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La falacia del abatimiento de la pobreza extrema en México

Eduardo González Velázquez


Israel Vizcarra Varela

Resumen

La lucha contra la pobreza siempre ha ocupado un lugar destacado en las políticas

públicas en México. El gobierno mexicano destacó el cumplimiento de la meta del

primer punto de los Objetivos del Milenio en su cierre al 2015, al disminuir los

niveles de pobreza extrema y el hambre; ahora nos perfilamos a una meta aun

mayor con los Objetivos de Desarrollo Sostenible rumbo al 2030. No obstante, el

problema de la pobreza en México se encuentra en un impase que no encuentra

una solución efectiva en el futuro inmediato. El presente trabajo se propone

discutir dos puntos centrales: cómo se ha desarrollado a nivel internacional y

nacional, la medición de la pobreza, pues de esto depende saber en dónde se

ubica la población que necesita asistencia, así como el buen funcionamiento de

los programas sociales. Por otro lado, analizar el impacto histórico de muchos de

los programas sociales que hoy operan en México, los cuales fueron creados para

compensar la falta de ingresos de los hogares en pobreza ante las fallas del

modelo económico neoliberal y su impacto negativo en sectores vulnerables de la

población.

Palabras clave

Pobreza, corrupción, objetivos de desarrollo sustentable, desigualdad social,

desarrollo

1
Introducción

Desde los años posteriores a la revolución mexicana de 1910, en México se

observa un corpus de prácticas y discursos encaminados a terminar con la

pobreza; a sacar a millones de habitantes de la situación de marginación en la que

viven. Para ello son elaborados gobierno tras gobierno diversos planes de

desarrollo y combate a la pobreza con el fin de atender a los desposeídos. No deja

de llamar la atención la relación inversa que históricamente se ha generado: a

mayor cantidad de recursos destinados para acabar con la pobreza, mayor es el

número de mexicanos en esa situación. La histórica paradoja del combate a la

pobreza y la falacia de sus resultados.

Detrás de los débiles resultados de las políticas sociales de los siglos XX y

XXI, se encuentran el mal uso de los recursos destinados a mitigar la pobreza, el

uso clientelar y faccioso de los mismos, un universo burocrático que incrementa el

costo de la ayuda a los más necesitados, así como el aumento en los niveles de

corrupción e impunidad en el ejercicio gubernamental de los responsables de

atender a los que menos tienen.

Cuando México no termina de gestar políticas sociales adecuadas, a nivel

internacional se ha comprometido al cumplimiento de la agenda global que

marcará el rumbo de los próximos quince años: los Objetivos de Desarrollo

Sostenible (ODS), El compromiso de los países firmantes es ambicioso al

pretender erradicar los grandes problemas globales a fin de lograr un mundo

equitativo. El reto en México es mayúsculo pues se debe construir un Estado-

nación con un gobierno efectivo, reducir la desigualdad, erradicar la pobreza,

proteger al medio ambiente, proporcionar una educación de calidad…


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Por ello, en este texto se desarrollo en su primera parte el tránsito de los

Objetivos del Milenio a los Objetivos de Desarrollo Sostenible en el caso

mexicano, y a continuación se aborda el problema específico de la medición de la

pobreza en múltiples niveles a fin de determinar si existe concordancia entre el

contexto nacional y la estrategia global de desarrollo sostenible de la ONU. En la

siguiente sección se analizan los resultados de los programas sociales y las

políticas gubernamentales de apoyo a la población vulnerable los últimos treinta

años con el propósito de demostrar sí efectivamente México ha avanzado o no en

la lucha contra la pobreza y cuál es el panorama actual rumbo a la meta de los

ODS en el 2030. Finalmente, se presentan algunas reflexiones a modo de

conclusión.

El tránsito de los Objetivos de Desarrollo del Milenio a los Objetivos de


Desarrollo Sostenible

Nunca antes el mundo había contemplado una reunión de esfuerzos y metas

finales como la aprobada por 189 jefes de Estado y de Gobierno congregados en

la Cumbre del Milenio de la Organización de Naciones Unidas (ONU), celebrada

en Nueva York en el año 2000. El compromiso fue mayúsculo y se signó en la

Declaración del Milenio donde se detallaron los objetivos, principios, valores,

metas y acciones para erradicar la pobreza en todo el mundo hacia el año 2015.

Los líderes mundiales acordaron acciones globales prioritarias en este sentido y

otros más, pero la pobreza y el hambre ocuparon el primer lugar entre los

objetivos. En diversas declaraciones, la ONU afirmó que los Objetivos de

Desarrollo del Milenio representaban el rostro más humano de la globalización y

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eran la convergencia de las voluntades de todos los países, sin importar su

diversidad, una muestra de que era posible lograr acuerdos en beneficio de todos.

Erradicar la pobreza extrema y el hambre, como el primer objetivo de

Desarrollo del Milenio se planteó con dos metas: 1) Reducir a la mitad el

porcentaje de personas cuyos ingresos sean inferiores a 1.25 dólar diario entre

1990 y 2015. 2) Reducir a la mitad la proporción de la población que padece

hambre entre 1990 y 2015 (CEPAL, 2000). Visto en porcentajes, la tasa de

pobreza extrema en países en desarrollo en 1990 era del 47% y para el 2015 se

redujo a 14%. Esto es, según la ONU que la cifra descendió de 1900 millones de

pobres extremos a 836 millones gracias al cumplimiento del compromiso adquirido

en el 2000. Obvio decir que México presumió la reducción de la tasa de pobreza,

pero es importante no perder de vista un aspecto: la medición. El objetivo abordó

la pobreza extrema y esta se ubicó en la ganancia inferior a 1.25 dólares por día,

por tanto afirmar que se gana apenas esta cantidad, significa estar en un nivel

superior de bienestar, al menos para la ONU, pues sin duda sigue estando una

persona en la brecha de la pobreza. Gracias a esta forma de medición, Bill Gates

ahora en su rol de filántropo internacional, afirmó que “la pobreza se ha reducido

enormemente en el mundo, y se ha superado uno de los objetivos del milenio, que

era reducirla a la mitad. Países como India, Brasil y México ya no son pobres sino

de rentas intermedias. Es un cambio enorme” (Jiménez, 2016).

