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Bulletin of Spanish Studies, Volume XCVII, Number 8, 2020

El cuerpo y la nación enfermos:


discursos somáticos transoceánicos en
el pensamiento finisecular hispano
SONIA ZARCO-REAL
West Virginia University

La necesidad de homogeneización que a partir del siglo XIX suscitaron los


imperativos del desarrollo en los ámbitos económicos, técnicos y cognitivos
dio lugar a una cosmovisión del nacionalismo como ‘principio político’.1 En
el caso particular del imperio español, la relación con la sociedad moderna,
el capitalismo industrial y la inestabilidad del sistema colonial finisecular
en las Antillas desembocaron en el surgimiento de corrientes nacionalistas
de naturaleza doble. Por un lado, se hizo latente un nacionalismo de
carácter liberal entre las élites políticas e intelectuales asentadas en la
metrópolis, cuyas ideas contribuyeron a la transformación de las
estructuras económicas, políticas y religiosas del Antiguo Régimen a los
inicios del parlamentarismo en España.2 Por otro lado, surgió en Cuba un
nacionalismo autonomista que comenzaba a pensar la isla como una
realidad nacional independiente de facto, pero no de iure.3 Este proceso de
homogeneización de ‘comunidades imaginadas’ permite ver la existencia de
dos proyectos nacionales a ambos lados del Atlántico hispano fin-de-siècle,
pero de un único ‘Otro’ a partir del cual estos proyectos se articularon: la
prostituta. El primero fue un proyecto que buscaba resignificar y asimilar a
la mujer en la nueva nación liberal; el segundo, por el contrario, fue un

1 Ernest Gellner, Nations and Nationalism (Ithaca: Cornell U. P., 1983), 1.


2 Véanse Carolyn P. Boyd, Historia Patria: Politics, History, and National Identity in
Spain, 1875–1975 (Princeton: Princeton U. P., 1997); y José Álvarez Junco, Mater Dolorosa:
la idea de España en el siglo XIX (Madrid: Taurus, 2001).
3 Véanse Xosé M. Núñez Seixas, ‘¿Negar o reescribir la hispanidad? Los nacionalismos
subestatales ibéricos y América Latina, 1898–1936’, Historia Mexicana, 67:1 (2017), 401–58;
Marta Bizcarrondo & Antonio Elorza, Cuba/España: el dilema autonomista 1878–1898
(Madrid: Editorial Colibri, 2001); y Manuel Moreno Fraginals, Cuba/España, España/Cuba:
historia común (Barcelona: Crítica, 2002).

ISSN 1475-3820 print/ISSN 1478-3428 online/20/08/001275-29


© 2020 Bulletin of Spanish Studies. https://doi.org/10.1080/14753820.2020.1805241
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proyecto de aniquilación de lo español/colonial. En ambos casos, la producción


ensayística, que desde el campo de lo simbólico estaba construyendo la nación
española y cubana un decenio antes del resquebrajamiento definitivo del
imperio, instrumentalizó a la prostituta convertida en cuerpo enfermo,
desnaturalizado y foráneo para legitimar su expulsión sistemática de los
nuevos proyectos nacionales. La noción cuasibiológica de la nación que se
desprende de esta producción textual se apoyaba en uno de los discursos
dominantes de la segunda mitad del siglo XIX: el médico.4 Dentro del
panorama finisecular, los nacionalismos a ambas orillas trasladaron los
postulados positivistas basados en la distinción entre lo normal/natural
frente a lo anormal/patológico y establecieron de este modo fronteras
imaginarias entre lo Uno sano y un Otro enfermo.5
Este artículo se aproxima desde una perspectiva transatlántica a la
prostituta concebida como Otro, constructo o síntoma del proceso de
descomposición imperial. Para ello se han examinado un ensayo de prensa y
un ensayo médico escritos desde el ámbito metropolitano y colonial: La
ramera (1887), publicado en Las Dominicales del Librepensamiento por la
escritora feminista española Rosario de Acuña, y La prostitución en la
ciudad de La Habana (1888), del doctor y pensador cubano Benjamín
Céspedes.6 Mi análisis de los modelos de representación de la prostituta
evidencia que el discurso sobre la prostitución de la mujer determinó a
finales del XIX los imaginarios de identidad nacional en la metrópolis y la
colonia. De igual manera muestra cómo la posición periférica que hubiera
de ocupar este sujeto a lo largo de los siglos se convirtió entonces en una
posición simbólicamente central, un espacio textual común inventado donde
se proyectaron quimeras, ansiedades y miedos insertos en el sistema
imperial a punto de sucumbir. Desde la perspectiva positivista cubana, la

4 En este ensayo me refiero al término discurso tal y como lo conceptualizó Michel


Foucault, es decir, como el tipo de narrativa históricamente contingente (legal, médica,
académica, histórica, militar etc.) que crea y estructura la producción del saber y de sus
significados socializados mediante una compleja red de relaciones de poder donde actúan las
instituciones, el Estado moderno y los agentes sociales e intelectuales en su afán de control
de la sociedad moderna. Ver Michel Foucault, Archaeology of Knowledge and the Discourse
on Language, trans. A. M. Sheridan Smith (New York: Pantheon Books, 1972), 21–40.
5 La dicotomía Otro/enfermo vs Uno/sano está inspiradas por el estudio de Gabriela
Nouzeilles en su Ficciones somáticas: naturalismo, nacionalismo y políticas médicas del
cuerpo (Argentina 1880–1910) (Rosario: Beatriz Viterbo, 2000), 22. La prostituta en este
ensayo se entiende como Otro y, además, como cuerpo textual (‘body as text’). Véanse Teresa
De Lauretis, The Practice of Love: Lesbian Sexuality and Perverse Desire (Bloomington:
Indiana U. P., 1994); y Paul Ricoeur, From Text to Action: Essays in Hermeneutics II, trans.
Kathleen Blamey & John B. Thompson (London: Continuum, 2008 [1ª ed. 1986]).
6 Rosario de Acuña, La ramera, en Obras reunidas, ed. José Bolado, 5 vols (Oviedo: KRK
Ediciones, 2007–2009), II, 1087–116; Benjamín Céspedes, La prostitución en la ciudad de La
Habana (s.l. [Habana]: s.n. [Estab. Tip. O’Reilly], 1888). De aquí en adelante las referencias
a estas obras llevarán el número de la página entre paréntesis en el cuerpo del artículo.
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prostituta personificaba España como mal. Desde la perspectiva feminista y


liberal española, la prostituta encarnaba los males de España. Ambas
perspectivas, no obstante, se insertan en el contexto de la Modernidad y del
surgimiento de naciones modernas que, como sostienen Don H. Doyle y Eric
Van Young ‘must be understood as part of a broad trans-Atlantic exchange
of ideas, people, and state models that marked the first epoch in the history
of modern nationalism’.7
El estudio que se ofrece a continuación está dividido en dos secciones:
una histórico-teórica que se aproxima al marco interdisciplinario y
transatlántico de este ensayo, y una segunda dedicada al análisis de las
dos fuentes primarias. La primera sección discute la intersección entre los
conceptos teóricos de nación y género y rastrea la genealogía de la
metáfora ‘mujer-nación’ para poder explicar su traslación a ‘prostituta-mal
nacional’ en los albores de la nación moderna española y cubana.
Asimismo, se señala la importancia de los intelectuales en este proceso de
construcción nacional, junto con el impacto de las teorías
degeneracionistas que pasaron a aplicarse al ámbito social como
consecuencia de la eclosión del mundo moderno (la aparición de la
industria, de la urbe y de ‘especies nuevas’ o cuerpos patológicos como el
de la prostituta). Por último, se examinan las medidas de reglamentación
que buscaban aplacar el efecto contaminante de la prostitución, tanto en
Cuba como España, y la resistencia que avivaron los abolicionistas. En la
segunda sección se analizan las fuentes primarias. La ramera muestra
cómo desde la metrópolis se articuló un discurso nacional de corte liberal
y feminista que reaccionaba contra la cosificación femenina y la tolerancia
de su mercantilización dentro del sistema capitalista. En este ensayo
Acuña lleva a cabo un proceso casi alquímico que va desde la
patologización, la animalización monstruosa y la abyectización de la mujer
pública (la prostituta), hasta la emergencia textual de ‘la mujer del
porvenir’. La ramera actúa como catalizador simbólico de la mujer dentro
de un proyecto identitario que la reinventa en una nueva entidad
semiológica, elevándola a un plano de igualdad de sexos. Desde el lado de
la colonia, La prostitución en la ciudad de La Habana permite ver la
elaboración de un discurso autonomista que lamenta en la prostituida el
histórico mal social padecido por Cuba desde su colonización. Este
lamento nacional considera a la prostituta como una enfermedad del
sistema colonial, lo que facilita la forja de una nueva identidad nacional
cubana mediante las dicotomías propio vs foráneo, natural vs innatural,
sano vs enfermo. Este discurso somático promueve el diseño de un

7 Don H. Doyle & Eric Van Young, ‘Independence and Nationalism in the Americas’, en
The Oxford Handbook of the History of Nationalism, ed. John Breuilly (Oxford: Oxford U. P.,
2013), 98–124 (p. 124).
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proyecto nacional cubano que surge a partir de su Otro y contra él: el


sistema colonial. La ramera y La prostitución en la ciudad de La Habana
constituyen dos paradigmas textuales que sustancian el estado patológico
moribundo del cuerpo imperial hispano a finales del siglo XIX y definen
nuevas comunidades imaginadas en torno a la prostituta.

