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José Revueltas

[,os muros de agua

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Edicionos Era
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Yo hubiera querido denominar a toda mi obra


Los días terrbnales. A excepción tal vez de los
cuentos, toda mi novelística se podría agrupar ba-
io el denominativo común de Los días terrenales,
ton srs diferentes nombres: El luto humano, Los
muros de agua, etcétera. Y tal vez a la postre eso
vaya a ser lo que resulte, en cuanto la obra esté
teíminada o la ¿¿ yo poi cancelada y decida ya
no volver a escribir novela o me muera y ya no
pueda escribirla. Es prematuro hablar de eso,
pero mi inclinación sería ésa y €qto le recomen-
áaría a la persona que de casualidad esté recopi-
lando mi obra, que la recopile bajo el nombre
de Los días terrenales.

(Iosé Revueltas: entre lúcidos y atormentad.os,


960
entrevista por Margarita García Flores, Dio-
Edición original: Universidad Veracruzana, I
rama de la Cultura, Excélsior, 16 de abril de
Obras completas de José Revueltas
1972.)
ISBN:9ó8411-016-2
ISBN: 968-4ll-019-7 (tomo l)
Primera edición: 1978
I 5a. reimpresión: 2001
DR O 1978, Ediciones Era, S. A. de C. V.
Calle del Trabajo 31, 142ó9 México, D;'F.
Impreso y hecho en México
Printed and made in Mexico

Este libro no puede ser fotocopiado' ni reproducido total o parcialmente,


por ningún rnedio o rnétodo, sin la autorización por escrito del editor'
-t:
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1 I imilIOTEcA
, L LlNcüisrrco_Lrrton_¿,--
," .;
A PROPÓSITO DE LOS MUROS DE AGUA

I
Los muros de agua fue escrita en 1940 y publicada al año
siguien-
t" gta.iu" u uoá ,ur..ipción famiüar :ol lu que se pudo hacer
treíte a los gastos de impresión. Terminé.de escribir la novela la
Ááá*áAl i"i ¡ .¿" oct;bre. Puedo precisar con tanta exactitud
tr$,ri.
i;-i."l?-"" rirtr¿ á. una circunstancia estrujalley'doloro:,ut :tu
;iráu mañana vino a mi casa la esposa de mi que
hermano Silvestre
estaba muy. gra-
ffi ;;;; ;"dit.e que fuera a verlo en aterrción a
yo contaba' al ter-
1$,
i". n la madrúgada siguiente Silvestre moría:
minar de escriblr mi libro, con acudir inmediatamente a leerselo'
pr.r ¿i un juez implacable y magnífico' Esto {" -'9 f}.t-1":';
ffi "tu
ü1.; .n medio de la fiebre Silvestre apelas me reconocia
y ya no
la-ageqcia
,ffi,, ;;'*d;á. * ru¿o tátia que fue nepbsario acudirun dolor.vivo a
,t! il;rarü p-" áaqritii ¿i i¿t"tto- to re'cuerdo §on
'I,f¡iri
5l y unu urgortia qué no me abandona cada vez' No pensé más en
ill,
rrllljr. Li, *i*á, de agua y no sometí este libro a la lecturaesposa' de nadie
la
;$l,
hasta que, po¡ insistenciu ¿. Roturt? ¿ 9?-'i primera
,,1i'

novelaiue puUticada el 10 de mayo de 1941'


I '.'
el
\
1., La segqnda edición de L,os *toot de agua fue publicada en
mis veinte años
,Il;;;-ñ;;ii a" :-9ot, fecha en que'se cumplen
trate' sin em-
de escritor. Pero no es ésta mi primer novela, así se
)' üirgo--a" *i primer libro própiamente dicho' Escribí antes de
lríá*rt de agua (y esto debe ser por los años 37 y.38) una
novela cofia,,El q*tronro, de la cual sólo llegó a publicarse el
.upilor" .i forrnu de cuento, dentro del volumen qu¡ for-
;;t
'Áa";;
Dios Zn la tiera. Los originales (sin copia) de El
quebranto
un buen la-
desaparecieron en la estación de Guadalajara, donde
la
;;#;;p;áero ae mi maleta, sin duda convalor: todavíadenoen-le
esperanza
;if,¡;; &;t-;.:eila álgunos objetos de

,til;
arriendo la ganancia por su hallazgo. Bien; así fue y ya no tuve litud: que no sabremos demostrar que aquello sea espantosamen-
la presencia de ánimo para emprender la tarea de escribir nueva- te cierto.