En el 2015 los líderes mundiales se reunieron otra vez para firmar un nuevo

compromiso como parte de la agenda 2030 promoviendo los Objetivos de

Desarrollo Sostenible. Si en el 2000 eran ocho los objetivos, para el 2016 se han

trazado 17, y el que los encabeza nuevamente es la pobreza ahora de forma


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específica, como se aprecia en el anexo 1. El punto es discernir hasta qué punto

efectivamente, México ha cumplido con el fin del primer Objetivo del Milenio. No se

trata únicamente de afirmar que se gana más de 1.25 dólares, sino cómo se

traduce esto en la medición de la pobreza a nivel nacional, en el bienestar

personal y familiar, así como en la gestación y resultados de las políticas públicas.

La pobreza: enfoques e interpretaciones

“No puede haber una sociedad floreciente y feliz cuando la mayor parte de sus

miembros son pobres y desdichados”. Así lo afirmó en el siglo XVIII Adam Smith,

autor de La riqueza de las naciones y padre del capitalismo. A más de doscientos

años de su obra fundamental, el mundo exhibe una tremenda contradicción

socioeconómica derivada de sus postulados económicos hoy devenidos en

capitalismo salvaje.

Actualmente la riqueza extrema y la pobreza extrema coexisten tan cerca

que a veces tan sólo las separa una valla como es el caso en numerosos

fraccionamientos en México, Brasil o la India. Hablar de la riqueza es fácil: rico es

quien posee más de lo necesario para vivir “decentemente” y pobre es quien

sobrevive por debajo de esta línea. Aparentemente descrito, en realidad no es tan

sencillo, hay matices, millones de seres humanos se encuentran entre los dos

polos de la métrica, es decir, la pobreza es increíblemente más compleja y

problemática para los gobiernos y los analistas por sus vastas implicaciones. La

pobreza es un problema que los Estados no han podido resolver, ni siquiera los

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más desarrollados. Por otro lado, no se ha desarrollado aún un marco teórico que

nos permita apreciar todas sus ramificaciones, más bien contamos con

explicaciones parciales del fenómeno de la pobreza.

Para analizar un problema, primero hay que definirlo. Esto nos lleva a una

pregunta obvia y a la vez compleja ¿qué entendemos por pobreza? La definición

no es sencilla pues implica escalas, y a partir de esto, se diseñan estrategias de

acción que pretenden más que combatirla, disminuirla a límites tolerables. Kanbur

(2001) planteó que la definición de pobreza es el motor para la selección de

políticas. Por otro lado, Altimir establece que “la ambigüedad teórica del concepto

de pobreza representa una dificultad básica para los estudios de la pobreza, ya

que el uso del concepto encuentra, en cambio, su justificación en las

preocupaciones éticas y políticas por este aspecto particular y extremo de la mala

distribución de los bienes sociales, y en la voluntad política de dedicarse

especialmente a su solución” (1979, pág. 4). A la pobreza entonces se le asocia

con un estado de necesidad. En este sentido, Ravallion afirmó que “existe pobreza

en una sociedad cuando una o más personas no alcanzan un nivel de bienestar

que se considera que constituye un mínimo razonable dados los estándares de

dicha sociedad” (1992, pág. 4). Evidentemente la definición tan amplia del autor

nos impide cuantificar el problema o proponer estrategias y acciones al respecto.

Como ya se mencionó, definir la pobreza es cuestión de escalas que

cambian en el tiempo y el espacio, y de acuerdo a las necesidades básicas de las

sociedades. Si bien las Naciones Unidas definen a nivel internacional lo que es

pobreza y mide ésta con un estándar determinado, lo cierto es que cada país

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elabora líneas de pobreza propias conforme a su nivel de desarrollo y normativas

sociales.

La Revolución industrial, el fenómeno socioeconómico que transformó

nuestro mundo a nivel global, precisamente desde el siglo XVIII de Adam Smith,

trajo consigo no sólo nuevos modos de producción y el surgimiento de las clases

sociales características de nuestro tiempo; también trajo consigo la necesidad de

explicar estos cambios a partir del siguiente siglo por medio de análisis

sistemáticos abocados en definir, medir y superar la pobreza, aunque sin mucho

éxito la mayoría de las veces por la generalidad planteada sobre el problema. Por

ejemplo, uno de los primeros investigadores en definir la pobreza en función de los

ingresos fue Rowntree tomando como caso de estudio la ciudad inglesa de York

en 1901. Él estableció una línea de pobreza a partir de una cesta que incluía los

elementos básicos de alimentación, ropa, habitación, calefacción, utensilios para

lavar y cocinar y una cantidad fija de dinero para gastos como vivienda y otros

elementos domésticos. Todo esto tasado en los precios más bajos y en las

cantidades imprescindibles. Aquel individuo que no alcanzara este ingreso mínimo

era por consecuencia pobre (Olavarría, 2001).