La mujer como metáfora de la nación


Como a los cuerpos anatómicos, a los cuerpos nacionales se les asigna un
género y una sexualidad al nacer. Desde que en 1989 Kimberlé Crenshaw
publicara ‘Demarginalizing the Intersection of Race and Sex’ no podemos
pensar en la categoría mujer sin atender a la cuestión de la
interseccionalidad del género, la sexualidad, la raza, la clase o la etnia.8
Como señala Anna Carastathis, la interseccionalidad de estas y otras
categorías ‘constitutes a profound challenge, as opposed to a determinate
resolution of cognitive essentialism, binary categorization, and conceptual
exclusion’.9 Lo mismo debe decirse de las naciones y de sus nacionalismos
legitimadores, en los que intersecan varios de los discursos que nutren estas
categorías.10 Tanto la nación como los nacionalismos han estado
determinados por la interseccionalidad de los discursos modernos de género.
La metáfora decimonónica ‘nación-mujer’ da fe de ello. A este respecto, en
su estudio Gender and Nation, Nira Yuval-Davis sostiene que las mujeres
han reproducido la nación, no solo biológicamente, sino también ‘culturally
and symbolically’.11 En la narrativa decimonónica española de autores como
Emilia Pardo Bazán o Benito Pérez Galdós, por ejemplo, los personajes
femeninos y sus imposibles romances sirvieron como base para novelizar el
paradigma nacional liberal, pero también su desencanto.12 Una tendencia
similar observan los críticos en la literatura cubana del siglo XIX. Roberto
Friol y Mirta Yánez señalan en sus estudios a los personajes femeninos
como cuerpos depositarios del proyecto nacional que identificaba Cuba con

8 Kimberlé Crenshaw, ‘Demarginalizing the Intersection of Race and Sex: A Black


Feminist Critique of Antidiscrimination Doctrine, Feminist Theory and Antiracist Politics’,
The University of Chicago Legal Forum, 1989:1 (2015), 139–68.
9 Anna Carastathis, Intersectionality: Origins, Contestations, Horizons (Lincoln, NE:
Univ. of Nebraska Press, 2016), 4. Véase, además, Anne McClintock, ‘Family Feuds: Gender,
Nationalism and the Family’, en Nationalisms and National Identities, ed. Annie Whitehead
et al., Feminist Review, 44:1 (1993), 61–80.
10 Patricia Hill Collins, ‘It’s All in the Family: Intersections of Gender, Race, and Nation’,
Hypatia, 13:3 (1998), 62–82.
11 Nira Yuval-Davis, Gender and Nation (London: Sage Publications, 1997), 1.
12 Véanse Akiko Tsuchiya, Marginal Subjects: Gender and Deviance in Nineteenth
Century Spain (Toronto: Univ. of Toronto Press, 2017), 28–111; y Carmen Pereira-Muro,
Género, nación y literatura: Emilia Pardo Bazán en la literatura gallega y española (West
Lafayette: Purdue U. P., 2013), 227.
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la herencia europea y blanca.13 En su análisis de la novela romántica de


Gertrudis Gómez de Avellaneda, Sab (1841), Doris Sommer ve en las
protagonistas Sab y Teresa una propuesta de proyecto nacional donde se
subvierten y reconstruyen las nociones monolíticas de género, raza y
clase.14 Igualmente, Ronald Antonio Ramírez Castellanos ha señalado
detrás de la ficcionalización de la mujer mestiza en Cuba el sentir de una
nueva cubanía o ‘topos nacional’.15
Los discursos de construcción nacional en torno a la categoría de género
fueron igualmente una pieza clave en el proceso de descolonización y
quiebra del imperio español en el siglo XIX. Una segunda metáfora que
opera en este contexto es la de una civilización violada por otra civilización
ocupante. En su ensayo sobre la soledad y la identidad mexicana, Octavio
Paz examina la figura histórica de la Malinche en tanto que la (mujer)
Chingada. Para Paz, la Chingada es ‘la Madre abierta, violada o burlada
por la fuerza. El “hijo de la Chingada” es el engendro de la violación, del
rapto o de la burla’.16 Esta interpretación leía la conquista como un acto
masculino de violación y la nación mexicana como un territorio femenino
violado. Los mitos coloniales habían visto siglos atrás ese mismo encuentro
del mundo europeo/Hernán Cortés y mundo nativo/Malintzin, pero desde
una mirada benévola que invisibilizaba la multiplicidad de violencias
coloniales y colonizadoras. Esta problemática unión entre ambos mundos
dio lugar a la idea de una gran familia hispana transatlántica.
Los idearios revolucionarios independentistas de las colonias se ocuparon
de retar los vínculos filiativos que hacían de la metrópoli ‘la madre patria’.
España no era una madre sino una madrastra, algo que convertía los
territorios de ultramar en naciones huérfanas. A esta tercera metáfora se le
sumó en periodo postcolonial una cuarta que construía las nuevas
repúblicas independientes como hijas de una larga lista de padres
fundadores: Simón Bolívar, José María Morelos o José Martí. Ser padres de
las nuevas naciones tiene muchas implicaciones; una de ellas es la de
imaginar esas naciones a imagen y semejanza propia, como cuerpos
masculinos. En este sentido, el discurso nacionalista de estos padres
fundadores permite ver lo que Benedict Anderson denomina horizontalidad

13 Roberto Friol, ‘La novela en Cuba en el siglo XIX’, en Revolución, Letras, Arte, ed.
Víctor López (La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1980), 412–40; Mirta Yáñez, Cubanas a
capítulo (Santiago de Cuba: Editorial Oriente, 2000).
14 Doris Sommer, Foundational Fictions: The National Romances of Latin America
(Berkeley: Univ. of California Press, 1993), 114–39.
15 Ronald Antonio Ramírez Castellanos, ‘Diseño del personaje femenino en la narrativa
cubana del siglo XIX: aproximaciones’, Alpha [versión online], 42 (2016), 37–49; disponible en,
<https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-22012016000100004&lng=
es&nrm=iso> (consultado el 10 de agosto de 2019).
16 Octavio Paz, ‘Los hijos de la Malinche’, en El laberinto de la Soledad (México D.F:
Cuadernos Americanos, 1950), 69–91 (p. 72).
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masculina.17 Tanto en la España finisecular como en Cuba, este sentido de


horizontalidad masculina de los diferentes proyectos nacionales resultaba
muy problemático, sobre todo desde el punto de vista del feminismo en
ciernes.18 Por un lado, dejaba fuera del proyecto nacional a la mujer, que
quedaba reducida a su papel reproductivo dentro del seno familiar y
doméstico; por otro, esa camaradería del proyecto nacional no podía
traspasar los límites de un entendimiento normativo de la sexualidad.
Como señaló George L. Mosse, la ‘masculinidad moderna’ constituyó el
fundamento base de esa camaradería horizontal y de las nuevas naciones
heteropatriarcales en occidente.19 Estos contextos nacionales emergentes
legitimaron la exclusión de la mujer del ámbito económico, político y legal
moderno, marginalizándola sobre la base del discurso del ‘ángel del
hogar’.20 Esta forma de violencia se manifestó con más claridad en el caso
de la prostituta, donde se observa el efecto más dañino de la Modernidad en
la mujer. En este sentido, la prostituta es síntoma de lo que Johan Galtung
denomina ‘violencia estructural’,21 es decir, de la estratificación social del
mundo moderno que reproduce y legitima dinámicas de desigualdad
económica y opresión en el marco de una nación moderna embrionaria.
El surgimiento de la nación liberal a lo largo del siglo XIX ha de
entenderse como la materialización de una narración doble: la pedagógico-
institucional y la performativa.22 El contexto finisecular hispano-cubano

17 Para Anderson, la nación en tanto que comunidad ‘imaginada’ o fabricada socialmente


se percibe en términos de horizontalidad y de una masculinidad excluyente: ‘Finally, [the
nation] is imagined as a community, because, regardless of the actual inequality and
exploitation that may prevail in each, the nation is always conceived as a deep, horizontal
comradeship’ (Benedict Anderson, Imagined Communities: Reflections on the Origin and
Spread of Nationalism [London: Verso, 1991], 7).
18 La producción académica en torno al surgimiento del feminismo, la representación de
la mujer y la construcción de los discursos de género y sexualidad en la España del siglo XIX es
riquísima e ingente. Véanse, entre otros, los estudios de Geraldine M. Scanlon, Lou Charnon-
Deutsch, Jo Labanyi, Catherine Jagoe, Alda Blanco, Joyce Tolliver, Iris M. Zavala, Maryellen
Bieder, Catherine Davies, Lisa Vollendorf, Ana María Díaz-Marcos, Silvia Bermúdez y
Roberta Johnson. Del lado cubano, consúltense obras de Brigida M. Pastor, K. Lynn Stoner y
Melissa Marisol Prins.
19 George L. Mosse, The Image of Man: The Creation of Modern Masculinity (New York:
Oxford U. P., 1996), 7.
20 Para ampliar este tema, se recomienda consultar Alda Blanco, Escritoras virtuosas:
narradoras de la domesticidad en la España isabelina (Granada: Univ. de Granada, 2001), y
Bridget A. Aldaraca, ‘El ángel del hogar’: Galdós and the Ideology of Domesticity in Spain
(Chapel Hill: Dept of Romance Languages, Univ. of North Carolina, 1992).
21 Johan Galtung, ‘Cultural Violence’, Journal of Peace Research, 27:1 (1990), 291–305
(p. 292).
22 Entre otros críticos, Homi K. Bhabha ha ayudado a deconstruir los esencialismos
ligados al entendimiento de la nación y a teorizar aquella como narración. No obstante,
Bhabha advierte de la existencia de múltiples temporalidades (no una sola) a partir de las
cuales se ha narrado la nación como realidad ambivalente desde el siglo XIX. Dos son las
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resulta particularmente interesante a este respecto porque muestra la


elaboración de múltiples discursos performativos de carácter nacional (la
metrópoli) y anticolonial (la colonia) que retaban los respectivos discursos
pedagógicos. En España, los intentos de creación de la nación liberal a lo
largo del siglo XIX vinieron de la mano de un surtido grupo de pensadores
del ámbito de la política, pero sobre todo de la intelectualidad literaria.23
Pese a que en esta ‘relación simbiótica intelectuales/nación’24 participaron
individuos de ambos sexos, como bien apunta Christine Arkinstall la
contribución al debate nacional de intelectuales mujeres como Rosario de
Acuña ha estado relegada a un segundo plano hasta épocas más recientes
en las que se han redescubierto obras suyas como La voz de la Patria (1877)
o Amor a la Patria (1893).25 Al otro lado del Atlántico hispano, la alianza
entre poder y literatura también se produjo en el proceso decimonónico de
construcción nacional. Sommer se sirve de la metáfora de Moebius para
discutir esta interrelación: ‘For the writer/stateman there could be no clear
epistemological distinction between science and art, narrative and fact,
and consequently between ideal projections and real projects’.26 Otros
estudios más recientes como el de William G. Acree and Juan Carlos
González Espitia añaden el ámbito cultural al eje ‘literatura-poder’,
mediante el análisis e impacto de panfletos, obras de arte o publicaciones

temporalidades que señala: la pedagógica y performativa. La primera es de carácter teleológica


o mítica y se basa en ‘[a] continuist accumulative temporality’; la segunda, por el contrario, es
‘[the] repetitious, recursive strategy of the perfomative’ (Homi K. Bhabha, The Location of
Culture [London: Routledge, 1994], 209). Estas dos temporalidades permiten ver la nación
como objeto histórico (‘pueblo narrado’), pero también como sujeto histórico (‘pueblo
narrador’). Ambas temporalidades deslegitiman las narrativas holísticas dado que no existe
un discurso nacional fijo que delimite las fronteras de la sociedad y los márgenes textuales.
Según Bhabha: ‘It is from this instability of cultural signification that the national culture
comes to be articulated as a dialectic of various temporalities–modern, colonial, postcolonial,
‘native’–that cannot be a knowledge that is stabilized in its enunciation’ (The Location of
Culture, 118–19).
23 Véanse E. Inman Fox, La invención de España: nacionalismo liberal e identidad
nacional (Madrid: Cátedra, 1997); Leonardo Romero Tobar, Literatura y nación: la
emergencia de las literaturas nacionales (Zaragoza: Prensas Universitarias de Zaragoza,
2008); y Jo Labanyi, ‘Nation, Narration, Naturalization: A Barthesian Critique of the 1898
Generation’, en New Hispanisms: Literature, Culture, Theory, ed. Mark I. Millington & Paul
Julian Smith (Ottawa: Dovehouse Editions, 1994), 127–49.
24 Pereira-Muro, Género, nación y literatura, 25.
25 La aportación de estas obras al entendimiento del proceso simbólico de construcción
nacional durante el siglo XIX es muy valiosa. Véanse los estudios de Christine Arkinstall:
‘Writing Nineteenth-Century Spain: Rosario de Acuña and the Liberal Nation’, MLN, 120:2
(2005), 294–313; ‘Configuring the Nation in fin-de-siècle Spain: Rosario de Acuña’s La voz de
la patria’, Hispanic Review, 74:3 (2006), 301–18; y Histories, Cultures, and National
Identities: Women Writing Spain, 1877–1984 (Lewisburg: Bucknell U. P., 2009).
26 Doris Sommer, Foundational Fictions, 7.
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periódicas.27 Quizás en ninguna de las excolonias españolas esta alianza


resultó tan evidente como en Cuba, donde la figura de José Martí
personificó el tópico literario de las armas y las letras. Sin embargo, y como
ha estudiado José Amador, además de los intelectuales fue esencial la labor
de médicos naturalistas como Benjamín Céspedes.28 La cuestión médico-
racial es clave para desentrañar el proceso de construcción nacional en los
contextos transatlánticos del Degeneracionismo y de los inicios de
reglamentación de la prostitución.