mente aquella novela.+ Llegué a esta conclusión durante una visita que fui invitado a
Los muros de agua recogen algunas de mis impresiones duran- realizfi al Irprosario de Guadalajara, por el director del estable-
te dos forzadas estancias que debí pasar en las Islas Marías, la cimiento, docior B., en 1955. La experiencia era importantísima,
primera en 1932 y la segunda en 1934. La clandestinidad a que por más torturante que resultara. Iba a examinar, a contemplar,
el partido comunista estaba condenado por aquellos años nos co- a medir un horror concreto, el horror en una de sus manifestacio-
locaba a los militantes comunistas en diario riesgo de caer presos nes más desnudas. Recordaba lo que se cuenta de Tolstoi cuando
y de ser deportados a} penal del Pacífico. Yo no era de los más alguien le preguntó si él había visto, por sus propios aios, algo
señalados por esta persecución: las cárceles no dejaron nunca de sáejante á tJqr" describe en La,guerra y la paz cuando ss en-
tener comunistas dentro de sus muros por aquel entonces. Muros tierrá vivos a ,nos prisioneros mal f'rsilados. La respuesta _de
de piedra en la Penitenciaria, en la Cárcel de Belem (que aún al- Tolstoi es toda una lección: no negarse jamás a ver, no cerrar los
canzarnos a conocer algunos camaradas de aquella época), en la ojos ante el horror ni volverse de espaldas por más ¡iavoroso que
Prisión de Santiago Tlátelolco, y muros de a§ua en la Isla María n"or par"r"u. Tolstoi vio a esos fusilados; cuándo y cómo, no im-
Madre, del archipiélago de Las Marías, en ese vasto y solitario portá. Yo tenía qoe ver a aquellos leprosos. No me resisto, pues,
Pacífico, que llegaba a convertírsenos en una inmensidad obsesio- a transcribir los párrafos de una carta que le escribí a María Te-
nante a través de los largos meses de relegación. resa, mi actual ésposa, en aquella ocasión, porque precisamente
Con todo, Los muros de agua no son un reflejo directo, inme- lo que pude conternplar puso de relieve ante mí la frontera que
diato de la realidad. Son una realidad literaria, una realidad ima- exisie eñtre la realidád y 1a literatura. He aquí esos párrafos, que
ginada. Pero esto lo digo en un sentido muy preciso: la realidad comentaré más adelanté desde el punto de vista de lo que consi-
siempre resulta un poco más fantástica que la literatura, como ya dero realismo en la literatura:
lo afirmaba Dostoievski. Este será siempre un problema para el
escritor: la realidad literalmente tomada no siempre es verosímil, Lo primero que vemos al entrar es un enfermo, sentado en una
o peor, casi nunca es verosímil. Nos burla, ,os i'hace desotfuMr" banca lateral, que saluda al doctor B. con una expresión afec-
(como tan maravillosamente lo dice el pueblo en este vocablo de tuo¡¿. Al mirarnos (los visitantes de "fuera") su rostro se hie-
precisión prodigiosa), hace que perdamos el tino, porque no se la. Procuro examinarlo -dentro de la rapidez de la observa-
ajusta a las reglas; el escritor es quien debe ponerlas. ción- lo más profundamente que puedo' casi con ansiedad'
Sí, las Islas Marías eran (no he vuelto a pisar su noble tierra ¿Su reacción anie nosotros, los visitantes,
los intrusos, ha sido
desde hace más de veintisiete años) un poco más terribles de lo áe pudor? Pudiera parecer. El hombre se ha encogido levemen-
