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pobreza
El largo proceso de revoluciones tecnológicas y creación de valor que ha
marcado, especialmente, los tres últimos siglos y que venimos trabajando en la
presente asignatura, ha tenido como correlato, en líneas generales, una sostenida
baja de los niveles de pobreza que históricamente debieron soportar las personas
en distintas culturas y sociedades.
El historiador israelí que ya hemos citado en otras lecturas, Yuval Harari (2018),
lo explica con claridad en sus distintos libros: las revoluciones industriales han
tenido el común denominador de tirar hacia arriba a las masas, es decir, a los
segmentos mayoritarios de la población del mundo, quienes en etapas previas a
dichas revoluciones estaban bastante sometidas a esquemas de esclavitud,
vasallaje, precariedad o sumisión. Son las fuerzas de la creación de valor, la
innovación, el mercado y la comercialización, bajo distintos modelos y
prioridades, las que han impulsado, en una mirada amplia, las oportunidades
concretas de millones de personas para salir de la pobreza. Básicamente por dos
grandes razones:
A. La innovación, a través de la creación de valor, la destrucción
creativa y otros mecanismos económicos que hemos visto, siempre
generan mejor trabajo e ingresos para las personas. Trabajo e ingresos
suponen inclusión económica.
B. El desarrollo de nuevos productos y servicios y la organización de
mercados donde se cruzan las ofertas con las demandas, requiere, para
no ser realidades efímeras o muy acotadas, porciones crecientes de
consumidores con capacidades para ello. Sin consumo creciente no hay
crecimiento (al menos hasta ahora, dado que las nuevas economías
vienen a poner estos principios en tela de juicio por el fenómeno de la
gratuidad que expusimos en el módulo anterior).
Por otra parte, no es menos cierto que los profundos cambios económicos y
sociales de las últimas décadas han ayudado a comprender que la pobreza es una
situación de dolor de muchas personas y cuya definición trasciende la cuestión de
los ingresos percibidos. Es decir, es cada vez más aceptado en el mundo que una
persona no debiera ser considerada pobre solo por estar debajo de un
determinado umbral de ingresos, sino más bien, por la evaluación de un conjunto
de dimensiones que permiten una mirada más completa de su condición en la
sociedad. Cuestiones vinculadas al urbanismo, la educación, la participación, la
calidad de la alimentación, o los servicios públicos, son cada vez más
determinantes para construir mediciones de pobreza acordes a la naturaleza
heterogénea y multidimensional que se requiere en estos tiempos.
Es bajo esta mirada donde las opiniones difieren bastante más y donde emergen
realidades más complejas en orden a la lectura de la tendencia a la baja de la
pobreza. La pobreza, bajo criterio multidimensional, no se traduce solamente en
limitación de ingresos y capacidad de consumo, sino más bien se entiende como
vulnerabilidad en varios aspectos relevantes para encarar la vida individual y
colectiva. Quizás, la metodología más conocida y avalada para reflejar este
fenómeno heterogéneo de la pobreza sea el índice creado por el Programa de
Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en el año 2010. Es conocido como
IPM y todo el foco se puso en comprender las experiencias de pobreza reales a
través de distintas dimensiones que la constituyen, a efectos de poder medirla,
monitorearla, y compararla en los distintos países del mundo.
Por ejemplo, si tomamos la medición del informe del año 2019 del IPM que
publica la página de noticias de la ONU (2019), vemos que, en 101 países
estudiados, 1300 millones de personas viven en la pobreza multidimensional, un
23,1% de su población (si tomamos solo el criterio de ingreso y el umbral
definido en U$$ 1.90 diarios para vivir por encima de la pobreza extrema, 783
millones de personas no lo alcanzan). Unos 886 millones lo hacen en países de
renta media y 440 en los de renta baja. África subsahariana y el sur de Asia
albergan la mayor proporción de pobres, alrededor del 84,5%. Aunque se registra
fuerte disparidad interna en esos continentes.
Más grave aún, el contraste es creciente entre zonas internas del país,
como por ejemplo entre comunas de Santiago, su capital. En La Pintana,
la tasa de pobreza multidimensional era superior al 40% en 2015, 25
puntos más que el promedio de la región metropolitana y que el total del
país. En Lo Barnechea, una comuna del Oeste de la ciudad, la cifra era del
17,3%. Un sistema de castas puede configurarse de esta manera, donde
los ciudadanos de La Pitana viven de manera muy distinta a los de Lo
Barnechea y casi ni se cruzan en ninguna situación urbana.
Pero las brechas de desigualdad han crecido en casi todos los países del
mundo más allá de lo que puede considerarse razonable y hasta
beneficioso. Dos son los factores de génesis global que en general lo
explican:
Factor 1.
