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EL ARCO

Y LA LIRA
EL POEMA. LA REVELACI ÓN POÉTICA. POESÍA E HISTORIA

por
ÜCTAVIO PAZ

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FONDO DE CULTURA ECONOMICA
MÉxIOO

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Primera edición, 1956


Segunda edición corregida y aumentada 1967
Primera reimpresión , 1970 ADVERTENCIA A LA PRIMERA EDICIÓN
Tercera edición, 1972
Primera reimpresión de la
tercera edición, 1973 Escribir, quizá, no tiene más justificaci6n que tratar de con-
Segunda reimpresión , 1979 testar a esa '[lregunta que un día nos hicinws y que, hasta no
Tercera reimpresión, 1981
Cuarta reimpresión, 1982
recibir respuesta, no cesa de aguijonearnos. Los grarndes libros
Quinta reimpresión, 1983 - quiero decir: los libros necesarios- son aquellos que logran
Sexta reimpresión, 1986 responder a las preguntas que, oscuramente y sin formular/as
Séptima reimpresión, 1990 del todo, se hace el resto de los hombres. No sé si la pre-
gunta que ha dado origen a este libro les haya quitado el sueño
tr muchos; y es más dudoso aún que mi respuesta conquiste el
asentimiento general. Pero si no estoy seguro del alcance y
de la validez de mi contestación, sí lo estoy de su necesidad
personal. Desde que empecé a escribir poemas me pregunté
si de veras valía la pena hacerlo: ¿no sería mejor transformar
la vida en poesía que hacer poesía con la vida?; y la poesía
¿no puede tener como objeto -propio, más que la creación de
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" ¡.t; T('~'lr. ·- .. poemas, la de instantes poéticos? ¿Será posible umr comunión
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; .¡;.-,., ' ..... ,\ universal en la poesía? . .
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'º - -. \ ) En 1942, José Bergamín, entonces entre nosotros, decidió
( celebrar con algunas conferencias el cuarto centenario del na-
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cimiento de San Juan de la Cruz, y me invitó a ptrrticipar en
, ~- ··~ ellas. Me dio así ocasión de '[lrecisar un poco mis ideas y de
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esbozar una. respuesta a la -pregunta que desde la adolescencia
me desvelaba. Aquellas reflexiones fueron publicadas, bajo el
título de Poesía de soledad y poesía de comunión, en el 17/Ú.-
mero cinco de la revista El Hijo Pr6dig9. Este libro no es
028041 sino la maduración, el desarrollo y, en algún punto, la recti-
ficación de aquel lejano texto.
Una loable costumbre quiere que, al frente de obras como
esta, el autor declare los nombres de aquellos a quienes debe
D. R . 198&, FONDO DE CULTL!RA ECONÓMICA, S. A. DE C. V.
especial recono,cimiento. Mis deudas son muchas y a lo largo
Av. de la Universidad, 975; 011100 México, D. F. de este libro be procurado señiilarlas, sin omitir ninguna. De
ahí que no lo haga ahora. Deseo, sin embargo, hacer una
ISBN 968-16-0782-1 excepci6n J' citar el nombre de Alfonso Reyes. Su estímulo
Impreso en Méx ico
ha sido doble: por unn pcrrte, su trmistad y su ejemplo me han
dado ánimo; por la otra, los libros que ha dedicado a temas
afines al de estas páginas -La experiencia literaria, El des-
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LA IMAGEN 99