que se describe en Los muros de agua, La cuestión se explica por- te áe hombros. Tal vez sea pudor pudor lastimado- o
que lo terrib'le es siempre inaparente. Lo terrible no es lo que ima- nada más desdén. Trato de descubrir-un
qué encuentro de extraño
ginamos como tal: está siempre en lo más sencillo, en lo que te- en este leproso; es decir, dónde está la lepra, no la veo' Sin
nemos más al alcance de la mano y en lo que vivimos con mayof embargo, lt ,n ser extraño. A primera vista, a segunda,-no
angustia y que viene a ser incomunicable por dos razones: una, distingó nada, nada advierto, pero es indudable que hay algo'
l'os demás' Pero, ¿en
cierto pudor del sufrimiento para expresarse; otra, la inverosimi- ¿Quél No, no es un hombre como todos
áOnd" está eso que lo hace distinto? De pronto me doy cuenta'
+ Entre los numerosos papeles que conservó cuidadosamente la primbra Son los ojos. Abiolutamente los ojos. Nunca he visto ojos igua-
esposa del autor, Olivia Peralta, se encuentra el borrador manuscrito de
El quebranto. Se publicará, en estas Obras Completas, iunto con otros tex- les. Muy grandes, muy abiertos, como puestos ahí en el rostro
tos literarios inéditos. de un moáo artificial; ajenos, ojos de vidrio. Cuando alguien

t0 t1
abre mucho los párpados esto puede ser una reacción de sor- horror radica en que no son horrorosos de un modo completo,
presa; hay otros ojos, también (como en el caso de los enfer- sino apenas. Pálidos, con una palidez que jamás podrá encon-
mos de la pituitaria), en que el globo simplernente se salta. trarse en ninguna otra piel humana que no sea la de un lepro-
Pero aquí es otra cosa. Los ojoi de este leproso parecen no so; no es blañca, ni mate, ni ambarina esta palidez. Algo de la
tener párpados, están al descubierto de una manera extraña e epiderrris de un muerto que no está muerto, un muerto de va-
inmóvil, sin inteligencia, imbéciles y blandos. rios días que ya no tiene sangre. Si a todo esto se le agrega
Más adelante una especie de ciego pasea en el patio. No es el aspecto mexicano; sombreros de palma, huaraches, pantalo-
precisamente un ciego. Se cubre con unas gafas negras y tantea nes de dril, el conjunto adquiere una dimensión extrañamente
el piso con un palo de escoba, con pequeños golpecitos telegrá- realista, simple, natural y pavo[osa.
ficos. Están ahí sus pies, vendados con hilachos. Sus pies a la Estamos en el fondo del lazareto, en un terreno lleno de ras-
mitad, tan sólo talón y un pedazo de empeine. ¿Habla? No; trojo aquí y allá. Uno o dos árboles, eucaliptos roñosos. Los
rnasculla entre dientes. Tal vez reza o maldice. enfermos usan el terreno para sembrat maí2.
qué en lugar de eso no hacer un cam-
De un lado, casas de mamposteria y barracas. Dentro hay -pregunto-
algo así como vida familiar: un brasero humea, una mujer se po-¿Por
deportivi? ----el doctor B. ríe con indulgencia ante mi tonta
peina, hay tiestos de geranios en las puertas. Una especie de pregunta.
: lPr.t el caso es que no se podría con suavidad-;
vida, de copia, de imitacién de la vida, porque todos son le- -replica
a casi todos los enfermos les faltan pedazos de las manos y los
prosos. Y los ojos, otra vez. Los grandes ojos sobrenaturales.
Me pregunto si están tristes. No,, de ningún modo. Ni siquiera - Me. .,apéna
pies. ¿a qué podrían jugar?
haber hecho una sugerencia tan imbécil.