Las tasas de rendimiento del capital (retorno de inversiones financieras o
de la posesión de propiedades y activos en general) vienen creciendo
más que las tasas de crecimiento de la economía (producción de bienes
y servicios de la economía en general), hace ya muchos años.
factor 2
Las remuneraciones de las actividades más conectadas a las habilidades
tecnológicas o de gestión avanzadas, propias de la nueva economía de la
innovación y el conocimiento, crecen a tasas mucho más altas que todas
las demás remuneraciones e ingresos de las economías.
Siempre que trabajamos con procesos sociales y las cifras que explican sus
evoluciones, conviene ser cautelosos y generar miradas en diferentes planos y
con distintos horizontes de tiempo. En materia de desigualdad, las estadísticas en
general muestran cómo se han ampliado las diferencias entre quienes más tienen
y ganan, y quienes menos tienen y ganan, a partir de los años 80. Pero si miramos
de forma más amplia el tema, podríamos afirmar con bases sólidas que
actualmente existen menos desigualdades que hace 80 o 100 años.
Hay demasiadas propiedades en el mundo (cada vez más) y muy pocas manos
por las cuales circulan los títulos de la propiedad. Por ello, Piketty llega a
proponer un aumento de los impuestos al patrimonio de forma tal que cada
persona, al cumplir 25 años, pueda recibir un monto de dinero (U$$ 120.000)
como plataforma para desarrollar un camino ascendente, que en general ya no
depende de su capacidad de esfuerzo y trabajo. Aunque, señala el intelectual
francés, una persona llegue a tener un buen salario y un buen diploma
profesional, es muy probable que una parte importante de su ingreso se vaya en
pagar un alquiler a hijos de propietarios que heredaron propiedades, o las cuotas
del financiamiento con el que afrontaron sus estudios, o de los préstamos con los
que intentaron iniciar una actividad laboral independiente.
El mundo discute actualmente donde debe ponerse el foco para resolver estas
problemáticas, y qué tipo de soluciones pueden considerarse más adecuadas a
partir de la validación empírica que puedan haber logrado en distintos lugares del
mundo. Parece imponerse un mandato aceptado por el sistema de líderes en su
amplia mayoría: es necesario construir sociedades más equilibradas y frenar el
avance hacia lo que se visualiza como posibles sociedades duales. Y hay que
hacerlo antes de que nuevos movimientos de corte autoritario y nacionalistas
crezcan en sus planteos extremos en muchos aspectos, dentro de sistemas
democráticos muy debilitados.
Muchos abordajes y políticas hay en este momento en el mundo para cumplir con
esta demanda y este espíritu de los tiempos en materia de sociedades más
equilibradas, sin renunciar a los beneficios del mercado, la propiedad privada y la
innovación. Podemos, a los fines de esta materia, sintetizar esas iniciativas de
impacto global en tres grandes categorías que son una especie de orientaciones a
nivel macro, a las que adhieren en mayor o menor medida los distintos gobiernos,
empresas, u organizaciones en general:
A. Construcción de una nueva etapa de crecimiento y expansión de
la economía, a partir de la productividad tecnológica y la
innovación. Esta es de alguna manera la corriente que menos cambios
de fondo predica, pero que entiende que, a partir de la nueva
revolución industrial, la ampliación de oportunidades de la economía
digital y la expansión del comercio internacional, se podrá recrear el
ciclo habitual de expansión del consumo, la inversión y el empleo. El
mundo está atravesando una difícil transición, como todas, pero
cuando las fuerzas de esta nueva etapa de singularidad tecnológica y
nuevos empleos se consoliden, habrá una nueva etapa de progreso
generalizado.
B. Mejora y transformación del sistema económico capitalista, sin
renegar de los mercados libres, pero utilizando de forma más
consistente y amplia los poderes regulatorios e impositivos del
Estado. Básicamente hablamos de posturas que priorizan rediseñar los
sistemas impositivos para que los que más tienen y ganan paguen más
impuestos, y que las grandes empresas y corporaciones tengan que
respetar regulaciones más estrictas en cuanto a sus estrategias de
expansión y sus maniobras para bajar la intensidad de la competencia
en los mercados donde actúan. El francés Piketty (Capital e Ideología,
Paidós, 2019) refleja esta línea, al expresar la necesidad de que la
propiedad y el poder que el Capitalismo genera, circule con mucha
mayor intensidad para llegar a las mayorías.
C. Foco y creatividad en intervenciones específicas que
demuestran resultados empíricos para vencer pobreza y bajar
desigualdades. Estamos en el terreno de la llamada economía del
desarrollo, de la cual son máximos exponentes los recientes ganadores
del Premio Nobel de Economía 2019, Esther Duflo, Abhijit Banerjee y
Michael Kremer, docentes e investigadores del MIT y Harvard. Esta
corriente promueve la generación de conocimiento en el terreno de la
experimentación, para detectar y replicar los mejores mecanismos que
ayudan a combatir los desequilibrios sociales, más allá del sistema
económico macro imperante. Han descubierto grandes hallazgos, ya
sea en materia de incentivos para vacunación de niños, otorgamiento e
impacto de microcréditos para pequeñas actividades económicas, etc.