La prostituta como Otro transatlántico en el contexto del


Degeneracionismo
La aparición de las teorías eugenésicas a principios del siglo XX culminó un
proceso largo de debate político y médico. La eugenesia asentó sus bases
sobre las teorías de la degeneración que alimentaron un imaginario
finisecular de terror ante la posibilidad de decadencia de la raza. Esta idea
invadió los imaginarios transatlánticos hispanos y determinó una nueva
forma de entender el hasta entonces celebrado mestizaje racial.29 La
ansiedad que despertaba la idea de la mezcla se trasladó muy pronto del
ámbito reproductivo al social, como consecuencia de los inicios del
capitalismo industrial y de la modernización en España y Cuba. La
aparición de las fábricas en España (industrias de producción de cigarros,
metalurgia, textiles, conservas etc.), la expansión e industrialización de la
‘plantación comercial azucarera esclavista’ en Cuba,30 la irrupción de la
sociedad de masas en ciudades como Bilbao, Barcelona o La Habana y la
trasformación de las ciudades en urbes acrecentó la ya existente atmósfera
de agitación. En el caso cubano, fue determinante la abolición de la
esclavitud en 1886 y la llegada a la ciudad de negros y mulatos que habían
sido, o liberados, o abandonados.31 Los determinantes efectos de todos estos
cambios sociales se leyeron en las últimas décadas del siglo XIX a la luz del
Degeneracionismo. Aunque las teorías degeneracionistas hereditarias
nacieron con Benedict-Augustin Morel para explicar enfermedades
mentales, la apropiación que de ellas hizo Cesare Lombroso excedió los
límites de lo psicológico individual al aplicarse a lo social colectivo. Las

27 William G. Acree & Juan Carlos González Espitia, Building Nineteenth-Century Latin
America: Re-Rooted Cultures, Identities, and Nations (Nashville: Vanderbilt U. P., 2009).
28 José Amador, Medicine and Nation Building in the Americas, 1890–1940 (Nashville:
Vanderbilt U. P., 2015).
29 Joseph Arthur de Gobineau, The Inequality of Human Races, trans. Adrian Collins
(New York: H. Fertig, 1967).
30 Hernán Venegas Delgado, ‘Plantaciones, plantaciones: Cuba en los 1880’, Caravelle,
85:1 (2005), 63–84 (p. 65).
31 Christopher Schmidt-Nowara, Empire and Antislavery: Spain, Cuba and Puerto Rico,
1833–1874 (Pittsburgh: Univ. of Pittsburgh Press, 1999), 139–71.
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ideas del Degeneracionismo permitían conectar causalmente la proliferación de


pobres y mendigos en las urbes, y el aumento en el diagnóstico de casos de
locura o en la tasa de criminalidad. El impacto negativo de la modernización
en ellos daría sentido a las nuevas ideas del Degeneracionismo racial, sobre
todo en Latinoamérica, donde esta realidad se interpretó en tanto que
problema social. Nancy Stepan señala en él la causa que explicaba la
dificultosa conversión de las nuevas repúblicas en naciones modernas.32
Además del mestizaje o la pobreza, el alcoholismo, las enfermedades venéreas
y la prostitución fueron también vistas como elementos degeneradores de la raza y
de la especie humana vinculando así definitivamente estas ‘enfermedades
sociales’ con una pedagogía científico-eugenésica que, en adelante, fabricaría
‘tipos sociales’.33 Los nuevos discursos político-científicos de la década de 1870
favorecieron que, a ambos lados del imperio, segmentos de la población fueran
identificados con tipos concretos como el trabajador, el invertido o la prostituta.
Como sostiene Richard Cleminson a este respecto:

In this passage from an ‘anatomo-politics’ that focused on the individual


body, we see the analysis of types whereby the population ‘is not simply
a collection of living human beings but a kind of living entity with a
history and a development, and with possibilities of pathology’ a ‘species
body’ (Dean 2010, 217) as Foucault has called it.34

La conceptualización en los imaginarios transatlánticos de una ‘especie’ nueva


muestra el impacto que tuvo la prostitución femenina en la época y la
ansiedad que despertaba su amenaza a los órdenes liberales emergentes.
Además de ser un espacio de trasmisión de enfermedades venéreas como la
tan temida sífilis, el siglo XIX leyó el cuerpo de la mujer prostituta, como
mantiene Joanna Phoenix, en tanto que cuerpo inherentemente
patológico.35 La elevada producción de literatura médica y naturalista
encargada de diseminar estas ideas provocó una reacción de incipiente
alarma social y la urgencia por crear un mecanismo legal de control social.36

32 Nancy Stepan, The Hour of Eugenics: Race, Gender, and Nation in Latin America
(Ithaca: Cornell U. P., 1996), 35–63.
33 Sander L. Gilman, ‘Black Bodies, White Bodies: Toward an Iconography of Female
Sexuality in Late Nineteenth-Century Art, Medicine, and Literature’, Critical Inquiry, 12:1
(1985), 204–42.
34 Richard Cleminson, ‘Liberal Governmentality in Spain: Bodies, Minds, and the
Medical Construction of the “Outsider”, 1870–1910’, Journal of Iberian and Latin American
Studies, 22:1 (2016), 23–40 (p. 36).
35 Joanna Phoenix, Making Sense of Prostitution (Basingstoke/New York: Palgrave
Macmillan, 2001), 35–73.
36 Jean-Louis Guereña, ‘Prostitution and the Origins of the Governmental Regulatory
System in Nineteenth-Century Spain: The Plans of the Trienio Liberal, 1820–1823’, Journal
of the History of Sexuality, 17:2 (2008), 216–34 (p. 223). Como ha documentado Guereña,
hacia finales de 1880 ‘el sistema reglamentarista estaba implementado, pues, prácticamente
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Aparecieron así leyes de reglamentación de la prostitución (1873), medidas


de salud pública como la Ley de Sanidad de 1882–1883 y el Reglamento de
Higiene Pública de 1855.37 Este mismo miedo condujo a los higienistas a
adoptar medidas como la creación de secciones de Higiene Especial
dependientes de los Gobiernos civiles. Preceptos del higienismo y la
profilaxis fueron estimulados desde el ámbito de la salud pública con
la creencia de que ayudarían a ‘prevenir y evitar los malos efectos de la
prostitución’.38 Con este mismo fin, se habilitaron prostíbulos inspirados
en las viejas mancebías propuestas por Francisco Cabarrús.39 Se sintió
como necesario excluir de la urbe al elemento impuro que amenazaba
con contaminar, primero el cuerpo social, y después el nacional. Jean-
Louis Guereña ve en estas medidas de salud pública una operación de
limpieza urbana que permitía el control social: ‘[the prostitute] was now
restricted to a brothel where her freedom to move about the city was
limited and her potential for spreading contagion was periodically
controlled’.40
La oposición a la reglamentación no se hizo esperar ni en España ni en
Cuba. El abolicionismo en España se dio entre las logias y la masonería
republicana y quedó escasamente representado por juristas, profesores,
políticos y escritores como Gumersindo de Azcárate, Mercedes de Vargas,
Concepción Arenal, Juan María Bofill o la propia Rosario de Acuña.41 En el
caso cubano, la reacción ante las medidas regulatorias de la prostitución
adquirió un matiz diferente. Como indica Beatriz Calvo-Peña, muchos
intelectuales mostraron posturas favorables y desfavorables que se nutrían
del discurso autonomista o colonial.42 Por ejemplo, Francisco Moreno
instrumentalizó las medidas regulatorias en Cuba y su gente (1887) para

en toda España (por lo menos en la casi totalidad de las capitales provinciales)’ (Jean-Louis
Guereña, La prostitución en la España contemporánea [Madrid: Marcial Pons, 2003], 276).
Lo mismo ocurrió en Cuba, cuya sanidad avanzó durante el siglo XIX hacia ‘una fusión
directa con la peninsular, fusión administrativa, institucional y de personal a través de una
mimetización progresiva de la legislación y de la política sanitaria de España’ (Francisco
Javier Martínez-Antonio, ‘Lost in Colonialism: la sanidad española en Cuba antes y después
de la Guerra de los Diez Años’, Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias
Sociales, 418:20 [2012], <http://www.ub.edu/geocrit/sn/sn-418/sn-418-20.htm> [consultado el
4 de septiembre de 2019]).
37 Tiffany Sippial, Prostitution, Modernity, and the Making of the Cuban Republic, 1840–
1920 (Chapel Hill: Univ. of North Carolina Press, 2013), 56.
38 Pedro Fraile, Modelar para gobernar: el control de la población y el territorio en Europa
y Canadá: una perspectiva histórica (Barcelona: Publicacions Univ. de Barcelona, 2001), 285.
39 Guereña, La prostitución en la España contemporánea, 171–234.
40 Guereña, ‘Prostitution and the Origins of the Governmental Regulatory System’, 234.
41 Guereña, Prostitución en la España contemporánea, 354–57.
42 Beatriz Calvo-Peña, ‘Prensa, política y prostitución en La Habana finisecular: el caso
de La Cebolla y la “polémica de las meretrices” ’, Cuban Studies, 36:1 (2005), 23–49.
DISCURSOS SOMÁTICOS EN EL PENSAMIENTO FINISECULAR 1285

deslegitimar cualquier tipo de ínfula autonomista y legitimar la continuidad


del poder colonial, la única fuerza garante del orden en la sociedad cubana.
Frente al orden, el caos de una ‘Cuba [insuficientemente] desarrollada para
dejar de ser colonia’.43 La misma estrategia se observa en el periódico
satírico La Cebolla (1888).44 Las voces más críticas, como la de Raimundo
Cabrera con Cuba y sus jueves (1895), veían en la regulación de la
prostitución fines meramente mercantiles: ‘no es la salud ni la moral
pública el objetivo de sus preceptos: es inspiración fiscal’.45 Argumentos
similares los veremos en La prostitución en la ciudad de La Habana (1888)
de Benjamín Céspedes, que recibieron su réplica en Blancos y negros (1889),
un ensayo escrito por Rodolfo Lagardere. El discurso colonial y su
contradiscurso autonomista convirtió las letras en un campo de batalla
nacionalista que (des)legitimaba desde lo simbólico el plano de lo real.