resignados. Estupefactos, más bien, como si aún no pudieran
reponerse de alguna sorpresa muy grande o no pudieran dar Entramos en una sala donde se encuentran mujeres. Sobre
crédito a lo que les sucede, sin adquirir todavía la conciencia la doble fila de camas están sentadas aquí y allá, conversando
de que son leprosos. en una voz muy baja, que apenas se oye. La aparición del d-oc-
No quiero sacar conclusiones apresuradas. Miro todos los tor es recibida con cariño. Casi a la entrada de la puerta hay
rostros, busco cuál es el rasgo esencial estrictamente fi- una leprosa jovencita, como de veinte años. Descubro con sor-
sonómico-, sino el rasgo que me haga -no posible encontrar una pr"ra qrr" tódas ellas se han pintado los labios (después,me
síntesis de cómo son esos rasgos. ¿Será cierto lo que pienso? ixplica-B, que es a causa de una fiesta que habrá esta tarde)'
Creo que son rostros que han perdido la facultad de expresar; I-á ¡oven leprosa es bella y sonríe con una especie de candor
son máscaras, no dicen nada. A través de ellos no se podrían al médico. Pero en cüanto nos ve a nosotros'clava la vista en
descubrir los sentimientos que en el común de los hombres son el suelo, como si se húbiera caído toda entera, con una tristeza
más o menos fáciles de establecer. No hay tristeza (y debe tremenda. Todavía el mal no cunde en ella al extremo de que
haberla profundamente), no hay desesperación (y debe ser su rostro no pueda expresar ya sentimientos. Queda ahí con la
insoportable); no obstante, son rostros que deben manifestar vista baja. Lá transición entre su alegría del instante anterior
algo, pero debe ser en un lenguaje diferente al humano. No son y esta cóngoja de ahora ha sido violentísima, instantánea' Nu¡-
caras human,as, de eso se puede estar seguro. óa en mi ,ida h" visto a nadie, a nadie, absolutamente tan tris-
Lo más terrible, lo más desconcertante de todo es que hasta te, Y la leprosa es bonita, con la pintura artificial sobre las
este momento aún no hemos tropezado con un rostro verdade- manchas amoratadas de sus mejillas y las manos que se entre-
ramente horroroso. No son horrorosos. Un poco asimétricos. tienen obstinadamente jugando con sus dedos flacos de largas
Mucha gente no leprosa también tiene rostros asimétricos. ¿1En- uñas.
tonces? Bien, lo que pasa es que el horror está por dentro. El Por la tarde será la fiesta en el teatro del leprosario' Pro-
t3
t2
mctcmos regresar y el que más se empeña en que lo hagamos nitas. El del violín apenas puede tocar y saca de las cuerdas
soy yo. una música alucinante, con movimientos dificultosos del brazo,
Estamos en la puerta del teatro. Un grupo de hermanas de como títere roto, el rostro con una sonrisa descompuesta, ab-
la
caridad, todas muy feas, coñversa en círculo, las cabezas surda, agradecida.
cubiertas con las grandes tocas. Son como palomas pa- En,el interior del teatro las leprosas se sientan a un lado y
-unas
lomas sin belleza espiritual ni física-. La única bella resulta los leprosos en otro. Ramón Rubín y yo permanecemos de
la madre agustina, que es una'india fea con dos granos sobre pie, eñtre dos mujeres enfermas, simples y pálidas.
^ Ahora,
los labios ya atacada del mal-. Resulta que cuando mirando a todo§ juntos, me doy cuenta en qué con-
los curas la-acaso
emprenden en tareas como ésta y otras semejantes, siste el horror que hay en ellos, el horror que inspiran. Simple-
sus mejores auxiliares no están entre los católicos. Es un hecho mente, se trati de uñ horror diferido, un horror a punto de
sintomático que sea precisamente B., un comunista, sin dios y ser. Aquí puedo examinar, de un modo progresivo, el.proceso
sin religión, quien le preste la mayor ayuda, la más desintere- ¿e la distorsión de las caras, desde el principio, al comienzo de
sada, al padre 8., que se ocupa del lazareto. la monstruosidad, hasta la monstruosidad perfecta. Hay toda
Las mujeres leprosas forman también un círculo a la entrada la gama. Están aquéllos aquéllas- cuya nariz es casi na-
del teatro. Lo de los labios pintados es desolador, tremendo. tural, casi humana. Luego
-yvienen los que ya la tienen un poco
hunáda, y finalmente aquellos a quienes nada más les queda
¿Por qué,, con aquellos rostros de leones, con aquellos ojos re-
dondos? Y ahora, de pronto, doy con el secreto: ¡eso mismo! en el rostio una simple, iedonda,, carnosa esferita en medio de
Ahora me doy cuenta de lo que hay de extraño en los ojos: las grandes mejillas de durazno sin color. Parece ser que el ta-
probablemente no es que se muestren muy abiertos y como sin biqu-e de la nariz se les va hundiendo hacia dentro del rostro'
párpados, sino que se hacen redondos, circulares, pierden su Entonces cobran un auténtico aspecto de esas figuras de Goya
aspecto rasgado y se van haciendo como los ojos de los monos, (en Los desastres de la guerra).