Quizás, como en tantos otros temas de las ciencias sociales, no debamos
pretender una verdad absoluta ni un camino único. Más bien se trata de ampliar
las miradas, romper los prejuicios ideológicos (sin dejar de tener las propias ideas
que cada uno elige), generar experimentaciones concretas que amplíen la base de
conocimientos y tomar cada vez más, en todos los órdenes públicos y privados,
decisiones basadas en la evidencia de aquello que funciona positivamente en el
camino de crear sociedades más justas.
En el marco de esta tensión que conlleva una actividad tan cara a los sentimientos
y posibilidades de progreso de las personas, las sociedades fueron adoptando
criterios y pautas para definirlo y encuadrarlo, en cada momento histórico. Por
ello decimos que existe una construcción social del trabajo. Lo que se entiende y
se remunera como trabajo es definido en esa especie de acuerdo social implícito
en función de:
A. La dinámica de las actividades económicas que existen en cada
tiempo y lugar para satisfacer necesidades de consumo de
cualquier índole. Son las fuerzas de la creación de valor y la
destrucción creativa, que hemos visto anteriormente, las que generan
proyectos y organizaciones de bienes y servicios que requieren del
trabajo de las personas en distintos niveles y categorías, y por ende
ejecutan procesos de selección y contratación de forma continua.
B. Las inversiones y prioridades que se definen desde el Estado.
Siempre ha existido un actor público central que define estrategias y
proyectos, de forma inteligente o no, pero que al hacerlo genera
actividades que demandan o promueven el trabajo. Pueden ser trabajos
públicos o privados, lo cierto es que cuando el Estado con su enorme
poder define sectores prioritarios y diseña políticas en tal sentido,
siempre establece marcos y posibilidades para el desarrollo laboral de
muchas personas.
C. Las regulaciones públicas que encuadran las actividades
laborales. Desde que trabajar era sinónimo de esclavitud, las
sociedades han ido progresando en el desafío de proteger al trabajador
a través de derechos y generar marcos que permitan la dignidad de las
personas en el mundo del trabajo. Por ello, siempre el trabajo en una
sociedad depende del marco regulatorio que la misma se da a través del
Estado (tipos de contrataciones laborales permitidas, convenios
colectivos de trabajo por rama de actividad económica, etc.).
Fueron siglos de trabajo inhumano, basado en el esfuerzo físico de las personas
bajo condiciones de baja o inexistente salubridad, remuneraciones arbitrarias e
inexistencia de protección de derechos o seguridad social (salud, accidentes de
trabajo, aportes jubilatorios, etc.), los que fueron creando el caldo de cultivo para
convertir al trabajo en una actividad digna y regulada, principal sustento de las
personas y vital en la organización de una sociedad.
No obstante, hay un factor que emerge como el gran común denominador de los
pronósticos acerca de los trabajos del futuro: la danza de humanos con
tecnologías. No hay dudas que, en el campo o en la industria, en las finanzas o la
economía social, en la empresa o en el Estado, en relación de dependencia o de
forma independiente, etc., trabajaremos montados sobre tecnologías que nos
permitirán acceder a plataformas, información, reportes y herramientas para
hacer mejor la parte que nos toca como humanos, dejando en manos de ellas todo
aquello que resuelven con menores costos u mayor eficacia.
Las grandes preguntas son: ¿habrá lugar para todos en esos procesos de trabajo
del futuro donde una buena parte de las tareas están a cargo de robots y sistemas?
Los trabajos que se pierden, reemplazados por la automatización, ¿podrán ser
reemplazados por esos nuevos que se prometen, más analíticos y de valor
agregado? ¿O quizás ya no sea imprescindible que todos trabajemos en el sentido
tradicional del término, dado que la productividad tecnológica generará la riqueza
que necesitamos para distribuirla entre todas las personas bajos nuevos modelos
que puedan crearse y regularse desde el Estado? ¿O será un mundo de mayoría
independiente, trabajando en forma de cuentapropistas, por proyectos, sin
urgencias ni horarios insoportables, apoyados en nuestros celulares, software
barato, e impresoras 3D?
Es muy pronto aún para hacer pronósticos, porque esta cuarta revolución
industrial y tecnológica recién empieza y todavía conocemos poco acerca del
alcance real de la inteligencia artificial. Pero si podemos decir que cada día se ve
con más claridad que cuando se llega a nuevas tecnologías en producción, es
decir, que se pasa de la fase de prototipos y comienzan a ser usadas en procesos
de trabajo, emerge la necesidad de nuevas tareas humanas no contempladas
debidamente antes que ellas existieran. Es lo que se conoce como la última milla
de la tecnología: siempre requiere de tareas humanas para ser configuradas,
preparadas, aprovechadas, interpretadas y mantenidas. Pero ello requiere de
preparación de las personas para una rápida y amplia adopción de las tecnologías,
lo cual puede hacerse sin mayores dificultades.