mete a unidad la pluralidad de lo real. Conceptos y leyes


LA IMAGEN científicas no pretenden otra cosa. Gracias a una misma re- ·
ducción racional, individuos y objetos -plumas ligeras y pe-
sadas piedras- se convierten en unidades homogéneas. No sin
La palabra imagen posee, como todos los vocablos, diversas justificado asombro los niños descubren un día que un kilo
significaciones. Por ejemplo: bulto, represent?ción, como de piedras pesa lo mismo que un kilo de plumas. Les cuesta
cuando hablamos de una imagen o escultura de Apolo o de trabajo reducir piedras y plumas a la abstracción kilo. Se dan
la Virgen. O figura real o irreal que evocamos o produ- cuenta de que piedras y plumas han abandonado su manera
cimos 'con la imaginación. En este sentido, el vocablo po- propia de ser y que, por un escamoteo, han perdido todas sus
see un valor psicológico: las imágenes son productos imagi- cualidades y su autonomía. La operación unificadora de la
narios. No son éstos sus únicos significados, ni los que aquí ciencia las mutila y empobrece. No ocurre lo mismo con la
nos interesan. Conviene advertir, pues, que designamos con de la poesía. El poeta nombra las cosas: éstas son plumas,
lla palabra imagen toda forma verbal, frase o conjunto de fra- aquéllas son piedras. Y de pronto afirma: las piedras son plu-
!Ses, que el poeta dice y que unidas componen un poema. 1 mas, esto es aquello. Los elementos de la imagen no pierden
1Estas expresiones verbales han sido clasificadas por la retórica su carácter concreto y singular: las piedras siguen siendo pie-
y se llaman comparaciones, símiles, metáforas, juegos de pa- dras, ásperas, duras, impenetrables, amarillas de sol o verdes
labras, paronomasias, símbolos, alegorías, mitos, fábulas, etc. de musgo: piedras pesadas. Y las plumas;.. plumas: ligeras. La
Cualesquiera que sean las diferencias que las separen, todas , imagen resulta escandalosa porgue desafía el principio de con-
ellas tienen en común el preservar la pluralidad de significa- ' tradicción: lo pesado es lo ligero. Al enunciar la identidad
dos de· la palabra sin quebrantar la unidad sintáctica de la 1 de los contrarios, atenta contra los fundamentos de nuestro
;frase o del conjunto de frases. Cada imagen -o cada poema 1 pensar. Por tanto, la realidad poética de la imagen no puede
hecho de imágenes- contiene muchos significados contrarios aspirar a la verdad. El poema no dice lo que es, sino lo que
o dispares, a los que abarca o reconcilia sin suprimirlos. Así, podría ser. Su reino no es el del ser, sino el del "imposible
San Juan habla de "la música callada", frase en la que se alían verosímil" de Aristóteles.
dos términos en apariencia irreconciliables. El héroe trágico, A pesar de esta sentencia adversa, los poetas se obstinan
en este sentido, también es una imagen. Verbigracia: la figu- en afirmar que la imagen revela lo que es y no lo que podría
ra de Antígona, despedazada entre la piedad divina y las leyes ser. Y más: dicen que la imagen recrea el ser. Deseosos de res-
humanas. La cólera de Aquiles tampoco es simple y en ella taurar la dignidad filosófica de la imagen, algunos no vacilan
se anudan los contrarios: el amor por Patroclo y la piedad en buscar el amparo de la lógica dialéctica. En efecto, muchas
por Príamo, la fascinación ante una muerte gloriosa y el de- imágenes se ajustan a los tres tiempos del proceso: la piedra es
seo de una vida larga. En Segismundo la vigilia y el sueño se un momento de la realidad; la pluma otro; y de su choque sur-
enlazan de manera indisoluble y misteriosa. En Edipo, la li- ge la imagen, la nueva realidad. No es necesario acudir a
bertad y el destino. . . La imagen es cifra de la condición una imposible enumeración de las imágenes para darse cuen-
~man~ · ta de que la dialéctica no las abarca a todas. Algunas veces
Épica, dramática o lírica, condensada en una frase o des- el primer término devora al segundo. Otras, el segundo neu-
. envuelta en mil páginas, toda imagen acerca o acopla reali- traliza al primero. O no se produce el tercer ténnino y los
1dades opuestas, indiferentes o alejadas entre sí. Esto es, so- dos elementos aparecen frente a frente, irreductibles, hostiles.
1 Robeno Vernengo propone, para evitar confusiones, la expresión: Las imágenes del humor pertenecen generalmente a esta últi-
"mención poética". ma clase: la contradicción sólo sirve para señalar el carácter
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irreparablemente absurdo de la realidad o del lenguaje. En interdependencia. Cada término puede actualizarse en su con-
fin, a pesar de que muchas imágenes se despliegan conforme trario, del que depende en razón directa y contradictoria: A
al _o_.rden...begeliano, casi siempre se trata más bien de una se- vive en función contradictoria de B; cada alteración en
mej.mza que de una verd:idera identidad. En el proceso dia- A produce consecuentemente una modificación, en sentido
léctico piedras y plumas desaparecen en favor de una tercera inverso, en B.2 Negación y afirmación, esto y aquello, pie-
realidad, que ya no es ni piedras ni plumas sino otra cosa. Pero dras y plumas, se dan simultáneamente y en función comple-
en algunas imágenes -precisamente las más altas- las piedras mentaria de su opuesto.
y las plumas siguen siendo lo que son: esto es esto y aquello El principio de contradicción complementaria absuelve a
es aquello; y al mismo tiempo, esto es aquello: las piedras son algunas imágenes, pero no a todas. Lo mismo, acaso, debe
plumas, sin dejar de ser piedras. Lo pesado es lo ligero. No decirse de otros sistemas lógicos. Ahora bien, el poema no
hay la trasmutación cualitativa que pide la lógica de Hegel, sólo proclama la coexistencia dinámica y necesaria de los con-
como no hubo la reducción cuantitativa de la ciencia. En trarios, sino su final identidad. Y esta reconciliación, que no
suma, también para la dialéctica la imagen constituye un es- implica reducción ni trasmutación de la singularidad de cada
cándalo y un desafío, también viola las leyes del pensamien- término, sí es un muro que hasta ahota el pensamiento occi-
to. La razón de esta insuficiencia -porque es insuficiencia no dental se ha rehusado a saltar o a perforar. Desde Parménides
poder explicarse algo que está ahí, frente a nuestros ojos, tan nuestro mundo ~a sido el de la distinción neta y tajante ~ntre
real como el resto de la llamada realidad- quizá consiste en lo que es y lo que no es. El ser no es el no-ser. Este pnmer
que la dialéctica es una tentativa por salvar los principios ló- desarraigo -porque fue un arrancar al ser del caos primor-
gicos -y, en especial, el de coµtradicción- amenazados por dial- constituye el fundamento de nuestro pensar. Sobre esta
su cada vez más visible incapacidad para digerir el carácter concepción se ·construyó el edificio de las "ideas claras y dis ..
contradictorio de la realidad. La tesis no se da al mismo tiem- tintas", que si ha hecho posible la historia de Occidente tam-
po que la antítesis; y ambas desaparecen para dar paso a una bién ha condenado a una suerte de ilegalidad toda tentativa
nueva afirmación que, al englobarlas, las trasmuta. En cada de asir al ser por vías que no sean las de esos principios. Mís-
uno de los tres momentos reina el principio de contradicción. tica y poesía han vivido así una vida subsidiaria, clandestina
Nunca afirmación y negación se dan corno realidades simul- y disminuida. El desgarramiento ha sido indecible y cons-
táneas, pues eso implicaría la supresión de la idea misma de tante. Las consecuencias de ese exilio de la poesía son cada
proceso. Al dejar intacto al principio de contradicción, la día más evidentes y aterradoras: el hombre es un desterrado
lógica dialéctica condena la imagen, que se pasa de ese prin- del fluir cósmico y de sí mismo. Pues ya nadie ignora que la
cipio. - metafísica occidental termina en un !¡olipsismo. Para rom-
Como el resto de las ciencias, la lógica no ha dejado de perlo, Hegel regresa hasta Heráclito. Su tentativa no nos ha
hacerse la pregunta crítica que toda disciplina debe hacerse devuelto la salud. El castillo de cristal de roca de la dialéc-
en un momento u otro: la de sus fundamentos. Tal es, si no tica se revela al fin como un laberinto de espejos. Husserl se
me equivoco, el sentido de las paradojas de Bertrand Russell replantea de nuevo todos los problemas y proclama la nece-
y, en un extremo opuesto, el de las investigaciones de Husserl. sidad de "volver a los hechos". Mas el idealismo de Husserl
Así, han surgido nuevos sistt:Tas lógicos. Algunos poetas se parece desembocar también en un solipsismo. Heidegger r e-
han interesado en las invest~gaciones de S. Lupasco, gue toma a los presocráticos para hacerse la misma pregunta que
se propone desarrollar series de proposiciones Lmdadas en lo se hizo Parménides y encontrar una respuesta que no inmo-
que él llama principio de contradicción complementaria. Lu- 2 Stéphane Lupasco, Le princ:¡,e j'11mago11imze et la logique de l'éner-
pasco deja intactos los tém1inos contrarios, pero subraya st1 gie. París, 1951.
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vilice al ser. No conocemos aún la palabra última de Hei- Por tanto, si uno se apoya en esto, tendría que negar aque-
degger, pero sabemos que su tentativa por encontrar el ser en llo. Mas esto posee su afirmación y su negación y también
la existencia tropezó con un muro. Ahora, según lo muestran engendra su esto y su aquello. Por tanto, el verdadero sabio
algunos de sus escritos últimos, se vuelve a la poesía. Cual- desecha el esto y el aquello y se refugia en Tao ..." Hay un
quiera que sea el desenlace de su aventura, lo cierto es que, punto en que esto y aquello, piedras y plumas, se funden. Y
desde este ángulo, la historia de Occidente puede verse como ese momento no está antes ni después, al principio o al fin
la historia de un error, un extravío, en el doble sentido de la de los tiempos. No es paraíso natal o prenatal ni cielo ultta-
palabra: nos hemos alejado de nosotros mismos al perdernos terrestre. No vive en el reino de la sucesión, que es precisa-
en el mundo. Hay qtie empezar de nuevo. mente el de los contrarios relativos, sino que está en cada
momento. Es cada momento. Es el tiempo mismo engendrán-
El pensamiento oriental no ha padecido este horror a lo dose, manándose, abriéndose a un acabar que es un continuo
"otro", a lo que es y no es al mismo tiempo. El mundo occi- empezar. Chorro, fuente. Ahí, en el seno del existir -o me-
dental es el del "esto o aquello"; el oriental, el del "esto y jor, del existiéndose-, piedras y plumas, lo ligero y lo pesado,
aquello" y aun el de "esto es aquello". Ya en el más antiguo nacerse y morirse, serse, son uno y lo mismo.
Upanishad se afirma sin reticencias el principio de identidad El conocimiento que nos proponen las doctrinas orienta-
de los contrarios: '.'Tú eres mujer. Tú eres hombre. Tú eres les no es trasmisible en fórmulas o razonamientos. La ver-
el muchacho y también la doncella. Tú, ·como un viejo, te dad es una expériencia y cada uno debe intentarla por su
apoyas en un cayado... Tú eres el pájaro azul oscuro y el cuenta y riesgo. La doctrina nos muestra el camino, pero
verde de ojos rojos... Tú eres las estaciones y los mares." 8 nadie puede caminarlo por nosotros. De ·ahí la importancia
Y estas afirmaciones las condensa el Upanishad Chandogya de las técnicas de meditación. El aprendizaje no consiste .en
en la célebre fórmula: "Tú eres aquello." T oda la historia la acumulación de conocimientos, sino en la afinación del
del pensamiento oriental parte de esta antiquísima asevera- cuerpo y del espíritu. L a meditación no nos enseña nada,
ción, del mismo modo que la de Occidente arranca de la de excepto el olvido de todas las enseñanzas y la renuncia a to-
Parm énides. Éste es el tema constante de especulación de los dos los conocimientos. Al cabo de estas pruebas, sabemos
grandes filósofos budistas y de los exégetas del hinduismo. menos pero estarnos más ligeros; podemos emprender el viaje
El taoísmo muestra las mismas tendencias. Todas estas doc- y afrontar la mirada vertiginosa y vacía de la verdad. Verti-
trinas reiteran que la oposición entre esto y aquello es, simul- ginosa en su inmovilidad; vacía en su plenitud. Muchos
t áneamente, relativa y necesaria, pero que hay un momento siglos antes de que Hegel descubriese la final equivalencia
en que cesa la enemistad entre los términos que nos parecían entre la nada absoluta y el pleno ser, los Upanishad habían
excluyentes. definido los estados de vacío como instantes de comunión
Como si se tratase de un anticipado comentario a ciertas con el ser : "El más alto estado se alcanza cuando los cinco
especulaciones contemporáneas, Chuangtsé explica así el ca- instrumentos del conocer se quedan quietos y juntos en la
rácter funcional y relativo de los opuestos: "No hay nada mente y ésta no se mueve." 4 Pensar es respirar. Retener el
que no sea esto; no hay nada que no sea aquello. Esto vive .en aliento, detener la circulación de la idea: hacer el vacío
función de aquello. Tal es la doctrina de la interdependencia para que aflore el ser. Pensar es respirar porque pensa-
de esto y aquell o. La vida es vida frenre a la muerte. Y vice- miento y vida no son universos separados sino vasos comu-
versa. La afirmación lo es frente a la negación. Y viceversa. nicantes: esto es aquello. La identidad última entre el
8 S•1Jetasvattrra Upt111ishad. The Thirteen Principal Upn11ishnds, trt111Slated
from the S1mskrit by R. E. Hrcme. Oxford University Press, 1951. 4 Katha Upttnishad, véase arriba, nota 3.
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hombre y el mundo, la conciencia y el ser, el ser y la exis- ble e innombrable: "El Tao que puede ser nombrado no es
tencia, es la creencia más antigua del hombre y la raíz de el Tao absoluto; los Nombres que pueden ser pronunciados
ciencia y religión, magia y poesía. Todas nuestras empre- no son los Nombres absolutos. " Chuangtsé afirma gue el
sas se dirigen a descubrir el viejo sendero, la olvidada vía de lenguaje, por su misma naturaleza, no puede expresar lo ab-
comunicación entre ambos mundos. Nuestra búsqueda tien- soluto, dificultad que no es muy distinta a la que desvela a
de a redescubrir o a verificar la universal correspondencia de los creadores de la lógica simbólica. "Tao no puede ser defi-
los contrarios, reflejo de su original identidad. Inspirados nido . . . Aquel que conoce, no habla. Y el que habla, ·no
en este principio, los sistemas tántricos conciben al cuerpo conoce. Por tanto, el Sabio predica la doctrina sin pdabras."
como metáfora o imagen del cosmos. Los centros sensibles La condenación de las palabras procede de la incapacidad del
son nudos de energía, confluencias de corrientes estelares, lenguaje para trascender el mundo de los opuestos relativos
sanguíneas, nerviosas. Cada una de las posturas de los cuer- e interdependientes, del esto en fun ción del aguello. "Cuan-
pos abrazados es el signo de un zodiaco regido por el triple do la gente habla de aprehender la verdad, piensa en los
ritmo de la savia, la sangre y la luz. El templo de Konarak libros. Pero los libros están hechos de palabras. Las palabras,
está cubierto por una delirante selva de cuerpos enlaza- claro está, tienen un valor. E l valor de las palabras reside en
dos: estos cuerpos son también soles que se levantan de su el sentido que esconden. Ahora bien, este sentido no es sino
lecho de llamas, estrellas que se acoplan. La piedra arde, las un esfuerzo para alcanzar algo que no puede ser alcanzado
sustancias enamoradas se entrelazan. Las bodas alquímicas realmente por las palabras." 6 En efecto, el sentido apunta
no son distintas de las humanas. Po-Chu-I nos cuenta en un hacia las cosas, las señala, pero nunca las alcanza. Los objetos
poema autobiográfico que: están más allá de las palabras.
A pesar de su crítica del lenguaje, Chuangtsé no renun-
In t>he vriddle of the night l stole f1 furtive glance: ció a la palabra. Lo mismo sucede con el budismo Zen, doc-
The two mgredients were in trff t1ble emln·flce; trina que se resuelve en paradojas y en silencio pero a la que
Their attitude wfls most wrexpected, debemos dos de las más altas creaciones verbales del hom-
They were locked together in the postztre of rmm rmd r<.Vife,
/ntertwined as drngons, coil with coi/.~
bre: el t eatro No y el hai-ku de Basho. ¿Cómo explicar esta
contradicción? Chuangtsé afirma que el sabio "predica la
Para la tradición oriental la verdad es una experiencia per- doctrina sin palabras". Ahora bien, el taoísmo -a diferencia
sonal. Por tanto, en sentido estricto, es incomunicable. Cada del cristianismo- no cree en las buenas obras. Tampoco en
uno debe comenzar y rehacer por sí mismo el proceso de la las malas: sencillam ente, no cree en las obras. La prédica sin
verdad. Y nadie, excepto aquel gue emprende la aventura, palabras a que alude el filósofo chino no es la del ejemplo,
puede saber si ha llegado o no a la plenitud, a la identidad con sino la de un leng uaje que sea algo más. que lenguaj e: palabra
el ser. E l conocimiento es inefable. A veces, este "estar en el que diga lo indecible. Aungue Chuangtsé jamás pensó en
saber" se expresa con una carcajada, una sonrisa o una para- la poesía como un lenguaje capaz de trascender el se~1tido
doja. Pero esa sonrisa puede tambi én indicar que el adepto de esto y aquello y decir lo indecible, no se puede separar su
no ha encontrado nada. Todo el conocimiento se reduciría razonamiento de las imágenes, itoegos de palabras y otras for-
entonces a saber que el conocimiento es imposibl e. Una y mas poéticas. Poesía y pensamiento se entretejen en Chuang-
otra vez los textos se complacen en este género de ambigüe- tsé hasta formar una sola tela, una sola materia insólita. Lo
dades. La doctrina se resuelve en silencio. T ao es indefini- mismo debe decirse de las otras doctrinas. G racias a las imá-
º Arthur ·walev, Tb e lF ay 1!11d its Power. A Stt1dy of tl>e Tao T e
e¡ Arthur Waley, Th e Life aru1 Times of Po-Chü-1,' Londres, 1949. Cbing muf its Place in tbe Cbi11ese Tl.iougbt, Londres, 1949.
106 LA IMAGEN LA IMAGEN 107