pero peor aún, Los labios pintados, entonces, añaden un toque Se aproxima a'mí una pequeña monstruo, solícita, que me
de extravío a las expresiones, como cuando se decora un ca- tira de ia manga suavemente. Tiene la cabeza torcida sobre uno
dáver. de los hombrós, el. cuello protuberante, enoÍne' morado, con
Entre las mujeres hay una niña que podría tener quince años' la apariencia de una vejiga inflada, el rostro plegado en distor-
Un cuerpo menudo, pequeñito, de espaldas muy estrechas, con siones escrofulosas. La cabeza es muy grande sobre un cuerpo
una pañoleta de colores que le cubre la cabeza y un vestido pequeño, deforme. Aquí no es Goya. Aquí es una figura de
verde con caprichosos dibujos negros. La niña está de espaldas bruegtrei, que posiblemente no sea tan espantosa, con todo,
y la pañoleta le cae por detrás, sobre el vestido de artisela co- como alguien pudiera imaginarla, pero que causa una sensa-
rriente. Se vuelve de pronto. No es una niña, es una mujer ción de inmensa soledad,, algo que le hace sentirse a uno muy
adulta, con mapas morados en el rostro y los dos ojos de es- solo. qué no se sientan? pregunta tierna,
limonsiruo de Brueghel. Su-me
-afec-
panto, sin órbitas. tuosa,-¿Por solicitud, su urbanidad, son
Llegan las señoritas del Patronato, jóvenes de la sociedad io que cáusan una sensación de vértigo, unos deseos de llorar,
fapatia. Dos o tres muy guapas. Todas de la que poito insólito, por lo que no se concilian con el aspecto de
-excepción
parece ser principal- bien vestidas, como generalmente viste ánimal horrible (ue tiene la mujer' Rechazo la invitación, del
la mujer de Guadalajara. Sonríen con dificultad, a lo que me mejor modo, porque en otra forma no podré observar. Desde
parece; inquietas, sin mezclarse. El padre B. aparece luego y un principio no puedo dominar una sensación de vergüenza
todo el mundo acude en tropel a encontrarlo. .Dos leprosos, el ñecho dé que mi estado de ánimo es fríamente analí-
uno con un violín y otro con una guitarra, le tocan las maña-
-pór
ticó, sin la menor emoción-' La mujer de Brueghel aumenta
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este remordimiento. Me siento como si
estuviera robando a Ios Anuncian el primer número de la fiesta' Alguien -ry 91-
leprosos. qu" más tarde (cuando áescri¡a
l" qr"
voy a
§i (como t"yjl
"." estov
en realidad ocurre); pero mientras
fs¡rn6- ofrecera el homenaje al padre B. Ya éste nos había
-sufrir
entre ellos me concentro de,un *o¿o alsotrr" tuUtu¿o del hombre: un abogado que tuvo cierta posición, di-
ción, sin que sienta compasión, piedad" nada.
., ,r^J;r;;;: nero, cultura.