Allí está el gran desafío y donde distintos aspectos nos permiten ser optimistas, a
pesar de la dura transición que tenemos por delante. Estos aspectos son:
bullet
bullet
Los sectores de la economía que prometen necesitar cada vez más mano de obra
a pesar de la tecnología (por ejemplo, la economía de los cuidados, que va a
generar millones de empleos futuros vinculados a enfermerías y rehabilitaciones).
bullet
Mirando al futuro, si los precios de los robots que hacen pizzas en USA
caen como todos los demás precios de productos tecnológicos, ¿qué
pasará cuando se vendan robots cocineros que cuesten 2000 o 3000
dólares, trabajen turnos de 24 horas, y no se tomen vacaciones? ¿Cómo
podrán competir con ellos los restaurantes con cocineros humanos, que en
USA cobran sueldos de alrededor de 40000 dólares al año? Lo más
probable es que veremos cada vez más restaurantes automatizados.
Siempre seguirán existiendo restaurantes artesanales para quienes estén
dispuestos a pagar más, pero la tendencia de los robots cocineros será
difícil de parar (Oppenheimer, 2019, p.112).
Para tener éxito en una tarea tan abrumadora, deberás esforzarte mucho en
conocer mejor tu sistema operativo. Para saber qué eres y qué quieres en la
vida. Este es el consejo más antiguo del libro: conócete a ti mismo. Durante
miles de años, filósofos y profetas han animado a la gente a que se
conociera a sí misma. Pero este consejo nunca fue tan urgente como en el
siglo XXI, porque ahora tienes una competencia seria. Coca Cola, Amazon,
Baidu y el gobierno se apresuran a piratearte, a hackearte (2018, p.294)
Más allá del autoconocimiento y la empatía que hemos tomado de ejemplo como dos de las
habilidades blandas de mayor relevancia, existen muchas otras y cada experto en el tema
propone alguna clasificación específica al respecto. Tony Wagner (2016), experto en
educación de Harvard, propone una nómina de habilidades claves para el futuro (la mayoría
de ellas dentro de las consideradas habilidades blandas) que nos parece muy apropiada:
1
Pensamiento crítico y resolución de problemas.
2
Colaboración en redes y comunidades: liderazgo basado en influencia (no en autoridad).
3
Agilidad y adaptabilidad.
4
Iniciativa y mentalidad emprendedora.
5
Comunicación oral y escrita efectiva.
6
Capacidad de análisis crítico de la información.
7
Curiosidad e imaginación.
En la siguiente imagen elaborada por el Profesor David Deming de la Universidad Harvard,
puede verse una correlación entre trabajos mejor pagos, y habilidades sociales requeridas,
desde 1980 en USA.
2. Empatía../ blanda-interpersonal
4. Resolución de problemas../blanda-interpersonal
8. Programación../ digital
La industria de la educación se encuentra en plena transformación, en gran parte a
raíz de este enfoque de aprendizaje por competencias que los tiempos requieren.
General Assambly, es una de las compañías innovadoras que están protagonizando
esta transformación. Nacida en 2011 en USA, se presenta como una organización de
educación pionera y experimental, destinada a ayudar a las personas a mejorar y
transformar sus carreras a través de adquisición de habilidades que demanda el
mercado laboral.
A tal punto están teniendo éxito en esta misión de formar personas en las
competencias que se demandan, que aproximadamente la mitad de sus estudiantes
están financiados por las empresas que GA logra adherir para formarles empleados o
aspirantes en las habilidades concretas que necesitan para las posiciones de trabajo.
Como lo expresa su CEO y fundador, Jake Schwartz: "Siempre estamos buscando lo
que está en demanda, lo que buscan las empresas y cómo podemos brindarles a las
personas las habilidades necesarias para poner el pie en la puerta en ese trabajo".
Para el experto francés en Psicología Cognitiva, Stanislas Dehaene (2019), existen cuatro
pilares fundamentales para que suceda efectivamente el aprendizaje en cada uno de
nosotros, y es allí donde debemos enfocar nuestras energías:
1
La atención, que amplifica la información sobre la que nos concentraremos.
2
El compromiso activo, un algoritmo que llamamos también “curiosidad” y que incita al
cerebro a evaluar constantemente nuevas hipótesis.
3
La revisión o feedback a partir del error, que compara las predicciones con la realidad y
corrige los modelos que elaboramos acerca del mundo.
4
La consolidación, que automatiza y vuelve fluido lo que aprendimos, especialmente durante
el sueño.