La ramera: el Otro nacional


El debate sobre el proyecto nacional español y la nacionalización de los
españoles en el siglo XIX ha ocupado un lugar destacado en la historiografía
contemporánea.46 Si bien existe un acuerdo que considera la Guerra
Hispanofrancesa (1808–1814) el episodio fundacional de la nación moderna
española, la discrepancia surge a la hora de acordar el grado de desarrollo
del proyecto nacional, que estuvo incuestionablemente condicionado por
complejas circunstancias históricas. Como señala Javier Moreno-Luzón,
fueron determinantes, entre otros, el fracaso de la revolución liberal, el peso
de la Iglesia, la violencia política, la débil escolarización, la lucha contra el
islam y la situación de decadencia del viejo imperio.47 Lo que nos muestra
el ámbito histórico-político difiere del ámbito literario, donde no solo se
produce una materialización simbólica del proyecto nacional, o ‘patria
textual’,48 sino también un deseo subyacente de nacionalización de la

43 Calvo-Peña, ‘Prensa, política y prostitución en La Habana finisecular’, 31.


44 Calvo-Peña, ‘Prensa, política y prostitución en La Habana finisecular’, 40.
45 Calvo-Peña, ‘Prensa, política y prostitución en La Habana finisecular’, 33–34.
46 La obra compilatoria más reciente y ambiciosa es Historia de la nación y del
nacionalismo español, ed. Antonio Morales Moya, Juan Pablo Fusi Aizpurúa & Andrés Blas
Guerrero (Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2013). La lista de hispanistas que también han
estudiado el desarrollo de la cuestión nacional central y periférica en la España
decimonónica está encabezada por José Álvarez Junco, al que le sigue un interminable
listado de expertos como Juan Linz, Borja de Riquer i Permanyer, E. Inman Fox, Juan Pablo
Fusi, Sebastian Balfour, Antonio Elorza, Javier Moreno Luzón, Carolyn P. Boyd, Isabel
Burdiel, Juan Sisinio Pérez Garzón, William J. Callahan, Adrian Shubert, Andrés de Blas
Guerrero, Mary Vincent, Javier Tusell, Manuel Tuñón de Lara, Santos Juliá etc.
47 Javier Moreno-Luzón & Ramón Villares, Restauración y dictadura (Madrid: Crítica,
2009), 210–11.
48 Pereira-Muro, Género, nación y literatura, 29.
1286 BSS, XCVII (2020) SONIA ZARCO-REAL

gente.49 Este deseo se observa en las dinámicas de homogeneidad de patrones


y gustos culturales que se produjo en el ocio, la cultura, la literatura y la
prensa.50 El hecho de que esa homogeneización tuviera mucho de
domesticación51 desató respuestas favorables, pero también actos de
resistencia que lograron inaugurar ‘new spaces of subjectivity’.52 En este
contexto, La ramera constituye una pieza muy valiosa para entender el
proceso textual de construcción nacional y de ‘creación de españoles’ a
partir del poder difusor de la prensa, que ayudaba, como sostiene Benedict
Anderson, a ‘imaginar’ la nación en el día a día de su gente: ‘At the same
time, the newspaper reader, observing exact replicas of his own paper being
consumed by his subway, barbershop, or residential neighbours, is
continually reassured that the imagined world is visibly rooted in everyday
life’.53 Publicar en el semanario librepensador Las Dominicales del
Librepensamiento le permite a Acuña interferir en la hazaña nacional
masculina para cuestionar el espacio que su proyecto y el mundo moderno
le deparaba a la mujer. Al apropiarse de la palabra, Acuña desdibuja y
deconstruye los binomios de género a través de los que operaban los
dispositivos de poder decimonónico, disolviendo con ello el juego binario del
racionalismo moderno. Como se verá a lo largo de esta sección, su narración
de la nación libera la categoría mujer de su otredad, para asimilarla al
proyecto nacional liberal y dar paso a un nuevo Otro: la prostituta. El
mecanismo textual de otrificicación sobre el que se construye el proyecto
nacional de Acuña se apoya en tres estrategias textuales (la patologización,
la animalización monstruosa y la abyección) a las que subyacen dos
discursos de la época: el médico y el biológico-evolutivo vinculado a la raza.
La ‘violencia simbólica’54 en la representación de la prostituta confirma la
presencia de ese nuevo Otro en su no asimilación dentro del proyecto
nacional de la autora.
El discurso médico en La ramera ve en la prostituta la patología de
España. El cuerpo prostituido se convierte en un organismo infeccioso que
ha invadido el cuerpo nacional. No se trata de una enfermedad concreta la
que padece, sino de la suma hiperbólica de todos los males víricos: ‘La
ramera [ … ] cambia por el simulacro del amor el virus de la enfermedad
[ … ] ¿de esta o de aquella enfermedad? de una o de otra, ¡de todas!’

49 George L. Mosse, The Nationalization of the Masses: Political Symbolism and Mass
Movements in Germany from the Napoleonic Wars through the Third Reich (New York:
H. Fertig, 1975).
50 Moreno-Luzón & Villares, Restauracion y dictadura, 191; Álvarez-Junco, Mater
Dolorosa: la idea de España en el siglo XIX, 187–281.
51 Álvarez Junco, Mater Dolorosa: la idea de España en el siglo XIX, 243.
52 Tsuchiya, Marginal Subjects, 3.
53 Anderson, Imagined Communities, 35–36.
54 Pierre Bourdieu, Masculine Domination, trans. Richard Nice (Stanford: Stanford
U. P., 2001), 33–34.
DISCURSOS SOMÁTICOS EN EL PENSAMIENTO FINISECULAR 1287

(La ramera, 1103). Seguidas de las contiendas bélicas, las enfermedades


infecciosas eran en el siglo XIX la causa principal del alto nivel de
mortandad en España y del estado de alarma social. El diagnóstico de una
nación enferma alimentaba una atmósfera de hipocondría. Además,
confirmaba en el presente ‘la lógica del estado patológico de los espíritus’
(La ramera, 1095), al tiempo que interpretaba a la prostituta como el
mismísimo ‘parásito de la humanidad’ (La ramera, 1100). Si bien este
carácter transtemporal la convertía en ‘la creación digna de toda época
decadente’ (La ramera, 1091), el contexto de regulación institucional del
siglo XIX hacía que su presencia se sintiera como un mal mayor, nunca
visto antes, dado que esa ‘gangrena [era] cuidadosamente abrigada,
sostenida y excitadas por la ley, la religión y la costumbre’ (La ramera,
1089). La permisibilidad de la prostitución y su censura en La ramera
ayuda a revelar en el presente la necesidad de intervención sobre el cuerpo
que apareció en el siglo XIX. Como señalan Michel Foucault o más
recientemente Thomas Lemke, se sintió como inexcusable el control,
erradicación y restauración mediante la biopolítica de performatividades
anómalas como la de la prostituta.55 En la normalización y administración
del cuerpo dentro de los nuevos flujos poblacionales urbanos no sólo actuó el
Estado moderno (la clínica y los discursos médicos), sino también agentes
culturales como Acuña, que contribuyen en paralelo a la construcción de la
nación moderna. El siglo XIX amplió así el entendimiento dieciochesco de la
medicina como servicio o asistencia al hacer de ella una de las múltiples
tecnologías modernas del cuerpo social.56
La patologización de la prostituta como enfermedad mortal del cuerpo
nacional actúa en La ramera como una estrategia de deslegitimación del
proyecto de nación liberal masculino que, en plena Restauración, aspiraba a
la regeneración de la España que estaba ‘imaginando’. Eso que los
reglamentaristas habían acuñado como ‘el mal necesario’ envenenaba la
visión del conjunto de la sociedad hacia las mujeres estimulando ‘una
inspiración de antipatía, desconfianza y odio hacia [ella], en su altísima,
pura y redentora misión de esposa’ (La ramera, 1097). La reglamentación
de la prostitución no sólo iba en contra de cualquier forma de
regeneracionismo, sino que se había convertido en una verdadera amenaza
para el ideal nacional de Acuña puesto que desviaba ‘las bases de lo natural
[frente] a los preceptos de lo artificioso’ (La ramera, 1102). Asimismo,
diagnosticar una patología a España hacía posible legitimar un proyecto
liberal nuevo y alternativo donde el rol femenino no fuera ni el de ángel del

55 Thomas Lemke, Biopolitics: An Advanced Introduction, trans. Erik Frederick Trump


(New York: New York U. P., 2011), 11; Michel Foucault, History of Sexuality, trans. Robert
Hurley, 3 vols (New York: Vintage Books, 1980), I, The History of Sexuality: An Introduction, 48.
56 Michel Foucault, The Birth of the Clinic: An Archaeology of Medical Perception
trans. A. M. Sheridan Smith (London: Routledge, 1975), 22–38.
1288 BSS, XCVII (2020) SONIA ZARCO-REAL

hogar, ni el de ángel caído. A este fin ayudaba la animalización monstruosa de


la prostituta.
Al dibujar a la prostituta como monstruo, La ramera evidencia un deseo
latente de romper las fronteras binomiales entre lo Uno y lo Otro, lo
humano y lo inhumano, el hombre y la mujer. Edward J. Ingebretsen ha
teorizado la construcción social del monstruo y arguye que la idea de
tal criatura ‘redefine[s] boundaries that have become frayed [ … ] [it] help[s]
a community reinterpret itself’.57 No obstante, ese proceso de
(re)interpretación puede caer en la paradoja de construir dos discursos
contrarios: ‘On the one hand the monster is burdened with behaviors that
are deemed to threaten society. On the other hand, [it] makes such
incivilities possible, even justifies them or others in the name of the
common good’.58 La misma paradoja que reside en el monstruo es la que
refleja la España de finales del siglo XIX y sus discursos nacionales.59 Por
un lado, ve en la prostituta-monstruo un ‘mal necesario’ en el proceso de
regulación, control y mercantilización de los cuerpos sociales de la nueva
nación moderna, por otro, descubre en ella un cuerpo contaminante del que
hay que deshacerse. Es este segundo significado el que define el
pensamiento de Acuña, para quien la ramera es más que un monstruo, es
‘[la] deformidad repulsiva del monstruo’, ‘la degradación de sí misma’ (La
ramera, 1099). La animalización monstruosa de la prostituida en este
ensayo es clave. Además de denunciar la regulación de la prostitución,
refleja un intento de reinterpretación del proyecto nacional oficial al
fabricar un nuevo Otro (Otra) sobre el que se narra la nación.
La animalización monstruosa convierte a la prostituta en un organismo
rudimentario no desarrollado ni apto para la reproducción: en otras
palabras, un ser degenerado y degenerador. El entendimiento de la
reproducción humana hacia finales del siglo XIX había estado sometido al
marco teórico del darwinismo social de Herbert Spencer. Si las sociedades
modernas dependían de la capacidad reproductiva y de la supervivencia de
los mejores (‘la raza caucásica’) como argüía no sólo el pensamiento europeo
seudocientífico, sino el filosófico, la condena a muerte del cuerpo nacional
español ya estaba escrita. La ramera no garantizaba la supervivencia de la
especie, como podía verse en su incapacidad para ‘[parir] hijos robustos,
hábiles e inteligentes, átomos útiles al engrandecimiento de la especie’ (La
ramera, 1090). El carácter degenerado de la ramera la convertía, junto al
hombre consumidor de prostitución, en un ser inferior.