No pierdo ile vista a uno de los monstruos, que El orador leproso lleva una mano vendada, la mano que
va más. Se trata de los pedazos de un hombre,
el me cauti_ tendrá carcomida. Uno de sus pies sin zapato' Bueno, también
falta una pierna; Ios deáoJ de las
u'lo ,u*o. i" sin pie. Tiembla, con un papei en las manos, donde lleva las
-uro, no denen y; ;i;rl; notas de su discurso. Sus ojós fulguran. Bajo la guayabera" el
última de Ias falanges. El rostro. . ., pu.*
descriptibte. Sufro "al ,e"ordrrlo. oj;J;;
el rostro es casi in_ torso se hace súbitamente ancho, sin soportes, como si se adivi-
círculos perfectos, hundidos, ,o ,ulior",
batracio
-como ___esos dos nara que está a punto de desintegrarse. El rostro es ancho aba-
un sapo o una jo de las mejillai, el aire resuelto. Comienza a hablar' Primeio
rana, así que justamente sin semejanza alguna
io, autiri- se advierte que el discurso es memorizado; las palabras están
siss-, frente protuberante p".o Ioí huesos"o, qu"trJou, aprendidas. É.ro seguida se deja llevar por la inspiración y
.Ia
como "o,
.naúz si estuviera compuesta de pequeñas losas ¿irparejas; ü "n
habla confoÍne a lo que se le ocurre'
en medio de los ojos. ¿Reóueiaas las mujerá ¿;-ír;; los diicriminados los discriminados
Iesucristo, de Goitia? Eso mñmo, Tata Jesucr#".
Lü;;;_ -§6s6t¡es,
haita después de muertos. . ., los -dic"-,
seres a quienes nadie resiste
ma' Tata Jesucristo fuma y ríe con u,o rrlll€cá. probablemente
ver. . .
no sea sonrisa. La mutilación de sus dedos y
Ar p* ," M" estremezco. Aquí, en este hombre, hay conciencia de la
una mutilación, no se siente; es decir, como "qr.fcon alsuien
ocurre ". lepra, una conciencia inteligente, y es lo que me conmueve' De
a quien han cortado alguna ae las eiirLÁiJ;G-S;;;ff;";,# jr'onio, aávierto lo que rraJ' ae pavoroso- en el abogado,enfer-
IIo, simplemente, se há caído, se ha desprendido igual-il=;" mo. La voz. Es cave.rosa, interior, sale desde muy dentro'
hoja seca o corno la ceniza de un cigarro. Es como'si plro ,ut" después de las palabras' no coincide §on las palabras'
bre retrocediera dentro de sí mismoi cada-vez con
.rt" froÁ_
menos terre- i;"rd. éstas terminu, d" enunciarse, aún ld vaz queda tem-
no en qué esconderse.dentro del cuerpo, cada vez,or-_a*,
-aó¿os Úlando en el aire, ronca, airada, llena de enojo
(u! enojo bue-
:y::j:: ahora una pierna, ahora tos det pie, ut o.u Li no, arnargo, desolado). Termina su discurso con un poema
empeine, algo así como si este retroceder, este B' una imagen
,rpÍ"gá.r", ir"r. compuestó por é1 en honor del padre Recuerdo
yr1-lu-úu desesperada en que un demoáio se iba ;p"Jár;;á; ári ^¡,o".nu''
habla de' que Dioi hace arra¡car melodías a los
de é1, hasta_quitarle el rostrá y poner su propio un inmenso laúd'
.ortrá ufri ár"i_ bosques, como si pulsara
En seguida viene un juguete -c-ómico al que anuncian como
muje¡.no lejos de mí,llevaun
.trepa
Y,nu
por encima de su_hombro,
niño entre los brazos, que Elcuenñ de la loca. Ateirádor. Nada menos que aterrador' Re-
gordezuelo. pues bi.;. flexiono en aquello. Quienes organizan este festival -!lsn, e5
de gordezuelo! Es sólo la carita d-e un pequeño gatito ñ;J;
montés, el espíritu del mexicano- han perdido el sentido de las pro-
ur niño con lepra. La mujer me mira, iráit rrniá. rn¿irere¡te por"iona, del horror' Creo que para nosotros, los mexicanos'
al parecer, porque alqo aebió notar en *i expresión
sobre Ia más"ara de iu rostro ruedan ,;d;;; io existe el horror: de tal mbdo estamos acostumbrados a él'
unas lágrimas, desconec_ Nos fascina Coatlicue. Los niños, para jugar, se ponen esas
tadas en absoluto de lo que acostumbramos
ver como dolor, horribles máscaras de hule que, ahor¿ me doy cuenta, no son
unas lágrimas ajenas, qu-e alguien sottó
sino de leprosos. ¿Dónde se puede ver que esto sea un
áesáá ;;, ;;jr.-;;; juego
..--no Ia mujer actual, erfermá, un país increíble'
sino esa ot.u ar¡", que tuvo al_
* y una divársión? §ólo entre nosotros. Somos
guna vez un rostro, una cara, y que podía
maniiestar ulgá.- De demonios.