genes poéticas el pensamiento taoísta, hindú y budista resulta ción única. En la prosa, la unidad de la frase se logra a través
comprensible. Cuando Chuangtsé explica que la experien- del sentido, que es algo así como una flecha que obliga a
cia de Tao implica un volver a una suerte de conciencia ele- todas las palabras que la componen a apuntar hacia un mis-
mental u original, en donde los significados relativos del mo objeto o hacia una misma dirección. Ahora bien, la ima- ¡
lenguaje resultan inoperantes, acude a un juego de palabras gen es una frase en la que la pluralidad de significados ·no
que es un acertijo poético. Dice que esta experiencia de re- desaparece. La imagen recoge y exalta todos los valores de \
greso a lo que somos originalmente es "entrar en la jaula de las palabras, sin excluir los significados primarios y secunda-
" los pájaros sin ponerlos a cantar". Fan es jaula y regreso; rios. ¿Cómo la imagen, encerrando dos o más sentidos, es
11ting es canto y nombres. 7 Así, la frase también quiere decir: una y resiste la tensión de tantas fuerzas contrarias, sin con-
"regresar allá donde los nombres salen sobrando", al silencio, vertirse en un mero disparate? Hay muchas proposiciones,
reino de las evidencias. O al lugar en donde nombres y cosas perfectamente correctas en cuanto a lo que llamaríamos la sin-
se funden y son lo mismo: a la poesía, reino en donde el taxis gramatical y lógica, que se resuelven en un contrasen-
nombrar es ser. La imagen dice lo indecible: las plumas lige- tido. Otras desembocan en un sinsentido, como las que cita
ras son piedras pesadas. Hay que volver al lenguaje para ver García Bacca en su Introducción a la lógica müderna ("el
cómo la imagen puede decir lo que, por naturaleza, el lengua- número dos es dos piedras"). Pero la imagen no es ni un con-
je parece incapaz de decir. trasentido ni un sinsentido. Así, la unidad de la imagen debe
ser algo más que la meramente formal que se da en los contra-
El lenguaje es significado: sentido de esto o aquello. Las sentidos y, en general, en todas aquellas proposiciones que
plumas son ligeras; las piedras, pesadas. Lo ligero es ligero 1
no significan nada, o que constituyen simples incoherencias.
con relación a lo pesado, lo oscuro frente a lo luminoso, etc. ¿Cuál puede ser el sentido de la imagen, si vari9s y dispares
Todos los sistemas de comunicación viven en el mundo de significados luchan en su interior?
las referencias y de los significados relativos. De ahí que Las imágenes del poeta tienen sentido en diversos niveles.
constituyan conjuntos de signos dotados de cierta movilidad. En primer término, poseen autenticidad: el poeta las ha visto
Por ejemplo, en el caso de los números, un cero a la izquier- u oído, son la expresión genuina de su visión y experiencia
da no es lo mismo que un cero a la derecha: las cifras modi- del mundo. Se trata, pues, de una verdad de orden psicoló-
fican su significado de acuerdo con su posición. Otro tanto gico, que evidentemente nada tiene que ver con el problema
ocurre con el lenguaje, sólo que su gama de movilidad es que nos preocupa. En segundo término, esas imágenes cons- •
muy superior a las de otros procedimientos de significación tituyen una realidad objetiva, válida por sí misma: son obras. '
y comunicación. Cada vocablo posee varios significados, más Un paisaje de Góngora no es lo mismo que un paisaje ;
o menos conexos entre sí. Esos significados se ordenan y pre- natural, pero ambos poseen realidad y consistencia, aunque ¡
cisan de acuerdo con el lugar de la palabra en la oración. vivan en esferas distintas. Son dos órdenes de realidades
Todas las palabras que componen la frase - y con ellas sus paralelas y autónomas. En este caso, el poeta hace algo
diversos significados- adquieren de pronto un sentido: el de más que decir la verdad; crea realidades dueñas de una ver-
la oración. Los otros desaparecen o se atenúan. O dicho dad: las de su propia existencia. Las imágenes poéticas poseen
de otro modo: en sí mismo el idioma es una infinita posibi- su propia lógica y nadie se escandaliza porque el poeta diga
lidad de significados; al actualizarse en una frase, al conver- que el agua es cristal o que "el pirú es primo del sauce" (Car-
tirse de veras en lenguaje, esa posibilidad se fija en una direc- los Pellicer). Mas esta verdad estética de la imagen vale sólo
dentro de su propio universo. Finalmente, el poeta afirma
7 Anhur '\Valey, obra citada. que sus imágenes nos dicen algo sobre el mundo y sobre nos-
c:'f'

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otros mismos y que ese algo, aunque parezca disparatado, nos El poeta no describe la silla: nos la pone enfrente. Como
revela de veras lo que somos. ¿Esta pretensión de las imáge- en el momento de la percepción, la silla se nos da con todas
nes poéticas posee algún fundamento objetivo?, ¿el aparente sus contrarias cualidades y, en la cúspide, el significado. Así,
contrasentido o sinsentido del decir poético encierra algún la imagen reproduce el momento de la percepción y cons-
sentido? triñe al lector a suscitar dentro de sí al objeto un día perci-
Cuan do percibimos un objeto cualquiera, éste se nos pre- bido. E l verso, la frase-ritmo , evoca, resucita, despierta, re-
senta como una pluralidad de cualidades, sensaciones y sig- crea. O como decía Machado : no representa, sino presenta.
nificados. Esta pluraliOad se unifica, instantáneamente, en el R ecrea, revive nuestra experiencia de lo real. No vale la pena
momento de la percepción. El elemento unificador de todo señalar que esas resurrecciones no son sólo las de nuestra
ese contradictorio conjunto de cualidades y formas es el sen- experiencia cotidiana, sino las de nuestra vida más oscura y
tido. Las cosas poseen un sentido. Incluso en el caso de la remota. El poema nos hace recordar lo qu e hemos olvidado:
más simple, casual y distraída percepción se da una cierta lo que somos realmente.
intencionalidad, según han mostrado los análisis fenomenoló- La silla es muchas cosas a la vez: sirve para sentarse, pero
gicos. Así, el sentido no sólo es el fundamento del lenguaje, también puede tener otros usos. Y otro tanto ocurre con las
sino también de todo asir la realidad. Nuestra experiencia de palabras. Apenas reconquistan su plenitud, readquieren sus
la pluralidad y ambigüedad de lo real parece que se redime perdidos significados y valores. La ambigüedad de la imagen
en el sentido. A semejanza de la percepción ordinaria, la ima- no es distinta a la de la realidad, tal como la aprehendemos en
gen poética reproduce la pluralidad de la realidad y, al mismo el momento de la percepción: inmediata, contradictoria, plu-
tiempo, le otorga unidad. Hasta aquí el poeta no realiza algo ral y, no obstante, dueña de tm recóndirn sentido. Por obra
que no sea común al resto de los hombres. Veamos ahora de ia imagen se produce la instantánea reconciliación entre
en qué consiste la operación unificadora de la imagen, para el nombre y el objeto, entre la representación y la realidad.
diferenciarla de las otras formas de expresión de la realidad. Por tanto, el acuerdo entre el sujeto y el objeto se da con
Todas nuestras versiones de lo real -silogismos, descrip- cierta plenitud. Ese acuerdo sería imposible si el poeta no
ciones, f órmulas científicas, comentarios de orden práctico, usase del lenguaje y si ese lenguaje, por virtud de la imagen,
etc.- no recrean aquello que intentan expresar. Se limitan no recobrase su riqueza original. Mas esta vuelta de las pala-
a representarlo o describirlo. Si vemos una silla, por ejem- bras a su naruraleza primera -es decir, a su pluralidad de
plo, percibimos instantáneamen.t e su color, su forma, los ma- significados- no es sino el primer acto de la operación poé-
teriales de que está construida, etc. La aprehensión de todas tica. Aún no hemos asido del todo el sentido de la imagen
estas notas dispersas y contradictorias no es obstáculo para poética.
q1;1e, en el mismo acto, se nos dé el significado de la silla: el Toda frase posee una referencia a otra, es susceptible de
ser un mueble, un utensilio. Pero si queremos describir nues- ser explicada por otra. Gracias a la movilidad de los signos,
tra percepción de la silla, tendremos qu e ir con tiento y por las palabras pueden ser explicadas por las palabras. Cuando
partes: primero, su forma, luego su color y así sucesivamente tropezamos con una sentencia oscura decimos: "Lo que quie-
hasta llegar al significado. En el curso del proceso descrip- ren decir estas palabras es esto o aquello." Y para decir "esto
tivo se ha ido perdiendo poco a poco la totalidad del objeto. o nqnello" recurrimos a otras palabras. Toda frase quiere de-
Al principio la silla sólo fue forma, más tarde cierta clase de cir :i l ~o c¡ne puede ser dicho o explicado por otra frase. En
madera y' finalmente puro significado abstracto: la silla es un consecuencia, el sentido o significado es un querer decir. O
ob jeto que sirve para sentarse. En el poema la silla es una pre- sea: un decir que puede decirse de otra manera. El sentid o
sencia instantánea y total, que hiere de golpe nuestra atención. de la imagen, por el contrario, es la imagen misma: no se
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puede decir con otras palabras. La imagen se explica a sí mis- ser un útil. El regreso del lenguaje a su naturaleza original,
ma. Nada, excepto ella, puede decir lo que quiere decir. Sen- que parecía ser el fin último de la imagen, no es así sino el
tido e imagen son la misma cosa. Un poema no tiene más paso preliminar para una operación aún más radical: el len-
sentido que sus imágenes. Al ver la silla, aprehendemos ins- guaje, tocado por la poesía, cesa de pronto de ser lenguaje.
tantáneamente su sentido: sin necesidad de acudir a la pala- O sea: conjunto de signos móviles y significantes. El poema
bra, nos sentamos en ella. Lo mismo ocurre con el poema: sus trasciende el lenguaje. Queda ahora explicado lo que dije al
imágenes no nos llevan a otra cosa, como ocurre con la prosa, comenzar este libro: el poema es lenguaje -y lenguaje antes
sino que nos enfrentan a una realidad concreta. Cuando el de ser sometido a la mutilación de la prosa o la conversa-
poeta dice de los labios de su amada: "pronuncian con des- ción-, pero es algo más también. Y ese algo más es inexpli·
dén sonoro hielo", no hace un símbolo de la blancura o del cable por el lenguaje, aunque sólo puede ser alcanzado por él.
orgullo. Nos enfrenta a un hecho sin recurso a la demostra- Nacido de la palabra, el poema desemboca en algo que
ci9n:__dientes, palabras, hielos, labios, realidades dispares, se la traspasa.
presentan de un solo golpe ante nuestros ojos. Goya no nos La experiencia poética es irreductible a la palabra y, no
describe los horrores de la guerra: nos ofrece, sin más, la obstante, sólo la palabra la expresa. La imagen reconcilia a
imagen de la guerra. Sobran los comentarios, las referencias los contrarios, mas esta reconciliación no puede ser explicada
y las explicaciones. El poeta no quiere decir: dice. Oracio- por las palabras -excepto por las de la imagen, que han ce-
nes y frases son medios. La imagen no es medio; sustentada sado ya de .serlo. Así, la imagen es un recurso desesperado
en sí misma, ella es su sentido. En ella acaba y en ella em- contra el silencio que nos invade cada vez que intentamos ex-
pieza. El sentido del poema es el poema mismo. Las imáge- presar la terrible experiencia de lo que nos rodea y de nos-
nes son irreductibles a cualquier e'Xplicación e interpretación. otros mismos. El poema es lenguaje en tensión: en extremo
Así pues, las palabras -que habían recobrado su original de ser y en ser hasta el extremo. Extremos de la palabra y
ambigüedad- sufren ahora otra desconcertante y más radical palabras extremas, vueltas sobre sus propias entrañas, mos-
transformación. ¿En qué consiste? trando el reverso del habla: el silencio y la no ·significación.
D erivadas de la naturaleza significante del lenguaje, dos Más acá de la imagen, yace el mundo del idioma, de las
atributos distinguen a las palabras: primero, su movilidad o explicaciones y de la historia. Más allá, se abren las puertas
intercanjeabilidad; segundo, por virtud de su movilidad, el de lo real: significación_y no-significación se vuelven térmi-
poder una palabra ser explicada por otra. Podemos decir de n~s equivalentes. Tal es el sentido último de la imagen: ella
muchas maneras la idea más simple. O cambiar las palabras misma.
de un texto o de una frase sin alterar gravemente el sentido. Cierto, no en todas las imágenes los opuestos se reconci-
O explicar una sentencia por otra. Nada de esto es posible lian sin destruirse. Algunas descubren semejanzas entre los
con la imagen. Hay muchas maneras de decir la misma cosa términos o elementos de que está hecha la realidad: son
en prosa; sólo hay una en poesía. No es lo mismo decir "de las comparaciones, según las definió Aristóteles. Otras acercan
desnuda que está brilla la estrella" que "la estrella brilla por- "realidades contrarias" y producen así una "nueva realidad",
que está desnuda". E l sentido se ha degradado en la segunda como dice Reverdy. Otras provocan una contradicción in-
versión: de afirmación se ha convertido en rastrera explica- superable o un sinsentido absoluto, que delata el carácter irri-
ción. La corriente poética ha sufrido una baja de tensión. La sorio del mundo, del lenguaje o del hombre (a esta clase
imagen hac.e perder a las palabras su movili~ad e intercan- pertenecen los disparos del humor y, ya fuera ilel ámbito de
jeabilidad. Los ':ocablos se vuelven insustituibles, irrepara- la poesía, los chistes). Otras nos revelan la pluralidad e in-
bles. Han dejado de ser instrumentos. El lenguaje cesa de terdependencia de lo real. Hay, en fin, imágenes que realizan
'I