Prestar atención, involucrarse, poner a prueba lo adquirido y saber consolidarlo, son los
secretos de un aprendizaje exitoso. Y estos componentes fundamentales de la arquitectura
cerebral se implementan con igual eficiencia en la familia y en la escuela. El maestro o
profesora que logre movilizar estas cuatro funciones en cada uno de sus alumnos, sin duda
maximizará la velocidad y eficacia con que aprenderá su clase. Todos deberíamos,
entonces, aprender a dominarlas, y con ese objetivo, necesitamos comprender bien cómo
funcionan y para qué sirven. (Dehaene, 2019, p.202).
General Assambly (GA) es una fantástica aplicación de esta apuesta por la mentalidad
de crecimiento que propone Carol Dweck. Además de la energía para reflejar las
necesidades del mercado en los programas de desarrollo de habilidades tecnológicas
que imparte, GA innova ofreciendo a los estudiantes de cursos de tiempo completo un
Coach especializado que opera como un socio de cada estudiante en la
responsabilidad de definir y sostener objetivos de desarrollo profesional hacia
adelante. Esto potencia la búsqueda de oportunidades laborales óptimas, y funciona
durante la formación y luego de la graduación también.
Esta macro secuencia que ordenaba nuestras vidas en tiempos menos turbulentos, se ha
terminado. Seguramente cambiemos de trabajo no menos de 7 veces a lo largo de nuestras
vidas, seguramente la profesión u oficio que elegimos de forma temprana se transforme en
una mixtura de distintas disciplinas y actividades que nos definan un perfil casi único,
seguramente las experiencias y nuevos incentivos de cada momento nos permitan descubrir
nuevas oportunidades de aprendizaje y trabajo en intervalos de tiempo cada vez más cortos.
Todo ello combinado conforma la cultura del Long Life Learning. Una buena parte de
nuestro tiempo se ira de forma continua en procesos de aprendizaje cada vez más fluidos,
accesibles, flexibles, y modulares. Ya sea por iniciativa propia, por sugerencia de las
comunidades que integramos, o por definición de la organización o empresa para la que
trabajemos.
Y para practicar activamente esta cultura, nuevamente la tecnología acude a nuestra ayuda.
Son las plataformas de formación virtual (e-learning) y la inteligencia artificial aplicada a
educación las herramientas que facilitan el acceso al aprendizaje de las habilidades que
podemos necesitar en cada momento, en función de las que ya disponemos. Es decir, las
nuevas tecnologías permiten arrojar mayores certezas sobre el stock y alcance de las
habilidades que disponemos en cada momento de tiempo, y cómo adquirir rápidamente las
que nos pueden hacer falta para capturar nuevos desafíos o empleos. Linkedin, la popular
red digital profesional, por ejemplo, ya dispone de Inteligencia Artificial para indicarles a
las personas registradas cómo están sus habilidades respecto a los empleos ofrecidos y
ayudarles a tomar opciones de formación específicas para ir en busca de ellos.
Pero claro, como hemos explicitado, estos procesos se encuentran en plena transición y
generar impactos inequitativos en las personas. Claramente, existen muchas asimetrías en
las posibilidades de las personas para subirse al Long Life Learning. En líneas generales,
los que más necesitan de la reconversión de habilidades para insertarse o mejorar
laboralmente, son los que más difícil acceso encuentran. Mucha de la nueva formación
continua, virtual y accesible, se concentra en la adquisición de habilidades tecnológicas
avanzadas, y capturan a aquellos que tienen el tiempo, el dinero, la motivación, y las
habilidades básicas para volver a capacitarse.
El desafío entonces de la educación en el siglo XXI en este paradigma de cultura presente a
lo largo de la vida, es cómo universalizar las oportunidades para que todas las personas
puedan subirse y no quedar rezagadas en el camino del progreso. La sociedad toda, y el
Estado en particular, tienen la responsabilidad de hacer que esto suceda, tal como hace
décadas hubo que lograr que la educación primaria y secundaria fueran accesibles a las
mayorías. Muchas innovaciones en marcha en el mundo muestran que sí es posible, como
por ejemplo las cuentas individuales de formación en Francia, a través de las cuales, cada
ciudadano recibe un monto de dinero anual del Estado para comprar formación de acuerdo
a las habilidades que necesita para crecer dentro del catálogo de educadores certificados
para dictarlas. Una sociedad realmente inclusiva para el aprendizaje a lo largo de la vida es
una utopía posible.
Claro que el Estado puede hacer mucho en este desafío. Pero seguramente mucho
de lo que pueda hacer de forma viable y eficiente, tiene que ver con apoyar y
apalancar iniciativas privadas que, a través de la innovación y el sentido de
propósito, intentan resolver los problemas de acceso y frecuencia al Long Life
Learning por parte de las personas. Como General Assambly (GA), por ejemplo.