16 t7
El juguete
, cómico en cuestión es
co una loca de su en verso' que ha-
vida' Los versos ,il ltliltl requisitos. Pero estos requisitos tampoco son arbitrarios; existen
mexicano, del monstruoso humor
r::,1:t:dojas,
muy ai estilo fuera de nosotros: son, digámoslo asi, el ntoda que tiene la reali-
que descarrilu v or"-I";;:'::',:exrcano' como ése del tren
dad de dejarse que la seleccionemos.
,,#i*il#í
*ar:iíirffi,r, li",ffii,ür*
le encanten), resultan
¿" ."rl"idad de Iocos o de
Dejarse la r"álidud que la seleccionemos. ¿Qué significa esto?
§ignifica que la realidaá tiene un movimiento interno propio, que
,o-". .r" iorbellino que se nos muestra en su apariencia inmedia-
li';:,"'.T;of ]:* ryf.. ü,.,n?'oi.nu. crimi_
er manicomio donde ta, donde todo parcc; ti¡ar en mil direcciones a la vez' Tenemos
magnífico
un infierno y descnbe,entonces
que tiene
,íton"., qot tuL"t cuál és la dirección fundamental, a qué punto
"ol"l"f un
o' uir., qülo,iá"r.r- ." Oitig", y tal dirección será, así, eI verdadero movimiento de la
mosas piedras
;i.ffi .'::i:#tr :'"b.'.li realidid,'íquél con que debe coincidir la obra_literaria. Dicho mo-
, Bueno. r" vimiento interno de la realidad tiene st mado, tiene su método,
círcuro, "ru"".";rflJ:T
a medio 1..,"r^.'-en scéne. sentados
¡;;;.;;:..:"^.: !u" en para decirlo con la palabra exacta. (Su "lado moridor",' como dice
'#'3] ,et pueblo.) Este lado m,oridor de la realidad, en el que-se -la
t'r'J[Hl,i:i:, iT"'dffi
unos l:iütr
a orros. Atrá1,
;i,iifi:#tJ:: apretrenae, en el que se la sornete, no es otro que su la'do diatéc-
¡erá"í. á"il."use .n ,nu"iiiilruHJr"- tico: donáe la realidad obedece a un devenir sujeto a leyes,.en
con un ,orr6rrrfTo-,:omparsa, se encuentra un leproso tocado
que los elementos contrarios se interpenetran y la acumulación
i antitativa se transforma cualitativamente.
*-,:;i¡ry_*1.^ru*"*,*:;ptr',{,,i},,,h;t,
centro de Ia esc, ena,
de pie, la locaieclama,
¿Cómo tomar la realidad de los leprosos
en el sentido de su
coücidencia con la fealidad de la vida, con la dirección interna
bata de colores. vestida
la cabezauru con trozos de Jifr;;;,* con una del movimiento verdadero de la realidad? No se trataba, desde
,L-r.r"ndada iii,r,r", luego, de una realidad desdeñable. ¿Por qué debía serlo? No hay
r" p"r-,* # ií,,:j::: X,j'Xjl,i"l? y.;;, y 1,, J,i"á ¿. ,ruá-¿" la realidad que deba serle ajeno al escritor. Pero si se
der ,,gracroso,,_ s6¡ :#,1n" .