LA IMAGEN 113
112 LA IMAGEN
dad del poema, que será examinada más adelante (pp. 137 ss.):
lo que parece ser una imposibilidad lógica tanto como lin- en virtud de ser inexplicable, excepto por sí misma, la ma-
güística: las nupcias de los contrarios. En todas ellas -ape- nera propia de comunicación de la imagen no es la trasmi-
nas visible o realizado del todo- se observa el mismo proceso: sión conceptual. La imagen no explica: invita a recrearla y,
la pluralidad de lo real se manifiesta o expresa como unidad literalmente, a revivirla. El decir del poeta encarna en la
última, sin que cada elemento pierda su singularidad esencial. comunión poética. La imagen trasmuta al hombre y lo con-
Las plumas son piedras, sin dejar de ser plumas. El lenguaje, vierte a su vez en .imagen, esto es, en espacio donde los
vuelto sobre sí mismo, dice lo que por naturaleza parecía contrarios se funden. Y el hombre mismo, desgarrado desde
escapársele. El decir poético dice lo indecible. el nacer, se reconcilia consigo cuando se hace imagen, cuan-
El reproche que hace Chuangtsé a las palabras no alcan- do se hace otro. La poesía es metamorfosis, cambio, opera-
za a la imagen, porque ella ya no es, en sentido estricto, fun- ción alquímica, y por eso colinda con la magia, la religión y
ción verbal. En efecto, el lenguaje es sentido de esto o aque- otras tentativas para transformar al hombre y hacer de "éste"
llo. El sentido es el nexo entre el nombre y aquello que y de "aquél" ese "otro" que es él mismo. E l universo deja
nombramos. Así, implica distancia entre uno y otro. Cuando de ser un vasto almacén de cosas heterogéneas. Astros, zapa-
enunciamos cierta clase de proposiciones '("el teléfono es co- tos, lágrimas, locomotoras, sauces, mujeres, diccionarios, todo
mer", "María es un triángulo", etc.) se produce un sinsentido es una inmensa familia, todo se comunica y se transforma sin
porgue la distancia entre la palabra y la cosa, el signo y el ob- cesar, una misma sangre corre por todas las formas y el hom-
jeto, se hace insalvable: el puente, el sentido, se ha roto. El bre puede ser al fin su deseo: él mismo. La poesía pone al
hombre se queda solo, encerrado en su lenguaje. Y en verdad hombre fuera de sí y, simultáneamente, lo hace regresar a su
se queda tambié11 sin lenguaje, pues las palabras que emite ser original: lo vuelve a sí. El hombre ~s su imagen: él mis-
son puros sonidos que ya no significan nada. Con la imagen mo y aquel otro. A través de la frase que es ritmo, que es
sucede lo contrario. Lejos de agrandarse, la distancia entre la imagen, el hombre -ese perpetuo llegar .a ser- es. La poesía
palabra y la cosa se acorta o desaparece del todo: el nombre es entrar en el ser.
y lo nombrado son ya lo mismo. E l sentido -en la medida en
que es nexo o puente- también desaparece: no hay nada
ya que asir, nada que señalar. Mas no se produce el 'sinsentido
o el contrasentido, sino algo que es indecible e inexplicable
excepto por sí mismo. De nuevo: el sentido de la imagen es
la imagen misma. El lenguaje traspasa el círculo de los signi-
ficados relativos, el esto y el aquello, y dice lo indecible: las
piedras son plumas, esto es aquello. El lenguaje indica, re-
presenta; el p!Jema no explica ni representa: presenta. No alu-
de a la realidad; pretende - y a veces lo logra- recrearla. Por
tanto, la poesía es un penetrar, un estar o ser en la realidad.
La verdad del poema se apoya en la experiencia poética,
que no difiere esencialmente de la experiencia de identifica-
ción con la "realidad de la realidad", tal como ha sido descrita
por el pensamiento oriental y una parte del occidental. Esta
experiencia. reputada por indecible, se expresa y comunica en
la .imagen. Y aquí nos enfrentamos a otra turbadora propie-
136 LA OTRA ORILLA

más antiguo que la sexualidad, la organización económica o


social o cualquiera otra "causa"?
LA REVELACióN POÉTICA
Lo sagrado trasciende la sexualidad y las instituciones so-
ciales en que cristaliza. Es erotismo, pero es algo que traspasa
el impulso sexual; es un fenómeno social, pero es otra cosa. Religión y poesía tienden a realizar de una vez y para siem-
Lo sagrado se nos escapa. Al intentar asirlo, nos encontramos pre esa posibilidad de ser que somos y que constituye nuestra
que tiene su origen en algo anterior y que se confunde con manera propia de ser; ambas son tentativas por abrazar esa
nuestro ser. Otro tanto ocurre con amor y poesía. Las tres "otredad" que Machado llamaba la "esencial heterogeneidad
experiencias son manifestaciones de algo que es la raíz misma del ser". La experiencia poética, como la religiosa, es un sal-
del hombre. En las tres late la nostalgia de un estado anterior. to mortal: un cambiar de naturaleza que es también un regre-
Y ese estado de unidad primordial, del cual fuimos separados, sar a nuestra naturaleza original. Encubierto por la vida pro-
del cual estamos siendo separados a cada momento, constituye fana o prosaica, nuestro ser de pronto recuerda su perdida
nuestra condición original, a la que una y otra vez volvemos. identidad; y entonces aparece, emerge, ese "o~o" que somos.
Apenas sabemos qué es lo que nos llama desde el fondo de Poesía y religión son revelación. Pero la palabra poética se
nuestro ser. Entrevemos su dialéctica y sabemos que los mo- pasa de la autoridad divina. La imagen se sustenta en sí misma,
vimientos antagónicos en que se expresa -extrañeza y r eco- sin que le sea necesario recurrir ni a la demostración racional
nocimiento, elevación y caída, horror y devoción, repulsión ni a la instancia de un poder sobrenatural: es la revelación
y fascinación- tienden a resolverse en unidad. ¿Escapamos de sí mismo que el hombre se hace a sí mismo. La palabra
así a nuestra condición? ¿Regresamos de veras a lo que somos? religiosa, por el contrario, pretende revelarnos un misterio
Regreso ?- lo que fuimos y anticipación de lo que seremos. · que es, por definición, ajeno a nosotro~. Esta diversidad no
La nostalgia de la vida anterior es presentimiento de la vida dej a de hacer más turbadoras las semejanzas entre religión y
futura. P ero una vida anterior y una vida futura que son poesía. ¿Cómo, si parecen nacer de la misma fuente y obe-
aquí y ahora y que se resuelven en un instante relampa- decer a la misma dialéctica, se bifurcan hasta cristalizar en
gueante. Esa nostalgia y ese presentimiento son la substan- formas irreconciliables: por una parte, ritmos e imágenes;
cia de todas las grandes empresas humanas, trátese de poe- por la otra, teofanías y ritos? ¿La poesía es una suerte de
mas o de mitos religiosos, de utopías sociales o de empresas excrecencia de la religión o una como oscura y borrosa pre-
heroicas. Y quizá el verdadero nombre del hombre, la cifra figuración de lo sagrado? ¿L a religión es poesía conver-
de su ser,, sea el Deseo. Pues ~qué es la temporalidad de tida en dogma? La descripción del capítulo anterior no nos
Heidegger o la "otredad" de Machado, qué es ese continuo da elementos suficientes para responder con certeza a estas
proyectarse del hombre hacia lo que no es él mismo sino De- preguntas.
seo? Si el hombre es un ser que no es, sino que se está siendo, Para Rodolfo Otro lo sagrado es una categoría a priori,
un ser que nunca acaba de serse, ¿no es un ser de deseos tanto compuesta de dos elementos: unos racionales y otros irracio-
como un deseo de ser? En el encuentro amoroso, en la ima- nales. Los elementos racionales están constituidos por las ideas
gen poética y en la teofanía se conjugan sed y satisfacción: "de absoluto, perfección, necesidad y entidad -y aun la del
somos simultáneamente fruto y boca, en unidad indivisible. bien en cuanto valor objetivo y objetivamente obligatorio-
E l hombre, dicen los modernos, es temporalidad. Mas esa que no proceden de ninguna percepción sensible. . . Estas
temporalidad quiere aquietarse, saciarse, contemplarse a sí ideas nos obligan a abandonar el terreno de la experiencia
misma. Mana para satisfacerse. El hombre se imagina; y al sensible y nos llevan a aquello que, independientemente de
imaginarse, se revela . ¿Qué es lo que nos revela la poesía? toda percepción, existe en la razón pura y constituye una dis-
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138 LA REVELACIÓN POÉTICA LA REVELACióN POÉTICA 139'