Jake Schwartz, CEO de GA, expresa con claridad la problemática global que
estamos llamados a resolver: "Las habilidades que las empresas necesitan cambian
con mucha frecuencia y la realidad es que si fuiste a la escuela una vez en tu vida
entre las edades de 18 y 22 años y luego te detuviste, es muy poco probable que
mantengas el ritmo de las habilidades que son requeridas a finales de los 20 y
principios de los 30, y más".
En GA, como en cada vez más iniciativas privadas o públicas, es factible lograr que
especialistas te ayuden a definir qué habilidades puedes adquirir en base a tu
situación personal de inicio, y los requerimientos del mercado; que te ayuden a
transitar el camino a través de servicios de coaching enfocados en tus capacidades
para aprender; que te acompañen en la colocación laboral y te brinden la solución
financiera para pagar los cursos en todo o en parte, ya sea a través de aportes de
empresas o entidades de bien común, o a través de mecanismos como Catalyst,
para pagar luego de estar trabajando en los nuevos desafíos acordes a las
habilidades desarrolladas.
Estamos hablando nada más y nada menos, que, de recrear la idea y las
posibilidades de progreso, que tanta fuerza mostraron en la segunda mitad
del Siglo 20 y que hoy navegan entre las expectativas y las incertidumbres.
Como expresa Steven Pinker (citado en Martínez Ahrens, 2018,
https://bit.ly/2Q3ufaq):
Novedad
No necesariamente se requiere que innovación signifique originalidad, pero algo distinto o
novedoso para el usuario o destinatario siempre debe haber. Parte siempre de una
oportunidad detectada para cambiar algo acerca de cómo se venía haciendo, introducir un
nuevo elemento, combinar los elementos de forma distinta, etc.
Mejor
Técnicamente la innovación no es neutral, requiere de resultados. Concretamente, un
producto, proceso, o proyecto, puede ser considerado innovador si es más eficaz o
eficiente que las alternativas preexistentes para quienes lo necesitan.
Sostenible
Criterio que se ha incorporado con fuerza en los últimos años, a partir del auge de la
sustentabilidad. De nada sirve una innovación concentrada solo en el rédito a corto plazo
y que destruye el entorno en el mediano. La innovación, para ser tal, requiere pasar por el
desafío de ser sostenible desde lo ambiental y lo organizacional. Y por ende, tiene
proyección de funcionar por un largo tiempo.
Una innovación social puede ser un producto, un proceso de producción o una tecnología
(al igual que la innovación en general), pero también puede ser un principio, una idea, una
legislación, un movimiento social, una intervención o una combinación de ellos. De hecho,
muchas de las innovaciones sociales mejor reconocidas, como las microfinanzas, son
combinaciones de varios de estos elementos a partir de haber desarrollado un modelo
conceptual que confía en la capacidad de devolución de las personas más pobres a partir de
recibir préstamos de pequeños montos para sus actividades económicas.
Para practicar innovación social se necesita una metodología que permita ordenar la
voluntad y aportación de los distintos actores. Siguiendo al Ilab, Laboratorio de Innovación
Social del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), podemos definir que los elementos
de una metodología común para innovación social son:
1. Los problemas son comprendidos,
definidos y diagnosticados por los propios
protagonistas de los mismos.
Es decir, los que serían destinatarios de las soluciones. No hay agentes externos que sean
capaces de suprimir este ejercicio vital de protagonismo inicial de los interesados.
5. Escalamiento de soluciones.
Una vez probadas y validadas con una población particular, la innovación social supone
expansión y escala. No se trata de encontrar paliativos o propuestas artesanales, justamente
es parte de la esencia de la innovación social ir por la resolución de problemáticas globales
o masivas, dispersas por distintas geografías y culturas.
Bajo este modelo, los recursos públicos deben comprometerse al inicio del programa, pero
ser desembolsados en el mediano y largo plazo (en la última etapa del proceso, cuando los
aspirantes firman sus contratos laborales). Esa lógica va en contravía de como suelen operar
los gobiernos, que prefieren ejecutar los recursos rápidamente, como indicador positivo de
su gestión. Por esta razón, el programa ha puesto mucha atención en el aprendizaje y
cambio de mentalidad de todos los involucrados. Los resultados de esta experiencia han
sido tan positivos que están trabajando en la creación de un Fondo de Pagos por Resultados
(Gómez Osorio; Funez; Robert; Zepeda; Juárez, 2019, p.90).
El fondo de pagos por resultados, será fundamental para institucionalizar el mecanismo y
sacarlo de la zona de riesgo de los presupuestos públicos de cada año, y los cambios de
Gobierno.