Existen diferentes enfoques sobre la pobreza, los cuales responden a

diferentes planteamientos teóricos cuya intención es priorizar algunos aspectos

sobre otros que permitan trazar programas para afrontarla. Así, se ha visto esta

problemática desde variados enfoques situacionales: a partir del ingreso, el

analfabetismo, el acceso a los servicios médicos, la desnutrición, el infraconsumo,

el tipo de vivienda, precariedad sanitaria, el umbral de esperanza de vida, la

inseguridad y desintegración social, inclusive valores diferenciados de un grupo


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con respecto al resto de la sociedad circundante (Altimir, 1979). Cada una de

éstas y más, son variables que afectan lo que entendemos por pobreza y a

quienes la sufren. La pobreza no es producto de una sola carencia, sino de

múltiples factores relacionados entre sí que afectan nuestra definición de la

pobreza.

Para la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) la pobreza

“expresa situaciones de carencia de recursos económicos o de condiciones de

vida que la sociedad considera básicos de acuerdo con normas sociales de

referencia, que reflejan derechos sociales mínimos y objetivos públicos. Estas

normas se expresan en términos tanto absolutos como relativos, y son variables

en el tiempo y los diferentes espacios nacionales" (CEPAL, 2000, pág. 92). Para

esta entidad, la pobreza, en términos monetarios, significa no disponer de los

ingresos suficientes en relación a la línea de pobreza, que corresponde al costo de

una canasta de consumo básico.

En paralelo con la línea de pobreza están las líneas de la indigencia y la

marginación. En el primer caso, los ingresos apenas alcanzan para satisfacer los

requerimientos nutricionales básicos de una familia. En el segundo, encontramos

una condición de vida más evidente en las grandes ciudades que en las de menor

tamaño, principalmente cuando los indicadores hacen referencia a la

infraestructura en vivienda de baja calidad por su material de construcción (por

ejemplo, suelo de tierra y techos de cartón), y con carencia en servicios públicos

como agua, drenaje o electricidad (Macías, Andrade y Guzmán, 2009). Esto deja

ver las limitaciones que presenta conceptualizar la pobreza a partir de los niveles

de ingreso y acceso a los servicios públicos. Lo anterior "revela sólo parcialmente


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el impacto de la disponibilidad monetaria sobre el bienestar, aunque se supone

que el ingreso permite satisfacer las necesidades fundamentales" (CEPAL, 2000,

pág. 92).

En la perspectiva de CEPAL, la pobreza depende del número y las

características de las necesidades básicas incluidas, lo que presenta limitaciones

para estimar la pobreza y ver su dispersión. “Originado en una visión de derechos

humanos y de justicia social, la pobreza ha sido evaluada sobre la satisfacción de

las necesidades básicas, consideradas relativamente universales. Basada en una

canasta mínima de consumo individual o familiar que comprende (alimentos,

vivienda, vestuario, artículos del hogar), el acceso a los servicios básicos (salud y

educación, agua potable, recolección de basura, alcantarillado, energía y

transporte público)" (CEPAL, 2000, pág. 93).

El economista Amartya Sen propone el enfoque de las capacidades y

enfatiza que “la pobreza debe concebirse como la privación de capacidades

básicas y no meramente la falta de ingresos, que es el criterio habitual con el que

se identifica la pobreza” (Sen, 2000, pág. 114). Así, las capacidades comprenden

todo aquello que permite a una persona ser, como una adecuada nutrición, saber

escribir y leer, formar parte de la vida comunitaria. En este sentido, las

necesidades básicas son parte de las capacidades, pero las capacidades son algo

más amplio que incluye además el bienestar humano y la libertad de elección

sobre un conjunto de opciones. El concepto de bienestar que utiliza, lo vincula a

las libertades positivas que tiene una persona.

Al analizar los factores que inciden en la privación de capacidades y por lo

tanto en la pobreza real, Sen considera que si bien "la falta de renta puede ser una
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importante razón por la que una persona está privada de capacidades […] lo que

hace la perspectiva de las capacidades en el análisis de la pobreza es contribuir a

comprender mejor la naturaleza y las causas de la pobreza y la privación,

trasladando la atención principal de los medios (y de determinado medio que suele

ser objeto de una atención exclusiva, a saber, la renta) a los fines que los

individuos tienen razones para perseguir y, por lo tanto, a las libertades necesarias

para poder satisfacer estos fines" (Sen, 2000, págs. 114 y 117). La relación entre

renta y capacidad, depende de la edad de la persona, del sexo y de los papeles

sociales, del lugar y de otros factores que la persona controla poco o nada.

Otro aspecto destacado sería la capacidad para convertir la renta en

funciones, ya que desventajas como la edad, incapacidad o enfermedad reducen

la capacidad de una persona para recibir renta, pero también hacen que sea más

difícil convertir la renta en capacidad. Además, se dan casos en que personas con

alguna desventaja necesiten más renta para lograr las mismas funciones.

Finalmente plantea que en un país rico se necesita más renta para comprar

los suficientes bienes y lograr las mismas funciones sociales. Para Sen, es más

importante la calidad de vida que los bienes y servicios accesibles a las personas,

estableciendo la importancia de “las capacidades o potencialidades de que

disponen los individuos para desarrollar una vida digna, e incorporar los vacíos en

los procesos de distribución y de acceso a los recursos privados y colectivos".

(CEPAL, 2000, pág. 83). De ahí que el bienestar no se identifique con los bienes y

servicios, ni con el ingreso, sino con la adecuación de los medios económicos de

las personas a convertirlos en capacidades para funcionar en ambientes sociales,

económicos y culturales particulares. Actualmente, el tema de la pobreza en los


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países en desarrollo y particularmente en Latinoamérica se plantea como un punto

crucial a reducir por parte de organismos financieros internacionales y los

gobiernos locales1.

