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Nadie en nuestros días desconoce que el fuego es un elemento de utilidad para los humanos
y que constituye uno de nuestros más grandes descubrimientos. Sin embargo, la verdadera
importancia del fuego en la evolución humana recae en la determinación que tuvo como
poder y protección frente a otras especies. pero por otra parte el fuego en nuestro diario vivir
a jugado el papel de un arma de doble filo, ya que también ha sido la causa de muchas
desgracias durante el transcurso de las civilizaciones. Por esta razón alrededor de los años de
1189 en la ciudad de Londres se comenzaron a establecer estrategias para suavizar el impacto
de accidentes a causa de incendios, utilizando materiales retardantes al fuego.
Con respecto a América Latina, es lamentable que muchas de las mejoras o innovaciones
frente al tema de propagación de un incendio, no se deben por un bien común ante la sociedad
sino más bien, impulsados por ocurrencias de eventos trágicos que finalmente son los que
motivan a las entidades a tomar acciones por dichos accidentes. En palabras claras de María
Isabel Barrios, gerente de Engin Zone para la NFPA Journal Latinoamericano “se mueve en
base a reacciones más que en prevenciones” expresando que hasta que no ocurra un incendio
las personas no se preocupan por hacerle frente.
En Colombia, por ejemplo, hasta el día de hoy no se mantiene una regulación completamente
clara sobre extinción, detección o retardo al incendio. Pero si se estableció la norma NSR-
10, que cobija la protección contra incendio, sistemas retardantes al fuego (protección pasiva)
y extinguidores o de control del fuego (protección activa). De esta manera no se mantiene la
búsqueda de la prevención solo el manejo de estos accidentes.[1]