Algoritmo para detectar anemia en niños sin muestras de sangre en
Perú:
Más del 40% de los niños de entre 6 meses y 3 años de edad en el Perú, sufren de un
problema de salud grave como es la anemia. Significa que no se transporta suficiente
oxígeno a los órganos del cuerpo por falta de glóbulos rojos y puede desembocar en
subdesarrollo físico y mental de los niños. Ayni Lab, un Laboratorio de Innovación Social
del Gobierno del Perú, advirtió las dificultades históricas para diagnosticar el problema en
la diversa geografía del país y se propusieron resolverlo. Efectivamente, tomar muestras de
sangre siempre enfrentaba múltiples obstáculos, ya sean culturales, geográficos o de
disposición de recursos.
Solo tres ejemplos de los múltiples que están en plena ejecución en Latinoamérica y el
mundo, mostrando las virtudes del enfoque de la innovación social. No se necesita
desplazar a nadie ni apelar a revoluciones de sistemas político – institucionales. Se trata de
integrar a los actores en una nueva visión y metodología que apunta a la sinergia de los
actores para generar resultados.
Es una de las redes de agentes de cambio social más grande del mundo. Fundada en 1980
por Bill Drayton (USA), parte de la premisa de que un emprendedor social con una idea
innovadora, puede ayudar a resolver un problema social de carácter global. Su foco estuvo
en seleccionar y apoyar a emprendedores sociales en el mundo, llegando a más de 1000 en
los años 90.
En virtud de los cambios disruptivos de nuestro tiempo, Ashoka decidió en 2005 ampliar su
foco desde los emprendedores de impacto, a todas las personas como “agentes de cambio”.
El mundo comenzaba a vivir tiempos de aceleración y grandes desafíos y por ende el
enfoque es que todos, desde cualquier lugar, podemos ser agentes de cambio. De allí vienen
diversos programas que propone en el mundo, en alianza con entidades educativas, para
desarrollar en las personas habilidades para el cambio social positivo. Actualmente, Ashoka
está presente en 89 países del mundo, en los 5 continentes, y más de 3300 emprendedores
sociales activos en su red de apoyo.
Creada en 2010 por dos emprendedores sociales franceses, reúne a empresas, actores
públicos, asociaciones y expertos académicos bajo el objetivo común de reducir la pobreza
y la exclusión social en Francia. Propone una acción basada en tres postulados: la creación
de empresas sociales para combatir la pobreza (idea central de Yunus), crear ecosistemas de
actores para lograr sinergias y validar las ideas a través de prototipos que puedan escalarse.
Innovación social en estado puro, aplicado al segmento de las empresas sociales.
Han fomentado ya la creación de empresas sociales (movidas por el propósito y no por la
rentabilidad) en campos tan diversos como salud, nutrición, movilidad, alojamiento,
inclusión, etc. Siempre con emprendedores al frente, con foco en productos y servicios
pensados para sectores en la base de la pirámide social, y muchas veces en conjunto con
grandes empresas como Danone, Renault, etc. Por ejemplo, el Programa Malin, lanzado
junto a Danone en 2011 para brindar a padres de bajos ingresos alimentación y
asesoramiento nutricional asequible para sus hijos de 6 meses a 3 años.
Por todo ello, creemos que es clave sostener la idea de los nuevos contratos
sociales como una necesidad de los tiempos, donde las sociedades viven
convulsionadas por la magnitud y alcance de los cambios que estamos
transitando, y la complejidad de las transiciones que tenemos de por medio.
El tema trasciende a un cambio en la Constitución de cada país, una nueva
ley o proyecto estratégico. Es mucho más que eso, y de allí sus
complejidades para llevarlo adelante. De aquella idea original de un acuerdo
implícito (no formalizado) se aspira a una construcción colectiva a través de
dirigentes, representantes de organizaciones, expertos académicos, líderes
de opinión y autoridades públicas, que pueda desembocar en un documento
que exprese lineamientos para los desafíos colectivos del presente y del
futuro. Es decir, un acuerdo de trazo grueso que permita una validación
amplia de un rumbo compartido. Y facilitar así, que a partir de ello se emitan
los proyectos, las leyes, y los programas a ejecutar en distintos campos de
la sociedad.
Sería muy largo de tratar, pero a modo de síntesis, podemos proponer cinco
grandes ejes que entendemos que un contrato social apto para estos
tiempos, debería contemplar:
2- Educación y formación a lo largo de la vida
–
Nuestros sistemas de trabajo fueron moldeados para el mundo donde imperaba el trabajo en
relación de dependencia, estable, y a tiempo completo. Ese tiempo ha terminado, como
explicamos en el presente módulo. Muchas son las tendencias que transforman el mundo
del trabajo, pero en líneas generales se impone la necesidad de repensar las condiciones de
seguridad y flexibilidad bajo las que nos desempeñamos las personas y sobre las cuales se
expresa el Derecho Laboral en los distintos países del mundo. La clave consiste en pensar
en nuevos modelos que puedan responder al paradigma de “flexiseguridad”, es decir
capaces de contemplar los requerimientos de cambio permanente de actividades y empresas
y, al mismo tiempo, no desamparar a los trabajadores para no volver a épocas donde
estaban librados a las fuerzas del mercado.