En la sede del Banco Mundial en Washington, se puede leer en una piedra

su misión: “Nuestro sueño es un mundo sin pobreza”. Para lograr esto, orienta

todos los estudios analíticos, las operaciones y las actividades de convocatoria en

más de 145 países clientes, y lo anterior se ve reforzado por los objetivos de poner

fin a la pobreza extrema en el curso de una generación, así como fomentar la

prosperidad compartida de manera sostenible en todo el mundo. El Banco Mundial

presume que los avances logrados en la reducción de la pobreza han sido

notables en las últimas décadas. El mundo cumplió la meta del primer objetivo de

Desarrollo del Milenio de disminuir a la mitad para 2015 la tasa de pobreza

registrada en 1990, lográndolo en 2010, cinco años antes del plazo previsto. Pese

a este logro, afirma el Banco Mundial, la cantidad de personas que viven en

condiciones de pobreza extrema en el mundo sigue siendo inaceptablemente alta.

Cabe preguntarse entonces ¿cuál es la línea de la pobreza y cómo la traza el

Banco Mundial para lograr la meta de descenso ante de lo previsto por los

gobiernos del mundo?

El Banco Mundial ha establecido una línea de pobreza absoluta para utilizar

en países en desarrollo fijando un ingreso diario entre uno y dos dólares para

establecer dos tipos en función de sus ingresos. Además, la pobreza es descrita

1
América Latina y el Caribe continúan siendo la región más desigual del mundo, en la
región existen 38% más multimillonarios con respecto al último lustro. La pobreza en el
subcontinente es eminentemente rural, mientras los illones de habitantes que han salido
de la pobreza todavía no acceden a la clase media, con lo cual su situación se presenta
como vulnerable (Oxfam, 2014).
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como un “fenómeno multidimensional, que incluye incapacidad para satisfacer las

necesidades básicas, falta de control sobre los recursos, falta de educación y

desarrollo de destrezas, deficiente salud, desnutrición, falta de vivienda, acceso

limitado al agua y a los servicios sanitarios, vulnerabilidad a los cambios bruscos,

violencia y crimen, falta de libertad política y de expresión" (Narayan & Prennushi,

1999, pág. 33).

Hasta aquí, es evidente que toda acción realizada para definir y medir la

pobreza es un conjunto de juicios de valor que arrojan diferentes resultados. En

general, en la literatura sobre este delicado tema priman los enfoques basados en

el ingreso pues permiten identificar fácilmente a las personas en condición de

pobreza y hacer cortes que permitan efectuar comparaciones en espacios de

tiempo determinados.

En este punto encontramos la pobreza con adjetivos. Entre los analistas,

son más recurrentes los conceptos de pobreza objetiva y pobreza subjetiva. El

primer caso se refiere a mediciones basadas en un nivel de vida mínimo, que

responde a criterios prefijados por el investigador como pueden ser el nivel de

ingresos, el nivel de gastos y el menaje de una vivienda. El segundo caso, también

llamada pobreza como insatisfacción, denomina pobre a quien se considera

excluido de lo que él entiende el modo normal de vida, con independencia de sus

posibilidades económicas. En este caso, se trata de un enfoque subjetivo del

individuo que se ve a sí mismo como pobre ya sea en su persona o en su hogar.

En México el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo

Social (CONEVAL) define a una persona pobre “cuando tiene al menos una

carencia social (en los seis indicadores de rezago educativo, acceso a los
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servicios de salud, acceso a la seguridad social, calidad y espacios de vivienda,

servicios básicos en la vivienda y acceso a la alimentación) y su ingreso es

insuficiente para adquirir los bienes y servicios que requiere para satisfacer sus

necesidades alimentarias y no alimentarias. Los adjetivos en México son dos:

pobreza extrema y pobreza moderada.

La pobreza extrema es cuando un individuo tiene tres o más carencias (de

los seis indicadores mencionados), dentro del Índice de Privación Social y se

encuentra por debajo de la línea de bienestar mínimo 2. En otras palabras, quien se

encuentra en esta situación dispone de un ingreso tan mínimo que aun gastándolo

todo en comprar alimentos, no podría adquirir los nutrientes necesarios para una

vida sana. El otro lado es la pobreza moderada, la cual se obtiene al calcular la

diferencia entre la incidencia de la población en pobreza menos la de la población

en pobreza extrema.

Una vez comprendida la diversidad de enfoques e interpretaciones

alrededor de una misma problemática surge una nueva pregunta: ¿Cuántos

millones de pobres existen en México? En 2010 de acuerdo a las cifras del

CONEVAL, en México la población en pobreza fue de 52.1 millones de personas

más 12.8 millones en pobreza extrema lo que representó respectivamente 46.3 y

11.4 por ciento del total de la población. La metodología de la medición de la

pobreza del CONEVAL considera dos enfoques: el de los derechos sociales, y del

bienestar económico. El primero se refiere a los derechos fundamentales de las

2
Se entiende por línea de bienestar a la suma de los costos de la canasta básica
alimentaria y no alimentaria, permite identificar a la población que no cuenta con los
recursos suficientes para adquirir los bienes y servicios que requiere para satisfacer sus
necesidades básicas, aun haciendo uso de todo su ingreso.
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personas en materia de desarrollo social y es medido mediante seis indicadores

de carencia social: rezago educativo, acceso a los servicios de salud, acceso a la

seguridad social calidad y espacios de la vivienda, acceso a los servicios básicos

en la vivienda, acceso a la alimentación. El segundo enfoque es medido a través

de satisfactores adquiridos mediante los recursos monetarios de la población y

representados por las líneas de bienestar y bienestar mínimo.