posición original del espíritu mismo". 1 Confieso que no me La experiencia de lo sagrado es una experiencia repulsiva.
parece tan evidente la existencia a priori de ideas como las de O más exactamente: revulsiva. Es un echar afuera lo interior
perfección, necesidad o bien. Tampoco veo cómo pueden y secreto, un mostrar las entrañas. Lo demoniaco, nos dicen
constituir una disposición original de nuestra razón. Es ver- todos los mitos, brota del centro de la tierra. Es una revela-
dad que podría afirmarse que semejantes ideas son algo así ción de lo escondido. Al mismo tiempo, toda aparición im-
como aspiraciones constitutivas de la conciencia. Mas cada plica una ruptura del tiempo o del espacio: la tierra se abre,
vez que cristalizan en un juicio ético, niegan otros juicios el tiempo se escin de; por la herida o abertura vemos "el otro
éticos que también pretenden encarnar, con el mismo rigor y lado" del ser. El vértigo brota de este abrirse del mundo en
absolutismo, esa aspiración al bien. Cada juicio ético niega a dos y enseñarnos que la creación se sustenta en un abismo.
los otros y, en cierto modo, a esa idea rt priori en que se fun- Mas apenas el hombre intenta sistematizar su experiencia y
dan y en la que él mismo se sustenta. Pero no es necesario hace del horror original un concepto, tiende a introducir una
detenerse en esta cuestión, que rebasa los límites de este en- suerte de jerarquía en sus visiones. No es aventurado ver en
sayo (para no hablar de los más estrechos aún de mi compe- esta operación el origen del dualismo y, por, tanto, de los
tencia). Pues aun si efectivamente esas ideas constituyen un llamados elementos racionales. Ciertos componentes de la ex-
dominio anterior a la percepción, o a las interpretaciones de periencia se convierten en atributos de la manifestación noc-
la percepción, ¿cómo podemo.s saber si realmente son un ele- turna o siniestra del dios (el aspecto destructor de Shiva, la
mento originario de la categoría de lo sagrado? Ni en la cólera de Jehová, la embriaguez de Quetzalcóatl, la vertiente
experiencia de lo sobrenatural se encuentra un trazo de su norte de Tezcatlipoca, etc.). Otros elementos se transforman
presencia, ni tampoco aparece su huella en muchas concep- en expresiones de su forma luminosa, aspecto solar o salvador.
ciones religiosas. La idea de perfección, concebida como un En otras religiones el dualismo se hace más.radical y el dios.
a priori racional, debería reflejarse automáticamente en la no- de dos caras o manifestaciones cede el sitio a divinidades au-
ción de divinidad. Los hechos parecen desmentir esta pre- tónomas, al príncipe de la luz y al de las tinieblas. En suma,
sunción. La religión azteca nos muestra un dios que cede y a través de una purga o purificación los elementos atroces de
peca: Quetzalcóatl; la religión griega y otras creencias pue- la experiencia se desprenden de la figura del dios y prepa-
den darnos ejemplos parecidos. Asimismo, las ideas de bien ran el advenimiento de la ética religiosa. Pero cualquiera
y de necesidad exigen la noción complementaria de omnipo- que sea el valor moral de los preceptos religiosos, es induda-
tencia. La misma religión azteca nos ofrece una desconcer- ble que no constituyen el fondo último de lo sagrado y que
tante interpretación del sacrificio: los dioses no son todo- no proceden, tampoco, de una intuición ética pura. Son el
poderosos, puesto que necesitan de la sangre humana para resultado de una racionalización o purificación de la expe-
asegurar el mantenimiento del orden cósmico. Los dioses riencia original, que se da en capas más profundas del ser.
mueven el mundo, pero la sangre mueve a los dioses. No es Orto funda así la anterioridad y originalidad de los ele-
útil multiplicar los ejemplos, y a que el mismo Otto cuida mentos irracionales: "Las ideas de numinoso y sus sentimien-
de fijar un límite a su afirmación: "Los predicados racio- tos correlativos son, como las racionales, ideas y sentimientos
nales no agotan la esencia de lo divino. . . son predicados absolutamente puros, a los que se aplican con exactitud per-
esenciales más sintéticos. No se comprenderá exactamente fecta los signos que Kant señala como inherentes al concepto
lo que son si no se les considera como atributos de un objeto y al sentimiento puros.'' Esto es, ideas y sentimientos ante-
que en cierto modo les sirve de apoyo y que para ellos mis- riores a la experiencia, aunque sólo se den en ella y sólo por
mos es inaccesible." ella podamos aprehenderlos. Al lado de la razón teórica y la
1 R odolfo Otto, Lo santo, Madrid, 1928. razón práctica, Otto postula la existencia de un tercer domi-
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14-0 LA REVELACIÓN POÉTICA LA REVELACióN POÉTICA


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nio "que constituye algo más elevado o, si se quiere, más extraña a nosotros? ¿Cómo aceptar que vemos a Dios gra-
profundo". Este tercer dominio es lo divino, lo santo o lo cias a una disposición divinizante sin al mismo tiempo minar
sagrado y en él se apoyan todas las concepciones religiosas. su existencia misma, haciéndola depender de la subjetividad
Así pues, lo sagrado no es sino la expresión de una dispo- humana?
sición divinizante, innata en el hombre. Estamos, pues, en Por otra parte, ¿cómo distinguir la disposición religiosa
presencia de una suerte de "instinto religioso", que tiende a o divinizante de otras "disposiciones", entre las cuales se en-
tener conciencia de sí y de sus objetos "gracias al desarrollo cuentra, precisamente, la de poetizar? Porque podemos alte-
del oscuro contenido de esa idea a priori de la que él mismo rar la frase de Novalis y decir, con el mismo derecho y sin
ha surgido". E l contenido de las representaciones de esa dis- escándalo para nadie: "Cuando el corazón se siente a sí mis-
posición original es irracional, como el a priori mismo en que mo. . . entonces nace la poesía.'' El mismo Otto reconoce
se asienta, porgue no puede ser reducido a razones ni a con- que "la noción de lo sublime se asocia estrechamente a la de
ceptos: "La religión es una tierra incógnita para la razón." El numinoso" y que sucede lo mismo con el sentimiento poético
objeto numinoso es lo radicalmente extraño a nosotros, pre- y el musical. Sólo que, dice, la aparición del sentimiento de
cisamente por inasible para la razón humana. Cuando quere- lo sublime es posterior a la de lo numinoso. Ásí, lo distintivo
mos expresarlo no tenemos más remedio que acudir a imá- de lo sagrado sería su antigüedad.
genes y paradojas. El Nirvana del budismo y la Nada del La anterioridad de lo sagrado no puede ser de orden his-
místico cristiano son nociones negativas y positivas al mismo tórico. No sabemos, ni lo sabremos nunca, qué fue lo prime-
tiempo, verdaderos "ideogramas numinosos de lo Otro". La ro que sintió o pensó el hombre en el momento de aparecer
antinomia, "que es la forma más aguda de la paradoja", cons- sobre la tierra. L a antigüedad que reclama Otto debe enten-
:t-ituye así el elemento natural de la teología mística, lo mismo. derse de otra manera: lo sagrado es d sentimiento original,
para los cristianos que para los árabes, los hindúes y los bu- del que se desprenden lo sublime y lo poético. Nada más di-
distas. fícil de probar. En toda experiencia de lo sagrado se da un
La concepción de Otto recuerda la sentencia de Novalis: elemento que no es temerario llamar "sublime", en el sentido
"Cuando el corazón se siente a sí mismo y, desasido de todo kantiano de la palabra. Y a la inversa: en lo sublime hay siem-
objeto particular y real, deviene su propio objeto ideal, en- pre un temblor, un malestar, un pasmo y ahogo, que delatan
tonces nace la religión." La experiencia de lo sagrado no es la presencia de lo desconocido e inconmensurable, rasgos del
tanto la revelación de un objeto exterior a nosotros -dios, horror divino. Otro tanto puede decirse del amor: la sexua-
demonio, presencia ajena- como un abrir nuestro corazón lidad se manifiesta en la experiencia de lo sagrado con terrible
o nu estras entrañas para que brote ese "Otro" escondido. potencia; y éste en la vida erótica: todo amor es una revela-
L a revelación, en el sentido de un don o gracia que viene ción, un sacudimiento que hace temblar los cimientos del yo
del exterior, se transforma en un abrirse del hombre a sí mis- y nos lleva a proferir palabras que no son muy distintas de
mo. L o menos gne se puede decir de esta idea es que la las que emplea el místico. En la creación poética pasa algo
noción de trascendencia - fundamento de la religión- sufre parecido: ausencia y presencia, silencio y palabra, vacío y ple-
un grave quebranto. E l hombre no está "suspendido de la nitud son estados poéticos tanto corno religiosos y amorosos.
mano de Dios", sino que Dios yace oculto en el corazón del Y en todos ellos los elementos racionales se dan al mismo
hombre. El obj eto numinoso es siempre interior y se da como tiempo que los irracionales, sin que sea posible separarlos sino
la otra cara, la positiva, del vacío con que se inicia toda tras una purificación o interpretación posterior. Todo esto
experiencia mística. ¿Cómo conciliar este emerger de Dios nos lleva a presumir que es imposible afirmar que lo sagra-
en el hombre con la idea de una Presencia absolutamente do constituye una categoría a priori, irreductible y origi-
142 LA REVELAClóN POÉTICA LA REVELAClóN POÉTICA 143

nal, de la que proceden las otras. Cada vez que intentamos siquiera después de la muerte. Esta dependencia es algo "ori-
-asirla nos encontramos con que lo que parecía distinguirla ginal y fundamental del espíritu, algo que no es definible sino
está presente también en otras experiencias. El hombre es un por sí mismo". Lo sagrado se obtiene así por inferencia: del
ser que se asombra; al asombrarse, poetiza, ama, diviniza. En sentimiento de mí mismo, del sentirme dependiente de algo,
el amor hay asombro, poetización, divinización y fetichismo. brota la noción de la divinidad. Otto hace suya la idea del
El poetizar brota también del asombro y el poeta diviniza filósofo romántico, pero le reprocha su racionalismo. En efec-
como el místico y ama como el enamorado. Ninguna de estas to, para Schleiermacher lo sagrado o numinoso no constituye
experiencias es pura; en todas ellas aparecen los mismos ele- realmente una idea anterior a todas las ideas, sino que es una
mentos, sin que pueda decirse que uno es anterior a los otrns. consecuencia de este sentirnos a nosotros mismos como de-
El sentido, y no la composición de los elementos que las pendencia de algo desconocido. Ese algo desconocido, siem-
forman , podría distinguir cada una de estas experiencias. La pre presente y nunca visible del todo, se llama Dios. Para
coloración especial que distingue las palabras del místico de evitar todo equívoco, Otto llama al sentimiento original "es-
las del poeta es el objeto a que están referidas. Un texto tado de criatura". El centro de gravedad cambia. Lo real-
de San Juan adquiere tonalidad religiosa porgue el objeto mente característico reside en el hecho "de no ser más que
numinoso las baña en una luz particular. Así, lo realmente criaturas". Con lo ·cual no quiere decir que nuestro senti-
privativo de cada experiencia sería su objeto. Pero aquí la di- miento . original arranca de la oscura conciencia de nuestra
ficultad empieza a mostrarse como realmente insuperable. finitud y pequeñez, sino que nos sentimos criaturas porque
Nos movemos en un círculo. Pues los objetos externos sólo nos encontramos ante la faz de un creador. La aprehensión
pueden "excitar o despertar la disposición divinizante" . No inmediata del cr~ador constituye así el elemento primero y
son ellos, sino esa elusiva disposición, la que los inscribe den- distintivo del sentimiento original. A la inversa de Schleier-
tro de lo sagrado. Mas esa disposición no es pura, según se macher, para O tto el estado de criatura es una consecuencia
ha visto. En suma: nada nos permite aislar la categoría de lo de este súbito enfrentarse al creador. Nos sentimos poca
sagrado de otras análogas, excepto su objeto o referencia; pero cosa o nada porque estamos ante el todo. Somos criaturas y
el objeto no se da fuera, sino dentro, en la experiencia misma. tenemos conciencia de nosotros mismos porque hemos vis-
Todos los caminos de acceso se cierran. No queda más re- lumbrado al creador.
medio que abandonar ideas y categorías a 'Priori y asir lo sa- Es difícil aceptar esta interpretación. Todos los textos
grado en el momento de su naci~iento en el hombre. místicos y religiosos más bien parecen afirmar lo contrario:
los estados negativos preceden a los positivos, el estado de
El horror sagrado brota de la extrañeza radical. El asom- criatura es anterior a la noción o visión de un creador. Al na-
bro produce una suerte de disminución del yo. E l hombre se cer, el niño no se siente hij o, ni tiene noción alguna de pater-
siente pequeño, perdido en la inmensidad, apenas se ve solo. nidad o de maternidad. Se siente desarraigado, echado en un
La sensación de pequeñez puede llegar a la afirmación de mundo extraño y nada más. Estrictamente hablando, el senti-
la miseria: el hombre no es sino "polvo y ceniza''. Schleier- miento de orfandad es anterior a la noción de maternidad o
macher llama a este estado "sentimiento de dependencia". de paternidad. Así, Otto no hace sino reproducir -sólo que
Una diferencia cualitativa separa esta "dependencia" de las en sentido inverso- la operación que critica a Schleierma-
otras. Nuestra dependencia de un superior o de una circuns- cher. E l primero hace surgir la idea de Dios del sentimiento
tancia cualquiera es relativa y cesa apenas desaparece su agen- de dependencia; el segundo, hace de lo numinoso la fuente del
te; nuestra dependencia de Dios es absoluta y permanente: estado de criatura. En ambos casos se trata de una interpreta-
nace con nuestro mismo nacimiento y no termina nunca, ni ción de una situación dada. ¿Y cuál es esa situación? Aquí
144 LA REVELAClóN POÉTICA LA REVELACIÓN POÉTICA 145