57 Edward J. Ingebretsen, At Stake: Monsters and the Rhetoric of Fear in Public Culture
(Chicago: Univ. of Chicago Press, 2001), 4.
58 Ingebretsen, At Stake: Monsters and the Rhetoric of Fear, 2.
59 Luis Garrido Muro, ‘Un monstruo cálido: el proyecto de Estado del progresismo’, en La
redención del pueblo: la cultura progresista en la España liberal, coord. Manuel Suárez Cortina
(Santander: Univ. de Cantabria, 2006), 209–38.
DISCURSOS SOMÁTICOS EN EL PENSAMIENTO FINISECULAR 1289

La ramera construye a ‘los prostituidos’ (cliente y prostituta) a partir de un


mismo discurso de inferioridad racial que se sitúa en un contexto más amplio
de racismo científico y construcción social de la raza que en el siglo XIX dividió
a las personas entre humanos, semihumanos y no humanos.60 Al igual que las
razas degradadas, primitivas y salvajes, la prostituta y el cliente pierden su
humanidad en el ensayo e involucionan hasta convertirse regresivamente
en primates. A este respecto, como muy bien indica Christine Arkinstall
‘drawing on evolutionary theory [ … ] Acuña rejects the sexual double
standard to extend this analogy [prostitute / young gorilla] to the
prostitute’s male client’.61 La inteligencia de la prostituta se compara con la
de un gorila y el carácter cambiante del hombre a la volubilidad de un
mono. La unión de estos seres inferiores o animales amenazaba el presente
histórico y constataba la degeneración de una descendencia futura:

[El hombre prostituto] es una imperfecta criatura angosta sin


desarrollarse, debilitada por falsas energías, indolente por perversión de
actividad, y allá va a recoger sobre su degeneración incipiente la
degeneración de la ramera, y allá va a recoger en el aire que respira a
su lado gérmenes de infección, inclinaciones brutales, hábitos groseros,
costumbres de holganza [ … ] le sale al encuentro la ponzoñosa con su
nidal de dolores, a roer su sangre y sus huesos, y arrancarle, una a una,
sus prerrogativas todas de ser inteligente, hasta bestializarlo de modo
tan profundo que, en el concierto de la vida represente la suya un átomo
de escoria arrojado a la voracidad del pudridero, donde anidará más
tarde su descendencia, raquítica retoñadura dispuesta a ser carne de
presidio o de lupanar. (La ramera, 1106)

La unión del hombre y la prostituta, como la mélange interracial,


imposibilitaba el progreso y la supervivencia de la raza.62 El valor
discursivo de estos cuerpos degenerados es esencial dado que confirma el
papel activo de Rosario de Acuña en el proceso de construcción nacional. En
su estudio, Daniel Pick ve en las teorías degeneracionistas un elemento
necesario para el proceso de construcción de identidades modernas:

60 Véase Richard Delgado & Jean Stefancic, Critical Race Theory: The Cutting Edge
(Philadelphia: Temple U. P., 2000).
61 Christine Arkinstall, ‘Challenging Pasts, Exploring Futures. “Race”, Gender, and
Class in the fin-de-siècle Essays of Rosario de Acuña, Concepción Gimeno de Flaquer, and
Belén Sárraga’, en Intersections of Race, Class, Gender and Nation in fin-de-siècle Spanish
Literature and Culture, ed. Lisa Nalbone & Jennifer Smith (London: Routledge, 2017), 23–44
(p. 25).
62 Para más información sobre el proceso de construcción textual de la ‘raza española’,
consultar el estudio de Joshua Goode, Impurity of Blood: Defining Race in Spain, 1870–1930
(Baton Rouge: Louisiana State U. P., 2009).
1290 BSS, XCVII (2020) SONIA ZARCO-REAL

Degeneration involved at once a scenario of racial decline (potentially


implicating everyone in the society) and an explanation of ‘otherness’,
securing the identity of, variously the scientist, (white) man, bourgeoisie
against superstition, fiction, darkness, femininity, the masses, effete
aristocracy.63

Acuña se sirve de la misma estrategia desde la que el hombre otrifica a la


mujer para despojarla de su otredad y, en su lugar, otrificar a la prostituta.
El surgimiento de la medicina moral en España amplió el entendimiento
de lo degenerativo y desencadenó una lectura evolutiva de la moral de los
cuerpos biológicos y nacionales. Entender el cuerpo como depositario de la
moral justificó la división de personas en tipos de acuerdo con la nueva
categoría médica ‘degeneración moral’:

El nuevo orden de higiene y burocracia obligó a los científicos y juristas a


diferenciar a las personas en tipos [y a] clasificar [sus] formas de
desviación para localizarlas en la biología y regularlas a través de
políticas públicas en el cuerpo social. Como afirman Jaqueline Urla y
Jennifer Terry, la territorialización somática de la desviación llegó a ser
parte, desde el siglo XIX, de un gran esfuerzo con el objeto de organizar
las relaciones sociales de acuerdo con categorías que detonaban
normalidad vs. aberración, salud vs. patología, seguridad nacional vs.
peligro social.64

La prostituta es en La ramera el cuerpo portador de la degeneración moral de


España debido a su ‘falta de voluntad’ (La ramera, 1110–11).
Significativamente, esa crítica se extiende también a las instituciones
modernas y a sus legislaciones, cuyo ‘falso concepto de moral’ promovía ‘el
vicio, lo irregular, [y] lo anómalo’ (La ramera, 1094). Los sistemas de poder
legal y moral (el poder hegemónico masculino) brindaban a la mujer ‘el fácil
camino para ser menos que hembra, [ … ] [para ser] ramera’ (La ramera,
1090).
En La ramera Acuña responde al influjo de los aires modernos. El ensayo
es, en este sentido, una diatriba contra el fenómeno de la prostitución vista
como espacio donde se afianzan dos basamentos del proyecto de la
Modernidad: la organización sistemática del negocio y la explotación
generalizada de la mujer en el ámbito laboral. Una de las consecuencias de
la inserción de la mujer en el flujo de intercambio capitalista era la pérdida

63 Daniel Pick, Faces of Degeneration: A European Disorder, c.1848–1918 (Cambridge:


Cambridge U. P., 2011), 230.
64 Alfredo J. Sosa-Velasco, Médicos escritores en España, 1885–1955: Santiago Ramón y
Cajal, Pío Baroja, Gregorio Marañón y Antonio Vallejo Nágera (Woodbridge: Tamesis, 2010),
18.
DISCURSOS SOMÁTICOS EN EL PENSAMIENTO FINISECULAR 1291

de humanidad y su metamorfosis en ‘la mecánica construcción de un artefacto


vendido a toda clase de precios, desde el ínfimo de un mendrugo, hasta el
subido de un palacio. Nada de humano, de racional, de justo, de digno y
respetable verá en la mujer’ (La ramera, 1098). Esta secuenciación adjetival
alude implícitamente a los ideales fallidos de la Ilustración, que
proporcionaron a la mujer el espacio del ‘vicio preciso [ … ] regulador de la
salud’ (La ramera, 1098):

[La mujer pública] habría permanecido sólo hembra, si el vicio no la


hubiera arrastrado a ser prostituta [ … ] hubiera cumplido en parte sus
deberes, y acaso su ser hubiese dado hijos robustos, hábiles e
inteligentes, átomos útiles al engrandecimiento de la especie.
(La ramera, 1089–90)

Acuña ofrece una respuesta contrahegemónica ante los ámbitos ‘inmorales’


que el mundo moderno deparaba a la mujer en forma de proyecto nacional,
de ‘comunidad moral imaginada’. En relación a esta idea Abdoolkarim Vakil
sostiene que en los últimos treinta años del siglo XIX: ‘the challenge to the
State in the name of the nation became constituted as a discourse of
morality. The nation became defined as a moral community and
nationalism as redemption’.65 Como ya venía ocurriendo en el campo
simbólico-literario a lo largo del siglo XIX, La ramera busca nacionalizar un
orden moral natural frente al orden degenerado del liberalismo de la
Restauración.
A las dos estrategias narrativas de animalización monstruosa y
degeneración de la raza y la moral se añade la abyección de la prostituta.
Esta estrategia se realiza, de manera directa, a través de una construcción
metafórica (‘la ramera es el veneno que roe las entrañas sociales’ [La
ramera, 1097]) y, de manera indirecta, por vía del espacio prostituyente,
donde se crea una suerte de sistema semiótico de interconexión entre lo
abyecto y el sujeto.66 En la descripción de la práctica sexual mercantilizada
se desencadena una transferencia de significados que va desde el espacio
mismo de la prostitución, descrito como ‘ponzoña’, ‘pudridero’, ‘[espacio]
degenerado’, ‘gangrena’ o ‘llaga horrenda que extiende sus pestíferas
emanaciones’ (La ramera, 1101), hasta el cuerpo depositario de la
prostituta. Este traspaso resignifica al cuerpo consumido, pero también el
cuerpo consumidor, en tanto que agente, portador y transmisor de lo
abyecto. Como consecuencia, ambos cuerpos resultan abyectos. No obstante,

65 Abdoolkarim Vakil, ‘Nationalising Cultural Politics’, en Nationalism and the Nation


in the Iberian Peninsula: Competing and Conflicting Identities, ed. Clare Mar-Molinero &
Angel Smith (Oxford: Berg, 1996), 33–52 (p. 40).
66 Julia Kristeva, Powers of Horror: An Essay on Abjection. European Perspectives, trans.
Leon S. Roudiez (New York: Columbia U. P., 1982), 54.
1292 BSS, XCVII (2020) SONIA ZARCO-REAL

el resultado es desigual, debido al énfasis en la mujer-abyecta que se


convierte, asimismo, en mujer-cadáver. La abyección de la mujer traslada el
dominio de lo decadente al dominio de la muerte: ‘¡Tanto valdría decir que
un cadáver sin sepultar era la garantía de la sanidad de la atmósfera!’ (La
ramera, 1103). Más adelante, Acuña se lamenta de la muerte de la
prostituta: ‘¡cuán tristemente se contempla la muerte moral de tantas
violentamente arrastradas por impuras atmósferas al funesto extravío de
sus destinos!’ (La ramera, 1109).
Como ocurre con la estrategia textual de animalización monstruosa, la
abyección de la ramera-cadáver configura una práctica textual asimiladora
que permite redimir a la mujer de los espacios de marginalidad. Esta
práctica sigue a la mujer en su desplazamiento hacia el espacio liminal
entendido como transición al centro. Según Julia Kristeva, es mediante la
imagen de la abyección superlativa, el ‘cadáver’, que todo mecanismo
centrípeto se pone en funcionamiento:

The corpse [ … ] is the utmost of abjection. It is death infecting life. [ … ] It


is thus not lack of cleanliness or health that causes abjection but what
disturbs identity, system, order. What does not respect borders,
positions, rules. The in-between, the ambiguous, the composite.67