Como se ha visto con Amartya Sen, la pobreza no se limita a la falta de

ingresos. Es también la insuficiencia de recursos para desempeñar roles sociales,

participar en relaciones y seguir las costumbres que se esperan para todos los

ciudadanos. En consecuencia, ser pobre implica no ser ciudadano (Barba-Solano,

2010). Por último, es importante observar que la pobreza no es algo estático ya

que, si bien existen núcleos duros de pobreza en países como México entre

grupos indígenas y campesinos a lo largo de siglos, también existen grupos de

nuevos pobres, producto de las políticas neoliberales de los últimos treinta años,

que en buena medida provienen de las antiguas clases medias que vieron un

descenso en su nivel de bienestar gracias a las distintas crisis de empleo o

salariales.

Combatiendo a la pobreza a la mexicana: programas y falacias

Desde los albores de la República Mexicana han existido dos constantes

históricas: las políticas y programas gubernamentales para combatir la pobreza, y

el incremento sistemático de los pobres. Suena como un contrasentido, quizá lo

es. Entre más esfuerzos se realizan y entre más recursos se destinan para

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terminar con los pobres en el país, la cifra de desposeídos aumenta. Pareciera

una historia del absurdo, entre más se hace por erradicar la pobreza más crece.

Tal vez el punto de inflexión para cambiar el devenir de esta lógica sea el

aceptar que los millones de pesos destinados para combatir la pobreza, se

encuentran mal aplicados, mal asignados, en función de planes mal diseñados. Es

decir, no se puede negar que se destinan cuantiosos recursos para luchar contra

la pobreza, pero a la luz de los resultados es evidente que las prácticas para

ejercer el dinero en favor de los que menos tienen, han sido erróneas. No solo nos

referimos al diseño de las políticas públicas, que incluso en algunas ocasiones

están bien diseñadas, sino al momento de su ejecución donde la corrupción, la

impunidad y la ineficiencia de los funcionarios terminan por minar cualquier

programa por mejor planeado que sea. A lo anterior hay que sumar, por supuesto,

las prácticas clientelares planeadas desde el poder para el uso y abuso político-

electoral de la pobreza de millones de mexicanos, sin distingo del nivel de

gobierno y partido político que lo ejerza. La pobreza en México continúa siendo un

“negocio” electoral.

Frente a la pobreza, la histórica estrategia gubernamental ha sido negar la

realidad, maquillar las cifras, decir que no pasa nada, que vamos por el camino

correcto, aunque la urgencia económica en los hogares mexicanos se agudiza, y

lejos de disminuir, la pobreza extrema aumenta. Hay que recordar que en 2015 el

Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) anunció que, de un año para

otro, el ingreso de los hogares más pobres del país había aumentado 33%.

El primer paso para combatir adecuadamente la pobreza en México debe

ser identificar correctamente las causas que la potencian. Enseguida, se impone


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detectar, cuantificar y determinar la magnitud de la pobreza, porque al no tener

dimensionada la pobreza y la pobreza extrema, es muy difícil realizar un

diagnóstico certero para conocer quiénes y cuántos son los pobres, en dónde

viven, en qué trabajan, cuáles son sus carencias. En la medida que los gobiernos

no sean capaces de identificar de forma clara y consciente qué es lo que genera la

pobreza en nuestras tierras, estarán condenados a poner en marcha solo

paliativos que oculten la pobreza permitiéndoles construir un discurso de consuelo

y justificación frente a la miseria de millones de mexicanos.

El principal detonante de la pobreza es la profunda desigualdad estructural

en el acceso a los recursos y las oportunidades que experimenta un amplio sector

de la población. La desigualdad estructural no se combate con el reparto de

despensas, materiales de construcción, útiles y uniformes escolares, becas de

senectud o estudiantiles; se combate de raíz con la transformación de las

relaciones sociales, políticas y económicas que favorecen la concentración de la

riqueza en muy pocas manos. Mientras no se ataquen las condiciones

generadoras de desigualdad social y las oportunidades sigan polarizadas, la

brecha que separa a los pobres de quienes no lo son irá agrandándose hasta

niveles insalvables.

El referirnos a la concentración de la riqueza no es un asunto discursivo, es

resultado de históricas prácticas de expoliación llevadas a cabo desde la elite

política y económica sobre los más desprotegidos. Las prácticas de saqueo social

responden a una escrupulosa red de complicidades que benefician a muy pocos a

partir de dañar a muchísimos más. Los oligopolios inhiben la competencia

económica y aprovechan el débil marco regulatorio para obtener mayores


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beneficios. La política fiscal de México se encuentra diseñada para favorecer a los

que más tienen y perjudicar a los que menos poseen. Esta lógica no cambiará en

tanto la principal fuente de impuestos siga siendo la imposición al consumo en

lugar de que se graven más los ingresos personales o empresariales.

Bajo este esquema, los hogares que menos tienen pagan más impuestos

por su consumo, que lo pagado por las familias con mayores ingresos en el país.

Si a esto se le une el desempleo, el subempleo, el outsorcing, y el empleo precario

manifestado en bajísimos salarios, reducidas prestaciones, amplias jornadas,

contratos parciales, no resulta difícil entender que México sea el segundo país con

más desigualdad de ingresos entre los habitantes más ricos y los más pobres; 1%

de la población acumula 43% de la riqueza del país, según la Organización para la

Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE). En 2014, según cifras de INEGI,

30% de los hogares con mayores ingresos concentraron 62.5% de los ingresos

corrientes totales, mientras que el restante 70% de los hogares obtuvieron sólo

37.5% del ingreso. México es la economía número 14 en el mundo en cuanto a su

tamaño, pero 52.1 millones de mexicanos viven en la pobreza, lo que tiene

sumergido al país en un círculo vicioso de desigualdad con bajo crecimiento y

endeble desarrollo humano que debe ser abatido por razones éticas, morales,

económicas y políticas. A querer o no, la austeridad y la riqueza en México no se

reparten equitativamente. Unos mexicanos acceden a la austeridad y otros a la

abundancia. Se continúan privatizando las ganancias y sociabilizando las

pérdidas.