Otro da en el blanco justo. Porque precisamente se trata de teró y el mismo Kierkegaard".3 Nosotros podemos añadir
la situación original y determinante del hombre: el haber otros nombres: Miguel de Unamuno y, sobre todo, Quevedo
nacido. El hombre ha sido arrojado, echado al mundo. Y a (en sus poemas Lág;rinws de un penitente y Heráclito cris-
lo largo de nuestra existencia se repite la situación del recién tiano, hasta ahora ignorados por nuestra crítica). Puede
nacido: cada minuto nos echa al mundo; cada minuto nos concluirse que la experiencia de lo sagrado es una revela-
engendra desnudos y sin amparo; lo desconocido y ajeno ción de nuestra condición original, pero que asimismo es una
nos rodea por todas partes. Despojado de su interpretación interpretación que tiende a ocultarnos el sentido de esa reve-
teológica, el estado de criatura de Otto no es sino lo que lla- lación. Reacción ante el hecho fundamental que nos define
ma Heidegger "el abrupto sentimiento de estar (o encon- como hombres: el ser mortales y el 'saberlo y sentirlo, la reli-
trarse) ahí" . Y como dice vVaelhens en su comentario a El gión es una respuesta a esa condena a vivir su mortalidad que
ser y el tiempo: "El sentimiento. de la situación original ex- es todo hombre. Pero es una respuesta que nos encubre eso
presa afectivamente nuestra condición fundamental." 2 La mismo gue, en su primer movimiento, nos revela. Y esto se
categoría de lo sagrado no es una revelación afectiva de esa ve con mayor claridad apenas se examinan las nociones de
condición fundamental -el ser criaturas, el haber nacido y pecado y expiación.
el nacemos a cada instante- sino que es una interpretación Por oposición a nuestra miseria original, lo divino con-
de esa condición. El hecho radical de "estar ahí", de encon- centra en su forma numinosa la. plenitud del ser. Lo numi-
trarnos siempre lanzados a lo extraño, finitos e indefensos, se noso es "lo augusto", noción que trasciende las ideas de bien
conviene en un haber sido creados por una voluntad todo- y moralidad. "Lo augusto mueve al respeto", exige la vene-
poderosa a cuyo seno hemos de volver. ración, reclama la obediencia. "Independientemente de toda
De acuerdo con el análisis de Heidegger, la angustia y el siste_matización moral, la religión es obligación íntima gue se
miedo son las dos vías, enemigas y paralelas, que nos abren y · impone a la conciencia y que liga ... " 4 Las nociones de
cierran, respectiva.mente, el acceso a nuestra condición origi- pecado, propiciación y expiación brotan de este sentimiento
nal. Gracias a la experiencia de lo sagrado -que parte del de obediencia que inspira lo augusto a la criatura. Es inútil
vértigo ante su propia oquedad- el hombre logra asirse como buscar en la idea de pecado un eco de una falta concreta o
lo que es: contingencia y finitud. Mas esta revelación fulgu- cualquier otra resonancia ética. Del mismo modo gue senti-
rante queda encubierta un segundo después por la interpreta- mos la orfandad antes de tener conciencia de nuestra filia-
ción de nuestra condición conforme a elementos exteriores ción, el pecado es anterior a nuestras faltas y crímenes. Ante-
a ella misma: un creador, una Oivinidad. En efecto, "muchos rior a la moral. "En el terreno propiamente moral no aparecen
autores han discernido muy bien la nada que se descubre en ni la necesidad de redención, ni las ideas óe propiciación y
la angustia. Pero inmediatamente han desviado el sentido de expiación." Estas ideas, concluye Otto, "son auténticas y ne-
esta revelación, denunciando la nadería del pecador ante cesarias en el terreno de la mística, pero apócrifas en el de
Dios. Por gracia de la Redención y del perdón que otorga la ética". La necesidad de expiar, como la no menos impe-
a nuestras faltas, parece que nuestra miseria se borra; y la riosa de ser redimidos, brotan de una falta, no en el sentido
recobrada perspectiva de una salvación eterna restaura el va- moral de la palabra, sino en su acepción literal. Estarnos en
lor de nuestra existencia y nos permite superar la nada un falta, porque en efecto algo nos faita: somos poco o nada
instante entrevista. Una vez más se disfraza la verdadera sig- frente al ser que es todo. Nuestra falta no es moral: es in-
nificación de la angustia, según ocurre en San Agustín, Lu- suficiencia original. El pecado es poco ser.
2 Alphonse de Waelhens, La p/Ji/osop/Jie de Martin H eidegger, Lo- 3 A. <le Waelhens. Obra citada.
vaina, 1948. 4 R. Otto. Obra citada.
-r