o:.J"r acrores
:f::ru
ce La mrsma "loca" Dare- tomaban estos hechos indiscriminadamente me temo que no se
-no ser lepiosa. R-ecita l,os;;;:":'
"nf".n,ortr9j9T: pudiera ir a ningún lado. (claro que se trata de otfa cosa cuando
arranca carcaiad,t
ios críticod esca-ndalizados y mojigatos acusaban a Huysmans de
Í: i:ti'=.H :$,.ql,i*ll r"*,ü'lk: d;*:trí
un solo zapato-
ser el Museo Dupuytren dé la tteratura; por otra parte, sin em-
Ulgo, se queda unó perplejo ante el horror nihilista, sin medida
'-
t"po*-
"rt¿ "rur"ito'"ar-"t"'
cojeandol-"- i; ú?"': ,f;1,iÍ'r'rÍ¿-:'lJTi:ü
I
y ,ii, propOritos de Louis-perainand Céline en st Viaie hasta el lin
¿" t*'roin".) Tomar ese material vivo, doliente, desquiciante de
los leprosos. . ., pero, ¿cómo? Se me, ocurre que tan sólo- en el
rra!¡a contemptado aspecto en que no eran-leprosos' en el aspecto én que la vida no
^"Pj:1,J9
esa ¡ealidad pudiese una realid
,", ; #
i.ri"lil"-,Ili'eartoad'
e, t.ir rto-rm Ja .Pero dudo de que es lepra. Peio aquí hay mucho que esclarecer todavía, porque ya
vrncen re. E.a a
; I"i:X fl H:r[" ;X: o"o á 1o, filisteoJ antiviviseccionista§ de toda clase apuntando con
c* .r," !r*..'J3,1-'*rabundante.
"x""rivi
el dedo sonrosado: ¡Eso, eso, la vida alegte, feliz, optimista, ri-
sueña, encantadora! No, no; tampoco se trata de eso, y de eso
g;3ffi
mon'ada ;lffi fl1t,."e'f'H*i,i*,Hr#i*
dentro de una .orpori"iOri^Jo,,"uou
a determinados
no tienén de leprosos,
pero más aún,
vía está en
iin
riásgo
que
d"
otra cosa. Tomar a los leprosos en lo que
-"roi que de cualquier porque,
áejeñ
caei en
de
la
en efecto, la vida no, es.la lepra,
ser leprosos, porque la vida toda'
lepra, y ahí están,' para testimo-
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niarlo, las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki. Esta es la cues-
tión, sin duda.
f,os muros de agua
_ Me he apartado, evidentemente, de lo que quería decir sobre
Los rmuros de agua.
La bien intenciorrada malignidad de algunos críticos sostiene
qu€ se trata de mi "mejor" nóvela. Resultá que para los escrito-
res rnexicanos cada vez se'nos hace más difícil éstar de acuerdo
con nuestros críticos y no voy a intentar aquí una autovaloración
de mi trabajo, que resultaría más que premátura, cuando me que-
da tanto por escribir. Baste dejar áicfró que considero Los m.uros
de agtm como una intención, como una tentativa.
rntención, tentativa de lo que considero realismo. No el realis-
mo de quienes se someten servilmente a los hechos como .ante
cosa sagrada (el realismo de un buen reportero, digamos, aquí sí
exigencia neéesaria del oficio, y yo he sido reporteio duranté lar-
gos años); ni el realismo pletórico de vitaminas, suavizaclo con
talco, entusiasta profesional, gazmoño y adocenado, de los que
a sí mismos se consideran "realistas socialistas,,. Un realismo áa_
terialista y dialéctico, que nadie ha intentado en México por la
191]ll? ruz6n de que no hay escritores que al mismo tiempó sean
dialéctico-materialistas.
El empeáo no es fácil de ningún modo, y por eso Los muros
de agua quedan en una tentativa. pero, ¿acáso lo he logrado con
mis novelas posteriores? Parece ser que no, aurque tampoco es-
toy muy lejos de lograrlo.
. Creo, por otra parte, que sélo sobre la línea de este realismo
dialéctico-materialista se podrá llegar a escribir en nuestro país Ia
gran novela mexicana.- No hay otio camino y esta posición mía
no es dogmática. Basta examinar el panorarna de nuestra litera-
tura. Por un lado, las producciones más ,,ayanzadas', no logran
salir de los marcos del revolucionarismo democrático-Uurgois, y
Ias que intentan penetrar más hondo en la realidad del ñomúrá
todavía no pasan del psicoanálisis.
A romper estas limitaciones que padece nuestra literatura es a
lo que tiende mi trabajo literario, y a romper los moldes sociales
que traban el desarrollo humano es a lo que tiencle mi actividad
de militante marxista-leninista.'
México, marzo de 1961

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