El desplazamiento de la prostituta del margen al centro parece conducirnos a


una paradoja que se resuelve desde el propio espacio de lo abyecto. Como
indica Judith Butler, la formación del sujeto ‘requires an identification with
the normative phantasm of “sex”, and this identification takes place
through [ … ] a domain of abjection [ … ] without which the subject cannot
emerge’.68 Lo abyecto es así ese mecanismo textual in-between que actúa
como una estrategia narrativa casi alquímica con la cual se posibilita la
reconstrucción del sujeto femenino a partir de su ‘Otra’. Por consiguiente,
de lo abyecto nace paradójicamente una nueva mujer, emplazada ya
simbólicamente en el centro del proyecto nacional de España al mismo nivel
que el hombre.
Dentro de este proceso de narración nacional, ¿cómo libera La ramera de
su otredad a la categoría mujer, afirmándola en oposición al nuevo Otro?
Este acto liberador se establece mediante la ambientación tenebrosa que
enmarca el ensayo. Acuña metaforiza la prostitución como un sarcófago, y
‘el alma del pensador’ como la escultura de mármol asomada al ‘umbral’ de
aquel (La ramera, 1088). Al crear un espacio liminal entre la vida y la
muerte, el texto se abre al ámbito de la indeterminación, algo que refuerza
la descripción del ‘crepúsculo que invade’, ‘el cielo fulgura[nte] con
tornasoles de grana y oro’, ‘los últimos destellos [d]el astro de la luz’,

67 Kristeva, Powers of Horror, trans. Roudiez, 4.


68 Judith Butler, Bodies that Matter (New York/London: Routledge, 1993), 3.
DISCURSOS SOMÁTICOS EN EL PENSAMIENTO FINISECULAR 1293

‘[estrellas y luceros] que comienzan a retemblar’ y ‘el limbo glorioso del día’
(La ramera, 1089). Es en este espacio de indeterminación establecido a
partir de claroscuros que vemos a ‘la mujer pública desliza[rse] desde su
guarida’ (La ramera, 1089) para alcanzar la ciudad recién amanecida o
anochecida. Esto es clave en el proyecto nacional que propone este ensayo.
Como sostiene Homi Bhabha, precisamente en el acto de narrar la nación,
en su ‘conceptual indeterminacy, its wavering between vocabularies’,69 es
donde se observa el proceso mismo de construcción nacional y su naturaleza
viva: ‘As an apparatus of symbolic power, [the nation] produces a continual
slippage of categories like sexuality, class affiliation, territorial paranoia, or
“cultural difference” in the act of writing a nation’.70 En ese acto continuo
de desplazamiento y sustitución de categorías se revela la nación: ‘What is
displaced in this placement and repetition of terms is the nation as the
measure of the liminality of cultural modernity’.71
La liberación simbólica de la mujer desde el espacio de lo indeterminado se
nutre, asimismo, de la influencia que en Acuña tuvo el Utopismo marxista.72
La regulación de la prostitución canalizaba el crecimiento de la riqueza
gracias a la codificación de la mujer como ‘[cosa] pública que pertenece al
fisco’ (La ramera, 1114). El Utopismo le permitía problematizar ese valor
capitalista y resignificar la relación desigual entre sexos:

He aquí las dos esencias, las dos paralelas infinitas que jamás podrán
absorberse ni confundirse en una sola voluntad, he aquí las dos
potencias iguales ante el génesis de la vida, mostrando iguales destinos,
iguales almas, igual medida en el fin de sus horas, igual iniciativa, igual
valimiento. (La ramera, 1113)

Acuña rescata a la mujer tipificada como mercancía y la devuelve a un orden


natural inspirado por ideales de perfección, como la virtud y el amor, que sólo
podían alcanzarse dentro del seno familiar. La familia era la única fuerza
garantizadora de una ‘vida ordenada, higiénica, racional’ (La ramera, 1100).
En ella residía, según el ideal krausista que inspira a la autora, el progreso
moral y material de la nación liberal.73 Para Acuña, la importancia de la

69 Homi Bhabha, Nation and Narration (London: Routledge, 1990), 2.


70 Bhabha, The Location of Culture, 201.
71 Bhabha, The Location of Culture, 201.
72 Solange Hibbs-Lissorgues ve aquí el viraje de Acuña de sus posiciones
moderadamente liberales de los años 1870 a un pensamiento utópico-social que sumaba a su
librepensamiento anterior, corrientes como el republicanismo, el compromiso masónico y el
socialismo-anarquismo (Solange Hibbs-Lissorgues, ‘El pensamiento utópico de Rosario de
Acuña’, en Le Temps des posibles [regards sur l’utopie en Espagne au XIXe siècle], dir.
Jacques Ballesté Solange Hibbs-Lissorgues [Carnières-Morlanwelz: Lansmann Éditeur,
2009], 147–63).
73 Ana Díaz-Marcos, La casa de muñecas (Sevilla: Arcibel Editores, 2006), 36.
1294 BSS, XCVII (2020) SONIA ZARCO-REAL

mujer es notoria por ser la ‘hermosa salvación’ tanto de la familia como de la


sociedad y la patria (La ramera, 1115–16). Frente a la idea del ángel del hogar
o de la prostituta, se propone como verdadero y único motor regenerador a ‘la
mujer del porvenir’, libre, racional, guardiana, educadora, pero también
compañera del hombre.74 Como indica Vakil: ‘the struggle for hegemonic
definition of a national imagined community is predicated on the evolution
of a system of indirect communication; it is not merely a product of
modernity, but a response to it’.75 La ramera es eso, precisamente, una
práctica de resistencia, desestabilización y empoderamiento que amplía las
políticas hegemónicas de representación e identidad de la mujer en el
mundo moderno.
La nación moderna eurocéntrica asentó sus bases ideológicas sobre la
diferenciación de géneros: ‘Despite nationalism’s ideological investment in
the idea of popular unity, nations have historically amounted to the
sanctioned institutionalization of gender difference’.76 Nira Yuval-Davis y
Floya Anthias han señalado el papel reproductivo y la creación de nuevas
narrativas culturales como dos de las cinco formas en las que las mujeres
escritoras han participado en la creación de discursos de construcción
nacional.77 La ramera representa estos dos roles; amplia el primero y
contribuye al segundo empoderándose de la palabra y diluyendo la
diferencia de género. Al constatar la existencia de ‘dos potencias iguales’,
Acuña construye textualmente esa supuesta horizontalidad que se le
presupone al ya clásico entendimiento de la nación como comunidad
imaginada: ‘Regardless of the actual inequality and exploitation that may
prevail in each, the nation is always conceived as a deep, horizontal
comradeship’.78 La nación resultante de proyectos nacionales decimonónicos
de minorías intelectuales tiene una naturaleza integradora dado que
incluye ‘comunidades diferenciales’.79 A diferencia de Acuña, en quien
vemos esta tendencia al recuperar a la mujer del margen, Céspedes va a
reproducir el discurso del ángel del hogar.

La prostitución en la ciudad de La Habana y el Otro colonial


La regulación de la sexualidad y el surgimiento de teorías médicas
dicotómicas (sano vs degenerado) coincidieron con el estallido del

74 Díaz-Marcos, La casa de muñecas, 28.


75 Vakil, ‘Nationalising Cultural Politics’, 41.
76 McClintock, ‘Family Feuds’, 61; énfasis en el original.
77 Floya Anthias & Niral Yuval-Davis, ‘Introduction’, en Woman-Nation-State, ed. Nira
Yuval-Davis & Floya Anthias (Basingstoke: Macmillan, 1989), 1–15 (p. 7).
78 Anderson, Imagined Communities, 50.
79 Beatriz González Stephan, Cultura y tercer mundo (Caracas: Nueva Sociedad, 1996),
23.
DISCURSOS SOMÁTICOS EN EL PENSAMIENTO FINISECULAR 1295

nacionalismo antillano hispano fin-de-siècle. Esta intersección de los ámbitos


médico, legal y nacional generó proyectos nacionales cuyas identidades fueron
articuladas con el referente de su diferencia ante el Otro: la prostituta. Según
expone Partha Chatterjee:

If nationalism expresses itself in a frenzy of irrational passion, it does so


because it seeks to represent itself in the image of the Enlightenment
and fails to do so. For Enlightenment itself, to assert its sovereignty as
the universal ideal, needs its Other; if it could ever actualize itself in the
real world as the truly universal, it would in fact destroy itself.80

La elaboración de narrativas nacionales un decenio antes de 1898 requería,


como afirma Chatterjee, la creación de un Otro. Tanto en la metrópolis como
en Cuba, el paso de la prostituta entendida como conducta sexual
(mercantilización del cuerpo femenino) a ‘construct’81 u Otro fue determinante
en la fabricación de discursos nacionales. Asimismo, somatizaba con su
presencia la agonía del cuerpo imperial en conflicto consigo mismo.
En el ensayo La prostitución en la ciudad de La Habana (1888) la
prostituta es un espacio discursivo para imaginar la nación cubana al
margen del ámbito colonial.82 Para ello el ensayo médico construye la
otredad en torno a lo español como cuerpo degenerado, foráneo, lucrativo y
metonímico donde se ilegitima la contigüidad pars pro toto con el fin de
legitimar la separación de la parte colonial (más natural y viva) de un todo
imperial moribundo. Céspedes distingue en la colonia dos males, lo
degenerado/foráneo y la precariedad político-social, que el cuerpo de la
prostituta también personifica: la enfermedad y la inestabilidad. La
representación textual de la prostituta como Otro ayuda a articular las
fobias coloniales a partir de la somatización de los males de la colonia.
Asimismo, materializa unos deseos autonomistas que en adelante se
transformarían en independentistas.
La prostitución en la ciudad de La Habana crea una genealogía de la
España contaminada y con ello da continuidad a los anteriores discursos
hispanófonos que abonaron los imaginarios revolucionarios anticoloniales.
Céspedes se retrotrae hasta los pueblos visigodos y encuentra en la
‘meretriz é prostitulae’ (La prostitución, 28) el origen de la prostitución y la
contaminación de España. Sin embargo, no es este el periodo que le interesa

80 Partha Chatterjee, Nationalist Thought and the Colonial World: A Derivative


Discourse (Minneapolis: Univ. Press of Minnesota, 1993), 17; el énfasis es mío.
81 Butler, Bodies that Matter, 10.
82 Mi análisis de este tratado de medicina se sitúa exclusivamente en el tratamiento de la
mujer prostituta como dolencia social heredada del sistema colonial. Por tanto, este artículo no
se aproximará al análisis de otros temas muy presentes en la obra de Céspedes como son: las
formas primitivas y causas de la prostitución, los peligros venéreos, el régimen sanitario, la
prostitución masculina, la prostitución de menores etc.
1296 BSS, XCVII (2020) SONIA ZARCO-REAL

explorar, sino el colonial, cuando España pasa a ser un cuerpo contaminante.