Se impone pensar en el concepto de protección de la persona del trabajador, en lugar de
protección del trabajo o tarea específica que una persona realiza en algún momento de su
vida. Es decir, como definir mecanismos que permitan acompañar y sostener a toda
persona, en cuyo recorrido de vida seguramente cambiará muchas veces de trabajos y de
tareas, y no intentar bloquear los cambios y evoluciones a partir de rígidas protecciones de
una tarea determinada. Como superar la resistencia sindical y de otros sectores a abrir estas
nuevas posibilidades es el gran desafío de cualquier proceso de contrato social para el
futuro.
Hemos trabajado mucho sobre estos aspectos en el presente módulo. Sostenemos que
cualquier proceso de contrato social debe tener la osadía de plantear cómo se propone
derrotar la pobreza en una sociedad determinada, más allá de los eslóganes y de los
paliativos de corto plazo.
Como hemos visto, el progreso ha permitido sacar a millones de personas de la pobreza
extrema. Pero no alcanza. Sigue habiendo pobres y, si adoptamos los enfoques
multidimensionales en lugar de considerar solo los ingresos, podemos ver como el
fenómeno de la pobreza puede volver a crecer. La ciencia aplicada a los alimentos y la
salud, la potencia de la innovación social para producir nuevas soluciones y los dividendos
enormes que se originan en la productividad tecnológica (máquinas y software trabajando
cada vez más en reemplazo de tareas humanas), tienen que habilitar decisiones y modelos
para vencer la pobreza en el mundo. No deberíamos conformarnos con menos.
Pero un contrato social de este tiempo no debiera acabar allí. Hemos fundamentado los
peligros que conlleva la expansión de las desigualdades y la grata novedad de que cada vez
más líderes y organizaciones manifiestan voluntad de atender el problema, con los
múltiples instrumentos que disponemos para ello. Un contrato social podría, por ejemplo,
establecer criterios acerca de la progresividad de los impuestos, las posibilidades de
establecer rentas universales o rentas mínimas a las personas garantizadas por el Estado, los
mecanismos para derramar en toda la sociedad los beneficios de la tecnología, y las
facilidades de acceso a la propiedad privada. No habrá sociedades estables y florecientes
sin mayores niveles de equidad.
El mundo interconectado a velocidad digital ha llegado para quedarse. Sus efectos positivos
son conocidos: la información, las personas, el conocimiento y la creación de valor,
circulan y se potencian con conexiones múltiples liberadas de las limitaciones geográficas y
culturales. Pero también son evidentes dos dimensiones: las limitaciones de la teoría del
crecimiento permanente que destruye el Planeta, y los beneficios de integrar comunidades
locales dinámicas, además de ser ciudadanos del mundo.
Todo contrato social inteligente debiera contemplar parámetros respaldados por el conjunto
de la sociedad para frenar el deterioro del medio ambiente y la biodiversidad. Sobran las
evidencias de que el calentamiento global avanza haciendo cada vez más difícil prever la
evolución de la vida humana dentro del Planeta, y todos los países están conminados a
hacer sus aportaciones en el marco del Acuerdo Global de París (2015), y de los Objetivos
de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas. Sin la adopción del tema con firmeza y
pasión por parte de la ciudadanía, no habrá leyes ni regulaciones que nos salven.
En materia de fortalecer las comunidades, habría mucho para decir. Pero nos limitaremos
en esta instancia a expresar que las comunidades donde vivimos y desarrollamos nuestra
identidad más próxima son, como Thomas Friedman denomina, los ojos de huracán, para
zambullirnos desde allí a la ola de las aceleraciones del mundo. Es en las comunidades
(pueblos, ciudades, regiones) donde las personas puedan escucharse, interactuar, reforzar
vínculos de confianza y resolver problemáticas comunes conectados al mundo.
Un contrato social nacional debiera especificar como se propone fortalecer las múltiples
comunidades que lo integran. Con mecanismos, financiamiento, buenas prácticas
compartidas, regulaciones inteligentes, etc. Es en ese marco donde los actores lograran
maximizar sus compromisos con el destino colectivo, llegando a tomar decisiones que por
ejemplo permitan tener mejores escuelas y con jornadas extendidas, empresas más
comprometidas con la reconversión laboral de las personas, mayores oportunidades de
apoyo y mercado para las actividades independientes, mejores soluciones para la provisión
de alimentos de origen cercano al hogar, etc. Comunidades prósperas reflejan una corriente
en pro de un nuevo localismo progresista.
Durante demasiado tiempo, los progresistas se han centrado tanto en
Washington (capitales nacionales), que no se han percatado de que la mayor
parte del progreso en los asuntos que nos importan (medio ambiente,
educación, oportunidad económica y habilidades de las personas) ha
ocurrido a nivel local. Porque allí es donde se halla la confianza.