146 LA REVELACIÓN POÉTICA LA REVELACióN POÉTICA 147

Para ser, el hombre debe propiciar a la divinidad, esto es, que sabemos y que me parece válida aun si no se acepta el
apropiarse de ella: mediante la consagración, el hombre acce- punto de vista católico. Así, el pecado original no es el equi-
de a lo sagrado, al pleno ser. Tal es el sentido de los sacra- valente del "poco ser" sino de una falta concreta: el preferirse
mentos, en especial el de la comunión. Y éste es también el el hombre a sí mismo y dar la espalda a Dios. Pero vivimos
objeto último del sacrificio: una propiciación que culmina en en un mundo caído, en el cual el hombre por sí solo no puede
una consagración. Pero no basta el sacrificio de otros. El escoger. La gracia -incluso cuando se manifiesta, según sos-
hombre es "indigno de acercarse a lo sagrado", en virtud tuvo Sor Juana en una célebre carta, como "favor negativo"-
de su falta original. La redención -el Dios que a través del es indispensable para la salvación. La libertad del hombre,
sacrificio nos devuelve la posibilidad de ser- y la expiación por tanto, queda supeditada a la gracia; su "poco ser" es real-
-el sacrificio que nos purifica- nacen de este sentimiento mente poco, escaso, insuficiente. Con esto no se quiere decir
de indignidad original. La religión afinna así que culpabilidad que la gracia substituye a la libertad, sino que la restablece:
y mortalidad son términos equivalentes. Somos culpables por- "Con la gracia no tenemos nuestro libre arbitrio más el poder
que somos mortales. Ahora bien, la culpa exige la expiación; de la gracia, sino que nuestro libre arbitrio, por la gracia, re-
la muerte, la eternidad. Culpa y expiación, muerte y vida cobra su poder y su libertad." 6 El pensamiento católico es
eterna forman parejas que se completan, en especial para las más rico, libre y coherente que el protestante; pero, a mí jui-
religiones cristianas. Las orientales, al menos en sus formas cio, no logra deshacer del todo esta conexión causal que se
más altas, no nos prometen esa salvación con todo y zapatos establece entre el- "poco ser" del hombre y el pecado: ¿cómo la
que tanto conmovía a Unamuno y que constituye uno de libertad, antes de la caída, pudo escoger el mal?; ¿qué libertad
los aspectos más inquietantes y enfermizos de s.u carácter. es ésta que se niega a sí misma y no elige el ser sino la nada?
En sentido estricto nada permite inferir que "falta" y Al en.frentar el "poco ~er" del hombre con el pleno ser de
"poco ser" sean lo mismo que pecado original: el análisis del Dios, la religión postula una vida eterna. Nos redime así de la
"ser deudor no prueba nada ni en pro ni en contra de la po- muerte, pero hace de la vida terrestre una larga pena y una
sibilidad de pecado". 5 La teología católica difiere en esto de expiación de la falta original. Al matar a la muerte, la reli-
la protestante. Para San Agustín la naturaleza humana -y, gión desvive a la vida. La eternidad deshabita al instante.
en general, el mundo natural- no es malo en sí, de modo Porque vida y muerte son inseparables. La muerte está pre-
que no identifica el "poco ser" del hombre con la culpa. sente en la vida: vivimos muriendo. Y cada minuto que mo-
Frente a Dios, que es el ser perfecto, todos los seres -sin ex- rimos, lo vivimos. Al quit~rnos el morir, la religión nos quita
cluir a los ángeles y a los hombres- son defectuosos. Su "de- la vida. En nombre de la· vida eterna, la religión afirma la
fecto" reside precisamente en no ser Dios, esto es, en ser muerte de esta vida.
contingentes. La contingencia se da en los ángeles y en los
hombres como libertad: el moverse, el poder ascender hacia Como la religión, la poesía parte de la situación humana
el Ser o caer hasta la Nada, implica libertad. La contingen- original -el estar ahí, el sabernos arrojados en ese ahí que es
cia, por una parte, engendra la libertad; por la otra, la liber- el mundo hostil o indiferente- y del hecho que la hace pre-
tad es una posibilidad de redimir o atenuar esa contingencia o caria entre todos: su temporalidad, su finitud. Por una vía
"defecto" original. Así, el hombre es perpetua posibilidad de que, a su manera, es también negativa, el poeta llega al borde
caída o salvación. San Agustín concibe el hombre como po- del lenguaje. Y ese borde se llama silencio, página en blanco.
sibilidad, idea que el teatro español desarrolla con el brillo U11 silencio que es como un lago, una superficie lisa y com-
pacta. Dentro, sumergidas, aguardan las palabras. Y hay que
G Martin Heidegger, E/ ser y el tiempo (tradu cción de José Gaos),
2~ ed., Fondo de Cultu ra Económica, México, 1962. G Érienne Gilson, L'esprit de la philosophie 111édiévnle. París, 1944.
148 LA REVELACióN POÉTICA
LA REVELACióN POÉTICA 149
descender, ir al fondo, callar, esperar. L a esterilidad precede
a la inspiración, como el vacío a la plenitud. La palabra poé- tro vivir es un permanente estar en lo extraño e inhospitalario,
tica brota tras eras de sequía. Mas cualquiera que sea su con- un radical malestar. Estamos mal porque nos proyectamos en
tenido expreso, su concreta significación, la palabra poética la nada, en el no ser. Nuestra falta o deuda es original: no pro-
afirma la vida de esta vida. Quiero decir: el acto poético, el cede de un hecho posterior a nuestro nacimiento y constitu-
poetizar, el decir del poeta - independientemente del conte- ye nuestra manera propia de ser: la falta es nuestra condición
nido particular de ese decir- es un acto que no constituye, original porque originariamente somos carencia de ser. Y aquí
originalmente al menos, una interpretación, sino una revela- Heidegger parece coincidir con Otto: "No ser más que cria-
ción de nuestra condición. Hable de esto o de aquello, de turas" equivale a decir que nuestro ser se reduce a un "ac-
Aquiles o de la rosa, del morir o del nacer, del rayo o de fa tual, permanente poder no ser, o morir." 8 Cierto, se prescinde
ola, del pecado o de la inocencia, la palabra poética es ritmo, de la noción de Dios y se deja así la falta sin referencia y
temporalidad manándose y reengendrándose sin cesar. Y sien- la deuda sin redención. Pero se afirma que, desde el nacer,
do ritmo es imagen que abraza los contrarios, vida y muerte estamos en deuda o falta. Deuda impagable, mancha imbo-
en un solo decir. Como el existir mismo, como la vida que rrable. Calderón y el budismo tienen razón: nuestro mayor
aun en sus momentos de mayor exaltación lleva en sí la ima- delito es nacer, ya que todo nacer contiene en sí al morir. El
gen de la muerte, el decir poético, chorro de tiempo, es afir- análisis de H eidegger, que nos había servido paia desvelar
mación simultánea de la muerte y la vida. la función de la interpretación religiosa, al fin de cuentas
La poesía no es un juicio ni una interpretación de la exis- parece desmentirnos. Si el poetizar realmente descubre nues-
tencia humana. El surtidor del ritmo-imagen expresa simple- tra condición original y permanente, afirma la falta.
mente lo que somos; es una revelación de nuestra condición No deja de ser revelador que a lo largo de El ser y el
original, cualquiera que sea el sentido inmediato y concreto tiempo -y más acusadamente en otros trabajos, en especial
de las palabras del poema. Sin perjuicio de volver sobre este en ¿Qué es metafísica?- el mismo Heidegger se esfuerce por
problema, vale la pena repetir que unos son los significados mostrar que este "no ser", esta negatividad en que culmina
del poema y otro el sentido del poetizar: aquí nos ocupa la nuestro ser, no constituye una deficiencia. E l hombre no es
significación del acto poético -el crear poemas del poeta y un ser incompleto o al que le . falta algo. Pues ya se ha visto
el recrearlos del lector- y no lo que dice este o aquel poema. que ese algo que podría faltarle sería la muerte. Ahora bien,
Ahora bien, ¿cómo el poetizar ng puede ser un juicio sobre la muerte no está fuera del hombre, no es un hecho extraño
nuestra falta o defecto original, si se ha convenido precisa- que le venga del exterior. Si se considera la muerte como
mente en que la poesía es una revelación de nuestra condición un hecho que no forma parte de nosotros mismos, la actitud
fundamental? Esta condición es esencialmente defectuosa, estoica es la única posible: mientras estamos vivos, la muerte
pues consiste en la contingencia y la finitud. Nos asombra- no existe para nosotros; apenas entra en nosotros, nosotros
mos ante el mundo, porque se nos presenta como lo extraño, dejamos de existir: ¿por qué temerla entonces y hacerla el
lo "inhospitalario"; la indiferencia del mundo ante nosotros centro de nuestro pensar? Pero la muerte es inseparable de
proviene de que en su totalidad no tiene más sentido que el nosotros. No está fuera: es nosotros. Vivir es morir. Y pre-
que le otorga nuestra posibilidad de ser; y esta posibilidad cisamente porque la muerte no es algo exterior, sino que está
es la muerte, pues "tan pronto como un hombre entra en la incluida en la vida, de modo que todo vivir es asimismo mo-
vida es ya bastante viejo para morir".7 D esde el nacer, nues- rir, no es algo negativo. La muerte no es una falta de la
7 José Gaos, Introducción 11 "El ser y el tiempo". Fondo de Cultura
vida humana; al contrario, la completa. Vivir es ir hacia acle-
Económica, México, 1951.
8 José Gaos. Obra citada.
150 LA REVELACióN POÉTICA LA REVELACIÓN POÉTICA 151

lante, avanzar hacia lo extraño y este avanzar es ir al encuen- de nosotros mismos. Baudelaire se ha referido a las revelacio-
tro de nosotros mismos. Por tanto, vivir es un dar la cara a nes del aburrimiento: el universo fluye, a la deriva, como un
la muerte. Nada más afirmativo que este dar la cara, este con- mar gris y sucio, mientras la conciencia varada no refleja sino
tinuo salir de nosotros mismos al encuentro de lo extraño. La el golpe monótono del oleaje. "No pasa nada", dice el abu-
muerte es el va.cío, el espacio abierto, que permite el paso rrido y, en efecto, la nada es lo único que brilla sobre el mar
hacia adelante. El vivir consiste en .haber sido arrojados al muerto de la conciencia. La soledad en compañía -situación
morir, mas ese morir sólo se cumple en y por el vivir. Si el na- muy frecuente en el mundo contemporáneo- puede ser tam-
cer implica morir, también el morir entraña nacer; si el nacer bién propicia a esta clase de revelaciones. Al principio, el
está bañado de negatividad, el morir adquiere una tonalidad hombre se siente separado de la multitud. Mientras la ve ges-
positiva porque el nacer lo determina. Se dice que estamos ticular y despeñarse en acciones insensatas y maquinales, él se
rodeados de muerte; ¿no puede decirse, asimismo, que esta- refugia en su conciencia. Pero la conciencia se abre y le mues-
mos rodea.dos de vida? tra un abismo. También él se despeña, también él va a la
Vida y muerte, ser o nada, no constituyen substancias o deriva, hacia la muerte. Sin embargo, en todos estos estados
cosas separa.das. Negación y afirmación, falta y plenitud, co- hay una suerte de marea rítmica: la revelación de la nadería
existen en nosotros. Son nosotros. El ser implica el no ser; y del hombre se transforma en la de su ser. Morir, vivir: vi-
a la inversa. &to es, sin duda, lo que ha querido decir Hei- viendo morimos, morimos viviendo.
degger al a.firmar que el ser emerge o brota de la experiencia La experiencia amorosa nos da de una manera fulgurante
de la na.da. En efecto, a.penas el hombre se contempla., ad- la posibilidad de entrever, así sea por un instante, la indisoluble
vierte que está sumergido en una totalidad de cosas y objetos unidad de los contrarios. &a unidad es el ser. Heidegger mis-
sin significación; y él mismo se ve como un objeto más, t'odos mo ha señalado que la alegría ante la presencia del ser amado
cayendo sobre sí mismos, todos a la deriva. La ausencia de es una de las vías de acceso a la revelación de nosotros mis-
significación procede de que el hombre, siendo el que da sen- mos. Aunque nunca ha desarrollado su afirmación, es notable
tirio a las cosas y al mundo, de pronto se da cuenta de que no que el filósofo alemán confirme lo que todos sabemos con sa-
tiene otro sentido que morir. La experiencia. de la caída en el ber oscuro y previo: el amor, la alegría del amor, es una
ca.os es indecible: nada podemos decir sobre nosotros, na.da revelación del ser. Como todo movimiento del hombre, el
sobre el mundo, porgue nada somos. Mas si nombramos la amor es un "ir al encuentro". En la espera todo nuestro ser
na.da -como efectivamente lo hacemos- ésta se iluminará con se inclina hacia adelante. Es un anhelar, un tenderse hacia
la luz del ser. Pues del mismo modo: vivir frente a la muerte, algo que aún no está presente y que es una posibilidad que
es insertarla en la vida. Porque el ser es la condición previa puede no producirse: la aparición de la mujer. La espera nos
de la nada, porque la muerte nace de la vida, podemos nom- tiene en vilo, es decir, suspendidos, fuera de nosotros. Hace
brarla. y así reintegrarlas. Podemos acercamos a la nada por un minuto que estábamos instalados en nuestro mundo y nos
el ser. Y al ser, por la nada. Somos el "fundamento de una movíamos con tal naturalidad y facilidad entre cosas y se-
negatividad", pero también la trascendencia. de esa negativi- res que no advertíamos su distancia. Ahora, a medida que
dad. Lo negativo y lo positivo se entrecruzan y forman un crecen la impaciencia y el anhelar, el paisaje se aleja, el muro
solo núcleo indisoluble. La frase "porque somos posibilidad y las cosas de enfrente se retiran y repliegan sobre sí mismas,
de ser, somos posibilidad de no ser" puede invertirse sin el reloj marcha más despacio. Todo se ha puesto a vivir una
perder su verdad. vida aparte, impenetrable. E l mundo se hace ajeno. Ya
estamos solos. La espera misma ~ vuelve desesperación,
La angustia no es la única vía que conduce al encuentro porque la esperanza de la presencia se ha trocado en certi-
152 LA REVELACIÓN POÉTICA LA REVELACIÓN POÉTICA 153