Céspedes se detiene aquí para acusar a toda la comunidad colonial, desde los
conquistadores y el clero del pasado, hasta los comerciantes o gobernantes del
presente, de su responsabilidad en los males físicos y morales de Cuba:
‘[enfermedad] física porque ellos fueron quienes introdujeron la sífilis en la
isla, [enfermedad] moral porque introdujeron la corrupción, la esclavitud y
las razas diferentes a la blanca’.83 El origen de la contaminación física de
Cuba residiría en los orígenes de la colonia, específicamente en las
violaciones a las nativoamericanas:

[Los conquistadores] recorrían aquellas soledades como semi-dioses


silvestres del paganismo helénico, buscando como lascivos sátiros y
faunos, mujeres indias que huían despavoridas de aquel deseo
desenfrenado de hombres feroces que nada respetaban.
(La prostitución, 65)

Pese a que La prostitución en la ciudad de La Habana señala en lo español el


germen que históricamente había venido infectando el cuerpo cubano, la
verdadera amenaza no surgiría hasta la posterior llegada a Cuba de
esclavos negros (sobre todo de esclavas) y su propagación mediante el
concubinato. Históricamente, la tolerancia del concubinato durante el
periodo colonial persiguió generar más mano de obra esclava para fomentar
la agricultura y generar riqueza en los siglos XVIII y XIX.84 Como sostiene
Manuel Moreno Fraginals, la mujer africana favorecía la multiplicación
interna de esclavos reproduciendo de esta forma el capital de la empresa
colonial.85
Céspedes ve en el concubinato el catalizador de la reproducción de la raza
africana. Su origen, sus ‘tradiciones salvajes’ (La prostitución, 129) y sus
‘corruptoras costumbres no cubanas’ (La prostitución, 142) convirtieron a las
esclavas en cuerpos propensos al ‘régimen polígamo y poliándrico’ (La
prostitución, 129) del concubinato debido al común depravatorio de ambos:
‘Bajo un mismo techo [ … ] pulula[ba] toda una generación multicolora de
hijos ilegítimos, [ … ] gérmenes parasitarios de una colonia de microbios’

83 Calvo-Peña, ‘Prensa, política y prostitución en La Habana finisecular’, 34.


84 Véanse Pedro Deschamps Chapeaux, El negro en la economía habanera del siglo XIX
(La Habana: Unión, 1971) y, del mismo autor, Contribución a la historia de la gente sin historia:
cimarrones, propietarios y morenos libres (La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 2013);
Kenneth F. Kiple, Blacks in Colonial Cuba, 1774–1899 (Gainesville: Univ. Presses of Florida,
1976); Laird W. Bergad, Fe Iglesias García & María del Carmen Barcia, The Cuban Slave
Market, 1790–1880 (Cambridge: Cambridge U. P., 2003); Verena Stolcke, Racismo y
sexualidad en la Cuba colonial, trad. Ana Sánchez Torres (Madrid: Alianza, 1992); y Dale
W. Tomich, Through the Prism of Slavery: Labor, Capital, and World Economy (Lanham:
Rowman & Littlefield, 2004).
85 Moreno Fraginals, Cuba/España, España/Cuba, 3–12.
DISCURSOS SOMÁTICOS EN EL PENSAMIENTO FINISECULAR 1297

(La prostitución, 70). La reproducción de la raza africana gracias a la


coyuntura del concubinato se percibe como un verdadero peligro a la
institución de la familia y la raza criolla en Cuba: ‘[Corremos el riesgo] [d]el
aniquilamiento de la familia, el desconocimiento de la filiación generadora,
la depravación, la barbarie y, por último, el agotamiento de las razas por
esterilidad de la misma mujer’ (La prostitución, 300). Céspedes considera
que el sistema colonial no sólo había injertado ‘lo africano/degenerador’ en
el cuerpo cubano, sino que mediante el concubinato favoreció, por un lado,
la prostitución clandestina de esta ‘raza enferma’ y, por otro lado, su
multiplicación ‘como polulaciones de microbios en una maceración podrida’
(La prostitución, 172). El racismo cientifista y el determinismo hereditario
impregnan este fragmento y la totalidad del ensayo:

Desde la cuna, acompaña a la mulata el cortejo de enfermedades


hereditarias: la escrófula, la sífilis y el raquitismo, transmitidas por sus
degenerados procreadores. Ellas también heredan los rasgos deformes
físicos y morales de la raza africana. (La prostitución, 172)

El miedo a que la prostitución, particularmente la afroamericana y mulata,


contaminara el cuerpo cubano hasta degenerarlo completamente hace que
Céspedes se muestre favorable a la creación de mecanismos de control (La
prostitución, 255–78). Desde principios del siglo XIX la población blanca era
una minoría frente a la negra y mulata, que tras la abolición de la
esclavitud gozaba además de un estatus de libertad del que disfrutaban
ellos y ellas.86 Pese al apoyo que muestra a las medidas de control de la
prostitución, Céspedes las va a considerar ineficaces porque favorecían el
incremento de la prostitución clandestina (y con ello la reproducción de los
afroamericanos). Además, no dejaban de ser meros intentos mercantilistas
para controlar la actividad sexual con impuestos, pagos de multas y
recargos a las prostitutas (La prostitución, 77–88). Como ocurriera en el
pasado, Cuba seguía siendo una fuente de ingresos para el imperio, ahora
agonizante. Si la raíz a los males pasados y presentes de Cuba tenía origen
español, como sostiene Calvo-Peña en su lectura del ensayo, era ‘necesario
cortar con ese pasado’.87 Junto a la población afroamericana, La
prostitución en la ciudad de La Habana enferma y desnaturaliza
igualmente a la inmigración más reciente que provenía de Asia y España.
Tanto Céspedes como el prologuista de la obra, Enrique José Varona,

86 William Luis, ‘Empire’s End; Long Live the Empire: The Rise and Fall of Empires in
the Spanish Caribbean in the Nineteenth Century’, en Empire’s End: Transnational
Connections in the Hispanic World, ed. Akiko Tsuchiya & William G. Acree (Nashville:
Vanderbilt U. P., 2016), 148–73 (p. 151).
87 Calvo-Peña, ‘Prensa, política y prostitución en La Habana finisecular’, 34.
1298 BSS, XCVII (2020) SONIA ZARCO-REAL

consideran que la presencia asiática y española (más esta última) es


contaminante y foránea en Cuba. Así lo expone Varona en su prólogo:

Allí verá [el lector] lo que han dejado las piaras de ganado negro,
transportadas del África salvaje, los cargamentos de chinos decrépitos
en el vicio, arrancados a su hormiguero asiático, y los cardúmenes de
inmigrantes europeos sin familia, desmoralizados por la pobreza y la
ignorancia, dispuestos a vivir como en aduar o campamento.
(La prostitución, x)

La mención a la llegada de europeos alude de manera indirecta a los


inmigrantes españoles, concretamente, a las mujeres.
Además de haber asentado las bases de la prostitución en el concubinato, y
de denunciar los meros fines lucrativos que se esconden detrás de su control,
La prostitución en la ciudad de La Habana reprueba al poder colonial como
facilitador de inmigrantes españolas. En este sentido, Jorge Domingo-
Cuariello subraya la queja que de manera notoria hace Céspedes ante lo
que él percibe como un aumento de la prostitución relacionado con la
inmigración de origen español (canario) promovida por el General Casas.88
La conclusión era clara: la mujer prostituta tenía origen español. Llama
notablemente la atención el uso de estadísticas para legitimar la tríada
España-prostitución-enfermedad con el fin de deslegitimar la continuación
del sistema colonial. El hecho de que Céspedes proponga que el 90 por
ciento de las meretrices fueran de ‘la clase de color y extranjeras’, frente a
un 10 por ciento de prostitutas blancas cubanas ‘elimina toda duda sobre la
moralidad de las criollas y lo que es más importante, limpia,
metafóricamente hablando, su cuerpo de la enfermedad’.89 Representar a la
criolla fuera de los márgenes de la prostitución revela una estrategia
cardinal en el proceso de construcción nacional, lo que le permite a
Céspedes sentar las bases para una nueva narrativa familiar y rehacer
Cuba a partir de sus ruinas:

Aquel hogar cubano tan apacible, hospitalario y sencillo; derrochador, más


por generosidad que por vicio, creyendo quizás en la eternidad de la
bienandanza, va desmoronándose lentamente en la vorágine de la
prostitución, abrumado por las necesidades, perturbado por ese ruido
infernal y desesperante de los que luchan sin tregua por la vida,
devorando por las deudas y por el malestar y las amarguras que
acarrean los tiempos difíciles [ … ] [aquel hogar] es Cuba.
(La prostitución, 100–01)

88 Jorge Domingo-Cuadriello, ‘La polémica acerca del estudio La prostitución en la


ciudad de La Habana (1888)’, Espacio Laical, 3:4 (2017), 81–90 (p. 84).
89 Calvo-Peña, ‘Prensa, política y prostitución en La Habana finisecular’, 33.
DISCURSOS SOMÁTICOS EN EL PENSAMIENTO FINISECULAR 1299

La nueva narrativa familiar se asienta en los fundamentos y conducta sexual


del matrimonio burgués blanco, frente a la perversión del sentido familiar
promovido por el poder colonial. Céspedes imagina así la familia cubana
conformada por un matrimonio criollo. Esto hace posible que el símbolo
nacional femenino cese de ser ya el de la chingada (inicios coloniales) o el de
la prostituta (época moderna), y pase a ser el de la mujer de la tierra: la
criolla. Sobre la base de la familia criolla, institución fundacional y destino
universal de la nueva madre patria, construye el autor un proyecto nacional
para Cuba que neutraliza a su Otro: su ‘salvaje interior’.
Las narrativas nacionales de las últimas décadas del siglo XIX se
inspiraron en ideales liberales como la igualdad legal y social. No obstante,
como bien alega Londa L. Schiebinger, esas narrativas se articularon a
partir de ‘natural equalities’ y ‘natural diferences’ que buscaban legitimar la
inclusión o exclusión de ciertos individuos como sujetos políticos en los
procesos de construcción nacional.90 En la Cuba que anhela Céspedes no
hay cabida ni para afroamericanos (mulatos y mestizos), ni asiáticos, ni
españoles, por ser cuerpos no naturales, es decir, foráneos. La
estigmatización de estos segmentos de la población que Céspedes y Varona
decretan como anticubanos, en oposición al cubano, es decir, criollo, forja la
identidad esencial en el proceso de construcción del proyecto nacional. Unos
se identifican como degeneradores de Cuba, mientras que los otros actúan
como regeneradores del cuerpo nacional. Esto le permite a Céspedes
delimitar las fronteras entre un Otro enfermo e innatural (los no criollos) de
un Uno sano y natural (los criollos, como el propio Céspedes). La
prostitución en la ciudad de La Habana refuerza de esta manera lo que
Víctor Fowler denominó ‘la cosmovisión del grupo dominante blanco en
Cuba’.91 Junto a la mujer criolla, natural y sin contaminar, se halla el
hombre criollo, viril y no mezclado racialmente. En él encuentra Céspedes
al verdadero cubano y patriota. A propósito de la Guerra de los Diez Años
(1868–1878), el autor afirma: ‘Seguiré creyendo siempre que la Revolución
no fue la obra del pueblo cubano, sino de una clase limitada de ese mismo
pueblo’ (La prostitución, 73). Pese a que los afroamericanos participaron
activamente en esta revolución y en la posterior elaboración de discursos
anticoloniales y antiesclavistas,92 el autor les niega ese reconocimiento
(invisibilizándolos llamativamente) con el objetivo de designar la comunidad
criolla como única fuerza motora de la revolución y ‘cuerpo’ depositario de lo
natural, la salud, la virilidad y la cubanía: ‘la [raza] más sana en sus