En México se vive una constante paradoja: la puesta en marcha de una

multiplicidad de programas gubernamentales para combatir la pobreza, mientras


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experimentamos el aumento sistemático de los desposeídos en el país. Al recorrer

las últimas cinco administraciones federales nos percatamos de dos constantes:

los millonarios recursos destinados al combate a la pobreza, y los escandalosos

fracasos en las estrategias para terminar con los pobres (véase anexo 2). La

pesada paradoja ha generado una gran mentira discursiva: el abatimiento de la

pobreza en México.

Así las cosas, desde la década de 1980 cuando las políticas económicas

puestas en marcha en el país con base en el modelo neoliberal comenzaron a

producir estragos en la población, los programas sociales puestos en marcha para

aligerar la pobreza de la gente no lograron cumplir su objetivo como se verá a

continuación.
3
Carlos Salinas de Gortari , diseñó y echó andar una estrategia para

enfrentar la pobreza que ha sido seguida por los gobiernos subsecuentes con

pequeñas modificaciones pero manteniendo la esencia de la política social

lanzada en el salinismo. Sin que necesariamente la política social de Carlos

Salinas haya sido exitosa, podemos decir que cambió las formas en que el

gobierno atendía a los más necesitados. La forma y no el fondo de los planes para

3
Carlos Salinas de Gortari fue presidente de México del 1 de diciembre de 1988 al 30 de
noviembre de 1994. Durante su sexenio México firmó el Tratado de Libre Comercio de
América del Norte con Estados Unidos y Canadá; asimismo se llevó a cabo una intensa
venta de empresas paraestatales al sector privado nacional y extranjero, entre ellas las
instituciones bancarias, Teléfonos de México e IMEVISIÓN. Se reestablecieron las
relaciones diplomáticas con el Vaticano. Trató de impulsar una nueva ideología dentro del
Partido Revolucionario Institucional, a la que denominó Liberalismo Social, en un afán de
distanciarse de los gobiernos “revolucionarios” que lo habían precedido. Puso fin a la
llamada Reforma Agraria con lo cual dio por terminado el reparto de tierras y permitió la
venta de los ejidos en manos de los campesinos e indígenas.

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disminuir la pobreza, es lo que ha prevalecido en los gobiernos mexicanos a partir

de su sexenio.

En 1988, Carlos Salinas de Gortari presentó el Programa Nacional de

Solidaridad (Pronasol). Su objetivo era ubicar a todos los pobres del país y

después apoyarlos a través de la participación social comunitaria por medio de

comités que se encargarían de repartir los recursos federales para combatir la

pobreza. Funcionaron alrededor de 250 mil comités por todo el país y se ejercieron

más de 52 mil millones de nuevos pesos4 durante ese sexenio. Tres líneas de

acción fueron prioritarias para Pronasol: a) solidaridad para el bienestar social; b)

solidaridad para el desarrollo regional; y c) solidaridad para la producción. Aunque

la estrategia se aplicó en tres áreas generales: alimentación, regularización de la

tenencia de la tierra y vivienda, se destinaron cuantiosos recursos para la

construcción de infraestructura. Desde el inicio del sexenio el discurso

gubernamental enfatizó que las acciones de bienestar estarían orientadas a

superar los desequilibrios internos que permitieran alcanzar cierta igualdad en las

condiciones sociales. Evidentemente el reto no se cumplió. Al inicio del gobierno

salinista había en México 43.1 millones de pobres, luego de ejercer el presupuesto

para combatir la pobreza, Salinas dejó una herencia de poco más de 47 millones

de pobres.

4
En 1992 el Congreso mexicano aprobó recortar tres ceros a las cifras para dar lugar al
“nuevo peso” y así facilitar la comprensión de las transacciones y hacer un uso más
eficiente de los sistemas de cómputo y contabilidad en el país. Esta medida se
implementó a partir del 1 de enero de 1993.
19
5
Cuando Ernesto Zedillo Ponce de León llegó a Los Pinos permitió que

Pronasol siguiera funcionando como en el sexenio anterior, tuvieron que

transcurrir dos años para que se pusiera en marcha una nueva estrategia para

atender a la población más desprotegida. En 1997 arrancó el Programa de

Educación, Salud y Alimentación (Progresa), con la incorporación de 300 mil

familias de zonas rurales cuyas jefas y madres de familia serían quienes recibirían

los recursos. La principal diferencia con el programa Solidaridad fue la eliminación

de la intermediación de los comités, además de establecer el modelo que hasta

ahora se mantiene vigente, de otorgar dinero en efectivo a madres de familia que

enviaran a sus hijos a la escuela y asistieran a consultas médicas.

Progresa atendió a 2 millones 600 mil hogares en todo el país. La estrategia

fue la descentralización, la coordinación entre instituciones y niveles de gobierno,

la participación social, dando mayor prioridad a las regiones con mayores rezagos.

El programa se concentró en desarrollar políticas asistenciales, potenciar el capital

humano, impulsar el desarrollo productivo, así como aumentar y mejorar la

infraestructura física.