<lumbre de soledad. No vendrá. No habrá nadie. N o hay na. Esa pregunta encierra toda la desesperación amorosa.
nadie. Y o· mismo no soy nadie. La nada se abre a nuestros Porque detrás de esa presencia no hay nada. Y, al mismo
pies. Y en ese instante sobreviene lo inesperado, lo que ya no tiempo, de la nada de esa presencia, el ser se levanta.
esperábamos. El goce ante la irrupción de la presencia ama- El amor desemboca en la muerte, pero de esa muerte sali-
da se expresa como una suspensión del ánimo: nos falta mos al nacer. Es un morir y un nacer. "La mujer - dice
suelo, nos faltan palabras, la alegría nos corta la respiración. Machado- es el anverso del ser." Pura presencia, en ella
Todo se queda inmóvil, a mitad del salto en el vacío. El aflora y se hace presente el ser. Y en ella se hunde y ocul-
mundo impenetrable, ininteligible e innombrable, cayendo ta. Así, el amor es simultánea revelación del ser y de la
pesadamente sobre sí mismo, de pronto se levanta, se yergue, nada. No una revelación pasiva, algo que se hace y deshace
vuela al encuentro de la presencia. Está imantado por unos ante nuestros ojos, como una representación teatral, sino
ojos, suspendido en un misterioso equilibrio. Todo había per- algo en lo que nosotros participamos, algo que nosotros nos
dido sentido y nosotros estábamos al borde del precipicio de hacemos: el amor es creación del ser. Y ese ser es el nues-
la existencia bruta. Ahora todo se ilumina y cobra significa- tro. Nosotros mismos nos aniquilamos al crearnos y nos crea-
ción. La presencia rescata al ser. O mejor dicho, lo arranca m os al aniquilarnos.
del caos en que se hundía, lo recrea. Nace el ser de la nada.
Nuestra actitud ante el mundo natural posee una dialéc-
Pero basta con que no me mires para que todo caiga de
tica análoga. Frente al mar o ante una montaña, perdidos
nuevo y yo mismo me hunda en el caos. Tensión, marcha
entre los árboles de un bosque o a la entrada de un valle que
sobre el abismo, marcha sobre el filo de una espada. Tú
se tiende a nuestros pies, nuestra primera sensación es la de
estás aquí, frente a mí, cifra del mundo, cifra de mí mismo,
cifra del ser. extrañeza o separación. Nos sentimos distintos. El mundo
Como un agua profunda brotando, como el mar cubrien- natural se presenta corno algo ajeno, dueño de una existencia
do la playa, las presencias vuelven a la superficie. Todo propia. Este alejamiento se transforma pronto en hostilidad.
se puede ver, tocar, palpar. Ser y apariencia son uno y lo Cada rama del árbol habla un lenguaje que no entendemos;
mismo. Nada está escondido, todo está presente, radiante, en cada espesura nos espía un par de ojos; criaturas descono-
henchido de sí mismo. Marea del ser. Y llevado por la ola de cidas nos amenazan o se burlan de nosotros. También puede
ser, me acerco, toco tus pechos, rozo tu piel, me adentro por ocurrir lo contrario: la naturaleza se repliega sobre sí misma
tus ojos. E l mundo desaparece. Y:a no hay nada ni nadie: las y el mar se enrolla y se desenrolla frente a nosotros, indife-
cosas y sus nombres y sus números y sus signos caen a nuestros rente; las rocas se vuelven aún más compactas e impenetra-
pies. Ya estamos desnudos de palabras. H emos olvidado nues- bles; el desierto más vacío e insondable. No somos nada fren-
tros nombres y nuestros pronombres se confunden y enlazan: te a tanta existencia cerrada sobre sí misma. Y de este sentir-
yo es tú, tú es yo. Ascendemos, disparados hacia arriba. Cae- nos nada pasamos, si la contemplación se prolonga y el pánico
rnos, asidos a nosotros mismos, mientras fluyen y se pierden no nos embarga, al estado opuesto: el ritmo del mar se acom-
los nombres y las formas. Río abajo, río arriba, tu rostro pasa al de nuestra sangr e; el silencio de las piedras es nuestro
huye. La presencia pierde pie, anegada en sí misma. Pierde propio silencio; andar entre las arenas es caminar por la exten-
cuerpo el cuerpo. E l ser se precipita en la nada. El ser es la sión de nuestra conciencia, ilimitada como ellas; los ruidos
nada. La nada es el ser. Abro los ojos:· un cuerpo ajeno. E l del bosque nos aluden. Todos formamos parte de todo. E l ser
ser ha vuelto a ocultarse y me rodean las apariencias. E n ese emerge de la nada. U n mismo ritmo nos mueve, un mismo
instante puede brotar la pregunta, el sadismo, la tortura por silencio nos rodea. Los objetos mismos se animan y como dice
saber qué hay detrás de esa presencia irremediablemente aje- hermosamente el poeta japonés Buson:
154 LA REVELACIÓN POÉTICA LA REVELACIÓN POÉTICA 155

cendiéndonos. El acto poético muestra que ser mortales no


Ante los crisantemos blancos es sino una de las caras de nuestra condición. La otra es: ser
las tijeras vacilan vivientes. El nacer contiene al morir. Pero el nacer cesa de
un instante. ser sinónimo de carencia y condena apenas dejamos de per-
cibir como contrarios la muerte y la vida. Tal es el sentido
Ese instante revela la unidad del ser. Todo está quieto y último de todo poetizar.
todo en movimiento. La muerte no es algo aparte: es, de Entre nacer y morir la poesía nos abre una posibilidad.
manera indecible, la vida. La revelación de nuestra nadería que no es la vida eterna de las religiones ni la muerte eterna de
nos lleva a la creación del ser. Lanzado a la nada, el hombre las filosofías, sino un vivir que implica y contiene al morir,
se crea frente a ella. un ser esto que es también un ser aquello. La antinomia poé-
tica, la imagen, no nos encubre nuestra condición: la descubre
La experiencia poética es una revelación de nuestra con- y nos invita a realizarla plenamente. La posibilidad de ser se
dición original. Y esa revelación se resuelve siempre en una da a todos los hombres. La creación poética es una de las
creación: la de nosotros mismos. La revelación no descubre formas de esa posibilidad. La poesía afirma que la vida hu-
algo externo, que estaba ahí, ajeno, sino que el acto de descu- mana no se reduce al "prepararse a morir " de Montaigne, rú
brir entraña la creación de lo que va a ser descubierto: nues- el hombre al "ser para la muerte" del análisis existencial. L a
tro propio ser. Y en este sentido sí puede decirse, sin temor existencia humana encierra una posibilidad de trascender nues-
a incurrir en contradicción, que el poeta crea al ser. Porque tra condición: vida y muerte, reconciliación de los contrarios.
el ser no es algo dado, sobre lo cual se apoya nuestro existir, Nietzsche decía que los griegos inventaron la tragedia por un
sino algo que se hace. En nada puede apoyarse el ser, por- exceso de salud. Y así es: sólo un pueblo que vive con total
que la nada es su fundamento. Así, no le queda · más recur- exaltación la vida puede ser trágic_o, porque vivir plenamente
so que asirse a sí mismo, crearse a cada instante. Nuestro ser quiere decir vivir también la muerte. Ese estado del que habla
consiste sólo en una posibilidad de ser. Al ser no le queda Breton en el que "la vida y la muerte, lo real y lo imaginario,
sino serse. Su falta original -ser fundamento de una negativi- lo pasado y lo futuro, lo comunicable y lo incomunicable, lo
dad- lo obliga a crearse su abundancia o plenitud. El hombre alto y lo bajo cesan de ser percibidos contradictoriamente"
es carencia de ser, pero también conquista del ser. El hom- no se llama vida eterna, ni está allá, fuera del tiempo. Es
bre está lanzado a nombrar y crear el ser. Ésa es su condi- tiempo y está aquí. Es el hombre lanzado a ser todos los
ción: poder ser. Y en esto consiste el poder de su condición. contrarios que lo constituyen. Y puede llegar a ser todos ellos
En suma, nuestra condición original no es sólo carencia ni porgue al nacer ya los lleva en sí, ya es ellos. Al ser él mis-
tampoco abundancia, sino posibilidad. La libertad del hom- mo, es otro. Otros. Manifestarlos, realizarlos, es la tarea del
bre se funda y radica en no ser más que posibilidad. Realizar hombre y del poeta. La poesía no nos da la vida eterna, sino
esa posibilidad es ser, crearse a sí mismo. El poeta revela al que nos hace vislumbrar aquello que llamaba Nietzsche "la
hombre creándolo. Entre nacer y morir hay nuestro existir, vivacidad incomparable de la vida". La experiencia poética
a lo largo del cual entrevemos que nuestra condición origi- es un abrir las fuentes del ser. Un instante y jamás. Un ins-
nal, si es un desamparo y un abandono, también es la posibili- tante y para siempre. Instante en el que somos lo que fuimos
dad de una. conquista: la de nuestro propio set. Todos los y seremos. Nacer y morir: un instante. En ese instante so-
hombres, por gracia de nuestro nacimiento, podemos acce- mos vida y muerte, esto y aquello.
der a esa visión y trascender así nuestra condición. Porque La palabra poética y la religiosa se confunden a lo largo
nuestra condición exige ser trascendida y sólo vivimos tras- de la historia. Pero la revelación religiosa no constituye - al
156 LA REVELACióN POÉTICA

menos en la medida en que es palabra- el acto original sino


su interpretación. En cambio, la poesía es revelación de nues- LA INSPIRACióN
tra condición y, por eso mismo, creación del hombre por
la imagen. La revelación es creación. El lenguaje poético
revela la condición paradójica del hombre, su "otredad" y La revelación de nuestra condición es, asimismo, creación de
así lo lleva a realizar lo que es. No son las sagradas es- nosotros mismos. Según se ha visto, esa revelación puede dar-
crituras de las religiones las que fundan al hombre, pues se se en muchas-formas e incluso no recibir formulación verbal
apoyan en la palabra poética. E l acto mediante el cual el alguna. Pero aun entonces implica una creación de aquello
hombre se funda y revela a sí mismo es la poesía. En suma, mismo que revela: el hombre. Nuestra condición original es,
la experiencia religiosa y la poética tienen un origen común; por esencia, algo que siempre está haciéndose a sí mismo.
sus expresiones históricas -poemas, mitos, oraciones, exorcis- Ahora bien, cuando la revelación asume la forma particular
mos, himnos, representaciones teatrales, ritos, etc.- son a ve- de la experiencia poética, el acto es inseparable de su expre-
ces indistinguibles; las dos, en fin, son experiencias de nuestra sión. La poesía no se siente: se dice. Quiero decir: no es una
"otredad" constitutiva. Pero la religión interpreta, canaliza experiencia que luego traducen las palabras, sino que las pa-
y sistematiza dentro de una teología la inspiración, al mismo labras mismas constituyen el núcleo de la experiencia. La
tiempo que las iglesias confiscan sus productos. La poesía experiencia se da corno un nombrar aquello que, hasta no ser
nos abre la posibilidad de ser que entraña todo nacer; recrea nombrado, carece propiamente de existencia. Así pues, el
al hombre y lo hace asumir su condición verdadera, que no análisis de la experiencia incluye el de su expresión. Ambas
es la disyuntiva: vida o muene, sino una totalidad: yida y son uno y lo mismo. En el capítulo precedente se intentó
muene en un solo instante de incandescencia. desentrañar y aislar el sentido de fa revelación poética. Aho-
ra es necesario ver cómo se da efectivamente. O sea: ¿cómo
se escriben los poemas?
La primera dificultad a que se enfrenta nuestra pregunta
reside en la ambigüedad de los testimonios que poseemos so-
bre la creación poética. Si se ha de creer a los poetas, en el
momento de la expresión hay siempre una colaboración fatal
y no esperada. Esta colaboración puede darse con nuestra
voluntad o sin ella, pero asume siempre la forma de una intru-
sión. La voz del poeta es y no es suya. ¿Cómo se llama, quién
es ese que interrumpe mi discurso y me hace decir cosas que
yo no pretendía decir? Algunos lo llaman demonio, musa, es-
píritu, genio ; otros lo nombran trabajo, azar, inconsciente,
razón. Unos afirman que la poesía viene del exterior; otros,
que el poeta se basta a sí mismo. Mas unos y otros se ven
obligados a admitir excepciones. Y estas excepciones son de
tal modo frecuentes que sólo por pereza puede llamárselas así.
Para comprobarlo, imaginemos a dos poetas como tipos idea-
les de estas contrarias concepciones sobre la creación.
Inclinado sobre su escritorio, los ojos fijos y vacíos, el
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