90 Londa L. Schiebinger, Nature’s Body: Gender in the Making of Modern Science (New
Brunswick: Rutgers U. P., 2004), 10.
91 Víctor Fowler, Rupturas y homenajes (Ciudad de La Habana: Ediciones Unión, 1998),
100.
92 Luis, ‘Empire’s End’, 394.
1300 BSS, XCVII (2020) SONIA ZARCO-REAL

costumbres, menos enervada por los vicios, más viril y sin mezclas por el
contacto con otras razas’ (La prostitución, 73).
En el siglo XIX, las concepciones acerca de lo patológico y lo
degenerado estructuraban las percepciones de la identidad social e
individual a lo largo del Atlántico hispano. La oposición entre la salud y
la enfermedad se convirtió en el filtro clasificador con el cual dar sentido
a la identidad en los contextos modernos. Según desarrolla Gabriela
Nouzeilles en su estudio Ficciones somáticas, durante el siglo XIX las
imágenes patológicas ayudaban a exorcizar y aplacar el temor de las
clases dirigentes hacia todo lo que se percibiera como foráneo y
enfermizo, al mismo tiempo que forjaban discursos nacionales. La
patología se construye en el ensayo de Céspedes por medio del cuerpo
mercantilizado de la prostituta, concebido como ‘dolencia social’ (La
prostitución, 6) heredada del sistema colonial:

El pueblo cubano, a pesar de su gloriosa Revolución política y social; a


pesar de la energía, honradez e ilustración de sus principales jefes;
conserva hoy, como ayer y como siempre, a la prostituta: cloaca máxima
de España donde vienen a desembarcar como arribazón y criadero de
peces toxíferos, toda clase de gentes disolutas. [Ella] es como ayer,
también un depósito de Nigricia que nos deshonra, reproduciendo las
mismas costumbres salvajes de esos países [ … ] Hoy todos viven
disgregados como si [ella] le hubiera acometido al organismo social, la
descomposición cadavérica. (La prostitución, 91–92)

Este relato biológico, cuya lógica darwinista se inscribe en los dictados de


las leyes de la herencia y de la reproducción social, dibuja una
genealogía del mal que se remonta a 1492 y traza una analogía entre la
prostituta (cuerpo viejo y podrido) y el cuerpo nacional, diagnosticando
en este la patología de aquella. De los problemas políticos, sociales y
económicos de la isla eran responsables las autoridades coloniales. De la
propagación de enfermedades venéreas y la degeneración de la raza era
responsable el régimen colonial. La construcción de una Cuba como
cuerpo putrefacto legitimaba consecuentemente la necesidad de amputar
esa ‘descomposición cadavérica’ (Otro) del cuerpo nacional.
La patologización de Cuba a partir del cuerpo de la prostituta es clave en el
proceso autonomista. Con la aprobación de la Constitución de 1876, se fundan
en Cuba varios partidos políticos. Aparece el Partido Unión Constitucional,
compuesto mayoritariamente por industriales y comerciantes españoles y
por criollos proespañolistas. Asimismo, se crea en 1878 el Partido Liberal
Autonomista (PLA) gracias al apoyo de los segmentos más liberales de la
población, entre los que se encontraban médicos, abogados, periodistas,
hacendados, intelectuales etc. Frente al Partido Unión Constitucional, que
representaba los intereses españoles, el PLA se decía defensor de Cuba y
DISCURSOS SOMÁTICOS EN EL PENSAMIENTO FINISECULAR 1301

los cubanos.93 Pese a la disparidad en las formas, a ambos partidos parecía


inspirarles una misma causa camuflada bajo la idea de patriotismo: la
defensa de los intereses industriales azucareros de sus sectores burgueses.
El control de la exportación del azúcar cubano inspiró el origen y el ser de
estos partidos en una época sin precedentes en la historia de la economía
moderna cubana. La demanda mundial de azúcar, particularmente de
Estados Unidos, había puesto en funcionamiento los motores de la
maquinaria azucarera alcanzando en las plantaciones un nivel de
producción nunca visto. La perla del Caribe se convertía en una mercancía
capaz de generar mucho capital. En palabras de William Luis: ‘Cuba was
Spain’s most profitable colony at a time during which Cuban sugar was the
most valuable commodity in the world. [ … ] [The] production of sugar
brought unprecedented progress and wealth’.94 La necesidad de controlar y
dirigir el boom económico azucarero se sumó al deseo de impulsar los
programas de reformismo colonial que habían caracterizado la vida política
cubana a lo largo del siglo XIX.95 Tanto los intereses económicos, como los
políticos, se asentaron en las bases de la fundación del PLA.
El espacio simbólico-textual de La prostitución en la ciudad de La Habana
y la perspectiva médica de Céspedes, un extrabajador del Hospital de Higiene
de la Habana, legitiman los deseos autonomistas que desde el campo de la
política fraguan partidos como el liberal. Dado que todos los males de Cuba
se relacionaban con su historia y estatus como colonia española, apelar a la
amputación del mal nacional significaba salvar la nación:

Pretendemos realizar transformaciones en nuestra condición política, sin


haber llevado a cabo antes la extirpación de todos los elementos
componentes del Imperio [ … ] La destrucción de todo lo viejo y podrido,
como único ideal político del presente. (La prostitución, 101)

El empleo de un discurso médico que alude a la enfermedad, el contagio, la


degeneración y el apremio por cercenar del cuerpo nacional su parte
putrefacta, quiebra la contigüidad metonímica del discurso colonial de
siglos. Lo español no es lo cubano en Cuba; por el contrario, es un
organismo foráneo, innatural y agonizante. Pese al certificado de defunción
expedido sobre Cuba, el ensayo muestra cierta positividad ante una posible

93 Luis Miguel García Mora, ‘La fuerza en la palabra: el autonomismo en Cuba en el


último tercio del siglo XIX’, Revista de Indias, 61:223 (2001), 1–33 (p. 28).
94 Luis, ‘Empire’s End’, 151.
95 Véanse Inés Roldán de Montaud, La restauración en Cuba: el fracaso de un proceso
reformista (Madrid: CSIC, 2000); Marta Bizcarrondo & Antonio Elorza, Cuba/España: el
dilema autonomista, 1878–1898 (Madrid: Colibrí, 2001); Delphine Sappez, Ciudadanía y
autonomismo en Cuba: Antonio Govín (1847–1914) (Castelló de la Plana: Univ. Jaume I,
2016); Proyectos políticos y culturales en las realidades caribeñas de los siglos XIX y XX,
coord. Josef Opatrný (Praga: Editorial Karolinum, 2016).
1302 BSS, XCVII (2020) SONIA ZARCO-REAL

recuperación del cuerpo nacional. Eso pensaba Céspedes y el PLA. Tiffany


A. Sippial estudia perspectivas como estas y concluye de ellas:

Although mired in the mud of Spanish exploitation, Cuba [ … ] could be


extracted from this colonial mud and restored to its previous splendor.
In a time of angst and uncertainty, [these] messages played powerfully
on Cubans’ raw emotion and stoked the fires of nationalist sentiment.96

En este punto, resulta fundamental matizar el afán de Céspedes y del PLA por
explorar reformas políticas, económicas y sociales que acabaran con el poder
colonial, pero no con la estructura imperial. Frente al Partido
Revolucionario Cubano que más tarde fundaría José Martí para liderar la
independencia, el autonomismo mantuvo siempre ‘su compromiso con la
metrópoli’ y su rechazo a la contienda bélica.97 Aunque autonomistas e
independentistas compartían la hostilidad hacia lo colonial, diferían en
cambio a la hora de pensar al afrocubano. Pensadores proclives al
autonomismo como Céspedes rechazan la categoría de ciudadano que el
pensamiento independentista le dará a todo aquel dispuesto a luchar por la
liberación de Cuba, con indiferencia a su color de piel. Para sanar el cuerpo
cubano se necesitaba someterlo a una cirugía que limpiara el todo nacional
de sus Otros contaminantes.

Reflexiones finales: el Otro y la Modernidad


Las teorías positivistas lograron legitimar a lo largo de los siglos XVIII y
XIX la exclusión de la mujer del mundo moderno moldeando lo que hoy
reconocemos con el marbete de ‘discurso de género’. En el caso de la mujer
prostituta, la naturaleza de esta exclusión adquirió un matiz amenazador
que la alejaba de los imaginarios de salud y la acercaba a los imaginarios
patológicos contaminantes en los contextos finiseculares hispano-cubanos.
La prostituta pasó a concebirse como ese ‘mal indefectible’ de los nuevos
tiempos, pero también como el espacio sobre el que proyectar los males de
la nación moderna originaria y del agónico sistema colonial. En el marco
del positivismo, estas teorías degeneracionistas pusieron en circulación
presupuestos biológicos acerca de ciertos cuerpos pensados como
patológicos, foráneos y no naturales, a los que se diagnosticó con la
enfermedad ‘ser el Otro’. Esta categoría Otro favoreció la creación de una
frontera imaginaria que ayudaba a separar al ciudadano (con derechos) del
no ciudadano (sin derechos) cuya marginalización resultaba
automáticamente legitimada. El Degeneracionismo y la construcción de la
mujer prostituta como Otro fundó las bases de un nuevo siglo XX donde, con

96 Sippial, Prostitution, Modernity, and the Making of the Cuban Republic, 111.
97 García Mora, ‘La fuerza en la palabra’, 6.
DISCURSOS SOMÁTICOS EN EL PENSAMIENTO FINISECULAR 1303

posterioridad, la eugenesia estimularía la fabricación de nuevos Otros (los


judíos, las personas con discapacidad física o psicológica, los individuos con
sexualidades no normativas etc.) ahora en nombre de la raza. Aunque la
conceptualización de un Otro no es una característica propia de la
Modernidad, de la autoridad y la legitimidad que los discursos
medicolegales les proveyeron sí lo es. La creación de Otros en este periodo
nos obliga a cuestionar la idea de progreso proyectada sobre nuestro
entendimiento de una Modernidad que desde sus inicios ha sido
problemáticamente mitificada. Si bien el avance científico, el surgimiento
del Estado moderno y la división de poderes o la aparición de la industria
sentaron los cimientos de la Modernidad en España y Cuba,
paradójicamente también lo hicieron los discursos dicotómicos que
naturalizaron una forma de reducir al ser humano a pensarse como o Uno u
Otro debido a la alianza entre los discursos nacionalistas, las teorías
positivistas y la representación de ensayos fundacionales como La ramera y
La prostitución en la ciudad de La Habana, es decir, entre el poder y el
campo simbólico.*

* Cláusula de divulgación: la autora ha declarado que no existe ningún posible conflicto


de intereses.
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