Sus principales programas operativos se concentraron en la producción

agrícola asignando recursos a los campesinos e indígenas que no tenían acceso a

los créditos de la banca comercial, sin obligarlos a producir un cultivo determinado;

5
Ernesto Zedillo Ponce de León fue presidente de México del 1 de diciembre de 1994 al
30 de noviembre de 2000. Al inicio de su mandato se presentó el llamado “error de
diciembre”, con lo cual se gestó una nueva crisis económica que afectó el patrimonio de
millones de mexicanos. Devaluación, inflación, fuga de divisas, así como inestabilidad
política dieron forma a la crisis de 1995; para enfrentarla con relativo éxito se aceptó un
préstamo de Estados Unidos por 20 mil millones de dólares.

20
programas para favorecer la alimentación, mediante subsidios a los pobres en el

campo y la ciudad; los servicios sociales, fomentando así la educación y la salud;

y la construcción de infraestructura, con el fin de llevar servicios básicos a las

comunidades más necesitadas.

A pesar de haber ejercido 105 mil millones de pesos en el combate a la

pobreza, la administración de Ernesto Zedillo no salió tan bien librada. Pues de

poco más de 47 millones de pobres con los que inició su administración, apenas

se redujeron a 44.7 millones al final de su gobierno.

A la llegada de los primeros gobiernos del Partido Acción Nacional, la

realidad no se transformó, las estrategias siguieron siendo las mismas, por


6
consecuencia los resultados también. Vicente Fox Quesada puso en marcha el

programa Oportunidades, y Felipe Calderón Hinojosa lo continuó. El programa

Progresa se mantuvo los dos primeros años del foxismo, para luego dar paso a

Oportunidades con la idea de ampliar la política del anterior sexenio; para ello se

focalizaron los recursos en los mexicanos que habitaban en zonas urbanas y

vivían con menos de cuatro salarios mínimos. Se fortalecieron los programas de

becas educativas, y se incorporaron los apoyos económicos a los adultos mayores

a través del programa 70 y más.

6
Vicente Fox Quesada fue presidente de México del 1 de diciembre de 2000 al 30 de
noviembre de 2006. Asumió la presidencia con uno de los índices de popularidad más
altos en la historia reciente de México. Desde el inicio de su mandato promovió una
reforma fiscal que contemplaba gravar con el impuesto al valor agregado (IVA) el
consumo de alimentos, medicinas, colegiaturas de escuelas privadas, libros y revistas, el
rechazo de la sociedad fue generalizado. Al final de su sexenio las altas expectativas
generadas por su presidencia no fueron alcanzadas.

21
Los recursos destinados a Oportunidades en el gobierno de Vicente Fox se

incrementaron 70% en comparación con el último año de Ernesto Zedillo. El

andamiaje discursivo de las Oportunidades del foxismo hablaba de reducir la

pobreza extrema; generar igualdad de oportunidades para los grupos más pobres

y vulnerables; apoyar el desarrollo de capacidades de las personas en condiciones

de pobreza; y fortalecer el tejido social fomentando la participación y el desarrollo

comunitario. Oportunidades contaba con una Coordinación Nacional donde

convergían los esfuerzos de las Secretarías de Desarrollo Social, de Salud, de

Educación Pública y el Instituto Mexicano del Seguro Social.

A pesar de las estrategias para impulsar la educación; mejorar la salud y la

alimentación de la población; apoyar a los jóvenes en su transición a la etapa

productiva; y fomentar la autosuficiencia, seguridad y patrimonio de las familias, la

operación del programa no fue lo esperado y, por lo tanto, los resultados

reflejaron nuevamente el fracaso del combate a la pobreza. En 2000 Vicente Fox

encontró una población de 44.7 millones de pobres, y en 2006 que dejó la

presidencia heredó 45.5 millones de pobres, a pesar de haber ejercido 150 mil

millones de pesos.
7
Para 2006 con la llegada de Felipe Calderón Hinojosa a la casa

presidencial, se mantuvo el programa Oportunidades en alrededor de 100 mil

localidades en los municipios de mayor marginación. Aumentó el monto mensual a

7
Felipe Calderón Hinojosa gobernó del 1 de diciembre de 2006 al 30 de noviembre de
2012. La principal línea de acción de su gobierno fue el combate al narcotráfico, lo que
generó al menos 120 mil muertos. La deuda externa aumentó 90%. Asimismo, el impacto
de la crisis global de 2008 agudizó la pobreza en México y redujo sustancialmente los
impactos positivos de los programas para mitigar la pobreza. El sexenio concluyó con 5%
de tasa de desempleo.

22
jefas de familia de 529 a 830 pesos; continuaron las becas para niños y jóvenes a

partir de tercero de primaria y hasta el último grado de educación media superior;

6.5 millones de familias se beneficiaron con programas de pisos firmes para las

viviendas, alimentarios para los niños, educativos para los jóvenes, y de salud, se

entregaron apoyos adicionales por cada adulto mayor integrante de las familias

beneficiarias, que no recibían recursos del Programa 70 y más.

Al final del sexenio calderonista, en México habitaban 53.3 millones de

pobres, una población que había aumentado desde los 45.5 millones recibidos en

2006. Lo cual necesariamente lanza la pregunta que aún hoy en día no tiene

respuesta, ¿por qué con el ejercicio de 305 mil millones de pesos para

Oportunidades, más 1 billón 154 mil millones destinados a otros programas

adicionales para atender la pobreza en la administración de Calderón, casi ocho

millones de mexicanos más alcanzaron la condición de pobres?

