultado de una cronología llena de eventos violentos y encuentros
asimétricos.

149
Anne Orford, Reading humanitarian intervention: human rights and the use of force in international law
(Cambridge University Press, 2003); Anne Orford, International authority and the responsibility to protect
(Cambridge University Press, 2011).

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Como Orford lo afirma en su capítulo, el valor de las nuevas lecturas sobre la relación entre
imperialismo y derecho internacional radica entonces en que aceptan y hacen algo productivo del
hecho que nuestro presente es contingente y que el pasado ha dejado un legado que le da forma a
nuestra vida diaria. Problematizar nuestra existencia presente de acuerdo a estas líneas nos invita
por lo tanto a re-conceptualizar la naturaleza del derecho internacional. En lugar de ser una
disciplina rígida, coordinada solo en centros de poder, y que supone que todos y cada uno de los
países del mundo son iguales (aunque todos sabemos que la desigualdad es la regla), el derecho
internacional se convierte en un espacio para cuestionar las condiciones del presente y tratar de
articular nuevos caminos, nuevos derechos internacionales para el futuro. Esta es por supuesto la
invitación que le queremos dejar al lector con este libro.

VI. Conclusión

La conexión entre derecho internacional e imperialismo es multidimensional, y mantiene su


relevancia en América Latina hasta el día de hoy. Lejos de ser una práctica arcaica, o una
curiosidad histórica, el imperialismo mantiene su vigencia en la actualidad, modelando de
manera importante las relaciones sociales, económicas y políticas de los latinoamericanos.150 El
derecho internacional cumple un papel fundamental en este contexto: sirve al mismo tiempo
como lenguaje básico del imperialismo, y como lenguaje para resistirlo. Sirvió a los criollos
como un vehículo para ser aceptados en la que veían como la ‘sociedad internacional’
(principalmente compuesta por estados europeos), pero también les sirvió para marcar su
diferencia respecto a los otros miembros de tal sociedad. Sirvió, en fin, para justificar los
patrones de explotación económica que se mantienen en la actualidad, pero también para resistir
y subvertir tales patrones. Derecho internacional e imperialismo están íntimamente vinculados,
pero su relación no es unívoca. Este estudio introductorio buscó presentar la constelación de
posibilidades de esta relación, y el mapa de intervenciones académicas que han intentado
descifrarla.

150
Eslava, Local Space, Global Life.

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Es crucial dar el giro en nuestra región hacia un estudio crítico del derecho internacional.
Mientras que los derechos nacionales en América Latina se han enriquecido con la reflexión
crítica desde diversos frentes, el derecho internacional parece mantenerse impermeable a esta
reflexión151. En su estructura, el derecho internacional que enseñamos en la región continúa
siendo el derecho de la post-Segunda Guerra mundial – un sistema de fuentes y sujetos jurídicos,
más o menos coherente, que es simplemente actualizado con ciertos avances institucionales
puntuales (el derecho de los derechos humanos, o el derecho de la OMC, o el arbitraje de
inversión, etc). Esta visión oscurece la verdadera función del derecho internacional en nuestra
región, como un complejo aparato ideológico, institucional y cultural, con efectos reales (pero no
siempre coherentes) en la vida de todos. Pensar en imperialismo y derecho internacional es un
paso para iluminar su función oculta. El capítulo introductorio es una contribución en tal sentido.

151
Véase: René Urueña, ‘Introducción’ en René Urueña (ed), Derecho Internacional: El poder y los límites del
derecho en la sociedad global (Universidad Los Andes, 2015).

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