En 2012 comenzó la administración de Enrique Peña Nieto8, y se puso en

marcha el programa Prospera. La estrategia se pensó como una suerte de

articulación entre los diversos programas existentes para atender a los más

necesitados. Esto incluye el fomento productivo, generación de ingresos, bienestar

económico, inclusión financiera y laboral, educación, alimentación y salud. La

estrategia antipobreza del gobierno federal destina anualmente cerca de 73 mil

8
Enrique Peña Nieto llegó a la presidencia el 1 de diciembre de 2012. Para tener un
mayor grado de gobernabilidad puso en marcha el acuerdo llamado "Pacto por México"
entre la presidencia de la República y los tres partidos políticos con mayor
representatividad en el poder Legislativo: PRI, PAN y PRD. A lo largo de su sexenio el
entorno nacional e internacional han ocasionado que los niveles de pobreza no
disminuyan significativamente.

23
millones de pesos. Como en los sexenios anteriores, la cantidad de recursos no

necesariamente se ha visto reflejada en un abatimiento de la pobreza.

¿Cuáles deben ser las rutas que debemos seguir para entender por qué no

se consigue reducir la pobreza de forma significativa a pesar de los millonarios

presupuestos ejercidos para ello? Los recursos no están bien canalizados; son

utilizados de manera clientelar; la maraña burocrática para su utilización es muy

cara, los recursos por si solos no generan sustentabilidad, además de ser

insuficientes. Todo ello, evidencia el uso político que se ha dado a la pobreza en

México durante décadas, sin proponer una solución al problema de la desigualdad.

En números absolutos, de 1990 hasta la fecha la cantidad de pobres en

México ha aumentado de 46 millones a 53.3 millones. La pobreza extrema, la que

tiene tres o más carencias sociales, pasó de 10.6 a 10.4 por ciento de la población

total, con lo que se mantuvo en el nivel de 11.7 millones de personas; mientras

que el número de personas vulnerables por ingreso pasó de 4.9 millones en 2008

a 6.5 millones en 2010.

Conclusiones

A menos de dos años que concluya el sexenio de Enrique Peña Nieto, el

panorama no es halagüeño pues el paquete económico es cada vez más austero

y el gasto social se ha llevado la peor parte desde el 2016. A raíz de factores

como el descenso en el ingreso petrolero y el nivel de endeudamiento público, el

presupuesto de Egresos de la Federación para 2017 contempló un recorte de 91

mil 380 millones de pesos a programas y acciones de desarrollo social, es decir,

aproximadamente un 40% de dicho recorte corresponde al desarrollo social. Los


24
resultados de esto se verán reflejados principalmente en salud, educación y

desarrollo de infraestructura.

Si se quiere cumplir con el compromiso de los ODS, que implica erradicar la

pobreza para 2030, el gobierno mexicano deberá reformular las políticas sociales

aplicadas hasta la fecha; es urgente la elaboración de políticas económicas,

fiscales, financieras y sociales que propicien una mejor distribución de los recursos

y las oportunidades, no solamente recortar sus presupuestos. Para ello, es

necesario generar una estabilidad económica que permita un mayor crecimiento y

desarrollo económico, los cuales se verán reflejados en más y mejores empleos,

que coloquen a las familias mexicanas en lugares preferentes para experimentar

una ascendente movilidad social. De no cambiar la esencia asistencial de los

programas para abatir la pobreza, los resultados seguirán siendo los mismos que

hemos observado en los últimos sexenios. Sin duda, dinero sí hay, estrategia y

mejores prácticas para utilizarlo no. Bajo esa lógica el dinero termina por gastarse

y la población de pobres por incrementarse.

Más allá del reconocimiento y compromiso adquirido por México para el

cumplimiento de los ODS que permita erradicar la pobreza en nuestro país, se

impone cruzar la frontera de las firmas protocolarias y los discursos repletos de

lugares comunes para rediseñar las estrategias antipobreza en nuestro país. Solo

de esa manera podremos abatir el flagelo de la miseria que ofende la dignidad

humana de millones de mexicanos y que va desgajando el tejido social al paso del

tiempo.

25
Anexo 1

Objetivo 1. Poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo

1.1 Para 2030, erradicar la pobreza extrema para todas las personas en el mundo,
actualmente medida por un ingreso por persona inferior a 1.25 dólares de los
Estados Unidos al día.

1.2 Para 2030, reducir al menos a la mitad la proporción de hombres, mujeres y


niños de todas las edades que viven en la pobreza en todas sus dimensiones
con arreglo a las definiciones nacionales.

1.3 Poner en práctica a nivel nacional sistemas y medidas apropiadas de


protección social para todos, incluidos niveles mínimos, y, para 2030, lograr
una amplia cobertura de los pobres y los vulnerables.

1.4 Para 2030, garantizar que todos los hombres y mujeres, en particular los
pobres y los vulnerables, tengan los mismos derechos a los recursos
económicos, así como acceso a los servicios básicos, la propiedad y el control
de las tierras y otros bienes, la herencia, los recursos naturales, las nuevas
tecnologías apropiadas y los servicios financieros, incluida la
microfinanciación.

1.5 Para 2030, fomentar la resiliencia de los pobres y las personas que se
encuentran en situaciones vulnerables y reducir su exposición y vulnerabilidad
a los fenómenos extremos relacionados con el clima y otras crisis y desastres
económicos, sociales y ambientales.

1.a Garantizar una movilización importante de recursos procedentes de diversas


fuentes, incluso mediante la mejora de la cooperación para el desarrollo, a fin de
proporcionar medios suficientes y previsibles a los países en desarrollo, en
particular los países menos adelantados, para poner en práctica programas y
políticas encaminados a poner fin a la pobreza en todas sus dimensiones.

1.b Crear marcos normativos sólidos en los planos nacional, regional e


internacional, sobre la base de estrategias de desarrollo en favor de los pobres
que tengan en cuenta las cuestiones de género, a fin de apoyar la inversión
acelerada en medidas para erradicar la pobreza.

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